Donald Winnicott Conozca a su niño 1 Donald W.
Winnicott Conozca a su niño Psicología de las
primeras relaciones entre el niño y su familia ediciones PAIDÓS Barcelona-Buenos Aires-México
Título original: The Child and the Family Publicado en inglés por Tavistock Publications Ltd.
Traducción de Noemí Rosemblatt Fotografía de cubierta de Katy Trias 2.a reimpresión en España,
1994 © de todas las ediciones en castellano Ediciones Paidós Ibérica, S.A., Mariano Cubí, 92 –
08021 Barcelona y Editorial Paidós, SAICF, Defensa, 599 - Buenos Aires ISBN: 84-7509-921-1
Depósito legal: B-3759/1994 Impreso en Hurope, S.L. Recaredo, 2 - 08005 Barcelona Impreso en
España - Printed in Spain Donald Winnicott Conozca a su niño 2 Índice Prefacio /. La madre y su
bebé 1.Un hombre opina sobre la maternidad 2.Cómo conocer a su bebé 3.El bebé: una empresa
en marcha 4.La alimentación del niño 5.¿Adónde va el alimento? 6.El final del proceso digestivo
7.El bebé como persona 8.Primer plano de la madre alimentando al bebé 9.¿Por qué lloran los
bebés? 10.El mundo en pequeñas dosis 11.La moralidad innata del bebé 12.El destete 13.Saber y
aprender 14.Los instintos y las dificultades normales //. Los problemas familiares 1.¿Y el padre?
2.Sus normas y las de sus hijos 3.Los niños y los adultos 4. ¿Qué entendemos por niño normal? 5.El
hijo único 6.Los mellizos 7.El robo y la mentira 8.Los niños en el hospital 9.Los hijos adoptivos
10.Primeros ensayos de independencia 11.Apoyo a los padres normales Postcriptum. La
contribución de la madre a la sociedad Donald Winnicott Conozca a su niño 3 Prefacio Estas
charlas dirigidas a los padres se realizaron en su mayoría en los años 1940 al 1950 y se presentan
ahora en conjunto sin alteraciones de importancia. Un autor casi siempre está en deuda con su
público, y yo más que nadie. El mayor estímulo lo recibí de Janet Quigley, quien sugirió durante los
años de guerra que diese una serie de charlas radiales semanales dirigidas a todas las madres. Esta
primera serie fue recopilada en un folleto titulado "Getting to Know Your Baby", que se agotó. En
1949 J. D. Benzie (Mrs. Royston Morley) me ofreció once charlas radiales a través de la BBC, de las
cuales nueve fueron publicadas con el título de "The Ordinary Devoted Mother and Her Baby"
(también agotado). Más tarde la doctora Peggy Volkov, quien durante muchos años fue la editora
de New Era in Home and School, me persuadió de que publicase mis charlas a grupos de padres;
siempre le estaré agradecido por haberme alentado. Me es imposible nombrar a todos aquellos
que también me han ayudado; sólo puedo expresar mi esperanza de que a mi vez yo les haya sido
útil. D. W. WINNICOTT F. R. C. P. (Londres). Donald Winnicott Conozca a su niño 4 LA MADRE Y SU
BEBÉ Donald Winnicott Conozca a su niño 5 1 Un hombre opina sobre la maternidad Para
comenzar, le proporcionará un cierto alivio saber que no me propongo decirle qué debe hacer.
Como hombre no puedo saber realmente qué significa ver en esa cuna un trozo de mí mismo, una
parte mía con vida independiente que, al mismo tiempo, depende de mí y que gradualmente se va
convirtiendo en una persona. Es una experiencia que sólo una mujer puede tener y que quizá sólo
ella es capaz de imaginar, como ocurre cuando por distintos motivos desafortunados la
experiencia real no se lleva a cabo. ¿Qué puedo hacer, pues, si no me propongo dar indicaciones?
Estoy acostumbrado a que las madres me traigan a sus hijos, y cuando eso ocurre, el tema de la
consulta está allí presente, ante nuestros ojos. El bebé se mueve inquieto sobre las rodillas
maternas, trata de apoderarse de los objetos que están sobre mi escritorio, se desliza hasta el piso
y gatea por la habitación; se trepa a las sillas, o saca los libros de los estantes, o quizá se aferra a la
madre por temor a ese individuo de saco blanco, sin duda un monstruo que come chicos si se
portan bien y hace cosas aún más horribles si se portan mal. Cuando se trata de un niño más
grande, se sienta a una mesa apartada y dibuja, mientras su madre y yo tratamos de reconstruir la
historia de su desarrollo y descubrir en qué momento las cosas comenzaron a andar mal. El niño
escucha con disimulo para estar seguro de que nada tramamos y, al mismo tiempo, se [13]
comunica conmigo sin hablar, mediante los dibujos; de tanto en tanto, mientras converso con la
madre, me levanto para verlos. ¡Qué fácil resulta todo esto, y qué distinta es mi tarea actual, para
la cual debo fabricar un bebé o un niño recurriendo a mi imaginación y mi experiencia! Usted ha
tenido la misma dificultad. Si a mí me resulta imposible comunicarme con usted, ¿cómo se sintió
usted con un bebé de pocas semanas, sin saber siquiera qué era, o qué no era eso con que debía
comunicarse? Si medita un momento sobre esto, trate de recordar a qué edad su bebé dio señales
de reconocerla ya como persona, y qué fue lo que le dio la seguridad, en ese momento
emocionante, de que ustedes eran dos personas que se comunicaban entre sí, sin hablar. ¿Qué
lenguaje habría podido usar? No, sólo le preocupaba el manejo del cuerpo del bebé, y le gustaba
que fuera así. Sabía cómo levantar al bebé, cómo acostarlo y cómo dejarlo solo, para que la cuna
actuara por usted; y ya había aprendido a arreglarle las ropas para que el bebé estuviera cómodo y
conservara su calor natural. Sin duda, usted ya sabía todo eso cuando era una niña y jugaba con
muñecas. Además, había momentos especiales durante los cuales hacía cosas definidas:
alimentarlo, bañarlo, cambiarle los pañales y acunarlo. A veces la orina se deslizaba por su delantal
de cocina o bien penetraba a través de la ropa y la empapaba como si le hubiera ocurrido a usted
misma, pero no le importaba. De hecho, esas cosas le permitían tener la certeza de ser una mujer
y una madre devota común. Le digo todo esto porque quiero que sepa que este hombre,
cómodamente apartado de la vida real, libre del ruido, el olor y la responsabilidad que implica el
cuidado de un niño, sabe que la madre de un bebé está en contacto con cosas reales y que no se
perdería Donald Winnicott Conozca a su niño 6 esa experiencia por [14] nada del mundo. Si
partimos de esta base, quizás usted me permita hablar sobre una madre devota común que
orienta las primeras etapas en la vida de un nuevo ser humano. No puedo decirle qué debe hacer
exactamente, pero sí hablar sobre lo que todo ello significa. En las cosas corrientes que usted
hace, cumple con toda naturalidad una función muy importante, cuya belleza consiste en que no
necesita ser inteligente y ni siquiera tiene necesidad de pensar si no lo desea. Quizás haya sido un
desastre en aritmética o quizá todas sus amigas se hayan destacado, pero como usted no podía
soportar la vista de un libro de historia, fracasó y abandonó la escuela temprano; o quizá le
hubiera ido mejor de no haber tenido el sarampión antes del examen. O también es posible que
sea muy inteligente. Pero todo eso no importa y no tiene nada que ver con que usted sea o no una
buena madre. Si una criatura puede jugar con una muñeca, usted puede ser una madre devota
típica, y creo que lo es la mayor parte del tiempo. ¿No resulta acaso extraño que algo de
importancia tan tremenda dependa tan poco de una inteligencia excepcional? El hecho de
convertirse con el tiempo en individuos adultos, sanos, independientes y positivos para la sociedad
depende en forma absoluta de un buen comienzo que la naturaleza asegura por medio del vínculo
