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ACCESO A LA JUSTICIA CONSTITUCIONAL

Procedencia del amparo y del recurso de agravio constitucional


© Juan Manuel Sosa Sacio
© Gaceta Jurídica S.A.
Primera edición: julio 2018
1850 ejemplares
Hecho el depósito legal en la Biblioteca Nacional del Perú 2018-08245 ISBN: 978-612-311-556-2
Registro de proyecto editorial 31501221800559
Prohibida su reproducción total o parcial
D. Leg. Nº 822
Diagramación de carátula: Martha Hidalgo Rivero
Diagramación de interiores: Nora Villaverde Soldevilla
G J S.A.
A.A O Nº 526, U . M
M ,L -P C T : (01)710-8900
E-mail: [email protected]
www.gacetaconstitucional.com.pe
Impreso en: Imprenta Editorial El Búho E.I.R.L. San Alberto Nº 201, Surquillo Lima - Perú
Julio 2018
Publicado: agosto 2018
Prefacio
§

Afortunadamente, he tenido ocasión de acercarme de diferentes formas


o a través de diferentes roles a la justicia constitucional(*), lo cual ha
enriquecido mucho mi perspectiva sobre ella. Efectivamente, desde el
litigio (a través del trabajo que hicimos en Gaceta Consultores o en
ResPública), desde el análisis externo de las resoluciones del Tribunal
Constitucional (por ejemplo, con lo realizado en las revistas Gaceta
Constitucional y Palestra del Tribunal Constitucional), desde el activismo
(mediante mi intervención puntual en algunos litigios estructurales), desde
la docencia universitaria (en especial, en los cursos que he dictado sobre
esta materia: “Jurisdicción y Control Constitucional”, “Justicia
Constitucional Comparada” y “Función Jurisdiccional”) y desde el propio
Tribunal Constitucional (donde actualmente laboro como asesor
jurisdiccional), las cuestiones vinculadas con la justicia constitucional se
ven con distintos ojos. En efecto, tanto las bondades como las carencias, lo
que es posible o lo que no, y hasta cuáles deben ser los parámetros de
corrección adquieren diferentes visos, dependiendo del enfoque del cual se
parta.

Lo cierto es que en todos estos contextos aparecen diversas promesas


incumplidas de la justicia constitucional, varias de las cuales no tienen que
ver solo o principalmente con lo regulado (u omitido) por el Código
Procesal Constitucional. Estas también pueden estar relacionadas, por
ejemplo, con el modelo de jurisdicción constitucional que fue acogido a
nivel constitucional, con la cultura de derechos que predomina en nuestro
medio, con algunas formas específicas de entender la Constitución y el
Derecho Constitucional, o con las concepciones (o los prejuicios) existentes
sobre las funciones que tienen los jueces o juezas, entre otras
consideraciones que pueden tenerse en cuenta.

Ahora bien, entre los diferentes asuntos que pueden tratarse como
parte de la materia Justicia Constitucional –que, como explicaremos en la
“Introducción”, trasciende a las cuestiones vinculadas con los procesos o
procedimientos constitucionales–, en este libro nos estamos refiriendo
básicamente al acceso a la jurisdicción constitucional y, en especial, nos
vamos a abocar a los “candados” y las “llaves” que existen para transitar
por el proceso de amparo (de lejos, el más utilizado de los procesos
constitucionales) así como para poder llevar una causa ante el Tribunal
Constitucional vía recurso de agravio constitucional.

Como se explicitará a lo largo de este texto, en razón de que


entendemos que la justicia constitucional trasciende a las cuestiones tan
solo relacionadas con los procesos constitucionales, los enfoques que
empleamos pueden hacer que el contenido de este libro difiera de las
clásicas obras de Derecho Procesal Constitucional, que muchas veces se
dedican al análisis de los artículos del Código Procesal Constitucional o a la
tramitación de los procesos constitucionales. Por ello la procedencia del
amparo y del recurso de agravio constitucional no será abordada solo desde
las regulaciones contenidas en el Código Procesal, sino que su comprensión
y desarrollo jurisprudencial se considerará vinculado, además, con el
modelo de judicatura constitucional que ha sido adoptado, con las
finalidades de los procesos constitucionales, con el reconocimiento de la
justicia constitucional como un bien escaso que debe ser adecuadamente
administrado –máxime teniendo en cuenta el fenómeno de la
“amparización” de las causas–, con la jurisprudencia constitucional de la
cual puede extraerse criterios generalizables, así como con los marcos
teóricos o conceptuales que suele emplearse, etc.
Asimismo, además de analizar críticamente las causales o los
supuestos de procedencia vinculados con el acceso al amparo y al Tribunal
Constitucional en los términos ya señalados, una preocupación central de
este texto es ofrecer herramientas conceptuales y metodológicas que
permitan a los operadores del sistema de justicia evaluar correctamente el
acceso, y a los litigantes acceder de manera legítima y eficiente, a la
jurisdicción constitucional. En este sentido, hemos intentando que el aporte
no se quede en el nivel del análisis y la clasificación, sino que este aterrice
en propuestas concretas para cada uno de los temas que se abordan.

Señalado esto, espero sinceramente que lo que he aprendido en el


camino se vea reflejado en esta obra y que pueda ser de utilidad para los
demás.

§§

Por otra parte, en la medida que mi aprendizaje ha dependido de la


amistad y buena disposición de muchas personas, me siento en la necesidad
de agrade er sinceramente a todos quienes, en mayor o menor medida, me
han ayudado o han permitido que este libro finalmente tenga la forma y el
talante que tiene.

Con los riesgos de omitir a algunas personas sin querer, quiero


agradecer en primer lugar a mis amigos de Gaceta Jurídica, donde tanto he
aprendido y que es la casa que ahora me permite publicar esta obra.
Ciertamente, les guardo una especial gratitud a Walter Gutiérrez Camacho y
a Manuel Muro Rojo, quienes apostaron por mí y me brindaron su constante
apoyo y amistad. Por mi parte, creo haber dado lo mejor de mí en cada
encargo, durante esos entrañables años. Para mí, además, es especialmente
valioso poder difundir este libro a través de la suscripción de Gaceta
Constitucional, revista por la que siempre guardaré el mayor de los cariños
y consideraciones, y que, inevitablemente, siempre consideraré un poquito
mía.

También agradezco a Palestra Editores, y en especial a Pedro Grández


Castro y Edgar Carpio Marcos, que me privilegiaron con su conocimiento,
amistad y confianza al encargarme la Secretaría de Redacción de Palestra
del Tribunal Constitucional. En Palestra, además, aprendí a trabajar con
mística, perfeccionismo y familiaridad. Como he señalado en alguna otra
oportunidad, estoy seguro de que siempre llevo conmigo lo que allí
aprehendí a cada lugar de trabajo en el que me toca desempeñarme.

Agradezco asimismo a la Escuela de Posgrado de la Pontificia


Universidad Católica del Perú, a la Unidad de Posgrado de Derecho de la
Universidad Nacional Mayor de San Marcos –mi alma mater– y a la
Escuela de Post Grado de la Universidad Nacional del Altiplano, que me
abrieron sus puertas para poder compartir y aprender sobre justicia
constitucional en los cursos que he tenido la oportunidad de enseñar. El
dictado en estos últimos años ha perfilado de manera clara mis intereses y
marcos conceptuales, y lo cierto es que ello lo ha cambiado todo
(incluyendo mi tema de tesis doctoral).

De manera muy especial, debo agradecer a mis amigos y compañeros


del despacho: empezando por el magistrado y mi amigo Eloy Espinosa-
Saldaña Barrera, de quien sigo aprendiendo y con quien hemos conversado
y discutido, en diferentes momentos, sobre la mayoría de lo que contiene
esta obra (aunque, desde luego, cualquier defecto o error en esta es de mi
exclusiva responsabilidad). Agradezco, asimismo, a Liliana Muguerza
Guadalupe, Alberto Cruces Burga y Víctor Otoya Jiménez, con quienes no
solo nos une la vocación constitucional y la vorágine del trabajo, sino
también una amistad que, por tantos motivos, con el tiempo se ha hecho
fuerte y grande.
Por sobre todo, mi gratitud es para Yolanda y Almudena, mi esposa y
mi hija. Ellas permiten que cada aventura académica sea posible y tenga
sentido. Con Yolanda hemos compartido, desde hace mucho, sueños en
común y diversos espacios profesionales y de lucha, por lo que es mi
principal aliada y cómplice en mi forma de entender la justicia
constitucional. A Almudena, por su parte, le he birlado un poquito de
nuestro tiempo de cariños, juegos y acrobacias para poder terminar
proyectos como este, y ello, sin ninguna duda, es lo que definitivamente me
ha costado más entre todo.

Para terminar, quiero señalar expresamente que, pese a que el nuestro


es un hogar feminista, Yolanda finalmente ha asumido un rol de cuidado
muy distinto del mío, por lo que aprovecho esta oportunidad para reconocer
y agradecer de manera explícita su invaluable aporte en nuestros (y en mis)
proyectos, como sin duda ha ocurrido con la elaboración de este libro. Este
asunto del cuidado, por cierto, es generalmente obviado o infravalorado por
la academia, de predominancia masculina, y por ello valga la ocasión para
llamar la atención de mis colegas y amigos hombres sobre la importancia de
reconocer y visibilizar este rol vital en todo lo que hacemos, así como para
invitarles a comprometerse con la plena paridad dentro de nuestros hogares
y también en la academia, más allá de nuestros discursos.

(*) A lo largo de este texto vamos a diferenciar la “justicia constitucional”, con minúsculas,
expresión con la que aludimos a los mecanismos o vías para hacer valer las
prescripciones constitucionales, de la “Justicia Constitucional”, con mayúsculas,
con la que nos referimos a la disciplina que estudia la justicia constitucional.
Prefacio
Introducción

Un libro sobre justicia constitucional

Abordar lo relacionado con la procedencia del amparo o del recurso de


agravio constitucional podría parecer un asunto muy sencillo, que tan solo
demandaría dar cuenta de la legislación vigente y de la jurisprudencia
vinculante que se refiere a la materia. A lo más, requeriría hacer referencia
adicionalmente a cómo se regula la materia en otros países. Esta sería la
perspectiva que se maneja desde cierto “procesalismo constitucional”, que
pierde de vista los aspectos sustantivos del Derecho Constitucional y se
aboca más bien a la tramitación de los procesos constitucionales. Sin
embargo, consideramos que ese tipo de enfoques no ayudan realmente a
entender que detrás de la procedencia del amparo y del recurso de agravio
constitucional hay una problemática más compleja, que está referida al
acceso a la justicia constitucional.

Felizmente, algunos debates recientes ya parten de miradas sobre las


instituciones procesales constitucionales que van más allá de los
procedimientos previstos en el Código Procesal Constitucional, para
ingresar directamente a la sustancia y finalidad de dichas instituciones. Ello
se ha evidenciado en el seno del propio Tribunal Constitucional, por
ejemplo, al problematizarse, desde posiciones sustantivas, asuntos tales
como la emisión de “sentencias interlocutorias” para rechazar el recurso de
agravio constitucional(I), o sobre la posibilidad de que excepcionalmente el
Tribunal Constitucional declare la nulidad de sus propias resoluciones(II). En
esos casos, las discusiones han girado en torno a nuestro modelo de justicia
constitucional o alrededor de la finalidad y los alcances de nuestra
jurisdicción constitucional. Son discusiones propiamente sobre Justicia
Constitucional, que trascienden al procesalismo constitucional.

Este libro, como explicamos en las líneas que siguen, parte de un


enfoque desde la Justicia Constitucional. Por ello se llama Acceso a la
justicia constitucional, si bien su objeto de atención es la procedencia del
amparo y del recurso de agravio constitucional. Así, nuestro propósito no es
describir procedimientos constitucionales, sino analizar críticamente las
causales o supuestos de procedencia que inciden en el acceso al amparo y al
Tribunal Constitucional, así como ofrecer herramientas conceptuales o
prácticas que permitan acceder de manera legítima y eficiente a la
jurisdicción constitucional.

Ahora bien, el acceso a la justicia constitucional es, desde luego, un


asunto que va más allá de la procedencia de los procesos constitucionales o
del recurso de agravio constitucional. Por una parte, remite con claridad al
contenido del derecho de “acceso a la justicia” y, por otra, refiere a la idea
compleja de “justicia constitucional”. Ambas cuestiones son de la máxima
importancia y es teniendo como base nuestra concepción sobre ellas que se
explica de mejor modo tanto el contenido como la metodología que
empleamos en este libro. Vamos a referirnos seguidamente a ello.

1. EL ACCESO A LA JUSTICIA CONSTITUCIONAL COMO


DERECHO FUNDAMENTAL Y COMO BIEN ESCASO

Acceder a la justicia es un derecho fundamental de primer orden.


Incluso se ha dicho que es el “derecho a tener derechos”, o también que se
trata del “requisito más básico”, el “derecho humano más fundamental”,
esto en la medida que a través de él es posible la exigencia jurídica, la
garantía efectiva de los demás derechos(III).
Ciertamente la problemática del acceso a la justicia nos interpela
constantemente: es claro que un amplio conjunto de personas y de
colectivos no pueden acceder a la tutela de sus derechos, y si lo hacen ello
no ocurre en pie de igualdad(IV). En este sentido, como ha sido señalado no
pocas veces, el acceso a la justicia puede ser entendido como un privilegio,
del que finalmente se benefician unos pocos, y que se encuentra vinculado a
las condiciones sociales o económicas en las que se encuentran los
justiciables(V). No obstante su diseño inicialmente protector, esto mismo
puede decirse incluso sobre el acceso a la justicia constitucional(VI).

Ahora bien, ubicados en este contexto, es preciso reconocer que


colocar vallas legales para la procedencia de las demandas constitucionales
o para acceder al Tribunal Constitucional puede ser entendido como una
restricción prima facie para el acceso a la justicia constitucional, lo cual
podría acarrear la desprotección de derechos fundamentales en el supuesto
de que dichas restricciones estuvieran mal planteadas o carecieran de una
suficiente justificación constitucional.

Más aún, debe tenerse en cuenta que eventuales limitaciones para


acceder al amparo o al recurso de agravio constitucional no solo tendrían
incidencia directa en el derecho de acceso a la justicia(VII), sino también en
otros derechos fundamentales, tales como los derechos a la acción(VIII), a la
protección judicial de los derechos y las libertades básicas(IX) o a un recurso
sencillo, rápido y efectivo(X), que son auténticos derechos constitucionales,
los cuales, por ende, no pueden ser limitados o regulados con total
discrecionalidad por parte del legislador o los jueces. Aunando a ello,
tenemos además las evidentes implicancias que una restricción irrazonable
del acceso a la justicia constitucional tendría en la protección global de los
derechos fundamentales.

Ahora, y no obstante los riesgos sobre los cuales acabamos de alertar,


debemos reconocer que resulta imprescindible restringir, aunque sea
razonablemente, el acceso a la justicia constitucional, justamente con el
objeto de salvaguardarla y garantizar su eficacia.

Al respecto, como es conocido, en los últimos años se ha consolidado


el fenómeno de la “amparización” de las causas. De este modo, muchos
casos de contenido inicialmente ordinario o legal han terminado siendo
indebidamente reconducidos, por obra de los litigantes y especialmente de
sus abogados, a la vía constitucional; ello, como no podría ser de otro
modo, ha terminado sobrecargando de causas a los jueces constitucionales,
y a las altas cortes constitucionales.

Este problema de la sobrecarga de la jurisdicción constitucional no


solo impacta negativamente en los esfuerzos o los recursos exiguos con los
que cuentan los órganos jurisdiccionales que deben enfrentar las
consecuencias de la amparización. Por sobre todo, la sobrecarga afecta
gravemente a las personas que legítimamente acuden al amparo a solicitar
la tutela de sus derechos, quienes se encuentran con un sistema
sobrecargado y lento.

Asimismo, tomando en cuenta que estos efectos perjudiciales tienen


que ver también con el modelo de proceso constitucional y de justicia
constitucional adoptado(XI) (pues la amparización no responde solo al
comportamiento inescrupuloso o indolente por parte de algunos operadores,
sino tiene que ver también con un asunto de diseño), parece necesario
pensar en políticas jurisdiccionales que permitan, en la medida de lo
posible, revertir esta dilapidación del bien escaso justicia constitucional, así
como procurar su racionalización(XII). A estos efectos, tanto los legisladores
como la judicatura constitucional han considerado que las reglas de
procedencia del amparo y del recurso de agravio constitucional –como
veremos a lo largo de este trabajo– pueden servir como un filtro adecuado
para distribuir y racionar este bien escaso.
Siendo así, constituye un importante reto configurar adecuadamente
las reglas sobre la procedencia del amparo y del acceso al Tribunal
Constitucional, de tal forma que, por una parte, se evite la proliferación
excesiva y hasta abusiva de demandas constitucionales o recursos de
agravio constitucional; y, por otra, no se restrinjan de manera excesiva o
irrazonable los derechos fundamentales que puedan verse involucrados.

De esta forma, los jueces constitucionales deben hacer un uso prudente


de dichas reglas, de tal forma que esto favorezca realmente a la tutela eficaz
de los derechos, y no tan solo a la descarga procesal. Más aún, de ser
necesario, los jueces constitucionales deberán precisar, desarrollar y hasta
corregir la legislación procesal constitucional, asegurando que sus efectos
se encuentren de acuerdo con los fines de los procesos constitucionales (que
son “garantizar la primacía de la Constitución y la vigencia efectiva de los
derechos constitucionales”), es decir, deberán buscar el ajuste entre la
“dimensión regulativa” y la “dimensión justificativa” de la legislación
procesal constitucional. Esto último, por cierto, sin perder de vista que en
dicho ámbito –la regulación de los procesos constitucionales– no pueden
obrar con absoluta discrecionalidad, pues se trata de una competencia prima
facie a cargo del legislador (para la cual incluso se ha previsto una “reserva
de ley orgánica”).

2. LA JUSTICIA CONSTITUCIONAL, MÁS ALLÁ DEL PRO-


CESALISMO CONSTITUCIONAL

Por otra parte, consideramos que no hay forma de entender


adecuadamente el acceso a los procesos constitucionales, o al Tribunal
Constitucional a través del recurso de agravio constitucional, sin conocer ni
sin entender debidamente nuestro modelo de justicia constitucional.

Si bien no es nuestra intención agotar aquí y ahora el asunto del


significado o los alcances de la justicia constitucional, sí vale la pena
indicar, provisionalmente, que con dicha expresión estamos aludiendo a los
mecanismos judiciales (o procesales, desde una perspectiva algo más
amplia) que permiten obtener la tutela de derechos, o la realización de
prescripciones constitutivas o deónticas, de carácter constitucional.

Al respecto, existen diversas vías y articulaciones a través de las cuales


se puede lograr que los bienes constitucionales sean tutelados o cumplidos.
Algunos de ellos tienen una fisonomía política (como es el caso de los
procesos parlamentarios de infracción constitucional, por ejemplo), otros –
la mayoría y seguramente los de mayor relevancia– tienen un carácter
jurisdiccional (como son los casos de los procesos constitucionales, los
procesos ordinarios en los que se tutelan derechos fundamentales y el
mecanismo del control difuso judicial), e incluso encontramos algunos
“parajudiciales”, o propiamente administrativos, vinculados a la protección
de bienes constitucionales (lo cual se evidencia, por ejemplo, en diversos
procedimientos administrativos relacionados con cuestiones materialmente
constitucionales, como puede ser la protección de los derechos de los
consumidores y usuarios, la determinación de barreras burocráticas, la
tutela del ambiente y el patrimonio cultural, la implementación de la
consulta previa, libre e informada, etc.(XIII)).

No obstante lo anterior, lo cierto es que la doctrina suele definir los


modelos o tipos de justicia constitucional sobre la base de las vías y
articulaciones de tutela que tienen un carácter propiamente jurisdiccional y,
por ello, a efectos de evitar confusiones, en adelante nos vamos a referir
básicamente a ella, cuando menos en este texto.

Así considerado, hay muchas cosas que deberían esclarecerse sobre la


justicia constitucional, y en especial sobre sus modelos, debido a que es
relevante para lo que queremos explicar aquí. Sobre todo, nos resulta
necesario cuestionar la tendencia generalizada, cuando menos en nuestro
entorno, a clasificar los modelos de justicia o de jurisdicción constitucional
tan solo a partir de la difundida dicotomía entre “control difuso” y “control
concentrado” (a la cual se añade la existencia de “modelos mixtos”, así
como de “modelos duales” o “paralelos”).

Al respecto, la mentada dicotomía, como también la descripción que


suele hacerse de dichos modelos, hoy casi no existe en la práctica, debido al
proceso de transformación y de convergencia entre ellos, como ha sido
suficientemente estudiado(XIV). Más todavía, ha habido un esfuerzo notable
en las últimas décadas, por parte del comparatismo constitucional, dirigido
a formular nuevas clasificaciones que dan cuenta de mejor forma de la
justicia constitucional de nuestros días(XV).

Siendo así, la referencia a la dicotomía difuso/concentrado tiene


sentido sobre todo con propósitos históricos o de simplificación
pedagógica, pero no puede tomarse más en serio como único o principal
criterio para clasificar la justicia constitucional.

Por otra parte, es claro, asimismo, que la mayoría de las cortes


constitucionales en el mundo no tienen hoy como exclusiva o principal
competencia el control normativo de las leyes (que es a lo que aludían las
denominaciones “concentrado” y “difuso”) y, al mismo tiempo, que
actualmente otras son las preocupaciones consideradas importantes en torno
a lo que hace, o debería hacer, la justicia constitucional (tales como su
relación con otros poderes, su relación con otros altos tribunales, su
eventual rol social o político, el alcance y la efectividad de sus decisiones,
por mencionar algunas), todo lo cual podría ser tomado en cuenta al
momento de hacer una clasificación.

Más aún, hoy en día existen modelos realmente del todo novedosos,
que deberían jugar un papel al momento de establecer una clasificación de
vocación universalista (en vez de etnocéntrica)(XVI). Tal sería el caso, por
ejemplo, de la llamada justicia constitucional “del Sur Global” (vinculada al
activismo judicial por consideraciones político-institucionales); de las
prácticas judiciales vinculadas –con mayor o menor razón– al denominado
“neoconstitucionalismo” (a cuyos jueces se les endilga una cierta tendencia
al activismo por razones teórico-ideológicas); de la justicia constitucional
en los países del llamado “constitucionalismo del Commonwealth” o de
“constitucionalismo débil”; de la jurisdicción constitucional en el marco del
“nuevo constitucionalismo latinoamericano” o “constitucionalismo andino”,
o del diálogo entre cortes en torno al denominado “Ius Constitutionale
Commune latinomericano”, manifestaciones que han representado severos
cambios en la compresión de la justicia constitucional, por mencionar tan
solo aquello nos resulta de mayor interés(XVII).

Tras lo anotado, y sin entrar en mayores detalles, pues no es el


propósito de este texto, consideramos que quizá algunos elementos o
criterios que pueden tomarse en cuenta, a efectos de lograr una clasificación
más completa y útil sobre los modelos de justicia constitucional, podrían
aludir a:

• La legitimidad para demandar (restringida, amplia, amplísima o


popular).

• La oportunidad para la tutela (preventiva, posterior, ulterior,


contenidos imprescriptibles).

• Los órganos especializados que proporcionan tutela (jueces


especializados de primer y segundo grado, y altas cortes que pueden
ser salas especializadas de la Corte Suprema, el Pleno de un Tribunal
Supremo o tribunales constitucionales ad hoc).

• El alcance de la tutela o las competencias de tutela (control


normativo –abstracto, concreto–, procesos de tutela de derechos,
control competencial territorial, juicios de altos funcionarios,
conformidad constitucional de partidos políticos, etc.).
• El alcance de los contenidos tutelados o la profundidad de la tutela
(bloque de constitucionalidad, derechos constitucionales y
fundamentales, eficacia horizontal de los derechos, justiciabilidad de
los derechos sociales, control constitucional de políticas públicas,
control de omisiones constitucionales, control de deliberaciones, etc.).

• La democratización del proceso constitucional (tendencialmente


cerrado o secreto, o abierto a través de intervenciones de partícipes o
de amici curiae, con audiencias públicas, con deliberación pública del
tribunal, permitiendo a los magistrados fundamentos o razones de
voto, etc.).

• Los alcances y la eficacia de la sentencia constitucional (efectos


puramente declarativos, efectos modulatorios, eficacia prospectiva,
efectos simbólicos, mecanismos de ejecución y seguimiento, etc.).

Si bien estos criterios aún son muy preliminares, creemos que, con
base en ellos, sí es posible dar cuenta siquiera mínimamente de los
diferentes modelos de justicia constitucional que hoy se encuentran
vigentes, en diferentes contextos o sistemas constitucionales.

En este sentido, en diferentes momentos de esta obra será traído a


colación este marco clasificatorio sobre la justicia constitucional. Y para
empezar con ello, debemos señalar que, en nuestro caso, el marco relevante
está constituido principalmente por los alcances de la legitimidad para
demandar, que en el caso peruano es restringida o especial en el caso del
proceso de inconstitucionalidad, y personal en el proceso de amparo (para
la mayoría de los supuestos); por los órganos especializados, que en el
caso del amparo son básicamente los jueces del Poder Judicial en los dos
primeros grados y el Tribunal Constitucional como tercer y último grado (a
través de un recurso de pleno conocimiento); por las competencias de
tutela, que en nuestro sistema están conformadas por el control normativo
concentrado, el control normativo difuso y la existencia de procesos
específicos de tutela de derechos; y, finalmente, por la profundidad de la
tutela, que en nuestro caso, si bien puede calificarse de profunda (pues
puede tutelarse judicialmente una vasta cantidad de contenidos
constitucionales), existen disposiciones expresas que prima facie proscriben
la tutela de algunos ámbitos (es el caso del amparo contra leyes, contra
resoluciones judiciales regulares, contra resoluciones del Jurado Nacional
de Elecciones en materia electoral y del Consejo Nacional de la
Magistratura sobre evaluación y ratificación de jueces y fiscales).

Hacer referencia a este marco es importante para trascender a enfoques


meramente exegéticos de lo regulado en el Código Procesal Constitucional,
o que, partiendo del trasplante acrítico de instituciones foráneas, suponen de
manera simplista la extrapolación de sus efectos. Por el contrario, las
causales de improcedencia, tanto en su regulación como en su
funcionamiento, tienen una estrecha relación con el modelo de justicia
constitucional por el que se ha apostado en cada ordenamiento jurídico.

Así, por ejemplo, lo que debe entenderse en determinado ordenamiento


como objeto del proceso de amparo –o del proceso análogo
correspondiente– dependerá de lo que hemos denominado “profundidad de
la tutela”, es decir, de qué tan amplio es el conjunto de posiciones
iusfundamentales que pueden ser llevadas al amparo. En otras palabras, no
en todas partes el “contenido constitucionalmente protegido” amparizable
tiene la misma extensión, y los alcances de nuestro modelo tienen que ver
con la opción tomada en torno a la “profundidad de la tutela” o al “alcance
de los contenidos tutelados”. De este modo, en los países con una tutela
“profunda” pueden ser amparizables, por ejemplo, todos los derechos
establecidos en la Constitución, incluyendo los derechos sociales y los
supuestos de eventuales afectaciones que provengan de particulares –como
ocurre en el caso peruano–; mientras que en contextos de tutela “poco
profunda” o “superficial”, solo algunos pocos de los derechos serían
merecedores de tutela y no cabría el amparo contra privados.
En similar sentido, la existencia y alcances de nuestro modelo de
“residual” o “subsidiario” de amparo, así como de nuestro “amparo contra
resoluciones judiciales”, no podrían entenderse al margen de nuestra opción
por un específico modelo de “órgano especializado de tutela” y de un
determinado modelo de “competencias de tutela”. La residualidad implica,
por ejemplo, la distinción entre una vía ordinaria y otra constitucional a
través de las cuales pueda discutirse pretensiones equivalentes, por lo que
no tiene sentido preguntarse sobre ella en contexto en los que el amparo es
básicamente un “recurso” que cabe interponer contra resoluciones judiciales
ordinarias (como sería el caso de Alemania o España) o, peor aún, en los
que no existen procesos de tutela de derechos (como es el caso de Italia).
Además, respecto al amparo contra resoluciones, en su configuración
influye de manera decisiva la relación que existe, dentro de cada sistema
jurídico, entre la jurisdicción ordinaria y el órgano encargado de la
interpretación final de la Constitución; más específicamente, y si se mira
con atención, depende en gran medida de si este último forma parte o no del
Poder Judicial y de las competencias que posee.

También podemos hacer referencia al “amparo contra normas legales”,


cuya configuración en cada ordenamiento jurídico se encuentra relacionada
con los modelos asumidos de “órgano especializado de tutela”, de
“competencias de tutela” y de “legitimidad para demandar”. Así, por
ejemplo, hay países en los que, al parecer, se partiría de una postura
negativa o restrictiva del amparo contra normas, sin embargo, existen otros
procesos constitucionales que le permiten a cualquier ciudadano –sin
ninguna legitimidad especial– demandar directamente contra una norma de
rango legal (como son los casos de Ecuador y Colombia). Además, la
concepción que se tenga en cada Estado sobre quién, en última instancia,
puede controlar la Constitución incide también en el modelo de procedencia
del amparo contra normas legales que se adopte: así, en los países donde
dicha competencia se le reserva a un tribunal constitucional ad hoc, y a
través de un recurso directo (como sería la demanda o el recurso de
inconstitucionalidad), la procedencia del amparo contra normas será
desincentivada e incluso prohibida.

Explicado todo esto, tal vez se haya hecho patente que este no es
precisamente un libro habitual de Derecho Procesal Constitucional, sino
más bien uno sobre Justicia Constitucional. En este sentido, no se abordarán
algunos temas o problemas que sí son recurrentes en otros textos también
referidos a la procedencia del amparo o al recurso de agravio constitucional.

Por ello, no nos vamos a entretener tanto en las cuestiones de carácter


más bien procedimental o procesal que pudieran estar vinculadas con los
contenidos de esta obra (por ejemplo: cuáles son los plazos para demandar,
quiénes pueden ser los sujetos procesales, qué es resolución judicial con
carácter definitivo, y así por el estilo), sobre lo cual existe copiosa y útil
literatura. Por nuestra parte, hemos decidido ponerle énfasis a aquello más
estrechamente vinculado con la función, los efectos y la finalidad de la
regulación sobre la procedencia del amparo y sobre el recurso de agravio
constitucional, desde una perspectiva que excede a la dogmática jurídica y,
además, que presta atención a los efectos prácticos de nuestro estudio.

3. PRECISIONES FINALES SOBRE LA METODOLOGÍA


EMPLEADA

Por otra parte, más allá de las cuestiones puramente procesales o


procedimentales vinculadas a las causales de improcedencia de los procesos
constitucionales o a los supuestos de procedencia del recurso de agravio
constitucional, hemos considerado que puede resultar de alguna utilidad
proponer su comprensión desde el recurso heurístico de los “candados” y
las “llaves”.

Como se sabe, para acceder al proceso de amparo, o al Tribunal


Constitucional a través del recurso de agravio constitucional, es necesario
enfrentamos inicialmente a especies de “candados” que son las causales de
improcedencia, y que para abrir estas necesitamos algo así como “llaves”,
que en este texto aluden a los “análisis de procedencia” (conformados por
criterios sistematizados, a modo de “tests” o “exámenes”, que permiten
definir la procedencia del amparo de del recurso de agravio constitucional).
De este modo –y continuando con nuestra metáfora aproximativa–, antes
que a descripciones sobre cómo son los candados o a los tipos de candados
que existen (que es a lo que se dedican varios textos sobre la procedencia
del amparo), en nuestro caso vamos a hacer un especial énfasis en el
propósito y el funcionamiento de dichos seguros, y a partir de ello
ofreceremos, por decirlo de algún modo, la llave que probadamente le calza
mejor a la cerradura.

Para ello, ha sido necesario dar cuenta del contexto en el que surgió
cada causal de improcedencia (la finalidad de los “candados”) y, a la vez,
esclarecer que en muchas ocasiones la doctrina nacional ha tratado de
“forzar los candados”, interpretando su contenido o alcances a partir de
importaciones conceptuales no siempre pertinentes, pero que se
encontraban a la mano. Así, por ejemplo: se entendió inicialmente la
expresión “contenido constitucionalmente protegido”, referida a una causal
de improcedencia, como equivalente a la de “contenido esencial”
desarrallada por la dogmática española y alemana para referirse al
contenido sustantivo de los derechos fundamentales; se insistió (y se
insiste) en que nuestro modelo de “amparo contra resoluciones judiciales”
debería acogerse a alguna de las “fórmulas” alemanas sobre la materia
(interesantes, pero que no resuelven el problema de la procedencia de la
demanda); en materia del “amparo contra normas legales” nos hemos
quedado básicamente girando en torno a la mexicana (y bastante parca)
“fórmula Otero”; o cuando apareció la expresión “especial trascendencia
constitucional” en un reciente precedente la doctrina miró impulsivamente a
Alemania y España, e incluso a Estados Unidos, buscando forzadamente en
ella una especie de certiorari, a pesar de que lo establecido en el precedente
y su funcionamiento posterior no tenían que ver con ello.
Frente a todo esto, nos ha quedado claro que era necesario partir por
entender bien cada causal o supuesto de improcedencia del amparo o del
recurso de agravio constitucional, asimismo, que no se trataba de escoger
simplemente la “llave” que más nos gusta del “manojo de llaves” que
brinda el Derecho Constitucional comparado. Es más, como podrá
apreciarse, en gran parte la jurisprudencia del Tribunal Constitucional ya
había enfrentado y resuelto diversos casos que permitían esclarecer el
panorama, y sobre esa base ha sido posible encontrar buenas respuestas o
“llaves” acordes con la legislación constitucional y procesal constitucional
existente .

Recapitulando lo señalado hasta aquí, tal vez resulte de alguna utilidad


esclarecer cuáles son las perspectivas de las que estamos partiendo en esta
obra. Al respecto, podemos afirmar que hemos hecho uso, de manera
transversal y lejos de cualquier purismo, de estos enfoques o metodologías
(en sentido amplio):

• Contextual, pues tratamos de relacionar la procedencia en materia de


amparo y del recurso de agravio con nuestro modelo de justicia
constitucional, y con los problemas vinculados a la administración del
bien escaso “justicia constitucional”.

• Realista, ya que evitamos partir de concepciones (o prejuicios)


“buenistas” para el acceso a la justicia constitucional, pero que, bien
analizadas, se encuentran de espaldas a lo que ocurre en la realidad o
son incompatibles con los fines que supuestamente se pretenden(XVIII).

• Pragmático, pues buscamos que los análisis y aportes de esta obra


tengan una utilidad práctica, encaminada especialmente a la tutela
eficiente y efectiva de los derechos(XIX).

• Propositivo, debido a que no se queda en la descripción mecánica o


cuantitativa de la legislación o la jurisprudencia, sino que sugiere
contenidos complementarios y se sistematizan críticamente los aportes
ya existentes(XX).

(I) De esta forma, por ejemplo, tras la emisión del precedente constitucional emitido en el
caso Vásquez Romero, los magistrados Ernesto Blume Fortini (actual presidente
del Tribunal Constitucional) y Augusto Ferrero Costa (de posterior incorporación al
órgano colegiado) han expresado sus discrepancias sustantivas respecto a la
emisión de sentencias interlocutorias (que son autos a través de los cuales se
rechaza liminarmente los recursos de agravio constitucional), tal cual se viene
haciendo. Al respecto, puede consultarse los votos singulares de los mencionados
magistrados contenidos en las SSID Exps. N°s 00844-2014-AA y 05216-2016-AA,
así como el artículo del magistrado BLUME, Ernesto. “La sentencia interlocutoria
denegatoria (Concepción inicial y desnaturalización de su aplicación)”. En: Retos
del Constitucionalismo del siglo XXI. Ponencias del XI Congreso Nacional de
Derecho Constitucional. Ernesto Blume (Coordinador), Tomo I, Adrus, Lima, 2014.
Desde la perspectiva opuesta, el magistrado Eloy Espinosa-Saldaña, en el artículo
“Justificación y alcances del nuevo precedente del TC”, y la magistrada Marianella
Ledesma, en la entrevista “El nuevo precedente no busca reducir la carga procesal,
sino mejorar la tutela de derechos”, explicaron y defendieron, apenas emitida la
sentencia, los actuales alcances de este precedente en Gaceta Constitucional y
Procesal Constitucional. N° 81, Gaceta Jurídica, Lima, setiembre de 2014 (cfr.
además las citas que aparecen en el capítulo 6 de este libro). Además del citado
tomo 81 de la revista Gaceta Constitucional y Procesal Constitucional, que
contiene un completo dossier de artículos dedicados al precedente Vásquez
Romero, recomendamos revisar el volumen especial la revista institucional del
Tribunal Constitucional titulado “La especial trascendencia constitucional”, que
aparece en la Revista Peruana de Derecho Constitucional. Nueva época, N° 8,
Centro de Estudios Constitucionales, Lima, octubre de 2015; y la obra colectiva
AA. VV. El debate en torno a los límites al recurso de agravio constitucional.
Pedro Grández (Coordinador), Palestra, Lima, 2014, que forma parte de la valiosa
serie “Cuadernos de jurisprudencia constitucional” de esta casa editora.
(II) En este caso, es recomendable revisar los votos singulares de los magistrados Eloy
Espinosa-Saldaña, Marianella Ledesma y Carlos Ramos Núñez sobre este tema, en
los que se defiende la posibilidad excepcional de que el Tribunal Constitucional
declare la nulidad de sus propias decisiones. También existen publicados diversos e
interesantes volúmenes especiales sobre esta materia: Gaceta Constitucional &
Procesal Constitucional. N° 85, Gaceta Jurídica, Lima, enero de 2015; Revista
Peruana de Derecho Constitucional. “Cosa juzgada constitucional”. Nueva época,
Tribunal Constitucional, Lima, diciembre de 2016; AA.VV. ¿Son anulables las
sentencias del Tribunal Constitucional? Luis Castillo Córdova (coordinador),
Cuaderno de Jurisprudencia Constitucional Nº 10, Palestra, Lima, julio de 2015.
(III) Cfr. CAPPELLETTI, Mauro y GARTH, Bryant. El acceso a la justicia: la tendencia
en el movimiento mundial para hacer efectivos los derechos. Fondo de Cultura
Económica, México D. F., 1996, p. 13.
(IV) Cfr. LA ROSA, Javier. “El acceso a la justicia como condición para una reforma
judicial en serio”. En: Derecho PUCP. Nº 62, Pontificia Universidad Católica del
Perú, Lima, 2009; BALBUENA, Patricia. “Acceso a la justicia con equidad de
género: una propuesta desde la justicia de paz”. Tesis para optar por el grado de
magíster en Política Social con mención en Género, Población y Desarrollo,
Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, 2006; ídem, “La justicia no
tiene rostro de mujer. Obstáculos para el acceso a la justicia de las mujeres”. En: El
Otro Derecho. Nº 35, ILSA - Instituto Latinoamericano de Servicios Legales
Alternativos, Bogotá, 2006; ORTIZ, Iván. “El derecho fundamental del acceso a la
justicia y las barreras de acceso en poblaciones urbanas pobres en el Perú”. Tesis
para optar el grado académico de magíster en Derecho Constitucional, Pontificia
Universidad Católica del Perú, Lima, 2014.
(V) Cfr. DEL MASTRO, Fernando. “Pobreza legal y pobreza legal extrema. ¿Quiénes son
los responsables?” En: Thēmis. Nº 53, Lima, 2007; BERIZONCE, Roberto Omar.
Efectivo acceso a la justicia. Librería Editora Platense, La Plata, 1987; SOSA, Juan
Manuel. “La ley y los cancerberos de la justicia. Sobre ‘Ante la Ley’ de Franz
Kafka”. En: Asimetría: Revista Interdisciplinaria. N° 1, Instituto de Investigación
para la Ciencia & Humanidades Apex Iuris, Trujillo, 2016.
(VI) LANDAU, David. Derechos sociales y límites a la reforma constitucional.
Universidad Externado de Colombia, Bogotá, 2015, p. 320 y ss., en especial 322-
323.
(VII) Vide STC Exp. Nº 0015-2005-PI, f. j. 16; STC Exp. Nº 0009-2004-AI, f. j. 9; STC
Exp. N° 0010-2001-AI, ff. jj. 10-12; STC Exp. Nº 0763-2005-PA, f. j. 8; STC Exp.
Nº 5854-2005-PA, f. j. 24.
(VIII) MARINONI, Luiz Guilherme. “El derecho fundamental de acción en la
Constitución brasileña”. En: Boletín Mexicano de Derecho Comparado. Nueva
serie, año XLI, Nº 123, setiembre-diciembre de 2008, principalmente p. 1375 y ss.
(IX) Sobre esto, vide STC Exp. N° 1230-2002-HC, f. j. 4: “[B]ien puede decirse que, detrás
de la constitucionalización de procesos como el hábeas corpus, el amparo o el
hábeas data, nuestra Carta Magna ha reconocido el derecho (subjetivo-
constitucional) a la protección jurisdiccional de los derechos y libertades
fundamentales”.
(X) Convención Americana sobre Derechos Humanos, artículo 25.1: “Toda persona tiene
derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro recurso efectivo ante los
jueces o tribunales competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos
fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la presente Convención
(…)”.
(XI) Y que debe ser revisado, en aras de lograr una tutela célere, adecuada y eficaz. En este
sentido, puede revisarse, por ejemplo, lo discutido en la Jornada de discusión:
Revisión crítica del Código Procesal Constitucional organizada por
Constitucionalismo Crítico en noviembre de 2014, disponible íntegramente en:
<https://www.youtube.com/watch?v=FsAASUZnJiA>. Asimismo, véase SAR
SUÁREZ, Omar. “Propuestas de reforma del proceso de amparo con miras a
optimizar la adecuada tutela de derechos fundamentales”. En: El amparo en la
actualidad. Posibilidades y límites. Edgar Carpio Marcos y Luis Sáenz Dávalos
(Coordinadores), Centro de Estudios Constitucionales del Tribunal constitucional y
Colegio de Abogados de Lima, Lima, 2017 y LÓPEZ FLORES, Luciano. “Las
limitaciones probatorias en el proceso de amparo. Una mirada desde el art. 25 de la
CADH para un nuevo modelo de proceso de tutela de los derechos fundamentales”.
S/p, 2018; recuperado de:
<https://www.academia.edu/36220319/Las_Limitaciones_Probatorias_en_el_Proce
so_de_Amparo_Una_mirada_desde_el_Art._25_de_la_CADH_para_un_nuevo_M
odelo_de_Proceso_de_Tutela_de_los_Derechos_Fundamentales>.
(XII) Cfr. WAHL, Rainer y WIELAND, Joachim. “La justicia constitucional como bien
escaso: el acceso al Bundesverfassugsgericht”. En: Revista Española de Derecho
Constitucional. Año 17, N° 51.
(XIII) Incluso más, como se recordará en nuestro medio se puso en discusión la posibilidad
de que en sede administrativa se realice el control difuso de la constitucionalidad de
las normas legales.
(XIV) TUSSEAU, Guillaume. Para acabar con los “modelos” de jurisdicción
constitucional. Un ensayo de crítica. Porrúa, México D.F., 2011; MEZZETTI,
Luca. “Sistemas y modelos de justicia constitucional a los albores del Siglo XXI.
En: Estudios Constitucionales. Año 7, Nº 2, Centro de Estudios Constitucionales de
Chile, Universidad de Talca, 2009.
(XV) PEGORARO, Lucio. Giustizia costituzionale comparata. Dai modelli ai sistema.
Giapichelli, Torino, 2015; FERNÁNDEZ SEGADO, Francisco. “La búsqueda de
una nueva tipología explicativa de los sistemas de justicia constitucional”. En:
Ídem. La evolución de la justicia constitucional. Dykinson, 2013; BAGNI, Silvia.
“‘Modelos’ de justicia constitucional y defensa de los derechos. Un ensayo
preliminar para una nueva clasificación”. En: Justicia Constitucional. Revista de
jurisprudencia y doctrina. Año I, Nº 2, Lima, agosto-diciembre de 2005.
(XVI) Cfr. TUSSEAU, Guillaume “Más allá de los modelos de justicia constitucional,
hacia una comparación pragmatista”. En: AA.VV. Justicia constitucional
comparada. Silvia Bani (Coordinadora), Porrúa, México D.F., 2014, p. 21 y ss.
(XVII) Mapeo que presentamos brevemente en SOSA, Juan Manuel. “Los derechos
sociales, su exigibilidad y el activismo judicial dialógico como modelo a seguir”.
En: AA. VV. Igualdad, derechos sociales y control de políticas públicas en la
jurisprudencia constitucional. Juan Manuel Sosa (Coordinador), Palestra, Lima,
2017.
(XVIII) Esto ocurre, por ejemplo, cuando se critican los eventuales efectos restrictivos de
alguna jurisprudencia del Tribunal Constitucional en materia de acceso a la justicia
constitucional, alegándose para ello fines supuestamente tuitivos, sin reparar que en
realidad lo que genera d la esprotección –tanto en términos de “tutela de fondo”
como de “oportunidad de la tutela– es la dilapidación del recurso escaso justicia
constitucional, lo cual hace necesario la existencia de filtros o “candados” de
acceso.
(XIX) De este modo, evitamos cierto “procesalismo constitucional” inconducente, que se
regodea en disquisiciones disforzadas e infructuosas, pero le rehuimos también a la
“amparofobia” de quienes no quieren tratar ningún asunto vinculado con los
procesos constitucionales.
(XX) De este modo, si bien mucho de lo que exponemos aquí seguramente ya se encuentra
en el Código Procesal Constitucional o en la jurisprudencia constitucional, a partir
de dicho insumo siempre ha sido necesario depurar, y validar en la práctica, los
disímiles y hasta contradictorios criterios existentes, para finalmente arribar a
alguno de los “análisis de procedencia” (o “llaves”) que se propone.
CAPÍTULO I

EL CONTENIDO CONSTITUCIONALMENTE
PROTEGIDO Y EL “ANÁLISIS SOBRE LA
RELEVANCIA CONSTITUCIONAL DEL CASO”

INTRODUCCIÓN

Cuando la noción “contenido constitucionalmente protegido” fue


incluida en el Código Procesal Constitucional se discutió bastante en torno
a su significado e incluso el Tribunal Constitucional se ocupó del tema,
emitiendo copiosa (aunque disímil) jurisprudencia al respecto. Pese al
tiempo transcurrido, el asunto aún no está del todo claro y existen pocos
estudios que se refieran a cómo determinar ese contenido.

Volviendo con el Código Procesal Constitucional, este señala que las


demandas de tutela de derechos fundamentales son improcedentes si no se
refieren al “ámbito” o “contenido constitucionalmente protegido” del
derecho invocado. Siendo así, estamos sin duda ante un asunto de principal
importancia: una mala comprensión de este contenido por parte de
demandantes, abogados o jueces constitucionales podría acarrear la
desprotección de derechos consagrados al máximo nivel, ya que las
demandas deficientemente planteadas o incorrectamente entendidas serían
rechazadas por improcedentes.

Ante esa posibilidad, en este capítulo vamos a explicar el propósito por


el cual se incorporó la mencionada causal de improcedencia, qué exige ella
de los demandantes, e incluso cuál es el análisis que corresponde realizar a
los operadores judiciales a efectos de evaluar la procedencia de demandas
de tutela de derechos constitucionales, en especial demandas de amparo.
A efectos de desarrollar todo lo anterior, vamos a empezar exponiendo
la finalidad de que se haya incluido esta noción en el Código Procesal
Constitucional. Seguidamente, vamos a problematizar si la noción
“contenido constitucionalmente protegido” es equivalente a otra bastante
difundida, la de “contenido esencial” de los derechos. Luego de ello, nos
referiremos al correcto entendimiento que le corresponde tanto a la
expresión “contenido constitucionalmente protegido” como a la del
“sustento constitucional directo”. También daremos cuenta, de manera algo
detallada, sobre la más importante jurisprudencia del Tribunal
Constitucional relacionada con esta materia. Por último, vamos a explicar
las pautas o pasos que permiten reconocer este contenido protegido al
momento de evaluar la procedencia de demandas constitucionales (y que
constituyen el “análisis sobre la relevancia constitucional del caso”).

1. ¿QUÉ SE QUISO LOGRAR AL INTRODUCIR ESTA NOCIÓN


EN EL CÓDIGO PROCESAL CONSTITUCIONAL?

La noción de “contenido constitucionalmente protegido” llamó la


atención desde su inclusión en el Código Procesal Constitucional. Los
artículos 5.1 y 38 hicieron referencia a ella. Efectivamente, estas
disposiciones señalan lo siguiente:

“Artículo 5.- Causales de improcedencia

No proceden los procesos constitucionales cuando:

1. Los hechos y el petitorio de la demanda no están referidos en forma


directa al contenido constitucionalmente protegido del derecho
invocado (...)”.

“Artículo 38.- Derechos no protegidos


No procede el amparo en defensa de un derecho que carece de sustento
constitucional directo o que no está referido a los aspectos
constitucionalmente protegidos del mismo”.

Estas disposiciones surgieron como consecuencia del reclamo


generalizado de que los procesos constitucionales –y especialmente el
amparo– estaban siendo distorsionados por su mal uso, pues a esa vía se
llevaban asuntos de relevancia legal e incluso negocial (contractual y otros),
pervirtiendo así su carácter urgente y dedicado exclusivamente a la
protección de derechos fundamentales. Se evidenció así una “inflación”
procesal, producto de la indebida “amparización” de causas ordinarias, lo
cual ocasionó que, en la práctica, el volumen de casos deformara el carácter
supuestamente célere y perentorio del amparo.

En este sentido, con relación a la incorporación de esta causal de


improcedencia, los autores del Código Procesal Constitucional(1) explicaron
que:

“Se trata (...) de circunscribir el amparo a su condición de proceso


constitucional estrictamente referido a la protección de derechos
constitucionales; y de proceso excepcional, distinto a los procesos
judiciales ordinarios o especiales de otra índole.

El fundamento de esta norma es corregir una grave distorsión


observada en la utilización e instrumentación indebida del amparo en
los últimos años. A menudo los litigantes hacen referencia en su
demanda a un derecho recogido en la Constitución, pero solo para
sustentar una pretensión que no tiene carácter estrictamente
constitucional o que tampoco forma parte del contenido esencial del
derecho protegido constitucionalmente, sino a aspectos de regulación
legal o de naturaleza secundaria, o incluso estatutaria, que no deben
tutelarse por medio del amparo. O que solo indirecta o lejanamente se
respaldan en la Constitución”.
Valga precisar, por cierto, que este requisito de aludir al “contenido
constitucionalmente protegido” del derecho invocado en la demanda no era
en realidad una nueva exigencia, pues desde antes del Código los procesos
constitucionales ya tenían como finalidad la exclusiva protección de
derechos de naturaleza constitucional, esto por mandato de la propia Carta
Fundamental(2). No obstante ello, la importancia de esta regulación radicó
en explicitar –mejor aún, reforzar– que los procesos constitucionales
únicamente protegen derechos de rango constitucional, y que por ende no
puede, evocándose tan solo el nombre de un derecho fundamental, buscarse
la protección de bienes de inferior rango. Es más, el Código prescribe que el
contenido invocado debe ser “directamente” constitucional, excluyendo de
la protección que ofrece el amparo contenidos vinculados con la
Constitución de manera más bien secundaria, accesoria o mediata (algo
sobre lo cual volveremos en el acápite 5).

Ahora, no obstante ser claro que la noción de “contenido


constitucionalmente protegido” alude a una causal de improcedencia, lo
cierto es que su presencia en el Código fue distorsionada desde el inicio.

Sucede que esta expresión, sin que alguien se lo haya propuesto,


apareció en medio de una interesante discusión en el país referida al
“contenido de los derechos fundamentales”, lo cual hizo que, a la luz de las
novedosas explicaciones (en nuestro medio) sobre las teorías del contenido
iusfundamental, el “contenido constitucionalmente protegido” no fuera
entendido como un presupuesto para la admisión de las demandas (como
era la real intención); por el contrario, en el ámbito doctrinario y
jurisprudencial fue considerado como un concepto equivalente al de
contenido (“esencial”) de los derechos constitucionales. Por ello, diversos
autores nacionales identificaron el “contenido constitucionalmente
protegido” con el concepto de “contenido de los derechos fundamentales” e
inclusive con la noción menos pacífica de “contenido esencial” de los
derechos(3). Por su parte, el Tribunal Constitucional, una vez en vigor el
Código Procesal Constitucional y en medio del referido debate, identificó
igualmente las nociones de “contenido constitucionalmente protegido” y
“contenido esencial”, considerando que “todo ámbito constitucionalmente
protegido de un derecho fundamental se reconduce en mayor o menor grado
a su contenido esencial”(4).

En suma, aunque inicialmente con la noción de “contenido


constitucionalmente protegido” se buscó limitar la procedencia del amparo
debido a su uso abusivo e impropio, esta terminó involucrándose en un
debate sobre el contenido de los derechos, con lo cual la tendencia fue a
considerar al mencionado contenido protegido como el “contenido
esencial” de los derechos (desde una perspectiva conflictivista) o
simplemente como el “contenido” de estos (desde una posición no
conflictivista de los derechos fundamentales), lo cual, como explicaremos
luego (en el acápite 3), resulta erróneo.

2. EL “CONTENIDO CONSTITUCIONALMENTE PROTEGIDO”


COMO CAUSAL DE IMPROCEDENCIA Y EL ACCESO A LA
JUSTICIA EN MATERIA DE DERECHOS FUNDAMENTALES

Como señalamos en la introducción de esta obra, la incorporación de


nuevas causales de improcedencia al Código en cierta medida limita el
acceso a la “justicia constitucional”. En este sentido, colocar “candados”
para la admisión de las demandas constitucionales puede acarrear, desde
luego, una eventual desprotección de derechos fundamentales si se trata de
limitaciones mal planteadas o sin justificación constitucional.

No obstante lo antes señalado, también es claro que debe restringirse


(razonablemente) el acceso a la justicia constitucional, precisamente con el
objeto de salvaguardarla, esto es, con la intención de frenar la indebida
amparización de las causas y la subsecuente sobrecarga de los jueces.

Siendo así, entonces, al configurarse y desarrollarse las causales de


improcedencia será necesario, por una parte, evitar la proliferación excesiva
y hasta abusiva de demandas constitucionales y, por otra, no contravenir los
derechos fundamentales involucrados de acceso a la justicia, a la protección
judicial de los derechos y a un recurso sencillo, rápido y efectivo, como
señalamos en la “Introducción”. Esto básicamente implica, para el
legislador, acreditar la legitimidad constitucional y proporcionalidad de las
causales de improcedencia que incorpora; y para los jueces constitucionales
–en especial, para el Tribunal Constitucional–, no desarrollar
jurisprudencialmente las causales de improcedencia como si contara con
absoluta discrecionalidad, teniendo en cuenta además que la Constitución
prevé una “reserva de ley orgánica” respecto a la regulación de los procesos
constitucionales(5), por lo que tales causales deberán ser instituidas prima
facie a través de esa fuente legal.

En este contexto, vale la pena preguntarnos: ¿los artículos 5.1 y 38 del


Código Procesal Constitucional restringen de manera excesiva el acceso a
la justicia constitucional? Desde nuestra perspectiva, en la medida que la
referencia al contenido constitucionalmente protegido no incorpora una
nueva causal, sino más bien explicita el mandato constitucional de que
algunos procesos constitucionales solo cautelan derechos de rango
constitucional, no existiría mayor cuestionamiento a su incorporación; por
el contrario, ayudaría a demarcar o esclarecer su objeto de protección(6).
Esto, claro está, siempre que el desarrollo de esta causal –especialmente en
manos de la jurisprudencia constitucional– no termine excluyendo en
abstracto contenidos que en realidad sí se encuentran comprendidos por el
derecho invocado (cosa que ha sucedido algunas veces(7)).

Ahora bien, no obstante lo indicado, algunos autores han manifestado


que la referencia al contenido constitucionalmente protegido es contraria a
la finalidad garantista de los procesos constitucionales, pues delimita lo que
puede ser peticionado, señalando además que el amparo debería contemplar
más bien una “cláusula abierta” para la protección de derechos, y que, en
suma, se trataría de una causal formalista y restrictiva. Esta crítica –que en
realidad no tiene en cuenta el entendimiento contemporáneo sobre el ámbito
protegido de los derechos(8)– revela que por “contenido” de los derechos
puede entenderse diversas y a veces muy diferentes cosas.

Siendo así, es necesario detenernos en qué es y qué no es “contenido


constitucionalmente protegido”. Por ello, vamos a dedicar los siguientes
acápites a explicar que la noción de “contenido constitucionalmente
protegido” no equivale a la de “contenido esencial” (como confundió en su
momento la doctrina nacional y la jurisprudencia), sino que más bien está
vinculada a la de “contenido protegido prima facie” por un derecho
constitucional, como explicaremos luego.

3. LA NOCIÓN DE “CONTENIDO CONSTITUCIONALMENTE


PROTEGIDO” NO EQUIVALE A LA DE “CONTENIDO
ESENCIAL”

Como hemos venido explicando, el “contenido constitucionalmente


protegido” es el ámbito del derecho al que debe referirse una demanda (de
amparo) para que sea admitida a trámite. Se trata entonces –adelantando lo
que explicaremos mejor luego– de un ámbito “inicialmente” garantizado
por el derecho, que se expone en la demanda con la finalidad de que el juez
entienda que el caso tiene relevancia constitucional, sin necesidad de que
realice un análisis sobre el fondo del caso (es decir, sin evaluar aún si la
intervención en el derecho que se alega es legítima). Por su parte, la noción
de “contenido esencial” alude básicamente a aquella parte de un derecho
fundamental que no puede ser restringida o limitada (intervenida).
Haciendo uso de una fraseología algo anticuada, alude al contenido o la
porción “inderogable” del derecho.

Esta expresión “contenido esencial” aparece por vez primera en las


constituciones alemana y española para hacer referencia a un (supuesto)
contenido de los derechos fundamentales que jamás debería ser
transgredido por el legislador al limitar o regular su ejercicio. En efecto, la
Constitución alemana (1948) –Ley Fundamental de Bonn– señala en su
artículo 19 que mediante la emisión de leyes que restrinjan derechos “[e]n
ningún caso se podrá afectar [su] contenido esencial”; mientras que la
Constitución española (1978) prescribe que puede regularse el ejercicio de
los derechos y libertades fundamentales “[s]olo por ley, que en todo caso
deberá respetar su contenido esencial”. Ahora, como puede apreciarse, esta
garantía del contenido esencial surge básicamente como un límite para el
legislador, con la finalidad de que este no vacíe de contenido o
desnaturalice a los derechos al restringirlos o regularlos (en este sentido, se
concibe al contenido esencial como un “límite de los límites”: un límite
para el legislador cuando está limitando los derechos(9)).

Ahora bien, la concepción de que los derechos tienen un contenido


esencial o intangible dio paso a la idea de que, por oposición, existe otro
ámbito que, aun formando parte del derecho, sí puede ser intervenido por la
ley. A este ámbito se le denominó “contenido no esencial”, respecto del cual
se han planteado diversas teorías acerca de bajo qué consideraciones sería
posible restringirlo o regularlo. Incluso más, cierta doctrina señala que,
además de estos contenidos, en los derechos existe un “contenido
adicional”, cuyo rango es infraconstitucional y, por ende, resultaría
plenamente disponible por el legislador(10).

No obstante que, según lo señalado, esta noción “contenido esencial”


nació como un ámbito indisponible e inderogable para el legislador, lo
cierto es que hoy en día –que se reconoce el valor material de los derechos,
su rango constitucional y que detentan una eficacia horizontal (es decir,
vinculante para los particulares)– esta garantía no se concibe solo con
respecto a la ley, sino frente a cualquier intervención injustificada o
desmedida (desproporcionada), provenga esta del Estado, de los poderes
privados o de otros ciudadanos.

En nuestro país, si bien nuestra Constitución no reconoce


expresamente la noción de “contenido esencial”, lo que sí hace es
considerar a la persona humana y a sus derechos como fines supremos de la
sociedad y del Estado, por lo que sería imposible admitir que puede
interferirse sin más en las libertades y los derechos fundamentales de las
personas. Nuestro Tribunal Constitucional, por su parte, ha interpretado que
el legislador peruano se encuentra implícitamente vinculado a no
transgredir el “contenido esencial” de los derechos constitucionales, pues
ello se desprende “de la distinción de planos en los que actúa el Poder
Constituyente y el legislador ordinario” (STC Exp. N° 02868-2004-AA/TC
y STC Exp. N° 00014-2002-AI/TC)(11).

Ahora bien, pese a su arraigo durante buen tiempo, la noción de


“contenido esencial” ha sido duramente criticada y viene perdiendo
vigencia. Esto porque actualmente se entiende que la existencia de un
contenido iusfundamental que no puede ser afectado no implica crear
idealmente una porción en los derechos llamada “contenido esencial”, que
no puede ser transgredida, y aceptar que existe otra en la que sí se puede
intervenir, llamada contenido “no esencial” o “adicional”.

Por ello, hoy en día suele hacerse referencia más bien al “contenido”
de los derechos, a secas, el cual no puede ser intervenido sin más: siempre
será necesario justificar constitucionalmente todo intento de intromisión en
él, acreditando que con dicha intervención se optimiza otros bienes
constitucionales y que se ha superado el examen de proporcionalidad. Con
lo anotado, principalmente en sentido alegórico o con propósito heurístico
valdrá la pena llamar “contenido esencial” al contenido protegido de un
derecho (y siempre que nos refiramos a su “contenido definitivo”, el
resultante tras aplicar el test de proporcionalidad). Esto último se entiende
mejor desde la perspectiva estructural de los derechos fundamentales, como
apreciaremos en los siguientes apartados, cuando expliquemos qué debe
entenderse por contenido protegido y por sustento constitucional de los
derechos fundamentales.

4. EL “CONTENIDO CONSTITUCIONALMENTE PROTE-


GIDO” COMO CONTENIDO INICIALMENTE PROTEGIDO
POR UN DERECHO FUNDAMENTAL

Como se ha señalado bien, en términos jurídicos, un derecho


constitucional significa y vale su contenido(12). No obstante, qué puede ser
el “contenido de un derecho” no es algo libre de polémica ni cuenta con un
solo significado. Por ejemplo, en lo que respecta a los procesos
constitucionales, podemos referirnos a dos momentos vinculados con el
“contenido” de los derechos: uno primero, al analizarse la procedencia de la
demanda, ocasión en la que el juez determina si el demandante hizo
referencia al “contenido constitucionalmente protegido” de los derechos
invocados; y uno último, cuando el juez sentencia el fondo del caso y
determina si se produjo o no intervenciones legítimas en el contenido de los
derechos y, por ende, si estos fueron indebidamente afectados.

Al respecto, precisamente, la teoría estructural de los derechos


fundamentales da cuenta de esos mismos dos ámbitos o contenidos
garantizados. A la luz de esta, en el primer caso (referido al “contenido
constitucionalmente protegido”) estaríamos ante un “ámbito inicialmente
protegido” o “garantizado prima facie” por disposiciones que reconocen
derechos fundamentales, mientras que en el segundo ante un “contenido
definitivo” del derecho. En lo que concierne a este texto, en adelante vamos
a defender el mencionado significado de estas expresiones, así como la
relación que existe entre ellas.

Empezaremos señalando que en la doctrina anterior al Código no era


muy frecuente el uso del término “contenido constitucionalmente
protegido”, tal cual. Uno de los pocos que utilizó esta expresión fue el
profesor español Manuel Medina Guerrero. Como señalamos antes (acápite
2 de este capítulo, nota 4), el Tribunal Constitucional utilizó en alguna
oportunidad una cita de este autor para fundamentar que el “contenido
constitucionalmente protegido” de un derecho se encuentra vinculado a la
noción del “contenido esencial”(13). Sin embargo, revisando mejor la obra
del referido autor, vemos que este concibe expresamente que el contenido
constitucionalmente protegido de los derechos fundamentales “se halla
integrado por un haz de garantías, facultades y posibilidades de actuación –
conectado con el ámbito material que da nombre al derecho– que la
Constitución reconoce inmediatamente a sus titulares”(14). A nuestro
parecer, esta noción de “contenido constitucionalmente protegido” como un
haz de atributos vinculados a una disposición de derecho fundamental es
útil para entenderla adecuadamente. Esta, como explicaremos, es una
concepción relacionada con la teoría estructural de los derechos
fundamentales.

Nos hemos referido ya varias veces a una concepción analítica o


estructural de los derechos fundamentales. Conforme a esta, se concibe a
los derechos fundamentales básicamente como esquemas o estructuras
formales, la cuales son neutrales frente a las diferentes concepciones de los
derechos(15). Desde esta perspectiva se entiende inicialmente al derecho
fundamental “como un todo”(16) conformado por “un haz de posiciones y
normas vinculadas interpretativamente a una disposición de derecho
fundamental”(17). Como se aprecia, esta definición presupone la existencia
de una “disposición de derecho fundamental” relacionada, vía
interpretación, con “normas” y “posiciones” iusfundamentales.

Sobre el significado y las relaciones entre disposiciones, normas y


posiciones de derecho fundamental, tenemos que las disposiciones de
derecho fundamental son los enunciados lingüísticos o expresiones
textuales de la Constitución que reconocen los derechos fundamentales; las
normas de derecho fundamental, por su parte, son los significados que
válidamente pueden atribuirse a las disposiciones iusfundamentales, es
decir, las interpretaciones posibles que puede realizarse de los enunciados
constitucionales; mientras que posiciones de derecho fundamental son las
exigencias concretas que se desprenden de las normas de derecho
fundamental, y que tienen una estructura compuesta por tres elementos(18):
el titular del derecho (o sujeto activo), el obligado por el derecho (o sujeto
pasivo) y el mandato iusfundamental (u objeto del derecho)(19).
Así visto, señalar que una persona se beneficia y pueda exigir los
alcances de una norma de derecho fundamental –es decir, que disfruta o
ejerce un derecho fundamental– equivale a afirmar que se encuentra en una
posición jurídica de derecho fundamental.

Ahora bien, estas posiciones de derecho fundamental solo plantean un


ámbito normativo inicialmente protegido, con prescindencia de las
restricciones y limitaciones (rectius: intervenciones, tales como
impedimentos, afectaciones, eliminaciones) existentes. Así, la referencia al
contenido garantizado inicialmente por un derecho fundamental alude a
todo su contenido (en este sentido es un derecho fundamental “como un
todo”), sobre el cual recaerían luego posibles intervenciones o restricciones.
Cuadro 1

EJEMPLO DE RELACIONES ENTRE DISPOSICIÓN, NORMAS Y POSICIONES


IUSFUNDAMENTALES

Disposición
Normas de derecho
de derecho Posición de derecho fundamental
fundamental adscritas
fundamental

En cada caso existe:


Un titular (T) del derecho a la vida, un obligado (O) por
este derecho, y un mandato (M), que son las acciones o
deberes de no hacer que establece el derecho.
Normas que pueden
Respecto de cada norma iusfundamental, y atendiendo a
adscribirse
las circunstancias concretas, puede establecerse diversas
interpretativamente a
estructuras o posiciones iusfundamentales.
esta disposición:
Así, T puede ser todo ser humano; O puede ser cualquier
N1: Nadie puede ser
agente público o privado, incluso toda persona natural o
Artículo 2, privado arbitrariamente
jurídica; M son los mandatos de deberes que tiene O
de su vida (derecho a
inciso 1 de la respecto a T (a saber, dejar vivir, dejar disponer de la
vivir).
Constitución: propia vida y asegurar condiciones dignas de vida).
N2: Cada persona tiene
“Toda De esta forma, cada norma iusfundamental puede ser
la facultad de decidir
persona tiene concretada a través de un conjunto casi infinito de
sobre continuar o no con
derecho (...) posibilidades. Ejemplos de posiciones serían:
su propia vida (derecho a
A la vida disponer de la propia (De N1) Los agentes de policía X y Y no pueden privar
(...)”. vida). arbitrariamente de su vida al ciudadano Z durante su
arresto y detención.
N3: Toda vida debe ser
vivida de manera digna, (De N2) El hospital A no puede obligar a su paciente B a
satisfaciendo condiciones seguir un tratamiento médico, ello pese a que dicha
básicas de vida (derecho decisión del paciente, libremente adoptada, lo conduzca
a una vida digna). inevitablemente a su muerte.
(De N3) El Estado P tiene que hacer los máximos
esfuerzos para que Q, quien vive en condición de
extrema pobreza, tenga una vida decorosa, brindándole
servicios y oportunidades que hoy no tiene.

Con lo anotado antes, tenemos que:


Cuadro 2

EL “CONTENIDO DEL DERECHO” COMO “HAZ DE POSICIONES Y NORMAS


IUSFUNDAMENTALES”

Disposición N1: Derecho a Posición 1 vinculada a N1 (v. gr. X tiene derecho a que el
“derecho a vivir agente militar Y no le ejecute extrajudicialmente si se
la vida” encuentra rendido o capturado).
Posición 2 vinculada a N1 (v. gr. A, mujer transexual, tiene
derecho a que B no le quite la vida por razones de odio.
Posición 3 vinculada a N1 (v. gr. P tiene derecho a que Q,
automovilista, no le despoje de su vida por conducir
ebrio).

Posición 1 vinculada a N2 (v. gr. W tiene derecho a que Z


no le transfiera la sangre que salvará su vida si aquel no
N2: Derecho a quiere).
disponer de la
Posición 2 vinculada a N2 (el Estado P tiene la obligación
propia vida
de no sancionar el intento de Q de suicidarse).
Posición 3 vinculada a N2 (v. gr. J tiene frente a M el…)

N3: Derecho a Posición 1 vinculada a N3 (N, ciudadano de R, tiene


una vida digna derecho a que...).
Posición 2 vinculada a N3.
Posición 3 vinculada a N3.

Normas Posiciones iusfundamentales según cada norma


iusfundamentales

Haz de normas y posiciones adscribibles a la disposición de derecho fundamental


(contenido inicialmente protegido del derecho)

Además del referido contenido inicialmente protegido existirá un


“contenido definitivo” del derecho, que se obtiene luego de determinadas
las intervenciones válidas en el ámbito prima facie protegido del derecho.
Esto, como ha explicado abundantemente la doctrina y jurisprudencia
mayoritaria, se determina tras realizar el examen de proporcionalidad(20).
Con ello, el contenido definitivo solo podrá hallarse teniendo en cuenta los
diversos bienes constitucionales en juego, así como las circunstancias
específicas del caso, análisis que, desde luego, no podría realizarse al inicio,
sino solo al final del proceso.
Tras la mencionada evaluación de los bienes en juego a través del
examen de proporcionalidad, quedaría verificado si la intervención al
derecho fue constitucionalmente legítima, es decir, si se encontraba
justificada de acuerdo con las exigencias de la Constitución, hallándose así
las “posiciones definitivas” de derecho fundamental –que equivaldría al
“contenido esencial” de los derechos–, pudiéndose luego de ello emitir una
decisión sobre el fondo de la demanda(21).

