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Cicerón Biografía, Pensamiento y Obras

Este documento resume la vida y el pensamiento del político y filósofo romano Marco Tulio Cicerón. Combinó exitosamente la oratoria y la política en Roma, alcanzando las más altas magistraturas y defendiendo la República romana. Introdujo nuevos conceptos filosóficos griegos al latín y estableció las bases para la reflexión filosófica romana. Consideraba la oratoria y la filosofía como complementarias para comunicar sus ideas políticas y defender los valores republicanos tradicionales.

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Cicerón Biografía, Pensamiento y Obras

Este documento resume la vida y el pensamiento del político y filósofo romano Marco Tulio Cicerón. Combinó exitosamente la oratoria y la política en Roma, alcanzando las más altas magistraturas y defendiendo la República romana. Introdujo nuevos conceptos filosóficos griegos al latín y estableció las bases para la reflexión filosófica romana. Consideraba la oratoria y la filosofía como complementarias para comunicar sus ideas políticas y defender los valores republicanos tradicionales.

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Cicerón: Biografía,   

Pensamiento y Obras

Escrito por Iker Martínez Fernández


Publicado: 29 Abril 2021

Cicerón

pensamiento

Biografía

Filosofía,

Obras,

Cicerón

CICERÓN: UNA FILOSOFÍA POLÍTICA


PARA ROMA

Cicerón: la palabra y la política

Con estos dos términos, que resumen a la


perfección los aspectos centrales de su
pensamiento y de su vida, titula
Emmanuele Narducci una de sus obras
más conocidas sobre el orador, jurista,
político y >lósofo romano Marco Tulio
Cicerón, el autor antiguo del que más
textos hemos conservado y del que
probablemente más se ha escrito desde
el Renacimiento hasta nuestros días.
‘Palabra’ y ‘política’ porque Cicerón
combinó de manera magistral el arte
oratoria y el servicio a Roma. Como
orador, resulta imposible exagerar su
fama. Quintiliano, el famoso maestro de
retórica calagurritano, dijo de él que el de
Cicerón no era el nombre propio de un
hombre, sino el de la elocuencia misma. A
la labor de hilvanar palabras en discursos,
Cicerón sumó algo que pocos habían
ensayado hasta entonces: desa>ar el
potencial creativo de la lengua latina, a la
que nutrió con vocablos nuevos que
trataban de trasponer conceptos o ideas
procedentes de la cultura griega hasta
entonces desconocidos para los romanos.
Y, dado que en su época Grecia era ante
todo un referente >losó>co, Cicerón
estableció unos cimientos sólidos para la
reNexión >losó>ca romana allanando el
camino para que los >lósofos posteriores
pudieran expresarse en latín.

Cicerón denunciando a Catilina, 1880. Palazzo Madama, Roma. Cesare

Maccari. 

Tampoco es posible exagerar su


relevancia en la política romana, donde
alcanzó las más altas magistraturas y
donde llegó a ser investido con el título
honorí>co de pater patriae por su
decisiva actuación en el
desenmascaramiento y represión de la
conjuración de Catilina, un aristócrata con
pretensiones tiránicas. Gracias a las
Catilinarias, el conjunto de discursos que
dirigió en el Senado contra el prócer
romano, Cicerón adquirió una enorme
popularidad y se granjeó un prestigió
que, sin embargo, le fue abandonando
progresivamente: la ejecución de Catilina
y sus aliados, unida a la fatiga que en sus
contemporáneos ocasionaban las
constantes alusiones a su valiente
comportamiento ante la conjura, que
Cicerón no perdía ocasión de recordar,
provocaron su posterior exilio y el declive
de su relevancia política. Solo tras el
asesinato de César, en los Idus de marzo
del 44 a.C., nuestro ya viejo orador
recuperó momentáneamente parte del
prestigio y vigor perdidos enfrentándose
en el Senado contra quien pretendía ser
heredero de los cesarianos, el futuro
triunviro Marco Antonio.

