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Mujeres Indígenas, Justicia y Derechos.. María Teresa Sierra

Este documento discute los nuevos retos que enfrentan las mujeres indígenas ante las experiencias renovadas de justicia indígena y comunitaria en México. Explora cómo las demandas de género y derechos humanos están impactando estas justicias locales y la redefinición del derecho indígena. También analiza cómo la globalización del derecho y el discurso de los derechos de las mujeres están transformando los modelos de justicia indígena y creando nuevas opciones para las mujeres, aunque también surgen tensiones sobre cómo construir una justicia

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Este documento discute los nuevos retos que enfrentan las mujeres indígenas ante las experiencias renovadas de justicia indígena y comunitaria en México. Explora cómo las demandas de género y derechos humanos están impactando estas justicias locales y la redefinición del derecho indígena. También analiza cómo la globalización del derecho y el discurso de los derechos de las mujeres están transformando los modelos de justicia indígena y creando nuevas opciones para las mujeres, aunque también surgen tensiones sobre cómo construir una justicia

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Mujeres indígenas, justicia y derechos:

los retos de una justicia intercultural

María Teresa Sierra*

En México, las mujeres indígenas enfrentan nuevos retos ante las reno­
vadas experiencias de justicias indígena y comunitaria que se desarrollan
en diferentes regiones del país. Dichas experiencias de justicia se han
gestado como respuesta a las políticas de exclusión, racismo y falta de
acceso a la justicia del Estado que viven los pueblos indígenas pero tam­
bién como respuesta a las nuevas políticas estatales de reconocimiento a
la diversidad. Lo llamativo de tales procesos es la manera en que están
apelando a un discurso de derechos para fortalecer proyectos colectivos
y de jurisdicción propia, al mismo tiempo que revelan nuevas tensiones
para reinventar una justicia indígena, haciendo frente a cuestionarnien­
tos internos sobre los llamados "usos y costumbres", especialmente por
parte de las mujeres; surge en este sentido una serie de inquietudes en
torno a los alcances de las nuevas experiencias de justicia comunitaria
para responder a los nuevos contextos, y en especial a las demandas de
las mujeres:
¿Bajo qué condiciones se enfrentan las mujeres indígenas a la justicia
comunitaria? ¿En qué sentido la renovación de la justicia indígena está
implicando la redefinición del derecho indígena y nuevas opciones para
las mujeres indígenas? ¿Es posible construir una justicia indígena con
equidad de género?

Profesora-Investigadora del CIESAS-México.

Sierra, María Teresa (2008). Mujeres indígenas, justicia y derechos: los retos de una justicia
269en América Latina, ed. Fernando García, 269-287.
intercultural. En Identidades, etnicidad y racismo
Quito: Colección 50 años FLACSO.
María Teresa Sierra

La referencia a dos experiencias contrastantes, el caso de los juzgados


indígenas en Cuetzalan, Puebla, y la experiencia de la coordinadora de
autoridades comunitarias en Guerrero, me permitirá analizar el sentido
en que las demandas de género y de derechos humanos son traducidas
localmente, impactando las prácticas y los modelos de la justicia comuni­
taria, así como los retos que conllevan. Se trata de dos experiencias impor­
tantes que están marcando la pauta de la justicia indígena y comunitaria
en México revelando los esfuerzos y obstáculos que confrontan las muje­
res indígenas ante ideologías de género incrustradas en costumbres y nor­
mas fuertemente arraigadas en las prácticas de la justicia comunitaria;
éstas tienden a naturalizar la subordinación, la violencia y la exclusión de
las mujeres (Sierra, 2üü7b). No obstante se observa también la fuerza de
mujeres indígenas organizadas que, apropiándose del discurso de los dere­
chos humanos y de género, redefinido desde sus propios marcos cultura­
les, están buscando alternativas para cuestionar los modos tradicionales de
hacer justicia.
Para analizar dichos procesos distingo dos importantes dimensiones
que enmarcan las demandas de las mujeres indígenas ante sus sistemas de
justicia:

• la globalización del derecho, los nuevos modelos de la justicia indíge­


na y los derechos de las mujeres,

• las mujeres indígenas y su lucha por la equidad de género en los espa­


cios de la justicia comunitaria.

