Masonería y música
en el siglo xviii
AUNQUE LA INSERCIÓN DE LA MÚSICA INSTRU-
MENTAL EN LOS RITUALES ES RELATIVAMENTE
RECIENTE, LA RELACIÓN ENTRE MÚSICA Y MA-
SONERÍA SE ESTABLECE DESDE EL PRIMER MO-
MENTO. LAS CONSTITUCIONES
FUNDACIONALES DE 1723 CON-
TIENEN CUATRO CANTOS: EL
DEL APRENDIZ, EL DEL COMPA-
ÑERO, EL DE LOS VIGILANTES Y
EL DEL VENERABLE MAESTRO
QUE PRESIDE LA LOGIA.
AMANDO HURTADO
egún los autores especializados (como Gerard Gefen), el primer
S Canto, a una sola voz, se basaba en una composición irlandesa
para la que Mathew Birkhead, actor y cantante del Royal Theater
de Drury Lane, escribió el texto.
Del segundo Canto, el del Compañero, sólo se conoce el texto, escri-
to por Charles Delafaye, en el que alternan el Compañero solista y el
coro formado por los restantes. Por haberse perdido la partitura musi-
cal original, fueron compuestas varias otras posteriormente, de las que
destaca la versión debida a John F. Lampe (compositor operístico muy
reconocido en su tiempo) y Richard Leveridge (notable cantante y au-
tor de letras).
MASONERÍA Y MÚSICA EN EL SIGLO XVIII
El Canto de los Vigilantes y el del Venerable se presentan como diá-
logos entre una voz y otras dos a coro, con una extensión considera-
ble. El registro y la escritura musical señalan que se compusieron para
acompañamiento con viola de gamba, sin ser conocido el autor de la
partitura.
En la segunda edición de las Constituciones, la de 1738, se redujo la
extensión de los cantos de los Vigilantes y del Venerable y se introdu-
jeron otros. Pero fue una nueva formación masónica, creada en 1751,
la Gran Logia de los Antiguos Masones, la que introdujo un mayor
número de cantos rituales.
En el Ahiman Rezon de Lawrenz Dermott (Constitución de aquel
nuevo cuerpo masónico, publicada en 1756), se cuentan en torno a
cuarenta cantos diferentes acomodados a partituras preexistentes,
como la del Rule Britannia, perteneciente a la ópera cómica Alfred, de
Thomas Arne, compuesta en 1745.
EN LAS LOGIAS INGLESAS
Se sabe poco sobre la instrumentación utilizada en las interpretaciones
musicales de las antiguas logias inglesas, ya que todo lo referente al
desarrollo de los rituales se mantenía en secreto.
Los cantos se producían en parte durante las reuniones o tenidas,
pero sobre todo durante los ágapes que obligatoriamente seguían a
cada tenida, en los que las libaciones o brindis se subrayaban musi-
calmente.
Parece probable que fueran violas, violines e instrumentos de made-
ra los más utilizados, entre otras razones porque los primeros lugares
de reunión fueron las taverns londinenses (como “La Oca y la Parrilla”)
que solían contar con apartados de dimensiones reducidas, puestos a
disposición de asociaciones, de juristas, de periodistas e incluso de los
consejos parroquiales, que los alquilaban por horas en días determi-
nados.
Precisamente en el lugar ocupado por “La Oca y la Parrilla” había
existido, antes del gran incendio de Londres (1666), una taver nmusical
cuyo emblema mostraba un cisne y una lira que el dueño del nuevo lo-
cal convirtió en oca y parrilla, respectivamente.
Las reuniones de músicos en aquellas taverns o en las llamadas mu-
sic houses (que eran igualmente taverns especializadas) fueron habi-
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MASONERÍA Y MÚSICA EN EL SIGLO XVIII
tuales a finales del siglo XVII. En “La Corona y el Ancla” se fundó la Aca-
demy of Ancient Music, en 1710. Entre otros fundadores se hallaba
Maurice Green, organista de la capilla real de Westminster, director de
música de la casa real inglesa y masón ilustre.
