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Encuadre y Dispositivo

Este documento describe la diferencia entre encuadre y dispositivo en psicología social. Explica que el encuadre se refiere a las normas y condiciones formales de un grupo, mientras que el dispositivo se refiere a la estructura subyacente que sostiene los fenómenos grupales. También discute cómo la concepción del sujeto ha evolucionado de depender del encuadre rígido propuesto por Klein a depender de un dispositivo social más amplio inspirado en la escuela francesa de psicoanális
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Encuadre y Dispositivo

Este documento describe la diferencia entre encuadre y dispositivo en psicología social. Explica que el encuadre se refiere a las normas y condiciones formales de un grupo, mientras que el dispositivo se refiere a la estructura subyacente que sostiene los fenómenos grupales. También discute cómo la concepción del sujeto ha evolucionado de depender del encuadre rígido propuesto por Klein a depender de un dispositivo social más amplio inspirado en la escuela francesa de psicoanális
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ESCUELA PSICOANALÍTICA DE

PSICOLOGÍA SOCIAL
ENCUADRE Y DISPOSITIVO

Mario Malaurie

INTRODUCCIÓN

Nos proponemos en el presente texto profundizar acerca de ciertas diferencias que


distinguen encuadre de dispositivo, a los efectos de que nuestros alumnos apren-
dan a manejar con cierta rigurosidad ambos conceptos.
Con frecuencia utilizamos vocablos considerados sinónimos para designar los obje-
tos de nuestro interés. En lo específico, a veces confundimos dispositivo con dise-
ño. Comencemos por decir que diseño es para nosotros la configuración -general-
mente elaborada y aplicada orgánicamente- de un grupo o de una tarea.
En términos grupales, diseño es el modelo formal que aplicamos por decisión institu-
cional; también hablamos de “artificio técnico”. El diseño de los grupos de Primer Año
es sencillo: hay allí una determinada cantidad de integrantes y un coordinador al que
en algún momento se le agrega uno o más observadores practicantes -alumnos de
Segundo Año-; es parte del diseño el tipo de intercambio que se espera de los inte-
grantes -elaborar los contenidos de los teóricos desde lo vivencial de cada uno y en
relación al propio grupo y la vida cotidiana-, el modo de trabajo del o los observado -
res y las funciones del coordinador.
En Segundo Año las cosas cambian: cuando los grupos son numerosos el diseño ad-
mite, en el equipo de coordinación, un psicólogo social en la función de observador
participante. Por otra parte, los integrantes no sólo trabajan las clases teóricas sino
también las crónicas y sus vivencias asociadas al desempeño de la observación,
tarea que realizan por momentos en el propio grupo, en algún grupo de primero o en
grupos naturales o artificiales fuera de la Institución cuando se trata de Trabajos de
Campo.
También en Tercero hay un cambio de diseño: durante cierto lapso, el coordinador
designado –a veces un equipo- se sitúa por dentro o por fuera del círculo grupal y
permanece en silencio mientras un integrante coordina o un equipo de integrantes
coordina y observa; en un segundo momento, quienes realizaron la práctica vuelven
a sus lugares de integrantes y el coordinador o el equipo oficial se hace cargo de la
coordinación en lo que llamamos “espacio de reflexión”: allí trabajamos las interven-
ciones de los que desempeñaron sus funciones.
De modo que, a lo largo de la carrera, dentro de la Institución transitamos por tres di -
seños distintos.
Por otra parte, en cualquier grupo el coordinador puede proponer un diseño determi-
nado de tarea: subgrupos para elaborar porciones de la teoría, dramatizaciones, ro-
leplayings, ejercicios de presentación, ensueños dirigidos, etc.
Hay en la actualidad diversas definiciones de dispositivo. Pero de todas ellas resca-
taremos su condición de “aparato con disposición a”. Leemos en el diccionario:
“Aplícase a lo que dispone” y “Mecanismo o artificio para obtener un resultado au-
tomático”. Por su parte: disposición, sustantivo del que proviene, es “Acción y efecto
de disponer o disponerse; aptitud o inclinación para algún fin”. También “precepto le-
gal o reglamentario, orden y mandato del superior”. Estas frases destilan algo del
orden de la norma. Si las llevamos a una síntesis, encontraremos un mecanismo
cuya estructura entraña las cualidades de la ley.