La globalización del derecho, los nuevos modelos


de la justicia indígena y los derechos de las mujeres

La apertura de nuevos espacios a la justicia indígena como parte de las refor­


mas legales y la multiculturalización del Estado están generando una impor­
tante transformación en el campo jurídico de las regiones indígenas. Si bien
las reformas a nivel estatal en materia de justicia han implicado reconocer
espacios limitados y acotados de jurisdicción indígena, como sucede con los

270
Mujeres indígenas, justicia y derechos

nuevos juzgados indígenas', se han generado a partir de este reconocimien­


to procesos importantes de apropiación y resignificación de la justicia, en lo
cual el discurso de los derechos juega un papel muy importante. Al mismo
tiempo observamos procesos que apuestan a nuevas formas de justicia reba­
sando los marcos legales oficiales para poner en prácticas jurisdicciones
indígenas autónomas que se confrontan con el Estado, como es el caso de
la policía comunitaria, de Guerrero. Lo cierto es que estos procesos, más allá
de sus particularidades y alcances, están propiciando nuevos retos y debates
para pensar la justicia indígena, y en esto el discurso global de los derechos
de las mujeres y los derechos humanos está abriendo nuevas opciones.
En efecto, los derechos humanos y los derechos de las mujeres, se con­
vierten en lenguajes claves de las disputas por las jurisdicciones indígenas
y sus límites, lo cual puede tener efectos diferenciados según el uso polí­
tico que se haga de ellos. Así como el Estado apela al discurso de los dere­
chos humanos y los derechos de las mujeres para vigilar y controlar a las
autoridades indígenas y sus competencias, las mujeres indígenas se han
valido también de dichos discursos para dar salida a sus propios cuestio­
namientos, dentro y fuera de sus comunidades. Una de las justificaciones
recurrentes para acotar las competencias de las autoridades indígenas por
parte de los gobiernos ha sido justamente el argumento oficial según el
cual reconocer autonomía y amplias jurisdicciones a las autoridades indí­
genas significaría desproteger a las mujeres, dejándolas ante el arbitrio de
costumbres y tradiciones atávicas'. Las mujeres indígenas han cuestiona­
do directamente dicho argumento, señalando la responsabilidad del
Estado en la violación a sus derechos, al no garantizar las condiciones eco­
nómicas, sociales y políticas que les permitan tener una vida digna en sus
comunidades; al mismo tiempo, han identificado los aspectos negativos
de sus costumbres y lo que desean cambiar".

En los últimos años las legislaciones de Quintana Roo, Puebla, Hidalgo, Campeche y Chiapas
han reconocido oficialmente la jusricia indígena en el marco de juzgados indígenas. En orros
esrados, las reformas legales reconocen la jusricia indígena en los espacios rradicionalmente exis­
tentes de las comunidades, como es el caso de Oaxaca y San Luis Porosí (Sierra, 2005).
2 Dicho argumento oficial fue repetido por diferentes funcionarios estatales durante los debates
en torno a la reforma constitucional en México antes del 2001 (Hernández, Paz y Sierra, 2004).
3 Tal fue el sentido del discurso elaborado por la Comandanta Zapatista Esther (del EZLN) ante el
Congreso de la Unión, en abril del 2001, pieza clave de la nueva retórica en romo a los derechos

271
María Teresa Sierra

En los últimos años, las mujeres indígenas organizadas se han preocupa­


do por construir un discurso específico de género desde la diversidad cultu­
ral que responda a sus realidades y visiones del mundo, al mismo tiempo
que defienden las luchas colectivas de sus pueblos por su autonomía y con­
tra el racismo. Al igual que otras mujeres de color han debido cuestionar las
visiones establecidas del feminismo hegemónico promotor de un discurso
de género liberal y universalista, que impide comprender la importancia de
los derechos colectivos y culturales para su lucha como mujeres indígenas,
pero también han debido discutir con sus compañeros y autoridades indí­
genas quienes muy a menudo descalifican las demandas de las mujeres como
demandas externas que no corresponden a la realidad de las comunidades
indígenas (Hernández, 2001, 2006). Mujeres mapuches, kichwas, mayas,
nahuas, nativas canadienses y americanas, coinciden en este proceso y en la
necesidad de construir una mirada como mujeres indígenas (Painemal y
Richard, 2006; White Eagle, 2007; Sánchez, 2005; Millán, 2007).
En pocos años han conseguido avanzar en propuestas nuevas para pen­
sar el género desde la diversidad cultural y desde la mirada propia de las
mujeres indígenas, en lo cual las redes transnacionales de mujeres indígenas
organizadas y los foros internacionales han sido importantes detonadores
(Foro Internacional de las Mujeres Indígenas, Enlace Continental)
(Blackwell, 2004). Han construido así una mirada propia del ser mujer
inserta en las lógicas y modelos culturales, recuperando la cosmovisión
como referente simbólico para repensar los roles de género (Mcleod, 2007).
La lucha contra la violencia de género y los retos por definir una visión pro­
pia de la opresión de género, constituyen núcleos articuladores del movi­
miento de mujeres indígenas a nivel internacional.' El Informe reciente del
Foro Internacional de Mujeres Indígenas, apoyado por la ONU, se centra
justamente en esta problemática y busca además desarrollar estrategias para
combatir la violencia contra las mujeres indígenas (FIMI, 2007).
La violencia de género se ha convertido efectivamente en la pieza cen­
tral de los derechos humanos de las mujeres (Merry, 2006: 2) y en un eje

de las mujeres indígenas que ha servido de deronador de procesos organizarivos locales, regiona­
les y nacionales
4 Sin duda las mujeres zaparisras y las mujeres mayas guaremalrecas han sido pioneras en esros pro­
cesos (Hernández, 2001; Millán, 2007; Macleod, 2007).

