ACONTECIMIENTOS HISTÓRICOS QUE GENERARON EL SURGIMIENTO DE LAS CIENCIAS
SOCIALES Y LA SOCIOLOGÍA
El nacimiento de las Ciencias Sociales.
En varios momentos de la historia del pensamiento occidental surgieron movimientos que
podían haber llevado al establecimiento de las ciencias sociales. Al final del período
renacentista, Francis Bacon (siglo XVI) ya había vislumbrado las posibilidades generales de la
ciencia social. A partir de entonces y en diversas ocasiones, habría de producirse el paso de la
ciencia física a la ciencia social, no solamente por la influencia de Bacon.
Un siglo después se produce la incursión de George Berkeley en la física social, con su ensayo
De motu (1713). Berkeley trazó analogías entre la acción de la fuerza física en el mundo
material y la fuerza moral y psicológica entre las personas. Comparó el principio de atracción
del sistema solar con la atracción entre los hombres. Sin embargo, tales esfuerzos en la
dirección de la ciencia social eran prematuros. Antes que por su propio derecho pudiera surgir
una auténtica ciencia social hubieron de darse dos condiciones fundamentales –señala
Martindale-: “1) en la esfera de los fenómenos sociales hubo de establecerse el naturalismo,
doctrina según la cual todos los fenómenos pueden explicarse en términos de secuencias de
causa-efecto que se producen en el mundo de la naturaleza. 2) hubo que dejar al margen
(cuando no ignorarlos totalmente) los sistemas de valoración ética, para hacer posible el
examen de las relaciones sociales aparte de los valores”.
El Movimiento que dio cuerpo a la idea de los siglos XVII y XVIII, según el cual el entendimiento
humano pude dominar al mundo sin necesidad de recurrir a ayuda sobrenatural o tradicional,
se suele conocer con el nombre de Ilustración. La idea fue aplicada a la ética, la filosofía, la
religión, la historia, el derecho y la política. El racionalismo, según el cual el individuo y la vida
social pueden ser interpretados y regulados conforme a un conjunto de principios patentes,
directamente asequibles por la razón, fue una de las grandes doctrinas de la Ilustración. El
término ilustración se refiere al movimiento; el término racionalismo se refiere al punto de
vista fundamental mantenido por la Ilustración.
El Racionalismo del Siglo XVIII.
Al estudiar cada una de las ciencias sociales hasta sus orígenes en el Siglo XVIII, encontramos
siempre a las mismas personas: Voltaire, Condorcet, Goethe, Gibbon, Ferguson, sin olvidar a
Juan J. Rousseau y sus colegas, los grandes pensadores de la Ilustración. No todos estos
hombres pensaban igual, pero en un estudio retrospectivo podemos sacar una cuantas
proposiciones centrales que eran más o menos comunes al racionalismo del siglo XVIII:
1) La razón es la propiedad del hombre que universalmente le distingue. El sentido común
como dice Descartes, es de todas las cosas la más ampliamente repartida entre los hombres.
2) La naturaleza humana es en todas partes es la misma. De aquí que las variaciones en la
naturaleza humana manifiesta se deban a las condiciones locales, a los accidentes históricos, a
la persistencia de la tradición o a la penetración de lo absurdo de la conducta.
3) Las instituciones se hacen para los hombres, y no los hombres para las instituciones. Las
instituciones son instrumentos y han de ser valoradas según su capacidad para favorecer la
personalidad humana. El hombre, en frase de Rousseau, nació libre y, sin embargo, en todas
partes lo encontramos encadenado.
4) El progreso es la ley central de la sociedad. El rasgo más asombroso de la sociedad humana,
según lo vio Condorcet, es el continuo perfeccionamiento de la mente humana. Es cierto que
toda edad tiene sus errores y problemas característicos, pero es también un estadio en el
progreso. De aquí que el hombre haya de apartar sus ojos del pasado para dirigirlos hacia el
progreso del presente y las metas del futuro.
5) El ideal que guía al género humano es la realización de la humanidad.
Estas fueron las ideas generales corrientes entre los pensadores de la Ilustración. Tales ideas
proporcionaron la base racional para liberar el pensamiento social del mundo de lo
sobrenatural, y en ésta matriz intelectual fue donde las distintas ciencias sociales empezaron a
tomar forma.
A su vez fueron las ideas que provocaron La Revolución Francesa del 14 de Julio de 1789, que
tanta influencia tuvo en Europa y en América. En el siglo XVIII ya habían cedido la intensidad
religiosa que acompañó la Reforma y las pasiones surgidas a lo largo de las luchas entre
protestantismo y catolicismo.
La fijación política de esas formaciones religiosas ya se habían efectuado al llegar este siglo. La
paz política y religiosa se había conseguido, al menos temporalmente. En todo caso los
intelectuales no eran líderes religiosos, aunque en ocasiones se vieron preocupados por ésos
fenómenos, y normalmente se situaron del lado de aquellas fuerzas de sus respectivos órdenes
sociales que veían con agrado la terminación de las guerras de religión. En consecuencia los
intelectuales de la ilustración no ignoraron la religión, sino todo lo contrario. El pensado
ilustrado solía ver a la religión tradicional como su más digno adversario. Al mismo tiempo, y
con pocas excepciones, no estaba dispuesto a prescindir de ella.
