Robert Ezra Park
LA CIUDAD
y otros ensayos de ecología urbana
Estudio preliminar y traducción
de Emilio Martínez
Ediciones ' del Serbal
cultura Libre
Primera edición 1999
10 9 8 7 6 5 4 3 2 1
© de la traducción y del estudio preliminar, EnTilio Martínez
© 1999, Ediciones del Serbal
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Impreso en España
Depósito legal B-44979-1999
Impresión y encuadernación: Arts Grilfiques Hurope, S.L.
ISBN 84-7628-290-7
Introducción
Emilio Martínez
Pero hay que salir a la ciudad y hay que vencerla,
no se puede uno entregar a las reacciones líricas sin
haberse rozado con las personas de las avenidas y
con la baraja de hombres de todo el mundo.
Federico García Larca, Poeta en Nueva York
El recurso a los clásicos ha llevado a algunos sociólogos, y quizá a otros estudiosos
de disciplinas próximas, a un estado de cierta vacilación. El origen de esa
inseguridad puede explicarse en parte por lo que fue la normalización de una
concepción del desarrollo científico excesivamente celebrada -la que hallamos en
los escritos de T.S. Kuhn. Los logros de las ciencias naturales hicieron válida para
algunos la idea de que todas las ciencias debían adoptar su modelo de progresión,
caracterizado por la hegemonía (aunque temporal) de un único paradigma teórico.
Este predominio explica en gran medida la escasa influencia que tanto la literatura
anterior a la consolidación de un paradigma científico como los desarrollos
discrepantes ejercen en el ámbito de las ciencias de la naturaleza, siendo casi
condenados al ostracismo académico. No obstante, sería imprudente no considerar
el hecho de que los resultados reales de los trabajos realizados en los campos de la
física, la biología o la química, por ejemplo, hayan podido dar lugar por sí mismos
a una superación efectiva de las propuestas de sus predecesores. Sea cual fuere la
causa, lo cierto es que estas ciencias, al contrario de lo que sucede en las ciencias
del hombre, olvidaron hace bastante tiempo a aquellos que hicieron la historia de
su disciplina. Algunos estudiosos de la sociedad optaron por esta desmemoria,
creyendo que podrían alcanzar de ese modo los logros obtenidos por las ciencias
de la naturaleza e hicieron del as�rto de Whitehead ( «una ciencia que no olvida a
sus clásicos está perdida») el lema de sus trabajos.
No obstante, no todos han compartido esta orientación. Se ha regresado a los
clásicos por razones que van más allá del placer de su lectura original, placer
incrementado, si cabe, por el estilo y circunstancias que suelen estar presentes en
sus obras. Volver a ellos es regresar a la excítación ante el hallazgo, a la intuición y
al quiebro; al rigor desprendido de enunciados crípticos, a la valentía en su ir y
8 LA CIUDAD Y OTKOS ENSAYOS DE ECOLOCíA URBANA
venir, aprendiendo en cada paso y renunciando a los caminos delimitados del
saber que hoy parece exigir la profesionalización. No hay que olvidar tampoco la
función depurativa de la tradición clásica, con frecuencia ignorada, gracias a la
cual podemos avanzar en esa lucha intelectual contra la vulgarización del
conocimiento científico en una sociedad en que casi todo vale, donde la apariencia
y las maneras vacías de los cortesanos pretenden restar valor a los contenidos,
incluso en ámbitos universitarios. Por último hay razones de índole teórica para
regresar a ellos: rescatar categorías, conceptos y argumentos todavía útiles para
compren�er la realidad social.
Muchos de estos méritos pueden hallarse en Robcrt Ezra Park, cuya obra,
eminente en su género, constituye una_referencia básica para todos los sociólogns
urbanos y otros estudiosos de la ciud.id. Como se S,11)1,:', la sociología urban.t no
puede explicarse sin recurrir a la figura de f'ark y al trabajo que emprendió junto
con sus discípulos de Chicago: su esfuerzo culminó en la formalización
institucional de la sociología de la ciudad como disciplina. En ese s,·111ído, ! drk
tiene el reconocimiento de aquellos que no comparten sus tesis. Porque d hecho
de que sea un referente no significa que sus contenidos no sean discutibles; todo
lo contrario, precisamente porque sus textos son clásicos y no textos sagrados,
pueden discutirse, aceptarse o innovarse. Lo curioso es que, siendo un autor bien
1.. onocido, hasta la fecha apenas existieran traducciones al castellano de sus escritos.
Fl conocimiento que el público en general (estudiantes, profesores, inve�tigadores,
planificadores, etc.) tenía de él era muchas veces indirecto, a través de lecturas
críticas o exposiciones generales. Por muy edificantes, que éstas pudieran ser (y
muchas lo son) se hacía necesario disponer de una vía directa a sus trabajos, motivo
por el cual se ha acometido la traducción al castellano de algunos de sus textos
más significativos para el estudio de la ciudad. Aunque esta obra está fundamen
talmente destinada a urbanistas y urbanólogos, conviene recordar que Robert Ezra
Park y el departamento de Sociología" de la universidad de Chicago, del que fue
miembro destacado, contribuyeron a impulsar otras líneas de estudio: la sociología
de los problemas raciales y sociales, la criminología, la sociología de la desviación
y del conflicto, etc. La institucionalización de la sociología norte-americana está
singularmente anclada en ese departamento, que dio el tono general y una identidad
precisa a esos estudios hasta los años treinta de este siglo. Por eso puede resultar
interesante para muchos otros sociólogos, no centrados en los estudios urbanos,
aproximarse a la obra de Robert E. Park, una de las figuras intelectuales más claras
de la sociología norteamericana y de quien se ha dicho, no sin razón, que contribuyó
como nadie a la dirección adoptada por la sociología empírica en los Estados
Unidos.
Una valoración justa de su aportación teórica debe tender necesariamente a
rebajar los términos en que estamos expresando la importancia institucional e
histórica de Park. Es necesario admitir que su'2on$istencia teórica adolece de más
debilidades de lo que cabría esperar. En parte porque la complejidad y riqueza de
su pensamiento, como se adivina en su exposición, no logra consolidarse en una
forma sistemática, y cuando ésta se presenta -por ejemplo en la ecología humana-
INTRODUCCIÚN 9
resultan más interesantes los instrumentos analíticos que convincente su síntesis,
en ocasiones muy forzada. Por otro lado, la debilidad teórica de Park no radica,
como a veces se ha sostenido, en una postura antiteoricista, pues su pensamiento
no carece de una concepción de fondo de las sociedades humanas, como no podía
ser de otro modo si atendemos a los maestros que tuvo. Lo que sí puede aceptarse
es la afirmación de PÍ/.zorno ( l 96Z) para quien no tiene demasiado sentido
reconstruir la aportación teórica de Park pues todo cuanto expone se encuentra
en las teorías simmdiana y durkheimiana (aunque también en otros autores que
iremos presentando en este estudio introductorio). Otro rasgo de· su obra, a
propósito de las formulaciones teóricas, lo encontramos en la indefinición
conceptual que, por lo demás, es una constante entre los ecólogos..de Chicago. Sin
�bargo, el armazón teórico de �ark, aunque peculiarmente relacionado de
continuo con la investigación empírica, se articula a través de un sencillo modelo
de explicación de los fenómenos sociales (y urbanos, en particular) cuya origina
lidad no puede cuestionarse, aunque no se.comparta 1: el paradigma ecológico -la
f'cología humana-, que-- ha sido uno de los ejes fundamentales sobre el que se ha
desaaollado l,1 �ociologia urbana y otros estudios de la cí11dad.
11
Antes de recalar con cincuenta años en la universidad de Chicago, Robert Ezra
Park ( l 864� 1944) había llevado una vida singular, como buen espíritu inquieto.
Nacido en l larleyville (Pennsylvania), pronto se trasladó con su familia a Red
Wing (Minnesota) en lo que se llamó la «frontera intermedia» (H.M. Hughes, 1974).
No deja de ser una referencia a tener en cuenta, pues Park, como muchos otros
miembros del departamento de sociología de la universidad de Chicago, procedía
de un ámbito geográfico y social desde el que pudo asistir a los procesos de cambio
desde una óptica privilegiada. El país se encontraba inmerso en un proceso de
industríalización y urbanización de ritmo acelerado. Ante sus ojos se mostraron,
desde un primer momento, las crisis del campo, la movilidad de la población hacia
los centros industriales y urbanos, la desorganización social y la marginalidad,
temas que ocuparían después buena parte de sus preocupaciones profesionales.
Después de un breve paso por la universidad de Minnesota, Park se matriculó
de filosofía en la universidad de Michigan, obteniendo su licenciatura en 1887. Su
estancia en Michigan constituye uno de los momentos clave en su trayectoria
intelectual. Allí estudió y entabló amistad con John Dewey, cuya perspectiva sobre
l. Dada la naturaleza de esta presentación intentaré mostrar de un modo general las
aportaciones de Robert Ezra Par� al estudio de la ciudad y las influencias que conformaron su
trayectoria intelectual, que desembocan después en su eco!_ogía humana. Por ello evitaré entrar
en las críticas a su modelo, casi todas ellas muy justas y precisas, y me remito al buen sentido y al
juicio científico de los lectores. En cualquier caso, en la bibliografía final se encuentran magníficas
obras que han tratado desde un punto de vista crítico la obra de Park y la ecología humana, en
particular las de Alihan, Bettin, Castclls, Gettys, Hollingshead, Kuklick y Pizzorno.
10 LA CIUDAD Y OTROS ENSAYOS DE ECOWGfA URBANA
la importancia de los procesos comunicativos en la sociedad le influiría
poderosamente. Dewey mostraba en sus clases, y después en sus libros (School
and Society, 1899; The Public and its Problems, 1927), que la sociedad existía en y
por la comunicación; es decir, había que entender la comunicación como un factor
de integración social que hacía posible la vida individual y colectiva en un conjunto
interrelacionado. De algún modo esto queda reflejado en el planteamiento
parkiano, en su actividad profesional como reportero y en sus preocupaciones
teóricas (la comunicación como instrumento de urdimbre social, los problemas
de vertebración, interacción y cohesión en las grandes ciudades, la supervivencia
de los pequeños grupos o grupos primarios -tal como C.H. Cooley planteaba
también desde Michigan-y la formación de la opinión pública). Dewey le abrió
además tres vía·s: una le condujo hasta Franklin Ford; otra le conectó con el
pragmatismo de William James; y la última consistió en enseñarle a mirar los
problemas de la dudad.
Con Franklin Ford, Park proyectó un nuevo tipo de diario en Detroit, The
Thought News, demasiado ambicioso para la época. A pesar de que los dispositivos
técnicos de medición no eran tan finos como lo pueden ser hoy día, el periódico
se proponía registrar con fidelidad las fluctuacion,es de la opinión pública -que
Park estimaba-un fenómeno mensurable- ) debía �frecer una información
rigurosa, valiente y clara de los problemas sociales. En este sentido, además de su
propio valor como diario, The Thought News debía erigirse, de un lado, como un
aparato pedagógico para la c'<plicación y-comprensión de la realidad social; por
otro lado, como instrumento político tendente a la consolidación de la democracia
mediante la formación de una cultura cívica.
