Guía de Lectura La Realidad y El Deseo Luis Cernuda Lengua 2023
Guía de Lectura La Realidad y El Deseo Luis Cernuda Lengua 2023
Nació en Sevilla y en su universidad fue alumno de Pedro Salinas. Vivió luego en Madrid y, durante un año,
fue lector en la universidad de Toulouse. Durante la guerra apoyó activamente la causa republicana y en 1938
se exilió. Fue profesor en diversas universidades inglesas y norteamericanas. A partir de 1953 vivió en
México, donde murió en 1963.
Se caracteriza por una personalidad solitaria y dolorida, por una sensibilidad exacerbada y vulnerable. Ni en
su vida ni en su poesía ocultó su condición homosexual, y su conciencia de estar marginado explica en gran
parte su desacuerdo con el mundo y su rebeldía.
1. Introducción
La función del poeta en la obra de Luis Cernuda entronca perfectamente con la tradición romántica, según
la cual el artista aparece como un ser solitario dotado de un don sobrenatural que le permite ver y expresar lo
que otros no pueden. En esta línea, Cernuda se nos presenta como un integrante de una tradición que arranca
con los románticos, sobre todo con los alemanes como Hölderlin, Novalis o Heine y que en España
representa la figura de otro sevillano, Gustavo Adolfo Bécquer.
El poeta es, por tanto, un “elegido”, bien sea por Dios o por el Demonio. Es un ser maldito, marginado por
la sociedad, hecho del que deriva su soledad total.
En el caso de Cernuda, esa condición de maldito, de diferente, viene reforzada por su forma distinta de
entender el amor. Su homosexualidad choca frontalmente con los usos y las normas propias de la sociedad
burguesa a la que pertenece y en la que vive. Como consecuencia del sentimiento de la diferencia, la actitud
del poeta sevillano frente al mundo se definirá por la rebeldía y por el sentimiento de frustración provocado
por el choque constante entre la realidad que vive y el deseo de vivir, de amar, de forma diferente.
2. Tradición y originalidad
Para Cernuda, el respeto a la tradición literaria y la aportación de originalidad en su obra deben ir en perfecto
equilibrio. No se debe dar mayor peso a una o a otra.
Para él, el respeto a la tradición es algo fundamental, pero no entiende esa tradición solamente como el
respeto a la obra de autores españoles, sino que abarca el conjunto de la literatura europea desde Homero.
Entre las presencias de la tradición que más claramente se ven en sus poemas encontramos:
Garcilaso. Tanto por su métrica (como se ve en el libro Égloga. Elegía. Oda), como por sus temas (el
amor, la visión idealizada de la naturaleza y la presencia de la mitología clásica).
Bécquer (y los poetas que inician el Simbolismo: Baudelaire, Verlaine, Valery, Mallarmé, Hölderlin). Le
aportan el concepto del poeta como un ser sobrenatural que tiene la capacidad de percibir lo que otros no
pueden.
Los poetas platónicos (Fray Luis, Eliot). Le aportan la visión de la naturaleza como un mundo de
orden y paz, frente al caos humano.
Junto a todas estas presencias de la tradición cultural europea, Cernuda también tendrá en cuenta la obra de
sus contemporáneos:
Juan Ramón Jiménez, por la visión subjetiva de la realidad y por la idea de que la verdadera literatura
es aquella que se dirige a la esencia de las cosas, eliminando la superficialidad.
Los poetas del 27 le enseñan a enfrentarse a la obra literaria desde la perspectiva del Surrealismo.
4. Evolución poética
Desde 1936 Luis Cernuda reunió sus libros de poemas bajo el único título de La realidad y el deseo, título
que como hemos visto resume temáticamente lo que es el núcleo central de su obra poética. La última
edición de La Realidad y el Deseo que recoge la totalidad de su obra poética fue publicada un año después
de su muerte en México, en 1963.
La evolución poética del autor sigue un curso continuado, sin grandes altibajos, muy ceñido a su curso
biográfico. Es la suya una poesía muy unitaria en la que no es fácil distinguir etapas.
Pese a ello, Carlos Peregrín Otero establece dos etapas en su obra separadas por la línea divisoria
temporal de 1936, año en el que, como hemos visto, aparece la primera edición de La realidad y el deseo.