272
Mujeres indígenas, justicia y derechos

clave en la lucha por la justicia social, a nivel mundial. De esta manera, dis­
cursos globales construidos desde experiencias locales consiguen legitimar­
se en los espacios internacionales de la ONU produciendo un efecto de
bumerang (Sikkink, 2003) al impactar posteriormente a los propios gobier­
nos que se han visto presionados a incluir en sus agendas legislativas y de
desarrollo los derechos de las mujeres y en especial de las mujeres indígenas.
De esta manera estos discursos legitimados internacionalmente se convier­
ten en potentes armas usadas por las mujeres indígenas en los espacios loca­
les para propiciar cambios en sus propias comunidades y organizaciones.
En suma, llama en particular la atención la fuerza con que las mujeres
indígenas están construyendo un discurso propio que se nutre de diferentes
registros y tradiciones normativas: así como legitiman sus reivindicaciones
en un discurso internacional de los derechos de las mujeres y los derechos
humanos, hacen valer la ley del estado para defender conquistas legales,
pero también recurren de manera selectiva a sus costumbres para defender
sus identidades como mujeres indígenas. Dichos discursos les ofrecen reper­
torios jurídicos que les permiten moverse en territorios distintos para con­
frontar la violencia y defender sus derechos, según revelan experiencias en
diferentes partes del mundo, que desde contextos distintos están buscando
la manera de confrontar la opresión de género en el marco de sus culturas.
Esto es particularmente notorio en el campo de las instituciones públicas y
de la justicia, tal como 10 revelan ejemplos en torno a la justicia restaurati­
va como alternativas para confrontar la violencia de género en pueblos indí­
genas de la Miskira, Canadá y Kenya (cfr. Informe del FIMI, 2007; Merry,
2006). Procesos similares suceden en México y en América Latina, especial­
mente en torno a los nuevos contextos de renovación de la justicia, 10 cual
está implicando discutir los modelos del derecho y la justicia indígena.

Las mujeres indígenas y su lucha por la equidad de género


en los espacios de la justicia comunitaria

Para las mujeres indígenas, acceder a la justicia del Estado y de sus comu­
nidades, ha sido una prueba difícil dado el peso privilegiado de ideolo­
gías de género que justifican el papel subordinado de las mujeres ante los

273
María Teresa Sierra

designios masculinos. Así como en las leyes estatales se instituye una


visión patriarcal, contra la cual las mujeres han debido luchar, en el caso
de las costumbres y normas indígenas prevalecen también valores patriar­
cales que las subordinan (Mollineaux y Razavi, 2005; Baitenman,
Chenaut y Varley, 2007). Estudios en regiones indígenas han documen­
tado las condiciones de desventaja, racismo y exclusión de las mujeres
ante la justicia del estado, así como las dificultades que enfrentan las
mujeres indígenas ante sus propias autoridades al buscar que se les haga
justicia (Hernández, 2002; Barragán y Solís, 2006; Chenaut, 2007;
Sierra, 2004b). Por ello, diferentes organizaciones de mujeres indígenas se
han preocupado por generar alternativas que enfrenten las visiones
patriarcales de la justicia, y confronten la violencia de género. En diferen­
tes partes del país, como sucede también en la Sierra norte de Puebla y en
la Costa-Montaña de Guerrero, observamos importantes procesos organi­
zativos comprometidos por impulsar y promover los derechos de las
mujeres indígenas para incidir en los espacios institucionales de la justicia
dentro y fuera de las comunidades.
En la coyuntura actual de renovación de la justicia comunitaria las
mujeres están propiciando una discusión sobre el derecho indígena y la
justicia tradicional, así como sobre las alternativas para potenciar las juris­
dicciones indígenas. Para las mujeres indígenas organizadas se trata de
una oportunidad para legitimar su demandas y transformar miradas arrai­
gadas sobre los roles de género, y promover asimismo la participación de
las mujeres. El proceso, sin embargo ha sido lento y complejo. Las muje­
res se enfrentan a fuertes resistencias, por parte de las autoridades y veci­
nos de las comunidades, e incluso de sus propios compañeros de organi­
zación (cfr. Sánchez, 2005), pero sobre todo a inercias culturales que
impiden legitimar el discurso de equidad de género al interior de sus
comunidades; al igual que en otros contextos".
También es cierto que defender los derechos de las mujeres en el
marco de las comunidades puede llevar a confrontaciones entre posicio-

5 Problemas similares enfrentan las mujeres mapuches en Chile al verse obligadas a silenciar sus
opiniones ante la exigencia de su campaneros de no generar división en las comunidades, y no
introducir discursos ajenos a la cultura indígena basada en la complementación (Paínemal y
Richard, 2006).

