En esta sociedad tan progresista que nos ha tocado vivir, quien gana la batalla
del lenguaje gana la guerra de las ideas. Y en eso, la izquierda tiene un máster.
Te llevan a su terreno dialéctico, te acorralan a base de perogrulladas
engañosas, te desarman a topicazo limpio y ¡zas!, caes en la trampa y tus
convicciones empiezan a tartamudear. O eso, o te enzarzas en un combate a
cabezazos con el que no vas a conseguir vencer al enemigo y mucho menos
convencerle de que ese cabezazo encierra la razón.
El lenguaje progresí nos dice, nos jura y perjura, que el aborto que nos quieren
vender es una interrupción voluntaria, que es feminista, que es un derecho, que
es salud, que es constitucional, que es libre, que es solución, que es
progresista, socialista, moderno y solidario, que es un logro social, que es
inocuo, que es racional, científico y civilizado, que defiende a la mujer, que es
un bien en sí mismo y hasta económicamente rentable. Y que los pro-vida son
todos machistas, de la derecha extrema y, para más inri, fundamentalistas
católico-apostólico-romanos. Sin excepción. Pues nada, ahora nos toca hablar
a nosotros. Y argumentar. Y razonar. Y demostrar con datos y con hechos que
todo cuanto dicen los abortistas sobre las bondades del aborto es tan falso y
embustero como el beato cristianismo de Pepe Blanco, el creyente.
• No es interrupción. Interrumpir es detener la continuidad de una acción, o
sea, que luego se reanuda. En el aborto podríamos hablar de frenar, liquidar,
finiquitar, sacrificar, extirpar, truncar, tronchar, erradicar, triturar… pero de
interrumpir, ni por asomo.
• No es voluntaria. Un 75% de las mujeres que abortan no lo hacen por
decisión libre, sino obligadas por presiones insoportables de sus parejas, de
sus familias y de su trabajo, frente a las que no ven otra salida. Si no se dan
opciones, si no se facilitan alternativas, la decisión no es voluntaria, es
obligatoria.
• No es feminista. La activista gay Beatriz Gimeno afirma que «en el fondo del
debate sobre el aborto late el miedo milenario a que las mujeres controlen sus
cuerpos y su sexualidad sin permiso de los hombres». La realidad es que las
feministas fundamentalistas odian hasta tal punto ser ellas las embarazadas en
lugar de los hombres, que prefieren matar esa vida antes que reconocerse
diferentes al género masculino. Y antes que ayudar a las mujeres que sí
quieren tener esa vida.
• No es un derecho. Ninguna mujer tiene derecho a matar una vida. Aunque
viva dentro de su cuerpo. Es esa vida la que tiene derecho a ser protegida.
Igual que es el niño el que tiene derecho a ser adoptado, no sus futuros padres
quienes tienen derecho a adoptar.
• No es socialista. Más bien lo contrario, es absolutamente capitalista. Las
clínicas abortistas son un negocio millonario amparado por el Estado y los
Gobiernos Autonómicos, cuyo único fin es el lucro (por 3.200 € son capaces de
abortar a un no nacido sano de 26 semanas). El camino hacia un centro
abortista es más conocido y facilitado que el camino hacia los ginecólogos que
defienden la vida. Por algo será.
• No es salud. Los centros de aborto no informan a la mujer sobre los detalles
de este tipo de intervención, las consecuencias físicas y psicológicas que tiene.
Desde perforaciones uterinas, pérdidas y prematuridad del siguiente hijo hasta
alteraciones del deseo sexual, esterilidad y graves alteraciones psiquiátricas. El
síndrome post-aborto es una traumática y dolorosa realidad que siempre se ha
tratado de ocultar.
• No es constitucional. «La vida del nasciturus, en cuanto éste encarna un
valor fundamental —la vida humana— garantizada en el artículo 15 de la
Constitución, constituye un bien jurídico cuya protección encuentra en dicho
precepto fundamento constitucional» (sentencia 53/1985 del Tribunal
Constitucional).
• No es solidaria. Si tomamos la solidadridad como sinónimo de apoyo,
respaldo, ayuda o defensa, el aborto es justo lo contrario. Porque ni apoya a la
mujer embarazada, ni respalda su situación, ni la ayuda a superarla ni, desde
luego, defiende la vida que lleva dentro. Frente a los valores de entrega,
caridad y amor al otro, los partidarios del aborto transmiten conceptos
puramente egoístas: mi cuerpo, mi derecho, mi bienestar, mi comodidad, mi
vida… yo, mi, me, conmigo.
• No es un logro de la sociedad. Todos los expertos coinciden: el aborto es
un fracaso de la sociedad. Existe una reveladora carencia de recursos e
interés, por parte del Estado, en la asistencia, la formación y la información.
Algo que, según el doctor Jesús Poveda, evitaría 3 de cada 4 abortos. Eso sí
que sería un logro de la sociedad.
• No defiende a la mujer. Defender a la mujer es informar de las opciones y
ofrecer los apoyos necesarios para que puedan, si quieren, tener a su hijo y
atenderlo. Y eso no lo hacen ni las asociaciones proabortistas ni las feministas
ni, desde luego, el Estado. Sí organizaciones provida, como Fundación
Madrina, que ya ha atendido a 140.000 mujeres en ocho años.
• No es progresista. No dejar nacer a un ser humano es matar todo su futuro.
No dejar nacer cientos de miles de seres humanos es matar el futuro de una
sociedad. Y, de paso, envejecer considerablemente la población. ¿Es eso
progreso? ¿Ésta es la evolución que queremos? ¿Cuál será el próximo ´avance
´?