Para Octavio Paz el carácter unitario de la poesía de Cernuda es básico e impide el establecimiento de etapas
evolutivas clara, puesto que debe entenderse como una autobiografía espiritual del poeta y como un
testimonio de la situación del hombre moderno. En ese proceso vital que es la poesía de Cernuda, Octavio
Paz establece cuatro momentos diferentes:
I. Adolescencia, aprendizaje poético y maestría: Perfil del aire y Égloga. Elegía. Oda.
II. Juventud, blasfemia, rebeldía, pasión y amor al amor: Un río, un amor, Los placeres prohibidos,
Donde habite el olvido.
III. Madurez, contemplación de los poderes terrestres y meditación sobre las obras humanas:
Invocaciones, Las nubes, Vivir sin estar viviendo, Como quien espera el alba.
IV. Límite con la vejez, mirada precisa y reflexiva: Con las horas contadas, Desolación de la
quimera.
2
LA REALIDAD Y EL DESEO
ANTOLOGÍA POÉTICA: 39 poemas, 39 años (1924-1962)
Desde 1936, Cernuda reunió sus diversos libros en La realidad y el deseo (las dos palabras que expresan
certeramente el conflicto medular de su vida y de su poesía). Esta obra se fue engrosando con obras nuevas
en ediciones sucesivas hasta alcanzar su versión definitiva en 1964 en Méjico. La poesía de Cernuda es una
poesía de la meditación, y consta de cuatro etapas, según Octavio Paz: los años de aprendizaje, la juventud,
la madurez y el comienzo de la vejez.
ETAPA DE APRENDIZAJE
XVI
La noche a la ventana. Y en límpido reposo
Ya la luz se ha dormido. El cuerpo se contempla.
Guardada está la dicha
En el aire vacío. Acreciente la noche
Sus sombras y su calma,
Levanta entre las hojas, Que a su rosal la rosa
Tú, mi aurora futura; Volverá la mañana.
No dejes que me anegue
El sueño entre sus plumas. Y una vaga promesa
Acunando va el cuerpo.
Pero escapa el deseo En vano dichas busca
Por la noche entreabierta, Por el aire el deseo.
Elegía
Este lugar, hostil a los oscuros Y la pálida lámpara vislumbra
Avances de la noche vencedora, Rosas, venas de azul, grito ligero
Ignorado respira ante la aurora, De un contorno desnudo, prisionero
Sordamente feliz entre sus muros. Tenuemente abolido en la penumbra.
3
¿Vive o es una sombra, mármol frío Llorando vanamente ven los ojos
En reposo inmortal, pura presencia Ese entreabierto lecho torpe y frío.
Ofreciendo su estéril indolencia
Con un claro, cruel escalofrío? ¡Tibio blancor, jardín fugaz, ardiente,
Donde el eterno fruto se tendía
Al indeciso soplo lento oscila Y el labio alegre, dócil lo mordía
El bulto langoroso: se estremece En un vasto sopor indiferente!
Y del seno la onda oculta crece
Al labio donde nace y se aniquila. De aquel sueño orgulloso en su fecundo,
Espléndido poder, una lejana
¡Oh equívoca delicia! Esa hermosura Forma dormida queda, ausente y vana,
No rinde su abandono a ningún dueño: Entre la sorda soledad del mundo.
Camina desdeñosa por su sueño
Pisando una falaz ribera oscura. Esta insaciable, ávida amargura,
Flecha contra la gloria del amante,
Del obstinado amante fugitiva ¿Enturbia ese sereno diamante
Rompe los delicados, blandos lazos. De la angélica noche, inmóvil, pura?
A la mortal caricia, entre los brazos.
¿Qué pureza tan súbita la esquiva? Mas no. De un nuevo albor el mundo lento
Transparenta tan leve luz dudosa.
...Soledad amorosa. Ocioso yace El pájaro en su rama melodiosa
El cuerpo juvenil perfecto y leve. Alisando está el ala, el dulce acento.
Melancólica pausa. En triste nieve
El ardor soberano se deshace. Ya con rumor suave la belleza
Esperada del mundo otra vez nace.
¿Y qué esperar, Amor? Sólo un hastío, Y su onda monótona deshace
El amargor profundo, los despojos. Este remoto dejo de tristeza.
ETAPA DE JUVENTUD.
En su estancia en Francia lee poesía surrealista, ante la que no permanece indiferente; ello lo libera de sus
represiones psíquicas y sociales.