En “La Cabeza de la Reina” se fundó la sociedad musical masónica
Philo-musicae, de la que fue nombrado director perpetuo Francesco X.
Geminiani, discípulo de Corelli y de Scarlatti, compositor y profesor de
violín en Londres, desde 1714.
Cabe destacar que Geminiani accedió a la maestría masónica en el
seno de la Logia Philo-musicae, en 1725, siendo ésta una importante
referencia respecto a la datación de la existencia del Tercer Grado en
la Gran Logia de Londres, que hasta esas fechas sólo había impartido
dos grados masónicos.
La construcción de un primer edificio destinado a ser sede de la Gran
Logia de Inglaterra (andersonianos), en Great Queen Street, inaugura-
do en 1776, facilitó un espléndido marco a los conciertos que, desde
aquella fecha y sin interrupción, se celebraron con carácter benéfico y
a mayor gloria del arte musical.
Juan Christian Bach, hijo menor del gran Juan Sebatian, participó en
el concierto inaugural del Freemason’s Hall y fue iniciado en la Logia
londinense “Las Nueve Musas” en 1778, pocas semanas después de
haberlo sido su gran amigo Carlos Federico Abel, también excelente
compositor de la época.
Freemason’s Hall, Londres
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MASONERÍA Y MÚSICA EN EL SIGLO XVIII
ENTRE PRUSIA Y VIENA
Un rasgo poco comentado de la personalidad de otro notable persona-
je del siglo XVIII es la calidad de músico masón de Federico el Grande
de Prusia, que ingresó en la Orden en 1739, a escondidas de su padre
(Federico Guillermo I), cuando tenía veintisiete años.
Federico estudió composición desde los siete años y mantuvo una
capilla de diecisiete músicos en su castillo de Rheinsberg durante su
época de príncipe heredero, organizando después, como rey de Prusia
y hasta su muerte en Potsdam, una media de cinco conciertos por se-
mana.
Él mismo participaba en ellos como solista de flauta, instrumento pa-
ra el que realizó varias composiciones concertísticas, además de ciento
veinte sonatas, varias sinfonías y algunos libretos de ópera, según re-
fiere G. Gefen, citando a Johann Benda, que fue músico de Federico el
Grande.
Tras su iniciación masónica, este soberano favoreció siempre a la
Orden alentando la creación de nuevas logias. Bajo su protección,
fundó el margrave Federico de Beyreuth, también masón, la ópera ba-
rroca que tanta importancia había de alcanzar en la historia musical de
Alemania.
La música de las logias alemanas, desde la segunda parte del XVIII
hasta el primer tercio del XIX, conoce un gran esplendor, ya que impor-
tantes filósofos y poetas de aquel tiempo colaboraban con grandes
músicos en la composición de textos. Lessing, Fichte, Herder, Bürger,
Schlegel, Moises Mendelssohn (padre del músico), Richter y Goethe,
así como Heine y Rückert, todos ellos masones, contribuyeron nota-
blemente al desarrollo del Liedalemán.
El Hermano Friedrich Reichardt creó en Berlín, en 1783, los Concier-
tos Espirituales, componiendo diversas obras musicales con libreto de
Goethe. El Hermano Carl Friedrich Zelter, compositor de música coral y
maestro de Félix Mendelssohn estimuló a éste en el estudio y reactiva-
ción de la inmensa obra de Juan Sebastian Bach y organizó la celebra-
ción de su centenario, dirigiendo Mendelssohn la Pasión según San
Mateo, en 1829, con este motivo.
La lista sería interminable y me limitaré a citar al gran compositor de
LiederCarl Loewe, a Joseph Türk, a Hummel y a Christof Kayser, nota-
bles músicos miembros de logias alemanas.
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MASONERÍA Y MÚSICA EN EL SIGLO XVIII
Capítulo aparte merecen, naturalmente, los compositores masones
austríacos Wolfgang Amadeus Mozart y Joseph Haydn.
