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Diario Del Cazador

Este documento narra la historia de un cazador que se embarca en un viaje al Nuevo Mundo junto a otros colonos. Su barco es destruido durante una tormenta cerca de una isla volcánica habitada por monstruos. El cazador y una compañera logran llegar a la isla y se abren paso a través de la selva repleta de peligros hasta llegar a la base de operaciones de los cazadores llamada Astera, una ciudad construida en armonía con la naturaleza salvaje.

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Diario Del Cazador

Este documento narra la historia de un cazador que se embarca en un viaje al Nuevo Mundo junto a otros colonos. Su barco es destruido durante una tormenta cerca de una isla volcánica habitada por monstruos. El cazador y una compañera logran llegar a la isla y se abren paso a través de la selva repleta de peligros hasta llegar a la base de operaciones de los cazadores llamada Astera, una ciudad construida en armonía con la naturaleza salvaje.

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Diario del Cazador: Wendigo.

Capítulo 1: Inconvenientes.
Las promesas del Nuevo Mundo con la que ahogaban nuestras
cabezas valían la pena para seguir adelante.
Antes era una pregunta, pero hoy estoy convencido en su
totalidad de que considerarlo una afirmación me sirve de
consuelo para mi alma. El viejo mundo era un callejón sin
salida. José estaba de acuerdo, por lo que me esforcé un poco
por los dos y me alisté para formar parte de la 5ta división de
cazadores que partirían a esta tierra desconocida.
No soy un cazador de renombre, pero mi adiestramiento me ha
servido de algo. Así que no pusieron ninguna negativa a la hora
de aceptarme como parte del proyecto de inmigración al Nuevo
Mundo. José está conmigo de vuelta tras un buen tiempo
separados, los felyan no suelen ser seres de un solo amo, pero
él ha estado siempre a mi lado. El barco de camino está lleno de
gente prometedora; la cantidad de idealistas que hay a mi lado
me revigoriza el alma y no puedo evitar sonreír al ver los ojos
de José brillando de la emoción por compartir otra aventura a mi
lado.
Todos están reunidos en unas mesas, comiendo, charlando
acerca de sus expectativas y quizá presumiendo de alguna que
otra aventura. Un chico joven con la cabeza rapada casi por
completo salvo por un mechón de pelo rojizo me invita a
acercarme a su mesa junto a otra chica cuyas características no
recuerdo salvo por una dulce voz y el pelo negro. Me preguntaron
mi nombre, el de mi gato, si estoy nervioso -lo estaba un poco-,
si estaba con los de la clase A -resultaba que ellos también- y
si ya tengo algún acompañante designado. Iba a contestar que no
a esa última pregunta hasta que me fijo en la figura en la
ventana.
Instintivamente me aproximo hacia ella, José me sigue, y no
hago más que esperar a que diga algo. Tiene una especie de
lentes de índole extraña. Hay tanto que no conozco de este
mundo... y aun así me aproximo a dejarlo atrás y empezar desde
cero en uno nuevo. Cuando se los saca, lo más destacable son
unas pecas que predominan sobre otra cosa.
-¿Oyes eso? El clima empeora, nos está esperando un huracán
un huracán –es lo único que alcanza a decirme, demasiado ocupada
en sus mismos pensamientos como para percatarse de mi presencia.
También me pregunta si soy de la clase A, le digo que sí, y
José no tarda en hacer buenas migas con ella. Creo que ya
encontré a mi acompañante, pero no me da tiempo a preguntarle su
nombre, porque había llegado.
Salimos a la cubierta, puesto que la marea estaba
provocando que el barco se tambaleara estrepitosamente, y nos
encontramos con que del agua emerge una especie de roca
ardiendo. Mi primera impresión es que chocamos con algún
arrecife o un iceberg, pero cuando veo el agua evaporándose y el
intenso color rojo de la roca, me hallo más perdido que nunca en
estas nuevas aguas. El barco de la 5ta división estaba a punto
de volcarse con su proa mirando hacia el cielo. La chica de las
pecas y yo intentamos subir hasta proa para no caernos, pero nos
es imposible sujetarnos. Para emporrarlo todo, perdí a José de
vista cuando un saco de arena lo derribó hasta popa.
Nosotros -la chica y yo- nos volcamos hasta la cima de esa
enorme roca cuando ya nos es imposible sujetarnos. Por fortuna,
nosotros estamos ilesos. No se qué será de los demás. Ella
parece bastante animada en seguir adelante, yo la sigo
instintivamente, convenciéndome de que José está bien. El barco
estaba encallado encima de la ardiente montaña accidental, podía
ver la quilla sobresaliendo por encima de mi cabeza. Hacía calor
y me estaba comenzando a sofocar. Por encima del barco, se
comenzaban a precipitar unos monstruos con apariencia de
murciélagos. Parecían wyverns. Estaba por ponerse peor la
situación cuando tuvimos que enfrentarnos a muchos de ellos que
najaron para atacarnos. Estábamos desarmados, pero por lo menos
logramos escapar. El barco se había derrumbado por completo y
hundido en el mar. No sé cómo hacía la pecosa para mantenerse
tan enfocada, pero yo no quería convertirme en una carga.
