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Guía de Lectura La Realidad y El Deseo Luis Cernuda Lengua 2023

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LUIS CERNUDA (Sevilla, 1902- Ciudad de México, 1963)

Nació en Sevilla y en su universidad fue alumno de Pedro Salinas. Vivió luego en Madrid y, durante un año,
fue lector en la universidad de Toulouse. Durante la guerra apoyó activamente la causa republicana y en 1938
se exilió. Fue profesor en diversas universidades inglesas y norteamericanas. A partir de 1953 vivió en
México, donde murió en 1963.
Se caracteriza por una personalidad solitaria y dolorida, por una sensibilidad exacerbada y vulnerable. Ni en
su vida ni en su poesía ocultó su condición homosexual, y su conciencia de estar marginado explica en gran
parte su desacuerdo con el mundo y su rebeldía.

1. Introducción
La función del poeta en la obra de Luis Cernuda entronca perfectamente con la tradición romántica, según
la cual el artista aparece como un ser solitario dotado de un don sobrenatural que le permite ver y expresar lo
que otros no pueden. En esta línea, Cernuda se nos presenta como un integrante de una tradición que arranca
con los románticos, sobre todo con los alemanes como Hölderlin, Novalis o Heine y que en España
representa la figura de otro sevillano, Gustavo Adolfo Bécquer.
El poeta es, por tanto, un “elegido”, bien sea por Dios o por el Demonio. Es un ser maldito, marginado por
la sociedad, hecho del que deriva su soledad total.
En el caso de Cernuda, esa condición de maldito, de diferente, viene reforzada por su forma distinta de
entender el amor. Su homosexualidad choca frontalmente con los usos y las normas propias de la sociedad
burguesa a la que pertenece y en la que vive. Como consecuencia del sentimiento de la diferencia, la actitud
del poeta sevillano frente al mundo se definirá por la rebeldía y por el sentimiento de frustración provocado
por el choque constante entre la realidad que vive y el deseo de vivir, de amar, de forma diferente.

2. Tradición y originalidad
Para Cernuda, el respeto a la tradición literaria y la aportación de originalidad en su obra deben ir en perfecto
equilibrio. No se debe dar mayor peso a una o a otra.
Para él, el respeto a la tradición es algo fundamental, pero no entiende esa tradición solamente como el
respeto a la obra de autores españoles, sino que abarca el conjunto de la literatura europea desde Homero.
Entre las presencias de la tradición que más claramente se ven en sus poemas encontramos:

 Garcilaso. Tanto por su métrica (como se ve en el libro Égloga. Elegía. Oda), como por sus temas (el
amor, la visión idealizada de la naturaleza y la presencia de la mitología clásica).
 Bécquer (y los poetas que inician el Simbolismo: Baudelaire, Verlaine, Valery, Mallarmé, Hölderlin). Le
aportan el concepto del poeta como un ser sobrenatural que tiene la capacidad de percibir lo que otros no
pueden.
 Los poetas platónicos (Fray Luis, Eliot). Le aportan la visión de la naturaleza como un mundo de
orden y paz, frente al caos humano.
Junto a todas estas presencias de la tradición cultural europea, Cernuda también tendrá en cuenta la obra de
sus contemporáneos:
 Juan Ramón Jiménez, por la visión subjetiva de la realidad y por la idea de que la verdadera literatura
es aquella que se dirige a la esencia de las cosas, eliminando la superficialidad.
 Los poetas del 27 le enseñan a enfrentarse a la obra literaria desde la perspectiva del Surrealismo.

3. Temas recurrentes en su obra poética


El núcleo temático de la obra de Cernuda es la antítesis entre la realidad y el deseo, hecho que explica que
a partir de 1936 titulara el conjunto de su poesía con esta oposición.
Esta antítesis nace, sin duda, de las peculiares circunstancias vitales del poeta sevillano, pero entronca
perfectamente con lo que en los poetas románticos y simbolistas era la colisión entre la libertad
individual y la sociedad burguesa, además de ser un tema característico de la poesía del siglo XX.
El tema de la realidad frente al deseo podemos concretarlo en la obra de Cernuda en una serie de motivos
temáticos recurrentes:

a) Soledad, aislamiento, marginación y sentimiento de la diferencia.


b) Deseo de encontrar un mundo habitable que no reprima ni ataque al individuo que se siente y se sabe
diferente. En el intento por encontrar ese mundo habitable deseado, a veces el poeta se dirige al pasado, a
la niñez, con lo que enlazamos con el tema de los “paraísos perdidos”, tan característico de la literatura
contemporánea.
1
c) Deseo de encontrar la belleza perfecta, que no esté ensuciada por la realidad, por la materialidad.
d) El amor, como el gran tema cernudiano. Este motivo adopta distintos planteamientos a lo largo de su
obra que podemos reducir a tres momentos:
 Un amor no disfrutado, pero presentido. Entendido más como experiencia literaria, leída. Es lo
que encontramos, principalmente, en el libro Los placeres prohibidos.
 La experiencia amorosa marcada por la insatisfacción, por el dolor y el fracaso, por la
incomprensión. Lo podemos encontrar, principalmente, en el libro Donde habite el olvido.
 El amor como experiencia feliz, exaltada, pero marcada por la brevedad. Así lo leemos en los
Poemas del cuerpo.
e) El tiempo y su discurrir es otro de los grandes temas del poeta sevillano. Vinculados a este motivo
temático encontraremos
 El deseo de juventud eterna, marcada por las experiencias amorosas, por la belleza y por la fuerza
de espíritu que le permite mantener una actitud rebelde frente al mundo que le oprime.
 La nostalgia de la infancia, asociada a la ingenuidad y, por ello, a la felicidad.
 El deseo de eternidad, de llegar a fundirse con la Naturaleza en un universo perfectamente
ordenado.
f) La naturaleza. Es clara la oposición que se produce en los poemas de Cernuda entre el mundo
burgués, contra el que el poeta reacciona de maneras diversas, y el mundo natural, considerado como
un paraíso en el que el artista puede vivir en perfecta armonía. Ese mundo social burgués viene marcado
por el caos, es la realidad, y frente a él, el orden natural, el deseo. Esa naturaleza cernudiana viene
dominada por la espontaneidad y por la proyección libre de los sentimientos y los instintos que en el
ámbito burgués deben ser reprimidos.

4. Evolución poética
Desde 1936 Luis Cernuda reunió sus libros de poemas bajo el único título de La realidad y el deseo, título
que como hemos visto resume temáticamente lo que es el núcleo central de su obra poética. La última
edición de La Realidad y el Deseo que recoge la totalidad de su obra poética fue publicada un año después
de su muerte en México, en 1963.
La evolución poética del autor sigue un curso continuado, sin grandes altibajos, muy ceñido a su curso
biográfico. Es la suya una poesía muy unitaria en la que no es fácil distinguir etapas.

Pese a ello, Carlos Peregrín Otero establece dos etapas en su obra separadas por la línea divisoria
temporal de 1936, año en el que, como hemos visto, aparece la primera edición de La realidad y el deseo.

La primera etapa estaría articulada en tres fases:


 Inicial, que incluiría los libros Perfil del aire y Égloga. Elegía. Oda.
 Surrealista, integrada por Un río, un amor y Los placeres prohibidos.
 Una tercera fase de carácter neorromántico compuesta por el libro Donde habite el olvido.
En la segunda etapa de la obra cernudiana, deberían establecerse dos fases diferentes:
 La poesía de guerra, escrita entre 1936 y 1939.
 La poesía del exilio, iniciada con Las nubes en 1940.

