Monografia Doctrina de Seguridad Nacional.
Monografia Doctrina de Seguridad Nacional.
AÉREA ARGENTINA
Nivel secundario
CAMPO DE COMUNIDAD Y SOCIEDAD
“CIENCIAS SOCIALES”
TEMA (monografía)
DOCTRINA DE SEGURIDAD NACIONAL
MONOGRAFÍA PRESENTADA EN
OPCIÓN EN DEFENSA DE
LA DOCTRINA DE SEGURIDAD
NACIONAL.
1
DEDICATORIA
2
AGRADECIMIENTOS
Estamos gratamente agradecidos con los
compañeros que brindaron su apoyo en
este trabajo grupal y agradecidos también
con el profesor por las recomendaciones.
3
INDICE
CAPITULO I.....................................................................................................................................5
1. INTRODUCCIÓN.....................................................................................................................5
1.1. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA...............................................................................6
1.2. FORMULACIÓN DEL PROBLEMA...................................................................................6
1.3. JUSTIFICACIÓN..................................................................................................................7
1.4. METODOLOGÍA..................................................................................................................7
CAPITULO II....................................................................................................................................8
2. ORIGEN DE LA DOCTRINA DE SEGURIDAD NACIONAL..............................................8
2.1. FACTORES QUE EXPLICAN SU APARICION...............................................................9
2.2. QUÉ FUE LA DOCTRINA DE SEGURIDAD NACIONAL............................................10
2.3. ETAPAS DE LA DOCTRINA DE SEGURIDAD NACIONAL........................................13
2.3.1. VIEJO MILITARISMO................................................................................................13
2.3.2. INFLUENCIA POLÍTICO-MILITAR DE ESTADOS UNIDOS...............................15
2.3.3. DECLINACION DE LA DOCTRINA DE SEGURIDAD NACIONAL....................17
2.3.4. FORMULACIÓN DE LA DOCTRINA EN AMÉRICA DEL SUR...........................18
2.4. CARACTERÍSTICA DE DOCTRINA DE SEGURIDAD NACIONAL...........................23
2.5. CONSECUENCIAS DE LA DOCTRINA DE SEGURIDAD NACIONAL.....................23
2.6. ¿CUÁNDO FINALIZO LA DOCTRINA DE SEGURIDAD NACIONAL?.....................24
2.7. EPILOGO............................................................................................................................24
CAPITULO III.................................................................................................................................26
3. CONCLUSIÓN.......................................................................................................................26
BIBLIOGRAFÍA..............................................................................................................................28
ANEXOS.........................................................................................................................................30
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CAPITULO I
1. INTRODUCCIÓN
El nuevo escenario internacional inaugurado con el fin de la Guerra Fría trajo
consigo la necesidad de redefinir el concepto de seguridad a nivel mundial. En
América Latina, la obsolescencia de la doctrina de Seguridad Nacional y los
procesos de democratización dieron paso a un periodo de transición estratégica,
que sin dejar vacante el núcleo gravitacional del “enemigo interno”, tendieron a
modificar las interpretaciones sobre la seguridad. En las últimas dos décadas la
situación regional ha sido mucho más proclive a construir una atmósfera de
estabilidad y confianza recíproca a partir de procesos de concertación,
desmilitarización y paz. Esto se dio gracias a notables progresos en materia de
seguridad, promovidos por gobiernos democráticos, junto a la primacía de políticas
de integración que están contribuyendo significativamente a modificar las
tradicionales hipótesis de conflicto interestatal. A pesar de que las democracias en
la región han hecho retroceder los poderes armados de las fronteras, este
repliegue no ha supuesto, en muchos casos, la suspensión automática de su
poder e influencia interna, peor aún, su adecuación a las nuevas necesidades de
la defensa. Durante los últimos años, la activa participación de las fuerzas
armadas en escenarios de seguridad interna, está trayendo consigo problemas de
diversa naturaleza, entre ellos, el interrogante acerca de la calidad de nuestras
democracias, la verdadera subordinación al poder civil, la vulnerabilidad de los
derechos ciudadanos y el rol constitucional de la fuerza pública. En la región no
existen muchos trabajos que aborden la incursión de las fuerzas armadas en
tareas de seguridad interna. No obstante está presente en la discusión académica
la confusión entre lo interno y externo de la seguridad, “mientras la policía ha
militarizado su orientación institucional por los temas del narcotráfico y el
terrorismo (…) los militares reducen su perfil institucional hacia labores policiales”
(Barrios, 2000)El crecimiento de la violencia al interior de las ciudades incorpora
una problemática al tratamiento del tema, “¿cómo restablecer mecanismos
efectivos de mantenimiento de 1 la seguridad interior que a un tiempo logren
atemperar la sensación de inseguridad y garanticen el respeto de los derechos
individuales?” (Martinez, 1998)Frente a sociedades cada vez más inseguras, las
fuerzas armadas se ven llamadas a contribuir al control de la violencia. Control
que en la mayoría de los países está impregnado de elementos propios de la
tradición centralista y autoritaria que caracterizó a la región durante décadas. De
ahí la preocupación de los analistas sobre el itinerante rol que las fuerzas armadas
está adoptando, siendo urgente la necesidad de asumir su modernización y
fortalecimiento institucional. Sin embargo, es de temer que “en el caso de las
Fuerzas Armadas sudamericanas no se trate de instituciones profesionales ni
modernas, sino de organizaciones altamente burocratizadas, dotadas de no poco
material de guerra obsoleto y orientadas a una misión interna, cuyo personal
uniformado sigue siendo adoctrinado y a la vez distanciado de la sociedad a la que
debería proteger” (Radseck, 2001, pág. 59)En Bolivia las fuerzas armadas tienen
una historia relativamente corta de inserción democrática, que no es en absoluto
5
desdeñable por los cambios que se han producido en su interior. El resultado más
importante es que hoy se cuenta con una institución formalmente apegada a
valores y procedimientos de orden institucional. A pesar de la herencia autoritaria
y los momentos críticos que la democracia ha debido sortear, no existe riesgos
objetivos de ruptura o tentación antidemocrática que permita a los militares
abandonar las reglas del juego político. Sin embargo, ello no ha significado la
eliminación de conductas y expresiones que constantemente cuestionan su lealtad
y vulneran principios sustantivos del Estado de derecho. En democracia todavía
perviven lógicas e inercias conspirativas del pasado en el corazón del sistema
político, que otorgan a las fuerzas armadas la posibilidad de compensar su
debilidad en momentos de crisis institucional. Desafortunadamente, es esta lógica
la que ha presidido e impulsado la participación militar ampliada que debiera ser
corregida a partir de la construcción institucional de la seguridad, esto es, la
definición de una Política de Defensa que limite la presencia militar en escenarios
de seguridad interna y orden público. Desde el restablecimiento democrático el rol
que han desempeñado las fuerzas armadas ha consistido en incrementar sus
funciones respecto a la seguridad interna, a través del desplazamiento y
conversión de roles militares tradicionales hacia funciones de naturaleza policial,
con las consecuencias institucionales que esta situación genera. El presente
trabajo aborda de manera resumida cuál fue el papel que desempeñaron las
fuerzas armadas en el periodo democrático en Bolivia; cuáles fueron sus
problemas en el difícil camino de la modernización y la profesionalización,
teniendo en cuenta la pervivencia de rasgos institucionales tradicionales; y
finalmente, cuáles son las causas y efectos que genera su participación en la
seguridad interna a través de tres ámbitos: la lucha contra el narcotráfico, la
represión del conflicto social y la seguridad ciudadana. Todo este análisis
desemboca en una pregunta central ¿Cuáles son las consecuencias político-
institucionales de que las fuerzas armadas participen en tareas de seguridad
interna? La respuesta es desalentadora. Lo cierto es que constituye un verdadero
riesgo que a partir de nociones autoritarias de orden, las fuerzas armadas
refuercen 2 nuevamente su papel político y represor, creando condiciones poco
apropiadas para garantizar los principios democráticos en Bolivia.