274
Mujeres indígenas, justicia y derechos

nes que se ven como protagónicas, de parte de las mujeres, y posiciones


que reivindican el compromiso con la comunidad, generando graves ten­
siones, difíciles de resolver, como bien ha mostrado Speed en el caso de
comunidades zapatistas en Chiapas (Speed, 2006). Tales respuestas
muchas veces tienen que ver con los poderes e intereses involucrados y no
tanto con la defensa a ultranza de la tradición, como lo ha mostrado Aili
Mary Tripp en otros contextos (Trípp, 2002). Las respuestas son, sin
embargo, complejas y hay que comprender las dinámicas locales donde se
insertan los discursos de género para evitar descalificar situaciones en las
que las mujeres finalmente se subordinan a los designios de los colectivos,
a pesar incluso de su propia convicción (Painemal y Richard, 2006).
No obstante, también observamos que las resistencias se han ido sortean­
do paulatinamente en lo que sin duda ha influido la legitimación de un
discurso de género en las políticas públicas del Estado, en los medios de
comunicación y en el discurso mismo de las ONG de derechos humanos.
De esta manera las nuevas leyes que penalizan la violencia contra las
mujeres a nivel nacional' y estatal, así como las leyes que propician su par­
ticipación legitiman las demandas de las mujeres indígenas; si bien esto
no garantiza cambios en las prácticas ni en el acceso a la justicia, sí ofre­
cen un paraguas discursivo para apoyar su reivindicación.
Es así que las mujeres indígenas se valen de diferentes registros legales
para defender sus derechos, traduciendo a sus propios lenguajes y discur­
sos las normas oficiales e internacionales sobre los derechos de las muje­
res. La referencia a las experiencias analizadas permitirá destacar los con­
trastes, las dificultades y los retos que están marcando la disputa por los
derechos de las mujeres y su acceso a la justicia en dos regiones indígenas
de México donde se desarrollan importantes experiencias de renovación
de justicias indígena y comunitaria.

6 Ver por ejemplo el decreto de la nueva Ley genetal de acceso de las mujeres a una vida libre de
violencia, expedida el Jueves 1 de febrero de 2007, Diario Oficial.

275
María Teresa Sierra

La disputa por la definición de la justicia indígena en


Cuetzalan desde la práctica de las mujeres

El campo de la justicia indígena en la Sierra Norte de Puebla, y especial­


mente en la región de Cuetzalan, se transformó a partir de la instalación
del juzgado indígena en el año 2003. Si bien el juzgado fue producto de la
decisión del Tribunal Superior de Justicia del estado de Puebla con el fin
de implementar la "justicia indígena', al mismo tiempo constituyó un
catalizador importante que permitió aglutinar a las organizaciones indíge­
nas y de derechos humanos con larga experiencia de trabajo en la región
para disputar los sentidos de la justicia indígena frente al Estado, apropián­
dose de su regulación. Junto con el juzgado indígena se instalaron repre­
sentaciones de la Comisión estatal de derechos humanos, de la
Procuraduría de Justicia del Estado, de la instancia de Mediación Estatal y
de la Representación de la Mujer Poblana con el fin de vigilar las actuacio­
nes del juzgado y coadyuvar a su "buen funcionamiento", entre otras tare­
as. La paciencia y el estilo negociador de las autoridades nahuas del juzga­
do ha permitido que en los hechos sean ellos, con el apoyo del Consejo del
juzgado', quienes definen los alcances y modalidades de la justicia indíge­
na, como bien lo ha documentado Adriana Terven (Terven, 200S).
Una particularidad de la justicia indígena que se desarrolla en el juz­
gado ha sido la presencia significativa de mujeres indígenas como miem­
bros de organizaciones indígenas trabajando en la región desde hace 20
años. Junto con el discurso de los derechos humanos y los derechos indí­
genas, el discurso de los derechos de las mujeres es un referente continuo
en los debates del Consejo del Juzgado y en los talleres y pláticas que se
han dado a las autoridades indígenas. En este proceso el CAMI (La Casa
de la Mujer Indígena)" ha jugado un papel clave al apoyar el seguimiento

7 Nueva institución creada por las organizaciones indígenas y de derechos humanos inspirándose
en las formas de los Consejos de ancianos.
8 La Casa de la Mujer Indígena (CAMI) fue creada en agosto de 2003 con e! apoyo de la
Comisión de Desarrollo de los Pueblos Indígenas (COI) y financiamiento de! PNUD con e! fin
de apoyar e! rrabajo en salud y violencia doméstica de mujeres nahuas de la región. El CAMI ha
rebasado en mucho las tareas iniciales de su fundación para convertirse en un espacio de aten­
ción, seguimiento y capacitación en derechos a mujeres vícrimas de violencia doméstica. El cen­
tto es administrado por mujeres nahuas con trayectorias organizativas propias, y cuenta con e!

