REFLEXIONES SOBRE LA POLÍTICA
EXTERIOR DE MÉXICO*
BERNARDO SEPÚLVEDA A M O R
INTRODUCCIÓN
L A POLÍTICA EXTERIOR ES PARTE esencial del proyecto nacional de desarro-
jlo. Vincular de m a n e r a coherente y eficaz el d e s e m p e ñ o internacional de M é -
xico a los esfuerzos p a r a impulsar el crecimiento económico, el mejoramiento
social y la democratización política y cultural del país, es hoy u n imperativo
de la m á s alta prioridad p a r a el gobierno mexicano y p a r a la comunidad nacio-
nal en su conjunto. L a complejidad de los asuntos internacionales contempo-
ráneos obliga a d a r u n a atención especial a las cuestiones de la política exterior
de México, lo q u e garantiza su continuidad. Se trata de fortalecer u n a política
activa q u e se funda en principios esenciales de la convivencia internacional
y en los intereses y la experiencia histórica de nuestro pueblo: lo mejor de su
herencia y de sus aspiraciones. R e s u l t a inaplazable, asimismo, d a r vigor a los
mecanismos de información, planeación, coordinación y negociación de la po-
lítica exterior p a r a ampliar la capacidad d e respuesta del país en los diversos
ámbitos de la acción internacional. L a mejor comprensión de los rasgos dis-
tintivos de la política exterior de México y de los problemas del orden interna-
cional y regional q u e m á s inciden en el desarrollo y en la vocación m i s m a de
n u e s t r a nación, es propósito que hoy se reafirma y se p r o c u r a . Ello es condi-
ción p a r a m a n t e n e r el alto nivel de consenso de los mexicanos con q u e h a con-
tado la política internacional de los gobiernos de la Revolución.
LOS ELEMENTOS DISTINTIVOS
U n p r i m e r elemento de la política exterior de México, notable sobre todo en
el gobierno del presidente D e la M a d r i d , tiene q u e ver con su inscripción den-
tro de u n sistema general de planeación. Este elemento se traduce en la i n c o r - i
poración, en el Plan Nacional de Desarrollo, de u n capítulo particularmente
i m p o r t a n t e q u e contiene las tesis centrales de la política exterior mexicana.
T i e n e importancia ese dato n o sólo por el hecho m i s m o de q u e se conciba a
* Conferencia pronunciada por el Secretario de Relaciones Exteriores en El Colegio de Mé-
xico el 6 de julio de 1983. La elaboración de este texto se realizó con base en las notas que sirvie-
ron al autor para dictar la conferencia, combinadas con la transcripción de la versión grabada
de la misma.
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*08 BERNARDO SEPÚLVEDA A M O R FI xxiv-4
la política exterior mexicana como parte de u n sistema general de planeación
instaurado en el presente sexenio. Significa t a m b i é n que por p r i m e r a vez el
gobierno de la República presenta, p a r a su difusión pública, los lincamientos
generales de lo que constituye su acción política en el exterior. C a b e advertir
q u e es ésta la p r i m e r a ocasión en la que aparece publicado u n p r o g r a m a gene-
ral de gobierno d o n d e se formulan los objetivos, las estrategias, las m e t a s , las
líneas generales de acción q u e h a b r á de seguir el Ejecutivo Federal en m a t e r i a
de política exterior. A d e m á s , con este sistema, existe la oportunidad de apro-
vechar la participación de los dirigentes de los procesos políticos nacionales
y de los expertos y profesionales de los asuntos internacionales, y de transmitir
a la opinión pública los propósitos q u e persigue el gobierno de la República
en lo que hace a su relación con el exterior. Adquiere especial importancia
este elemento p o r q u e , de esta suerte, se pone de manifiesto, p a r a la informa-
ción, conocimiento y crítica de la sociedad mexicana, lo que es la política general
del gobierno en m a t e r i a internacional.
