JOSÉ MARÍA EGUREN
EL AYER ES UN ÁNGEL MUERTO
Selección de poemas
José María Eguren
José María Eguren Rodríguez es un poeta peruano nacido el 8 de julio de 1874 en
Lima. Pertenece a la fase postmodernista de la literatura peruana. Es reconocido como
una de las grandes figuras de la poesía y considerado representante del Simbolismo
en el Perú.
En 1884, ingresó a estudiar al colegio jesuita La inmaculada, pero no concluyó su
educación. Se sabe que fue autodidacta durante el resto de su vida y que su ocupación
no solo fue la creación literaria, sino también la pintura y la fotografía. Desde
1899, Eguren comenzó a publicar sus poemas en diversas revistas de la época. En
1911, publica su primer poemario Simbólicas, libro con el que se inicia la poesía
contemporánea en el Perú. En 1916, publica La canción de las figuras, poemario con el
que alcanzó el reconocimiento internacional. Posteriormente, su poemario Visiones
de enero y otros poemas (1923) fue publicado en la revista Mundial, y sus poemarios
inéditos «Sombra» y «Rondinelas» fueron incluidos junto a sus dos anteriores libros
en el tomo Poesías (1929). Tardíamente, en el año 1941, es admitido como miembro
en la Academia Peruana de la Lengua.
Falleció el 19 de abril de 1942.
El ayer es un ángel muerto: Selección de poemas
José María Eguren
Juan Pablo de la Guerra de Urioste
Gerente de Educación y Deportes
Doris Renata Teodori de la Puente
Asesora de Educación
Alex Winder Alejandro Vargas
Jefe del Programa Lima Lee
Editor del programa Lima Lee: José Miguel Juarez Zevallos
Asesor de investigación: John Martínez Gonzáles
Selección de textos: María Grecia Rivera Carmona
Corrección de estilo: Claudia Daniela Bustamante Bustamante
Diagramación: Leonardo Enrique Collas Alegría
Concepto de portada: Melissa Pérez García
Editado por la Municipalidad de Lima
Jirón de la Unión 300, Lima
www.munlima.gob.pe
Lima, 2020
Presentación
La Municipalidad de Lima, a través del programa
“Lima Lee”, apunta a generar múltiples puentes para
que el ciudadano acceda al libro y establezca, a partir
de ello, una fructífera relación con el conocimiento, con
la creatividad, con los valores y con el saber en general,
que lo haga aún más sensible al rol que tiene con su
entorno y con la sociedad.
La democratización del libro y lectura son temas
primordiales de esta gestión municipal; con ello
buscamos, en principio, confrontar las conocidas
brechas que separan al potencial lector de la biblioteca
física o virtual. Los tiempos actuales nos plantean
nuevos retos, que estamos enfrentando hoy mismo
como país, pero también oportunidades para lograr
ese acercamiento anhelado con el libro que nos lleve
a desterrar los bajísimos niveles de lectura que tiene
nuestro país.
La pandemia del denominado Covid-19 nos plantea
una reformulación de nuestros hábitos, pero, también,
una revaloración de la vida misma como espacio de
interacción social y desarrollo personal; y la cultura
de la mano con el libro y la lectura deben estar en esa
agenda que tenemos todos en el futuro más cercano.
En ese sentido, en la línea editorial del programa, se
elaboró la colección “Lima Lee”, títulos con contenido
amigable y cálido que permiten el encuentro con el
conocimiento. Estos libros reúnen la literatura de
autores peruanos y escritores universales.
El programa “Lima Lee” de la Municipalidad de
Lima tiene el agrado de entregar estas publicaciones a
los vecinos de la ciudad con la finalidad de fomentar
ese maravilloso y gratificante encuentro con el libro y
la buena lectura que nos hemos propuesto impulsar
firmemente en el marco del Bicentenario de la
Independencia del Perú.
Jorge Muñoz Wells
Alcalde de Lima
EL AYER ES UN ÁNGEL MUERTO
Selección de poemas
SIMBÓLICAS
(Poemario publicado en 1911)
La walkyria
Yo soy la walkyria que, en tiempos guerreros,
cantaba la muerte de los caballeros.
