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Guión Litúrgico - Conmemoracion de Fieles Difuntos

En aquel tiempo, llegó Jesús a Betania, y Marta salió a su encuentro, mientras María seguía sentada en casa. Marta dijo a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo concederá". Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará". Marta le respondió: "Ya sé que resucitará en la resurrección del último día". Jesús le dijo: "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree

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Guión Litúrgico - Conmemoracion de Fieles Difuntos

En aquel tiempo, llegó Jesús a Betania, y Marta salió a su encuentro, mientras María seguía sentada en casa. Marta dijo a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que cuanto pidas a Dios, Dios te lo concederá". Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará". Marta le respondió: "Ya sé que resucitará en la resurrección del último día". Jesús le dijo: "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree

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ARQUIDIÓCESIS DE MÉRIDA – VENEZUELA

DEPARTAMENTO DE LITURGIA Y ARTE SAGRADO


MÉRIDA - VENEZUELA
I

CELEBRACIÓN EUCARÍSTICA

CONMEMORACIÓN
de
Todos los Fieles Difuntos

2 DE NOVIEMBRE
1
ANTÍFONA DE ENTRADA
(CFR. 1TES 4,14; 1 COR 15,22)

Así como Jesús murió y resucitó,


de igual manera debemos creer que
a los que mueren en Jesús, Dios los llevará con él.
Y así como en Adán todos mueren,
así en Cristo todos volverán a la vida.

2
MONICIÓN DE ENTRADA
El monitor, dice:
Sean bienvenidos a la casa del Padre, lugar donde nos congregamos como comunidad
creyente para celebrar con la Iglesia Universal la Conmemoración de todos los Fieles
Difuntos. La Iglesia, ya desde sus mismos orígenes, vive con la convicción de su
comunión con los fallecidos y por ello ha mantenido con gran piedad la memoria de
los difuntos. La comunión de los que aún peregrinan en la tierra con los fieles que
han muerto se consolida en la comunicación de bienes espirituales.

Por ello, orar por los difuntos es una de las tradiciones cristianas más antiguas. Es muy
explicable que, al día siguiente de celebrar a todos aquellos que han llegado ya a la
intimidad con Dios, nos preocupemos por todos nuestros hermanos que han muerto
con la esperanza de resucitar y con una fe tan solo conocida por Dios.

Elevemos, pues, nuestra plegaria al Buen Dios por cada uno de ellos, familiares y
amigos, que nos han precedido en el sigo de la fe y gozan ya de la peregrinación
perpetua hacia la Jerusalén celeste.

3
RITOS INICIALES.
Reunido el pueblo, se inicia la procesión desde el lugar preparado, con el ritual de costumbre: La cruz procesional y
ciriales, monaguillos, ministros, diácono y los celebrantes en compañía del principal, mientras se entona el canto de
entrada. Cuando llega al altar, el celebrante y el diácono hace la debida reverencia besa el altar.
Terminando el canto de entrada, los fieles, de pie, se santiguan, mientras el celebrante dice:
 En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
El pueblo responde:
Amén.
SALUDO
Después el celebrante, extendiendo las manos, saluda al pueblo, diciendo:
El Señor, esté con ustedes.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
ACTO PENITENCIAL
A continuación, se hace el acto penitencial que incluye: una invitación, una pausa en silencio y una
formulación de arrepentimiento.
El celebrante invita a los fieles al arrepentimiento:
Jesucristo, el justo, intercede por nosotros
y nos reconcilia con el Padre.
Abramos, pues, nuestro espíritu al arrepentimiento,
para acercarnos a la mesa del Señor
Se hace una breve pausa en silencio.
Después, hacen todos en común la confesión de sus pecados:
Señor, ten misericordia de nosotros.
El pueblo responde:
Porque hemos pecado contra ti.
El sacerdote prosigue:
Muéstranos, Señor, tu misericordia.
El pueblo responde:
Y danos tu salvación.
El celebrante concluye con la siguiente plegaria:
Dios todopoderoso
tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados
y nos lleve a la vida eterna.
El pueblo responde:
Amén.

4
A continuación, el coro entona el Señor ten piedad, todos los presentes acompañan cantando.
Si se ha usado la primera o segunda fórmula del acto penitencial, siguen las invocaciones Señor, ten piedad.
V. Señor, ten piedad R. Señor, ten piedad.
V. Cristo, ten piedad. R. Cristo, ten piedad.
V. Señor, ten piedad. R. Cristo, ten piedad.
ORACIÓN COLECTA
Terminado el Ten Piedad, el celebrante, con las manos juntas dice:
Oremos.
Y todos junto con el celebrante rezan en silencio durante unos instantes.
Luego el celebrante con las manos extendidas pronuncia la oración colecta.