1.1. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
Doctrina de seguridad nacional que se desarrollara en el curso 6to de secundaria
de la Unidad educativa Fuerza Aérea Argentina en la gestión 2022,
1.2. FORMULACIÓN DEL PROBLEMA
Como se desarrollara la doctrina de seguridad nacional en el curso de 6to de
secundaria de la Unidad educativa Fuerza Aérea Argentina en la gestión 2022.
Objetivo general
6
Objetivo especifico
Diagnosticar al curso 6to de secundaria sobre la doctrina de
seguridad nacional gestión 2022.
Demostrar mediante unas imágenes del contenido a desarrollar.
Explicar el tema de doctrina de seguridad nacional en el curso 6to de
secundaria.
Examinar sobre el tema de doctrina seguridad nacional.
1.3. JUSTIFICACIÓN
La Doctrina de Seguridad Nacional es una concepción militar del Estado y del
funcionamiento de la sociedad, que explica la importancia de la “ocupación” de las
instituciones estatales por parte de los militares.
Por ello sirvió para legitimar el nuevo militarismo surgido en los años sesenta en
América Latina. Por lo tanto es importante saber acerca de la doctrina de
seguridad nacional.
1.4. METODOLOGÍA
Método de investigación
Analítico y lógico.
Tipo de investigación
Técnicas
Cualitativa
7
Conducir al enemigo al desprestigio e incertidumbre en aquellos
territorios y áreas aptas para la conquista.
Fomentar y cimentar el pensamiento político de la población en
aquellos territorios o áreas en donde se destacan condiciones
favorables para la propaganda y la acción proselitista.
Mantener en el ambiente internacional o nacional un estado de
continua inquietud.
Explotar al máximo las fallas o deficiencias que ofrezcan los
opositores, enemigos o rivales (Gonzales, 1960, pág. 482)
8
revoluciones sociales de la época o potenciales dentro de cada país. Es
importante tener en cuenta que a la DSN se le incorporó el componente mesiánico
para darle un sentido trascendental y fundamentalista a cada una de sus acciones,
ante la temeridad de considerar la posibilidad de otras formas de gobierno, de
actuar y de pensar (Gallon, 1983, pág. 49)La Doctrina de la Seguridad Nacional
fue reiterativa en afirmar que el mundo contemporáneo estaba dividido en las dos
fracciones irreconciliables indicadas, el occidente cristiano y el oriente comunista.
Este enfrentamiento se manifestaba mediante la subversión interna que permitía el
desarrollo del conflicto sin el riesgo de una guerra de aniquilamiento suicida. Los
países latinoamericanos eran objeto de subversión interna en la medida en que
formaban parte del bloque político occidental; la subversión provenía, por lo tanto,
del enemigo, del comunismo; la seguridad nacional y la sociedad misma estaban
en peligro y, en esas condiciones, el hombre común (el pueblo en gen eral) se
encontraba inerme, era incapaz de enfrentar esa conspiración que le quería
arrebatar “su ser nacional”. En consecuencia no quedaba más alternativa a las
fuerzas arma das que asumir la conducción política del Estado en defensa de esos
valores, preservando su seguridad (Briones, 1978, pág. 315)
2.1. FACTORES QUE EXPLICAN SU APARICION
-La “amenaza roja”. La influencia de la URSS en los países del tercer mundo era
notable, ya que su Revolución de Octubre había sido un ejemplo para muchas
naciones que deseaban liberarse de su pasado colonial o imperial.
-El “patio trasero estadounidense”. Desde el siglo XIX existía la Doctrina Monroe,
en la que EEUU se otorgaba el derecho a intervenir en América Latina en nombre
de la libertad. Esto significaba que consideraba a América Latina como su patio
trasero y se le hizo imperioso conservar allí el orden político y económico a toda
costa.
-La aparición de las guerrillas comunistas. América Latina fue siempre un territorio
susceptible al llamado de la izquierda revolucionaria, como ocurrió en Cuba y
luego en múltiples países latinoamericanos, sobre todo en Nicaragua, El Salvador
o Colombia, donde las fuerzas estadounidenses intervinieron militarmente para
impedir que los insurgentes tuvieran éxito, con sus famosos “Contras”.
-La necesidad de defender sus intereses empresariales. En los países
latinoamericanos había amplia presencia de empresas trasnacionales
estadounidenses y existía la amenaza de que, como en Cuba, estas fueran
expropiadas y afectaran la economía norteamericana.
2.2. QUÉ FUE LA DOCTRINA DE SEGURIDAD NACIONAL
Se conoció como la Doctrina de Seguridad Nacional (DSN) a una doctrina militar
no oficial (nunca redactada o declarada como tal) de la política exterior de los
Estados Unidos durante la Guerra Fría.
Era una justificación del autoritarismo o la toma violenta del poder por parte de las
Fuerzas Armadas de los países latinoamericanos, siempre que fuera en pro de
mantener el orden interno y de combatir cualquier tipo de insurgencia o de
simpatías con la ideología comunista.
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La Doctrina de Seguridad Nacional permitía a los EEUU brindar apoyo económico,
militar y político a los regímenes de facto que a lo largo y ancho de Latinoamérica
surgieron durante la época.
Esos regímenes se caracterizaban por ser dictaduras militares conservadoras,
cruentas, violadoras de los derechos humanos. La tortura, la persecución de la
disidencia y la desaparición forzosa de ciudadanos eran prácticas no solo
comunes, sino acordadas entre los regímenes de distintos países.
La seguridad nacional se consolidó como categoría política durante la Guerra Fría,
especialmente en las zonas de influencia de Estados Unidos. Después de la
Segunda Guerra Mundial, este país rescató el uso político que la palabra
seguridad ha tenido desde la antigüedad, para elaborar el concepto de “Estado de
seguridad nacional”. Este concepto se utilizó para designar la defensa militar y la
seguridad interna, frente a las amenazas de revolución, la inestabilidad del
capitalismo y la capacidad destructora de los armamentos nucleares” (G.Rasquin,
1979, págs. 31-34).”El desarrollo de la visión contemporánea de seguridad
nacional ha estado determinado por este origen y fue influenciado por la estrategia
estadounidense de contención” (Lewis, 1992, pág. 9 y 17). La ideología del
anticomunismo, propia de la Guerra Fría, le dio sentido, y la desconfianza entre las
naciones le proporcionó su dinámica. Con la generalización del uso de esta
categoría política el plano militar se convirtió en la base de las relaciones
internacionales. “Esta tendencia se manifestó a través de confrontaciones
armadas y del intervencionismo de las grandes potencias en los países del
denominado Tercer Mundo” (Hoffmann, 1991, pág. 305 y 307).
“Brasil fue el primer país en elaborar un concepto sobre seguridad nacional en
América Latina con una ley de 1935, y luego, en los años cincuenta, con el trabajo
del general Gilbert do Cauto e Silva, quien la definió como “aquella que busca
asegurar el logro de los objetivos vitales permanentes de la nación contra toda
oposición, sea externa o interna, evitando la guerra si es posible, o llevándola a
cabo si es necesario con las máximas probabilidades de éxito” (Valdez J. T., 1988,
pág. 240)
La seguridad nacional tuvo una variante en América del Sur: la Doctrina de
Seguridad Nacional. Esta variante mantuvo la idea de que a partir de la seguridad
del Estado se garantizaba la de la sociedad5. Pero una de sus principales
innovaciones fue considerar que para lograr este objetivo era menester el control
militar del Estado. El otro cambio importante fue la sustitución del enemigo externo
por el enemigo interno. Si bien la Doctrina de Seguridad Nacional ubicó como
principal enemigo al comunismo internacional, con epicentro en la Unión Soviética
y representación regional en Cuba, entendía que era a Estados Unidos a quien
correspondía combatir a esos países. Los Estados latinoamericanos debían
enfrentar al enemigo interno, materializado en supuestos agentes locales del
comunismo6. Además de las guerrillas, el enemigo interno podía ser cualquier
persona, grupo o institución nacional que tuviera ideas opuestas a las de los
gobiernos militares.
