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FACULTAD DE
CIENCIAS ECONÓMICAS
GEOGRAFÍA TURÍSTICA LATINOAMERICANA
Fabricio Gliemmo
Florencia Moscoso
Introducción _______________________________________________________________ 7
PRIMERA PARTE
Presentación del marco físico y conceptual de Latinoamérica ____________________ 16
Capítulo 1
Condiciones naturales del espacio Latinoamericano ________________________________ 17
Fabricio Gliemmo
Capítulo 2
Procesos históricos políticos en América Latina ___________________________________ 39
Patricia Rampello
Capítulo 3
Sociedades e identidades culturales en América Latina _____________________________ 50
Florencia Moscoso
SEGUNDA PARTE
Aportes desde la teoría a la acción y desde el análisis a la reflexión.
Estudios de caso en Latinoamérica ___________________________________________ 62
Capítulo 4
Cancún, un modelo de destino turístico planificado en América Latina _________________ 67
David Elena
Capítulo 5
El desarrollo del turismo en Cuba. Análisis de la política turística
desde una mirada territorial ___________________________________________________ 81
Camila Mangioni
Capítulo 6
El proceso de gentrificación en Antigua Guatemala ________________________________ 95
Ninfa Morales Blanco
Capítulo 7
El turismo como proceso de desplazamiento y segregación de la sociedad local
en Cartagena de Indias, Colombia _____________________________________________ 105
Florencia Moscoso
Capítulo 8
Valorización turística, alcances y desafíos para la Gestión Sostenible. El caso
de Quindío en el Paisaje Cultural Cafetero Colombiano (PCCC) _____________________ 119
Fabricio Gliemmo
Capítulo 9
Turismo y gentrificación estratégica en Barranco, Lima ____________________________ 137
Patricia Rampello
Capítulo 10
Amazonia brasileña: entre la valorización turística y los impactos ambientales __________ 157
Aarón Conosciuto
Capítulo 11
Reflexiones sobre la práctica turística: abordaje territorial para definir lugares
sostenibles. Iniciativas en Minas, Lavalleja (Uruguay)______________________________ 173
Fabricio Gliemmo
Capítulo 12
Los conflictos territoriales en torno a la construcción de atractividad turística:
caso Parque Nacional Rapa Nui, Chile _________________________________________ 189
Leandro Becka
Capítulo 13
Claves para una lectura Geoturística: el caso de Las Misiones Jesuíticas
Guaraníes, Paraguay _______________________________________________________ 202
Gabriel Comparato
Capítulo 14
Turismo comunitario como medio para el desarrollo territorial. El caso del Corredor
Ruta Pachamama __________________________________________________________ 213
Luciana Bellolli Orrijola
1
Autores Fabricio Gliemmo y Florencia Moscoso. Título del Libro: “Geografía Turística Argentina: aportes y reflexiones hacia la
construcción de territorios turísticos sostenibles”. 1a ed. - La Plata. Universidad Nacional de La Plata; La Plata: EDULP, 2018.
Libro digital, PDF - (Libros de cátedra). Archivo Digital: descarga y online: http://sedici.unlp.edu.ar/handle/10915/74022
A lo largo de la primera parte del libro se desarrolla un marco conceptual y relacional acerca
de los aspectos naturales, históricos y culturales del territorio latinoamericano. El libro comienza
dando cuenta de los temas que atañen las condiciones naturales vinculadas a relieves, climas,
ambientes e hidrografía presente en América Latina (Capítulo 1). Continúa abordando el proceso
histórico-político (Capítulo 2) donde se presentan una serie de etapas desde el periodo prehis-
pánico hasta la actualidad. Finalmente, esta primera parte, termina con un análisis sobre las
sociedades e identidades culturales de Latinoamérica (Capítulo 3).
La segunda parte del libro hace hincapié en compartir estudios de casos y problemáticas
presentes en América Latina. Se pretende indagar, profundizar y analizar las transformaciones
que afronta el territorio turístico latinoamericano en distintos países desde sus contextos sociales,
políticos y económicos particulares. De esta manera, se aborda los casos de Cancún en México
(Capítulo 4), Cuba (Capítulo 5), Antigua Guatemala (Capitulo 6), Colombia con dos casos espe-
cíficos, Cartagena de Indias (Capítulo 7) y el Paisaje Cultural Cafetero (Capítulo 8); Lima en Perú
(Capítulo 9), Amazonia brasileña (Capítulo 10), el Departamento de Lavalleja en Uruguay (Capí-
tulo 11), Isla de Pascua en Chile (Capítulo 12), las Misiones Jesuíticas-Guaraníes en Paraguay
(Capítulo 13) y finalmente, un caso de turismo rural comunitario en Bolivia (Capítulo 14).
A modo de introducción a un debate que se irá desplegando desde cada capítulo del presente
libro, Walter Pengue (2017) en la obra Hacia el pensamiento ambiental del Sur. Recursos natu-
rales, desarrollo y reflexiones sobre una región estratégica ilustra de una manera clara y precisa
algunos desafíos por los que atraviesa la región; a partir de los cuales el lector queda invitado a
tender un puente, no solo teórico-conceptual, sino metodológico y de intervención-acción desde
nuestras prácticas profesionales sobre la realidad del turismo en Latinoamérica.
Resulta todo un desafío articular en un libro de cátedra los temas y contenidos del programa
de la asignatura. En este caso, un objetivo ambicioso dado el tiempo limitado asignado para el
dictado de la misma por el calendario académico. A su vez, una oportunidad de ampliar y pro-
fundizar temas que por no estar explicitados en la currícula muchas veces quedan en los “pen-
dientes” para el año próximo. Esto supone revisar y re-pensar nuestras prácticas docentes desde
una multiplicidad de dimensiones que puedan ser significativas para el alumno.
El día 12 de enero del año 2010 un terremoto sacudió la capital haitiana, Puerto Príncipe.
Según el Servicio Geológico de Estados Unidos, el sismo tuvo una magnitud de 7,0 Mw y se
generó a una profundidad de 10 km. Este fue uno de los terremotos más devastadores en la
historia de la humanidad de la cual se tenga registro. Los efectos causados sobre Haití, el país
más pobre de América, fueron devastadores. El número de muertos se calculaba que excedería
los 200 000. Un año más tarde se reconoció que en el sismo habían fallecido 976 mil personas,
y más de 1,3 millones de personas se habían quedado sin hogar.
En ese sentido, el siguiente artículo publicado del Nobel de literatura José Saramago, a quién
la Academia Sueca destacó su capacidad para “volver comprensible una realidad huidiza, con
parábolas sostenidas por la imaginación, la compasión y la ironía”, nos permite reflexionar y
pensar críticamente la realidad “huidiza” por la que transita Latinoamérica. Sin perder de vista
todos los desafíos presentes a la hora de proyectar los territorios turísticos latinoamericanos.
¿Cuántos Haitís?
El Nobel portugués rememora otro terremoto: el que arrasó Lisboa en 1755. Y asegura que,
como ocurrió con la capital lusa, Haití será reconstruido. La cuestión es: ¿cómo se reconstruirá
la comunidad de su pueblo?
2 Este artículo apareció en la edición impresa del domingo, 07 de febrero de 2010. El País Semanal.
En el día de Todos los Santos de 1755, Lisboa fue Haití. La tierra tembló cuando faltaban
pocos minutos para las diez de la mañana. Las iglesias estaban repletas de fieles, los sermones
y las misas en pleno auge... Tras la primera sacudida, cuya magnitud los geólogos calculan hoy
que pudo alcanzar el grado 9 en la escala de Richter, las réplicas, también de gran potencia
destructiva, se prolongaron durante la eternidad de dos horas y media, dejando el 85% de las
construcciones de la ciudad reducidas a escombros. Según testimonios de la época, la altura de
la ola del tsunami resultante del terremoto fue de veinte metros, causando 900 víctimas mortales
entre la multitud que había sido atraída por el insólito espectáculo del fondo del río sembrado de
restos de navíos hundidos a lo largo del tiempo. Los incendios durarían cinco días. Los grandes
edificios, palacios, conventos, repletos de riquezas artísticas, bibliotecas, galerías de pinturas, el
teatro de la ópera recientemente inaugurado, que, mejor o peor, habían aguantado los primeros
embates del terremoto, fueron devorados por el fuego. De los doscientos setenta y cinco mil
habitantes que Lisboa tenía entonces, se cree que murieron noventa mil. Se dice que a la pre-
gunta inevitable "Y ahora, ¿qué hacemos?", el secretario de Exteriores Sebastián José de Car-
valho e Melo, que más tarde llegaría a ser nombrado primer ministro, respondió: "Enterrar a los
muertos y cuidar de los vivos". Estas palabras, que luego entraron en la historia, fueron efectiva-
mente pronunciadas, pero no por él. Las dijo un oficial superior del ejército, expoliado de esta
manera de su haber, como sucede tantas veces, en favor de alguien más poderoso.
En enterrar a sus ciento cincuenta mil o más muertos anda ahora Haití, mientras la comunidad
internacional se esfuerza por auxiliar a los vivos, en medio del caos y la desorganización múltiple
de un país que incluso antes del sismo, desde hace generaciones, se encuentra en estado de
catástrofe lenta, de calamidad permanente. Lisboa fue reconstruida, Haití también lo será. La
cuestión, en lo que respecta a Haití, reside en cómo se ha de reconstruir eficazmente la comuni-
dad de su pueblo, reducido a la más extrema de las pobrezas e históricamente ajeno a un senti-
miento de conciencia nacional que le permita alcanzar por sí mismo, con tiempo y con trabajo,
un grado razonable de homogeneidad social. Desde todo el mundo, de distintas procedencias,
millones y millones de euros y de dólares están siendo encaminados hacia Haití. Los abasteci-
mientos han comenzado a llegar a una isla donde todo faltaba o porque se perdió en el terremoto
o porque no existía. Como por acción de una divinidad, los barrios ricos, comparados con el resto
de la ciudad de Puerto Príncipe, fueron poco afectados por el sismo. Se podría decir, y a la vista
de lo sucedido en Haití parece cierto, que los designios de Dios son inescrutables. En Lisboa,
las oraciones de los fieles no pudieron impedir que el techo y los muros de las iglesias se les
vinieran encima y los aplastasen. En Haití, ni siquiera la simple gratitud por haber salvado vidas
y bienes sin haber hecho nada ha movido los corazones de los ricos para acudir en auxilio de
millones de hombres y mujeres que ni siquiera pueden presumir del nombre unificador de com-
patriotas porque pertenecen a lo más ínfimo de la escala social, la de los no-seres, a la de los
vivos que siempre estuvieron muertos porque la vida plena les fue negada, esclavos que fueron
de señores, esclavos que son de la necesidad. No hay noticia de que un solo haitiano rico haya
abierto sus bolsas o aliviado sus cuentas bancarias para socorrer a los siniestrados. El corazón
del rico es la llave de su caja fuerte.
Habrá otros terremotos, otras inundaciones, otras catástrofes de esas que llamamos natu-
rales. Tenemos ahí el calentamiento global con sus sequías y sus inundaciones, las emisiones
de CO2 que, sólo forzados por la opinión pública, los Gobiernos se han resignado a reducir, y
tal vez tengamos ya en el horizonte algo en lo que parece que nadie quiere pensar, la posibili-
dad de una coincidencia de los fenómenos causados por el calentamiento con la aproximación
de una nueva era glacial que cubriría de hielo la mitad de Europa y ahora estaría dando las
primeras señales, todavía benignas. No será para mañana, podemos vivir y morir tranquilos.
Aunque, y que hable de esto quien sepa, las siete eras glaciales por las que el planeta ha
pasado hasta hoy no han sido las únicas, habrá otras. Entretanto, volvamos la vista a este Haití
y a los otros mil Haitís que existen en el mundo, no sólo para esos que prácticamente están
sentados sobre inestables fallas tectónicas para las que no se les ve solución posible, sino
también para los que viven en el filo de la navaja del hambre, de la falta de asistencia sanitaria,
de la ausencia de una instrucción pública satisfactoria, donde los factores propicios para el
desarrollo son prácticamente nulos y los conflictos armados, las guerras entre etnias separa-
das por diferencias religiosas o por rencores históricos cuyo origen, en muchos casos, se per-
dió en la memoria aunque los intereses de ahora se obstinan en alimentar. El antiguo colonia-
lismo no ha desaparecido, se ha multiplicado en una diversidad de versiones locales, y no son
pocos los casos en que sus herederos inmediatos son las propias élites locales, antiguos gue-
rrilleros transformados en nuevos explotadores de su pueblo, la misma codicia, la crueldad de
siempre. Ésos son los Haitís que hay que salvar. Habrá quien diga que la crisis económica vino
a corregir el rumbo suicida de la humanidad. No estoy muy seguro de eso, pero al menos que
la lección de Haití pueda resultarnos de provecho a todos. Los muertos de Puerto Príncipe ya
hacen compañía a los muertos de Lisboa. No podemos hacer nada por ellos. Ahora, como
siempre, nuestra obligación es cuidar de los vivos.
Este capítulo tiene por objetivo exponer, aunque no de forma exhaustiva, las condiciones
naturales del territorio latinoamericano; en cuanto a unidades de relieve, de clima, hidrografía,
dinámica natural y biomas.
Algunos rasgos de unidad existentes en América Latina, referenciados en este libro, vincula-
dos con la historia, la cultura, las estructuras socioeconómicas o bien las políticas, no llegan a
encubrir las diferencias que nacen, ante todo, de los contrastes en el medio físico. Estos rasgos
de homogeneidad mencionados, como señalan Méndez y Molinero (1984), si bien conforman
rasgos de unidad evidente, no deslucen las diferencias existentes de las condiciones naturales:
Del mismo modo los autores se refieren a la situación de las unidades climáticas presentes
en la región:
Por otro lado, y en relación con las diferencias desde el punto de vista de la ocupación y orga-
nización del espacio latinoamericano, en el grado de ocupación y aprovechamiento del territorio,
se pueden identificar rasgos que permiten distinguir procesos bien diferenciados.
Así, frente a la densificación humana de las tierras de América central y del Ca-
ribe, se extienden vastísimos territorios mínimamente ocupados (densidades in-
feriores a 1 habitante por kilómetro cuadrado) y explotados, como sucede en la
cuenca amazónica, que se continúa hacia el sur por el Mato Grosso, el Pantanal
y el Chaco en Brasil, Paraguay y Argentina (Méndez y Molinero, 1984, p. 353)
.
Asimismo, como señala Cunill (1981) para la América Andina, las abruptas barreras de los
Andes han contribuido a que las diversas regiones del continente vivieran aisladas y con falta de
integración. Por tal motivo, el destacado geógrafo señala que esta situación ha conducido a una
historia específica. Cabe señalar que la apertura de nuevas vías de comunicación y procesos de
integración regional han permitido superar en parte dichas condiciones.
América, como uno de los grandes bloques emergidos del planeta, es el segundo continente
en superficie detrás de Asia. Se encuentra totalmente al oeste del meridiano de Greenwich, lo-
calizándose así en el hemisferio occidental. A su vez, por su extenso desarrollo latitudinal se
extiende por el hemisferio septentrional y austral.
Asia 44.579.000
América 42.655.270
África 30.221.532
Antártida 14.000.000
Europa 10.530.751
Oceanía 9.008.458
Bermudas 54 Hamilton
El continente americano está rodeado por océanos: al este el Atlántico, al oeste el Pacífico; a
su vez, ya en latitudes polares el Ártico, al norte y el Antártico, al sur.
En cuanto a las unidades de relieve, América del Norte, Central y del Sur presentan rasgos
comunes basados en la localización de grandes cordones montañosos al oeste del continente. Así,
de norte a sur desde Alaska hasta Tierra del Fuego, constituyen una especie de columna vertebral
en la cual se apoyan diversas unidades geomorfológicas elevadas y rejuvenecidas en el período
terciario. Estas forman grandes divisorias de aguas y definen las vertientes Atlántica -ríos que des-
aguan desde estas cordilleras hacia el este- y Pacífica -ríos que desaguan hacia el oeste-.
Así mismo, el centro y el este del continente están ocupados respectivamente por grandes
llanuras de origen cuaternario y por relieves muy antiguos, como en las montañas y los macizos
precámbricos que dan lugar a paisajes planos y ondulados.
México
La Sierra Madre Occidental y la Sierra Madre Oriental corren paralelas a la costa, la primera
por el lado del Pacífico y la segunda por el lado del Golfo de México. La Sierra Madre Occidental
se extiende a través de unos 3.300 km con un ancho no superior a los 420 km. En su prolonga-
ción hacia el sur cambian la dirección norte-sur hacia el oeste-este para formar la Sierra Madre
del Sur. Es una cadena irregular localizada en el sur de México que se extiende a lo largo de
1200 km entre el occidente de Jalisco y el Istmo de Tehuantepec, al oriente de Oaxaca.
La Sierra Madre Oriental es una prolongación directa de las tierras altas de Texas, con
una longitud aproximada de 1.300 km. En la vertiente que da directamente al Golfo presenta
grandes escarpes, tiene una altura promedio de 950 metros, empezando a subir paulatina-
mente de norte a sur.
La meseta central está constituida por una serie de sedimentos, material eólico y volcánico
está dividida en compartimentos y valles por una serie de montañas que corren transversal y
longitudinalmente. El valle más importante del punto de vista industrial y poblacional es el de
México, donde está localizada la capital del país; la meseta es en general, una región con mon-
tañas volcánicas y valle sin ningún drenaje hacia el mar. El sector sur de esta meseta da paso a
una de las tantas regiones volcánicas que caracteriza a nuestra América Latina, siendo las vistas
más características la del volcán pico de Orizaba y el Popocatépetl. Se podría decir que es aquí
donde terminan las prolongaciones montañosas de América del Norte, dando comienzo a los
elementos orográficos del América Central y del Sur.
El relieve de México es el resultado de la convergencia de cinco placas litosféricas (Placa
de Cocos, del Pacífico, del Caribe, Placa Rivera y Norteamericana) que quedan comprendidas
en el territorio mexicano. Los movimientos de unas con respecto a otras están originando el
ascenso de cadenas montañosas, el desarrollo de fosas continentales y oceánicas, la separa-
ción de bloques, como la península de Baja California, movimientos de la línea de costa, ade-
más de actividad sísmica y volcánica. El relieve expresa de distintas maneras esta intensa
actividad tectónica (Hubp, 1991). Como resultado de estos procesos coexisten tierras bajas o
planicies, altiplanos y cadenas montañosas. Esta intensa actividad tectónica se traduce en
terremotos y el desarrollo de un Cinturón Volcánico Mexicano, con innumerables volcanes ac-
tivos antiguos y jóvenes, uno de los más conocidos por su actividad y cercanía a la Ciudad de
México es el volcán Popocatépetl.
En términos climáticos México está atravesado por el Trópico de Cáncer, por lo tanto, este
círculo pasa por la parte media del país y, por esto, la República se encuentra dentro de la zona
subecuatorial, tropical y subtropical del hemisferio norte. Esta circunstancia y posición respecto
al mediterráneo americano son factores muy importantes en su régimen de vientos y de precipi-
taciones; en la distribución de las temperaturas ejerce mayor influencia la variación en la altitud
que la latitud (López de Llergo, 2003). Esto se traduce en una distribución altitudinal de la tem-
peratura sobre las cadenas de la Sierra Madre, entre los 0 a 1300 metros se extienden las tierras
cálidas; entre los 1300 y los 2500 las tierras templadas y por encima de esta las tierras frías.
Siguiendo a López de Llergo, se presenta una breve de caracterización de las regiones am-
bientales más representativas:
América Central
Esta región de América Latina se extiende por el área continental desde Guatemala hasta
Panamá incorporando a su vez aquellas islas que se sitúan en el mar Caribe.
Es una continuación de la geomorfología mexicana y a la vez el comienzo de la sudamericana.
La orientación de las principales líneas fisiográficas va de oeste a este; la predominancia del
relieve está marcada por mesetas y montañas en el centro y en las islas; por tierras bajas en los
sectores costeros; y en esta área se encuentra una de las regiones volcánicas más activas del
mundo, que da hacia el Pacífico (García. Cordero, Izquierdo, 1987)
El Caribe muestra una gran variedad. El archipiélago de Bahamas está compuesto principal-
mente de corales. Las Grandes Antillas continúan la estructura este-oeste que caracterizan el
norte del área; mientras que las Antillas Menores forman un área que continúa la línea volcanes
proveniente de los Andes, Trinidad y Tobago y Barbados parecen no estar conectados estructu-
ralmente con este sector, pero sí con las montañas al norte de Venezuela y que se unen a los
andes en América del Sur (García. Cordero, Izquierdo, 1987).
Centroamérica es un gran istmo que une América del Sur y América del Norte. En él se
destaca la cordillera, la cual corre paralela a la costa del océano Pacífico. La actividad volcánica
generó una gran acumulación de cenizas que le otorgó una buena fertilidad al suelo y favoreció
los cultivos de café y caña de azúcar. En dirección a Panamá la cordillera pierde altura y se
convierte en una serie de colinas. Al este, una serie de cordones montañosos de menor altura
La mayor parte de las islas del Caribe son una continuación de los cordones montañosos del
continente. Estas islas se dividen en los siguientes grupos:
Las Antillas Mayores, formadas por Cuba, Jamaica, Isla Española (Haití y República Domi-
nicana), Puerto Rico y otras islas vecinas en ellas la montaña es el relieve dominante. Se en-
cuentran localizadas al este de Yucatán (México) y sureste de la Florida (Estados Unidos) y al
oeste de las Antillas Menores. Las Grandes Antillas se asientan sobre un macizo submarino -
denominado Antillas- y están atravesadas por una cadena abrupta y elevada de montañas, con
elevaciones que rondan los 2.000 y 3.000 msnm. Las montañas están compuestas de piedra
caliza, con afloramiento de otras rocas, todas ellas mucho más antiguas que las de origen erup-
tivo de las Pequeñas Antillas y sin huellas de actividad volcánica reciente.
Las Antillas Menores están formadas por un archipiélago de pequeñas islas dispuestas en
forma de herradura, de origen fundamentalmente volcánico teniendo en cuenta los vientos que
soplan en la región, las islas se clasifican en islas de barlovento (que enfrentan el viento) y de
sotavento (al abrigo del viento).
El clima tropical cálido es agradablemente templado por los vientos alisios más o menos
constantes durante todo el año. Estos vientos son solo interrumpidos por algunas tormentas so-
bre el océano Atlántico. En el interior, el clima es ligeramente más caliente, y se enfría, con la
altitud, y a medida que aumenta la humedad también.
Sin embargo, se distinguen dos tipos de estaciones: la temporada fría y seca (diciembre a
junio), período conocido como la Cuaresma; y la húmeda y caliente (junio-diciembre) llamada
temporada de huracanes.
Políticamente, las Antillas Menores se dividen en 8 países insulares independientes, 3 terri-
torios británicos de ultramar, 2 departamentos ultramarinos de Francia, 2 colectividades ultrama-
rinas de Francia, 3 países autónomos del Reino de los Países Bajos, 3 municipios especiales
del Reino de los Países Bajos, 1 área insular de Estados Unidos, y 2 entidades federales de
Venezuela. Las lenguas principales, por orden de importancia, son el inglés, el francés, el espa-
ñol, y el neerlandés.
Por último, las Bahamas, son las islas bajas que se formaron por el aporte de sedimentos
que acarrea la corriente del Golfo sobre estructuras coralinas, estas islas son consideradas una
prolongación de la península de Florida (Estados Unidos).
En las islas del Caribe, el clima es tropical, con temperaturas moderadas por la acción marina.
Se alternan los biomas de sábanas y de selvas tropicales. Las altas temperaturas, la óptima
claridad y la buena oxigenación de las aguas marinas permiten la formación de corales en los
alrededores de las islas. Estas características, junto a sus extensas playas de arena, son apro-
vechadas para convertir el área del Caribe en un gran destino turístico internacional
Esta zona presenta una rica variedad estructural, la región puede dividirse perfectamente en
tres partes: el sistema andino, los macizos y las llanuras.
Las Montañas
metros de altitud. Su estructura geológica es compleja, puesto que en ella están representadas
todas las edades geológicas.
A través de la extensión del sistema andino podemos distinguir varias secciones, al nacer
en Colombia y Venezuela presenta una serie de cadenas montañosas separadas por valles
(Magdalena y Cauca) que se juntan y se desarrollan unitariamente hasta el nudo de Loja frente
a Guayaquil. Desde ahí pasan a formar los Andes centrales, cuya característica más importante
es el altiplano peruano-boliviano que alcanza una altura de más de 4.600 metros y que está
rodeado por dos cadenas montañosas que se unen en el llamado nudo de Vilcanota.
En dicho punto la cordillera comienza a estrecharse gradualmente a medida que avanza hacia
el centro de Chile y se caracteriza por una serie de cadenas discontinuas y paralelas que llegan
hasta las intermediaciones del paralelo 40º sur. Cada vez más a una geomorfología marcada por
la acción glaciar se tiene así una cordillera discontinua, de múltiples formas abruptas, fuerte-
mente erosionada y alturas cada vez más insignificantes hasta esconderse en Tierra del Fuego.
Los Andes no son un sistema desértico de montaña, ya que en realidad constituyen una
fuente inagotable de recursos hídricos que retiene el agua en forma crionival y las dispersa algu-
nas veces en la estación carente de lluvias; este hecho favorece particularmente al Chile central.
Los Andes son también un lugar de grandes explotaciones mineras; varios países de la región
han basado parte de su economía, ya desde la época de la colonia, en estos recursos del subsuelo.
Se calcula que alrededor de 20% de la población Sudamericana habita en esta región, como
lo atestiguan importantes centros urbanos como La Paz, Quito, Bogotá etc.
Morfológicamente, los Andes continúan hacia el Pacífico dando lugar a una serie de depre-
siones o fosas submarinas cuya profundidad es de 8.000 metros en la llamada fosa de Atacama
y de 6.300 metros en la fosa del Perú las cadenas andinas.
Las cadenas andinas todavía están activas, en ellas se encuentran alrededor de 80 volcanes
en estado de actividad y los terremotos, que son bastante comunes, han dejado un doloroso
saldo en diferentes países las mesetas.
Los escudos o macizos son formaciones geológicas de la era precámbrica o arcaica, están for-
mados por rocas muy duras que tienen una antigüedad aproximada a los 2.000 millones de años.
Son las formaciones más viejas del planeta y actualmente están muy desgastadas debido a los pro-
cesos de erosión por parte de los ríos, por este motivo, sus alturas son inferiores a los 2.000 metros.
En el norte y centro este de América del Sur se localizan los macizos de las Guayanas y el
brasileño que ascendieron y se fracturaron durante el periodo terciario, cuando se elevó la cor-
dillera de los Andes. Están cubiertos por capas sedimentarias y poseen recursos minerales de
gran aprovechamiento como, por ejemplo: hierro, manganeso y bauxita.
Presentan algunos paisajes con bellezas naturales, como los saltos y las cascadas que se
forman en los ríos y los atraviesan, en su mayoría estos desniveles se aprovechan para obtener
energía eléctrica.
El macizo de Patagónico, cuyo basamento también de origen precámbrico desciende desde
los Andes hacia el océano Atlántico en forma escalonada y es la causa de un relieve de mesetas.
En las zonas con acumulaciones sedimentarias hay importantes yacimientos de hidrocarburos
como por ejemplo petróleo y gas.
Los macizos, por otra parte, son regiones altas y aplanadas ubicadas al este de los Andes.
Se pueden distinguir tres grandes mesetas: de las Guayanas, del Brasil y Patagónica.
El primero posee alrededor de 900 metros en su parte occidental y cerca de 180 metros hacia
el este, su punto más alto lo alcanza en el monte Roraima con 2.200 metros. Sus escarpes más
agudos miran hacia el Amazonas, mientras que los más suaves se dirigen hacia el norte, la
acción de los agentes erosivos y las participaciones geológicas han ido nivelando poco a poco,
de modo que se ha convertido en una planiciea.
El macizo brasileño es un gran macizo triangular con su punta mirando hacia el sureste
incluye más de la mitad de Brasil y sobre ella se ubican las grandes plantaciones cafeteras ade-
más de muchos complejos mineros. Su altura media es de alrededor de 1.300 metros en los
sectores norte y sur y sigue a descender hasta 400 metros en las cercanías del río Amazonas.
Está constituida por viejas rocas del precámbrico y presenta las mismas formas redondeadas o
de suaves lomas que la meseta guayanesa.
En la extremidad del continente se halla el macizo patagónico, el cual se compone de por
mesetas escalonadas de oeste a este, sierras, bajos, depresiones y valles fluviales, sus altitudes
varían entre 200 y 1.300 metros a los pies de los Andes. Geológicamente es muy variada, ya
que presenta una serie de mantos de lava.
La superficie de esta meseta es muy regular, encontrándose en ella una serie de planicies,
cuencas y valles; las llanuras están ubicadas entre las mesetas y los Andes.
Las llanuras
Se encuentran ubicadas entre las mesetas y los Andes. Son tres grandes extensiones de tierras
bajas ocupadas por los sistemas hidrográficos de los ríos sudamericanos más importantes: el Ama-
zonas, el Orinoco y el Río de La Plata. En conjunto abarcan más del 45% de la superficie total
del continente y corresponden por un más de 83% de las tierras bajas existentes en el área.
Los Llanos del Orinoco se ubican entre los Andes norteños y la meseta guayanés, son
terrenos aluviales con bajos cerros y extensas cuencas. En su parte sur o bajan escalonada-
mente de los Andes a través de un sistema bien definido de terrazas mientras que en su parte
norte se van proyectando hacia el mar en el Delta del Orinoco.
La selva amazónica es una de las regiones naturales más grandes de América del Sur. Topo-
gráficamente es baja en altura y relieve, económicamente se caracteriza por sus grandes recursos
naturales y minerales. Se extiende entre el Atlántico y los Andes por más de 3.200 km en su mayor
parte son rocas sedimentarias del territorio del terciario cubiertas por aluviones recientes que cubren
el llano. En su desarrollo podemos distinguir dos niveles: el primero, las tierras bajas aluviales que se
extienden entre el río Amazonas y sus tributarios con una anchura que variable que llega a los 170
km, representando alrededor del 12% del área total del llano; el segundo, las tierras altas onduladas
que representan la parte intermedia que está junto a las áreas aluviales y las llanuras altas.
Al sur, la Cuenca del río de La Plata está compuesta de dos áreas diferenciadas: la región
del Chaco, que abarca la parte de Bolivia, Paraguay y Argentina, y la región Pampeana que
constituye una rica región agrícola y ganadera.
Subtropical
con estación Entre 15 y 20 Entre 8000 y 1000 mm Arbustos espinosos, chañares, calde-
Monte seca nes, cactus, yucas, algarrobos, jarillas.
y Estepa Zorros, coyotes, ñandúes, mulitas, pe-
Templado ludos.
Entre 12 y 16 Entre 250 y 500 mm
semiárido
La siguiente clasificación fue adaptada según el módulo denominado: América Latina, Geo-
grafía Física y Humana (2019)4, a partir del cual se referencian algunas de las características
sobresalientes sobre las unidades climáticas latinoamericanas.
En América Latina, es posible encontrar una inmensa variedad climática a lo largo y ancho
de su geografía. Esta variedad se explica por diferentes razones, siendo la más importante, la
incidencia de la llegada de los rayos solares a la tierra. Esto quiere decir que hay zonas en que
el sol llega de forma más directa y perpendicular, como en la línea del Ecuador; en cambio,
alejándonos de esta línea, hacia el norte o el sur, los rayos llegan con un ángulo menor, por lo
tanto, disminuye la radiación que recibe la superficie de la tierra.
En el caso de América Latina, el trópico de Capricornio también sirve como referencia, este recibe
los rayos solares con una mayor inclinación. De esta forma, el clima latinoamericano se compone de
climas tropicales, desde la línea del Ecuador, a climas progresivamente más templados y fríos a me-
dida que se avanza hacia el sur del continente. Aun así, predominan los climas relativamente templa-
dos principalmente al sur del Trópico de Capricornio, donde los inviernos varían entre frescos y fríos,
y los veranos, se vuelven entre templados y muy cálidos.
La diversidad climática de la región da paso a cuatro grandes zonas:
a) Zona Tropical: comprende la zona desde el Caribe hasta el Trópico de Capricornio. Se
caracteriza por temperaturas que en promedio superan los 26ºC, las lluvias son abundan-
tes y se presentan durante gran parte del año. En esta zona, no es posible diferenciar
fácilmente las estaciones del año como en otros lugares, debido a que el clima es similar
en todo momento, y las variaciones que tiene son más bien diarias. Por ejemplo, en esta
zona en un día soleado, puede llover de un momento a otro, sin embargo, esa lluvia se
calma en una cantidad de horas y al día siguiente, volvemos a tener un día con sol. Los
países que poseen este tipo de clima se localizan cercanos a la Línea del Ecuador, como,
por ejemplo, Ecuador, Colombia, Venezuela y Brasil.
Esta misma condición de calor húmedo, por las abundantes lluvias, favorece el desarrollo de
una vegetación especial conocida como selva, que se caracteriza por ser una vegetación exube-
rante de bosque, con la mayor variedad de especies del mundo. Una hectárea de bosque en
esta zona puede contener más de 600 tipos de árboles distintos.
Dentro de esta zona, encontramos dos subzonas climáticas:
- Clima ecuatorial y que comprende las zonas más cercanas al Ecuador, como la costa del
Pacífico, el Macizo Guayanés y parte de Venezuela. En esta zona las lluvias son abundantes,
variando entre los 2.500 y 3.000 mm. anuales, y con temperaturas que se mantienen en 25° C.
4Módulo 5 de Ciencias Sociales, elaborado por el Ministerio de Educación de Chile. Cinthia Rodríguez Toledo. Año 2019.
Disponible en: https://epja.mineduc.cl/wp-content/uploads/sites/43/2019/06/Gu%C3%ADas-Ciencias-Sociales-
M%C3%B3dulo-N%C2%B0-5-Am%C3%A9rica-Latina-geograf%C3%ADa-f%C3%ADsica-y-humana.pdf
- Clima tropical con estación seca, que comprende las zonas ubicadas entre el Ecuador
y los trópicos, más cercanas a éstos. La temperatura fluctúa entre los 20 y 26° C y las
lluvias alcanzan como máximo los 1.500 mm anuales.
b) Zona Templada: Se ubica al sur del Trópico de Capricornio y hasta el paralelo 40° Latitud
sur. En este sector las temperaturas bajan aproximadamente de 4 a 3 grados en promedio,
mientras que las lluvias son más moderadas, existiendo mayor diferenciación entre las esta-
ciones del año. Las precipitaciones son más abundantes durante las estaciones frías. En ve-
rano, la temperatura aumenta bastante y las precipitaciones prácticamente desaparecen. Este
tipo de clima lo encontramos en la zona sur de Brasil, Argentina, Uruguay, norte y centro de
Chile. Dentro de esta zona, es posible distinguir tres subzonas climáticas específicas:
● Clima templado húmedo de la Pampa, que comprende la parte sur de Brasil, Uruguay
y el noreste de Argentina, y se caracteriza por veranos cálidos con temperaturas prome-
dio de 22° C; las precipitaciones son intensas, no de la misma manera que en los climas
tropicales, pero no dejan de ser importantes.
● Clima templado oceánico, comprende las zonas al sur de los 38° latitud sur, como
Valdivia, donde el clima se hace más frío, y recibe la influencia de los fríos polares. En
esta zona, las precipitaciones aumentan considerablemente y la temperatura desciende
hasta los 7° C como promedio.
● Clima templado cálido, es característico de zonas como el centro de nuestro país, en
donde la temperatura promedio bordea los 14° C. Las lluvias aumentan a medida que
avanzamos hacia el sur. En relación con la vegetación, podemos agrupar esta zona des-
tacando la existencia de sabanas, bosques, diversos cultivos como cereales, oleagino-
sos y árboles frutales. La sabana es una pradera tropical poblada de arbustos y árboles
de diversas formas y tamaños; esta vegetación se encuentra dispersa, y no está concen-
trada como en la selva. Como la sabana se origina por zonas climáticas con estaciones
bien definidas, es posible encontrar focos de desarrollo de vegetación para algunas plan-
tas en invierno y para otras variedades en verano.
c) Zona Fría: Está ubicada en las cumbres andinas y hacia el sur del paralelo 40°. A medida
que se avanza en la latitud, el clima se va haciendo más frío, debido a que la región recibe menos
calor solar y sus temperaturas se ven influenciadas por los vientos y corrientes marinas frías
provenientes desde la zona Antártica. De esta forma, la zona fría se encuentra en zonas como
el extremo sur de Chile, en donde las temperaturas bordean los 6° C, influenciada por viento
fuerte y frío. Su diversidad vegetal está constituida básicamente por bosques húmedos y estepas.
Las estepas son un territorio que carece de vegetación arbórea, conformándose de pequeños
arbustos y plantas de menor tamaño.
d) Zona Árida: Está constituida por los desiertos costeros del Perú y Chile, el desierto patagó-
nico argentino, y la zona norte de México. Se les asocia a la línea de trópico, siendo el Desierto
de Atacama su mayor exponente. Tienen escasas lluvias y temperaturas que pueden ser extre-
madamente frías en la noche y muy calurosas en el día, fenómeno conocido como oscilación o
amplitudtérmica. En general, se desarrolla en zonas interiores, que no reciben la influencia de
los océanos que rodean al continente. La vegetación que existe en estas zonas corresponde a
cactus y arbustos espinosos; los cactus poseen raíces largas, que logran captar la poca humedad
subterránea; en el caso de los arbustos, las espinas son capaces de captar la humedad del
ambiente y almacenarla para permitir que la planta viva.
En América Latina encontramos algunos ríos que, por extensión, caudal, posición geográfica,
navegabilidad e importancia para las actividades económicas se destacan por sobre el resto. Así
mismo, constituyen, se asientan y transcurren por algunos de los ambientes más importantes del
continente y del planeta.
Este apartado sintetiza el módulo de América Latina, Geografía Física y Humana (2019). A
continuación, se mencionan los siguientes:
a) Río Amazonas: Es el río que tiene mayor captación de agua, volumen de afluente y descarga,
en el mundo; es también el segundo más largo del mundo después del Río Nilo. Nace en los
Andes peruanos y desemboca en el Océano Atlántico. Gracias a su gran extensión, este río fun-
ciona como eje comunicador de diferentes zonas, de países como Perú, Colombia, y Brasil, ade-
más de ser una fuente de recursos alimenticios y económicos para quienes viven en su ribera.
b) Río Orinoco: Nace en los altos de la Amazonia venezolana y se desplaza por los territorios de
Colombia y Venezuela, sirviendo de frontera entre ambos países. Es navegable y constituye una
fuente de recursos para los habitantes de ambos países, además de ser una vía de comunicación
importante para el desarrollo económico de la región. Desemboca en el Océano Atlántico.
c) Río de la Plata: Este río se extiende por una cuenca que pasa por Brasil, Argentina, Bolivia,
Paraguay y Uruguay, países en que es utilizado, preferentemente, para obtener energía hi-
droeléctrica. los ríos Paraná y Uruguay, quienes alimentan al Río de La Plata de 290 Km. de
largo posee, además, una superficie de 30.362 km2 y una anchura máxima de 230 km, lo que
lo convierte en el río más ancho del mundo.
Por otro lado, Sudamérica tiene importantes lagos. Muchos de ellos son permanentes y se
hallan en las cumbres de la Cordillera de los Andes, a muchos metros sobre el nivel del mar.
Entre los principales cabe destacar el Lago Titicaca, el Lago Maracaibo, el Buenos Aires/General
Carrera y el Lago Nicaragua.
a) Lago Titicaca: Se localiza en el Altiplano peruano y boliviano; tiene la particularidad de en-
contrarse a unos 3.800 a 3.900 metros por sobre el nivel del mar. Aun así, es navegable y de
gran potencial turístico para la zona. Este lago posee agua relativamente salada, fenómeno
que se produce por el exceso de minerales en la zona andina en que se localiza.
b) Lago Maracaibo: Es el lago más grande de América Central y Sur en términos de extensión.
Se localiza en Venezuela, dentro de América del Sur. Su principal atractivo, tiene que ver con
la extracción de petróleo que se desarrolla en esta cuenca. Por otro lado, a pesar de la cone-
xión directa que tiene con el Mar Caribe, conserva completamente las cualidades de agua
dulce propias de una fuente hidrográfica de este tipo.
c) Lago Buenos Aires - General Carrera: Se localiza en el sector Austral de América del Sur,
entre Chile y Argentina. Su presencia en dos naciones le da dos denominaciones diferentes;
sin embargo, se asume que cualquiera de los nombres hace referencia a un mismo fenómeno
natural. Es el lago más grande de Chile, aunque no es muy navegable por los vientos que
agitan las aguas de la zona, siendo rescatable las excelentes condiciones turísticas que
ofrece su paisaje.
d) Lago Nicaragua: es el lago más grande de América Central, se caracteriza por ser de agua
dulce y contener a especies animales tan particulares como tiburones de agua dulce. Este
lago concentra a su alrededor una gran actividad volcánica.
