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Dramaturgia en Centro y Sudamérica

Antología resultado de cuatro talleres de dramaturgia, impartidos en el Centro Cultural Horizonte de Barrancabermeja, Colombia, en 2012; en la Universidad de Costa Rica, 2014; en el Centro Cultural de la Cooperación, 2015, y en el Centro Cultural Paco Urondo, 2017, ambas auspiciadas por la Universidad de Buenos Aires Enrique Mijares, coordinador Daniel Zetina, editor

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Dramaturgia en Centro y Sudamérica

Antología resultado de cuatro talleres de dramaturgia, impartidos en el Centro Cultural Horizonte de Barrancabermeja, Colombia, en 2012; en la Universidad de Costa Rica, 2014; en el Centro Cultural de la Cooperación, 2015, y en el Centro Cultural Paco Urondo, 2017, ambas auspiciadas por la Universidad de Buenos Aires Enrique Mijares, coordinador Daniel Zetina, editor

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dramaturgia

en centro
y sudamérica
Enrique Mijares
compilación y prólogo

TEATRO DE FRONTERA 37
Dramaturgia
en Centro y Sudamérica
Rosa Helena Mahecha Cárdenas • Milena Menco Hita
Ximena Paz Cedeño de la Cruz • Marialaura Salom-Pérez
Araceli Mariel Arreche • Andrés Gallina • Carolina Steeb
Juan Carlos Dall’Occhio

Enrique Mijares
Compilación y prólogo

TEATRO DE FRONTERA 37
Universidad Juárez del Estado de Durango
M.A. Rubén Solís Ríos Rector
Lic. Noel Hernández Director de Difusión Cultural
Dr. Enrique Mijares Proyecto editorial Espacio Vacío

Dramaturgia en Centro y Sudamérica


Primera edición, agosto de 2022

© Enrique Mijares, compilación y prólogo

isbn 978-607-99432-2-6

Daniel Zetina, desarrollo editorial

Teatro de frontera es un proyecto de Espacio Vacío Editorial, del compilador y


los autores, desarrollado por infinita, para su promoción, no puede reprodu-
cirse sin autorización de los representantes de los titulares de los derechos de
autor.

Hecho en México / Made in Mexico


Índice

Talleres en Barrancabermeja,
San José y Buenos Aires. Enrique Mijares • 7

Matoneo. Rosa Helena Mahecha Cárdenas • 39

Chimboloco y Chichiliso. Milena Menco Hita • 54

Comando Viviana. Ximena Paz Cedeño de la Cruz • 70

Mujeres anónimas. Marialaura Salom-Pérez • 87

La memoria en presente. Araceli Mariel Arreche • 107

Las surfistas. Andrés Gallina • 124

De-construcción. Carolina Steeb • 140

Golf. Juan Carlos Dall’Occhio • 155


Talleres en Barrancabermeja, San José y Buenos Aires

Enrique Mijares

1. Barrancabermeja, Colombia, experiencia de libertad


A medida que se aproximan las fechas del viaje, las expectativas por
la coordinación inminente del taller de dramaturgia hipertextual –el
primero con características transfronterizas a mi cargo–, en el marco
del Festival Internacional de Teatro por la Paz Barrancabermeja 2012,
se ven magnificadas cuando Yolanda Consejo, entrañable animadora
del magno evento, empieza a compartirme los mensajes que los po-
sibles participantes van enviando a su correo, comunicándole los di-
versos grados del interés que tienen por escribir textos escénicos. Las
perspectivas no pueden ser más halagüeñas: Hay una cantera de valor,
memoria y deseo de futuro que muy bien puede cristalizar en acaba-
dos productos de arte teatral.
Emprendo el viaje con las alforjas cargadas de esperanza. Si con
la puesta en escena que el grupo Tequio hace de mi texto “Jauría”, los
espectadores del Festival el año anterior, supieron de mi oficio de dra-
maturgo, en esta ocasión mi responsabilidad consiste en estimular la
creatividad dramatúrgica de participantes provenientes de una diver-
sidad de edades, intereses y propósitos, a fin de que, en el lapso de dos
semanas, cada cual redacte al menos un texto dramático. Todo ello en
el marco de un magno evento cuya teleología coincide con el diálogo
que el gobierno está emprendiendo con el fin de lograr los acuerdos
necesarios para la paz del país.
Planteada así, la empresa es, a un tiempo, simple y compleja. A pri-
mera vista resulta sencillo cumplir la dinámica que se ha venido preci-
sando a lo largo de más de medio centenar de talleres que han rendido
una buena cosecha así de textos como de publicaciones en diversas
ciudades de México: Tres sesiones colectivas al inicio, mitad y término
del proceso, y dos semanas de sesiones con atención personalizada. La
complejidad estriba en lo que hay en medio, ese rizoma de Deleuze
que constituye la creación, universo individual que se siente amena-
zado por la invasión a su intimidad y a la vez apoyado por el diálogo,
guía y sugerencias del coordinador. Nunca mejor empleado el verbo

7
colaborar que conjugan los colombianos para manifestar el binomio
que implica compartir cualquier propósito, que en este caso es creati-
vo: ‘Venga y le colaboro’.
El conjunto de participantes en el ejercicio no podía ofrecer un
panorama más afortunado: Cinco estudiantes de licenciatura en Artes
de la Universidad de la Paz, dos integrantes del Centro Cultural Hori-
zonte, una activista del organismo Mujer Paz Pan y Vida, y el director
de la Escuela de Teatro Las Tablas.
Luego de una labor tenaz a lo largo de quince días de taller al calor
del esfuerzo, la constancia y la puntualidad, los resultados de esa expe-
riencia de libertad quedan frente a la consideración de los lectores y a
la espera de la revelación escénica.

Yolanda Consejo Vargas


Maestra en Paloka –ese templo de la cultura que levanta su estatura
en la Comuna Siete, pieza clave e insustituible del Centro Cultural
Horizonte–, incansable activista por la paz, actriz, directora de escena,
participa en este recuento del taller de dramaturgia en Barrancaber-
meja con “Ebrunijes”, suerte de monólogo polifónico, cuyo subtítulo,
“De esta época pero no de esta dimensión”, revela el nivel en que el
personaje que da nombre al texto, esa abuela entrañable, se despliega
en la memoria de la nieta, para adquirir dimensiones de ser humano
múltiple: adulta, entre la juventud y la adultez, joven, doncella, cuer-
po, atemporal, entidad, mujer absoluta, voz y anciana, que habita la
realidad virtual del escenario donde la multifocalidad la torna inter-
cambiable con todos y a la vez con cada uno de aquellos que la leen,
que la miran, que la escuchan hablando consigo misma, en diálogo con
su pensamiento, conversando con las voces de sus recuerdos, con los
murmullos de ese universo rulfiano y a la vez hipertextual en donde
lo imposible se eleva al cielo y en el cenit despliega sus innumerables
luces de artificio.

William Ejea Sánchez.


Dramaturgo, director y líder del grupo de teatro Las tablas, William
Ejea es reconocido en el medio artístico barranqueño por su interés
en recoger en sus presentaciones escénicas la crónica puntual de la
región, de modo que no le resulta difícil encontrar en las alforjas de
la memoria local el tema que mejor acomoda a sus preocupaciones
sociales: La vida azarosa, nacimiento, tropiezos y logros de la Unión
Sindical Obrera, para componer “La Casa de la Putana”, texto esencial,
si se pretende comprender el pasado, presente y porvenir del activismo
gremial en Colombia, manifestándose por medio de revivir las voces y
los testimonios de las mujeres y los hombres que han hecho posible el
sindicato petrolero.

Willman Florez Arroyo


Willman destaca por la agudeza inquisitiva y la perspicacia académica
que imprime a su participación en el taller, lo preside su formación
universitaria en artes, una provechosa experiencia en el taller impar-
tido por el destacado dramaturgo colombiano Fabio Rubiano, al que
asistió años antes en Bogotá, y una vasta trayectoria como guionista
y narrador galardonado. Sus textos producidos en el taller, son sesu-
dos ejercicios de análisis en dos campos de interés capital en nuestro
tiempo: La diversidad de pensamiento respecto a las múltiples pre-
ferencias sexuales, a través de “Móviles”, un hipertexto telefónico y
mensajes de correo y redes sociales, donde la comunicación ha de ser
potenciada por la intervención, apropiamiento e interpretación de los
lectores/espectadores. Y “Es mejor no saber tanto”, texto que aborda
los mitos urbanos que se tejen y entretejen en torno a una figura real y
al mismo tiempo legendaria que forma parte del imaginario colectivo
de Barrancabermeja en tiempos de violenta fragilidad.

Rosa Helena Mahecha Cárdenas


Mujer nacida en Bogotá, misionera laica, integrante de la organización
Mujer Paz Pan y Vida, que acompaña el proceso de mujeres víctimas
y vulnerables en la región del Magdalena Medio, en principio atemo-
rizada por la dinámica del taller –“El hecho de ser personalizado es
inquietante porque no se puede uno invisibilizar. Es un reto para mí,
que soy muy tímida a la hora de mostrarme. No cuento con dones ex-
presivos, pero me entusiasma el teatro, la música y la literatura”–, Rosa
Helena, durante el proceso, logra vencer las reticencias y redacta un
texto en el que demuestra su preocupación y compromiso por las cau-
sas del quehacer humano que considera injustas. Su “Matoneo” es la
representación de ese fenómeno cuya actualización a nivel mundial se
llama Bullying, suerte de epidemia que lacera la convivencia en la com-
plejidad de sus aristas escolares, familiares y culturales.

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Milena Menco Hita
Milena elabora un hilarante ejercicio de análisis en donde los niños,
en esa transición que va de la pubertad a la adolescencia, desarrollan
los diversos enfoques de su curiosidad acerca de la sexualidad, la fe-
cundación, la salud y el conocimiento de la fisiología y las experiencias
de una edad en la cual el desarrollo corporal, a un tiempo biológico
y emocional, los conduce a la aventura de orientar sus proyectos de
vida hacia la realización y la madurez. En el trayecto, el divertido texto
“Chimboloco y Chichiliso” nos lleva de la sonrisa a la carcajada imagi-
nando las conversaciones que sostienen millones de espermatozoides
con el óvulo y la vagina, así como las reticencias que el pene tiene res-
pecto al uso del condón. Una experiencia que, por supuesto, tiene por
objeto la reflexión de los infantes, y sobre todo, de los adultos, quienes
crecimos escuchando tabúes y evasivas de nuestros progenitores con
tal de no abordar de lleno y sin reticencias el tema prohibido de la se-
xualidad.

Alejandro Rodríguez.
Alejandro ofrece a la consideración de los lectores un “Círculo suiSida”
que, como ocurre en el juego de la ruleta rusa, el disparo del proyectil
queda librado al azar. Duelo de poder, duelo de venganza, el hilo del
relato es una lanzadera que fluye como el pensamiento irradiante de
quien trata de resolver el torbellino de la existencia y naufraga una y
otra vez en soluciones falsas, porque el laberinto no recuerda el mapa
ni ofrece pistas confiables.

Jefferson Andrés Sarmiento


Al ritmo de esa suerte de metrónomo entre la vida y la muerte que
emite el bip bip intermitente en una clínica de desintoxicación, se es-
cucha el pensamiento del paciente en coma inducido que, en el sopor
de la inconciencia, despliega el monólogo del delirio a causa de la abs-
tinencia. “Cuidados intensivos”, de Jefferson Andrés Sarmiento, habla
del amor imposible por alcohol, estado alterado en donde las adiccio-
nes propician la negación, ese virtual recorrido a través de los diversos
estratos del alucine, el síndrome de abstinencia, el dodecálogo de las
organizaciones universales doble AA, que invariable, ineluctablemen-
te, por más que se intente aplazar el desenlace, conduce a la muerte,
porque es un suicidio lento, un suicidio calculado hasta en los menores

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detalles y sin culpa ni arrepentimiento, como aquellos días de vino y
rosas en que la embriaguez la confundíamos con la felicidad.

Laura Marcela Severiche Cruz


Laura compone “El ser y la nada”, una exploración virtual de la duda
ontológica. El minucioso análisis está dedicado a exponer los diver-
sos estadios de la introspección hasta en los más mínimos detalles. En
ocasiones el buceo se confunde con locura, con amnesia, con el dolor
hasta el último grado de la agonía. El dilema del ser humano que tran-
sita por la vía dolorosa de la autocrítica y, mientras va atravesando los
diversos estadios del despellejamiento, no está exento de volver a vivir
el desgarramiento, pierde una y otra vez la serenidad y, no obstante,
prosigue, no ceja, insiste en llegar hasta las últimas consecuencias, a
pesar de saber que tal vez en ello le vaya la vida.

Deysi Yaritza Tolosa Niño


“¿Dónde están las cosas que suelen suceder?”, es la trágica pregunta que
da título al texto de Deysi Yaritza, una interrogante que se ancla en los
límites autoimpuestos que, así pasen los días y los años, no logra supe-
rar el ser humano ni desprenderse de su influencia y de su lastre. Igual
que un enfermo imaginario, el hombre que evoca el momento iniciá-
tico de su primer encuentro con el amor/desamor, explora la orfan-
dad como recurso para auto flagelarse, como pretexto de auto castigo,
como oportunidad para conmover, para despertar la conmiseración de
quienes quieran oírlo, de quienes estén dispuestos a creer su dolor in-
ventado, ese trono desde el cual ejerce su autoridad omnímoda, como
un Ricardo III moderno, como un tirano inclemente y arbitrario que
respira a través de la compasión que despierta su auto engaño.

2. San José, Costa Rica: Sorpresas y hallazgos en la creación dramática


Resultado del taller que tuvo lugar en las aulas de la facultad de Teatro
de la Universidad de Costa Rica, es el conjunto de obras dramáticas so-
bre distintos temas, que van desde inquietudes de orden general acerca
de la cultura occidental del presente, hasta el examen de situaciones
ubicadas en la realidad costarricense, con señalamientos y críticas de
carácter cultural, político y social.
Ir al encuentro de jóvenes dramaturgos costarricenses tuvo, al
inicio, el aire de ese dilema que nos asalta cuando estamos a punto

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de intercambiar señas de identidad, hacer combinaciones y conjetu-
ras acerca del mundo que compartimos y, del cual, cada uno tiene un
particular concepto. Las reticencias de los participantes, con el agra-
vante de lo desconocido y el retador ambiente de presión que implica
dedicar los esfuerzos a cumplir con puntualidad las tareas durante las
dos únicas semanas establecidas para culminar el proceso, poco a poco
fueros disipadas. Contribuyó a aliviar la tensión el hecho de compartir,
con solidaridad personalizada, la intención común del taller: potenciar
la atención del lector múltiple, el que se intercambia con lo que lee,
que concede a la lectura la cualidad de espejo para hacer con ella re-
cursividad y prolongar la experiencia hasta el propio contexto de vida
personal.
Si bien imbuidos por la influencia de los modelos mentales que
la tradición ha ido incorporando insensiblemente a la conducta coti-
diana –por el entorno que conspira para que tomemos precauciones y
por la preceptiva que nos provee de fórmulas y métodos que, antes de
proporcionar la sensación de seguridad, paralizan el deseo de aventu-
ra, ese riesgo total que es la creación artística, salto al vacío por defini-
ción–; indiscutiblemente talentosos y familiarizados con los códigos
de lenguaje cibernético en uso, a los integrantes del taller no les resultó
difícil renunciar a la zona de confort, esa en la que todos deseamos no
únicamente estar a salvo, sino mantener el control, la completa auto-
ridad que durante milenios la hegemonía ha atribuido a la literatura,
al teatro, al arte en general, como vehículo para dictar cátedra, púlpito
para imponer consignas y exigir obediencia dogmática.
Así, advertidos desde el primer encuentro colectivo, de que la fi-
nalidad primera y última de la creación artística, la teleología del taller
de dramaturgia en el que estaban inscritos, consistía en que, el hallazgo
inicie en el autor y luego sea sucesivamente compartido por cada uno
de los lectores, también creadores, puesto que uno a uno han de ser
tocados, involucrados, concernidos… los participantes fueron elabo-
rando gradualmente, sesión a sesión, textos teatrales en cada uno de
los cuales hay la preocupación constante de expurgar de sus páginas,
de sus parlamentos, de sus acotaciones, los lugares comunes, los jui-
cios de valor, las soluciones fáciles y, en su lugar, incrementar el interés,
buscar lo inédito, la reflexión, la innovación; atender los códigos de
lenguaje, la comunicación digital, hipertextual e hipercultural de hoy,
el cronotopo virtual que opera de manera particular en cada uno de

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los universos paralelos creados ex profeso para la interacción con y la
reinterpretación del lector/espectador.
Como es natural y comprensible, las doce obras dramáticas resul-
tantes que aquí se incluyen, poseen una personal factura, diversa pro-
fundidad y heterogéneo calado en el manejo de los recursos literarios
del drama, características individuales que, por otra parte, favorecen la
particularidad de los enfoques, la multiplicidad de estilos y, en suma,
el atractivo del conjunto.

Silvia Arce
El lenguaje electrónico que utiliza Silvia Arce en la construcción de su
obra “Ctrl + Z”, nos ubica en el centro neurálgico de la comunicación/
incomunicación que se sustenta en el sistema binario de las redes so-
ciales, esa sensación de pertenecer al universo de voces y, al mismo
tiempo, naufragar en el anonimato del ciberespacio. No hay en la ela-
boración, esto es, en la textualidad de esta Red infinita, señales que nos
proporcionen certidumbre acerca de los límites donde los mundos en
colisión se unen o se separan, lo real/virtual se nos ofrece como un
todo sin orillas y sin fisuras, un cronotopo imposible de esclarecer con
las leyes de la física tradicional. Diríamos que se trata de un absurdo
al modo de “Ah, los días felices”, de Samuel Beckett, si no mediaran
varias eras estéticas y unos cuantos gadgets, es decir, si en el ínterin no
se ubicara el abismo electrónico de abstracción/abducción que vuelve
indeterminadas las señas de identidad e inasibles los códigos de len-
guaje actuales.

Kyle Boza
Del génesis al hipertexto, el viaje que plantea el ejercicio dramático de
Kyle Boza, “conSUMO”, transita por vías paralelas entre la exacerba-
ción del mercado de consumo y el vertiginoso desarrollo de la más
sofisticada tecnología. Hay un ingenioso manejo de las estructuras
hipertextuales, suerte de juguete electrónico que en sus recorridos
aleatorios va enhebrando intextualidades bíblicas, económicas, ideo-
lógicas, incluso literarias, cuya riqueza radica en la reflexión y en el
apropiamiento. Es tanto como poner al servicio del usuario/lector/
espectador la diversidad referencial de la navegación ciberespacial,
para que, en el trayecto, se percate de que eso que llamamos decisión
o elección voluntaria, está movida por factores extraños y que, quien

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acciona los hilos, es un ente programador a quien le hemos otorgado
poderes extrasensoriales.

Karina Castillo
Los procesos no arborescentes de la memoria y el olvido van corroyen-
do las relaciones afectivas entre las personas, a un grado tal que la iden-
tidad se diluye para dejar en su lugar no ya un recuerdo entrañable, sino
un fardo, una cosa, un objeto que, si bien nos resulta difícil prescindir de
él, terminamos por vaciarlo de sentido y fingimos superar la ausencia.
En “La edad del olvido”, Karina Castillo encuentra que el Alzheimer,
más que una enfermedad, es un reducto inefable, un hueco, una huella
del tiempo, sin antes ni después, donde privan la lógica del sueño y la
lasitud de la imaginación; y que el intranscurso de esa dulce locura senil
nos brinda la protección que no tuvimos cuando éramos capaces de
recordarlo y de vivirlo todo. Las inquietudes, los remordimientos, las
culpas quedan para los demás, los otros, quienes cuentan los minutos
y los segundos, prisioneros del devenir cotidiano, permanentemente
lastrados por la fatalidad de los plazos, los vencimientos y la caducidad.

Ximena Paz Cedeño de la Cruz


El enfrentamiento entre la resistencia civil y el ejercicio del poder; dos
energías en oposición que, a pesar de parecer de régimen binario, aspi-
ran acceder a campos diversos de pensamiento. En “Comando Vivia-
na”, Ximena Cedeño sostiene que, mientras el poder trata de mantener
la hegemonía, el control férreo, el status quo o la parálisis social; la re-
sistencia y el activismo intentan, por todos los medios a su alcance, in-
cluso los de la violencia, abrir las perspectivas a la diversidad de miras
y de propósitos. El dilema radica en la nula disponibilidad al diálogo,
lo que suprime toda posibilidad de negociación. En medio de todo, en
la médula de la convivencia ciudadana, está el sufrimiento de los seres
humanos participantes, no solo los directamente involucrados en las
acciones, sean de una u otra parte, sino sus allegados, familiares o ami-
gos, esas redes de codependencia que siempre afectan los sentimientos
y las emociones, y que destruyen toda posibilidad de armonía.  

Luis Armando Lázaro Girón


Cadena de asaltos en el transporte público, uno de los males cotidianos
del segundo milenio. Los modelos mentales acerca del canon originario

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han sido de tal forma trastornados, que las personas tienen hoy, tene-
mos, personalidades múltiples e intercambiables, al grado que llega el
momento en que uno ya no sabe en quién confiar, o mejor dicho, de
quién no desconfiar, porque los extremos no es que se toquen, sino que
la confusión es extrema, los roles sociales están diversificados y no hay
forma de categorizarlos. Dado el enrarecimiento de las corrientes crimi-
nales versus las policiacas, la inseguridad se enseñorea y los ciudadanos
salimos a la calle provistos de un halo de incertidumbre que hace que
nuestro tránsito por el mundo vaya signado por el peligro, un riesgo
ante el cual ninguna cautela o precaución es suficiente. Los asaltos son
eso, sorpresas a la razón, intempestivos, inusuales, inusitados… y ocu-
rren de tal manera eslabonados que es imposible romper su secuencia,
puesto que utilizan los innumerables vericuetos de ese complejo labe-
rinto que es el cerebro humano, capaz de generar situaciones y estra-
tegias al infinito. Luis Armando Lázaro Girón apela, en “El bus de los
cielos”, a la experiencia particular de los lectores, quienes, sin lugar a
dudas, tendrán mucho más qué decir al respecto.

Gabriela López
Migración, la ilusión frente al fracaso, pesadilla, sistema de contrastes
entre el deseo y la imposibilidad. “En tierra de nadie no pasa nada” el
juego de la sinrazón es real, la corazonada, la sospecha, la nula claridad,
la absurda ceguera de la justicia que no se entiende, tiene visos de le-
galidad, pero está movida por la sinrazón. No hay forma de saber si el
tiempo, la dedicación, el sueño y la energía que se invierten en busca de
explicaciones, va a tener algún resultado congruente… La experiencia,
nos dice Gabriela López, es un desafío constante, se piensa que se va a
morir, a enloquecer, a suicidarse a causa de la desesperanza. Al final, no
importa discernir dónde está la verdad, si se ha logrado aprehender lo
vivido o si hay una enseñanza, un aprendizaje, un resultado catártico.
Lo único que cuenta es hablar de lo inaudito, relatarlo, no para encon-
trar respuestas o para hallar aclaraciones, sino por el simple propósito
de comunicar la huella, el hecho de haber sentido, conocido, presen-
ciado las circunstancias adversas vividas, sin que nadie nos diga por
qué nos impiden la libertad, para qué nos mantienen en aislamiento,
cuáles son los motivos por los que nos acusan o si se trata de una mas-
carada de control antidroga, antiterrorismo, anti filtraciones políticas
o ideológicas. 

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Alejandra Marín Solera
En medio de los llantos, los gritos, el ruido de hospital, la contamina-
ción sonora de la urbe en hora pico, el estrépito de la industria pesada,
Alejandra Marín Solera se sumerge en un “Estruendo de silencio”, un
reflejo condicionado de la soledad sin límites, esa quietud de intrans-
curso que produce una estática en la que cabe todo el bullicio del mun-
do. La batahola silente hace perder el rumbo a los moradores de un edi-
ficio en el que la mayoría de los habitantes está ausente. Un triángulo de
seres aislados se empeña en dar explicación a los propósitos que que-
daron varados en el sueño o permanecen truncos a causa de la muerte.
La arquitectura es surrealista, solo obedece a la virtualidad onírica, al
cronotopo de esa suerte de locura donde la lógica no está en el discurso
sino en la interpretación y donde la imaginación no conoce otros lími-
tes que los de la duda, los de la relatividad, del dilema cotidiano y las
innumerables respuestas de cada uno.

Álvaro José Martínez


Los modelos mentales y la descomposición del concepto familia, co-
munidad, sociedad, humanidad… son expuestos en “Retrato de dos
hermanos bebiendo sopa”, condimentados en el suculento humor ma-
cabro de Álvaro José Martínez, quien no hace sino enfatizar las diver-
sas metamorfosis que ha experimentado, a lo largo de milenios, esa
fijación del hombre por apropiarse o, al menos, compartir los atributos
que detectaba o intuía en el otro: la fuerza del tigre, el vuelo del águila,
el resplandor del oro bruñido, el valor del guerrero muerto en bata-
lla. Extraña comunión que exige vestirse con la piel, cubrirse con las
plumas, adornarse con el metal, comer los testículos, y que, por obra
y gracia de los artificios, evoluciona hacia la compraventa de almas de
Mefistófeles o hacia la trasmutación del cuerpo y la sangre en el pan y
el vino de la redención. Metáforas todas ellas que la psicología reciente
ha intentado categorizar con el rótulo de ‘matar al padre’, en este caso, a
la madre, como medida extrema a fin de exorcizar los nunca totalmen-
te superados traumas de la infancia.

Bernardo Mena Young


El sistema de los objetos y su interlocución con los seres humanos,
así como las improntas que quedan registradas en ellos, son una me-
moria indeleble y, no obstante, invisible. Frente al dilema de la vida,

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nos dice Bernardo Mena Young, la reflexión es inminente y prolife-
ran las preguntas: ¿Cuál es la estructura de la existencia? ¿La suma de
las partes que componen el cuerpo humano, brazos, piernas, manos,
cabeza; es una simple funcionalidad biológica? ¿Los complejos pro-
cesos del cerebro, esa caja negra que registra puntualmente la travesía
y en la que se acumulan recuerdos, pensamientos, datos, cifras, infor-
mación, conocimiento; se procesan decisiones, respuestas, estrategias,
interpretaciones, imaginación, creación; se distribuyen y administran
sentimientos, emociones, deseos, placer, tristeza, dolor? ¿Las redes de
interacción e interlocución con el entorno, personas y objetos, natura-
leza y cultura, identidad individual y conducta comunitaria, con todos
los usufructos y la diversidad de responsabilidades que ello implica?
No importa lo únicos, intransferibles y autónomos que nos conside-
remos, estamos habitados por una multitud, somos hipertextos vivos,
por lo tanto, abiertos a la exploración del propio cibernauta o alter ego
que nos acompaña incluso más allá de la muerte. Somos “Las huellas”.

Daniela Mora Parra


Este texto nos habla de la sucesión generacional, esa rueda del tiem-
po donde la edad, según el lugar desde el cual se mire, es pretexto del
poder y del control, pero también de la temeridad y de la experimen-
tación. Relatividad pura, afirma Daniela Mora. De acuerdo a “Destino
garbanzo”, los extremos rompen la barrera maniquea y pasan a formar
parte de esa diversidad en permanente transformación que, a cada ins-
tante, impone procesos aleccionadores de un sucesivo desaprender
los hábitos para emprender el innovador aprendizaje del nuevo día,
la nueva era, el nuevo milenio. El universo individual, si bien parece
aislado, está inserto en la virtual red de hallazgos y sofisticación cons-
tante. No cuento el final, lo que sí quiero apuntar, es el bonus o plus de
la estructura dramática, la recursividad o el rebobinado en que aparen-
temente culmina el texto, como forma de potenciar la polisemia me-
diante la reflexión infinita de las segundas lecturas, las que tienen lugar
en la mente de un lector/espectador que no se contenta con ser simple
observador y receptor, sino que aspira a ser un participante creativo.

Marialaura Salom-Pérez
Desde las encrucijadas de la mujer en relación con los modelos hege-
mónicos, a partir de monólogos que se detienen en diversos casos de la

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condición de féminas enfrentadas, en cuanto su conducta se separa, al
menos un ápice, del canon binario, a una sociedad cifrada en paradig-
mas mentales, juicios de valor, etiquetas y discriminación, Marialaura
Salom-Pérez construye “Mujeres anónimas”: una dilatada sesión de
confesiones; sinceridad que sacrifica la intimidad con el propósito de
encontrar eco en la camaradería, en la solidaridad de género, en la so-
roridad. El matrimonio como grillete que las ata al régimen machista.
El imperativo de la imagen esbelta y la piel que no ofende con su copio-
sa transpiración. El dilema ante un embarazo no deseado. La reflexión
acerca de las consecuencias de marginación y sufrimiento por el cáncer
de mama. La devaluación de la identidad a causa de una situación de
incesto. La bisexualidad como un asunto de asunción personal. La in-
defensión de las víctimas de estafa frente a la asimetría de la justicia y la
consecuente impunidad de los embaucadores.

Bryan Vindas
Asesinos seriales, crímenes multitudinarios, la irrefrenable devalua-
ción de la existencia por obra y efecto en cadena de la violencia actual.
Nadie está seguro en ninguna parte. No hay remansos de paz en medio
de la guerra. El mundo es un carnaval, no el de Celia Cruz, sino el de
Bajtín, ese en el que los disfraces no ocultan ni delatan las verdaderas
intenciones de los seres humanos que los portan. Todo lo contrario, la
mascarada es otra realidad, una dimensión paralela, cuántica, ubicada
en los hoyos negros, en la teoría de la incertidumbre, de la relatividad,
del caos, de una cierta simulación donde la ironía es el último rictus
de la agonía y el sarcasmo tiene el volumen de un himno final, el de
la muerte de la tranquilidad. Más que Absurdo al estilo tico, más que
pesimismo a ultranza, el texto de Bryan Vindas, “Una historia violenta
volumen 1: Discusiones a medianoche con el gato”, trata del oxímoron
de Garrick, aquel actor británico que, al decir de Juan de Dios Peza,
había aprendido a reír con llanto y también a llorar con carcajadas.

3. Fervor teatral de Buenos Aires:


el Centro Cultural de la Cooperación
La creación artística es tarea humana, poco o nada tiene qué ver con el
designio divino que se manifiesta en forma de dogma bíblico, sino con
el hálito todopoderoso que Miguel Ángel expresa de manera tangible
la virtualización estética del concepto religioso original en la techum-

18
bre abovedada de la capilla Sixtina. Merced a ese fenómeno inefable
que Deleuze llama ‘pintar las fuerzas’, es que los comunes mortales
podemos percatarnos de la magnitud insondable que media entre la
plegaria de los iniciados y la relatividad eternizada en las imágenes de
Buonarroti para el disfrute del observador.
El desarrollo de los talleres invariablemente es una aventura aso-
ciada con hallazgos e innovaciones. No podría ser de otra manera. Si
creación es génesis, es fabricar algo de la nada, es elaborar lo inexisten-
te, es producción de sentido, es parto, es sorpresa, los resultados del
taller de dramaturgia realizado en el Fervor teatral de Buenos Aires, en
el invierno de 2015, son obra de la libertad creadora de ocho drama-
turgos que se avienen a vivir la experiencia de un ejercicio cuya teleo-
logía va más allá del aprendizaje, aspira a la realización estética, al meta
aprendizaje, esa apuesta volitiva en la cual se empeñan los escritores de
literatura dramática al crear arte teatral.
Contrario a lo ocurrido en talleres anteriores, es innecesario di-
lucidar al inicio una propedéutica de premisas y coordenadas, de ca-
tegorías técnicas y metodológicas comunes, porque en esta ocasión
se cuenta con una plataforma ideal dada a priori gracias a los buenos
oficios de Jorge Dubatti, quien se ha tomado la molestia y el tiempo,
no para realizar una convocatoria abierta luego sujeta a insaculación o
muestreo en base a méritos, sino que ha corrido invitaciones específi-
cas de acuerdo a su ojo clínico, su pericia académica y su conocimiento
del vasto medio teatral argentino, hasta conformar un hipertexto hu-
mano de ocho creadores, cada uno con mayores méritos que el otro y
con absoluta disposición para abordar la odisea.
La mera mención de las trayectorias resulta gratificante, la mayoría
tiene obra en cartelera, o recién termina o está por iniciar temporada;
todos han publicado y han merecido galardones; algunos de sus tex-
tos han sido traducidos, incluso estrenados en otras latitudes. Por su
formación académica son diestros en métodos de investigación, herra-
mientas indispensables en todo acto creador. Así, una vez concluidas
las presentaciones y expuestos los proyectos en atención a las respues-
tas de cada cual a las sencillas preguntas de qué, para qué y para quién
–cuyo objetivo esencial radica en enunciar tema, propósito y estruc-
tura, para desde ahí catapultarse al vacío–, no queda sino establecer el
calendario con el horario en que cada uno ha de acudir diariamente a
las sesiones individuales durante las dos semanas por transcurrir. Lo

19
imperativo es ponerse a trabajar de inmediato.
Todos los talleres que me ha tocado en suerte coordinar se basan
en el pragmatismo, así, desde el primer momento los ocho integrantes
del taller se dedican a ‘laburar’ de manera exhaustiva a fin de concluir
la redacción de un texto teatral en el transcurso de quince breves días,
mismos en que el encargado del taller se limita a disfrutar el privilegio
de presenciar en acción a los talentosos participantes que, provistos de
la intuición, el instinto y la innovación, transitan los diversos caminos
de la libertad, sin que ninguna preceptiva los distraiga de esa aventura
hacia lo desconocido que es el fenómeno convivial escénico.
Virtual convidado de piedra, testigo silencioso, sesión a sesión, el
coordinador del taller constata los avances de sendos textos teatrales
donde los personajes, en una torrencial explosión de fuegos de artifi-
cio, rizoma a rizoma van despojándose de los falsos pudores del canon
social y, ya sin reticencias, se atreven a decir lo que callan, a revelar a
borbotones sus móviles ocultos, a confesar sin adornos ni eufemismos
sus resortes íntimos.
La invaluable experiencia del taller está plasmada en los ocho textos
terminados, sin correcciones ni añadidos porque, dada su contunden-
cia y madurez, han reducido el papel del coordinador al modesto oficio
del editor que a duras penas se encarga de corregir gramática y estilo.

Araceli Mariel Arreche


Dueña de un acendrado don ideológico que la ha acercado al estudio
del teatro mapuche, el teatro de la posdictadura, el teatro callejero, el
teatro obrero, el Teatro x la identidad, el Teatro x la Justicia, la preocupa-
ción de Araceli se centra en la investigación y la praxis de las políticas
de la imagen, y otorga la palabra a las múltiples modalidades expresivas
en la representación de la Memoria y la Identidad.
Entrañable y con intensidad ideológica, “La memoria en presente”
es un tributo a esa mujer paradigmática del dolor por la pérdida, herida
lancinante de la ausencia, emblema de la esperanza que fue, que es,
Elsa Sánchez Oesterheld.
Escrito desde la pasión y la observación, desde el concepto y el
percepto, el texto es producto de una intensa investigación sobre un
material que la autora viene atesorando desde hace tiempo entre sus
manos y, al mismo tiempo, un diálogo profundo que renueva la con-
fianza en el proceso creador hasta transformar la experiencia en acom-
pañamiento, en análisis y reflexión desde la solidaridad.

20
Íntegra, lúcida, reflexiva, Elsa Sánchez es parte de un hipertexto
donde se analiza el dilema de la postura política ante los imperativos
del amor filial y el conyugal. Para hacer el balance de su existencia trá-
gica, el recuento de los daños, ella, sus voces interiores, su monólogo
recursivo se fragmenta en un coro que, a la manera hipocrática, revi-
sa los malhadados acontecimientos desde sus contrastantes y a la vez
complementarios temperamentos: Sanguíneo, Melancólico, Flemáti-
co y Colérico.
Elsa y las testimoniantes, ella a cinco voces, virtual estrella de cin-
co puntas rielando en el universo de las historias benjaminianas, pres-
cinde de la oficialidad estéril y tendenciosa, para tornarse polifonía de
Bajtín poéticamente humana, habitada por los testimonios airados de
Federico García Lorca que grita hacia Roma para imprecar a Pío XII
por la impasibilidad con la cual tolera los excesos del fascismo, vale
decir, un grito, un alarido y a la vez una súplica, hacia todas las direccio-
nes del planeta en contra de cualquier manifestación de autoritarismo,
de dictadura, de poder omnímodo.
Elsa Sánchez de cuerpo entero, en el ostracismo, recluida en el
chalecito de Beccar, plena de sí, cercada en su epidermis1, tránsito dia-
lógico de revisar la existencia propia desde la múltiple argumentación
de la conciencia, desde el contrapunto jazzístico de la diversidad de
criterios que baraja la mente mientras intenta dilucidar el sentido de
una existencia cruzada por el torbellino de sufrimientos político socia-
les y gozos doméstico familiares. Elsa Sánchez, poniendo en vigencia
la memoria civil de Argentina al servicio paradigmático de la memo-
ria global de la ignominia, cierra su balance en el instante crucial de la
agonía, con una radical trasposición del himno nacional: “Coronados
de gloria vivamos / ¡o juremos con gloria morir!”, que es a la vez canto
de amor, de libertad y de esperanza: “¡O juremos con gloria VIVIR!”  

Ricardo Dubatti
Estudiante avanzado de la Carrera de Artes en la Universidad de Bue-
nos Aires, miembro de la Asociación Argentina de Investigación y
Crítica Teatral, músico, dramaturgo, traductor de textos de Eli Rozik
y Olivier Py, colaborador en la versión de obras teatrales de Alfred
Jarry, crítico, investigador, compilador, editor, periodista cultural, his-

1
Alusión al poema Muerte sin fin de José Gorostiza.

21
toriador, Ricardo Dubatti se desempeñaba entonces como Becario en
el Departamento Artístico del Centro Cultural de la Cooperación, y
como curador de festivales de teatro Novísima Dramaturgia Argenti-
na. Ignacio Apolo, Ignacio Bartolone y Mariano Tenconi Blanco eran
sus mentores en el ámbito de la literatura dramática.
“Los campos de batalla” es el relato del descenso a los infiernos
que realiza el célebre fotógrafo Robert Capa en busca de su mujer, la
igualmente famosa fotógrafa, Taro.
Prólogo y Epílogo de la obra se ocupan de la muerte de Capa. En
el primero, el agonizante alucina que su pierna, desprendida del resto
de su cuerpo a consecuencia de la metralla, le recuerda a la amada per-
dida, la llama de esa manera: Taro. La contempla, quiere absorberla.
Le saca las ropas que le quedan y siente que su piel está aún muy sua-
ve debajo de toda la sangre y el polvo. La imagen recuerda la bóveda
de Bounarroti, la Creación, el momento en que el dedo de Dios está
a punto de tocar el índice de Adán, un Adán cuya flexionada pierna
izquierda, de la rodilla al tobillo, semeja el cuerpo desnudo de Eva;
difuminados se adivinan el pecho, la cintura, las caderas, los muslos
ebúrneos de la mujer… Es Adán dando a luz a Eva, Es Eva surgiendo
de Adán. Cavando como puede en la arena, Roberto Capa intenta, con
abnegación, darle sepultura. Un fogonazo de luz amarilla, virtual flash,
enceguece nuestra mirada y, al mismo tiempo, captura la imagen que
habrá de ser revelada en el epílogo: El soldado muerto, sus cosas alre-
dedor: la cámara rota, la foto de tres personas en la playa, un cuaderno.
En el ínterin, entre el prólogo y el epílogo, ocurre el dilatado re-
corrido kafkano, burocrático, estratificado, vale decir: la pesquisa de
Orfeo que desciende al Hades para encontrarse por última vez con
Eurídice. El trayecto es un ‘proceso’ en constante ‘metamorfosis’, un
laberinto al cual se accede a través de innumerables puertas de oficina,
de ventanillas de registro. Una y otra vez, hay que llenar planillas, in-
troducirse en ocasiones sucesivas a imágenes seductoras fotografiadas
por el protagonista y su amada, ocupar los espacios imposibles captu-
rados por artistas famosos en pinturas que se exhiben en importantes
museos. Se trata de una estructura hipertextual donde el ‘buscador’
realiza múltiples enlaces literarios, pictóricos, fotográficos que lo pre-
cipitan a situaciones inopinadas que él ha de enfrentar con entereza;
un hipertexto donde el indagador Roberto Capa recurre a incontables
intertextos con tal de reconstruir, en la memoria digital de su agonía

22
y a pesar de que el delirio dura solo un instante, la historia de su amor
por Taro, un romance cuya persistencia es superior a la muerte.

Andrés Gallina
Poeta, investigador teatral, Premio Internacional de Ensayo Tea-
tral-CITRU 2015, Andrés Gallina debe su formación profesional a dos
importantes experiencias de aprendizaje, la Residencia Internacional
de Dramaturgos LABRA, Atlántida, Uruguay, 2014; y el Seminario In-
ternacional de Dramaturgia, Panorama Sur, en el marco del Festival
Internacional de Buenos Aires 2015.
Idílico, conmovedor, el texto “Las surfistas” tiene la fuerza arrolla-
dora de una ola gigante donde viene montado Aguaviva, el Poseidón
miramarense, personaje legendario que, de acuerdo a la persistencia
de la memoria, forma parte del imaginario popular y que, al decir de su
hija, la silente Pomol –“Yo adentro del sueño puedo hablar”–, a quien,
merced al recurso del autor para generar un mundo paralelo consa-
grado a mantener vigente y fresca la epopeya del padre, escuchamos
decir: “[Aguaviva es] patrimonio local, el primero al que se le ocurrió
que una ola podía transportar gente, el que inventó eso de viajar del
fondo a la orilla arriba de una madera.”
Madre e hija son las cuidadoras del templo, las sacerdotisas, no
únicamente de la pileta donde Aguaviva, dios del océano, decide mo-
rir –vale decir, decide regresar al amnios materno, el líquido dulce de la
fuente Castalia que garantiza la eternidad–, sino las celosas guardianas
del pequeño paraíso terrenal, de esa entrañable Atlántida minúscula,
de ese edénico reducto natural que asiste al momento crítico en que
una supuestamente civilizadora avalancha de cemento armado amena-
za caerle encima y sepultarlo bajo toneladas de especulación turística.
En la advertencia acerca de las calamidades que puede traer el pro-
greso a ultranza, radica el propósito social, el mensaje de advertencia y
petición de auxilio que lanza al mundo “Las surfistas” de Andrés Ga-
llina, solo que el autor, al hacer la apología de ese rincón virginal, no
escatima recursos literarios hasta crear imágenes propias del gran fabu-
lador que es, al inventar ora una zaga hasta hoy desconocida de Las mil
y una noches donde Evita se convierte en sirena –“Evita se sobresaltó
y se tiró al agua. Tenía un vestido precioso, un traje verde agua […]
unas faldas tubo por debajo de las rodillas, […] y unos zapatos boca de
pez […] Evita remó y volvió sin mojarse el rodete”–; ora una versión

23
inédita del realismo mágico de Gabriel García Márquez relatando la
vez que José Arcadio Buendía, maravillado ante un trozo de hielo, “un
enorme bloque transparente, con infinitas agujas internas en las cuales
se despedazaba en estrellas de colores la claridad del crepúsculo […]
se atrevió a murmurar: –Es el diamante más grande del mudo.” (García
1967 27), cuando Pomol habla de la primera tabla de surf: –“Esta fue
la primera madera. Nadie sabía para qué servía. […] Hasta que llegó
el Aguaviva los miramarenses teníamos todo el mar desperdiciado”–;
ora una nueva serie de las pinturas de René Magritte donde parejas
de enamorados peces–humanos exhiben su idilio en las playas de un
universo exclusivo –“Camarón y Pomol se acuestan en la arena miran-
do el cielo. Camarón se acerca y le da un beso con la capucha del traje
puesta. Vuelven a mirar el cielo unos segundos. Sopla viento sur.”

Nara Mansur Cao


Poeta, narradora, investigadora y crítica teatral, docente, editora, com-
piladora y prologuista, periodista, gestora cultural, la polifacética ac-
tividad de Nara Mansur se desarrolla dividida en dos ámbitos que,
como en la teoría cuántica de la complementariedad, han influido en
su visión universal de la identidad, como la suma de pertenencias en el
mundo que le ha tocado habitar; su trayectoria está marcada por una
intensa colaboración en las más reconocidas instituciones culturales
de su país: Gran Teatro de la Habana, Casa de las Américas, Revista
Conjunto; su etapa argentina la mantiene ocupada en actividades tan-
to artísticas propiamente dichas, como de gestión cultural, periodismo
e investigación.
Alucinante mezcla de tiempos y sutil trasfondo ideológico, “Ches-
terfield sofa capitonné” es un singular hipertexto en el que concu-
rren innumerables intertextos, producto de un emocionante proceso
de investigación y de escritura, tarea minuciosa en la que se advierte
búsqueda, ansiedad, aprendizaje, juego, estudio, confianza, todos los
imprescindibles elementos de la creación que, a consecuencia de la si-
nergia entre las múltiples fuerzas invocadas, provoca diversas lecturas,
apropiaciones y recreaciones, de acuerdo al punto de vista del lector/
espectador.
Así, Rocío y Pablo son ‘vistos’ como la virtualización o el paradig-
ma de las infinitas relaciones de pareja, y, cada uno por su parte o fun-
didos en una dupla indiscernible, revelan de inmediato su calidad de

24
personajes múltiples e intercambiables, y durante el desarrollo se van
diversificando en Simone y Jean Paul, sí, esa pareja emblemática del
feminismo y del existencialismo, Simone de Beauvoir y Jean Paul Sar-
tre, que, además de aportar su presencia, hipertextos al fin, actualizan
y ponen en vigor las infinitas vertientes de sus procesos ideológicos, a
la vez que entrelazan sus pensamientos políticos con todas aquellas es-
trategias de la conciencia social que el individuo emplea al enfrentarse
con el autoritarismo radical y el desmesurado culto a la personalidad.
Es notable la sutileza con que el discurso de “Chesterfield sofa ca-
pitonné” aborda los puntos neurálgicos de las sociedades actuales, la
crítica al mercado de consumo y las asimetrías de los roles sexuales,
raciales, culturales: “antes habían dicho: “Para educar al pueblo bien
y barato nada mejor que las mujeres”, y me quedé pensando si era una
frase con la que me discriminaban o me elogiaban.”
No hay revelaciones explosivas ni ataques desde la desmesura y la
imposición, mucho menos panfletos o consignas, solo citas selectas,
intertextualidad invocada desde una perspectiva analítica, alusiones a
asumir posturas polifónicas, a pensar, no en la diferencia ni en lo dis-
tinto, sino en aceptar la diversidad que somos. Su aparente inocencia
inofensiva no hace sino magnificar la efectividad devastadora de su
denuncia, acaso velada, acaso tangencial, siempre inteligente, incisiva,
contundente: “Hay un momento en que me pregunté por qué los po-
derosos de este mundo –y no puedo dejar de pensar en los funciona-
rios del actual gobierno de la ciudad– persiguen a los maestros, ¿por
qué aparece esta idea de perseguir a los maestros normalistas, de des-
aparecerlos?”
Debajo de cada palabra, en el interlineado, entre cualquier frase se
esconde un índice de fuego que condena la asimetría y la injusticia, la
postura política esta ahí, solo es cuestión de cribarla en medio de un to-
rrente verbal cargado de sentido. Aunque, ya se sabe, no hay más ciego
que quien no quiere ver: “Vayan a ver cómo ustedes solucionan el asun-
to de los indigentes en este país; aquí no puede haber violencia y mucho
menos violencia dispareja, siempre nos han guiado las proporciones.”

Eugenia Pérez Tomas
Docente en la Escuela de Teatro del Colegio de la Ciudad y coordina-
dora de talleres de escritura, Eugenia Pérez Tomas escribe, actúa y di-
rige teatro. Su formación en dramaturgia la vincula con Ariel Farace y

25
con la Escuela Metropolitana de Arte Dramático de Mauricio Kartun. 
La reflexión onírica cobra consistencia temática. Es posible que
tal aseveración respecto a “Diarios polares”, de Eugenia Pérez Tomas,
parezca un enunciado ilógico o descabellado. ¿No es esa precisamente
la naturaleza de los sueños: densidad y fuerza en su ingravidez e im-
permanencia? ¿Acaso no eso, inconsútil e inaprensible, es lo que jus-
tamente nos seduce del universo surrealista en donde las imágenes
perturbadoras son las que contribuyen a dilucidar, o por lo menos, a
poner en perspectiva las diversas opciones que nos plantean los dile-
mas de la existencia?
Mediante una envidiable facilidad para generar imágenes podero-
sas, el texto de Eugenia es un laberinto a través de los innumerables
ojos de Argos que, mientras unos vigilan, otros transitan por las diver-
sas escalas de profundidad del sueño mítico, generador de leyendas fa-
bulosas, universos paralelos imposibles y a la vez perfectamente fácti-
cos cual arquitecturas retráctiles de M. C. Escher; espacios paradójicos
que desafían los modos convencionales de representación; personajes
mitad dragón o Pegaso; unas veces deseos insatisfechos, otras, obse-
siones recurrentes.
“Diarios polares” es también una aventura fuerte de gran aprendi-
zaje, caos, incertidumbre y complementariedad cuántica –“Soy hija de
la física y de la ficción”–, a través del laberinto onírico que apenas cabe
en el diario que lo contiene –“Dentro de este maletín están todos los
días de mi vida”–, que no siempre atinamos a escribir al despertar y que
podría tal vez ayudarnos, fugaz recordatorio, a recuperar la lucidez en
el insomnio, una vigilia fortuita que no es sino otra manera de soñar.
El torrente de figuras, la catarata de imágenes, la acumulación de
descripciones, la familia, los amigos, la maternidad, la orfandad y el
mundo todo no pertenecen al entorno real y cotidiano de Manuela,
sino que son proyección infinita de su pensamiento autónomo, hiper-
texto ella misma, su doble y su hija, Anita, –“Ella piensa que pienso que
soy ella”–, ella misma y las mellizas coloradas que se expresan con una
sola voz, Manuela que se fragmenta en una miríada de filamentos de
luz que irradian a la deriva: “el futuro está en un ovillo del presente…”
“Corro agarrada de la mano que me lleva como una cometa…” “Nazco
dos veces…” “el mapa del polo parece un ojo. Nos mira…” “El tiempo
pasa dando pasos falsos…” “Yo tenía su edad cuando se incendió mi
corazón…” “Mi biografía es un pájaro…” “Lo que queda es un niño,

26
ese niño es un oso, un maletín con cartas, un bebé, un esquimal. Soy
yo. Hay una vida nueva entre las formas viejas. Es ella. Nosotras ama-
mos así.”
Mitología griega, Shakespeare, Calderón de la Barca, Ciencia fic-
ción, juegos electrónicos, Runa –“la fotógrafa que atraparon en la fron-
tera y quedó presa en otra lengua país”–, Las mil y una noches, Dragon
Ball, ninguna referencia, ningún intertexto escatima el alud de imáge-
nes que es el viaje interior “Diarios polares”: “quizás si nombrara todo
lo que tengo y veo alrededor, recién ahí y por oposición, podría dar
cuenta de la ausencia y de todo el gran resto que podría ser la nada. Así
entender todo lo que no nombro como lo que realmente me persigue”.

