Morlino, Leonardo y Russo, Juan. Una Nueva Ola Autoritaria
Morlino, Leonardo y Russo, Juan. Una Nueva Ola Autoritaria
[email protected]
¿Una nueva ola autoritaria?
Università LUISS, Guido Carli Radicalización y neopopulismos en Europa y América Latina
Italia
Juan Russo
[email protected]
Sistema Nacional
de Investigadores, nivel III
México
Recibido: 10/10/2019
Aprobado: 02/01/2020
Resumen En este trabajo se presentan los mecanismos que llevan desde una democracia hacia el
deterioro democrático, crisis, conversión en régimen híbrido, y cambio hacia el autori-
tarismo. Para ello, se analizan procesos vinculados con el contexto de polarización, per-
sonalización y radicalización política, que afectan las calidades de la democracia, dando
lugar a regresiones autoritarias. Se analizan los casos de Polonia, Hungría, Venezuela
y Turquía.
Abstract This paper presents the mechanisms that lead from a democracy to democratic deterio-
ration, crisis, conversion to a hybrid regime, and change to authoritarianism. For this
purpose, processes related to the context of polarization, personalization and political
radicalization are analyzed, which affect the qualities of democracy, leading to authori-
tarian regressions. The cases of Poland, Hungary, Venezuela and Turkey are analyzed.
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prioritario de los gobiernos era en esos años consolidar las nuevas democracias con cri-
terios claramente republicanos de control del poder público.
En términos sociales, desde los años 50 a los 90 hubo una expansión y consolidación de
las clases medias, lo que fue asociado con el surgimiento de un “un actor de primer pla-
no del cambio y considerado la base social más típica de los órdenes de regulación de los
compromisos sociales” de mediados de siglo XX (Bagnasco 2016: 13-14) o “como bisagra
de la cohesión social, ahora desde la perspectiva de un nuevo contrato social que com-
prende, por una parte, una reforma de la estructura tributaria y, por otra, el rediseño de
la protección social” (Franco, Hopenhayn y León 2010: 14).
Por último, los sistemas de partidos de la segunda posguerra hasta los años 90 se ca-
racterizaron por una dinámica progresivamente centrípeta y una competencia entre
familias de partidos estables (Pappalardo y Mattina, 1999).
En América latina, los procesos de democratización ocurrieron en contextos socioeco-
nómicos difíciles, con dificultades de crecimiento económico e inflación. Así, las déca-
das del 80 y del 90 suelen caracterizarse como décadas perdidas por el nivel bajo creci-
miento económico y por el predominio de políticas neoliberales. Sin embargo, en los 80
se instauraron las democracias de un modo inédito en la región y los 90 fueron épocas
de consolidación democrática, aunque al mismo tiempo aparecieran formas de demo-
cracia delegativa (O’Donnell 1991) como las de Carlos Menem (1989-1999) en Argentina y
Alberto Fujimori (1990-2000) en Perú. Las democracias en la región dejaron de ser de-
rrocadas por golpes militares, pero mostraron déficits de calidad en términos de contro-
les (Accountability) así como un creciente malestar por las desigualdades e indicadores
negativos de cohesión social. La distancia entre ciudadanía y clase política creció en los
años 90-2000 y terminó con los gobiernos de Fernando Collor de Mello en 1992 en Brasil;
Carlos Andrés Pérez en Venezuela en 1993; Jorge Serrano en 1993 en Guatemala; Abdalá
Bucaram en 1997, Jamil Mahuad en 2000 y Lucio Gutiérrez en 2005 en Ecuador; Raúl Cu-
bas en en Paraguy en 1999; Fernando de la Rúa en 2001 en Argentina; Alberto Fujimori
en Perú en el 2000; Gonzalo Sánchez de Lozada en Bolivia en el 2003; y José Manuel Ze-
laya en Honduras en el 2009. ¿Hubo una crisis de representación? Seguramente, sobre
todo cuando se vinculan estas interrupciones, que resultan de movilizaciones populares
de envergadura, con las crecientes tasas de desconfianza de los ciudadanos latinoame-
ricanos respecto de las instituciones del Estado (Justicia, Congreso, partidos políticos).
