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Lacan. Seminario 1. Capitulo 11. Ideal Del Yo y Yo-Ideal.

El documento resume las ideas de Freud sobre el yo ideal y el ideal del yo. Explica que el niño ama primero a la persona que satisface sus necesidades, y luego desarrolla un ideal del yo basado en sus propias características y deseos. Este ideal del yo se convierte en el objeto de amor ególatra del adulto. También explora cómo la relación simbólica con los demás ayuda a regular lo imaginario y a lograr una imagen más completa del yo a través del lenguaje y la función simbólica.
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Lacan. Seminario 1. Capitulo 11. Ideal Del Yo y Yo-Ideal.

El documento resume las ideas de Freud sobre el yo ideal y el ideal del yo. Explica que el niño ama primero a la persona que satisface sus necesidades, y luego desarrolla un ideal del yo basado en sus propias características y deseos. Este ideal del yo se convierte en el objeto de amor ególatra del adulto. También explora cómo la relación simbólica con los demás ayuda a regular lo imaginario y a lograr una imagen más completa del yo a través del lenguaje y la función simbólica.
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Ideal del yo y yo ideal.

Clase 11

Dr. Laclaire. Durante la fase en que retira su carga libidinal de los objetos, la libido y el interés del yo se confunden nuevamente, tienen
de nuevo el mismo destino, y es imposible distinguirlos. Caso Wilheim Busch: el dolor de muelas que sufre interrumpe todo, en el
pequeño agujero, la muela habita. El mundo simbólico de las cotizaciones de la bolsa y de la tabla de multiplicar se halla enteramente
cargado de dolor.

Freud introduce la noción de erogeneidad, de zonas erógenas que pueden reemplazar lo genital y comportarse como él. La hipocondría
podría clasificarse dentro de las neurosis que dependen de la libido del yo, mientras que las demás neurosis actuales dependerían de la
libido objetal. Freud define los dos tipos de elección objetal. El comentario esencial de Freud es que resulta casi indiferente que una
elaboración de la libido se produzca sobre objetos reales u objetos imaginarios. La diferencia sólo aparece más tarde, cuando la
orientación de la libido se efectúa sobre objetos irreales.

En el punto en que estamos de la formación del mundo exterior, es indiferente considerar si es real o imaginario. Freud escribe: el
individuo tiene dos objetos sexuales primitivos: él mismo y la mujer que se ocupa de él. Él mismo, o sea, su imagen. Las primeras
satisfacciones sexuales autoeróticas cumplen una función en la conservación de sí. Después, comprueba que las pulsiones sexuales se
aplican primero a la satisfacción de las pulsiones del yo y que sólo más tarde se hacen autónomas. Así, el niño ama primero al objeto
que satisface sus pulsiones del yo, es decir, a la persona que se ocupa de él. Por último Freud define el tipo narcisístico de la elección
objetal, patente sobre todo en quienes el desarrollo libidinal estuvo perturbado, es decir en los neuróticos. Estos dos tipos
fundamentales corresponden a los dos tipos fundamentales, masculino y femenino. Los dos tipos: narcisístico y Anlehnung-

Existe, ante todo, en el campo de la fijación amorosa, el tipo narcisístico. Está fijado pues se ama primero lo que uno mismo es, segundo
por lo que uno ha sido, tercero lo que uno quisiera ser, y cuarto, la persona que fue una parte del propio yo. Freud señala lo fascinante
y satisfactorio que es la aprehensión de un ser que presenta las características de ese mundo clausurado, cerrado sobre si mismo,
satisfecho, pleno que representa el tipo narcisístico.

¿En qué se convierte la libido del yo en el adulto normal? La represión existe con una función normalizante. Parte del yo, con sus
exigencias éticas y culturales. Las mismas impresiones que le sucedieron a un individuo, serán rechazados por otra persona. Podemos
decir que uno de los sujetos ha construido en sí un ideal, con el cual compara su yo actual, mientras que el otro carece de semejante
ideal. La formación de un ideal sería, por parte del yo, la condición de la represión. A este yo ideal se consagra el amor ególatra de que
en la niñez era objeto el yo verdadero.

El narcisismo aparece desplazado sobre este nuevo yo ideal adornado, como el infantil. Como siempre, en el terreno de la libido, el
hombre se demuestra una vez más incapaz de renunciar a una satisfacción ya gozada alguna vez. A este yo ideal se consagra el amor
ególatra de lo que la niñez era objeto el yo verdadero, pero enseguida dice no quiere renunciar a la perfección de su niñez, intenta
conquistarla de nuevo bajo la nueva forma de su ideal del yo. Figuran pues aquí las dos expresiones: yo ideal e ideal del yo.