La especi>cidad de Cicerón con respecto


a otros >lósofos anteriores y posteriores
a él se deriva de su singular biografía. No
estamos ante un hombre que se aparta
de los asuntos mundanos y se dedica a la
enseñanza escolar de la >losofía o a la
mera reNexión privada. Al contrario, su
>gura se nos muestra como un
extraordinario ejemplo de las
posibilidades que ofrece el matrimonio
entre la reNexión teórica y la práctica
política, algo sumamente difícil y que se
ha repetido pocas veces en la historia. Ni
siquiera Platón, cuyo pensamiento poseía
una evidente >nalidad política, fue capaz
de combinar con éxito la reNexión sobre
las posibilidades de un gobierno justo y
su materialización en una comunidad
concreta: su proyecto fracasó
estrepitosamente en Sicilia. Cicerón tuvo
a Platón como máximo referente de la
>losofía griega y, en concreto, apreciaba
en él la inspiración política de su >losofía,
pues asentaba las bases para alcanzar un
acuerdo entre las distintas facciones de la
ciudad en torno a un gobierno
razonablemente justo, es decir,
equilibrado y sensato. Siguiendo esta
idea, la >losofía de Cicerón trató de
erigirse como la imbatible fortaleza de los
valores tradicionales republicanos, los
mores maiorum, empleados como
criterio último de la estabilidad de un
sistema político capaz de preservar las
libertades de los ciudadanos romanos.

El pequeño Cicerón leyendo. Vincenzo Foppa de Brescia. c. 1464. Pintor

de la corte milanesa de Francesco Sforza. Wallace Collection.

Diariodeabordo

La carrera política de un orador joven y


ambicioso

Marco Tulio Cicerón nació el 3 de enero


de 106 a.C. en Arpino, una localidad del
Lacio situada al sur de Roma. Al igual que
su paisano el general y político Cayo
Mario, Cicerón era un homo novus, esto
es, no pertenecía a la aristocracia
romana, por lo que desde un primer
momento sabía que, si quería hacer
carrera política, debía destacar por sus
propios méritos personales y ofrecer a la
oligarquía gobernante ciertas cualidades
que hicieran de él alguien imprescindible.
El padre de Cicerón encomendó la
formación jurídica de su hijo al pontí>ce
Quinto Mucio Escévola, uno de los
mejores juristas de la época y, de esta
manera, introdujo al joven en los
ambientes políticos de Roma. Junto al
estudio del derecho romano, Cicerón
recibió clases de retórica de Molón de
Rodas y de >losofía del estoico Diódoto y
del académico Filón de Larisa. El impacto
de este último en la formación del
Arpinate fue inmediato y perduró toda su
vida, pues sus clases ofrecieron al joven
aprendiz la posibilidad de combinar la
enseñanza de la oratoria con la de la
>losofía.

Pronto inició su carrera como abogado


encargándose de la defensa de Roscio
Amerino, para quien consiguió la
absolución. El discurso Pro Roscio
Amerino constituyó su carta pública de
presentación como promesa de la
oratoria, pero en él Cicerón había
realizado alguna crítica implícita al
dictador Lucio C. Sila, así que, por razones
de prudencia y con la excusa de mejorar
su formación, emprendió viaje a Grecia.
La literatura de viajes nos muestra cuán
provechoso y transformador puede ser
abandonarlo todo durante un tiempo y
realizar una escapada para conocer
lugares distintos al del entorno habitual.
Este fue el caso de nuestro orador:
durante los años 79-78 a.C., Cicerón
recorrió Atenas, Asia Menor y Rodas para
estudiar con los más famosos >lósofos y
profesores de retórica griegos de la
época. A muchos de ellos los conocemos
hoy casi exclusivamente gracias a lo que
de ellos nos narra en sus obras, escritas
años después. Durante ese tiempo,
realizó ejercicios de voz hasta encontrar
un tono y estilo adecuados a su
personalidad y estudió la >losofía griega,
revistiéndose de un precioso marco
conceptual que le permitiría defender sus
ideas con excepcional solvencia.

Con esta mochila llena de experiencias y


recursos, la joven promesa de la oratoria
que dos años antes había emprendido el
camino hacia oriente regresó a Roma
convertido en un orador maduro
dispuesto a iniciar el cursus honorum.
Entre los años 75 y 74 fue cuestor en
Sicilia. A su regreso, inició una brillante
carrera como abogado. Sin embargo, el
juicio que lo catapultó a la fama no tuvo
lugar hasta el año 70, cuando fue llamado
por algunos ciudadanos de Sicilia para
sostener la acusación contra Cayo Verres,
antiguo pretor en Sicilia cuyas prácticas
corruptas habían sembrado de
descontento una isla próspera y rica.
Cicerón tenía mucho interés en esta
causa, pues el abogado defensor de
Verres era nada menos que Hortensio,
considerado entonces el mejor orador de
Roma. Tras una investigación de varias
semanas por la isla recabando pruebas
de las corruptelas del acusado, fue tal la
tromba de acusaciones que el Arpinate
lanzó contra él que Verres huyó hacia el
exilio. Desde entonces, avalado por su
fama de brillante orador, consiguió ser
edil (70 a.C.), pretor (66 a.C.) y,
>nalmente, primer cónsul, la más alta
magistratura romana, en el 63 a.C.