Mariano Rapetti
Actor, director, performer, con estudios de poesía, actuación, direc-
ción, teatro de la voz, antropología teatral y experimentación escénica,
la formación como dramaturgo de Mariano Rapetti proviene de los
maestros Alejandro Tantanián y Ariel Barchilón, y a los talleres de Ma-
riano Tenconi Blanco e Ignacio Bartolone.
Si Platón habla de política, poder y gobierno en la caverna de El
banquete, y de género, sexualidad y diversidad en el andrógino de La
república, el texto de Mariano Rapetti, “Los ríos corren en reversa”,
ausculta el proceloso horizonte del futuro poniendo en la balanza la
conducta de los seres humanos mediante una suerte de vuelta a las ca-
vernas donde se entrecruzan los diversos mitos de la supervivencia,
desde los más elementales, relacionados con el alimento, la vivienda,
el vestido, el sexo, la familia; hasta los que aspiran al desciframiento de
la propia existencia, la vocación gregaria, el imperativo de la comuni-
cación, el sentido social, la organización política, el mercado de consu-
mo, la acumulación de basura, el calentamiento global.
Lo que comienza siendo una simple lección de anatomía, deviene
de inmediato en una discusión ontológica respecto a la añeja discusión
entre destino y albedrío, esto es, entre la tragedia binaria y la diversi-
dad irradiante. En este último caso, como en Las aves de Aristófanes,
mientras todo está modificándose, metamorfoseándose, el individuo
trata de fundar una nueva ciudad, un nuevo mundo: “Los ríos corren
en reversa.” “El país es otro. El mundo es otro.” “Quizás no atardezca
nunca en el nuevo mundo.” “Los mitos y los tabúes son del pasado.” “Es
necesario refundar nuestras relaciones.”

27
Igual que la condena de Sísifo, la ingrata tarea civilizadora del indi-
viduo tiene que volver a comenzar en cada ocasión, un eterno retorno
que se muerde la cola para que cada ciclo se consume y se renueve en
sí mismo y sin cesar. El riesgo, por supuesto, estriba en la decadencia
o involución genética, fenomenología relacionada con esa regresión a
la que se refiere Gabriel García Márquez cuando habla de los hijos con
cola de cerdo en Cien años de soledad, o Franz Kafka que transforma en
escarabajo al rebelde Gregorio Samsa en Metamorfosis, y que el texto
de Rapetti convierte en Niño Rata al Dante del porvenir incierto de
la humanidad: ‘Una autopista hacia el fuego’, a la vez reducción que
sublimación, infinita transformación de la materia.

Patricio Ruiz
La experiencia como creador apenas cabe en los –entonces– escasos
26 años de Patricio Ruiz: actor, director, narrador, poeta, egresado de
Dramaturgia en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático bajo la
dirección de Mauricio Kartun.
Más que una simple trasposición o relectura de la Antígona clási-
ca, la obra redactada en el taller por Patricio Ruiz, “En tu pelo”, cumple
una vigencia hipertextual al ocuparse de los asuntos acuciantes de una
realidad cargada de violencia y discriminación, una realidad sembrada
de cadáveres insepultos, poblada de desaparecidos fantasmales y don-
de las diversidades de todo tipo –no solo relacionadas con preferencias
sexuales– son consideradas aberrantes por cuanto no coinciden con
los cánones a que son tan afectas las altas instancias del poder, esto es,
aquellas dictaduras o hegemonías sustentadas en el paradigma binario.
De esa clandestinidad arcaica obligada a refugiarse en lo alto de
la serranía, de ese microcosmos a donde no llega el tendido eléctrico
y por lo tanto hay que obtener energía mediante métodos rudimenta-
rios, de ese aislamiento en el que se dan cita “infierno, carne y mundo”
–alegorías o potencias a que alude Sor Juana Inés de la Cruz en sus re-
flexiones poéticas– de ese Lugar sin límites –magistralmente explora-
do por José Donoso– de ese coro de bruj@s compuesto por La Nona,
La Parca y La que Sí –aquelarre marcadamente shakesperiano– habla
la Antígon@ cumbiera protagonista de “En tu pelo”.
A pesar de estar apartado de la ‘civilización’, lejos de ser un reman-
so de paz, este Olimpo bailable es un reducto infernal que finca en la
ilegalidad las reglas asimétricas de un El Creonte que se ha encumbra-

28
do por medios aviesos y desde las alturas, en el ejercicio panóptico de
la doble moral y la hipocresía, condena a los Otros juzgándolos distin-
tos, tachándolos de transgresores –hombres de pelo en pecho que vis-
ten de mujer: “Travas transpiradas y peludas. Viejas brujas teteronas.
“Ni varón, ni mujer, ni XXY ni H2O” Tienen tetas que amamantan y
barba, pijas que acaban y labial”–, sin percatarse de que él vive de ellos,
él comercia con ellos, él los obliga a darle ‘servicio’ sexual, esto es, El
Creonte no es tan diferente de aquello que condena en quienes consi-
dera sus viles subordinados y a quienes llama criminales.

Andrea Urman
La experiencia literaria de Andrea Urman radica especialmente en la na-
rrativa: cuentos infantiles, críticas y narraciones para adultos. De acuer-
do a sus estudios académicos como psicoanalista por la Universidad
Nacional de La Plata, además de su práctica profesional y en evidente
parentesco con la actividad teatral, Andrea ha coordinado grupos de
psicodrama con pacientes oncológicos. Su formación como dramatur-
ga es atribuible a la esmerada conducción de Gabriel Báñez, Mauricio
Kartun, Tato Pavlovsky, Febe Chávez, Ignacio Apolo y María Negroni.
Compendio de aprendizaje y creación, “Arida” es sorpresa conti-
nua al bucear en el insondable océano del alma femenina y darse cuen-
ta de que, detrás de la pantalla de convencionalismos y dogmas que
configuran la supuesta realidad cotidiana, existen hallazgos insospe-
chados, móviles ocultos, resortes secretos y que a los personajes no les
queda otra salida que decir lo que, ya sea por costumbre o por imposi-
ción cultural, normalmente callan.
Tras el aspecto aparentemente inofensivo de una anécdota trivial,
de un planteamiento espaciotemporal común, el mundo que confor-
man las dos mujeres–espejo, Adira y Arida, madre maltratada e hija
cleptómana, se dilata y metamorfosea, se fragmenta e irradia, se con-
trae y paradójicamente se multiplica, es el momento de bajar a las pro-
fundidades de una realidad condicionada por la tradición y la ley, por
el culto y la costumbre, es decir, dejan de ser casos particulares y ais-
lados para magnificarse como problemas sociales relacionados con la
condición de la mujer frente a una realidad machista, cosificadora y
abusiva, en un mundo donde el ancestral desequilibrio económico, la
falta de movilidad social y las nulas oportunidades laborales posibili-
tan la marginación y la conducta periférica o borderline.  

29
Las revelaciones se suceden sin descanso, torrenciales, implaca-
bles, devastadoras; cada una de las situaciones es fractal que propicia
la reflexión; los parlamentos, las palabras, incluso los silencios, explo-
ran, sin cortapisas ni pudores falsos, la condición de la mujer someti-
da, como permanentemente está, a causa de imperativos religiosos y a
normativas judiciales de riguroso acatamiento.
Aunque cumplen propósitos lineales acordes con la cronología
del devenir diario, las escenas son enlaces al parecer ingenuos de un
hipertexto que se despliega arrojando dardos de denuncia y reclamo
desde la voz de las mujeres hacia todos los puntos cardinales, hasta
abarcar el orbe actual.
Arida y Mariela roban por inconformidad, les incomoda el rol que
les ha tocado vivir en una sociedad represiva. Mariela roba porque es
pobre, porque se caga de hambre, porque les tiene que dar de comer a
sus hijos, pero le complace tener bebés, aunque ni recuerde y ni sepa
quiénes son los padres. Arida roba porque le disgusta estar atada de
manos a un destino prefijado; roba porque no quiere estar unida en
matrimonio ni procrear hijos que no desea; roba para apropiarse de
todo aquello que simboliza su derecho y su voluntad personal. Adira
es la resignada madre y abnegada esposa en frágil equilibrio entre el de-
ber y la pasividad; una madre que permite el insultante menosprecio, el
maltrato y la hipocresía del marido. Azucena es la madre ejemplar que
lo da todo por sus hijas: “las hijas son como gorriones. Las palabras tie-
nen que ser suaves, porque podemos herirlas, como a los huevitos de
los gorriones. Cuando los huevitos se rompen, no se pueden arreglar.”
Por su parte, las psicólogas encargadas de la salud mental de Arida
representan dos polos en el arco voltaico entre la irresponsabilidad y
el profesionalismo. La licenciada Cerdán se desentiende, no le interesa
indagar en la psique de una ‘enferma’ imposible de tratar. La licenciada
Bissutti, en cambio, accede a que Arida ocupe su lugar, es decir, desde
una aparente distancia, propicia que sea ella, la paciente, quien se ocu-
pe de explorar su propia inconformidad ante la vida, quien descubra
sus impulsos más recónditos, quien investigue las razones y las causas
de su ‘conducta delictiva’ irreprimible.
Nada de lo que “Arida” contiene, inicia ni concluye, todo es rizo-
ma, es decir, está en medio y, no obstante, es diáspora que dispara sus
dardos al infinito y abre un cúmulo de opciones para que sea cada lec-
tor/espectador quien lo prolongue y se involucre desde su propio con-

30
texto de experiencia. No hay final posible, nada concluye ni se detiene
en definiciones, etiquetas o clasificaciones. El texto no se agota ni pre-
tende aclarar para que no se oscurezca, sino que trata en todo momen-
to de aprender lecciones. Es un viaje que enseña a descubrir puertas.

4. El Centro Cultural Paco Urondo de la UBA.


¿Por qué, para qué el teatro?
Coordinar un seminario de redacción dramática –con la participación
de Valeria Di Toto, Patricia Signorelli, Carolina Steeb, Juan Carlos Da-
ll’Occhio, Juan Ignacio Fernández y Pablo Rodríguez Pandolfi–, como
ya es usual en los talleres de dramaturgia hipertextual a mi cargo, impli-
ca atender al pie de la letra el consejo de Peter Brook2: partir “cada vez
de cero ante el vacío, el desierto y la verdadera cuestión de por qué y
para qué” (50), esto es, estar dispuestos –participantes y coordinador–
a correr esa aventura, cifrada en lo inédito de los hallazgos e innovacio-
nes, que acompaña todo acto de creación.

¿Por qué, para qué el teatro? ¿Es un anacronismo, una curiosi-


dad superada, superviviente como un viejo monumento o una
costumbre de exquisita rareza? ¿Por qué aplaudimos y a qué?
¿Tiene el escenario un verdadero puesto en nuestras vidas?
¿Qué función puede tener? ¿A qué podría ser útil? ¿Qué podría
explorar? ¿Cuáles son sus propiedades especiales? (Brook 53).

Si mencionar que la mayoría de ellos acababa de cursar de forma


exitosa dos años de Diplomatura en Dramaturgia, con sede en el Cen-
tro Cultural Paco Urondo de la Universidad de Buenos Aires, no fuera
suficiente relación de méritos para garantizar su disciplina durante el
proceso, la hoja de vida de cada uno de los seis contiene las suficientes
dosis de pericia profesional para augurar exitosos los resultados del ta-
ller. Cada cual a su turno es poseedor de antecedentes que apenas logra
caber en el breve espacio de sus jóvenes edades.
Luego de quince días de sesiones individuales exhaustivas, el pro-
ducto consta de seis obras dramáticas que se lanzan al vacío sin paracaí-
das ni red de protección, y que, en pleno disfrute del vuelo en caída libre,
revelan lo inexistente, consiguen que lo insondable salga a la luz y logran
2
Peter Brook. El espacio vacío. (1969). Título original The empty space, trad. Ramón Gil
Novales. Barcelona, Península.

31
que los personajes confiesen sus resortes inescrutables y que resuene,
estentóreo o en discretos murmullos, lo que normalmente callarían.

Carolina Steeb
Narradora, poeta, dramaturga, asistente de dirección, graduada de la
Diplomatura en Dramaturgia de la UBA, por su texto “De-construc-
ción”, pocos días después de terminado este taller, Carolina Steeb ob-
tiene el Premio de obra de teatro, atendiendo a una convocatoria cuyas
características estipulan: ‘dos personajes, sin acotaciones’.
“De-construcción” es un texto que levita, que expresa con sutileza,
en susurros, con monólogos interiores similares a la confesión desbor-
dada de Molly Bloom, por medio de los cuales el sentimiento se libera
de ataduras y busca argumentos válidos para explicar esa descomposi-
ción, ese proceso ineluctable de la violencia en la que gravita, atrapada,
una pareja de hoy.
Ella y Él no se miran a la cara, no hablan directamente para el otro,
sino que liberan la presión mediante un silencioso mecanismo de pen-
samiento que no aspira al diálogo imposible entre dos gladiadores
enzarzados en la incomunicación, inmersos en ese monstruo de dos
espaldas, solitario y a la vez multitudinariamente reflejado hacia el in-
finito en una galería interminable de espejos, una relación en donde la
lucha de poder transita hacia el abismo por una pendiente de violencia
que habrá de tener un desenlace fatal.
Si bien, una lectura inocente puede confundir la estructura dra-
mática con una predecible linealidad aristotélica, el propio título –de
manera similar al ejercicio fílmico denominado Reversible o la teoría
einsteiniana del tiempo retráctil que nos advierte que vivimos tanto
hacia el futuro como hacia el pasado–, produce un efecto en retros-
pectiva; basta con llegar al último parlamento de Ella y rebobinar el
proceso: “Hay quemaduras en apariencia superficiales donde la herida
sigue por dentro, te consume, te degrada, te desintegra hacia el interior
[…] morir de a poco, de a fragmentos, morir.”, para darnos cuenta que
la situación transita ineluctablemente por un callejón sin salida.
Ella y Él no hablan, piensan, meditan, reflexionan acerca de su im-
posibilidad de interlocución. Ninguno de los dos se comunica con el
otro, ambos tal vez aspiran a que el silencio esté suficientemente im-
pregnado de elocuencia para que el otro comprenda lo que ambos ca-
llan y que los conduce a la catástrofe.

32
Juan Carlos (Tito) Dall’Occhio
Es originario de San Fernando, Buenos Aires, de ahí su personalidad
excéntrica, alejada de los circuitos teatrales del centro porteño, pero
estrechamente cercana a la comunidad en la que se desarrolla y a la que
ofrece su multifacética actividad artística. La dramaturgia es su activi-
dad principal. Es integrante fundador y director del Grupo de Teatro
Ramona. Poco después de terminado este taller, su obra “Golf ” consi-
gue un apoyo financiero oficial para su realización.
“Golf ” es un recorrido por los mecanismos del poder, fijado de
antemano por el autor, quien elige las reglas de ese juego clasista para
montar su análisis. Una trayectoria en secuencia fatal, cuyo rigor está
palmo a palmo minado por el azar, puesto que el título de cada uno
de los dieciocho hoyos de que consta la partida, corresponde con el
que sucesivamente les asigna la quiniela de la suerte: Agua. Niño. San
Cono. La cama. El Gato. Perro. Revólver. Incendio. Arroyo. La Leche.
Palito. Soldado. La Yeta. El Borracho. La Niña Bonita. Anillo. La Des-
gracia. Sangre.
Nicolás, Gonzalo y Caddy recorren la misma ruta de incertidumbre
que, en su momento escénico, enfrentan Comerciante, Guía y Carga-
dor en su largo trayecto hacia Urga en La excepción y la regla de Bertold
Brecht. Los tres protagonistas de “Golf” transitan por una linealidad frá-
gilmente fijada por la cartografía, y, a la vez, librada a las impredecibles
contingencias de la marcha, pericia en los avances y error en los retro-
cesos, por parte de los contendientes, y a cada golpe amenazada por las
trampas orográficas e hidrográficas, arena y agua, cansancio y deshidra-
tación que les opone el green.
Factótum impertérrito, desde su ambigüedad proteica: criado, re-
lator, testigo, mudo, consejero, intrigante, activista… Caddy conduce
con precisión milimétrica a los dos adversarios, los persuade a desnu-
dar sus miserias, a revelar sus trapacerías, a quitarle la máscara a sus
aviesas intenciones financieras. Por su parte, Nicolás y Gonzalo, cual
lábiles piezas en el tablero de ajedrez donde se dirimen los ejercicios
estratificados del poder, ejecutan dócilmente las acciones que habrán
de precipitarlos en el impasse de un empate insoluble, plagado de ma-
rrullerías fraudulentas e inexcusables faltas a la palabra.
El hoyo diecinueve es la vuelta de tuerca que, en un alarde magis-
tral, opera el distanciamiento brechtiano, para hablar de la relatividad
einsteiniana de la ideología, entre una suerte de desilusión social y la

33
frágil esperanza de que la lucha de clases produzca el cambio en un
próximo momento por venir: “Tarde o temprano lo sabrán. Las cosas
nunca están quietas. Mientras tanto yo espero, pacientemente espero
mi momento en la historia”.

Juan Ignacio Fernández


Único participante externo a la Diplomatura en Dramaturgia, Juan Ig-
nacio Fernández posee un impecable palmarés profesional como dra-
maturgo, con varias de sus obras llevadas a escena.
Indagación en la identidad con la firma de Juan Ignacio Fernán-
dez, “La construcción de la soledad” es el lento acicalarse de la ostra
en el claustro de un doble caparazón, la difícil elaboración de la propia
identidad en la inescudriñable oscuridad de los modelos mentales, los
prejuicios sociales y los cánones binarios. Es la dilatada creación de la
iridiscencia en el sigilo de una red inextricable de prohibiciones y de
imperativos categóricos que pueblan la infancia y la adolescencia, con
las voces tiránicas de adultos formados en el deber ser.
¿Es posible un aislamiento así de hermético en un milenio de infi-
nitos accesos digitales? Desde su atalaya de privilegio, provisto de una
sofisticada parafernalia electrónica y paralizado por temores atávicos
de culpa y de castigo, Agustín observa el universo de opciones múl-
tiples sin atreverse a tocar el fruto que le ofrece el tentador árbol del
bien y del mal.
Habitado por pautas de conducta impuestas por medio de órde-
nes explícitas, Agustín no se atreve a optar por la desobediencia, ni osa
contravenir un destino prefijado de insatisfacciones y dudas; tampoco
se resigna a asumir el rol de buen comportamiento previsto para él por
un hado que condena al ostracismo la diversidad.
En un encierro autoimpuesto, en una reclusión cifrada en los cili-
cios, en una condena perpetua, la ostra, pacientemente, construye la
perla.

Pablo Rodríguez Pandolfi


Actor en diversas obras teatrales, Pandolfi es fundador e integrante del
Colectivo Fractal, grupo de investigación y experimentación teatral
cuya apuesta es la creación colectiva y horizontal en todas sus instan-
cias. Como cineasta, fue co-director del largometraje independiente
Las Bestias, película de código abierto (copyleft) participante de diver-

34
sos festivales a nivel nacional e internacional, en pos de un cine por la
integración de las personas con discapacidad. Su texto “Transformarse
en ballena”, refleja poderosamente su filiacion al arte cinematografico,
al grado que es imposible discernir dónde y cómo se confunden guion
de cine y texto dramático, lo cual no importa, si consideramos que des-
de sus origenes helénicos el teatro es un arte de yuxtaposiciones e im-
bricaciones así multidisciplinarias como multimediales. Tampoco se
hacen explícitos, sencillamente se enuncian, se bocetan, los paisajes de
asimetría, impunidad e injusticia, que componen el inmenso paisaje
cultural, étnico, geográfico, político y social de su país.
¿Dónde es solo la imagen lo que priva? ¿Cuál es la voz o el rostro,
el diálogo o la pura presencia, lo que interpela al espectador? ¿Desde
qué profundidades surge esa realidad que nos excede? ¿Quién sustenta
la denuncia o quién apela a la refundacion de un pacto social? ¿La vida
es únicamente una contemplacion diletante del entorno o los seres hu-
manos tenemos la opción de modificar el mundo? ¿Tomar posición y
fijar postura o desentenderse con indolencia del problema?
Antes de esos dos puntos al inicio de cada pasaje, no existe seña al-
guna de la identidad de quien detenta la voz narrativa o de quien dirige
la cámara hacia el objetivo, e incluso en algunos fragmentos se puede
percibir que es el hilo profundo del pensamiento, el monólogo mental
quien se expresa en cursivas, o quien, en redondas, profiere el diálogo
franco y la interlocución explícita. De ahí que, en cada ocasión, sea
siempre el lector/espectador quien se encargue de dilusidar el enigma
y quien, paso a paso y de manera insoslayable, enfrente, se apropie y
resuelva el dilema. Hábil recurso de incoporar el espectador/lector en
el binomio inextricable de la convencion teatral al modo que habría de
precipitar, años después, el confinamiento y la escenificación en plata-
forma.

Patricia Signorelli
Promotora, docente, actriz, dramaturga y directora teatral, Pato integra
el grupo de teatro La Cordura del Copete que coordina una sala en La
Matanza, provincia de Buenos Aires, y con el que ha desarrollado una
amplia trayectoria como docente y promotora, organizando diversos
encuentros, grupos de estudio y festivales, y generando espectáculos,
todo ello en estrecha convicción en el desarrollo de las artes escénicas y
el arraigo en la periferia donde vive y fiel a la comunidad a la que sirve.

35
“Los conjurados”, su texto redactado en este taller, constituye una
suerte de indagación/autoficción que, a modo de un no declarado ejer-
cicio metateatral, reflexiona acerca de los resortes íntimos que influyen
en la conformación, evolución y operatividad de un conjunto artístico
de seres humanos dedicados a la música, concretamente al jazz, que
desarrolla y perfecciona sus cualidades artísticas bajo la conducción de
Toni, especie de Pigmalión, quien es capaz de potenciar los recursos
creadores de sus conjurados, a pesar de la vaga propensión de ellos a
abrazar una vocación que, sin que lo sospechen, corre por sus venas
Del anonimato al éxito fluye la trayectoria meteórica de estos
aliados, sin embargo, Toni, visionario, no se conforma con el proce-
so mundano, aspira a trascender, a remontar la popularidad, anhela la
eternidad y, para ello, convence a sus seguidores, por más reacios que
sean, a emprender un viaje hacia otras latitudes, uno de esos mundos
paralelos no consignados en las cartografías religiosas o míticas, sino
en la verdad relativa de Einstein o en los confines de la incertidumbre
de Heisenberg.
Acaso para acercar la comprensión de esa especie de transmuta-
ción a la mentalidad judeocristiana de sus músicos, el director artís-
tico, ahora convertido en Guía hacia el paraíso, les propone realizar
dicho tránsito a través de las puertas de la muerte –simbolizadas por el
féretro en el que navega Toni– y les provee de varios objetos portento-
sos: una cinta –virtual cordel de Ariadna–, unas gotas mágicas –virtual
botella de Alicia–, y un bouquet de Fresias, que habrán de proporcio-
narles el perfume a modo de brújula para que no se extravíen por el
camino.
El final es interrumpido en el justo momento de la transición entre
las dos entidades: el ámbito conocido, cotidiano y monótono, y el uni-
verso ignoto de la esperanza cumplida y los sueños realizados. Queda
encomendada al lector/espectador la configuración o imaginación de
ese doblez del universo en donde se consagra por entero la vocación
de felicidad a que aspiramos sin restricciones todos los seres humanos.

Valeria Di Toto
“La colmena vacía”, de Valeria Di Toto, constituye un manifiesto de
resistencia en una apartada región al sur de Argentina, un paraje en
apariencia inhóspito que yace junto a una ruta escasamente transitada
y semeja una isla solitaria en medio del desierto.

36
Atrapados en esa soledad plagada de espejismos, Manuela y Bocha
se sumergen en interminables diálogos interiores, conversaciones sin
interlocutor, hilo de pensamiento consigo mismos. Ella, atrapada en
reminiscencias y lamentaciones acerca de un paraíso aparentemente
perdido para siempre, evoca el fervor de vivir y la laboriosidad de per-
manencia que otrora alimentó de entusiasmo y fertilidad su juventud.
Bocha, por su parte, continúa absorto en el palpitar cotidiano de la
existencia; para él no es un paraje desolado y árido el que contempla a
diario, sino un paraíso todavía vivo, fértil y productivo en su sobrevi-
viente fauna cotidiana.
A su alrededor no hay sino ausencias, porque todos, encandilados
por la fuerza centrípeta de atracción que ejerce la migración, han op-
tado por ir a otras latitudes en pos de mejora y bienestar. Todos se
han marchado, menos Emiliano, el sobrino que a diario conduce una
camioneta cargada de turistas y quien, a falta de otro oficio, ejerce el
oficio de intermediario, de puente entre dos realidades: la de un tiem-
po que permanece detenido en el pasado y la de un presente que a cada
tanto les acerca una parvada de forasteros ávidos de conocer la natu-
raleza en su estado virginal, aunque ese ámbito original se les ofrezca
como un espejismo del tigre blanco que permanece en un ambiente
arbolado y extenso, pero de cualquier manera encarcelado y solitario.
Tras una revisión minuciosa de la realidad, los tres sobrevivientes
de un mundo rural cifrado en la naturaleza, se percatan de que pueden
reconciliarse con su vocación de permanencia a despecho de la adver-
sidad y se disponen a aceptar su entorno y a reavivar la producción de
miel en la repoblación del enjambre y el renacimiento productivo de la
colmena. en ese rincón entrañable de la provincia argentina.

0. Un ejercicio de reconciliación con el pasado


En un ejercicio de reconciliación con el pasado, se ofrece una selec-
ción, frágil en extensión, aunque potente en contenido, ante la imposi-
bilidad institucional de compendiar completas las cuatro experiencias
vividas durante los talleres de dramaturgia impartidos en Barrancaber-
meja, Colombia, en 2012, por encargo del Centro Cultural Horizonte;
en la Facultad de Teatro de la Universidad de Costa Rica en 2014; en
el Centro Cultural de la Cooperación en 2015 y en el Centro Cultural
Paco Urondo en 2017, ambas auspiciadas por la Universidad de Bue-
nos Aires.

37
¡Qué ganas de incluir todos los textos generados en los talleres!
Algo que debió hacerse en su momento, incluso hubo planes para los
que se firmaron contratos o se atendieron las disposiciones editoriales
de las instituciones; planes que, al paso de los meses, se tornaron ob-
soletos a causa de los cambios de autoridades educativas o la llegada
de nuevos funcionarios. Así, la selección echó a andar la guadaña de
la injustica, los falsos argumentos de la imparcialidad, la necedad de
buscar la representatividad, la preeminencia temática, la pertinencia
social, política, ideológica… Los criterios variaron de un taller a otro,
de un ámbito de camaradería a otro círculo de afinidades, de un coro
de complicidades a otro grupo de coincidencias.
A la espera del lector/espectador/director/actor capaz de ver ellas
un reflejo de sí mismos, que concite los ánimos suficientes para sus-
tentar una lectura de intercambio e interlocución y, tal vez, el convivio
ancestral de la puesta en escena, en una muestra arbitraria y entraña-
ble, quedan aquí los textos dramatúrgicos: Matoneo, de Rosa Helena
Mahecha Cárdenas; Chimboloco y Chichiliso, de Milena Menco Hita
–estrenada en 2017 por el Taller de Teatro Espacio Vacío con el título
Un paso a la vez –texto recientemente publicado–; Comando Viviana,
de Ximena Paz Cedeño de la Cruz –texto recientemente publicado–;
Mujeres anónimas, de Marialaura Salom-Pérez; La memoria en presente,
de Araceli Arreche; Las surfistas, de Andrés Gallina; De-construcción,
de Carolina Steeb –que ese mismo 2017 ganó el premio de dramatur-
gia “obra en un acto, dos personajes, sin acotaciones”–; y Golf, de Juan
Carlos Dall’Occhio –quien, el año siguiente, obtuvo financiamiento
para la producción del montaje–.

38
Matoneo

Rosa Helena Mahecha Cárdenas

MIGUEL: ¡Vamos! Es hora de ir al colegio, mi hermanito ya salió. Es-


toy de primeras listo…
MARISOL: Espera, Miguelito, el colegio no se va a ir. ¿De qué te ríes?
MIGUEL: Te pusiste el saco al revés, mami. Te volviste chiquita.
MARISOL: Ya lo arreglo. Tú estás muy elegante. Te has vestido rápido
y ya tienes todo preparado.
MIGUEL: La lonchera con fruta. El cuaderno, la agenda, colores, un
lápiz y el borrador. ¿Quién va a ser mi profe este año?
MARISOL: Cuando llegues, te formas en la lista que te nombren y ahí
tú sabes qué profe es. Trabaja en clase. Pon atención a lo que te
dicen. Si no entiendes, le puedes preguntar a la profe.
MIGUEL: Al regreso, quiero hacer las tareas en la mesa de mi herma-
nito y con mis primos.

MARISOL: Cuéntame cómo te fue en el colegio, lo que comiste.


¿Cómo te fue con el trabajo que hiciste ayer? Te acostaste tarde
terminándolo.
MIGUEL: Mira, voy en una moto, ruum, acelera, frena y arranca nue-
vamente. Rruum…
MARISOL: Los cuadernos están en el morral. Como siempre, cuida
sus cosas… Menos mal que es así. Donde se le pierdan las gafas…
bien costosas que salieron… no se las quita para nada, ya puede
ver de lejos y no tiene que agacharse tanto para leer y escribir…
esta sí es su graduación… bonita herencia le di… Migue, aquí
dice que no entregaste el trabajo, no haces caso, no dices la ver-
dad…
MIGUEL: Rummm…
MARISOL: Contéstame lo que te pregunto.
MIGUEL: La profe dice que los trabajos no los hago yo. Me hace es-
cribir que soy mentiroso, que no hago nada… dicta rápido y yo no
alcanzo. Me voy a mi cuarto. Rruum…

39
MARISOL: Repasaste casi todos los días el taller que tenías para hoy,
aún así, no lo entregaste.
MIGUEL: Es que no.
MARISOL: ¿Es que no qué… Miguel?
MIGUEL: Es que la profe dijo que, si no lo entregábamos en toda la
semana, no nos dejaban entrar al colegio.
MARISOL: ¿Miguel, lo hiciste para que te suspendieran?
MIGUEL: Así no tengo que ir al colegio. Me puedo quedar contigo.
Tú me enseñas… Te dicen qué me toca aprender, me pones tareas
en la casa.
MARISOL: Bueno, Miguel, vamos a hacer tareas. Te voy a ayudar.
Pero no puedes dejar de ir al colegio.
MIGUEL: Para mañana tengo que leer un cuento… y hacer un dibujo.
MARISOL: Vamos a mirar los libros que tienes en tu escritorio.
MIGUEL: Yo lo quiero escoger… ¡Este!
MARISOL: Comienza a leer. Yo te sigo.
MIGUEL: “El buey que no quería trabajar”. “Había una vez un buey al
que le mandaban muchos oficios. Él no los hacía. Todo el mundo
le decía perezoso, perezoso, perezoso…” ¡Ay, mamá, que no le di-
gan así!! No quiero leerlo más, es muy triste… pobrecito.
MARISOL: A ver… cálmate, dime lo que no te gusta del cuento.
MIGUEL: A mí también me dicen así. Me humillan. Me hacen sentir
muy mal.
MARISOL: Cuéntame lo que te imaginas que puede hacer el buey.
MIGUEL: Que cuando le explican bien, él aprende a hacer las cosas.
MARISOL: ¿Lo ves? Entiendes lo que lees. El cuento puede explicarse
así. Muchos niños leen y no entienden lo que leen.

PROFE LÍA: Salen a recreo los que copiaron lo del tablero. Tú, Mi-
guel, por desobediente, te quedas castigado. Tampoco puedes ir a
música. No trabajaste en clase rápido.
MIGUEL: Otra vez sin recreo…
AMIGUITO: No te pongas triste, amiguito, vamos a la ventana.
MIGUEL: A ver cómo juegan todos sin mí.
AMIGUITO: Estamos los dos, yo no te dejo solo, soy tu amigo secreto.
MIGUEL: A la hora de salida mi mamá me va a preguntar por qué
soy así, por qué me castigan sin salir a recreo, por qué no puedo
copiar rápido, por qué no entiendo nada… Ojalá todas las pro-

40
fesoras fueran como la de inglés, que lo quieren a uno y le hablan
bien. No me gusta que me griten, que me llamen perezoso delante
de todo el mundo… Me pone bravo. Me dan ganas de llorar, de
meterme debajo del pupitre… Amiguito, ayúdame a entender, a
ser inteligente. Yo no quiero ser tan bruto.
AMIGUITO: Tú corres a copiar como copian los demás, solo que no
te rinde tanto.
MIGUEL: Me da pesar no poder ir a mi clase de música.
AMIGUITO: Si copias lo que sigue y te quedas quieto, a lo mejor la
profe Lía se arrepiente y te deja ir a clase de música.
MIGUEL: Menos mal que tú siempre estás conmigo. No te burlas de
mis ganas de llorar.
AMIGUITO: Llora si quieres. La profe lloró hoy cuando estaba ha-
blando con la profe Rita. ¿Viste cómo tiene los ojos rojos?
MIGUEL: Se pone triste porque yo soy bruto, no hago las cosas bien
y la meto en problemas. Por eso se pone brava. Mi mamá también
se pone triste y yo sé que llora. No quiero que se enferme porque
escribo rápido y no entiende cuando me pregunta las tareas.
AMIGUITO: Tú no tienes la culpa. La profe está muy atareada con
todos tus compañeros. A ella le enseñaron que son importantes
los dictados.
MIGUEL: A mi mamá le dijo que está prohibido que me ayuden mis
compañeros, que nadie me puede decir una tarea o prestarme un
cuaderno.
AMIGUITO: Si no alcanzas a copiar, apréndete de memoria lo que
dicta la maestra.
MIGUEL: Si tú me ayudas a escribir rápido y que no se me olviden las
tareas, todos van a decir que soy bueno.
AMIGUITO: Miguel, a tus ocho años de edad, eres un valiente porque
tratas de entender a la maestra y de mejorar no solo para pasar no-
tas sino para hacerla feliz a ella y a toda tu familia.
PROFE LÍA: ¿Con quién hablas, Miguel?
MIGUEL: Nadie. Es un secreto.

PROFE RITA: Tranquila, Lía. No dejes que el problema de Miguel te


vaya a enfermar.
PROFE LÍA: Los papás de este niño no respetan el manual de convi-
vencia. Mi principal función como directora de grupo en primaria,

41
es la formación integral de los estudiantes y la práctica del debido
proceso y el conducto regular… ¿Cómo es posible que me pidan
cambio inmediato de curso…?
PROFE RITA: Los papás no tienen autoridad en su casa, por eso los
niños son así.
PROFE LÍA: La mamá que le inventa enfermedades al hijo para excu-
sarlo porque no hace nada. Le hace las tareas. Lo está enseñando a
mentiroso. Le resuelve los problemas.
PROFE RITA: A todo eso estamos sometidos los maestros por exigir-
le a los niños. Es que hay unas mamás.
PROFE LÍA: Dice que a Miguel le va bien en inglés…
PROFE RITA: ¿No será porque la profe de inglés le facilita las cosas?
PROFE LÍA: Dice que como Miguel no alcanza a copiar las tareas, ella
tiene que preguntarles a sus compañeros.
PROFE RITA: ¿No sabe que está rotundamente prohibido prestar
cuadernos y decir tareas por teléfono…? El que viene a clase no
tiene por qué pedir prestados cuadernos ni tareas.
PROFE LÍA: Ella se la pasa hablando con la orientadora y el coordina-
dor. Si tiene claro que su hijo requiere de educación especializada,
“con profesionales preparados académicamente para trabajar con
niños de déficit de atención”, ¿por qué matricula a su hijo en esta
institución?
PROFE RITA: Aquí todo es gratis… ¡y con lo que nos pagan!
PROFE LÍA: Tanto los niños como las niñas y adultos tenemos de-
rechos, pero también deberes, que cumplir. Los papás de Miguel
deberían estimularlo para que cambie de actitud.
PROFE RITA: No tienen prueba de nada y son bien ofensivos los co-
mentarios que hacen. Tratarte así y atreverse a hacer todo lo que
están haciendo, no tiene nombre. Tus estudiantes son testigos de
lo buena maestra que eres.

PROFE LÍA: De pie. Pongan mucha atención. Repitan todos a la vez:


Dos por dos: cuatro, dos por tres: seis, dos por cuatro: ocho, hasta
llegar a cien.
NIÑOS: Dos por dos: cuatro, dos por tres: seis, dos por cuatro: ocho,
hasta llegar a cien.
PROFE LÍA: Los niños de la escuela pública pobres son.
NIÑOS: Los niños de la escuela pública pobres son.

42
PROFE LÍA: La enfermedad que sufren los niños de este plantel la
pereza es.
NIÑOS: La enfermedad que sufren los niños de este plantel la pereza
es.
PROFE LÍA: Los niños de la escuela pública agradecidos estamos de
tener educación.
NIÑOS: Los niños de la escuela pública agradecidos estamos de tener
educación.
PROFE LÍA: Los niños de la escuela pública perezosos e incapaces
son. Por eso las notas bajas son.
NIÑOS: Los niños de la escuela pública perezosos e incapaces son.
Por eso las notas bajas son.
PROFE LÍA: Los niños de la escuela pública sumisos deben ser, para
que todos digan: ¡qué buenos niños son!
NIÑOS: Los niños de la escuela pública sumisos deben ser, para que
todos digan: ¡qué buenos niños son!
PROFE LÍA: Los niños aprenden lo que en la casa ven. Borrachos
pueden ser.
NIÑOS: Los niños aprenden lo que en la casa ven. Borrachos pueden
ser.
PRFE LÍA: Los niños de la escuela pública delincuentes van a ser.
NIÑOS: Los niños de la escuela pública delincuentes van a ser.
PROFE LÍA: Los niños con problemas de concentración, sobreprote-
gidos son. La autoridad de los maestros es su salvación.
NIÑOS: Los niños con problemas de concentración, sobreprotegidos
son. La autoridad de los maestros es su salvación.
PROFE LÍA: Los niños de la escuela pública aceptan sin condición lo
que les da la nación.
NIÑOS: Los niños de la escuela pública aceptan sin condición lo que
les da la nación.
PROFE LÍA: Los niños, en pleno siglo veintiuno, con tablero y tiza se
tienen que contentar.
NIÑOS: Los niños, en pleno siglo veintiuno, con tablero y tiza se tie-
nen que contentar.
PROFE LÍA: El maestro de la escuela pública, con tantos niños, a uno
solo no puede atender
NIÑOS: El maestro de la escuela pública, con tantos niños, a uno solo
no puede atender.

43
PROFE LÍA: La maestra de la escuela pública todo nos lo enseña con
respeto y amor.
NIÑOS: La maestra de la escuela pública todo nos lo enseña con res-
peto y amor.
PROFE LÍA: El maestro en la marcha va a participar, mejores salarios
van a reclamar, todos los debemos apoyar.
NIÑOS: El maestro en la marcha va a participar, mejores salarios van
a reclamar, todos los debemos apoyar.

ÁLVARO (Papá de Miguel): La profesora Lía estaba citada a esta reu-


nión… no vino. Tampoco hoy podemos hablar con ella.
COORDINADOR: La profesora Lía está haciendo lo que tiene que
hacer, ustedes deberían exigirle más al niño.
ÁLVARO: Señor coordinador, una cosa es la exigencia, otra el desco-
nocer las diferentes formas que tienen los niños de aprender.
MARISOL: Si la profesora sabe el problema de Miguel, ¿por qué hace
el dictado quédese el que se quede atrás?
ÁLVARO: El niño llega del colegio triste y se angustia. La profesora
no le cree que él trabaja en casa. Lo confronta delante de todos sus
compañeros.
MARISOL: ¿Usted cómo se sentiría si le dijeran que dudan de que lo
hizo usted, cuando usted sabe que puso el máximo esfuerzo?
COORDINADOR: El manual de convivencia recomienda evaluar a
los profesores según sus condiciones individuales.
MARISOL: No dice lo mismo de los niños, ellos también deben ser
evaluados de acuerdo a su condición.
ÁLVARO: Ese beneficio se otorga únicamente al profesor que tiene
toda la autoridad en el grupo.
COORDINADOR: A cada derecho le corresponde un deber. La edu-
cación es un derecho que se le garantiza a su hijo, en eso estamos
cumpliendo. La profesora Lía tiene todo nuestro apoyo, es de las
más reconocidas. El niño tiene que cumplir con su deber, tiene
que cambiar de actitud… No hay que sobreprotegerlo. Sin embar-
go, la orientadora hará seguimiento al caso.
ORIENTADORA: La profesora Lía tiene todo nuestro apoyo. Los de-
rechos se ganan.
MARISOL: Señora orientadora, por su recomendación, Miguel todos
los días tiene terapia.

44
ÁLVARO: Lo atienden terapistas de lenguaje, neuropediatras, psicó-
logos, psiquiatras…
MARISOL: Los informes dicen que Miguel presenta falta de concen-
tración, escribe con dificultad.
ÁLVARO: Los especialistas cuestionan que le sigan dictando cuando
es la principal dificultad que tiene Miguel.
MARISOL: La profesora les dicta los logros del periodo. Miguel escri-
be rápido, no se le entiende, no podemos ayudarlo en la casa.
ÁLVARO: Miguel pone su mayor esfuerzo, trata de memorizar todo.
ORIENTADORA: Sería bueno que buscarán un colegio donde Mi-
guel reciba educación personalizada.
MARISOL: ¿Recomienda usted alguno del Estado donde pueda ir Mi-
guel a estudiar?
COORDINADOR: Los que conocemos son privados. Aquí está esta
lista con algunos nombres.

TERAPEUTA: Estás avanzando mucho, Miguel. Eres un niño muy es-


tudioso e inteligente.
MIGUEL: Hoy entregaron notas. Yo paso todas las materias. Menos
mal, ya no tengo que volver al colegio.
TERAPEUTA: Todavía te falta el próximo ciclo. No pongas esa cara,
Miguel. No tienes por qué llorar.
MIGUEL: No, no quiero, doctora. Diles a mis papás que no me lleven
más al colegio. Por favor. La profesora siempre grita, me regaña…
TERAPEUTA: Miguel. Tienes que seguir yendo al colegio. Recuer-
da que tú no tienes nada malo, tu cabeza funciona diferente para
aprender.
MARISOL: El colegio es una tortura para él.
ÁLVARO: Yo no entiendo lo que logra la maestra con esa forma de
señalar al niño.
MARISOL: A Miguel lo aíslan, como no quiere copiar, le dicen: “Vá-
yase para atrás, no moleste a sus compañeros. Ellos quieren apren-
der.”
ÁLVARO: Llega triste, angustiado, con dolor de cabeza, de estómago.
MARISOL: Cada mañana es lo mismo, tiene miedo de asistir a clases.
ÁLVARO: Me pregunto si se justifica que Miguel este expuesto a este
tire y afloje.

45
MARISOL: La orientadora nos aconseja buscar educación especiali-
zada.
ÁLVARO: A mí me parece raro que nos diga que solo en los colegios
de paga, los profesores sí saben cómo trabajar con niños con défi-
cit de atención.
TERAPEUTA: Cambiarlo de colegio no es la solución. Mientras los
maestros le dejen toda la responsabilidad de su aprendizaje al
niño. En los otros colegios va a tener el mismo problema. Le man-
do esto por escrito al colegio, recomiendo que cambien el sistema
del dictado, que den un tiempo prudencial para que los niños co-
pien. La profe algún día tiene que entender que no todos los niños
tienen la misma habilidad.
MARISOL: Es un ritmo muy fuerte para el niño
TERAPEUTA: Me preocupa que ustedes se puedan cansar. Los papás,
al no saber qué sucede y cómo manejar la situación, creen que con
castigos físicos van a resolver el problema. La mayoría de los niños
no vuelven a estudiar.

MARISOL: Ante los reclamos que hacemos, no hay respuestas claras.


ÁLVARO: Parece que dilatan las cosas esperando que nos cansemos.
MARISOL: No hemos logrado nada para ayudar a Miguel.
ÁLVARO: Le ha sido muy difícil aprender a leer, escribir, sumar, restar,
contar, resolver problemas.
MARISOL: Por un tiempo escribió con buena caligrafía.
ÁLVARO: Es un tire y afloje entre lo que vive en la casa y lo que sufre
en el colegio.
MARISOL: Averigüé lo de los colegios especiales de la lista que nos
dio el coordinador.
ÁLVARO: No nos alcanza. Toca pagar matricula, mensualidad, ali-
mentación, prima por materiales.
MARISOL: Y transporte… No encontré ninguno cerca de casa…
ÁLVARO: Hay que tener en cuenta también a nuestro hijo Francisco,
que está a punto de ir a la Universidad.
MARISOL: Está tan ilusionado con estudiar diseño…
ÁLVARO: ¿Qué pasa si no mandamos más al colegio a Miguel por este
año?
MARISOL: Quedaría fuera del sistema de educación. No podemos
darnos por vencidos. Tenemos que seguir yendo los dos a ver nue-
vamente al rector.

46
ÁLVARO: El trabajo anda flojo… Si pido permiso otra mañana, me la
descuentan.
MARISOL: Es importante que nos vean unidos apoyando a nuestro
hijo.
ÁLVARO: Me da rabia ver cómo nos tratan, en especial al niño. ¿Cómo
es posible que hablen de un niño así, delante de sus padres, como
si lo odiaran?

MARISOL: Miguel, he querido que me acompañes, para que veas lo


que hago para reunir el grupo de niños y niñas de tu misma edad a
quienes les enseño…
MIGUEL: No sabía que eras profe otra vez.
MARISOL: Ofrecí hacerlo cuando me di cuenta de que hay niños
que necesitan reforzar lo que les enseñan en el colegio. Tuve que
ir contra la voluntad de algunas profesoras. Solo cuando los pa-
dres de esos ‘niños problema’ lo autorizan, lo hacen también las
directivas. Llegan muchos a mi grupo. Les hago juegos, loterías,
concursos, leemos cuentos, hacemos pinturas, manualidades para
que lean y escriban y, además, amen hacerlo y aprenderlo. No es
tanto el juego, sino el tratar de identificar dónde está el obstáculo
que les impide estudiar. Cuando lo entienden, su cara se ilumina,
sus ojos brillan, saboreando el gozo de aprender. Ahora quiero que
escuches con atención lo que dice el abuelo de Erika:
ABUELO: No sé por qué usted, maestra Marisol, se empeña en ense-
ñar a mi nieta Erika.
MARISOL: Lo hago como voluntaria.
ABUELO: Sus profesores dicen que es pérdida de tiempo, que esta
muchachita no deja que los otros pongan atención, es perezosa,
no hace nada bien.
MARISOL: Si usted le da permiso, yo trabajo con ella, para que le vaya
mejor en el colegio.
ABUELO: Si quiere ir que vaya. Pero no hay quien la acompañe.
MARISOL: Gracias, señor. Espero a Erika en mi clase esta tarde.
ABUELO: Le aseguro que es inútil. Erika no aprende por más fuerte
que le demos.
MARISOL: Miguel, ¿qué piensas de lo que dice el abuelo de Erika?
MIGUEL: Que le pegan a la niña y que las profes de ella dicen lo mis-
mo que dice la profe Lía de mí.