Mis voces obscuras, mi suerte lontana,
mis sueños recorren la arena germana.
Y de paladines fierísimos robo
las cotas de reno, los dientes de lobo.
No valen, no valen las duras corazas
y los guanteletes, las picas, las mazas.
Ni vale tampoco la senda florida,
los cielos dorados, la luz de la vida.
Soy flor venenosa de pétalo rubio,
brotada en la orilla del negro Danubio.
Y no desventuras mi faz manifiesta;
mi origen no saben los cantos de gesta.
9
Y sé las ideas funestas y vagas;
y el signo descubro que ocultan las sagas.
Yo soy la que vuelvo contino las fojas
del mal: las azules, las blancas, las rojas.
Sin tregua contemplo la noche infinita;
me inclino en la curva de ciencia maldita.
Y dando a mi cielo tristísima suerte,
camino en el bayo corcel de la muerte.
10
Lied I
Era el alba,
cuando las gotas de sangre en el olmo
exhalaban tristísima luz.
Los amores
de la chinesca tarde fenecieron
nublados en la música azul.
Vagas rosas
ocultan en ensueño blanquecino,
señales de muriente dolor.
Y tus ojos
el fantasma de la noche olvidaron,
abiertos a la joven canción.
Es el alba;
hay una sangre bermeja en el olmo
y un rencor doliente en el jardín.
11
Gime el bosque,
y en la bruma hay rostros desconocidos
que contemplan al árbol morir.
12
Rêverie
Y soñé, de un templete bajaban
dos dulces bellezas matinales;
y oí melancólicas hablaban
de las nobles dichas forestales.
Las vi en el blasón de la poterna
azulinas y casi borradas
despierto años después, la cisterna
las mecía medio retratadas.
Y al fin las divisé lastimosas
por los caminos y por las abras;
y hablaban las bellas melodiosas;
pero no se oían sus palabras.
Así, su memoria me traía
las baladas de Mendelssohn claras;
pero ni Beethoven poseía
la tristísima luz de esas caras.
13
Casa vetusta
En el fondo del valle,
vetusta casa
nos presenta musgosas
escalinatas.
En el bosque sombrío,
mustias y raras,
como muertas pupilas
son sus ventanas.
Por los negros pasillos
que se enmarañan,
el oído acarician
breves palabras.
En su raro aposento
viven las hadas
y los antiguos seres
de la campaña.
Las ancianas cigüeñas
que en ella paran,
de los muertos señores
a veces hablan.
Por doquiera nos dicen,
14
las luces blancas,
el amor misterioso,
feliz que guardan.
O miramos señales
multiplicadas,
de la siempre escondida
suerte galana.
Y por eso los gratos
ensueños causa,
blanquecina y musgosa,
vetusta casa.
15
Marcha noble
Y las rubias vírgenes muertas,
del castillo ducal no lejos
y de las brumas en el fondo,
vertían sus celestes lágrimas.
Y con sus nacaradas manos,
en los musgos y setos buscan
las purpúreas florecillas,
y sollozan inconsolables.
Y modulando van sus sueños
los días de oro recuerdan,
y sus lindos ojos enluta
desolada visión de muerte.
Las beldades caminan dulces
sobre los marchitados musgos,
y florecillas de oro buscan
vertiendo sus celestes lágrimas.
16
Lied II
Y el viento en la marisma entonaba
la canción de Schumann vesperal;
y distante un bajel naufragaba
en el insidioso peñascal.
Y vense las obscurosas olas
masteleros últimos cubrir,
con el amor de las playas solas
donde van las aves a morir.
Y surgió la virgen nacarina
desde el submarino panteón,
y con la luz de ocaso declina
y con una lánguida canción.
Sobre ella parado un cuervo incierto
la guía en violeta navegar.
Hoy la mística blancura ha muerto
con toda la tristeza del mar.
17
Los reyes rojos
Desde la aurora
combaten dos reyes rojos,
con lanza de oro.
Por verde bosque
y en los purpurinos cerros
vibra su ceño.
Falcones reyes
batallan en lejanías
de oro azulinas.
Por la luz cadmio,
airadas se ven pequeñas
sus formas negras.
Viene la noche
y firmes combaten foscos
los reyes rojos.