276

Mujeres indígenas, justicia y derechos

de casos del juzgado donde se involucran mujeres, pero también al impul­


sar un proyecto propio de intervención. Además de sus propias tareas en
el campo de la salud y la educación, el CAMI ha privilegiado un trabajo
sobre la defensa legal y apoyo emocional a mujeres víctimas de violencia
(Mejía y Cruz, 2006).
Como miembros activos del Consejo del juzgado indígena, las muje­
res del CAMI discuten la justicia que aplican las autoridades del Juzgado,
buscando sensibilizarlas a una mirada distinta que contemple la equidad
de género y los derechos humanos. El trabajo que han desarrollado las
mujeres nahuas con el apoyo de asesoras mestizas, viviendo hace varios
años en la zona, ha buscado construir una visión propia de los derechos y
las necesidades de las mujeres nahuas, respetando sus valores y tradiciones
culturales, identificando aquellas costumbres que desean cambiar, yaque­
llas que les son indispensables para sus vidas. En este proceso han influi­
do los discursos de otras mujeres indígenas, especialmente de las mujeres
zapatistas y de diferentes colectivos de mujeres indígenas nacionales e
internacionales, en los cuales también ellas participan (Coordinadora
Nacional de Mujeres Indígenas, Enlace Continental, etc.).
No ha sido fácil el proceso de incidir en un campo tan particular como
lo es la justicia indígena, espacio masculino por excelencia, porque impli­
ca intervenir en las maneras tradicionales de resolver los conflictos, y por
tanto en sus procedimientos y en los sistemas normativos. Tal es el senti­
do de los acuerdos que caracterizan la justicia comunitaria basados en la
conciliación: en muchas ocasiones, en aras de llegar a acuerdos, se violen­
tan los derechos de las mujeres ya que se tienden a reproducir jerarquías
de género cuando, por ejemplo, una mujer que sufre violencia doméstica
se ve obligada a regresar con el esposo bajo el simple compromiso que "ya
se portará bien"."
Después de cinco años de funcionamiento y de labor de hormiga en
el juzgado, las mujeres indígenas del CAMI han conseguido algunos lo­
gros para legitimar los derechos de las mujeres, al menos en el discurso, y

apoyo del CADEM (Centro de Asesoría y Desarrollo entre Mujeres), integrado por mujeres

mestizas comprometidas con el trabajo de mujeres indígenas.

9 En un trabajo anterior he profundizado en el tema de las ideologías de género en el campo de

la justicia comunitaria (Sierra, zooz».

277
María Teresa Sierra

promover que los jueces se abran a comentar la problemática y a recibir


pláticas; mantienen de esta manera su mirada vigilante ante la justicia co­
munitaria. Pero también saben que no basta con defender la justicia
comunitaria si no se trabaja con las otras instancias judiciales oficiales en
donde terminan los casos de mayor violencia para las mujeres. Los esfuer­
zos no siempre se ven coronados con salidas adecuadas para las mujeres,
revelando lo difícil que es enfrentarse a las ideologías de género. Aún así,
no cejan en su decisión de construir formas más adecuadas de justicia
comunitaria, sin encerrarse en sus contextos ni en sus valores culturales.
Sin duda la oportunidad de incidir en un espacio como el juzgado
indígena constituye un reto para las mujeres indígenas organizadas, quie­
nes desde hace varios años han estado comprometidas en construir una
propuesta propia en torno a la violencia de género y los derechos de las
mujeres (Mejía y Cruz, 2006). Las mujeres están conscientes que el juz­
gado indígena es un espacio clave para potenciar un proceso de transfor­
mación en las relaciones de género en lo que es fundamental un trabajo
conjunto con las autoridades indígenas; pero saben también que, para
defender a las mujeres, en ocasiones, hay que ir más allá de las costum­
bres y recurrir a un discurso legal que pueda beneficiarlas. En este senti­
do coinciden con otras mujeres en el reto de apostar a construir una jus­
ticia intercultural con equidad de género que pueda alimentarse del dere­
cho indígena pero también del derecho del estado, y de los avances en el
derecho internacional (cfr. FIMI, 2007). Tal planteamiento las ha llevado
a confrontar desde las prácticas visiones esencialistas de la cultura y del
derecho indígena, para propiciar nuevas maneras de pensar la justicia
indígena plural y abierta al cambio.