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MARISOL: Cuando vi a Erika por primera vez en la escuela, tenía las
piernitas con señales de haber sido castigada con un lazo o cable.
Como ella no tiene quién le refuerce lo que ve en el colegio, en su
casa la culpan de todo. Por eso le quiero enseñar.
MIGUEL: Igual me enseñas a mí.
MARISOL: No todos los niños aprenden de la misma manera, ni vi-
ven lo mismo.
MIGUEL: Ahora entiendo por qué a Erika le gustan los abrazos, no
tiene quién le dé muchos abrazos en su casa.
MARISOL: Muchas familias les creen a las profes lo que dicen de sus
hijos y por eso los castigan tan duro. Lo más triste es que esos ni-
ños ya no quieren volver más al colegio, y si no hacemos algo, se-
guro que no vuelven.
MIGUEL: Tú te preocupas cuando me pasa algo malo en el colegio.
MARISOL: Por eso tu papá y yo hablamos con tu profe Lía, con el
coordinador, la orientadora, los terapeutas, tratando de resolver tu
situación en el colegio. Si ellos pretenden que te golpeemos, están
muy equivocados. Porque tú, Migue, eres un niño inteligente y te
gusta hacer tus tareas. Que nadie en este mundo te haga creer otra
cosa, solo porque no puedes copiar un dictado rápido.

VECINA: Quería hablar con usted, Marisol, estoy muy indignada.


MARISOL: La escucho…
VECINA: Hoy, en la reunión de padres de familia, la profesora Lía no
dio nombres, pero se sabía que estaba hablando de usted y de Mi-
guel, cuando dijo que ella tenía un caso especial…
MARISOL: ¿Por qué vienes tan agitado, Miguel? ¿Quién te correteó?
MIGUEL Unos compañeros…
NIÑO 1: Sí, señora, cuando salían de clase, en el primer piso, le dieron
patadas.
NIÑO 2: Lo comenzaron a insultar…
NIÑA 1: Miguel salió corriendo y se escondió detrás del puesto de
dulces que hay afuera del colegio…
NIÑO 1: Allí lo alcanzaron.
NIÑO 2: Lo siguieron empujando contra la pared.
NIÑA 2: Niños más grandes que él.
NIÑA 1: Le gritaban: ¡Ese Miguel no hace nada! ¡No copia el dictado
de ciencias naturales!

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MARISOL: ¿Cómo saben lo que Miguel hace en el salón?
NIÑO 1: La profe nos dice.
NIÑA CRISTINA: Hoy la profe lo recibió gritando: “Ese niño no hace
nada. Es perezoso”. Lo haló del saco. Lo empujó. Lo dejó atrás del
grupo. Le dijo que él no podía participar del refrigerio.
MARISOL: Miguel, ¿por qué no me contaste?
MIGUEL: No quiero que la profe se meta en problemas, llora mucho,
se pone triste por mi culpa. No quiero hablar de eso. Me siento
muy mal. Promete que mañana no me llevarás al colegio.
MARISOL: No te puedo prometer eso. Quiero que sepas que puedes
confiar en mí. Yo estoy aquí para escucharte, protegerte, quererte.
¿Recuerdas quién me ayudó a levantarme el día que me caí? Tú lo
hiciste. Eso hace la familia: ayudarse y amarse.

PROFESORA LÍA: Estos son los informes de sus hijos. Aquí están los
compromisos que ellos tienen que firmar si quieren mejorar.
MARISOL: ¿Habrá posibilidades de que hablemos un momento en
privado, profesora?
PROFESORA LÍA: Con mucho gusto, por favor espere mientras
atiendo a otros papás.
MARISOL (Para sí): Tengo que contenerme, que no se me note la ra-
bia, después la emprenden contra el niño… A los padres nos toca
someternos. El rector, ahora que sabe que soy maestra, me dice
“tranquila, mamá, no haga una pelea entre colegas…” ¡Qué tal!
Las profes de Miguel, tan pronto se enteran de mis estudios, me
enfrentan reprochándome que ellos son los maestros y no yo…
que me vaya a mi casa… Espere, me dice… ya lleva más de una
hora…
PROFESORA LÍA: Qué pena, mamá, ya tengo que ir a clases. ¿Será
que podemos hablar en la hora de atención a padres?
MARISOL (Para sí): Aquí estoy, en hora de atención a padres. Y sigo
esperando… Disciplinariamente, no van a hacer nada. Dos abo-
gadas, asignadas por la secretaria de educación, iban a investigar a
profundidad. Una de ellas vino, preguntó dos cosas, le dieron un
café… ahí acabó el cuento. Deben hacer un muy buen café… La
profe Lía se ensaña con el niño… En el boletín que me entregaron
hoy, aparece que perdió música… lo que tanto le gustaba. ¿En la
casa, cómo le ayudamos si no sabemos tocar flauta…?

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PROFESORA LÍA: Ay, qué pena, señora, pero los papás casi no me
dejan salir.
MARISOL: Profesora Lía, como no tiene mucho tiempo le digo direc-
tamente lo que me preocupa. Al parecer usted, halando al niño del
uniforme y sacándolo del grupo, le prohibió tomar refrigerio…
PROFESORA LÍA: No, ¡¿cómo se le ocurre?! No, no… Fue, de pron-
to, algo necesario para poner orden. Me gustaría que usted, señora
Marisol, me dijera qué es lo que propone que hagamos con Mi-
guel. No quiere hacer nada. Cada vez está peor. Corre por el salón.
No escribe. Ahora no quiere leer.
MARISOL: ¿Qué le parece, profesora, si buscamos un mecanismo
para que él pueda demostrarle a usted y a sus compañeros que
puede hacer bien las cosas?
PROFE LÍA: Son muchos niños. No me puedo dedicar a uno solo.
Miguel es muy negligente. No hace nada. Es muy despreocupado.
MARISOL: Profesora, habíamos quedado en que Miguel no puede es-
tar en el último puesto… no ve bien de lejos y se distrae.
PROFE LÍA: Mire, señora, yo le digo que copie lo del tablero… Si los
otros niños pueden, ¿por qué él no? Si no hace nada, que no dis-
traiga a los otros que sí quieren aprender.
MARISOL: Mi hijo hace lo posible por tomar el dictado, se esfuerza
mucho en casa. En otras materias, por ejemplo, en inglés, va muy
bien.
PROFE LÍA: ¿No será porque la profe de inglés le facilita las cosas?
¿Cómo es posible que usted asegure que en la casa sí cumple
cuando veo que en el colegio no? Lo describe como si fuera otro
Miguel. ¿Según usted, qué diferencia hay entre la enseñanza en la
casa con la enseñanza en el colegio?
MARISOL: La sala está adaptada como lugar de estudio, es su aula.
He buscado medios que puedan centrar su atención, que para él
estudiar sea un gozo: rompecabezas, loterías, plastilinas, piedritas.
PROFE LÍA: Los mismos materiales que tiene en su salón…
MARISOL: En casa los utiliza. Tiene libertad para indagar, preguntar
lo que no comprende. Álvaro su papá, su hermano Francisco y yo,
vemos a Miguel como un niño normal, que tiene todas sus capaci-
dades y a quien le gusta aprender cosas nuevas.

MARISOL: ¿Qué pasa, Cristina? ¿Por qué estás llorando…?

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NIÑA CRISTINA: Señora Marisol, perdóneme… es mentira lo que
le dije de la profesora Lía.
MARISOL: Respira profundo y cuéntame qué pasó…
NIÑA CRISTINA: La profe Lía se puso brava y preguntó a Miguel
que quién dijo que ella lo había halado. Miguel dijo que fui yo la
que le contó a usted. La profe me dijo que por qué decía mentiras,
que la buscara a usted para decirle la verdad. Los niños me em-
pezaron a decir mentirosa… Yo le quiero decir que fue mentira
todo… Yo no vi nada…
MIGUEL: La profe Lía nos dijo que, si seguíamos haciendo eso, la íba-
mos a perjudicar.
MARISOL: Tranquila, Cristina, no tienes por qué llorar… Yo sé que
tú me dijiste lo que sucedió…
NIÑA CRISTINA: Pero no le diga a la profesora.
MAMÁ DE CRISTINA: Mi hija siempre dice la verdad…
MIGUEL: Yo no quiero volver más a ese salón.
MAMÁ DE CRISTINA: Mire, señora, lo que le pasó a mi hija por ayu-
dar a su hijo…

MIGUEL: Hoy me hicieron ir a la oficina y estaba el rector.


MARISOL: Cuéntame lo que hablaron.
MIGUEL: Me preguntó si yo sabía quién era él. Yo le dije que no. En-
tonces él me dijo su nombre y me preguntó cuánto hace que estu-
dio en el colegio. Yo le dije tres años. Que si yo sabía los nombres
de mis profes. Se los dije: Marcela, Martha, Tatiana y la profe Lía.
MARISOL: ¿Te preguntó algo sobre la profesora Lía? ¿Llamó a la niña
Cristina?
MIGUEL: Quería saber qué hacías tú y en qué trabaja mi papá. Yo le
dije que mi papá hace muebles y arregla cosas. Que tú eres profe-
sora, pero ahora te quedas en casa, con nosotros. Yo le dije que tú
habías ido a la universidad. No recordé el nombre de la universi-
dad, mami. No me preguntó por la profe Lía, ni mandó llamar a mi
compañera Cristina.
MARISOL: Ahora es tiempo de hacer tus tareas, Migue. Me cuentas si
te vuelven a llamar, ¿sí, mi amor?

RECTOR: En relación a lo sucedido, la directora de grupo, la profe-


sora Lía manifiesta su disponibilidad para seguir apoyándose en

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ejemplos de situaciones que presentan los niños. No tiene inten-
ción de causarles ningún daño emocional. Les pone ejemplos para
que los estudiantes reflexionen y hagan sus juicios morales…
MARISOL: Señor rector, el manejo de situaciones donde se promue-
ve el señalamiento y la exclusión, va en contra de toda pedagogía,
está prohibido por la ley… va contra la dignidad de los niños.
ÁLVARO: Pretender que un par de niños de ocho años sea enfrentado
a un grupo de cuarenta condiscípulos de su misma edad, no solo
les representa un daño emocional… es inaudito, es un acto inhu-
mano.
MARISOL: Voy más allá, los que señalan a sus compañeros, también
están siendo maltratados. Se les están enviando mensajes equivo-
cados de su papel en la sociedad.
RECTOR: Ustedes son los únicos padres de familia que se han queja-
do. Somos el mejor colegio de educación pública a nivel regional,
aquí están los mejores docentes.
ÁLVARO: Quisiéramos saber si en este colegio se hace algún segui-
miento del trato que se le da a los niños en la clase.
MARISOL: La maestra Lía hace que los alumnos escriban notas en su
cuaderno, como: “No trabajé en clase por estar molestando”, “No
terminé la actividad en clase y mi nota es 1”, “No copié lo que la
profesora me dijo”, “No le hago caso a la profesora”.
RECTOR: La profesora lo hace para corregir a los alumnos, enseñar-
los a ser responsables, autónomos.
ÁLVARO: ¿Quiere decir que está usted de acuerdo con esa forma de
enseñar?
MARISOL: ¿Se ha detenido a pensar en cuántos niños de su colegio
están sufriendo lo mismo? Miguel no es el único.
RECTOR: Les aseguro que voy a estar pendiente. Tranquilos. Esta si-
tuación… Voy a usar un ejemplo… Es como la negociación entre
la guerrilla y el gobierno. En las mesas hablan y llegan a acuerdos,
mientras que en el monte se siguen dando plomo…
ÁLVARO: El problema, señor rector, es que todos los balazos los está
recibiendo mi hijo…
MARISOL: ¿Quiere usted decir que ve como una confrontación de
igual a igual, la que se da entre un niño de ocho años y su maestra,
con más de veinte años de experiencia en el oficio?

52
ÁLVARO: De acuerdo a la reglamentación, si lo solicitamos, el Estado
está obligado a asignarle a nuestro hijo un cupo en otro colegio en
mejores condiciones.
RECTOR: En este colegio le estamos garantizando el derecho a la
educación a su hijo. Posiblemente ya les llegó respuesta de la Se-
cretaría. Aquí les entrego copia de mi respuesta a su petición… En
ella hago constar que no veo maltrato alguno al niño, y que brindo
todo mi apoyo a la maestra. Quedo a su disposición, cuenten con-
migo…

MIGUEL: La profe Lía hoy se me acercó. Mientras me abrazaba, me


dijo que me quería mucho. Ya no llora tanto. Nos dice que, si hace-
mos las cosas bien, no la vamos a meter en problemas.

53
Chimboloco y Chichiliso

Milena Menco Hita

JOHANA: En el matrimonio de la tía Raquel hubo una pelotera. Mi


mamá y ella discutían. La abuela lloraba. La tía lloraba más. Y yo,
feliz, jugaba, con el vestido, a que era la novia. Si mi tía se va a ca-
sar… no entiendo por qué llora tanto.
MAMÁ: La abuela está triste porque a tu tía Raquel la picó la abejita
que trae a los bebés antes de tiempo.
JOHANA: Imaginé que era lógico… Con tantas flores por toda la
casa, alguna debía atraer, con sus pistilos, a la culpable de toda esa
discusión. En la ceremonia, todos estaban muy tristes… Al final,
en la fiesta, comieron pastel y lechona. Hoy sé que los bebés no
son producto de una picadura, aunque mamá y papá insistan en
evadir mis preguntas.
MAMÁ: ¿Terminaste la tarea, que estás preguntando bobadas? Aho-
ra no tengo tiempo para darte respuestas, hay muchos pendientes
que atender.
PAPÁ: Nena, cariño, estoy ocupado. Es mejor que le hagas esas pre-
guntas a tu mamá. Ella sabe más de esos temas de las mujeres.
JOHANA: Así se van… huyen por el pasillo de la vergüenza. Me dejan
sola, acompañada de mi amiga la ignorancia.
FELIPE: Tranquila… la ignorancia es compañera fiel de muchos de
nosotros aquí.
JOHANA: Nosotros podemos buscar nuestra propia información.
LAURITA: Lo que dice la profesora es científico, biológico, muy com-
plicado.
JOHANA: Ni hablar de las versiones en fábula que inventan los papás
para tranquilizarnos o para tranquilizar a su conciencia, con tal de
que los dejemos en paz.
FELIPE: Es mejor que escribamos cada uno lo que piensa, lo que sabe,
lo que intuye, lo que investiga al respecto de ese asunto que parece
asustarles a los adultos.
JOSÉ: Yo sé de dónde vienen. Dios nos hizo a su imagen y semejanza.

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Según la Biblia, el Creador Supremo hizo a Adán con barro y le
sopló la nariz para darle vida.
LAURITA: Por favor. Eso lo enseñan como origen de la creación hu-
mana en la clase de religión.
JOHANA: Lo que todos los niños aquí queremos saber es cómo las
mamás se embarazan en realidad.
FELIPE: Ellas no se embarazan solas. Las ayudan los papás. El emba-
razo es cosa de dos.
JOHANA: Yo sé que el espermatozoide y el óvulo se unen para formar
al bebé. Lo que no sé y quiero saber, es cómo llega el verraco es-
permatozoide tan lejos.
LAURITA: Se lo pregunté a mamá, porque el día que la profesora nos
explicó, no le entendí nada. Pero son igual de escurridizas.
FELIPE: Siempre se salen por la tangente.

MAMÁ: Ay, Laurita, hija, no me hagas esas preguntas. Es un tema difí-


cil de explicar. Estoy segura de que te lo van a aclarar en el colegio,
cuando estés en octavo, en noveno o en décimo. Para eso están los
profesores, ellos saben más de ese tema.
LAURITA: No entiendo por qué se te olvidó, si nos tuviste a mi her-
mano y a mí, ni por qué evades dar respuestas a algo tan simple
que ya has vivido.
JOHANA: Las mamás creen que nos quedaremos chiquitos para
siempre, no se dan cuenta de los cambios que estamos pasando,
nuestras dudas, nuestra curiosidad.
FELIPE: Busquemos respuestas a todas estas preguntas, cada uno
debe escribir lo que sabe o lo que ha escuchado sobre el tema.
Luego, intercambiamos los conocimientos. Johana, podemos re-
visar los escritos en mí casa, ¿qué te parece?

FELIPE (Conversa con su pene): ¿Por qué me avergüenzas así? Siempre


que pienso en Johana o cuando sueño con ella, tú te levantas como
queriendo salir de mi pantalón.
PENE: No me eches toda la culpa, Felipito. Son órdenes que envía
el cerebro. Ya sabes, ‘donde manda capitán no gobierna marinero’.
CEREBRO: Claro, Felipe. Yo soy quien controla tu organismo.
FELIPE: No me gusta que me aceleren ni que me descontrolen de esa
forma.

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PENE: Las neuronas mandan la información y, de inmediato, la cum-
plen mis cuerpos cavernosos, que son como una esponja que se
llena de sangre y se expande. Entre más sangre llega, más crezco.
CEREBRO: No es justo que ahora el pene me eche toda el agua a mí.
Yo no actúo solo, también respondo a las señales que me llegan
desde el oído, la piel, el olfato, el gusto, las hormonas y hasta desde
los latidos acelerados de tu corazón.
PENE: Ignorar esas indicaciones que, en principio, son la respuesta a
tus propios deseos y emociones cuando ves a Johana, sería tanto
como pretender controlar la reacción de Hulk, el hombre verde.
FELIPE: Es mejor que ustedes y yo nos pongamos de acuerdo y bus-
quemos un remedio a esta situación. No estoy buscando quién es
culpable, yo sé bien lo que siento cuando estoy cerca de Johana.
Lo que pretendo saber es cómo controlar a este pene mío cuando
me llegan las ganas, los sentimientos y las emociones que aceleran
la sangre hacia los dichosos cuerpos cavernosos estos.
PENE: Se trata de los cambios físicos y emocionales que está experi-
mentando tu cuerpo. Estás subiendo de peso, aumentando de talla
y todos tus órganos tenemos que acostumbrarnos a ello. Yo, por
ejemplo, a los incómodos vellos que brotan de forma irregular y
me hacen cosquillas, me pican y me producen comezón alrededor.
CEREBRO: Yo opino que debemos tratar de acostumbrarnos a todas
estas transformaciones que son normales en el crecimiento huma-
no y, con el tiempo, lograremos adaptarnos a nuestro desarrollo.

FELIPE (Para sí): Tengo que poner toda mi experiencia en esto, no


quiero quedar como el más ignorante. (Escribe): Las parejas se
aman y se casan cuando esto sucede y quieren tener un bebe, es ahí
donde la mamá, con la ayuda de papá, empieza a formar al bebe
en su barriga. (Deja de escribir). Por Dios, ¿qué es esto? Pensé que
sería mas fácil, ya veo que no lo tengo claro, será mejor que busque
algo en Internet.
JOHANA: Dame tu nota, que ya todos me pasaron sus apuntes.
FELIPE: Eh… mejor te la doy en casa, la voy a pasar, porque no se
entiende bien.

MAMÁ DE FELIPE: ¿Ahora para dónde vas? No veo que hayas hecho
tus deberes. Ni tu cama has tendido.

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FELIPE: No voy a ningún lado. Quedé de verme con Johana aquí. Es-
tamos averiguando todo lo relacionado al sexo y de cómo se hacen
los bebes
MAMÁ DE FELIPE: Te puedo ayudar con eso si lo deseas.
FELIPE: ¿En serio, mamá…? ¡Claro! Quiero saber por qué, cuando
sueño con Johana, me despierto acelerado y sin poder controlar
mi pene.
MAMÁ: Estás en una edad donde los cambios hormonales gene-
ran esas sensaciones, que se manifiesten con sueños húmedos y
eyaculaciones involuntarias. Te pueden pasar mientras duermes,
cuando piensas en alguien o cuando te tocas el miembro.
FELIPE: La película que vimos en la clase de biología, muestra la fe-
cundación y todo lo que sucede cuando el espermatozoide llega al
óvulo. Lo que necesito saber es cómo llega el semen dentro de la
mujer.
MAMÁ: El sexo no es solo para procrear, también es para disfrutarlo y
sentir placer. Cuando el pene entra en la vagina ocurre la eyacula-
ción y se liberan millones de espermatozoides.
FELIPE: He visto que las niñas también pasan por diferentes transfor-
maciones en su cuerpo.
MAMÁ: Tienen su propia evolución. En ellas, los cambios se mani-
fiestan de otra manera. crecen los senos y las caderas. Su primer
periodo llega con la ovulación. También sienten curiosidad por
su cuerpo, lo exploran, descubren el clítoris que es la parte más
sensible de sus genitales. Felipe… Felipe…
FELIPE: Dime, mamá…
MAMÁ: ¿Piensas irte y dejar tu cuarto sin organizar…?
FELIPE: Mmmm, es que Johana viene a terminar un trabajo de clases.

FELIPE: Ven, Johana, en mi cuarto hay un escritorio, ahí podemos tra-


bajar, por favor no mires el desorden.
MAMÁ: Niños, si les apetece algo, estaré en la cocina.
FELIPE: Necesito privacidad para animarme y decirle a Johana lo
mucho que me gusta, que la sueño todos los días y que ella es la
culpable de que mi pene se comporte así.
MAMÁ: Dile lo que sientes, a lo mejor ella también sueña y tiene de-
seos contigo.
JOHANA: ¿Qué te pasa? ¿Por qué no le respondiste a tu mamá?

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FELIPE: Eh… Con ella es mejor así. Si le damos confianza en un se-
gundo estaría aquí con mi álbum de la infancia.
JOHANA: Así son todas las mamás. Bien, a lo que vinimos… Leyen-
do las versiones de los chicos encontré unas interesantes. Esta es
de Laurita: “Con el sexo se vive la penetración y cuando ocurre la
eyaculación, salen los espermatozoides que empiezan su trabajo
buscando fecundar el óvulo. Cuando uno lo logra empieza la for-
mación del bebe.” Humm… La palabra penetración debe encerrar
mucho más significado…
FELIPE: Aquí dice: “En las relaciones sexuales, la penetración se re-
fiere a la entrada del pene en la vagina. Los deseos sexuales se pre-
sentan desde la pubertad. La curiosidad que generan los cambios
que empieza a tener el cuerpo, genera una sensación de placer…”

FELIPE: El corazón también es culpable de mis alteraciones, es algo


así como un miedo… Cuando mi corazón siente que Johana se
me acerca, corre como desquiciado a mil por hora y no se deja
alcanzar, debo controlarlo, si quiero algún día pedirle a Johana que
sea mi novia.

JOHANA: ¿Qué más dice ahí?


FELIPE: Mmm… no, eso es todo.
JOHANA: Los espermatozoides son millones… pero solo uno gana,
¿no es cierto? ¿Te das cuenta? Cada uno de nosotros es producto
del espermatozoide ganador de una carrera.

ESPERMATOZOIDE 251: ¿Ya saben cuál es nuestro lema, el lema de


los espermatozoides?
UNO: Claro.
OTRO: Por supuesto.
UNO MÁS: Sí, sí, nuestro lema…
TODOS (A coro): ¡Fecundar o morir! ¡Fecundar o morir! ¡Fecundar
o morir!
ESPERMATOZOIDE 3.048: Hay que cuidarse para estar en forma.
ESPERNATOZOIDE 7.832: Yo vine aquí a sudar la camiseta.
ESPERMATOZOIDE 1´566.000: La salida por la uretra nos deja
como locos.
ESPERMATOZOIDE 75: Estoy ansioso por saber qué sucederá.

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ESPERMATOZOIDE 2.012: El tiempo que pasamos en la próstata
me daba claustrofobia.
ESPERMATOZOIDE 13.132: Menos mal que salimos a tiempo antes
de entrar en shock.
ESPERMATOZOIDE 120: En cuanto nos precipitamos en la vagina,
empecé a tener problemas.
ESPERMATOZOIDE 1´000.000: A mí, el PH me arrastró con tal
fuerza, que, por poco me quedo sin cabeza cuando apenas inicia-
ba la carrera.
ESPERMATOZOIDE 800: Yo me encontré con algunos glóbulos
blancos, no estuvieron muy amigables que digamos, por un mo-
mento creí que me sacarían de la competencia.
ESPERMATOZOIDE 251: Me vine con la camiseta de la selección,
espero que el tricolor me ayude con la suerte.
ESPERMATOZOIDE 13.428: Cuando la eyaculación nos liberó, ju-
gábamos un partidito para pasar el rato. No lo alcanzamos a termi-
nar, pero al menos nos sirvió de calentamiento.
ESPERMATOZOIDE 557: Lo mío es el bicicrós, desde que lo practi-
co he mejorado el estado físico y eso es lo que necesito para ganar
esta competencia.
ESPERMATOZOIDE 233: Estar en buena forma física y desarrollar
la velocidad cuentan mucho, pero el óvulo es el único que decide
quién es el afortunado que entra y los demás se quedan afuera.
ESPERMATOZOIDE 92: He escuchado lo estricto que es eso, una
vez que entras no hay espacio para ninguno más.

FELIPE: Muéstrame que más hay en esas notas.


JOHANA: Aquí tengo la de Jorge, el chico nuevo
FELIPE: Él es raro, no tiene amigos, es muy callado.
JOHANA: Es tímido, pero tiene buenas calificaciones y es interesante
lo que escribió aquí.
FELIPE: No sé qué le ves de interesante, siempre viene descuidado al
colegio.
JOHANA: Escucha lo que dice: “No todas las mujeres o los hombres
pueden hacer bebes. Algunos tienen problemas de fertilidad. Tam-
bién están los anticonceptivos, para los que no desean un embara-
zo. El sexo no es solo para tener hijos, también se hace por amor
y placer. El pene entra en la vagina y ocurre la eyaculación que es

59
un líquido espeso con millones de espermatozoides que corren a
fecundar el óvulo. Ahí se comienza a formar el bebe”. ¿No te parece
que está muy bueno lo que escribió Jorge? Para mí que él es quien
más tiene claro el tema.
FELIPE: Lo debió encontrar en la Web, no es algo que me sorprenda.

ESPERMATOZOIDE 1´566.000: Muchos ven frustrados sus esfuer-


zos cuando se topan con el condón.
ESPERMATOZOIDE 30.224: El miedo que se siente es grande, al ver
lo grueso que es el oponente.
ESPERMATOZOIDE 14: Cuando se empieza a correr, uno no puede
abandonar la lucha.
ESPERMATOZOIDE 490: Pese al cansancio, pese a sí mismo, hay
que meterle las fuerzas.
ESPERMATOZOIDE 007: Si sientes que estás a punto de perder la
batalla, no te rindas.
ESPERMATOZOIDE 10: Puede que estés de suerte y descubras una
fisura.
ESPERMATOZOIDE 32.456: La cola nos sirve de impulso para vo-
larnos.
ESPERMATOZOIDE 129: Sé de algunos que han logrado salvar la
barrera del condón.
ESPERMATOZOIDE 777: La mayoría mueren allí, encerrados, asfi-
xiados por el látex.
ESPERMATOZOIDE 233: Nunca sabemos qué nos espera en el ca-
mino.
ESPERMATOZOIDE 1´566.000: Puede ser una carrera libre, o de
obstáculos, por los anticonceptivos.
ESPERMATOZOIDE 45: Si te encuentras con un dispositivo, no
avanzas ni medio centímetro.
ESPERMATOZOIDE 10.045: La del día después es la más implaca-
ble. Cuando crees que no hay problema, aparece y no deja que te
acerques ni al cuello de la matriz.
ESPERMATOZOIDE 13.023: Solo te salvas si logras burlarla y avan-
zar un trecho considerable.
ESPERMATOZOIDE 789.932: Aún así, son muy pocos los que esca-
pan de su efecto.
ESPERMATOZOIDE 120: Cada vez, la competencia es más difícil.

60
ESPERMATOZOIDE 1.900: Antes, no existía ninguna de estas co-
sas, los espermatozoides éramos libres de fecundar cuantos óvulos
quisiéramos.
ESPERMATOZOIDE 800: También usaban algunas hierbas raras,
sustancias ácidas que, si te las topabas, morías asfixiado.
ESPERMATOZOIDE 42: En ocasiones, las que no querían ser ma-
dres, hasta empleaban golpes para sacarnos por la fuerza.

JORGE: Lo que escribí es lo que he escuchado y comentado con mi


papá, a él le pregunto lo que no entiendo.
JOHANA: Y con tu mamá, ¿también tienes esa confianza?
JORGE: No, mi mamá murió hace dos años.
FELIPE: ¡Ah! Eso explica tu apariencia descuidada. Me imagino lo di-
fícil que debe ser para ti. ¿Y tus hermanos?
JORGE: Mamá no quiso tener más hijos.
FELIPE: Igual la mía, ella tiene un dispositivo que evita los embarazos.
JOHANA: Bueno, chicos, esto que todos escribimos sirve para aclarar
nuestras dudas. Sabemos que el sexo no es solo para tener hijos,
también es un juego erótico entre las parejas. Si no quieres tener
bebes, puedes usar alguno de los muchos anticonceptivos que
existen… O de plano, no tener sexo.
JORGE: Para las enfermedades de transmisión sexual, están los pre-
servativos. Aunque no lo evitan por completo, reducen el riesgo
de contraerlas. Eso lo vimos en la película del Sida.
LAURITA: Fue muy aleccionadora. Nos mostró que el Sida se puede
transmitir por sexo o por transfusiones de sangre. Hay quienes lo
portan sin desarrollarlo. En algunos casos, puede ser mortal. Pero,
hay menos posibilidades de contagio, si se usan preservativos o te
abstienes.
FELIPE: Hay muchas otras enfermedades. Una que te salen verrugas
en el chichi, como el papiloma, herpes, la sífilis. Vi algunas imáge-
nes en Internet, y son perturbadoras.

PENE: Este traje es incómodo.


MONDÍN: El látex no me favorece, me hace ver delgado.
PENE: Pero tenemos que hacer el sacrificio, acostumbrarnos, si no
queremos que nos pase como a mi compadre Chimboloco y a su
amigo Chichiliso.

61
MONDÍN: Por más que tratamos, no hubo poder humano que los
convenciera de usar preservativo.
PENE: Decían que el traje de ciclista les incomodaba.
MONDÍN: Y ahora están enfermos.
VAGINA: Es usual que algunos, por su machismo, no se protejan.
CHUCHIS: El papiloma humano no los ataca a ustedes de la misma
forma que a nosotras.
VAGINA: El papiloma se mueve silencioso, y, cuando avanza, se pre-
sentan verrugas que nos cubren hasta el ano.
CHUCHIS: Si no es combatido a tiempo, el papiloma destroza el cue-
llo uterino hasta convertirse en cáncer.
CHIMBOLOCO: No, compadre, a mi déjeme sano, no me gusta sen-
tirme apretado.
CHICHILISO: No hay como la libertad de movimiento. Además…
no se siente igual. Es mejor face to face.
PENE: Eso no les debe preocupar. Hay de todas las texturas.
MONDÍN: El ultimo que salió es mí preferido, me hace sentir tan có-
modo como una segunda piel.
PENE: Hay gran variedad de sabores…
MONDÍN: Lulo.
PENE: Maracuyá.
MONDÍN: Chicle.
PENE: ¿Ustedes saben lo importante que es para ellas el olor y el sa-
bor?
CHIMBOLOCO: ¿Sabor? A una vagina lo que menos le importa es
el sabor.
CHICHILISO: Eso déjaselo a la boca.
CHIMBOLOCO: A las vaginas lo que les interesa es si eres ágil o ca-
riñoso.
CHICHILISO: Son unos pesimistas. Arruinan la fiesta pensando en
lo que puede pasar.
CHIMBOLOCO: Es mejor vivir el presente.
CHICHILISO: A mí me gusta la libertad de expresión y, con esos tra-
jes, me siento cohibido.
CHIBOLOCO: No se cómo lo hacen ustedes, Pene y Mondín, con
toda esa presión. Yo no puedo concentrarme ni trabajar con la ca-
beza tan apretada.

62
CHICHILISO: Traté de usar uno. Ni siquiera me lo supe colocar. Bus-
qué un manual. Pedí ayuda a las manos de mi pareja. Cuando al fin
logré ponérmelo no aguanté ni un minuto ese disfraz.
PENE: No te niego que las primeras veces resulta engorroso, pero lue-
go te acostumbras.
MONDÍN: ¿Acaso crees que yo nací con él? A mí también me costó
trabajo adaptarme al traje de etiqueta.
PENE: Yo he visto algunos casos que te ponen a pensar… Pregúntale
a Chichiliso, todo el trauma que sufre con el herpes.
CHICHILISO: Me la paso rojo y con picazón. Me he vuelto ermitaño
y aburrido. Hace mucho no voy a una rumba. Ni en el Facebook
me aparezco. Antes cambiaba mi perfil cada cinco minutos bus-
cando amigas. Ahora me la paso en tratamientos. Atrás quedaron
las fiestas sin control. Ni yo mismo me reconozco. No sé qué hizo
el herpes con mi gran personalidad.
PENE: Esa vaina me da miedo. Yo no soy tan desenfrenado como tú,
Chichiliso, pero, de vez en cuando, me gusta la acción. Eso sí segu-
ra, porque si usando condón no se evita cien por ciento el riesgo,
mucho menos sin él.
VAGINA: Con tantas enfermedades de transmisión sexual que abun-
dan por ahí, prefiero tener siempre protección, así te visite el mis-
mo siempre, porque ya ni eso es una garantía para nosotras.
CHUCHIS: Hay muchos y muchas que andan por ahí, de rumba en
rumba, sin saber que están enfermos.
PENE: ¡Claro! Mi compadre se ve bien y no parece estar enfermo, pero
él debe ser consciente del contagio y que no debe hacer ninguna
visita sin protección.
CHIMBOLOCO: A veces uno cree que esto solo le pasa a los demás,
pero hay que aprender la lección… ¿Qué creen? Ya hasta el traje de
ciclista empieza a gustarme. Pienso que me hace ver más fuerte. Y
hasta me va a gustar cambiar de colores y sabores. Me volveré más
ágil y selectivo. Sin el condón, no volveré a entrar a ningún lado.
PENE: Eso que ahora tenemos para escoger. Antes los hacían con la
tripa de animales como cerdos o carneros.
MONDÍN: Pobres los de esa época. Ahí sí, nada de colores ni sabores.
PENE: Y, lo peor, es que eran reutilizables…
CHIMBOLOCO: No, compadre, ahora estamos en el cielo… y nos
vamos quejando.

63
JOHANA: Son muchos los riesgos que se presentan cuando no usas
protección.
LAURITA: Si no son enfermedades, es un embarazo, como las chicas
del colegio.

MARITZA: Yo no lo deseaba, mamá… pero me pasó y ahora no sé


qué hacer.
MAMÁ: Pues tendrás que vivir tu vida sola, Maritza, o tendremos que
aguantar a los vecinos con sus chismes y preguntas. Es mejor que
te retires del colegio.
MARITZA: Yo quiero seguir estudiando. Tú sabes que mi proyecto es
ser sicóloga.
MAMÁ: Eso se te olvidó cuando abriste las piernas. No sé qué vas a
hacer tú. Yo no voy a cuidar Chiches. Si no querías embarazarte,
¿por qué no te cuidaste con algún anticonceptivo?
MARITZA: Me daba miedo. No estaba segura de cuál era mejor.
MAMÁ: Eso te lo deben enseñar en el colegio… Como ni para eso
prestas atención.

JOHANA: Yo creía que tenías que casarte para tener hijos.


FELIPE: Son muy peladas para casarse, la que está en séptimo debe
tener solo trece.

MARITZA: ¿Por qué no usamos algo, Miguel…? No sé, un preserva-


tivo o compramos unas pastas.
MIGUEL: Ya estamos aquí, Maritza. Hagámoslo. No te preocupes, di-
cen que las primeras veces no pasa nada.
MARITZA: Tengo miedo. Si me embarazo, mi mamá me mata, tú sa-
bes cómo es ella.
MIGUEL: Eso me pasa por andar con peladitas. No sé porque terminé
con Jenny. Ella sí me daba lo que yo le pedía.
MARITZA: Está bien. No te enojes. Entonces… cuando termines…
échalo por fuera.

MONDÍN: No me gusta salirme cuando la diversión se pone mejor.


CHUCHIS: Si no lo prometes no te dejo entrar. Encima de que no te
pones el sombrero, te pones de exigente.

64
MONDÍN: Qué lata la que das. Está bien, lo prometo.

ANDREA: Tengo miedo, Luis. Si me sale positivo tendré muchos pro-


blemas. Piensa en las consecuencias que esto nos traerá, un emba-
razo nos cambia la vida.
LUIS: Por eso quería que usáramos pastas, inyección o alguna de esas
vainas… Ya está, Andrea, si se complica la situación nos vamos a
vivir a mi casa.
ANDREA: Ni siquiera sabes qué va a decir tu mamá. Además, no creo
que sea necesario, yo sé que mi mamá, a pesar de todo, me apoya.

MARITZA: Sí, mamá, ya me la hice dos veces. No estaría aquí contán-


dote de no estar segura. Tengo dos meses.
MAMÁ: Ya sé que nunca hablamos del sexo ni de las responsabilida-
des. Yo pensaba que las profesoras les enseñaban todo eso. Este
embarazo traerá cambios en tu vida. Antes solo te ocupabas de tu
colegio y tus amigos… cuando nazca el bebe sabrás las respon-
sabilidades… un bebe es de trabajo y dedicación. Juntas vamos
a buscar la forma de alternar tu tiempo entre el colegio y el bebe.
MARITZA: No lo deseaba. Uno cree que está a salvo, que no le pasa-
rá… Con tu ayuda me siento más tranquila, mamá. Si me echabas
de la casa, no sé que hubiera hecho. Miguel ahora me dice que
quiere estudiar y que un bebe no está entre sus planes.
MAMÁ: No era lo que quería para ti, hija. Ahora los hechos no se pue-
den revertir sino asumirlos y solucionarlos. Debes aprender de los
errores.
MARITZA: Me doy cuenta de que es mejor estar tranquila, dedicar-
me al colegio y al bebe.

MAMÁ DE FELIPE: El periodo en las mujeres se da cada veintiocho


días, cuando se presenta la ovulación.
FELIPE: Yo creía que el semen nos llegaría igual, cada mes.
PAPÁ DE FELIPE: La eyaculación se puede dar por excitación, en un
sueño nocturno o durante la masturbación.

LAURITA: ¿Nosotras, desde que nos llega el periodo, ya podemos


quedar embarazadas?
MAMÁ DE LAURITA: Sí, nena. Para evitarlo, están los anticoncepti-
vos, que son muchos.

65
LAURITA: Ya conocemos la mayoría de marcas y presentaciones que
hay.

MAMÁ DE JOHANA: Claro que sí, Johana, una niña de once años
que ya se haya desarrollado y tenga actividad sexual, hay posibili-
dades de que quede en embarazo. No importa su edad, sino que su
cuerpo ya esté ovulando.

LAURITA: Johana, si tú le das de comer con esas puchecas tan chiqui-


tas, el bebe se muere de hambre.
JOHANA (Le habla a sus puchecas): Mi prima es menor y las tiene
más grandes que yo, no entiendo qué pasa con ustedes, qué flojas,
a este tiempo deberían, al menos, rellenar un top.
PUCHECAS: Nosotras también estamos esperando que los estróge-
nos se avispen y se pongan a trabajar. Además, tú eres responsable
de la genética y la alimentación, así que toda la culpa no es de no-
sotras.
JOHANA: No salgo de la misma blusita ajustada para que se me vean
más grandes. Soy a la única que no le crecen todavía. Hasta a Lau-
rita, que es chiquita, se le ven más. Espero que la genética de mi
mamá y mi hermana se acuerden de mí. Ya las quiero tener gran-
des.
PUCHECAS: ¿Tú crees que nosotras no queremos crecer? Si las hor-
monas no hacen su trabajo, es mejor que empieces a ahorrar para
que nos pongas unos implantes… O pídelo para tus quince.
JOHANA: Tampoco quiero que me tumben. Esa no es la idea. Solo
quiero lucir mejor la ropa.

MAMÁ DE JOHANA: Ahora las niñas tienen afán de vivir todo de


una vez, pero deben entender que todo tiene su consecuencia y
hay que asumirla.
JOHANA: Yo ya podría tener un bebe, pero no me imagino cuidán-
dolo. Me gustan por un ratico… Cuando lloran o se hace popo…
ya no me gustan tanto. Peor cuando se enferman, mi tía ha durado
noches sin dormir. Qué mamera.

PAPÁ DE JORGE: Cuando Jorge nació, nosotros teníamos dieciséis


años. Estábamos asustados. Mi esposa lloraba mucho porque no

66
podía estudiar. En ese tiempo, la que saliera en embarazo, la ex-
pulsaban. Bueno que recibimos ayuda de mis padres y fuimos sor-
teando los problemas.

JORGE: Tener padres jóvenes es excelente. Papá y yo somos amigos. Y


yo creo que hubiera sido igual con mi mamá.

LAURITA: Pienso que podemos esperar a tener más edad, no adelan-


tarnos. Y cuando lo hagamos… pues… utilizar anticonceptivos.
MAMÁ DE JOHANA: El sexo, cuando se tiene con responsabilidad y
amor, te evita muchos problemas

PAPÁ DE FELIPE: Veo que los jóvenes hacen bien el trabajo de infor-
marse. En nuestra época era prohibido hacer preguntas del sexo,
se aprendía en la calle, con lo errores de los demás y los propios.

PAPÁ DE JORGE: Es perdido tratar de ocultarles las cosas, ahora tie-


nen todos los medios para conseguir información.

LAURITA: Mi pregunta era: ¿cómo llegan los espermatozoides al


óvulo? Eso no solo me quedó claro, sino que aprendí de muchos
temas más. El sexo no es tan malo como parece y si lo hacemos con
responsabilidad, lo podemos disfrutar.

MAMÁ DE FELIPE: Es complicado el tema que están investigando,


Felipe. Tú y Johana llevan allí toda la tarde, ya es de noche, si quie-
ren les podemos colaborar.
FELIPE: Mamá, el tema es el sexo. Estamos mirando todos lo que se
puede vivir cuando iniciamos en él: las enfermedades de transmi-
sión sexual, el Sida, herpes, papiloma… Tenemos dudas sobre la
penetración, la eyaculación, la ovulación, el embarazo…
MAMÁ DE FELIPE: Eh… está bien, cuando terminen me avisan.

ESPERMATOZOIDE 1´566.000: ¡Qué cerca está la meta! Estoy an-


sioso. Me gustaría poder detenerme un instante para que hagamos
un minuto de silencio por los compañeros que quedaron atrás en
el intento. Pero no hay tiempo que perder. Somos pocos ya. La ca-
rrera ha estado arrecha. ¡No me rendiré! ¡Voy a llegar! ¡Seguiré mi
camino hasta el final! ¡El óvulo es la meta! ¡Llegaré a ella!

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ESPERMATOZOIDE 800: ¡Yo quiero llegar, pero estoy mamado!
¡No aguanto más!
ÓVULO: ¡Vamos, vamos, sigan, adelante, ya están cerca! “¡Escucho un
ruido! ¡¿Qué será?! ¡Un espermatozoide! ¡¿Qué traerá?! ¡Un cro-
mosoma! ¡Tráelo ya!” Si no llegan pronto, las trompas de falopio
me van a desalojar.
ESPERMATOZOIDE 230: ¡El óvulo nos hace porras! ¡Lo veo muy
cerca ya…! ¡Me siento sin aliento! ¡No creo poder llegar! ¡La meta
se aleja! ¡Óvulooooh! ¡Me rindo! ¡No voy a alcanzarte, mi amor!
¡Les deseo suerte, compañeros de aventura! ¡Adiós, espermato-
zoides amigos! ¡Que gane el mejor!
ÓVULO: ¡El campeón que se identifique! ¡Entra ya, muchachote, que
debo cerrar la puerta! Los demás: ¡Fuera! ¡Fuera, perdedores!
¡Fuera, flojonazos! ¡Solo uno puede entrar a gozar de mis favores!
ESPERMATOZOIDE 1´566.000: ¡Mmmm, gracias, muñeca! ¡Gra-
cias por esperarme! ¡Al final, tuve más fuerzas que todos esos
agüevados! ¡Toda la competencia traje mi flagelo moviéndose a
toda velocidad! ¡Por eso la perdí en el intento! Pero aquí te entrego
mi cabeza y, con ella, la información para que juntos procreemos a
nuestro pequeño cigoto.
ÓVULO: Por poco me da una úlcera, he estado nerviosa por la dilata-
da espera. A ver, mi rey, mi campeón, cuéntame la clase de cromo-
soma que me traes.
ESPERMATOZOIDE 1´566.000: ¡Traigo de regalo para ti una pre-
ciosa equis! ¡Nuestro proyecto dará por resultado la concepción
de un nuevo ser del género femenino al cabo de nueve meses!

ANDREA: Me da miedo mirar. Tuve que concentrarme para orinar.


Si es positivo… tengo que pensar cómo se lo diré a mi madre. No
quiero decepcionarla. Siempre hemos sido amigas y confiden-
tes… Siento que le he fallado al no confiar en ella.
MAMÁ: Sabes que cuando empieces tu vida sexual me lo puedes con-
fiar, Andrea. Recuerda lo que hablamos de las pastillas e inyeccio-
nes que puedes usar.
ANDREA: ¿Por qué te preocupas si entre Luis y yo no pasa nada? Solo
somos amigos. Siempre me quieres controlar.
MAMÁ: No es controlarte. Quiero que tengas presente que puedes
confiar en mí, igual que cuando eras niña y me contabas cómo te

68
iba en el colegio o cuando peleabas con tus amigas. Esta parte de
tu vida me interesa y si inicias en el sexo quiero ayudarte.

LUIS: Dale de una vez. Mira qué salió. Estoy que convulsiono de susto.
ANDREA: Tiene dos líneas rojas… es positivo.
LUIS: Te lo advertí… Pero tú… seguías con el cuento de que si orina-
bas rápido no pasaba nada.

FELIPE (Habla con su cerebro): Ahora que hemos reunido mucha in-
formación sobre los mecanismos y tribulaciones del sexo, estoy
convencido de que Johana no va a querer ni siquiera ser mi novia
para no quedar embrazada.
CEREBRO: Aprovecha, Felipe, todos estos conocimientos están dan-
do vueltas en mis neuronas… ¡Lánzate! ¡Creo que tienes grandes
probabilidades de ganar su cariño! Total, si te dice que no, porque
le da miedo, le respondes que no sea tímida, que los dos ya saben
lo que puede pasar, los riesgos, las consecuencias. Y que ya cono-
cen lo que pueden hacer: Esperar. Cuidarse. Actuar con responsa-
bilidad.
FELIPE: No, mejor espero… Si se lo propongo el próximo año, tal vez
entonces me diga que sí.

LAURITA: El que caiga de aquí en adelante está perdido. Ahora ya sa-


bemos las oportunidades y los riesgos: “Soldado avisado no mue-
re en la guerra.”
JOHANA: Supongo que, a partir de nuestra investigación, en el mo-
mento de tomar decisiones, no olvidaremos lo que hemos apren-
dido. Yo, por mi parte, tengo muchos planes para el futuro y millo-
nes de sueños por cumplir.
JORGE: Nosotros, por lo pronto, ya hemos puesto en práctica lo que
aprendimos para darle sabor a nuestra relación.
JOHANA: Sí, chicos, Jorge y yo queremos anunciarles que nos acaba-
mos de cuadrar. ¡Ya somos novios!

69
Comando Viviana

Ximena Paz Cedeño de la Cruz

No dejes que el presente ignore tu consciente. No camines


por las calles de la histeria donde el aire está demente.
—Nietzsche

Cadáveres
La puerta se abre de golpe. Forcejeo.
TRASGO BOLAÑOS: ¡Prepárate para el infierno y la putrefacción!
Escarmienta tu destino… Tus muertos te esperan. (Arroja a Vivia-
na sobre la pila de cadáveres).
VIVIANA: Manos moradas. Laceradas las piernas. Rotos los labios.
Arrancadas las uñas… Espero… Resisto… Me despojan…
“Hey you” de Pink Floyd.
La música de Pink Floyd me advierte la muerte en la penumbra,
intensifica mis sentimientos de impotencia. Distingo una monta-
ña de sombras que se transforman en los cadáveres de mis her-
manos, mis amigos, mis camaradas… Aquí estás, hermano nicara-
güense… David, poeta, criatura del bosque lluvioso, te desangras
al defender nuestra tierra, me duele ver cómo arrojan tu cadáver a
la basura… Ellos dicen que de vez en cuando ocurren accidentes
convenientes… María del Mar, las llamas que te incendian no lo-
gran borrar las huellas de tu crimen atroz, ni la muerte de tu hijo
nonato… Parmenio, tres balas roban la risa de tus labios… Los
gritos del poder silencian la radio… Siete niñas y una mujer en
las alturas de La Cruz del Llano de Alajuelita, caen a manos de los
“Baby’s” con sus ametralladoras M-3… ¡Carlos…!
CARLOS (De entre los cadáveres): Guille, nuestro compañero, ¿logró
escapar…?
VIVIANA: No lo sé. La ciudad está hecha un infierno. ¡Carlos, so-
porta, amor mío! El dolor corta mi pecho… Hago lo posible…
Quiero ayudarte a morir… Todo inútil. Te desangras a mi lado…
Los uniformados te arrancan de mis brazos… mis inútiles manos
permanecen vacías.

