MI MARIDO QUIERE UN TRIO
Y tú, ¿qué estarías dispuesta a sacrificar por amor?
DAKOTA MILANO
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CONTENIDO DE LA NOVELA
Prólogo
Capítulo I: Tamara
Capítulo II: Paolo
Capítulo III: El inicio de una apasionada relación
Capítulo IV: Conociendo la felicidad
Capítulo V: Juntos para siempre
Capítulo VI: Aventuras foráneas
Capítulo VII: Nuevos caminos
Capítulo VIII: Revelación
PRÓLOGO
Tamara atendió el llamado de su marido y llevando su vaso de vodka en la
mano se acerca a él para sentarse en el sofá a su lado. Él, levanta la bebida
para brindar "Por nosotros" y Tamara choca los cristales contra el vaso de
Paolo y Samantha hace lo mismo. Mientras Tamara acerca el vaso a sus
labios, ve cómo Samantha toma el rostro de Paolo y lo besa. Luego se para
frente a él y comienza a desnudarse y a ordenarle a él que se quite la ropa, lo
cual hace gustosa y rápidamente. A los pocos segundos la chica devoraba el
pene erguido, largo y grueso de él, mientras él hacía lo mismo en la cuca de
ella. La mano de Paolo con unos instantes estuvo en la pierna de Tamara
quien se abría para que él la penetrara con sus dedos. Su marido estaba ahí, a
pocos centímetros de distancia cogiéndose a otra chica. Tamara tomó la mano
de él para darse satisfacción, pero él la apartó para poder abrir aún más los
labios vaginales de la otra chica y poder llevar su lengua lo más profundo que
pudiera.
Luego el ritmo impuesto por Samantha hizo que él comenzara a chupar el
culo de ella, mientras que la mirada golosa de la chica se posaba en los
grandes, jugosos y suaves senos de Tamara, que se dejaban transparentar por
el vestido blanco que todavía tenía encima. Samantha se excitaba sintiendo la
lengua húmeda de Paolo en su hoyo, pero también quería saborear las tetas de
Tamara, quien hasta ese momento se había mantenido apartada. Entonces
Samantha se pone de pie apartando sus nalgas de la cara de Paolo y se dirige
a Tamara para comenzar a desnudarla lentamente. Finalmente saltan libres su
par de tetas perfectas y Samantha se propone gozarse ese par de
protuberancias ahora con la respiración agitada y llena de excitación. Quería
chocar las tetas de las chicas con las suyas, quería recorrer con sus labios los
pezones de Tamara y succionarlos hasta meter en su boca la mayor parte de
ellos. Luego se proponía chupar la cuca de la chica mientras le exigiría a
Paolo que se la cogiera por atrás. Para todo eso tendrían que ir a la
habitación. Por lo que cuando Tamara quedó casi completamente desnuda
quedando únicamente en unas diminutas pantys blancas, le pidió a ambos que
la llevaran a la habitación.
A los minutos siguientes Tamara estaba siendo partícipe de un trío que había
sugerido su esposo para recuperar la magia. Ella estaba sentaba pegada a la
cabeza de la cama con las piernas abiertas, tal como la chica le había
ordenado. Segundos atrás había sido Paolo quien le mamaba la cuca con la
lengua carnosa como hacían varios meses que no lo hacía, pero ahora, en
lugar del esposo era la chica quien la devoraba estimulando su clítoris de una
forma nueva para ella. Mientras sumergía la lengua en su vagina la chica
masajeaba sus tetas. Paolo se incorporó parándose detrás de la chica al pie de
la cama y cogiéndosela con furia. Con cada penetración de Paolo dentro de la
chica, la lengua de ella entraba más profundamente en su cuca.
Hace unos minutos, Tamara estaba segura de que quería hacerlo. Pero ahora,
recorría su cuerpo un terrible sentimiento de arrepentimiento... pero ya era
muy tarde.
CAPÍTULO I: TAMARA
El pequeño departamento alquilado por Tamara está ubicado
convenientemente a unas siete cuadras de la universidad. Ese ha sido su
hogar desde hace año y medio cuando pudo ingresar en esa casa de estudios
gracias al esfuerzo que realizó durante los últimos años en la escuela
secundaria.
El primer semestre pudo compartir un apartamento pequeño dentro del
campus universitario con estudiantes de otras carreras, pero con ellas no tenía
la libertad ni tranquilidad suficientes para dedicarse a los estudios. Sus ahora
ex compañeras de apartamento, dedicaban su tiempo a festejar su reciente
vida, extendiendo sus celebraciones hasta alta horas de la noche y a
actividades no siempre éticas bajo el estilo de vida de Tamara y de sus
valores. Por ello, aun cuando no estuviera tan cerca de la universidad, prefirió
mudarse sola a un departamento que según el contrato de renta tenía 15
metros cuadrados, pero que, según sus cálculos, difícilmente llegaba a los 12.
La dueña del edificio realmente supo cómo sacar provecho de una antigua
edificación y dividió cada espacio en especie de cubículos para rentar, y
aprovechando la altura de los techos, incluso hacía divisiones horizontales
dentro de cada "apartamento".
El nuevo hogar de Tamara tan sólo tenía un ambiente y un baño privado, lo
cual podía ser considerado un lujo. Al entrar había un pequeño sofá que podía
abrir hasta rozar el otro extremo de la pared para convertirse en sofá cama y
ser utilizado cuando recibiera la visita de algún familiar. Cuando el sofá
permanecía cerrado, podía desplegar una mesa guindada en la pared, que
utilizaba como mesa de estudio. Al lado del sofá tenía una pequeña nevera y
una despensa. Y finalmente una pequeña estufa con una hornilla.
En la parte superior del baño, y sobre el techo de éste, se encontraba el
colchón donde dormía Tamara. Para llegar a él, debía desplegar una escalera
de metal guardada en uno de los armarios altos. Al lado de su cama tenía una
baranda al mejor estilo de las cunas, para evitar caerse. Lo que no había
podido evitar era pegar su cabeza con el techo del departamento durante los
primeros días, ya que, olvidando dónde se encontraba, se levantaba de la
cama rápidamente y se golpeaba contra el techo.
Aun a pesar de las incomodidades del espacio, era más feliz en ese
departamento que en las residencias del campus. Ahí disfrutaba de toda la
tranquilidad necesaria para estudiar y lograr graduarse de lo que soñaba ser
desde que era una adolescente: Enfermera en Cuidados Médicos Quirúrgicos.
Había investigado desde entonces cuál sería el mejor lugar para hacerlo y
dedicó sus esfuerzos a entrar en la Universidad de Ciencias Médicas de San
Marcos. Y lo logró.
Esta semana ha estado en exámenes finales del semestre por lo que la mesa
de estudio ha quedado desplegada casi toda la semana con libros abiertos por
doquier y haciendo que su pequeño espacio parezca un caos. Hoy es la última
prueba, pero está muy bien preparada y sabe que con las calificaciones
obtenidas podrá aspirar a una nueva beca que le permita continuar los
estudios sin tener que compartir su apretado horario con horas de trabajo.
Anoche, decidió no acostarse tan tarde ya que tenía desvelos acumulados por
el estudio de las noches previas, y considerando que el último examen era
más fácil, decidió subir temprano a su cama. Dormía profundamente cuando
sintió que la luz del sol le daba a la cara, y luego de algunos segundos entre
los cuales su cuerpo se debatía entre seguir durmiendo o hacer caso a su
mente que le decía que debía levantarse, recordó de golpe que el examen era
a primera hora.
- ¡Mierda, el examen! - y al levantarse se golpeó contra el techo - Mierda,
mierda-, repitió mientras se sobaba la cabeza y buscaba con la otra mano la
escalera para bajar.
Se vistió apresuradamente mientras se cepillaba los dientes y se lavaba la
cara. Usualmente Tamara no usaba maquillaje, ni era presumida a la hora de
vestir. Le bastaba con acomodarse un jean ajustado, una franela y colocarse
un par de botas. Su cabello crespo generalmente lo llevaba suelto y se
acomodaba su mochila a la espalda. Aun así, su belleza natural la hacía
merecedora de muchas miradas masculinas mientras se dirigía a la
universidad, a veces en bici y otras a pie.
Tamara tenía un color de piel canela que para los locales resultaba
exuberante. Sus grandes ojos color marrón claro estaban enmarcados en un
par de cejas perfectamente delineadas, y protegidos por unas largas pestañas.
Su boca era pequeña con un par de labios carnosos que solía mordérselos
cuando estaba nerviosa, dándole un aire seductor que no pretendía dar.
Cuando sonreía se le abrían unos hoyuelos en sus pómulos que a muchos
encantaba.
Su figura era delgada y por eso sus suaves y redondeados senos, con
pequeñas aureolas rosadas, resaltaban aún más bajo las franelas que usaba. Y
aun cuando sus nalgas no eran voluptuosas, sí dejaban saber que eran firmes
debajo de los ajustados pantalones que usaba. Cuando se montaba en la
bicicleta y el viento jugueteaba con sus bucles atraía la atención de todos,
quienes se quedaban viéndola pasar para luego disfrutar la vista que daba por
atrás cuando sus pantalones ajustados dejaban ver la parte superior de su ropa
interior y en ocasiones hasta se podía ver la raya que indica el inicio de las
nalgas.
Al llegar a la universidad y mientras estacionaba su bicicleta, se encontró con
su amiga Serena, quien también estudiaba con ella.
- Hola Tamara, ¿cómo estás? ¿preparada para tu último examen?
- Sí, Serena, pero me quedé dormida, voy tarde.
- Apresúrate, ya vi al Profesor entrar al edificio.
- Mierda, mierda - decía mientras intentaba buscar el candado sacando todas
las cosas de la mochila.
- Deja eso así Tamara. Yo la aseguro por ti.
- Gracias - contestó mientras metía de nuevo las cosas y salía corriendo al
salón - Por eso es que eres mi mejor amiga.
- Sí, claro. Me debes una. Esta noche celebraremos -.
Serena y Tamara se habían convertido en grandes amigas desde el inicio del
semestre y era Serena quien animaba a Tamara a recorrer los sitios nocturnos
de la ciudad, pero muchas veces sin éxito, ya que cuando Tamara no estaba
hasta tarde estudiando, entonces se acostaba temprano para recuperar el
sueño. Pero ya hoy no habría excusas, ambas necesitaban relajarse después de
tanto esfuerzo.
Mientras que Serena disfrutaba de salir y conocer chicos, Tamara no era una
chica que tenía eso entre sus prioridades. Hace un año había salido con un
compañero de la universidad, pero la experiencia, aunque no fue
desagradable, tampoco la marcó como para tener la necesidad de repetirlo
constantemente.
Se conocieron en la biblioteca de la universidad cuando ella intentaba sacar
unos libros y todavía no conocía bien el procedimiento. Él la vio desasistida y
quiso orientarla. Luego de acompañarla a sacar los libros fueron juntos hasta
la cafetería de la universidad. Tomaron un jugo y se quedaron conversando
amenamente por algunas horas. De ahí él insistió en acompañarla hasta su
casa, excusándose en que no podría cargar la cantidad de pesados libros que
había pedido prestado. Ella no rechazó la oferta, aun cuando sabía que esa no
era la razón principal del ofrecimiento del chico.
El chico no le disgustaba físicamente y sobre todo le atraía el hecho de que él
no pretendía comportarse como un don juan, tal como sí lo hacen muchos de
los que pululan en la universidad que se pasean por los pasillos exhibiendo
sus cuerpos mientras sujetan un cuaderno en la mano que seguramente
continúo vacío. Tan sólo usan la universidad como zona de pesca y los
cuadernos y atuendos estudiantiles como carnada. Sólo quieren conocer
dónde tienen lugar las fiestas para drogarse y beber tanto como puedan. No
los soportaba.
Sin embargo, este chico era diferente. Se llamaba Juan Andrés, era un poco
más alto que ella y en su cara se veían todavía rastros de su recién adquirida
pubertad, ya que tenía algunos granos en la frente.
Efectivamente se dejó acompañar hasta el apartamento y al entrar al pequeño
espacio ella se atrevió a ofrecerle un jugo que tenía en su pequeña neverita.
Mientras él permanecía parado por no tener espacio donde ubicarse, Tamara
colocó los libros en uno de los pocos espacios vacíos. También guardó los
libros que ya estaban en su mesa desplegada, de modo que pudiera cerrarla
contra la pared y dejar libre el sofá para que Juan Andrés y ella pudieran
sentarse. Abrió la neverita y le acercó un jugo de durazno. Ella tomó el
último que quedaba disponible y se lo bebieron rápidamente. Ambos sabían
que después del jugo algo pasaría.
Al terminárselo, él colocó el envase vacío en la papelera y al volver al sofá se
sentó mucho más cerca de ella. Tomando el cabello de Tamara se lo acomodó
detrás de las orejas y comenzó a acariciarle la cara. Ella se dejaba llevar por
las caricias suaves de Juan Andrés. Todavía se conservaba virgen y ese chico
le parecía un buen candidato para descubrir finalmente de qué se trataba el
sexo.
Suavemente él se acercó a su rostro y comenzó a besarla. Sus besos no eran
suaves como sus caricias, sino que introducía su lengua con fuerza como
queriendo recorrerle toda la boca. A la vez Juan Pablo le agarró un seno por
encima de la franela y comenzó a gemir mientras se lo apretaba dentro de su
mano. Entonces, él introdujo su mano por debajo de la franela de ella para
sentir la piel suave de sus tetas y el duro pezón. Y al subirle la franela y el
sostén, Juan Andrés abrió sus ojos con sorpresa y admiración que mostraban
excitación total. Ella lo detuvo un momento para poder abrir el sofá y él la
ayudó. Ahora, mientras estaban parados y antes de acostarse, Juan Andrés se
quitó su franela y sus pantalones, quedando únicamente con su ropa interior.
Luego se acostó.
Tamara, al ver a Juan Andrés sin ropa, hizo lo mismo, quedando únicamente
con su panty color rosa. Cuando se acostaron, él continuó besando con fuerza
sus tetas mientras las sujetaba con sus manos. Tamara sentía que más que
acariciada estaba siendo amasada por él e incluso en un par de ocasiones
apartó su cuerpo de los besos de Juan Andrés. La última vez que lo hizo él
aprovechó para pararse, quitarse el interior y buscar entre los bolsillos de su
pantalón su billetera. La abrió y sacó un condón que parecía haber estado ahí
guardado por mucho tiempo.
Mientras tanto ella no salía de su asombro. Sus ojos quedaron fijos en el pene
de él. Estaba totalmente erguido y se veía duro y grueso. Nunca antes había
tenido intimidad con ningún chico y ni siquiera había visto un pene en
persona. Él abrió el paquete del condón con los dientes y deslizó el
preservativo a lo largo de su pene, que ya chorreaba gotas de presemen.
Entonces, inmediatamente se acostó sobre Tamara abriendo con sus rodillas
las piernas de ella, quien sin reserva alguna las abrió para que Juan Andrés
continuara.
Él, agarrando su pene con la mano derecha y ya entre las piernas de ella se
abría espacio entre las paredes de la vagina de Tamara, encontrando la
resistencia natural de su estrechez por la virginidad. Ella parecía a la vez
protagonista y espectadora, ya que con las piernas abiertas y reposando su
torso sobre los codos, dirigía su mirada hacia las maniobras del chico
colocando su pinga en su pequeña abertura.
Varias veces tuvo que intentarlo él, ya que la penetración no se daba y el
pene resbalaba. Hasta que finalmente, mientras él, sujetando su pene con la
mano, apretó sus nalgas y presionó sobre Tamara rompiendo lo que fuera que
estuviera impidiendo su entrada.
Tamara comenzó a quejarse del dolor, lo cual Juan Andrés confundía con
gemidos de placer. Si hubiera tenido más espacio hacia arriba en su sofá,
Tamara se hubiera alejado de cada intento de Juan Andrés por penetrarla,
pero dado lo limitado del espacio no tenía escapatoria. Entonces, Juan Andrés
finalmente empujó con un poco más de fuerza y la penetró completamente.
Seguidamente, el chico comenzó a gemir mientras Tamara sentía en su
vagina unos latidos provenientes del pene de él y una fuerte irritación.
Cuando Juan Andrés se salió de ella le preguntó dónde podría votar el condón
y ella le indicó la puerta del baño. Ya para cuando él estaba de regreso al
sofá, Tamara se había colocado la franela, la panti y el pantalón. No tenía
intención de repetir el acto. Estaba adolorida y más que un acto de amor
había sido más parecido a uno de los experimentos que hacen en el
laboratorio en los cuales siguen una serie de pasos predefinidos para llegar al
resultado final. Esa había sido la primera vez para ambos, pero ninguno de
los dos lo confesó.
Después de despedirse de Juan Andrés, Tamara se reía sola imaginando la
reacción de su amiga Serena cuando le dijera que ya no era virgen. Serena ya
había perdido la virginidad antes de llegar a la universidad. Y tal cual como
ella le confesaba entre risas mientras le contaba sus anécdotas, la había
perdido más de una vez, según fuera el deseo y la fantasía de su pareja.
Entonces decidió escribirle a su amiga: "Pilla, ¿por dónde estás?", pasaron
algunos minutos cuando recibió respuesta de su amiga "Comprando algunas
cosas en el mall, ¿y tú?". "Haciéndolo...!!!". El tiempo de respuesta en esta
ocasión fue prácticamente inmediato "¿Haciendo qué...?, "Sigue de shopping,
te cuento mañana".
A los pocos minutos ya Serena estaba tocando la puerta del apartamento de
Tamara para conocer todos los detalles de lo recientemente ocurrido. Cuando
Tamara abrió la puerta Serena se le quedó mirando de arriba a abajo y dijo:
- Sí, lo hiciste. Ya tienes una mirada descarada. Y además seguramente te
duele al caminar, - rió Serena mientras se abría espacio hasta el sofá que ya
estaba cerrado.
- Nunca mencionaste nada del dolor.
- Más dolor más tamaño. ¿Entonces lo tenía grande? - preguntó curiosa su
amiga.
- Mmmm, me dolió bastante - afirmó Tamara seguida de risas.
- ¡Ssss, qué bien! - dijo Serena como insinuando envidia.
- ¿Qué bien? No me pareció agradable...
- Si no quieres que te vuelva a doler tienes que hacerlo con regularidad.
Tómalo como una práctica de anatomía... si no prácticas y estudias, corres el
riesgo de olvidarlo.
De esta forma rieron y celebraron las amigas. Sin embargo, de eso ya hace un
año y Tamara no ha vuelto a tener relaciones sexuales desde entonces. Pero
esta noche, para celebrar el fin del semestre y de los exámenes, Serena tiene
planeado visitar una disco con ambiente retro nueva en la ciudad, que ha
resultado ser la sensación. Y aunque su amiga no ligue por lo menos recibirá
un poco distracción. Se lo merece, luego de tantos días de desvelo con los
ojos entre los libros. Por su parte, Serena no sólo está dispuesta ligar esta
noche, sino a poner en prácticas unos nuevos "tips" sobre los cuales ha leído.
Cuando finalmente Tamara sale del examen, Serena está esperándola al lado
de su bicicleta. La cara de satisfacción de Tamara parece indicar que el
examen fue un éxito, lo cual también es beneficioso para Serena porque su
amiga estará de excelente humor para festejar.
- ¿Lista para festejar? - Dice Serena a Tamara.
- Síii. ¿Hoy siento que tengo el mundo a mis pies! ¡Celebremos hasta el
amanecer!
- No puedo creer lo que estoy oyendo, ¿Tamara Dagnino quiere amanecer sin
tener un libro entre los ojos? Esto hay que aprovecharlo. Ve a casa, descansa,
duerme y alístate. Paso a recogerte a las 10.
Tamara tomó su bicicleta de vuelta, pero esta vez para ir al mercado y poder
reabastecer su pequeña cocina. Ahora que estaba de vacaciones no necesitaría
mucho, porque en unos días iría a visitar a su familia. Pero de todos modos
tenía algunas pocas cosas que comprar.
Al llegar al mercado, compró algunas frutas, unos pocos enlatados de comida
rápida y una botella grande de agua. Vio unas sopas listas para abrir y servir
que tal vez fueran de utilidad para el día siguiente, ya que realmente hoy se
sentía tan feliz que iba a hacer caso a su amiga y celebraría y bebería hasta el
amanecer. Así que tomó también dos de esas sopas listas, nunca se sabe si
Serena terminará durmiendo en su apartamento si no conseguía ligar, aunque
eso casi nunca sucedía.
Al salir del mercado de abastos, colocó las bolsas en su mochila y se
preparaba para comenzar a pedalear, cuando miró hacia una de las vitrinas de
una tienda cercana de venta de ropa. Entonces, se preguntó "¿por qué no?". Y
asegurando nuevamente su bicicleta procedió a entrar para buscar un atuendo
especial para esta noche que estuviera a tono con su efervescente y radiante
estado de ánimo.
- ¿Le puedo ayudar? - preguntó la encargada de la pequeña tienda.
- Sí, por favor, quiero un vestido o una falda sexy. Esta noche tengo una
celebración.
La encargada la miró de arriba a abajo para escanear sus medidas y ofrecerle
a Tamara varios modelos de su talla. Ya dentro del probador Tamara dejó su
mochila en el piso y procedió a probarse las sugerencias de la encargada. El
vestido escogido por Tamara fue uno sin mangas de color azul eléctrico que
se ajustaba a su cuerpo perfectamente. En la parte de atrás de la falda tenía un
cierre hasta la altura de la parte baja de la espalda, dejando al descubierto el
resto de su espalda. Por la parte frontal el vestido tipo push up, hacía que sus
senos talla 36 resaltaran aún más, liberándola de la necesidad de llevar
brasier. Completó el look dándole un toque alocado y juvenil, con sus botas
de goma negras que le llegaban a media pierna y un choker negro que tenía
un dije con su inicial. Ahora sí. Estaba lista para comerse el mundo.
CAPÍTULO II: PAOLO
Paolo era el menor de cinco hermanos varones y siempre había sido el más
consentido de sus padres. Desde niño fue extrovertido y sus ocurrencias
siempre lo ponían como centro de atención. Cuando ya sus hermanos iban a
la universidad, Paolo apenas estaba comenzando la secundaria, y es que la
diferencia de edad entre el menor de sus hermanos era de 8 años.
Cuando los hermanos hacían fiesta en la casa los padres dejaban que Paolo se
quedara hasta tarde compartiendo con ellos, por lo que era habitual que se
sintiera como pez en el agua cuando estaba rodeado de personas mayores.
Esto divertía mucho a Paolo y sacaba ventaja de la situación, guiado por las
maliciosas ideas de sus hermanos.
En una ocasión los hermanos preparaban una fiesta de cumpleaños para uno
de ellos. Entre los invitados estaría la vecina Lisbeth, quien recientemente
había llegado de unas largas vacaciones y al verla después de algunas
semanas, los hermanos notaron que sus senos tenían ahora el doble del
tamaño que tenían cuando empezaron las vacaciones. Retaron y entrenaron a
su hermano menor de apenas 9 años, para que cuando ella llegara a la fiesta y
Lisbeth lo abrazara, él sintiera bien la dureza de los pechos de la vecina
aprovechando que su estatura quedaba justo a esa altura.
Al llegar la vecina a la fiesta Paolo no sólo sumergió su rostro en el fabuloso
par de pechos de Lisbeth bajo la mirada expectante de sus cuatro hermanos,
sino que también apretó las nalgas de su vecina con sus dos pequeñas manos,
para luego confirmar de manera triunfal frente a sus hermanos que
- Tanto las tetas como el culo están duros como una roca.
Ya a los 12 años, cuando los hermanos llevaban a sus novias a casa, no hacía
falta que ellos lo guiaran en nuevas y pícaras travesuras, porque ya se estaba
convirtiendo en un experto. Una mañana despertó a su hora habitual para ir a
clases y entró al baño para cepillarse los dientes, a pesar que se escuchaba la
ducha abierta. Considerando que eran cinco hermanos y que tan solo tenían
dos baños para compartir, la privacidad a la hora de bañarse no era un lujo
que podían darse. Por eso, aun cuando escuchó el agua no frenó su marcha
para entrar. La sorpresa la tuvo al descubrir que detrás de la puerta de cristal
de la ducha, estaba la silueta de una mujer. La novia de uno de sus hermanos
había pasado la noche ahí y ahora estaba bajo el agua tibia acariciando su
cuerpo mientras se enjabonaba.
- Disculpa, pensé que era... - se disculpó sinceramente Paolo sin poder quitar
sus ojos de la silueta.
- No importa Paolito. Sigue.
- Yo sólo me voy a cepillar - continuó diciendo aún sin poder quitar los ojos
de la ducha y sintiendo cómo su pequeño miembro comenzaba a erguirse.
Entonces salió corriendo de nuevo a su cuarto, cerrando tras de sí la puerta y
pasándole el seguro, para bajarse los pantalones a continuación y frotarse el
pene mientras recordaba a la novia de su hermano acariciándose el cuerpo
resbaladizo.
- ¡Aah Aaah! ¡Aaagh!, gimió mientras tenía su primera gran eyaculación, en
nombre de su cuñadita.
A partir de entonces cada vez que sabía que en casa había pasado la noche
alguna de las chicas de sus hermanos, esperaba que ellas se ducharan para
repetir la misma estrategia, pero ya esta vez de manera intencionada. De esta
forma llegó a coleccionar imágenes de chicas de carne y hueso que servían
para los momentos de intimidad entre él y su pene.
El padre de Paolo era un hombre de negocios que había tenido la visión para
crear empresas muy exitosas a partir, eso sí, de grandes riesgos. Siempre
consideró que ir contra la corriente era una buena forma de aprovechar
oportunidades que pocos se arriesgaban a tomar. La mayoría de sus hijos
habían escogido carreras universitarias que le permitieran continuar con los
negocios del padre. Derecho, Computación, Administración y Contaduría
habían sido las carreras estudiadas por sus hijos mayores.
Esto por supuesto que llenaba al viejo de orgullo, además de saber que estaría
en buenas manos el negocio familiar. Su única preocupación era el benjamín,
Paolo, quien luego de terminar la secundaria no había manifestado ningún
interés por continuar los estudios y había dicho a sus padres que su vocación
ya la había encontrado. Tenía ya varios meses trabajando como DJ en uno de
los locales nocturnos de la ciudad y sentía fascinación al poder manipular con
sus mezclas y creaciones el estado de ánimo de los asistentes.
Al salir del trabajo llegaba a su casa, y en lugar de descansar luego de la
exhausta jornada nocturna, prendía la computadora e iniciaba una serie de
nuevas mezclas que se le habían ocurrido durante la noche. Poco a poco fue
convirtiendo su habitación en un estudio de grabación para crear nuevos
sonidos.
Aunque no se sentía atraído por los negocios del padre, sí había aprendido
mucho de él. Cientos de veces lo había acompañado a la oficina y había
presenciado cómo éste dirigía las reuniones, cómo tomaba grandes decisiones
y el trato que le daba a los empleados. Además, definitivamente había
heredado su olfato para los negocios. Por lo que la idea de Paolo no era la de
permanecer como DJ toda la vida trabajando para los clubes de otros. Su
meta a corto plazo sería abrir su propio local, en donde pudiera llevar a la
práctica las novedosas ideas que tenía.
Cuando se lo comentó al padre, éste pensó que su hijo no sólo no estaba
contribuyendo para la riqueza familiar como lo hacían sus hermanos, sino
que además estaba pidiendo parte del patrimonio para emprender su propio
negocio. El caso fue llevado a consulta familiar y durante la cena debatieron
largamente. La decisión final y unánime de parte de sus hermanos y sus
padres fue apoyarlo. Así que el primer sitio nocturno administrado por su
cuenta, consistió en un pequeño local donde servía diferentes tipos de
cervezas, con la peculiaridad que se colocaba en cada mesa dentro de un sifón
desde el cual los propios clientes podían servirse. La idea central del local era
colocar excelente música previamente mezcladas por Paolo, que
sincronizaban con videos que eran proyectados en dos monitores colocados
estratégicamente para que pudieran ser vistos por la totalidad de la clientela.
El ambiente del local estaba amenizado con luces que también eran
sincronizadas por la música y aunque la disposición de las mesas no permitía
que se bailara cómodamente, cuando así invitaba la música colocada por
Paolo se destapaba la locura entre los presentes quienes se apoderaban del
lugar para bailar incluso sobre las mesas.
Paolo se reservó un espacio dentro del local, el cual le servía de oficina y
además como estudio de grabación y hasta como dormitorio cuando debía
quedarse hasta altas horas de la madrugada resolviendo las cuentas de
negocio. Para orgullo y satisfacción de su familia, Paolo resultó ser un chico
con buen ojo para los negocios, responsable y emprendedor. Ciertas noches
abandonaba su local para visitar otros sitios cercanos o no, con la idea de
estar actualizado en cuanto a las nuevas ofertas en el sector del
entretenimiento y no quedarse rezagado. En esas ocasiones dejaba a cargo del
local a una chica llamada Wendy que había contratado cuando se percató que
debía delegar ciertas tareas.
Wendy era una joven estrambótica pelirroja, tatuada en la mayor parte de lo
que se veía de su cuerpo y con piercings en la nariz, lengua y ombligo,
exponiéndolos todo el tiempo gracias a la vestimenta que usaba. Le gustaba
vestir siempre de negro y colocarse un pintalabios rojo fuego que resaltaba
sus delgados labios. La mayoría de las veces estaba mascando goma de
marcar y cuando se dirigía de una mesa a otra no lo hacía caminando, sino
bailando. Se diría que, al igual que Paolo, Wendy llevaba la música por
dentro.
Tal vez esta fue la característica que atrajo a Paolo para contratarla, ya que
necesitaba a su lado gente que disfrutara la música tanto como él, pero que
además tuviera la inteligencia y responsabilidad como para entender que, al
fin y al cabo, se trataba de un trabajo... divertido, pero trabajo al fin.
Aunque tanto Paolo como Wendy son jóvenes divertidos, atractivos y
comparten muchos gustos, la inicial atracción sexual que hubo entre ellos fue
menguando con el tiempo. En su lugar, comenzó a surgir entre ellos una
relación de confianza que ha hecho que la belleza que cada uno reconocía en
el otro cuando se conocieron, fuera desapareciendo con el tiempo. Tienen una
relación más allá del que se podría esperar entre un jefe y una empleada.
Por otro lado, Wendy se ha convertido en alguien imprescindible para Paolo,
cuando de conducir el negocio se trata. No sólo lo cubre cuando él necesita
hacer exploraciones en otros negocios, sino que también se sabe manejarse
perfectamente con los proveedores logrando los mejores acuerdos para que el
local cuente primero que los demás locales nocturnos bebidas diferentes
importadas de diferentes países del mundo. También sabe tratar con los
empleados logrando el equilibrio perfecto para lograr que estén satisfechos
con su trabajo y que se sientan motivados a atender de manera eficiente a los
clientes. Por su parte, con los clientes logra una empatía única captando de
ellos los nuevos servicios que quisieran recibir para transmitírselo
inmediatamente a Paolo.
En ocasiones y al terminar la jornada de trabajo él se ofrece para acercarla a
su casa dado que ella no tiene auto y luego de cierta hora en la madrugada es
muy difícil conseguir un transporte público de la ruta que atraviesa su barrio.
En una ocasión, Paolo le ofreció que se quedara en el local con él,
compartiendo la cama que dispone en su oficina.
- Wendy, esta noche estoy muy cansado para irme a casa, ¿por qué no te
quedas?
- ¿Quedarme? ¿Dónde?
- Aquí, ¿dónde más? - contestó Paolo señalando con doble sentido la cama
que tenía en su oficina.
- Paolo yo... - empezó a decir Wendy antes de su evidente negativa.
- Wendy, quédate. Ambos estamos muy cansados para salir. No te preocupes,
que no eres de mi gusto. No voy a dejarme abusar de ti, - señaló pícaramente
el joven.
- ¿Ah, no? ¿Y cuáles son las chicas de tu gusto? Porque mira que en todo este
tiempo no te he visto salir con nadie. Ni siquiera con esas clientas que tanto
se te insinúan.
- Siempre he considerado que mezclar el negocio con el sexo es como un
cóctel de tequila y vodka... al final termina explotando.
- ¿Por eso es que tampoco bebes?
- Las bebidas alcohólicas son mi negocio, no mi pasión. ¿Entonces qué dices?
¿Te quedas? - y viendo todavía las dudas en cara de Wendy continuó
diciéndole- además, si tuviera intenciones de querer hacer algo contigo esta
noche creo que él no me dejaría - dijo señalando con su boca hacia su
entrepierna- está tan cansado como yo. - Ante esta afirmación y considerando
el enorme agotamiento, Wendy terminó aceptando la propuesta.
Entonces, cada quien tomó su lado de la cama y cayeron dormidos como
piedras por el cansancio acumulado. A partir de entonces y a sugerencia de
Paolo, Wendy contó con un pequeño espacio para tener una muda de ropa,
cepillo de dientes, una toalla y algunas cosas para su aseo personal.
Efectivamente, dormían juntos de forma seguida, pero nunca hubo un roce
con segundas intenciones por ninguno de los dos.
Wendy le ha llevado a Paolo ciertas ideas innovadoras que han resultado en
un gran éxito y que han traído como consecuencia que el local se vea cada
vez más atestado por jóvenes dispuestos a disfrutar de la noche. En las
pantallas gigantes dispuestas en el negocio ahora se ven los mismos clientes
que visitaron el local semanas previas. La satisfacción de verse reflejados en
la pantalla, hace que los jóvenes regresen una y otra vez mientras que Paolo,
Wendy o cualquier otro empleado contratado para tal fin, se pasea entre las
mesas con cámara en mano capturando momentos divertidos que luego son
editados y proyectados.
Realmente este primer local se ha quedado corto para la clientela cada vez
más numerosa, por lo que Paolo, considerando que el aporte familiar
otorgado para su inauguración ya había sido recuperado, propuso a su padre y
resto de los hermanos, abrir un nuevo local de mayor tamaño y bajo un nuevo
concepto.