entre el bebé y su madre, lo que se llama amor. De manera que si usted ama a su bebé, éste ya
tuvo un buen comienzo. Es necesario aclarar que no me refiero a una cuestión de
sentimentalismo. Todos conocemos esa clase de personas que repite sin cesar: "Yo simplemente
adoro a los bebés". Pero, ¿los aman realmente? El amor de una madre es una emoción bastante
primitiva puesto que en él hay elementos de posesión y apetito, además de generosidad, poder y
humildad, pero el sentimentalismo está ausente por completo y repugna a las madres. [15] Ahora
bien; quizás usted prefiera ser una madre típica que se dedica a su hijo sin pensarlo, como el
artista que a menudo odia pensar acerca del arte y de su finalidad. Por lo tanto quisiera aclararle
que, en este libro, hablaremos acerca de las cosas que una madre devota logra siendo
simplemente ella misma. Sin embargo, algunas querrán reflexionar sobre lo que hacen. Es
probable que algunas de ustedes hayan dejado atrás esa etapa, es decir, que sus hijos ya
crecieron; en ese caso, quizá quieran echar una mirada retrospectiva y meditar sobre la forma en
que echaron los cimientos para el desarrollo futuro de sus hijos. Si obraron guiadas por la
intuición, es probable que hayan elegido el mejor camino. Es de importancia vital que lleguemos a
comprender el papel que desempeñan quienes cuidan del niño, para proteger a la joven madre de
todo aquello que se interponga entre ella y su hijo. Si no comprende su verdadera función no
podrá defender su posición, y arruinará su tarea al tratar de seguir consejos o de imitar a su madre
o de guiarse por lo que dice un libro. Esto incluye también al padre, no sólo porque pueden ser
buenas "madres" durante períodos limitados, sino también porque pueden ayudar a proteger a la
madre y al bebé contra todo aquello que ponga en peligro el vínculo que los une y que constituye
la esencia y la naturaleza misma del desarrollo normal del niño. Más adelante intentaré describir
cómo actúa una madre cuando está simple y regularmente dedicada a su bebé. Aún tenemos
mucho que aprender acerca de los primeros años de la vida humana y sólo las madres pueden
decirnos lo que queremos saber. La diferencia entre un bebé y otro es muy grande, y ni el
desarrollo en los primeros años ni el de épocas posteriores nos permitirán afirmar si el niño llegará
o no a ser un triunfador. [16] Donald Winnicott Conozca a su niño 7 2 Cómo conocer a su bebé La
vida de una mujer cambia en muchos sentidos cuando concibe a un niño. Hasta ese momento,
puede haber sido una persona de amplios intereses, quizá dedicada a los negocios o a la política, o
una entusiasta de los deportes o las diversiones. Quizás haya despreciado la vida relativamente
restringida de sus amigas con hijos y haya hecho comentarios descorteses al respecto. También es
probable que la hayan horrorizado detalles como el lavado y el planchado de pañales. Si ha
sentido algún interés por los niños, es de suponer que se trataba de un interés más sentimental
que práctico. Pero, tarde o temprano, también ella queda embarazada. No es raro que al principio
lo lamente, porque comprende con claridad que ello significa una "terrible" interferencia en su
"propia" vida. No está lejos de la verdad y sería tonto negarlo. Un bebé representa una serie de
dificultades y una verdadera molestia cuando no se lo desea. Si una mujer joven no ha comenzado
aún a desear al bebé que lleva dentro de sí, sentirá que ha tenido mala suerte. La experiencia
demuestra, sin embargo, que gradualmente se producirá un cambio tanto en los sentimientos
como en el cuerpo de la joven embarazada. ¿Será porque sus intereses se van limitando? Quizá
sea mejor afirmar que la dirección de sus intereses se modifica: abandona lo [17] exterior por lo
interior. Poco a poco siente que el centro del mundo está en su propio cuerpo. Es posible que la
lectora haya llegado ya a esta etapa y comience a sentirse orgullosa de sí misma, de que es alguien
que merece respeto y a quien la gente debería cederle el lugar en todas partes. A medida que
adquiera conciencia de su próxima maternidad, su único interés se centrará en el pequeño por
nacer; de esta manera, el bebé será suyo en el más profundo sentido, y usted será de él. Los
inconvenientes que usted soporta para convertirse en madre le permiten ver con claridad ciertos
principios fundamentales del cuidado infantil, lo que no ocurre con aquellas que no lo son y
necesitan años de estudio para alcanzar la comprensión que usted obtiene en el curso de su
experiencia diaria. Pero podría ocurrir que usted necesitara la ayuda de quienes la estudiamos,
porque las supersticiones y las leyendas — algunas bastante modernas— no tardan en aparecer y
en hacerla dudar de sus propios sentimientos. Vemos qué es lo que una madre sana corriente sabe
sobre su bebé, eso que, a pesar de su importancia vital, casi todos tienden a olvidar. Creo que lo
más importante es su capacidad para sentir que su bebé es algo que vale la pena conocer como
una persona desde el primer instante. Nadie puede saberlo tan bien como usted misma. Incluso en
el vientre, su bebé es un ser humano, distinto de cualquier otro ser humano, y en el momento de
nacer ya atesora una considerable experiencia, tanto Donald Winnicott Conozca a su niño 8
agradable como desagradable. Naturalmente, es fácil leer en el rostro de un recién nacido cosas
que no están allí, aunque, sin duda, un bebé tiene a veces una expresión muy sabia, incluso
filosófica. Pero, en su lugar, yo no esperaría hasta [18] que los psicólogos decidieran en qué
medida un bebé es humano en el momento de nacer: seguiría adelante y trataría de conocer al
pequeño y dejar que me conozca. Usted ya sabe algo acerca de las características de su bebé por
los movimientos que ha aprendido a esperar de él dentro de su vientre. Si los movimientos han
sido frecuentes, usted se ha preguntado cuánto hay de cierto en eso de que los varones patean
más que las niñas; en cualquier caso, ha sentido placer ante ese signo real de vida que expresan
los movimientos. Y supongo que durante ese tiempo el bebé ha llegado a conocerla bastante. Ha
compartido sus comidas; su sangre ha fluido con mayor velocidad mientras usted bebía una taza
de té por la mañana o corría para alcanzar el ómnibus. En cierta medida, el bebé capta su
ansiedad, su excitación o su enojo. Su propia inquietud lo ha acostumbrado al movimiento y ya
está preparado para que usted lo haga saltar sobre su rodilla y lo acune. Por el contrario, si usted
es una persona tranquila, el bebé ha conocido la paz y quizá sabe que tendrá un regazo tranquilo y
una cuna inmóvil. En cierto sentido, diría que la conoce mejor que usted a él, hasta el momento en
que nace y usted oye su llanto y se siente bastante bien como para mirarlo y tomarlo en sus
brazos. Las madres y los bebés varían enormemente en cuanto a su condición después del parto, y
quizás en su caso pasen dos o tres días antes de que usted y su bebé estén en condiciones de
disfrutar de la mutua compañía. Pero, si su estado lo permite, no hay motivos para que no
comiencen a conocerse de inmediato. Conozco a una madre joven que tuvo su primer contacto
muy tempranamente con su primer bebé. Desde el día de su nacimiento, después de cada
mamada, una enfermera muy sensata lo dejaba en la cuna junto al lecho de la madre. El bebé solía
permanecer [19] despierto en la habitación silenciosa y la madre extendía la mano hacia él; antes
de que hubiera transcurrido una semana, comenzó a tomarle los dedos y a mirar en su dirección.