E scucha, Señor, benignamente nuestras súplicas,


y concédenos que, al proclamar nuestra fe
en la resurrección de tu Hijo de entre los muertos,
se afiance también nuestra esperanza
en la resurrección de tus hijos difuntos
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
y es Dios, por los siglos de los siglos.
El pueblo responde:
Amen.
Todos se sientan, y se disponen a escuchar atentos la Palabra de Dios.

5
LITURGIA DE LA PALABRA
Comenzamos a formar parte de la Liturgia de la Palabra. Los lectores se acercan al ambón y entonan las lecturas
indicadas.

MONICIÓN DE LA PRIMERA LECTURA


El monitor, dice:
El amor que Dios nos tiene no solo se manifiesta en darnos la vida humana para
vivir unos cuantos años en la tierra, donde hay sus más y sus menos, donde las
alegrías se entrecruzan siempre con las tristezas. Dios está dispuesto a darnos un
segundo tiempo donde vamos a poder vivir en íntima unión con Él y nos va a
regalar la felicidad total y para siempre. Escuchemos con atención.

PRIMERA LECTURA (Ap 21, 1-5ª.6b-7).


“El vencedor heredará esto: yo seré Dios para él, y él será para mí un hijo”

LECTURA DEL LIBRO DEL APOCALIPSIS.


El lector dice:
Yo, Juan, vi un cielo nuevo y una tierra nueva, pues el primer cielo y la primera tierra
desaparecieron, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén que
descendía del cielo, de parte de Dios, preparada como una esposa que se ha adornado
para su esposo. Y oí una gran voz desde el trono que decía: He aquí la morada de Dios
entre los hombres, y morará con ellos, y ellos serán su pueblo, y él; Dios con ellos será
su Dios. Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto,
ni dolor, porque lo primero ha desaparecido. Y dijo el que está sentado en el trono:
Mira, hago nuevas todas las cosas. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al
que tenga sed yo le daré de la fuente del agua de la vida gratuitamente. El vencedor
heredará esto: yo seré Dios para él, y él será para mí hijo.
El lector concluye diciendo.
Palabra de Dios.
El pueblo responde:
Te alabamos Señor.

6
SALMO RESPONSORIAL (24,6.7b.17-18.20-21)
“Acuérdate de mí con misericordia”

Seguidamente el salmista entona el salmo desde el ambón.


R. A TI, SEÑOR, LEVANTO MI ALMA.
El salmista invita al pueblo a invocar la antífona

L. Recuerda, Señor, que tu ternura


y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. /R

L. Ensancha mi corazón oprimido


y sácame de mis tribulaciones.
Mira mis trabajos y mis penas
y perdona todos mis pecados. /R

L. Guarda mi vida y líbrame,


no quede yo defraudado de haber acudido a ti.
La inocencia y la rectitud me protegerán,
porque espero en ti. /R

7
MONICIÓN DE LA SEGUNDA LECTURA
El Monitor, dice:
San Pablo, a su manera, en la segunda lectura, nos asegura que nuestra verdadera y
definitiva ciudad está en los cielos después de pasar por nuestra tierra. Escuchemos.

SEGUNDA LECTURA (Flp 3,20-21)


“Nosotros somos ciudadanos del cielo”

LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS FILIPENSES.


El lector dice:
Hermanos:
Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde aguardamos un Salvador: el Señor
Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo humilde, según el modelo de su cuerpo
glorioso, con esa energía que posee para sometérselo todo.
El lector concluye diciendo.
Palabra de Dios.
El pueblo responde:
Te alabamos Señor.

MONICIÓN AL EVANGELIO
El Monitor, dice:
La fiesta de los fieles difuntos es la fiesta de los fieles resucitados. Nuestra vida termina
bien. Estamos enrolados en una historia de salvación y no de perdición y de fracaso.
Es la gran promesa de Cristo Jesús, nuestro Maestro y Señor que en el evangelio, nos
asegura que vivir la plenitud de la felicidad, es una regalo que él nos ofrece, en unión
con su Padre Dios.
Sigue el canto antes del evangelio. Mientras tanto, el celebrante, pone incienso en el incensario.
Después el diácono (o el con-celebrante que ha de proclamar el evangelio), inclinado ante el celebrante, pide
la bendición, diciendo en voz baja:
Padre, dame tu bendición.
El celebrante en voz baja, dice:
El Señor esté en tu corazón y en tus labios,
para que anuncies dignamente su Evangelio;
en el nombre del Padre y del Hijo †
y del Espíritu Santo.
El diácono responde:
Amén.
Prosigue el canto interleccional.