El nuevo local contaría con diversos salones temáticos, uno de los cuales
estaría ambientado en la década de los 40 y sonaría en vivo éxitos musicales
de aquellos años, mientras pantallas gigantes transmitirían películas,
propagandas y noticias de la época. Además, contrataría bailarines que
refrescaran esa década e invitaran a bailar a los presentes. Otro salón estaría
destinado a la década de los ochenta y el último estaría dedicado más al
encuentro de parejas que gustaran de disfrutar de un ambiente más reservado.
Este último, a sugerencia de Wendy, debía estar lleno de fotos de parejas
exitosas que han demostrado con el pasar del tiempo que la frase "para
siempre" tiene significado para algunos. Las mesas tendrían frases
memorables y parte de poemas amorosos y eróticos que ayudaran a despertar
la pasión de los clientes. El local se llamaría Timeless.
Al presentarle la idea a su padre, y apoyado por los libros de contabilidad que
llevaban sus hermanos y los cuales demostraban el éxito financiero de su
negocio anterior, Paolo recibió su aprobación absoluta. Le preocupaba de
todas formas -y así se lo hacía notar con frecuencia- que el hijo se dejara
llevar por las tentaciones y vicios de la noche. Pero éste le tranquilizaba
diciendo que los vicios a los cuales se refería no era algo que llamara su
atención. Y así era en realidad. Paolo no era amante ni de los tragos ni de las
drogas que inevitablemente corrían entre su clientela, y aunque no las evitaba
dentro del local, tampoco las promovía.
Una vez aprobada la propuesta, recibió las observaciones y sugerencias de
cada uno de sus familiares. Su madre de manera entusiasta lo ayudaría a
encontrar los elementos adecuados para el ambiente de los años cuarenta. Era
una época que no había vivido de adolescente, pero sí recordaba muchas
anécdotas contadas por sus padres.
En una ciudad en donde sus sitios nocturnos tenían una ambientación
futurista, por supuesto que un local que ofreciera cosas diferentes sería el
centro de atención de muchos jóvenes de San Marco.
Cuando esa tarde llegó al local, reunió al personal y les comentó acerca del
proyecto venidero, sin entrar en mayores detalles para que la información no
se colara entre la competencia. Principalmente la reunión se daba para dejar
como encargada del "viejo" local a Wendy mientras él se dedicaría en cuerpo
y alma a la remodelación y preparación del Timeless. Wendy agradeció la
confianza.
Cuando finalmente todos los detalles del Timeless estuvieron listos y tenían
fecha de apertura, Paolo inició -con la asesoría de su hermano- una campaña
de intriga promocionando el nuevo local. Principalmente, distribuyendo
propaganda tanto física, como a través de las redes sociales. La noticia de la
inauguración del nuevo local estaba en boca de todos los jóvenes de San
Marco, incluyendo a Serena, quien en una ciudad tan pequeña estaba al tanto
de todas las novedades en cuanto a locales para divertirse. Era ahí donde
precisamente quería ir con Tamara para celebrar el fin exitoso del semestre.
CAPÍTULO III: EL INICIO DE UNA
APASIONADA RELACIÓN
Cuando Serena pasó por casa de Tamara y ésta le abrió la puerta no podía
creer lo que veía. Tamara realmente había sufrido una transformación. Atrás
había quedado la chica sencilla que no disfrutaba ser el centro de atención y
que no usaba maquillaje para no resaltar su natural belleza llamando aún más
la atención de los chicos.
- ¡Guao! - comentó Serena, y volvió su mirada al número que identificaba el
número del apartamento, - disculpe señorita, creo que me equivoqué de piso,
dijo bromeando a su amiga.
- Te lo dije, hoy me quiero comer al mundo - dijo mientras daba la vuelta
para mostrarle a su amiga el pronunciado escote del vestido.
- Mentirosa, -dijo Serena- tú no quieres comerte al mundo, tú lo que quieres
es comerte a algún chico - dijo mientras le daba una nalgada a su amiga y
entraba al apartamento.
Tamara lucía realmente hermosa. Aparte del sexy vestido recién adquirido, se
había recogido el cabello dejando a la vista su hermoso cuello que resaltaba
con el choker y dejando más libre su rostro, que en esta ocasión había sido
maquillado con un pintalabios oscuro y sus ojos resaltaban por la sombra azul
eléctrica con un toque de brillo escarcha que había colocado en sus párpados.
Serena entonces hurgó en la cartera que llevaría Tamara tratando de averiguar
un poco más cuáles eran los límites que su amiga tenía para esa noche y al
ver que no había nada de lo que ella estaba buscando, abrió su propio bolso,
sacó un par de condones y los colocó dentro de la cartera de su amiga,
diciendo:
- Para que corones, pero con precauciones - y cerró la cartera de su amiga,
mientras ésta se reía de la ocurrencia de su amiga, pero agradeciéndole en el
fondo el regalo que acababa de darle.
Antes de salir del apartamento Tamara se roció con un perfume dulce en la
parte de atrás de las muñecas, el cuello y entre las piernas. Salieron entonces
el par de amigas caminando la fresca noche rumbo al Timeless. La calle se
encontraba bastante transitada por jóvenes que como ellas habían finalizado
el semestre y ahora se relajaban bajo las estrellas, armando sus propias
reuniones en las esquinas públicas mientras colocaban música a partir de sus
dispositivos electrónicos y bebían de sus botellas compradas previamente en
las licorerías de la ciudad que ya habían cerrado sus puertas. Se podía
escuchar según la calle que se transitara, diferentes estilos musicales, desde
jazz, hasta hip hop o bachata, mientras los participantes de esa pequeña fiesta
acompañaban la música bailando o sencillamente simulando tocar algún
instrumento musical.
El ambiente de las calles contagió aún más el espíritu festivo de las chicas
que en ocasiones encontraban gente conocida de la universidad que las
invitaban a compartir unos minutos con ella. La popularidad de Serena se
manifestó en ese recorrido antes de llegar al Timeless y las chicas no podían
hacer otra cosa que detenerse disfrutar un poco de los tragos ofrecidos,
agradecer la invitación y continuar la ruta.
Como cada fin de semestre, la policía redoblaba el patrullaje en las calles
para asegurarse que la noche no finalizara con mayores conflictos dado que el
consumo de alcohol aumentaba. San Marcos por lo general era una ciudad
tranquila y segura, pero esto también era así en parte a la actitud persuasiva
del constante movimiento de las patrullas que se dejaba sentir.
Efectivamente Tamara no tenía límites esa noche y ya antes de llegar al
Timeless había aceptado de los amigos de Serena diferentes tipos de bebida
que la habían comenzado a marear. Sin embargo, aparte del pequeño mareo
también la había vuelto un poco más conversadora y animada de lo que ya
estaba. Al llegar finalmente al local, las chicas escogieron iniciar el recorrido
por el ambiente de los 80', el cual sonaba en ese momento uno de los
primeros grandes éxitos de Madonna, Like a Virgen, mientras era coreado
por gran parte de los asistentes. La clientela tenía la opción de sentarse en
unas mesas y pedir un servicio, o solicitar tragos en la barra cancelándolos de
manera inmediata. Esta última opción fue la escogida por las chicas, quienes
continuaron probando bebidas diferentes a las ya consumidas en el recorrido.
La experiencia de Serena en cuanto a las bebidas alcohólicas le permitía
continuar experimentando sin afectar en gran medida a su organismo, pero no
así Tamara, quien inexperta en el arte del consumo de alcohol ya había
empezado a sentir los efectos adversos de éste.
Se sumaron entonces a la pista de baile donde Serena continuaba saludando a
compañeros de la universidad. La discoteca tenía un ambiente oscuro
alumbrado por luces de colores de neón intermitentes y bolas de cristales que
causaban aún más mareos en Tamara. Entonces, sorbiendo su trago decidió
cerrar los ojos para evitar el mareo y dejarse llevar por la música. En ese
momento la pista estaba llena de jóvenes que bailaban entre sí, sin necesidad
de estar en parejas ni tener que esperar a ser invitadas a bailar.
Al terminar ese trago, Serena fue por otro par de copas y al entregárselo a
Tamara brindaron por el éxito en los estudios y otras cosas más:
- ¡Salud amiga! ¡Por las grandes profesionales que seremos!
- ¡¡Salud!! - gritó Tamara, ya que con el alto volumen de la música no había
otra forma de que fuera escuchada. Una vez chocadas las copas ambas
continuaron bailando, pero esta vez, ya un par de jóvenes se les habían
acercado y bailaban con ellas.
El chico que bailaba con Serena recibió la aprobación de ésta, quien al poco
tiempo ya estaba practicando con él pasos más íntimos y provocativos donde
sus cuerpos se rozaban. Ella, con los brazos alzados y totalmente desinhibida,
se agachaba al ritmo de la música hasta el suelo para luego subir lentamente
meneando las caderas. Al estar nuevamente de pie frente al chico tomó su
copa y usando su dedo como removedor, le dio vueltas al trago para luego
pasarse el dedo húmedo por sus labios para después ofrecérselo al chico,
quien agarró la mano de Serena y comenzó a lamer no sólo su dedo lleno de
alcohol sino la palma de su mano.
Mientras tanto Tamara seguía con los ojos cerrados tratando de convencerse a
sí misma de que no se sentía tan mal y evitando recibir las luces intermitentes
del salón. Ignoraba para ese momento que hubiera un chico que creía que
bailaba con ella, ya que sólo estaba concentrada en la música, su trago y
evitando que su estómago le jugara una mala pasada.
Sintió entonces que Serena se le acercó al oído para gritarle que se iría con el
chico para otra parte de la discoteca, o al menos eso fue lo que creyó oír.
Minutos después y al ritmo del pum pum pum del bajo de las canciones,
Tamara sintió que su estómago subía hasta su garganta, haciendo que corriera
por toda la pista intentado detener los vómitos que evidentemente vendrían.
Entre los mareos y la vista borrosa se abría paso por el lugar tratando de
encontrar un baño. - ¡Mierda, estoy realmente borracha! - pensaba mientras
hacía su búsqueda. Le dio tiempo de llegar a lo que creía era un baño, pero al
ver chicas haciendo fila para entrar, decidió continuar la búsqueda por otros
lugares.
Finalmente llegó a un baño que se encontraba vacío y descargó ahí todas las
bebidas consumidas en las últimas horas. Con la poca fuerza que tenía se
acercó al lavamanos y se enjuagó la boca y se lavó la cara, descorriéndose el
maquillaje - Fea, pero hip más fresca hip - decía mientras intentaba verse al
espejo y la invadía un fastidioso hipo. Se sentía un poco mejor, pero ahora la
vista nublada y los mareos estaban acompañados de un intenso dolor de
cabeza que le latía en la sien.
Al salir del pequeño baño se encontró con un asiento acolchado y se sentó
para esperar un poco a sentirse mejor y buscar a Serena para decirle que se
iría a casa, - Lo sentó Serena - practicaba con su lengua enredada - pero hip
esta noche amaneció hip más temprano hip- decía entre risas.
Al recostarse se quedó profundamente dormida, escuchando a lo lejos todavía
el sonido de la música.
Mientras tanto Paolo recorría la totalidad del local asegurándose de que todo
estuviera funcionando bien, las camareras sirviendo los tragos a tiempo, los
equipos de sonido reproduciendo la música a buen nivel, los bartenders
preparando los tragos según las medidas dadas sin que se excedieran en la
cantidad de licor ni lo desviaran para sus propias bocas, las cajeras recibiendo
el pago exacto por cada trago, que el inventario de la bodega fuera suficiente,
haciendo las solicitudes de compra de aquellos insumos que hubieran llegado
a su límite, los limpiadores manteniendo los baños impecables, los chicos de
seguridad de la entrada evitando que jóvenes drogas o excesivamente
borrachos entraran al local, etc. Toda la noche debía conservar los ojos bien
abiertos para que el éxito del Timeless no fuera efímero, sino que perdurara
en el tiempo.
Si la cantidad de clientela seguía como había sido durante las dos primeras
semanas de vida del local, sus proyecciones indicaban que en tan sólo 10
meses la inversión se recuperaría y de ahí en adelante serían ganancias tanto
para él como para su familia. Esos pensamientos lo hacían sonreír y sentirse
orgulloso de sí mismo. Realmente estaba agotado a esa hora de la madrugada
por lo que decidió acercarse a la cocina y solicitar que le calentaran una sopa
que lo ayudara a espantar la fatiga. El local no servía comida, pero sí
pequeños entremeses y comidas rápidas para picar. Esto se ofrecía más que
todo como estrategia para que la clientela se sintiera en buenas condiciones
para seguir bebiendo, ya que ahí era donde se encontraba la ganancia
principal.
Sin embargo, Paolo sí tenía para sí y parte de los empleados, un menú
reconfortante que los mantuviera enérgicos durante toda la jornada. Ya que
aun cuando el local cerraba a las 4 de la madrugada, la jornada laboral
finalizaba a las 6, luego de haber hecho caja, inventariado las botellas y
limpiado el local.
Una vez tomada la sopa que le calentó el cuerpo y despedidos tantos los
clientes como los empleados, Paolo decidió que estaba muy cansado para ir a
su casa a esa hora. Sencillamente tomó el móvil y envió un mensaje a su
familia "otra noche exitosa, ahora sin energía para conducir a casa, me
quedo en el local". Aun cuando ya había cumplido la mayoría de edad desde
hacía unos cuantos años, sabía que sobre todo su madre se preocupaba
cuando no llegaba a casa. Por lo tanto, cada noche que dormía afuera tomaba
unos segundos para actualizar a su familia sobre su paradero.
Caminó desde la cocina por un estrecho pasillo que conducía a la privacidad
de su oficina, giró la perilla de su puerta y al entrar se topó con una chica que
dormía plácidamente en el sofá... en su sofá. Se detuvo para contemplar a la
chica viéndola que yacía prácticamente inconsciente. Su cuerpo estaba
ladeado hacia la izquierda descansando en el reposa brazo del sofá y la
cabeza totalmente doblada hacia su hombro. Seguramente cuando despertara
tendría un tremendo dolor de cuello por la posición, pero parecía que ese
sería el menor problema de la chica.
Siguió detallando a la pequeña intrusa y adivinó que detrás de ese horroroso
maquillaje corrido de su rostro había una cara angelical que tal vez durante
unas horas la había pasado bien bailando y definitivamente bebiendo. El olor
del aliento a alcohol llegaba hasta Paolo a pesar de que éste se encontraba
parado a un par de metros de la chica. para terminar el aspecto nada sensual
de la chica, se encontraba dormida con la boca abierta y emitiendo unos
pequeños sonidos entre ronquidos y asfixia.
- Tendré que recordar cerrar la puerta de ahora en adelante. - Se dijo Paolo,
mientras veía la puerta que daba a su baño privado y que al parecer había sido
utilizado por la intrusa. Pasó una rápida ojeada por las cosas de valor que
había en su oficina. Todo estaba ahí. Se acercó entonces para inspeccionar el
baño y todo estaba aparentemente en orden, exceptuando un ligero aroma
rancio obviamente de los vómitos de la chica, y restos de maquillaje en el
lavamanos. Tomó un aromatizante que guardaba detrás del inodoro y roció el
baño para tratar de combatir el hedor. El resto y la limpieza profunda la
solicitaría en horas de la tarde al personal de limpieza.
Salió del baño y procedió a sacudir a la chica por un brazo, primero de forma
suave, pero luego intensificando el movimiento para lograr que la chica
despertara.
- Pst, pst. ¡Hey, bella durmiente! Hora de volver a tu castillo-.
Los ojos enrojecidos de la chica comenzaron a abrirse lentamente, y parecía
que ese fue el primer paso para que su mente volviera a reaccionar. Luego de
unos segundos en los que Tamara trató de recordar dónde estaba, vio al chico
cerca de ella sacudiéndola por el brazo. Entonces intentó reaccionar diciendo
- ¡Hey, ¿quién eres tú? suéltame! ¡Vete de mi casa! - Pero cuando elevó un
poco la voz, el latido en su sien se volvió insoportable e hizo que
inmediatamente tuviera que cerrar nuevamente los ojos y llevarse las manos a
la cabeza para sobarse las sienes.
- Pequeña intrusa, soy el dueño de ese sofá en donde estabas roncando hace
unos segundos. No estás en tu casa.
- Ay, ay, baja un poco la voz - susurró Tamara implorando a ese chico que
todavía no había logrado ver con claridad, mientras arrugaba la frente
mostrando gestos de dolor.
- Bien - susurró Paolo -, haré lo que me pides si me dices qué haces aquí.
- No tengo por qué darte explicaciones.
- ¡¿Ah, no?! - comenzó entonces a cantar en voz alta Paolo para atormentar a
la chica -
- ¡Ssssh! Calla, calla. Está bien. Me llamo Tamara, según recuerdo. Y hoy
terminé mi último examen del semestre por lo que mi amiga Serena....
Mierda, ¡Serena! - dijo Tamara elevando la voz causándole otro latido
insoportable en la sien. - Debo buscar a Serena-, decía mientras intentaba
ponerse de pie fallidamente, ya que se sintió mareada y tuvo que volver a
sentarse en el sofá.
- ¿Con que Tamara, no? Bueno, Tamara, sospecho que tu amiga ya se fue del
local y te dejó abandonada - continuó susurrando Paolo, bromeando con la
chica.
- No, Serena no se iría sin avisarme. Debo buscarla.
- Tamara, ni tu amiga Serena ni más nadie están en el local. Ya cerramos
hace aproximadamente un par de horas. - Estas palabras asombraron un poco
a Tamara, haciéndola reaccionar con un poco más de éxito que las veces
anteriores.
- Y si el local ya cerró ¿qué haces tú aquí?
- Yo soy el dueño del local y en ese sofá que babeaste y roncaste es donde
duermo. - En esta ocasión y estando un poco más lúcida, Tamara comenzó a
reaccionar sintiendo un poco de vergüenza y viendo hacia a los lados para
percatarse que efectivamente estaba en lo que lucía como una oficina privada,
agregó,
- Lo siento. No sabía que... ¿Pero cómo llegué aquí?
- Eso quisiera saber yo.
- Y por cierto, yo no ronco... - dijo sonriendo Tamara.
- No, no roncas - asintió él irónicamente-. Y seguramente tampoco no estás
acostumbrada a beber tanto como lo hiciste anoche.
- Bien, lo confieso. Parece que ronco un poco, pero esto último que acabas de
decir sí es completamente cierto. - Y agarrando una profunda inspiración,
tomó fuerzas para ponerse de pie. - Disculpa lo del sofá, de verdad no
recuerdo cómo llegué aquí. Ya me voy. - Y cuando comenzó a caminar hacia
la puerta un poco debilitada, giró la cabeza hacia los lados intentado adivinar
si tomar hacia la derecha o la izquierda en ese estrecho pasillo que le lucía
como un laberinto. Entonces, volteó hacia Paolo y le preguntó - ¿me ayudas a
salir de aquí?
Riendo por la debilidad y falta de orientación de la chica, Paolo se le adelantó
indicándole el camino a través de la cocina. ¡Diablos! ¿Cómo había llegado la
chica hasta su oficina sin ser vista o detenida por nadie del personal? En fin.
Pensaba que era un pasaje divertido, ya que la chica lucía realmente
avergonzada y no actuaba como una de esas chicas que andan en búsqueda de
diversión de una sola noche, como las que tiene oportunidad de conocer y
rechazar cada cierto tiempo en el Timeless. Sólo en ciertas ocasiones, cuando
quiere liberar un poco de presión y su pene está ansioso de acción, visita
otros locales y se topa con una de esas chicas con las que tiene encuentros
casuales. Paolo evita tener ese tipo de encuentros en su propio local. No
quiere que ninguna chica de ocasión sienta que tiene derecho a perseguirlo en
su sitio de trabajo.
Pero esta chica era diferente. Casi que despertaba en él un poco de ternura
imaginarla llegando al Timeless con lo que parecía ser una apariencia sexy,
pero incapaz de aguantar un par de tragos. Al pasar por la cocina la invitó a
sentarse en uno de los taburetes disponibles, agregando,
- Bueno, pequeña intrusa, no puedo dejarte ir en esas condiciones. Te
calentaré una sopa reparadora para que agarres fuerza y vayas en búsqueda de
tu amiga Serena.
La primera reacción de Tamara fue rechazar la oferta del chico, pero al
pensar en lo que haría por su cuerpo un buen caldo de pollo, no tuvo fuerzas
para negarse. - Está bien, te lo agradezco. Por cierto, ¿cómo te llamas?
- Paolo, mucho gusto, pequeña intrusa, - dijo mientras extendía su mano
derecha hacia Tamara. Sonriendo, Tamara también extendió su mano
estrechando la de él. Fue entonces cuando pudo verlo a la cara por primera
vez y se dio cuenta que se trataba de un chico muy guapo. Sus ojos eran de
color azul claro, pero no era lo más llamativo de su rostro, ya que las grandes
pestañas onduladas hacían que resaltara aún más el color. Su cabello era de
color castaño claro ondulado y despeinado, tenía pecas en sus mejillas y una
sonrisa encantadora que dejaban ver una blanca sonrisa. Entonces, en ese
breve instante Tamara reflexionó sobre cuál sería su apariencia en ese
momento. Se recordaba vestida bella y sexy, pero presentía que ya no lucía
igual que cuando salió de su apartamento. Queriendo verificar lo que
presentía, dijo:
- Paolo, ¿me permites ir al baño mientras calientas la sopa?
- Claro. Puedes usar el mío, lo usaste anoche, ya sabes el camino - se divertía
Paolo avergonzando a Tamara, quien en esta ocasión se ruborizó un poco.
- Seguro, ya vuelvo.
Tamara tomó el camino que recientemente había tomado desde la oficina de
Paolo y antes de entrar se volteó para verlo nuevamente. Esta vez se veía de
perfil sosteniendo el asa de una olla con su mano izquierda, mientras revolvía
el contenido con su mano derecha. De perfil se veía aún mucho mejor. El
jean ajustado resaltaba sus nalgas que lucían duras como rocas. La camisa
manga larga a cuadros que llevaba la tenía arremangada hasta los codos,
dejando ver unos velludos y gruesos brazos. ¡Guao, ese tipo si está bueno!
pensó Tamara volviendo a retomar su camino hacia el baño.
Al colocarse frente al lavamanos y ver el rostro que le devolvía el espejo, se
asustó con su propio aspecto. Pero más aún, no podía creer que había
conocido a ese monumento de hombre que se encontraba a pocos pasos
calentándole una sopa, luciendo tan terrible como estaba en ese momento.
¡Mierda!
Entonces intentó hacer magia con las cosas que había llevado en su cartera.
Abrió el bolso y sacó el pequeño estuche de maquillaje. No creía que la mejor
idea sería la de usar la sombra para ojos a esa hora del día. El labial que
llevaba era oscuro, lo que tampoco le parecía adecuado para la hora.
Hurgando más en su bolso, encontró un pequeño frasco de perfume y pensó
que un par de rociadas no le vendría mal. Siguió revisando la cartera y al
encontrarse con el par de condones colocados ahí por Serena soltó una breve
carcajada "Mmm, no, no creo que me sean útiles ahora, pero qué bueno
sería..." y a continuación fantaseó brevemente con el hecho de que ese
monumento de hombre llamado Paolo estuviera esperándola en la cocina
dispuesto a comérsela a besos y a más... pero al verse nuevamente en el
espejo se dijo "Olvídalo Tamara, mírate... de vaina te dará la sopa por la
lástima que le inspiraste". Y cerrando de forma derrotada su cartera, decidió
lavarse completamente el rostro, mojarse ligeramente el cabello y usar sus
manos para peinarse rehacer la cola de caballo. Luego, usó el inodoro, se lavó
las manos y fue de vuelta a la cocina.
Paolo ya había servido un plato de sopa, cuidadosamente colocado sobre un
mantel individual y un enorme vaso de agua. Tamara se sentó y comenzó a
comer.
- ¿Así que terminaste el semestre y viniste a celebrar? - dijo Paolo sentándose
a su lado.
- Mjm, - afirmó mientras sentía que le volvía el alma al cuerpo con ese caldo.
- ¿Y qué estudias?
- Enfermería mención Cuidados Médicos Quirúrgicos.
- Deberías empezar por cuidarte mejor a ti misma - dijo Paolo riendo.
- Tal vez no me creas, pero invadir oficinas y beber hasta reventarme no es lo
mío.
- Te creo.
- En las últimas semanas prácticamente no había podido dormir estudiando
para los finales. Y anoche tomé sólo dos cocteles y reventé... O al menos eso
es lo que recuerdo.
- ¿Y Serena?
- ¡¡Serena!! - dijo Tamara buscando el móvil en su cartera - debo
comunicarme con ella. Paolo la interrumpió tomando su mano y diciéndole:
- Primero termínate la sopa. Luego llamas a Serena. - Tamara se quedó por
algunos segundos mirando fijamente a los ojos de Paolo. ¿Qué hechizo tenía
este chico que recién había conocido para que ella obedeciera lo que había
sonado como una orden? ¿Por qué cuando él la tomó por el brazo para evitar
que llamara por su móvil sintió una corriente por todo su cuerpo que la
estremeció y la debilitó? Fueron unos breves segundos de intensa mirada
recíproca. - Ok, - respondió Tamara volviendo a dejar el móvil en su cartera y
volviendo a agarrar la cucharilla hasta terminarse su sopa.
Al terminar, Paolo recogió el plato y lo llevó hasta el friegaplatos. Mientras
tanto Tamara sacó el móvil y vio las llamadas perdidas de su amiga y los
mensajes, el último de los cuales decía "Triunfé, espero que tú también... Nos
vemos en la tarde a menos que tengas mejor compañía". Tamara sonrió
pensando en la posibilidad de ciertamente tener mejor compañía que la de su
amiga Serena y contestó "Cruzaré los dedos porque así sea. Llama antes de
ir al apartamento... Es muy pequeño para que quepamos tres". Y soñando
despierta con la posibilidad de que Paolo terminara en su sofá, sonrió y metió
de nuevo el móvil en su cartera.
Paolo lavó el plato y secándose las manos con un paño le dijo a Tamara.
- Espérame un segundo, regreso enseguida. - Y luego de que regresara de la
oficina le dijo, -Vamos.
- ¿Vamos? - preguntó Tamara, - ¿a dónde?
- A menos que tengas tu auto estacionado afuera, pienso llevarte a tu casa. -
Y ante el silencio de Tamara, continuó - no es buena reputación para el
Timeless que sus clientas desaparezcan después de entrar al local. ¿Vamos?
- Vamos, - dijo totalmente complacida Tamara.
CAPÍTULO IV: CONOCIENDO LA FELICIDAD
Tamara se encuentra en su apartamento preparando un pequeño equipaje.
Esta tarde tomará el tren para ir a casa de sus padres a disfrutar de unas cortas
vacaciones. Lleva en su equipaje parte de su ropa para tratar de desahogar un
poco el espacio del armario y tener la posibilidad de renovar el vestuario.
Desde hace diez días que visitó el Timeless se ha visto impulsada a cuidar un
poco más su look y resaltar con ayuda de la ropa y algo de maquillaje su
belleza natural. Ya inscribió el cuarto semestre y las nuevas asignaturas la
emocionan. Realmente ama lo que está estudiando y aunque también extraña
a sus padres quiere regresar cuanto antes a San Marcos. Tiene muchas
razones para querer hacerlo. Detiene por algunos segundos sus esfuerzos para
cerrar la maleta sentándose sobre ella, porque se abstrae en sus pensamientos
reflexionando acerca de las razones que la atrapan cada vez más en San
Marcos. Entonces el sonido de alguien golpeando la puerta interrumpe su
viaje mental.
- ¡Voy! - grita hacia la puerta mientras da unos últimos empujones a la maleta
logrando finalmente cerrarla en su totalidad. Se levanta y se dirige a la puerta
para abrirla.
- Hola, ¿estás lista? - le pregunta su amiga Serena quien ha llegado para
despedirse. Serena no utilizará las vacaciones para salir de la ciudad, así que
seguramente extrañará a su amiga.
- Sí, lista.
- ¿Y a qué hora pasará por ti Paolo?
El sólo hecho de escuchar su nombre todavía la estremece. Desde hace unos
días cuando se conocieron se han visto con demasiada frecuencia. Todo ha
pasado tan rápido y ha sido tan intenso que Tamara tiene sentimientos
encontrados. Por una parte, poner un poco de tranquilidad a esa apasionada
relación que acaba de nacer yéndose de San Marcos por unos días le parece
muy sano. Pero, por otra parte, siente que se asfixiará durante esos días de
vacaciones porque Paolo ha logrado impregnarla con su esencia en cada
centímetro de su cuerpo y de sus pensamientos.
El primer día que él se había ofrecido a llevarla a su apartamento ella
ensayaba mentalmente cómo haría para invitarlo a subir. No estaba
acostumbrada a esas cosas ni tenía la soltura de Serena para ser tan descarada.
Todavía se encontraba en el auto de Paolo apenas a unas calles de su casa
cuando no había encontrado las palabras apropiadas.
- Es ese edificio, - dijo señalando el pequeño edificio donde estaba su
apartamento. Paolo detuvo el automóvil sin apagar el motor y se quedó
mirando a Tamara esperando a que bajara. Entonces ella se atrevió a decir
algunas palabras tentando su suerte,
- Esa es mi ventana, la del tercero.
- Bien, - dijo Paolo, acercándose al parabrisas para ver lo que señalaba
Tamara.
- Lo digo por si... bueno, no sé si... - titubeaba nerviosa Tamara.
- Ve a descansar. Yo también debo hacerlo. - Dijo Paolo saliendo del auto
para acercarse a la puerta de Tamara y abrírsela. Entonces, de la manera más
gentil extendió su mano para ayudarla a bajar. Ella temblaba de los nervios o
de la resaca, no lo sabía. Cuando bajó del auto tomada de la mano de Paolo
sus cuerpos quedaron realmente cerca. Entonces él soltó su mano y la llevó a
la mejilla de ella para acercar sus rostros lentamente. Al sentir que él
acercaba su cara a su rostro comenzó a cerrar los ojos esperando ser besada
en los labios por esa belleza de hombre. Instintivamente cerró los ojos y abrió
un poco los labios, cuando lo que sintió fue que los labios de él dejaban un
suave beso justo en la comisura de sus labios. Esa parte donde los labios
inician y que dejan la duda si el beso estaba dirigido a la mejilla, pero por
accidente rozan una pequeñísima parte de los labios.
- Hasta luego, pequeña intrusa. - Se despidió Paolo mirándola a los ojos, y
susurrándoselo tan cerca que pudo sentir su suave aliento rozando la piel de
sus labios. ¡Carajo! Seguramente si yo actuara como Serena me comería en
este instante a este manjar; pero no, soy Tamara.
- Gracias por traerme, - es lo que alcanza decir mientras Paolo se dirige a la
puerta de su auto. - Y por la sopa. - Entonces, Paolo sonríe, se introduce al
auto y arranca.
Tamara inició el camino para entrar a su edificio todavía con la ilusión de que
el chico se devolviera con rapidez y urgido por llenarla de besos, la cargara
entre sus brazos y la subiera hasta su apartamento donde él le haría sentir
toda la pasión que mostraba ese fornido y bien torneado cuerpo. Cuando
volvió a la realidad se rió de su tonta fantasía imaginando esta vez el montón
de golpes que ella se llevaría si efectivamente él la cargaba entre sus brazos y
la subía por las reducidas escaleras. Así que encogiéndose de hombros subió
al apartamento. Tenía la necesidad de descansar. Todavía tenía un poco de
dolor de cabeza y el cuello le molestaba un poco.
Apenas se recostó en el sofá de su casa, se quedó dormida. Horas después
unos golpes a su puerta la despertaron. Era Serena, quien quería conocer
todos los detalles de la noche desde que se habían separado en la discoteca.
- ¿Qué te pasó, pillina? Te perdiste anoche - dijo pícaramente Serena.
- Así parece. Pero quita ese tono, porque me perdí literalmente. - Y ante el
gesto de duda de Serena, Tamara continuó con la explicación-. Al parecer
empecé a caminar buscando el baño o buscándote a ti y llegué hasta la oficina
privada del dueño del Timeless...
- ¡¿¿Con el bombón del Timeless??! ¿¿Te enrollaste con el dueño del
Timeless?? - replicó Serena con los ojos abiertos y un pequeño destello de
envidia y sorpresa, - ese hombre está como para chuparlo de pies a cabeza,
¿qué tal estuvo?
- Ay, Serena. No me enrollé con él. Llegué borracha hasta su oficina y me
quedé dormida en su sofá como una intrusa.
- Mmm, como una intrusa, como Ricitos de Oro, ¿y qué tal tu oso? - rieron
las dos.
- Mi oso me despertó. Ay, Serena, ¡es perfecto! Ese monumento de hombre
no me dejó ir, - esto despertó aún más la curiosidad de Serena.
- ¿No te dejó salir? ¡Qué envidia! Lo conozco de vista de otros lugares, pero
es tan esquivo como un jabón. Pero tú en una sola noche lo conquistaste, - le
dijo mientras la empujaba ligeramente por el hombro.- ¿Y qué tal es en la
cama? Cuéntame todos los detalles.
- Ay, Serena, es tan tierno, tan caballero, tan... ta...
- ¡Cuenta ya! - dijo impacientándose Serena.
- Cuando intenté salir me dijo que me esperara y me preparó una sopa y luego
me trajo acá en su auto.
- ¿Una sopa? - dijo claramente decepcionada Serena. - Conociste al dueño del
Timeless, estuviste sola con él ¿y lo más emocionante que tienes para
contarme es que te dio una sopa?
- Mjm, -afirmó Tamara. - Una sopa muy reconfortante.
- Esa historia sólo vale la pena si por sopa quieres decir una buena mamada y
una cogida inolvidable.
- ¡Ay Serena! No. Eso fue todo. Una sopa y el aventón hasta acá.
- Mmm. Bien, - dijo resignada su amiga. Otra noche perdida. Bueno, si no
tienes nada mejor que contar entonces vístete, que debemos ir a la
Universidad para las inscripciones.
Tamara se paró del sofá todavía sonriendo al recordar a Paolo y agarrando
una pantis y ropa limpia para darse una ducha.
- ¡Una sopa! - todavía refunfuñaba Serena-, al menos espero que haya estado
buena.
