Política
Universidad de Chile
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ISSN (Versión impresa): 0716-1077
CHILE
2004
Francisco Zapata Schaffeld
¿DEMOCRATIZACIÓN O REARTICULACIÓN DEL CORPORATIVISMO? EL CASO
DE MÉXICO
Política, otoño, número 042
Universidad de Chile
Santiago, Chile
pp. 13-40
Red de Revistas Científicas de América Latina y el Caribe, España y Portugal
Universidad Autónoma del Estado de México
No 42, Otoño 2004, 13-40 POLÍTICA
¿DEMOCRATIZACIÓN O REARTICULACIÓN DEL
CORPORATIVISMO? EL CASO DE MÉXICO
Francisco Zapata Schaffeld
RESUMEN
A partir de la caracterización del régimen corporativo vigente en México, de su conforma-
ción en los años treinta y de su crisis a partir de los años sesenta, el texto presenta los
diversos elementos que componen la transición gradual hacia la operación plena de las
instituciones de la democracia representativa. Se explican los momentos por los cuales
esa transición instituyó un registro nacional de electores confiable, procesos electorales
desprovistos de sospecha de fraude y el establecimiento de instancias judiciales que den
garantías a las organizaciones políticas. Finalmente, se discuten las implicaciones de que
las instituciones corporativas sobrevivan en un contexto en el que están plenamente vi-
gentes las instituciones democrático-representativas.
PALABRAS CLAVE: REVOLUCIÓN MEXICANA / SISTEMA POLÍTICO / CORPORATIVIS-
MO / CLIENTELISMO / DEMOCRATIZACIÓN.
ABSTRACT
On the basis of a characterization of the Mexican corporatist regime, of its development in
the thirties and of its crisis starting in the sixties, the paper presents the elements of a
gradual process of transition towards the full operation of representative democratic institu-
tions. The paper explains the different moments through which that transition built a natio-
nal registration of eligible voters, clean electoral processes and the establishment of judi-
cial instances able to give guarantees to political organizations. Finally, the text discusses
the implications of the fact that the corporatist institutions survive within the context of fully
operational democratic representative institutions.
SOBRE EL AUTOR
Francisco Zapata Schaffeld (1943), es profesor investigador del Centro de Estudios Soció-
logicos de El Colegio de México desde 1974. Es Licenciado en Sociología por la Universi-
dad Católica de Chile (1968) y Doctor en Sociología por la Universidad de París (1970).
Entre sus publicaciones recientes están: (en colaboración con Daniel Toledo), Acero y
Estado. Historia de la siderurgia integrada de México, Universidad Autónoma Metropolita-
na, 1999, 2 tomos (compilador); ¿Flexibles y productivos? Estudios sobre flexibilidad labo-
ral en México, El Colegio de México, 1998; El sindicalismo mexicano frente a la reestructu-
ración, El Colegio de México, 1995; “Las perspectivas de la democracia en América
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Latina”, Foro Internacional, vol. XLI, enero-marzo, 2001 núm. 163; Ideología y política en
América latina, El Colegio de México, 1990.
MÉXICO
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POLÍTICA
Introducción
De acuerdo a una de las interpretaciones más reconocidas (González
Casanova, 1965), el análisis del proceso de democratización de México
es inseparable del estudio de las características del proceso de consti-
tución del sistema político a partir de la revolución mexicana (1910-
1920), del ulterior establecimiento de una estructura política corporati-
va y de la crisis que esa estructura experimentó por la incapacidad del
régimen para enfrentar las consecuencias sociales y políticas del pro-
ceso de desarrollo económico de la industrialización por sustitución de
importaciones.
Según esta interpretación, el proceso de democratización en México se
debe explicar a partir de los bloqueos a la movilidad social, de la cre-
ciente desigualdad que generó el deterioro de la distribución del ingreso,
del incremento de la represión como respuesta a los reclamos de cam-
pesinos, obreros, estudiantes y clases medias. Desde fines de los años
cincuenta 1, y durante toda la década de los sesenta expresaron las
tensiones que se generaron a partir de los crecientes niveles de exclu-
sión económica, social y política que experimentaban diversos grupos de
la sociedad mexicana. La acumulación de cuestionamientos a ese mode-
lo, a lo largo del período 1958-1974, hizo patente que los mecanismos
tradicionales de la estructura corporativa no estaban funcionando en
forma eficiente.
Es en estos términos que el Estado comenzó a insinuar una estrate-
gia de relegitimación. En sus inicios, durante el sexenio del presiden-
te Echeverría (1970-1976), esa estrategia combinó la represión (lo
que hoy día se ha documentado como la versión mexicana de la
“guerra sucia” que, en esos mismos años tenía lugar en Argentina y
Chile) y la cooptación de algunos líderes de los cuestionamientos
señalados.
No obstante, no sería sino hasta 1977 que la respuesta del Estado se
daría dentro del marco institucional. En efecto, con la promulgación de la
Ley Federal de Organizaciones y Procedimientos Electorales (LFOPPE)
y con el otorgamiento de una amnistía a los presos políticos de la déca-
da de los sesenta, el presidente López Portillo abrió el proceso de “de-
DOSSIER
mocratización” que culminaría 23 años después con el triunfo de Fox en
las elecciones presidenciales del año 2000.
1 Acontecimientos como la huelga ferrocarrilera de 1958-59, la huelga de los médicos
residentes en 1964-65, el surgimiento de guerrillas rurales en los estados de Morelos
y Chihuahua en 1962 y 1965 y más tarde en Guerrero (1971-1974) (Bellingeri, 2003) y
sobre todo del movimiento estudiantil de 1968 representan el creciente malestar que
afectaba a la sociedad mexicana en esos años.
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POLÍTICA
1. La especificidad del proceso de democratización de México
La especificidad del caso mexicano, en el contexto latinoamericano, está
dada por ser el país que experimentó la primera revolución social del
siglo XX. Ello impregnó profundamente su desarrollo político, desde esa
época hasta la actualidad, y en particular con respecto a la naturaleza
de su Estado, las características de los partidos políticos y las relaciones
entre el electorado y el sistema político. Ello lo aparta del cuadro exis-
tente en el resto de los países de América Latina, incluso del caso
cubano que adoptó un modelo político calcado del soviético, lo que no
hicieron los dirigentes de la revolución mexicana.
La estructura política de México se consolidó durante la presidencia de
Lázaro Cárdenas (1934-1940), cuando el Partido Nacional Revoluciona-
rio (PNR) creado en 1929 por Plutarco Elías Calles (presidente de Méxi-
co entre 1924 y 1928) se transformó en el Partido de la Revolución
Mexicana (PRM) (Lajous, 1981; Garrido, 1982). El establecimiento de
arreglos corporativos dio lugar a relaciones directas entre el pueblo y el
Estado en las que el partido desempeñó un simple papel de intermedia-
rio clientelar, sin contribuir a la generación de una representación ciuda-
dana auténtica. El Estado, a cambio de oportunidades de empleo para
los trabajadores, de la implantación de servicios educacionales y de la
salud gratuitos así como a través del acceso al usufructo de la tierra
para los campesinos y de la nacionalización de los recursos del subsue-
lo del territorio (en particular del petróleo), logró consolidar su base
social y al mismo tiempo cumplir con el proyecto revolucionario.
El acceso directo al aparato estatal de obreros, campesinos, clases me-
dias y hasta 1948, de los militares, se concretizó en la pertenencia de la
Confederación de Trabajadores de México (CTM) al Partido Revoluciona-
rio Institucional (PRI), como uno de sus sectores constitutivos, junto a la
Confederación Nacional Campesina (CNC) y a la Confederación Nacio-
nal de Organizaciones Populares (CNOP). También se expresó en la
presencia de los liderazgos de esos sectores en la administración de
una multiplicidad de organismos de seguridad social2 y de servicios so-
ciales, entre otros.
Estos elementos no agotaron los lazos que unieron y unen a los actores
sociales al Estado mexicano. Incluyen también otros como el importante
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papel que estos sectores han jugado en diversas coyunturas políticas
como sostén del régimen. La nacionalización del petróleo en 1938 (Me-
2 Como en el Consejo de Administración del Instituto Mexicano del Seguro Social
(IMSS), del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores al Servicio
del Estado (ISSSTE), del Instituto de Fomento a la Vivienda de los Trabajadores (IN-
FONAVIT), del Fondo Nacional de Crédito a los Trabajadores (FONACOT) y del Banco
Obrero.
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POLÍTICA
yer, 1972), el movimiento estudiantil de 1968 (Zermeño, 1978), el apoyo
del sindicalismo corporativo a la implantación del Tratado de Libre Co-
mercio de América del Norte (TLCAN) (1992-1994) son algunos aconte-
cimientos históricos en los que la estructura política corporativa jugó un
papel determinante en asegurar la estabilidad del país y la viabilidad de
los proyectos económicos de varios presidentes de la República.
Este proceso político sentó las bases del desarrollo del discurso ideoló-
gico nacionalista revolucionario3 (Córdova, 1973) que articuló al Estado
mexicano por varias décadas del siglo XX. Ese discurso, plasmado en la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos promulgada en
febrero de 1917 (y todavía hoy plenamente vigente), incluyó referencias
a la intervención estatal en la puesta en valor de los recursos naturales
(artículo 27 constitucional) y en la educación pública (artículo 3 constitu-
cional), así como al indigenismo, al campesinismo o al obrerismo (artícu-
lo 123 constitucional).