Entonces, haciendo un recuento sobre esta causal de improcedencia,


cuando se hace referencia al contenido protegido de un derecho que se
titulariza y se alega afectado o amenazado, se está aludiendo a su ámbito
inicialmente protegido, esto es, a las normas y posiciones iusfundamentales
amparadas por disposiciones iusfundamentales (“haz de normas y
posiciones” de Derecho Constitucional), antes de considerar cualquier
intervención.

Siendo así, y conforme lo explicado, la noción de “contenido


constitucionalmente protegido” equivale entonces a otras utilizadas por la
doctrina, como las de “posición iusfundamental prima facie protegida”(22),
“ámbito” o “supuesto de hecho”(23) protegido por el derecho. Por nuestra
parte, hemos venido denominándole preferentemente “ámbito prima facie
protegido” o “contenido inicialmente protegido” del derecho fundamental,
pues resulta explicativo acerca de su alcance.

5. EL “SUSTENTO CONSTITUCIONAL DIRECTO” DE LOS


DERECHOS INVOCADOS

Nos hemos referido hasta ahora al “contenido” de los derechos


invocados en demandas de amparo; sin embargo, tanto los artículos 5.1 y 38
del Código Procesal Constitucional exigen, además, que el derecho
invocado tenga “sustento constitucional directo” y que lo alegado se refiera
a los “aspectos constitucionalmente protegidos” del derecho. Siendo así,
¿cuándo el ámbito protegido por un derecho tiene directa relevancia
constitucional?

La expresión “sustento constitucional directo” puede interpretarse de


muchas formas. Empezando por lo más fácil, “sustento constitucional”
indica “arraigo”, “sostén”, “sustrato”, “base”, “fundamento” u “origen” en
la Constitución (o, mejor aún, en las normas constitucionales). Ahora bien,
¿qué significa que este sea “directo”? Al respecto, no nos ayuda mucho la
idea de “sustento constitucional”, pues por “constitucional” podríamos
entender, por ejemplo, “de conformidad con la Constitución” o “derivado
de la Constitución” y, siendo así, la mayoría de derechos legales (incluso
administrativos, contractuales e infralegales en general) serían en alguna
medida “constitucionales”. Y, es claro, la carga impuesta por la noción
“directamente constitucional” no busca hacer referencia a meros derechos
establecidos dentro del orden marco constitucional(24), sino que debe tratarse
de contenidos vinculados a normas iusfundamentales (que pueden ser
“concretados” por el juez(25) o “actualizados” por el poder político(26)).

Al respecto, el contenido de un derecho es constitucional


(“directamente constitucional”, según el Código) si se desprende
inmediatamente de un enunciado de la Constitución que lo reconoce o si
puede adscribirse como uno de los sentidos interpretativos posibles de estos
enunciados gramaticales. Lo señalado implica que, a efectos de reconocer el
carácter constitucional de las normas iusfundamentales, podemos señalar
dos niveles de reconocimiento: primero, el de las “normas directamente
estatuidas”(27), las cuales expresan directamente los mandatos de
disposiciones de derecho fundamental; y, segundo, el de las “normas
adscritas”(28), las cuales precisan el significado de las directamente
estatuidas, que por lo general son abiertas e indeterminadas. Estas últimas
(normas adscritas) constituyen interpretaciones posibles de las primeras
(normas directamente estatuidas).
Ahora bien, no cualquier interpretación de las disposiciones
iusfundamentales (sobre todo las normas adscritas) es válida. Una norma
adscrita es válida –conforme a Derecho– “si para su adscripción a una
norma de derecho fundamental directamente estatuida es posible aducir una
fundamentación iusfundamental correcta”(29); es decir, su validez depende
de la existencia de argumentaciones favorables a tal adscripción.

Asimismo, la corrección de tal fundamentación no puede estar basada


únicamente en “argumentos institucionales” o vinculados a la autoridad del
Derecho positivo(30), sino principalmente a “argumentos sustantivos”, cuya
fuerza proviene de la corrección de su contenido(31). Además, no es posible
atribuir válidamente a las disposiciones iusfundamentales significados
posibles de cualquier modo, sino que la argumentación iusfundamental debe
ser “correcta” o con “pretensión de corrección”. Esto implica ciertamente
un deber de fundamentación(32), pero también una “pretensión de justicia”(33)
e incluso una “pretensión de corrección moral”(34).

Con todo lo anotado, el contenido protegido de un derecho tendrá


“sustento constitucional” si se desprende inmediatamente de una
disposición que reconoce un derecho constitucional (norma directamente
estatuida) o si puede adscribirse válidamente a una norma directamente
estatuida de derecho fundamental (norma adscrita). Tal adscripción, para ser
válida, requiere ser “correcta”, lo que implica presentar una adecuada
fundamentación de su vinculación interpretativa a normas iusfundamentales
directamente estatuidas.

De esta manera, que un derecho sea regulado por leyes, normas


administrativas e incluso por reglas privadas (negocios jurídicos) no
significa que este carezca de sustento constitucional directo; lo relevante es
si el contenido alegado puede ser adscrito a normas iusfundamentales.
Como ha precisado el Tribunal Constitucional:

“[E]l hecho de que un derecho se encuentre regulado en una ley, reglamento o


acto de particulares no implica per se que carezca de fundamentalidad o
relevancia constitucional (...) pues existe un considerable número de casos en los
que la ley, el reglamento o el acto entre particulares tan solo desarrollan el
contenido de un derecho fundamental de manera que este contenido, por tener
relevancia constitucional, sí es susceptible de protección en la jurisdicción
constitucional”.

RTC Exp. N° 03227-2007-PA, f. j. 3

Así, los derechos regulados por leyes, normas infralegales o negocios


jurídicos únicamente quedarán excluidos de tutela constitucional si su
regulación carece de relevancia constitucional, al no poder ser adscritos a
normas que reconocen derechos constitucionales o porque su conexión con
estas es solo indirecta(35).

6. EL “CONTENIDO CONSTITUCIONALMENTE PROTE-


GIDO” EN LA JURISPRUDENCIA DEL TRIBUNAL
CONSTITUCIONAL

El Tribunal Constitucional hizo referencia al término “contenido


constitucionalmente protegido” incluso antes de que el Código Procesal
Constitucional la incorporara como causal de improcedencia, haciendo
algunas referencias de carácter bastante general. Sin embargo, luego de que
el Código empezó a desplegar sus efectos es que el Colegiado
Constitucional se vio obligado a darle un contenido más preciso a dicha
expresión.

Como veremos, al inicio el Tribunal confundió esta noción,


relacionada con una causal de improcedencia, con asuntos más bien de
fondo, lo cual ha sido mejor delimitado con el paso del tiempo, hasta llegar
a establecer el “análisis de relevancia iusfundamental”.

Pasemos entonces a reseñar y valorar críticamente la jurisprudencia


más relevante emitida por el Tribunal Constitucional en torno a esta noción.
6.1. La jurisprudencia previa al Código que aludía al contenido
constitucionalmente protegido

Si bien, como ya fue señalado, los autores del Código Procesal


Constitucional fueron quienes pusieron en vitrina la expresión “contenido
constitucionalmente protegido”, el Tribunal Constitucional la venía
utilizando desde antes, aunque con diversos significados.

Efectivamente, en varias sentencias suyas anteriores a la vigencia del


Código se mencionó este contenido para referirse, por ejemplo, a:

(1) El ámbito protegido por bienes constitucionales de distinto tipo,


por ejemplo, valores, principios, derechos, etc.(36).

(2) El ámbito garantizado por un derecho fundamental; lo cual, a su


vez, podía significar: (a) en sentido extenso, el ámbito material
referencial o más inmediato al que alude el derecho(37); (b) el contenido
(jurídico) garantizado por el derecho(38); y, (c) en un sentido más
estricto, el conjunto de posiciones o situaciones jurídicas que forman
parte del derecho (e incluso haciendo referencia a la exclusión de
alguna de ellas)(39).

(3) El objeto protegido por procesos constitucionales(40); en especial, el


proceso de amparo.

Ahora bien, una vez vigente el Código, el Tribunal Constitucional


aludió al contenido constitucionalmente protegido de los derechos
fundamentales ya como causal de improcedencia, aunque sin establecer
criterios uniformes para su determinación o reconocimiento. En algunas
oportunidades lo vinculó con la noción de “contenido esencial”, en otras
señaló específicos contenidos protegidos, también excluyó determinados
contenidos del ámbito protegido y hasta ha indicado algunos pasos para su
determinación.
De la mucha jurisprudencia y variados criterios existentes, nos
dedicaremos a analizar los más interesantes referidos al tema y
aprovecharemos la ocasión para realizar las precisiones o comentarios
adicionales que consideramos necesarios(41).

6.2. El contenido constitucionalmente protegido como “contenido


esencial”

En la conocida STC Exp. N° 01417-2005-AA, caso Anicama


Hernández, el Tribunal recordó que el requisito regulado por los artículos 5,
inciso 1, y 38 del Código Procesal Constitucional no es nuevo, pues los
procesos constitucionales siempre estuvieron habilitados únicamente “para
proteger derechos de origen constitucional y no así para defender derechos
de origen legal”(42). Además, como adelantamos supra, indicó que “todo
ámbito constitucionalmente protegido de un derecho fundamental se
reconduce en mayor o menor grado a su contenido esencial”(43).

Además de ello, el Tribunal realizó precisiones sobre las pretensiones


que podrían ser tuteladas en los procesos constitucionales. Señaló que estas,
cuando menos, se encuentran condicionadas a las siguientes exigencias:

“(a) A que dicha pretensión sea válida, o, dicho de otro modo, a que
sea consecuencia de un sentido interpretativo (norma) que sea
válidamente atribuible a la disposición constitucional que reconoce un
derecho. (...)

(b) A que en los casos de pretensiones válidas, estas deriven


directamente del contenido esencial de un derecho protegido por una
disposición constitucional. En otras palabras, una demanda planteada
en un proceso constitucional de la libertad, resultará procedente toda
vez que la protección de la esfera subjetiva que se aduzca violada
pertenezca al contenido esencial del derecho fundamental o tenga una
relación directa con él (...)”(44).
Como se aprecia, el Tribunal considera que las pretensiones de
demandas constitucionales merecen tutela si (1) están vinculadas a normas
iusfundamentales válidas (es decir, si cuentan con un sentido interpretativo
adscribible válidamente a una disposición de derecho fundamental); y (2) si
pertenecen directamente al “contenido esencial” del derecho constitucional.

Con respecto a lo primero, estamos completamente de acuerdo. El


contenido constitucional de un derecho implica la adscripción interpretativa
de significados a una disposición de derecho fundamental(45). Respecto a lo
segundo, discrepamos abiertamente: resulta excesivo, tanto para el juez
como para el demandante, exigir al inicio del proceso –es decir, al examinar
la procedencia de la demanda– que se verifique que el derecho invocado
esté directamente relacionado al “contenido esencial” del derecho, pues la
determinación de este contenido (definitivo) solo se obtendrá al final del
proceso (obteniéndose con ello una decisión sobre el fondo de lo
demandado). Exigir al juez conocer el “contenido esencial” en la fase de
admisión de la demanda no solo sería contrario al derecho de acceso a la
justicia constitucional, sino incluso pondría en riesgo la correcta actividad
interpretativa del juez (promoviéndose que adelante su opinión sobre el
fondo de la demanda).

No obstante lo señalado, existe una excepción que sí habilitaría al juez


constitucional a rechazar la procedencia de una demanda por no referirse al
“contenido esencial” (rectius, contenido definitivo): que se encuentre con
interpretaciones vinculantes(46) o reglas de precedencia(47) establecidas por el
Tribunal Constitucional referida al “contenido esencial” (en sentido
alegórico) o definitivo de un derecho. En tal caso, en efecto, no es necesario
que el juez llegue al final del proceso para que conozca el contenido
definitivo de un derecho, pues el intérprete calificado de la
constitucionalidad ya lo habría determinado anteriormente. En este supuesto
–que, por cierto, no es al que aludía el Tribunal Constitucional– y solo si se
trata de un caso indubitable, sería posible el rechazo in limine de la
demanda.
6.3. El contenido constitucionalmente protegido como establecimiento
de una relación jurídica iusfundamental

El Colegiado Constitucional, en diversa jurisprudencia, ha señalado


que la procedencia de la demanda constitucional requiere que se establezca
la existencia de un titular de un derecho fundamental, una obligación
iusfundamental y un obligado quien lesiona o amenaza el derecho. Esa es,
pues, básicamente la estructura de un derecho constitucional; compuesta
por titular, obligado y mandato(48).

Una resolución emblemática al respecto es la RTC Exp. N° 01581-


2010-PHD. En ella el Colegiado ha expresado que:

“[C]omo sucede con todos los procesos de tutela de derechos fundamentales, el


análisis de la violación del derecho cuya tutela se solicita pasa siempre por la
identificación del acto lesivo denunciado, lo que a su vez permite establecer la
obligación o no por parte del emplazado con la demanda. Así, en todo proceso
constitucional siempre se trata de establecer una relación entre un titular de un
derecho fundamental, un obligado o emplazado con la demanda y un objeto de la
obligación, que generalmente está contenido en el petitorio.

La titularidad del derecho supone, desde luego, la invocación válida de un derecho


fundamental, el cual puede ser un derecho explícito de la Constitución o también
un derecho implícito deducible del principio de dignidad humana o de la cláusula
de apertura a que se refiere el artículo 3 de la Constitución. La titularidad del
derecho invocado no es, como a veces se suele creer, un asunto que debe
evaluarse en abstracto, sino de cara a las circunstancias de cada caso en particular.

La cuestión relativa al objeto de la demanda u obligación de derecho fundamental


que se pretende hace referencia a una situación fáctica. La obligación general es,
desde luego, el respetar o garantizar la efectiva vigencia de todos los derechos,
por lo tanto, aquí no se tata de esta obligación general sino de la puesta en
evidencia de la violación o amenaza de violación. Se trata, por lo tanto, de
argumentos referidos a hechos o situaciones fácticas que permitan establecer de
manera indubitable que tales hechos u omisiones constituyen una violación del
mandato u obligación que impone un derecho fundamental a todos los poderes
públicos y también a los particulares.

Finalmente el obligado es la persona natural o jurídica, institución u órgano del


Estado emplazado y que se encuentra en directa relación con la obligación
contenida en la demanda, el mandato proveniente de la disposición de derecho
fundamental y los actos reclamados por el recurrente. La condición del obligado
es tal solo si es que previamente se determina: a) que se trata de un derecho
fundamental; b) que se trata del titular de dicho derecho fundamental; c) que se
encuentran acreditados los actos u omisiones; y d) que tales actos u omisiones,
pueden serle atribuidos al emplazado con la demanda”.

RTC Exp. N° 01581-2010-PHD, f. j. 6

Desde esta perspectiva, la relación jurídica material (iusfundamental) –


que tiene correlato en una relación jurídica procesal constitucional(49)– debe
quedar claramente postulada en la demanda. Ahora bien, ello no quiere
decir que, de inicio, deba agotarse los asuntos probatorios referidos a la
afectación del derecho, la titularidad o la determinación de los obligados o
responsables de la agresión(50); sino que, cuando menos, debe quedar
establecida la virtual existencia de una relación jurídico-procesal válida(51).

Siendo así, la causal de improcedencia fijada en los artículos 5, inciso


1, y 38 del Código puede entenderse no solo como un requisito material
referido a la relación o estructura iusfundamental, sino como una
“condición de la acción”, como un “presupuesto procesal”.

6.4. El contenido constitucionalmente protegido como posición


iusfundamental prima facie protegida

Otra resolución de gran interés a efectos de la causal de improcedencia


que venimos tratando es la STC Exp. N° 00665-2007-PA, que reconoce el
examen escalonado para analizar posibles lesiones iusfundamentales(52). Al
respecto, el Tribunal indicó que para “juzgar si el acto que se reclama
constituye una intervención injustificada en el ámbito constitucionalmente
protegido del derecho” debe seguirse tres fases: (1) la determinación de las
posiciones iusfundamentales prima facie protegidas por el derecho
fundamental (ámbito normativo protegido); (2) verificación de intervención
en el ámbito protegido; y (3) determinación de la legitimidad (o no) de la
intervención en el derecho(53). En lo que corresponde a la determinación del
contenido constitucionalmente protegido, a efectos de la procedencia de una
demanda de amparo, consideramos relevantes los dos primeros pasos
señalados por el Colegiado:

“a. Determinación del ámbito normativo del derecho fundamental (...). Se trata, en
esta primera fase, de que el Tribunal indague sobre las posiciones
iusfundamentales prima facie garantizadas por el derecho. Ello presupone dar
respuesta a las interrogantes sobre quién es el sujeto activo o titular del derecho;
quién o quiénes son sus sujetos pasivos o los obligados; y cuáles son las
posiciones iusfundamentales protegidas prima facie por el derecho.

b. La segunda fase consiste en verificar si los actos que se representan como


lesivos suponen una intervención en el ámbito normativo del derecho
fundamental. De una intervención en el ámbito normativo de un derecho
fundamental se habla cuando el acto reclamado en el amparo supone una
injerencia en las potestades prima facie garantizadas por el derecho. La relevancia
de esta fase del análisis radica en lo siguiente:

(i) Si el Tribunal constata que el acto (o los actos) cuestionado(s) no constituye(n)


una injerencia en el ámbito del derecho prima facie protegido, el análisis concluye
que no se trata de una controversia que atañe al contenido constitucionalmente
protegido del derecho en cuestión (artículos 5.1 y 38 del Código Procesal
Constitucional).

(ii) Si el Tribunal constata que se ha producido una intervención en el ámbito


normativo prima facie garantizado por el derecho, se pasa a la tercera fase
[referida a verificar que se haya respetado las exigencias que la Constitución
establece como criterios de justificación para su intervención]”.

STC Exp. N° 00665-2007-PA, f. j. 5


De esta manera, el Tribunal indica que la exigencia con respecto al
contenido del derecho alegado es que, cuanto menos, se acredite la
existencia de una posición iusfundamental prima facie protegida
(incluyendo titular, obligado y mandato iusfundamentales); asimismo, que
esta posición invocada se encuentre intervenida (lesionada, amenazada),
para que estemos ante una auténtica controversia constitucional(54).

En efecto, como hemos señalado en reiteradas ocasiones, para que


proceda la demanda de amparo es necesario que el demandante demuestre
que es titular de un ámbito iusfundamental inicialmente protegido o, en
otras palabras, que titulariza una posición iusfundamental (lo que implica
conocer previamente el contenido normativo garantizado por el derecho)(55).

Además, el Tribunal afirma que es necesario demostrar la existencia de


una lesión en el contenido protegido del derecho a efectos de que la
demanda sea admitida. Si bien esta no es una exigencia expresa contenida
en los artículos 5, inciso 1, y 38 del Código, en realidad se trata de un vacío
de la norma procesal, pues ¿qué sentido tiene acreditar la existencia de un
ámbito iusfundamental protegido del que se es titular, si claramente este no
se encuentra afectado o amenazado? ¿Hay un asunto iusfundamental
realmente en juego? ¿No debería rechazarse por improcedente una demanda
así?

Con lo anotado, consideramos que la causal de improcedencia referida


al contenido constitucionalmente protegido sería mejor entendida si se toma
en cuenta, además, lo dispuesto en los artículos 1 y 2 del Código Procesal
Constitucional, que indican que el amparo (y los procesos constitucionales
de tutela de derechos) proceden ante “violaciones” o “amenazas”
iusfundamentales. Así, no solo debería ser necesario acreditar la titularidad
del derecho constitucional que se invoca, sino también que la intervención
denunciada –amenaza o violación– incide en su contenido protegido,
verificándose de esa forma que la discusión en verdad tiene relevancia
constitucional(56). Felizmente, esto ha sido reconocido recientemente por el
Tribunal Constitucional en el denominado “análisis de la relevancia
iusfundamental”.

6.5. El sustento constitucional del derecho invocado: las nociones de


“fundamentabilidad” y “relevancia constitucional”

Resoluciones también relevantes a efectos del tema que venimos


desarrollando son las recaídas en los Exps. N°s 03390-2008-PA y 03227-
2007-PA. En estas el Tribunal señaló que existen dos supuestos excluidos
del amparo: (1) las pretensiones sin asidero constitucional (derechos sin
“fundamentalidad” o sin “relevancia constitucional”); y (2) los derechos
fundamentales que no deben ser tutelados a través del amparo, sino
mediante los procesos ordinarios.

Respecto a lo primero, el Colegiado ha explicado que a través del


proceso de amparo no pueden ser dilucidadas “pretensiones relacionadas
con otro tipo de derechos (de origen legal, administrativo, etc.)”(57). El
Tribunal hizo también la siguiente salvedad: “El hecho de que un derecho
se encuentre regulado en una ley, reglamento o acto de particulares no
implica per se que carezca de fundamentalidad o relevancia constitucional
(...) pues existe un considerable número de casos en los que la ley, el
reglamento o el acto entre particulares tan solo desarrollan el contenido de
un derecho fundamental de manera que este contenido, por tener relevancia
constitucional, sí es susceptible de protección en la jurisdicción
constitucional”(58). Esto significa, como lo explicamos en otro lugar(59), que
los derechos deben contar con “sustento constitucional directo”.

Por otra parte, el Tribunal ha señalado que la “relevancia


constitucional” o “carácter de fundamentalidad” de un contenido
iusfundamental se determina “por la estricta vinculación entre un derecho y
la dignidad humana”(60). Esta exigencia, si bien es atendible, no es precisa,
ya que no todos los derechos constitucionales tienen necesariamente
relación con la dignidad humana(61), ni ello es un requisito (material o
procesal) para obtener tutela mediante el amparo. A estos efectos, hemos
señalado ya que el carácter (directamente) constitucional de un derecho
corresponde, básicamente, a su correcta adscripción a disposiciones
constitucionales(62).

En relación con el segundo supuesto excluido del amparo, el Tribunal


Constitucional precisó que existen ámbitos iusfundamentales que “no son
susceptibles de protección en un proceso constitucional sino en un proceso
ordinario dado el respectivo ámbito competencial”(63). Al respecto, como se
sabe, los derechos constitucionales, incluso su contenido más claramente
constitucional o fundamental, puede ser protegido a través de procesos
jurisdiccionales distintos a los constitucionales, los cuales deben preferirse
en caso de que sean igualmente tuitivos. Sin embargo, el Tribunal hace mal
al vincular esta causal de improcedencia al artículo 5, inciso 1, del Código
Procesal Constitucional, pues como es sabido ello está expresamente
regulado en el inciso 2 del mismo artículo 5(64).

6.6. ¿Un contenido no protegido que luego, en el análisis de fondo,


puede volverse protegido?

Para terminar este breve recuento(65), nos parece relevante dar cuenta
de la STC Exp. N° 00228-2009-PA, emitida en el caso Chiquitoy, referido a
la “operación acordeón”. En esta sentencia el Tribunal realizó un interesante
análisis sobre cuándo existe un contenido constitucionalmente protegido
que puede ser conocido por el Tribunal Constitucional a través de los
procesos constitucionales de la libertad.

Partiendo de la distinción entre “casos fáciles” y “casos difíciles”,


indicó sobre la procedencia de la demanda a la luz del artículo 5, inciso 1,
del Código, que existen “casos fáciles” en los que “ab initio y sin mayores
vacilaciones” puede encuadrarse “la hipótesis fáctica dentro de la referencia
semántica de la norma iusfundamental”, situación en la que la exigencia del
referido artículo puede realizarse en la etapa de admisión(66). Y, más bien, si
estamos ante un “caso difícil”, en el que “por causa de la indeterminación
normativa de la disposición de derecho fundamental aplicable, no aparece
claro a priori si el acto que se controla es compatible o incompatible con la
norma de derecho fundamental relevante”, no podría realizarse en la etapa
de admisión la “determinación final o definitiva de la concreción normativa
fundamental”, pues ello más bien correspondería “a la etapa decisoria final,
luego de examinadas a profundidad las razones a favor y en contra de la
determinación del contenido iusfundamental en uno u otro sentido”(67).

Si hemos logrado entender, a pesar de la engorrosa redacción de esta


resolución, en los “casos fáciles” –en los que según el Tribunal no habría
problema en subsumir los datos fácticos del caso en la norma de derecho
fundamental– podría aplicarse sin problema la regla de improcedencia
establecida en el artículo 5, inciso 1, del Código; empero, si se trata de un
“caso difícil” –en el que la redacción abierta de la disposición que reconoce
un derecho haría difícil establecer si este fue afectado–, el contenido
protegido por el derecho solamente podría ser determinado a través de un
análisis de fondo del caso.

De inicio, lo señalado por el Tribunal presenta un grave problema: el


primer supuesto (un “caso fácil”, según el Tribunal) se refiere, por decirlo
de modo muy simple, a la adscripción de hechos en el derecho (en el
“ámbito normativo” o “supuesto de hecho” iusfundamental), mientras que
el segundo (“caso difícil”, según el Colegiado) se refiere a la posible
afectación del derecho constitucional. Los temas obviamente son distintos.
Lo primero podría referirse, por ejemplo, a si los hechos del caso acreditan
que el demandante es titular del derecho que invoca; mientras que lo
segundo (si se lesionó o no el derecho) es realmente un análisis de fondo.
La diferencia no se refiere a la “dificultad” del caso, sino al análisis que es
exigido.

Si el Tribunal quería referirse a la “dificultad” del caso debió explicar


a qué tipo de problema hacía referencia, por ejemplo, si la dificultad era
respecto a las premisas normativas o a las premisas fácticas. Así, a efectos
de la causal de improcedencia que venimos tratando, tendríamos casos en
los que podría existir dificultad para saber cuál disposición iusfundamental
aplicar o cómo interpretar este tipo de disposiciones (premisas normativas);
o para conocer la ocurrencia de hechos o para subsumir correctamente estos
en supuestos de hecho correspondientes a normas iusfundamentales
(premisas fácticas).

En el contexto anotado, ante supuestas dificultades referidas a


elementos normativos o fácticos vinculados a la causal de improcedencia
establecida en los artículos 5, inciso 1, y 38 del Código, consideramos que
las posibilidades para los jueces constitucionales son básicamente tres: (1)
si existen dudas sobre la disposición de derecho constitucional a utilizar o a
la interpretación del contenido de un derecho que pudieran resolverse en el
análisis de fondo, la demanda debería admitirse gracias al principio pro
actione, evitándose con ello una posible desprotección del demandante; (2)
si el caso genera dudas que requieran actividad probatoria (intensa
inclusive) respecto de elementos fácticos, debería admitirse el caso si no
existe una vía ordinaria a la que se pueda acudir y obtener una tutela
satisfactoria; (3) si el caso genera dudas respecto de hechos por probar y el
juez considera que estas no podrían ser resueltas en el amparo,
correspondería declarar la improcedencia de la demanda, ya que no se
habría acreditado la lesión. Descartamos, asimismo, la posibilidad de que
existan casos en los que el juez pueda declarar la improcedencia de la
demanda debido a que considera imposible resolver una duda referida a la
interpretación o la aplicación de normas, pues el juez tiene el deber de
conocer el Derecho (iura novit curia) y sobre él pende el mandato
constitucional de no dejar de administrar justicia por vacío o deficiencia de
la ley.

Empero, ¿qué hizo el Tribunal Constitucional a partir de su supuesta


diferenciación entre casos fáciles y difíciles? El Colegiado estableció que
los contenidos alegados pueden formar parte de un derecho fundamental de
dos modos: manifiesto y modo prima facie. En los casos “manifiestos”
(entendemos que “fáciles”) no habría mayor problema: si el supuesto de
hecho ingresa en el contenido protegido del derecho, debe admitirse la
demanda; si no lo hace, la demanda sería declarada improcedente. De otra
parte, sostiene que en los casos prima facie (entendemos que “difíciles”) si
el supuesto de hecho ingresa prima facie en el ámbito protegido por el
derecho, aunque en el transcurso del caso resulte que no era así, la demanda
debería ser admitida; asimismo, la demanda también debería admitirse a
trámite si el supuesto fáctico no ingresa prima facie en el contenido
protegido, pero “luego de efectuarse el procedimiento de ponderación” se
resuelve que sí formaba parte del ámbito garantizado por el derecho.

En efecto, sostuvo que:

“Desde una perspectiva analítica, y teniendo en consideración la distinta


estructura que pueden presentar los derechos fundamentales y los conflictos que
pueden suscitarse entre ellos o entre estos y otros bienes constitucionales, este
Tribunal considera que al momento de determinar la procedencia de la demanda
de amparo, en la fase de admisión, en mérito a la causal establecida en el artículo
5, inciso 1, del CPConst., es necesario tener en cuenta los siguientes supuestos:

(a) Si el supuesto de hecho alegado no ingresa de modo manifiesto en el contenido


constitucional del derecho fundamental invocado, la demanda debe ser declarada
improcedente.

(b) Si, por el contrario, el supuesto de hecho alegado ingresa de modo manifiesto
en el contenido constitucional del derecho fundamental invocado, la demanda
debe ser admitida a trámite.

(c) De otro lado, si el supuesto de hecho alegado ingresa prima facie en el


contenido constitucional del derecho fundamental invocado, pero puede no llegar
a estarlo luego de efectuarse un procedimiento de ponderación, la demanda debe
ser admitida.

(d) Finalmente, si el supuesto de hecho alegado no ingresa prima facie en el


contenido constitucional del derecho fundamental invocado, pero puede llegar a
estarlo luego de efectuarse el procedimiento de ponderación, la demanda
igualmente debe ser admitida”.

STC Exp. N° 00228-2009-PA, f. j. 10

Como vemos, en el punto (d) del fundamento jurídico 10 de esta


sentencia, el Tribunal consideró que si un supuesto de hecho quedó prima
facie fuera del derecho, pero luego puede formar parte de su contenido
protegido, la demanda debería ser admitida. Acá la pregunta es ¿existen
supuestos de hecho que queden fuera del derecho constitucional, pero que,
atendiendo al caso, puedan luego encontrarse dentro? ¿Acaso la discusión
de fondo hará crecer el ámbito normativo garantizado por el derecho? ¿Los
hechos del caso, de alguna forma, harán constitucional un asunto que
inicialmente no lo era?

La respuesta a todas estas preguntas es no: el caso (menos aún, “la


ponderación”, como señala el Tribunal) no puede ampliar el ámbito
protegido por los derechos fundamentales, este no puede modificar los
supuestos de hecho cobijados por ellos(68). Si bien a veces puede ser difícil
calificar como iusfundamental lo expuesto en la demanda, ante ello lo que
correspondería es, o bien excluir esa pretensión de la protección que otorga
amparo por no formar parte del contenido protegido por el derecho; o, si
genera una duda razonable en el juez, ser admitida a trámite para realizar un
análisis de fondo, aplacando la duda. Igualmente, si la duda es con respecto
al significado o aplicación de las normas iusfundamentales (o del derecho
aplicable en general), la demanda debería admitirse para procurar aclarar la
controversia normativa en el decurso del proceso.

En suma, esta decisión –con pretensiones analíticas– plantea dos


supuestos obvios (los casos claramente vinculados al contenido del derecho
deben admitirse y los que claramente no lo están deben declararse
improcedentes); uno interesante (la demanda debe admitirse a trámite si lo
alegado ingresa prima facie al ámbito garantizado por el derecho,
independientemente del resultado final), y uno último bastante deficiente,
que incluso contradice la finalidad de esta causal de improcedencia –a
saber, rechazar asuntos que carecen de relevancia constitucional– (según el
Tribunal, la demanda debería admitirse aunque lo alegado no ingrese prima
facie al contenido del derecho, si luego pudiera hacerlo).

6.7. El último y más acabado aporte: el “análisis de relevancia


iusfundamental”

Finalmente, corresponde hacer referencia a recientes resoluciones del


Tribunal Constitucional en las que se consolida la concepción de la noción
de “contenido constitucionalmente protegido” como causal de
improcedencia del amparo, brindándose incluso una especie de examen o
test que facilita a los operadores del Derecho el reconocer si en una
demanda la pretensión o los hechos invocados realmente están referidos al
“contenido constitucionalmente protegido” de los derechos que se alegan
afectados o amenazados.

Al respecto, si bien aún se aprecian algunas decisiones en las que se


hace alusión a la vetusta idea de “contenido esencial” (por ejemplo, la STC
Exp. Nº 00020-2012-PI, f. j. 15 y ss.), el Tribunal en realidad viene
consolidando su perspectiva de entender que los derechos tienen un
contenido inicialmente protegido (o “contenido constitucionalmente
protegido”), que puede ser intervenido legítimamente, siempre que exista
una justificación con suficiente sustento constitucional.

Precisamente, en las recientes STC Exp. Nº 02988-2013-AA y ATC


Exp. Nº 04490-2013-PA se da un importante avance en este sentido, pues
en ellas se racionaliza, a través de una especie de test (“análisis de
relevancia constitucional”), la actividad de verificar si una demanda alude o
no al “contenido constitucionalmente protegido” del derecho que invoca.

Este examen, que sin duda puede ser perfeccionado, explicita algunas
ideas ya expresadas tanto por el Tribunal Constitucional (en algunas
resoluciones reseñadas supra)(69) y por la doctrina. En resumidas cuentas, a
través de este “análisis de relevancia iusfundamental” el Tribunal señala
que determinar el contenido constitucionalmente protegido de un derecho
implica: (1) verificar que existe una norma de Derecho Constitucional
pertinente para el caso (es decir, la interpretación válida de disposiciones
normativas que reconocen derechos constitucionales o humanos),
descartándose la protección de intereses o derechos meramente legales; (2)
constatar que el demandante se beneficia de una posición jurídica amparada
por la norma iusfundamental encontrada (para lo cual sería de utilidad
definir al titular del derecho, al sujeto obligado y la concreta obligación
iusfundamental); por último, (3) constatar que la afectación o restricción
cuestionada incide en el ámbito protegido por el derecho invocado, cuando
menos de modo preliminar o prima facie (en otras palabras, no debe tratarse
de una amenaza o afectación iusfundamental aparente o engañosa).

“[L]a determinación del contenido constitucionalmente protegido de un derecho


requiere, básicamente:

(1) Verificar que existe una norma de derecho constitucional pertinente para el
caso (es decir, una interpretación válida de disposiciones que reconocen derechos
constitucionales). Esto exige encontrar, primero, una disposición (enunciado
normativo) que reconozca el derecho fundamental invocado, que puede ubicarse
tanto en la Constitución, como en los tratados de derechos humanos, en la
jurisprudencia del Tribunal Constitucional o en la jurisprudencia supranacional
vinculante para el Estado peruano. Seguidamente, será necesario establecer las
normas (interpretaciones, significados) que se desprendan válidamente de las
disposiciones que reconocen derechos, de tal forma que pueda reconocerse qué
protege realmente el derecho invocado.

Ahora bien, esto de ninguna forma descarta la posibilidad de que se tutelen


derechos constitucionales no reconocidos de modo expreso (derechos implícitos o
no enumerados); sin embargo, en tal caso será necesario vincular
interpretativamente el derecho invocado en la demanda con lo dispuesto en la
cláusula constitucional que reconoce los derechos fundamentales no enumerados
(artículo 3 de la Constitución).
Asimismo, de lo anterior no se desprende que los derechos constitucionales de
desarrollo legal queden desprotegidos; al respecto, debe tenerse en cuenta que, en
general, los derechos constitucionales siempre son

desarrollados, concretados o actualizados por los jueces y el poder político


(legislativo y administrativo), sin que ello contradiga o disminuya su
naturaleza iusfundamental.

Solo en caso que la legislación de desarrollo rebalse el ámbito


constitucionalmente protegido de un derecho, que se trate de derechos de origen
legal, o si el contenido del derecho merece protección en otra vía (lo que
corresponderá ser analizado a partir de otra causal de improcedencia) se declarará
improcedente la demanda.

(2) Constatar que el demandante se beneficie de la posición jurídica amparada por


la norma iusfundamental encontrada. Es decir, luego de analizado el ámbito
protegido del derecho, debe determinarse si lo alegado en la demanda (en la
pretensión, en los hechos descritos) resulta subsumible en el ámbito normativo del
derecho invocado, describiéndose a estos efectos quién es el titular de dicho
derecho (sujeto activo), el obligado (sujeto pasivo) y la concreta
obligación iusfundamental. En otras palabras, es necesario acreditar la titularidad
del derecho, más aún, la existencia de una ‘relación jurídica de derecho
fundamental’.

(3) Finalmente, debe verificarse que la afectación o restricción cuestionada incida


en el ámbito protegido por el derecho invocado, cuando menos de modo
preliminar o prima facie, es decir, sin necesidad de ingresar a analizar el fondo del
caso. En efecto, a través de esta causal de improcedencia no se trata de demostrar
la existencia de una intervención justificada o ilegítima (lo que solo se conocerá
con certeza al finalizar el proceso constitucional), sino de descartar que estemos
ante un caso de ‘afectación aparente’, en la medida que la lesión o amenaza, si
bien perturba de alguna forma intereses del actor, finalmente no incide en ningún
contenido constitucionalmente relevante”.

STC Exp. N° 02988-2013-AA, f. j. 6


Tal análisis, bien visto, no solo resulta de ayuda para la judicatura
constitucional, sino también para los abogados y demandantes, quienes,
contando ahora con criterios más claros, deberían formular pretensiones
realmente referidas a ámbitos con relevancia constitucional (satisfaciéndose
con ello la finalidad de esta causal de improcedencia). De hecho, sin
ninguna pauta de control, la determinación de tal contenido protegido solía
realizarse de modo intuitivo, cuando no antojadizo.

Por nuestra parte, como hemos defendido en otras oportunidades(70), y


reiteraremos seguidamente, coincidimos con lo indicado por el Tribunal,
tanto respecto a la forma de entender la noción de contenido
constitucionalmente protegido como a la formulación de un examen que
ayude a analizar si se superó la causal de improcedencia del artículo 5,
inciso 1 del Código Procesal Constitucional.

Esperemos entonces que este criterio se consolide y que se


complemente con un adecuado desarrollo de las otras causales de
improcedencia, para beneficio de todos los operadores del sistema de
justicia constitucional.

7. PAUTAS PARA DETERMINAR EL CONTENIDO


CONSTITUCIONALMENTE PROTEGIDO DEL DERECHO

Señaladas entonces la finalidad de esta causal de improcedencia, el


significado y la forma de determinar el contenido constitucionalmente
protegido, y de haber reseñado la jurisprudencia constitucional más
relevante al respecto, ofrecemos algunas pautas o pasos que pueden
seguirse para cumplir con el requisito de que los hechos y el petitorio de la
demanda constitucional se refiera al contenido constitucionalmente
protegido del derecho invocado. A través de estos pasos pretendemos
sistematizar el análisis que razonablemente cabe exigir al intérprete (sobre
todo a los jueces constitucionales) al analizar la procedencia de la demanda,
teniendo especialmente en cuenta los pronunciamientos del Tribunal
Constitucional.

En primer lugar, debe ubicarse las disposiciones iusfundamentales


(enunciados lingüísticos) que reconocen el derecho invocado, pues es a
partir de estos preceptos que se construirá la posición de derecho
constitucional prima facie protegida. Al respecto, las disposiciones
iusfundamentales pueden estar previstas tanto en la Constitución como en
tratados sobre derechos humanos(71); incluso en la jurisprudencia nacional(72)
y supranacional(73) que amplía o desarrolla el contenido de los derechos
fundamentales, y en especial la que reconoce derechos constitucionales no
enumerados.

“De conformidad con el artículo 55 de la Constitución, ‘Los tratados celebrados


por el Estado y en vigor forman parte del Derecho nacional’ y, según lo
preceptuado por la Cuarta Disposición Final y Transitoria de la misma norma
fundamental, las normas constitucionales relativas a derechos se interpretan de
conformidad con la Declaración Universal de los Derechos Humanos y con los
tratados y acuerdos internacionales inherentes a ellos. En este orden de
consideraciones, debe precisarse que el Tribunal Constitucional entiende que, en
nuestro ordenamiento jurídico, el denominado Derecho Internacional de los
derechos humanos posee fuerza normativa directa o aplicabilidad directa, en tanto
los tratados que lo componen, como cualquier otro, ‘forman parte del Derecho
nacional’ (artículo 55, Constitución) (...). Desde luego, en el presente caso, el
Tribunal Constitucional aplica la citada disposición de la Convención Americana
de manera directa, a título de derecho directamente aplicable”.

STC Exp. N° 01268-2001-HC, f. j. 2

“[E]l ejercicio interpretativo que realice todo órgano jurisdiccional del Estado (o
que desempeñe funciones materialmente jurisdiccionales), para determinar el
contenido constitucionalmente protegido de los derechos fundamentales, debe
estar obligatoriamente informado por las disposiciones de los tratados
internacionales de derechos humanos y por la interpretación de las mismas
realizada por los tribunales internacionales sobre derechos humanos a través de
sus decisiones”.

STC Exp. N° 05854-2005-PA, f. j. 23

Seguidamente, debe establecerse las normas iusfundamentales


directamente estatuidas, o encontrase las normas que pueden adscribirse
interpretativamente a las disposiciones de derecho fundamental, es decir,
desentrañar cuáles son los posibles significados atribuibles a los textos que
reconocen el derecho. Al respecto, no puede realizarse interpretaciones
paleopositivistas, literales o semánticas de las disposiciones(74), por el
contrario, se requiere una interpretación dinámica y abierta(75), que atienda
también a los valores y fines del ordenamiento constitucional(76), que
propenda a la optimización de los derechos, sin reconocer aún los
eventuales límites o restricciones involucrados (pues, reiteramos, ello
corresponde al decurso del proceso). Asimismo, deberá tenerse en cuenta lo
desarrollado en la jurisprudencia constitucional y supranacional sobre el
contenido protegido de los derechos, máxime cuando constituyan reglas de
precedencia o decisiones vinculantes.

“[E]n materia de interpretación de los derechos fundamentales, siendo importante


el criterio de la literalidad para comprender el contenido constitucionalmente
protegido de un derecho, este, por sí solo, es insuficiente para brindar una
respuesta constitucionalmente adecuada. Ello se debe a que las cláusulas en las
que se encuentran reconocidos estos derechos no tienen una estructura semejante
a la de las ‘normas completas’, esto es, que prevean un supuesto de hecho al cual
sea posible derivar una consecuencia jurídica, sino que se tratan de disposiciones
que tienen la estructura de ‘principios’, es decir, son conceptos jurídicos
indeterminados que contienen mandatos de optimización que aspiran a ser
realizados y concretizados en cada circunstancia”.

STC Exp. N° 00858-2003-AA, f. j. 12

“[E]l contenido constitucionalmente protegido de todo derecho no puede extraerse


únicamente en atención al significado de las palabras con las cuales una
disposición constitucional enuncia un determinado derecho fundamental; esto es,
atendiendo solo a su formulación semántica, sino en atención al telos o finalidad
que con su reconocimiento se persigue. Una finalidad que, por cierto, no se
reconduce solamente a la que es propia del momento histórico en el que se
produce el reconocimiento del derecho, sino también –y acaso especialmente–
tomando en cuenta las nuevas e imperiosas necesidades del hombre actual. En
efecto, la Constitución y, con ella, las cláusulas que reconocen derechos
fundamentales, no pueden ser entendidas como entelequias o realidades
petrificadas, sino como un instrumento vivo y dinámico destinado a fortalecer al
Estado Constitucional de Derecho, que está sujeto a un plebiscito de todos los
días”.

STC Exp. N° 04587-2004-AA, f. j. 70, b

“[E]l juez constitucional debe identificar el derecho o derechos que expresa o


implícitamente podrían verse afectados por los actos arbitrarios que son
demandados. En esta actividad el juez, conforme a la obligación constitucional de
protección de los derechos fundamentales, debe dejar de lado aquellas
interpretaciones formalistas y literales sobre los derechos presuntamente afectados
para dar paso a la búsqueda e identificación de aquellos otros derechos
fundamentales, que si bien no hubiesen sido mencionados expresamente en la
demanda, son plenamente identificables desde una lectura atenta de los hechos
contenidos en la demanda”.

STC Exp. N° 06218-2007-HC, f. j. 16.a

“[P]rocesos como el amparo, por la propia naturaleza del objeto a proteger, solo
tutelan pretensiones que están relacionadas con el ámbito constitucional de un
derecho fundamental susceptible de protección en un proceso constitucional. De
este modo, no pueden ser conocidas en un proceso como el amparo (…)
pretensiones relacionadas con otro tipo de derechos (de origen legal,
administrativo, etc.) (…) [N]o es protegible en un proceso constitucional (…) el
contenido de una ley, reglamento o acto de particulares que carezca de
fundamentalidad o relevancia constitucional”.

RTC Exp. Nº 03227-2007-AA, f. j. 3


Como segundo paso, corresponde verificar si las normas
iusfundamentales calzan con la pretensión demandada, determinándose la
existencia de una posición iusfundamental inicialmente protegida, esto es, si
el demandante es “titular” del derecho que invoca. En otras palabras,
realizado el análisis objetivo sobre el ámbito protegido del derecho, debe
determinarse si los hechos alegados son subsumibles en este ámbito
normativo del derecho, siendo necesario que se describa con claridad, a
esos efectos, quién es el titular del derecho (sujeto activo), el obligado
(sujeto pasivo) y la concreta obligación iusfundamental. Claro está, no
tendrá sentido seguir con el análisis de procedencia de la demanda si los
hechos y la pretensión no están referidos a una posición iusfundamental
válida y por lo menos prima facie protegida(77), es decir, si el demandante no
es titular de un ámbito constitucionalmente protegido. Se trata, bien visto,
de una validación de la “relevancia constitucional” o “iusfundamental” de
lo demandado.

“El Tribunal debe juzgar si el acto que se reclama constituye una intervención
injustificada en el ámbito constitucionalmente protegido del derecho a la
propiedad. Tal control de constitucionalidad presupone un análisis del caso a
partir de una serie de fases. Estas fases, independientemente del derecho que se
alegue, son las siguientes: a. Determinación del ámbito normativo del derecho
fundamental (en el caso, la amenaza de violación del derecho a la propiedad). Se
trata, en esta primera fase, de que el Tribunal indague sobre las posiciones
iusfundamentales prima facie garantizadas por el derecho. Ello presupone dar
respuesta a las interrogantes sobre quién es el sujeto activo o titular del derecho;
quién o quiénes son sus sujetos pasivos o los obligados; y cuáles son las
posiciones iusfundamentales protegidas prima facie por el derecho”.

STC Exp. N° 00665-2007-AA, f. j. 5

Finalmente, debe determinarse si existe una intervención


(impedimento, afectación, eliminación) en el ámbito normativo del derecho
fundamental que titulariza el demandante (lo que equivale a una
intervención en el contenido constitucionalmente protegido o en la posición
iusfundamental prima facie). De esta forma, es necesario acreditar que
existe cierta injerencia iusfundamental, la cual –a partir de disposiciones
distintas al 5.1 y 38 del CPConst.– debería tener la apariencia de lesión
vigente(78), de amenaza cierta e inminente realización(79), o de agresión
acabada pero de suficiente relevancia que lleve al juez constitucional a
resolver el fondo de lo demandado(80). Desde luego, no se busca demostrar
en esta etapa de admisión la existencia de una intervención justificada o
ilegítima; ello solo se conocerá con certeza al finalizar el proceso
constitucional, conociéndose la posición iusfundamental definitiva (o si se
afectó el “contenido esencial” del derecho, utilizando otros términos). Así,
la satisfacción de este último paso requiere que, cuando menos, la
intervención reputada ilegítima constituya una virtual lesión o amenaza del
ámbito garantizado del derecho.

“El artículo 5.1 (…) solo exige del juez del amparo determinar o constatar si la
acción u omisión que se cuestiona tiene el efecto o la propiedad de irradiar sus
efectos sobre el ámbito protegido del derecho fundamental alegado. Se trata de
una constatación fáctica y, por tanto, no comporta un juicio de validez, es decir,
una conclusión acerca de si tal acción u omisión es injustificada y, por ello,
incompatible con el contenido constitucionalmente protegido del derecho
fundamental.

El resultado de un análisis de esta naturaleza es: (a) Si existe una intervención, es


decir, si la acción u omisión interviene o restringe una posición iusfundamental
prima facie garantizada por el derecho que se invoca, entonces la demanda debe
admitirse, a los efectos de que con la participación del emplazado se determine si
dicha intervención se encuentra o no justificada. (b) Si dicha intervención no
existiera, lo que se presenta todas las veces en que el contenido
constitucionalmente protegido del derecho invocado no tiene una relación con la
pretensión que se solicita, la demanda entonces deberá declararse improcedente”.

RTC Exp. N° 03635-2013-PA, f. j. 8


Con lo anotado, entonces el “análisis de relevancia iusfundamental” o
“sobre la relevancia constitucional del caso” puede presentarse del siguiente
modo:
Cuadro 3

PASOS DEL ANÁLISIS DE RELEVANCIA IUSFUNDAMENTAL

ANÁLISIS DE RELEVANCIA
CONTENIDO DEL ANÁLISIS EN CADA PASO
IUSFUNDAMENTAL

(1.1) ¿Existe una disposición en la Constitución, en los


tratados sobre derechos humanos o en la jurisprudencia del
PASO 1: Verificar si existe una Tribunal Constitucional que reconozca el derecho invocado
norma iusfundamental relacionada por el demandante (“disposición iusfundamental”)?
a la pretensión del demandante. (1.2) ¿Existe alguna interpretación de la disposición
iusfundamental (“norma iusfundamental”) que aluda a lo
invocado por el demandante?

(2.1) Debe establecerse la relación de derecho fundamental (o


posición iusfundamental) pertinente para el caso, que está
compuesta por:
PASO 2: Constatar que el
demandante es titular de una • Titular del derecho
posición jurídica garantizada por la • Sujeto obligado
norma iusfundamental. • Obligación iusfundamental.
(2.2) Debe verificarse si el demandante es el titular del
derecho que invoca.

Debe verificarse que la lesión o amenaza que se cuestiona


incide preliminarmente en el ámbito normativo del derecho
PASO 3: Constatar que la que se titulariza.
afectación o restricción En este sentido:
cuestionada incide en el ámbito
prima facie protegido por el • No debe tratarse de una amenaza o afectación
derecho invocado. iusfundamental aparente o engañosa.
• No implica un análisis sobre la legitimidad o
constitucionalidad de la intervención.

Ahora bien, este análisis, si bien en la mayoría de casos permite


evaluar eficazmente si un demandante realmente está haciendo referencia al
contenido constitucionalmente protegido del derecho que invoca, en otros
casos se muestra limitado, por lo que no es aconsejable utilizarlo.
Entre estos casos tenemos, por ejemplo:

• Si la Constitución prevé exclusiones en el contenido protegido del


derecho o excepciones para su ejercicio: como es evidente, en este
caso, al ámbito inicialmente protegido del derecho se le deberá restar
el contenido exceptuado. Expresado de otro modo, no se puede alegar
como parte del contenido constitucionalmente protegido de un derecho
un ámbito que ha sido expresamente excluido de él.

• Si se ofrece una interpretación irrazonable o absurda de la disposición


iusfundamental: en tal caso, no existe realmente una norma
iusfundamental que ampare la pretensión del demandante. El caso
carecería de relevancia constitucional.

• Si lo pretendido en la demanda alude a un contenido manifiestamente


ilícito: en sentido similar al supuesto anterior, no se puede considerar
como un ámbito que forma parte del contenido garantizado por el
derecho aquel que claramente interviene, de manera ilegítima, en otros
bienes constitucionales (con la salvedad que haremos luego).

• Si la titularidad del derecho invocado requiere de condiciones


adicionales de aplicación o si dicha titularidad se encuentra en disputa:
en varios casos, y en especial respecto a derechos de desarrollo legal,
para acreditar la titularidad iusfundamental no basta con ser una
“persona humana”, sino que es necesario demostrar que el derecho se
ejerce regularmente (como es el caso de las libertades económicas
cuyo ejercicio requieren licencia o autorización administrativa), o que
el demandante se encuentra en la posición jurídica que presupone el
ejercicio del derecho (como ocurre con el derecho a la reparación
frente al despido arbitrario, que presupone la existencia de una relación
de trabajo). Asimismo, debido a que en el amparo no tiene efectos
constitutivos, sino solo restitutorios, debe no admitirse un caso en el
que se discuta la titularidad del derecho, en tanto la disputa es de
alcances legales o contractuales.
• Si el Tribunal Constitucional ha excluido, a través de su jurisprudencia
vinculante, el contenido que se alega como parte del ámbito
garantizado por el derecho constitucional invocado. Nuevamente, en
dicho caso no habría relevancia ni titularidad iusfundamental.

Ahora bien, no obstante lo dicho, estas no son reglas inamovibles. En


efecto, puede discutirse, por ejemplo, la legitimidad constitucional o los
alcances de una excepción prevista por la propia Constitución, la
razonabilidad de una interpretación iusfundamental novedosa, la licitud de
un contenido que se propone como parte del derecho, la razonabilidad de
las exigencias que permiten demostrar la titularidad de un derecho e incluso
la posibilidad de que ocurra un cambio de criterio jurisprudencial sobre los
alcances de un derecho.

En casos así o similares, además de lo referido al “análisis de


relevancia constitucional”, será debatir en torno a las eventuales objeciones
relacionadas con tales supuestos.

“[E]n algunos casos excepcionales, este análisis de pertinencia iusfundamental


puede ser insuficiente. Ello puede ocurrir, por ejemplo: cuando la Constitución
prevé excepciones al ejercicio del referido derecho; cuando la interpretación que
se hace de la disposición que reconoce el derecho es irrazonable o absurda;
cuando la demanda reivindica un contenido manifiestamente ilícito y tal ilicitud
no es puesta en duda; cuando la titularidad del derecho requiere, de modo
necesario, condiciones adicionales de aplicación; cuando se busca tutelar un
ámbito aparentemente protegido, pero que el Tribunal Constitucional ha excluido
expresamente en su jurisprudencia de observancia obligatoria, entre situaciones
que casuísticamente puedan presentarse. En este supuesto, atendiendo al caso
concreto, será necesario tener en cuenta consideraciones adicionales al examen de
tres pasos señalado supra, para determinar si lo alegado hace referencia al
contenido constitucionalmente protegido del derecho invocado, y con ello resolver
la procedencia de la demanda”.

STC Exp. Nº 02988-2013-AA, f. j. 7


“[E]n el presente caso no se configuran presupuestos indispensables para la
procedencia del amparo. Ellos son, a saber, el que la titularidad del derecho
fundamental en discusión no sea incierta o litigiosa; y el que dicha titularidad no
se fundamente en hechos controvertidos o que requieran la actuación de medios
probatorios complejos. Estas exigencias sin duda se derivan de la naturaleza
eminentemente restitutoria de los procesos constitucionales”.

STC Exp. Nº 00094-2014-PA, f. j. 12

“Lo que, en todo caso, corresponde hacer al juez del amparo al evaluar la
procedencia de la demanda, es confirmar si los demandantes están haciendo
referencia a un derecho del cual efectivamente son titulares. Aquello ciertamente
no ocurre en todos los casos. Por ejemplo: no cualquier persona, sino únicamente
‘un trabajador’, tiene derecho a no ser despedido arbitrariamente. Por ende en los
amparos laborales es necesario acreditar la existencia de una relación laboral. De
otro lado, la libertad de comercio requiere, para su ejercicio, que existan las
licencias o las autorizaciones respectivas, pues de lo contrario se tratará de una
actividad ilegítima que no merece tutela constitucional. Y en el caso del derecho
de propiedad, se exige que exista un justo título, el cual además no debe
encontrarse en controversia para que pueda ser protegido en esta sede; etc.”.

STC Exp. Nº 01251-2013-AA, f. j. 6

(1) ABAD YUPANQUI, Samuel y otros. Código Procesal Constitucional. Estudio


introductorio, Exposición de motivos, dictámenes e índice analítico. 2ª edición
actualizada, Palestra, Lima, 2005, p. 70.
(2) Cfr. BOREA ODRÍA, Alberto. La evolución de las garantías constitucionales. Grijley,
Lima, 1996, pp. 51-52; RODRÍGUEZ SANTANDER, Roger. “Amparo y
residualidad. Las interpretaciones (subjetiva y objetiva) del artículo 5.2 del Código
Procesal Constitucional peruano”. En: Justicia Constitucional. Año I, N° 2, agosto-
diciembre de 2005, pp. 98-99.
(3) Durante los años siguientes a la vigencia del Código, algunos autores consideraron que
con esta noción el legislador se aproximó a sus planteamientos sobre el contenido
único de los derechos constitucionales (Luis Castillo, Clementina Rodríguez),
mientras que otros, siguiendo sus concepciones sobre el contenido iusfundamental,
asimilaron la noción de “contenido constitucionalmente protegido” con la de
“contenido esencial” (Carlos Mesía).
(4) STC Exp. N° 01417-2005-AA, f. j. 21 (resaltado nuestro). Es más, el Tribunal siguió
postulados del profesor español Manuel Medina Guerrero, quien en un texto muy
difundido en nuestro medio hizo referencia a la expresión “contenido
constitucionalmente protegido”, compuesto por un contenido “esencial” de los
derechos, uno “no esencial” y otro “adicional”.
(5) Constitución Política del Perú
Artículo 200.- “Son garantías constitucionales (...)
Una ley orgánica regula el ejercicio de estas garantías y los efectos de la declaración de
inconstitucionalidad o ilegalidad de las normas (...)”.
(6) En esta medida, esta causal ayuda a contrarrestar la amparización. No obstante, valga
precisar que algunos autores, como Raffo Velásquez, señalaron que esta causal de
improcedencia (o “condición de la acción”) no servía para evitar la amparización de
las causas, sino, por el contrario, la favorecía debido a la dificultad que existe para
distinguir entre el ámbito constitucional y el legal de los derechos; favorecimiento
que, además, valoraba como económicamente eficiente (“existe una mejora en la
situación del justiciable quien ha obtenido la misma tutela por un menor precio y una
mejora en la situación del sistema judicial que ha resuelto en forma más rápida y
sencilla una causa que –si se seguía el trámite regular– debería haber costado más
tiempo y esfuerzo”). Señalado esto, debe tenerse en cuenta que el supuesto
favorecimiento de esta causal a la “amparización” de las causas, así como la
pretendida “eficiencia económica” de la amparización, presupone no hacer ningún
esfuerzo por comprender qué es lo que realmente corresponde ser tutelado a través
del amparo, así como obviar los “costos” de la amparización en el sistema de tutela
de derechos. Cfr. VELÁSQUEZ MELÉNDEZ, Raffo. “Contenido
constitucionalmente protegido del Derecho y amparización de causas”. En: Gaceta
Constitucional. Tomo 9, Gaceta Jurídica, Lima, setiembre de 2008, p. 459 y ss.
(7) Por ejemplo, el Tribunal Constitucional ha señalado que, en abstracto, existen ámbitos
del derecho a la pensión que no pueden ser protegidos a través del amparo
atendiendo a su cuantía (STC Exp. N° 01417-2005-PA, f. j. 37.c, y más
recientemente en STC Exp. N° 00525-2011-PA), que los insultos no forman parte de
la libertad de expresión y no cuentan con protección constitucional (STC Exp. N°
01417-2005-PA, f. j. 27,a), o que la posesión en ningún caso puede ser tutelada vía
amparo (STC Exp. N° 03773-2004-PA, f. j. 2,c). Tales criterios pueden terminar
distorsionando la causal de improcedencia que venimos analizando. En efecto, bien
visto, una posición iusfundamental puede merecer tutela independientemente de la
cantidad, valor o tamaño (“cuantía”) de su objeto; la calidad de “insulto” de una
expresión es algo que debe determinarse de manera casuística y, por lo tanto, no
puede hacerse una exclusión general al respecto; y la posesión eventualmente puede
ser una manifestación del derecho (constitucional) de propiedad y, en tal caso, valdría
la pena su tutela, al formar parte de un derecho garantizado (ergo, no cabe una
exclusión general de protección vía amparo).
(8) Cfr. lo que hemos indicado sobre esta bienintencionada postura en “Contenido
constitucionalmente protegido y sustento constitucional directo de los derechos
protegidos a través de los procesos constitucionales”. En: Gaceta Constitucional.
Tomo 12, Gaceta Jurídica, Lima, diciembre de 2008, p. 20.
(9) Además de la garantía del “contenido esencial”, las mencionadas constituciones y la
doctrina aludían a la garantía de “reserva de ley” a favor de los derechos
fundamentales, conforme a la cual únicamente mediante ley del Congreso, y no a
través de otros actos de autoridad, era posible restringir o regular los derechos
fundamentales.
(10) Respecto a las diferentes teorías referidas o vinculadas al contenido esencial (teorías
relativa, absoluta, de los límites inmanentes e institucional) remitimos a nuestro
trabajo “¿Son iguales las nociones de contenido de los derechos fundamentales y de
contenido constitucionalmente protegido? Una respuesta contramayoritaria”. En: Jus
Doctrina & Práctica. Año 1, N° 3, Grijley, Lima, marzo de 2007, pp. 324-329.
(11) En el mismo sentido, ha precisado que: “El contenido esencial de un derecho
fundamental está constituido por aquel núcleo mínimo e irreductible que posee todo
derecho subjetivo reconocido en la Constitución, que es indisponible para el
legislador, debido a que su afectación supondría que el derecho pierda su naturaleza
y entidad. En tal sentido, se desatiende o desprotege el contenido esencial de un
derecho fundamental, cuando este queda sometido a limitaciones que lo hacen
impracticable y lo despojan de la protección constitucional otorgada” (STC Exp. N°
01042-2002-AA, f. j. 2.2.4).
(12) CASTILLO CÓRDOVA, Luis. “Pautas para la determinación del contenido
constitucional de los derechos fundamentales”. En: Actualidad Jurídica. Tomo 139,
Gaceta Jurídica, Lima, junio de 2005, p. 144 y ss.
(13) En el conocido caso Manuel Anicama, STC Exp. N° 01417-2005-PA, f. j. 20. Por
cierto, el Tribunal se basó en lo que Medina sostuvo en una nota a pie de página; cfr.
MEDINA GUERRERO, Manuel. La vinculación negativa del legislador a los
derechos fundamentales. McGraw-Hill, Madrid, 1996, p. 41, nota 41.
(14) Cfr. MEDINA GUERRERO, Manuel. La vinculación negativa del legislador a los
derechos fundamentales. Ob. cit., p. 11.
(15) Cfr. ALEXY, Robert. “La institucionalización de los derechos humanos en el Estado
Constitucional Democrático”. En: Derechos y Libertades. Año 5, N° 8, 2000, p. 23.
(16) ALEXY, Robert. Teoría de los derechos fundamentales. Centro de Estudios
Constitucionales, Madrid, 1997, p. 224 y ss. O “derecho fundamental en sentido lato”
como señala Carlos Bernal (Vide BERNAL PULIDO, Carlos. El principio de
proporcionalidad y los derechos fundamentales. Centro de Estudios Políticos y
Constitucionales, Madrid, 2003, p. 76).
(17) BERNAL PULIDO, Carlos. Ídem.
(18) En especial, es la estructura de los “derechos a algo”. Vide BERNAL PULIDO,
Carlos. El principio de proporcionalidad y los derechos fundamentales. Ob. cit., p.
80; ALEXY, Robert. “La institucionalización de los derechos humanos en el Estado
constitucional democrático”. Ob. cit., p. 22.
(19) Cfr. STC Exp. N° 01417-2005-PA, ff. jj. 24 y 25.
(20) No podríamos explayarnos acá sobre el principio y test de proporcionalidad como
parámetro para evaluar la legitimidad de intervenciones en derechos fundamentales.
Sin embargo, hemos abordado este tema de manera sencilla en nuestra Guía teórico-
práctica para utilizar los criterios interpretativos del Tribunal Constitucional.
Gaceta Jurídica, Lima, 2011, p. 172 y ss.
(21) Es necesario mencionar que la distinción entre contenido prima facie y contenido
definitivo no es la única establecida por la doctrina y, por ende, no es la única que
podría utilizarse a efectos de dotar de significado a la expresión “contenido
constitucionalmente protegido”. Al respecto, también se distingue entre, de una
parte, el “ámbito vital”, “ámbito material”, “objeto”, “supuesto de hecho” del
derecho; y, de otra, el “contenido” o “ámbito jurídicamente protegido” del derecho;
el primero referido a la actividad, atributo o prestación al que de modo general alude
el derecho; mientras que el segundo al específico ámbito merecedor de tutela
jurídica, es decir, al que se ejerce de manera legítima y no puede ser afectado. Para
quienes defienden estas tesis, lo primero podría equipararse al “contenido
constitucionalmente protegido”; y lo segundo, a lo que el juez constitucional
determinará al resolver el caso que tiene ante sí.
Por cierto, la perspectiva que defendemos parte de una “concepción amplia” del ámbito
protegido por el derecho (que admite que es posible su intervención), mientras que lo
mencionado en el párrafo anterior está vinculado a “concepciones estrechas” sobre el
ámbito protegido (que considera que los derechos no pueden ser limitados por otros
bienes, sino solo delimitados para hallar su contenido realmente garantizado).
Asimismo, nuestra posición asume una postura conflictivista sobre los derechos,
según la cual las normas iusfundamentales pueden colisionar entre sí y que, para
hallar el derecho que prevalece a efectos del caso concreto, puede emplearse el
examen de proporcionalidad; por su parte, la otra concepción se encuentra vinculada
a posturas “no conflictivistas”, que sostienen que las colisiones iusfundamentales son
solo aparentes, pues en realidad uno de los derechos está siendo correctamente
ejercido mientras el otro no, correspondiendo entonces determinar el contenido
realmente protegido por ambos para resolver el supuesto conflicto.
(22) ALEXY, Robert. Teoría de los derechos fundamentales. Segunda edición, Centro de
Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2008, p. 239 y ss.
(23) CASAL, Jesús María. “¿Deslindar o restringir? El debate sobre el alcance del ámbito
protegido del derecho fundamental en Alemania”. En: Revista Española de Derecho
Constitucional. Año 28, N° 82, 2008, p. 83 y ss.
(24) La Constitución, entendida como orden marco, contiene ciertos mandatos y
prohibiciones. Dentro de este marco se desenvuelve la discrecionalidad de los
poderes estatales (y, en especial, al legislador) para tomar decisiones políticas y optar
por valoraciones diversas. En este sentido, las decisiones que se encuentran dentro
del “orden marco” –por ejemplo, regulaciones sobre derechos subjetivos– se
entienden como conformes a los mandatos de la Constitución (y, en ese sentido, son
“constitucionales”). Cfr. ALEXY, Robert. “Epílogo a la teoría de los derechos
fundamentales”. En: Revista Española de Derecho Constitucional. Año 22, N° 66,
setiembre-diciembre de 2002, p. 18 y ss.
(25) BERNAL PULIDO, Carlos. Ob. cit., pp. 114-115.
(26) Ibídem, p. 116.
(27) ALEXY, Robert. Teoría de los derechos... Ob. cit., p. 49 y ss.
(28) Ibídem, p. 52 y ss.
(29) Ibídem, p. 53.
(30) ALEXY, Robert. Teoría del discurso y derechos humanos. Universidad Externado de
Colombia, Bogotá, 1998, p. 57.
(31) Ídem. En general, los argumentos institucionales prevalecen prima facie, pero,
finalmente, dependen de alguna forma de argumentos sustanciales y prácticos
generales (ALEXY, Robert. “Derecho, discurso y tiempo”. En: La
institucionalización de la justicia. Comares, 2005, pp. 86-87; asimismo, Teoría del
discurso... Ob. cit., pp. 58-59).
(32) ALEXY, Robert. Teoría del discurso... Ob. cit., pp. 76-80, incluso 81. Hacemos
referencia a tres tesis principales del autor: (a) quien asevera algo eleva una
pretensión a la verdad o la corrección; (b) la pretensión de verdad o corrección
implica una pretensión de fundamentación; y (c) la pretensión de fundamentación
implica un deber prima facie de fundamentar lo afirmado cuando se le exige. Como
puede apreciarse, estas tesis son válidas para la argumentación jurídica, pero también
para los actos de habla de aserción en general. Cfr., asimismo, ALEXY, Robert.
“Derecho y corrección”. En: La institucionalización... Ob. cit., pp. 43-45.
(33) “Quien afirma que algo es justo, afirma siempre, al mismo tiempo, que es correcto.
Quien afirma que algo es correcto, da a entender que es fundamentable. De este
modo, la justicia como corrección conduce, directamente, a la justicia como
fundamentabilidad. Establece una intrínseca relación entre el concepto de justicia y
el de fundamentabilidad”. ALEXY, Robert. “Justicia como corrección”. En: La
institucionalización... Ob. cit., p. 58.
(34) ALEXY, Robert. “Derecho y corrección”. En: La institucionalización... Ob. cit., p. 47.
(35) Cfr. la RTC Exp. N° 09096-2006-PA, f. j. 2: “(...) el proceso de amparo solo protege
derechos constitucionales (...). [N]o se debe extender la protección de los procesos
constitucionales a situaciones que guardan relación indirecta con un derecho
fundamental o que se derivan de él, pero que no constituyen un problema de
constitucionalidad, toda vez que tienen su origen y fundamento en una norma de
jerarquía legal”.
(36) STC Exps. N°s 02727-2002-AA, f. j. 5; 02302-2003-AA, f. j. 13; 00004-2004-AI y
otros (acumulados), f. j. 19; STC Exp. N° 01941-2002-AA, f. j. 5.
(37) Cfr. STC Exps. N°s 00410-2002-AA, f. j. 8; 00825-2003-AA, f. j. 3; 00010-2002-AI,
f. j. 165; 01594-2003-HC, f. j. 19; 00017-2003-AI, f. j. 102; 00019-2005-PI, f. j. 27.
(38) STC Exps. N°s 00858-2003-AA, f. j. 12; 00976-2001-AA, f. j. 7; 02488-2002-HC, f.
j. 15; 00010-2001-AI, f. j. 10 y ss.; 00010-2002-AI, f. j. 122; 02974-2003-AA, f. j. 2;
00866-2000-AA/ TC, f. j. 2.
(39) SSTC Exps. N°s 00825-2003-AA, f. j. 6; 01934-2003-HC; 1219-2003-HD; 01797-
2002-HD/TC; 00015-2001-AI; 01323-2002 HC, f. j. 2; 00018-2001-AI, f. j. 11.
(40) STC Exp. N° 02050-2002-AA, f. j. 22.
(41) Tomamos aquí lo que hemos expresado antes en SOSA, Juan Manuel. “Tutela del
‘contenido constitucionalmente protegido’ de los derechos fundamentales a través
del proceso de amparo”. En: La procedencia en el proceso de amparo. Gaceta
Jurídica, Lima, 2012, p. 23 y ss. Ídem. “El ‘contenido constitucionalmente
protegido’ de los derechos fundamentales en la jurisprudencia del Tribunal
Constitucional”. En: Gaceta Constitucional y Procesal Constitucional. Tomo 100
(edición especial), Gaceta Jurídica, Lima, abril de 2016, p. 207 y ss.
(42) En el mismo sentido, indicó que: “Existen determinados derechos de origen
internacional, legal, consuetudinario, administrativo, contractual, etc., que carecen de
fundamento constitucional directo, y que, consecuentemente, no son susceptibles de
ser protegidos a través del proceso de amparo” (STC Exp. N° 01417-2005-PA, f. j.
9).
(43) STC Exp. N° 01417-2005-PA, f. j. 9 (resaltado agregado).
(44) Ibídem, f. j. 27 (resaltado agregado).
(45) Hemos explicado esto con sencillez en: Guía teórico-práctica para utilizar los
criterios interpretativos del Tribunal Constitucional. Gaceta Jurídica, Lima, 2011, p.
134.
(46) Por ejemplo, si el contenido protegido de un derecho ha sido delimitado a través de
precedentes constitucionales de acuerdo con el artículo VII del Código Procesal
Constitucional, doctrina jurisprudencial consolidada según el artículo VI del Título
Preliminar del mismo Código, e incluso fundamentos de sentencias de
inconstitucionalidad que formen parte de su ratio decidendi.
(47) Las “relaciones de precedencia” aluden a prevalencia, atendiendo a las circunstancias
concretas del caso, de un derecho fundamental (rectius, principio constitucional)
frente a otro (Cfr. ALEXY, Robert. Teoría de los derechos fundamentales. Segunda
edición, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2008, pp. 71-76).
Estas generan reglas de precedencia, siendo que ante iguales o equivalentes
circunstancias habría quedado determinado qué derecho tiene legítima protección y
cuál no. Por ejemplo, el Tribunal ha enumerado algunas reglas de precedencia en la
STC Exp. N° 02877-2005-HC, f. j. 30.
(48) Cfr. BERNAL PULIDO, Carlos. El principio de proporcionalidad y los derechos
fundamentales. Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2003, p. 75
y ss.
(49) Aunque no siempre hay identidad entre estas relaciones. Piénsese en el caso de la
procuración oficiosa en el amparo (artículo 41 del Código), de la legitimación abierta
en el proceso de hábeas corpus (artículo 26 del Código) o de la legitimización
especial en los procesos de inconstitucionalidad (artículos 99 del Código y 203 de la
Constitución).
(50) Es claro que en los procesos de amparo no se discute ni reconoce titularidades de
derechos –que deben ser acreditados por los demandantes en sus demandas–, sino
que se verifica afectaciones flagrantes en estos (cfr. STC Exp. N° 00410-2002-AA, f.
j. 5; STC Exp. N° 03450-2004-AA, f. j. 2; RTC Exp. N° 06396-2005-PA, f. j. 4; STC
Exp. N° 00607-2009-PA, f. j. 39).
Sin embargo, en mérito de los principio pro actione (RTC Exp. N° 00250-2008-PHD, f. j.
5; STC Exp. N° 02302-2003-AA, f. j. 3) y favor processum (artículo III del Título
Preliminar del Código), si la titularidad del derecho no hubiera podido ser del todo
acreditada al inicio y la duda pudiera ser resuelta en el seno del proceso, o si la
afectación iusfundamental no es clara y pudiera ser determinada a través de una
valoración no compleja de pruebas, debería admitirse a trámite la demanda y las
dudas ser absueltas en el transcurso del proceso (cfr. RTC Exp. N° 02682-2005-
PA/TC, f. j. 6 y ss; STC Exp. N° 04762-2007-PA, ff. jj. 9-12).
(51) Cfr. RTC Exp. N° 08108-2005-PA, f. j. 3: “Que en todo proceso, para que la relación
jurídico- procesal sea válida, es necesario que se cumpla con los presupuestos
procesales y las condiciones de la acción. Así, será necesario que en la etapa de
calificación de la demanda se verifique la existencia de la capacidad procesal, la
competencia y los requisitos de la demanda, componentes de los presupuestos
procesales, así como la legitimidad procesal activa y el interés para obrar,
componentes de las condiciones de la acción, a efectos de un iter procedimental
válido que lleve a una sentencia de mérito”.
(52) Examen utilizado especialmente por la jurisdicción constitucional alemana. Vide
BRAGUE CAMAZANO, Joaquín. Los límites a los derechos fundamentales.
Dykinson, Madrid, 2004, pp. 96-97.
(53) STC Exp. N° 00665-2007-PA, f. j. 5.
(54) Esta posición, valga explicitarlo, es tributaria de la concepción alexiana de derechos
fundamentales, entendidos “como un todo”, esto es, como un “haz de posiciones y
normas vinculadas interpretativamente a una disposición de derecho fundamental”.
Vide ALEXY, Robert. Teoría de los derechos fundamentales. Ob. cit., p. 224 y ss.;
BERNAL PULIDO, Carlos. Ob. cit., p. 76.
(55) SOSA, Juan Manuel. “¿Son iguales las nociones de contenido de los derechos
fundamentales y de contenido constitucionalmente protegido? Una respuesta
contramayoritaria” En: Jus Doctrina. Año 1, N° 3, Grijley, Lima, 2007, p. 333 y ss.
(56) Como lo recomendamos al formular algunos “pasos para determinar el contenido
constitucionalmente protegido de los derechos fundamentales”, esto en: SOSA, Juan
Manuel. “Ámbitos de los derechos constitucionales que no pueden ser tutelados por
el proceso de amparo. Consideraciones a partir de la jurisprudencia del Tribunal
Constitucional”. En: Actualidad Jurídica. Tomo 175, Gaceta Jurídica, Lima, junio de
2008, pp. 214-216; y “¿Son iguales las nociones de contenido…?”. Ob. cit., pp. 333-
334.
(57) RTC Exp. N° 03227-2007-PA, f. j. 3; RTC Exp. N° 03390-2008-PA, f. j. 3.
(58) RTC Exp. N° 03227-2007-PA, f. j. 3. Cfr. la RTC Exp. N° 09096-2006-PA, f. j. 2:
“(...) el proceso de amparo solo protege derechos constitucionales (...). [N]o se debe
extender la protección de los procesos constitucionales a situaciones que guardan
relación indirecta con un derecho fundamental o que se derivan de él, pero que no
constituyen un problema de constitucionalidad, toda vez que tienen su origen y
fundamento en una norma de jerarquía legal”.
(59) “Tutela del ‘contenido constitucionalmente protegido’…” Ob. cit., p. 21 y ss.
(60) RTC Exp. N° 03390-2008-PA, f. j. 3. Cfr. también, sobre esta referencia a la dignidad
para determinar el contenido iusfundamental, STC Exp. N° 02273-2005-PHC, f. j.
10.
(61) Nos hemos referido a esto en “Derechos constitucionales no enumerados y derecho al
libre desarrollo de la personalidad”. En: Derechos constitucionales no escritos
reconocidos por el Tribunal Constitucional. Luis Sáenz Dávalos (Coordinador).
Gaceta Jurídica, Lima, 2009, pp. 107, 122-123.
(62) Vide supra, nota 17.
(63) RTC Exp. N° 03390-2008-PA, f. j. 3.
(64) Esta disposición prescribe que “[n]o proceden los procesos constitucionales cuando:
(...) Existan vías procedimentales específicas, igualmente satisfactorias, para la
protección del derecho constitucional amenazado o vulnerado, salvo cuando se trate
del proceso de hábeas corpus”. Recientemente el Tribunal Constitucional ha emitido
un precedente constitucional en el que se formula el “análisis sobre la pertinencia de
la vía constitucional”, referido a la correcta compresión de lo dispuesto por esta
causal.
(65) Otra resolución relevante es la STC Exp. N° 06218-2007-HC, en la que se encuentra
un interesante (aunque deficiente) análisis sobre el requisito establecido por el
artículo 5, inciso 1 del Código en los procesos de hábeas corpus. Al respecto, al ser el
proceso de hábeas corpus uno que puede interponerse a favor de la libertad personal,
pero también de los llamados “derechos conexos”, el asunto de determinar la
existencia de un “contenido constitucionalmente protegido” en la demanda implica
abordar asuntos que, por motivos de espacio, no podríamos tratar aquí. En todo caso,
ya nos hemos referido a ello en “Ausencia de contenido constitucionalmente
protegido como causal de improcedencia del proceso de hábeas corpus. Crítica al
‘análisis de tres pasos de evaluación conjunta’ formulado en la STC Exp. N° 06218-
2007-HC”. En: Gaceta Constitucional. Tomo 15, Gaceta Jurídica, Lima, marzo de
2009, p. 107 y ss.
(66) STC Exp. N° 00228-2009-PA, f. j. 8.
(67) Ibídem, f. j. 9.
(68) Ahora bien, el Tribunal puede reconocer nuevos contenidos protegidos en los derechos
constitucionales, e incluso reconocer nuevos derechos fundamentales; sin embargo,
las consideraciones para ello son diversas (básicamente sociales, históricas y hasta
jurídico-políticas), y no tienen estrecha relación con los datos específicos del caso ni
con la ponderación de principios.
(69) Cfr. STC Exp. N° 00665-2007-PA, f. j. 5.a y b; STC Exp. N° 06218-2007-HC, f. j. 18;
RTC Exp. N° 01581-2010-PHD, f. j. 6; STC Exp. N° 01417-2005-AA, ff. jj. 25-27;
RTC Exp. N° 03227-2007-PA, f. j. 3.
(70) V. gr. “¿Son iguales las nociones de contenido…? Ob. cit.; Ídem, “Tutela del
‘contenido constitucionalmente protegido’…” Ob. cit.
(71) STC Exp. N° 01268-2001-HC, f. j. 2.
(72) Cfr. STC Exp. N° 03741-2004-AA, ff. jj. 42 y 49; STC Exp. N° 00024-2003-AI y
STC Exp. N° 01333-2006-PA, f. j. 11, referidas a los efectos vinculantes y
normativos de las sentencias del Tribunal.
(73) STC Exp. N° 05854-2005-PA, f. j. 23.
(74) Cfr. STC Exp. N° 01941-2002-AA, f. j. 5.
(75) STC Exp. N° 00858-2003-AA, f. j. 12.
(76) Exp. N° 04587-2004-AA, f. j. 70, b.
(77) STC Exp. N° 01417-2005-PA, f. j. 27, a.
(78) Código Procesal Constitucional
“Artículo 5.- Causales de improcedencia
No proceden los procesos constitucionales cuando: (...)
5. A la presentación de la demanda ha cesado la amenaza o violación de un derecho
constitucional o se ha convertido en irreparable”.
(79) Código Procesal Constitucional
“Artículo 2.- Procedencia
Los procesos constitucionales de hábeas corpus, amparo y hábeas data proceden cuando se
amenace o viole los derechos constitucionales (...) Cuando se invoque la amenaza de
violación, esta debe ser cierta y de inminente realización (...)”.
Sobre la alegación de la amenaza, vide: STC Exp. N° 02450-2007-PA, f. j. 8; STC Exp. N°
02215-2007-PHC, f. j. 2; STC Exp. N° 02593-2003-AA, f. j. 4; y STC Exp. N°
00399-96-HC, f. j. 4 (cfr. STC Exp. N° 04022-2004-HC, f. j. 3); entre otras.
(80) Código Procesal Constitucional
“Artículo 1.- Finalidad de los procesos
(…) Si luego de presentada la demanda cesa la agresión o amenaza por decisión voluntaria
del agresor, o si ella deviene en irreparable, el juez, atendiendo al agravio producido,
declarará fundada la demanda precisando los alcances de su decisión, disponiendo
que el emplazado no vuelva a incurrir en las acciones u omisiones que motivaron la
interposición de la demanda, y que si procediere de modo contrario se le aplicarán las
medidas coercitivas previstas en el artículo 22 del presente Código, sin perjuicio de
la responsabilidad penal que corresponda”.
Asimismo, vide RTC Exp. N° 00009-2007-Q, f. j. 5.
CAPÍTULO II