H a y u n segundo elemento que parece conveniente anotar. T i e n e que ver
con la continuidad de la política, exterior de México. Es éste u n rasgo distintivo
q u e bien merece ser destacado. En efecto, d u r a n t e m á s de sesenta años México
h a seguido u n a trayectoria uniforme en lo que hace a su política exterior. Este
hecho, al cual nos h e m o s ya a c o s t u m b r a d o , no es rasgo de las políticas exterio-
res de otros países. E n u n b u e n n ú m e r o de casos, se alteran las directrices de
las relaciones internacionales de u n E s t a d o con el cambio de régimen político.
T a m b i é n ocurre que dentro de u n mismo régimen político se produzcan súbitas
alteraciones en los trazos generales de u n a política exterior. E n el caso mexi-
cano, p o r el contrario, u n o de los elementos característicos, q u e p o r cierto pro-
porciona la m a y o r solidez a u n a tradición en m a t e r i a de política exterior, es
precisamente su n a t u r a l e z a continua y consistente. Esa característica la hace
t a m b i é n predecible. N o es u n a política exterior que cambie conforme a
coyunturas, q u e se altere de acuerdo a circunstancias. N o es acomodaticia, ni
caprichosa o arbitraria. Se m a n t i e n e incólume, como pieza preciosa del patri-
m o n i o político del pueblo mexicano.
Resulta pertinente esta anotación porque d u r a n t e 1082, cierta especula-
ción, de b u e n a o de m a l a fe, giró en torno a la posibilidad de cambios en la
política exterior de México. Resultaría absurdo suponer la validez de esas hipó-
tesis mal fundadas, pues a n u n c i a b a n injustificadamente alteraciones súbitas
en u n a línea política bien trazada y q u e responde a u n proyecto histórico, a
u n a tradición, a u n e s q u e m a que n o p u e d e ser veleidosamente modificado.
P o r ello, se h a advertido d u r a n t e el gobierno del presidente D e la M a d r i d q u e
no sólo n o se h a modificado la esencia de la política exterior de México, sino
q u e t a m p o c o h a sucedido lo q u e algunos suponían q u e sobrevendría, esto es,
u n a disminución de la presencia de México en el orden internacional. Ese hi-
potético retraimiento tampoco h a ocurrido en la realidad. Por el contrario, M é -
xico se h a m a n t e n i d o activo y participativo en e l quehacer q u e le corresponde
en su relación con el exterior.
U n tercer elemento tiene que ver con la existencia de u n consenso nacio-
nal en m a t e r i a de política exterior. Prevalece u n a base de sustentación q u e
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da sólido apoyo y firmeza, d e n t r o de la sociedad mexicana, a la conducción
de las relaciones internacionales. Este es u n rasgo distintivo, q u e no se d a en
otras sociedades, en d o n d e se genera u n a controversia constante sobre la na-
turaleza, orientación y conducción de u n a política exterior. N o sólo eso, sino
q u e t a m b i é n se produce, como consecuencia de esas divergencias profundas,
u n a r u p t u r a en su línea de acción en el ámbito internacional. E n el caso de
México esto no sucede. Existe, de m a n e r a generalizada, u n a aceptación de
parte de la sociedad mexicana de q u e la política exterior q u e h a dirigido el
gobierno de la República d u r a n t e los últimos sesenta años, es la política exte-
rior q u e conviene a los intereses nacionales. Esta cuestión n o obedece al hecho
de q u e u n m i s m o partido se h a y a m a n t e n i d o en el poder d u r a n t e ese período.
Si se e x a m i n a las plataformas políticas de los distintos partidos, se e n c o n t r a r á
también, en u n grado m u y considerable, u n a identificación con la política exte-
rior q u e h a conducido el gobierno de la República. E n n i n g u n a de esas plata-
formas se advierte u n a diferencia fundamental, u n proyecto alternativo en lo
q u e hace a la orientación de la actuación de México e n el exterior.