18
Los robles
En la curva del camino
dos robles lloraban como dos niños.
Y había paz en los campos
y en la mágica luz del cielo santo.
Yo recuerdo la rondalla
de la onda florida de la mañana.
En la noria de la vega,
las risas y las dulces pastorelas.
Por los lejanos olivos,
amoroso canto de caramillos.
Con la calma campesina,
como de incienso el humo subía.
Y en la curva del camino
los robles lloraban como dos niños.
19
Hesperia
¡Lámparas de la abadía!…
¡Cómo me siguen con murientes ojos!
con las cruces azules
y pensamientos rojos.
En la bóveda han llorado;
la ventura se pierde en el vacío…
¡Háblame, Hesperia!
oigo tu aliento frío.
Las lámparas me miran
otra vez; en el templo hay una fosa
que los chispeantes ojos
señalan, tenebrosa.
El motete callado
anuncia en el crucero noche yerta.
¡Oh, amor ensueño!
¡Oh, la pregunta muerta!
20
Lied IV
La noche pasaba,
y al terror de las nébulas, sus ojos
inefables reían la tristeza.
La muda palabra
en la mansión culpable se veía,
como del Dios antiguo la sentencia.
La funesta falta
descubrieron los canes, olfateando
en el viento la sombra de la muerta.
La bella cantaba,
y el florete durmióse en la armería
sangrando la piedad de la inocencia.
21
CANCIÓN DE LAS FIGURAS
(Poemario publicado en 1916)
La niña de la lámpara azul
En el pasadizo nebuloso
cual mágico sueño de Estambul,
su perfil presenta destelloso
la niña de la lámpara azul.
Ágil y risueña se insinúa,
y su llama seductora brilla,
tiembla en su cabello la garúa
de la playa de la maravilla.
Con voz infantil y melodiosa
en fresco aroma de abedul,
habla de una vida milagrosa
la niña de la lámpara azul.
Con cálidos ojos de dulzura
y besos de amor matutino,
me ofrece la bella criatura
un mágico y celeste camino.
De encantación en un derroche,
hiende leda, vaporoso tul;
23
y me guía a través de la noche
la niña de la lámpara azul.
24
Lied V
La canción del adormido cielo
dejó dulces pesares;
yo quisiera dar vida a esa canción
que tiene tanto de ti.
Ha caído la tarde sobre el musgo
del cerco inglés,
con aire de otro tiempo musical.
El murmurio de la última fiesta
ha dejado colores tristes y suaves
cual de primaveras obscuras
y listones perlinos.
Y las dolidas notas
han traído melancolía
de las sombras galantes
al dar sus adioses sobre la playa.
La celestía de tus ojos dulces
tiene un pesar de canto,
que el alma nunca olvidará.
El ángel de los sueños te ha besado
para dejarte amor sentido y musical
y cuyos sones de tristeza
25
llegan al alma mía,
como celestes miradas
en esta niebla de profunda soledad.
¡Es la canción simbólica
como un jazmín de sueño,
que tuviera tus ojos y tu corazón!
¡Yo quisiera dar vida a esta canción!
26
La nave enferma
Era la mañana,
por el mar nielado,
un vapor enfermo,
tristemente ha llegado.
Con agudas voces
y desgarradoras,
tembló su sirena
en las quemadas horas.
Unos hombres raros,
su mercadería
conduciendo al muelle
pasaron todo el día.
Y al morir la tarde
se divisan, lejos,
a las tristes sombras
junto a los aparejos.
Nunca más volvieron
los desconocidos,
27
¡oh, la nave enferma!
¡ay, los seres queridos!
28
La sangre
El mustio peregrino
vio en el monte una huella de sangre;
la sigue pensativo
en los recuerdos claros de su tarde.
El triste, paso a paso,
la ve en la ciudad dormida, blanca,
junto a los cadalsos,
y al morir de ciegas atalayas.
El curvo peregrino
transita por bosques adorantes
y los reinos malditos;
y siempre mira las rojas señales.
Abrumado le mueven
tempestades y Lunas pontinas,
mas, allí, transparentes
y dolorosas las huellas titilan.