Heredamos la noción de encuadre, por otra parte, de la tradición psicoanalítica princi -
palmente por letra de José Bleger: se trata de un recurso técnico privilegiado que
permite contener y abordar los fenómenos grupales. Todo fenómeno acusa una se-
rie de variables y otra de constantes. Como ya hemos visto son constantes, para el
grupo, el coordinador, el horario, la preexistencia de un teórico, la frecuencia y dura -
ción de las reuniones. Dice Bleger: “El encuadre es la Institución” aludiendo a las
normas que impone.
Las variables, en cambio, engloban el proceso, que es aquello sobre lo que el coor-
dinador opera. En nuestro país, por largos años baluarte del psicoanálisis kleiniano
(Escuela Inglesa encabezada por Melanie Klein hasta 1960), el concepto de encua-
dre se sostuvo con la rigidez que emanaba de su propia teorización.
Los kleinianos -Pichon entre ellos-, separaban los fenómenos del sujeto o del grupo,
de la persona encargada de leerlos, en este caso el analista o el psicólogo social. La
interpretación -la lectura- era una instancia que dependía de ese asimétrico: en la es-
cena se desplegaba un proceso más o menos controlado, aparecía un cambio -por lo
general una transgresión- y ello ameritaba una interpretación. La estereotipia solía
campear a punto tal que el analista, como parte integrante de un encuadre inmutable,
se vestía del mismo modo por años.
Fieles a los postulados de Melanie Klein, el encuadre venía supuestamente a actuali-
zar la escena del niño con su madre y operaba -como ella- como un verdadero sos-
tén.
Hoy por hoy, si bien por razones atribuibles a la tradición, a la comodidad y al respeto
hacia quienes introdujeron la psicología social en el país continuamos hablando de
encuadre, mucho de su folclore ya no existe. Ni el analista ni el psicólogo social ocu-
pan el lugar de la verdad: sólo somos meros mediadores entre el grupo y sus pro-
ductos -en rigor, los parteros de sus cambios-, somos hablados por su discurso, la
legalidad misma es un fenómeno emanado de la estructura grupal. Si el operador
pone en juego lo que sabe, ese saber es ajeno al grupo: lo que en realidad sabemos
es crear las condiciones para que alumbre el saber grupal.
Por eso preferimos hablar de dispositivo. Podríamos decir que dispositivo “es una
máquina de hacer hablar”. Lo que queda del encuadre es ahora el conjunto explícito
de las normas institucionales y no hablamos ya de “ansiedades psicóticas deposita-
das en él”.
El dispositivo es una estructura -no así el encuadre, de índole más bien formal. Es lo
que subyace y sostiene la manifestación de un fenómeno. No se trata de un suce-
dáneo de la madre pretérita, sino de la estructura universal que sostuvo allá y enton-
ces al niño y aquí y ahora al adulto en tanto sujetos, cualquiera sea su condición.
La concepción del sujeto, tal como la entendemos hoy, es parte del dispositivo funda -
mental que nos sostiene y su riqueza es muy superior a la que nos proponían los
kleinianos de antaño. La estructura en la que nos insertamos al nacer es de orden
social y rige más allá de nuestras instancias vitales como un invariante de existencia
categórica. En lo conceptual se trata, para contextuar lo dicho, de desarrollos que de -
bemos a la Escuela Francesa.
En la infancia, el dispositivo subyace a la familia. Y así como Melanie Klein hacía un
fuerte hincapié en la función materna -sin duda crucial para la producción y el soste-
nimiento de la vida- la Escuela Francesa desplaza el eje hacia la función paterna.
En efecto, es ésta la que, por vía de la instauración de la ley -metáfora paterna- ga-
rantiza la construcción de la subjetividad. Como es habitual, en este punto siempre
es pertinente aclarar que no estamos hablando de personas -mamá o papá- sino de
funciones.
El pasaje por el dispositivo familiar es irreductible si de lo que se trata es de produ-
cir sujetos. El que no ha pasado por esa estructura no es humano, aunque así lo
atestigüe cada célula de su biología. Ser humano supone hablar y ser sujeto para la
ley.
La paradoja de la construcción de la subjetividad es esta: nadie puede evitar some-
terse a la ley, ni tampoco rebelarse contra ella. Desde este punto de vista, el encua-
dre externo -formal- depende del “encuadre” interno. O, en otras palabras, depende
del dispositivo.
Éste, además de una máquina que pone en movimiento, que hace hablar, asigna lu-
gares. Y siempre se trata de cuatro lugares. Veamos cada caso:

A $1 A (agente, el que agencia un


proceso); $1 y $2 (dos suje-
tos); L (legalidad)