LA VÍA ESPECÍFICA IGUALMENTE


SATISFACTORIA Y EL “ANÁLISIS SOBRE LA
PERTINENCIA DE LA VÍA CONSTITUCIONAL”

INTRODUCCIÓN

El artículo 5, inciso 2 del Código Procesal Constitucional regula una


causal de improcedencia que permite denominar a nuestro régimen de
admisión de procesos de amparo como “residual” o “excepcional”(1). Dicha
causal de improcedencia prescribe lo siguiente:

“Artículo 5.- Causales de improcedencia

No proceden los procesos constitucionales cuando:

(…)

2. Existan vías procedimentales específicas, igualmente satisfactorias,


para la protección del derecho constitucional amenazado o vulnerado,
salvo cuando se trate del proceso de hábeas corpus”.

Conforme a esta disposición, solo debería acudirse a la vía


extraordinaria del amparo para solicitar la tutela de los derechos
constitucionales si es que no existe una vía ordinaria que sirva de igual o
mejor modo para salvaguardar los mismos derechos.

El régimen anterior a este “amparo residual” era denominado de


“amparo alternativo” (o de “alternatividad” del amparo), pues conforme a
aquel el demandante podía escoger, con total discrecionalidad, a cuál de las
vías judiciales disponibles deseaba acudir para solicitar la protección de sus
derechos constitucionales (bien la ordinaria o bien a la constitucional).
En estricto, lo que prescribía la Ley Nº 23506, Ley de Hábeas Corpus
y Amparo, norma que regulaba el proceso de amparo hasta antes que
entrara en vigor el Código Procesal Constitucional, era lo siguiente:

“Artículo 6.- No proceden las acciones de garantía: (…)

3. Cuando el agraviado opta por recurrir a la vía judicial ordinaria”

Como puede apreciarse, con dicha regulación si el demandante acudía


a la vía ordinaria para solicitar la protección de sus derechos, descartaba
con ello la posibilidad de ir luego al amparo para pedir lo mismo. Ahora
bien, esa era la consecuencia de haber elegido transitar por el proceso
ordinario y no por el amparo. Era el demandante quien finalmente elegía, en
iguales condiciones y con toda libertad, a cuál de las vías acudir.

Es conocido que este régimen de alternatividad del amparo generó una


excesiva carga procesal que distorsionó el carácter célere y urgente que
debería caracterizar a los procesos constitucionales de tutela de derechos.
Así, el modelo de amparo alternativo, si bien tuvo una justificación
razonable en su momento –que era evitar que los jueces denegaran la tutela
constitucional alegando sin más la existencia de procesos ordinarios(2)–, al
final permitió que malos litigantes llevaran al amparo pretensiones que, o
bien no estaban referidas a asuntos propiamente constitucionales, o bien
podían ser discutidas en la vía ordinaria sin necesidad de sobreexplotar un
bien escaso como es la “justicia constitucional”(3).

Los autores del Código Procesal Constitucional, precisamente, lo


expresaron en estos términos:

“La norma [se alude a la Ley Nº 23506, antigua ‘Ley de Hábeas


Corpus y Amparo’] facilitó la indebida utilización del amparo por
muchos litigantes, aprovechando su carácter de proceso de tutela de
urgencia, para la discusión de asuntos que, en estricto, no suponían la
protección del contenido constitucionalmente protegido de un derecho
o, incluso, ni siquiera de un derecho directamente constitucional.
Hubo, sin lugar a dudas, un exceso de amparos que abarrotaron los
estrados judiciales y lo convirtió en el sucedáneo de los demás
procesos”(4).

Ahora, siendo noble la finalidad de la causal de improcedencia que


venimos analizando, también es cierto que ha existido falta de claridad y
dificultades en su aplicación.

Por una parte, debemos tener en cuenta que se trata de la causal más
utilizada para rechazar liminarmente o para declarar improcedentes las
demandas de amparo. Esto se ha puesto recientemente de relieve, por
ejemplo, con el Informe Defensorial Nº 172, “Estudio del proceso de
amparo en el Distrito Judicial de Lima: fortaleciendo la justicia
constitucional”(5) (2015). En este estudio la Defensoría del Pueblo informa
que, del total de demandas de amparo rechazadas in limine(6), la mitad de
ellas son declaradas improcedentes por esta causal(7).

Estas cifras pueden deberse sobre todo a dos razones: o bien los
justiciables están presentando indebidamente demandas de amparo sobre
cuestiones que en realidad deberían ser tramitadas en otra vía (lo que nos
diría que esta causal de improcedencia no está cumpliendo con su
finalidad); o bien que los jueces constitucionales están rechazando indebida
e irresponsablemente varias de las demandas de amparo (y, en tal sentido,
tampoco habríamos superado lo que quiso resolver la Ley Nº 23506, hace
más de treinta años).

Asimismo, y estrechamente vinculado con lo anterior, un asunto que


no vino resuelto por el Código Procesal Constitucional al instaurarse esta
causal de improcedencia tiene que ver con el contenido y alcances que se le
atribuye.

Al respecto, es cierto que no quedaba claro –pues remite a conceptos


jurídicos indeterminados– cuándo una vía judicial ordinaria puede
considerarse como “específica”, por una parte, o cuándo merece ser
considerada como “adecuada” o “igualmente satisfactoria” en comparación
con la tutela que puede brindar el proceso de amparo, por otra.

Ante la imprecisión de esta causal y la pluralidad de criterios que se


venía utilizando en la judicatura –entre los que no pocas veces se
encontraban criterios francamente indolentes–, este tema en su momento
fue directamente abordado por el Poder Judicial. En efecto, la Corte
Suprema de Justicia de la República, a través de Resolución Administrativa
de la Sala Plena N° 252-2007-P-PJ, de fecha 30 de octubre de 2007, acordó:

“Recomendar a los distintos órganos jurisdiccionales del territorio de


la República en cuyo conocimiento se ponga una demanda de amparo,
tener en cuenta los siguientes criterios establecidos a nivel doctrinario
y jurisprudencial, para la determinación de si se está ante una vía
“Igualmente satisfactoria”: (a) Irreparabilidad del daño al derecho
invocado si se recurre a los medios ordinarios de protección; (b)
Probanza que no existen vías ordinarias idóneas para tutelar un
derecho (acreditando para ello evaluaciones sobre la rapidez,
celeridad, inmediatez y prevención en la tutela del derecho invocado);
(c) Análisis del trámite previsto a cada medio procesal, así como sobre
la prontitud de esa tramitación; y (d) Evaluación acerca de la
inminencia del peligro sobre el derecho invocado, la adopción de
medidas o procuración de los medios para evitar la irreversibilidad del
daño alegado o acerca de la anticipación con la cual toma
conocimiento de una causa”.

Sin embargo, pese a la importancia de causal de improcedencia y a los


esfuerzos dirigidos a precisar sus alcances, lo cierto es que ello no era en
absoluto claro para los justiciables y sus abogados, ni para los jueces
aplicadores. En ese contexto es que, finalmente, el Tribunal Constitucional
emite un precedente constitucional que realmente esclarece el tema.
Bien, hecho este recuento inicial, corresponde explicar el contenido de
este capítulo. En primer lugar, nos vamos a referir al fundamento
constitucional de esta causal de improcedencia, debido a que contra ella se
han formulado críticas que acusan su posible inconstitucionalidad, en la
medida que se trata de una restricción a la tutela de derechos fundamentales
que no contaría con asidero constitucional. En segundo lugar, nos
referiremos a las exigencias que surgen de esta causal, tanto para la
judicatura como para los demandantes. Luego de ello, nos abocaremos
propiamente a lo que significa que una vía sea considerada “específica” e
“igualmente satisfactoria”, sobre la base de diversa jurisprudencia emitida
por el Tribunal Constitucional y, en especial, a la luz de lo señalado en el
precedente Elgo Ríos (STC Exp. Nº 02383-2013-PA) en la cual se
desarrolla el “análisis de pertinencia de la vía constitucional”. Empecemos,
entonces, por la crítica que se hace a la constitucionalidad de esta causal.

1. JUSTIFICACIÓN CONSTITUCIONAL DE ESTA CAUSAL DE


IMPROCEDENCIA

Como hemos adelantado, podría objetarse que la regulación que


dispone el “amparo residual” es muy restrictiva y de dudosa
constitucionalidad(8), ya que la Norma Fundamental no impone
expresamente ninguna barrera como la regulada en la causal bajo análisis
para acudir al amparo a solicitar la tutela de los derechos constitucionales.

Al respecto, si bien es cierto que la Constitución no establece


directamente un modelo residual de amparo, no es menos verdad que tal
regulación podría justificarse sin mayor inconveniente a partir del artículo
25.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos –que forma
parte del ordenamiento jurídico nacional y a cuya luz deben interpretarse
los derechos constitucionales(9)–, que señala que toda persona en el Perú
tiene derecho a contar con un recurso rápido que permita la tutela efectiva
de sus derechos constitucionales. Efectivamente, la mencionada disposición
señala lo siguiente:
“Artículo 25. Protección Judicial

1. Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a


cualquier otro recurso efectivo ante los jueces o tribunales
competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos
fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la presente
Convención, aun cuando tal violación sea cometida por personas que
actúen en ejercicio de sus funciones oficiales” (resaltado agregado).

Al respecto, es claro que el proceso de amparo ha sido previsto en


nuestro país como el principal mecanismo de tutela judicial de los derechos
constitucionales, el cual debe ser célere y tuitivo, sin ritualismos que
ralenticen u obstaculicen la protección(10). Empero, la sola existencia de este
proceso no descarta la posibilidad de que se prevea la existencia de otros
procesos judiciales a través de los cuales también pueda protegerse los
derechos fundamentales de manera óptima y efectiva. Y es que, como
veremos luego, los jueces ordinarios también son lato sensu jueces
constitucionales, en la medida que sobre ellos también recae el deber de
tutelar los derechos fundamentales con una especial deferencia.

Por ello, no es irrazonable ni inconstitucional que el Código Procesal


Constitucional haya optado por un modelo de amparo excepcional o
residual, con la finalidad de mantener al amparo como una vía sencilla y
rápida, en la que pueda conseguirse una tutela idónea de los derechos, como
dispone el artículo 25 la Convención(11). En todo caso, es necesario precisar
que esta residualidad del amparo solo podrá ser considerada conforme con
la Constitución a condición de que los derechos fundamentales siempre
puedan ser protegidos de manera tempestiva y eficaz en la vía judicial que
corresponda (trátese del amparo o de la vía ordinaria).

Sin perjuicio de lo anterior, también es cierto que, debido a que el


amparo ha sido diseñado como una vía especialmente rápida y urgente,
difícilmente podríamos encontrar procesos que, en abstracto, tengan una
regulación tan protectora como el amparo(12). Sin embargo, la estructura de
la vía en abstracto, es decir, el diseño del proceso tal y como aparece en la
regulación correspondiente, no es lo único a tener en cuenta al momento de
evaluar la idoneidad de la vía.

Pero ya en su momento nos referiremos a los criterios que existen para


determinar cuándo una vía judicial ordinaria es igual de satisfactoria que el
proceso de amparo (consideraciones a las que además el Tribunal
Constitucional ha otorgado el estatus de precedente constitucional). Por lo
pronto, pasemos a explicar brevemente cuáles son las exigencias que
derivan de esta cláusula de residualidad, tanto para el demandante como
para los jueces.

2. EXIGENCIAS QUE SE DERIVAN DE ESTA CAUSAL DE


IMPROCEDENCIA

Toca referirnos, pues, a las exigencias que corresponden tanto para el


juez como para el demandante en relación con la causal de improcedencia
bajo análisis. Al respecto, si bien es cierto que los jueces no deben declarar
sin más la improcedencia de las demandas, ya que se trata de una forma de
rechazo excepcional(13), también es cierto que en muchas ocasiones los
justiciables interponen demandas totalmente impertinentes, utilizando
indebida y perversamente la vía constitucional, con lo cual se incide
negativamente en las posibilidades de que otros justiciables obtengan una
reparación debida y oportuna (como dejamos anotado supra, en la
introducción de esta obra).

Señalado esto, nos preguntamos entonces: ¿qué corresponde exigir a


los justiciables y los jueces constitucionales sobre la base de la causal de
improcedencia contenida en el artículo 5, inciso 2, del Código Procesal
Constitucional? Como veremos seguidamente, el Tribunal Constitucional ha
tenido ocasión de pronunciarse sobre ello y de esclarecer en buena parte
esta cuestión.
2.1. Exigencias para el justiciable

En lo que se refiere al demandante en los procesos de amparo, a este se


le exige que presente un petitorio que merezca ser resuelto a través de esta
vía urgente, y en caso de que exista otra vía en la cual pueda tutelarse el
derecho constitucional invocado, deberá explicar por qué es a través del
amparo, y no de la vía ordinaria, que debería ser resuelta su pretensión.

Sobre esto, el Tribunal Constitucional ha señalado expresamente que


“correspond[e] al demandante la carga de la prueba para demostrar que
el proceso de amparo es la vía idónea y eficaz para restablecer el ejercicio
de su derecho constitucional vulnerado, y no el proceso judicial ordinario
de que se trate” (RTC Exp. Nº 03792-2010-AA, f. j. 7, resaltado nuestro).

Así, recae en el amparista la carga de explicar por qué su demanda


debe ser resuelta en la vía constitucional; explicación que, por cierto, no
puede ser meramente genérica, retórica o desprolija(14). A enfrentar esta
tarea sin duda compleja ayuda, como explicaremos, el precedente
constitucional establecido por el máximo intérprete de la constitucionalidad
en el caso Elgo Ríos (STC Exp. Nº 02383-2013-PA).

2.2. Exigencias para el juez

En lo que respecta a los jueces constitucionales, el Tribunal


Constitucional en algún momento estableció en su jurisprudencia que, si
bien es cierto que al demandante le toca alegar la inexistencia de otra vía en
la que su derecho pueda ser debidamente tutelado, esta exigencia solo sería
razonable si la justicia constitucional ha indicado, de manera previa y
expresa, cuáles serían esas vías ordinarias a las que podría acudir el
justiciable para obtener una adecuada protección.

Así, el colegiado constitucional sostuvo en relación con esta causal de


improcedencia que:
“[A] juicio de este Colegiado, respecto a la aplicación del inciso 2 del artículo 5
del Código Procesal Constitucional por parte de las instancias jurisdiccionales
precedentes, debe precisarse que dicha causal de improcedencia resulta de
aplicación en todos aquellos casos en los que la justicia constitucional,
previamente a la interposición de una demanda, haya determinado de modo
concreto cuál es la vía igualmente satisfactoria para la protección de un
derecho fundamental, de modo que, por ejemplo, resultará improcedente que un
justiciable interponga una demanda de amparo cuando pese a haberse determinado
que hay una vía ‘jurisdiccional’ ordinaria que pueda proteger igualmente su
derecho, haya decidido acudir al amparo. Si la jurisdicción constitucional no ha
establecido previa y claramente cuál es la vía igualmente satisfactoria para la
protección de un derecho fundamental, entonces no se puede aplicar esta
causal para desestimar demandas de amparo. Tal proceder afectaría el derecho
de libre acceso a la jurisdicción del justiciable pues se le aplica una carga
irrazonable, como es aquella de que sea él quien examine todos los procesos
jurisdiccionales ordinarios y verifique cuál de ellos es igualmente idóneo y eficaz
en la protección de un derecho fundamental, cuando en realidad esta carga le
corresponde a la jurisdicción constitucional, antes de que se interponga una
demanda” (resaltado agregado).

RTC Exp. Nº 00951-2008-AA, f. j. 3

Ahora bien, no obstante la contundencia de lo afirmado, este no fue un


criterio que el propio Tribunal haya seguido con esmero. Es más, siendo
que solo en algunas pocas ocasiones llegó a indicar de modo expreso, frente
a supuestos y pretensiones bien específicas, cuál sería la vía ordinaria
idónea a la que debería acudir el justiciable en vez del amparo, debido a que
en abstracto es “igualmente satisfactoria”(15). De esta manera, por ejemplo,
en un caso –en el que además se estableció un precedente constitucional
vinculante– el Tribunal sostuvo explícitamente que tanto el “recurso de
anulación” previsto en el Decreto Legislativo Nº 1071 (norma que regula el
arbitraje) como los recursos de “apelación” y “anulación” conforme a la
Ley General de Arbitraje (Ley Nº 26572) “constituyen vías procedimentales
específicas, igualmente satisfactorias para la protección de derechos
constitucionales, que determinan la improcedencia del amparo de
conformidad con el artículo 5, inciso 2 del Código Procesal Constitucional”
(cfr. STC Exp. Nº 00142-2011-AA, ff. jj. 20 y 21(16)).

Como puede apreciarse, esta exigencia de que la judicatura


constitucional establezca previamente cuáles serían las vías igualmente
satisfactorias a las que podría acudirse, para solo luego de ello considerarse
competente para rechazar las demandas de amparo, constituía un criterio
desproporcionado, y hasta con efectos perniciosos en caso de que fuera
cumplido. Su acatamiento hubiera significado, por ejemplo, admitir a
trámite y resolver demandas de amparo, pese a que, con toda certeza,
existen vías ordinarias idóneas para lograr la misma protección, solo porque
el Tribunal no explicitó antes cuáles eran ellas, y esto a pesar de que se trata
de una causal de improcedencia de obligatoria, observancia contenida en el
Código Procesal Constitucional. Incluso más, desarrollando las obvias
consecuencias de este criterio, los jueces constitucionales se encontraban
supuestamente obligados a analizar, en abstracto, todas las posibles vías
judiciales ordinarias existentes, para establecer una especie de catálogo
general de todas las “vías igualmente satisfactorias”, pues solo con ello
podría declararse, sin riesgo de admitir indebidamente a trámite una
demanda de amparo, una improcedencia sobre la base de lo dispuesto en el
artículo 5, inciso 2, del Código Procesal Constitucional.

Dicho criterio, como era de esperar, fue dejado de lado. Esto ocurrió
más claramente con el establecimiento del tantas veces mencionado
precedente constitucional contenido en la STC Exp. Nº 02383-2013-PA,
caso Elgo Ríos, donde se abandonó el referido criterio de “determinación
previa” de las vías ordinarias idóneas(17), al establecerse cuatro criterios que
deberán tener en cuenta los jueces constitucionales para saber si desestiman
o no una demanda de amparo en aplicación de la causal de improcedencia
que venimos comentando.
Anotado esto, en suma, en los demandantes recae la carga de
argumentar que no existe una vía ordinaria igualmente satisfactoria para
resolver su pretensión, y que, de existirla, esta de todas formas debería ser
conocidos excepcionalmente a través del amparo; mientras que a los jueces
constitucionales les corresponde declarar la improcedencia de las demandas
de amparo, en aplicación del inciso 2 del artículo 5 del Código Procesal
Constitucional, en caso de que no exista una vía ordinaria específica e
igualmente satisfactoria en la cual pueda resolverse la pretensión ni alguna
justificación adicional o excepcional que habilite a resolver el caso en la vía
del amparo.

Anotadas ya las exigencias tanto para los demandantes como para los
jueces constitucionales, pasemos entonces a conocer el contenido del tantas
veces mencionado precedente constitucional contenido en el caso Elgo
Ríos, STC Exp. Nº 02383-2013-PA, así como la precisión realizada en la
STC Exp. Nº 04968-2014-HC, caso Alejandro Toledo y otra. Para ello, será
necesario explicar previamente que estas decisiones parten de un
presupuesto: que los jueces ordinarios también son jueces constitucionales
(o jueces de los derechos fundamentales).

3. ¿CUÁNDO EXISTE UNA VÍA ESPECÍFICA E IGUALMENTE


SATISFACTORIA?

3.3. Presupuesto del precedente: el juez ordinario como juez


constitucional

Como indicamos, antes de ingresar a analizar los criterios para saber


cuándo estamos ante una vía igualmente satisfactoria, y que han sido
establecidos como precedente a través del “análisis de pertinencia de la vía
constitucional”, es necesario hacer algunas precisiones con respeto a la
labor de los jueces ordinarios en la tutela de los derechos constitucionales.
Al respecto, si bien es claro que los jueces constitucionales en sentido
estricto (es decir, quienes resuelven procesos constitucionales) protegen
derechos fundamentales, ello no significa que los llamados jueces
ordinarios (jueces del Poder Judicial en general, quienes operan en las
diferentes áreas del Derecho: civil, penal, laboral, administrativo, etc.) no
protejan también estos derechos en el desarrollo de sus funciones.

De este modo, en cierto sentido todos los jueces son siempre jueces
constitucionales (lato sensu). Efectivamente, y como ha recordado el
Tribunal Constitucional: “[E]l primer nivel de protección de los derechos
fundamentales les corresponde a los jueces del Poder Judicial a través de
los procesos judiciales ordinarios”; estos, conforme al artículo 138 de la
Constitución, administran justicia con arreglo a la Constitución y las leyes,
y según prescribe el artículo 51 y la IV disposición final y transitoria de la
Constitución, están vinculados a los tratados sobre derechos humanos.
Siendo así, es claro que los jueces ordinarios, al igual que los jueces
constitucionales, “también garantizan una adecuada protección de los
derechos y libertades reconocidos por la Constitución. Sostener lo contrario
significaría afirmar que el amparo es el único medio para salvaguardar los
derechos constitucionales, a pesar de que a través de otros procesos
judiciales también es posible obtener el mismo resultado” (RTC Exp. Nº
03792-2010-AA, f. j. 6).

Queda establecido entonces que la jurisdicción ordinaria, aunque trate


asuntos de jerarquía inicialmente legal o negocial (contractual), no es ajena
a la defensa de la Constitución y de los derechos fundamentales. En su seno
es posible tutelar, con importantes y satisfactorios alcances, diversos
derechos de rango constitucional.

Ahora bien, el que los derechos constitucionales puedan ser tutelados a


través de los procesos ordinarios no significa que la sola existencia de estos
implique que quede cerrada la posibilidad de acudir al amparo
constitucional, esto en aplicación de la cláusula de residualidad contenida
en el artículo 5, inciso 2, del Código Procesal Constitucional. Como ya ha
sido señalado, para que se cierren las puertas del amparo las vías ordinarias
tendrían que ser “específicas”, a la vez que igual o más “efectivas”,
“idóneas” o “útiles” que el amparo para obtener la protección requerida.

En este contexto, corresponde ya referirnos a cuándo puede


considerarse que una vía judicial ordinaria es “específica”, asimismo, a
cuándo se le puede calificar a esta como “igualmente satisfactoria” o
“idónea” que el proceso de amparo, de tal forma que se sepa si un caso
corresponde ser resuelto en la vía constitucional y no en otra sede.

3.4. Diagnóstico previo al precedente: insuficiencia del criterio basado


en el “listado de materias”

Como es conocido, antes del precedente contenido en el caso Elgo


Ríos, el Tribunal Constitucional contaba con diversa jurisprudencia
vinculante en la cual se establecía –en abstracto y con carácter general–
que, con respecto de determinada materia o rama del Derecho, un conjunto
de controversias solo podía ser discutido en la vía judicial ordinaria,
mientras que otro más bien debía ventilarse en la vía constitucional del
amparo. Se trataba, como puede apreciarse, de un criterio vinculado al que
antes hemos denominado de “determinación previa de las vías ordinarias
idóneas” (supra, acápite 2.2).

De este modo, por mencionar algunos de los supuestos más conocidos,


en los ámbitos laboral (reposición frente al despido)(18), previsional (tutela
del derecho a la pensión)(19) y arbitral (cuestionamiento de laudos arbitrales)
(20)
el colegiado constitucional emitió sendos precedentes constitucionales
en los cuales establecía, precisamente, una especie de “listado de
pretensiones”, que contenían dos listas: una con materias que debían ser
resueltas siempre a través de la vía judicial ordinaria, y otra con causas que
correspondían ser tramitadas mediante amparo.
Con esta técnica del “listado de materias” se presentaban varios
problemas o deficiencias. Uno primero era que, en realidad, no se estaba
haciendo un análisis sobre la idoneidad de la vía ordinaria para otorgar
tutela iusfundamental: el Tribunal más bien decidía, de manera puramente
discrecional, que determinada pretensión correspondía ser tramitada en una
u otra vía, sin mayor justificación sobre dicha opción.

En segundo lugar, un listado tasado y abstracto de materias no permite


atender debidamente a las singularidades que puedan presentarse en los
casos concretos que hayan sido inicialmente derivados a la vía judicial
ordinaria –salvo que se haya contemplado excepciones–. El establecimiento
de una relación de materias tiene precisamente como propósito impedir, a
través de una norma-regla, la posibilidad de que cualquier causa no listada
sea derivada a la vía del amparo, privándosela de este modo de la
protección urgentísima o especial que esta brinda.

En tercer lugar, se trata de una metodología imperfecta, pues no podría


formularse un listado realmente exhaustivo y completo de todas las
materias o pretensiones posibles, y ello puede generar espacios o materias
para los cuales no existe una regla clara sobre la vía de procedencia, o peor
todavía, para los que no se ha habilitado ninguna de las vías de protección
(ni la constitucional ni la ordinaria)(21).

En este sentido, como cae por su propio peso, resultaba necesario


contar con una pauta o criterio que enfrente de manera funcional y
responsable la causal de improcedencia contenida en el artículo 5, inciso 2,
del Código Procesal Constitucional.

3.3. La existencia de una vía judicial ordinaria “específica”

La primera exigencia que se desprende de la causal establecida en el


artículo 5, inciso 2, del Código Procesal Constitucional es la necesidad de
constatar que existe una vía judicial ordinaria “específica” a través de la
cual pueda encausarse una pretensión equivalente a la que podría llevarse al
proceso de amparo.

Así, antes de realizar cualquier comparación entre una vía judicial


ordinaria y el amparo, para saber si aquella es igualmente idónea o
satisfactoria, será necesario determinar previamente si realmente existe un
proceso judicial ordinario en el que pueda ventilarse el asunto que se
pretende llevar al amparo. En este sentido, una vía judicial ordinaria puede
considerarse como “específica” si permite obtener una tutela idéntica o
equivalente a la que brinda el amparo (básicamente restitutoria del
derecho(22)) y no una diferente.

En ese marco, tenemos que existen varios supuestos establecidos por la


Constitución, o precisados por la jurisprudencia del Tribunal
Constitucional, en los que, a pesar de que pueda existir una amenaza o
violación iusfundamental, no cabe interponer ninguna demanda o
articulación procesal. En tales casos, es claro que resulta impertinente
preguntarse acerca de si hay una vía ordinaria que sea igualmente
satisfactoria que el amparo, pues o bien no se ha previsto ninguna
posibilidad para demandar en sede ordinaria, o se ha excluido expresamente
esta posibilidad.

La inexistencia de vías ordinarias fue un asunto abordado por el


Tribunal Constitucional en algunas ocasiones, y ha sido puesto nuevamente
de relieve luego de entrado en vigor el precedente establecido en el caso
Elgo Ríos. En esta última oportunidad el órgano colegiado añadió un paso
más a lo contenido en el mencionado precedente (que, como veremos,
establece el denominado “análisis de pertinencia de la vía constitucional”).
Al respecto, señaló lo siguiente:

“[E]s preciso tener en cuenta de manera estricta que según lo previsto en el


referido artículo 5, inciso 2, del CPCons., antes de ingresar en un juicio
comparativo entre la vía procesal ordinaria y el amparo [que es a lo que alude
el precedente Elgo Ríos], aquella debe ser ‘específica’. Como es lógico, la
inexistencia de esta determina la imposibilidad de ingresar en una comparación de
vías.

Que deba tratarse de una vía procesal específica significa, cuando menos, que de
su sola regulación legal derive con claridad que se encuentra orientada a
controlar específicamente el acto que también puede ser controlado por el
amparo y [a] alcanzar la misma finalidad de este. Así, por ejemplo, si el acto
que se reputa como vulnerador del derecho es una resolución judicial firme, no
resultará de aplicación el artículo 5, inciso 2, del CPCons., pero no porque no
exista una vía igualmente satisfactoria al amparo, sino porque de manera previa ni
siquiera se ha podido detectar la existencia normativa de una vía específica que
pueda controlar dicho acto bajo la misma concreta finalidad perseguida por el
amparo”.

STC Exp. Nº 04968-2014-HC, f. j. 14.

En la mencionada sentencia, emitida en el caso Alejandro Toledo y


otra, el Tribunal precisó, por ejemplo, que los actos producidos en el seno
de las comisiones investigadoras del Congreso de la República, conforme al
ordenamiento vigente, no pueden ser cuestionados actualmente a través de
ninguna vía judicial (más precisamente: no pueden ser encausados mediante
una demanda contencioso administrativa), por lo que no cabe alegar la
existencia de una vía ordinaria para rechazar la demanda de amparo.

Así considerado, es claro que, sobre la base de lo dispuesto por la


propia Constitución y a la luz de diversas decisiones del Tribunal
Constitucional en que ha tratado el tema, podría reconocerse algunos
supuestos en los que quedaría descartada la existencia de una vía judicial
“específica” de tutela iusfundamental y, por ende, en tales casos no cabría
rechazar una demanda de amparo apelando a la causal establecida en el
artículo 5, inciso 2, del Código.

Señalado lo anterior, y sin ánimo exhaustivo, en el siguiente cuadro


ofrecemos a modo de ejemplo algunos casos en los que no corresponde
alegar la existencia de una vía judicial igualmente satisfactoria, pues en
sede ordinaria no puede judicializarse dichas causas. En otras palabras, en
estos casos no existe una vía ordinaria “específica”(23).
Cuadro 4

SUPUESTOS FRENTE A LOS QUE NO EXISTE VÍA ORDINARIA “ESPECÍFICA”

RECONOCIMIENTO
CUESTIONAMIENTOS QUE CARECEN DE UNA
JURISPRUDENCIAL O
VÍA JUDICIAL ORDINARIA “ESPECÍFICA”
CONSTITUCIONAL

Actos ocurridos en el marco de comisiones


STC Exp. Nº 04968-2014-HC, f. j. 15
investigadoras parlamentarias

STC Exp. Nº 04968-2014-HC, f. j. 14


Resoluciones judiciales definitivas
STC Exp. Nº 04493-2008-AA, f. j. 3

RTC Exp. Nº 08310-2005-PA/TC, f. j. 6


RTC Exp. Nº 02156-2009-AA, f. j. 3
Normas legales autoaplicativas
STC Exp. Nº 01043-2013-AA, f. j. 1.6
ATC Exp. Nº 01547-2014-AA, f. j. 22

Resoluciones finales del Jurado Nacional de Elecciones


Artículos 142 y 181 de la Constitución
en materia electoral

Artículo 142 de la Constitución


Resoluciones del Consejo Nacional de la Magistratura en
materia de evaluación y ratificación ATC Exp. Nº 00193-2013-AA, ff. jj. 5 y
6

3.4. El “análisis de pertinencia de la vía constitucional” establecido en


el precedente del caso Elgo Ríos

Como hemos adelantado, atendiendo a la necesidad de contar con


criterios para que los operadores (justiciables, abogados y órganos
jurisdiccionales) sepan cuándo corresponde ir al amparo y cuándo a la vía
ordinaria, el Tribunal Constitucional estableció, en la STC Exp. Nº 02383-
2013-AA, el precedente que vamos a analizar seguidamente.
Según explicamos, antes del establecimiento de este precedente solía
ocurrir que los jueces constitucionales, en supuesta aplicación de lo
dispuesto por el artículo 5, inciso 2, del Código Procesal Constitucional,
desestimaban de plano las demandas de amparo sin ofrecer razones
suficientes, o tan solo ofreciendo razones aparentes, señalando parcamente
que “existe una vía ordinaria en la que podría ampararse el derecho”. Se
resolvía de este modo la improcedencia de la demanda, sin mayor
explicación y sin referencia alguna que esclarezca la vía judicial que se
consideraba como igualmente satisfactoria.

Frente a ello, en el precedente que analizamos el Tribunal elaboró un


especie de test, al que ha denominado “análisis de pertinencia de la vía
constitucional”(24), el cual plantea consideraciones objetivas y subjetivas(25)
para saber cuándo corresponde conocer una causa a través del amparo y no
de una vía ordinaria(26). Seguidamente analizaremos ambas perspectivas,
que a su vez se subdividen también en dos criterios.

3.4.1
. ¿Qué es una vía igualmente satisfactoria?: perspectiva
objetiva

Esta perspectiva se denomina objetiva porque permite esclarecer si una


vía ordinaria es tan o igualmente satisfactoria que el amparo, analizándola
sin tener en cuenta los casos concretos.

Así, al desarrollar el “análisis de la pertinencia de la vía


constitucional”, el Tribunal Constitucional ha señalado que la idea de vía
igualmente satisfactoria desde una perspectiva objetiva puede referirse tanto
a la estructura u organización de la vía procesal como a la idoneidad de la
tutela que esta podría brindar en la práctica.

a. Análisis sobre la estructura de la vía (análisis de “estructura


idónea”)
Desde la perspectiva objetiva, una primera posibilidad para analizar si
una vía judicial ordinaria es tan satisfactoria como el proceso de
amparo implica evaluar, en abstracto, cómo ha sido regulado su
proceso o procedimiento. Con ello se busca determinar si la estructura
del proceso ordinario, atendiendo únicamente a su regulación, faculta
para afirmar que estamos ante una vía célere y eficaz.

De este modo, y como ha resuelto en alguna ocasión el Tribunal


Constitucional, la causal de improcedencia del artículo 5, inciso 2, del
Código Procesal Constitucional podría ser aplicada “siempre y cuando
existan otros procesos judiciales que (…) sean rápidos, sencillos y
eficaces para la defensa de los derechos que protege el proceso de
amparo; en caso contrario, es obvio que el proceso de amparo
constituye la vía idónea y satisfactoria para resolver la controversia
planteada” (RTC Exp. Nº 00465-2011-AA, f. j. 4, resaltado añadido).

Así, la tarea para los jueces constitucionales (aunque también para los
amparistas) no se agota en conocer la existencia de “otra vía judicial”
en la que pueda discutirse lo mismo, sino que es necesario analizar si
esa vía es lo suficientemente célere, eficaz y tuitiva, de tal forma que
los derechos involucrados puedan ser protegidos en su interior con una
idoneidad igual o mayor que en el proceso de amparo.

Incluso con mayor detalle, el Tribunal Constitucional ha precisado


que, al momento de realizar esta evaluación sobre la idoneidad de la
vía judicial ordinaria debería tenerse en cuenta, por ejemplo, “el tipo
de pretensiones que se puedan hacer valer en uno y otro proceso, la
existencia y efectividad de las medidas cautelares orientadas a
suspender los efectos del acto reclamado, entre otros elementos” (ATC
Exp. Nº 05491-2013-AA, f. j. 4).

Es más, podemos tomar como un ejemplo de este análisis objetivo (o


abstracto) referido a la idoneidad de una vía judicial ordinaria que el
Colegiado realizó en la STC Exp. Nº 01387-2009-AA/TC. En dicho
caso, el Tribunal Constitucional sostuvo que:(27)

“[E]l proceso especial previsto en la Ley N° 27584 [Ley que Regula el Proceso
Contencioso Administrativo] no puede ser calificado como la vía igualmente
satisfactoria para la resolver la controversia planteada, pues a diferencia de la
regulación actual del proceso de amparo, incluye la participación del Ministerio
Público, lo cual no asegura que dicho proceso sea verdaderamente una
manifestación de la tutela de urgencia (sumarización del proceso).

Las instancias inferiores entonces han incurrido en un error al momento de


calificar la demanda, por lo que debería revocarse el auto de rechazo liminar y
ordenarse que se admita a trámite la demanda”.

STC Exp. Nº 01387-2009-AA/TC, ff. jj. 4 y 5, resaltado agregado(107).

Como puede apreciarse, en el referido caso el colegiado constitucional


tomó en cuenta un elemento estructural del procedimiento del contencioso
administrativo especial (la participación del Ministerio Público) que, según
se consideró, hacía ineficaz al referido proceso ordinario como una vía
urgente de tutela.

En sentido contrario, el Tribunal Constitucional en varias ocasiones se


ha referido también de manera expresa a algunas vías a las cuales ha
considerado como igualmente satisfactorias en relación con el amparo.
Sobre la base de esta información –tan solo ejemplificativa y que no agota
la materia– hemos elaborado el siguiente cuadro(28).
Cuadro 5

EJEMPLOS DE VÍAS IGUALMENTE SATISFACTORIAS EN LA JURISPRUDENCIA

PROCESOS QUE CUENTAN CON UNA ESTRUCTURA SENTENCIAS O


IGUALMENTE SATISFACTORIA RESOLUCIONES QUE
SEÑALAN LA IDONEIDAD
DE LA VÍA

Proceso abreviado laboral (artículo 2, numeral 2, de la Ley Nº STC Exp. Nº 02383-2013-AA,


29497) f. j. 27
STC Exp. Nº 03070-2013-AA,
f. j. 2.6

RTC Exp. Nº 05491-2013-AA,


ff. jj. 3-4
STC Exp. Nº 02513-2013-PA,
ff. jj. 4-5
Proceso contencioso administrativo (Ley Nº 27584) en casos con
RTC Exp. Nº 00611-2009-AA,
materia compleja (p. ej. que requieran etapa probatoria) o en los
f. j. 7
que no exista urgencia
RTC Exp. Nº 04812-2005-AA,
f. j. 2 y ss
RTC Exp. Nº 02341-2013-AA,
f. j. 4 y ss

STC Exp. Nº 03417-2011-AA


Demanda de revisión judicial en procedimientos de ejecución
RTC Exp. Nº 02612-2008-AA
coactiva (artículos 23 y 40 de la Ley Nº 26979, Ley de
Procedimiento de Ejecución Coactiva) RTC Exp. Nº 05920-2008-AA,
f. j. 6

STC Exp. Nº 00206-2005-AA,


f. j. 24
Procedimiento contencioso administrativo ante pedidos de
STC Exp. Nº 02513-2013-
reposición laboral y por conflictos laborales individuales de
PA/TC, ff. jj. 4-5
carácter legal en el ámbito público
STC Exp. Nº 03888-2013-AA,
f. j. 5

Recurso de anulación de laudo (Decreto Legislativo Nº 1071). STC Exp. Nº 00142-2011-AA,


Excepcionalmente, por razones de temporalidad, recursos de
f. j. 20(109)
apelación y anulación (Ley General de Arbitraje, Ley Nº 26572)

b. Análisis sobre la tutela que brindan las vías (análisis de “tutela


idónea”)(29)

Otra forma de analizar la idoneidad de una vía conforme al “análisis de


pertinencia de la vía constitucional”, también desde un punto de vista
objetivo, involucra evaluar la idoneidad de la protección que podría
recibirse en la vía ordinaria, independientemente de que trate de un
asunto “urgente” (lo cual implica un análisis subjetivo, como veremos
en el siguiente acápite).

Al respecto, en caso de que el juez constitucional reconozca que en la


vía ordinaria en la cual prima facie podría otorgarse la protección que
se solicita carece de condiciones o insumos técnico-jurídicos idóneos
para resolver debidamente lo que es puesto a su consideración, recae
en él –es decir, en el juez del amparo– el deber de conocer y resolver
lo pretendido por la demanda constitucional. De esta manera, ocurre
que en determinados casos la judicatura ordinaria, a la que
inicialmente le correspondería resolver la causa por ser una vía
igualmente satisfactoria –cuando menos en abstracto– podría en la
práctica brindar una indebida o insuficiente protección a los derechos
fundamentales.

Lo anterior podría ocurrir por diversas razones; por ejemplo, debido a


la impericia de la judicatura ordinaria en el trato con los derechos
fundamentales(30):

“[A]unque es cierto que a partir (…) del artículo 5, inciso 2, del Código Procesal
Constitucional, las alegadas afectaciones de los derechos fundamentales que no
requieran una tutela urgente en amparo deberán ser ventiladas en los procesos
ordinarios, es cierto también que una aplicación inflexible de este criterio
podría dar lugar a que, en algunos de estos casos, la protección de los derechos
fundamentales devenga ineficaz. En efecto, este criterio en nada garantiza que
en los casos no urgentes de afectación de los derechos fundamentales se dispense
debida protección a su contenido constitucionalmente protegido. Ello podría
suceder en razón de que en los procesos ordinarios seguidos ante el Poder
Judicial se incurra en una indebida interpretación del contenido del referido
derecho, sea porque no se protegen ámbitos que deberían considerarse como
pertenecientes a él, o porque, a contrario sensu, se han protegido ámbitos que no
debieron considerarse tutelados por la Constitución, o cuando el asunto verse
sobre la determinación del contenido constitucionalmente protegido de un
derecho que no ha merecido mayor desarrollo jurisprudencial y que, en esa
medida, requiere la intervención del Tribunal Constitucional para asegurar su
aplicación igualitaria y predecible por parte de la jurisdicción ordinaria”.

RTC Exp. Nº 00906-2009-AA, f. j. 9

Así, en los casos en los que sea claro que se va a producir una
deficiente protección en la vía ordinaria específica, el Tribunal señala que lo
pretendido debería ser conocido y resuelto a través del amparo, debido a
que no nos encontramos ante un supuesto en el que exista realmente una vía
idónea; ello pese a la idoneidad formal con que fue regulada o estructurada
dicha vía.

Atendiendo lo expuesto hasta aquí en torno a la perspectiva objetiva


sobre la “vía idónea” (tanto respecto a la estructura del proceso como a
la idoneidad de la tutela), encontramos que el Tribunal Constitucional
ha precisado algunos supuestos en los que deberá ser a través del
amparo, y no de la vía ordinaria, que ciertos derechos y sus
afectaciones deberían ser protegidos (es decir, ha descartado la
idoneidad objetiva de las vías ordinarias a las que les correspondía ir
inicialmente). Así, con carácter solamente enunciativo, tenemos que se
ha resuelto lo siguiente(31):
Cuadro 6

EJEMPLOS DE VÍA ORDINARIA SIN TUTELA IDÓNEA EN LA JURISPRUDENCIA

DERECHOS QUE MERECEN SER SENTENCIA O RESOLUCIÓN QUE DESCARTA LA


TUTELADOS POR EL AMPARO IDONEIDAD OBJETIVA DE LA VÍA ORDINARIA

Derecho a la autodeterminación
STC Exp. Nº 00831-2010-HD
informativa

Derechos de las comunidades RTC Exp. Nº 00906-2009-AA


indígenas STC Exp. Nº 04611-2007-AA

Derecho a gozar de un ambiente RTC Exp. Nº 01399-2011-AA


equilibrado y adecuado al desarrollo a (cfr. ATC Exp. Nº 04940-2012-AA Reposición)
la vida
Derechos de los consumidores y STC Exp. Nº 01865-2010-AA
usuarios RTC Exp. Nº 03975-2010-AA

3.4.2
. ¿Qué es una vía igualmente satisfactoria?: perspectiva
subjetiva

Por otra parte, siguiendo con el “análisis de pertinencia de la vía


constitucional”, ahora desde una perspectiva subjetiva, corresponde
verificar si el caso concreto requiere una respuesta especialmente urgente y,
más aún, si se está ante la posible afectación definitiva o irreparable de
bienes a los que se les considera especialmente valiosos o sensibles.

Así, desde esta segunda perspectiva (subjetiva) de la causal de


improcedencia que estamos analizando, se exige que se evalúe el posible
daño irreparable que podría generarse, así como la importancia del bien
puesto en peligro o la magnitud del daño que podría ocurrir.

a. Análisis de la urgencia del caso en atención a la posible


irreparabilidad del daño (análisis de la “urgencia como
irreparabilidad”)

Según lo anotado, una posible forma de analizar si una vía ordinaria es


igualmente satisfactoria está relacionada al carácter urgente de la
protección requerida. Al respecto, no bastará con constatar que, de
manera abstracta u objetiva, en sede ordinaria existan vías procesales
tuitivas para los derechos constitucionales. A decir del Tribunal
Constitucional, tal no sería “una interpretación constitucionalmente
adecuada” de la casual de improcedencia a la que nos referimos. Esta,
más bien, debe ser interpretada atendiendo a la finalidad y naturaleza
del proceso de amparo, “en tanto vía de tutela urgente” (STC Exp. Nº
01387-2009-PA, f. j. 5, resaltado añadido).
Siendo así, una vía ordinaria no podrá ser considerada como vía
idónea, ahora desde una perspectiva subjetiva, si al transitarla queda
en grave riesgo el derecho afectado. Efectivamente, si al transitar la
vía judicial ordinaria puede tornarse irreparable la afectación
alegada, la pretensión debería ser resuelta a través del proceso de
amparo de manera especialmente célere.

En esta misma línea, el Tribunal Constitucional ha establecido que, en


efecto, una vía ordinaria solo puede considerarse igualmente efectiva
si recorrerla “no acarrea el riesgo razonablemente probable de que el
daño producido o por producirse en la esfera subjetiva del
demandante se torne irreparable” (RTC Exp. Nº 00906-2009-AA, f.
j. 9, resaltado agregado).

Así, teniendo en cuenta que la finalidad del proceso de amparo es


proteger los derechos constitucionales “reponiendo las cosas al
momento anterior a la violación o amenaza de violación de un derecho
constitucional”, el colegiado constitucional ha sostenido que “la vía
procesal ordinaria solo podría considerarse ‘igualmente satisfactoria’
al amparo en la medida en que se encuentre en capacidad de alcanzar
de modo efectivo esta misma finalidad [restitutiva del derecho]”.

Considerado de este modo, es necesario analizar entonces si la vía


ordinaria presuntamente idónea realmente permitiría reparar de manera
eficaz la afectación cuestionada –rectius: restituir el derecho– y, en
caso de que exista un alto riesgo de que el daño se vuelva irreparable
por el hecho de transitar la vía ordinaria (lo cual implica atender a la
urgencia que existe en el caso concreto), el amparo deberá ser
entendido como el mecanismo más adecuado de tutela.

Al respecto, y con mayor claridad aún, el colegiado constitucional ha


sostenido que:
“[E]s el riesgo de irreparabilidad del daño iusfundamental (…) a la persona el que
determinará que la demanda de amparo resulte procedente. A contrario sensu, la
alta improbabilidad de que el referido riesgo se encuentre presente determinará su
improcedencia, habilitándose el tránsito por las vías procesales ordinarias. Y si
bien ello merecerá un análisis caso por caso, en principio, dicho riesgo se
manifiesta en la prognosis razonable de que en el futuro inmediato no existirá
posibilidad de reponer las cosas al estado anterior a aquel en se produjo la alegada
violación o amenaza de violación del derecho fundamental”.

RTC Exp. Nº 00906-2009-AA, f. j. 9

“[E]l proceso de amparo procede cuando se pretenda evitar que la agresión o


amenaza se convierta en irreparable, a pesar de que existan otras vías
procedimentales específicas, igualmente satisfactorias. En este supuesto, la
urgencia de tutela tiene que ser valorada por el juez en el caso concreto, teniendo
en consideración las circunstancias del caso y la situación de la persona,
eventualmente afectada o amenazada con la acción u omisión” (resaltado nuestro).

STC Exp. Nº 01387-2009-PA, f. j. 3

b. Análisis de la urgencia del caso en atención a la relevancia de


derecho involucrado o del daño a ocurrir (urgencia “por la
magnitud del bien involucrado o del daño”)

Asimismo, refiriéndose también a la necesidad de tutela urgente, el


colegiado constitucional ha sostenido que, en algunos casos, vale la
pena analizar si, “aun cuando existan vías judiciales específicas
igualmente satisfactorias, la resolución de la pretensión planteada
exige, en virtud de las circunstancias del caso, una tutela jurisdiccional
urgentísima y perentoria” (RTC Exp. Nº 09387-2006-AA, f. j. 3,
resaltado agregado). En otras palabras, ha considerado que es
necesario evaluar si, a pesar de existir una vía ordinaria objetivamente
idónea, el caso es de tal urgencia que sería mejor que el juez
constitucional lo resuelva a través del proceso de amparo. De esta
forma, ha señalado que procede el amparo si lo alegado “pone de
manifiesto la urgencia de la tutela jurisdiccional requerida, muy al
margen de la existencia de una vía igualmente satisfactoria” (ídem, f. j.
4).

Precisamente, en el “análisis de pertinencia de la vía constitucional”,


establecido como precedente constitucional en la STC Exp. Nº 02383-
2013-PA, caso Elgo Ríos, se ha indicado que excepcionalmente es
posible que se admita el amparo cuando el caso esté referido a algunas
materias que pueden considerarse como merecedoras de urgente
protección, ello en atención a: (1) la relevancia del derecho o del
bien iusfundamental involucrado; y/o (2) la gravedad del daño que
podría ocurrir si no se brindara tutela constitucional.

Este criterio –que es criticado por algunos autores, pues se considera


que podría involucrar una especie de jerarquización o gradación entre
los derechos o bienes iusfundamentales(32)– en realidad no hace sino
insistir
en algunos mandatos que derivan de la propia Constitución y de la
jurisprudencia consolidada del Tribunal Constitucional(33). Así, por
ejemplo, la Norma Fundamental alude expresamente a la protección
especial “al niño, al adolescente, a la madre y al anciano en situación
de abandono” (artículo 4) así como al régimen de protección a las
personas con discapacidad (artículo 7), supuestos de tutela deferente
que han sido desarrollados por el Tribunal Constitucional de diferentes
modos(34). Asimismo, y con base en lo anterior, el colegiado
constitucional se ha referido también a la existencia de “grupos
merecedores de protección especial” o “sujetos de especial protección
constitucional”(35). Con lo indicado, esta protección especial o
preferente –que nos parece de incontrovertible carácter constitucional–
puede concretarse, sin problemas, como parte del análisis para
determinar la procedencia del amparo pese a la existencia de una vía
judicial ordinaria, tal como ha dispuesto el Tribunal Constitucional en
el precedente del caso Elgo Ríos.
Ahora bien, entre algunas de las causas en las que el Tribunal
Constitucional ha aplicado directamente esta idea de urgencia, pese a
existir una “vía igualmente satisfactoria” ordinaria, encontramos, por
ejemplo, (1) el caso en que la demandante era una mujer embarazada a
quien se le denegó arbitrariamente el descanso por maternidad que
requería (STC Exp. Nº 00303-2012-AA, f. j. 7; STC Exp. Nº 03861-
2003-AA, ff. jj. 6-8); (2) un caso de despojo arbitrario de un stand
comercial por parte de un privado, lo que le impedía al demandante
realizar sus actividades comerciales, atentándose contra su “sustento
vital” (RTC Exp. Nº 09387-2006-AA, f. j. 3); o también (3) el caso en
el que una persona con edad avanzada y que se encuentra muy enferma
pide su desafiliación del sistema privado de pensiones (ATC Exp. Nº
01402-2012-AA, f. j. 4).

En estos casos, por tratarse de asuntos que merecían una tutela urgente,
el Tribunal sostuvo que no resultaba aplicable la causal de
improcedencia prevista en el artículo 5, inciso 2, del Código Procesal
Constitucional y, por lo tanto, consideró que las demandas debían
resolverse a través del amparo (y no de las vías laboral o civil).

Con lo anotado entonces, desde una perspectiva subjetiva, una vía


ordinaria puede ser considerada idónea si al transitarla no pone en
riesgo la irreparabilidad del derecho del demandante, y si se evidencia
que los bienes constitucionales que se encuentran en juego requieren
una tutela urgentísima, incluso a pesar de que exista un proceso
ordinario que pueda ser considerado inicialmente como “vía
igualmente satisfactoria”(36).

3.4.3
. Consideraciones finales sobre el “análisis de pertinencia de la
vía constitucional”
Algo que vale la pena anotar con respecto del “análisis de pertinencia
de la vía constitucional”, antes de concluir este acápite, es que este plantea
criterios que deben entenderse de manera complementaria y sucesiva(37). En
efecto, se trata de criterios que deben ser analizados de manera conjunta y
conforme al orden propuesto, y bastará con que, a la luz de cualquiera de
ellos, se verifique que la vía alternativa no es idónea para que se admita a
trámite el amparo. Así visto, puede afirmarse que constituye un análisis
sobre la “pertinencia” de la vía del amparo, y no uno dirigido a encontrar o
favorecer su “impertinencia” (o la “improcedencia” de la demanda).

Asimismo, los criterios objetivo y subjetivo formulados en el


precedente deben entenderse como sucesivos. Es decir que, luego de
haberse encontrado que existe una vía judicial “específica” –lo cual es un
presupuesto para lo demás–, será necesario empezar con el análisis de la
idoneidad de la vía desde la perspectiva objetiva, para solo después pasar a
una evaluación desde la perspectiva subjetiva, si ello fuera necesario. Esto
último quiere decir, más claramente, que el análisis de la urgencia del caso
(sea como irreparabilidad, o sea atendiendo a la magnitud del bien
iusfundamental o del daño involucrado) es excepcional o subsidiario, y solo
deberá acudirse a este en caso de que el análisis de la estructura de la vía y
de la idoneidad de la tutela no habilite la procedencia del amparo.

O, con otras palabras, lo primero y lo que siempre requiere la causal


prevista en inciso 2 del artículo 5 del Código Procesal Constitucional es que
se analicen o comparen las vías de manera objetiva; y solo en algunos
supuestos, muy excepcionales, en atención a consideraciones materiales que
deberán verse caso por caso, es que corresponderá el análisis de esta causal
desde una perspectiva subjetiva.

Sobre la base de esto último, en aplicación de la causal de


improcedencia que venimos tratando, no debería rechazarse una demanda
de amparo alegando solo y directamente que “no existe urgencia”(38), pues
siempre sería necesario evaluar primero si existe una vía ordinaria que
tenga una estructura adecuada y que proporcione una protección idónea.

Tras todo lo indicado entonces, y a modo de recuento y cierre,


consideramos que los pasos o componentes del “análisis sobre la
pertinencia de la vía constitucional” pueden presentarse, de manera más
simplificada o didáctica si se quiere, de la siguiente forma:
Cuadro 7
PASOS DEL ANÁLISIS DE LA PERTINENCIA DE LA VÍA CONSTITUCIONAL

ANÁLISIS DE LA
PERTINENCIA DE PREGUNTAS VINCULADAS AL ANÁLISIS REQUERIDO EN
LA VÍA CADA PASO
CONSTITUCIONAL

PASO 1:
¿Existe una vía judicial ordinaria en la que pueda solicitarse, respecto
Determinación de la
a determinada materia, una protección igual o equivalente a la que se
existencia de una vía
busca llevar al amparo?
específica

2.1. Estructura idónea: ¿la regulación del procedimiento ordinario nos


PASO 2: Análisis de la permite afirmar que estamos ante una vía célere y eficaz?
vía ordinaria desde una
perspectiva objetiva 2.2. Tutela idónea: ¿en la vía ordinaria podrá tutelarse debidamente la
afectación iusfundamental puesta a consideración?

3.1. Urgencia como amenaza de irreparabilidad: ¿transitar la vía


ordinaria pone en grave riesgo al derecho afectado, pudiendo tornarse
PASO 3: Análisis de la irreparable la agresión?
vía desde una
perspectiva objetiva 3.2. Urgencia por la magnitud del bien involucrado o del daño: ¿es
necesaria una tutela especial y urgentísima, atendiendo a la relevancia
del derecho involucrado o la gravedad del daño que podría generarse?

3.4.4
. Excurso. Relaciones entre el “análisis sobre la relevancia
constitucional del caso” y el “análisis de pertinencia de la vía
constitucional”
Como fue indicado al inicio de este capítulo, la causal de
improcedencia contenida en el artículo 5, inciso 2 del Código Procesal
Constitucional presupone que todos los jueces de la República, incluyendo
a los de la jurisdicción ordinaria, son jueces constitucionales. Y más
específicamente, implica que los todos los jueces son siempre, si bien
mutatis mutandi, jueces de los derechos fundamentales.

De ello se desprende que no únicamente los procesos constitucionales,


sino también los diferentes procesos ordinarios –civiles, previsionales,
laborales, comerciales, administrativos, etc.– son vías en las cuales debe
tutelarse efectivamente los derechos fundamentales que pudieran verse
lesionados o amenazados.

Siendo así, queda claro que el “análisis sobre la pertinencia de la vía


constitucional” presupone que previamente se haya esclarecido que la
discusión planteada tiene relevancia constitucional: solo en dicho caso vale
la pena discutir sobre la vía a la cual corresponde acudir para solicitar
tutela: si la ordinaria o la constitucional. Si el caso no alude al contenido
constitucionalmente protegido del derecho invocado, no hay duda de que la
demanda debe rechazarse por improcedente y no tiene sentido preguntarse
por la existencia de una vía tan o más tuitiva que el amparo.

Con lo anotado, entonces, debemos precisar que, para los casos en los
que corresponda aplicar ambos análisis –como vimos, esto no siempre
ocurre, por ejemplo, en los casos en los que no hay una “vía ordinaria
específica”– , dichos exámenes deben hacerse necesariamente en el
siguiente orden: en primer lugar deberá realizarse el “análisis sobre la
relevancia constitucional del caso”, pues es este el que permite determinar
si la tutela solicitada incide en el contenido constitucionalmente protegido
del derecho que se invoca, y recién, luego de ello, corresponderá desarrollar
el denominado “análisis de pertinencia de la vía constitucional”, con la
finalidad de determinar si dicha causa debe ser ventilada en la vía ordinaria
o en la vía constitucional del amparo.
“La inexistencia de una vía judicial ordinaria igualmente idónea, como
requisito de procedencia del amparo, no está relacionada con la constatación de
si el acto realizado por el órgano público constituye (o no) una intervención de
alguna posición iusfundamental del derecho que se pueda haber invocado. Este
último es un requisito previo, cuyo análisis y satisfacción previamente debe
haber realizado el Juez que califica la procedencia de la demanda de amparo.
Entre el artículo 5.1 y 5.2 del Código Procesal Constitucional no solo hay una
prelación numérica sino también funcional. Determinar si además del amparo,
existe una vía judicial ordinaria donde pueda discutirse el mismo tema,
presupone que la controversia se encuentre dentro del ámbito material del
amparo. Es decir, que exista una acción u omisión que constituya una injerencia
al contenido constitucional prima facie protegido por un derecho fundamental.
Solo en los casos en que tal intervención exista, a continuación, es pertinente que
el Juez de calificación de la demanda evalúe si existe o no otra vía ordinaria
igualmente satisfactoria. Esa vía, como se ha expresado en el fundamento anterior,
existe. Por tanto, ha de rechazarse la demanda, de conformidad con el artículo 5.2
del Código Procesal Constitucional”.