Para Octavio Paz el carácter unitario de la poesía de Cernuda es básico e impide el establecimiento de etapas
evolutivas clara, puesto que debe entenderse como una autobiografía espiritual del poeta y como un
testimonio de la situación del hombre moderno. En ese proceso vital que es la poesía de Cernuda, Octavio
Paz establece cuatro momentos diferentes:
I. Adolescencia, aprendizaje poético y maestría: Perfil del aire y Égloga. Elegía. Oda.
II. Juventud, blasfemia, rebeldía, pasión y amor al amor: Un río, un amor, Los placeres prohibidos,
Donde habite el olvido.
III. Madurez, contemplación de los poderes terrestres y meditación sobre las obras humanas:
Invocaciones, Las nubes, Vivir sin estar viviendo, Como quien espera el alba.
IV. Límite con la vejez, mirada precisa y reflexiva: Con las horas contadas, Desolación de la
quimera.

2
LA REALIDAD Y EL DESEO
ANTOLOGÍA POÉTICA: 39 poemas, 39 años (1924-1962)

Desde 1936, Cernuda reunió sus diversos libros en La realidad y el deseo (las dos palabras que expresan
certeramente el conflicto medular de su vida y de su poesía). Esta obra se fue engrosando con obras nuevas
en ediciones sucesivas hasta alcanzar su versión definitiva en 1964 en Méjico. La poesía de Cernuda es una
poesía de la meditación, y consta de cuatro etapas, según Octavio Paz: los años de aprendizaje, la juventud,
la madurez y el comienzo de la vejez.

ETAPA DE APRENDIZAJE

PRIMERAS POESÍAS [1924-1927]


Primeras poesías (1927) muestra a un poeta elegante en su contemplación elegíaca del mundo. Está dentro
de la poesía pura, con versos cortos y tono adolescente. El escenario que se abre al lector en los poemas de
este libro ofrece poca variedad: un cuarto solitario, casi siempre oscuro, una lámpara y una ventana que da al
exterior. Fuera, el paisaje aún más escueto: apenas se divisa la forma de algún árbol. Predomina la hora
crepuscular, que contribuye a la imprecisión de las formas y el ambiente otoñal: hojas caídas, nubes, frío,
niebla. Dentro del cuarto, un joven solitario: el poeta. El tono general es una melancolía total, subrayada
acumulativamente con expresiones de calma, hastío e indolencia. Y, sin embargo, contiene ya todos los
elementos que definen la esencia de la poesía cernudiana. Se vislumbra ya dos mundos diferentes: el mundo
interior, cerrado, simbolizado en la imagen del cuarto, y el mundo exterior, la realidad al otro lado de la
ventana. Lo que no hay todavía es contacto o conflicto entre los dos.

XVI
La noche a la ventana. Y en límpido reposo
Ya la luz se ha dormido. El cuerpo se contempla.
Guardada está la dicha
En el aire vacío. Acreciente la noche
Sus sombras y su calma,
Levanta entre las hojas, Que a su rosal la rosa
Tú, mi aurora futura; Volverá la mañana.
No dejes que me anegue
El sueño entre sus plumas. Y una vaga promesa
Acunando va el cuerpo.
Pero escapa el deseo En vano dichas busca
Por la noche entreabierta, Por el aire el deseo.

ÉGLOGA, ELEGÍA, ODA [1927-1928]


Égloga, elegía, oda (1927-1928) rinde homenaje a la tradición clásica a la vez que toca algunos temas muy
cernudianos: amor y eros en especial. No es Góngora quien preside estos ejercicios, sino su querido
Garcilaso.

Elegía
Este lugar, hostil a los oscuros Y la pálida lámpara vislumbra
Avances de la noche vencedora, Rosas, venas de azul, grito ligero
Ignorado respira ante la aurora, De un contorno desnudo, prisionero
Sordamente feliz entre sus muros. Tenuemente abolido en la penumbra.

Pereza, noche, amor la estancia quieta ¡Rosas tiernas, amables a la mano


Bajo una débil claridad ofrece. Que un dulce afán impulsa estremecida!
El esplendor sus llamas adormece ¡Venas de ardiente azul! Toda mi vida
En la lánguida atmósfera secreta. Al insensible sueño vuelta en vano.

3
¿Vive o es una sombra, mármol frío Llorando vanamente ven los ojos
En reposo inmortal, pura presencia Ese entreabierto lecho torpe y frío.
Ofreciendo su estéril indolencia
Con un claro, cruel escalofrío? ¡Tibio blancor, jardín fugaz, ardiente,
Donde el eterno fruto se tendía
Al indeciso soplo lento oscila Y el labio alegre, dócil lo mordía
El bulto langoroso: se estremece En un vasto sopor indiferente!
Y del seno la onda oculta crece
Al labio donde nace y se aniquila. De aquel sueño orgulloso en su fecundo,
Espléndido poder, una lejana
¡Oh equívoca delicia! Esa hermosura Forma dormida queda, ausente y vana,
No rinde su abandono a ningún dueño: Entre la sorda soledad del mundo.
Camina desdeñosa por su sueño
Pisando una falaz ribera oscura. Esta insaciable, ávida amargura,
Flecha contra la gloria del amante,
Del obstinado amante fugitiva ¿Enturbia ese sereno diamante
Rompe los delicados, blandos lazos. De la angélica noche, inmóvil, pura?
A la mortal caricia, entre los brazos.
¿Qué pureza tan súbita la esquiva? Mas no. De un nuevo albor el mundo lento
Transparenta tan leve luz dudosa.
...Soledad amorosa. Ocioso yace El pájaro en su rama melodiosa
El cuerpo juvenil perfecto y leve. Alisando está el ala, el dulce acento.
Melancólica pausa. En triste nieve
El ardor soberano se deshace. Ya con rumor suave la belleza
Esperada del mundo otra vez nace.
¿Y qué esperar, Amor? Sólo un hastío, Y su onda monótona deshace
El amargor profundo, los despojos. Este remoto dejo de tristeza.

ETAPA DE JUVENTUD.
En su estancia en Francia lee poesía surrealista, ante la que no permanece indiferente; ello lo libera de sus
represiones psíquicas y sociales.

UN RÍO, UN AMOR [1929]


Un río, un amor (1929), con poemas en alejandrinos sin rima, en versículos... en los que “el malestar y la
osadía” que le atraían del surrealismo se mezclan con sus problemas íntimos.

No intentemos el amor nunca


Aquella noche el mar no tuvo sueño. Su voz atravesando luces, lluvia, frío,
Cansado de contar, siempre contar a tantas olas, Alcanzaba ciudades elevadas a nubes,
Quiso vivir hacia lo lejos, Cielo Sereno, Colorado, Glaciar del infierno,
Donde supiera alguien de su color amargo. Todas puras de nieve o de astros caídos
En sus manos de tierra.
Con una voz insomne decía cosas vagas,
Barcos entrelazados dulcemente Mas el mar se cansaba de esperar las ciudades.
En un fondo de noche, Allí su amor tan sólo era un pretexto vago
O cuerpos siempre pálidos, con su traje de olvido Con sonrisa de antaño,
Viajando hacia nada. Ignorado de todos.

Cantaba tempestades, estruendos desbocados Y con sueño de nuevo se volvió lentamente


Bajo cielos con sombra, Adonde nadie
Como la sombra misma, Sabe de nadie.
Como la sombra siempre Adonde acaba el mundo.
Rencorosa de pájaros estrellas.