8
EVANGELIO (Jn 11, 17-27)
“Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano”

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN.


El pueblo responde:
Gloria a ti Señor.
Prosigue el ministro ordenado:
Em aquel tiempo, cuando Jesús llegó a Betania, Lázaro llevaba ya cuatro días
enterrado. Betania distaba poco de Jerusalén: unos quince estadios; y muchos judíos
habían ido a ver a Marta y a María para darles el pésame por su hermano. Cuando
Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedó en
casa. Y dijo Marta a Jesús: Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi
hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá. Jesús
le dijo: Tu hermano resucitará. Marta respondió: Sé que resucitará en la resurrección
en el último día. Jesús le dijo: «Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí,
aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre.
¿Crees esto?». Ella le contestó: «Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios,
el que tenía que venir al mundo».
El lector concluye.
Palabra del Señor.
El pueblo responde:
Gloria a ti, Señor, Jesús.

MONICIÓN A LA HOMILIA
El Monitor, dice:
A continuación, nos disponemos a escuchar atentamente la voz de nuestro pastor. Nos
podemos sentar.
Concluida la homilía, se prosigue la profesión de fe.

9
Oración de los fieles
El celebrante invita a la plegaria universal con la siguiente oración introductoria
Oremos, hermanos, a nuestro Padre celestial, que nos consuela en todas nuestras
penas, y pidámosle que conceda la vida eterna a los que nos dejaron y se durmieron en
el Señor. Digámosle llenos de confianza. :
R. / DUEÑO DE LA VIDA Y DE LA MUERTE, ESCÚCHANOS.

Prosigue un lector:
1. Por la santa Iglesia de Dios, para que anuncie sin cansarse el alegre mensaje de la
esperanza futura a todos los pueblos de la tierra. Oremos.

Prosigue un lector:
2. Por los que sufren y padecen bajo el dominio del mal, son perseguidos y acusados
injustamente, para que asiduos en la fe sean reconfortados en este mundo y así
alcanzar la gloria eterna. Oremos.
Prosigue un lector:
3. Por todos los hombres que, sin el consuelo de la fe, lloran ante la muerte, para que
Dios les revele la gloria de la inmortalidad futura. Oremos.

Prosigue un lector:
4. Por nosotros, los que aún permanecemos en este mundo, para que sepamos
consolarnos mutuamente con palabras de fe y de esperanza, hasta que salgamos al
encuentro de Cristo y nos reunamos con nuestros amigos y familiares en el cielo.
Oremos.

Prosigue un lector:
5. Por quienes han partido a la casa del Padre, para que resuciten gloriosamente en el
último día. Oremos.

El celebrante concluye
Dios y Padre nuestro, que nuestra oración ayude a las almas de los fieles difuntos, para
que tu misericordia les conceda el perdón de sus pecados y los haga participes de tu
redención.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
La asamblea responde:
Amén.

