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Herbert-Blumer-El-interaccionismo-simbólico

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LA POSICION METODOLOGICA DEL


INTERACCIONISMO SIMBOLICO

Se ha recurrido al término "interaccionismo simbólico" para designar un enfoque


relativamente definido del estudio de la vida de los grupos humanos y del comporta­
miento del hombre*. Entre los numerosos especialistas que han utilizado dicho
enfoque o contribuido a su consolidación intelectual, figuran autores norteamerica­
nos tan notables com o George Herbert Mead. John Dewey. W. I. Thomas, Robert
E. Park. William James, Charles Horton Cooley. Florian Znaniecki, James Mark
Baldwin. Robert Redfieid y Louis Wirth. A pesar de existir diferencias significativas
en la línea de pensamiento de los mencionados expertos, su lórma de considerar y
estudiar la vida de los grupos humanos es, en general, muy parecida. El concepto de
inteíaccionismo simbólico se ha ido forjando en torno a esta semejanza general. Sin
embargo hasta ahora no se ha formulado claramente la postura que defiende dicho
concepto y, sobre todo, no existe una exposición razonada del valor metodológico
de este tipo de enfoque. El presente ensayo es un intento de llevar a cabo dicha
exposición. Me baso, principalmente, en el pensamiento de George Herbert Mead,
que. más que ningún otro, puso los cimientos del enfoque del interaccionismo
simbólico, pero me he visto obligado a desárrollar mi propio punto de vista para
abordar explícitamente muchos temas cruciales que sólo estaban implícitos en las
ideas de Mead y otros autores y para tratar cuestiones críticas que ellos habían
omitido. Así pues, en su mayor parte, asumo la entera responsabilidad de las opinio­
nes y análisis expuestos en este libro, sobre todo en lo que se refiere al tratamiento
de la metodología: la discusión de este tema me pertenece por completo. El esquema
que he adoptado se propone perfilar, en primer término, la naturaleza de la interac-

* El térm ino "interaccionism o sim bólico" es en cierto m odo un barbarism o que acuñé con c arácter
inform al en u n artículo publicado en "H O M B R E Y SO C IE D A D " (E m erson P Schm idt. editor. N ew
York: Prentice Hall, 1937). El vocablo acabó siendo aceptado y hoy es de uso general.
a través de la interacción personal, concebida esta de forma específica y particular,
sin'cr marchando impreseindiblémeriteen pos dél déscubrirtiiérito efnpíricó úe laTor-
m& peculiar de interacción social que,esté en juego en cadá caso .(3) Aconsejando el
e lu d ió del acto o acción sociaLen-aterTción al modo en que se formaTárpoesttr'
éstcrnray"dífererite^íel de la invocación a las condiciones precedentes como cansas.
4) FmaLmente, y por lo que atañe a los aspectos más amplios dé la sociedad'Ruma­
na, como clases, instituciones, organización social, etcétera, acertando a entenderlas
como “una ordenación de personas vinculadas recíprocamente en sus actos respecti­
vos” , más que con cargo a su am a m cl^ e stm c T u ra Jío b al propia.sin dar, método 1
lógicamente por bueno, el automatismo de lás fórmás é S ta W e ^
dar jamás, el vínculo te m p o ^ ^ u e to^a ácción~confunta^f^^ con la preeedenler"
Fero M tikSE R l b LÜMER noTía preiéñdiíoT M S ólo ^ excIusivaméiiteTiiresU
libro, que tengo el honor de presentar, referirse al tema del interaccionismo simbóli­
co. La preocupación que subyace va más allá, y él mismo la sitúa sobre el quicio de
lo que fuera su tesis doctoral: El m étodo la Psicología Social. Lo que acontece
es, que BLUMER cree, que el interaccionism oiü^ólleíjSe sitúráiem pre en la cotí
más alta de rem eto p o r la condición empírica del objeto psico-social. De ahí, una
línea de coincidencia temauca que merecería ser ampliamente sometida a debate y
discusión, y sobre la que habría que hacer muchas puntualizaciones.
Hay toda una colección de jugosos artículos en el volumen que tenemos delante.
Unos, muy pegados a la historia del interaccionismo simbólico, como el que dedica
a MEAD, a la concepción de la sociedad como interacción simbólica o al grupo hu­
m ano. Otros, se refieren a categorías de la ciencia TOcffl¡ju"teoná, sus concéptbs'y'
sítrvariables. Algunos, tienen una pretensiófirfflüy concreta, coifró el que'dedica a
comentar la obra de THOMAS y ZNANIECKI sobre el campesino polaco, o los que
versan sobre los efectos de los medios de^comunicación de masas y sobre la opinión
pública y su sondeo. Y otros, en fm, se remontan a focos capitales de una sisterriátí-
óa de Psicología Social, como el artículo tan conocido de “Las actitudes y el act£
social” (1955), donde se lleva a cabo una valoración crítica'del concepto de ácti-
pId,cbrno instrumento de análisis de la conducta humana, '
Respecto a este últim o, quisiera llamar la atención del lector, por lo que tiene de
rechazo crítico total de la Teoría de actitudes, que BLUMER enjuicia como inválida
e inútil. La tesis descansa sobre la ambigüedad empírica del concepto de actitud y
su potencial de falsedad descriptivo de la acción humana. No es, desde luego, éste el
m om ento, ni la ocasión, de polemizar en su torno, pero sí de sugerir al lector el re­
paso simultáneo de otra literatura al respecto, como la de ALLPORT, ASCH,
CRUTCHFIELD, DOOB, KATZ, KRECH, LA PIERE, ROKEACH, ROSENBERG,
SHERIF, WICKER, etcétera, así com o de toda la teoría de la disposición.
En resumen: la versión española de la obra de BLUMER, es una buena oportu­
nidad para que se abra más entre nosotros la revisión a fondo de la encrucijada en
que se encuentra la Psicología Social, abocada a una múltiple interpretación de su
objeto radical: el comportamiento social. Las ópticas respectivas se acusan siempre
de reduccionismos y , en cierto m odo, tienen siempre razón. La verdad científica y
metodológica se encuentra pendiente de un cruce de caminos. Y una vez más, el
consejo qüe quisiera dar al estudioso, pasa por la información atenta, la integración
equilibrada y la mirada directa a las cosas mismas.

Prof. Dr. PEDRO RIDRUEJO ALONSO


D irector del Departamento de Ecopsicología
Universidad A utónoma de Madrid.
1
LA POSICION METODOLOGICA DEL
INTERACCIONISMO SIMBOLICO

Se ha recurrido al término “interaccionismo simbólico" para designar un enfoque


relativamente definido del estudio de la vida de los grupos humanos y del comporta­
miento del hombre*. Entre los numerosos especialistas que han utilizado dicho
enfoque o contribuido a su consolidación intelectual, flguran autores norteamerica­
nos tan notables como George Herbert Mead. John Dewey, W. I. Thomas, Robert
E. Park, William James, Charles Horton Cooley, Florian Znaniecki. James Mark
Baldwin, Robert Redfield y Louis W irth. A pesar de existir diferencias significativas
en la línea de pensamiento de los mencionados expertos, su forma de considerar y
estudiar la vida de los grupos humanos es, en general, muy parecida. El concepto de
interaccionismo simbólico se ha ido forjando en torno a esta semejanza general. Sin
embargo hasta ahora no se ha formulado claramente la postura que defiende dicho
concepto y, sobre todo, no existe una exposición razonada del valor metodológico
de este tipo de enfoque. El presente ensayo es un intento de llevar a cabo dicha
exposición. Me baso, principalmente, en el pensamiento de George Herbert Mead,
que, más que ningún otro, puso los cimientos del enfoque del interaccionismo
simbólico, pero me he visto obligado a desarrollar mi propio punto de vista para
abordar explícitamente muchos temas cruciales que sólo estaban implícitos en las
ideas de Mead y otros autores y para tratar cuestiones críticas que ellos habían
omitido. Así pues, en su mayor parte, asumo la entera responsabilidad de las opinio­
nes y análisis expuestos en este libro, sobre todo en lo que se refiere al tratamiento
de la metodología: la discusión de este tema me pertenece por completo. El esquema
que he adoptado se propone perfilar, en primer término, la naturaleza de la interac­
* El término “interaccionismo simbólico" es en cierto modo un barbarismo que acuñé con carácter
informal en un artículo publicado en “HOMBRE Y SOCIEDAD” (Emerson P. Schmidt. editor. New
York: Prentice Hall. 1937). El vocablo acabó siendo aceptado y hoy es de uso general.
ción simbólica; a continuación trata de establecer los principios normativos de la
metodología en el caso de la ciencia empírica; y por últim o, busca definir específica­
mente la posición metodológica del interaccionismo simbólico.

Naturaleza del interaccionismo simbólico

JEI interaccionismo se basa en los más recientes análisis de tres sencillas premisas.
La prim era es que el ser hum ano orienta sus actos hacia las cosas enTü'ncion de lo
que éstas siinifican para él. Al Uécir a s a s nos referim os a todo aquello que una
persona puede percibir en su mundo-, objetos físicos, com o á rb o le so s illa s ; otras
gp 3 o n asr como una madre o un dependiente de comerció;' categorías de seres hu­
m anos, como amigos o enemigos-, instituciones, com o una escueta o un gobierno;
ideales importantes, como la independencia individual o la honradez; actividades,
ajenas^ como las órdenes o peticiones de los demás; y las situaciones de todo tipo
que un individuo afronta en su vida cotidiana. L a s ^ u n d a prem isa es que el signifi­
cado de estas cosas se derivá de, o surgé como consecuencia de la interacción social
que cada cual m antiene con el prójimo. La tercera es que los significados se m anipu­
lan y modifican mediante un proceso interpretativo desarrollado por la persona al
enfrentarse con las cosas que va hallando a su paso. Quisiera hablar brevemente de
cada una de estas tres premisas fundamentales.
*Se diría que pocos especialistas consideran errónea la prim era premisa; que los
seres hum anos orientan sus actos hacia las cosas en función de lo que éstas signifi­
can para ellos. Sin embargo, por extraño que parezca, prácticamente en toda la
labor y el pensamiento de la ciencia psicológica y social contem poránea se ha
ignorado o descartado este elemental aserto, o bien se da p o r sobreentendido el
“significado" y, en consecuencia, se le da de lado com o poco importante, o bien se le
considera como un mero vínculo neutral entre los factores responsables del com por­
tam iento hum ano y este mismo com portam iento considerado como producto de
dichos factores. Podemos apreciar este hecho claram ente en la actitud predom inante
de las ciencias psicológica y social en la actualidad. Es tendencia com ún en ambas
ram as científicas el estimar que el com portam iento hum ano es el producto de los
diversos factores que influyen en las personas; el interés se centra en la conducta y
en los factores que se considera la provocan. Asi, tos psicólogos atribuyen determi­
nadas formas o ejemplos de com portam iento hum ano a factores tales com o estím u­
los, actitudes, motivaciones conscientes o inconscientes, diversos tipos dé input psi­
cológico, percepción y conocimiento, y distintos aspectos de la organización perso­
nal. De modo parecido, los sociólogos basan sus explicaciones en otros factores,
como la posición social, exigencias del sW/us, papeles sociales, preceptos culturales,
norm as y vaioregu re s io B e s del medio y afiliacioñ á grüpos. En am bos esquemas
psicológicos y sociológicos típicos, los significados de las cosas para los seres hum a­
nos agentes, son ya evitados, ya englobados en los factores a los que se recurre para
explicar su comportamiento. Si se admite que los típos de com portam iento dados
son el resultado de aquellos factores concretos que se considera que los motivan, no
hay necesidad de preocupación p o r el significado de las cosas hacia las que se
encam ina la actuación hum ana: basta con determinar los factores desencadenantes
y el com portam iento consiguiente o, si es preciso, con tratar de integrar en el
conjunto el elemento “significado”, bien considerándolo como un vínculo neutral
entre éstos y la conducta a que se supone dan lugar. En el prim ero de los casos el
significado desaparece al ser absorbido por los factores desencadenantes o causa­
les; en el segundo se convierte en un m ero lazo de transmisión que puede ser
ignorado en beneficio de los factores citados.
El punto de vista del interaccionismo simbólico, por el contrario, sostiene que el
significado que las cosas encierran para el ser hum ano constituye un. elementó
central en si mismo. Se considera que ignorar él significado de las cosas conforme al
cíiad actúan las personas equivale a falsear el com portam iento sometido a estudio,
por estimarse que el hecho de restar im portancia al significado en beneficio de los
factores que supuestamente m otivan la conducta, constituye u n a lamentable negli­
gencia del papel que el significado desempeña en la formación del comportamiento.
La sencilla premisa de que el ser hum ano orienta sus actos en relación con las
cosas basándose en el significado que éstas encierran, es demasiado simple para
diferenciar el interaccionismo simbólico: existen otros enfoques que asimismo com ­
parten dicha premisa. La segunda, que hace referencia a la fuente del significado,
establece mayores diferencias entre dichos enfoques y el interaccionismo simbólico.
Hay dos formas tradicionales m uy conocidas de explicar el origen del significado.
U na de ellas es la que considera el significado com o parte intrínseca de aquello que
lo tiene, es decir, com o elemento natural de la estructura objetiva de las cosas.
Según esto, está claro qué u n a silla es una silla, una vaca una vaca, una nube una
nube, una rebelión una rebelión, y así sucesivamente. Al ser inherente a la cosa que
lo contiene, el significado sólo necesita ser desglosado mediante la observación del
ente objetivo que lo posee. Por así decirlo, el significado em ana de la cosa y, por
ende, su formación no es fruto de ningún proceso; lo único que hace falta es
reconocer el significado que encierra esa cosa. Se advierte en seguida que este punto
de vista refleja la postura tradicional del “realismo" en filosofía: postura amplia­
mente adoptada y hondam ente arraigada en las ciencias sociales y psicológicas. El
otro punto de vista im portante y tradicional considera que el “significado" es una
excrecencia física añadida a la cosa por aquel o aquellos para quienes ésta posee un
significado. Se considera que este “añadido" físico es u n a expresión de los elementos
constitutivos de la psique, la mente o la organización psicológica de la persona.
Entre tales elementos cabe citar las sensaciones, sentimientos, ideas, recuerdos, mó­
viles y actitudes. El significado de u n a cosa no es sino la expresión de los elementos
psicológicos qUe intervienen en la percepción de la misma; por lo tanto, se pretende
explicar el significado de esa cosa aislando los elementos psicológicos concretos que
producen el significado. Este hecho puede apreciarse en la práctica psicológica, en
cierto m odo antigua y clásica, de analizar el significado de un objeto m ediante la
identificación de las sensaciones que intervienen en la percepción del mismo <- así
com o en la práctica contem poránea de seguir el significado d e u n a cosa, la prostitu­
ción, pongam os por caso, hasta la actitud de la persona que la está considerando. El
hecho de reducir el significado de las cosas a elementos psicológicos lim ita los
procesos de formación del significado a aquellos que son necesarios p ara despertar y
reunir los elementos psicológicos que lo producen. Tales procesos son de índole
psicológica e incluyen la percepción, cognición, represión, transferencia de senti­
mientos y asociación de ideas.
El interaccionismo simbólico considera que el significado tiene u n origen distinto
a los sostenidos poF los dós~puntos de vista predom inantes que acabam os de exam i­
nar. No cree que el significado em ane de la estructura intrínseca de la cosa que lo
posee ni que surja como consecuencia de una fusión de elementos psicológicos en la
persona, sino que es fruto del nroceso de interacción entre los individuos^ELsignifi-
cado que una cosa encierra para una persona es el resultado de las distintas formas
en que otras personas actúan hacia ella en relación 'cQÍT ÍM 'o 58jf.~lÍ0B ~ a ^ s Bé los
demSs'pfodiicen el efecto de deTftíftle l 5 "cosa‘a ésá persona. Én sufna. el interaccio­
nismo simbólico considera que el significado es un producto social, u n a creación
que em ana de y a través de las actividades definitorias de los individuos a medida
que éstos interactúan. Este punto de vista hace del interaccionismo una postura
inequívoca cuyas profundas implicaciones discutiremos más adelante.
La tercera premisa, m encionada anteriorm ente, define y diferencia aún más
el interaccionismo simbólico. M ientras que el significado de las cosas se form a en el
contexto de la interacción social y es deducido por la persona a través de ésta, sería
un error pensar que la utilización del significado por una persona no es sino una
aplicación de ese significado así obtenido. Este erro r desvirtúa considerablemente la
labor de m uchos especialistas que, en los restantes aspectos, se ajustan al enfoque
del interaccionismo simbólico. N o advierten que lia utilización del significado por
una persona en el acto que realiza implica u n proceso inteipfetatívo. En este senti­
d o "^ S em ejan a Ira páriidárTos de Tos dós puntos dé visía principales antes citados:
los que incluyen el significado en la estructura objetiva de aquella que lo posee, y los
que lo consideran com o una expresión de elementos psicológicos. Los tres puntos de
vista coinciden en estimar que la utilización del significado por el ser hum ano en sus
actos no es más que el afloramiento y aplicación de significados ya establecidos. Por
consiguiente, ninguna de las tres concepciones se percata de que la utilización del
significado p o r la persona que actúa, o agente, se produce a través de un proceso de
interpretación. Dicho proceso tiene dos etapas claram ente diferenciadas. En prim er
lugar, el agente se indica a sí mismo cuáles son las cosas hacia las que se encam inan
sus actos; es decir debe señalarse a si mismo las cosas que poseen significado. Tales
indicaciones constituyen un proceso social interiorizado, puesto que el agente está
“ interactuando” consigo mismo. Esta interacción es algo más que u n a acción recí­
proca de elementos psicológicos; es u n a instancia de la persona enfrascada en un
proceso de comunicación consigo misma. En segundo lugar y com o resultado de
este proceso, la interpretación se convierte en una manipulación de significados. El
agente selecciona, verifica, elimina, reagrupa y transform a los significados a tenor
de la situación en la que se halla inmerso y de la dirección de su acto. De acuerdo
con esto, no debiera considerarse ^ interpretación com o u n a m era aplicación auto-
mática de significados establecidos, sino como un proceso form ativo en el que los
significados son utilizados y revisados com o instrum entas' t w a fa orientación^y
formación del acto. Es necesario entender q u e los significados desempeñan su papel
en el acto a tra vés de un proceso de auto-interacción.
No es mi intención llisciitir en este m om ento los méritos de los tres puntos de
vista que sitúan el significado respectivamente, en la cosa misma, en la psique y en
la acción social, ni tam poco pretende profundizar en el tem a de si el agente m ani­
pula los significados de un m odo flexible en el curso de la formación de su acto. Lo
único que pretendo es señalar que, al estar basado en estas tres premisas, el interac­
cionismo simbólico conduce necesariamente al desarrollo de un esquem a analítico,
m uy característico de la sociedad y el com portam iento hum anos. A hora m e pro­
pongo bosquejar este esquema.
El interaccionismo simbólico está cim entado en u n a serie de ideas básicas o
“imágenes radicales’*, como prefiero llamarlas. Estas imágenes aluden y describen la
ShrdcrtrW los siguientes temas: sociedades o grupos hum anos, interacción social,
objetos, el ser hum ano oomo agente, los actos hum anos J ' la interconexión d e ja s
líneas de acción. Consideradas en conjuntQ^estas imágenes radicales representan el
m odo en qué el interaccionismo contem pla el com portam iento y la sociedad hum a­
nas. Constituyen el armazón del estudio y el análisis. Pasaré a describir som era­
mente cada una de estas imágenes.

Naturaleza de la vida en las sociedades y grupos humanos. Consideramos que


los grupos hum anos están formados por individuos comprometidos en la acción.
Esta consiste en las innumerables actividades que las personas llevan a cabo en su
vida, tanto en sus relaciones con los demás como el afrontar la serie de situaciones
que se les plantean. Los individuos pueden actuar de forma aislada, colectivamente
o en nom bre o representación de alguna organización o grupo de otros individuos.
Las actividades corresponden a los individuos agentes, y éstos las realizan siempre
en función de las circunstancias en que han de actuar. La importancia de esta
sencilla y redundante descripción reside en que los grupos o sociedades hum anos
existen fundam entalm ente en acción y en tal contexto han de ser considerados. Este
concepto de la sociedad hum ana com o acción tiene que ser el punto de partida Ty~
también de ~rétó rrioT3e Td ^ J ésqüem a que p re ^ n 2K "niT ár y tn álízarT a aojSSStST
CTñptnafi^ t i TEbs esquemis^coñcéptuales que' laTdescnfjen de cualquier otro modo
solo püe3én ser derivaciones del complejo de actividades incesantes que constituyen
la vida en grupo. Esto se observa en los dos conceptos predominantes sobre la
sociedad en la sociología contemporánea: el de la cultura y el de la estructura social.
La cultura entendida como concepto, ya sea definida como costum bre, tradición,
norm a, valores, reglas, etc., se derivan claram ente de lo que las personas hacen. Del
m ismo modo, la estructura social en cualquiera de sus aspectos, como por ejemplo
los que representan la posicion social, el status, la función, la autoridad y el p re s tí
gio. se refiere al tipo de relaciones derivadas del m odo en qué las personas actúan
reciprocamente. La vida de toda sociedad hum ana consiste necesariamente en un
proceso ininterrum pido de ensamblaje de las actividades de sus miembros. Este
complejo de continua actividad fundam enta y define a una estructura u organiza­
ción. U no de los principios fundam entales del interaccionismo simbólico es que
todo esquem a de sociedad h um ana empíricamente enfocada, sea cual fuera el ori­
gen, debe respetar el hecho de que, en prim era y últim a instancia, la sociedad se
com pone de personas involucradas en la acción. Para que un esquem a sea empírica­
m ente válido tiene que ser consecuente con la índole de la acción social de los seres
humanos.