70
CARLOS: Te amo, Vivi. Resiste. Sé que lo intentas. No puedo per-
manecer contigo por más tiempo… Resiste. El Che luchó por un
mundo igualitario y, como nosotros, fracasó en el intento. La li-
bertad no desaparece con la muerte. La libertad prevalece en la
semilla que dejamos en otros, la semilla de los que van a morir hoy
para vivir mejor mañana.
VIVIANA: La muerte impide nuestro matrimonio… Ahora los hijos
que pensábamos tener ya son fantasmas. La muerte nos une en este
sombrío lugar. Quiero que pienses que soy tuya, mientras los uni-
formados me ultrajan. Porque yo te pienso, te veo sonreír, tu rostro
atenúa las humillaciones y el dolor, en este momento de extrema
violencia. Soy valiente, aunque me golpeen y me torturen, porque
sé que en este momento también nuestras madres y nuestros her-
manos son humillados de manera pública. Sufren. ¡Es mi culpa!
CARLOS: Mantente fiel a nuestras convicciones. Eso no te lo pueden
robar. La vida es un instante. El sueño continúa.
POLICÍA MUERTO (Señala uno de los cadáveres): Ese cadáver eres tú.
VIVIANA: ¡Soy yo el cadáver que habla con ustedes! Sigo hablando,
aunque me quieran silenciar, aunque pretendan ahogarme en esta
montaña de cuerpos sin vida.
POLICÍA MUERTO: Crees estar viva y caminas entre los muertos.
VIVIANA: ¡Deja de hablar! No vas a lograr confundirme.
POLICÍA MUERTO: Mis hijos crecen a la sombra de un padre au-
sente. Mi esposa tiene razón, debí ser taxista, todavía podría estar
junto a mi familia… El olor a podredumbre de este lugar me im-
pregna.
CARLOS: Nos encierran en la oscuridad. La muerte es imparcial, des-
conoce lo que nos separa y también lo que nos une. La muerte es
la maquinaria de los tiranos. A ti, a todos ustedes, los utilizan, los
manipulan. Tú y tus compañeros obedecen a ciegas las reglas que
les imponen voces privadas de rostro. Las voces de una autoridad
implacable.
POLICÍA MUERTO: Es el trabajo. La autoridad nos impone su vo-
luntad, penetra las conciencias. Hay un futuro lleno de incógnitas
en este cuarto oscuro…
VIVIANA: Ahora es imposible ejercer el libre albedrío. Nos atrapan
las circunstancias. La única realidad es la muerte. La muerte está
frente a nuestros ojos siempre.

71
CARLOS: Vivi, las sábanas blancas te levantan en vilo, se burlan de las
leyes de la gravedad y te lanzan al vacío. Te lo dije. Tus conviccio-
nes están destinadas a permanecer. Tu recuerdo ha conseguido re-
montar el fracaso y tu ejemplo habrá de guiar los pasos de quienes
continúen en busca de la libertad.
VIVIANA: Escuchen, asesinos: ¡Queremos que nos devuelvan a nues-
tros desaparecidos a manos del Batallón 3-16! Francisco Fairen,
Eduardo Aníbal Blanco, Yolanda Solís, sus padres anhelan encon-
trarlos, sacarlos de las cárceles clandestinas. Resistan, compatrio-
tas, la lucha continúa.

Casa cuartel
ANA: Esta noche no dormiremos. Hay que velar.
GUILLERMO: ¡Todo listo!, clavos, pólvora, tubos, relojes.
ANA: Estas son nuestras nuevas identidades.
GUILLERMO: Vivi, pásame la bombilla del flash y revisa los filamen-
tos.
CARLOS: Vamos a sorprender a los marines.
VIVIANA: Me inquieta su presencia en este país.
CARLOS: Sus intenciones ponen en peligro nuestra integridad como
ciudadanos.
VIVIANA: Reprimen los movimientos campesinos.
CARLOS: Nuestra tierra está infiltrada por grupos paramilitares.
MAGALY: El mundo que vivimos es inhóspito, es inhabitable.
VIVIANA: Los militares quieren imponer el control absoluto sobre
nuestras vidas, nuestros pensamientos, nuestras emociones.
ANA: Pretenden poner límites incluso a nuestras quimeras.
CARLOS: El poder justifica los crímenes que se cometen en nombre
de sus intereses.
VIVIANA: Su indolencia ante el sufrimiento humano me horroriza.
GUILLERMO: La guerra es el negocio de los poderosos.
CARLOS: Mientras entre hermanos nos matamos, otros se enriquecen.
MAGALY: Los marines vienen a militarizar a nuestros policías.
VIVIANA: Los mercenarios son el brazo armado de la represión gu-
bernamental.
ANA: Torturan, ejecutan, silencian la moral de los pueblos.
CARLOS: Me duele no haber podido impedir que Costa Rica se con-
vierta en otra dictadura más.

72
MAGALY: Los militares han echado raíces en nuestra tierra.
VIVIANA: Los exiliados, los perseguidos y los humillados son testigos
de los horrores de una guerra civil de hermanos contra hermanos.
MAGALY: Sin embargo, la clase dominante nos teme, les aterra saber
que pueden perder su estatus económico.
ANA: La guerra nos rodea con sus garras asesinas.
CARLOS: Los poderosos pretenden que nos acabemos los unos a los
otros.
VIVIANA: No les importa mutilar vivos, acumular muertos, violar
mujeres y niños.
GUILLERMO: Quieren negarnos el futuro.
VIVIANA: Luchemos porque llegue el día en que los jóvenes se críen
en un mundo libre.
CARLOS: Un mundo en el que no se conozcan el miedo y la repre-
sión.
MAGALY: Donde exista la libertad.
CARLOS: Para lograrlo debemos luchar. Ser libres implica ser respon-
sables.
VIVIANA: Aunque para ello tengamos que arriesgar nuestras vidas.
CARLOS: Nuestra muerte es lo que dará razón a nuestras vidas.
GUILLERMO: Carlos tiene razón. Si no hacemos nada, los poderosos
habrán ganado.
MAGALY: No debemos permitirlo.
VIVIANA: Hay que mantener la resistencia hasta el final.
CARLOS: Hasta las últimas consecuencias.
Viviana abre la caja, extrae las armas.
VIVIANA: ¡Ya es hora! Me sudan las manos, el cuerpo me tiembla.
ANA: Para todos nosotros ha sido difícil tomar esta decisión.
MAGALY: Como los opresores no nos escuchan, nos obligan a llamar
su atención a nuestras demandas.
VIVIANA: ¡Ha llegado la hora de ejecutar nuestra operación “Coman-
do Viviana”! (Empuña la mano): ¡Patria o Muerte!
Los demás secundan el gesto, levantan los puños.
TODOS (Al unísono): ¡Patria o muerte!

La confrontación
Noche. Los policías sorprenden a Carlos y Guillermo que cambian la
placa del carro.

73
POLICÍA A: ¡Contra la pared!
POLICÍA B: ¡Documentos!
POLICÍA A: Hace rato los vigilamos.
POLICÍA B: Su actitud es muy sospechosa.
CARLOS: ¡Tranquilos!
GUILLERMO: Podemos dialogar.
POLICÍA A (A Viviana): ¡Bájese del carro!
POLICÍA B: Voy a pedir refuerzos.
Se enfrentan, hay disparos de ambos bandos. Carlos y Guillermo suben
al carro.
CARLOS: ¡Acelera, Vivi! ¡Corre! ¡Corre!
POLICÍA B: ¡Oficial caído! 18… Repito: ¡Oficial caído!

En el carro
CARLOS: No te detengas, Vivi.
VIVIANA: Debo llevarte al hospital…
CARLOS: Nos persiguen. Primero tienes que quitártelos de encima.
Si nos atrapan, ponemos en riesgo la vida de los demás.
VIVIANA: No te preocupes por eso. Nadie nos sigue.
GUILLERMO: Uno de los policías resultó herido y el otro se quedó a
pedir refuerzos.
CARLOS: No van a tardar en ubicarnos. Toda la ciudad está vigilada.
GUILLERMO: Tengo que detener la hemorragia. Estás sangrando
mucho.
CARLOS: Es inútil. Siento que voy llegando al final.
VIVIANA: ¡Carlos, no me dejes, necesito tenerte a mi lado!
CARLOS: Vivi, la muerte es el medio para que otras generaciones dis-
fruten lo que nosotros no tuvimos…
VIVIANA: ¡Carlos, tengo miedo de lo que nos puedan hacer…!
CARLOS: Piensa en lo que hicimos, Vivi. Por lo menos lo intentamos.
Nuestra lucha no es vana, la libertad está por encima de nuestras
propias vidas…
Viviana detiene el carro y se dispone a realizar un masaje cardiaco a
Carlos.
VIVIANA: ¡Carlos! Escúchame. Habla. No cierres los ojos. No te va-
yas. ¡Carlos! Mírame… Abre los ojos. Quiero que te concentres
en la respiración. Piensa en el día de mañana, cuando hayamos
logrado nuestro propósito. Piensa en la mariposa, siéntela sobre

74
la punta de tu nariz, siente sus patitas, sus alas frágiles llenas de
vivos colores. Mira… Carlos… La noche está hermosa, la luna
brilla sobre nosotros. Deja que la mariposa nocturna vuele hacia
la montaña… Siente el viento en tu rostro. La vida, amor, ya viene,
no pierdas la esperanza… la libertad…
GUILLERMO: No insistas, Vivi. Ya no te escucha. Carlos se fue…
(Empieza a cantar “La zamba del Che” de Víctor Jara. Los demás lo
siguen):
Vengo cantando esta zamba
con redoble libertario,
mataron al guerrillero
Che Comandante Guevara.
Selvas, pampas y montañas,
“Patria o Muerte” su destino.

Que los derechos humanos


los violan en todas partes,
en América Latina
domingo, lunes y martes,
para sojuzgar los pueblos,
dictadores, asesinos
gorilas y generales.

Claro de luna
El joven Jean frente al piano, realiza el preámbulo digitalizando.
VIVIANA: Tal vez el sacrificio consiste en saber que el reino de la li-
bertad es también el reino de los espejismos.
JEAN: Marx necesita descansar, Viviana.
VIVIANA: Amigo, toca para mí.
JEAN: Escucha llorar el piano de Beethoven, sus silencios, oye cómo
crea, se enfurece, se indigna. Los músculos de su rostro saltan, las
venas se hinchan. Sus ojos de fiera herida reclaman equidad en un
mundo lleno de injusticias. Fiel a sus principios, como revolucio-
nario de la música, Beethoven se niega abandonar la vida hasta
cumplir sus obligaciones morales.
VIVIANA: Marx y Beethoven son defensores incansables de los “de-
rechos del hombre”. La lucha está por encima de sus propias vidas.
Su compromiso consiste en erradicar la insensibilidad, la injusticia

75
y la desigualdad. Soñadores, igual que nosotros, ambos esperan
el día en que los tiranos y los poderosos caigan y de sus cenizas
renazca el hombre sin cadenas. Marx, en un poema de juventud,
expresa ese afán de libertad:
Iluminado el orgulloso corazón,
dominante, libre de yugo y atadura…
¡Y como árbol de la vida nacen los sueños!
JEAN: Beethoven siente la misma indignación que Marx cuando Na-
poleón se declara Emperador. (Toca parte del Concierto N° 5 Opus
73 Emperador). Le duele la ambición de poder del hombre que
una vez admiró. Sobre todo, le duele el sufrimiento que se avecina,
los miles de hombres que habrán de morir en esa guerra sin senti-
do. Entonces, las mujeres también levantaron la voz, para conde-
nar la decadencia del tirano que había olvidado las necesidades de
su pueblo.
VIVIANA: En las épocas de rigidez, cuando la vida reclama urgentes
transformaciones, desde el hogar o desde la trinchera, las muje-
res siempre expresamos nuestra inconformidad ante la injusticia.
Beethoven y Marx sembraron en nosotras las semillas que ahora
germinan, ellos dejaron su marca de fuego en nuestras concien-
cias, sus luchas persisten a pesar del paso del tiempo, nosotros so-
mos las abanderadas de su pensar y su sentir, frente a los viejos
vicios de ambición y poder de los tiranos.
JEAN: Es difícil engañar a un amigo, dime lo que te preocupa.
VIVIANA: Jean, tú y yo somos hermanos porque hemos decidido ser-
lo. Lo sabes, ¿verdad? Lamento no estar… Me hubiera gustado ser
siempre tu amiga, hija o hermana, crecer y envejecer contigo, con
ustedes, con mi familia.
JEAN: Tú cumpliste tus responsabilidades y pagaste por ello. Lo que
hacemos siempre trae consecuencias.
VIVIANA: Tu compañía, tu sensibilidad me conmueven, tu música
me hace sentir en casa.
Jean toca “Claro de luna” de Beethoven. Por momentos parece envejecer.
JEAN: Machado dice: “Vive, esperanza, ¡quién sabe lo que se traga la
tierra!”. Quiero pensar que ahora escuchas mi música, que estás
aquí, que no te has ido. Te juro por mis manos, que no ha pasado
un solo día desde tu asesinato en el que no te piense. Te evoco
a cada momento. Quiero hacerle saber al mundo entero, que mi
ternura por ti es imperecedera…

76
VIVIANA: Escucho tu piano, permanezco junto a ti. Mientras tocas
para mí, mientras me piensas, soy eterna, sigo viva en tu memoria.

Las madres de las guerrilleras


TRASGO BOLAÑOS: Ustedes son sospechosas, son culpables de en-
gendrar la rebeldía en la sociedad. Sus familias están infectadas.
Hay que erradicar la enfermedad de raíz.
VILMA (Madre de Viviana): Nosotras no vamos a negar a nuestras hi-
jas, somos sus madres.
MADRE DE MAGALY: Déjenlas a ellas vivir.
MADRE DE ANA: Déjennos vivir a nosotras, tenemos otros hijos
que nos necesitan.
VILMA: Ustedes destruyen nuestras vidas, nos persiguen, nos fasti-
dian, quieren que la gente crea que somos monstruos.
TRASGO BOLAÑOS: Debemos mantenerlas vigiladas permanente-
mente. Pueden ocultar algo… Uno nunca sabe. Debemos ser preca-
vidos. No podemos permitir otro escándalo contra la autoridad. La
gente pone en duda nuestra vigilancia para mantener el orden social.
VILMA: No entiendo por qué hay tantas personas que tienen interés
en silenciar a nuestras hijas, en especial se ensañan con mi hija Vi-
viana.
MADRE DE MAGALY: Nosotras no sabíamos nada.
MADRE DE ANA: Nuestros hijos son iguales a los suyos.
VILMA: Cualquier joven tiene ese ímpetu para combatir las injusti-
cias.
MADRE DE MAGALY: Todos los jóvenes tienen derecho a cometer
errores.
VILMA: Ustedes se ensañan con nosotras porque son incapaces de
ser autocríticos y corregir sus equivocaciones. Con su arrogancia
y soberbia, ustedes obligan a nuestros hijos a tomar decisiones ex-
tremas.
TRASGO BOLAÑOS: Su hija Viviana se cree muy lista. Conoce
nuestros métodos de interrogación. Sabe cosas que no debería sa-
ber y desafía a la autoridad.
MADRE DE ANA: También es duro para nosotros ver cómo se estre-
mecen nuestros hogares. Siempre creemos que hacemos las cosas
con amor. Para nosotras es algo inesperado que nuestras hijas es-
tén implicadas.

77
MADRE DE MAGALY: En nuestros hogares desconocemos las ideas
violentas. No estamos influidos por ideologías subversivas.
VILMA: En mis años de maestra nunca les transmití violencia a mis
alumnos, mucho menos a mis hijos. Ahora somos las madres de
las ‘terroristas’ y todos nos señalan, nos cierran las ventanas, nos
niegan la mirada.
TRASGO BOLAÑOS: Mi obligación es impedir que la gente simpa-
tice con ellas. Tenemos que impedir que hablen con la prensa. Vi-
viana es muy hábil. Si logra comunicarse con los medios, los pue-
de convencer de que la guerrilla tiene la razón y el control del país
se nos puede salir de las manos.
VILMA: Por si no se ha dado cuenta, hace mucho tiempo que el país
está fuera de nuestras manos. No me explico por qué el poder
quiere que nuestros hijos sean ignorantes, manipulables y débiles
en sus convicciones.
MADRE DE ANA: Hace mucho tiempo que la economía del país les
pertenece a las transnacionales.
MADRE DE MAGALY: Hace mucho tiempo que nuestras vidas, las
vidas de todos los ciudadanos, le pertenecen a la autoridad. La
autoridad nos condiciona a ser de cierta manera a fin de manejar
nuestras vidas y consumir nuestras ilusiones.
VILMA: Aunque ahora nos vea desamparadas y suplicándole, ni nues-
tras hijas ni nosotras nos rendiremos nunca.
MADRE DE ANA: Ellas y nosotras debemos seguir adelante porque
así lo exige la vida.
MADRE DE MAGALY: Nuestros hijos, los que están luchando en la
resistencia, son la voz de los olvidados.
VILMA: Los jóvenes van a seguir preparándose en la universidad por-
que no quieren que los sigan humillando ni tener que trabajar por
salarios de hambre.
TRASGO BOLAÑOS: Entonces, señoras, a ustedes y a sus hijas no les
va a quedar otro remedio que atenerse a las consecuencias y pagar
por sus actos.

M-76
TRASGO BOLAÑOS: ¡Niña…! ¡Viviana…! No te muevas. No respi-
res… ¿Armas? ¿Domicilios? ¿Teléfonos? ¿Nombres…? ¡Abre los
ojos, mírame, quiero que te lleves mi rostro gravado hasta después
de tu muerte…! Ni siquiera la electricidad ha podido ablandar-

78
te… No escarmientas… Deja de llorar… no vas a convencerme
de que te tenga lástima.
Era de noche, la hora de salir del cuartel para ir a mi casa. “¡Pe-
tición denegada, cabo!” El mayor impidió que me fuera a pesar
de mis súplicas. “¡Petición denegada, cabo, ¿no entiendes?! Tengo
órdenes distintas para ti. Pon atención. Debes eliminar a las tres
terroristas que están en la celda de castigo. Las de ‘La Familia’. Tú
las conoces, las del ‘Comando Viviana’. Ponte listo… Debe pare-
cer un intento de fuga… Si no obedeces, tu familia puede pagar
las consecuencias. Tengo información confiable de ellos, los están
vigilando, con la orden de ultimar a tus hijos y a tu mujer en caso
de que tú no cumplas mi encomienda. A ti te corresponde prote-
gerlos”.
Esperé toda la noche que la mujer uniformada, que las custodiaba,
se separara de su puesto. Un descuido lo puede tener cualquiera…
y ese era la oportunidad que yo iba a aprovechar para ultimar a las
terroristas. Todo ese tiempo me pareció insoportable ver que la
mujer uniformada miraba a las detenidas con compasión. Es pe-
ligroso dejarse llevar por la simpatía hacia las personas que tienes
en custodia…
Pasó el tiempo y yo estaba empezando a impacientarme. Quería
cumplir cuanto antes las órdenes del mayor y marcharme a casa
para cuidar a mi familia. Pero la mujer uniformada no se quitaba
de en medio. Creo que las trataba con ternura, como si se cono-
cieran de toda la vida. Hasta llegué a pensar que eran cómplices.
Ya estaba desesperado, la mujer uniformada no se separó de ellas
ni para el desayuno. Así que aproveché un momento en que me
dieron la espalda, para cumplir mi encargo. No quería mirar sus
ojos ni que ellas me vieran de frente. Son jóvenes, igual que yo…
¡Pero ese es su problema! ¡¿Quién las mete a la guerrilla?! Además,
yo tenía que vengar la muerte de mis compañeros. El mayor me
lo dijo. Ni creas que son unas blancas palomitas, cabo. Estas son
responsables de las bombas que acabaron con la vida de muchos
compañeros nuestros.
Empujé a la mujer uniformada y la hice caer a un lado de la celda.
Abrí los ojos para acostumbrarme a la penumbra. Sentí que todo
mi cuerpo se estremecía por la trepidación de las ráfagas. Escuché
el quebrar de huesos, la penetración de la carne joven, los sesos
saltando, la sangre inundando las paredes. Por un momento los

79
gritos de las jóvenes me parecieron gemidos de placer. Los ojos de
Viviana saltaron de las órbitas. Su cuerpo se contorsionó al ritmo
de mi M-76.
El olor de la sangre me impregna, estimula mis instintos prima-
rios… Viviana, Viviana, ya no puedes escuchar siquiera tus últi-
mos suspiros… Maté a la presa. Misión cumplida.
Todavía me faltaba sorprenderme por lo que me esperaba…
El mayor fue ascendido a coronel. El teniente a capitán. El que
recogió los casquillos a teniente. Yo permanezco encerrado en esta
celda, con las manos llenas de sangre… Me dicen que en tres me-
ses salgo de prisión. Que mientras siga cumpliendo órdenes, esto
queda entre nosotros y ellos van a protegerme hasta que el escán-
dalo se aplaque con el tiempo. Que esta pena es una simple simu-
lación para acallar las voces de la opinión pública y se eliminen los
cabos sueltos. Que hasta voy a poder salir de día a pasar tiempo
con mi familia y solo debo regresar a dormir en la celda por las
noches. No dejo de escuchar la voz de mis superiores: “Prohibido
equivocarse, cabo Bolaños.”
Música: “Elegía al Che Guevara” de Quilapayún.

El terror
Pasillo de hospital. Magaly y Ana en sillas de ruedas.
MAGALY: ¡¿Viste?! La policía llama a nuestra célula ‘La Familia’. No-
sotras ni siquiera bautizamos a nuestro grupo, porque queríamos
evitar las etiquetas que nos impone la sociedad.
ANA: Ya no me importa cómo nos llamen. No puedo dejar de pensar
en Viviana destrozada frente a nuestros ojos. Todavía puedo ver lo
que quedó de ella.
MAGALY: Esas balas eran también para nosotras… No me explico
cómo logramos sobrevivir.
ANA: Es evidente que Viviana era su objetivo.
MAGALY: Fuera de estas paredes, los otros grupos guerrilleros ni se
imaginan lo que les espera…
ANA: Los van a destruir, también a ellos los van a hacer pedazos… No
sabemos siquiera dónde están nuestros compañeros.
MAGALY: Temo perder a mi bebé, lo siento brincar dentro del vien-
tre. Aún no ha nacido y ya conoce la represión, el sufrimiento. Yo
no deseo esa realidad para mi hijo.

80
ANA: Siento que aquí todos nos miran con odio, nos repudian. Los
custodios ponen a las otras reas en contra nuestra para que nos
griten, nos amenacen…
MAGALY: Escucho el eco de sus voces… el retumbar de las ráfagas…
“Les arrancaremos los ojos”. “¡Terroristas!”
ANA: Marginadas en un mundo de seres marginales; nuestra lucha
mezclada con asesinas, narcotraficantes y ladronas comunes…
MAGALY: A fin de cuentas, aquí todas somos mujeres privadas de fu-
turo, de ver crecer a nuestros hijos, de cumplir nuestros sueños.
ANA: Allá vienen… ¿Qué nos harán ahora? No sé si pueda aguantar
otra paliza más.
MAGALY: Lo que queda de nuestra lucha debemos guardarlo en
nuestro interior, aferrarnos a nuestros ideales.
ANA: Estos policías fueron bien entrenados en la Escuela de las Amé-
ricas. Patean, patean y patean, no dejan de golpearnos a todas ho-
ras y con el mínimo pretexto.
MAGALY: La represión de Chile y Argentina se traslada a esta tierra.
Quién sabe cuántas cosas más tengan que ocurrir para que la gente
se dé cuenta de que necesita liberarse de la opresión, los líderes
mezquinos, las clases poderosas, los militares, las mafias.
TRASGO UNIFORMADO: ¡Calladas, terroristas! Saben que está
prohibido conversar entre ustedes… Ni crean que se han librado
de nosotros, las perseguiremos hasta el fin de sus días. Después de
salir de este hospital volverán a ser interrogadas. Nuestro deber
es reprimir cualquier intento de rebelión que rompa con el orden
establecido. Tenemos ojos y oídos en todas partes. Estamos in-
filtrados en todas las organizaciones sociales. Mantenemos bajo
estrecha vigilancia a todos los terroristas. Somos el cáncer de la
rebeldía. Los fotografiamos. Intervenimos sus teléfonos. Conoce-
mos sus domicilios y sus itinerarios. Siempre que alguno o alguna
de ustedes cae en nuestras redes conoce nuestra ira, la mano dura
del poder. Ustedes llevan en la frente la marca de los malditos, ja-
más podrán reintegrarse a la sociedad.

Sala de justicia
JUEZ (A la Mujer uniformada): ¡Usted no hable tanto! Le aconsejo
que mida sus palabras. Sus declaraciones pueden comprometerla.

81
MUJER UNIFORMADA: ¡Yo lo vi todo, señor juez! El cabo Bolaños
enloqueció. Arremetió contra mí y atacó a las chicas. Viviana cayó
sin vida instantáneamente. Las jóvenes heridas no dejaban de gri-
tar. El teniente me dijo que no abriera esa celda hasta que llega-
ran los de enfermería. Pero tardaron mucho tiempo en reaccionar.
Todo era sospechoso, parecía que querían dejarlas morir.
JUEZ: Se trata de simples conjeturas. Considero que el impacto de los
acontecimientos la tiene trastornada. Antes de hacer juicios teme-
rarios, le recomiendo que guarde silencio. Si no tiene pruebas fe-
hacientes, es mejor que diga que usted no ha visto nada.
MUJER UNIFORMADA: Mi conciencia me impide callar, no está
bien tomar la justicia a manos propias, va en contra de nuestras le-
yes. No puedo dormir, todo el tiempo pienso en esas muchachas,
en sus madres, una de ellas está embarazada, se llama Magaly, co-
rre el riesgo de perder a su criatura.
JUEZ: Su visión de la realidad está distorsionada por la compasión y
por la solidaridad de género con las detenidas. ¡Le vuelvo a reco-
mendar que no se deje llevar por lo que cree haber visto! Usted no
sabe cuáles eran las órdenes que estaba siguiendo el cabo Bolaños.
No le conviene ponerse de parte de las terroristas. Este tribunal la
puede acusar de ser cómplice de ellas y hasta es posible que corra
la misma suerte que Viviana.
ELIZABETH (Esposa de Bolaños, al juez): Yo sé muy bien lo que pasó,
señor juez. Yo no hablo de oídas o por simples conjeturas. A mi
marido, el cabo Bolaños, lo presionaron para ejecutar a las terro-
ristas. La noche anterior, a mi marido le negaron la salida. Lo ame-
nazaron con hacerle daño a nuestros hijos si él no cumplía lo que
le ordenaban. ¿Por qué no dejan que él declare? ¡Permítanle que
diga la verdad! ¡No sé por qué quieren que él encubra a sus supe-
riores! Que admita ser responsable de la muerte de Viviana. Que
sea el único que pague por los actos criminales de otros.
JUEZ: Lo que yo veo, señores del jurado, es que ambas mujeres están
confundidas. La tragedia que acaban de presenciar las hace ‘fanta-
sear’ los hechos. Ustedes, señores del jurado, pueden darse cuenta
de que únicamente el diez por ciento de lo que estas señoras de-
claran es ‘verdad’, que el resto es obra de su ‘imaginación’ y que, si
insisten en su dicho, podemos acusarlas por conducta disociadora
y conflictiva. Ahora, señores del jurado, les ruego que se retiren a
deliberar. Se declara un receso de veinte minutos.

82
Juez y jurado se retiran. La mujer uniformada y Elizabeth, esposa de
Bolaños, hablan entre sí en voz baja.
MUJER UNIFORMADA: Viviana no disparó esa noche, la prueba de
parafina dio negativa, ella se limitó a conducir el coche, los milita-
res que la persiguieron aseguran que nunca habían visto que una
mujer manejara de esa manera. Les resultó muy difícil atraparla.
Se saltaba los semáforos, esquivaba los carros con destreza y ve-
locidad.
ELIZABETH: Mi marido, el cabo Bolaños, solamente cumplió órde-
nes. Sin embargo, lo tienen recluido en una celda, mientras sus
superiores, los asesinos intelectuales de Viviana, se encuentran
libres, protegidos por una justicia corrupta.
MUJER UNIFORMADA: Siento pena por la muerte de Viviana, por
el sufrimiento de sus compañeras heridas, incluso por su marido,
el cabo Bolaños, porque lo hacen pagar por una culpa ajena.
ELIZABETH: Me queda claro que ni usted ni yo podemos hacer nada.
Las palabras del juez entrañan una amenaza, y yo no quiero sufrir
el mismo dolor de las madres que pierden a sus hijos. No podría
soportarlo…
MUJER UNIFORMADA: Ser mujer policía es peligroso en estos
tiempos, cuando nuestra justicia se descompone desde adentro y
nosotras debemos obedecer como si se tratara de un asunto de fe.
Lo lamento por Viviana y por su causa… Renuncio a la manipula-
ción e hipocresía. No quiero seguir perteneciendo a este lugar. No
me queda otro camino que proteger a mi familia.
El juez ocupa de nuevo el estrado y dicta sentencia.
JUEZ: Este caso queda archivado. Alguien tenía que pagar. La muer-
te de Viviana debe servir de escarmiento a todos aquellos que in-
tenten desafiar al poder público legalmente constituido. Que los
terroristas sepan que estamos dispuestos a cualquier cosa para de-
fender nuestras instituciones.

Prensa
PERIODISTA: Explosión de dos bombas de fabricación casera contra
una camioneta donde viajaban tres marines y el conductor. Las
víctimas resultaron heridas por las esquirlas. El explosivo fue deto-
nado a control remoto cuando se acercaba a una valla de cemento.
Otra bomba explota en la embajada de Honduras a las ocho y doce

83
minutos. No hay heridos. Los terroristas, que están generando
caos y confusión en la ciudadanía, son jóvenes que no sobrepasan
los treinta años. Entre ellos, hay estudiantes universitarios y obre-
ros de construcción. Todas las agrupaciones policiacas y militares
están en su busca. Se les acusa de intimidación pública, traición
agravada, conspiración para la rebelión, organización ilícita de ca-
rácter internacional, tenencia y fabricación de armas de fuego. En
un enfrentamiento con los criminales, ocurrido en calle Blancos,
mueren un taxista, dos policías y un terrorista.
Se cree que el móvil de las bombas en la embajada hondureña, se
vincula a la desaparición de estudiantes universitarios que incur-
sionaron sus fronteras.
En el puesto Las Manos, la incertidumbre rodea a las familias, que
piden castigo para los responsables de la muerte o la desaparición
de sus hijos. Quieren que las autoridades les permitan hablar en el
juicio a los terroristas… Como cristianos que son, los padres de
las víctimas, dedican sus esfuerzos, sus sacrificios, sus noches in-
terminables y sus ojos hinchados de tanto llorar por no encontrar
a sus hijos, piden que Dios les toque el corazón a los terroristas
para que dejen de hacer daño.

El maquillaje de la muerte
TRASGO PRESIDENTE: Siete son los pecados capitales del terro-
rismo, uno de ellos la justificación moral del asesinato. Hay que
poner fronteras y límites al terrorismo. Debemos combatirlo de
manera preventiva, mediante la civilización, el amor, el derecho a
la existencia misma.
VIVIANA: El peligro invade la noche, siento el corazón junto a la boca,
el tiempo detiene mis latidos y la muerte se presenta desnuda. Los
del Comando Viviana estamos dispuestos a morir mientras lu-
chamos por nuestras vidas. Incluso después de muertos seguimos
siendo víctimas de los juegos del poder. Me acusaron, me hallaron
culpable y me ejecutaron por asesina. Olvidan que yo no podía
conducir y disparar a la vez. Aun así, usted envía a uno de sus hom-
bres para que las balas de su M-17 acaben con mi vida.
TRASGO PRESIDENTE: Los pecados capitales son cabeza de otros
pecados. Su afán por obtener recursos para sus operaciones clan-
destinas, los vuelven ambiciosos.

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VIVIANA: ¡Usted come bien…! A usted nada le falta. Usted manipula
a sus hombres. Usted hace que se ensucien las manos de otros,
para que las suyas permanezcan limpias. Usted cree que, porque
no mira a sus víctimas a los ojos cuando las asesina, está libre de
culpa. Se equivoca. También sus manos están manchadas con san-
gre inocente.
TRASGO PRESIDENTE: ¡Los terroristas son irresponsables, dejan
de lado sus obligaciones ciudadanas!
VIVIANA: Nosotros, los que luchamos en la resistencia civil que us-
tedes llaman terrorismo, sabemos de obligaciones, tenemos con-
vicciones, queremos una patria unida. No hacer nada respecto al
abuso del poder, genera apatía, nos priva de ejercer el derecho que
tenemos a la libertad de expresión.
TRASGO PRESIDENTE: Sus ideales desatan pasiones y trastornan
el orden ciudadano.
VIVIANA: Ustedes olvidan las necesidades de los demás, solo piensan
en ustedes, la indiferencia los insensibiliza, los vuelve intolerantes.
Para nosotros, defender lo que amamos nos enfrenta a la realidad,
nos hace sentir vivos y acompañados.
TRASGO PRESIDENTE: Sus argumentos son irrelevantes… Todos
obedecemos órdenes superiores. Un presidente está provisto de
tentáculos que le sirven para castigar a los infractores de la ley.
Fuertes ráfagas de M-76.
VIVIANA: La vida se detiene… Los recuerdos se borran. Los sonidos
cesan. Solo escucho a lo lejos el eco de la voz interna. Mi sangre
aún palpita… Ah… Tengo calor… No puedo respirar… Me que-
ma. Dejo de sentir las manos… Para ustedes, los episodios de ven-
ganza incluyen el homicidio, separar a los hijos de sus madres, in-
crementar el odio, infundirnos miedo con la cárcel, asustarnos con
la muerte… Mantienen cerrados los ojos, las bocas y los oídos.
Ustedes no conocen nuestro pensamiento, ignoran que multitud
de inconformes siguen en las calles. Ustedes se esconden en sus
fortalezas, se rodean de hombres blindados con equipos especia-
les para hacernos la guerra. El egoísmo forma parte de su soberbia,
de su amor desmedido al dinero y al poder. Por eso esclavizan a las
nuevas generaciones, les roban la voluntad, el pensamiento crítico
y la participación activa en la decisión de nuestro destino. Le nie-
gan el futuro a esta tierra. Pero olvidan que el tiempo se encargará

85
de decir la última palabra. Olvidan que la lucha de María del Mar,
Jaime Bustamante y Óscar Fallas… aunque calcinen sus cuerpos
y escondan los hechos, todavía dará frutos. No toman en cuenta
que, aunque escondan y realicen autopsias dudosas al cuerpo de
David Madariaga… la resistencia no acabará nunca… Parmenio,
hermano, tu humor es un arma que llegará al futuro derribando
puertas, desatando la alegría de la libertad. Alejandra Caderón, los
tiranos temen tu inteligencia y el poder que tenías para tocar sen-
sibilidades, los poderosos saben que, si hubieras sido la primera
mujer en tomar la silla presidencial, mantendrías el legado de tu
padre, y las bases de la justicia social permanecerían intactas. Veo
que todavía circulan imágenes mías en las calles de San José; sa-
ber que he dejado mi rostro impreso en la conciencia colectiva me
tranquiliza, me llena de esperanza. Alejandra, María, Viviana, Ós-
car, Jaime, Parmenio, camaradas, aunque traten de borrarnos de
la historia, renaceremos… resistiremos desde nuestras tumbas…
(Canta “Quien levanta la frente” de Natalia Esquivel):
Como tantas mañanas
amaré el intento
de llevar en la cara
cruz de esperanza
y compartir la morada
con los valientes
que no hablan
sin actuar.

Quién levanta la frente


junto al sol opaco.
Quién levanta la estrella
de su identidad.
Quién levanta la voz
por los olvidados.
¡Quién levanta la sangre
por su libertad!

86
Mujeres anónimas

Marialaura Salom-Pérez

Temprano una noche cualquiera. Poco a poco, las personas van llegan-
do al salón y se sientan en las sillas acomodadas en un gran círculo.

SOFÍA: Estoy nerviosa. ¡Me caso en dos semanas! La ansiedad me


está matando y no quiero dejarme vencer por la angustia, porque
entonces me da por comer y me ha costado mucho bajar tres kilos
para la boda. Luis escogió la fecha… Teníamos un año de jalar; es-
tábamos en el restaurante que a él le gusta; me dijo: “Okey, Sofía,
ya no puedo soportar que otros te vean como si yo no existiera.
¡Vos sos mía! Quiero que llevés este anillo siempre, para que to-
dos sepan que tenés dueño. Cuando nos casemos, nadie será ca-
paz de acercarse a ti, porque yo, escudero de tu guardia real, estaré
allí, delante de mi princesa.” ¡Sí, así de cursi! Me puso el anillo de
compromiso más brillante y pesado que había visto… ¡Escena de
cuento de hadas! Yo no pude decir nada. Entré en shock por la
emoción. Mi corazón latiendo al mil por ciento. Creí que me iba a
dar algo. Desmayarme. Las manos me sudaban. Me temblaban las
rodillas. Sentía este mismo huequito en el estómago. ¡Las mari-
posas, sí! No me salía la voz. Por suerte, él estaba sonriéndole a la
gente que llenaba todas las mesas del restaurante, orgulloso de su
hazaña y no se dio cuenta de mi estupefacción. ¡Parezco una terne-
rita holstein! Luis sabía perfectamente mi respuesta: ¡Sí! ¡Sí, sí, sí,
sí, sí! Se me van los ojos. Siento que me derrito. Admiro su astucia.
Lo veo tan guapo, varonil, masculino. Su sentido del humor es lo
máximo. El otro día me dice este chiste: “Una mujer va condu-
ciendo su auto en la carretera. Se va fijando de vez en cuando en
el espejo para ver si está bien pintada. En el sentido opuesto, viene
un carro con un hombre al volante. Cuando se cruzan, él le grita
a ella “¡Vacaaaaaa!” La mujer le contesta “¡Animaaaaaaal!” Cada
uno sigue su camino. El hombre acelera su carro último modelo.
La mujer, muy enojada, al doblar la siguiente curva, choca con una

87
gigantesca vaca sentada en medio de la calle… Moraleja: “Muje-
res, aprendan a escuchar a los hombres”. Creo que es bueno reír
cuando una se siente vulnerable y presionada. Cuando río, dejo
escapar, como si fueran burbujas de gas, las cosas que me molestan
de mí misma: Que si estoy gorda. Si amanecí con el pie izquierdo
y todo me está saliendo mal. Que no me gusta cómo me vestí este
día para salir. Que no hay maquillaje que tape esta maldita espini-
lla asquerosa. Que no me expresé de manera correcta en el trabajo
con una de mis compañeras. Que no había pan integral en el res-
taurante a la hora de almuerzo. Que me trajeron la limonada dulce
cuando la pedí sin azúcar… Todas estas tribulaciones pesan, no
me dejan caminar erguida y con soltura. Me siento atrapada en mi
propio cuerpo, incómoda, apagada… Por fortuna, hay situaciones
esporádicas, inesperadas que me alegran un momento del día. Me
dejo llevar. Reacciono como si no pasara nada malo y pudiera olvi-
dar todas las contrariedades y el estrés se esfumara. Yo misma me
sorprendo. Creo que una puede ser mejor persona dependiendo
de quién o quiénes le rodean. ¿Nunca han pensado, quién sería
yo sin los miembros de mi familia o si ciertas personas no fueran
mis amigas? Yo me reduciría si no tuviera una relación formal con
Luis. Él me quiere, saca lo mejor de mí, me da consejos, resuelve
muchos de mis problemas, me dice: “¡Ay, Sofía, sos tan complica-
da como todas las mujeres!”. Les puede sonar anticuado, parecer-
les fantoche o estrafalario, pero, para mí, es seguridad, confianza,
sentirme querida, que él me consuele, me proteja, me siga aman-
do. Ahora que está tan pronta la boda, mucha gente se me acerca
para recordarme lo importante que es la comunicación y el respe-
to en la pareja. Aprender a ceder y a complacer vale la pena, con tal
de tener a tu lado a la persona que estás escogiendo. Todos depen-
demos de alguien, una buena palabra, una ayuda, un abrazo. Por
favor, no malinterpreten lo que digo, no suelo expresarme bien, no
sé qué palabras utilizar. Si Luis estuviera aquí, ya me habría apre-
tado la mano para que me callara: “Dejá de decir tanta estupidez
junta! Cerrá la boca o nos vas a dejar en ridículo”. ¿Por qué él y no
otro? Ustedes no conocen a mi novio… ya casi mi marido… ¡Qué
raro suena! Sofía de Arguedas… ¡Me gusta! Estoy lista para dar
ese paso. ¡No saben cuánto lo he esperado! ¿Qué me va a importar
que él deje la tapa del escusado arriba? La bajo. ¿Qué, si se quita

88
los zapatos al entrar a la casa? Mejor, así me quedan cerca para ir
a embetunarlos. ¿Qué, si ronca fuerte? Bueno, ya sé a lo que voy,
lo he conocido bien en todos estos meses y pongo sus defectos a
un lado, porque son muchas más sus virtudes. Por supuesto que
sé que nadie es perfecto, todos tenemos fallas, descuidos, peros…
Él es guapo, coqueto, amable… Me complementa, con él estoy
tranquila, soy afortunada en tenerlo conmigo y no que ande con
otra. Puede que se vea como una relación compulsiva… A veces,
optamos por ser sumisas, jugamos un rol determinado a cambio
de recibir ese cariño, esa protección, esa mirada. Dar y obtener.
Para mí no es pleitesía, es chineo. Yo quiero y elijo atarme a él.
Eso es desposarse, obligación y responsabilidad conjunta, ligarse,
unirnos, contraer el compromiso, ponernos de acuerdo en las re-
glas. Una vez seamos marido y mujer, sabremos solventar nuestras
diferencias. Dios no nos hizo iguales. Ellos se casan y pasan a ser
maridos. Nosotros siempre seremos sus mujeres. Juntos somos
pareja, dúo, copla, yunta, una combinación de lo mejor de cada
uno. Es la suma la que nos da la ventaja. La vida es difícil y com-
plicada como para andar por ahí sola, sin el soporte de un hom-
bre que comparte su vida contigo. Todo el mundo prefiere estar
acompañado. El matrimonio es una tradición. Quien no lo piense
así, es alguien que gusta de romper esquemas, de ir en contra del
status-quo. Cuando uno es joven, en la universidad, está deseoso
de libertad. A mi edad, 26 casi 27, una empieza a sentir que se le
está yendo la oportunidad de casarse y para agarrarse del primer
hombre libre, se enfrenta a una cacería criminal con las del mismo
género, donde la mayoría de las rivales son más jóvenes, algunas
de la misma edad, son las que ya van por el segundo round. To-
das son peligrosas y hay pocas opciones de escoger al galán. Entre
más tiempo pasa, tiene que conformarse con cualquier orangután
u holgazán de menos altura, menos esbelto, menos dinero, menos
culto, menos decente. ¡Y más usado! Y la presión que una siente de
la sociedad que impone las reglas y en todo momento se ocupa de
ir modelando los roles y las conductas deseables: “¿Tenés novio?”
“¿Ya son novios?” “¿Cuánto llevan?” Al visto bueno o el check, le
sigue: “¿Cuándo se casan?” La sociedad espera que uno se case,
que tenga hijos. No importa con quién o en qué condiciones se
traigan hijos al mundo. Y cuando se presentan problemas, nunca

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falta quien diga: “Ay, vos te lo buscaste, ¿por qué, antes de casarte,
no te fijaste cómo era él en realidad? Él siempre se ha portado mal,
todo el mundo lo sabía, ¿por qué iba a cambiar solo por estar con
vos?” Otros montan un plan para ayudarte, fingen estar interesa-
dos en tu situación y pretenden que una siga todas sus instruccio-
nes. Casi con placer, como si fuera una telenovela, hurgan en nues-
tros pecados, quieren que les recreemos los desencuentros, las
decepciones, el dolor. Quieren controlarte, manejarte a su antojo.
Por eso, yo no creo en métodos ni recetas, prefiero ser reservada y
enfrentar sola lo que me pasa. ¿Qué tan relevante es para todos los
demás lo que a mí me sucede? A nadie le importa mi vida.

MAUREEN: Padezco de sudoración excesiva. No lo soporto. Siempre


mojada, manchadas las axilas como si acabara de jugar la final de
baloncesto universitario masculino. Los pies se me deslizan den-
tro del zapato. Esos asquerosos diez enanos provocan un hedor a
caballo sudado. Cuando hablo así, en público, las manos se me hu-
medecen. La entrepierna, detrás de las rodillas, en la parte baja de
la espalda, en el cuello. ¡Es insoportable! Si me agarro de la barra
del bus, me resbalo. En clases nunca participo por no levantar la
mano. Todo empeora en los días incómodos de la menstruación.
Gotas de líquido claro y transparente segregan mis glándulas sudo-
ríparas al lado de la cara. Lo mío es disolutivo, continuo y copioso.
Trato de andar en sandalias a pesar de que odio que se me vean
los juanetes. Algunos dicen que se debe a mi sobrepeso, a mi mala
alimentación. ¡Qué saben ellos de mi problema de la tiroides! Soy
gorda, parezco un armario, una ballena. Me canso, muchas veces
al día estoy agitada, me quiere dar asma. Sudo tratando de levan-
tarme del sofá. Me da algo de susto ir hacia atrás al sentarme en el
asiento de un carro. En las que aún me puedo sentar, las caderas
se salen a ambos lados. ¿Saben cuánto tiempo duro al bañarme?
¿Cuánto perfume gasto por día? ¿Por qué, a pesar de que provoca
cáncer, sigo comprando desodorante anti-transpirante? ¿Por qué
uso ropa holgada dos tallas más grande? Para ustedes, ir al baño
debe ser algo rutinario; a mí, me frustra no poder ver dónde tengo
que limpiarme, gastar tanto papel higiénico, dejar la taza toda hú-
meda, taquear los escusados… ¡Cochinada! Para colmo, esta so-
ciedad de consumo promueve andar apretadas, a ombligo pelado,

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con esos pantalones bajos que a todas se les ve la alcancía… ¡A mí,
sencillamente se me sale la mitad de las nalgas! Nunca voy al gim-
nasio, no tolero estar rodeada de espejos y cuerpos esbeltos por
todos lados. Fui una vez… me dieron un pañito diminuto… vi los
rótulos con letras en negrita y subrayada la frase “Prohibido dejar
sudor en las máquinas”. Me salí… Ni siquiera esperé que me de-
volvieran el dinero de la matrícula ni la mensualidad. Si por alguna
razón me veo forzada a agacharme, siento que me voy a quedar
en el suelo, tiesa. Se me caen las llaves, el lapicero, el teléfono, el
sombrero, el lápiz labial, la mariposa del arete, la moneda… “¡Qué
muchacha más babosa!” “¿Y a usted quién lo mete, mequetrefe?”
Trato de no hacer nada, no moverme mucho. La ley del mínimo
esfuerzo, con tal de sentirme seca, en calma y con aliento. Jamás
cruzo las piernas, solo sentir uno de mis muslos encima del otro
me provoca calor. Me desespera ver otras gordas o embarazadas.
Por supuesto que me estorba la cercanía con otros, me da pavor
el roce. Reconozco que reacciono con violencia, aunque se trate
de un acercamiento involuntario. ¿Los demás no ven que soy de-
masiado grande como para que los dos caminemos en una misma
acera? ¿Por qué, en la fila en el banco, tienen que pegarse una con
otra las personas? ¿Quién inventó esos rituales de conocerse aga-
rrándose y estrechándose las manos? ¿Qué le pasa al chofer del
bus que no puede dejar caer el vuelto en la palma de mi mano?
Ustedes dirán que estoy muy joven para sentirme rechazada y
comportarme frenética, irascible e intolerante. Es cierto. Paso la
mayor parte de mis días sola. No asisto a conciertos ni ferias; a
graduaciones, bautizos ni funerales. Jamás voy a comprar frutas al
mercado. Nunca visito a nadie en los hospitales. No me pruebo la
ropa en la tienda, mucho menos los zapatos. En la misa, siempre
ocupo la última banca y me salgo unos minutos antes de que el
sacerdote indique darse la paz. Sé que la banca cruje al levantarme,
por eso lo hago mientras están cantando o rezando en voz alta. En
las esquinas, siempre espero el siguiente turno del semáforo para
cruzar, si no quiero que me piten con furia o me insulten porque
aún sigo en la zona de paso, sintiendo que los vehículos avanzan
hacia mí, oyendo el ruido de los motores que se quejan y sintiendo
su calor cerca de mis rodillas. Todo me sale más caro. En el cine
tiene que ser sala VIP. En los viajes al exterior, boleto de primera,

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entre altos ejecutivos, como en aula diferenciada; porque en clase
turista no logro pasar entre una fila y otra. En la comida, prohibi-
do todo lo que me gusta. Manzana no, no puede ser azucarada.
Banano, no mucho, porque es la fruta que más engorda. Ensalada,
sin sabor. ¡No me digan que creen el cuento de que el limón y el
aceite de oliva son un aderezo! La gaseosa, prohibida. La cerveza
hincha. El emparedado sin mantequilla, ni mayonesa, ni jalea, ni
queso crema, porque es como llamar al diablo. Hablando de lla-
mar… Todavía no he conseguido un teléfono inteligente que me
funcione. El dedo que use, sin importar tamaño, ubicación o ángu-
lo, humedece la pantalla táctil y me impide desbloquearlo. Ni les
digo de revisar Facebook o enviar mensajes de texto. A la red social
solo me conecto desde mi casa. Mi foto de perfil es una sandía. Y la
portada, un atardecer en un desierto árido. Soy una isla flotante en
medio de un océano donde cada gota ha emanado de mi cuerpo.
Soy un globo aerostático a punto de estallar. Soy el más grande,
el más ancho, el más acuoso y más solitario de todos los planetas.