Los procesos de cambio político en la tercera ola de democratización pasaron en ge-
neral de modo positivo desde la instauración democrática a la consolidación, y si bien
las democracias avanzaron en la conquista de derechos políticos, con el tiempo fueron
dividiendose gradualmente en casos y momentos en los que hubo profundización de la
democracia en términos sociales (Uruguay, Brasil, Argentina, Bolivia, Ecuador) y otros
momentos y casos en que la democracia comenzó momentos de deterioro de la demo-
cracia política (Venezuela post Chavez, Brasil post Dilma, Argentina última etapa Kirch
ner, Bolivia post reforma constitucional con reelección de Evo). La cuestión es que en
algunos casos, como el de Venezuela, el deterioro inicial ha implicado la conversión a un
régimen autoritario.
El nuevo contexto de la era Trump incluye el surgimiento de líderes neopopulistas con
rasgos generalmente inclusivos en América Latina, con excepciones como Bolsonaro
en Brasil, y rasgos predominantemente excluyentes en los países del hemisferio norte
occidental, con excepciones como el de Podemos en España.
El nuevo contexto también implica un rechazo a las políticas proglobalización y un con-
junto de rasgos excluyentes que conlleva a un deterioro de los ideales de la democracia,
pues ha implicado el triunfo de una propuesta de racismo blanco, el reforzamiento de
Los factores Ahora bien, entre ambas épocas, ¿cuáles son los macrofactores que han favorecido el
de la era Trump surgimiento de la nueva época Trump? Naturalmente, el descontento de la población
con el curso que siguen las politicas públicas en las democracias de Europa, Estados
Unidos y América Latina. Como macrofactores deben mencionarse, en primer lugar,
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tanto para Europa como para América Latina, los déficits de la representación política,
expresados en un gran desconfianza hacia las estructuras legales del Estado y hacia los
partidos e instituciones de representación (gobierno y parlamentos) originados en par-
te en la globalización, y que han implicado la disponibilidad de una masa de electores
decepcionados, de la que se han nutrido las fuerzas políticas radicales. Estos resultan
de procesos de globalización crecientes que implican una transferencia de la agenda y
de las decisiones, de los estados nacionales a actores externos (regionales, internacio-
nales), con la consiguiente sensación de los ciudadanos de pérdida de control sobre los
representantes y de los intereses que representan las decisiones tomadas.
En segundo lugar, también para ambos contextos, se debe prestar atención a la crisis
económica como factor desencadenante del descontento. Crisis en general de recesión
que puede implicar un clima de ruptura y descontento extremos como los de Argentina,
que movilizó a la población en el 2001 bajo el reclamo “que se vayan todos”, o Grecia. Las
crisis económicas pueden calar hondo en las experiencias y percepciones de los ciuda-
danos, hasta el punto de reconfigurar nuevas lealtades políticas.
En tercer lugar, en los casos de Estados Unidos y Europa el mantenimiento de olas mi-
gratorias en contextos económicos de poca expansión, sumado a actos de terrorismo
internacional, han reforzado actitudes de temor y rechazo a nuevos migrantes. En tal
sentido las propuestas de partidos neopopulistas excluyentes que estigmatizan a los mi-
grantes como responsables de desempleo de la población local, así como un potencial
peligro por mantener lealtades políticas o culturales con estados externos, encuentran
eco en la población.
En los países de América Latina, la inseguridad creciente, expresada en altas cifras de
muertes y secuestros, permiten el crecimiento de opciones de mano dura y de justicia
por mano propia. A ello debe agregarse la percepción de corrupción de la clase política
y de un Estado puesto al servicio de grupos económicos o de bandas criminales, que
refuerzan la idea de dar un giro importante en las preferencias electorales, que favorece
a los outsider del sistema de partidos.
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o la Rendición de cuentas, como se verifica en casos de gobiernos radicales latinoame-
ricanos. Históricamente, como se mostró en el clásico trabajo de Jens Albers (1987) los
derechos sociales pueden otorgarse desde el Estado (es el famoso caso de Bismarck y la
exclusión de los socialitas) como estrategia política de cooptación, más que como resul-
tado de un proceso de democratización.
Polarización, radicalización y neopopulismo ocurren en la actualidad de modo simultá-
neo, y por ello frecuentemente se transforman en términos intercambiables. Se trata de
conceptos que describen objetos y propiedades diferentes, y es conveniente definirlos
teórica y empíricamente.