A modo de integración
En suma, en este capítulo se han abordado de forma sintética las características más rele-
vantes desde el punto de vista físico-natural de Latinoamérica. Entendiendo a esta dimensión
como parte constitutiva del territorio turístico, aunque no independiente ni exclusivamente deter-
minante. Si bien en el desarrollo del libro se abordarán casos desde diferentes miradas o pers-
pectivas de análisis, resulta oportuno revalorizar la dimensión físico-natural, como un rasgo iden-
titario significativo de la región latinoamericana. Es por ello, que se invita al lector a seguir pro-
fundizando en su rica biodiversidad.
¿Cuáles han sido las particulares interacciones entre diversas sociedades que lo habitaron y
su medio ambiente?
¿Cuáles fueron los escenarios naturales de mayor y menor antropización en Latinoamérica?
¿Qué regiones han sido las que han estado expuestas a una mayor explotación de sus recur-
sos? ¿En qué periodos?
¿Existe una relación directa entre condiciones naturales y el turismo? ¿de qué tipo? ¿Cómo
ha sido históricamente esta relación?
¿Qué desafíos plantea la gestión del desarrollo sostenible y el turismo en América Latina?
¿Cómo se articulan los procesos de valorización de atractivos turísticos y las condiciones
naturales?
Referencias
El presente capítulo tiene por objetivo desarrollar una síntesis de la trayectoria histórica de
América Latina. Una trama de momentos comprendidos en cinco etapas: a) La etapa prehispá-
nica. b) la conquista y colonización. c) la independencia y conformación de los estados naciona-
les. d) guerras mundiales y gran depresión e) estancamiento económico y globalización. En ese
transcurrir se describe desde los inicios de las grandes civilizaciones y sus rasgos distintos, a los
acontecimientos desencadenantes y de ellos, algunos determinantes como la colonización sobre
las cuales se ha configurado el territorio y las sociedades. Así, dependencia externa y la de-
sigualdad son rasgos distintivos.
Etapa prehispánica
La alta cultura Maya-Azteca fue rastreada en la meseta central mexicana. Durante el periodo
clásico, aproximadamente del 200 al 900 d. C, la región Yucatano Azteca evolucionó, represen-
tada por diversas culturas. Las primeras grandes ciudades se establecieron en la meseta en las
cercanías del lago Texcoco, junto al desarrollo de la agricultura. Siguiendo la hipótesis de Dussel
(1967) todos pueblos de alto nivel de desarrollo cultural surgieron en las mesetas y en las mon-
tañas y luego se expandieron a las llanuras.
Se conocen unas 60 ciudades Maya cada una actuaba de manera autónoma o independiente,
por eso se dice que eran Ciudades – Estado, sus templos, palacios y canchas para el juego de
la pelota. Tikal y Copán fueron las grandes ciudades y centros principales de peregrinación reli-
giosa, además de Tulum, Coba, Calakmul y Palenque A posterior se desarrollaron las ciudades
de Itzamnal, Chichén-Itzá, Mani, Mayapán, Uxmal al norte de la Península de Yucatán y los tres
grandes Estados-ciudad de Chichén-Itza, Mayapán y en tercer lugar Uxmal.
Los mayas tenían un único Dios, Itzamná, con forma de serpiente, tenía el poder del fuego y
del hogar. Otro Dios serpiente, fue Kukulcán, era el garante de la descendencia real. El Dios del
maíz. El dios solar era Kinich Ahau, y la diosa lunar, Ixchel, que según sus creencias brillaba
menos porque su marido, el Sol, le arrancó un ojo en castigo por su infidelidad. Las guerras
fratricidas iniciaron la decadencia y anarquía, además de las pestes que destruyeron el imperio.
La cultura de Teotihuacán al norte de México, no muy lejos del Lago Texcoco era una Gran
Capital que antecedió al imperio Azteca y es sobre esta base que el imperio pudo organizarse
aproximadamente en el 1300 d.C. hasta el siglo XVI. Las ciudades tenían construcciones, pirá-
mides, templos, plazas e inmensos jardines.
Los Aztecas rendían culto al Sol, su principal divinidad, junto a otros elementos particular-
mente animales. Los dioses aztecas más importantes estaban relacionados con el ciclo solar y
agrícola. Tezcatlipoca, Dios de la noche y de los guerreros, mientras que Quetzalcóatl, la ser-
piente emplumada, era el protector de la vida y la fertilidad. Los Aztecas aportaron al valle de
México el culto a Huitzilopochtli, el dios del sol y la guerra, al cual se le solía ofrecer sacrificios.
Uno de los aspectos destacados era la práctica de sacrificios humanos. Los Aztecas eran un
pueblo guerrero que sometieron a los pueblos vecinos.
El imperio incaico se lo conoce como Tahuantinsuyo se desarrolló en la región de las costas
y las sierras peruanas, ecuatorianas y bolivianas. Se estima que es una población que se adentró
por el istmo de Panamá hacia los valles del Cauca y Magdalena. Su economía estuvo basada
en el desarrollo de la agricultura. Sus cultivos principales eran la papa y el maíz. Las condiciones
geográficas en donde se establecieron impulsaron el uso de sistemas de cultivo que consistían
en terrazas hechas con paradores de piedras en las laderas de las montañas.
A partir del reinado de Inca Yupanqui comenzó la etapa imperial y el periodo de la conquista
anexando regiones hasta ocupar el altiplano boliviano y el noroeste chileno y argentino. La gran
extensión del imperio obligó a la creación de una red de caminos conocida como camino del inca,
además del sistema de comunicación en el que se utilizaban chasquis o mensajeros. Para lograr
la unidad, el Imperio estableció mecanismos como la imposición del culto al Dios Inti, junto a una
política de tolerancia religiosa. La religión Inca tiene base en el sincretismo ritual y religioso mez-
clado de gran complejidad. El Dios espiritual es Huiracocha o Pachacamac para la elite Inca. De
los rituales con mayor difusión está la Fiesta del Sol celebrada cada 22 de junio para la invocación
del Año Nuevo con la salida del Sol desde las montañas.
Cabe señalar que las relaciones sociales entre colonizadores, indígenas y esclavos fueron
complejas y articuladas según un orden corporativo. Los derechos y obligaciones no eran para
todos iguales dependían del cuerpo social al que pertenecían sea este el clero, funcionarios,
terratenientes, propietarios de minas etc. En general, la población blanca europea constituía el
vértice de la estructura social que controlaba la economía, política, religión siendo muy hetero-
génea y diferenciada con el transcurrir del tiempo. Por otro lado, la población indígena era so-
metida a trabajo en grado de explotación y alejada de las áreas urbanas. Mientras la población
llegada de África en condición de esclavos, más de tres millones se concentraron en las zonas
tropicales donde la población era escasa o había sido diezmada (Zanatta, 2012).
Si bien existe disparidad en los datos sobre la población de América Precolombina, mientras
Dussel (1968) refiere un total de 35 a 40 millones, otros como Rosenblant (citado en Méndez y
Molinero, 2000) estimo unos 13,3 millones. Todos coinciden en que fueron reducidos a una dé-
cima parte en el transcurso de un siglo. Las causas son diversas: guerras, enfermedades, des-
gano y quiebre de la base económica y la organización social.
El sistema de flotas y monopolio comercial limitó el intercambio mercantil fundamentalmente
a la actividad minera y en menor medida a la agricultura y ganadería. Estas dos últimas activida-
des fueron parte de la economía colonial. Según Zannatta (2012) no significó una falta de reci-
procidad en el intercambio de productos que incidieron en el consumo de unos y otros. Se trató
de una economía organizada hacia la exportación de materias primas para obtener ingresos
como para dotarse de bienes que el imperio proporcionaba mediante la importación. Esto repre-
sentó a América una herencia negativa que se volvió perdurable en la historia económica, ser la
“periferia de un centro lejano”.
Un centro (el español bastante más que el portugués) que ejercitó el monopolio
comercial con los territorios americanos y que buscó conservarlo, puesto que
se entendía -en una política nada original para una época dominada por las
doctrinas mercantilistas- que el monopolio económico sobre las propias pose-
siones era un decisivo instrumento de poderío, que debía salvaguardarse a
toda costa de la competencia de las otras naciones (Zantta, p. 25)
y desafíos que mostraban las nuevas potencian. En este sentido las reformas fueron particular-
mente a la administración pública y económica. Las primeras tendieron a reorganizar el Imperio
sumando a los Virreinatos del Perú y de Nueva España; el Virreinato de Nueva Granada y del
Río de la Plata. Creo otras instituciones como las intendencias para lograr una mayor centralidad
y control entre los funcionarios y las elites criollas.
Las segundas, permitieron el libre comercio con España, entre las colonias y con países
neutrales, eliminando de este modo el aislamiento provocado por el monopolio. Este hecho
propició el impulso a las economías productivas marginadas anteriormente por el Imperio
Español. La relación comercial creció ante la exigencia de los países del norte europeo de
materias primas. Las plantaciones de café, azúcar, tabaco y cacao en el Caribe, se expan-
dieron favorecidas tanto por su ubicación como por la cercanía a fuentes de trabajo esclavo
africano. De la misma manera sucedió en el Río de la Plata ante el crecimiento de las expor-
taciones de cueros para exportar a Europa.
Las transformaciones alcanzaron al ámbito religioso, al cuestionarse la concentración de po-
der de las órdenes como el caso de los Jesuitas, que se interpretaba como un Estado dentro del
Estado y que limitaban la autoridad del Rey. Esta fue la causa esgrimida para decretar la expul-
sión de la orden en 1776.
Estos cambios tuvieron como resultado en la composición de clases de la sociedad colonial
integrada por un exclusivo grupo de funcionarios, comerciantes, clero y terratenientes criollos
relacionados al mayorazgo; y ahora más vinculados al comercio exterior y al capital principal-
mente en las ciudades y puertos.
En Brasil, la ocupación por los portugueses sólo se limitó a la explotación del palo-brasil en
las costas brasileñas. La consolidación de estos espacios se dio con el ciclo del azúcar en el
nordeste costero y en zonas aledañas a Río de Janeiro. Con el descubrimiento de las minas de
oro y diamante en Minas Gerais en 1696, comienzo a la expansión poblacional del sudeste de
Brasil. Una vez agotada la explotación de minerales, la economía se volcó al desarrollo del café
en los estados de Río y San Pablo.
La etapa anticolonialista tuvo múltiples y complejas causas, por un lado, las consecuencias
de las reformas borbónicas y cambios profundos en la sociedad criolla; pero nada de esto hubiera
implicado intenciones de ruptura si no fuera por la influencia de la Revolución Francesa de 1789
y la invasión de Napoleón a los reinos de España y Portugal. Este hecho tuvo connotaciones
distintas en el caso de Brasil, ya que el rey de Portugal fue protegido por los ingleses, y puesto
a salvo en Rio de Janeiro; distinto de lo acontecido con Fernando VII en España.
La prisión del rey inició el camino a la emancipación, se instauraron nuevas ideas a causa
del interrogante planteado sobre el derecho de ejercicio del poder en su ausencia. La respuesta
fue la conformación de las primeras juntas de gobierno, aunque de forma transitoria sin dejar
de reconocer la legitimidad de Fernando VII. El periodo que duraron las juntas en el ejercicio
de los poderes del Estado se lo reconoce de “autonomía”, que era hacia donde se proyectaban
las elites criollas siendo conscientes de que sus acciones configuraban una revolución política
(Zanatta, 2014).
Los líderes de la independencia estaban imbuidos de las ideas liberales con base en la auto-
nomía e igualdad de derechos civiles e individuales. La aspiración era organizar y delimitar el
poder político, legitimado en nombre del pueblo. Con la restauración y restablecimiento del orden,
se produjeron rebeliones armadas en algunas de las colonias españolas de forma espontánea y
particular. Los realistas se levantaron ante la insurrección valiéndose de la Iglesia y de parte de
la aristocracia criolla logrando a su vez, el apoyo de sectores populares en contra de la indepen-
dencia. El fracaso y la restauración del orden colonial es atribuido a la pobre participación popular
en la guerra emancipadora, al papel relevante otorgado a las ciudades en la estrategia militar, a
la fragmentaria y contradictoria definición de los objetivos políticos por parte de los gobiernos
criollos (Guerra, 1997).
Sin embargo, el Río de la Plata logró evitar la reconquista y permitió movilizar hombres a
pesar de los impedimentos de las clases dominantes criollas. Verdaderas revoluciones popu-
lares acontecieron en México, en el Paraguay, en la Banda Oriental, en sectores Alto Perú que
dieron lugar al nacimiento de estados soberanos. El periodo posterior a la independencia es-
tuvo marcado por la inestabilidad política y el estancamiento comercial que repercutió en las
finanzas públicas.
A partir de 1870 y hasta 1930 América Latina se insertó al mercado internacional adoptando
el modelo exportador de materias primas. El despliegue del modelo económico basado en el libre
comercio y la especialización de recursos primarios para la exportación es definido como un
“neocolonial”. Nuevamente la región se integró como la periferia de un centro, a tal punto que la
unión que se creó entre ambos ha sido definida como un pacto “neocolonial” Zanatta (2014).
Halperin Donghi (1998, p. 256) un pacto económico que “si no puede decirse que nace viejo (…),
por el contrario, nace por lo menos con los signos ya visibles de un agotamiento que llegará muy
pronto”. La burguesía de los países centrales se asoció a la conveniencia de las clases propie-
tarias y dominantes locales que por asimétrica canceló las posibilidades de un real desarrollo
autóctono (Zanatta, 2014).
Los países conformaron Estados con funciones en la acción pública impulsaron la moderni-
zación de sus infraestructuras con la llegada de los ferrocarriles y la navegación. Los capitales
británicos y estadounidenses se incrementaron y junto al boom del comercio produjeron una
transformación al incorporar nuevas tierras, acelerar la urbanización de las ciudades capitales e
impulsar la llegada de olas de inmigrantes provenientes de Europa. Casi todos los países se
modernizaron, pero se destacaron Argentina, seguido de México, Brasil y Chile y en menor me-
dida Colombia y Venezuela muy por detrás Centroamérica.
En esta etapa se explotaron nuevas regiones con riquezas mineras tales como estaño en
Bolivia, cobre y nitrato en Chile, plomo y cinc en México y Perú, a través de inversiones de capi-
tales europeos y norteamericanos, en función de las demandas y necesidades de los países
industrializados. A esto se suma la riqueza y explotación del petróleo por capitales norteameri-
cano en la Cuenca del Orinoco y en el Golfo de México (Méndez y Molinero, 200).
Sin embargo, retomando a Halperin Donghi (1998) la vulnerabilidad de la economía fue su
inducción a la especialización de la producción que requieran los países centrales, y que incen-
tivo la concentración de la tierra en pocos propietarios. Con todos esos cambios, fue inevitable
la repercusión en el orden social ya que la masiva inmigración trastocar las jerarquías de clase.
Por un lado, una elite, propietaria de la tierra entendida como símbolo de progreso y por otro la
incursión de estratos populares y de clases medias.
La crisis de la etapa liberal en la región duró varias décadas, entre los años de la Primera
Guerra Mundial y la Gran Depresión. La Primera Guerra Mundial puso la alarma sobre el mante-
nimiento de las oligarquías, como así también respecto del modelo agroexportador. Aunque fue
la década del treinta el punto clave en la historia latinoamericana, tanto por los efectos de la
caída de la Bolsa de Wall Street y el colapso económico como en lo político, el comienzo de los
golpes militares.
El contexto en el cual transcurre la crisis está signado por el tránsito de una sociedad de élite
a una de masas, del ideario del progreso y modernidad a la realidad de las tensiones y conflictos
que este causaba. Otra de las cuestiones develadas con el contexto, fue la dificultad del orden
político para ampliar su base y construir consensos. De modo que, nuevas expresiones de clase,
en su mayoría de sectores medios de la sociedad, demandaban mayor participación. Fue este el
momento que dio lugar al nacimiento de varios partidos políticos o movimientos disconformes
con las oligarquías que reclamaban elecciones transparentes. Sin embargo, la respuesta no fue
hacia un camino de democracia representativa.
A esto hay que adicionarle la cuestión social que comenzaba a imponer el conflicto entre capital
y trabajo, nuevas reagrupaciones de anarquistas y socialistas más organizados incursionaron
como actores del sistema político. En definitiva, los regímenes no están preparados para hacer
frente a los conflictos sociales y obstruyeron los canales para generar un proceso democrático.
Por otro lado, la Primera Guerra Mundial se transformó en un eco para cuestionar el anda-
miaje ideológico que había legitimado a la civilización europea, y fue motivo para resquebrajar
los cimientos del modelo exportador de materias primas. Algunas de las economías de los países
no lograban mercados para sus productos como tampoco bienes para importar. Esto indujo a
sustituir importaciones creando una red de industrias que promovió la modernización y permitió
en la región la penetración del capital norteamericano, en reemplazo del europeo.
Todos estos factores visibilizaron los riesgos del modelo y la vulnerabilidad a la que estaba
expuesta las economías latinoamericanas. Una ola de huelgas y violentas represiones aconte-
cieron en los distintos países ante la desocupación, la inexistencia de políticas sociales y previ-
sionales. Así, se ponía de manifiesto las nuevas ideas que tendieron hacia un paradigma nacio-
nalista, contrario a la etapa liberal donde los modelos políticos y culturales eran los representados
por la civilización moderna del exterior. El nuevo clima ofrecía la reivindicación de la América
Mestiza, en la búsqueda de una identidad, revalorización de la esencia y de los valores comuni-
tarios entendida como un todo orgánico.
Hacia la década del treinta se sucedieron numerosos y peculiares casos de golpes militares
en contextos muy variados dependiendo del país. Mientras en Centroamérica las intervenciones
militares de los Estado Unidos tenían el objetivo de proteger los intereses de ese país, amena-
zado por las guerras civiles. Se trataba de garantizar la expansión de las multinacionales y minar
las intenciones europeas en la zona. La mirada estaba puesta en las inversiones petrolíferas y
de agricultura subtropical principalmente en el ámbito de la United Fruit Company. Sin embargo,
el intervencionismo contribuyó a gestar el nacionalismo que se estaba difundiendo en la región.
Por otro lado, el impacto por la caída de la bolsa en 1929 dependió de la inserción de cada
país a la economía internacional. En general, se manifestó en una reducción drástica de los
ingresos y del valor de las exportaciones, con diferencias entre los países, dado que no todas
las materias primas se vieron afectadas de igual manera. Al interior de cada país implicó desocu-
pación, inestabilidad política y social y reducción de la inversión pública. Esta crisis creó las con-
diciones para abandonar el modelo exportador de materias primas, mineras y agrícolas, ya sea
porque los países centrales crearon barreras aduaneras; o porque los gobiernos latinoamerica-
nos reaccionaron ante la vulnerabilidad volcándose al nacionalismo económico. Del mismo
modo, al principio con lentitud, y a posterior de la Segunda Guerra Mundial se incrementó la
industria y se redujo el peso del comercio. Los países más avanzados con mayor mercado in-
terno y disponibilidad de capital, el caso de Argentina, Chile y México se volcaron a un modelo
(ISI) de industrialización por sustitución de importaciones de productos de consumo local que no
requería de grandes tecnologías principalmente a los rubros alimenticio, textil, mecánica, ce-
mento y cueros. Incluso su aporte no modificó el peso de las exportaciones de las cuales se
dependía. La vía de desarrollo fue planteada mediante la producción nacional para modificar la
fuerte dependencia a los insumos externos. Este proceso se acelera con el estímulo de los go-
biernos mediante subvenciones, exenciones y la inversión de capitales privados y el interés del
capital multinacional por la industria manufacturera. Surgen en este tiempo, las empresas side-
rúrgicas más importantes de Latinoamérica en México, Brasil, Perú, Argentina, Chile y Colombia.
A esto se sumó la instalación de fábricas automotrices en Brasil y Argentina. Entre 1940 y 1950,
el cambio de modelo económico con eje en la estrategia de industrialización por sustitución de
importaciones provocó un crecimiento sostenido de la economía de un 5% anual del PBI hasta
1980 (Quenann y Velut, 2011), la centralidad del Estado, la necesidad de aplicación del consumo
y el incentivo a la industria nacional, pero, aun así, no disminuyó la dependencia del exterior.
En lo social, tuvo lugar una fuerte inmigración interna desde las áreas rurales hacia la ciudad,
desplazada por la concentración de la tierra para el monocultivo de exportación y el atraso, pero
atraídas por el incipiente desarrollo industrial. Alrededor de los centros urbanos surgieron gran-
des aglomeraciones y asentamientos precarios en un proceso de urbanización acelerado, caó-
tico y no planificado. El ritmo y la temporalidad en la cual se desarrolló presenta diferencias
notorias siendo Perú, Brasil, Colombia y México donde aconteció una gran urbanidad. Las con-
diciones estaban dadas para la intensificación de los conflictos sociales y la aparición de las
masas en la vida política.
Con el derrocamiento del gobierno de Salvador Allende en septiembre de 1973 se dio comienzo
a la dictadura de Pinochet en Chile. Sin embargo, una primera experiencia de este tipo fue la inau-
gurada en Brasil unos diez años antes, sucedida por Bolivia con el golpe militar de agosto de 1971,
Uruguay en junio de 1973 y Argentina en 1976 marcando un pronunciado retroceso democrático
en la región. Los numerosos regímenes dictatoriales impusieron no sólo la alteración a la vida de-
mocrática y una cruenta represión, sino que buscaron modificar el modelo desarrollista. Se trató de
consolidar y concentrar el poder de sectores de las oligarquías y los emergentes círculos burgueses
asociados al capital transnacional mediante un rígido programa de reformas políticas de corte neo-
liberal, que continuó con los posteriores gobiernos democráticos.
Hacia la década del ochenta, la mayoría de los países recuperaron la democracia mediante
pactos y negociaciones entre las fuerzas armadas y los partidos políticos. Así, la democratiza-
ción tuvo límites y fragilidades, pero también grandes consensos al interior de las sociedades.
Contrario a América Central, cuyo periodo estuvo cargado de conflictos y violencia. La deno-
minada década “perdida”, se había caracterizado por un proceso inflacionario, recesión de la
economía que impactó en los sectores asalariados, restricción financiera y crisis de las deudas
externas. Al respecto, Méndez y Molinero (1998) señalan que la constante tendencia al endeu-
damiento provocada por los préstamos del Fondo Monetario Internacional (FMI) y por las com-
pras de bienes de consumo y tecnológicos tienen su causa en la incapacidad del aparato pro-
ductivo para generar los recursos que la amorticen y en las excesivas tasas de interés impuesta
por los acreedores.
Estos factores desfavorables alentaron a un vasto plan de reformas económicas bajo el Con-
senso de Washington hacia la década del noventa. Las soluciones consisten en la implementa-
ción de un modelo de apertura y estabilidad económica, considerando para ello necesario la
liberalización financiera y comercial, disciplina macroeconómica, privatizaciones de empresas y
bienes públicos, reforma y flexibilización laboral; acompañado del abandono por parte del Estado
de los sistemas de protección social.
El neoliberalismo emergió entonces para establecer una nueva fase de acumulación capi-
talista financiera con distintas temporalidades, según la trayectoria y evolución histórica y so-
cial de cada país. En general, la implementación fue considerada deseable, es decir, políticas
que servían para liberar recursos y actividades al sector privado ante un Estado cuya capaci-
dad de ejecución era cuestionada por onerosa e ineficiente. En el caso del turismo los estados
vendieron sus líneas aéreas y establecimientos hoteleros, además aplicaron políticas centra-
das en la promoción del sector al capital externo principalmente para modernizar la infraes-
tructura hotelera y de ocio.
Desde una perspectiva ideológica y política, las críticas al modelo de industrialización por
sustitución de importaciones y al Estado de Bienestar Social fueron las bases de una incuestio-
nable difusión y predominio por la apertura económica y financiera.
En la praxis, según Ansaldi (2014) la reforma transfiere el poder hacia los grupos económicos
concentrados y transnacionalizados. Su lógica y su acción reproducen la forma del poder social
existente. Si el mercado es quien asigna los recursos, el resultado es el flujo de éstos hacia la
clase dominante. El mercado “reproduce constantemente la diferenciación social”, de manera tal
que sin una intervención ajena al mercado –que no puede ser otra que la del Estado– delibera-
damente orientada, a través de mecanismos directos o indirectos, la distribución/redistribución
de los ingresos, “la situación de los sectores menos favorecidos no puede expresarse positiva-
mente en el mercado” (Faletto, 1989, p. 170).
Una segunda etapa del proceso se centró en la modernización de la gestión pública conocida
como “New Public Management” (NPM) una serie de recomendaciones que, expuestos a modo
neutral y tecnocrático, introdujo en la esfera pública criterios empresariales. Esta concepción se
fundamenta en la incorporación del criterio de eficiencia funcional a la acción estatal. Esta lógica
de la administración se incorpora a la política pública. En el turismo se prioriza los instrumentos
de marketing para la implementación de políticas al área, y el rol del Estado pasa a ser subsidiario
y promotor de las inversiones externas.
La afluencia masiva de inversión externa directa aunada a los ajustes al sector público generó
en algunos países crecimiento económico, pero puso el foco en los indicadores regresivos. An-
saldi (2014) afirma que, en todos los ámbitos sociales, culturales y económicos, los resultados
de la aplicación de estas políticas fueron mucho más negativos que respecto del modelo anterior,
pero resalta en la exclusión social como el más significativo y relevante. De los datos aportados
por el autor en base a CEPAL y el Banco Mundial, a fines de 1989, el producto real por habitante
de la región era igual y menor al de 1976, mientras el crecimiento del PBI regional registraba
entre 1981 y 1989 (-8.3%). Esto permite señalar que “el ajuste fue regresivo y provocó deterioro
social, produciéndose el mayor costo (de modo desproporcionado) entre los trabajadores y los
sectores de ingresos medios, por una parte, y la masa de desocupados y subempleados, por
otra, condenados a pagar el grueso de los sacrificios provocados por la combinación de estan-
camiento con inflación” (Ansaldi, 2014, p. 17).
Referencias
Ansaldi, W. (2014) “La política entre la pena y la canción. O la licuación de la política, un legado
del neoliberalismo”. En XI Congreso Nacional y IV Internacional sobre Democracia. Entre el
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llo de America Latina. Dinamica Socioeconomica y Politicas Publica. Institut des Ameriques.
Zanatta, L (2012). Historia de América Latina. Buenos Aires, Siglo XXI.
La interpretación de nuestra realidad [latinoamericana] con esquemas ajenos sólo contribuye a hacernos
cada vez más desconocidos, cada vez menos libres, cada vez más solitarios.
El presente capítulo tiene por objetivo introducir los aspectos identitarios, culturales y de
población en América Latina. Para ello se comienza por definir qué es la cultura, para luego
describir una serie de etapas histórico-culturales que dan cuenta de la construcción identitaria
de la población latinoamericana. De igual manera, se realiza una breve reflexión acerca de la
inserción de la cultura en relación a la modernidad y su materialización dentro del territorio de
estudio. Finalmente, se exponen y desarrollan algunos debates en torno a la vinculación del
turismo con la esfera cultural y los impactos que este fenómeno conlleva, desde la ‘exotización’
y la pérdida de autenticidad de las identidades latinoamericanas hasta la conformación de ima-
ginarios estereotipados.
Analizar el significado de América Latina puede resultar un tanto problemático. Si bien cons-
tituye una denominación aceptada y utilizada internacionalmente, plantea complejidad abordar
su definición. En pocas palabras, el concepto de América Latina o Latinoamérica surge en con-
traposición al de América Anglosajona. Pero, desde ya, no es una realidad trasladable a Canadá,
que geográficamente es parte de la denominada “América Anglosajona”, pero histórica y cultu-
ralmente, desde su proceso de ocupación colonial, esencialmente en la región del Quebec, de
habla francófona, está presente su raíz Latina. Es por ello que esta denominación abarca a ese
país localizado en América del Norte.
Ahora bien, dicho esto, en la actualidad no cabe duda que las diferencias principales radican
en torno a lo cultural, lo económico y lo social. Así, América Latina hace referencia a los países
en vías de desarrollo, productores y exportadores de materias primas e importadores de produc-
tos manufacturados por parte de los países centrales. Del mismo modo, los países enmarcados
en esta región latinoamericana presentan la característica común de haber sido colonias euro-
peas. Vinculado a este último aspecto surge la acepción de Hispanoamérica e Iberoamérica. La
primera tiene por objetivo designar a aquellas ex-colonias de habla hispana, es decir, pertene-
cientes al imperio español, mientras que Iberoamérica incluye el componente lusófono, es decir
la integración de las colonias vinculadas al imperio Portugués (ver Figura 1).
Figura 1: Localización de las representaciones conceptuales de las diversas denominaciones sobre la región
Fuente: https://qph.fs.quoracdn.net/main-qimg-a02e5862c5b7a102d5aa05675b313d51
La cultura hace referencia al conjunto de creencias, valores, normas sociales, estilos de vida
y organización social de una sociedad determinada. A ello se debe la diversidad e idiosincrasia
de las comunidades que habitan América Latina. A partir de los elementos culturales cada grupo
humano configura su identidad, aquellos que lo une y los diferencia de otros grupos (Fuller,
2009). Es sobre el territorio que una sociedad despliega sus tradiciones y formas de organiza-
ción. Un territorio material y simbólico compartido y apropiado por una comunidad.
A diferencia del patrimonio cultural, el concepto de cultura es mucho más amplio ya que
abarca los saberes, formas de vida, hábitos y costumbres de un grupo; mientras que el patrimo-
nio cultural abarca el acervo de bienes tangibles e intangibles que se construyen desde el pasado
y que representan los aspectos de una cultura particular.
En el caso de América Latina, su identificación cultural se construyó a través de un largo
proceso histórico que tuvo como resultado la presencia de una gran diversidad. En palabras de
Canclini, “por eso hablamos, más que de una identidad común latinoamericana, de un espacio
cultural muy heterogéneo” (2002, p. 68). De esta manera, la construcción identitaria de Latinoa-
mérica tiene su marco en la unión de culturas indígenas, africanas, y europeas. Si bien, se pue-
den distinguir una serie de hitos históricos que dan cuenta de esta constitución cultural, hoy en
día, la cultura latinoamericana no es un proceso concluido, sino que se encuentra en continuo
cambio y transformación, adaptándose y redefiniéndose en un contexto multiescalar (local, re-
gional, global).
En lo que respecta a la tercera etapa, se puede ubicar entre 1914 y 1930, en el contexto
histórico de la Primera Guerra Mundial y la crisis económica de los años 30. Durante estos
años se construye un enfoque romántico que realza los valores de los pueblos originarios. Se
entiende a las antiguas civilizaciones Mayas e Incas como sociedades modelos que permiten
organizar las sociedades contemporáneas, en contraposición a la cultura europea.
Es a partir de los años 70, frente a la emergencia de golpes militares que terminaban por
desplazar los gobiernos populistas, que asisten a una nueva etapa de reconstrucción identitaria.
Junto con la decadencia del proceso de industrialización y la expansión de la pobreza a causa
de una modernidad tardía replanteo la pregunta “acerca de la verdadera identidad latinoameri-
cana y de la naturaleza de las teorías que habían inducido esos sueños.” (Larraín, 1994, p. 48).
Comienza un cuestionamiento a las ideas y modelos europeo-occidentales, ya que pasan a ser
contemplados como soluciones poco efectivas en un contexto tan convulsionado como el que
estaba atravesando América Latina. De esta manera, se recurre a distintas perspectivas a partir
de las cuales poder abordar la identidad latinoamericana. Entre ellas (1) la reivindicación de las
raíces indígenas, las cuales habían sido desplazadas por ideas neoliberales, instrumentales y
religiosas; (2) la influencia de la religión católica y el sincretismo con otras expresiones culturales
precolombinas; y (3) el enfoque postmodernista que rechaza la idea de una cultura totalizante e
inmutable sin posibilidad de cambio y transformación.
Estas etapas dan cuenta de un continuo cuestionamiento en torno a la construcción de la
identidad cultural latinoamericana. Interesa en este punto rescatar las palabras de Larraín: “es
difícil aceptar que la identidad cultural latinoamericana se fijó de una vez para siempre en el siglo
XVI (…) Como si la identidad cultural fuera una esencia inmutable que tuviera un certificado de
nacimiento.” (1994, p. 56). En otras palabras, al abordar la cuestión cultural en América Latina,
algunos autores como Canclini (2002) y Larraín (1994), niegan la existencia de unicidad cultural
a lo largo del territorio, así como también la idea de una esencia cultural fija. Lo que destaca de
la identidad cultural latinoamericana es su diversidad, su sincretismo. En estos términos la cues-
tión cultural pasa a ser entendida como un proyecto de búsqueda y construcción constante a
partir del reconocimiento a la diversidad cultural, evitando caer en un pensamiento identitario
excluyente y selectivo.
Adicionalmente a las etapas históricas anteriores, Ribeiro (1969) propone una clasificación
de la población de América Latina en tres categorías: (1) pueblos testimonio, (2) pueblos nuevos
y (3) pueblos transplantados. Respecto de la primero, hace referencia a las civilizaciones preco-
lombinas que habitaron América Latina, entre ellos Incas, Mayas, Aztecas y pueblos indígenas
menores; se los considera pueblos que ante de la llegada y expansión de Europa fueron despo-
jados de su historia, sufriendo un proceso violento de transformación de su vida cultural. Se
entiende por pueblos nuevos a aquellos que surgieron del sincretismo y fusión de culturas afri-
canas, europeas e indígenas; se las considera que conforman etnicidades nuevas distintas a las
de su origen. La llegada de esclavos a América Latina tuvo un papel preponderante en esta
conjunción, con una gran influencia en las poblaciones de brasileños, colombianos, población de
El Caribe y venezolanos. Mientras que en países como Chile, Paraguay, Perú y Ecuador encon-
tramos una fuerte ascendencia indígena. Finalmente, los pueblos transplantados corresponden
a aquellos inmigrantes que llegaron de las naciones europeas al continente con el objetivo de
buscar una mejor calidad de vida, pero trasladando su identidad cultural de origen a distintas
latitudes de América Latina. Casos paradigmáticos donde se asentó esta población son Uruguay
y Argentina. En ambos países, la inmigración europea se fomentó como medio de ‘limpieza’ y
sustitución de la población nueva (mestiza). La idea central radicaba en la construcción de na-
ciones cimentadas en el progreso, modernización y poblamiento de vastas extensiones territo-
riales consideradas como vacías y desérticas. Muchas de estas colectividades se dedicaron a
las actividades agrícolas, entre ellas galeses, italianos, alemanes, Colonias judías, entre otras.
Canclini (2002) sostiene que para comprender el significado cultural de lo que es ser latinoa-
mericano es preciso no solo entenderlo desde la dimensión histórica de la llegada y conformación
de distintas poblaciones, sino que también de la influencia de los migrantes latinoamericanos a
otros países fuera del territorio.
De este modo, la identidad latinoamericana es un proyecto inacabado, una tarea y una meta
que se va configurando a partir de su inserción en nuevos contextos locales, regionales y globa-
les y en el marco de nuevos estilos de vida.
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Algunos de los casos que se tratarán en capítulos posteriores demuestran este hecho. Un claro ejemplo es el despla-
zamiento de poblaciones afro del centro histórico de Cartagena de Indias con el objetivo de embellecer y condicionar la
ciudad para la llegada de turistas internacionales. (Ver Capitulo 7)
Retomando el concepto de cultura, cada grupo humano genera su propia identidad en base
a un sistema de valores, creencias y formas de organización de la vida social. Como se ha desa-
rrollado anteriormente, el proceso de globalización ha conllevado a revisar el concepto de cultura
y su definición en tanto “las identidades y los sentimientos de pertenencia se forman con recursos
material y simbólicos de origen local, nacional y transnacional” (Fuller, 2009, p. 94). Esto conlleva
una nueva forma de construcción de identidades, la cual se encuentra mediada por procesos de
hibridación donde convergen múltiples sentidos culturales de distintas partes del mundo. Así, un
argentino ya no solo se podrá sentir identificado con aspectos culturales propios de su nación
sino de otros países, lugares y destinos que haya apropiado simbólicamente e incorporado a su
estilo de vida.
Una de las principales motivaciones de los turistas en los viajes hacia lugares remotos y dis-
tantes, es el contacto con otras culturas, tradiciones y costumbres. De esta manera, la cultura se
transforma en objeto de observación y consumo turístico. Este proceso de valorización turística
del patrimonio cultural de un destino resulta en una alteración y transformación de los aspectos
culturales de la sociedad residente, los cuales buscan ser adaptados a la demanda turística en
función de sus intereses y deseos. Así, la globalización supone, para algunos autores, una trans-
figuración de la vida cultural de los territorios donde tiene lugar la práctica turística. Muchos in-
vestigadores entienden al turismo como un aspecto que amenaza y socava la integridad cultural
de los territorios, convirtiéndolas en objeto de consumo y espectáculo. Escenificando tradiciones,
costumbres y estilos de vida percibidos como exóticos para los turistas.
Se habla así de un proceso de comercialización y mercantilización de la cultura, en la cual
expresiones culturales son modificadas con el objeto de transformarlas en bienes de consumo
masivo. Según Fuller, bajo estos preceptos, el turismo termina por transformar la cultura de la
sociedad residente en una experiencia exótica a partir de “analizar y estandarizar artes, tradicio-
nes y estilos generando una cultura bastarda” (2009, p. 98). Si bien el turismo puede constituir
un medio para la recuperación, revitalización y conservación de elementos culturales, es preciso
resaltar que muchas veces el fenómeno turístico no interviene para preservarlos y salvaguardar-
los, sino que su conservación tiene un sentido puramente comercial centrado en la obtención de
beneficios económicos. Esto suele suceder en destinos de El Caribe, tales como los centros
históricos coloniales que preservan su patrimonio material y arquitectónico a partir del estableci-
miento de alojamientos y comercios que prestan servicios al turista, pero que al mismo tiempo
desplazan totalmente la vida cotidiana y tejido social de las poblaciones que originalmente resi-
dían en estos espacios.
Por otro lado, el papel que juegan los imaginarios turísticos dentro de la definición de expre-
siones culturales en los destinos de América Latina es central. A partir de la mirada del turista, la
cultura de los territorios pasa a estar mediada por preconceptos, imágenes, creencias y valori-
zaciones de la sociedad de origen, lo cual confiere a la sociedad residente de una serie de este-
reotipos. A modo de ejemplo, podemos citar a El Caribe. Cuando se realiza una simple búsqueda
de imágenes en cualquier buscador como Google, de la palabra Caribe, se puede observar que
las fotografías e imágenes predominantes se vinculan a un espacio de playa, balneario, donde
destacan palmeras, aguas cristalinas y arena blanca; en algunas de ellas incluso aparecen ins-
talaciones turísticas como hoteles o grandes cruceros. Ahora bien, esta constituye una concep-
ción estereotipada de El Caribe, asociada exclusivamente al turismo de sol y playa. Pero hay
que preguntarse ¿no hay lugar para los residentes junto con sus expresiones culturales en estas
imágenes? ¿no hay sociedad que habite este espacio? Parece que solo fuera un lugar prístino,
no habitado, un paraíso solo para los deseos de los turistas. Algo similar y donde se introduce el
exotismo sucede en otros destinos, como es el caso de San Basilio de Palenque6 en Colombia.
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Palenque es el primer pueblo libre de América colonial, un lugar a donde los esclavos africanos se escapaban de
Cartagena de Indias para vivir sin la dominación de la corona española.
Lacarrieu (2016) sostiene que existe una espectacularización de las mujeres palenqueras (ver
imagen Nro 3) por medio de una mirada occidental y representación visual y discursiva del afuera,
es decir, de los turistas y agentes económicos que intervienen en la cadena de valor del turismo.
La autora retoma la frase del documental “El vestier. La Changaina ri Palenque”
(…) las mujeres, nuestras madres, no se visten así, con esos colores. Esto es
para vender. Esto no es de nuestro país. Se escudan en el vestido para hacer
creer, pero no necesitamos disfrazarnos para ser palanqueras. Este vestido
fue adoptado por los blancos para los negros (introduciendo la idea de autoc-
tonidad como el camino virtuoso al ser y sentirse palenquera). (2016, p. 128)
En este caso puntual y en muchos de los destinos vinculados a la conquista europea, el pa-
trimonio cultural se encuentra arraigado a la representación colonial que continúa replicando en
la organización social criterios racistas y de segregación. Así, el encuentro entre turistas y socie-
dad residente termina siendo reducido a un papel estereotipado y actuado.
En varios de los destinos de América Latina, tiene lugar una fragmentación del territorio. Her-
nández (2017) destaca la existencia de dos territorios, por un lado, el turístico, aquel paisaje
moderno donde se ubican las instalaciones de los servicios turísticos, un espacio asociado al
crecimiento económico; y por otro el no turístico, vinculado a la realidad pobre y de exclusión de
América Latina, donde no hay lugar para el desarrollo y el crecimiento económico, un lugar pos-
tergado. Este escenario es resultado de las políticas impulsadas por los gobiernos con el objetivo
de atraer inversiones extranjeras centralizadas solamente en aquel territorio turístico que compite
por la llegada de turistas.