4
Todo es por amor
Derriban gigantes de los bosques para hacer un/ Acaso dice menos.
durmiente,
Derriban los instintos como flores, Mas este amor cerrado por ver sólo su forma,
Deseos como estrellas. Su forma entre las brumas escarlata,
Para hacer sólo un hombre con su estigma de/ Quiere imponer la vida, como otoño ascendiendo/
hombre. tantas hojas
Hacia el último cielo,
Que derriben también imperios de una noche, Donde estrellas
Monarquías de un beso, Sus labios dan otras estrellas,
No significa nada; Donde mis ojos, estos ojos,
Que derriben los ojos, que derriben las manos/ Se despiertan en otro.
como estatuas vacías,
La canción del oeste
Jinete sin cabeza, Aptos ya solamente para triste buhardilla.
Jinete como un niño buscando entre rastrojos
Llaves recién cortadas, Lejos canta el oeste,
Víboras seductoras, desastres suntuosos, Aquel oeste que las manos de antaño
Navíos para tierra lentamente de carne, Creyeron apresar como el aire a la luna;
De carne hasta morir igual que muere un hombre. Mas la luna es madera, las manos se liquidan
Gota a gota idénticas a lágrimas.
A lo lejos
Una hoguera transforma en ceniza recuerdos, Olvidemos pues todo, incluso al mismo oeste;
Noches como una sola estrella, Olvidemos que un día las miradas de ahora
Sangre extraviada por las venas un día, Lucirán a la noche, como tantos amantes,
Furia color de amor, Sobre el lejano oeste,
Amor color de olvido, Sobre amor más lejano
.
No decía palabras
No decía palabras,
Acercaba tan sólo un cuerpo interrogante, La angustia se abre paso entre los huesos,
Porque ignoraba que el deseo es una pregunta Remonta por las venas
Cuya respuesta no existe, Hasta abrirse en la piel,
Una hoja cuya rama no existe, Surtidores de sueño
Un mundo cuyo cielo no existe. Hechos carne en interrogación vuelta a las nubes.
5
Iguales en figura, iguales en amor, iguales en/
Un roce al paso, deseo.
Una mirada fugaz entre las sombras,
Bastan para que el cuerpo se abra en dos, Aunque sólo sea una esperanza
Ávido de recibir en sí mismo Porque el deseo es pregunta cuya respuesta nadie/
Otro cuerpo que sueñe; sabe.
Mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne,
6
Te quiero.
Te quiero. Leves criaturas transparentes
Que se cubren de rubor repentino;
Te lo he dicho con el viento,
Jugueteando como animalillo en la arena Te lo he dicho con el agua,
O iracundo como órgano tempestuoso; Vida luminosa que vela un fondo de sombra;
“Como los erizos, ya sabéis, los hombres un día sintieron su frío. Y quisieron compartirlo. Entonces
inventaron el amor. El resultado fue, ya sabéis, como en los erizos.
¿Qué queda de las alegrías y penas del amor cuando éste desaparece? Nada, o peor que nada; queda el
recuerdo de un olvido. Y menos mal cuando no lo punza la sombra de aquellas espinas; de aquellas
espinas, ya sabéis.
Las siguientes páginas son el recuerdo de un olvido.”
Yo fui
Yo fui. Fui luz un día
Arrastrado en la llama.
Columna ardiente, luna de primavera,
Mar dorado, ojos grandes. Como un golpe de viento
Que deshace la sombra,
Busqué lo que pensaba; Caí en lo negro,
Pensé, como al amanecer en sueño lánguido, En el mundo insaciable.
Lo que pinta el deseo en días adolescentes.
He sido.
Canté, subí,
8
INVOCACIONES [1934-1935]
Invocaciones (1934–1935) cierra su poesía anterior a la guerra. Presenta al neorromántico dilatándose en
amplios poemas que celebran las glorias del mundo y exaltan la misión del poeta. Destacan en él varios
largos poemas, como el espléndido Soliloquio del farero, uno de los poemas más hermosos que se hayan
escrito sobre el tema de la soledad. Este largo poema constituye también un balance de su vida hasta el
momento (1934-35). Por otra parte, en las tres últimas estrofas proclama su amor a la humanidad.
9
ETAPA DE MADUREZ, LA GUERRA Y LOS PRIMEROS TIEMPOS DE SU DESTIERRO.