Y salva estremecido
la región de las nieves sagradas;
29
no vislumbra al herido,
sólo las huellas que nunca se acaban.
30
El caballo
Viene por las calles,
a la luna parva,
un caballo muerto
en antigua batalla.
Sus cascos sombríos…
trepida, resbala;
da un hosco relincho,
con sus voces lejanas.
En la plúmbea esquina
de la barricada,
con ojos vacíos
y con horror, se para.
Más tarde se escuchan
sus lentas pisadas,
por vías desiertas
y por ruinosas plazas.
31
La muerte del árbol
La muerte del sauce viejo
miraban los elefantes,
cerca los montes gigantes.
Al vespertino reflejo,
escuchan, alucinantes,
la muerte del sauce viejo.
Levantan, con pena honda,
la fusca pálida fronda
de galanuras perdidas.
Como los ancianos druidas,
lo cercan ensimismados;
y, en fetiquista concierto,
ululan al sauce muerto,
gigantes, arrodillados.
32
Elegía del mar
Del alba en la marea, por la costa bravía,
oí unas voces hondas de melancolía,
que negras en las dunas lentamente zumbaban
o por los callejones de las rocas roncaban.
En la playa azulina se difunden cantoras,
en un orfeón de sueños, quejas desgarradoras
y dicen tempestades, dicen tribulaciones,
como los costaneros gritos de los aviones,
y las roncas endechas de cárabos marinos,
y barcarola obscura de los remeros pinos;
que recuerdan los lloros de quillas naufragadas,
o parece que anuncian mis horas desdichadas.
¿Será que determinan, cuando punta la Aurora,
la ruta indiferente de mi barca incolora?
¿De funeral son voces, acaso ya me espera
la onda limpia y helada donde morir quisiera?…
33
Alma tristeza
¡Alma tristeza, noche!;
del boudoir las hojas la plegaria
han cantado del amor marchito,
gime su desnudez un aria
en el azul precito,
los mochuelos con indiferencia
cruzan el camarín,
y termina su fosforescencia
en el negro jardín.
¡Alma tristeza, noche!;
sus hijas escucho lamentables
que de angustia cercan el vallado,
la mansión obscura, ¡inolvidables!
¡No volverá el día argentado,
ni la belleza que mi alma adora!;
¡ojos de pesar llenos de aurora!
34
Los delfines
Es la noche de la triste remembranza;
en amplio salón cuadrado,
de amarillo luminado,
a la hora de maitines
principia la angustiosa contradanza
de los difuntos delfines.
Tienen ricos medallones
terciopelos y listones;
por nobleza, por tersura
son cual de Van Dyck pintura;
mas, conservan un esbozo,
una llama de tristura
como el primo, como el último sollozo.
Es profunda la agonía
de su eterna simetría;
ora avanzan en las fugas y compases
como péndulos tenaces
de la última alegría.
Un Saber innominado,
abatidor de la infancia,
sufrir los hace, sufrir por el pecado
35
de la nativa elegancia.
Y por misteriosos fines,
dentro el salón de la desdicha nocturna,
se enajenan los delfines
en su danza taciturna.
36
Avatara
Resonaban los dulces orfeones…
pintó el farolero,
violeta lucero,
y vimos tristeza clara en los balcones.
En la mística muerte del día
se brumó la Luna, con tinte sagrado,
y sentí de la almea sombría
esos ojos que nunca han amado.
En el hondo cantar zahareño,
del canal perlino en la nube salobre,
me decía lugares de ensueño,
con las rubias monedas de cobre.
Al brillar de la luz veneciana,
fatal de la feria galante ha reído;
es la blonda, es la negra indostana
de los ojos que siempre han dormido.
Hoy es implacable la desconocida…
37
el azul hirviente nubló las mamparas,
la feria encendida…
¡Ay, las avataras!
¡Ay, aquellos ojos nocturnos, sin vida!
38
Efímera
Da vespertino rayo la zarca luna,
ronda efímera verde por la laguna.
Por las aguas doradas dichosa vuelas
celebrando la vida, con tarantelas.
Ya miras las luciolas de los jardines,
y en ribereñas casas los lamparines.
Y en tu vuelo, soñando buscas la orquesta
de la luz nacarina por la floresta.