La polarización política se refiere a la distancia entre las opciones y decisiones políticas
de un conjunto de actores en un sistema político (Dalton 2008). No incluyo el aspecto
ideológico como necesario, presente por ejemplo en Sartori (1980), lo que dio lugar a su
caracterización de los sistemas de pluralismo polarizado: me interesa destacar que la
polarización, más que un resultado de posiciones ideológicas de la población y del aco-
modamiento de las élites políticas hacia los extremos mayoritarios (Downs 1957), puede
consistir en un constructo estratégico de los propios actores que compiten. Polarizar
puede implicar ganancias de apoyo para ciertos actores, aunque la distancia ideológica
entre los competidores sea vaga o escasa. Por otra parte, la polarización puede estar cen-
trada en liderazgos más que en posiciones ideológicas. Esto ocurre en las situaciones
con liderazgos neo populistas. En términos empíricos definimos polarización en base a
dos dimensiones:
♦♦ un liderazgo caracterizado por un tipo particular de relación con los ciudadanos (di-
recto y frecuente)
♦♦ un tipo de discurso centrado en la denostación del adversario político y en la búsque-
da del monopolio de valores compartidos como la defensa de la nación y del pueblo
♦♦ la tensión y conflictos con actores de control (mass media, justicia)
♦♦ la personalización del poder.
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El comportamiento de un gobierno populista sigue la lógica de adversary politics, de-
nostación del adversario, construcción de bipolarización, y asume los issues de valencia
como propios (defensa de la nación, derechos humanos, salvaguarda del país) o convier-
te issues divisivos (problemas económicos o ambientales) en issues de valencia (la defensa
de un plan económico como modo de defender la patria), y un líder populista establece
comunicación directa con la gente (Russo 2008). Respecto de las relaciones líder-ma-
sa-instituciones, la personalización de la política implicará someter el Accountability y
el Imperio de la ley a la Responsiveness. El gobierno populista se muestra sensible a de-
mandas colectivas del sector previamente desarraigado (sea por desempleo, migración
o extinción de su partido político) y que se propone arraigar en el nuevo contexto. Un
contenido común de las políticas populistas es la reivindicación del desarrollo (e inde-
pendencia) nacional.
Los procesos de radicalización política y gobiernos que cuestionan las bases de la demo-
cracia liberal han implicado al menos tres formas regresivas de la democracia. La prime-
ra tiene que ver con el deterioro de la democracia, la segunda con la crisis democrática,
y la tercera con el cambio hacia órdenes no democráticos. Hay deterioro democrático
cuando algunas de las dimensiones de calidad democrática sufren procesos de disminu-
ción de su valor. En segundo lugar, hay crisis cuando en se producen, procesos fuertes
de deslegitimación al propio orden político democrático, amenazas a la continuidad y
riesgos de caída. Y por último, debe decirse que la instauración de órdenes autoritarios
pasa por transiciones de hibridación traducidas en tensiones creciente con el poder ju-
dicial, con los medios de comunicación, con la tolerancia con la oposición y por último
con el deterioro de las instituciones electorales. Al respecto hay procesos actuales en
países europeos y de América Latina que claramente muestran estos procesos mencio-
nados. Nos referimos en particular a los casos de Polonia (deterioro democrático); Hun-
gría (crisis democrática) y al de Venezuela y Turquía (pasaje al autoritarismo).
Los casos En el caso de Polonia, Derecho y Justicia, después de gobernar en el período 2005-2007, re-
gresó al poder en 2015 logrando con el 37,6% de los votos la mayoría absoluta de los esca-
ños. Si bien el partido vencedor estuvo lejos de conseguir la mayoría de los votos, en un
contexto de oposición fragmentada y de una participación electoral baja, de alrededor
de 50%, pudo inciar un conjunto de reformas legislativas que afectan el estado de dere-
cho en tanto comprometen la libertad de prensa, la libertad de asociación, la autonomía
del poder judicial y la dignidad individual. Respecto de la primera, el gobierno despidió
a decenas de periodistas, puso a funcionarios del partido para controlar el comporta-
¿Cómo fue posible el triunfo del PiS? Por una parte, dando voz a los ciudadanos/votantes
de las regiones menos desarrolladas del país, con bajos ingresos y que no se beneficiaron
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de la integración europea; por otra parte, se trata en general de votantes con una educa-
ción deficiente, temerosos de la migración ilegal y del terrorismo, a quienes atribuyen
ser portadores de problemas de inseguridad y desempleo en el país. El PiS prometió un
profundo cambio institucional consistente en una Polonia renacida. La “democracia radi-
cal” se convirtió así en la principal narrativa del PiS.
