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Familia y Simbolización Cultural de La Diferencia Sexual en El Cuento Escrito Por Mujeres Latinoamericanas - Junio - 2019

Este documento presenta una investigación cuyo objetivo es analizar cómo se simboliza la diferencia sexual y se establece una jerarquía de género dentro de la familia en cuentos escritos por mujeres latinoamericanas. El estudio utiliza la teoría de género y conceptos como violencia simbólica y resistencia para identificar cómo se transmiten roles de género y cómo las mujeres se oponen a la subordinación a través de sus acciones en la vida cotidiana. El método consiste en analizar siete cuentos centrados en

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Familia y Simbolización Cultural de La Diferencia Sexual en El Cuento Escrito Por Mujeres Latinoamericanas - Junio - 2019

Este documento presenta una investigación cuyo objetivo es analizar cómo se simboliza la diferencia sexual y se establece una jerarquía de género dentro de la familia en cuentos escritos por mujeres latinoamericanas. El estudio utiliza la teoría de género y conceptos como violencia simbólica y resistencia para identificar cómo se transmiten roles de género y cómo las mujeres se oponen a la subordinación a través de sus acciones en la vida cotidiana. El método consiste en analizar siete cuentos centrados en

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FAMILIA Y SIMBOLIZACIÓN CULTURAL DE LA DIFERENCIA SEXUAL EN EL

CUENTO ESCRITO POR MUJERES LATINOAMERICANAS

Resumen
La simbolización cultural de la diferencia sexual se refiere al fenómeno por medio del cual, a
partir de la diferencia anatómica del sexo entre mujeres y hombres, se crea un conjunto de prácticas, ideas,
discursos y representaciones sociales que influyen y condicionan la conducta objetiva y subjetiva de las
personas en una dinámica jerarquizada. En este capítulo se presenta una investigación cuyo objetivo fue
indagar la manera en que dicha dinámica jerarquizada se adquiere desde los primeros años de vida en el
núcleo familiar atendiendo a los indicadores de resistencia que desafían esta imposición naturalizada. Se
analizaron siete cuentos escritos por mujeres latinoamericanas -tres mexicanas y cuatro centroamericanas-,
lo que aporta relevancia al estudio ya que en la literatura se puede visibilizar dinámica y estáticamente la
forma en que dentro de las relaciones familiares se transmite, reproduce y legitima un orden social de las
relaciones de género envuelto en una arraigada concepción de naturaleza humana. Se exponen las
categorías de análisis desde la teoría de género, retomando a Marta Lamas, Marcela Lagarde y Juliet
Mitchell. Esta teoría se complementa con la propuesta de violencia simbólica de Pierre Bourdieu y el
concepto de resistencia de Teresa de Lauretis. El análisis de los cuentos se realizó a través de la crítica
literaria feminista, que permite observar e identificar los roles, estereotipos, normas y valores en la
estructuras de subordinación, así como la resistencia a las imposiciones a partir del cambio en las prácticas
cotidianas, mostrando alternativas en la identidad de género femenina.

Palabras clave: Identidad de género, violencia simbólica, resistencia.


Introducción
En este capítulo se expone un trabajo de investigación realizado con perspectiva de género en
relación a la forma en que las diferencias anatómicas entre niñas y niños van delineando una serie de
prácticas dicotómicas dentro de la familia, que conforman las identidades de género normalizadas para
interactuar en una dinámica jerarquizada entre hombres y mujeres a lo largo de la vida. Se asume que
dentro de esa dinámica las mujeres tienen la capacidad de reflexionar sobre sí mismas y su posición en el
contexto social y cultural, encontrando así los resquicios a través de los cuales se va reformulando el
“deber ser” proponiendo nuevas alternativas de identidad.
El estudio tiene como objetivo explicar la manera en que se conforma la identidad de género
dentro del núcleo familiar, así como aquellos indicios de resistencia que muestran la oposición a los
mandatos culturales en la representación literaria. La importancia de esta investigación estriba en la
conjunción de la teoría de género y la violencia simbólica en el ámbito familiar, contribuyendo a
visibilizar las prácticas que construyen al establecimiento naturalizado de un binomio de poder-sumisión
donde la posición de desventaja la ocupa la mujer.
El género, decodifica el significado que las culturas otorgan a la diferencia de sexos (Lamas,
1996), por lo que esta investigación se inserta dentro de los estudios de género, tomando en cuenta las