4
Todo es por amor
Derriban gigantes de los bosques para hacer un/ Acaso dice menos.
durmiente,
Derriban los instintos como flores, Mas este amor cerrado por ver sólo su forma,
Deseos como estrellas. Su forma entre las brumas escarlata,
Para hacer sólo un hombre con su estigma de/ Quiere imponer la vida, como otoño ascendiendo/
hombre. tantas hojas
Hacia el último cielo,
Que derriben también imperios de una noche, Donde estrellas
Monarquías de un beso, Sus labios dan otras estrellas,
No significa nada; Donde mis ojos, estos ojos,
Que derriben los ojos, que derriben las manos/ Se despiertan en otro.
como estatuas vacías,
La canción del oeste
Jinete sin cabeza, Aptos ya solamente para triste buhardilla.
Jinete como un niño buscando entre rastrojos
Llaves recién cortadas, Lejos canta el oeste,
Víboras seductoras, desastres suntuosos, Aquel oeste que las manos de antaño
Navíos para tierra lentamente de carne, Creyeron apresar como el aire a la luna;
De carne hasta morir igual que muere un hombre. Mas la luna es madera, las manos se liquidan
Gota a gota idénticas a lágrimas.
A lo lejos
Una hoguera transforma en ceniza recuerdos, Olvidemos pues todo, incluso al mismo oeste;
Noches como una sola estrella, Olvidemos que un día las miradas de ahora
Sangre extraviada por las venas un día, Lucirán a la noche, como tantos amantes,
Furia color de amor, Sobre el lejano oeste,
Amor color de olvido, Sobre amor más lejano
.

LOS PLACERES PROHIBIDOS [1931]


En Los placeres prohibidos (1931), la rebelión crece con la abierta reivindicación de la homosexualidad.
Esta obra contiene algunos de los poemas más bellos de Cernuda.

Telarañas cuelgan de la razón


Telarañas cuelgan de la razón Ahora hace falta recoger los trozos de prudencia,
En un paisaje de ceniza absorta; Aunque siempre nos falte alguno;
Ha pasado el huracán del amor, Recoger la vida vacía
Ya ningún pájaro queda. Y caminar esperando que lentamente se llene,
Si es posible, otra vez, como antes,
Tampoco ninguna hoja, De sueños desconocidos y deseos invisibles.
Todas van lejos, como gotas de agua
De un mar cuando se seca, Tú nada sabes de ello,
Cuando no hay ya lágrimas bastantes, Tú estás allá, cruel como el día;
Porque alguien, cruel como un día de sol en/ El día, esa luz que abraza estrechamente un triste/
primavera, muro,
Con su sola presencia ha dividido en dos un/ Un muro, ¿no comprendes?,
cuerpo. Un muro frente al cuál estoy sólo.

No decía palabras
No decía palabras,
Acercaba tan sólo un cuerpo interrogante, La angustia se abre paso entre los huesos,
Porque ignoraba que el deseo es una pregunta Remonta por las venas
Cuya respuesta no existe, Hasta abrirse en la piel,
Una hoja cuya rama no existe, Surtidores de sueño
Un mundo cuyo cielo no existe. Hechos carne en interrogación vuelta a las nubes.
5
Iguales en figura, iguales en amor, iguales en/
Un roce al paso, deseo.
Una mirada fugaz entre las sombras,
Bastan para que el cuerpo se abra en dos, Aunque sólo sea una esperanza
Ávido de recibir en sí mismo Porque el deseo es pregunta cuya respuesta nadie/
Otro cuerpo que sueñe; sabe.
Mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne,

Si el hombre pudiera decir lo que ama


Si el hombre pudiera decir lo que ama, Preso en alguien
Si el hombre pudiera levantar su amor por el/ Cuyo nombre no puedo oír sin escalofrío;
cielo Alguien por quien me olvido de esta existencia/
Como una nube en la luz; mezquina
Si como muros que se derrumban, Por quien el día y la noche son para mí lo que/
Para saludar la verdad erguida en medio, quiera,
Pudiera derrumbar su cuerpo, dejando sólo la/ Y mi cuerpo y espíritu flotan en su cuerpo y/
verdad de su amor, espíritu
La verdad de sí mismo, Como leños perdidos que el mar anega o levanta
Que no se llama gloria, fortuna o ambición, Libremente, con la libertad del amor,
Sino amor o deseo, La única libertad que me exalta,
Yo sería aquel que imaginaba; La única libertad por que muero.
Aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
Proclama ante los hombres la verdad ignorada, Tú justificas mi existencia:
La verdad de su amor verdadero. Si no te conozco, no he vivido;
Si muero sin conocerte, no muero, porque no he/
Libertad no conozco sino la libertad de estar/ vivido.

Los marineros son las alas del amor


Unos cuerpos son como flores
Los marineros son las alas del amor,
Unos cuerpos son como flores, Son los espejos del amor,
Otros como puñales, El mar les acompaña,
Otros como cintas de agua; Y sus ojos son rubios lo mismo que el amor
Pero todos, temprano o tarde, Rubio es también, igual que son sus ojos.
Serán quemaduras que en otro cuerpo se/
agranden, La alegría vivaz que vierten en las venas
Convirtiendo por virtud del fuego a una piedra en/ Rubia es también,
un hombre. Idéntica a la piel que asoman;
No les dejéis marchar porque sonríen
Pero el hombre se agita en todas direcciones, Como la libertad sonríe,
Sueña con libertades, compite con el viento, Luz cegadora erguida sobre el mar.
Hasta que un día la quemadura se borra,
Volviendo a ser piedra en el camino de nadie. Si un marinero es mar,
Rubio mar amoroso cuya presencia es cántico,
Yo, que no soy piedra, sino camino No quiero la ciudad hecha de sueños grises;
Que cruzan al pasar los pies desnudos, Quiero sólo ir al mar donde me anegue,
Muero de amor por todos ellos; Barca sin norte,
Les doy mi cuerpo para que lo pisen, Cuerpo sin norte hundirme en su luz rubia.
Aunque les lleve a una ambición o a una nube,
Sin que ninguno comprenda
Que ambiciones o nubes
No valen un amor que se entrega.

6
Te quiero.
Te quiero. Leves criaturas transparentes
Que se cubren de rubor repentino;
Te lo he dicho con el viento,
Jugueteando como animalillo en la arena Te lo he dicho con el agua,
O iracundo como órgano tempestuoso; Vida luminosa que vela un fondo de sombra;

Te lo he dicho con el sol, Te lo he dicho con el miedo,


Que dora desnudos cuerpos juveniles Te lo he dicho con la alegría,
Y sonríe en todas las cosas inocentes; con el hastío, con las terribles palabras.

Te lo he dicho con las nubes, Pero así no me basta:


Frentes melancólicas que sostienen el cielo, Más allá de la vida,
Tristezas fugitivas; Quiero decírtelo con la muerte;
Más allá del amor,
Te lo he dicho con las plantas, Quiero decírtelo con el olvido.

DONDE HABITE EL OLVIDO [1932-1933]


Donde habite el olvido (1934) es un libro neorromántico, muy becqueriano, que desarrolla una elegía
amorosa. Abandona el lenguaje surrealista para encontrar su tono más personal. El título está inspirado por
un desolado verso de Bécquer. Desolado y terrible (“No sé nada, no quiero nada, no espero nada. Y aun si
pudiera esperar algo, solo sería morir allí donde no hubiese penetrado aún esta grotesca civilización que
envanece a los hombres”) es, en efecto, todo este libro, que luego produciría a su mismo autor “rubor y
humillación”, por su sinceridad desgarrada.

“Como los erizos, ya sabéis, los hombres un día sintieron su frío. Y quisieron compartirlo. Entonces
inventaron el amor. El resultado fue, ya sabéis, como en los erizos.
¿Qué queda de las alegrías y penas del amor cuando éste desaparece? Nada, o peor que nada; queda el
recuerdo de un olvido. Y menos mal cuando no lo punza la sombra de aquellas espinas; de aquellas
espinas, ya sabéis.
Las siguientes páginas son el recuerdo de un olvido.”

Donde habite el olvido


Donde habite el olvido, Allí donde termine este afán que exige un dueño a/
En los vastos jardines sin aurora; imagen suya,
Donde yo sólo sea Sometiendo a otra vida su vida,
Memoria de una piedra sepultada entre ortigas Sin más horizonte que otros ojos frente a frente.
Sobre la cual el viento escapa a sus insomnios.
Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Donde mi nombre deje Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Al cuerpo que designa en brazos de los siglos, Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Donde el deseo no exista. Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.
En esa gran región donde el amor, ángel terrible,
No esconda como acero Allá, allá lejos;
En mi pecho su ala, Donde habite el olvido.
Sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el/
tormento.