Esta relación íntima continuó y se desarrolló sin interrupciones, y creo que ha contribuido a
establecer las bases de la personalidad del niño y de lo que llamamos su desarrollo emocional, así
como de su capacidad para soportar las frustraciones y los sobresaltos que todo niño experimenta
tarde o temprano. El aspecto más emocionante de su temprano contacto con el bebé será el de su
alimentación, es decir, cuando el bebé está agitado. También usted puede sentirse agitada, y
experimentar sensaciones en los senos indicadoras de que su excitación es útil y que se está
preparando para dar leche. El bebé es afortunado si puede aceptar desde el comienzo a su madre
y su excitación sin dificultades, y dedicarse así a satisfacer y manejar sus propios impulsos y
urgencias, pues, según mi criterio, es muy alarmante ser un bebé y descubrir las sensaciones que
aparecen cuando surge la excitación. ¿Se le ocurrió alguna vez mirar las cosas desde este ángulo?
Por lo tanto, tendrá que llegar a conocer a su bebé en dos estados: cuando está satisfecho, y más
o menos tranquilo, y cuando está excitado. Al principio, en el primer estado, estará casi siempre
durmiendo; por lo tanto, los momentos que pasa despierto pero tranquilo son preciosos. Sé que
algunos bebés casi nunca logran sentirse satisfechos y lloran dando muestras de aflicción aun
después de una mamada, y no se duermen con facilidad, por lo que resulta muy difícil para la
madre lograr un contacto satisfactorio. Pero es probable que, con el tiempo, las cosas mejoren y
haya una cierta medida de Donald Winnicott Conozca a su niño 9 satisfacción y, quizá mientras lo
bañe, pueda comenzar a establecer una relación humana. [20] Uno de los motivos por los cuales
usted debe conocer a su bebé cuando está satisfecho y cuando está excitado es que necesita su
ayuda, y usted no puede ayudarlo si no sabe en qué estado se encuentra. El bebé la necesita para
manejar las terribles transiciones que van desde el dormir o la satisfacción en la vigilia hasta un
ataque desenfrenado de avidez. Podríamos decir que ésta constituye su primera tarea como
madre, aparte de la rutina, y para la cual se requiere una habilidad que sólo la madre del niño
posee, y que está también al alcance de las mujeres que adoptan un bebé a los pocos días de su
nacimiento. Por ejemplo, los bebés no nacen con un reloj despertador colgado del cuello, donde
pueda leerse "Aliméntese cada tres horas". La alimentación regular es una comodidad para la
madre o el ama de cría, y, desde el punto de vista del bebé, podría resultar sólo el mejor sustituto
del sistema que consiste en comer cada vez que siente deseos de hacerlo. Pero un bebé no
comienza necesariamente con el deseo de alimentarse de modo regular; de hecho, considero que
lo que una criatura espera encontrar es un pecho que aparece cuando lo desea y desaparece
cuando no lo necesita más. En ocasiones, puede ser necesario que una madre dé el pecho de
forma desordenada durante un breve período, antes de que le sea posible seguir una rutina rígida
adaptada a su comodidad. De cualquier modo, es conveniente que cuando usted empiece a
conocer a su bebé sepa qué es lo que éste espera, aunque considere que es imposible satisfacerlo
y, si llega a conocerlo en todos sus aspectos, comprobará que su actitud imperiosa sólo aparece
cuando está excitado. En los intervalos, el bebé se siente feliz al comprobar que detrás del pecho o
el biberón está la madre y, detrás de ella, la habitación y el mundo fuera de ésta. Si bien hay
mucho que aprender sobre el bebé durante sus comidas, en realidad opino que aún hay más [21]
que aprender acerca de él mientras se baña, o descansa en su cuna o mientras usted le cambia los
pañales. Si usted cuenta con la ayuda de una enfermera, espero que ella me comprenda y no
piense que me entrometo al afirmar que la madre se encuentra en desventaja si sólo ve al bebé
cuando lo alimenta. Es posible que necesite una enfermera, pues aún no está lo bastante fuerte
como para encargarse usted misma del bebé, pero si no lo conoce cuando duerme, o yace
despierto con la mirada perdida, tendrá una impresión muy extraña de él cuando se lo entreguen
para alimentarlo. En ese momento es un montoncito de aflicción, un ser humano, sin duda, pero
en cuyo interior rugen tigres y leones furiosos, por lo cual él mismo está asustado de sus propias
sensaciones. Si nadie se lo ha explicado no sería raro que usted también se asustara. Si por el
contrario ya conoce a su hijo por haberlo observado mientras yace a su lado y por haberle
permitido jugar en sus brazos mientras toma el pecho, percibirá su excitación en sus verdaderas
proporciones y la reconocerá como una forma de amor. Asimismo, estará en condiciones de
comprender lo que ocurre cuando aparta la cabeza y se niega a mamar, o cuando se duerme en
sus brazos en lugar de succionar o cuando está tan agitado que no puede concentrarse en la tarea.