Ante la inserción de un nuevo contexto global en los territorios, se hace necesario entender
aún más los procesos de hibridación en el turismo. A partir de los cuales “las personas reelaboran
los elementos de la cultura local, negociándolos con los eventos de la cultura global que traen
los turistas, sin encerrarse en la tradición, pero sin dejarse seducir totalmente por la globaliza-
ción” (Barreto y Otamendi, 2010, p. 12) En América Latina esto se traduce en vínculo y la convi-
vencia entre lo precolombino y la colonización, la inmigración, lo moderno y lo posmoderno.
A modo de resumen, se sostiene que el turismo produce un proceso de resignificación y de
territorialización de las culturas existentes América Latina. En algunos casos permite la preser-
vación y difusión de las expresiones culturales, sin embargo, en otros actúa como un proceso
banalizador que degrada y termina por diluir lo particular de estos territorios. De igual manera, la
cultura de los pueblos latinoamericanos se configura como una mercancía destinada al consumo
turístico. En este marco, es preciso gestionar las experiencias culturales en el turismo desde un
enfoque sostenible e inclusivo, en el cual los beneficiarios no solo sean el sector privado sino los
mismos pobladores que habitan en el destino. Puntualmente, en América Latina su historia ha
configurado un modo particular de organización y tejido social excluyente de grupos culturales
minoritarios o considerados ‘atrasados’ por una visión centralizada en la colonización y en la
mirada europea. El turismo continúa replicando esta visión cultural etnocéntrica en la búsqueda
de experiencias que permitan el contacto con las culturas romantizadas por la mirada del turista,
entendidas como expresiones estáticas, puras y fijas en el espacio geográfico. Culturas pasivas
que no tienen una transformación en el tiempo que se encuentran signadas a lo que los turistas
requieren de ellas para satisfacer sus necesidades de curiosidad y exotismo.
Finalmente, se considera prioritario reflexionar sobre la situación actual de la relación entre
turismo y cultura en América Latina con el objetivo de llevar adelante proyectos e iniciativas que
empoderen a los pueblos y comunidades originarias, permitiendo la gestión del turismo en los
territorios desde sus propias cosmovisiones y saberes. Ahora bien, se introducen las siguientes
preguntas: ¿Cómo interviene el turismo en el proceso de construcción de identidades culturales
en América Latina? ¿Se puede considerar, en estos tiempos globales, a la cultura de de Latinoa-
mérica como una cultura auténtica? ¿Qué aspectos de identidad cultural latinoamericana son los
que predominan en el discurso turístico de promoción? ¿Esto implica inclusión y/o exclusión de
otras identidades?
Referencias
día, ante un mundo globalizado, parte de las costumbres y hábitos cotidianos de esas socieda-
des. La puesta en escena de estas culturas se funda en un proceso de comercialización y mer-
cantilización de la cultura, en la cual expresiones culturales son modificadas con el objeto de
transformarlas en bienes de consumo masivo. Así, sobre todo, en aquellos destinos cuyo patri-
monio cultural se encuentra arraigado a la representación colonial continúa replicando en la or-
ganización social criterios racistas y de segregación.
La dependencia de América Latina sobre todo vinculada al ingreso de inversiones extran-
jeras y emplazamiento de cadenas hoteleras internacionales perteneciente a países centrales
y desarrollados, ha configurado un territorio turístico desigual, donde los ingresos por turismo
no son distribuidos de manera equitativa en toda la sociedad residente. Muchos países de
América Central, así como también los del Caribe han visto en el turismo un sendero propicio
para salir de crisis económicas profundas. Sin embargo, ante la urgencia de crecimiento se
han privilegiado modelos turísticos excluyentes y extractivistas que reportan un mayor benefi-
cio a empresas transnacionales, al mismo tiempo que disminuyen la calidad de vida de la po-
blación local. Finalmente, esta dependencia, resulta en una mayor explotación y apropiación
de los recursos naturales latinoamericanos, por parte de un sector turístico extranjero. Un claro
ejemplo en la privatización de espacios públicos, como sectores de costa y playa, para el es-
tablecimiento de la planta turística.
Las características geográficas y naturales de América Latina determinan una serie de mo-
dalidades de turismo de gran importancia para la región. Una de las más reconocidas es el Tu-
rismo de “Sol y Playa” vinculada al sector de clima cálido tropical, playas de arenas blancas y
mar cristalino. Asimismo, la importancia de comprender características geográficas y naturales
radica en la diversidad de paisajes que conforman América Latina y que son valorizados por y
para el turismo.
Algunas de las dimensiones expuestas anteriormente se ven reflejadas y ayudan a expli-
car e interpretar en mayor profundidad los casos que se presentan en este libro. Así, para
cada problemática abordada se presentarán los principales datos del país correspondiente,
su localización, condiciones naturales y geográficas, así como una breve introducción al
desarrollo de la práctica turística. Luego se desarrollará el caso particular para finalizar con
una serie de reflexiones.
Los casos están agrupados en torno a unidades temáticas comunes que los atraviesan. Así
encontraremos temas vinculados a la planificación y política de desarrollo turístico dentro de
México y Cuba; problemáticas relacionadas a procesos de turistificación dentro de centros histó-
ricos coloniales y paisajes culturales en los casos de Guatemala, Colombia y Perú; una mirada
hacia el desarrollo turístico sostenible en Brasil y Uruguay; para finalmente abordar una hacia
poblaciones nativas y originarias de América Latina en Chile, Paraguay y Bolivia.
Los casos de Cancún en México y Cuba atraviesan un eje temático común relacionado a la
planificación y desarrollo del turismo. En ambos, el análisis se enmarca en el contexto de la
globalización y la implementación de políticas turísticas retomando el concepto de territorio turís-
tico como construcción social. Es preciso destacar que al igual que en Cuba y México, en muchos
otros países de la región el turismo ha sido contemplado como un modelo de desarrollo alterna-
tivo para poder obtener beneficios económicos e insertarse dentro de la economía global. En
primer lugar, el caso de México aborda el desarrollo de uno de los centros turísticos de “Sol y
Playa” paradigmáticos de América Latina: Cancún. El autor identifica una serie de períodos vin-
culados al crecimiento y expansión del turismo en el país como en el sector de la península de
Yucatán. Asimismo, introduce la problemática vinculada al emplazamiento de enclaves turísticos
impulsados por políticas de financiamiento e inversión nacional como extranjera. Si bien este tipo
de modelo aporta a la generación de beneficios económicos se evidencian importantes desigual-
dades sociales y económicas enfrentadas por la población residente. En cuanto a Cuba, el ar-
tículo realiza un análisis sobre los aspectos territoriales y de política turística aplicada en una de
las Grandes Antillas, tomando como temporalidad desde los primeros años del siglo XX hasta la
actualidad. La autora indica que la inserción del turismo como su desarrollo en Cuba presenta
una estrecha relación con su historia económica y contexto político-social. De esta manera, hace
un recorrido histórico por las distintas etapas que marcaron el desarrollo del turismo.
Los casos de Perú, Guatemala y Colombia (Cartagena de Indias) se inscriben en la centrali-
dad urbana; centros y barrios históricos que fueron incorporados como patrimonio por distintas
instituciones en distintos momentos, y que activados por el turismo se cargan de valor social y
prestigio. Estas condiciones de orden simbólico centradas en la excepcionalidad permiten la te-
matización del espacio. De este modo, el turismo se proyecta como fuente posible de ingresos
para las áreas anteriormente marginadas, a la vez que se producen tensiones por la apropiación
de los espacios de la cotidianeidad y el desvanecimiento de las prácticas populares ante la lle-
gada de nuevos consumidores y residentes. En todos los casos la renovación que conlleva la
lógica turística en el territorio impone el desplazamiento en sus diversas formas.
En el segundo caso abordado sobre Colombia, se destaca de qué manera una declaratoria
internacional vinculada con el acervo cultural y el paisaje en el cual se desenvuelve un producto
con identidad territorial, juegan un papel determinante ante los desafíos de la inserción de una
región en el mapa turístico a escala nacional e internacional. Se trata de la declaratoria por parte
de la UNESCO como “Paisaje Cultural de la Humanidad” (2011), sobre más de medio centenar
de pequeños y medianos municipios del área cordillerana y valle de Colombia.
En lo que respecta a Brasil y Uruguay, los autores presentan dos casos diferentes pero arti-
culados al concepto de desarrollo sostenible. Entendiendo la importancia de una planificación
turística en consonancia con lo ambiental y el respeto por las necesidades e identidades de la
sociedad residente. Para el caso de Brasil, se profundiza en las problemáticas territoriales de la
Amazonia. El autor destaca una serie de impactos vinculados a incendios forestales, la expan-
sión de la frontera agropecuaria, la deforestación y tala indiscriminada, minería y petróleo y el
conflicto institucional de cooperación entre los países que integran esta región. Asimismo, plan-
tea la necesidad de un uso y desarrollo sostenible que permita unificar los intereses económicos
y sociales de las comunidades junto al equilibrio ambiental. Finalmente, en lo que concierne a
Uruguay, el autor reflexiona sobre las iniciativas y la gestión de un modelo de desarrollo turístico
sostenible en el departamento de Lavalleja. Destaca la importancia de la mirada territorial sobre
la práctica turística, así como el alcance de las dimensiones de sostenibilidad como instrumento
para la conservación de la biodiversidad, el rescate del patrimonio local y la mejora de la calidad
de vida de la sociedad.
Finalmente, los casos de Chile, Paraguay y Bolivia se ocupan del desarrollo turístico en áreas
de intervención patrimonial vinculada a pueblos originarios. Para Chile, el autor aborda una serie
de tensiones entre turismo, patrimonio e identidad local en la Isla de Pascua. Específicamente
se centra en el Parque Nacional Rapa Nui como destino turístico cultural anclado al ideario del
paraíso exótico. Asimismo, identifica una serie de impactos sociales y territoriales ante el exce-
sivo ingreso de nuevos consumidores y residentes. En relación con Paraguay, el caso se inscribe
en la “Ruta de las Misiones Jesuíticas”. En esta oportunidad, el territorio abordado hace hincapié
en la complejidad de la gestión turística de un espacio transfronterizo, resultado de la articulación
entre actores de distinto orden y jerarquía. Por último, se presenta Bolivia en el marco de la
estrategia de turismo rural comunitario: la Ruta de la Pachamama. La autora describe esta es-
trategia como una alternativa incipiente de gestión comunitaria que impulsa y fomenta la creación
de asociaciones entre las comunidades originarias con el objetivo de superar los desafíos socia-
les y económicos que se presentan en la región.
México está localizado en la sección meridional de América del Norte y se apoya en América
Central, posee una superficie de 1.964.375 km², de los cuales 1.959.248 km² corresponden al
continente y 5.127 km² al espacio insular. Al norte limita con Estados Unidos de Norteamérica y
al sur con Belice y Guatemala. Mientras que masas de aguas lo definen; al oeste, el Océano
Pacífico; y al este, el Golfo de México y el Mar Caribe.
Caracterización ambiental
En la zona sur y central del territorio mexicano, los vientos que provienen del este y el oeste
cargados de humedad descargan las precipitaciones en las planicies, para chocar posterior-
mente con las sierras y, condensación mediante (efecto barrero), provocar intensas precipita-
ciones. El sur del país recibe además las precipitaciones de los ciclones antillanos que incre-
mentan la disponibilidad de agua en el ambiente. Por el contrario, al norte del país, en la pe-
nínsula de Baja California, en el altiplano y la zona norte se presentan condiciones semi-de-
sérticas, por la ausencia de precipitaciones y vientos húmedos. Otro rasgo climático es la tem-
porada de huracanes, que se extiende de julio o noviembre y que afectan las costas del Pací-
fica y del Mar Caribe.
En cuanto a la Península de Yucatán, esta es una extensión de tierra rodeada por el Golfo de
México y Mar Caribe. Presenta un relieve plano formado por piedras calizas, por lo que predo-
mina un relieve kárstico. El principal proceso erosivo es la disolución, por lo que el agua superfi-
cial erosiona la roca y hace su recorrido de manera subterránea, formando cavernas. La circula-
ción provoca además el desgaste de la parte superior de la caverna. Al colapsar el techo puede
observarse el manto de agua en el fondo de cavidades cónicas o en pozos dentro de una gruta,
que reciben el nombre de "cenotes", equivalente regional de dolina. El clima se presenta cálido
y sub-húmedo, con una estación seca en el invierno, lo que permite la formación de una selva.
Las costas de la península se caracterizan por la presencia de extensas playas de arena, co-
rrientes marinas cálidas y la existencia de arrecifes de coral. La consolidación de la actividad
turística se extendió principalmente sobre el Mar Caribe, con epicentro en la ciudad de Cancún.
Desde las inmediaciones de Cancún, corre el llamado Gran Cinturón de Arrecifes del Caribe, que
se extiende hacia el sur de manera intermitente, hasta el arrecife Xcalak, con aproximadamente
350 km de extensión.
México es más que un extenso territorio, dentro de él alberga un innumerable patrimonio cul-
tural con un fuerte componente identitario. La cuestión de la propia identidad ha sido planteada
como un tema central para los habitantes de los países latinoamericanos desde el fin de la colo-
nia y la consecuente creación de Estados-Nación independientes. La invasión de los coloniza-
dores en el continente americano, así como el exterminio y opresión de la población indígena,
dio como resultado diferentes pueblos “poliétnicos y multiculturales“(Dill en Trager, 2015).
A diferencia de otras ex-colonias hispanoamericanas, la nueva nación mexicana legitimó su
derecho a constituirse sobre la existencia, varias veces centenaria, de una civilización que
había erigido una estructura política centralizada y un orden social estratificado. El patriotismo
criollo tuvo que buscar una genealogía compartida por criollos e indios. Los ideólogos del siglo
XVIII emprendieron el rescate del pasado azteca para afianzar una identidad propia que esta-
bleciera "lazos de identidad con la tierra que se habita", a partir de una gloriosa historia su-
puestamente común que permitiera "la creación de símbolos que encarnan los valores patrios"
(Florescano, 2004).
Parafraseando a Vasconcellos, podemos considerar el fenómeno del mestizaje como una
característica fundamentalmente positiva, lo que implica la diferencia y la diversidad y concebir
al carácter nacional mexicano como una mezcla del pueblo de la Europa Ibérica, el pueblo indí-
gena americano y las culturas africanas (Träger, 2015). Según Arredondo “la mexicanidad” se
expresa simbólicamente a partir de tres aspectos: considerar a la Virgen de Guadalupe como la
madre de los mexicanos; percibir a la Ciudad de México como el centro del mundo y la represen-
tación que se da a la muerte (Arredondo, 2005).
La diversidad cultural se manifiesta no sólo en sus más de 80 lenguas vivas que subsisten a
lo largo del territorio (siendo las más importantes el náhuatl, el maya y las lenguas mixtecas y
zapotecas) sino es un vasto patrimonio cultural material e inmaterial.
A modo de poder expresar en hechos podemos decir que al 2019 México cuenta con 35 sitios
inscritos como Patrimonio Mundial de la Humanidad en la lista de la UNESCO. Entre los bienes
culturales inmateriales podemos citar: Día de Muertos (declarado en 2008), Los voladores de
Papantla (declarado en 2009), Tradiciones de la Peña de Bernal (declarado en 2009), La Pirekua
purépecha (declarado en 2010), Danza de los Parachicos (declarado en 2010), Gastronomía
¿Qué es un actor social? Sin entrar en los debates teóricos respecto de dicha categoría po-
demos enumerar algunas características:
● El actor social en tanto sujeto individual y/o colectivo se estructura a partir de una iden-
tidad, poseen una conciencia que les permite comprender lo que hacen; lo que se tras-
lada en acciones concretas.
● Los actores sociales actúan a partir de una motivación que trata de dar respuesta a
necesidades y/o intereses propios.
● La defensa y búsqueda de intereses se hace mediante distintos recursos (económicos,
legales, simbólicos, etc.) que poseen y trataran de ampliar.
El dictador Porfirio Díaz, expresó una frase que resumía la realidad de su país: “Pobre México,
tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”. Podríamos pensar que la frase aún sigue
vigente. ¿Podrá tener que ver también con el turismo? ¿Estará atada esta relación a través de
la práctica turística?
Los comienzos del turismo en México se enmarcan, ya entrado el siglo XX, con la extensión
de la red de carreteras, el turismo proveniente de los Estados Unidos y el desarrollo de un
incipiente turismo interno. A finales del siglo XIX México ya contaba con una extensa red fe-
rroviaria, pero no así de hotelería (mesones) que fue creciendo lentamente. La misma estaba
localizada en Veracruz, la ciudad de México y algunos destinos de la costa pacífica, pero la
población no poseía el hábito de la práctica turística. Otro factor que retrasó el avance del
turismo fue la Revolución Mexicana que se prolongó entre 1910 y 1917, ya que tornaba peli-
grosos los viajes por el país.
Según la literatura especializada, se pueden distinguir los siguientes períodos en relación con
el desarrollo del turismo:
Nacimiento 1920-1940:
● aparición de los primeros servicios turísticos.
● desarrollo de un sistema de carretera, el crecimiento de Tijuana, como primer destino
internacional ante la prohibición en EUA de consumir alcohol.
● creación de un marco legal para el desarrollo turístico: Ley de Migración que incluye con
concepto de turista (1926); Comisión Mixta pro Turismo (1929) y Consejo Nacional de
Turismo (1939).
Uno de los que logró capitalizar estas obras e iniciativas es Acapulco, que, ya siendo un importante
puerto comercial del Pacífico, consigue desarrollar el turismo de sol y playa tanto para los mexicanos
como para el mercado norteamericano. En esta primera década pos-revolucionaria, el fortalecimiento
de la identidad nacional fue un eje del nuevo Estado. En esta búsqueda, el turismo juega un papel
importante. Esta actividad vendía el paisaje rural de México y las manifestaciones de la “cultura me-
xicana”, y les otorgó un nuevo valor a las expresiones tradicionales como las artesanías y los bailes,
así como a los monumentos históricos y sitios arqueológicos (Mateos, 2006).
Desarrollo 1940-1958:
● fin de la 2° Guerra Mundial.
● crecimiento del turismo interno.
● incremento de inversiones en infraestructura (carreteras y aeropuertos) y hotelería.
● nuevas Instituciones: Ley Federal de Turismo (1949), Consejo Nacional de Turismo (1958).
turistas dentro del país. En este sentido surgieron los primeros destinos turísticos como Aca-
pulco, Manzanillo, Mazatlán, Puerto Vallarta, Cabo San Lucas, Cozumel, Isla Mujeres, Veracruz,
Mérida, Guadalajara y la Ciudad de México. En particular Acapulco vivió un fuerte proceso de
internacionalización impulsado por el turismo norteamericano (Valdivieso y Hurtado, 2009). Este
proceso estuvo acompañado de políticas de financiamiento por parte de la inversión nacional y
extranjera, principalmente en hotelería. Se realizaron importantes campañas de difusión en EUA
y Europa, que se tradujo en el establecimiento del primer vuelo comercial a Europa en 1948.
Tecnificación 1958 a la actualidad.
● Revolución Cubana (1959).
● Realización de los Juegos Olímpicos (1968), Campeonato Mundial de Fútbol (1970-1986).
● Declaración de Patrimonio de la Humanidad.
● Nuevas Instituciones: Plan Nacional de Desarrollo de México (1962); Fondo Nacional de
Fomento al Turismo, FONATUR (1974); Secretaría de Turismo, SECTUR (1975), Con-
sejo de Promoción Turística de México (1999); Nueva Ley Federal de Turismo (2009).
En este período se observa una continuidad en las políticas públicas en el sector turismo por
parte del Estado. Acompañado por el contexto externo de incremento de los viajes turísticos, la
Revolución Cubana re-direcciona aún más los viajes hacia México que se convierte en el destino
principal para los norteamericanos. Ya para la década del ’60 Acapulco era un importante destino
turístico de sol y playa, y una de las imágenes turísticas del país. También importantes son Puerto
Vallarta, al norte de Acapulco y la isla de Cozumel, en la península de Yucatán. Pero es desde
el FONATUR y la planificación de destinos integrales que México va a impulsar su crecimiento
turístico con la construcción de zonas hoteleras como Cancún, Ixtapa y Los Cabos. También lo
comenzaron a hacer los sitios arqueológicos y los cascos antiguos de las ciudades coloniales.
El trabajo que comenzó a gestarse en los albores del siglo XX, al iniciarse el siglo
XXI tiene continuidad en cuanto a que representa un espacio para que se vinculen
políticos y empresarios, y a pesar de que las líneas de desarrollo turístico no siem-
pre fueron respetuosas de la Constitución, hoy intentan, al menos en teoría, reto-
mar ideas en el sentido de que las empresas turísticas deben apoyar la identidad
nacional a partir de la conservación y respeto del patrimonio cultural y natural, así
como participar en los procesos de desarrollo (Mateo, 2006, p.43)
México fue uno de los primeros países en implementar planes de desarrollo en el sector turismo,
sin embargo, con la creación del FONATUR comenzó un proceso más profundo con el Programa
Integral de Centro Turísticos. Consistía en la construcción completa de un destino turístico, con-
Para Hiernaux (1999), el año 1984 es el punto de inflexión del proyecto producto de la
aparición de dos nuevos factores: el turismo masivo y un cambio general en las preferencias
turísticas. La imagen del modelo exclusivo da paso a una densificación y crecimiento en
altura de los nuevos hoteles, hay una intensificación en el uso y consumo del espacio. Este
crecimiento se tradujo en un impacto negativo sobre la laguna Nichupté y mayor presión
sobre los arrecifes y manglares costeros.
Cancún comenzó a recibir de nuevos turistas que preocupados por “las consecuencias
que provocaba en la salud la explosión intensa al sol, así como también la práctica de de-
portes, un renovado interés por la naturaleza y las visitas a shoppings. En suma, interrum-
pieron el modelo tradicional de las tres “S” arena, sol y sexo (Hiernaux, 1999). Un ejemplo
de estos nuevos espacios apropiados y valorizados es la laguna, que se ha transformado en
una nueva zona recreativa con restaurantes y actividades deportivas. Algo similar comenzó
a ocurrir con los sitios arqueológicos como Chichen-Itza y Tulum que se incorporaron al re-
pertorio de atractivos que hoy se ofrecen.
la franja costera, por ser el espacio más valorizado, y da como resultado ciudades lineales sobre
el Mar Caribe.
Para el siglo XXI la costa del Municipio de Quintana Roo se plantea como un territorio turístico
jerarquizado, por las funciones que adquirió; fragmentado, por la sucesión de enclaves y centro
de servicios; bajo el control del Estado y al capital privado. En este nuevo contexto globalizante,
el enclave turístico dio paso a una ciudad con atracciones heterogéneas. Esta transformación
tuvo lugar no solo por una reestructuración física, también por una reconsideración de las fun-
ciones del turismo dentro de la ciudad de Cancún y por la colonización regional (Hiernaux, 1999).
Cancún, como ciudad postmoderna, da respuesta a los nuevos turistas, al ofrecer un amplio
abanico de productos (Bensey, 2007):
● Turismo de descubrimiento de los emplazamientos naturales; la valoración de nuevos
recursos naturales, como la Reserva de Sian Ka´an al sur de la Península de Yucatán o
la barrera de corales;.
● Turismo cultural y de patrimonio arqueológico: la presencia de culturas precolombinas se
puede contemplar en Cancún (Ruinas del Rey), Cozumel, Tulum, Chichen Itzá y Coba.
● Ecoturismo y turismo ambiental: un escenario natural con alto valor escénico en el cual con-
vergen naturaleza y la cultura de la población local, como en Xcaret, Xacalac, Xel-Há (surgen
como parques acuáticos recreativos e integran el corredor turístico Cancún-Tulum);.
● Turismo de ocio y de relajación: aprovechamiento de las playas, islas y arrecifes de coral.
● Turismo de negocios y congresos.
Reflexiones finales
Cancún se convirtió en la cara visible de lo que conocemos como industria turística. La litera-
tura sobre el tema expone una dualidad acerca del éxito de este modelo de desarrollo. Los be-
neficios económicos generados por el proyecto tanto en México como en la región son evidentes,
como lo son también las dificultades que enfrenta la población residente y los continuos migran-
tes que llegan en busca de oportunidades, pero no siempre las encuentran. La ciudad, aunque
integrada, es el reflejo de las desigualdades iniciales que el modelo no pudo revertir y en un
contexto global, se incrementaron.
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La República de Cuba se sitúa en un archipiélago formado por la Isla homónima, la cual posee
una extensión de 107.464,74 km2, la Isla de la Juventud con 2.419,27 km2 y alrededor de 4.200
cayos e islotes adyacentes. Es la mayor de las islas caribeñas y goza de una posición estratégica a
la entrada del Golfo de México, en el Mar Caribe. Limita al norte con Estados Unidos de América
(Cayo Hueso) a 150 km y con la Comunidad de las Bahamas a 21 km; al sur con Jamaica a 140 km;
al este con la República de Haití a 77 km y al oeste con los Estados Unidos Mexicanos, a 210 km.
Capital La Habana
Llegada de Turistas
4.684.000 llegadas (OMT, 2019)
Internacionales
Cuba es un país predominantemente llano sobre todo en las regiones occidental y central,
alrededor del 75% de la superficie del país está formada por llanuras que alternan con solo tres
cadenas montañosas localizadas en el occidente, centro y oriente de la isla. Estas llanuras ge-
neralmente son planas o ligeramente onduladas, tienen una altitud inferior a los 100 metros sobre
el nivel del mar y en ellas se asienta prácticamente toda la población del país y el grueso de las
actividades económicas por lo que generalmente aparecen transformadas por la actividad del
hombre con la excepción, en parte, de la Ciénaga de Zapata, en Matanzas y la llanura que con-
forma la Península de Guanahacabibes, en Pinar del Río.
Los sistemas montañosos están conformados de la siguiente manera:
- La Sierra de Guaniguanico, en la provincia de Pinar del Río, formada por la Sierra de los
Órganos en su parte occidental y la Sierra del Rosario en la oriental. Es una región rica
en paisajes y con muchos atractivos turísticos.
- Grupo Guamuahaya, se localiza en la zona central del país ocupando parte de las pro-
vincias de Cienfuegos, Sancti Spíritus y Villa Clara y está compuesto por la Sierra del
Escambray y la Sierra de Trinidad, con una extensión total de cerca de 4.500 km2. Este
macizo montañoso es más conocido como Sierra del Escambray y está fuertemente li-
gado a la historia reciente del país por haber sido el escenario principal de la lucha contra
la Revolución Cubana hasta mediados de la década de los ´60'.
- Sierra Maestra, situada en el extremo sudeste de la isla es la mayor y más alta cordillera
montañosa de Cuba, forma un bastión a lo largo y paralelamente a la costa sur desde
Cabo Cruz hasta la Punta de Maisí con alrededor de 250 km de longitud y entre 15 y 60
km de anchura. Esta está conformada por: la Sierra Maestra propiamente, la Sierra de
Cristal en las inmediaciones de la Punta de Maisí y la Sierra de Nipe en su porción no-
reste. La altitud media en esta región fluctúa entre los 300 y 2.000 metros alcanzando
las mayores alturas del país: el Pico Turquino con 1.974 metros sobre el nivel del mar,
el Pico Cuba, 1.872 metros y el Pico Suecia, 1.734 metros. Es el escenario natural más
majestuoso del país y en ella se encuentran varios parques naturales como el del Pico
Turquino, Desembarco del Granma, Santo Domingo-La Sierrita y Marea del Portillo lo
que la hace especialmente adecuada para el turismo de naturaleza.
Como consecuencia de lo anterior, existen numerosas y bellas playas de gran extensión, con
arenas blancas y finas (más de 345 km), que se combinan con costas abrasivas y manglares,
donde encontramos aguas cálidas y transparentes, acompañadas de espectaculares fondos ma-
rinos con una variada flora y fauna y extensos coralinos (Salinas Chávez & Mundet, 2000).
La flora de Cuba es una de las ricas del mundo con más de 7.000 especies de plantas, con
un endemismo superior a 51% y más de 900 especies en las diversas categorías de vulnerabili-
dad y peligro de extinción, lo que representa el 2,5% de la flora mundial y la convierte en las 10
regiones biológicas más ricas del mundo (Salinas Chávez, E & Mundet I Cerdán, Ll, 2000).
Con relación a su hidrografía, por la propia configuración de la isla -larga y estrecha- da lugar
a que existan ríos de corto curso y reducido caudal en su mayoría y a una divisoria principal de
las aguas a todo lo largo del país en dos vertientes: norte y sur. El río más grande es el Cauto,
con una longitud de 370 km, ubicado en la provincia de Gramma y el más caudaloso es el Toa,
con una longitud de 100 km, en la provincia de Guantánamo.
El clima de Cuba es subtropical húmedo, con dos estaciones claramente definidas, la seca
(invierno) de noviembre a abril, y la lluviosa (verano) de mayo a octubre y con brisas continuas
el año entero que refrescan sustancialmente. La temperatura media anual es de 24°C, la media
en invierno es de 20°C y la de verano es de 26-27°C. Las lluvias tienen una media anual de 1.200
mm, alrededor del 30% de las precipitaciones ocurren en el período invernal y el restante 70%
en el verano y en general son más abundantes en el occidente del país que en el oriente.
Un elemento muy significativo en el clima de Cuba es el paso de los huracanes que la afectan
como promedio una vez cada dos años. Los huracanes o ciclones tropicales son áreas de bajas
presiones de entre 300-500 km de diámetro que provocan vientos, lluvias y oleaje del mar suma-
mente fuertes que suelen tener efectos catastróficos en las regiones por donde cruzan.
El turismo tiene sus orígenes en Cuba a principios del siglo XX y su desarrollo está estrecha-
mente ligado a los cambios económicos, sociales y políticos ocurridos en la isla a lo largo del
siglo. La Revolución de 1959 supuso la desaparición del turismo internacional que no se recuperó
hasta las décadas del ‘70 y ‘80 de manera lenta; teniendo luego una recuperación acelerada a
partir de la década de los ‘90, en el contexto de la caída del Muro de Berlín (1989), la reunificación
de Alemania (1990) el de debilitamiento, caída y reorganización de la Unión de Repúblicas So-
cialistas Soviéticas (URSS), finalmente su desmembramiento en el año 1991. Desde allí el tu-
rismo comienza a definirse como la única alternativa para la recuperación económica del país.
Esto dio como resultado un proceso de construcción de nuevas capacidades hoteleras, el desa-
rrollo de infraestructura turística y la participación cada vez mayor del capital extranjero en este
sector. (Salinas Chávez & Mundet, 2000).
El turismo pasó a ser una de las actividades más importantes en los planes de desarrollo
socioeconómico cubano y, en la estrategia del desarrollo del turismo se le dio prioridad al turismo
internacional, como medio para captar divisas, tan necesarias para la economía como para me-
jorar el nivel de vida de la población.
En Cuba el turismo de “Sol y Playa” bajo la modalidad “all inclusive” y el urbano asociado a
los destacados valores patrimoniales, históricos y culturales de muchas ciudades del país, son
la principal oferta de la isla.
El carácter insular de Cuba y su relieve litoral de 6.073 km de longitud de costas permiten la
existencia de numerosas y bellas playas, consideradas entre las mejores del Caribe debido a su
extensión, calidad de sus arenas (blancas y finas) y transparencia de sus aguas. La longitud de
playas de interés turístico es de 345 km; de ellas 225 Km en la costa norte y 120 km en la costa
sur. Estas además están combinadas con costas bajo procesos de erosión abrasivos (acantila-
dos) y biogénicas (manglares) dando lugar a un paisaje litoral diverso, lo que permite que se
puedan llevar a cabo una gran diversidad de actividades recreativas (Chávez & Pazo, 1996).
Cuba ocupa el cuarto lugar de América Latina y el 26 entre los 190 países miembros de la
Convección en la Lista de Patrimonios Mundiales por número de sitios patrimoniales. La isla
posee 11 Patrimonios de la Humanidad, condición otorgada por la UNESCO por el grado de
conservación de los lugares y la protección de las tradiciones, como por ejemplo La Vieja Habana
y su sistema de fortificaciones, declarado en el año 1982.
El desarrollo del turístico en los últimos años se ha concentrado en ocho regiones priorizadas
que son: La Habana, Varadero, Jardines del Rey, Norte de Camagüey, Norte de Holguín, San-
tiago de Cuba, Costa Sur Central y Los Canarreos, y en los últimos años se sumó la región norte
de Villa Clara. Es en estas regiones donde se concentran los principales atractivos de las tipolo-
gías anteriormente nombradas, la infraestructura de apoyo al turismo y las principales inversio-
nes para su desarrollo (Chávez, Chávez & Cerdán, 2019).
A los tipos de turismo anteriormente mencionados le siguen con menor importancia: el turismo
de salud, el de congresos y convenciones y el ecoturismo. Estas son modalidades con amplias
posibilidades de desarrollo en el país. Si bien su crecimiento expresado en el número de instala-
ciones dedicadas a estas modalidades es muy reducido, a partir del año 2010, se han incremen-
tado sus capacidades por media de pequeños emprendedores privados, como ocurre en el Valle
de Viñales y en Soro, donde el ecoturismo y el turismo rural se intensifican con un significativo
éxito (Chávez, Chávez & Cerdán, 2019).
El turismo, entendido como un proceso societario, induce a cambios sociales en los lugares
de destino, como así también en los lugares que emiten a los turistas; y además, se caracteriza
por sus profundos impactos macro y microeconómicos, como así también a escala macro y micro
espacial (Hiernaux-Nicolas, 2002).
El turismo como proceso societario se desarrolla en un territorio, el cual ya no es considerado
como el espacio físico que solo sustenta a la población, ni tampoco se limita a ser considerado
como la proyección espacial del Estado.
El concepto de territorio lleva implícitas las nociones de apropiación, ejercicio del dominio y
control de una porción de la superficie terrestre, pero también contiene las ideas de pertenencia
y de proyectos que una sociedad desarrolla en un espacio dado (Blanco, 2007).
El territorio en palabras de Manzanal (2007), sintetiza relaciones de poder especializadas,
relaciones entre capacidades diferenciales para transformar, reproducir e imponer acciones y
voluntades, sea bajo resistencia o no, bajo conflicto o no. Y esto no es más que reconocer que
la producción social del espacio es un resultado del ejercicio de las relaciones de poder. Dicho
esto, se puede decir que el territorio es una construcción y una producción social.
Para este artículo es importante considerar al territorio en su vinculación al turismo debido a
que este es un gran consumidor de territorios, a la vez que, supone cambios en los mismos a
través de la introducción de nuevos actores, nuevas prácticas y relaciones de poder.
Entonces al territorio turístico se lo va a entender cómo, aquel que se constituye como tal
cuando es acondicionado y redefinido para que la práctica se desenvuelva sin inconveniente
alguno. Es decir, se lo debe dotar de infraestructura turísticas (accesos, señalética, cartelería
turística, alojamiento, locales de restauración, etc.), se deben definir o redefinir los rasgos cultu-
rales y naturales potenciales a convertirse en atractivo turístico, en donde participan actores lo-
cales, extra locales y el Estado, quienes operan desde distintos ángulos, respondiendo a intere-
ses no siempre convergentes, que pueden llegar a generar tensiones.
La globalización complejiza y densifica aún más el territorio y las relaciones de poder que lo
componen, ya que introduce nuevos actores en la escala local, y a la vez vincula más fácilmente
lo regional y lo global.
La globalización financiera ha tomado al turismo como uno de sus nichos de inversión por su
dinámica y capacidad de reposición de inversiones en un tiempo récord en comparación a la
industria tradicional. Así mismo, se considera una de las actividades más difíciles de controlar.
En el ámbito mundial, el turismo está considerado como la actividad de mayor crecimiento en el
mundo, la que genera mayor nivel de empleo y una de las mayores contribuyentes a las rentas
del mundo, motivo por el cual está dentro de los modelos de desarrollo de las economías emer-
gentes y de las bases de solidez en las economías consolidadas (Dachary & Burne, 2004).
En los países desarrollados, el turismo ha posibilitado la apertura de nuevas zonas económi-
cas, como ha sido el caso de Londres y París que pasaron de ser ciudades industriales a verda-
deras ciudades históricas, donde el turismo cultural tiene un gran campo de expansión. Aunque
la situación es totalmente opuesta en los países de bajo nivel de desarrollo (emergentes), ya que
el turismo en estas economías se transforma en el modelo de desarrollo alternativo, y es consi-
derado como una la única opción para poder salir de la situación en que se encuentran en el
marco de la globalización. Esto es lo que sucede en la mayoría de las economías insulares del
Caribe y el Pacifico, ya que estos países pueden ser hoy catalogados como economías turísticas
(Dachary & Burne, 2004).
Ante este panorama el turismo proporciona la redefinición de los usos del territorio, agen-
ciando las especificidades naturales y culturales de las regiones, y generando oportunidades de
desarrollo social y económico (Carvalho & Guzmán, 2011).
En consideración con lo anterior, es relevante tener presente que para la gestión del territorio
turístico es necesario el desarrollo de una política turística. La cual no debería ser considerada
como un capítulo de la política económica de un país, como algunos autores han sugieren (Mon-
fort Mir, 200; Fayos Sola, 2004); ya que esto reduce el enfoque de análisis, imposibilitando en
algunos casos, la explicación de algunos de los problemas más persistentes que se arrastran en
este ámbito de decisión pública.
Es decir, la política turística se constituye a partir de la política pública definida para tal fin.
Entonces la política turística puede ser definida como el conjunto de acciones que impulsan
actores públicos, en ocasiones en colaboración con actores no públicos, con la intención de al-
canzar objetivos diversos relacionados a la variedad de fenómenos y relaciones que genera el
turismo (Velasco González, 2011).
La aparición del turismo en Cuba y su desarrollo han estado en estrecha relación con la his-
toria económica y político-social del país. En el siglo XIX y en la primera mitad del siglo XX, el
desarrollo turístico en Cuba estuvo caracterizado, en términos generales, por la inexistencia de
una política definida para aumentar o sostener los avances alcanzados en ciertos períodos (Chá-
vez & Pazo, 1996; Chávez & Cerdán, 2000; Pazo, Yera & Raffo, 2000). Algunos autores como
Chávez & Cerdán (2000), señalan la existencia de tres o cuatro etapas del desarrollo del turismo
en Cuba, según los criterios empleados al dividir las mismas.
Para este artículo se ha preferido utilizar la de (Chávez, Chávez & Cerdán, 2019) que divide
al desarrollo en dos periodos, el periodo pre-revolucionario y el periodo revolucionario, los cuales
a su vez pueden subdividirse en varias etapas. El periodo pre-revolucionario tiene una sola etapa,
desde el año 1902 hasta el 1958. En cambio, el periodo revolucionario tiene cuatro etapas, la
primera desde el año 1959 hasta el 1976, la segunda desde el 1977 hasta el 1993, la tercera
desde el 1994 hasta el 2009 y la cuarta y última etapa desde el 2009 hasta la actualidad.
Periodo pre-revolucionario (1902-1958), el primer intento de organizar la actividad turística
tuvo lugar el 8 de agosto de 1919, con la creación oficial de la llamada Comisión Nacional para
el Fomento del Turismo, por lo que se puede afirmar que el surgimiento del turismo como activi-
dad económica en Cuba se produjo en esa fecha. A partir de entonces, se comenzaron a cons-
truir una serie de obras con fines turísticos, que se apoyaron en el gran auge de la economía
nacional, como resultado del alza de los precios del azúcar, en el mercado internacional, al fina-
lizar la Primera Guerra Mundial. Estos factores motivaron el crecimiento continuo en la entrada
de visitantes extranjeros, que, de acuerdo con las estadísticas disponibles, se mantuvo hasta los
años 30. Cuba se convirtió en el principal destino del Caribe, ya que según datos oficiales en la
temporada 1924-1925, arribaron al país 31.566 turistas, cuando el Caribe recibía, según datos
estimados de la época, solo 88.200 turistas, es decir, casi el 36% del turismo del Caribe tenía
como destino Cuba. A esto también contribuyó la aprobación de la Ley Seca en los Estados
Unidos, que significó un gran impulso para el turismo norteamericano hacia Cuba. En 1957 se
alcanzó la cifra más alta de turismo extranjero: 272.265 visitantes, de los cuales el 85% eran
norteamericanos atraídos en su mayoría, por una publicidad “denigrante” que ofrecía La Habana,
como centro de juegos y prostitución del Caribe. En este periodo se incrementaron las inversio-
nes hoteleras, especialmente desde 1952 hasta 1958, y también otras inversiones que mejoraron
la conexión entre La Habana y Varadero, como la construcción de la autopista Vía Blanca, y el
túnel que cruzaba la bahía, el cual fue construido por una empresa francesa (Chávez, Chávez &
Cerdán, 2019; Pazó, Yera & Raffo, 2000; Chávez & Pazo,1996).
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Hotel Tryp Habana Libre es uno de los hoteles más grandes de Cuba. Localizado en Vedado, La Habana. El hotel fue
construido como Habana Hilton bajo el mandato del presidente Fulgencio Batista. Luego del triunfo de la Revolución y la
entrada de Fidel Castro en La Habana, el 8 de enero de 1959, el hotel se convirtió en su cuartel general. El 11 de julio de
1960, el gobierno expropia el hotel y lo nacionaliza. En consecuencia, el hotel fue rebautizado como Hotel Habana Libre.
ofrece Cuba, el transporte turístico, la comercialización y promoción del turismo, en entre otros.