Como una vela sobre el mar


Como una vela sobre el mar También tu forma misma,
Resume ese azulado afán que se levanta Ángel, demonio, sueño de un amor soñado,
Hasta las estrellas futuras, Resume en mí un afán que en otro tiempo/
Hecho escala de olas levantaba
Por donde pies divinos descienden al abismo, Hasta las nubes sus olas melancólicas.
7
Sintiendo todavía los pulsos de ese afán, Deseando perdidamente
Yo, el más enamorado, Descender, como los ángeles aquellos por la/
En las orillas del amor, escala de espuma,
Sin que una luz me vea Hasta el fondo del mismo amor que ningún/
Definitivamente muerto o vivo, hombre ha visto.
Contemplo sus olas y quisiera anegarme,

Esperé un Dios en mis días


Esperé un dios en mis días Soy eco de algo;
Para crear mi vida a su imagen, Lo estrechan mis brazos siendo aire,
Mas el amor, como un agua, Lo miran mis ojos siendo sombra,
Arrastra afanes al paso. Lo besan mis labios siendo sueño.

Me he olvidado a mí mismo en sus ondas; He amado, ya no amo más;


Vacío el cuerpo, doy contra las luces; He reído, tampoco río.
Vivo y no vivo, muerto y no muerto;
Ni tierra ni cielo, ni cuerpo ni espíritu.

Yo fui
Yo fui. Fui luz un día
Arrastrado en la llama.
Columna ardiente, luna de primavera,
Mar dorado, ojos grandes. Como un golpe de viento
Que deshace la sombra,
Busqué lo que pensaba; Caí en lo negro,
Pensé, como al amanecer en sueño lánguido, En el mundo insaciable.
Lo que pinta el deseo en días adolescentes.
He sido.
Canté, subí,

Adolescente fui en días idénticos a nubes


Adolescente fui en días idénticos a nubes, Ni gozo ni pena; fui niño
Cosa grácil, visible por penumbra y reflejo, Prisionero entre muros cambiantes;
Y extraño es, si ese recuerdo busco, Historias como cuerpos, cristales como cielos,
Que tanto, tanto duela sobre el cuerpo de hoy. Sueño luego, un sueño más alto que la vida.
Perder placer es triste Cuando la muerte quiera
Como la dulce lámpara sobre el lento nocturno; Una verdad quitar de entre mis manos,
Aquel fui, aquel fui, aquel he sido… Las hallará vacías, como en la adolescencia,
Era la ignorancia mi sombra. Ardientes de deseo, tendidas hacia el aire.

No es el amor quien muere


No es el amor quien muere, Fantasmas de la pena,
Somos nosotros mismos. A lo lejos, los otros,
Los que ese amor perdieron,
Inocencia primera Como un recuerdo en sueños,
Abolida en deseo, Recorriendo las tumbas
Olvido de sí mismo en otro olvido, Otro vacío estrechan.
Ramas entrelazadas,
¿Por qué vivir si desaparecéis un día? Por allá van y gimen,
Muertos en pie, vidas tras de la piedra,
Sólo vive quien mira Golpeando la impotencia,
Siempre ante sí los ojos de su aurora, Arañando la sombra
Sólo vive quien besa Con inútil ternura.
Aquel cuerpo de ángel que el amor levantara.
No, no es el amor quien muere.

8
INVOCACIONES [1934-1935]
Invocaciones (1934–1935) cierra su poesía anterior a la guerra. Presenta al neorromántico dilatándose en
amplios poemas que celebran las glorias del mundo y exaltan la misión del poeta. Destacan en él varios
largos poemas, como el espléndido Soliloquio del farero, uno de los poemas más hermosos que se hayan
escrito sobre el tema de la soledad. Este largo poema constituye también un balance de su vida hasta el
momento (1934-35). Por otra parte, en las tres últimas estrofas proclama su amor a la humanidad.

Soliloquio del farero


Cómo llenarte, soledad, Por ti me encuentro ahora, constelados hallazgos,
Sino contigo misma. Limpios de otro deseo,
El sol, mi dios, la noche rumorosa,
De niño, entre las pobres guaridas de la/ La lluvia, intimidad de siempre,
tierra, El bosque y su alentar pagano,
Quieto en ángulo oscuro, El mar, el mar como su nombre hermoso;
Buscaba en ti, encendida guirnalda, Y sobre todos ellos,
Mis auroras futuras y furtivos nocturnos, Cuerpo oscuro y esbelto,
Y en ti los vislumbraba, Te encuentro a ti, tú, soledad tan mía,
Naturales y exactos, también libres y fieles, Y tú me das fuerza y debilidad
A semejanza mía, Como al ave cansada los brazos de la piedra.
A semejanza tuya, eterna soledad.
Acodado al balcón miro insaciable el oleaje,
Me perdí luego por la tierra injusta Oigo sus oscuras imprecaciones,
Como quien busca amigos o ignorado/ Contemplo sus blancas caricias;
amantes; Y erguido desde cuna vigilante
Diverso con el mundo, Soy en la noche un diamante que gira advirtiendo/
Fui luz serena y anhelo desbocado, a los hombres,
Y en la lluvia sombría o en el sol evidente
Quería una verdad que a ti te traicionase, Por quienes vivo, aun cuando no los vea;
Olvidando en mi afán Y así, lejos de ellos,
Cómo las alas fugitivas su propia nube/ Ya olvidados sus nombres, los amo en/
crean. muchedumbres,
Roncas y violentas como el mar, mi morada,
Y al velarse a mis ojos Puras ante la espera de una revolución ardiente
Con nubes sobre nubes de otoño/ desbordado O rendidas y dóciles, como el mar sabe serlo
La luz de aquellos días en ti misma entrevistos, Cuando toca la hora de reposo que su fuerza/
Te negué por bien poco; conquista.
Por menudos amores ni ciertos ni fingidos,
Por quietas amistades de sillón y de gesto, Tú, verdad solitaria,
Por un nombre de reducida cola en un mundo/ Transparente pasión, mi soledad de/
fantasma, siempre,
Por los viejos placeres prohibidos Eres inmenso abrazo;
Como los prometidos nauseabundos El sol, el mar,
Útiles solamente para el elegante salón susurrado, La oscuridad, la estepa,
En bocas de mentira y palabras de hielo. El hombre y su deseo,
Por ti me encuentro ahora el eco de la antigua/ La airada muchedumbre,
persona ¿Qué son sino tú misma?
Que yo fui,
Que yo mismo manché con aquellas juveniles/ Por ti, mi soledad, los busqué un día;
traiciones; En ti, mi soledad, los amo ahora.

9
ETAPA DE MADUREZ, LA GUERRA Y LOS PRIMEROS TIEMPOS DE SU DESTIERRO.

LAS NUBES [1937-1940]


Las nubes (1937-1940), uno de los más bellos libros de poesía sobre la Guerra Civil, donde lo elegíaco
alcanza su plenitud. Hay en este libro algunos poemas inspirados por la realidad del momento: así un poema
a la muerte de García Lorca y dos “elegías españolas”. Junto a ello aparecen ciertos acentos religiosos que no
estarán ausentes en libros posteriores.

