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Cap 1

Este documento resume los conceptos clave de Estado, política y poder según Max Weber. Según Weber, el Estado se caracteriza por el monopolio de la coacción física legítima dentro de un territorio, lo que lo distingue de otras formas de organización política. La legitimidad del Estado puede basarse en la tradición, el carisma o la legalidad-racional. La política implica la regulación de conflictos entre grupos a través de decisiones vinculantes adoptadas por el Estado. El poder puede definirse como la capacidad de imponer la propia voluntad sobre otros o como el
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Cap 1

Este documento resume los conceptos clave de Estado, política y poder según Max Weber. Según Weber, el Estado se caracteriza por el monopolio de la coacción física legítima dentro de un territorio, lo que lo distingue de otras formas de organización política. La legitimidad del Estado puede basarse en la tradición, el carisma o la legalidad-racional. La política implica la regulación de conflictos entre grupos a través de decisiones vinculantes adoptadas por el Estado. El poder puede definirse como la capacidad de imponer la propia voluntad sobre otros o como el
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UNIDAD 1

LOS CONCEPTOS DE ESTADO, POLÍTICA Y PODER

Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes


Noé Díaz Pedraza

1.- Introducción: aproximación a los conceptos de Estado, Política y


Poder

¿Cuál es la peculiaridad del Estado respecto a otras formas de organización


política? Según Max Weber, por Estado debe entenderse una organización
institucional que posee el “monopolio de la coacción física legítima”. Según
este concepto, el monopolio de la violencia es el rasgo identificador del
Estado. Ahora bien, el dominio de los Estados no sólo se basa en la coacción
sino en la coacción legítima, es decir, en el consentimiento de los
ciudadanos.

Max Weber distingue tres modelos ideales de legitimidad que repercuten


en la forma de obediencia:

 la legitimidad tradicional: fundamentada en la costumbre


 la legitimidad carismática: que radica en las cualidades ejemplares de
una persona.
 la legitimidad legal-racional, la más corriente, se basa en la creencia
en la legalidad, es decir, en la sumisión a las normas y al Derecho.

En consecuencia, la coacción legítima es la que se ejerce conforme a lo


establecido en la ley. Junto al monopolio de la violencia y a la legitimidad en
que ésta se apoya, un tercer rasgo identificador del Estado estriba en que ese
monopolio legítimo de la coacción es ostentado por una organización de
carácter institucional.

El proceso de institucionalización del poder significa, por una parte, que


la coerción no se ejerce arbitrariamente sino de acuerdo con las leyes. Por
otra parte, la institucionalización se opone a la personalización del poder.
Aunque el poder es ejercido por personas, éstas no actúan en nombre propio
sino como representantes de una entidad abstracta. La despersonalización del
poder permite, pues, la continuidad del Estado y de sus políticas, al margen
de que sus representantes cambien.

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Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Noé Díaz Pedraza

Para Max Weber, los Estados más evolucionados son los que se asientan
en la legitimidad legal-racional. La institucionalización del poder conduce a
que las relaciones y las actividades políticas sean realizadas por órganos
específicos a los que se les atribuyen funciones concretas de acuerdo con
normas; así, el ámbito político tiende a diferenciarse de otros ámbitos. Por el
contrario, la mezcla de las actividades políticas con actividades de naturaleza
religiosa o económica es más intensa en los Estados con una
institucionalización precaria del poder.

Desde estos planteamientos la organización burocrática constituye el


instrumento característico del éxito del Estado en la época moderna. Los
rasgos de la burocracia (entre otros, la selección de los funcionarios de
acuerdo con la cualificación profesional y no por razones clientelares o por
privilegios hereditarios, o el sometimiento de sus actividades a reglamentos)
permiten a los ciudadanos anticipar el ejercicio del poder frente a la
inseguridad generada por un poder arbitrario.

En la primera mitad del siglo XX, la política se define en términos de


poder. En realidad, la consideración del poder como objeto central de la
Teoría Política hunde sus raíces en el pensamiento griego clásico y continuó
siendo el tema de atención preferente a lo largo de la historia (como prueban
las aportaciones de Maquiavelo, Hobbes, Montesquieu o Weber). Según este
punto de vista, la Ciencia Política es una ciencia del poder orientada a
responder acerca de quién obtiene qué, cómo y cuándo.