Por lo que este ministerio está estructurado en siete Organizaciones Superiores de Dirección
Empresarial: cuatro de alojamiento, una extra-hotelera, otra de agencia de viajes, otra de servi-
cios turísticos y la última de delegaciones territoriales del MINTUR en cada provincia (Chávez,
Chávez & Cerdán, 2019).
Ante lo dicho hasta acá podemos decir que el desarrollo del turismo en Cuba, por lo menos a
partir del periodo revolucionario, hasta los últimos años, fue acompañado por una política de
fomento e impulso para el desarrollo de la actividad turística, por una administración nacional de
turismo para tal fin. Aunque desde una perspectiva económica ya que, se prestó mayor atención
a los aspectos económicos de la actividad, dejando en último lugar los aspectos sociales, cultu-
rales y ambientales generados por el desarrollo del turismo en el país.
Con el fin de conseguir divisas frescas para oxigenar la economía cubana y mejorar las con-
diciones socioeconómicas de su población, se adoptó una política turística para gestionar un
modelo turístico de “Sol y Playa” de modalidad all inclusive, y el urbano asociado a los elevados
valores patrimoniales, históricos y culturales de muchas ciudades del país. Esto provocó que el
desarrollo estuviera concentrado en ochos regiones: La Habana, Varadero, Jardines del Rey,
Norte de Camagüey, Norte de Holguín, Santiago de Cuba, Costa Sur Central y Los Canarreos,
donde se concentran los principales atractivos e infraestructura de apoyo al turismo, y las princi-
pales inversiones vinculados a los modelos de turismo mencionados (Chávez, Chávez & Cerdán,
2019; Pazó, Yera & Raffo, 2000; Chávez & Pazo, 1996).
El establecimiento del modelo turístico de “Sol y Playa” bajo la forma operacional de all
inclusive, como mono producto turístico, es el que las empresas cubanas estatales nacionales
y empresarios extranjeros consideran el más seguro para obtener ganancias a corto plazo en
el Caribe, en la práctica conduce a un alto consumo de recursos y la posible pérdida o deterioro
de los atractivos turísticos que le dieron origen. Además, le resta competitividad en relación a
la competencia (demás destinos del Caribe y Centroamérica) ya que la infraestructura de este
tipo de turismo es similar en los demás destinos y, además implica una menor difusión de los
beneficios turísticos a la población local y mayor dependencia de los principales destinos emi-
sores de turistas, como el canadiense y el europeo (Chávez, Chávez & Cerdán, 2019; Castillo
& Neyra, 2019).
Es decir, el turismo en Cuba, en la actualidad se enfrenta a problemas que plantean dos
paradigmas no coincidentes: el de la globalización y de la sostenibilidad; un desafío de difícil
integración en los países emergentes ya que las necesidades son mayores que las posibilidades
de lograr un crecimiento equilibrado, pero es este desequilibrio el que termina agotando los desa-
rrollos turísticos (Dachary & Burne, 2004).
En palabras de Chávez, Chávez & Cerdán (2019),
deben ser premisas que no se pueden olvidar en el desarrollo del turismo cu-
bano para alcanzar su sostenibilidad. El turismo es una fuente de ingresos de
indiscutible importancia, el desafío consiste en diseñar estrategias que poten-
cien su desarrollo en favor de la nación, en lo cultural y en lo humano (Chávez,
Chávez & Cerdán, 2019, p. 44).
Entonces el turismo en Cuba y el desarrollo de su política turística debe considerar los distin-
tos aspectos que genera el turismo dentro de un territorio- económico, social, cultural y ambien-
tal- para así lograr un desenvolvimiento del fenómeno de manera equilibrada y sostenible en todo
el territorio cubano. De manera tal que contribuya a mejorar no solo las condiciones económicas
del país, sino también las sociales, culturales y ambientales.
Reflexiones finales
Este capítulo tuvo como objetivo realizar un análisis de los aspectos territoriales y de la política
turística aplicada en la Isla de Cuba a partir del año 1906 hasta la actualidad. Teniendo en cuenta
los conceptos de territorio turístico, globalización y política turística.
Como mencionamos anteriormente el turismo en los países emergentes se ha transformado
en el modelo de desarrollo alternativo, y es considerado como la única opción para poder salir
de la situación en la que se encuentran en el marco de la globalización. Esto es lo que sucede
en la mayoría de las economías insulares del Caribe y el Pacifico, ya que estos países pueden
ser hoy catalogados como economías turísticas (Dachary & Burne, 2004).
La caída del campo socialista, la desintegración de la Unión Soviética y la política hostil de
los Estados Unidos hacia la Isla de Cuba representó un golpe duro para su economía, lo que
obligó al gobierno a considerar al turismo como una alternativa para la recuperación y reactiva-
ción económica del país. Debido a esto Cuba decide desarrollar la actividad turística de forma
intensiva con el fin de obtener divisas para oxigenar la economía y contribuir a la recuperación
económica del país. En un primer momento el turismo es visto como una solución temporal y se
esperaba que estuviera vigente solo por el tiempo que duraría la difícil situación económica. Pero
como pudimos ver a lo largo del estudio de caso, el turismo finalmente dejó de ser visto como
algo temporal y comenzó a considerarse una actividad importante y decisiva para el desarrollo
del país. El turismo se integró cada vez más en la sociedad y cultura cubana.
El tipo de turismo adoptado en el país es el de “Sol y Playa” con modalidad all inclusive, y el
urbano asociado a los elevados valores patrimoniales, históricos y culturales de muchas ciuda-
des del país. Este conduce a un alto consumo de recursos y la posible pérdida o deterioro de los
atractivos turísticos que le dieron origen. Además, le resta competitividad en relación a productos
turísticos similares (destinos del Caribe y Centroamérica) ya que la infraestructura en esta mo-
dalidad de turismo es semejante en los demás destinos.
Es decir, como se ha señalado, el turismo en Cuba se enfrenta a problemas que plantean dos
paradigmas divergentes: el de la globalización y de la sustentabilidad; un desafío de difícil inte-
gración en los países emergentes ya que las necesidades son mayores que las posibilidades de
lograr un crecimiento equilibrado, pero es este desequilibrio el que termina agotando los desa-
rrollos turísticos (Dachary & Burne, 2004). Entonces, ¿cómo debería gestionar Cuba el turismo
ante este panorama? ¿Qué debería cambiar? ¿Tendría Cuba que diversificar su oferta? ¿De qué
manera? ¿Integrando más modalidades de turismo? ¿Qué rol debería tener la población local en
el desarrollo del turismo?
En relación con los principales destinos emisores de turistas, en los últimos años se sumaron
nuevamente los turistas estadounidenses, que entre los años 1902 - 1958 (periodo Pre-revolu-
cionario) representaban el 85% de los turistas internacionales recibidos en el país. Luego de la
revolución cubana los arribos de estos de estos turistas se vieron interrumpidos hasta el año
2014, dado que los presidentes de EE. UU y Cuba en diciembre de ese año restablecieron las
relaciones diplomáticas entre los países. Lo que abrió nuevas posibilidades para los viajes a
cubas de los ciudadanos norteamericanos, ampliando las categorías para el otorgamiento de
permisos para poder viajar a Cuba. Aunque, como dijimos anteriormente, estos acontecimientos
a partir del 9 de noviembre del 2017 y por lo menos hasta el año 2020, se vieron interrumpidos
por el mandato del presidente Donald Trump en los EE. UU, quien puso nuevamente medidas
restrictivas para los viajes de los estadounidenses a Cuba. Dicho esto, y ante diferentes admi-
nistraciones de futuros gobiernos norteamericanos, se sucedan diversas posturas sobre el blo-
queo económico, financiero y comercial contra Cuba, ¿qué cambios supondría para el turismo
internacional en Cuba? ¿Cómo tendrá que adaptarse el país, en todos los sentidos, económicos,
sociales y políticos, ante este nuevo mercado?
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Caracterización ambiental
Guatemala se distingue por la presencia de montañas, tres cuartas partes de su territorio así
lo atestiguan, así se presentan montañas y sierras: la Sierra Madre de los Cuchumatanes,
Chamá, Santa Cruz y Sierra de Las Minas (REDLACH, 2002). Dependiendo de la altitud, el clima
varía desde cálido hasta frío, pasando por templado y semi-templado. Posee dos estaciones
marcadas: el verano, de noviembre a abril, y la época lluviosa, de mayo a octubre.
Además, debido a su posición geográfica, ya que se encuentra en el Cinturón de Fuego Cir-
cumpacífico, es un país con mucha actividad tectónica y volcánica. Se registran 324 volcanes,
los cuales se ubican en la cadena volcánica que comprende 12 departamentos de la Costa Pa-
cífica. Los de mayor altura son: Tajumulco (4,220m), Tacaná (4,092m), Acatenango (3,976m).
Los volcanes más activos han sido Tacaná, Santiaguito, Pacaya y Fuego.
Por otro lado, los sistemas naturales han sido divididos por El Consejo Nacional de Áreas
Protegidas de Guatemala en 14 ecorregiones: Bosques húmedos del Atlántico centroamericano,
Bosques montanos centroamericanos, Bosques montanos de Chiapas, Bosques húmedos de
Petén - Veracruz, Bosques húmedos de la Sierra Madre de Chiapas, Bosques húmedos de Yu-
catán, Bosques secos centroamericanos, Bosques secos de la depresión de Chiapas, Bosques
de pino - encino centroamericanos, Arbustal espinoso del valle del Motagua, Manglares de la
costa beliceña, Manglares del bosque seco de la costa del Pacífico, Manglares de Tehuantepec,
Manglares del norte de Honduras.(Carreras, Mosquera Salles y Gandara, 2019). Así mismo, los
recursos hídricos del país se pueden dividir en tres vertientes, según a dónde desembocan: la
del Pacífico, la del Atlántico, y la del Golfo de México. Cuenta con 38 cuencas y 194 cuerpos de
agua (MARN, 2016). Los departamentos con menor oferta hídrica anual se encuentran en el este
(Jalapa, Chiquimula y El Progreso) y los de mayor oferta hídrica anual son Alta Verapaz, en la
región norte; Suchitepéquez, en el sur, y Quetzaltenango, en el oeste del país.
Guatemala es un país caracterizado por la multiculturalidad, con una fuerte influencia cultural
de los pueblos indígenas, especialmente del Maya que habita el territorio desde hace miles de
años y, por otro lado, de la cultura española producto de la colonización que se inició con la
llegada de los conquistadores en el año 1524. Los tres pueblos indígenas del país son el Maya,
el Xinka y el Garífuna. Se considera que el Maya está conformado por 21 comunidades lingüís-
ticas y los otros dos por una cada uno respectivamente (Mendoza, 2001). Estas comunidades
han logrado transmitir a las nuevas generaciones algunas de sus costumbres, tradiciones, formas
de trabajo, y de elaboración de textiles y artesanías. Muchos de estos artículos que originalmente
eran elaborados para uso propio, como prendas de vestir y utensilios de cocina, hoy también son
comercializados en mercados de artesanías visitados por turistas. Sin embargo, los pueblos in-
dígenas históricamente han sido perjudicados por fuertes problemáticas sociales, discriminación
y condiciones de explotación laboral, una situación que se ha mantenido, aunque ahora con
mecanismos más sutiles, desde el período colonial (Mendoza, 2001).
La historia del turismo en Guatemala es reciente, ya que las condiciones políticas durante la
mayoría del siglo XX fueron poco favorables para el desarrollo de actividades turísticas en el
país. En términos generales, la inestabilidad política y los conflictos armados en gran parte de
Centroamérica generaron desconfianza en los turistas internacionales por lo cual visitaban muy
poco esta región. Estados Unidos incluso incluyó a Guatemala, El Salvador y Honduras en su
lista de países peligrosos, afectando las decisiones de viaje de sus ciudadanos, lo cual se reflejó
en una disminución de las visitas hacia esos países y un aumento a Costa Rica, que se encon-
traba en una situación de paz (Ulate, 2006).
En Guatemala, también influyó la fuerte presencia de compañías extranjeras agroexportado-
ras que controlaban gran parte del país, como lo fue la United Fruit Company (Sánchez, 2012).
Esta monopolizaba la producción y venta de bananas, poseía alrededor del 42% de las tierras,
el control sobre el ferrocarril y los medios de comunicación (Fleming, 2013). Además, paralela-
mente, esta nación atravesó varias dictaduras y un conflicto armado que duró 36 años, de 1960
a 1996, hasta que se firmaron los Acuerdos de Paz.
Ese mismo año, la Cumbre de presidentes de Centroamérica, identificó al turismo como
posible fuente principal de divisas para la región. Posterior y paulatinamente, mejoró la ima-
gen internacional del país, se reactivó la economía y se introdujeron políticas neoliberales
por los nuevos gobiernos, promoviendo la inversión en distintos sectores, incluyendo el tu-
rismo (Ulate, 2006).
Estas condiciones repercutieron en el incremento progresivo de los arribos de turistas inter-
nacionales. De acuerdo con la Organización Mundial del Turismo (OMT), a Guatemala llegaron
1.781.000 turistas internacionales, el 0,8% del total de turistas que visitaron Centroamérica du-
rante el año 2018, significando un incremento del 2,4% en relación al 2017.
El turismo que más se destaca es el cultural, por conservar una gran cantidad de sitios ar-
queológicos de la cultura maya, como Tikal y Quiriguá, y también por ciudades que mantienen
una arquitectura que evoca la época colonial, como Antigua Guatemala. Además, estos tres sitios
se encuentran inscritos en la Lista del Patrimonio de la Humanidad, lo cual ha contribuido a su
visibilidad internacional.
Sin embargo, sitios como Tikal y Quiriguá también están asociados a un fuerte elemento na-
tural, ya que se encuentran insertos en áreas naturales protegidas, que complementan a los
elementos culturales. Este también es el caso de las localidades alrededor del Lago de Atitlán
habitadas por comunidades mayas como Panajachel, Santiago Atitlán, San Pedro La Laguna, y
otros (Sánchez, 2010).
Por otro lado, el país es un importante destino de turismo religioso en la región, centroameri-
cana se movilizan hacia el país en festividades religiosas como Semana Santa y la peregrinación
a la Basílica de Esquipulas en enero (INGUAT, 2017).
Por otro lado, el turismo de reuniones también ha cobrado importancia en los últimos años,
según un estudio realizado por la consultora STA, publicado por el INGUAT (2017), el turismo de
reuniones representa el 15.7% de habitaciones del país. El principal destino de turismo de reunio-
nes es la capital, Ciudad de Guatemala y, en segundo lugar, Antigua Guatemala por contar con
una infraestructura hotelera adecuada que permite recibir a los visitantes que asisten a conven-
ciones y congresos internacionales.
de personas con intereses y determinados fines. A partir de estas afirmaciones se entiende que
el patrimonio puede cambiar si las circunstancias, los intereses y fines cambian. Además, tiene
esta naturaleza dinámica porque la sociedad a la que se vincula, en mayor o menor medida con
cada individuo, se transforma y el patrimonio también se transforma o se re-significa. Es decir,
no es algo que una generación recibe de la anterior, sino es un legado que se reformula cons-
tantemente (Troncoso y Almirón, 2005).
Además, resulta necesario considerar el concepto de activación patrimonial, un proceso pre-
vio al establecimiento del patrimonio. La activación es entendida por Prats (1998) como un pro-
ceso llevado a cabo principalmente por el poder político, aunque también intervienen otros acto-
res, en el cual se seleccionan determinados objetos entre un grupo que podrían ser patrimonia-
lizados (Citado en Almirón et al., 2006). Entonces se puede interpretar que la condición de patri-
monio de un objeto, su valor y universalidad (con la que posteriormente es cargado), no son
atributos inherentes al mismo, sino el resultado de las intenciones e imposición por ciertos grupos
de la sociedad (Almirón et al., 2006).
En este sentido, se interpreta que el patrimonio está vinculado estrechamente con la sociedad
y el espacio del cual forma parte, un espacio que es compartido con distintas actividades (cultu-
rales, sociales, económicas), como lo es el turismo. En este aspecto, se han estudiado varios
casos en donde se dan relaciones de tensión o conflicto entre patrimonio y turismo (Prats, 2003;
Almirón et al., 2006; Montaña, 2007).
Por otro lado, se propone reflexionar sobre el encuentro entre turistas y residentes, en el cual
surgen tensiones vinculadas al uso del espacio y cambios a la vida cotidiana de los residentes.
En ocasiones, los barrios sufren transformaciones de tal magnitud que los residentes se sienten
presionados a desplazarse y dejar su vivienda y/o los espacios que utilizaban cotidianamente.
En la literatura estos problemas son asociados con centros históricos o barrios renovados.
Es así como en algunos casos el turismo acompaña procesos de desplazamiento (Cócola
Gant, 2015). Janoschka (2016) describe el desplazamiento como un proceso complejo y propone
analizarlo a partir de cuatro dimensiones: desplazamiento como proceso material (de índole eco-
nómico-financiera), desplazamiento como proceso político, desplazamiento como proceso sim-
bólico, y desplazamiento como proceso psicológico.
El estudio de la dimensión simbólica, en particular, resulta relevante porque se entiende como
lo subyacente al eventual desplazamiento material. Está vinculado con las grandes instituciones
sociales y políticas, el Estado y los medios de comunicación que, a través de sus discursos,
consciente o inconscientemente, estructuran y re-configuran la ciudad. Además, el desplaza-
miento como proceso simbólico se relaciona con la vida diaria de la comunidad y las prácticas
de poder subyacentes en las sociedades, invisibilizando algunas prácticas, caracterizando algu-
nas como repudiables y otras, como admirables. En este proceso, las subjetividades asociadas
a las clases populares se estigmatizan y el resultado se refleja en un espacio urbano homogéneo
que responde a los gustos de las clases medias que son “los sujetos definitorios de la espaciali-
dad contemporánea”.
Delgadillo (2015), un autor que ha estudiado los procesos de gentrificación en América Latina,
lo vincula con el estudio de patrimonio urbano, la ciudad, y el turismo. Sobre turismo cultural
escribe que se considera una actividad que puede generar recursos económicos para beneficiar
a las comunidades anfitrionas del patrimonio, pero también puede generar conflictos diversos y
convertirse en un agente gentrificador por poder “pagar más que otros usos de suelo y activida-
des económicas”. Esto ha ocurrido en varios lugares dentro de la región y en el siguiente aporte
se abordará un caso en Guatemala.
El presente aporte tiene como objetivo contribuir a la reflexión sobre cómo influyen los proce-
sos de valorización patrimonial y turística sobre la vida de los habitantes de ciudades inscritas
en la Lista del Patrimonio de la Humanidad. ¿Hasta qué punto el turismo realmente beneficia a
las comunidades locales? ¿Qué tensiones se generan entre los vecinos y la actividad turística?
¿Cómo influye el turismo en los procesos de desplazamiento?
En el discurso de ciertas instituciones internacionales referente a temas de turismo, como lo
es la OMT, se afirma que el turismo en las ciudades puede ser una forma de contribuir al desa-
rrollo de estas a través de la mejora en infraestructura y en las condiciones de vida para los
residentes (UNWTO, 2012). Es común enfocarse solamente en los posibles beneficios del tu-
rismo, pero resulta necesario reflexionar de manera crítica sobre cómo esta actividad transforma
los espacios urbanos.
En este sentido, se propone repensar el turismo relacionado a un caso particular, entre mu-
chos, de ciudades que se han convertido en lugares objeto del turismo cultural urbano, en un
contexto global en el cual existe una tendencia a considerar el patrimonio cultural como una
mercancía. Esta tipología tiene como finalidad la visita, conocimiento y consumo de los lugares
urbanos con valor patrimonial (especialmente aquellos reconocidos como Patrimonio de la Hu-
manidad) como lo son barrios y centros históricos, ciudades antiguas, sitios arqueológicos, mo-
numentos (Delgadillo, 2015).
El caso se trata de Antigua Guatemala, situada en la República de Guatemala, una localidad
que fue fundada a principios del siglo XVI. Se mantuvo como capital de la Capitanía General de
Guatemala (región que era conformada por las actuales Repúblicas de Guatemala, Belice, El
Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica) por más de 200 años hasta el terremoto de 1773
que destruyó gran parte de la ciudad. Paradójicamente, este desastre natural permitió conservar
algunos de los monumentos más importantes. Además, es una de las primeras ciudades del
mundo que se inscribieron en la Lista del Patrimonio de la Humanidad. Su inscripción en 1979
se justificó por considerarse un testimonio vivo de la cultura española, preservando varios mo-
numentos del siglo XVIII y por ser un ejemplo excepcional de una de las primeras ciudades pla-
nificadas en América Latina cuya cuadrícula se mantiene hasta la actualidad. Pero esa no fue la
primera vez que la ciudad había sido reconocida por conservar vestigios de su pasado colonial.
Los primeros registros de un interés nacional por preservar y valorizar el patrimonio se remontan
a 1829, año en el cual se forma la “Sociedad Protectora de las Ruinas de La Antigua Guatemala”.
Más de cien años después, en 1944, se declara “Monumento Nacional” y posteriormente, en
1965, “Ciudad Monumento de América” por la VIII Asamblea General del Instituto Panamericano
de Geografía e Historia (Alonso, 2003).
el ruido excesivo por las noches (de discotecas y bares frecuentados por turistas) y daños a sus
residencias por parte de personas en estado de ebriedad (López, 2014), además de daños a
edificios emblemáticos (Sicán, 2019). La falta de planificación y regulación del turismo por parte
de las autoridades locales está haciendo que algunos antigüeños sientan que están “perdiendo
la ciudad” (Gereda, 2017). Por otro lado, según Morales (2018), con respecto a las condiciones
en las que actualmente se desarrolla el turismo en el lugar, el actual director del Instituto Guate-
malteco de Turismo (INGUAT), Chajón, expresó que el problema de Antigua es que actualmente
está sufriendo la sostenibilidad social, relacionada con qué tan felices están los habitantes del
pueblo para recibir a los turistas. Estos testimonios y comentarios reflejan el descontento de
algunos vecinos antigüeños frente a la expansión del turismo que está generando cambios en
su vida cotidiana. Es tanta la presión, que en algunos casos influye fuertemente en sus decisio-
nes de mudarse a otro lugar.
Reflexiones finales
Este caso, la puesta en valor de Antigua Guatemala para el turismo, y la visión de esta acti-
vidad como una alternativa para el desarrollo económico sin considerar las implicancias sociales
y ambientales, contribuyen a la degradación de aquellos atributos y elementos que se pretendían
poner en valor. En un contexto de regulación laxa de la actividad, quienes resultan perjudicados
son aquellos que deberían ser los principales beneficiarios. Así, se hace necesario reflexionar
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Capital Bogotá
En lo que respecta a Cartagena de Indias constituye una de las ciudades más importantes en
Colombia desde el aspecto cultural, comercial y turístico. Localizada en el Departamento de Bo-
lívar, la ciudad puerto de Cartagena de Indias presenta una población de 1.036.134 habitantes,
según proyecciones de población del Departamento Administrativo Nacional de Estadística de
Colombia (DANE) para el año 2018. Siendo su superficie 653.7 km2 (2.5% del departamento de
Bolívar) el 96% de esta población reside en el área urbana y el 4% en el área rural.
Las primeras acepciones en relación con el concepto de territorio lo entienden como aquel
espacio físico o material, asociado a la localización, extensión, distribución y superficie terrestre.
Sin embargo, esta perspectiva es un tanto reduccionista en su comprensión, ya que deja a un
lado la acción social y su materialización en el territorio.
Silveira (2007) toma como referencia la definición de espacio geográfico provista por Milton
Santos (1993), definiéndolo como la conjunción de sistema de objetos y sistemas de acciones,
enfatizando en el uso de espacio a partir de técnicas y acciones políticas. En el sentido que
plantea Mançano Fernandes (2008), los sistemas de objetos y sistemas de acciones pueden ser
concebidos bajo la forma de un territorio material y un territorio inmaterial. El primero hace refe-
rencia al espacio físico y tiene una correspondencia con el medio natural, la infraestructura, los
artefactos, las maquinarias y la tecnología; por otro lado, el territorio inmaterial se vincula a las
ideas, intereses e interpretaciones que organizan y orientan la acción en el territorio material.
Bajo esta perspectiva, el concepto de territorio denota un fuerte componente social a través de
la apropiación y sentido que le otorga una sociedad. Representa así un espacio físico concreto
construido a partir de la apropiación e intencionalidad de distintos grupos de actores en un pe-
ríodo temporal determinado.
El territorio constituye el espejo de una sociedad, un portador de identidad, el cual es definido
y resignificado de manera continua en el tiempo por las prácticas sociales y la influencia de dis-
tintas dimensiones sean estas políticas, socio-económicas, históricas, espaciales y culturales.
Ahora bien, la intervención de la sociedad en el territorio se da a partir de una acción inten-
cionada, con sentidos tanto materiales como inmateriales (Cammarata, 2006; Mançano Fernan-
des, 2008). Pero hay que preguntarse ¿existe una sola acción social en el territorio?. La sociedad
está compuesta por grupos de actores más o menos heterogéneos que de acuerdo con sus fines
presentan intencionalidades y lecturas de realidades, en muchos casos, no coincidentes. La falta
de congruencia en los sentidos, percepciones e intencionalidades de los actores da lugar a la
disputa por distintos modelos de desarrollo o territorialidades; estas últimas entendidas como los
diferentes usos que se le da al territorio (Mançano Fernandes, 2008).
Ahora bien, en cuanto al fenómeno turístico, este se emplaza dentro de un espacio con con-
notaciones culturales, materiales y simbólicas, previamente definidas por una comunidad resi-
dente. Por medio de la asignación de un valor de cambio y de uso a las expresiones culturales
de un territorio, el fenómeno turístico se constituye como un condicionante de la reproducción de
la sociedad.
Asumir una resignificación de las expresiones culturales implica pensar una dialéctica entre
un territorio presente y un territorio pasado y entre un territorio real y un territorio imaginario.
Dentro de esta dialéctica la revalorización no siempre es resultado de una puesta en valor
colectivo y por parte de la comunidad residente, sino que se encuentra vinculada a procesos y
decisiones sociales, económicas y políticas de un pequeño grupo de actores, en muchos ca-
sos, externos a la comunidad (Cammarata, 2006). Esto puede conllevar un desarrollo dicotó-
mico entre la imagen que la comunidad anfitriona tiene de sí misma y la imagen que el turista
tiene de dicha comunidad. De ahí la materialización de espacios turistificados, es decir espa-
cios con fuerte connotaciones asociadas al consumo turístico, que en muchos casos se en-
cuentran desprovistos de su andamiaje principal: aquel espacio simbólico e inmaterial provisto
por la sociedad residente.
Teniendo en cuenta el componente económico que suscita el turismo, se puede entender a
la acumulación de capital como el eje central de la reproducción turística del territorio. Por medio
de este proceso social atravesado por las relaciones de poder el turismo configura nuevas terri-
torialidades, compitiendo por la apropiación, valorización y uso del territorio material e inmaterial
de una sociedad.
A finales de los años ’80 y principios de los ’90 el turismo es reconocido, por diferentes organis-
mos internacionales, como una actividad estratégica para el desarrollo y crecimiento económico de
los países industrializados como subdesarrollados. En estrecha vinculación con el modelo neolibe-
ral de la época, el turismo se impulsa en los países de América Latina por medio de la acción de
dos agentes importantes: el Estado y la inversión privada (Mançano Fernandes, 2008).
El Estado adquiere un rol central en la reproducción del modelo turístico, en la medida que
dota al destino de las condiciones necesarias, políticas y medidas, para la inserción de capitales
extranjeros en el territorio. Así, grandes capitales transnacionales se han apropiado de vastas
extensiones de territorio de dominio público, para el establecimiento de un modelo de producción
que ignora las relaciones sociales de la población residente y, al mismo tiempo, fomenta las
relaciones vinculadas al consumo turístico (Palafox Muñoz, 2013). De esta manera, el estableci-
miento de capitales internacionales en la geografía Latinoamericana ha provocado que el territo-
rio sea abordado desde la lógica de mercado, concibiendo una reestructuración y transformación
del paisaje a partir del valor de uso y de cambio. Para ello se ha abogado por decisiones de
mercantilización del suelo urbano para la regeneración y modernización de distintos espacios
sociales a partir de medidas de desplazamiento, exclusión y segregación; manifestaciones de
gentrificación y turistificación.
El turismo no queda aislado de estos procesos, más bien se pueden identificar números ejem-
plos, en los cuales el turismo ha actuado como un proceso asociado a la gentrificación. Casos
paradigmáticos los constituyen aquellos destinos latinoamericanos, donde grandes empresas
transnacionales han asentado sus modelos de producción en detrimento del espacio físico, so-
cial, natural y simbólico de una sociedad previamente territorializada.
A finales del siglo XX, América Latina se adentra en el desarrollo de un modelo neoliberal con
base en la inserción y expansión del capital transnacional. Bajo este esquema el turismo fue
considerado como motor para el desarrollo económico de los países de la región. En función del
carácter estratégico, el Estado fomenta el impulso del turismo por medio del establecimiento de
condiciones que facilitaron la apropiación territorial por parte de capitales extranjeros. En este
sentido, el turismo constituyó un medio para la revalorización de determinadas expresiones pa-
trimoniales entre ellas los centros históricos latinoamericanos. En consonancia con el modelo
neoliberal, estos cascos fundacionales y coloniales fueron sometidos a profundas regeneracio-
nes en materia urbanística a expensas del aumento de turistas internacionales y la captación de
beneficios económicos. Así el turismo como eje de acumulación es entendido “como un proceso
que modifica las formas de habitar la ciudad” (Hiernaux y Gonzáles, 2014, p. 58).
La posición de Cartagena de Indias como puerto estratégico, así como su defensa militar, le
confirió una gran vocación como destino turístico nacional e internacional, hecho que empezó a
gestarse a partir de las primeras dos décadas del siglo XX. (Ávila, 2008)
La creciente afluencia de turistas nacionales y la posterior llegada de cruceros norteamerica-
nos y europeos, marcó la introducción del turismo a la agenda política y el nombramiento de
Cartagena, en el año 1943, como Distrito Turístico y Cultural de Colombia. Paralelamente, se
llevaron adelante importantes obras de infraestructura cuyo propósito consistía en la moderniza-
ción y civilización de la ciudad. Entre los proyectos de remodelación y construcción se destaca
la destrucción de murallas y baluartes para la expansión de la ciudad; así como inserción de
actividades industriales y portuarias a partir de grandes inversiones(Stolker, 2017).
La continua llegada de turistas “incrementó la preocupación por la imagen de la ciudad (…)
el potencial visitante o turista, motivó, en buena parte, las primeras acciones encaminadas a
adecuar el territorio” (Ávila, 2008, p. 62). Los proyectos vinculados a la readaptación urbana
respondieron a satisfacer las necesidades de los turistas por medio de la promoción de un tu-
rismo asociado a estándares de calidad internacional. En este sentido, se encauzaron dos tipos
de acciones: por un lado, las medidas tendientes a la protección del patrimonio colonial; por el
otro las acciones aplicadas al desarrollo de la infraestructura turística (Acosta, 2016).
Al tiempo que el turismo favorecía a las elites locales y nacionales como a las empresas
transnacionales, la implementación de estos proyectos e iniciativas desencadenó una serie de
procesos que impactaron en la reorganización geográfica, así como en la disposición y estructu-
ración de la sociedad residente. Consecuentemente se procedió al desplazamiento, segregación
y exclusión de los sectores populares que llevaron al desarrollo y la profundización de procesos
de gentrificación. El creciente destierro de los residentes tuvo como causa principal la renovación
de edificaciones coloniales y el establecimiento de equipamiento turístico de la mano de inver-
sores nacionales e internacionales. Esto conllevo al paulatino incremento del valor del suelo y
los servicios públicos; que al no poder ser sostenidos por la sociedad local provocó su expulsión
(Castañeda, 2017).
Finalmente, la consolidación turística y la valorización del patrimonio cultural de la ciudad
amurallada le confiere, en el año 1984, el nombramiento por UNESCO como Patrimonio Histórico
y Cultural Mundial. A partir de esta declaración y de la apertura económica de Cartagena en los
años ’90, el arribo de turistas empieza a crecer significativamente acentuando las inversiones
extranjeras y por lo tanto los procesos de gentrificación (Castañeda, 2017; Stolker, 2017).
Como producto del consumo turístico, Cartagena de Indias se subsumió en la especulación
comercial de tierras e inmuebles, ocasionando la pérdida de la función residencial y de las “rela-
ciones sociales y culturales de vecindad (…) intercambio cotidiano, la vida en las esquinas, en
las calles” (Pérez Álvarez, 2013, p. 263).
Así, los fuertes procesos de marginación y segregación constituyen el resultado de la implanta-
ción de importantes fuerzas de mercado vinculadas a la regeneración turística del espacio urbano.
Con el propósito de hacer explícita la situación en la que se encontraban los vecinos del centro
histórico frente al avance del turismo, se identifica e inserta en el debate académico el concepto
A diferencia del centro histórico sometido a las arrasadoras medidas de renovación urbanís-
tica que privilegiaron la conservación y la valorización de la arquitectura; los getsemanicences
buscan proteger la vida social y cotidiana del barrio colonial, así como su patrimonio inmaterial.
Hasta el día de hoy Cartagena continúa funcionando como una ciudad polarizada, depen-
diente de la inversión nacional e internacional y la especulación; lo cual sigue dificultando la
posibilidad de convergencia de los intereses del capitalismo junto a los patrones socioculturales
de quienes residen en estos barrios históricos.
Reflexiones finales
Este caso tuvo como objetivo desarrollar la problemática de gentrificación dentro del Centro
Histórico de Cartagena de Indias.
El turismo como fenómeno socio-cultural e inductor de actividades económicas se inscribe en
un territorio construido socialmente. Los atractivos que instituyen la práctica turística forman parte
del acervo patrimonial de la sociedad residente en el destino. Estas expresiones culturales pasan
a ser valorizadas por el turismo otorgándoles un valor de cambio y de uso. De esta manera, el
turismo atiende, en su mayor parte, a un interés comercial que tiene lugar a partir de la mercan-
tilización de un territorio construido bajo los valores y necesidades de una sociedad local. Uno
de los procesos turísticos asociados a esta mercantilización y especulación territorial es la gen-
trificación. Los efectos indeseados de este fenómeno de segregación se pueden observar en la
valorización turística de algunos de los más importantes centros históricos latinoamericanos en-
tre los que se destaca la ciudad amurallada de Cartagena de Indias.
El proceso de gentrificación al que fue sometido el centro histórico de Cartagena, dio como
resultado el desplazamiento de los residentes y el desarrollo de un tejido social disfuncional.
A raíz del establecimiento de capitales tanto extranjeros como nacionales y teniendo como
corolario la declaración de Patrimonio Mundial por UNESCO, la ciudad fue readaptada a las
necesidades del mercado dejando a un lado los intereses de la población. Desprovisto de la
vida cotidiana que lo caracterizaba, el centro histórico se transformó en una maquetación de
la arquitectura colonial, quedando reducido a meras fachadas. No obstante, los habitantes del
barrio de Getsemaní, bajo el lema “Getsemaní no se vende” continúan llevando adelante ac-
ciones de empoderamiento de la comunidad y resistencia ante la instalación de empresas tu-
rísticas transnacionales.
Es importante destacar, que el crecimiento de la ciudad debe ir de la mano de un desarrollo
turístico integral que involucre las necesidades y objetivos de la sociedad local. A partir de la
articulación del binomio global-local, se evita la mutua destrucción de lo local por lo global y
viceversa. De igual manera la relación entre territorio, como sustento de la vida de una comuni-
dad, y el turismo, como fuente de beneficios económicos, requiere la consideración de múltiples
variables, así como de procesos y actores menores.
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Referencias online
Introducción
La producción de café en Colombia, uno de las mejores del mundo, está directamente aso-
ciada al territorio en el que se cultiva, al conjunto de tradiciones, saberes y manifestaciones cul-
turales que están ligadas directamente a la caficultura desde hace más de un siglo.
Actualmente, Colombia es objeto de reconocimiento mundial como un país que ha sabido
llevar la resiliencia en turismo, por su capacidad de sobreponerse a circunstancias difíciles y
adversas. Esto último, no exento de críticas y posturas disonantes en relación con los modelos
territoriales y ambientales desplegados a nivel local y regional.
El presente estudio se refiere a una declaratoria patrimonial emblemática en América Latina:
el “Paisaje Cultural Cafetero Colombiano (PCCC)”, sitio valorizado e incorporado a la lista de
Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2011. En particular, se presentarán dos casos
localizados en el departamento del Quindío, uno de los cuatro departamentos9 del PCC.
Los procesos de valorización turística, turistificación, patrimonialización y mercantilización de
lugares y sitios turísticos requieren ser analizados desde una perspectiva integral, dada la com-
plejidad del fenómeno turístico desplegado en el territorio (Bertoncello, 2002; Prats, 1998; Hier-
naux, 2002; Talavera, 2003; Almirón, 2004; Treserras, 2003; Dachary, 2004).
Contexto institucional
8
En libro: Paisaje Cultural Cafetero un paisaje cultural productivo en permanente desarrollo (2011).
9
Los departamentos restantes que conforman el territorio del PCC son Caldas, Risaralda y Valle del Cauca.
10
A partir de estancias académicas, “Programa de promoción de la actividad docente de investigación y extensión”,
Secretaría de Asuntos Académicos y la Secretaría de Relaciones Institucionales de la Facultad de Ciencias Económicas
(UNLP): febrero de 2017 y febrero de 2018 en Universidad Tecnológica de Pereira (UTP), Risaralda, y en Universidad
de la Gran Colombia (UGCA), Quindío; instituciones que se asientan en el llamado “Eje Cafetero Colombiano”.
entre investigadores e instituciones que conforman la Red Latinoamericana Territorios Posibles, Pra-
xis y Transformación11, dinamizada por el equipo Territorios, Actores y Gobernanza (TAG) de la Uni-
versidad Nacional de La Plata (UNLP) y miembros de la Red Quimbaya IT (en Inteligencia Territorial)
del nodo Colombia. En donde se reconocen diversas líneas de Investigación-Acción-Participativa
(IAP), cuyo desarrollador fue el Maestro colombiano Orlando Fals Borda, producto de los aportes
realizados desde diferentes universidades latinoamericanas que dieron impulso al proceso de coope-
ración e intervención.
Se seleccionan dos estudios de caso - municipio de Salento y de Pijao en el departamento
del Quindío (Colombia), cuyas características nos permiten analizar y dar cuenta de diferentes
procesos de valorización turística a escala local.
Si bien el turismo constituye una práctica social de larga data, cuyo origen puede remontarse
hasta antiguas civilizaciones; su definición aún no ha adquirido un consenso unívoco encontrán-
dose en un proceso de redefinición constante. Esto se da como consecuencia de los distintos
intereses y lógicas de funcionamiento de los actores involucrados en el fenómeno turístico, las
cuales otorgan una cierta connotación o mirada por encima de otras.
Estos elementos conceptuales permiten orientar la indagación del proceso de valorización
turística poniendo énfasis en los actores intervinientes, y reconociendo la configuración territorial
como resultante del proceso.
Las lógicas sociales, desplegadas por diversos actores, que estructuran el territorio turístico
deben analizarse en relación con la capacidad de éstas de definir y resignificar el espacio apro-
piado material o simbólicamente mediante la práctica turística. Así en el caso del “territorio turís-
tico” incorporamos la valorización que los diferentes actores realizan desde sus propias necesi-
dades, expectativas e imaginarios. Poniendo en relación el lugar de origen y destino en sus di-
mensiones materiales y simbólicas.
11
Se trata de un proyecto científico que se inició en 2009, impulsado y coordinado en la actualidad por el Dr. Horacio
Bozzano (CONICET – UNLP).
No se puede negar que el turismo significa para el patrimonio ingresos que permiten conser-
varlo, pero debe atenderse a los procesos de mercantilización de dichos atributos a fin de no
caer en una trivialización de los discursos patrimoniales, ni desligarlos de los efectos negativos,
nocivos y destructivos que acarrea el uso masivo.
La presencia del patrimonio es importante, ya que sus cualidades distintivas lo colocan en
una posición privilegiada permitiéndole formar parte del mercado de destinos turísticos. Así
mismo, la denominada “Turistificación”, nos remite al proceso específico de producción de un
lugar, e implica tanto la transformación material del espacio turístico en su interior, como la pro-
ducción de imágenes y representaciones de este. Esta “invención de un lugar turístico” consiste
en una “nueva lectura del territorio” (Knafou, 1992).
En relación con la Sostenibilidad y Desarrollo Sostenible resultan ser conceptos muy ambiguos
y controvertidos en la vasta literatura existente. Echando un poco de luz al concepto de desarrollo
sostenible se evidencia que éste difiere del de sostenibilidad. Como plantea Gallopín (2003) el
desarrollo apunta claramente a la idea de cambio, de cambio gradual y direccional. Este desarrollo
no significa necesariamente crecimiento cuantitativo, puesto que se asemeja más bien al concepto
de despliegue cualitativo de potencialidades de complejidad creciente. En definitiva, se plantea que
lo que debe sostenerse es un proceso de mejora de las condiciones humanas.
facilitará la protección real del paisaje como elemento ambiental, pero también
social, cultural y patrimonial más allá de un mero amparo legal (Hernández
Hernández, 2009, p. 180-181).
