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Entre Pantallas Guillermo Orozco

Este documento discute los nuevos horizontes de la educomunicación en la era digital. Señala que las audiencias ya no son solo receptoras, sino que ahora son productoras debido a la interactividad que permiten las pantallas. Esto representa un cambio significativo donde las audiencias se convierten en usuarios. También explica que ahora vivimos en una sociedad de la educación, donde el aprendizaje ocurre de forma no formal e informal a través de la interacción con diferentes pantallas. Finalmente, destaca que los nuevos desafíos de la educom

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Entre Pantallas Guillermo Orozco

Este documento discute los nuevos horizontes de la educomunicación en la era digital. Señala que las audiencias ya no son solo receptoras, sino que ahora son productoras debido a la interactividad que permiten las pantallas. Esto representa un cambio significativo donde las audiencias se convierten en usuarios. También explica que ahora vivimos en una sociedad de la educación, donde el aprendizaje ocurre de forma no formal e informal a través de la interacción con diferentes pantallas. Finalmente, destaca que los nuevos desafíos de la educom

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Entre Pantallas:

Nuevos horizontes de la educomunicación

Por: Guillermo Orozco Gómez (*)

Desde hace varias décadas, una de las utopías de los educomunicadores interesados por la
consolidación de una ciudadanía en los países latinoamericanos ha sido la de contribuir a
formar audiencias participativas, no solamente críticas, frente y a partir de los diferentes
medios de comunicación y sus contenidos. Esa utopía parece posible de alcanzar ahora, sin
que afirmarlo signifique sólo un buen deseo, o un mero desplante idealista producto de un
optimismo tecnológico.

Hoy en día hay varios motivos y condiciones distintas para pensar que la utopía de una
nueva audiencia, receptora y productora a la vez, empieza a realizarse. Pero supondrá un
largo proceso, en el que los desafíos educativos y comunicativos se complejizan. Se
requiere, entre otras muchas cosas, consensuar “nuevos motivos” para educar en general y
para la comunicación, “nuevos enfoques pedagógicos” en un escenario de creciente
espectacularización de la vida, “nuevos estilos comunicativos” frente a ese torrente
informativo y mercantil que parece aplastarnos, y diferentes “destrezas” por ser
desarrolladas, tanto en los educadores como, sobre todo, entre los sujetos que conforman
las audiencias contemporáneas.

En esta perspectiva, el balance después de muchos años de ejercicio educomunicativo


indica que entre todo lo que ha permanecido como desafío, está lo que considero la
“condición comunicacional” de nuestro tiempo, que permite pensar en que el quehacer que
tenemos delante se ha transformado, al transformarse precisamente la dimensión
comunicacional, esto es, la condición de la audiencia de ser predominantemente receptiva
o receptora, a ser una audiencia esencialmente productora, emisora. Es esta “condición
comunicacional” la que permite a los participantes en los procesos comunicativos mediados
por pantallas, deconstruir de manera real o material, y no solo reinterpretar
simbólicamente, los objetos y referentes de su intercambio. Y es también la que modifica
las posibilidades de intervención pedagógica, de diálogo y de generación de conocimientos.

La convergencia tecnológica que actualmente multiplica las combinaciones de formatos,


lenguajes y estéticas en las diversas pantallas y la interactividad posible entre éstas y sus
audiencias, asumida aquí como la condición comunicacional, abre nuevos escenarios y
opciones educativas, que a su vez contribuyen a facilitar otros modos de producción,
intercambio y creación comunicativa a sus audiencias. El cambio de papel o estatus de las
audiencias, que ya se aprecia entre sectores sociales tecnológicamente avanzados, se
manifiesta en un tránsito, donde las audiencias agrupadas en función de la recepción, van
cada vez más siendo definidas en función de su emisión y de su capacidad creciente para la
producción comunicativa. Cambio por el cual las audiencias se van volviendo usuarios, ya
que la interactividad que permiten las nuevas pantallas trasciende la mera interacción
simbólica con ellas. En teoría, ese tránsito posible y, por supuesto deseable de receptores a
emisores, que no es automático como a veces se asume, es quizá uno de los cambios
societales más significativos hoy en día, y en la medida que se concretice, cada vez más
será también el epicentro de otros cambios en el “estar como audiencia” y en especial en el
“ser audiencia”, en la conformación y negociación de identidades y, finalmente, en el
consumo informativo y cultural mismo.