Algunos aspectos interesantes del proceso polaco: primeramente, el deterioro ocurre
sin crisis económica (al igual que ocurrió con la elección de Donald Trump, después de
la era Obama). Es decir, hubo un proceso de deterioro de la representación a partir de
un segmento del electorado que rechaza fuertemente el Establishment por considerar-
lo corrupto y contrario a los intereses y valores de la Polonia tradicional. En segundo
lugar, el deterioro empieza después la victoria de PiS (Derecho y Justicia) y no antes.
Es decir, no se trata de un proceso de deterioro gradual en el que intervinieron actores
políticos o gobiernos en distintos momentos: por el contrario, se trata de una acción
unitaria, intencional y orientada por el gobierno. En tercer lugar, la relativa autonomía
de la respondencia respecto de las otras cualidades democráticas, que muestran que
aumenta la respondencia respecto de los electores de 2015 al mismo tiempo que hay
menos derechos y libertades. Es decir, se configura una situación en la cual más demo-
cracia, entendida como respondencia o satisfacción de demandas, significará menos
democracia, en tanto hay menos Accountability y libertades.
Como se ha mencionado, el deterioro implica la disminución de alguna de las calidades
democráticas que impactará al conjunto e implicará una disminución general de la ca-
lidad de un orden político. Cuando el deterioro se mantiene y avanza puede conducir
a una crisis, que además de la disminución de todas las calidades, implicará un distan-
ciamiento progresivo entre los ciudadanos y las instituciones políticas, y el surgimien-
to de políticas y actores (movimientos y partidos) antisistema, que serán acompañados
de un contexto de desestabilización electoral, cambio de líderes políticos y cambios en
los patrones de competencia. La crisis democrática puede profundizarse dando lugar
a una transformación del orden político hacia una democracia iliberal, es decir un ré-
gimen híbrido caracterizado por rendición de cuentas interinstitucional muy limitada
y violación/manipulación recurrente de los derechos civiles y políticos. El cambio por
transformación de un orden político democrático en democracia iliberal puede seguir
al menos tres modalidades. La primera modalidad es a través de un debilitamiento de la
rendición de cuentas, que implican un deterioro (disminución o pérdida) de la indepen-
dencia del Tribunal Constitucional/Corte Suprema, la presión gubernamental, pérdida
de capacidades y gradual control sobre los mass media, control del gobierno sobre inter-
net, así como control sobre los tribunales electorales.
La segunda modalidad es a través de fuertes campañas de deslegitimación del orden de-
mocrático, que implicará deslegitimar de modo sistemático a los opositores, intimidad
a los empresarios con la finalidad de favorecer grupos de amigos, y someter/cooptar
grupos de la sociedad civil (intelectuales, asociaciones humanitarias y asociaciones de
la sociedad civil).
La tercera vía de hibridación de un orden político político democrático es a través de la
manipulación de la rule of law, controlando policías y servicios de seguridad, condicionan-
do elecciones y corrompiendo actores del Estado y de la sociedad civil.
Es interesante prestar atención ahora al caso de Hungría, primer caso de un miembro
de la Unión Europea que deviene país no democrático, mediante la transformación en
un régimen híbrido. El Fidesz/Unión Cívica Húngara obtuvo un apoyo claramente ma-
yoritario ( 52,77%) en 2010, y aunque disminuyó el caudal electoral en 2014 (44%), se con-
solidó como fuerza mayoritaria obteniendo en el 2014, el 44%, en el 2018 el 49% y en las
europeas de 2019, el 53%.
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Gráfico 2. Disminución independencia del poder judicial (2006-18)
Del régimen híbrido a un orden autoritario hay un paso corto, que puede ser decidido
por los propios líderes en el gobierno. En los casos contemporáneos en que ocurren es-
tas conversiones de régimen, un camino usual el de una transformación gradual desde
un régimen híbrido hacia un régimen autoritario, con una progresiva disminución de
la rendición de cuentas interinstitucional, la limitación de la independencia del poder
judicial, y límites, violación, y manipulación de los derechos civiles y políticos de los
ciudadanos.