Seguimos escalando entre todo ese caos sin saber a donde
acudir, hasta que la pecosa me dijo que teníamos que
engancharnos a uno de esos wyverns para escapar. Trate de
discutírselo, pero la situación era acuciante, y de todas formas
no tenía un plan mejor. Nos dirigimos a la punta de esa extraña
roca y vi que uno de esos monstruos voladores estaba
sobrevolando lo suficientemente cerca para engancharme a ellos
con el gancho retráctil.
Repentinamente, me vino un ataque de adrenalina sobrehumano
que me animó a cometer lo que, hasta ese momento, era la mayor
locura que había realizado en mi vida (pronto me arrepentiría de
otorgarle ese puesto a un acto tan superfluo). Me deslicé por la
punta de la roca, y salté hacia el vacío, cayendo de espaldas
disparé mi gancho a la garra de la criatura en lo que creía que
había sido un acto inútil, pero conseguí sostenerme a su pata.
Inmediatamente llegaría otro suceso inesperado, y es que no
podía esperarme que la pecosa tuviera el mismo nivel de locura
que yo al lanzarse tras mía y esperando que la cogiese de la
mano para irnos juntos. Sorprendente que nos saliera tan bien
esa jugada.
El wyvern aleteó y forcejeó con todas sus fuerzas y aún así
no se libró de nosotros, pero las sorpresas apenas estaban
comenzando. Nos arrastra hacia las las calientes fauces de la
montaña en la que estábamos corriendo hace no mucho y nos puso
cara a cara con la presencia más ominosa que me había encontrado
hasta el momento. Me hallaba, no ante una montaña, sino ante un
monstruo. Ruge con todas sus fuerzas y trata de mordernos con
sus colmillos de magma y piedra calcinada. Estaba estupefacto.
No sabía qué pasaba por la cabeza de mi compañera, pero
seguramente lo estaba disfrutando, no sé qué me hizo sentirlo
así, llámalo palpito.
Lo sobrevolamos y vimos la inmensa masa de vapor que
desprendía de su cuerpo, no sé cómo podremos lidiar con algo
así. De todas formas, no era momento de preocuparme por eso,
ante nosotros se imponía, mas majestuoso que nada que había
visto jamás, el Nuevo Mundo.
Lo que ocurrió después fue que nos caímos del wyvern y
llegamos a las costas de la isla. Me resultó inquietante que mi
compañera estuviese más interesada en saber quién había montado
el pequeño campamento que encontramos antes que hacer algún
comentario sobre aquella monstruosidad. Pero bueno, quien seré
yo para juzgar.
Encontramos el fragmento de un mapa que tenía marcada la
posición de la base de operaciones, que es donde debía atracar
nuestro barco. Fue decisión unánime emprender el camino hacia
allá.
Nos encontramos ante el Bosque Primigenio. Comprendía un
inmenso prado lleno de flora y fauna de todo tipo. Lo que mas
predominaba era un grupo de Aptonoths junto a unos estanques
bebiendo agua apasiblemente. Eran igual de dóciles que los del
Viejo Mundo, no cambiaba mucha cosa. Había todo tipo de hierbas
y árboles. Hayas, palmeras, tréboles del tamaño de mi cabeza,
nenúfares y arbustos de hojas de varios colores. Nos adentramos
en el bosque buscando atajar hacia la base de la comisión.
Pasamos entre unas enredaderas y raíces del enorme árbol que
centraba la isla, nos escondimos entre arbustos para despistar a
las manadas de jagras que salían a cazar. Mi compañera tenía una
iniciativa aterradora y no paraba de mirar con ojo curioso sus
alrededores. Así es, estaba ante una loca con complejo de Hange
de shingeki no Kyojin.
Bajamos de un barranco por unos matojos que nos servían de
lianas y nos topamos con unas misteriosas huellas de monstruo.
Esto me incito a querer mostrar algo de mis talentos a mi
compañera, cuyo nombre aun desconocía por no tener tiempo en
ningún momento de sacarle esa información, quizás ella también
tenia a alguien importante con quien encontrarse en la base. Me
acorde de José. Su caída se veía peligrosa, pero ya tenía
antecedentes de haber resistido golpes peores, así que preferí
no pensar de forma fatalista.
El punto es que intentaba descifrar por mi cuenta el
posible origen de la huella, pero este ya se había manifestado
detrás de mí, y menos mal la pecosa, una vez más, me había
salvado. Un gran jagras estaba atacándonos, y nosotros no
portábamos arma alguna. Ella lo despistó por un momento lo que
nos ayudó a acercarnos a lo que nos pareció eran los portones de
la base. Y en efecto lo eran, pero el jagras se montó por encima
de la pecosa y estaba por arrancarle la cabeza de un mordisco.
Por fortuna llegó un cazador. Era corpulento y con un
enorme espadón dentado, parecía una tabla de surf con dientes.
Hizo que el gran jagras lo siguiese hasta casi traspasar los
portones, hasta que un anjanath pegó un brinco y enterró dentro
de sus fauces al jagras, dándole tiempo a la pecosa y al
corpulento para cruzar el portón, pero no para mí.
Traté de escabullirme entre las patas del anjanath
rápidamente, pero este se tambaleaba y pisoteaba con fuerza
tratando de eliminar al jagras, aún atrapado entre sus
colmillos. Por poco me proporciona un pisotón que me mandaría a
conocer a mis abuelos, pero consegui arreglármelas mientras
pude. Crucé el portón y estuve a salvo.
Habíamos presenciado, en su manifestación mas cruda y
salvaje, el ciclo vital del Nuevo Mundo.