Este tránsito de audiencias receptivas, aunque no pasivas, a audiencias productoras, aunque


no necesariamente creativas o críticas, no es lo mismo que ese otro proceso de “migración
digital”, que algunos colegas han abordado ingenuamente. Ser “migrantes digitales” (en
lugar de “nativos digitales”) tiene como referencia la dimensión digital como detonante del
cambio, pero excluye el estatus anterior de la dimensión analógica. El tránsito a usuario,
por el contrario, conlleva también como referente la dimensión analógica y desde ahí corre
su transformación, lo cual permite aprovechar y capitalizar las comprensiones sobre las
interacciones de agencias y pantallas antes de lo digital. Este tránsito repercute en otros
ámbitos, como el de la generación de conocimientos y saberes, el de la asimilación y
circulación de información y el de la construcción de aprendizajes y de manera particular,
en las formas de entretención, divertimento y generación de emociones y sensaciones. Todo
esto debido a que los referentes comunicativos puestos a circular en pantalla desde
diferentes fuentes de emisión, tantas como usuarios participen, entran a poblar también el
mundo material audiovisual, como visualidades y sonoridades de los intercambios
comunicativos; esto es, como referentes objeto de la interacción societal en general.

Pero ¿cómo estas nuevas opciones de estar y ser audiencia repercuten en los modos de
conocer, aprender y producir conocimiento?, es otro de los grandes interrogantes para la
educación y la investigación de la comunicación del presente y del futuro. Estamos
transitando de una sociedad con sistema educativo a una sociedad de la educación,
entendiendo que lo educativo permea muchas de las interacciones significativas de todos
como sujetos sociales con la información y el conocimiento. La educación ya no sólo es
producto de una enseñanza, ni tampoco sólo la resultante de una escolarización. La
educación también resulta de otras interacciones y encuentros, sobre todo de
descubrimientos y exploraciones de los propios educandos. Vivir en un ecosistema
comunicativo, donde el intercambio con las diferentes pantallas y plataformas requiere
exploración creativa y descubrimientos, hace que estemos siempre en posibilidad de
educarnos, de aprender. El paradigma que estamos abandonando es aquel de la imitación
vía la memorización, las repeticiones o la copia de modelos. El paradigma al que estamos
transitando supone la propia guía del educando, una exploración creativa, ensayo y error, y
finalmente un descubrimiento. Esta lógica de aprender vía exploración creativa es la lógica
propia de las tecnologías contemporáneas. Y la educomunicación entonces deberá
fortalecerla y orientarla.

La creciente interacción con las pantallas nos implica y nos demanda situarnos en el nuevo
paradigma educativo y aprender permanentemente, aunque no seamos siempre totalmente
conscientes de nuestros aprendizajes, ni necesariamente logremos aprovechar todo el
potencial digital a nuestro alcance. En parte porque no pensamos que lo que “adquirimos”
de nuestras interacciones sea precisamente eso, aprendizajes. En parte porque aún domina
la típica idea de que la educación es asunto de la escuela y el sistema educativo y que la
televisión y otras pantallas no educan, sólo divierten. Y en parte porque el aprendizaje no es
monolítico. Aquel que resulta de procesos formales es solo un tipo de aprendizaje, pero hay
muchos que son resultado de procesos no formales e informales. Éstos son los que se
producen de la mayoría de las diversas interacciones de las audiencias y usuarios con las
pantallas.

Si bien se puede decir que más que nunca siempre estamos aprendiendo, no todo lo que
conseguimos vale la pena. La razón, sin embargo, no es porque los aprendizajes
extraescolares sean de menor calidad en sí, sino porque están determinados por diferentes
elementos que persiguen diferentes objetivos, no necesariamente ofrecer un servicio, ni
mucho menos educar. Mucho de lo que se aprende de manera no formal, no ha sido
sancionado colectiva, científica o académicamente. No todo lo que se aprende de manera
informal tenía que aprenderse, no hacía falta. No todo lo que se aprende de las pantallas
está libre de problemas. Por eso uno de los principales esfuerzos de la educomunicación
seguirá siendo problematizar y en su caso afinar, situar y completar o reorientar los
aprendizajes de los educandos en tanto usuarios de múltiples pantallas.

