La bruja que no sabía reírse
1. LA BRUJA QUE TENÍA MANÍA A LOS NIÑOS
Había una vez, hace mucho, mucho tiempo, un pueblo muy pequeño rodeado de montañas. En
invierno quedaba aislado, porque el único camino que llevaba hasta allí solía estar cubierto de
nieve. Y, a veces, también cerraban el paso las grandes rocas que caían desde las montañas.
Justo en la cima de una de esas montañas vivía una bruja muy mala. La bruja tenía manía a los
niños y siempre estaba preparando hechizos contra ellos: para convertir a los niños y niñas en
cerdos, en burros, en patos...o en otros animales. ¡Por suerte aún no dominaba bien su magia!
Lo que más rabia le daba era ver que los niños jugaban, se reían y se divertían con todo. Y cada
vez que observaba a los niños del pueblo cercano, se tiraba de los pelos.
Los más ancianos del pueblo decían que lo que le pasaba a la bruja es que, en el fondo, tenía
envidia. Ella era una vieja revieja y gruñona que no sabía reír. Por eso odiaba tanto a los niños.
2. HECHIZO
Una mañana de un frío invierno el pueblo se despertó cubierto de nieve. El camino quedó
cortado porque durante la noche se habían caído de las montañas enormes rocas.
Sólo la vieja bruja estaba contenta con aquel tiempo. Cada día se levantaba bien pronto para
mezclar ungüentos y pócimas. Quería hacer un hechizo malo de verdad.
Y finalmente lo consiguió: preparó unos polvos que, si se esparcían por el aire, se les metían a
los niños en los ojos y les hacían llorar.
Cuando el primer niño empezó a llorar sin parar y a decir que no sabía por qué lloraba, los
mayores pensaron que era cosa de críos. Pero al cabo de unas horas, todos los niños del pueblo
lloraban sin cesar.
Nadie sabía la causa de tanto llorar. Y, como el pueblo estaba incomunicado, no podían pedir
ayuda.
Entonces alguien pensó que aquello podía ser obra de la bruja. Por eso, cuando la vieron
espiando desde lo alto de la montaña con cara de satisfacción, estuvieron seguros de que lo había
hecho ella.
Los padres de los niños empezaron a preparar infusiones de manzanilla para lavar los ojos de sus
hijos, pero no había nada que hacer. A una mamá se le ocurrió explicar chistes a los niños. A lo
mejor así les entraría la risa y dejarían de llorar. Pero tampoco dio resultado.
Mientras tanto, iba pasando el invierno, y todo el mundo en aquel pueblo estaba muy triste. Los
niños no dejaban de llorar y nadie conocía el remedio.
Desesperados, llamaron a gritos a la bruja y le pidieron ayuda. Pero ella no los escuchaba,
porque era una bruja amargada y solitaria que no quería hablar con nadie.
3. EL ABUELO QUE NO QUERÍA VER LLORAR A SU NIETO
Y así fueron pasando los días, hasta que uno de los ancianos más ancianos del pueblo decidió ir a
hablar con la bruja cara a cara. Todos le dijeron que era muy peligroso entrar en la cueva que la
bruja tenía en lo alto de la montaña. Tal vez allí sus poderes eran aún más mayores, pero el
abuelo contestó que él no podía quedarse tranquilo mientras su nieto no paraba de llorar. Y era
capaz de arriesgar su vida.
Poquito a poco, subió hasta la cueva. Todo el pueblo esperaba con el corazón en el puño,
temiendo que la bruja le lanzara un hechizo y lo despeñara.
Pero aquel día la bruja estaba distraída y no le vio hasta que el anciano se plantó en la misma
puerta de la cueva. Se quedó tan sorprendida que sólo se le ocurrió decir:
- ¿Qué haces aquí arriba?
El abuelo, que era muy viejo y sabio, pensó que primero debía ganarse la confianza de la bruja.
Sabía que, por muy malas que fueran las brujas, todo el mundo tenía un rinconcito de bondad en
su corazón. Encontrarlo era cuestión de paciencia.
Por eso en vez de hablar de los niños, le dijo:
— He subido a verte porque mi mujer murió hace unos meses y desde entonces me siento muy
solo. Como tú también estás muy sola aquí arriba, he pensado que podríamos charlar y
consolarnos.
- Yo estoy sola porque quiero, ¿me oyes? - dijo la bruja de malos modos-. No necesito a
nadie para hablar. A las brujas no nos gusta hablar.
- Pues yo creo que a nadie le gusta estar solo. Todos necesitamos afecto y que alguien nos
quiera. Necesitamos hablar con los demás. Yo, por lo menos, lo necesito.
4 LA HISTORIA DE LA BRUJA
Mientras esto ocurría, todos los vecinos del pueblo se habían reunido en la Plaza Mayor para
esperar al abuelo. Temían que le hubiera pasado algo malo. Y encima él no aparecía por ninguna
parte.
Por fin se fueron a dormir, porque ya era muy tarde y por la ladera de la montaña no asomaba ni
el viejo ni la bruja. Unos decían que se lo habría comido. Otros que lo habría convertido en
cuervo. Algunos ya se lo imaginaban atado y prisionero en el fondo de la cueva. Y desde luego
todos estaban muy asustados.