ATC Exp. Nº 05491-2013-AA, f. j. 5

(1) Se ha usado también la expresión “subsidiario” (“amparo subsidiario”) para definir


nuestro modelo de amparo; sin embargo, esta expresión no es muy precisa,
atendiendo a que en el ámbito comparado a veces se le utiliza para aludir a los casos
en los que se requiere agotar previamente la vía judicial antes de ir al recurso de
amparo.
(2) ABAD, Samuel; DANÓS, Jorge; EGUIGUREN, Francisco; GARCÍA, Domingo;
MONROY, Juan y ORÉ, Arsenio. Código Procesal Constitucional. Estudio
introductorio, exposición de motivos, dictámenes e índice analítico. Tercera edición,
Tribunal Constitucional, Lima, 2008, pp. 71-72.
(3) A esto nos hemos referido supra, en la Introducción de esta obra, e infra, en lo señalado
al inicio del capítulo VI.
(4) ABAD, Samuel et al. Ob. cit., p. 72.
(5) DEFENSORÍA DEL PUEBLO. “Estudio del proceso de amparo en el Distrito Judicial
de Lima: fortaleciendo la justicia constitucional”, Informe Defensorial Nº 172, Serie
Informes Defensoriales, Lima, 2015. Recuperado de:
<http://www.defensoria.gob.pe/modules/Downloads/informes/defensoriales/Informe-
Defensorial-N-172-2015.pdf> [consultado: 10 de marzo de 2018].
(6) Es decir, rechazadas de plano luego de interpuesta la demanda, sin mayor trámite.
(7) El informe, si bien solo toma como muestra a los juzgados constitucionales de Lima,
revela una realidad que se refleja en otros distritos judiciales y en los diferentes
grados. Allí se aprecia que, del universo de expedientes revisados, el 40 % de
demandas fueron rechazadas por improcedentes solo en la fase de calificación (p.
34); que entre las principales causales para declarar la improcedencia de las
demandas están la existencia de una vía igualmente satisfactoria (50 %), la ausencia
de violación a un derecho constitucional (25 %) y la falta de agotamiento de las vías
previas (10 %) (p. 35); y, con respecto a la culminación del proceso, que el 38 % de
causas obtuvieron sentencia sobre el fondo, el 36 % fueron resueltas a través de auto
de improcedencia liminar, el 19 % obtuvieron un auto de improcedencia y un 6 %
terminaron con resoluciones que declararon fundada una excepción.
(8) Es, por ejemplo, el caso del profesor Luis Castillo, quien consideró que la referida
disposición que regula el amparo alternativo podría considerarse inconstitucional, si
bien planteó una forma de entender esta causal que superaría dicho vicio
(CASTILLO, Luis. “El amparo residual en el Perú. Una cuestión de ser o no ser”.
En: Justicia Constitucional. Año I, Nº 2, Palestra, Lima, agosto-diciembre de 2005).
Más recientemente, cfr. CASTILLO, Luis. “El análisis de pertinencia de la vía
constitucional para determinar la vía igualmente satisfactoria que el amparo”. En:
Gaceta Constitucional. Tomo 82, Gaceta Jurídica, Lima, octubre de 2014, p. 20;
ídem. “Ser y deber ser en los procesos constitucionales de la libertad”. En:
Pensamiento Constitucional. N° 19, Maestría en Derecho Constitucional de la
Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2014, p. 278.
(9) Cfr. SOSA, Juan Manuel. “La interpretación de los derechos fundamentales conforme
al Derecho internacional de los derechos humanos (artículo V del Código Procesal
Constitucional)” En: Actualidad jurídica. Tomo 135, Gaceta Jurídica, Lima, febrero
de 2005.
(10) Incluso más, el Tribunal Constitucional se ha referido a la existencia de un “derecho a
la protección jurisdiccional de los derechos y libertades fundamentales” como un
auténtico derecho subjetivo-constitucional; vide STC Exp. Nº 01230-2002-HC, f. j.
4.
(11) De hecho, la consagración del “amparo subsidiario” en el Código Procesal
Constitucional busca hacer frente a un conocido problema en nuestro medio: el de la
denominada “amparización de las causas” y la correspondiente “inflación” de los
procesos constitucionales. Cfr. EGUIGUREN. Francisco. “El amparo como proceso
‘residual’ en el Código Procesal Constitucional peruano. Una opción riesgosa pero
indispensable”. En: Anuario Iberoamericano de Justicia Constitucional. Nº 11,
Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, Madrid, 2007, p. 118; ESPINOSA-
SALDAÑA, Eloy. “La consagración del amparo residual en el Perú. Sus alcances y
repercusiones”. En: Derechos fundamentales y Derecho Procesal Constitucional.
Eloy Espinosa-Saldaña (coordinador), Jurista Editores, Lima, 2005, p. 150.
(12) A pesar de ello, algunas recientes modificaciones legislativas en el ámbito de los
procesos ordinarios permiten contar con vías bastante eficientes, tan e incluso más
protectoras que el amparo, cuando menos en abstracto, como ha señalado el Tribunal
Constitucional (por ejemplo, en relación con el proceso laboral abreviado, como
veremos luego).
(13) Recordemos que ni el rechazo liminar de las demandas ni su declaración de
improcedencia pueden hacerse de modo ligero y menos aún arbitrario, cfr. RTC Exp.
Nº 03321-2011-AA, f. j. 3; RTC Exp. Nº 02039-2010-AA, f. j. 5.
(14) Vide al respecto, por ejemplo, la RTC Exp. Nº 04650-2011-AA, f. j. 6 y la RTC Exp.
Nº 05491-2013-AA, f. j. 4.
(15) Este criterio fue aplicado, por ejemplo, en la RTC Exp. Nº 02156-2011-AA y
reproducido en la RTC Exp. Nº 04167-2008-AA.
(16) Precedente que, como explicaremos luego, merecería ser revisado a la luz de lo
resuelto en la STC Exp. Nº 02383-2013-PA, caso Elgo Ríos.
(17) También se abandonó, como veremos luego, el criterio que hemos denominado de
“listado de materias” (véase infra, el acápite 3.2 de este capítulo).
(18) Cfr. STC Exp. Nº 00976-2004-AA (caso Llanos Huasco), STC Exp. Nº 00206-2005-
AA (caso Baylón Flores).
(19) Cfr. STC Exp. Nº 01417-2005-AA (caso Anicama Hernández).
(20) Cfr. STC Exp. Nº 00142-2011-AA (caso Sociedad Minera María Julia).
(21) Que es lo que ha pasado en el caso Sociedad Minera María Julia (STC Exp. Nº 00142-
2011-AA), en el que se estableció un precedente sobre la procedencia del “amparo
contra laudo arbitral”. Allí se fijó una lista de tres únicas pretensiones que podrían
ser llevadas al amparo, y se señaló además que el “recurso de anulación” es la vía
idónea e igualmente satisfactoria para las siete situaciones para las que se prevé su
procedencia (artículo 63 del Decreto Legislativo Nº 1071). Al respecto, es claro que
en la práctica puede haber un sinnúmero de situaciones vinculadas a un laudo arbitral
que pueden ser lesivas de derechos fundamentales, pero que no pueden ser
cuestionadas por ninguna de las dos vías, al no haber sido incorporadas en ninguna
de las listas respectivas. Dicha limitación ha quedado en evidencia, por ejemplo, en
los AATC Exp. Nº 08448-2013-AA (cfr. ff. jj. 11 y 12) y Exp. Nº 05653-2013-PA
(cfr. ff. jj. 7 a 9).
(22) La finalidad del amparo, como se sabe, es “proteger los derechos constitucionales,
reponiendo las cosas al estado anterior a la violación o amenaza de violación de un
derecho constitucional”, conforme aparece en el artículo 1 del Código Procesal
Constitucional.
(23) El Tribunal Constitucional ha resuelto que, frente al pedido de tutela contra amenazas,
una vía ordinaria puede ser desestimada como “vía específica” si en ella no puede
cuestionarse ese tipo de afectaciones (como sería el caso del proceso contencioso
administrativo; vide RTC Exp. Nº 02615-2010-AA, f. j. 7).
(24) STC Exp. Nº 02383-2013-PA (caso Elgo Ríos), ff. jj. 12-14.
(25) Hay antecedentes en los que Tribunal, aunque de manera incipiente, esboza la
diferenciación entre criterios objetivos y subjetivos con respecto a esta causal de
improcedencia; cfr. STC Exp. Nº 01786-2013-PA, f. j. 2. Asimismo, en un
interesante y difundido artículo, Roger Rodríguez Santander hizo también referencia
a la distinción entre las interpretaciones “subjetiva” y “objetiva” de esta causal (así
como a enfoques formales y materiales), pero no es propiamente esa la clasificación
de la que parte el Tribunal; cfr. RODRÍGUEZ SANTANDER, Roger. “Amparo y
residualidad. Las interpretaciones (subjetiva y objetiva) del artículo 5.° 2 del Código
Procesal Constitucional peruano”. En: Justicia Constitucional. Año I, Nº 2, Palestra,
Lima, agosto-diciembre de 2005, p. 74 y ss.
(26) Este “análisis de pertinencia de la vía constitucional” ya había sido planteado en el
ATC Exp. Nº 02677-2013-PA, f. j. 4 y ss., y en la STC Exp. Nº 03070-2013-PA, f. j.
2.1 y ss.
(27) Criterio ratificado en STC Exp. Nº 02997-2009-AA, f. j. 5; ATC Exp. Nº 05491-2013-
AA, f. j. 3.
(28) Valga precisar que en el cuadro presentado no hemos hecho referencia a lo previsto
por el Tribunal Constitucional en el precedente Manuel Anicama, STC Exp. Nº
01417-2005-AA, en el cual se dispuso que algunas pretensiones pensionarias
únicamente podrán ser ventiladas a través del proceso contencioso administrativo y
no mediante el amparo. Al respecto, no hemos incluido dicha referencia porque en
aquella ocasión el Tribunal, antes que referirse a la existencia de una vía ordinaria
igualmente satisfactoria, más bien descartó la tutela constitucional de tales materias
previsionales por no formar parte del “contenido esencial” o “contenido directamente
protegido” por el derecho a la pensión (postura sin duda criticable: cfr. SOSA, Juan
Manuel. “Dejando atrás la idea de ‘contenido esencial de los derechos’. En: Diálogo
con la Jurisprudencia. Año 20, Nº 192, Gaceta Jurídica, setiembre de 2014, p. 85 y
ss.).
(29) Se trata del precedente constitucional emitido en el caso Sociedad Minera María Julia,
cuya finalidad fue buscar limitar al máximo los supuestos de procedencia del
“amparo arbitral”, como indicamos antes. Consideramos que lo planteado allí merece
ser totalmente revisado a la luz de lo dispuesto por el más reciente precedente del
caso Elgo Ríos, pues, como ya fue señalado (supra, acápite 3.2, nota 121), existe un
amplio espectro de casos que prima facie quedarían desprotegidos, lo cual es
inaceptable en términos constitucionales.
(30) Al respecto, también debe tenerse en cuenta que el proceso de amparo es uno con
menos ritualismos o formalismos procesales en comparación con los procesos
ordinarios, lo que le permite al juez del amparo un mayor margen de acción a favor
de la tutela de los derechos.
(31) Además de los derechos (o las titularidades) indicados, el Tribunal Constitucional ha
señalado en reiterada jurisprudencia que corresponden ser protegidos a través del
amparo los supuestos de expropiación irregular basada en la aplicación de normas
legales inconstitucionales, las cuales debían ser inaplicadas. El Tribunal ha sido
especialmente claro al respecto en la STC Exp. Nº 00588-2013-PA (“el proceso de
amparo es una vía en la que existen mayores posibilidades de obtener tutela adecuada
frente a la controversia recaída en autos”); allí se cita, asimismo, las SSTC Exps. Nºs
02397-2003-PA, 07130-2006-PA, 00022-2007-PA, 02330-2011-PA, 03576-2011-PA
y 01360-2012-PA, en las que se resolvieron controversias similares y se declaró
fundada la demanda.
(32) Cfr. CASTILLO, Luis. “El análisis de pertinencia de la vía constitucional…”. Ob. cit.,
p. 22.
(33) Valga precisar que, desde nuestra concepción, es posible reconocer la existencia de
jerarquías o prevalencias entre derechos o bienes constitucionales. No obstante,
consideramos que no parece que a ello se haya referido el Tribunal Constitucional, en
el marco del “análisis sobre la pertinencia de la vía constitucional”, al referirse a la
“magnitud del bien involucrado o del daño”.
(34) Cfr. STC Exp. Nº 00206-2005-AA, f. j. 24 in fine; STC Exp. Nº 00828-2014-AA, f. j.
6; ATC Exp. Nº 01402-2012-AA, f. j. 4; ATC Exp. Nº 02214-2014-AA, ff. jj. 24-25;
STC Exp. Nº 03515-2010-AA, ff. jj. 19-20; STC Exp. Nº 04184-2007-AA, f. j. 11;
entre algunas.
(35) Vide STC Exp. Nº 04749-2009-AA. Efectivamente, el Tribunal Constitucional ha
tutelado de modo reforzado a diversos colectivos sensibles, como los enfermos con
VIH/sida, las comunidades indígenas (a la luz del Convenio OIT 169) y a los
enfermos terminales. A mayor abundamiento, la Corte Constitucional de Colombia
ha reconocido también la existencia de “sujetos de especial protección”, incluyendo
allí a las mujeres, los homosexuales, los desplazados por la violencia, los indigentes
y los reclusos.
(36) Con un criterio análogo, el Tribunal Constitucional cuenta con abundante
jurisprudencia en la cual resuelve que si una demanda fue rechazada liminarmente de
manera indebida por las instancias precedentes y existe un riesgo cierto de que el
daño denunciado se pueda tornar irreparable, le corresponde al Alto Tribunal
pronunciarse de inmediato sobre el fondo del asunto, en vez de devolver los actuados
a los grados anteriores para que corrijan sus decisiones (ello incluso pese a lo
dispuesto en el artículo 20, segundo párrafo, del Código Procesal Constitucional: “Si
el Tribunal considera que la resolución impugnada ha sido expedida incurriéndose en
un vicio del proceso que ha afectado el sentido de la decisión, la anulará y ordenará
se reponga el trámite al estado inmediato anterior a la ocurrencia del vicio”).
(37) En similar sentido, parafraseando el contenido del “test de pertinencia de la vía
constitucional”, en el fundamento jurídico 15 de la sentencia del caso Elgo Ríos se
ofrecen “elementos” o “presupuestos” que deben aplicarse de manera “copulativa”,
constituyendo una especie de checklist para determinar si una vía es igualmente
satisfactoria que el amparo.
(38) Como podría desprenderse, por ejemplo, del ATC Exp. Nº 01839-2013-AA, f. j. 4, ab
initio.
CAPÍTULO III

EL AMPARO CONTRA RESOLUCIONES


JUDICIALES Y EL “ANÁLISIS DE MANIFIESTO
AGRAVIO A LA TUTELA PROCESAL EFECTIVA”

INTRODUCCIÓN

Si bien la Constitución (artículo 200, inciso 2) parte de una regulación


inicialmente restrictiva sobre la procedencia del “amparo contra
resoluciones judiciales”(1), es decir, limitativa de la posibilidad de que se
pueda dar trámite a una demanda de amparo interpuesta contra decisiones
judiciales que provengan de la jurisdicción ordinaria, hoy se entiende con
claridad que sí es posible cuestionar resoluciones judiciales cuando estas
emanan de procedimientos “irregulares”, esto con base en la premisa de que
no existen espacios ajenos al control constitucional.

Ahora bien, con lo anterior surgen de inmediato algunas preguntas,


tales como ¿cuáles son los vicios que habilitan al juez constitucional a
revisar una decisión o actuación del juez ordinario?, también, ¿qué tan
intenso puede ser este análisis?

Responder adecuadamente esto es un asunto de la máxima


importancia: una solución excesivamente restringida, o prohibitiva
inclusive, en la práctica haría imposible reparar afectaciones de derechos
fundamentales que provienen de las autoridades judiciales (lo cual, en cierta
medida, equivaldría a aceptar la existencia de “burbujas” libres de control
constitucional); mientras que una demasiado abierta y permisiva
involucraría la posibilidad de que los jueces constitucionales se entrometan
en asuntos que pueden considerarse como parte de las competencias
exclusivas y excluyentes de la judicatura ordinaria, tornándose entonces la
justicia constitucional ya no en un mecanismo excepcional para tutelar
derechos constitucionales, sino en una forma de “cuarta instancia” judicial,
revisora de cuestiones de carácter ordinario o de mera legalidad.

Ahora bien, tratar de resolver esta cuestión dista de ser un asunto


sencillo. En efecto, ni a nivel de la doctrina ni en la jurisprudencia se han
establecido criterios incontrovertibles, o siquiera ampliamente aceptados,
que permitan reconocer qué vicios o infracciones deberían ser considerados
como asuntos exclusivos y excluyentes de la judicatura ordinaria, y por otra
parte, cuáles sí legitiman a los jueces constitucionales a realizar la
corrección que la Constitución dispone.

Siendo así, el propósito de este capítulo es explicar los presupuestos de


esta causal de improcedencia, explicar aquello inicialmente prescrito a nivel
legislativo sobre la materia, dar cuenta sobre las diferentes líneas
jurisprudenciales que el Tribunal Constitucional ha erigido en torno a ello,
para finalmente, y con base en lo anterior, presentar una sistematización de
los criterios que es menester tomar en cuenta para decidir la procedencia de
los “amparos contra resoluciones judiciales” (análisis que podemos
denominar “sobre el manifiesto agravio a la tutela procesal efectiva”).

1. LOS JUECES ORDINARIOS COMO JUECES


CONSTITUCIONALES Y EL PODER CORRECTOR DE LA
JUSTICIA CONSTITUCIONAL

Todos estamos subordinados a la Constitución y, más específicamente,


a los derechos que esta contiene. Cuando una persona o autoridad
transgrede el deber de respetar la Carta Fundamental, dicha afectación
puede ser cuestionada ante las autoridades judiciales(2), sean estas o no
jueces constitucionales en sentido estricto (es decir, de jueces
especializados en materia constitucional o magistrados del Tribunal
Constitucional).

Atendiendo a la mencionada función tuitiva de todos los jueces, así


como a la obligación más amplia que tienen de preferir y aplicar
directamente la Constitución, es correcto afirmar que los jueces ordinarios
(es decir, aquellos que resuelven procesos judiciales civiles, penales,
administrativos, laborales, etc.) también son jueces constitucionales en un
sentido amplio.

Ahora bien, las transgresiones a la Constitución o a los derechos


fundamentales pueden ocurrir de distinto modo. En muchas ocasiones estas
vulneraciones pueden aparecer de manera concurrente con otras que
podrían considerarse de carácter infraconstitucional (de alcance legal,
administrativo o contractual, por ejemplo). En tales casos, quienes se
consideren afectados en sus derechos deben plantearse a cuál vía pueden o
deben acudir: si a los procesos constitucionales o a los procesos ordinarios
(algo a lo cual ya nos hemos referido en el capítulo II).

Señalado esto, siendo verdad que a los jueces ordinarios también les
corresponde tutelar los derechos constitucionales, es cierto, asimismo, que,
en los hechos, la intensidad de la “tutela constitucional” será diferente
tratándose de una vía o de la otra. Varios pueden ser los motivos que
explican esto: desde la especialidad y formación de los jueces, pasando por
la tendencia del amparo (y en general de los procesos de tutela de derechos)
a la flexibilización de las formas procesales, hasta a la forma en que las
pretensiones les son planteadas en la demanda y vinculan a los jueces en el
ámbito ordinario. En cualquier caso, lo cierto es que la labor de tutela
iusfundamental por parte de los jueces ordinarios no suele ser, y en gran
medida no puede ser, idéntica a la que realizan los jueces constitucionales.

De otro lado, el hecho de que todos jueces también sean –en el sentido
ya indicado– jueces constitucionales latu sensu no significa que, a la vez,
no puedan afectar también bienes o derechos constitucionales al ejercer sus
potestades. De hecho, ningún juez, en ninguna instancia o grado, está libre
de incurrir en este tipo de infracciones(3).

La pregunta que cae de madura entonces es si, a la luz de lo señalado


hasta aquí, las eventuales infracciones constitucionales en las que podrían
incurrir los jueces deberían ser cuestionadas a través de un nuevo y
diferente proceso judicial, cuya finalidad sea revertir dicha afectación, o si
esas transgresiones solo deberían discutirse y repararse en el marco del
mismo proceso judicial en que se produjeron. Más precisamente: ¿las
afectaciones de derechos ocurridas en procesos ordinarios(4) solo deberían
ventilarse a través de los mecanismos recursivos existentes –más aún si se
entiende que los jueces ordinarios en cierta medida son también jueces
constitucionales–, o deberían ser llevadas al amparo(5) como mecanismo
idóneo y específico de tutela de derechos constitucionales?

Al respecto, es sabido que a través de los procesos constitucionales,


efectivamente, es posible cuestionar y revertir las vulneraciones
iusfundamentales que hayan ocasionado las autoridades jurisdiccionales. De
este modo, la justicia constitucional detenta un “poder corrector” frente a
toda autoridad o persona, potestad que sirve muchas veces como garantía
última para hacer valer lo que dispone la Constitución.

Ahora bien, como también ha sido destacado de diferentes modos, esta


posibilidad de que los jueces constitucionales corrijan, en términos
constitucionales, una actividad o decisión judicial puede acarrear algunos
riesgos y complicaciones. En especial, no queda inmediatamente claro qué
es aquello que puede ser legítimamente revisado o corregido en sede
constitucional sin inmiscuirse en cuestiones que son de competencia
exclusiva y excluyente de la judicatura ordinaria. Expresado de otro modo,
hace falta precisar hasta dónde puede ingresar el juez constitucional para
analizar y revertir una afectación ocurrida en sede judicial, para ejercer de
modo legítimo su poder corrector y sin convertirse a su vez en una especie
de “superinstancia”, que pretenda revisar incluso cuestiones de mera
legalidad o de carácter negocial, lo cual excede a sus competencias y puede
desembocar en auténticas arbitrariedades.

En este orden de ideas, intentando acotar el ámbito de acción de los


jueces constitucionales, la Constitución, el Código Procesal Constitucional
y la jurisprudencia del Tribunal Constitucional han precisado esta cuestión,
aunque de distinto modo y con diferentes alcances. Si bien se trata de
avances importantes, encaminados precisamente a aliviar el riesgo al que
nos hemos referido, así como a enfrentar otra faz del problema de la
amparización de las causas, lo regulado en dichos espacios no es
plenamente compatible entre sí e incluso resulta contradictorio en ciertos
extremos, por lo que aún estamos lejos de tener esclarecidos los límites y
las posibilidades de la justicia constitucional en esta materia.

Pasemos entonces a precisar cuál ha sido el régimen o trato que se le


ha dado al llamado “amparo contra resoluciones judiciales” en estos tres
ámbitos (Constitución, legislación y jurisprudencia), para posteriormente
ofrecer una lectura crítica y propositiva a partir de lo que tenemos.

2. EL RÉGIMEN CONSTITUCIONAL, LEGAL Y


JURISPRUDENCIAL DEL AMPARO CONTRA
RESOLUCIONES JUDICIALES

Como hemos indicado, la Constitución, el Código Procesal


Constitucional y la jurisprudencia del Tribunal Constitucional han regulado
de distinto modo al “amparo contra resoluciones judiciales”; más
específicamente, han tratado de distinto modo su habilitación o
procedencia, así como los alcances de la revisión que pueden hacer los
jueces constitucionales.

Tal como veremos a continuación, hemos pasado de un régimen


impreciso, aunque tendencialmente restrictivo, esbozado en la Carta
Fundamental, hacia uno totalmente permisivo, establecido
jurisprudencialmente por el Tribunal Constitucional.

Ahora bien, a efectos de explicar de mejor modo lo que sigue, es


necesario hacer referencia brevemente a las posibilidades que existen en la
doctrina y en el Derecho Comparado en materia de procedencia del amparo
contra resoluciones judiciales. Entre las clasificaciones que se han
realizado, una que ha tenido éxito en nuestro medio(6) es la que distingue
entre “tesis negativa”, en alusión a los contextos en los que se rechaza la
procedencia, y “tesis permisiva”, en referencia a los supuestos en los que se
admite el amparo contra resoluciones judiciales; esta última, además, ha
sido subclasificada en tesis “moderada”, “amplia” y “amplísima”.

Por nuestra parte, y partiendo de la mencionada clasificación de


referencia, consideramos que puede ser un poco más expresivo, y que ayuda
mejor a distinguir los supuestos realmente existentes, así como a diferenciar
entre los distintos “modelos” o “posturas” (en vez de “tesis”) que han sido
defendidos en el Derecho comparado, precisando que tales posiciones
tienen estrecha relación con la forma en que los específicos ordenamientos
jurídicos han diseñado el amparo y el control de constitucionalidad.

Sobre esto último, valga indicar que no es posible equiparar o


comparar, por ejemplo, supuestos en los cuales existe un modelo de control
constitucional con una Corte Suprema en el vértice del sistema, que tiene
competencia para conocer el mérito (el fondo) de un decisión judicial
ordinaria o que hace las veces de corte casatoria; con otros en los cuales el
recurso de amparo es más bien un recurso directo que puede interponerse
de frente ante las cortes constitucionales para cuestionar decisiones
judiciales ordinarias en las que se haya afectado derechos fundamentales (y
que, dependiendo del caso, incluso puede ser el principal medio que existe
para acceder a la Corte, en la medida que en puridad no existen procesos o
demandas de amparo(7)); de unos en los que existe una vía judicial
específicamente constitucional que cabe iniciar a través de una demanda
contra cualquier decisión judicial lesiva de derechos fundamentales (y que
en última instancia puede llegar al Tribunal Constitucional)(8).

Sobre esa base, consideramos que la clasificación de las posturas sobre


la procedencia del amparo contra resoluciones judiciales puede
reformularse conforme aparece en el siguiente cuadro. En este indicamos,
de manera sucinta, a qué modelos en concreto hacen referencia(9).
Cuadro 8(10)
MODELOS DE PROCEDENCIA O TRAMITACIÓN DEL “AMPARO CONTRA
RESOLUCIONES JUDICIALES”

No se admite la procedencia del amparo contra decisiones Caso modelo:


POSTURA DENEGATORIA
judiciales Argentina(128)

No procede el amparo contra resoluciones judiciales. Procede


Restringida
excepcionalmente el “amparo” o la “acción de tutela” frente a
(demanda de Casos modelo:
vías de hecho judiciales, cuando los funcionarios judiciales han
amparo contra Colombia y
actuado de modo manifiestamente arbitrario o “al margen de
vías de hecho Venezuela
las competencias establecidas”, lesionando con ello derechos
judiciales)
fundamentales.

Intermedia
Se acepta la procedencia de demandas de amparo contra
(demanda de
resoluciones judiciales, con la precaución de no hacer de la vía Casos modelo:
amparo contra
constitucional una especie de “nueva instancia” de justicia Perú y Bolivia
resoluciones
ordinaria.
POSTURAS judiciales)
ADMISORIAS
Amplia Procede el “recurso de amparo” o la “acción especial de
Casos modelo:
(recurso protección” directamente ante el Tribunal o Corte
España,
directo ante el Constitucional, contra decisiones emanadas de la judicatura
Alemania y
Tribunal ordinaria y que hayan sido oportuna y debidamente
Ecuador
Constitucional) cuestionadas en dicha sede.

Amplísima
(recurso de Se admite el amparo contra resoluciones judiciales, a través del
Caso modelo:
pleno derecho cual incluso puede realizarse un control de legalidad (que es el
México
ante la Corte caso del “amparo directo” o “amparo-casación”).
Suprema)

Adicionalmente, otra clasificación de interés y utilidad es aquella que


distingue entre tesis negativas y admisorias del amparo contra decisiones
judiciales, y a estas últimas, a su vez, en tesis admisorias restringida,
moderada y amplia, dependiendo del contenido material que puede ser
materia de revisión: en caso de que solo sea posible revisar cuestiones
formales o procedimentales del proceso judicial estamos ante la
denominada tesis admisoria restringida; si pueden ser tutelados todos los
derechos vinculados con el debido proceso o a la tutela judicial efectiva (y
no solo en sus aspectos formales), estamos entonces ante la tesis admisoria
moderada; y, por último, nos encontramos ante la tesis admisoria amplia si,
además de lo anterior, es posible revisar la justicia material de lo resuelto
(“debido proceso sustantivo”), lo que puede incluir tanto evaluar la
razonabilidad o proporcionalidad de lo resuelto como revisar la potencial
afectación de cualquier derecho fundamental (y no solo de los derechos
constitucionales procesales)(11).

Cuadro 9

CONTENIDO QUE PUEDE SER REVISADO EN EL “AMPARO CONTRA


RESOLUCIONES JUDICIALES”

No es posible cuestionar resoluciones judiciales, por ende, no cabe discutir en


PERSPECTIVA
sede constitucional eventuales afectaciones del derecho al debido proceso
NEGATIVA
judicial.

Contenido: Por ejemplo


Solo puede analizarse plazos legales,
Restringida afectaciones procesales o notificaciones,
formales al debido proceso. formalidades de las
resoluciones, etc.

PERSPECTIVA
PERMISIVA Contenido: Todos los
Solo puede revisarse afectaciones derechos del debido
de derechos constitucionales proceso, tales como
Moderada procesales que formen parte del acceso a la justicia,
debido proceso o la tutela defensa, motivación,
procesal efectiva. ejecución de
resoluciones, etc.

Puede revisarse asuntos de fondo, Contenido: Todos los


lo que incluye el análisis sobre la derechos fundamentales
eventual afectación de cualquier son protegidos:
Amplia derecho fundamental, e incluso igualdad, asociación,
cuestiones vinculadas con la libre desarrollo de la
razonabilidad o justicia material personalidad, libertad
del caso. religiosa, educación, etc.

Con base en lo indicado, corresponde encuadrar entonces cómo opera


el “amparo contra resoluciones judiciales” en nuestro país. Al respecto, en
lo que concierne a la perspectiva o modelo de procedencia al cual nos
adscribimos, el Perú se encuentra en la órbita de la “postura admisoria
intermedia”, tal como ya fue adelantado en el cuadro 8. Corresponde esta
clasificación, pues aquí es posible interponer demandas de amparo contra
resoluciones judiciales ordinarias, pero advirtiéndose que los jueces de
amparo no deben invadir competencias de dicha judicatura, de alcance
esencialmente legal.

En lo que concierne al contenido que puede ser revisado a través del


amparo contra resoluciones judiciales, el asunto es bastante más complejo.
Si bien es claro que partimos de la perspectiva admisoria, no lo es tanto la
subclasificación que nos correspondería dentro de dicho espectro; es decir,
si restringida, moderada o amplia. Esto último, ciertamente, implica asumir
una posición sobre cuándo existe una “invasión de competencias de la
judicatura ordinaria”, en los términos de la clasificación anterior (modelo de
procedencia “permisivo intermedio”) o, lo que es lo mismo, precisar hasta
dónde llegan las legítimas competencias del juez constitucional al revisar
resoluciones judiciales.

Como indicamos al inicio de este apartado, lo antes mencionado ha


sido respondido de diferente modo tanto por la Constitución, la ley y la
jurisprudencia. Pasemos, ahora sí, luego de presentado este necesario marco
introductorio, a analizar lo que tenemos regulado en los mencionados
ámbitos.

2.1. El régimen constitucional del amparo contra resoluciones


judiciales: limitación inicial

La Constitución de 1993 se pronuncia de manera ambigua, y hasta


restrictiva, en relación con el llamado “amparo contra resoluciones
judiciales”.

En primer lugar, en el artículo 200, inciso 2 de la Carta Constitucional


se señala lo siguiente:

“Artículo 200.- Son garantías constitucionales:


2. La acción de amparo, que procede contra el hecho u omisión, por
parte de cualquier autoridad, funcionario o persona, que vulnera o
amenaza los demás derechos reconocidos por la Constitución (…) No
procede (…) contra resoluciones judiciales emanadas de
procedimiento regular”.

Ahora, pese a la formulación en negativo (“no procede…”), esta


disposición ha sido interpretada a contrario sensu por la doctrina y la
jurisprudencia, para entender que sí procede el “amparo contra resoluciones
judiciales” en el marco de procesos “irregulares”, ello porque la limitación
constitucional alude a resoluciones “emanadas de proceso regular”. De este
modo, el debate se ha centrado, entonces, en determinar cuándo estamos
ante un “proceso irregular”, con lo cual se ha dado por sentado que, en
dicho caso sí es posible cuestionar resoluciones judiciales vía amparo.

Ahora, no obstante lo anterior, la Carta Fundamental prevé además dos


disposiciones que han sido formuladas como reglas, es decir, como
mandatos definitivos o perentorios, que más bien parecen proscribir, de
manera absoluta, cualquier revisión judicial de dos tipos de resoluciones
que pueden calificarse como jurisdiccionales: nos referimos a las
resoluciones del Jurado Nacional de Elecciones en materia electoral y las
del Consejo Nacional de la Magistratura en materia de evaluación y
ratificación de jueces y fiscales.

En efecto, la Constitución dispone, expresa e indiscutiblemente, el


carácter “no revisable” de dichas resoluciones en sus artículos 142 y 181:

“Artículo 142.- No son revisables en sede judicial las resoluciones


del Jurado Nacional de Elecciones en materia electoral, ni las del
Consejo Nacional de la Magistratura en materia de evaluación y
ratificación de jueces”.

“Artículo 181.- El Pleno del Jurado Nacional de Elecciones aprecia los


hechos con criterio de conciencia. Resuelve con arreglo a ley y a los
principios generales de derecho. En materias electorales, de
referéndum o de otro tipo de consultas populares, sus resoluciones son
dictadas en instancia final, definitiva, y no son revisables. Contra
ellas no procede recurso alguno”.

Finalmente, también con relación a lo previsto directamente por la


Constitución, tenemos una disposición que en cierto modo se refiere o da
contenido a la idea de “proceso regular”. Nos referimos al artículo 139, que
contiene los derechos y garantías de un proceso justo(12), y en especial al
inciso 3, que estipula el derecho al “debido proceso y la tutela
jurisdiccional”:

“Artículo 139.- Son principios y derechos de la función jurisdiccional:


(…)

3. La observancia del debido proceso y la tutela jurisdiccional (…)”.

Siendo así, puede interpretarse que un “proceso irregular” sería uno


contrario al debido proceso o, más llanamente, a la idea de proceso justo.
Sin embargo, como puede apreciarse, lo anotado aún no permite saber
cuándo una resolución es, finalmente, contraria al debido proceso o la tutela
procesal efectiva. Esto ha sido precisado por el artículo 4 del Código
Procesal Constitucional, al referirse precisamente a la procedencia del
amparo contra resoluciones judiciales.

2.2. El régimen legal del amparo contra resoluciones judiciales:


perspectiva admisoria moderada

Como hemos indicado ya, el Código Procesal Constitucional dispone


algunas cuestiones vinculadas con el tema que venimos desarrollando. En
efecto, el artículo 4 del Código Procesal Constitucional se refiere a la
procedencia del amparo contra resoluciones judiciales firmes, “dictadas con
manifiesto agravio a la tutela procesal efectiva”; la cual, desde luego, es una
forma de dotar de contenido a la idea de “proceso irregular” que estaba
pendiente de ser perfilada.

La referida disposición establece lo siguiente:

“Artículo 4.- Procedencia respecto de resoluciones judiciales

El amparo procede respecto de resoluciones judiciales firmes dictadas


con manifiesto agravio a la tutela procesal efectiva, que comprende
el acceso a la justicia y el debido proceso (…).

El hábeas corpus procede cuando una resolución judicial firme vulnera


en forma manifiesta la libertad individual y la tutela procesal efectiva.

Se entiende por tutela procesal efectiva aquella situación jurídica de


una persona en la que se respetan, de modo enunciativo, sus derechos
de libre acceso al órgano jurisdiccional, a probar, de defensa, al
contradictorio e igualdad sustancial en el proceso, a no ser desviado de
la jurisdicción predeterminada ni sometido a procedimientos distintos
de los previstos por la ley, a la obtención de una resolución fundada en
derecho, a acceder a los medios impugnatorios regulados, a la
imposibilidad de revivir procesos fenecidos, a la actuación adecuada y
temporalmente oportuna de las resoluciones judiciales y a la
observancia del principio de legalidad procesal penal”.

Como puede apreciarse, hay varios asuntos que son precisados o


desarrollados allí. En primer lugar, podemos mencionar que se acuña la
expresión “tutela procesal efectiva”, en reemplazo o como complemento a
la expresión “debido proceso y la tutela jurisdiccional” contenida en el
artículo 200, inciso 2 de la Constitución (volveremos luego a esto). En
segundo lugar, se hace una descripción, no exhaustiva, de cuáles derechos o
garantías pueden considerarse prima facie como parte del derecho a la
tutela procesal efectiva. Finalmente, destacamos que el Código no hace
referencia a cualquier tipo de infracción o agravio en el proceso, sino
específicamente a un “agravio manifiesto”, expresión a la que ciertamente
es necesario dotar de contenido.

Sobre la base de lo anotado, podemos afirmar que el Código Procesal


Constitucional se adscribe a la postura admisoria moderada, en la medida
que, si bien formula la procedencia del amparo contra resoluciones
judiciales, su objeto se reduce a revisar si hubo afectaciones a los derechos
o garantías que forman parte del debido proceso (o, en términos del Código,
de la tutela procesal efectiva).

2.3. El régimen jurisprudencial del amparo contra resoluciones


judiciales: perspectiva admisoria amplia

Pese al modelo “admisorio moderado” perfilado en el Código Procesal


Constitucional, el Tribunal Constitucional, en su cada vez más consolidada
jurisprudencia, ha aceptado la posibilidad de que a través del amparo contra
decisiones jurisdiccionales puedan ser protegidos todos los derechos
fundamentales y no solo los de contenido procesal.

Al respecto, nuestro Tribunal ha acudido a diversos argumentos,


algunos de carácter material y otros sobre todo formales o procedimentales.

Entre las consideraciones sustantivas que ha esbozado, tal vez la


principal es que en el Estado constitucional contemporáneo no puede
admitirse la existencia de zonas “liberadas” o “exentas de control
constitucional”; dando a entender con ello que, al encontrase los jueces
también vinculados íntegramente a la Constitución, si estos afectan
cualquier derecho fundamental (y no solo los procesales), ello debería ser
pasible de control y reparación.

“[D]entro de [los] poderes públicos vinculados con los derechos fundamentales se


encuentra también el Poder Judicial y, con él, todas sus instancias jurisdiccionales,
al mismo tiempo que sus órganos administrativos. La cuestión de qué derechos lo
vinculan (…) no puede sino responderse en los mismos términos que
habitualmente se efectúa en relación con los demás poderes públicos. Todos los
derechos fundamentales vinculan a todos los poderes públicos. De modo
que todos los derechos fundamentales (y no solo los que conforman la tutela
procesal) vinculan al Poder Judicial y, en ese sentido, demandan acciones u
omisiones destinadas a garantizar el ámbito de la realidad que cada uno de ellos
persigue tutelar.

No hay (no puede haber) un solo derecho fundamental que no pueda vincular a
los órganos de la jurisdicción ordinaria (…)”.

STC Exp. N° 03179-2004-AA, f. j. 17

“[¿T]iene algún sentido reconocer que la Constitución tiene carácter jurídico, para
luego afirmar que existen actos de los poderes públicos que escapan al control
constitucional ejercido por la jurisdicción constitucional? (…) [A]firmar que
existen actos de alguna entidad estatal cuya validez constitucional no puede ser
objeto de control constitucional, supone sostener, con el mismo énfasis, que en
tales ámbitos la Constitución ha perdido su condición de norma jurídica, para
volver a ser una mera carta política referencial, incapaz de vincular al poder.

Pretender que el Tribunal Constitucional se adhiera a esta tesis, equivale a


pretender que abdique del rol de guardián de la Constitución que el Poder
Constituyente le ha confiado (artículo 201 de la Constitución). Tentativa que,
como será sencillo de entender, jamás será de recibo en sede de este Colegiado”.

STC Exp. N° 05854-2005-AA, f. j. 7

Otro argumento material importante está referido a la idea de “debido


proceso” o de proceso justo. Al respecto, ha indicado el Tribunal
Constitucional que un proceso no podría considerarse como “debido” (o
“regular”) si en él se ha producido la afectación de derechos fundamentales,
independientemente de que estos tengan carácter procesal o no.

Asimismo, y en similar sentido, ha afirmado también que debe


considerarse como pasible de control constitucional, mediante el “amparo
contra resoluciones judiciales”, la dimensión “sustantiva” o “material” del
debido proceso, que alude a la razonabilidad o proporcionalidad de lo
resuelto, y no solo su dimensión formal, que se refiere a las garantías de
carácter más bien procesal o procedimental.

Con lo anotado, se le dota de un contenido adicional a la idea de


“proceso irregular”, que ya no solo consistiría en procesos en los cuales se
haya afectado algunos derechos o garantías constitucionales procesales (que
sería el llamado “debido proceso formal”), sino también en los que se haya
lesionado (1) cualesquiera otros derechos constitucionales, o en los que
haya afectado (2) los estándares de razonabilidad y proporcionalidad que
deben regir la actuación de los órganos jurisdiccionales.

“[E]s inadmisible desde un punto de vista constitucional que se pueda sostener


que una resolución judicial devenga de un proceso ‘irregular’ solo cuando afecte
el derecho a la tutela procesal, y que tal ‘irregularidad’ no acontezca cuando esta
afecta otros derechos fundamentales. A juicio del Tribunal, la irregularidad de una
resolución judicial, con relevancia constitucional, se produce cada vez que esta se
expida con violación de cualquier derecho fundamental, y no solo en relación con
los contemplados en el artículo 4 del Código Procesal Constitucional”.

STC Exp. N° 03179-2004-AA, f. j. 4.b

“[L]a dimensión sustancial del debido proceso abre las puertas para un control no
solo formal del proceso judicial sino que incide y controla también los contenidos
de la decisión en el marco del Estado Constitucional. Es decir, la posibilidad de la
corrección no solo formal de la decisión judicial, sino también la razonabilidad y
proporcionalidad con que debe actuar todo juez en el marco de la Constitución y
las leyes (…) El debido proceso en su dimensión sustancial quiere significar un
mecanismo de control sobre las propias decisiones y sus efectos, cuando a partir
de dichas actuaciones o decisiones se afecta de modo manifiesto y grave cualquier
derecho fundamental (y no solo los establecidos en el artículo 4 del CPConst.)”.

STC Exp. N° 01209-2006-PA/TC, ff. jj. 29-30

“No se trata (…) de que el juez constitucional (…) termine revisando todo lo que
hizo un juez ordinario, sino, específicamente, que fiscalice si uno o algunos de los
derechos procesales con valor constitucional están siendo vulnerados. Para
proceder de dicha forma existen dos referentes de los derechos de los justiciables:
la tutela judicial efectiva (…) y el debido proceso (…) Mientras que la tutela
judicial efectiva supone tanto el derecho de acceso a los órganos de justicia como
la eficacia de lo decidido en la sentencia (…), el derecho al debido proceso, en
cambio, significa la observancia de los derechos (…), principios y reglas
esenciales exigibles dentro del proceso como instrumento de tutela de los
derechos subjetivos. El debido proceso tiene, a su vez, dos expresiones: una
formal y otra sustantiva; en la de carácter formal, los principios y reglas que lo
integran tienen que ver con las formalidades estatuidas, tales como las que
establecen el juez natural, el procedimiento preestablecido, el derecho de defensa,
la motivación; en su faz sustantiva, se relaciona con los estándares de justicia
como son la razonabilidad y proporcionalidad que toda decisión judicial debe
suponer”.

STC Exp. N° 08125-2005-HC, f. j. 6

Otro argumento por destacar, aunque ahora de carácter formal, está


referido a la interpretación que se hace sobre el alcance de los términos
“autoridad” o “funcionario” previstos en el artículo 200, inciso 2 de la
Constitución. En efecto, allí se prescribe que el amparo “procede contra el
hecho u omisión, por parte de cualquier autoridad, funcionario o persona”
que transgrede cualquier derecho reconocido por la Constitución(13), por lo
cual, partiendo del hecho de que los jueces también son autoridades o
funcionarios públicos, resulta constitucionalmente admisible que se entable
demandas de amparo en contra de sus resoluciones. Ahora bien, este
argumento por sí solo puede ser considerado como formalista, pues se basa
en una lectura literal y aislada de la Constitución, que no tiene en cuenta las
demás disposiciones constitucionales a las que hemos hecho referencia
supra, en el apartado 2.1 de este capítulo. Por ello, bien visto, de aceptarse
la procedencia de los “amparos contra resoluciones judiciales”, no será
porque el término “funcionario” aluda también a los jueces, sino porque
existen razones robustas capaces de derrotar las razones a favor de restringir
el amparo.
Asimismo, otro argumento que puede considerarse formalista es el que
señala que, debido a que el artículo 4 del Código Procesal Constitucional
solo hace referencia expresa a algunos derechos que forman parte de la
tutela procesal efectiva, con carácter “enunciativo”, eso significa que, en
realidad,

a través del amparo contra resoluciones judiciales pueden cualesquiera otros


derechos fundamentales, con prescindencia de si tienen carácter
constitucional procesal. Otra vez, se trata de una interpretación aislada de
los términos, que en esta ocasión además ni siquiera resulta mínimamente
compatible con los términos que están alrededor: en efecto, parece
totalmente inadecuado interpretar que los “derechos que conforman el
derecho a la tutela procesal efectiva” son, finalmente, “todos aquellos
derechos reconocidos en la Constitución”. Una interpretación más
razonable antes bien nos dirá que, cuando la disposición alude a una lista de
derechos y garantías “de modo enunciativo”, efectivamente sí quiere
extender su alcance a otros derechos, pero no a todos (o cuando menos no a
todos sus ámbitos). Sobre esto volveremos luego (infra, apartado 3.2)

“El Tribunal considera (…) que la enunciación de una lista de derechos que el
legislador ha establecido como atributos de la tutela procesal efectiva, para efectos
de controlar la actuación de los jueces o incluso de los fiscales en el ámbito de sus
respectivas competencias relacionadas con los procesos judiciales, no agota las
posibilidades fácticas para el ejercicio de dicho control, ni tampoco quiere
significar una lista cerrada de derechos vinculados a la cláusula general de la
tutela procesal efectiva. Esto se desprende además de la propia lectura del artículo
4 del CPConst. que al referirse a la tutela procesal efectiva lo define como
“aquella situación jurídica de una persona en la que se respetan, de modo
enunciativo, sus derechos (…)”. Una lista enunciativa supone una referencia
sobre los alcances de tal derecho, mas no debe interpretarse como una lista
cerrada de posibles infracciones, puesto que no se trata de un código de
prohibiciones sino de posibilidades interpretativas para su mejor aplicación.
Resulta por tanto razonable pensar que con tal enunciación no se está
estableciendo la imposibilidad de que otros bienes constitucionales, y no solo la
tutela procesal, puedan también resultar afectados mediante la actuación del poder
jurisdiccional del Estado” (resaltado en el original).

STC Exp. N° 01209-2006-PA/TC, f. j. 26

Ahora bien, a partir de lo señalado por el Tribunal sobre lo dispuesto


por el artículo 4 del Código Procesal Constitucional, queda todavía la duda
sobre si lo previsto en la referida disposición es inconstitucional (y, por
ende, si dicho artículo está siendo inaplicado por el colegiado
constitucionalidad); si el Tribunal está ofreciendo una especie de
“interpretación conforme” (lo cual, de ser el caso, ciertamente no se ajusta a
lo expresamente dispuesto por el legislador); o si, más bien, considera que
el estándar utilizado por el legislador fue poco tuitivo (sin llegar a ser
inconstitucional) y lo reemplaza por un criterio propio más protector (lo
cual estaría prima facie reñido con el principio de separación de poderes y
sería incompatible con el criterio de “corrección funcional”). La forma de
evaluar la corrección (validez y legitimidad) de lo decidido por el Tribunal,
así como los efectos de dicha regulación sería diferente para cada uno de
dichos supuestos, por lo que no se trata de un asunto de poca importancia.

Además, como indicamos antes, consideramos que es necesario


abordar este asunto de la posible reconfiguración del proceso constitucional
en manos del Tribunal Constitucional a la luz de la “reserva de ley
orgánica” dispuesta constitucionalmente como garantía para la regulación
de los procesos constitucionales (artículo 200 de la Constitución), pues
dicha reserva limita (o debería limitar) la actividad creadora del Tribunal
Constitucional en materia de regulación constitucional, y le impone,
asimismo, el deber de ofrecer argumentaciones especialmente calificadas, o
la búsqueda de cierta legitimación democrática en caso de que pretenda
apartarse de lo previsto por el legislador orgánico.

Con todo lo anotado, si bien ya existe una primera idea sobre la


amplitud del amparo en materia de control de resoluciones judiciales, esta
aún se encuentra lejos de ser precisa, pues no ayuda a reconocer qué
afectaciones o vicios pueden ser efectivamente revisados a través del
amparo, sin invadir con ello competencias propias de la judicatura
ordinaria. Sin esta precisión, es evidente, permanece el riesgo de que los
jueces constitucionales, en nombre de la tutela de derechos fundamentales o
del debido proceso sustantivo, finalmente se consideren legitimados para
revisarlo todo y por ello terminen invadiendo competencias ajenas.

Empero, el Tribunal sí ha hecho (o ha intentado, cuando menos) hacer


algunas precisiones a lo largo del tiempo. Así, una primera cuestión que
hizo el Tribunal Constitucional fue especificar que no cualquier vicio
procesal o procedimental puede ser cuestionado por afectar al debido
proceso.

En efecto, el colegiado constitucional tempranamente descartó que


problemas o vicios formales que debían o podían ser resueltos dentro del
propio proceso ordinario puedan ser luego cuestionados a través del amparo
contra resoluciones judiciales (cfr. RTC Exp. N° 00726-2007-AA/TC, f. j.
3). En ese mismo sentido, en su momento se hizo una distinción entre las
meras “anomalías” (término que se usaba en la legislación procesal
constitucional anterior al Código Procesal Constitucional), que debían
resolverse al interior de los procesos ordinarios, de los supuestos de
indefensión iusfundamental, que sí justificaban el análisis de una decisión
judicial vía amparo(14).

“[N]o toda inobservancia de una regla procesal acarrea la irregularidad del


proceso. Para que un proceso sea considerado irregular, se requiere que dicho
vicio tenga como efecto la afectación del contenido constitucionalmente protegido
de algún derecho constitucional (Cfr. STC Nº 03283-2003-AA/TC), sea este de
orden procesal o cualquier otro que haya sido reconocido por la Ley Fundamental
(Cf. STC Nº 03179-2004-AA/TC). Fuera de dicho ámbito y, por tanto, también de
la competencia ratione materiae del amparo contra resoluciones judiciales, se
encuentran aquellas anomalías procesales derivadas de la infracción de la mera
legalidad procesal”.

RTC Exp. N° 00726-2007-AA, f. j. 3

“[E]l reclamo planteado implica básicamente la revisión de una decisión


jurisdiccional (…), objeción de carácter procesal que, en todo caso, debe ser
resuelta mediante los mecanismos procesales específicos establecidos para
resolver las irregularidades procesales, que el propio proceso ordinario establece.

[S]iendo esto, así resulta de aplicación, al presente caso, el artículo 10 de la Ley


N° 25398 que establece ‘(...) Las anomalías que pudieran cometerse dentro del
proceso regular al que se refiere el inciso 2) del artículo 6 de la Ley, deberán
ventilarse y resolverse dentro de los mismos procesos mediante el ejercicio de los
recursos que las normas procesales específicas establecen (...)’”.

STC Exp. N° 00471-2000-HC, f. j. 2 y 3

Descartado, entonces, que a través del amparo pueda revisarse


irregularidades o defectos que puedan y deban resolverse en el proceso
ordinario, todavía queda pendiente ver qué ha dicho el Tribunal con
respecto a los alcances que brinda a la tutela del debido proceso o la tutela
procesal efectiva.

Al respecto, debemos mencionar que nuestro órgano colegiado, en


parte siguiendo algunas “fórmulas” empleadas por el Tribunal
Constitucional Federal alemán en su jurisprudencia(15), ha expresado de
diversos modos aquello que podría ser materia de revisión constitucional y
aquello que no. Por ello, no solo con la finalidad de conocer la evolución de
la jurisprudencia en esta materia, sino principalmente para poder plantear
una propuesta que parta de lo que el Tribunal ha venido resolviendo y lo
consolide, haremos un repaso sobre las principales “fórmulas” empleadas al
pronunciarse sobre esta materia.

2.3.1
. La fórmula “de la cuarta instancia”
La primera fórmula que corresponde analizar es la denominada de la
“cuarta instancia”. A través de ella el Tribunal Constitucional descarta
expresamente que, so pretexto de la interposición de demandas de “amparo
contra resoluciones judiciales”, se pueda solicitar a los jueces
constitucionales que actúen como una instancia de revisión de las
cuestiones de carácter ordinario o legal que fueron resueltas por los jueces
ordinarios.

De este modo, el Tribunal suele indicar que a través del amparo contra
resoluciones judiciales no cabe “replantear”, buscar la “revisión” o
pretender el “reexamen” de los asuntos litigiosos del fuero ordinario y, en
este sentido, señala asimismo que la vía constitucional no puede ser
utilizada a modo de una “cuarta instancia”, que prolongue el debate que ya
se encuentra cerrado en la vía ordinaria, con respecto a cuestiones que son
“propias” o de “exclusiva competencia” del fuero ordinario y que “no le
competen” al juez de amparo(16).

En este orden de ideas, el Tribunal Constitucional afirma que, por el


contrario, el análisis que corresponde realizar mediante el amparo contra
resolución judicial es uno estrictamente constitucional y, en este sentido,
que debe restringirse a la evaluación de posibles afectaciones a derechos
fundamentales por parte de la justicia ordinaria.

“[E]l objeto de este proceso constitucional es la protección de derechos


constitucionales y no el de constituir un remedio procesal que se superponga o
sustituya al recurso de casación. En efecto, los procesos constitucionales de tutela
de derechos no tienen por propósito, prima facie, verificar si los jueces, en el
ejercicio de la potestad jurisdiccional, infringieron normas procedimentales que
no incidan en el contenido constitucionalmente protegido del derecho a la tutela
procesal (error in procedendo), o, acaso, que no hayan interpretado
adecuadamente el derecho material (error in iudicando). Pero el juez
constitucional sí tiene competencia para examinar dichos errores cuando los
mismos son constitutivos de la violación de un derecho fundamental.
(…) El amparo contra resoluciones judiciales no tiene el efecto de convertir al
juez constitucional en una instancia más de la jurisdicción ordinaria, pues la
resolución de controversias surgidas de la interpretación y aplicación de la ley es
de competencia del Poder Judicial; siempre, claro está, que esa interpretación y
aplicación de la ley se realice conforme a la Constitución y no vulnere derechos
fundamentales (…)”.

STC Exp. N° 03179-2004-AA, f. j. 21, a y b

“Este Tribunal ha establecido que el amparo contra resoluciones judiciales no


puede servir para replantear una controversia resuelta por los órganos
jurisdiccionales ordinarios, pues no constituye un medio impugnatorio mediante el
cual se continúe revisando una decisión que sea de exclusiva competencia de la
judicatura ordinaria”.

STC Exp. N° 06744-2013-PA, f. j. 2

“[C]onsideramos oportuno subrayar que el proceso de amparo en general y el


amparo contra resoluciones judiciales en particular no pueden constituirse en
mecanismos de articulación procesal de las partes, mediante los cuales se pretende
extender el debate de las cuestiones procesales (la orden de realización de un
peritaje contable de oficio) ocurridas en un proceso anterior, sea este de naturaleza
que fuere”.

RTC Exp. N° 01955-2009-PA, f. j. 4

Este tipo de fórmula es, por cierto, la que sigue la Corte


Interamericana de Derechos Humanos cuando descarta pronunciarse sobre
asuntos propios de la legalidad local de cada Estado miembro, en el
entendido precisamente de que a dicho órgano internacional no le compete
hacer las veces de una “cuarta instancia”, que pueda enmendar lo que han
resuelto los jueces internos en el marco de sus competencias
constitucionales y legales. Esto, asimismo, se encuentra relacionado con el
carácter subsidiario de la intervención del sistema interamericano.
“[E]n el seno del amparo no se puede cuestionar el criterio expuesto por un juez o
tribunal de justicia al resolver un tema que es de su competencia, pues ni el
amparo es un recurso de casación, ni este abre las puertas de la justicia
constitucional para que esta termine constituyéndose en una instancia judicial
más, a modo de prolongación de las que existen en la jurisdicción ordinaria.

El Tribunal Constitucional no puede pues revisar las sentencias dictadas por los
jueces ordinarios que actúen en la esfera de su competencia respetando
debidamente los derechos fundamentales de orden procesal. En ese sentido,
mutatis mutandis, es aplicable la doctrina establecida por la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos en torno a la ‘fórmula de la cuarta
instancia’, según la cual el Juez de Amparo ‘(...) no puede hacer las veces de un
tribunal de alzada para examinar supuestos errores de derecho o de hecho que
puedan haber cometido los tribunales (...) que hayan actuado dentro de los límites
de su competencia’ (Informe Nº 39/96, Caso 11.673, Santiago Marzioti c/.
Argentina, párrafo 51)”.

RTC Exp. N° 00759-2005-PA, f. j. 2

Hemos explicado esta fórmula en primer lugar, pues, como puede


apreciarse, expresa de modo bastante genérico aún aquello que se encuentra
inicialmente excluido del amparo contra resoluciones judiciales, sin entrar
en detalles o explicar qué es aquello que sí podría ser materia de revisión.

2.3.2
. La fórmula de la “exclusión expresa de materias ordinarias”

Por otra parte, una técnica o fórmula que también ha empleado el


Tribunal Constitucional, y que se encuentra estrechamente vinculada a la
anterior, es la de excluir de modo casuístico algunas específicas materias y
pretensiones por pertenecer al ámbito ordinario.

En estos casos, el Tribunal señala de manera expresa la incompetencia


de la justicia constitucional para resolver lo pretendido, lo cual permite
hacer una especie de lista de materias prima facie excluidas del amparo
contra resoluciones judiciales.

Esta explicitación de ciertas materias excluidas, a partir de reglas de


precedencia jurisprudenciales, sin duda significa un avance con respecto a
la fórmula anterior y permite enfrentar de mejor modo el asunto de las
procedencias o improcedencias de este tipo de amparo.

“[E]l amparo contra resoluciones judiciales no es un medio para replantear una


controversia que es de competencia, ratione materiae, de los órganos de la
jurisdicción ordinaria (…) [T]odo lo que tiene que ver con la estructuración del
proceso, la interpretación del derecho ordinario y su aplicación a los casos, así
como la determinación y valoración de los elementos de hecho individuales, son
asuntos que corresponde decidir a los órganos judiciales competentes para tales
efectos, y se encuentran sustraídos de la revisión posterior por parte de los
órganos que conforman la justicia constitucional de las libertades, a no ser que, en
cualquiera de esas fases o etapas del proceso, se evidencie la violación de un
derecho constitucional”.

ATC Exp. N° 03404-2013-AA, f. j. 4

Se trata, al igual que la de la “cuarta instancia”, de una las primeras


fórmulas que empleó el Tribunal Constitucional sobre esta materia. Entre
las materias que han sido excluidas podemos señalar de modo enunciativo,
por ejemplo: la valoración y calificación de pruebas; la debida admisión de
recursos (en especial el de casación); la adecuada interpretación y
aplicación de la ley (con alcances puramente legal u ordinario); la correcta
aplicación de jurisprudencia ordinaria, plenos casatorios o acuerdos
plenarios, entre otros.

“[E]ste Tribunal en reiterada y uniforme jurisprudencia ha precisado que no es


función del juez constitucional proceder a la subsunción de la conducta en un
determinado tipo penal, a la calificación específica del tipo penal imputado, a la
resolución de los medios técnicos de defensa, del tipo penal imputado, a la
resolución de los medios técnicos de defensa, a la realización de diligencias o
actos de investigación, a efectuar el reexamen o revaloración de los medios
probatorios, así como al establecimiento de la inocencia o responsabilidad penal
del procesado, pues, como es evidente, ello es tarea exclusiva del juez ordinario
que escapa de la competencia del juez constitucional; por tanto, lo pretendido
resulta manifiestamente incompatible con la naturaleza de este proceso
constitucional de hábeas corpus y debe ser rechazado en aplicación de la causal de
improcedencia prevista en el artículo 5, inciso 1, del Código Procesal
Constitucional”.

RTC Exp. N° 03915-2011-PHC, f. j. 5

“[A] juicio del Tribunal Constitucional la demanda debe desestimarse, pues vía
amparo se pretende que el juez constitucional se pronuncie sobre competencias
propias del juez ordinario, como lo es la interpretación de los diversos institutos
del Código Civil (…) y la valoración y actuación de las pruebas de cargo y de
descargo ofrecidas por las partes; no siendo de competencia ratione materiae de
los procesos constitucionales evaluarlas, salvo que estas y sus efectos superen el
nivel de razonabilidad y proporcionalidad que toda decisión debe suponer,
afectando –con ello– de modo manifiesto y grave cualquier derecho fundamental,
lo que no ha ocurrido en el presente caso”.

RTC Exp. N° 01871-2008-PA, f. j. 3

“[E]n cuanto a la supuesta ilegalidad que habría constituido la apertura de la


instrucción en contra del beneficiario, puesto que el juez emplazado no aplicó los
alcances de un acuerdo plenario de obligatorio cumplimiento (...), se debe señalar
que –en principio– la inaplicación de los acuerdos plenarios al caso concreto en
sede penal, es un asunto que compete a la justicia ordinaria y no al Tribunal
Constitucional”.

RTC Exp. N° 03725-2009-HC, f. j. 4

“[E]ste Tribunal tiene señalado en copiosa jurisprudencia que la judicatura


constitucional no es competente para revisar los supuestos que justifican que una
resolución judicial sea casada o no por parte de la máxima instancia de la
judicatura ordinaria. Este tipo de pretensiones no son procedentes en esta vía, a
menos que pueda constatarse una arbitrariedad manifiesta por parte de la
autoridad emplazada, lo que no ha ocurrido en el presente caso (…)”.

ATC Exp. N° 08113-2013-AA, f. j. 6

Por otra parte, valga resaltar que, de nuevo, estamos ante una fórmula
que se refiere básicamente a aquello que queda fuera del amparo contra
resoluciones judiciales, pero que aún no nos dice nada sobre lo que sí puede
ser objeto de revisión y eventual corrección. Como veremos, esto aparecerá
recién en las fórmulas que siguen.

2.3.3
. La fórmula (o fórmulas) del “derecho fundamental
específico”

Como hemos venido explicando, el Tribunal excluyó algunas materias


de la tutela que provee el amparo contra resoluciones judiciales, sin avanzar
mucho en aquello que sí puede ser resuelto en su interior.

Lo que hizo, en todo caso, para intentar definir los límites entre lo
estrictamente constitucional y lo ordinario fue explicitar –tal como puede
rastrearse en alguna jurisprudencia ya consignada supra– que, aunque es
cierto que a los jueces constitucionales no les toca pronunciarse sobre
asuntos de mérito ordinarios o de mera legalidad, sí lo pueden hacer si se
encuentra ante un supuesto de amenaza o vulneración de algún derecho
fundamental. Siendo así, entonces, a través del amparo no puede formularse
ni resolverse alegaciones de carácter legal, sino que será necesario invocar
–y, por ello mismo, la actividad de los jueces estará exclusivamente
dedicada a resolver– la eventual afectación de algún “derecho fundamental
específico”.

Ahora, esta idea de “derecho constitucional específico”, desarrollada


por la jurisprudencia alemana, tampoco es muy esclarecedora. Como se ha
explicado, “[d]erecho constitucional específico no dice pues nada
específico, sino que significa lo mismo que Derecho constitucional que se
contraviene de manera directa o específica”(17).

Más bien, en el ámbito alemán está fórmula ha sido abordada desde


dos formas que vale la pena destacar: una dirigida principalmente a evaluar
posibles afectaciones iusfundamentales en los casos concretos, y otra más
bien orientada a analizar la constitucionalidad de la interpretación del
Derecho, para lo cual se le otorga idealmente efectos generales a la
interpretación o a la de aplicación de la ley contenida en la decisión
judicial(18).

De este modo, por una parte tenemos a la denominada “fórmula


Heck”(19), a través de la cual la interpretación del Derecho ordinario y su
aplicación al caso concreto se consideran labores exclusivas del juez
ordinario, y solo si estas inciden en derechos fundamentales subjetivos
del demandante, queda habilitado el juez constitucional para revisar la
constitucionalidad de lo resuelto.

Lo que señaló el Tribunal Constitucional Federal alemán fue


básicamente que:

“[N]o se justificarían la importancia del recurso de amparo ni de las especiales


funciones del Tribunal Constitucional Federal, si en forma similar a una instancia
de revisión se quisiera hacer uso en forma ilimitada de la facultad de revisión
posterior de las sentencias judiciales, porque una decisión ilegal posiblemente
afectaría los derechos fundamentales de la parte vencida. La estructuración del
proceso, la determinación y valoración de los elementos de hecho, la
interpretación del derecho ordinario y su aplicación a los casos individuales son
asunto de los tribunales competentes para tal efecto, y se encuentran sustraídos de
la revisión posterior por parte del Tribunal Constitucional Federal; solo en caso
de la violación de un derecho constitucional específico por parte de un
tribunal, puede el Tribunal Constitucional Federal entrar a conocer del
asunto en el marco de un recurso de amparo (véase, BVerfGE 1, 418 [420]).
No se considera, por tanto, que se ha violado el derecho constitucional específico
cuando una sentencia es objetivamente errónea desde el punto de vista del derecho
ordinario; el error debe recaer directamente en la inobservancia de los derechos
fundamentales” (resaltado agregado).

BVerfGE (Sentencia del Tribunal Consitucional Federal Alemán) 18, 85

Esta “fórmula Heck” es mencionada muy frecuentemente en la


jurisprudencia de nuestro Tribunal Constitucional, y en la práctica se le
utiliza con la finalidad de poner énfasis en la prohibición bastante genérica,
dirigida a los jueces constitucionales, para que estos no se aboquen a
conocer alegaciones vinculadas con el mérito legal de lo resuelto, sino que
tan solo atiendan a las pretensiones directamente referidas a afectaciones
iusfundamentales.

Sin embargo, como resulta evidente, la sola alegación a un “derecho


constitucional específico” continúa siendo un criterio demasiado abierto,
que no ayuda suficientemente a delimitar los contornos en los cuales los
jueces de amparo pueden actuar legítimamente al revisar la
constitucionalidad de resoluciones judiciales ordinarias.

“[E]ste Tribunal ha establecido en reiterada jurisprudencia que el amparo contra


resoluciones judiciales no es un instrumento procesal mediante el cual el juez
constitucional pueda evaluar la interpretación y aplicación de una norma legal al
resolver el juez una controversia suscitada en la jurisdicción ordinaria (Cfr. Exp.
N° 05194-2005-PA). En esta lógica siguiendo la doctrina de su homólogo alemán
(la fórmula Heck), este Colegiado ha establecido en lo referente a la posibilidad
de cuestionamiento de la interpretación del derecho ordinario que: ‘La
estructuración del proceso, la determinación y valoración de los elementos de
hecho, la interpretación del derecho ordinario y su aplicación a los casos
individuales son asuntos de los tribunales competentes para tal efecto, y se
encuentran sustraídos de la revisión posterior por parte del Tribunal
Constitucional (...); solo en caso de la violación de un derecho constitucional
específico por parte de un tribunal, puede el Tribunal Constitucional (...) entrar a
conocer el asunto (...). [L]os procesos de subsunción normales dentro del derecho
ordinario se encuentran sustraídos del examen posterior del Tribunal
Constitucional (...), siempre y cuando no se aprecien errores de interpretación
relacionados fundamentalmente con una percepción incorrecta del significado de
un derecho fundamental, especialmente en lo que respecta a la extensión de su
ámbito de protección, y cuando su significado material también sea de alguna
importancia para el caso legal concreto (BverfGE 18, 85 –sentencia del 10 de
junio de 1964–)’”.

RTC Exp. N° 00623-2007-PA/TC, f. j. 3.

Por otra parte, además de lo señalado, tenemos, asimismo, a la llamada


“fórmula Schumann”, conforme a la cual se entiende a la fórmula del
“derecho constitucional específico” en un sentido objetivo. Al respecto,
Ekkerhard Schumann planteó que las resoluciones judiciales que provienen
de la justicia ordinaria deban ser analizadas por los jueces constitucionales
generalizando idealmente los efectos de la interpretación o la aplicación de
la ley contenido en la resolución judicial, con el propósito de poder realizar
el mismo tipo de evaluación que suele hacerse al analizar la
constitucionalidad de una norma legal cuando se efectúa el control abstracto
de constitucionalidad (por ejemplo, en los procesos de
inconstitucionalidad).

En otras palabras, conforme a esta fórmula, el juez constitucional debe


evaluar “si la decisión judicial adoptada por el juez ordinario, trasformada
en o pensada imaginariamente como una ley” resulta inconstitucional(20).
Con ello, pues, se admite que son los jueces ordinarios a quienes les
compete “interpretar y aplicar con carácter definitivo y vinculante el
derecho ordinario”, mientras que los jueces constitucionales deberán
analizar dichas decisiones “como norma general o como resultado
interpretativo susceptible de generalización”, para verificar que ella no
contravenga la Constitución.
Un primer grupo de casos que podríamos considerar como
relacionados con la aplicación de esta fórmula sería el de aquellas
sentencias en las que el Tribunal Constitucional ha resuelto “amparos contra
resoluciones judiciales” evaluando la constitucionalidad de dichas
resoluciones utilizando el “examen de proporcionalidad”. En efecto, en
dichos casos las decisiones judiciales fueron analizadas del mismo modo
que se hace con otras medidas estatales, como, por ejemplo, cuando se
analiza la constitucionalidad de normas con rango legal. Tal es el caso de
las sentencias recaídas en los Exps. Nºs 07022-2006-PA (ff. jj. 16-18),
00037-2012-PA (ff. jj. 49-63), 01209-2006-PA (ff. jj. 57-64) y
02302-2014-PHC (ff. jj. 14 y 16), en las cuales se analizó la
proporcionalidad de la medida que fue adoptada judicialmente(21).

Asimismo, otro conjunto de supuestos relacionados con esta fórmula


puede encontrarse en los casos en los que los jueces constitucionales, al
resolver “amparos contra resoluciones judiciales”, ejercen el control de
constitucionalidad con respecto a las leyes que fueron aplicadas por los
jueces ordinarios, invocándose a estos efectos la tutela de derechos
fundamentales. Así, por ejemplo, tenemos la sentencia del Tribunal
Constitucional en la que se inaplicó por inconstitucional el artículo 2001,
inciso 4 del Código Civil, que tan solo preveía un plazo de prescripción de
dos años respecto a la pensión alimentaria (cuando para otros supuestos el
plazo era de diez años). En este caso, el Colegiado revocó la sentencia que
aplicó la indicada disposición, pues consideró que esta era inconstitucional
(contraria al derecho de los niños y adolescentes a percibir alimentos) y, a
efectos de determinar ello, realizó el examen de proporcionalidad.

“[S]i bien, conforme a la reiterada jurisprudencia del Tribunal Constitucional, la


interpretación de la ley (Código Civil, Código Procesal Civil, etc.), en general,
viene a ser una competencia propia de la justicia ordinaria, existen casos en que la
justicia constitucional sí se encuentra habilitada para emitir pronunciamiento
respecto de la interpretación de la ley, precisamente cuando tal interpretación
incida de modo arbitrario en determinados derechos fundamentales, entre otros
bienes constitucionales.

En el presente caso, (…) se evidencia que uno de los principales problemas que
plantean las partes es respecto de la interpretación del artículo 2001, inciso 4 del
Código Civil, que establece lo siguiente:

Artículo 2001.- Plazos prescriptorios de acciones civiles

Prescriben, salvo disposición diversa de la ley: (…)

4. A los dos años, la acción de anulabilidad, la acción revocatoria, la que


proviene de pensión alimenticia, la acción indemnizatoria por responsabilidad
extracontractual y la que corresponda contra los representantes de incapaces
derivadas del ejercicio del cargo (resaltado agregado).

(…) [L]as resoluciones judiciales cuestionadas (…) se fundamentan en la


aplicación del inciso 4 del artículo 2001 del Código Civil, el que, a su vez, limita
el derecho a la efectividad de las resoluciones judiciales y el derecho de los niños
y adolescentes a percibir alimentos –determinados en una sentencia–, entre otros
aspectos (…) Adicionalmente, se aprecia que también, en el presente caso, se
encuentra involucrado el interés superior del niño, niña y adolescente.