Elegía española
Dime, háblame Dueña de afanes muertos;
Tú, esencia misteriosa Tierna, amorosa has sido con nuestro afán/
De nuestra raza viviente,
Tras de tantos siglos, Compasiva ante nuestra desdicha de efímeros.
Hálito creador ¿Supiste acaso si de ti éramos dignos?
De los hombres hoy vivos, Contempla ahora a través de las lágrimas:
A quienes veo por el odio impulsados Mira cuántos traidores,
Hasta ofrecer sus almas Mira cuántos cobardes
A la muerte, la patria más profunda. Lejos de ti en fuga vergonzosa,
Renegando tu nombre y tu regazo,
Cuando la primavera vieja Cuando a tus pies, mientras la larga espera,
Vuelve a tejer su encanto Si desde el suelo alzamos hacia ti la mirada
Sobre tu cuerpo inmenso, Tus hijos sienten oscuramente
¿Cuál ave hallará nido La recompensa de estas horas fatídicas.
Y qué savia una rama
Donde brotar con verde impulso? No sabe qué es la vida
¿Qué rayo de la luz alegre, Quien jamás alentó bajo la guerra.
Qué nube sobre el campo solitario, Ella sobre nosotros sus densas alas cierne
Hallarán agua, cristal de viejo hogar en calma Y oigo su silbido helado
Donde reflejen su irisado juego? Y veo los bruscos muertos
……………………….. Caer sobre la hierba calcinada,
Háblame, madre; Mientras el cuerpo mío
Y al llamarte así, digo Sufre y lucha con unos enfrente de esos otros.
Que ninguna mujer lo fue de nadie
Como tú lo eres mía. No sé qué tiembla y muere en mí
Háblame, dime Al verte así dolida y solitaria.
Una sola palabra en estos días lentos, En ruinas los claros dones
En lo días informes De tus hijos a través de los siglos,
Que frente a ti se esgrimen Porque mucho he amado tu pasado,
Como cuchillo amargo, Resplandor victorioso entre sombra y olvido.
Entre las manos de tus propios hijos.
Tu pasado eres tú
No te alejes así, ensimismada Y al mismo tiempo eres
Bajo los largos velos cenicientos La aurora que aún no alumbra nuestros/ campos.
Que nos niegan tus ojos anchos ojos bellos. Tú sola sobrevives,
Esas flores caídas, Aunque venga la muerte
Pétalos rotos entre sangre y lodo, Sólo en ti está la fuerza
En tus manos estaban luciendo eternamente De hacernos esperar a ciegas el futuro.
Desde siglos atrás, cuando mi vida
Era un sueño en la mente de los dioses. Que por encima de estos y esos muertos
Y encima de estos y esos vivos que combaten
Eres tú, son tus ojos lo que busca Algo advierte que tú sufres con todos;
Quien te llama luchando con la muerte, Y su odio, su crueldad, su lucha,
A ti, remota y enigmática Ante ti vanos son como sus vidas,
Madre de tantas almas idas Porque tú eres eterna
Que te legaron, con un fulgor de piedra clara, Y sólo los creaste
Su afán de eternidad cifrado en hermosura. Para la paz y gloria de su estirpe.
Pero no eres tan sólo
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Impresión de destierro
Fue la pasada primavera, En los labios de alguno,
Hace ahora casi un año, Allá por los rincones
En un salón del viejo Temple, en Londres. Donde los viejos juntos susurraban,
Con viejos muebles. Las ventanas daban, Densa como una lágrima cayendo,
Tras edificios viejos, a lo lejos, Brotó de pronto una palabra: España.
Entre la hierba el gris relámpago del río. Un cansancio sin nombre
Todo era gris y estaba fatigado Rodaba en mi cabeza.
Igual que el iris de una perla enferma. Encendieron las luces. Nos marchamos.
Eran señores viejos, viejas damas, Tras largas escaleras casi a oscuras
En los sombreros plumas polvorientas; Me hallé luego en la calle,
Un susurro de voces allá por los rincones, Y a mi lado, al volverme,
Junto a mesas con tulipanes amarillos, Vi otra vez a aquel hombre silencioso,
Retratos de familia y teteras vacías. Que habló indistinto algo
La sombra que caía Con acento extranjero,
Con un olor a gato, Un acento de niño en voz envejecida.
Despertaba ruidos en cocinas. Andando me seguía
Un hombre silencioso estaba Como si fuera solo bajo un peso invisible,
Cerca de mí. Veía Arrastrando la losa de su tumba;
La sombra de su largo perfil algunas veces Mas luego se detuvo.
Asomarse abstraído al borde de la taza, «¿España?», dijo. «Un nombre.
Con la misma fatiga España ha muerto.» Había
Del muerto que volviera Una súbita esquina en la calleja.
Desde la tumba a una fiesta mundana. Le vi borrarse entre la sombra húmeda.

Gaviotas en los parques


Dueña de los talleres, las fábricas, los bares, Un viento de infortunio o una mano inconsciente,
Todas piedras oscuras bajo un cielo sombrío, De los puertos nativos, tierra adentro las trajo.
Silenciosa a la noche, los domingos devota,
Es la ciudad levítica que niega sus pecados. Lejos quedó su nido de los mares, mecido por/
El verde turbio de la hierba y los árboles tormentas
Interrumpe con parques los edificios uniformes, De invierno, en calma luminosa los veranos.
Y en la naturaleza sin encanto, entre la lluvia, Ahora su queja va, como el grito de almas en/
Mira de pronto, penacho de locura, las gaviotas. destierro.
¿Por qué, teniendo alas, son huéspedes del humo, Quien con alas las hizo, el espacio les niega.
El sucio arroyo, los puentes de madera de estos/
parques?

Un español habla de su tierra


Las playas, parameras Y allí la voz dispuso
Al rubio sol durmiendo, Que hablase tu silencio.
Los oteros, las vegas
En paz, a solas, lejos; Contigo solo estaba,
En ti sola creyendo;
Los castillos, ermitas, Pensar tu nombre ahora
Cortijos y conventos, Envenena mis sueños.
La vida con la historia,
Tan dulces al recuerdo, Amargos son los días
De la vida, viviendo
Ellos, los vencedores Sólo una larga espera
Caínes sempiternos, A fuerza de recuerdos.
De todo me arrancaron.
Me dejan el destierro. Un día, tú ya libre
De la mentira de ellos,
Una mano divina Me buscarás. Entonces
Tu tierra alzó en mi cuerpo ¿Qué ha de decir un muerto?

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COMO QUIEN ESPERA EL ALBA [1941-1944]

Prolonga tono y estilo en Como quien espera el alba (1941-1944). Obsesionado con sus recuerdos
sevillanos, elabora en prosa Ocnos (1. ª ed. en 1942, luego ampliada: 1949 y 1963), esencial para entender su
mitología del Edén perdido.

Tierra nativa
Es la luz misma, la que abrió mis ojos El susurro del agua alimentando,
Toda ligera y tibia como un sueño, Con su música insomne el silencio,
Sosegada en colores delicados Los sueños que la vida aún no corrompe,
Sobre las formas puras de las cosas. El futuro que espera como página blanca.

El encanto de aquella tierra llana, Todo vuelve otra vez vivo a la mente,
Extendida como una mano abierta, Irreparable ya con el andar del tiempo,
Adonde el limonero encima de la fuente Y su recuerdo ahora me traspasa
Suspendía su fruto entre el ramaje. El pecho tal puñal fino y seguro.

El muro viejo en cuya barda abría Raíz del tronco verde, ¿quién la arranca?
A la tarde su flor la enredadera, Aquel amor primero, ¿quién lo vence?
Y al cual la golondrina en el verano Tu sueño y tu recuerdo, ¿quién lo olvida,
Tornaba siempre hacia su antiguo nido. Tierra nativa, más mía cuanto más lejana?

Góngora
El andaluz envejecido que tiene gran razón para su orgullo,
El poeta cuya palabra lúcida es como diamante,
Harto de fatigar sus esperanzas por la corte,
Harto de su pobreza noble que le obliga
A no salir de casa cuando el día, sino al atardecer, ya que las sombras
Más generosas que los hombres, disimulan
En la común tiniebla parda de las calles
La bayeta caduca de su coche y el tafetán delgado de su traje;
Harto de pretender favores de magnates,
Su altivez humillada por el ruego insistente,
Harto de los años tan largos malgastados
En perseguir fortuna lejos de Córdoba la llana y de su muro excelso,
Vuelve al rincón nativo para morir tranquilo y silencioso.