Las dificultades y retos por incorporar los derechos de las mujeres en la prácti­
ca de la justicia de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias
(CRAC) de Guerrero

El Estado de Guerrero se distingue por los altos niveles de violencia y


marginación. Las mujeres han sido las víctimas más débiles de las accio­
nes de militarización prevalecientes en las zonas marginadas de la monta­

278
Mujeres indígenas, justicia y derechos

ña en aras de barrer con los cultivos de estupefacientes y reprimir a los


movimientos sociales (cfr. Tlachinollan, La Jornada). El testimonio de
mujeres mixtecas da cuenta del drama y la impunidad que caracteriza la
región: violaciones impunes, esterilizaciones forzadas, mujeres que mue­
ren por falta de acceso a servicios de salud, señoras a las que les matan a
sus hombres y a sus hijos, dejándolas con la responsabilidad de sostener
solas a su familia, y mujeres que deben responder ante la fuerte migración
de sus hombres, teniendo que cumplir los compromisos en sus comuni­
dades: cooperaciones, faenas, cargos. Algunos de estos casos de violación
de derechos han sido denunciados ante Amnistía Internacional y aún
esperan respuesta del Estado mexicano, como sucede con las mujeres de
Barranca Tecuani, municipio de Ayuda de los Libres, Guerrero, violadas
por militares 10. Sin duda, en este proceso los hombres también han sufri­
do. Hablar de los derechos de las mujeres no significa que los hombres no
sean también víctimas de la opresión. Los principales responsables son el
Estado y los gobiernos estatales que no han querido acabar con la violen­
cia ni la impunidad de la cual muchas veces han sido sus encubridores.
Por todo esto, para las mujeres indígenas de las comunidades que abar­
can la costa-montaña, el proyecto de la policía comunitaria les ha cambia­
do la vida a ellas, a sus hijos e hijas, y a sus hombres. Ahora pueden salir
en las colectivas sin el temor de ser violadas, o agredidas por bandoleros,
saben también que el que haya seguridad en la comunidad y en la región
garantizada por la policía comunitaria. les da confianza, sin temer que sus
hombres no regresen, y en ese sentido también han sido actoras del pro­
ceso, y se encuentran participando en su construcción, como lo revela la
integración de las mujeres en la Comisión de Justicia de la CRAC, para
atender conflictos que involucran a mujeres y para participar en la propia
organización.
Después de 12 años de existencia el sistema de seguridad y justicia de
la CRAC ha conseguido establecer una jurisdicción autónoma, paralela al
Estado. Se trata de un complejo sistema de organización colectiva y regio­
nal, que abarca a 66 comunidades mixtecas, tlapanecas, nahuas y mesti­
zas de la costa-montaña de Guerrero. Sin duda es la expresión más avan­

10 www.jornada.unam.mxI2002/04/09/0l6nlpol.

279
María Teresa Sierra

zada de procesos regionales de jurisdicción indígena en el país, incluso


más allá de los importantes logros que en este campo han conseguido las
Juntas de Buen Gobierno en Chiapas. A diferencia de las comunidades
zapatistas, las comunidades de la costa-montaña de Guerrero no se opo­
nen a una relación con el Estado, más bien lo que buscan es una relación
basada en el respeto mutuo y en la cooperación. El sistema de seguridad
y justicia de la CRAC es considerado ilegal por el Estado, no obstante
goza de una amplia legitimidad entre las comunidades que integran su
territorio, yes ahí donde radica su gran fuerza (Sierra, 2üü7b).
A pesar de sus logros y de haber conseguido el reconocimiento de las
autoridades municipales y estatales, la CRAC vive en una continua tensión
con los poderes regionales quienes apuestan a su fragmentación y debilita­
miento. El estar en una zona reconocida como violenta debido a conflic­
tos agrarios, al narcotráfico y a las históricas guerrillas, así como a arraiga­
dos procesos organizativos, ha convertido a la CRAC en foco clave de las
políticas represivas del Estado, como ha sido el caso reciente de la lucha
contra el narcotráfico; lo que fue el pretexto para introducir, una vez más,
al ejército en la zona y justificar labores de control. El Estado además ha
librado órdenes de aprehensión contra sus dirigentes a quienes les acusa
por abuso de autoridad, promover la desobediencia civil, entre otros deli­
tos. A pesar de todo este contexto, la comunitaria, como ellos se nombran,
ha conseguido mantener la legitimidad y el respaldo de las comunidades y
sus asambleas e innovar su sistema de seguridad, justicia y reeducación, a
nivel de su reglamento interno y en las prácticas. Una apuesta central de la
justicia de la CRAC es hacer una justicia para el pueblo y controlada por
el pueblo. En este sentido se construye en oposición a la justicia oficial, del
Estado, que es vista como corrupta, discriminatoria y opresora.
Si bien la CRAC cuenta con un detallado reglamento interno!' en
donde han plasmado sus principios y su modelo de justicia, así como su
compromiso con los derechos humanos, continuamente se ve cuestiona­