(…) [E]l Tribunal Constitucional estima que la medida estatal adoptada (…) no
resulta absolutamente necesaria para la consecución del objetivo que pretende,
pues este pudo haber sido conseguido mediante otras medidas igualmente idóneas,
pero menos restrictivas del aludido derecho fundamental, como por ejemplo el
establecimiento de un plazo de prescripción mayor, más aún si se tiene en
consideración que ya el inciso 1 del mencionado artículo 2001 del Código Civil
establece la prescripción de la acción que nace de una ejecutoria (que puede
versar sobre cualquier asunto) en un plazo de 10 años (…)

[H]abiéndose verificado que la medida estatal examinada no supera el examen de


necesidad, y consecuentemente que tal medio restringe injustificadamente los
derechos de los niños y adolescentes a la efectividad de las resoluciones judiciales
y a percibir alimentos, debe declararse la inconstitucionalidad de tal medida
estatal (…), por resultar incompatible con la Constitución.
(…) [H]abiéndose verificado que la norma cuestionada (…) vulnera el derecho a
la efectividad de las resoluciones judiciales y el derecho de los niños, niñas y
adolescentes a percibir alimentos –determinados en una sentencia–, además del
principio constitucional de protección del interés superior del niño, niña y del
adolescente, debe declararse inaplicable al caso concreto, y en consecuencia dejar
sin efecto las resoluciones cuestionadas y ordenar que se expidan otras conforme a
la Constitución y a la leyes que resulten compatibles con esta”.

STC Exp. N° 02132-2008-AA, ff. jj. 3, 4, 36 y 41

Algo similar se resolvió en la sentencia de “amparo contra resolución


judicial” emitida por la Sala de Derecho Constitucional y Social
Permanente de la Corte Suprema de Justicia recaída en el Expediente de
Acción de Amparo Nº 4167-2011-Junín (un extracto de esta aparece infra,
2.3.4). En dicha decisión se resolvió que la aceptación de la excepción de
caducidad por parte de los jueces ordinarios en un proceso sobre filiación
judicial de paternidad (conforme al artículo 379 del derogado Código Civil
de 1936) implicaba un grave menoscabo en el derecho a la identidad del
demandante. En este sentido, los jueces constitucionales consideraron que
la aplicación de la referida disposición era inconstitucional, por lo que se
declaró inaplicable la disposición, se dispuso la nulidad de la resolución
judicial cuestionada y se ordenó al juez ordinario emitir nuevo
pronunciamiento.

Ahora bien, pese a que se trata de un criterio al parecer ampliamente


aceptado en Alemania, la “fórmula Schumann” es pasible de diversas
objeciones. Tal vez una de las principales es que implica reconocer para los
jueces ordinarios un margen de acción o de discrecionalidad similar a la que
tienen los poderes políticos al legislar –en especial el Congreso–, cuando es
claro que los estándares de corrección jurídica y constitucional en ambos
casos son diferentes (baste con mencionar, al respecto, las exigencias
vinculadas con la justificación de las decisiones judiciales o como debe
enfrentarse los supuestos de duda al interpretar o aplicar el Derecho en los
ámbitos legislativo y judicial). Asimismo, se trata de un estándar muy laxo,
que podría justificar incluso que al juez constitucional, en nombre de
analizar la razonabilidad o proporcionalidad de lo decidido, se le considere
apto para evaluar la pertinencia de cuestiones de mérito decididas en el
ámbito de la justicia ordinaria(22).

2.3.4
. La “fórmula Schneider” o de los “déficits iusfundamentales”

Otra fórmula planteada, y que también ha tenido acogida en la


jurisprudencia del Tribunal Constitucional peruano, es la desarrollada por el
profesor alemán Hans-Peter Schneider, quien sostiene que, más allá de la
fórmula retórica y vacía del “derecho constitucional específico”(23), el
análisis de los jueces constitucionales debería concentrarse en evaluar
algunos específicos “déficits” en materia de interpretación iusfundamental,
los cuales sí corresponderían ser corregidos por la judicatura constitucional.

Al respecto, Schneider se refiere a cuatro tipos de déficits pasibles de


control constitucional(24).

Déficit de derechos fundamentales (o de consideración), con la cual


alude a supuestos en los cuales la jurisdicción ordinaria al resolver no tuvo
en cuenta un derecho constitucional que era relevante para el caso, y dicha
inobservancia o desprecio al derecho ha generado una afectación que puede
y debe ser corregida por el juez constitucional.

Estamos, según sostuvo Schneider, ante un supuesto de “ceguera


iusfundamental”, y lo que le corresponde al juez constitucional es devolver
la causa a la vía ordinaria con la finalidad de que esta emita un nuevo
pronunciamiento, teniendo en cuenta esta vez los derechos que inicialmente
fueron pasados por alto.

Un supuesto de este tipo lo encontramos, por ejemplo, cuando en la vía


ordinaria se rechazó una demanda de paternidad debido a que fue
interpuesta fuera del plazo (conforme lo disponía, por ejemplo, el artículo
379 del Código de 1936), sin observar que dicha denegatoria involucraba
una grave afectación del derecho a la identidad.

“[T]oda persona tiene derecho a su identidad, y si consideramos amparar la


excepción de caducidad [prevista en el artículo 379 del Código de 1936, ello]
importa un menoscabo sobre ese derecho a la identidad, por lo que la norma
constitucional debe primar sobre la norma procesal, máxime si cuando el derecho
a la identidad tiene jerarquía constitucional; en consecuencia, al advertirse
manifiesto agravio al principio constitucional del debido proceso

y a la tutela jurisdiccional efectiva, debe confirmarse la apelada y proseguir el


trámite del proceso de filiación, donde se practicara una prueba de ADN como
única alternativa científica para resolver el punto controvertido.

Por estas consideraciones: CONFIRMARON la sentencia apelada (…) que


declara FUNDADA la demanda de amparo (…); en consecuencia
INAPLICABLE al presente caso el artículo 379 del Código Civil de mil
novecientos treinta y seis, y NULO el Auto de Vista N° 100-2008 (…) y NULA la
resolución número treinta y seis (…), emitidas en el proceso sobre filiación
judicial de paternidad extramatrimonial seguido por el actor (…) [y]
ORDENARON que el A quo prosiga con el trámite del proceso conforme a la ley
de la materia y a su estado”.

Sala de Derecho Constitucional y Social Permanente de la Corte Suprema de


Justicia, Acción de Amparo Nº 4167-2011-Junín

En sede constitucional encontramos otros ejemplos. Así ocurrió, a


saber, en un caso en el que, al resolverse un “amparo contra amparo” (que
es una modalidad del “amparo contra resoluciones judiciales”), el Tribunal
Constitucional indicó que, además de la afectación del derecho a la prueba,
el órgano judicial al pronunciarse a favor de la pretensión del amparista
respecto al uso de una vía peatonal y vehicular no tuvo en cuenta la
eventual afectación del patrimonio arqueológico nacional, cuya protección
es parte del derecho al patrimonio cultural.
“[L]a dilucidación de una controversia donde se cuestiona los alcances de una
sentencia constitucional estimatoria (…) exige tomar en cuenta la totalidad de
derechos o bienes jurídicos de relevancia que en tal disputa se encuentren
comprometidos (…) [A]unque el intérprete constitucional goza de un amplio
espacio para dilucidar los alcances de una controversia, no puede sin embargo
minimizar o peor aún, desconocer la presencia de valores igual de trascendentes
de aquellos por los que se viene reclamando. Lo dicho resulta especialmente vital
para el caso de autos, pues, aunque desde el instante en que se planteó el amparo
cuestionado saltó a la luz el tema de los restos arqueológicos sobre la trocha
carrozable objeto de controversia (…), no se aprecia en el razonamiento de la
sentencia constitucional cuestionada [una] merituación (sic) adecuada respecto de
tan importante incidencia.

(…)

Siendo las cosas del modo descrito, la merituación (sic) en torno a si se ha venido
o no vulnerando los derechos reclamados en el primer amparo, no puede (…)
excluir la evaluación en torno a las incidencias que una decisión judicial
estimatoria pueda tener sobre los (…) derechos colaterales vinculados al
patrimonio cultural”.

STC Exp. N° 00917-2007-AA, ff. jj. 26-27 y 29

Asimismo, estaríamos también ante un supuesto déficit de


consideración iusfundamental en el caso en que una misma Sala Suprema
resuelve en igual sentido, a través de resoluciones casatorias de la misma
fecha o de fechas muy cercanas, petitorios semejantes con hechos
relevantes equivalentes, no obstante lo cual uno de ellos termina siendo
resuelto con un sentido distinto. En este caso, siendo que a todas esas
causas les correspondía prima facie una misma solución jurídica (por
tratarse de casos sustancialmente iguales), los jueces habrían resuelto
obviando el derecho a la igualdad, en su dimensión de igual aplicación de la
ley.
“Para este Tribunal queda claro entonces que, pese a tratarse de hechos análogos,
donde se plantearon petitorios semejantes, con identidad de supuestos fácticos de
relevancia jurídica, la Sala emplazada, integrada por los mismos magistrados, sin
expresar razones objetivas y razonables que justifiquen el tratamiento
diferenciado realizado con la recurrente, resolvió su caso de manera distinta a los
procesos seguidos (…) contra la Municipalidad Provincial de Arequipa.

Por tanto, en la medida que la resolución cuestionada mediante el presente amparo


carece de una justificación razonada respecto la aplicación diferenciada de la ley,
el Tribunal Constitucional considera que se ha acreditado la violación del derecho
a la igualdad en la aplicación de la ley”.

STC Exp. N° 01211-2006-AA, f. j. 30

Déficit de interpretación (o de contenido), que se refiere a los


supuestos en los cuales los jueces ordinarios al resolver un caso, si bien sí
han tenido en cuenta los derechos fundamentales involucrados (por lo cual
no han incurrido en un déficit de consideración), le han atribuido un
contenido o alcance equivocados, o más específicamente “no han estimado
adecuadamente su significado y alcance constitucionales; es decir, han
entendido equivocadamente su esfera normativa, sus funciones o sus
límites”(25).

Conforme lo tiene indicado el Tribunal Constitucional al referirse a


este déficit en particular, el contenido erróneamente atribuido a los derechos
fundamentales puede ocurrir tanto por exceso, lo cual ocurre cuando al
derecho se le habría atribuido un ámbito normativo mayor que el que
realmente le corresponde; como por defecto, que sería el supuesto en el que
los jueces ordinarios le atribuyeron al derecho en cuestión un contenido
constitucionalmente protegido menor que el que en realidad le
corresponde(26).

En la jurisprudencia del Tribunal Constitucional encontramos un


ejemplo explícito en el que se ha pronunciado sobre este defecto
iusfundamental. En efecto, ello ocurrió cuando, al analizar una decisión de
la justicia laboral ordinaria, encontró que la sala correspondiente le otorgó
al derecho constitucional al trabajo, en su manifestación de adecuada
protección contra el despido arbitrario, un contenido menor al que en
realidad le correspondía. De manera más específica, el Tribunal
Constitucional cuestionó que los jueces laborales no hayan considerado
como un supuesto de despido nulo aquel motivado en que el trabajador
llevó a su empleador a un procedimiento de conciliación (la ley prescribe la
nulidad del despido motivado en que el trabajador haya presentado “una
queja o participa[do] en un proceso contra el empleador ante las autoridades
competentes”).

“[L]a resolución de la Sala emplazada, tal como está redactada, (…) también es
contraria al contenido constitucionalmente protegido por el derecho al trabajo y,
más específicamente, a la garantía de una adecuada protección contra el despido
arbitrario, establecida en el artículo 27 de la Constitución. Efectivamente, la Sala
Suprema ha incurrido en un déficit en el contenido atribuido a la garantía de
este derecho, pues mediante su interpretación le ha dotado de un contenido menor
al que constitucionalmente le corresponde, desprotegiendo al trabajador que busca
hacer valer la nulidad de su despido conforme a ley, por la sola razón de haber
iniciado su queja o procedimiento ante un centro de conciliación. Ello es, como ya
se indicó, contrario a las razones que subyacen a lo dispuesto por el artículo 29 del
Decreto Supremo N° 003-97-TR, así como contrario a los valores constitucionales
que deben respetarse en toda relación laboral” (resaltado agregado).

STC Exp. Nº 01747-2013-PA, f. j. 9

Por cierto, pese a que el Tribunal suele referirse básicamente a dos


tipos de errores de interpretación iusfundamental, esto es, por “exceso” y
por “defecto” (consistentes en “haber comprendido [o dejado de
comprender] posiciones iusfundamentales que forman parte del contenido
constitucionalmente protegido de un derecho fundamental”), lo cierto es
que un error en la interpretación podría referirse asimismo a otros diferentes
alcances del derecho, como puede ser, por ejemplo, la titularidad y los
destinatarios del derecho, sus alcances materiales o concreción fáctica, sus
límites y excepciones, etc.

Déficit de ponderación, que alude a los casos en los cuales los jueces
de la judicatura ordinaria, al realizar el “examen de proporcionalidad” con
respecto a derechos constitucionales intervenidos, o la “ponderación”
respecto a los derechos enfrentados en el caso resuelto, lo han hecho de
manera errada, y siendo así, al tratarse de una cuestión que claramente
resulta de competencia de los jueces constitucionales, estos quedan
habilitados para revisar y corregir el examen que fue realizado de manera
deficitaria en sede ordinaria. No obstante ello, debe precisarse que la
formulación original de Schneider aludía más bien a la posibilidad de
evaluar que la aplicación judicial de la legislación ordinaria haya sido
respetuosa del efecto de irradiación de los derechos (lo cual remite a una
concepción poco precisa o aceptada sobre la “ponderación”)(27).

En el caso peruano, valga precisar, nuestra jurisprudencia ha


equiparado a veces el significado de la “ponderación” con el del llamado
“principio” o “test de proporcionalidad” (que, a su vez, contiene los subtests
de idoneidad, de necesidad y de proporcionalidad en sentido estricto), si
bien no son en realidad lo mismo(28). En todo caso, la fórmula más
generalizada que ha utilizado nuestro Tribunal indica que habría déficit de
ponderación “cuando la resolución del caso legal concreto adolezca de
deficiencias en la aplicación del principio de proporcionalidad, o la
ponderación, según sea el caso”(29) (resaltado agregado).

Asimismo, y siempre en el contexto de eventuales revisiones de


decisiones judiciales, debemos tener en cuenta que la jurisprudencia del
Tribunal Constitucional al hacer referencia al análisis de “proporcionalidad”
ha abordado en realidad diferentes asuntos, tales como, por ejemplo, la
revisión de la “proporcionalidad” de la pena (cfr. STC Exp. Nº 08439-2013-
HC) o también a la “proporcionalidad” de lo que decidió el órgano judicial
(como quedó indicado supra 2.3.3). Pese a ello, reiteramos, el déficit
iusfundamental al que alude el Tribunal en el marco analizado tan solo
pretende hacer alusión al test de proporcionalidad o a la ponderación entre
derechos constitucionales(30).

Al respecto, podemos traer a colación un par de casos en los que el


Tribunal Constitucional revisó la ponderación de derechos que se
encontraba detrás de lo que fue resuelto en sede ordinaria(31). El primer caso
es el de una sentencia a través de la cual se resolvió el hábeas corpus
interpuesto a favor de una conocida conductora de un programa de
espectáculos y de su productor, quienes fueron condenados penalmente por
haber difundido imágenes de vedetes manteniendo relaciones sexuales, al
parecer a cambio de dinero.

En este caso, los recurrentes alegaron que las imágenes fueron


difundidas en ejercicio de su derecho a la información (rectius: libertad para
informar) y además que existía “interés público” a favor de su difusión,
pues era relevante dar a conocer la supuesta existencia de una “red de
prostitución clandestina”, lo cual consideraban que debió ser valorado en
sede penal.

En ese contexto, el Tribunal Constitucional analizó si en el caso


concreto, y a la luz de lo alegado por los recurrentes, existió una adecuada
ponderación entre los derechos a la información (libertad informativa), por
una parte, y a la intimidad personal, por otra. Al resolver, el órgano
colegiado descartó que el supuesto interés público alegado pudiera
justificar, de algún modo, que se transgreda la intimidad de las bailarinas
implicadas y, por ello mismo, consideró que, en el marco de un proceso
penal sobre “delito contra la libertad-violación de la intimidad” que se
seguía, resultaba irrelevante discutir acerca la existencia de prostitución
clandestina.

En tal sentido, conforme a lo resuelto por el Tribunal Constitucional, la


sentencia cuestionada no interfería desproporcionadamente en el derecho
invocado.
“[L]a intimidad personal (…) merece protección superlativa a través del tipo
penal descrito en el artículo 154 del Código Penal (…) [L]a intimidad protegía
todo acto dentro de un espacio personal de la querellante, como puede ser las
relaciones sexuales que practique, con prescindencia de la motivación o la causa
de dicho hecho (…) [S]u derecho a la vida privada sí protegía la posibilidad de
evitar que otros se inmiscuyan y reproduzcan en un canal de televisión los actos
sexuales que realizó. Sin embargo, esto no quiere decir que, si se presenta un
ilícito, la investigación periodística que se realice no puede estar también
protegida, haciendo disminuir la protección del contenido accidental del derecho a
la vida privada de la persona. [S]obre la base objetiva del contenido esencial de
cada uno de los derechos en juego (vida privada e información), se efectuará a
continuación un análisis ponderativo para comprobar si la judicatura ordinaria
analizó correctamente, o no, el medio de defensa utilizado por los querellados
respecto a la existencia, o no, de prostitución clandestina.

(…)

[L]a existencia de prostitución clandestina no puede ser considerada como un dato


periodístico que revista el carácter de interés público (…) Quizás la proscripción
de la prostitución clandestina en aras de proteger la defensa de la salud pública
(…) puede ser materia de control mediático, pero la utilización de imágenes que
exponen partes íntimas de la querellada no puede considerarse como válida
porque no aporta nada a la investigación realizada (…) De lo expuesto, por más
trascendente que sea para la sociedad la investigación sobre la prostitución
clandestina en el país, no justifica de ningún modo la vulneración de la vida
privada de una persona. Coincidimos en que es innecesario un análisis judicial,
pese a lo que alegan los recurrentes, respecto a la existencia de la prostitución
clandestina. [E]ra excesivo realizar indagación alguna sobre ella, puesto que la
vulneración del derecho a la vida privada de la querellante se sustentaba en la
emisión de imágenes que no tenían valor constitucional con el supuesto fin del
reportaje de Magaly TV (…).

Un análisis ponderativo, tanto de los criterios genéricos como de los específicos,


de los dos derechos en relación, lleva a la conclusión de que la defensa técnica de
los recurrentes (…) no ha sido afectada de forma alguna. Ahora sí se puede
señalar que todo ha sido llevado de manera regular en el ámbito judicial”.

STC Exp. Nº 06712-2005-HC, ff. jj. 39 y 60

Otro caso interesante vinculado con el déficit de ponderación remite al


amparo contra resoluciones judiciales emitidas en sede penal, en el marco
de una causa seguida por el delito de hurto agravado. Lo que alegó el
recurrente es que se afectó su derecho a la prueba (aunque el Tribunal
Constitucional entendió luego que lo que se encontraba en discusión
realmente era el derecho a la motivación de las resoluciones). El amparista
consideró que en sede penal debió admitirse y solicitarse como prueba “el
contenido de las conversaciones telefónicas de los inculpados a fin de poder
demostrar fehacientemente su responsabilidad penal”, lo cual fue
descartado por la judicatura penal, al considerar que no puede aportarse al
proceso pruebas “que puedan vulnerar otros derechos constitucionales
como la privacidad de las personas”.

Para el Tribunal Constitucional, el proceder de los órganos judiciales


demandados, además de afectar el derecho a la motivación de resoluciones
judiciales (pues no desarrolló el análisis sobre la idoneidad y conducencia
de la prueba), erró al no haber ponderado, como correspondía, los derechos
involucrados (el derecho a probar versus los derechos a la intimidad y al
secreto de las comunicaciones) y, por el contrario, al establecer la
prevalencia no justificada de uno de ellos (el derecho a la intimidad).

“[L]a resolución (…) que confirma la improcedencia de la solicitud de actuación


probatoria (…) solo señala que ‘las pruebas que pueda aportarse al proceso deben
ser idóneas y conducentes respecto a acreditar el mérito de la imputación, no
pudiéndose de ninguna manera aceptar peticiones que puedan vulnerar otros
derechos constitucionales como la privacidad de las personas que no es materia de
cuestionamiento en este proceso’; advirtiéndose (…) que la resolución
cuestionada no explica las razones por las cuales la actuación probatoria solicitada
resulta inidónea e impertinente para acreditar la responsabilidad penal de los
coprocesados.

Efectivamente, la respuesta de la Sala demandada a la solicitud de actuación


probatoria no solo deviene en inmotivada y arbitraria, sino que también
resulta omisiva, pues al encontrarse frente al caso límite de conflictos de derechos
fundamentales (derecho a probar del recurrente versus derecho a la intimidad y a
la inviolabilidad de las comunicaciones de los coprocesados) optó de plano por
uno de ellos, sin realizar previamente un análisis de ponderación y/o de
determinación de los derechos en conflicto que justifique el ejercicio privilegiado
del uno sobre el otro”.

STC Exp. Nº 05876-2008-PA, ff. jj. 7-8

Además de los tres déficits indicados, Hans-Peter Schneider hizo


referencia también a un déficit de procedimiento, en referencia a los casos
en los que en el fuero ordinario se hubiese afectado derechos
constitucionales procesales. Al respecto, si bien esto no ha sido incluido por
el Tribunal como parte de los “déficits iusfundamentales”, ello se debe a
que su lista de errores o déficits tendría como propósito esclarecer en qué
caso los derechos constitucionales “sustantivos” (es decir, los que no son
“procesales”) podrían eventualmente ser objeto de tutela en un proceso
amparo contra resoluciones judiciales, precisión que obviamente no se
requiere con respecto a los derechos procesales, los cuales claramente
pueden ser objeto de control conforme a lo dispuesto por la propia
Constitución (supra 2.1), el Código Procesal Constitucional (supra 2.2) y la
jurisprudencia del Tribunal Constitucional (supra 2.3, cuando nos referimos
a las llamadas “anomalías” del proceso, o infra 3.2, sobre la procedencia del
amparo para la tutela del debido proceso formal).

“La existencia de un ‘procedimiento regular’ se encuentra relacionada con la


existencia de un proceso en el que se hayan respetado garantías mínimas tales
como los derechos al libre acceso a la jurisdicción, de defensa, a la prueba,
motivación, a la obtención de una resolución fundada en Derecho, la pluralidad de
instancias, al plazo razonable del proceso, a un juez competente, independiente e
imparcialidad, entre otros derechos fundamentales, por lo que un proceso judicial
que se haya tramitado sin observar tales garantías se convierte en un ‘proceso
irregular’ que no solo puede, sino que debe ser corregido por el juez
constitucional mediante el proceso de amparo”.

STC Exp. N° 05374-2005-AA, f. j. 6

A modo de cierre, con respecto a esta llamada fórmula Schneider o de


los déficits iusfundamentales, tenemos que el Tribunal la ha venido
consolidando a lo largo del tiempo en su jurisprudencia, a través de
diferentes composiciones de magistrados hasta la fecha (cfr. ATC Exp. Nº
02784-2013-PA, f. j. 4; RTC Exp. Nº 03635-2013-PA, f. j. 4; RTC Exp. Nº
02126-2013-PA, f. j. 3; RTC Exp. Nº 00649-2013-AA, f. j. 3; RTC Exp. Nº
03246-2013-PA, f. j. 3; RTC Exp. Nº 03767-2012-PA, f. j. 7; RTC Exp. Nº
06524-2013-PA, f. j. 3).

Asimismo, es relevante destacar que, en comparación con las


anteriores fórmulas analizadas, la fórmula de los déficits o errores
iusfundamentales sí representa un avance significativo en relación con
precisar lo que puede conocer la judicatura constitucional cuando se alega
que una resolución judicial ha afectado un derecho fundamental (y en
especial los derechos constitucionales sustantivos).

De este modo, los demandantes o recurrentes no deberán alegar tan


solo, y de manera genérica, la afectación de algún derecho fundamental,
sino que tendrán que precisar a qué específico déficit iusfundamental están
haciendo referencia. En igual sentido, con base en esta fórmula, el análisis
sobre la procedencia de los amparos contra resoluciones judiciales contará
con una pauta más clara para los jueces constitucionales, quedando limitada
la posibilidad de que estos actúen de manera antojadiza o imprecisa.

“El Tribunal ha precisado que lo resuelto en el ámbito de la jurisdicción ordinaria


puede ser revisado por los jueces constitucionales en aquellos casos en los que, al
ejercer las funciones que les son inherentes, estos hayan practicado actos [u
omisiones] que adolezcan intrínsecamente de déficits o errores en materia de
derechos fundamentales. Tales déficits van desde no haberse considerado la
aplicación de un derecho fundamental al resolver una cuestión regulada por el
derecho ordinario; haber comprendido (o dejado de comprender) posiciones
iusfundamentales que forman parte del contenido constitucionalmente protegido
de un derecho fundamental o, en fin, cuando la resolución del caso legal concreto
adolezca de deficiencias en la aplicación del principio de proporcionalidad, o la
ponderación, según sea el caso”.

RTC Exp. Nº 03635-2013-PA, f. j. 4

“[E]l amparo constitucional no es un proceso dentro del cual pueda prolongarse la


controversia que acontece en el ámbito del proceso ordinario. En tal sentido, la
estructuración del proceso, la determinación y valoración de los elementos de
hecho, la interpretación del derecho ordinario y su aplicación a los casos
individuales son, por principio, asuntos propios de la jurisdicción ordinaria y,
como tales, ajenos a la competencia de este Tribunal. La única posibilidad de que
lo allí resuelto pueda ser revisado en el ámbito de la justicia constitucional es que,
al ejercer las funciones que les son inherentes, los actos u omisiones de los
órganos de la jurisdicción ordinaria adolezcan de déficits en materia de derechos
fundamentales. Déficits que van desde no haber considerado la aplicación de un
derecho fundamental al resolver una cuestión regulada por el derecho ordinario;
haber comprendido (o dejado de comprender) posiciones iusfundamentales que
forman parte del contenido constitucionalmente protegido de un derecho
fundamental o, en fin, cuando la resolución del caso legal concreto adolece de
deficiencias en la aplicación del principio de proporcionalidad, o de la
ponderación, según sea el caso”.

ATC Exp. Nº 02784-2013-PA, f. j. 4

2.3.5
. La fórmula de la “pendiente inclinada” o “tanto más, cuanto
más” (llamada por el Tribunal Constitucional “canon para el
control constitucional de las resoluciones judiciales” o “test de
intensidad”)

De manera más o menos reciente, el Tribunal Constitucional ha


explicitado y reafirmado un “canon interpretativo”, el cual supuestamente le
permite “realizar, legítimamente, el control constitucional de las
resoluciones judiciales ordinarias”. El canon, según explica el órgano
colegiado, fue formulado con la finalidad de que la judicatura constitucional
no termine convirtiéndose en una cuarta instancia judicial (inicialmente en
la STC Exp. Nº 03179-2004-PA; actualizado luego por la STC Exp. Nº
04509-2011-PA y la STC Exp. Nº 02716-2011-PA).

A decir del Tribunal Constitucional, este canon se encuentra


compuesto por tres exámenes que, a efectos de su mejor comprensión,
podemos presentar del siguiente modo:

• Examen de razonabilidad: ¿todos los actuados del proceso ordinario (o


solo parte de ellos) son relevantes para determinar si la resolución
judicial vulnera el derecho invocado?

• Examen de coherencia: ¿cuál es el acto que se alega lesivo? ¿Existe


relación entre dicho acto y los actuados del proceso judicial ordinario?

• Examen de suficiencia: ¿qué tan intenso debería ser el control


constitucional del proceso judicial ordinario, a fin de cautelar el
derecho fundamental afectado?

Como puede apreciarse, este “canon” en realidad no ayuda a delimitar


qué le corresponde revisar válidamente al juez constitucional al recibir un
amparo contra resoluciones judiciales, ni qué debe rechazar por tratarse de
un asunto de competencia exclusiva y excluyente del fuero ordinario.

Y esto sucede así porque el Tribunal Constitucional, al asumir lo que


consideró una “interpretación flexible” del amparo contra resoluciones
judiciales, en el fondo le estaba concediendo al juez constitucional la
posibilidad de “revisarlo todo” al evaluar la constitucionalidad de una
resolución judicial.

“[S]e parte de una interpretación flexible del amparo cuando el Juez


constitucional adquiere plena jurisdicción sobre el fondo y la forma del proceso
ordinario, realizando un examen constitucional de la motivación del fallo y de la
relevancia de lo actuado judicialmente. Desde esta posición, el Juez constitucional
asume competencia para examinar el juicio ordinario bajo un canon constitucional
propio del supremo intérprete de la Constitución. Lo que significa la posibilidad
de revisar todo el proceso que va desde el examen del acto lesivo, la validez o no
de una norma legal, hasta el valor probatorio de las pruebas; es decir, revisando y
reformando constitucionalmente la actuación judicial concreta que sea necesaria
para determinar la constitucionalidad de la resolución judicial cuestionada.

[E]sta (…) perspectiva del proceso de amparo [contra resoluciones judiciales]


precisa que el Tribunal Constitucional establezca el canon interpretativo bajo el
cual realizará el control constitucional de las resoluciones judiciales, sin que ello
suponga convertir al Tribunal Constitucional en una cuarta instancia judicial y sí,
más bien, a fin de reconocer que al Tribunal le corresponde, en el proceso de
amparo, resolver, ponderadamente, sobre el fondo y la forma de los procesos
judiciales ordinarios cuando estos hayan violado los derechos fundamentales
tutelados por el proceso constitucional de amparo.

Dicho canon interpretativo que le permite al Tribunal Constitucional realizar,


legítimamente, el control constitucional de las resoluciones judiciales ordinarias
está compuesto, en primer lugar, por un examen de razonabilidad; en segundo
lugar, por el examen de coherencia; y, finalmente, por el examen de suficiencia”.

STC Exp. Nº 03179-2004-PA, ff. jj. 22 y 23

Ahora, bien visto, este canon más bien es planteado como una especie
de “test de intensidad”, que le ofrecería al juez un criterio orientador para
decidir hasta dónde le corresponde ingresar al evaluar la constitucionalidad
de una decisión judicial, el cual consistiría básicamente en la siguiente
máxima: la intensidad de la intervención en el proceso judicial ordinario
debe ser directamente proporcional al agravio iusfundamental que se
analiza. En este mismo sentido, esta fórmula ha sido llamada como de
“intensidad del enjuiciamiento de pendiente inclinada” o de “cuanto más...
tanto más...”(32), aludiendo con ello a que la justicia constitucional “examina
la decisión judicial tanto más en profundidad cuando más intensa es la
afectación del derecho fundamental en el caso en particular”(33).

Bien, como seguramente resultará evidente, lo anterior –esto es,


decidir sobre la intensidad del control que corresponde hacer– presupone
que el juez constitucional previamente haya decidido admitir a trámite la
demanda de amparo contra resolución judicial, y para ello habrá tenido que
echar mano de consideraciones distintas a las contenidas en el canon, que sí
resulten pertinentes para dicho análisis.

Además de no ayudar a decidir la procedencia del amparo contra


resoluciones judiciales, este “canon” o “test de intensidad” presenta
también problemas en cuanto a su propósito de fondo, pues con él no solo
no se avanza en la posibilidad de distinguir entre lo constitucional y lo
ordinario, sino más bien “tal imposibilidad se convierte incluso en
programa”(34). Sin embargo, y como veremos más adelante, está fórmula
tiene el mérito de plantear que no puede haber una única forma de abordar
el asunto para todos los casos, sino que lo que cabe controlar
constitucionalmente dependerá del contexto o de las pretensiones tras el
amparo que se presenta.

“En una de las decisiones que constituye ahora nuestro parámetro de control para
estos supuestos, se dejó también establecido los criterios que, a modo de pautas o
principios, deben orientar el control que corresponde al Juez Constitucional en la
vía del proceso de amparo. En tal sentido, en la STC N° 03179-2004-AA/TC, se
precisó que el control constitucional de una resolución judicial debía tomar en
cuenta criterios de: a) razonabilidad; b) coherencia, y c) suficiencia.
a) Examen de razonabilidad.- Por el examen de razonabilidad, el Colegiado
Constitucional debe evaluar si la revisión del proceso judicial ordinario es
relevante para determinar si la resolución judicial que se cuestiona vulnera el
derecho fundamental que está siendo alegado. Si bien el criterio de razonabilidad
ha sido desarrollado con contenido diferente en la jurisprudencia (Cfr. STC Nº
00090-2003-AA/TC o también la STC Nº 00045-2004-AI/TC), aquí sin embargo
este criterio expresa la necesidad de establecer un límite razonable a la función
de control que corresponde al Tribunal. De este modo, el criterio de
razonabilidad permite delimitar el ámbito del control, en la medida que el control
de las resoluciones es también, en buena cuenta, control del proceso.

b) Examen de coherencia.- El examen de coherencia exige que el Tribunal


Constitucional precise si el acto lesivo del caso concreto se vincula directamente
con la decisión judicial que se impugna. En buena cuenta se trata de un criterio de
conexión entre el acto lesivo y el acto materia de control. La exigencia de
coherencia permite controlar la legitimidad del juez constitucional a la hora de
revisar una decisión judicial. Solo serán controlables aquellas resoluciones
directamente vinculadas con la violación del derecho denunciado o esto haya sido
delimitado en tales términos por el juez constitucional, en base al principio iura
novit curia.

c) Examen de suficiencia.- Mediante el examen de suficiencia, el Tribunal


Constitucional debe determinar la intensidad del control constitucional que sea
necesaria para llegar a precisar el límite de la revisión [de la resolución judicial],
a fin de cautelar el derecho fundamental demandado. El examen de suficiencia
permite, de este modo, fijar los límites del control, esto es, hasta dónde le alcanza
legitimidad al juez constitucional, de conformidad con lo que establece el artículo
1 del Código Procesal Constitucional, para

hacer cumplir la finalidad de los procesos constitucionales, ‘reponiendo las cosas


al estado anterior a la violación o amenaza de violación de un derecho
constitucional’.

Por tanto, en el control de las resoluciones judiciales resulta relevante establecer:


a) el ámbito del control (el proceso en su conjunto o una resolución en
particular); b) la legitimidad del control (solo resulta legítimo controlar aquellas
resoluciones o actos directamente vinculados con la afectación de derechos) y; c)
la intensidad del control (el control debe penetrar hasta donde sea necesario para
el restablecimiento del ejercicio de los derechos invocados)”.

STC Exp. N° 02716-2011-PA, f. j. 5

Por todo lo indicado, si bien el Tribunal en muchas ocasiones hace


referencia a este “canon para el control constitucional de las resoluciones
judiciales” cuando se pronuncia sobre la procedencia del amparo contra
resoluciones judiciales, lo cierto es que en la práctica, o bien lo ha aplicado
de manera completamente excepcional y poco rigurosa (cfr. STC Exp. N°
00728-2008-HC y STC Exp. N° 02716-2011-AA, y tal vez tácitamente en
STC Exp. N° 02598-2010-AA), o más aún, simplemente la mantiene como
una “cláusula de estilo” decorativa, la cual no utiliza realmente ni para
decidir la procedencia de la demanda, ni para esclarecer cuál es la
“intensidad de la intervención” que correspondería tener en cuenta en el
caso concreto (v. gr. STC Exp. N° 03179-2004-AA, STC Exp. N° 04509-
2011-AA, STC Exp N° 00978-2012-AA y STC Exp. N° 01439-2013-AA).

3. EL DEBIDO PROCESO AMPARIZABLE Y EL “ANÁLISIS DE


MANIFIESTO AGRAVIO DE LA TUTELA PROCESAL
EFECTIVA”

Con todo lo explicado, tal vez lo único que puede considerarse claro
hasta este punto es que (1) nuestro modelo (constitucional, legal y
jurisprudencial) de amparo contra resoluciones judiciales es “admisorio
intermedio” respecto a la procedencia de la demanda y “permisivo amplio”
respecto a los contenidos que pueden ser objeto de tutela; (2) que existe una
gran dificultad, que no ha podido superarse, al tratar de precisar aquello que
puede ser objeto de revisión por parte de los jueces constitucionales en los
amparos contra resoluciones judiciales; y que (3) la jurisprudencia del
Tribunal Constitucional, pese a los inconvenientes y las imprecisiones
relacionadas con las fórmulas empleadas, sí ha brindado muchas luces sobre
esta materia al resolver los casos concretos, y con base en ellas es que
debería elaborarse cualquier posible propuesta.

Tomando en cuenta lo anterior, una primera cuestión que consideramos


pertinente tener en cuenta es que la discusión planteada se centra
básicamente en lo que constituye un “proceso irregular” y, en este sentido,
remite inevitablemente a la idea de “debido proceso”, “proceso justo” o
“tutela procesal efectiva” –nombre que ha preferido utilizar el Código
Procesal Constitucional– como parámetro directamente relacionado con la
idea de “proceso regular”.

Desde luego, sería imposible explayarnos acá sobre el contenido y


alcances de un derecho tan amplio y complejo como lo es el debido
proceso. Por ello, solo diremos lo imprescindible para esclarecer que, pese a
tratarse de un auténtico derecho constitucional (que, a su vez, contiene
diversos derechos), no todo su contenido puede o debe ser llevado al
amparo.

3.1. La tutela procesal efectiva (o, más llanamente, el debido proceso)

La cuestión sobre el fundamento, significado, contenidos y alcances


del derecho al “debido proceso” o al “proceso justo” excede, por razones de
espacio y pertinencia, a los propósitos de este acápite. No obstante, lo que sí
podemos hacer ahora es aludir a su contenido más básico, con la finalidad
de darnos una idea apropiada y útil sobre lo que este derecho asegura a
favor de sus titulares.

Lo primero que debemos constatar es que en nuestra legislación no ha


existido un uso ordenado respecto a las expresiones que aludirían a este
derecho. Así, inicialmente vemos que el artículo 139, inciso 4 hace una
referencia genérica a “[l]a observancia del debido proceso y la tutela
jurisdiccional”, y se refiere posteriormente a algunos pocos derechos
procesales. Sin embargo, y como es conocido, la mayoría de los derechos y
garantías constitucionales que es necesario salvaguardar en los procesos
judiciales se encuentran desagregados principalmente, aunque no
exclusivamente, en los artículos 139 y 2, inciso 24, de la Constitución.

En similar sentido, y como ya fue reseñado supra, el artículo 4 del


Código Procesal Constitucional provee de un listado bastante amplio,
aunque “enunciativo” –es decir, no exhaustivo–, de los derechos que
formarían parte de la “tutela procesal efectiva”(35). Con ello, tenemos que
tanto la Constitución como el Código Procesal Constitucional se refieren al
contenido o alcances de este derecho a través de listados más o menos
prolijos de posiciones iusfundamentales y de garantías.

No obstante la opción del constituyente y el legislador, tal vez


convenga partir, a efectos de lo que buscamos, de una noción mínima de
“debido proceso”. Así podemos entender, de manera general, que se trata
del derecho a contar, en todo procedimiento en el que se decidan sobre
derechos o intereses legítimos, con los derechos y garantías que permitan
arribar a un resultado justo y basado en Derecho.

Con lo anotado, la cuestión se traslada, entonces, a las nociones


“resultado justo” y “basado en Derecho”, así como a los derechos y las
garantías que les corresponde. Señalado esto, entonces, vale cuestionarnos
¿cómo nos imaginamos un proceso justo, con los derechos y las garantías
debidas? Creo que podemos convenir en que un proceso justo debería estar
caracterizado, cuando menos, por las siguientes manifestaciones o rasgos:

• Proceso imparcial. Por ejemplo: jueces independientes e imparciales,


posibilidad efectiva de defenderse e impugnar, acceso material a la
justicia y socialización del proceso, etc.

• Resultado justo. Por ejemplo: derechos vinculados al contradictorio, a


la actuación de pruebas y a la debida motivación, etc. Debe ser justo
tanto en sentido formal (por ejemplo: procedimiento estructurado de
manera justa y razonable, correcta aplicación del Derecho pertinente)
como material (por ejemplo, a través de la interdicción de la
impunidad y la búsqueda de la verdad material).

• Respuesta célere. Por ejemplo: derechos a un plazo razonable y a la


eficaz ejecución de las resoluciones, existencia de medidas anticipadas
o cautelares, etc.

• Trámite y resultado previsibles. Por ejemplo: proceso y juez


predeterminado legalmente, igualdad en la aplicación de la ley y
respeto a los precedentes, seguridad jurídica, etc.

Con base en lo anotado, ciertamente resulta un poco más fácil intentar


precisar los derechos o las garantías que forman parte del debido proceso
(sin descartar que, en algún caso específico, las mencionadas
características, así como los derechos y garantías subsecuentes, puedan
entrar en pugna). De este modo, además, es muy claro que el derecho al
debido proceso tiene un contenido complejo (su contenido responde a
justificaciones muy diversas y se refiere a posiciones jurídicas muy
diferentes entre sí) y amplio (como se ha dicho, el debido proceso en
realidad es un “derecho continente de otros derechos”).

A pesar de este avance, debemos aceptar que lo indicado aún parece


relacionado sobre todo a asuntos de procedimiento y a derechos procesales.
Queda, en este sentido, la duda acerca de si el derecho al debido proceso
garantiza, además, que el resultado de un proceso judicial sea
materialmente justo.

O, expresado de un modo más directamente relacionado con nuestro


propósito, ¿puede acaso un juez constitucional pronunciarse sobre la
justicia de un fallo de la jurisdicción ordinaria? ¿Podría, por ejemplo,
disponer que se reduzca o aumente la condena penal impuesta? ¿Podría
resolver que se modifique el monto de una indemnización? ¿Y variar una
sentencia sobre tenencia o sobre la pérdida de la patria potestad?
Al respecto, más allá de la respuesta que de facto se ha dado a estas
cuestiones(36), consideramos que para enfrentar una dificultad como la
señalada es imprescindible distinguir dos asuntos vinculados a eventuales
afectaciones al derecho al debido proceso: la sustantiva y la procesal.

Por una parte, la cuestión sustantiva nos plantea la cuestión acerca de


qué contenidos forman parte del derecho al debido proceso (y ya hemos
ofrecido algunos elementos para ello). De otro lado, la cuestión procesal
nos lleva a reflexionar sobre aquella específica parte del debido proceso que
sí podría ser cuestionada y revisada legítimamente en sede constitucional.

Como podrá anotarse, estas cuestiones diferentes nos permiten afirmar


que, pese a que el derecho al debido proceso puede ser bastante amplio, no
necesariamente todo él puede ser objeto de revisión a través del amparo. De
esta forma, encontramos que no cualquier discusión procesal, aunque
legítima y que tenga incidencia en el contenido del derecho al “debido
proceso”, puede ser llevada al amparo. Nos explicamos más a continuación.

3.2. ¿Toda afectación al debido proceso es amparizable?

Como hemos venido adelantando, consideramos que, pese a tratarse de


un derecho fundamental, no todo problema que intervenga en el contenido
protegido del derecho constitucional al debido proceso puede ser protegido
a través del proceso de amparo.

Sin embargo, antes de referirnos a aquello que estaría excluido de la


tutela del amparo, valdrá la pena referirnos, en primer lugar, a aquello que
más claramente puede ser objeto de control.

Al respecto, es pertinente llamar la atención sobre el hecho de que,


pese a que a nivel conceptual y jurisprudencial solemos hacer referencia al
“amparo contra resoluciones judiciales”, un nombre más preciso debería ser
el de “amparo contra procesos judiciales”, que a su vez comprende la
posibilidad de cuestionar tanto “actuaciones (u omisiones) judiciales” como
“resoluciones judiciales”.

Como resulta claro, un proceso está constituido por un conjunto de


actuaciones que concluyen con la expedición de una resolución final, por lo
que, bien visto, una eventual afectación de derechos fundamentales puede
ocurrir en cualquier momento del desarrollo del proceso, y no solo a hora
de emitir resoluciones o de decidir cualquier asunto. Así visto, las
“resoluciones judiciales” strictu sensu constituyen solo una pequeña
porción del proceso, pero la garantía del “debido proceso” se extiende, en
realidad, a toda la tramitación.

Dicho de otro modo, los jueces quedan obligados a respetar los


derechos fundamentales en todo momento, y no solo al momento de
sentenciar. Es más, incluso más allá de la regularidad del procedimiento y
de los derechos procesales clásicos que se ejercen el marco del proceso, los
jueces se encuentran obligados asimismo a respetar, a través de su actuación
en el proceso, los derechos fundamentales de las personas. De este modo,
tampoco pueden incurrir en lesiones iusfundamentales a través de “vías de
hecho”, esto es, mediante comportamientos (actuaciones u omisiones)
arbitrarios o lesivos de los derechos de los justiciables.

Como supuestos de comportamiento de facto contrarios a derechos


fundamentales podemos mencionar, entre tantos otros posibles, por
ejemplo, formas irrazonables de limitación del acceso a la justicia (por
ejemplo, si se impide ejercer la defensa o acceder a los ambientes judiciales
debido a determinado tipo de vestimenta que, por razones subjetivas,
desaprueba la autoridad), al derecho a la defensa material (por ejemplo, si
no se prevé la presencia de traductores para personas que se comunican en
otro idioma, como serían el runa simi y el lenguaje de señas; o si se designa
a un abogado de oficio que no ha tenido acceso al expediente poco antes de
la defensa oral), al derecho al juez imparcial (si un juez no se aparta del
caso, pese a que tiene un interés personal o mantiene vínculos con alguna
de las partes). Estas vulneraciones, por cierto, pueden incidir también en
derechos no procesales (en relación con los ejemplos planteados, podrían
verse afectados los derechos al libre desarrollo de la personalidad, a la
igualdad material, a la no discriminación, a la identidad cultural, etc.),
derechos sustantivos que solo podrían ser tenidos en cuenta dentro de un
“amparo contra procesos judiciales” –con sus todas especificidades–
siempre que se encuentran comprometidos derechos constitucionales
procesales.

“[E]n el ejercicio de la función jurisdiccional, los jueces del Poder Judicial no solo
tienen la obligación de cuidar porque se hayan respetado los derechos
fundamentales en las relaciones jurídicas cuya controversia se haya sometido a su
conocimiento, sino también la obligación –ellos mismos– de respetar y proteger
todos los derechos fundamentales al dirimir tales conflictos y controversias”.

STC Exp. N° 03179-2004-AA, f. j. 18

En todo caso, lo que puede quedar claro hasta aquí es que hay un
primer grupo de derechos que sí pueden ser controlados
constitucionalmente sin mayor objeción: nos referimos a todos esos
derechos que clásicamente forman parte del debido proceso formal. Es
claro que no podría haber un proceso que merezca ser calificado de “justo”
o “regular” si en su interior no se ha respetado, cuando menos, los derechos
y las garantías constitucionales procesales. Por lo mismo, cabe incluso la
posibilidad de cuestionar asuntos que inicialmente pueden considerarse
como de mero procedimiento, pero siempre que estos incidan en derechos
constitucionales procesales (este sería el caso, por ejemplo, de la ausencia
de notificación si es que incide en el derecho de defensa; o de vicios graves
en las formalidades constitutivas de una resolución válida, lo cual sería
contrario a contar con una decisión fundada en Derecho).

Empero, todo lo anotado aún deja como pendiente esclarecer qué


ocurre con los demás derechos fundamentales (“sustantivos”) y el llamado
“debido proceso material”.
Volviendo a nuestra explicación, señalábamos que sí es posible
distinguir entre el amparo contra actuaciones (u omisiones) y contra
resoluciones judiciales, y ya señalamos que en el caso del amparo contra
actuaciones (sea en el marco de un proceso judicial o como “vía de hecho”)
ellas pueden ser controladas en caso de que afecten aquellos derechos que
típicamente forman parte del debido proceso formal. Ahora bien, aún queda
pendiente por ver qué ocurre con los supuestos de “amparo contra
resoluciones judiciales” en sentido estricto.

En otras palabras, la cuestión que queda por averiguar es si, con


respecto a decisiones judiciales emitidas en procesos ordinarios, los jueces
pueden controlar la supuesta afectación de derechos fundamentales
sustantivos, así como la justicia y la razonabilidad de lo decidido.

Al respecto, consideramos que lo único que puede ser materia de


cuestionamiento cuando se revisa una resolución judicial es su motivación
(y que otras posibles irregularidades pueden reconducirse a problemas de
actuación u omisión judicial); asimismo, que una motivación
constitucionalmente deficiente puede, sin duda, afectar derechos
fundamentales sustantivos.

De esta manera, por tratarse la motivación de las resoluciones


judiciales de un auténtico derecho fundamental procesal, podríamos
entender que los jueces constitucionales se encuentran prima facie
habilitados para evaluar la regularidad constitucional de las motivaciones
judiciales y para corregir (anular, revertir) lo que fuera necesario. Sin
embargo, como ya ha sido explicado suficientemente aquí, una permisión
así de genérica podría abrir paso a una indebida invasión de competencias y
a un proceder arbitrario por parte de los jueces constitucionales.

En este sentido, y con respecto a la motivación de las decisiones


judicial más claramente, me parece que vale la pena distinguir entre una
parte del debido proceso que es amparizable y otra que no lo es, cuya
contravención solo podría ser analizada o corregida por la judicatura
ordinaria.

“[E]l principio de legalidad penal, en tanto derecho subjetivo constitucional, es


susceptible de protección en esta vía, sin embargo, el análisis que debe practicar el
juez constitucional no es equiparable al que realiza un juez penal. En efecto, es
posición reiterada en anterior jurisprudencia que el Tribunal Constitucional, prima
facie, no es instancia en la que se determine la responsabilidad penal de una
persona, se califique el tipo penal en el que se subsume la conducta del imputado,
o se valoren las pruebas aportadas al proceso, pues estos ámbitos son de exclusiva
competencia de la jurisdicción penal ordinaria (…). No obstante, ello no impide
que de manera excepcional el juez constitucional se pronuncie sobre dichas
materias en aquellos casos en que en el ejercicio de una atribución exclusiva se
vulnera o amenaza derechos reconocidos por la Constitución.

En suma, si bien resulta plenamente legítimo que el juez constitucional ingrese a


evaluar las presuntas afectaciones al debido proceso constitucional, no ocurre lo
mismo con las presuntas afectaciones al debido proceso legal”.

STC Exp. N° 01568-2007-HC, f. j. 4

Así, dentro del derecho a la debida motivación, es claro que existen


algunos vicios que pueden y deben ser controlados por los jueces
constitucionales, como ha venido ocurriendo, y otros que definitivamente
no, como también se ha decidido en consolidada jurisprudencia del Tribunal
Constitucional. Para esclarecer de mejor modo lo que sí y lo que no puede
analizar un juez constitucional, resultará de la máxima utilidad hacer
referencia a los vicios o problemas sobre la motivación o justificación de
las decisiones judiciales.

Al respecto, la jurisprudencia consolidada del Tribunal se ha referido a


algunas infracciones clásicas de la motivación de las decisiones judiciales:
tenemos, por ejemplo, los supuestos de motivación inexistente, aparente e
insuficiente, todos estos supuestos controlables en sede constitucional.
Pero estos vicios pueden ser seguramente reconducidos a algunas
infracciones o problemas que suelen abordarse cuando se trata el asunto de
la justificación de las decisiones judiciales. Como se sabe, en el ámbito de
la justificación de las decisiones judiciales puede distinguirse entre la
justificación interna (que alude a la corrección formal o lógica en que el
juzgador ha extraído –rectius: inferido– la respuesta al caso a partir de sus
premisas) y la justificación externa (que se refiere a la corrección a nivel de
las premisas, que a su vez pueden distinguirse entre premisas normativas y
premisas fácticas). Los problemas de motivación aparente, insuficiente o
inexistente, a los cuales nos hemos referido antes, por lo general deben ser
entendidos como vicios en la justificación interna de una decisión judicial.

Es en el ámbito de la justificación externa que las cosas se ponen más


complicadas (no en vano cuando existen problemas a este nivel se habla de
la existencia de “casos difíciles”), pero en esa dificultad es, precisamente,
que aparece la posibilidad de esclarecer lo que convendría dejar a cargo del
juez constitucional y aquello que no.

Efectivamente, como fue adelantado, la justificación externa alude a la


justificación a nivel de las premisas normativas y fácticas, en los que
pueden ocurrir algunos “problemas” típicos. De este modo, se señala que
los problemas relacionados con las premisas normativas pueden deberse o
bien a la interpretación de las disposiciones jurídicas que deben aplicarse
(problemas de interpretación) o a cuestiones relacionadas con la
determinación de qué material normativo corresponde aplicar al caso
(problemas de relevancia); mientras que los problemas relacionados con las
premisas fácticas pueden deberse tanto a la verdad de lo que se alega como
hechos probados (problemas de prueba) como a la calificación jurídica que
le corresponde a dichos hechos (problemas de calificación).

Ahora bien, en este marco, veamos, pues, qué podría legítimamente ser
objeto de revisión constitucional en el marco de un amparo contra
resolución judicial.
Con respecto a los problemas de interpretación, es decir, aquellos
referidos a la atribución de significados a las disposiciones relevantes para
el caso: ¿puede la judicatura constitucional evaluar o corregir ello? De
manera inicial, y tratándose de la mera interpretación de la ley o de
cuestiones de puro alcance ordinario, es claro que no: dicha interpretación
es de competencia exclusiva de los jueces ordinarios. Al juez
constitucional, en términos generales, no le compete evaluar la pertinencia,
la justicia o la corrección de una interpretación legal. ¿Y habrá
excepciones? Creemos que sí: cuando la interpretación de la ley efectuada
en sede ordinaria ha contravenido la Constitución (y en especial los
derechos fundamentales, cualesquiera que sean estos) y cuando se ha
interpretado incorrectamente la Constitución (y en especial los derechos).
Creo que puede aceptarse, sin dificultad, que en ambos casos los jueces
constitucionales tienen competencia para evaluar y corregir una
interpretación que haya sido deficiente en términos constitucionales, y que
la mejor forma de realizar este análisis es, mutatis mutandi, a través de la
denominada “fórmula Schneider” o “de los déficits”(37).

En relación con los problemas de relevancia: ¿le competerá o no a los


jueces constitucionales evaluar si los jueces ordinarios escogieron
correctamente el material normativo con el que resolvieron al caso? Parece
incontrovertible que inicialmente debe responderse que no: solo les
compete a los órganos judiciales ordinarios decidir, en el marco de la
legalidad, cuáles normas del ordenamiento jurídico son relevantes para
resolver la causa puesta a su consideración. ¿Pero existe alguna excepción?
Tal vez haya una, relacionada con la noción de Constitución como “fuente
de fuentes” del Derecho: es posible el control constitucional de una
resolución judicial ordinaria si los jueces han aplicado disposiciones
normativas que no pertenecen al Derecho vigente o válido. En el sentido
indicado, los jueces constitucionales tan solo tendrían esta limitada
competencia en el ámbito de los problemas de relevancia.
En lo referido a los problemas de prueba, esto es, en relación con la
veracidad de las premisas relacionadas a la ocurrencia de hechos, ¿podrán
tener alguna injerencia los jueces constitucionales? Nuevamente, estamos
en este caso ante una competencia inicialmente exclusiva de los jueces
ordinarios: en atención a sus competencias legales, pero también debido a la
actividad probatoria que pueden realizar en el seno de los procesos
ordinarios, ellos se encuentran en mejor posición para resolver si algo debe
considerarse como probado o no. En este ámbito, el control constitucional
podría estar relacionado con algunas cuestiones vinculadas con el derecho a
la prueba, de tal forma que la determinación judicial de los hechos se
encuentre rodeada de todas las garantías constitucionales. Entre estas,
podemos contar, por ejemplo: la admisión, actuación y valoración prima
facie de las pruebas ofrecidas; la motivación referida a la falta de idoneidad
o de conducencia de las pruebas; la interdicción de la prueba prohibida y de
la prueba diabólica; el respeto de los estándares sobre la prueba indiciaria;
etc. De esta manera, los jueces constitucionales no pueden dar por probado
nada, sino solo garantizan el respeto a las reglas sobre la prueba.

Sobre los problemas de calificación, es meridianamente claro que a


los jueces constitucionales –y solo a ellos– les corresponde valorar y
calificar jurídicamente los hechos del caso. Si bien los jueces ordinarios
pueden incurrir en errores al momento de hacerlo, en el caso de que dichos
yerros no tengan relevancia constitucional alguna, su revisión o enmienda
quedará fuera del margen de acción de los jueces constitucionales. En este
orden de ideas, tal vez podría ser controlada, de manera excepcional, la
calificación jurídica peyorativa sobre la base de hechos no probados (que
sería el caso de las condenas penales sin prueba y supuestos similares; lo
cual podría reformularse además como un “problema de prueba”).
Asimismo, como lo señalamos con respecto a los “problemas de
interpretación”, también sería posible revisar una calificación jurídica si ella
ha contravenido la Constitución o algún derecho fundamental, esto siempre
en los términos enunciados en la “fórmula Schneider”.
“[S]i bien a través del proceso de amparo el juez constitucional puede examinar la
presunta inconstitucionalidad de una resolución judicial, este no puede subrogar al
juez ordinario en la interpretación y aplicación de las disposiciones legales, ni en
la valoración o calificación de hechos o pruebas. Así, el juez constitucional solo
puede revisar decisiones jurisdiccionales emitidas por la judicatura ordinaria si
estas contienen vicios graves de razonamiento o motivación (STC Exp. N° 00728-
2008-HC, STC Exp. N° 00079-2008-PA, entre otras) o errores o déficits de
interpretación constitucional (cfr. RTC Exp. N° 00649-2013-AA, RTC Exp. N°
02126-2013-AA, entre otras)”.

ATC Exp. N° 01637-2013-PA, f. j. 3

Todo esto puede consolidarse conforme a lo contenido en el cuadro 10,


con algo más de detalle.
Cuadro 10
DERECHO A LA DEBIDA MOTIVACIÓN: LO QUE PUEDE ANALIZAR EL JUEZ CONSTITUCIONAL

JUSTIFICACIÓN
Logicidad, coherencia
INTERNA

Inicialmente está a cargo de los


jueces ordinarios.
Los jueces constitucionales solo
Premisas
podrían analizar:
normativas
• Supuestos en los que se aplicó
(leyes, actos
una disposición que no pertenece al
jurídicos)
Derecho.
JUSTIFICACIÓN
SUFICIENTE • Conformidad constitucional de la
JUSTIFICACIÓN interpretación.
EXTERNA
Inicialmente está a cargo de los
jueces ordinarios.
VICIOS DE
Los jueces constitucionales solo
MOTIVACIÓN O Premisas podrían analizar:
RAZONAMIENTO fácticas • Conformidad constitucional de la
(STRICTO SENSU)
actividad probatoria (en especial: lo
relacionado con el derecho a la
prueba).

MOTIVACIÓN
Relación con lo alegado por las partes.
CONGRUENTE

Mínimo justificatorio, argumentación suficiente


MOTIVACIÓN
(proscripción de motivación inexistente, aparente,
SUFICIENTE
DISCURSO insuficiente, etc.).
EXIGIBLE
Justificación adicional o más estricta en casos de
restricciones graves de derechos o de imposición
MOTIVACIÓN
de sanciones (incluso de determinación de
CUALIFICADA
indemnizaciones, imposición de medidas
correctivas, etc.).

VICIOS DE Déficit por exclusión de derechos fundamentales.


CONSTITUCIONALIDAD
DÉFICITS DE Déficit en la delimitación del contenido de
INTERPRETACIÓN derechos fundamentales.
IUSFUNDAMENTAL
Déficit en la ponderación de/entre derechos
fundamentales.

DÉFICITS DE Déficits relacionados con la interpretación de


INTERPRETACIÓN principios e institutos constitucionales, o con el
CONSTITUCIONAL uso de estándares interpretativos vinculantes en
materia de derechos humanos/fundamentales (v. gr.
pro persona; favor debilis; interés superior de
niños, niñas y adolescentes; perspectiva de
género), etc.
También puede haber déficit de interpretación
procesal constitucional (básicamente para el
amparo contra amparo y similares).

3.3. El “análisis de manifiesto agravio de la tutela procesal”

Con todo lo anotado, creemos que ya es posible elaborar, entonces, un


estándar más adecuado sobre lo que puede y debe controlar la judicatura
constitucional cuando se trata de resolver amparos contra procesos
judiciales.

Hemos dado cuenta ya sobre la diversidad de criterios o fórmulas que


ha usado el Tribunal Constitucional, la mayoría de las veces pese a las
buenas intenciones de manera infructuosa y desordenada. Como señaló en
su momento, si bien ante un contexto parecido, la entonces presidenta del
Tribunal Constitucional Federal alemán Jutta Limbach: sucede que “el
Tribunal hace uso de unas cuantas fórmulas llamativas, pero que nada
dicen”; asimismo, que [h]ay que reconocer francamente que estas fórmulas
solamente indican el problema, pero no ofrecen criterios para su
solución”(38).

Incluso más, el voluntarismo del Tribunal Constitucional a este


respecto, por querer controlarlo todo, puede ser contraproducente. Los
jueces constitucionales tienen que ser conscientes de que, por razones de
competencia, de especialidad y de proximidad al caso, no pueden
inmiscuirse en aquellas cosas propias de la jurisdicción ordinaria. Y es que,
como señaló el profesor Christian Starck(39):

“Cuanto más se enreda el Tribunal constitucional en el control de (…)


cuestiones puntuales, cuanto más entra en los detalles de la
determinación del supuesto de hecho, cuanto más busca la adecuación
al caso concreto y cuanto más controla la interpretación de la ley, tanto
más adolecen sus decisiones de errores. El Tribunal no dispone de los
instrumentos para la fijación del supuesto de hecho, le falta
principalmente la experiencia de los tribunales competentes en la
aplicación de las leyes especiales de cada materia, que tienen
relaciones recíprocas entre sí, como por ejemplo el Derecho civil con
el Derecho procesal. Las interdependencias dogmáticas y la
practicabilidad del Derecho ordinario no son tenidas en cuenta con
frecuencia”.

Es necesario tomar en cuenta, pues, como ya ha sido explicado a lo


largo de este trabajo, que los jueces ordinarios son también jueces
constitucionales. Incluso más, tal como tiene dicho el Tribunal
Constitucional, “el primer nivel de protección de los derechos
fundamentales le corresponde a los jueces del Poder Judicial a través de los
procesos judiciales ordinarios” (STC Exp. N° 00206-2005-PA, f. j. 5). En
este sentido, desde la judicatura constitucional debe predicarse, de manera
análoga a como se hace frente al legislador, un principio de “deferencia al
juez ordinario”, conforme al cual se respete sus competencias originarias –
como principal intérprete de la legislación infraconstitucional– y se le
permita a dicho fuero corregir los vicios o errores detectados en sede
constitucional.

En ese orden de ideas, de inicio seguramente es más valioso tomar en


cuenta esta lógica de deferencia al Poder Judicial(40), antes que buscar
establecer una lista cerrada de temas que necesariamente deban verse o que
quedan totalmente excluidos del amparo contra procesos judiciales, como si
en la práctica pudiera trazarse de manera precisa y clara una distinción entre
lo legal y lo constitucional(41).

De este modo, entonces, como también señaló Jutta Limbach(42):

“[E]l problema de la división de funciones entre el Tribunal


Constitucional Federal y los tribunales ordinarios debe ser entendido
como problema jurídico-funcional y no jurídico-material, ya que en el
fondo la cuestión de la densidad del control implica el problema de
una razonable división del trabajo entre los tribunales ordinarios y el
control por el Tribunal Constitucional Federal, el cual tiene que
respetar el conocimiento particular, jurídico y técnico, así como la
proximidad al caso, de las y los jueces ordinarios”.

Avanzando un poco más hacia nuestro propósito, podemos afirmar que


el Tribunal Constitucional ya ha esbozado precisamente una pauta de
control que, a la vez: (1) recoge lo mejor de los criterios jurisprudenciales
antes reseñados; (2) atiende a que no todo el debido proceso –y más
específicamente, no todo extremo de una motivación judicial– es
amparizable; y (3) se muestra deferente o respetuosa de las competencias, la
especialidad y la proximidad de los jueces ordinarios a los casos que
resuelven.

Esta pauta, que admite la procedencia del amparo contra resoluciones


judiciales con la finalidad de cuestionar algunos vicios de proceso y
procedimiento, vicios de motivación o razonamiento, y vicios de
interpretación iusfundamental o constitucional, ha sido reconocida
expresamente en algunas decisiones(43), aunque aún no puede hablarse de
una plena consolidación o unificación de este criterio en la jurisprudencia.
Sin embargo, como lo ha explicado y citado el propio Tribunal, este
estándar encuentra sustento en su jurisprudencia, la cual sí se encuentra
plena y totalmente consolidada –y que ya ha sido oportunamente citada–,
como es el caso de la procedencia frente a derechos constitucionales
procesales, de la procedencia para la tutela de los derechos fundamentales
sustantivos a través del empleo de la fórmula Schneider (o de los déficits) y
de los estándares plenamente consolidados sobre la motivación de las
resoluciones judiciales.

“Al respecto, el Tribunal ha establecido que no es labor de la judicatura


constitucional subrogar al juez ordinario en la interpretación y aplicación de los
dispositivos legales. Por el contrario, y siempre conforme a la jurisprudencia de
este órgano colegiado, solo cabe revisar las decisiones emitidas por la judicatura
ordinaria si se ha producido: (1) vicios de proceso y procedimiento, es decir,
supuestos de (1.1) afectación de derechos que conforman la tutela procesal
efectiva, y (1.2) defectos de trámite que inciden en los derechos del debido
proceso; (2) vicios de motivación o razonamiento, que puede referirse a (2.1)
deficiencias en la motivación interna o a externa y a supuestos de (2.2) motivación
inexistente, aparente, insuficiente o fraudulenta, etc.; y (3) errores de
interpretación iusfundamental (o de motivación constitucionalmente deficitaria),
los cuales pueden ser (3.1) errores de exclusión de derecho fundamental, (3.2)
errores en la delimitación del derecho fundamental y (3.3) errores en la aplicación
del principio de proporcionalidad”.

SID Exp. N° 00506-2016-PA, f. j. 5

“[C]on respecto a la debida motivación de las resoluciones judiciales, este órgano


colegiado ha señalado que solo le compete controlar vicios de motivación o de
razonamiento, mediante el proceso de amparo contra resoluciones judiciales, en
caso de:

(1) Defectos en la motivación; que pueden ser problemas de motivación interna,


es decir, cuando la solución del caso no se deduce de las premisas normativas o
fácticas aludidas en la resolución, o cuando la resolución

analizada tiene un contenido incoherente; o de motivación externa, esto es,


cuando se han utilizado indebida o injustificadamente premisas normativas (por
ejemplo, se aplican normas que no se encuentran vigentes) o fácticas (por
ejemplo, la resolución se sustenta en hechos no probados o en pruebas prohibidas)
(vide STC Exp. N° 00728-2008-HC, f. j. 7, b y c).

(2) Insuficiencia en la motivación (motivación inexistente, aparente,


insuficiente, incongruente o fraudulenta); que puede referirse, por ejemplo, a
supuestos en los que las resoluciones analizadas carecen de una fundamentación
mínima y solo se pretende cumplir formalmente con el deber de motivar; cuando
se presenta una justificación que tiene apariencia de correcta o suficiente, pero
que incurre en vicios de razonamiento; cuando esta carece de una argumentación
suficiente para justificar lo que resuelve; o cuando incurre en graves defectos o
irregularidades contrarios al Derecho, entre otros supuestos (cfr. STC Exp. N°
00728-2008-HC, f. j. 7, a, d, e y f; STC Exp. N° 0009-2008-PA, entre algunas).

(3) Motivación constitucionalmente deficitaria; que puede referirse a errores en


la justificación de una decisión debido a la exclusión de un derecho fundamental
(no se tuvo en cuenta un derecho que debió considerarse), a una mala delimitación
de su contenido protegido (al derecho se le atribuyó un contenido mayor o menor
al que constitucionalmente le correspondía) o a que la judicatura ordinaria realizó
una mala ponderación al evaluar la intervención en un derecho fundamental (cfr.
RTC Exp. N° 00649-2013-AA, RTC Exp. N° 02126-2013-AA, entre otras)”.

STC Exp. N° 01747-2013-PA, f. j. 4

En la medida que estos criterios proponen la posibilidad de distinguir


dentro del debido proceso un contenido amparizable de otro que no lo es, y
que dicho contenido amparable está referido básicamente a los derechos
que típicamente forman parte del debido proceso así como a la existencia de
déficits iusfundamentales (o déficits constitucionales inclusive), me parece
que puede emplearse la expresión “manifiesto agravio a la tutela procesal
efectiva”, prevista en el artículo 4 del Código Procesal Constitucional(44), y
que precisamente tiene como objeto dar cuenta del ámbito que sí puede ser
llevado al amparo contra resoluciones judiciales. En este sentido, tenemos
que aquello que constituye “manifiesto agrario” podrá ser revisado en sede
constitucional (a la luz de los criterios esbozados hasta aquí), mientras que
no será materia “amparizable” cualquier otra forma de agrario a la tutela
procesal efectiva.

Esta misma expresión e idea, por cierto, aparece mencionada también


en diversa y muy reiterada jurisprudencia del Tribunal Constitucional, en la
que señala enfáticamente que “el amparo contra resoluciones judiciales
requiere, como presupuesto procesal indispensable, la constatación de un
agravio manifiesto al derecho a la tutela procesal efectiva (artículo 4 del
Código Procesal Constitucional), que comprometa seriamente su contenido
constitucionalmente protegido (artículo 5, inciso 1, del Código Procesal
Constitucional)”. A esta noción de manifiesto agravio el Tribunal se ha
referido además en diversos momentos, en todos los casos con la intención
de delimitar aquello que sí puede ser objeto de análisis en el amparo contra
resoluciones judiciales.

“[E]ste Tribunal Constitucional ha destacado en constante y reiterada


jurisprudencia que el amparo contra resoluciones judiciales no puede servir para
replantear una controversia resuelta por los órganos jurisdiccionales ordinarios,
pues no constituye un medio impugnatorio mediante el cual se continúe revisando
una decisión que sea de exclusiva competencia de la judicatura ordinaria. En este
sentido, el amparo contra resoluciones judiciales requiere como presupuesto
procesal indispensable la constatación de un agravio manifiesto a los derechos
fundamentales de las personas que comprometa seriamente su contenido
constitucionalmente protegido (artículo 5, inciso 1, del Código Procesal
Constitucional) (Cfr. RTC Nos 03939-2009-PA/TC, 03730-2010-PA/TC, 03578-
2011-PA/TC, 03758-2011-PA/TC, 03571-2011-PA/TC, 03469-2011-PA/TC,
01053-2011-PA/TC, entre otras)”.