Ni temes las cercanas plomizas lluvias;
y en la laguna gozas las fiestas rubias.
Y desoyes la culpa de las ninfeas
por los juegos de amores que centelleas.
En tus celos las alas tiendes veloces
a la naciente imagen que desconoces.
39
Tú, ideal tempranero que el mundo invoca,
dejas tanta hermosura por fuga loca.
Y sueñas instintiva o iluminada
en la luz de la muerte. ¡Flor de la nada!
40
Las niñas de luz
Las niñas de luz
que al sol rodean,
centellean
y sonríen;
como cambiante pedrería,
van por la nube harmonía.
Las niñas del sol,
de albinos cabellos
y purpúrea tez
nadan en ígneos destellos.
Desde un arrebol
su vuelo aseguran,
aterrizar procuran;
y, cual coloridas notas,
mueren en las nublas remotas.
Las niñas de luz
que al sol rodean,
centellean
y sonríen.
41
SOMBRA
Incaica
A la luz meridiana, en soñar peregrino
miré, en la lejanía, un triste monte andino;
por la falda verdosa veíase el cortejo
del Inca y los caciques en borroso festejo.
La vertiente coronan cactos y secas lamas,
y en hilera apacible, las vicuñas, los llamas;
erguidos guerreadores con festivos plumajes,
desnudos los honderos con aros y tatuajes;
blandían los más fuertes las chontas y las lumas;
con pieles de venados, ovejas, zorros, pumas;
sus cuerpos carmesíes, en las verdes quebrollas,
se veían rodeando la danza de las coyas;
melopea silvestre con acorde inefable,
parecióme anunciaba tormento irremediable;
y los multicolores brillos de gentileza,
teñía negra nube de vesperal tristeza.
Melancólicamente la pareja dorada:
dos nobles indias núbiles, de sombría mirada,
el peñascal ignoto subieron paso a paso,
sin ver que el sol brillante se pierde en el Ocaso;
allí, con tristes llantos y corazón bravío,
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pelean y pelean sobre el obscuro río,
sin vacilar combaten trágicas y felinas
y cual las venenosas serpientes purpurinas.
¿Será por viles celos, será por fanatismo
que las indias se hieren al borde del abismo?
¿o guardan la promesa al padre Sol muriente
de purpurar fatales del río la corriente?
¿Pachacamac que elige las almas turbulentas
espera en las espumas las vírgenes sangrientas?
Las filas de colores montesinas y adustas,
las fieles mamaconas y las brillantes ñustas,
los, cabeza alongada, pintorescos vasallos,
la grave turba lenta de los quipocamayos:
toda florida gala, florida algarabía
se borran al Ocaso, en plúmbea lejanía.
¡Y fueron en la noche, bajo dulces cañadas,
hacia el piélago triste las muertas abrazadas!
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Lied VII
Toqué la mesilla primorosa,
y el alma percibí de una rosa.
Era un móvil espíritu tierno
como el pesar de Silvia de invierno.
Y con toques de amantes dulzuras,
dijo tristes palabras obscuras.
Comprendí que, en su vida pasada,
fue tan linda como desdichada.
Y pregunté al espíritu rosa
si perdió su gentil mariposa.
Si, de envidia, lucierna amarilla,
despertóla con su lamparilla.
O, en un día de azul cristalino,
moscardón la besó purpurino.
Si ha llorado en la tarde bermeja:
¡me responde, tan sólo, una queja!
45
El paraíso de Liliput
Adán y Eva primorosa,
nacieron en nítida rosa;
como el rocío delicados
eran: brillantes y rosados.
Y en la mágica mecedora,
bajo transparente capuz,
tenían sueños de aurora,
juntos dormidos en la luz.
Lejos de espinas y de abrojos,
bajo de nimbos y guirnaldas,
abrieron sus cándidos ojos
en una gloria de esmeraldas.
Vecinas vieron y remotas
brillanteces de flores bellas,
con de rocío lindas gotas
que titilaban como estrellas.
Y principiaron los sutiles
perfumes, risas de colores;
46
sus almas tiernas, infantiles
eran hermanas de las flores.