Tras el rápido fracaso de The Thought News -tan solo llegó a editarse un
número- Park trabajó entre 1887 y 1898 como periodista en algunos diarios de
Detroit, Minneapolis, Denver, Nueva York y Chicago. Su actividad como reportero
es importante en la trayectoria vital e intelectual de Park. Al igual que William
Graham Sumner y J. Dewey, Park atribuyó a la prensa y, en general, a los medios
de comunicación una importante función social, como queda reflejado en
numerosos escritos (por citar algunos, «The Inmigrant Press and its Control»,
1922; «The Natural History of the Newspaper», 1923; «News as a Form of
Knowledge», 1940). La prensa constituía un nuevo dispositivo de control social
en la sociedad moderna y a la vez era un elemento de integración y preservación
cultural. Por otro lado, el Park académico debe muchas de sus posteriores
observaciones sobre la ciudad y su interés por la observación directa a esta
experiencia como periodista de investigación. En ese sentido, jamás renegó de su
pasado; todo lo contrario, en más de una ocasión confesó -remitiéndose a la
experiencia del Fausto de Goethe- que este trabajo supuso para él la posibilidad
del descubrimiento de un mundo real: el mundo de los hombres, tangible,
problemático y, sin embargo, cercano; un mundo que era incapaz de hallar entre
los libros. \
Por aquel entonces los periódicos incluían largos artículos de interés social
local, de manera que Park, entre la obligación y el compromiso moral con un
INTRODUCCIÓN 11
espíritu de reforma bastante extendido ( que los diarios, en general, habían asumido
plenamente), comenzó a sumergirse en el conocimiento directo de los problemas
sociales de la ciudad: la inmensa y desesperada pobreza urbana, el akvholismo,
los fumaderos de opio, los disturbios, las casas de juego, las epidemias, los
inmigrantes... La ciudad se antojaba ya un laboratorio social donde analizar los
problemas de desorganización social y los nuevos tipos sociales que surgían en su
caótico crecimiento. El periódico le servía, pues, como órgano en el que registrar
los distintos acontecimientos y tomar el pulso del cambio social, con finura y rigor,
sin caer en las prácticas del muckrakerl. En este sentido, parece correcta la
afirmación de prafmeyer y Joseph, (1984: 7) cuando sostienen que no hay una
ruptura epistemológica entre la actividad periodística y la actividad académica de
Park. Podemos plantearlo como una diferencia de grado: el sociólogo de Park se
antoja como un superreportero y la ciencia es sencillamente algo más objetiva,
persistente y exacta que el periodismo (y que el sentido común).
No del todo satisfecho, Park abandonó en 1898 el periodismo activo para
regresar a la universidad, en concreto a Harvard. Allí estudió psicología con
Münsterherg, y filosofía con Josiash Royce y William James. Los planteamientos
�e Royce dejan entreverse en aigunos fragmentos y temáticas de la exposición
parkiana, si bien forman parte de una realidad más amplia y de una densa atmósfera
cultural -a la que también contribuyó desde Harvard el filósofo español Jorge
Santayana. En Royce encontramos la ya extendida preocupación por los problemas
de la desorganización social, asociada a veces a la inmigración ( «los forasteros») y
otras veces al espíritu de chusma ( en alusión a la Psicología de las masas, de Gustave
Le Bon). «El individuo sin ataduras es esencialmente un ser perdido» y -afirma
Royce contra el Schiller de Salutación al nuevo siglo- «nosotros ya no nos proponemos
evadirnos de nuestros males sociales hacia alguna comarca de ensueño» ( Cf. Morton
y Lucía White, 1967: 178). El bluebird of romance (bluebird of Paradise) del que
habla Park ( véase «La organización comunitaria y el temperamento romántico»,
en estos ensayos, pag. 103 y ss.) es una variación del ensueño de Royce. Frente al
espíritu romántico, aventurero y móvil, que parece adueñarse de los individuos
en las sociedades modernas, éste nos propone un nuevo aldeanismo, una vuelta a
las esencias de la pequeña comunidad.
La tensión entre el aldeanismo comunitario de relaciones cara a cara, primarias
y directas, y la artificialidad y nivelación de la vida urbana, ajetreada y alienante,
2. A principios de este siglo, se utilizó el término para designar al expositor de ruindades, al
escritor dedicado a escarbar las vidas ajenas y difundír el escándalo. Para algunos el muckraker
representa un escritor que denuncia las penosas condiciones de vida de los sectores más humildes
de la población. En ese sentido, la obra más conocida es The Shame of our Citics, de Lincon
Steffens, Park, sin embargo, asocia el término al periodismo sensacionalísta y atribuye su
descubrimiento y consolidación a Joseph Pulitzer y William Randolph Hearst (el «ciudadano
Kane» de Orson Welles); medíante esa práctica Pulitzer convirtió al New York World en el perió
dico de mayor tirada e influencia de \oda la ciudad; entretanto, Hearst hízo del viejo Examiner de
San Francisco el diario de mayor difusión de la Costa del Pacífico. Vid. «The Natural History of
Newspaper», American Journal of Sociology, 29 (1923), p. 273-289.
12 LA CIUDAD Y OTROS ENSAYOS DE ECOLOGIA URBANA
forma parte de un debate universal. La cultura norteamericana y sus intelectuales
se mostraron particularmente reacios a la ciudad moderna. El antiurbanismo de
Jefferson, la desconfianza de Poe ( The man of the crowd, El asesinato de Marie
Rogét) o el naturalismo de F.L Wrigth (al menos en su proyecto de Broad City)
son buena prueba de ello. Los espacios abiertos, la naturaleza, la frontera, los
pioneros ... representan las virtudes y el espíritu del pueblo norteamericano frente
a la artificialidad y las inmundicias de la ciudad (sobre todo de las urbes europeas,
bellas pero insanas e inseguras). En este asunto Park se muestra más ambiguo: de
un lado, es consciente de las ventajas de la pequeña comunidad; sin embargo,
formado en ciertas tradiciones del pensamiento alemán, Park reconocerá el papel
civilizador de la ciudad y los beneficios de la moderna metrópoli en cuanto a su
libertad y a sus estímulos. En cualquier caso, sabe que se trata de un debate estéril:
las transformaciones económicas, sociales y culturales asociadas a la
industrialización y a la urbanización del país son ya inevitables. Ante esto no cabe
atrincherarse en pastorales beatas y en nostalgias de lo que fue, sino afrontar los
problemas que conlleva la dinámica modernizadora.
La postura de Park representa, en cierto modo, un punto de inflexión en el
planteamiento urbano tradicional de los intelectuales estadounidenses; pero para
esto, y mucho antes de marchar a Alemania, contaba con el empuje vital de la
filosofía de William James y de los poemas de Walt Whitman ( «¡Desconocido que
pasas! No sabes con cuánto ardor te contemplo»). La filosofía de James era una
filosofía de la esperanza y de la posibilidad que no renegaba de la ciudad
norteamericana3 aunque se mantiene a una cierta distancia prudencial y no deja
de considerar que toda unidad grande es algo hueco y brutal ( Cf M. y L. White,
1967). Aún así, era tolerante y curioso. En sus notas autobiográficas ( Collected
Papers, vol. l, Race and Culture, p. v 0 1x), Park alude al enorme impacto que le
produjo la conferencia de W. James «On a Certain Blindness in Human Beings»
( «Sobre cierta ceguera en los seres humanos»). En este ensayo centrado en el
«secreto» de las vidas y relaciones sociales (temática que Park hallará en Simmel
tiempo después), James solicitaba a su auditorio tolerancia para formas de
existencia que se consideraban sin sentido sólo por su incomprensión, aunque
sólo fuera porque muchos de sus planos y matices permanecían ocultos y resistían
nuestra mirada. Bajo su hechizo, Park reconsideró su propia vida y estimó que ((lo
que los sociólogos más necesitan saber es lo que ocurre detrás de los rostros de los
hombres, qué es lo que hace que la vida nos resulte mortecina o fascinante». (M. & L.
White, 1967: 155)
Una vez obtenido su master-degree, en 1899, Park marchó a Alemania, centro
mundial de la cultura del momento. Allí entró en contacto con el pensamiento
histórico alemán ( de Spengler entre otros); conoció las tesis del epistemólogo ruso
Boris Kistiakowskí que utilizaría en su tesis doctoral; estudió filosofía con Wilhem
3. Si, al parecer de la decadente dudad europea, �l contrario de Jo que pensaba su hermano
Henry James, al menos tal como se desprende de algunas novelas de éste, como en The American
Scene.
INTRODUCCIÓN 13
Wildenband, de la escuela neokantiana de Baden4 ; pero, sobre todo, asistió en
lkriin a las conferencias de Simmel -en sus palabras, su único maestro en socio
logía, y como veremos después, una influencia importante en su concepción
urbana. En 1904 defendió en el departamento de Filosofía de la universidad de
Heidelberg su tesis Masse und Publikum (Masa y público), bajo la dirección de
Windelband. Esta línea de trabajo, encarnada en su tesis, que entroncaba con lo
que hasta entonces habían sido buena parte de sus planteamientos e influencias,
pasa a un segundo plano en su posterior trayectoria. Esto no significa que desapa
rezca; de hecho, salpica aquí y allá sus posteriores estudios o es replanteada a la luz
de sus trabajos sobre la desorganización social. Pero, no obstante, lo cierto es que
la edición inglesa de Masa y público no ve la luz hasta 1972 (Park jamás se ocupó
de su traducción al inglés), y esto se ha interpretado -' como síntoma de un rela�ivo
desapego hacia sus contenidos y hacia la misma temática, en parte porque el trabajo
de Park cambia de rumbo bajo la influencia de la sociología analítica alemana, y
en particular, de la de Simmel; en parte, también, porque cuando Park regresa a la
universidad es consciente de que se han producido notorios avances en la
comprensión y determinación de los procesos comunicativos (sin ir más lejos-, los
de G.H. Mead en la propia universidad de Chicago).
De regreso a los EE.UU., Park enseñó durante un año como auxiliar de filosofía
en Harvard. Después, abandona de nuevo la vida universitaria y se integra en la
Congo Refonn Association (Asociación para la Reforma del Congo), de la que fue
secretario. Se trataba de una organización de misioneros baptistas cuyo propósito
no era sino denunciar los abusos y la brutalidad del dominio belga en su colonia
africana. Park publicó en el Everybody's Magazine algunos artículos contra la
política de Leopoldo de Bélgica en el Congo, y se había propuesto ir hasta alli para
estudiar sobre el terreno el asunto cuando el líder negro Booker T. Washington le
invitó a acudir al Tuskegee Institut. Se convirtió en su asistente y viajó con él por
Europa con la intención de comparar la situación del campesinado europeo con
4. La ecología humana se presenta, no obstante, como un conocí miento de carácter científico
capaz de establecer las leyes y regularidades de la distribución de la población y sus actividades
en el terrítorío y, por tanto, de la relación hombre-medio. Por'otro lado, y con respecto a los
encuentros y desencuentros entre la geografía y la sociología, que la ecología humana hace
evidentes en su doble artículación, social y espacial, hay que considerar que durante el tiempo
que estuvo con Wildelband y lo acompañó desde Estrasburgo a Heidelberg, Park tuvo ocasión de
estudiar con los geógrafos Goerg Gerland y Alfred Hettn§ que ya había construido una «geografía
regional» de intenciones nomotdi...-as. A pesar de estimar necesarias las aportaciones geográficas
para la formación sociológica, Park elude referirse centralmente a ellas en la construcción de su
ecología humana, cuando al parecer era consciente de que en el ámbito geográfico
(norteamericano) existía un proyecto intelectual muy parecido. Cf H. Cape!, Geografía humana
y ciencias socíales, 1984: 55-58.
5. Sobre este asunto, me remito al estudio de l. Sánchcz de la Yncera y E. López-Escobar,
«Los barruntos de Park. Antes de Chicago», publicado en RElS, n" 74 ( 1996), p. 345-359, Tras éste
se incluye la primera traducción 'lle Masse und Pub/ikum al español, a cargo de los mismos
profesores.