LILLIAM: Yo estoy sola por elección propia. No quiero atarme a


nada ni a nadie. Tengo 23 años. Voy a la mitad de la licenciatura
en arquitectura y cuanto termine voy a aplicar a una beca en el
extranjero. No me sentía lista para otro tipo de responsabilidad
que no fuera yo misma. Por eso tuve que hacerlo. Yo no quería, al
menos no en esta etapa de mi vida. Lo del embarazo fue algo no
programado. En la fiesta de una amiga, me encontré con Daniel.
Nos conocíamos desde pequeños. Él recién regresaba de Canadá
donde había estudiado. Llevábamos como dos horas poniéndo-
nos al día. A mí, sobretodo, me interesaba preguntarle la expe-
riencia de vivir fuera, por su cuenta, sacando una especialidad en
una universidad internacional prestigiosa. Él quiso mostrarme su
título, su diploma, sus libros, sus fotos. Así que fuimos a su apar-
tamento, que queda al lado del de mi amiga. Entonces pasó lo que
tenía que pasar. Una única vez. Con condón, porque yo, enfocada
en terminar mis estudios, no sostengo una relación con nadie y ni
siquiera tomo pastillas. Dos semanas después empecé a preocu-
parme por el atraso. Una y otra vez repasé cómo habían sucedido
las cosas. ¡No podía ser! Empecé a sentirme distinta. Yo no quería
ser esa otra. Quería ser yo y punto. Vómitos, jaquecas mareos…

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Ya no podía concentrarme, desperdiciaba muchas horas al día en
algo nuevo que estaba pasándome y que yo no pedí ni quiero. Es
mi vida, es mi cuerpo. Fui de un médico a otro y a otro. Hasta
que encontré uno que aceptó ayudarme. Tendría que ser rápido,
mientras el feto aún fuera pequeño. “Antes de que se arrepienta”,
me dijo. No, doctor, créame, no lo voy a lamentar. Quiero que me
solucione este problema lo antes posible, porque está poniendo
en riesgo mis notas en la universidad. Pasé la semana más angus-
tiante de mi vida. ¿Si algo fallaba? ¿Si el doctor se desaparecía? ¿Si
me iba a lastimar mucho? ¿Estarían totalmente desinfectados los
instrumentos para sacarlo? ¿Cuánto dinero me iba a costar la in-
tervención? Pensar en todo eso, me consumía por completo. No
me sentía bien. Mi cuerpo era otro. Estaba mutando. La barriga
más grande, los muslos también. Mis senos se veían distintos. No
sé ni cómo explicarlo. Era extraño. Sentía incomodidad. La mayor
parte de los cambios se daba por dentro. Algo debajo de la piel
empezaba a expandirse y estirarse. Se abría y se moldeaba como
la plasticina. La sangre viajaba más lenta. Procuraba no salir de mi
casa. Me quedaba quieta, quieta, con la mirada fija en el vientre.
¡Vos no sos, y yo sí! ¡Punto! Que pronto acabe la pesadilla. Correr
todas las mañanas. Tomar mucha agua de pipa. Comer sushi. To-
mar cervezas. Fumar. Fumar, Fumar. No cambiaría mi vida. Segui-
ría con mis planes. Cumpliría mis metas. Alcanzaría mis sueños.
¡El día equis llegó por fin! Estoy en una camilla. Todo se vuelve
oscuro y helado. Escucho voces. Un hombre y una mujer hablan
de cualquier cosa. Escucho un ruido extraño. Veo un rayo de luz
que se cierra. Siento más frío. Empiezo a temblar. Aunque algo me
dice que debo quedarme quieta, sin que se den cuenta, empiezo a
mover, despacio, cada músculo de mi cuerpo, las extremidades…
La luz incandescente no me deja ver nada. De pronto, siento que
algo me punza, me corta. Me muevo instintivamente tratando de
esquivar las dentelladas. Otra punzada. Esta vez me duele más que
la anterior. Es en mi estómago. ¿El hombre y la mujer que hablan
allá afuera se habrán dado cuenta de mis movimientos? Otro ins-
trumento me persigue, me busca, me arrincona. Prensa mi cabeza
fuerte, muy fuerte, muy fuerte… La rompe en pedazos… Respiré
aliviada. Todo terminó. Salí de la clínica, adolorida. Había dejado
allí todo el dinero que tenía ahorrado para más adelante. Me sentí

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diferente. Ya no era yo. Sentía las miradas penetrantes de la gen-
te en la calle, como si pudieran saber lo que yo había hecho. Yo
los desafiaba… Entonces quitaban sus ojos de mí, se cambiaban
de acera, doblaban en la esquina. Nadie decía nada, pero yo escu-
chaba sus quejas, sus gritos, sus reclamos. Solo quería volver a mi
casa, descansar, no pensar en nada, quedarme en blanco, volver a
empezar. Poco a poco retomé mi vida normal universitaria. Me
concentré en los cursos… Así ha pasado el último año. Creía que
era mi vida, mi cuerpo, mi decisión y que no tenía por qué darle
explicaciones a nadie, ni siquiera a mi madre. Hoy… ella está aquí
y ustedes han sido testigos de mi historia.

GLORIANA (No puede aguantar más y estalla en llanto): Perdón, lo


siento. En verdad no quería… Mi madre de 59 años está luchando
por su vida. Hace ocho le extirparon un tumor en el pecho. Reci-
bió quimioterapia. Casi habíamos logrado pasar el umbral de los
cinco años libre de cáncer cuando le diagnosticaron uno nuevo
en huesos y poco tiempo después, metástasis a hígado. Yo lo veo
como si le hubieran disparado y la bala quedara alojada muy cerca
del corazón. Al no poder sacarla del todo, la pólvora se dispersó
por el resto del cuerpo. Sin embargo, no se rinde, su actitud es en-
comiable. Estar positiva es determinante para ella, estar positiva,
ante todo, mantenerse optimista. En la sala del hospital, tiene una
vecina de sesión, edad 35 años, madre de dos niños pequeños, que
viene a San José cada tres semanas para recibir tratamiento para el
cáncer que alberga en el útero. Lo más difícil para esa mujer es de-
jar a sus hijos al cuidado de una tía, montarse al bus y que la gente
se le quede viendo por ya no tener pelo. Esa condición marca hasta
a la menos vanidosa… “Eso es lo que menos importa”, le reclamé
una vez a mamá: Luego me di cuenta de que para ellas es un signo
de identidad… Ese sentir que se les cae la cabellera por pedazos…
Esa sensación de quedar expuesto… Ese frío que ya no solo entra
por los pies, sino que les recorre todo el cuerpo de arriba abajo…
La cabeza rapada las une, las hermana… Todas son iguales, no im-
porta su origen, su calidad de vida, su preparación, ni siquiera su
nombre. Con solo cruzar una mirada se reflejan una a la otra, se
consuelan, se sienten una, se comprenden entre sí sin verbalizar
absolutamente nada. Están juntas librando la lucha contra un rival

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que no se deja ver fácilmente, que engaña, juega a esconderse, se
revela, aparece y desaparece… Todos conocemos a alguien que
ha tenido cáncer. Es apabullante la magnitud de la enfermedad
del siglo XXI, tanto, que trae cambios a nivel monetario. Yo digo
que es como la sorpresita que viene en la caja del Corn Flakes.
Por día, se diagnostican 51 nuevos casos en el país. 18,655 al año.
Según la Caja del Seguro Social, hay más de 700 personas esperan-
do una cita oncológica. Los pronósticos son reservados. Mis hijas
pequeñas, ya sienten que algo sucede. Cuando sopló sus candelas,
la de seis años pidió un deseo: Que su familia viviera para siempre.
¿Adivinen a quién escogió ella para contarle su secreto? A mí me
lo contó a la mañana siguiente, cuando la levanté para llevarla al
kínder… me dijo que había tenido otra pesadilla. “Soñé que yo
tenía dos mamás.” “¿Dos mamás?” “Sí, la señora más viejita es la
mamá que te queda cuando la tuya se va…” La otra tarde me dijo
“Mami, ¿cuándo se mueren las personas? Yo no quiero que nadie
se muera. Yo no quiero morirme…” Ayer, mi hermana me comen-
tó que la niña le preguntó: “Tía, ¿los adultos también lloran?” “Sí,
claro, los adultos pueden llorar, sea por tristeza o por alegría.” “¡Ah,
como cuando mi mamá lloró de felicidad cuando mi hermana y yo
nacimos, ¿verdad?” Quiero que se rompa esa estadística terrible,
quiero que mi mamá pueda sobrepasar la expectativa médica, que
disfrute… iba a decir “que disfrute más a sus nietos”. ¡Pero ella se
llena de vida con ellos! Trato de que mis hijos pasen todo el tiem-
po posible con su abuela. Aunque me preocupa que se canse…
Los niños son agotadores… No sé por qué mi mamá insiste en al-
zarlos… Si me doy cuenta, corro a quitárselos de los brazos, me da
miedo que eso le cause una quebradura de cadera y se caiga. Cuan-
do contó que tenía una lesión nueva, esta vez en el cráneo, nos
aclaró que no era en su cerebro… Cuando veo cómo renquea al
levantarse, no sé si preguntarle lo que siente o lo que piensa. Sien-
to que ella puede incomodarse al tener que resumir su situación…
¿Le pondrá un velo a la historia para no preocuparnos? ¿Cuántas
veces, esposo, amigas, hermanos e hijos le hemos hecho la misma
pregunta? ¿Estará cansada de repetir la respuesta una y otra vez?
¿Nos dirá a todos lo mismo? A veces prefiero que se distraiga y le
hablo de mis cosas, pero ¿cuánto la pueden afectar mis problemas?
¿Y cuánto debo esconderle para evitarle preocupaciones? Pero, si

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no pregunto por su salud, quedo como desinteresada… Nunca
le he contado esto a nadie. Hasta ahora había preferido callarme,
ahogar el llanto con la almohada, quitarme las lágrimas en cuanto
caen en mis mejillas, evadir pensamientos, olvidar por momentos
su difícil situación… Quisiera que ella supiera que le soy incondi-
cional… Quizá hoy me anime a decirle que quiero acompañarla
más; que regalaría de mis años para que pueda llegar a los noventa
como ella quiere; que es mi ejemplo de perseverancia, tenacidad,
esperanza, fuerza interior, entrega hacia sus seres queridos y amor
por la vida. Ella y otras hermosas mujeres anónimas: Laura, Ana
Victoria, Manuelita, Isabel, Susan, Fabiola.
SOFÍA: Sara, Andrea, Emma, Denise.
MAUREEN: Estefani, Marcela, Ana, Rita, Dani.
MARGARITA: Nieves, Bárbara, Johanna, Mari.
LILLIAM: Lucía, Vivi, Jimena, Sonia.
ROSA: Diana, Nati, Lore, Paola.
MARÍA ALEXANDRA: Silvia. Silvia…

SILVIA: Yo, yo… Yo… Desde el momento que decidí seguir viviendo,
todo en mí ha cambiado, o está empezando a cambiar. Por muchos
años solo deseé la muerte. Muerte por todas partes. Primero la de
mi padre, por abusar de mí desde los 12 años. Al principio, creí
que le hacía falta mi madre, muerta en un accidente de tránsito.
Que se sentía solo y necesitaba cariño y compañía. Entonces asu-
mí, como hija mayor, las tareas y responsabilidades en la casa, con
mis hermanos pequeños y con él. Todo para que se sintiera bien,
tranquilo, satisfecho. Le tenía la comida calientita cuando llegaba
en la noche. Lo esperaba hasta su último bocado. Le tenía la ropa
lavada y planchada. Yo quería ser su soporte… Me asusté mucho
la primera vez que escuché su respiración agitada y sus gemidos.
Mi primera reacción fue cubrirme con las cobijas y cerrar fuerte
los ojos. Él seguía emitiendo esos sonidos… Me preocupaba oírlo
y no hacer nada para aliviar lo que estuviera causándole molestia
a mi papá… Decidí dejar atrás mi cobardía… Me asomé a su ha-
bitación para ver lo que le pasaba… Estaba dormido. Me quedé
observándolo, con ganas de pasarle la mano por su frente y quitar-
le las gotas de sudor, tal vez hacerle un té de tilo o ponerle bien la
sábana. De pronto, él despertó perturbado. Me vio ahí, al lado de

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la puerta, me llamó. Cuando estuve cerca, sentí su aliento a licor.
Creí que me iba a contar que soñó otra vez con el atropello. Antes
que pudiera reaccionar me jaló de una mano. Me hizo subirme a
su cama. En el lugar de mi mamita. Pude recordar el olor de su per-
fume en la almohada. El cuerpo me temblaba en ese infierno de
calor y sudor, mi boca siempre cerrada, sintiendo un asco indes-
criptible. Y me hice chiquitita… Sucedió varias noches, no pue-
do precisar cuántas. Cada noche le rezaba a Dios para que pasara
algo diferente… En la inmunda rutina del abuso que fui víctima,
yo quería concretar una de tantas formas que imaginé para darle
muerte. ¿Si escondía el cuchillo de la cocina debajo de la cama?
¿Cuánto veneno para rata tenía que echarles a los frijoles? Sabía
de la muerte por asfixia, pero mis bracitos flacuchos y débiles, por
más odio y amargura que sintiera en el corazón, no serían suficien-
te. Disolví pastillas de lo que me encontré en la casa, de cualquier
cosa… Lo que logré fue que vomitara… y tuve que limpiar sus
inmundicias. ¿Y si le prendía fuego y sacaba corriendo a mis her-
manitos? Le servía todo el alcohol posible a ver si se ahogaba en
él… pero él jugaba más conmigo. Mi mirada se perdía, ya no tenía
ganas de nada, no se me ocurría ninguna forma de vencerlo. Cuan-
do aquella situación parecía volverse rutinaria y hasta normal,
una noche, no sé por qué razón, mis hermanos lo descubrieron.
Recuerdo verlos ahí, en la puerta del cuarto, inmóviles. Temí por
ellos. No quería que les pasara lo mismo que a mí. Papá se levantó
de una, a como pudo se tapó con un paño, les pegó una gritada
y los amenazó… No debían decir ni una palabra. Ellos empeza-
ron a apartarse de mí, a huir de mí, como si me recriminaran…
Me dejaron sola. Dudaron de mí. Incluso me hicieron pensar que
quizá yo tenía la culpa de todo. ¿Demasiado atenta? ¿Demasiado
solícita, afectiva, complaciente? ¿Acaso creían que me gustaba
que él me violara…? Empecé a querer que ellos también murieran
en el incendio… Por no estar a mi lado… Por rechazarme… Por
quedarse mudos sus labios mientras sus ojos me lanzaban insul-
tos. Si al principio sentía lástima por él, mi rencor se transformó
en algo amargo, seco y oscuro. Le pedí a Dios que acabara con mi
vida, pero no me escuchaba. Entonces le robaba plata a mi papá
del pantalón y conseguí droga para ver si lograba olvidar por unas
horas. Cada día necesitaba más… Nunca alcanzaba para borrar mi

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culpa, no sé, mi vergüenza. El escape solo duraba un instante. Vol-
vían las imágenes. Mi madre, su perfume… Mi padre, su sudor…
Mis hermanos ahí, parados, mudos… El cuchillo brillante en la
cocina… El vómito, las camisas planchadas, las sábanas sucias.
¿Por qué nunca encontré ninguna pistola? Llegué a odiarme por
inútil, por estúpida. Menosprecié la vida. Intenté quitármela una
tarde, cuando salieron mis hermanos y me quedé sola en casa…
Fue una mezcla de miedo y valentía. Me abrí las venas. Sentada
en la cocina, sentí que pasaban las horas… Hasta que me desva-
necí. Desperté en una cama de hospital, donde vi por primera vez
a María Alexandra. Me costó bastante confiar en ella. Contarle lo
que me había pasado durante cinco años de dolor, cinco años de
miedo, angustia, impotencia… y odio. María Alexandra me llevó
a un centro para jóvenes donde me cuidaron hasta que cumplí los
18. Aunque mi cuerpo ya no era el mismo, me sentí otra vez per-
sona… Jamás volví a mi casa. Conseguí un trabajo con una familia
muy buena. Los patronos me dan permiso para ir a las citas con la
doctora. Ya llevo dos años en rehabilitación. Hoy es la primera vez
que le cuento a alguien más lo que me pasó.

MARGARITA: Desde que nací, aunque lo comprendiera mucho


tiempo después, empecé a luchar contra lo establecido. Nací va-
liente y siento placer al desafío. Me revelé, me enfrenté con mis
miedos, conmigo misma. Logré vencer lo que dicta la sociedad, lo
que se supone tenemos que hacer, lo que debemos ser y lo que los
demás quieren que una sienta. No hay día que pase sin dar la pelea.
Sé cómo soy, estoy segura de ello. No me creo diferente, soy una
más como ustedes. Me gusta verme al espejo, salir de compras.
Adoro a mis hijos y ellos a mí. Tengo una relación de amigos con
mi ex marido. Soy buena en la cocina, me gusta el ajedrez, salir a
bailar, pasear en la playa o en la montaña. Me conozco. No hay
nada como saber quién es uno, desde dentro y proyectarse tal cual.
Soy fiel conmigo misma y trato de ser consecuente en cada acto,
cada paso, cada decisión que tomo en la vida. Trascender. Encon-
trar la felicidad, el placer, aquello que nos hace confiar en nuestro
derecho a vivir a plenitud y respetando a los demás… Queda fácil
decirlo, nos lo enseñan desde pequeños en la casa, en la escuela, en
la iglesia: Respetar a los demás. Si yo les preguntara ahora si respe-

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tan a los demás, todos asentirán y responderán al unísono y sin
dudar, que sí, como cuando contestábamos en el aula a la maestra
ante una pregunta obvia. Pero… ¿usted respeta la vida de los de-
más, sus particularidades, sus diferencias? Cuando los demás
piensan igual que nosotros no hay ningún problema. Si la otra per-
sona no hace las cosas como yo y responde distinto, la cosa se
pone difícil… Me llamo Margarita, me gusta maquillarme antes
de salir de casa, lidio con dos hijos adolescentes y soy lesbiana…
Eso cambia las cosas, ¿verdad? Ahora puedo sentir cómo me mi-
ran distinto. Tratan de descubrir ese rasgo que demuestra mi pre-
ferencia sexual. Cómo cruzo la pierna al sentarme, cómo muevo
mis manos al hablar, cómo me visto, si traigo cartera, cómo me
veo. Tal vez estén pensando, ¿por qué? En lugar de, ¿por qué no? A
mí no me pasó ningún incidente que me marcara o me hiciera así.
Crecí en un hogar de clase media. Recibí cariño y excelente educa-
ción de mi padre y de mi madre por igual. Tengo una hermana y un
hermano. En mi círculo familiar son heterosexuales. Ninguno de
mis abuelos padeció de hambruna. Tuve muñecas, algunas pren-
das rosadas y en colores pastel. No me gusta el fútbol. Mi ex espo-
so es una gran persona, buen compañero, buen padre y muy bue-
no en la cama, no lo voy a negar. Me gustan las mujeres. Así nací.
Tengo una relación estable con mi novia desde hace seis años. No
somos promiscuas, vivimos juntas. He contestado tantas pregun-
tas… me confieso a diario con la sociedad. No, no soy atea. Voy a
la iglesia con Mónica todos los domingos. Nada ha sido fácil: Dar-
me cuenta, cerciorarme, aceptarme como soy, afrontar mi verdad,
primero conmigo, luego con mi ex esposo, con mis hijos, “salir del
closet” como Ricky Martin, Ellen DeGeneres, Sean Hayes, Melis-
sa Etheridge, Neil Patrick Harris, Sir Ian McKellen, Tracy Chap-
man, Samantha Fox, Elton John, Rossie O’Donell, Jodie Foster,
Pedro Almodóvar, Chabela Vargas. Aunque muchos digan que
está de moda, todos los días tengo que responderle toda clase de
preguntas a la sociedad. Siguen siendo miles los prejuicios, insul-
tos y situaciones injustas. Siendo pre adolescente, una se encuen-
tra a la deriva averiguando el camino, probando, desafiando y
errando. Cuando mis amigas señalaban a otra y decían: ¡Ay, ve qué
lindos zapatos! Yo le veía las piernas… y me aterrorizaba que se
hubieran dado cuenta. Si nos teníamos que cambiar de ropa, eso sí

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me provocaba sudoración. Mis latidos sonaban como tambores.
Los torsos femeninos y las curvas me producían que salivara. Lo
que yo hacía estaba ‘mal’, porque cuando ellas se desnudaban lo
hacían en confianza, y yo las estaba traicionando. Me repudiaba…
y al mismo tiempo estaba fascinada. Era algo más fuerte que yo.
Un día le cuestioné a una compañera que se metiera al baño para
cambiarse. Ella me miró entre tímida y desafiante. Poco a poco me
gané su confianza, hasta que una vez, en su casa, estando solas, me
enseñó su secreto: ¡Tenía los pezones invertidos! Yo me reí, no lo
pude evitar. ¡Si ella supiera que toda yo era la invertida! Me retrac-
té, le aseguré que no me estaba burlando de ella… Mi mejor amiga
del colegio me dejó de hablar para siempre. Algún día me gustaría
topármela y decirle: “Rocío, ¿te acordás cuando me confiaste tu
secreto? Ahora te quiero contar el mío.” Luego, todo empezó a sa-
tisfacerme más y más. Ya no miraba piernas, sino que buscaba en-
tre ellas. Una minifalda deja ver el triángulo. Yo le llamo ‘el triángu-
lo de las Bermudas’, porque uno se pierde en él. Ahí empecé a
saber lo que es el clítoris. Compadezco a la que no sepa dónde
está. Es opuesto su diminuto tamaño al inmenso placer que pro-
porciona. Es algo que los hombres no pueden entender. Funciona-
mos diferente. Ellos con una, dos y tres, están terminados. Noso-
tras estamos siempre listas. Perdón, ni los conozco y ya estamos
intimando… No quiero incomodar a nadie. Tal vez sea mejor se-
guir contestando sus interrogantes, puedo leer en sus ojos lo que
les inquieta: ¿Cuándo me salí? estudiando medicina, acepté parti-
cipar en una apuesta con dos amigas: ¿Cuál de las tres podría con-
quistar al joven que hacía de modelo en clases de anatomía? Juan
era de Bellas Artes… Su cuerpo cumplía a cabalidad con las exi-
gencias del curso. ¡Era el David de Miguel Ángel! Las tres lo invi-
tamos a salir un día después de clases. Él dijo que sentía conocer-
me desde antes, me preguntó sonriendo: “¿Vos y yo, ya nos
conocemos?” Las otras quedaron invisibilizadas, mientras yo pen-
saba: ¡Llevo la delantera! Salimos en grupo varias veces. Él nos
llamaba ‘los ángeles de Juan’, como ¡los ángeles de Charlie! Una
noche fuimos a un after. “El lugar podría ser algo peligroso”, nos
advirtió. Solo dos de nosotras nos aventuramos: ¡Chao, Sonia!
Hasta la vista, baby. Yo conduje esa noche, y me aseguré de montar
a Juan, es decir, que Juan se montara adelante, en el asiento del

100
copiloto. ¡Cómo me miraba…! Me gustaba su sonrisa, me agrada-
ban sus ojos azabaches, su pelo lacio y negro. El hombre tenía, tie-
ne, un excelente sentido del humor. Nunca me aburría con él, al
contrario, es de esas personas que ves, o siquiera pensás en ellas, y
ya se te dibuja una sonrisa. Llegamos a la fiesta y, como podía ser
un ambiente inseguro, nos tomó a ambas de la mano. Hmmm…
¿Le gustamos las dos? ¿Querrá proponernos un trío…? En eso ter-
minamos. Salimos muy rápido de la fiesta, buscamos el primer
motel, el más cercano… ¡Y sucedió! Ese fue mi primer encuentro
sexual con un hombre y con una mujer. Ella, lógico, buscaba darle
placer a él, él a mí y yo… a ella. Jugamos a eso unas cuantas veces
más. Todos nos metíamos con todos. ¿Qué les puedo decir? So-
mos seres humanos, estamos constituidos por impulsos o, como
señalaba Freud, por pulsiones. Para toda acción hay una reacción.
La hegemonía quiere que seamos partidarios de un solo bando, ¿te
gusta el melón o la sandía? Yo quiero probar todos los sabores y
olores de las frutas. Y ‘decidir o no decidir’, como decía un profe-
sor de la universidad: “No hay bueno ni malo; rechazo las imposi-
ciones, los modelos mentales, cuando hay tal diversidad…” Hasta
que ella se hizo de un novio. Tuve sentimientos encontrados. ¿La
extrañaría? ¿Qué pasaría con Juan…? Él me siguió llamando y yo
seguí divirtiéndome con él. Nos gustaba tomar cerveza del pico de
la botella, fumarnos un purito de marihuana, la playa, la montaña,
la carne roja, las mascotas, la luna, conversar y querer cambiar el
modo de pensar de la mayoría que cree que las cosas son blancas o
negras. ¿Y saben qué? Él siempre me miraba igual que cuando nos
conocimos. Sus ojos brillaban, su sonrisa era permanente. Dicen
que para saber si uno le gusta a un hombre, si una le resulta atrac-
tiva e interesante, hay que sostenerle la mirada. Si él te mira fija-
mente por más de ocho segundos continuos, tenés ahí un sí. Con
Juan desde el inicio me pasó. Con las mujeres eso no sirve. Diver-
sos estudios han demostrado que nosotras podemos ver y con-
templar a nuestro interlocutor por más tiempo, aún y cuando lo
encontremos poco agraciado. Volvamos al sí. Así le respondí a
Juan cuando me preguntó si quería andar solamente con él. Así le
repetí cuando inventó que nos casáramos. Lo hice de corazón, es-
taba enamorada y la pasaba muy bien. ¡Excelente! Éramos almas
gemelas. Me sentía plena, libre y transparente con él. Todo fluía.

101
Se lo contaba todo, no había secretos, fue una época que no olvi-
daré. Después vinieron los hijos. Dos. Aquí va otra frase que suena
moralista y sacada de un libro de catequesis: La vida te da esa ale-
gría y satisfacción que producen los hijos, pero también se encarga
de ponerte diferentes pruebas. ¿Cómo enseñarles valores? ¿Podre-
mos ser referentes para ellos? ¿ Jugar ahora a ser padres-modelo?
¿Cuántas cosas de nuestro pasado tendríamos que ocultarles y por
cuánto tiempo? ¿Estamos preparados para esa responsabilidad?
Cuando entraron en el colegio nos cuestionaban más. Juzgan y
opinan con dureza. Hacen preguntas cuyas respuestas no es posi-
ble encontrar en google. Sus comentarios pueden ser hirientes. Lo
peor lo recibí cuanto tomé la decisión de dejarlos. Primero hablé
con Juan. Vos sabés cómo soy. Me gustan las mujeres. Conocí a
alguien en el hospital. Se llama Mónica. Es dermatóloga. Han pa-
sado seis años. Mis hijos me volvieron a hablar y recuperamos el
tiempo perdido. Almorzamos a menudo. Me confían sus anhelos,
sus sueños y sus preocupaciones. Han tenido un excelente padre.
Juan se ha involucrado un par de veces, pero sus relaciones no han
durado mucho. Hablar de Juan, recordarlo con ustedes hoy, me
hace querer verlo. ¿Cuántas nuevas canas tendrá? Mañana voy a
llamarlo, le pediré que nos veamos solo él y yo en el restaurante del
Hotel Buganvilla. Quiero saber si me va a sostener la mirada por
más de ocho segundos.

ROSA: Me llamo Rosa, mi mamá me puso nombre de flor, como el


suyo de Margarita. Mi jardín queda en Zapotal de Miramar de
Puntarenas. Me gusta mucho allá. La vida es muy tranquila, llegan
los turistas a descansar y a aprender de nosotros cómo ordeña-
mos las vacas, cómo hacemos el queso… Y hay un paseo en cha-
pulín que le gusta mucho a todos los visitantes. Mis primos aho-
ra son guías de turismo rural… Vine a San José a estudiar. ¿Qué
importa no ser veinteañera? Puedo empezar una carrera: derecho
o administración de negocios. Hasta ahora, lo único que he sido
es administradora de mi propio hogar. Saqué el año pasado el ba-
chillerato por madurez y apliqué para la universidad. Eso sí, beca-
da, ¿si no, de dónde? Siempre me gustó estudiar, solo que quedé
embarazada y tuve que dejar el colegio y ponerme a trabajar en
una soda. “¡Dulce!” Fue lo que dijo mamá cuando le conté que

102
Ramiro y yo nos habíamos jalado torta… ¡Y por parida-triple! Ya
están grandes los trillis: Uno quiere sacar su licenciatura en finan-
zas. El otro trabaja como guarda privado de una empresa que le
da servicio a una multinacional. El tercero estudió turismo y es el
responsable, en buena parte, del desarrollo que hemos tenido en
Zapotal. De agricultores a micro empresarios. ¡Sacándole doble
partido a las ordeñadas! Así que sí, fue por dulce que me adelanté
a ser madre… La máxima felicidad de uno son los hijos; uno lo
entrega todo y se sacrifica por ellos. Ahora aquí estoy, retoman-
do el tiempo perdido, volviendo a hacer cosas para mí. A María
Alexandra, Dios me la puso en el camino; imagínense que la fue a
poner allá en el pueblo. La buseta en la que venía el grupo, se de-
tuvo en la soda. Tuvimos que correr y ponerle más agua a la sopa,
pero a todos les dimos un buen almuerzo. Ella se sentó cerquita
de donde estábamos nosotras y como no me cuesta, le empecé
a conversar. En tres minutos ella ya sabía de los trillizos y de las
ganas mías de retomar los estudios. Ahí empezó nuestra amistad.
Ella es la responsable de que yo pueda tener esta opción, porque
lo perdimos todo. A Ramiro le pregunto: “¿Qué sabés del grupo
desarrollador del residencial en Villa Real? ¿Cómo es posible que
se pierdan así del mapa? Claro que deben estar estafando a medio
San José y luciéndose en carros lujosos y nuevos, cambiándolos
de un mes a otro, ¡con nuestro dinero y el de toda la gente que
cayó en el cuento! No importa si sos campesino o de clase alta,
abogado, arquitecta, farmacéutico, veterinario, actriz, periodista,
administrador, piloto, odontóloga, relacionista pública, maestra,
destacado atleta, ilustre madre o un excelente músico, descono-
cido, pariente, embarazada, con hijos, viuda o si estás a punto de
casarte… ¡A todos nos llevaron entre las patas! Nos rodaron…
Me hierve la cabeza solo pensar cómo se burlaron de nosotros…
Se aprovecharon de nuestra ingenuidad… Abusaron de nuestra
confianza…” Es cierto que me llegué a descargar con Ramiro…
Pero compréndanme, ¡se nos fue lo poco que teníamos, todos
nuestros ahorros! ¡Adiós para siempre a nuestro sueño de tener
casa! Mirá que empeñar el lotecito que me heredaron… ¿Ahora
qué vamos a hacer? ¿Dónde vamos a vivir? Mis hijos tendrán que
salirse del colegio; yo quería que fueran profesionales para que no
vivan tan limitados como nosotros. ¡Todo el esfuerzo! Me robaron

103
mis sueños, mis esperanzas. Casi han destruido mi relación con
Ramiro, se metieron entre nosotros, pusieron a prueba nuestra
paz. No sé si les puedo transmitir el vacío que queda cuando ya
no se encuentran las ilusiones… El lote era de mis bisabuelos. Mis
abuelos lo cuidaron. Mis padres lo defendieron. Y nosotros… ¿lo
regalamos? ¿Cómo es posible que estos señores hasta el agua nos
hayan quitado? Sé que no es bueno desear el mal a nadie, que todo
se paga… ¿pero, cuándo? ¿Quién nos devuelve algo a nosotros?
No podemos comprar carne, mucho menos tenemos para pagar
un abogado. Nuestras denuncias públicas están archivadas en la
fiscalía. ¿De qué sirve hacer algo luego de ver cómo proceden estas
personas, el vacío legal que hay en nuestro país, la falta de justicia?
Ya no me quedan fuerzas para seguir reclamando. Ellos son gente
pudiente, con buenos apellidos, que se esconden detrás de núme-
ros, proyectos ficticios y falsas identidades. Les ponen trampas a
sus víctimas. Juegan a ser millonarios. Gastan en viajes, hoteles,
restaurantes y autos… lo que nos roban. ¡Los reyes de la estafa se
limpian el trasero con billetes… y nosotros nos sentimos como la
mierda! Han pasado seis años. No construyen nada, pero se lle-
van todo, dejan pobreza en la villa. Al menos no pueden volver, no
creo que se atrevan, son unos cobardes… Fuenteovejuna los tiene
amenazados de muerte. A pesar del tiempo, a mí me sigue pesan-
do algo aquí, en el pecho, porque sé que esa gente sigue por ahí,
aprovechándose de otros. Ya hay un grupo en el que la mayoría
de las víctimas se han acercado a los periodistas para denunciar la
estafa ante los medios de comunicación. Salieron en tele, en radio
y en la prensa para explicar cómo fueron engañados, cómo los des-
pojaron de su dinero y de la ilusión de tener casa propia. Los in-
tegrantes de ese grupo de resistencia comparten sus experiencias,
los momentos difíciles que han tenido que atravesar desde que se
percataron que habían sido estafados: Murió un padre. Nacieron
varios hijos que venían en camino. Se postergó un matrimonio. Se
cancelaron viajes. Hubo enfermedades, miedos, iras… Ellos reco-
nocen, al igual que yo, que fallamos por no desconfiar de lo que
nos prometían, por no dudar de los proyectos que nos mostraban,
por no investigar los antecedentes de los embaucadores… Pero
eso no da derecho a nadie para que se aproveche de nuestra inex-
periencia. Ramiro trata de calmarme: “Tranquila, todo va a salir

104
bien. ¿Dios está con nosotros?” Y yo no entiendo por qué Dios
permitió que esa gente viniera hasta aquí a hacernos víctimas de
sus fechorías. ¿Por qué razón esta realidad huele a podrido, como
en Dinamarca, y nadie hace nada, sino taparse las narices? Cada
vez va a oler más hediondo. Nuestro entorno se convertirá en una
cloaca llena de timadores, simuladores, charlatanes… Creo que
mejor estudiaré derecho, para acabar con esta plaga.

MARÍA ALEXANDRA: Bien… ¿Alguien más quiere compartir hoy


su historia?
Luego de la participación o no de alguna(s) persona(s) en la sala, ella
retoma la palabra y lee la poesía Soy, de María Montero:
Soy la gran Virginia Grütter, ¿la recuerdas?
la que escupe tabaco en las esquinas
y está ronca de pegar gritos
y camina como una estela pintarrajeada y tambaleante.
Soy Marguerite Duràs con su joven amante
y su vida refinada y alcohólica.
Soy Simone de Beauvoir con todo y su Jean Paul Sartre
y su intelecto y su feminismo y su academia.
Soy la imbécil “femme” que desde este pueblo polvoriento
habla del erotismo francés
frente a un auditorio de subnormales.
Soy la puta más puta que arrastran de los pelos
asquerosa y desnuda.
Soy la pobre infeliz
que no tiene un centímetro de cerebro
hipocondríaca
que camina como idiota esperando que el padre de sus hijos
o el cura
le dé una limosna.
Soy yo
la del cuerpo grabado en la piedra
la que consume sus ojos en la arena
la que ya no puede hablar de amor tan fácilmente.
Canción “El fin del mundo” de Rialengo:
Mujer hija de la tierra,
Mujer canto pachamama

105
Invoca el cielo, invoca el agua,
Invoca el fuego, invoca el viento

Ha llegado la batalla del fin del mundo


El lobo ha liberado sus cadenas
Miedo y hambre invaden la tierra

Ha llegado la batalla del fin del mundo


En cualquier momento seré devorado
Unan fuerzas contra el caos, el caso

Mujer despierta a todas las mujeres


Ha llegado la batalla del fin del mundo,
Del fin del mundo.

106
La memoria en presente
A la memoria de Elsa Sánchez (Oesterheld)

Araceli Mariel Arreche

La verdad de la memoria lucha contra la memoria de la verdad


J. Gelman

Chalecito en Béccar
Elsa y Las testimoniantes: Sanguínea, Melancólica, Flemática, Coléri-
ca (Denominación tomada de los temperamentos Hipocráticos).
ELSA: ¡Dejen de rumiar por lo bajo! No es desmemoria, ni vergüenza.
Tampoco cansancio. Solo el derecho al nombre propio, Sánchez,
Elsa Sánchez. Hoy recupero mi apellido de soltera.

COLÉRICA: Nada cambia, siempre con tus veleidades locas…

ELSA: Acomodaré el parque. Quitaré los yuyos, como la primera vez.


Sembraremos flores de estación en los costados más escondidos
y al centro los arbustos que turnarán sus colores vistosos y acari-
ciarán el aire con perfume. Al jazmín le seguirá una camelia, y una
lantana, por qué no. Toda una paleta de tintes cálidos para contra-
riar al frío. A las espigas violetas de la verónica le sumaremos una
lavanda y un membrillo. El centro, el centro es de la anfitriona,
erguida y llevando la delantera andará la rosa de la china.

SANGUÍNEA: 17 años cuando lo cruzas por primera vez.


FLEMÁTICA: Él, solo seis más, aunque parezca mayor por sus canas.
MELANCÓLICA: Se conocen en el club de arquitectura donde am-
bos son socios.
FLEMÁTICA: El ser hija única por obligación te hace un tanto soli-
taria.
COLÉRICA: Él juega al tenis. Siempre rodeado de amigos.
MELANCÓLICA: Llamas su atención.
SANGUÍNEA: Tienen muchas cosas en común.

107
FLEMÁTICA: Desde el primer encuentro hay una atracción muy
fuerte.

ELSA: Colegio público, con la clase más pobre de la inmigración. Los


Sánchez éramos todos gallegos. Y republicanos…

SANGUÍNEA: Abierta, afectiva, entusiasmas al pibe y a su familia.


FLEMÁTICA: Él estudiante de geología. De ideas republicanas como
el gallego Sánchez.

ELSA: Yo lectora empedernida…

MELANCÓLICA: Lectora de Lorca por pasión de tu suegra...

ELSA: ¡Por los rusos! Mi pasión de soltera es por los rusos, si hasta
busco leerlos en su lengua natural, ¡qué locura! (Ríe) Tolstoi…
leerlo es una fiesta. Leer hasta la desesperación.

MELANCÓLICA: Lectora de Lorca, de su teatro y de su poesía...


SANGUÍNEA: Lejos de la chica de la misa de 11, para fastidio de los
suegros.

ELSA: En casa ni católicas, ni puritanas.

MELANCÓLICA: “Asesinado por el cielo… dejaré crecer mis cabe-


llos…” Andamos como “el agua harapienta de los pies secos…”
COLÉRICA: Como “mariposa ahogada en el tintero…”
FLEMÁTICA: Al igual que el poeta, no has visto enterrar a tus muer-
tos. Lloras por las madrugadas.
MELANCÓLICA: Yo escucho.
SANGUÍNEA: Vuelve. Deja el jardín y el chalecito, danos chance a un
destino que no junte polvo como desván viejo acumulando esta-
tuas.
MELANCÓLICA: En el silencio nos devorarán cangrejos…
En adelante, algunos fragmentos entrecomillados del poemario de Fe-
derico García Lorca: Poeta en Nueva York (1929-1930).

108
ELSA “He visto que las cosas cuando buscan su curso encuentran su
vacío. Hay un dolor de huecos por el aire sin gente y en mis ojos
criaturas vestidas ¡sin desnudo!”, lo recuerdo…

MELANCÓLICA: Lectora de Lorca por pasión de tu suegra...

ELSA: ¡Las escucho! Dejen descansar al poeta.

FLEMÁTICA: La joven hija de inmigrantes y el geólogo se casan en


el 47.

ELSA: “Con la historieta se puede hacer una revolución histórica para


el pueblo” dice en voz alta y bien fuerte. Yo no creo. Revolución…
en este país…

SANGUÍNEA: La casa siempre tapada por los libros.


MELANCÓLICA: Cuatro años solos, entre papeles. Después los hi-
jos “uno atrás del otro”.

ELSA: Hembritas todas. Las cuatro… Cuando conocí a Héctor an-


daba medio sin rumbo, hay que decirlo con todas las letras. Era
un vago, había dejado hasta los estudios. No fue por guapo que
lo acepto, no. Su sentido del humor. Saber el justo momento para
decir las cosas, eso me convenció. Hay que admitirlo, esta hija de
gallegos le puso los puntos, casamiento o nada, y ahí mismo a los
estudios nuevamente, quitándole las distracciones.

FLEMÁTICA: Elsa la insustituible.


SANGUÍNEA: La que pasa a máquina los guiones de su hombre.
FLEMÁTICA: La que descifra los garabatos del historietista como na-
die.
SANGUÍNEA: Este chalecito en Béccar es testigo de la felicidad fa-
miliar.
MELANCÓLICA: El tiempo de las nenas en el vientre y en el patio....
COLÉRICA: El tiempo de los códigos y de las historietas...

ELSA: Siempre fui una enamorada de Gatito. ¿Será por las nenas…?
Pilín, los ratones, Parmesano y Gorgonzola, el capitán Renegun-

109
do, la bruja Coquita, la princesa Tilina, el Ogro Rompococo. Si
hasta parecías un chico cuando la escribías. Uno más de la corte
del Rey Panza. (Pausa). Todo el jardín con los restos del troque-
lado de sus tapas… Te veo aún en la ventana, Héctor, divertido,
cómplice de las aventuras de tus petisas que roban a escondidas
los números y los esconden por entre los arbustos.

MELANCÓLICA: Estás tardando en comprender algunas cosas…


SANGUÍNEA: Antes no callabas…
FLEMÁTICA: Tus hembritas lo dijeron al unísono: “nos tenemos que
ir, mamá”
COLÉRICA: Aceptaste ese adiós.

ELSA: ¡Andá con tus hijas, tenés que saber dónde están! Mirá que, si
les pasa algo, te digo, y me vengo para el jardín a descabezar yu-
yos… No callo, los maldigo. Enfrento, pero a mi modo. Como
ayer, aún hoy veo todo con tanta claridad, no acepto.

COLÉRICA: Banderas y bombos.


SANGUÍNEA: Si marchamos todos juntos, las cosas en este país se
van a solucionar.
FLEMÁTICA: Se estiman alrededor de dos millones de personas…
COLÉRICA: Las provincias se están organizando en caravanas de
gente que buscan llegar a tiempo.
SANGUÍNEA: Nace un nuevo día, pero no es un día igual a otro, es un
día luminoso, histórico y argentino. Un clima de fiesta al impulso
de este hermoso día de sol se está viviendo, en esta memorable
mañana del 20 de junio de 1973.

ELSA: Volvía el general y marcharon las 4 hembritas y detrás el padre.


Todos con banderitas.

FLEMÁTICA: Si te mataron a los tuyos, ¿por qué callar?


COLÉRICA: Recuerda.
FLEMÁTICA: Somos vasijas rotas.
MELANCÓLICA: Vientres incompletos.
COLÉRICA: Aullamos el desencanto de la tragedia.
MELANCÓLICA: Somos gritos de ausencia.

110
SANGUÍNEA: Porque tenemos derecho.
FLEMÁTICA: Tenemos autoridad.
SANGUÍNEA: Somos memoria.

ELSA: ¡Las escucho! No estoy loca. En el reparto, la locura es la única


condición que no me tocó. ¡En el chalecito de Béccar solo hay una
loca y es la imaginación! Si habrá corrido tinta, papeles, ideas. En-
tre asados y buenos vinos, siempre rodeados de amigos, y de tus
personajes, mi querido, que de tanto en tanto, hasta se nos confun-
dían con los comensales.

MELANCÓLICA: Te arrebataron las piernas.


COLÉRICA: No te vayas.
SANGUÍNEA: Primero dos de tus hijas, después el marido…
MELANCÓLICA: Y el infierno que no termina de cerrarse.
COLÉRICA: Para cuando te atrapan a la más chica de las hembritas,
va con ella la promesa de una panza llena de vida...
MELANCÓLICA: ¡Qué lejos queda la alegría del chalecito en Béccar!
SANGUÍNEA: El tiempo de las nenas en el vientre y en el patio…
MELANCÓLICA: El infierno tan cerca, tan vivo entre los muertos…
COLÉRICA: Una tumba, solo un cuerpo.
FLEMÁTICA: Y la muerte que pesa de un modo que no se puede co-
rrer.
MELANCÓLICA: ¿Cómo correr si te han amputado los talones…?

ELSA: Ya no se teme cuando te lo han quitado todo… Shhhhh. Pero


eso fue ayer. Hoy no. Hoy, Elsa es Sánchez, una más de una familia
de gallegos. De todos gallegos. Hoy, quiero escribir mi biografía.

COLÉRICA: ¡Veleidosa!
MELANCÓLICA: ¿Dónde estamos?
FLEMÁTICA: En el chalecito de Béccar, retrato vivo de ausencias in-
justas.
SANGUÍNEA: Se trata de oír.
COLÉRICA: Se nos amontonan los muertos.
FLEMÁTICA: Elsa, el hoy es ausencia, puro espasmo de ausencia.
MELANCÓLICA: ¿Qué será de nosotras?

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ELSA: En la galería colgaremos los cuadros de Estelita. Qué talento
para la pintura tiene esa niña… Si todos hablan de su fuerza, “la
gran pintora sudamericana.” Mi Estelita, la gran pintora… Viene
de familia, es temperamento… (Pausa). No me engaño. Elijo.

FLEMÁTICA: La pelea con la desaparición es dura…


SANGUÍNEA: El olvido solo es búsqueda…
MELANCÓLICA: Se parece a los sobresaltos nerviosos del destierro.

ELSA: Aquí nada de “eran una juventud maravillosa”, esa frase, aún
hoy, me atraviesa la garganta.

MELANCÓLICA: La gente queda dolorida.


COLÉRICA: Confundida a veces.
SANGUÍNEA: No te olvides de olvidar el olvido…

ELSA: Yo vengo a escribir mi historia. Elsa Sánchez, de padres inmi-


grantes. Madre con condiciones, padre intelectual sin saberlo…
La niña que piensa que se muere de viejo, hasta que su herma-
na desaparece a destiempo. ¡61 años de amor los gallegos!, quién
pudiera, tanta presencia, tanto acompañamiento. Otros tiempos,
otra historia. Una casa sin inquilinos nos hace los ricos del barrio.
Mamá corajuda no se atreve a la hija bailarina y trae el piano. Siem-
pre tuve sensibilidad con el arte, pero la pasión se la ganó la lectura.
“Si quieres ser universal, habla de tu propia aldea,” y aquí me ves,
mi viejo amigo y maestro, buscando ser la cronista de mi historia.

MELANCÓLICA: Deberíamos volver a nuestra casa. Al nido la voz


del nido. Cantarle canciones de cuna al destino. Tejer nuestros la-
mentos en la cocina. Deberíamos volver a descansar las piernas
sobre acolchados limpios.
COLÉRICA: ¡Ay! Decisión mezquina. Tan mezquina como imposi-
ble. ¿Cómo andar en un nido vaciado? Solo a tientas, confundidas.
FLEMÁTICA: ¿Cómo andar de donde se nos echó?
MELANCÓLICA: Los nuestros, arrastrados y a la intemperie, cam-
biaron la orientación de la marcha.
FLEMÁTICA: Quiero volver a los pasos silenciosos entre la cama y la
heladera.

112
COLÉRICA: Nos han quitado ese derecho.
SANGUÍNEA: No. Entre los muertos hay vivos, busquemos sus abra-
zos.
COLÉRICA: Entre los muertos no hay descanso.
FLEMÁTICA: Los vivos lo saben, aun los desmemoriados.

ELSA: ¿Volver? ¿Cómo volver de donde no se ha salido?

FLEMÁTICA: En la intersección al camino que conduce a la ruta 205,


sobre el puente El Trébol en la autopista Ezeiza, a 3 km aproxi-
madamente del aeropuerto internacional, se va a levantar el gran
palco. Un palco que deberá albergar a la comitiva y a la Orquesta
Sinfónica Nacional. Toda la prensa se dará cita en tan grande e
importante acontecimiento.
SANGUÍNEA: En esta tan ansiada y fervorosa comunicación el único
orador de este acto será…
COLÉRICA: El Viejo sin embargo paró en otro lado.
SANGUÍNEA: Banderitas, bombos. Sobre la ruta los colectivos, en
las banquinas a rueda de zapatos, todos con banderitas y bombos.
MELANCÓLICA: El día en que las autopistas se vistieron de gente.

ELSA: Yo sé que de los árboles no cuelgan frutos…

FLEMÁTICA: Padeces de un cansancio sordomudo, como el de los


versos de tu poeta, pero sin métrica.
MELANCÓLICA: Quiero volver a casa.
SANGUÍNEA: Se trata de entender…
COLÉRICA: No hay casa, como el salitre, fueron rápido y lo comie-
ron todo.

ELSA: A veces insisto en el por qué… ¿Por qué, Diana…? ¿Acaso el


colegio, el teatro con los pibes te quedó chico? Una casa de libre-
pensadores, lo sé. Pero por qué, para qué. “No te enojes, mamá,
pero llevo el socialismo en la sangre.” No es enojo, mí querida, solo
busco entender. Dejemos las luchas a la ficción. “Diana, mamá, tu
militante preferida” decís buscando complicidad en mis ojos, sin
embargo, sigo sin entender. ¿Por qué esa insistencia por Perón…?

113
FLEMÁTICA: Está previsto que se mantenga despejado el acceso a la
ruta 205 que comunica con el aeropuerto, por la cual solamente
transitarán los coches de los invitados especiales y del periodis-
mo…
SANGUÍNEA: Lo dijo el cómplice del Brujo. No todos le creyeron.
MELANCÓLICA: Los que no creyeron callaron.
COLÉRICA: Shhhhh.
FLEMÁTICA: 100 puestos sanitarios móviles y fijos, 7 hospitales de
campaña.

ELSA: Iban por una patria socialista. Patria socialista o muerte, cantan.
Y le responden: muerte.