Así, el Estado mexicano pudo lograr la integración del “pueblo” a la
nación a través de una incorporación corporativa, sin que la legitimación
del régimen posrevolucionario pasara a través de un sistema democráti-
co representativo clásico, a pesar de que sus instituciones figuraban en
la Constitución. Por otro lado, el Estado mexicano tampoco buscó legiti-
marse a través de un discurso ideológico de clase, distanciándose así de
una postura que lo alineara con las posiciones soviéticas de la época.
El discurso nacionalista-revolucionario dio sentido a las alianzas políti-
cas gestadas durante el período de la revolución armada (1910-1920) y
sentó las bases de la creación del PNR, que “institucionalizó” las luchas
entre facciones del proceso revolucionario. Ese discurso permitió que el
sistema político mexicano se desmarcara claramente del imperante en
casi todos los países latinoamericanos, con la excepción, quizás, de
Argentina y de Bolivia en donde movimientos-partidos como el peronis-
mo o el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) jugaron, en años
posteriores, un papel similar como núcleo ideológico de un proyecto
nacional (Germani, 1962; Antezana, 1985).
De manera que, al abordar este esbozo de la trayectoria de la democrati-
zación de México, es útil guardar en mente estas consideraciones que
DOSSIER
nos permiten ubicarla en un contexto más amplio.
3 El nacionalismo revolucionario es una filiación ideológica asociada a la propiedad
estatal de los recursos naturales, la integración racial (mestizaje), la socialización de
la tierra a través de la reforma agraria y la educación pública y gratuita (Constitución
Política de los Estados Unidos Mexicanos, 1917). Quienes le dieron formas operativas
fueron Plutarco Elías Calles, presidente de México (1924-1928) y creador del Partido
Nacional Revolucionario en 1929 así como Vicente Lombardo Toledano, importante
líder político en el sexenio de Lázaro Cárdenas (1934-1940).
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POLÍTICA
2. La política durante la revolución
Las tensiones sociales y políticas que experimentó México en las postri-
merías del régimen porfirista (1905-1910) sentaron las bases del estallido
de la revolución que se inició en noviembre de 1910 (Molina Enríquez,
1909: edición de 1978). Actores políticos y sociales como Francisco I.
Madero, Venustiano Carranza, Francisco Villa, Emiliano Zapata, Alvaro
Obregón y Plutarco Elías Calles asumieron, en distintos momentos de la
década 1910-1920, la dirección militar de la revolución y dirigieron las
diversas fases del prolongado conflicto que los enfrentó al ejército porfiris-
ta en la etapa inicial (1911-1914) y después a ellos mismos hasta 1920,
en que la denominada fracción “constitucionalista” consolidó su hegemo-
nía al asumir Alvaro Obregón la presidencia de la República.
Varios procesos explican la conformación de un escenario pre-revolu-
cionario. La expansión económica que tuvo lugar durante el Porfiriato
(1867-1910), ligada a la minería y al petróleo, a la industria textil, a la
siderurgia y a la industria manufacturera, dio lugar a la constitución
de núcleos obreros que iniciaron su proceso de organización. El capi-
tal extranjero fue uno de sus principales actores, de manera que la
forma principal de organización de la producción, tal como estaba
ocurriendo en otros países latinoamericanos, fue el enclave minero o
agro-industrial.
En gran parte del territorio nacional, grandes empresas mineras y petro-
leras conformaron una economía que generó la constitución de una cla-
se obrera incipiente, que se incorporó a la producción de materias pri-
mas como los metales y el petróleo que se exportaban a Estados Unidos
y a varios países europeos. La economía de enclave incluyó al sector
ferroviario que se organizó para llevar la producción desde los centros
de procesamiento y de consumo, ubicados en Estados Unidos, hacia los
puertos de Veracruz y Tampico.
Algo similar ocurría con el sector textil, situado en el centro del país, en
donde también se concentraron grandes cantidades de obreros-campe-
sinos. A pesar de las diferencias tecnológicas, el enclave funcionaba en
forma muy similar en el sector textil, el petrolífero y el minero, en los
cuales los trabajadores estaban sujetos a formas de control extremos,
DOSSIER
que incluían remuneraciones en especie y el monopolio de las tiendas
de raya4, así como el arbitrio de capataces y jefes que manejaban las
instalaciones con mano de hierro. Estas condiciones de trabajo incuba-
ron un proceso creciente de cuestionamientos al régimen porfirista.
4 Las “tiendas de raya” de los enclaves mexicanos son equivalentes a las “pulperías” en
Chile y a las “mercantiles” en el Perú. Son centros de distribución de productos de
consumo administrados por las propias empresas.
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Mineros, petroleros, ferrocarrileros, tranviarios, textileros estuvieron así
en el origen de la constitución de una clase obrera incipiente. Originarios
de las zonas agrícolas circundantes o migrantes del sur y del centro,
esos trabajadores conformaron masas que frecuentemente tenían lazos
comunitarios gestados en sus lugares de origen. Mantuvieron sus víncu-
los con el ciclo productivo agrícola (Sariego, 1978) y el peso de una
conciencia campesina predominó frecuentemente sobre los elementos
del trabajo industrial; lo que explica que los ejércitos revolucionarios
hayan buscado transformar la estructura de la propiedad de la tierra (a
través de la reforma agraria) y estatizar las minas y las industrias. En
1900, mineros, petroleros, obreros de la industria y de la construcción
sumaban más de 800 mil personas y por ello es que, en la coyuntura de
la crisis económica de 1906-1907, pudieron expresarse y protestar por
las condiciones en que les tocaba trabajar.
No obstante, más del 60% de la población económicamente activa
(unos 3.1 millones de personas) permanecía todavía trabajando en la
agricultura. Como se vería poco después del estallido de la revolución
en noviembre de 1910, los campesinos del sur (Morelos) estaban dis-
ponibles para los liderazgos que quisieran asumir su representación,
como fue el caso de Emiliano Zapata (Womack, 1968). También, en
lejanas regiones de colonización, como fueron los estados de Chihu-
ahua y Sonora, los pequeños propietarios experimentaron la ofensiva
de las grandes empresas agroindustriales que les despojaban de sus
tierras, arduamente trabajadas. Un líder de estos sectores fue Francis-
co Villa (Katz, 1998) quien organizó un ejército que jugó un papel
central en la revolución.
Al mismo tiempo, esa expansión desarticuló fuertemente a la estructura
agraria, que, en lugares como los estados de Morelos, Coahuila, Chihua-
hua y Sonora suscitaron un incipiente proceso de proletarización de los
campesinos, en actividades como el cultivo de la caña y la elaboración
del azúcar, el cultivo del algodón y la ganadería que conformaron más
tarde a los diversos componentes de los ejércitos revolucionarios, funda-
mentalmente agrarios.
En consecuencia, desde fines del siglo XIX y principios del siglo XX,
México había acumulado una serie de problemas que se derivaban del
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intenso desarrollo capitalista que había impulsado Porfirio Díaz, en con-
diciones de altos niveles de represión política y de ausencia de repre-
sentación democrática. Sólo algunas organizaciones confrontaban las
políticas represivas del régimen porfirista y alcanzaron así una madurez
que, en su ausencia, quizás no se habrían producido. Las huelgas de
Cananea (1906) y de Río Blanco (1907) fueron eventos centrales de ese
proceso formativo porque le dieron cohesión a una serie de luchas que
hasta ese momento habían estado desconectadas las unas de las otras.
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En 1910, la proclama de Francisco I. Madero, intitulada La sucesión
presidencial, encendió los ánimos en contra de las pretensiones re-
elecionistas de Díaz y abrió la coyuntura que desembocaría en su
triunfo en las elecciones presidenciales y posteriormente en el estalli-
do de la revolución.
Sin embargo, a pesar de que trabajadores urbanos, campesinos y algu-
nas clases medias lograron enfrentar las consecuencias negativas del
desarrollo capitalista articulando luchas defensivas y de que los clubes
anti-reeleccionistas buscaron cuestionar la ausencia de una represen-
tación legítima de los intereses de la sociedad en el sistema político,
es difícil encontrar evidencias de que esas organizaciones y de que
ese proyecto democratizador hubieran encontrado un principio de uni-
dad que les hubiera permitido actuar a nivel nacional. Al contrario, en
la primera fase de lo que devendría en la revolución mexicana, hubo,
como lo sostiene Knight (1986), varias revoluciones, en diversas regio-
nes del país y con visiones muy diferentes de cuáles eran las deman-
das de la población.
Además, la profunda influencia ideológica que ejercieron los anarquis-
tas, agrupados alrededor de los hermanos Flores Magón y del periódico
Regeneración (Hernández Padilla, 1978) también fortaleció esta dinámi-
ca que impidió la estructuración de una acción que agrupara a la socie-
dad civil, más allá de sus divisiones regionales, o de sus diferencias de
calificación profesional.