Ya restituye el alma a soledad sin esperar de nadie


Si no es de su conciencia, y menos todavía
De aquel sol invernal de la grandeza
Que no atempera el frío del desdichado,
Y aprende a desearles buen viaje
A príncipes, virreyes, duques altisonantes,
Vulgo luciente no menos estúpido que el otro;
Ya se resigna a ver pasar la vida tal sueño inconsistente
Que el alba desvanece, a amar el rincón solo
Adonde conllevar paciente su pobreza,
Olvidando que tantos menos dignos que él, como la bestia ávida
Toman hasta saciarse la parte mejor de toda cosa,
Dejándole la amarga, el desecho del paria.

Pero en la poesía encontró siempre, no tan solo hermosura, sino ánimo,


La fuerza del vivir más libre y más soberbio,
Como un neblí que deja el puño duro para buscar las nubes
Traslúcidas de oro allá en el cielo alto.
12
Ahora al reducto último de su casa y su huerto le alcanzan todavía
Las piedras de los otros, salpicaduras tristes
Del aguachirle caro para las gentes
Que forman el común y como público son árbitro de gloria.
Ni aun esto Dios le perdonó en la hora de su muerte.

Decretado es al fin que Góngora jamás fuera poeta,


Que amó lo oscuro y vanidad tan solo le dictó sus versos.
Menéndez y Pelayo, el montañés henchido por sus dogmas,
No gustó de él y le condena con fallo inapelable.

Viva pues Góngora, puesto que así los otros


Con desdén le ignoraron, menosprecio
Tras del cual aparece su palabra encendida
Como estrella perdida en lo hondo de la noche,
Como metal insomne en las entrañas de la tierra.
Ventaja grande es que esté ya muerto
Y que de muerto cumpla los tres siglos, que así pueden
Los descendientes mismos de quienes le insultaban
Inclinarse a su nombre, dar premio al erudito,
Sucesor del gusano, royendo su memoria.
Mas él no transigió en la vida ni en la muerte
Y a salvo puso su alma irreductible.
Como demonio arisco que ríe entre negruras.
Y a salvo puso su alma irreductible.
Como demonio arisco que ríe entre negruras.

Gracias demos a Dios por la paz de Góngora vencido;


Gracias demos a Dios por la paz de Góngora exaltado;
Gracias demos a Dios, que supo devolverle (como hará con nosotros),
Nulo al fin, ya tranquilo, entre su nada.

El indolente
Con hombres como tú el comercio sería Tras de las rejas bajas, si una mujer quisiera
Cosa leve y tan pura que, sin sudor ni sangre Para su gracia oculta tal vez la fresca gala
De ninguno comprada, dejaría a la tierra De una flor, y prenderla en su pelo o en su pecho.
Intactos sus veneros. Pero a tu pobreza Donde ha de parecer nieve sobre la tierra,
El comercio podría allanarle un camino. Una moneda a cambio dejaría en tus manos.

Durante las tardes meridionales del verano, Así, al ponerse la tarde, tú podrías
A través de una clara ciudad, solas las calles, De un vino trasparente beber el calor rubio,
Llevaría en cestillo guirnaldas de jazmines, Mordiendo la delicia de un pan y de una fruta,
Y magnolias, por un nido fragante de hojas/ Y luego silencioso, tendido junto al río,
verdes Ver latir en la honda noche las estrellas.
Oculto su blancor, como alas de paloma.

Amando en el tiempo
El tiempo, insinuándose en tu cuerpo Pero la vida solos la aprendemos,
Como nube de polvo en fuente pura, Y placer y dolor se ofrecen siempre
Aquella gracia antigua desordena Tal mundo virgen para hombre;
Y clava en mí pena silenciosa. Así mi pena inculta es nueva ahora.

Otros antes que yo vieron un día, Nueva como lo fuese al primer hombre,
Y otros luego verán, cómo decae Que cayó con su amor del paraíso,
La amada forma esbelta, recordando Cuando viera, su cielo ya vencido
De cuánta gloria es cifra un cuerpo hermoso. Por sombras, decaer el cuerpo amado.

13
ETAPA MEXICANA
En México se desarrolla su última etapa. Allí compondría: Variaciones sobre tema mexicano (1952), Vivir
sin estar viviendo (1944–1949), Con las horas contadas (1950–1956), Desolación de la quimera (1962).
Algunos de estos títulos hablan por sí solos de su incurable amargura, pocas veces rota por momentos
pasajeros de exaltación o serenidad. A veces, aparece en ellos el tema de la patria perdida, recordada con
añoranza o rechazada con desesperación de desarraigado. Otras veces, evoca la Grecia clásica y pagana,
mundo edénico que le hubiera sido habitable (temática recogida de los clásicos o de Hölderlin). En estos
libros, prosigue la depuración estilística iniciada antes de la guerra y alcanza la plena madurez de una lengua
poética fundada, no ya en la riqueza de imágenes, sino en la hondura de sugerencias.

VIVIR SIN ESTAR VIVIENDO [1944-1949]

La sombra
Al despertar de un sueño, buscas Sin voz le llamas, cuántas veces;
Tu juventud, como si fuera el cuerpo Olvidado que de su mocedad se alimentaba
Del camarada que durmiese Aquella pena aguda, la conciencia
A tu lado y que al alba no encuentras. De tu vivir de ayer. Ahora,

Ausencia conocida, nueva siempre, Ida también, es sólo


Con la cual no te hallas. Y aunque acaso Un vago malestar, una inconsciencia
Hoy tú seas más de lo que era Acallando el pasado, dejando indiferente
El mozo ido, todavía Al otro que tú eres, sin pena, sin alivio.

Ser de Sansueña
Acaso allí estará, cuatro costados La pueblan; dando terratenientes y toreros,
Bañados en los mares, al centro la meseta Curas y caballistas, vagos y visionarios,
Ardiente y andrajosa. Es ella, la madrastra Guapos y guerrilleros. Tú compatriota,
Original de tantos, como tú, dolidos Bien que ello te repugne, de su fauna.
De ella y por ella dolientes.
Las cosas tienen precio. Lo es del poderío
Es la tierra imposible, que a su imagen te hizo La corrupción, del amor la no correspondencia;
Para de sí arrojarte. En ella el hombre Y ser de aquella tierra lo pagas con no serlo
Que otra cosa no pudo, por error naciendo, De ninguna: deambular, vacuo y nulo,
Sucumbe de verdad, y como en pago Por el mundo, que a Sansueña y sus hijos desconoce.
Ocasional de otros errores inmortales.
Si en otro tiempo hubiera sido nuestra.
Inalterable, en violento claroscuro, Cuando gentes extrañas la temían y odiaban,
Mírala, piénsala. Árida tierra, cielo fértil, Y mucho era ser de ella; cuando toda
Con nieves y resoles, riadas y sequías; Su sinrazón congénita, ya locura hoy,
Almendros y chumberas, espartos y naranjos Como admirable paradoja se imponía.
Crecen en ella, ya desierto, ya oasis.
Vivieron muerte, sí, pero con gloria
Junto a la iglesia está la casa llana, Monstruosa. Hoy la vida morimos
Al lado del palacio está la timba, En ajeno rincón. Y mientras tanto
El alarido ronco junto a la voz serena, Los gusanos, de ella y su ruina irreparable,
El amor junto al odio, y la caricia junto Crecen, prosperan.
A la puñalada. Allí es extremo todo.
Vivir para ver esto.
La nobleza plebeya, el populacho noble, Vivir para ser esto.

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Viendo volver
Irías, y verías Así, con pasmo indiferente,
Todo igual, cambiado todo, Como llevado de una mano,
Así como tú eres Llegarías al mundo
El mismo y otro. ¿Un río Que fue tuyo en otro tiempo,
A cada instante Y allí le encontrarías,
No es él y diferente? Al tú de ayer, que es otro hoy.

