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Un Nuevo Pentecostés

El documento describe cómo el Espíritu Santo transformó a los apóstoles en el día de Pentecostés, dándoles valentía y fuerza para predicar el Evangelio. También explica que la Iglesia continúa siendo guiada por el Espíritu Santo y que cada cristiano debe experimentar la misma transformación a través del Espíritu para reconocer que Jesús vino a salvar a los pecadores.
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Un Nuevo Pentecostés

El documento describe cómo el Espíritu Santo transformó a los apóstoles en el día de Pentecostés, dándoles valentía y fuerza para predicar el Evangelio. También explica que la Iglesia continúa siendo guiada por el Espíritu Santo y que cada cristiano debe experimentar la misma transformación a través del Espíritu para reconocer que Jesús vino a salvar a los pecadores.
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Un nuevo Pentecostés: Invitando a todos a seguir a Jesús

Sin Pentecostés, el acontecimiento de Cristo habría permanecido


recluido en la historia. Pentecostés es el momento de recibir la
fuerza. Los discípulos están llamados a vivir en el Espíritu de
Cristo y a hacer su obra.

Hermanos en Jesucristo:

Pasados cincuenta días de la Resurrección de Cristo es enviado


desde el Cielo el Espíritu Santo, la tercera Persona de la
Santísima Trinidad, Dios como el Padre y el Hijo. Los Hechos de
los Apóstoles nos narran los milagrosos efectos de la acción del
Espíritu Santo en los discípulos: “De repente vino del cielo un
ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda
la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas
lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre
cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se
pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía
expresarse" (2,2-4).

El milagro de Pentecostés consiste en la radical transformación


experimentada por los Apóstoles. Ellos pasan de estar
encerrados, atemorizados y desanimados a salir valientemente a
anunciar a Cristo, animados por el Espíritu Santo. No en base a
las cualidades humanas, sino a la nueva fuerza venida de lo alto,
comienza a realizarse el mandato misionero dado por Cristo a la
Iglesia: “Vayan por todo el mundo y proclamen el Evangelio a
toda la creación” (Mc 16,15).
La Iglesia, como en todas las épocas de la historia, sigue siendo
una, santa, católica y apostólica, porque Ella es para siempre el
Cuerpo de Cristo vivificado por el Espíritu Santo. Y así es, porque
la promesa del Señor no puede fallar: “He aquí que yo estoy con
ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20). Esto no
está en contradicción con el hecho de que en la Iglesia estemos
los pecadores y a veces los peores. Es al revés. La Iglesia no
puede ser de los puros, inmaculados e irreprochables, porque
Cristo dice: “Vayan, pues, a aprender qué significa aquello de:
Misericordia quiero, que no sacrificio. Porque no he venido a
llamar a justos, sino a pecadores” (Mt 9,13).

Pero el Señor no nos llama para quedarnos en nuestro pecado,


sino para salvarnos, convertirnos y santificarnos haciéndonos
hijos del Padre por el nacimiento nuevo del agua y del Espíritu
Santo. En cada cristiano tiene que realizarse el milagro obrado en
los Apóstoles en el día de Pentecostés. Como ellos, también
nosotros hemos de ser impulsados por el Espíritu Santo a
reconocer que “es cierta y digna de ser aceptada por toda esta
afirmación: Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores; y
el primero de ellos soy yo” (1 Tm 1,15). Además, tiene que
cumplirse en la Iglesia y en nosotros la palabra del
Señor: “Recibirán la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre
ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y
Samaria, y hasta los confines de la tierra” (Hch 1,8).
Hechos 2, 1-4:
“Llegando el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De
repente vino del cielo, un ruido, como una ráfaga de viento impetuoso que llenó
toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de
fuego que se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu
Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía
expresarse”

Juan 16, 7
“Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no
vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré”

Lucas 24, 49
“Yo voy a enviar sobre ustedes, “la Promesa de mi Padre”, permanezcan en
Jerusalén hasta que sean revestidos de la fuerza de lo alto”.

apertura

“Yo les daré un corazón nuevo y un espíritu nuevo, para que caminen según mis
preceptos, observen mis normas y las pongan en práctica y así serán mi pueblo y
Yo seré su Dios”.
sensaciones
hechos 8, 14-17
Prepárate
“Derramaré mi espíritu sobre toda carne”
“Los apóstoles (Pedro y Juan), bajaron a Samaria y oraron por ellos, para
que recibieran el Espíritu Santo, pues todavía no había descendido sobre
ninguno de ellos, únicamente habían sido bautizados en el Nombre del
Señor Jesús. Entonces, les impusieron las manos y recibieron el Espíritu
Santo”.
sed
confianza
estar vacíos
Joel 3, 1-3
“Sucederá en los últimos días, derramaré mi Espíritu sobre toda carne, mis
hijos y mis hijas profetizarán, mis adultos tendrán sueños y mis jóvenes
tendrán visiones, y hasta en mis siervos y en mis siervas derramaré mi
Espíritu”.

Hechos 2, 1-4
¡Lo vas a recibir!

Ezequiel 11, 19-20


“Llegando el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De
repente vino del cielo, un ruido, como una ráfaga de viento impetuoso que llenó
toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de
fuego que se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu
Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía
expresarse”.

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