Q t r ^ a r a c t e r í s t i c a de la política exterior mexicana es q u e debe ser consi-
d e r a d a como u n a política de principios. T a n t o por convicción como por nece-
sidad, México h a sostenido a lo largo de su trayectoria histórica postrevolucio-
n a r i a u n cuerpo de principios q u e h a n o r m a d o en todo m o m e n t o su política
exterior. N o se trata, sin e m b a r g o , de u n a política q u e descanse en nociones
abstractas. L a realidad es q u e dichos principios responden en forma integral
a los intereses m á s legítimos de la nación. C u a n d o defiende la n o interven-
ción, la libre determinación de los pueblos, la solución pacífica de las contro-
versias entre las naciones, la igualdad j u r í d i c a de los Estados, la cooperación
internacional p a r a el desarrollo, México defiende algo m á s q u e meros postula-
dos teóricos, defiende su derecho a ser u n pueblo soberano frente a los d e m á s
pueblos. Se trata, por otra p a r t e , de principios cuya violación México h a su-
frido en experiencia propia a lo largo de su historia y cuya validez universal
y acatamiento constituirían u n valladar p a r a la defensa del país.
D e esta relación surge la q u i n t a característica de la política exterior: ser
el reflejo fiel de los legítimos intereses de la nación. Esos intereses coinciden,
p o r otra p a r t e , con los intereses legítimos de otros Estados, a u n q u e quizá en
el caso de México sea conveniente resaltarlos expresamente ya q u e e n forma
m u y viva e n c a r n a n la experiencia histórica del país. E n p r i m e r lugar estaría,
desde luego, la preservación de la soberanía narion^| "5!eTrata seguramente
l
de I a n b c i ó n central, incontrastable, del interés nacional. P o r ello, el fortaleci-
m i e n t o d e la iiidependencia*política y económica de la nación h a sido el objeti-
vo continuo del Estado mexicano y constituye u n a de las esencias, u n o de los
elementos básicos del c o m p o r t a m i e n t o del país en sus relaciones con el exte-
rior. E n segundo lugar, el interés nacional busca apoyar los esfuerzos internos
de desarrollo m e d i a n t e u n a vinculación eficiente con el exterior. L a política
nacional debe ser entendida desde este p u n t o de vista como u n a u n i d a d con
manifestaciones distintas, a u n q u e coherentes, expresadas ya sea en el á m b i t o
interno o en el externo. L a política nacional es u n a sola y, desde esta perspec-
tiva, la acción de México en el exterior deberá convertirse en u n i n s t r u m e n t o
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del desarrollo interno frente a las relaciones de poder económico y político preva
lecientes en el exterior. N o se trata, de nueva cuenta, de lograr u n a vinculación
abstracta, sino de establecer u n proceso real p a r a inscribir las necesidades y
d e m a n d a s internas del país en la red de relaciones e intereses del exterior. C a d a
desarrollo interno reclama, necesariamente,, u n a adecuación con las fuerzas
• del exterior. E n tercer Jugar, está t a m b i é n d e n t r o del interés nacional el pre
servar la paz y la seguridad internacionales. Es obvio q u e este interés debería
ser t a m b i é n el objetivo de todas las naciones y por ello m i s m o se p u e d e expre
sar igualmente como u n principio de validez universal. L a noción cobra espe
cial importancia c u a n d o el m a n t e n i m i e n t o de la paz se refiere a zonas cerca
nas al país.