1
prácticas culturales y las relaciones de poder en el ámbito familiar, donde el papel de los actores y su
relación con las estructuras sociales construyen las identidades de mujeres y hombres.
La teoría de género como teoría central a través de la cual se aborda el objeto de estudio, se apoya
de diversas autoras, principalmente de dos exponentes mexicanas: Marta Lamas (1996) y Marcela Lagarde
(2011), quienes a través de su obra visibilizan las prácticas materiales y simbólicas que establecen el deber
ser femenino y masculino y se complementa con la propuesta de Pierre Bourdieu (1998), al considerar que
las características propias de cada identidad tienden a mantener el binomio poder-sumisión, el cual se
asimila de manera naturalizada que, al no cuestionarse, se reproduce y legitima constantemente en lo que
él denomina: violencia simbólica1.
La desnaturalización de esta forma de reproducir las identidades de género, cobran forma a partir
de la resistencia. La resistencia se da en la resignificación de los símbolos que desnaturalizan el discurso
social androcéntrico. Teresa de Lauretis (1992), señala que la resistencia se conforma de prácticas
micropolíticas de la vida diaria a partir de las cuales se establecen alternativas de identidad con capacidad
de proponer nuevos discursos basados en relaciones sociales construidas desde una subjetividad femenina.
Estas nuevas alternativas de identidad se consolidan a través de dos cambios: en primer lugar, el
fortalecimiento de la identidad de la mujer al tomar conciencia sobre las estructuras que mantienen su
condición de desigualdad y subordinación y, en segundo lugar, los cambios que se realizan en la
cotidianeidad.
Las estructuras de desigualdad y subordinación que se abordan en esta investigación son las
propuestas por Juliet Mitchell: producción, reproducción, socialización y sexualidad. La esfera de
producción se refiere a la división del trabajo que tradicionalmente se le asigna a la mujer en el espacio
doméstico sin remuneración, directamente relacionado con la esfera de la reproducción, es decir de la
gestación, cuidado y crianza de las y los hijos (Mitchell, 1985).
La estructura de la socialización trata de las diversas agencias que, a través de normas y valores,
reproducen la caracterización del ser mujer o del ser hombre y justifica los mecanismos de control para
mantener ese orden. En la esfera de la sexualidad se centra en los aspectos de procreación y placer, vista
como una forma de expropiación, es decir como un medio para un fin ajeno a su persona.
Objetivo del estudio
El objetivo de este estudio es explicar de qué manera se naturaliza la jerarquía entre mujeres y
hombres dentro de la familia, representada en cuentos escritos por mujeres de México y Centroamérica,
así como los actos de resistencia al ejercicio de poder impuesto por un sistema social androcéntrico.
1
El concepto de violencia simbólica aplicado en el contexto de las identidades genéricas lo desarrolla Pierre
Bourdieu en su libro La dominación masculina. El autor señala que la dominación masculina y la manera en que se
ha impuesto y soportado la sumisión femenina es consecuencia de una violencia amortiguada, insensible e invisible
para sus propias víctimas ya que se ejerce a través de caminos puramente simbólicos de la comunicación y el
conocimiento a partir de una característica corporal absolutamente arbitraria e imprevisible (Bourdieu, 1998).

2
El objetivo se alcanzará por medio de la identificación de rasgos y atributos que conforman las
identidades de género, el análisis de la dinámica de relación entre las y los personajes donde se manifieste
el ejercicio del poder y su aceptación desapercibida en las relaciones familiares, la expectativa de roles y
estereotipos así como la manifestación alternativa de los mismos, que representen resistencia a la
subordinación en el ejercicio de poder.

Justificación de la importancia del estudio


Esta investigación se considera relevante para los estudios de género, ya que identifica la forma en
que a través de la representación literaria de las relaciones familiares se va simbolizando la diferencia
sexual en la lógica de poder, así como las formas de oposición a este, se aportará conocimiento a un
ámbito hasta ahora poco analizado como es la violencia simbólica en la familia y la posible resistencia a
los mandatos culturales del género.
La literatura ordena, articula e interpreta la experiencia; explora los límites de lo inteligible y
permite ilustrar y elaborar la crítica de la vida cotidiana proporcionando los elementos para explicar el
origen de la opresión de las mujeres. Los cuentos seleccionados fueron escritos desde una mirada
femenina que permite dar cuenta de la forma de simbolización de la diferencia sexual en el ámbito
familiar contemporáneo y muestran aquellos resquicios a través de los cuales se va reformulando el
deber ser proponiendo nuevas alternativas de identidad.
A través del estudio se visibiliza la forma en que se conciben y representan las relaciones
familiares y se simbolizan las diferencias sexuales que constituyen el binomio “poder-sumisión”. Da la
pauta para la promoción de cambios en la educación familiar, que derive a su vez en un cambio social
tendiente al reconocimiento de la equidad, que pueda ser considerado dentro de las políticas públicas
dirigidas a la disminución del fenómeno de la violencia de género.