Por lo que el proceso de organización de la revolución tuvo límites a su
expansión. Tampoco pudo tomar un carácter político autónomo, cuestión
que se revelará crucial en el momento en que éste deberá hacer frente a
la evolución del proceso revolucionario de la década 1910-1920. Esa
fragmentación de actores sociales como fueron los campesinos, los tra-
bajadores de la minería y de la industria y las clases medias urbanas
permitió que los dirigentes de la revolución establecieran relaciones
clientelísticas con ellos.
De manera que hasta el estallido de la revolución en 1913, la moviliza-
ción social y política estuvo estrechamente ligada a la dinámica econó-
mica del régimen porfirista y a la aparición de líderes regionales y
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locales que, después del breve gobierno de Francisco I. Madero (1911-
1913), empezaron a generar una acción armada altamente politizada.
Los trabajadores urbanos jugaron un papel importante en el movimiento
revolucionario. Cuando estalló la crisis política de 1910-1911, éstos te-
nían una cierta presencia política y sabían expresar demandas que gra-
dualmente les dieron un cierto poder en las negociaciones con los líde-
res, como fue el caso de los obreros que adhirieron a la Casa del Obrero
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Mundial (Carr, 1974) y que pactaron la creación de los “batallones rojos”
con el general Obregón.
La presencia y perdurabilidad de la opción anarquista y el estallido de la
revolución bloquearon la posibilidad, que se dio en otros países del
continente, del desarrollo de otras alternativas como la búsqueda de
fórmulas legales para proteger a los trabajadores en su salud, en su
empleo y darles la posibilidad de organizarse y formar parte plena de la
sociedad en la que vivían.
Estos condicionantes ideológicos tuvieron repercusiones importantes en
el momento en que los líderes de la revolución buscaron aliados para
fortalecer sus opciones militares y políticas.
3. La conformación del régimen corporativo (1929-1948)
Es con la alianza que establecieron los generales carrancistas con los
obreros agrupados en la Casa del Obrero Mundial, que, en 1912, bajo la
influencia anarquista y con fuerte presencia de los artesanos de la Ciu-
dad de México, aparece el primer indicio de lo que devendría el régimen
corporativo a fines de la década de los veinte. La lucha contra la dictadu-
ra huertista (1913-1914) fortaleció esa presencia y forzó la adhesión de
la Casa a la fracción constitucionalista que se plasmó formalmente con
el Pacto de 1915, en el que ella se comprometía a darle apoyo, a través
de los denominados “batallones rojos”, a cambio de beneficios económi-
cos y sociales.
Esta relación de “dar y tomar”, muy típica de la política corporativa, dio
frutos con la promulgación del artículo 123 de la Constitución de 1917 y
con la creación, en 1918, de la primera organización obrera que articuló
esa relación, la Confederación Regional Obrera Mexicana (CROM).
Esa disposición constitucional formalizó la relación entre el sindicalismo
y el Estado. Institucionalizó el derecho de organización y el derecho de
huelga, aspectos que habían sido ejercidos sin la protección de la ley
durante el Porfiriato. También contribuyó a limitar la arbitrariedad empre-
sarial en campos como el trabajo de niños y mujeres, los horarios de
trabajo, la seguridad en las faenas productivas, las remuneraciones míni-
DOSSIER
mas y otros asuntos.
Por otro lado, la creación en 1918, en Saltillo, de la CROM, permitió que
los gobiernos de Obregón (1920-1924) y Calles (1924-1928) pactaran la
participación sindical en la consolidación de la revolución y consiguieran
institucionalizar una serie de derechos laborales, con la promulgación de
la Ley Federal del Trabajo (LFT) en 1931. La CROM permitió que el
movimiento obrero pudiera actuar en forma legal y su acción fue central
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en la promoción de la reglamentación del artículo 123 que tuvo lugar con
la promulgación de la LFT. No obstante, la legalización de la acción
sindical tuvo también efectos desmovilizadores ya que, al comprometer
al liderazgo sindical con el Estado, lo indujo a negociar las reivindicacio-
nes por prebendas, como fue el caso notorio de Luis M. Morones, bajo
cuyo liderazgo la CROM perdió el carácter militante que había tenido en
sus orígenes.
El papel que desempeñaron líderes como Morones y Vicente Lombardo
Toledano (Chassen de López, 1977) en la estructuración de esa alianza,
fue el punto de partida del establecimiento del pacto corporativo en
México. Ha sido duradero en la medida que, a grandes rasgos, es el
mismo que perdura hasta nuestros días. La presencia del liderazgo sin-
dical en las instancias decisorias del Estado mexicano revolucionario les
dio una importancia que sólo tuvieron, por razones similares, los líderes
argentinos y brasileños durante la vigencia del Estado varguista (1930-
1943) y del régimen peronista (1943-1955) respectivamente así como
los que surgieron después de la revolución boliviana de 1952.
En este sentido, las ideas de Lombardo Toledano sobre el sentido de la
acción sindical5 permitieron que el Estado revolucionario naciente se dis-
tanciara de los planteamientos radicales que animaban a algunos sindica-
tos como el de los ferroviarios, los petroleros y los mineros, y diera pasos
hacia la organización del régimen corporativo. Éste se implantaría primero
con la creación del PNR en 1929 y después con la creación del PRM en
1938, durante el gobierno de Lázaro Cárdenas (1934-1940).
Durante ese gobierno, Lombardo Toledano pudo dar cuerpo a la creación,
en 1936, de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), confede-
ración que desplazó a la CROM en tanto interlocutora privilegiada del
Estado. Sin embargo, los sindicatos nacionales de industria como el de los
mineros y metalúrgicos, los ferroviarios, los petroleros o los electricistas,
con contratos colectivos que abarcaban a todas las empresas de esas
ramas, conservaron, por lo menos hasta 1948, un margen de maniobra
más amplio que el que existía en aquellos que pertenecían a la CTM,
cuyo ámbito de acción empezó a concentrarse en los estados, en activida-
des como los servicios personales y los servicios municipales.
DOSSIER
De manera que desde 1918 hasta 1948 convivieron dos expresiones
políticas en el sindicalismo mexicano: por un lado un sector adscrito a la
5 Lombardo Toledano en su libro La libertad sindical en México, publicado en 1927, decía
textualmente: “El Estado y el proletariado organizado tienen como objetivo común el
cumplimiento de la revolución mexicana. O sea, el cumplimiento del programa burgués
de la Revolución”. Frank Tannebaum consideraba dicho libro como el más importante
aparecido hasta entonces sobre los resultados fundamentales de la Revolución.
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interlocución con el Estado (CROM, CTM) y por otro, un sector adscrito
a líderes del Partido Comunista integrado esencialmente por los sindica-
tos del sector minero, petrolero, electricista y ferroviario. La dinámica de
alianzas y los logros conseguidos al amparo del artículo 123 constitucio-
nal fortalecieron al sindicalismo, al Estado en vías de consolidación y a
la estructura corporativa. La representación se dio en forma directa, a
través de las organizaciones obreras y campesinas, y no a través de los
procedimientos propios de una democracia representativa. Los sectores
del partido tenían derecho a una cuota de puestos de representación
cuya elección era casi automática debido al control corporativo del voto
de obreros, campesinos y clases medias burocratizadas (maestros, em-
pleados públicos, profesionales de la salud).
En términos generales, las disposiciones de la LFT definieron las condi-
ciones para la constitución de los sindicatos y su registro. También esta-
blecieron las posibilidades de acción de los trabajadores organizados y,
en particular, la mecánica de estallido de las huelgas. En sucesivas refor-
mas, las disposiciones mencionadas se fueron haciendo cada vez más
estrictas, de manera que si no fuera por la estrecha relación que tuvieron
las confederaciones sindicales con el sistema político, y en particular con
el partido, no se podrían explicar las posturas estatistas, más que sindica-
listas, que adoptó y adopta el liderazgo sindical. La presencia del sindica-
lismo organizado dentro del régimen corporativo se consolidó, a pesar de
que aún existía una cierta autonomía ideológica en ciertos sindicatos de
la minería, de los ferrocarriles o del petróleo, sectores que fueron naciona-
lizados sólo a fines de la década de los treinta y cuyos trabajadores
fueron “incorporados” al régimen con la creación del PRM en 1938.
En efecto, si bien el acceso a la estructura política había permitido una
consolidación de la relación corporativa, la identificación ideológica demo-
ró en establecerse. Pese a los esfuerzos de Lombardo Toledano por lograr
una socialización nacionalista-revolucionaria entre los trabajadores, a lo
largo de la década de los cuarenta, la presencia de una izquierda de
filiación comunista hizo necesario imponer la opción ideológica estatal,
con métodos a veces poco “revolucionarios”, como fue el denominado
“charrazo” de 1948, en el que los comités ejecutivos de los sindicatos
nacionales del petróleo, de los ferrocarriles y de la minería, fueron desti-
tuidos y reemplazados por líderes pertenecientes a la línea corporativa.
DOSSIER
Dicha estructura se basó en la conformación de un Estado populista,
cuyo núcleo inicial fue el PNR. Más adelante, en 1938, el PRM formalizó
la existencia de los cuatro sectores: obrero, campesino, popular y militar.