11 El Reglamento Interno de la CRAC es el resultado de una larga consulta en asambleas realiza­


das durante meses en comunidades pertenecientes a la Policía comunitaria. El Reglamento tegu­
la el funcionamiento del sistema de seguridad y justicia comunitaria, y define los principios
deberes y derechos de las autoridades, policías comunitarios y miembros de la organización. Pata
los miembros de la comunitaria cristaliza su derecho. El Reglamento ha sufrido varias modifi­
caciones pata adecuarlo a las nuevas realidades.

280
Mujeres indígenas, justicia y derechos

da por familiares de los detenidos y por las autoridades judiciales del


Estado, por violar los derechos humanos y por abuso de autoridad.
Muchas de estas acusaciones buscan deslegitimar a las autoridades, pero
dan cuenta de la complejidad del proceso, yel hecho que algunos vecinos
no están conformes con las resoluciones tomadas durante los juicios y so­
bre todo, que los manden a reeducar. Por esto mismo se han promovido
talleres y cursos dirigidos especialmente a los policías para sensibilizarlos
a respetar las garantías individuales al detener a las personas o durante su
proceso de reeducación.
La problemática de las mujeres constituye sin duda una de las asig­
naturas pendientes de la CRAC y del sistema de seguridad y justicia en
su conjunto, como lo es también en todo en el sistema de justicia del
Estado. Un diagnóstico reciente, elaborado por la Secretaría de la Mujer
de Guerrero, centrado en documentar la violencia de género, revela que
Guerrero se encuentra en el cuarto lugar nacional en términos de femi­
nicidios de mujeres (831 entre 2000 y 2005)12. El diagnóstico destaca la
violencia como uno de los puntos principales que afecta a las mujeres y
su acceso a la justicia, por lo que la problemática de las mujeres dentro
de la CRAC no debe desligarse de este contexto general de marginación,
violación de derechos y exclusión que viven las mujeres, como más arri­
ba señalo.
Los logros alcanzados por la CRAC y la policía comunitaria no signi­
fican por si mismos un impacto en la práctica misma de la justicia comu­
nitaria hacia las mujeres. Un diagnóstico inicial de la práctica de la justi­
cia en las comunidades y la observación de algunos casos permiten cons­
tatar las dificultades que enfrentan las mujeres ante la justicia en sus
comunidades. Los casos recurrentes de maltrato intrafamiliar, abandono
de hijos, violación, difamación, aborto, entre otros, dan cuenta de la si­
tuación de indefensión de las mujeres, el peso que tiene la declaración del
hombre y las pocas posibilidades que tienen las mujeres de hacer escuchar
su voz, especialmente cuando las autoridades son parientes de sus
hombres.

12 Cfr. Sistematización de Talleres Regionales de Consulta Ciudadana, 8 mayo 2007, Reforma del
Estado con equidad de género en Guerrero p.S.

281
María Teresa Sierra

Fueron justamente asuntos graves que llegaron ante la CRAC lo que


propició que las autoridades promovieran la participación de las mujeres
en la justicia regional. De acuerdo al testimonio de una de ellas: "había
que atender casos de infanticidio, violencia intrafamiliar, violación, y los
asuntos de las mujeres, porque las detenidas tenían mucha pena de hablar
de eso con los hombres". Es hasta el año 2006 que se integra formalmen­
te la Comisión de Mujeres de la CRAC, quienes fueron elegidas en
Asamblea Regional, si bien desde un principio las mujeres han estado pre­
sentes en el proceso. La participación de las mujeres en la CRAC no sig­
nifica que con esto se introduzca una visión de género en la práctica de la
justicia; es difícil ir contra arraigadas ideologías de género que suavizan la
violencia y legitiman posiciones compartidas sobre lo permitido y lo
prohibido. No obstante es ya un avance el que mujeres hayan sido incor­
poradas a la organización al mismo nivel que los hombres.
Es apenas un primer camino de un trabajo por hacer para que la nueva
justicia que buscan construir realmente considere a "la otra mitad de la
naranja", en palabras de Cirino Plácido, dirigente histórico de la CRAC.
Los intentos en esta dirección suelen toparse con fuertes inercias susten­
tadas en un discurso de la tradición y la idea que las mujeres son "buenas
para los chismes y para pelearse entre ellas", con lo cual buscan descalifi­
car su participación en los asuntos públicos de la organización. Reciente­
mente (junio de 2007) las mujeres fueron cuestionadas y finalmente saca­
das de la CRAC, ante críticas a su actuación y acusaciones difamatorias
(que se dirigían por igual a los coordinadores hombres y mujeres), sin
embargo la mayor parte de los hombres permanecieron mientras ellas fue­
ron retiradas de su cargo, lo que revela nuevamente la dificultad que
enfrentan para ser reconocidas.
Los logros de la CRAC, especialmente en el campo de la seguridad y
la justicia, se ven sin duda limitados al no contemplar los derechos de las
mujeres, más que de manera colateral. El problema sin embargo no puede
desligarse de las condiciones estructurales de desigualdad y violencia
social y política que viven las comunidades, en lo cual el Estado tiene una
gran responsabilidad. Se entiende en este sentido que el reclamo princi­
pal de las mujeres no es tanto su capacitación en derechos humanos o de
género sino el asegurar su organización, pero también el acceso a proyec­