Elegía española
Dime, háblame Dueña de afanes muertos;
Tú, esencia misteriosa Tierna, amorosa has sido con nuestro afán/
De nuestra raza viviente,
Tras de tantos siglos, Compasiva ante nuestra desdicha de efímeros.
Hálito creador ¿Supiste acaso si de ti éramos dignos?
De los hombres hoy vivos, Contempla ahora a través de las lágrimas:
A quienes veo por el odio impulsados Mira cuántos traidores,
Hasta ofrecer sus almas Mira cuántos cobardes
A la muerte, la patria más profunda. Lejos de ti en fuga vergonzosa,
Renegando tu nombre y tu regazo,
Cuando la primavera vieja Cuando a tus pies, mientras la larga espera,
Vuelve a tejer su encanto Si desde el suelo alzamos hacia ti la mirada
Sobre tu cuerpo inmenso, Tus hijos sienten oscuramente
¿Cuál ave hallará nido La recompensa de estas horas fatídicas.
Y qué savia una rama
Donde brotar con verde impulso? No sabe qué es la vida
¿Qué rayo de la luz alegre, Quien jamás alentó bajo la guerra.
Qué nube sobre el campo solitario, Ella sobre nosotros sus densas alas cierne
Hallarán agua, cristal de viejo hogar en calma Y oigo su silbido helado
Donde reflejen su irisado juego? Y veo los bruscos muertos
……………………….. Caer sobre la hierba calcinada,
Háblame, madre; Mientras el cuerpo mío
Y al llamarte así, digo Sufre y lucha con unos enfrente de esos otros.
Que ninguna mujer lo fue de nadie
Como tú lo eres mía. No sé qué tiembla y muere en mí
Háblame, dime Al verte así dolida y solitaria.
Una sola palabra en estos días lentos, En ruinas los claros dones
En lo días informes De tus hijos a través de los siglos,
Que frente a ti se esgrimen Porque mucho he amado tu pasado,
Como cuchillo amargo, Resplandor victorioso entre sombra y olvido.
Entre las manos de tus propios hijos.
Tu pasado eres tú
No te alejes así, ensimismada Y al mismo tiempo eres
Bajo los largos velos cenicientos La aurora que aún no alumbra nuestros/ campos.
Que nos niegan tus ojos anchos ojos bellos. Tú sola sobrevives,
Esas flores caídas, Aunque venga la muerte
Pétalos rotos entre sangre y lodo, Sólo en ti está la fuerza
En tus manos estaban luciendo eternamente De hacernos esperar a ciegas el futuro.
Desde siglos atrás, cuando mi vida
Era un sueño en la mente de los dioses. Que por encima de estos y esos muertos
Y encima de estos y esos vivos que combaten
Eres tú, son tus ojos lo que busca Algo advierte que tú sufres con todos;
Quien te llama luchando con la muerte, Y su odio, su crueldad, su lucha,
A ti, remota y enigmática Ante ti vanos son como sus vidas,
Madre de tantas almas idas Porque tú eres eterna
Que te legaron, con un fulgor de piedra clara, Y sólo los creaste
Su afán de eternidad cifrado en hermosura. Para la paz y gloria de su estirpe.
Pero no eres tan sólo
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Impresión de destierro
Fue la pasada primavera, En los labios de alguno,
Hace ahora casi un año, Allá por los rincones
En un salón del viejo Temple, en Londres. Donde los viejos juntos susurraban,
Con viejos muebles. Las ventanas daban, Densa como una lágrima cayendo,
Tras edificios viejos, a lo lejos, Brotó de pronto una palabra: España.
Entre la hierba el gris relámpago del río. Un cansancio sin nombre
Todo era gris y estaba fatigado Rodaba en mi cabeza.
Igual que el iris de una perla enferma. Encendieron las luces. Nos marchamos.
Eran señores viejos, viejas damas, Tras largas escaleras casi a oscuras
En los sombreros plumas polvorientas; Me hallé luego en la calle,
Un susurro de voces allá por los rincones, Y a mi lado, al volverme,
Junto a mesas con tulipanes amarillos, Vi otra vez a aquel hombre silencioso,
Retratos de familia y teteras vacías. Que habló indistinto algo
La sombra que caía Con acento extranjero,
Con un olor a gato, Un acento de niño en voz envejecida.