Método
El espacio clave que se plantea en el objetivo de esta investigación cualitativa es el de identificar
la representación de la familia en la narrativa del cuento, específicamente la manera en que se relacionan
los personajes para detectar la forma en que se simbolizan las diferencias sexuales naturalmente
jerarquizadas, bajo la hipótesis de que las mujeres se resisten a dicha naturalización.
Se eligió el género literario del cuento, por las características de brevedad en la historia que cuenta
y el número reducido de personajes. Los criterios para seleccionar los cuentos estuvieron en relación a la
autoría femenina que desarrollara la historia dentro de un ambiente familiar que permitiera distinguir el
desarrollo de las protagonistas frente a las normas y valores asignados al deber ser femenino y masculino.

3
Una vez reunidas las producciones escritas, se llevó a cabo el análisis de los textos literarios a través
de la crítica literaria feminista, enfocándose en las creencias, conocimientos y prohibiciones que se
producen y reproducen dentro de un universo de símbolos organizando la identidad de género a partir de
las vivencias de la diferencia sexual.
Las historias contadas se desarrollan dentro de una dinámica familiar con personajes que conforman la
representación de una familia; la característica de la interacción entre los miembros de la familia
representados muestra los mandatos culturales de un deber ser femenino y masculino, así como una
respuesta por parte de las protagonistas a la imposición tácita o implícita de dichos mandatos.
Los elementos de análisis propuestos se buscaron en relación con cuatro esferas de subordinación:
producción, reproducción, socialización y sexualidad a partir del concepto de género como categoría
teórica y de análisis; así como del concepto de violencia simbólica aplicado en el contexto de las
identidades genéricas por Pierre Bourdieu (1998).
Corpus de análisis
Los cuentos que se analizaron fueron siete; tres de escritoras mexicanas y cuatro de escritoras
centroamericanas. El recorrido de análisis comienza con el cuento: Una mujer llamada Carmela, de la
nicaragüense Irma Prego; continúa con La libertad, de la hondureña Leticia de Oyuela; Mina de la
mexicana Guadalupe Loaeza; Cabecita blanca, de la mexicana Rosario Castellanos; El domingo y los
otros días, de la mexicana Ethel Krauze; Rosario, de la hondureña Aída Castañeda y termina con Señorita
en la cuadra, de la hondureña Lety Elvir.
Los cuentos de las escritoras mexicanas están disponibles en la antología A través de los ojos de
ella, (Domecq, 1999). Los cuentos de las escritoras centroamericanas se encuentran en la antología
Penélope. (Meza, 2017)
El orden en el que se presenta cada uno de estos cuentos está en función de la resistencia que
muestran las protagonistas al sistema social androcéntrico, es decir, de la ausencia de expresiones de
rechazo a las imposiciones tradicionales sobre el deber ser femenino hasta la franca resistencia. Cada uno
de los cuentos se analizó en dos fases, la primera para establecer el panorama general de la trama y la
segunda centrada en la identificación de aquellos episodios que ilustran las categorías de análisis dentro de
las esferas de producción, reproducción, socialización y sexualidad.

Técnica de análisis: crítica literaria feminista


La crítica literaria feminista tiene como objeto de estudio el análisis de un texto literario escrito
por mujeres, en el sentido de que permite saber más sobre cómo se enfrentan en una forma literaria a su
situación actual, las expectativas vinculadas a su rol como mujeres, sus temores, deseos y fantasías, así
como las estrategias que adoptan para expresarse públicamente a pesar de su confinamiento en lo personal
y lo privado.
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La crítica literaria feminista considera como eje de análisis la desigualdad social tomando el
concepto de género como elemento clave, identificando la construcción de las identidades genéricas, y las
propuestas identitarias alternativas que al ser negociadas con el contexto social dan lugar a nuevas formas
de sociedad (Meza, 2000)
Los elementos de análisis en la crítica literaria feminista propuesta como estrategia metodológica
e interpretativa se concentran en las relaciones entre los miembros de la familia representada en el cuento,
el proceso de reflexión de cada protagonista identificado a través del diálogo o pensamientos, la expresión
del poder androcéntrico, y el rechazo o gestos de ruptura de las y los integrantes de la familia respecto a
esa expresión del poder vertical y arbitraria.
En el texto literario, visto como relato, hay evidencia de un conocimiento discursivo histórico que
se va sedimentando en la sociedad, de tal manera que se vuelve natural y se articula con instituciones,
valores y creencias, que no solamente tiene una capacidad expresiva sino un poder constructivo en el
orden social.