Capítulo 2: Astera.
Se trataba de una enorme civilización que convivía por
completo con la naturaleza. Al igual que en el Viejo Mundo,
Astera tenía construcciones y materiales hechos a base de
monstruos con los que formaban chiringuitos, armerías, forjas
hogares, negocios… era una ciudad tan viva como el mismo Nuevo
Mundo. En la cima de un todo, un barco se posicionaba solemne
por sobre todo lo demás. Al principio sospeché que se tratara
del barco en el que estábamos antes, pero lo descarté casi al
instante al devanarme el seso tratando de pensar cómo carajos
pudo haber llegado ahí.
El hombre que nos rescató, cuyo nombre era Colt, nos dijo
que éramos los últimos en llegar, puesto que los demás de la 5ta
división ya habían llegado.
-¿En serio? Y están todos bien? – preguntó la pecosa
inmediatamente.
-Creo que será mejor que lo juzgues po ti misma cuando le
veáis.
-¿Sabes si entre ellos estaba un felyan tricolor con
ropajes marrones? – intento preguntarle en busca de alivio.
-No me suena haberlo visto. Lo siento.
-Aún es pronto para descartar cualquier cosa -me dice ella
para consolarme -no te preocupes… eeeh, ¿tu nombre?
Antes de que pudiese decirlo, Colt arremetió con sus
palabras y reveló mi identidad.
-Wendigo.
-Konpa, llamame Kon.
-Y ahora que nos conocemos todos por aquí, mejor vayamos a
encontrarnos con los nuestros.
Seguimos andando por la ciudad. Cada persona que me
encontraba era alguna cara conocida del barco, todos habían
vuelto con vida

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