14 LA CIUDAD Y OTROS ENSAYOS DE ECOLOGIA URBANA
la de los aparceros negros de los EE.UU.; junto a él, escribió la mayor parte del
libro The Man Farthest Down. Hacia 1911 organizaron en el Instituto una
conferencia para debatir el problema racial y fue entonces cuando conoció
personalmente a William Thomas, uno de los más prestigiosos sociólogos de la
universidad de Chicago. Dos años más tarde, éste le invitó a incorporarse al
departamento de Sociología. AJ principio lo hizo de forma parcial, pero su poder
de convocatoria, sus experiencias y conocimientos terminaron atándolo al
departamento hasta su jubilación en 1929. Allí d io todo de sí; allí contribuyó a
consolidar el prestigio de la sociología chicagüense -que entonces era decir la
sociología americana- y formó docentes e investigadores, creando en torno a él
una escuela de sociología (la escuela de ecología humana) cuyo único parangón
se encontraba en la escuela durkheimiana de l'Année sociologique. Desde su jubi
lación hasta 1932 anduvo por Sudáfrica, Brasil, Malaisia y la India, preocupado
por la cuestión racial; enseñó como invitado en las universidades de Hawaii y
Pekín. Finalmente, invitado por su antiguo alumno, Charles Johnson, que dirigía
la universidad Fisk (Nashville, Tennesse), Park se retiró a esta institución para
negros hasta su muerte en 1944.
III
Para cuando se integró en el departamento de Sociología de la universidad de
Chicago ya existían otros departamentos similares en distintos centros
universitarios del país. No obstante, uno siente la tentación de pensar que Park
sólo podía incorporarse a ése, y que de algún modo estaban predestinados el uno
para el otro. En parte por la propia constitución y crecimiento de la ciudad de
Chicago bajo las condiciones del capitalismo americano. En parte, también, por el
modo en que surgió el departamento -libre de las ataduras y de las jerarquías de
las universidades del Este-y por su empeño decidido en unir teoría e investigación
experimental. En efecto, muchos estudios sobre la escuela de Chicago comienzan
remitiéndose a la confusa, agitada y viva ciudad que les dio el nombre. Es el caso,
entre los más interesantes, de Hannerz ( 1986) en su determinación de los orígenes
de la antropología urbana; y el de Remy y Voyé ( 1976), que estiman que la particular
orientación de los estudios sociales y urbanos de Jlark y sus discípulos se explica
tanto por la influencia de los pensadores alemanes como por la propia realidad de
la metrópoli americana. Este es un planteamiento que en la dete�minación de los
orígenes de una línea investigadora cualquiera advierte que junto a las opciones
temáticas inspiradas en una tradición intelectual ha de considerarse en un plano
de igualdad las opciones socialmente definidas; esto es, el conjunto de problemas
del que la sociedad es consciente. A la hora de abordar una investigación se
combinan lo que Shills ( 1970) llama criterios de valor-referencia y las específicas
orientaciones y herramientas intelectuales (que traducen la problemática social
en problemática científica). En la sociología del arte y del conocimiento resulta
habitual la interpretación del texto (léase discurso, teoría, investigación; en suma,
INTRODUCCIÓN 15
la orientación científica o estética de una escuela) de acuerdo en parte a su contexto
histórico, a su tiempo y lugar: ¿Cómo es posible entender el expresionismo
visionario y la fuerza evocativa de Goya al margen de su tiempo? ¿Cómo mirar Los
disparates o sus series negras fuera del universo de angustia, dolor, crueldad y
estupidez tan característico de su tiempo y lugar? En ese sentido, ¿se comprende el
psicoanálisis freudiano al margen de la sociedad burguesa de Viena fin-de-siecle?
Y en la actualidad ¿somos conscientes de las relaciones entre el minimalismo y la
fusión musical con una sociedad global y multicultural? En cierto modo, pues, lo
que Atenas para Platón, Kónigsberg para Kant y Hoffmann, y Viena para Freud,
Kokoscha y Musíl, fue Chicago para la escuela de ecología humana: «un mundo en
pequeño», un foco de fenómenos, un escenario de tipos y relaciones sociales a los
que no pudieron sustraerse.
El crecimiento de Chicago fue muy rápido; en un siglo realizó el tránsito de la
nada a la metrópoli y, como es natural, esa explosión demográfica fue consecuencia
de las migraciones. La apertura del Canal del Eire (1824) y otras infraestructuras
facilitaron la penetración en el continente desde el este, lo que impulsó un
incremento de su población durante la época fronteriza. Hacia mediados del siglo
x1x la ciudad pasó a convertirse en el punto nodal de una extensa red ferroviaria y
de canales que la conectaban con otros estados del país. Desde diferentes estados
norteamericanos y desde lejanos países de Europa comenzaron a afluir miles de
personas en busca de las oportunidades que ofrecía su rica y variada economía: la
explotación del hierro, la industria siderúrgica, las serrerías, la industria conservera
y el comercio intermediario. Si en el censo de 1840 la ciudad apenas contaba con
4470 habitantes, cincuenta años más tarde ya había anexionado áreas adyacentes
y contaba con una población estimada en más de un millón de habitantes, de los
cuales tres cuartas partes habían nacido en el extranjero (Jones, 1990: 19). Una
vez declarado el final de la época fronteriza, la ciudad siguió incrementando de un
modo acelerado su contingente demográfico y su territorio. En 1920 la población
alcanzaba los 2.700.000 habitantes y, una década más tarde, 3.400.000. El tamaño
es un indicador bruto, una cifra de referencia que no puede llevarnos a ocultar la
desconcertante e inestable realidad que se halla detrás. Porque Chicago era, sobre
todo, lo qut Maurice Halbwachs llamó una ((experiencia étnica», y una .experiencia
social tan dolorosa como estimulante; en buena medida, también, el resultado del
liberalismo americano combinado con la movilidad territoríal y social de la
población. Moderna, culta, cuna de movimientos artísticos y arquitectónicos
que tuvieron ocasión de poner en marcha sus proyectos modernistas tras el grave
incendio de 1871- Chicago era a la vez pacata y protestante. Allí se acumulaban
culturas diferentes (grupos de americanos nativos, sicilianos, lituanos, irlandeses,
escandinavos, griegos, judíos alemanes, judíos eslavos, negros del sur y negros del
norte, chinos, etc.), situaciones personales y tipos sociales diversos. El crimen
organizado convivía con los residuos de aquel impetuoso y fugaz movimiento
obrero que recordamos aún cada primero de mayo y que la violenta represión qel
Estado y la movilidad de su pobladón impidieron consolidar". El caos y la eterna
·. pobreza, el paro y el crimen, los disturbios étnicos y los conflictos laborales; t()do
16 LA CIUDAD Y OTROS ENSAYOS DE ECOLOGÍA URBANA
era uno y de repente nada. El febril Chicago era el sueño americano y sus peores
pesadillas, una urbe que se hacía y se deshacía al instante, inestable y móvil como
su población, en transición permanente. Todo ello hacía de la ciudad un inmenso,
privilegiado y frágil laboratorio de estudio sociológic:> 7 .
Krítes incluso de que Park y su gente llevasen a cabo los estudios encaminados
a explicar la desorganización social de la ciudad hubo individuos y colectivos que
se propusieron mitigar los efectos de la movilidad social, del desarraigo y de las
patologías sociales asociadas a la miseria de los inmigrantes. La Hull House �e
Jane Addams, fundada en un barrio pobre de Chicago en 1889, constituia un buen
ejemplo de cómo podía y debía actuarse para formar ciudadanos entre la
descomposición física y moral de la ciudad. La labor de Addams -ligada en
principio al utopismo de Brook Farm y al cristianismo de Tosltoi (Hall, 1996;
M. & L. White, 1967)- cntron¡;aba, a su vez, con el planteamiento de los refor
madores sociales británicos y norteamericanos, un enfoque pragmático de
intervención en la ciudad y, en particular, en sus barrios más miserables. J. Dewey
y G.H. Mead fueron algunos de los muchos intelectuales comprometidos con el
espíritu de reforma que se integraron en este ·movimiento de mejora social8. La
perspectiva parkiana guardaba cierta similitud con el trabajo asistencial de la Hull
House y, sin duda, tenían en William James un referente común. Ahora bien, en
contraste, de un lado, con el enfoque de Addams y, de otro, con la tendencia
especulativa de la tradición alemana -más interesada en la conceptualización y
determinación teórica de la ciudad, a menudo desde la historia-, lo novedoso del
planteamiento parkiano residía en ofrecer una combinación de la teoría con la
investigación experimental. Quizás esto no hubiera sido posible en otro
departamento más que en Chicago, que apostó decididamente por esta dirección.
1. Como unidad independiente, el de Chicago fue el primer departamento de
sociología de la universidad americana. Se fundó en 1892 y puede decirse que es
durante esta década cuando emerge la sociología americana como disciplina
autónoma. La sociología contaba ya con una breve historia y, de hecho, su
6. Sobre el movimiento obrero en los EE.UU., en particular en Chicago, véase el libro de
Samuel Yellen American Labor Struggles (Luchas obreras en Norteamérica), Nueva York, Harcourt,
Brace & World lnc., 1936. La obra presenta los hechos acontecidos en Chicago antes y después
del affaire Haymarket que precipitaron la desarticulación del movimiento obrero -fundamental
mente anarquista- y de la «línea de Chicago» de «propaganda por los hechos".
7. Fue Small, en 1896, quien por primera vez declaró que Chicago era un laboratorio para la
observación sociológica ( Cf Kuklick, 1984 ). La metáfora clínica surtió tal efecto que Park la
utilizó en varias <Kasiones y publicó un articulo llamado precisamente así, razón por la que de
ordinario se le atribuye el origen de la analogía, que sirve tanto para caracterizar el objeto como
los procedimientos del observador y la naturaleza de la sociología. En Louis Wírth se encuentra
un nuevo episodio de este uso en "Clinical Sociology», American Jounwl o}Socw/ogy, 37 ( 1931),
p. 49-66.
8. Mead presidió el City Club de Chicago, al mismo tiempo en que Park hacía lo propio en
la Chicago Urban League. Desde estas instituciones en vano alertaron a las autoridades de la
posibilidad de que tuviesen lugar serios disturbios raciales, como sucedió en efecto en 1919. Cf.
Coulon, 1994: 42.
INTRODUCCIÓN 17
antecedente institucional más próximo, la Asociación Norteamericana de Ciencias
Sociales (1865), sentó las bases de la orientación posterior, consistente en una
mezcla de espíritu reformador de raíz cristiana y de investigación científica de los
problemas sociales. El primer director del departamento de Chicago, Albion
Woodbury Small se propuso organizar su docencia tomando inicialmente como
modelo los seminarios de las universidades alemanas. Él mismo estaba imbuido
del pensamiento histórico alemán, que consideraba la matriz de la sociología (Shills,
1970) y en gran medida los primeros trabajos de sus miembros quedaban dentro
del universo del Volkskunde germánico. No obstante, el propio Small, como la
sociología americana de su tiempo, estaba bajo la influencia de Spencer y el
pragmatismo darwiniano. Aunque de formación sólida, Small no era una referencia
intelectual y su escaso ascendente personal impedía que se erigiese como el núcleo
académico de la sociología chicagüense (como sucedía en Yale, con W.G. Sumner,
o en Columbia, con F. Giddins). Sin embargo, tolerante y flexible, Small poseía
intuición y grandes cualidades organizativas que después se mostraron esenciales
para la institucionalización de la sociología en los EE.UU. y para el dominio de
Chicago en esa esfera. Junto a Henderson y Thomas supo orientar la dirección del
departamento hacia la investigación empírica, la observación directa y la
documentación, sin renunciar a una base teórica, pero alejándose del frente
especulativo, más cercano a la filosofía social, por el que parecía encaminarse cierta
sociología.' Desde entonces no resultaba demasiado desconcertante que alumnos
y profesores descendieran al mundo de los hombres, a las calles de los barrios
bajos, a las colonias de inmigrantes, para observar, describir, relatar y explicar lo
que allí sucedía. Esto 'rompía con el esquema de estudios alemán e incluso era
inconcebible en las universidades del Este (Shills, 1970). Con esto se dieron los
primeros pasos hacia la consolidación de la sociología como disciplina científica.