Pero el poder no es fácil de conceptuar. Una clasificación muy citada


distingue dos sentidos:

 el poder como resultado de una relación entre dos sujetos en virtud


de la cual uno impone a otro su voluntad y obtiene un
comportamiento que no surgiría espontáneamente.

 El poder definido en función de los recursos disponibles, es decir, se


tiene poder cuando se dispone de medios, ya sean económicos,
ideológicos o de otra naturaleza

Estas dos dimensiones del poder no son fáciles de discernir en la práctica


y tampoco son excluyentes sino complementarias.

De acuerdo con estos planteamientos, la política puede definirse como


“una práctica o actividad colectiva de los miembros de una comunidad llevan
a cabo. La finalidad de esta actividad es regular el conflicto entre los grupos
y su resultado es la adopción de decisiones que obligan- por la fuerza si es
preciso- a los miembros de la sociedad”. Además, la política se caracteriza, a
14
Los Conceptos de Estado; Polìtica y Poder

diferencia de otras vías de resolver los conflictos, porque adopta decisiones


que obligan a todos los miembros de la comunidad.

Por tanto, el elemento tipificador del Estado es la coacción legítima,


instrumento que le permite imponer decisiones colectivas. En consecuencia,
entre los conceptos de poder, política y Estado existe un claro paralelismo.
Desde la perspectiva del poder, el Estado es un ámbito nuclear de la
actividad política, lo que no debe conducir a considerar que el estudio del
poder se agote en el del Estado.

1.2 El estudio del Estado en la Ciencia Política

1.2.1 La identificación del Estado y la Ciencia Política. La crítica al


enfoque jurídico formal

Durante el siglo XIX y hasta los primeros decenios del siglo XX, se ha
considerado que existe una identificación entre la Ciencia Política y la
Ciencia del Estado o, lo que es lo mismo, entre el poder político y el poder
del Estado. Esta concepción, vinculada con el enfoque jurídico-formal, niega
la coincidencia entre lo político y lo social. Así, el ámbito de lo religioso y de
las relaciones económicas se excluyen de la esfera política, lo que origina la
dicotomía entre sociedad civil y sociedad política o esfera privada y esfera
pública.

La política entendida de esta forma es característica de la Edad


Moderna y en particular de la concepción liberal. El monopolio legítimo, o la
idea de soberanía, explica la identificación entre poder político y poder del
Estado. Es la progresiva centralización del poder y la resultante unidad de
mando los rasgos diferenciadores del Estado respecto a otras formas de
organización política.

En palabras de Meynaud, resulta inadecuado delimitar el objeto de la


Ciencia Política en el Estado por tratarse de un concepto impreciso, además
de tratarse de una organización relativamente reciente. Además, su excesivo
hincapié en las normas y procedimientos, así como su indeferencia hacia el
comportamiento político y a la influencia de los grupos informales en las
decisiones, se interpretó como una importante reducción, sobre todo, cuando
la realidad política en el período de entreguerras hacía evidentes los
desajustes entre las normas y el funcionamiento real de los sistemas.

Hay que admitir que el conocimiento del Estado no puede


restringirse a los preceptos constitucionales, sobre todo a partir de que en el
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Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Noé Díaz Pedraza

período de entreguerras las transformaciones democratizadoras generaron


nuevos actores políticos. Según algunos autores como Jellinek, resulta
erróneo identificar la doctrina general del Estado con la doctrina jurídica del
mismo. Esta última sólo es una parte de la primera puesto que el Estado es
también “una construcción social”.

1.2.2 El llamado renacimiento de la Ciencia Política. La marginación del


Estado

En torno a 1920, diferentes estudiosos reiteran las insuficiencias derivadas


del enfoque jurídico formal y del escaso valor de los análisis centrados en el
Estado para comprender la vida política. A partir de estas premisas resulta
evidente la necesidad de redefinir el objeto y replantear el método de la
Ciencia Política.

Ante la crítica de que la Ciencia Política se había centrado demasiado


en el Estado, gana adeptos la idea de que esta Ciencia debe girar en torno a la
sociedad y a los comportamientos. De acuerdo con este punto de vista, se
define la Ciencia Política “como el estudio del poder o del proceso de
adopción de las decisiones”. Sin embargo, esta postura no llegó a zanjar las
polémicas. En ocasiones se observó que el poder es un concepto demasiado
ambiguo, lo que hace que desborde en ocasiones los problemas propios de la
Ciencia Política.