• No es moderno. Ganarse los votos de los jóvenes incitando a las
adolescentes a realizar un acto de gran trascendencia disfrazado de bagatela,
sin contar siquiera con el consejo de sus padres, no es ser moderno, es ser
miserable. La nueva ley convertirá el aborto no va a hacer más felices a las
adolescentes; sólo las hará más inconscientes y, a la larga, más desgraciadas.
• No es inocuo. Un aborto no es una irrelevante operación de apendicitis o de
agmíldalas. Es la muerte y extracción de un ser vivo singular, independiente de
la madre que lo cobija. Y es, en muchos casos, una experiencia traumática que
puede provocar secuelas psicológicas severas cuando la mujer (o la niña) que
ha abortado es consciente de que lo que le han extirpado es a su propio hijo.
• No es libertad. Hoy, abolida la esclavitud, nadie es dueño de nadie; nadie es
propiedad de nadie. Ni siquiera un hijo. La madre no concibe a su hijo como
una propiedad suya; es más, tiene la obligación moral (y natural) de protegerlo
hasta que se pueda valer por sí mismo, dentro y fuera de su cuerpo.
• No es "europeo". Continuamente se nos planta en la cara el ejemplo de
países europeos "legislativamente más avanzados". Lo que nos ocultan es que
esos países están reduciendo el número de abortos precisamente porque
ahora están legislando a favor de la prevención, la información y la asistencia.
Países como Alemania, Bélgica y Holanda, que tienen el porcentaje de abortos
más bajo del continente pese a sus leyes más permisivas.
• No es ciencia. En la Declaración de Madrid, más de 2.000 Académicos,
médicos y expertos se han unido para afirmar que «existe sobrada evidencia
científica de que la vida empieza en el momento de la fecundación»; «el cigoto
es una combinación nueva y singular», con ADN propio. Aunque para la
Ministra Aído, un feto de 13 semanas sea un ser vivo pero no un ser humano,
«porque eso no tiene ninguna base científica».
• No es racional. Para la Comisión de expertos de la Ministra Aído, el feto no
es viable antes de la semana 22, y por tanto no es ser humano y por tanto es
eliminable sin problemas. Pero a partir de ese tan preciso momento, por arte de
magia, el feto ya sí es viable y por tanto se convierte en ser humano y por tanto
ya no es eliminable. Todo muy racional y científico.
• No es una mejora. En los países donde se ha establecido la ley de plazos el
resultado es unánime: más banalización, más embarazos, más abortos, más
indefensión, más adolescentes y más veces. Y eso, sencillamente, no es una
mejora.
• No respeta los derechos humanos. No me lo invento yo, lo dice la
Declaración Universal de los Derechos Humanos: «Todos los seres humanos
nacen libres e iguales en dignidad y derechos» (Art. 1). «Todo individuo tiene
derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona» (Art. 3).
• No es económicamente rentable. El aborto es un negocio más que rentable,
pero sólo para los centros abortistas, claro. Para el resto de la sociedad es una
gigantesca pérdida económica. Conrado Giménez, presidente de Fundación
Madrina, ha evaluado en el 5% del PIB la pérdida de riqueza que supone el
aborto en nuestro país en concepto de desierto demográfico y por la
marginación laboral que sufre la mujer madre.
• No es solución. La única solución es que el aborto sea la última solución
posible. El aborto es casi siempre un problema profundo. Para la madre, para
su entorno familiar y laboral, para la sociedad… La única solución es evitarlo en
lo posible. Pero ¿cómo? Simplemente con que la madre acuda al ginecólogo y
vea la ecografía de su hijo se evitan 3 de cada 4 abortos.
• Los provida no son de derechas. La bipolaridad izquierda-derecha asociada
a defensa-rechazo del aborto es absolutamente infundada. «No hay en
nuestros días una afirmación más reaccionaria que la del derecho de una
persona sobre la vida del hijo no nacido. Es el derecho de propiedad más
absoluto concebible, más allá del derecho del amo sobre el esclavo». Lo dicen
los Socialistas Cristianos. Además existen muchos ateos y agnósticos que
defienden la vida humana como principio. Y todas las Iglesias, por cierto, no
sólo la Católica.
• Ni son fundamentalistas. Los provida rechazan el aborto, pero no a la mujer
que aborta, de modo muy especial si se ve obligada a realizarlo por no contar
con ningún otro tipo de ayuda ni alternativa. Por eso centran todo su esfuerzo
en reducir el número de abortos indeseados, que son la inmensa mayoría. Y lo
hacen con respeto, entrega, generosidad y gran sacrificio personal.
Conclusión. Probablemente no podamos hacer ni deshacer la nueva Ley del
Aborto, que saldrá tal y como quiere la ministra Aído, o sea, tal y como desean
los centros abortistas. Pero sí podemos concienciar y presionar a las
consejerías de salud de cada Comunidad Autónoma para reglamentar la
aplicación de esa Ley e implantar políticas de prevención y de información,
planes de apoyo a la maternidad y a la adopción, etc.
¿Y qué más podemos hacer los ciudadanos de a pie? Pues tener las ideas
claras, para empezar. Y apoyar cualquier iniciativa que respete la vida, con
nuestras simpatías, con nuestra involucración, con ayudas materiales y, por
supuesto, con nuestra presencia el día 17 de octubre en la Concentración por
la Vida. Si creemos que cada vida importa.
Termino con una cita del poeta y filósofo bengalí Rabindranath Tagore, Nobel
de literatura en 1913, que no era precisamente católico ni de derechas ni
machista confeso ni sopechoso de fundamentalismo ninguno: «La vida nos la
dan y la merecemos dándola».