Lo que le ocurre es que tiene miedo de sus propias sensaciones, y usted puede ayudarlo en esos
momentos mejor que nadie con su infinita paciencia y permitiéndole que juegue, que tome el
pezón con la boca o con la mano; en una palabra, todo aquello que el bebé se permita a sí mismo
como placer, hasta que adquiera la confianza necesaria para correr el riesgo de succionar. Ello no
es fácil para usted, porque sus pechos están demasiado llenos o bien deben esperar a que el niño
Donald Winnicott Conozca a su niño 10 succione para empezar a llenarse. Pero si sabe lo que
ocurre, [22] podrá superar ese momento difícil y lo ayudará a establecer una buena relación con
usted mientras come. Tampoco su bebé es ningún tonto. Cuando uno piensa que la excitación
constituye para él una experiencia similar a la de verse arrojado en una guarida de leones, no
resulta extraño que quiera estar seguro de que usted es digna de confianza, antes de aceptar la
leche. Si le falla, él deberá sentirse como si lo devoraran bestias salvajes. Déle tiempo y él la
descubrirá, y de esta manera ambos llegarán a valorar incluso su ávido amor por el pecho. Creo
que un elemento importante en la experiencia de una madre joven en el contacto temprano con
su bebé es la seguridad de que su hijo es normal (cualquiera que sea el significado de este
término). En su caso, como ya dije, quizá se sienta demasiado agotada como para iniciar una
relación con su bebé el primer día, pero le conviene saber que es por completo natural que una
madre desee conocer a su bebé en cuanto nace. Y no sólo porque anhela conocerlo, sino también
—y ello lo convierte en un asunto de urgencia— porque se le han ocurrido toda clase de ideas
respecto de dar a luz algo espantoso, algo que sin duda no es tan perfecto como un bebé. Es como
si a los seres humanos les resultara difícil creer que son bastante buenos como para crear dentro
de sí mismos algo que sea completamente bueno. No creo que ninguna madre crea en su hijo real
y plenamente al principio. Esto afecta también al padre, pues éste experimenta con la misma
intensidad que la madre la duda acerca de su capacidad para crear un niño normal y sano. Por lo
tanto, conocer a su bebé es, en primer lugar, un asunto urgente, debido al alivio que la feliz
comprobación proporciona a ambos progenitores. Superada esta etapa, su amor y su orgullo la
impulsarán a conocer a su hijo; entonces lo observará en detalle [23] con el fin de proporcionarle
la ayuda que necesita y que sólo puede recibir de quien lo conoce mejor, es decir, de usted, su
madre. Todo esto significa que el cuidado de un niño recién nacido constituye una tarea de
dedicación exclusiva y que sólo hay una persona que puede hacerla bien. [24] Donald Winnicott
Conozca a su niño 11 3 El bebé: una empresa en marcha Hasta ahora he hablado en forma general
sobre las madres y sus propios bebés. No fue mi intención particular instruir a las madres sobre lo
que deben hacer, porque existen centros en donde pueden obtener consejos referentes a esos
detalles. De hecho, es demasiado fácil recibir ese tipo de consejos, que más de una vez crean un
sentimiento de confusión. He preferido, en cambio, dirigirme a aquellas madres que por lo común
son eficientes para cuidar a sus propios bebés, con el propósito de ayudarles a saber cómo son sus
hijos y mostrarles parte de lo que ocurre, en la creencia de que, cuanto más sepan, más fácil les
será confiar en su propio criterio. Una madre resulta más eficaz que nunca cuando confía en su
propio criterio. Sin duda, es muy importante que una madre tenga la experiencia necesaria para
hacer lo que le parece apropiado, lo cual le permite descubrir la plenitud de la maternidad; así
como un escritor se siente sorprendido ante el caudal de ideas que surgen cuando comienza a
escribir, de idéntico modo la madre se sorprende constantemente ante la riqueza que descubre en
su contacto con el bebé. De hecho, cabría preguntar en qué otra forma que no sea asumiendo
plena responsabilidad puede una mujer aprender lo que significa ser madre. Si se limita a hacer lo
que le dicen, debe seguir con ese sistema y la única forma [25] de mejorar consistiría en elegir un
mejor consejero. Pero si se siente libre para asumir la actitud que surge espontáneamente, se
tornará cada vez más capaz para la tarea. Es aquí donde el padre puede colaborar,
proporcionando a la madre una cierta medida de tranquilidad con respecto al mundo exterior.
Protegida así por su marido, la madre no tiene necesidad de dirigir su atención hacia afuera en un
momento en que desea tanto volcarse hacia adentro, en que anhela ocuparse únicamente del
interior del círculo que puede formar con los brazos y en cuyo centro está el bebé. Este período,
durante el cual la madre se preocupa por ese único niño, no dura mucho. El vínculo entre la madre
y el bebé es muy poderoso al principio, y debemos hacer todo lo posible para permitirle ocuparse
de su bebé en ese momento, que es el momento natural. Ahora bien, ocurre que esta experiencia
es buena no sólo para la madre sino también para el bebé, quien necesita exactamente ese tipo de
situación. Sólo ahora comenzamos a comprender cuan absoluta es la necesidad del bebé con
respecto al amor de la madre. La salud de la persona adulta se consolida a través de toda la
infancia, pero los cimientos de la salud del ser humano dependen de la madre en las primeras
semanas y meses de la vida del bebé. Quizás esto ayude un poco cuando se sienta desconcertada
ante una pérdida temporaria de interés por los asuntos del mundo. Usted está construyendo la
salud de una persona que será un miembro de nuestra sociedad, y eso es algo valioso. Lo extraño
es que, por lo general, se piensa que el cuidado de los niños resulta más difícil cuanto mayor es su
número. En realidad, estoy seguro de que la Donald Winnicott Conozca a su niño 12 tensión
emocional es mayor cuanto menos hijos se tienen. La devoción para con una criatura exige el
máximo esfuerzo, y la tarea conserva su eficacia si sólo dura un cierto tiempo. [26] De modo que
todo su interés se concentra ahora en un objeto único. ¿Qué va a hacer usted ante esa situación?
¡Pues gozar de ella! Gozar de que se la considere importante, de permitir que otra gente cuide del
mundo mientras usted produce un nuevo miembro de él, de estar volcada hacia adentro y casi
enamorada de sí misma, pues el bebé es como una parte suya. Gozar de la forma en que su
marido se siente responsable por su bienestar y el de su hijo. Gozar descubriendo nuevas cosas
sobre sí misma, disfrutando de mayores derechos que nunca, y de hacer lo que siente más
adecuado. Gozar de su enojo con el bebé cuando los gritos y el llanto le impiden aceptar la leche
que usted anhela brindarle generosamente. Goce de todos esos sentimientos femeninos que ni
siquiera puede comenzar a explicarle a un hombre. En particular, sé que disfrutará con los signos
que, en forma gradual, indican que el bebé es una persona y que la reconoce también a usted
como a una persona. Disfrute de todo esto por su propio bien, pero sepa que el placer que usted
puede obtener de esta complicada tarea que es el cuidado de un niño es de importancia vital para
el bebé, pues éste no desea recibir la alimentación adecuada en el momento adecuado, sino
recibir el alimento de alguien que goza alimentándolo. El bebé da por sentadas cosas como la
suavidad de la ropa y la tibieza del agua en que lo bañan. Lo que es imposible dar por sentado es el
placer que experimenta la madre al vestir y bañar a su propio bebé. Si usted goza con todo ello, el
niño siente que su mundo se llena de sol. El placer de la madre debe estar presente, pues de no
ser así toda su actividad resulta muerta, inútil y mecánica. Este goce, que surge naturalmente,
puede verse interferido por sus otras preocupaciones, y la preocupación proviene en gran medida
de la ignorancia. Es algo similar [27] a lo que quizás haya leído acerca de los llamados métodos de
relajación en el parto. Los autores de tales libros hacen todo lo posible para explicar lo que ocurre
durante el embarazo y el parto, con el fin de que las madres puedan relajarse, lo cual significa
dejar de preocuparse por lo desconocido y, por así decirlo, confiar en el proceso natural. Casi todo
el dolor del parto no es inherente a él sino a la rigidez ocasionada por el miedo, en particular por el
miedo a lo desconocido. Todo eso se explica en tales libros, y si usted cuenta con un médico y una
enfermera eficaces, puede soportar el dolor que es imposible evitar. De idéntico modo, una vez
que el niño nace, el placer que usted obtiene del cuidado del bebé depende de que la ignorancia y
el temor no la hagan sentir tensa y preocupada. El propósito de estas charlas es proporcionar
información a las madres, con el fin de que sepan más acerca de lo que ocurre en el bebé y
comprendan que éste necesita precisamente aquello que una madre puede hacer si está tranquila,
si actúa con naturalidad y se concentra en la tarea. Hablaré acerca del cuerpo del bebé, de su
interior, y también de la persona que se desarrolla en él y cómo usted le presenta el mundo en
pequeñas dosis, para no crearle confusión. En primer lugar, hay un punto que deseo aclarar. Su
bebé no depende de usted para su crecimiento y desarrollo. Cada bebé es una empresa en
marcha. En cada uno de ellos existe una chispa vital, y ese anhelo de vida, crecimiento y desarrollo
forma parte del bebé, es algo con lo que el niño nace y que se cumple en una forma que no
necesitamos comprender. Por ejemplo, si usted entierra un bulbo en una maceta, sabe muy bien
que Donald Winnicott Conozca a su niño 13 no necesita hacer algo para que se convierta en un
narciso; simplemente se limita a proveer la clase de tierra adecuada y proporcionarle el [28] agua
que necesita. El resto se produce naturalmente, porque el bulbo contiene vida en sí mismo. Ahora
bien, el cuidado de los niños es mucho más complicado que el de un narciso, pero el ejemplo es
adecuado porque, en ambos casos, tiene lugar un proceso del cual usted no es responsable. El
bebé fue concebido en usted y desde ese momento se convirtió en un morador de su cuerpo.