Freud formuló la existencia del yo ideal que luego llama ideal del yo, o forma del ideal del yo. Dice que no hay sino un paso desde este
punto a la investigación de las relaciones entre la formación del ideal y la sublimación. La sublimación es un proceso de la libido objetal.
Por el contrario, la idealización es posible tanto en el dominio de la libido del yo como en el de la libido objetal.

La idealización del yo puede coexistir con una sublimación fallida. La formación del ideal del yo aumenta las exigencias del yo y favorece
al máximo la represión. Uno está en el plano de lo imaginario, el otro en el plano de lo simbólico. Freud termina el breve párrafo
relativo a las relaciones entre el ideal del yo y la sublimación en este punto. No sería de extrañar que encontrásemos una instancia
psíquica esencial encargada de velar por la satisfacción que se desprende del ideal del yo, y que en cumplimiento de su función, vigila
de continuo al yo actual. Esta hipótesis de una instancia psíquica especial que cumpliría entonces una función de vigilancia y seguridad
nos conducirá, más tarde al superyó.

Dice que si una instancia tal existe, no es posible que sea algo que aún no hayamos descubierto. Los ejemplos que elige muestran que la
identifica con la censura. La reconoce luego en lo que se define como fenómeno funcional de Silberer. Según Silberer, la percepción
interna por parte del sujeto de sus propios estados, de sus mecanismos mentales en tanto funciones, en el momento en que se desliza
en el sueño, jugaría un rol formador.

Hay luego, algo así como una tentativa de síntesis en la que se aborda la discusión del sentimiento de sí en el individuo normal y en el
neurótico. El sentimiento de sí tiene tres orígenes: la satisfacción narcisista primaria, el criterio de éxito, y la gratificación recibida de los
objetos de amor. El desarrollo del yo consiste en un alejamiento del narcisismo primario y crea una intensa tendencia a reconquistarlo.
Este alejamiento sucede mediante el desplazamiento de la libido sobre un ideal del yo impuesto desde el exterior, y la satisfacción es
proporcionada por el cumplimiento de este ideal. El yo pasa pues por una especie de alejamiento, y vuelve después a su posición
primitiva. Se trata de un movimiento que es la imagen misma del desarrollo. La estructuración.

Partamos del animal, un animal también animal, es decir, logrado, el animal no logrado es aquel que hemos podido capturar. ¿Qué nos
muestra el desarrollo del funcionamiento instintual? La extrema importancia de la imagen (ejemplo danza del picón macho y picón
hembra). La manifestación natural de este mundo cerrado de dos nos ilustra la conjunción de la libido objetal y la libido narcisística. En
efecto, el apego de cada objeto para con el otro está hecho de la fijación narcisística a esa imagen, porque esa imagen y solo ella es la
que él esperaba.

Digamos que, en el mundo animal, todo el ciclo del comportamiento sexual está dominado por lo imaginario. Por otra parte, es en el
comportamiento sexual donde se manifiesta la mayor posibilidad de desplazamiento. Lo empleamos ya a título experimental cuando le
presentamos al animal una trampa, una falsa imagen. Basta presentar esa trampa para desencadenar la conducta sexual. Sucede lo
mismo con el hombre, esta imagen podría ser ese ideal-Ich.

El fenómeno físico de la imagen real que puede ser producida por el espejo, ser vista en su lugar, insertarse en el mundo de los objetos
reales, ser enfocada al mismo tiempo que los objetos reales, aportar incluso a estos objetos reales una ordenación imaginaria,
incluirlos, excluirlos, situarlos, completarlos. Esto no es más que el fenómeno imaginario que les detallé en el animal. El animal hace
coincidir un objeto real con la imagen que está en él.

Las manifestaciones de la función sexual en el hombre se caracterizan por un desorden eminente. Nada se adapta. Esa imagen, en torno
a la cual nosotros, psicoanalistas, nos desplazamos, presenta ya sea en la neurosis o en la perversión, una especie de fragmentación, de
estallido, de despedazamiento, de inadaptación, de inadecuación. Existe una especie de juego de escondite entre la imagen y su objeto
normal, suponiendo que adoptemos el ideal de una norma en el funcionamiento de la sexualidad.