Análisis de datos
El análisis de los cuentos seleccionados se llevó a cabo a través de la identificación de aquellas
características que coinciden con los roles y estereotipos que constituyen las identidades de género en la
dinámica de relación familiar que las y los personajes llevan a cabo dentro de las estructuras de
producción, reproducción, socialización y sexualidad; así como de los gestos de ruptura que muestran el
proceso de resistencia a los mandatos culturales tradicionales sobre el deber ser femenino y masculino.
En la estructura de producción, la identidad femenina tradicionalmente se asigna al espacio
doméstico (Mitchell, 1985). Los roles y estereotipos que se analizan son el empleo de su tiempo en
labores del hogar no remuneradas, actitud de servicio para los miembros de la familia, hacer la comida,
lavar, planchar y limpiar, así como la consecuente dependencia económica, social, jurídica, ideológica y
emocional. En la estructura de la reproducción, se refiere específicamente a la procreación en donde la
maternidad se establece como elemento constitutivo de ser mujer.
La estructura de socialización se analiza en dos campos, el de moldeamiento que está dado a partir
de la educación verbal y el de modelamiento que se instruye por medio de la educación no verbal
(Villalobos, 2017). En el moldeamiento se analizan expresiones verbales del deber ser femenino,
transmisión de valores y normas que de acuerdo a Victoria Sau (1993) caracterizan a la mujer a través de
cuentos, canciones, chistes, refranes, películas, programas de televisión y otros medios de comunicación,
así como recibir y obedecer órdenes. En el campo del modelamiento se identifican aquellas actitudes que
se observan cotidianamente en relación a lo que se considera virtudes femeninas.

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El análisis de los datos en la estructura de la sexualidad se enfoca al cuerpo, la sensualidad y el
erotismo, por lo que se divide en dos aspectos, el del aspecto corporal (la forma del cuerpo femenino, la
manera de vestirse, arreglarse, parase, sentarse y moverse) y en el ejercicio erótico y sensual de la
sexualidad centrada en la función reproductiva, rechazo al propio goce y placer, ser pasiva, vergüenza
sobre sus deseos e impulsos, ejercicio de la sexualidad dentro del campo del matrimonio, nunca
extramaritalmente y reproche a la pluralidad de compañeros que no garantice la virginidad.

Resultados
Las protagonistas de las siete historias, representan diversas manifestaciones en cada una de las
esferas de subordinación. Las mujeres adultas representadas en los cuentos son dependientes -económica y
emocionalmente- del personaje masculino, ya sea esposo o padre. Ellas no trabajan, a excepción de
Rosario que en la segunda parte de la trama obtiene un empleo acorde con su profesión; y las hijas de
Doña Justina en Cabecita Blanca que tienen trabajo, la mayor para mantener a sus hijos y la menor para
darse sus gustos en ropa, perfumes, alhajas y viajes. Solo dos personajes, el de Rosario y el de la mamá de
la niña del cuento El domingo y los otros días (que no tiene nombre con el cual identificarla), denotan
formación universitaria, pero solamente Rosario busca un empleo apoyada en su nivel académico.
La esfera de la reproducción, la procreación y el ejercicio de la maternidad, se muestra en los
personajes femeninos de todos los cuentos, ya sea de manera directa con las protagonistas o con los
personajes secundarios. Las actividades que se muestran son propias de las atenciones de higiene,
alimentación y cuidado. Las características de la maternidad que se reflejan son de sufrimiento,
abnegación y sacrificio.
Los personajes femeninos que aparecen en segundo plano en el ejercicio de la maternidad también
muestran los roles y estereotipos característicos de esta esfera de subordinación como la renuncia o
postergación del desarrollo profesional por el cuidado de los hijos. La característica de la expresión de la
maternidad consiste en responsabilizarse de la socialización de las y los hijos en el marco del sistema
social androcéntrico.
El éxito de esta instrucción se explica a partir de la violencia simbólica ya que, en el momento en
que se asume de manera natural la diferencia jerárquica respaldada por los roles y estereotipos
dicotómicos entre mujeres y hombres, no se cuestiona el orden natural de las cosas. La constante
exposición del deber ser de género desde los primeros años de vida logra mantener y continuar este
funcionamiento social, al punto que se legitime el uso de la violencia explícita en caso de que alguna o
alguno se resista a acatar las normas y valores establecidos.
Las y los personajes que mostraron resistencia en cada uno de los cuentos, coincidentemente
encontraron como respuesta del medio alguna manifestación de violencia explícita, ya fuera psicológica o