Después del parto, se alojó en sus brazos, temporariamente, pues se trata de una situación que no
durará para siempre, ni siquiera mucho tiempo, puesto que no tardará en ir a la escuela. Por el
momento, este morador tiene un cuerpo débil y pequeño y necesita del cuidado especial que
surge de su amor de madre, pero ello no altera el hecho de que la tendencia a la vida y el
crecimiento sea inherente al bebé. Me pregunto si le produce algún alivio oír decir todo esto. He
conocido madres que no pudieron gozar plenamente de su maternidad por sentirse en cierto
modo responsables de la vida de su hijo. Si el bebé dormía se acercaban a la cuna con la esperanza
de que se encontrara despierto y diera muestras de estar vivo. Si el bebé estaba de mal humor, le
hacían muecas o gestos destinados a producir una sonrisa, lo cual, naturalmente, no significaba
nada para el niño ya que se trataba de una simple reacción. Este tipo de gente siempre está
haciendo bailar a los niños sobre las rodillas para conseguir una risita o cualquier otra cosa que la
tranquilice. A algunos niños nunca se les permite, ni siquiera en su más temprana infancia, estar
quietos y tranquilos. Ello significa una seria carencia, e incluso pueden llegar a perder por
completo la sensación de que ellos mismos desean vivir. Creo que si logro convencerla de que en
el bebé existe ese proceso vital (proceso que, en realidad, es muy difícil de extinguir), usted estará
en mejores condiciones para disfrutar con su cuidado. En última instancia, la [29] vida depende
menos de la voluntad de vivir que del hecho de respirar. Algunas de ustedes han creado obras de
arte. Han hecho dibujos y pinturas, han modelado arcilla, han tejido pulóveres o han hecho
vestidos. El resultado de tales actividades fue obra de ustedes. Pero los bebés son distintos. El
bebé crece, y usted, como madre, le proporciona un medio adecuado. Algunas personas creen que
un niño es como arcilla en las manos de un alfarero. Comienzan a moldear al bebé y a sentirse
responsables del resultado. Sin embargo, están equivocados. Si usted siente lo mismo, se verá
aplastada por una responsabilidad que no le corresponde asumir en absoluto. Si puede aceptar la
idea de un bebé como una empresa en marcha, entonces se sentirá libre para interesarse por lo
que ocurre en el desarrollo del niño mientras usted disfruta al satisfacer sus necesidades. [30]
Donald Winnicott Conozca a su niño 14 4 La alimentación del niño Desde el comienzo de este siglo
la alimentación del niño ha sido objeto de considerable estudio, y médicos y fisiólogos han escrito
numerosas obras e innumerables artículos científicos, cada uno de los cuales contribuyó a
aumentar nuestros conocimientos. Como resultado de esta tarea, es posible distinguir
actualmente dos grupos de factores: los de naturaleza física o bioquímica o sustancial, que nadie
puede conocer en forma intuitiva o sin un conocimiento profundo de algunas cuestiones
científicas, y los de naturaleza psicológica, que siempre han estado al alcance de todos, sea a
través del sentimiento o de la simple observación. Por ejemplo, para llegar a la raíz de las cosas sin
demoras, la alimentación del niño es un problema inherente a la relación madre-hijo, una puesta
en práctica de una relación de amor entre dos seres humanos. No obstante, este criterio no tuvo
fácil aceptación (aunque las madres sentían que era cierto) hasta que el estudio del aspecto físico
del problema aclaró muchas cuestiones. Cabe suponer que, en cualquier período de la historia del
mundo, una madre natural de vida sana haya considerado la alimentación del niño simplemente
como una relación entre ella misma y el bebé, pero, al mismo tiempo, también hubo un bebé que
murió de diarrea y vómitos; su madre no [31] sabía que un germen lo había matado y debe haber
estado segura de que su leche era mala. La enfermedad y la muerte infantiles hacen que las
madres pierdan confianza en sí mismas y traten de obtener un consejo autorizado. La enfermedad
física ha complicado de muchas maneras la actitud de la madre frente al problema. De hecho, sólo
los grandes progresos realizados en el campo de la salud y la enfermedad físicas nos permiten
ahora volver al factor principal: la situación emocional, el vínculo afectivo entre la madre y el bebé.
Del desarrollo satisfactorio de este vínculo afectivo depende el éxito de la alimentación. Hoy día,
los médicos del cuerpo comprenden lo suficiente acerca del raquitismo para evitar su repetición.
Saben bastante acerca de los peligros de la infección como para impedir la ceguera que solía
seguir a la infección gonocóccica del bebé al nacer; saben bastante acerca del peligro de la leche
tuberculosa de vacas infectadas para prevenir buena parte de la meningitis tuberculosa que antes
era común y fatal, y lo suficiente acerca del escorbuto como para haberlo eliminado virtualmente.