Finalmente, durante el sexenio del presidente Miguel Alemán (1946-
1952), el PRM devino en Partido Revolucionario Institucional (PRI), man-
teniendo la estructura sectorial, pero sin la presencia del sector militar
(Garrido, 1982). La estructura partidaria correspondía al propósito de
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que los distintos sectores de la sociedad formaran parte del sistema
político, independientemente de los partidos políticos, cuya presencia
era marginal a su funcionamiento.
De esta forma, junto con la implementación del proyecto económico, se
pusieron en pie mecanismos de redistribución como el Instituto Mexica-
no del Seguro Social (IMSS) (1940) y el Instituto de Servicios y Seguri-
dad Social de los Trabajadores al Servicio del Estado (1960), mediante
los cuales los trabajadores obtenían beneficios que compensaban su
subordinación al régimen corporativo.
Así, durante el proceso de industrialización por sustitución de importa-
ciones (1934-1982), el Estado mexicano generó canales de acceso a la
seguridad social, a la salud pública, a la educación gratuita, desde la
escuela primaria hasta la universidad. También intervino directamente en
políticas de generación de empleo asalariado y favoreció la contratación
colectiva del trabajo, que permitió establecer toda una serie de presta-
ciones que quedaron integradas al salario. Todo lo cual contribuyó a
integrar a los campesinos e indígenas, a los obreros industriales y a los
profesionales burocratizados a la sociedad nacional y al sistema político,
lo cual generó fuertes dinámicas de movilidad social a través de la ex-
pansión del sistema de educación superior, accesible por primera vez a
los hijos de obreros, campesinos e indígenas 6.
Este sistema constituyó un sistema de “dar y tomar” entre participación
política y beneficios sociales. Está aún vigente, y, como veremos más
adelante, puede ayudar a comprender por qué es en México en donde
mejor han funcionado los programas de concertación económica7.
En este análisis de las bases de sustento de la estructura corporativa, vale
la pena mencionar el peso que la afiliación sindical desempeña en el funcio-
namiento de la estructura corporativa. En efecto, en el período posrevolucio-
nario y junto con la intensificación del desarrollo económico en el período
1932-1952, las bases de reclutamiento del sindicalismo se modificaron sus-
tantivamente y su papel en los procesos políticos fue de la mano con el
acceso al empleo formal, a la educación, a la salud y a la seguridad social.
DOSSIER
6 La creación, en 1938, del Instituto Politécnico Nacional es un parteaguas de la apertu-
ra de esas oportunidades para los jóvenes que buscaban estudiar a fines de los años
treinta. Algo similar ocurrió con la creación, en ese mismo año, del Instituto Nacional
de Antropología e Historia (INAH) que integró a la población indígena a sistemas de
educación formal y le permitió así incorporarse a la cultura nacional.
7 Estos tuvieron éxito porque los mecanismos de concertación preexistían al momento en
que se tuvieron que enfrentar las medidas de ajuste: sería imposible entender la firma
de una serie de pactos de concertación tripartitos entre 1987 y 1996 entre todos los
grupos organizados del país sin la existencia de los mecanismos de compensación que
hemos mencionado y que fueron creados a principios de la década de los cuarenta.
¿Democratización o Rearticulación del Corporativismo? El caso de México 23
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POLÍTICA
Entre 1940 y 2000 la población económicamente activa (PEA) se multi-
plicó por seis pasando de 5,8 a 33,4 millones de personas, aproximada-
mente un tercio de la población actual del país. Por otro lado, si bien
hasta 1950, más de dos tercios de la PEA continuó trabajando en el
campo, la población activa en la industria y en los servicios empezó a
crecer, lo que aumentó gradualmente las posibilidades de crecimiento de
la afiliación sindical. Entre 1940 y 2000, la PEA industrial creció en un
14,9% y la PEA de los servicios en un 11,7%, lapso en que el país logró
diversificar su aparato productivo y en que se intensificó notablemente la
urbanización. La distribución de la población ocupada entre agricultura e
industria se modificó radicalmente. Esto facilitó el crecimiento de la afi-
liación sindical que se expandió lentamente para alcanzar alrededor de
un millón de trabajadores sindicalizados en 1940 (sobre un total de la
PEA de 5.858.116 personas), proceso que experimentó una expansión
notable, ya que, hoy en día, el sindicalismo alcanza una afiliación de
alrededor de 9 millones de trabajadores (INEGI, 1985). Este núcleo or-
ganizado de la población trabajadora jugó y juega un papel fundamental
en el voto del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Por otra parte, en ese período, si bien el conflicto laboral tendió a incre-
mentarse, lo hizo más como resultado de la movilización provocada des-
de el Estado para apoyar sus políticas (como la nacionalización del
petróleo en 1938) que para lograr beneficios para los trabajadores. En
efecto, dada la capacidad del Estado para instrumentalizar a las organi-
zaciones sindicales, el conflicto huelguístico tuvo así un carácter político
o inter-gremial. Estuvo poco relacionado con la evolución de indicadores
como la inflación, el logro de prestaciones, el arbitrio empresarial en la
empresa o cuestiones ideológicas.
4. Régimen corporativo y desarrollo (1945-1988)
Después de la Segunda Guerra Mundial, una vez consolidada la estruc-
tura corporativa con la intervención de los sindicatos de la minería, de
los ferrocarriles y del petróleo, con la toma de posesión de Fidel Velás-
quez8 como secretario general de la CTM en 1950 e intensificado el
ritmo de la industrialización, el régimen corporativo estabilizó su control
sobre las demandas obreras y campesinas 9. Entró a una fase de progre-
siva incorporación de nuevos trabajadores a los mercados de trabajo, lo
que se refleja en la duplicación de la población económicamente activa
DOSSIER
entre 1940 y 1960. La expansión del empleo de las empresas estatales
8 Fidel Velásquez es una figura emblemática del sindicalismo mexicano. Ocupó la secre-
taría general de la Confederación de Trabajadores de México (CTM) por más de cua-
renta años (1950 hasta su muerte en 1996).
9 Sobre todo después que el charrazo de 1947-1948 permitió destituir a los líderes
izquierdistas que todavía ocupaban posiciones de relativo poder en sindicatos como el
minero o el ferrocarrilero.
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dossier-mexico.p65 24 21/04/2005, 17:46
POLÍTICA
generó un incremento de la afiliación de los sindicatos nacionales de
industria en el sector eléctrico, siderúrgico, petrolero, ferrocarrilero y en
todos aquellos que pertenecen a dichas ramas.
Si bien la década de los cincuenta vio una expansión económica sin
precedentes ya que el Producto Interno Bruto (PIB) alcanzó tasas de
crecimiento promedio superiores al 6% (1950-1976), ello acarreó también
un repunte de la inflación, una devaluación del peso en 1954, tensiones
políticas que culminaron con la huelga ferrocarrilera de 1958-1959, lo que
no era sino la consecuencia de un proceso gradual de deslegitimación
política que culminó con el movimiento estudiantil de 1968, la aparición de
guerrillas en los estados de Morelos, Guerrero y Chihuahua y nuevas
manifestaciones estudiantiles en 1971 (Bellingeri, 2003).
En efecto, la intensificación de la frecuencia y del volumen de huelgas y
huelguistas durante el sexenio de López Mateos (1958-1964), y de los
cuestionamientos políticos como los mencionados, si bien no fue produc-
to de la inestabilidad económica, sí demostró que existían inquietudes
entre los trabajadores respecto de su lugar en la estructura de la distri-
bución de los frutos del desarrollo económico acaecido en México desde
los años cuarenta. Si bien la huelga ferrocarrilera y las otras huelgas
(maestros, médicos)(Loyo, 1977; Pozas Horcasitas, 1979, 1993) del pe-
ríodo 1958-1966 fueron toleradas por el Estado, una vez que se genera-
lizaron, fueron rápidamente reprimidas. En todo caso, esa coyuntura
constituyó un llamado de atención que permitió generar iniciativas que
corrigieran la tendencia decreciente de los salarios reales y a incremen-
tar la oferta de servicios sociales. Ese fue el caso de la creación en 1960
del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores al
Servicio del Estado (ISSSTE), que centralizó lo que hasta ese momento
estaba disperso en diversas instituciones (De la Paz, 1998).
Pues, en efecto, el desarrollo que había tenido lugar entre 1939 y
1959, se había dado con salarios reales decrecientes, lo cual induda-
blemente era sentido por los trabajadores en carne propia (Bortz,
1977). De manera que, al iniciarse la década de los sesenta, el régi-
men corporativo recuperó algo de la capacidad de representación y de
movilización que había parecido írsele de las manos en la coyuntura
1958-1959 y en 1968.
DOSSIER
A la vez, es posible constatar que esa capacidad estuvo asociada a la
estabilidad del proceso de desarrollo económico que permitió financiar
los costos del pacto corporativo a través de inversiones en el sistema
educacional, la salud pública, la educación superior y el crédito al consu-
mo. El grado de integración política e ideológica, que consiguió el régi-
men entre los trabajadores organizados, pudo confirmarse claramente
cuando estalló el movimiento estudiantil de 1968 y que la CTM, así como
¿Democratización o Rearticulación del Corporativismo? El caso de México 25
dossier-mexico.p65 25 21/04/2005, 17:46
POLÍTICA
las demás centrales obreras, se abstuvieron de tomar partido en dicha
coyuntura (Zermeño, 1978).