El nacionalismo y el capitalismo como marco de la Ciencia Social.
Entre los grandes acontecimientos de los tiempos modernos, sobresale como fundamental la
aparición del estado nacional y del orden económico capitalista. En efecto, el estado moderno
surgió como consecuencia de la alianza de la burguesía y el Rey que limitaron el poder de los
señores feudales –en lo interno- y de la Iglesia de Roma y el Imperio –en lo externo-.
Estos movimientos se produjeron a lo largo de un período de tiempo considerable, que tiene
sus comienzos a finales de la Edad Media. Tanto el nacionalismo como el capitalismo son
formaciones sociales que exigen una considerable reorganización de los anteriores modelos de
orden social. Ninguno de los dos pudo avanzar sino a expensas del orden anterior. Esto significó
que sólo podían avanzar a expensas de la tradición. Cada avance suyo se vio marcado por la
desintegración de costumbres e instituciones tradicionales, y ésta se produjo en parte porque
aquellos incorporaron a su servicio ideas creadoras.
El siglo XVIII fue una especie de punto culminante en el camino hacia el nacionalismo y el
capitalismo modernos. Políticamente se había completado la primera etapa del
establecimiento del Estado Moderno. Económicamente fue también un período de
“nivelación”. Los grandes viajes de descubrimiento llevados a cabo durante el Renacimiento
habían dado su fruto. En el tráfico de Europa se volcaron grandes cantidades de metal precioso
traídas especialmente por los españoles y los portugueses. Se dejaban sentir los efectos del
tráfico colonial, y la importación de materias primas y la exportación de bienes
manufacturados se fue haciendo típica de la relación entre la colonia y la metrópoli.
Se había realizado la revolución comercial, como una gran etapa hacia el capitalismo moderno.
Más aún, el despotismo ilustrado y el comercio fueron fenómenos asociados, ya que los
estados nacionales no sólo crearon zonas de “libre comercio” dentro de la frontera de sus
estados, sino que prosiguieron ciertas políticas, llamadas “centralistas” o “mercantilistas”, para
conseguir “un balance comercial favorable”: la exportación de manufacturas u otros materiales
y la importación de dinero como mecanismo para formar las reservas monetarias de la
economía política.
Así, la suerte del comercio quedó unida a las del nacionalismo.
La Revolución Industrial.
Otro acontecimiento de gran significación constituyó la “Revolución Industrial” a fines del siglo
XVIII, que implicó la introducción del maquinismo, como el telar mecánico, la máquina a vapor
y otros instrumentos que produjo el gran incremento de la “productividad del trabajo” es decir,
el aumento de la producción de mercancías a más bajo costo y con mayores posibilidades de
incrementar las ganancias de la empresas. Esto tuvo su correlato social inicial, el
desplazamiento de mano de obra humana, que luego con la generalización del maquinismo
pudo superarse. Sin embargo, comenzaron a gestarse las primeras protestas obreras, que no
sólo tenían que ver con el salario y las condiciones de trabajo, sino que comenzaron a
manifestarse los primeros conflictos de importancia entre trabajadores y empresarios.
En los países de producción capitalista avanzada, se verificó un aumento de tales conflictos y la
preocupación por encontrarles un cauce de solución. Y de estos temas no se ocupaba en
particular ninguna disciplina científica. Este va a ser el momento propicio para las ciencias
sociales y en particular para la Sociología. El acontecimiento tuvo lugar en Inglaterra, Holanda,
Alemania, posteriormente en Francia y en América su primer escenario fueron los Estados
Unidos. Se trató de un punto de inflexión en la economía y en la sociedad de los países
avanzados pero con hondas repercusiones en los países rezagados, productores primarios y
periféricos que comenzaron a demandar los bienes producidos por la industria europea. Fue la
primer revolución, a la que habrían de sucederle otras en el siglo posterior y con mayor
intensidad en el Siglo XX, sin embargo su presencia marcó la impronta de la “sociedad
industrial” que sería tema principal de preocupación de la Sociología ni bien ella surge. La
Ciencia Política.
El nacionalismo y el capitalismo eran poderosos sistemas de fuerza antitradicional. Cuando en
el siglo XVIII consiguieron una estabilidad temporal, proporcionaron esferas de actividad que
pedían una explicación racionalista y naturalista. La ciencia política y la economía estaban ya
encaminadas hacia su separación como ciencias sociales especiales. En las esferas políticas, la
aplicación de los supuestos del naturalismo y el racionalismo se tradujo en el intento de
“derivar” el Estado a un acuerdo Contractual, como lo plantearon Thomas Hobbes (“El
Leviatán”), John Locke (“Ensayo sobre el Gobierno Civil”) Juan J. Rousseau (“El Contrato Social”)
que terminaba con el “estado de naturaleza” representado por los individuos en situación
prepolítica.