Estos intereses legítimos del país, transformados en principios p a r a la ac
ción, no se agotan simplemente en su m e r a enunciación o en su reconocimiento
como lincamientos de política. P o r el contrario, se trata de nociones q u e sola
m e n t e cobran sentido al efectuarse su incorporación real al tejido de relacio
nes e intereses de la c o m u n i d a d internacional. Son principios q u e exigen u n a
aplicación práctica d e n t r o del contexto de la realidad internacional. D e a q u í
la importancia de rebatir cualquier planteamiento que proponga el aislamiento
del país en materia de relaciones internacionales. U n proceso de contracción
en la política exterior del país implicaría por fuerza u n a disminución en la capa
cidad de defensa de los intereses esenciales del país. E n este caso el sólo dejar
de actuar implicaría u n perjuicio p a r a México, ya q u e se a b a n d o n a r í a a otras
fuerzas e intereses la observancia de nociones y principios q u e benefician di
rectamente a la nación, q u e forman parte de lo q u e legítimamente p u e d e con-
; siderarse como a s u n t o de seguridad nacional. E n m a t e r i a de política exterior
n o es pensable siquiera u n a política de la inacción. Participar con n u e s t r a pre
sencia e influencia en la conformación de u n a c o m u n i d a d o r d e n a d a de Esta
dos, es t a m b i é n parte de u n a tradición d e ejercicio responsable de política ex
terior. E n función de esto, la acción del país se refleja en múltiples formas en
el escenario internacional. Desde luego, en las relaciones bilaterales México
sostiene u n a vinculación extraordinariamente intensa con u n g r a n n ú m e r o de
países. Se trata de u n trabajo continuo y persistente q u e se desarrolla cotidia
n a m e n t e . L o m i s m o sucede tratándose de foros multilaterales, ya sea a nivel
regional como el S E L A o la A L A D I , o en foros de vocación universal como
las Naciones U n i d a s , en los que la presencia de México es evidente,
j A través de este trabajo persistente y continuo en el exterior, México bus-
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ca influir en las n o r m a s , los principios y las reglas del j u e g o de la c o m u n i d a d
internacional. Es bien conocida la participación de México, por ejemplo, en
m a t e r i a de d e s a r m e . El país h a tenido, e n los procesos de discusión y acuerdo
sobre este t e m a , u n a parte distinguida y h a hecho contribuciones políticas de
g r a n trascendencia. P u e d e afirmarse, sin t e m o r a exagerar, q u e en todos los
tratados internacionales celebrados en la postguerra, en foros multilaterales,
México h a hecho u n a aportación i m p o r t a n t e , y que en m u c h a s ocasiones las
n o r m a s incorporadas a esos tratados h a n sido producto del pensamiento j u r í
dico y político de México. El T r a t a d o de Tlatelolco es la manifestación m á s
destacada de la iniciativa y la vocación de nuestro país en ese c a m p o . El país
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t a m b i é n h a participado en forma considerable en la discusión en foros inter-
nacionales sobre derechos h u m a n o s . L a posición del país h a sido siempre clara
y h a tenido influencia notable en los acuerdos y resoluciones adoptados p a r a
p r o m o v e r el respeto a los derechos h u m a n o s . H a b r í a q u e destacar asimismo
la participación de México p a r a lograr el establecimiento de u n derecho del
m a r omnicomprensivo, q u e abarca a todas las jurisdicciones, nacionales e in-
ternacionales, en u n a regulación general de los espacios marítimos. Finalmen-
te, la participación del país en la lucha por establecer u n nuevo orden econó-
mico internacional h a tenido u n a gran importancia. México h a llevado a cabo
u n esfuerzo continuo p a r a transformar las relaciones de intercambio de la vida
económica internacional, p a r a asegurar que las condiciones de fínanciamien-
to, las relaciones monetarias internacionales, la inversión extranjera, el comercio
internacional y la producción de energía se regulen de suerte que los países
e n vías de desarrollo, como el propio México, tengan u n espacio suñciente p a r a
su acción y desenvolvimiento. Su e m p e ñ o en favor de la adopción, p o r p a r t e
de la c o m u n i d a d internacional, de la C a r t a de Derechos y Deberes Económicos
de los Estados, como en la promoción, m á s reciente, de la R e u n i ó n C u m b r e
de C a n c ú n sobre Cooperación y Desarrollo, constituyen ejemplos destacados
del compromiso de nuestro país con el establecimiento de u n sistema m u n d i a l
de relaciones económicas que se funde en la cooperación, la equidad y la justicia.