Pero hubo muchos más y en ellos Park comenzó a dejar su particular impronta,
tanto más cuando Thomas fue expulsado de la universidad por el puritanismo
protestante americano y Park pasó a convertirse en la figura de referencia de
Chicago.
El departamento de Chicago dio el tono general a los estudios sociológicos
durante esos años. Aprovechando las peculiaridades del sistema u_niversitario
americano en cuanto a investigación y financiación, el departamento, que no
emprendió encuestas de gran alcance, supo utilizar plenamente el trabajo de
fundaciones privadas (como la Fundación Sage y la Fundación Carnegie) y las
investigaciones de agencias públicas y comisiones federales (por ejemplo, la
Comisión para las Relaciones Raciales, bajo la cual se emprendió el estudio El
negro en América). Se sirvió de esos estudios como fuente de financiación; se sirvió
de sus resultados como documentación base que permitía después a sus
investigadores elaborar distintas lecturas de los datos obtenidos y de los sucesos
estudiados (por ejemplo, las encuestas de Pittsburgh, Springfield o Cleveland, a
las que alude Park en varios artículos); aprovechó también su despliegue técnico
para formar a docentes y alumnos en los modernos métodos y técnicas de
investigación social; por último, aquellos a quienes habían formado pasaron a
integrarse en muchas de estas agencias estatales y fundaciones (sobre todo durante
18 LA CIUDAD Y OTROS ENSAYOS DE ECOLOGÍA URBANA
la Gran Depresión) 9, o ingresaban en otras universidades del país, de modo que la
perspectiva sociológica chicagüense iba extendiéndose progresivamente y
conformándose como la concepción hegemónica entre la sociología americana.
El libro del intuitivo Park y del sistemático Burgess, lntroduction to the Science of
Sociology (1921) -más conocido como Park & Burgess- pasó a ser el libro de
referencia de los estudiantes de sociología en el país durante bastantes años. Por si
fuera poco, bajo la dirección de Small se había creado en 1895 el American Journal
of Sociology, órgano de difusión y debate de las tesis y trabajos del departamento.
Después comenzaron a editarse las Chicago Sociological Series, donde además de
traducir y publicar a �immel, Spengler o a De GreeflO, se publicaron los mejores
trabajos de sus alumnos <le postgraduado, muchos de los cuales formaron parte
de las Series in Urban Sociology que dirigía Park. Por último, Small fundó la
American Sociological Society y el Instituto de verano de la Society for Social
Research. Conforme se iba ,.;onsolidando la sociología en el ámbito científico, el
dominio de Chicago parecía estar garantizado mediante el control de esos órganos,
y así fue prácticamente hasta mediados los años 3ou.
IV
Los estudios urbanos de la escuela ecológica no eran en rigor las primeras
investigaciones sociológicas que se acometían para descifrar la naturaleza de la
ciudad o para encauzar su dolencia. Se contaba con la experiencia de Addams en
9. En ese sentido, con respecto a la influencia de las tesis ecológicas en las instituciones
públicas no conviene olvidar que Wirth formó parte durante la administración Roosevelt del
Comittee on Urbanism of the National Resources Planning Board. Por otra parte, las tesis de los
ecólogos d'-' Chicago -rn particular el modelo evolucionista de crecimiento urbano de Burgess,
quizá por su lectura económica- fueron acogidas y aplicadas en las políticas de vivienda del
gobierno federal a través de la National Housing Act de 1934 y mediante las prácticas de la Federal
Housing Authority (F.H.A.). Los textos de Homer Hoyt (The Structure and Growth of Resídential
Neighborhoods in American Cities, 1939) y de Ernest M. Fischer, publicados por esta agencia, se
inspiraban en la teoría zonal de Burgess. Cf Kuklick, 1984: 350-353. ,
10. Parece haber una cierta influencia de Guillame De Greef( 1842-1924) en Parkenlo relativo
al concepto de «frontera», que ambos entienden como un concepto social más que geográfico: si
las condiciones sociales lo exigen, las barreras (naturales) se suprimen o se superan. Así, Park
afirma que «las barreras geográficas y las distancias físicas resultan significativas para la sociología
sólo mando y donde definen l((s con, licioncs baío los males la comunicación y la vida social son realmente
cqnservadas. Pero la geograjta humana ha sido profundamente modificada por las invenciones
humanas. [Los medios de comunicación anulan] las distancias que antes separaban pueblos y razas»
(véase en esta colección el artículo «La comunidad urbana»). Esta concepción puede seguirse
también del análisis simmeliano acerca de la distancia social en el medio urbano, que es
interpretada no tanto como una dimensión fisica que como una condición anímica.
l l. Otros indicadores del dominio de Chicago en la sociología americana son el número <le
presidentes de la American Sociological Society que fueron docentes o formados en la universidad
de Chicago, y el número de tesis doctorales leídas en dicho centro, muy por encima de Yale,
Columbia, Nueva York o Michigan.
INTRODUCCIÓN 19
Hull House, con los detallados apuntes de Charles Booth en su monumental estudio
sobre Londres (Lije and Labor of thc Pco,nlr. o( f.ondon); también con los estudios
cívicos de P. Geddes en Edimburgo o los Grossstadt Dokumente de H. Ostwald y
muchos más 12• Sin embargo, estos estudios nunca lograron la difusión y la influencia
que quizá merecían, todo lo contrario que sucedió con la escuela de Chicago que
apoyada en las publicaciones y asociaciones profesionales bajo su control supo
imponer progresivamente su perspectiva. Por supuesto que esto no hubiera sido
posible sin un contenido sólido o convincente y sin unos procedimientos analíticos
y empíricos relativamente sencillos y fiables. Park y los suyos ofrecían todo esto
bajo el envoltorio de la ecología humana y proporcionaron con ello la primera
perspectiva sociológica que hacía de la ciudad su objeto de estudio 13 • �
Desde la sociología hubo anteriores aproximaciones teóricas a la ciudad,
fundamentalmente las que realizaron Weber, Marx, Durkheim, Simmel y Sombart;
no obstante, sus aportaciones resultaban más bien tangenciales al fenómeno
urbano, Si bien en los escritos de estos autores es posible ,..-ncontrar una cierta
caracterización de su naturaleza y dinámica, el hecho urbano no representa nunca
el núcleo de su interés. Sus investigaciones formaban parte de una estrategia de
conocimiento más amplia y ambiciosa: el estudio científico de la sociedad.· Por
eso, Die Stadt (La ciudad), de Weber, no puede interpretarse al margen de los
estudios sobre la racionalización y el poder en occidente o como algo ajeno a la
moral económica de las grandes religiones. En el caso de Marx y Engels, la cuestión
urbana se concebía como una trama subsumible en procesos más globales de
transformación social (la industriali:, 1· i,,p, la ffrnlución burguesa). El estudio de
los tipos de organización social y de las formas de sociabilidad llevados a cabo por
Durkheim, Simmel y Tonnies constituyen magníficos análisis aún útiles para la
wmprensión de la vida social en las ciudades; no obstante, aun cuando su
pensamiento dibujara la ciudad como una forma evolucionada de organización
social, en comparación con los ámbitos comunitarios, nada hay en sus escritos
que permita afirmar que consideraron el análisis de lo urbano como algo
sociológicamente central. El fenómeno urbano o la ciudad, pues, resulta siempre
en su concepción una realidad, un fenómeno o una dimensión por la cual aborda
mos parcialmente el estudio de lo social. Y éste explica a aquél, y no� revés.
12. En este sentido sólo hay que mirar la extensa bibliografía y su excelente organización, a
cargo de Wirth, que acompaña a[ volumen The City ( 1925 ). Por otro lado, en Estudios de ecología
�umana (vol. r) de G.A. Theodorson (1974), los artículos de M.C. Elmer, «Estudios ecológicos
centenarios en Francia» (1933) y de Yale Levin y Alfred Lindesmith, «Ecología y criminologia
inglesas del siglo pasado» (1937) recogen un buen número de antecedentes al planteamiento
ecológico de Chicago.
13. No obstante, la determinación de la ciudad como objeto de estudio en la escuela de Chicago
resulta bastante problemática, como en su <lía mostró M. Castells en Problemas de investigación
en sociología urbana ( 1986, 1 t a ed.). Unas veces ese objeto parece remitir al «escenario» de los
fenómenos y otras veces se ajusta a los problemas de desorganización social en la ciudad; es
decir, unas veces se presenta como algo difuso y otras corno algo reducido y desplazado {los
problemas de integración). Véase M. Castells (1986).
20 LA CIUDAD Y OTROS ENSAYOS DE ECOWGfA URBANA
La perspectiva parkiana supo integrar sus propias experiencias personales con
algunas de estas y otras aportaciones teóricas en un modelo explicativo poliédrico,
complejo y analíticamente fecundo. Por supuesto, el modelo acogía las perspectivas
spencerianas y darwinistas que tanto eco tuvieron en la sociología americana de
entonces. Pero una de las caras de ese modelo poliédrico pertenecía por completo
a la sociología formalista de G. Simmel. De éste y de O. Spengler había aceptado la
significación de la ciudad en la historia, su papel civilizador y su potencia
emancipadora. No es casualidad que el artículo «La ciudad: sugerencias para la
in,_vestigación del comportamiento humano en el medio urbano» (1915/1925) se
inicie con una referencia explícita a esta concepción i 4 y que después, �l hablar de
la libertad en el entorno urbano, se remita al viejo aforismo alemán: «el- aire de la
s:iudad hace libre» ( «Die stadluft macht frei»). Pero fue el planteamiento de Simmel
sobre la vida urbana, la alienación y el secreto y a su «digresión sobre el extranjero»
lo que cautivó a Park. En el ensayo Las grandes ciudades y la vida del espíritu ( 1903)
Simmel rresentaba a la metrópoli como el centro de una trama compleja de
experiencias sociales características de la modernidad. Escenario privilegiado de
la tragedia cultural moderna (la disociación entre la cultura objetiva y la cultura
subjetiva) y del drama histórico que enmarca el conflicto eterno entre el individuo
(naturalmente libre) y la sociedad ( esencialmente coactiva), en las grandes ciudades
parecía emerger un tipo social nuevo: el hombre indolente. Desde la óptica de
Simmel, el fundamento de la mentalidad tipo del urhanita descansa en una
sobreestimulación de su conciencia, causada por la sucesión de impresiones nuevas,
variables y aceleradas. El individuo responde ante esa discrepancia y complejidad
con un órgano propio que permite su adaptación al medio febril: el intelecto. Este
raciocinio está, para Simmel, en íntima conexión con el dominio y la expansión
de la economía monetaria y les es común la pura objetividad en el trato con
personas y cosas.
