Todos experimentamos momentos en los que nos sentimos abrumados por las cargas.
Nuestra paciencia y esperanza se agotan cuando nuestra energía se acaba bajo el peso
de las responsabilidades. Nos sentimos impotentes y desanimados, y nos preguntamos
si hay alguna manera de escapar de nuestros problemas. Cuando siente un peso en el
corazón y su cuerpo está cansado, ¿a dónde se dirige? ¿Busca una vía de escape?
Mateo 24:12-14
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y tanto aumentará la maldad que el amor de muchos se enfriará. 13 pero el que resista
hasta el fin, será salvo. 14 Y este evangelio del reino será predicado en todo el mundo
para testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin.
CUANDO NO PODEMOS CON LAS CARGAS
PASAJE CLAVE: Mateo 11.28-30
LECTURA DE APOYO; Mateo 26.36-38
INTRODUCCIÓN
Cuando su corazón está cargado, su cuerpo agotado y sus emociones
desgastadas, y se siente desanimado, sin esperanza y abrumado, ¿dónde
busca alivio?
¿Se refugia en alguien o en algo como forma de escape? Existe una mejor opción,
y la encontramos en Mateo 11.28: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y
cargados, y yo os haré descansar”.
DESARROLLO DEL SERMÓN
Cuando Cristo ofreció descanso y esperanza a los que estaban cargados, se dirigía
a personas que tenían vidas muy difíciles. Estaban oprimidos por Roma, y muchos
de ellos vivían en pobreza o esclavitud. Además, el judaísmo se había convertido
en una religión legalista, con requisitos que imponían cargas pesadas. Pero esto
no solo les ocurrió a las generaciones pasadas. En nuestros días hay muchos que
también se sienten agobiados. Algunos sienten que necesitan darse por vencidos;
pero a ellos, Cristo también les ofrece ayuda.
En la Biblia se mencionan dos clases de cargas.
Por medio de ellas Él se propone:
1. La carga del Señor. En el Antiguo Testamento, el mensaje que recibía el
profeta de parte de Dios era llamado profecía o carga (Zac 12.1 LBLA). El profeta
tenía una sensación de peso, urgencia y responsabilidad por compartir con los
demás las palabras que el Señor le había dado. En muchas ocasiones esas
profecías consistían en una declaración del inminente juicio de Dios hacia una
persona o nación. Como esos mensajes provenían del Señor, quedaron escritos
en la Biblia.
En nuestros días, contamos con la Biblia, pero quizás sintamos esa carga como
una inquietud por orar o ayudar a personas que el Espíritu Santo pone en
nuestros corazones. O puede que sintamos la convicción que debemos compartir
el evangelio con alguien. En el caso de los pastores, es el sentido de urgencia por
predicar a la congregación las verdades de la Palabra de Dios. Ese llamado
produce en nosotros una inquietud espiritual, una urgencia y una responsabilidad
similar a la que tenían los profetas. Todos esos son métodos que el Señor usa
para que ministremos a nuestros hermanos en la fe.
2. Cargas del diario vivir. Dado que vivimos en un mundo caído, en todo
momento estamos expuestos a diversas pruebas. Estas se presentan de varias
maneras, como problemas económicos, familiares, laborales, de salud, abusos,
errores y pecados del pasado, o la muerte de un ser querido. Estas dificultades
pueden hacernos sentir más cargados de lo que podemos soportar.
Jesucristo ofrece la solución.
1. La invitación. “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os
haré descansar” (Mt 11.28). El Hijo del Dios viviente, quien es Soberano sobre todo
lo que existe y tiene todo el poder, está dispuesto y puede ayudarnos. No hay
nada que sea demasiado difícil para Él.
El alcance de esta invitación es universal. A los que no creen, les ofrece salvación.
Al morir en la cruz llevó sobre sí el castigo del pecado y a todos los que creen en
Él les ofrece el perdón de los pecados, la justificación y la vida eterna. “Quien llevó
él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros,
estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis
sanados” (1 P 2.24).
Como el Señor ya llevó nuestros pecados en la cruz, también llevará nuestras
cargas, por menores que parezcan, una vez que seamos creyentes. Nos invita a
venir ante Él con todo aquello que nos hace sentir abrumados.