La Doctrina de Seguridad Nacional es una concepción militar del Estado y del
funcionamiento de la sociedad, que explica la importancia de la “ocupación” de las
10
instituciones estatales por parte de los militares. Por ello sirvió para legitimar el
nuevo militarismo surgido en los años sesenta en América Latina. La Doctrina
tomó cuerpo alrededor de una serie de principios que llevaron a considerar como
manifestaciones subversivas a la mayor parte de los problemas sociales. Tales
principios tuvieron diversas influencias y se propagaron y utilizaron de manera
diferente en distintos lugares. Por ello la Doctrina no se sistematizó, aunque sí
tuvo algunas manifestaciones claras, que sirven de base para definirla y
entenderla.
La Doctrina de Seguridad Nacional ha sido el mayor esfuerzo latinoamericano por
militarizar el concepto de seguridad. Además, al ubicar el componente militar en el
centro de la sociedad, trascendiendo las funciones castrenses, la Doctrina se
convirtió en la ideología militar contemporánea de mayor impacto político en la
región.
Importancia también radica en que se desarrolló por circunstancias ideológicas y
políticas externas a la región y a las instituciones castrenses mismas. No cabe
duda entonces de la necesidad de conocer más esas circunstancias, ya que han
sido útiles para guiar el comportamiento militar más allá de las funciones que le
son propias.
La Doctrina de Seguridad Nacional es un fenómeno regional derivado de la
influencia externa, pero con gran variación en sus manifestaciones particulares. A
diferencia del viejo militarismo, la Doctrina de Seguridad Nacional justificadora del
nuevo militarismo– no se circunscribió a las sociedades donde se gestó. Afectó a
las instituciones castrenses y a las sociedades de la región, aun a aquellas donde
no hubo gobiernos militares. Naturalmente, las instituciones y sociedades más
afectadas fueron las que crearon y aplicaron a plenitud la Doctrina de Seguridad
Nacional, como es el caso de Brasil. Pero también fueron influenciadas
instituciones militares que se mantuvieron subordinadas al poder civil y sólo
acogieron de manera fragmentada las enseñanzas de esta doctrina, como sucedió
en Venezuela y Colombia. Así mismo, hubo diferencias entre las instituciones
militares de la mayor parte de los países de América del Sur y las del resto de
América Latina. En general, los países suramericanos son más complejos y su
ubicación geográfica tiene menor importancia estratégica. De hecho, en esta zona
no ha habido intervención militar directa de los Estados Unidos. Estas y otras
circunstancias condicionaron el efecto de la Doctrina de Seguridad Nacional en el
proceso político de los distintos países del área.
Con el tiempo, la Doctrina se convirtió en una especie de “razón social” o rótulo
usado por variados sectores sociales para identificar, generalmente con
connotaciones ideológicas y fines políticos, a una amplia gama de acciones
llevadas a cabo por los militares de la región. Este rótulo ha servido para hacer
denuncias públicas y privadas de acciones claramente criminales y de excesos
dudosamente compatibles con las leyes o con las normas castrenses, pero
también para descalificar prácticamente cualquier tarea militar. Con frecuencia, la
Doctrina se equipara con arbitrariedades o violaciones de los derechos humanos
cometidas por organismos militares, sin que medie explicación alguna de por qué
tales acciones se ubican dentro de una definición doctrinaria. La mayoría de las
referencias a la Doctrina parten de un supuesto conocimiento de su significado y
11
rara vez se proporciona una aclaración adicional de lo que se entiende por este
término.
En los años ochenta, comenzó en América Latina el llamado proceso de
redemocratización. Los gobiernos estadounidenses ya no creen que los
regímenes militares sean necesarios, o siquiera tolerables en la región.
Inclusive, buscan reducir la importancia de las instituciones armadas. Además, los
retos subversivos han desaparecido casi por completo y el panorama militar ha
variado de manera drástica. Por primera vez en más de un siglo, las dictaduras en
el continente son casi inexistentes. No hay apoyo internacional al modelo militar,
no hay soporte externo a los movimientos subversivos y las instituciones
castrenses se encuentran en una especie de “crisis existencial.” Esta crisis se
debe al cambio de las funciones políticas de las fuerzas armadas, particularmente
a la tendencia a la desaparición de aquellas tareas ajenas a su papel profesional,
al debilitamiento de las que les son propias y a la incertidumbre que todo ello
ocasiona.
Quienes ahora cuestionan el comportamiento político castrense en la región lo
hacen generalmente desde una perspectiva distinta de la mera denuncia. Esta
crítica constructiva concuerda con la necesidad de redefinición de las funciones
militares tradicionales en el Estado contemporáneo creada por la crisis existencial
mencionada. Pese a que no hay claridad sobre la relación que guardan estas
inquietudes con la Doctrina de Seguridad Nacional, gran parte de las
modificaciones que han sido planteadas tiene que ver con su legado.
Este artículo consta de dos partes y define de manera histórica la Doctrina de
Seguridad Nacional. La primera parte identifica los antecedentes, gestación,
desarrollo y declinación de la Doctrina, mientras que la segunda se refiere a sus
características básicas y a sus diferentes manifestaciones nacionales. El artículo
culmina con un epílogo relacionado con los sucesos del 11 de septiembre en
Estados Unidos y su vinculación con el fin de la Guerra Fría .
2.3. ETAPAS DE LA DOCTRINA DE SEGURIDAD NACIONAL
Para comprender la llamada “Doctrina de Seguridad Nacional” conviene dividir su
desarrollo en cuatro etapas: antecedentes, gestación, desarrollo y declinación. La
primera corresponde al militarismo suramericano del siglo XX, y en ella se
aprecian factores que más adelante facilitaron el desarrollo de la Doctrina. La
segunda etapa se caracteriza por la creciente influencia político-militar de
militarismo de nuevo cuño, comienza con dicha revolución y continúa hasta la
segunda mitad de los años setenta. La etapa final de declinación de la Doctrina se
inicia con el gobierno del presidente Carter y el cambio en la concepción
estratégica estadounidense, y se prolonga con el ascenso de los gobiernos civiles
en la región hasta la finalización de la Guerra Fría.
2.3.1. VIEJO MILITARISMO
Las raíces del militarismo suramericano de la primera mitad del siglo XX se
remontan al siglo XIX. Entre ellas sobresalen el desarrollo simultáneo de las
instituciones militares y los Estados nacionales, y la influencia ibérica y europea. El
proceso de formación de los Estados nacionales en Suramérica durante el siglo
XIX tuvo como común denominador la inestabilidad económica y la dificultad de
12
integración social. Por lo general, las instituciones militares fueron más fuertes que
las demás instancias estatales, lo que facilitó que se autoproclamaran como
dinamizadoras de la economía e integradoras de la sociedad. Los militares creían
que tenían el derecho a ocupar un lugar preeminente en la sociedad por sentirse
forjadores de la nación al llevar a feliz término las guerras de independencia. Este
sentimiento aún está vigente, al igual que la certeza de ser responsables de
mantener la identidad nacional a través de la afirmación de sus valores básicos.