SANGUÍNEA: Nada de quejas. No. Nada de misticismos al dolor. Se


plantarán flores de estación y de las otras. Se pondrán en presen-
te los nombres. Limpiaremos cajones, tejeremos nuevas colchas
abrigadas. Ya no más mariposas ahogadas en el tintero.
MELANCÓLICA: Hemos gastado los zapatos en tanto barro y lluvia.
COLÉRICA: Sorteando intemperie.

ELSA: Yo les pregunto, si el socialismo ha luchado tanto por la clase


trabajadora ¿por qué acá nunca pasa nada con los socialistas? Na-
die me responde. Un par de gatos locos votados por intelectuales,
digo, y todos miran para otro lado.

MELANCÓLICA: Hemos vestido la piel pública de una justicia que


queda corta y ahora volver, ¿a dónde? ¿A qué casa?
COLÉRICA: Como el salitre se lo han devorado todo.
FLEMÁTICA: No nos toca el consuelo, no nos ha sido dada la gracia
de la reparación, somos puro reclamo en presente.
COLÉRICA: A los inescrupulosos como a los tibios habría que vo-
mitarlos.

ELSA: Peronismo sindical, peronismo de derecha, peronismo de ten-


dencia, peronismo revolucionario… ¡No es sugestión de madre,
carajo! ¿Cómo confiar si el movimiento más grande del país anda
dividido? (Pausa). Algo pasa y no lo ven venir…

114
MELANCÓLICA: Corazones arrinconados siempre hubo, como dijo
el granadino “Aquellos ojos míos de mil novecientos diez / no vie-
ron enterrar a los muertos…” Nuestros ojos tampoco.
SANGUÍNEA: Hay que negarse a la melancolía crónica…
COLÉRICA: ¡Elsa, no te pierdas en el jardín del chalecito de Béccar!
FLEMÁTICA: La poesía nos anda confundiendo, no podemos so-
meternos al peso de otras métricas, solo las nuestras por derecho
conquistado.

ELSA: ¡Armas nunca! En esta casa solo las tijeras de mi costurero, los
pinceles, las palabras y el cine. (Pausa). A mi Héctor lo marea la
Jeanne Moreau. Cómo le gusta esa mujer de celuloide. No hay cri-
men perfecto, te digo, mientras tironeo del brazo a ver si la dejas
de mirar por un momento. Es que me da rabia, si hasta planearía
liquidarla como lo hace su personaje en Ascensor para el cadalso.
No es el cine francés, no, es la Moreau, venimos por el fantasma de
tu amor en celuloide, pienso, y me acomodo entre tus brazos desa-
fiando al espectro en la penumbra de la sala de la última función.
Rabia sí, celos no.

SANGUÍNEA: ¡Cantemos y bailemos! Levantemos las faldas y dibu-


jemos zambas para no olvidar.
COLÉRICA: Cantemos al viento, galope a pelo por el sonido de nues-
tras gargantas, sin músicos ni instrumentos…
MELANCÓLICA: “…Yo tenía un hijo. Se perdió por los arcos un vier-
nes de todos los muertos. Lo vi jugar en las últimas escaleras de la
misa y echaba un cubito de hojalata en el corazón del sacerdote…”
COLÉRICA: Hemos golpeado, hemos gritado ¡Mi hijo! ¡Mi hijo! ¡Mi
hijo!
MELANCÓLICA: “Yo tenía una niña. Yo tenía un pez muerto bajo la
ceniza de los incensarios. Yo tenía un mar…”
FLEMÁTICA: Solo nos quedan los gusanos de frutas pasadas y copas
llenas de lágrimas.
MELANCÓLICA: “Yo tenía un hijo que era un gigante, pero los
muertos son más fuertes y saben devorar pedazos de cielo. Si mi
niño hubiera sido un oso, yo no temería el siglo de los caimanes,
ni hubiese visto el mar amarrado a los árboles para ser fornicado
y herido por el tropel de los regimientos. ¡Si mi niño hubiera sido
un oso…!”

115
FLEMÁTICA: Nuestras pieles se han vuelto lona, aun así, sienten frío.

ELSA: Yo tenía cuatro niñas y un marido.

MELANCÓLICA: El aire huele espeso, a sangre viscosa.


COLÉRICA: Le quitan la mano al general para dársela al brujo.
FLEMÁTICA: La gente cerca del palco corre desordenada. Crisis de
ansiedad, histeria.
SANGUÍNEA: Las ambulancias llegan cargadas.
MELANCÓLICA: 18 años esperando. Somos casi 2 millones.
SANGUÍNEA: Banderitas, bombos, balas…
COLÉRICA: Las balas obedecen al patrón, van diciendo todo sin ha-
blar.
MELANCÓLICA: Los tiros vienen de cualquier parte.
FLEMÁTICA: No, los tiros vienen del palco.
COLÉRICA: ¡Hay que irse!
FLEMÁTICA: Desde el micrófono lo grita el compañero, hay que irse.

ELSA: “Durmiendo no se hace patria”, vamos a recibir a Perón, y se


fueron todos y me vaciaron el chalecito…

COLÉRICA: Somos casta de las que gritan todas las noches juntas.
Buscamos temblar cimientos.
SANGUÍNEA: ¡Bailemos!
FLEMÁTICA: Nos tienen que oír.
MELANCÓLICA: Aullemos el dolor de todas.
COLÉRICA: Tu Héctor lo decía: “la mejor manera de no pertenecer
es quedarse encerrado en la casa…”

ELSA: A mi Héctor sus personajes lo llevan en andas, sobre los hom-


bros, y lo pasean. (Pausa). Tratándose de vos, mi querido, todo
insiste en volverse leyenda. Pero tranquilo, mi amor, tranquilo. Yo
limpiaré el barniz del tiempo, el que te ahoga en celebraciones des-
conocidas y en memorias ajenas. Te restituiré el cuerpo de padre
y de hombre. Me acostaré a tu lado. Te besaré las canas. Oleremos
a Héctor y a Elsa. No hay lugar para otros en las sábanas. El amor
es tan bonito que hasta los locos y los mancos lo necesitan. Nunca
serás el “poeta sin brazos, perdido entre la multitud que vomita”,

116
ni yo la mujer gorda que va delante… Me niego a la existencia re-
cortada de una tinta seca. Porque el amor no existe debajo de las
estatuas, no. El amor está entre las carnes.

MELANCÓLICA: Atrás queda el club y el colegio inglés de las chicas


promediando el secundario.
FLEMÁTICA: El Nacional es la opción. Escuela pública para las nie-
tas de los gallegos.
SANGUÍNEA: Y el mundo se les revela a las muchachas.
MELANCÓLICA: Fueron tiempo de alegría, de adolescentes que van
y vienen por el chalecito de Béccar.
SANGUÍNEA: El cambio, el acompañamiento al cambio, los tiempos
de la vida y de la militancia
COLÉRICA: De su mano la pesadilla.

ELSA: Con la excusa del teatro los pibes se nos meten por todos lados.
Diana y Estelita juegan y nosotros al frente de sus aventuras. Nues-
tra casa, un semillero de arte joven.

SANGUÍNEA: En el Nacional ese año… nadie busca seguir ciencias


exactas, todos al refugio de las humanidades.
FLEMÁTICA: Un escándalo para maestros y padres.

ELSA: Yo me quedó acá y Beatriz se pone como loca. Andáte a lo de la


abuela. Acá andan secuestrando gente. Acá se mata gente, mamá.
(Pausa). Lo sé. A ustedes las arrebataron de un manotazo. Acá se
mata, mamá, acá se secuestra, mamá. Lo sé. Igual me quedo. El
olor a libertad aún anda por entre los rincones del chalecito.

FLEMÁTICA: Hace tiempo que la elección está tomada. Ya no hay


tiempo para otro tiempo.
COLÉRICA: Puro porvenir inventado.

ELSA: A veces pienso que estamos a mano, Héctor. A mí no me cam-


biaste y yo a vos tampoco. Ingenuo y socialista, no es buena com-
binación y sin embargo… No es momento de reclamos lo sé. No
busco convencerte, pero sigo pensando que la justicia poética en
la que tanto crees solo tiene espacio en el cine. La vida no es un

117
western, no castiga a los malos, ni deja con vida a los nobles a úl-
timo momento con la promesa de una Arcadia, deberías saberlo.
¿Cómo se llamaba? A la hora señalada, vos no sos Zinnemann, no
podés andar eligiendo los finales para tus héroes. No sos el mu-
chacho justiciero de Gary Cooper ni yo la jovencita cuáquera de
Grace Kelly. A mí no me cambiaste, y yo a vos tampoco…

FLEMÁTICA: Es hora del descanso, es hora de otras voces. Un juego


de postas. Andamos llegando al final…
SANGUÍNEA: Alguien nos tocará las manos y vestirá nuestra memo-
ria.
COLÉRICA: ¡Tú desmemoria es puro naufragio!
SANGUÍNEA: Las cosas se escriben en plural para estar bien escritas
y completas.
FLEMÁTICA: No te niegues.
SANGUÍNEA: Las cosas hay que tomarlas como son, se nos amonto-
nan los muertos, y reclaman.
MELANCÓLICA: Nos estamos poniendo viejas. Nuestras palabras
comienzan a juntar polvo de pura queja.

ELSA: Al chalecito llegamos con Estela y esperando a Diana. No me


van a discutir a mí. Diana en la panza y Héctor lidiando con la
editorial. Diana aún en mi vientre y Estela en los hombros… No
me tiren del recuerdo, era el tiempo de los inicios de Frontera, lo
sé muy bien, y después, vino la estafa de los imprenteros. Si no se
me quiere escuchar, que no se me escuche, pero fue así. En esta
casa, la de los pies sobre la tierra siempre fui yo. (Ríe) Los pies del
Héctor se paseaban en pantuflas por el centro… Distraído como
pocos, todo trajeado y en pantuflas por el centro. ¡Si parecía el
profesor chiflado!

FLEMÁTICA: Los tiros vienen de cualquier parte.


COLÉRICA: De cualquier parte no. De los que le quitaron la mano al
general.
FLEMÁTICA: Hay que irse.
COLÉRICA: Se acabó la fiesta, a correr.
MELANCÓLICA: Tiros, cadenazos.
FLEMÁTICA: Solo en zona de disturbios, dicen…

118
MELANCÓLICA: El susto nos hace mear.
SANGUÍNEA: ¡Bajen de los árboles!
FLEMÁTICA: Las ambulancias siguen llegando cargadas de cómpli-
ces.
COLÉRICA: No hay muertos, solo 45 heridos, dicen a cámara…
MELANCÓLICA: ¡A rastrillar el bosque, a rastrillar el bosque y des-
armar zurditos!
FLEMÁTICA: 100 puestos sanitarios móviles y fijos, 7 hospitales de
campaña que no alcanzan.
MELANCÓLICA: Balas a nivel de cráneo, las balas fueron tiradas
desde la altura, desde el palco y desde los árboles.
COLÉRICA: No hay muertos, mienten.

ELSA: Los hay y cuelgan de los árboles.

FLEMÁTICA: Nunca fuiste buena para los análisis políticos.


COLÉRICA: Sin embargo, tu desconfianza acertó. Los laderos del
Viejo eran despreciables…

ELSA: Yo lo vi venir, añoso, sí, disminuido no. Me acusan de gorila por


pensarlo en voz alta. (Pausa). “No puedo excluirme de la causa en
la que creo,” no puedo “me voy con las chicas” decís y te llevás a las
cuatro. Dejáme una al menos, pero no. Te vas con las cuatro a es-
perar al viejo traidor. ¿Soy la única que siento ese olor violento? La
traición larga un olor espeso y fuerte y parece que nadie se entera.

FLEMÁTICA: Instinto de madre.


COLÉRICA: De hembra que parió todas hembras.
MELANCÓLICA: Mami, quédate tranquila, dijeron, nunca haremos
nada que te haga avergonzar…

ELSA: Salva a las chicas, te digo en la confitería de avenida Corrientes


y San Martín. Deberías recortarte la barba, ya no estás para el pelo
largo… Salvá a las chicas… Yo postergué mis sueños de bailarina,
es justo ahora que vos postergues los de revolucionario… Viejos
de mierda el general y vos, pienso y trago saliva, mientras cargo el
cuerpo de Beatriz hasta el cementerio de los pobres. (Pausa). En
dónde guardaste tus convicciones pacifistas, pienso cada vez que

119
no encuentro más cuerpos que abrazar. Los cuerpos de mis otras
niñas…

FLEMÁTICA: Junio del 76. Beatriz, la que le dice: ándate para lo de la


abuela, mamá, desaparece.
SANGUÍNEA: Beatriz la que dice: “mamá, dejo la militancia”.

ELSA: Gorila no, madre. Irresponsables, les grito, aunque no quieran


escuchar. Organizar a criaturas, estimularlas a crecer de golpe, sin-
vergüenzas… Tener una familia ilusoria… Ilusoria, sí. Mis chicas
fueron arrancadas, como los yuyos, pero siendo arbustos por cre-
cer. Teníamos sueños. Mamá dejo la militancia y me pongo con
medicina, dijo mi niña en la confitería de Martínez. El corazón se
me salía por la garganta, mi Beatriz, la tercera de mis chicas elije
la medicina… Es cuestión de temperamento, de familia de inmi-
grantes gallegos y republicanos… Es cuestión de terquedad… ¿Y
dónde quedó la promesa de mi niña? ¿En qué calle se la llevaron?
“Señora, su hija es una chica muy arregladita” dice el comisario
desde la puerta, y yo lo sé. Una semana antes, mi Beatriz dijo:
mamá, largo la militancia y me pongo con medicina… (Pausa).
Cargo su cuerpo, mi cuerpo, nada de velorios, nada de bóveda fa-
miliar, al cementerio de los humildes como lo querrías…

COLÉRICA: Tucumán, agosto del 76, la misma suerte le toca a Diana.


MELANCÓLICA: Y se llevan a Marina.
SANGUÍNEA: Y no pasa el mes y se chupan a Estela, la promesa de la
pintura latinoamericana.

ELSA: 38 años buscando las crías de mis crías.

SANGUÍNEA: 38 años criando a los que quedaron guachos.

ELSA: Elsa Sánchez es honorable, ellos no.

COLÉRICA: A ellos se los lleva a tribunales y sin embargo el silencio


es su respuesta.

120
ELSA: Yo de pie en el chalecito de Béccar. Al centro, erguida como
rosa de la china.

MELANCÓLICA: La verdad libera, dijiste; sin embargo, ellos callan.

ELSA: Te prohíbo que mires esas fotos. No son las chicas, mi queri-
do. Cerrá los ojos. Negáte. Ellos no son honorables. No lo olvi-
des. Tus hijas no están ahí, no son esas que te acercan en cartones
que sangran. Tus chicas son las petisas que te esconden las revistas
entre los arbustos del jardín. Te prohíbo que mires esas fotos. Re-
memorá la aventura de los tiempos del teatro con la casa llena de
pibes del Nacional. Fijá los ojos en tu nieto. Mirá a Martín, en sus
ojos está tu hija. Estirpe de machos planearon tus hembritas para
compensar un poco a la familia. ¡Mirálo a los ojos te digo! Fernan-
do se vino escritor, coqueteó con la fotografía, estampó algunas
remeras, sin embargo, ahí está como vos enredado entre palabras.
Martín está contagiado de tu pasión por el cine. Dos nietos y tres
bisnietos, todos hombrecitos. (Pausa). No mires esas fotos, te lo
prohíbo…

MELANCÓLICA: 1977, abril, Héctor Oesterheld, el Eternauta, cae.


FLEMÁTICA: Dicen que fue en La Plata.
COLÉRICA: No. Parece que fue en Villa Urquiza, yendo por una ave-
nida.

ELSA: A papi lo mataron, mami, a papi lo mataron… Te vamos a ma-


tar a todos dijeron, y así fue.

MELANCÓLICA: ¿Cómo se sigue?


SANGUÍNEA: Aparición con vida.
FLEMÁTICA: Todos muertos.
COLÉRICA: ¿A dónde ir?
MELANCÓLICA: Estoy confundida.

ELSA: Tienen la perversión incrustada en las uñas, sin embargo, a su


barbarie yo les digo, vencida sí, derrotada jamás. Nunca conocí
épocas de bonanza, es verdad, pero la verdad es que al mal tiempo
le di de cachetazos de felicidad hecha a fuerza de prepotencia de

121
trabajo. A los golpes le respondí leyendo, soñando y pariendo. Al
que le guste bien y al que no, que mire para otro lado.

FLEMÁTICA: Andan dejando huérfanos en las iglesias.


COLÉRICA: Huérfanos no.
SANGUÍNEA: Esto va a acabar pronto dicen.

ELSA: Nadie pregunta si ando con ganas de cambiar pañales. Nadie


pregunta si ando con ganas. El tiempo de mis crías y su mierda ya
pasó. Las noches y los berreos de hambre, de mamaderas y papilla
hasta en las revistas de su padre, ya pasó. Nadie pregunta. Nadie
lo hace porque nadie escucha. ¿Y mis ganas? A veces me digo, ¿en
dónde se perdieron mis ganas de bailarina? ¿Y mi miedo? Nadie
escucha de mis ganas. Nadie oye de mis miedos.

FLEMÁTICA: El mapa genético no alcanza.


COLÉRICA: Los índices de abuelidad se vuelven obsoletos.
MELANCÓLICA: La ausencia sobrevive al desencuentro.

ELSA: Quitaré los yuyos, sembraré flores junto a mis dos nietos. Se-
millas de estación para que los colores no se pierdan y el perfume
guíe a los ausentes. (Pausa). De lo que yo he sido puede que no
haya nada. Sin embargo, soy y vivo. Vivo amando la vida locamen-
te. La vida es felicidad. Veleidosa no. Terca. Siempre fui la más
terca de todos en la familia. Quizás sea la única razón por la que
estoy aquí. De pie. Siempre discuto las reglas. Siempre dudo de las
certidumbres impuestas. No sé si es la vida o la historia, o la tierra,
o solo cuestión de temperamento. Al dolor no se lo vence, llevo
años insistiendo y parece que no quieren escuchar, al dolor se lo
vive con dignidad. Hoy no vine para multiplicar lo aberrante de lo
que se conoce, estoy aquí para contar su vergüenza.

FLEMÁTICA: Infarto agudo de miocardio.

ELSA: ¿Héctor, la ves? En el jarrón, sobre los jazmines de la mesa. Mi


querido, tu crisálida comienza a transformarse en mariposa.

COLÉRICA: Cansancio.

122
SANGUÍNEA: Te tocan las manos y dejas la posta en los que siguen…

ELSA: Estela, mi niña, colgaremos tus cuadros en el comedor enfren-


tando los ventanales. Organizaremos tus escritos, mi querida Dia-
na, alguno de los amigos de tu padre ayudará en la empresa de su
publicación. Beatriz y Marina, mis otras chicas, ayudarán a prepa-
rar la fiesta… Tenemos que armar la mesa en la que se habla de
todo…

SANGUÍNEA: Te dormís tranquila, con la sonrisa que abraza.


MELANCÓLICA: Tu cuerpo se vuelve regalo.
SANGUÍNEA: Un cuerpo al que enterrar.
COLÉRICA: Soñá, Elsa, soñá.
FLEMÁTICA: El sueño de los héroes.
MELANCÓLICA: A los hijos no te lo sacan de las vísceras.
SANGUÍNEA: Haremos una sobremesa larga como las de ayer. Este-
la, Diana, Marina, Beatriz, nuestras chicas, y Héctor en la cabece-
ra… La familia Conejín reunida, como antes, como debe ser.

ELSA: Sean eternos los laureles


que supimos conseguir,
que supimos conseguir.
Coronados de gloria vivamos…
¡o juremos con gloria morir…!

¡O juremos con gloria VIVIR!  


¡O juremos con gloria VIVIR…!

123
Las surfistas
(Miramar en invierno)

Andrés Gallina

Traje de neoprene
MADRE: No vale andar en skate adentro de la casa.
HIJA: No es una casa, es una playa.
MADRE: Es una casa. Y no vale el skate adentro.
HIJA: Hago que ando, pero no.
MADRE: No vale y punto.
HIJA: Entonces me voy afuera, a la arena mojada.
MADRE: Afuera no. Te quedás acá. Hacé que te imaginás. Yo cuando
no podía andar en tabla, porque no había olas, me las imaginaba.
Y después, cuando entraba al mar, me salía todo: tubos, aéreos,
invertidos. Bajaba paredones de agua enteros. Porque yo ya tenía
la ola en la cabeza.
HIJA: Bajá la música, no puedo concentrar. ¿Cuándo voy a entrar?
MADRE: El mar está hecho un lavarropas. Te metés y no sabés dónde
queda arriba, dónde abajo.
HIJA: El mar a la noche, dale, el mar a la noche. Un cierre clásico. El
traje un rato cada una y la linterna un rato cada una. Nadie nos ve.
MADRE: Parece que no entendés, que hablo yo y pasa una ola. Una
vida corriendo sin neoprene. Tocame los huesos. No me dejan.
Escuchame, Pomol, hoy viene alguien.
HIJA: ¿A la playa?
MADRE: A la casa. Corre en body parece. Usa patas de rana. Camarón
se llama. Lindo nombre: Camarón. Un crustáceo de agua dulce.
HIJA: Anda en Body, má.
MADRE: Viene a la piecita. La decoré. Quedó linda, feliz.
HIJA: Desde el verano que no veo una persona.
MADRE: Yo nunca tuve un traje de neoprene, ¿sabés? Nunca. No exis-
tían. Todos los surfers morían porque se les gastaban los huesos,
te metés todos los inviernos hasta que un día te quedás sin huesos.
El Mandril se quedó sin huesos, el Quiya se quedó sin huesos, el
Delfín Negro se quedó sin huesos, nuestro Aguaviva…

124
HIJA: ¿Ahora que viene el romano vamos a poder entrar?
MADRE: Parece que nuestra casa es una atracción turística. Saldrá en
la revista. Lo vieron ahí, les debe haber parecido, no sé, como una
casa playa… Es porque acá vivió el Poseidón miramarense. Le po-
demos mostrar la madera, la primera, no le van a alcanzar los ojos
para mirar.
HIJA: No sale en la revista. Corre en body, es como un turista: seguro
saca fotos. Corre en body el romano ese.
MADRE: De otro mar viene. Vos sonreí. Viene y viene. Y cuando se
va, con lo del alquiler, te compro el traje. Te va a encantar, vas a
poder entrar en invierno. En pleno invierno. Vas a correr con tu
traje, no vas a necesitar ni salir del agua, vas a ver. Parte del agua
vas a ser. Vas a tener bien los huesos. Te compro un color para que
todos digan: ahí va Pomol. Imaginá.
HIJA: ¡Corta la ola Pomol! ¡Pomol está para otro mar! ¡El mar entero
para Pomol!
MADRE: Estuve pensando que cuando tengas el traje ya no te vas a
desmayar en los torneos. Te vas a sentir con seguridad. Te va a que-
dar chico el Atlántico, yo ya sé. Te voy a mandar a correr la ola Jaws,
en Hawai sabés, imaginate toneladas de agua y vos arriba, miles
de metros de agua y vos adentro, haciendo hang loose, sonriente.
Y los demás en la misma ola y todos se mueren aplastados porque
en Hawái se mueren todos con esa ola, pero vos radiante. Corrés la
ola hasta la orilla y te vas, moviendo el pelo. Te lo tenés que dejar
crecer. Imaginá. ¡Pomol sobrevive a la ola asesina! ¡Pomol esquiva
los epitafios de todos los surfers muertos! Y yo con vos.
HIJA: Bueno. Por el traje.
MADRE: Ordená un poco. Poné algas en la puerta y traé caracoles.
Ese. Así. Las piedras para sentarse. Y no se te ocurra barrer la are-
na. Nada de alfombra. La arena se tiene que ver. Peinate ese pelo.
Yo lo recibo así, con el traje puesto. ¿Qué te parece? Qué emoción.
Hija se mira la ropa, se toca el pelo, se arregla, se corrige, con movi-
mientos lentos, hasta aceptarse.
Nuestra casa sale en la revista.
HIJA: Pero ya es invierno.
MADRE: La piecita quedó preciosa: arena, caracoles, piedras brillan-
tes, el póster de Kelly Slater que sonríe en blanco y negro en el
pico de la ola. Pinté las paredes con frases, verde agua: “El point de

125
Aguaviva”; “El camino fluvial”; “El primer surfer durmió acá”. ¿No
la viste? Peinate haceme el favor.
HIJA: Miedo.
Madre le acerca colonia Pibes. Hija aspira una, dos, tres veces hasta
calmarse. Madre le mete a hija la remera adentro del pantalón. Hija se
pone la capucha del buzo.
Una noche.
MADRE: Dos, seguro dos. Dos y mañana entrás al mar. Peinate el pelo.
HIJA: Entramos las dos.
Madre le pone a hija una pala en la mano. Cuesta abrir la puerta. Des-
de afuera, hija comienza a tirar más arena hacia adentro. Madre pega
algas en las paredes, acomoda piedras gigantes y se sienta arriba. Crece
el sonido del mar. Madre e hija se miran. Madre se acerca y la abraza
fuerte. Hija se deja, aunque le cuelgan los brazos. Madre la agarra de
la cara y la besa, un par de segundos. Hija camina hacia el espejo, se
mira: tiene marcas de rouge, entre la boca y la pera. Madre aprieta
play en un grabador viejo. Se escucha una canción de los Beach Boys.

Un lobo de mar en miniatura


Pomol, con el skate en la mano, arrodillada en el borde de la pileta de
Aguaviva.
POMOL: Te revisé los mails, pá. Perdón. Es que te siguen llegando.
Tablas que se rompen, consultas sobre viento. Sos el wind gurú.
La gente te tiene en sus contactos, no te borró. A mí me gustaría
olvidarme la contraseña, pero no puedo, más hago la fuerza para
olvidarme más me la acuerdo.
Llegó una carta, ¿sabés? El intendente. El que anda en tablón, sale
bronceado en la revista Gente haciendo hang loose, con el pelo pa-
rafinado. Dice que en esta arena van a poner un boliche, un para-
dor, acá, arriba de nosotras. Que nos van a llenar de cemento, dice.
Acá no va a poder ser. Somos cuatro ahora. Yo ya les respondí, les
dije que acá vivió el Poseidón, patrimonio local, el primero al que
se le ocurrió que una ola podía transportar gente, el que inventó
eso de viajar del fondo a la orilla arriba de una madera, el que dejó
los huesos. Le dije que antes de vos no hubo nada, que seguís acá.
Que él te debe el surf a vos. ¿Estuve bien?
Bueno. No hay olas. Casi no hay. Una lástima este invierno. Una
nada. Lo único abierto es el kiosco de la 24 y 21 y no cierra porque
no tiene puertas.

126
Ni un viento sur. Ni una ola para entubar. Un desierto líquido.
¿Te acordás qué día es hoy? Decime algo. Un día como hoy. El
doctor me pegó con todo en la espalda para que llorara. Nacé, ca-
rajo, me gritaba: nacé. Muda nací. Me dejó la marca. Nadie conoce
esa mancha. El nebulizador naranja me dabas. Todas las noches.
Pensaban que tenía un pulmón de menos. El agua de mar me po-
día curar, decías vos. Tragar sal. Una vez que me enseñaste a respi-
rar abajo del agua ya afuera iba a ser más fácil
Ey, Mandame un viento sur. Mandate una ola salvaje, algo, una
power…
Ayer llevaba unos cuantos días sin dormir, entonces abrí el cajón
donde mamá guarda tus mallas y te olí, un rato largo, y dejé mi
cabeza ahí y me quedé dormida, por fin, entre la sal.
MADRE: Dejame que te peine un poco. Tenés como caspa, pochoclo,
nena. Que no te vea así el turista.
HIJA: El doctor decía que no sabía respirar. Entonces lo llamaba por
teléfono, en el medio de la noche, y le respiraba en el tubo. Me
guardaba la respiración de todo el día para llamarlo y respirarle.
Justo para esa época había visto un documental que decía que un
hombre había podido aguantar un día entero sin respirar. ¿Vos
cuánto podés?
MADRE: ¿Viste cómo quedó la casa? Quedó preciosa. El Camarón
está encantado. Le enseñé a surfear. ¿Le miraste el cuerpo? Cuer-
po de mar. De Mar del Plata. De ciudad de mar grande.
HIJA: ¿Habrá entrado? Entraste con él. Seguro que con él entraste.
¿Usaste la tabla del Aguaviva? La lustraste.
MADRE: Se paró en la tabla. Le enseñé acá, en casa. Un solo movi-
miento. Pudo en uno solo. Y le presté tu skate. Le expliqué todo:
una pared de agua es como una rampa de skate, pero al revés. La
distancia entre los pies un poco más grande que la distancia entre
los hombros. Las rodillas apenas flexionadas. La espalda recta. Fue
un bautismo hermoso. Parecía tu papá en miniatura. Te trajo esto.
HIJA: Un lobo de mar que cambia de color según el clima. Ya tenemos
uno, pero el que tenemos no cambia más de color. Da lo mismo
invierno que verano.
MADRE: Fue un día como hoy. Te fallaba el cuerpo. A la semana ya
te pusiste linda pero antes ni mirarte querían. Un alga parecías.
Como esas que viven en simbiosis con los animales, no te podía-

127
mos despegar de mí. Papá te bautizó en el mar. Te metió el pelo
abajo de una ola en esta orilla.
AGUAVIVA: Un alga suspendida en una columna de agua.
HIJA: No hay foto. La foto que hay es una en la que estoy yo con mi
primera madera: esta. Tengo puesto mi primer traje: este. El pelo
mojado me tapa la cara. Tengo arena en la boca. Cumplo 5 años.
Aguaviva me fabrica mi primera tabla y me hace una bendición
derramándome un poco de agua de mar en el pelo y leyendo en
voz alta un texto de Kelly Slater, que es como el Maradona del surf.
AGUAVIVA: Un surfer debe mantenerse sereno y no dar jamás la im-
presión de sentirse desbordado por una ola. Los jóvenes surfers
no interferirán nunca en el camino fluvial de los viejos surfers. Los
surfers viejos pueden cortarte con la quilla de la tabla si no te me-
tés bien abajo del agua, lo más abajo que puedas. Para los surfers
jóvenes, las olas pequeñas. Para los surfers viejos, las montañas de
agua. Para los surfers jóvenes, la espuma que dejan las olas inmen-
sas que filtran a contraluz los surfers viejos.
MADRE: Ahora sos linda. Me parece que él te va a mirar. Preguntaba
por vos. Espiaba. No le daban los ojos. Como si no hubiera mirado
nunca. Mañana lo conocés. Andá a dormirte y mañana lo conocés.
HIJA: Miedo.
Madre saca la colonia Pibes. Hija aspira, una, dos, tres veces. Madre le
mete a hija la colonia en el bolsillo del pijama.
Después del bautismo, me escapo de la orilla, me mando a lo hon-
do y me sacude una ola. Ella decía: ahí tenés, por hacerte la va-
liente, la nadadora de aguas abiertas: el mar es grande, el mar es
malo, el mar te ahoga. Rompí la tabla el día del bautismo. Papá me
miró como a un antisurfer, como si su sangre no fuese la mía. Hizo
un silencio de tumba, después entendimos que era un minuto de
silencio. Caminó con la tabla partida en su axila hacia el agua y de
a poco el mar negro lo iba tapando. Era un mar liso, planchado, sin
olas, como si cargara con la culpa de lo que había hecho. Cuando
el agua lo tapó, cuando ya no hizo pie, soltó la tabla y el mar la as-
piró, con delicadeza, hacia adentro. Volvió nadando hasta la orilla
y parecía un huérfano. Medio que lloraba, pero el agua se le con-
fundía con la lágrima. Me miró y me dijo:
AGUAVIVA: Un surfista con la tabla cortada todavía puede ensayar un
último movimiento con precisión.

128
MADRE: ¿Querés soplar? Yo te ayudo. Pedís un deseo y te vas a dor-
mir. Mañana te esperan.
HIJA: Una película. Todavía no tengo el nombre, pero es un western
psicodélico en la costa atlántica. Un padre pistolero abandona a
su hija en el medio de un desierto líquido, le dice: Ahora sos libre,
y sale galopando por el agua en su caballo a toda velocidad. De
ahora en más ella lo busca en el mar para matarlo, entonces pasa
los días en el desierto fabricando una tabla con restos de madera
de una casilla abandonada. En el medio se cruza con un montón
de personajes exóticos y como es verano en la película le pasan un
montón de cosas con turistas, se enamora y eso. Al final, es invier-
no de vuelta y se encuentra otra vez con el padre, pero, en lugar de
conseguir matarlo, son ellos los que mueren, aplastados por una
ola salvaje, juntos, abrazados en la orilla, tapados por la espuma.
MADRE: Que se cumpla. Feliz cumpleaños. Andá a descansar. Ma-
ñana.
AGUAVIVA: Feliz cumpleaños.
HIJA: Buenas olas.
MADRE: Buenas olas.
AGUAVIVA: Buenas olas.

Pomol soñó esto


HIJA: Invierno, Miramar, Provincia de Buenos Aires. Un chico que se
llama Camarón y yo, en la orilla de esta playa, acostados en la are-
na, mirando el cielo. Camarón tiene puesto un traje de neoprene,
yo estoy desnuda. Camarón se levanta, corre hacia el mar y entuba
una ola perfecta que lo trae de nuevo hasta la orilla. Se saca su traje
de neoprene y me lo pone a mí. Yo me levanto, corro hacia el mar
y entubo una ola perfecta que me trae de nuevo hasta la orilla. Me
saco mi traje de neoprene y se lo pongo a él. De pronto, el pai-
saje cambia, ya no estamos solos. Atrás nuestro se alcanzan a ver
las ventanas de las casas comidas por el salitre del mar. Mi mamá
hace la plancha y se abandona a su suerte en el medio del océano.
Mi papá nada en dirección a ella, pero no la alcanza. Los dos se
pierden en el fondo. Alrededor de todos nosotros hay una aureola
brillante de peces voladores que agitan sus aletas hasta volver a su-
mergirse. Camarón me da un beso con la capucha del traje puesto.
En lugar de la piel, siento la textura seca de la goma del traje. Yo

129
ni siquiera respiro por miedo a que el momento desaparezca. Me
saca una foto: quedamos guardados ahí, bañados en la luz. Saca
la guitarra y empieza a cantarme una canción. A mí. Una canción
increíble sobre dos personas que viven en una casa. Yo adentro
del sueño puedo hablar, entonces le hago los coros. Soy afinada.
Cuando la canción está por terminar, me despierto toda mojada.
El mar llegó hasta mi cama.

Bautismo surfer
CAMARÓN: Hoy, cuando llegué, cuando vos estabas afuera, en el
baño, me acerqué un poco por este pasillo y vi a una chica ente-
rrada en la arena.
MADRE: Ah, sí, es Pomol. Es mi hija, nuestra hija, mía y de Aguaviva.
CAMARÓN: ¿Pero qué hacía enterrada en la arena? ¿No le da frío?
MADRE: Sí, pero a veces se entierra. No tiene importancia. Se hace
milanesa.
CAMARÓN: Pero es invierno, arena mojada. Le dije algo, hola, un
saludo, pero se enterró más. No llegamos a hablar.
MADRE: No habla. Ya la vas a conocer. Se llama Pomol.
CAMARÓN: Ah, me dijeron que el Pomol era un lugar, donde entra-
ba una olita bastante linda, bastante power, allá por el vivero, una
izquierda que carga distinta a las de las playas del centro.
MADRE: El Pomol se llama como ella. Si te vas a duchar es mejor
ahora, porque en un rato se va la luz. Son 30 pesos por noche, con
el arroz incluido. Por el momento no se puede entrar al mar. ¿Lle-
gaste por la revista o venís por Aguaviva? Te hablaron de él. ¿Vos
venís de muy lejos?
AGUAVIVA: De acá, de Mar del Plata. Pasa que allá no hay olas, estu-
vo liso todo el invierno, entonces me vine, en la bici. Al Aguaviva
lo conozco de la revista. Le dedicaron “La cresta de la ola” del mes
pasado. No entendían cómo había muerto en la pileta municipal,
qué hacía en la pileta. Allá se le hizo un homenaje, en La Flecha,
fueron todos: surfers, shapers, bodyboarders, gente, turistas, to-
dos. Pusimos las tablas paradas en la arena mojada mirando de
frente al mar y colgamos del mástil la bandera negra de prohibido
bañarse por 24 horas.
MADRE: Cuando esto era un caserío enmarcado entre montes, el mar
crecía hasta acá, y nadie dormía cerca de la playa porque tenían

130
miedo de despertarse ahogados, el Aguaviva ya surfeaba en un ta-
blón de madera que había fabricado él, con sus propias manos. Lo
llamaron así porque un agua sin surfistas es como un agua muerta.
Imaginate que antes de él, el mar no servía para nada.
CAMARÓN: No me quedó claro el tema de la pileta…
MADRE: Esta fue la primera madera. Nadie sabía para qué servía. Cla-
ro, a un siberiano la arena le debe parecer nieve. Hasta que llegó
el Aguaviva los miramarenses teníamos todo el mar desperdicia-
do. Imaginate. Llegó con costumbres de otro mar, más grande, y
empezó a shapear tablas. Yo me enamoré primero de sus tablas,
después de él. Disculpame, ¿eso que tenés ahí es un Body? Sos un
poco grande para andar en Body.
CAMARÓN: No sé si me gusta andar en tabla, las veces que me subí
me caí. El Body es más fácil, y lo llevo a todos lados en la bici, está
bueno el Body, ¿acá no se corre mucho en Body? Me dijeron que
el Gordo Araujo y otro que le dicen Trastorno se zarpan andando
en Body. Yo tanto así no corro, pero algo tiro.
MADRE: Es como andar en bicicleta con rueditas.
CAMARÓN: Yo pensé que Aguaviva había empezado andando en
Body. Como que de la tabla de telgopor vas al Body, del Body a
la tabla… ¿Aguaviva nadaba en pileta cerrada teniendo el mar en-
frente?
MADRE: Vení. Pará, ves, mirá. Hago como que remo, me levanto.
Ves. Yo caigo con el pie izquierdo así. Mirame el hombro. Mira-
me la rodilla. Ves. Siento el pie, la tensión ahí, la concentro ahí.
Probá. Te toca a vos.
Camarón intenta hacer lo mismo, pero se cae. Madre lo ayuda a sa-
carse las patas de rana y se acuesta al lado, en otra tabla. Insiste en
mostrarle el movimiento. Camarón vuelve a intentarlo; ahora, mejor.
Lo hacen, una vez más.
CAMARÓN: ¿Así está mejor? Igual adentro del mar todo esto cambia
un poco porque yo ya había visto en Internet los doce pasos para
pararse en una tabla de surf, pero eso no te asegura nada, digo, yo
voy a tener el impulso de poner el pecho, no los pies, por la cos-
tumbre. Voy a tardar un poco hasta poder.
MADRE: Una vez más. Vení. Primero te parás rápido en la arena, des-
pués en el agua. No pensés. Sentí el pie. En el pie está todo. Con-
centra ahí. Ahí va. Muy bien. Mirá esto: es un collar antiromano.

131
Vos sos romano. Los romanos son los turistas, los que viven en
ciudades grandes. Este collar lo usamos para prevenir los vientos
malos que pueden traer ustedes. Dormís con el antiromano pues-
to y hay más chance de que al otro día, cuando te levantes, carguen
buenas olas.
Camarón se para en la tabla en un solo movimiento. Ahora, saca la
cámara de fotos, le apunta a la tabla del Aguaviva y dispara. Madre
va hacia el mar y vuelve. Camarón sigue ensayando surfear. Madre le
entrega a Camarón el antiromano mojado.
Tomá. Está bendecido.
CAMARÓN: Gracias. Ya me puedo parar. Creo.
MADRE: Ya estás listo. Guarda el body. Mañana vas a conocer a Po-
mol.
Se escucha el viento, el mar que crece.

La power del general


CAMARÓN: ¿Siempre comen arroz? ¿Y pescado? Teniendo todo el
mar ahí enfrente, ¿no comen?
MADRE: Cuando Aguaviva sí. Se pasaba la tarde ordenando boyas,
anzuelos, plomadas. A mí me daba impresión ver a los peces vivos
moverse en la arena. Parecen hombres sin manos.
HIJA: O cuando quitaba el anzuelo.
MADRE: No me gusta escuchar el ruido que separa el cuerpo de la
cabeza.
HIJA: No hay pique.
MADRE: Desde que murió Aguaviva que no hay pique.
CAMARÓN: Agua muerta. Cuando la luna y el sol entran en conjun-
ción se dice que hay aguas muertas.
MADRE: A mí no me gusta comer lo que pescamos.
HIJA: Arroz prefiere ella.
CAMARÓN: Hoy hay flujo. Subió el agua. Volvieron los peces. Van
por el fondo de las rocas. Buscan mar caliente para reproducirse.
MADRE E HIJA: El de Miramar en invierno es el mar más frío del
mundo.
CAMARÓN: El océano ártico es el más frío. Allá tienen los vientos de
Siberia.
MADRE: Acá tenemos el viento de la 12 y la 11, en invierno, a las 7 de
la tarde, tenés que pegar los pies al cemento para no volarte.

132
HIJA: Papá decía que antes cuando no había edificios la gente se vola-
ba y aparecía muerta en el vivero. Que hasta en la red de los pesca-
dores hay cadáveres.
MADRE: Son vientos de tifón, el dios malo. Cuando sopla así, le pedi-
mos a Céfiro que nos traiga brisa suave.
HIJA: Da un miedo.
CAMARÓN: ¿Me prestan la caña?
MADRE: La de Aguaviva.
HIJA: Le queda un poco grande esa caña, pero bueno.
CAMARÓN: ¿Me acompañan? De acá los veo.
MADRE: Pomol, el mar de noche vos no.
HIJA: Pongo gorro. Llevo tabla.
MADRE: Solo hoy.
HIJA: Eso, má. Llevo un toco sin mar.
CAMARÓN: Traje lombrices de Mar del Plata.
HIJA: Viene preparado de la ciudad infeliz.
Mientras caminan, Pomol se tira colonia en la manga del buzo y aspi-
ra. Cuando llegan a la punta de la escollera, Camarón arma rápido y
tira la caña.
MADRE: Cuando estaba así de glass, se armaba este tubo y cerraba así,
ves cómo evoluciona la ola, cómo le crece el labio, ancho, y rompe
simétrica, perfecta, la ola, rompe hueca sobre el fondo, así, cierra y
hay que aguantar el tubo, encapucharse ahí, que la ola no se caiga
arriba tuyo, no saltar de la tabla, aguantar, el cuerpo erguido, las
rodillas flexionadas, el hombro girado. Hay que esconderse en un
tubo alguna vez. El tubo es la maniobra reina del surf. Perón soñó
con entubar una ola.
CAMARÓN: ¿Perón estuvo acá en Miramar? ¿Aguaviva ya surfeaba?
MADRE: Vino a inaugurar los hoteles de Mar del Sur. Y desde la es-
collera lo vio al Aguaviva surfeando y se atormentó. Lo esperó a la
salida del agua. Le pidió que le enseñe a cortar la ola. Pasaron la
tarde esperando la power. Mi Aguaviva y el General.
HIJA: Evita miraba en la escollera. Al General le daba la emoción. Cal-
cularon el viento. Parafinaron la tabla. Ensayaron el movimiento
en la arena. Eligieron el fondo menos rocoso. Estuvieron en silen-
cio, esperando la mejor tanda de olas.
MADRE: De pronto, en el medio de un mar plano, sin vida, cargó una
ola de otro océano.

133
AGUAVIVA: No, General, no corra ahí, todavía no, no puede.
MADRE: Aguaviva le gritó que no. Pero a Perón se le llenaron de agua
los oídos, se le cambiaron los ojos, perdía saliva, como que se nos
apasionó. Bajó la cabeza y fue. No le importó.
HIJA: Polenta Perón. Quiso sentir la power el General.
MADRE: Y apenas se paró, como pudo, y se cayó y mordió la arena y
lo agarró el remolino y lo arrastró y no se lo vio por unos segun-
dos, parecían minutos…
CAMARÓN: No hay buen pique acá, eh. Es un mar de mojarras.
HIJA: Y Evita se sobresaltó y se tiró al agua. Tenía un vestido precioso,
un traje verde agua, pero no de baño, y una chaquetita con hom-
breras, unas faldas tubo por debajo de las rodillas, sombrero blan-
co que sostenía para que no se le volara y unos zapatos boca de pez
no aptos para la arena.
MADRE: El general ahogado no volvía nunca a la superficie. Agua-
viva lo buscaba por abajo, hasta que de pronto le sintió el pelo. Y
tiró del pelo del General como si fuera una medusa. Tenía los ojos
blancos, sin temperatura estaba. No nos reaccionaba. Entonces
Aguaviva le tuvo que hacer respiración boca a boca.
AGUAVIVA: Lo besé al general.
HIJA: Como si el aire se pudiera prestar.
MADRE: ¿Me paré, me pude parar?
HIJA: Dijo El General y escupió algo de toda el agua que tragó. Rom-
pió la madera, pero no le importó.
MADRE: Corrió la ola, lo vimos, se paró… Algo así es surfear, Gene-
ral. El Aguaviva le dio la mitad de la tabla a Evita para que pudiera
volver a la orilla.
CAMARÓN: Ahí algo tira, a ver si pica…
HIJA: Evita remó y volvió sin mojarse el rodete.
AGUAVIVA: Desde ese día, cuando hay mar calmo y de pronto apare-
ce una ola gigante, se dice que carga una ola peronista.
CAMARÓN: Para pescar no se puede hablar.
Ellas miran a Camarón sostener la caña durante un tiempo.
MADRE: Hace tanto que no cruzábamos al mar.
HIJA: Mucho porque no dejás.
MADRE: Vos te parecés a él.
CAMARÓN: ¿A Perón?
MADRE: A Aguaviva.

134
HIJA: Callate, má.
MADRE: Te falta ser más amigo del mar. Así, como mi hija. Mirala.
Pomol, desde la escollera, tira su tabla al mar y se lanza.
Hija, no. Hija, no vale, ¿qué hacés? Hay mar malo. Hija. Remolino.
Camarón deja la caña en las rocas, se saca la campera y se tira al mar.
La ola, hija, entubala, cortala ahí, te lleva, hasta la orilla, hija, el espu-
món, cuidado, te revuelca, volvé, la cabeza, sacá la cabeza. Camarón,
la nena, sí, eso, ahí, del pelo, sí, Camarón, así. Pomol, ¿estás bien,
hija?
Camarón ayuda a Pomol a expulsar el agua. La abraza. Le acomoda
el pelo. Le hace respiración boca a boca. Agarra su tabla partida.
CAMARÓN: Ya está bien.
HIJA: Quebré tabla. Mordí arena.
CAMARÓN: Ya está bien.

Agua dulce
HIJA: Che, pá, ¿te acordás cuando miramos esa película donde unos
soldados practicaban surf para zafar de la guerra? Entonces el mi-
lico les decía:
AGUAVIVA: ¿Quiere surfear, soldado?
HIJA: ¡Sí, señor! ¡Sí, señor!
AGUAVIVA: Perfecto, soldado, porque puede surfear o pe-
lear.
HIJA: En la película, un helicóptero dispara música de Wagner para
asustar a los vietnamitas.
AGUAVIVA: Un surfista aturdido, afuera del agua, es más fácil de matar.
HIJA: La cuestión es que después de esa película se levantó un viento
pampero refuerte y vos pusiste música de Wagner y nos fuimos a
bajar olas en el medio del temporal. A mí me agarró miedo, pero te
seguí, pensaba que me podía quedar enganchada de una piedra o
aparecer flotando semanas después en otra playa, no sé, pero vos
estabas adentro de la película, aunque nosotros no éramos solda-
dos ni estábamos en la guerra. Era un temporal de invierno, acá,
nada más. Hoy me acordé de eso y te extrañé bocha.
AGUAVIVA: La mejor ola es la que rompe en los temporales y se abre
como una lengua de serpiente.
HIJA: Vos cada tanto tirabas una de esas. Hay vida debajo de nosotros,
decías. Que escuchemos porque hay vida. Yo no sé, me dan ganas

135
de meterme a la pileta y que salgas vos, pero vivo, con traje puesto,
que hagas la peinadita esa que tirás el pelo mojado para atrás y
te queda todo perfecto, liso, recalculado, y después me arregles la
madera que se rompió porque mamá se hace la shaper, pero no es
lo mismo. Desde que te fuiste ella anda en cámara lenta y un poco
torpe, intentó con la tabla y no pudo. Dice que no duerme porque
te ve a vos, como en una película privada, que te la pasás corriendo
olones toda la noche. Ayer se vendó los ojos para no verte surfear,
pero igual te escuchaba: gritabas “Mía” cada vez que abría una ola.
Te viene escondiendo, pero no le sale. Si dejás de aparecer un poco
va a ser más fácil. O te vas a o te la llevás, no sé.
MADRE: Como si viniera el oleaje, una tanda de paredes de agua y yo
no tuviera ni arena ni piedras donde poner los pies.
HIJA: Ahora la calma un poco que vino el romano, Camarón hace
compañía. Le hizo el camino del surfer y casi es uno de nosotros.
Me sacó del agua y pareció vos.
MADRE: Pomol y Camarón son como nosotros dos, en miniatura y
con trajes de neoprene.
HIJA: Yo no tengo traje.
MADRE: Los surfers de antes entrábamos desnudos en pleno invier-
no. Nosotros no entendíamos el frío. Surf a la intemperie.
HIJA: Ahora nos quieren sacar de acá. Mamá no va a saber qué hacer
si viene el cemento. Yo me puedo ir. O me puedo quedar acá, llena
de cal. Yo puedo durar más. Vos decías que yo era como…
AGUAVIVA: Uno de esos peces orientales que pueden vivir mucho
con poca agua.
HIJA: Mentira, yo me seco, pero mamá más: anda seca como tabla de
romano. A ella en el último tiempo ni hablarle de agua. Hace un
mes que no tiramos un truco. Si no fuera por el skate, me olvido de
todo, se me mueren los pies.
MADRE: El arroz, ponele. ¿Qué ponías? Separo los granos, seleccio-
no, los cocino solo a la leña, un vaso de agua dulce, uno de agua de
mar. Todo igual pero no.
AGUAVIVA: El alga te olvidás.
HIJA: Yo le agrego el alga porque ella se distrae. Pero igual no.
MADRE: Y las maderas no sé. Llegan tablas para arreglar, pero me falla
la mano. Envejecer es perder precisión, ¿no? Ya no soy la shaper
quirúrgica que vos decías que era.