La visión de una imagen en el espejo plano es exactamente equivalente a lo que sería la imagen del objeto real. Podemos reemplazar el
sujeto por un sujeto virtual SV. Estando colocado en un punto muy cercano a la imagen real, puede vérsela no obstante en un espejo en
estado de imagen virtual. Esto es lo que se produce en el hombre. En efecto, el sujeto virtual, reflejo del ojo mítico, es decir, el otro que
somos, está allí donde primero hemos visto a nuestro ego: fuera nuestro, en la forma humana. El ser humano sólo ve su forma
realizada, total, el espejismo de sí mismo, fuera de sí mismo.

Lo que el sujeto, que sí existe, ve en el espejo es una imagen, nítida o bien fragmentada, inconsistente, incompleta. Esto depende de su
posición en relación a la imagen real. Demasiado cerca de los bordes, se ve mal. Todo depende de la incidencia particular del espejo.
Solo en el cono puede obtenerse una imagen nítida. De la inclinación del espejo depende que veamos más o menos perfectamente la
imagen. En cuanto al espectador virtual, basta que el espejo plano esté inclinado de cierto modo. Para que esté en el campo desde
donde se ve muy mal. Estor representa la difícil acomodación de lo imaginario en el hombre.

Podemos suponer ahora que la inclinación del espejo plano está dirigida por la voz del otro. Esto no existe a nivel del estadio del espejo,
sino que se ha realizado posteriormente en nuestra relación con el otro en su conjunto: la relación simbólica. Pueden comprender
entonces que la regulación de lo imaginario depende de algo que está situado de modo trascendente siendo lo trascendente el vínculo
simbólico. ¿Qué es el vínculo simbólico? Socialmente, nos definimos por intermedio de la ley. Situamos a través del intercambio de
símbolos, nuestros diferentes yos los unos respecto a los otros.

En otros términos, la relación simbólica define la posición del sujeto como vidente. La palabra, la función simbólica, define el mayor o
menor grado de perfección, de completitud, de aproximación de lo imaginario. La distinción se efectúa en esa representación entre el
yo ideal e ideal del yo. El ideal del yo dirige el juego de relaciones de las que depende toda relación con el otro. Y de esta relación con el
otro depende el carácter más o menos satisfactorio de la estructuración imaginaria.

Semejante esquema ilustra que lo imaginario y lo real actúan al mismo nivel. Supongan que este espejo es un vidrio. Ustedes se ven en
el vidrio y ven los objetos que están más allá. Se trata justamente de eso: de una coincidencia entre ciertas imágenes y lo real. ¿De qué
otra cosa hablamos cuando evocamos una realidad oral, anal, genital, es decir, cierta relación entre nuestras imágenes y las imágenes?
Hablamos justamente de las imágenes del cuerpo humano y de la humanización del mundo, su percepción en función de imágenes
ligadas a la estructuración del cuerpo. Los objetos reales, que pasan por intermedio del espejo y a través de él, están en el mismo lugar
que el objeto imaginario. Lo propio de la imagen es la carga por la libido. Se llama carga libidinal a aquello por lo cual un objeto deviene
deseable.

Este esquema permite pues la representación de la diferencia entre regresión tópica y genética, arcaica.

¿Cómo se transforma finalmente la boca originaria en falo? En el hombre no puede establecerse ninguna regulación imaginaria,
verdaderamente eficaz y completa, si no es mediante la intervención de otra dimensión. Esto es lo que busca al menos míticamente el
análisis. ¿Cuál es mi deseo y mi posición en la estructuración imaginaria? Solo se puede captar mediante una guía que dirige al sujeto al
ideal del yo. Para captarla, hay que comprender que es el amor, es un fenómeno que ocurre a nivel de lo imaginario y que provoca una
verdadera subducción de lo simbólico, algo así como una anulación, una perturbación de la función del ideal del yo. El amor vuelve a
abrir las puertas a la perfección.

El ideal del yo es el otro en tanto hablante, el otro en tanto tiene conmigo una relación simbólica, sublimada. El intercambio simbólico
es lo que vincula entre sí a los seres humanos. El Ich-ideal, en tanto hablante, puede llegar a situarse en el mundo de los objetos a nivel
del Ideal-Ich, o sea en el nivel donde puede producirse esa captación narcisística.

Cuando se está enamorado, se está loco. En el amor se ama al propio yo, al propio yo realizado a nivel imaginario. ¿Cómo producirse la
transferencia en los neuróticos, tan trabados en el plano del amor? La producción de la transferencia tiene un carácter universal,
mientras que las exigencias del amor son específicas. No todos los días encontramos lo que está hecho de tal modo que pueda
brindarnos justo la imagen de nuestro deseo.

31 de marzo de 1954.

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