El Estado tenía que ser “racional”, producto de una decisión conciente. Se le hizo descansar
sobre la “naturaleza humana” y sobre la capacidad del individuo para prestar consentimiento
“racional”. Todos los derechos y deberes políticos habrían de derivar de esta fuente. 5 La
Ciencia Económica. El pensamiento económico se liberó de la ética aplicada de la teología
medieval, del mismo modo que la actividad económica se liberó de las relaciones propias de
una economía feudal de subsistencia. La organización provisional del pensamiento económico
llevada a cabo por mercantilistas estaba estrechamente ligada a las necesidades económicas de
los nacientes estados nacionales y no pudo lograr el nivel de plena generalidad científica.
El estado debía tener un papel pasivo (laiser – faire) sin trabar los fenómenos económicos que
obedecen a leyes naturales.
El siglo XIX y la aparición de las Ciencias Sociales.
El racionalismo declinó como teoría de la conducta humana propia de las clases medias,
asumió una forma más radical y fue invocado en nombre de las clases trabajadoras. En esta
forma refundida, el “socialismo científico” recogió los restos de la ilustración e impulsó el
estudio conforme los mismos. El siglo XVIII estableció los presupuestos de la legalidad y
naturalidad de los fenómenos sociales. El siglo XIX los hizo empíricos. Todas las grandes
ciencias sociales –antropología, economía, geografía, jurisprudencia, ciencia política, psicología
y sociología- quedaban establecidas antes de acabar dicho siglo.
Las ciencias sociales se transforman en disciplinas genuinamente empíricas, aún cuando no
hubieran sido creadas por primera vez como ciencias sociales diferentes. Esta transformación
puede apreciarse claramente por el desarrollo de la jurisprudencia. Muchos estudiosos, desde
Grocio a Kant, contribuyeron de manera brillante al estudio del derecho, que su impronta se
hizo permanente en el desarrollo de la disciplina. Esta trataba al derecho como un cuerpo
racionalmente completo y lógicamente cerrado de preceptos, que expresaba la voluntad
soberana. El derecho fue establecido como ciencia racional, del mismo modo que la economía
ó la teoría del Contrato Social de la Ciencia Política.
La sociología estaba implícitamente presente en la ciencia política, la economía y la geografía
del siglo XVIII. Las contribuciones de Montesquieu y J.J. Russeau primero, y de Saint Simón
después, fueron precursoras de la aparición de la nueva disciplina. La Jurisprudencia o el
derecho, más que ninguna fue la que señaló el camino más directo a la sociología.
A lo largo de la narración de la historia jurídica en relación con la historia política, el concepto
del tema social se amplió hasta hacerse equivalente al de historia social. Por entonces la
evolución ya estaba madura para la obra de Augusto Comte, a quién se atribuye
convencionalmente la creación del campo sociológico. El “Curso de Filosofía Positiva” (1830-
1842), trataba de establecer una ciencia general de la vida humana. Comte no propugnó las
ciencia separadas, sino que concibió a la sociedad como un todo orgánico, caracterizado por
unas etapas de su desarrollo, durante las cuales todo aspecto de la vida estaba en típica
relación con los demás.
Herbert Spencer siguió la evolución de Comte con algunos cambios de acento. Pero marcó la
transición de conceptos de subsistemas sociales, instituciones particulares y tipos societarios
más manejables.
En definitiva, las ciencia sociales tienen su escenario fundamental en el siglo XIX. Las ciencias
sociales surgieron como una gran familia de disciplinas, los parecidos entre ellas son grandes.
Esto explica las enormes dificultades que tuvo que sortear la sociología para definirse como
ciencia social especial. Por ello es fácil ver por qué los sociólogos concibieron insistentemente a
la sociología como “ciencia social general”. Puede establecerse finalmente la idea de que la
sociología estudia materiales que también son intensivamente estudiados por las demás
ciencias sociales, pero que, a pesar de ello, es una ciencia especial por propio derecho. Sin
embargo, los grandes sociólogos clásicos del mismo siglo como E. Durkheim, C. Marx, M.
Weber y A. de Tocqueville habrán de fundar las bases de la disciplina y las más fecundas
discusiones teóricas de la misma, como lo admiten hoy Giddens y Turner en su conocida obra
“La Sociología hoy”.
Fuente: Luis G. Acosta Rivellini Profesor Titular de Sociología. Cátedra “B”. Investigador
Científico en CONICET Argentina
Bibliografía
-Castiglione J.C.: “Sociología”. Tomo 1. Edit. El Graduado. 1989. Giddens, Turner y otros. “La
Teoría Social hoy”. Edit. Alianza. Bs. As. 1995.
-Martindale D. “La Teoría Sociológica. Naturaleza y Escuelas. Edit. Aguilar. 1979.
-Portantiero, J.C.: “La Sociología Clásica”. Zeitlin, I. : “Ideología y Teoría Sociológica” . Edit.
Amorrortu. 1982.