ATC Exp. Nº 00209-2014-PA, f. j. 4

“[D]ebemos subrayar que para la procedencia de cualquier modalidad de amparo


contra resoluciones judiciales, se requiere la puesta en evidencia de un ‘agravio
manifiesto’ a los derechos fundamentales por parte de los órganos judiciales en el
ejercicio de sus funciones jurisdiccionales. Tal agravio no puede consistir en la
simple denuncia de situaciones o hechos que no pueden corroborarse de manera
objetiva, o peor aún, tales situaciones no pueden construirse de manera
irresponsable al margen de los argumentos o situaciones expresadas con claridad
por las instancias judiciales al negar una determinada pretensión que vuelve a ser
materia de evaluación en el proceso de amparo”.

RTC Exp. Nº 02806-2008-PA, f. j. 4

“Que a tenor del artículo 4 del Código Procesal Constitucional, ‘[e]l amparo
procede respecto de resoluciones judiciales firmes dictadas con manifiesto agravio
a la tutela procesal efectiva, que comprende el acceso a la justicia y el debido
proceso. (…)’. De acuerdo con esta disposición, uno de los presupuestos para la
procedencia de una demanda de amparo contra una resolución judicial (aparte de
la firmeza de esta) es que exista un agravio manifiesto al derecho a la tutela
procesal efectiva.

Que ‘manifiesto agravio’, a criterio de este Colegiado, quiere decir que existan
elementos razonables y evidentes que justifiquen el control constitucional de una
resolución judicial y que, sin necesidad de llevar a cabo un análisis constitucional
intenso, se advierta una probable lesión a los derechos fundamentales invocados
(…)”.

RTC Exp. Nº 01740-2010-AA, ff. jj. 3 y 4

De esta manera, a los criterios antes reseñados para evaluar la


procedencia de una demanda de “amparo contra procesos judiciales” (o
“contra resoluciones judiciales”) les podemos llamar “análisis de manifiesto
agravio a la tutela procesal efectiva”.

Cuadro 11

ANÁLISIS DEL MANIFIESTO AGRAVIO A LA TUTELA PROCESAL EFECTIVA

Lo que el juez
¿Qué puede analizar un juez constitucional cuando controla la
constitucional no puede
constitucionalidad de una resolución judicial?
analizar

VICIOS DE PROCESO Y • Afectación de derechos de la tutela • Vicios de trámite que


PROCEDIMIENTO procesal efectiva (v. gr.: plazo no afectan los derechos
razonable, presunción de inocencia, del debido proceso.
acceso a recursos impugnatorios, • Asuntos que fueron
ejecución de resoluciones). consentidos en sede
• Defectos de trámite que inciden en los ordinaria.
derechos del debido proceso. • Asuntos
• Acciones u omisiones de facto (“vías procedimentales o
de hecho”) que incidan negativamente procesales de mera
en derechos fundamentales legalidad (v. gr.:
sustantivos, siempre que a la vez se intervenciones a los
afecte derechos de la tutela procesal derechos válidamente
efectiva. reguladas por la
legislación procesal).

• Interpretaciones
meramente legales
(incluye la calificación
de hechos, los
reproches de
culpabilidad o
inculpabilidad, la
admisión de recursos).
• Valoración y
calificación de pruebas.
• Aplicación de
• Problemas de motivación inter- jurisprudencia
VICIOS DE
na/externa. ordinaria, plenos
MOTIVACIÓN O
casatorios, acuerdos
RAZONAMIENTO • Motivación congruente sufi- plenarios, etc.
(STRICTO SENSU) ciente/calificada. • Cuantificación de
agravios.
• Cuantificación de
sanciones/medidas
reparadoras.
(Todo esto de ordinario
queda fuera del control
constitucional, a menos
que se incurra
excepcionalmente en
vicios de
inconstitucionalidad).

VICIOS DE • Déficits de interpretación • Adscripción de


CONSTITUCIONALIDAD iusfundamental (fórmula de significados a
Schneider). disposiciones legales
• Déficits de interpretación dentro del orden marco
constitucional (principios, constitucional.
instituciones e institutos, etc.). Puede • Casos de interpretación
referirse tanto a la interpretación de la (y tutela) pro persona o
ley conforme a la Constitución como más beneficiosa
a la interpretación de las (siempre que ello no
disposiciones constitucionales. contravenga el orden
• Déficits de interpretación procesal constitucional).
constitucional (básicamente para el
amparo contra amparo y similares).
(Al analizar, el juez constitucional no
revisa cuestiones legales o de Derecho
ordinario, ni se pronuncia sobre
aspectos propios de la jurisdicción
ordinaria).

Este análisis, a diferencia de los otros presentados en esta obra, no


requiere que se transite por criterios o pasos sucesivos o concurrentes, sino
más bien opera como una especie de mapa de asuntos amparizables. De esta
manera, lo que tendría que hacer el operador intérprete (justiciable, abogado
o juzgador) es establecer concretamente a qué vicio específico se alude.
Así, si se trata de un vicio de proceso y procedimiento, el análisis que
corresponde es el relacionado con los derechos del clásico debido proceso
formal (u otros derechos sustantivos, siempre y cuando su afectación
también impacte negativamente en derechos constitucionales procesales).
En el caso de los vicios de motivación o razonamiento, tenemos dos
supuestos: vicios de motivación en sentido estricto (problemas de
justificación interna y externa, o carencias en el discurso mínimamente
exigible) y vicios de constitucionalidad (vicios de interpretación
iusfundamental y de interpretación constitucional); tal como aparece
detallado supra, en el cuadro 10.
Cuadro 12

SÍNTESIS DEL ANÁLISIS DEL MANIFIESTO AGRAVIO A LA TUTELA PROCESAL


EFECTIVA

Derechos del clásico debido proceso formal (o de la tutela procesal


efectiva).
VICIOS DE
PROCESO Y Defectos de trámite que inciden en los derechos del debido proceso.
PROCEDIMIENTO
Vías de hecho lesivas de derechos sustantivos, siempre que se
impacte negativamente en derechos constitucionales procesales.

VICIOS DE VICIOS DE Problemas de justificación interna y


MOTIVACIÓN O MOTIVACIÓN EN externa
RAZONAMIENTO SENTIDO ESTRICTO
Carencias en el discurso mínimamente
exigible: motivación congruente,
suficiente y calificada

Déficits de interpretación
iusfundamental

VICIOS DE Déficits de interpretación


CONSTITUCIONALIDAD constitucional

Déficits de interpretación procesal


constitucional

Para concluir, podemos indicar que la ventaja de utilizar este análisis,


frente a otros o a ningún criterio en específico, se puede apreciar, a modo de
ejemplo, al revisar las distintas formas de resolver un mismo caso que
aparecen, por una parte en las sentencias, y, por otra, en los fundamentos de
voto del magistrado Eloy Espinosa-Saldaña, en el Exp. N° 02302-2014-
PHC (f. 13) y, sobre todo, en el Exp. N° 03869-2012-PA (f. 13 y ss.).

(1) En adelante vamos a usar la expresión “amparo contra resoluciones judiciales”, en


atención a su difusión, aunque más adelante (acápite 3.2) explicaremos que sería más
preciso hacer referencia al “amparo contra procesos judiciales”, que comprendería
tanto los amparos contra “actuaciones (u omisiones) judiciales” como los amparos
contra “resoluciones judiciales”.
(2) También por otras autoridades, cuando corresponda. Existe, por ejemplo, un control
sobre la regularidad constitucional a nivel parlamentario y administrativo
(mencionamos algo de esto en la “Introducción”, acápite 2).
(3) De hecho, pueden incurrir en este tipo de yerro los jueces constitucionales e inclusive
los magistrados del Tribunal Constitucional. Cfr., por ejemplo, SOSA, Juan Manuel.
“La potestad del Tribunal Constitucional para declarar nulas sus resoluciones con
incorrecciones graves, dañosas e insubsanables”. En: Revista Peruana de Derecho
Constitucional. N° 9, Tribunal Constitucional, Lima, pp. 63-64.
(4) Si bien inicialmente nos interesa analizar los amparos contra actuaciones o decisiones
de los jueces ordinarios, consideramos que lo mismo puede predicarse con respecto a
los jueces constitucionales (por ejemplo, a través del “amparo contra amparo” y sus
sucedáneos).
(5) En adelante nos vamos a referir más precisamente al amparo, aunque lo que señalemos
también resulta de aplicación al hábeas corpus, y por ello también ha sido materia de
desarrollo jurisprudencial en ese tipo de procesos, como se podrá reconocer en las
citas de este capítulo.
(6) Cfr. ABAD, Samuel. El proceso constitucional de amparo. Gaceta Jurídica, Lima,
2017, p. 341 y ss; SÁENZ, Luis. “Los procesos constitucionales como mecanismos
de protección frente a resoluciones judiciales arbitrarias”. En: Pensamiento
Constitucional. Nº 9, Año IX, Lima, 2003; ETO, Gerardo. Tratado del proceso
constitucional de amparo. Tomo I. Gaceta Jurídica, Lima, 2014, p. 414 y ss., en
todos los casos siguiendo básicamente la clasificación propuesta por SAGÜÉS,
Néstor Pedro. Derecho Procesal Constitucional. Tomo 3: Acción de amparo, Astrea,
Buenos Aires, 2007.
(7) En algunos países la tutela de los derechos constitucionales empieza en sede ordinaria
(donde puede preverse una tramitación preferente o urgente) y es contra estas
decisiones que cabe presentar el “recurso de amparo”. Esto, sin perjuicio de los
supuestos restringidos en los que se encuentra habilitado el amparo “directo” ante el
Tribunal Constitucional o la acción de protección correspondiente sin necesidad de
agotar la vía judicial.
(8) Esto, por no mencionar las formas de revisión posibles en los países con modelo
incidental de control constitucional y sin procesos de amparo, como son los casos
(tan diferentes, además) de Estados Unidos e Italia.
(9) Cuadro de elaboración propia, si bien tomando como referencia lo indicado en GROTE,
Rainer. “Las relaciones entre jurisdicción constitucional y justicia ordinaria en el
sistema alemán: tutela contra sentencias” En: AA. VV. La justicia constitucional y su
internacionalización. ¿Hacia un ius constitutionale commune en América Latina?
Armin Von Bogdandy, Eduardo Ferrer Mac-Gregor y Mariela Morales Antoniazzi
(Coordinadores). Instituto de Investigaciones Jurídicas, México D. F., 2010;
STARCK, Christian. “Jurisdicción constitucional y tribunales ordinarios”. En:
Revista Española de Derecho Constitucional. Año 18, N° 53, mayo-agosto de 1998;
SAGÜÉS, Néstor Pedro. Derecho Procesal Constitucional. Tomo 3: Acción de
amparo, Astrea, Buenos Aires, 2007; ABAD, Samuel. El proceso constitucional de
amparo. Gaceta Jurídica, Lima, 2017, p. 341 y ss; LÓPEZ FLORES, Berly. Amparo
contra resoluciones judiciales. Cómo llevar un caso ordinario a un proceso de
amparo. Lima, 2013, p. 19 y ss; PÉREZ TREMPS, Pablo. Sistema de justicia
constitucional. Civitas, Madrid, 2016, pp. 121, 131 y ss.
(10) En Argentina existe el proceso de amparo, pero no está regulada la posibilidad de
cuestionar a través de esa vía las resoluciones judiciales. Existe más bien un “recurso
extraordinario federal”, que sirve “para atacar sentencias llamadas ‘arbitrarias’,
lesivas del debido proceso [que incluye ‘el derecho a obtener un fallo que sea una
derivación razonable del derecho vigente’]; o que han declarado constitucional o
inconstitucional alguna norma, esto es, cuando entra en juego la interpretación de
alguna regla de la Constitución”. SAGÜÉS, Néstor Pedro. Derecho Procesal
Constitucional. Logros y obstáculos. Centro de Estudios Constitucionales, Lima,
2008, p. 195.
(11) ESPINOSA-SALDAÑA, Eloy. “El juez constitucional. Los riesgos de su vocación
expansiva y algunos posibles límites a su accionar”. En: La ciencia del Derecho
Procesal Constitucional. Estudios en homenaje a Héctor Fix-Zamudio en sus
cincuenta años como investigador del Derecho. Eduardo Ferrer Mac-Gregor y
Arturo Zaldivar Lelo de Larrea (Coordinadores). Tomo V: Juez y sentencia
constitucional. UNAM-Marcial Pons, México D.F., 2008, p. 113 y ss. Sobre la
distinción debido proceso formal y debido proceso sustantivo, y su eventual revisión
mediante el amparo: ESPINOSA-SALDAÑA, Eloy. “Derecho al debido proceso. Un
acercamiento más didáctico a sus alcances y problemas”. En: Derechos
fundamentales y Derecho Procesal Constitucional. Eloy Espinosa-Saldaña
(coordinador), Jurista, Lima, 2005, p. 60 y ss; LANDA, César. “El derecho
fundamental al debido proceso y a la tutela jurisdiccional”. En: Pensamiento
Constitucional. Año VIII, Nº 8, Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima,
2002, p. 448 y ss; SAGÜÉS, Néstor Pedro. Derecho Procesal Constitucional. Tomo
3: Acción de amparo, Astrea, Buenos Aires, 2007.
(12) Por cierto, otras garantías y derechos del debido proceso judicial se encuentran en el
artículo 2, inciso 24 de la Constitución.
(13) Siempre que estemos ante un derecho que no se encuentre ya tutelado por el hábeas
corpus o el hábeas data.
(14) Cfr. ESPINOSA-SALDAÑA BARRERA, Eloy. “Derecho al debido proceso. Un
acercamiento más didáctico a sus alcances y problemas”. Ob. cit., pp. 108-109.
(15) En adelante, vamos a seguir lo presentado en: GROTE, Rainer. “Las relaciones entre
jurisdicción constitucional y justicia ordinaria en el sistema alemán: tutela contra
sentencias” En: AA. VV. La justicia constitucional y su internacionalización ¿Hacia
un ius constitutionale commune en América Latina? Armin Von Bogdandy, Eduardo
Ferrer Mac-Gregor y Mariela Morales Antoniazzi (Coordinadores). Instituto de
Investigaciones Jurídicas, México D. F., 2010, pp. 778-779; Ídem. “Las relaciones
entre jurisdicción constitucional y justicia ordinaria a la luz de la experiencia
alemana”. En: La ciencia del Derecho Procesal Constitucional. Estudios en
homenaje a Héctor Fix-Zamudio en sus cincuenta años como investigador del
Derecho. Eduardo Ferrer Mac-Gregor y Arturo Zaldívar Lelo de Larrea
(Coordinadores). Tomo II: Tribunales constitucionales y democracia. UNAM-
Marcial Pons, México D.F., 2008; WAHL, Rainer y WIELAND, Joachim. “La
justicia constitucional como bien escaso: el acceso al Bundesverfassugsgericht”. En:
Revista Española de Derecho Constitucional. Año 17, N° 51; STARCK, Christian.
“Jurisdicción constitucional y tribunales ordinarios”. En: Revista Española de
Derecho Constitucional. Año 18, N° 53, mayo-agosto de 1998; SCHNEIDER, Hans
Peter. “Derechos fundamentales y jurisdiccion ordinaria”. En: La garantía
constitucional de los derechos fundamentales: Alemania, España, Francia e Italia.
Antonio López Pina (Editor), Civitas, Madrid, 1991. La sistematización de gran parte
de las fórmulas aparecen expresadas con claridad en: LEÓN VÁSQUEZ, Jorge y
WEIL VON DER AHE, Nicolaus. “Jurisdicción constitucional y tribunales
ordinarios: El examen de constitucionalidad de las resoluciones judiciales en
Alemania”. En: Revista Peruana de Derecho Constitucional. Nueva Época. Nº 3,
Lima, julio-diciembre de 2010; asimismo, vide ROJAS BERNAL, José Miguel.
“Amparo contra resoluciones judiciales”. En: AA. VV. La procedencia en el proceso
de amparo. Juan Manuel Sosa Sacio (Coordinador), Gaceta Jurídica, Lima, 2012. Un
buen resumen sobre estas fórmulas en CRUCES, Alberto. “Reflexiones sobre el
alcance del control constitucional de las resoluciones judiciales. Comentario a la
RTC Exp. Nº 01836-2013-PA/TC”. En: Actualidad Jurídica. Nº 270, Gaceta Jurídica,
Lima, mayo de 2016, pp. 149-153.
(16) Cfr. STC Exp. Nº 00780-2014-HC, f. j. 4; ATC Exp. Nº 03404-2013-AA, f. j. 4; STC
Exp. Nº 07036-2013-AA, f. j. 2; STC Exp. Nº 08489-2013-AA, f. j. 5; ATC Exp. Nº
05861-2013-AA, ff. jj. 4-6; RTC Exp. Nº 02245-2008-HC, f. j. 3; RTC Exp. Nº
00572-2008-HC, f. j. 4.
(17) STARCK, Christian. “Jurisdicción constitucional y tribunales ordinarios”. En: Revista
Española de Derecho Constitucional. Año 18, N° 53, mayo-agosto de 1998, p. 18.
(18) Cfr. GROTE, Rainer. “Las relaciones entre jurisdicción constitucional y justicia
ordinaria en el sistema alemán: tutela contra sentencias”. En: AA. VV. La justicia
constitucional y su internacionalización. ¿Hacia un ius constitutionale commune en
América Latina? Armin Von Bogdandy, Eduardo Ferrer Mac-Gregor y Mariela
Morales Antoniazzi (Coordinadores). Instituto de Investigaciones Jurídicas, México
D. F., 2010, pp. 778-779; HERNÁNDEZ RAMOS, Mario. El nuevo trámite de
admisión del recurso de amparo. Reus, Madrid, 2009, pp. 69-71, nota 159.
(19) Como explicaron Wahl y Wieland, a la construcción sobre el “derecho constitucional
específico” no se le había asignado un nombre, por lo que propusieron el nombre de
“fórmula Heck” para denominar a dicha creación, en alusión al magistrado ponente
de la causa Karl Heck. Vide: WAHL, Rainer y WIELAND, Joachim. “La justicia
constitucional como bien escaso: el acceso al Bundesverfassugsgericht”. En: Revista
Española de Derecho Constitucional. Año 17, N° 51, p. 17, nota 18.
(20) LEÓN VÁSQUEZ, Jorge y WEIL VON DER AHE, Nicolaus. “Jurisdicción
constitucional y tribunales ordinarios: El examen de constitucionalidad de las
resoluciones judiciales en Alemania”. Ob. cit., p. 330. Cfr. STARCK, Christian.
“Jurisdicción constitucional y tribunales ordinarios”. Ob. cit., pp. 28-29; GROTE,
Rainer. “Las relaciones entre jurisdicción constitucional y justicia ordinaria a la luz
de la experiencia alemana”, p. 668. En este sentido, se hace referencia al uso del
amparo contra sentencias “para ejercer un quasi control de las normas”.
(21) Valga precisar que este análisis de proporcionalidad no es idéntico al del “déficit de
ponderación”, que es parte de la “fórmula Schneider” (infra, acápite 2.3.4), que se
refiere, de forma algo más específica, a la ponderación que se realiza con ocasión de
la intervención en derechos fundamentales.
(22) Como se sabe, el juez constitucional puede revisar la conformidad constitucional de
una ley con el límite de no invadir la discrecionalidad política que le compete al
Congreso (que típicamente alude a consideraciones de conveniencia u oportunidad
de una medida adoptada). Pero esto no sucede con los jueces ordinarios, quienes
carecen de esta discrecionalidad política y tienen por su parte unas competencias
interpretativas y resolutivas que les corresponde de manera exclusiva y excluyente.
En este sentido, queda claro que para los jueces constitucionales la llamada
“deferencia al legislador democrático” no podría operar de manera idéntica a una
eventual “deferencia al juzgador ordinario”. Equiparar ambos análisis puede ser
riesgoso entonces.
(23) A la cual Schneider calificó como “‘fórmula fáustica’, tan equívoca como sencilla”;
vide SCHNEIDER, Hans Peter. “Derechos fundamentales y jurisdicción ordinaria”.
Ob. cit, p. 142.
(24) Cfr. LEÓN VÁSQUEZ, Jorge y WEIL VON DER AHE, Nicolaus. “Jurisdicción
constitucional y tribunales ordinarios: el examen de constitucionalidad de las
resoluciones judiciales en Alemania”. Ob. cit., pp. 325-329; ROJAS BERNAL, José
Miguel. “Amparo contra resoluciones judiciales”. Ob. cit., pp. 196-198.
(25) SCHNEIDER, Hans Peter. “Derechos fundamentales y jurisdicción ordinaria”. Ob.
cit., p. 143.
(26) Como ya fue indicado en el capítulo 1, acápite 4, por ámbito o contenido
constitucionalmente protegido nos estamos refiriendo, básicamente, al conjunto de
normas o posiciones iusfundamentales que pueden adscribirse interpretativamente a
una disposición que reconoce un derecho constitucional.
(27) Para Schneider, este error alude a la “ponderación defectuosa entre derecho
constitucional y derecho ordinario (por ejemplo, en caso de no considerar o de
ignorar los efectos de irradiación de un derecho fundamental o la recíproca
incidencia entre derechos fundamentales y derecho ordinario)”, o también, permite
“verificar si las decisiones de los tribunales ordinarios se basan en una concepción
fundamentalmente equivocada acerca del alcance y los efectos jurídicos de un
derecho fundamental, o si la resistencia misma vulnera derechos fundamentales de
un participante”. Cfr. SCHNEIDER, Hans Peter. “Derechos fundamentales y
jurisdicción ordinaria”. Ob. cit., p. 144.
(28) La ponderación forma parte del examen de proporcionalidad: se trata de su paso final,
del llamado subtest de “proporcionalidad en sentido estricto”. Para un sector de la
doctrina –tal como ha quedado reflejado en alguna jurisprudencia de nuestro
Tribunal Constitucional– en los casos de conflictos de derechos fundamentales entre
particulares no se realiza el “test de proporcionalidad”, sino de frente se pasa a la
“ponderación” (a la “proporcionalidad stricto sensu”).
(29) Cfr. ATC Exp. Nº 02784-2013-PA, f. j. 4; RTC Exp. Nº 03635-2013-PA, f. j. 4; RTC
Exp. Nº 02126-2013-PA, f. j. 3; o RTC Exp. Nº 00649-2013-AA, f. j. 3; entre lo más
reciente.
(30) Al respecto, es necesario precisar que si bien la “ponderación” y el “test de
proporcionalidad” forman parte de las herramientas conceptuales y metodológicas
canónicas del Tribunal Constitucional, los supuestos de intervención en o de
conflicto entre derechos fundamentales pueden ser resueltos con herramientas
distintas (como es el caso, por ejemplo, de la armonización o “no-conflictivismo”, o
del especificacionismo o particularismo; cfr. MARTÍNEZ-PUJALTE, Antonio-Luis.
La garantía del contenido esencial de los derechos fundamentales. Tabla XIII
editores, Trujillo, 2005, p. 61 y ss.; CASTILLO CÓRDOVA, Luis. Los derechos
constitucionales. Elementos para una teoría general. Palestra, Lima, 2007, p. 333 y
ss., y “Hacia una reformulación del principio de proporcionalidad”. En: Gaceta
Constitucional. Tomo 8, Gaceta Jurídica, Lima, agosto de 2008, p. 46 y ss.;
MORESO, Juan José. “Conflictos entre derechos fundamentales y maneras de
resolverlos”. En: Arbor. Ciencia, Pensamiento y Cultura. CLXXXVI, N° 745,
setiembre-octubre de 2010, pp. 821-832; MARTÍNEZ ZORRILLA, David. Dilemas
constitucionales: un debate sobre sus aspectos jurídicos. Marcial Pons, Madrid,
2011). A partir de esto, surge la duda sobre si el Tribunal Constitucional le está
otorgando carácter obligatorio a una específica metodología para la resolución de
casos de intervención o colisión iusfundamentales.
(31) Es necesario precisar que ambos casos contienen defectos tanto de contenido como de
carácter técnico jurídico, que no podrán ser analizados aquí. No obstante, ellos sí
sirven como buenos ejemplos en los cuales el Tribunal revisó la ponderación de
derechos subyacente a las resoluciones judiciales ordinarias.
(32) WAHL, Rainer y WIELAND, Joachim. “La justicia constitucional como bien escaso:
el acceso al Bundesverfassugsgericht”. Ob. cit., p. 18; LEÓN VÁSQUEZ, Jorge y
WEIL VON DER AHE, Nicolaus. “Jurisdicción constitucional y tribunales
ordinarios: el examen de constitucionalidad de las resoluciones judiciales en
Alemania”. Ob. cit., p. 325.
(33) HÄBERLE, Peter. El Tribunal Constitucional como Tribunal Ciudadano. El recurso
constitucional de amparo. Fundap, Santiago de Querétaro, 2005, p. 135.
(34) WAHL, Rainer y WIELAND, Joachim. Loc. cit.
(35) Con respecto a esta denominación, aunque no es un asunto en el cual podamos
detenernos ahora, sobre la base del argumento interpretativo de “no redundancia” se
ha diferenciado eficazmente las expresiones “debido proceso” y “tutela
jurisdiccional” contenidos en el artículo 139, inciso 3 de la Constitución (que
originalmente no aludía a contenidos distintos, sino a tradiciones diferentes) y se le
ha otorgado contenidos diferenciables, los cuales pueden englobarse en la expresión
“tutela procesal efectiva”. Conforme a esta interpretación, por una parte, tenemos al
derecho al “debido proceso”, que comprende los derechos y garantías que
corresponden dentro de un proceso (judicial); y, de otra, a la “tutela jurisdiccional
(efectiva)”, que se referiría básicamente a la posibilidad de acceder a la jurisdicción y
a que las decisiones judiciales sean eficazmente cumplidas (es decir, aquello ubicado
antes y después del proceso).
No obstante lo anterior, y tomando en cuenta su significado consolidado en la doctrina y el
Derecho comparado, vamos a utilizar de preferencia las expresiones “debido
proceso” o “proceso justo”.
(36) El Tribunal Constitucional –sin que podamos entrar por ahora en detalles sobre los
casos concretos– ha respondido afirmativamente a estas cuestiones, si bien de
manera aislada. En otros casos ha rechazado, por improcedentes, pretensiones de este
tipo.
(37) Que, como vimos, es la mejor de las fórmulas entre las que han sido acogidas en la
jurisprudencia constitucional.
(38) LIMBACH, Jutta. “Función y significado del recurso constitucional en Alemania”.
En: Cuestiones Constitucionales. N° 3, UNAM, México D. F., julio-diciembre de
2000, p. 81.
(39) STARCK, Christian. “Jurisdicción constitucional y tribunales ordinarios”. Ob. cit, p.
25. Respecto a la crítica al Tribunal Constitucional, en igual sentido GROTE, Rainer.
“Las relaciones entre jurisdicción constitucional y justicia ordinaria a la luz de la
experiencia alemana”. Ob. cit., pp. 667-668.
(40) Esta deferencia a otros poderes puede considerarse como sintomática de los modelos
de “justicia dialógica”, valga precisar.
(41) Pablo Pérez Tremps, en su momento magistrado del Tribunal Constitucional español,
explica que dicha distinción “es, si no inútil, sí insuficiente, o meramente indicativo;
la división compartimentalizada del ordenamiento, presente por ejemplo en la
pirámide de KELSEN, resulta de un gran valor pedagógico, pero es insuficiente para
describir una realidad ordinamental que es mucho más compleja”. PÉREZ TREMPS,
Pablo. “La Constitución como motivo de casación y la inexistencia de casación por
infracción de la Constitución”. En: Cuadernos de Derecho Público. N° 7, INAP,
mayo-agosto de 1999, pp. 151-152.
(42) LIMBACH, Jutta. “Función y significado del recurso constitucional en Alemania”.
Ob. cit., p. 83
(43) SID Exp. N° 00506-2016-PA, f. j. 5; STC Exp. N° 01747-2013-PA, f. j. 4. Asimismo,
puede rastrearse la presencia de esta fórmula en varios votos singulares del
magistrado Eloy Espinosa-Saldaña, por ejemplo, en los Exps. N°s 03379-2013-PA,
03869-2012-AA, 02302-2014-HC, entre otros.
(44) Recordemos lo que dice el Código: “El amparo procede respecto de resoluciones
judiciales firmes dictadas con manifiesto agravio a la tutela procesal efectiva”.
CAPÍTULO IV

EL AMPARO CONTRA NORMAS LEGALES Y EL


“ANÁLISIS DEL CARÁCTER AUTOEJECUTIVO
DE LA NORMA”

INTRODUCCIÓN

Como hemos señalado ya, la Constitución establece algunas


prohibiciones absolutas para la procedencia del amparo: tal es el caso del
amparo contra normas legales (artículo 200, inciso 2 de la Constitución) y
del amparo contra resoluciones jurisdiccionales emanadas de proceso
regular (artículo 200, inciso 2 de la Constitución, cfr. además los artículos
181 y 142).

Sin embargo, la jurisprudencia del Tribunal Constitucional ha


matizado dichas prohibiciones, admitiendo la procedencia de demandas de
amparo tanto contra normas legales como contra decisiones judiciales,
siempre que se acredite el cumplimiento de algunos presupuestos. En el
capítulo anterior nos hemos referido ya a la procedencia del amparo contra
resoluciones (y actuaciones) judiciales.

En el caso del “amparo contra normas legales”(1), que es el que nos


ocupará en adelante, nuestro Tribunal Constitucional interpretó en su
momento que cabía la posibilidad excepcional de interponer demandas de
amparo contra leyes en los supuestos es que estas sean “autoaplicativas” o
“autoejecutivas”. Esta posición luego fue recogida, tras una reforma, en el
Código Procesal Constitucional.

Al respecto, debido a la prohibición inicialmente prevista en la


Constitución y a lo regulado inicialmente en el Código Procesal
Constitucional, al Tribunal Constitucional le tocó justificar prolijamente su
posición permisiva sobre el amparo contra normas legales.

Ahora, no obstante los importantes avances realizados en la


jurisprudencia y lo indicado en el Código, aún queda pendiente explicar o
distinguir con más precisión a qué se alude con las mencionadas normas de
tipo “autoaplicativas”, cómo se diferencia el “amparo contra normas” de
otro tipo de control constitucional normativo (en especial, del control
difuso), o también cuál sería el alcance potencial de sus decisiones en este
tipo especial de amparos, entre otras cuestiones.

Como es evidente, lo que hemos señalado hasta aquí –de manera muy
escueta– tiene diversos matices, y se requerirá de varias precisiones y
explicaciones, las cuales serán desarrolladas seguidamente. Con miras a
ello, en el presente capítulo vamos a contextualizar, primero, el modelo de
control constitucional de normas al que se adscribe nuestro ordenamiento
jurídico, pues a partir de este se explica la regulación restrictiva
inicialmente planteada para el amparo frente a normas legales tanto en la
Constitución como en el Código Procesal Constitucional. Luego,
explicaremos el régimen jurisprudencial del el amparo contra leyes,
conforme al cual procede este tipo de amparo cuando se trata afectaciones
que provienen de “normas autoaplicativas”, es decir, aquellas que tienen
efectos directos e inmediatos con su sola vigencia. Finalmente,
abordaremos lo concerniente al análisis que corresponde realizar para
verificar si una norma es o no autoaplicativa, al cual el Tribunal ha
denominado “análisis del carácter autoejecutivo de la norma legal” (así
como otras cuestiones adicionales conectadas con esto).

1. CONTROL CONSTITUCIONAL DE NORMAS LEGALES Y EL


AMPARO CONTRA NORMAS

Con base en el modelo kelseniano de control de constitucionalidad, y a


la luz de la dicotomía (hoy venida a menos) entre los modelos concentrado
y difuso(2), era entendible que se considerara que la impugnación judicial de
las normas con rango de ley, en un contexto en el que se entendía al
Parlamento como el “primer poder” del Estado, solo pudiera ser iniciada
por unos pocos legitimados, y que sea un órgano judicial concentrado y ad
hoc como el Tribunal Constitucional, entendido como una especie de
“legislador negativo” –de intervención restringida y excepcional–, el que
resuelva dicha controversia(3).

En ese contexto, parecía, pues, injustificada la posibilidad de habilitar


a cualquier persona para que, mediante un simple proceso judicial
individual y como pretensión principal, pueda cuestionar la validez de una
ley por considerarla inconstitucional.

Ahora bien, debe tenerse en cuenta que antes de la creación (rectius:


recepción, trasplante) del Tribunal de Garantías Constitucionales en la
Constitución de 1979 ya se admitía, cuando menos formalmente, la
posibilidad de que cualquier juez pudiera ejercer el control difuso de la
constitucionalidad de las leyes, sobre la base de su deber de preferir la
Constitución en lugar de la ley, en caso de antinomia entre ellas(4) (sin
embargo, esta facultad prácticamente no fue ejercida por los jueces).

De hecho, tanto la Constitución de 1979 como la actual de 1993 han


hecho coexistir a la vez –de manera incongruente y hasta contraproducente,
valga precisar– ambos modelos, el europeo-concentrado y el americano-
difuso, hibridación a la cual se le ha denominado modelo “dual” o
“paralelo”.

En dicho contexto, prima facie, las únicas vías conocidas y aceptadas a


través de las cuales podría cuestionarse judicialmente normas con rango de
ley, por considerárselas inconstitucionales, serían la del proceso de
inconstitucionalidad (a través de una demanda directa ante el Tribunal
Constitucional) y la del control difuso judicial (mediante un incidente que
puede atender cualquier juez de la República y que debe ser elevado en
consulta a la Corte Suprema).
De este modo, nuestra Constitución Política de 1993 prevé lo siguiente
sobre el proceso de inconstitucionalidad(5):

“Artículo 200.- Son garantías constitucionales: (…)

6. La acción de inconstitucionalidad, que procede contra las normas


que tienen rango de ley: leyes, decretos legislativos, decretos de
urgencia, tratados, reglamentos del Congreso, normas regionales de
carácter general y ordenanzas municipales que contravengan la
Constitución en la forma o en el fondo”.

“Artículo 202.- Corresponde al Tribunal Constitucional:

1. Conocer, en instancia única, la acción de inconstitucionalidad.

(…)”

“Artículo 203.- Están facultados para interponer acción de


inconstitucionalidad:

1. El Presidente de la República.

2. El Fiscal de la Nación.

3. El Presidente del Poder Judicial, con acuerdo de la Sala Plena de


la Corte Suprema de Justicia.

4. El Defensor del Pueblo.

5. El veinticinco por ciento del número legal de congresistas.

6. Cinco mil ciudadanos con firmas comprobadas por el Jurado


Nacional de Elecciones. Si la norma es una ordenanza municipal,
está facultado para impugnarla el uno por ciento de los
ciudadanos del respectivo ámbito territorial, siempre que este
porcentaje no exceda del número de firmas anteriormente
señalado.

7. Los Gobernadores Regionales con acuerdo del Consejo de


Coordinación Regional, o los alcaldes provinciales con acuerdo
de su Concejo, en materias de su competencia.

8. Los colegios profesionales, en materias de su especialidad”.

Y sobre el control difuso de constitucionalidad, la Constitución


prescribe(6):

“Artículo 138.- (…) En todo proceso, de existir incompatibilidad entre


una norma constitucional y una norma legal, los jueces prefieren la
primera (…)”.

Además de ello, en la Constitución se ha previsto un proceso adicional


en el que puede discutirse la inconstitucionalidad o ilegalidad de normas de
rango infralegal: el proceso de acción popular. Se trata de un proceso de
control abstracto –aunque ello no siempre ha sido bien entendido(7)–, que
puede ser iniciado por cualquier persona (es decir, cuenta con legitimidad
para demandar o actio populis), es resuelto en última instancia por la Corte
Suprema y permite expulsar del ordenamiento jurídico una norma
reglamentaria o administrativa con efectos generales por contravenir a la
ley o la Constitución:

“Artículo 200.- Son garantías constitucionales: (…)

5. La acción popular, que procede, por infracción de la Constitución y


de la ley, contra los reglamentos, normas administrativas y
resoluciones y decretos de carácter general, cualquiera sea la autoridad
de la que emanen”.

De esta forma, en nuestro sistema se reconocen algunos mecanismos o


procesos que tienen la expresa finalidad de permitir el control
constitucional de las normas de carácter general, algunos orientados al
control abstracto (como los procesos de inconstitucionalidad y de acción
popular) y otros al control concreto (como es el caso del control difuso).

En dicho contexto es que la Constitución limitó inicialmente la


procedencia el amparo contra normas, lo cual fue morigerado por el Código
Procesal Constitucional. Finalmente, y como será explicado más adelante el
modelo previsto legislativamente fue replanteado o precisado por la
jurisprudencia del Tribunal Constitucional, y esto posteriormente recogido
por el Código a través de una reforma, con lo cual actualmente nos
inscribimos dentro de un modelo permisivo –aunque moderado– del amparo
contra normas legales.

Señalado esto, y antes de pasar a lo siguiente, debemos precisar que, a


la luz de lo explicado hasta aquí, resulta algo extraño hacer referencia a
nuestro modelo de justicia constitucional simplemente como “dual o
paralelo”, sea porque el control constitucional hoy día implica más que la
posibilidad de evaluar la constitucionalidad de las leyes(8) o, incluso más
específicamente, porque es claro que la constitucionalidad de las normas no
es un asunto que tan solo corresponda ser analizada en la vía concentrada o
en la del control difuso(9).

2. RÉGIMEN CONSTITUCIONAL, LEGAL Y


JURISPRUDENCIAL DEL AMPARO CONTRA NORMAS
LEGALES

Conforme a lo descrito, existiendo procesos y mecanismos que


permiten el control constitucional de las normas en el marco de nuestro
modelo “híbrido”, parecería innecesario, e incluso “contrario al modelo”,
prever la posibilidad del “amparo contra normas legales”.

Posiblemente, en atención a ideas de este tipo es que se prohibió


expresamente en nuestra Constitución la procedencia del amparo contra
leyes(10):
“Artículo 200.- Son garantías constitucionales:

2. La acción de amparo, que procede contra el hecho u omisión, por


parte de cualquier autoridad, funcionario o persona, que vulnera o
amenaza los demás derechos reconocidos por la Constitución (…) No
procede contra normas legales (…)”.

Por su parte, el Código Procesal Constitucional –que como indicamos


antes, constituye una ley de desarrollo requerida por la propia
Constitución–, en su formulación inicial (2004) establecía que, en todo
caso, cabía la posibilidad de demandar contra actos ocurridos “en
aplicación” de normas. Más precisamente, prescribió lo siguiente:

“Artículo 3.- Procedencia frente a actos basados en normas

Cuando se invoque la amenaza o violación de actos que tienen como


sustento la aplicación de una norma incompatible con la
Constitución, la sentencia que declare fundada la demanda dispondrá,
además, la inaplicabilidad de la citada norma”.

De este modo, el Código sí preveía la posibilidad de demandar contra


actos que “se sustentan” en la aplicación de normas inconstitucionales, y se
señalaba que estas últimas, además, podrían inaplicarse (lo que equivaldría
a realizar un control difuso clásico).

Como queda claro, en su formulación inicial, el Código no señalaba


nada sobre la procedencia del amparo contra normas autoaplicativas. Por su
parte, la jurisprudencia del Tribunal Constitucional sí venía admitiendo esto
último en su reiterada jurisprudencia, e insistió con ello una vez que entró
en vigencia el Código Procesal Constitucional.

Ahora bien, atendiendo a que el Código reconocía la posibilidad de


que los jueces realicen del control difuso en el marco de un amparo iniciado
contra actos que ejecutan leyes, mas no el amparo directo contra leyes
(autoaplicativas), consideramos necesario precisar que la posibilidad de
inaplicar una norma legal por ser inconstitucional (control difuso) es un
asunto muy distinto que declarar fundada una demanda de amparo
interpuesta directamente contra una norma autoaplicativa.

En realidad, son varias y relevantes las diferencias que se pueden


encontrar entre el control difuso y el amparo contra normas, y que valdría
tener en cuenta. Estas pueden resumirse del siguiente modo:

Cuadro 13 (11)

DIFERENCIAS ENTRE EL CONTROL DIFUSO Y EL AMPARO CONTRA


NORMAS(173)

CONTROL DIFUSO AMPARO CONTRA NORMA LEGAL

Es incidental: configura un incidente dentro de Es un proceso constitucional; es un tipo de


un proceso judicial (constitucional u amparo cuyo objeto es analizar la
ordinario). constitucionalidad de una norma legal (rectius:
analizar si sus efectos contravienen derechos
fundamentales).

Es una potestad/deber del juez. Si el juez La discusión la plantea el demandante como


considera que la norma legal que debe aplicar pretensión principal. Recae en este alegar lo
es inconstitucional, aunque ello no haya sido necesario para la procedencia y fundabilidad de
señalado por las partes, puede inaplicarla. la demanda.

El mecanismo legalmente previsto implica la El amparo contra normas eventualmente podría


elevación en consulta a la Sala Constitucional llegar, como tercera y última instancia, ante el
y Social de la Corte Suprema. Su decisión es Tribunal Constitucional. El Tribunal puede
sobre el incidente y no sobre el mérito del emitir una decisión de fondo.
caso.

En el caso del control difuso, una norma legal El amparo contra norma tiene por finalidad
puede inaplicarse por contravenir cualquier determinar si los efectos de una norma son
disposición de la Constitución. contrarios a derechos constitucionales.

Todos los jueces de la República, sin que se Únicamente los jueces constitucionales (en
requiera ninguna especialización (técnica o de sentido estricto) pueden pronunciarse sobre el
competencia), está obligado a inaplicar las amparo contra normas legales.
leyes incompatibles con la Constitución.

La tramitación del incidente no tiene carácter El amparo tiene una tramitación célere y
de urgente. preferente, en procura de una tutela eficiente de
los derechos.

Como se aprecia, la vía del control difuso es encargada a jueces no


especialistas (en realidad, puede ejercerlo por igual cualquier juez, ordinario
o constitucional), y permite que se obtenga un pronunciamiento final por
parte de una sala de la Corte Suprema(12) y no del órgano
constitucionalmente encargado de “controlar” la Constitución: el Tribunal
Constitucional (artículo 201 de la Constitución). Asimismo, al tratarse de
un asunto imprescindible para resolver la causa, que incluye la elevación en
consulta hasta la Corte Suprema para obtener su pronunciamiento final, el
trámite del control difuso resulta algo dilatorio e incluso lesivo para el
posible afectado por la norma reputada como inconstitucional(13), a
diferencia del temperamento propio de los procesos de tutela de derechos
(como es el caso del amparo), dirigidos su protección célere y eficaz.

Frente a este escenario poco alentador que preveía el Código, la


jurisprudencia del Tribunal Constitucional confirmó su posición, de manera
diáfana y directa, admitiendo y justificando debidamente la procedencia del
amparo contra normas legales.

En efecto, nuestra Alta Corte sostuvo al respecto que de la


proscripción establecida en el artículo 200, inciso 2 de la Constitución “no
se deriva, siempre y de manera inexorable, que en ningún supuesto o
circunstancia pueda interponerse un amparo cuando la lesión de un derecho
constitucional se produzca como consecuencia directa de la vigencia de una
norma” (STC Exp. N° 00830-2000-AA, f. j. 3).

Ahora, para sustentar esta posición el Tribunal sostuvo en diversa


jurisprudencia, entre lo principal:

• La restricción absoluta del amparo contra leyes es contraria a la


filosofía personalista de la Constitución: En efecto, la defensa de la
Constitución hoy no tiene que ver sola, ni básicamente, con la revisión
de las leyes en abstracto; es decir, con aquella que se procura a través
del proceso de inconstitucionalidad. Este proceso, además –y como ya
fue indicado–, prevé una legitimación activa especialísima, que
restringe a muy pocos la posibilidad de interponer una demanda de
inconstitucionalidad.

Así visto, la cuestión que surge inmediatamente es si se encuentra


justificado que una persona, posiblemente lesionada o amenazada en
sus derechos debido a los efectos directos de una ley, solo pueda acudir
a una única vía, como la del proceso de inconstitucionalidad, para la
cual en primer lugar no cuenta con legitimación activa directa y, en
caso de que insistiera en transitar por dicha vía, ello le resultaría
sumamente difícil o imposible.

Al respecto, es claro que haber previsto la legitimidad especial o


restringida para el caso del proceso de inconstitucionalidad
precisamente tenía como finalidad limitar, la posibilidad de que
cualquier persona pueda demandar contra una ley. Y aunque de todos
modos los ciudadanos podrían intentar acudir a los órganos o gremios
constitucionalmente legitimados para demandar contra una ley que
consideren lesiva, debe tenerse en cuenta asimismo que estos, además
de encontrarse vinculados a la defensa de sus propios intereses
institucionales, inicialmente solo podrían cuestionar la
inconstitucionalidad “en abstracto” de la legislación que se cuestiona,
sin que les corresponda referirse a los efectos concretos de ella sobre
los ocasionales interesados(14).

También es cierto que podría intentarse utilizar la vía de la recolección


de firmas para iniciar el proceso de inconstitucionalidad –conforme al
artículo 202, inciso 6 de la Constitución–; sin embargo, debe tenerse en
cuenta que la mayoría de las veces ello sería tremendamente gravoso y
hasta prohibitivo para el común de las personas(15).
En este contexto, el Tribunal Constitucional ha explicado que una
interpretación del artículo 200, inciso 2 de la Constitución que impida
absolutamente la procedencia del amparo contra normas se encontraría “en
absoluta contradicción con la filosofía personalista con la que se encuentra
impregnado todo nuestro ordenamiento constitucional, y en el que se
legitima fundamentalmente la propia existencia de este tipo especial de
procesos de la libertad” (STC Exp. N° 01152-1997-AA, f. j. 2.b).

Al respecto, en efecto, la Constitución establece en su primer artículo


que “[l]a defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad son el
fin supremo de la sociedad y del Estado”, y siendo así, prever en la práctica
una zona de indefensión de las personas frente a las leyes que surten efectos
inmediatos, es decir, impedir al acceso a una tutela pronta y eficaz frente a
ellas, parece ser contrario al mencionado primer mandato de la
Constitución.

“[S]iempre que estas normas afecten directamente derechos subjetivos


constitucionales, el amparo sí podrá prosperar, no solo porque de optarse por una
interpretación literal del inciso 2 del artículo 200 de la Constitución Política del
Estado se dejaría en absoluta indefensión al particular afectado por un acto
legislativo arbitrario; sino además porque tratándose de una limitación del derecho
de acceso a la justicia constitucional, este no puede interpretarse en forma
extensiva, sino con una orientación estrictamente restrictiva, esto es, en el sentido
más favorable a la plena efectividad del derecho a obtener una decisión judicial
que se pronuncie respecto de la pretensión”.

RTC Exp. N° 00615-2011-PA, f. j. 7

“[E]s necesario tener en cuenta que si bien las normas legales suelen tener un
contenido general, cuya efectividad requiere de un posterior desarrollo normativo
y actos de aplicación, existen algunos supuestos en los que las normas de rango
legal pueden comportarse como auténticos actos (normas-acto), que pueden
lesionar derechos constitucionales de modo directo y concreto. En tales casos,
sería contraria a la vocación protectora de la persona declarada en el artículo 1 de
la Constitución, así como a los fines de los procesos constitucionales (garantizar
la primacía de la Constitución y la vigencia efectiva de los derechos
constitucionales), exigir que ante una ‘norma-acto’ las personas deban acudir a un
proceso de inconstitucionalidad para salvaguardar sus derechos, pues demandar a
través de dicha vía requiere una legitimación especialísima (artículo 203 de la
Constitución), lo cual obviamente haría impracticable la defensa idónea y
oportuna de los derechos amenazados o vulnerados”.

STC Exp. N° 01547-2014-PA, ff. jj. 10-12

• Lo que queda prohibido es la impugnación de leyes en abstracto


mediante el amparo: Por otra parte, también es cierto que esta
apertura a la procedencia del amparo contra normas no podría
entenderse, inmediatamente, como una especie de reconocimiento de
la legitimación popular para que cualquier persona pueda interponer
demandas de inconstitucionalidad a través de la vía concentrada.

Al respecto, no es que dicha posibilidad esté mal considerada –de


hecho, como veremos a luego, es una opción posible y diríamos que
hasta compatible con nuestro sistema–. Lo que sucede es que, como ya
fue indicado, la Constitución tiene prescrito de manera expresa, y
mediando una lista taxativa, quiénes pueden acudir a dicho proceso,
por lo que una interpretación en sentido contrario, o que obvie sin más
dicha regulación explícita, sería prima facie inconstitucional.

En ese marco, precisamente, se ha señalado que la prohibición


establecida en el inciso 2 del artículo 200 de la Constitución contiene,
antes que nada, “una simple limitación que pretende impedir que a
través de un proceso cuyo objeto de protección son los derechos
constitucionales se pretenda impugnar en abstracto la validez
constitucional de las normas con rango de ley” (RTC Exp. N° 00615-
2011-AA, f. j. 3).
En este sentido, básicamente se distingue el objeto del amparo contra
leyes del objeto del proceso de inconstitucionalidad, y se considera que
la impugnación, en abstracto, de la validez constitucional de las leyes
“es lo que corresponde discutir en el proceso de inconstitucionalidad,
cuyo objeto es, precisamente, preservar la supremacía de la
Constitución” (STC Exp. N° 00830-2000-AA, f. j. 3.a).

De esta manera, entonces, a través de un proceso de amparo contra


normas legales no podría obtenerse, por ejemplo, un pronunciamiento
sobre la validez de las normas con prescindencia de la afectación de
derechos en el caso concreto, o un pronunciamiento general sobre la
validez de la norma legal cuestionada (es decir, con efectos
abrogatorios de la legislación, erga omnes).

“Este Tribunal, sobre la base de lo prescrito por la Constitución, ha sostenido en


reiteradas ocasiones que en principio la vía procesal pertinente para analizar la
constitucionalidad de normas de rango legal es el proceso de inconstitucionalidad.

Ahora bien, lo anterior ha sido matizado tanto por el Código Procesal


Constitucional (artículo 3) como por la jurisprudencia de este Tribunal.
Efectivamente, este órgano colegiado ha señalado que el inciso 2 del artículo 200
de la Constitución no contiene una prohibición absoluta para cuestionar a través
del proceso de amparo leyes que puedan resultar lesivas de derechos
fundamentales, sino una limitación que pretende impedir que, a través de un
proceso cuyo objeto de protección son los derechos constitucionales, se pretenda
impugnar en abstracto la validez constitucional de las normas con rango de ley,
toda vez que el ordenamiento prevé otros procesos, como los de
inconstitucionalidad o de acción popular, cuyo objeto específico precisamente es
preservar la condición de la Constitución como ley suprema del Estado (Cfr.
RRTC Exps. 02308-2004-AA y 01535-2006-AA)”.

STC Exp. N° 02327-2013-PA, ff. jj. 3 y 4

• El amparo contra normas solo procede frente a normas


“autoaplicativas” o “normas-acto”: Como puede apreciarse sin
dificultad, la mayoría de normas legales suelen tener un contenido
genérico, y su efectividad requiere de un posterior desarrollo
reglamentario y de actos de aplicación. Si esto es verdad, ya que las
normas no aluden a situaciones muy específicas o concretas,
cuestionar este tipo de normas vía amparo, en la práctica, equivaldría a
solicitar que se haga un análisis “en abstracto” de la norma, lo cual se
encuentra proscrito según vimos.

Sin embargo, también es cierto que no toda la legislación requiere de


un desarrollo normativo y actos de aplicación posterior para tener
efectos. Adicionalmente a las anteriores, existe otro tipo de normas
legales que pueden adquirir efectos directos con su sola entrada en
vigor, efectos que, eventualmente, pueden ser inmediatamente
perniciosos para los derechos fundamentales. Este tipo de normas son
las llamadas “normas autoaplicativas” y se comportan, en la práctica,
como si fueran actos (en este sentido, se les puede considerar también
como “normas-acto”). Estas se contraponen a aquellas otras antes
mencionadas, que sí requieren de reglamentación y aplicación para
tener efectos, y que son denominadas “normas heteroplicativas”
(siguiendo básicamente a la jurisprudencia y la doctrina mexicanas(16)).

“[E]ste órgano colegiado ha diferenciado entre normas heteroaplicativas y normas


autoaplicativas (cfr. STC Exp. N° 04677-2004-PA, ff. jj. 3 y 4) de la siguiente
forma:

Norma heteroaplicativa: es aquella cuya aplicabilidad no depende de su sola


vigencia, sino de la verificación de un evento posterior, sin cuya existencia la
norma carecerá indefectiblemente de eficacia. Son normas de eficacia
condicionada, bien sujeta a la realización de algún acto posterior de aplicación o
una eventual regulación legislativa.

Norma autoaplicativa (también autoejecutiva, operativa o de eficacia


inmediata): es aquella cuya aplicación resulta inmediata e incondicionada una
vez que han entrado en vigencia. Expresado de otro modo, son normas que no
requieren actos de desarrollo o ejecución para desplegar sus efectos”.

ATC Exp. N° 02327-2013-PA, f. j. 6

Así considerado, la imposibilidad de obtener tutela frente a una norma


autoaplicativa generaría una situación de indefensión para quien sea
afectado o amenazado en sus derechos. Por ello, el Tribunal Constitucional
ha señalado que es contra las normas autoaplicativas –y solo contra ellas–
que cabe la interposición de los amparos contra normas.

“Con otras palabras, puede decirse que las normas heteroaplicativas carecen de
eficacia directa frente a las personas o las entidades que se encuentran sometidas a
su regulación, pues requieren necesariamente contar con reglamentación y/o actos
de implementación o aplicación. Por su parte, las normas autoaplicativas en la
práctica funcionan corno actos: es decir, son ‘normas creadoras de situaciones
jurídicas inmediatas, sin la necesidad de actos concretos de aplicación’ (STC Exp.
N° 01473-2009-PA, f. j. 2), que afectan ‘directamente derechos subjetivos
constitucionales’ (STC Exp. N° 01535-2006-PA, f. j. 34)”.

STC Exp. N° 02327-2013-PA, f. j. 7

“[L]a procedencia de este instrumento procesal está supeditada a que la norma


legal a la cual se le imputa el agravio sobre un derecho fundamental se trate de
una norma autoaplicativa, operativa o denominada también de eficacia inmediata,
esto es, aquella cuya aplicabilidad no se encuentre sujeta a la realización de algún
acto posterior o a una eventual reglamentación legislativa, en la medida que
adquiere su eficacia plena en el mismo momento que entra en vigencia”.

RTC Exp. N° 00615-2011-PA, f. j. 6

Con base en este tipo de decisiones, finalmente en diciembre de 2006


el Código Procesal Constitucional fue modificado en los siguientes
términos:

“Artículo 3.- Procedencia frente a actos basados en normas


Cuando se invoque la amenaza o violación de actos que tienen como
sustento la aplicación de una norma autoaplicativa incompatible
con la Constitución, la sentencia que declare fundada la demanda
dispondrá, además, la inaplicabilidad de la citada norma.

Son normas autoaplicativas, aquellas cuya aplicabilidad, una vez que


han entrado en vigencia, resulta inmediata e incondicionada”.

Con esta regulación, al parecer se estaría pasando del régimen de


“amparo contra la aplicación de normas legales” hacia uno que permite el
“amparo contra leyes autoaplicativas”. Sin embargo, ello no es del todo
claro debido a la imprecisa redacción por la que se ha optado (en efecto: se
hace referencia a amparos contra “actos” basados en la “aplicación” de
“normas autoaplicativas”).

Como fuere, pese a esta ambigüedad o falta de técnica legislativa, lo


cierto es que la jurisprudencia del Tribunal Constitucional ha reafirmado y
consolidado su posición, por lo cual es claro que en nuestro ordenamiento
se encuentra actualmente reconocida la procedencia del “amparo contra
normas legales autoaplicativas”.

Ahora bien, y antes de concluir con este acápite, consideramos que,


para entender mejor el modelo actualmente vigente, vale la pena señalar
que él tan solo constituye una entre diversas opciones posibles.

Al respecto, como ha sido explicado ya por diversos autores, en la


legislación comparada encontramos tres tipos de “tesis” sobre el amparo
contra leyes: (1) aquella que niega absolutamente esta posibilidad
considerando que la única vía posible para cuestionar una norma es el
proceso de inconstitucionalidad (tesis de la denegación); (2) aquella que
admite sin problema la posibilidad de acudir al amparo para cuestionar todo
tipo de norma (tesis de admisión amplia); y aquella, como en el caso
peruano, que (3) admite el amparo únicamente frente a un tipo de normas:
aquellas “autoaplicativas”, que resultan lesivas de derechos en sí mismas
(tesis de admisión moderada)(17).

Por nuestra parte –reiterando que las expresiones “modelos” o


“posturas”, antes que “tesis”, reflejan mejor lo que queremos explicar(18)–,
hemos elaborado el siguiente cuadro, el cual tiene como principal finalidad
ilustrar cómo se encuentra regulada la procedencia del amparo contra
normas en otras partes del mundo. Dichas diferentes regulaciones, por
cierto, tienen una estrecha relación con el modelo de justicia constitucional
que ha adoptado cada país (tal como explicamos supra, en el acápite 2 de la
“Introducción”).

Cuadro 14(19)(20)(21)

MODELOS DE PROCEDENCIA O TRAMITACIÓN DEL “AMPARO CONTRA


NORMAS LEGALES”

Caso modelo:
Se admite demandas de amparo contra toda
Amplísima no se conoce
norma legal, sea o no autoaplicativa.
casos(181)

Se admite la procedencia del “recurso de Caso modelo:


POSTURAS Amplia
PERMISIVAS
amparo” contra normas legales. Alemania(182)

Casos
Intermedia o Procede el amparo contra normas modelo:
moderada autoaplicativas. México y
Perú

POSTURAS No se admite la procedencia del amparo contra


Negativa con Casos
NEGATIVAS normas legales, aunque sí procede frente a actos
control de la modelo:
de aplicación de normas (y cabe la eventual
aplicación Colombia y
inaplicación de una norma inconstitucional, vía
normativa Argentina
control difuso).

Negativa con
posibilidad Casos
Procede el amparo contra normas de rango
de cuestionar modelo:
infralegal.
normas varios
infralegales

Negativa No se prevé ningún mecanismo de control Caso modelo:


total constitucional de las normas con rango de ley. Holanda(183)

En el caso peruano, reiteramos, la Constitución partía de una postura


negativa total; por su parte, el Código Procesal Constitucional reguló
posteriormente la posibilidad de que vía amparo se pueda realizar el control
constitucional de actos realizados en aplicación de normas legales (y la
posibilidad de inaplicar la norma inconstitucional para el caso concreto). El
Tribunal Constitucional más bien justificó que, en atención a la propia
Constitución, debe admitirse la procedencia del amparo contra normas
autoaplicativas, posición que luego quedó incorporada en el Código tras su
reforma del 2006 (aunque de manera imperfecta), con lo cual, finalmente
nos encontramos en la órbita de la postura permisiva intermedia o
moderada.

Con todo, habiendo sido precisado que nuestro modelo es “permisivo


moderado”, lo cierto es que, sobre la base de la jurisprudencia y el Código,
aún no queda del todo claro qué puede ser considerado o no como “norma
autoaplicativa”, que es la cuestión central del amparo contra normas en
nuestro modelo. A esclarecer ello nos vamos a dedicar a continuación.

3. SOBRE LA NOCIÓN DE NORMA AUTOAPLICATIVA:


REPASO A LA JURISPRUDENCIA Y SÍNTESIS

Según quedó indicado, el Tribunal Constitucional ha reconocido la


procedencia del amparo contra normas legales autoaplicativas. No obstante,
no ha quedado tan claro cuándo una norma legal realmente puede
considerarse como una norma-acto.

Al respecto, consideramos que, de un análisis sobre lo que ha venido


resolviendo el Tribunal Constitucional en su jurisprudencia, es posible
extraer algunos criterios que ayuden a construir una pauta de análisis
generalizable.
Así, por una parte, tenemos que el Tribunal ha incluido en sus
decisiones diversas consideraciones, aún generales, sobre cuándo una
norma legal puede ser considerada como una norma autoejecutiva. De
algunas de ellas ya hemos dado cuenta supra(22).

Asimismo, también ha considerado como autoaplicativas nomas


legales (e infralegales) cuyos efectos, en realidad, no son del todo
equivalentes. En este orden de ideas, y a modo de ejemplo, vale la pena
analizar algunos casos emblemáticos resueltos por nuestro Alto Tribunal:

• Ha considerado, por ejemplo, que algunas normas tributarias (las que


gravan los juegos de azar y apuestas), al determinar el sujeto pasivo
del tributo y prefigurar el hecho imponible, resultan de aplicación
inmediata y son “del tipo autoaplicativas”, atendiendo a que el
demandante ya “se encuentra obligado al pago sin esperar que la
administración desemboque su actuación administrativa para ejercer la
cobranza de la deuda” (STC Exp. N° 02302-2003-AA, f. j. 8). Incluso
más, también en materia tributaria, el Tribunal ha señalado que ni
siquiera es necesario que el impuesto haya “sido aplicado o cobrado al
accionante”, considerando que “el hecho de que el Decreto Supremo
N° 158-99-EF [norma tributaria que modificó el impuesto selectivo al
consumo para los cigarrillos] no requiera de acto posterior alguno para
su obligatoriedad, lo hace un dispositivo legal de eficacia inmediata,
imperativo frente a los sujetos pasivos del impuesto, por lo que no
puede negarse su naturaleza autoaplicativa o de ‘acto aplicatorio’”
(STC Exp. N° 01311-2000-AA, f. j. 1).

• Asimismo, en el ámbito arancelario, el Colegiado ha señalado que la


norma tributaria que solo reduce a 9 % el arancel de los insumos que
los demandantes utilizan en su producción, mientras que rebaja a cero
(0 %) los aranceles de quienes importan los mismos productos que
ellos elaboran (cierres, cremalleras) les afecta directamente a los
accionantes, pues sin duda “existirá una consecuencia en su proceso
productivo, estructura de costos, competencia, etc.”. En tal sentido,
resuelve que, ya que “para la aplicación de la nueva tasa de derechos
arancelarios ad valorem CIF (arancel 0 %) no se necesitará de otra
norma que la reglamente o disponga sus alcances”, tal norma
cuestionada es autoaplicativa, atendiendo a sus efectos (STC Exp. N°
01405-2010-PA, ff. jj. 5-7).

• La ordenanza municipal que prohíbe “la venta y consumo de licor en


los bares, video pubs, discotecas, clubes nocturnos y similares desde la
00:00 horas del Viernes Santo hasta las 06:00 horas del Sábado Santo”
y que en la práctica incide en la libertad de comercio de discotecas y
centros de diversión nocturna, fue considerada norma autoaplicativa,
en la medida que “la Ordenanza cuestionada dispone restricciones y
sanciones sobre todos aquellos que incumplan en abstracto sus
disposiciones” y que “no requiere actos concretos de utilización, ya
que desde su sola entrada en vigencia genera una serie de efectos
jurídicos, que son los que precisamente se cuestionan mediante la
presente demanda” (STC Exp. N° 03283-2003-AA, f. j. 10).

• La restitución de un pago obligatorio de carácter pensionario, que las


empresas industriales pesqueras deben realizar al Fondo de Jubilación
de la Caja del Pescador (US$ 0.26 por TM de pescado) realizado a
través de una ley, tendría –a decir del Tribunal Constitucional–
incidencia “directa e inmediata” debido a que “genera una obligación
al sujeto pasivo de la misma, la cual consiste en entregar cierto monto
dinerario a la demandada”. En tal sentido, consideró que “se trata de
una norma autoaplicativa, que desde su entrada en vigencia generó
plenos efectos tanto para los demandantes como para los demandados”
(STC Exp. N° 01473-2009-PA, f. j. 3).

• La norma que exige a los vehículos pasar por un “servicio de revisión


técnica” fue considerada autoaplicativa (Ley N° 29237), pues “no se
encuentra sujeta a la realización de algún acto posterior ni requiere de
una posterior reglamentación legislativa para, eventualmente, generar
una afectación respecto de los derechos invocados por el actor, toda
vez que adquirió plena eficacia en el mismo momento que entró en
vigencia (STC Exp. N° 00615-2011-PA, f. j. 8).

• La normas legales que “varían e incluyen requisitos para importar


vehículos usados”, al ser limitativa de las actividades comerciales de
los demandantes, pueden ser cuestionadas vía amparo como nomas
autoaplicativas, pues “tienen una incidencia inmediata en la esfera de
los derechos del recurrente, no resultando necesario acto posterior de
aplicación alguno” (STC Exp. N° 03610-2008-PA, f. j. 14).

• El decreto supremo que prohíbe usar “ómnibus carrozados sobre chasís


de camión” (es decir, “buses camión”), al no estar “condicionado a la
realización de algún tipo de acto” fue considerado como norma
autoaplicativa (cfr. STC Exp. N° 07339-2006-PA, f. j. 31).

• Se ha aceptado, asimismo, la procedencia del proceso de amparo


contra normas (decretos leyes) que disponen que una jueza cese del
cargo de juez titular y que le impiden presentar demandas de amparo
contra ello, por tratarse de una norma “de eficacia inmediata o
autoaplicativa”, “que en forma directa incide en el ámbito subjetivo de
la demandante” (STC Exp. N° 0830-2000-AA, 3.C).

• Las normas que, al prolongar regímenes de protección patrimonial (de


la actividad azucarera, en el caso concreto), impiden el cumplimiento
de los mandatos judiciales claros y específicos referidos al pago de
sumas líquidas, y que incluso han tenido como consecuencia la
suspensión de ejecuciones forzadas dispuestas judicialmente, han sido
consideradas como directamente lesivas de derechos constitucionales
(autoaplicativas), por lo cual queda habilitada la tutela a través del
amparo (STC Exp. N° 00579-2008-PA, f. j. 11).
• El decreto de alcaldía que reglamenta una ordenanza que regula
(restringe) manifestaciones públicas en el centro histórico de la ciudad,
al ser una norma reglamentaria (prima facie, ejecutiva), “tiene
incidencia directa sobre la esfera subjetiva de las personas a las que
haya de extenderse su ámbito normativo”, por lo que fue considerado
de naturaleza autoaplicativa (STC Exp. N° 04677-2004-PA, ff. jj. 7-8).

• La ordenanza municipal provincial que instituye “Áreas Naturales


Protegidas Complementarias” y que restringe el uso de la tierra “al
pastoreo no intensivo, el turismo y la construcción de infraestructura
para incremento de la oferta hídrica” ha sido considerada como
autoejecutiva, en la medida que su sola entrada en vigor impide usar la
tierra de una manera distinta. Consideró el Tribunal que dicha
regulación, efectivamente, “incide en forma inmediata y directa sobre
los derechos de los propietarios de inmuebles allí ubicados, así como
en los de aquellos que, sin ser propietarios, hayan sido autorizados a
realizar actividades de exploración u explotación minera u otras
proscritas por la ordenanza” (STC Exp. Nº 03932-2015-PA, ff. jj. 4-5).

Ahora bien, sobre la base de decisiones como las reseñadas (y otras


más), estamos ya en condiciones de extraer varios supuestos en los que, de
modo general, el Tribunal Constitucional considera que estamos frente a
una norma autoaplicativa:
Cuadro 15

EJEMPLOS DE NORMAS AUTOAPLICATIVAS EN LA JURISPRUDENCIA

RESOLUCIONES O
SUPUESTOS EN LOS QUE SE CONSIDERÓ SENTENCIAS DEL
“AUTOAPLICATIVA” UNA NORMA TRIBUNAL
CONSTITUCIONAL

Normas cuya sola vigencia produce efectos inmediatos en las STC Exp. N° 03283-2003-
personas. AA, f. j. 10
STC Exp. N° 00615-2011-PA,
f. j. 8
STC Exp. N° 02302-2003-
AA, f. j. 8
STC Exp. N° 01311-2000-
Normas que no requieren actos de desarrollo o ejecución para AA, f. j. 1
desplegar sus efectos. STC Exp. N° 01405-2010-
PA, ff. jj. 5-7
STC Exp. N° 03610-2008-
PA, f. j. 14

STC Exp. N° 03283-2003-


AA, f. j. 10
STC Exp. N° 04677-2004-
Normas que establecen restricciones y prohibiciones.
PA, f. j. 7
STC Exp. N° 03932-2015-
PA, ff. jj. 4-5

Normas que establecen obligaciones y cuyo incumplimiento


STC Exp. N° 00615-2011-PA,
limita o impide el ejercicio de derechos (pasar revisiones
f. j. 8
técnicas vehiculares).

STC Exp. N° 01405-2010-


PA, f. j. 6
STC Exp. N° 03283-2003-
AA, f. j. 6 (expropiación)
Normas que afectan patrimonialmente de modo inmediato STC Exp. N° 00579-2008-
(inciden en las actividades comerciales, impiden el cobro de PA, ff. jj. 9-11
deudas ciertas, inciden en el derecho de propiedad). STC Exp. N° 01735-2008-PA
(habilitación urbana de zona
minera)
STC Exp. N° 00319-2013-
AA, f. j. 2

STC Exp. N° 01473-2009-


PA, f. j. 3
Normas que imponen pagos y/o deudas (pensionarias, STC Exp. N° 02302-2003-
tributarias). AA, ff. jj. 8-9
STC Exp. N° 01311-2000-
AA, f. j. 1

STC Exp. N° 03283-2003-


Normas que declaran la nulidad de actos.
AA, f. j. 6

Normas que destituyen del cargo. STC Exp. N° 00830-2000-


AA, 3.c
Además de lo indicado en el anterior cuadro, el Alto Tribunal se ha
pronunciado asimismo sobre una cuestión que puede parecer polémica, pero
que en buena cuenta se corresponde con el régimen del amparo: la
procedencia del amparo contra normas legales en caso de amenaza. Al
respecto, surge la siguiente cuestión: ¿puede considerarse a una norma legal
que “amenaza” como una “norma autoaplicativa”?.

Al respecto, el Tribunal Constitucional ha señalado que, además de


admitirse el amparo contra “normas-acto” lesivas de derechos
fundamentales, este debe proceder asimismo “cuando el contenido
inconstitucional de una norma inmediatamente aplicable represente una
amenaza cierta e inminente a los derechos fundamentales” (ATC Exp. N°
01547-2014-AA, f. j. 27; cfr. STC Exp. N° 04363-2009-PA, f. j. 3. STC
Exp. N° 04677-2004-PA, ff. jj. 3 y 4).

“En este último caso (…) no se pone en duda el carácter autoaplicativo o


autoejecutivo de la norma, sino la forma en la que se produce o producirá la
afectación (…) [L]os jueces solo podrán admitir a trámite demandas de amparos
contra normas legales que constituyan una amenaza, si tienen certeza respecto a la
existencia de un futuro daño que se deba al carácter autoejecutivo de la norma
cuestionada, daño que se producirá de manera cercana, efectiva e ineludible”.