282

Mujeres indígenas, justicia y derechos

tos productivos que hagan sustentable sus actividades y les ofrezcan algu­
nos ingresos complementarios. Los avances lentos que se van haciendo a
través de talleres, participando en los espacios de la CRAC, así como el
apoyo solidario de mujeres organizadas, como la Coordinadora
Guerrerense de Mujeres Indígenas, sin duda son referentes centrales para
que esta importante institución redefina el sentido de la justicia comuni­
taria contemplando los derechos de las mujeres.

Conclusiones

Los retos de una justicia intercultural con equidad de género

Las nuevas experiencias de justicia indígena en contextos de globalización


y de reforma del Estado están abriendo nuevas opciones a las mujeres
indígenas para defender sus derechos, discutir sus costumbres y para re­
pensar las formas tradicionales del ser mujer. Las mujeres indígenas se
enfrentan al gran reto de legitimar el discurso sobre los derechos de las
mujeres en espacios tradicionalmente dominados por normas patriarcales
y miradas masculinas, como es el caso de la justicia. El proceso no ha sido
nada fácil, sin embargo observamos cambios importantes en experiencias
locales que están marcando la pauta de una importante transformación en
los modelos culturales de las sociedades indígenas.
La construcción de un discurso de género desde la mirada de las muje­
res indígenas está siendo alimentado por debates internacionales, en espa­
cios de encuentro transnacional, donde participan mujeres indígenas de
diferentes latitudes, pero también por la propia experiencia de las muje­
res indígenas que desde sus espacios locales de organización están gene­
rando alternativas para confrontar la violencia de género y la subordina­
ción. Así, el discurso global de los derechos humanos y contra la violen­
cia de género ha sido redefinido por las mujeres indígenas desde sus len­
guajes. En este proceso las demandas de las mujeres indígenas constituyen
referentes claves al cuestionar modelos arraigados en torno al derecho
indígena y la costumbre, confrontándose a poderosas ideologías de géne­
ro que naturalizan la subordinación de las mujeres. Muchas veces tales

283

María Teresa Sierra

ideologías son asumidas y defendidas por las propias mujeres que han
internalizado las jerarquías de género, lo que en ocasiones las lleva inclu­
so a justificar la violencia como una atribución del hombre para corregir
a la mujer, como lo revelan innumerables casos que llegan ante los jueces
de las comunidades.
Las dos experiencias analizadas, la del juzgado indígena de Cuetzalan
y la de la policía comunitaria de Guerrero, dan cuenta de la heterogenei­
dad de los procesos sociales y el hecho que los avances en las demandas de
jurisdicción indígena no necesariamente se corresponden con nuevos
modelos de justicia "más justos" para las mujeres.
Para muchas mujeres indígenas queda claro que no basta con luchar
por la justicia en el espacio cerrado de sus comunidades ni de sus organi­
zaciones, sino que al mismo tiempo es necesario acceder a la justicia del
estado y disputar ahí también por sus derechos. Por ello las mujeres orga­
nizadas de Cuetzalan están yendo más allá de la justicia indígena para
pensar en una justicia intercultural con equidad de género, en donde
recurrir al discurso de la costumbre no impida valerse también a las nue­
vas leyes contra la violencia doméstica, o del recurso al lenguaje interna­
cional de los derechos humanos y los derechos de las mujeres para dispu­
tar sus derechos ante la justicia local y regional. Se trata de procesos de
muy larga duración en los cuales incide el contexto de pobreza estructu­
ral, violencia política y globalización neoliberal que afecta las posibilida­
des de legitimar las demandas de las mujeres, las cuales suelen subordinar­
se a demandas consideradas de mayor importancia para la supervivencia
y la defensa de los pueblos. Aún así, la semilla ha sido sembrada y difícil­
mente se podrán construir nuevas apuestas de justicia comunitaria y jus­
ticia indígena que no incluyan las demandas de las mujeres.

284
Mujeres indígenas, justicia y derechos

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