Ciudadano del mundo
Por Juan José Morales Ruiz
Con ocasión de la celebración de la Declaración Universal de los Derechos del Niño
sería muy recomendable leer algunas de las obras fundamentales de María
Montessori, una mujer que revolucionó la educación y dedicó toda su vida al servicio
del niño. Me refiero, por ejemplo, a libros como “El Niño. El Secreto de la Infancia”; “La
mente absorbente del niño”; “Educación y Paz”; “Formación del hombre”; “Educar para
un nuevo mundo”; “La educación de las potencialidades humanas”; y “Las conferencias
de Londres. 1946”, entre otros. Todos ellos publicados en castellano por la editorial
holandesa Montessori-Pierson Publishing Company.
Pero, en esta ocasión quiero detenerme especialmente en el libro “Ciudadano del
Mundo. Lecturas Montessori esenciales”, que acaba de ser publicado en 2020. Es el
volumen 11 de la Serie Montessori, (edición y traducción de Guadalupe Borbolla).
La etapa india y también durante los años posteriores, al final de la Segunda Guerra
Mundial, Montessori se dedicó a recapitular sus principales ideas, centradas en el niño
como protagonista de su propio desarrollo. Así, por ejemplo, en mayo de 1941, María
Montessori publicó en la India, en el periódico The Theosophist, un artículo sobre “El
partido social del niño, titulado Un paso adelante hacia el futuro”, que se recoge en el
capítulo 7 del libro, junto con la Declaración Universal de los Derechos del Niño. 1
“Nosotros -escribe- afirmamos que el Niño no sólo tiene derecho de vivir, sino también
de ser considerado un ciudadano del estado. Como un ciudadano, el niño debe ser
reconocido en su dignidad humana y respetado como el constructor del hombre. La
importancia de la personalidad del niño debe ser consagrada entre los principios
morales de la humanidad, pues del niño depende no sólo la constitución física del
hombre, sino también su carácter moral. El futuro de la sociedad está por lo tanto
conectado con el niño, así de incondicionalmente como los efectos están conectados
con sus causas. Al indicarle a la sociedad la importancia de la infancia, nosotros
afirmamos que el niño debe tener los mismos derechos ante la ley y ante las
instituciones que dirigen la organización social, que los demás ciudadanos”.
Sigamos con los escritos de sus últimos años. Demos ahora un salto y situémonos en el
“VIII Congreso Internacional Montessori” que tuvo lugar en la ciudad italiana de San
Remo del 22 al 29 de agosto de 1949, el título del congreso fue “La Formazione dell’
Uomo nella Ricostruzione Mondiale “(La Formación del Hombre en la Reconstrucción
mundial). Allí, María Montessori que había cumplido 79 años (falleció el 6 de mayo de
1952) pronunció cuatro conferencias magistrales (que son conocidas como “Las
Conferencias de San Remo”). 2
1
MONTESSORI, María, Ciudadano del mundo. Lecturas Montessori esenciales, Ámsterdam, Montessori-
Pierson Publishing Company, 2000, p. p. 57 a 67.
2
IBIDEM p. p. 75 a 107.
1
En la primera conferencia dijo: “Nosotros reconocemos el inmenso poder, las fuerzas
inconscientes existentes en el niño en el umbral de la vida. Por muchos años hemos
estado proclamando que es necesario educar al niño desde el momento de su
nacimiento. Hemos trazado a través del estudio y la experiencia práctica, el camino
ideal que lleva al mundo de los niños; de estos seres cuyo estatus social todavía no se
ha determinado, cuyos derechos no han sido reconocidos y que sin embargo
representan al hombre del mañana.
La infancia constituye una incontable población de seres que, sin saberlo, día a día,
trabajan para construir física e intelectualmente a los componentes de la sociedad
futura. Esta gran verdad evoca en nosotros un profundo sentido de humildad y
asombro. Los niños, que viven una vida más pura que la nuestra, son trabajadores
divinos; sin pretensiones, sin orgullo, ellos logran la ópera magna de la humanidad: la
construcción del hombre. Y aquellos que ayudan en este gran trabajo, se enriquecen
con los valores espirituales de los niños y se elevan (…)
Debemos reiterar persistentemente que la personalidad del niño, la cual apenas ahora
se empieza a reconocer, es en verdad impresionante. El niño es un creador. De la nada,
forma a un hombre. Esta poderosa capacidad creadora es común en todos los niños, en
todas partes del mundo. La mente del niño es completamente diferente de la nuestra:
la suya posee la magnífica y casi milagrosa facultad de tomar del entorno ideas
externas e impresiones, encarnándolas en su ser. Un ejemplo obvio es el lenguaje que
el pequeño ser humano, a pesar de estar mudo al principio de la vida absorbe a su
alrededor. Y así el adulto se encuentra, como si fuera por herencia, con un lenguaje
completamente formado.
Si verdaderamente consideramos que la educación es el desarrollo de posibilidades
latentes, en vez de utilizar la palabra educación, deberíamos adoptar otra: cultivar. El
educador debe cultivar las potencialidades existentes en el niño para que pueda
desarrollarlas y expandirlas. Es esencial aprovechar este periodo altamente sensible en
la vida del ser humano, si en verdad, se quiere mejorar a la humanidad.
Para no extenderme acabaré con lo que dijo en la Conferencia IV, titulada “Unidad
mundial a través del niño”: Esta es la tarea del educador ideal: tomar como punto de
inicio la realidad psíquica del niño, con el fin de mejorar al hombre en su vida diaria,
para salvarlo, para prevenirlo de perderse a sí mismo, para evitar desviaciones e
inseguridades, para terminar con desequilibrios nerviosos, para implantar en el niño el
valor moral y una conciencia firme para enfrentar sus luchas diarias. Por lo tanto, la
tarea del educador es inmensa para el progreso de la humanidad y la paz del mundo
está en sus manos”.3
3
Ibid, p. 114.
2
Como decía al principio, la celebración de la Declaración Universal de los Derechos me
parece una buena ocasión para leer a María Montessori, aunque la verdad, creo que
deberíamos leerla siempre, sin necesidad de recurrir a este tipo de celebraciones
porque no es necesario. Hay que leer siempre a María Montessori porque es una
fuente inagotable de inspiración, y por supuesto seguir trabajando al servicio del niño
con honestidad y dedicación. Ser fieles a esta maravillosa tarea es la mejor forma de
mantener vivo el legado de esta extraordinaria mujer. Y, en este sentido, recomiendo
vivamente la lectura de “Ciudadano del mundo. Lecturas Montessori esenciales”. Es un
gran libro que merece la pena.