Naturaleza de ¡a interacción social. La vida de grupo necesariamente presupone


una interacción entre los miembros del mismo; o, dicho de otro modo, una sociedad
se com pone de individuos que entablan u n a interacción con los demás. Las activida­
des de cada m iem bro se producen prim ordialm ente en respuesta o en relación con
las de los demás. A unque este hecho está casi universalmente adm itido en las
definiciones de la sociedad hum ana, norm alm ente la interacción es algo que se da
por descontado y es tratada com o si tuviese una significación intrínseca escasa, por
no decir nula. Este hecho resulta evidente en los esquemas psicológicos y sociológi­
cos característicos, que tratan la interacción social com o u n simple medio a través
del cual los factores determinantes del com portam iento desencadenan éste. Asi pues,
el esquema sociológico típico atribuye el com portam iento a factores tales com o el
status social, los preceptos culturales, las norm as, valores, sanciones, exigencias del
papel social desempeñado y requisitos del sistema. La explicación en función de
estos factores es suficiente por sí sola sin tener en cuenta la interacción social que su
intervención implica necesariamente. De m odo parecido, en el esquem a psicológico
típico ciertos factores tales como los motivos, actitudes, complejos ocultos, elemen­
tos de organización psicológica y procesos psicológicos se utilizan para-explicar el
com portam iento prescindiendo de la interacción social. Pasamos así de este tipo de,
factores causales al com portam iento que supuestam ente provocan. La interacción
social se convierte en un simple foro a través del cual se desplazan los factores
sociológicos y psicológicos determinantes p ara producir ciertas formas de com porta:
miento hum ano. Puedo añadir que la ignorancia de la interacción social no se
remedia hablando de una interacción de elementos sociales (como en el caso de un
sociólogo que habla de una interacción de papeles sociales o de una interacción
entre los componentes de un sistema social) o psicológicos (como cuando un psicó­
logo m enciona la interacción existente entre las actitudes m antenidas p o r distintas
personas). La interacción social se da entre los agentes y no entre los factores q ue se
les atribuyen^ ™.
'E l interaccionism o simbólico no se limita a aceptar la interacción social, sino que
le reconoce una importancia vital en si misma. Dicha importancia reside en el hecho
de que la interacción es u n proceso que forma el comportam iento hum ano, en lugar
de ser u^im p ré'S éd T o ^o rnarco Simplifi-
cañ(fopo3ria decirse que uñ ser hum ano en interacción con otras personas ha de
tener en cuenta lo que cada cual está haciendo o a punto de hacer-, es decir está
obligado a orientar su propio com portam iento o a manejar sus situaciones en fun­
ción de aquello que tom an en consideración. Por consiguiente, las actividades de los
demás intervienen com o factores positivos en la formación de su propio com porta­
miento; ante los actos ajenos u n a persona puede abandonar u n a intención o propó­
sito, reconsiderarla, verificarla o cancelarla, intensificarla o sustituirla. Los actos de
los demás se incluyen en la decisión de u n a persona respecto de lo que proyecta
hacer, pueden oponerse o impedir tal proyecto, exigir una revisión o m otivar un
planteamiento m uy distinto del mismo. Todo individuo ha de lograr que su linea de
acción encaje de alguna m anera en las actividades de los demás. Estas han de ser
tenidas en cuenta, sin considerarlas simplemente como un ám bito para la expresión
de lo que un o está dispuesto a hacer o planea realizar.
Estamos en deuda con George Herbert M ead com o autor del más profundo
análisis de la interacción social hasta ahora realizado, análisis que por o tra parte, se
ajusta a los datos más realistas de que se dispone. Mead señala dos formas o niveles
de interacción social en la sociedad hum ana, denominándolos, respectivamente,
“conversación de gestos" y “empleo de símbolos significativos". Yo los llamare
''interaccíónnósTmTwfira~e~’,interáoa 6 n s í i r i l ^ tiene lugar cuando
una persona responde directam ente al acto de o tra sin interpretarlo. La segúncla
implica la interpretación del acto. La interacción n o simbólica se manifiesta clara­
mente en las respuestas reflejas, como en el caso de un boxeador que autom ática­
mente levanta el brazo para p arar un golpe. Sin embargo, si el boxeador se detuviese
a reflexionar que ese golpe de su adversario que parece avecinarse es sólo u n a finta
para cazarle, tal actitud form aría parte de u n a interacción simbólica. En tal caso.
tendría que procurar descubrir la finalidad del golpe, es decir, su significado como
parte del plan de su contrincante. En su asociación, los seres hum anos entablan una
clara interacción no simbólica al responder inmediata e irreflexiblemente a los movi­
mientos corporales, expresiones y tonos de voz de sus semejantes, pero su forma
característica de interacción se ejerce a u n nivel simbólico, puesto que tratan de
com prender el significado de tos actos ajenos.
El análisis de Mead sobre la interacción simbólica es de sum a im portancia.
Considera que dicha interacción consiste en una exposición de gestos y en una
respuesta al significado de los mismos. U n gesto es aquella parte o aspecto de un
acto en curso que encierra el significado del acto, más amplio, del cual form a parte:
por ejemplo, la amenaza de un puño com o indicación de u n posible ataque, o la
declaración de guerra por parte de un país que manifiesta asi su postura y su línea
de acción. Los ruegos, órdenes, mandatos, sugerencias y declaraciones son gestos
que dan a la persona que los recibe u n a idea de la intención y propósito del futuro
acto del individuo que los formula. La persona que responde organiza su respuesta
basándose en el significado que los gestos encierran para ella. La persona que realiza
dichos gestos se sirve de ellos com o signos o indicaciones de lo que proyecta hacer,
así como de lo que desea que el otro haga o com prenda. Por lo tanto los gestos
tienen significado, no sólo para la persona que los hace, sino p ara aquella a quien
van dirigidos. Cuando el significado es el mismo para ambas personas, éstas se
com prenden mutuamente. De este breve exam en se desprende que el significado de
los gestos aflora a lo largo de tres líneas (la triple naturaleza del significado según
Mead): esos gestos indican lo que ha de hacer la persona a quien van dirigidos, lo
que la persona que los hace proyecta realizar y, finalmente, la acción conjunta que
debe surgir de la coordinación de los actos de am ba* Asi, por ejemplo, la orden de
levantar las manos que un ladrón da a su víctima es (a) una indicación de lo que ésta
ha de hacer; l,(W una indicación de lo que el ladrólf se propone hacer, es decir,
despojar a su victima; y ,<c) uha indicación de la acción conjunta que se está for­
mando: en este caso un athtóó Si existe confusión o malentendido en cualquiera de
estas tres líneas de significado, la comunicación no se produce, la interacción se
dificulta y la formación de la acción conjunta se ve bloqueada.
Para completar el análisis del interaccionismo simbólico realizado por M ead es
preciso citar un aspecto más, a saber: que las partes implicadas en la interacción
tienen que asum ir necesariamente el papel de cada uno de los individuos involucra­
dos. Para indicar a una persona lo que tiene que hacer, el individuo que hace la
indicación debe formularla, poniéndose en el lugar de quien la recibe. Para ordenar
a su victima que levante las m anos, el ladrón tiene que concebir la respuesta de la
victima poniéndose en su lugar. Por su parte, la victima ha de captar la orden
contando con el punto de vista del ladrón que la formula; debe advertir la intención
y la acción subsiguiente del atracador. La m utua asunción de papeles es condición
sine qua non p ara que u n a comunicación y u n a interacción sean eficaces:
Es evidente la im p o rtartciáy el lugár preferente qüe la ínteracción simbólica
ocupa en la vida y el com portam iento de un grupo hum ano. Todo grupo o sociedad
hum ana se com pone de personas en asociación. Esta adopta necesariamente la
form a de individuos que actúan reciprocamente entablando, por lo tanto, u n a inte­
racción social que, a su vez, se ejerce característica y prim ordialm ente a un nivel
simbólico en la sociedad hum ana. Como individuos que actúan individual o colecti­
vamente, o com o agentes de una organización determ inada que entrá en contacto
con otra, las personas se ven necesariamente obligadas a tener en cuenta los actos
ajenos en el m om ento de realizar los propios. La ejecución de tales actos implica un
doble proceso: el de indicar a los demás el modo en que deben actuar y el de
interpretar las indicaciones ajenas. La vida de u n grupo h u mano constituye un vasto
proceso consistente en definir al prM m oJte AÜeTi^
irtterpretartas cteflñiciones form uladas po r lo s_dentá&. A través de este p ro cesólas
pereonaTTiacen que sus actlviaa3es éñcajen en ías ajenas, a la vez que forman su
propia conducta individual. La actividad conjunta y el com partim iento individual se
forman dentro y a través de este proceso continuo. No son meras expresiones o
productos de los que las personas aportan a su interacción ni de las condiciones que
preceden a la misma. La incapacidad para adaptarse a este aspecto vital constituye la
principal deficiencia de los esquemas que tratan de describir la sociedad hum ana
basándose en la organización social, en factores psicológicos o en cualquier com bi­
nación de am bas cosas. En virtud de la interacción simbólica, la vida de todo grupo
hum ano constituye necesariamente un proceso de formación y no un simple ámbito
de expresión de factores preexistentes,

Naturaleza de los objetos. Según el punto de vista del interaccionismo simbólico


los "m undos" que existen para los seres hum anos y para los grupos formados por
~ 6 ^ " ^ 'e 5 f f ^ n é n ~ ^ " ¿ ^ t o s ^ los m ales son producto de la interlSSIofisimbólica.
U ñ objetó es todo aquello que puede ser indicado, todo lo qu ep u ed e señalarse o a lo
cual puede hacerse referencia: una nube, un libro, un cuerpo legislativo, un ban­
quero, una doctrina religiosa, un fantasma, etc. Por cuestión de conveniencia pue­
den agruparse los objetos en tres categorías: (a) objetos físicos, com o sillas, árboles y
bicicletas; (b) sociales, como estudiantes, sacerdotes, un presidente, u n a m adre o un
amigo; y (c) abstractos, como los principios morales, doctrinas filosóficas e ideas
tales como la justicia, la explotación y la compasión. Repito que un objeto es todo
aquello que puede señalarse 9 a lo cual p uede hacerse referencia. G T nátüraleSnfé
un oBjelo -d e iodos y 'cad a uño de ellos- consiste en el significado que éste encierra
para la persona que como tal lo considera. El significado determ ina el m odo en que
una persona ve el objeto, la m anera en que está dispuesta a actuar con respecto al
mismo y la form a en la cual se dispone a hablar de él. U n mismo objeto puede tener
distintos significados para diferentes individuos: u n árbol será diferente según que
lo considere un botánico, un leñador, un poeta o un jardinero; el presidente de
los Estados Unidos puede ser un objeto completam ente distinto para un m iem bro
leal a su partido que para uno de la oposición; los miem bros de un grupo étnico
pueden ser considerados com o distintos tipos de objeto por los miem bros de otros
grupos. El significado de los objetos para una persona em ana fundam entalm ente del
modo en que éstos le han sido definidos por aquellos con quienes “interactúa”. A
través de las indicaciones de los demás aprendem os que u na silla es u n a silla, que un
médico es un tipo determinado de profesional, que la Constitución de los Estados
Unidos es un tipo dado de docum ento legal, etc. Los objetos com unes (es decir,
aquellos que tienen el mismo significado para un determ inado conjunto de personas
y son considerados por éstas en idéntica forma) son fruto de un proceso de indica­
ciones mutuas.
Este comentario acerca de los objetos permite extraer varias conclusiones dignas
de mención. En prim er lugar, nos proporciona una panorám ica distinta del ám bito
o entorno en que se desenvuelven los seres hum anos. Desde el p unto de vista de
éstos, el entorno se compone exclusivam ente de aquellos objetos que unos seres
hum anos determinados identifican y conocen. La naturaleza del medio ambiente
viene dada por el significado que para esas personas encierran los objetos que lo
com ponen. Según esto, los individuos o grupos que ocupan o viven en las mismas
coordenadas espaciales pueden tener entornos m uy distintos; como se suele decir,
gentes que coexisten en estrecho contacto geográfico pueden, sin em bargo, estar
viviendo en m undos diferentes. De hecho, la palabra “m undo" es más apropiada
que el térm ino "entorno” para designar el ámbito, el medio am biente y la configura­
ción de aquellas cosas con las que las personas tienen contacto. Los individuos se
ven obligados a desenvolverse en el m undo de los objetos, y a ejecutar sus actos en
función de los mismos. De d io se desprende que p ara entender los actos de las
personas es necesario conocer los objetos que com ponen su m undo; una cuestión
im portante que analizaremos más adelante.
En segundo lugar, otra de las consecuencias es que los objetos (en lo que con­
cierne a su significado) deben ser considerados com o creaciones sociales en cuanto
que se form an y surgen como resultado del proceso de definición e interpretación,
ya que éste tiene lugar a su vez en la interacción de las personas. E l significado de
todas y cada una de las cosas h a de formarse, aprenderse y transm itirse a través de
un proceso de indicación que constituye, necesariamente, un proceso social. A nivel
de la interacción simbólica, la*vida de un grupo hum ano es un vasto proceso en el
que las personas van form ando, sustentando y transform ando los objetos de su
m undo a medida que les van confiriendo u n significado. Los objetos carecen de
status fijo, a menos que su significado se vaya configurando m ediante las indicacio­
nes y definiciones que las personas hacen de ellos. N ada es tan evidente com o el
hecho de que los objetos pertenecientes a las tres categorías antes señaladas pueden
experim entar u n cambio en su significado. Para un astrofísico m oderno una estrella
en el cielo es u n objeto m uy distinto de I9 que era para un pastor de los tiempos
bíblicos. El m atrim onio era un objeto m uy distinto p ara los rom anos prim itivos que
p ara las épocas posteriores. El presidente de u n a nación que no consigue actuar con
éxito en m om entos cruciales, puede convertirse en u n objeto m uy distinto para los
ciudadanos de su país. En resumen, desde el punto de vista del interaccionismo
simbólico, la vida de un grupo h um ano es u n proceso a través del cual los objetos
van creándose, afirmándose, transform ándose y desechándose. La vida y los actos
de los individuos van modificándose forzosamente a tenor de los cam bios que
acaecen en su m undo de objetos.

E l ser hum ano considerado como organismo agente. El interaccionismo simbó­


lico adm ite que el ser hum ano h a de tener u n a estructura en consonancia con la
naturaleza de la interacción social. Se le CQncibe como u n organism o capaz, no sólo
de responder a los demás en un nivel no simbólico, sino de hacer indicaciones a los
o tros e interpretar las que éstos formulan. Como M ead ha dem ostrado categórica­
mente, la_persona sólo puede hacer esto porque posee un "si m ism o”. Esta expre­
sión no encierra ningún significado esotérico. Quiere decir, sencillamente, que un
individuo puede ser objeto de sus propios actos. Por ejemplo, puedecónceBírse a s i
mismo, com ó üri hom bre jo v en , estudiante, endeudado, intentando hacerse médico,
procedente de u n a familia hum ilde, etc. En todos estos casos es un objeto para sí
mismo; tanto en sus actos p ara consigo mismo com o p ara con los demás, se basa en
el tipo de objeto que él constituye para si. La noción de uno mismo com o objeto
encdja en el anterior com entario sobre los objetos. Al igual que los restantes, el
“auto-objeto” surge del proceso de interacción social en el que otras personas defi­
nen a un individuo ante sí mismo. En su análisis de la asunción del papel social.
Mead ha investigado la form a en que esto acontece. Señala que, para que una
persona se convierta en un objeto para si mism a h a de contemplarse desde fuera. Y
esto sólo puede hacerlo poniéndose en el lugar de otra y observándose o actuando
en relación consigo misma desde esa nueva perspectiva. Los papeles que una per­
sona puede asum ir van desde el de individuos distintos (la “etapa de juegos") hasta
los de una com unidad abstracta (“el otro generalizado”), pasando por el de grupos
organizados, (“etapa del juego organizado”). Al asum ir tales papeles una persona se
encuentra en situación de dirigirse o aproxim arse a sí misma. Tal es el caso de lq
niña que “juega a las mam ás” y se habla a sí misma como lo haría su madre, o el del
sacerdote que se juzga a si mismo a través del prism a del sacerdocio. Form am os
nuestros objetos a partir de nosotros mismos mediante un proceso de asunción de
papeles. De ello se deduce que nos vemos a nosotros mismos a través del m odo en el
que los demás nos ven o definen; o, para ser más exactos, nos vemos asumiendo
uno de los tres tipos de papeles ajenos que y a hemos mencionado. El hecho de que
un individuo forma un objeto de sí mismo basándose en las distintas maneras de
definirlo que tienen los demás, está sobradam ente admitido en la literatura actual, por
lo que no haré más comentarios sobre el tem a a pesar de su gran trascendencia.
El hecho de que el ser hum ano posea un “sí mismo” lleva implícito algo todavía
más importante; y es que ello le capacita p ara entablar una interacción consigo
mismo. Esta, sin embargo, no adopta la form a de una interacción entre dos o más
partes de un sistema psicológico como, p o r ejemplo, entre necesidades, emociones,
ideas, o entre el “id” y el “egó” del esquema freudiano, sino que es de índole social;
es decir, una forma de comunicación, en la que la persona se dirige a sí m ism a como
tal y responde en consecuencia. Este tipo de interacción es fácilmente detectable
cuando advertimos que estamos enojados con nosotros mismos, y que debemos
autoestim ularnos para realizar nuestros quehaceres, cuando nos recordam os que
hay que hacer esto o lo otro, o hablamos para nuestros adentros, al elaborar u n plan
de acción. C om o estos mismos ejemplos sugieren, la “autointeracción” adopta prin­
cipalmente la forma de un proceso en el que el individuo se hace indicaciones a sí
mismo. El proceso en cuestión permanece continuam ente en vigor durante la vida
consciente del individuo, cuando éste advierte o considera tal o cual asunto, u
observa éste o aquel acontecimiento. De hecho, en el ser hum ano, ser consciente o
estar al tanto de una cosa cualquiera equivale a indicarse esa cosa a sí mismo; se le
reconoce com o un determ inado tipo de objeto y se considera la pertinencia o im por­
tancia que reviste para la propia línea de acción. La vida consciente de u n a persona
consiste en una serie de indicaciones de este tipo que se hace a sí m ism a y de las
cuales se sirve para orientar sus actos.
De esta suerte obtenemos u n a descripción del ser hum ano com o u n organism o
q u e r a t a f i a m a in teraccio n co n sig o m isn k fáfráv és ¡R ún'pr3<%sb social de autófor-
™y^? 1PJlL ¿re indicadónw . Este punto de vista sobre el ser hum ano es radicalmente
distinto del que prevalece en las ciencias social y psicológica contem poráneas en las
cuales predom ina el concepto según el cual la persona es un organism o complicado
cuyo com portam iento constituye una respuesta a los factores que intervienen en la
ordenación del organismo. Las escuelas de pensam iento de las ciencias sociales y
psicológicas difieren enorm em ente a la h ora de elegir los factores que cada una
considera significativos. Esto puede apreciarse en terrenos tan diversos y amplios
como el de los estímulos, impulsos orgánicos, necesidad-disposición, motivos cons­
cientes e inconscientes, emociones, actitudes, ideas, preceptos culturales, normas,
valores, exigencias del status, papeles sociales, afiliaciones a grupos de referencia y
presiones institucionales. Las escuelas difieren asimismo en su m anera de concebir
la organización del ser hum ano, que algunos consideran como un tipo de organiza­
ción biológica, otras psicológica y otras, en fin, com o una especie de organización
social privada y adaptada a la estructura social del grupo al que pertenece. Coinci­
den, sin embargo, en considerar al ser hum ano como un organism o de respuesta,
cuyo com portam iento es producto de los factores que intervienen en su organiza­
ción, o bien una expresión de la acción recíproca entre las partes que conform an
dicha organización. Bajo esta perspectiva m uy generalizada, la persona sólo es
“social" en el sentido de que pertenece a una especie social de que reacciona ante los
demás (estímulos sociales) o de que h a incorporado a si misma la organización de su
grupo.
El interaccionismo simbólico m antiene u n punto de vista sobre las personas
fundam entalm ente distinto. Considera que el individuo es “social" en u n sentido
m ucho más profundo: como organism o capaz de entablar u n a interacción social
consigo mismo formulándose indicaciones y respondiendo a las mismas. En virtud
de esta autointeracción, la persona establece u n a relación con su entorno notable­
mente distinta a la que presupone el tan difundido punto de vista convencional
antes descrito. En lugar de limitarse a considerarle como un organismo que res­
ponde a la acción recíproca de los factores que actúan sobre él o a través de él, el
interaccionismo ve al individuo com o un organism o que debe reaccionar ante lo
que percibe. Estas percepciones las afronta entablando un proceso de autoindicación
mediante el cual convierte en objeto aquello que percibe, le confiere un significado y
utiliza éste como pauta para orientar su acción. Su comportamiento con respecto a
lo que percibe no es una respuesta m otivada por tal presencia, sino una acción que
surge como resultado de la interpretación realizada a través del proceso de
“autoindicación". En este sentido, la persona que ha entablado una interacción
consigo m isma no sólo es u n organism o que responde, sino un organism o que actúa,
que ha de m odelar su línea de acción basándose en aquello que tom a en considera­
ción en lugar de limitarse a em itir una respuesta ante la interacción de u n determi­
nado factor en su organización.