La promesa de la gran ciudad parece esfumarse ante nosotros: la vida se sitúa
en un plano indolente, en una espiritualidad opaca e insensible. Las relaciones
sociales se reemplazan por la reserva, la antipatía latente y la instrumentalidad,
que busca lo cuantificable común a todo y a todos, y eso es el resultado de la
interiorización de la economía monetaria y de la división del trabajo. ha vida social
en la ciudad deviene así en indolencia, que se erige como el fenómeno representativo
de los tiempos modernos. La desafección metropolitana hace de ese espado un
paisaje abocetado de tipos solitarios y hastiados, náufragos de las aceras cuya
proximidad espacial no se traduce en proximidad social, anímica y moral. Ahora
bien, Simmel, que para este análisis había recuperado la dicotomía tonnesiana
entre Gemeinschaft y Gesellschaft, no consideró en ningún momento la metrópoli
como un ámbito.negativo y desintegrador, sino que comprendió que una sociedad
l]ifronte había de construir necesariamente un marco espacial específico y la
personalidad que surgía en su seno, más que interpretarse en términos de
14. En concreto se remite a la obra de Oswald Spengler, La decadencia de Occidente. Vid.
también «City and Civilization», Human Communities, p. 128-141.
INTRODUCCIÓN 21
disolución moral, había de concebirse como una forma de socialización funcional
en la complejidad metropolitana (Bettin, 1986). ·La gran ciudad no es sino el fano
moderno de una sociedad dual donde la indolencia resulta el reverso de la libertad
-que sólo la ciudad y sus numerosos y diversos grupos sociales pueden ofrecer-.
\Jadie duda de que la gran ciudad es un espacio de a nonimato y de
desarraigados; pero también, y quizá por eso, de líbertad y de cosmopolitismo. En
el análisis del «secreto)) (Remy y Voyé, 1976) Simmel regresa sobre estos mismos
puntos, pues entiende que el secreto amplia las posibilidades de coexistencia de
dos mundos: uno visible y otro opaco para la sociedad (recuérdese a propósito de
este enunciado el planteamiento de Wílliam James). Al avanzar por las tesis de
Park en La ciudad, o en los otros ensayos, uno percibe de inmediato hasta qué
punto su análisis es deudor del planteamiento simmeliano. Los conceptos de
proximidad y distancia social ¡ su geometría y su formalismo -tal como se plasman
en su sociología de la ciud ad-, sus premisas metodológicas y muchas de las
interpretaciones sobre la vida moral en la ciudad y sus tipos sociales recuerdan en
mucho el análisis del alemán .. No obstante, en el esbozo de teoría urbana de Park
ilas influencias formalistas de Simmel dejan paso al uso de conceptos
durkheimianos, hasta el punto de que buena parte de su exposición puede leerse
también en las coordenadas de la morfología social de Durkheim. De Simmel a
Durkheim nos encontramos con el tránsito de una exposición impresionista,
cercana al apunte etnográfico o sociológico, al ejercicio sistemático, lo que tomará
forma posteriormente como ecología urbana (o ecología humana) .. Al examinar
la concepción del ambiente urbano observamos que tanto en Durkheim como en
Park se presenta como producto de la densidad física { relación población/territorio/
recursos), de la que se desprende una organización social, un tipo de mentalidad
y una cultura particulares 15 • La temática simmeliana es muy parecida pero no
atiende a causas ecológicas, sino sociológicas, psicológicas y económicas. Bettin
(1986: 80) llama la atención al respecto afirmando que en el pensamiento de Park
la ciudad asume la forma típicamente durkheimiana de las sociedades en fase de
efervescencia social prolongada. Por tanto, siguiendo esta línea de razonamiento,
esta otra cara del complejo poliedro que Park construye para afrontar la realidad
urbana, la ciudad puede ser analizada en sus aspectos morales y rnorfoiógicos en
términos de densidad mecánica, densidad moral, conciencia colectiva,
diferenciación social y división del trabajo.
15. No es casualidad, pues, que en muchas ocasiones se haya considerado a Émile Durkheim
uno de los precursores más claros de la ecología humana. En varios artículos de Park se alude
explícitamente a su teoría. La morfología social durkheimiana incluye un estudio del medio
ambiente como base de la organización social. Además, los conceptos de diferenciación social
(interpretado en clave de densidad física}, densidad moral, solidaridad orgánica y solidaridad
mecánica representan, en cuanto a su contenido y uso un antecedente de los planteamientos
ecológicos de la escuela de Chicago, y su influencia es clara en autores como Park, Wüth, Hawley,
Stewart, y otros. Vid. J. Díez Nicolás, Especialización funcional y dominación en la España urbana
( 1972} y G. Rettin, Los sociólogos de la ciudad ( 1986}.
22 LA CIUDAD Y OTROS ENSAYOS DE ECOWGfA URBANA
Generalmente, la ecología humana se ha interpretado en términos de un programa
biologicista aplicado al estudio de (la naturaleza de) lo social. El origen de este
planteamiento descansa en parte en la sociología de H. Spencer y en los estudios
evolutivos de Darwin, dos autores que en los ámbitos científicos anglosajones
gozaron de tanta difusión como prestigio. No obstante, el desarrollo de la ecología
humana se corresponde con un darwinismo social bastante edulcorado (Bettin,
1986) o más bien con una lectura reformista. La sociología americana, bajo la
influencia de Spencer y Darwin, adoptó dos direcciones básicas: el darwinismo
social y el darwinismo reformista. Las diferencias entre estas dos orientaciones
descansan en cierto modo en la intencionalidad de obrar, es decir, de intervenir en
la evolución social. El darwinismo social -representado por W.G. Sumner en los
EE.UU.- se convirtió en el sustento ideológico del laissez-faire capitalista. Su
carácter era, pues, conservador, y más que la posibilidad, negaba la .conveniencia
de una acción social encaminada a intervenir en el decurso de los procesos
«naturales» de la evolución. El darwinismo reformista, en cambio, consideraba
oportuno y necesario introducir reformas sociales que sirvieran al progreso.
Chicago optó por esta lectura 16•
Resulta curioso que ni siquiera el reconocimiento temprano de que la teoría
darwinista de la evolución descansaba en el principio sociológico de la cooperación
competitiva (presente en Malthus y en Spencer) haya sido capaz de desplazar esa
aureola de monismo biológico sobre el proyecto ecológico en sociología. Qué fue
antes se ha ido convirtiendo en un debate de escaso interés entre los historiadores
de la ciencia y si lo traemos a folación no es tanto para ayudar a las ciencias sociales
a sacudirse de encima un cierto wmpkjo con respecto a las ciencias de la naturaleza
como por lo siguiente: al hacer esa referencia a Malthus y a Spencer compren
deremos mejor los vínculos entre ecología y economía en sus aspectos analíticos,
sus fundamentos teóricos y también en sus connotaciones ideológicas.
16. El departamento de Chicago se caracterizó por esa postura reformista que, de un lado,
entroncaba con el pasado religioso de algunos de sus miembros; de otro lado, se asociaba al
espíritu misíonero de su sociología (acelerar la evolución social mediante el descubrimiento de
las l eyes del cambio social); y por último, resultaba consustancial a un planteamiento que buscaba
en el conocimiento su aplicación práctica y no sus desarrollos especulativos. Esta postura,
defendida con ahínco por Lester vVard, se inspiraba en las tesis de un discípulo inseparable de
Darwin, Thomas H. Huxley, que distinguía en Evoluci6n y ética (1893) dos tipos de procesos en
el género humano: los procesos cósmicos, de orden natural; y los procesos éticos, que apartaban
de su destino natural al hombre (razón por la cual la ética no debía recibir orientaciones de la
biología). Ward asume esta distinción al hablar de la génesis natural y de la télesis social, es decir,
de la acción deliberad,1. Park asumirá en sus dicotomías ecológicas este planteamiento, escapando
del monismo spenceriano que aplicaba siempre el mismo esquema a los fenómenos naturales y
sociales (Vid. Coser: 1988; Kukclik, 1984: 333�367). No obstante, la acción deliberada en Park y
en la ecología humana posterior, parece encauzarse institucionalmente, por no decir
burocráticamente (por ejemplo, en el trato de las áreas naturales), sin entrar en una consideración
de los aspectos políticos de la acción.
INTRODUCCIÓN 23
Hay que reconocer con Jhomson (Cf Park, <(Human Ecology», p. 146) que
Darwin no hace sino proyectar sobre la vida orgánica una idea estrictamente
sociológica y llevarla a sus últimas consecuencias. En Malthus, de hecho,
encontramos las bases -pero no la formulación- de la posterior noción de lucha
por la vida (strugle for room and food) 17 • Así, en la correspondencia de Marx a
Engels ( 1862) afirma el primero:
<<En cuanto a Darwin, [ ... ] me divierte cuando pretende aplicar igualmente a la
flora y la fauna la teoría de Malthus, como si en el señor Malthus no residiera la
astucia justamente en el hecho de que no es aplicada a las plantas y a los animales,
sino a los hombres -con la progresión geométrica- en oposición a lo que sucede con
las plantas y animales. Es curioso ver cómo Darwin descubre en las bestias y en los
vegetales su sociedad inglesa, con la división del trabajo, la competencia, la apertura
de nuevos mercados, las 'invenciones' y la 'lucha por la vida' de Malthus». ( Cf Jiménez
Blanco, 1993: 56).
A partir de aquí es más fácil remontar las relaciones entre ecología y economía
(en particular en sus formulaciones clásicas y neoclásicas). No se trata tan sólo de
que autores como H.G. Wells y Julian Huxley consideren en The Science of Lije
que la ecología podía entenderse en términos de una «economía naturab> o
«economía biológica» -pues no era sino una extensión de los principios
económicos al conjunto de la vida-, lo que Park recoge en sus escritos cuando
afirma que el principio de la cooperación competitiva proporciona a las interacciones
entre las unidades elementales de un sistema (hábitat o comunidad) el carácter de
una economía natural. Es algo más profundo. La correspondencia entre los
planteamientos ecológicos, tal como quedan formulados en el discurso de la escuela
de Chicago, y la economía neoclásica, puede observarse en sus tesis y supuestos
elementales. Así, esta relación se pone en evidencia en el examen de los procesos
de crecimiento y conformación de la estructura urbana -muy ligados en el caso
de Burgess al análisis locacional de Von Thünen ( 1826)- e incluso en los conceptos
que la ecología humana despliega para analizar la realidad urbana 18 • Aunque las
nociones de competencia, dominio, asociación, invasión y sucesión tengan un
origen en la ecología general están concebidas dentro de la esfera económica a la
cual remiten. En ese sentido, Perulli ( 1995: 22) observa que aun{Jue en la
formulación ecológica la competencia aparece como un proceso de ajuste de
17. Sobre este punto y acerca del programa de la ecología humana como un intento de reunir
e integrar la biología y la sociología me remito al artículo de José Jiménez Blanco «Ecología
humana: convergencia de los paradigmas sociológico y biológico» en E. Lamo de Espinos.a y J.E.
Rodríguez Ibáñez, Problemas de teoría social contemporánea, CIS, 1993, p. 47-86.
18. Los modelos microeconómicos neoclásicos de explicación de la estructura urbana y de la
distribución de usos se relacionan formalmente con los modelos ecológicos: el análisis de las
curvas de renta de los diferentes usos y su expresión gráfica como anillos concéntricos es un
buen ejemplo de las coincidencias que presentan, fácilmente comprensibles a la luz de lo explicado
más arriba. Vid. Zárate Martín, El espacio interior de la ciudad, Síntesis, Madrid, 1991.
24 LA CIUDAD Y OTROS ENSAYOS DE ECOLOGIA URBANA
naturaleza biótica, su concepción es, sin embargo, muy similar a la de la noción
económica y su funcionamiento es muy próximo al del mercado. Así, pues, el
precio del suelo regula la distribución de usos y de población en el medio urbano.
