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El Caso Del Hotel Imperial

El documento describe cómo un detective privado llamado Emilio Alterno investiga una serie de robos en el Hotel Imperial de Rosario. Alterno sospecha del conserje nocturno Freston, quien es descubierto robando dinero marcado que Alterno dejó como carnada y se lo da a un exjugador de fútbol llamado Misil Masantonio que está en la pobreza.

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El Caso Del Hotel Imperial

El documento describe cómo un detective privado llamado Emilio Alterno investiga una serie de robos en el Hotel Imperial de Rosario. Alterno sospecha del conserje nocturno Freston, quien es descubierto robando dinero marcado que Alterno dejó como carnada y se lo da a un exjugador de fútbol llamado Misil Masantonio que está en la pobreza.

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El caso del Hotel Imperial, de Franco Vaccarini —Viviré con esa cruz, lo sé.

En la Terminal de Ómnibus de Rosario me tomé un taxi, directo al Sabía que el inspector era un hincha fanático de un club rosarino
bar El Cairo. Allí, en una de las mesas más alejadas -el bar es grande como al que los entendidos llaman La Lepra, así que saqué mi as de la manga.
una cancha de fútbol- me esperaba el inspector de policía Augusto
—¿Y cómo andan los leprosos?
Corneta. Tenía la nariz chata, como deshuesada. Era ancho y de modales
corteses: ese tipo de cortesía que puede tener un oso melero al que El hombre suspiró, elevó los ojos y dijo:

acaban, de picarlo quince abejas. —Estamos mal, como este muchacho, que tuvo tardes gloriosas

Mi cliente, uno de los socios del Hotel Imperial, me había en nuestro club, el Misil Masantonio, un delantero que tenía un potente

recomendado verlo ya que ambos estaríamos investigando el mismo caso: disparo con la derecha. Hace tiempo que es noticia porque está en la lona,

los robos de dinero en efectivo a los pasajeros del hotel, cuando se y ahora lo desalojan de su vivienda, no puede pagar ni el alquiler —dijo

ausentaban de sus habitaciones. mostrándome un ejemplar del diario La Capital, con una gran foto de
Masantonio.
Salvo Corneta nadie más debería saber quién era yo. El cliente me
había facilitado cinco mil pesos marcados para usar de carnada en cuanto Simulé una pena honda y mentí:

tuviera un sospechoso firme. —Yo soy leproso desde la cuna, Cometa.

—¿Usted es Emilio Alterno, el querubín que viene de Buenos Aires a El tipo se derritió.
solucionar nuestros problemas? —me recibió Corneta, áspero.
Hablamos media hora de fútbol y hasta me pagó el café. Nos
—El mismo, inspector. despedirnos como hermanos, con un abrazo.

—La policía rosarina no lo necesita, sépalo.


Caminé hasta el hotel y pedí un cuarto. El conserje, un muchacho empleadas de limpieza. Para ellos yo sería un tipo algo aburrido y un poco
de ojos diminutos y orejas rosadas, me preguntó: curioso.

—¿Paga con tarjeta o efectivo? En este momento, las tarjetas Tenía que simular alguna actividad que justificara mi estadía, así
están suspendidas. que me ausentaba algunas horas y me dedicaba a recorrer la peatonal, las
librerías, la costanera; y la costanera, las librerías, la peatonal. Comí pacú
—¿Entonces?
en un restaurante de barrio. Lo llamé a Cometa para pedirle el horario de
—Puede pagar con efectivo. los diez robos. Me citó en El Cairo, habló una hora de fútbol y me dio la

—Muchas gracias. Siempre es bueno poder elegir, para eso es la estadística.

democracia. Comprobé que ocho robos fueron en horario nocturno y dos por

—Acá acostumbramos a cobrar el día por adelantado. la tarde. Hablé por teléfono con mi cliente y le pedí una lista de todos los
empleados del hotel y los horarios en que habían trabajado desde el
—Más democracia, eso es bueno. Le pago una semana.
primer robo a la fecha. Me la mandó por correo electrónico. Un tal
Dejé el bolso en el cuarto y bajé a la confitería, en una mesa con Freston había estado de turno cada una de las noches en que se robó; y
vista a la conserjería. Durante los días siguientes esa mesa fue mi atalaya: había reemplazado a un compañero ausente las dos tardes. Un caso
miraba el movimiento de pasajeros que iban y venían. Noté que algunos sencillo, hasta ahí. Solo un inspector como Cometa podría no haberlo
pagaban con tarjeta de crédito, al irse. Y otros, como yo, en efectivo y resuelto antes.
adelantado.
Freston era el conserje nocturno. Esa noche, simulé una
Patrullaba los pasillos con sigilo, iba al bar, al cuarto, a los pasillos, conversación por el celular, cerca de sus orejas: "Sí, te espero en el bar del
al bar, al cuarto. Conocí los turnos de los conserjes, los camareros, las hotel, venite en una hora y ahí te doy los cinco mil pesos en efectivo que
tengo en la valija".
Freston desapareció. A través de los pasillos apenas iluminados él: Cometa será un mal inspector, pero jamás se quedaría con algo que no
me fue sencillo seguirlo: entró a mi habitación. No necesitaba ver más. le pertenece.
Llamé a Corneta para que estuviera atento y cerca, le dije que ya tenía al
Todavía me quedaba un enigma. Le pregunté a mi agradecido
pez en el anzuelo. Poco después, Freston volvió a su puesto, hizo una
cliente por qué a algunos pasajeros se les permitía el uso de la tarjeta de
llamada, le pidió a un camarero que lo reemplazara y salió del hotel. Lo
crédito, al irse, y a otros solo efectivo y por adelantado.
seguí. No fue un paseo largo: entró a un barcito sucio que se llamaba
Mala Muerte. Se encontró con un sujeto que tenía un vago aire familiar. —Por la cara, Emilio —me respondió.

Le avisé al inspector, que llegó en cinco minutos. —Es una buena estrategia, pero algo desprolija —le dije.

Freston ya le había dado el sobre con mis billetes marcados al No me ofendí para nada. Nadie como yo para hacerse el tonto.
desconocido. En cuanto Cometa los vio, se puso pálido. Los detuvo, pero
con lágrimas en los ojos.

No tardé en enterarme de que el hombre a quien Freston le dio el


dinero era el Misil Masantonio. "Está en la miseria", me dijo Cometa.
Freston, fanático leproso, sabía desde tiempo atrás que su ídolo estaba
fundido, así que robaba para ayudarlo y, de paso, ayudarse a sí mismo:
tenía un frondoso prontuario, como se dice en la jerga policial.

El Misil fue liberado de inmediato; no había cometido ningún


delito. El inspector Cometa decidió organizar una colecta en su beneficio y
comenzó conmigo: le dejé unos pesos. Pongo las manos en el fuego por

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