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física; esta violencia tenía el objetivo de regresar al personaje al comportamiento esperado para su género,
ya sea femenino o masculino, tratando de erradicar la posibilidad de resistencia futura.
La resistencia a la imposición de los mandatos culturales se manifiesta en las prácticas cotidianas
tendientes a reconstruir las ideas, los discursos y las representaciones sociales en un sentido de
colaboración y equidad en el acceso a las condiciones educativas, laborales, económicas y sociales. La
resistencia, que surge a partir de la apropiación del cuerpo, el erotismo y la sensualidad en los personajes
femeninos, favorecen la autonomía y seguridad en sus decisiones. Las protagonistas que se apropian de su
deseo se convierten en protagonistas de su propia historia de vida.

Discusión
En el cuento de Una mujer llamada Carmela, la protagonista ejerce un rol tradicional en el deber
ser femenino. Ella se muestra al servicio de su esposo, llevando a cabo los quehaceres del hogar como
acciones constitutivas de la identidad de género femenina, es decir, ella sirve a su marido y se hace cargo
de sus hijos como una función que le corresponde al rol de madre y esposa, lo que Lagarde llama la
categoría madresposa (Lagarde, 2011). Carmela asume ese rol sin cuestionarlo y trata de llevarlo a cabo
de manera creativa, supeditada al reconocimiento de su esposo, quien en vez de eso la humilla y maltrata;
esto es resultado de la violencia simbólica que describe Bourdieu (1998), Carmela asume la posición de
subordinada dentro de las esferas de producción, reproducción, socialización y sexualidad, como parte del
orden social de las cosas, como su destino.
La respuesta de Carmela se vierte hacia sí misma a través de la ira, no le gusta la manera en que es
tratada por su esposo, toma conciencia de que está al servicio de los demás -esposo e hijos- sin que
aquello le retribuya ninguna satisfacción, pero no cuenta con otros modelos de ser o referentes en los
cuales mirarse, tampoco con posibilidades económicas ni sociales para romper con esta imposición. La
decisión que toma es mantenerse en el estado de subordinación.
Las normas y valores que determinan el deber ser de la identidad femenina son integrados a partir
de diferentes agencias de socialización, principalmente la familia. En el cuento de La Libertad,
Bienvenida, la protagonista, es educada por su abuela bajo un estricto sentido del “deber ser” femenino.
La simbolización cultural de la diferencia sexual es moldeada a través de los roles que la abuela transmite
por medio del aleccionamiento en los quehaceres del hogar, el impedimento de asistir a la escuela formal
y por consiguiente el convencimiento de casarse con un hombre que la mantenga.
Bienvenida, no se siente conforme con el rol de madresposa que le ha sido impuesto, ella
identifica el origen de su malestar y cuestiona su rol y el de su esposo en cada una de las esferas de
subordinación. Bienvenida resiste a los mandatos culturales impuestos, pero en la oportunidad que tiene