136
HIJA: Mentira. El Aguaviva viejo surfeaba mejor que el Aguaviva jo-
ven.
MADRE: Pero murió en la pileta. Lleno de cloro.
HIJA: Se dejó estar ahí, prefirió eso porque en el mar se tentaba. En
el mar imposible. Hubiese reaccionado. ¿O no, pá, que hubieses
reaccionado? ¿O no que en el mar no te podés abandonar vos?
Prefirió un lugar donde pudiera desconcentrarse. Hizo la plancha
y se quedó ahí, adentro de unas vacaciones permanentes.
MADRE: ¿No te importó la muerte surfera? ¿La muerte que sueña
todo surfer? ¿La que esperaba el pueblo? ¿Me explicás qué ha-
cés ahora surfeando todas las noches? ¿Qué querés? ¿No querías
abandonarte? ¿Qué hacés me explicás, entrando y saliendo del
tubo para que yo no duerma?
AGUAVIVA: Explicale, Pomol.
HIJA: Hay una sombra ahí.
CAMARÓN: ¿Qué es esa sombra entrando al mar? ¿La ven?
MADRE: A esta hora no vale entrar.
CAMARÓN: Eso es una persona.
HIJA: Hay viento malo. Del que te lleva adentro.
CAMARÓN: Un surfista. Tiene el traje puesto. Mirá. Le brilla la tabla.
HIJA: ¿Será un romano? Pleno invierno. Noche. Viento macho. Miedo.
CAMARÓN: Está muy crecido el mar. ¿No puede llegar hasta acá?
MADRE: Hay que rescatarlo. Lo va a chupar el mar.
HIJA: Dejá. Sabé surfear. Tirate de cara. Surfer de ley.
CAMARÓN: ¿El mar nunca llega hasta la casa? Uy, miren cómo la en-
tubó.
MADRE: Aguaviva solo puede tirar ese tubo. Y está muerto.
HIJA: Tremendo, pá. Terrible olón. Sacale una foto, romano.
MADRE: Tiene el estilo del Aguaviva. Corre igual.
Camarón prepara la cámara y dispara.
CAMARÓN: No sale nada en la foto. No sé qué pasa. Salen blancas,
como quemadas. ¿Están seguras de que el mar no va a llegar hasta
la casa?
MADRE: Está entrando agua. ¿Y el surfista? ¿Desapareció? ¿Lo llegan
a ver?
CAMARÓN: ¿El agua va a seguir subiendo?
HIJA: Una de las mejores olas que te vi correr, pá. Te viene a buscar, má.
AGUAVIVA: ¿Querés venir acá un rato?

137
MADRE: Soy alérgica al cloro.
AGUAVIVA: Ya no hay cloro.
MADRE: Pero eso es agua dulce.
AGUAVIVA: No hace nada. Vení igual. Entrá. Después volvemos al mar.
MADRE: ¿Y la piel?
AGUAVIVA: No pasa nada, vení.
MADRE: ¿Pero por qué te fuiste?
HIJA: Entrá y adentro él te cuenta.
MADRE: ¿Y Pomol?
HIJA: Andá, má.
AGUAVIVA: Vení.
MADRE: Bueno, voy.

Los shapers
POMOL: Esta mañana los fui a buscar a la pileta y no estaban. Bajé
al mar y vi dos puntos negros en lo hondo que brillaban como
neoprene: parecían focas. Mientras más nadaba hasta allá, más se
alejaban. Empezó a picarse el mar y las olas me trajeron de nuevo
hasta la orilla, obligada.
Camarón saca la colonia y Pomol aspira una, dos, tres veces. Camarón
aspira una vez y la guarda.
CAMARÓN: Tomá. Te traje otro regalo. Por tu cumpleaños.
POMOL: No quiero otro lobo de mar que cambie de color según el
clima. Ese es un regalo para romanos.
CAMARÓN: Tomá. Un traje.
POMOL: Gracias. Por fin, un traje. No tenía.
CAMARÓN: Hoy, cuando me desperté, vine a mojarme la cara al
agua y encontré dos trajes en la orilla, tirados, acá. Me quedé un
rato esperando, por si los venían a buscar, no sé. Pero no. Uno para
vos y uno para mí. Vas a poder entrar al agua en invierno. Vas a
tener bien los huesos. Te queda un poco grande, pero a mí capaz
que me sale achicarlo, para que no te filtre agua…
POMOL: Hoy a la mañana llegó otra carta. Dicen que tienen que de-
rrumbar la casilla. Imposible. Te vas a tener que quedar unos días más.
CAMARÓN: Está un poco arenado el fondo, ¿no? ¿Qué es eso? ¿A ver
qué dice esa carta?
POMOL: Deciles que no. Escribiles. Contales todo. Que acá vivió y
murió el primero. Que acá hasta que llegó Aguaviva venían las olas
y la gente barrenaba pecho. Deciles. Que si quiere te arma un tem-

138
poral que te chupa el cemento y el hormigón para adentro. Y que
duerme acá. Todavía.
CAMARÓN: Hoy había dos hombres midiendo la arena. Yo les con-
testo la carta, ¿querés? Tengo buena letra. Les digo que acá no. Yo
les explico.
POMOL: ¿Vamos a entrar hoy? Al amanecer estuvo clásico. Hay que
aprovechar ahora que más tarde se vuela. En alguna te parás. Po-
demos ir hasta el Pomol. Ahora nos sobra un traje. Y nos sobra una
tabla. El Body ya lo podés tirar. Tiralo al mar. Trae buena suerte
tirar el Body. Trae buenas olas.
CAMARÓN: Voy a cocinar. Pero arroz no, pescado. Hoy pesqué a la
mañana, estaba lleno de peces, saqué un montón, tengo cosecha.
Estuve pensando que podríamos ir a surfear al Pomol, para ver
cómo es la ola que se parece a vos. Pero no podemos dejar acá
solo. Mejor nos quedamos acá. A la que no vi hoy es a tu mamá.
POMOL: Vos vas a shapear bien, porque los camarones tienen el cora-
zón en la cabeza. Vas a tener que aprender a shapear, romano. Por
si se nos rompen las tablas a nosotros y por si traen alguna para
arreglar. Al Chingu (que es la promesa miramarense porque surfea
y no le importa nada más que la ola), una vez le hicieron una nota
en canal 2 y él declaró que en lo único que piensa cada vez que
surfea una ola es en la muerte –“me muero cada vez que agarro
una ola”– eso es un surfer samurái, dijo Aguaviva cuando lo vio. Al
Chingu le arreglamos la tabla nosotros. Y no se le puede decir que
no. Yo ya sé todo, pero te voy a tener que enseñar. Espuma. Fibra
de vidrio. Lija. Tijera. Guantes. Cuchillo. Hay mucho trabajo acá
en invierno. Y hay que estar atentos. Acá los días son más cortos,
más faltos de luz. Hay que chequear todos los points, la 37, el vi-
vero, el Pomol, para saber dónde está la ola. Conmigo vas a entrar
todos los días. No importa si está volado, si está mutante, si está
glass. No importa. Como en esa película en la que un basurero
sordo se encuentra una tabla en la orilla y de ahí en más pasa la
vida esperando la ola. Vamos a copar el pico. Vamos a entrar todos
los días. Más vale estar adentro que verlo de afuera.
Camarón y Pomol se acuestan en la arena mirando el cielo. Camarón
se acerca y le da un beso con la capucha del traje puesta. Vuelven a mi-
rar el cielo unos segundos. Sopla viento sur. Camarón saca una guita-
rra y canta una canción que dice algo sobre las olas que se van, vuelven
al mar, se van y vuelven. Pomol hace los coros.

139
De-construcción

Carolina Steeb

Quién de nosotros se animará a decir


una vez toqué fondo
el sol me dio en los ojos
no pude ver que se venía
lo que vendría después.
Recordar también es separar
las hojas de la maleza
barrer la nieve
dejarse mojar los pies
en primavera.

Matilde Méndez

1. Trazado de planos. Previsión de costos

ELLA: Están construyendo un edificio. Lo veo avanzar lento pero


constante, la sombra crece por el costado del patio. Ya sé todo lo
que va a venir: los taladros desde las siete de la mañana, el ruido
de las excavadoras y la cementera, el cantito de los obreros, el olor
a asado, los cúmulos de tierra. No me explico cómo se acumula
tanto polvo en tan poco tiempo.

ÉL: Shhh… Hacé silencio… ¿Escuchás? No, ¿eh? Quedate así. Prestá
atención… ¿Y? Nada, ¿eh? Nada de nada. Es así. Acá es así. Todo
es así. Se presenta tal cual es. No hay ruido, no hay interferencia en
lo que se percibe. Aguzás los sentidos. Aprendés a oír.

ELLA: En mi horizonte no hay jardines, solo una calle ruidosa y más


edificios. A mí tanto cemento me asfixia… y pensar que hay gente
que viene acá para buscar las posibilidades de la gran ciudad. Na-
die les dice que hay tanto para hacer que ya nadie se mueve. Lleva
demasiado tiempo ir de un lado al otro, así que mejor nos queda-
mos donde estamos. Al final, es lo mismo…

140
ÉL: Jugás en el barro de la zanja, te metés por los pastizales, trepás por
los árboles, cuando hace frío, hace frío en serio, y cuando hace ca-
lor lo mismo. Si llueve, no tenés cómo salir, se inunda el terreno y
no hay camino. Pueden pasar días así sin que baje el agua. Hay que
estar preparado, ser precavido: dos heladeras, dos despensas, todo
duplicado. El imprevisto está siempre presente.

ELLA: Es que acá las calles son puro tránsito. A veces todo parece de-
tenido, nadie avanza. Ves el tiempo correr en el reloj, los minutos
pasan y la vida qué, ¿eh? La vida es eso que ocurre mientras espe-
rás que la línea de autos se mueva, ¿o no? Mientras esperás que
llegue el subte. Mientras esperás que levante la barrera o abra el
semáforo. Mientras esperás. Todo así.

ÉL: El pueblo más cercano puede estar a 40 kilómetros de ripio. Tal


vez no llegás a ver el casco de estancia del vecino. Sos vos con la
naturaleza, y la línea infinita del horizonte… Para describir el te-
rreno pampeano, las crónicas de Indias lo comparan con el mar.
Era la única referencia que podían encontrar los europeos para un
terreno tan llano.

ELLA: Al final la vida se estrecha entre las paredes que contienen cada
ambiente de cada departamento de cada edificio de cada calle de
cada barrio de cada comuna de cada… UF. Salgo a tomar aire y de
pronto: risas. Miro hacia enfrente y ahí están: nuevos vecinos. Una
pareja feliz y joven y recién mudada. Tan brillantes y relucientes
como su nuevo hogar… es así, en los comienzos solo se piensa en
todo aquello que se puede ganar.

ÉL: Uno se hace en la intemperie. Te descubrís así con tu verdad. Por-


que cuando las condiciones te llevan al límite sabés quién sos, qué
te importa, cuánto resistís, de qué estás hecho. Mi papá siempre
repetía eso: uno se hace fuerte. Uno se hace fuerte. Lo que no te
mata, te fortalece.

ELLA: Es que en la ciudad todo tiene que ser rápido, todo ya. Parecie-
ra que siempre estamos llegando tarde a algo. Si no, no sirve. Es

141
agotador… pero a la vez, no podría imaginar la vida en otro lugar,
o quizás sea la costumbre, que es más fuerte…

ÉL: También aprendés a darle tiempo al tiempo. Al final es cuestión de


costumbre, como todo. Persevera y triunfarás, igual que el dicho
popular.

2. Preparación y nivelación del terreno

ELLA: Mi papá decía de mí que yo era muy inteligente. Eso era lo que
decía siempre, una chica muy inteligente. Pero nunca decía de mí
que era linda. Eso no. Y eso, era lo único que yo quería.

ÉL: “Es la mujer más hermosa que vi en mi vida”, eso fue lo primero
que pensé ni bien la conocí, que tenía un aura que la cubría y ele-
vaba. Una virgen inmaculada, sí.

ELLA: Lo primero que me llamó la atención de él es que siempre lle-


vara un pequeño crucifijo de madera. El detalle me causó gracia
porque mi papá siempre se colgaba del cuello una cadenita de pla-
ta, su amuleto. Yo no heredé la superstición, pero sí este diente
chueco que me llevó años de ortodoncia…

ÉL: Cuando sonreía iluminaba todo el salón. Al principio, apliqué la


misma estrategia de siempre y me hice el indiferente, la miraba de
lejos, era la más linda de la fiesta.

ELLA: Sí, la adolescencia fue muy complicada, la imagen cobró una


dimensión que desconocía. Primero sentí vergüenza y después
miedo. Pensé que ya no podía andar libre, que mi cuerpo repre-
sentaba un peligro potencial, que tenía que armarme de otras he-
rramientas para defenderme.

ÉL: La verdad es que no veía absolutamente nada alrededor. Solo a


ella. Y era muy mágico.

ELLA: Me convencí de que ser linda era ser débil, ser tonta. Yo no era
eso, yo era Palas Atenea, inteligente y guerrera.

142
ÉL: Fue ella la que me invitó a salir primero. Un día de la primavera.

ELLA: Seguramente, fue progresivo, pero yo lo recuerdo como algo


abrupto: de un día para el otro, hubo un cambio físico.

ÉL: Eso me incomodó un poco… digo, no la primavera, bueno, aun-


que también eso me incomodaba, porque soy alérgico y siempre
me la paso estornudando, pero era ella, su actitud me intimidaba.
Entonces le dije que no.

ELLA: También empecé a percibir que me miraban diferente. En su


mayoría hombres, que parecían ver en mí algo que yo no recono-
cía: una mujer.

ÉL: Pero unos meses después pasé por su trabajo a la hora que salía y
esa vez fui yo quien tomó la iniciativa.

ELLA: Esa forma no me contenía, me daban vergüenza mis piernas,


intentaba cubrirme, no usaba shorts ni con 35 grados de tempe-
ratura…

ÉL: Eras más perfecta de lo que nunca había imaginado. Eras distinta
a todo y a todas. Me gustabas por todos lados. Toda me gustabas.
Con vos, el mundo se volvía sustancialmente mejor.

ELLA: Siempre escuchamos historias sobre ‘la primera vez’, lo impor-


tante que es, del valor simbólico que se le otorga… como si el hi-
men fuera un tesoro a resguardar. ¿Para nosotras o para los demás,
eh? No sé para quién.

ÉL: No te podés achicar con los muchachos, allá en el pueblo todos


saben todo. Si saliste o no y con quién, si pasaste por lo de las pi-
bas…

ELLA: ¿Y el cumpleaños de 15, todavía se festeja? La vieja presenta-


ción en sociedad aún resiste… es el lanzamiento del producto en
el mercado.

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ÉL: Y andá a decir que para vos es importante sentir algo más. Qué
macho ni qué macho. De qué madera estás hecho, eso te van a pre-
guntar.

ELLA: Mantenemos convenciones, aunque ya no representen nada.


Nadie escapa de la lógica…

ÉL: Y no, quién se anima.

3. Excavación

ELLA: Es difícil rastrear el origen de algunas cosas… Por ejemplo,


la belleza, ¿no? Algo tan subjetivo y sin embargo se impone un
estándar universal, como si hubiera una sola forma, una imagen
apropiada y todo el resto fueran versiones defectuosas del modelo.

ÉL: A veces no importa tanto ser como aparentar. Es una cuestión de


diseño, ingeniería de la imagen. Lo que uno proyecta con su pre-
sencia. Demostrarse macho, que los demás no perciban tu debili-
dad. Eso en el campo de juego se ve mucho.

ELLA: Digo, ¿cuánta gente habrá que se siente excluida de ese ideal
en este momento…? Sí, tampoco es estático. La percepción de la
belleza cambia, no solo a lo largo de la vida sino también a lo largo
de la historia… si habré deseado nacer en el Renacimiento con
mis caderas…

ÉL: Hay que cuidar el talón de Aquiles. El pez por la boca muere… o
para usar una analogía rural: al toro por las astas, y al hombre, por
la palabra.

ELLA: En mi casa, la capacidad intelectual era un mérito, la bibliote-


ca, un estandarte. Crecí leyendo la Odisea. De toda la mitología
griega, la figura femenina que más me gustaba era Atenea, la diosa
de la sabiduría y de la guerra. Pero también crecí viendo películas
animadas donde el amor era el motor del cambio, la fuerza que

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llevaba la transformación del mundo. De todos los personajes, mi
favorito era La Sirenita, la princesa rebelde que renuncia a su ori-
gen para ir tras lo desconocido…

ÉL: Siempre fui así, alto, flaco, medio desgarbado por línea materna,
la fuerza no era lo mío. Tuve que armarme de otras herramientas
para marcar los límites, aprendí rápido que la falta de destreza físi-
ca se compensaba por la verbal, a fin de cuentas, la más poderosa.

ELLA: Si hay algo bueno en el paso del tiempo es que nos hace ver las
cosas de otro modo. Abre nuevas lecturas a todo… hay cosas que
ya no puedo dejar de ver. Ahora, todos esos cuentos de la infancia
me hablan de mujeres que esperan que algo o alguien las salve.
Pero nada de eso es real.

ÉL: Los golpes externos desaparecen rápido, un par de semanas a lo


sumo. En cambio, las voces resuenan y hacen eco adentro, siguen
traccionando mucho tiempo después. Al fin y al cabo, casi todo
termina por ser más maña que fuerza.

ELLA: Los proverbios tienen para mí un componente místico que


nunca pude descifrar. Es como si dijeran todo y nada al mismo
tiempo, hablan en general y en particular a la vez. Nadie sabe de
dónde vienen, y sin embargo, siguen ahí vigentes… como una ad-
vertencia, una señal…

ÉL: Es matemática pura. ¿Cuántos cauces secos vemos donde el río


dejó marca a su paso sin que hoy corra una sola gota de agua? Es
que la naturaleza es maravillosa. Nos da señales, todo el tiempo…
Hay que estar atento y saber leer, nada más.

ELLA: Supongo que hay una sabiduría que no se construye leyen-


do, sino viviendo. No es un aprendizaje racional, sino que sale de
adentro, de las entrañas y es emocional.

ÉL: Lo que pasa es que el nihilismo nos sacó la fe y vino a decirnos que
no hay hechos, solo interpretaciones. Pero es mentira. Hay hechos
y hay interpretaciones. Se trata de decidir qué posición tomar.

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4. Los cimientos

ELLA: La primera vez que un chico intentó besarme, salí corriendo.


Me dio miedo, no sé. Tendría 15 también.

ÉL: Nuestra primera noche juntos estaba tan nervioso que no se me


paró. Vos me dijiste que estaba todo bien. Eso es algo que se dice,
que todas dicen… pero con vos sentí que era verdad.

ELLA: Con vos me sentí cómoda, sentí que podía ser yo misma.

ÉL: Hay una diferencia abismal entre tener sexo y hacer el amor. Uno
se da cuenta. Esta vez lo presentía… me temblaba el pecho cuan-
do te veía, casi que me costaba respirar. Algo en la expresión se me
suavizaba y aparecía una sonrisa. No me hubiera permitido hacer-
te ningún daño.

ELLA: Yo creí en esas palabras, porque quería creer, lo necesitaba tam-


bién. Porque cuando uno ama, elige confiar. No se cuestiona.

ÉL: Ese verano, nos vimos casi todos los días. Para cuando llegó el
otoño, nos decíamos enamorados… me lo susurraste al oído una
tarde y yo me reí, de alegría, de que era mucho, pero ya no me
asustaba.

ELLA: Nos perdemos en lo que queremos escuchar… Más tarde o


más temprano, te das cuenta de todo lo que te estuviste callando
para encajar…

ÉL: Estaba dispuesto, sentía que cuerpo, alma y mente iban hacia el
mismo lugar. Y eras vos ese lugar… de pronto entendía infinitas
canciones que hablaban de amor, todo tenía sentido, porque todo
era sentido. Todo era felicidad.

ELLA: El detalle está en darse tiempo para comprobar que lo que nos
dicen es cierto… creemos en lo que nos muestran en una primera
impresión y a veces con eso alcanza para que esa idea quede graba-

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da. Después reclamamos porque pensamos que algo cambió, y no
entendemos que siempre se trató de lo mismo…

ÉL: Siempre fui de sentirme muy mal cuando me dicen cómo tengo
que ser, es algo muy mío. Me da miedo no poder cambiar o estar
muy equivocado en todo. Pero te pido disculpas, jamás quise que
te sientas mal ni nada. Sé que todo fue con la mejor intención.

ELLA: Una noche probaste tener sexo un poco más fuerte… Tener
sexo no, hacer el amor, cierto, perdón… Siempre teníamos esa di-
ferencia sobre cómo nombrar las cosas.

ÉL: Nos podría ir muy bien si prestaras atención. Yo tengo que trabajar
muchas cosas, lo sé… Tal vez cuando me enojo te trato desme-
didamente mal y no corresponde, lo acepto. Pero te juro que me
da muchísima bronca, muchísima impotencia, porque te adoro, y
sabés que es así.

ELLA: Me acostumbré a pedir perdón con vos… A cada paso que


daba sentía que tenía que disculparme por algo, pedía perdón de
manera compulsiva, por si acaso, sin importar dónde me encon-
trara. Hasta en el trabajo actuaba así.

ÉL: ¿Perdón? ¿Cómo te animás a decir eso, que yo no tengo claro lo


que quiero? Si estaba metido como nunca antes, jamás dudé de
querer estar con vos. Por vos estaba dispuesto a embarrarme, ir
hasta el fondo.

ELLA: Esa noche empezó suave, apenas un cosquilleo hasta que tus
manos cobraron fuerza sobre mi garganta y de pronto me pareció
que eso ya no era un juego. Tuve miedo. Sentí que eras capaz de
lastimarme. Había algo en tu expresión… de placer. Disfrutabas
esa diferencia de poder: verme indefensa, a tu merced.

ÉL: No, no, pará… a ver, ¿quién sabe manejar todas las situaciones?
De hecho, sé manejar muy pocas, pero te amo con devoción, aun-
que a veces sea medio inestable en otras cosas.

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ELLA: “¿Qué sos, el tres de Cambaceres? Dale, reíte un poco que te va
a venir bien… ¿Y, vamos, no tenés nada para decir?”, eso lo repetías
seguido, aunque a mí nunca me causaba gracia… Me atacabas en
mi punto débil y después me desarmabas de la única herramienta
que tenía para defenderme… a fuerza de repetición me convencis-
te de que el silencio me correspondía.

ÉL: Escuchame, ya sé que es de imbécil necesitar una suerte de cim-


bronazo para reaccionar, pero la distancia me ayudó a ver todo
más en perspectiva. Me volví a dar cuenta de lo increíble que sos.
Me estaba durmiendo, tenía un ataque de no querer ver quién es-
taba adelante mío.

5. Estructura

ELLA: En el fondo, aunque me considere romántica, siempre me


pareció bastante mentirosa la metáfora esa de la media naranja.
Nunca me gustó pensarme en mitades, sino entera, con todas mis
partes.

ÉL: Al principio me encanta escucharte hablar de tus ideas, pero con


el tiempo noto que lo único que buscás es remarcar nuestra dis-
tancia. Mencionás libros para demostrar que en tu casa sí había bi-
blioteca, que tenés un legado universitario, que tu familia nunca se
vio en la necesidad de salir a labrar la tierra con sus propias manos.

ELLA: El problema es creer que el otro va a venir a solucionarte todo.


El problema, también, es creer que el otro es el problema y no el
espejo de nuestro propio dolor. Cuando te digo eso, siempre te
enojás, decís que nunca me hago cargo de nada.

ÉL: A cada rato me hacés sentir que no te alcanzo. Querés algo más,
que yo no puedo darte. Eso no lo juzgo, puede ser que pase, pero
deja de hacerme sentir mal por eso. No mientas, no me digas que
no querés nada más. Lo mío no te alcanza y sé que en cualquier
momento lo vas a ir a buscar a otro lugar.

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ELLA: Me amás pero te aburro, te caigo mal cuando te hablo, te pa-
rezco una estúpida, soy fría, no te atiendo, no te mimo, no tengo
gestos tiernos. Ya no entiendo cómo es.

ÉL: Que no me mintieras, eso era lo único, que fueras sincera, que me
dijeras la verdad, ¿entendés? La palabra es todo lo que tenemos,
si uno falta a la palabra… ese es el único compromiso, cuando se
rompe, no hay vuelta atrás…

ELLA: ¿No te das cuenta de que te amo con lo que no tengo? Todo
lo que tengo te lo entrego a vos, todo lo que puedo. Para vos está
todo muy roto, aunque no me lo decís en la cara, porque verme
llorar te parte el alma, eso decís. Pero la cobarde siempre soy yo.
Que soy una egoísta disparás, y yo no sé qué hacer con tantas balas
que surcan el espacio virtual.

ÉL: Me generaba odio pensarte acompañada de otro hombre. Se me


hacía intolerable la sola idea… Tampoco podía imaginar la vida
sin vos. Dejarte ir, conocer a alguien más, decirle ‘te amo’ a otra,
olvidarte, que te olvidaras de mí…

ELLA: Me gustaría encontrar caminos que nos acerquen, pero siento


que nada te alcanza, siempre falta algo. Sos lo que más quiero, la
persona que elijo para compartir mis días… No sé, me resulta in-
verosímil pensar en no verte nunca más, en dejar de escuchar tu
voz, en no volver a despertar a tu lado y sentir que ese es mi lugar.

ÉL: Solo pensás en vos, tenés un egoísmo sin fin… Armás escándalo
incluso con tu familia presente, no me entra en la cabeza eso a mí.
Si me metiera te tendría que dar dos cachetazos para que te des-
piertes y te comportes como una mujer de tu edad. Pero no, solo
observo esa escena de egoísmo sin fin y la verdad quiero llorar.

ELLA: Repaso cada detalle en mi mente, quizás fue porque me levanté


tarde para salir el otro día… no sé, te pido disculpas si te molesté
con algo, no fue mi intención.

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ÉL: Tus excusas infantiles me dan bastante asco, sí, asco es la pala-
bra… lo que tenés que hacer es callar, y ayudar. Sumar, estar, no
molestar con caprichos de nena. Que te quede bien claro: no soy
un servidor, no voy a estar atrás tuyo para arreglar cada cosa que
no te gusta, entendelo de una vez.

ELLA: ¿Qué es lo que hace que dos personas que se quieren, o que
dicen quererse, no puedan estar juntas? No entiendo por qué no
podemos llevarnos bien, qué cosas vemos que antes no veíamos,
qué batallas peleamos cuando discutimos.

ÉL: Ayer estaba todo perfecto, pero vos te empeñaste en arruinarlo,


siempre quejándote. Si no cumplo con tu ideal, listo, no tenemos
mucho más que hacer acá.

ELLA: Me siento muy sola, después vos me hablás como si no hubiera


pasado nada, pero percibo un abismo entre los dos. No sé, quizás
vos sos más feliz sin mí. Me llena de angustia tu distancia, lloro en
todas partes, estoy vacía.

ÉL: El problema es que siempre encontrás motivos para estar mal. Vos
creás la situación y la comprimís innecesariamente. Hacés cosas
que no pido y las cosas que pido no las hacés.

ELLA: Te juro que no te miento. Es la verdad, fue esa vez sola, nada
más, yo… me sentía mal, pero ni siquiera dormí con él. Me fui lo
más rápido que pude cuando me di cuenta de que era un error. A
veces hago eso, sé que tengo que ir por un camino y voy en la di-
rección contraria. Me equivoqué. Te pido disculpas. Perdoname,
tenés que creerme, por favor… perdoname.

ÉL: ¿Ves? Lo que te digo. Mirame, no atiendas el teléfono, mirame a


mí, tenés que estar acá conmigo, mirame, no atiendas el teléfono,
nada urgente puede ser más importante que esto. ¿Me escuchás?
Te digo que no, todo lo importante está acá, no necesitás nada
más, no importa nada más, mirame, no me hagas enojar, no atien-
das el teléfono.

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6. Albañilería e instalaciones

ELLA: El malestar es algo que se instala de a poco. Un nódulo que


está, aunque los dedos no llegan a sentir, porque es apenas un ger-
men, pequeño brote que pronto lo tomará todo, la gestación de la
plaga, el comienzo del fin.

ÉL: Pateo la pelota contra la pared del patio de mi abuela. Paso mucho
tiempo con ella mientras mamá trabaja en las escuelas del campo.
Mi papá se fue, a trabajar en la ciudad, porque acá cerró la fábrica.
Ella dice que es para que no nos falte nada. Yo solo pienso que soy
el único de mis amigos que no tiene con quién jugar a la pelota.

ELLA: A veces me lastimo sin darme cuenta, suelo cortarme los de-
dos con frecuencia y después veo las manchas de sangre alrededor,
como una estela que intenta decirme algo, trato de reconstruir el
recorrido de mis manos para descifrar la causa de la herida.

ÉL: Pateo más fuerte la pelota contra la medianera y pasa al jardín veci-
no. Mamá va a buscar la pelota cuando llega del trabajo. El vecino
se la devuelve. Y la invita a cenar.

ELLA: No sé por qué el cuchillo tiende a zafarse cada vez que cocino
ni el motivo por el cual la piel de mis palmas se descama, de tan
seca se agrieta y sangra.

ÉL: Entonces las cosas empiezan a cambiar. Ahora cuando ella diga
‘nosotros’ va a hablar de ella y de su novio. Parece muy dependien-
te, me preocupa que él ‘la someta’… se vuelve dócil, mansa.

ELLA: De la guardia al quirófano pasaron muchos días, al menos así


lo viví yo. Aunque desde que empecé a sentir que algo andaba mal
pasó casi un año, que es mucho más tiempo.

ÉL: Él se muda a nuestra casa y empieza a hacer planes para hacer de


la terraza un segundo piso… Se cree dueño. Ella no tiene opinión
propia, se deja llevar con facilidad.

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ELLA: De la sala de espera a la sala de cirugía no sé cuánto tiempo
pasó, pusieron mi camilla de espaldas a una puerta, de cara a una
ventana alta que daba a un cielo celeste y a un balcón semi tapado
con papel de diario, afuera habría viento: las hojas se movían.

ÉL: La abuela dice que es bueno para mí tener una figura masculina. El
abuelo murió antes de que yo naciera y ahora mi papá solo llama
para mi cumpleaños. Cada tanto aparece, viene para las fiestas, y
me lleva al campo.

ELLA: Mientras seguía el vuelo de las palomas con la mirada pensaba


en lo estratégico de la posición: la perspectiva del horizonte calma.

ÉL: Ya no necesito a nadie, aprendí a hacerme solo y no soy un chico.


Pero parece que mamá añora eso: un bebé. Ella y su novio intentar
tener un hijo. Y lo consiguen. Queda embarazada. Se la ve feliz.

ELLA: Las enfermeras me preguntaron muchas veces si estaba en ayu-


nas, si tomaba alguna medicación, si tenía alguna enfermedad, si
alguna vez me habían operado.

ÉL: La alegría no dura mucho. El embarazo se pierde. Todavía me


acuerdo de la sangre en el piso del baño, la hemorragia que no
para. El novio de mamá no está para llevarla a la guardia.

ELLA: El anestesiólogo bromeó diciendo que él sería el hombre de


mis sueños. Después repitió el cuestionario que las mujeres ha-
bían hecho antes, y luego dijo que lo único que me iba a doler
era el pinchazo para colocar el suero. Pregunté si ya con eso iba a
quedarme dormida, me dijo que no, que se trataba de una medida
antiséptica, que lo otro venía después.

ÉL: Yo la miro y no reacciono. Ella llora desesperada. Me grita: “Hace


algo. Corre, buscala a la abuela. Hace algo”. Corro. Pero no llego a
tiempo.

ELLA: En el quirófano, me desaté la bata con algo de pudor, de que el


cuerpo médico viera mi pecho, la panza, ajustaron mis piernas, el

152
brazo, los instrumentos estaban en jaulas, me pregunté cuál sería
su precio.

ÉL: Siento que ya no formo parte de esa familia, que esa casa ya no
es más mi terreno. Entonces me mudo con mi viejo a la ciudad.
Cuando llego me dice “ponete cómodo”, pero no vacía ningún ca-
jón del ropero.

ELLA: Dijeron que podía sentirme mareada, no recuerdo eso, pero sí


la sensación de ardor en la garganta, después, nada más.

ÉL: Me siento perdido en el hormigón, no encuentro referencias para


orientarme. Él está todo el día afuera trabajando, y cuando vuelve
de noche, pregunta por qué no hay comida y qué hice toda la tarde.

ELLA: Me sentí sacudida al despertar, abría apenas los ojos, con es-
fuerzo. En la sala, había más mujeres, todas en igual estado. Le dije
a la enfermera que tenía ganas de hacer pis, me dijo que era la sen-
sación nada más, que me vaciaban la vejiga antes de terminar, y me
puso una gasa.

ÉL: Siempre que un objeto ejerce una fuerza sobre un segundo objeto,
este ejerce una fuerza de igual magnitud y dirección, pero en sen-
tido opuesto sobre el primero.

ELLA: Más tarde, cuando fui al baño, vi las gasas que recubrían las
cicatrices, vi también que había sangrado, vi mi vientre hinchado.

ÉL: Para decirlo de otro modo: A cada acción siempre se opone una
reacción igual, pero de sentido contrario. La tercera Ley de New-
ton. Eso me lo enseñó mi papá.

7. Pintura y terminaciones

ELLA: Lo que se muestra siempre es apenas una parte de lo que su-


cede.

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ÉL: ¿Sabés por qué los pájaros no se electrocutan cuando se posan en
los cables?

ELLA: No sé… ¿alguien más sabía o acaso lo sospechaba, lo percibía?


A veces me da la impresión de que nadie ve… yo misma no podía
ver.

ÉL: La corriente eléctrica que circula por los cables es como un río de
electrones que fluye a toda velocidad. Para que circule así debe
existir un camino cerrado entre los puntos de transmisión.

ELLA: No podría definir cuál fue el punto exacto en que las cosas co-
menzaron a desmoronarse… Ni cuándo te di el poder para defi-
nirme, en qué momento dejé que tu decir entrara así en mi oído,
hasta tener tu voz crítica introyectada…

ÉL: Lo que ocurre con las aves es que, al ser pequeñas, se posan en un
solo cable, de modo que no brindan una vía alternativa a la elec-
tricidad.

ELLA: Y yo, que me creía tan dueña de mis palabras, golpe tras golpe
me encontré sin lenguaje para nombrar lo que me rodeaba…

ÉL: La corriente sigue corriendo por el cable porque es el que presenta


menor resistencia. Es el camino más fácil, ¿te das cuenta?

ELLA: Quizás lo que no te mata de una, te va matando de a poco. Hay


quemaduras en apariencia superficiales donde la herida sigue por
dentro, te consume, te degrada, te desintegra hacia el interior. Esa
me parece una imagen más acertada: morir de a poco, de a frag-
mentos, morir.

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Golf

Juan Carlos Dall´Occhio

Hoyo 1: Agua
CADDY: Campo de Golf. Día. Cielo despejado, limpio. Se respira aire
fresco. Los pájaros cantan. El señor Nicolás, un hombre elegan-
te de la aristocracia nacional. Usa chomba blanca, suéter claro sin
mangas, boina. Mira hacia el fondo, en fuga. A su lado, también
elegante de combinaciones verdes, está Gonzalo. Un joven bur-
gués. Lleva puesta una visera. Lo mira mientras se rasca la barbilla.
Detrás de ellos, con un sombrero de pescador, rasgos corporales
ambiguos, cargando dos bolsos, estaré yo. Caddy. Un servidor si-
lencioso. Estos dos hombres, pares en apariencia, jugarán un par-
tido. Los 18 hoyos. Durante su desarrollo, Nicolás intentará con-
vencer a Gonzalo de que venda unos terrenos de su difunto padre
para emprender, sin que este sepa, un negocio inmobiliario millo-
nario. Estas tierras, para Gonzalo y su familia, tienen un gran valor
sentimental ¿Hasta dónde será capaz Nicolás de llevar las negocia-
ciones? ¿Qué está dispuesto a abandonar Gonzalo por un puñado
de dinero? Así comienza entonces esta quiniela que golpe a golpe
llegará a su final. Presten atención ahora al primero de los hoyos
que en la caprichosa escala de los sueños denominamos: Agua.
NICOLÁS: Híbrido.
GONZALO: Excelente decisión.
NICOLÁS: ¿Podría explicar por qué?
GONZALO: Es un hoyo de cuatro golpes, un Híbrido le asegura con-
trol y buena distancia.
NICOLÁS: Control y distancia. ¿Y por qué no distancia y control?
GONZALO: Pienso que el control del golpe debe ser más importante
que la distancia. Si quedara corto puede buscar el hoyo en el si-
guiente golpe, pero si pierde el control y se va del campo de juego
demoraría mucho en recuperar carrera.
NICOLÁS: Eso es prudente. Pero, dígame Gonzalo, ¿qué lo hace ele-
gir el control por sobre la distancia exactamente? ¿Usaría usted un
Madera en la salida por ejemplo?

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GONZALO: Sí. No. Depende, es decir, lo usaría. Es algo arriesgado.
NICOLÁS: ¿El bosque? ¿Las arenas?
GONZALO: El agua.
NICOLÁS: El agua. ¡Agua!
CADDY: Saco del bolso una copa de vidrio. La sirvo con agua de una
botella y se la doy a Nicolás. Él bebe. No le convida a Gonzalo.
NICOLÁS: Ah. Siempre bebo un buen trago de agua de Mar antes de
comenzar un juego. Usted se preguntará: ‘¿De Mar?’ ¿Ha bebido?
GONZALO: Nunca, señor.
NICOLÁS: Hace cosas fantásticas. ¿Escuchó hablar sobre las propie-
dades del agua de Mar? Tiene más que yo (Ríe). No, hablo en se-
rio. Habrá escuchado usted, seguramente, de las aguas blandas y
duras. También habrá escuchado hablar de las aguas de manantial,
pero, ¿el agua de Mar es bebible? No. Siempre ha pensado que le
hacía mal. ¿Es su culpa? Tal vez. ¿Recuerda caminar por la playa de
niño, pisar con los pies descalzos la espuma, nadar entre las olas y
que su madre le grite desde la orilla “¡Cuidado Gonzalo, no vayas a
tragar agua de mar!”? ¿Usted veraneaba en la playa, cierto?
GONZALO: El mar argentino, señor.
NICOLÁS: Le estoy hablando del Mar con mayúsculas, escuche la
‘eMe’… Mar.
GONZALO: Era muy chico, no elegía las playas.
NICOLÁS: Ignora la dictadura de la niñez, por eso yo no tengo hijos,
ni nietos, naturalmente. Para destacarse en alguna actividad uno
debe entrenarse de niño. Como las bailarinas de ballet, o los bue-
nos músicos concertistas. A los cinco años debería usted conocer,
cuando menos, el Mar Caribe para apreciar su sabor. Es increíble
lo que pueden hacer los padres que uno se pierda. Lo lamento
mucho. Las relaciones familiares nos han arruinado la vida, ¿no
le parece? Sin embargo, sé que su padre en compensación le ha
dejado una buena herencia en terruños. El punto es que el agua de
Mar es bebible. El agua de Mar cura, salva, rejuvenece, afloja, tira,
es exquisitamente rica para quien sabe beberla. Debería probarla
algún día. Al tres le gustan mucho.
GONZALO: ¿Al tres, señor?
NICOLÁS: El Madera tres. Lo dejo en remojo la noche anterior al
juego, eso dilata la materia y le da precisión al golpe. Será recto,
sin slice.

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GONZALO: Me gustaría verlo.
NICOLÁS: Muy bien. Madera tres.
CADDY: Madera se les dice a los palos que se usan para los golpes lar-
gos, los de salida del hoyo. Estos permiten volar grandes distancias,
pero son difíciles de controlar para golfistas principiantes. Saco
el Madera tres y se lo doy a Nicolás. Se prepara para el golpe, se
concentra. Tiene buenos movimientos. Golpea y queda de perfil.
GONZALO: Excelente.
NICOLÁS: Agua de Mar. (Pausa). Su turno.
GONZALO: Híbrido.
NICOLÁS: Veo que no se anima a usar el Madera tres. ¿Me va a obli-
gar a citarle la estúpida frase sobre el riesgo y la victoria?
GONZALO: Comprendo. Solo que…
CADDY: Los Híbridos son los palos que combinan los Madera y los
Hierros. Estos últimos son palos de distancias más cortas que se
usan en el Fairway o campo de juego donde el golfista logra ma-
yor control de dirección de tiro. Salir con Híbrido señala cierta…
inseguridad.
GONZALO: Bien. Madera tres.
NICOLÁS: Me gusta su actitud, Gonzalo.
CADDY: Le doy el palo a Gonzalo. Este se dispone al golpe. Se prepa-
ra, está un poco nervioso. Golpea. La pelotita vuela por los aires.
Los tres la seguimos con la vista.
NICOLÁS: Sabe equilibrar fuerza y precisión… Tal vez no tanto la
precisión… Tal vez fue un poco desmedida la fuerza… Tal vez
antes del primer golpe debería haber bebido un poco de…
CADDY: La pelotita cae en un charco de agua.

Hoyo 2: Niño
CADDY: Nicolás y Gonzalo caminan en busca de una pelotita por
el Fairway del hoyo 2. En la escala de los sueños, el dos significa
Niño. Gonzalo tiene un Hierro largo en la mano, acaba de realizar
un buen golpe que lo recupera del punto de multa por haber caído
al agua. Está contento. Pasa un ave, nos detenemos para apreciarla.
NICOLÁS: Hasta las aves me conocen aquí. ¿Cree que por eso tendré
ventaja sobre usted?
GONZALO: De ningún modo, señor Nicolás. Estamos en las mismas
condiciones. El campo se renueva a partir del primer golpe.

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NICOLÁS: ‘El campo se renueva a partir del primer golpe’ Me gusta
lo que dice, ¿podría explicarlo?
GONZALO: Desde que nacemos las cosas nunca están quietas. Uno
ve un árbol, el cielo, una nube pasar, o este maravilloso sol y no
dice ‘ya lo vi ayer’ o ‘hacer un rato’. Lo vuelve a ver, y cada vez que
lo ve lo hace por primera vez. Este campo puede jugarlo todos los
días si quiere, pero el golpe, el clima, su estado de ánimo, el punto
de vista, nunca será el mismo después del primer golpe.
NICOLÁS (Aplaude lento): Su padre siempre me habló maravillas de
usted, no se equivocaba. Él era un gran jugador.
GONZALO: Oh, gracias, señor Nicolás. De niño seguí sus consejos.
NICOLÁS: No se nota. (Ríe). Es un chiste, querido amigo, mejor haga
su propio recorrido y no el de su padre. Hay que desprenderse de
las cosas que nos atan. Las relaciones familiares son una de ellas.
Lo importante es que ha sabido sortear muy bien el primer hoyo
a pesar de la pelota hundida. Sin ir más lejos, en este hoyo va un
golpe delante mío.
GONZALO: Me gusta mucho este deporte, lo practico apasionada-
mente.
NICOLÁS: Jugaba usted en el campo de su padre, me imagino.
GONZALO: Sí. Todos los fines de semana íbamos a su pequeño ‘Pa-
raíso de Golf ’. Allí mi padre practicaba golpes de salida, mientras
yo le anotaba las distancias por palo. Luego íbamos directo al green
a probar los golpes de precisión contra el banderín. Él era de los
extremos, decía que allí encontraba el equilibro. Sostenía que el
golf era como en los negocios, los golpes más importantes son los
de entrada y los de salida, ahí se hace la diferencia, en eso no se
puede fallar. Yo de niño admiraba esa forma.
NICOLÁS: ¿Nunca la puso en duda?
GONZALO: ¿Es necesario?
NICOLÁS: ¿Eso lo ha llevado al éxito?
GONZALO: Estoy jugando con usted.
NICOLÁS: Me gusta tu inteligencia, jovencito, pero demasiada sensi-
bilidad. Parece que hablaras con nostalgia sobre tu padre y su pe-
queño, ¿cómo dijo?, ‘Paraíso’. Las metáforas son un problema en
los negocios, ¿sabe? Es cierto, tu padre era una persona que sabía
entrar y salir del hoyo con cierta habilidad, pero nunca supo de de-
sarrollos. Eso lo hacía un hombre peculiar, pero poco sólido, su es-
trategia iba muy por delante de sus ideas. ¿Te puedo tutear, cierto?

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GONZALO: Es un honor.
NICOLÁS: Muy bien, usted también puede tutearme… y deje de de-
cirme ‘señor’, estamos en confianza.
GONZALO: Como usted diga, señor Nicolás.
CADDY: Llegamos hasta la pelotita. Nicolás la ve. Moja su dedo índi-
ce con la boca y lo levanta apuntando hacia el cielo. Silencio.
NICOLÁS: Hierro seis
CADDY: Le alcanzo el palo a Nicolás.
NICOLÁS: No se angustie, joven. Usted está aquí para volver a ver su
vida como si fuera la primera vez. Piense en sus sueños y haga una
apuesta… tal vez hoy sea su día de suerte… ¿Cómo fue que dijo?
‘Las cosas nunca están quietas’.
CADDY: Nicolás golpea con éxito y camina en busca de la pelotita.
Le agarra dentro del hoyo. Espero que se vaya. Ahora estoy solo
con Gonzalo. (A Gonzalo): Te va a cagar. (A público): Gonzalo,
naturalmente, se asusta.
GONZALO: ¿Qué? ¿Qué querés? ¿Qué te pasa? Salí de acá, alejate.
CADDY: Nicolás te quiere estafar.
GONZALO: ¡Fuera, sirviente!
CADDY (A público): Gonzalo se va sin escucharme.

Hoyo 3: San Cono


CADDY: San Cono fue un santo relacionado con la ardiente llama de
la perfección. Mi historia y la suya están muy emparentadas. Na-
ció en un hogar humilde, en una familia disfuncional y despertó
gran devoción entre los más pobres por recibir el llamado de Dios
para ser santo un tres de junio. Ahora nos encontramos en una
zona boscosa del Hoyo tres. Estoy buscando la pelotita perdida de
Gonzalo. Él llega. Me mira sin que yo lo vea. Revisa que Nicolás
no esté en camino. Se lanza sobre mí y me manosea frenéticamen-
te todo el cuerpo. Es pasmoso y torpe. Está caliente. Yo no me re-
sisto. En este juego, para lograr mi objetivo necesito aliarme con él.
Se escucha a lo lejos, la voz de Nicolás. Gonzalo me suelta.
NICOLÁS: ¿No la encontró aún?
GONZALO: Parece que no.
CADDY (A Gonzalo): ¿Podemos hablar ahora?
GONZALO: ¿Sos mujer o sos hombre?
CADDY: Soy un santo que bajó del cielo para ayudarte, pelotudo.

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GONZALO: Mostrame las tetas.
CADDY: No aceptes nada de lo que te proponga Nicolás. (A público):
Entra Nicolás. Nos mira.
NICOLÁS: ¿Qué pasa acá? ¡Caddy! La pelotita, ¡urgente!
CADDY: Sigo buscando la pelotita, lentamente me alejo mirando a
Gonzalo.
NICOLÁS: Estúpido Caddy. Tené cuidado con él.
GONZALO: ¿Qué le pasa? ¿Por qué usa ese sombrero de pescador?
NICOLÁS: Oh, tuvo un problema de niño. Era hijo de los caseros de
mi Estancia.
GONZALO: ¿Entonces es un hombre?
NICOLÁS: No lo había pensado. Es hijo de su madre y de su hermano
mayor.
GONZALO: ¿Hijo de su madre y su hermano? Asqueroso.
NICOLÁS: Son peones, debemos aceptar sus costumbres. No com-
prenderlas.
GONZALO: No parece muy obediente.
NICOLÁS: A veces realmente no lo es.
GONZALO: En el bosque se comportaba algo raro.
NICOLÁS: No habla, pero puede ponerse muy violento cuando no
está en contacto con el sol. Necesita sentir el calor tanto como res-
pirar, de chiquito que tiene esas rarezas.
GONZALO: ¿Cómo que no habla?
CADDY: Encuentro la pelotita. Les grito.
NICOLÁS: Parece que la encontró.