La revisión metodológica- también calificada como revolución- que


se emprende en las primeras décadas del siglo XX abrió una importante
brecha en el conocimiento de la política. De hecho, a partir de la Primera
Guerra Mundial se habla del renacimiento de la Ciencia Política,
renacimiento que, en parte, se asocia con la llamada revolución conductista.

La corriente conductista, impulsada en los años 20 y 30 por la


Escuela de Chicago, y de la que son representativas las obras de Merriam,
Lasswell y Gosnell, se vinculó con los métodos empíricos a fin de
aproximarla a las ciencias naturales. De hecho, el conductismo se ha definido
como la aplicación de las ciencias empíricas al comportamiento. Su objetivo
se encamina a descubrir regularidades de forma que puedan expresarse en
generalizaciones o teorías con valor explicativo y predictivo. Ello implica
elaborar técnicas de observación y cuantificar o medir los fenómenos a fin de
obtener la máxima precisión. Desde este punto de vista, las valoraciones
deben excluirse de la Ciencia Política. Ésta ha de limitarse al análisis y a la
observación de la realidad tal como es y no como debiera ser.

16
Los Conceptos de Estado; Polìtica y Poder

En sintonía, el interés recabado por las instituciones durante el siglo


XIX y principios del XX entra en una fase de eclipse. Para algunos teóricos,
los fenómenos políticos son el resultado de la agregación de los
comportamientos individuales o de grupos; se margina, cuando no se
rechaza, que estos últimos puedan verse afectados por las normas y
procedimientos institucionales. Por tanto, el renacimiento de la Ciencia
Política hizo que la política fuese entendida como parte de la sociedad.

Desde esta perspectiva, el estudio del Estado pasó a ocupar un lugar


secundario en la Ciencia Política, entre otras cosas, por el impacto de las
tendencias metodológicas, ya que el empirismo plantea importantes
obstáculos al ser aplicados a la macropolítica. El interés ya no se centra en el
Estado en sí mismo sino en los procesos políticos que se desarrollan en su
seno, es decir, en las relaciones de poder que se dan entre los diferentes
grupos sociales.

Al margen de los cambios metodológicos, tras la marginación del


fenómeno estatal en los estudios de Ciencia Política subyace un concepto
distinto de Estado. El Estado soberano pierde su significado, llega a no ser
más que una ficción carente de realidad, al no ser posible distinguir un único
centro de poder. El poder del Estado se difumina porque lo que existe es una
concurrencia de numerosos centros de poder.

En todo caso, reconocer que la Ciencia Política no ha de limitarse al


estudio de los aspectos institucionales, que son los característicos del Estado,
no ha de conducir tampoco a su desconocimiento ni menoscabo. El Estado,
como representante de la voluntad general, dota de legitimidad a los intereses
que los grupos por sí mismos no pueden proporcionar. Al fin y al cabo, las
instituciones y las normas definidoras de las reglas del juego son esenciales
para la convivencia.

1.2.3 En torno a las tendencias de la Ciencia Política y el estudio del


Estado en los últimos años

La Ciencia Política positiva ha tenido una influencia relativa, logró ser


predominante en los EEUU, pero en otros países no ha conseguido una
aceptación mayoritaria. La Ciencia Política empírica coexiste con otros
enfoques. De hecho, la tendencia general es la aceptación de la pluralidad de
enfoques. Entre los ámbitos de estudio destaca el análisis de las políticas
públicas, centradas en el análisis de los procesos de adopción de decisiones.
También debe señalarse que, si en otras épocas se excluían de la Ciencia
Política ciertos problemas de índole social y cultural, en los últimos años han
pasado a formar parte de su objeto, como el feminismo o el ecologismo.
17
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Noé Díaz Pedraza

Especial atención merece la importancia que ha vuelto a adquirir el


Estado como específico de estudio tras el lugar secundario que ocupó en las
décadas precedentes.

1.3. -Enfoques y concepciones sobre el Estado

A modo de síntesis las diferentes concepciones sobre el Estado pueden


clasificarse en cuatro categorías:

 Marxismo
 Elitismo
 Pluralismo
 Institucionalismo

No obstante, ha de tenerse en cuenta que estas corrientes no son


homogéneas. Además, las aportaciones no siempre son fáciles de clasificarse

1.3. 1 El Marxismo

Ha de establecerse una distinción entre el marxismo y lo defendido por otras


posiciones socialistas. Mientras que el marxismo propugnó la sustitución del
modo de producción capitalista, un segundo grupo- al que cabe calificar
como socialismo reformista- se identificó con el ideario de los que sostenían
que el capitalismo podía transformarse. Representativas de este socialismo
reformista son las aportaciones de Sismodi, Louis Blanc, Lasalle y, sobre
todo, Bernstein.