Sin embargo, a pesar del restablecimiento relativo de la hegemonía esta-
tal sobre las instituciones corporativas, que se manifestó en particular
respecto del movimiento estudiantil de 1968, es importante destacar que
los cuestionamientos se profundizaron. La aparición de guerrillas demos-
tró también que la estrategia de refuncionalización corporativa de los
años sesenta no estaba rindiendo los frutos esperados, pues algunos de
los líderes de esas guerrillas habían sido parte integrante del partido
gobernante y de sus organizaciones sociales10.
Durante el gobierno del presidente Echeverría (1970-1976) aparecieron
nuevas guerrillas (dirigidas por Lucio Cabañas 11), ahora en el estado de
Guerrero, y de manifestaciones estudiantiles, en 1971, que terminaron
en matanzas y en la puesta en práctica de medidas represivas identifica-
das con la versión mexicana de lo que fuera la “guerra sucia” en Chile y
Argentina (Aguayo, 2001; Montemayor, 1991 y 1999).
Todo ello ocurrió a pesar de que el Estado buscó enfrentar esas mani-
festaciones de descontento a través de una política económica expan-
siva (1971-1975) que se encarnó en grandes inversiones en carreteras,
siderurgia, sistemas de distribución de artículos de consumo en zonas
muy marginadas y de mejoramientos salariales contundentes. El agota-
miento del modelo desarrollista, que en México se identificó estrecha-
mente con prácticas clientelares, demostró que la integración de la
sociedad al sistema político a través del corporativismo se estaba dete-
riorando rápidamente. A fines de la década de los años setenta era
claro que el Estado mexicano no alcanzaba a cumplir con sus compro-
misos dentro del pacto corporativo y tampoco podía enfrentar, ideológi-
ca y políticamente, las presiones que se originaban en su incapacidad
para cumplirlos. Ese fue el desafío que debió enfrentar el sucesor de
Echeverría, el presidente José López Portillo (1976-1982), en condicio-
nes dramáticas.
Con el comienzo de la crisis económica, desatada en 1976 con la deva-
luación del peso y con el ajuste de 1977-78, a los que siguieron los tres
años del auge petrolero (1979-1981) y el estallido de la crisis de la
DOSSIER
deuda en 1982, seguida por otro ajuste más fuerte que el anterior por lo
10 Como fue el caso, en particular, de Rubén Jaramillo, líder campesino que había estado
muy cerca del presidente Lázaro Cárdenas. Algo similar representaba el movimiento
de Genaro Vásquez.
11 Para una presentación, aunque literaria, de lo que será el movimiento guerrillero de
Lucio Cabañas, se puede leer con provecho la novela de Carlos Montemayor, La
guerra en el paraíso, México, Editorial Diana, 1991.
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dossier-mexico.p65 26 21/04/2005, 17:46
POLÍTICA
profundo y prolongado (1982-1985) y una nueva crisis en 1987, se reme-
cieron las bases de sustentación del régimen corporativo.
En ese período disminuyeron los salarios reales, se comprimieron las
prestaciones sociales, se reformularon los contratos colectivos de traba-
jo de las grandes empresas, se modificaron las formas de remuneración
del trabajo, se reprimió al conflicto sindical, y las autoridades laborales
aplicaron políticas abiertamente favorables a los empresarios. Esos fue-
ron los principales efectos de las políticas de ajuste y del proyecto de
reestructuración de la economía del país.
No obstante, lo sorprendente es que, a pesar de la fuerza del impacto
recibido por el corporativismo, éste pareció resistir sin que fueran per-
ceptibles cambios significativos en el corto plazo. La presencia de líde-
res sindicales en cargos de representación popular (diputados federales
y senadores), adscritos a la cuota del sector obrero del PRI, se mantuvo
relativamente constante: alrededor del 20% de la totalidad de los diputa-
dos. La presencia de esos representantes del sector obrero en el Con-
greso de la Unión permitió profundizar el carácter mediador de los dipu-
tados entre las demandas de los trabajadores y el gobierno. Es
importante agregar que esa proporción era más elevada en las entida-
des federativas (diputados estatales) y en los municipios (presidentes
municipales) en donde el partido oficial tendía a poseer el monopolio de
la representación popular (Pacheco, Reyes del Campillo, 1987). La arti-
culación entre el liderazgo sindical y la representación política permitía
comprender por qué los trabajadores aceptaban someterse a los contro-
les del corporativismo: en efecto, esa estructura de representación había
jugado, especialmente en la época de oro del desarrollo estabilizador, un
importante papel en la canalización de las demandas de los trabajado-
res. Vale decir que control y demandas estuvieron siempre asociados en
el régimen corporativo.
Por último, es importante recalcar que el PRI mantenía el monopolio
ideológico sobre la conciencia del liderazgo sindical y sobre una parte
sustancial de los trabajadores, lo cual contribuía a facilitar notablemen-
te la concertación entre los diversos sectores que constituyen el régi-
men corporativo. Además, dado el modesto nivel que guardó el conflic-
to huelguístico, que no representó nunca más del 10% de la población
DOSSIER
sindicalizada del país, podemos suponer que los trabajadores prefe-
rían, como lo afirmaron sus propios líderes, defender el empleo en vez
de exponerse a aventuras huelguísticas cuyos resultados no eran cla-
ros. Es decir, el conflicto capital-trabajo no jugó un papel crítico en la
operación del régimen.
No obstante, esto no quiso decir que los trabajadores no se comprome-
tieran en luchas para mejorar su situación. Por lo cual, gran parte de
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POLÍTICA
los conflictos, en vez de estar referidos a cuestiones económicas, te-
nían por objeto lograr mayores grados de democracia sindical. Como lo
demostraron estudios de caso (Thomson, Roxborough, 1983 y Roxbo-
rough, Bizberg, 1983), realizados en esa época, muchos trabajadores
trataron de actuar independientemente de las cúpulas del sindicalismo
oficial. Los que emprendieron esas luchas fueron los más calificados y
con más seguridad en el empleo (por ejemplo los técnicos de PEMEX:
Novelo, 1991 o los trabajadores del sector automotriz: Roxborough,
1984). Sus iniciativas comprometieron también al resto de los trabaja-
dores con menores niveles de calificación. Esas luchas no pretendieron
establecer confrontaciones con los liderazgos nacionales de los sindi-
catos, sino transformar las condiciones bajo las cuales se ejercía dicho
control. Buscaban lograr una tensión entre control y democratización
que eventualmente favoreciera la aparición de niveles de mayor apertu-
ra en la vida sindical.
Además, esos conflictos por democratizar la vida sindical no se corres-
pondieron con acciones organizadas a través de partidos políticos aje-
nos al PRI, sino más bien con un proceso de ampliación de la participa-
ción de la base obrera dentro del propio régimen corporativo y, en
particular, en el proceso electoral interno de dichas organizaciones. Di-
chas acciones trataron de que las disposiciones de los estatutos de los
sindicatos se cumplieran. También se identificaron con presiones sobre
los líderes para que respondieran a las demandas de la base y sobre
todo que respetaran la presentación de planillas múltiples en las eleccio-
nes sindicales. Otras veces se buscaba la formulación de propuestas
ideológicas alternativas a las vigentes en los sindicatos, pero no necesa-
riamente opuestas a las que defendía el partido oficial. Eso reflejaba la
existencia de luchas intestinas entre miembros del propio sindicalismo
oficial. Por otro lado, se buscaba renovar el liderazgo a través de la
promoción de líderes más jóvenes, con niveles educacionales más altos
que los que tenían los viejos dirigentes. Y sobre todo, se trataba de
intensificar la participación de los trabajadores en la vida sindical, en
comités de negociación de los contratos colectivos, en los comités de
huelga y en la entrada a los órganos directivos de los sindicatos. Estas
luchas se localizaron frecuentemente en secciones sindicales o en sindi-
catos de empresa y no en los sindicatos nacionales de industria, en
donde fue difícil que se gestaran las condiciones de su aparición.
DOSSIER
Lo dicho nos permite afirmar que, en la coyuntura abierta en el gobierno
de López Portillo (1976-1982), se generaron presiones políticas que obli-
garon al régimen a experimentar con la concesión de espacios para una
flexibilización del control corporativo. La existencia de esos espacios y la
flexibilización mencionada protegieron a los trabajadores organizados de
la represión a la que se enfrentaron todos aquellos que en ese mismo
momento cuestionaron frontalmente al gobierno.
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POLÍTICA
Es necesario agregar que la capacidad de cooptación del régimen per-
mitió también la integración de los disidentes dentro de las estructuras
oficiales. El caso ejemplar de dicha articulación fue el que se produjo en
el Comité Ejecutivo Nacional del Sindicato Nacional de Trabajadores de
la Educación (SNTE). Ahí se generó la coexistencia de representantes
de los adscritos a la tendencia Vanguardia Revolucionaria (oficialista)
como de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación
(CENTE) (disidente), grupo opositor que tomó cada vez más importancia
en el funcionamiento de dicho sindicato (Cook, 1990; Foweraker, 1993).