$2 L

1. Familia o grupo primario: Lugares del padre, la madre, el hijo y la ley (castración
simbólica, no real). Las leyes que rigen en el ámbito triangular original son las del
amor, las que determinan nuestra sexualidad. La castración es una operación lógica,
una tarea, un proceso, obliga a que haya una actividad específicamente humana.
Es preciso decir que para que alguien esté en posición de ejercer la castración debe
disponer o atribuírsele la posesión de un falo. Llamamos falo a una representación
que nace en la infancia con la identificación del pene al poder, pero que luego, a tra -
vés de la ganancia de mayores niveles de simbolización ambos términos quedan
desglosados sin que nunca, de todas formas, logremos disociarlos del todo, por eso
en el hablar cotidianos cualquier adulto puede caer en su homologación. Asociamos
entonces el falo a las variantes del poder que en rigor no dejan de ser la marca de
una falta.
Veamos el cuaternario básico para luego aplicarlo a las diferentes instancias:

P M

H C

Díada
P M narcisística
Función de corte
(si la madre lo habilita)

H C Falo (-)

Resolución edípica – Ley de


prohibición del incesto - Exogamia

2. Gupo escolar: Lugares del maestro, un alumno (yo), el otro (mi par) y el aprendi-
zaje. Las leyes puestas aquí en juego son las del conocimiento.

M E1

E2 A
3. Ambito del trabajo o sociedad: Lugares del juez, un sujeto (yo), el otro (un em-
pleador, un semejante) y la ley (lo jurídico en términos de obligaciones y derechos).
Las leyes son aquí las del intercambio basadas en la propiedad privada, los códigos
civil, penal y comercial.

J S1

S2 L

4. Grupo operativo: Lugares del coordinador, un integrante (yo), el otro (mi par) y la

C I1

I2 T

ley. Se trata aquí de la tarea, en el marco de las normas de la Institución.


Cualquier situación que analicemos se verá reducida a los cuatro elementos estructu-
rales del dispositivo. Esta irreductibilidad hizo acuñar a Lacan el término “número

P S1

S2 L

primo”: reducir algo a su número primo es encontrar su esqueleto fundamental.


Si, tomando en consideración los ejemplos aportados, los reducimos a un número
primo, encontraremos estos cuatro componentes:
S1 y S2, dos sujetos -al menos- que coexisten compartiendo un escenario grupal.
P, un representante de la ley en tanto investidura, no en tanto persona.
L, la ley propiamente dicha.
Finalmente: ¿qué sucede en el dispositivo analítico, siendo que hay allí solamente
dos personas? El lugar del Agente, sin duda, es ocupado por el analista. Las dos en -
tidades que ubicamos en la diagonal del segundo y tercer cuadrantes son las del su-
jeto dividido, entre el Yo consciente y el Inconsciente, o si se prefiere entre el moi
imaginario y el je simbólico, también entre el sujeto del enunciado y el sujeto de la
enunciación. Y en el tercer cuadrante, la interpretación:

Analista Yo cte
(moi, $ del
enunciado)

Inconsciente Interpretación
(je, $ de
la enunciación)

Es tan fuerte la instancia de la que estamos hablando, que allí donde se reúnen dos
sujetos, un dispositivo queda instalado. En efecto, los otros dos lugares “faltantes”
operan por presencia interna: una ley y una figura paterna incorporadas, son dadas
por presentes desde el imaginario social y desde la capacidad de simbolización de
ambos en tanto sujetos. Y aun en la soledad del sujeto único, en la medida en que
partícipe de un “grupo interno” (la mente para Pichon-Rivière), los cuatro elementos
persisten: a la ley y la figura paterna, agregamos la imago de un “otro”.
En nuestra Escuela el teórico es un pretexto para que el dispositivo opere desde un
sesgo prefijado, con una direccionalidad intencional centrada en el objetivo de impar-
tir determinados conocimientos y realizar una experiencia dada.
La verdad, que desde el encuadre kleiniano emanaba supuestamente del analista, en
la actualidad queda en suspenso. Por otra parte, ocupar el lugar del coordinador es
dejarse sorprender por el saber grupal.
El individuo, sujeto legaliforme, transita desde su nacimiento de dispositivo en dispo-
sitivo en la medida en que, en rigor, la estructura misma del dispositivo lo habita in-
ternamente. Es así como pasa de la familia a la escuela y de la escuela a la socie-
dad. En otro corte podemos decir que pasa de ser a sujeto y de sujeto a persona: lo
más primitivo, el ser, se pierde –para la Psicología Social- en aras del sujeto. Éste se
construye en la familia y la escuela y, completado el ciclo de socialización, se inser-
ta en la sociedad donde, ante la ley, deviene persona.

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