Problematizar conocimientos entre los usuarios no es algo nuevo en la educomunicación,


pero es importante seguir haciéndolo. Los “nuevos desafíos” son muchos. Por nuevos
desafíos habría que entender no solo aquellos estrictamente pedagógicos sino también
nuevos objetos para ser trabajados pedagógicamente, así como nuevas relaciones entre esos
objetos y entre los usuarios. Lo de ”nuevos” tampoco lleva pretensiones descomunales de
novedad e innovación. Más bien busca llamar la atención del lector sobre la urgencia de
incluir tanto otros objetos, como procesos, otras “inteligencias” para ser desarrolladas con
la ayuda de intervenciones pedagógicas apropiadas, que justamente apunten a los desafíos
educativos que se enfrentan con este cambio de estatus de los sujetos participantes en los
procesos mediáticos. Por ejemplo, el desarrollo de la capacidad para seleccionar
información desde las pantallas, a nivel instrumental, semántico y pragmático, y a la vez
eficiente y confiable. Un objeto-meta que anteriormente no se hacía tan necesario saber ni
enseñar, porque la información objeto de la educación ya estaba seleccionada en el libro de
texto. O el fortalecimiento del pensamiento prospectivo que pone énfasis en construir
varios escenarios posibles y deseables y requiere de los pensantes calcular y diseñar los
pasos y las rutas para alcanzarlos o evitarlos, evaluando a su vez las consecuencias de una
decisión u otras. Meta que antes no era tan necesaria ya que el futuro en buena medida
quedaba predefinido por las generaciones adultas para las más jóvenes. El esfuerzo
educativo en general, tiene que asumir que este ámbito educativo alrededor de las pantallas
conlleva un alto índice de ludicidad, como lo hemos enfatizado ya varios autores, y que es
hasta cierto punto novedoso por el potencial de lo digital manifiesto en la interactividad y la
convergencia. Ya no se trataría solamente de buscar elevar el nivel crítico de las audiencias,
como tradicionalmente se ha postulado en algunos esfuerzos de “recepción o lectura
crítica” de los medios, sino más que nada, para elevar la capacidad productiva y creativa y
la calidad de la expresión de los sujetos en los productos que se intercambian alrededor de
las pantallas. Aquí es necesario enfatizar que a partir de las posibilidades de la
interactividad y la convergencia, desde la educación se abre un campo de oportunidad
incalculable para reforzar, ampliar, orientar o profundizar la producción cultural y estimular
la generación de conocimientos y aprendizajes.
En plena época de interactividades y convergencias, siempre en plural, si el estar como
audiencia ha cambiado de manera importante, entonces, el ser audiencia también puede
cambiar, aunque no se desprenda automáticamente de las modificaciones del estar como
audiencia. Hay que considerar que el estar como audiencia se ha ampliado territorialmente,
debido sobre todo a la posibilidad de movilidad y portabilidad de las pantallas más nuevas,
como la del celular y la del Ipod, y en el fondo debido a la alta convergencia en múltiples
sentidos. Ya no hay que estar bajo techo para ver televisión y, por supuesto, que tampoco
hace falta estarlo para video jugar o llamar por teléfono, escuchar música o enviar correos,
o “chatear”.

Pero más allá de esta especie de ubicuidad de las audiencias contemporáneas con sus
pantallas, que incide directamente en la posibilidad de estar en contacto siempre, o
conectados, como participantes de una o varias redes al mismo tiempo, el estar como
audiencia adquiere posibilidades inéditas diversas. Por ejemplo, la posibilidad misma del
contacto permanente multicanal, ya que se diversifica entre la comunicación oral, visual,
audio visual y escrita. Canales comunicativos que si bien como tales ya existían desde
antes, nunca como ahora con la convergencia de las múltiples pantallas estaban siendo los
canales usuales de la conectividad entre los usuarios de estas pantallas. De esta manera, la
comunicación “mono canal” va quedando superada por una comunicación multicanal, o
multimedial que también implica ser multi lingüística, independientemente de otros
cambios en el referente o contenido que se intercambie. Los nuevos esfuerzos de la
educación para la comunicación, entonces, tienen un campo de acción propicio frente a
este tránsito específico del estar siendo audiencia de otras maneras, especialmente porque
esas otras maneras involucran criterios, motivos, fórmulas y expectativas por lo menos
cuestionables, que requieren ser problematizadas en procesos de reflexión crítica, como
parte de procesos mayores de formación de los sujetos usuarios implicados. Pero a la vez,
involucran dimensiones y competencias comunicativas que deben ser potenciadas.

Si hubiera que sintetizar este esfuerzo educativo actual y hacia el futuro, se trataría de
trabajar en esa dimensión del estar- siendo audiencias múltiples y variadas, con la mira de
incidir en el llegar a ser ciudadano, en, desde, con, a través y más allá de las pantallas.

Notas:
* Investigador del Departamento de Estudios de la Comunicación Social, Universidad de
Guadalajara, México.

CEDAL - Centro de Comunicación Educativa Audiovisual


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