La desigual capacidad económica de los grupos sociales y profesionales y de las
actividades económicas condkiona y explica la lucha por la apropiación (privada)
dd espado. La concepción ecológica dásica de la comunidad urbana como un
sistema dinámico donde la competencia opera como fuerza organizadora refleja
también el planteamiento de la economía liberal.A.as leyes del mercado explican a
su vez el deterioro de la zona de transición 1Y pues los propietarios abandonan a su
suerte y a la especulación los inmuebles en ese sector. Es fácil, pues, inferir qué
clase de individuos y grupos residen en ese área, e incluso su movilidad
característica. Alexandro Pizzorno ( 1967: xv1-xv11) considera, a su vez, que estas
coincidencias no remiten únicamente al hecho de que ecología y economía posean
la misma raíz griega ( 'oikos'), lo que ya es un tópico, sino que comparten el mismo
sujeto analítico: basta sustituir el horno axonomicus por el individuo biológico (o,
en su caso, por la especie biológica) para encontrar la lógica de las nociones de
competencia, equilibrio y dominación. E incluso, regresando con Simmcl, Perulli
( 1995) afirma que el habitante metropolitano, que se presenta ante todo como un
tipo psicológico, puede asimilarse al consumidor de la economía neoclásica
( también al consumidor de T. Veblen en Teoría de la cla,se ociosa) que se desenvuelve
en un mercado anónimo y en un mundo dominado por la economía monetaria.
Por otro lado, teniendo en cuenta el contexto socioeconómico y político en el que
investigaron y la dinámica laissez-faíre del capitalismo americano en los años finales
del pasado siglo y en las primeras década del presente, es fácil comprender -como
lo hacen neoecólogos como Frisbie y Kassarda- hasta qué punto el discurso
ecológico presenta un frente de naturaleza econc{mica cº .
19. En el modelo concéntrico de credmiento urbano propuesto por Burgess, el segundo anillo
constituye la zona de transición (un sector por el que la escuela de Chicago sentía predilección).
Se trata de un área mixta que incluye actividades industriales (típícamente urbanas), comerciales
y residenciales; pero es un sector complejo donde el deterioro convive con la ·renovación. Por
metamorfosis de contacto con el centro (primer anillo) se instalan ciertos comercios mientras
que se expulsa la actividad residencial. Con este fin, los inmuebles se abandonan a su suerte, a 'la
ruina y al deterioro de tal modo que sus habitantes suelen ser de rentas bajas, grupos marginales
y grupos étnicos ·que le confieren su impronta. Se trata de un fenómeno típicamente norte
americano.
20. La sociología ha considerado siempre la importancia de los factores económicos en la
explicación de la ciudad, tanto por lo que respecta a su origen (lugar de mercado) como por lo
que se refiere a su dinámica. Es posible advertir este vínculo rn la teoría wcberíana, tal como se
registra en Die Stadt ( 1921) sin dejar de remítirnos por ello a la esfera de la ciudadanía política,
algo que en Weber es manifiesto (la conexión entre la esfera pública del mercado y la esfera
pública de la política). También Simmel, como hemos visto, considera la estrecha relación entre
un tipo de economía monetaria y el desarrollo de la metrópoli; y Werner Sombart en Lujo y
capitalismo destaca el hecho del consumo como un aspecto consustancial al fenómeno
metropolitano. Cf Perulli, 1995.
I N TRO DUCC I Ó N 25
En cualquier caso, como hemos dicho, esto no quita que el discurso ecológico
se presente fundamentalmente como un intento de explicar lo social desde una
concepción naturalista. El programa biologicista poseía, en efecto, un gran atractivo
para la explicación de la sociedad y no sólo por su sencillez. No era la primera vez
que un dominio particular de las ciencias sociales adoptaba el modelo de las ciencias
naturales 2 1 • En el caso de la joven sociología norteamericana suponía al parecer la
posibilidad de liberarla de las tentac iones metafísicas y morales que tanto
cautivaban a buena parte de la sociología europea y norteamericana zz ; además, al
apelar a las fuerzas impersonales de la naturaleza (a sus leyes inexorables) podían
dejar parcialmente de lado la acción de los sujetos, sus motivaciones, finalidades y
sentimientos ( lo que en Ward, Small y el propio Park no resulta tan convincente) .
También los procesos y el resultado de l a confi g uración social (la organización de
la ciudad, por ejemplo) escapaban a una responsabilidad social ( y de ahí el aspecto
ideológico que de ordinario se achaca al naturalismo de la escuela de Chica go, que
les lleva a prescindir de un análisis político de la ciudad y de su importancia en la
estructura y dinámica u rbana). Por último, la adaptación del modelo naturalista
l e s p e r m i tí a q u e d a r d i rectamente e m p arentados con los conceptos y
procedimientos metodoló g icos que el positivismo consideraba rigurosamente
2 1 . J iménez Blanco, op . cit., recuerda en su estudio que ya hay biologismo en la sociología de
,\u ." uste Com te, en su distinción entre estática y dinámica social, q ue él mismo considera como
trn .1 variante de la dist i nción bioló g ica entre anatomía y fisiología. Herbert S pencer hace gala de
este ·natural ismo al trabaj ar con las categorías básicas de estructura y función. Y como hemos
visto ya a p ropósito de Émile Durkheim, su sociología comprende una base de índole naturalista:
la cadena causal para explicar la aparición de la sociedad industrial com plej a se remite a un
incremento demo gráfico q ue exige una mayor competencia y diferenciación (De la division du
travail S9cial ) . En Las reglas del método sociológico 110 duda en ap licar la metodología biológica de
Claude Bernard. Al i gual que Spcncer, Durkheim considera q ue el desarrollo social su p one un
�a1 1 1!J10 desde lo simple a lo complej o, desde lo homogéneo a lo hetero géneo o, en sus términos,
dcsdL· ,, ,_¡,., lad,·, d,· s q.;m,·nto t'1 n i<.:o a sociedades plu riSt.·gmentadas sim ples y compuestas. En
cierto mndo cn,ontra mos ecos de este es q uema en fas tesis de la cultu ra urbana de Park, Wirth
y Redfidd y es muy habitual entre q uienes operaron sohre la base de una distinciím evolut iva
cam po-ciudad .
2 2 . Así, Park y Burgess , en lntroduction to the Science of Sociology ( 1 92 1 ) trataron de advertir
a sus estudiantes q ue el análisis de la sociedad no p odía ser científi co y moral a la vez. A su
p arecer, y a diferencia de lo q ue habían p retendido los sociólo gos de la anterior generación, muy
l_ igados a un reform ismo de natu raleza p rotestante, Park y Burgess estimaban q ue debía
distinguirse entre lo norma t i vo y lo descriptivo , y la analo g ía nat uralista se prestaba p ara evitar
la confusión: " !," p rimero ,¡11c timen que ap ie11tler los estudiantes de sociología es a observar y a
registrar sus observaciones 1 --- 1 más q ue a formular op iniones. Los hechos más imp ortantes de que
tiene q ue ocup arse los sociólogos son op iniones (actitudes y sentimientos); pero en tanto q ue [ ... ] no
ap rendan a tratar las op iniones como los biólogos tratan los organismos -es decir, disecá1ulolas,
reduciéndolas a sus elementos p rimarios, describiéndolas [ ... ] no cabrá obtener un progrew seiialadi,
de la ciencia sociológica" ( l'.1rk y Burgcss, 1 92 1 , v-vr. Cf. H.M. Hughes, 1 974: 6 1 6). Es curioso que
ellos mismos no fueran capaces dc des! indar con tanto rigor los aspectos normativos e ideológicos
<lt' su d i scu rso científico. En cualquier ca�o, queda claro que la opción intelectual por la que se
decantan se apmxinrn a u n a lectura pos i tivista extrema incapaz de sacudirse de encima los valores
que en sí porta y de cumplir con la neutralidad nxiPl•\,i,a por la que aboga.
26 LA CIUDAD Y OTROS ENSAYOS DE ECOLOG!A URBANA
científicos. En sus manifestaciones más extremas, la teoría ecológica aplicada al
mundo de los fenómenos sociales significó, como todos los modelos mecanicistas,
un dogmatismo en modo alguno daríficador. La penetración del método en el
objeto podía todo lo más, y en el mejor de los casos, disfrazar momentáneamente
el objeto pero no transformarlo sustancialmente; en el peor caso, era un enfoque
ideológico de lo social. En suma, el valor analítico de sus herramientas conceptuales,
usadas estratégicamente, se desvanecía en una síntesis poco convincente y
demasiado lineal.
Hay que admitir que Robert E. Park nunca se mostró plenamente convencido
de que los fenómenos sociales pudieran ser explicados sólo a partir de concepciones
biológicas. La llamada de atención al principio sociológico de la cooperación
competitiva es buena prueba de ello; también el hecho de que explique el orden
social (de la ciudad) como resultado de la integración de la naturaleza y la cultura,
al considerar un orden biótico y un orden moral ( o incluso una jerarquía de órdenes
que van de lo ecológico a lo moral, pasando por lo económico y lo político). La
explicación de la vida social en la ciudad (su cohesión comunitaria, su
desorganización moral) nunca deja de remitirse a la esfera de la comunicación
simbólica y a los procesos de interacción, como aprendió en su día de Dewey. «La
sociedad no existe más que en y por la comunicación. A través de los medios de
comunicación -afirma Park- los individuos comparten una experiencia común y
mantienen una vida colectiva» ( Vid. «La comunidad urbana»). Podemos decir por
tanto que su disposición hada la analogía entre sociedad y organismo se expresaba
más bien en términos de una sana prudencia intelectual.
Al parecer, la primera aplicación de lo que pudiéramos considerar una
perspectiva ecológica al estudio de las comunidades humanas se encuentra en la
obra del Dr. Charles Galpín titulada Social Anatomy of an Agrarian Community
(1915). Park tomó sus anotaciones como modelo para su estudio sobre la
urbanización y la circulación de prensa:
«Su método consistió en puntear, en una serie de mapas, las relaciones en el
momento -económicas, políticas y sociales- de las poblaciones rurales con las pequeñas
ciudades comarcales de la región a las que los agricultores ordinariamente vendían
sus productos, y de los que dependían a su vez en los bienes y servicios que necesitaban.
[ ... ] El artículo de Galpin podría, en realidad, considerarse, en cierto 111odo, como
contribución al concepto de 'área cultural'» 23 •
El estudio de Galpin anunciaba los procedimientos cartográficos de la ecología
humana pero no hacía aún uso del término «ecología». Éste lo introdujeron Park
y Mckenzie en 1921 tomándolo prestado, como otras tantas nociones, de los
estudios de ecología general de Ernst Haeckel (Okologie). En 1926 Park dictó un
curso sobre ecología humana e hizo estudiar a sus alumnos y condiscípulos ecología
23. R.E. Párk, «La urbanización medida por la circulación de prensa», en Theodorson, Estudios
de ecología humana (1974), p. 377�378.
lNTRODUCCION 27
vegetal y animal para comprender el alcance y significado de términos como
simbiosis, competición, dominio, sucesión, etc., y calibrar las posibilidades de
aplicar estos conceptos al estudio de la organización social y urbana24 . Con respecto
al urbanismo, la ecología le permitía integrar de un modo más sistemático lo que
antes eran apreciaciones sociológicas, antropológicas e incluso aquellas otras
basadas en el naturalismo literario de novelistas como Zola. Las anteriores
preocupaciones y temáticas que habían jalonado su trayectoria intelectual vuelven
a resurgir en un marco explicativo único, que se presume coherente: el urbanismo,
la cuestión racial, la inmigración, la desorganización social, la comunicación y la
opinión pública -tal como se presentaban en el artículo inaugural «1=,a ciudad,>,
que es a la vez un ensayo y un programa de estudios y de trabajo- quedan
estructurados en un marco común, más sistemático pero no mucho menos
intuitivo.