Naturaleza de la acción hum ana. La capacidad de la persona p ara autoform u-


larse inaiaíciories^o5fflMffe"a”K"acción hum ana un carácter distintivo. Significa qué
el individuo se halla ante un m undo que debe interpretar para poder actuar y no
ante un entorno frente al que responde en virtud de su propia organización. Tiene
que afrontar las situaciones en las que se ve obligado a actuar, averiguando el
significado de los actos ajenos y planeando su propia línea de acción conform e a la
interpretación efectuada. Tiene que construir y orientar su propia acción en lugar de
limitarse a realizarla en respuesta a los factores que influyen en su vida u operan a
través de su persona. Tal vez no lo haga con m ucho acierto, pero tiene que hacerlo.
Este concepto del ser hum ano que orienta su acción autoform ulándose indicacio­
nes, contrasta radicalmente con el p unto de vista sobre la acción hum ana que actual-
mente prevalece en las ciencias psicológica y social. Este enfoque dom inante, como
ya se ha dado a entender atribuye la acción de las personas a un factor desencade­
nante, o a un a combinación de varios factores de este tipo. E lp rig en de la acción se
remite a cuestiones tales como motivos, actitudes, necesidad-disposición, complejos
inconscientes, diversos tipos de estimulo, dem andas del status, exigencias del papel
social y coyunturales. Se considera que relacionar la acción cén u n o o m ás de estos
agentes desencadenantes es u n a tarea plenam ente científica. lEste tipo de enfoque,
sin em bargo, ignora y suprim e el proceso deiSOTÓmte fa c S o n iáo r medio del cual un
individuó maneja su m u h d ó y construye su acción. Así se cierra el acceso al im por­
tantísimo proceso de interpretación por medio del cual el individuo percibe y enjui­
cia lo que se presenta ante él, y planea las directrices de su com portam iento público
antes de ponerlas en práctica.
Fundam entalm ente, la acción por parte del ser hum ano consiste en una conside­
ración general de las diversas cosas que percibe y en la elaboración de u n a línea de
conducta basada en el m odo de interpretar los datos recibidos. Entre las cosas que se
tienen en cuenta a la hora de actuar cabe m encionar los deseos y necesidades, los
objetivos, los medios disponibles para su logro, los actos ajenos, tanto realizados
como previstos, la propia imagen y el resultado probable de u n a determinada linea
de acción. El com portam iento se orienta y se form a a través de un proceso de
indicación e interpretación, en el curso del cual determ inadas líneas de acción pue­
den iniciarse o concluirse, abandonarse o postergarse, limitarse a u n m ero proyecto
o a u n a vida interior de ensueños, o bien modificarse u n a vez iniciados. N o me
propongo analizar este proceso sino insistir en su presencia y operatividad en cuanto
a la formación de la acción hum ana. Debemos adm itir que la actividad del ser
hum ano consiste en afrontar un caudal de situaciones ante las que se ve obligado a
actuar, y que su acción se forja en función de lo que percibe, del m odo en que lo
enjuicia e interpreta y del tipo de líneas de acción planeadas que se propone realizar.
Este proceso no se explica atribuyendo la acción^aTuñTeterrninado tipo de factor
(por ejemplo móviles, necesidad-disposición, exigencias de la función desempeñada,
expectativas o norm as sociales) que se supone la desencadena y la conduce a su
desenlace; esta d ase de factores, o u n a expresión concreta de los mismos, es algo
que el agente hum ano tiene en cuenta en el m om ento de planear su línea de acción.
El factor desencadenante no abarca ni explica en qué form a es considerado el propio
factor ni otras cuestiones en la situación que reclama la acción. Es preciso internarse
en el proceso definilorio del agente para com prender sus actos.
Esta perspectiva de la acción hum ana es igualmente válida p ara aquellas activida­
des conjuntas o colectivas en las que intervienen u n a serie de individuos. La acción
colectiva o conjunta constituye un dominio de interés sociológico, como se demues­
tra en el com portam iento de grupos, instituciones, organizaciones y clases sociales.
Sea cual fuere su naturaleza, estas m uestras de com portam iento com unitario se
com ponen de individuos que hacen que sus líneas de acción encajen o se adopten
recíprocamente. E s correcto y posible observar y estudiar tal com portam iento en su
aspecto colectivo o conjunto en lugar de analizar sus componentes individuales. El
com portam iento com unitario no pierde su rasgo constitutivo de haber sido elabo­
rado mediante un proceso interpretativo al afrontar las situaciones en. las que la
colectividad se ve abocada a actuar. Tanto si dicha colectividad es u n ejército en
cam paña, una empresa que pretende am pliar sus actividades o una nación que
intenta corregir una balanza comercial desfavorable, es preciso que elabore su linea
de acción interpretando lo que sucede en su cam po de actividad. El proceso inter­
pretativo se desarrolla a través de la formulación recíproca de indicaciones entre
quienes intervienen en el mismo, y no sólo a través de las que cada individuo se
dirige a si mismo. La acción colectiva o conjunta es el resultado de dicho proceso de
interacción interpretativa.

Interconexión de la acción. C om o se ha dicho antes, la vida de todo grupo


hum ano se basa en y depende de la adaptación reciproca de las lineas de acción de
los distintos miembros del grupo. La articulación de dichas lineas origina y consti­
tuye la "acción conjunta", es decir, u n a organización com unitaria de com porta­
miento basada en los diferentes actos de los diversos participantes. A pesar de estar
form ada por los actos que jn terv ien en en su composición, la acción c o n ju n tá is
distinta de cad a'uno de ellos y der & n ju n to l b i r m ^ por su m era agrupación! Pósee
e n si m ism au ñ caüfcta- distintivo que réside en la articulación ó vinculación propia-
m ^ e ,d ic ® . 10 n índq)eñaencla'3 e"l0 q u rp o e d a ser áñícüTado o vinculado en cada '
caso. Por consiguiente, la acción conjunta puede reconocerse com o tal, puede Ha­
blarse de ella y se la puede utilizar sin necesidad de fragm entarla en los actos
aislados que la componen. Esto es lo que hacemos cuando hablamos de cosas como
eí matrimonio, una transacción comercial, la guerra, u n debate parlam entario o un
servicio eclesiástico. De m odo parecido podemos hablar de u n a colectividad que
realiza una acción conjunta sin necesidad de identificar a cada uno de sus miembros;
asi, hablam os de una familia; u n a sociedad mercantil, una iglesia, u n a universidad o
una nación. Es evidente que el e s tu d ió le J a acción conjunta y de las colectividades
que la practican constituye, precisamente, el cam po en qué se desenvuelve el cientí­
fico social.
' AL analizar las colectividades y la acción conjunta es fácil incurrir en un con­
cepto erróneo si re p á s a l^ r alterq u e la acción colectiva constituye la concatenación'
W T o s'ác t o s d f lo s individuos que com ponen la c ó le a iv íd a g 'fe W e rro f induce a
desestimar el hecho de que toda acción conjunta ha de experim entar necesariamente
un proceso de formación. A unque se trate de una forma de acción social perfecta­
mente conocida y claramente reiterativa, cada uno de los casos que la integran ha de
formarse de nuevo. Más aún, el curso de formación que precisa seguir p ara materia­
lizarse tiene lugar, necesariamente, a través del doble proceso antes mencionado: el
de la designación y el de la interpretación. Los individuos que participan en la
acción siguen teniendo que orientar sus actos respectivos mediante la formación y
utilización de significados.
Hechas estas observaciones a m odo de preám bulo, quisiera destacar tres puntos
acerca de las implicaciones de la concatenación que represenía la acción conjunta?
Primero me gustaría analizar los elementos estables y reiterativos de Tá mismaTCa
palle preponderante de la acción social en u n a sociedad h u m ana, y especialmente en
una y i consolidada, a d ó p ta la form a de moBélos fecufreñtés de acción conjunta. En
Ta^ mayoria d e fas Situaciones en que las personas actúan cotí respectóla otras, los
individuos cuentan de antem ano con un profundo conocimiento del m odo en que
han de com portarse y de cóm o se com portarán los demás. Com parten los significa­
dos com unes y preestablecidos de lo que se espera de cada participante en una
acción determ inada y. consecuentemente, cada uno de ellos es capaz de orientar su
conducta de acuerdo con dichos significados. Los ejemplos de formas reiterativas y
preestablecidas de acción conjunta son tan frecuentes y comunes que es fácil enten­
der por qué los eruditos la han considerado com o la esencia o la forma natural de
vida de los grupos hum anos. Este punto de vista se pone especialmente de mani-
fiesto en los conceptos de "cultura” y “orden social”, que tanto predom inan en la
literatura sociológica. La m ayoría de los esquemas sociológicos se apoyan en la
creencia de que toda sociedad hum ana adopta la form a de un orden de vida estable­
cido, que se resum e en u n a adhesión general a las reglas, norm as, valores y sancio­
nes que indican a las personas el modo en que han de actuar frente a las distintas
situaciones..
Este claro esquem a se presta a varios comentarios. En p rim o' lugar, no es riguro­
samente cierto que la vida de cualquier sociedad hum ana, en todos sus aspectos, no
sea sino una m era expresión de formas preestablecidas de acción conjunta. En el
ámbito de la v id a d e grupo surgen cajstantem ente n ue v assi tuario nes problemáticas
Ir n té l^ c u a ies las norm as existentes^ resulton i ñ a ^ lK d a s Tro n c á lS e oWó Hablar de
ninguna sociedad exenta 3e problemas, ó cuyos miembros no tengan que entablar
un debate para proyectar un sistema de acción. Las áreas de conducta no prescrita
'soñ tan rtaturaréS. géñ'üinaS y Técurrentes en la vida de los grupos hum anos como
las integradas en los preceptos ya establecidos y fielmente observados de la acción
conjunta. En segundo lugar hemos de admitir que incluso en el caso de lo que se
refiere a la acción conjunta reiterativa y preestablecida, cada uno de los casos que lo
integran ha de formarse de nuevo. Los individuos participantes en la mism a siguen
teniendo que elaborar sus lineas de acción y adaptarlas a las de los demás mediante
el doble proceso de la designación y la interpretación. Cuando se trata de una acción
conjunta reiterativa lo hacen, por supuesto, empleando los mismos significados
periódicos y constantes. Si admitimos esto, tenem os que advertir forzosamente que
lo im portante es el papel y el destino de los significados y no la acción conjunta en
su forma establecida. La acción conjunta reiterativa y estable es el resultado de un
proceso interpretativo é n ig u a l medidá~que cualquier nueva foiiiia~tte*atet611''coñ:
jüñrarque se d e ^ K j l t r ^ prm iera y ¿ in 4 o es una afinhación ociosa m petiüante:
Tos~sígnificados subyacentes en toda acción conjunta consolidada y reiterativa son
susceptibles tanto de presión com o de esfuerzo, de incipiente descontento como de
indiferencia; pueden ser ora combatidos, ora reafirmados; puede dejarse que actúen
por sí mismos desentendiéndose de ellos o infundírseles nuevos bríos. Tras la fa­
chada de la acción conjunta objetivamente enfocada, la serie de significados que la
sustenta tiene una vida que los científicos sociales mal pueden ignorar. La acepta­
ción gratuita de los conceptos sobre normas, valores, reglas sociales y demás no
debiera ocultar a los estudiosos el hecho de que cualquiera de estos conceptos
depende del proceso de interacción social, el cual le es necesario, n o sólo para
cam biar sino también para conservarse en una form a establecida. Es el proceso
social el que crea y sustenta las norm as en la vida de grupo y no éstas las que forjan
y sostienen aquélla.
La segunda observación sobre el encadenamiento que constituye la acción con­
jun ta se refiere a la extensa conexión de las acciones que com ponen una parte tan
amplia de la vida de grupo. Estamos familiarizados con esas vastas y complejas
redes de acción que implican la concatenación e interdependencia de los distintos
actos de diversas personas, com o sucede en la división del trabajo que comienza con
el cultivo de los cereales por el labrador y term ina con la venta del pan en un
establecimiento, o en la complicada cadena que abarca desde la detención de un
sospechoso inocente a su puesta en libertad. Dichas redes, que suponen la participa­
ción regularizada de distintas personas con diversos actos a diferentes niveles, nos
dan una descripción de aquellas instituciones que han revestido justificadam ente el
m ayor interés para los sociólogos. Asimismo proporcionan cierta. consistencia a J a
idea de que la vida de todo grupo humarTó posee elcaracter deSif) iisíem a Ante tan
vaSRrxomptejo de actividades diversificadas, ensambladas en un funcTónamiento
regular; al contem plar la organización com plem entaria de los participantes en una
red de r elaciónes ete interdependencia, es fácil entender por qué num erosos eruditos
coñSiaerafr aichas redes o instituciones como entidades de regulación autónom a,
qué slguén SU propia dinámica sin requerir que se preste atención a los individuos
que intervienen efl lás mísmas La mayoría dé los análisis sociológicos de institucio­
nes y organizaciones sociales apoyan este punto de vista: lo cual, en mi opinión,
constituye un grave error. H abría que adm itir lo que es evidente, es decir, que el
amplio y diverso abanico de sujetos participantes que ocupan distintos puestos en
una de estas redes em prenden sus acciones en dichos puestos basándose en la
utilización de determinados conjuntos de significados. N inguna red o institución
funciona automáticamente por medio de alguna dinámica interna o d é exigencias
del sistema, sino porque las personas ubicadas en los distintos niveles hacen atgo
ooncreto y tó que hacen es producto de su m odo de definir la situación en la que se
sienten competidos a actuar. U na apreciación parcial de este punto se refleja actual­
mente en ciertos aspectos de la labor de tom a de decisiones, pero en general pasa
lamentablemente inadvertido. Es forzoso reconocer que el abanico de significados
que im pulsa a los componentes de una cadena a actuar como lo hacen, dentro de
sus puestos respectivos, ocupa su propio sitio en un proceso localizado de interac­
ción social; y que dichos significados se form an, sostienen, debilitan, refuerzan o
transform an, según el caso, a través de un proceso socialmente definitorio. Tanto el
funcionamiento como la suerte que corren las instituciones son producto de este
proceso de interpretación, a medida que éste se va desarrollando entre los diversos
conjuntos de individuos participantes en el mismo.
Es preciso hacer una tercera observación importante, y es que todo tipo de
acción conjunta, ya sea de reciente formación o hace tiempo consolidada h a surgido
necesariamente de un historial de acciones previas de los participantes. N unca surge
un nuevo tipo de acción conjunta al margen del mencionado historial. Las personas
que participan en la formación de u n a nueva acción conjunta siempre aportan a la
misma el m undo de los objetos, el conjunto de significados y los esquemas de
interpretación que antes poseían. Por lo tanto, la nueva acción siem pre emerge de y
guarda relación con un contexto de acción conjunta prév¡á7>n¡io'piléaé COhcebifSe
fuera 3 r diefto~cantexto. Al considerar este tem a hay q ü F te ñ g rg n cuentá él citado
vínculo con ¡as íorm as precedentes de acción conjunta. Pensar que u n a forma dada
de acción conjunta puede ser desgajada de su vinculo histórico, com o si su estruc­
tu ra y su carácter surgiesen p o r generación espontánea e n 'lu g ar de nutrirse de lo
anteriorm ente acaecido, equivale a pisar un terreno engañoso y empíricamente invá­
lido. A nte situaciones radicalm ente distintas y plenas.de tensión, las personas pue­
den sentirse impulsadas a desarrollar nuevas formas de acción conjunta notable­
mente distintas de aquellas en las que previamente han intervenido, si incluso
en tales casos existe siem pre cierta conexión y continuidad con lo acaecido en el
pasado. N o se puede entender la nueva form a de acción sin incluir en su análisis d
conocimiento de la m encionada continuidad. La acción conjunta no sólo representa
una vinculación horizontal, p ara expresarlo de esta~Torniá7de las actividadesde los
individúes participantes, sino tam bién u n a conexión vertical con (a acción prece­
dente "
Resumen. Suponemos que la perspectiva general del interaccionismo simbólico
habrá quedado perfectamente clara tras este breve bosquejo de sus aspectos radica­
les. Este enfoque considera que una sociedad hum ana se com pone de personas
comprometidas en el acto de vivir. La vida es u n proceso de continua actividad en la
que los participantes desarrollan líneas de acción ante las innumerables situaciones
que han de afrontar. Están como engranados en un vasto proceso de interacción, en
el seno del cual deben hacer que sus acciones en desarrollo se adapten a las ajenas.
El proceso consiste en form ular indicaciones a los dem ás sobre lo que hay que
hacer, y en interpretar las que ellos form ulan a su vez. Las personas viven en un
m undo de objetos y el significado de los mismos es lo que les guía en su orientación
y sus actos. Sus objetos, incluyendo los que contienen en sí mismos, se form an,
sustentan, debilitan, y transform an a través de su interacción con otras personas.
Por supuesto, este proceso general debiera observarse a la luz del carácter diferen­
ciado que necesariamente posee, como consecuencia del hecho de que las personas
se reúnen en diferentes grupos, pertenecen a asociaciones distintas y ocupan puestos
diversos. Por eso cada individuo se aproxim a a los demás de u n m odo diferente,
vive en un m undo distinto y se guía a sí mismo p o r medio de un conjunto de
significados disímiles. N o obstante, ya se trate de una familia, la banda de un
muchacho, una sociedad industrial o un partido político, es preciso tener en cuenta
que las actividades de ia colectividad se van form ando a través de u n proceso de
designación e interpretación.

Principios metodológicos de la ciencia empírica


He abordado el tema del interaccionismo simbólico no como u n a doctrina filosó­
fica*, sino como una perspectiva dentro de la ciencia social empírica, u n enfoque
encam inado a ofrecer un conocimiento verifícable de la vida de grupo y el com por­
tam iento hum anos. .Según esto, sus principios‘metodológicos deben cum plir los
requisitos fundamentales de la ciencia empírica. ¿Cuáles son estos requisitos? El
pensamiento actual y la discusión de la metodología en las ciencias social y psicoló­
gica están salpicadas de num erosos m alentendidos y confusiones en esta materia,
por lo cual considero conveniente esbozar algunos principios básicos.
C omenzaré con la redundante afirmación de que u n a ciencia empírica presupone
la existencia de u n m undo empírico. Este m undo constituye algo susceptible de
observación, estudio y análisis, v se mantiene, inmutable ante el observador cienti-
fíco, con un carácter que debe séríx p lo rad o y descubierto por m edio-deja.obsenca-
ción, el estudio y el análisis.. El m undo empírico tiene que ser siem pre el punto
centra] de interés. En el caso de la ciencia empírica constituye el punto de partida y
de retorno. Es el cam po de verificación de cualquier afirmación que se haga sobre
él. Para la ciencia empírica, “la realidad” sólo existe en el m undo empírico, en el
cual ha de buscarse y verificarse.