Hoyo 4: La Cama
CADDY: El putter es un palo de precisión que se usa dentro del green,
que es el perímetro verde claro dónde está el hoyo. Ahora Nicolás
está aquí, solo, hablando por teléfono. Apoyado, inclinado sobre el
putter que tiempo atrás le regaló el padre de Gonzalo. Es un trofeo
que le servirá para ganarse la confianza de su hijo. Detrás, el ban-
derín del Hoyo 4: todo buen plan tiene que tener una buena cama
tendida para que la presa se acueste a dormir la siesta.
NICOLÁS: Cincuenta por ciento. No es una propuesta, te estoy ex-
plicando cómo son las cosas. Eso a mí no me interesa, ¡No me
interesa! Muy bien, no van a tener la firma entonces. No bajo del
cincuenta. Todo, y en cuanto esté terminado. Deciles que no me

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importa esperar, quiero los beneficios del proyecto terminado ¡Me
necesitan! ¿Esta noche? No, no me parece muy pronto. Ahí vamos
a estar. Cincuenta, es mi tope, ¿está claro? Problema de ellos, yo
soy el que lleva a Gonzalo ¡Me estoy jugando su confianza! Ese es
mi riesgo. Ellos solo tienen que poner a funcionar la rueda, yo soy
el motor. Va a estar de acuerdo. Sí, no lo dudes, no lo dudes, se va a
vender, sí. Bien, bien, como el padre, dos golpes arriba pero recién
vamos por el cuarto hoyo. Es bueno, sí, parece que ese ‘Paraíso’ lo
inspiró mucho. Gonzalo quiere desprenderse de eso, él quiere, nin-
gún problema. Esta noche va estar la firma, te lo aseguro. Va a que-
rer, él va a querer. No. Sí. Dejame esto a mí, no tengo nada que ex-
plicarles, yo sé cómo funciona. Vos ocúpate de tener todo listo para
la firma. Muy bien. Ahora te tengo que cortar, estoy jugando Golf.
CADDY: Llega Gonzalo. Nicolás le muestra el putter.
NICOLÁS: Es un homenaje a tu padre, Gonzalo. Me lo regaló después
de que jugamos por primera vez.
GONZALO: A él le gustaba mucho recordar ese episodio.
NICOLÁS: No son muy frecuentes los ‘hoyo en uno’ en la vida de un
golfista.
CADDY: Nicolás golpea, la pelotita entra en el hoyo.
NICOLÁS: Tengo planes para esta noche, Gonzalo. Y vos sos el invi-
tado especial.

Hoyo 5: El Gato
CADDY: Estamos en un bunker de arena del hoyo cinco. Estas son
pequeñas trampas donde el golfista debe combinar destreza e in-
teligencia para caer bien parado, como un gato. Gonzalo al tiro.
Estudia el golpe. Nicolás lo mira mientras come una manzana.
GONZALO: Lara es distinta.
NICOLÁS: Son todas iguales, Gonzalo. Quieren casarse, vestirse de
princesas, tener una vida feliz rodeada de hijos y mascotas y mu-
camas.
GONZALO: Con ella somos más parecidos.
NICOLÁS: Al principio parece que es así, Gonzalo, parece que sí. Pero
te engañan, creeme. Yo me divorcié cinco veces, te puedo explicar
un poquito del asunto. Pensalo bien, solo el trámite del divorcio
sale 50 mil pesos ¿Cuántos años tenés?
GONZALO: Treinta.

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NICOLÁS: ¿Cuántas veces le fuiste infiel?
GONZALO: Nunca.
NICOLÁS: Ay, Gonzalo, Gonzalo… no desperdicies tu vida. Vos te-
nés que aprovechar el momento, ¡coger todo lo que puedas! Hay
oportunidades que se presentan una sola vez. ¿Por qué no van otro
día a cenar con los padres de Ana?
GONZALO: Lara. Ella está ansiosa por contarles la notica, no puedo
cancelar. Su mamá hizo crumble. ¿Por qué no nos reunimos noso-
tros mañana, más tranquilos? (A Caddy): Pitching.
NICOLÁS: ¡Carpe diem, Gonzalo! Mañana no existe para los nego-
cios, hoy es el momento. Hay que vivir como un gato, suspendé,
inventate una excusa. ¿Qué es lo peor que puede pasar, que se eno-
je? Mañana se va, pero a los pocos meses regresa, está en su natu-
raleza. Si vale la pena vas a caer bien parado siempre. (Pausa). Está
bien, está bien. Entiendo. Un sabio me dijo una vez que el mundo
se divide entre los que ‘están’ y los que ‘son’. Mientras los primeros
observan sorprendidos cómo se transforma el mundo, los segun-
dos lo reinventan constantemente. Tenía razón. Yo en ese momen-
to entendí lo que se trata tomar decisiones, y para tomar decisio-
nes solo una pequeña clase de hombres estamos preparados. Yo
creo que podés ser más que un aspirante, Gonzalo. No pienses que
no… lástima que te vayas a casar.
GONZALO: ¿En qué afectaría mi casamiento?
NICOLÁS: Una cena con tus suegros, una simple e insignificante cena
con tus suegros está deteniendo al mundo entero… Gonzalo: ¿Po-
dés ser a la altura de una gran oportunidad?
CADDY: Gonzalo me pidió un palo incorrecto. No va a poder salir
de la trampa en el primer golpe. Las palabras de Nicolás lo des-
concentran. Siempre fue un muchacho más inseguro de lo que se
muestra. Siempre vivió a espaldas de su padre.
GONZALO: ¿Se trata de negocios entonces?
NICOLÁS: La curiosidad mató al gato...
GONZALO: Vivir como un gato, ¿no?
CADDY: Gonzalo realiza un golpe fallido.
GONZALO: ¡Mierda!
NICOLÁS: Tranquilo, amigo. Al menos el gato murió siendo.

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Hoyo 6: Perro
CADDY: ‘Meter el Perro’ en la cancha era un recurso que se usaba en
el fútbol para hacer trampa. Los árbitros tenían que suspender los
partidos a riesgo de que un jugador sea mordido. Los golfistas se
jactan de su honra en el juego. Cada jugador lleva una tarjeta de
puntuación donde anota la cantidad de golpes por hoyo de sus ri-
vales sin ponerlos en duda. Quien haga menos golpes para entrar
en los hoyos será ganador. Pero es mentira. Al final del partido dis-
cuten horas sobre los resultados que pocas veces coinciden. Estoy
con Nicolás en el Hoyo 6. Él viene ganando por dos golpes. No está
dispuesto a abandonar esa diferencia. Su pelotita quedó en un lugar
incómodo para el tiro. Nicolás revisa que Gonzalo no esté cerca y
le pega una patada para dejarla varios metros más cerca del centro.
NICOLÁS: ¡Acá está mi pelotita!
CADDY: Nicolás me guiña un ojo y me hace el gesto de silencio con el
dedo índice. Yo le sonrío. Perro que ladra no muerde, pero muerde
si no lo dejan ladrar.

Hoyo 7: Revólver
CADDY: El que ahora está solo en el green es Gonzalo. Acaba de meter
la pelotita en el Hoyo siete, el revólver en la escala de los sueños.
Habla con Lara, su futura esposa. Ella es bastante temperamen-
tal. Gonzalo intentará persuadirla para suspender la cena con sus
padres y poder ir a la reunión con Nicolás. Todo su cuerpo está
inclinado sobre el teléfono.
GONZALO: Hola, mi cielo, ¿cómo estás? Bien, hermosa, muy bien.
La estamos pasando genial. Nicolás es un buen tipo, sí. Un poco
insoportable cuando se pone categórico, me hace acordar a Cam-
polongo. ¿Te acordás de Campolongo? Está parejo, sí, ahora esta-
mos iguales. Yo estoy regulando para que no sea tan aburrido. Él es
muy bueno. Yo también te amo, mi solcito, yo también. No me voy
a aprovechar, te lo prometo, claro que no. Sí, no, no vi el mensaje,
es que una de las reglas es no mirar el celular. Ahora te llamaba un
seguidito para saber cómo estabas, simplemente eso. Puede que
el partido se demore un poco más. Seis horas, no más de eso. No,
tarde no. ¿Y si cenamos mañana más tranquilos? Sí, nubecita, ya
sé que tu mamá preparó crumbel, pero tal vez si esta noche des-
cansamos, nos hacemos unos mimitos cuando vuelva de jugar.

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No, mi rayito, no quiero suspender, solo preguntaba. No te estoy
mintiendo, es que tengo algo increíble para contarte: Nicolás quie-
re proponerme un negocio, parece que es algo importante. Lo de
tus padres también es importante, pero si de pronto lo hiciéramos
mañana, así él me cuenta más tranquilo después de jugar... No te
enojes, mi lluviecita, claro que no. Esta noche en lo de tus padres,
sin falta. No, no voy a faltar de ninguna manera. Tengo que dejarte,
te amo, mi chubasquito, te amo mucho.
CADDY: Gonzalo cuelga el teléfono, apunta a él con sus dedos y dis-
para ¡Pa! (Silencio). El Padre de Gonzalo murió en un episodio
confuso. Una bala que se perdió en un intento de robo. La ver-
sión oficial dice que fue uno de los ladrones quién disparó cuando
lo perseguía la policía. Nunca hay que confiarse, en los episodios
confusos somos el blanco perfecto del fuego amigo.
GONZALO: ¿Qué querés?
CADDY: Me desprendo el traje y le muestro las tetas, de a poco se
acerca a tocarme. (A Gonzalo): Van a hacer un shopping, casas
lujosas, un complejo deportivo, estacionamiento. Miles y miles de
personas van a ir a vivir ahí. El intendente y el gobernador firma-
rán un decreto para extender un brazo de la autopista, está todo
pensado. Te quiere sacar el medio. Necesitan el ‘Paraíso’ para con-
cretarlo.
GONZALO: Son suaves y duritas, me calientan mucho.
CADDY: Él va a decirte que te está haciendo un favor, pero te está es-
tafando. (A público): Me cierro bruscamente el traje. No tenés idea
con quién te estás metiendo.
GONZALO: Caddy estúpido… nunca vas a jugar con nosotros.
CADDY (A Público): Luego de esto Gonzalo se queda en silencio.

Hoyo 8: Incendio
CADDY: En el Hoyo ocho me encontraba lejos, buscando alguna de
las tantas pelotitas que estos dos hombres perdieron esa tarde. Ni-
colás aprovechó para contarle a Gonzalo su versión de mi ardiente
historia. El incendio.
GONZALO: No es muy hábil para encontrar las pelotitas.
NICOLÁS: Te digo, tiene dificultades cuando no está bajo el sol.
GONZALO: Un hijo y su madre copulando. ¿Cómo puede alguien
vivir de esa manera?

164
NICOLÁS: Ella, una mujer madura bastante venida a menos. Él, 20
años, el mayor de sus seis hijos. Con problemas de retraso, con
la libido por los cielos. Una madre haría cualquier cosa por sus
hijos, incluso satisfacerles sus deseos sexuales. Y los propios, por
supuesto. Porque esta mujer tenía un particular placer por el sexo.
Así llegó al mundo Caddy, inesperadamente. ¿Un DIU vencido?
¿Una menopausia en retraso? A los cinco años incendió el establo
con toda su familia adentro. Cuando fuimos a ver todo era cenizas,
Caddy estaba sentado sobre unos fardos con la cara carbonizada,
había observado cada segundo del incendio. Los cuerpos de sus
hermanos y su madre quemarse vivos. Después de ese episodio lo
quisimos dar en adopción en un pueblo cercano, el párroco nos pi-
dió bastante dinero a cambio. Pagamos. En la iglesia lo recibieron
como un augurio, como un niño milagroso, le decían San Cono.
Pero no hizo más que generar problemas. Caddy regresó por su
cuenta a la Estancia luego de que lo echaran por esconderse dentro
de un horno de pan. Lo descubrieron con el horno encendido, por
el olor a niño cocido. Lo volvimos a recibir en casa, y lo pusimos
a cargo de Nori, la nueva casera. Ha hecho un trabajo silencioso
como Caddy desde entonces. Me lo traigo siempre que vengo a
jugar. Lo tengo bastante disciplinado. Hay que ser bastante firme
con él. ¿Viste cómo te mira?
GONZALO: No lo noté.
CADDY: Esta es la versión de mi vida repetida hasta el hartazgo por
mis patrones. Ellos disfrutan hablar de las tragedias de su servi-
dumbre para resaltar su figura. Desde el día en que regresé a la
Estancia no le volví a dirigir la palabra a Nicolás nunca más. Mi
versión en poco tiempo será revelada. Calma, el verdadero movi-
miento se realiza en silencio, y lento.

Hoyo 9: Arroyo
CADDY: Estamos en la salida del Hoyo nueve: En los sueños es el
Arroyo. La mitad de este juego. Gonzalo al golpe. El punto de in-
flexión donde se desliza su primera duda, y de la duda no hay re-
torno. Las aguas de este arroyo que corren fuertes y seguras, se
empiezan a debilitar. Las aguas de este arroyo empiezan a bajar.
Las aguas de este arroyo que corren juntas, se empiezan a dividir.

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NICOLÁS: ¿Qué son los afectos sino espinas del pasado? Recordar
es revolver las corrientes limpias con el agua estancada. Meter los
pies en el arroyo en pleno invierno. Ese lugar ya no sirve, Gonzalo.
El amor por tu padre no está en las tierras. ¿De qué sirve tener
esos terrenos? Se inundan, están rodeados de villas y gente pobre,
son costosos de mantener, tu padre ya no está aquí para utilizarlos.
Hay que soltar, dejarlos ir. Imaginate lo bien que le vendría a tu
madre el dinero. ¡A ustedes! Para invertir en su futuro.
GONZALO: Ese terreno era el sueño de mi padre, quería que allí se
construya un campo de Golf con su nombre, era su deseo. No pue-
do vender.
NICOLÁS: Porque tu padre no sabía de esto, conmigo hablaba mucho
de las proyecciones, de las inversiones. ¿Por qué te pensás que nos
hicimos tan amigos? ¿Solo por jugar Golf? Eso era importante, sí,
pero no la sustancia. Él deseaba entrar en los negocios, y lo estaba
haciendo hasta que sufrió esta desgracia. Es tu momento, Gonza-
lo, reivindicarte en su nombre.
GONZALO: Mamá nunca estaría de acuerdo.
NICOLÁS: Por favor, Gonzalo, ¿qué estás diciendo? No necesitás a tu
mamá. Esto es todo tuyo. Además no tiene por qué enterarse. Yo
llevo los secretos a la tumba.
GONZALO: No podría mentirle.
NICOLÁS: Lo olvidará.
GONZALO: ¿Y si pregunta?
NICOLÁS: Respondés.
GONZALO: ¿Qué le digo?
NICOLÁS: Lo necesario.
GONZALO: No sé. Tengo que pensarlo.
NICOLÁS: No hay tiempo, el comprador está hoy aquí en Buenos Ai-
res, mañana encuentra otro terreno y chau. Te está ofreciendo el
triple de su valor. Es tu oportunidad, Gonzalo. Deberíamos con-
cretarlo antes de las once de la noche, cita en mi oficina.
GONZALO: ¿Por qué estás tan interesado en la venta?
NICOLÁS: ¿Me estás tuteando?
GONZALO: Perdón…
NICOLÁS: Adelante, amigo, ¡estamos en confianza! Te traigo esta
propuesta porque te aprecio. Porque quiero lo mejor para vos y
para tu familia. Es una promesa que hice con tu padre, quiero cum-
plirle. Es lo que él hubiese querido, te lo aseguro.

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GONZALO: No lo sé…
NICOLÁS: Híbrido.
CADDY: Le paso el palo a Nicolás.
NICOLÁS: ¿Hasta cuándo vas a hacer lo que mamá y papá te dicen?
¿Lo que tus amigos o tu novia te dicen? Tenés que decidir vos,
cuanto antes. ¡Son tiempos de Ser!
CADDY: Nicolás golpea la pelotita.

Hoyo 10: La Leche


CADDY: En el campo de Nicolás las vacunas son para los animales.
Los hijos de la servidumbre generamos anticuerpos con leche ma-
terna. Amamantamos hasta bien avanzados de edad. Mi herma-
no mayor, mi papá, dejó la teta a los veinte, cuando nací yo, hace
veinte años también. Mi madre ya no producía, es por eso que en
las noches me escurría entre los corrales para chupar las tetas de
las vacas. Suena horroroso. Peor es comprarla en el supermercado.
Hoyo 10. Estoy con Nicolás, él habla por teléfono.
NICOLÁS: Leche.
CADDY: Le sirvo un vaso con leche. Nicolás bebe.
NICOLÁS: La acidez me está matando. Caddy se está portando bien,
sí. Nos tocó un hermoso día de sol. Ahora veo algunas nubes pa-
sajeras. ¿Qué te dijeron del terreno? ¿Me estás tomando el pelo?
¡Insistí!, esto tiene que cerrar en el cincuenta por ciento. ¿Garan-
tía? ¡Yo soy la garantía! No entendés, decime: ¿qué tenés enfrente
tuyo? Sí, frente a tus ojos te digo. ¿Qué ves? ¿Qué estás viendo?
Es una pregunta fácil, imbécil. Un monitor, ajá. ¿Qué más? Un es-
critorio, sí, más allá. Una ventana, ¿qué hay? ¿Y del otro lado del
vidrio? Edificios, qué más, más, más. Ese es el problema, no te-
nés visión. ¿Sabés lo que pasa?, nosotros vivimos en una sociedad
óculo-céntrica, uno cree que puede hacer hasta donde ve, y así en
verdad ves pequeño. ¿Entendés? No tenés visión, tenés vista para
mirar la puta pantallita. Óculo-céntrica. No es de culo, es de ócu-
lo, viene de óculo. ¿Sabés lo que es eso? Tenés que dejar de ver
con los ojos. Tenés que ver con las orejas, oler con los párpados,
sentir con la retina, percibir con la piel. Así es como nos diferen-
ciamos del común, ¿entendés? Óculo-céntrica. Cincuenta o nada.
En efectivo, explicales eso. Lo de óculo-céntrico no, imbécil. El
efectivo. ¡¿Quieren la garantía?! Les firmo la garantía. Pero si po-

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nés en riesgo mis propiedades, a vos te va a ir como el culo. ¿Sabés,
no? Eso no es metáfora, como el culo, el agujero del culo. (Corta).
CADDY: Nicolás termina de beber. Me ofrece el vaso, pero antes de
que lo agarre lo tira al piso.
NICOLÁS: Estaba mala.

Hoyo 11: Palito


CADDY: De chico jugaba con mis hermanos a cazar pájaros. Armába-
mos tramperas a partir de un mecanismo muy simple: La jaula tie-
ne una puertita rebatible por la que ingresa el animal atraído por
algún alimento; y se cierra cuando pisa el palito que mantiene un
resorte. Lo curioso es que la misma ave nunca cae dos veces en la
misma trampa. ¿Por qué será? Ese era el verdadero juego, construir
la mejor trampa que lograra que un pájaro, aún sabiendo, pisara
dos veces el mismo palito. Hoyo 11. Gonzalo está concentrado en
un golpe. Tiene el banderín a menos de cien metros.
CADDY (A Gonzalo): ¿Ya te diste cuenta?
GONZALO: No me desconcentrés.
CADDY: Él van a ganar mucha más plata. No le importás.
GONZALO: ¿Y vos qué sabes de negocios?
CADDY: Yo sé lo que sabe un Caddy que se pasa todo el día atrás de
su patrón. A tu papá le hizo lo mismo. Y en cuanto pudo se lo sacó
de encima.
GONZALO: No hables de mi papá, ¡¿está claro?! No quiero escuchar
a tu boca sucia de chupar pijas, pronunciar nada sobre él. ¿Por qué
no le hablás a Nicolás? ¿Eh? ¿Por qué me hablás a mí y con él sos
mudo? ¿Qué estás tramando? ¿Tenés envidia? ¿Tenés envidia de
que nos vaya bien, de que yo sea un buen jugador de Golf, que Ni-
colás me quiera? Tenés envidia porque sos un resentido, pero no
podés ser como yo porque sos negro, sirviente, mucamo, obrero,
empleada, puta, criada, botellero, croto, cartonero.
CADDY: Si fueses un poco menos burgués te darías cuenta de cómo
te van a estafar.
GONZALO: ¡Callate!
CADDY: Estás muy cerca, usá el Hierro nueve. (A público): Ayudan-
do a Gonzalo a emparejar el partido, me voy a ganar su confianza.
Gonzalo ensaya el golpe, pero no lo realiza. Se detiene. Me obser-
va. (A Gonzalo): Solo tenés que pegarle apuntando a aquel árbol.

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GONZALO: ¿Por qué querés ayudarme?
CADDY: Lo hago por los dos, Gonzalo. Nicolás también destruyó mi
vida. (A público): Gonzalo tira. Mira la pelotita que entra en el
hoyo. Celebra. Me mira a mí.
GONZALO: No sos tan estúpido.

Hoyo 12: Soldado


CADDY: Las nubes cubren el cielo. Nicolás sigue arriba en el juego,
pero ahora a un solo golpe. Nicolás y Gonzalo están sentados en
un banco sobre una colina mirando el paisaje del hoyo doce.
GONZALO: ¿Por qué ese hombre quiere los terrenos de mi padre?
NICOLÁS: Porque tiene dinero que no quiere declarar.
GONZALO: Pero, ¿qué va a hacer ahí? No hay nada.
NICOLÁS: Campo de entrenamiento militar. Mi contador me contó
que para sacar la plata del país arregló una inversión inmobiliaria.
Así llegó a nosotros. Yo pensé en vos inmediatamente. El terreno
de tu padre está despejado, es ideal para entrenamiento y pruebas
militares, nadie los va a molestar. No necesita ser rellenado, no ne-
cesita mantenerlo.
GONZALO: A papá no le gustaría que su Paraíso se convirtiera en un
campo de entrenamiento militar.
NICOLÁS: Tu papá está muerto. No importa lo que hagan.
GONZALO: No me gusta lo que estás diciendo.
NICOLÁS: Te estoy ofreciendo un negocio del que vas a ganar el tri-
ple o más de lo que ganarías si lo hicieses por tu cuenta. Y ni así.
No traigas caprichos al juego.
GONZALO: Pero… Militares, no.
CADDY: Nicolás se para. Agarra uno de los palos del bolso y señala
con este, hacia el paisaje didácticamente.
NICOLÁS: Gonzalo, te voy a explicar. Tu Paraíso está marcado. Las
van a ocupar en no menos de un año, y el Intendente va a mirar
para otro lado. Necesita descomprimir la situación de las tierras,
y de paso sacarse de encima algunos punteros. Vas a tener prime-
ro veinte familias, después cincuenta y más tarde serán cientos de
pobres ocupando tu ‘Paraíso’. ¿Qué vas a hacer, eh? ¿Les vas a pedir
por favor que se vayan? ¡No! Vas a tener que arreglar un desalojo,
con todas las consecuencias que eso implica. Vas a cargar con he-
ridos, muertes y condena social. Te van a perseguir los pobres por

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haberlos desalojado, por causar la muerte de sus seres queridos. Vas
a ser hostigado hasta que te fagociten. Y cuando quieras vender el
terreno, a nadie le va a interesar. ¿Cuánto vas a pedir? ¿La mitad?
¿Menos? ¡Por favor llevenselo! ¿Ya ves? Las cosas nunca están quie-
tas. Mejor si los que la movemos somos nosotros, y no otros.
CADDY: Nicolás imita que dispara con un rifle hacia el cielo. Caen las
primeras gotas de la lluvia.

Hoyo 13: La Yeta


CADDY: Si la suerte es suerte, ¿quién define que sea buena o mala?
Nos inventamos excusas para no hacernos cargo de los errores que
cometemos, de las decisiones tomadas. Nos referimos a los dioses
como responsables de la dicha o la desdicha. Buscamos explica-
ciones por fuera de nosotros, cuando la mayoría de las veces so-
mos nosotros mismos la respuesta de lo que nos preguntamos. No
hay extremos en la suerte, no hay bien, no hay mal. No hay nada.
Banco de arena del Hoyo 13: la yeta.
NICOLÁS: ¡Puta madre que lo parió!
GONZALO: ¿Qué pasó?
NICOLÁS: Pisé mierda.
GONZALO: Dicen que trae buena suerte
NICOLÁS: ¿A quién se le ocurre dejar entrar perros?
GONZALO: A lo mejor algún golfista no esperó para ir al baño.
NICOLÁS: Eso no me extrañaría. (A Caddy): Pitchin.
CADDY: Nicolás ensaya un golpe, es fallido.
NICOLÁS: ¡Mierda! Esto nunca me pasa. ¡Caddy!, dame el seis con
ángulo.
CADDY: Le doy el palo incorrecto. Él no se da cuenta. Vuelve a reali-
zar un tiro fallido.
NICOLÁS: ¡Mierda! ¿Qué es este palo? ¡Estúpido!
CADDY: Nicolás me pega unos cuantos palazos hasta tirarme al suelo.
Yo me cubro. Gonzalo intenta detenerlo.
NICOLÁS: Este imbécil, estúpido, resentido.
GONZALO: Tal vez sea porque está nublado.
CADDY: La situación conmovió a Gonzalo, que ahora piensa que Ni-
colás no es tan bueno como se mostraba. Yo estoy tranquilo. A
pesar de los golpes, hoy es mi día de suerte.

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Hoyo 14: El Borracho
CADDY: Llueve. Vamos arriba de un carrito eléctrico a buscar las
pelotitas próximas al green del hoyo catorce. En la escala de los
sueños, el 14 es el borracho. Por ahora Gonzalo se mantiene en la
duda. Nicolás, en este hoyo, lo intentará extorsionar.
NICOLÁS: ¿Te acordás del viejo Chevrolet?
GONZALO: Sí, lo disfrutamos mucho. Me acuerdo de la primera no-
che cuando papá lo compró. Estaba tan emocionado que dormí
adentro, en los asientos de atrás.
NICOLÁS: Le costó mucho trabajo a tu padre.
GONZALO: Sí, después vinieron otros autos.
NICOLÁS: Vos lo heredaste
GONZALO: Por poco tiempo.
NICOLÁS: Una pena, era un trofeo de la familia. El símbolo de su pro-
greso. ¿Por qué lo vendieron? Me acuerdo que hubo cierto apuro,
¿o me equivoco?
GONZALO: Papá estaba muy ansioso por cambiar el auto.
NICOLÁS: ¿Cuántos años tenías, Gonzalo? ¿18? ¿20? Yo recuerdo un
llamado de tu papá por la madrugada, un domingo muy temprano.
Por suerte me estaba preparando para jugar golf esa mañana. “Ni-
colás, necesito que el Chevrolet desaparezca cuanto antes” Y así lo
hicimos. Movimos muchas fichas para que eso pase. Y el auto des-
apareció antes del mediodía. ¿Te acordás, Gonzalo? Es más, diría
que prácticamente nunca fue propiedad de ustedes.
GONZALO: Fue papá el que insistió.
NICOLÁS: Hizo bien, hizo muy bien. Hoy no estarías acá, jugando
golf al aire libre, hablando de negocios, ¿cierto?
GONZALO: Yo estaba dispuesto a declarar.
NICOLÁS: Pero no lo hiciste, ni en ese momento ni después. No te
culpo, fue una buena decisión.
GONZALO: ¿Vos estabas atrás de eso?
NICOLÁS: Yo siempre estoy, Gonzalo, revisá tu historia y siempre me
vas a ver ahí. Por cosas como estas nunca quise tener hijos, en cual-
quier momento se mandan una caga y te pueden arruinar la vida.
Mis esposas nunca entendieron esto, ¡mujeres! Por suerte para tu
padre encontramos un buen comprador, tuvimos que limpiarlo
bien, tenía algunas manchas, había unas botellas vacías. El com-
prador se hizo cargo de la reparación y no hizo ningún reclamo.

171
GONZALO: ¿Qué querés?
NICOLÁS: Me gusta que me tutees… Yo no quiero nada, Gonzalo.
Es lo que te conviene. Pensá en lo feliz que se pondría tu papá. No
desestimes por un prejuicio esta oferta. Por favor, hay que honrar
las amistades.
GONZALO: ¿Me estás chantajeando?
CADDY: Nicolás frena el carro de golpe.
NICOLÁS: No me ofendas, Gonzalo.
GONZALO: No quise…
NICOLÁS (Ríe): Estoy negociando, mi amigo, estoy ne-go-cian-do.
CADDY: Se hace un silencio.
NICOLÁS: ¿Vendés entonces?
GONZALO: Sí, vendo.

Hoyo 15: La Niña Bonita


CADDY: Mi mamá se fue de su pueblo a los 15 años. La segunda mu-
jer de Nicolás la contrató para que trabaje de empleada doméstica
en su Estancia. Le decían ‘la niña bonita’. Ella cocinaba, ordenaba
la casa, atendía a las visitas. Era muy responsable con sus tareas.
La mayor parte del tiempo se la pasaba sola entre los criados, con
la casa impecable para cuando iban los patrones de la ciudad. Un
fin de semana, Nicolás fue solo. Hizo salir de la casa a todos los
criados y la dejó a ella sola a cargo de su atención. Mi mamá sos-
pechaba lo que se venía, pero no podía evitarlo. El rey tenía que
darle la bienvenida a su reino. En la noche, mientras se tomaba
un whisky junto al hogar, Nicolás la violó. La usó todo el fin de
semana como su juguete. La violó en el baño, en la cocina, en el
cuarto. Después de ese episodio, ella pasó muchos días en cama,
no se podía levantar, nunca tuvo el coraje para escaparse. Al poco
tiempo se dio cuenta de su embarazo y tuvo varios intentos de
aborto. Ocultó la panza con una faja por miedo a que la echen.
Nunca deseó ese embarazo. Nicolás la obligó a callar. Cuando la
situación era evidente se inventó un romance con uno de los peo-
nes que al poco tiempo lo echaron. Así nació mi hermano mayor,
el que luego sería mi padre. Retrasos mentales, angustia, dolor. La
niña bonita siempre sintió culpa, nunca más se recuperó. Desde
ese día empezó un lento camino hacia la muerte en vida. Yo soy
hijo de esa madre y de ese hijo no deseado. Soy el nieto de Nicolás,

172
él único heredero, y su sirviente. Hoyo 15: La niña bonita. Nicolás
al tiro. Suena su celular.
NICOLÁS: ¿Alguna novedad? Sí, sí, bien, bien. ¡Al fin una buena no-
ticia! Firmá vos la garantía, yo aviso al banco. Gonzalo ya me dio
el Ok, hacemos la operación esta misma noche. Escuchame, en
cuanto veas el depósito se anula, ¿está claro? No quiero riesgos.
CADDY: Nicolás cuelga el teléfono. Mira el paisaje. Ríe.

Hoyo 16: Anillo


CADDY: Cuando me quedé solo en la Estancia me dediqué a leer.
Entraba a esa enorme biblioteca de Nicolás y revisaba los libros.
Leí de todo. Derecho, Filosofía, Física, Historia. Era mi principal
entretenimiento. Un caso, de los pocos, de un sirviente con herra-
mientas intelectuales. La excepción a la regla. Cuando estoy frente
a la biblioteca, muchas veces me pregunto cómo hubiese sido mi
vida, la de mi mamá y la de mis hermanos si hubiésemos tenido
esa posibilidad. Estamos en el green del hoyo 16: el anillo. La lluvia
no cesa, el partido poco a poco sí. Gonzalo habla con su mujer por
teléfono.
GONZALO: Hola, mi semillita, estamos jugando aún. Nos demoró
un poco la lluvia, sí. Ahora paró. Quedan dos hoyos nomás. Sí,
mi brotecito, sí. ¿Ya vas a salir? Pero falta una hora. Sí, no. Debe-
ría pasar por casa, estoy muy mojado. ¡Basta! Sabés qué, mejor no
voy. No quiero ir, no voy a ir. Esta vez no, esta vez no, tallito, voy a
quedarme acá y hablar con Nicolás de la venta. Voy a vender, quie-
ro vender el Paraíso, sí. No me volví loco, pienso que es lo mejor.
Vos no me vas a decir si es o no una traición, no sos de la familia.
Él estaría de acuerdo con esta venta, no lo conociste. Estoy seguro.
A vos solo te importa el casamiento, los hijos, las mucamas, los
perros ¡El mundo se divide entre los que ‘están’ y los que ‘son’! Y
yo quiero ser. ¡A la mierda! No quiero casarme ¡Callate! No tengo
por qué consultarte, ¿está claro? Y me importa un carajo el crambel
de tu mamá. No pienso ir, mi trepadora, no pienso ir. Me aburren
tus papás, me aburre la cena, no me importa, que se enojen. Sus-
pendé todo, voy a solo, ¿sabés? No me interesa.
CADDY: Gonzalo corta, se saca la alianza y la tira lo más lejos que
puede. (A Gonzalo): Venderle no es una opción, Gonzalo. Te está
extorsionando.

173
GONZALO: ¡Qué noticia! El Caddy sabe que Nicolás me extorsio-
na. ¿Vos también me vas a decir lo que tengo que hacer? ¡No me
interesa!
CADDY: No va a denunciarte, no puede.
GONZALO: ¡Sí! No tengo otra posibilidad. (Llora). Me lo acaba de
decir, él sabe todo. El accidente, el auto, la víctima. Tiene todo.
CADDY: Nicolás solo busca quebrarte para que le firmes la venta del
terreno. No tiene plan B si no lo haces. Pensalo, si te denuncia, él
queda pegado. Él hizo desaparecer el auto, te lo contó a vos. Ade-
más, pasaron muchos años, la causa prescribió. Compraron jueces,
testigos. No le vendas, lo tenés en tus manos. Usalo. Él no siempre
deja cabos sueltos.
GONZALO: Tiene sentido… pero, ¿cómo es eso de que no siempre
deja cabos sueltos? ¿Conocés alguno?
CADDY: Apostale el partido en el próximo hoyo, no hay posibilidad
de que te gane. Si vos ganás, te quedás con el Paraíso y con su Es-
tancia.
GONZALO: No me conviene arriesgar, está muy parejo.
CADDY: Con solo evitar la trampa que hace desde el primer hoyo es
suficiente. Yo soy el testigo. ¿Trato?
GONZALO: Trato…
CADDY: Gonzalo me besa en la boca.

Hoyo 17: La Desgracia


CADDY: Gonzalo y Nicolás a la salida del hoyo diecisiete. Nicolás aca-
ba de recibir la noticia de que Gonzalo no va a firmar la venta del
terreno. Su plan de negocio se puede venir abajo, pero sabe que
Gonzalo es frágil. Para asegurarle el 50 por ciento de las ganancias,
los compradores le pidieron una garantía que él mismo autorizó
a firmar. En esa garantía están todos los bienes que tiene Nicolás.
No a nombre de él, por supuesto, sino a través de una fundación
inexistente fuera del país. No tener herederos directos lo libera de
cualquier compromiso legal. Él triangula su dinero. Eso lo hace
un hombre legalmente de ingresos comunes. Eso le permite evitar
cualquier desgracia económica.
NICOLÁS: ¿Cómo se te ocurre? No podés ser tan estúpido, Gonzalo.
Esto es una deshonra a tu padre y a mí, a nuestra amistad. No sa-
bés dar las gracias a alguien que te ayudó toda su vida sin pedirte

174
nada a cambio. No te entiendo, Gonzalo, no te entiendo ¡Sabés
las que me debés! Vos, y toda tu familia. ¡Yo pagué el féretro! ¿Esa
es tu respuesta de agradecimiento? ¿Esa es tu actitud? ¿Esa es tu
forma de dar las gracias? Gonzalo, sos imperdonable. Si no firmás
ese contrato esta noche, la vas a pasar muy mal el resto de tu vida.
Y esto sí es una amenaza.
GONZALO: Podemos llegar a un acuerdo.
NICOLÁS: ¿Un acuerdo? ¿Con vos, mocoso de mierda? El único
acuerdo es la firma de la venta, vas a vender el terreno. Y después
desaparecés del camino, no te quiero ni cerca tuyo. Ni de nadie de
tu familia.
GONZALO: Negociemos, Nicolás, yo quiero mis condiciones.
NICOLÁS: No me hagas reír, por favor.
GONZALO: ¿Apostamos el partido? Estamos empatando, quedan
dos hoyos. ¿Por qué no apostar el partido? Si vos ganás, vendo las
tierras. Si yo gano, no se venden. ¿Qué te parece?
NICOLÁS: Si yo gano, me quedo con el Paraíso, hoy mismo me lo
firmás.
GONZALO: Y si gano yo, me quedo con tu Estancia.
CADDY: Se hace un profundo silencio. A Nicolás no le interesa la pla-
ta, le interesa el poder.
NICOLÁS: Muy bien, veo que estás aprendiendo… Recuperaste tu
actitud. Muy bien, Gonzalo, muy bien.
CADDY: Estos son los desafíos que apasionan a Nicolás. Como todo
gran apostador, la adrenalina está en el riesgo de jugarlo y perderlo
todo. Quien juega su fortuna, demuestra su poder.
NICOLÁS: Hecho.
GONZALO: Hecho.
NICOLÁS: Ahora sí se puso bueno el partido.
CADDY: Nicolás y Gonzalo se dan la mano.
NICOLÁS: ¡Caddy! Un poco de agua de Mar para brindar.
CADDY: Les sirvo una copa a cada uno.
NICOLÁS: Por tu papá, Gonzalo, y por la familia de mi Caddy. Por la
muerte, por la desgracia y por los negocios.
CADDY: Nicolás bebe solo, de un trago.
NICOLÁS: Madera tres.

175
Hoyo 18: Sangre
CADDY: Último hoyo. Gonzalo en el green. No está cerca y los nervios
juegan en su contra. Nicolás lo mira. Para esta historia existen dos
finales posibles. Si Gonzalo yerra el tiro, Nicolás buscará alguna ex-
cusa reglamentaria para proclamarse campeón en un empate. Pro-
pondrá desempatar contando quién gano más hoyos… y como en
su tarjeta Nicolás anotó menos golpes, Gonzalo después de horas
de discusión tendrá que aceptar su derrota. Si Gonzalo yerra va a
perder todo. Se va a volver loco, caerá en una profunda depresión.
No volverá a reconciliarse con Lara, su familia lo va a juzgar por
perder las tierras de su papá. La culpa y el remordimiento lo deja-
rán en la calle, perdido. Yo seguiré en mi lugar como sirviente de
la Estancia, en silencio hasta la muerte. El segundo final posible
se da si Gonzalo mete la pelotita. Gana el partido. Se queda con el
Paraíso y con la Estancia de Nicolás. Nicolás sufriría una derrota
inédita en los negocios. Esto no lo compromete económicamen-
te, su poder se verá debilitado dentro de la elite de la aristocracia.
Gonzalo, como gesto de agradecimiento, me regalará una pequeña
parte de ese campo para que me quede a vivir ahí sin tener que
depender del trabajo de servicio. Yo podría sacar provecho de las
tierras y hasta podría llegar a tener algunos empleados. De todas
maneras, si Gonzalo progresa en los negocios la bondad le durará
unos pocos años, y al fin y al cabo buscará la forma de echarme y
dejarme en la calle. Ya ven, estos dos hombres, pares en apariencia
tienen la misma enfermedad, por sus venas corre la misma sangre.
Gonzalo va a golpear esa última pelotita en el green del hoyo 18.
Gonzalo, nuestro queridísimo Gonzalo, tiene el poder en sus ma-
nos. De lo que él haga resultará el futuro de esta historia. Gonzalo
al tiro. Gonzalo va a golpear la pelotita ¡Tururu tururu tuu!
NICOLÁS: ¿Quién carajo llama?
GONZALO: Me desconcentra.
CADDY: Nicolás ve el celular, es su contador.
NICOLÁS: Paciencia, mi querido amigo, primero lo importante.
CADDY: Nicolás atiende el teléfono.
NICOLÁS: ¿Ahora qué pasa?
CADDY: El contador le explica a Nicolás que para cerrar el negocio
hoy, necesita la firma de un tercero que acepte recibir el dinero
antes de triangularlo. Se tiene que tratar de una persona de con-

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fianza, sin compromisos impositivos… y que no provoque ningún
conflicto. Nicolás me mira.
NICOLÁS: No te hagas problema. (Corta). Muy bien, Gonzalo.
CADDY: Gonzalo golpea la pelotita.

Hoyo 19: El Pescado


CADDY: El partido terminó en el campo, pero continúa en la mesa.
Gonzalo erró su último tiro y ahora hay que negociar un criterio
de desempate. Nos encontramos en el buffeted. Los jugadores vie-
nen acá a revisar sus tarjetas de puntajes. Nicolás y Gonzalo están
contando golpe por golpe cada hoyo. Gonzalo sostiene que él ganó
el partido, Nicolás dice lo contrario. La diferencia entre ellos es
mínima. Alguno de los dos cometió el fraude, y deben resolver el
partido en un conteo definitivo. Este buffeted se llama El hoyo 19.
NICOLÁS: En el diez quedamos empatados, seis golpes cada uno.
GONZALO: Te fuiste de los banderines, es un golpe de multa, vos
tenés siete y yo seis.
NICOLÁS: ¡No hay banderines en el diez!
GONZALO: Están las varas, es lo mismo. Te saliste del campo.
NICOLÁS: Te estás confundiendo con el seis, Gonzalo, anotaste mal.
GONZALO: ¿Y en el trece? Hiciste dos golpes en el banco de arena.
NICOLÁS: Son un total de seis.
GONZALO: ¡Siete! Fueron siete, ahí también está el error. ¡Me estás
robando!
NICOLÁS: Vos me estás robando. Fijate en el cinco, tenés dos, y en el
primero la multa del agua. En el ocho uno más. ¡Tengo tres golpes
menos que vos!
GONZALO: ¡Tres! Estás loco. Esa tarjeta hay que anularla por com-
pleto, estás loco. Esos tres son míos, no tuyos, Nicolás. Fui el único
que hizo birdie en todo el partido. ¿Por qué eso no sería un criterio
de desempate?
NICOLÁS: Se trata de deportes de caballeros, no de pendejos capri-
chosos. Gonzalo, admitilo… Siempre me admiraste, viniste hoy
hasta acá a jugar conmigo para poder sentirte un poco más cerca
de lo que no vas a ser nunca.
GONZALO: Vos no representas lo que deseo, Nicolás.
NICOLÁS: Sos testarudo, me recordás mucho a tu padre. No te acon-
sejo que te pases de listo. Esto es sencillo, firmá la tarjeta, perdis-

177
te el partido. ¿Tuviste o no la oportunidad? Si metías ese último
golpe no había discusión, serías el ganador, estuviste a un tiro de
lograr lo que tu padre no pudo en toda una vida de juegos… ¿Y?
Lo erraste, lo desperdiciaste. Gonzalo, agradecé que llegamos has-
ta acá. El Paraíso ahora es mío… pero quédate tranquilo, yo no te
voy a dejar en la calle, no. Te voy a ayudar.
GONZALO: ¡Que defina el Caddy! Él fue testigo de todo.
NICOLÁS: ¿Caddy? Gonzalo, ¿estás dispuesto a entregar tu trabajo
de esa manera? ¿Tan inseguro estás de vos que necesitas la apro-
bación del Caddy? Has caído bajo, mi amigo, has caído realmente
muy bajo… Pero bueno, si la respuesta para vos la tiene mi sirvien-
te, dejemos que hable… Oh, cierto, es mudo, perdón. Dejemos
que se comunique.
GONZALO: Te vas a tragar tus ironías.
NICOLÁS: Basta de comedias, Gonzalo, dejemos que el sirviente nos
dé su veredicto. ¿Caddy? Algo para expresarnos.
CADDY: Ahora lo miro a Nicolás, directo a los ojos. Profundamente.
Lo señalo con el dedo índice.
NICOLÁS: Lo lamento, Gonzalo, lo lamento tanto, tanto. En verdad
no lo lamento nada. ¡Idiota! Yo soy el que ganó, yo gané este parti-
do. El Caddy se ha pronunciado.
GONZALO: ¡No! No puede ser, él no te está, es decir, no ganaste.
¿Caddy? ¿Cómo puede ser? Te señala por perdedor, no por ga-
nador. Él sabe bien que yo soy el que ganó. ¿No es así, Caddy?
¡Hablá ahora! Decile lo que me dijiste. Yo soy el ganador. Vos lo
sabés bien.
NICOLÁS: ¡Estás delirando, Gonzalo! El Caddy no habla.
CADDY: Ahora lo señalo a Gonzalo. Lo miro a los ojos. Afirmo con
la cabeza.
GONZALO: ¡Eso! ¿Ves eso? ¡Yo gané! Gané yo.
CADDY: Ahora lo vuelvo a señalar a Nicolás.
NICOLÁS (Ríe a carcajadas): Muy bien, Caddy, muy bien.
GONZALO: ¡Está jugando con nosotros! Caddy, por favor.
CADDY: Podría estar así toda la noche, me divierte mucho ver cómo
estos dos hombres se disputan lo intangible. Esta historia puede
tener un final más. El tercero, el mío. Gonzalo pierde el Paraíso, y
Nicolás su fortuna. Saldré como beneficiario del negocio, pero me
voy a negar a transferirlo. Esto provocará un problema judicial del

178
que intentarán mantenerme al margen para solucionarlo… pero
Gonzalo, desilusionado, en su intento desesperado por recuperar
el Paraíso será clave como testigo de mi identidad ante el juez. Soy
nieto de Nicolás, el único heredero en su clan de sangre. Su ex mu-
jer también me dará reconocimiento y las pruebas de ADN serán
contundentes. Al fin, el tercer final posible, pondrá a la historia pa-
tas para arriba. Lo primero que voy a hacer con la plata es mandar
a grabar una placa de oro que colgarán en este mismo buffeted del
campo de Golf con los nombres de Nicolás y Gonzalo.
NICOLÁS: Caddy, ¡ya basta, idiota! ¿Quién ganó el partido?
GONZALO: Sí, Caddy, ¿quién lo ganó?
CADDY: Lo segundo, promover la ocupación del Paraíso.
NICOLÁS: ¿Es cierto o no que fui yo?
GONZALO: Caddy, por favor, es el momento de hablar.
CADDY: Pero claro. Si nada de esto resulta verosímil en la ficción,
mucho menos afuera del escenario. ¿Qué juez reconocería que la
gran fortuna de un aristócrata debe ser heredada por su sirviente,
que además es un nieto no reconocido hace décadas? Hijo de una
prostituta de pueblo y de su propio hijo bobo. ¿Quién va a pensar
que este nieto desarrollaría un nivel intelectual autodidacta solo
por leer los libros que no fueron escritos para él? Aún teniendo en
cuenta esa posibilidad, no resulta admisible que yo me quede con
toda esa plata para el mundo. A menos que me gane la quiniela
con las apuestas de todos los pobres del país. A esta altura ustedes
esperan una revelación espectacular en esta obra de teatro, pero
no hay nada más que esto. Así son las cosas. Es tan largo el cami-
no, son tan relativos los argumentos posibles de mi desenlace, que
una virtual venganza es imposible. No hay justicia poética en la
posmodernidad. Así termina el partido. Nicolás y Gonzalo no se
pondrán de acuerdo. Podrían volver a jugar una, dos, diez veces
más, que el resultado siempre será el mismo. Yo me quedo en si-
lencio. Los dejo discutiendo mientras me siento a pescar a orillas
de un río sucio. Nicolás y Gonzalo son para siempre esa discusión.
El monumento al fracaso capitalista. Yo estaré al margen, pero es-
toy y siempre estaré: Esperando. Dice el refrán: “A río revuelto, ga-
nancia de pescador”. Tarde o temprano lo sabrán. Las cosas nunca
están quietas. Mientras tanto, yo espero, pacientemente espero mi
momento en la historia.

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Bajo el auspicio de la Dirección de Difusión Cultural de la Univer-
sidad Juárez del Estado de Durango, el Proyecto Editorial Espacio
Vacío inaugura en 1996, su colección Teatro de Frontera, con la pu-
blicación del libro Jesús González Dávila que contiene, entre otros,
el texto emblemático de este autor: Las perlas de la virgen. Desde
entonces, los títulos de Teatro de Frontera han estado dedicados a
difundir la obra de dramaturgos destacados por su producción fron-
teriza —no solo desde el punto de vista geográfico, sino temático,
ideológico y estilístico—, entre ellos: Antonio González Caballero,
Víctor Hugo Rascón Banda, Manuel Talavera, Ángel Norzagaray,
Virginia Hernández, Conchi León y Marco Pétriz; así como la pro-
ducida por nuevos creadores en los talleres de Dramaturgia Virtual
e Hipertextual impartidos por Enrique Mijares en diversas institu-
ciones culturales y educativas del país y del extranjero; es el caso
Dramaturgia en Centro y Sudamérica, Teatro de Frontera 37.
Dramaturgia en Centro y Sudamérica
se editó en agosto de 2022
en el taller de infinita en Cuernavaca, México,
con la fuente Arno pro en 11, 12.5 y 15 puntos
Diseño editorial: Daniel Zetina.
Cuidó la edición: Enrique Mijares.
A nte la imposibilidad institucional de compendiar comple-
tas las cuatro experiencias vividas durante los talleres de
dramaturgia impartidos en el Centro Cultural Horizonte de Ba-
rrancabermeja, Colombia, en 2012; en la Facultad de Teatro de la
Universidad de Costa Rica, 2014; en el Centro Cultural de la Coo-
peración, 2015, y en el Centro Cultural Paco Urondo, 2017, am-
bas auspiciadas por la Universidad de Buenos Aires; mediante
un ejercicio de reconciliación con el pasado, este volumen ofre-
ce una selección, una muestra arbitraria y entrañable de ocho
textos dramatúrgicos: Matoneo, de Rosa Helena Mahecha Cár-
denas; Chimboloco y Chichiliso, de Milena Menco Hita; Comando
Viviana, de Ximena Paz Cedeño de la Cruz; Mujeres anónimas, de
Marialaura Salom-Pérez; La memoria en presente, de Araceli Arre-
che; Las surfistas, de Andrés Gallina; De-construcción, de Carolina
Steeb; y Golf, de Juan Carlos Dall’Occhio.
Enrique Mijares

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