Un denominador común del socialismo reformista es la defensa del


establecimiento de una nueva distribución de la riqueza, para lo cual resulta
imprescindible la intervención del Estado. Desde esta perspectiva se
propugna la conquista del Estado por el movimiento obrero; de ahí que el
sufragio universal fuese una de las reivindicaciones centrales. Para el
socialismo reformista, por lo tanto, el Estado es un instrumento esencial para
la reforma social.

Para Marx, en cambio, el modo de producción condiciona las


relaciones sociales y políticas. Según la concepción economicista de la
historia defendida por Marx, las relaciones jurídicas y las formas estatales no
son independientes de las condiciones materiales sino derivados de ellas. Las
relaciones de producción constituyen la estructura económica sobre la que se
asienta una determinada superestructura jurídica y política. En coherencia

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Los Conceptos de Estado; Polìtica y Poder

con estos planteamientos, la función del Estado burgués no es otra que la de


proteger el dominio de clase. Es la forma bajo la que los individuos de una
clase dominante hacen valer sus intereses comunes.

En consecuencia, Marx rechaza que la conquista por el proletariado


del Estado burgués pudiese inducir al cambio de la sociedad existente. Para
Marx, la dependencia entre el poder estatal y la clase es inextricable, lo que
le induce a propugnar la destrucción del Estado burgués y la sustitución por
otro diferente. El proletariado como clase dominante debía organizar sus
propias instituciones estatales de acuerdo con sus necesidades.

En este sentido, Marx sostiene que entre la sociedad capitalista y la


sociedad comunista sucedería una fase de transformación revolucionaria, un
periodo de transición cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura
revolucionaria del proletariado. Este Estado, según la idea de Marx, es un
Estado de una clase: el proletariado. Pero a diferencia de los demás Estados,
su objetivo es la eliminación del antagonismo de clase y, por lo tanto, la
paulatina destrucción del propio Estado como instrumento de dominio. En
esto coincidiría con los anarquistas, para quienes la abolición del Estado es
prioritaria y se antepone a la eliminación de las clases.

1.3.2 El Elitismo

La corriente elitista sostiene que los factores económicos no determinan el


poder, ya que lo político ejerce influencias significativas. Los elitistas
rechazan el concepto de clase económica y utilizan, en su lugar, el término de
élite. Niegan además que la elite empresarial ejerza un dominio absoluto
sobre el poder político.

Algunos de los autores principales son Michels, Wilfredo, Pareto o


Mosca, que defienden que en todas las circunstancias una minoría ejerce el
poder sobre la mayoría, dominio que extrae de su capacidad organizativa.
Otros como Weber o Schumpeter, desde posiciones democráticas, coinciden
con la idea de que una elite siempre domina sobre la mayoría, a pesar incluso
del desarrollo de los partidos de masas.

Wright Mills polemiza con la idea pluralista de que el poder se


encuentra disperso en las sociedades democráticas. Sostiene que las
instituciones están dominadas por una “red de poder” integrada por el poder
ejecutivo, por los directores de las grandes empresas y por la cúpula militar.
Son éstas las elites que, con un importante grado de autonomía, definen el
contenido de las políticas de acuerdo con sus intereses. En consecuencia, el
Estado no es ni un instrumento al servicio del poder económico, según
sostienen los marxistas, ni un árbitro neutral según defienden los pluralistas.
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Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Noé Díaz Pedraza

1.3.3 Pluralismo

La corriente pluralista enlaza parcialmente con las ideas del liberalismo


clásico, en particular con las de Madison, por su defensa de la existencia de
intereses heterogéneos en las sociedades. No obstante, existen diferencias.
Mientras para Madison las facciones, pese a ser inevitables, son perniciosas y
debían neutralizarse mediante la representación política; para los pluralistas,
la diversidad de intereses es una característica consustancial de la
democracia. Su existencia evita que se imponga una mayoría tiránica y
garantiza la viabilidad de la misma democracia.