Y ahora se torna imperativo que quienes nos ocupamos de los sentimientos planteemos con la
mayor exactitud posible el problema psicológico que toda madre enfrenta, por completa que sea
la ausencia de enfermedades y perturbaciones corporales lograda por los progresos médicos. Sin
duda, aún nos resulta imposible plantear con exactitud el problema psicológico que debe encarar
la madre de cualquier recién nacido, pero podemos intentarlo, y las madres pueden ayudar
corrigiendo nuestros errores y agregando lo que omitimos. Donald Winnicott Conozca a su niño 15
Correré el riesgo. Supongamos que se trata de una madre sana en el sentido corriente de la
palabra, que vive en un hogar medianamente normal manejado por ella y su esposo, y que,
asimismo, el bebé llegó en el momento [32] adecuado gozando de buena salud en tales
circunstancias cabe afirmar algo muy simple: la alimentación del niño no es más que una parte, si
bien una de las más importantes, de una relación entre dos seres humanos. La madre y el recién
nacido estarán dispuestos a ligarse entre sí con lazos muy poderosos de amor, y es natural que
deban conocerse uno al otro antes de aceptar los grandes riesgos emocionales implicados. Una
vez que han alcanzado esa mutua comprensión —lo cual puede ocurrir de inmediato o si no
después de algunos conflictos— confían uno en otro y se comprenden mutuamente y, por lo
tanto, la alimentación ya no ofrece problemas. En otras palabras: si la relación entre la madre y el
bebé ya ha comenzado, y se desarrolla naturalmente, las técnicas para la alimentación se tornan
innecesarias, y lo mismo ocurre con las pesadas y las otras formas de investigación; los dos saben
qué está bien, mucho mejor que cualquier observador. En tales circunstancias, el bebé sabe
cuánta leche debe tomar y a qué velocidad, y cuándo debe dejar de tomarla. En tal caso, tampoco
es necesario que ningún observador extraño se preocupe por la digestión y las excreciones del
bebé. Todo el proceso físico se realiza sin tropiezos por el simple hecho de que la relación
emocional se desarrolla normalmente. Incluso me atrevería a decir que, en tales circunstancias,
una madre puede aprender a conocer a los bebés a través de su propio bebé, tal como éste
aprende a conocer a su madre a través de ella misma. La verdadera dificultad consiste en que son
tantas las sensaciones de placer que acompañan el íntimo vínculo corporal y espiritual que puede
existir entre una madre y su bebé, que las madres se convierten en fáciles presas de aquellos para
quienes tales sensaciones son prohibidas. No cabe duda de que aquí, en el campo de la
alimentación [33] infantil, ejerce su influencia el puritanismo moderno. ¡A quién se le ocurre
mantener a un bebé apartado de su madre después del parto, privándolo de la única posibilidad (a
través del olfato) de sentir que la ha vuelto a encontrar después de haberla perdido! ¡A quién se le
ocurre arropar al bebé, en tal forma, mientras come, como para que no pueda tomar con las
manos el pecho o el biberón, con el resultado de que su única intervención en el proceso consiste
en decir "sí" (cuando succiona) o "no" (cuando aparta la cabeza o se duerme)! ¡A quién se le
ocurre comenzar la alimentación de un bebé siguiendo el reloj, antes de que haya tenido la
vivencia de que algo existe realmente fuera de él mismo y de sus deseos! En casos normales (es
decir, cuando los dos seres humanos implicados son sanos) es posible dejar las técnicas, las
cantidades y los horarios en manos de la naturaleza. En la práctica, ello significa que la madre
puede permitir que el niño decida en todo aquello que está a su alcance decidir, porque ella, por
su parte, está en condiciones de decidir y proporcionar lo que le corresponde dar, sea en forma de
cuidados o de leche. Quizá se me juzgue imprudente por decir todo esto, porque son muy pocas
las madres que se ven libres de dificultades personales y de la tendencia a preocuparse que las
lleva a buscar ayuda; asimismo, no cabe duda de que algunas madres descuidan a sus bebés o son
crueles con ellos. Opino, sin embargo, que incluso las madres que saben que necesitan consejo
casi permanente, estarán en mejores condiciones si conocen estos hechos básicos. Si una madre
aspira a lograr un contacto positivo con su segundo o tercer bebé, debe saber cuál era su objetivo
incluso con el primero, para cuyo cuidado necesitó tanta ayuda; su finalidad es independizarse de
todo consejo en el manejo de sus propios hijos. [34] Donald Winnicott Conozca a su niño 16 La
alimentación natural se realiza exactamente cuando el bebé la desea y cesa en cuanto el bebé deja
de desearla. Esta es la base sobre la cual el niño puede comenzar a llegar a un acuerdo con su
madre, cuyo primer aspecto consiste en aceptar una alimentación regular y confiable, digamos
cada tres horas, que resulta conveniente para la madre y que el niño aún puede vivir como la
satisfacción de su propio deseo, siempre y cuando pueda arreglar las cosas de tal manera que
sienta hambre a intervalos regulares de tres horas. Si este intervalo resulta muy largo para el niño,
aparece la angustia, y el método más rápido para devolverle la confianza es alimentarlo cuando él
lo requiera durante un cierto período, para volver luego a un horario regular conveniente, a
medida que el bebé se torna capaz de tolerarlo. También esto puede resultar un poco audaz. Una
madre que ha aprendido a inculcar hábitos regulares a su bebé, empezando por la alimentación
cada tres horas, se siente realmente perversa si le dicen que alimente a su bebé como "una
gitana". Como ya manifesté, se asusta ante el enorme placer que ello entraña, y siente que sus
suegros y vecinos la harán responsable de todo lo que ande mal a partir de ese día. La principal
dificultad consiste en que la gente se siente abrumada por la responsabilidad de tener un hijo y
está más que dispuesta a aceptar normas, reglas y preceptos que tornan la vida menos arriesgada,
aunque un poquito aburrida. Sin embargo, en cierta medida, médicos y enfermeras son culpables
y debemos apresurarnos a eliminar todo aquello que hayamos contribuido a colocar entre la
madre y su bebé. Incluso la idea de la alimentación natural sería nociva si se convirtiera en una
finalidad consciente, por el solo hecho de estar recomendada por las autoridades. En cuanto a la
teoría de que la disciplina debe empezar [35] a imponerse lo antes posible, no es recomendable
hasta que el niño no haya aceptado el mundo exterior y se haya adaptado a él; y la base para tal
aceptación de la realidad externa es el primero y breve período durante el cual la madre satisface
naturalmente los deseos del bebé. Por supuesto, no sugiero que prescindamos totalmente de los
centros especializados que aconsejan a las madres una dieta básica, vitaminas, vacunas y la mejor
manera de lavar pañales. Lo que sí sostengo es que tanto médicos como enfermeras deberían
tratar de manejar este aspecto físico de tal modo que nada perturbe el delicado mecanismo de la
relación madre-hijo. Desde luego, si me dirigiera a las enfermeras encargadas de cuidar de bebés
ajenos, podría decir mucho acerca de sus dificultades y desilusiones. En un libro notable, The
Nursing Couple,1 mi extinto amigo, el doctor Merell Middlemore, escribió: No es sorprendente
que los malos modos de la enfermera surjan a veces de su nerviosidad. Ella sigue los aciertos y los
fracasos de los progenitores de comida en comida y, hasta cierto punto, comparte sus intereses
como propios. Quizá le resulte difícil observar los torpes esfuerzos de la madre para alimentar al
niño y quizá se vea impulsada a intervenir, en la creencia de que puede arreglar las cosas. Su
propio instinto maternal surge para competir con el de la madre, en lugar de reforzarlo. Las
madres que lean estas palabras no deben sentirse perturbadas si han fracasado en su primer
contacto con uno de sus hijos. Existen múltiples razones que explican [36] tales fracasos, y es
mucho lo que puede hacerse en una época posterior para compensar los errores o las omisiones.
Pero es necesario correr el riesgo de apenar a algunas madres 1 The Nursing Couple, Merell P.