 Cicerón hablando en el Senado romano.Cessare Maccari

Oratoria y Glosofía como dos caras de la


misma moneda

Durante muchos años, Cicerón


compaginó el ejercicio de la política con
su actividad como abogado. Su oratoria
no era ni de un clasicismo sencillo ni de
un barroquismo exagerado. Combinando
los estilos de distintos oradores del
pasado, concebía sus discursos como
instrumentos de comunicación de sus
ideas políticas. En este proyecto resultó
central esa idea que había recibido de su
maestro, el académico Filón, de
considerar la oratoria y la >losofía como
las dos caras de la misma moneda. De ahí
que no resulte extraño que en muchos de
ellos encontremos no solo un alegato en
favor del defendido, sino auténticos
tratados de antropología política en los
que se formula una idea muy nítida del
comportamiento del ciudadano virtuoso y
de su papel en la preservación de la
República romana.

Pero antes de tratar sobre el programa


político de Cicerón o, lo que es lo mismo,
sobre su >losofía política, conviene
señalar en pocas palabras cómo se
articula en su pensamiento esta
conjunción entre oratoria y >losofía. ¿Qué
entendía Cicerón por estos términos? A
través de una conversación entre dos
oradores romanos cuyo compromiso
político había sido muy intenso en la
Roma de una generación anterior a la de
nuestro autor, Cicerón expuso en su obra
Sobre el orador qué papel debían tener la
elocuencia y la >losofía en todo discurso y
la imposibilidad de que una y otra
pudieran existir por separado. 

Cicerón distingue con claridad la oratoria


de la retórica. Mientras que la primera se
re>ere a la habilidad en el decir, a la
capacidad de articular y pronunciar
discursos, la segunda se asocia siempre
con una preceptiva de escuela… griega.
Mientras que la retórica es un producto
griego, la oratoria o elocuencia
(eloquentia) se asocia con la actividad
política romana. En consecuencia, es la
elocuencia la que debe interesar al
orador en la medida en que su utilidad,
frente a los ejercicios retóricos escolares
griegos, es eminentemente política.

En cuanto a la >losofía, Cicerón maneja


en esta obra un concepto muy especí>co:
>losofía es dialéctica, esto es, un
instrumento para el análisis de todos los
asuntos de la vida, aunque su mayor
utilidad en el servicio a la patria, que no
se agota con su uso en el ejercicio de las
magistraturas. Cuando, por cualquier
circunstancia la acción directa ya no es
posible, bien porque nos vemos
expulsados del foro o marginados o
exiliados por el poder de un tirano, la
>losofía nos ofrece la posibilidad de
reNexionar sobre nuestras ideas y
contribuir con ello a la restauración de las
libertades perdidas. Frente a la reNexión
>losó>ca griega, enredada en cuestiones
teóricas que poco o nada tienen que ver
con los asuntos que atañen a la
convivencia pací>ca entre los humanos, el
concepto ciceroniano de >losofía ensalza
su valor político incluso cuando no es
posible intervenir directamente en
política: este es el sentido de la expresión
ciceroniana otium cum dignitate,
contrapuesta al ocio improductivo de los
griegos. Además del método dialéctico, la
>losofía nos ofrece un modelo de vida
basado en la razón y en el equilibrio de
las pasiones, en el examen permanente
de nuestras acciones y capacidades. En
de>nitiva: la >losofía nos ayuda a conocer
nuestras cualidades y nuestros límites y
nos permite valorar a posteriori la
experiencia en su conjunto y obtener de
este examen el mayor consuelo.

M Tullio Cicer (Cicerón) - Studiolo di Federico da Montefeltro. Justus van

Gent y Pedro Berruguete. Galleria Nazionale delle Marche. Urbin.