Ceñidos de secreto aroma,
junto al estambre encantado,
ellos sabían el idioma
del paraíso perfumado.
Mas, a la floresta galana,
Adán a Eva prefirió;
y en el sueño de la mañana,
loco de amores la besó.
Gozaron carmín alegría
de alma pasión que lides cierra:
pero la rosa se moría
y descendieron a la Tierra.
47
Lied VIII
Ven, en dormida mañana,
con tu mirar de cielo;
hora, que en la dulce retama,
cantan con tibio aliento los jilgueros;
no añores viejas albas:
que el ayer es un ángel muerto.
El ígneo Sol esmalta
tu linda cara y tus cabellos;
de jugar en la yerba estás rosada,
humedecida por el viento.
Eres amor de la mañana,
eres mi cielo;
no añores viejas albas;
que el ayer es un ángel muerto.
48
La muerta de marfil
Contemplé, en la mañana,
la tumba de una niña;
en el sauce lloroso gemía tramontana,
desolando la amena, brilladora campiña.
Desde el túmulo frío, de verdes oquedades,
volaba el pensamiento
hacia la núbil áurea, bella de otras edades,
ceñida de contento.
Al ver obscuras flores,
libélulas moradas junto a la losa abierta,
pensé en el jardín claro, en el jardín de amores,
de la beldad despierta.
Como sombría nube, al ver la tumba rara,
de un fluvión mortecino en la arena y el hielo,
pensé en la rubia aurora de juventud que amara
la niña, flor de cielo.
Por el lloroso sauce, lilial música de ella,
modula el aura sola en el panteón de olvido.
Murió canora y bella;
y están sus restos blancos como el marfil pulido.
49
El cuarto cerrado
Mis ojos han visto
el cuarto cerrado;
cual inmóviles labios su puerta…
¡está silenciado!…
Su oblonga ventana, como un ojo abierto,
vidrioso me mira;
como un ojo triste,
con mirada que nunca retira
como un ojo muerto.
Por la grieta salen
las emanaciones
frías y morbosas;
¡ay, las humedades como pesarosas
fluyen a la acera:
como si de lágrimas,
el cuarto cerrado un pozo tuviera!
Los hechos fatales
nos oculta en su frío reposo…
¡Cuarto enmudecido!
¡Cuarto tenebroso!
¡Con sus penas habrá atardecido
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cuántas juventudes!
¡Oh, cuántas bellezas habrá despedido!
¡Cuántas agonías!
¡Cuántos ataúdes!
Su camino siguieron los años,
los días;
galantes engaños
y placenterías…;
en el cuarto fatal, aterido,
todo ha terminado;
hoy sus sombras el ánima oprimen:
¡y está como un crimen
el cuarto cerrado!
51
Canción frívola
El jardín de plateados alelíes
y de arrayán, del estío en la tarde,
purpuraban ardientes colibríes.
En la quinta había luces chinescas,
y, al modular las gentiles canciones,
comenzaron las danzas pintorescas.
Un capullo de aromas esplendía;
y vagaban parejas caprichosas,
ceñidas de adorable pleitesía.
Sobre la arena azul de las fontanas,
galanes, como sátiros barbones,
ofrecieron las músicas paganas.
Y a su danzante murmuró Danira:
—«Un amor en la sombra nos escucha,
por no turbar el aire, ni respira».
Dice, muy quedo, a su pareja Dido:
52
—«Vamos, por esta vía intransitada,
a la corte de Clavel encendido».
Y sus alas batiendo, carmesíes,
al principiar los estivos amores,
murmuran inconstantes colibríes.
53
La barca luminosa
Al adormido viento de la noche templada,
y al mágico relente de la dulce marea:
amiga de la costa una barca encantada,
con brillos estelares en el ancón albea.
Es barca misteriosa que en los días lontanos
me trajo blandamente la esperanza querida,
con las variadas notas de fulgores galanos
y nítidos arpegios de luz estremecida.
Torna su rondinela con blancor de mañana,
desnuda y abrillanta la peña lagrimosa,
donde, junto a la orilla, está mi dulce indiana
con tenues lasitudes de vespertina rosa.