WOLFGANG AMADEUS MOZART
Wolfgang Amadeus fue iniciado en la vienesa Logia de la Beneficencia,
en 1784, cuando contaba veintisiete años, tres meses antes de consti-
tuirse la Gran Logia de Austria. La Masonería austríaca se había des-
arrollado recientemente, favorecida por el emperador José II, aunque
la primera logia datara de 1742 y fuera creada con el apoyo del conde
Schaffgotsch, que era también arzobispo de Breslau.
La bula de excomunión promulgada por Clemente XII en 1738 no fue
sancionada por la emperatriz María Teresa. Su marido, el duque Fran-
cisco de Lorena, había sido iniciado en La Haya, en 1731, con la parti-
cipación del mismo Teófilo Desaguliers, uno de los más destacados
padres fundadores de la Francmasonería.
Sin embargo, aquella piadosa dama mantuvo siempre respecto a la
Orden, cuyos fines no comprendía, una actitud tan recelosa como la
que observó respecto a las ambiciones políticas papales. José II, que
nunca fue iniciado, simpatizaba con los masones por representar ésto-
sun componente social independiente e insumiso al poder eclesiástico.
La logia de Mozart había surgido como filial de una de las más ilus-
tres de Viena: “La Verdadera Concordia”, presidida desde 1782 por el
notable químico y ex jesuita Ignacio von Born.
José II decretó la fusión, y reducción a tres, de las siete logias exis-
tentes en la capital del imperio (que entonces sólo contaba con unos
doscientos mil habitantes), por lo que Mozart pasó a ser miembro de
“La Nueva Esperanza Coronada”. Todos los datos conservados señalan
que el hermano Wolfgang fue un masón entusiasta, activo participante
en los trabajos de logia.
En “La Beneficencia” estableció entrañables relaciones de fraterni-
dad con relevantes personalidades del mundo musical vienés de aque-
llos momentos, como el compositor checo Adam Mitscha, el libretista
Lorenzo Haschka, el violinista José Blaske o el armonista Röllig y, sobre
todo, con Anton Stadler, Pablo Wranitzky y Juan Jorge Metzler (cono-
cido como Giesecke). Este último afirmaba haber sido el verdadero au-
tor de la mayor parte del texto de La Flauta Mágica, de la que Schika-
neder sólo habría escrito los papeles de Papageno y Papagena, según
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MASONERÍA Y MÚSICA EN EL SIGLO XVIII
señala Gerard Gefen en su interesante estudio “Los músicos y la
Francmasonería”.
Mozart compuso diez partituras especialmente destinadas a las lo-
gias, aparte de varias más con la misma inspiración, entre las que se
incluye La Flauta Mágica. Las diez primeras fueron:
El Lied(K-468) en si bemol mayor para tenor y piano Gesellenreise
(Viaje del Compañero).
Die Maurerfreude (La alegría del masón, K-471), en mi bemol mayor,
para tenor y coro masculino, con texto del sacerdote masón Franz Pe-
tran.
El Quatuor (K-478) en sol menor.
La Sonata (K-481), para piano y violín, en mi bemol mayor.
Los Adagios K-410 y K-411, en fa mayor y si bemol, respectivamente.
Los dos himnos para tenor y coro masculino Zerfliesset heute, gelieb-
te Brüder (Elevad vuestras voces, amados Hermanos) en si bemol ma-
yor, y Ihr, unser neuen Leiter (A tí, nuestro nuevo director), en fa ma-
yor (K-483 y K-484), compuestos para la reunión o tenida inaugural de
La Nueva Esperanza Coronada, en 1786.
La Música Fúnebre es el K-477 y constituye una de las obras masóni-
cas más representativas de la espiritualidad mozartiana.
La Kleine Cantata (Pequeña Cantata masónica) de 1791, K-623, en do
mayor, es la última composición acabada por el maestro, destinada a
la inauguración del nuevo local de su logia, poco antes de caer fatal-
mente enfermo. Lleva anexo un coro para voces masculinas (K-623 a),
interpretable durante la Cadena de Unión (estrechamiento de manos
formando círculo, al final de las reuniones masónicas).