U n sexto elemento q u e conviene s u b r a y a r es la tradición progresista y li-
beral de la política exterior mexicana. Existe la intención definida de m a n t e -
n e r esta tradición que corresponde a las causas m á s nobles de la c o m u n i d a d
internacional. L a acción de México siempre h a estado asociada con estas cau-
sas nobles, siempre vinculada a los asuntos de b u e n a fe, de principios: a las
luchas legítimas d e los pueblos por su emancipación, su independencia y su
desarrollo; a los empeños contra el apartheid, contra la política de la fuerza y
d e la dominación. E n n i n g ú n caso México se h a a p a r t a d o d e estos lincamien-
tos. Esa es quizá u n a de las razones p o r las que el país goza de prestigio y
d e respeto en el ámbito internacional. Desde luego, este prestigio y respeto
n o son objetivos p a r a alcanzar p o r sí mismos, por halagadores q u e p u e d a n
ser p a r a el sentimiento nacional. Se trata m á s bien de u n a consecuencia de
la actitud de México en el exterior, de la consistencia de su política, de la se-
riedad d e su trabajo al participar en los asuntos importantes de la convivencia
internacional.
A L G U N O S PROBLEMAS DEL O R D E N INTERNACIONAL Y DEL ÁMBITO REGIONAL
Se h a t r a t a d o de sintetizar los principales contenidos, el enfoque y los linca-
mientos d e la política exterior mexicana. Es obvio, sin e m b a r g o , q u e esta polí-
tica exterior n o opera en el vacío, sino q u e se d a en u n medio extraordinaria-
m e n t e complejo y difícil. E n este a ñ o d e 1984 existe n o sólo u n a crisis i n t e r n a
en nuestro país; prevalece t a m b i é n u n a crisis m u y severa en el á m b i t o inter-
nacional. E n g r a n m e d i d a , lo q u e sucede en el ámbito nacional es producto
t a m b i é n dé lo q u e está sucediendo en el exterior.
Desde dos ángulos p u e d e advertirse la agudización d e los^nfrentamientos
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internacionales: la creciente militarización de los conflictos y el a r m a m e n t i s m o
de los Estados, así como el deterioro progresivo del orden económico m u n -
dial. Por lo que hace al militarismo, es evidente que las tensiones políticas tien-
d e n a acentuarse. U n índice cierto d e esta tendencia es el renacimiento de la
carrera a r m a m e n t i s t a entre los países desarrollados y en especial entre las dos
grandes potencias. Esto trae como consecuencia u n a tensión m u y severa en
las relaciones internacionales, que se manifiesta de m u y diversas formas pero
con igual crudeza en todas las partes del m u n d o . E n la región europea esta
tensión llega al extremo de que las dos superpotencias planteen la instalación
de m á s proyectiles nucleares, tanto en el propio territorio europeo occidental
como en zonas europeo-orientales aledañas a la U n i ó n Soviética. A q u í se ori-
gina u n a grave preocupación de la sociedad europea, q u e se ve en la posibili-
dad de que su suelo sea el terreno de u n a conflagración nuclear, preocupación
q u e , por falta de soluciones, h a d a d o lugar a u n clima de militarismo generali-
zado en los países del área. Se trata de u n renacimiento de la G u e r r a Fría,
evidente en u n a serie de conflictos regionales q u e , si bien de m o m e n t o están
circunscritos a espacios limitados, son siempre u n peligro latente p a r a u n a es-
calada bélica de consecuencias y alcances impredecibles. Estos conflictos se d a n
en nuestro entorno inmediato — C e n t r o a m é r i c a — como en Afganistán o P o -
lonia, en el M e d i o O r i e n t e , en África y en el Sudeste Asiático p a r a e n u m e r a r
sólo algunas de las regiones que atraviesan por esa situación. Parecería ser que,
frente a la política de principios, los países poderosos pretenden llevar a la prác-
tica, simple y llanamente, u n a política de poder, de zonas de influencia, de
acciones hegemónicas unilaterales.
Al m i s m o t i e m p o , y quizá como fenómeno interrelacionado que es simul-
t á n e a m e n t e causa y efecto de lo anterior, se produce u n a severa crisis econó-
mica internacional que afecta al sistema financiero, que contrae b r u t a l m e n t e
el comercio internacional, que implica desempleo en muchos países industria-
lizados y no industrializados, y que trae como consecuencia el decaimiento de
la actividad económica en m u c h a s áreas y, desde luego, u n decrecimiento en
la satisfacción de las necesidades m í n i m a s , con el consiguiente a u m e n t o de m a -
lestar social en numerosos países, sobre todo en aquéllos con u n grado de de-
sarrollo relativamente m e n o r .