Las luchas que el magisterio mexicano desarrolló en diversas regiones
del país, y en particular en el estado de México, en Chiapas y Oaxaca,
confrontaron a ambas tendencias que, si bien se enfrentaron radical-
mente, consiguieron convivir dentro del Comité Ejecutivo Nacional del
SNTE. Dicha coexistencia permitió sustentar la hipótesis de que la orien-
tación básica de la fracción disidente (CNTE) estuvo más ligada a un
esfuerzo por democratizar al SNTE que a un objetivo más amplio, como
por ejemplo la democratización del régimen político en su conjunto. Se-
gún Arriaga (1981) y Luna (1977), las luchas del magisterio disidente
tuvieron por objeto defender reivindicaciones específicas, pero también
revelaron que los maestros tenían desacuerdos con los modos de con-
trol corporativo de organización.
Es así como el régimen logró mantener arraigo entre los integrantes
de los sectores constitutivos del PRI. La capacidad de absorción de la
disidencia “institucional” y la aceptación de procedimientos democrati-
zantes en algunos sindicatos del sector automotriz, de las telecomu-
nicaciones o de la educación, tuvo costos económicos elevados, pero
a la vez altas rentabilidades políticas. Su éxito residió en la posibili-
dad de dar satisfacción a algunas demandas de los trabajadores quie-
nes, a la vez, profundizaron su dependencia política. Pero más que
nada, esas políticas contribuyeron a separar la disidencia por decir
“institucional” de los movimientos que buscaron enfrentarse violenta-
mente al régimen.
De manera que la prolongada vigencia del régimen corporativo en Méxi-
co, y los beneficios aparentes que los trabajadores organizados del país
pudieron lograr por su intermedio, demostraron que el capital ideológico
y político adquirido rindieron utilidades considerables en la época de
DOSSIER
crisis que se inició a fines de los años setenta.
Sin embargo, la búsqueda de la relegitimación emprendida en la década
de los setenta, no se limitó a fortalecer a las instituciones del régimen
corporativo. Incluyó también una faceta inédita: la promulgación de una
serie de disposiciones legales que iban en la dirección del fortalecimien-
to de las instituciones del régimen democrático representativo, hasta ese
momento, totalmente subordinadas al corporativismo.
¿Democratización o Rearticulación del Corporativismo? El caso de México 29
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POLÍTICA
A cargo de quien fuera secretario de gobernación del presidente López
Portillo, Jesús Reyes Heroles, esas iniciativas incluyeron: (a) el recono-
cimiento de los partidos políticos como entidades de interés público y
la apertura del sistema electoral hacia organizaciones que hasta ese
momento habían estado excluidas, como era el caso del Partido Comu-
nista Mexicano (PCM), el Partido Demócrata Mexicano (PDM), el Parti-
do Socialista de los Trabajadores (PST) y el Partido Revolucionario de
los Trabajadores (PRT); (b) reformas constitucionales y aprobación de
la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procedimientos Electora-
les (LFOPPE); (c) una amnistía de los presos políticos que habían
estado comprometidos con algunos movimientos guerrilleros. La más
significativa de esas iniciativas fue la LFOPPE que constituyó el eje de
lo que podría denominarse el proceso de revalorización de la democra-
cia representativa en México.
En efecto, esas iniciativas contribuyeron a generar un proceso de libe-
ralización política inédito en México. Se establecieron medidas que
buscaban depurar las prácticas electorales fraudulentas, institucionali-
zar nuevos procedimientos para calificar las elecciones, fomentar la
participación en las elecciones de organizaciones que hasta ese mo-
mento habían estado totalmente excluidas de ellas, abrir los medios de
comunicación a su propaganda. No obstante, el Poder Ejecutivo mantu-
vo el control sobre el procedimiento de calificación de los resultados
electorales.
Esas iniciativas contribuyeron también a transformar el significado de
las elecciones como medio de acceso al poder político, hasta ese mo-
mento monopolizadas por el PRI, que obtenía mayorías poco legítimas.
Desde 1982 en adelante, las elecciones tendieron a recuperar signifi-
cados que hasta ese momento no tenían. Por otro lado, la diferencia-
ción del espectro ideológico de la oferta electoral, con la inclusión de
nuevos partidos como fueron el PST, el PRT, el PMS y el incremento de
las votaciones que recibía el Partido Acción Nacional (PAN) permitieron
que se consolidaran o que se generaran identidades políticas origina-
les, fuera del PRI.
Desde 1982 en adelante, la composición de la representación parlamen-
taria adquirió mayor diversidad12, a pesar de que todavía el PRI conse-
DOSSIER
guía mayorías absolutas y que el control del registro de los electores y
de los resultados era ejercido por el Poder Ejecutivo.
12 Por ejemplo, en las elecciones que tuvieron lugar en 1983 en los estados de Chihua-
hua, Sonora, Durango y Coahuila, el PAN logró ganar las presidencias municipales. El
PSUM (Partido Socialista Unificado de México-1982) logró ganar las presidencias mu-
nicipales de las ciudades de Oaxaca y Guerrero.
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POLÍTICA
5. Reformas electorales y elecciones presidenciales: 1988, 1994
En el sexenio de De la Madrid (1982-1988), la legislación electoral fue
modificada. La LFOPPE de 1977 fue sustituida por un Código Electoral
Federal que permitió la vigilancia del registro nacional de electores por
los partidos políticos, estableció medios de impugnación y reclamo
para diversas instancias como los actos preparatorios del acto electo-
ral, el acto electoral en sí y con relación a las resoluciones del Colegio
Electoral. No obstante, la nueva ley mantuvo vigentes los controles que
el Poder Ejecutivo tenía sobre los resultados de los procesos electora-
les, lo cual tendría efectos importantes en las elecciones presidencia-
les de 1988.
En 1987, en la coyuntura de la sucesión presidencial de 1988, el Estado
promulgó una nueva disposición que fue la creación del Tribunal de lo
Contencioso Electoral y del Código Federal Electoral. Estas disposicio-
nes dieron autonomía a la Comisión Federal Electoral y al Registro Na-
cional de Electores, y fijaron requisitos para que los partidos políticos
obtuvieran su registro13. Al año siguiente se promulgó una ley que creó
la Asamblea de Representantes del Distrito Federal, medida que impulsó
la equiparación del Distrito Federal a las demás entidades federativas,
sin que por ello fuera declarado como tal.
Hasta 1988, las instituciones electorales se habían consolidado, al punto
que la campaña previa a las elecciones presidenciales que tuvieron lu-
gar en ese año, se caracterizaron por una gran participación ciudadana,
por intensos debates entre opciones políticas de distinta raigambre ideo-
lógica y por una cobertura mediática relativamente abierta.
Una característica adicional que vale la pena subrayar es que los parti-
dos de izquierda levantaron una candidatura única, la de Cuauhtémoc
Cárdenas, hijo del que fuera presidente de México en los años treinta,
demostrando así su disponibilidad para definirse políticamente a través
del proceso electoral. Asimismo, el PAN, en la persona de Manuel Clou-
thier, demostró una capacidad de movilización que le permitió generar
un importante volumen de votos.
No obstante, sus resultados no estuvieron a la altura de lo que fuera la
DOSSIER
campaña ya que, según muchos que observaron de cerca el cómputo elec-
toral, las tendencias del voto no favorecieron al candidato del PRI. En efec-
to, el control que la secretaría de gobernación tuvo sobre esos cómputos se
13 En los cuales están los siguientes: los partidos deberán contar con tres mil afiliados en
cuando menos la mitad de cada una de las entidades federativas o trescientos afilia-
dos en cuando menos la mitad de los distritos electorales.
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POLÍTICA
hizo valer plenamente y lo que no había ocurrido en las urnas resultó ser el
resultado, es decir el triunfo del candidato del partido del gobierno14.
El triunfador declarado por el Poder Ejecutivo, Carlos Salinas de Gortari,
debió consolidarse entre el momento de la elección y su toma de posesión
como Presidente en diciembre de 1988, a través de negociaciones a las
cuales también contribuyó el ánimo democrático de los dos contrincantes,
Cárdenas y Clouthier, que aceptaron reconocerlo. Si éstos no lo hubieran
reconocido, se habría abierto una crisis política que, dada la coyuntura de
la época, ellos no fueron partidarios de generar (Prud’homme, 1994).
En el caso específico de Cárdenas, prefirió seguir la estrategia gradua-
lista que habían caracterizado las iniciativas de la izquierda hasta ese
momento, y que culminaría en 1989 con la creación del Partido de la
Revolución Democrática, que integró a todas las organizaciones, inclu-
yendo al PCM, al PRT, y al PST.
Puede también pensarse que las elecciones presidenciales de 1988
fueron, en México, el equivalente de lo que en otros países latinoameri-
canos se identificó con el momento de las transiciones a la democra-
cia, por la que habían transitado Argentina (1983), Brasil (1985) y Chi-
le, que, en alguna medida, con el plebiscito de octubre de 1988,
también abrió su propio proceso de transición, que culminó con el
triunfo del candidato democrático, Patricio Aylwin, en las elecciones
presidenciales de diciembre de 1989. No obstante, dicho proceso se
vio frustrado en México, en la medida que el candidato triunfante, Car-
los Salinas de Gortari, lo hizo en elecciones que no fueron todo lo
limpias que se hubiese deseado.