Irías, en apariencia Impotente, extasiado,


Distraído y aburrido Y sólo, como un árbol,
En secreto, mirando, Le verías, el futuro
Pues el mirar es solo Soñando, sin presente,
La forma en que persiste A espera del amigo,
El antiguo deseo. Cuando el amigo es él y en él le espera.

Mirando, estimarías Al verle, tú querrías


(La mirada acaricia Irte, ajeno entonces,
Fijándose o desdeña Sin nada que decirle,
Apartándose) irreparable todo Pensando que la vida
Ya, y perdido, o ganado Era una burla delicada,
Acaso, quién lo sabe. Y que debe ignorarlo el mozo hoy.

CON LAS HORAS CONTADAS [1950-1956]


Con las horas contadas (1950–1956), que en ediciones posteriores incorporará Poemas para un cuerpo
(Málaga, 1957). Es perceptible la sustitución de la anterior musicalidad elegante, garcilasiana, por un ritmo
seco, duro, y por la renuncia a toda ornamentación en favor del concepto.

Nocturno yanqui
La lámpara y la cortina Tomas un libro. Mas piensas
Al pueblo en su sombra excluyen. Que has leído demasiado
Sueña ahora, Con los ojos,
Si puedes, si te contentas Y a tus años la lectura
Con sueños, cuando te faltan Mejor es recuerdo de unos
Realidades. Libros viejos,
Pero con nuevo sentido.
Estás aquí, de regreso
Del mundo, ayer vivo, hoy ¿Qué hacer? Porque tiempo hay.
Cuerpo en pena. Es temprano.
Esperando locamente, Todo el invierno te espera,
Alrededor tuyo, amigos Y la primavera entonces.
Y sus voces. Tiempo tienes.

Callas y escuchas. No. Nada ¿Mucho? ¿Cuánto? ¿Y hasta cuándo


Oyes, excepto tu sangre, El tiempo al hombre le dura?
Su latido “No, que es tarde,
Incansable, temeroso; Es tarde”, repite alguno
Y atención prestas a otra Dentro de ti, que no eres.
Cosa inquieta. Y suspiras.

Es la madera, que cruje; La vida en tiempo se vive,


Es el radiador, que silba. Tu eternidad es ahora,
Un bostezo. Porque luego
Pausa. Y el reloj consultas: No habrá tiempo para nada
Todavía temprano para Tuyo. Gana tiempo. ¿Y cuándo?
Acostarte.
Alguien dijo:
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“El tiempo y yo para otros Lo mejor que has sido, diste,
Dos”. ¿Cuáles dos? ¿Dos lectores Lo mejor de tu existencia,
De mañana? Mas tus lectores, si nacen, A una sombra:
Y tu tiempo, no coinciden. Al afán de hacerte digno,
Estás solo Al deseo de excederte,
Frente al tiempo, con tu vida Esperando
Sin vivir. Siempre mañana otro día
Que, aunque tarde, justifique
Remordimiento. Tu pretexto.
Fuiste joven,
Pero nunca lo supiste Cierto que tú te esforzaste
Hasta hoy, que el ave ha huido Por sino y amor de una
De tu mano. Criatura,
Mito moceril, buscando
La mocedad dentro duele, Desde siempre, y al servirla,
Tú su presa vengadora, Ser quien eres.
Conociendo
Que, pues no le va esta cara Y al que eras le has hallado.
Ni el pelo blanco, es inútil ¿Mas es la verdad del hombre
Por tardía. Para él solo,
Como un inútil secreto?
El trabajo alivia a otros ¿Por qué no poner la vida
De lo que no tiene cura, A otra cosa?
Según dicen.
¿Cuántos años ahora tienes Quien eres, tu vida era;
De trabajo? ¿Veinte y pico Uno sin otro no sois,
Mal contados? Tú lo sabes.
Y es fuerza seguir, entonces,
Trabajo fue que no compra Aun el miraje perdido,
Para ti la independencia Hasta el día
Relativa. Que la historia se termine,
A otro menester el mundo, Para ti al menos.
Generoso como siempre,
Te demanda. Y piensas
Que así vuelves
Y profesas pues, ganando Donde estabas al comienzo
Tu vida, no con esfuerzo, Del soliloquio: contigo
Con fastidio. y sin nadie.
Nadie enseña lo que importa,
Que eso ha de aprenderlo el hombre Mata la luz, y a la cama.
Por sí solo.

In memoriam A.G.
Con él, su vida entera coincidía, Roto el mágico encanto de las cosas,
Toda promesa y realidad iguales, Si en soledad alzabas la cabeza,
La mocedad austera vuelta apenas Sonreír le veías tras sus libros.
Gozosa madurez, tan demoradas Ya entre ellos y tú falta de sombra,
Como día estival. Así olvidaste, Falta su sombra noble ya en la vida.
Amando su existir, temer su muerte.
Usándonos a ciegas todo sigue,
Pero su muerte, al allegarle ahora, Aunque unos pocos, como tú, os digáis:
Calló la voz que cerca nunca oíste, Lo que con él termina en nuestro mundo
A cuyos ecos despertaron tantos No volverá a este mundo. Y no hay consuelo,
Sueños del mundo en ti nunca vividos, Que el tiempo es duro y sin virtud los hombres.
Hoy no soñados porque ya son vida. Bien pocos seres que admirar te quedan.
Cuando para seguir nos falta aliento,
16
Otra fecha
Aires claros, nopal y palma, Porque lo ido está bien ido,
En los alrededores, saben, Como lo muerto está bien muerto.
Si no igual, casi igual a como
La tierra tuya aquella antes. El futuro, a pesar de todo,
Usa un señuelo que te engaña:
También tú igual me pareces, El sí y el no de azar no usado,
O casi igual, al que antes eras: El no sé qué donde algo aguarda.
En él casi sólo consiste,
De ayer a hoy, la diferencia. Tú lo sabes, aunque tan tibio
Es tu vivir entre la gente,
En tu hoy más que precario Pues si nada crees, aun queriendo,
Nada anterior echas de menos, Aun sin querer crees a veces.

Sombra de mí
Bien sé yo que esta imagen Y aunque conozco eso, luego pienso
Fija siempre en la mente Que sin ti, sin el raro
No eres tú, sino sombra Pretexto que me diste,
Del amor que en mí existe Mi amor, que afuera está con su ternura,
Antes que el tiempo acabe. Allá dentro de mí hoy seguiría
Dormido todavía y a la espera,
Mi amor así visible me pareces, De alguien que, a su llamada,
Por mí dotado de esa gracia misma Le hiciera al fin latir gozosamente.
Que me hace sufrir, llorar, desesperarme
De todo a veces, mientras otras Entonces doy las gracias y te digo:
Me levanta hasta el cielo en nuestra vida, Para esto vine al mundo, y a esperarte;
Sintiendo las dulzuras que guardan Para vivir por ti, como tú vives
Solo a los elegidos tras el mundo. Por mí, aunque no lo sepas,
Por este amor tan hondo que te tengo.

Precio de un cuerpo
Cuando algún cuerpo hermoso, Una sombra perfecta
Como el tuyo, nos lleva De aquél afán, que es del amante, mío.
Tras de sí, él mismo no comprende,
Sólo el amante y el amor lo saben Si yo hablase
(Amor, terror de soledad humana.) Cómo el amor depara
Su razón al vivir y su locura,
Esta humillante servidumbre, Tú no comprenderías.
Necesidad de gastar la ternura Por eso nada digo.
En un ser que llenamos
Con nuestro pensamiento, La hermosura, inconsciente
Vivo de nuestra vida. De su propia celada, cobró la presa
Y sigue. Así por cada instante
Él da el motivo, De goce, el precio está pagado:
Lo diste tú; porque tú existes Este infierno de angustia y de deseo.
Afuera como sombra de algo,

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DESOLACIÓN DE LA QUIMERA [1956-1962]
- El estilo iniciado en libro anterior (la sustitución de la anterior musicalidad elegante, garcilasiana, por un
ritmo seco, duro, y por la renuncia a toda ornamentación en favor del concepto) alcanza su plenitud en
Desolación de la Quimera (1962).

