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La Ciencia, Su Método y Filosofía

Este documento resume la diferencia entre la ciencia formal y la ciencia fáctica. La ciencia formal, como la lógica y las matemáticas, trata de entes ideales y no nos da información sobre la realidad, mientras que la ciencia fáctica, como la física y la biología, intenta describir los hechos tal como son de manera objetiva. Aunque la ciencia formal no se ocupa directamente de los hechos, sus herramientas como la matemática son útiles para la ciencia fáctica al permitir una reconstrucción
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La Ciencia, Su Método y Filosofía

Este documento resume la diferencia entre la ciencia formal y la ciencia fáctica. La ciencia formal, como la lógica y las matemáticas, trata de entes ideales y no nos da información sobre la realidad, mientras que la ciencia fáctica, como la física y la biología, intenta describir los hechos tal como son de manera objetiva. Aunque la ciencia formal no se ocupa directamente de los hechos, sus herramientas como la matemática son útiles para la ciencia fáctica al permitir una reconstrucción
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Bunge, M. (2018).

 La ciencia: su método y su filosofía (Vol. 1). Laetoli.

Ciencia formal y ciencia fáctica:

No toda la investigación científica procura el conocimiento objetivo. Así, la lógica y la


matemática —esto es, los diversos sistemas de lógica formal y los diferentes capítulos de la
matemática pura— son racionales, sistemáticos y verificables, pero no son objetivos; no
nos dan informaciones acerca de la realidad: simplemente, no se ocupan de los hechos. La
lógica y la matemática tratan de entes ideales; estos entes, tanto los abstractos como los
interpretados, sólo existen en la mente humana. A los lógicos y matemáticos no se les da
objetos de estudio: ellos construyen sus propios objetos. Es verdad que a menudo lo hacen
por abstracción de objetos reales (naturales y sociales); más aún, el trabajo del lógico o del
matemático satisface a menudo las necesidades del naturalista, del sociólogo o del
tecnólogo, y es por esto que la sociedad los tolera y, ahora, hasta los estimula. Pero la
materia prima que emplean los lógicos y los matemáticos no es fáctica sino ideal.

Por ejemplo, el concepto de número abstracto nació, sin duda, de la coordinación


(correspondencia biunívoca) de conjuntos de objetos materiales, tales como dedos, por una
parte, y guijarros, por la otra; pero no por esto aquel concepto se reduce a esta operación
manual, ni a los signos que se emplean para representarlo. Los números no existen fuera de
nuestros cerebros, y aun allí dentro existen al nivel conceptual, y no al nivel fisiológico.
Los objetos materiales son numerables siempre que sean discontinuos; pero no son
números; tampoco son números puros (abstractos) sus cualidades o relaciones. En el mundo
real encontramos 3 libros, en el mundo de la ficción construimos 3 platos voladores. ¿Pero
quién vio jamás un 3, un simple 3?

La lógica y la matemática, por ocuparse de inventar entes formales y de establecer


relaciones entre ellos, se llaman a menudo ciencias formales, precisamente porque sus
objetos no son cosas ni procesos, sino, para emplear el lenguaje pictórico, formas en las que
se puede verter un surtido ilimitado de contenidos, tanto fácticos como empíricos. Esto es,
podemos establecer correspondencias entre esas formas (u objetos formales), por una parte,
y cosas y procesos pertenecientes a cualquier nivel de la realidad por la otra. Así es como la
física, la química, la fisiología, la psicología, la economía, y las demás ciencias recurren a
la matemática, empleándola como herramienta para realizar la más precisa reconstrucción
de las complejas relaciones que se encuentran entre los hechos y entre los diversos aspectos
de los hechos; dichas ciencias no identifican las formas ideales con los objetos concretos,
sino que interpretan las primeras en términos de hechos y de experiencias (o, lo que es
equivalente, formalizan enunciados fácticos).

Lo mismo vale para la lógica formal: algunas de sus partes —en particular, pero no
exclusivamente, la lógica proposicional bivalente— pueden hacerse corresponder a aquellas
entidades psíquicas que llamamos pensamientos. Semejante aplicación de las ciencias de la
forma pura a la inteligencia del mundo de los hechos, se efectúa asignando diferentes
interpretaciones a los objetos formales. Estas interpretaciones son, dentro de ciertos límites,
arbitrarias; vale decir, se justifican por el éxito, la conveniencia o la ignorancia. En otras
palabras el significado fáctico o empírico que se les asigna a los objetos formales no es una
propiedad intrínseca de los mismos. De esta manera, las ciencias formales jamás entran en
conflicto con la realidad. Esto explica la paradoja de que, siendo formales, se "aplican" a la
realidad: en rigor no se aplican, sino que se emplean en la vida cotidiana y en las ciencias
fácticas a condición de que se les superpongan reglas de correspondencia adecuada. En
suma, la lógica y la matemática establecen contacto con la realidad a través del puente del
lenguaje, tanto el ordinario como el científico.

Tenemos así una primera gran división de las ciencias, en formales (o ideales) y fácticas (o
materiales). Esta ramificación preliminar tiene en cuenta el objeto o tema de las respectivas
disciplinas; también da cuenta de la diferencia de especie entre los enunciados que se
proponen establecer las ciencias formales y las fácticas: mientras los enunciados formales
consisten en relaciones entre signos, los enunciados de las ciencias fácticas se refieren, en
su mayoría, a entes extracientíficos: a sucesos y procesos. Nuestra división también tiene en
cuenta el método por el cual se ponen a prueba los enunciados verificables: mientras las
ciencias formales se contentan con la lógica para demostrar rigurosamente sus teoremas
(los que, sin embargo, pudieron haber sido adivinados por inducción común o de otras
maneras), las ciencias fácticas necesitan más que la lógica formal: para confirmar sus
conjeturas necesitan de la observación y/o experimento. En otras palabras, las ciencias
fácticas tienen que mirar las cosas, y, siempre que les sea posible, deben procurar
cambiarlas deliberadamente para intentar descubrir en qué medida sus hipótesis se adecuan
a los hechos.