Diariodeabordo

Cicerón solía reprochar a los >lósofos


griegos su incapacidad para atender a los
asuntos cotidianos. Según él, la mayor
parte de ellos solían esparcir sus semillas
en campo yermo. Este hecho podía tener
una disculpa cuando se trataba de los
>lósofos más excelsos, como Platón y
Aristóteles, cuyas reNexiones habían
contribuido, si bien desde un punto de
vista teórico, al establecimiento de
marcos de comprensión útiles para la
política. Sin embargo, su condena era
implacable cuando se refería a los
epicúreos, que promovían el
asentamiento en pequeñas comunidades
de vida aisladas de la comunidad y
regidas por la >losofía del maestro: «si
[los epicúreos] nos convencieran de esto
[de que no es de sabios dedicarse a los
asuntos públicos] a nosotros y a los
mejores, ellos mismos no podrán
dedicarse a sus cosas, que es lo que
desean en particular» (Sobre el orador,
3.63-4). Alguien ha de dedicarse a
gestionar la convivencia y, aún más
importante, a mantener la comunidad
cohesionada y en paz. La >losofía no es
una theōría, como podría parecer cuando
uno lee a los >lósofos griegos, sino una
parte más de la praxis política. Un
discurso en el Senado puede ser un
ejercicio de >losofía, bien porque el
orador se vale de la dialéctica para dirigir
una argumentación, bien porque emplea
su locuacidad para manifestar con un
estilo propio las costumbres y tradiciones
romanas. Este carácter práctico-político
es quizá el aspecto más propiamente
romano de la propuesta ciceroniana y,
por ello, Craso, el insigne personaje de
Sobre el orador, se atreve a decir que
Roma ha superado a Grecia en sabiduría.

Si lo propio de la >losofía en cuanto


instrumento es que nos permite dar
contenido a nuestros discursos políticos,
la elocuencia es la forma, y es tan
importante como aquella. Cicerón es
claro al respecto: es el ornato en el
lenguaje -el modo en que se pronuncian
las frases, la manera en la que se mueve
el orador cuando habla- la que permite
apreciar el estilo en el discurso. No es
posible separar contenido (res) y forma
(verba), «pues» -a>rma Craso- «al constar
todo discurso de contenido y de palabras,
ni las palabras pueden tener asiento si
eliminas el contenido, ni el contenido
brilla si apartas las palabras» (Sobre el
orador, 3.19). La importancia de la
elocuencia consiste en que, a través de
ella, se consigue aunar, por un lado, una
forma y, por otro, una vivencia política y
al servicio de la comunidad. Además, la
elocuencia, como instrumento de
persuasión, se encarga de velar por el
mantenimiento de la unidad de las
diversas rami>caciones del saber, que
encuentran su punto de unión en la
>gura del orador. Por su parte, la
elocuencia sin >losofía no es más que un
saber vacío. La >losofía ofrece un
contenido para dicha forma, y aunque no
es el único posible, resulta el saber más
alto y primordial.

Para Cicerón, en Roma, >losofía y


elocuencia, en tanto que constituyen
contenido y forma del discurso, deben
caminar siempre de la mano. Tratarlos
como ámbitos separados signi>ca
reducirlos a un mero otium griego, hacer
de ellos puros ejercicios escolares.

Y ahora, si alguien quiere llamar orador al


<lósofo que nos proporciona abundancia
de conocimientos y recursos estilísticos,
por mí, puede hacerlo; o si pre<ere llamar
<lósofo al orador del que yo digo que
tiene la sabiduría unida a la elocuencia,
no se lo impediré; con tal que quede claro
que ni es loable la incapacidad oratoria
de quien conoce un tema, pero es
incapaz de exponerlo, ni la falta de
preparación de quien, andando escaso de
conocimientos, no le faltan
palabras[…]porque en un orador
completo está incluida la sabiduría,
mientras que en el conocimiento
<losó<co no está necesariamente incluida
la elocuencia (Sobre el orador, 3.142).

Cicerón dedicó otras obras al desarrollo


de algunas de estas ideas. La intención
última de todas ellas fue la con>guración
de un modelo de orador, «la imagen
perfecta de la elocuencia», como dice en
su obra El orador, cuyo objetivo era
cumplir en Roma la misma función que la
>gura del guardián->lósofo cumple en la
ciudad ideal que Platón expone en la
República y que Cicerón conocía en
profundidad. En el Brutus, incluso inventó
una genealogía para este modelo,
asignando cualidades oratorias
sorprendentes a personajes del pasado
de Roma. Se trataba de diseñar una
historia de la elocuencia romana cuya
culminación era él mismo como
materialización máxima del modelo.

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