La denominación de “Paisaje Cultural” por parte de la UNESCO nos remite a un tipo de de-
signación superadora de otras otorgadas, una concepción moderna más acabada en relación
con los desafíos actuales de la gestión del territorio.
El expediente del PCC es producto de varios años de trabajo por parte de diferentes enti-
dades de cuatro departamentos colombianos (Caldas, Quindío, Risaralda y Valle del Cauca) y
del compromiso institucional de la Federación Nacional de Cafeteros de Colombia y del Minis-
terio de Cultura. Además de las Gobernaciones, las Corporaciones Autónomas Regionales y
un grupo de universidades de los cuatro departamentos, que expresan algunos de los valores
culturales regionales.
En la declaratoria se referencian dieciséis atributos del PCC que expresan valores excepcio-
nales y universales, como se puede observar en el isologo (figura 2) donde se han plasmado
algunos de ellos. Los municipios fueron seleccionados por equipos técnicos locales, conforma-
dos por las universidades y especialistas en el tema, según los siguientes criterios:
1. Café de montaña; 2. Predominio del café; 3. Cultivo de ladera; 4. Edad de la caficultura; 5.
Patrimonio natural; 6. Disponibilidad hídrica; 7. Institucionalización cafetera y redes económi-
cas afines; 8. Influencia de la modernización; 9. Tradición histórica en la producción del café;
10. Poblamiento concentrado y estructura de la propiedad fragmentada; 11. Minifundio cafe-
tero como estructura de la propiedad; 12. Cultivos múltiples; 13. Tecnologías y formas de
producción sostenibles en la cadena productiva del café; 14. Patrimonio arquitectónico; 15.
Patrimonio urbanístico; 16. Patrimonio arqueológico.
Los valores que determinan la excepcionalidad del PCC y componen la base de su postula-
ción como patrimonio mundial son: esfuerzo humano, familiar, que ha pasado de generación en
generación, para producir un café de excelente calidad; cultura cafetera para el mundo; capital
social estratégico; y, por último, conservación y equilibrio entre tradición y tecnología para garan-
tizar la calidad y sostenibilidad.
El PCC es un paisaje predominantemente rural, con algunos asentamientos urbanos. El área
rural delimitada comprende una serie de veredas de 47 municipios que suman seis áreas con
140 mil hectáreas. La zona cuenta con bosques nativos y corredores biológicos considerados
estratégicos para la conservación de la biodiversidad mundial. Como se observa en la figura 3,
aproximadamente se asientan allí 300 mil personas, de las cuales 80 mil son integrantes de
hogares cafeteros rurales y 220 mil viven en zonas urbanas.
12
Consultar: “Modelo de Integración del Plan de Manejo del Paisaje Cultural Cafetero en el Ordenamiento Territorial”
(Duis, Saldarriaga y Zuluaga, 2010); iniciativa del Observatorio para la Sostenibilidad de Paisajes Culturales, Universidad
Tecnológica de Pereira y Red Alma Mater.
El PCC es un paisaje productivo; a modo de apretada síntesis, algunos factores que lo afectan
se asocian al desarrollo regional:
● Ciclos de precio y tasa de cambio que pueden afectar la rentabilidad de la actividad.
● Bajo relevo generacional de los productores cafeteros.
● Pérdida de saberes y técnicas constructivas tradicionales.
● Rentabilidad de usos alternos de las edificaciones.
● Presiones medioambientales.
● Catástrofes naturales.
El departamento del Quindío, su capital Armenia, es el más pequeño del territorio continental
del país, con una superficie de 1.845 km2. Cuenta con una población de 574.960 habitantes
(Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE) Censo General 2005; 2010). Po-
see una altitud media de 1.458 msnm. Se destaca en el país por el fuerte arraigo de la cultura
cafetera y por su riqueza natural, representada en una exuberante vegetación y gran diversidad
de ecosistemas. Su posición geográfica estratégica, su riqueza paisajística, sus atributos natu-
rales y culturales incentivan la práctica turística.
La totalidad de los 12 municipios del Quindío son productores de café, destacándose que: 207
de sus 267 veredas son cafeteras. El Quindío cuenta con aproximadamente con 5.655 caficultores,
31.074 hectáreas sembradas en café y 6.547 fincas cafeteras, de las cuales hay 5.900 ubicadas
en el área de influencia del PCC13 (ver figura 4, donde se destacan las zonas bajo declaratoria).
13
http://paisajeculturalcafetero.org.co/contenido/departamento-del-quindio
Las áreas bajo declaratoria UNESCO contienen veredas de las áreas rurales de los municipios
de: Armenia, Buenavista, Calarcá, Circasia, Córdoba, Filandia, Génova, Pijao, Montenegro, Quim-
baya y Salento, y el área urbana de Montenegro.14.
Cabe destacar la riqueza hídrica de este paisaje, en el Quindío se localiza la cuenca media
del río Cauca, lo cual la dota de unidades ecológicas prioritarias para la retención y regulación
del agua. Entre estas se encuentran los sistemas de páramos y subpáramos de las cordilleras
Central y Occidental y las cuencas altas de los ríos Barbas, Consota, Chinchiná, Navarco, Otún,
Quindío, Santo Domingo y La Vieja. La oferta hídrica no solo es uno de los principales determi-
nantes de la distribución de la cosecha cafetera, sino que es un elemento fundamental para el
proceso de beneficio húmedo, uno de los factores que hacen del café de Colombia un producto
característico en el mundo15.
En los casos a presentar16, y en relación a sus disímiles características, cabe destacar que la
práctica turística sostenible posee potencial para convertirse en una expresión acabada del desa-
rrollo turístico. Para lograrlo se deben construir estrategias de intervención y gestión del territorio
14
http://paisajeculturalcafetero.org.co/contenido/departamento-del-quindio
15
http://paisajeculturalcafetero.org.co/contenido/departamento-del-quindio
16
Agradecemos especialmente por el aprendizaje compartido a quiénes cursaron el “Seminario internacional
denominado Territorios Turísticos Posibles” (en 2018, Facultad de Ciencias Económicas - UNLP), los alumnos (Univer-
sidad La Gran Colombia, sede Armenia, carreras de Ingeniería Geográfica y Ambiental y Arquitectura).Ocasión que nos
El caso Salento
El municipio de Salento, cuna del árbol nacional (de Colombia) “La Palma de Cera”, posee
una notable biodiversidad. A la vez que, su arquitectura tradicional constituye un atractivo de
primer orden como fiel testimonio de la colonización antioqueña; allí se encuentran las típicas
casas en bahareque17 y techos de barro cocido, que se destacan como un atributo excepcional
en el PCC.
Salento se sitúa al noreste del departamento de Quindío, en un contexto topográfico ondu-
lado, de alturas que van desde los 1200 msnm a los 4750 msnm en zona de nevados. Según
datos estadísticos (DANE, 2005), la población del municipio es de 7.245 habitantes. Su nombre
permitió intercambiar experiencias y reflexionar sobre los procesos territoriales vinculados al turismo y en particular en
los Municipios del Quindío ante los desafíos del PCC; al secretario académico Prof. Juan Gabriel Contreras; a la Profe-
sora Stephanie Galvis; y al grupo de alumnos: Daniela Varón Torres, Andrés Felipe Macías; Camilo Andrés Quintero;
Pablo Serna; Anderson Salazar; Edgar Andrés Ceballos; Vanessa Posada; Luis Alejandro Arboleda; Luisa María Gómez;
María Paula Ossa; Laura Lucía Villegas; Manuelita Pardo y Ariana Carmona.
17
El bahareque consiste en un sistema de muros construido sobre un entramado de maderas dispuestas vertical y hori-
zontalmente con riostras inclinadas, que se recubre con esterilla de guadua (una lámina hecha a partir de la guadua, de
gran resistencia y ductilidad). Este tipo de estructura tiene mucho menos masa que la tapia pisada o que un muro de
mampostería de ladrillo o de piedra, lo cual lo hace más liviano, elástico y por tanto, muy resistente a los movimientos
sísmicos. La técnica se utilizó para la construcción de viviendas, iglesias, alcaldías, haciendas, establos, etc.
se le atribuye al canto de un pájaro también llamado Cocora e incluso a una princesa indígena
de la cultura Quimbaya: su significado es “estrella de agua”.
En su territorio se desarrollan los cultivos de café, plátano, aguacate hass, papa, yuca, entre
otros. La actividad ganadera es uno de los motores que mueve la economía local, superando a
la del café. El turismo local se desarrolla a lo largo del año, y es uno de los destinos más impor-
tantes del “Eje cafetero”; dada su ubicación estratégica por su cercanía con el valle del Cocora y
el Parque Nacional Natural Los Nevados. Así Salento, se posiciona como un destino con atrac-
tivos turísticos naturales y culturales. Es reconocido por sus artesanías locales, sus bondades
como mirador y paisaje escénico, cría de trucha y el café (ver imágenes figura 5). Además, posee
muy buena oferta de servicios turísticos y gastronómicos, con platos típicos locales y regionales.
Uno de los símbolos más reconocidos en Colombia y en el exterior del municipio es el Valle
del Cocora, localizado 10 km al norte de Salento; se desarrolla entre los 1800 y 2400 msnm en
él se destacan tres paisajes: paisaje de montaña, paisaje de piedemonte y paisaje de valle. Allí
es el hábitat de la Palma de Cera (Ceroxylon quindiuense), declarada árbol nacional mediante la
Ley 061 de 1985. La palma está en riesgo de extinción por varias acciones, como la deforestación
de los bosques andinos y su transformación en potreros, entre otras.
La llegada incesante de visitantes y excursionistas a toda hora, la práctica de paseos en
jeep18, cabalgatas, trekking, entre otras actividades y modalidades turísticas, contribuyen a ex-
ceder el umbral de la capacidad de carga. En la actualidad, la fuerte presión que ejerce el turismo,
sobre todo la modalidad masiva, genera problemas que lleven a la degradación de los recursos
naturales, así como al impacto de las condiciones sociales y culturales. Entre lugareños, autori-
dades y prestadores de servicios del área existe un debate permanente sobre los impactos ne-
gativos que produce el turismo; ya que se trata de un espacio natural frágil y de alta vulnerabili-
dad, dada sus condiciones ambientales en altura.
Ligado al concepto de desarrollo sostenible se encuentra el de capacidad de carga. En otras
palabras, los destinos tienen límites en el volumen e intensidad de desarrollo turístico que puede
ser soportado por una determinada zona antes de que los daños sean irreparables. Por tal mo-
tivo, desde uno de los valores del PCC: “Conservación y equilibrio entre tradición y tecnología
para garantizar la calidad y sostenibilidad”, se deben agudizar las estrategias y acciones defini-
das en el Plan de Manejo a fin de evaluar, impulsar y fortalecer prácticas turísticas sostenibles.
Resulta necesario evaluar y mensurar la capacidad de carga del destino.
La capacidad de carga total de un destino es el
(…) máximo uso que se puede obtener de él sin que se causen efectos nega-
tivos sobre sus propios recursos biológicos, sin reducir la satisfacción de los
18
Los “yipaos”, como se denomina al “jeep Willys” cuando está cargado de productos. Este es un vehículo tipo campero,
de fabricación norteamericana y remanentes de la Segunda Guerra Mundial. Para los arrieros de las montañas cafeteras
dichos vehículos llegaron para facilitar su trabajo y suplir las necesidades de la comunidad. Hoy en día constituyen un
emblema identitario regional.
Desde otro atractivo turístico local, vinculado al área urbana del municipio, el incremento de
la práctica turística en lugares de valor cultural supone la necesidad de ampliar la oferta hotelera,
gastronómica, de servicios, incrementando la demanda sobre inmuebles; lo que conlleva a la
especulación, incremento del valor y desplazamiento de los residentes del lugar, dando lugar a
una posible gentrificación. Vale decir que, no se trata solamente de un cambio en las actividades
o los residentes, sino también la producción de un conjunto de interacciones entre turistas y
residentes permanentes que opera no solo en el plano material sino, sobre todo, en el plano
simbólico (Hiernaux, 2002).
Tal es el caso analizado en el área de la “Calle Real”, sitio ineludible para aquellos que visitan
el municipio. Se trata de un corredor lineal con centralidad de comercios y servicios turísticos;
donde se localizan una gran variedad de almacenes que ofrecen artesanías en madera guadua,
fibras naturales, tejidos, y una amplia oferta gastronómica. Es notable la presencia de propietarios
extra regionales y extranjeros que le otorgan rasgos identitarios culturales diversos al sitio.
Uno de los valores más destacados es la arquitectura tradicional de la “colonización antio-
queña”. Estos inmuebles son los más representativos de la organización social que poseía el
municipio desde el S. XIX e inicios del S. XX. La mercantilización del patrimonio se produce en
la medida en que existe el turismo. Siguiendo a Prats (2006), la llamada activación del patrimonio
es un artificio, un juego simbólico y económico. En este proceso las poblaciones locales someti-
das a la mercantilización de su patrimonio no se plantean cuestiones de carácter identitario, sino
económico.
Asimismo, en la posible reproducción de los denominados falsos históricos, como aquellas
construcciones u obras de arquitectura que desde el presente incorpora o sustituye sin un rigor
de estilo o época. Fundamentalmente, con la excusa de respetar las construcciones tradicionales
se busca atraer visitantes o bien, satisfacer los requisitos o expectativas que los turistas buscan
al momento de escoger su destino. Así, se produce la llamada “turistificación” del patrimonio
cultural local, entendiéndolo como un proceso por el cual se transforma un hecho histórico, social
o cultural en un producto valioso en el mercado turístico.
A modo de ejemplo, relacionado con la capacidad de carga que debe sostener el municipio
en períodos de fin de semana, festividades y temporada alta: podemos señalar que el raciona-
miento del recurso hídrico a la población civil se ha vuelto una constante. Se prioriza el uso del
mismo destinado a establecimientos hoteleros, gastronómicos, etc. Otro de los impactos nota-
bles a escala local es el tránsito: la accesibilidad de vehículos y circulación son un problema de
compleja solución en el municipio en particular, y en la región en general. Por tratarse de muni-
cipios localizados en áreas de laderas pronunciadas y de montaña; donde los cascos urbanos
poseen limitantes geográficas muy marcados. Las medidas que se adoptan suelen relacionarse
con la prohibición en el acceso de vehículos de gran porte y exclusión en determinadas áreas.
Integrando estas problemáticas señaladas, el número de visitantes que suelen llegar al munici-
pio, supera ampliamente al número de residentes estables.
El caso Pijao
19
Movimiento fundado en Italia en octubre de 1999, inspirado en la organización Slow Food.
20
https://www.ecotur.es/ecoturismo/eje-cafetero/pijao-cittaslow_3373_1_ap.html
En contrapunto con este modelo, la comunidad local empoderada impulsa un producto donde
prevalece el cultivo de café, la experiencia de compartir sus identidades, acercar la experiencia
del turista hacia los caficultores y la comunidad en general. Un producto turístico auténtico, lejos
de la romantización del caficultor y los falsos históricos en la arquitectura colonial. La apuesta se
orienta a un turismo experiencial, fiel al sentir de lo que vive una finca cafetera en conjunto de
sus trabajadores, donde se puedan integrar el turismo con la producción del café.
A modo de ejemplo de diversas iniciativas, podemos destacar la “conservación de la arqui-
tectura tradicional y patrimonio” como vía de conservación de la identidad. Las viviendas típicas
encierran saberes culturales y formas de hacer de las familias; por ejemplo, la construcción en
bahareque y las fincas cafeteras tradicionales en Pijao.
Como tendencia aparecen los “cafés orgánicos y especiales”: la reconversión de cafés orgá-
nicos y nuevos sabores, para aquellos visitantes que desean conocer más del ciclo del café
desde la siembra a la taza. Los “Café especial”, son aquellos que conservan una consistencia en
sus características físicas (forma, tamaño, humedad, apariencia y defectos), sensoriales (olfati-
vas, visuales y gustativas), prácticas culturales (recolección, lavado, secado) y en sus procesos
finales (tostión, molienda y preparación); características que los distinguen del común de los
cafés y por las cuales los clientes están dispuestos a pagar un precio superior.
La iniciativa “Pijao natural y rural”, sugiere recorrer la zona rural de Pijao, combinando paisa-
jes naturales y productivos. El PCC, se puede vivir y visitar, reconociendo la fauna y la flora
típicas del bosque nublado, y también la vida rural de las familias con sus granjas y la agricultura
familiar. Por tanto el turismo bajo esta nueva concepción y gestión responsable comprometida
con los valores locales, podría ser una herramienta estratégica que pueda recuperar esa identi-
dad cafetera.
Reflexiones Finales
Como hemos descrito a lo largo del presente artículo, el Paisaje Cultural Cafetero de Colom-
bia es un ejemplo destacado de un territorio con características excepcionales, universalmente
reconocidas y dignas de ser conservadas. Al mismo tiempo, plantea enormes desafíos en su
gestión, que deben abordarse desde una mesa amplia de diálogo entre actores, con la participa-
ción de las comunidades locales, sus instituciones y fuerzas vivas, y las diferentes instancias de
gobierno: local, regional y nacional. Sin excluir a las organizaciones que promocionan al turismo
y sus agentes privados.
Como se ha señalado, los procesos que acarrea el turismo en la actualidad, como la mercan-
tilización, turistificación, artificialización, gentrificación, agotamiento y explotación de recursos lo-
cales naturales y culturales, requieren de una mirada integral; a la altura de los desafíos de la
práctica turística desplegada en los territorios en el siglo XXI.
En definitiva, queda mucho camino por recorrer. Se evidencia la necesidad de generar pro-
cesos de desarrollo territorial genuinos que refuercen lecturas identitarias y obedezcan a los an-
tecedentes culturales regionales; allí donde las identidades, necesidades y sueños puedan trac-
cionar Territorios Turísticos Posibles.
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Perú está situado en la parte occidental de América del Sur a orillas del Océano Pacifico y
sobre la cordillera de los Andes. Limita al noroeste con Ecuador, al noreste con Colombia, al este
con Brasil, al sureste con Bolivia y al sur con Chile.
Capital Lima
Caracterización ambiental
El país está constituido por tres grandes unidades estructurales bien definidas: 1) la costa
hasta las 200 millas, caracterizada por ser una estrechísima franja llana litoral, en general desér-
tica pero atravesada por ríos de caudal variable que crean grandes oasis y campos de cultivo; 2)
la sierra, formada por la Cordillera de los Andes, que cruza en sentido norte a sur el territorio
peruano y que se eleva hasta el punto más alto del nevado de Huascarán de 6.768 m proporcio-
nando una compleja combinación de micro ambientes definidos por el factor de latitud y altitud y
3) el semi llano amazónico al Este que ocupa la parte más extensa del territorio peruano pero el
menos habitado. Es recorrido por gigantescos ríos cubierto de bosques como el Amazonas y sus
afluentes, formando meandros, lagunas y cohas. Es una zona donde se producen grandes inun-
daciones, causadas por el desbordamiento de los ríos.
Conforme a estas características, el geógrafo Pulgar Vidal define ocho regiones naturales que
se detallan a continuación, aunque existen nuevas actualizaciones y revisiones de los límites
espaciales y altitudinales de las ecorregiones. Estas son Llano costero, Yunga, Quebrada o Valle
Interandino, Quechua o Templada, Suni, Jalca o Páramo, Puna, Altoandina o Altiplano, Janca,
“Cordillera o Muy Alta Montaña”, Omagua, Selva baja o Amazonia.
Perú tiene tres sistemas fluviales, la vertiente del Pacifico con ríos de régimen variable
(Tumbes, Chira, Rimac, Tambo), la vertiente del Atlántico o del Amazonas con varios tribu-
tarios de diversos órdenes. El más importante es el rio Amazonas que nace en el nevado
Mismi, a 5597 m, en el departamento de Arequipa. Recibe sucesivamente los nombres de
Apurimac, Ene, Tambo y Ucayali hasta la afluencia del rio Marañón, punto desde el cual se
lo conoce universalmente como Amazonas y la tercera vertiente del Titicaca, el lago nave-
gable más alto del mundo (3810 m), su cuenca tiene 8.300 km2 de los cuales 4996 km2
pertenecen al Perú.
22
Café que servía de lugar de encuentro de la intelectualidad limeña a principios del siglo XX
Perú Lima
La población de Lima se incrementó en trece veces su cantidad total, con tasas de crecimiento
anual de alrededor del 5 %. Actualmente continúa un flujo de migrantes del interior país, pero
este, cada vez más, tiene una tendencia descendente. Al decir de Matos Mar, se trató de una
verdadera revolución cultural, en el sentido que provocó una enorme transformación de las iden-
tidades, disposiciones y significados en las formas de construir el Estado-nación, jaqueando la
lógica preestablecida del Perú Oficial, y por lo tanto del mundo urbano (Matos Mar, 2016 ).
Sin embargo, el nacionalismo criollo siguió dominante, marcado por el imaginario de los lime-
ños conservadores, sobre la representación del campesino andino, de castellano mal hablado,
que vive en una casa de esteras y cuida sus animales en un corral de su vivienda. No percatán-
dose, que ese migrante llegó hace muchos años y hoy tiene hijos y nietos que nacieron en Lima,
y que son completamente diferentes a sus antiguas generaciones y se reconocen como la nueva
clase burguesa-comercial. En ese contexto, fue surgiendo un nuevo consenso en torno a reva-
lorizar a una población mestiza e intercultural, a políticas que integren la parte invisibilizada de
la diversidad étnica y cultural.
Felix Lossio Chávez (2014) en su ensayo sobre la “Fantasía de la Marca Perú” plantea dudas
sobre el debate actual en relación a la peruanidad y se pregunta por qué y de qué manera se
volvió necesario construir una versión oficial de la nacionalidad peruana a partir de inicios del
presente siglo. La respuesta es la idea de transformar la nación y su diversidad cultural en mer-
cancía. La globalización y el Estado inciden en el desarrollo de la cultura como recurso econó-
mico. La política de PromPeru adquiere relevancia en el fomento de la imagen del país, para lo
cual se apela a una definición de la peruanidad desde representaciones e imaginarios construi-
dos desde afuera. El Perú y lo peruano es entonces una gran marca resumida al slogan “Perú
milenario”, “Perú el país de los Incas”, y a publicidades que aluden a la gastronomía, la música,
el baile, el surf, las festividades de la Pachamama y el juego del Cuy; siendo esta una visión del
multiculturalismo que tolera al “otro folclórico” solo si es transformado en mercancía y no al “otro
real”. Es decir, la diferencia cultural es posible mostrarse simplificandolas, para ser percibida
como un bien único, una oportunidad de encuentro colectivo con la condición de reproducir me-
canismos de dominación. A pesar de la mirada negativa el autor encuentra una ventana de opor-
tunidad para replantear la identidad nacional.
Desde la década de los noventa, el país implementó un giro drástico hacia las políticas de
corte neoliberal que re-organizó la economía y la gestión pública. El programa de reformas in-
cluyó la desregularización, estabilidad macroeconómica, economía de mercado y liberación co-
mercial y financiera generando condiciones a la inversión privada para la expansión y crecimiento
del sector turístico.
Una decisión trascendente para el sector fue la aplicación de la Ley de Promoción para la
Inversión privada que dio inicio al proceso de privatización de la cadena hotelera del Estado,
ENTUR-Perú en 1993. En una primera etapa, los 32 hoteles fueron vendidos a empresarios
nacionales y finalmente a grandes cadenas internacionales (Starwood, Marriot, etc). Lo mismo
aconteció con la venta de la Empresa Nacional de Ferrocarriles - ENAFER, que operaba en la
zona sur del país, y fue adquirida por capitales británicos (Orient Express Hotels Trains and
Cruises Corporation); como así también la quiebra de la aerolínea estatal, AeroPerú, por com-
petencia desleal.
Durante los años siguientes el Estado peruano desplegó una serie de políticas para apoyar y
dar seguimiento al proceso de atracción y desarrollo de las inversiones privadas. Se creó la Co-
misión de Promoción del Perú para la Exportación y el Turismo - PromPerú (1993), la entidad
asumió el rol de promotor, buscando el crecimiento del flujo turístico, la ampliación de la oferta y
extendiendo su alcance a las exportaciones e inversiones. Las campañas de publicidad se orien-
taron a diversificar el producto no solo a la historia y arqueología, sino también a la naturaleza y
ecoturismo, al turismo vivencial y de aventura, dirigido no solo al turismo receptivo sino también
al turismo interno.
En correspondencia con los cambios políticos se promulgó una nueva Ley de turismo cuyo
objetivo central es fomentarel desarrollo de la actividad turística como medio que contribuya al
desarrollo social y el crecimiento económico del país.
A partir del año 1998, la Agencia de Promoción de la Inversión Privada – ProInversión inició
un debatible proceso de licitación pública del teleférico a la Ciudadela de Machu Picchu a un
consorcio privado de la empresa Machu Picchu Cable Car S.A. de acciones peruanas y de la
suiza Von Roll Tramways LTDA, que terminaría en el año 2001 con la protesta general de la
sociedad cusqueña y la resistencia de la Comisión de la UNESCO y la ICOMOS de los impactos
negativos que generaría en el área el proyecto.
Asimismo, se establecen planes estratégicos, orientados al futuro de la actividad y a canalizar
la demanda turística, el primero con ayuda de la Unión Europea, el “Programa de Apoyo del
Sector Turismo en el Perú (1996-1999)” y el segundo en cooperación con JICA, el “Plan Maestro
de Desarrollo Turístico Nacional de la República del Perú”, los cuales establecen las áreas geo-
gráficas en donde se debería focalizar las inversiones privadas y el desarrollo del producto turís-
tico. Si bien es cierto, que muchas de las propuestas no fueron ejecutadas, algunas tienen vi-
gencia hasta la actualidad, sobre todo por el plan desarrollado por JICA: Agroturismo en el Valle
Sagrado del Cuzco, las rutas ancestrales del Llama Trekk de Huaraz, la ruta arqueológica Moche
en la costa norte y la ruta amazónica.
Con el cambio de siglo, el turismo se consolida como parte de la política prioritaria del Estado,
al convertirse en el tercer generador de divisas, superando a la industria pesquera. El rol del
Estado se hace más dinámico en cuanto al fomento de la participación de la inversión privada.
PromPerú considera al turismo ante todo una actividad económica, que para ser sostenible ten-
drá que ser rentable, y generar utilidades a los inversionistas, subordinando las consideraciones
sociales y ambientales (Ruiz, 2004).
Bajo ese criterio, una serie de 45 proyectos de privatizaciones y concesiones elaborados por
ProInversión entraron en debate por el manejo de explotación del patrimonio cultural y natural
del país. Este paquete de propuestas incluía la ejecución de aeropuertos, vías de acceso, hote-
les, tiendas, restaurantes y demás servicios, lo que le otorgaba el control total a los inversionistas
de los recursos turísticos.
En este sentido, el Estado buscó desarrollar grandes proyectos de infraestructura turística
que dinamizarán un flujo con inversión privada. El primero fue el proyecto de Playa Hermosa, en
la costa norte del departamento de Tumbes orientado a crear complejos hoteleros en un área
paralela al mar, que expropiaba la tierra de los pescadores artesanales y los agricultores de
arroz, impidiéndole el libre ingreso a la playa y restando participación a la población local afec-
tada, a la vez que los pequeños y medianos empresarios hoteleros peruanos, no serían incluidos.
El segundo proyecto estuvo orientado a la creación de un parque temático en el área arqueo-
lógica de Kuelap, en los andes orientales del norte del país. Sin embargo, la reacción de las
comunidades a las cuales se les expropiaría el terreno fue polarizada, mientras que unos acep-
taban la concepción de talleres de artesanía y tiendas de recuerdos, otros no permitieron la no
participación de ser concesionarios del concesionario, quitándole participación real y restándole
derechos. Adicionalmente a esto, la inversión de más de 10 millones de dólares, para la cons-
trucción del teleférico, lo que significaría la participación del Estado en inversión hasta que el
proyecto se vuelva rentable para el sector privado, por la escasa llegada de turistas al área.
Paralelamente, PromPeru coordinaba una agresiva campaña de publicidad mediática que po-
nía en el centro de las ferias internacionales (FITUR, FIT), a la arqueología, la naturaleza y so-
bretodo la gastronomía. Además de promover el desarrollo a gran escala del turismo interno, con
campañas de publicidad como “Escápate de la Rutina”, “Perú mucho gusto”, entre otras, así
como el cambio de la marca país con la campaña de publicidad “Perú Nebraska” que apela a la
construcción de la peruanidad y detallada en el apartado más arriba.
Desde el mismo organismo se promovió las inversiones de capitales cadenas hoteleras de
clase turista, concentradas en destinos ya consagrados, como los hoteles Boutique, o Clase
Superior en el Valle del Urubamba en Cusco, Valle del Colca en Arequipa y en Islas del Lago
Titicaca en Puno, y en nuevos destinos orientados en el turista internacional como Hoteles de
Playa en la Costa Norte y Ecologdes en la Amazonía. Asimismo, se promovió el turismo in-
terno, con feriados largos programados, lo que genera un crecimiento sostenible desde el 2001
(Fuller. 2008).
En este contexto las acciones conjuntas de campañas de publicidad y promoción de las in-
versiones, han representado el crecimiento continuo de los arribos de turistas internacionales.
En el transcurso del tiempo, el turismo tuvo mayor relevancia con un claro rol de promotor y
facilitador de la inversión privada, respondiendo de este modo a la tendencia de la actividad
turística en un contexto de globalización y cambios en la concepción de la gestión pública.
Sin embargo, la falta de infraestructura de conectividad interna, como la búsqueda de valori-
zación de los patrimonios para que las comunidades se sientan reconocidas y obtengan benefi-
cios del turismo no ha sido parte de la propuesta estatal sino sujeta a la lógica de la ayuda de las
Agencias de Cooperación Internacional.
Modalidades de Turismo
El término gentrification fue utilizado de modo provocativo por la socióloga Ruth Glass (1964)
para aludir a la renovación edilicia de los barrios obreros de Londres como consecuencia de la
llegada de población de mayores ingresos. El fenómeno fue acompañado de una mejora del
entorno inmediato, a la vez que provocaba el desalojo de la clase trabajadora.
Desde la década del sesenta hasta hoy, el sentido otorgado a la gentrificación se ha enrique-
cido en una diversidad de investigaciones del campo de la sociología urbana y la geografía crítica
que exceden a las ciudades de los países anglosajones y que contiene una diversidad de formas
y lugares. La gentrificación es un fenómeno urbano caracterizado por la renovación de áreas
centrales deterioradas; a partir de la cual los sectores populares son desplazados por población
de mayores recursos económicos-culturales (nuevos residentes y turistas) con capacidad para
apropiarse y dominar los espacios de la cotidianeidad, modificando los valores tradicionales y
transformándolos según un orden jerárquico establecido por el mercado. Para ello, contribuyen
las políticas urbanas y los inversores principalmente inmobiliarios y turísticos.
23
Término utilizado por Fernando Carrión (2010, p.109) para referirse al interés en el desarrollo turístico de las ciudades
particularmente de los centros históricos.
24
La ciudad latinoamericana se caracteriza por su combinación de lo nuevo y lo viejo, como “subsistencia indígena;
urbanización acelerada; industrialización tardía; desindustrialización temprana; terciarización informal; autoconstrucción
masiva; mercado informal de suelo y vivienda; desempleo estructural, pobreza, informalidad; regímenes de excepción;
baja ciudadanización; diversas posturas gubernamentales ante el neoliberalismo; violencia urbana generalizada; etc.”
(Pradilla Cobos, 2014, p.37)
La literatura académica sobre la gentrificación desde el turismo es reciente. Los aportes teó-
ricos más significativos los dieron (Hiernaux y González, 2014); (Delgadillo, 2015); (Janoschka,
Sequeras y Salinas, 2014), (Herzer, 2008) y (Díaz Parra, 2015) quienes acuerdan que la gentri-
ficación turística en Latinoamérica deriva de políticas, programas y proyectos cuyo objetivo es el
“regreso idílico”25 a la ciudad, aunque también es el regreso del capital (Smith, 2012). En un
contexto de reestructuración económica, desregulación neoliberal y competitividad territorial, la
presencia del patrimonio desempeña un rol de prestigio y relevancia en las ciudades latinoame-
ricanas. Las zonas patrimoniales concentran el valor cultural, artístico e histórico para ser apro-
vechado económicamente para el turismo y el sector inmobiliario mediante la puesta en ejecución
de políticas de transferencia de organismos internacionales26 fundadas en “soluciones” para pa-
liar la crisis urbana. Esto involucra intervenciones al patrimonio para su conversión en atractivo
turístico y la facilitación de condiciones a la inversión privada para la adecuación al uso turístico
y la elitización del espacio.
Buenos Aires, Santiago de Chile, Lima, Cuzco y Ciudad de México entre otras, buscan a
través de mecanismos desregulatorios y otras ingenierías jurídico-político (laxitud en la normativa
patrimonial-urbana, conformación de corporaciones-público privados y otros) promover la inver-
sión para que las clases medias (nuevos residentes y consumidores) vuelvan al centro de la
ciudad (Delgadillo en Hayakawa Casas, 2019).
El discurso político se focaliza en la creación de una imagen renovada de la ciudad para lo
cual se requiere de la limpieza de las prácticas de las clases populares mediante la expulsión del
comercio informal, el incremento del control y vigilancia del espacio público, la presencia policial,
entre otros. Son acciones fundadas ideológicamente en el rechazo al otro; que naturaliza y clama
por la eliminación del pobre y de su pasado reciente para legitimar la posterior mercantilización
del espacio (Murillo, 2013). “El Estado central o local, a través de acciones tendientes a regular
los espacios centrales y volverlos atractivos, emprende políticas directamente a tono con la gen-
trificación” (Hiernaux y González, 2014, p 60).
En la década del ochenta, las ciudades habían perdido su base económica; los centros his-
tóricos y barrios culturales con un rico patrimonio arquitectónico eran conservados en forma dis-
cursiva ante la insuficiencia de recursos de los Estados para garantizar su protección real. En los
noventa, adquieren interés en renovarse ante el fomento al turismo cultural como fuente de opor-
tunidades (Hayakawa Casas, 2019).
25
Término utilizado por Carrión (2013) para referir al objetivo de políticas de preservación y conservación asociadas a
recuperar y reconquistar el ambiente de vida que tuvo históricamente una población minoritaria y elitista en los centros
históricos y barrios aledaños.
26
UNESCO, ICOMOS, BID, OMT, BM
El distrito de Barranco está localizado al sur del área denominada Lima Centro en la ciudad
capital del Perú. Es uno de los distritos más pequeños, limita al norte con el distrito turístico de
Miraflores, al sur con Chorrillos, al este con Santiago de Surco y al oeste con el Océano Pacífico.
Barranco como espacio social está cargado de contenido simbólico, fue un balneario tra-
dicional de la elite oligárquica limeña y lugar de residencia de destacados artistas e intelec-
tuales peruanos como Chabuca Granda, Carlos Mariátegui y Mario Vargas Llosa entre otros.
Un 70 % de la superficie del distrito incluido la Costa Verde sobre el acantilado fue declarado
por el Ministerio de Cultura de la Nación como Zona Monumental (ZM) debido al excepcional
valor patrimonial de su traza urbana y de un conjunto de casonas señoriales y palacetes de
fines del siglo XIX.
La línea que envuelve a la ZM tiene estrictas reglamentaciones, limitaciones de uso y de
refacción a la propiedad privada declarada patrimonio. Paradójicamente, no se acompaña de un
Plan de Gestión para su conservación y está ausente toda política de subvención para el man-
tenimiento y resguardo de los bienes inmuebles ante el paso del tiempo y de los desastres natu-
rales comunes en el Perú.
Hacia la década del noventa, la fuerte identidad barranquina centrada en los relatos de la
época republicana y en el carácter de clase media alta, ostentaba una imagen de decadencia
física y social. Las distintas esferas gubernamentales no dieron respuesta a la obsolescencia de
las viviendas antiguas, casonas y quintas a manera de conventillos, algunas abandonadas y
otras con distintos grados de tugurización, hacinamiento, riesgo de colapso y derrumbe como
tampoco resolvieron las condiciones de tenencia y posesión de la propiedad. Esto contribuyó a
acelerar el deterioro, dificultando su solución y haciendo imposible el mantenimiento y restaura-
ción de los inmuebles para los propietarios o herederos. De este modo, se da lugar a la especu-
lación inmobiliaria, que está siempre a la espera de una mejora del contexto que posibilite alcan-
zar una mayor rentabilidad (Hayakawa Casas, 2015).
Esta cuestión se refuerza ante la política patrimonial del Ministerio de Cultura de la Nación
que mantiene inalterable las restricciones. Se trata de un paradigma rígido y fisicalista en térmi-
nos de protección que acaba por garantizar la insustentabilidad integral del distrito. Según Lu-
deña (2009) este tipo de visión glorifica el pasado y museifica la ciudad; cosifica y niega los
derechos de los sujetos a habitar. La omisión a la ciudad real, en clara referencia a las respon-
sabilidades para garantizar la residencialidad no es neutral, en tanto alienta una:
(…) carrera por la revalorización del suelo urbano que provoca la expulsión de
las actividades menos rentables, como lo es la vivienda popular y el comercio
ambulante y la práctica que aspira a reconocer solamente aquellas construc-
ciones como símbolos y no como objetos útiles aun cuando sean testimonio de
nuestro pasado (…) valorando al inmueble por encima de los habitantes (Ha-
yakawa Casas, 2015, p. 278)
Por otra parte, la apertura desregulada a las inversiones extranjeras en la metrópoli reorganiza
el turismo e influye en la trayectoria territorial. En efecto, la obsolescencia urbana es muchas veces
planificada y presentada para imponer los programas de renovación, a fin de lograr consenso pú-
blico en los procesos de desplazamiento de los sectores más pobres. Asimismo, el turismo cultural
se presenta como un dinamizador del desarrollo barrial y generador de empleo que, permite lograr
la modernización de los servicios e infraestructura y crear una imagen renovada.
En el año 2002, la descentralización política fue clave para la generación de recursos municipales
en un contexto de competitividad inter-distrital. La gestión local procuro resolver la problemática social
atrayendo inversores en una estrategia de mercantilización y turistificación del espacio. Estos proce-
sos conllevan a la selección y jerarquización de ciertos rasgos o manifestaciones culturales como a
la provisión de facilidades adecuadas para la práctica turística según intereses foráneos.
El gobierno de Josefina Capriatta inició la privatización de ciertos bienes públicos como el
Parque Confraternidad para la instalación de un museo. Esta área verde era el lugar de esparci-
miento predilecto de los vecinos y legítimo patrimonio. Tenía en su interior una laguna artificial y
un Centro Cultural de uso comunitario que fueron demolidos previa desafectación como bien
patrimonial. La argumentación para la cesión por 60 años a la Fundación (MAC)27 fue la dificultad
de mantenimiento por parte del municipio y la posibilidad de disponer de un nuevo estableci-
miento cultural. Su presencia reforzaría el carácter “bohemio y “artístico” de Barranco, incluyendo
el plus por modernización de las instalaciones.
27
Museo de Arte Contemporáneo (MAC)
Sin embargo, la decisión fue objetada por el irrisorio canon anual que el municipio acordó y
por la pérdida del patrimonio, convirtiéndose en un ámbito de disputa entre los vecinos y el go-
bierno local, al punto que la finalización del proyecto fue posible recién en 2013.
Por otro lado, las playas públicas fueron otorgadas en concesión para la instalación de restauran-
tes de categoría internacional, las áreas costeras de protección paisajística fueron elegidas por gran-
des desarrolladores inmobiliarios en forma irregular para la construcción de edificios de lujo. Algunos
de carácter temporal, implicando procesos de apropiación del paisaje costero por parte de grupos de
la elite local y turistas. El turismo comienza a enlazarse con el sector inmobiliario para reorganizar el
espacio con lógicas expulsivas para las poblaciones pobres y de acumulación de renta extraordinaria
para los inversores, algunos vinculados a fondos de inversión y bancos.
Mientras los vecinos reclamaban por el efecto del desplazamiento por “presión simbólica” (Ja-
noschka y Sequera, 2014) es decir, por la imposibilidad de acceder a los espacios públicos, la dificul-
tad de practicar el comercio informal en los balnearios y parques y la invisibilización y estigmatización
de sus prácticas culturales; las administraciones locales y metropolitanas siguieron con sus linea-
mientos centrados en el marketing urbano. Los Planes de Desarrollo Concertado y Plan Concertado
de Cultura enfatizaron en los valores patrimoniales de Barranco como pieza fundamental para lograr
el neodesarrollo. Ambos instrumentos reconocen al distrito por su carácter histórico y monumental,
recomendando la necesidad de instalar una “marca ciudad” para consolidarlo en el mercado turístico.
En función de ello, se seleccionaron una serie de atributos e imágenes del patrimonio acordes a
proyectar la imagen de barrio “Histórico, Cultural, Artístico y Bohemio” coincidente con las demandas
y nuevas tendencias del turismo cultural y con símbolos de exclusividad que garantiza una estrategia
de posicionamiento en el mercado turístico e inmobiliario.