Despertaba ruidos en cocinas. Andando me seguía
Un hombre silencioso estaba Como si fuera solo bajo un peso invisible,
Cerca de mí. Veía Arrastrando la losa de su tumba;
La sombra de su largo perfil algunas veces Mas luego se detuvo.
Asomarse abstraído al borde de la taza, «¿España?», dijo. «Un nombre.
Con la misma fatiga España ha muerto.» Había
Del muerto que volviera Una súbita esquina en la calleja.
Desde la tumba a una fiesta mundana. Le vi borrarse entre la sombra húmeda.
11
COMO QUIEN ESPERA EL ALBA [1941-1944]
Prolonga tono y estilo en Como quien espera el alba (1941-1944). Obsesionado con sus recuerdos
sevillanos, elabora en prosa Ocnos (1. ª ed. en 1942, luego ampliada: 1949 y 1963), esencial para entender su
mitología del Edén perdido.
Tierra nativa
Es la luz misma, la que abrió mis ojos El susurro del agua alimentando,
Toda ligera y tibia como un sueño, Con su música insomne el silencio,
Sosegada en colores delicados Los sueños que la vida aún no corrompe,
Sobre las formas puras de las cosas. El futuro que espera como página blanca.
El encanto de aquella tierra llana, Todo vuelve otra vez vivo a la mente,
Extendida como una mano abierta, Irreparable ya con el andar del tiempo,
Adonde el limonero encima de la fuente Y su recuerdo ahora me traspasa
Suspendía su fruto entre el ramaje. El pecho tal puñal fino y seguro.
El muro viejo en cuya barda abría Raíz del tronco verde, ¿quién la arranca?
A la tarde su flor la enredadera, Aquel amor primero, ¿quién lo vence?
Y al cual la golondrina en el verano Tu sueño y tu recuerdo, ¿quién lo olvida,
Tornaba siempre hacia su antiguo nido. Tierra nativa, más mía cuanto más lejana?
Góngora
El andaluz envejecido que tiene gran razón para su orgullo,
El poeta cuya palabra lúcida es como diamante,
Harto de fatigar sus esperanzas por la corte,
Harto de su pobreza noble que le obliga
A no salir de casa cuando el día, sino al atardecer, ya que las sombras
Más generosas que los hombres, disimulan
En la común tiniebla parda de las calles
La bayeta caduca de su coche y el tafetán delgado de su traje;
Harto de pretender favores de magnates,
Su altivez humillada por el ruego insistente,
Harto de los años tan largos malgastados
En perseguir fortuna lejos de Córdoba la llana y de su muro excelso,
Vuelve al rincón nativo para morir tranquilo y silencioso.
El indolente
Con hombres como tú el comercio sería Tras de las rejas bajas, si una mujer quisiera
Cosa leve y tan pura que, sin sudor ni sangre Para su gracia oculta tal vez la fresca gala
De ninguno comprada, dejaría a la tierra De una flor, y prenderla en su pelo o en su pecho.
Intactos sus veneros. Pero a tu pobreza Donde ha de parecer nieve sobre la tierra,
El comercio podría allanarle un camino. Una moneda a cambio dejaría en tus manos.
Durante las tardes meridionales del verano, Así, al ponerse la tarde, tú podrías
A través de una clara ciudad, solas las calles, De un vino trasparente beber el calor rubio,
Llevaría en cestillo guirnaldas de jazmines, Mordiendo la delicia de un pan y de una fruta,
Y magnolias, por un nido fragante de hojas/ Y luego silencioso, tendido junto al río,
verdes Ver latir en la honda noche las estrellas.
Oculto su blancor, como alas de paloma.
Amando en el tiempo
El tiempo, insinuándose en tu cuerpo Pero la vida solos la aprendemos,
Como nube de polvo en fuente pura, Y placer y dolor se ofrecen siempre
Aquella gracia antigua desordena Tal mundo virgen para hombre;
Y clava en mí pena silenciosa. Así mi pena inculta es nueva ahora.
Otros antes que yo vieron un día, Nueva como lo fuese al primer hombre,
Y otros luego verán, cómo decae Que cayó con su amor del paraíso,
La amada forma esbelta, recordando Cuando viera, su cielo ya vencido
De cuánta gloria es cifra un cuerpo hermoso. Por sombras, decaer el cuerpo amado.
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ETAPA MEXICANA
En México se desarrolla su última etapa. Allí compondría: Variaciones sobre tema mexicano (1952), Vivir
sin estar viviendo (1944–1949), Con las horas contadas (1950–1956), Desolación de la quimera (1962).