Estos factores parecen a n u n c i a r u n decenio de los ochenta extraordinaria-
m e n t e complejo y difícil p a r a la sociedad internacional y p a r a las naciones en
i desarrollo. Es m u y probable que p a r a todos los países se d e n t a m b i é n situacio-
nes críticas, tanto en lo que pudiera relacionarse con la economía internacio-
nal como en lo q u e a t a ñ e directamente a los conflictos bélicos.
Al inicio del gobierno del presidente D e la M a d r i d , el área centroamerica-
n a atravesaba por u n período difícil. A u n q u e se h a b í a elaborado numerosas
iniciativas p a r a llegar a acuerdos de p a z en esta zona, no h a b í a sido posible
que alguna de ellas prevaleciera sobre las d e m á s p a r a convertirse en u n instru-
m e n t o real en busca de la pacificación centroamericana. D e hecho, casi existía
u n a guerra de iniciativas, algunas de las cuales en realidad n o tenían u n pro-
pósito pacificador efectivo, bien p o r q u e sólo se incluía a algunos países en los
procedimientos de consulta y discusión, discriminando en contra de otros, bien
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p o r q u e en el contenido m i s m o de las propuestas se dejaba ver la posibilidad
de que los intereses hegemónicos prevalecieran finalmente en la solución de
los conflictos. A n t e esta situación, u n grupo de países latinoamericanos, sin
involucramiento en el conflicto pero con intereses directos en el área —Colom
bia, México, P a n a m á y Venezuela— se reunieron a principios de enero de
1 9 8 3 p a r a establecer u n a opción n u e v a y diferente en la solución de los con
flictos centroamericanos. Se t r a t a b a de ofrecer u n i n s t r u m e n t o político b a s a d o
en u n proceso de consultas q u e condujera a la creación de condiciones pacífi
cas en el área. Estos países constituyeron lo que a h o r a se h a d e n o m i n a d o el
Grupo Contadora.
Los esfuerzos del G r u p o se h a n centrado en tres objetivos. P r i m e r o , dete
n e r u n a conflagración bélica en el área centroamericana. Si bien esto se h a
conseguido hasta el m o m e n t o , en medio de e n o r m e s peligros y asechanzas,
no se h a logrado del todo. E n segundo lugar, se estableció como objetivo el
crear condiciones pacíficas en C e n t r o a m é r i c a , m e d i a n t e acuerdos destinados
a eliminar el a r m a m e n t i s m o y la presencia militar extranjera. El tercer propó
sito es el de impulsar u n proceso de desarrollo económico y social en la región.
El riesgo de u n a conflagración bélica en el área centroamericana es conti
n u o , pues cualquier circunstancia puede desencadenarla, sobre todo entre H o n
d u r a s y Nicaragua. Pero si bien es cierto que este riesgo no h a desaparecido,
t a m b i é n es verdad q u e , de no existir el G r u p o C o n t a d o r a , en estos m o m e n t o s
ya se h a b r í a producido la conflagración. H a habido u n proceso a r d u o y difícil
de negociación, pero en el interior del G r u p o C o n t a d o r a existe, sin la m e n o r
d u d a , u n a cohesión política suficientemente fuerte como p a r a permitir u n en
tendimiento preciso entre todos los países participantes. Sin e m b a r g o , en m á s
de u n a ocasión h a sido necesario enfrentar la falta de voluntad política de cier
tos sectores p a r a encontrar auténticas soluciones de fondo a los problemas. Pero
a pesar de estas dificultades se h a logrado avanzar. El G r u p o C o n t a d o r a se
h a g a n a d o a pulso su legitimidad y el consenso internacional de q u e goza
actualmente.