Sin embargo, esta corriente adquiere un mayor impulso con la obra


de Robert Dahl, quien califica a las democracias liberales con el término de
“poliarquía”. Dahl estudia el funcionamiento del sistema político
estadounidense, pero la aplicación de sus conclusiones plantea obstáculos en
ámbitos distintos del americano. Por ejemplo, la debilidad de los partidos
políticos, la mayor influencia de los grupos de presión en la canalización de
los intereses o lo reciente de su tradición estatal son rasgos característicos del
sistema norteamericano no compartidos con otros países europeos.

El objeto de estudio por excelencia del pluralismo son los grupos;


objeto que se presta más fácilmente al análisis empírico que el Estado, y el
método a seguir es el comportamiento observable, esto es, los grupos que
participan e influyen en las decisiones. Hay razones, por lo tanto, para
asociar el pluralismo con la revolución metodológica conductista.

La idea característica del enfoque pluralista se refiere a que el poder


está disperso en numerosos centros y ninguno de ellos domina por completo
a la sociedad. En consecuencia, no existe un único centro de poder. Este
presupuesto viene a resquebrajar la consideración del poder estatal como un
poder soberano. Según los pluralistas, la dispersión del poder es debida a que
los recursos políticos no se distribuyen uniformemente. Es evidente que los
grupos no están interesados en influir en todos los ámbitos de decisión.
Además, puede suceder que la existencia de un grupo poderoso suscite la
organización de otro que restrinja su poder; por ejemplo, las organizaciones
sindicales frente a las organizaciones empresariales.

Desde la perspectiva pluralista, la política se caracteriza por ser un


proceso de negociación entre intereses en conflicto que garantiza la solución
pacífica de los mismos. En este contexto, la función del Estado es regular o
armonizar el enfrentamiento entre intereses. El Estado es, pues, un ámbito
neutral. Según estos planteamientos, el núcleo de actividad política son los
grupos y no el Estado, el cual no es más que una de las múltiples
asociaciones a las que pertenece el individuo. El Estado no posee un único
20
Los Conceptos de Estado; Polìtica y Poder

interés, los intereses en la sociedad son heterogéneos lo que plantea


obstáculos insuperables para lograr un consenso sobre el contenido del
interés general.

En torno a esto han aparecido posturas críticas, que señalan que en


muchas ocasiones las políticas públicas las inician actores públicos no
precisamente para responder a la presión de los grupos sino porque muestran
intereses propios y, en definitiva, es el Estado el que posee recursos y
legitimidad para elaborar y aplicar las políticas.

Los pluralistas discrepan respecto de las posturas marxistas en que el


poder derive de la clase socialmente dominante. Además, como los intereses
son heterogéneos, no son reducibles a los de naturaleza económica. En
relación con los elitistas, los pluralistas disienten de que exista una única elite
en el poder. Por su parte, desde posiciones elitistas, se objeta a los pluralistas
que el poder es acumulativo.

1.3.4 El Institucionalismo

El objeto clave de este enfoque son las instituciones políticas; es decir, las
organizaciones formales de la administración pública. El funcionamiento de
las instituciones políticas así como las normas legales en las que se apoyan
son analizadas, sobre todo, descriptivamente; los análisis no se plantean
enunciar leyes. Su presupuesto característico estriba en que las estructuras
formales determinan la conducta, lo que conduce a mantener que el Estado
influye en la sociedad y a la inversa. Algunos de sus rasgos son el
componente normativo y la utilización de la historia.

Las instituciones fueron el objeto central de la Ciencia Política hasta


principios del siglo XX. A pesar del predominio adquirido por otros
enfoques, el estudio de éstas no llegó a ser abandonado.

1.4.- La convergencia de los enfoques

En los últimos años se observa una tendencia general a la convergencia entre


los distintos enfoques. De hecho, se aprecia entre ellos una propensión a
asumir parcialmente los presupuestos característicos de las otras.

1.4.1 Marxismo

Otras aportaciones de orientación marxista, aun admitiendo el condicionante


de la estructura económica sobre la política y, en particular, sobre la
actividad del Estado, relativizan cuando no rechazan el determinismo
económico característico de la interpretación instrumentalista. Entre los
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Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Noé Díaz Pedraza

estudiosos el enfoque marxista se ha criticado por ser reduccionista la


equiparación del Estado con la superestructura de la base económica o la
explicación de las luchas políticas comom consecuencia exclusivamente del
conflicto de clases.