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de modificar su rol, cuando su esposo se va, descubre que no cuenta con los elementos para poder llevar a
cabo las funciones de mando que él tenía y sus hijos no legitiman su autoridad como madre.
La percepción de la relación entre mujeres y hombres, como una dinámica jerarquizada desde
temprana edad, se identifica en la representación familiar del cuento de Mina. La transmisión de los roles
y valores que determinan el deber ser de la identidad femenina y masculina, son integrados en la
subjetividad de Mina, de su hermana y de sus hermanos como un orden natural de las cosas a partir de la
experiencia cotidiana de ver al padre como la autoridad y a la madre como un elemento más de la familia
que sirve y obedece. En esta dinámica de relación jerarquizada en la relación de pareja, que conforman la
mamá y el papá de Mina, se asume de manera natural que el padre es quien manda. La mamá se somete,
modelando así, la forma en cómo se tienen que comportar, no solo sus hijas sino en general las mujeres.
Los hijos identifican el estereotipo masculino que impone su poder dentro del hogar y el estereotipo
femenino que calla, obedece y atiende.
La violencia simbólica, se instaura en esta cotidianeidad dentro del núcleo familiar y, se refuerza a
través de otras agencias de socialización como la religión y los medios masivos de comunicación que
rodean a la protagonista de esta historia. El moldeamiento que surge a través de las representaciones del
deber ser femenino y masculino se conjugan para convencer del orden natural de las cosas en las
relaciones de género y disminuir la capacidad de resistencia.
El personaje de Mina muestra la manera gradual en que su resistencia va disminuyendo. En los
primeros años que transcurren en la historia, Mina rechaza la expresión de poder que su padre muestra
hacia el interior de la familia, se siente inconforme y rechaza la sumisión con la que su madre acepta las
imposiciones de su padre; conforme pasa el tiempo Mina deja de resistirse y asume el rol de servicio de su
madre para cuidar y atender a su padre. La identidad de Mina se consolida en el convencionalismo de la
identidad femenina. Al final de la historia, Mina hace un recuento de su vida, reflexiona sobre lo que vivió
y dejó de vivir en función de cumplir con el “deber ser” asignado a la mujer, se angustia al hacer esta
reflexión por lo que trata de distraerse fijando su atención en las necesidades de arreglo del hogar.
La reflexión de Mina como parte del proceso de resistencia no se consolida y retorna a la
cotidianeidad. El regreso al estado de subordinación, luego de reflexionar sobre la propia condición, puede
explicarse como un mecanismo de enfrentamiento resguardándose en lo conocido. Carmela, Bienvenida y
Mina, lo representan, cuando regresan a realizar las acciones de servicio socialmente esperadas para su
género sin consolidar su resistencia.
En el cuento de Cabecita Blanca, Doña Justina, la protagonista viuda, reproduce los mandatos
culturales aprendidos desde su juventud y los transmite a sus hijas e hijo. La transmisión generacional de
lo que se espera para mujeres y hombres se filtra en los pensamientos de Doña Justina, apreciándose la
forma en que los roles y estereotipos van marcando una brecha jerárquica que le otorga a la figura

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masculina el poder. La violencia simbólica se reproduce dentro del núcleo familiar en cada una de las
esferas de subordinación a través del modelamiento y moldeamiento que marcan las características que se
esperan como parte de la naturaleza femenina o masculina.
La reproducción de los mandatos culturales en las identidades de género no depende de la
presencia física de la figura masculina, están dados a través de un sistema social androcéntrico que permea
todas las agencias socializadoras y, por lo tanto, puede ser reproducido y reforzado por cualquier miembro
de la familia, bajo el convencimiento de que la diferencia de roles entre mujeres y hombres es algo dado
por la naturaleza y no se cuestiona la legitimidad de estas diferencias (Bourdieu, 1998)
La edad puede ser un factor que marque diferencia en el aspecto de resistencia. El cuento de El
domingo y los otros días lo muestra. En esta historia, los roles y estereotipos se representan muy bien
definidos en los adultos, no así en la niña protagonista y sus hermanos. La edad es un factor importante en
la asimilación de la dominación como algo naturalizado, tal vez porque el proceso de socialización
temprana se encuentra en curso. En la infancia, se presentan indicadores de resistencia fácilmente
observables. La niña protagonista de esta historia y su hermano mayor desafían las normas y valores que
se les imponen, sin embargo, reciben una consecuencia explícitamente violenta por tal acción.
La violencia, como mecanismo de control para mantener el poder, reubica a cada quien en su rol.
El efecto de la violencia ejercida por quien ostenta el poder (o por quien lo legitima) crea en los personajes
un condicionamiento que tiene como resultado evitar el desafío de las normas y valores establecidos para
el desarrollo de la identidad de género (Villalobos, 2017).
La resistencia busca entonces aquellos resquicios a través de los cuales se pueden desarrollar otras
formas de ser mujer como lo propone Lauretis (1992) dese la conciencia de la propia subordinación hasta
la implementación de cambios en la cotidianeidad que desafíen la dinámica de poder asumida entre
mujeres y hombres a la vez que cambien el significado de los símbolos tradicionalizados.
En el análisis literario de los cuentos seleccionados se pueden identificar estos resquicios por
medio de los cuales los personajes femeninos van rompiendo con los estereotipos y roles asignados,
presentando alternativas en la identidad femenina en las esferas de producción, reproducción,
socialización y principalmente en la sexualidad.
El reconocimiento del cuerpo como propio, como elemento esencial de la sexualidad, permite
experimentar la vida en primera persona, es decir, tener la seguridad para decidir la dirección del destino
que se quiera tener en cuanto a la producción económica, la maternidad y la socialización fuera de la
subordinación.
El cuento de Rosario muestra los medios a través de los cuales la protagonista transita de las
esferas de subordinación hacia la recuperación de su destino cuando comienza a trabajar, ganar dinero y
arreglarse físicamente.