El interaccionismo simbólico establece las premisas de una filosofía profunda, de gran contenido
humanista. Al elevar el "sí mismo” a un rango de suprema importancia y reconocer que su formación y
realización se producen a través de la asunción de los papeles sociales de los demás, con quienes el
individuo está implicado en las actividades conjuntas de la vida de grupo, d interaccionismo simbólico
proporciona los elementos esenciales para la formulación de un estimulante esquema filosófico particular­
mente amoldado a la experiencia social. Los escritos de George Herbert Mead y John Dewey, en especial,
esbozan las líneas generales de esta filosofía.
Para que esta trivial aunque indispensable declaración no sea mal interpretada,
añadiré unas palabras sobre las posturas tradicionales del idealismo y el realismo, ya
que estas doctrinas filosóficas han influido considerablemente en la investigación
científica dentro del ámbito de la sociología y la psicología actuales.
El idealismo sostiene tradicionalmente que “el m undo de la realidad" sólo existe
en la experiencia hum ana y que surge exclusivamente en la form a en que los seres
hum anos lo “ven’'. Creo que tal concepto es indiscutible. Es imposible mencionar
un solo ejemplo de caracterización del “m undo de la realidad” que no esté m arcado
por la imaginación hum ana. El ser hum ano no conoce nada que no se presente en
forma de algo a lo que pueda referirse o que sea capaz de indicar. Para señalar
cualquier cosa, una persona tiene que verla desde su propia perspectiva: ha de
describirla tal y como aparece p ara ella. En este sentido no es posible hallar ninguna
fisura en el argum ento de que el m undo empírico existe siempre y necesariamente
en form a de imágenes y conceptos hum anos del mismo. Sin embargo, en contra de
lo que m uchos suelen deducir, esto no traslada la “realidad" desde el m undo empí­
rico a la esfera de las metáforas y los conceptos. Es erróneo llegar a la conclusión de
que, com o el m undo empírico sólo puede existir p ara el ser hum ano en forma de
imágenes o conceptos, la realidad hay qije buscarla en dichas imágenes o conceptos
prescindiendo del m undo empírico. Esta postura solipsista es insostenible, y haría
imposible toda ciencia empírica. Es insostenible debido al hecho de que el m undo
empírico puede “replicar” a nuestros conceptos o afirmaciones sobre el mismo, es
decir, desafiar, resistir y no rendirse ante nuestras imágenes o ideas. Tal resistencia
confiere al m undo empírico un carácter obstinado que es el sello de la realidad. Su
inflexibílídad, su capacidad de resistir y replicar, exige y justifica la ciencia empírica.
Fundamentalmente, ésta persigue como objetivo el desarrollo de imágenes y concep­
tos susceptibles de manejar con éxito y adaptarse a la resistencia ofrecida por el
m undo empírico sometido a estudio.
El reconocimiento de que el m undo empírico posee u n carácter obstinado con el
que hay que llegar a m j ^ g d o riu stiS M e n a m e irité lainsisÉencia realista de ¿ í c
posee una naturaleza “real”. Con todo, es necesario eludir los conceptos que han
lastrado el realismo tradicional perjudicando seriamente su fecundidad. U no de ellos
sostiene que ese carácter obstinado - o realidad- del m undo empírico es fijo e inm u­
table en cierto aspecto esencial cuyo descubrim iento constituye el objetivo de la
ciencia empírica. Por el contrario, la historia de dicha ciencia dem uestra que el
m undo empírico se presenta siem pre “aquí y ahora” y esta siempre refundiéndose
debido a la realizaclónde nuevos hallazgos. E f p d ligroque entraña la creencia Be
que la realidad def m undo empírico se concreta en una"forma perpetuam ente inm u­
table desemboca en la natural disposición a considerar qué el conocimiento existente
de dicha realidad constituye esá fórm a siem pre Jija. La his’to n a confirm a que tal
disposTctón supOfte u n formidable freno a las nuevas investigaciones y descubri­
mientos. El segundo concepto esterilizante afirm a que la realidad del m undo empí­
rico debe ser considerada y asum ida en función de los hallazgos de la ciencia física
más avanzada. Esta idea ha tenido efectos particularm ente perniciosos sobre las
ciencias psicológica y social y n ad a autoriza a defenderla. Lo único que un estudio
minucioso y honesto ha puesto de relieve es ese inflexible carácter del m undo
empírico. Forzarlo a que encaje en u n esquem a diseñado p ara u n segmento dado del
mismo, es filosóficamente sectario y n o representa el enfoque de la auténtica ciencia
empírica.
La descripción correcta de esta ciencia es, a mi juicio, la que la define como una
de respuestas a las preguntas form uladas sobre el carácter ‘'resistente” del
m undo empírico en estudio. Hay que respetar esta obstinada naturaleza o carácter.-
tal es, en realidad, el principio fundamental de la ciencia empírica, la cual lleva a
r-nh» sus investigaciones obteniendo imágenes del m undo empírico en estudio y
verificándolas por medio de u n severo escrutinio del mismo. Esta simple observa­
ción nos permite enfocar correctamente el tema de la metodología, la cual rem ite a
(o abarca) los principios subyacentes que sirven de guía en el proceso analítico
completo del carácter obstinado del m undo empírico en cuestión. Tal concepto de la
metodología entraña tres puntos de vital importancia: ( 1) la metodología abarca la
investigación científica en su totalidad y no sólo un sector o aspecto seleccionados
de la misma; ( 2) cada una de sus partes, así com o el acto científico en su totalidad,
deben adecuarse al carácter obstinado del m undo empírico en estudio; por lo tanto,
los métodos de estudio están subordinados a dicho m undo y han de ser verificados
por éste; y (3) el m undo empírico sometido a estudio, y no un modelo de pesquisa
científica, es el que proporciona'la respuesta decisiva sobre la investigación em pren­
dida. M e gustaría aclarar cada uno de estos puntos.
(1) A mi m odo de ver debiera resultar evidente que la metodología se aplica y
abarca todas las partes del acto científico. Considero necesario hacer esta salvedad a
causa de la asom brosa inclinación de la ciencia social en uso a identificar la metodo­
logía con cierto sector limitado de la indagación científica y, más aún, a atribuir a
este aspecto parcial una im portancia gratuita. Actualmente, la ciencia social consi­
dera con desalentadora frecuencia que el térm ino “metodologia" es sinónim o del
estudio de los procedimientos cuantitativos superiores, y que u n “metodólogo” es
un experto versado en el conocimiento y utilización de tales procedimientos. Se le
considera generalmente como alguien que aborda el estudio basándose en variables
cuantifícables, que intenta establecer relaciones entre ellas mediante el empleo de
refinadas técnicas estadísticas y matemáticas, y que orienta su búsqueda por medio
de elegantes modelos lógicos adecuados a cánones especiales de cierto “plan de
investigación”. Estos conceptos son sólo una parodia de la metodología considerada
como el estudio lógico de los principios subyacentes en la conducta de la indagación
científica. Es evidente que el método de la ciencia empírica abarca todo el cam po del
acto científico, sin om itir las premisas iniciales ni la totalidad de las etapas de
procedimiento comprendidas en dicho acto. Todos estos elementos son de vital
importancia en el estudio científico y precisan ser analizados y respetados al desarro­
llar los principios de la metodologia. Para facilitar la comprensión de este tema, me
permitiré señalar los aspectos más im portantes de la investigación científica, indis­
pensables para la labor de la ciencia empírica.

(a) La posesión y utilización de una descripción o esquema previo del mundo empírico en
estudio. Como antes hemos dicho, esto constituye un requisito previo indispensable
en cualquier estudio del mundo empírico, ya que únicamente podemos contemplar
ese mundo a través de un esquema o concepto del mismo. La descripción subyacente
del mundo empírico utilizada orienta y configura en su totalidad el acto del estudio
científico. La citada descripción marca la pauta para la selección y formulación de los
problemas, la determinación de los datos, los caminos a seguir para obtenerlos, el
tipo de relaciones que se pretende establecer entre éstos y las formas en que se
modelan las proposiciones. Habida cuenta del efecto fundamental y omnipresente que
esta descripción inicial del mundo empírico ejerce sobre la totalidad del acto de la'
investigación científica, sería absurdo ignorarla. Dicha descripción siempre puede
determinarse mediante un conjunto de premisas constituidas por la naturaleza confe­
rida implícita o explícitamente a los objetos clave que intervienen en la descripción.
La ineludible labor del auténtico procedimiento metodológico consiste en establecer y
evaluar tales premisas.
(b) Formulación de preguntas sobre el mundo empírico y transformación de las preguntas
en problemas. Esta etapa constituye el origen del acto investigador. Es evidente que
la clase de preguntas formuladas y el tipo de problemas planteados decide y orienta
las líneas de indagación ulteriores. Por eso es de vital importancia que el metodólogo
examine minuciosamente y evalúe con juicio crítico el modo en que los problemas
han sido seleccionados y formulados. La superficialidad, el monótono convenciona­
lismo y la servil adhesión a la doctrina en la selección y planteamiento de los
problemas constituyen el conocido y pernicioso lastre- de la ciencia empírica.
(c) Determinación de los datos de interés y de los caminos a seguir para obtenerlos. Es
evidente que los datos se derivan del problema, lo que pone de relieve la importancia
que tiene estar seguro del carácter satisfactorio del mismo. Aunque suministrados
por éste, los datos han de ser examinados constantemente para ver si aconsejan la
revisión o desestimación del problema. Al margen de esto es importante reconocer
que los medios empleados para obtener los datos dependen de la naturaleza de éstos.
Úna razón inversa que permitiese al método seguido en la obtención de los datos
determinar la naturaleza de éstos, corrompería la auténtica investigación empírica.
Estas escasas observaciones revelan la evidente necesidad de determinar y recopilar
los datos ateniéndose a un juicio critico y minucioso.
(d) Determinación de las relaciones entre los datos. Habida cuenta que del estableci­
miento de conexiones entre los datos dependen los hallazgos del estudio, es impor­
tante conceder especial atención a la forma de conseguirlos. Esto es cierto tanto si el
conocimiento de las uniones es fruto de una acertada reflexión acerca de lo que se
considera como posibles relaciones significativas, o de un procedimiento mecánico
tal como el análisis de los factores o un esquema de correlación obtenido mediante
ordenador.
(e) Interpretación de los hallazgos. Esta etapa final conduce al investigador más allá de
los limites del problema estudiado, puesto que al elaborar las interpretaciones tiene
que relacionar sus descubrimientos con un conjunto teórico externo o con un bloque
de conceptos que trasciende el estudio realizado. Esta importante fase final merece un
examen metodológico en el caso de las ciencias psicológica y social. Metafóricamente
hablando es en ese momento cuando pueden introducirse subrepticiamente nuevas
cartas en la baraja, otorgando a la interpretación un rango "científico" injustificado
por el mero hecho de que las etapas precedentes del estudio han sido cubiertas
correctamente. El cuerpo teórico externo o el conjunto de conceptos utilizado para
encuadrar la interpretación pueden no haber sido verificados y resultar falsos.
(f) La utilización de conceptos. Los conceptos desempeñan un papel primordial a lo
largo de todo el acto de investigación científica. Son elementos significativos en el
esquema previo que el investigador posee del mundo empírico. Es probable incluso
que sean los términos en los que el problema se plantea. Normalmente constituyen
aquellas categorías para las que se intenta conseguir los datos y en el seno de las
cuales se agrupan éstos. Generalmente se convierten énel medio principal de estable­
cer las relaciones entre los datos, y suelen constituir los puntos de apoyo para la
interpretación de los hallazgos. A causa de la decisiva función que desempeñan en la
investigación científica es especialmente importante someter los conceptos a un exa­
men metodológico.

Todo procedimiento metodológico de tal nom bre ha de abordar los tem as arriba
mencionados, puesto que son una parte esencial del acto de investigación científica
empírica. Sin embargo no debe abordarlos en el sentido de aventurar u n determ i­
nado esquema del m undo empírico, ni tam poco esbozando un conjunto de proble­
mas sobre el mismo, seleccionando los datos o el m odo de obtenerlos, prefigurando
las lineas de conexión que hay que buscar, bosquejando el m arco en el cual encua­
drar las interpretaciones ni determinando los conceptos a utilizar, sino que debe
enfocarlos con miras a establecer los principios necesarios para llevar a cabo todo lo
que .antecede, de modo que se respete y luche tenazmente con el carácter obstinado
del m undo empírico sometido a estudio.
En este sentido una gran parte de la actual metodología de las ciencias social y
psicológica es errónea e inadecuada. La m ayor parte de lo que hoy pasa por ser
metodología se com pone de objetivos como los siguientes: la invención y empleo de,
refinadas técnicas de investigación, norm alm ente con un carácter estadístico avan-»
zado; la elaboración de modelos lógicos y matemáticos, presididos con demasiada
frecuencia por un criterio de elegancia; la confección de esquemas formales sobre el
modo de elaborar conceptos y teorías; la osada aplicación de esquem as tom ados en
préstamo, con los análisis del input-output, los análisis de sistemas y estocásticos, la
fiel servidumbre a los cánones del plan de investigación, y el fomento de un procedi­
miento particular, como el análisis de los informes, considerado com o método de
estudio científico. Me maravilla la suprem a confianza con que estos objetivos son
presentados como materia de la metodología. M uchos de ellos, com o los que subra­
yan la necesidad del empleo de técnicas estadísticas y cuantitativas, son obviamente
inadecuados, por la sencilla razón de que sólo abordan un aspecto limitado del acto
completo de la investigación científica ignorando otros temas tales com o las prem i­
sas, problemas, conceptos, etc. M ayor gravedad reviste aún el hecho de que, casi sin
excepción, prescinden de afrontar la tarea de esbozar los principios sobre el modo en
que deben ser elaborados los esquemas, problemas, datos, conexiones, conceptos e
interpretaciones, según la naturaleza del mundo empírico en estudio. Los m enciona­
dos objetivos representan un esfuerzo por desarrollar una metodología indepen­
diente del inflexible carácter del m undo empírico a la que ésta ha de aplicarse. N o es
así como la metodología se desarrolla en el caso de ia ciencia empírica. Los princi­
pios que dicha metodología com prende han de abarcar el acto de la indagación
científica no de una form a lógica propia e independiente, sino por los cam inos que
tal indagación debe seguir para explorar un determinado tipo de m undo empírico.
En este importante sentido, la metodología de las ciencias social y psicológica no
puede ignorar los temas de cóm o hay que considerar el m undo empírico, plantear
los problemas, seleccionar los datos, determ inar e interpretar las relaciones y utilizar
los conceptos.
(2) U na vez admitido que la metodología abarca todas y cada u n a de las partes
importantes del acto de investigación científica, quisiera com entar y destacar un
punto de m ayor importancia incluso para la metodología. Cada u n a de las partes de
ese acto - y p o r consiguiente, todo el acto - debe ser sometida a la prueba del m undo
empírico y válida por dicha prueba. La realidad existe en el m undo empírico y no en
n?^t9<,os empleados p ara «studiarlo; hay que descubrirla exam inando ese
m undo, "y no a través de los análisis o la elaboración de los m étodos utilizados para
estudiarlo. Los métodos son meros instrum entos concebidos p ara reconocer y anali­
zar el carácter obstinado del m undo empírico, y por ello su valor reside únicamente
en su capacidad de hacer posible la tarea a realizar. En este sentido fundamental, los
procedimientos empleados en cada una de las partes del acto de investigación cientí-
fíca han de evaluarse en función de si respeta o no la naturaleza del m undo empírico
en estudio; se trata pues de saber si lo que significan o implican es la naturaleza de
aquél. Así pues, el esquema subyacente del m undo empírico utilizado en el acto de
la investigación científica requiere un examen”crítico que permftaBecídir si es cierto
f f n o 4o ^ si j a s prOHemas sometidos a e stu ^ o aeben sercn ü c a m e n te enjuiciados
para ver si son auténticos problem as dtT'mühdo e m p iric b Y tiy que oB ServaraT ra
datos seleccionados ¡» seen ' 3e hecKoTen dicho m undo 11 carácter que se les ha
conferido en el estudio; de m odo parecido es necesario exam inar el propio m undo
empírico, con independencia del estudio, para com probar si las relaciones presu­
puestas entre los datos se dan en la form a enunciada; las interpretaciones de los
hallazgos, teniendo en cuenta sobre todo que proceden de fuentes externas, ajenas al
estudio, deben someterse a u n a prueba empírica; y por último, los conceptos utiliza­
dos a lo largo de la investigación requieren particularm ente un exam en para verifi­
car si encajan en el mundo empírico al que se supone que hacen referencia. El
tratam iento metodológico exige, cuando menos, todas estas etapas.
Evidentemente, sin embargo, este tipo de exámenes y evoluciones de la indaga­
ción científica son m uy poco frecuentes en lo que actualm ente se denom ina metodo­
logía de las ciencias social y psicológica. Las premisas, problemas, datos, relaciones
e interpretaciones son aceptadas casi siem pre tal y com o se presentan, evitándose asi
su análisis directo en función del'm undo empírico. En lugar de ello, la metodología
actual insiste en seguir otros cam inos p ara tratar de determ inar la validez empírica
de los esquemas, conceptos, relaciones, etc. Estas otras vías recomendadas y amplia­
m ente utilizadas son las siguientes: (a) sujeción a u n protocolo científico; (b) insisten­
cia en la reproducción de estudios de investigación; (c) confianza en la verificación
de las hipótesis; y (d) empleo de procedimientos supuestamente operacionales. Co­
m entaré cada uno de estos esquemas alternativos.
Existe la creencia harto difundida y profundam ente arraigada en la sociología y
la psk»k>iíBrfle'wiB uua fid ,adlie¡it^'rtó"flgg^m T O m C T fe'se ii5!gS"óom ¿ pro tón
colo acertado en el procedimiento investigador permite obtener automgtigunBttte
resultados válidos para el mundcT émpíricó. El ¿ ró tó d o ló j‘correcto'? constituye la
p ^ a ñorm al én sociología y psícológía 7 ^ t a K en representado por io que hoy
denom inam os principios"3eT pían de lnvéstigación. Se presenta a les investigadores
com o el modelo de indagación científica; los especialistas y directores lo emplean
para evaluar los planes de estudios, y los organism os de subvención lo aplican con
bastante rigor a la evaluación de los proyectos de investigación. Todo ello refleja la
creencia de que u n a fiel adhesión al protocolo del procedimiento investigador es una
garantía de que se respeta la naturaleza del m undo empírico. Tal garantía n o existe,
desde luego. E n el seno del “protocolo científico" se puede trabajar inconsciente­
m ente con falsas premisas, problem as erróneos, datos falseados, relaciones deform a­
das, conceptos inexactos e interpretaciones sin verificar. El protocolo n o lleva incor­
porado ningún mecanismo que perm ita com probar si las premisas, datos, relacio­
nes, conceptos e interpretaciones son corroborados p o r la naturaleza del m undo
empírico.
Esta observación es igualmente aplicable a la confianza depositada en la repro­
ducción de estudios que utilizan un protocolo de investigación preestablecido. Esta
reproducción n o satisface la necesidad de validar em píricamente las premisas, pro­
blemas, conceptos y demás elementos fundam entales de estudio científico. El hecho
de que un estudio de este tipo, que se basa en un determinado protocolo, propor­
cione o no el mismo resultado que un estudio anterior es independiente de la
cuestión de la validez empírica de las premisas, problemas, etc., que se utilizan.
Sin lugar a dudas, la verificación de las hipótesis es el sistema que la psicología y
la sociología emplean con preferencia actualmente para determ inar la validez em pí­
rica de un enfoque concreto. El razonam iento que se sigue en este caso es m uy
sencillo. Se comienza elaborando un esquema, teoría o modelo del m undo empírico
o área en estudio. Los esquemas, teorías y modelos representan la form a en que
se supone que el m undo empírico funciona o está estructurado. A continuación se
deduce del esquema la afirmación de lo que cabría esperar que suceda bajo tal o cual
conjunto de circunstancias. Esta aseveración constituye la hipótesis. Luego se em ­
prende el estudio de u n área empírica determinada que represente dichas circunstan-,
cías. Si los descubrimientos derivados de este estudio confirm an la hipótesis, se da
por sentado que el esquema, teoría o modelo a través del cual se ha deducido
aquélla son empíricamente válidos. Lógicamente, este punto de vista se basa en una
noción deJ tipo "como si...” es decir, se enfoca el m undo empírico como si poseyese
tal o cual estructura, se extraen conclusiones restringidas y especificas sobre lo que
podría descubrirse si el m undo empírico poseyese realmente la estructura que se le
atribuye, y a continuación se com prueba si tales conclusiones se dan en el citado
m undo empírico.
Hay una parte de verdad en este enfoque, pero sólo si: (a) la hipótesis compendia
realmente el modelo o la teoría de los cuales se ha deducido; y (b) si la verificación
de las hipótesis va seguida de una minuciosa búsqueda de casos empíricos negati­
vos. Con excesiva frecuencia estas condiciones no se cumplen en las ciencias social
y psicológica. La hipótesis raram ente encarna o refleja la teoría o modelo de un
m odo tan decisivo que éstos corran la misma suerte que la hipótesis sometido a
ensayo. M ás aú n , la corroboración de la hipótesis es inequívocamente inadecuada
cuando se limita a u n a situación empírica particular circunscrita por aquélla; es
necesario com probar si se mantiene igualmente ante una serie de otras situaciones
empíricas relevantes cuyos planteamientos sean lo más variados posible. A menos
que se cum plan estas dos condiciones específicas, lo único que se verifica es la
hipótesis, no el modelo o esquem a teórico del cual se ha deducido. Como veremos
más adelante, y tenemos buenas razones p ara comprenderlo, los esquemas teóricos
de la psicología y la sociología se han distinguido siempre por la facilidad con que se
verifican las hipótesis de ellas deducidas o, com o sucede a veces, por la notable
capacidad que dichos esquemas poseen p ara conservar intacto u n sólido rango,
incluso cuando se com prueba que determ inadas hipótesis deducidas de las mismas
carecen de fundamento. Esto se aprecia ad nauseum en esquemas teoréticos tales
como la doctrina de los instintos, el conductism o w atsoniano, la psicología de la
Gestalt, o la concepción de estímulo y respuesta, el psicoanálisis, el modelo input-
output, el concepto orgánico de la sociedad hum ana, el determ inism o cultural y el
funcionalismo estructural. Los defensores y partidarios de estas teorías n u nca tienen
dificultades para verificar Taff h ip ó te ^ qüe form ulan a part¡r”3 e s u s esquemas.
T a i ñ p o S ^ w ^ l e 'S f o s , ya trasrájcH aioS r^ésapárezcannpiof^rT effi^ á ^ q ^ e las
hipótesis de ellos deducidas hayan perdido validez. Las causas de su desaparición
tienen distinto origen. Estas observaciones debieran despertar el más absoluto recelo
ante la general confianza ^OeTas^cSehciás sócfár y psicológica depositan en rá verifi-"
validez
para dudar de la eficacia de este procedimiento socio-psicológico en cuanto a deter­
m inar la validez empírica de las premisas, problemas, datos, relaciones, conceptos e
interpretaciones.
El último tipo de procedimiento - e l llamado “o peracionaT - es aú n menos apro­
piado para determ inar la validez empírica de los elementos clave del acto de investi­
gación científica. £1 "procedimiento operacionaT’ se b a sa en la idea de que a un^
aseveración o concepto teoréticos se les puede conferir validez y referencia empíri­
cas desarrollando un procedimiento específico y regularizado de aproximación a l,
fnürtaó¥mpTrioo. Dicho procedimiento u operación puede consistir en el uso de un
té stru n a escala! un instrum ento de medida o una modalidad normalizada de investi­
gación. El procedimiento “operacionaliza" el concepto o proposición teoréticos. Si la
operación en cuestión supera con éxito las pruebas de fiabilidad, es utilizado como
instrum ento seguro para la obtención de datos empíricos específicos. A su vez, se
presum e que tales datos constituyen referencias empíricamente válidas del concepto
o proposición “operacionalizada” . El empleo de los tests de inteligencia es un típico
ejemplo de procedimiento operacional. Los tests son instrumentos exactos y norm a­
lizados que proporcionan datos empíricos precisos y dignos de reproducción, y estos
datos (cocientes de inteligencia) pueden ser considerados con justicia como firmes y
válidas referencias empíricas del concepto de inteligencia. En realidad, una cuida­
dosa reflexión pone de relieve que el procedimiento operacional n o constituye en
absoluto una validación empírica de lo que está siendo "operacionalizado”. El con­
cepto o proposición que se ‘'operacionaliza" -e l concepto de inteligencia, por ejem­
plo-, se refiere a algo que se considera está presente en el m undo empírico, con
distintas formas y bajo diversos planteamientos. Así, por ejemplo, en la vida empí­
rica se considera que la inteligencia es algo presente en terrenos tan diversos como
la hábil planificación estratégica de un general del ejército, la ingeniosa explotación
de una situación de mercado por parte de u n empresario, los eficaces métodos de
supervivencia puestos en práctica por u n desheredado de la fortuna, la hábil resolu­
ción de problem as de su competencia por parte de u n campesino o u n m iem bro de
una tribu primitiva, la astucia de baja estofa que u n a delincuente juvenil despliega
en un reform atorio y la composición de buenos versos por un poeta. Salta a la vista
lo ridículo e injustificado de creer que la “operacionalización" de la inteligencia, por
medio de un determinado test de evaluación, pueda proporcionar una descripción
satisfactoria de la misma. Para obtener u n a descripción que posea validez empírica
es preciso captar y estudiar la inteligencia tal y com o se desenvuelve en la vida
empírica real, en lugar de recurrir a la selección especializada y norm alm ente arbi­
traria de un área en la que supuestamente se manifiesta. Esta observación es igual y
perfectamente válida para todos los casos de procedimientos presuntam ente opera­
cional es. Si el concepto o proposición “operacionalizados” se utilizan con referencia
a algo que está presente en el m undo empírico, un auténtico científico empírico no
puede eludir la necesidad de abarcar y estudiar las form as representativas de dicha
presencia empírica. Seleccionar (generalmente de m odo arbitrario) una form a deter­
m inada de referencia empírica y suponer que el estudio “operacionalizado” de la
m ism a engloba en su totalidad el alcance empírico del concepto o la proposición
equivale, p o r supuesto, a dar p o r sentado lo que se pretende probar. Esta deficien­
cia, que afecta de m odo tan uniform e al procedimiento operacional, dem uestra que
el “operacionalismo” está m uy lejos de poder proporcionar la validación necesaria a
la ciencia empírica.
Resumiendo la anterior exposición, ninguno de los cuatro medios habitualmente