Cuando se demuestra un teorema lógico o matemático no se recurre a la experiencia: el


conjunto de postulados, definiciones, reglas de formación de las expresiones dotadas de
significado, y reglas de inferencia deductiva —en suma, la base de la teoría dada—, es
necesaria y suficiente para ese propósito. La demostración de los teoremas no es sino una
deducción: es una operación confinada a la esfera teórica, aun cuando a veces los teoremas
mismos (no sus demostraciones) sean sugeridos en alguna esfera extramatemática y aun
cuando su prueba (pero no su primer descubrimiento) pueda realizarse con ayuda de
calculadoras electrónicas. Por ejemplo, cualquier demostración rigurosa del teorema de
Pitágoras prescinde de las mediciones, y emplea figuras sólo como ayuda psicológica al
proceso deductivo: que el teorema de Pitágoras haya sido el resultado de un largo proceso
de inducción conectado a operaciones prácticas de mediciones de tierras, es objeto de la
historia, la sociología y la psicología del conocimiento. La matemática y la lógica son, en
suma, ciencias deductivas. El proceso constructivo, en que la experiencia desempeña un
gran papel de sugerencias, se limita a la formación de los puntos de partida (axiomas).

Los rasgos esenciales del tipo de conocimiento que alcanzan las ciencias de la naturaleza y
de la sociedad son la racionalidad y la objetividad. Por conocimiento racional se entiende:

a) que está constituido por conceptos, juicios y raciocinios y no por sensaciones, imágenes,
pautas de conducta, etc. Sin duda, el científico percibe, forma imágenes (por ejemplo,
modelos visualizables) y hace operaciones; por tanto, el punto de partida como el punto
final de su trabajo son ideas; b) que esas ideas pueden combinarse de acuerdo con algún
conjunto de reglas lógicas con el fin de producir nuevas ideas (inferencia deductiva). Estas
no son enteramente nuevas desde un punto de vista estrictamente lógico, puesto que están
implicadas por las premisas de la deducción; pero no gnoseológicamente nuevas en la
medida en que expresan conocimientos de los que no se tenía conciencia antes de
efectuarse la deducción; c) que esas ideas no se amontonan caóticamente o, simplemente,
en forma cronológica, sino
que se organizan en sistemas de ideas, esto es en conjuntos ordenados de proposiciones
(teorías).

Que el conocimiento científico de la realidad es objetivo, significa:

a) que concuerda aproximadamente con su objeto; vale decir que busca alcanzar la verdad
fáctica; b) que verifica la adaptación de las ideas a los hechos recurriendo a un comercio
peculiar con los hechos (observación y experimento), intercambio que es controlable y
hasta cierto punto reproducible.

Ambos rasgos de la ciencia fáctica, la racionalidad y la objetividad, están íntimamente


soldados. Así, por ejemplo, lo que usualmente se verifica por medio del experimento es
alguna consecuencia —extraída por vía deductiva— de alguna hipótesis; otro ejemplo: el
cálculo no sólo sigue a la observación, sino que siempre es indispensable para planearla y
registrarla. La racionalidad y objetividad del conocimiento científico pueden analizarse en
un cúmulo de características a las que pasaremos revista en lo que sigue.

1) El conocimiento científico es fáctico: parte de los hechos, los respeta hasta cierto punto,
y siempre vuelve a ellos. La ciencia intenta describir los hechos tal como son,
independientemente de su valor emocional o comercial: la ciencia no poetiza los hechos ni
los vende, si bien sus hazañas son una fuente de poesía y de negocios. En todos los campos,
la ciencia comienza estableciendo los hechos; esto requiere curiosidad impersonal,
desconfianza por la opinión prevaleciente, y sensibilidad a la novedad.

2) El conocimiento científico trasciende los hechos: descarta los hechos, produce nuevos
hechos, y los explica. El sentido común parte de los hechos y se atiene a ellos: a menudo se
imita al hecho aislado, sin ir muy lejos en el trabajo de correlacionarlo con otros o de
explicarlo. En cambio, la investigación científica no se limita a los hechos observados: los
científicos exprimen la realidad a fin de ir más allá de las apariencias; rechazan el grueso de
los hechos percibidos, por ser un montón de accidentes, seleccionan los que consideran que
son relevantes, controlan hechos y, en lo posible, los reproducen. Incluso producen cosas
nuevas desde instrumentos hasta partículas elementales; obtienen nuevos compuestos
químicos, nuevas variedades vegetales y animales, y al menos en principio, crean nuevas
pautas de conducta individual y social. Vale decir, los científicos no consideran su propia
experiencia individual como un tribunal inapelable; se fundan, en cambio, en la experiencia
colectiva y en la teoría.

3) La ciencia es analítica: la investigación científica aborda problemas circunscriptos, uno a


uno, y trata de descomponerlo todo en elementos (no necesariamente últimos o siquiera
reales). La investigación científica no se planta cuestiones tales como "¿Cómo es el
universo en su conjunto?", o "¿Cómo es posible el conocimiento?" Trata, en cambio, de
entender toda situación total en términos de sus componentes; intenta descubrir los
elementos que explican su integración. Los problemas de la ciencia son parciales y así son
también, por consiguiente, sus soluciones; pero, más aún: al comienzo los problemas son
estrechos o es preciso estrecharlos.

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