De lo cual, se deduce que la pobreza, inseguridad y desigualdad socio espacial presentes por
entonces en el distrito eran un problema de imagen urbana que se modifica intensificando la espe-
cialización turística. La gestión de la alcaldesa Jessica Vargas, revitalizó la ZM, la Ermita y el
Puente de los Suspiros, son dos iconos representativos de lugar que fueron restaurados con el
financiamiento del Plan Copesco28. La infraestructura considerada hasta entonces obsoleta fue
refuncionalizada, para la creación de negocios y servicios turísticos. El municipio adecuo normati-
vas para promover el uso de antiguas casonas republicanas al uso turístico. Esto era posible para
grandes inversores que lograron acondicionar las instalaciones en hoteles boutique, pubs, cafés,
tiendas de diseño, teatros, restaurantes de comida extranjera, comercios de souvenirs, estudios de
grabación y boutique de ropa vintage. Según Carrión (2010) la presencia de “restaurantes–bouti-
que, hoteles–boutique, y boutiques–boutique” supone nuevos usos del suelo para nuevos patrones
de consumo que priorizan el uso turístico y comercial en detrimento del carácter residencial. Desde
la perspectiva del urbanista Enrique Cortes Navarrete es un proceso anclado a la tematización del
barrio, que inevitablemente atrae a grupos con códigos socio culturales distintos que construye la
idea de regresar a un lugar acogedor dentro de la vorágine limeña.
28
Entidad adscripta al Ministerio de Comercio Exterior y turismo encargada de ejecutar proyectos de inversión pública
para el acondicionamiento turístico y puesta en valor del patrimonio cultural y natural.
29
Mg Planeamiento Urbano Enrique Cortes Navarrete. Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas
30
Término para referir a cambios en el uso del suelo, de residencial a comercial.
31
Gerente General de la Inmobiliaria Morada
32
https://www.lanacion.com.ar/turismo/que-ver-miraflores-barranco-distritos-mas-chic-nid2310747/
33
https://viajes.nationalgeographic.com.es/a/visitar-barrio-barranco-lima_14802
34
https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-49749180
35
Jessica Vargas, ex alcaldesa de Barranco, entrevista, marzo 2018
“El privado es un aliado que te va a traer desarrollo (...) pero esta inversión no
ha repercutido en beneficio del poblador porque se han hecho convenios en
espacios públicos con alquileres muy bajos o convenios atados a cláusulas que
parecieran que son hechas todas en beneficio del privado y no mas no para el
municipio y su comunidad yo creo que por ahí ha venido el descontento de la
población y la pérdida de confianza en las autoridades”36.
El proceso de gentrificación hizo emerger un ámbito de conflicto urbano entre los vecinos y el
municipio presente hasta la actualidad. Los primeros perciben la espectacularización de los va-
lores históricos culturales, la demolición del patrimonio, la transformación abrumadora del paisaje
y el desplazamiento continuo de los antiguos residentes como la imposibilidad de acceder a la
mayoría de los bienes de carácter comunitario.
Reflexiones finales
Desde comienzos del presente siglo, Barranco participa de un proceso de renovación y re-
cualificación en función de constituirse en nodo cultural, turístico y residencial para nuevos gru-
pos de clase media asociados al consumo. El proceso tiene implicancias de por sí contradicto-
rias, mientras se adecua el espacio para atender a cierta demanda interesada en la identidad
local, también debe responder a un contexto de consumos globales en términos de tendencias
contemporáneas (Chion, 2002).
Las distintas administraciones locales, alentaron el cambio de uso del suelo para promover el
desarrollo turístico y cultural, y potenciar la inserción al mercado inmobiliario con altos márgenes
de ganancias para el capital inversor: esquemas de flexibilidad en la normativa urbana, cambios
en la zonificación del espacio, concesiones y privatizaciones en función de una nueva gober-
nanza local.
La gentrificación es la consecuencia de la implementación de políticas públicas. Un proceso
socio urbano alentado por el Estado en alianza con sectores empresariales nacionales y foráneos
que inciden en la captura de la renta. A la vez, del sesgo monumentalista creado por el turismo
al maquillar, espectacularizar, y transgredir la realidad cotidiana del barrio en favor de lo nove-
doso, de lo efímero, alentando la privatización de calles y plazas para el comercio (Loyza Vela,
2020), pero forzando a los residentes a desplazarse, y constituyéndose en un problema que
contradice la idea inicial del incremento de turistas como un factor positivo en sí mismo para el
logro del desarrollo local.
36
Jessica Vargas, ex alcaldesa de Barranco, entrevista, marzo 2018.
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La República Federativa de Brasil abarca la mitad oriental del subcontinente (47 % del terri-
torio sudamericano) y grupos de islas del Atlántico.
Al norte limita con el departamento ultramarino francés de la Guayana Francesa, Surinam,
Guyana y Venezuela; al noroeste con Colombia; al oeste con Perú y Bolivia; al suroeste con
Paraguay y Argentina, y al sur con Uruguay. Posee, por ende, frontera con todos los países de
América del Sur, excepto Ecuador y Chile.
Capital Brasilia
Caracterización ambiental
El territorio brasileño está atravesado por el paralelo del Ecuador a la altura de la desembo-
cadura del río Amazonas, y por el trópico de Capricornio, al sur, en una latitud aproximada a la
localización de la ciudad de São Paulo, por lo cual la mayor parte del país se encuentra com-
prendido dentro de la franja de clima tropical. En el norte del país predomina el clima ecuatorial
sin estación seca, con medias anuales de 25° C.
Al poseer diferentes condiciones climáticas, encontramos una amplia diversidad de ambientes
que en grandes rasgos van desde el bosque tropical en el norte, regiones semiáridas del nor-
deste, bosques templados de coníferas en el sur, hasta sabanas tropicales en el centro.
Además, Brasil integra una serie de archipiélagos: Fernando de Noronha, el Atolón de las
Rocas, San Pedro y San Pablo, y Trinidad y Martín Vaz.
En cuanto a su topografía, presenta colinas, montañas, cerros, planicies y mesetas que se
sitúan principalmente entre los 200 y los 800 metros. El Norte de Brasil incluye parte del Macizo
Guayanés, que constituye la fosa de drenaje principal, separando los ríos que corren hacia el sur
de la cuenca del Amazonas de los ríos que fluyen hacia el Orinoco en Venezuela.
Por último, Brasil cuenta con un denso sistema de ríos, de los más extensos del mundo, con
ocho cuencas hidrográficas que drenan en el atlántico. Los principales ríos son el Amazonas (el
río más grande del mundo tanto en extensión (6.937 km) y en términos de volumen de agua
(12.500 millones de litros por minuto), el Paraná, el Iguazú (que da origen a las Cataratas del
Iguazú), el Negro, San Francisco, Xingú, Madeira y Tapajós.
Brasil posee una amplia y diversa demografía que comprende a 210 millones de habitantes
(I.B.G.E, 2019)37, ubicándose en el 5to puesto a nivel mundial tras China, India, Estados Unidos
e Indonesia. Sin embargo, su densidad de población es baja, encontrándose por debajo de la
media mundial: 22 habitantes por km². La distribución de su población es muy desigual, ubicán-
dose principalmente en las ciudades costeras.
Brasil es una de las mayores economías turísticas a nivel global, el turismo aporta el 8% del
PBI brasilero. Además, crea casi 7 millones de empleos en turismo. Sus cifras por visitas de Tu-
rismo Internacional ascienden a 6,6 millones de visitas internacionales, de las cuales 2,5 millones
son argentinos. Se destaca su 93% en términos de Turismo Doméstico con respecto a sus visitas
totales. El 7% restante, corresponde a sus visitantes por Turismo Internacional (IBGE, 2016).
Las principales instituciones públicas son el Ministerio de Turismo de Brasil y el Instituto Bra-
sileño de Turismo (Embratur). En el ámbito privado destacan la Federación Nacional de Turismo,
Fórum de Operadores Hoteleros de Brasil y la Confederación Nacional de Turismo.
Los principales destinos visitados son Río de Janeiro, Cataratas de Iguazú, Florianópolis, São
Paulo y Salvador de Bahía, en ese orden.
Las procedencias de los turistas internacionales de Brasil corresponden a Latinoamérica en
un 54%, Europa en un 26%, Norteamérica 11%, y el 9% restante se reparte entre Asia, África,
Oceanía y Centroamérica. Alrededor del 73% de estos ingresos al país se da a través de medios
aéreos. Por otro lado, 25% se da por medios terrestres, y el porcentaje restante en medios flu-
viales y marítimos (IBGE, 2016).
En particular, el estado de Amazonas posee una población 3.399.000 habitantes, de los cua-
les el 51% (1.738.641 hab.) viven en su capital Manaos (IBGE, 2016). Asimismo, presenta una
gran variedad de atractivos naturales y una gastronomía sorprendente. Es el estado más grande
de Brasil y el corazón de la selva tropical más grande y diversa del mundo; además, fue recien-
temente elegida como una de las 7 Nuevas Maravillas de la Naturaleza en un concurso organi-
zado por la “Fundación New7Wonders” en Suiza.
37
Síntesis de Indicadores Sociales (2019). El Instituto Brasileño de Geografía y Estadística
La selva del Amazonas es una maravilla de la naturaleza, surcada por ríos y bosques y que
ocupa casi la mitad del país, extendiéndose además a otros países vecinos. Sus ríos son utiliza-
dos como rutas de navegación para llegar al océano. Gran parte de la selva continúa inexplorada
y alberga más de 15 mil especies diferentes.
Otro punto, es poder observar cómo es la vida de las comunidades aborígenes a orillas de
los ríos, y en algunos casos tomar contacto con ellos para visitar sus comunidades y sus cultos
y tradiciones.
La Estación Ecológica de Anavihanas, es el mayor archipiélago fluvial del mundo, está for-
mado por más de 400 islas, centenares de lagos, ríos, igapós e igarapés ricos en especies ve-
getales y animales. Situado en el río Negro, el conjunto de islas es un paraíso para biólogos,
ecologistas y practicantes del turismo de naturaleza. De noviembre a abril, período de crecidas
del río Negro, la mitad de las islas queda sumergidas y los animales se refugian en las partes
más elevadas. En Anavilhanas se encuentra próxima el Parque Nacional de Jaú, la mayor re-
serva forestal de Sudamérica, con 2,27 millones de has., también bañada por el río Negro.
Manaos
Uno de los principales atractivos de Manaos está en la confluencia de dos ríos (ríos Negro,
de aguas oscuras y Solimões, con su agua clara) donde se da un fenómeno popularmente co-
nocido como el “Encuentro de las Aguas”. Es posible ver delfines: Tucuxi (Sotalia Fluviatalis) y
los famosos Delfines Color Rosa (Inia Geoffrensis).
Las excursiones al Amazonas parten de la ciudad de Manaos. Allí se puede visitar el Teatro
Amazonas, de estilo renacentista, diseñado por Domenico de Angelis. Éste fue inaugurado en
1896, y construido durante el periodo más resplandeciente del caucho y es principal patrimonio
artístico cultural del Estado, los materiales se trajeron de Europa. Por la opulencia de sus cons-
trucciones, financiada por el éxito económico del caucho, Manaos pasó a ser considerada la
“París de los Trópicos”.
Presenta además otros atractivos como el Palacio de Justicia con influencia de la arquitectura
francesa, el Mercado Municipal con influencia del estilo art Nouveau, el Palacio Rio Negro (anti-
gua sede del gobierno del estado), la Playa de Ponta Negra, a 13 km del centro de Manaos, bello
paisaje con el contraste de las aguas oscuras. Además, el Bosque del Instituto Nacional de Pes-
quisas de la Amazonia (INPA), formado por un jardín botánico y un jardín zoológico, el Museo
del indio (objetos de gran valor de las naciones indígenas), el Museo de Ciencias Naturales de
la Amazonia, Museo del Hombre del Norte (modo de vida, costumbres y cultura del habitante
local), y el Museo del Puerto (importantes piezas históricas).
Este sitio de más de 6 millones de hectáreas es la mayor área protegida de la cuenca amazónica
y una de las zonas más ricas del planeta en términos de biodiversidad. El Parque Nacional Jaú fue
inicialmente inscrito en la lista de patrimonio mundial en 2000. En 2003 el área declarada patrimonio
de la humanidad se expandió sumando al Parque Nacional Anavilhanas, y a las Reservas Amanã
y Mamairauá, y se lo denominó “Complejo de Conservación de la Amazonia Central”.
Estas áreas que forman parte del complejo se crearon en distintos períodos: El Parque Na-
cional Jaú en 1980, la Estación Ecológica Anavilhanas en 1981 (y nombrada Parque Nacional
en 2008), la Reserva Mamirauá en 1990, y la Reserva Amanã en 2008. Los Parques Nacionales
son gestionados por el Instituto para la Conservación de la Biodiversidad “Chico Mendes”
(ICMBio), una agencia autónoma federal que depende del Ministerio de Ambiente, y las reservas
por el Centro de Unidades de Conservación del Estado de Amazonas (CEUC). Afortunadamente,
todas tienen planes de gestión a excepción de la Reserva Amaná.
Los criterios de Unesco seleccionados para su designación como Patrimonio de la Humani-
dad fueron el IX y X, los cuales justifican su Valor Universal Excepcional (VUE). El criterio IX
hace énfasis en la diversidad ecosistémica del área abarcada, insistiendo en que es posible vi-
sibilizar procesos ecológicos en curso de formación de nuevos ecosistemas. Y el criterio X hace
referencia a la diversidad en términos de flora y fauna, destacando aquellas que son endémicas
y las que están en peligro de extinción.
Inicialmente localizada en la confluencia del Río Negro y Solimões, la propiedad contiene la
mayoría de los ecosistemas presentes en la Amazonia, incluyendo los bosques de las áreas
secas y los de las áreas inundables (llamaos Várzea e Igapó), así como los cursos de agua,
cascadas, pantanos, lagos y playas. El Archipiélago de Anavilhanas, es uno de los más grandes
archipiélagos del río en el mundo, y se encuentra constantemente evolucionando. En él viven
grandes grupos de peces eléctricos, y otras especies en peligro de extinción como la Arapaima,
la nutria gigante, el Manatí Amazónico, el Caimán negro, y dos especies de delfines.
En el área se propone conservar la importancia de los procesos ecológicos y biológicos como
fluctuaciones en la dinámica de inundaciones e incendios naturales, y ofrece una oportunidad
única de estudiar sus efectos en la biodiversidad. Especialmente, y aquí una razón que fortalece
la integridad del área, debido a la articulación de múltiples áreas protegidas a modo de corredor
ecológico. En cuanto a los niveles de intervención del hombre, en las áreas de Jau y Amanã
presentan áreas de bosques prístinas, sin intervención de ningún tipo. Sin embargo, existen al-
gunas áreas de intervención mínima, donde viven alrededor de mil personas cuya supervivencia
depende de la explotación de recursos naturales de la selva. Para estos casos la Convención de
Patrimonio Mundial, establece que se deben controlar activamente estas actividades de modo
tal que no comprometa la integridad del sitio. Los límites de la propiedad declarada están dados
por límites naturales definidos por ríos.
Dentro de los productos turísticos promovidos por el Embratur (Ministerio de Turismo. Instituto
Brasilero de Turismo) podemos encontrar propuestas tan variadas como sus atractivos, que in-
cluyen Turismo Comunitario, Turismo Aventura, Avistajes y safaris, Turismo Cultural, Turismo
Étnico, Ecoturismo, Turismo Rural, Pesca Deportiva, Turismo Gastronómico, Turismo Religioso,
Turismo de Cruceros, Nado con Delfines de Río, Canotaje, Trecking por Senderos Selváticos,
Sol y Playa, Turismo Activo, entre otros.
Al hablar de la Amazonia nos referimos a una multiplicidad de fenómenos que la han marcado
y que según Carlos Zárate (2011) pueden ser abordados desde un enfoque de fronteras: la fron-
tera extractiva de los imperios y de un proceso de articulación global que empezó en el siglo XVI
y aún no termina; en la colonia, del espacio de lucha de los imperios hispano y lusitano por el
control de los accesos fluviales a las tierras interiores suramericanas; la formación de una fron-
tera misionera y de expansión de la fe cristiana y su imposición sobre los sistemas de creencias
de las sociedades aborígenes; la frontera política y de los frentes de expansión de las sociedades
y de los nuevos Estados-nación después de la independencia, estamos hablando ya del siglo
XIX; y entre otras cosas, de fronteras lingüísticas o incluso, en terrenos más simbólicos, de fron-
teras de la identidad
Además, sostiene que la Amazonia no escapa a las históricas lógicas extractivas de las po-
tencias en Latinoamérica. En efecto, ha hecho un gran aporte en configuración de la fisonomía
económica, cultural y ambiental del planeta, tras cinco siglos de extracción continua de riqueza
natural transferida a Europa y al primer mundo en general, transformada en dinero, poder y opu-
lencia de unas pocas sociedades, sin compensación alguna ni reconocimiento por el origen de
su progreso y su preeminencia actuales, ni por los pueblos que efectivamente trabajaron la tierra
para lograrlo.
Cayeron las sociedades y grupos nativos amazónicos, en esta misma línea, en el desconoci-
miento y la invisibilidad o en su distorsión e idealización. Un proceso que pareciera haber sido la
norma en el mundo moderno hasta su fase global actual. Tal como en los tiempos de la colonia,
los pobladores amazónicos han sido estigmatizados como la antítesis de la civilización, y en esas
ideas, la justificación de su “conquista” y “atropello”, expresada en la ocupación concreta, en la
imposición de ideas religiosas surgidas en la Europa cristiana, y en el empleo forzado como
mano de obra para satisfacer los deseos e intereses de la demanda mundial de productos de la
selva y de sus ríos.
los misioneros franciscanos provenientes de Quito entre 1637 y 1640 (año en que España y
Portugal se separan tras estar unidos por 60 años por la Casa de Austria). La esclavitud de las
comunidades originarias estaba destinada a su utilización en las actividades de extracción de
diferentes especies vegetales denominadas “drogas do sertão” apetecidas en el mercado mun-
dial por su valor alimenticio y medicinal (Canela, Pimienta, Castaña, Clavo de olor, Achilote y
Vainilla). Durante el siglo XVIII, la corona española y el imperio portugués procuraron avanzar
sus fronteras productivas y territoriales a través de la fundación de pueblos y reducciones en el
caso de los misioneros españoles, y puestos militares en el caso de las tropas portuguesas de-
nominadas tropas de rescate. Hacia 1700, tras 40 años de avance y asentamiento, el misionero
Fritz logró colocar la frontera fluvial hispana las cercanías de Manaos, luego de fundar siete
poblados de misión. A través de los tratados de Madrid de 1750 y de Santo Ildefonso de 1777,
ambas coronas intentaron negociar y definir sus áreas de control en la época colonial, reempla-
zando el obsoleto Tratado de Tordesillas. Posteriores comisiones de límites dispuestas una vez
más a fijar estos límites cayeron también en la discordia ya hacia 1800.
origen, otros se ubicaron en ciudades como Manaos e Iquitos o en otros centros urbanos meno-
res. Esta frontera borrosa donde se extraía el caucho era “tierras de todos y de nadie”, propicias
para la evasión fiscal y para el desconocimiento de los mínimos derechos de los indígenas. Fue
principalmente la etnia ticuna la que volvió a constituir la mayor parte de la población de esta
frontera, aunque estos ya no eran los mismos indígenas y esta tampoco era la misma frontera
que se conoció antes del auge cauchero. De hecho, la Amazonia continental de comienzos del
siglo XX ya no era la misma del siglo XIX por el surgimiento de centros urbanos, por la llegada a
la región de más de un millón de personas confirman un conflictivo crisol de razas, y en general,
por la articulación de toda la región a la economía de un mundo fervorosamente integrado a un
proceso de industrialización.
Es una región clave a nivel estratégico en el sistema internacional en virtud de sus recursos
naturales: la biodiversidad, el titanio, el mobio, el oro, la bauxita, el manganeso, el platino, los
diamantes, el agua, las reservas energéticas y biogenéticas. Sin embargo, una de las mayores
amenazas a la Amazonia y su valor es la agricultura extensiva, concretamente la soja y la gana-
dería en Brasil. Tradicionalmente, la cría de ganado ha sido identificada como la causa principal
de la deforestación de la Amazonía, pero actualmente el cultivo de soja ocupa un segundo lugar.
A esto se añade el monocultivo para los biocombustibles. Efectivamente, las alternativas para
paliar la escasez de los combustibles fósiles están en su substitución por los biocombustibles tal
como el biodiésel (obtenido de plantas oleaginosas) y el etanol (que se obtiene de la fermenta-
ción de la celulosa contenida en los vegetales). Estos vegetales necesitan grandes extensiones
de tierra por lo que favorece la deforestación.
La deforestación tropical es responsable del 20% de las emisiones globales de gas a efecto
invernadero. Por otro lado, el cultivo de la soja trae aparejada la degradación de los suelos,
afectando la cobertura vegetal por los productos químicos y el “monocultivo”. Esto trae conse-
cuencias sobre el sistema hidrológico, causando la alteración del suelo y engendrando despren-
dimientos. Por otro lado, afecta a la biodiversidad modificando el clima, reduciendo la superficie
de hábitat de muchas especies, y modificando el ecosistema acuático.
Durante agosto de 2019 no se habló de otra cosa en los medios masivos: la selva amazónica
estaba siendo arrasada por incendios, en algunos casos provocados para utilizar el suelo para
la ganadería y la siembra de soja.
Hasta septiembre de 2019 se habían contabilizado 17.095 focos de incendios y las llamas se han
extendido sobre 4,1 millones de hectáreas (datos hasta el 15 de septiembre), casi el doble de lo que
se registró en 2016. Solo en Brasil, que alberga el 60% del llamado "pulmón del planeta", el número
de incendios forestales creció en un 84% en solo un año hasta alcanzar los 74.155 entre enero y
agosto de 2019 según datos del del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil. Y de
estos, más de la mitad se dieron en la Amazonía. Recordemos que por su ubicación en latitud es uno
de los puntos calientes del planeta, la línea del Ecuador pasa exactamente por aquí.
Sobre los efectos de los incendios, afirmó Jos Barlow, profesor de Ciencias de la Conserva-
ción de la Universidad de Lancaster: "En estos fenómenos hay que destacar los vínculos con la
ganadería y la tala, porque la ganadería involucra la quema de árboles y la tala hace que el
bosque sea más inflamable", y por otro lado "donde arde un bosque y la mortalidad de los árboles
es alta, digamos que el 40% o 50% de los árboles mueren, estos se caen y dejan el techo más
despejado. Esto hace que el sotobosque sea más seco y además añade combustible en forma
de hojas y ramas, haciendo más probable que arda otra vez". En esta misma línea, afirma Barlow
“la deforestación reduce la lluvia a nivel local, así que hace que el bosque se vuelva más seco.
También aumenta los bordes del bosque y se sabe que estos son áreas más secas y, por tanto,
más inflamables" en entrevista con la BBC de Londres.
En una entrevista con Reuters, Paulo Moutinho, Investigador del IPAM, explicó que la falta
de prevención es lo lleva a que los incendios iniciados deliberadamente para despejar un área
ya deforestada para abrir caminos o preparar la tierra para cultivo, "se propaguen a áreas que
no se quería quemar y que están más secas".
Minería y Petróleo
La comunidad científica y las ONG´s están de acuerdo en que la actividad extractiva en general
tiene impactos nefastos sobre el medio ambiente pero especialmente sobre el agua. El agua que hoy
Hoy por hoy son numerosos los discursos a favor de una presencia internacional para la “pro-
tección de la Amazonía” en pos del “bien común”.
La inundación de ONG´s internacionales en esta región es vista de alguna manera por los
países de la cuenca amazónica como una, al menos extraña, ocupación territorial en los tiempos
globalizados, percibida como una amenaza a la soberanía y la autoridad de los estados.
La complejidad institucional
A su vez, existe un gran marco institucional para fortalecer en el territorio las intenciones de
conservación, aunque aparentemente se encuentran subsumidas en la diversidad de visiones de
cada estado con respecto a este punto, ralentizando cualquier decisión al respecto. En su artículo
22, la Declaración de Manaos subraya la importancia de la cooperación para la valorización y el
uso sostenible de los recursos naturales. Para esto, la OTCA colabora con la Organización de
los Estados Americanos (OEA) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente
(PNUMA) en un proyecto de manejo integrado y sostenible de los recursos hídricos transfronte-
rizos en la cuenca del río Amazonas. El Proyecto GEF Amazonas OTCA/PNUMA/OEA tiene por
objetivo “fortalecer el marco institucional para planificar y ejecutar, de una manera coordinada,
las actividades de protección y manejo sustentable del suelo y de los recursos hídricos en la
cuenca del río Amazonas”. A pesar de su gran iniciativa y planificación a largo plazo, la OTCA
es muy frágil a nivel institucional debido a los conflictos de interés entre los países, a los conflictos
internos con los que lidia cada uno, y debido a la falta de reglamentos internos.
La IIRSA
Hidroenergía
más pequeñas como la de Samuel (216 MW) o Balbina (250 MW). Actualmente se han iden-
tificado, entre represas planificadas, diseñadas o ya en operación, 150 hidroeléctricas en la
región amazónica.
A pesar de que las autoridades brasileñas argumentan que las nuevas tecnologías disponi-
bles permiten una mayor generación de energía en espejos de aguas menores, estos proyectos
implican la masiva intervención de las subcuencas principales del Amazonas sin la noción inte-
gral de los impactos acumulativos sobre los pulsos hidrológicos de la gran cuenca y las implica-
ciones ambientales y socioeconómicas asociadas.
Reflexiones finales
A modo de cierre, Freitas (2003), se sitúa desde una posición interesante sosteniendo que la
Amazonia contrasta con la pobreza en términos de biodiversidad de las regiones desarrolladas.
Es una reserva mundial de culturas, especies y procesos de cambios en curso (Freitas, 2003).
Usando las palabras de Boff (1996), el Amazonas es el lugar de refutación del paradigma de
desarrollo de la modernidad, un desarrollo “insustentable” cargados de pecados capitales (de
capital) y antiecológicos. Y también plantea la posibilidad de ensayo de una alternativa posible
en consonancia con el ritmo de la naturaleza, respetando y valorizando los saberes ecológicos
de los pueblos originarios, que desde hace siglos se hacen con la riqueza de la selva sin destruir
sus ríos y suelos. Una modalidad que congenia los intereses de la naturaleza y del hombre be-
neficiando a ambos y sin depredar. Cerrando, se puede resumir esta circunstancia paradójica
con la siguiente frase: “La Amazonia es una rica región pobre.”
En esta misma línea, Freitas (2003) profundiza: El desarrollo implica un proceso de trans-
formación social, económico, cultural y estructural para el cual el ser humano se autoconcibe
como sujeto de transformación de su historia. Esto solo es posible teniendo conocimiento y
conciencia de su realidad y de sus problemáticas territoriales, llevando a cabo formas de orga-
nización que favorezcan la participación. De modo tal que fomente la asunción de responsabi-
lidad en el ejercicio de sus acciones, de la forma más creativa posible teniendo como horizonte
el mejor nivel de vida posible no solo para sí mismo, sino para el resto de las especies y la
naturaleza en general.
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La República Oriental del Uruguay, según su posición absoluta se localiza al sur del conti-
nente americano limitando al noreste con Brasil -estado de Río Grande del Sur-, al oeste con
Argentina -provincias de Entre Ríos y Corrientes- y sus costas bañan el océano Atlántico al sur-
este y, hacia el sur sobre el Río de la Plata. El territorio nacional se desarrolla en su totalidad en
franjas de clima templado al sur del área de influencia climática subtropical húmedo. Cuenta con
una superficie de 176. 000 km², siendo el segundo país de menores dimensiones territoriales de
Sudamérica. El censo nacional de población realizado en el año 2011 registró 3.213.147 habi-
tantes (INE, 2011), según datos del Instituto Nacional de Estadística del Uruguay (INE), encon-
trándose en la décima posición entre los países de la región.
y Gestión de los Territorios con Vocación Turística; realizado en Bogotá, D.C. los días 22,
23 y 24 de octubre de 2014. El mismo fue organizado por la Universidad Externado de Colombia;
la Facultad de Administración de Empresas turísticas y hoteleras de la Universidad Externado de
Colombia; el Viceministerio de Turismo del Ministerio de Comercio, Industria y Turismo; el Doc-
torado en Turismo de la Universidad de las Islas Baleares y el Fondo Nacional de Turismo -
Fontur. A partir de dicho evento surgió la invitación para publicar la ponencia en el Anuario
Turismo Y Sociedad (Universidad Externado), Vol. 15, 2014. pp. 115-134. Bogotá, Colombia.
ISSN 0120-7555.
Introducción
38
En el año 2009 se creó la Red Científica Latinoamericana TAG Territorios Posibles en Inteligencia Territorial por Con-
venio firmado entre el Rector de la UNLP y el Coordinador de la ENTI European Network of Territorial Intelligence. El
Equipo de Investigación TAG Territorio Actores Gobernanza para la Transformación, es la sede de dicha red, con asiento
en el Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales, IdIHCS, de UNLP. A su vez, se desarrolla insti-
tucionalmente en el ámbito de la Red Internacional en Inteligencia Territorial – INTI, que se dinamiza a través del “Groupe
de Recherche International, International Network of Territorial Intelligence” promovida por el “Centre national de la re-
cherche scientifique, Francia” (2011-2014).
39
La Formación en Inteligencia Territorial es organizada con el apoyo del Ministerio de Educación y Cultura de la Repú-
blica Oriental del Uruguay, la IDL Intendencia Departamental de Lavalleja, el equipo TAG IdIHCS UNLP-CONICET; y la
Universidad CLAEH de Uruguay Centro Latinoamericano de Economía Humana.
40
En el año 2009 se creó la Red Científica Latinoamericana TAG Territorios Posibles en Inteligencia Territorial por Con-
venio firmado entre el Rector de la UNLP y el Coordinador de la ENTI.
41
Geo-transformare: se refiere a las capacidades de los seres humanos para transformar; con proyectos, en equipos, en
el marco de instituciones y democracias, respetando Multiculturalidad, biodiversidad, etc. Vale decir que no basta con
producir transformaciones en los sujetos, sino de éstos en relación a su territorio. Para consulta: En: “Geografía e
Inteligencia Territorial. Geo-grafein, Geo-explanans, Geo-transformare” año 2013.
Las lógicas sociales, desplegadas por diversos actores, que estructuran el territorio turís-
tico deben analizarse en relación con la capacidad de éstas de definir y resignificar el espacio
apropiado material o simbólicamente mediante la práctica turística, pues es allí donde estas
se materializan, definen su uso, apropiación, y a su vez interactúan, compiten y cooperan
con otros usos posibles. La dimensión espacial cobra relevancia y es allí donde se desplie-
gan tensiones territoriales (sinergias y conflictos). Como decíamos antes: el lugar se redefine
siempre, cuestión que retomaremos en las particularidades de las áreas analizadas como
estudios de caso.
Con relación a los lugares seleccionados el territorio de Lavalleja, haremos referencia a
valores patrimoniales materiales e inmateriales, tangibles e intangibles, naturales y cultura-
les alrededor de los cuales se materializa la práctica turística. Consideramos indispensable
concebir al patrimonio como producto de un proceso social que selecciona y atribuye signi-
ficados suscriptos por las propias necesidades y expectativas de las sociedades actuales,
como una construcción social, concebirlo activamente como un proceso de selección y atri-
bución de significados y no meramente como una práctica que se incorpora a posteriori para
la valorización y utilización del patrimonio (Almirón, Bertoncello, Troncoso, 2006).
42
El vocablo Stlocus deriva del latín antiguo que significa “lugar de algo y de alguien”. El Método Stlocus tiene más de
dos décadas de evolución, con ensayos, errores y aprendizajes. Fue creado por el Dr. Horacio Bozzano en 1993; en
1997 se sumó el Arq. Sergio Resa; luego han aportado numerosas personas en versiones mejoradas del método.
43
En oportunidad de desarrollarse la Conferencia Mundial sobre Medio Ambiente - Estocolmo 1972 - de la cual nace el
Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA)
El departamento de Lavalleja se ubica en la zona sureste del Uruguay, limita al norte con el
departamento de Treinta y Tres, al este con Rocha, al sur con Canelones y Maldonado, y al oeste
con Florida. La superficie es de 10.016 km2, y se caracteriza por poseer un relieve alto en el sur,
con sierras, cerros y valles amplios, y llanura hacia el norte. En cuanto al componente demográ-
fico, cuenta con una población de 58.843 hab.44 (Censo 2011) (Ver imagen 2), representa el 1,8%
de la población del Uruguay.
44
La Ciudad de Minas, su capital, concentra la mayor parte de esta con 38.432 habitantes (el 65,3% de la población
departamental). En cuanto al tipo de ocupación territorial, la población urbana es 52.822 habitantes (89,77%), mientras
que la rural es de 6.021 (10,23%).
Su capital departamental, la ciudad de Minas, conocida como la "capital de las sierras" del
Uruguay, presenta buena accesibilidad y conectividad, ya que se encuentra en un lugar privile-
giado en lo que refiere a distancias de principales centros turísticos, dos de ellos de peso inter-
nacional: Punta del Este (a 80 km) y Montevideo (a 120 km) y Piriápolis (a 60 km). Su principal
característica está dada por la preponderancia de accidentes geográficos que se combinan con
otros elementos de la naturaleza marcando así un entorno y escenario muy favorable para el
desarrollo de la actividad turística. La temperatura media anual es de 17ºC (zona templada) y las
precipitaciones alcanzan unos 1.250 mm anuales. La energía existente en las rocas y cerros, su
clima y paisaje ondulado, donde se funde lo natural y cultural han definido su slogan turístico
como: “Lavalleja, única, mágica y natural”.
Las principales actividades económicas del departamento 45 son: la minería, con importan-
tes compañías cementeras a nivel nacional e internacional: extracción de calizas y elaboración
de cal y cemento Portland; Industrias agroalimentarias: existen importantes industrias que pro-
ducen agua mineral natural, cerveza, además de molinos arroceros, frigoríficos; la forestación,
de gran desarrollo en regional y nacional, y la actividad agropecuaria completan el arco pro-
ductivo departamental.
45
Documento avance Informe Ambiental Estratégico. página 3. Dirección Nacional de Ordenamiento Territorial. DINOT
46
Memoria Informativa: Documento Avance, Propuesta de Directrices Departamentales Lavalleja 2012. Categorización
Estructural Preliminar de Suelos. Propuesta de Directrices Departamentales Lavalleja 2012
En el objeto de la ponencia nos referimos a tres lugares como casos de estudios que, por
fines metodológicos, de representatividad e identificación con la práctica turística resultan signi-
ficativos para esta investigación, se trata de: Parque de Vacaciones UTE-ANTEL; Complejo Ce-
rro Arequita; Villa Serrana, incluidos en el “Triángulo turístico de la Sierra” (Ver mapa 3).
Este lugar es emblemático e icono nacional, se trata del Parque de Vacaciones UTE y AN-
TEL47. Se localiza a 7 km de Minas, situado estratégicamente en plena zona serrana. Se desa-
rrolla sobre una superficie de 479 hectáreas y fue concebido bajo el paradigma del turismo social
y masivo a mediados de siglo XX. Es un complejo turístico social, un parque de descanso y
recreación para funcionarios y sus familias. Recibe huéspedes y visitantes a lo largo del año
(capacidad 700 personas), incluyendo a contingentes y grupos escolares y colegios de todo el
país. En 2006 se produce un cambio de gestión vía la creación de una Fundación. Sus amplias
instalaciones ofrecen la posibilidad de descanso y de prácticas deportivas muy diversas, inclu-
yendo una gastronomía modelo en cuanto a su gestión de calidad. Posee convenios y recibe
auditorías permanentes de organismos ambientales, asesoramiento técnico y profesional en el
vivero, la huerta y la granja. Existe un compromiso creciente con el ambiente, diferentes acciones
con relación al tratamiento de aguas, residuos, búsqueda del autoabastecimiento de insumos
para los servicios gastronómicos, energías alternativas (generadores a partir de la biomasa, lo
que le valió en el año 2009 un premio a la eficiencia energética a nivel nacional), entre otras
medidas adoptadas.
Es sin duda uno de los atractivos más emblemáticos del patrimonio natural del departamento,
posee una impronta natural cargada de misticismo y simbología, desde las culturas originarias
que lo habitaban y valorizaron los sitios como sagrados, respetuosos de los procesos naturales
que le dieron origen, hasta los actuales visitantes que llegan movilizados por una mayor concien-
cia sobre las características únicas del sitio. Arequita proviene del vocablo guaraní “Araicuhaita”
y significa “agua de las altas piedras de la cueva”, se localiza a 12 km al Norte de Minas. Lindante
al complejo se encuentra el Camping Municipal Arequita, el Parador Santa Lucía, entre otros
atractivos. Se trata de un sitio visitado a lo largo del año, sobre todo por los escolares de todo el
país. El cerro Arequita está formado por dos cerros de origen volcánico, separados por un abra
donde nace el Río Santa Lucía, surge como grandes paredes de piedra de aproximadamente
47
UTE - Acrónimo de Administración Nacional de Usinas y Transmisiones Eléctricas y ANTEL Administración Nacional
de Telecomunicaciones, es la compañía estatal de telecomunicaciones de Uruguay
300 metros de altura, formados hace 300 millones de años, un pasado de acción volcánica, de
procesos glaciarios y la erosión fluvial han labrado estos paisajes, con místicas grutas. Se lo
define hoy como un santuario natural, aunque tal suposición requiere un tipo de análisis más
exhaustivo. En el área se encuentra la Laguna de los Cuervos, a 2 km, un ensanchamiento del
Santa Lucía que corre bajo el Cerro de los Cuervos forma un conjunto paradisíaco. Ofrece caba-
ñas, camping y servicios recreativos diversos, apunta a proporcionar experiencias de calidad a
los turistas, dado los requerimientos actuales constituye un desafío de gestión, aunque la belleza
natural merece destacarse por sobre los servicios ofrecidos.
Villa Serrana
dimensiones del pasado, presente y futuro del territorio en clave del turismo y la sostenibilidad.
Los criterios para la selección de los actores a entrevistar fueron el reconocimiento dentro de la
comunidad como referentes, por su trayectoria en el turismo, conocimiento sobre el tema, perte-
necía y representatividad de la idiosincrasia de la cultura local, entre otros.
A partir de los objetivos planteados en los 3 lugares respecto a en qué medida están presen-
tes: a) la valorización de aspectos patrimoniales naturales y culturales en lugares seleccionados,
b) el alcance de dimensiones de sostenibilidad, del análisis y la indagación surgieron, en síntesis,
estas reflexiones preliminares:
grupos familiares, y turistas extranjeros desarrollan un turismo respetuoso del entorno y de los
valores transmitidos, dignos de ser conservados. La reciente creación de una Asociación de ve-
cinos Cerro Arequita “Paraíso Ecológico”, muestra avances prometedores respecto a las con-
cientización y valorización de los atributos a conservar; movilizados por la necesidad de contar
con una gestión racional e integral dadas algunas amenazas en pérdida de diversidad y posibles
irrupciones de actividades opuestas a los valores mencionados, por ejemplo la posibilidad de
concretar un campo de maniobras para el Ejército en adyacencias al Cerro Arequita; lo que des-
pliega tensiones evidentes por el tipo de usos y sus lógicas contrapuestas. Caso contrario se da
en Villa Serrana, donde el impulso alcanzado por la actividad inmobiliaria y su racionalidad eco-
nómica prevalecerían como criterios de valorización del paisaje y lugar. En su definición como
sitio turístico único en esta región, asociado con un turismo de descanso y relax, con ofertas
gastronómicas de mayor jerarquía, se estaría desenvolviendo un proceso de “escenificación” del
paisaje, dado por el tipo de construcción y la planificación originaria de la villa al estilo europeo.
No obstante, existen diversas iniciativas que apuntan a un desarrollo más armónico de la gestión
del crecimiento que está teniendo al valle.
Reflexiones finales
La práctica turística y el territorio no son unidades que podríamos definir a priori. Hemos re-
flexionado sobre la definición del Territorio como producto de una construcción social, dada por
sujetos, con sus lógicas y racionalidades, a partir de múltiples relaciones sociales identificables
según instancias de un proceso de organización que se materializa en un lugar del espacio, con
relación a diferentes acontecimientos temporales. En el caso del “Territorio turístico” incorpora-
mos la valorización que los diferentes actores realizan desde sus propias necesidades, expecta-
tivas e imaginarios, estos resignificados desde el presente y poniendo en relación el lugar de
origen y destino en sus dimensiones materiales y simbólicas. Este territorio se organiza en torno
a atractivos (históricos- culturales y naturales) que no son atributos “per se” del lugar, sino que
son el resultado de un proceso social de construcción de atractividad, el cual selecciona y jerar-
quiza ciertos atributos, al tiempo que otros se dejan de lado (Bozzano, et al, 2012; Bertoncello,
2002). En ese sentido, conocer el territorio de Lavalleja y sus sitios turísticos nos plantea el desa-
fío, aún en construcción, de indagar no sólo en su potencial de desarrollo, sino en la forma de
expandir sus capacidades de desarrollo.