La idea de que ellos son la salvaguardia de la patria y de que la manera ideal de
servirla es por medio de la carrera de las armas también se remonta al siglo XIX.
Su concepto de patria, como identidad territorial propia, lo equiparan al concepto
de nación. De estas ideas se desprende que el último recurso que tiene la
sociedad para salir de sus crisis es recurrir a la orientación de sus instituciones
militares. Con el apoyo de esta ideología, el militarismo tradicional corrió parejo
con la profesionalización militar, por lo menos hasta los años cincuenta del siglo
XX.
“La fuerte tradición ibérica en América del Sur durante el siglo XIX planteaba como
función militar la intervención en la política interna de los países. Esta tradición fue
reforzada por la tendencia militar a influir en los asuntos civiles que resultó de la
manera como se formaron los Estados nacionales en la región” (Loveman, 1994).
Estados Unidos en América Latina, y se ubica entre los inicios de la Guerra Fría y
privilegio de las élites.
Y a diferencia de Suramérica, donde víspera de la Revolución Cubana. La tercera
etapa, marcada por el nacimiento de movimientos insurgentes en la región y el
desarrollo de un avanzado el siglo XX, con la absorción de principios militares de
la España franquista, como presupuesto doctrinario de la seguridad nacional.
“Primo de Rivera sobre la obligación militar de intervenir en política cuando
aspectos “permanentes” y no “accidentales” de la sociedad están en peligro”
(Valdez T. , 1988, págs. 238-239). “La diferenciación entre estas categorías corría
por cuenta de las instituciones castrenses. Esta influencia ibérica sobre las fuerzas
armadas suramericanas fue reafirmada por las nociones de defensa nacional
ligadas a las doctrinas geopolíticas europeas de corte darwiniano del siglo XIX.
Tales nociones, que no sufrieron cambios significativos con el nuevo orden
internacional creado por la Segunda Guerra Mundial, hacían énfasis en la
concepción orgánica del Estado, el carácter estratégico de los recursos naturales y
las fronteras, y el conflicto potencial entre países vecinos, motivado por la
competencia por el control del espacio y los recursos limitados” (Child, 1990, pág.
95). Estos factores fueron básicos en la configuración del viejo militarismo y se
proyectaron hacia el que emergió en los años sesenta y su justificación doctrinaria.
“En la formación de la geopolítica latinoamericana también estuvieron presentes
concepciones como la de la “guerra total” del general alemán Erich von
Ludendorff. En ella se enfatizaban los aspectos psicológicos y la visión monolítica
de la sociedad, basada en la fuerza “anímica” del pueblo y la eliminación de la
oposición” (Pereira, 1987, págs. 23-24). “Así mismo, la noción bismarckiana sobre
el papel central del ejército en la unidad nacional tuvo influencia destacada en el
papel central asumido por los militares en la orientación del desarrollo económico”
13
(Varas, 1988, pág. 48). Todas estas semillas de las dictaduras militares
suramericanas germinaron gracias a que cayeron en la tierra fértil de unas
organizaciones sociales tradicionales, donde el juego político era ante todo el viejo
militarismo tuvo raíces en los ejércitos de la independencia, en Centroamérica y el
Caribe el militarismo surgió de la ocupación militar de Estados Unidos.
2.3.2. INFLUENCIA POLÍTICO-MILITAR DE ESTADOS UNIDOS
La Guerra Fría surgió de la bipolaridad política e ideológica en que quedó dividido
el mundo al finalizar la Segunda Guerra Mundial y de la competencia de los dos
bloques mundiales por el control estratégico de las áreas geográficas. La rápida
invasión militar y sometimiento político de los países de Europa Oriental por parte
de la Unión Soviética en la fase final de esa guerra, aceleró la reacción de los
Estados Unidos contra el comunismo.
“El Acta de Seguridad Nacional, promulgada en Estados Unidos en 1947, fue el
principal instrumento para el desarrollo de la concepción del Estado de seguridad
nacional. Esta ley dio al gobierno federal el poder para movilizar y racionalizar la
economía nacional al involucrar a los militares en ella, preparándolos para la
eventualidad de una guerra” (Raskin, 1979, págs. 36,42 y 84).” Por medio de esa
ley se crearon el Consejo de Seguridad Nacional (NSC) y la Agencia Central de
Inteligencia (CIA), instituciones que establecieron un nuevo patrón para el Estado
y la sociedad, en virtud del papel hegemónico que asumía Estados Unidos en el
concierto político mundial” (Comblin, 1979, pág. 64). Fue la ratificación formal de la
Guerra Fría, que identificó a la Unión Soviética como el enemigo principal, a quien
se consideraba responsable de las guerras anticoloniales y los procesos de
cambio social del momento. Se determinó, además, que el medio para su control
sería la aplicación del concepto de contención, mediante el cual se utilizaban los
medios disponibles para evitar su expansión. Poco después apareció la
concepción de guerra limitada –que excluye la confrontación atómica– como el
instrumento principal del conflicto. La guerra de Corea, en la primera mitad de los
años cincuenta, fue la concreción inicial de este tipo de enfrentamiento.
El desarrollo institucional de la política estadounidense hacia América Latina
facilitó el que se difundiera la concepción norteamericana de seguridad nacional.
Comenzó así a gestarse lo que más adelante se conocería como Doctrina de
Seguridad Nacional.” En 1945, los países del continente firmaron un conjunto de
acuerdos conocido como Acta de Chapultepec. La Resolución Octava del Acta
contemplaba la defensa colectiva del continente frente a la aún inconclusa guerra
mundial. El “Plan Truman” de 1946, que propuso la unificación militar continental,
concordaba con esa resolución. Ambas medidas fueron la antesala del Tratado
Interamericano de Asistencia Recíproca (Tiar), firmado en Río de Janeiro en 1947.
Este acuerdo fue clave para la unificación americana de la política militar, ya que
implicó la integración de las instituciones militares de América Latina a un bloque
bélico cuya dirección estratégica estaba a cargo de Estados Unidos. La creación
de la Organización de los Estados Americanos (OEA) en 1948 proporcionó el piso
jurídico-político para que otros organismos, como la Junta Interamericana de
Defensa creada en 1942– y el Colegio Interamericano de Defensa (órganos de
apoyo del Tiar), pudieran articularse en forma plena a la orientación
estadounidense” (Sandoval, 1976, págs. 162-163).
14
“En 1950, el Consejo de Seguridad Nacional estadounidense aprobó el
Memorando 68, que formuló la estrategia militar internacional de los Estados
Unidos. Dada su vinculación institucional con el país del Norte, América Latina
quedaba cobijada por lo aprobado en ese documento. Restaba buscar una mayor
homogeneidad en la organización y la tecnología militares. Los programas de
ayuda militar bilaterales (MAP), ejecutados entre 1952 y 1958, fueron el punto de
partida para que los ejércitos latinoamericanos se afincaran en la órbita
tecnológica y operativa de Estados Unidos. En la misma dirección influyó la guerra
de Corea, pues sus aplicaciones fueron usadas para desarrollar programas de
información y entrenamiento para los latinoamericanos que adelantaron cursos
militares en Estados Unidos. Esos programas se impartieron desde 1953, al
amparo de la “Ley de defensa mutua” formulada dos años antes” (Maria, 1990,
págs. 114-118). El entrenamiento militar de latinoamericanos en Estados Unidos y
más tarde en la Zona del Canal en Panamá, contribuyó a la transferencia de la
concepción norteamericana de seguridad nacional a los ejércitos de la región.