- ¡La mejor sopa del mundo Serena!, gritó Tamara desde el baño para luego
abrir la ducha.
Ambas amigas fueron a la Universidad, realizaron sus respectivas
inscripciones y comieron algo ligero por el camino. De regreso a casa Tamara
alternaba sus pensamientos entre su próxima visita a casa de sus padres y el
inicio del próximo semestre que tanto la emocionaba. Aun necesitaba realizar
algunos trámites administrativos para asegurar la beca que le habían
otorgado. Estaba absorta en sus pensamientos entrando en la calle de su
edificio, cuando vio estacionado el auto que en la mañana la había acercado
hasta su casa. Y parado, recostado sobre la parte delantera del auto, estaba
Paolo quien sonreía mientras la veía acercarse.
- Hola, pequeña intrusa. ¿Cómo sigues? - el corazón de Tamara comenzó a
latir a toda prisa.
- Hola, Paolo. Bien. - dijo sonriendo mientras continuó caminando en
dirección a Paolo. Se saludaron con beso en la mejilla. ¡Dios! ya con la
mente más lúcida y la visión más clara, el chico lucía aún más guapo. - ¿Y
eso que viniste? El servicio del Timeless es realmente bueno al querer darle
seguimiento al bienestar de su clientela. - Dijo Tamara logrando que Paolo
sonriera.
- No. Toma esta visita como un servicio exclusivo para ti, Tamara.
El oír su nombre en los labios de Paolo, le llenó el cuerpo de un cosquilleo
nunca antes sentido. Entonces hizo un pequeño repaso mental de cómo ella
estaba vestida en ese momento. Se lamentó de no haber sido más cuidadosa
hace unas horas en su vestimenta ni en su peinado. Además, tampoco se
había puesto una gota de maquillaje en el rostro.
- Estás preciosa - dijo Paolo, como si fuera capaz de leer sus pensamientos.
- Sí, claro - respondió tímidamente Tamara, - comparada con como lucía
anoche cual...
Tamara no pudo terminar la frase. Paolo la había sujetado por la parte de
atrás del cuello con su mano izquierda y había acercado su boca a los labios
de Tamara. Ella sólo sintió cómo la lengua húmeda y tibia de él se abría paso
entre sus labios buscando su lengua. Ambas lenguas se encontraron y
comenzaron a acariciarse mutuamente de forma suave y apasionada a la vez.
Entonces, entre besos él le preguntó susurrándole en la boca.
- ¿Me invitas a subir?
Más que una pregunta, Tamara lo había tomado como una orden, y se
apresuró a buscar las llaves de la puerta. Una vez adentro en el edificio y
mientras esperaban el ascensor él la volvió a sostener por el rostro para
continuar besándola ahora con mayor pasión. Ya su lengua no se limitaba a
hurgar en su boca, sino que también iba recorriendo su mejilla izquierda, su
oído, su cuello. Al llegar al tercer piso, Paolo dejó de besarla para que
Tamara pudiera concentrarse en encontrar la llave correcta. Los nervios de
ella no la dejaban. Se comenzó a sentir muy torpe. Finalmente pudo abrir la
puerta y ya no tuvo que concentrarse en nada más. Apenas habían atravesado
la puerta ya Paolo recostó a la chica contra la pared y dio rienda suelta a su
pasión. Agarró la mochila de Tamara y la lanzó hacia un rincón apoderándose
del espacio.
Los besos en el cuello esta vez eran acompañados por pequeños mordiscos
mientras empujaba su pene contra el cuerpo de Tamara. Ella sintió la dureza
de su miembro a través de la ropa y su respiración se hizo más profunda.
Luego comenzó a sentir cómo las manos de Paolo se introducían por debajo
de su franela para acariciarla primero por la espalda y luego encontrar el
broche del sostén que ya al siguiente segundo estaba abierto. Posteriormente,
y todavía de pie al lado de la puerta cerrada, él comenzó a pasar su mano
lentamente por los pronunciados senos de Tamara. Con el dedo pulgar sentía
el duro pezón de la chica y luego agarraba la totalidad de su teta con su mano
entera. Entonces procedió a apartarse de ella un poco para quitarle la franela.
Cuando ella subió sus brazos para que él se la quitara, el sostén ya
desabrochado hizo que saltaran sus dos hermosos y carnosos senos. Él no
pudo resistirse a llevárselos a la boca cuando aún ella estaba con los brazos
en alto. Tomó ambas tetas con sus manos y comenzó a pasear su lengua entre
ellas y con la punta de su lengua rodeaba una y otra vez sus pezones y
aureolas. La dureza de los pezones indicaba la excitación de Tamara quien
había comenzado a alternar gemidos con respiraciones profundas. Entonces
él se detuvo para terminar de quitarle la franela por la parte de arriba,
arrojándola junto con el sostén hacia el piso.
Ahora ella estaba desnuda de la cintura hacia arriba. Él se había apartado para
verla detalladamente, lo que hizo que ella se sonrojara un poco. Para evitar el
momento que le resultaba un poco incómodo, ella se acercó a él para besarlo
y dejar de tener sus ojos concentrados en su cuerpo. Él la apartó diciéndole -
No, quiero verte. - Y siguió contemplando la media desnudez de Tamara, -
eres hermosa.
Entonces, ya Tamara con más confianza, se dejó ver por esos ojos curiosos y
comenzó ella misma a tocarse sus senos y apretárselos. Esto le gustó a Paolo,
quien se excitó aún más cuando ella bajó un poco el rostro para acercar su
lengua a su propia teta, chupándosela hasta donde pudo. Luego él se acercó
nuevamente a Tamara, se agachó ante ella y colocó su lengua dentro del
ombligo de la chica, a la vez que colocó sus manos en sus dos nalgas. Ahora,
por encima del jean que ella cargaba comenzó a pasar su lengua por su
entrepierna abriéndose paso como pudo. Tamara alzó una pierna para
facilitarle el trabajo, llevándola hasta la espalda de él.
Él desabrochó el cinturón del pantalón de ella, y todavía agachado delante de
ella, comenzó a bajarle el jean y los pantis de una vez. Ahora ella se
encontraba totalmente desnuda y él se encontraba a la altura de su vagina.
Primero la llenó de pequeños besos. Tamara podía sentir los labios de él. Otra
vez colocó su pierna izquierda en la espalda de él. Ella se sujetaba por la
espalda contra la pared y bajaba la mirada de vez en cuando para ver como la
cabeza de Paolo se encontraba en su entrepierna explorando su intimidad. De
pronto sintió su lengua tibia penetrando en su cuca llevándola a gemir fuerte
de excitación. La lengua de Paolo entraba y salía de su vagina y en ocasiones
la dejaba adentro unos segundos haciéndola girar con rapidez frotando su
clítoris. Nunca antes había experimentado algo así. Sentía que se desvanecía
y que no tenía fuerzas para continuar de pie. Paolo la sujetaba con su mano
derecha por debajo de la pierna mientras continuaba con su lengua dentro de
ella.
Él veía desde abajo como su cuca rosada fluía cada vez más líquido mientras
la escuchaba gemir. Ella se dejaba caer sobre su propio peso haciendo que él
tuviera que hacer mayor fuerza para mantenerla de pie. Él sentía que ella
estaba cerca de su orgasmo, pero quiso parar. Separó su boca de ella, ante lo
cual Tamara lo miró suplicante, como pidiéndole más. Pero él se puso de pie
y comenzó a quitarse la franela ante la mirada curiosa de ella. La arrojó hacia
la misma esquina donde se encontraba el resto de la ropa. Se bajó el pantalón,
se lo quitó a través de los pies y también los arrojó. Tan sólo le quedaban los
boxer puestos los cuales dejaban ver su pene duro y elevado. Él metió su
mano dentro del boxer y sacó su pene, el cual agarró y lo comenzó a frotar
lentamente bajo la mirada concentrada de Tamara.
- Ven, - le dijo a Tamara.
Ella se acercó y él la tomó por los hombros indicándole que se agachara
frente a su pene para que se lo comenzara a chupar. Ella le terminó de bajar
los boxer y se metió hasta donde pudo el miembro de él en su boca y
comenzó a chupárselo con rapidez. Él la miraba desde lo alto y le indicó,
- Más suave, pequeña intrusa. Mójate los labios y chúpalo con suavidad.
Entonces ella empezó a hacerlo como él le acababa de indicar. Ahora era él
quien gemía con la mamada de Tamara, quien de manera instintiva había
empezado a alternar la mamada con los labios y el recorrido de todo su pene
con la lengua de ella, aumentando el ritmo y la velocidad a medida que él se
lo pedía con sus gestos.
- Aprendes rápido, - dijo él entre susurros y gemidos.
Cuando sentía que ya estaba cerca de acabar, él sacó su pene de la boca de
ella y la llevó hasta el sofá. Ambos estaban muy urgidos como para esperar a
abrirlo para convertirlo en cama. Así que ahí se acostó ella boca arriba con
las piernas recogidas, él le abrió las piernas colocando sus manos sobre sus
rodillas, abriéndola como mariposa y acercándose aún más puso la punta
gruesa de su pene en el orificio de ella y empujó con fuerza la totalidad de su
miembro dentro ella. Ya ambos estaban tan mojados que la penetración no le
molestó a ninguno. Ahora sí, el ritmo de él se hacía cada vez rápido,
impulsando cada penetración con mayor fuerza y sintiendo cómo las paredes
de la vagina de Tamara comenzaban a indicarle que estaba cerca del
orgasmo. Cuando ella comenzó a apretarle el pene de manera involuntaria
con su cuca, él no pudo aguantar más y sintió como descargaba su semen
tibio dentro de ella en varios impulsos que se repitieron varias veces hasta
quedar totalmente vacío. La fuerza de cada impulso de semen excitaba
nuevamente a Tamara, logrando que ella tuviera un segundo orgasmo que la
hizo gritar ¡Mierda, Paolo!
El seguía dentro de ella y su pene no había disminuido de tamaño. Tamara
todavía seguía excitada, por lo que tan sólo esperaron unos segundos para
volver a buscar otro orgasmo, mientras él la besaba con fuerza dejando su
saliva confundida con el sudor de ambos.
CAPÍTULO V: JUNTOS PARA SIEMPRE
El Timeless ha resultado un éxito total y sostenido. Ya han pasado tres años
desde su inauguración y todavía la juventud de San Marcos sigue
entusiasmada con el ambiente variado del club, por lo cual siguen visitándolo
cada noche. Incluso se ha sumado nueva clientela de mayor edad, que buscan
entre sus decoraciones, música y ambientación, revivir los hermosos tiempos
pasados. La gente mayor cree que todo tiempo pasado fue mejor, yo lo que
creo es que sólo retienen en la memoria los buenos momentos y borran los
malos, pero mientras eso funcione para el negocio, no tengo nada que decir.
Solía decir Paolo cuando comentaba con sus padres el éxito de la discoteca.
Los padres de Paolo habían mantenido una relación de más de 50 años y
Paolo decidió homenajear dicha relación reservándoles un espacio muy
importante dentro del Timeless. Esa noche el ambiente romántico del local
estaría reservado para la celebración del acontecimiento a donde acudirían los
amigos más cercanos de la pareja, que no eran muchos considerando que ya
algunos habían fallecido. Por supuesto, estarían los hermanos de Paolo con
sus respectivas esposas y algunos empleados cercanos del negocio del papá,
que también han acompañado a la pareja en los últimos tiempos.
La madre de Paolo había visitado el local sólo antes de su inauguración,
cuando lo quiso asesorar en algunos aspectos de decoración. Pero desde
entonces no había tenido curiosidad ni deseos de ir. Los ambientes nocturnos
no eran lo suyo y le bastaba saber que a su hijo le iba bien. En cambio, el
padre, sí había visitado el local con mayor frecuencia en los últimos años,
pero sobre todo para revisar los libros contables, -cosa que perfectamente
podría hacer en cualquier otro lugar-, y asegurarse que su hijo estaba alejado
de vicios nocturnos.
La banda contratada por los hijos tenía un repertorio que llevaría recuerdos de
la larga vida que ha tenido la feliz pareja y Paolo había mandado a preparar
un video que se proyectaría al inicio donde resaltaban fotografías rescatadas
de las decenas de álbumes con fotografías impresas a blanco y negro de los
años de noviazgo de la pareja. Cerraba el video testimonio de agradecimiento
y buenos deseos de todos, lo cual seguramente haría brotar lágrimas a la
familia entera.
La mayor sorpresa de Paolo era la gran gigantografía de la pareja con frases y
consejos memorables de ésta para mantener una relación perfecta, que Paolo
había mandado a imprimir y colocar sobre una de las paredes del local.
Había tenido problemas por encontrar al proveedor perfecto para tal trabajo.
Meses atrás le habría encomendado dicha tarea a su amiga Wendy, pero ya
ella no estaba a su lado, por lo que tuvo que rechazar varias propuestas hasta
dar con la que más se acercaba a su idea inicial.
Antes de la inauguración del Timeless, Paolo había dejado encargada a
Wendy de su pequeño local anterior. Él había confiado en ella para que lo
siguiera llevando según sus propias ideas y le había dado prácticamente
libertad total. Mientras tanto, él asumiría la responsabilidad total del arranque
del Timeless.
Tal como lo creyó Paolo, Wendy estaba haciendo un buen trabajo. Pero al
año de inaugurado el Timeless él fue hasta la que había sido su antigua
oficina, y donde tantas noches habían debatido sobre nuevas ideas para el
local para luego descansar en la misma cama. Al entrar a la oficina, Paolo se
percató de los cambios que Wendy había hecho en ella.
- ¡Caramba! Definitivamente a este cuarto le hacía falta la mano de una
mujer, - dijo Paolo al ver la nueva decoración.
- Siempre había querido meterle un poco de mano para hacerlo más acogedor.
Pero tú eras el jefe... - dijo Wendy.
- Mmm, "meterle mano" - bromeó Paolo- ¿meterle mano al espacio o al jefe?
- Digamos que a ambos - sonrió Wendy mirando fijamente a Paolo quien
sintió un poco de confusión con su respuesta.
- Veo que te va bien - dijo él cambiando el tema y esquivando la mirada de
Wendy-, y que las cuentas del local van aún mejor. Pero tengo que hablar
contigo de algo serio Wendy. Ya no puedo dejar que sigas aquí, - dijo con
tono serio.
- Pero, Paolo... yo he hecho lo mejor que... ¿Por qué? ¿Qué ocurre? -
trastabillaba Wendy sintiendo las palabras de Paolo como un balde de agua
fría. Es verdad que la atracción inicial que ella había sentido hacia él ella
había sabido ignorarla, pero desde hacía algunos meses, tal vez desde que él
ya no frecuentaba tanto el local por culpa del Timeless y de la tal Tamara,
ella había comenzado a reconocer que estaba enamorada de Paolo. Disfrutaba
sus pocos momentos juntos. No quería perder la oportunidad de tenerlo como
amigo y jefe para pasar momentos a solas con él. Además, le iba muy bien en
su trabajo. Por eso le costaba tanto entender por qué Paolo le estaba diciendo
eso.
- Wendy, no quiero que estés más aquí. Te necesito a mi lado en el Timeless.
El corazón de Wendy comenzó a latir rápidamente. No pudo contener la
emoción y contestó - ¡Claro que sí, Paolo! -, mientras le daba un fuerte
abrazo y le daba unos cuantos besos en la mejilla y uno de ellos en la boca.
Paolo recordaba que entre ellos siempre habían bromeado de forma pícara,
por lo que no le dio mayor importancia a la euforia ni al beso de Wendy.
- Bien, te espero entonces el lunes en el Timeless, ya tenemos un encargado
que te suplantará aquí. - Agregó mientras se ponía de pie para retirarse. - Y
Wendy, puedes llevarte todas estas cosas personales para el Timeless,
incluyendo el vibrador que guardas en ese cajón. Recuerda que no permito
sexo dentro de la oficina, pero si eso te relaja no soy quién para juzgarte-
terminó bromeando Paolo y se retiró.
Como era de esperarse, la ayuda de Wendy había aliviado bastante el trabajo
de Paolo, lo cual también le había permitido compartir más con Tamara. Ella
seguía concentrada en sus estudios, pero se había enamorado perdidamente
de Paolo y cada vez que él la buscaba para proponerle alguna salida, sin
pensarlo dos veces faltaba a clases o disminuía las horas de estudio para irse
con él. Por su parte Paolo también estaba enloquecido con ella y apreciaba no
tener que estar todo el día en el Timeless y poder proponerle alocadas salidas
a Tamara.
En ocasiones, cuando ella estaba dispuesta a salir rumbo a sus clases
matutinas, él la sorprendía esperándola abajo en su edificio y le ofrecía
acercarla hasta la universidad, pero en lugar de hacerlo se la llevaba para
algún pueblo cercano para pasear todo el día, almorzar en algún lugar
pintoresco y hacer el amor en cualquier lugar donde los agarrara la pasión.
En cambio, ella, cuando salía de las clases de la universidad y sabía que
Paolo estaba en el Timeless, pasaba por allá y se quedaba con él durante
algunas horas. Se encerraban en su oficina y mientras a lo lejos se dejaba
escuchar la mezcla de las canciones de todos los ambientes ellos hacían el
amor de todas las formas inimaginables. Él había roto por ella su compromiso
de no tener sexo en el trabajo, pero es que esa mujer lo seducía como ninguna
otra había hecho hasta entonces.
Otras veces, y sobre todo cuando empezaban los exámenes finales para
Tamara ella le imploraba un poco de separación para poder concentrarse, y
muy a pesar de ambos lo lograban. Ella se concentraba en sus estudios y él
retomaba el control del Timeless. En esos días Wendy era feliz porque Paolo
pasaba más tiempo ahí.
- ¿Hoy te vas temprano? - preguntó Wendy esa noche.
- No. Hoy tengo que revisar algunas cuentas y verificar el inventario. -
Respondió Paolo.
- Esta noche tenemos la visita de un grupo de chicas que festejarán una
despedida de soltera. Y además el festival de música que tiene sede en la
ciudad ha hecho que el sitio esté repleto. Qué bueno que te quedas, así podrás
ver esa locura.
- Mmm -dudó Paolo-, no sé si quiera ver esa locura. Creo que me quedaré en
la oficina poniéndome al día con otras cosas.
- Como gustes, - replicó Wendy un poco decepcionada.
- Bueno, me voy a la oficina. Cualquier cosa me buscas allá. No te vayas tan
tarde Wendy, entiendo que ya tienes auto, pero igual no vayas a cerrar más
allá de la hora para que no regreses a casa tan tarde. El Timeless te necesita-
le dijo mientras se despedía de ella con un beso en la mejilla- y yo también te
necesito.
- Y yo a ti -, alcanzó a susurrar Wendy sin que él la escuchara.
Entró en la oficina y encendió la computadora. Mientras tanto tomó de uno
de los cajones el fajo de facturas de las últimas compras. El negocio iba muy
bien. Sin duda alguna Wendy estaba haciendo un excelente trabajo. Le
alegraba que el trabajo le hubiera ayudado a ella a poder comprarse su auto y
dejar de pagar la renta de una habitación. Ya se había metido en un crédito
gracias a su apoyo y había comprado un pequeño apartamento cerca del local.
Por su parte, él sabía que podía confiar en ella porque las cuentas siempre
habían estado impecables. Pero de todas formas le gustaba de vez en cuando
hacerse sentir como jefe y hacer saber a sus empleados que él estaba al tanto
de todos los movimientos. De esta forma, cualquiera que tuviera la intención
de apropiarse de algo que no le correspondía, se vería persuadido de no
hacerlo.
Mientras confirmaba la información que tenía en físico con todos los
informes digitales, podía escuchar a lo lejos el alboroto y los aullidos de un
grupo de mujeres. Seguramente la estaban pasando bien en la despedida de
soltera. Pasó unas cuantas horas verificando la información hasta que se
sintió exhausto para seguir. Tomaría una ducha rápida con agua tibia y se
acostaría a descansar. Apagó la computadora, se desabotonó la camisa y la
colocó en el cajón que tenía dispuesto para su ropa sucia. Se quitó los
pantalones y los colocó doblados sobre el escritorio, ya que sería el mismo
que usaría al día siguiente. Se dirigió únicamente con interiores y medias
hasta el baño. Cerró la puerta del baño, corrió la cortina de la ducha y abrió la
llave de agua caliente. Mientras salía el agua se quitó los interiores y las
medias dejándolos tirados en el piso.
El agua caliente comenzó a llenar de vapor el baño. Le gustaba bañarse a esa
hora con el agua caliente, lo relajaba y lo preparaba para dormir. Cuando
estaba bajo el agua la imagen de Tamara llegó a sus recuerdos e
inevitablemente su pene comenzó a crecer y a endurecer. Ya con su imagen
en los recuerdos no le hacía falta mayor esfuerzo para excitarse. Entonces
mientras se enjabonaba el cuerpo, tomó su pene y comenzó a frotárselo a lo
largo de toda su longitud bajo el agua. No tuvo que esperar mucho para
comenzar a jadear y recordando cómo Tamara se lo mamaba cuando él llegó
en la boca de ella, llegó nuevamente al clímax mientras susurraba ¡Tamara,
mi Tamara, qué rico mamas! y descargaba su semen contra la pared de la
ducha.
Terminó de bañarse, secó su cuerpo dejando la toalla húmeda en el piso y
salió a la habitación. Sacó del cajón de ropa limpia un interior y abrió el sofá
cama para acostarse a dormir. Su último pensamiento a esa hora de la
madrugada fue para Tamara y aunque quiso comunicarse con ella para
desearle un buen día, prefirió dejarla tranquila para que se concentrara en sus
estudios y sus prácticas. ¡Buenas noches, Tamara! y se durmió.
La fiesta de las solteras y de los jóvenes de otras ciudades para el festival,
seguía en pleno apogeo en el Timeless cuando ya eran las cuatro de la
mañana. Lidiar con jóvenes que quieren continuar la fiesta y que están ya
borrachos no es fácil, por lo que Wendy tuvo que esperar a que el personal de
seguridad terminara de convencer a los clientes de abandonar el local para
poder cerrarlo. Estaba cansada para regresar a su casa. Realmente vivía cerca
del Timeless, y con el auto era cuestión de llegar en cinco minutos, pero
saber que Paolo se había quedado a dormir en su oficina la tentó para
quedarse unas horas más en el local. Así que una vez que todo el personal se
hubo retirado, ella se acercó a la oficina de Paolo y abrió sigilosamente la
puerta. Ahí estaba él, prácticamente desnudo y totalmente dormido.
Wendy se sentó en el borde de la cama y acariciando el cabello de Paolo lo
llamaba para despertarlo.
- Paolo. Paolo. - Él le contestó a Wendy sin siquiera abrir los ojos.
- Wendy, dime ¿qué pasó? ¿Ya cerraste el local? ¿Ya te vas? Cuídate.
- Ya cerré. Pero estoy realmente agotada para manejar a casa. ¿Me das un
ladito? - le preguntó mientras lo empujaba ligeramente para un lado de la
cama, insinuándole que se quedaría con él como solían hacerlo en el pasado.
Con las pocas fuerzas que tenía Paolo y todavía un poco dormido se arrimó
un poco en señal de aprobación y se volteó, quedando de espaldas a Wendy.
Wendy entonces se quitó la camisa y el pantalón, quedando únicamente en
ropa interior. Al acostarse al lado del hombre del cual estaba enamorada pudo
sentir su olor penetrándole los sentidos. Se vio tentada a abusar de él. Quería
acariciarlo, quería besarle cada centímetro de su cuerpo, quería sentir sus
besos, quería ser cogida salvajemente por él. Pero sabía que al intentarlo tenía
mucho por perder, sobre todo su amistad y la posibilidad de seguir viéndolo.
Por lo que Wendy se limitó a darle besos suaves en su espalda y dormir así
con él, abrazándolo.
Para Tamara es difícil llegar a los exámenes finales. Su capacidad de
concentración ha disminuido desde que conoció a Paolo, sin hablar de los
secuestros que él le hace frecuentemente con su aprobación para ir a vivir el
noviazgo en otros lugares. Agradece que tan sólo le falte el examen de esta
mañana y la práctica de próxima semana para terminar el semestre. Siente
que se asfixia cuando no ve a Paolo, pero la reconforta saber que él siente lo
mismo. Esa mañana de camino a la universidad, decide tentar su suerte y
pasar por el Timeless para saludarlo. Tal vez un sexo rápido le funcione para
llegar con mayor ánimo al examen y ambos han tenido tanto sexo desde que
están juntos, que saben adaptarse según cada ocasión.
Todavía tiene una hora y media para llegar a tiempo al examen. Eso es lo que
dice su reloj cuando se encuentra parada en la puerta del Timeless. Saca la
llave que le dio Paolo y que ella ha utilizado en ciertas ocasiones cuando ha
hecho lo mismo con anterioridad. Como sabe que a esa hora no hay más
nadie en el local, ya además sabe cómo esquivar la grabación de las cámaras,
comienza a desnudarse por el camino quitándose algunas prendas, el sweater,
la falda, los zapatos... Al llegar a la oficina de Paolo, no consigue dar crédito
a lo que ven sus ojos. Wendy y Paolo duermen juntos prácticamente
desnudos.
- ¡Maldito hijo de puta! - le gritó Tamara a Paolo comenzándole a arrojar
cuanta cosa tenía a su alcance. ¡Sucia puta! - se dirigía a Wendy arrojándose
sobre ella.
Cuando Paolo despertó tardó unos segundos en darse cuenta lo que había
pasado. Vio a Tamara empujando a Wendy mientras le gritaba y esta última
trataba de llamar a Paolo para que explicara lo que había pasado, mientras
recibía bofetadas de la enfurecida Tamara.
- ¡Paolo, explícale a Tamara! - suplicaba Wendy.
- ¡Puta! - decía una y otra vez Tamara.
- ¡Es mejor que te vayas Wendy! - contestaba Paolo.
- Pero Paolo...
- Coño, ¡que te vayas!, - repitió Paolo.
Recogió sus cosas y Wendy salió despeinada y arañada, mientras todavía
escuchaba los gritos provenientes de la oficina.
- ¡Déjame explicarte, Tamara, tranquilízate!
- ¡Maldito mentiroso! - le gritaba Tamara mientras intentaba golpear a Paolo,
pero que él lograba esquivar.
Tuvieron que pasar varias semanas de persecuciones de Paolo, incluso hasta
casa de los padres de Tamara, para que ella lo dejara explicarse. Aunque en el
fondo sabía que no podía convencerse de que no había habido sexo entre "esa
puta" y Paolo, Tamara quería perdonarlo. Habían sido las peores semanas de
su vida. Se sintió perdida e incluso había pasado por su mente dejar San
Marcos y continuar los estudios en otra ciudad. Finalmente lo perdonó.
Desde entonces Paolo ya no podía contar con Wendy para nada. La había
despedido del Timeless y de sus otros negocios y Tamara hasta la había
borrado de los contactos de su teléfono, a riesgo de terminar la relación. Por
eso, para las bodas de oro de sus padres, tuvo que hacer toda la producción
por su cuenta. Esa noche, cuando en presencia de todos los amigos íntimos de
la familia proyectaron el video, Tamara estaba a su lado celebrando el amor
de sus padres. Paolo se sentía feliz... y nervioso, porque aparte de las
sorpresas preparadas para sus padres, también tenía otra gran sorpresa
preparada para él y Tamara.
Llegado el momento, Paolo tomó la palabra, parado al lado de sus hermanos
y luego de felicitar y agradecer tanto amor y apoyo de sus padres, dirigió las
siguientes palabras:
- Este espacio en el Timeless está dedicado a parejas memorables que
inspiran el amor eterno. Papá, mamá, ustedes son parte de esos afortunados
que nos permiten creer que el amor eterno tiene sentido y es real. Por eso,
ustedes siempre estarán presentes en este lugar. - Y procedió a quitar la tela
que hasta ese momento tapaba la fotografía del matrimonio de sus padres
impresa y colocada en la pared de 2 por 3 metros. Los aplausos y las lágrimas
corrieron entre los presentes. Pasada la euforia, Paolo tomó nuevamente la
palabra llamando esta vez a Tamara para que estuviera a su lado.
- Y así como hoy celebramos 50 años de amor, también quisiera aprovechar
la ocasión para hacer esta noche aún más especial. - Y al dar la señal a uno de
los empleados para que develara una segunda fotografía impresa y estampada
en la pared, pero esta vez de él y Tamara con una leyenda en la parte baja que
Paolo procedió a leer mientras se arrodillaba, - inspirado por el amor de mis
padres y confiado en que contigo esa historia del "para siempre" se repetirá,
¿quieres ser mi esposa?
CAPÍTULO VI: AVENTURAS FORÁNEAS
El matrimonio se pautó para unos meses después de la graduación de Tamara.
Finalmente había logrado graduarse con honores a pesar de que en los
últimos meses debió redoblar los esfuerzos para hacerlo, ya que los
preparativos para el matrimonio captaban su atención.
Para la celebración de la boda se reservó la totalidad del Timeless y
acudieron familiares y amigos de ambos. Paolo y Tamara lucían como una
pareja de revista irradiando felicidad y amor por donde iban. Los gestos de
cariño y las miradas de complicidad caracterizaban a la pareja.
Aun cuando Tamara había querido empezar a trabajar de inmediato debió
postergar las ofertas que había recibido de varias clínicas de la ciudad por la
luna de miel que había preparado Paolo para ellos. Una nueva vida estaba
iniciando para ella. Nada de lo que estaba haciendo hasta la fecha seguiría
igual y era algo que a ella la excitaba. Atrás quedaba el pequeño piso donde
vivía para dar paso a un lujoso y amplio apartamento en las afueras de San
Marcos con un amplio salón que comunica a una espaciosa cocina. También
cuenta con un pequeño bar con taburetes altos y un depósito acondicionado
para almacenar vinos. Una espectacular terraza dispuesta con luces en el
techo y sonido envolvente con la intención clara de Paolo de celebrar fiestas
y encuentros constantes con familiares y amigos. Una recámara con una cama
king size que tiene un pequeño balcón, que también comunica con el baño
privado de la recámara que cuenta con una ducha de hidromasaje ubicada en
un espacio amplio donde ambos pueden dar rienda suelta a sus encuentros
sexuales y una tina tipo jacuzzi para hacer el amor bajo el agua.
Tampoco continuaría ella asistiendo a la universidad. Al regresar de la luna
de miel tendría que analizar cuál oferta de trabajo aceptaría. Durante los
últimos semestres había recorrido varias clínicas y la mejor oferta provenía
de una clínica de cirugía estética a donde acudían mayoritariamente mujeres
que pagaban intervenciones ridículamente costosísimas para levantar su busto
caído, extraer grasa de ciertas zonas, estirar la piel donde ya comenzaba a
notar el paso del tiempo y más. No sería un gran reto profesional para
Tamara, pero sí le daría altos beneficios económicos y tiempo para compartir
con su marido.
Y esa precisamente era la parte de su nueva vida que más la emocionaba.
Saber que iniciaba una nueva con el hombre a quien tanto amaba, la llenaba
de una felicidad plena. Parecía estar viviendo esos sueños que a veces
podrían parecer inalcanzables o reservado únicamente a personas especiales
que vemos en las revistas o en las películas y que secretamente inspiran
nuestra envidia. Ahí estaba ella, protagonizando su propia historia llena de
felicidad sin nada que la manchara. No había un mínimo detalle en su nueva
vida que la llenara de angustia, temores o dudas. Todo en su vida era
perfecto, sobre todo su relación con Paolo.
Por su parte, Paolo había organizado una larga luna de miel. Sería la primera
vez que Tamara viajaría fuera del país y quería mostrarle lo mejor del mundo.
Además, aprovecharía la visita a otros países para visitar locales nocturnos
que inspiraran nuevas ideas para el Timeless y para un nuevo local que ya
tenía en mente. En este tiempo había aprendido mucho del negocio y sabía
que una de las características de los jóvenes de San Marcos es que les gusta
visitar nuevos locales para sentirse que están a la vanguardia de la diversión.
Para satisfacer sus deseos, muchos empresarios lo que hacen es realizar
pequeñas remodelaciones cada cierto tiempo en sus locales, cambiarles el
nombre y preparar su lanzamiento como si de algo nuevo se tratara. Ya las
redes sociales se encargan del mercadeo y ¡pum! éxito y lleno total
garantizado durante los siguientes meses.
Iniciaron su recorrido por unas paradisíacas playas del mediterráneo, en
donde los hoteles ofrecen toda clase de servicio para el entretenimiento y
relajación de los visitantes. Restaurantes variados, piscina, discotecas, salón
de spa, clases de buceo, recorrido en yate y más. Los primeros dos días Paolo
y Tamara simplemente no salieron de la habitación... ni prácticamente de la
cama. En esa habitación todo se redujo a sexo y promesas de amor.
Cuando al fin se decidieron salir de esas cuatro paredes y ese colchón,
tampoco fue que cambiaron de actividad. Estaban demasiado urgidos el uno
por el otro como para evitar tener sexo en cada rincón. Cuando decidieron
finalmente bajar a la playa, ambos comenzaron a vestirse. El llevaba un short
que le llegaba hasta las rodillas y ella se colocó un bikini turquesa que dejaba
exhibir gran parte de sus pechos y una tanga hilo dental que lograba agrandar
un poco el tamaño de sus pequeñas nalgas. Mientras se lo colocaba en el baño
y dándose vueltas para ver en el espejo lo pequeñas que eran le comentó a
Paolo
- Tal vez en la clínica mi primer sueldo lo use para agrandarme estas pompis-
, dijo mientras se daba par de nalgadas.
- Ni lo pienses. Ese culito es mío y nadie más lo toca sin mi autorización. - A
Tamara la hacía feliz sentirse poseída por Paolo. Se colocó encima un vestido
blanco de tela que transparenta y salieron de la habitación tomados de la
mano.
Al llegar a la playa ambos colocaron sus toallas sobre las tumbonas y
mientras él iba al kiosco por un par de cocteles, ella se acostó para recibir sol.