Las Directrices (DDOTYDS), como herramienta útil para la gestión del turismo, entre otras acti-
vidades, deberían ser objeto de mayor comunicación, debate y consensos a fin de constituirse en
un marco normativo al cual complementar y contribuir a la definición del territorio turístico departa-
mental. Las asociaciones que existen deben ser re-dinamizadas con diferentes estrategias a sa-
biendas de los “fracasos” de anteriores iniciativas; las iniciativas de un grupo de vecinos del Cerro
Arequita apuntarían en ese rumbo. La aplicación en marcha de acciones y métodos desde la IT,
método Stlocus, Territorii, otros (Bozzano, H; Girardot, JJ; Cirio, G; Barrionuevo, C; Gliemmo, F,
2012) constituyen una herramienta útil de investigación e intervención a fin de identificar mediante
un mapa detallado co-construido con actores locales referido a los distintos lugares, las vocaciones
(turísticas), sus procesos, tendencias, problemas, en relación a la práctica turística y otras activi-
dades y sus posibles soluciones, reconociendo conflictos e inercias que refuercen transformacio-
nes virtuosas. La co-construcción de una “Mesa Territorial de Turismo”: que incluya al sector pú-
blico, operadores turísticos y oferentes de productos y servicios en general, que involucre y con-
cientice a la comunidad local e incorpore a especialistas en turismo constituye un desafío frente al
cambio y el dinamismo del turismo en la actualidad.
En ese sentido, es necesario reflexionar sobre nuestras investigaciones, además de producir
nuevos conocimientos: ¿reconocen identidades? ¿Dan respuesta a necesidades? ¿Motivan sue-
ños? Como nos hemos referido anteriormente, en definitiva, es la sociedad en general y los tu-
ristas quienes se han convertido hoy día en los principales agentes de cambio que traccionan
hechos y concretan mediante sus prácticas el turismo del presente y lo definen hacia el futuro.
La Inteligencia Territorial aplicada al turismo busca resolver las tensiones en los territorios y entre
los sujetos, a fin de construir proyectos compatibles entre la práctica turística y otras lógicas de
ocupación y apropiación territorial.
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Dirección Nacional de Ordenamiento Territorial. DINOT. Intendencia de Lavalleja (2012) Me-
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La República de Chile está situada en la parte occidental de América del Sur. Limita al este con
Argentina, al norte con Perú y al noreste con Bolivia. Constituido por tres zonas geográficas: Chile
Continental, el Territorio Chileno Antártico, y Chile Insular. En esta última zona se encuentran una
serie de islas de origen volcánico que pertenecen a Oceanía, entre ellas la Isla de Pascua.
Caracterización ambiental
La República de Chile presenta un relieve conformado por cuatro unidades -planicies litora-
les, Cordillera de la Costa, Depresión Intermedia y Cordillera de los Andes-, que estructuran las
características fisiográficas de las zonas del país.
Las planicies litorales se localizan entre el Océano Pacífico por el oeste y la cordillera de la
Costa por el este, entre el límite norte del país hasta la isla de Chiloé al sur. Son elevadas, muy
estrechas y cortadas por acantilados en el norte; anchas en el norte chico e interrumpidas
por acantilados en la Zona Central y muy anchas al sur del país.
A lo largo de todo el país se presenta la Cordillera de los Andes como principal forma del
relieve. Se destaca el norte donde dominan las depresiones de los salares, y la presencia de la
cumbre más alta del país: el Nevado Ojos del Salado, con 6.893 metros de altura.
Las características climáticas de Chile se relacionan con la gran extensión en términos de la-
titud, la presencia de las cadenas montañosas de la Costa y de los Andes, la existencia de la co-
rriente fría de Humboldt, la presencia del Anticiclón del Pacífico y del Frente Polar. Todo ello le
confiere marcadas diferencias en las características climáticas, las que varían de norte a sur, y
según la altitud.
Es así como en el norte del país existen condiciones de sequía; en la zona central predomina
el clima templado; en el centro sur de Chile se inicia una transición hacia los climas más fríos y
lluviosos; y en la zona sur se encuentran los climas polares.
La hidrografía chilena presenta características singulares que se relacionan principalmente
con factores como clima y relieve, influyendo en aspectos como régimen y caudal. En el Norte
existen cuencas que carecen de cursos de agua superficiales, o bien son esporádicos, y son
absorbidos por las grandes extensiones desérticas. En gran parte del territorio nacional se en-
cuentran las áreas exorreicas, donde las cuencas reciben aportes de las precipitaciones, eva-
cuando las aguas hacia el mar. En tanto, en la vertiente oriental de la Cordillera de los Andes, la
disminución de los montos de precipitaciones produce drenajes más tranquilos, con nacimientos
en sectores más bajos de la cordillera andina y caudales de menor envergadura.
En el año 2015, el aporte del turismo receptivo48 representó el 4,4% del total de las exportacio-
nes de bienes y servicios de la economía. Esto sumado a un Estado participativo genera un entorno
óptimo para el desarrollo turístico. Actualmente la Subsecretaría de Turismo, dependiente del Mi-
nisterio de Economía, Fomento y Turismo propuso consolidar, para el período 2018-2020, el sis-
tema institucional abordando las brechas, potencialidades y oportunidades del sector a través de
la ejecución del Plan Nacional de Desarrollo Sustentable, del trabajo en cambios normativos y de
articular un conjunto de iniciativas de inversión con otros actores públicos y privados.
En 2018 ingresaron 5.723.000 turistas extranjeros al país, que, si bien fue una baja respecto
al 2017, es un valor que muestra crecimiento continuo desde el 2010 en llegadas al país, donde
solo el año 2017 muestra un pico superior.. El gasto por turismo internacional según el Banco
Mundial fue de 2.776 millones en 2014 (OMT, 2020)
Durante el año 2017 fueron declaradas Zonas de Interés Turístico (ZOIT) los sectores de
Valdivia, Corral, Araucanía Lacustre, Chelenko, Patagonia-Queulat, Curacautín y Lago Lanalhue,
los que sumados a los de los años anteriores, da un total de 16 ZOIT declaradas49. Los destinos
turísticos que concentraron el mayor número de pernoctaciones fueron Santiago (374.492), Val-
paraíso, Viña del Mar y Concón (114.704) y Antofagasta y Calama (80.272). El destino que tuvo
la mayor incidencia positiva en el crecimiento interanual fue Valparaíso, Viña del Mar y Concón
(1,9%). En ese destino aumentaron las pernoctaciones de pasajeros residentes en Chile (27,8%)
y en el Extranjero (21,0%). El destino de mayor incidencia negativa fue Chillán y Valle Las Tran-
cas (-0,7%). (Instituto Nacional de Estadísticas de Chile).
48
www.subturismo.gob.cl/documentos/estadisticas
49
https://www.economia.gob.cl/wp-content/uploads/2018/05/CP_2017-18-MINECON-OFICIAL-FINAL.pdf
Modalidades de Turismo
Las ciudades de La Serena, Valparaíso, Viña del Mar, Concepción, Temuco y Puerto Varas,
y particularmente, Santiago de Chile, se posicionan como destino de turismo de reuniones. Ac-
tualmente la capital se ubica en el segundo lugar a nivel americano en el ranking de Congresos
y Convenciones elaborado por la International Congress and Convention Association (ICCA) en
2014 al disponer de Centros de Convenciones y hotelería de primer nivel.
Además, Chile es considerado una de las capitales mundiales del enoturismo. Los valles fér-
tiles crean un escenario ideal para la producción de uvas. En marzo y abril se celebran múltiples
fiestas de la vendimia. Los valles de Colchagua, del Maule, de Curicó y del río Biobío integran
parte de la ruta del vino.
Otra modalidad es el ecoturismo y turismo de aventura asociada al disfrute de la naturaleza
y los parques y reservas nacionales. Entre las áreas naturales más destacadas están el Parque
Nacional Pan de Azúcar en el norte, el Parque Nacional La Campana, declarado Reserva de la
Biósfera en la zona central de Chile. Un poco más al sur, la Reserva Nacional Radal Siete Tazas
y los parques nacionales Villarrica y Vicente Perez Rosales. Por último, en la Patagonia se en-
cuentra el Parque Nacional Torres del Paine.
Por su parte, las condiciones de clima caluroso y las aguas templadas del Pacífico propician
el desarrollo de una diversa variedad de playas en el norte y en el sur de Chile de las playas
lacustres con enormes bosques de fondo y arena más oscura.
En cuanto al reconocimiento del patrimonio intangible cobra interés, la oferta del turismo gas-
tronómico en platos tradicionales como el ajiaco, los anticuchos, los asados, la calapurca, el can-
cato, la carbonada, la cazuela, el chapalele, el charquicán, el curanto, las empanadas de pino,
las humitas, el milcao, la paila marina, la pantruca, el pastel de choclo, el pastel de papa, el pes-
cado frito, los porotos granados, el pulmay y el tomaticán, entre otros. Un lugar destacado tiene
chile en el turismo astronómico orientado a la observación de los cielos, se realiza primordial-
mente en el norte de Chile dada la escasa contaminación lumínica que posibilita contemplar las
estrellas en medio de la naturaleza.
Canihuante (2005) investiga como Chile, un destino receptor de turismo, generó una autoima-
gen de país a partir de los relatos históricos y actuales que dan cuenta de sus características como
nación. Al hablar sobre el concepto de Identidad Cultural, el historiador e investigador chileno Gon-
zalo Ampuero (1998) señala que se refiere a la forma de ser y expresarse de un pueblo o sociedad,
como resultado de los ancestrales componentes de su pasado, del cual se considera heredero o
integrado en tiempo y espacio. Si en cualquier imagen gráfica que se quiera diseñar acerca del
país aparece la montaña como un ícono, esto se relaciona con la presencia incuestionable de dos
cordilleras a lo largo del país (Larraín, 2001). Chile sigue siendo un país con un rico paisaje natural
presente en la vida de las personas, con amplios espacios naturales aún no intervenidos, un país
poco poblado que posee enormes extensiones de territorio. Basta con tener presente la Cordillera
de los Andes; el desierto de Atacama y la Antártica, pero además hay extensos territorios del sur
del país donde la poca presencia humana es absorbida por la naturaleza.
El paisaje y el uso turístico del paisaje son elementos que, a lo largo de su historia, han con-
tribuido a la formación de una identidad nacional para los chilenos. El tema es recogido con la
definición de la Identidad Turística, a cargo del estatal Servicio Nacional de Turismo y su actual
eslogan: “Chile. Naturaleza que conmueve”. Sin embargo, Chile no es sólo naturaleza, ni siquiera
para el turismo.
En la formación de una identidad nacional, por otro lado, además de los componentes mate-
riales está presente la relación con los otros, ya sea las herencias de la colonización española,
o la relación con los países limítrofes (Argentina, Bolivia y Perú), o la existencia de pueblos ori-
ginarios como los mapuches. Chile, aunque es un país relativamente pequeño en términos de
población, tiene una composición étnica diversa. En primer lugar, confluyen en él, hasta el pre-
sente, cuatro etnias aborígenes además de su principal componente mestiza: mapuches, rapa
nui, aymaras y atacameños. Larraín (2001) explica que contrariamente a lo que podría pensarse,
la variedad de regiones y las dificultades de comunicación no favorecieron los localismos, sino
que desde un comienzo acentuaron un fuerte centralismo concentrado en la capital, tal vez por
la conciencia que existía del peligro de disgregación. Dicho autor afirma que el centralismo es
una manera geográficamente específica de “territorializar el espacio chileno”.
Sin embargo, existen casos donde los conflictos socioculturales ponen en riesgo esta idea de
centralismo. Uno de los casos más icónicos es el de la Isla de Pascua, donde la cultura rapa nui
busca perdurar en un contexto de hostilidad constante. Considerado uno de los destinos turísti-
cos más misteriosos del mundo, la Isla de Pascua está a más de 3600 km de la costa continental,
tiene una historia muy particular y diferente al resto de los pueblos originarios, ya que la mayor
parte de su cultura es desconocida. Algunos locales mantienen el idioma, de raíces polinésicas,
pero ya nadie comprende su escritura y en cuanto al poblamiento de la isla solo hay mitos que
lo expliquen. Por su parte, el Parque Nacional Rapa Nui comprende aproximadamente 40% de
la superficie de la Isla de Pascua y fue declarado Sitio Patrimonio de la Humanidad (SPH) en
1995, de acuerdo con la Convención sobre la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Na-
tural del año 1972. Los criterios, aunque evidentes en un escenario cultural y medioambiental
tan sorprendente como Isla de Pascua, responden a la necesidad de preservar para el futuro una
memoria histórica y cultural única, que representa la extraordinaria capacidad de una civilización
para sobrevivir y adaptarse al paso del tiempo, a un aislamiento extremo como ningún otro asen-
tamiento humano, y a las continuas oleadas de viajeros que han intentado asimilar a sus creen-
cias y costumbres. Las versiones tradicionales respecto del origen, si bien claramente referidas
a una raíz polinesia, presentan contradicciones debido a los impactos provocados sobre la cul-
tura isleña, incluida la pérdida de los antiguos sabios. Actualmente, existen distintas leyendas
sobre cómo el orden social se estableció en el sitio, generalmente mencionando una familia real,
una arista religiosa formada por sabios o sacerdotes, y una variedad de guerreros y artesanos.
Entre los años 1600 y 1800 el aumento incontrolado de la población no pudo ser disminuido a
niveles sustentables, de manera que los grupos sufrieron divisiones y fusiones para asegurar su
supervivencia, lo que provocó un proceso de crisis en el sistema en el sistema socioeconómico,
religioso y político, que llevó a un proceso de adaptación que generaría nuevas expresiones de
su cultura (UNESCO, 2011).
Desde el punto de vista de Occidente, la historia Rapanui comienza con su descubrimiento por
el holandés Jacob Roggeveen en abril de 1722. De ahí en adelante comienzan una serie de se-
cuestros y matanzas de una parte importante de la población (principalmente por parte de embar-
caciones norteamericanas), así como intentos de evangelización de la población. En 1877, se cal-
culó que la población sobreviviente en la isla era de 110 personas, comparado con los 6000 que
había antes de la llegada de los primeros europeos, unos 150 años antes. En el año 1886 se
empieza a desarrollar la idea de incorporar la isla al territorio nacional, con fines comerciales, y tras
una serie de negociaciones, en 1888 se formalizará la cesión de la soberanía de la isla al Estado
de Chile de los jefes rapanui. La transición no fue para nada tranquila, dado que los habitantes
pasaron a ser empleados en un contrato de arrendamiento de las tierras, convirtiendo a rapa nui
en una estancia ganadera maltratada. Después de sufrir décadas de abandono y maltratos, los
informes anuales de la Armada, los reclamos de la Iglesia, las denuncias de la prensa y la acción
de la Sociedad de Amigos de la Isla de Pascua logran que el gobierno decida el desahucio del
contrato con la Compañía en el año 1953. A partir de la promulgación de la ley Nº 16.441 en 1966,
más conocida como Ley Pascua, la isla comienza a reactivarse. La reconstrucción de sitios monu-
mentales y la apertura al turismo internacional han sido la base de la recuperación de la propia
autovaloración de los isleños, del orgullo por su cultura y su pasado, con las contradicciones pro-
pias de un proceso progresivo de culturización y cambio (Ramírez, 2011).
En la actualidad, millones de turistas viajan por el mundo recorriendo y visitando los más
diversos destinos: playas, montañas, reservas naturales, ciudades, galerías, edificios, parques,
monumentos. La llegada masiva de turistas afecta inevitablemente a los destinos donde éstos
aterrizan. Los impactos que se generan suelen ser beneficiosos para algunos y perjudiciales para
otros, pero de una u otra manera modifica al territorio donde recae, afectando todos sus aspec-
tos: económico, medioambiental, sociocultural y espacial. En este trabajo se hará énfasis funda-
mentalmente en los dos últimos.
Entendiendo que se trata de un Parque Nacional, y que a su vez fue declarado por UNESCO
como SPH, hay muchas tensiones sociales a tener en consideración. Para empezar, es impor-
tante conocer los distintos documentos de la UNESCO, a modo de conocer las normativas que
regulan el territorio, en especial la “Convención sobre la protección del Patrimonio Mundial cul-
tural y natural”, emitida en 1972, ya que fue en este documento donde se estableció el instru-
mento de Lista Patrimonio de la Humanidad.
Prats (1997) entiende al patrimonio no como una característica inherente de ciertos lugares,
sino como una construcción social, y lo relaciona con representaciones y símbolos vinculados a
una identidad.
Pérez Amores (2010) estudia las relaciones entre patrimonialización e identidad cultural, y
plantea el caso de la patrimonialización de las regiones afrocubanas, donde afirma que se activa
lo potencialmente patrimonial como parte de una estrategia política que, ligada a empresas como
el turismo, las transforma de “bien a producto turístico”.
Según Prats (1998) el patrimonio cultural como sistema de representación se basa en una
“sacralización de la externalidad”, por el medio de la cual toda sociedad define un ideal cultural
del mundo, y todo aquello que no cabe en él, pasa a ser concebido como sobrenatural, dándole
así una relevancia jerárquica en la experiencia del visitante a aquello patrimonializado50.
En cuanto a la atractividad de un destino, Almirón, Bertoncello y Troncoso (2006) plantean
que el proceso de comprender el turismo surge a través de la discusión de cómo entendemos
los atractivos turísticos. Dichos autores recuperan el concepto de Urry (1996) de atractividad
para entender la construcción de un atractivo turístico como un proceso social inherente a los
lugares, y no al tiempo. Un mismo lugar puede ser atractivo en un momento determinado del
tiempo, pero dejar de serlo posteriormente, ya sea por contexto o por cambios en la demanda de
los visitantes. Estos autores plantean entonces que la atractividad en el turismo es el resultado
de un proceso social de selección/invención de particularidades geográficas tomadas por y para
el turismo, y que quienes participan en estas elecciones son actores con injerencia en el lugar
que promueven, de forma que instalan rasgos como atractivos, para luego procesar su comer-
cialización en forma de bienes y servicios. Todo esto tiene una relación directa con lo planteado
por Prats (1998) respecto a patrimonio. A la vez, podría entenderse el proceso de definición de
atractividad como parte del proceso de turistificación, donde un lugar pasa a ser turístico a partir
de satisfacer la necesidad de quienes lo visitan (Ver más en Knafou, 1991).
Muy ligado al concepto de atractividad turística, está el concepto de imaginario turístico, tra-
bajado por Hiernaux (2002) y Salazar (2012). Hiernaux (2002) plantea al imaginario como una
construcción social que conforma un conjunto de creencias, imágenes y valoraciones que se
definen en torno a una actividad, un espacio en un momento dado. Por su lado, Salazar (2012)
cree que el imaginario está comprendido por ensambles de representaciones que se transmiten
socialmente y que interactúan con la imaginación a nivel personal.
Entendiendo que el turista transforma un destino a partir de su visita, vale la pena entonces
entender que es lo que el turista espera encontrar en su viaje, dado que muchas veces el propio
destino se adapta a las pretensiones del visitante. Respecto a esto, Urry (1990) define el con-
cepto de mirada turística, entendiéndolo como aquello que el turista tiene como preconcepto del
destino y que por ende espera ver en su visita. De esta manera, el turismo no puede entenderse,
sin entender la sociedad de origen del visitante, ya que explica el cómo y porqué se traslada. La
mirada turística no es individual y aleatoria, sino que es socialmente construida y sistematizada.
50
El desarrollo de la actividad turística como medio que contribuya al desarrollo social y el crecimiento económico del país
Tiene una vinculación directa con los actores que difunden información de un sitio, que de cierta
forma “instalan” atractivos turísticos.
A modo de ejemplo, Ojeda (2013) toma el caso del Parque Nacional Tayrona (Colombia) para
estudiar los procesos a través de los cuales un lugar se convierte en atractivo turístico y cuáles
son los efectos que tienen estos procesos sobre los paisajes, los recorridos y los territorios. En
este sentido, parte de la capacidad que tiene el turismo de transformar espacios, naturalezas y
sujetos; es decir, de constituirse como un poderoso régimen de regulación socioespacial, para
entender cómo los procesos de promoción turística se anclan en formas de particulares de con-
servación, resultando en nuevos arreglos socioespaciales.
Nui dejó de ser una “Isla Hacienda” para transformarse en una “Isla Museo” abierta al turismo
(Foerster & Montecino, 2018).
Pensemos que, dentro todo el territorio de la Isla de Pascua, en particular fue el Parque Na-
cional Rapa Nui el que fue declarado SPH, sirviendo como impulsor de un proceso de atractividad
turística en toda la isla. Para llegar a comprender las características e implicaciones del turismo
en el día a día de los pobladores que viven y trabajan en el Parque, se debe entender la historia
reciente de Rapa Nui en términos de su producción como destino turístico. El parque ha sido
promovido intensamente como un paraíso exótico a la mirada del turista, esto bajo la premisa de
que el turismo se convertiría en una estrategia efectiva de conservación.
La producción turística de un sitio declarado SPH y que, como tal, debe ser protegido, ha con-
tribuido por el contrario a la producción de geografías profundamente desiguales a través de pro-
cesos que involucran estrategias de mercantilización de la naturaleza, formaciones particulares del
poder estatal, y complejas negociaciones en torno a formas legibles de ciudadanía y al acceso a
los recursos. Los usos turísticos del territorio pueden degradar o proteger al patrimonio, pero en
este caso se observan efectos negativos de esta sobrepoblación turística: escasez de recursos
naturales (principalmente los áridos que se extraen de la cantera Hanga Hemú, utilizadas para la
pavimentar calles y construir casas y hoteles), desabastecimiento de alimento, mala calidad de luz
eléctrica, aumento en la cantidad de basura, el daño del patrimonio cultural y arqueológico.
El aumento de la actividad turística, y por consiguiente de la infraestructura hotelera, trajo
consigo otra situación conflictiva: la llegada de nuevos habitantes. A partir de los años ’60, el
número de migrantes se incrementó y para 1966, con la implementación de la Ley Pascua, un
tercio de la población provenía del continente (Foerster & Montecino, 2018). Los problemas ha-
bitacionales y de hospedajes fueron resueltos no solo con la construcción de viviendas por parte
del Estado sino con una intervención de la comunidad, que construyó un mundo de hospitalidad
para los pasajeros acorde a sus expectativas, transformado sus viviendas en residenciales. Dado
este contexto, quienes llevan generaciones habitando la isla terminan siendo víctimas de la in-
migración indiscriminada y acaban por tener que decidir entre reubicarse, o formar parte de estos
circuitos turísticos disfrazados de desarrollo sustentable que en el fondo están alterando irrever-
siblemente una cultura milenaria.
Existen otros casos de la patrimonialización de regiones aborígenes, como la estudiada por
Pérez Amores (2010) donde se activa lo potencialmente patrimonial como parte de una estrategia
política turística, transformándola de bien a producto turístico. En el circuito turístico que explota
la cultura rapanui se perjudica no solo a la identidad local, sino al producto turístico en sí mismo,
ya que el visitante viene a sentirse aislado del mundo en un rincón de la Polinesia con una cultura
viva y no en una aldea neocolonial sudamericana.
Este tipo de procesos de patrimonialización cuyo fin es estrictamente el de instalar un destino
turístico afecta irreparablemente a las identidades culturales. La comunidad local, para competir
con los servicios ofrecidos por estos nuevos residentes, pueden llegar a crear identidades cultu-
rales artificiales basadas en la mirada del turista, que no suelen ser más que un conjunto de
estereotipos simplistas, construyendo representaciones que simulan ser auténticas y que tienden
a imitar ciertos rasgos culturales, alterando así el elemento que inicialmente fue patrimonializado,
y por tal, fue el atractor turístico. En concordancia con esto tanto Salazar (2006) como Delgado
(2002) postulan que los estereotipos étnicos son construidos y manipulados por el turismo, con-
virtiendo a los propios destinos en meros objetos de consumo cultural, aunque hay autores que
creen que el aporte de otras visiones, ajenas al mundo rapa nui, también ha sido importante,
para que ellos mismos puedan reconocer este problema y reconocerse a sí mismos. Pérez Amo-
res (2010) habla de brindar una mayor diversidad dentro de la homogeneizadora actualidad y de
generar la posibilidad de identidades localizadas en movimiento, por lo que se podría entender
al isleño como sobreviviente de esa identidad heredada que, aunque modificada por el constante
contacto con lo ajeno, es consciente de sus orígenes y pelea por defenderla contra un Estado
históricamente reactivo ante las necesidades de su población.
El Parque Nacional, por su parte, estuvo sumergido en continuos conflictos con el Estado
chileno a partir de la demanda de los habitantes de la Isla por una ley para el control migratorio.
Esto surgió a partir de que en 2012 se modificó la Constitución de Chile, aprobando la noción de
que la “libertad de tránsito estaría restringida en Territorios Especiales”. Sólo faltaba definir de
qué forma se iba a restringir el ingreso de personas a la Isla. Además, se pretendía avanzar en
un proyecto para un posterior traspaso del Parque Nacional a la Comunidad de dicha isla poliné-
sica. Pero a raíz de las elecciones presidenciales de ese año, hubo otro enfoque desde el nuevo
gobierno que terminó deteniendo la propuesta de Ley. Desde entonces el Estado, representado
por la Corporación Nacional Forestal, abandonó el Parque Nacional. Aquí es donde entró en
juego el desconocimiento continental sobre la realidad de la forma de vida en la isla, que aún hoy
reciben a diario una cantidad de turistas que sobrepasaba la capacidad de carga del lugar. Los
isleños apelaban a ejemplos de situaciones similares que se dieron en otras partes del mundo
como las Islas Galápagos en Ecuador o San Andrés en Colombia, donde existen leyes especia-
les de control migratorio, gracias a la planificación de un Estado participativo. Cristián Moreno
Pakarati, nieto de un sabio rapanui, expresó públicamente: “para potenciar una especie de chau-
vinismo colonialista, la gente ha quedado con una impresión superficial de Rapa Nui. Lo único
que hay es la postal, la imagen del paraíso idílico y exótico en el Pacífico, Anakena y los moais.
Hace 60 años era lo opuesto: piedras, moscas y lepra”. En el año 2015 el Parque dejó de estar
bajo el control de la Corporación Nacional Forestal de Chile, una organización llamada Parla-
mento Rapa Nui ocupó los accesos a los principales sitios arqueológicos, impidiendo el acceso
de los que eran hasta ese momento, los encargados del cuidado del parque, y a su vez, controló
la entrada de visitantes y reguló las actividades laborales en los sitios arqueológicos, impidiendo
que entraran guías no vinculados con personas rapanui. Esta decisión se llevó a cabo en modo
de protesta, consecuencia de lo que ellos identificaban como un retroceso del proyecto de ley
que exigían hace años. Al año siguiente, con la promesa de negociación del Estado chileno, el
Parque pasó a estar coadministrado. Finalmente, a partir de finales del 2018 los residentes de la
Isla consiguieron su anhelo, al concretarse la ley Nº21.070 que establece que los turistas que
aterricen en la isla tendrán que mostrar un billete de regreso y su visita no podrá durar más de
30 días. Ante esto, la Subsecretaría de Turismo de Chile manifestó que la decisión se debe a
que "la carga demográfica ya está en alerta roja y hay que hacerse cargo de que esto ya está
afectando a la flora y la fauna". Mientras que, por su parte, los habitantes festejaron la normativa
afirmando que: "el problema principal es cuánta gente está viniendo a quedarse en Rapa Nui,
esos no son turistas: son gente del continente que viene a quedarse. Estamos abiertos a los
visitantes, pero simplemente tenemos que controlar cuántos se quedan aquí a vivir" (BBC, 2019).
Es evidente que este tipo de tensiones, producto no solo de discusiones actuales sino también
de cientos de años de maltrato continental, juegan un rol fundamental en la dinámica social de
los habitantes, y, por lo tanto, alteran el entramado social que da forma a los elementos patrimo-
niales de la Isla. Mientras tanto, el isleño convive también con las presiones producto de las
expectativas de los visitantes que esperan ver aquello que construyeron en su imaginario: las
ruinas y monumentos, pero también los rituales y ceremonias ancestrales.
Reflexiones finales
centro emisor, simbolizando aproximadamente un 50% de las llegadas internacionales. Las tipolo-
gías de turismo que son más representativas son las de turismo aventura y turismo de negocios.
En cuanto al estudio de caso, en una actualidad donde tradiciones, intereses políticos y eco-
nómicos, imposiciones del turismo y los símbolos más profundos quedan registrados en una web,
conformando parte de las redes multidireccionales de la información que filtran, ordenan, expor-
tan y venden el patrimonio cultural al precio que marca la oferta y demanda (Pérez Amores,
2010). Aunque el aumento de turistas sigue en curso, al igual que los impactos generados por
estos, el pueblo rapanui se concibe a si mismo capaz de lidiar con esta problemática, ya que no
consideran que el contacto con un turista extranjero vaya a adulterar una cultura milenaria, que
posee un idioma propio, tradiciones ancestrales y una idiosincrasia que perdura hace cientos de
años. La situación que esta comunidad no logra superar es la incapacidad de gestionar su propio
territorio, principalmente el control de migración indiscriminado, ya que lo consideran como la
principal amenaza para la preservación de su patrimonio, cultura, lengua e identidad. Este caudal
de personas que se queda a vivir en la Isla de Pascua es visto por la comunidad local como un
invasor al cual no pueden poner un límite, y con quienes se ven obligados a compartir su territorio,
sus recursos, y los ingresos por la actividad turística.
Al ser un sitio geográficamente alejado de su estado-nación, presenta ciertas anormalidades
que deberían ser tenidas en cuenta a la hora de analizar cómo la actividad turística se inserta en
la vida del residente. El presente trabajo buscó analizar cómo el arribo de turistas y el posterior
aumento de la oferta, modifican la forma de vida de los habitantes en la Isla de Pascua, poniendo
en riesgo su identidad, teniendo que adaptarse a convivir con esa nueva oferta turística y siendo
forzados a elegir entre la integración a un circuito turístico impuesto o bien, a reubicarse. Actual-
mente hay una conciencia mundial despierta a la necesidad de salvaguardar el patrimonio de
esta cultura única. La preservación de los monumentos, símbolos del patrimonio rapa nui, no
puede lograrse con éxito si no se respeta su entorno. Esto es crucial para una isla relativamente
pequeña, en la cual paisaje y monumentos son parte el uno del otro. Solo así, se puede conservar
la esencia de Isla de Pascua.
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Urry, J (1996). O olhar do turista. Lazer e viagens nas sociedades contemporâneas. SESC y
Studio Nobel, San Pablo
Referencias online
Yo creo que fuimos nacidos hijos de los días, porque cada día tiene una historia y nosotros somos las his-
torias que vivimos.
La República de Paraguay se localiza en América del Sur. Limita al este con Brasil y Argen-
tina, al sur con Argentina, al norte con Bolivia y Brasil y al oeste con Bolivia. Constituye uno de
los países menos extensos en cuanto a superficie de América del Sur. Su territorio se encuentra
dividido en dos regiones, separadas por el río Paraguay: la Oriental, siendo la más poblada, y la
Occidental. Otro río de importancia es el Paraná. Ambos ríos, Paraguay y Paraná, forman parte
de una de las cuencas de mayor relevancia para la región: la Cuenca Paraná - Plata. Esta hidro-
vía le permite al país obtener una salida al Océano Atlántico, ya que es un estado nacional sin
fachada o litoral marítimo.
Capital Asunción
Introducción
El presente escrito no solo pretende ser una síntesis de lo que fue parte del libro Fuera del
Mapa. Patrimonio, turismo e integración (Comparato, 2018) si no, principalmente, una invitación
a que los alumnos (y por qué no a un lector que navegue por aquí) lean la relación entre turismo
y territorio de una forma diferente. Es decir, no busca una comprensión exhaustiva, sino que se
utilicen “pistas” o “claves” para que no solo nos resulte más llevadera la lectura de las Misiones
Jesuíticas Guaraníes, sino también nos aporte algunas herramientas para pensar otras expe-
riencias posibles. Se entiende, en efecto, que forman parte de un proceso reflexivo que busca,
de forma permanente, estrategias de lectura del espacio de una forma más compleja, multidi-
mensional y, por qué no, integral. ¡Pero entiéndase algo importante! Eso no solo reviste una
importancia teórica o intelectual, como si se tratase de simplemente aprender más sobre cierto
tema, sino que resulta fundamental, también, para pensar y re-pensar los procesos propositivos.
Es decir, en el plano de la planificación y gestión, donde recae el enorme desafío de poner en
juego todo lo estudiado.
Pero ahora sí, yendo al grano con el capítulo que aquí ocupa, resulta importar incorporar al menos
dos niveles de análisis donde cada uno de ellos pretende estimular un aprendizaje particular:
• En primera instancia, se buscará reflexionar sobre la localización de los sitios. Esta, en-
tiéndase, no como un mero contenedor de actividades turísticas o experiencias patrimo-
niales o solamente un paisaje. Sino como un sistema relacional que incluye a la sociedad
y el medio, que no solo tiene características físicas sino también dimensiones simbólicas,
propia de la significación y uso que hacen los actores de dicho espacio. Entender ello,
resulta determinante para la comprensión de las particularidades jesuíticas-guaraníes.
• El segundo, nos invita a pensar este caso sin separar el uso turístico del patrimonio de
la idea de desarrollo sostenible. Es decir, propone que el licenciado en turismo no solo
reflexione sobre los modos de hacer más atractivos un destino o mejorar la promoción
del patrimonio sino también en facilitar y favorecer a generar condiciones de vida más
dignas para quienes son protagonistas de ese proceso. Ello no es sencillo ni lineal, pero
sí un camino que requiere de mucha reflexividad.
Las misiones jesuíticas guaraníes, también denominadas reducciones o misiones del Para-
guay, constituyen un antecedente de gran relevancia para la historia de la región. Las mismas
se desarrollaron desde el año 1609 hasta 1767, momento de la expulsión de los jesuitas, y cons-
tituyen una experiencia histórica, religiosa, sociocultural, económica y territorial excepcional. Se
emplazaron en un amplio espacio conformado por las actuales provincias de Misiones y Corrien-
tes en la Argentina, sudeste de Paraguay y sudoeste del Estado de Rio Grande do Sul, en Brasil,
logrando erigir un total de 30 pueblos jesuíticos-guaraníes (Rivero y otros, 2011).
¿Pero dónde están ubicadas? En lo que respecta a la distribución espacial de las 30 misiones
que tuvieron lugar en el siglo y medio de esta experiencia, la mayoría se localizan en un territorio
dividido en tres fajas casi paralelas con orientación nordeste-sudoeste. Argentina es el país de
mayor concentración (con un total de 15, estando la mayoría 11 en la provincia de Misiones,
siguiéndole, en orden, Paraguay (8) y Brasil (con 7 respectivamente) aunque no todas siguen en
pie o son posibles de ser visitadas Si consideramos lo que constituye el soporte físico y geográ-
fico, se trata de una región atravesada por numerosos ríos y arroyos, en el marco de una densa
vegetación, por lo que lo caracterizan altas temperaturas y precipitaciones al igual que una gran
biodiversidad. A modo general, la localización de las misiones se da en puntos con gran valor
paisajístico, en zonas que están elevadas por alguna meseta con amplio horizonte. Es decir, la
elección del emplazamiento era estudiado teniendo en cuenta clima, fertilidad del suelo, ventajas
de defensa y vigilancia, un buen drenaje de las lluvias tropicales, así como también la utilización
de ríos y arroyos (Viñuales, 2007; Alcântara Bittencourt César y Veroneze Stigliano, 2011). Este
último punto no es menor ya que cada área de implantación de reducción tuvo algún río como
columna vertebral. Como tal, el río Paraná no fue entendido como una fisura, un limitante, sino
una parte constitutiva y fundamental del territorio con capacidad de dar respuesta a necesidades
de desplazamiento para la guerra, el comercio y las comunicaciones (Páez, 2013)
Será en 1993 cuando Paraguay haga efectiva la inscripción de las misiones de Santísima
Trinidad de Paraná y Jesús de Tavarangué a la Lista de Patrimonio Mundial. En tal sentido,
dentro del reconocimiento del valor universal excepcional, se consideró que se trata de un tipo
de construcción o de conjunto arquitectónico o tecnológico que ilustra un periodo significativo de
la historia humana. Específicamente, las misiones jesuíticas fueron expuestas como ejemplos
excepcionales de conjuntos arquitectónicos correspondientes a los siglos XVII y XVIII que tuvie-
ron lugar en la región. Y, al mismo tiempo, representan una fusión única de culturas en las que
el proceso de cristianización permitió a la población indígena conservar elementos de su cultura
tradicional. Asimismo, en dicha presentación se pone en evidencia principalmente, el esquema
urbano, en tanto que se lo expone como un caso único. Se destaca su trazado original donde la
iglesia constituye la unidad básica, y, además, el corazón del centro urbano y de la vida espiritual.
Ahora bien, tierras de contraste si las habrá, no solo por el intenso rojo de la tierra y los verdes
del monte, o lo poco que queda de selva, sino por sus realidades sociales, sus conflictos y sus
controversias. Esta tierra trae consigo inercias de un pasado que se encuentran con un presente
cargado de desafíos y oportunidades. Espacio que, a la vez, no puede ser entendido sino se
inserta en una región más amplia que integran a los países vecinos pero cuyos procesos no
están regidos, necesariamente, por las fronteras físico-políticas.
El primer desafío analítico, por tanto, pasa por insertar los casos a un nivel regional con un
carácter fronterizo, incluso a entenderlo como un transterritorio que tiene continuidades en tér-
minos de procesos históricos, relaciones sociales y modelos de acumulación, pero, al mismo
tiempo, con diferenciaciones propias de las demarcaciones espaciales que implican respectivos
ordenamientos urbanos, jurídicos, económicos y políticos. Ello implica caracterizarlo como uno
de los polos más dinámicos de integración del Mercosur, sin por ello estar exentos de conflictos
sociales. Manzanal y otros (2011), a los efectos de caracterizar este territorio, sostienen que
mientras algunos se benefician producto de la expansión acelerada de ciertos cultivos como la
soja, otros se perjudican con la pérdida de diversidad, con la expulsión de familias y productores
y abandono de actividades tradicionales. Tendencias acompañadas por un proceso de extranje-
rización y de concentración de la tierra y con la existencia de relaciones de poder desiguales,
sobre todo para el pequeño productor. Diversidad que también se asocia a la matriz pluricultural,
no solo por la herencia hispano-guaranítica que tuvo la región sino por los procesos inmigratorios
que la caracterizaron a fines del siglo XIX y principios del XX. Se destaca, por tanto, un territorio
que manifiesta disputa, disparidades y conflictos latentes.
En virtud de lo anterior, tres cosas habría que tener en cuenta. Primero, se trata de una región
en que no todos hablan el mismo idioma y, a la vez, que una de las lenguas principales precede
a la etapa colonial. Así, se marca la pervivencia del guaraní como idioma dominante donde los
exclusivamente guaraní hablantes o bilingües (guaraní castellano) en 2011 representaron 7
(68,3%) de cada 10 personas. Por su parte, tal como lo indica el “Informe Nacional sobre Desa-
rrollo Humano”, para ese mismo año alrededor del 32% de la población del país se encuentra en
situación de pobreza, pero con una tendencia decreciente durante los 5 años anteriores. El dato
más llamativo es que más de la mitad de dichas personas padecen de pobreza extrema. En otras
palabras, de cada 9 personas que se encuentran en dicha situación 5 son pobres extremos. El
punto es, también, que existe una brecha importante en función de diferenciar la pobreza rural
de la urbana, siendo que la primera ha sido históricamente mucho mayor que la urbana, y en
2011 llegó a duplicarla. Puesto en otros términos, la mitad de la población que vive en el campo
sufre pobreza mientras que en la ciudad dicha representatividad se reduce a la cuarta parte. En
cuanto al departamento que toma como referencia este estudio, Itapúa se encuentra al sur del
Paraguay, sureste de la Región Oriental y su capital es Encarnación. Tiene una población total
que ronda los 580 mil habitantes y una densidad poblacional similar a la de Misiones (Argentina).
Según el Informe de desarrollo humano citado precedentemente, se trata de un departamento
que manifiesta niveles que están levemente por debajo de la media del país en lo que refiere al
indicador de desarrollo humano, calificado como “medio”. En cuanto al indicador de calidad de
empleo (ICE), presenta un índice bajo (PNUD, 2013, p. 217-235).
El segundo punto, por su parte, recupera un elemento antes mencionado y es que resulta
importante poner en evidencia el carácter transfronterizo y dialéctico del territorio hacia ambas
márgenes de los ríos Uruguay y Paraná. Tal como sugiere Cammarata (2010, p. 1113) se trata
un espacio o paisaje con una gran interacción económica y social, con una población caracteri-
zada por la presencia de pequeños y medianos productores rurales, con una historia similar en
lo relacionado a formas de ocupación de la tierra, así como también con tradiciones y códigos
culturales compartidos. Es decir, una matriz sociocultural común que no solo incluye raíces his-
tóricas, procesos de poblamiento similares, interrelaciones fronterizas casi nunca interrumpidas,
varias lenguas y códigos culturales compartidos sino también comercio y contrabando. Asi-
mismo, esta región es lugar de grandes obras de infraestructuras tales como las represas hidro-
eléctricas compartidas como es el caso de Itaipú, al norte del caso de estudio (Paragua y Brasil)
y Yacyretá al sur (Argentina-Paraguay). Esto le otorga, según Schweitzer (2009) la categoría de
una de las áreas más dinámicas en lo que concierne la formación de territorios en las fronteras
interiores del Mercosur. Por tanto, según el autor, el desarrollo comercial, a partir de complemen-
tación entre el enclave turístico y el energético, es una de las explicaciones que permite entender
por qué la región constituye uno de los mayores polos de integración fronteriza, sin estar con ello
exento de conflictividad social entre los que se destacan los niveles de explotación de la fuerza
de trabajo y el comercio informal. Asimismo, se manifiestan una serie de conflictos que estable-
cen interrogantes en relación con los escenarios futuros, tal como la distribución de la tierra pro-
ducto de una tendencia a la concentración y a su extranjerización, así como también la protección
de los remanentes de bosques nativo consecuencia de la ampliación de las áreas forestales y
ganaderas en detrimento de la agricultura familiar (Kramer, 2013, p. 14).