“El modelo geopolítico estadounidense de la Guerra Fría se desarrolló sobre la
base de la geopolítica clásica de origen alemán e inglés y se conjugó con la
llamada teoría realista de las relaciones internacionales. Ese modelo parte de
considerar un mundo anárquico, en el cual cada Estado- nación es responsable de
su propia supervivencia, al confiar sólo en sí mismo para protegerse de los demás.
Plantea además la necesidad de mantener el statu quo como la situación más
segura, tanto en el plano nacional como en el internacional. En este último plano,
propende por el sostenimiento del orden jerárquico y las posturas hegemónicas”
(Insunza, 1990, págs. 10-16). La tutela hegemónica se justifica al considerar que
la democracia sólo es posible en los Estados modernos. Por eso, sobre la base
del modelo, se creyó necesario proveer seguridad a los regímenes de los países
atrasados frente a la influencia de la Unión Soviética. El apoyo a las dictaduras
militares fue la manera más expedita para la aplicación de estos principios.
“Los pocos gobiernos legítimos pero inestables de América Latina se dejaron
llevar por la tutela estadounidense y abandonaron su función de orientar la política
militar. No se percataron de los alcances de la concepción de seguridad que se
había desarrollado en el hemisferio occidental después de la Segunda Guerra
Mundial” (Rial J. , Relaciones cívico-militares: Diálogo para el fortalecimiento de la
democracia, pág. 253). Al no darle importancia a la problemática militar, se
desentendieron de conocerla: nunca analizaron la misión y las funciones
específicas de las fuerzas militares, ni impartieron guías al respecto. Las clases
políticas toleraron a los militares y les reconocieron su utilidad sólo en los
momentos de conflicto. Se preocuparon de las “externalidades” del ejercicio del
poder militar solamente cuando éste era explícito. Pero una vez que los militares
dejaban los gobiernos se acababa la atención. De esta manera, el campo de la
política militar de Estado quedó disponible y fue ocupado por las instituciones
castrenses que estaban bajo la influencia del estado de seguridad de Estados
Unidos.
2.3.3. DECLINACION DE LA DOCTRINA DE SEGURIDAD NACIONAL
15
La distensión mundial de la segunda mitad de los años setenta se expresó en
términos militares en una capacidad bélica altamente móvil y crecientemente
tecnificada. Ello obligó a un cambio de orientación estratégica en Estados Unidos.
En su nuevo esquema de defensa, las instituciones armadas latinoamericanas
tuvieron poca participación, por no contar con personal capacitado para operar el
armamento de última generación y porque los desarrollos tecnológicos bélicos
dejaron a la región fuera de competencia. El Tiar perdió importancia militar y las
ideas de conformar una fuerza militar interamericana pasaron al olvido. Con su
preocupación por la violación de los derechos humanos en Latinoamérica, el
gobierno del presidente Carter también contribuyó a quitarles peso a los militares.
Pero al final de los años setenta, el tema de la seguridad nacional reapareció en la
agenda internacional, debido al triunfo de la guerrilla sandinista en Nicaragua, la
iniciación de la guerra civil en El Salvador y la reanudación de la Guerra Fría
durante el gobierno de Reagan. Sin embargo, América Latina ya había perdido su
importancia estratégica en el mundo.
“En los años ochenta, se hizo obsoleta la guerra como medio de resolución de
conflictos entre las potencias, en contraposición con su proliferación tanto interna
como internacional en el mundo subdesarrollado” (Elguea, 1990, págs. 76-82).
“Ante el conflicto en Centroamérica y la ruptura militar interamericana, los Estados
Unidos crearon una modalidad complementaria al Estado de seguridad nacional
para las áreas de conflicto del continente”. La denominada “guerra de baja
intensidad” (Cornbluh, 1988). Fue la nueva forma de intervención militar, creada
cuando la Doctrina de Seguridad Nacional iniciaba su decadencia en el Cono Sur.
“Esta nueva forma de intervención marcó el fin del viejo militarismo en
Centroamérica, abolido en Suramérica desde los años sesenta. El nuevo estilo de
resolución de conflictos redujo los márgenes de negociación en la región en
momentos de deterioro económico” (Michael T, págs. 55-74) .Por otra parte,
Estados Unidos intentó recuperar las relaciones militares bilaterales basadas en la
definición de intereses de seguridad compartidos.
Pero después de la guerra de las Malvinas en 1982, las instituciones castrenses
de América Latina buscaron su propia definición estratégica.
La crisis del modelo de desarrollo económico latinoamericano y el fin de la tutela
militar de Estados Unidos durante los años ochenta facilitaron el proceso de
desmilitarización de los gobiernos. Surgió así el llamado proceso de
redemocratización en la región. Con él salieron a la luz pública los desmanes de
los militares, en particular las violaciones de los derechos humanos. Este proceso
acabó en gran medida con las prácticas de gobierno derivadas de la Doctrina de
Seguridad Nacional y debilitó su ideología. Al finalizar la década, el inicio de
solución de la crisis centroamericana completó el panorama regional; al tiempo
que la crisis de la Unión Soviética, el derrumbe del comunismo y el fin de la
Guerra Fría dejaban sin vigencia política la Doctrina. Sin embargo, persiste cierta
inercia doctrinaria en las instituciones castrenses latinoamericanas, con distintos
énfasis nacionales.
2.3.4. FORMULACIÓN DE LA DOCTRINA EN AMÉRICA DEL SUR
16
La creación de la Doctrina fue obra de unos pocos países suramericanos,
especialmente Argentina y Brasil, y en menor grado y con posterioridad, Chile,
Perú y Ecuador elaboraron versiones diferentes de las del Cono Sur, con
tendencias desarrollista. Los países del Cono Sur habían sido líderes de la
profesionalización y la modernización de las instituciones militares en la región. En
Brasil, la Doctrina sirvió para preparar y justificar el golpe militar de 1964 contra el
gobierno populista de João Goulart, primer golpe exitoso promovido por esta
ideología. En Argentina ocurrió lo mismo: la Doctrina sirvió para justificar el
derrocamiento de dos gobiernos de distinto corte, uno radical en 1966 y otro
peronista en 1976, y también para enfrentar a la guerrilla urbana de los
Montoneros. En Chile, la doctrina ayudó a legitimar el golpe de 1973 que, según
sus gestores, sirvió para evitar la revolución que intentaba adelantar el presidente
socialista Salvador Allende. Ya en el poder, los militares chilenos ajustaron a su
modo la Doctrina heredada de sus vecinos. En Uruguay, el golpe de 1973
encontró sus razones en la Doctrina de Seguridad Nacional y en la necesidad de
enfrentar a la guerrilla urbana de los Tupamaros. Perú es un caso particular. El
Centro de Altos Estudios Militares (Caem) formuló una variante desarrollista de la
Doctrina, que legitimó el primer intento de golpe de la seguridad nacional en 1962
y, tras su fracaso, el de 1968.Este gobierno militar acabó con el férreo poder de la
oligarquía en ese país, en contraposición con lo sucedido bajo las demás
dictaduras. A su vez, Ecuador desarrolló una variante más parecida a la peruana
que a las formulaciones argentina y brasileña. En el resto de países
suramericanos, la influencia de la Doctrina fue más ideológica que operativa. El
caso del Paraguay de Stroessner es particular y ajeno a la Doctrina. Se asemeja
más al tipo de dictaduras de viejo cuño: al militarismo que caracterizó a
Suramérica en la primera mitad del siglo y a los países centroamericanos y
caribeños hasta comienzos de los años ochenta. Pero en la práctica asimiló
principios doctrinarios, como cuando participó, en los años sesenta, en el Plan
Cóndor, junto con las dictaduras de Argentina, Chile, Uruguay, Brasil y Bolivia, con
el fin de exterminar a los comunistas.