10
LITURGIA EUCARÍSTICA
Terminado todo lo anterior, comienza el canto para el ofertorio. Mientras, los ministros colocan sobre el altar el
corporal, el purificador, el cáliz, y la palia.
Conviene que los fieles expresen su participación en la ofrenda, bien sea llevando el pan y el vino para la celebración
de la Eucaristía, bien presentando otros dones para las necesidades de la Iglesia o de los pobres.
El celebrante, de pie junto al altar, toma la patena con el pan y, teniéndola con ambas manos un poco elevada sobre el
altar, dice en voz baja:
Bendito seas, Señor, Dios del universo,
por este pan,
fruto de la tierra y del trabajo del hombre,
que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos;
él será para nosotros pan de vida.
Después deja sobre el corporal la patena con el pan.
El diácono, vierte vino y un poco de agua en el cáliz, diciendo en secreto:
Por el misterio de esta agua y este vino,
haz que compartamos la divinidad
de quien se ha dignado participar de nuestra humanidad.
Después, el celebrante toma el cáliz y, teniéndolo con ambas manos un poco elevado sobre el altar, dice en secreto :
Bendito seas, Señor, Dios del universo,
por este vino,
fruto de la vid y del trabajo del hombre,
que recibimos de tu generosidad y ahora te presentamos;
él será para nosotros bebida de salvación.
Después deja sobre el corporal el cáliz.
Luego, el celebrante, inclinado profundamente, dice en secreto:
Acepta, Señor, nuestro corazón contrito
y nuestro espíritu humilde;
que éste sea hoy nuestro sacrificio
y que sea agradable en tu presencia,
Señor, Dios nuestro.
Y, si es oportuno, inciensa las ofrendas, la cruz y el altar. Después el diácono, u otro ministro, inciensan al celebrante,
a los sacerdotes y al pueblo. Se coloca el Misal sobre el altar.
Luego el celebrante, de pie a un lado del altar, se lava las manos, diciendo en secreto:
Lava del todo mi delito, Señor, limpia mi pecado.
Después, de pie en el centro del altar, de cara al pueblo, extendiendo y juntando las manos, dice:
Oren, hermanos,
para que, trayendo al altar los gozos y las fatigas de cada día,
nos dispongamos a ofrecer el sacrificio agradable a Dios, Padre todopoderoso.
El pueblo se pone de pie y responde:
El Señor reciba de tus manos este sacrificio,
para alabanza y gloria de su nombre,
para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.
11
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Luego el celebrante, con las manos extendidas, dice la oración sobre las ofrendas.

Q
ue te sean gratas, Señor, nuestras ofrendas,
para que tus fieles difuntos sean recibidos
en la gloria con tu Hijo,
a quien nos unimos por este sacramento de su amor.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
El pueblo responde:
Amén.
PREFACIO II DE DIFUNTOS
CRISTO MURIÓ PARA QUE NOSOTROS TENGAMOS VIDA.

V. El Señor esté con ustedes R. Y con tu espíritu.


V. Levantemos el corazón R. Lo tenemos levantado hacia el Señor
V. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. R. Es justo y necesario
El celebrante, con las manos extendidas, continúa
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre Santo,
Dios todopoderoso y eterno,
Por Cristo, Señor nuestro.

Quien se dignó morir por todos,


para librarnos a todos de la muerte;
es más, quiso morir,
para que todos tuviéramos la vida eterna.
Por eso, unidos a los ángeles,
Te aclamamos llenos de alegría.

Santo, Santo, Santo es el Señor,


Dios del Universo.
Llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
Hosanna en el cielo.
Bendito el que viene en nombre del Señor.
Hosanna en el cielo.

12
PLEGARIA EUCARÍSTICA III
El sacerdote, con las manos extendidas, dice:

CP Santo eres en verdad, Padre,


y con razón te alaban todas tus criaturas,
ya que por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro,
con la fuerza del Espíritu Santo,
das vida y santificas todo,
y congregas a tu pueblo sin cesar,
para que ofrezca en tu honor
un sacrificio sin mancha
desde donde sale el sol hasta el ocaso.

Junta las manos y, manteniéndolas extendidas sobre las ofrendas, dice:


CC Por eso, Padre, te suplicamos
que santifiques por el mismo Espíritu
estos dones que hemos separado para ti,
Junta las manos y traza el signo de la cruz sobre el pan y el cáliz conjuntamente, diciendo:
de manera que sean
Cuerpo y + Sangre de Jesucristo,
Hijo tuyo y Señor nuestro,
Junta las manos.
que nos mandó celebrar estos misterios.
En las fórmulas que siguen, las palabras del Señor han de pronunciarse con claridad, como lo requiere la
naturaleza de éstas.
Porque él mismo,
la noche en que iba a ser entregado,

Toma el pan y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:


tomó pan,
y dando gracias te bendijo,
lo partió
y lo dio a sus discípulos, diciendo:

Se inclina un poco.
«Tomad y comed todos de él,
porque esto es mi Cuerpo,
que será entregado por vosotros».

13
Muestra el pan consagrado al pueblo, lo deposita luego sobre la patena y lo adora haciendo genuflexión.

Después prosigue.
Del mismo modo, acabada la cena,
Toma el cáliz y, sosteniéndolo un poco elevado sobre el altar, prosigue:
tomó el cáliz,
dando gracias te bendijo,
y lo pasó a sus discípulos, diciendo:
Se inclina un poco.

«Tomad y bebed todos de él,


porque éste es el cáliz de mi Sangre,
Sangre de la alianza nueva y eterna,
que será derramada por vosotros
y por todos los hombres
para el perdón de los pecados.