Middlemore, M.D., Hamish Hamilton Medical Books. Donald Winnicott Conozca a su niño 17 si nos
proponemos ayudar a aquellas que aún pueden tener éxito o lo están teniendo en esta tarea, la
más importante de todas las que incumben a una madre. De cualquier modo, debo correr el riesgo
de herir a quienes se encuentran en dificultades, si quiero expresar mi opinión de que una madre
que maneja su relación con su bebé por su cuenta hace lo mejor por su hijo, por sí misma y por la
sociedad en general. En otras palabras, la única base verdadera para la relación de un niño con sus
progenitores, con otros niños y, eventualmente, con la sociedad, es la primera relación exitosa
entre la madre y el bebé, entre dos personas, sin que nada las separe, ni siquiera un horario
regular de comidas y/o incluso una regla según la cual el niño debe ser alimentado con leche
materna. En asuntos humanos, lo más complejo sólo puede desarrollarse a partir de lo más simple.
[37] Donald Winnicott Conozca a su niño 18 5 ¿Adónde va el alimento? Cuando los bebés
empiezan a sentir hambre, algo comienza a adquirir vida en su interior, algo listo para adueñarse
de ellos. Usted empieza a hacer ciertos ruidos, relacionados con la preparación del alimento, que
el bebé reconoce como un signo de que se aproxima el momento en que podrá permitir que la
avidez de comida se convierta en una gran urgencia. Usted podrá ver cómo fluye la saliva, porque
los bebés pequeños no la tragan, con lo cual demuestran al mundo que se interesan por cosas de
las que pueden apoderarse con la boca. Ahora bien, ello sólo significa que el bebé se está
excitando, particularmente en la boca. Las manos también desempeñan un papel en la búsqueda
de satisfacción. De modo que cuando usted le da de comer, satisface en él un deseo muy grande
de alimento. La boca está preparada, los labios son muy sensibles en ese momento, y ayudan a
proporcionar un alto grado de sensación oral placentera, que el bebé nunca volverá a tener en su
vida futura. Una madre se adapta en forma activa a estas necesidades, y disfruta con ello. Su amor
la torna experta para hacer delicados ajustes en su manejo, que a otras personas podrían
parecerles sin importancia o que directamente ignorarían. Sea que lo alimente usted con el pecho
o con el [39] biberón, la boca del bebé se torna muy activa y la leche pasa de usted o de la botella
a la boca del bebé. En general se considera que existe una diferencia entre el bebé que toma el
pecho y el que se alimenta con biberón. En el primer caso, el bebé va más allá de la base del pezón
y presiona con las encías. Ello puede resultar bastante penoso para la madre, pero esa presión es
necesaria para que la leche del pezón pase a la boca. Luego traga la leche. En el segundo caso, en
cambio, el bebé debe emplear una técnica distinta: lo importante es la succión, que puede
constituir una cuestión relativamente secundaria en la experiencia del pecho. Algunos bebés
necesitan un orificio bastante grande en la tetina del biberón porque quieren conseguir la leche
sin succionar, hasta que aprenden a hacerlo. Otros succionan desde el comienzo y se atragantan si
el orificio es demasiado grande. Si lo alimenta con biberón, deberá estar preparada para introducir
cambios de una forma más consciente que si le diera el pecho. La madre que da el pecho está
tranquila, siente que la sangre acude a sus senos y que la leche está allí, pero con el biberón tiene
que estar siempre atenta; debe separar cada tanto la tetina de la boca del bebé para permitir que
entre un poco de aire, pues, de otro modo, se produce un vacío tan grande en el biberón que el
bebé no puede extraer una sola gota. Debe entibiar la leche a temperatura adecuada y probarla
echando unas gotas sobre la parte interna de su brazo; si el bebé es lento y la leche se enfría
demasiado tendrá cerca un recipiente con agua caliente para colocar en él el biberón. Ahora
veremos qué ocurre con la leche. Podríamos decir que el bebé sabe mucho acerca de la leche
hasta el momento que la traga. Esta entra en la boca, donde produce Donald Winnicott Conozca a
su niño 19 una sensación definida y tiene un sabor definido, lo cual [40] resulta, sin duda, muy
satisfactorio. Después se la traga, lo que significa que está casi perdida desde el punto de vista del
bebé. Los puños y los dedos son más convenientes en este sentido, porque no desaparecen y
siempre están disponibles. Con todo, el alimento ingerido no se pierde por completo, al menos
mientras permanece en el estómago. Siempre es posible hacerlo volver desde allí. Los bebés
parecen estar enterados del estado de sus estómagos. Probablemente usted sabe que el
estómago es un órgano pequeño, colocado en forma transversal de izquierda a derecha por
debajo de las costillas, y que es un músculo, bastante complicado, con una maravillosa capacidad
para hacer lo que las madres hacen con sus bebés: adaptarse a nuevas condiciones. Lo hace en
forma automática, a menos que se vea perturbado por la excitación, el temor o la ansiedad, así
como las mujeres son naturalmente buenas madres a menos que se encuentren tensas o ansiosas.
Es algo así como una buena madre interna en miniatura. Cuando un bebé está tranquilo (o lo que
llamaríamos relajado tratándose de personas adultas) este recipiente muscular que denominamos
estómago se porta bien. Ello significa que mantiene una cierta tensión dentro de sí mismo, no
obstante la cual conserva su forma y posición. De manera que la leche llega al estómago y queda
retenida allí, comenzando entonces una serie de procesos que llamamos digestión. Siempre hay
líquido en el estómago —jugos digestivos— y en el extremo superior siempre hay aire; este aire
encierra un interés particular para madres y bebés. Cuando el bebé traga la leche, aumenta la
cantidad de líquido en el estómago. Si usted y el bebé están bastante tranquilos, la presión en la
pared estomacal cede y el estómago se agranda, pero como el bebé suele estar algo excitado, el
estómago tarda un poco en adaptarse, y la presión temporariamente aumentada en el estómago
[41] resulta molesta. Por lo tanto, una manera rápida de solucionar el problema consiste en
eructar. Por esta razón, después de alimentar al bebé o incluso mientras está comiendo, es
conveniente que usted espere un pequeño eructo, y si el bebé está derecho, en ese momento es
más probable que sólo eructe aire en lugar de devolver parte de la leche al mismo tiempo. Es por
tal motivo que muchas madres apoyan a su bebé sobre el hombro y le palmean suavemente la
espalda, porque esos golpecitos estimulan el músculo estomacal y ayudan al bebé a eructar. Desde
luego, muchas veces ocurre que el estómago del bebé se adapta con tal rapidez al alimento y
acepta la leche con tanta facilidad que no necesita eructar. Pero si la madre del bebé se encuentra
en estado de tensión (como puede muy bien ocurrir a veces), el bebé también se torna tenso y
entonces el estómago necesita más tiempo para adaptarse al aumento de la cantidad de comida
dentro de él. Si usted comprende lo que ocurre, podrá manejar todo el asunto con mucha facilidad
y no se sentirá desconcertada ante el hecho de que una comida sea distinta de la otra, o de que su
bebé sea distinto de otros en este sentido. Si usted no comprende lo que ocurre tenderá a sentirse
confusa. Una vecina le dice: "El bebé tiene que eructar después de comer". Como realmente
desconoce los hechos, no puede discutir, y se apresura a colocar al bebé contra su hombro y a
palmearlo vigorosamente para obtener ese eructo que usted cree indispensable. Este sistema
puede llegar a convertirse en una especie de religión. De tal modo, impone sus propias ideas (o las
de su vecina) a su bebé, e interfiere la reacción natural que, en última instancia, es la única
adecuada. Ahora bien, este pequeño recipiente muscular conserva la leche durante un cierto
tiempo, hasta completar la primera etapa de la digestión. Una de las primeras cosas [42] que le
ocurren a la leche es que se corta. Tal es la primera etapa en el proceso natural de Donald
Winnicott Conozca a su niño 20 la digestión. De hecho, usted imita lo que ocurre en el estómago
cuando hace cuajada. Por lo tanto, no se alarme si su bebé regurgita un poco de leche cortada,
pues no puede ser de otro modo; además, es normal que los chicos vomiten con cierta frecuencia.