· La tesi:ría ecológica parkiana se levanta desde el concepto «darwinista» de la
«lucha por la existencia)). En su·opinión, la competencia es el principio activo en
la regulación y ordenación de la vida en el reino de la naturaleza. Mediante la
competencia se controla la distribución y el número de los organismos vivos y se
preserva el equilibrio en los sistemas que definen un hábitat. En su seno, las
correlaciones que mantienen los miembros son manifestaciones de un orden vital
de base biótica antes que social. En este marco, la ecología define al hábitat y a sus
habitantes como comunidad.
Las características esenciales de una comunidad son para Park:
1) una población organizada territorialmente;
2) más o menos arraigada al suelo que ocupa;
3) con unidades individuales que viven en una relación de mutua inter
dependencia simbiótica más que social, en el sentido en que ese término se
aplica a los seres humanos.
En virtud del mecanismo activo de la competencia la comunidad mantiene su
«integridad e identidad como unidad individual» a lo largo de su ciclo vital, preser
vando su equilibrio o recuperándolo tras la actuación de alguna crisis ambiental.
(<La competencia opera en la comunidad humana (al igual que lo hace en la
comunidad vegetal y animal) para realizar y restaurar el equilibrio comunitario
cuando éste es alterado por la aparición de algún factor extraño procedente, del exterior
o cuando sencillamente sucede en el curso normal de su ciclo de vida.
Así, cada crisis inicia un periodo de rápido cambio durante el cual la competencia
se intensifica, desembocando en un periodo de equilibrio más o menos estable y en
una nueva división del trabajo. De esta forma la competencia crea una condición por
la cual es sustituida por la cooperación.
24. Dentro del campo de la ecología se ha distinguido entre la autoecología, que estudia la
mteracción del organismo individual con su medio, y la sinecología, que trata de las correlaciones
entre los organismos que habitan en un determinado medio.
28 LA CIUDAD Y OTROS ENSAYOS DE ECOLOGIA URBANA
Puede decírse que cuando la competencia declina y en la medida en que lo hace,
el tipo de orden que llamamos sociedad existe)> 25 .
En suma, la sociedad se. presenta, desde la perspectiva parkiana, como un área
donde la competencia biótica declina y la lucha por la existencia adopta formas
más sublimadas y superiores, e,,Lo .t:s, formas consensuales y compartidas: las
normas, valores, leyes, tradiciones y costumbres sociales. Todas estas fuerzas sociales
(formales e informales) operan 'para amortiguar las tensiones de cariz biótico y
para organizar la existencia colectiva. Sin embargo, no por ello la importancia de
la competencia deja de manifestarse en las relaciones de individuos y especies en
el hábitat comunitaho, pues a través de dos principios ecológicos dependientes de
la competencia biótica, que él denomina dominio y sucesión, se crea y mantiene un
tipo de orden en el seno de la comunidad -un orden que implica la diferenciación
y la individuación. El orden superior (de la sociedad) queda garantizado por la
comunicación simbólica.
Tomando el modelo naturalista, Park observa que la comunidad urbana (un
superorganismo, en términos spencerianos) presenta una clara partición en lo
que él da en llamar áreas funcionales o naturales cuya existencia está ligada
directamente al principio natural de la competencia y a la dominación. La ciudad
es un mosaico de tales áreas segregadas: barrios comerciales, residenciales de clase
media, guetos étnicos, barrios bajos, zonas industriales, etc.
«Un sector de la ciudad es denominado área natural porque surge sin plan previo
y desempeña una función [ ... ]. Es un área natural porque posee una historia natural.
La existencia de estas áreas naturales, cada una con su función característica,
proporciona ciertos indicios sobre lo que el análisis de la ciudad desvela: l que la
ciudad] no es sólo un artefacto sino en cierto sentido y hasta cierto punto, un
organismo)) 26 •
El concepto de área natural constituye uno de los más interesantes de toda la
teoría ecológica urbana y una de sus grandes aportaciones, aún útil como
instrumento analítico para la caracterización de las zonas urbanas. Las ciudades
de gran dimensión ofrecen al observador un paisaje fragmentado en pequeños
sectores diferenciados y típicos. La existencia de estas áreas, que surgi.n de modo
espontáneo, se explica por las fuerzas naturales (básicamente, por la competencia)
que se desarrollan libremente en el interior de la comunidad urbana. Pizzorno
( 1967: xvu-xvm) indica que el concepto de área natural debe entenderse dentro de
25. «Human Ecology», en Human Commr.mities, p. 150. Hay que señalar que uno de los talones
de Aquiles de la teoría parkiana reside en esa diferenciación entre comunidad y sociedad ( que no
tiene ecos de la dicotomía téinnesiana). La ecología posterior no distingue esos niveles diferen
ciados, el biótico y el social, e integra el primero en el segundo al hablar de «medio ambiente».
26. «The City as Social Laboratory», en Human Communities, p. 79.
INTRODUCCIÓN 29
la polémica naturalista: frente a los que sostienen la imposibilidad de una
observación generalizable de lo social, la ecología les muestra la naturalidad de la
sociedad, la accesibilidad a la observación cíentífica d e la acción humana
(sedimentada); frente a los que observan la ciudad como un mero artefacto, la
ecología les exhibe su naturaleza elemental. Pero, además, esta polémica se inscribe
dentro del debate en torno a la planificación de la ciudad: no se niega con este
concepto la posibilidad de una planificación que atienda a modelos compositivos
apriorísticos pero sí su valor. «Una ciudad ideal -dice Zorbaugh (1974: 90)- no
serviría de molde a una ciudad real». De ahí, pues, que la planificación de la ciudad
deba incorporar el estudio de los procesos y tendencias típicas de la dinámica
urbana. Sólo de ese modo podremos estar seguros de que «la planificación urbana
constituye un intento de dirigir y controlar la organización ecológica» ( Vid. Park,
«La organización comunitaria y el temperamento romántico»). El binomio
naturaleza-cultura del pensamiento ecológico reaparece bajo entonces la forma
de un conflicto entre acción racional y acción instintiva (Leonardo, 1989: 30), y
este antagonismo no tiene más salida que la aceptación y convergencia de lo racional
y de lo instintivo, si no de la subordinación del primero al último (como
efectivamente haría después la Federal Housing Authority). En este sentido,
Zorba_ugh observa que el conflicto se manifiesta con absoluta nitidez cuando
comparamos las áreas de servidos (áreas administrativas) con las áreas naturales.
La organización de las unidades para la prestación de servicios urbanos siguiendo
patrones rígidos de distribución de la población, más o menos de acuerdo a ün
criterio de homogeneidad, se desentiende del funcionamiento natural de la ciudad,
donde las áreas naturales surgen y se desarrollan de forma espontánea. Si coinciden
es debido a la pura casualidad; pero lo normal es que las delimitaciones
administrativas terminen de un modo u otro violentando la realidad de las áreas
naturales, prueba del absoluto desinterés -cuando no desconocimiento- que la
acción racional (la planificación urbana) muestra con respecto a la acción
instintiva.
En fin, así se determinan las líneas generales de los grandes asentamientos
urbanos y la relación funcional-natural que cada área establece con las otras en el
seno de la comunidad urbana. Determinada población, determinadas profesiones
y usos ocuparán distintos emplazamientos en función de su capacidad económica:
las clases, categorías profesionales y usos más poderosos se sitúan en los
emplazamientos centrales (eJ CBD, Central Business District), los más codiciados
y donde el precio del suelo es más alto; al mismo tiempo, expulsarán a los usos,
profesiones y población más débiles. Conforme salimos hacia la periferia los precios
inmobiliarios descienden. El modelo de crecimiento concéntrico de Burgess ( 1925)
expresa gráficamente cómo operan esos procesos ecológicos en el seno de la
comunidad urbana. Exactamente igual que en un medio forestal o en la estepa:
unas especies dominan sobre otras y ante cualquier cambio en la situación se
producirán variaciones en cuanto al grupo dominante hasta llegar a una nueva
fase de equilibrio. En el medio urbano, la relación centro-periferia opera tanto a
nivel espada! como social. La sucesión designa la secuencia ordenada de cambios
30 LA CIUDAD Y OTROS ENSAYOS DE ECOLOG!A URBANA
por los que atraviesa una comunidad humana, vegetal o animal. La comunidad
urbana es una realidad donde el cambio está presente. _La sucesión se manifiesta
perfectamente en el caso de los diferentes grupos étnicos y sociales cuando invaden
un área y se apropian de ella, sustituyendo, quizá expulsando, al grupo que
anteriormente ocupaba el área en cuestión�En la ciudad, los procesos de renovación
urbana, la terciarización de los centros urbanos ilustran estos _procesos de
dominación-sucesión.
Visto lo anterior, la comunidad humana queda definida como un agregado de
organismos espacialmente localizados y arraigados que conforman una estructura
social a través de un conjunto naturalmente reglado de interacciones. Estas
interacciones pueden conocerse atendiendo a los procesos ecológicos que rigen
en su seno. En este sentido la diferencia entre una sociedad de insectos puede
resultar relativamente pequeña con respecto a una comunidad humana, pero es
suficiente como para salvar una concepción ingenua de la analogía naturalista. La
competencia opera en todas las formas de vida pues responde a la estructura biótica
común a todas las especies y órdenes de la naturaleza. En la sociedad humana
adopta también la forma del conflicto y éste, como la pura competencia, puede
ser amortiguado, si no eliminado, por una acción social de consenso. Pero este
consenso opera en el nivel superestructura], que puede reconducir la infraestructura
biótica. La tensión entre naturaleza y cultura permanece a lo largo de la teoría
parkiana ecológica y, siguiendo con los planteamientos adoptados, se resuelve de
forma dicotómica por la superposición dialéctica entre infraestructura y
superestructura, corno caparazones yuxtapuestos, pues como afirma Park, el
hombre erige sobre las bases de la comunidad biótica una estructura institucional
(moral) fundada sobre la tradición y la costumbre:
Estas manifestaciones culturales son mecanismos activos en la limitación de
la competencia (biótica) y/o del conflicto (social), pero también activan cauces
para controlar la libertad de los individuos y preservar una existencia colectiva.
En consecuencia, la sociedad humana expresa una articulación de dos niveles:
«Existe una sociedad simbiótica basada en la competencia y una sociedad cultural
basada en la comunicación y el consenso [, .. ] y las energías emergentes que se
manifiestan a nivel biótico como movimientos de actividad se revelan en formas más
sutiles y sublimadas al nivel social superior» 27 •
La ciudad expresa también estos dos niveles de existencia, el natural y el cultural:
«La ciudad, desde la perspectiva de este articulo, es algo más que una aglomeración
de individuos y de servicios colectivos: calles, edificios, alumbrado eléctrico, tranvías,
teléfonos, etc.; también es algo más que una simple constelación de instituciones y de
aparatos administrativos: tribunales, hospitales, escuelas, comisarías y funcionarios
civiles de todo tipo. La ciudad es sobre todo un estado de ánimo, un conjunto de
27. «Human Ecology», en Human Communities, p. 157.
