Material de análisis – Sociología de la Educación- Eje 1
Instituto de educación Superior 6001 Prof. Natalia Andrea Pastrana
Si los tiburones fueran personas
Cuento de “Historias de almanaque” de Bertolt Brecht
Si los tiburones fueran personas harían construir en el mar unas cajas enormes para los
pececillos, con toda clase de alimentos en su interior, tanto vegetales como animales. Se
encargarían de que las cajas tuvieran siempre agua fresca y adoptarían toda clase de medidas
sanitarias. Si por ejemplo, un pececillo se lastimara una aleta, le pondrían inmediatamente un
vendaje de modo que el pececillo no se les muriese a los tiburones antes de tiempo. Para que
los pececillos no se entristecieran, se celebrarían algunas veces grandes fiestas acuáticas, pues
los peces alegres son mucho más sabrosos que los tristes.
Por supuesto, en las grandes cajas habría también escuelas. Por ellas los pececillos aprenderían
a nadar hacia las fauces de los tiburones que andan perezosamente tumbados por alguna parte.
La asignatura principal sería, naturalmente, la educación moral del pececillo.
Se les enseñaría que para un pececillo lo más grande y lo más bello es entregarse con alegría, y
que todos deberían creer en los tiburones, sobre todo cuanto éstos les dijeran que iban a
proveer un bello futuro. A los pececillos se les haría creer que este futuro sólo estaría
garantizado cuando aprendiesen a ser obedientes. Los pececillos deberían guardarse muy bien
de toda inclinación vil, materialista, egoísta y marxista; y cuando alguno de ellos manifestase
tales desviaciones, los otros deberían inmediatamente denunciar el hecho a los tiburones.
Si los tiburones fueran personas, también habría entre ellos un arte, claro está. Habría hermosos
cuadros a todo color de las dentaduras de los tiburones y sus fauces serían representadas como
lugares de recreo donde se podría jugar y dar volteretas. Los teatros del fondo del mar llevarían
a escena obras que mostrasen a heroicos pececillos nadando entusiásticamente en las fauces
de los tiburones y la música sería tan bella que a su son los pececillos se precipitarían fauces
adentro, con la banda de música delante, llenos de ensueños y arrullados por los pensamientos
más agradables. Tampoco faltaría la religión.
Ella enseñaría que la verdadera vida comienza verdaderamente en el vientre de los tiburones.
Y si los tiburones fueran personas los pececillos dejarían de ser, como hasta hora, iguales.
Algunos obtendrían cargos y serían colocados encima de los otros. Se permitiría incluso que los
mayores se comieran a los más pequeños. Eso sería delicioso para los tiburones, puesto que
entonces tendrían a menudo bocados más grandes y apetitosos que engullir. Y los pececillos
más importantes, los que tuvieran cargos, se cuidarían de ordenar a los demás. Y así habría
maestros, oficiales, ingenieros de construcción de cajas, etc. En pocas palabras, si los tiburones
fueran personas, en el mar no habría más que cultura.