raón de hipótesis v a D Ílc a ¿ ^ f^ ^ 'ó ^ o !^ ffiíé ^ o ^ iC T ^ > 5 n á ir^ r o ^ r i ^ K a 1 a v a l i ¿ ~


c K í empirica que reqüiére lá' auleñtíca ciencia social empírica. N inguno de ellos
permite tener la certeza de que las premisas, problemas, datos, relaciones, conceptos e
interpretaciones sean em píricamente válidos. Exponiéndolo en u n a forma m uy sen­
cilla, la única manera de obtener suficientes garantías en este sentido es acudiendo
directamente al m undo social empírico y com probando mediante un minucioso
exam en del mismo si las premisas e imágenes esenciales establecidas, las cuestiones
y problemas planteados, los datos seleccionados a partir de dicho m undo, los con­
ceptos a través de los cuales éste es observado y analizado, y las interpretaciones
formuladas se confirm an realmente. La metodología actual no alienta ni aprueba
este exam en directo del m undo social empírico. Por lo tanto, al margen del estudio o
investigación que pueda emprenderse, casi nunca se hace un esfuerzo diligente para
com probar si el área empírica en estudio corresponde en realidad a las imágenes
subyacentes que se tienen de la misma. De m odo semejante tam poco se realizan
apenas exámenes minuciosos e independientes del área empírica para verificar si el
problem a planteado es ilustrativo con respecto a lo que ocurre en ésta. U n detenido
análisis independiente del área empírica al objeto de averiguar si los datos elabora­
dos constituyen realmente una parte significativa de la misma, es algo inusitado. Del
m ismo modo que un minucioso reconocimiento de aquello a lo que se supone que
los conceptos hacen referencia, seguido de u n exam en independiente del área em pí­
rica p ara ver si su contenido respalda, rechaza o califica el concepto, está lejos de ser
una práctica habitual en este tipo de trabajo, etc. etc. N o creo tergiversar las investi­
gaciones social y psicológica actuales al afirm ar que el procedimiento predom inante­
mente empleado consiste en dar por sentadas las premisas sobre la naturaleza del
m undo empírico sin detenerse a examinarlas; en admitir ciertos problemas como
válidos porque parecen correctos o porque han sido extraídos de algún esquema
teorético; en adherirse a un determinado modelo porque es elegante y lógicamente
impecable; en considerar empíricamente válidos los datos escogidos porque se ajus­
tan a nuestro concepto personal del problema; en contentarse con la conveniencia
empírica de los conceptos personales porque poseen una agradable resonancia con-
notativa o porque son moneda intelectual de uso corriente en ese terreno.
(3) A nadie debe sorprender que el vasto dom inio de la investigación en las
ciencias social y psicológica revista el carácter dé~una gran exposición v pugn a de.
filosofía s sociales. En ln g a rd e acuilii eti pi Imera y illtlinatnstancía"arffilíñ^b social
empírico, se r e ^ r i í X ^ q ü ^ á s TSorSitós á prióff, "á üh abanico de cbnceptQS_.no
verificados y a los protocolos canonizados de ciertos procedimientos de investiga­
ción. Estos métodos se convierten en los agentes predom inantes en toda relación
co rfe lm u n d o social empírico, obligando a la investigación a que sirva a sus fines y
sometiendo aquél a sus premisas. Q uienquiera que considere injustificada esta acu­
sación deberá tener en cuenta lo siguiente: la ingente cantidad de esquemas contra­
dictorios sobre la naturaleza y composición de la sociedad h um ana y la notable
facilidad con que sus defensores los “hacen válidos" en el curso de sus propias
investigaciones; el asombroso hecho de que falta por concretar la referencia empí­
rica de una abrum adora proporción de conceptos clave, en el sentido de que se
puede recurrir a casos del m undo empírico y afirm ar tranquilam ente si se trata o no
de un caso del concepto en cuestión (pruébese a hacer esto con algunos conceptos
tan representativos como las costum bres, la alienación, los valores, la integración, la
socialización, la necesidad-disposición, el poder y la carencia de cultura); los innu­
merables casos de especialistas que conciben y ponen en práctica elegantes esque­
mas de investigación en áreas de la vida social con las que no están apenas - o en
absoluto- familiarizados; y el interminable desfile de estudios e investigaciones que
se limitan a aplicar un instrum ento previamente ideado, como una escala o un test,
a distintos aspectos de la vida de grupo. Sin que yo pretenda ser excesivamente
duro, creo que se debe adm itir que el sistema que prevalece en la sociología y
psicología es el de descartar el exam en directo del m undo social empírico y dar
preferencia, en cambio, a los esquemas teoréticos, a modelos preconcebidos, a una
larga serie de conceptos vagos, a refinadas técnicas de investigación y a u na adhe­
sión casi servil a lo que se considera el protocolo correcto de un plan de investiga­
ción determinado. El hecho de que tales teorías, modelos, conceptos, técnicas y
protocolos científicos hayan de ser adaptados a la fuerza al m undo empírico no
significa gran cosa. Todo esto estaría bien si se com probase sistemáticamente la
validez empírica de la teoría, modelo, concepto y demás. Pero no es ése el caso. Lo
corriente es perm itir que la teoría, modelos, conceptos, técnicas y protocolo fuercen
la investigación, haciendo que el cuadro analítico resultante se adapte a la form a de
aquéllos. En este sentido, gran parte de la investigación científica que se lleva a cabo
en el cam po de las ciencias social y psicológica no es sino u n a m era especulación
filosófica social.
U na vez más insisto en que lo necesario es conseguir la validación empírica de
las premisas, problemas, datos y sus líneas de relación, conceptos e interpretaciones
que com porta el acto de la investigación científica. Dicha validación no se consigue
m anipulando el método de investigación, sino estudiando el m undo social empírico;
no se logra mediante la formulación y elaboración de pegadizas teorías, la invención
de ingeniosos modelos, el intento de em ular los avanzados procedimientos de las
ciencias físicas, la adopción de los esquemas estadísticos y matemáticos más recien­
tes, la acuñación de nuevos conceptos, el desarrollo de técnicas cuantitativas más
precisas o la insistente sujeción a los cánones del plan de investigación. Tales me­
dios, sin menoscabo de su mérito en otros aspectos, no se orientan precisamente en
la dirección que se requiere en este caso-, es necesario un retom o al m undo social
empírico.
Para la m ayoría de los sociólogos este llamamiento en favor del exam en directo
de dicho m undo carecerá seguram ente de sentido. Alegarán que es precisamente lo
que hacen en sus investigaciones. Sostendrán que están exam inando directamente el
m undo empírico, cuando lo que hacen en realidad es recopilar y analizar diversos
tipos de datos estadísticos, realizar estudios sociales, llevar a cabo encuestas por
medio de cuestionarios, efectuar escrutinios, em prender perspicaces exámenes clíni­
cos, servirse de escalas y de refinados instrum entos de medida, trasladar la acción
social a situaciones de laboratorio controladas, ensayar minuciosas simulaciones de
la vida social con ayuda de ordenadores y emplear datos empíricos decisivos para la
verificación de las hipótesis. Irán incluso más lejos, afirm ando con un adem án de
justa indignación que no sólo exam inan directamente el m undo social empírico,
sino que lo hacen de la única m anera correcta admisible; es decir, ciñéndose rígida­
mente a los cánones de u n procedimiento científico largamente comprobado. Asi
pues, en lugar de los informes vagos, imprecisos e impresionistas emitidos por
periodistas y profanos, ellos proporcionan datos empíricos precisos y confirm ados.
centrados de m odo decisivo en problemas concretos y facilitando el aislamiento de
relaciones nitidamente perfiladas. Este punto de vista, según el cual al seguir los
protocolos científicos establecidos se está procediendo a un exam en directo del
m undo social empírico, se encuentra m uy arraigado entre los sociólogos. Por ello
considero necesario aclarar lo que entiendo como exhortación a volver al examen
directo del m undo social empírico.
Comenzaré por determinarlo en el caso de los seres hum anos, p ara quienes ese
m undo empírico constituye su auténtica vida de grupo. Consiste en lo que las
personas hacen y experimentan, individual y colectivamente, al dedicarse a sus
respectivas formas de vida. Abarca los amplios complejos de actividades entrelaza­
das que van desarrollándose a medida que las acciones de algunos se extienden y
afectan a las de otros. Expresa, por último, la amplia variedad de relaciones entre
los individuos participantes. El m undo empírico se pone de manifiesto, por citar
unos cuantos ejemplos, al observar lo que sucede en la vida de una pandilla de
muchachos, en la alta dirección de u n a sociedad industrial, entre grupos raciales
militantes, en la policía que se les enfrenta, entre la juventud de u n país, entre el
clero católico o en la experiencia de los individuos en sus distintas profesiones. El
m undo empírico social, en sum a, es el ámbito de la experiencia cotidiana, cuyas
capas superiores podemos ver en nuestras propias vidas y reconocemos en las
ajenas. La vida de una sociedad hum ana, o de cualquier sector de la misma, de
todas sus organizaciones o de todos cuantos en ella participan, se compone de la
acción y experiencia de las gentes al afrontar las situaciones que se producen en sus
m undos respectivos. Los problemas de la psicología y de la sociología proceden y
retornan necesariamente, a ese organism o que constituye la incesante vida de grupo.
Esto se cumple tanto en el caso de que los problemas se refieran a algo que está
sucediendo en ese m om ento (una manifestación estudiantil, por ejemplo) como en el
caso de que se refieran al trasfondo de las causas de la revuelta, a la organización de
las instituciones, o a las relaciones estratificadas de la gente, a las m aneras conform e
a las cuales las personas orientan su vida o a la organización personal de los
individuos, formada a través de su participación en la vida de grupo. Esta, que es
ininterrumpida, constituye el m undo social empírico de las ciencias social y psicoló­
gica, ya se trate del pasado o del presente, de éste o aquel pueblo, o de tal o cual área
geográfica.
Con respecto al estudio de este m undo, es necesario form ular varias observacio­
nes elementales, aunque de sum a im portancia. La prim era es que, casi por defini­
ción, el investigador especializado carece de información de prim era m ano sobre la
esfera de la vida social que se propone estudiar. M uy raras veces participa en la vida
de esa esfera y, normalmente, no se halla en estrecho contacto con los actos y
experiencias de la gente que se desenvuelve en ese mundo. Su posición es casi
siempre la de un intruso; como tal, posee unos conocimientos elementales notable­
mente limitados, de lo que sucede en esa determ inada área de la vida. N o pretendo
acusar exclusivamente a los investigadores: la simple objeción m encionada se aplica
a todos los seres hum anos relacionados con u n área de la vida que no conocen a
fondo por medio de una asociación personal. El sociólogo que se propone estudiar
el crim en, los desórdenes estudiantiles en Latinoamérica, o las élites políticas de
Africa, y el psicólogo que resuelve estudiar el uso de drogas entre los adolescentes,
las aspiraciones de los niños de las escuelas negras, o los criterios sociales de los
delincuentes, ejemplifican esta casi inevitable ausencia de un íntim o conocimiento
del área vital considerada. La postura inicial del sociólogo y del psicólogo es, prácti­
cam ente. la de u n a falta delarm ííaridad con lo querealm ente acaece éfl ta flSFéi'a 'de
la Vida elegidá para su estudio.
" E s t o me lleva a hacer o tra sencilla observación, a saber: que a pesar de esta
carencia de un íntimo conocimiento, el investigador com pondrá inconscientemente
un cierto tipo de descripción de la zona vital que se propone estudiar. Pondrá en
juego las creencias e imágenes que de antem ano posee, a fin de conform ar una
perspectiva más o menos inteligible del área de vida en estudio. En este sentido es
com o cualquier o tro ser hum ano. Seamos legos o especialistas, necesariamente
hem os de recurrir a las imágenes que ya poseemos para analizar cualquier aspecto
de la vida de grupo con el que estamos poco familiarizados. A unque carezcamos de
un conocimiento de prim era m ano sobre la vida de los delincuentes, los sindicatos,
los comités legislativos, los ejecutivos de un banco o cierto culto religioso, nos
bastan unos cuantos datos clave para configurar unas imágenes prácticas de esos
áspectos vitales. Como todos sabemos, en ese mom ento intervienen las imágenes
estereotipadas y se~hacen con fet .control. Todos nosotros, en nuestra calidad de
especialistas, poseemos una serie de estereotipos com unes a los que recurrim os para
enfocar una esfera de la vida social em pírica que desconocemos. En el terreno de las
ciencias sociales el investigador utiliza, adem ás, otro conjunto de imágenes precon­
cebidas (producto de sus teorías), las creencias vigentes en sus propios círculos
profesionales y las ideas sobre cómo ha de estructurarse el m undo empírico para
que le perm ita desarrollar su procedimiento de investigación. N ingún observador
meticuloso puede negar con honradez que esto sea cierto. Lo vemos claram ente en
el hecho de que continuam ente se configuran descripciones del m undo empírico de
forma que se acom oden a criterios personales, se les estructura en función de las
creencias y conceptos que gozan de general aceptación entre un conjunto determi­
nado de colegas, y se les modela de m anera que cum plan las exigencias del proto­
colo científico. Debemos reconocer honradam ente que cualquier investigación por
parte de un experto en ciencias sociales, encam inada a estudiar una esfera concreta
de la vida social que no conoce por sí mismo, concluye siempre con el trazado de un
cuadro de esa vida según imágenes preconcebidas.
N ada habría que objetar a esta predisposición natural y m odo de hacer si la
investigación científica en cuestión se rigiese por u n esfuerzo constante y consciente,
encam inado a revisar y someter a prueba las imágenes personales, pero no es ésa: la
tendencia predom inante en las ciencias social y psicológica de nuestros días. Las
posturas teoréticas son defendidas obstinadam ente, se aceptan gratuitam ente los
conceptos y creencias del terreno de cada cual com o si fueran intrínsecamente
acertados, y los cánones del procedim iento científico se consideran sacrosantos.
N ada tiene de particular, por lo tanto, que las imágenes procedentes de dichas
fuentes diríjan la investigación y modelen la descripción de la esfera de vida en
estudio. En lugar de ser ensayadas y modificadas por u n conocimiento directo.de
«se área de vida, se convierten en u n sustituto de diciio cOinocixniento^Dado qué esto
constituye un grave reproche, pasaré a aclararlo.
Para empezar, la m ayor parte de las investigaciones científicas (configuradas,
desde luego, según la metodología en vigor) no estári co rireb id as^ H tnlras a desaitó-
lla ru n a estrecha y razonable familiaridad con el área de vida en estudio. Al investi­
gador no se le plantea la necesidad de explorar este área libre y exhaustivamente,
entrando en contacto con las personas implicadas, contem plando aquélla a la luz de
las diversas situaciones que éstas han de afrontar, anotando sus problemas y cómo
los resuelven, participando en sus conversaciones y observando cóm o transcurre su
vida. En lugar de esta exploración e intento flexible de entablar un intimo contacto
con lo que sucede, se degxisita la más absoluta confianza en el hecho de partir de
determinada teoría o modelo, de plantear un problem a en función de éste, de form u­
lar u na hipótesis en relación con el problema, de esbozar un método de investiga­
ción p ara verificar dicha hipótesis, de em plear instrum entos normalizados para la
obtención de datos precisos, etc. Sólo quiero reiterar aquí que los planes
“apropiados" de investigación actuales no fom entan ni garantizan el desarrollo de
un conocimiento directo de la esfera de vida en estudio.* Además, es harto im pro­
bable que el especialista carente de esta estrecha familiaridad reconozca que está
equivocado. Al no ser consciente de los conocimientos que podría adquirir a través
de un profundo contacto con el medio, ignora que los está desaprovechando. Como
se da por descontado que el esquema de investigación científica aceptado es la vía
correcta de tratam iento y análisis, no siente la necesidad de familiarizarse con una
esfera de vida determinada. En este sentido, el protocolo de investigación estable­
cido se convierte en sustituto inconsciente del exam en directo del m undo social
empírico. Las preguntas que se formulan, los problem as que se plantean, los cami­
nos que se siguen, los tipos de datos que se buscan, las relaciones que se tom an en
consideración y la clase de interpretaciones que se aventuran al respecto, son el
resultado del esquem a de investigación, en lugar de ser producto de un íntimo
conocimiento del área empírica sometida a estudio.
N o hay duda sobre la autenticidad de la sustitución de la que hablo. La pregunta
lógica que surge al respecto es: ¿Por qué es tan im portante o necesario adquirir un
conocimiento d irecta d el átea.dte vida social en estudio? Se po3r8a ignorar ráp id i^
mente tal interrogante como pregunta tonta, si el tem a no tuviese unas implicacio­
nes tan extensas y profundas en la investigación social y psicológica de nuestra
época**. Por consiguiente, es preciso abordarlo. La respuesta más sencilla a esta
pregunta es que el m undo social empírico contem pla una incesante vida de grupo
que es preciso observar m uy de cerca para conocer lo que en ella sucede. Si se h a de
respetar el universo social, los problemas, conceptos orientativos, datos, esquemas
de relación e ideas de interpretación personales tienen que ser fieles a ese m undo