INTRODUCCIÓN 31
costumbres y tradiciones, de actitudes organízadas y de sentimientos inherentes a
esas costumbres, que se transmiten mediante dicha tradición. En otras palabras, la
ciudad no es simplemente un mecanismo físico y una construcción artificial: está
implicada en los procesos vitales de las gentes que la forman; es un producto de la
naturaleza y, en particular, de la naturaleza humana>> 28 •
La ciudad no sólo exhibe un orden natural y espacial característico sino también
un nuevo orden moral. Este «orden moral» ( como observa Hannerz, un concepto
más· usado que definido) se encuentra en continuo ajuste o en equilibrio dinámico,
dada la naturaleza mudable de lo social. Park advierte que la gran ciudad, por su
tamaño y densidad, por su diversidad étnica y profesional �es decir, por su
heterogeneidad-, por las formas culturales y tecnológicas que muestra y por esa
misma división del trabajo que opera en su seno define una nueva forma de
existencia: nuevos y distintos patrones de interacción social, de comportamiento
y de organización comunitaria. Esta argumentación se apoya sin duda en la teoría
simmeliana, pero se aprecia también la influencia durkheimiana, pues la formación
social en transición que nos describe Park puede ser concebida en términos del
paso de una solidaridad mecánica a una solidaridad orgánica. Como expresión de
una organización social compleja evolucionada, la ciudad se sitúa en las antípodas
de la pequeña comunidad. En efecto, el ambiente urbano, concebido desde ese
determinismo ambiental (densidad física) se caracteriza por una potente carga
secularizadora y un racionalismo imposible de hallar en el medio rural, mucho
más concreto y particular, mucho más apegado al terruño, a sus ritmos cotidianos,
a sus interacciones previstas 29 •
«En la ciudad, cualquier ocupación, incluso la de mendigo, tiende a asumir el
carácter de una profesión y la disciplina que impone la voluntad de triunfar en cada
ocupación, así como las asociaciones que promueve, acentúan esa tendencia -la
tendencia no sólo a especializarse sino a racionalízar la actividad y a operar con una
técnica especifica y consciente para dominarla» 30 •
La cortesía distante, la artificialidad en el trato y el cosmopolitismo parecen
ser patrimonio del habitante de la gran ciudad. En buena medida se explican por
la difusión de la economía monetaria y el uso del dinero que se convierte en el
patrón de las relaciones sociales dentro de una comunidad de intereses por su acento
en lo objetivo cuantificable, o dicho de otro modo, en la instrumentalidad del
otro. «El dinero -dice Park en clara alusión simmeliana- es el medio fundamental
de la racionalización de los valores y de la sustitución de los sentimientos por los
intereses. Precisamente porque no experimentamos frente al dinero ninguna acritud
28. «The City: suggestions ... » en Human Communities, p.13.
29. En esta argumentación se adivina ya lo que después será la construcción del mito de la
cultura urbana en Louis Wirth («Urbanísm as a Way of Life»).
30. «The City: Suggcstions... ", op. cit. p. 24.
32 LA CIUDAD Y OTROS ENSAYOS DE ECOLOGIA URBANA
personal o sentimental, como la que experimentamos, por ejemplo, frente a nuestra
casa, el dinero se convierte en el medio más preciso de intercambio». Pero además, el
urbanita es sofisticado porque no sólo no teme sino que gusta de la movilidad,del
anonimato y de la libertad que la ciudad garantiza. Obsérvese que el uso del
concepto de movilidad tal como es formulado por Park resulta muy similar al de
Pitirim Sorokin (Social Mobility, 1927): en ambos casos no se trata sólo de una
movilidad territorial, sino también de una movilidad social que puede ser de tipo
cultural, entre distintos grupos sociales y étnicos (otros deseos y estímulos, nuevos
sistemas de significados, nuevos patrones y modos de obrar y pensar); o bien puede
remitir a una movilidad socioprofesional (movilidad vertical, hacia arriba o hacia
abajo, en el seno de la estratificación urbana) que en su caso también supone un
nuevo universo de discurso y hábitos particulares31 •
El tipo social que mejor representa esta movilidad territorial es sin duda el
hobo: el vagabundo, el trabajador ocasional que deambula de un sitio a otro, de
una ciudad a otra, sin patria, sin techo y sin dueño. La movilidad proporciona un
tipo de mentalidad particular. Walt Whitman es el hobo más representativo. Se ha
visto en este vagabundo al hombre marginal, pero debe considerarse al hobo más
bien un individuo al margen, con sus propias categorías, su particular universo de
discurso y mirada distante. El «hombre marginal» de Park es fundamentalmente
el judío, el judío emancipado, un tipo social que representa el cosmopolitismo
típicamente ciudadano frente a lo local, lo abstracto y racional frente al sentimiento;
un ser móvil que está a caballo de dos mundos contiguos y casi �iempre ajenos. El
judío errante no es sino un híbrido cultural; es decir, el tipo urbano por excelencia32 •
31. Posteriormente el concepto usado para designar el cambio de status es el de posición; el
referente espada! sigue siendo obvio e importante en la medida que p�race existir una relación
entre la distancía física y la distancia social, o en otros términos, entre el continente fisico ( un
sector urbano) y el contenido social (los individuos que integran un grupo profesional o étnico
particular). Al ser más fácil de observar y medir, este indicador facilita el uso de la estadística en
sociología (véase «La comunidad urbana»). En este sentido, si bien Park gusta de las aproxi
maciones etnográficas -la observación directa, las historias de vída- no reniega de las bondades
de un buen sostén matemático cuando realmente sea útil a una lectura sociológica y no llegue a
transformar la naturaleza de la propia sociología, aunque a veces la e�tadística le resulte algo
similar a un juego de prestidigitación o se confiese poco apto para ·ella. Será un alumno de Park,
E. Bogardus, quien construya, hacía 1925, la primera escala de medición estadística de actitudes
y opiniones (para medir los prejuicios raciales) partiendo de la noción ecológica de distancia
social, reconvertida en distancia psicológica. La escala de Bogardus distribuye valores numéricos
a los diferentes tipos de relación que van de la más estrecha (v.gr. el matrimonio interétnico) a la
más distante (la hostilidad y exclusión social). Con la llegada de William Ogburn a Chicago en
1927, la investigación estadística comenzará a despuntar. Vid. Coser, 1988; Coulon, 1994; Pizzorno,
1967.
32. El planteamiento de Park acerca del hombre marginal responde una vez más a la
argumentación de Simmel sobre el extranjero en sus estudios de Sociología. Vid. R.E. Park, «Human
Migration and the Marginal Man», American Journal of Sociology, 33 (1928), p. 339-344;
«Introduction» en E.V. Stonequist, The Marginal Man, Nueva York: Charles Scrbner's Sons, 1937,
228 p.
1 NTRODUCCl(lN 33
Una de las características de la gran ciudad como orden natural y moral es su
configuración espacial en áreas segregadas, donde residen grupos sociales distintos.
Estos sectores, a la vez naturales y sociales, constituyen ámbitos diferenciados por
sus costumbres, por sus valores, por sus universos de discurso, por sus normas de
decencia y de presentación, coloreando el ambiente urbano de un modo muy
particular. El individuo puede moverse entre estos grupos y rehuir de ese modo
las constricciones del grupo primario (de la familia, del vecindario, de lo
estrictamente local). Esto otorga al ambiente urbano una diversidad social y cultural
que estimula y educa al ciudadano en nuevos patrones de comportamiento, algunos
de ellos desviados.
((Los procesos de segregació11 instauran distancias morales que convierten la ciudad
en wi mosaico de pequeños mundos que se tocan sin llegar a penetrarse. Esto hace
posible que los indi_vi�uos pasen rápida y fácilmente de un medio moral a otro y
alienta,la fascinante a1nque peligrosaéxperiencia de vivir al mismo tiempo en mundos
diferentes y contiguos, pero por lo demás completamente separados. Todo eso tiende
a cmferir u la vida urbana rm carácter superficial y casual, a complicar las relaciones
sociales, y a producir nuevos y divergentes tipos de individuos. Esto introduce al mismo
tiempo un elemento de azar y de aventura que se añade a la excitación de la vida
urbmia y le otorga un atractivo particular para los temperamentos jóvenes y fogosos.
El señuelo de las grandes ciudades es quizá consecuencia de estimulaciones que actúan
directamente sobre los reflejos. Observamos ahí un tipo de comportamiento humano
que puede explicarse como la atracción que ejerce la llama sobre la mariposa, como
una especie de tropi51nr1» 53 .
Mientras que la desviación no es tolerada en los pequeños grupos locales,
muy comprometidos con su identidad y su cohesión ( «el despotismo de la aldea»
que decía Stend hal en Rojo y negro), la ciudad estimula en los hombres esa
excentricidad quea veces se manifiesta enormemente creativa. Al respecto, Park
nos habla de la existencia de regiones morales en el ámbito urbano donde aquellos
que son similares ( en sus gustos, en sus disposiciones innatas o adquiridas)
encuentran un lugar donde desarrollar sus pulsiones -que la civilización trata de
contener-y un sostén moral. El gueto (judío) sería un caso extremo. En cualquier
caso, una región moral no es siempre un lugar de reunión de desviados y marginales
como se ha querido ver a veces a propósito del hobo.
La vida social en la ciudad, sin embargo, es inestable y frágil. Y el reverso de
todas esas mutaciones es la desorganización social, la desintegración moral de los
individuos. La ruptura de los vínculos primarios, de las ataduras locales, de sus
inhibiciones, la pérdida de influencia por parte de la iglesia y de la familia, la
movilidad extrema, todo eso puede llegar a provocar la ruptura del control social
tradicional y formas de comportamiento desviadas ( «los enemigos interiores»),
como la delincuencia, el alcoholismo y la prostitución. Buena parte de las
33. "Thc City: Suggcstions... », op. cit. p. 47
34 LA CIUDAD Y OTROS ENSAYOS DE ECOLOG1A URBANA
investigaciones de Park y de la escuela ecológica siguen esa dirección� los procesos
de aculturación y desintegración moral en la ciudad. Sin embargo, los cambios
habidos introducen un nuevo orden que contiene las pulsiones del hombre y los
comportamientos indecentes. El control social adopta una forma indirecta pero
no menos efectiva: la moda y la opinión pública (el rumor de la aldea como
instrumento de control es sustituido por la prensa). Por supuesto, no desaparecen
los tribunales y la policía e incluso el control ecológico de los grupos locales (las
subcomunidades urbanas) todavía logra mantenerse en muchos ámbitos
socioterritoriales (en las comunidades de inmigrantes, por ejemplo). La
comunicación, que permite una acción concertada, se erige en la sociedad como
instrumento de cohesión social que concilia el desarrollo individual con el
desarrollo colectivo. Aquí se adivina el interés y el esfuerzo de la sociología parkiana
por el mantenimiento del orden y el consenso, el principal problema de la sociedad
y objeto fundamental de su teoría, aunque se aborde a través de otros objetos (los
problemas de asimilación de los inmigrantes, la desorganización familiar, el
conflicto étnico y la segregación, la movilidad urbana, etc.). Pero también se
manifiesta en este punto el empeño de Park para evitar plantear el problema urbano
sólo en términos de anomia y en un esfuerzo similar al de Simmel tratar de rescatar
las implicaciones positivas del ámbito urbano y de su nuevo orden moral. Si nuevas
formas de control social suponen nuevas coacciones sobre los individuos (lo que
en definitiva crea y mantiene el orden social), lo positivo de la ciudad medido por
la libertad, el anonimato emancipador, la existencia de diversos ambientes y
regiones morales susceptibles de ser recorridos por los individuos en diferentes
ocasiones, inclina definitivamente la balanza hacia la vida en la gran ciudad, que
ya es nuestro destino.
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