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Farmacogia y Terapéutica
El documento describe los requisitos para la aplicación lógica de fármacos en un paciente. Se debe considerar la capacidad del paciente para absorber el fármaco, que el fármaco alcance su objetivo a las concentraciones adecuadas, y que la respuesta sea la esperada considerando las condiciones del paciente. El éxito del tratamiento depende tanto de la eficacia del fármaco como de las circunstancias personales del paciente.
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Farmacogia y Terapéutica
El documento describe los requisitos para la aplicación lógica de fármacos en un paciente. Se debe considerar la capacidad del paciente para absorber el fármaco, que el fármaco alcance su objetivo a las concentraciones adecuadas, y que la respuesta sea la esperada considerando las condiciones del paciente. El éxito del tratamiento depende tanto de la eficacia del fármaco como de las circunstancias personales del paciente.
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Entendemos la aplicación de uno o más fármacos como uno más de los
momentos del proceso terapéutico. Se trata de aplicar los conocimientos sobre el
fármaco con el objetivo de conseguir la mayor respuesta con el menor riesgo. Para que esta aplicación sea lógica, se deben cumplir unos requisitos:
El fármaco debe penetrar bien en nuestro paciente, es decir, debe tener
una formulación y una vía de administración que le permitan distribuirse por el organismo del paciente. Además, las pautas de administración deben ser fácilmente cumplimentables por el paciente, para lo que hay que tener en cuenta también la situación del enfermo y su capacidad para cumplir lo prescrito. A modo de ejemplo, no podemos prescribir un medicamento por vía oral en un paciente que vomita constantemente. Una vez en cuerpo, el fármaco debe alcanzar su diana. Para ello es preciso conocer todas las características farmacocinéticas (absorción, distribución, metabolización y eliminación) del fármaco, no solo en el plano general, sino también las propias de nuestro paciente. No es infrecuente que la falta de eficacia no se deba al propio fármaco, sino a que las circunstancias del enfermo no permiten alcanzar la concentración adecuada o el mantenimiento de los niveles plasmáticos durante el tiempo necesario. Por ejemplo, una diuresis elevada por el uso simultáneo de un antihipertensivo hará que las concentraciones plasmáticas de nuestro medicamento sean inferiores a las esperadas. Cuando el fármaco alcanza su lugar de acción, a las concentraciones adecuadas y durante el tiempo preciso, debemos evaluar si la respuesta es la prevista. Para ello se necesita el conocimiento previo de todos los efectos, primarios y secundarios, y, de nuevo, de las condiciones fisiopatológicas del enfermo que pueden modificar estos efectos, entre ellas las modificaciones que la propia enfermedad que vamos a tratar puede ocasionar en la fisiología. Por último, hay que diferenciar entre el efecto deseado y otros efectos del fármaco. Ocurre que a menudo no se conoce totalmente el efecto del fármaco, más allá de lo esperable tras los ensayos, o que el efecto conseguido no es tan útil como se preveía, por ejemplo, porque en lugar de actuar en la raíz de la patología, actúa en uno de sus síntomas, pero esto no debe ser motivo para desecharlo.
De entrada, la administración de la misma dosis de un fármaco a diferentes
pacientes produce la misma respuesta, pero en algunos de ellos la respuesta es ineficaz y en otros puede ser tóxica. Conocer las características del paciente permite elegir la mejor pauta terapéutica. Las diferencias farmacocinéticas y farmacodinámicas de cada paciente debidas a diferencias fisiológicas, a condiciones patológicas, al consumo de tóxicos o a otros tratamientos concomitantes modifican el efecto esperable del fármaco. Un diagnóstico preciso y un pronóstico certero condicionan todo el plan de farmacología terapéutica, su rapidez de implantación y su potencia. Por todo ello, el éxito terapéutico dependerá, además de la eficacia de los fármacos, de las circunstancias personales del paciente. En el proceso de individualización del tratamiento es importante conocer los antecedentes farmacológicos de forma precisa, y saber si a lo largo del tratamiento el paciente está recibiendo otros fármacos por otro proceso intercurrente, incluyendo aquellos de libre dispensación, fitoterápicos y “tratamientos naturales”, o aquellos que se toman de forma ocasional, como un analgésico para la cefalea. Además se tomará nota en el historial de cualquier reacción adversa y de su intensidad.