Tomó su bolso para buscar la botella de protector solar y se vertió un poco en
su palma. Dejando la botella a un lado, frotó el líquido entre sus manos y
luego se lo empezó a colocar en sus piernas y brazos. Cuando llegó Paolo con
las bebidas le extendió uno de los vasos y brindaron.
Entonces él dejó su vaso descansando en la arena y tomó el frasco de
protector solar mientras le decía a Tamara que se acostara para continuar
echándoselo él. Ella se recostó sobre su espalda y el siguió llenándola de
crema por el abdomen, pasándole pícaramente el dedo pulgar por debajo del
bikini, bajo la mirada divertida de Tamara.
- ¡Voltéate! - Y ella obedientemente ahora le brindaba su espalda para que él
le diera masajes mientras le coloca la aceitosa crema. De pronto ella sintió
que el desamarraba el sostén y comenzaba a darle besos por el cuello.
Primero simplemente con los labios, pero luego con lengua. Estaban
ciertamente de luna de miel, pero alrededor de ambos había montones de
turistas y ella no quería ser exhibicionista, por lo que se volteó y dijo
- Paolo, quieto. Nos están viendo.
- Nadie nos conoce, cariño. - Continuaba él mientras le metía la lengua ahora
en su oreja.
- Paolo... Ya.
- Ven, - dijo él mientras hacía nuevamente un lazo en su sostén por la parte
de atrás y se ponía de pie, - vamos al agua.
Ella se puso de pie y lo siguió hasta el agua. Al inicio el agua se sentía un
poco fría, pero a los pocos segundos ya los dos estaban con el agua hasta los
hombros, abrazados en el mar. Comenzaron a besarse nuevamente, esta vez
ya no bajo la mirada curiosa de los demás. Las manos de Paolo se fueron
hasta las nalgas descubiertas de Tamara y tomando sus piernas las colocó en
la altura de su cintura. Ella se sujetó de él por el cuello con ambos brazos.
Tamara lo próximo que sintió fue el dedo de Paolo separando la tela de su
bikini hacia un lado mientras que con la otra mano él ayudaba a su erecto
pene a introducirse en su cuca al vaivén de las olas del mar. Cada impulso
suave del mar terminaba sintiéndolo ella dentro de su cuerpo mientras
abrazaba al amor de su vida.
Cuando ya todo el pene de él estaba dentro de su vagina, ella soltó el cuello
de Paolo y se dejó caer para atrás flotando sobre el agua, mientras Paolo la
sujetaba por sus caderas y la empujaba hacia la base de su pene para
aumentar la penetración que causaban las olas. Ahí mientras Tamara miraba
el cielo azul y soleado consiguió un orgasmo que no pudo disimular. Luego
Paolo agarró con más fuerza las caderas de Tamara y comenzó a moverla más
rápidamente hasta que explotó dentro de ella.
Los últimos los países por visitar antes de regresar a San Marcos fueron
Bélgica y Holanda.
Cuando visitaron este último país cada quien escogió parte del itinerario.
Tamara no quería perder la oportunidad de visitar en museo del impresionista
Vincent Van Gogh. Su historia siempre la había conmovido y realmente el
trazo de sus pinceladas mostraban más que simples colores. Juntos
descubrieron la belleza de los cuadros expuestos y Tamara se sentí
inmensamente feliz de estar viviendo eso con el hombre que tanto amaba.
En tanto, Paolo había pedido que visitaran juntos la famosísima cuadra roja,
en donde prostitutas de lujo se exhiben en vitrinas cual producto comercial.
Tamara tomó el paseo como parte de su recorrido turístico y consciente que
las personas cuando viajan se dejan llevar por actividades fuera de su
cotidianidad; actividades que los hagan sentir diferentes y especiales.
Caminaban tomados de la mano, mientras ambos veían cómo algunas de las
prostitutas se encontraban fuera de las vitrinas, en clara señal de que se
encontraban "laborando"; mientras que otras esperaban su turno. Rubias,
morenas, delgadas, voluptuosas. Todo un menú de opciones para escoger.
Tamara y Paolo continuaron caminando dejando atrás las vitrinas y
adentrándose en pasillos estrechos de comercios que no indicaban claramente
a qué se dedicaban. Las entradas de estos comercios estaban custodiadas por
enormes caballeros corpulentos trajeados de forma elegante. Al pasar por
delante, un caballero se dirigió a ellos en un inglés que no lograron
comprender e invitándolos a pasar. Paolo miró de manera interrogativa a
Tamara, quien, invadida por el espíritu aventurero del viaje, y además con la
seguridad que le daba estar al lado de Paolo, le dio un gesto a Paolo para que
aceptara la invitación.
Ambos atravesaron la puerta custodiada por el fortachón y fueron conducidos
por una hermosa mujer vestida únicamente con una maya de color rojo y
unos zapatos de tacón alto. Ella los llevó hasta una especie de palco privado
de unos cuatro metros cuadrados con tal solo una poltrona de terciopelo. Las
paredes también eran de suave gamuza y en el frente había una cortina que se
encontraba cerrada. Luego de dar algunas explicaciones, la guía le indicó el
costo a Paolo y éste sacando su cartera sin entender qué estaba pagando,
extendió a la chica un billete. Al irse la chica cerró la puerta dejando a
Tamara y a Paolo solos en la habitación.
Aún sin comprender, ambos se sentaron en la poltrona de forma expectante y
curiosa. A los pocos segundos se deja escuchar suaves melodías y Paolo
decide correr la cortina para ver de qué se trata. El vidrio ahumado, los
separaba de una pequeña tarima en la cual se encontraba de manera teatral
una cama redonda y sobre ella dos mujeres desnudas que se besaban y
acariciaban. Alrededor de la tarima había otros cubículos como aquél en
donde ellos se encontraban.
Ambos miraron asombrados el espectáculo. Paolo tomó de la mano a Tamara
invitándola a pararse y abrazándola por la espalda se quedaron viendo a las
mujeres que practicaban poses prácticamente acrobáticas para darse placer.
Mientras Paolo las veía comenzó a acariciar a Tamara metiendo su mano por
entre la blusa y acariciando sus pezones por debajo del sostén. Paolo besaba
el cuello de Tamara mientras veía el espectáculo que cada vez lo excitaba
más. Su pene ahora firme rozaba las nalgas de Tamara quien empujaba hacia
atrás su culo para rozarlo con mayor fuerza. Tamara gemía de placer
únicamente por las caricias de su esposo y tratando de adivinar en qué
momento éste le subiría la falda, metería sus dedos entre las piernas, se
bajaría los pantalones y se la cogería ahí mismo. Y así sucedió.
CAPÍTULO VII: NUEVOS CAMINOS
Ya todo está dispuesto en la terraza para recibir a los invitados que celebrarán
junto a la pareja sus primeros cinco años de casados. Paolo como siempre, se
ha encargado de la producción del encuentro, dejando para Tamara sólo los
encargos mínimos. Él disfruta haciendo esos preparativos que se asemejan
tanto a la prolongación de su trabajo. Los cinco años han estado repleto de
felicidad, de viajes, placeres y sexo. Todo ello -exceptuando el sexo- se
proyectará en un video de fotos que estará disponible durante toda la jornada.
Los invitados podrán revivir junto a la pareja, sus viajes por el mar, sus
salidas nocturnas, las aventuras en la nieve, las actividades de alto riesgo de
parapente y rafting que han vivido en los últimos meses, las exóticas comidas
y más.
Amenizará la fiesta el mismo Paolo quien ha vuelto a sus años de DJ y ha
estado durante las últimas semanas encerrado en el cuarto dispuesto como
sala de grabación para lograr unas mezclas espectaculares. Entre los invitados
a la fiesta están los hermanos de Paolo con sus respectivas esposas y sus cada
vez más numerosos sobrinos, quienes se apoderan del espacio cada vez que
llegan al apartamento bajo la mirada indiferente de sus madres.
Durante la última reunión, cuando llegaron los niños y comenzaron a
corretear por el lugar Paolo le dijo a Tamara al oído "Recuérdame que no
soportamos a los niños si alguna vez te pido tener un hijo". Ella rió bajo su
ocurrencia, porque luego de un rato se le veía compartir con sus sobrinos
algún video juego u otra travesura.
En esta ocasión los padres de Paolo no asistirán al evento. El padre ha estado
enfermo últimamente y han optado por no salir de casa. Sin embargo, ambos
recibieron en la mañana un arreglo floral y una tarjeta que decía "Nos alegra
saberlos tan felices. Son una pareja perfecta. Feliz Aniversario. Papá y
Mamá."
A la cena vendrá su amiga Serena. Está muy feliz de poder verla nuevamente.
Durante los últimos años sólo se han visto en par de ocasiones, ya que la
nueva vida de ambas las ha alejado un poco. Cada vez que se ven recuerdan
tiempos pasado y la pasan muy bien, y cuando se despiden lo hacen bajo la
promesa de no dejar que pase tanto tiempo antes de un nuevo encuentro. Pero
luego, cada una se mete en su rutina diaria y las promesas se olvidan.
También asistirán los nuevos socios del club de Paolo. Desde que Wendy
desapareció de la vida de ambos Paolo tuvo que contratar varios encargados
para que lograran la misma eficiencia de su empleada anterior. Pero todos
habían fracasado. Ninguno juntaba todas las cualidades que tenía la chica.
Finalmente dio con el amigo de uno de sus hermanos que daba la talla, pero
quien le solicitó poseer parte de las acciones del local. La decisión fue
consultada tanto por su familia, como con Tamara, ya que la alternativa era
asociarse con este chico y traspasarle parte de las acciones o buscar
nuevamente a Wendy para que asumiera su antiguo trabajo.
La sombra de Wendy había sido difícil para Tamara, por lo que optó por
ceder acciones del club a Ross, que tampoco era signo de la devoción de
Tamara, porque lo consideraba un poco atrevido e infantil, pero entre los dos
males, el menor. Entre escoger a la puta de Wendy o al morboso de Ross, se
quedaba con Ross.
Casi todos los amigos de Paolo estaban relacionados con la vida nocturna que
caracterizaba su actividad laboral, por lo que era mayoritariamente gente
desinhibida, asidua a las bebidas y a la música y quienes eran los primeros en
llenar la pista de baile y acabar con las botellas dispuestas en las mesas. Por
su parte, los invitados de Tamara eran mayoritariamente del mundo de la
medicina que compartían largas charlas sobre sus propios casos y que
encontraban en el otro grupo de personas, una inspiración para a medianoche
recordar sus tiempos de universidad y salir a la pista a bailar para las luces de
neón y las mezclas de Paolo.
Tamara bromeaba con su esposo diciendo que en el fondo ambos grupos
compartían la pasión por la apariencia, ya que, si los primeros se esmeraban
en parecer felices y despreocupados, los últimos se encargaban de mejorar la
apariencia de las personas para que les fuera más fácil fingir una felicidad
que no tenían. Y que, por eso, al final de cada celebración ambos grupos que
inicialmente lucían tan heterogéneos, se mezclaban perfectamente incluso
logrando conexión más allá del apartamento de Tamara y Paolo.
Luego de la celebración del V aniversario, efectivamente Tamara y Serena se
volvieron a reunir para conversar tranquilamente sin la interrupción
continuada de otras personas como sucedía en la celebración. Se citaron para
encontrarse en una dulcería de un centro comercial en horas de la tarde de un
día sábado. Se sentaron en la parte de afuera con sus respectivos dulces y
bebidas calientes e iniciaron una amena conversación.
- Entonces, Tamara, todo parece brillar en tu vida.
- Serena, todo no "parece" brillar en mi vida, todo brilla realmente.
- Me alegro mucho por ti. Paolo luce tan enamorado como el primer día.
Además, sigue siendo tan atractivo... - bromeó Serena mientras se mordía los
labios-, pero claro, ya tiene dueña. Lo nuestro es imposible... a menos que tú
lo permitas. - Rieron ambas.
- Sí, Paolo sigue siendo muy especial conmigo...
- ¿Pero? - preguntó Serena al ver la expresión de su amiga como ocultando
sus pensamientos.
- ¡Ross! Ese socio nuevo de Paolo no me gusta.
- Y está bien que no te guste Tamara, porque eso de montártelo con el socio
de tu esposo no es algo muy digno de ti. - Rió Tamara por el comentario de
Serena.
- No has cambiado para nada, Serena. Sigues siendo una molestia en el culo,
no sé cómo te he extrañado tanto.
- Ahora, en serio, ¿qué ocurre con el tal Ross?
- Siento que anima a Paolo a hacer cosas que... no sé, cómo te explico... su
idea de los locales nocturnos no... No sé, no me fío de él.
- ¿Y de Paolo? ¿te fías de Paolo? Porque eso es lo importante.
- Contigo puedo ser sincera, Serena. Confío en Paolo, pero no me he podido
olvidar de la vez que lo encontré desnudo con esa puta en la cama. Es como
un recuerdo fantasma que aparece en contra de mi voluntad.
- Tamara, de eso hace más de cinco años. Bórralo de tu mente. Y en cuanto al
tal Ross, si es el socio y amigo de Paolo entonces tendrás que convivir con él.
Recuerda que, al enemigo, mejor tenerlo cerca para saber en qué anda.
- Tal vez tienes razón. Me acercaré más a Ross aunque no lo soporte. Haría
cualquier cosa por evitar que entre Paolo y yo surjan problemas. Lo amo
tanto, Serena.
- No tienes ni que decirlo, Tamara, se te nota en la piel. ¿Y qué hay de tu
trabajo? ¿Ya reuniste tu primer millón?
- Serena, ¡¡ni te imaginas las cosas que son capaces de pagar y arriesgar las
mujeres para estar con sus hombres!! Miles de dólares para colocarse una,
dos o tres tallas más de brasier, para subirse las pompis, para quitarse o
ponerse muslos, de todo. En las salas de espera compiten por ver quiénes han
pagado más o quiénes lucen mejor.
- Me lo puedo imaginar. Y no las critiques, que estoy segura que tú harías eso
y más por retener a Paolo a tu lado-, ante este comentario Tamara se quedó
meditando. Es cierto, ella haría eso y más por él.
- Sí, tienes razón. Pero ya estoy cansada de tener que tocar tanta teta ajena -
río Tamara-, a nivel profesional quiero otra cosa.
- ¿Y qué tal la nueva clínica de atención para quemaduras que acaban de
abrir? He sabido que andan buscando especialistas para la parte de atención
infantil. Y además así aprovechas para ir entrenándote para cuando quedes
embarazada. - El silencio de Tamara y su risa incómoda hizo sospechar a
Serena. - ¿O acaso ya estás embarazada, pillina?
- No, Serena. Paolo y yo decidimos que no está en nuestros planes.
- "¿Nuestros?". Serena, ¿no está en tus planes o en los planes de Paolo?
- Da igual. Ambos decidimos no tener hijos.
- ¿Ves? Y tú criticando a las mujeres que se suben las nalgas para complacer
a sus esposos, mientras que tú te dejas convencer de que no quieres hijos. -Y
colocó una mano sobre la mano de Tamara-. Amiga, ¿tanto así lo amas?
- Sí, Serena -dijo Tamara con los ojos vidriosos y luego de un suspiro- Lo
amo más que a mi vida.
Durante esa misma semana, Tamara se acercó a la clínica que le había
mencionado Serena. La remuneración no era tan alta como la que estaba
devengando en su actual trabajo, pero el trabajo la satisfacía y llenaba mucho
más. En esa clínica llegaban personas que habían sufrido graves quemaduras
y que necesitaban cirugías estéticas, pero para reconstrucción facial que les
permitieran tener nuevamente rostros que le permitieran una vida social
normal. No buscaban belleza, buscaban volver a estar cada vez más cerca de
un parámetro de normalidad que el fuego o los ácidos le habían quitado. Sí,
definitivamente aceptaría el trabajo.
El Dr. Mario Gasparini había llegado a San Marcos hacía un año. Había
nacido en Italia y sin querer echar raíces en ningún lugar, desde que se
graduó como cirujano plástico había estado trabajando para diversas
organizaciones no gubernamentales brindando su experiencia como médico
para atender casos de niños quemados en zonas de guerra o de invasión y
cuyas bombas habían alcanzado escuelas o población civil, engrosando aún
más lo que en el argot militar e imperial se conocía como "daños colaterales".
Nunca había militado en ningún partido político y ni siquiera había estado
interesado en votar a favor de ningún candidato, pero el cinismo y la frialdad
con la que algunos denominaban "daños colaterales" a los miles de víctimas
que médicos como él debían atender, lo llenaba de indignación.
Al llegar a San Marcos, atender víctimas de accidentes caseros o laborales, le
parecía menos doloroso que su trabajo anterior. Ya a esta altura de su vida y
cumplidos los 45 años de edad, empezaba a sentir la necesidad de encontrar
un lugar tranquilo en el cual echar raíces. Por eso, cuando recibió la oferta
para ayudar a abrir una nueva clínica en San Marcos, aceptó. Tal vez pasaría
ahí la próxima década de su vida para luego regresar a su Italia natal, o tal
vez tan sólo había encontrado donde asentarse definitivamente. Ya el tiempo
hablaría.
Mientras tanto dedicaría sus esfuerzos profesionales para lograr llenar la
nómina de la clínica recién creada con profesionales sensibilizados con la
causa. Necesitaba médicos y médicas que no pusieran como prioritario el
sueldo a devengar ni el tiempo dedicado al trabajo. Sabía que la legislación
sobre protegía al gremio médico, pero necesitaba galenos que fueran más allá
y se sintieran motivados por darle a un niño con labio leporino la oportunidad
de poder jugar con sus amigos sin recibir burlas de nadie. Ese nivel de
sensibilidad era el que buscaba.
Se quedó hasta tarde revisando las hojas de vida de los aspirantes, entre los
cuales eran mayoría profesionales recién graduados de las universidades de
San Marco, que buscaban ganar experiencia sin importar la calidad del pago.
Conocía esos casos. Idealistas que se entregaban a la profesión pero que una
vez obtenida la experiencia necesaria caían en la tentación de abandonar sus
puestos de trabajo para hacer trabajos menos reconfortantes, pero mejor
recompensados. Pero entre todos llamó su atención el caso de una profesional
cuyo caso era totalmente, al contrario. Actualmente se encontraba prestando
servicios en la clínica de cirugía estética más costosa de San Marco y
aceptaría llevar su paga a la mitad por un cargo similar: Tamara Dagnino, 28
años.
Por su parte Paolo y Ross estaban ajustando los detalles para la inauguración
de un nuevo local. El concepto del mismo había estado dando vueltas en la
cabeza de Paolo desde hace unos cuantos meses, pero la experiencia de Ross
hizo que se acelerara la idea concretándose en un proyecto que tendría por
nombre "Saxo", y cuyo logo dejaba entrever el verdadero ambiente que
tendría el local: la silueta de una mujer alta y delgada aparentemente desnuda
que únicamente portaba zapatos de tacón alto. La silueta se encontraba
recostada al cuerpo de saxofón, el cual era del tamaño de la silueta de la chica
y cuyo diseño dejaba insinuar su semejanza con un pene erecto.
El local sería atendido por jóvenes hermosas que portarían diminutos trajes
que les permitiría exhibir sus senos como queriendo salir de sus ajustados
tops. Las faldas del uniforme traían en la parte posterior colitas de diferentes
animales, conejitas, perros, zorras, que hacían juego con las orejas del cintillo
que portarían en sus cabezas. En el centro del escenario habría una tarima
elevada en cuyo centro habría un poste en el cual celebrarían sensuales bailes
las chicas, exhibiendo su culo al público y ganándose de esta manera las
abultadas propinas que colocarían o bien entre sus nalgas o entre sus tetas.
Paolo le hablaba del nuevo local a Tamara sin darle muchos detalles.
Ciertamente la mayor parte de las ideas habían sido aportadas por Ross, y
Paolo encantado con ellas apostaba a que este nuevo negocio sería un éxito
absoluto.
Tamara estaba entusiasmada con su nuevo trabajo y al final del día cuando
llegaba a casa, se quedaba esperando a Paolo hasta que llegaba en la
madrugada para conversar sobre sus nuevos retos. Asimismo, Paolo la ponía
al día de la generalidad de los avances del Saxo, guardando para el algunos
detalles, bien sea por el poco tiempo que tenían para charlas y hacer el amor,
o bien porque tal vez presentía que el nuevo concepto no sería del agrado
total de su esposa.
El día de la inauguración del Saxo, Tamara habló con su jefe, el Dr.
Gasparini, para salir más temprano. Considerando el duro trabajo que ella
estaba demostrando en esas primeras semanas de trabajo, Mario le concedió
el permiso.
- Gracias, doctor. Es que esta noche mi esposo y yo tenemos un evento
importante.
- Por supuesto, Tamara, tómate la tarde y diviértete.
- Así lo haré. - Y cuando ya iba de salida, Tamara se regresó para agregar -
Esta noche se inaugura el nuevo local de mi esposo, el Saxo. No sé si ha oído
algo al respecto. Tal vez un día lo invitemos a usted y a su esposa para poder
brindarles un par de copas. - Y Mario, quitándose los anteojos y dejando de
revisar unos papeles que estaba leyendo, levantó la vista hacia Tamara.
- Gracias por la invitación, eres muy amable. ¿Así que eres dueña de un local
nocturno?
- Sí, mi esposo y yo. Cualquiera de estos días lo invitamos. Hay más vida
después de esta clínica, doctor. - Comentó Tamara y luego le pareció un poco
atrevido el comentario.
- Lo recordaré. - Dijo colocándose nuevamente los lentes y volviendo su vista
hacia los papeles, - pásala bien.
El trato del doctor Gasparini había sido siempre en un tono demasiado
profesional. Nunca hablaban de otra cosa que fuera diferente a los casos
clínicos. Su vida privada era muy reservada y aunque Tamara había querido
romper un poco el hielo en varias ocasiones, tan sólo se estrellaba contra un
muro. En fin, lo había intentado. Ahora se disponía a quitarse la bata de
doctora, ir a la peluquería para ponerse hermosa y vestir un atuendo sexy que
la hiciera resaltar de entre todos los presentes. Esta noche en el Saxo, quería
que todos reconocieran que la esposa del jefe era realmente una mujer
impactante.
Al llegar al apartamento buscó en su guardarropa el traje más diminuto que
dejara ver sus atributos. El elegido fue un vestido rojo que le había regalado
Paolo y unos tacones de punta del mismo color. La pasaría buscando Serena,
con quien había estado en contacto con regularidad desde la última vez que se
vieron. Además, sabía que Paolo estaría ocupado con la inauguración y no le
gustaba beber sola. Los hermanos de Paolo no irían a la inauguración y a
Tamara no le gustaba tener una copa en su mano sin tener compañía. Por lo
que Serena sería una excelente compañía para esa noche.
Serena la pasó buscando por su apartamento y al verla no dejó de piropear a
su amiga.
- ¡Guao! Realmente quieres marcar territorio ¿no es así?
- No sé de qué hablas - respondió Tamara guiñándole un ojo y sintiéndose
aún más guapa y sexy. - Aprovechemos de hablar ahora, seguramente en el
Saxo el volumen de la música no nos dejará.
- Muy bien, "doctora sexy", ¿así que otro local exitoso, no? No te olvides de
nosotros los pobres cuando sigas en la cima - rieron Serena y Tamara. - ¿Y
qué tal tu nuevo trabajo?
- Serena, te debo otra, para variar. El trabajo en la clínica me gusta mucho.
Me conmueven mucho los casos que llegan, pero salidas como éstas me
hacen mitigar un poco esa tristeza. Además, el doctor Gasparini es excelente.
Los pacientes lo adoran, los llena de esperanza y sabe cómo lidiar con esos
casos tan difíciles.
- Sí, su reputación, dedicación y profesionalismo trasciende los límites de la
clínica y de San Marcos. Tienes suerte de trabajar tan de cerca con él.
- Como jefe y profesional es brillante, pero como persona ¡aggg! - dice
Tamara mientras se lleva el dedo a la boca haciendo el gesto de vómito, lo
que causó la risa de ambas amigas.
Al llegar al Saxo Serena detuvo el automóvil dándole la llave a uno de los
valet parking, mientras otro le abría la puerta de Tamara. Las dos chicas se
sentían sensacionales y caminaban erguidas y orgullosas por la entrada. Al
ver el uniforme de las meseras que las recibían adentro del local, se sintieron
que no estaban tan sexys como realmente habían imaginado. Prácticamente
los vestidos de ellas lucían como grandes manteles en comparación con la
diminuta ropa de las anfitrionas.
Al verlas entrar, Paolo se acercó sonriendo. A Serena la saludó cariñosamente
con un beso en la mejilla, mientras que a Tamara le dio un pequeño beso en
los labios piropeando lo hermosa que lucía. Las acompañó hasta una mesa
reservada y luego de unos minutos de conversación, se excusó para atender
sus obligaciones.
Serena adivinaba los pensamientos de Tamara,
- ¿Ya habías visitado el local?
- No, Serena. No tenía idea...
Pasados unos minutos en los cuales las anfitrionas movían sus colitas entre
los clientes ofreciendo bebidas, comenzó en la tarima el primer show. Una
chica vestida con ropa árabe y tapada inicialmente con un tul transparente
color violeta, se movía al ritmo de la música. Estando de frente y al borde de
la tarima suelta el velo, que cae al suelo, dejando ver su cuerpo apenas
cubierto por unas medias de malla, un hilo con unas pequeñas monedas que
jugaba el rol de sostén y un caderín de monedas. Sus caderas se movían
rápidamente mientras el resto de su fibroso cuerpo no movía ni un centímetro
de grasa. Mientras meneaba las caderas, hacía sonar el caderín de monedas.
Cuando dio la vuelta y quedó de espaldas al público, se desamarró el caderín
y lo dejó caer al suelo dejando mostrar dos voluptuosas nalgas mientras se
daba palmadas en ellas para finalmente pasarse uno de sus dedos por entre las
nalgas fingiendo con su rostro un placer y una excitación que claramente no
sentía, pero que enloquecía al público masculino quienes aullaban eufóricos.
Sin voltearse hacia el público y aun mostrándoles su culo, agacha su torso
para recoger el caderín del suelo, haciendo que sus nalgas lucieran aún más
grandes y dejando que se asomara parte de su intimidad. Claramente la chica
no llevaba ropa interior. Al levantarse luego de haber recogido el caderín, se
lo echa al hombro y dando un rápido giro que da una visión veloz de su
afeitada vagina se despidió del público.
Era apenas el primer show de la noche... Era apenas la primera noche...
CAPÍTULO VIII: REVELACIÓN
Desde la inauguración del Saxo, Tamara había quedado alertada de que el
ambiente con el cual tendría que convivir era diferente. Las chicas empleadas
de Paolo eran todas guapísimas y no tenían ningún pudor para mostrar sus
cualidades al jefe en caso de que así lo quisieran para conseguir cualquier
favor. Paolo ya le había adelantado que no tenía por qué sentir celos. Era
parte de su trabajo y ella lo había conocido precisamente en una discoteca.
Durante todos estos años él había sabido mantener la distancia con las
empleadas y las clientas que se le insinuaban cuando estaban un poco alegres
por culpa del ambiente y el alcohol.
Tamara seguía confiando en Paolo y además su comportamiento hacia ella
había seguido igual. Seguían haciendo el amor con regularidad y él
continuaba llenándola de atenciones en la medida que el apretado horario de
ambos así lo permitía. Sin embargo, Tamara comenzó a tomar medidas de
precaución alternando visitas esporádicas al Saxo a la hora del almuerzo o a
la salida de su trabajo. Su llegada al Saxo lejos de impedir que las chicas se
acercaran a Paolo con confianza, hacía que lo hicieran aún con mayor descaro
como si estuvieran retándola en su rol de esposa. Una de las chicas más
jóvenes llamada Korina, se atrevió incluso a despedirse de Paolo dándole un
pellizco en las nalgas y un suave beso en la mejilla. ¿Sería esto lo que tendría
que soportar ahora Tamara para continuar su relación con Paolo? ¿Tendría
acaso que abandonar su trabajo para permanecer en el Saxo cuidando a su
hombre y su matrimonio?
Cuando ese día se encontraron en casa Tamara le reclamó el comportamiento
de la chica. Paolo insistía en que en ese mundo nocturno ese comportamiento
era normal y que ella tendría que aprender a convivir con eso.
- Paolo, no quiero que esa chica trabaje en el Saxo, es demasiado descarada. -
Insinuó Tamara, recordando la vez que le exigió lo mismo respecto a la
"imprescindible" de Wendy, logrando que la echaran del Timeless.
- Cariño, no puedo echar a Korina. - Escuchar el nombre de la chica hizo
rabiar a Tamara, más aún cuando parecía que comenzaría a defenderla-.
Primero que nada, fue Ross quien la contrató, segundo, por ser precisamente
tan descarada como es, es que sus shows son unos de los que más atraen
clientes y dinero y tercero, porque si me toca botar a cada chica que me
pellizque la nalga o haga algo más atrevido, me quedaría sin personal. - Esto
lo había dicho Paolo con una tranquilidad absoluta que había dejado pasmada
a Tamara. Luego, la acercó a él y le dio un beso. - Te amo Tamara.
Esta frase fue suficiente para que Tamara confiara que todavía tenía el amor
de Paolo. Tal vez era cierto que ella había exagerado en su reacción. Debería
aprender a convivir con eso. Por lo que en los meses siguientes prefirió
dedicarse en cuerpo y alma al trabajo al lado de Mario.
Sí, ya el doctor Gasparini había roto un poco el hielo y se exigía llamar
simplemente Mario por parte de Tamara. Al fin y al cabo, ya llevaban más de
tres años trabajando juntos. Ya ella había dejado de salir corriendo para salir
apresurada al Saxo para compartir con Paolo. Prefería estar con él en el
apartamento y que él dividiera su vida en dos: la del Saxo y la de hombre
casado. Esa sería la fórmula perfecta para mantener su matrimonio. Además,
realmente la pasaba bien quedándose hasta tarde con Mario discutiendo los
casos clínicos y hasta compartiendo de manera ocasional alguna comida
ligera.
Faltaban unos días para una nueva celebración del aniversario Lira-Dagnino.
Fue momento de reencuentro familiar y de amigos de vieja data que tenían
tiempo sin ver. También acudieron empleados y empleadas del Timeless y
del Saxo. Al llegar al departamento era evidente que la confianza que se
tenían Paolo y varias de las chicas. Tamara trataba de disimular e ignorar la
tensión sexual de Paolo con cualquiera de ellas, entre las que se encontraba
Korina.
Mientras tanto, el resto de los asistentes disfrutaba nuevamente la proyección
de las fotos de los últimos viajes de la pareja, y los interrogaban acerca de
cuándo llegarían los herederos. En cuanto a los invitados por parte de
Tamara, tan sólo había un par de compañeras de la clínica. Había invitado
también a Mario, pero él la había llamado para excusarse.
Al llegar la madrugada los asistentes comenzaron a despedirse de los
anfitriones agradeciendo como siempre las atenciones y felicitándolos a
ambos por el nuevo aniversario. Quedaron para el final Serena, que a petición
de Tamara se había quedado hasta a modo de salvavidas y Ross con tres de
las chicas de Saxo, incluyendo a Korina. Al despedirse ésta les dijo a Tamara
y a Paolo:
- Adiós Tamara, te felicito por estos 10 años de feliz matrimonio. - Y le dio
un beso en la mejilla a ella. Y pellizcando por sobre la camisa una tetilla de
Paolo, continuó, - no debe ser fácil aguantarlo tanto tiempo. - Luego de lo
cual se puso de puntillas para darle un beso en la mejilla a Paolo, - Nos
vemos mañana, jefecito.
Luego de la despedida, Paolo se despidió de Serena y de Tamara y se fue a
recoger algunos desastres producto de la fiesta antes de tomar una ducha y
acostarse.
- Cariño, voy a acompañar a Serena hasta su auto - le gritó Tamara a Paolo y
salió con su amiga tomando las llaves del apartamento. Cuando llegaron a
Planta Baja, Tamara interrogó a Serena:
- ¿Y qué opinas? ¿Son delirios míos o no?
- Tamara, es evidente la tensión sexual que existe entre Paolo y esa chica
Korina. Hiciste bien en llamarme.
- Lo sabía. - Dijo Tamara, sólo que quería asegurarme de que no fueran
imaginaciones mías como me dice Paolo.
- Amiga, antes de hacer cualquier cosa creo que lo mejor es asegurarnos que
sí hay algo entre ellos. Mejor nos vemos mañana y hablamos con más calma.
- Bien, - dijo Tamara, y abrazando a su amiga, añadió,- además hay algo más
que debo contarte,- dijo con un tono de tristeza mientras se le llenaban los
ojos de lágrimas.
Mario no había querido asistir a la celebración a la cual lo había invitado
Tamara. Desde hace meses la admiración que inicialmente había sentido
hacia la doctora Dagnino, se había convertido en amor. Le gustaba verla
atendiendo a los pacientes con ese amor maternal que no todos los galenos
demuestran. Él había tratado de mantener la distancia para tener una relación
limitada a lo profesional. Pero las irrupciones de Tamara en su oficina
buscando conversación que rompiera el hielo, lo habían cautivado. En
ocasiones, cuando ya siendo de noche ella estaba preparada para salir a su
casa, volvía a guardar todo y llegaba con dos tazas de té y un trozo de pastel
para compartirlo conmigo.
Poco a poco ese rito se fue haciendo imprescindible para que Mario saliera de
la clínica. Luego de un tiempo, esas meriendas tenían lugar fuera de la
clínica. Esta vez la iniciativa había sido de Mario. No era justo que ella
siempre se encargara de esos detalles.
- Si no fueras tan solitario, diría que usted está tratando de conquistarme,
doctor Gasparini, - bromeaba Tamara.
- Sólo sigo el consejo que una vez me diera una descarada colega, me dijo
"hay vida más allá de la clínica", - rió Tamara recordando que esa había sido
ella.
- Sí, una taza de té en una cafetería es un buen comienzo. No es
definitivamente algo que eleva la adrenalina, pero algo es algo. - Y rieron y
charlaron gratamente los dos.