Haced esto en conmemoración mía».

Muestra el cáliz al pueblo, lo deposita luego sobre el corporal y lo adora haciendo genuflexión.

Luego dice una de las siguientes fórmulas:

CP Éste es el Sacramento de nuestra fe.


O bien:
Éste es el Misterio de la fe.
Y el pueblo prosigue, aclamando:
Anunciamos tu muerte,
proclamamos tu resurrección.
¡Ven, Señor Jesús!
Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice:
CC Así, pues, Padre,
al celebrar ahora el memorial
de la pasión salvadora de tu Hijo,
de su admirable resurrección y ascensión al cielo,
mientras esperamos su venida gloriosa,
te ofrecemos, en esta acción de gracias,
el sacrificio vivo y santo.
Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia,
y reconoce en ella la Víctima
14
por cuya inmolación
quisiste devolvernos tu amistad,
para que, fortalecidos
con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo
y llenos de su Espíritu Santo,
formemos en Cristo
un solo cuerpo y un solo espíritu.

C1 Que él nos transforme en ofrenda permanente,


para que gocemos de tu heredad
junto con tus elegidos:
con María, la Virgen Madre de Dios,
Inmaculada Concepción,
los apóstoles y los mártires,
y todos los santos, por cuya intercesión confiamos obtener siempre tu ayuda.

C2 Te pedimos, Padre,
que esta Víctima de reconciliación
traiga la paz y la salvación al mundo entero.
Confirma en la fe y en la caridad
a tu Iglesia, peregrina en la tierra:
a tu servidor, el Papa Francisco,
a nuestro Obispo Cardenal Baltazar Porras,
a su Obispo Coadjutor Helizandro Terán,
a su Obispo Auxiliar Luis Enrique,

El Obispo, cuando celebra en su diócesis, dice:


a mí, indigno siervo tuyo,
Cuando celebra un Obispo que no es el Ordinario, dice:
a mi hermano N., Obispo de esta iglesia de N.,
a mi, indigno siervo tuyo,

al orden episcopal, a los presbíteros y diáconos,


y a todo el pueblo redimido por ti.

C3 Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia.
Reúne en torno a ti, Padre misericordioso,
a todos tus hijos dispersos por el mundo.
15
+ A nuestros hermanos difuntos
y a cuantos murieron en tu amistad
recíbelos en tu reino,
donde esperamos gozar todos juntos
de la plenitud eterna de tu gloria,
Junta las manos.
por Cristo, Señor nuestro,
por quien concedes al mundo todos los bienes.

Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz, los eleva y dice:

Por Cristo, con él y en él,


a ti, Dios Padre omnipotente,
en la unidad del Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria
por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
Amén.
Después sigue el rito de la comunión.

RITO DE LA COMUNIÓN
Una vez depositados el cáliz y la patena sobre el altar, el celebrante, con las manos juntas, dice:
Fieles a la recomendación del Salvador
Y siguiendo su divina enseñanza,
nos atrevemos a decir:
Extiende las manos y, junto con el pueblo, continúa:
Padre nuestro, que estás en el cielo,
santificado sea tu Nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.
Solo el celebrante, con las manos extendidas, prosigue diciendo:
Líbranos de todos los males, Señor,
16
y concédenos la paz en nuestros días,
para que, ayudados por tu misericordia,
vivamos siempre libres de pecado
y protegidos de toda perturbación,
mientras esperamos la gloriosa venida
de nuestro Salvador Jesucristo.
Junta las manos.
El pueblo concluye la oración, aclamando:
Tuyo es el reino,
tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
Después el celebrante con las manos extendidas, dice en voz alta:
Señor Jesucristo,
que dijiste a tus apóstoles:
“La paz les dejo, mi paz les doy”,
no tengas en cuenta nuestros pecados,
sino la fe de tu Iglesia
y, conforme a tu palabra,
concédele la paz y la unidad.
Junta las manos.
Tú que vives y reinas
por los siglos de los siglos.
El pueblo responde:
Amén.
El celebrante, extendiendo y juntando las manos, añade:
La paz del Señor esté siempre con ustedes.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.

Luego, el diácono o en su defecto el mismo Cardenal añade:


En Cristo que nos ha hecho hermanos con su cruz,
dense la paz como signo de reconciliación.
Y todos, según la costumbre del lugar, se dan la paz.