Obsérvese la escasa acogida que tienen las propuestas de estudios exploratorios formuladas a las
entidades subvencionadoras, con sus cuadros profesionales de asesores, o en el caso de las tesis doctorales
en las facultades de sociología y psicología. Nótese la muralla de preguntas que sé plantean: “¿Dónde está
su plan de investigación?"; “¿qué modelo sigue?"; “¿por qué hipótesis se rige?; “¿qué variables dependien­
tes e independientes piensa adoptar?"; “¿qué instrumentos normalizados va a utilizar para obtener los
dalos necesarios para sus variables?"; “¿cuál es su muestra?"; “¿y su grupo de control?"; etc., etc. Estas
preguntas dan por sentado que el investigador posee el conocimiento de primera mano que el estudio
‘Exploratorio pretende precisamente conseguir. ¡Como no lo posee, él procedimiento de investigación
protocolizado se convierte en el sustitutivo para obtenerlo!

Actualmente el mérito en estos terrenos se oonsigue ante todo concibiendo una teoria sorprendente,
¿laborando un gran sistema teorético, proponiendo un esquema de análisis atractivo, confeccionando un
modelo lógico claro o elegante, cultivando y desarrollando técnicas matemáticas y estadísticas superiores,
realizando estudios que sean auténticos modelos de investigación planificada o (por mencionar algo que
no he abordado en este ensayo), emprendiendo brillantes análisis especulativos de lo que sucede en un
área determinada de la vida social. Al estudio basado en una-observación directa de lo que acontece en
una determinada esfera social sólo se le concede un valor secundario o periférico; tachándosele de ciencia
'floja" o de periodismo.
empírico. Esto es especialmente cierto en el caso de la vida de grupo, debido a la
persistente tendencia d ^ ser hum ano a construir en su vida colectiva universos
independientes, caracterizados por un intlieu operativo de diferentes situaciones v í t í ’
I ^ ) T p ó r la posesion de d istin to créencias y conoeptos para reaccio n áro nte tales
situaciones. Basta con pensar en los m undos tan dispares que constituyen una elfíe
militar, ei clero de una iglesia, las prostitutas de las ciudades m odernas, un orga­
nismo revolucionario campesino, los políticos profesionales, los habitantes de los
barrios bajos, la alta dirección de una gran em presa industrial, u n sindicato dé
juego, una facultad universitaria, la lista seria interminable. Los m odos de vida de
tales grupos, el desfile de situaciones a las que se enfrentan, sus instituciones y
organizaciones, las relaciones entre sus m iembros, los puntos de vista y las imágenes
por medio de las cuales se form an una opinión de su universo, las organizaciones
personales creadas por sus miembros, todos estos aspectos y otros más configuran
sus diferentes m undos empíricos. N o hay que cerrar los ojos ante el hecho de que
los seres hum anos, en su vida colectiva, forman los tipos de m undo más dispares.
Para poder estudiarlos de form a consciente hay que conocerlos, y p ara conocerlos
es preciso exam inarlos a fondo. Abstenerse de seguir teorías, por m uy ingeniosas
que se consideren y prescindir del protocolo científico, por m uy meticuloso que sea,
son otras tantas formas de familiarizarse con lo que realmente sucede en la esfera de
vida sometida a estudio.
Debemos añadir que la continua vida de grupo, ya sea considerada en su totali­
dad o en cada u n a de sus esferas, se desenvuelve, hasta donde alcanza nuestra
percepción, en distintos niveles. Quien no percibe nada de esta vida^nada esencial
conoce de ella. Quien la exam ina desde tan ta distancia que únicamente alcanza a ver
una pequeña parte, sólo p odrá adquirir unos conocimientos limitados sobre la
misma. Quien participa en ella tendrá u n conocimiento más amplio, si bien éste será
m uy restringido e inexacto si la persona es ingenua y poco observadora. U n partici­
pante m uy observador poseerá u n conocimiento más profundo y exacto. Pero exis­
ten niveles de acontecimientos que están ocultos a todos los participantes. Si consi­
deramos de este m odo el proceso de la incesante vida de grupo, com o creo que
estamos obligados a hacerlo, el estudio de la m ism a requiere que ampliemos y
profundicemos nuestra percepción. Tal es la dirección en que debemos orientar
nuestros esfuerzos para alcanzar u n conocimiento exacto; es decir, desde u na posi­
ción de ignorancia o carencia de información a u n a conciencia más precisa de lo que
está sucediendo. Mi metáfora preferida a este respecto es la de la caída de los velos
que ensombrecen u ocultan lo que sucede. La finalidad del estudio científico consiste
en arrancar los velos que ocultan el área de la vida de grupo que u n o se propone
estudiar. Dichos velos no se levantan sustituyendo, en la medida que sea, el conoci­
m iento directo p o r unas imágenes preconcebidas. Se descorren'aproxim ándose todo
lo posible al área en cuestión y profundizando m ucho en ella mediante u n m inu­
cioso estudio. Los esquemas metodológicos que no favorecen o perm iten el cumpli­
miento de tales requisitos están traicionando el principio fundamental según el cual
se ha de respetar la naturaleza del m undo empírico personal.
¿Cómo podemos aproxim arnos tanto al m undo social empírico y profundizar en
él? N o se trata simplemente de acercarse a u n área determ inada y ponerse a contem­
plarla. Es una ard u a tarea que requiere u n método de sondeo minucioso y honesto,
una imaginación creativa pero disciplinada, iniciativa y flexibilidad en el estudio,
una serena reflexión sobre los hallazgos realizados y estar perm anentem ente dis­
puesto a poner a prueba y refundir los puntos de vista y las imágenes personales
sobre el área en estudio. E ntre las grandes figuras de las ciencias naturales puede
servir de ejemplo la de Charles D arw in. No es un estudio “fácil" p o r el m ero hecho
de que no emplea procedimientos cuantitativos ni se ciñe a u n protocolo científico
prefigurado, sino que exige u n juicio auténticamente riguroso, com o lo dem uestra el
análisis de sus dos partes fundamentales, a las que denominaré, respectivamente,
“exploración" e “inspección". Estos dos m étodos de investigación diferencian clara-
m enteíTeX am en naturalista directo del m undo
gar q u e s e p ra c íic á en la metodología actual. Quisiera esbozar lo que estos dos
térm inos significan.

Exploración. El estudio exploratorio de la vida de u n grupo hum ano es el medio


de lograr dos objetivos complementarios e interrelacionados. Por un Jado, es el
cam ino a través del cual el investigador puede adquirir un conocim iento extenso y
profundo de una esfera de la vida social que p o r no serle familiar íe resulta descono­
cida. Por otra parte, es el rtíódó de desarrollar y agudizar su investigación, de suerte
que su problema, la dirección de sus pesquisas, los datos* las relaciones analíticas y
las interpretaciones em anen de y permanezcan arraigadas en el m undo .em pírií»
sometido a estudio. Por definición, la exploración es un procedimiento flexible
medíante el cual el especialista se traslada de una a otra linea de investigación,
adopta nuevos puntos de observación a medida que su estudio progresa, se desplaza
en nuevas direcciones hasta entonces'im pensadas y modifica su criterio sobre lo que
son datos pertinentes conforme va quedando más información y una m ayor com:<
prensión. A este respecto, el estudio éx|foratorio contrasta con él pirooiaintféñto
prescrito "y restringido que exige el protocolo científico actual. La flexibilidad del
procedimiento exploratorio no implica que la investigación carezca de rum bo; sino
que, partiendo de un enfoque amplio, se va reduciendo progresivamente a medida
que avanza la investigación. El propósito de la exploración es cam inar hacia una
. comprensión más clara del m odo en que se plantean los problemas, averiguar qué
datos son idóneos, concebir y desarrollar ideas acerca de lo que puede considerarse
como líneas de relación significativas, y hacer evolucionar los instrum entos concep­
tuales de que se dispone, a la luz de lo que se va aprendiendo sobre ese área de vida.
En este sentido, difiere de la postura, en cierto modo pretenciosa, del especialista a
quien el protocolo científico preestablecido exige, antes de em prender su estudio,
presentar un problem a clara y concretam ente estructurado, conocer qué tipo de
datos ha de recopilar, disponer de un conjunto de técnicas preparadas de antem ano
y ceñirse a ellas, clasificar sus hallazgos con arreglo a ciertas categorías previamente
determinadas.
Debido a su ca'rácter flexible, la investigación exploratoria no se halla sujeta a
ningún conjunto de técnicas en particular. Su m áxim a es utilizar cualquier procedi­
miento, éticamente licito, que ofrezca las m ayores posibilidades p ara obtener un
cuadro lo más exacto posible de cuanto acontece en el área de vida social estudiada.
Por lo tanto, puede recurrir a la observación d irecta, a entrevistar personas, escu-
char sus conversaciones, o btener irTformes soEre la Vida real, utilizar cartas y dia­
rios, consultar docum entos públicos, organizar discusiones de grupo, y efectuar
documentos públicos, organizar discusiones de grupo, y efectuar recuentos ¿te deter­
minados elementos siempre q u e s e considere conveniente. No es necesario ceñirse a ,
un protocolo para aplicar dichos procedimientos. Estos deben adaptarse a sus cir-
«instancias respectivas y guiarse por el criterio de lo que es correcto y fructífero.
Con todo, es preciso tener en cuenta ciertos puntos especiales a lo largo de la
investigación exploratoria. H ay que buscar asiduamente personas que participen en
la esfera social que se estudia y que sean observadores perspicaces y bien inform a­
dos. U na persona asi vale por cien participantes poco observadores. U n pequeño
núm ero de tales individuos, reunidos en un grupo de discusión y tom a de iniciati­
vas, es m ucho más útil que cualquier m uestra representativa. U n grupo de este tipo,
discutiendo colectivamente su esfera de vida y sondeándola a través de las discre­
pancias que van surgiendo entre sus componentes, contribuye en m ayor medida a
descorrer los velos que vienen ocultando esa zona que cualquier otra invención que
yo conozca.
En la investigación exploratoria es particularmente im portante p ara el especia­
lista el estar constantemente alerta sobre la necesidad de revisar y verificar sus
imágenes, creencias y conceptos sobre el área que está estudiando. Estas revisiones
Y ensayos las realizará en parte a través del examen directo y de lo que le digan sus
inform adores pero, dado que su tarea comprende también el sondeo de zonas ajenas
a las que sus informadores conocen, tendrá que estar preparado a modificar con
frecuencia la form a de considerar el área en estudio. D arw in, reconocido como uno
de los mejores observadores naturalistas de que se-tiene noticia, señaló la facilidad
con que la observación es y permanece esclavizada p o r las imágenes. Recomienda
dos formas de liberarse de dicha servidumbre. U na de ellas consiste en plantearse
todo tipo de preguntas sobre la materia que se está estudiando, incluso las que
parezcan más absurdas. El planteam iento de las mismas contribuye a sensibilizar al
observador con respecto'a nuevas y distintas perspectivas. El otro procedimiento
recomendado consiste en anotar todas aquellas observaciones que pongan en tela de
juicio los conceptos utilizados en el trabajo, así como las que revistan curiosidad o
interés, aunque su aplicación inmediata no sea evidente. Conforme a su experiencia
personal, D arw in ha señalado la rapidez con que las observaciones desaparecen de
la m em oria mientras que si se retienen y someten a reflexión, suelen convertirse en
instrum entos que, cuando es necesario, permiten enderezar de nuevo fructífera­
mente la perspectiva abordada.
La finalidad de la investigación exploratoria consiste en desarrollar y confeccio­
nar un cuadro del área en estudio tan completa y precisa como lo perm itan las
condiciones vigentes. La imagen debe permitir al experto moverse a sus anchas en la
esfera sometida a estudio así com o hacer afirmaciones basadas en hechos y no en
especulaciones. Proporciona al estudioso la certeza de que las Dreguntas que plantea
sobre el área empírica son signíficSlTvás y p e rti tientes. que los profclétWíSabordadcw
n o só ri artificiales, que los tipos de d a to sq u e b ü s c a son significativos p o r lo qué sé"
réfiére al m ühdo empírico, y que los caminos qué sigue se ajustan á la naturaleza de
éste. Hábida cuenta de la crucial necesidad e importancia que la investigación explo­
ratoria reviste p ara la psicología y la sociología, resulta difícil entender que sus
inquietudes metodológicas actuales en relación con este tipo de investigación sean
prácticamente nulas.
Debe señalarse que la m era información descriptiva obtenida por medio de la
investigación exploratoria, puede ser suficiente por $r misrna _para aportar las res^"
puestas a las preguntas féoretícas que el especialista pueda estar formulándose res­
pecto al objeto de su estudio. Con dem asiada frecuencia, el investigador confrontado
con un área de la vida social que le resulta poco familiar elabora, por anticipado.
esquemas analíticos que ¿1 considera necesarios para reseñar los aspectos problemá­
ticos del área en cuestión. U no de losj&pectos interesantes del estudio exploratorio
es que el informe descriptivo .Iñ asco m p teto . que suefe ofrecer. proporcionáTrm i e n - .
teniente una explicación ad ecu ad aaíp fó b lem a planteado, sin necesidad de recurric
a nTnguna teoría ni esquema analítico. N o obstante, la imagen de la esfera de la vida
s o a a í oBTénida p o r medio de u n a exploración eficaz, n o es suficiente por si sola
cuando la tarea exige un cuidado exam en directo del m undo social empírico. El
exam en directo impone la necesidad de otro procedimiento que juzgo conveniente
denom inar “inspección".

Inspección. El examen directo del m undo social empírico no se limita a la confec­


ción de un extenso y detallado relato de lo que acontece, sino que debe incluir
asim ismo el análisis. El investigador que em prende el examen directo ha de procu­
rar conferir al problema una forma teorética, desCObrlir relaciones genencas, profun;
diZaf én la referencia connotativá de sus conceptos próposicionesjtgréti-
cásTTal análisis constituye la finaBdaci intrínseca de Ta ciencia empírica; lo que ía
dileréncia de ía m era elaboración de informes descrÍptivos. ¿C8 ftfO hay que llevar a
cabo el exam en directo del m undo social empírico, especialmente en el caso de la
información revelada por medio de la exploración? El procedimiento habitual con­
siste en aplicarle el esquema de análisis científico inherente a la metodología actual.
Dicho esquem a adopta la siguiente forma: empezar con una teoría encuadrada en
función de las relaciones entre conceptos o categorías; utilizar la teoría para plantear
un problem a específico del área en estudio; convertir dicho problem a en determ ina­
dos tipos de variables, dependientes o independientes, que representen conceptos o
categorías; emplear técnicas precisas para la obtención de datos; descubrir las rela­
ciones existentes entre las variables y explicar dichas relaciones utilizando la teoría y
el modelo. La aplicación de este esquema convencional a la información sum inis­
trada por la exploración representa un avance en relación con lo que se viene
haciendo normalmente, puesto que significa trabajar con datos derivados de lo que
sucede realmente y no de lo que se cree que sucede. No obstante, a mi juicio, este
protocolo de análisis científico no es satisfactorio ni apropiado al tipo de análisis que
requiere el examen directo del mundo social empírico. A unque se empleen los
datos, más realistas, proporcionados por la exploración, el protocolo convencional
de análisis científico sigue obligando a los datos a encajar en un m arco artificial que
restringe y perjudica seriamente el auténtico análisis empírico, ya que el análisis
científico requiere dos cosas: unos elementos analíticos claros y discriminantes y el
aislamiento de las relaciones entre los mismos. El protocolo convencional no con­
creta con exactitud la naturaleza de los elementos analíticos en el m undo social
empírico ni revela con el debido rigor la relación existente entre éstos. A mi enten­
der se requiere un procedimiento analítico distinto: el de la “inspección”.
Entiendo por "inspección" un examen profundo y debidamente enfocado del
contenido empírico de cualesquiera elementos analíticos utilizados con m iras al
análisis, y este mismo tipo de examen con respecto a la naturaleza empírica de las
relaciones entre dichos elementos. Trataré de aclarar esta definición abstracta. Al
hablar de elementos analíticos me refiero a toda clase de temas generales o categóri­
cos que son vitales para el análisis como, por ejemplo, la integración, movilidad
social, asimilación, liderazgo carismático, relaciones burocráticas, sistema autorita­
rio, supresión de la disidencia, moral, carencia relativa, actitudes y compromiso
institucional. Como los citados ejemplos sugieren, tales elementos analíticos pueden
referirse a procesos, organización, relaciones, redes de relaciones, estados del ser,
elementos de organización personal y acontecimientos. Pueden adoptar diversos
grados de generalidad, desde uno m uy amplio, como la integración, hasta los de
ámbito más restringido, como la aspiración de movilidad en el caso de los adoles­
centes negros de las ciudades. El procedimiento de inspección consiste en someter
los elementos analíticos a un meticuloso exam en por medio de un escrutinio m inu­
cioso y flexible dé los casos empíricos que aquéllos comprenden. Dichos casos
empiricos son los que aparecen dentro del área estudiada y su exam en minucioso y
flexible se realiza en el contexto del área empírica en la que suceden. De este modo,
si tom am os un elemento analítico como la asimilación, por ejemplo, la de las m u­
chachas que se entregan a una prostitución organizada, los casos empíricos serán,
por supuesto, los historiales individuales de las chicas que sucum ben a la mencio­
nada asimilación. El estudio concienzudo de esos casos con miras a descubrir la
naturaleza genérica de la asimilación, constituye lo que yo entiendo por
"inspección".
Como procedimiento, la inspección consiste en exam inar el elemento analítico
dado, enfocáriaS b de distintos maneras; en considerarlo ^aesflé’dileréntés ángulos,
éñplantearU ívérsas preguntosy én exám inar nuevam ente a la luz de las mismas. La
manipulación de un objeto físico extrañó ilustra el prototipo de inspección: podemos
cogerlo, m irarlo detenidamente, darle vueltas mientras lo observamos, contemplarlo
desde éste o aquel ángulo, preguntarnos qué puede ser, m anipularlo de nuevo a la
luz de nuestros interrogantes, experim entar con él de tal o cual forma. Este examen
detenido y profundo es la verdadera esencia de la inspección; una inspección que no
tiene nada de rutinaria, forzada o preestablecida: sólo se convierte en tal cuando
sabem os lo que es y recurrim os a un ensayo específico, como hace el técnico. La
inspección, por el contrario, es flexible, imaginativa, creativa y libre de tom ar nue­
vos rumbos. Este tipo de exam en es asim ismo aplicable a un objeto social, un
proceso, una relación, o a cualquiera de los elementos que intervienen en el análisis
teorético de un área o aspecto determ inados de la vida social empírica. A bordamos
los casos empíricos del elemento analítico, los consideramos en sus diversos pianléa-
rñíentos concretos,'ios óTBéfírafíftS desde dfstírttós áft£uloC h6s hacemos píégúíflEfs
M erca de ellos en lo relativo a*”&u carácter genérico, volvemos sobre ellos v lps
exam inam os de n u e v o jó s pompáramos con otros, y dé ésta m anera va surgiendo la
naturaleza del elemento analítico que representan. Esta c»ncrecíón de su naturaíéüía
se realiza m ediante un examen de la vida empírica misma, al descubrir la luz que
arroja cuando se la somete a este proceso de ensayo minucioso y flexible. No
conozco otra forma de determ inar la naturaleza del elemento analítico que uno se
propone utilizar en el análisis de un área empírica concreta de la vida social, te­
niendo la certeza de que dicho elemento guarda relación con ese empleo y es válido
para el mismo.
Debe quedar claro que la inspección, com o sistema de investigación, es la antíte-
sis de la investigación científica tal y com o se concibe erT ÍaT ñ éto 3 ^g ia actual de lá
psicoTogiT^l^a s o c io l o g íá r i^ ir ^ p ^ io n no sé ajusta a ningún enfoque ó procedi­
m iento rígido; no cuenta desde el principio con elementos analíticos cuya naturaleza
haya sido determinada de antem ano y nunca revisada o verificada en el curso de su
utilización, sino que desarrolla la naturaleza de dichos elementos p o r medio del
exam en del m undo empírico propiam ente dicho. Es todo lo contrario de lo que
supone otorgar una “naturaleza" al elemento analítico mediante su “ope-
racionalización" (por ejemplo, definir la inteligencia por medio del cociente
intelectual). En lugar de ello, se propone descubrir esa naturaleza a través de un
detenido examen de sus instancias en el m undo empírico. La ausencia del empleo
del procedimiento de inspección, hace que el uso de los elementos analíticos en las
investigaciones de la ciencia social actual, sea, en cierto modo, escandaloso. Esto se
aprecia principalmente en el enunciado de nuestros conceptos que, en último análi­
sis. constituyen nuestros elementos analíticos. La gran mayoría de nuestros concep­
tos es notablemente vaga e imprecisa en su connotación e m p íric a / y sin embargo
los usamos a diestro y siniestro en nuestros análisis, sin preocuparnos de elaborar,
purificar y verificar sus connotaciones. La necesaria mejora de su significado empí­
rico no puede realizarse a ningún nivel mediante la “operacionalización" de los
conceptos; sólo puede llevarse a cabo por medio de.u n a concienzuda inspección de
sus casos empíricos, en el curso de la cual se aclara y concreta su carácter.
La inspección es también ei procedimiento adecuado para efectuar la o tra parte
del análisis social, es decir, el aislamiento de las relaciones entre los elementos
analíticos. Dicha relación presupone la existencia de un vínculo significativo entre
los com ponentes del mundo empírico. Dado su carácter de conjetura, la relación
exige un exam en de ese m undo, y lo mismo puede decirse de las connotaciones
empíricas de los elementos analíticos. La relación declarada debe ser concretada y
verificada por medio de un examen minucioso y flexible de sus casos empíricos. Sin
la inspección nos vemos cautivos del concepto o imagen previas de tal relación, sin
saber siquiera si son empíricamente válidos y sin la posibilidad de depurarlos y
mejorarlos mediante un detenido examen de los casos empíricos.