Tamara no perdía ocasión para nombrar a Paolo delante de Mario. Con ello, y
aunque no fuera su intención, había dejado claro que estaba felizmente casada
y enamorada de su esposo. Cuando ella lo invitó para la celebración de su
décimo aniversario, además de que no le gustaban las reuniones sociales, no
se sentiría cómodo estando ahí al lado de la mujer de la cual estaba
enamorado. Por eso decidió comprarle un obsequio y dejárselo sobre su
escritorio. Compró un porta retrato blanco y lo envolvió en papel dorado con
un lazo blanco. Y en la tarjeta colocó "Por estos años llenos de felicidad.
Mario". La dedicatoria realmente no se refería a los años de su matrimonio,
sino a los años que ella había estado a su lado en la clínica, llenándolo
secretamente de felicidad.
Cuando ella vio el obsequio sobre su escritorio, leyó la tarjeta y no vio nada
malo en ella. No descubrió ni estaba cerca de sospechar que Mario estaba
enamorado de ella. Dejó su cartera guardada y antes de colocarse la bata e
iniciar sus rondas, se dirigió a la oficina de Mario para agradecerle el detalle.
Esa tarde no tuvo lugar el té al que se estaba acostumbrado Mario. Tamara le
había dicho que saldría temprano para una diligencia personal. Tenía que
encontrarse con Serena para planificar qué harían con la fulana Karina.
Al llegar a la terraza de la dulcería, ambas amigas se saludaron y comenzaron
a charlas. Serena, como era usual, sabía cómo romper el hielo o cómo sacarle
una sonrisa a Tamara aún en la situación más dramática.
- Entonces, Tamara, ya te decidiste entre un accidente automovilístico o un
aparente suicidio, ¿cómo nos desharemos de esa chica?
- Por eso es que te necesito ¿ves? porque sabes cómo llevar las cosas con
calma - rieron las amigas.
- En serio Tamara, ¿qué piensas hacer con Paolo? ¿Quieres asegurarte
primero que tiene algo con esa chica?
- Serena, yo sé que él tiene una aventura con alguien. Lo que quiero es
recuperarlo. No me falta verificar si tiene o no algo con Korina. Todo hace
suponer que sí.
- Hay algo más que quieres decirme Tamara, te conozco. - Y dando un
suspiro, Tamara continuó.
- Ya no somos la pareja perfecta que aparentamos ser, Serena. Ya
prácticamente no tenemos vida juntos, nuestros horarios son opuestos...
- Tamara - interrumpió Serena-, ¿qué pasa?
- Paolo y yo tenemos más de ocho meses sin hacer el amor. - El asombro en
la cara de Serena alertó a Tamara de que arrojaría uno de sus atinados
comentarios en cualquier momento.
- ¡Amiga! Es más grave de lo que creía. ¿Pero cómo... qué... cómo?
- Serena, cálmate. Lo que te decía, nuestros horarios...
- Coño Tamara, no lo justifiques. Un rapidito sigue siendo válido y toma
menos tiempo que cepillarse los dientes. Yo podría vivir con los dientes
sucios, ¿¿pero sin sexo?? - La comparación hizo que dentro de lo dramática
de la conversación Tamara reventara de la risa. - ¿Y te ríes? Yo no sé cómo
has aguantado. ¡Ocho meses! O sea, eres virgen nuevamente... ¿O te
compraste un vibrador?
- Baja la voz, coño.
- Pero en serio, Tamara. Ya no se trata de salvar tu matrimonio, sino tu salud.
- Y calmándose luego de un suspiro, continuó-. Bien, obviamente hay que ser
creativo para recuperar tu vida sexual... ¿hay alternativas para que sea con
otro hombre o lo que quieres es que sea con Paolo? - preguntó con seriedad
Serena, a pesar de que Tamara lo tomara como una broma.
- Serena, lo que yo quiero es salvar mi matrimonio.
- Bien, amiga, entonces debes buscar el tiempo y cambiar estrategias para
captar la atención de ese hombre. Obviamente el Saxo le da cosas que llaman
más su atención. Así que nuestra primera tarea será averiguar qué le dan en el
Saxo que tú no le has dado.
La sola idea de espiar a su esposo no para agarrarlo infraganti en la
infidelidad, sino para saber contra qué cosas competía, la hacía sentir un poco
humillada. Pero saber que tenía la complicidad de su amiga para salvar su
matrimonio la hacía sentir mejor.
Lo primero que harían era dejar una cámara grabando la oficina de Paolo.
Serena se encargaría de la tecnología para tal fin y Tamara por su parte la
colocaría en la oficina del Saxo, donde estaba segura que tenían lugar los
encuentros entre su esposo y Korina o cualquiera de las otras chicas. Verlo
sería duro, pero más duro sería que él la abandonara. Más difícil han sido
estos últimos meses sin Paolo penetrándola o besándola.
- ¡La tengo, Serena! - dijo Tamara en relación al pequeño aparato que había
colocado la mañana anterior en la oficina de Paolo.
- ¿Segura que quieres hacerlo?
- Muy segura Serena, pero necesito que estés conmigo. Ya llamé a la clínica
y le dije a Mario que no iría en el resto del día. ¿Nos podemos ver en tu casa
en una hora?
- Seguro, amiga. Compraré una botella de tequila para que agarres fuerza, -
dijo Serena bromeando.
- Mejor compra dos, - dijo en serio Tamara.
Al llegar al psi de Serena, ésta la esperaba con dos pequeños vasos ya
servidos con tequila, limón cortado en pequeños trozos y sal. En la sala
conectó el aparato con la grabación que había traído Tamara quien todavía
tenía las manos temblando. Se acomodaron frente al televisor y dieron play a
la grabación. Los primeros minutos sólo aparecía estático el sofá de Paolo sin
nadie que entrara en la habitación. Luego de dos tragos más por parte de
Tamara vieron en la película cómo abrían la puerta y entraban Paolo y Korina
besándose de manera apasionada y urgida. Ambos se desnudaron con rapidez
dejando sus ropas en el suelo y abrieron el sofá para convertirlo en cama.
Korina se trepó en la cama sobre sus rodillas y sus manos, dejando sus
rodillas cerca de la orilla y exhibiendo su culo frente a Paolo quien se frotaba
su pene ya erecto y duro. Él acercó su boca al culo de la chica y lanzó un
pequeño chorrito de saliva sobre él para lubricarlo y luego con su dedo pulgar
lo regó por el agujero, metiéndole finalmente el dedo y haciéndolo girar
adentro. Cuando lo sacó entonces procedió a agarrar su pinga y colocando su
punta en el agujero negro de ella lo empujó con suavidad. Él sentía como el
culo de Korina apretaba su miembro dándole un gran placer. Korina pedía
con su cuerpo que aumentara la penetración, empujando hacia atrás su culo y
moviéndolo para un lado y para el otro.
Paolo la agarró entonces por las caderas envistiéndola varias veces, sintiendo
como la totalidad de su miembro entraba por el conducto de la chica,
mientras las tetas de Korina bailan al vaivén de su cuerpo. Korina volteaba su
rostro para ver a Paolo. Entonces, descansando ahora su mejilla sobre el
colchón lleva su mano hasta su vagina y se mete dos de sus dedos para
frotarse el clítoris y sentir lo mojada que está. Luego, se los lleva a la boca y
se los chupa poniendo cara de satisfacción, mientras Paolo se la sigue
cogiendo por el culo.
La velocidad de las penetraciones de Paolo se hacen ahora más rápidas y el
agarre de él en las caderas de ella se sienten más fuertes. Paolo está cerca de
acabar. Sigue aumentando la velocidad tanto de sus caderas como el agarre
en la cintura de Korina. Siente que su pene se llena de semen y que en unos
segundos explotará. Más rápido, si, así Korina, sí, sí, sí, aaah, aaah... hasta
que por fin le acaba adentro.
Korina no lo deja descansar, y cuando saca el pene de su agujero, se voltea
aún sobre la cama y caminando como una gata sobre sus rodillas y manos se
dirige hacia el pene todavía erecto de Paolo, ahora lleno de los líquidos de
ella y de su propio semen. Korina abre la boca y lo introduce lentamente en
su boca sin usar sus manos, con ayuda de su lengua y de sus labios, va
chupando centímetro a centímetro el largo pene de Paolo hasta que llega a la
base del mismo. De ahí comienza retroceder dejando salir ahora el miembro
que luce tan erecto como al principio y ahora además empapado de saliva.
Korina se pone de pie saliendo de la cama y se pone de pie a espaldas de
Paolo apretando su par de tetas operadas y duras contra él, mientras que con
su mano agarra el pene de Paolo y lo frota rápidamente varias veces. Korina
lo suelta repentinamente y empuja a Paolo sobre la cama. Claramente es ella
la que lleva el dominio de la situación. Ahora es él quien está apoyado sobre
sus rodillas y sus manos exponiendo su culo ante Korina, quien agarra cada
una de las nalgas de Paolo y las abre hacia los lados para abrirse espacio.
Pasa una de sus tetas por entre las nalgas de él rozando con su duro pezón el
hueco oscuro de Paolo. Luego acerca su boca quedando su rostro atrapado
por las nalgas de él, para introducirle su lengua lo más profundo que pueda.
Paolo siente la humedad y suavidad de su lengua y siente como la excitación
hace que su pene endurezca aún más. Korina mete y saca la lengua con
rapidez de su hueco, alternando este movimiento con giros que lo enloquecen
y lo llena de gran excitación. Cuando Korina siente que Paolo empuja su culo
contra su boca y que su lengua no es ahora suficiente, se detiene, se pone de
pie y camina hasta una de las gavetas de la oficina. Ahí toma un objeto y se
acerca nuevamente al culo de Paolo quien se quedó en la misma posición
esperando por ella.
Korina cierra la gaveta luego de haber tomado un objeto. Es una especie de
pequeña cuerda con seis bolas de diferentes tamaños amarradas entre sí.
Korina toma con sus dedos la primera bola y la introduce en el hueco en él.
Luego introduce la segunda bola que es de mayor tamaño que la primera y
que causa en Paolo más satisfacción. La tercera bola Korina la coloca en el
borde del culo de Paolo y al empujarla con su propia lengua hace que el pene
de Paolo reaccione y empiece a expulsar chorros de semen que caen sobre la
cama, mientras su cuerpo da pequeños espasmos de placer.
Korina lo deja descansar tan solo unos segundos y luego de sacarle las tres
bolas del culo de forma rápida le dice a Paolo que se voltee. Entonces ella lo
monta colocándose en cuclillas sobre él y elevando su cuerpo hasta la punta
del pene y bajando hasta el final seguida y rápidamente,
- Sí, Paolo, síi... sí...
- Puta, eres una puta, Korina - dice entre jadeos.
- Aah, aaah, aaah -gime ella de excitación-, soy tu puta, jefecito, ah, ah, -
mientras el colchón baja y sube con rapidez y ambos consiguen nuevamente
el orgasmo. Sin darse un descanso, Korina recoge su uniforme dejado en el
piso y entra al baño seguida de Paolo. A los pocos segundos Korina sale ya
vestida y abandona la oficina.
Serena apaga la grabación y procede a servir para ambos otro par de tragos.
Entonces, Tamara dijo
- Así que contra esto es que debo pelear, - y tomándose de un solo trago el
contenido del pequeño vaso, agregó- si puta quieres, puta tendrás.
Capítulo IX: Reavivando la pasión
Al día siguiente Tamara sabía que no podía volver a faltar a la clínica y
aunque sí fue, prácticamente estuvo ausente de su rutina. Prefirió pasar el día
en su consultorio revisando por internet diferentes opciones con los cuales
seducir nuevamente a Paolo. Tamara todavía se sentía un poco aprehensiva
para intentar opciones tan extremas para tener encuentros sexuales con su
marido. Sentía que él todavía la amaba y que sólo necesitaban programar
encuentros y tratar de organizar sus horarios para lograr que nuevamente
hubiera acción en la cama.
Esa tarde le dijo a Mario que al día siguiente no iría a trabajar en la mañana,
que tenía algunos asuntos personales que atender. Mario respondió
afirmativamente, aunque empezó a notar que la cara de Tamara reflejaba una
ligera preocupación.
Antes de llegar a casa, Tamara pasó por un restaurante cercano y recogió la
orden hecha por internet. Se trataba de unas recetas afrodisíacas a base de
mariscos y frutos del mar que eran vendidas por una pareja caribeña, que
habían bautizado dichos platos con los nombres de "rompe colchón", lo cual
denota la sensualidad característica de esa población. Cuando Tamara le
preguntó a la chica si eso realmente funcionaba para encender la pasión, la
sensual mulata le respondió pícaramente mientras le guiñaba un ojo, que la
comida sólo aportaba algo, pero que mostrar un poco de carne hacía lo
demás. Y mientras decía esto se bajó un poco el escote y meneó los hombros
haciendo que sus grandes pechos también se movieran al ritmo.
Tamara serviría la cena en la terraza bajo una decoración romántica con luces
tenues que brindaba un par de velas. Faltaban dos horas para la llegada de
Paolo, que los dedicó para arreglarse con el sexy atuendo que había
comprado en la tienda. Sus grandes y todavía firmes pechos se dejaban ver
con un diminuto sostén que tenía dos hoyuelos justo a la altura de los
pezones, que hacía juego con una panty de caramelo de color rojo, que en su
imaginación serían devoradas por Paolo haciéndole sentir nuevamente su
tibia lengua en su cuca, que ya estaba tan necesitada de volver a sentirlo entre
sus paredes.
Tan sólo anticipar ese momento, hacía que su vagina se humedeciera. No
aguantó la tentación de llevarse su dedo más grande a la boca, lamérselo y
comenzar a introducírselo para frotar su clítoris mientras jadeaba el nombre
de Paolo "Oh, sí Paolo, sí, sí, empújalo más, más", mientras se introducía otro
dedo y recordaba la última vez que había tenido sexo y la agradable
sensación del pene grueso penetrándola con suavidad o con rapidez según
fuera la ocasión y la urgencia de ambos. Echando su cabeza hacia atrás y
abriendo aún más las piernas ya sus dedos no le bastaban para conseguir
satisfacción. Necesitaba una estimulación mayor para poder llegar al
orgasmo, lo necesitaba a él, a Paolo. Volvió a intentarlo con mayor
entusiasmo introduciendo ahora cuatro de sus dedos lo más profundamente
que la posición y la panty de caramelo se lo permitían, comenzó a frotarse
con rapidez sintiendo la suavidad de sus paredes y rozando con satisfacción
la membrana de su clítoris mientras hacía girar sus dedos. Cuando estaba
cerca de llegar al orgasmo comenzó a timbrar su teléfono móvil. Era Paolo.
Sacó con rapidez la mano de su cuca, saliendo empapada de sus líquidos
vaginales cuyo olor inundó el salón.
- Sí... - contestó jadeando todavía con la mano seca.
- Mi amor, se me complicó la noche para regresar a casa. Esta noche me
quedaré en el local.
- Paolo, - comenzó a suplicar Tamara-mi amor, necesito que vengas. Tengo
una sorpresa preparada para ti. He pasado toda la tarde organizando todo para
estar contigo esta noche. Hasta pedí permiso para faltar mañana al trabajo.
Necesito que vengas.- Luego de un silencio tormentoso de algunos segundos,
Paolo accedió.
- Está bien, trataré de resolver este asunto lo antes posible y voy para la casa.
Definitivamente Tamara se daba cuenta de que estaba dispuesta a cualquier
cosa para estar con su marido nuevamente. Se acomodó nuevamente el
pantys y se sentó en el sofá viendo esperar las horas.
Cuando Paolo llegó a casa, pudo ver a Tamara dormida sobre el sofá. Se
quedó viendo lo hermosa que todavía lucía su esposa después de estos años
de casado, aunque definitivamente ya no lo excitaba tanto como años atrás.
Sin embargo, continuaba siendo una mujer maravillosa. Vio desde la sala la
mesa servida en la terraza y sintió un poco de pena por haber arruinado la
sorpresa que ella tenía para él. Caminó hasta el dormitorio y tomó una de las
batas de Tamara. La noche estaba un poco fría y seguramente Tamara la
necesitaría para cuando despertara. Se acercó nuevamente al sofá y
agachándose para quedar a la altura de Tamara, la despertó con un beso. Ella
despertó,
- Mi amor, -sonrió al despertar- no te sentí llegar.
- Toma, - dijo él dándole la bata-, debes tener frío.
Ella tomó la bata y se la puso, viendo que el sexy traje de ella había sido
ignorado por Paolo.
- Ven, vamos a comer - Dijo él mientras le extendía la mano para que ella se
levantara del sofá.
Ambos se acercaron a la mesa, cenaron parte de la comida ya servida,
conversaron como tenían tiempo que no lo hacían. Tamara sentía que poco a
poco recuperaba a Paolo y que finalmente esa noche podría tener una noche
de sexo. Cuando finalizaron de comer, Paolo se paró de la mesa, le dio un
beso a Tamara y dándole las buenas noches se dirigió a la habitación. Ella lo
detuvo y parándosele enfrente, comenzó a besarlo en la boca. Paolo no
respondía a ninguno de sus besos con pasión, y finalmente, apartando a
Tamara mientras la sujetaba por los brazos, le dijo "Voy a dormir, Tamara,
estoy cansado", luego de lo cual le dio un beso en la mejilla y se retiró.
A la mañana siguiente Paolo se fue temprano al Saxo. Usualmente era
Tamara la que se iba de casa primero, luego de tomar el desayuno y dejarle
preparado el de Paolo, quien se iba a trabajar luego del mediodía. Pero ese día
que ella no iría a trabajar esperaba poder compartir unas horas más. No fue
así.
Cuando despertó se sintió ridícula e incómoda en el atuendo que se había
puesto sin éxito la noche anterior. Paolo no hizo ninguna mención al
respecto, lo que hizo que ella comenzara a sentirse humillada. Pero al
recordar la ternura con la que la había tratado y la amena conversación que
habían tenido durante la cena, intentó justificar a Paolo. Por supuesto que
estaba cansado... no sólo del trabajo en el local... ella sabía que más le
quitaba la energía a su marido. Estaba absorta en sus pensamientos cuando
vibró su teléfono celular "¿Triunfaste? ¿El sabor caribeño llegó a tu cama?".
Era Serena, refiriéndose a la cena afrodisíaca. "Cero sexo caribeño, sólo frío
nórdico". Al segundo siguiente Serena estaba llamando a su amiga.
- Dime, - contestó Tamara.
- No, cuéntame tú. ¿Se comieron tu caramelito? - haciendo alusión a la dulce
y comestible ropa íntima.
- Dormí con ella. Se me derritió encima. -
- Ugh, - dijo espontáneamente Serena imaginando el desastre que habría
sobre las sábanas de Tamara... y sobre su cuca.
Irremediablemente Tamara sonrió con amargura. La tristeza en la risa de
Tamara partió el corazón de Serena, quien intentó animarla nuevamente,
- Tamara, necesitas fórmulas más contundentes. Ya sé a donde llevarte hoy.
Paso por ti en unos minutos. Métete en la ducha y límpiate bien tu dulce
cuquita... hasta puedes darle tú misma lo que anoche no recibió. - Las
ocurrencias descaradas de Serena siempre la habían motivado y levantado el
ánimo. - Avísame si necesitas ayuda. - Y ambas rieron.
- Tranquila, mi amor, creo que podré hacerlo sola. - Logró bromear Tamara y
colgó.
- Esta de acá se llama hamaca erótica - decía de modo explicativo la
encargada de la sex shop adonde Serena había llevado a Tamara, - el hombre
se sienta abajo cuando ya tiene el pene erecto y la mujer se sienta arriba
colocando sus piernas por estas aberturas y sus pies apoyadas en estas
cuerdas. El hombre sujeta las cuerdas por la parte de arriba haciendo que el
cuerpo de la mujer suba y baje al ritmo que éste quiera. Este de acá es un
Huevo Yoni, -continuaba la dependienta mientras agarraba otro juguete- sirve
para aumentar la estimulación vaginal al introducir este huevo de forma
suave hasta que logre masajear el clítoris, como puede ver vienen en
diferentes tamaños y materiales y sujetan a través de esta cuerda con la cual
se saca el huevo cuando se desee. Estos anillos sirven para ayudar en la
erección al estimular la circulación del pene. Se coloca en la base del
miembro y logra aumentar tanto el grosor como la dureza del mismo. Estas
bolas anales...
- Sí, esas las conocemos - dijo Serena recordando que ese había sido el
juguete usado por Paolo durante la grabación. - La encargada les dirigió una
mirada curiosa a ambas y agregó - También contamos con consoladores que
actúan como miembro masculino cuando no hay hombres presente en la
relación. Por esta correa una de las mujeres se ata esto a la cintura y ¡voilá!
de manera inmediata cuenta con 25 centímetros de placer. - Serena miró a
Tamara aprovechando la confusión de la encargada y le preguntó,
- Cariño, quieres uno de estos para esta noche. - Tamara prácticamente no
aguantaba la risa.
- No, mi amor, creo que por ahora me decidiré por otro juguete.
- Es que mi novia tiene una cuquita muy rica - Este último comentario hizo
que Tamara abriera sus ojos como un par de huevos fritos y alejara a la
encargada con indiferencia mientras se encogía de hombros,
- Bien, si necesitan ayuda estaré por la caja.
Tamara experimentaría en la noche otro intento de seducción, pero esta vez
con ayuda de objetos que sabía que a él le gustaban. Finalmente se decidieron
por unas bolas anales parecidas a las usadas en el video y un huevo Yoni.
Antes de llegar a la caja Serena tomó dos vibradores, uno para ella y otro para
su amiga.
- Serena, -dijo susurrando Tamara- yo no quiero uno de esos, yo lo que
necesito es recuperar a Paolo.
- Toma, yo te lo regalo - dijo Serena dándoselo a su amiga-, si nada funciona
con Paolo deberás liberar tantas ganas que tienes acumuladas. Ponle su foto si
quieres, pero hazte un favor y úsalo.
Tamara aceptó a regañadientes recordando que tenía meses sin tener sexo y la
masturbación con su mano no hacía que ella llegara al orgasmo.
Al llegar a casa Tamara llamó a Paolo y éste le aseguró que como las cosas
iban más suaves en el local, iría a casa temprano, lo cual significaba que a
medianoche estaría llegando. Esto le dio tiempo a Tamara para descansar en
la tarde lo suficiente como para tener energía para cuando Paolo llegara y no
quedarse dormida como la noche anterior. ¡Mierda! Olvidé llamar a la
clínica, y se apresuró a enviar un mensaje a Mario "Se me complicó la
diligencia, mañana nos vemos en el consultorio". Sabía que se estaba
tomando atribuciones y licencias no permitidas, pero si era necesario
arriesgar su trabajo para estar con Paolo, lo haría.
Tamara en esta ocasión esperaría a Paolo completamente desnuda sobre la
cama. Tan sólo se había colocado un cintillo con unas orejas de conejita,
como las utilizadas por las meseras del Saxo. Para hacer juego, también había
comprado un estimulador anal que terminaba en una colita de conejo. Cerca
de medianoche se puso en cuatro sobre la cama y tomó la colita de conejo.
Vertió un poco de aceite en sus dedos y frotó la bola que debía introducirse
en el culo para lucir su colita. Lo tomó con su mano derecha y volteando sus
nalgas hacia el espejo de la habitación agarró la bolita y comenzó a girarla
dentro de su hoyo oscuro. Al inicio la sensación fue un poco desagradable,
pero una vez que la introdujo en su totalidad comenzó a sentir placer. Se veía
al espejo y meneaba las nalgas para ver cómo lucía su nuevo accesorio. Notó
que sentía placer al apretar el culo y tener esta nueva sensación le hizo sentir
esperanzas de los resultados de esta noche. El resto de los juguetes recién
comprados estaban a un lado del colchón, incluyendo el vibrador color
rosado regalado por su amiga.
Cuando sintió las llaves en la puerta, se colocó exhibiendo sus nalgas hacia la
puerta de la habitación y regalando su mirada seductora. Al entrar y verla en
esa posición y sobre todo con la colita de coneja, Paolo lejos de mostrarse a
gusto le preguntó,
- Pero ¡¿qué haces, Tamara?! Quítate eso, vístete, ¡pareces una puta! -
La mirada sensual de Tamara se transformó inmediatamente, dando paso a
evidente indignación, humillación y rabia. Se paró inmediatamente y
comenzó a gritarle a Paolo
- ¿Puta? Ojalá fuera una puta de verdad, Paolo. Por lo menos no tendría más
de ocho meses sin sexo, Paolo. ¡Ocho meses, coño! Meses fingiendo que
somos la pareja perfecta cuando de verdad somos un matrimonio vacío.
¡Paolo, necesito que me cojas, necesito sentir tu pinga dentro de mí, coño! -
decía mientras se tocaba su cuca. - ¿Qué quieres que haga? - dijo con tono
más calmado mientras se acercaba para tomar los juguetes comprados-, ¿que
te meta esto por el culo? Yo puedo hacerlo Paolo, yo también puedo darte
placer...
- No seas ridícula Tamara, esas bolas son para maricos.
- ¡¿Maricos!? ¿Sólo para maricos? ¡Paolo, te vi! Te vi teniendo sexo con la
tal Korina y usando estas cosas, - Paolo miraba fíjamente a los ojos de
Tamara, sintiéndose descubierto y sin argumentos para responder, mientras
Tamara continuaba, - yo te amo Paolo, necesito que salvemos lo nuestro.
Paolo no respondió. No sabía qué responder. Sencillamente y sintiéndose
como un cobarde por no poder hablar sinceramente con Tamara, prefirió salir
de la casa sin dar explicaciones. Tamara lo siguió hasta la sala llena de furia y
temor. Al regresar a la habitación se quedó contemplando por unos segundos
su cuerpo ante el espejo y en un arrebato se sacó la cola de su culo, y
sentándose de frente al espejo abrió lentamente sus piernas para contemplar
su rosada cuca mientras la sentía latir. Agarró su mano y atrapó con fuerza su
vagina y comenzó a apretarla y a soltarla con fuerza. Miró a su lado y ahí
estaba el vibrador. Tomando el aceite con el cual lubricó el estimulador anal,
vertió un chorrito a lo largo del aparato y lo esparció con su mano.
Muy lentamente introdujo la punta del vibrador entre sus labios vaginales,
sintiendo que la furia y la excitación le dificultaban la respiración. Tamara se
mordía los labios a medida que sentía como el aparato la penetraba en la cuca
al ritmo que ella imponía. Con su mano libre se acariciaba las tetas mientras
gemía de placer "aah, aah Paolo, sí...así oh Dios" aumentaba su ritmo
mientras introducía aún más el vibrador en su cuca retrocediendo y
avanzando "sí, Paolo, sigue así, cógeme como siempre, mételo todo" y al
decir esto metió con furia y rapidez el resto del vibrador obligándose a
recostar su espalda sobre la cama. Las paredes de su vagina apretaban el
aparato latiendo cada vez con más frecuencia.
Sacaba su lengua mojándose los labios como para sentir los besos húmedos
de Paolo. Ahora tenía una mano acariciándose las tetas, los labios y las
mejillas. Y el rostro lo movía como si realmente fuera Paolo quien la
acariciara y besara.
Su otra mano manipulaba el vibrador dándole vueltas para masajearse el
clítoris y tratar de acercarse al orgasmo como hacía tanto no lo sentía. Ahora
sus piernas estaban dobladas y aún más abiertas y el falso pene la estaba
llevándola cerca del éxtasis... "aah, aaah... si, si, sii, Paolo, dame ahí, duro,
más duro, coño, siii, siii, aaaaah".
Te amo, Paolo... Te amo.
Y sacándose el vibrador con suavidad, el cual tenía ahora los líquidos y el
aroma de ella, lo colocó sobre la mesita de noche. Y descansando su cabeza
sobre la almohada comenzó a sollozar hasta quedarse dormida.
Capítulo X: El Perdón
Serena va conduciendo a toda velocidad hacia el apartamento de su amiga.
No le gustó el tono de su voz con el que respondió su llamada esta mañana.
Sólo escuchaba que Tamara sollozaba y no lograba articular palabras. Ni
siquiera los comentarios descarados y espontáneos que siempre la hacían reír
hasta en las situaciones más extremas, habían podido hacer calmar a Tamara.
Toda esta situación con Paolo la había estado anulando poco a poco. Su
amiga estaba desdibujándose y dejando a un lado su esencia para poder
retener a Paolo a su lado.
Tamara estaba dejando de lado su propia vida para acoplarse al ritmo
impuesto por Paolo y ella siempre había estado a su lado intentando
ayudarla, sentía que ya había llegado el momento de sacudirla para salvarla.
Estacionó el auto con rapidez y se apresuró a tocar el telefonillo.
- Soy yo, Tamara, abre. - Tamara tocó el interruptor y Serena tuvo acceso al
lujoso edificio donde no esperó el ascensor y subió a toda prisa por las
escaleras. Al llegar exhausta al piso de Tamara, ahí estaba ella esperándola
convertida en una piltrafa. Se notaba que había pasado una mala noche. Tenía
los ojos hinchados por el llanto. Verla así conmovió a Serena quien abrazó a
su amiga, cerrando la puerta detrás de ella. Inmediatamente se puso en
acción.
- Tamara, debes tranquilizarte. ¿Has comido algo? ¿Has tomado algo? - Y
ante la respuesta negativa de su amiga, dejó el bolso en la sala y se dirigió a
la cocina mientras decía
- Ven, te prepararé un té. Hoy no es día de tequila. - Y mientras sacaba del
gabinete una olla para calentar el agua interrogaba a su amiga-. ¿Qué ocurrió
anoche, Tamara?
- Nada, Tamara. Me trató como a una puta... o mejor dicho, me llamó puta
pero no me trató como tal. Sencillamente me ignoró y se fue. Me dijo que él
jamás intentaría esa clase de juguetes. Y le confesé que yo lo había visto con
Korina, que no mintiera. No supo qué decir y se fue. ¡Se fue, Serena, se fue!
¡Lo perdí! - Y ante esta última frase comenzó a llorar nuevamente.
- Tamara, -dijo Serena acercándosele y tomando sus manos con cariño, - tal
vez debas empezar a abrir a la posibilidad de que es lo mejor. Lo de ustedes
no terminó ayer, ya tiene meses de haber muerto, sabes que es así.
Ante la sola posibilidad de que las palabras de Serena fueran ciertas se hizo
un vacío desesperante en el corazón de Tamara. Nunca había contemplado la
posibilidad de vivir sin él, por lo que tener de cerca esa opción le dolía
profundamente. Y luego su amiga continuó,
- Tamara, tú desde hace mucho tiempo has dejado de ser tú misma para
acoplarte a los deseos de Paolo. Se te han olvidado tus anhelos, tu carrera, el
deseo de ser madre, las... -interrumpió su amiga,
- El no tener hijos fue una decisión de ambos.
- Tamara, puedes intentar incluso mentirte a ti misma, pero no lo harás
conmigo. Sabes que esa fue una decisión de él y que tú asumiste como tuya.
Has hecho cosas extremistas para conservarlo cuando sabes en el fondo que
lo mejor es...
- Cállate, Serena. Paolo y yo aún nos amamos, sólo debemos encontrar la
forma de encontrar la magia nuevamente.
Tamara sirvió una taza de té para su amiga y otra para ella. Y ahora con un
tono más calmado retomó la conversación.
- Tamara, amiga, lo mejor para ti es la separación. Tengo mis dudas si una
relación puede sobrevivir sin sexo, pero si a eso le sumas que no hay respeto
la cosa se complica aún más. Paolo te perdió el respeto hace mucho, pero lo
que me preocupas es que ahora eres tú quien no te estás respetando.
Serena no podía ver a los ojos de Tamara. Tenía la mirada fija sobre la taza
caliente de té, escuchando las dolorosas palabras de su amiga, mientras sus
lágrimas bajaban por su rostro de forma triste y silenciosa. Entonces comenzó
a sonar el teléfono celular con el timbre que indicaba de manera exclusiva
que era Paolo. A Tamara se le iluminó el rostro de manera inmediata y paró
rápidamente para atender.
- ¿Sí?
- Hola... mi amor, ¿cómo estás? - preguntó Paolo-, me quedé preocupado por
ti, ayer te dejé muy alterada.
- Estoy mejor, ¿y tú? ¿dónde pasaste la noche?
- Estoy en el Saxo. No pude dormir en toda la noche pensando en nosotros. -
Esta última frase reconfortó a Tamara, quien ahora estaba sentada sonriente
hablando con su esposo.
Serena la veía desde la cocina y se sentía aliviada por haberle dicho las cosas
que tenía reservadas desde hace varias semanas. No quería arriesgar su
amistad con ella, pero tampoco podía seguir siendo cómplice de Tamara en
su propia destrucción. Hace meses atrás se separó un poco de su amiga por la
misma razón. Paolo se había convertido en el universo de Tamara dejando
poco espacio para su verdadera esencia. Terminada su taza de té la colocó en
el lavaplatos y comenzó a lavarla, cuando sintió los pasos apresurados de
Tamara.
- Era Paolo, -le dijo a Serena,- quiere que lo recoja esta noche por el Saxo
para ir a cenar afuera. Sonaba arrepentido, Serena, - concluyó Tamara con
una sonrisa en sus labios-, Ven, acompáñame al cuarto para ayudarme a
escoger lo que usaré.
Serena secó la taza, la guardó en el gabinete e hizo lo que le indicaba su
amiga, segura que pasara lo que pasara esta noche ella continuaría a su lado
para cuando Tamara la llamara.
Tamara escogió para esa noche un conjunto recatado pero que todavía le
hacía lucir sus sexy cuerpo. Se puso un pantalón de rayas verticales negro y
gris con un top que dejaba sus hombros y brazos descubiertos color rojo, y
que dejaban ver la abertura de sus grandes pechos entre los cuales jugueteaba
una medallita de oro que le había regalado Paolo en una ocasión.
Luego de la despedida de Serena, volvió a su habitación y cerró las persianas
para que quedara a oscuras y así poder descansar un poco antes del encuentro
con Paolo. Al acostarse vio el vibrador que todavía seguía arriba de la mesita
de noche y no pudo evitar sonreír al recordar lo bien que la hizo sentir la
noche anterior. Sin embargo, no estaba de ánimo para una nueva experiencia.
Así que lo guardó en la gaveta, cerró los ojos y descansó.
