CALDO DE POLLO PARA EL ALMA DEL ADOLESCENTE
Mi primer beso y luego otros…
¡Hola! Mucho gusto, mi nombre es Marcela Escallón. Fui una adolescente muy tímida…
extremadamente tímida. Y por eso me cuestiono siempre como fue que tuve mi primer
novio y que él fuera nada más y nada menos que mi amor platónico: Tomás Azcuaga.
Él era una persona maravillosa, bueno, lo sigue siendo.
Estábamos en el segundo año de secundaria, en una ciudad pequeña. Ya llevábamos seis
meses saliendo juntos, como los clásicos novios siempre tomados de la mano, pasando
nuestro tiempo libre viendo películas bobas y hablando de nada en particular. Muchas
veces casi llegamos a besarnos pero ninguno tenía el valor de tomar la iniciativa.
Finalmente, sentados en el sofá de mi casa él decidió intentarlo. No hacíamos algo en
particular; entonces él se inclinó hacia delante y… ¡yo me puse un cojín en la cara para
impedírselo! Así que besó el cojín.
Deseaba tanto que me besara pero estaba demasiado nerviosa como para permitir que
se me acercara, por lo que me retiré hasta el extremo del sofá. Él se me acercó, se
inclinó de nuevo hacia mí pero me cubrí el rostro con ambas manos.
Llegué al otro extremo del sillón. Él atrás de mí y seguíamos platicando, volvió a
inclinarse… ¡y me levanté! Me dirigí hacia la puerta principal y ahí me quedé parada,
recargada contra la pared con los brazos cruzados y exclamé impaciente:
-Bueno ¿vas a besarme o no?
-Sí- Respondió. - Así que me estiré, cerré los ojos, plegué los labios y levanté la cara.
Esperé… y esperé pensando ¿Por qué no me besará? Abrí los ojos y justo venía hacía mí
también con los ojos cerrados. Me reí.
¡ME BESÓ LOS DIENTES!
Trágame tierra
Se fue.
Me preguntaba si le habría platicado a alguien mi torpe conducta. Como yo era
extremada y dolorosamente tímida, cuando veía que él u otro joven atractivo venía hacia
a mí, de inmediato yo entraba en el salón más cercano esperando a que siguieran de
largo. Me escondí durante los siguientes dos años, lo que hizo que no volviera a tener
otro novio durante la secundaria.
Durante el primer año de universidad decidí ya no ser tímida. Quería aprender a besar
con confianza y gracia. Y lo conseguí.
En la primavera regresé a casa. Visité mi lugar de reunión preferido y ¿a quién creen que
vi sentado en la barra? A mi primer novio.
Decidida, fui directo a su banco y le toqué el hombro. Sin vacilar lo tomé entre mis
brazos, lo incliné en su banco y le planté el beso más grande de mi vida. Lo acomodé en
su asiento, lo miré victoriosamente y exclamé:
-¡Ahí tienes!
Señaló a la dama sentada a su lado y respondió:
-Marcela, me gustaría presentarte a mi esposa. Elena Domínguez.
FIN
La voz de un hermano