El primer análisis que mostró las novedades del fenómeno fue el elaborado por
José Nun en 1966.Este trabajo proporcionó un punto de partida explicativo a
través de su tipología de las grandes transformaciones de las instituciones
militares. La última de ellas, la “revolución estratégica”, mostraba la inmersión
militar latinoamericana en la Guerra Fría. Pero fue Luis A. Costa Pinto quien
identificó por primera vez, en 1969, las características fundamentales de la
emergente racionalidad militar que más tarde se llamó Doctrina de Seguridad
Nacional. Para ello se basó en la observación de las dictaduras brasileña y
argentina de los años sesenta. Su clasificación comprende tres grupos: el primero
se refiere a las relaciones político- militares; el segundo, al orden institucional que
racionaliza la intervención; y el tercero, a la nueva ideología institucional y sus
consecuencias.
La característica central del primer grupo (relaciones político-militares) es que los
militares intervienen directamente, como corporación, en sectores de la vida
nacional ubicados fuera del área reconocida como su actividad profesional
específica. Costa Pinto señala que este tipo de incursiones militares en la vida
17
pública responde a la inestabilidad política que crea vacía institucional, ideológica
y éticos. La corporación militar cree que es la única fuerza política organizada, por
lo que actúa como la agencia integradora de la nación y no como una institución
que debe ser integrada por ésta. Explica además que la relación entre las fuerzas
armadas y las instituciones políticas depende principalmente de la debilidad y
desintegración de estas últimas y mucho menos del arbitrio y poderío de aquéllas.
Agrega que cuando las fuerzas políticas civiles pierden el control del poder, crean
la imagen de la patria amenazada por el caos, lo cual facilita la intervención de los
militares. Finalmente, dice que hay un núcleo de civiles militaristas que ofrecen al
sector castrense la ideología que requiere para justificar su injerencia en la vida
política.
Dentro del segundo grupo (orden institucional), Costa Pinto señala que los
gobiernos militares justifican la ocupación permanente del poder civil con razones
ideológicas y demagógicas de salvación nacional. Añade que los militares no son
llevados al golpe, como antes, sino que dan su propio golpe, por lo que se sienten
victoriosos.
Menciona que la tónica de la formación castrense contemporánea es
eminentemente técnica, lo que hace actuar a los militares a semejanza de los
tecnócratas civiles, presentándose como progresistas e incorruptibles en su papel
de gobernantes.
El último grupo (nueva ideología) es más variado. Costa Pinto identifica una
“fantasiosa ideología de reaccionarismo totalitario”, caracterizada por la auto
atribución por parte de los militares de la representación popular y del carácter de
salvadores de la nación, el moralismo, el simplismo en los diagnósticos, el
mecanicismo de las soluciones para los problemas de la sociedad, la negación del
diálogo político, la visión catastrófica del cambio social y la revalorización del
pasado. El militar de nuevo tipo se siente miembro activo de la lucha mundial en
defensa de los valores y tradiciones de la “civilización occidental”. A la vez, percibe
que debe salvaguardar la patria y la persona humana de amenazas como el
comunismo, el materialismo y la corrupción. Los militares consideran además que
la Guerra Fría no es un episodio transitorio, sino un hecho fundamental y
permanente de la historia, y que la “guerra revolucionaria” o “guerra limitada” es
una forma de agresión inventada por la Unión Soviética como medio para
establecer el imperio comunista en el mundo. En consecuencia, enfrentar la guerra
revolucionaria es la prioridad en función de la cual debe enfocarse todo lo demás.
Todos los individuos y grupos que no acepten esa interpretación de las tensiones
internacionales son considerados enemigos. Y contra los “enemigos internos”
debe desencadenarse la llamada contrainsurgencia, que transforma la Guerra Fría
en “guerra caliente” nacional. Administración y represión se vuelven entonces una
sola cosa en los nuevos regímenes militares. Es decir, se administra la política
sobre la base de la represión.
Tal vez lo más importante para resaltar de este modelo de la Doctrina de
Seguridad Nacional es el núcleo del que parte: la intervención de los militares
como corporación en campos de la política ajenos a su actividad profesional. El
ideal doctrinario es la “ocupación” de las instituciones estatales a través de un
golpe de Estado. Solamente así era posible desarrollar a plenitud los principios de
18
lo que en ese momento constituía una nueva racionalidad militar, llamada luego
Doctrina de Seguridad Nacional. Para el caso de la influencia doctrinaria en países
donde no hubo golpes de Estado puede señalarse que, si bien la “ocupación”
militar de las instituciones estatales es el presupuesto básico para el ejercicio
doctrinario, era posible realizar “ocupaciones” parciales del Estado, en el contexto
de los gobiernos civiles.
El tipo ideal doctrinario, en su formulación y ejecución, se presentó en Brasil y
Argentina. Hubo diferencias en la conformación de los respectivos regímenes
políticos, pero no en la esencia doctrinaria. En cambio, en Chile y Perú sí hubo
variaciones en la doctrina. En Chile, la variación principal fue la alteración
progresiva del sentido corporativo, debido al fortalecimiento de una dictadura
personal. Su formulación doctrinaria fue escasa y dependió, por lo menos al
comienzo, de la esbozada en Argentina y Brasil. En Perú, las variaciones fueron
grandes. Hubo una formulación doctrinaria previa al golpe, paralela a la brasileña y
argentina, pero menos autoritaria y abiertamente desarrollista. Antes que un
congelamiento del statu quo, el gobierno militar promovió un proyecto de cambio
social combinado con la eliminación práctica de la ideología anticomunista, para lo
que contó con el apoyo de intelectuales de izquierda y fue independiente de la
tutela estadounidense.
En el resto de países el desarrollo de la Doctrina de Seguridad Nacional fue
fragmentario, además de que no hubo una formulación original. El desarrollo fue
parcial, inclusive donde hubo gobiernos civiles subordinados a los militares, como
en Uruguay, o donde se presentaron golpes castrenses guiados por la Doctrina,
como en el mismo Uruguay y en Ecuador. En Uruguay, aparte de la ausencia de
formulación doctrinaria y no obstante la brutalidad de la represión, la tradición
civilista de la sociedad limitó la duración y la penetración social de la Doctrina. En
Ecuador, la utilización de la Doctrina fue fragmentaria y su orientación desarrollista
fue semejante a la de su vecino Perú. En América Central, y en menor grado en el
Caribe, más que un desarrollo de la Doctrina de Seguridad
Nacional, se adoptaron varios de los principios contenidos en la concepción
norteamericana del Estado de Seguridad, en el contexto de la dominación política
e incluso militar de los Estados Unidos. Ambas concepciones, la Doctrina de
Seguridad Nacional y el Estado de Seguridad, coinciden en varios aspectos. No en
balde la Doctrina se desarrolló bajo la influencia política e ideológica
norteamericana.
Las dictaduras de la seguridad nacional fueron la culminación de un proceso
histórico en el que fue difícil consolidar las prácticas democráticas en la mayoría
de los países de América Latina, por causa de las interferencias militares. Ese
proceso fue parte del prolongado e inacabado camino de conformación de los
Estados nacionales y de instauración de sistemas políticos eficaces. Las
interferencias militares en América Latina están relacionadas con la subordinación
de la racionalidad de acumulación a la reproducción social de privilegios y al
fortalecimiento del poder político. Esta preservación de estructuras sociales
tradicionales permitió que Alain Touraine afirmara que en América Latina el
mantenimiento de los privilegios suele primar sobre la tasa de ganancias. En
momentos de inestabilidad e incertidumbre, el golpe de Estado militar al servicio
19
del statu quo garantizaba el mantenimiento de las relaciones de dominación y la
exclusión social y política” (Rouquié, 1984, págs. 41,49 y 51).El intervencionismo
militar en América Latina no niega el apego ideológico y abstracto a las
instituciones de la democracia occidental que ha caracterizado a esta región.