El desmontaje gradual de las instituciones de contrapeso al gobierno, así como del pro-
pio estado de derecho, no implican la supresión de las elecciones políticas, con lo que
surge lo que Andreas Schedler (2016) ha llamado autoritarismo electoral, es decir, un régi-
men autoritario en el que las elecciones son “formalmente incluyentes (se celebran por
sufragio universal), mínimamente pluralistas (pueden competir partidos de oposición),
mínimamente competitivas (partidos y candidatos externos a la coalición gobernante,
aunque se les niega el triunfo, pueden ganar votos y escaños) y mínimamente abiertas
(la disidencia no se reprime de manera masiva, aunque con frecuencia sí de manera
selectiva e intermitente)” (2016, p. 17) . Sin embargo, hay instrumentos de gobierno au-
toritario, por cuanto hay infracciones de los derechos políticos y las libertades civiles,
restricción del acceso de los candidatos a los medios de comunicación y a las finanzas
de campaña; se imponen restricciones formales o informales sobre quienes votan por
la oposición, o simplemente se distribuyen votos y escaños a través del fraude electoral.
Venezuela es claramente un caso que atravesó la secuencia de democracia mínima a
régimen híbrido (hasta 2016) y posteriormente de régimen híbrido a autoritarismo (des-
de 2017). Implementó programas sociales importantes para los sectores sociales más
postergados. Sin embargo, este aumento de responsiveness se llevó a cabo con déficits
crecientes de accountability y de Rule of Law. Venezuela se convirtió en un caso de auto-
ritarismo electoral, con elecciones manipuladas, intimidación de votantes y control de
candidatos, un Tribunal Supremo de Justicia controlado por el gobierno, acciones de
violencia e intimidación contra los líderes de la oposición, un creciente rol político de los
militares en procesos de decision making, en altos puestos en el Gobierno, niveles altos de
corrupción y limitaciones a la libertad de prensa, libertades individuales, de asamblea y
de asociación.
Por ultimo, el caso de Turquía, es un caso próximo a una democracia mínima en el 2004,
y con tendencia a convertirse en un régimen híbrido. Las políticas adoptadas han es-
tado orientadas a fortalecer el poder de Erdogan, debilitar la oposición, controlar a los
militares, debilitar al Tribunal Supremo, seguir una política de persecución contra las
minorías kurdas, sostener un proceso de re-legitimación a través de una revalorización
de la religión musulmana.
El punto de inflexión en Turquía ocurre después de julio de 2017, con las nuevas reglas
constitucionales, en el que se pasa a un sistema presidencialista con mucho poder al
presidente y sin contrapesos, puede nominar a ministros y jueces, con falta de indepen-
dencia del poder judicial. Además de esto, hay purgas de personal en el Estado que el
gobierno considera críticos y represión de la oposición, limitación de derechos civiles,
control de la prensa, y elecciones no libres y competitivas, con altos niveles de corrup-
ción del gobierno.
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dimensión de la calidad democrática, en particular la Accountability, que incide en un de-
terioro del Rule of law, y que impactará negativamente sobre el conjunto de las calidades
democráticas. Cuando ello ocurre el deterioro de la democracia es un hecho y una puer-
ta abierta para regresiones que pueden avanzar gradualmente hacia el establecimiento
de un orden híbrido o hacia un tipo de autoritarismo electoral. ¿Por qué no derivan en
autoritarismos al descubierto y se mantiene la fachada electoral? La respuesta quizás
radica por una parte en la legitimidad internacional que aún posee la democracia como
orden político, y por otra en la legitimización que implica el voto popular. En regímenes
neopopulistas como los que hemos visto, la “voz del pueblo” es la perfecta excusa para
la manipulación de instituciones de control, así como para violentar el sistema legal.
¿Estamos ante una nueva ola autoritaria? Es todavía difícil sostener esta afirmación, y
seguramente los próximos tiempos permitirán evaluar la fuerza de la tendencia y tener
una respuesta mas clara. El rol de Estados Unidos y la suerte futura de su alianza con
Europa es hoy un dato crucial para el reforzamiento de la ideología liberal democrática.
Del mismo modo en América Latina, la suerte de Brasil (hoy en plena regresión demo-
crática) será fundamental para la orientación de las democracias latinoamericana. Al
mismo tiempo, se acercan tiempos de desafíos para los líderes democráticos de quienes
se espera compatibilizar resultados eficaces y contundentes que hagan la diferencia,
con la responsabilidad y convicción en los valores de un poder limitado y controlado por
las instituciones.
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