Algunos de estos títulos hablan por sí solos de su incurable amargura, pocas veces rota por momentos
pasajeros de exaltación o serenidad. A veces, aparece en ellos el tema de la patria perdida, recordada con
añoranza o rechazada con desesperación de desarraigado. Otras veces, evoca la Grecia clásica y pagana,
mundo edénico que le hubiera sido habitable (temática recogida de los clásicos o de Hölderlin). En estos
libros, prosigue la depuración estilística iniciada antes de la guerra y alcanza la plena madurez de una lengua
poética fundada, no ya en la riqueza de imágenes, sino en la hondura de sugerencias.
La sombra
Al despertar de un sueño, buscas Sin voz le llamas, cuántas veces;
Tu juventud, como si fuera el cuerpo Olvidado que de su mocedad se alimentaba
Del camarada que durmiese Aquella pena aguda, la conciencia
A tu lado y que al alba no encuentras. De tu vivir de ayer. Ahora,
Ser de Sansueña
Acaso allí estará, cuatro costados La pueblan; dando terratenientes y toreros,
Bañados en los mares, al centro la meseta Curas y caballistas, vagos y visionarios,
Ardiente y andrajosa. Es ella, la madrastra Guapos y guerrilleros. Tú compatriota,
Original de tantos, como tú, dolidos Bien que ello te repugne, de su fauna.
De ella y por ella dolientes.
Las cosas tienen precio. Lo es del poderío
Es la tierra imposible, que a su imagen te hizo La corrupción, del amor la no correspondencia;
Para de sí arrojarte. En ella el hombre Y ser de aquella tierra lo pagas con no serlo
Que otra cosa no pudo, por error naciendo, De ninguna: deambular, vacuo y nulo,
Sucumbe de verdad, y como en pago Por el mundo, que a Sansueña y sus hijos desconoce.
Ocasional de otros errores inmortales.
Si en otro tiempo hubiera sido nuestra.
Inalterable, en violento claroscuro, Cuando gentes extrañas la temían y odiaban,
Mírala, piénsala. Árida tierra, cielo fértil, Y mucho era ser de ella; cuando toda
Con nieves y resoles, riadas y sequías; Su sinrazón congénita, ya locura hoy,
Almendros y chumberas, espartos y naranjos Como admirable paradoja se imponía.
Crecen en ella, ya desierto, ya oasis.
Vivieron muerte, sí, pero con gloria
Junto a la iglesia está la casa llana, Monstruosa. Hoy la vida morimos
Al lado del palacio está la timba, En ajeno rincón. Y mientras tanto
El alarido ronco junto a la voz serena, Los gusanos, de ella y su ruina irreparable,
El amor junto al odio, y la caricia junto Crecen, prosperan.
A la puñalada. Allí es extremo todo.
Vivir para ver esto.
La nobleza plebeya, el populacho noble, Vivir para ser esto.
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Viendo volver
Irías, y verías Así, con pasmo indiferente,
Todo igual, cambiado todo, Como llevado de una mano,
Así como tú eres Llegarías al mundo
El mismo y otro. ¿Un río Que fue tuyo en otro tiempo,
A cada instante Y allí le encontrarías,
No es él y diferente? Al tú de ayer, que es otro hoy.
Nocturno yanqui
La lámpara y la cortina Tomas un libro. Mas piensas
Al pueblo en su sombra excluyen. Que has leído demasiado
Sueña ahora, Con los ojos,
Si puedes, si te contentas Y a tus años la lectura
Con sueños, cuando te faltan Mejor es recuerdo de unos
Realidades. Libros viejos,
Pero con nuevo sentido.
Estás aquí, de regreso
Del mundo, ayer vivo, hoy ¿Qué hacer? Porque tiempo hay.
Cuerpo en pena. Es temprano.
Esperando locamente, Todo el invierno te espera,
Alrededor tuyo, amigos Y la primavera entonces.
Y sus voces. Tiempo tienes.
In memoriam A.G.
Con él, su vida entera coincidía, Roto el mágico encanto de las cosas,
Toda promesa y realidad iguales, Si en soledad alzabas la cabeza,
La mocedad austera vuelta apenas Sonreír le veías tras sus libros.