Cuando Tamara llegó con el auto al Saxo, Paolo la estaba esperando en la
entrada. Se acercó al auto y se asomó por la ventanilla dándole un beso
amoroso a Tamara en los labios sujetándola con ambas manos por el rostro.
- Buenas noches, mi amor. - Sonrió Paolo-, estás hermosa.
- Gracias.- Y bajándose del auto le cedió el lugar del conductor a Paolo y
rodeando el auto se acercó a la puerta del copiloto para entrar.
Una vez dentro, Paolo arrancó el automóvil tomando cariñosamente la mano
de Tamara. Se dirigió a un restaurante que ambos ya habían visitado con
anterioridad en varias ocasiones. Al llegar y dejar el auto en manos del valet
parking Paolo esperó por Tamara para caminar hasta adentro agarrados de la
mano. Ante el mundo seguían luciendo como la pareja ideal que despertaba
envidia entre los mortales. Lo que realmente pasaba continuaba siendo un
secreto para todos.
- Buenas noches, tengo una mesa reservada, - dijo Paolo en la entrada al jefe
de meseros.
- ¿A nombre de quién, si es tan amable?
- Paolo Lira.
- Sí, por favor. Síganme.
La mesa escogida tenía cuatro sillas elegantes de madera y respaldar alto, una
de las cuales fue retirada por el mesero para ofrecérsela a Tamara. El abrigo
de ella lo tomó y lo colocó en uno de los asientos vacíos donde también
colocó su bolso. Por su parte, Paolo se sentó en el asiento de enfrente a
Tamara. El mesero recogió las copas sobrantes de los dos puestos que no se
usarían y luego buscó agua mineral para servirles en las respectivas copas de
Tamara y Paolo. Luego procedió a tomar la orden.
- ¿Les gustaría algo para beber? - preguntó el mesero.
- Por favor me tare un Daiquirí de melocotón. - Contestó Tamara.
- ¿Con alcohol o sin alcohol?
- Sin alcohol, por favor. - Tamara quería estar muy lúcida para la plática que
la esperaba. No quería tener en su cuerpo ninguna sustancia que la alterara ni
le nublara la cordura.
- ¿Y el caballero? - preguntó mirando a Paolo.
- Un ron seco, por favor.
Y al retirarse el mesero, Paolo posó su mirada sobre los ojos de Tamara.
Agarró el pequeño florero que hacía de centro de mesa y lo apartó para un
lado. No quería tener nada que le interrumpiera la visión de Tamara, y una
vez que lo hizo tomó sus manos y comenzó a acariciárselas.
- Tamara, cariño, acerca de lo de anoche... Quisiera aclarar lo que te dije y
también lo que me dijiste sobre lo que viste en el Saxo. - Refiriéndose a sus
encuentros sexuales con Korina-. Entiende, tú eres mi esposa. Mi ambiente
de trabajo es muy diferente y ajeno a lo que tenemos nosotros como pareja.
Las chicas que trabajan allá están acostumbradas a recibir todo tipo de
propuestas de los clientes y lo ven como parte normal de su trabajo, como
una oportunidad de pasarla bien y además tener entradas extras. - "Sí, como
putas", pensó Tamara, pero no interrumpió a Paolo para dejar que terminara
su argumentación. - En cambio tú, Tamara, tú eres una doctora, mi esposa, mi
compañera de viaje, de proyectos. Yo a ti te debo respeto. Yo con ellas puedo
hacer en la cama cosas que no puedo hacer contigo.
La palabra "ellas" quedó dándole vueltas a la cabeza a Tamara. En esos
momentos se arrepintió de no haber pedido una bebida más fuerte. O sea que
no trataba sólo de Korina. ¿Cuántas empleadas no habrán "agradecido" al jefe
con sus favores sexuales? ¿Cuántos juguetes y posiciones no habrá probado
con otras chicas? ¿Creía de verdad que al incluir a otras mujeres la estaba
respetando? Sí, definitivamente necesitaba un trago más fuerte.
En ese instante llegó el mesero con las bebidas y los dos postergaron la
conversación. Tamara aprovechó para soltar las manos de Paolo.
- Su daiquirí, señora. Su ron, señor. - Sin esperar que el mesero se fuera
Tamara agarró el vaso de Paolo y le dio un trago profundo, vertiendo el resto
dentro de su elegante copa de daiquirí. - Por favor, tráigale otro trago igual al
señor. - Dijo Tamara y el mesero se fue. Al quedar nuevamente solos Tamara
retomó la conversación.
- ¿"Ellas", Paolo? ¿"Ellas"? ¿Con cuántas putas te has estado acostando
durante este tiempo? -
- ¿Importa eso ahora, Tamara? Yo a ninguna de ellas las he amado. Son sólo
experiencias sexuales que hemos vivido y ya. Yo a ninguna de ellas le he
propuesto ni prometido nada. Yo con ninguna de ellas quiero lo que tengo
contigo. Tamara, yo a ti te amo.- Paolo veía todo tan sencillo y natural que
Tamara se quedaba pasmada con lo que oía. Sin embargo, alguna parte de
ella todavía se sentía especial por las palabras que estaba escuchando. Podría
entender que con ellas sólo era sexo y que para ella Paolo reservaba otro tipo
de sentimientos.
- Pero Paolo, si me amas ¿entonces por qué me has excluido de tu vida
sexual? ¿Por qué me apartas? ¿Por qué coño han tenido que pasar más de
ocho meses sin que me hayas cogido ni una sola maldita vez? - El mesero se
había acercado justo en ese momento y obviamente había escuchado estas
últimas palabras, ya que intentó retroceder para no interrumpir, pero al ver
que la pareja ya habían notado su presencia éste ofreció a cada uno de ellos la
respectiva carta, agregando - En caso de que quieran escuchar la sugerencia
del día por favor me llaman-, y se retiró.
- Paolo, yo hasta te podría perdonar que tengas tus aventuras y entender que
nuestra relación está a otro nivel. Pero debes entender que yo te extraño en la
cama. No me sirve tener al esposo ideal ante los ojos de todos, pero que me
da la espalda en la cama. He sido paciente, Paolo, lo he intentado todo, pero
tú no has hecho sino rechazarme y excluirme.
- Precisamente en eso estuve pensando durante toda la noche, Tamara. Tienes
razón. No creo que sea justo excluirte de mi vida sexual. -Estas palabras
reconfortaron momentáneamente a Tamara. - Y siento que ahora que ya sabes
todo lo más justo es compartir contigo estas experiencias que yo he vivido.
Estamos listos para llevar nuestra relación sexual al siguiente nivel. - Tamara
empezó a confundirse un poco y el alivio que hace unos pocos segundos
había llenado su corazón estaba dando paso a nuevas dudas.
- Paolo, ¿qué quieres decir?
- Tamara, hemos estado durante años teniendo lo que hasta entonces
creíamos que era el sexo pleno. Y eso nos excitaba y nos satisfacía. Pero
habían muchas cosas que nos estábamos perdiendo.
- Paolo, -preguntó Tamara buscando claridad en las palabras de Paolo-, ¿te
refieres a usar juguetes? Por eso fue que yo ayer...
- No, Tamara. Me refiero a hacer un trío.
Capítulo XI: Una Propuesta
- Para mí un lomito a la pimienta acompañado de puré y ensalada mixta, por
favor.
- ¿Y la señora? - Preguntándole a Tamara.
- No, gracias. No tengo apetito. - Señaló Tamara.
- A la señora le trae una ensalada rusa, por favor. - Ordenó Paolo
- Con mucho gusto. Con permiso. - Y se retiró para llevar su comanda hasta
la cocina.
- Tamara, mi amor, -dijo Paolo levantándose de su silla y sentándose ahora en
la silla que estaba más cerca de Tamara, y agarrándole las manos continuó, -
nosotros realmente hacemos una pareja excelente, seguimos enamorados y
tenemos una buena relación. ¿Es así o no? - Tamara afirmó lentamente con su
cabeza-, lo que nos hace falta ahora para conseguir la felicidad plena es tener
una vida sexual activa, reavivar nuestra pasión dormida. No sé qué nos pasó,
la rutina, tu horario, el mío, no sé. Pero estamos a tiempo para retomar las
cosas donde las dejamos y continuar nuestro matrimonio.
- Pero Paolo, ¿un trío? - dijo lentamente Tamara con un temblor en su voz
mientras lo veía a los ojos.
- Sí, Tamara. Es experimentar cosas nuevas pero a tu lado. Al Saxo
diariamente van parejas que logran salvar sus matrimonios incorporando
nuevas experiencias como esas. Incorporan a chicas del club, o a amigas,
amigos, o parejas que intercambian o que sencillamente tienen relaciones
entre todos y los resultados son impresionantes, Tamara. El amor entre la
pareja se reaviva. - Paolo continuaba explicando emocionado a Tamara
algunas de las cosas que había aprendido en el club.
- ¿Chicas del club? ¿Tú estás insinuando que...?
- No, no, mi amor. Podemos elegir a una de las chicas del club, pero también
podría ser cualquier otra. No son fantasías improvisadas. Hay sitios en
internet donde nos podemos inscribir como pareja y conocer nuevas
personas. Podemos hacer esto como un proyecto de pareja. - Definitivamente
Paolo conocía los puntos débiles de Tamara. Sabía que si a este asunto le
daba un enfoque de pareja, ella accedería, o por lo menos no desecharía la
idea de inmediato. Tamara lo veía a los ojos y notaba que él tenía un
entusiasmo que no había mostrado en meses. Desechó en su mente la idea de
que su relación con Korina pusiera en riesgo su matrimonio. Ella no había
significado nada para él, más allá de experimentos sexuales. Y ahora él le
estaba pidiendo a ella que lo acompañara en esa aventura. Todavía tras un
largo en silencio, el mesero llegó con la orden y colocó cada uno de los platos
sobre la mesa. Luego se alejó deseándole a ambos buen provecho. Paolo
tomó sus cubiertos y comenzó a comer.
- Está bien, Paolo. Lo pensaré.
El resto de la velada continuaron siendo la pareja amena que solían ser fuera
de la cama. Las atenciones de Paolo hacia Tamara no habían variado. Cuando
terminaron de cenar regresaron por el Saxo para buscar el auto de Paolo y
siguieron a casa donde se encontraron nuevamente. Tamara desde el
momento que quedó sola en el auto no podía dejar de pensar en la propuesta
que le acababan de hacer. Se cuestionaba si Paolo estaría llegando demasiado
lejos con eso. Ella lo había acompañado en algunos encuentros sexuales que
algunos -y hasta ella misma- pudiera catalogar de fuera de lo normal, pero
que luego ciertamente, quedaban como anécdotas que ambos compartían
entre ellos o con sus amigos más cercanos.
Seguramente Paolo habría presumido de esos actos con Ross, así como ella le
había contado a Serena. Recordó cómo en su luna de miel presenciaron el
acto sexual lésbico mientras los recién casados también se acariciaban,
besaban y hasta llegaron a tener relaciones. Recordó el viaje que hicieron a
un país oriental en donde visitando un sitio de masajes para parejas
conocieron la existencia de una sala para voyeristas.
- ¿De qué se trata? - Había preguntado Tamara con curiosidad.
- Son habitaciones similares a las de los hoteles - respondió la encargada del
sitio mientras masajeaba profesionalmente a la pareja- en donde ustedes
entran y tienen relaciones sexuales similares a las que normalmente tendrían
en la intimidad, y como la habitación está rodeada por espejos de doble cara
ustedes no notarán la presencia de nadie más, pero ahí estarán los
espectadores.
Una sonrisa salió de la boca de Paolo quien miró a Tamara como
interrogándole si se atrevía a participar, y luego continuó la chica,
- Ustedes hacen una pareja muy exótica para los locales de acá, por lo que la
paga sería una de las más altas.
- ¿Y cuánto tiempo debemos permanecer en la habitación? - preguntó Paolo,
todavía viendo a Tamara a los ojos, quien abrió sus ojos como preguntando
"¿Lo estás considerando en serio?"
- Cada show debe durar quince minutos, luego de lo cual se apagan las luces
y comienza otro espectáculo en otra habitación diferente.
Tan sólo con gestos divertidos entre ellos, él le interrogaba a Tamara si quería
hacerlo y ella le indicaba con la cabeza que no. Entonces la chica dio por
finalizado su masaje y se despidió, no sin antes entregarles un volante con la
información de lo que acaban de hablar.
- Aquí está la dirección del sitio y los montos de pago. Si se deciden por
favor entreguen este papel al encargado para que sepa que yo los envié - dijo
con su dulce tono asiático y se retiró de la habitación.
- ¡Guao, Tamara! ¿Estás viendo la paga?
- ¡Guao!, recuerda que somos una "paleja esótica",- dijo Tamara imitando el
acento de la asiática. Entonces Paolo se sentó en la mesa para masajes donde
se encontraba y comenzó a convencerla.
- ¿No te parecería divertido? Tan sólo haríamos el amor salvaje que siempre
hemos hecho, olvidándonos del mundo y al finalizar ¡voilá! un fajo de
billetes.
- Pero y si alguien conocido...
- Tamy, estamos a más de 12 horas de vuelo de nuestra casa, ¿quién diablos
nos va a conocer? Además nosotros somos para ellos como ellos para
nosotros, puedes ponerme 10 asiáticos enfrente y no podría encontrar su
diferencia. Seguramente olvidarán nuestras aras enseguida. Otra experiencia
más Tamara.
- Está bien. Hagámoslo.
Al llegar a la habitación, realmente lucía como una lujoso cuarto de hotel de
encuentros, a diferencia que estaba rodeada de espejos en todos los ángulos y
en el techo. Ambos se habían ya desnudado en la antesala reservada para
ellos, en donde también tenían un baño con ducha para usarlo antes o después
del encuentro. Todo lucía muy pulcro y sobre la cama habían unas sedosas
sábanas rojas.
Ambos entraron agarrados de la mano y se detuvieron al pie de la cama.
Tamara estaba muy tímida. No se sentía la presencia de nadie, pero saber que
detrás de los espejos habían decenas de ojos viéndola la cohibía. Sólo los
besos amorosos de Paolo comenzaron a relajarla y hacer que se olvidara de
donde estaba. Esa noche ellos dos sirvieron de inspiración para que algunas
parejas que se encontraban viéndolos se excitaran y terminaran cogiéndose
con furia detrás de los espejos olvidando el espectáculo que había en la
habitación; mientras que otros visitantes solitarios se tocaban sus propios
miembros ahora duros y grandes hasta que disparaban el semen tibio y
espeso. Tamara olvidó a su público invisible y disfrutó como siempre las
caricias de Paolo, quien orgulloso de sentirse visto y admirado se esmeró para
que su pene luciera más firme que siempre, sobre todo cuando penetró a
Tamara desde atrás y su cuca todavía un poco seca hizo que su pene no
entrara con facilidad. Por lo cual con los brazos caídos a los lados de su
cuerpo y no sobre las nalgas de Tamara para no interrumpir la visión de su
pene, hizo varios intentos retrocediendo y avanzando sobre los labios de su
vagina. Era como ser el protagonista de una pequeña película prono pero con
espectadores en vivo. La idea le agradó.
Bastaron unos segundos y tan sólo unos roces de la pinga de Paolo sobre su
raja para que Tamara se excitara y comenzara a brotarle líquido en su vagina
que permitió la penetración profunda de Paolo hasta la base de su miembro.
Como se sabía visto, Paolo comenzó a hacer cosas que no había hecho con
anterioridad. Tomando las nalgas de Tamara las apretaba y luego le daba
nalgadas suaves intercalada con penetraciones profundas, aumentando la
fuerza de ambas mientras incrementaba la velocidad de la penetración.
Cuando se sintió cerca del orgasmo se retiró de la cuca de su esposa y le dio
indicaciones para que se lo chupara, ahora con los líquidos de ella sobre su
pene. Tamara obedeció y se volteó comenzando la mamada únicamente con
su boca, sin utilizar las manos . Esta posición permitía que algunos pudieran
ver su culo, mientras que otros espectadores disfrutan cómo sus pechos
carnosos flotaban y bailaban al ritmo que imponía Paolo mientras le agarraba
su cabeza. Paolo estaba a punto se explotar, entonces sacó el pene de la boca
de ella y sujetándolo comenzó a brotar el semen sobre la cara y los labios de
Tamara.
Todo eso había servido para encender aún más la pasión de ambos en la cama
una vez que terminaban las vacaciones y regresaban a casa. Incorporar a otra
persona a la vida sexual de ambos sería algo que de llegar a aceptar ella,
encendería de nuevo la chispa y salvaría su matrimonio. Tamara intentaba
convencerse diciendo que así como hay parejas que asisten a terapias para
hablar de sus problemas, un trío podría funcionar de igual manera.
Al llegar a la casa, Paolo se duchó mientras Tamara se quitaba el maquillaje.
Estaban listos para ir a la cama. Cuando se acostaron, él le ofreció su brazo
tiernamente y se quedaron dormidos abrazados.
Al día siguiente al llegar al consultorio recordó que había estado ausente sin
advertirle a Mario. Al pasar por el frente de su consultorio tocó a la puerta y
ahí estaba él, leyendo algunos informes y firmando algunos documentos.
Desde antes de entrar ya él sabía que ella había llegado, le antecedía su
perfume dulce, por lo que no lo tomó por sorpresa cuando ella irrumpió en su
consultorio.
- Buenos días, Mario - dijo acercándose hasta su escritorio. - Disculpa que
ayer no avise que...
- ¿Todo bien?
- ¿Qué? - preguntó Tamara, - sí, disculpa que no avisé sobre mi ausencia, es
que... - no encontraba palabras para excusar su ausencia sin tener que decir
una gran mentira. Entonces Mario levantándose de su silla y acercándose a
ella le volvió a preguntar.
- ¿Todo está bien contigo, Tamara?
- Bueno, hay un paciente cuyo caso quería discutir contigo, se trata de...
- No me refería eso. Me interesa saber de ti. ¿Estás bien?
- Digamos que lo estaré. - dijo ella bajando la mirada y recordando las
tormentosas ideas dando vuelta en su cabeza y las decisiones que estaba
obligada a tomar.
- Tamara, - dijo él tomándola por barbilla para invitarla a elevar la mirada.
Nunca antes había tenido tanto acercamiento físico con ella, disfruta su
compañía y las conversaciones que tenían cada tarde a las cuales se había
acostumbrado, pero aunque moría de ganas por acariciarla o sencillamente
tomarle de la mano, nunca lo había hecho. - Necesito que estés bien. Sea lo
que sea que te esté pasando puedes contar conmigo. Si no puedes o no
quieres contarme lo que te sucede me basta con que sepas que cuentas con
todo mi apoyo. Si necesitas ausentarte avísame y yo resolveré por ti. Lo que
me importa es que estés bien.
Se quedaron viendo unos segundos fíjamente a los ojos sin mediar palabras.
Él aun tenía el rostro de ella sujetado con su mano y con su dedo pulgar
comenzó a acariciarla suavemente. Sabía que con esa simple caricia estaba
pasando un límite en la relación de ambos. Pero habían sido muchos meses
enamorado en secreto de esa maravillosa mujer y verla tan vulnerable le
potenciaban las ganas de abrazarla, acariciarla y hacerla suya como tantas
noches lo soñó. Continuó con su dedo pulgar delineando los labios de Tamara
ahora con su mirada fija en ellos. De manera instintiva Tamara cerró los ojos
y besó el dedo pulgar de Mario. Cuando él comenzó la caricia una
electricidad recorrió el cuerpo de ella y sintió incluso cómo su vagina
comenzaba a mojarse y a latir. Habían sido muchos meses sin sexo y a eso
atribuyó ella la reacción de su cuerpo. Su mente comenzó a nublarse cuando
sintió que ahora el dedo de él empujaba suavemente entre sus labios semi
abiertos y ella disfrutando la sensación con los ojos cerrados comenzó a
chupárselo suavemente. De pronto sacude su cabeza con brusquedad
separándose de la caricia de Mario y mirándolo a los ojos por unos segundos,
le dio las gracias y salió velozmente hacia su consultorio.
Por su parte, ese sencillo acercamiento había hecho que el pene de Mario se
endureciera. Se acercó a su puerta y pasó el pestillo para poder hacer lo que
hacía cada noche pensando en esa mujer. Caminó hasta su baño privado y
colocándose frente al lavabo se bajó los pantalones y el interior hasta la altura
de las rodillas. Sacándose su pene erecto y tomándolo con su mano izquierda
comenzó a masajeárselo lentamente recordando el efecto que había dejado
Tamara en su cuerpo. Recordando su piel, su intensa mirada y como comenzó
a dejarse acariciar le daba la necesidad de acelerar el ritmo de su mano
estimulando aún más su excitación. Sentía que su pene ganaba dureza a
medida que se acercaba al orgasmo. Ya lo sentía llegar, más rápido, más,
más, hasta que finalmente el chorro tibio de semen brotó por su punta, sin
poder controlar la dirección y dejando un desastre. Cuando acabó, abrió el
agua y se lavó sus manos y el pene. Luego de secarse y subir sus pantalones
se sintió aliviado, pero aún sus pensamientos estaban con Tamara.
"¿Qué fue eso?" se preguntó Tamara al salir del consultorio de Mario y
recordar sus caricias y la reacción eléctrica de su cuerpo. Por algunos
segundo pudo olvidar que tenía una importante decisión que tomar en
relación a Paolo. Cuando comenzó a caminar hacia su consultorio su teléfono
comenzó a repicar. Era Serena. Seguramente quería saber cómo le había ido
la noche anterior con Paolo. No tenía ánimos para hablar con ella. Si había
alguien a quien no podía engañar era a Serena. Era como si adivinara sus
pensamientos y leyera su corazón. No. No le contestaría. Pero le enviaría un
texto para evitar que su silencio hiciera que se llegara hasta la clínica o a su
casa. "Hola, pillina, todo bien. Hubo reconciliación. Ahora en la clínica, te
llamo luego".
Ya en su consultorio encima de su escritorio habían expedientes de varios
pacientes que esperaban su revisión. Prefirió apartar sus pensamientos de
Paolo sacudiendo su cabeza y poner toda su concentración en esos pacientes.
De manera sincera sintió que el bienestar de ellos estaba muy por encima de
su propio bienestar. Pensar si aceptar o no un trío para salvar su matrimonio
dejó de ser su prioridad en las siguientes horas.
Durante la tarde tuvo que reunirse varias veces con Mario en su oficina para
discutir algunos casos, y ambos actuaron con normalidad olvidando el
incidente matutino. O por lo menos fingiendo que nada había pasado.
Hundirse en su trabajo y en las amenas conversaciones con Mario realmente
la hizo sentir bien consigo misma. La sonrisa sincera volvió al rostro de
Tamara y saber que sus manos servirían para recuperar los rostros
desfigurados de niños que habían sufrido accidentes de quemaduras, le daba
una fortaleza única, que no lograba conseguir en otras partes. La hacía
sentirse una mujer exitosa.
Mientras estaba con Mario, la secretaria de él toca la puerta para avisar que la
Dra. Dagnino estaba siendo solicita en recepción. Entonces ella se pone de
pie y sale a atender al visitante. Se encuentra entonces con un enorme arreglo
floral 24 rosas rojas y una tarjeta colocada en el medio. Detrás del gigantesco
arreglo se oía la voz del flaco mensajero preguntando dónde podía colocar el
arreglo. Entonces Tamara le pidió que lo siguiera hasta su consultorio donde
lo hizo colocar sobre una de las mesas pequeñas que tenía pegada a la pared.
Buscó su cartera y sacó un billete que le dio como propina al chico. Detrás de
él, cerró su puerta y sonreída y emocionada se acercó de nuevo al ramo para
leer la tarjeta. "Amor, por nuestro matrimonio... dime que sí. Te amo. Paolo".
Suspirando se acercó a la ventana con su mirada perdida y se quedó unos
segundos repasando la situación. Llegó a la conclusión que durante los diez
años de matrimonio había sido inmensamente feliz con Paolo. Que a pesar de
los últimos meses todavía seguían enamorados y que seguramente todas las
relaciones pasaban por dificultades que debían superar. Estos meses pasarían
a ser anecdóticos en los próximos años, y esa noche del trío quedaría como
uno de tantos recuerdos que ambos atesorarían en su haber como pareja.
Valía la pena Paolo.
Buscando dentro del bolsillo de su bata, tomó su móvil y llamó a Paolo.
- Hola, mi amor. ¿Recibiste el ramo?
- Sí, está hermoso. - Contestó ella.
- ¿Y qué decidiste?
- Sí, Paolo. Vamos a hacerlo.
Capítulo XII: Fantasía Entre Tres
Al día siguiente Tamara llegó a su trabajo antes de la hora habitual. Tenía
necesidad de buscar fuerzas dentro de su trabajo. Se encontraba sumergida en
sus casos clínicos por lo cual la mañana se le pasó rápido. Al mediodía Mario
la invitó a almorzar y ella aceptó gustosa. Sabía que si se quedaba en su
consultorio, almorzando la comida que había llevado, sus pensamientos
acerca del futuro encuentro sexual la atormentarían.
Caminaron hasta una cafetería cercana especializada en ensaladas y
sandwiches previamente preparados y servidos en bandejas transparentes.
Ambos actuaban obviando el encuentro cercano que habían tenido el día
anterior. Tamara, porque sencillamente había preferido obviar el asunto y
concentrar su energía en recuperar su relación con Paolo. Y Mario, porque no
quería que Tamara se alejara de él y prefería seguir teniéndola cerca así fuera
como colega y compañera de almuerzos, antes que perderla.
Cuando iban por la mitad del almuerzo, el tono exclusivo de Paolo en el
teléfono de Tamara comienza a sonar. Tamara lo agarra y contesta,
- Hola, Tamy ¿qué tal tu día?
- Muy bien mi amor, he podido adelantar casos que tenía pendientes y ahora
me di un descanso para almorzar. ¿Y tú? ¿Ya estás en el trabajo?
- Sí, vine temprano. Mi amor, conseguí a la chica. - La palidez en el rostro de
Tamara se hizo evidente para Mario. Tamara dejó de parpadear y era obvio
que estaba escuchando algo que la inquietaba.- Ella irá esta noche para el
apartamento.
- ¿Esta noche? ¿Tan pronto? - Dijo Tamara, dándose cuenta que Mario había
escuchado su reacción y haciendo un gesto para excusarse, se levantó de la
mesa y continuó la conversación fuera de la cafetería.
- Sí, mi amor. Todo saldrá bien, ya verás. La chica es fabulosa. Llegaremos a
casa cerca de las 7.
- Yo... Bueno, eh... yo saldré temprano entonces del trabajo.
- Bien. Entonces nos vemos ahora. Chao, cariño.
- Chao - alcanzó a decir Tamara.
- ¡Tamara!
- Dime.
- Saca los juguetes que habías comprado, tal vez nos sean útiles a la noche. -
Y trancaron.
Al entrar de nuevo en la cafetería se excusó ante Mario, no sólo por
interrumpir el almuerzo, sino porque no podría regresar al consultorio. Mario
comenzó a sospechar que algo no andaba bien con Tamara.
Al llegar a casa se duchó y mientras sentía caer el agua tibia por su cuerpo
sentía que los pensamientos la torturaban adelantándose a la situación que
viviría en tan sólo unos minutos. No se echaría para atrás. Ya había tomado la
decisión de dar este paso pero no sabía cómo reaccionaría ni si disfrutaría o
no el acto, y por otra parte, saber que esa noche sentiría nuevamente la pinga
de Paolo dentro de ella la excitaba. Jugueteó con sus propias tetas mientras
las enjabonaba. Siempre le habían gustado, su tamaño y suavidad hacían que
muchas veces jugueteara con ellas a veces logrando excitación, pero otras
veces sencillamente por cómo le gustaba la sensación de sus pezones en las
palmas de su mano. Más de una vez se había bajado su boca hasta sus tetas
pasando su lengua hasta donde alcanzara. Esta vez, con el agua bajando por
sus pechos lo hizo devorándose a ella misma y sorbiendo el agua que caía en
sus tetas. Movió la punta de su lengua por sus pezones hasta que estos
endurecieron. Entonces ahora, con la punta dura de sus rosados pezones
delineó cada uno de sus labios para finalmente introducirse nuevamente todo
el pezón en su boca y chupárselo como a un caramelo. Luego pasó su lengua
a la otra teta mientras continuaba masajeándose la que acababa de besar.
Comenzó luego a bajar su mano por su abdomen sintiendo su cuca limpia de
vello tal como la conservaba para Paolo. Sintió entonces que la puerta
principal del apartamento estaba siendo abierta se apresuró para salir de la
ducha. Tomando una toalla se secó rápidamente, se colocó la tanga blanca
que había escogido y se puso encima un pequeño vestido corto que sería
sencillo de quitarse y que además dejaba ver su voluptuosos senos y sus
firmes piernas.
Con el pelo mojado y el olor fresco en su piel llegó hasta la sala donde estaba
Paolo con la chica.
- Hola, mi amor - se acercó a Tamara dándole un beso en boca-, ella es
Samantha.
Samantha se acercó a Tamara y le dio un beso en ambas mejillas. La chica
era más pequeña y diminuta que Tamara. En una rápida radiografía mental
Tamara comparó el cuerpo de Samantha con el de ella. Los senos de las
chicas llegarían difícilmente a llenar un sostén talla 32, y el resto de su
cuerpo mostraba que hacía ejercicio con regularidad y que pocas partes de él
tenían grasa de sobra. Su cabello era corto y de color cobre y llevaba una
mini falda de jean ajustada con un cierre por la parte frontal y una franelilla
sencilla de color fucsia.
Paolo se acercó al bar y le preguntó a las chicas si querían beber algo.
- Para mí un vodka estaría bien - respondió sin pizca de timidez Samantha.
- ¿Y tú, Tamara? - preguntó ante el silencio de ella.
- Lo mismo.
Samantha pasea entonces por el espacio y se detiene ante una de las fotos de
la pareja.
- Bella foto ¿dónde es? - pregunta la chica, mientras Tamara se sienta en una
de las poltronas individuales dispuestas en la sala e intenta actuar con
normalidad.
- En la Patagonia, Argentina. - Responde Tamara.
- Hermosa - ratifica Samantha.
Cuando Paolo llega con los tres vasos a la sala le entrega uno a Tamara y le
da un beso en la boca, y le da otro vaso a Samantha, quien estaba sentada en
el sofá grande y también le da un beso en la boca. Paolo se sienta a su lado y
con un gesto le pide a Tamara que se siente del otro lado, quedando él en el
medio. Entonces Paolo levanta su vaso y dice -¡Salud!, a lo cual ambas
mujeres elevan sus vasos chocándolo suavemente contra el vaso de Paolo.
Los tres se llevan sus vasos a la boca y beben. Samantha, sorbe un gran trago
y conservándolo en su boca voltea el rostro de Paolo y echa entre sus labios
el trago que ella había retenido en su boca. Las gotas que se desbordan de su
boca son chupadas entonces por Samantha pasando su lengua con habilidad.
Luego la chica se pone de pie, dejando su vaso en la mesa. Parada frente a
Paolo retira de su mano el vaso y también lo coloca en la mesa. Entonces se
acerca un poco más al sofá colocándose de pie entre las piernas de él mientras
coloca su dedo en la cremallera de su minifalda y comienza a bajársela
lentamente mientras muerde su labio inferior de forma provocativa. Tamara y
Paolo continuaban siendo espectadores, aunque Tamara más que Paolo.
Samantha terminó de bajar su cremallera y la falda se abrió totalmente
cayendo al piso y mostrando la cuca de la chica que a diferencia de la de
Tamara, conservaba algunos vellos diminutos entre sus labios vaginales.
Paolo con los ojos fijos en la chica sintió crecer su miembro dentro de su
pantalón tratando de encontrar espacio y acomodarse entre su apretado jean.
La mirada golosa de la chica llegó hasta el pene de Paolo mientras se pasaba
sensualmente la lengua por los labios. Paolo puso su mano derecha en la
pierna de Tamara, aunque no le dedicaba a ella ninguna mirada. Su atención
estaba puesta en Samantha.
La mano de Paolo se posó en el muslo de Tamara y la deslizó hasta por
debajo de la falda. Tamara tenía las piernas cerradas y comenzó a abrirlas
lentamente para permitir el paso de los dedos de Paolo, quien continuaba
mirando a la chica. Tamara intentó entonces disfrutar el contacto con su
marido, tratando de olvidar a la chica y cerrando los ojos. Al hacerlo recostó
su espalda en el sofá llevando sus piernas hacia adelante y abriéndolas más
queriendo encontrar la mano de Paolo con su cuca. Cuando casi lo consigue
Samantha le dice a Paolo que se quite la ropa y éste obedece rápidamente,
quitando su mano de la pierna de Tamara, colocándose de pie y quitándose la
franela, el pantalón y el interior y dejando liberada su enorme y gruesa pinga
que está completamente elevada. El rosado y brillante glande tiene en su
punta un gota de presemen con el cual la chica juguetea, llevándoselo contra
su vientre para secarlo. Para este momento sólo Tamara está vestida.
Samantha empuja a Paolo por los hombros para que se siente nuevamente en
el sofá. La golosa Samantha se arrodilla ante él y le hala levemente por las
rodillas para que su espalda quede menos recostado de la parte de atrás del
sofá y prepararlo así para la próxima maniobra que tiene pensada.
Montándose en el sofá en cuatro, apoyada sobre sus rodillas y sus manos,
comienza a chupar el pene de Paolo y lentamente comienza a subir su pierna
derecha hasta el borde superior del sofá donde Paolo tiene recostada su
cabeza. Pasándosela por un lado, coloca su pierna derecha del lado derecho
de él. Luego eleva su otra pierna y la recuesta del otro lado de la cabeza de
Paolo, quedando su rostro atrapado entre las piernas y la cuca de Samanta,
quien se la recuesta en su totalidad sobre su cara, mojándolo con sus líquidos.
La vista que tiene ahora Paolo es la totalidad de la cuca de la chica. Saca su
lengua y con ayuda de sus manos separa los labios vaginales de la chica
pudiendo ver de cerca su clítoris el cual se encuentra apetitoso e hinchado.