C o n todo, h a b r í a q u e repetir a q u í algo en lo q u e h a venido insistiendo
el G r u p o C o n t a d o r a . Existen en el conflicto centroamericano tres niveles de
responsabilidad. E n el p r i m e r nivel están, desde luego, los cinco países cen
troamericanos directamente involucrados en el conflicto. Sobre ellos recae la
responsabilidad específica de d a r solución a sus diferencias a través de sus ac
ciones nacionales e internacionales; sobre ellos recaerían t a m b i é n , de m a n e r a
directa, en el infortunado caso de que sucediera, las consecuencias de u n estado
de guerra generalizado. U n segundo nivel de responsabilidad es el asumido por
el G r u p o Contadora, que no es sino u n a fórmula de gestión político-diplomática
p a r a encontrar soluciones p o r la vía pacífica dentro del contexto centroameri
cano. H a y , desde luego, u n tercer nivel de responsabilidad; tiene que ver con
los países que están fuera de esta región y q u e sin e m b a r g o , m e d i a n t e sus ac
ciones directas o indirectas, influyen de m a n e r a d e t e r m i n a n t e en el conflicto.
A estos países les corresponde hacer u n a contribución política fundamental p a r a
e n c o n t r a r u n a solución negociada al problema.
L a posición de México en relación al conflicto centroamericano, y su par-
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ticipación activa y solidaría en el G r u p o C o n t a d o r a , se derivan de los postula-
dos tradicionales de su política exterior. E n este conflicto, como en cualquier
otro, el país sigue aplicando y defendiendo su política de principios. L a no
intervención, la libre determinación d e los pueblos, la solución pacífica de las
controversias entre las naciones, la igualdad jurídica de los Estados, la coope-
ración internacional p a r a el desarrollo, h a n sido hasta a h o r a las tesis esencia-
les de la acción de México, y así seguirán siéndolo. Al enarbolar estos princi-
pios, el país defiende t a m b i é n su interés nacional. N a d a parece m á s urgente,
e n relación con los problemas centroamericanos, q u e preservar la paz en el
área. Pero al m i s m o tiempo se trata de lograr condiciones pacíficas q u e no vul-
neren los intereses nacionales de los países en conflicto. L a solución a la que
se llegue debe respetar esos intereses, q u e son los mismos que México defiende
c o m o propios: la preservación de las distintas soberanías nacionales; la vincu-
lación de las políticas internas de cada país con las políticas externas del área
y del m u n d o , de suerte q u e los intereses nacionales encuentren expresión en
el m a r c o internacional; y p o r último, el establecimiento de u n orden interna-
cional q u e p e r m i t a él desarrollo de sistemas políticos plurales y su necesaria
convivencia.
C o n t i n u i d a d con lo ya establecido, consenso interno, apego a los princi-
pios, defensa de los intereses legítimos de la nación y fortalecimiento de su
tradición progresista y liberal, son los elementos que h a n d e t e r m i n a d o la polí-
tica exterior de México en C e n t r o a m é r i c a , mismos que d e t e r m i n a n la política
exterior de México en general, en cualquier región del m u n d o y en cualquier
relación, bilateral o multilateral.
Es difícil prever el curso futuro de los acontecimientos. Lo cierto es que
nuestro país, y todos los países del G r u p o C o n t a d o r a , están e m p e ñ a d o s —de
b u e n a fe, legítimamente y con b u e n a s bases políticas— en e n c o n t r a r caminos
q u e respondan al auténtico interés nacional de cada u n o de los países involu-
crados y a la vez propicien u n clima de seguridad y de paz p a r a la convivencia
entre los Estados del área. A esta vía diplomática parece oponerse la vía mili-
tar. Incluso es probable q u e la carrera bélica h a y a avanzado m á s velozmente
hasta a h o r a q u e la diplomacia. P e r o sería a b s u r d o q u e , en función de estas
situaciones de hecho, México a b a n d o n a r a toda acción p a r a dejar paso al desa-
rrollo de u n conflicto de consecuencias impredecibles para la región centroameri-
c a n a y p a r a los países del G r u p o C o n t a d o r a . Algunos de los acuerdos alcanza-
dos parecen respaldar u n razonable optimismo de q u e con el esfuezo conjunto
es posible todavía crear condiciones pacíficas en C e n t r o a m é r i c a , en el interés
d e todos y desde luego en el propio interés de México.