Por último y no por ello menor, tiene que ver con ser territorios que desde hace siglo son
habitantes por las poblaciones indígenas. En este sentido, y en lo que refiere a los pueblos ori-
ginarios la mayoría de las comunidades de la región se reconocen como Mbya y en esta orien-
tación cultural deciden sus jefaturas (Kramer, 2006). Específicamente, atraviesan problemáticas
vinculadas a la tenencia de la tierra y presiones de distinta índole que sufren. Entre ellas la pre-
siones al abandono de sus lugares tradicionales producto del avance de la deforestación del
monte nativo e implantación de nuevas especies con rápido crecimiento y rentabilidad en el pro-
ceso industrial posterior o la extensión de la frontera agraria, así como también obras de infraes-
tructura o expansión urbana, como es el trazado de rutas y caminos, puentes o las mismas re-
presas hidroeléctricas.
La segunda clave de lectura tiene que ver con ya no solo pensar dónde se inserta el turismo,
sino su impronta, sus características y cómo ello resulta determinante del desarrollo del destino
y de las condiciones de vida de los habitantes de dichos territorios. Así, si el objetivo es describir
sistema jesuítico guaraní desde su uso turístico, se podría sostener, a modo general, que se trata
de un producto a partir de un conjunto de atractivos que es comercializado en el marco del tu-
rismo cultural, entendido como aquella práctica que tiene a la cultura y al patrimonio cultural
como principal recurso atractor de la actividad turística. Esta modalidad, entendida en un sentido
amplio, le permite mutar, según el caso, desde la creación de experiencias genéricas de promo-
ción y divulgación de los valores patrimoniales, así como también la creación de productos es-
pecíficos para segmentos de turistas con demandas especiales, como por ejemplo el turismo
religioso y de peregrinación o de turismo rural con base comunitaria, en este caso guaraní. Al
mismo tiempo, las características paisajísticas asociados con el clima sub-tropical, una gran cu-
bierta vegetal, abundancia de recursos hídricos y una importante biodiversidad le permiten agre-
gar valor a los sitios estrictamente culturales y, al mismo tiempo, le otorgan una gran aptitud de
complementación de dichos productos con formas de turismo más asociadas a la naturaleza
(como el ecoturismo). Planteado de esta manera, las formas de turismo que tienen como objeto
principal la observación y apreciación de la naturaleza le otorgan, incluso, ventajas comparativas
cuando forman parte del mismo producto turístico o, en su defecto, ser un complemento a la
oferta cultural. Al mismo tiempo, se destaca como potencialidad el uso turístico del patrimonio
intangible, asociado a comidas típicas, danzas, tradiciones, rituales, saberes o música. No solo
a los efectos de diversificación y complementación de la oferta turística, sino también a los fines
de generar experiencias multisensoriales capaces de diferenciar a los destinos respecto de otros.
El mate, el chipá, los coros, las artesanías guaraníes sumado a un gran número de prácticas/
tradiciones traídas y adaptadas en los procesos de inmigración, pueden ser promotores cultura-
les y, al mismo tiempo, focos atractores de turismo.
En este marco, el turismo adquiere notoriedad desde un punto de vista de la matriz productiva
regional, por tratarse de una región que estuvo ligada históricamente al fuerte énfasis en produc-
tos primarios, entre las que se destacan la industria alimenticia y maderera. Es decir, un territorio
que tiene a la actividad agropecuaria como principal actividad económica y que desde los ‘90
viene enfrentando constantes crisis y vaivenes en función de los cambios del sector. De ahí que
el turismo se inserta en un escenario que requiere de diversificación productiva y estrategias
para enfrentar algunas problemáticas ambientales -degradación del suelo, usos intensivos de
cultivos, contaminación, procesos de agradación en los ríos, entre otros - (Nogueira, 1999). En
esta línea, Silveira Alves (2007) sostiene que el crecimiento de la actividad turística en lo que va
del siglo XXI le dio una fuerte inversión para la mejora de los equipamientos en vista a revertir el
cuadro a la carencia asociado al énfasis en el monocultivo. Este autor agrega que la región bra-
silera, por ejemplo, presenta un cuadro de empobrecimiento de la población, producto de matri-
ces económicas históricamente inadecuadas para la elevación de la calidad de vida de los mi-
sioneros y que ahora presenta el desafío de combatir el crecimiento en demasía del sembrado
de soja y a la mecanización, en tanto que amenaza con contribuir al desempleo o a una mayor
presencia de una importante economía informal, sumado a los déficits de servicios públicos. A
este contexto de “agriculturalización” hay que sumarle el hecho de que algunas poblaciones gua-
raníes han tenido que localizarse en los espacios periurbanos de varias de estas ciudades de la
región. Esto, en efecto, ha provocado que las generaciones más jóvenes vayan perdiendo hábi-
tos, costumbres y prácticas propias de sus elementos identitarios y se establezcan como pobla-
ción sedentaria y asalariada. Se produce también la expulsión de comunidades guaraníes y des-
pojo de tierras para beneficiar un cierto tipo de agroindustria, la de la soja (Crespial, 2013).
Paraguay, en este marco, conformó la denominada “Ruta Jesuítica” a partir de una articulación
pública-privada. Se trata de un producto turístico de carácter cultural/histórico cuya atractividad
está definida por su patrimonio en un sentido amplio incluyendo los remanentes de las Misiones
Jesuíticas de su territorio, museos y otros legados. Se trata de una ruta que incluye los vestigios
reconocidos como Patrimonio Mundial, como son los casos de Santísima Trinidad del Paraná y
Jesús de Tavarangüé, al mismo tiempo que incluye a los otros conjuntos que no tienen dicho re-
conocimiento. Es decir, San Cosme y Damián, San Ignacio Guazú, Santa María de Fe, Santa Rosa
y Santiago; éstos últimos por sus figuras sacras talladas en madera, componentes esenciales de
los museos. Complementan el producto fiestas populares, patronales y festivales de los diversos
pueblos que integran esta ruta y que recrean las costumbres y tradiciones con exhibiciones de
destrezas ecuestre, exposición y venta de artesanías variadas, interpretación de música folklórica
y sacra, y otros, destacándose la celebración de la Semana Santa en Tañarandy, el Carnaval de
Encarnación y eventos tales como el Festival Latinoamericano de la Doma y el Folklore, la Fiesta
de la Tradición Misionera, el Festival del Ovecha Rague, el Festival del Batiburrillo, del chorizo
sanjuanino y el chiriki. En lo que respecta a su gestión, la Ruta Jesuítica fue gestada en el marco
del Programa de Promoción de las Misiones en el Mundo Guaraní, cooperación técnica no reem-
bolsable del Fondo Multilateral de Inversiones (FOMIN) del Banco Interamericano de Desarrollo
(BID). Cuenta con el apoyo institucional de la Secretaría Nacional de Turismo (SENATUR), y el
organismo ejecutor es el Touring y Automóvil Club Paraguayo (TACPy). Asimismo, la Cámara Pa-
raguaya de Turismo de las Misiones Jesuíticas es la organización que aglutina a empresas y per-
sonas del sector turístico del territorio compuesto por la Ruta. La Cámara, con origen en 2008, es
una organización de Mipymes a lo largo del territorio de la Ruta Jesuítica, que permite ofrecer al
turista servicios consensuados y parámetros de calidad.
A los efectos de aproximación y síntesis, según las entrevistas llevadas a cabo en Paraguay, así
como la bibliografía específica en relación con el uso turístico del patrimonio jesuítico guaraní y algu-
nas misiones técnicas tales como la de la World Monument Fund (2003), se evidenció como tenden-
cia general una falta de integración de tipo material y simbólica de los pobladores locales con los
sitios. Material ya que, como se dijo, el rol del lugareño adquiere, en general, un carácter subsidiario
o secundario dentro de la práctica turística. Simbólico, por la falta de relacionamiento y de reconoci-
miento de dicho patrimonio, expresado en la no visita y uso del sitio por parte de los pobladores, en
algunas disputas materiales-simbólicas sobre usos posibles de ciertos bienes, en la no participación
en las actividades que se llevan adelante, entre otras razones. De ahí que se aproxime, en función
de un análisis teórico, un problema de orden de la “autoadscripción”, o de identidad adscriptiva, del
local para con los bienes patrimonio mundial. En un sentido práctico esta variable hace alusión a la
ausencia o debilidad de afirmaciones tales como “eso nos pertenece”, “nos identifica”, “esto forma
parte de nuestro legado”, es decir, un sentido de autoreflexión para con las ruinas. Es decir, la nece-
sidad de inclusión de los locales, así como también la promoción de sus valores, saberes, prácticas,
de ritos que hacen y caracterizan a determinadas comunidades, de forma tal que se asegure prote-
gerlos y conservarlos para las generaciones futuras.
Desde la dimensión económica, se evidencia un predominio de un modelo de desarrollo de
“enclave”. Tal es así que se podría identificar un cierto patrón común predominante del cual in-
gresan colectivos o autos particulares a los pueblos, se dirigen a visitar las ruinas y una vez
terminada la visita se retiran, realizando un gasto mínimo asociado a consumos gastronómicos
y compra de artesanías. Esto, como es de esperar, muchas veces ofrece un escenario poco
optimista para el local que no se ve inmerso en esta lógica y es indirectamente excluido de dicho
circuito de comercialización. Por el contrario, es de esperar que a medida que exista una mayor
integración económica de los lugareños, incorporándose en otros roles dentro de la actividad
turística, así como servicios, se plantearía un escenario más inclusivo.
En cuanto al primer punto, de la entrevista a representantes de la Cámara Paraguaya de
Turismo, administradores de los sitios y un representante legislativo de San Cosme y Damián,
se puede concluir que todos coincidieron que la integración observada en materia del producto
jesuítico-guaraní es una “oportunidad latente”. En otras palabras, destacan la potencialidad de
los sitios, pero al mismo tiempo argumentan que por trabas de tipo técnico-políticas como la
lentitud fronteriza, es poco lo que se ha avanzado en materia de cooperación transnacional. Por
su parte, los entrevistados hicieron evidentes las interacciones entre redes formales e informales
de operadores turísticos, así como administradores de sitios y guías de los distintos países en
encuentros que se realizan de manera anual.
De lo anterior también se desprende, también, que tal como señaló anteriormente, en los
sitios confluyen actores públicos nacionales y provinciales. Pero el tema no cesa ahí, sino que
se considera preciso agregar un actor importante, los gobiernos locales. De las entrevistas sur-
gieron frases llamativas que ponían en evidencia tensiones entre las distintas jurisdicciones. Por
una parte, desde referentes de la comunidad local se aludía al carácter centralista del Estado
Paraguayo “Asunción estornuda y nosotros nos resfriamos” (Comunicación personal, 20 de mayo
de 2016). A ello se le suman los testimonios de funcionarios de la Senatur en tanto que plantea-
ron la dificultad de articular con los gobiernos locales, argumentando que muchas veces se de-
sentienden de la situación. Destacaron también iniciativas tales como la descentralización pre-
supuestaria que se implementó a partir de 2015 que está destinada a las dos localidades que
tienen a su cargo los sitios patrimonio mundial. Por su parte, las noticias de los medios locales
argentinos también evidencian esta tensión en tanto que algunos municipios pretenden parte de
lo recaudado en concepto de entradas a los sitios.
Si bien esto ha disminuido durante los últimos años, todavía persiste una visión turística que
divorcia los valores histórico-culturales con los ecológicos o naturales, como si fueran dos dimen-
siones excluyentes o productos turísticos que necesariamente deban ser diferentes. Por su parte,
en lo específico del patrimonio cultural, todavía persiste una “oferta” o un uso turístico del patri-
monio fuertemente asociado a los conjuntos arquitectónicos, es especial a lo tangible que se
visualiza en las ruinas. Se requiere, en este sentido, seguir profundizando sobre la temática so-
cioterritorial y ambiental de la región, incluyendo el estado de situación de las distintas comuni-
dades, su interés en participar en iniciativas turísticas, el legado intangible jesuítico-guaraní y,
también, sobre la importancia del soporte físico y biológico del lugar; entendiendo como prioritario
que las actividad turísticas consideren la capacidad de carga del destino y se definan los límites
en términos de usos del suelo. Se trata, en definitiva, de un desafío del ambiente entendido en
un sentido amplio, no solo limitado a la simple conservación de la naturaleza, sino de la puesta
en valor de los valores socioambientales del territorio, en donde se liga la interacción sociedad-
naturaleza a partir de los distintos contextos históricos y espaciales.
Reflexiones finales
Si hay algo que este caso deja de manifiesto es que pese a haber un consenso bibliográfico
que destaca se trata de un bien con un gran valor histórico y que presenta grandes atributos de
atractividad pero que todavía tiene mucho para dar en términos de desarrollo local y de desenvol-
vimiento turístico. Al mismo tiempo, al momento de integrar la información provista por diversas
fuentes se puede concluir que no existe una única forma de designar/denominar al producto turís-
tico asociado a las Misiones Jesuíticas Guaraníes. Dichas diferencias no solo se visualizan entre
los países sino también al interior de los mismos, en función de las diferentes formas y estrategias
de comercialización que poseen los municipios y provincias, incluso con el mismo Mercosur. Si
bien coexisten problemas de comercialización integral y sistémica en los sitios patrimonio mundial
también se pusieron de manifiesto problemas socioeconómicos estructurales, que no están defini-
dos exclusivamente por el turismo sino por una matriz histórica más abarcativa.
De todo lo anterior, se puede concluir que el uso turístico del patrimonio jesuítico guaraní
presenta una gran potencialidad y además cobra una relevancia destacada a los efectos de di-
versificar la estructura productiva regional y potenciar la integración regional pero que, al mismo
tiempo, posee limitantes que impiden o al menos obstaculizan que se de esa sinergia positiva.
Dichas limitantes, no podrían explicarse nunca a partir de su valor patrimonial ni a su atractividad
turística solamente sino de poner en juego las historias y los actores desde un enfoque integral
y multidimensional. En lo que respecta a los pueblos originarios, se considera preciso remarcar
el gran desafío que se tiene por delante. Si bien el turismo, en muchos casos, actúa como un
medio/vía para el conocimiento e inclusión de etnias, esto no es un imperativo o una premisa
que necesariamente se deba dar. Uno de los factores que tendrá una fuerte influencia en el
“cómo” se dé la práctica turística es justamente la política planteada en términos de planificación
y gestión, en la creación de condiciones para el uso y disfrute turístico.
Referencias
La ubicación geográfica que tiene Bolivia más precisamente en el corazón de los Andes (An-
des centrales), es lo que le da una marcada identidad, características particulares y restos de la
cultura Precolombina y Colonial.
Esta herencia histórica se refleja en algunos bienes patrimoniales como los siguientes (Gue-
rrero, Gallucci, Michalijos,Visciarelli, 2011):
Cultura Precolombina:
La civilización Tiahuanaco a orillas del Lago Titicaca entre el 300 a. C. y el 1.000 d.C., su arqui-
tectura evidencia la influencia de Chavín de Huantar. Se cree que fue un lugar de peregrinaje luego
del abandono de Chavín, centro ceremonial de culto y un observatorio astronómico.
Centros históricos coloniales:
• Centro Histórico de Potosí: Fundada a fines del siglo XVI con el nombre de Villa Imperial
de Carlos V. Se convirtió en la ciudad más grande de América debido al descubrimiento
de minas de plata. Declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad en 1987 por
UNESCO. Posee más de 2.000 edificios de los siglos XVII y XVIII por ello, se lo considera
museo viviente de la arquitectura colonial en América.
Si bien, Bolivia es un país rico en cultura y diversidad de recursos, es uno de los más pobres
del continente. La población mayoritaria tiene conciencia de pertenecer a una cultura totalmente
diferente a la occidental, vive en extrema pobreza, marginalidad y se ve discriminada por el resto
de la población blanca y mestiza quienes concentran el mayor poder económico y político. Es
preciso considerar que ante el contexto socio-político y económico interno del país Bolivia cons-
tituye un país que ha enfrentado y actualmente enfrenta muchas transformaciones. En este sen-
tido, la población indígena ha tomado la resolución de anteponerse y reivindicarse, haciendo
valer sus derechos, fortaleciendo su cultura puesto que “una población mayoritaria tiene una
fuerte conciencia de pertenecer a una cultura distinta a la occidental”, creando nuevos movimien-
tos sociales y partidos políticos en pos de derribar "el viejo concepto de Bolivia como Estado-
Nación homogéneo liderado por criollos” (Makaran, 2007, p.299).
Bolivia está delimitada por la cordillera de los Andes. La estructura de los Andes se caracteriza
por formar cordones paralelos que convergen en nudos, lo que permite dividirla en tres sectores:
Andes Septentrionales, Andes Centrales y Andes Meridionales. Los Andes Centrales son los que
encierran el altiplano Boliviano donde se localizan las capitales del país Sucre y La Paz (Gue-
rrero, Gallucci, Michalijos, Visciarelli, 2011).
En el territorio boliviano predominan tres zonas geográficas. La zona andina que abarca 28%
del territorio nacional con una extensión estimada de 307.000 kilómetros cuadrados. Se encuen-
tra la meseta del altiplano y algunas de las cumbres más elevadas de América, además del Lago
Titicaca, considerado el más alto del mundo por estar situado a 3.810 m.s.n.m., con una exten-
sión de 8.100 kilómetros cuadrados y es navegable por embarcaciones de gran calado. La zona
subandina, región intermedia entre el altiplano y los llanos orientales, abarca 13% del territorio.
Comprende los valles y los yungas (valle subtropical), con una altura promedio de 2.500 m.s.n.m.
Se caracteriza por su actividad agrícola y su clima templado a cálido (15ºC a 25ºC) y por último
la zona de llanos que abarca el 59% del territorio, se ubica al norte de la Cordillera Oriental o
Real y comprende las llanuras y extensas selvas, ricas en flora y fauna. Registra una temperatura
media anual de 22ºC a 25ºC.
Si bien, Bolivia está ubicado en el Trópico de Capricornio posee variedad de clima. El mismo
no solo depende de la latitud sino también de altitud. A mayor altura menor temperatura y a
menor altitud mayor temperatura. Por ello existen cumbres con nieves eternas y fríos polares y
sobre la misma latitud se extienden llanuras con clima cálido-tropical.
Bolivia presenta tres principales cuencas hídricas. La Cuenca del Norte o Amazonas, consti-
tuida por los ríos Madre de Dios, Orthon, Abuná, Beni, Yata, Mamoré e Iténez o Guaporé. Una
segunda Cuenca Central o Lacustre, formada por el Lago Titicaca y Poopó, Salar de Coipasa y
Uyuni y el Río Desaguadero y por último la Cuenca del Sur o de La Plata compuesta por los ríos
Paraguay, Pilcomayo y Bermejo.
En lo que respecta a la demografía y principales ciudades, el INE proyecta y estima que al
año 2020 el departamento de Santa Cruz es el más poblado alcanzando 3.370.000 de habitantes,
le sigue La Paz con 2.927.000 habitantes, Cochabamba con 2.029.000 habitantes y Potosí con
902.000 habitantes (INE, 2018).
Si nos retrotraemos a la historia, existen estudios, que datan de la década de 1950 en donde
Darius Morgan51, nacido en Rumania y criado en Francia llega a Bolivia para trabajar en la em-
presa Sueca Ericcson. En esta oportunidad descubre la belleza natural y cultural de Bolivia y es
allí donde decide residir en dicho país, fundado en 1958 la primera agencia de viajes y operador
en Bolivia, que sería la primera en promocionar el Lago Titicaca.
En 1960 Morgan presentó ante los Gobernantes el primer plan de turismo, ya que veía “la
salvación económica” para el País. Proponía en ese entonces la “creación del Consejo Nacional
de Turismo, la tarjeta turismo, la escuela para guías, la semana Folklórica y el Decreto Aduanero”
(Morgan, 1964, p.3). Sin embargo, este plan fue truncado, ya que no existió ningún tipo de pro-
moción y apoyo al mismo.
A pesar de no tener éxito en su propuesta para poner en marcha un plan de turismo, Morgan
decidió continuar sus estudios y en 1964 realiza una publicación dedicada a la opinión pública,
autoridades, actores del sector en la cual muestra, explica e indaga en la historia del turismo y lo
significativo que es la actividad turística para el país. Él en su libro destaca “pongo en manos del
público boliviano este trabajo y le solicito su ayuda y colaboración para salvar una industria que
pudiera llegar en poco tiempo a transformarse en nuestra fuente de ingresos” y concluye “por el
turismo nos beneficiamos, nos haremos conocer y respetar y colmaremos el gran anhelo de
muchos Bolivianos” (Morgan, 1964, p.4).
Durante los últimos años, Bolivia como país plurinacional, con un universo de etnias, prácticas
culturales, diversidad en recursos naturales, patrimonio cultural, empieza a crecer en el turismo
receptivo posicionándose en el cuarto lugar como el sector de exportación más importante del
país, después de gas natural, oro y zinc, por encima de la soja y de sus derivados (INE, 2020).
En lo que respecta a la llegada de turistas internacionales en los últimos años según la Orga-
nización Mundial del Turismo (OMT) en Bolivia, muestra un leve pero constante crecimiento año
a año. En el año 2017 llegaron 1.109.000 de turistas logrando alcanzar a 1.142.000 de turistas
en 2018 con una variación anual del 3.0%.
Cabe destacar que uno de los motivos por el cual se ve reflejado el aumento en las llegadas
de turistas, estuvo dado por las inversiones significativas que por primera vez en la historia del
país estaban destinadas al sector turístico.
Sin embargo, es importante resaltar que existen problemáticas las cuales hacen que el tu-
rismo receptivo se vea afectado. Por ejemplo, problemas para delimitar el territorio rural del ur-
bano, falta de acceso y escasa información, acceso a los servicios básicos, infraestructura, con-
flictos sociales que sucedieron y aún hoy están presentes, algunos ejemplos son “la Marcha por
el territorio y la dignidad” en 1990, “La guerra del Agua” en 2000 y la “Guerra del Gas” en 2003.
Sumado a ello Bolivia fue uno de los países más tardíos en publicar una ley para turismo. La
51
Sitio web oficial Darius Morgan: https://dariusmorgan.com/
primer fue la Ley promoción y desarrollo de la actividad turística52 en el año 2000, la cual tiene
como objetivo garantizar la conservación y uso racional de los recursos naturales, históricos,
arqueológicos y culturales que tienen significación turística y que son de interés general de la
Nación, a través de la concientización al turista y capacitaciones técnicas y profesionales a sector
público y privado. Todo ello aletarga el desarrollo del turismo y por supuesto la llegada de turistas.
A modo de cierre, Bolivia a pesar de sus problemas socioeconómicos, ha puesto énfasis en
la promoción para turismo interno, y recién en los últimos años fue realizando acciones para
darse a conocer y recibir turistas internacionales, apostando a su patrimonio cultural e identitario.
En Bolivia, el turismo cultural es una de las principales modalidades de turismo. Es un país con
una gran diversidad cultural, dada por los pueblos originarios campesinos, comunidades intercultura-
les y afrobolivianas, cada una de ellas con sus tradiciones, gastronomía, costumbres ancestrales,
leyendas acompañado de sitios históricos y arqueológicos de gran magnitud. Algunos de estos sitios
culturales fueron declarados por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, entre ellos se des-
tacan la Ciudad de Sucre y Potosí, Fuerte de Samaipata, Tihuanaco (centro espiritual y político de la
cultura Tihuanaco). Este patrimonio se encuentra emplazado ó cercano a escenarios naturales de
gran importancia, como es el Salar de Uyuni, Lago Titicaca, Isla Incahuasi, La Isla del Sol, Parque
Nacional Torotoro, Parque Nacional Noel Kempff Mercado, (declarado por la Unesco Patrimonio de
la Humanidad), entre otros. Los mismos generan una modalidad de Ecoturismo, turismo Aventura y
de Naturaleza. Es importante destacar que Bolivia, gestiona y desarrolla el turismo en base comuni-
taria, declarado en la Ley General de turismo “Bolivia te espera”53 (2012). Es decir que una de las
principales tipologías junto a las mencionadas es el turismo rural comunitario. Esta modalidad se
desarrolla en comunidades rurales ubicadas, cerca de ciudades como La Paz, Cochabamba, Copa-
cabana. Algunas de ellas son Challapampa, ubicada en la Isla del Sol (Copacabana), Sampaya (La
Paz), San Cristóbal (Potosí), Puerto Chuvica (Salar de Uyuni)
En los últimos años, surgieron diferentes tipologías de turismo inducidas por el cambio de las
preferencias del turista, donde “los valores como el respeto al medio natural y cultural están más
presentes” (Sariego López, 2014, p. 48). El turismo rural es un claro ejemplo. Según la OMT
52
Ley de promoción y desarrollo de la actividad turística : https://www.apmim.cibioma.edu.bo/biblioteca/Ley%202074.pdf
53
Ley General de Turismo “Bolivia te espera”: http://extwprlegs1.fao.org/docs/pdf/bol179363.pdf
Asimismo, plantea que las actividades de turismo rural se desarrollan en entornos no urbanos
(rurales) con las siguientes características:
1. baja densidad demográfica,
2. paisajes y ordenación territorial donde prevalecen la agricultura y la silvicultura, y
3. estructuras sociales y formas de vida tradicionales (OMT, 2019, p. 35)
Ahora bien, para el presente trabajo es preciso segmentar aún más esta tipología de turismo
y agregar el concepto “comunitario”. ¿Qué entendemos por comunitario? En turismo el concepto
comunitario es adoptado como un modelo para el desarrollo de la actividad turística. El turismo
comunitario o en base comunitaria, es entonces toda forma de organización de una comunidad
que es sustentada en la propiedad y autogestión de los recursos patrimoniales de dicha comuni-
dad con arreglos democráticos y solidarios en trabajo y en la distribución de los beneficios obte-
nidos de la prestación de servicio, fomentando encuentros interculturales de calidad con el visi-
tante (Maldonado, 2005).
Es importante agregar que en algunas ocasiones la comunidad decide recibir participación
del sector privado a través de alianzas para comercializar e invertir en el proyecto. Asimismo, el
sector público también está presente junto con las ONGs y entidades sin fines de lucro para
ayudar, estimular y fomentar el desarrollo de la actividad.
El turismo comunitario tiene como objetivo, el control más seguido y autónomo de los recursos
patrimoniales de los beneficios que los mismos generan y las instancias de gestión que se reali-
zan con este propósito (autogestión); el reparto equitativo vía reinversión en proyectos sociales
y productivos para superar la situación de pobreza de la comunidad; alentar a un verdadero
encuentro diálogo entre personas de diversas culturas para conocer y aprender de sus modos
de vida; preservar la identidad étnica, la valoración y transmisión del patrimonio cultural en todas
sus formas y por último fortalecer la unión social y afirmación de identidad cultural. Premisa para
alcanzar un desarrollo sostenible (Maldonado, 2005).
Profundizando en el último, el desarrollo sostenible es uno de los pilares más importantes del
Turismo Rural Comunitario (en adelante TRC). Según la OMT (s.f) define desarrollo sostenible a
“El turismo que tiene plenamente en cuenta las repercusiones actuales y futuras, económicas,
sociales y medioambientales para satisfacer las necesidades de los visitantes, de la industria,
del entorno y de las comunidades anfitrionas”54.
54
Disponible en sitio web oficial OMT https://www.unwto.org/es/desarrollo-sostenible
En el caso de Bolivia, si bien es un destino que habla por sí solo en cuanto a su riqueza en
recursos naturales y culturales, se puede vislumbrar también otra cara de la moneda, un país
pobre, con conflictos sociales, donde prevalece la desigualdad y marginalidad de los pueblos
originarios quienes luchan por sus derechos, su identidad y patrimonio. A raíz de ello surge la
presente iniciativa tomando al turismo como medio de desarrollo y oportunidad para poder paliar
o al menos mitigar los problemas de las comunidades rurales más vulnerables.
La “Ruta Pachamama” es un proyecto que surgió de la Fundación de Cooperación para el
Desarrollo (CODESPA), es una organización no gubernamental (ONG) especializada en crea-
ción de oportunidades para poblaciones vulnerables y de la Corporación Andina de Fomento
(CAF) que es el Banco de Desarrollo de América Latina. Ambos diseñaron y ejecutaron el primer
corredor regional de turismo comunitario, uniendo Perú y Bolivia. El circuito recorre Cusco (Perú)-
Puno (Perú)-Lago Titicaca-Copacabana (Bolivia) y llega a Uyuni (Bolivia). El proyecto tuvo lugar
entre 2016 y 2018, ayudando a 500 familias indígenas comprometidas en brindar servicios turís-
ticos en sus comunidades (CODESPA y CAF, 2017).
El objetivo de este proyecto fue consolidar el primer circuito, integración regional de turismo
comunitario en Latinoamérica además, brindar una oportunidad económica para las comunida-
des más vulnerables, compartir y mismo intercambiar sus prácticas culturales ancestrales y pro-
ductivas rurales, con el turista.
55
Publicación “Rutas II: Integración regional a través del turismo comunitario en Latinoamérica” :https://www.co-
despa.org/app/uploads/rutas-integracion-regional-a-traves-del-turismo-rural-comunitario-en-latinoamerica.pdf
Rutas II, Ruta Pachamama nace como continuidad de Rutas I: “Turismo Comunitario con
calidad sostenible en América Latina”56, proyecto que tenía como misión transformar la las opor-
tunidades de mercado en oportunidades de desarrollo para comunidades rurales excluidas del
mismo (CODESPA y CAF, 2013). Estas comunidades formaron parte de Rutas I, fueron las que
participaron de Rutas II, ya que estaban preparadas, capacitadas y habían conseguido poner en
marcha un desarrollo de Turismo Rural Comunitario, trabajando de forma mancomunada, con-
vertidas en asociaciones o tours operadores comunitarios.
A continuación, en el mapa se puede ver el circuito “Ruta Pachamama” y las ya mencionadas
comunidades que lo integran.
Para llevar a cabo el proyecto, la CODESPA aplicó su propio modelo de gestión de Turismo
Rural Comunitario. El mismo está compuesto por cuatro dimensiones. (1) Prima un enfoque de
inclusión que busca incluir a las comunidades que se encuentran por fuera de los circuitos turís-
ticos, para que también se beneficien de las oportunidades económicas del turismo. La estrategia
56
Publicación “PROGRAMA RUTAS: La apuesta por un turismo inclusivo en Latinoamérica”
https://www.codespa.org/app/uploads/modelo-rutas-turismo-rural-comunitario.pdf
es realizar una cadena de valor turística responsable, o negocio inclusivo en donde las comuni-
dades sean las proveedoras de los servicios y productos turísticos. (2) El enfoque de mercado,
el cual centra el desarrollo de mercado como estrategia de sostenibilidad, trabajando tanto en el
desarrollo de la oferta como de la demanda. (3) El enfoque de alianzas público - privadas que
interviene en el modelo colaborativo multiactor, creando, y fortaleciendo alianzas entre el sector
público, privado y académico, logrando un mayor desarrollo en las comunidades marginales. Por
último (4) el enfoque fronterizo, en el cual el programa apostó para realizar el circuito entre Perú
y Bolivia dado el flujo de turistas que reciben para generar oportunidades económicas y relacio-
nes entre las comunidades originarias de ambos países, superar ideas y barreras fronterizas, así
como también la situación de vulnerabilidad de las mismas.
Con el proyecto lo que se busca es lograr un producto para comercializar desde la sostenibi-
lidad (gestionada por la comunidad), la competitividad asegurando un TRC de calidad para todo
tipo de turista, desde aquel con un perfil exigente hasta un mochilero el cual busca más una
vivencia que la comodidad y por último una alianza público-privada estratégica la cual sea un
ganar-ganar de mutuos beneficios.
La implementación de este proyecto tomó un tiempo de tres años. Para el desarrollo del
mismo llevaron a cabo capacitaciones por ejemplo en la formación para la adopción de estánda-
res de calidad a los nuevos emprendedores, inversiones y alianzas con el sector público y privado
logrando incorporar los servicios de las comunidades en los paquetes turísticos, y formar alianzas
estratégicas para un turismo responsable e inclusivo.
En cuanto a los resultados obtenidos en los tres años de realización del proyecto, la fundación
plasma en un informe las cifras arrojadas y muestran que el proyecto fue todo un éxito. Según
las mismas se realizaron 535 emprendimientos turísticos comunitarios, de los cuales el 59% de
ellos están liderados por mujeres, 413 beneficiarios, 393 familias, 60 acuerdos comerciales entre
la comunidad y el sector privado (tour operadores y agencias de viajes).
Las comunidades recibieron a 5.989 turistas a través de oficinas comerciales comunitarias y
61.804 a través de tour operadores y agencias de viajes del sector privado (CODESPA y CAF 2017).
Es importante distinguir los principales retos a los que se enfrentaron durante la ejecución del
proyecto. Un primer reto fueron las alianzas y la construcción de confianza para fortalecer los
vínculos, y generar acuerdos comerciales a largo plazo. Otro reto fue la transición de una men-
talidad local a una global, al ser comunidades de cosmovisiones andinas, fue muy difícil trasla-
darlas a otra realidad como es la globalización, la interconexión entre países, la apertura al mer-
cado, la necesidad de unirse a otras comunidades para hacer más atractivo el producto. Un tercer
reto fue revertir la trayectoria del mercado que no era justo e inclusivo. Por ejemplo, el salar de
Uyuni como destino estaba desorganizado, y monopolizado por algunos comunitarios que ex-
cluían la oferta y servicios de otros proveedores locales por lo cual se trabajó para cambiar la
situación mejorando los servicios que brindaban para lograr una mayor competitividad.
Como último reto fue el papel de la tecnología, aún pendiente. La utilización de página
web, y plataformas para potenciar la promoción y la venta, sigue siendo aún un gran reto ya
que por ejemplo hay comunidades en Bolivia que falta la conectividad a internet, por lo tanto
afecta también al pago de tarjetas de crédito. Ello hace que tampoco estén familiarizados
con dicha tecnología.
Finalmente, a modo de cierre del caso y dar paso al próximo apartado, la fundación considera
que si bien existieron muchos retos a la hora de ejecutar el proyecto, lo fructífero e importante
fue “intercambiar experiencias entre ambos países que también sirvió como una vía para que las
operadoras comunitarias adquirieran una visión más global y se entendieran como parte de una
sola ruta turística” (CODESPA y CAF, 2017, p. 60).
Reflexiones finales
Al llegar hasta aquí, se entiende que, si bien el TRC es una tipología de turismo, se imple-
menta también como modelo de desarrollo sostenible para las comunidades que se encuentran
en situación vulnerable. Este desarrollo no solo es una oportunidad para lograr beneficios comu-
nitarios, llámese un impacto económico tomando el turismo como servicio rentable y remunerado,
dejando de lado el asistencialismo que muchas veces está presente sino también una puesta en
valor y conservación de su patrimonio cultural y natural.
Es aquí un detalle importante para rescatar del caso en estudio. La fundación logra culminar
su puesta en marcha del proyecto como un caso de éxito, que sí, se observan los resultados es
claro que fue así, es preciso dar cuenta y entender el después de la puesta en marcha, ¿Qué
podría acontecer en el futuro?
El informe concluye que sería muy importante seguir promocionando la Ruta Pachamama no
solo para mantener dicha ruta sino para aumentar la llegada de turistas (CODESPA y CAF, 2017).
Cualquier ciudadano diría, ¡Por supuesto!, la comunidad debe seguir apostando al creci-
miento, a mayor cantidad de turistas, más trabajo, más rentabilidad, más desarrollo. Sin em-
bargo, es importante reflexionar y preguntarse, ¿Cómo impacta en la comunidad recibir más
turistas?, ¿Sus recursos culturales y naturales se verán afectados?, ¿Cómo actuará la comuni-
dad, teniendo en cuenta que el TRC es autogestionado por la misma?, ¿Qué sucede con el
desarrollo sostenible? ¿Se mantendrá igual?, ¿y los servicios básicos como el agua?
Tomando referencia nuevamente de los resultados del informe, en esos tres años llegaron
5.989 turistas a través de oficinas comerciales comunitarias y 61.804 a través de tour operadores
y agencias de viajes del sector privado. Es claro que el sector privado logra recepcionar muchos
más turistas que la propia comunidad. Entonces, ¿cómo impacta en las alianzas actuales y futu-
ras? ¿Las alianzas son un ganar- ganar? ¿Será preciso controlar dichas alianzas, para no llegar
a un ganar-perder?
Es necesario, en estos casos, el importante rol del profesional en turismo junto con todo el
equipo de trabajo, quienes son los que acompañan al desarrollo turístico, un proceso complejo
que requiere comprender que las acciones se construyen con la debida y necesaria participación
de los protagonistas locales, motivando sus iniciativas propias y dejando capacidades instaladas
en territorio que permitan la autogestión de los proyectos (Gallo, Peralta, 2018).
En definitiva, el turismo rural comunitario es un modelo de desarrollo que impulsa a una previa
planificación para un desarrollo sostenible donde la comunidad es el eje principal de la gestión y
planificación del turismo y es ella quien tiene como objetivo, progresar económicamente, valorizar
y preservar sus recursos culturales y naturales, y cumplir sus sueños.
Además, el TRC es una oferta única, la calidez de la gente, sus ganas de mostrar y expresar
su cultura, su identidad, su cosmovisión, genera un ida y vuelta con el turista generando un
intercambio de experiencias valiosas, trascendentes y perdurables tanto para el turista como
para la comunidad.
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Becka, Leandro
Es investigador del Instituto de Investigaciones en Turismo de la Facultad de Ciencias Económi-
cas de la Universidad Nacional de La Plata. Licenciado en Turismo en la misma universidad, sus
temas de investigación incluyen turismo de eventos, destinos turísticos inteligentes e impactos
del turismo en casos de patrimonio mundial. Actualmente, se encuentra en proceso de conver-
tirse en Magíster en Dirección de Empresas (FCE-UNLP).
Comparato, Gabriel
Lic. en Turismo, Especialista en Políticas de Integración, Magister en Integración Latinoameri-
cana y Doctor en Ciencias Sociales. Profesor universitario (UNLP y UADE) y Profesor en el Pos-
grado Internacional “Patrimonio y turismo sostenible” (UNTREF). Es investigador del Instituto de
Investigaciones en Turismo (FCE - UNLP) y de la Comisión de Investigaciones Científicas (CIC).
Es editor de “Ayana. Revista de Investigación en Turismo” (FCE UNLP).
Conosciuto, Aaron
Estudiante avanzado de la Lic. En Turismo FCE-UNLP. Colaborador de diversos proyectos de
investigación del Instituto de Investigaciones en Turismo FCE-UNLP. Adscrito a la Cátedra Geo-
grafía Turística Argentina y Latinoamericana de la Lic. En Turismo FCE-UNLP. Tutor Programa
PACENI de Secretaría de Políticas Universitarias de Ministerio de Educación.
Gliemmo, Fabricio
Profesor y Licenciado en Geografía (UNLP). Magister en Gestión Ambiental del Desarrollo Urbano,
Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP). Profesor Adjunto en la Facultad de Ciencias Eco-
nómicas (UNLP); cátedras de: “Geografía Turística Argentina y Latinoamericana” y “Geografía Tu-
rística Mundial” de la Licenciatura en Turismo (FCE). Investigador, Instituto de Investigaciones en
Turismo (FCE). Director del Proyecto de I+D acreditado (MINCyT de la Nación; SECyT-
UNLP), título: “Territorios Turísticos Posibles”. Miembro fundador de la “Red Latinoamericana Te-
rritorios Posibles. Praxis y Transformación”. Miembro asociado de la Comunidad de Profesionales
e Investigadores en Turismo (C’PIT), Universidad del Valle del Cauca, Colombia. Se especializó
en territorio, turismo, ambiente; temas de gestión y transformación. Participó de numerosos pro-
yectos y estudios en el ámbito público para ministerios, secretarías, direcciones provinciales y na-
cionales; y estudios de investigación acción con diversas comunidades.
Mangioni, Camila
Licenciada en turismo, FCE -UNLP. Estudiante de la maestría en Políticas de desarrollo en la Fa-
cultad de Humanidades y Ciencias de la Educación - UNLP. Adscripta graduada a la Cátedra Geo-
grafía de Turística Argentina y Latinoamericana de la Lic. En Turismo FCE-UNLP. Colaboradora
de diversos proyectos de investigación del Instituto de Investigaciones en Turismo FCE-UNLP.