Paolo la visualiza, la huele y luego introduce en ella su lengua girándola y
sintiendo como reacciona su vagina. Paolo se desconcentra un poco cuando
siente que su pene está siendo succionado por Samantha. Pero luego de
chuparse los dientes en señal de excitación, retoma su chupada en la cuca de
Samantha quien definitivamente sabe lo que hace. De la cuca de Samantha
sigue saliendo un delicioso líquido que Paolo se esmera en sentir y tragar.
Ahora Paolo combina el movimiento de su lengua y la pasa a lo largo de la
raja de la chica llevándola hasta la punta delantera según lo deja la posición
en que se encuentra, y al ver que la chica reacciona favorablemente en este
punto juguetea con su lengua con más fuerza y rapidez. Samantha entonces
abandona el pene de Paolo con su boca para poder tener espacio, bajar sus
manos hasta el suelo y ofrecerle ahora su culo. Paolo debe echar su espalda
un poco hacia adelante para alcanzar con su boca el hueco de la chica, el cual
penetra con su lengua y empapa con su saliva. La chica le pide entre jadeos
que la abra, que la agarre por las nalgas y la abra para que su lengua la
penetre más. El obedece y comienza a meter la punta de su lengua y a sacarla
varias veces, haciendo que el contacto causara un ruido que encantaba a
Paolo. Luego de hacerla disfrutar durante algunos segundos con su lengua
comenzó a deslizar su dedo medio dentro de su hueco. Lo hizo con suavidad
mientras sentía que al mismo ritmo de la penetración, la chica gemía de
placer. Sacó su dedo lentamente y luego la volvió a penetrar esta vez
empujando con fuerza la última parte y haciendo girar su dedo dentro de ella.
El rostro de Paolo estaba tan cerca del culo de la chica que le resultaba fácil
intercambiar su dedo con lengua en la penetración anal.
Cuando Samantha decide que ha tenido suficiente se baja del sofá y se pone
de pie. Tamara sigue en modo de espectadora viendo en primera fila cómo su
esposo es devorado por esa mujer y viceversa. Cuando la chica se pone de pie
estira la mano a Tamara, invitándola a pararse. Tamara obedece y siente que
la chica toma las cintas del vestido a la altura de los hombros y se los
comienza a deslizar por los brazos. Tamara no quiere ser desnudada por la
chica, por lo que decide quitárselo ella misma deslizando las tiras por los
brazos y bajándoselo ante la mirada curiosa y expectante de Samantha.
Cuando saca ambas tiras sus tetas carnosas y suaves quedan a la vista
recibiendo la admiración visual de Tamara quien emite una fuerte respiración
y los detalla durante bastante segundos de una forma incómoda para Tamara.
Se termina de quitar el vestido dejándolo caer y Samantha posa sobre sus
piernas su mirada recorriéndola detalladamente por los muslos, la cuca que se
transparenta a través del bikini blanco, su abdomen y nuevamente sus tetas en
donde deja fija su mirada. "¿Me llevan a la habitación?", pregunta la chica. Y
ahora los tres totalmente desnudos, se dirigen al cuarto.
Una vez en la cama, ni Paolo ni Tamara toman la iniciativa, esperando que
sea Samantha sea quien lleve la batuta de la situación. Se sube a la cama
recostando su espalda a la pared y le pide a Tamara que se quite la panty y
haga lo mismo. Entonces, recoge sus piernas y Tamara hace lo mismo.
Sentadas sobre las almohadas para ganar altura y con Paolo enfrente,
Samantha comienza a abrir sus piernas y Tamara también, haciendo que se
entrelacen sus piernas. Ahora ambas chicas exhiben ante Paolo sus cucas
rosadas e hinchadas. Samantha exige "chúpame", y Paolo obediente se
acuesta en la cama acercando nuevamente su rostro a la entrepierna de la
chica. Paolo se acerca directamente a la raja, mientras Samantha sujeta son
fuerza la cabeza de él cuando éste toca con la lengua su clítoris. Casi que
enterrando la cabeza de él dentro de su vagina mientras le jalaba el cabello,
suplicaba que continuara. Sentía su respiración cada vez más profunda, su
mente se comenzaba a nublar, su cuca ya latía con más rapidez, "Sií... ahí, sí,
sí, aaah, aaaah, sí". Cuando llegó a su primer orgasmo Samantha le dijo a
Paolo que ahora chupara a Tamara.
Paolo se trasladó hacia las piernas de su esposa y comenzó a pasar la lengua
por sus labios vaginales. Ese sólo contacto le daba un gran placer a Tamara.
Tenía meses sin sentir esa lengua entre sus piernas. Se entregó al placer sin
importarle lo que tuvo que ceder para lograrlo. Ahí estaba Paolo nuevamente
entre sus piernas devorando su cuca y jugueteando con su clítoris. "¡Dios,
qué placer! ¡No pares... no... no... sigue, si, si...". No le importaba ni siquiera
que la chica ya había empezado a tocar y a chupar sus senos. Sólo se
concentraba en el placer que estaba dándole Paolo, su Paolo. Sentía que
estaba tremendamente mojada y que apretaba con las paredes de su cuca la
lengua de Paolo. Samantha, seguía saboreando las tetas de la chica besándola
con suavidad. Entonces Samantha apartó a Paolo de la vagina de Tamara,
para colocarse en su lugar. Ahora era Samantha quien lengüeteaba la raja de
Tamara hacia arriba y hacia abajo. Tamara abrió alarmada los ojos y vio a las
chicas entre sus piernas, apoyada sobre sus rodillas mostrando su culo hacia
Paolo. Paolo entonces se puso de pie y frotando su pene varias veces,
procedió a colocarlo en la vagina de la chica y comenzar la penetración.
Samantha no paraba de lamerla a ella y cada vez que Paolo empujaba su pene
dentro de la chica, la lengua de ésta entraba más profundamente en su cuca.
Tamara pasó su pierna por arriba de Samantha y se paró de la cama.
Recostada en la pared veía cómo nuevamente Paolo se cogía a la chica,
mientras ésta se sujetaba con furia a las sábanas y ahogaba sus gritos de
placer contra el colchón. Los movimientos de Paolo se aceleraban dentro de
la chica, quien gemía con más volumen. Entonces Tamara vio el rostro de
Paolo echándose hacia atrás. Sabía que ya estaba cerca de acabar. Había visto
ese gesto en su cara miles de veces. Efectivamente, a los pocos segundos él
explotó de placer dentro de la chica.
Se quedó viendo la imagen por unos segundos. Luego Tamara se dirigió al
baño y abrió la ducha con agua tibia. Se lavó rápidamente mientras escuchaba
la risita de Samantha y Paolo acercarse. Entonces cerró la ducha, tomó una
toalla, se la enrolló sobre su cuerpo húmedo y al salir del baño se tropezó con
la pareja que al parecer, harían lo mismo que ella. Tamara fue hasta la sala y
ahí se colocó de nuevo el vestido blanco que había dejado en el piso. Fue
hasta la cocina y se sirvió un vaso de jugo frío. A los minutos vio a Samantha
salir desnuda de la habitación para recoger su ropa de la sala y despedirse de
Paolo con un beso en la mejilla. Luego entró en la cocina e hizo lo mismo
con Tamara.
Ahora Tamara y Paolo estaban acostados en la misma cama donde hace
apenas unos minutos habían abierto la entrada a otra mujer. Tamara se abrazó
con fuerzas a Paolo. Todo esto lo había hecho por él. A partir de ahora las
cosas serían diferentes.
La mañana siguiente la tristeza invadía a Tamara. Llegaban a su mente
imágenes de las escenas vividas el día anterior y la atormentaban. La imagen
de la chica sumergida en su entrepierna, la de Paolo siendo chupado por ella,
la imagen de Samantha chupando el pene de su marido... todo la atormentaba.
Cuando se tropezó con Mario en el pasillo él la saludó con preocupación
- Buenos días, Tamara, qué bien que pudiste venir. ¿Salió bien todo anoche?-
y Tamara, descansando su rostro en el hombro de Mario comenzó a llorar.
Capítulo XIII: Invadida
Tamara llegó a casa a la noche y lejos de creer que Paolo y ella se acercaban
nuevamente, sentía que todo estaba igual e incluso peor. Esta noche sería
decisiva. Ella intentaría buscar a Paolo nuevamente en la intimidad. Anoche
se había sentido torpe y no había disfrutado la experiencia, pero sabía que
Paolo sí lo había disfrutado. Ella había cumplido su parte. Ahora sólo
esperaba que al igual que en las otras experiencias que habían tenido durante
sus viajes, el trío de anoche hubiera sido la chispa que encendería de nuevo
su apagada pasión.
Se preparó una cena ligera y se fue a acostar. La necesidad de hablar con
Paolo haría que ella se despertara cuando lo sintiera entrar. Por ello decidió
apagar la luz y dormir. A las dos horas de haberlo hecho, siente las llaves
abriendo la puerta, pero se agita cuando descubre que Paolo no ha llegado
solo. Samantha viene con él. Ambos pasan a la habitación y sin encender la
luz se acercan a Tamara arrodillándose a su lado. Le susurran de cerca al oído
y Paolo le dice
- Tamy, queremos repetir la experiencia de anoche. Estuvo genial, amor.-
Luego de lo cual comenzó a besarla tiernamente. Tamara se resistía tratando
de hacerse la dormida. Pero fue inevitable que los besos tiernos y sensuales
de Paolo la despertaran e hiciera que los respondiera moviendo su lengua
hacia la de él. Estaba esperando sentir su cuerpo desde hace tanto tiempo, que
no podía rechazarlo. Entonces Tamara agarró a Paolo por su cuello y
comenzó a besarlo con pasión. Quería sentirlo sobre su cuerpo, dentro de su
cuerpo y esos besos profundos eran un preámbulo. Su lengua chocaba contra
la de su esposo intercambiando saliva y bailando entre ellas. Él se detiene de
besarla por unos segundos para ponerse de pie y continuar.
En la oscuridad de la habitación Paolo y Samantha se desnudan mientras
Tamara continúa impaciente acostada en la cama. Luego de quedar
completamente desnudo Paolo se coloca ahora a los pies de Tamara a quien
puede adivinar a pesar de la falta de luz. Quita la sábana que la cubre y con
sus manos va tanteando las piernas y sobándola hasta llegar a su pantaleta.
Tamara siente que le recorre el cuerpo un rayo de electricidad con la caricia
de Paolo. Éste toma con sus dedos la liga de la ropa interior y comienza a
quitárselas. Tamara ayuda levantando su pompis y feliz y ansiosa ante la idea
de volver a ser penetrada por Paolo. Siente que la chica se acuesta a su lado
en la cama, pero la atención de Paolo en ese momento era para ella, para su
esposa. Paolo se acuesta sobre Tamara, colocando todo el peso de su cuerpo
sobre ella. Él continúa besándola en la boca, chocando sus lenguas, mientras
recuesta contra la parte exterior de la vagina de Tamara su duro pene, pero
sin penetrarla. Ella gime ansiosa apretando su pelvis contra él y abriendo su
pierna pidiendo urgida la satisfacción que no encuentra desde hace mucho
tiempo. Pero Paolo no se siente urgido de hacerlo todavía y se limita a apretar
su pene contra el cuerpo de ella. Sus caras se encuentran, se lamen, sus
lenguas juguetean a la altura de sus rostros. Tamara se siente nuevamente
feliz. Su hombre está haciéndole el amor. Gime susurrando el nombre de
Paolo. "Mmmm, aaah, Paolo". Siente su vagina totalmente empapada y
preparada para recibir cada uno de los 22 centímetros de la pinga de Paolo.
Quiere que se lo entierre hasta el final y sentir sus bolas tocando sus nalgas.
Sigue elevando su pelvis tratando de buscar que la punta del pene de Paolo
llegue hasta su abertura, pero la fuerza con la que Paolo tiene recostado su
miembro contra ella no se lo permite.
Sus lenguas juegan, se mojan y a ellos se suma Samantha añadiendo la suya.
Ahora intercambian besos mojados los tres. En la oscuridad no saben
reconocer cuál es la lengua que están tocando, pero los tres sienten placer.
Tamara siente todavía una lengua dentro de su boca, mientras otra recorre su
cuello, sus oídos, su rostro. Su vagina late y chorrea casi hasta doler. La
necesidad de ser penetrada aumenta. Busca con sus manos desesperada la
gran pinga de Paolo buscando acelerar el encuentro. Lo siente. Puede
agarrarlo con su mano. Siente que la pinga de Paolo está mojada con
deliciosos chorritos de presemen. Tamara siente entonces que el cuerpo
sudoroso de Paolo se levanta y su cuca mojada late ansiosa. Paolo no la
penetra, sino que ahora se monta sobre el cuerpo de Samantha. Los labios de
Paolo continúan besándola a ella, a Tamara, pero eso no le es suficiente. Ella
quiere más. Siente entonces que la mano de Paolo comienza a explorar entre
sus piernas, mientras el pene de Paolo está en la cuca de la chica de al lado.
Samantha gime de placer prácticamente en el oído de Tamara, mientras saca
su lengua besándoselo y lanzando su respiración sobre Tamara. Para Tamara
no es suficiente sentir los dedos de Paolo dentro de su cuca. Los movimientos
de sus dedos son torpes, se quedan inertes distraídos seguramente por sentir
la suavidad y humedad en la cuca de Samantha. Paolo y Samantha están
cerca del orgasmo. Sus gemidos así lo anuncian. Pero Tamara está
tremendamente excitada y con un dedo muerto dentro de ella que roza su
clítoris torturándola aún más. "Ah... aaah. aaaaah, coño, Paolo, sí.... ssssíiii,
aaah, aaaah", dice Samantha al sentir los chorros de semen tibio y alcanzar
ella misma el orgasmo. Tamara por su parte ha quedado absolutamente
mojada todavía con el dedo de Paolo dentro de ella.
Sin encender la luz de la habitación Samantha y Paolo se dirigen al baño y
encienden la ducha. A Tamara no la han invitado. Paolo la deja en su lecho
para que continúe descansando como si ella hubiera tenido suficiente.
Cuando Paolo y Samantha cerraron la puerta detrás de ellos, Tamara se
acercó en la oscuridad tanteando la mesita de noche. La abrió y ahí estaba. El
vibrador rosado que le había regalado Serena. Estaba demasiado necesitada
de llegar al orgasmo y sabía que tan solo necesitaría unos segundos para
explotar.
Sin necesitar mayor lubricación que sus propios flujos se metió el aparato
llevando su mente a los segundos anteriores cuando todavía Paolo estaba
encima de ella con su pene duro rozándola. Le gustaba sentir el peso del
cuerpo de Paolo, pero tendría que conformarse con imaginárselo dentro de él.
Efectivamente, tan solo al sentir la punta del aparato abriendo sus paredes
comenzó un viaje de excitación que iba en aumento hasta que tocó el final de
su vagina mientras que Tamara gritó de placer y alivio sin importarle que
Paolo y Samantha estuvieran cerca. ¡Mierda, ssiiiiii!
Mientras tanto en la ducha otra escena comenzaba. Abrieron la regadera y
dejaron el agua correr. La pinga de Paolo continuaba elevada y dura y la
golosa Samantha no la desperdiciaría. Su delgado y ágil cuerpo se encaramó
sobre el de Paolo. Con los brazos sujetados por el cuello de él, la chica
lograba mover la pelvis a su antojo. Movía su cintura tanteando la cabeza de
la pinga de Paolo hasta que su cuca se topó con él. De manera juguetona la
chica comenzó a abrir y cerrar su cuca y comenzó una especie de succión del
pene de Paolo. Para él eso era novedoso. La cuca de Samantha movía a su
antojo el pene que se encontraba ya dentro de ella. Lo apretaba, lo soltaba, lo
penetraba más, lo empujaba hacia afuera. Todo eso únicamente con su cuca
sin que Paolo tuviera que hacer ningún otro esfuerzo. Paolo no aguantaba
más tanto placer. Podría acabar tan sólo dejándose succionar por la cuca de
Samantha, pero no lo hizo. Así que sujetando a la chica la empujó contra la
pared. Todavía con su brazos sujetaba a la chica por las piernas y las nalgas,
pero Samantha no necesitaba ese apoyo y quería abrir sus piernas y cuca aún
más. Así que apartando con sus piernas los brazos de Paolo extendió sus
piernas a los lados como una bailarina que queda en el aire tan sólo quedando
sujetada por el cuello de Paolo. "¡Ahora cógeme fuerte!" ordenó la chica
mientras el pene de Paolo entraba y salía con fuerza de Samantha. Una, dos,
tres, cuatro... diez, once... treinta.... La velocidad de Paolo aumentaba
chocando las nalgas y espaldas de la chica contra la pared. "¡¡Coño
Samantha... aaah...aaah, qué divina eres. Estoy cerca, siénteme, siénteme!!
!Cuando la chica comenzó a subir las piernas, la cuca se le movía apretando
el pene de Paolo lo que lo hizo estallar y gritar de placer.
Esperaron unos segundos bajo el agua tibia. Paolo retiró su pene todavía
erecto con lentitud de Samantha. Este roce en sus paredes la excitaba a ella,
quien ya estaba pensando su próxima jugada. Salió de la ducha y buscó en
uno de los gabinetes del baño un banco plegable que ya había visualizado con
anterioridad. Lo agarró y lo abrió en la ducha colocándolo en el piso. Se
subió a él y ante los ojos expectantes de Paolo quien estaba frotando su pene
con suavidad, ella agarró la pastilla de jabón y comenzó a frotarla entre sus
manos. Luego colocaba el jabón nuevamente en su lugar y enjabonaba su piel
llenándola de espuma blanca. Volvió a tomar la pastilla de jabón y dándoselo
a Paolo le ordenó "Lávame tú". Él tomó la pastilla y empezó a hacer lo
mismo, llenando de espuma blanca el cuerpo de la chica. Luego, todavía
montada sobre el taburete, se coloca frente a la pared, dándole la espalda a
Paolo y bajando la espalda para ofrecerle su culo a Paolo le dice, "Ahora
métemelo". Paolo toma su miembro y coloca su punta en el oscuro y apretado
hueco de la chica. "No, tú no, méteme el jabón". Entonces Paolo obedece y
agarrando la pastilla de jabón se lo introduce en el ano de la chica el cual
comienza a penetrar suavemente en ella. Samantha con su ano succiona la
pastilla a su antojo la cual logra meter y sacar con suaves impulsos dejando
que Paolo vea cómo entra y sale. Luego, dejando que el jabón se deslice entre
sus piernas le dice "Ahora cógeme tú". Paolo estaba en el clímax de la
excitación y apoyando la punta de su pene sobre la espuma blanca que había
en el culo de la chica inició la suave penetración. Cerró sus ojos y dejando
caer el agua en su rostro movía su pelvis suavemente penetrándola solo unos
pocos centímetros. Se daba tiempo para disfrutar. Se concentró en la
sensación apretada del culo de la chica ahorcando su pene. Suave. Adentro.
Suave. Afuera. Samantha apretaba el culo a su antojo estimulando en ciertos
momentos su pene. "¡Eres una chica mala!" Y a partir de ese momento la
velocidad de las penetraciones comenzaron a aumentar y también el choque
entre ambos. Paolo penetró hasta la base su pene y la chica como pidiendo
aún más, empujaba sus nalgas contra él sintiendo sus bolas. Ahí, en la
profundidad del culo de Samantha Paolo volvió a descargar su semen.
Al salir del baño y entrar a la habitación ahora con sus cuerpos limpios y
suaves, Paolo y Samantha se acostaron al lado de Tamara y se quedaron
dormidos.
A la mañana siguiente cuando Tamara despertó ya Samantha estaba en la
cocina preparándose un plato de frutas. Cuando vio a Tamara le dio los
buenos días y le preguntó si quería que le preparara algo para desayunar.
Tamara sintió náuseas y tuvo que ir al baño para echarse agua fría en la cara y
sentirse mejor. Cuando retomó fuerzas salió de su casa y en lugar de ir a la
clínica condujo sin destino a cualquier lugar que la llevara la vía. "¿Qué
había hecho? ¿Cómo era posible que hubiera llegado a este punto?" y
cuando llegó a la autopista se dejó llevar por sus pensamientos y recuerdos,
haciendo que pie acelerara con fuerzas el pedal y golpeara con sus manos el
volante desahogando toda la desilusión y tristeza. Estuvo un par de horas
conduciendo sin saber a dónde ir. Salió de la autopista y se dio cuenta que ese
pueblo al que había llegado era uno de los que había visitado con Paolo
cuando aún ella era estudiante y tenía todas sus esperanzas puestas en el
futuro. Caminó y caminó como perdida. Llegó hasta un pequeño parque que
era visitado por madres con sus pequeños hijos que llenaban el espacio con
sus risas. Se sentó y comenzó a detallar esas otras vidas. Sus pensamientos la
llevaron a especular sobre cómo sería su vida si no hubiera tomado ciertas
decisiones. Lo que estaba viviendo actualmente estaba muy alejado de las
cosas que había planificado para ella y su futuro. Absorta en sus
pensamientos la golpea con suavidad en la espalda una pelota de goma y se
voltea rápidamente para recogerla del suelo. El niño dueño de la pelota se
acerca con los brazos en alto para recibir su juguete. Al dársela, el niño dice
"Gracias" y se aleja para continuar jugando junto a su madre. Tamara siente
oprimido su corazón y comienza a llorar desconsoladamente.
Cuando ya el sol caía decidió emprender el viaje de regreso. Presentía y temía
que en su apartamento estarían Samantha y Paolo. Ella había comenzado a
actuar como una invasora que le quitaba lo de ella, ante los ojos permisivos y
la actitud aprobatoria de Paolo. Al abrir la puerta de su apartamento ahí
estaban ellos dos compartiendo familiarmente la cena. La mesa estaba servida
para tres. La estaban esperando. Se sentó con ellos aunque se sintió
inapetente a pesar de no haber probado bocado durante todo el día.
Al terminar la cena, Samantha recogió los platos y luego se dirigió a la
terraza. En la mesa habían quedado Paolo y Tamara. Paolo conversaba con
Tamara en total normalidad llegando incluso a preguntar cosas de su trabajo
y darle las últimas novedades del negocio de los hermanos de él. Desde la
mesa escuchan ahora la música que suena desde la terraza y a Samantha
llamándolos "¡Chicos, vengan, bailemos un poco!". Paolo se pone de pie y
tomando de la mano a Tamara ambos se acercan a la terraza. Paolo comienza
a bailar al ritmo de la alegre música y se acerca a Tamara para que también se
anime a hacerlo. Ella apenas se mueve, con una sonrisa amarga en su rostro.
A partir de ese momento Tamara no tenía fuerzas para hablar con Paolo sobre
la situación, ni sentía fuerzas para afrontar las miradas interrogantes de Mario
en el trabajo o las preguntas incisivas de Serena. Decidió escapar de todos y
hasta de ella misma. Cada mañana abandonaba su casa fingiendo que iba al
trabajo, pero se escapaba a cualquier lugar. Luego en la noche al llegar a casa
su sumaba a los planes que ya había hecho Samantha. Compartía la cena
apenas comiendo algo o se tomaban un trago mientras veían alguna película.
Todo según los planes realizados por Paolo y Samantha. Al momento de
tener que compartir sexo y cama, prefería -como las veces anteriores- tan sólo
estar con ellos al inicio y luego dejar que ellos la echaran a un lado. Pero
todavía con la esperanza de que Paolo algún día la volviera a penetrar.
Ya habían pasado casi dos semanas desde que Samantha había llegado a sus
vidas. Esa mañana Tamara decidió no fingir que iba a trabajar y se quedó en
cama hasta tarde. Al despertar, ya Samantha y Paolo habían salido, cada
quien para su rutina diaria. Pasó todo el día en casa. Se levantó prácticamente
al final de la tarde cuando decidió que se prepararía algo para comer. Se
duchó, sacó un short de jean que le reflejaba que había perdido peso en los
últimos días y se abotonó cuatro de los cinco botones de una camisa a
cuadros y sin mangas que le había regalado Paolo, que llegaba al ombligo
donde se anudaba para ajustarse a la cintura. Antes de ir a la cocina, decidió
revisar su teléfono celular. Algunos mensajes y llamadas perdidas de Serena,
algunas más de su familia. Pero sobre todo abundaban las llamadas de su
trabajo e incluso algunos mensajes desde el teléfono celular personal de
Mario. No los leyó. Sabía qué cosas dirían, pero quería hacer como el
avestruz y continuar con su cabeza escondida dentro de la tierra. Guardó el
celular y se dirigió a la cocina.
Se encontraba frente a la estufa de la cocina revolviendo una salsa que estaba
preparando para la cena cuando sintió que abrieron la puerta. Era Samantha
que había llegado sin Paolo. La chica entró en la cocina y luego de saludar a
Tamara con un beso en la mejilla se sentó en uno de los altos taburetes
viendo y conversando con Tamara. Detallando una vez más el cuerpo de
Tamara, Samantha comentó,
- Tienes un cuerpo hermoso, Tamara. - Y ella sin dejar de revolver la salsa se
volteó hacia Samantha.
- Pero no tan elástico como el tuyo. - Dijo con cierta amargura en su voz.
- Lo digo en serio Tamara, eres hermosa. - Y haciéndole un gesto le dijo, -
ven aquí. - Tamara no sabe por qué, pero esa chica tenía un tono en su voz
que hacía que todo sonara como una orden que era incapaz de desatender.
Apagó la llama y se acercó a la chica.
- Mírate las piernas -empezó Samantha-, son bien torneadas, ni delgadas, ni
gruesas, sino perfectas. Sin la más mínima mancha y con un color canela que
envidiaría cualquier persona. Tu abdomen -dijo mientras le levantaba el nudo
de la camisa- plano como el de una chica de dieciocho. A ver, voltéate - y
Tamara volteó su desinflado pompis sacándolo un poco para aumentarlo, lo
cual causó risa a ambas chicas,- bueno, ahí no hay mucha carne que digamos
pero tus pequeñas nalgas están duras, - le dijo mientras le daba un pellizco
por sobre el short de jean. Tus senos... -dijo mientras llevaba sus manos
lentamente al primer botón abrochado de su camisa mientras añadía viéndola
a los ojos- ¿puedo? - Tamara tragó fuerte sintiendo un ardor parecido a una
leve excitación. Sintió que su respiración se entrecortaba mientras movía la
cabeza con un pequeño gesto afirmativo. Las manos de la chica comenzaron
a desabotonar su primer botón, y Tamara sintió su piel erizarse, y sus pezones
endurecer. Luego desabotonó el segundo y el tercero y finalmente desanudó
las cintas que estaban atadas a la altura del ombligo, echando hacia atrás la
tela y dejando al descubierto sus tetas.
- Tus tetas son hermosas, - sentenció Samantha mientras comenzó a sobarlas
suavemente con sus manos por los laterales primero, donde Tamara tenía
gran sensibilidad y luego siguió con su dedo en forma de espiral hasta llegar
a los pezones, que ya se encontraban duros y excitados. Luego Samantha
agarró ambos senos por la base y los elevó mientras acercaba su boca a ellos
para chupárselos. Entonces el ruido de la puerta indicando la llegada de Paolo
hizo que Tamara rápidamente se echara hacia atrás mientras se abotonaba la
camisa.
Sin embargo, Paolo pudo notar que había existido entre ellas una ligera
tensión sexual que a él comenzó a excitarle. Ahora, el rol de dirección que
hasta entonces había tenido Samantha lo asumió Paolo.
- Continúa con lo que estabas haciendo, - le dijo a Samantha. Y ella se acercó
entonces a Tamara y ante la inacción aprobatoria de Tamara, Samantha
desabotonó de nuevo la camisa y continuó justo en el punto donde había
llegado antes. Agarrando los senos de Tamara por la base se llevó uno a la
boca y comenzó a lamerlos. Su lengua giraba carnosa por toda esa suave piel
de sus senos. Samantha luego los acarició usando sus mejillas, su barbilla y
luego nuevamente sus labios y su lengua. Le dedicó a cada uno varios
minutos. Sin prisa. Enterraba su rostro entre ellos mientras los masajeaba con
sus manos. Juntaba ambos pezones y saltaba su lengua de uno a otro. Le daba
suaves besos con los labios en cada espacio. La chica realmente estaba
consintiendo las tetas de Tamara y disfrutando lo que hacía.
La escena había excitado de manera inmediata a Paolo, quien ya se había
abierto la cremallera de su pantalón para dejar saltar su pinga. Estaba
excitado como nunca antes. Sentía latir su pene y bombear la sangre con
fuerza. Entonces ordenó a las chicas ir hasta el cuarto, desnudarse y
tumbarse en la cama.
Las dos chicas se acostaron boca arriba y Paolo parado como el amo de
ambas al pie de la cama les ordenó que se besaran. Samantha atendió
gustosamente la orden y se iba a colocar encima de Tamara, cuando Paolo
interrumpió.
- No. Tú, Tamara, ponte arriba de Samantha. - A Tamara se le comenzaba a
hacer difícil obedecer sin cuestionamiento a Paolo. Aun así, se colocó sobre
la chica quien levantó su cabeza para poder alcanzar los labios de Tamara.
Las chicas comenzaron a besarse suavemente. La misma dedicación que
Samantha había tenido con los senos de Tamara, la tenía ahora con sus labios
y su lengua. No había prisa. Se dedicaba a ellos combinando la ternura y la
pasión. Recorriendo suavemente el contorno de sus labios con su lengua y
mordisqueándolos suavemente. Tamara estaba sobre la chica con la pelvis
elevada. Samantha la sujetaba de su cintura tratando de traerlo hasta ella para
juntar sus vaginas. Samantha quería ir más allá. Quería juntar su raja con la
raja de Tamara, frotarle su cuca con su propia cuca hasta que los líquidos de
ambas se juntaran y el frotamiento le brindara a Tamara un placer que estaba
segura todavía no había sentido. Pero antes de que esto sucediera, ya Paolo
tenía demasiada urgencia para acabar. Por ello agarró a Tamara por la cintura
y separando sus piernas comenzó a colocar la punta de su pene en la raja de
ella. Tamara finalmente estaba sintiendo de nuevo la pinga de Paolo después
de tanto tiempo. Finalmente y después de tantos meses, él la estaba
penetrando como tanto había deseado. Su pinga estaba más grande y dura de
lo que ella recordaba. Con cada penetración profunda que él hacía sus tetas se
movían sobre la cara de Samantha quien gozaba el impacto. Atrás de Tamara
estaba Paolo cogiéndosela con pasión desbordante cerca de acabar dentro de
ella regalándole su tibio semen. Abajo de ella estaba Samantha gozando de
sus tetas y haciéndose la paja con su mano para conseguir el orgasmo. Ambos
estaban complacidos con su cuerpo. Ambos gemían y sudaban. Sólo Tamara
era la que no estaba disfrutando. Sólo ella era la que había comenzado a
sentirse sucia y usada. Sólo ella fue la que sollozó.
Capítulo XIV: El Reencuentro
Ya había pasado más de una semana sin que Tamara se presentara en el
trabajo. Mario se había atrevido a enviarle varios mensajes por sentirse
preocupado por su bienestar. Pero ninguno de ellos había sido respondido.
Incluso la llamó una tarde a su móvil y le dejó un mensaje prácticamente
suplicándole que se comunicara con él. Sólo quería saber si estaba bien y si
necesitaba otros días de permiso. Pero requería saber de ella. La última vez
que la había visto estaba demacrada, pálida y a punto de sufrir un ataque de
depresión ¿Qué habrá pasado? Obviamente era algo relacionado con su
esposo. La vez que estaban almorzando fue él quien la llamó y fue esa
llamada la que tanto la perturbó.
Desesperado, Mario le dijo a su secretaria que ubicara el teléfono personal de
la habitación de la Dra. Dagnino y que la llamara. Esperó con ansiedad en su
escritorio a que su secretaria le pasara la llamada. Pero en su lugar, fue la voz
de la secretaria la que escuchó en el teléfono. Ella le informaba que en casa
de la Dra. le habían dicho que estaba indispuesta para pasar al teléfono.
- ¿Quién le atendió? ¿Su marido? - preguntó Mario.
- No, una joven, - contestó la secretaria.
- Consígame la dirección personal de la doctora, por favor.
Al llegar frente al edificio de Tamara, según las indicaciones dadas por su
secretaria, Mario estacionó el auto y bajó. Decidió esperar que alguien del
edificio saliera para subir hasta la puerta del apartamento de Tamara y así
evitar que le negaran verla. Tuvo que esperar varios minutos. Cuando una de
las habitantes del edificio iba saliendo, a lo lejos miró con desconfianza al
señor que acechaba en la entrada. Pero al acercarse aún más y ver a Mario
vestido con su bata médica, decidió darle acceso acceso al edificio. Mario se
excusó diciendo que le intercomunicador de la dra. Dagnino parecía no
funcionar y ella estaba indispuesta para bajar a abrirle. La señora sonrió a
Mario dejándole la puerta abierta luego de que él amablemente se la
sostuviera.
Al llega frente a la puerta tocó el timbre. Según sus cálculos a esa hora no se
encontraría el esposo, pero aunque él estuviera ahí no le importaba tener que
enfrentarlo a él o posibles reclamos de Tamara por haber ido hasta allá. No
sólo tenía urgencia por saber de ella, sino que además tenía razones, como
jefe de Tamara que era, para exigirle algún tipo de explicación ante su larga
ausencia.
- ¿Sí? - Abrió la puerta Paolo.
- Eeh, buenas tardes. ¿Se encuentra Tamara? - preguntó directamente Mario,
quien ante un breve silencio de Paolo con gesto interrogativo, agregó-, soy el
doctor Gasparini, su jefe. - Entonces Paolo rápidamente terminó de abrir la
puerta saludando a Mario amablemente e invitándolo a pasar.
- Pasa, pasa. Mucho gusto. Soy Paolo, el marido de Tamara, - dijo
extendiendo su mano hacia la de Mario. Mario se la estrechó y a continuación
añadió, - siéntate, estás en tu casa; ya llamo a Tamara. ¿Deseas algo para
tomar?
- No, estoy bien, gracias.- Dijo Mario mientras se sentaba y observaba la
jovialidad de ese joven que tenía la fortuna de vivir con la mujer que él
amaba. - Es que estoy de guardia.