RTC Exp. N° 01547-2014-AA, ff. jj. 28 y 29

De este modo, para que proceda el amparo contra norma legal no es


necesario que esta haya sido ejecutada (es decir, que exista una lesión
concreta); en efecto, si la norma es realmente autoejecutiva, existe un
peligro potencial de lesión que puede ser objeto de tutela: “su potencial
aplicabilidad inmediata e incondicionada, da lugar a la amenaza cierta e
inminente” (STC Exp. N° 04677-2004-PA, f. j. 8; STC Exp. N° 01311-
2000-AA, f. j. 1).
Sobre el carácter “cierto” de una amenaza, como se sabe, se refiere a la
“posibilidad de que el acto pueda ser efectivamente realizado, jurídica o
materialmente”, y, en este sentido, debe fundarse “en hechos reales y no
imaginarios” (STC Exp. N° 00091-2004-PA, f. j. 8). En lo que se refiere a
la “inminencia”, esta debe estar próxima a suceder; así, no se puede
“cuestionar actos futuros remotos, aquellos sobre los cuales existe una
indeterminación temporal de que puedan acaecer” (STC Exp. N° 07288-
2013-PA, f. j. 3).

“[C]abe distinguir entre aquellas normas cuyo supuesto normativo en sí mismo


genera una incidencia directa sobre la esfera subjetiva de los individuos (v.g. el
artículo 1 del derogado Decreto Ley N° 25446: ‘Cesar, a partir de la fecha, a los
Vocales de las Cortes Superiores de los Distritos Judiciales de Lima y Callao que
se indican, cancelándose los Títulos correspondientes: (…)’), y aquellas otras que
determinan que dicha incidencia se producirá como consecuencia de su aplicación
obligatoria e incondicionada (v.g. el artículo 2 del Decreto Ley N° 25454: ‘No
procede la Acción de Amparo dirigida a impugnar directa o indirectamente los
efectos de la aplicación de los Decretos Leyes Nºs 25423, 25442 y 25446’). En el
primer caso, el amparo contra la norma procederá por constituir ella misma un
acto (normativo) contrario a los derechos fundamentales. En el segundo, la
procedencia del amparo es consecuencia de la amenaza cierta e inminente a los
derechos fundamentales que representa el contenido dispositivo inconstitucional
de una norma inmediatamente aplicable.

Ambos casos se encuentran previstos en el artículo 3 del CPConst., que dispone:

‘Cuando se invoque la amenaza o violación de actos que tienen como sustento la


aplicación de una norma incompatible con la Constitución, la sentencia que
declare fundada la demanda dispondrá, además, la inaplicabilidad de la citada
norma’ (resaltado agregado)”.

STC Exp. N° 04677-2004-AA, f. j. 4

Como podemos apreciar, entonces, existen varios criterios


relacionados con la calificación de una norma como autoejecutiva o
autoaplicativa.

Ahora bien, pese a la dispersión inicial, consideramos que es posible


establecer algunos criterios que permitan esclarecer cuándo una norma
podría considerarse, finalmente, como una norma-acto, con carácter
autoejecutivo. Algo de esto ha estado insinuando el Tribunal Constitucional
al hacer referencia al “análisis del carácter autoejecutivo de la norma legal”.

4. EL “ANÁLISIS DEL CARÁCTER AUTOEJECUTIVO DE LA


NORMA LEGAL”

Al respecto, el Tribunal Constitucional ha venido sistematizando y


consolidando recientemente en su jurisprudencia sus criterios previos, con
la finalidad de perfilar lo que ha denominado el análisis del carácter
autoejecutivo de la norma legal(23).

A partir de ello, tomando en consideración la reiterada jurisprudencia


del Tribunal Constitucional, así como lo sistematizado por el magistrado
Eloy Espinosa-Saldaña en algunos fundamentos de voto (cfr. SSTC Exps.
N°s 03748-2012-AA y 03932-2015-PA) y artículos(24), consideramos que
los siguientes criterios pueden constituir el contenido del análisis del
carácter autoejecutivo de la norma legal al que hace referencia el
Tribunal. En este sentido, podemos afirmar que una norma puede calificarse
como autoejecutiva si ella cumple con ser:

4.1. Vigente (o cuya entrada en vigor sea cierta e inminente para el


caso de las amenazas).

De esta manera, es menester constatar que la disposición que se


considera autoejecutiva forma parte del ordenamiento jurídico –o que
está próxima a formar parte de este, en el supuesto en que se alegue
una amenaza–. Se trata ciertamente de un análisis sobre todo formal,
de vigencia, en la medida que la validez (sustantiva) de la norma es lo
que sería preferentemente objeto del análisis futuro (en caso proceda la
demanda)(25).

Siendo así, por ejemplo, no puede admitirse como normas que pueden
ser impugnadas vía amparo los proyectos de ley que no representen
ninguna amenaza cierta e inminente (STC Exp. N° 04057-2004-AA,
RTC Exp. N° 03462-2006-PHC, RTC Exp. N° 00778-2006-PA, RTC
Exp. N° 10478-2006-PA), en la medida que no se encuentra acreditado
que el daño potencial se producirá de manera cercana, efectiva e
ineludible.

En consecuencia, deberían ser rechazadas las demandas interpuestas


contra proyectos de leyes ordinarias que se encuentran en fases todavía
iniciales del iter legislativo (que sería el caso de proyectos legislativos
recién presentados, que aún están siendo estudiados por las comisiones
ordinarias, que solo han sido prepublicados para recibir opiniones de la
sociedad civil, o que están pendientes de segunda votación y no han
sido exonerados de ella). A contrario sensu, tal vez podrían constituir
una amenaza cierta aquellos proyectos que han sido aprobados y solo
está pendiente su publicación (es decir, la autógrafa de ley en fase de
promulgación) o aquellos proyectos enviados por el Poder Ejecutivo
con carácter de urgente y que cuentan con la anuencia o respaldo de la
mayoría del Legislativo (pues su aprobación puede considerarse
inminente)(26).

“Sin embargo, que el proyecto de ley fuera aprobado (con o sin modificaciones)
por una Comisión Dictaminadora no quiere decir que nos encontremos ante una
amenaza que justifique la concesión de una demanda de amparo, pues allí no
culmina el procedimiento de formación de las leyes y, por tanto, la posibilidad de
que el contenido de la proposición normativa pueda ser alterado, e incluso dejado
de lado. Esto último es una cuestión que puede suceder, ya sea con ocasión del
debate en el seno del Pleno del Congreso de la República, o, una vez sancionada
la ley, en el procedimiento de observación de las leyes a cargo del Presidente de la
República. La existencia de dichos procedimientos hace que la amenaza
denunciada no satisfaga el requisito de la inminencia tratándose del
cuestionamiento de actos futuros, por lo que, de conformidad con el artículo 2 del
Código Procesal Constitucional, debe desestimarse la pretensión”.

STC Exp. N° 07288-2013-PA, f. j. 5

4.2. De eficacia inmediata (o cuya eficacia sea cierta e inminente para


el caso de las amenazas).

En este sentido, se requiere verificar que la norma en vigor ya


despliega sus efectos.

De esto se desprende, es claro, que prima facie no debería admitirse a


trámite demandas de amparo contra normas cuya vigencia ha sido
suspendida de manera indefinida, o contra aquellas cuya eficacia ha
sido diferida en el tiempo (a menos que se considere y acredite que se
trata de una amenaza próxima y de muy probable ocurrencia).

Asimismo, como señala, por ejemplo, jurisprudencia vinculante


mexicana al esclarecer lo que se entiende por “norma autoaplicativa”,
correspondería constar que “las obligaciones derivadas de la ley nacen
con ella misma” y que “vinculan al gobernado a su cumplimiento
desde el inicio de su vigencia” (Tesis jurisprudencial 55/1997, emitida
por el Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación).

Sobre esto último, debe acotarse además que no necesariamente el


afectado en sus derechos por una norma autoaplicativa será el sujeto a
quien va dirigida directa o expresamente la norma; en efecto, la
afectación puede recaer en alguien distinto de las personas a quienes se
dirigen los mandatos de la regulación. En este sentido, el análisis sobre
la eficacia de la norma no debe hacerse meramente en abstracto, sino
que es necesario tomar en cuenta sus efectos (cfr. STC Exp. N° 01405-
2010-PA, f. j. 7).
4.3. Autosuficiente. Debe constatarse que la norma no requiere de una
reglamentación posterior para adquirir eficacia, pues tal cual está
regulada ya tiene –o podría tener– efectos perniciosos sobre los
derechos invocados.

En este sentido, corresponde verificar entonces si la prescripción


analizada contiene los elementos o contenidos normativos mínimos o
suficientes, los cuales permiten afirmar que ya no es necesario ningún
desarrollo, especificación o reglamentación posterior para comprender
sus alcances y para verificar su aplicación inmediata (esto con
prescindencia, desde luego, de los problemas de ambigüedad o
vaguedad propios de toda prescripción).

Ahora bien, de lo anterior no se desprende que la norma de rango


legal, por el hecho de haber sido reglamentada o porque se disponga
un deber de reglamentación, deba ser considerada inmediatamente
como heteroaplicativa. En efecto, las normas autoaplicativas también
pueden ser objeto de reglamentación; en este sentido, reiteramos, no
debe analizarse las normas en abstracto o sobre la base de
consideraciones generales, sino que lo mejor será “analizar [la] norma
en su integridad atendiendo a los efectos que ella despliegue sobre los
derechos fundamentales invocados” (cfr. RTC Exp. N° 02317-2009-
PA, f. j. 4).

4.4. Autoejecutiva. Que alude a la “autoaplicación” de la norma en dos


sentidos:

Desde una primera descripción, estamos ante una norma autoejecutiva


si se trata de una norma de aplicación incondicionada; esto debido a
que no es necesario que se verifique ningún requisito o condición
adicional para que ella despliegue sus efectos. En este sentido, su
aplicación en el plano de los hechos tan solo sería la consumación de
una afectación (o amenaza) que ha surgido ya con la propia norma. Por
ello, además, la constatación de que existan o vayan a existir actos de
ejecución no significa que la norma sea sin más autoaplicativa:
dependerá de los efectos de la norma en cada caso concreto.

Este sería el caso, por ejemplo, de las normas tributarias, pues ellas
inciden de inmediato en la esfera patrimonial de los eventuales
afectados, y el futuro cobro efectivo solo sería la concreción de esta
afectación. Algo similar puede decirse de las normas que lesionan
directamente el derecho de propiedad (o su disfrute); así, aunque no
exista un despojo físico, puede considerarse que la lesión ya se produjo
con la entrada en vigor de la norma que expropia directa o
indirectamente.

“Así pues, el Decreto Supremo N° 093-2005-EF tiene carácter autoaplicativo por


cuanto establece una tasa de 30 % a los productos que son materia de la actividad
económica y comercial del demandante, incidiendo directamente en la esfera
subjetiva de la demandante”.

STC Exp. Nº 02724-2007-AA, f. j. 5

“Si bien parece que el acto lesivo no se había producido al interponerse la


demanda, pues no constaba en autos prueba de que el impuesto había sido
aplicado o cobrado al accionante, es opinión de este Tribunal que el hecho de que
el Decreto Supremo N° 158-99-EF no requiera de acto posterior alguno para su
obligatoriedad, lo hace un dispositivo legal de eficacia inmediata, imperativo
frente a los sujetos pasivos del impuesto, por lo que no puede negarse su
naturaleza autoaplicativa o de ‘acto aplicatorio’ (…)”.

STC Exp. Nº 01311-2000-AA, f. j. 1

“[L]a norma que viene siendo impugnada resulta autoaplicativa, pues al calificar
como urbana parte el área sobre la cual se extiende el derecho de concesión de la
demandante, lo que se genera en los hechos es un cambio en el estatus jurídico de
la misma, que afecta necesariamente los derechos preexistentes de la empresa
demandante, al someterla a un conjunto de reglas y límites que no existían antes
de la emisión de la norma”.
STC Exp. Nº 01735-2008-PA, f. j. 9

Nuevamente, tomando en consideración la jurisprudencia mexicana –


que a estos efectos ofrece el concepto de “individualización
incondicionada”–, señala que una norma es autoaplicativa si surte efectos
para las personas “independientemente de que no se actualice condición
alguna”.

También estamos ante una norma ejecutiva cuando esta es


autoaplicativa stricto sensu, en otras palabras, si ella es una auténtica
norma-acto, que incluso no requiere de ningún suceso o acto de aplicación
para que despliegue e incluso agote sus efectos lesivos.

“[C]abe distinguir entre aquellas normas cuyo supuesto normativo en sí mismo


genera una incidencia directa sobre la esfera subjetiva de los individuos (v.g. el
artículo 1 del derogado Decreto Ley Nº 25446: ‘Cesar, a partir de la fecha, a los
Vocales de las Cortes Superiores de los Distritos Judiciales de Lima y Callao que
se indican, cancelándose los Títulos correspondientes: (...)’), y aquellas otras que
determinan que dicha incidencia se producirá como consecuencia de su aplicación
obligatoria e incondicionada (v.g. el artículo 2 del Decreto Ley Nº 25454: ‘No
procede la Acción de Amparo dirigida a impugnar directa o indirectamente los
efectos de la aplicación de los Decretos Leyes Nºs 25423, 25442 y 25446’). En el
primer caso, el amparo contra la norma procederá por constituir ella misma un
acto (normativo) contrario a los derechos fundamentales. En el segundo, la
procedencia del amparo es consecuencia de la amenaza cierta e inminente a los
derechos fundamentales que representa el contenido dispositivo inconstitucional
de una norma inmediatamente aplicable”.

STC Exp. Nº 02724-2007-AA, f. j. 4

Así, el análisis del carácter autoejecutivo de la norma legal consiste


en verificar estos cuatro criterios de manera copulativa. De esta manera, una
norma, para ser considerada como autoaplicativa (autoejecutiva, norma-
acto), debe cumplir con las cuatro características ya señaladas. O más
precisamente: una norma es autoejecutiva si, a la vez, se trata de una
disposición vigente, tiene eficacia inmediata, es autosuficiente y es
autoejecutiva (en alguno de los dos sentidos indicados).

5. AMPARO CONTRA NORMAS Y OTRAS CAUSALES DE


IMPROCEDENCIA

Esclarecido entonces cuándo una norma puede ser considerada


autoaplicativa, puede surgir la duda acerca de si una controversia
relacionada con este tipo de normas debe realizarse utilizando en primer
lugar el análisis del carácter autoejectuvo de la norma legal, o si
corresponde privilegiar el análisis sobre la procedencia del amparo a partir
de otras causales de improcedencia.

Así, por ejemplo, habría que esclarecer si primero debe atenderse a la


causal contenida en el artículo 5, inciso 1 del Código Procesal
Constitucional, que exige verificar el análisis de relevancia
iusfundamental (como ya fue explicado en el capítulo I), o si en primer
lugar debe realizarse el análisis del carácter autoaplicativo de la norma.

Al respecto, debido a que el análisis de relevancia iusfundamental


supone verificar la existencia de una interferencia prima facie en un
derecho, nos parece claro que, en el marco de un “amparo contra normas
legales”, lo que corresponde dilucidar en primer lugar es si la intervención
iusfundamental que se alega (lesión o amenaza) proviene realmente de una
norma autoaplicativa, tal como exige el Código Procesal Constitucional y la
jurisprudencia. De no serlo, la demanda deberá rechazarse y ya no será
necesario hacer otros análisis de procedencia.

Siendo así, es claro que para evaluar la procedencia de una demanda


de amparo contra norma autoaplicativa podrían ser de utilidad ambos
análisis, y ellos deberán hacerse en el siguiente orden (con efectos
cancelatorios, además): en primer lugar, el análisis del carácter
autoejecutivo de la norma legal, y si se verifica que la norma legal es
autoejecutiva, se prosigue con el análisis sobre la relevancia
iusfundamental.

“Señalado esto, cuando los jueces constitucionales tengan ante sí demandas de


amparo contra normas autoaplicativas, les corresponde evaluar si la disposición
cuestionada es realmente autoejecutiva para, una vez determinado ello, analizar
luego si la lesión o amenaza alegada incide en el contenido constitucionalmente
protegido del derecho o los derechos invocados. En otras palabras, exige a los
jueces constitucionales realizar un análisis del carácter autoejecutivo de la norma
legal y, una vez determinado ello, continuar con el análisis de relevancia
iusfundamental que exige el artículo 5, inciso 1 del Código Procesal
Constitucional (cfr. STC Exp. N° 02988-2013-AA/TC, ff. jj. 5-7)”.

STC Exp. N° 01828-2012-PA, f. j. 5

Asimismo, con respecto a la causal establecida en el artículo 5, inciso


2 del Código, referida a la posible existencia de una vía judicial ordinaria
específica e igualmente satisfactoria que el amparo para tutelar el derecho
invocado, debemos recordar que ya se descartó que exista una vía judicial
“específica” a través de la cual pueda obtenerse una protección efectiva y
directa frente a una norma legal autoaplicativa que pudiera tener
implicancias negativas en derechos fundamentales. Siendo así, ante casos
de “amparos contra normas legales” no correspondería realizar, entonces, el
denominado análisis sobre la pertinencia de la vía constitucional, en la
medida que no hay una “vía específica”, y se presume que la única vía
tuitiva es la del proceso de amparo.

Al respecto, en efecto, el Tribunal Constitucional ha señalado de


manera expresa que no existe una vía judicial ordinaria en la que pueda
pretenderse lo mismo que en el “amparo contra normas”, y en este sentido:
“es evidente que tratándose de la impugnación de una norma autoaplicativa,
para este Tribunal queda claro que no existe otra vía procedimental
específica igualmente satisfactoria” (RTC Exp. N° 08310-2005-PA, f. j. 6).
“[E]s necesario distinguir (…) entre ‘amparos contra actos basados en aplicación
de normas’ y ‘amparos contra normas autoaplicativas’ (…), que son supuestos
distintos: en el primero el acto de aplicación es el que se reputa como lesivo o
amenazante (el cual también puede discutirse en la vía ordinaria); en el otro se
evalúa los efectos perniciosos de una norma autoaplicativa o de eficacia
inmediata.

Con respecto de este último supuesto, en realidad no existe una vía igualmente
satisfactoria, y menos aún específica, en la cual pueda analizarse la
constitucionalidad de una norma legal autoejecutiva o autoaplicativa y, por ello,
no puede declararse la improcedencia de una demanda contra norma
autoaplicativa con el pretexto de que existe una vía alternativa igualmente idónea,
en la que pueda obtenerse tutela iusfundamental”.

ATC Exp. N° 01547-2014-PA, ff. jj. 21-22

Por último, con respecto a la procedencia de este tipo de demandas, es


oportuno precisar que las afectaciones que provienen de normas
autoaplicativas no agotan sus efectos con su sola entrada en vigor, sino que
se trata de “actos continuados”, cuyos efectos se prolongan en el tiempo sin
término previsible. De este modo, los efectos de una norma legal
autoejecutiva subsisten en tanto ella siga vigente en el ordenamiento
jurídico y, por ende, no puede empezar a correr ningún plazo de
prescripción.

En este sentido, como resulta evidente, a las demandas de amparo


contra normas autoejecutivas no les resulta aplicable el plazo prescrito en el
artículo 44 del Código Procesal Constitucional ab initio, criterio ya
establecido por el Tribunal Constitucional (cfr. STC Exp. N° 08726-2005-
AA, f. j. 5, STC Exp. N° 00606-2008-AA, f. j. 5).

“El decreto supremo impugnado no agota sus efectos con su entrada en vigencia,
sino que se proyecta sin solución de continuidad en el tiempo en tanto la norma no
sea derogada o declarada inválida. Es precisamente el hecho de que los efectos del
decreto se proyectan en el tiempo sin solución de continuidad lo que permite
advertir que la afectación ocasionada es de carácter continuado y, por tanto, su
impugnación a través del proceso de amparo no está sujeta al
plazo prescriptorio establecido en el artículo 44 del Código Procesal
Constitucional (…)”.

STC Exp. N° 00606-2008-AA, f. j. 5


Cuadro 16

PASOS DEL ANÁLISIS DEL CARÁCTER AUTOEJECUTIVO DE LA NORMA LEGAL

PASO 1: Determinar si se trata de una disposición vigente (o cuya entrada en vigor sea cierta e
inminente para el caso de las amenazas).

PASO 2: Determinar si se trata de una norma de eficacia inmediata (o cuya eficacia sea cierta e
inminente para el caso de las amenazas).

PASO 3: Determinar si la norma es autosuficiente para surtir efectos: no debe requerir desarrollo,
especificación o reglamentación posterior para comprender sus alcances y verificar su aplicación
inmediata.

PASO 4: Determinar si la 1. Debe verificarse si la noma es de aplicación incondicionada:


norma es autoejecutiva, lo cual no debe ser necesario que se verifique ningún requisito o
puede darse en dos sentidos. condición adicional para que despliegue sus efectos.

2. Debe verificarse si la noma es autoaplicativa stricto sensu: no


debe requerir de ningún suceso o acto de aplicación para
desplegar e incluso agotar sus efectos lesivos.

(1) En adelante, cuando nos refiramos al amparo contra “normas legales”, “leyes” o
“normas” aludiremos preferentemente a disposiciones o normas con rango de ley. No
obstante ello, es cierto que lo que aquí se diga sobre el “amparo contra normas” es
extensible a las normas de carácter general con rango infralegal.
(2) Cfr. supra, en el acápite 2 de la introducción de este libro.
(3) La aparición de este modelo de tribunal se explica mejor en un contexto con forma de
Gobierno parlamentarista (pues existe una cierta deferencia al legislador, entendido
como principal poder del Estado) y forma de Estado federal (sobre el origen de la
justicia constitucional vinculado con los conflictos de competencia territorial, cfr.
SOSA, Juan Manuel. “Proceso competencial, forma de Estado unitario y
descentralizado, y test de competencia”. En: Avanzada. Revista de Derecho y Ciencia
Política. N° 8, Lima, 2016.
(4) En efecto, ya en la Constitución de 1856 se preveía, aunque nominalmente, que son
nulas e ineficaces las leyes contrarias a la Constitución. Empero, recién fue en 1920
que se dio la primera sentencia de la Corte Suprema en la que se realizó el control
difuso de una ley (caso Luis Pardo Barrera), si bien fue algo del todo excepcional (y
en un contexto político que vale la pena tener en cuenta). En la referida sentencia,
siguiendo el dictamen del fiscal supremo Guillermo Seoane, se inaplicó por
inconstitucional la Ley Nº 4007, “ley cortajuicios”, conforme a la cual se dispuso
cortar “todos los juicios y procedimientos judiciales iniciados y que pudieran
iniciarse contra las autoridades políticas por actos practicados para conservar el
orden”.
Por otra parte, fue todavía con el Código Civil de 1936 (artículo XXII de su Título
Preliminar) que se estableció ya de manera expresa que “[c]uando hay
incompatibilidad entre una disposición constitucional y una legal, se prefiera la
primera” (y que en alguna oportunidad la Corte Suprema no aplicó por considerar
que se restringía solo a las relaciones civiles). Recién con la Constitución de 1979
fue que se constitucionalizó, por fin, la obligación para los jueces de preferir a la
Constitución frente a la ley.
(5) Esta regulación constitucional es complementada y desarrollada en los artículos 75 al
82 y 98 al 108 del Código Procesal Constitucional.
(6) Esta figura es abordada o desarrollada por el artículo 14 de la Ley Orgánica del Poder
Judicial y el artículo 4 del Código Procesal Constitucional.
(7) Cfr. TITO, Yolanda. “Problemática en torno a la acción popular y propuesta para que no
sea de competencia exclusiva del Poder Judicial”. En: Gaceta Constitucional. N° 58,
Gaceta Jurídica, Lima, octubre de 2012; HUERTA GUERRERO, Luis “La acción
popular: un proceso que merece atención”. En: Sentencias del Poder Judicial frente a
normas ilegales e inconstitucionales. Gaceta Jurídica, Lima, 2013.
(8) El modelo dual o paralelo solo tiene en cuenta lo referido al control constitucional de
las leyes, pero la justicia constitucional, y no desde ahora, por cierto, comprende
mucho más que ello. A esto nos hemos referido en la “Introducción”.
(9) Además de que son más de dos vías, en el caso del amparo contra normas y de la acción
popular existen “cruces” o “diagonales”. Por ejemplo, en el caso del amparo contra
normas, este se ventila ante el Poder Judicial en sus dos primeras instancias, y
termina, si fuera el caso, en el Tribunal Constitucional; y en el caso de la acción
popular, el artículo 80 del Código Procesal Constitucional prescribe que “[l]os Jueces
deben suspender el trámite de los procesos de acción popular sustentados en normas
respecto de las cuales se ha planteado demanda de inconstitucionalidad ante el
Tribunal [Constitucional], hasta que este expida resolución definitiva”.
(10) Además de ello, podría existir el fundado temor de que los jueces constitucionales,
contando con una competencia amplia para pronunciarse sobre esta materia, puedan
incurrir en excesos (algunos de los cuales hemos visto en el capítulo anterior, sobre el
amparo contra resoluciones judiciales).
(11) Esta distinción alude al control difuso y al amparo como vías o mecanismos
diferentes. No obstante ello, desde una perspectiva sustantiva, es decir, aludiendo al
poder/deber de los jueces para inaplicar una ley inconstitucional en el caso concreto,
pese a que los parámetros de control son distintos (toda la Constitución en un caso y
solo los derechos fundamentales en el otro), es claro que los efectos del control
difuso y del amparo contra normas legales para los eventuales afectados pueden
considerarse como equiparables (la inaplicación de la norma legal para el caso
concreto).
(12) Esta falta de especialidad ha quedado de manifiesto, por ejemplo, en las sentencias
Consulta Exp. N° 01618-2016-Lima Norte y Consulta N° 07307-2014-Arequipa. Un
criterio estándar y perfectamente aceptable se encuentra, por ejemplo, en la STC
Exp. N° 02132-2008-AA, f. j. 17 y ss.
(13) Cfr. MORALES, Silvia. “La valoración de la aplicación del control difuso por la Corte
Suprema peruana”. Tesis para optar el título de magíster en Derecho con mención en
Política Jurisdiccional, Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima, 2017.
(14) Esto con matices; vide SOSA, Juan Manuel. Guía teórico-práctica para utilizar los
criterios interpretativos del Tribunal Constitucional. Gaceta Jurídica, Lima, 2011, p.
115.
(15) Ahora bien, conforme a los datos oficiales disponibles, puede apreciarse que el 32 %
de los procesos de inconstitucionalidad fueron impulsados por iniciativa popular. Cfr.
COMISIÓN DE PROCESOS DE INCONSTITUCIONALIDAD Y
COMPETENCIALES DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL. El proceso de
inconstitucionalidad en la jurisprudencia (1996-2014). Centro de Estudios
Constitucionales, Lima, 2015, p. 64. De esta forma, la demanda de
inconstitucionalidad por iniciativa popular seguramente es un buen mecanismo para
la defensa de intereses colectivos, y su uso debería sería ser favorecido relejando y
flexibilizado las exigencias.
(16) En este punto se hace reiterada alusión a la denominada “fórmula Otero”, conforme a
la cual se establecía la posibilidad de solicitar vía amparo la inaplicación de una ley,
pero solo con efectos para el caso particular. En efecto, la Constitución mexicana
señalaba en su artículo 107, fracción II que: “La sentencia será siempre tal, que solo
se ocupe de individuos particulares, limitándose a ampararlos y protegerlos en el
caso especial sobre el que verse la queja, sin hacer una declaración general respecto
de la ley o acto que la motivare”. Esto antes de la profunda reforma de junio de 2006,
que reformó el sistema de control constitucional mexicano e incorporó la declaratoria
general de inconstitucionalidad.
Como fuere, la doctrina y jurisprudencia mexicanas tuvieron que desarrollar el contenido
de la fórmula Otero para el caso del amparo contra leyes. Cfr. FIX-ZAMUDIO,
Héctor. Ensayos sobre el derecho de amparo. Universidad Nacional Autónoma de
México, México D.F., 1993, p. 161 y ss., SILVA, Fernando. “El nuevo concepto de
‘leyes autoaplicativas’ en la jurisprudencia de la suprema corte de justicia de la
nación”. En: AA. VV. El juicio de amparo. A 160 años de la primera sentencia.
Tomo II. Manuel González Oropeza y Eduardo Ferrer Mac-Gregor (Coordinadores),
Universidad Nacional Autónoma de México, México D.F., 2011; BURGOA, Ignacio.
El juicio de amparo. Porrúa, México D.F., 1983, p. 118 y ss.
(17) ESPINOSA-SALDAÑA, Eloy. “Amparo contra normas: sus alcances en el Derecho
comparado y algunas precisiones y recomendaciones al tratamiento de este tema en
el Perú”. En: Gaceta Constitucional y Procesal Constitucional. N° 116, Gaceta
Jurídica, Lima, agosto de 2017; NEYRA. Ana. “Amparo contra normas legales:
avances y retrocesos en la legislación y jurisprudencia peruanas”. En: La
procedencia en el proceso de amparo. Juan Manuel Sosa (Coordinador) Gaceta
Jurídica, Lima, 2012; ETO, Gerardo. Tratado del proceso constitucional de amparo.
Tomo I. Gaceta Jurídica, Lima, 2014, p. 329 y ss.
(18) Supra, en el acápite 2 del capítulo 3.
(19) Ahora bien, es necesario destacar que, aunque no hemos encontrado casos en los que
se regule de este modo el amparo, existen países en los cuales existe legitimidad
popular (para toda persona o ciudadano) en la interposición de demandas de control
concentrado de constitucionalidad: tal es el caso de Colombia con la “acción pública
de inconstitucionalidad” o “de inexequibilidad” (artículo 241 de la Constitución) y de
Venezuela, a través de la “acción de nulidad por inconstitucionalidad” (cfr. artículo
334 de la Constitución y la decisión N° 3125 del 20 de octubre de 2005, caso
Francesco Casella Gallucci y Alice Juliette García Guevara). Estos supuestos, claro
está, son materialmente equivalentes a la postura más permisiva del amparo contra
normas legales.
(20) Valga precisar que el “proceso de amparo” no es igual al “recurso de amparo”. El
recurso de amparo es una articulación que permite acudir directamente al Tribunal
Constitucional, pero presupone que se haya agotado antes la vía judicial ordinaria. Es
el modelo adoptado por Alemania y España, por ejemplo.
(21) En realidad, Países Bajos. Esta monarquía constitucional, que cuenta con una
Constitución rígida y con una avanzada cultura de derechos, prevé lapidariamente en
el artículo 120 de su Carta Fundamental que: “El juez no juzgará la
constitucionalidad de leyes y tratados”.
(22) Como aparece consignado en jurisprudencia antes citada, para el tribunal se trataría de
normas “creadoras de situaciones jurídicas inmediatas, sin la necesidad de actos
concretos de aplicación” (STC Exp. N° 01473-2009-PA, f. j. 2), “cuya aplicación
resulta inmediata e incondicionada una vez que han entrado en vigencia” (ATC Exp.
N° 02327-2013-PA, f. j. 6), “cuya aplicabilidad no se encuentre sujeta a la
realización de algún acto posterior o a una eventual reglamentación legislativa” (RTC
Exp. N° 00615-2011-PA, f. j. 6).
(23) Cfr. ATC Exp. N° 01547-2014-PA, f. j. 18; STC Exp. N° 02327-2013-PA, f. j. 5; STC
Exp. N° 01828-2012-PA, f. j. 5.
(24) ESPINOSA-SALDAÑA, Eloy. “Amparo contra normas: sus alcances en el Derecho
comparado y algunas precisiones y recomendaciones al tratamiento de este tema en
el Perú”. Ob. cit.
(25) Sin que descarte, por cierto, la posibilidad de que en el amparo contra norma pueda
invocarse algún vicio formal que cuestione la vigencia de la norma, y pese a lo cual
ella tiene eficacia. Tal sería el caso, por ejemplo, de amparos en los que se
cuestionan los efectos perniciosos de normas no publicadas (cfr. mutatis mutandi,
SSTC Exps. N°s 0071-2002-AA y 02050-2002-AA).
(26) Asimismo, como consta en la propia jurisprudencia, del Tribunal Constitucional, cabe
que este se pronuncie sobre demandas de amparo que inicialmente fueron
interpuestas contra proyectos de ley –por lo cual hubiera correspondido prima facie
su improcedencia–, cuando dichos proyectos finalmente han terminado
convirtiéndose en disposiciones vigentes con el paso del tiempo (cfr. STC Exp. N°
05267-2011-AA, STC Exp. N° 03372-2011-AA, STC Exp. N° 03756-2011-AA).
CAPÍTULO V

EL RECURSO DE AGRAVIO CONSTITUCIONAL Y


NUEVOS SUPUESTOS DE ACCESO AL TRIBUNAL

INTRODUCCIÓN

El recurso de agravio constitucional es la articulación procesal que


permite llegar al Tribunal Constitucional en los procesos de tutela de
derechos fundamentales, a través del cual puede obtenerse un
pronunciamiento en tercer y último grado. A través de este recurso el
Tribunal puede conocer del mérito (o fondo) de la causa; por ello no se trata
de un recurso de carácter casatorio, que era como se accedía al fenecido
Tribunal de Garantías Constitucionales.

Ahora bien, no obstante lo indicado, el recurso de agravio


constitucional tampoco es un recurso ordinario, en el sentido de que puede
impugnarse a través suyo cualquier sentencia o resolución de segundo
grado. Como veremos luego, este recurso solo procede a favor del
demandante, cuando en segunda instancia ha obtenido una resolución
denegatoria. Por esto, en atención a sus especificidades determinadas
legalmente, debe ser considerado como un “recurso extraordinario”, lo cual
queda más claro tras el desarrollo jurisprudencial de dicho recurso.

Al respecto, como se sabe, lo que podía ser conocido por el Tribunal


Constitucional a través de la interposición del recurso de agravio
constitucional ha sido ampliado jurisprudencialmente. En este sentido, hoy
no basta con conocer la regulación de este recurso contenida en la
Constitución o en el Código Procesal Constitucional, sino que es necesario
conocer los nuevos supuestos de procedencia reconocidos y utilizados por
máximo intérprete de la constitucionalidad, los cuales no son pocos, como
pasaremos a explicar.
Señalado lo anterior, de manera muy sucinta en el presente capítulo
nos vamos a referir a la importancia del recurso de agravio en el
ordenamiento constitucional peruano, analizaremos el supuesto de
procedencia del recurso de agravio establecido inicialmente por el Código
Procesal Constitucional, y finalmente explicaremos cómo el recurso de
agravio ha sido redimensionado por el Tribunal Constitucional,
reconociendo así diversos nuevos supuestos de procedencia.

1. IMPORTANCIA DEL RECURSO DE AGRAVIO


CONSTITUCIONAL EN LA TUTELA DE DERECHOS Y EN
EL DISEÑO INSTITUCIONAL DE LOS PROCESOS
CONSTITUCIONALES

El recurso de agravio constitucional permite que los procesos


constitucionales de tutela de los derechos fundamentales (amparo, hábeas
corpus, habeas data y cumplimiento(1)) sean conocidos por el Tribunal
Constitucional como última y definitiva instancia. En tal sentido, a través de
este puede obtenerse un pronunciamiento del más calificado intérprete de la
Constitución(2), que tiene capacidad para vincular a todos los poderes
públicos y para establecer interpretaciones de aplicación general(3), y cuyo
pronunciamiento agota las instancias internas en materia de derechos
humanos(4). En este sentido, para los justiciables constituye uno de los más
importantes instrumentos de tutela de los derechos constitucionales en sede
nacional.

El recurso de agravio constitucional, asimismo, tiene una directa


relación con el derecho al debido proceso (por ejemplo, en sus
manifestaciones de acceso a la justicia(5), decisión fundada en Derecho(6),
pluralidad de instancia(7), etc.), al derecho a la tutela iusfundamental(8), al
deber especial de protección de los derechos que recae en el Estado(9), los
cuales son de primera importancia para la regularidad del sistema de
derechos fundamentales.
Asimismo, el recurso de agravio constitucional (su procedencia y
configuración) se ha convertido en una importante herramienta de política
jurisdiccional en manos del Tribunal Constitucional, a través de la cual está
(re)configurando las reglas procesales legisladas, con la finalidad de
racionalizar el bien escaso “administración de justicia constitucional”(10) y
de optimizar la protección de los derechos.

En efecto, a partir de diversos pronunciamientos el Tribunal apunta en


cierta medida a la selección y depuración de casos (aunque no de manera
discresional). De esta forma, actualmente se admite la procedencia
excepcional de recursos de agravio constitucional que inicialmente deberían
ser rechazados según el Código Procesal Constitucional, pero que son
importantes para el mantenimiento del orden jurídico constitucional (así
ocurre, verbigracia, con los nuevos supuestos de procedencia del recurso de
agravio constitucional), y se rechaza asimismo conocer aquellos recursos
que carecen de trascendencia constitucional o cuya pretensión ya fue
rechazada previamente, sea a través de precedentes o de casos análogos (tal
como explicaremos más adelante y también en el siguiente capítulo).

2. EL SUPUESTO “CLÁSICO” DE RECURSO DE AGRAVIO


CONSTITUCIONAL (DISEÑO LEGISLATIVO ORIGINAL)

No siempre ha existido un “recurso de agravio constitucional”. Esta es


más bien una creación reciente, denominada así por el Código Procesal
Constitucional sobre la base de lo establecido en la Constitución.

Al respecto, como se sabe, el artículo 200 de la Constitución establece


que en los procesos constitucionales de tutela de derechos constitucionales
es posible acudir en última instancia al Tribunal Constitucional. No se
realiza mayor precisión, salvo que este recurso procede frente a
resoluciones que deniegan la tutela en los mencionados procesos
constitucionales:

Constitución Política del Perú


“Artículo 202.- Corresponde al Tribunal Constitucional: (...) 2.
Conocer, en última y definitiva instancia, las resoluciones denegatorias
de hábeas corpus, amparo, hábeas data, y acción de cumplimiento
(...)”.

Este medio impugnatorio prescrito por la Constitución fue llamado


“recurso extraordinario” por las normas procesales constitucionales
anteriores(11). Actualmente, y desde la entrada en vigor del Código Procesal
Constitucional (1 de diciembre de 2004), se le denomina “recurso de
agravio constitucional”:

Código Procesal Constitucional

“Artículo 18.- Recurso de agravio constitucional

Contra la resolución de segundo grado que declara infundada o


improcedente la demanda, procede recurso de agravio constitucional
ante el Tribunal Constitucional, dentro del plazo de diez días contados
desde el día siguiente de notificada la resolución (...)”.

De las citas precedentes –entre lo más importante– se desprende


básicamente lo siguiente: (1) el recurso de agravio constitucional procede
contra resoluciones de segunda instancia, en las que se haya (2) declarado
infundada o improcedente la demanda (que es la forma en la que el
Código ha interpretado la expresión “resolución denegatoria” contenida en
la Constitución). Como corolario de lo anterior, el recurso de agravio
constitucional (3) únicamente podría interponerlo el demandante, pues
prima facie solo a este le perjudicaría una resolución denegatoria de
segundo grado. A contrario sensu, el demandando que hubiera obtenido una
resolución de segundo grado que le sea desfavorable no podría cuestionarla
a través del recurso de agravio constitucional.

De la legislación procesal se colige, además, que la sentencia de


segundo grado que se pronuncia sobre el fondo, y que declara fundada la
demanda, adquiere firmeza y autoridad de cosa juzgada(12), sin que se
prevea forma alguna para su impugnación. Esta regulación tiene una
finalidad prima facie tuitiva, en favor del demandante, pues solo este podría
llevar su caso hasta una tercera instancia, mientras que el demandado –
posible violador de derechos constitucionales– únicamente podría impugnar
hasta la segunda instancia(13).

Ahora bien, se ha mencionado en muchas ocasiones que este trato


diferenciado entre el demandante y el demandado frente al recurso de
agravio constitucional implicaba una distinción contraria al principio
constitucional de igualdad, y que afecta además a los derechos de defensa,
de igualdad de armas para las partes procesales y a la pluralidad de
instancias. Respecto a ello, debe tenerse en cuenta en primer lugar que se
trata de una regulación proveniente de la misma Constitución y, por ende, el
ejercicio de los derechos antes invocados vendría delimitado
autoritativamente desde su origen, por la propia Carta Fundamental.
Asimismo que, pese a ser evidente la disparidad de armas con respecto a
ese específico recurso impugnatorio, también es cierto que el demandado sí
podría discutir la controversia constitucional hasta en dos instancias,
permitiéndose de ese modo que ejerza sus derechos a la defensa y a la
pluralidad de instancias. Finalmente, y tal vez lo más importante, con la
referida regulación se optimizaría la tutela del demandante –eventual
víctima de una lesión iusfundamental– quien podría beneficiarse cuanto
antes de la sentencia a su favor de segundo grado.

En suma, tenemos que, de acuerdo con la previsión legislativa original,


las resoluciones de segunda instancia declaran fundada la demanda no
pueden ser impugnadas: quedan firmes y constituyen cosa juzgada(14).
Empero, si la pretensión resultó infundada o improcedente, solo en este
único supuesto podrá presentarse el recurso de agravio constitucional para
que el Tribunal Constitucional conozca y resuelva el caso como definitiva
instancia (lo que, como veremos luego, ha sido variado por la
jurisprudencia del tribunal).
Ahora, en relación con estas decisiones de segunda instancia que son
declaradas infundadas o improcedentes, y contra las cuales es posible
interponer el recurso de agravio constitucional, cabe todavía hacer dos
precisiones, a partir de las siguientes preguntas: (1) ¿qué sucede si una
sentencia de segundo grado declara formalmente “fundada” la demanda,
pero la sala en realidad no se pronuncia sobre el fondo de lo pretendido o en
la práctica deniega el pedido?; asimismo, (2) ¿es posible apelar los
extremos de la sentencia de segunda instancia que son declarados
infundados, si la pretensión principal fue resuelta en sentido favorable?

Sobre la primera interrogante, muy tempranamente el Tribunal


Constitucional –en la RTC Exp. N° 00068-2003-Q/TC– señaló que el
entonces “recurso extraordinario” (hoy “recurso de agravio constitucional”)
procedía incluso si la sentencia de segunda instancia declaraba
aparentemente “fundada” la demanda, aunque la pretensión principal no
hubiera sido resuelta de manera favorable al actor. Al referirse la
procedencia del recurso, el colegiado señaló que lo admitía pues, en tal
caso, “la pretensión principal de la demandante (…) ha sido denegada
aunque la demanda haya sido declarada fundada (…)”(15). Como puede
apreciarse, se trataba en realidad de un caso equívoco de sentencia fundada,
por lo que el tribunal hizo bien en equiparar la resolución que formalmente
declara fundada la demanda, pero resuelve en contra de lo pretendido por el
demandante, con una resolución que en realidad deniega la protección y que
puede ser cuestionada ante el Tribunal Constitucional.

El Tribunal Constitucional ha ratificado este criterio, así por ejemplo


en la STC Exp. N° 02497-2011-PA/TC, en la que se pronunció sobre el
fondo de un recurso de agravio constitucional, pese a que la sentencia de
segundo grado ormalmente declaraba “fundada” la demanda. Al respecto, el
Tribunal tuvo en cuenta que “en la solicitud de acceso a la información
presentada por el demandante (…), este no ha solicitado copias certificadas
sino simples, razón por la cual, resulta incoherente que se ordene la entrega
de copias certificadas” (f. j. 3), y con base en ello declaró fundado el
recurso y ordenó a la entidad demandada que proporcione al recurrente “en
copias simples, la información solicitada” (punto resolutorio 2).

En el mismo sentido, el Tribunal Constitucional, en la STC Exp. N°


02877-2005-PHC/TC, ha precisado de manera explícita que “los efectos de
una sentencia declarada fundada pueden terminar siendo inapropiados para
la protección de los derechos fundamentales, y como el RAC busca
tutelarlos en forma superlativa, sí cabe su formulación si es presentada y
argumentada de forma razonable” (f. j. 15). En este sentido entonces, debe
proceder el recurso de agravio constitucional en los supuestos en los cuales
“el actor alega la incongruencia entre la declaratoria de fundada y las
consecuencias de la misma, tiene claramente expedito el camino de este
medio impugnativo” (ídem).

Sobre la segunda cuestión, acerca de si puede presentarse recurso de


agravio con respecto a la parte denegada si la resolución de segundo grado
fue declarada fundada en parte, debemos señalar que ello es posible, desde
luego, siempre que lo denegado se encuentre referido al contenido
protegido de los derechos invocados, si no existe jurisprudencia que la
excluya de la tutela constitucional o si se trata de hacer cumplir la
legislación procesal constitucional. Por el contrario, si se tratan de
pretensiones sin relevancia constitucional, o que deban ser canalizadas por
otras vías –por ser igual o más satisfactorias o por motivos probatorios–, no
procederá el recurso de agravio constitucional.

Al respecto, por ejemplo, en la STC Exp. N° 02877-2005-PHC (f. j.


15) el Tribunal ha descartado que a través del recurso de agravio
constitucional pueda ventilarse asuntos residuales y sin sustento
constitucional directo, tales como la posibilidad de realizar pagos
accesorios o determinar la responsabilidad del agresor.

Por otra parte, una zona gris la encontramos en la cuestión de si a


través del recurso de agravio puede discutirse, exclusivamente, el extremo
de la pretensión referido al pago de los costos procesales. Al respecto,
tenemos que en algunos casos el órgano colegiado ha declarado fundado el
recurso de agravio constitucional a través del cual se propuso únicamente la
discusión sobre el pago de costos (cfr. RTC Exp. N° 02661-2011-HD, STC
Exp. N° 02776-2011-PHD y ATC Exp. N° 00082-2016-Q)(16). Al respecto,
el Tribunal explicó que el artículo 56 del Código Procesal Constitucional
dispone expresamente que las entidades públicas están obligadas al pago de
costos y, por ende, que no resultaba de aplicación la exoneración que prevé
el artículo 413 del Código Procesal Civil para las entidades públicas, norma
que había empleado la Sala Superior (RTC Exp. N° 02661-2011-HD, ff. jj.
2-4). Al respecto, tal como afirmó el Tribunal en una causa similar, dicho
incumplimiento “vulner[a] el derecho del recurrente a la debida motivación
de las resoluciones judiciales, el cual garantiza que las resoluciones
judiciales no se encuentren justificadas en el mero capricho de los
magistrados, sino en datos objetivos que proporciona el ordenamiento
jurídico” (STC Exp. N° 02776-2011-PHD, f. j. 4). Ahora bien, en sentido
contrario, el Tribunal también ha rechazado en diversas oportunidades
conocer sobre cuestiones vinculadas a los costos mediante el recurso de
agravio constitucional, indicando que “la naturaleza de los costos
procesales es la de una obligación dineraria derivada del resultado de un
proceso judicial” y, en tal sentido, “dado que los costos procesales, en
esencia no constituyen un derecho fundamental, su pago no puede ser
reclamado vía el recurso de agravio constitucional” (SID Exp. N° 07023-
2013-HD, f. j. 3)(17).

3. NUEVOS SUPUESTOS DE PROCEDENCIA DEL RECURSO


DE AGRAVIO CONSTITUCIONAL (DISEÑO
“REDIMENSIONADO” A PARTIR DE LA JURISPRUDENCIA)

Lo señalado hasta el momento responde al recurso de agravio


constitucional, digamos, clásico, tal como lo idearon el constituyente y el
legislador del Código. Sin embargo, la jurisprudencia del Tribunal
Constitucional ha recreado esta articulación procesal, ampliando muchísimo
su contenido.
Como hemos señalado en otras oportunidades, el Tribunal
Constitucional puede crear, completar o reconfigurar instituciones
procesales constitucionales. Empero, no puede hacerlo discrecionalmente,
sino que cuenta con límites varios; entre los principales, y a los cuales
hemos hecho referencia en otras oportunidades(18), tenemos sobre todo a la
Constitución –en sentido básicamente autoritativo– (su texto y las
competencias que establece), a la argumentación correcta o plausible (pues
existe el deber de justificar debidamente las decisiones, y la exigencia es
mayor mientras el caso sea más difícil), y a la legitimidad democrática (el
Tribunal no debe dilapidar su cuenta corriente de legitimidad y debe
promover espacios que permitan la legitimación social y política de sus
decisiones).

Ahora bien, en relación con el recurso de agravio constitucional,


queremos poner especial énfasis en los límites relacionados con los
elementos autoritativos de la Constitución y con la legitimidad democrática.
Al respecto –y como veremos luego con detalle– el Tribunal Constitucional
ha resuelto en muchas ocasiones alterando el significado inicialmente
atribuido al texto de la Constitución, por ejemplo, al habilitarse a sí mismo
a conocer excepcionalmente recursos de agravio constitucional interpuestos
contra resoluciones de segundo grado fundadas o al crear articulaciones a
través de las cuales puede evaluar del correcto cumplimiento de sentencias
en fase ejecución. Y el Tribunal ha hecho estos ajustes o creaciones a pesar
de que la Norma Fundamental señala que, en materia de regulación de los
procesos constitucionales, existe una reserva de ley orgánica (artículo 200),
lo que significa que el colegiado constitucional podría estar invadiendo un
fuero del legislador democrático al atribuirse un rol que no le compete.
Esto, además de la señalada invasión de competencias normativas, podría
acarrear costes para el equilibrio de poderes y para la propia legitimidad del
Tribunal ciertamente.

Ahora bien, no obstante estas objeciones o alertas que acabamos de


plantear, consideramos que es posible entender mejor este tipo de actividad
innovadora en el ordenamiento procesal si tomamos en cuenta las funciones
sociales o políticas de los tribunales constitucionales(19).

Valga precisar, además, que este tipo de innovación procesal


constitucional (a través de la creación, el desarrollo o la reconfiguración de
instituciones) no es una práctica nueva ni infrecuente en el Derecho
Comparado. Así tenemos, por ejemplo, que el control difuso de
constitucionalidad de las leyes (judicial review) fue ejercido por la Corte
Suprema de Estados Unidos sin que exista una competencia expresa para
ello; el amparo se creó jurisprudencialmente en Argentina frente al silencio
de la Constitución y de la ley; el Consejo Constitucional francés amplió
pretorianamente su parámetro de control constitucional creando el bloc de
constitutionnalité; la Corte Constitucional de Colombia construyó ella
misma la figura del “estado de cosas inconstitucional” para tratar revertir
afectaciones iusfundamentales de carácter estructural; en Venezuela la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia creó por su cuenta el
“recurso de interpretación constitucional”, que permite a cualquier persona
consultar sobre el significado o los alcances de una disposición
constitucional por mencionar solo algunos ejemplos.

En nuestro caso, tras algunas creaciones jurisprudenciales, la doctrina


un tiempo estuvo abocada a la discusión sobre la pertinencia o legitimidad
de la llamada “autonomía procesal” que reivindicó para sí nuestro Tribunal
Constitucional. A dicha polémica en realidad subyacían diferentes formas
de entender cómo el Tribunal se subordina a la Constitución(20), por lo que
la discusión sobre el término (“autonomía procesal”) distrajo en gran parte
de lo que debió ser el verdadero objeto de discusión: si cabe o no el
denominado “activismo judicial” –o mejor aún: con qué recaudos cabe–,
asunto que en esta oportunidad solo podremos dejar anotado como
provocación.

En fin, efectuadas estas alertas y precisiones, pasemos ya a explicar


brevemente cuáles son los recursos de agravio constitucional –rectius, las
nuevas causales de procedencia del recurso de agravio constitucional– que
han sido creadas pretorianamente por el calificado intérprete de la
constitucionalidad.

3.1. Recurso de agravio a favor de la ejecución de sentencias del


Tribunal Constitucional

Con ocasión de resolver un recurso de queja (artículo 19 del Código


Procesal Constitucional), el Tribunal creó vía “doctrina jurisprudencial”
(artículo VI del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional), una
nueva modalidad de recurso de agravio, cuya finalidad ya no era la tutela de
derechos constitucionales como una tercera instancia, sino supervisar el
cabal cumplimiento de las sentencias que él mismo ha emitido(21).

En efecto, en la RTC Exp. N° 0168-2007-Q el Tribunal Constitucional


admitió la procedencia del recurso de agravio constitucional “contra el
incumplimiento total, insuficiente o defectuoso de los fallos del Tribunal
Constitucional por parte del juez ejecutor”. Así, a partir de esta decisión,
queda habilitada la interposición de recursos de agravio que tengan como
finalidad velar por el correcto acatamiento de las sentencias del máximo
intérprete, en caso ellas sean “desvirtuadas o alteradas de manera manifiesta
en su fase de ejecución” (f. j. 8).

Según la propia resolución, el Tribunal Constitucional no podría


mantenerse incólume ante el incumplimiento de sus fallos, máxime al ser el
último garante del sistema de protección de los derechos fundamentales.
Por ello consideró que, tratándose además de sus propias decisiones, le
correspondería a él mismo verificar si sus decisiones están siendo
debidamente ejecutadas.

“Que este Colegiado no puede permanecer indiferente ante los supuestos de


incumplimiento de lo dispuesto en sus sentencias o de su ejecución defectuosa,
que termina virtualmente modificando la decisión; frente a estas situaciones
debería habilitarse la procedencia del recurso de agravio constitucional. Esto
porque la invocación de tales vulneraciones requieren siempre de una verificación
por el Tribunal donde puedan acreditarse los alegatos escuchando al órgano
judicial emplazado y permitiendo, al propio tiempo, una afirmación de su decisión
por parte del Tribunal Constitucional.

Por todo ello, resulta oportuno realizar un redimensionamiento del recurso de


agravio constitucional, y con ello la reevaluación del criterio precedente de este
Colegiado aplicable a casos como el presente, de forma que pueda optimizarse la
legislación sobre los procesos constitucionales y los fines que la informan.

Que, a partir de lo desarrollado supra, es posible precisar algunos principios


interpretativos aplicables para el trámite del nuevo supuesto establecido a través
de esta resolución de procedencia del recurso de agravio, tratándose de un
supuesto de incumplimiento de los fallos del Tribunal Constitucional en los
procesos de ejecución de sentencias, los mismos que encuentran su fundamento en
los principios de economía procesal e informalismo, consagrados en el artículo III
del Título Preliminar del CPConst.

Primero. El recurso de agravio a favor del cumplimiento de las sentencias del


Tribunal Constitucional tiene como finalidad restablecer el orden jurídico
constitucional, el mismo que ha sido preservado mediante sentencia estimatoria
del Tribunal en el trámite de un proceso constitucional.

Segundo. El Tribunal resolvería así en instancia final para el restablecimiento del


orden constitucional que resultó violado con la decisión del juez de ejecución,
devolviendo lo actuado para que la instancia correspondiente dé estricto
cumplimiento a lo declarado por el Tribunal Constitucional, en lo que se refiere al
alcance y el sentido del principio de la eficaz ejecución de sus sentencias en sus
propios términos.

Tercero. El órgano judicial correspondiente se limitará a admitir el recurso de


agravio constitucional, y corresponderá a este Colegiado dentro del mismo
proceso constitucional, valorar el grado de incumplimiento de sus sentencias,
cuando son desvirtuadas o alteradas de manera manifiesta en su fase de ejecución.
En cualquier caso, el Tribunal tiene habilitada su competencia, ante la negativa
del órgano judicial, a través del recurso de queja a que se refiere el artículo 19 del
CPConst”.

RTC Exp. Nº 0168-2007-Q, ff. jj. 7 y 8

De esta manera, cuando el supuesto “cumplimiento” de una sentencia


del Tribunal se haga de modo defectuoso o contrario a lo resuelto, el
afectado puede impugnar la decisión del juez ejecutor a la Sala
correspondiente (en segundo grado), y luego de ello (en tercer grado),
gracias a la creación del propio colegiado constitucional, este tendrá la
ocasión de evaluar, a través de este “recurso de agravio a favor de la
ejecución de sentencias del Tribunal Constitucional”, si los jueces
ejecutaron correctamente sus mandatos, devolviendo el expediente
nuevamente al juez ejecutor para que actúe conforme a sus indicaciones.

Esta decisión fue bien recibida en atención a su indudable buena


intención(22); sin embargo, en su formulación inicial existieron algunos
vacíos e imprecisiones(23). Estos se fueron llenando o esclareciendo a partir
de la práctica del Tribunal Constitucional y de la posterior creación del
llamado “recurso de apelación por salto” (infra 3.4).

3.2. Recurso de agravio a favor de la ejecución de sentencias del Poder


Judicial

Teniendo en mente la jurisprudencia con la cual se habilitó para


conocer el recurso de agravio para velar por la correcta ejecución de sus
propias resoluciones (que acabamos de tratar en 3.1), el Tribunal
Constitucional advirtió en la RTC Exp. N° 0201-2007-Q que se estaba
produciendo un vacío con respecto a las decisiones de las Salas Superiores
que resuelven procesos constitucionales de tutela de derechos, cuando al
ordenar el cumplimiento de sus decisiones estas terminaban siendo
desnaturalizadas por los jueces ejecutores.
Teniendo en cuenta ello, el Tribunal Constitucional decidió ampliar sus
competencias para poder supervisar (y corregir, de ser el caso) el adecuado
cumplimiento de las sentencias emitidas por el Poder Judicial en segundo
grado. Al respecto, consideró que:

“[D]e no ser competente el Tribunal Constitucional para conocer dicho supuesto


podría suscitarse una insólita situación: La protección de un derecho
fundamental mediante un pronunciamiento estimatorio formal, expedido en
segunda instancia, y, en la praxis, en la fase de ejecución, la no concreción de la
restitución de los derechos invocados en la demanda.

Que es por ello que se hace necesaria una interpretación acorde con la protección
de los derechos fundamentales, de acuerdo con el marco constitucional y legal
vigente, que garantice la correcta ejecución de las sentencias estimatorias recaídas
dentro de los procesos constitucionales, expedidas por el Poder Judicial.

Que de lo expuesto y sobre la base de lo desarrollado en la RTC Exp. N°


00168-2007-Q/TC [que consagra el recurso de agravio a favor del cumplimiento
de las sentencias del TC], este Colegiado considera que de manera excepcional
puede aceptarse la procedencia del RAC cuando se trata de proteger la
ejecución en sus propios términos de sentencias estimatorias emitidas en
procesos constitucionales, tanto para quienes han obtenido una sentencia
estimatoria por parte de este Colegiado, como para quienes lo han obtenido
mediante una sentencia expedida por el Poder Judicial.

La procedencia excepcional del RAC en este supuesto tiene por finalidad


restablecer el orden jurídico constitucional, correspondiendo al Tribunal valorar el
grado de incumplimiento de las sentencias estimatorias expedidas por el Poder
Judicial cuando este no cumple dicha función, devolviendo lo actuado para que la
instancia correspondiente dé estricto cumplimiento a lo declarado por el Tribunal.
Asimismo, los órganos jurisdiccionales correspondientes se limitarán a admitir el
recurso de agravio constitucional, teniendo habilitada su competencia este
Colegiado, ante la negativa del órgano judicial, a través del recurso de queja a que
se refiere el artículo 19 del CPConst” (resaltado agregado).
RTC Exp. N° 0201-2007-Q, ff. jj. 8-10

En este caso, a diferencia del supuesto anterior (supra 3.1), el Tribunal


no ha establecido de manera expresa que esté generando “doctrina
jurisprudencial”, ello con base en el artículo VI del Título Preliminar del
Código Procesal Constitucional. Sin embargo, lo cierto es que la
mencionada disposición (de forma distinta al artículo VII del Título
Preliminar) no establece que sea necesaria dicha referencia explícita, por el
contrario, allí se sostiene que los jueces se encuentran sujetos a las
interpretaciones contenidas en “las resoluciones dictadas por el Tribunal
Constitucional”, y debe entenderse que a todas ellas de manera general
(asimismo, seguro con mayor razón puede sostenerse el carácter vinculante
de las decisiones del Tribunal cuando busca innovar o hacer alguna
precisión en el ordenamiento procesal constitucional).

Por otra parte, posteriormente a lo dispuesto en la RTC Exp. N° 0201-


2007-Q, el Colegiado Constitucional ha dado nuevas luces sobre el
fundamento del “recurso de agravio a favor del cumplimiento de sentencias
constitucionales” argumentando que su existencia no contraviene el
mandato constitucional del artículo 202, donde se señala que el Tribunal
solo conoce de resoluciones “denegatorias”, y que se trata de un asunto
vinculado al cumplimiento de derechos fundamentales. Así, ha sostenido
que:

“[E]ste Tribunal Constitucional tiene competencia para pronunciarse, vía el


recurso de agravio constitucional, respecto al fiel cumplimiento y/o
incumplimiento de la sentencia dictada por la Tercera Sala Civil de la Corte
Superior de Justicia de Lima a favor de la recurrente. La razón de ello estriba en
que el incumplimiento en sus propios términos de una sentencia, sea esta
dictada por el Poder Judicial o por el propio Tribunal Constitucional, acarrea en
la práctica una denegatoria (desestimación) de lo pretendido en la demanda, de
allí su conformidad con lo dispuesto en el inciso 2 del artículo 202 de la
Constitución Política del Perú y con el artículo 18 del Código Procesal
Constitucional.

Es importante recalcar, además, que esta competencia del Tribunal Constitucional,


en la práctica, se hace aún más necesaria si se tiene en cuenta que los efectos
estimatorios de un amparo son eminentemente restitutorios, y como tal involucran
per se una transformación iusfundamental en la esfera jurídica del demandante
que debe ser cumplida y/o ejecutada de manera ineludible por el órgano judicial
correspondiente. Y ese cumplimiento, por ser iusfundamental, debe ser
verificado por este Colegiado” (resaltado agregado).

STC Exp. N° 2062-2010-AA, f. j. 4 y 5

Lo contenido en esta última sentencia también sirve, qué duda cabe,


para todos los demás casos en los que el Tribunal Constitucional finalmente
ha terminado asumiendo competencias para supervisar el adecuado
cumplimiento de otras sentencias constitucionales, o supranacionales
inclusive, vía recurso de agravio constitucional (infra, en los acápites 3.3,
3.4 y 3.5).

3.3. El “recurso de apelación por salto” a favor de la resolución de una


sentencia del Tribunal Constitucional

El Colegiado Constitucional, con el paso del tiempo, verificó que la


posibilidad de acudir al “recurso de agravio a favor de las decisiones del
Tribunal Constitucional” implicaba en la práctica –atendiendo al tiempo en
que las causas eran resueltas finalmente– volver a pasar por un nuevo
proceso de amparo. Siendo así, el Tribunal decidió en la STC Exp. N°
0004-2009-PA que valía la pena obviar la participación de la Sala Superior
al controlar la ejecución de sus decisiones, y decidió implementar un nuevo
recurso que sea más directo y expeditivo.

Ya que este nuevo recurso permitiría pasar directamente del juez


ejecutor al Tribunal Constitucional (“saltándose” a los jueces de segundo
grado), se le denominó de “recurso apelación por salto”. Dicho recuso fue
creado por Tribunal Constitucional, a través de “doctrina jurisprudencial”
(artículo VI del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional) en la
STC Exp. N° 00004-2009-AA(24).

Al respecto, hasta antes del “recurso de apelación por salto”, tal como
fue explicado (supra 3.1), el actor que contaba con una sentencia favorable
emitida por el Tribunal Constitucional, y que no era debidamente ejecutada,
debía agotar los dos grados previos ante el Poder Judicial (juzgado y Sala
Superior) ya en fase de ejecución, para luego recién poder acudir al Alto
Tribunal a través del “recurso de agravio a favor del cumplimiento de
sentencias”, a fin de que sea este quien se encargue de supervisar y disponer
el correcto cumplimiento de su sentencia.

Frente a ello, el Tribunal considera innecesario llegar a la sala superior


en fase de ejecución, debido a que “el trámite en las salas superiores, en vez
de contribuir con la realización efectiva del mandato de las sentencias de
este Tribunal, genera dilaciones indebidas y resoluciones denegatorias que,
en la mayoría de casos, terminan siendo controladas y corregidas por este
Colegiado”.

Así, si bien el Tribunal Constitucional en realidad pretendía


reemplazar el recurso de agravio para la ejecución de sentencias
constitucionales –lo sostuvo así expresamente–, en la práctica ha terminado
reconociendo la coexistencia de ambas vías, aunque aplicables a supuestos
distintos. De este modo, el Tribunal resolvió que:

“a. El recurso de agravio constitucional interpuesto a favor de la ejecución de una


sentencia del Tribunal Constitucional será denominado recurso de apelación por
salto a favor de la ejecución de una sentencia del Tribunal Constitucional.

b. El recurso de apelación por salto a favor de la ejecución de una sentencia del


Tribunal Constitucional se interpone contra la resolución del juez de ejecución
que declara actuado, ejecutado o cumplido el mandato de una sentencia del
Tribunal Constitucional, o que declara fundada la contradicción u observación
propuesta por el obligado. Contra la resolución que deniega el recurso de
apelación por salto cabe el recurso de queja previsto en el artículo 401 del Código
Procesal Civil.

La resolución del recurso de apelación por salto a favor de la ejecución de una


sentencia del Tribunal Constitucional o del recurso de queja por denegatoria del
recurso referido se realizará sin trámite alguno.

c. El recurso de apelación por salto a favor de la ejecución de una sentencia del


Tribunal Constitucional no procede cuando: a) el cumplimiento de la sentencia
conlleve un debate sobre la cuantificación del monto de la pensión de cesantía o
jubilación, o de los devengados, o de los reintegros, o de los intereses, o de las
costas o de los costos; b) el mandato de la sentencia constitucional cuya ejecución
se pretende establece en forma clara y expresa que es de cumplimiento
progresivo; y c) cuando el propio recurrente decide que la correcta ejecución del
mandato de la sentencia constitucional se controle a través del amparo contra
amparo.

En estos casos, el proceso de ejecución de la sentencia constitucional sigue su


trámite en las dos instancias del Poder Judicial y contra la resolución denegatoria
de segundo grado procede el recurso de agravio constitucional interpuesto a favor
de la ejecución de una sentencia del Tribunal Constitucional previsto en
la RTC Nº 00168-2007-Q/TC, salvo en el supuesto b), supra”.

STC Exp. N° 00004-2009-AA, punto resolutivo 3

De manera más clara, lo dispuesto por el Tribunal en esta oportunidad


puede apreciarse en el siguiente cuadro:
Cuadro 17

DIFERENCIAS ENTRE EL RECURSO DE APELACIÓN POR SALTO Y EL RECURSO


DE AGRAVIO A FAVOR DEL CUMPLIMIENTO DE SENTENCIA DEL TRIBUNAL
CONSTITUCIONAL

“RECURSO DE APELACIÓN POR SALTO” RECURSO DE AGRAVIO A FAVOR DE


A FAVOR DE LA EJECUCIÓN DE UNA LA EJECUCIÓN DE UNA SENTENCIA
SENTENCIA DEL TRIBUNAL DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
CONSTITUCIONAL
Es ahora un supuesto excepcional: procede
Es el trámite regular a través del cual puede
solo para debatir la cuantificación del monto
exigirse el cumplimiento de sentencias del TC
de la pensión de cesantía o jubilación, o de
(reemplaza al anterior RAC a favor de la
los devengados, o de los reintegros, o de los
ejecución de sentencias).
intereses, o de las costas o de los costos.

Se interpone contra la resolución del juez de


ejecución que declara actuado, ejecutado o
Se interpone contra la sentencia denegatoria
cumplido el mandato de una sentencia del
de ejecución (de una sentencia del TC)
Tribunal Constitucional, o que declara fundada la
emitida en segundo grado.
contradicción u observación propuesta por el
obligado.

Conforme al artículo 29-A del Reglamento normativo del TC ambos son resueltos sin vista de la
causa y solo por los mismos magistrados que intervinieron en la sentencia.

3.4. Recurso de agravio verificador de la homogeneidad del acto lesivo

Otra modalidad de “recurso de agravio constitucional” creado


jurisprudencialmente ha sido aquel mediante el cual el Tribunal
Constitucional puede verificar si está realmente ante un agravio
iusfundamental que merezca ser calificado como un “acto homogéneo”,
esto con respecto a una anterior afectación. Esto lo hizo estableciendo
doctrina jurisprudencial conforme el artículo VI del Título Preliminar del
Código Procesal Constitucional, en la STC Exps. Nºs 05496-2011-AA.

Esta figura del “acto lesivo homogéneo”, como se sabe, alude a la


preexistencia de actos (u omisiones) que en anterior ocasión fueron
declarados como lesivos de derechos fundamentales, pero que actualmente
se pueden estar repitiendo (de un modo idéntico o equivalente). Frente a
dicha posibilidad, el artículo 60 del Código Procesal Constitucional ha
previsto un procedimiento ad hoc a través del cual podría solicitarse una
tutela inmediata ante la alegada nueva afectación iusfundamental:

“Artículo 60.- Procedimiento para represión de actos homogéneos


Si sobreviniera un acto sustancialmente homogéneo al declarado lesivo
en un proceso de amparo, podrá ser denunciado por la parte interesada
ante el juez de ejecución.

Efectuado el reclamo, el Juez resolverá éste con previo traslado a la


otra parte por el plazo de tres días. La resolución es apelable sin efecto
suspensivo.

La decisión que declara la homogeneidad amplía el ámbito de


protección del amparo, incorporando y ordenando la represión del acto
represivo sobreviniente”.

Como ha explicado además el Tribunal, esta institución de la represión


de los actos lesivos homogéneos se sustenta “en la necesidad de garantizar
la obligatoriedad de las sentencias estimativas firmes y evitar el inicio de un
nuevo proceso constitucional frente a actos que de forma previa han sido
analizados y calificados como lesivos de derechos fundamentales”.

En lo que se refiere ás específicamente a los presupuestos para


verificar la existencia de actos lesivos homogéneos, el Tribunal ha
sostenido que es necesario partir de verificar la existencia de los siguientes
presupuestos: (1) que haya una sentencia firme a favor del demandante en
un proceso de tutela de derechos, en la cual (2) se haya establecido
claramente el derecho afectado y el acto lesivo, y que (3) se haya dado
cumplimiento a lo ordenado en dicha sentencia (decisión que puede
provenir tanto del Poder Judicial como del Tribunal Constitucional) (cfr.
SSTC Exps. Nºs 05496-2011-AA, f. j. 9 y 02874-2012-PA, f. j. 14; algo
más detalladamente en STC Exp. Nº 5287-2008-AA, f. j. 16)

En lo que concierne más directamente al carácter homogéneo de una


lesión, el Alto Tribunal ha ofrecido criterios para identificar un “acto lesivo
homogéneo”. Ha distinguido así, por una parte, “elementos subjetivos”, los
cuales aluden a la constatación de que se trate de la misma persona afectada
así como de un mismo origen o fuente del acto lesivo (“la misma entidad,
autoridad, funcionario o persona”); y por otra, “elementos objetivos”,
referidos a verificar la homogeneidad del nuevo acto respecto a uno anterior
(para lo cual “no corresponde únicamente analizar las características del
acto sino también las razones que lo originaron”), así como a la
constatación de “manifiesta homogeneidad” (con lo cual, “no deben existir
dudas sobre las esenciales iguales características entre el acto anterior y el
nuevo”) (STC Exp. Nº 5287-2008-AA, ff. jj. 20-23, RTC Exp. Nº 4878-
2008-AA, ff. jj. 26-42).

Señalado todo esto, reiteramos, el Tribunal ha afirmado su


competencia para conocer, a través de un recurso de agravio constitucional,
sobre “incidentes que generen las solicitudes de represión de actos lesivos
homogéneos presentadas ante el juez de ejecución luego de cumplida o
ejecutada la sentencia constitucional”.