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La dinámica familiar que se plasma en este cuento muestra la forma en que se establece la
diferencia jerárquica entre ella y su esposo donde la posición de privilegio la tiene él. El rol subordinado
de Rosario en la esfera de producción es el más notorio, ella solamente sirve a su familia. Los miembros
de su familia desconocen la autoridad que tiene por ser esposa y madre. La hija y los hijos asumen que la
tarea de su mamá es servir, lo cual, muestra la forma en que la violencia simbólica opera instaurándose en
la mente, desde temprana edad, en la noción de género, al punto que le reclaman, como si fuera una
empleada, cuando no lleva a cabo eficientemente las tareas asignadas.
El cambio surge con la resistencia. La sensación de malestar que lleva al cuestionamiento y la
reflexión de lo que experimenta, es un impulso para imaginarse en otro escenario realizando actividades
que le generen dinero para poder embellecer su figura, desde un perfume hasta la vestimenta y verse a sí
misma sensual en una aceptación amable de su apariencia.
En el cuento de Señorita en la cuadra, la familia está constituida por la protagonista, su madre y
abuela. La figura masculina no se personifica, sin embargo, está presente en el discurso que la madre y la
abuela manejan. La simbolización cultural de la diferencia sexual se transmite por medio del
moldeamiento que su madre y abuela le hacen a la protagonista con consejos, reproches y regaños.
Las normas, roles y valores que le transmiten a la protagonista están orientados a la consolidación
tradicional de la identidad femenina, que tiene como objetivo servir a los demás, cuidar su cuerpo para en
un futuro entregárselo al hombre que será su marido, a quien tendrá que servir. La protagonista rechaza
este destino, se resiste a los mandatos culturales. Ella no acepta las prohibiciones que le imponen y los
desafía a partir de lo que le es más propio: su cuerpo y sus sensaciones.
Al hacer conciencia de la propia experiencia corporal, erótica y sensual, y decidir sobre ella, la
subjetividad femenina se acerca más a desarrollar la vocación personal como humana y no en función del
constructo cultural de mujer que no corresponde a lo que en realidad está viviendo.

Conclusión
La simbolización cultural de la diferencia sexual dentro de la familia, representada en los cuentos
analizados, se lleva a cabo a través del modelamiento y moldeamiento de los roles y estereotipos de
género desde la infancia. Lo que los personajes perciben desde temprana edad es una dinámica de relación
jerarquizada entre los integrantes de la familia donde la posición subordinada la ocupa la mujer.
Los medios a través de los cuales se interioriza y asume de manera natural la diferencia entre
mujeres y hombres son los roles, las normas y valores que determinan el “deber ser” de la identidad
femenina y masculina, los cuales, son integrados en la subjetividad de las hijas y los hijos como un orden
natural de las cosas por medio de la experiencia cotidiana en la dinámica familiar.