• En oración. Humillémonos ante el Señor al reconocer nuestras
debilidades, al contarle aquello que nos agobia y pedirle que nos ayude.
• Entreguemos nuestras cargas. En lugar de enfocarnos en la dificultad,
pongamos nuestra mirada en Cristo. Nos invita a poner toda nuestra
ansiedad sobre Él, pues nos cuida (1 P 5.7). También promete
sustentarnos en todo momento para que no caigamos (Sal 55.22). Quizás
no nos quite la carga que nos agobia, pero nos fortalecerá para que
podamos sobrellevarla.
2. El mandato. “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí… porque mi
yugo es fácil, y ligera mi carga” (Mt 11.29, 30). El yugo era una pieza de madera
que se colocaba sobre los lomos de dos bueyes, para que el peso fuera distribuido
y avanzaran al mismo ritmo. En la época de Jesucristo, las personas vivían bajo el
yugo religioso de los fariseos, quienes imponían cargas pesadas de legalismo que
ni siquiera ellos mismos podían cumplir. El Señor declaró, que aquellos que
estuvieran agotados por esas cargas legalistas, tenían la opción de intercambiar
yugo al tomar el suyo y aprender de Él.
Recibimos el yugo del Señor por la gracia de Dios, por medio de la fe y no por
obras. Para tomar su yugo, debemos confesar nuestros pecados y reconocer que
Cristo es nuestro Señor y Salvador. Como sus discípulos, aprendemos de Él y
sentimos gratitud y amor a mediada que lo obedecemos. Cuando somos
confrontados por las cargas diarias, el Señor nos ayuda a enfrentarlas y nos
muestra cómo mantener nuestra paz y confianza en Él, para que esas cargas no
se vuelvan insoportables.
3. La certeza. “que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11.29). Los atributos
de nuestro Salvador son un gran consuelo cuando nos sentimos cargados. Nunca
condena, ni aleja a sus discípulos que vienen ante su presencia en tiempo de
necesidad (Jn 6.37). Nos trata con amor y se humilla para ayudarnos a llevar
nuestras pesadas cargas.
4. La promesa. “y hallaréis descanso para vuestras almas” (Mt 11.29). Cuando
confiamos en Cristo para salvación y para llevar nuestras cargas, Él nos da la
seguridad de la vida eterna y llena de paz nuestros corazones. Al mantener
nuestra mirada en el Señor, Él reemplaza la tempestad, el miedo, la ansiedad, el
enojo y la frustración con confianza en Él. Nos ayuda a llevar las cargas, para que
no las sintamos tan pesadas. Aunque la carga permanezca, nuestras almas estarán
en paz, pues confiamos en el Señor incluso ante aquello que no comprendemos.
Lo primero que debemos hacer cuando sentimos que las cargas de la vida están
muy pesadas, es venir ante Cristo, llevar su yugo y aprender de Él. Sin importar lo
que enfrentemos, Él es más que poderoso para sostenernos. Además, el Señor
provee consuelo y fortaleza por medio de su Cuerpo, la Iglesia. Como creyentes
hemos sido llamados a servirnos unos a otros, y parte de ese servicio consiste en
apoyarnos con las cargas (Ga 6.2). Incluso el Señor Jesús les pidió a tres de sus
discípulos más cercanos que oraran con Él en el huerto de Getsemaní (Mt 26.36-
38). Cuando buscamos ayuda en otros creyentes, nuestras cargas se aligeran y
ambas partes somos bendecidas.
REFLEXIÓN
• ¿Le ha entregado alguna carga al Señor, pero al terminar de orar vuelve a
sentirla? ¿Qué papel juega su mente en este proceso? ¿Qué debe hacer
para dejar de pensar en la carga y poner su mirada en el Señor?
• En ocasiones se nos hace difícil entregarle las cargas a Dios porque
queremos mantener el control. ¿Qué atributos del Señor lo califican para
llevar nuestras cargas? ¿Cómo nuestras habilidades se comparan a las de
Él? ¿Prefiere tener el control o la paz de su alma?