Pero lo que nadie podía imaginarse era que el viejo se había ido ganando la confianza de la bruja
y que ella le había contado su historia, una historia muy triste.
La bruja le explicó que su madre había muerto cuando ella era muy pequeña y que, desde
entonces, nunca había podido jugar, ni reír, ni hacer todo lo que hacen los demás niños. Su padre
se había vuelto a casar con una bruja muy mala, que la trataba muy mal, no la dejaba reír nunca y
le había prohibido jugar. Además, la obligaba a hacer todo el trabajo de la casa. Así, sin darse
cuenta, se había hecho mayor de golpe.
El único oficio que conocía era el de bruja y a eso se dedicaba. Al fin le confesó al viejo que por
eso tenía tanta manía a los niños del pueblo, porque ella nunca había podido disfrutar como ellos.
De repente el anciano tuvo una gran idea.
-No te dejaron jugar ni reír cuando eras pequeña, pero puedes hacerlo ahora, ya te enseñaré.
Y, ni corto ni perezoso, cogió a la bruja del brazo y la hizo bailar y saltar. Él también lo hacía,
pero tan mal que a la bruja le dio un ataque de ...¡risa! No podía parar de reír. Y así se pasaron la
noche, brincando y riendo.
5 CÓMO ROMPER EL HECHIZO
A la mañana siguiente, el anciano le dijo a la bruja:
- ¿Lo ves? Tú no eres tan mala como te crees. Pero, claro, aquí arriba sola y triste, dándole
vueltas a tus problemas... Has acabado por convencerte de que sólo sabes hacer daño a los
demás. Ahora nunca más estarás sola. Como nos hemos hecho amigos, subiré a verte muy a
menudo.
- ¿De verdad? - preguntó la bruja, que no acababa de creérselo.
- Pues claro que subiré, nos lo pasaremos en grande. Te enseñaré a jugar al parchís, al
juego de la oca, al dominó, a saltar a la comba, a hacer pompas de jabón...¡Ya verás!
Disfrutaremos como niños.
Al pronunciar la palabra "niños" el gesto del anciano se cambió y se volvió triste porque se
acordó de su nieto y de todos los niños que había dejado en el pueblo que, seguramente, todavía
estarían llorando.
La bruja adivinó en seguida la causa de su pena y ella también se puso triste. Después de pensar
en todas sus malas acciones, sintió compasión de los niños. Entonces, dijo:
- Hay una forma de romper el hechizo. Hay que conseguir que los niños se rían durante
mucho rato sin parar.
Al oírlo al buen hombre se le iluminó la cara y exclamó:
- ¡Eso es coser y cantar!
6 UNA BUENA IDEA
Abajo, en el pueblo, todo el mundo estaba muy triste. El anciano no daba señales de vida y
temían que la bruja le hubiera matado. Por eso, se reunieron todos otra vez en la Plaza Mayor
para decidir quién subiría a la cueva. Estaban decididos a averiguar qué había pasado, aunque se
murieran de miedo.
Sin embargo, el viejo estaba en ese momento muy contento, porque había tenido una idea.
- Para hacerles reír, podríamos bajar los dos al pueblo disfrazados de payasos y haciendo
cabriolas.
- Eso tendría gracia, pero no hará reír a nadie durante horas. Los niños tienen que reírse
durante mucho rato sin parar, recuérdalo.
- ¿Y qué podemos hacer?
- Déjame pensar... Claro que yo no tengo mucha práctica en hacer reír a la gente - contestó
la bruja avergonzada.
- ¿Y si les hiciéramos cosquillas? - propuso el abuelo.
- ¡Qué buena idea! Pero tendríamos que hacerles cosquillas durante mucho rato y a todos
los niños y niñas. ¿Cómo podríamos hacerlo?
- Es verdad, hay muchos niños en el pueblo.
- ¡Ya lo tengo! Pediré a los pájaros que les hagan cosquillas con sus plumas por todas
partes.
- ¡Ésa sí que es una idea genial! Pero ¿te obedecerán los pájaros?
- Pues claro. No olvides que soy una bruja.
7 COSQUILLAS Y MÁS COSQUILLAS
En la Plaza Mayor del pueblo, alguien gritó:
- ¡Mirad allá,en la montaña!
El abuelo y la bruja se habían disfrazado de payasos y bajaban dando saltos y haciendo tonterías
como si fueran dos chiquillos,¡menuda pinta tenían!
Al principio los vecinos se quedaron boquiabiertos pero enseguida empezaron a reírse con las
bobadas y cabriolas de aquel par de locos. Y los niños, tímidamente con lágrimas en los ojos al
principio, también se echaron a reírse.
De pronto salieron de la cueva bandadas de pájaros de todo tipo y de todos los colores...Los
pájaros volaron hacia la Plaza Mayor y empezaron a hacer cosquillas a todos los niños con sus
plumas, y los chiquillos claro no podían menos de reírse.
Así, riendo, riendo, fueron dejando de llorar.
Al final, algunas lágrimas resbalaban por sus mejillas ...¡porque lloraban de risa!
Y cuando dejaron de reír, se dieron cuenta de que ya no lloraban, aunque les dolían las
mandíbulas y las costillas de tanto reírse.
Y así se acaba esta historia. La bruja no volvió a asustar a nadie. Se convirtió en una
anciana muy simpática y alegre, siempre rodeada de niños.