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Este “deber ser”, visto como un ejercicio permanente de imponer un sistema simbólico que
establece diferencias significativas para cada sexo, establece una jerarquía que se refuerza por medio de
las agencias de socialización, principalmente la familia; consolidando así en el género femenino una
adhesión incuestionable al rol subordinado dentro de la relación de dominación, es decir a la violencia
simbólica.
La investigación realizada permite determinar que existe un proceso de resistencia a la
perpetuación de la simbolización cultural de la diferencia sexual, el cual consiste en identificar, cuestionar,
reflexionar y modificar las condiciones prácticas que le han sido impuestas en las esferas de producción,
reproducción, socialización y sexualidad. La sexualidad, conformada por el cuerpo, la sensualidad y el
erotismo, se presenta como el espacio primario de resistencia, ya que es en el reconocimiento del cuerpo y
la apropiación de sus sensaciones que las protagonistas impulsan su motivación al cambio en las prácticas
cotidianas.
El proceso de resistencia pasa por distintas etapas. En la reflexión que realiza acerca de su
situación en el contexto familiar, la mujer identifica un sentimiento de inconformidad del que busca su
origen. La experiencia se confronta con la expectativa. Los mandatos culturales que le fueron impuestos,
como medio de realización de su ser mujer, no logran su objetivo y los cuestiona. Este cuestionamiento da
paso a la reflexión de su situación personal y descubre que su condición de “ser para otros” no la satisface,
pero también se da cuenta de las limitaciones (económicas, sociales y subjetivas) que tiene para salir de
este estado de insatisfacción.
En este momento de reflexión se pueden dar dos posibilidades: regresar al estado de
subordinación o romper con este y desarrollar su potencial humano, resistiéndose al ejercicio de poder por
medio de nuevos contenidos simbólicos que conformen la identidad femenina.
La principal aportación a la teoría que ofrece esta investigación, es mostrar que la violencia
simbólica, escasamente estudiada en la representación del ámbito familiar, constituye la base de otras
violencias y se asimila desde la infancia, en el primer espacio de socialización que es la familia,
restringiendo la capacidad de resistencia.
Se plantea la necesidad de desnaturalizar la relación jerarquizada entre mujeres y hombres, a
través de la reconstrucción simbólica de los roles y estereotipos que tradicionalmente se han asignado a las
mujeres y hombres por medio de la socialización. Es importante fomentar la realización personal del
“querer ser” en lugar del “deber ser” sin sentir amenazada la propia identidad.
Los mandatos culturales de género previamente establecidos deben ser cuestionados y
reflexionados en las normas, valores, roles y estereotipos en cada una de las cuatro esferas de
subordinación (producción, reproducción, socialización y sexualidad). La naturalización de las diferencias
jerarquizadas que culturalmente se han asignado a mujeres y hombres, deja en desventaja a la mujer. Ya

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que el establecimiento del deber ser femenino se integra desde temprana edad, a partir del servicio a los
demás poniendo a disposición de otros su ser.
Esta investigación deja varios senderos por explorar ya que, visibiliza, a través de la literatura, un
fenómeno poco abordado en relación con la violencia simbólica dentro del espacio más privado de la
estructura social: la familia. Respecto a la violencia simbólica y la familia, se puede profundizar en la vida
real con la finalidad de determinar las alternativas de identidad, la apropiación libre del cuerpo y la
expresión de la sexualidad de mujeres, así como las formas de relación dentro del núcleo familiar en
diversos sectores de la población actual.
Queda el reto de identificar la forma en que se adapta o se transforman las estructuras de
subordinación a la época actual, la manera en que la exigencia de otros atributos tradicionalmente
asignados a la identidad femenina como la belleza también van apropiándose de la identidad masculina.
Esta investigación se centró en la representación de la familia en el marco de la heterosexualidad,
dejando abierta la posibilidad para adentrarse en el estudio de la representación familiar homoparental o
con personajes explícitamente homosexuales, así como la configuración de la identidad en narrativa
escrita por mujeres y hombres jóvenes que comienzan a insertarse en el campo literario, ya que uno de los
obstáculos superados en esta investigación, fue encontrar cuentos escritos por hombres que desarrollaran
una temática en relaciones familiares fuera de los roles y estereotipos tradicionales.
El acercamiento teórico a la perspectiva de género y la propuesta de Pierre Bourdieu (1998) sobre
violencia simbólica permite enriquecer la comprensión sobre la violencia explícita hacia las mujeres en el
núcleo familiar. La violencia familiar dirigida hacia la mujer tiene su origen en las concepciones culturales
del deber ser que coloca a la mujer en una posición de subordinación asumida de manera natural como
elemento incuestionable del orden social de las cosas.
La idea de que la relación de pareja entre mujer y hombre es en realidad una relación dispareja en
donde la mujer debe de pedir permiso, servir y supeditarse al bien común familiar sacrificando el propio
desarrollo humano, explica por qué al rechazar esta concepción, se desestructura dicho orden social, el
cual se busca volver a la normalidad a través de la violencia física, psicológica, sexual, económica o
patrimonial.
La reconfiguración simbólica de lo que se espera para el ser mujer o el ser hombre es la propuesta
para sumarse a la lucha contra la violencia de género. Se requiere una revolución simbólica que derroque
la arraigada concepción de los estereotipos femenino y masculino, que abra las puertas de la sociedad a las
nuevas identidades de género que surgen de diferente manera, y que sean visibilizadas y modificadas en
cuanto a la continuación del poder arbitrario y vertical dentro del núcleo familiar donde se aprende la
violencia y se entrena para reproducirla en la sociedad.

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Referencias
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