Después, el celebrante, toma el pan consagrado, lo parte sobre la patena, y deja caer una parte del mismo en
el cáliz, diciendo en secreto:
El Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor Jesucristo,
unidos en este cáliz,
sean para nosotros
alimento de vida eterna.

17
Mientras tanto se canta:
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo,
danos la paz.
A continuación, El celebrante con las manos juntas, dice en secreto:
Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo,
que por voluntad del Padre,
cooperando el Espíritu Santo,
diste con tu muerte la vida al mundo,
líbrame, por la recepción de tu Cuerpo y de tu Sangre,
de todas mis culpas y de todo mal.
Concédeme cumplir siempre tus mandamientos
y jamás permitas que me separe de ti.
El celebrante hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevado sobre la patena o sobre el
cáliz, de cara al pueblo, dice con voz clara:
Éste es el Cordero de Dios,
que quita el pecado del mundo.
Dichosos los invitados a la cena del Señor.
Y, juntamente con el pueblo, añade:
Señor, no soy digno
de que entres en mi casa,
pero una palabra tuya
bastará para sanarme.
El celebrante, vuelto hacia el altar, dice en secreto:
El Cuerpo de Cristo me guarde para la vida eterna.
Y comulga reverentemente el Cuerpo de Cristo.
Después toma el cáliz y dice en secreto:
La Sangre de Cristo me guarde para la vida eterna.
Y bebe reverentemente la Sangre de Cristo.
Cuando el celebrante comulga el Cuerpo de Cristo, comienza el canto de comunión
El diácono y los ministros que distribuyen la Eucaristía observan los mismos ritos. Si se comulga bajo las dos
especies, se observa el rito descrito en su lugar. Cuando el celebrante comulga el Cuerpo de Cristo,
comienza el canto de comunión.
Acabada la comunión, el diácono, el acólito, o el mismo sacerdote, purifica la patena sobre el cáliz y también
el mismo cáliz, a no ser que se prefiera purificarlo en la credencia después de la misa. Si el celebrante hace la
purificación, dice en secreto:
Haz, Señor,

18
que recibamos con un corazón limpio
el alimento que acabamos de tomar,
y que el don que nos haces en esta vida
nos sirva para la eterna.
Después el celebrante puede ir a la sede. Si se juzga oportuno, se pueden guardar unos momentos de
silencio o cantar un salmo o cántico de alabanza.
Terminada la comunión con la reserva del Santísimo, se prosigue con la oración post comunión

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN


Luego, de pie en el altar o en la sede, el celebrante, vuelto hacia el pueblo, con las manos juntas, dice:
Oremos
Y todos, junto con el celebrante, oran en silencio durante unos momentos, a no ser que este silencio ya se haya hecho
antes.
Después, el celebrante con las manos extendidas, dice la oración después de la Comunión.

T
E rogamos, Señor, que tus fieles difuntos,
por quienes hemos celebrado este sacrificio pascual,
lleguen a la morada de la luz y de la paz.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
El pueblo responde:
Amen.
A continuación se dice la acción de gracias.

RITO DE CONCLUSIÓN
Después tiene lugar la despedida. El celebrante extiende las manos hacia el pueblo y dice:
El Señor esté con ustedes.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.

El celebrante prosigue:
Que Dios, nuestro Padre,
que con amor inefable creó a hombre
y en la resurrección de Cristo
otorgó a los creyentes la esperanza de resucitar,
les conceda su bendición y su consuelo.
El pueblo aclama:
Amén.

19
El celebrante prosigue:
Que a quienes vivimos todavía,
nos otorgue el perdón de nuestros pecados,
y a todos los difuntos les conceda el lugar de la luz y de la paz.
El pueblo aclama:
Amén.
El celebrante prosigue:
Y que a todos nos conceda
vivir eternamente felices con Cristo,
ya que creemos firmemente
que resucitó de entre los muertos.
El pueblo aclama:
Amén.
El celebrante bendice al pueblo, diciendo:
Y a todos ustedes, los aquí presentes,
los bendiga Dios todopoderoso,
Padre, Hijo y Espíritu Santo.
El pueblo aclama:
Amén.
Luego el diácono, o el mismo, celebrante, con las manos juntas, despide al pueblo con la siguiente fórmula:
La alegría del Señor sea nuestra fortaleza. Pueden ir en paz.
El pueblo responde:
Demos gracias a Dios.
Después el celebrante besa con veneración el altar, como al comienzo, y, hecha la debida reverencia con los ministros,
se retira a la sacristía.

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