En este período, durante el cual el proceso tiene lugar en el estómago mismo, es muy conveniente
que el bebé esté quieto. A usted le corresponde decidir si lo mejor es colocar al bebé en la cuna
después de comer o pasearlo suavemente en brazos durante un rato, porque no hay dos madres o
dos bebés que sean iguales. En las circunstancias más favorables, el bebé yace de espaldas y
parece perdido en la contemplación de su interior. En ese momento puede haber una agradable
sensación interna, porque la sangre acude a la región activa y ello produce una placentera y cálida
sensación en el vientre del bebé. Las perturbaciones, distracciones y excitaciones durante esta
primera parte de los procesos digestivos tienden a provocar un llanto de protesta, regurgitaciones
o un prematuro pasaje del alimento antes de haber experimentado todos los cambios que debe
sufrir en el estómago mismo. Usted sabe cuan importante es mantener alejados a los vecinos
mientras alimenta a su bebé. Esto no se aplica únicamente al momento en que el niño come, sino
que es válido hasta el instante en que la comida deja el estómago. Es algo así como la parte
importante de una ocasión solemne, que se arruina si un avión cruza el cielo en ese momento. En
efecto, este período solemne incluye el momento posterior a la ingestión de alimento, cuando
éste aún no ha sido del todo aceptado. Si todo anda bien, este período de particular sensibilidad
llega a su fin y usted comienza a escuchar gorjeos y murmullos. Ello significa que la parte de la
digestión que [43] tiene lugar en el estómago ha concluido y que el estómago tiende de forma
automática a hacer pasar la leche parcialmente digerida a los intestinos, a través de una válvula.
Ahora bien, no es necesario que usted sepa mucho acerca de lo que ocurre en los intestinos. La
continuación del proceso digestivo de la leche es muy compleja, pero, de forma gradual, la leche
digerida es absorbida por la sangre que la lleva a todos los rincones del cuerpo. Es interesante
señalar que, poco después de que la leche deja el estómago, la bilis entra en acción. La bilis es
producida por el hígado en el momento adecuado y a ella se debe que el contenido intestinal
tenga su color particular. Quizás usted misma haya tenido ictericia catarral, y entonces sabe muy
bien qué mal se siente uno cuando la bilis no puede pasar del hígado a los intestinos, debido a la
inflamación del pequeño conducto que la difunde. En esta enfermedad, la bilis pasa a la sangre y
no a los intestinos, y quien la padece adquiere un intenso color amarillo. Pero cuando la bilis sigue
su camino normal en el momento adecuado, entonces el bebé se siente bien. Si consulta un libro
de fisiología podrá saber todo lo que ocurre en la digestión ulterior de la leche, pero tales detalles
no interesan si usted es una madre. Lo importante es que los gorgoteos indican el final del período
durante el cual el niño es sensible y que la comida está ahora realmente adentro. Desde el punto
de vista del bebé, esta nueva etapa debe constituir un misterio, pues la fisiología está fuera de su
alcance. Nosotros sabemos, sin embargo, que el alimento se absorbe de diversas maneras a través
de los intestinos, y eventualmente se distribuye por todo el cuerpo y llega a todos los tejidos a
través de la corriente sanguínea. En un bebé, tales tejidos crecen sin cesar con un ritmo muy
acelerado y necesitan que el aprovisionamiento se repita con regularidad. [44] Donald Winnicott
Conozca a su niño 21 6 El final del proceso digestivo En la última charla describí el destino de la
leche que el bebé traga, digiere y absorbe; en sus intestinos tiene lugar un complicado proceso
que no interesa a la madre y constituye un misterio para el niño. Sin embargo, éste vuelve a
intervenir en la última etapa, que denominamos excreción, de manera que la madre también se ve
envuelta en ella y desempeñará su papel de forma positiva si sabe qué ocurre en ese momento. El
alimento no se absorbe totalmente; incluso la mejor leche materna deja algún residuo y, además,
está el deterioro natural de los intestinos; cualquiera que sea la causa, el residuo existente
siempre es considerable y debe ser eliminado. Los diversos elementos que constituirán la
deposición van pasando en forma gradual al extremo inferior de los intestinos, en dirección a la
salida que denominamos ano. ¿Cómo se produce todo esto? El material avanza mediante una
serie de contracciones que se producen a todo lo largo de los intestinos. De paso, ¿sabía usted que
la comida debe pasar por un angosto tubo de unos 7 metros de longitud en un adulto? Los
intestinos del bebé tienen unos 4 metros. Más de una vez, alguna madre me ha dicho que "la
comida pasaba directamente por el bebé", pues ella creía que, en cuanto se introducía un
alimento en el bebé, [45] inmediatamente salía por el otro extremo. Se tiene esa impresión, pero
no es correcta. Lo importante es que los intestinos del bebé son sensibles y que la ingestión de
alimentos pone en marcha las ondas de contracción en los intestinos. Cuando éstas alcanzan la
porción inferior, se produce una deposición. Por lo general, esta última porción de los intestinos,
el recto, se encuentra más o menos vacía. Las contracciones se producen cuando el contenido
intestinal es grande, o si el bebé está excitado o si alguna infección ha inflamado el intestino. Sólo
en forma gradual el bebé va adquiriendo una cierta medida de control, y me gustaría explicar este
desarrollo. Al principio podemos imaginar que el recto comienza a llenarse porque hay una gran
cantidad de residuo que espera turno para seguir descendiendo. Probablemente el estímulo real
para el movimiento de los intestinos provenga del proceso digestivo iniciado por la última
ingestión de alimento. Tarde o temprano el recto se llena. El bebé no ha tenido mayores noticias
del proceso mientras éste tenía lugar en la región superior, pero al llenarse el recto, experimenta
una sensación definida que no es desagradable y que le produce el deseo de mover el vientre de
inmediato. Al comienzo no cabe esperar que el bebé retenga el material en el recto. Usted sabe
muy bien que cambiar y lavar pañales ocupa un lugar más que destacado en las primeras etapas
del cuidado del niño. Si el bebé está vestido, el cambio frecuente de pañales es inevitable, pues
una deposición que se mantiene durante largo tiempo en contacto con la piel produce irritación,
en especial si, por una u otra razón, la deposición ha sido muy rápida y, por lo tanto,