Muchas intervenciones se han justificado en nombre de la democracia y la
defensa de las instituciones y la constitución. Este comportamiento hace parte del
carácter abstracto de respeto por la democracia, pues sólo así quienes proclaman
estos principios pueden ser los mismos que los transgreden. La legitimidad de
esta contradicción del Estado de derecho se apoyó en la tradición de los
privilegios, que por momentos fue complementada con la legitimidad formal de la
legalidad, que no es lo mismo que democracia. Como dice Rouquié, “La ilusión del
universalismo jurídico encubre el particularismo de las relaciones personales y de
fuerza” (Rial, 1980, pág. 264). De esta manera, las fuerzas armadas formularon la
Doctrina de Seguridad Nacional dentro de un marco de referencia ideológico que
suponía la vigencia, como necesidad, de regímenes políticos de democracia
representativa. Como explica Rial, “toda fuerza armada respalda el mismo tipo de
orden en el cual se formó. No hay excepción histórica a esta regla. Aunque tenga
fuertes desviaciones respecto al tipo ideal, seguirá defendiendo ese orden social
en el que nació como institución.”
Debido a su protagonismo en la gesta libertadora, los militares se consideran los
creadores primero de la nación y luego del Estado. Para ellos, la nación es la
patria misma, es decir, una forma abstracta de madre cultural y geográfica que sin
ellos no existiría. Por eso no pueden ser parte de la nación, y tampoco del Estado,
como entes subordinados. Consideran que el Estado tiene la función de guiar a la
sociedad, de proporcionarle las directrices para su desarrollo y de protegerla de
los peligros. Y a los gobiernos no los consideran administradores de las
instituciones estatales sino su encarnación; por ello, quien gobierne es una
especie de padre responsable de la sociedad. Para poder cumplir cabalmente con
la función prioritaria de seguridad, el gobierno debe acumular en sus manos todos
los recursos existentes: políticos, económicos, militares, sociales y psicológicos.
Los militares, por considerarse los defensores de la nación por definición, creyeron
necesario controlar el gobierno cuando percibieron que la seguridad nacional se
hallaba amenazada. Esto sucedió cuando asociaron los cambios propuestos por
algunas de las élites gobernantes con el comunismo. Esta ideología, y su mayor
promotor, la Unión Soviética, eran percibidos por las fuerzas armadas como el
principal enemigo dentro de su vaga noción de orden social, fundada en la
civilización occidental, el cristianismo y la tradición.
“La necesidad de un enemigo que diera sentido a la acción militar y que reforzara
la identidad corporativa, fue llenada al descubrir que pueden llevarse adelante
guerras de un nuevo tipo.” (Rial J. , Los intereses de las Fuerzas Armadas de
América Latina en sostener regímenes democráticos, 1990)Se utilizó, entonces, la
rígida lógica militar de la oposición “amigo-enemigo” para crear el concepto de
“enemigo interno”, transformando al adversario político en enemigo. Sin lugar a
dudas, el cambio militar contemporáneo más importante a nivel profesional fue la
sustitución del viejo profesionalismo de “defensa externa”, por el “nuevo
profesionalismo de la seguridad interna y el desarrollo nacional” (Stepan, 1973).
20
Se justificaba, así, el golpe militar y la instauración del “terrorismo de Estado”
como sistema de acción política. “[Este terrorismo] logra no sólo identificar y
destruir al enemigo actual, y disuadir a los enemigos potenciales, sino convencer
al ciudadano común de que su seguridad personal es función inevitable y obligada
de su incondicionalidad frente al régimen.” Así, en esta guerra antisubversiva se
dio prioridad al componente psicológico mediante la labor de inteligencia. Para ello
se copiaron las instituciones estadounidenses del Estado de Seguridad Nacional
diseñadas con este propósito, en particular las de “inteligencia”. Los servicios de
inteligencia se militarizaron y policivizaron, y fueron ubicados, al igual que en el
sistema nazi, por encima de la jerarquía que les corresponde en la organización
institucional tradicional. De este modo, los métodos psicológicos, como la
persecución, el hostigamiento, la detención arbitraria, la tortura y la desaparición,
fueron prioritarios en esta guerra “irregular”.
Fuera del incremento de la importancia relativa de los servicios de inteligencia, la
Doctrina de Seguridad Nacional no implicó mayores cambios en la organización
operativa militar. En general, en todos los países se mantuvo la organización
tradicional para la guerra regular. En algunos casos se crearon unidades militares
especiales para enfrentar fuerzas guerrilleras, pero fueron marginales, transitorias
y, en buena medida, ceñidas a esquemas convencionales.
La conclusión principal que puede sacarse sobre la Doctrina de Seguridad
Nacional en América Latina es que ésta fue, ante todo, un planteamiento
ideológico y político que responde a una racionalidad mecánica y ante todo militar,
que fue ejecutada por medio de golpes de Estado. Sus consecuencias han sido
profundas y duraderas. La Doctrina ha sido un obstáculo para el desarrollo
institucional militar (entendido como progreso). La distorsión que introdujo en las
instituciones militares fue muy negativa, puesto que alteró los cánones
profesionales y desvió los principios castrenses hacia funciones ajenas al
quehacer militar. “Las fuerzas armadas del continente, desde el punto de vista
profesional, se vieron envueltas en un proceso degenerativo.” (Vidiga, 1991, pág.
9)
El lastre doctrinario más notorio con que cargaron los procesos de la llamada
redemocratización de América Latina fue la desviación profesional y la politización
de las instituciones castrenses, no sólo en los países que procrearon la Doctrina
de Seguridad Nacional, sino también en los que sufrieron sus efectos. Este lastre
dificulta la tendencia de fortalecimiento de la sociedad civil frente al Estado y la
necesidad de solucionar los innumerables problemas de integración social. Este
es el máximo reto de la denominada democracia liberal, modelo vigente de
Estado-nación.
Es claro el contraste entre el pasado y las perspectivas del presente, pues hoy se
busca concretar las relaciones internacionales de la región latinoamericana
mediante el espíritu de interdependencia, cooperación e integración. Contraste y
crisis plantean entonces la necesidad de redefinir con claridad las instituciones
castrenses y sus funciones. Este ha sido uno de los principales desafíos de la
democracia en América Latina desde el fin de la Guerra Fría.
21
2.4. CARACTERÍSTICA DE DOCTRINA DE SEGURIDAD NACIONAL
La seguridad de la Nación está fundamentada en el desarrollo integral, y es la
condición, estado o situación que garantiza el goce y ejercicio de los derechos y
garantías en los ámbitos económico, social, político, cultural, geográfico, ambiental
y militar de los principios y valores constitucionales por la población.
2.5. CONSECUENCIAS DE LA DOCTRINA DE SEGURIDAD NACIONAL
Las principales consecuencias de esta doctrina en América Latina tienen que ver
con la brutal violación de los derechos humanos en todos los países gobernados
por dictaduras militares afines a los intereses estadounidenses.
Ocurrieron desapariciones masivas de ciudadanos, torturas, secuestros, robos de
propiedad privada y otra lista de atrocidades que ha dejado una herida profunda
en la consciencia latinoamericana y una deuda histórica por pagar.
Además, con el recuerdo de estas intervenciones se propagó un profundo
sentimiento anti-estadounidense en un sector sus poblaciones
Desde luego, también fue una consecuencia de esta doctrina el fracaso de la
izquierda revolucionaria en América Latina.
Cuando se iniciaba algún tipo de gobierno o simpatía izquierdista, fuera por medio
de la fuerza o fuera por medio de las elecciones generales, los intereses
estadounidenses hacían todo por aplastarla bajo la bota militar mediante un golpe
de Estado y una dictadura subsiguiente.