Otros análisis se caracterizan por sostener, a diferencia de las


interpretaciones instrumentalistas, que no todas las competencias estatales
son rentables para el sistema capitalista. Según estos autores, el Estado de
bienestar desarrolla políticas heterogéneas respecto a sus fines; unas son
beneficiosas para la acumulación capitalista, pero otras tienen como objetivo
crear condiciones de legitimidad que permitan garantizar la paz social. Esa
diferente naturaleza de las funciones estatales origina contradicciones de
carácter económico o ideológico. Estas revisiones han conducido a
considerar el Estado como un actor y no sólo como un instrumento del
capital.

1.4.2 Elitismo

Se han destacado las tendencias corporativas de las sociedades como medio


para solucionar el exceso de demandas sociales. Las prácticas corporativas,
en tanto que posibilitan la participación de ciertas organizaciones de intereses
sectoriales en las decisiones políticas, refuerzan las explicaciones elitistas en
detrimento de la idea de participación abierta que subyace en los enfoques
pluralistas.

El fenómeno corporativista implica tanto la institucionalización de


un número limitado de grupos de intereses como la monopolización de la
representación por esos grupos. La institucionalización permite la legítima
dominación de las elites en lugar de que los grupos no estén controlados por
el Estado y la participación en la adopción de decisiones sea ilimitada. Por
otra parte, los estudiosos del neocorporativismo también se refieren a la
autonomía del Estado y a la capacidad de imponer su poder en las
negociaciones entre los intereses en conflicto.

1.4.3 Pluralismo

En las últimas décadas los pluralistas han revisado las premisas iniciales,
llegando a reconocer el predominio ejercicio por los grupos económicos
sobre los de otra naturaleza. Al admitir los neopluralistas que la desigual
distribución de poder económico proporciona mayores oportunidades de
participación e influencia en las decisiones políticas, relativizan la idea
transmitida por el vieja pluralismo sobre la competitividad y el carácter
abierto del proceso político.

22
Los Conceptos de Estado; Polìtica y Poder

De acuerdo con estas revisiones introducidas en el pluralismo clásico


que, por otra parte, suponen un acercamiento a las explicaciones de
orientación marxista, el Estado no puede considerarse ya como un árbitro
neutral. A pesar de la importancia de los intereses económicos, el
neopluralismo hace hincapié en la importancia de los grupos dentro del
proceso político y continúa defendiendo el carácter competitivo de éste en
áreas en las que no son trascendentales los intereses económicos, en
consecuencia siguen admitiendo que el capital no domina en su totalidad la
elaboración de políticas públicas

1.4.4 Nuevo institucionalismo

Desde los años 80 resurgió el interés por las instituciones. El nuevo enfoque
se presenta la novedad de tratar de combinar los presupuestos característicos
de los estudios del comportamiento con los de institucionalismo tradicional.

Los apologistas del “nuevo institucionalismo”, a diferencia de los


presupuestos clásicos centrados en el individuo, defienden que el
comportamiento colectivo no se reduce al estudio de los comportamientos
individuales. Se pone en cuestión que las instituciones, en general, y el
Estado, en particular, sean meros escenarios neutrales donde se desarrollan
los conflictos de intereses. Por el contrario, los nuevos institucionalistas
admiten que los Estados son actores políticos y en consecuencia les
reconocen autonomía. En definitiva, los fenómenos sociales no sólo son fruto
de los intereses individuales sino de las características institucionales.

Una idea ampliamente compartida por los neoinstitucionalistas se


refiere a que las instituciones condicionan las preferencias, es decir, la forma
utilizada por los actores de lograr sus objetivos. Son las instituciones las que
determinan “quienes son los actores legítimos, el número de actores, el curso
de la acción y, en gran medida, la información de la que dispondrán los
actores acerca de las intenciones de cada uno”

Sin embargo, el “nuevo institucionalismo” no es una corriente


homogénea. Las discrepancias surgen de los desacuerdos respecto al
concepto de institución. De forma general, las instituciones se equiparan con
“las reglas del juego”, pero para unos, el significado de institución es muy
amplio al incluir en él a los sistemas simbólicos; para otros, las instituciones
son las reglas formales y explícitas. Este concepto restringido de institución
que excluye a las reglas informales como, por ejemplo, las culturales, es
defendido por los teóricos próximos a la elección racional. También los
neoinstitucionalistas mantienen posturas diferentes en relación con la fuente
de la que surgen las preferencias: en unos casos, se sostiene que la
preferencias son externas a las instituciones, no son creadas por éstas. En
23
Teresa Maria Geraldes Da Cunha Lopes y Noé Díaz Pedraza

otros casos, se defiende que las preferencias son endógenas, es decir,


consecuencia de la interacción entre los individuos y las instituciones. Otro
motivo de desacuerdo estriba en los factores que influyen en el
comportamiento dentro del contexto de la organización. Mientras que unas
versiones hacen hincapié en los valores, otras lo hacen en las reglas formales.