A partir de 1988-1989, a pesar de las condiciones en las que Salinas
accedió a la presidencia de la República, México entró en una etapa nueva
de su desarrollo democrático. Ella se caracteriza por la existencia de una
institucionalidad electoral renovada y con un espectro político diferenciado.
Esa etapa incluye la presencia de una oposición leal al régimen que el PRI
continuaría controlando por toda la década de los años noventa. No obstan-
te, la estructura corporativa siguió vigente durante todo el período.
6. La alternancia: el triunfo de Fox en las elecciones presidenciales
DOSSIER
del 2 de julio del año 2000
Esta década de revalorización de la democracia representativa, que cul-
minaría el 2 de julio del año 2000 con el triunfo de Vicente Fox en las
14 Al punto que coloquialmente se afirmó que “la caída del sistema de cómputo” explica-
ba el resultado.
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POLÍTICA
elecciones presidenciales de ese año, no estuvo desprovista de eventos
significativos. En efecto, el deterioro electoral del PRI no se produjo y las
instituciones corporativas siguieron vigentes.
La década de los noventa fue muy agitada, no sólo como efecto de las
políticas emprendidas por el presidente Salinas15, sino también porque
su sexenio culminó en acontecimientos significativos como fueron la fir-
ma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (noviembre de
1993), el advenimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional
(EZLN) el 1 de enero de 1994, los asesinatos del sucesor designado por
Salinas, Luis Donaldo Colosio (marzo de 1994) y del secretario general
del PRI, José Francisco Ruiz Massieu (septiembre 1994) y la crisis eco-
nómica que estalló pocos días después de la toma de posesión de su
sucesor, Ernesto Zedillo, en diciembre de 1994.
Estos acontecimientos revelaron la profundidad de la crisis del modelo de
dominación del PRI. De hecho, el sexenio de Zedillo estuvo dominado
primero por: (a) la necesidad de hacer frente a la crisis económica desen-
cadenada por la devaluación del 20 de diciembre de 1994, (b) los esfuer-
zos por estabilizar políticamente al país dada la fuerte presencia del EZLN
en la política nacional y por (c) el compromiso de permitir un proceso de
sucesión ordenada en el año 2000, lo cual descansó en gran medida en el
establecimiento del Instituto Federal Electoral como una entidad indepen-
diente del Poder Ejecutivo, lo que permitió que la competencia por la
presidencia de la República fuera lo más democrática posible.
Estos procesos definieron los márgenes de maniobra del presidente Ze-
dillo. En perspectiva, Zedillo puede ser considerado como el constructor
de la etapa final de la transición democrática en México, al haber apoya-
do sistemáticamente durante su sexenio, el establecimiento de una me-
cánica electoral que diera todas las garantías a la oposición al PRI, lo
que podría denominarse la apertura política “a la mexicana”.
Durante el año 1995, la estabilización económica fue lograda a un alto
precio, pues hipotecó al sistema financiero del país, situación que a la
fecha todavía afecta el funcionamiento de las finanzas y tuvo el efecto de
transnacionalizar totalmente al sistema bancario mexicano. Pero pudo
ser lograda relativamente rápido.
DOSSIER
La estabilización del sistema político resultó en gran medida de decisio-
nes que impulsaron la independencia del Instituto Federal Electoral (IFE)
15 Firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN); implementación
del programa Nacional de Solidaridad (PRONASOL); privatización de empresas esta-
tales como Altos Hornos de México, Teléfonos de México, Siderúrgica Lázaro Cárde-
nas- Las Truchas (SICARTSA), entre otras.
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POLÍTICA
que pudo establecer, a lo largo del período 1996-2000, las condiciones
de una competencia electoral que diera confianza a los actores políticos
de que las campañas electorales y los resultados de las elecciones iban,
de ahí en adelante, a reflejar el sentir verdadero de la ciudadanía.
El Estado promovió activamente la credencialización con fotografía que
permitió constituir un Registro Nacional de Electores confiable. Ello ase-
guró que las elecciones legislativas de julio de 1997 y las elecciones
presidenciales y legislativas que tuvieron lugar el 2 de julio de 2000
obtuvieran un alto grado de confiabilidad, sin que hubieran cuestiona-
mientos generalizados de los resultados. Además, como resultado ines-
perado, en las elecciones de julio de 1997, el PRI perdió la mayoría
absoluta en la Cámara de Diputados, un hecho inédito en la historia
política de México en el siglo XX 16.
Asimismo, la creación del Tribunal Federal Electoral (TRIFE) permitió
que los cuestionamientos que surgieron pudieran ser desahogados en
forma institucionalizada. El IFE llevó a cabo una intensa campaña para
concientizar a los mexicanos sobre sus responsabilidades ciudadanas.
Los actores políticos, partidos y organizaciones no-gubernamentales co-
laboraron también en promover el registro de los ciudadanos en el Re-
gistro Nacional de Electores con los nuevos requisitos, lo cual tuvo el
efecto de ampliar considerablemente la base de electores con registro,
la que alcanzó los 59 millones de personas, seis meses antes del proce-
so electoral del año 2000.
7. Implicaciones de los resultados de las elecciones presidenciales
del año 2000
(a) La cuestión de la sobrevivencia electoral del PRI
Los resultados de las elecciones presidenciales del año 2000 no están
necesariamente asociados a una pérdida de las posiciones de negocia-
ción y de representación corporativa del PRI17. Como esa pérdida se
localizó en la presidencia de la República, ella no llevó consigo un dete-
DOSSIER
16 No obstante, es importante recordar que el PRI, a pesar de perder la mayoría absoluta
en la Cámara de Diputados, la mantuvo en el Senado, cuestión central en el balance
de fuerzas que impidió a la oposición cantar una victoria definitiva. Esto no se modifi-
caría sustantivamente en las elecciones de julio de 2000, cuando esa correlación
seguiría en los términos de 1997, ni tampoco en las elecciones de 2003, cuando el
PRI incluso aumentaría el número de sus diputados en la Cámara.
17 Los resultados de las elecciones presidenciales del 2 de julio de 2000 fueron los
siguientes: Fox: 14.905.954 42,9%; Labastida: 12.382.085 35.62%; Cárdenas:
5.745.591 16,53%; Camacho: 192.767 0,55%; Muñoz Ledo: 144.693 0,42%; Rincón
Gallardo: 560.505 1,61%; No registrados: 65.809 0,19%; Nulos: 764.342 2,20%.
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POLÍTICA
rioro inmediato del sostén partidista del régimen corporativo que descan-
sa en el PRI.
La coyuntura electoral post-2000 muestra que el PRI mantuvo su fuerza
electoral en los distintos niveles del sistema de representación. Ocupa
17 de las 32 gubernaturas estatales, 1.154 presidencias municipales de
un total de 2.429 ((47,5%) y en las elecciones legislativas que tuvieron
lugar en julio de 2003, obtuvo la mayoría relativa con 222 diputados de
un total de 500 (44,4%) 18.
El mantenimiento de la fuerza electoral del PRI, en esos niveles, implica
que es el principal factor de poder en el país. Esto obedece a la capaci-
dad del PRI para manejar las alianzas que tiene con ciertos actores
sociales entre los cuales figura claramente el sindicalismo oficial, enca-
bezado por la CTM y el control del SNTE, con más de un millón de
afiliados, al cual pertenece la Secretaría General del PRI.
Además, desde fines de 2000 a la fecha, el PRI se encuentra en un
proceso de adaptación a las nuevas reglas del sistema político que inclu-
yen la utilización plena de los mecanismos electorales garantizados por
el Instituto Federal Electoral (IFE). Si bien esa adaptación todavía no
está plenamente asimilada por las estructuras partidarias, como lo de-
muestra la multa de 100 millones de dólares que el IFE le impuso al PRI
por el uso indebido de recursos financieros del Sindicato de Trabajado-
res Petroleros de la República Mexicana (STPRM), en las elecciones del
año 2000, los procedimientos que se pusieron en práctica durante la
campaña electoral de la primavera de 2003, revelaron que el PRI buscó
laboriosamente adecuarse a esas reglas.
No es improbable que los conflictos internos dentro del aparato político
del propio PRI, que se vienen arrastrando desde el álgido momento de
los asesinatos políticos de 1994 19, frenen esta evolución, en la que se
enfrentaron y se enfrentan los renovadores y los denominados “dinosau-
rios”, partidarios de mantener el viejo orden e identificados sobre todo
con el liderazgo del sindicalismo oficial20 y con sectores que no han
aceptado el proyecto neoliberal promovido desde el Estado.
18 El número de diputados, por partido político, a partir de las elecciones legislativas de
DOSSIER
julio de 2003, es el siguiente: Partido Acción Nacional (PAN): 151; Partido Revolucionario
Institucional (PRI): 222; Partido de la Revolución Democrática (PRD): 96; Partido Verde
Ecologista (PVEM): 17; Convergencia Democrática: 6; Partido Social Nacionalista: 5.