Y hermosea sus ojos con brillo titilante,
y su palido rostro con una alba hechicera;
destaca sus cabellos como un nublón distante,
y ciñe de ternura la viva sangre ibera.
Ha llegado la calma celestial ¡amor mío!
54
viene a tus pies el sueño del agua silenciosa;
y esta noche infinita, esta noche de estío,
amores nos envía la barca luminosa.
Llegan con brillanteces de la lluvia marina,
y de dorados tumbos con místicos sonares;
y al resplandor dormido la dulce becacina
nos cuenta melodiosa el amor de los mares.
De la barca los rayos nos alumbran clementes,
veo color de luna tu semblante adorado;
y, al frío de la playa, se realizan ardientes,
luminosos y tristes los besos que he soñado.
Te siento en el encanto, te siento en la harmonía
que tienen las nereidas de lánguida dulzura;
bajo la luz plateada, cerca la mar sombría
un sueño me pareces de indecible ventura.
Y contemplo en tu nimbo canoras sensaciones,
y un inefable espanto de amor dulce inaudito;
y modulan tus ojos las divinas canciones
que rondan tristemente el laurel infinito.
¡Ay!, ¿durará esta llama que gentil nos rodea
con mágico preludio de amores y alegría?
55
¿fenecido el encanto de la barquilla dea,
continuarán tus besos fervientes con el día?
¡Oh, tú, mujer divina, con el radiante hechizo
de luces pasionales, que te circunda y dora!
¿me olvidarás? ¡oh, bella que el noble cielo hizo
para ser la ternura del alma que te adora!
Y volverá la lumbre que vivamente avanza
hacia el confín distante de la mar tenebrosa:
¡prendida en la onda obscura su estela de esperanza,
al Oriente ha virado la barca luminosa!
56
Nocturno
Las tristes almas, descubiertas
contemplan sus cadáveres en los fríos desiertos.
Y el plenilunio reina en un temblar de bruma,
el magnolio galante las glorietas perfuma.
El sereno se apaga en el jardín dormido,
en la vereda azul y el chalet escondido.
Sones vagos circundan en parterres y bancas,
a las niñas gentiles con galanuras blancas.
Los ojos centellean en obscuros instantes,
sollozan en la brisa dulces besos amantes.
Me abre la noche mágica su peregrina poma
con crueles suavidades de femenil aroma.
Sonríe tiernamente cálidas sensaciones,
trae de un nuevo pecado fugitivas canciones.
Pero en honda tristeza las almas, descubiertas
contemplan sus cadáveres en los fríos desiertos.
57
La canción de los días felices
La canción de los felices días,
ha traído el viento melodioso,
con la mágica voz que despierta
los lirios ignotos.
Con celeste reír ha venido
en la tarde blanca;
cuando, junto al estanque, conversan
jazmines de Arabia.
¿Ha venido del bosque dorado,
de las lejanas islas auroras,
o de estrellas azules que brillan
de esperanza y amor melodiosas?
Hay dulzura en la quinta del valle,
en la brilladora lejanía;
y hay un ángel que canta en la niebla
la canción de los felices días.
58
Jazmines de la niebla
Jazmines de la niebla
que, en el azul de la alborada,
el cotillón comienzan.
Con brillante rocío,
al murmurar del viento dulce,
tejen un minuet dormido.
Jazmines cual de nieve,
con pensamientos cristalinos
trazan la curva leve.
De amor las dulces penas,
y los secretos virginales
hay en sus danzas bellas.
Jazmines pálidos celestes,
que melancólica elegía
con el sentir de amores tienen;
con la blancura y gracia de Ella
siguen la danza de los sueños…
¡jazmines de la niebla!
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El astro
Hay un astro que llora en la noche,
lleno de dolor,
tras el nublo y los fríos espacios
del terror.
Es el azul lucero que llora
la soledad;
y lo ven las esquivas esferas,
lo ven morir de obscuridad.
Ha venido el astro de la noche,
del infinito en pos;
pasó lejos del mundo, llorando:
adiós.
Cuando ríe el alba luminosa,
dulce y rosicler,
el lucero llorador se aleja
para nunca volver.
Ha venido el astro de la noche,
va del Infinito a la nación;
pasó lejos del mundo, llorando
como una orquestación.
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