Inacabadas, pueden citarse las K-484 a, b, c, d y e. Existen referen-
cias de varias otras obras masónicas de Mozart, lamentablemente
perdidas, y se conservan algunas de la misma inspiración, aunque no
destinadas a las logias, como la K-619, también de 1791, o la O heiliges
Band (K-148), compuesta cuando el autor aún no había sido iniciado,
como fue también el caso de la K-429 (Dir, Seele des Weltalls).
Según los exégetas, La Flauta Mágica (K-620) refleja la Iniciación par-
tiendo de la purificación a través de los cuatro elementos simbólicos:
tierra, aire, agua y fuego, con arreglo a la tradición iniciática clásica.
Pero, sobre todo, se trata de un Singspiel, a la vez popular y magistral,
que parece poder calificarse de predecesor de las primeras comedias
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MASONERÍA Y MÚSICA EN EL SIGLO XVIII
musicales, en el que Mozart incluyó importantes reflexiones sobre al-
gunos de los arquetipos del pensamiento masónico (búsqueda de la
Verdad, fuerza del Amor universal, etc.).
Poco después de su propia Iniciación masónica, Wolfgang estimuló
las candidaturas de su padre, Leopoldo Mozart y de su íntimo amigo,
José Haydn, que ingresaron en la Orden en 1785. Haydn lo hizo en “La
Verdadera Concordia”, de Viena. Los libretos de La Creación y Las Es-
taciones los compuso su amigo y hermano, el belga barón van Swie-
ten, también protector de Mozart.
Mozart no murió abandonado por sus hermanos masones. Todo lo
contrario. Basta con leer las actas de la tenida fúnebre que celebró su
logia, para comprender que era entrañablemente querido y admirado
por quienes le habían apoyado durante los últimos siete años de su vi-
da.
FRANCIA, ITALIA, POLONIA
Por lo que respecta a Francia, los datos conocidos muestran que por
aquellos años, y a pesar de la desbandada a la que se vio forzada la
muy musical nobleza masónica francesa, a causa de la Revolución,
abundaron las composiciones debidas a músicos masones (57 estrenos
operísticos de autores masones entre 1790 y 1794).
A principios de los años ochenta ingresaba en la Orden Claudio-José
Rouget de L’Ísle, compositor aficionado y libretista experimentado,
que movilizado en 1791, compuso en Estrasburgo La Marsellesa, dedi-
cada al ejército del Rin.
Otros autores masones, como Berton, Cambini, Devienne, Cherubini,
Gossec, Mehul, Pleyel, Philidor o Rigel, figuran en la larga lista musical
de aquel fin de siglo francés. Por supuesto, no todos ellos fueron entu-
siastas de la Revolución y algunos sufrieron las consecuencias. El mis-
mo Rouget de L’Isle estuvo a punto de ser guillotinado.
La Masonería polaca había contado con el apoyo del rey masón Es-
tanislao II Poniatowsky. José Elsner se cuenta entre los más célebres
músicos masones polacos del XVIII. Director durante veinticinco años
de la Ópera de Varsovia y autor de numerosas obras líricas, fue el ma-
estro de Federico Chopin. También el gran Karol Kurpinsky fue masón
(nacido en 1785). Pero su obra corresponde ya a la centuria siguiente.
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MASONERÍA Y MÚSICA EN EL SIGLO XVIII
Los músicos masones italianos de aquel período trabajaron mayori-
tariamente fuera de Italia: Geminiani, Cherubini, Sacchini, Piccini,
Spontini...
Tras el Tratado de Viena y la formación de la Santa Alianza, en la que
se integraron todos los monarcas conservadores europeos, se produjo
una nueva situación política. A partir de 1815, el temor al rebrote de
los movimientos revolucionarios tuvo como consecuencia una restric-
ción de las libertades en toda la Europa continental.
La Masonería, que había sido protegida y utilizada por Napoleón, no
sólo con fines políticos sino también culturales, entró en una nueva fa-
se de su historia. Una era de politización, en buena parte forzada por
aquellas circunstancias, que ahuyentará a buen número de músicos.
En el siglo siguiente serán los poetas y los escritores los que nutrirán
las columnas masónicas más abundantemente. En muchos casos lle-
gará a identificarse la actividad de ciertas logias con la de las simples
“sociedades de pensamiento”.Å
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