Gozosa madurez, tan demoradas Ya entre ellos y tú falta de sombra,
Como día estival. Así olvidaste, Falta su sombra noble ya en la vida.
Amando su existir, temer su muerte.
Usándonos a ciegas todo sigue,
Pero su muerte, al allegarle ahora, Aunque unos pocos, como tú, os digáis:
Calló la voz que cerca nunca oíste, Lo que con él termina en nuestro mundo
A cuyos ecos despertaron tantos No volverá a este mundo. Y no hay consuelo,
Sueños del mundo en ti nunca vividos, Que el tiempo es duro y sin virtud los hombres.
Hoy no soñados porque ya son vida. Bien pocos seres que admirar te quedan.
Cuando para seguir nos falta aliento,
16
Otra fecha
Aires claros, nopal y palma, Porque lo ido está bien ido,
En los alrededores, saben, Como lo muerto está bien muerto.
Si no igual, casi igual a como
La tierra tuya aquella antes. El futuro, a pesar de todo,
Usa un señuelo que te engaña:
También tú igual me pareces, El sí y el no de azar no usado,
O casi igual, al que antes eras: El no sé qué donde algo aguarda.
En él casi sólo consiste,
De ayer a hoy, la diferencia. Tú lo sabes, aunque tan tibio
Es tu vivir entre la gente,
En tu hoy más que precario Pues si nada crees, aun queriendo,
Nada anterior echas de menos, Aun sin querer crees a veces.
Sombra de mí
Bien sé yo que esta imagen Y aunque conozco eso, luego pienso
Fija siempre en la mente Que sin ti, sin el raro
No eres tú, sino sombra Pretexto que me diste,
Del amor que en mí existe Mi amor, que afuera está con su ternura,
Antes que el tiempo acabe. Allá dentro de mí hoy seguiría
Dormido todavía y a la espera,
Mi amor así visible me pareces, De alguien que, a su llamada,
Por mí dotado de esa gracia misma Le hiciera al fin latir gozosamente.
Que me hace sufrir, llorar, desesperarme
De todo a veces, mientras otras Entonces doy las gracias y te digo:
Me levanta hasta el cielo en nuestra vida, Para esto vine al mundo, y a esperarte;
Sintiendo las dulzuras que guardan Para vivir por ti, como tú vives
Solo a los elegidos tras el mundo. Por mí, aunque no lo sepas,
Por este amor tan hondo que te tengo.
Precio de un cuerpo
Cuando algún cuerpo hermoso, Una sombra perfecta
Como el tuyo, nos lleva De aquél afán, que es del amante, mío.
Tras de sí, él mismo no comprende,
Sólo el amante y el amor lo saben Si yo hablase
(Amor, terror de soledad humana.) Cómo el amor depara
Su razón al vivir y su locura,
Esta humillante servidumbre, Tú no comprenderías.
Necesidad de gastar la ternura Por eso nada digo.
En un ser que llenamos
Con nuestro pensamiento, La hermosura, inconsciente
Vivo de nuestra vida. De su propia celada, cobró la presa
Y sigue. Así por cada instante
Él da el motivo, De goce, el precio está pagado:
Lo diste tú; porque tú existes Este infierno de angustia y de deseo.
Afuera como sombra de algo,
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DESOLACIÓN DE LA QUIMERA [1956-1962]
- El estilo iniciado en libro anterior (la sustitución de la anterior musicalidad elegante, garcilasiana, por un
ritmo seco, duro, y por la renuncia a toda ornamentación en favor del concepto) alcanza su plenitud en
Desolación de la Quimera (1962).
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Igual que usted y que yo. ¿Rimbaud? Católico sincero, como está demostrado”.
Y se recitan trozos del “Barco Ebrio” y del soneto a las “Vocales”.
Mas de Verlaine no se recita nada, porque no está de moda
Como el otro, del que se lanzan textos falsos en edición de lujo;
Poetas mozos de todos los países hablan mucho de él en sus provincias.
Es otro, al que unos años más de vida Mas si muere el amor, no queda libre
Le dieron la ocasión, que no tuviste, El hombre del amor: queda su sombra,
De hallar una respuesta. Queda en pie la lujuria.
Los juguetes del niño que ya es hombre, ¿Adónde va el amor cuando se olvida?
¿Adónde fueron, di? Tú lo sabías, No aquel a quien hicieras la pregunta
Bien pudiste saberlo. Es quien hoy te responde.
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