2.6. ¿CUÁNDO FINALIZO LA DOCTRINA DE SEGURIDAD NACIONAL?
El final de la Guerra Fría supuso la superación de las necesidades que impulsaban
la doctrina.
Sin embargo, continuó formando parte de la ideología imperante en muchas de las
Fuerzas Armadas latinoamericanas hacia finales del siglo XX, incluso luego de
recuperada la democracia.
Esto supuso una dificultad adicional para los pueblos latinoamericanos a la hora
de decidir sus destinos de cara al nuevo siglo.
2.7. EPILOGO
Con el fin de la Guerra Fría se creyó que llegaría una era de estabilidad,
cooperación y menos amenazas a la seguridad mundial. También se pensó que la
tendencia de disminución de la importancia de los Estados nacionales y su mayor
interdependencia fortalecerían las decisiones multilaterales para beneficio de la
humanidad. Esta visión se cumplió, en buena medida, para los países más
prósperos y para la mayoría de sus habitantes. Pero para el denominado Tercer
Mundo, la utopía de alcanzar su soberanía plena dentro de un nuevo orden
mundial se derrumbó y la inestabilidad continuó marcando a sus sociedades.
Renacieron antiguos conflictos de diferente tipo, como los regionales, los étnicos,
los religiosos y los nacionalistas. Además, varias de las decisiones multilaterales
que se tomaron fueron para realizar intervenciones en los países más inestables,
con respaldos legitimadores como el de las Naciones Unidas. Surgió así, por
ejemplo, el llamado derecho de injerencia, con pretensiones humanitarias.
En este nuevo contexto, las amenazas a la seguridad se perfilaron como
problemas sociales de orden trasnacional y no como conflictos entre los Estados.
22
El narcotráfico, la corrupción, el terrorismo, la violación de los derechos humanos y
la destrucción del medio ambiente son ejemplos de estas nuevas amenazas. Con
ellas apareció la tendencia a la privatización de las guerras, principalmente en los
países inestables, lo que proporcionó argumentos a teorías como la de los
Estados inviables. De otra parte, Estados Unidos se erigió como el centro del
poder militar universal, aunque hubo ensayos multilaterales de cooperación
excepcionales, como el de la Guerra del Golfo, que respondieron más a razones
económicas que a necesidades estratégicas. Así mismo, la prosperidad
económica alejó aún más a los países llamados subdesarrollados de aquellos que
basan su crecimiento más en la desregulación financiera internacional que en su
gran capacidad tecnológica y productiva.
La tensión entre quienes confiaban en la cimentación de la estabilidad y aquellos
que veían en la incertidumbre el sello de la posguerra fría, duró poco más de una
década. Los trágicos sucesos del 11 de septiembre de 2001 generaron un punto
de inflexión, en un momento en que el ciclo económico de prosperidad declinaba.
“Ahora sí comenzó el siglo XXI”, “surge una nueva bipolaridad”, “terminó la fugaz
posguerra fría”, “nace un nuevo desorden mundial”. Estas y otras expresiones
similares mostraron que desde un primer momento se tuvo certeza de la
trascendencia de las implicaciones de los acontecimientos ocurridos en Estados
Unidos. Pero en esta fecha no comenzó una nueva era.
Más bien, se definió de una vez por todas la posguerra fría. La incertidumbre que
subyacía bajo la inestabilidad de muchos países, sobre todo después de que la
tutela perversa de una u otra de las dos superpotencias fue abandonada, se
extendió a las naciones que aún comulgaban con la visión de estabilidad y
confiaban en una seguridad eterna resguardada por un gran desarrollo tecnológico
que fortalecía a los organismos militares, policiales y de seguridad. Esta es la
verdadera realidad del fin de la Guerra Fría, realidad que cobija, de diferentes
maneras, a todos los países del mundo entero.
23
CAPITULO III
3. CONCLUSIÓN
La Doctrina de la Seguridad Nacional ha sido considerada por algunos países
como la única alternativa viable para llevar a cada uno de los estados en que se
aplica hacia los niveles de desarrollo que poseen las grandes potencias mundiales
hoy en día. Hacen esto sin considerar que el verdadero origen de la doctrina
proviene de la época de la Guerra Fría, que enfrentó a la antigua Unión Soviética
con los Estados Unidos de Norteamérica. En esa época, los Estados Unidos
desarrollaron la Doctrina de Seguridad Nacional como una manera de evitar, a
toda costa, la “infiltración” de las ideologías comunistas que preconizaba la Unión
Soviética que eran consideradas como ideas, prácticamente, diabólicas, las
cuales, de ninguna manera, podrían ayudar al desarrollo de un modo de vida
adecuado para los ciudadanos del planeta.
Para aplicar este modo de ver las opiniones contrarias en todos los aspectos de la
vida de los ciudadanos, los estados interesados desarrollaron nuevas definiciones
legales con el fin de ceñir a la legitimidad todos sus actos a favor de la “Seguridad
Nacional”. Así por ejemplo, definieron de una forma muy amplia un concepto que
les serviría de base para sus actos. Precisaron todo cuanto era de interés de la
Seguridad Nacional. Esto incluía los intereses básicos de un estado (límites
fronterizos, delincuencia, educación – o la no educación-, salud pública y otros),
los intereses de los grandes grupos económicos del país y los de las Fueras
Armadas.
De esta manera, si algún grupo de ciudadanos atentaba, por cualquier razón,
contra alguna empresa o grupo económico, esto era considerado como un ataque
a la Nación y los poderes opresivos y represivos del estado operaban a cabalidad,
haciendo “desaparecer” a los manifestantes. Pero, la voz de los manifestantes no
era totalmente acallada y, de una u otra manera, la población se enteraba de los
abusos que cometía el estado que “tan bien” les trataba, dándoles beneficios de
todo tipo, cambiando su parecer frente a como era, en verdad, el estado que los
gobernaba. Esto se convirtió en un flanco desde donde muchas personas
intentaban herir los regímenes de la época.
Considerando que la Doctrina de Seguridad Nacional fue formulada en el contexto
de la Guerra Fría como una manera de evitar las influencias comunistas en
occidente, ésta no se justificaba luego de la disolución de la Unión Soviética,
habiendo terminado cualquier amenaza contra el estado. Ante este nuevo
“desafío” de la doctrina, sus ideólogos cambiaron al enemigo permanente del
comunismo al narcotráfico. Ahora, no había una sola dirigencia del contrario, sino
que hay varios dirigentes para cada zona en que se realiza la producción de
drogas.
Esto desequilibró las bases en que se sostenía la maquinaria de la Seguridad
Nacional. Pero, poco tardaron sus teóricos en acomodarse a la nueva situación y
adaptaron los ideales y regulaciones para cualquier país que aplique la Doctrina.
Los cambios funcionan muy bien, a menos que se considere que la población
tiene algo de memoria como para recordar que antes eran otras las motivaciones
24
que llevaban a practicar la doctrina. Así, los gobiernos van perdiendo adherentes,
pues la gente piensa que quienes están al mando pretenden eternizarse en sus
cargos a cualquier costo, incluso cambiando sus ideales.
En otro aspecto, por suponer que los ciudadanos son enemigos potenciales, los
estados que aplican la Doctrina de Seguridad Nacional se han dedicado a la
protección de los mismos gobernantes en desmedro de los habitantes comunes y
corrientes y estos últimos, después de tanto tiempo de restricciones, han
comenzado a sentirse cansados y ahora se manifiestan en contra de los
gobernantes, haciendo un poco más difícil el llevar adelante el gobierno en
tranquilidad.
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