Birds in the night


El gobierno francés, ¿o fue el gobierno inglés?, puso una lápida
En esa casa de 8 Great College Street, Camden Town, Londres,
Adonde en una habitación Rimbaud y Verlaine, rara pareja,
Vivieron, bebieron, trabajaron, fornicaron,
Durante algunas breves semanas tormentosas.
Al acto inaugural asistieron sin duda embajador y alcalde,
Todos aquellos que fueran enemigos de Verlaine y Rimbaud cuando vivían.

La casa es triste, como el barrio,


Con la tristeza sórdida que va con lo que es pobre,
No la tristeza funeral de lo que es rico sin espíritu.
Cuando la tarde cae, como en el tiempo de ellos,
Sobre su acera, húmedo y gris el aire, un organillo
Suena, y los vecinos, de vuelta del trabajo,
Bailan unos, los jóvenes, los otros van a la taberna.

Corta fue la amistad singular de Verlaine el borracho


Y de Rimbaud el golfo, querellándose largamente.
Mas podemos pensar que acaso un buen instante
Hubo para los dos, al menos si recordaba cada uno
Que dejaron atrás la madre inaguantable y la aburrida esposa.
Pero la libertad no es de este mundo, y los libertos,
En ruptura con todo, tuvieron que pagarla a precio alto.

Sí, estuvieron ahí, la lápida lo dice, tras el muro,


Presos de su destino: la amistad imposible, la amargura
De la separación, el escándalo luego; y para éste
El proceso, la cárcel por dos años, gracias a sus costumbres
Que sociedad y ley condenan, hoy al menos; para aquél a solas
Errar desde un rincón a otro de la tierra,
Huyendo a nuestro mundo y su progreso renombrado.

El silencio del uno y la locuacidad banal del otro


Se compensaron. Rimbaud rechazó la mano que oprimía
Su vida; Verlaine la besa, aceptando su castigo.
Uno arrastra en el cinto el oro que ha ganado; el otro
Lo malgasta en ajenjo y mujerzuelas. Pero ambos
En entredicho siempre de las autoridades, de la gente
Que con trabajo ajeno se enriquece y triunfa.

Entonces hasta la negra prostituta tenía derecho de insultarlos;


Hoy, como el tiempo ha pasado, como pasa en el mundo,
Vida al margen de todo, sodomía, borrachera, versos escarnecidos,
Ya no importan en ellos, y Francia usa de ambos nombres y ambas obras
Para mayor gloria de Francia y su arte lógico.
Sus actos y sus pasos se investigan, dando al público
Detalles íntimos de sus vidas. Nadie se asusta ahora, ni protesta.
“¿Verlaine? Vaya, amigo mío, un sátiro, un verdadero sátiro.
Cuando de la mujer se trata; bien normal era el hombre,

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Igual que usted y que yo. ¿Rimbaud? Católico sincero, como está demostrado”.
Y se recitan trozos del “Barco Ebrio” y del soneto a las “Vocales”.
Mas de Verlaine no se recita nada, porque no está de moda
Como el otro, del que se lanzan textos falsos en edición de lujo;
Poetas mozos de todos los países hablan mucho de él en sus provincias.

¿Oyen los muertos lo que los vivos dicen luego de ellos?


Ojalá nada oigan: ha de ser un alivio ese silencio interminable
Para aquellos que vivieron por la palabra y murieron por ella,
Como Rimbaud y Verlaine. Pero el silencio allá no evita
Acá la farsa elogiosa repugnante. Alguna vez deseó uno
Que la humanidad tuviese una sola cabeza, para así cortársela.
Tal vez exageraba: si fuera sólo una cucaracha, y aplastarla.

Niño tras un cristal


Al caer la tarde, absorto La tregua, con el libro
Tras el cristal, el niño mira De historias y de estampas
Llover. La luz que se ha encendido Bajo la lámpara, la noche,
En un farol contrasta El sueño, las horas sin medida.
La lluvia blanca con el aire oscuro.
Vive en el seno de su fuerza tierna,
La habitación a solas Todavía sin deseo, sin memoria,
Le envuelve tibiamente, El niño, y sin presagio
Y el visillo, velando Que afuera el tiempo aguarda
Sobre el cristal, como una nube, Con la vida, al acecho.
Le susurra lunar encantamiento.
En su sombra la perla ya se forma.
El colegio se aleja. Es ahora

Pregunta vieja, vieja respuesta


¿Adónde va el amor cuando se olvida? El hombre que envejece, halla en su mente,
No aquel a quien hicieras la pregunta En su deseo, vacíos, sin encanto,
Es quien hoy te responde. Dónde van los amores.

Es otro, al que unos años más de vida Mas si muere el amor, no queda libre
Le dieron la ocasión, que no tuviste, El hombre del amor: queda su sombra,
De hallar una respuesta. Queda en pie la lujuria.

Los juguetes del niño que ya es hombre, ¿Adónde va el amor cuando se olvida?
¿Adónde fueron, di? Tú lo sabías, No aquel a quien hicieras la pregunta
Bien pudiste saberlo. Es quien hoy te responde.

Nada queda de ellos: sus ruinas


Informes e incoloras, entre el polvo,
El tiempo se ha llevado.
Peregrino
¿Volver? Vuelva el que tenga, Sin hijo que te busque, como a Ulises,
Tras largos años, tras un largo viaje, Sin Ítaca que aguarde y sin Penélope.
Cansancio del camino y la codicia
De su tierra, su casa, sus amigos, Sigue, sigue adelante y no regreses,
Del amor que al regreso fiel le espere. Fiel hasta el fin del camino y tu vida,
No eches de menos un destino más fácil,
Mas, ¿tú? ¿Volver? Regresar no piensas, Tus pies sobre la tierra antes no hollada,
Sino seguir libre adelante, Tus ojos frente a lo antes nunca visto.
Disponible por siempre, mozo o viejo,
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Despedida
Muchachos
Que nunca fuisteis compañeros de mi vida, Qué dulce hubiera sido
Adiós. En vuestra compañía vivir un tiempo:
Muchachos Bañarse juntos en aguas de una playa caliente,
Que no seréis nunca compañeros de mi vida Compartir bebida y alimento en una mesa.
Adiós. Sonreír, conversar, pasearse
Mirando cerca, en vuestros ojos, esa luz y esa/
El tiempo de una vida nos separa música.
Infranqueable:
A un lado la juventud libre y risueña; Seguid, seguid así, tan descuidadamente,
A otro la vejez humillante e inhóspita. Atrayendo al amor, atrayendo al deseo.
No cuidéis de la herida que la hermosura vuestra
De joven no sabía y vuestra gracia abren
Ver la hermosura, codiciarla, poseerla; En este transeúnte inmune en apariencia a ellas.
De viejo la he aprendido
Y veo a la hermosura, mas la codicio inútilmente. Adiós, adiós, manojos de gracias y donaires.
Que yo pronto he de irme, confiado,
Mano de viejo mancha Adonde, anudado el roto hilo, diga y haga
El cuerpo juvenil si intenta acariciarlo. Lo que aquí falta, lo que a tiempo decir y hacer/
Con solitaria dignidad el viejo debe aquí no supe.
Pasar de largo junto a la tentación tardía.
Adiós, adiós, compañeros imposibles.
Frescos y codiciables son los labios besados, Que ya tan sólo aprendo
Labios nunca besados más codiciables y frescos/ A morir, deseando
aparecen. Veros de nuevo, hermosos igualmente
¿Qué remedio, amigos? ¿Qué remedio? En alguna otra vida.
Bien lo sé: no lo hay.

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