- Claro que sí, -insistió Paolo-, estamos preparando unos cocteles para
refrescarnos un poco, te traeré uno enseguida.- Mario no quiso ser rudo
volviendo a negarse al ofrecimiento. Así que aceptó.
Paolo se fue a la habitación para informarle a Tamara que Mario estaba en la
sala esperándola. La noticia puso muy nerviosa a Tamara. Sabía que había
estado actuando de forma nada profesional al abandonar su cargo sin ninguna
explicación. Y ahora tendría que enfrentar a Mario ahí, en su propia casa. Tal
vez lo mejor en ese momento sería renunciar a la clínica. O tal vez Mario
venía para despedirla, ante lo cual no se defendería. Se Puso de pie y
comenzó a buscar en el armario algo para vestirse.
Mientras tanto Paolo y Samantha seguían en la cocina preparando nuevos
cocteles que estaban inventando para vender en el Saxo. Cuando terminaron
sirvieron tres copas. Entonces, Samantha agarró dos de ellas y se fue hasta la
sala para llevarle la de Mario, según le había indicado Paolo.
- Aquí tienes tu bebida- , dijo con total confianza Samantha, colocando la
bebida sobre la mesa de la sala y sentándose en el sofá mientras probaba el
suyo-, Paolo me dijo que no te echara mucho alcohol porque eres médico y
estás de guardia, ¿cierto?
- Sí, -afirmó Mario un poco confundido y sin poder descubrir quién era esa
chica que actuaba como anfitriona o qué relación había entre ellos- gracias.
- Tamara se está alistando para recibirte. Es que nos quedamos en cama hasta
tarde. Se nos pegaron las cobijas, como quien dice,- y ríe luego del
comentario, dejando más extrañado a Mario. Luego de algunos segundos
Tamara llega a la sala y Samantha se despide de Mario.- Bueno, los dejo
solos, pero dime -dirigiéndose a Mario- ¿te gustó el coctel?- Y Mario
contestó con rapidez para poder quedar a solas con Tamara.
- Sí, muy bueno.
- Se lo diré a Paolo. - Y sonriendo caminó de nuevo hacia la cocina.
Ante los ojos de Mario Tamara continuaba hermosa, pero era evidente que en
los últimos días había perdido peso. Estaba demacrada y pálida, tal vez hasta
un poco desnutrida.
- Hola, Tamara, - se apresuró a saludarla con una sonrisa y acercándose para
darle un beso en la mejilla. - Me alegra verte. Estaba preocupado por ti. Te he
llamado infinidad de veces. ¿Te ha pasado algo?
- Mario, me muero de la vergüenza contigo. Yo no sé ni qué decirte. No he
tenido... Bueno, yo... -Tamara no encontraba las palabras correctas para
Marioy bajó la mirada como intentando buscar una respuesta entre sus
manos... Yo creo que lo mejor es que renuncie.
- ¿Qué dices, Tamara? No creas que yo he venido para reclamar tu ausencia.
Yo he venido para verte a ti. Moría de angustia por... -Y al darse cuenta que
estaba dando un tono no profesional a la conversación, se pone de pie para
sentarse más cerca de Tamara. En ese momento, ve a Paolo que sale de la
cocina llevando dos vasos en sus manos y Samantha, la chica que acaba de
conocer, encaramada a él por el frente como dos niños que juegan a no
dejarse caer. Samantha reía feliz y abrazada al cuello de Paolo le daba besos
en la boca y en el cuello mientras él intentaba no derramar ninguna de las
bebidas respondiendo sus besos. Mario se quedó sin habla y Tamara para
aliviar la situación se pone de pie y le dice a Mario en un tono fuerte y
decidido
- ¡Renuncio, Mario! ¡Renuncio! No puedo más... ¡Renuncio, renuncio!
Mario sabía que las palabras de Tamara no iban dirigidas exactamente al
trabajo. Tamara había estado pasando por una mala situación en su vida y
esos gritos de descarga iban dirigidos precisamente a esa parte oscura vivida
en las últimas semanas.
Entonces Mario sujetó a Tamara con fuerzas por la muñeca halándola detrás
de él y comenzando a caminar para salir del apartamento. Tamara comenzó a
sollozar mientras lo seguía y continuaba gritando ¡renuncio, renuncio! ¡no
puedo más! Mario abrió la puerta del apartamento y ahora en pasillo trata de
calmar a Tamara quien no logra parar de sollozar. Mario aprieta el rostro de
Tamara contra su hombro y la abraza fuerte pasándole la palma de la mano
por la espalda y sobándola como cuando un adulto consuela a un nuño que
acaba de recibir un golpe. Pasan algunos segundos antes de que Tamara deje
de sollozar, pero continúa en el hombro de Mario. Entonces él, acariciando su
cabeza como peinando su cabello le pregunta en voz baja
- ¿Quieres que paseemos un rato para que tomes algo de aire?- Y Tamara, sin
fuerzas para responder con su voz, afirma ligeramente con un gesto de su
cabeza. Entonces él le pasa el brazo por los hombros como queriendo
protegerla y darle fuerzas para bajar las escaleras. La veía frágil y vulnerable.
Pero más allá de lo que pasaba con su cuerpo, él estaba dispuesto también a
proteger su corazón. Ella interrumpió la caminata y se detuvo con intenciones
de regresar a su apartamento mientras decía
- Mario, ya vengo, tengo que buscar mi cartera.
- Tamara, no necesitas nada de lo que hay allá adentro,- le dijo Mario
extendiendo su mano a Tamara y queriendo referirse no sólo a su cartera,
sino a la vida, los dolores y humillaciones que guardaban esas cuatro paredes.
- Y tras unos segundos de haber reflexionado sobre esas palabras, respondió
- Sí, tienes razón.
Al llegar al auto de Mario, éste le abrió la puerta del lado de copiloto. Tamara
se acomodó recostando su cabeza sobre la parte alta, colocó su cinturón de
seguridad y dejó perder su mirada hacia el lado de su cristal. Mario recorrió
el vehículo y se sentó en su asiento. Luego de asegurarse, encendió el
vehículo y arrancó.
Viajaron en silencio durante algunos minutos. Al llegar a la carretera que
daba hacia el sur, ya el auto iba libre a alta velocidad.
- ¿Quieres sentir el aire? - Le preguntó Mario. - Y ella con un nudo en la
garganta que todavía reservaba cientos de lágrimas que debían brotar,
respondió,
- Sí, por favor.
Mario comenzó a bajar la ventanilla del lado de Tamara para permitir que la
brisa chocara contra su rostro. Mario veía cómo las lágrimas de Tamara se
deslizaban en silencio. Era tanta la tristeza interna de ella que lloraba aún sin
notarlo. Simplemente las lágrimas llegaban a sus ojos, y sin sollozo ni llanto,
comenzaban a deslizarse por sus mejillas. Sus recuerdos pasaban por su
mente así como pasaba el paisaje animado de autos, casas y colinas ante sus
ojos. Recordaba las palabras recientes de Mario "no necesitas nada de lo que
hay allá adentro" y analizando todo lo que había ahí adentro, comenzó a
estar de acuerdo con él. Nada de lo que había ahí adentro la hacía feliz. Al
contrario, cada día le resultaba más asfixiante el aire del apartamento. Sus
pensamientos recorrieron los últimos años de su vida. Hurgaba sobre el punto
de inflexión donde su vida había tomado el giro inadecuado, alejándose de su
felicidad y de ella misma. Serena tenía razón. Se había estado desdibujando
de lo que era ella en realidad para poder estar al lado de Paolo.
En el fondo sabía que era así, pero algo muy dentro de ella se había aferrado
a la esperanza de vivir feliz con Paolo para siempre. Durante el recorrido, sus
pensamientos la llevaron a sus días de la universidad, cuando su felicidad
tenía las cinco letras de su chico. Cuando soñaba con compartir con él todos
sus deseos. Establecerse en un hogar cómodo en el cual pudieran irradiar su
felicidad a otros. Viajar juntos para crecer y consolidarse como pareja.
Trabajar duramente en una clínica en la cual pudiera enfrentar cada vez más
retos profesionales. Llevara adelante proyectos médicos que palearan al
menos un poco la falta de atención médica que había en buena parte de su
país. Tener juntos hijos que completaran la felicidad de la pareja para
perpetuar su amor. Envejecer juntos y recordar una y mil veces tantas
anécdotas compartidas. En algún momento de su vida comenzó a valorar más
los anhelos de Paolo por encima de los suyos. No era el momento de analizar
si la culpa había sido de ella por no haber sabido defender sus puntos de
vista, sus proyectos, su esencia, o si la culpa era de Paolo por manipularla y
usar la devoción y el amor que ella sentía hacia él. Se inclinaba más por
pensar que había sido culpa de ambos.
Serena tenía razón una vez más ¿Cómo había puesto a un lado su anhelo de
ser madre y asumir que esa había sido una decisión compartida, cuando
obviamente era una necesidad exclusiva de Paolo?
Llevaban más de 20 minutos de recorrido silencioso. Mario no quería
interrumpir sus pensamientos. Creía que lo mejor para Tamara en ese
momento era estar sola con sus pensamientos. Él solo serviría para hacerla
sentir mejor, pero no quería presionarla, ni profesional ni personalmente.
Detuvo el automóvil en una tienda de estación de servicios y le pidió que la
esperara en el auto. Cuando regresó traía en sus manos una bandeja con sopa,
una ensalada y una taza de té caliente.
Mario entró al auto, y únicamente en ese momento fue que Tamara volteó el
rostro hacia él.
- Toma Tamara, una de tus preferidas, - le dijo Mario pasándole la sopa
recientemente comprada-. Necesitas comer.
- Necesito tantas cosas-, dijo en voz baja Tamara tomando la sopa ya
gradeciendo.
- Sí, necesitas muchas cosas. Pero primero necesitas tener fuerza para
lograrlo.
- Gracias. - Y tomando la sopa tomó una cucharada y se la llevó a la boca. -
Mario, respecto a mi ausencia...
- Tamara. No. Hazme un favor. No hables ahora de nada que te llene de
preocupación. Te lo dije en una ocasión. A mí me interesa eres tú, saber que
estás bien, tranquila, feliz. No te estoy pidiendo ninguna explicación y si hoy
tuve la urgencia por saber de ti y tuve el atrevimiento de llegar hasta tu casa,
no es por el trabajo. Yo no fui allá buscando a la Dra. Dagnino a quien tanto
admiro y respeto le tengo. Yo fui a tu apartamento buscando a la compañera
de trabajo, a la amiga, a la mujer. Yo fui allá buscándote a ti, Tamara. Nada
de lo demás importa ahora. Si tengo que ser tu chofer para lograr que tengas
un poco de paz, aquí me tendrás. Si necesitas llorar, o hablar, aquí estoy para
escuchar. Si lo que quieres es estar en silencio, así lo haré. Yo jamás te
juzgaría por nada. Tú en los últimos años me has mostrado que eres una
mujer maravillosa y créeme que soy feliz con lo poco o mucho que me
permitas estar en tu vida. Para mí mi felicidad es la tuya. - Tamara escuchó la
suave y tranquilizadora voz de Mario y comenzó a ganar la autoestima que
habían empezado a minar sobre ella. Siguió bebiendo la sopa en silencio.
Al dejarla en su edificio, se despidió de ella agregando viéndola a los ojos.
- Tamara, eres una mujer maravillosa.
- Gracias, -dijo ella sin darle mayor importancia al cumplido de Mario.
- Tamara, escúchame. Eres una mujer MA RA VI LLO SA- dijo
pausadamente para que ella entendiera la dimensión de la palabra.- Mereces
ser feliz. No permitas que nadie te robe esa posibilidad. Bien sea con tu
esposo, conmigo, sola o con quien tú decidas, lo importante es que realmente
seas feliz. -Tamara lo escuchaba con atención y esta rápida declaración la
había puesto inquieta.
- Mario, ¿tú...? ¿tú estás...?
- Tamara, yo he estado enamorado de ti desde hace años. Yo te he amado en
silencio. Pero estar a tu lado y saberte feliz al lado de tu esposo me habían
impedido perturbarte con mis sentimientos. También sé que no es el
momento más apropiado para confesarlo, no quería hacerlo. Pero quiero que
sepas que fuera de esa casa -dijo señalando hacia el apartamento donde estaba
Paolo- hay muchos hombres esperando toparse con la fortuna de poder
compartir su vida con mujeres como tú y desvivirse por hacerte feliz. Yo lo
haría con gusto.
- ¿Me harías un favor?- preguntó Tamara luego de unos segundos meditando
algunas ideas que habían comenzado a florecer en su cabeza.
- ¡Tan sólo ordena!
- Préstame tu celular. Necesito empezar a componer algunas cosas.-Mario le
pasó y teléfono y ella lo usó para llamar a Serena.
- Aló, -contestó su amiga.
- Hola, pillina.
- ¡Tamara! ¡Por fin apareces! He tratado de comunicarme contigo. ¿Cómo
estás? ¿Todo bien?
- No, amiga, las cosas han estado peor que nunca... - Mario prefirió alejarse
mientras Tamara hablaba con su amiga, pero ella lo retuvo sujetándolo del
brazo, ya que quería que él escuchara lo que ella diría,- hasta hoy yo estuve
viviendo un infierno del cual no quería ni tenía fuerzas para salir. Pero una
persona maravillosa vino a rescatarme. - Dijo ella mirando a Mario.
Claramente la frase iba dirigida a él más que para su amiga.
- Tamara, ¿con quién estás? ¿de qué teléfono me estás llamando?
- ¿Estás en casa? - preguntó desviando la pregunta de Serena.
- Sí, estoy preparando algo para cenar.
- Salgo para allá, amiga. Así que dobla la ración, porque llego con mucha
hambre. -Y al colgar la llamada le dijo a Mario, - ¿podrías...
- Con mucho gusto te llevo.
Al llegar a la puerta de la casa de Serena, ahí estaba ella esperándola abajo.
Mario detuvo el auto y Tamara se despidió de él.
- Tamara, te repito que estoy para lo que necesites.
- Gracias, Mario. De verdad agradezco lo que has hecho por mí hoy. Me has
salvado.
- Sólo recuerda que eres muy especial.
- Te juro que no volveré a olvidarlo jamás. - Y dándole un beso en la mejilla
procedió a bajarse del auto. Mario se quedó algunos segundos viendo a
Tamara más animada y abrazar a su amiga, mientras ésta le dirigía a él una
mirada curiosa.
- Hola, pillina. Tenemos mucho de qué hablar. - Dijo Tamara.
- Podrías empezar por sacarme de la curiosidad y decirme quién es ese galán
que te trajo. - dijo pícaramente su amiga, haciéndola reír como en los viejos
tiempos.
- Es Mario...
- Mmmm, con que Mario... Claro, Mario Gasparini, el doctor infranqueable
que tan mal te caía.
- Ay, Serena. Tantas cosas han cambiado ahora. ¡Ni te imaginas, amiga!
Luego de la cena, Tamara y Serena estuvieron hasta la madrugada
poniéndose al día. Tamara tenía necesidad de sacar de su mente y su cuerpo
tantos sinsabores que había reservado sólo para ella, amargándola y hasta
enfermándola. La conversación sirvió para que Tamara reafirmara la decisión
que había llegado a su mente hacía días, pero que no se había atrevido a
enfrentar. Hablaría con Paolo para pedirle el divorcio.
Al día siguiente Tamara volvió a su casa. Tanto la salida con Mario como la
larga conversación que había tenido con Serena la habían llevado a tener una
fortaleza desconocida para ella. O mejor dicho, que estaba dentro de ella pero
que con la convivencia junto a Paolo y las cosas a las cuales él la había
sometido, se habían ido escondiendo. Pero el saber que estaba marcando un
hito en su vida la llenaba de emoción. Tendría que enfrentarse a la nostalgia y
a la dura conversación con Paolo, pero tenía fortaleza para seguir adelante.
Serena la dejó abajo de su edificio y se dispuso a subir. No llevaba las llaves
con ella, por lo que tuvo que acudir a la portería para pedir el apoyo
respectivo, ya que al parecer, en la casa no había nadie. Al atravesar la puerta,
se dirigió hasta el armario donde estaban guardadas las maletas que tantas
veces habían usado Paolo y ella para viajar. Abrió la primera de ellas y
comenzó a vaciar las gavetas en ella. Al hacerlo comprobó que no sentía
nostalgia y eso la alivió. Sin ese sentimiento en ella sería más fácil despedirse
de Paolo y de su pasado. Bajó una segunda maleta y terminó de llenarla con
el resto de la ropa y de cosas que estaban guardadas en la mesita de noche. Al
abrir esa gaveta, vio los juguetes y el vibrador que había comprado con
Serena y aunque lo dudó un poco, los tomó y también los guardó.
Una vez llenas ambas maletas bajó al auto y las guardó en la maletera del
coche. Hizo unas llamadas para arreglar un par de cosas y se dispuso a ir al
Saxo para despedirse de Paolo y anunciarle su disposición para separarse. En
el trayecto ensayaba en su mente que le diría a Paolo y temía que sus fuerzas
flaquearan al verlo. Al llegar al Saxo vio el auto de Paolo. Se bajó y ante la
mirada de los pocos empleados que había a esa hora, llegó hasta la oficina de
Paolo. Mientras caminaba veía el local con detalle y todo eso le comenzó a
parecer tan ajeno a su vida, que se preguntó cómo había sido posible convivir
con todo eso. Algo que no se parecía a ella. Algo que definitivamente no era
ella.
Al entrar en la oficina pudo mirar a la cara a Paolo y su cuerpo no tembló ni
se emocionó con su presencia, como solía suceder hasta hace poco. El gran
amor que ella había tenido por él, el mismo Paolo se había encargado de
destruirlo.
- Paolo, -dijo ella en voz alta y lanzando las maletas contra el piso, agregó-
aquí están parte de tus cosas y de la chica esa. Te prohíbo que tú o ella se
atrevan a pisar mi casa nuevamente. Esta tarde vendrá mi abogada para
hablar sobre el divorcio. - Y dando la vuelta dejando atónito a Paolo se sentía
triunfal, pero sobre todo se sentía liviana y limpia. Se había empezado a
quitar un peso que la estaba asfixiando desde hacía meses y al salir de ahí se
sentía que flotaba.
Capítulo XV: El Verdadero Amor
- Hola, Mario,- lo saludó con un fuerte abrazo. El brillo en la cara y ojos de
Mario demostraban la alegría que sentía de verla. Ya habían pasado más de
dos semanas desde la última vez que la había dejado en casa de Serena. Él se
había asegurado al día siguiente de llamar a Serena, cuyo número telefónico
había quedado registrado. Tamara le contestó más animada y eso lo
tranquilizó. Ella aprovechó para decirle que necesitaba tomar parte de sus
vacaciones, ya que necesitaba retomar el control de su vida. Mario le había
reiterado que en todo lo que él pudiera ayudarla, así lo haría.
- Estás, hermosa. Se te ve bien.
- Sí, Mario. Estoy mucho mejor. Me siento dueña de mi futuro. Y mucha de
esa felicidad te la debo a ti.
- Pero siéntate, -dijo Mario ofreciéndole la silla de su consultorio, pero ella lo
rechazó.
- ¿Y si mejor nos vamos a charlar a la cafetería? Vamos, yo invito. - Y
cerrando la puerta de su consultorio caminaron tranquilamente hasta la
cafetería. Mario estaba feliz viéndola recuperada y animada.
Al llegar a la cafetería ambos pidieron un dulce y lo hicieron acompañar de
un café. Luego, escogieron una pequeña mesa redonda para sentarse. Ambos
quedaban muy próximos uno del otro, por lo que la conversación tomaba un
tono más íntimo.
- Realmente te ves bien, Tamara. Tienes buen color, ya no te ves demacrada,
recuperaste apetito. De verdad que me alegra mucho verte así.
- Sí, la verdad es que estoy muy tranquila y en paz, aunque todavía me falta
arreglar ciertos detalles.
- Si te hace falta más tiempo no dudes en hacerlo. Todavía te quedan
vacaciones pendientes.
- Aja, con que ya no me quieres por aquí,- bromeó Tamara, coqueteando con
Mario.
- Sabes que si por mí fuera te agarraría fuerte y no te dejaría salir de mi vida
más nunca. Pero esa decisión no depende de mí.
- Mario, he venido para presentarte mi renuncia. - Un viento helado atravesó
a Mario llenándolo de angustia; había guardado la esperanza de que ella
regresara a la clínica y poder disfrutar de su presencia.- Necesito más que
unas vacaciones para recomponer mi vida, para recuperar mi vida.
- ¿Pero Paolo y tú...? - empezó a preguntar Mario temiendo en el fondo su
respuesta.
- Paolo y yo estamos en proceso de divorcio. Y yo lo puedo decir con alivio y
sin ningún dolor o amargura. La decisión de separarme es lo que me ha hecho
bien, pero ahora debo tomarme un tiempo para mí, para juntar los pedazos
que se fueron cayendo a lo largo de estos años, para repensarme y eso no lo
puedo hacer sabiendo que tengo algo... o alguien esperándome. - Estas
últimas palabras Mario las había sentido como una despedida, no sólo de su
trabajo sino también de él. Y sintió un dolor en su corazón. - No estoy
cerrada nuevamente al amor, Mario. Pero primero debo sanar bien para seguir
entregándome.
- Tamara, no se trata sólo de entregarte. Eso fue lo que hiciste durante este
tiempo. Pero el amor verdadero también se trata de recibir y a veces de
esperar. Sabes que te amo y yo estoy dispuesto a seguir esperando por ti hasta
que te recompongas totalmente y te sientas lista para recomenzar. - Tamara se
levantó y agachándose sobre Mario se despidió de él con un beso en los
labios.
Efectivamente Tamara tomó los próximos meses para disfrutar de una playa
del mediterráneo, en un país que no había visitado nunca antes. Los primeros
días pasaba parte del tiempo recordando su vida pasada, ahora sin ninguna
pizca de nostalgia o amargura. Estaba libre de esos sentimientos que más que
liberarla lo que harían es esclavizarla. La relación con Paolo se mantenía a
través de su abogado y luego de haber negociado el apartamento, unos
cuantos ahorros y la mitad de la venta del Saxo, Tamara podría vivir
holgadamente durante mucho tiempo. De Paolo guardó sólo los recuerdos
hermosos de sus primeros años y los otros, los recuerdos que la disminuían y
hacían daño, simplemente los desechó su mente.
Había alquilado para ella una cabaña en lo alto de una cima. Vivían en ese
conjunto parejas jubiladas y artistas solitarios en búsqueda de inspiración. En
ocasiones algunos de los pintores que subían con su lienzo y caballete para
tomar la puesta del sol desde lo alto, ella se quedaba admirada viéndolos
trabajar. Incluso, en ocasiones aceptó tomar el pincel de algunos de ellos para
colocar color, y desde su punto de vista, arruinarles la recién iniciada obra
maestra. Estaba llenando su mente de anécdotas que le enriquecían el
espíritu.
Una hermosa tarde, a la hora cuando el sol se apaga en el mar soltando hacia
el cielo colores naranjas y rojos, Tamara estaba sentada en primera fila
sintiéndose afortunada de poder presenciar ese espectáculo. En esos detalles
sencillos había logrado llenar su alma. También había tenido tiempo para
pensar en su vida profesional. Y sí, su compromiso con sus proyectos
médicos seguían intactos. No sabía si los emprendería en San Marcos, pero
quería seguir creciendo profesionalmente. Y Mario... sí, también dedicaba
pensamientos a Mario y además de agradecimiento y cariño sabía que estaba
creciendo en ella un hermoso amor hacia él. Cuando ya el sol estaba
totalmente oculto, sintió que alguien tocaba su hombro. Era Mario
- Hermoso atardecer ¿cierto?
- ¡¡¡¡Mario!!!! ¡Qué sorpresa! ¡Qué hermosa sorpresa! - dijo ella abrazándolo
y llenándolo de besos.
- Qué alivio que reaccionaste así. Por un momento temí que me empujarías al
mar- y Tamara reía absolutamente feliz y con el corazón latiéndole a mil,-
¿pero cómo... qué...?
- Serena. Cualquier pregunta que tengas, la respuesta es Serena. Ella te
extraña tanto y se preocupa tanto de ti como yo y dijo que "me reventaría el
culo si dejaba pasar más tiempo sin venir a hablar contigo". - La expresión la
hizo reventar de risa.
- Sí, definitivamente suena a Serena. ¿Y entonces? ¿Es cierto que me
extrañas?
- Sí, Tamara. Espero que durante estos meses tú también me hayas extrañado
aunque haya sido una milésima parte de lo que yo lo he hecho.
- Sí, Mario. He pensado tantas cosas durante estos meses. Me he reconstruido
y estoy en paz conmigo misma. Quiero recomenzar mi vida.
- ¿Y quisieras reconstruirla a mi lado?
- Sí, definitivamente, sí.
Mario se apresuraba para encontrarse con su esposa quien la aguardaba abajo
en el auto. Salía de la pequeña clínica que ambos habían montado juntos, en
donde se encargaban principalmente de atender a niños y niñas que habían
sufrido quemaduras. Muchas eran ocasionadas por juegos pirotécnicos, pero
muchas otras eran incluso causada por seres cercanos que buscaban
castigarlos por sus travesuras. Aunque era muy doloroso atender ese tipo de
casos para ambos era muy enriquecedor darle alegría a esos niños
desprotegidos. En los últimos años habían crecido como pareja, como
personas y como profesionales.
Esa noche celebrarían su amor. Ya habían pasado 5 años desde que ella le dio
el sí en una sencilla ceremonia celebrada a la orilla de la playa. Había venido
a San Marco la madre de Mario, quien abrazaba constantemente a Tamara
agradeciéndole que ya su hijo finalmente había comenzado a echar raíces en
algún lugar. También se habían acercado los padres de Tamara y algunos
compañeros de la clínica. No podía faltar Serena, quien había movido los
hilos para que el enlace se concretara.
Cuando Mario iba a cerrar la puerta de su consultorio se regresó para detallar
la foto que inmortalizó ese momento. Tamara y él lucían radiantes, felices. Él
sujetó el portarretrato y le dio un beso. Luego tomó la foto de al lado y
sonrió. Cuando había pensado que su felicidad era máxima, Tamara le había
dado la noticia de que estaba embarazada y meses después estaba llegando la
pequeña Miranda. Ahora tenía apenas 3 años y su sola presencia los llenaba
de una felicidad suprema que jamás él llegó a creer que existía.
Llevarían a Miranda, a pasar la noche con la tía Serena, mientras que Tamara
y él celebraban. Cenarían en el restaurante 360, el cual estaba en la cima de
uno de los rascacielos de la ciudad ofreciendo a los comensales una
maravillosa vista. Sus celebraciones las hacían en la intimidad, tranquila y
amorosamente. No necesitaban demostrar al mundo el amor verdadero que se
tenían, ni la felicidad plena que estaban viviendo. Al terminar de cenar Mario
invitó a Tamara a bailar la balada que sonaba en ese momento y abrazados,
sintiendo sus respiraciones y sus corazones latir se susurraron al oído
- Te amo, Mario
- Y yo a ti, Tamara. No sé qué sería de mi vida sin ti, ni Miranda.
- Y sin "Mario junior" -, añadió Tamara. Mario se detuvo de bailar y viéndola
al rostro ella confirmaba con una gran sonrisa que estaba nuevamente
embarazada. El la llenó de besos en todo el rostro y ella se dejó besar y amar
como merecía...
Capítulo XVI: Miranda
En tres semanas Miranda Gasparino Dagnino cumpliría 18 años y sus padres
le habían dicho que se lo celebrarían a lo grande. Se sumaba al festejo que la
chica había sido seleccionada en la Universidad Autónoma de Gran Jacinto,
un pueblo que quedaba a apenas a 3 horas de distancia de San Marcos, pero
que era suficiente distancia como para que sus padres la extrañaran. Se
habían jurado visitarla con regularidad para seguir llenándola de mimos y
cuidados como lo habían hecho hasta entonces. A pesar de todo Tamara y
Mario no se sentirían solos. Se tenían uno al otro y todavía les quedaban tres
años más antes de que el pequeño Mario optara por estudiar en alguna
universidad local o fuera de San Marcos.
Miranda era la figura exacta de su madre cuando tenía su edad. La superaba
por algunos centímetros en altura, pero tenía su misma contextura delgada y
su cabello rojizo crespo. Los protuberantes y redondeados bustos de la chica
similares a los de su madre, estaban acompañados por un par de nalgas duras
y ejercitadas.
Esa tarde iba acompañada de su amiga Roxana para que la ayudara a elegir el
sitio donde harían la celebración. Sus padres habían sido siempre muy
cercanos a sus amigos. Miranda había sido una chica muy protegida y amada.
Tanto Tamara como Mario estuvieron de cerca en la escuela, participando
activamente en las actividades escolares y dando charlas continuas de
primeros auxilios y otros temas de interés para los chicos. A la llegada de las
vacaciones escolares, hacían fiestas en sus casas con la presencia de los
amigos de Miranda y el pequeño Mario. Por eso, sus amigos se
acostumbraron a verlos de forma constante y les guardaban mucho cariño. En
esta ocasión, querían regalarle a Miranda una gran celebración.
El lugar que Tamara y Mario propusieron para la celebración era un gazebo
ubicado en un hermoso parque. Ellos lo podrían mandar a decorar y podrían
contar con una banda local excelente que pondría a todos a bailar. Miranda se
inclinaba por esa opción. No le gustaba frecuentar los sitios nocturnos, pero
dejar a tono el gazebo, alquilar las mesas, contratar la banda, servir la comida
y todo lo demás, sería un costo demasiado elevado el que tendrían que pagar
sus padres para la celebración. Por lo que ella prefirió evaluar otras opciones.
Bromeaba con su hermano menor diciéndole que dependiendo de dónde ella
escogiera hacer la celebración sus padres tomarían o no los ahorros
dispuestos para la universidad de él. Entonces, él intervenía y sugería hacer la
celebración en un McDonalds. La familia disfrutaba los momentos de la cena,
cuando todos se reunían para actualizarse con las noticias del día.
El primer local que habían visitado Miranda y Roxana era una pequeña disco
demasiado oscura y ruidosa para su gusto, donde a leguas se podía adivinar
que los chicos que la visitaban no encontraban la diversión sólo con la música
y las bebidas, sino que necesitaban estimular sus cuerpos con drogas para
creerse divertidos. Se alejaron de ahí inmediatamente. El sólo olor les
causaba repugnancia.
Llegaron a un local que tenía tres ambientes y que le habían adelantado a
Miranda que tenía más de 20 años con mucho éxito. Cuando lo visitaron era
de tarde y todavía no tenía gran cantidad de clientela. El primer ambiente que
visitaron estaba ambientado en la lejana década de los 40 y según le indicaba
el encargado, podrían sonar para ella bandas en vivo con éxitos musicales de
aquellos años. También podrían habilitarse las pantallas gigantes para
proyectar alguna película de la homenajeada.
Al siguiente salón que las llevó el chico, fue el destinado a la década de los
ochenta. Ahí les explicó la dinámica de ese salón y luego las llevó finalmente
a una sala dedicada a los encuentros más románticos. Según les indicaba el
chico, en el salón habían ocurrido cientos de peticiones de mano y de
celebración de aniversarios. Cada una de las paredes indicaba con mensajes
amorosos y algunos más originales que otros, la esperanza de las parejas
cuando inician.
Miranda y Roxana se pusieron a detallar algunos de los miles mensajes que
estaban escritos en sus paredes y llamó la atención uno que rezaba "inspirado
por el amor de mis padres y confiado en que contigo esa historia del "para
siempre" se repetirá, ¿quieres ser mi esposa?".
Ese local era el Timeless y esa leyenda era la que había dedicado Paolo
décadas atrás a su madre.
- ¿Quién sabe cuántas de estos compromisos se esfumaron? - Dijo Miranda.
- Es verdad, a lo sumo "siempre" dura dos o tres años- rio Roxana-.
- ¿Te gusta el local? - preguntó el encargado.
- No, sinceramente estoy buscando otro tipo de ambiente. Pero, gracias. - Y
las chicas comenzaron a salir del local.
Cuando se dirigían a la salida se tropezaron entonces con un hombre mayor.
Las chicas se excusaron y continuaron su camino.
- Definitivamente le quitaré los ahorros de la universidad de mi hermano -
reía feliz Miranda-, pero el Gazebo sigue siendo la mejor opción, estos sitios
me deprimen.
- Uy, sí, -afirmó Roxana- ese fantasma que acaba de tropezarnos fue como
salido de una tumba, uuuuh, parece un cadáver ambulante-, dijo Roxana
imitando el sonido de un fantasma y riendo.
El señor al que se refería Roxana era Paolo. Paolo se había tropezado con
Miranda y al verla le golpearon en la cara todos los años que había vivido sin
Tamara. Esa chica era idéntica a su Tamara, la que había conocido en ese
sitio hace más de 20 años cuando él la encontró dormida en su sofá. Ese día
le había parecido la mujer más hermosa del mundo, en ese lugar le había
pedido matrimonio a la única mujer que él había amado en su vida. Durante
más de 20 años ha llorado su abandono y la estupidez de no haberla sabido
amar. Llena su soledad con los vacíos del Timeless, escuchando desde su
oficina la alegría aparente de los clientes, pero no tiene hogar al cual regresar
para sentir el amor verdadero. Lo tuvo una vez y no lo supo apreciar. Tuvo
todo lo que ahora necesita, pero no lo supo ver. Ahora sabe que el amor no se
trataba de exigir, pedir y manipular, sino de dar y recibir, pero eso lo ha
aprendido demasiado tarde.
FIN
Gracias por leer mi novela
Este proyecto me tomo varios meses de trabajo y estaría encantada de poder
saber que te pareció.
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Quiero mejorar y tus comentarios son valiosos. Te agradeceré puedas tomar 2
minutos de tu valioso tiempo y dejar un comentario de forma totalmente
honesta en Amazon sobre la novela que acabas de leer.
Muchas gracias por la confianza y espero sorprenderte en una nueva entrega.
Saluda atenta y calurosamente,
Dakota Milano