19 El 23 de marzo de 1994 fue asesinado en Tijuana (Baja California) Luis Donaldo
Colosio que había sido designado candidato a la presidencia de la República por el
PRI. El 28 de septiembre del mismo año, en la Ciudad de México, fue asesinado José
Francisco Ruiz Massieu, quien era en ese momento secretario general del PRI. Dichos
actos nunca fueron aclarados en cuanto a sus implicaciones políticas.
20 Dichos conflictos se han expresado en la incapacidad del aparato sindical para conse-
guir elegir diputados al Parlamento en la misma proporción que en el pasado; también
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POLÍTICA
La resistencia de estos sectores no se explica sólo por la vigencia del
patrimonialismo clientelar del PRI. Tiene bases ideológicas consistentes.
En efecto, el bloqueo, exitoso hasta la fecha, a la privatización de las
empresas que todavía están en manos del Estado, como son Petróleos
Mexicanos (PEMEX), la Comisión Federal de Electricidad (CFE), la Com-
pañia de Luz y Fuerza del Centro (CLFC); el cuestionamiento de la venta
del sistema financiero (bancos, casas de bolsa) a capitales extranjeros;
la defensa de la educación y de la salud pública; así como las políticas
de protección del medio ambiente, revelan la vigencia del planteamiento
ideológico nacionalista-revolucionario que representa las posiciones de
una parte sustantiva del electorado. Los resultados de las elecciones de
julio del 2003, en las cuales el PRI y el PRD, que defienden esos logros
del proyecto histórico de la revolución mexicana, obtuvieron más de dos
tercios de los puestos de representación en el Poder Legislativo, contri-
buyen a sustentar esa vigencia.
Además, la evidencia, cada vez más contundente, de que los procesos
de privatización no han tenido los efectos que sus adláteres les presta-
ban, sobre todo en el sector eléctrico, dio fuertes argumentos a los
opositores a dichas políticas. Los escándalos acerca de las condiciones
y de las consecuencias de la privatización del sector eléctrico en Inglate-
rra, Chile, Brasil y en el estado de California, han dado argumentos a los
nacionalistas revolucionarios del PRI y del PRD21.
Algo similar ocurre con las reformas educacionales propuestas por los
organismos multilaterales de crédito, como el Banco Interamericano de
Desarrollo (BID) o el Banco Mundial, que tampoco han demostrado ser
tan eficientes como estos organismos lo proclaman, en la corrección de
las supuestas debilidades del sistema de educación pública. El hecho
que los estudiantes mexicanos tengan rendimientos iguales o superiores
a los estudiantes de países en donde se han aplicado esas reformas
fortalece el argumento de que, mal que mal, la educación pública posee
méritos que los sistemas privatizados no logran alcanzar. Y en cuanto a
las reformas del sistema de salud y de seguridad social, las evaluacio-
nes y debates sobre los resultados que han revelado tener esos siste-
se expresan en tensiones entre la dirección nacional de la Confederación de Trabaja-
dores de México (CTM) y sus federaciones estatales, más cercanas a la política local y
DOSSIER
regional, lo cual obliga a los dirigentes nacionales a imponer su parecer sobre ellas.
Por ejemplo, los candidatos pertenecientes a la CTM, en el estado de Tamaulipas, no
salieron elegidos en agosto de 1991. En suma, el peso de los “sectores” del PRI ha
disminuido en favor de nuevas individualidades que se alinean directamente sobre las
nuevas reglas de operación del sistema político.
21 Cabe señalar que ni en el PRI ni en el PRD existe un consenso partidario sobre estas
cuestiones. En cada partido existen fracciones que argumentan de acuerdo a los postula-
dos nacionalistas, sin que por ello todos sus diputados y senadores compartan esas
posiciones. Esto ha generado alianzas horizontales que trascienden las fronteras partida-
rias, tanto en el Congreso como en los movimientos de oposición de esas privatizaciones.
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mas (y en particular las ISAPRES y las AFP en Chile) dan fuertes argu-
mentos a los que resisten su aplicación en México.
Lo anterior implica que los conflictos dentro del PRI expresan tensiones
que trascienden su adaptación a las reformas políticas. El PRI se ha
adaptado a la eliminación del fraude electoral, ha designado abiertamen-
te sus candidatos a los puestos de representación popular y ha acepta-
do el control del financiamiento de sus campañas electorales por el IFE.
A pesar de que la internalización de dichas prácticas a la vida partidaria
del PRI no ha sido fácil, los diferentes grupos que constituyen dicho
partido político se enfrentan también por cuestiones de fondo, que tienen
que ver con el proyecto fundador de la revolución mexicana, que incluye
todos los puntos mencionados en el párrafo anterior.
Sólo si los renovadores consiguieran hegemonizar al PRI, pactar con el
presidente de la República, Vicente Fox y negociar con el Partido Acción
Nacional (PAN), podrían encontrar la posibilidad de lograr un consenso
que aislara a los denominados “dinosaurios”. Esa maniobra política
constituiría una salida a los dilemas que enfrenta a la sociedad mexica-
na con los partidarios de la estrategia neoliberal radical.
A la luz de lo dicho, el sistema electoral parece ser menos importante en
el funcionamiento actual de la mecánica corporativista de lo que se podría
pensar a partir de la evolución política del período 1977-2000. A pesar de
los controles que el corporativismo ejerce sobre la sociedad civil, queda el
hecho, fundamental, de que hay campesinos, trabajadores y organizacio-
nes en la base de dicha estructura, que, en su gran mayoría, apoyan esa
forma de articulación política, porque, hasta ahora, ha sido eficaz en ase-
gurar su reproducción. Por lo que las contradicciones entre el control que
ejercen las estructuras corporativas sobre las organizaciones sociales y
políticas y éstas sobre los individuos y el comportamiento de éstos en las
elecciones, pudieran ser sólo aparentes. Esas tensiones se están tradu-
ciendo en cuestionamientos frontales a las políticas estatales, como lo
demuestran los resultados adversos a las propuestas presupuestales del
gobierno de Fox22. Podemos concluir que el peso del corporativismo en la
cultura política mexicana sobrevive a pesar de las tensiones mencionadas
y de la vigencia de las instituciones de la democracia representativa.
(b) El gobierno de Fox y la posición del PAN
DOSSIER
A la luz de la sobrevivencia electoral del PRI, cabe preguntarse acerca
de los determinantes del deterioro del PAN en ese mismo escenario, y
acerca de las posibilidades de que la alternancia no hubiera sido sino
22 Tanto en 2001 como en 2003, con dos legislaturas diferentes, la propuesta de genera-
lizar el Impuesto al Valor Agregado (IVA) a las medicinas y los alimentos fue derrotada
en las votaciones con mayorías del Partido de la Revolución Democrática y del PRI.
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una golondrina que no hizo verano. En este sentido, la pérdida de 56
diputados en la representación del PAN en la Cámara de Diputados
entre las elecciones de 2000 y las de 2003 (en términos porcentuales el
PAN bajó del 38,24 % al 31,87 % del voto total entre las dos elecciones),
refleja un castigo del electorado no sólo a dicho partido sino al gobierno
de Fox. Dicho voto de castigo puede explicarse por razones económicas,
es decir, por el estancamiento que la recesión de la economía norteame-
ricana provocó en la economía mexicana entre 2001 y 2003, que contri-
buyó a aumentar la tasa de desempleo abierto y disminuyó el valor de
las exportaciones mexicanas a Estados Unidos.
También puede explicarse por razones políticas, es decir, por la falta de
articulación entre Fox y el PAN en la definición y negociación de las refor-
mas que ambos se habían comprometido a realizar, lo cual se reflejó en
derrotas sucesivas en la propuesta de generalizar el impuesto al valor agre-
gado a alimentos y medicinas, en la discusión de los presupuestos de 2002
y 2004. También se refleja en el fracaso de la privatización eléctrica y de la
flexibilización de las normas que tienen que ver con la participación del
capital extranjero en las inversiones del sector estatal de la economía.
Además, puede explicarse por la falta de coordinación entre los secreta-
rios de Estado y de éstos con el Presidente, lo cual contrasta mucho con
la verticalidad del mando que existía en los gobiernos administrados por
el PRI. Entre diciembre de 2000, mes de toma de posesión de Fox y el
presente (febrero de 2004), existieron múltiples desencuentros entre
esos actores, que fueron sancionados por el electorado.
En suma, si bien todavía es prematuro realizar un balance de las razo-
nes por las cuales el electorado no ha dado sustento legislativo al go-
bierno foxista, éstas son algunas razones que pueden contribuir a expli-
car ese comportamiento.
Conclusión
El dilema que enfrenta el sistema político mexicano, entre una profundi-
zación democrática y una rearticulación del corporativismo, cuyos térmi-
nos hemos tratado de presentar aquí, no será resuelto fácilmente.
DOSSIER
El tira y afloja entre las instituciones de la democracia representativa
que hacen descansar en el Congreso la toma de decisiones; y las institu-
ciones del corporativismo, que articulan relaciones clientelares entre or-
ganizaciones sindicales y diversos sectores sociales, parece dar lugar a
un juego político de suma cero. Por ahora, y a tres años de la alternan-
cia, ese tira y afloja parece ser la característica más importante del
proceso político mexicano. Pensamos que no será fácil romper el nudo
gordiano que ata a ambos tipos de instituciones.
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