La heterogeneidad de posturas en el seno del neoinstitucionalismo la


sistematiza Peters en las siguientes corrientes:

Institucionalismo normativo: sostiene que una institución no es


necesariamente una estructura formal sino un conjunto de valores y rutinas
que defienden una acción apropiada de carácter normativo. Según esta
corriente, los valores de las organizaciones, que son interiorizados por los
individuos, afectan más al comportamiento individual que las estructuras o
las reglas de procedimiento.

Institucionalismo próximo a la Teoría de la Elección Racional: las


preferencias de los actores son exógenas a las instituciones y se encuentran
determinadas con anterioridad a la participación de aquellos en éstas. Según
esta corriente, el comportamiento individual se encuentra conformado por
reglas formados que son aceptadas por los actores debido a un cálculo
racional y no por razones normativas o morales

Institucionalismo histórico: su idea central se refiere a que las


opciones iniciales respecto a la creación de una institución o cuando se
emprende una decisión política tendrán efectos en el futuro, produciéndose
una inercia para la persistencia de la política inicial.

Institucionalismo empírico: esta perspectiva se centra en el análisis


de la organización territorial y en el impacto de las diferencias entre
parlamentarismo y presidencialismo

Institucionalismo sociológico: se focaliza en la interacción entre los


grupos de interés y el Estado.

1.5 La autonomía del Estado según las aportaciones de Skocpol y Mann

La idea de que el Estado goza de autonomía ha sido un tema abordado por


Skocpol y Mann, cuyas contribuciones no son fáciles de clasificar en las
categorías anteriormente utilizadas.

Por autonomía del Estado, dice Skocpol, se entiende la capacidad de


formular y perseguir objetivos que no sean simple reflejo de las demandas o
de los intereses de los grupos sociales. Según esta autora, la autonomía del
24
Los Conceptos de Estado; Polìtica y Poder

Estado no procede de las elites sino de las instituciones. El Estado es un


conjunto de instituciones militares, administrativas y políticas que responden
a una lógica e intereses propios. Ello no le induce a rechazar que las elites
estatales posean cierta autonomía. Así, las capacidades políticas de los
actores como los grupos de interés o las clases, dependen de las estructuras y
actividades del Estado.

Una postura ecléctica metodológicamente es la adoptada por Mann.


Este autor no se identifica con ningún enfoque en particular, admite que tanto
el marxismo como el elitismo y el pluralismo defienden ideas parcialmente
válidas sobre el Estado. Así, acepta que los Estados modernos son
capitalistas, aunque este carácter no es determinante. Comparte con las
teorías elitistas que las elites estatales pueden constituirse en actores
autónomos del poder (como las monarquías y los militares del siglo XIX).
Por último, coincide con el pluralismo respecto a que el poder es ejercido por
numerosos actores políticos.

Desde un planteamiento que puede interpretarse próximo al


pluralismo, Mann defiende que los Estados no son actores unitarios. Las
sociedades están integradas por diferentes redes de poder, ninguna de las
cuales son determinantes. En particular, Mann tipifica cuatro fuentes de
poder: la económica, la política o estatal, la militar y la metodológica. Cada
una de estas fuentes, excepto el poder político, se caracteriza por poseer unos
recursos, unas funciones y unas organizaciones propias. Sin embargo, el
Estado carece de unos recursos específicos, sus recursos son una
combinación de los existentes en la sociedad. El factor que proporciona la
autonomía del Estado es la institucionalización de sus funciones,
organizaciones y recursos. Esta institucionalización proporciona, por otra
parte, una organización centralizada. De esta institucionalización centralizada
de manera territorial extrae el Estado, principalmente, su poder.

Para Mann, al igual que para Skocpol, la historia demuestra que el


Estado es una necesidad de las sociedades civilizadas.

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