La exploración y la inspección que representan, respectivamente, a la descripción


y aTTfnáJisis, son los procedimientos necesarios para un examen directo d éí m undo
SJXrtal empíficó. G o rrS p o n aén a lo que en ocasiones se denom ina investigación
"naturalista”, es decir, un proceso encam inado a abordar el m undo empírico en
cuestión en su carácter natural y continuo, en lugar de limitarse a una simulación
del mismo, a u n a abstracción (como es el caso de los experimentos de lab&ratorio) o
a su sustitución por una imagen preestablecida. El mérito de un estudio naturalista
reside en que respeta el dominio empírico y perm anece cerca de él. Este respeto y
aproximación son particularmente importantes en las ciencias sociales, debido a que
los seres hum anos, en su existencia de grupo, form an m undos y esferas de vida
distintos. Estos m undos representan y configuran la vida social de la gente, sus
actividades, relaciones e instituciones. Son casi siem pre remotos y desconocidos
para el investigador; tal es, precisamente, la razón principal que le impulsa a estu­
diarlos. Para llegar a conocerlos tendrá que acercarse a ellos en su carácter empírico
"eal. Sin esto nunca podrá tener la certeza de que sus imágenes orientativas de esa

‘ Para que este reproche no quede flotando en el aire, invito al lector a que trate de concretar el
significado empírico de la siguiente serie representativa de conceptos sociológicos normalmente utilizados:
costumbres, integración, papel social, alienación, socialización, actitud, valor, anomía y desviación. El
significado empírico no viene dado por una definición que simplemente sirve al propósito de la diserta­
ción, sino que existe en una especificación que nos permite acudir al mundo empírico y afirmar con
convicción, refiriéndonos a cualquier elemento empírico, si se trata o no de un ejemplo del concepto en
cuestión. El lector puede intentar hacer esto mismo con los conceptos arriba mencionados, observando
simplemente lo que sucede en torno suyo.
esfera o m undo, el problema que se plantea a su respecto, los caminos que traza, los
datos que selecciona, l&s clases de relaciones que prefigura entre ellos, o los puntos
de vista teóricos que orientan sus interpretaciones, sean empíricamente válidos. La
investigación naturalista, que comprende el doble procedimiento de la exploración y
la inspección, es a todas luces necesaria para el estudio científico de la vida hum ana
de grupo y puede ser calificada de “científica" en el más estricto sentido de la
palabra.
Mi exposición ha puesto de relieve de un m odo bastante nítido la oposición
existente entre la Investigación naturalista, constituida por la exploración y la ins­
pección, y el tipo de investigación formalizada, tan enérgicamente defendida por la
metodología actual. Es necesario insistir en esta oposición para intentar liberar a los
sociólogos de su inconsciente cautiverio y adhesión a un formato de investigación'
que se presupone es el m odo naturalm ente correcto de llevar a cabo el estudio
científico. A pesar de que muchos trabajos notables en el cam po de la psicología y la
sociología contemporáneas son producto de un estudio naturalista, pocos son hoy
los defensores de este tipo de investigación, apenas considerado en la metodología
actual. Por lo que he podido com probar, en' nuestros principales centros de estudios
superiores no se concede gran im portancia a la investigación naturalista o ésta no se
enseña en absoluto. Existe u n a general ignorancia respecto a este tipo de investiga­
ción con la consiguiente ceguera sobre su necesidad, lo cual es deplorable para las
ciencias social y psicológica, cuya misión como ciencias empíricas consiste en estu­
diar el m undo empírico en profundidad.

Orientación metodológica

El interaccionismo simbólico es un enfoque realista del estudio científico del


com portam iento y la vida de grupo humanos. Su m undo empírico es el m undo
natural de esa vida y ese com portam iento. Remite al m undo sus problemas, realiza
sus estudios en su seno y extrae sus interpretaciones de esos estudios naturalistas. Si
se pretende estudiar, por ejemplo, el com portam iento característico de los cultos
religiosos, se acudirá a los cultos reales y se les observará detenidamente en su
desarrollo. Si se desea estudiar los movimientos sociales, se seguirá detenidamente la
trayectoria, historia y experiencias vitales de dichos movimientos en la realidad. Si
lo que se pretende es estudiar el uso de drogas entre los adolescentes, se recurrirá a
la vida real de éstos para observar y analizar el uso que hacen de ellas y así
sucesivamente con respecto a cualquier o tro tem a digno de atención. Consecuente­
mente, la postura metodológica del interaccionismo simbólico es la del exam en
directo del munido empírico social, enfoque metodológico que ya he comentado
anteriorm ente. Está doctrina sostiene que el exam en directo permite al especialista
satisfacer todos los requisitos básicos de la ciencia empírica: enfrentarse a un m undo
empírico susceptible de observación y análisis, suscitar problemas abstractos con
respecto al mismo, reunir los datos necesarios a través de un examen detenido y
disciplinado, descubrir las relacione- -ntre las respectivas categorías de estos datos,
form ular proposiciones respecto a dichas relaciones, incorporar esas proposiciones a
un esquem a teorético y verificar los problemas, datos, relaciones, proposiciones, y
teoría por medio de un nuevo exam en del m undo empírico. El interaccionismo no
sucum be a la mítica creencia de que un estudio, para ser científico, tiene que
configurarse de forma que se acomode a un protocolo preestablecido de investiga­
ción científica, como por ejemplo, el procedimiento de trabajo de las ciencias físicas
superiores, concibiendo de antem ano un modelo lógico o matemático ñjo, encasi­
llando el estudio en la rígida disciplina de los experimentos de laboratorio, impo­
niéndole un marco matemático o estadístico determinado, organizando el estudio
con arreglo a unas variables preestablecidas, o limitándolo a un procedimiento
normalizado concreto, como es el caso de la investigación estadística. El interaccio­
nismo sostiene que el auténtico distintivo de toda ciencia empírica* reside ~eiT el
iB p g P a la MUuia le^ d e W ’mBBfo 'W ^ sus problemas; criterios
de ínwesiigiíaSn. técritpáS dé”éSt®!», conceptos y
teorías, se amoldsfl.a dicho m u n jo . Sustenta el convencimíentó~deque~esia'5éíérmi-
nación de ios problemas, conceptos, técnicas de investigación y esquemas teoréticos"
han de proceder del exam en directo del m undo social empírico real, en lugar de ser
elaborados por medio de una simulación del mismo, o de un modelo predeterm i­
nado. de una descripción derivada de algunas observaciones dispersas, de un cuadro
confeccionado de antemano para satisfacer los dictados de algún esquem a teorético
concreto, de un esquema de procedimiento “científico” o, finalmente, por medio de
un retablo de ese m undo construido a base de informes parciales y no verificados
acerca del mismo. Según el interaccionismo, la naturaleza del m undo social empí­
rico ha de ser desentrañada, sacada a la luz mediante un exam en directo, minucioso
y ponderado.
Esta postura metodológica refuta la frecuente acusación de que el interaccio­
nismo simbólico no se presta por si mismo a la investigación científica, lo cual
constituye un reproche desconcertante. Es evidente que quienes lo form ulan utilizan
las ideas de la investigación científica en la actual, metodología com o patrón de
medida para enjuiciar el interaccionismo. Se preguntan, por ejemplo, cómo podría
este método “operacionalizar" el “sí mismo", crear una escala adecuad^ para medir
la interpretación de los gestos, realizar un experim ento controlado sobre el proceso
de desarrollo de nuevos conceptos del “sí mismo", utilizar procedimientos estadísti­
cos para analizar la formación de nuevos objetos sociales o incluir el concepto del
“o tro generalizado" dentro del m arco de procedimientos tales com o el análisis de
sistemas, el análisis estocástico y la investigación operacional. Tales exigencias care­
cen de fundam ento (a pesar de que algunos interaccionistas simbólicos las tom an en
serio y tratan de cumplirlas), y evidencian u n a profunda incomprensión,"tanto de la
investigación científica como del interaccionismo simbólico. Los conceptos y proposi­
ciones de este último se encam inan al exam en directo del m undo social empírico. Su
importancia y validez sólo pueden ser determinadas a la luz de dicho exam en, y no
en función del criterio ajeno de una metodología inadecuada.
Desde luego, las premisas fundamentales del interaccionismo - la s imágenes radi­
cales a las que antes m e he referido- tienen que dem ostrar su validez empírica. Si no
la confirm an mediante algún tipo de prueba, deberán ser descartadas inexorable­
mente junto con el esquema del interaccionismo simbólico que com portan. (Esta
misma prueba debería realizarse con todos y cada uno de los esquem as propuestos
para el estudio y análisis de la sociedad y conducta hum anas.) Puesto que las
premisas son declaraciones de la naturaleza del m undo social empírico, la mejor
manera de verificarlas será recurriendo al mismo. Permítaseme recordar al lector
estas premisas básicas: la vida de un grupo hum ano consiste en la acomodación de
la linea de acción de cada uno de los participantes a las de los demás; esa alineación
de acciones tiene lugar, principalmente, cuando las personas participantes indican a
las demás lo que hay que hacer y a su vez interpretan las indicaciones que éstas Ies
formulan; a partir de esta interpretación, los individuos conform an los objetos que
constituyen su mundo; las personas se aprestan a actuar con respecto a sus objetos
partiendo del significado que éstos encierran para ellas; los seres hum anos afrontan
su m undo como organismos provistos de un “sí mismo" y, por lo tanto, capaces de
formularse sus propias indicaciones; la acción hum ana es realizada por el agente, en
fundón de lo que éste percibe, interpreta y enjuicia y el entram ado de esta acción
incesante constituye las organizaciones, instituciones y vastos complejos de relacio­
nes interdependientes. Para corroborar la validez de estas premisas es preciso recu­
rrir al e x a m e ^ i r e c t o J t e l á ^ d a J ñ i m a S J ^ r u g o y no a un planteam iento artificial
(feTáboratono, a un esquema que ^óperacionafice' conceptos, a una confirmación de
las hipótesis o a un examen para ver si las premisas se adaptan a un protocolo de
procedimiento interpretativo. Las premisas son bastante simples. Pienso que pueden
ser rápidamente corroboradas y validadas sólo con observar lo que sucede en la vida
social ante nuestros propios ojos. Con cierto espíritu contencioso quisiera invitar a
los sociólogos a que efectúen este mismo tipo de prueba sobre las premisas subya­
centes de otros esquemas, actualm ente en boga, para el estudio de la sociedad
hum ana y de la acción social.
Admitiendo que la vida hum ana de grupo posea el carácter consignado por las
premisas del interaccionismo simbólico, quisiera abordar el tem a general de cóm o se
estudian la vida de un grupo hum ano y la acción social. N o me refiero a la determi­
nación y al análisis de los num erosos procedimientos individuales que pueden em ­
plearse en u n a u otra fase de la exploración y la inspección. Existe una extensa
literatura, demasiado discrepante p ara ser verosímil, sobre m uchos de estos procedi­
mientos individuales, tales como la observación directa, estudio sobre el terreno,
observación participante, análisis de casos, entrevistas, empleo de cartas y diarios,
historias reales, documentos públicos, discusión de tablas y conversaciones. Puedo
añadir que existe una gran necesidad de estudios concienzudos y circunspectos
sobre tales procedimientos, no p ara conferirles un formato normalizado, sino para
mejorar su capacidad com o instrum entos aptos para descubrir lo que acontece en la
vida real de grupo. Mi actual preocupación, sin embargo, se orienta en una direc­
ción distinta: el señalar algunas de las consecuencias metodológicas más im portantes
del punto de vista del interaccionismo simbólico a propósito de la vida hum ana de
grupo y de la acción social. Deseo exam inar estas consecuencias en el m arco de cada
uno de los cuatro conceptos centrales del interaccionismo, a saber: ( 1) individual o
colectivamente, las personas están preparadas para actuar en función del significado
de los objetos que configuran su m undo. (2) La asociación de las personas adopta
necesariamente la form a de un proceso en el curso del cual cada uno formula
indicaciones a las demás e interpreta las que recibe de éstas. (3) Los actos sociales,
tanto individuales como colectivos, surgen de un proceso en el que el agente ad­
vierte, interpreta y enjuicia las situaciones con las que tropieza. (4) La compleja
concatenación de los actos que configuran las organizaciones, instituciones, división
del trabajo y redes de interdependencia no constituye algo estático, sino dinámico.
A hora quisiera com entar cada uno de estos puntos.
(1> La aseveración de que la gente actúa en función del significado de sus objetos
tiene profundas implicaciones metodológicas. U na de las más evidentes es que si el
especialista desea com prender los actos de las personas, es preciso que vea los
objetos com o ellas los ven, ya que de lo contrario sustituirá los significados de
dichos objetos por sus propios significados, incurriendo con ello en el error más
grave que un sociólogo puede cometer. Llegará a plantearse un m undo ficticio.
Dicho de u n modo más sencillo, las personas actúan con respecto a las cosas
basándose en el significado que éstas encierran p ara ellas, y no sobre el que poseen
para el especialista intruso. A pesar de ello, por todas partes vemos estudios de la
vida de grupos hum anos y del com portam iento de las personas realizados sin que el
especialista se haya esforzado en descubrir de qué m anera considera la gente la
finalidad de su .propia actuación. Dos perniciosas tendencias de la metodología
actual alientan oficialmente esta negligencia: (I) el convencimiento de que la sola
pericia en el uso de las técnicas científicas, unida a la facilidad para aplicar una
determ inada teoría, es suficiente para el estudio de un área poco conocido; y ( 2) el
empeño que se pone en ser objetivo, lo que con excesiva frecuencia conduce a
enjuiciar las cosas desde la perspectiva de u n observador imparcial externo. Posee­
mos infinidad de estudios sobre grupos, tales com o los constituidos por delincuen­
tes, la policía, las ¿lites militares, los estudiantes inquietos, las m inorías raciales y los
sindicatos, en los que los investigadores no estaban familiarizados con la vida de
estos grupos y se esforzaron poco o nada p o r penetrar en sus m undos de significa­
dos. Me tem o que hem os de reconocer que esta actitud es u n a práctica m uy difun­
dida en las ciencias sociales.
Para el estudioso que no está familiarizado con el m undo de un individuo o una
colectividad no es fácil reconocer los objetos comprendidos en dicho m undo. Ante
todo se requieren unas aptitudes especiales para situarse en el puesto de una persona
o comunidad. Para que sea eficaz es preciso cultivar esta capacidad de asum ir los
papeles ajenos, al igual que sucede con cualquier otra habilidad potencial. Por lo
general, los centros de formación de expertos en ciencias sociales no se preocupan
en la actualidad por cultivar esta aptitud, ni tam poco las prácticas usuales de los
estudios de investigación fomentan su desarrollo. En segundo térm ino, para identifi­
car los objetos de interés prim ordial es preciso disponer de un conjunto de observa­
ciones adecuadas. Estas, a pesar de ser indispensables, no las proporcionan sino
m uy raram ente los procedimientos de investigación normalizados como, por ejem­
plo, los cuestionarios, encuestas, escalas, elementos de estudio estadístico o plantea­
miento de variables predeterminadas. Pueden obtenerse fácilmente, por el contrario,
de los informes descriptivos emitidos por los propios agentes sobre la m anera en que
éstos ven los objetos, el m odo en que actúan con respecto a los mismos en distintas
situaciones y la forma en que aluden a ellos en sus conversaciones con otros miem­
bros de su grupo. U n grupo de participantes bien informados en un m undo cual­
quier deberá, a su vez, someter á verificación y discusión.critica colectivae lc u a d ró ,
de objetos clave obtenido por medio de los referidos informes. Este últímo procedi-
m iento constituye una "garantía" contra las deficiencias reconocidas de los infortnsíL
individuales. En tercer lugar, como ya se ha dicho antes, los investigadores, com o
cualquier otro ser hum ano, son siervos de sus propias imágenes prefabricadas y, en
consecuencia, propensos a considerar que los demás ven los objetos en cuestión
como ellos los ven. El investigador ha de ponerse en guardia contra esta inclinación
y conceder una prioridad absoluta a la deliberada verificación de sus imágenes.
Si se considera seriam ente la proposición de que las personas actúan con respecto
a los objetos en función del significado que éstos encierran p ara ellas, todas estas
observaciones ponen de manifiesto la necesidad de un enfoque metodológico dis-
tinto. La mencionada proposición exige un tipo de investigación considerablemente
distinto de los com únm ente aceptados y fomentados en la actualidad. Puesto que en
todas partes y en todo tipo de grupos hum anos los individuos viven en m undos J e
objete» y acom odan su actuación al significado que éstos poseen SM#. ellos, la
necesidad de reconocer los objetes y su significado es una mera cuestión de sentido
Común. L a p o staraiñ v éstig ad ó ra del iñ te rá c c ib l^ en esta
afirmación. '
(2) El interaccionismo considera la vida de grupo como un proceso en el curso
del cual las personas, al afrontar diferentes situaciones, señalan líneas de acción a
los demás e interpretan las indicaciones que otros Ies hacen. Esto significa, evidente­
mente, que sus respectivas líneas de com portam iento han de ser elaboradas con
arreglo a las líneas de acción de aquellas otras personas con las que entablan una
interacción. Esta adecuación del desarrollo de los actos propios a los ajenos se da,
no sólo en las relaciones personales entre individuos, sino también entre colectivida­
des, tales com o sociedades industriales o naciones que entablan relación con otras, y
también en el caso del individuo que presta oídos a la opinión de u n auditorio o
com unidad ajenas a él, a la h ora de elaborar su línea de acción. Esta necesidad de
acom odación a las lineas de acción ajenas resulta tan evidente, incluso en las obser­
vaciones más sencillas, que me resulta difícil com prender por qué es ignorada o
descartada tan a menudo p o r'lo s investigadores científicos.
Las implicaciones metodológicas de la premisa son m uy ilustrativas. A nte todo,
suscita la importantísima cuestión acerca de la dudosa validez de la m ayoría de los
enfoques que hoy día se utilizan en el estudio y análisis de la vida h um ana de grupo;
estos enfoques consideran que la interacción social no es más que el medio a través
del cual los factores determ inantes generan el comportamiento. Así, los sociólogos
atribuyen la conducía a factores tales como el papel y la posición social, preceptos
culturales, norm as, valores, afiliación a grupos de referencia y mecanismos de equi­
librio social. Por su parte, los psicólogos la atribuyen a factores com o las configura­
ciones de estímulos, impulsos orgánicos, necesidad-disposición, emociones, actitu­
des, ideas móviles conscientes: e inconscientes y mecanismos de organización perso­
nal. La interacción social se considera simplemente com o el ámbito en el que dichos
factores determ inantes influyen en la acción hum ana. Tales enfoques olvidan in­
comprensiblemente el hecho de que la interacción social es p o r sí m ism a u n proceso
formativo, e ignoran que k& individuos vinculados p o r la interacción no sólo dan
expresión a esos; factores determinantes al form ar sus líneas de acción respectivas,
sino que las dirigen, verifican, modelan y transform an a tenor de lo que observan en
los actos ajenos. Al planear u n estudio de la vida hum ana de grupo v de la acción
sogialno es neeegf f jó to m ar en serio la interacción social. Hay que considerar que la
esfe ra de vida éri estudio es un proceso dinám ico en él cual ca'dá ú ñ ó l é ft^'inaiW -
dvfos participantes definé e interpreta los áctós de todos los demás. Es im portante
j>bservar cóm o este p r o e jo de indicación e interpretación va respaldando, mocttfj-
cando, rem odelando y transform ando el m odo en que los participantes ensamblan
sus líneas de acción. Este tipo de estudio no puede llevarse a cabo si se parte de la
prem isa de que la vida de grupo no es más que el resultado de los factores determi­
nantes que se manifiestan a través de la interacción de las personas. M ás aún, los
enfoques basados en esta últim a prem isa son inadecuados para estudiar el proceso
de la interacción social. Dicho estudio requiere u n a perspectiva, u n conju n to de.
categorías y un procedimiento dé investígación distintos.
U na segunda implicación metodológica im portante derivada del aserto según el
cual la interacción hum ana es un proceso de indicación e interpretación, es la
ausencia de garantías en el intento de conferir una form a especial al proceso de la
interacción social. Esta tentativa es uno de los peores hábitos de la sociología, tanto
antigua com o actual. Lo vemos reflejado en la curiosa noción de que la interacción
social es un proceso consistente en desarrollar “expectativas complementarias", no­
ción que Talcott Parsons ha fomentado notablemente y que le sirve de base para su
esquem a de la sociedad hum ana considerada como un sistema social arm oniosa­
mente dispuesto. También lo vem os representado en la prem isa contraria, que
afirm a que la sociedad está básicamente organizada en form a de un proceso conflic­
tivo. U na vez más lo vemos en la opinión actualmente tan generalizada de que la
interacción hum ana sigue los principios de la “teoría del juego”, rnaiqniprp qm».
observe atentam ente la interacción social reconocerá en seguida que los participan-
terT ium anos, tanto a nivel individual com o colectivoT reáccioftán anís fos jictg s
ajenos de distintas y diversas formas. A veces cooperan én tre si; otras entran en
c6 ñfl® oréñ"ocasiones son tolerantes con los demás, otras indiferentes, a veces su
interá^iófi obedece á norm as rigidasr’y otras entablan un juego libré y’récíproco de
com portam iento expresivo. Considerar que toda la interacción hum ana (y, conse­
cuentemente, la sociedad) está organizada con arreglo a algún tipo especial de inte­
racción, equivaldría a negar la variedad de formas que s^ a d v ie n e si se está, d l£
¡p u e sto o b se rv a r. El hecho mismo de que cada ser hum ano form ule indicaciones a
los demás ¿Interprete las que éstos expresan en función de la situación en las que se
halla inmerso, debería evidenciar que el proceso de interacción social no se limita a
ninguna forma en particular. La tarea del investigador que estudia u n a esfera cual­
quiera de la vida social consiste en averiguar qué form a de iníeráBcióri está en juego
en lugar de imporiéH¿ üñá'3éterm inada. La identificación del tipo dé interacción del
juego no se consigue? sin embargo, salVo p o r azar, cuando el propio estudio presu­
pone una form a determinada de interacción. Se requiere un procedimiento de inves­
tigación distinto. Sé por experiencia que la interacción se desplaza habitualm enté de
una a otra forma, según las situaciones que las partes “interactuantes" van afron­
tando. En cualquier caso, la forma que reviste una interacción social determ inada es
una cuestión de descubrimiento empírico y no algo que pueda fijarse de antemano.
(3) El punto de vista sobre la acción social que defiende el interaccionismo
simbólico implica u n a serie de consecuencias metodológifcas significativas. El inte- .
raccionismo estima que la acción social consiste en las actividades individuales y^
colectivas de las personas que intervienen en la interacción social; es decir, aquellas
actividades cuya propia formación es fruto de las actividades reciprocas de los
individuos. Dichas actividades estructuran la incesante vida social de todo grupo,
hum anó.J a n to si se trata de uno pequeño (una familia) o de uno grande (una
nación), p e la observación de lá acción social extraemos las categorías que utiliza­
mos para asignar un orden conceptual a la estructura y a la vida social de u n grupo
hum ano determinado. Cada u n a de estas categorías representa u n a form a o aspecto
de la acción social. Por lo tanto, un jefe, un sacerdote, u n papel social, u n orden
estratificado, u n a institución o un proceso social representan otras tantas formas o
aspectos de la acción social; la categoría carece de significado a menos que se la
considere y moldee, en últim a instancia, en función de la acción social. En un
sentido válido, la acción social es la materia prim ordial de la sociología, aquella que
constituye el punto de partida y el de retorno de sus esquem as analíticos. De ahí la
enorm e importancia que reviste una descripción completa y exacta de la acción
social.
En la discusión inmediatamente precedente hemos esbozado ya una parte de esta
acción social según los principios del interaccionismo simbólico, a saber: la necesi­
dad de considerar que la acción social tiene lugar ineludiblemente en el seno del
proceso de interacción social. La otra parte se refiere a la actividad del participante
en la interacción social, tanto si se trata de un individuo com o de u n a colectividad.
En otras palabras, es preciso enjuiciar la acción en función del agente, puesto que
son sólo los agentes quienes actúan. La postura del interaccionismo simbólico sos­
tiene que el propio agente construye su acción, y que ésta no es el mero desencade­
nam iento de la actividad producida por la influencia de los factores determ inantes
sobre su organización. En este sentido, como ya se ha dicho antes, la perspectiva
desde la cual el interaccionismo simbólico enjuicia la acción social, diñere notable­
mente de la utilizada por la psicología y sociología actuales. Estima que el agente
(primero tratarem os del agente individual) es u n a persona enfrentada a una situa­
ción en la que se ve competido a actuar. Ante esta situación, advierte, interpreta y
valora las cosas con las que tiene que; contar para decidir su acción. Esto puede
hacerlo gracias a que es capaz de establecer una comunicación o interacción consigo
mismo. Por medio de esta autointeracción elabora su línea de acción, percibiendo lo
que desea o lo que le exigen, fijándose u n a meta, evaluando las posibilidades que
encierra la situación y prefigurando su línea de acción. En el curso de esta interac­
ción puede dejar en suspenso el acto premeditado, abandonarlo, verificarlo en al­
guno de sus puntos, revisarlo o considerar la conveniencia de sustituirlo por otro. El
interaccionismo simbólico sostiene que ésta es la m anera en que el ser hum ano
aborda su acción social. Invito -suplico más b ien - a sociólogos y psicólogos a
observar su propia acción y a com probar si es o no cierto lo que digo. El ser
hum ano no es solo un organism o que reacciona, y que sólo responde a la influencia
de los factores de su m undo o de sí mismo; es un organismo activo que ha de
afrontar y manejar dichos factores y que al hacerlo así debe forjar y orientar su
línea de acción. Como antes he indicado es posible que no sepa construir su acción
con m ucho acierto, pero no tiene más remedio que construirla.
La misma clase de imagen está presente en el caso de la acción social de una
colectividad,"como una sociedad mércáhtU, un sindicato, un ejército, ú n a iglesia,
una pandilla de muchachos ó u n a nación. La diferencia reside en que la colectividad
dispone de un grupo dirigente o de u n individuo facultado p a ra enjuiciar la situa­
ción confrontada, decidir los diversos aspectos a tener e n cuenta y planear una línea'
de acción. La interacción en el seno de una colectividad adopt^ la form a de delibera­
ción, asesoramiento y debate. La colectividad se encuentra en el mismo caso que un
individuo a la hora de afrontar u n a situación, interpretarla y decidir la línea de
acción a seguir.
La prem isa según la cual la acción social es elaborada por un agente que opera a
través de un proceso en el que advierte, interpreta y valora las cosas, elaborando un
plan de acción premeditado, configura en gran medida el enfoque a adoptar para el
estudio de la acción. Básicamente hablando, esto significa que para abordar y anali­
zar la acción social hay que observar el proceso mediante el cual se lleva a cabo.
Esto, por supuesto, no se hace ni es factible utilizando un esquema basado en la
prem isa de que la acción social es un mero producto de los factores preexistentes
que influyen en el agente. Se requiere u n a postura metodológica distinta. Al contra­
rio del enfoque que considera a la acción social com o un producto y que a continua­
ción trata de identificar los factores determinantes o causativos de la misma, se
precisa uno que estime que el agente individual se enfrenta a u n a situación concreta,
que debe actuar ante ella y, en función de la misma, trazar una línea de acción. De
este modo, desde una posición en la que es un medio neutral a merced de los
factores determinantes, el agente es prom ovido a la categoría de organizador activo
de su acción. Esta postura distinta implica que el investigador interesado en la
acción de un grupo o individuo dados, o en u n tipo concreto de acción social, debe
estudiarla desde la perspectiva del autor de la acción, sea quien sea. Debe seguir el
rastro a la formación de la misma tratando de averiguar el m odo en que se forma
realmente. Esto significa que hay que observar la situación con los ojos del agente,
ver los aspectos que éste tiene en cuenta, y cómo interpreta dichos aspectos, anotar
los actos alternativos programados de antem ano y tratar de seguir la interpretación
que conduce a la selección y ejecución de u n o de esos actos prefigurados. La deter­
minación y análisis de la trayectoria de un acto es esencial para la comprensión
empírica de la acción social, ya se trate de la delincuencia juvenil o el suicidio, la
conducta revolucionaria o el com portam iento de los negros militantes, el m odo de
actuar de los grupos reaccionarios de derechas o cualquier o tra cosa.
La resistencia, y de hecho la renuncia, de sociólogos y psicólogos a prestar
atención a la formación del acto social por parte de u n agente, es incomprensible si
se tiene en cuenta que dicha formación acaece realmente en el m undo empírico
social. Este desinterés es u n interesante ejemplo de cóm o los expertos se aferran a
un punto de vista colectivo, en este caso un punto de vista que considera la acción
social como un producto y que recurre a factores antecedentes como causas explica­
tivas*. La posición metodológica del interaccionismo simbólico es que la acción
social dette eswdijlHi!! atendiendo á l thodo e ñ q u e se lorm a. ü ic ti g l w n u K Á ^ n i ^ o
m uyU ístinto de las condiciones precedentesque se consideran com o "caCSas^déTa*
mismá, y ninguna especificación de esitáS cáüSas'pliédé lb f f c á r í6 7 ~
T4) Por último, quiefo decir aTgO acerca de ra ^ to ñ ^ u é n e ra rffié to d o ló g ica s que
se derivan del m odo en que el interaccionismo simbólico contem pla las partes o
aspectos más am plios.de la sociedad hum ana. Estas partes o aspectos constituyen
aquello que tradicionálmente capta en m ayor medida el interés sociológico: institu­
ciones, estratificación social, sistemas de clases, división del trabajo, unidades colec­
tivas a gran escala y otras grandes formas de organización social. El sociólogo tiende
a considerar estos vastos complejos com o entidades que operan por sí mismos, con
su propia dinámica. Se estima que cada uno de d io s es un sistema completo, com ­

* Si no se observa ni rastrea el proceso de formación de la acción social, se corre el riesgo de cometer


inconscientemente numerosos errores graves. Un ejemplo es cuando se agrupan casos de acción social en
una misma categoría por tener un aspecto parecido como productos y a continuación deduciendo que
deben de tener causas comunes puesto que existe tal semejanza Esto se hace con especial asiduidad en lo
que constituye Una de las ocupaciones favoritas de muchos sociólogos, la de estudiar "porcentajes"
relativos al comportamiento social, como, por ejemplo, el índice de suicidios, y después de lo cual se
esfuerzan en explicar el tipo de conducta en cuestión apelando a las modificaciones en el porcentaje. Los
casos que intervienen en la proporción de un determinado patrón de comportamiento humano son casos
de acción social, cada uno de los cuales ha sido formado siguiendo su propia trayectoria por el agente
respectivo. Dar de lado el estudio de este proceso central de formación y suponer que una explicación de
las modificaciones sufridas por un porcentaje engloba el proceso de formación, es algo totalmente gra­
tuito. Un conocimiento del proceso de formación de los casos en litigio, tendría repercusiones muy
interesantes sobre la imagen elaborada acerca de lo que el porcentaje representa realmente.
puesto por determinadas partes dispuestas en u n a ordenación interdependiente y
sujeto a la influencia de los mecanismos intrínsecos del sistema. El funcionamiento
estructural, tan popular actualmente, es u n buen ejemplo (aunque sólo un ejemplo)
de este punto de vista. Desde esta perspectiva, los individuos participantes en una
determ inada unidad de organización societaria son lógicamente simples medios para
la actuación y expresión de las fuerzas o mecanismos del sistema, y se recurre a
estos últimos para explicar lo que sucede. La organización social en cuestión se
asemeja a un organism o ó m áquina enorm e (no lo digo injustamente) cuyo com por­
tam iento y el de sus piezas han de explicarse ateniéndose a los principios de funcio­
nam iento de la propia organización.
El interaccionismo simbólico considera de m odo distinto estas grandes organiza-,
cioriés socíales,enfocándoIas como u n a ordenación de personas vinculadas recipro­
cam ente en sus actos respectivos. La organización e interdependencia tiene lugar
eUTre lós actos de individuos ubicados en diferentes puntos. En cualquiera de euos
los participantes se enfrentan a las actividades orgáfltodas dé títfós indivrdtiós, a las
cuales deben am oldar sus propios actos. La concatenación de taíesactos, localizados
en distintos punte», constituye la organización en cuestión o e l área a gran escala
considerada. La descripción esquemática de dicha organización basada en el interac-
ciOnismo strnBoííco será igual a la confeccionada con arreglo a otros enfoques, pero
el prim ero adopta otro punto de vista al considerarla como una serie de acción»
oganizadas. En tugar de describir la actividad de la organización y de sus elementos
atendiendo a principios organizativos o de sistema, busca la explicación en el modo
en que los participantes definen, interpretan y afrontan las situaciones a su nivel
respectivo. El ensamblamiento de este conocimiento de las acciones concatenadas
permite form ar una imagen del complejo organizado. C osprincipios Ó rg áiíiM ivrao'
d e lls íé m á pueden de hecho determ inar los limites mas allá de los cuales no podría
existir una concatenación de acciones, pero no aclaran la forma o naturaleza de
dicho encadenamiento. Ciertamente, u n a organización cualquiera concebida en base
a principios organizativos puede imponerse a u n a unidad o área colectivas, com o en
el caso de la reorganización de un ejército o de un sistema industrial, pero supone
aplicar alguna definición acerca de cóm o debería ser la organización. Lo que sucede
com o consecuencia de dicha aplicación es algo distinto, como bien sabemos a través
de recientes y sorprendentes ejemplos. El punto de vista del interaccionismo simbó­
lico es que la organización a gran escaíá~debe observarse, estudiarse y explicarse ’a
través del proceso de interpretación realizado por los agentes participantes, a medida
que van afrontando las situaciones desde sus lugares respectivos en el seno' de la
organización: Debe señalarse que u n estudió de ésté tipo arrojaría bastante luz sob re
m ultitud dé asuntos de interés p ara el teórico de la organización o el analista de
sistemas-, problemas tales com o la moral, el funcionamiento de la burocracia, el
bloqueo de una comunicación eficaz, la corrupción y los tipos de soborno, “la
explotación del sistema", el favoritismo y el exclusivismo, el auge (y el declive) del
control oligárquico, la desintegración de la organización o la inyección de nuevo
vigor en la misma. El conocimiento de las organizaciones a gran escala y de las
áreas de compleja organización debe obtenerse del examen de la vida de las mismas
en fúnción de lo que hacen los participantes. Esto no significa, com o pretendería la
fraseología actual, un desplazamiento de lo capital a l ó minúsculo, sino el estudio de
lo prim ero a la luz de su carácter empírico, que se manifiesta por un
' encadenam iento” de la acción.
La configuración de una investigación encam inada a estudiar lo que hacen las
personas que com ponen una organización compleja o un área de complicada orga­
nización no plantea al interaccionismo simbólico problemas metodológicos distintos
de los comentados anteriorm ente. Es aplicable el mismo tipo de procedimiento de
exploración e inspección previamente esbozado. Con todo, me gustarla anadiados
puntos dignos de mención en relación con el cambio que supojie pasar de una
perspectiva que considera la organización como un elemento gJobal con sus propios,
principios, a otra que la considera como u n a articulación de las actividades de sus
componentes.
CJño dé estos puntos hace referencia a lo que he comentado anteriorm ente al
indicar que las formas recurrentes y estables de acción conjunta no se desarrollan
automáticamente en u n a form a fija, sino basándose en los significados que las
personas atribuyen al tipo de situación en la que la acción conjunta se produce de
nuevo. Esta observación es aplicable a la organización a gran escala. Bajo las jio r-
mas y reglas que especifican la clase de acción que debe em prenderse en cualquier
punto dado de un complejo organizativo, existen dos procesos concurrentes en los
que las personas definen sus perspectivas reciprocas y el individuo, a través de la
autointeracción, rede fine su propia perspectiva. Lo que sucede en el curso de am bos
procesos determ ina en gran medida el rango y el destino de las norm as o reglas.
Aunque éstas sigan observándose, es posible que su observancia sea desganada o
vacia, o bien, a la inversa, revigorizada. Tales modificaciones en el m antenimiento
de las norm as o reglas son independientes del hecho de aplicar sanciones o no
hacerlo. A puntan a un área distinta de acontecimientos en la interacción entre las
personas. El estudio del investigador o el análisis de la organización no pueden
permitirse ignorar el proceso de interacción entre los individuos, que n o sólo es lo
que sostiene a la organización, sino que la afecta en diversos sentidos.
El otro punto recuerda la necesidad de adm itir que toda acción conjunta está
temporalmente vinculada a la acción conjunta precedente. Si ignoramos este vínculo
obstruimos una vía im portante para la comprensión de toda form a o ejemplo de
acción conjunta. La aplicació de este punto general al tema de la organización social
a gran escala es particularmente apropiada. En sus investigaciones y en la formula­
ción de sus principios, los teóricos de la organización y los analistas de sistemas
olvidan evidentemente este vínculo histórico. Por así decirlo, desgajan a la organiza­
ción compleja o al área de complicada organización de los antecedentes a partir de
los cuales han ido creciendo. Esto sólo puede conducir a una desfiguración. Las
indicaciones e interpretaciones mediante las cuales los individuos form an y m antie­
nen sus relaciones organizadas son siempre, en cierta medida, un bagaje de su
pasado. Ignorarlo representa u n auténtico riesgo para el especialista. A este respecto,
la postura metodológica del interaccionismo simbólico consiste en prestar atención a
la vinculación histórica de lo que se está estudiando.

Condasión

En contraste con la excesiva longitud de este ensayo, mi conclusión será breve.


Puede resumirse en un simple precepto: respetar la naturaleza del m undo empírico y
organizar un plan metodológico que la refleje. Esto es lo que considero que el
interaccionismo simbólico se esfuerza en hacer.

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