“Por las consideraciones antes expuestas, y en mérito de lo dispuesto en el artículo


VI Título Preliminar del Código Procesal Constitucional, el Tribunal
Constitucional reitera su competencia para el conocimiento de los incidentes que
generen las solicitudes de represión de actos lesivos homogéneos presentadas ante
el juez de ejecución luego de cumplida o ejecutada la sentencia constitucional,
correspondiendo en este caso al Poder Judicial conceder el recurso de agravio
constitucional, el que para estos efectos habrá de denominarse recurso de agravio
constitucional verificador de la homogeneidad del acto lesivo, según se trate de
una sentencia emitida por el Poder Judicial o de una emitida por el Tribunal
Constitucional. Asimismo, y de denegarse el recurso antes referido, el recurrente
tendrá expedito su derecho a interponer recurso de queja conforme a lo
establecido en el artículo 19 del Código Procesal Constitucional”.

STC Exp. Nº 5496-2011-AA, f. j. 10

3.5. Recurso de agravio constitucional a favor de la ejecución de


sentencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos
Muy recientemente, a través del ATC Exp. Nº 01245-2014-AA, el
Tribunal Constitucional ha asumido expresamente competencia para
pronunciarse sobre la correcta ejecución de sentencias de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos. Lo hizo en los siguientes términos:

“En las RRTC Nºs 00168-2007-Q/TC y 00201-2007-Q/TC, el Tribunal esclareció


los alcances del artículo 19 del Código Procesal Constitucional, admitiendo su
procedencia para evaluar el cumplimiento de las sentencias estimatorias, dictadas
por los órganos competentes en la impartición de la justicia constitucional de las
libertades. La finalidad de admitir el recurso de agravio constitucional, en esos
casos, decíamos, era restablecer el orden jurídico constitucional, correspondiendo
al Tribunal valorar el grado de incumplimiento de las sentencias estimatorias,
dictando las medidas correctivas que correspondan.

En el presente caso, el Tribunal hace notar que la cuestión suscitada con la


interposición del recurso de agravio constitucional no tiene su origen en una
sentencia estimatoria dictada por el Poder Judicial o por este Tribunal, en el marco
de un proceso de tutela de derechos fundamentales, sino en una emitida por la
Corte Interamericana de Derechos Humanos. Tal circunstancia, sin embargo, no es
ningún impedimento para afirmar la procedencia del recurso de agravio
constitucional y también la competencia de este Tribunal. A tal efecto, el Tribunal
estima que se encuentra en la obligación de recordar que fuimos los órganos de la
justicia constitucional ante quienes se agotó la jurisdicción interna y, por ello, de
conformidad con el artículo 2 de la Ley Nº 27775, que regula el procedimiento de
ejecución de sentencias emitidas por Tribunales Supranacionales, hemos
reasumido la competencia para ejecutar lo dispuesto por la sentencia de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos”.

ATC Exp. Nº 01245-2014-AA, f. j. 6 y 7

Al respecto, al considerarse habilitado para conocer este nuevo


supuesto de recurso de agravio constitucional, el Tribunal no realizó
mención expresa a la figura de la “doctrina jurisprudencial”, como sí lo hizo
en otras oportunidades (silencio que, como hemos señalado, no le quita
efectos vinculantes a la doctrina jurisprudencial).

En su decisión, el Tribunal se refirió expresamente la existencia del


procedimiento de ejecución de sentencias emitidas por Tribunales
Supranacionales, que se encuentra regulado por la Ley Nº 27775, y en
relación con ello, recordó que en el caso concreto que era materia de
ejecución (caso “Trabajadores Cesados del Congreso [Aguado Alfaro y
otros] vs. Perú”, que fue resuelto por la Corte Interamericana de Derechos
Humanos) el Tribunal Constitucional fue el órgano con el cual se agotó la
jurisdicción interna (mediante la STC Exp. N° 00338-1996-AA, caso Rosa
Murillo de Díaz y otros).

Ahora bien, tras esto último, no queda claro si el Tribunal ha creado un


supuesto amplio, similar a otros recursos de agravio constitucional que
tienen el objeto de evaluar la correcta ejecución de sentencias
constitucionales (como ha ocurrido con los supuestos mencionados supra
3.1, 3.2, 3.3 y 3.4) y, en ese sentido, si en adelante podrá valorar el grado de
(in)cumplimiento de decisiones que provengan de los tribunales sobre
derechos humanos, o si esta habilitación se circunscribe únicamente a los
casos en los que el Tribunal Constitucional ha sido el órgano donde se agotó
la jurisdicción interna, además en aplicación de lo dispuesto por el artículo
2 de la Ley N° 27775, que supuestamente justifica que el Tribunal
“reasuma” la competencia.

Al respecto, consideramos que el referido artículo 2 de la Ley N°


27775 en realidad no le “devuelve” al Tribunal Constitucional la
competencia para supervisar el adecuado cumplimiento de los fallos de la
jurisdicción supranacional; ello por dos cuestiones: (1) la disposición no
señala que el tribunal con el que se agota la jurisdicción interna es el juez de
ejecución, sino que este solo lo recibe y debe remitirlo al “juez
especializado o mixto que conoció el proceso previo” (esto es, al juez de
primera instancia o juez ejecutor) para que este se encargue del
cumplimiento; y (2) el caso “vuelve” al Tribunal Constitucional (cuando
este haya sido el órgano de agotamiento de la jurisdicción interna), sin
atribuirle ninguna competencia sobre el fondo o sobre la ejecución (máxime
cuando, como se sabe, las altas cortes no cuentan con funciones
relacionadas con la ejecución de sentencias). En resumen: la Ley N° 27775
no le atribuye al Tribunal ningún rol como ejecutor, ni como supervisor de
la adecuada ejecución de las sentencias de la Corte Interamericana.

“Artículo 2.- Reglas de ejecución de Sentencias Supranacionales

Las sentencias expedidas por los Tribunales Internacionales


constituidos según Tratados de los que es parte el Perú, que contengan
condena de pago de suma de dinero en concepto de indemnización por
daños y perjuicios a cargo del Estado o sean meramente declarativas,
se ejecutarán conforme a las reglas de procedimiento siguiente:

a. Competencia.-

La sentencia emitida por el Tribunal Internacional será transcrita por el


Ministerio de Relaciones Exteriores al Presidente de la Corte Suprema,
quien la remitirá a la Sala en que se agotó la jurisdicción interna,
disponiendo su ejecución por el Juez Especializado o Mixto que
conoció el proceso previo. En el caso de no existir proceso interno
previo, dispondrá que el Juez Especializado o Mixto competente
conozca de la ejecución de la resolución.

(…)”.

Siendo así, esta nueva competencia del Tribunal no constituye una


mera aplicación de lo dispuesto por la “Ley que regula el procedimiento de
ejecución de sentencias emitidas por tribunales supranacionales”, Ley N°
27775. En ese sentido, consideramos que era necesario esclarecer y
justificar de mejor forma esta construcción o precisión judicial.
Así, por ejemplo, tal como lo ha afirmado el magistrado Eloy
Espinosa-Saldaña en su fundamento de voto en este mismo caso (ATC Exp.
Nº 01245-2014-AA, fundamento de voto del magistrado Espinosa-Saldaña,
f. 7), el Tribunal Constitucional debió haber explicado que, en el marco del
proceso de “convencionalización del Derecho”, el Tribunal Constitucional
se encuentra habilitado para procurar la efectividad de los derechos
humanos fundamentales contenidos en la Convención Americana sobre
Derechos Humanos, y sobre esa base podía justificar más sólidamente la
creación y la procedencia del recurso de agravio a favor de la correcta
ejecución de sentencias de la Corte Interamericana.

En dicho contexto, resultaba pertinente traer a colación las mismas


razones que antes ya había ofrecido el Tribunal Constitucional para
supervisar la adecuada o leal ejecución de sentencias constitucionales (vide
supra 3.2, in fine).

3.6. Recurso de agravio a favor del ordenamiento constitucional

Además de los casos anteriores, el Tribunal Constitucional ha abierto


una posibilidad aun más excepcional: el que pueda presentarse un recurso
de agravio constitucional contra una decisión que declara fundada la
pretensión del demandante, siempre que esta se haya emitido
contraviniendo al “ordenamiento constitucional”, en casos vinculados con
la lucha contra el tráfico ilícito de drogas, el lavado de activos y el
terrorismo, ello con el propósito inicial de que estos delitos no queden
impunes por culpa de decisiones erradas del Poder Judicial.

Ahora bien, esta nueva habilitación se produjo en un contexto


discutible, en la medida que prácticamente todos los magistrados que
suscribieron la creación de este “recurso de agravio a favor del
ordenamiento constitucional”, acababan de decidir (a través de la STC Exp.
Nº 3908-2007-PA, caso Provías Nacional) “dejar sin efectos”, y bajo
argumentos puramente formales, el denominado “recurso de agravio
constitucional a favor del precedente”, establecido en la STC Exp. Nº 4853-
2004-PA (caso Dirección Regional de Pesquería).

El mencionado “recurso de agravio a favor del precedente” fue el


primero de los recursos de agravio “atípicos” que se podían interponer
contra sentencias de segundo grado fundadas (las cuales eran consideradas
“denegatorias”, conforme a la previsión constitucional, debido a que
contravenían las decisiones vinculantes del calificado intérprete de la
Constitución). Dicho nuevo recurso de agravio fue aprobado como
“precedente constitucional”, en aplicación de lo dispuesto por el artículo
VII del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional, y –según
vimos– fue dejado sin efectos debido a que una composición posterior de
magistrados constitucionales consideró que dicho precedente se oponía a
dos resoluciones previas (la STC Exp. Nº 0024-2003-Al y la STC Exp. Nº
3741-2004-AA), una que establecía los presupuestos para la emisión de un
precedente y otra que proscribía el uso del precedente para oficializar
determinadas doctrinas u ideologías. Criticó asimismo que el recurso de
agravio a favor del precedente pudiera presentarse contra sentencias
“estimatorias”, es decir que declaren “fundada” la demanda.

Poco tiempo después, y con la misma conformación del Pleno del


Tribunal Constitucional, este órgano colegiado aprobó el “recurso de
agravio a favor del ordenamiento constitucional”, que podía interponerse
contra sentencias de segundo claro que declaren fundada la demanda. El
órgano constitucional señaló, para diferenciar esta última decisión de
aquella que acababa de ser dejada sin efectos, que mientras el “recurso de
agravio a favor del precedente” se refería a la defensa de meros precedentes
del Tribunal, el nuevo supuesto de recurso de agravio aludía a la protección
de la propia Constitución. Pese a existir jurisprudencia previa, recién será a
través de la STC Nº 02748-2010-HC y la STC Nº 01711-2014-HC que el
Tribunal establece expresamente al recurso de agravio a favor del
ordenamiento constitucional” como doctrina jurisprudencial conforme al
artículo VI del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional.
Pero antes de ello, fue en la STC Exp. N° 02663-2009-HC(25) donde se
formuló esta institución y se fundamentó, conforme a lo adelantado, por qué
no es inconstitucional que el Tribunal Constitucional pueda conocer de un
recurso de agravio cuando se trata de impugnar una sentencia de segundo
grado declarada fundada. Así, señaló que:

“[E]ste colegiado considera que, en aplicación del artículo 201 de la Constitución,


más allá de los supuestos establecidos en el artículo 202 de la misma, es
competente para revisar, vía RAC, las sentencias estimatorias que bajo el pretexto
de proteger ciertos derechos fundamentales, convaliden la vulneración real de los
mismos o constitucionalicen situaciones en las que se ha producido un abuso de
derecho o la aplicación fraudulenta de la Constitución; todo ello, en abierta
contravención de los dispositivos, principios y valores materiales de la
Constitución.

En el presente caso, el análisis del tema de fondo, planteado en autos, pasa por
analizar cómo se vincula la pretensión contenida en la demanda, con el contenido
de lo dispuesto en el artículo 8 de la Constitución, el mismo que expresamente
establece que: ‘El Estado combate y sanciona el tráfico ilícito de drogas’. Por ello,
independientemente del contenido de la sentencia dictada en segunda instancia, en
aplicación del artículo 201 de la Constitución, este Tribunal Constitucional
entiende que es competente para conocer el caso de autos, entendiendo que el
RAC presentado en autos, es uno de naturaleza excepcional, ante la vulneración
del orden constitucional, en particular, de lo dispuesto en el artículo 8 de la
Constitución, lo cual incluso tiene su correlato en las obligaciones que el Estado
peruano ha asumido en relación al combate del tráfico ilícito de drogas en
particular, y del crimen organizado transnacional, en general”.

STC Exp. N° 02663-2009-HC, ff. jj. 9-11

Posteriormente el colegiado constitucional realizó nuevas precisiones


sobre esta nueva modalidad de recurso de agravio constitucional, en la STC
Exp. Nº 03245-2010-PHC. Al respecto, precisó básicamente el plazo que
tienen los procuradores para presentar este recurso de agravio atípico (pues
hasta antes de esta sentencia ello no estaba fijado, sino más bien se trataba
de un plazo abierto):

“[C]abe señalar que en la sentencia recaída en el Exp. Nº 02748-2010-PHC/TC,


este Tribunal Constitucional estableció que los procuradores pueden interponer el
recurso de agravio constitucional contra la sentencia estimatoria de segunda
instancia en cualquier plazo. Al respecto, cabe señalar que ello fue establecido en
virtud de posibilitar la revisión por parte de este Tribunal Constitucional de
aquellas sentencias que indebidamente fueron declaradas fundadas contra
procesos judiciales o investigaciones preliminares en materia de tráfico ilícito de
drogas. Sin embargo, esta regla no puede permanecer sine die, sin el peligro de
atentar seriamente contra la seguridad jurídica. Es así que, habiendo transcurrido
un plazo prudencial desde la publicación de la referida sentencia este Tribunal
constitucional advierte que desde la fecha de publicación de la presente sentencia
el plazo para la interposición del recurso de agravio es el previsto en el artículo 18
del CPConst [de diez días]”.

STC Exp. Nº 3245-2010-PHC

Por otra parte, como se habrá podido apreciar, en estas primeras


oportunidades el Tribunal tan solo reconoció la procedencia de este
“recurso de agravio excepcional a favor del ordenamiento constitucional”
para los casos de lucha contra el tráfico ilícito de drogas y de lavado de
activos (apelando a lo establecido en el artículo 8 de la Constitución). Solo
posteriormente, mediante la STC Exp. N° 01711-2014-PHC, caso Víctor
Polay Campos y otros, se amplió este recurso de agravio a favor del
ordenamiento constitucional para supuestos de lucha contra el terrorismo
(que el tribunal lo vinculó al deber estatal de proteger a la población de las
amenazas contra su seguridad, contenido en el artículo 44 de la
Constitución).

“Dado este criterio jurisprudencial que permite controlar decisiones en materia de


tráfico ilícito de drogas y lavado de activos, con mayor razón se justifica su
adopción para el caso de los delitos de terrorismo, que como ya lo ha señalado el
Tribunal Constitucional, no solo crean un peligro efectivo para la vida y la
integridad de las personas, sino también para la subsistencia del orden
democrático constitucional (…)

[L]os casos que el Tribunal Constitucional ha tenido la oportunidad de revisar en


aplicación de esta doctrina jurisprudencial le han permitido anular resoluciones
del Poder Judicial que de manera irregular ordenaban el archivamiento de
investigaciones fiscales (Exps. Nºs 03245-2010-PHC y 03987-2010-PHC) o que
dejan sin efecto un auto de apertura de instrucción (Exp. Nº 0569-2011-PHC) o
mandatos de detención (Exp. Nº 2488-2011-PHC) indebidamente concedidos,
todos ellos con la finalidad de evitar la impunidad y menoscabar la obligación
constitucional de luchar contra el tráfico ilícito de drogas (artículo 8 de la
Constitución). Algo similar sucede en el presente caso puesto que si bien los
demandantes ya se encuentran condenados y la decisión materia de Recurso de
Agravio Constitucional no anula sus condenas, es también importante a la luz del
deber estatal de proteger a la población de las amenazas contra su seguridad
(artículo 44 de la Constitución), ejercer un control de las condiciones carcelarias
de los internos en materia de terrorismo no solo para cautelar sus derechos
fundamentales sino también para evitar que los internos puedan continuar con la
actividad ilícita al interior de la prisión así como evitar eventuales fugas”.

STC Exp. N° 1711-2014-PHC, ff. jj. 4 y 6

Finalmente, y de manera más reciente también, el Alto Tribunal


explicitó que sí procedía este tipo de recurso de agravio para la lucha contra
el lavado de activos de manera independiente (pues en anteriores ocasiones
lo había vinculado siempre con el delito de tráfico ilícito de drogas). En esta
nueva oportunidad (STC Exp. N° 05811-2015-HC, caso Nadine Heredia), el
Tribunal Constitucional señaló, –esta vez de manera expresa–, que este
recurso de agravio constitucional atípico procede en tres supuestos: a favor
de la lucha (1) contra el tráfico ilícito de drogas, (2) contra el lavado de
activos y (3) contra el terrorismo.
“[N]o debe descartarse ab initio que una sentencia estimatoria de segundo grado
pueda ser lesiva de otros bienes constitucionales. Su calidad de estimatoria no
implica necesariamente que sea conforme a la Constitución. Su verificación está
por tanto abierta al control por parte del Tribunal Constitucional a través del
recurso de agravio constitucional; más aún, cuando se trata de preservar el orden
constitucional (…)

Esta doctrina jurisprudencial establecida en aplicación del artículo VI del Título


Preliminar del Código Procesal Constitucional se refiere no solo a casos de tráfico
ilícito de drogas, sino también al delito de lavado de activos en tanto delito
autónomo. Ello puede apreciarse en las consideraciones vertidas en los
fundamentos 2, 8, 11, 15, 16, así como en los puntos 2 y 3 de la parte resolutiva de
la sentencia citada. De tales argumentos se desprende que el Tribunal
Constitucional ha considerado al delito de lavado de activos también como un
delito autónomo. Por ello, en la sentencia se alude al “tráfico ilícito de drogas y/o
lavado de activos”, y lo hizo “consciente de la problemática del país y de la
política de interés nacional de lucha contra el tráfico ilícito de drogas y la
criminalidad organizada”. Es decir, por su gravedad no solo para el orden jurídico,
sino también para la sociedad”.

STC Exp. N° 05811-2015-HC, ff. jj. 7 y 9

4. PROCEDENCIA DEL RECURSO DE AGRAVIO


CONSTITUCIONAL Y RECHAZO IN LIMINE A TRAVÉS DE
SENTENCIA INTERLOCUTORIA

Finalmente, en lo que corresponde a este capítulo, tenemos que a


través de la STC Exp. N° 00987-2014-PA, caso Lilia Vásquez Romero, se
estableció, con carácter de precedente constitucional, algunos criterios que
tienen como propósito que el Tribunal Constitucional pueda rechazar los
recursos de agravio constitucional que, de manera manifiesta, estén
destinados a obtener una resolución desestimatoria (como explicaremos con
mayor detalle en el siguiente capítulo).
Como antecedente de esta decisión puede ubicarse la STC Nº 2877-
2005-PHC, caso Luis Sánchez Lagomarcino, que también planteó unos
criterios sobre la procedencia del recurso de agravio con carácter de
precedente constitucional. Si bien esta decisión tuvo un propósito similar al
del precedente contenido en el caso Vásquez Romero, lo prescrito en
Sánchez Lagomarcino nunca fue del todo implementado, o cuando menos
no se consiguieron los efectos que se esperaban.

En cualquier caso, lo que se estableció en la STC Exp. N° 00987-


2014-PA, caso Vásquez Romero, es la posibilidad de que el Tribunal
Constitucional pueda declarar una especie de rechazo liminar, a través de
la emisión de una sentencia interlocutoria, la cual en los supuestos
indicados “se dictará sin más trámite”.

“El Tribunal Constitucional emitirá sentencia interlocutoria denegatoria cuando:

a. Carezca de fundamentación la supuesta vulneración que se invoque;

b. La cuestión de derecho contenida en el recurso no sea de especial


trascendencia constitucional;

c. La cuestión de Derecho invocada contradiga un precedente vinculante del


Tribunal Constitucional;

d. Se haya decidido de manera desestimatoria en casos sustancialmente iguales.

La citada sentencia se dictará sin más trámite”.

STC Exp. N° 00987-2014-PA, f. j. 49

Así, el Tribunal descarta la tramitación de recursos claramente mal


planteados, insulsos u opuestos a sus criterios jurisprudenciales, evitando
con ello la dilapidación de un bien valioso y escaso como es la
administración de justicia constitucional. Se trata, bien visto, de casos que
ineluctablemente iban a ser rechazados, y por ello a consideración del
Tribunal Constitucional merecen una respuesta liminar.
(1) A decir del Tribunal Constitucional, a través del proceso de cumplimiento se protegería
el derecho constitucional a “asegurar y exigir la eficacia de las normas legales y de
los actos administrativos” (Exp. N° 00168-2005-PC, f. j. 9). Sin embargo, en sentido
estricto y pese a lo señalado por el Tribunal, el de cumplimiento no sería un auténtico
proceso constitucional (de tutela de derechos), sino solo un proceso
“constitucionalizado” que permite la tutela de pretensiones provenientes de la ley y
de actos administrativos (hay jurisprudencia en este sentido: STC Exp. N° 00191-
2003-AC f. j. 2). Al respecto, vide sobre todo CARPIO MARCOS, Edgar. “La acción
de cumplimiento” En: Derecho Procesal Constitucional. Susana Castañeda Otsu
(coordinadora). Jurista, Lima, 2003, pp. 450-451, y CASTILLO CÓRDOVA, Luis.
“El proceso de cumplimiento: a propósito de un desafortunado criterio
jurisprudencial del Tribunal Constitucional”. En: Actualidad Jurídica. Nº ١٤٥, Lima,
diciembre de 2005, pp. 129-136.
(2) Artículo 201 de la Constitución, artículo 1 Ley Orgánica del Tribunal Constitucional.
(3) Artículo 204 de la Constitución, artículos VI, VII y 81 del Código Procesal
Constitucional.
(4) Artículo 24 del Código Procesal Constitucional, artículo 205 de la Constitución
(5) Artículo 139, inc. 3 de la Constitución, artículo 4 del Código Procesal Constitucional.
(6) STC Exp. N° 00654-2007-AA, f. j. 24.
(7) Artículo 139, inciso 6 de la Constitución.
(8) STC Exp. N° 01230-2002-HC, f. j. 4 y artículo 25.1 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos.
(9) STC Exp. N° 00858-2003-AA, f. j. 5 y ss., STC Exp. Nº 05637-2006-PA, f. j. 11;
HESSE, Konrad. “Significado de los derechos fundamentales” en: Benda; Maihofer;
Vogel; Hesse; Hiede. Manual del Derecho Constitucional. Instituto Vasco de
Administración Pública - Marcial Pons, Madrid, 1996, pp. 104 y 105.
(10) RAINER WAHL, Joachim Wieland. “La justicia constitucional como bien escaso: el
acceso al Bundesverfassugsgericht”. En: Revista Española de Derecho
Constitucional. Año 17, N° 51, 197, p. 11 y ss.; vide además LIMBACH, Jutta.
“Función y significado del recurso constitucional en Alemania”. En: Cuestiones
Constitucionales. N° 3, UNAM, julio-diciembre de 2000, p. 67 y ss.
(11) En especial, las Leyes Nºs 23506, Ley de Hábeas Corpus y Amparo, y 25398, Ley
complementaria de la Ley de Hábeas Corpus y Amparo.
(12) Código Procesal Constitucional
“Artículo 6.- Cosa juzgada
En los procesos constitucionales sólo adquiere la autoridad de cosa juzgada la decisión
final que se pronuncie sobre el fondo”.
(13) En la misma línea restrictiva, el actual Código Procesal Constitucional buscaba –
según era el propósito original de sus autores– impedir que se inicien procesos
constitucionales contra de las sentencias fundadas de amparo en segundo grado. De
este modo, pese a que el Código reconoce la posibilidad de que el amparo, en
general, procede contra resoluciones judiciales firmes (como fue explicado en el
capítulo 3), precisa asimismo en el artículo 5, inciso 6 que “[n]o proceden los
procesos constitucionales cuando (...) [s]e cuestione una resolución firme recaída en
otro proceso constitucional.” No obstante ello, el Tribunal sí ha permitido la
procedencia del llamado “amparo contra amparo” y la de sus sucedáneos. Cfr. STC
Exp. N° 04853-2004-PA, f. j. 5 y ss.
(14) En todo caso, si se considera que dichas resoluciones afecten derechos fundamentales,
estas podrían ser cuestionadas a través de un nuevo proceso constitucional, como es
el caso del “amparo contra amparo” (y similares).
(15) RTC Exp. N° 0068-2003-Q, f. j. 2.
(16) Ahora bien, el Tribunal ha morigerado esto para el caso en el que haya existido el
allanamiento luego de presentada la demanda de hábeas data, aceptando la
exoneración de costos procesales (vide, por todas, STC Exp. N° 00168-2014-HD).
Sin embargo, el tema aún sigue en discusión, como queda reflejado en algunos votos
singulares.
(17) Además de ello, en el marco de “recursos de agravio a favor del cumplimiento de
sentencias constitucionales” (vide infra 3.1 y 3.2) el Tribunal Constitucional ha
señalado en diversas oportunidades que “la finalidad de este medio impugnatorio es
verificar el grado de incumplimiento de las sentencias constitucionales generado por
las instancias de la etapa de ejecución, y no la forma como deben determinarse, por
ejemplo, los montos por concepto de costos procesales” (cfr. AATC Exps. N°s
00009-2016-Q, 00205-2015-Q y 00130-2014-Q).
(18) SOSA, Juan Manuel. Guía teórico-práctica para utilizar los criterios interpretativos
del Tribunal Constitucional. Gaceta Jurídica, Lima, 2011, p. 56; ídem.
“Presentación” en: Compendio de instituciones procesales creadas por la
jurisprudencia del tribunal constitucional. Gaceta Jurídica, Lima, p. 5.
(19) Cfr. SOSA, Juan Manuel. “Los derechos sociales, su exigibilidad y el activismo
judicial dialógico como modelo a seguir”. En: AA. VV. Igualdad, derechos sociales
y control de políticas públicas en la jurisprudencia constitucional. Juan Manuel Sosa
(coordinador), Palestra, Lima, 2017, pp. 78-81; coincidimos al respecto con
ESPINOSA-SALDAÑA, Eloy. “Diferencias entre el activismo judicial, a secas, y el
activismo judicial dialógico, y algunas necesarias precisiones al respecto” En:
Gaceta Constitucional y Procesal Constitucional. Lima: Gaceta Jurídica, marzo de
2018.
(20) SOSA, Juan Manuel. “Presentación”. Loc. cit.
(21) En este caso se trata de doctrina jurisprudencial generada, expresamente, por una de
las salas del Tribunal Constitucional (RTC Exp. N° 0168-2007-Q, f. j. 9).
(22) Cfr. MARTÍNEZ MORÓN, Alan. “Los recursos “extraordinarios” desarrollados por el
Tribunal Constitucional”. En: Gaceta Constitucional. N° 1. Gaceta Jurídica, Lima,
enero de 2008, pp. 61-62; CANALES CAMA, Carolina. “Eficacia y cumplimiento
de las sentencias del Tribunal Constitucional”. En: Gaceta Constitucional. N° 4.
Gaceta Jurídica, Lima, abril de 2008, pp. 63-64; y RUIZ MOLLEDA, Juan Carlos.
“El nuevo recurso de agravio constitucional a favor del cumplimiento de las
sentencias del Tribunal Constitucional”. En: Gaceta Constitucional. N° 4. Gaceta
Jurídica, Lima, abril de 2008, p. 74 y ss.
(23) SOSA, Juan Manuel. “Supuestos de procedencia del recurso de agravio
constitucional”. En: Gaceta Constitucional. Tomo 7, Gaceta Jurídica, Lima, julio de
2008, p. 430.
(24) Sentencia emitida por el pleno del Tribunal Constitucional. Allí se precisó, además,
también en aplicación del artículo VI del Título Preliminar del Código Procesal
Constitucional (sobre la “doctrina jurisprudencial”), el contenido y los efectos de la
RTC Nº 00168-2007-Q, que instauró el “recurso de agravio constitucional
interpuesto a favor de la ejecución de una sentencia del Tribunal Constitucional”
(supra 3.1)
(25) Publicada casi de manera simultánea con la STC Exp. N° 02748-2010-HC, donde se
argumentó sobre el “recurso de agravio a favor del ordenamiento constitucional” de
manera similar.
CAPÍTULO VI

LA IMPROCEDENCIA DEL RECURSO DE


AGRAVIO CONSTITUCIONAL Y EL REQUISITO
DE “ESPECIAL TRASCENDENCIA
CONSTITUCIONAL”

INTRODUCCIÓN

La expresión “especial trascendencia constitucional” forma parte de la


terminología del Derecho Procesal Constitucional y hace alusión, cuando
menos inicialmente, a un filtro para la limitar la procedencia de los recursos
ante los tribunales constitucionales.

La expresión, ciertamente, evoca el debate ocurrido a fines del siglo


XX como consecuencia de la abultada sobrecarga procesal que aquejaba al
Tribunal Constitucional Federal alemán, la cual –según fue diagnosticado–
suponía “una amenaza para su propia capacidad operativa”(1). Ante ello, y
con el objeto de buscar una solución a ese grave problema, en 1996 se
instaló la llamada “Comisión Benda”, cuyo trabajo se plasmó en un
conocido informe, en el que se recomendaban algunas reformas para
permitir que el Tribunal alemán optimice su trabajo y pueda proteger de
mejor modo y con menos demora los derechos(2). Con dichas
recomendaciones se buscó remediar aquello que no pudo lograrse con la
anterior reforma legislativa de 1993(3), que fue dada con el mismo propósito
y que precisamente estableció el criterio de “trascendencia constitucional”
(verfassungsrechtliche Bedeutung zukommt) como filtro para la procedencia
de los recursos de amparo (Verfassungsbeschwerde(4)). Con el criterio de la
“trascendencia constitucional” se pretendió “flexibilizar al máximo la
admisión de los recursos sin renunciar a su carácter reglado”(5).
Por su parte, el Tribunal Constitucional de España se enfrentó a un
similar drama en relación con su carga procesal. Al respecto, siguiendo de
cerca el debate alemán(6), y ya iniciado el siglo XXI, los españoles también
incorporaron el criterio de “especial trascendencia constitucional”,
mediante una modificación a la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional
(LO 6/2007)(7). Esta reforma, que luego fue perfeccionada por la
jurisprudencia del Alto Tribunal español (STCE 155/2009), tuvo la
finalidad de “objetivar” el recurso de amparo, limitando su admisión
únicamente a casos relevantes desde una perspectiva objetiva, es decir, a
aquellos cuya resolución pudiera tener impacto en el Derecho objetivo(8).

Ahora bien, las experiencias antes reseñadas podrían hacernos creer


que la incorporación en nuestro medio del requisito de “especial
trascendencia constitucional”, contenido en el precedente constitucional
fijado en el caso Vásquez Romero (STC Exp. N° 00987-2014-AA/TC) sería
un caso de mero trasplante jurídico, es decir, un ejemplo de importación
mecánica de una institución de matriz exótica, como si se tratara de un
mueble para armar, que puede ser llevado de un lado a otro para instalar y
utilizar, sin que importe tanto el contexto(9).

Tal conclusión, tal vez producto de una lectura apresurada del


precedente, aunque justificada en parte por cierta práctica jurisprudencial
del Tribunal(10), es equivocada. No estamos realmente ante un caso ni de
importación forzada ni de bricolaje jurídico. Estaríamos, más bien, ante un
caso de tropicalización del término, mas no de la institución, “especial
trascendencia constitucional”.

Si bien es cierto que el uso de este término podría generar confusiones,


creemos que bastaría con una lectura superficial del precedente del caso
Vásquez Romero para tener claro que el Tribunal no ha buscado trasplantar
a nuestro medio la institución alemana o española de la “especial
trascendencia constitucional”, ni tampoco alguna parecida, como podría ser
el writ of certiorari (al que tanto se hizo referencia tras la publicación del
precedente(11)). Aunque la justificación contenida en la sentencia que
contiene el precedente ha sido escueta en este punto, algunos magistrados
del Tribunal se refirieron a ello apenas emitido el precedente con toda
claridad(12). En efecto, atendiendo a las precisiones dadas y, principalmente,
a lo que ha venido resolviendo el Tribunal Constitucional en aplicación del
precedente, el requisito de “especial trascendencia constitucional” en
nuestro país no puede entenderse –salvo desconocimiento o yerro
consciente– como una “objetivación” del amparo (es decir, privilegiándose,
al momento de admitir el recurso, la importancia que el caso pueda tener
para el Derecho y los derechos desde una perspectiva objetiva, antes que
procurando la concreta protección del demandante), que es básicamente la
forma como se ha entendido este filtro en Alemania y España, según lo
explicado(13).

Lo que ha ocurrido es que, en un contexto de crisis similar al de los


mencionados países, el Tribunal Constitucional peruano encontró una
respuesta propia, que ha tomado en cuenta lo constitucionalmente posible
en nuestra realidad. Así, debido a que por mandato constitucional nuestro
Tribunal Constitucional es prima facie un órgano de instancia con respecto
al amparo, no podía habilitarse a sí mismo, mediante creación pretoriana, a
rechazar recursos de agravio constitucional por falta de “importancia
objetiva” y de manera discrecional (o cuasi discrecional, creando causales
de rechazo tan abiertas que, en la práctica, impliquen lo mismo). En efecto,
contra lo que se pudiera creer (o querer), nuestro Tribunal hoy no es
exclusivamente una “corte de precedentes”: ello viene dispuesto así (cuando
menos por ahora) por la propia Constitución.

En el sentido expuesto, la aproximación que haremos al tantas veces


mencionado requisito de “especial trascendencia constitucional” no estará
vinculado entonces al quehacer del comparatista jurídico, cuya disciplina es
tan apasionante como compleja. Así, el análisis que haremos en este
capítulo se distanciará de los casos foráneos en los que se ha usado a la
“especial trascendencia constitucional” como un filtro, más o menos
discrecional y de relevancia objetiva, para denegar el acceso a los tribunales
constitucionales. Nuestro propósito más bien estará encaminado a presentar
aquello que se viene entendiendo (creemos que acertadamente) por
“especial trascendencia constitucional” en nuestro contexto, según lo
previsto en nuestra Constitución y lo que ha venido resolviendo nuestro
Tribunal Constitucional.

A efectos de lograr ello, dividiremos este trabajo en tres partes; una


primera trataremos el contexto que justificó la emisión del precedente
contenido en el caso Vásquez Romero; luego nos referiremos brevemente al
tipo de rechazo previsto en el precedente y a la resolución que lo contiene
(la llamada “sentencia interlocutoria denegatoria”); y finalmente,
explicaremos más específicamente el contenido que se le ha atribuido a la
“especial trascendencia constitucional” (que, como veremos, remite a
supuestos de rechazo liminar que se desprenden de la propia Constitución.

1. ACCESO DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL A TRAVÉS


DEL RECURSO DE AGRAVIO CONSTITUCIONAL Y
CONTEXTO DEL PRECEDENTE ESTABLECIDO EN EL
CASO VÁSQUEZ ROMERO

Como lo adelantamos, el precedente del caso Vásquez Romero (STC


Exp. Nº 00987-2014-AA) fue emitido en un contexto de atiborramiento de
expedientes en el Tribunal Constitucional peruano, problema que no es
nuevo y que, desde hace mucho, impide materialmente al Tribunal atender
las causas de manera célere. Sin embargo, como veremos, la finalidad de
este precedente no fue el deshacerse, a cualquier precio, del bulto procesal;
sino optimizar sus recursos escasos para cumplir adecuadamente con sus
funciones, ello sin desproteger a los recurrentes.

Efectivamente, la carga procesal del Tribunal Constitucional ha sido y


es enorme, llegando el 2006 a un pico de 11 150 expedientes nuevos
ingresados solo en ese año. Al emitirse el precedente, el Tribunal se
enfrentaba precisamente la posibilidad de tener una nueva cima, tanto de
expedientes ingresados como de expedientes acumulados(14). El Tribunal
Constitucional no podía mantenerse impasible frente a dicha tendencia.

Ahora, como es evidente, la cantidad de expedientes que ingresan no


es algo que esté bajo el control del Tribunal Constitucional. Empero, lo que
sí está en sus manos es desincentivar que lleguen causas sin real sustento,
así como organizarse y decidir lo necesario para procurar resolver
prontamente los casos que llegan a su sede; ello sin disminuir la calidad de
la tutela que merecen a las partes.

Pero, ¿de qué forma podría lograrse la tutela célere de derechos sin
sacrificar las garantías procesales a favor de los recurrentes? Al respecto,
entre otras medidas, el Tribunal decidió prestar atención a aquellos casos
claramente destinados al fracaso y que no hacían sino distraerle de su tarea
de proteger los derechos de manera urgente. Como en su momento lo
explicó el entonces Presidente del Tribunal Constitucional, a dicha sede
llega una enorme cantidad de causas que terminan siendo declaradas
improcedentes (aproximadamente un 80 %), lo que acarrea la dilapidación
de recursos públicos valiosos, no solo económicos (se gastan 9 millones de
soles anuales por improcedencias, a razón de 2900 soles por cada una), sino
“tiempo que bien podría ser utilizado para resolver otras causas”(15).

Esta enorme cantidad de recursos ingresados sin posibilidad de éxito,


qué duda cabe, juega contra el derecho a la tutela procesal efectiva de todos
los accionantes. Precisamente, en ese marco es que se emitió el precedente
del caso Vásquez Romero, que autoriza al Tribunal a tratar diferente
supuestos claramente distintos. En otras palabras: libera al Tribunal de
proceder del mismo modo en las causas manifiestamente improcedentes y
en las demás, como si todas ellas merecieran igualmente un análisis de
fondo (debiéndose entonces programar vistas de la causas, proyectar
resoluciones, sesiones de salas o de pleno, etc.).
De esta forma, pensando en tales casos manifiestamente
improcedentes, a través del referido precedente el Tribunal estableció
algunos criterios conforme a los cuales rechazará los recursos de agravio
“sin más trámite”:

“A fin de optimizar adecuadamente el derecho a la tutela procesal efectiva, el


Tribunal considera indispensable en esta ocasión explicitar los supuestos en que,
sin más trámite, emitirá sentencia interlocutoria denegatoria, estableciendo el
precedente vinculante que se desarrolla en el siguiente fundamento 49.

El Tribunal Constitucional emitirá sentencia interlocutoria denegatoria cuando:

a. Carezca de fundamentación la supuesta vulneración que se invoque;

b. La cuestión de derecho contenida en el recurso no sea de especial


trascendencia constitucional;

c. La cuestión de Derecho invocada contradiga un precedente vinculante del


Tribunal Constitucional;

d. Se haya decidido de manera desestimatoria en casos sustancialmente iguales.

La citada sentencia se dictará sin más trámite”.

STC Exp. Nº 00987-2014-AA, ff. jj. 48-49

En otras palabras, el Tribunal indica que rechazará los recursos de


agravio constitucional: (1) si la afectación alegada no se encuentra
mínimamente sustentada; (2) si el caso no reviste “especial trascendencia
constitucional”; o si lo pretendido (3) contradice precedentes
constitucionales; o (4) jurisprudencia en la que resuelva casos
sustancialmente iguales. Se descarta, de este modo, la tramitación de
recursos claramente mal planteados, constitucionalmente insulsos u
opuestos a los criterios jurisprudenciales del Colegiado, los cuales
ineluctablemente serían rechazados. Así, antes que deshacerse sin más
(indiscriminada o irregularmente) de la carga procesal pendiente, el
Tribunal busca evitar, de manera razonada y responsable, la dilapidación de
un bien valioso y escaso como es la administración de justicia
constitucional con asuntos que, o bien jamás debieron ser llevados a sede
constitucional, o que claramente van a ser rechazados al momento de que se
emita sentencia.

Como se ha explicado:

“No se trata de una reducción de carga procesal sino de mejorar el


posicionamiento del Tribunal Constitucional en la tutela de derechos
(…) La urgencia de la afectación es lo que nos mueve a tomar medidas
que nos permitan responder dentro de plazos razonables y no bajo
respuestas de una justicia constitucional tardía, por la sustracción de la
materia. De ahí que se ha entendido que la mejor manera de proteger al
ciudadano, que anhela una tutela constitucional es privilegiando casos
que realmente se requiere proteger, de ahí que esta calificación previa
que se hará en atención al precedente ubicará al Tribunal en casos en
los que sí haya una clara afectación a un caso con un contenido
constitucionalmente protegido”(16).

Por cierto, esta no es la primera vez que el Tribunal Constitucional se


propone optimizar y ordenar el acceso a su sede. Antes, en el caso Sánchez
Lagomarcino Ramírez (STC Exp. N° 02877-2005-PHC/TC), el Tribunal
hizo un ejercicio en parte similar, fijando supuestos de “improcedencia del
recurso de agravio constitucional”, con calidad de precedente
constitucional. Sin embargo, luego de ello, y a pesar de cambiarse el
Reglamento Normativo del Tribunal Constitucional recogiendo lo
contenido en dicho precedente(17), este tuvo una implementación limitada, y
tales criterios no se consolidaron. De esta manera, las causas improcedentes
y manifiestamente infundadas siguieron abultando las cifras de carga
procesal pendiente(18).

En efecto, esto fue constatado por el Tribunal Constitucional en el caso


Vásquez Romero:
“Lamentablemente, y a pesar de la claridad del precedente [del caso Sánchez
Lagomarcino Ramírez] y su obligatoriedad general, se repiten casos como el
presente en el que se interpone un Recurso de Agravio Constitucional
manifiestamente infundado, que se limita a invocar formalmente derechos
reconocidos por la Constitución, pero con una completa carencia de fundamento”.

STC Exp. Nº 00987-2014-AA, f. j. 43

En este contexto, la virtud del precedente establecido en el caso


Vásquez Romero no ha sido propiamente la creación de nuevas reglas
procesales o procedimentales (en uso, por ejemplo, de la temida “autonomía
procesal”(19) –expresión, valga resaltar, desterrada de la actual
jurisprudencia del Tribunal Constitucional–). El principal aporte de esta
decisión es que precisa, sistematiza e implementa efectivamente otras reglas
ya existentes.

En especial, como veremos luego, retoma varios criterios que permiten


regularmente, y conforme al Código Procesal Constitucional, el rechazo
liminar de una demanda. En ese sentido, y como mejor veremos infra (en el
apartado 3), alude a lo previsto en los artículos 38 y 5, inciso 1 (la
pretensión debe estar referida al contenido protegido del derecho); los
artículos 5, inciso 2, y 9 (la causa debe merecer tutela a través del amparo y
no de otra vía judicial); a los artículos 3 y 4 (en el caso de los amparos
“contra normas” y “contra resoluciones judiciales” las pretensiones deben
merecer tutela material a través del amparo), e incluso en los artículos VI y
VII del Título Preliminar (los jueces están vinculados a la jurisprudencia y a
los precedentes constitucionales).

En suma, el precedente del caso Vásquez Romero no busca deshacerse


sin más de los casos pendientes (cosa que sí habrían buscado, por cierto,
anteriores precedentes del Tribunal(20)), sino poder atender en mejores
condiciones los casos que en verdad son constitucionalmente relevantes.
Ahora bien, trascurridos ya algunos años de la vigencia del precedente,
seguramente sería conveniente hacer un balance sobre sus efectos, con base
en evidencia. Preliminarmente, a partir de los datos contenidos en las
estadísticas oficiales del Tribunal Constitucional(21), tenemos que desde la
vigencia del precedente contenido en el caso Vásquez Romero el número de
expedientes ingresados al Tribunal ha disminuido(22) y que ha mejorado la
capacidad de atención de casos(23) (a partir del 2017 el Tribunal por fin
vuelve a resolver anualmente más causas de las que ingresan –lo cual no
ocurría desde el 2010–). Sin embargo, los resultados aún siguen mostrando
algunos retos que deben ser enfrentados(24).

2. EL RECHAZO LIMINAR A TRAVÉS DE SENTENCIA


INTERLOCUTORIA DESESTIMATORIA

Por otra parte, tras la publicación del precedente se generó cierto


resquemor por la posible afectación de algunos derechos, como los de
acceso a la justicia, de defensa o a un mecanismo rápido y efectivo, en
atención a las reglas sobre el recurso de agravio constitucional que se
sistematizaron en el caso Vásquez Romero(25). Al respecto, debe tenerse en
cuenta que este precedente, en realidad, no dispone algo muy distinto a lo
que ya hacen los jueces constitucionales de primer y segundo grado cuando
rechazan in limine demandas de tutela de derechos, debido a que, por
ejemplo, se incurre en las causales de improcedencia contenidas en el
artículo 5 del Código Procesal Constitucional.

En efecto, lo previsto en el precedente puede considerarse, sin


problemas, como una habilitación para rechazar liminarmente las causas, lo
cual, siguiendo a la propia jurisprudencia del Tribunal Constitucional,
jamás podría hacerse de modo ligero y menos aún arbitrario(26). Y si fuera
así, los supuestos de rechazo liminar tendrían más que ver con malas
prácticas de ciertos abogados y recurrentes –aquellos que presentan
demandas improcedentes o manifiestamente infundadas–, antes que con la
iniquidad de los jueces o su nula voluntad de resolver.
Ahora bien, además de lo anterior, una cuestión controvertida es si este
rechazo liminar se refiere solo al recurso de agravio o si implica un
pronunciamiento de mérito sobre el contenido de la demanda. Al respecto,
más allá de las precisiones conceptuales que les corresponderá hacer a los
especialistas en Derecho Procesal, por nuestra parte consideramos que
resulta pertinente hacer una distinción útil entre los diferentes requisitos
para la procedencia del recurso de agravio previstos en el precedente, a
efectos de esclarecer este punto.

Efectivamente, consideramos que las causales referidas a la falta de


fundamentación y de especial trascendencia constitucional pueden ser
consideradas como “causales de improcedencia” que permiten rechazar sin
más trámite el recurso de agravio (“juicio de improcedencia”); mientras que
las causales referidas a que el recurso contradice precedentes
constitucionales o jurisprudencia anterior aluden a rechazos liminares
debido a que lo pretendido no podrá ser acogido por el juzgador, pues
previamente fue descartada dicha tutela (se trataría de un “juicio de
improponibilidad”(27)), lo cual podría considerarse tanto un rechazo del
recurso de agravio como de la pretensión del amparo (que en parte viene
contenida en el recurso). Recordamos, a estos efectos, que el recurso de
agravio constitucional es un recurso de mérito –a diferencia de lo que
ocurre en otros sistemas de justicia constitucional–, por lo que resolver este
recurso equivale a emitir un pronunciamiento sobre la pretensión de la
causa (cuando menos en el extremo que ha sido impugnado).

Por último, antes de terminar este apartado, vale la pena precisar,


aunque sea muy brevemente, que el nombre “sentencia interlocutoria” no es
solo una antigualla recuperada de la “noche de los tiempos”, como se ha
sostenido(28). El artículo 47 del Reglamento Normativo del Tribunal
Constitucional ya preveía –valgan verdades, sin emplear una depurada
técnica procesal– la existencia de “sentencias interlocutorias”.
Efectivamente, el segundo párrafo de esta disposición indicaba, ya antes del
precedente emitido en el caso Vásquez Romero, que:
“Reglamento Normativo del Tribunal Constitucional

Artículo 47.- (…) Mediante las sentencias interlocutorias se resuelve la


admisibilidad o inadmisibilidad de la demanda de inconstitucionalidad
o del conflicto de competencia o de atribuciones; la indebida
concesión del recurso de agravio constitucional; y la acumulación de
procesos”.

Atendiendo a lo contenido en el referido artículo, las “sentencias


interlocutorias” serían, sustancialmente, autos que no se pronuncian sobre el
fondo, contra los que eventualmente cabría interponer recursos de
reposición.

Así visto, y si bien, en general, es cierto que la referencia a “sentencias


interlocutorias” en el Derecho Procesal está reservada a autos intermedios
(y no para resoluciones que ponen fin a la instancia o al proceso), no puede
obviarse que nuestro Derecho positivo –del que forma parte el mencionado
Reglamento Normativo– considera como sentencia interlocutoria, por
ejemplo, a la resolución que emite el Tribunal ante la “indebida concesión
del recurso de agravio constitucional”. Siendo así, no resultaba forzado o
impertinente asimilar el rechazo del recurso de agravio previsto por el
precedente con lo que, conforme al reglamento, se denomina “sentencia
interlocutoria”. En cualquier caso, seguramente será aconsejable que el
Tribunal Constitucional, en su momento, se plantee la corrección o la
pertinencia de los términos con los que actualmente son calificadas a tales
resoluciones.

3. LA “ESPECIAL TRASCENDENCIA CONSTITUCIONAL”

Se ha descartado, conforme fue explicado supra, que la “especial


trascendencia constitucional” pueda ser entendida en el Perú como una
puerta abierta tanto para el certiorari como para sus variantes europeas
descafeinadas. Ahora bien, esta constatación no pretende negar los aportes
que una institución como el certiorari pueda reportar al trabajo y a la
legitimidad de las altas cortes. Tan solo revela que una figura como el
rechazo discrecional de los recursos de agravio, no se condice inicialmente
con el modelo de tribunal o alta corte constitucional planteado en nuestro
país por el constituyente y el legislador(29).

Dejando claro lo que no es, ¿a qué alude entonces la “especial


trascendencia constitucional” en nuestro medio? Como ha quedado ya
plasmado en la práctica jurisprudencial del TC, podríamos decir por nuestra
parte que la noción “especial trascendencia constitucional” alude a lo que
puede ser llevado al amparo (y por ende al recurso de agravio
constitucional) por tratarse de asuntos trascendentes según la
Constitución (y según el Código Procesal Constitucional, en tanto norma
de desarrollo constitucional). Así, conforme a esta causal de rechazo del
recurso de agravio constitucional, solo podría llevarse al Tribunal
Constitucional aquello que la Constitución prescribe que puede verse a
través de amparo, y corresponde rechazar liminarmente aquello que no.

Ahora, al respecto, ¿acaso la Constitución no señala, de manera


bastante general, que el amparo procede frente a la afectación o amenaza de
cualquier derecho fundamental (salvo los protegidos mediante el hábeas
corpus y el hábeas data), sin hacer ninguna excepción? Afirmar algo como
lo anterior sería solo parcialmente cierto. Será necesario, entonces, hacer
algunas precisiones adicionales al respecto.

Lo primero que vamos a indicar es que el Tribunal Constitucional


formuló un marco normativo en el caso Vásquez Romero:

“Existe una cuestión de especial trascendencia constitucional cuando la resolución


resulta indispensable para solucionar un conflicto de relevancia o cuando se
presente la urgencia de una revisión sobre el contenido de un derecho
fundamental”.

STC Exp. Nº 00987-2014-AA, f. j. 50


Este marco inicial ha sido desarrollado o precisado por lo que viene
resolviendo el Tribunal en la práctica, a través de sus sentencias
interlocutorias. En estas, al explicar el significado de la causal de “especial
trascendencia constitucional”, señala lo siguiente:

“En el presente caso se evidencia que el recurso de agravio no está referido a una
cuestión de derecho de especial trascendencia constitucional. Al respecto, un
recurso carece de esta cualidad cuando su contenido no está referido al contenido
constitucionalmente protegido de un derecho fundamental; cuando versa sobre un
asunto materialmente excluido del proceso de tutela de que se trata; o, finalmente,
cuando lo pretendido no alude a un asunto que requiere una tutela de especial
urgencia.

Expresado de otro modo, y teniendo en cuenta lo precisado en el fundamento 50


de la STC Nº 00987-2014-PA/TC, una cuestión no reviste especial trascendencia
constitucional en los siguientes casos: (1) si una futura resolución del Tribunal
Constitucional no soluciona algún conflicto de relevancia constitucional, pues no
existe lesión a algún derecho fundamental comprometido o se trata de un asunto
que no corresponde ser resuelto en la vía constitucional; o, (2) si no existe
necesidad de tutelar de manera urgente el derecho constitucional invocado y no
median razones subjetivas u objetivas que habiliten a este órgano colegiado a
emitir un pronunciamiento de fondo”.

SID Exp. N° 00859-2014-HC, f. j. 2

Lo señalado por el Tribunal en las dos citas precedentes es, como se


verifica en la práctica del Tribunal Constitucional, claramente reconducible
a algunas causales o supuestos de improcedencia previstas en el Código
Procesal Constitucional, y que además se sustentan de manera directa en la
Constitución. Entre estas, las principales son las que se refieren a: (1) la
falta de referencia al contenido constitucionalmente protegido de los
derechos invocados, (2) la existencia de una vía igualmente satisfactoria,
(3) el cuestionamiento de resoluciones judiciales emanadas de procesos
regulares y (4) el cuestionamiento de normas legales heteroaplicativas.
Siendo así, lo que correspondería hacer al momento de evaluar la
“especial trascendencia constitucional” de una causa sería utilizar los
análisis que hemos desarrollado o sistematizado en los capítulos del 1 al 4
(esto es: “análisis sobre la relevancia constitucional del caso”, “análisis
sobre la pertinencia de la vía constitucional”, “análisis de manifiesto
agravio a la tutela procesal efectiva” y “análisis del carácter autoejecutivo
de la norma”). Desde luego, lo contrario, es decir, no utilizar criterios
adecuados y consolidados para rechazar liminarmente los recursos de
agravio, podría significar una afectación arbitraria del derecho de acceso a
la justicia o, expresado en términos más generales, una forma indeseable de
restringir el bien “justicia constitucional”.

Antes de pasar a nuestra explicación, precisemos que preliminarmente


también podría agregarse, a este listado de cuatro causales de
improcedencia, aquellos supuestos en los que pudiera existir la sustracción
de la materia (artículos 1 y 5, inciso 5 del Código Procesal Constitucional),
en los que resulte necesaria una actividad probatoria compleja (artículo 9
del Código Procesal Constitucional) o en los que haya prescrito la
posibilidad de demandar (artículo 5, inciso 10 del Código Procesal
Constitucional)(30).

Sin embargo, ellos tres pueden reconducirse, sin problema, a algunas


de las causales antes mencionadas. En el caso de la sustracción de la
materia al “análisis sobre la relevancia constitucional del caso”, pues
conforme a este la procedencia de la demanda requiere verificar la
existencia de una afectación iusfundamental prima facie, y es claro que en
los casos de sustracción dicha afectación ya no existe, si es que ha cesado el
agravio. Para los casos en los que (lamentablemente) se ha producido la
irreparabilidad del daño también se pone en cuestión la titularidad del
derecho o la subsistencia de la posición iusfundamental invocada(31); sin
embargo, es claro que en dichos supuestos lo recomendable sería declarar
fundada la demanda para establecer las responsabilidades correspondientes
y evitar futuras lesiones iusfundamentales.
Respecto a los casos en que se necesita realizar una intensa actividad
probatoria(32) y en los que haya vencido el plazo para demandar, ellos
pueden ser reconducidos al “análisis sobre la pertinencia de la vía
constitucional”. En el primer caso porque la vía judicial pertinente es una en
la que pueda actuarse la prueba compleja que se requiere (así, el amparo
carecería de una “estructura idónea”, sin embargo correspondería seguir con
el análisis), y en el segundo caso, porque a la regla de prescripción subyace
la idea de que no se trata de una cuestión urgente (si bien se trata de una
regla que, eventualmente, podría ser derrotada).

Hecho esta precisión, pasemos a explicar entonces cómo la “especial


trascendencia constitucional” –entendida como aquello que puede ser
llevado al amparo (o al recurso de agravio) por aludir a asuntos
trascendentes según la Constitución–, alude básicamente a las cuatro
causales de improcedencia mencionadas.

3.1. “Especial trascendencia constitucional” y contenido


constitucionalmente protegido

La Constitución señala que la finalidad del amparo es la tutela de la


mayoría de derechos constitucionales. De ese modo, y como es obvio, no
podrían ser protegidas a través de este proceso aquellas cuestiones que, pese
a tratarse de intereses particulares relevantes o de asuntos socialmente
valiosos, no están directamente involucrados con contenidos
iusfundamentales.

Esto mismo es, pues, lo que prescriben también los artículos 5, inciso
1, y 38 del Código Procesal Constitucional:

“Artículo 5.- Causales de improcedencia

No proceden los procesos constitucionales cuando:


1. Los hechos y el petitorio de la demanda no están referidos en forma
directa al contenido constitucionalmente protegido del derecho
invocado (…)”.

“Artículo 38.- Derechos no protegidos

No procede el amparo en defensa de un derecho que carece de sustento


constitucional directo o que no está referido a los aspectos
constitucionalmente protegidos del mismo”.

De esta forma, si al revisar el recurso de agravio constitucional (y/o


demás piezas del expediente) el Tribunal verifica que la tutela solicitada no
está dirigida a la real protección de un derecho constitucionalmente
garantizado, por la misma razón que el asunto no merece tutela a través del
amparo debería rechazarse de plano el recurso de agravio.

En otras palabras, conforme la diseño constitucional del amparo,


podemos afirmar que un asunto que no involucra ningún contenido
iusfundamental carece de “especial trascendencia constitucional” y merece
ser rechazado sin mayor trámite.

Al respecto, hay muchísima jurisprudencia relevante. Así, tenemos


diversos casos de alegaciones que no forman parte del derecho invocado
(entre lo más reciente, y como muestra superficial, encontramos estas
alegaciones que no forman parte de la libertad personal: SSID Exps. Nºs
03070-2014-HC, 01622-2014-HC, 04070-2014-PHC, 01541-2015-PHC,
02433-2014-PHC; del derecho al libre tránsito: SID Exp. Nº 01087-2014-
PHC; de los derechos a la propiedad y a la motivación de las resoluciones
judiciales: SID Exp. Nº 07851-2013-AA). Asimismo, hay casos
desestimados porque las alegaciones realizadas no inciden en el contenido
del derecho invocado (también entre lo más reciente: SSID Exps. Nºs
03139-2017-AA y 03259-2015-PA).
Consideramos asimismo que un análisis correcto sobre estos supuestos
implicaría utilizar el “análisis sobre la relevancia constitucional del caso”,
como ya fue explicado en el capítulo 1 de esta obra.

3.2. “Especial trascendencia constitucional” y existencia de una vía


igualmente satisfactoria

Por otra parte, y volviendo a algo que ya hemos explicado antes


(capítulo 2), de acuerdo con la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, toda persona debe contar con un recurso rápido que permita la
tutela efectiva de sus derechos constitucionales:

“Artículo 25. Protección Judicial

1. Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a


cualquier otro recurso efectivo ante los jueces o tribunales
competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos
fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la presente
Convención, aun cuando tal violación sea cometida por personas que
actúen en ejercicio de sus funciones oficiales”.

En atención a ello, en nuestro país se ha previsto al proceso de amparo


como el principal mecanismo de tutela judicial de los derechos
constitucionales, el cual debe ser célere y tuitivo, sin ritualismos que
ralenticen la protección. Ahora bien, la existencia de este proceso no
descarta que pueda haber otros procesos a través de los cuales se pueda
proteger los derechos fundamentales de manera efectiva y óptima.

Con respecto al proceso de amparo, este fue desarrollado por el


legislador en el Código Procesal Constitucional, consagrándose allí un
modelo de “amparo subsidiario”:

“Artículo 5.- Causales de improcedencia


No proceden los procesos constitucionales cuando: (…)

2. Existan vías procedimentales específicas, igualmente satisfactorias,


para la protección del derecho constitucional amenazado o vulnerado
(…)”.

Conforme a este modelo, si existe una vía judicial ordinaria (por


ejemplo: civil, laboral, comercial, contencioso-administrativa, etc.) en la
que pueda tutelarse de manera igual o similar los derechos constitucionales
que se alegan conculcados o amenazados, deberá preferirse dicha vía, en
vez de acudir al amparo. Esto, con la finalidad de mantener al amparo como
una vía sencilla y rápida, en la que pueda conseguirse una tutela eficaz de
los derechos.

Ahora bien, la opción del amparo subsidiario, aunque no es la única


forma de regular este proceso, no desprotege a las personas ni se trata de
una alternativa inconstitucional, pues se encuentra dentro del “orden
marco” constitucional y convencional(33). No obstante, lo anterior se
mantiene como cierto únicamente a condición de que los derechos
fundamentales, en cualquier caso, puedan ser protegidos de manera célere e
idónea en la vía que corresponda (trátese del amparo o de una vía ordinaria)
(34)
.

Así considerado, se explica por qué el Tribunal Constitucional está


legitimado para rechazar, a través de sentencias interlocutorias, aquellos
recursos que se refieran a cuestiones que podrían obtener una tutela
satisfactoria en otra vía, ya que estos carecerían de “especial trascendencia
constitucional”. Por si no quedara claro con relación a la vía idónea, lo
“constitucionalmente trascendente” está relacionado con el afianzamiento
del amparo como proceso célere y eficaz, conforme a lo prescrito por la
Convención Americana y el Código Procesal Constitucional (que es ley de
desarrollo constitucional).
Con respecto a esta causal, son también muchísimas las sentencias
interlocutorias emitidas sobre esta base, haciendo referencia al criterio de
“especial trascendencia constitucional”. Así por ejemplo, entre lo inicial y
lo reciente, tenemos a las SSID Exps. Nºs 01621-2015-PA, 00901-2014-PA,
04744-2014-PA, 01681-2014-AA, 04633-2014-AA, 01378-2015-AA,
02660-2014-AA y 02104-2014-AA.

Se trata, posiblemente, del supuesto de rechazo más recurrente, y por


ello mismo sería de muchísima importancia que el análisis de este tipo de
causas se base siempre en el “análisis sobre la pertinencia de la vía
constitucional”, establecido a través de un precedente constitucional (cuyos
pormenores ya explicamos ampliamente en el capítulo 2).

3.3. “Especial trascendencia constitucional” y amparo contra normas


legales

Por otra parte, la Constitución indica expresamente que no procede el


amparo “contra normas legales”, sino solo frente a actos u omisiones
concretas.

“Artículo 200.- Son garantías constitucionales: (…)

2. La Acción de Amparo, que procede contra el hecho u omisión, por


parte de cualquier autoridad, funcionario o persona, que vulnera o
amenaza los demás derechos reconocidos por la Constitución. No
procede contra normas legales (…)” (resaltado nuestro).

Al respecto, la Carta Fundamental prevé que los cuestionamientos a


normas legales por problemas de constitucionalidad, de manera general y
abstracta, deben hacerse a través del proceso de inconstitucionalidad(35).

Sin embargo, como explicamos ampliamente supra (capítulo 4), en


muchas ocasiones las normas legales pueden comportarse como “actos
concretos”, los cuales sí merecen protección a través del amparo. Es el caso
de las llamadas “normas autoaplicativas” o “autoejecutivas”, que son
aquellas “cuya aplicabilidad, una vez que han entrado en vigencia, resulta
inmediata e incondicionada”(36).

Solo en esos casos, como ha desarrollado y fundamentado el Tribunal


Constitucional en varias ocasiones(37), procede excepcionalmente el
“amparo contra normas”. Siendo así, en los demás casos, es decir, si se
presenta amparo contra normas que no son autoejecutivas (es decir, normas
heteroaplicativas), deberán ser rechazados, lo cual según vimos se
desprende de la propia Constitución.

De lo anterior se colige que pueden existir casos de normas legales que


no son autoaplicativas y que claramente afecten derechos fundamentales,
las cuales no pueden impugnarse a través del amparo; incluso más, en
muchos supuestos difícilmente dichas personas podrán acceder al proceso
de inconstitucionalidad, debido a la restrictiva legitimación activa (para
demandar) dispuesta por el constituyente para poder transitar por dicha
vía(38).

Dichos casos, pese a la afectación o amenaza iusfundamental existente,


deberán ser rechazados liminarmente por los jueces de amparo, y a lo
mismo se encuentra habilitado el Tribunal Constitucional cuando lleguen
los recursos de agravio a su sede. Ello es así, según hemos explicado,
debido a que nuestro modelo constitucional del amparo no da cobertura a
tales afectaciones, y por ello puede afirmarse, únicamente a efectos de su
tutela mediante el amparo, que dichas causas carecen de “especial
trascendencia constitucional”.

Ahora bien, nuevamente precisaremos que para el análisis de este tipo


de casos deberá acudirse al “análisis del carácter autoejecutivo de la
norma”, como ya fue explicado supra, en el capítulo 4 de esta obra.

3.4. “Especial trascendencia constitucional” y amparo contra


resoluciones judiciales
Finalmente, la Constitución señala que el amparo proceso de amparo
“[n]o procede contra (…) resoluciones judiciales emanadas de
procedimiento regular”. Esta disposición, como está claro, alude a una
prohibición prima facie para que a través del proceso de amparo no se
cuestionen sentencias (o actuaciones) judiciales regulares.

No obstante lo anterior, como ha explicado la doctrina y el Tribunal


Constitucional tantas veces, la mencionada regulación también abre la
puerta para que, a partir de una interpretación a contrario sensu, puedan ser
cuestionadas las actuaciones y decisiones judiciales con irregularidades o,
como dice el Código Procesal Constitucional, aquellas que evidencien un
“manifiesto agravio a la tutela procesal efectiva”.

Volviendo a lo que constitucionalmente no puede ser discutido a través


de un proceso de amparo (y por ende tampoco vía recurso de agravio
constitucional), es claro que conforme a lo previsto por la propia Norma
Máxima deberán rechazarse aquellas demandas dirigidas a cuestionar
actuaciones o resoluciones del Poder Judicial que hayan respetado las
garantías constitucionales mínimas del proceso judicial (lo cual, mutatis
mutandis, es aplicable a las actuaciones y resoluciones del Jurado Nacional
de Elecciones y del Consejo Nacional de la Magistratura).

Lo anterior, desde luego, requiere que se establezcan algunos criterios


que permitan determinar cuáles son estas garantías mínimas, o mejor aún,
en qué supuestos un caso puede ser revisado legítimamente en sede
constitucional(39) y en cuáles no, pese a involucrar asuntos que pueden
considerarse como parte integrante de un derecho constitucional. Al
respecto, en efecto, según manda la Constitución, algunos asuntos de
relevancia iusfundamental solo pueden ser discutidos y cuestionados en el
ámbito ordinario, siempre que allí se cumpla con un mínimo de
“regularidad constitucional”.

Desde luego, no corresponde volver ahora a los estándares adecuados


para determinar esta regularidad (asunto que ya tratamos en el capítulo 3).
Sin embargo, a efectos de lo que pretendemos en este acápite, bastará con
indicar que carecen de “especial trascendencia constitucional” aquellos
casos en los que se les pida a los jueces de amparo revisar actuaciones y/o
decisiones judiciales “regulares”, o que emitan pronuncimientos sobre
materias que son de competencia exclusiva de la judicatura ordinaria. En
tales casos, el Tribunal Constitucional está plenamente habilitado para
rechazar liminarmente el recurso de agravio, a través de una sentencia
interlocutoria.

Ahora bien, lo anterior no es un asunto fácil y puede acarrear


arbitrariedades si no se tiene criterios claros para realizar dicho examen. Por
ello, consideramos que el análisis de este tipo de casos deberá remitir
necesariamente al “análisis de manifiesto agravio a la tutela procesal
efectiva”, en los términos que ya fueron presentados y desarrollados en el
capítulo 3 de esta obra.

4. LAS OTRAS CAUSALES DE RECHAZO LIMINAR DEL


RECURSO DE AGRAVIO CONSTITUCIONAL

Además de la causal de “especial trascendencia constitucional”, el


precedente fijado en la sentencia del caso Vásquez Romero prevé otras tres
causales para el rechazo liminar del recurso de agravio constitucional.

Estas causales, en atención a cómo fueron reconocidas en el


fundamento 49 del caso Vásquez Romero, y posteriormente incorporadas
en el artículo 11 del Reglamento Normativo del Tribunal Constitucional,
suelen ser nominadas por el Tribunal Constitucional según las letras con las
que ellas fueron ordenadas o listadas. En este sentido, la causal de especial
trascendencia constitucional es también conocida como “causal b”; la
causal que se refiere al rechazo del recurso carente de fundamentación es
llamada “causal a”; la referida a que lo pretendido contradiga un precedente
del Tribunal Constitucional sería la “causal c”, mientras que la causal
vinculada a el Tribunal haya desestimado previamente casos
sustancialmente iguales es llamada “causal d”. Refirámonos, en seguida, a
cada una de las tres causales pendientes de desarrollo.

En relación con la causal referida a la falta de fundamentación del


recurso (causal a), el Tribunal Constitucional suele utilizar la siguiente
fórmula para explicar aquello que puede ser desestimado con base en esta
causal:

“[E]n función a lo señalado en el fundamento 49 a) de la STC Nº 00987-2014-


PA/TC (…) el recurso de agravio constitucional debe ser desestimado cuando
carezca por completo de fundamentación, cuando la fundamentación que se
esgrime no es coherente con aquello que se cuestiona, o cuando el demandante se
limita a reiterar los argumentos expuestos en su demanda sin esgrimir
fundamentación relacionada con la desestimatoria dispuesta en la instancia
judicial”.

SID Exp. Nº 01872-2014-AA

Contando con estos criterios básicos, al aplicar esta causal de rechazo


correspondería hacer referencia a alguno de los criterios que se considere
pertinente (a saber: (1) total ausencia de fundamentación del recurso, (2)
incoherencia entre lo que se fundamenta y lo que se cuestiona, y (3) mera
reiteración de los argumentos de la demanda sin precisar el agravio que
supuestamente produce la decisión de segundo grado); y luego explicar
porqué el recurrente, a quien se rechazará el recurso de agravio mediante
sentencia interlocutoria, se encuentra en alguno de esos tres supuestos. En
este sentido, no correspondería desestimar el recurso únicamente
mencionando esta causal, sin justificar por qué ella resulta aplicable al caso
específico (como ocurre, por ejemplo, en SID Exp. Nº 03630-2014-AA).

Ahora bien, el Tribunal Constitucional a través de esta causal suele


desestimar también (a veces citando la fórmula mencionada y otras no), los
supuestos en los cuales el recurrente buscaba cuestionar indebidamente
resoluciones judiciales vía amparo, pese a que lo alegado no aludía al
contenido constitucionalmente protegido del derecho invocado y se
encontraba más bien dirigido a pedir un reexamen sobre cuestiones de
justicia ordinaria(40).

Al respecto, según hemos explicado, consideramos que esto debería


tratarse más bien como un supuesto vinculado con la “causal b” (referida a
la ausencia de “especial trascendencia constitucional”) y debería resolverse
siempre echando mano del “análisis de manifiesto agravio de la tutela
procesal efectiva” (y no a “ojo de buen cubero”, como podría ocurrir en
ausencia de un criterio fijo o claro).

En relación con la causal c, referida a la desestimación de recursos de


agravio que contradigan precedentes del Tribunal Constitucional, el
Tribunal desestima liminarmente aquellos supuestos que ya habían sido
excluidos previamente, y de manera expresa, de la tutela que brindan los
procesos constitucionales, pues así se dispuso mediante una regla
jurisprudencial creada a través de un “precedente constitucional”, ello
conforme al artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal
Constitucional(41).

En este sentido, el Tribunal suele utilizar las reglas vinculadas a la


procedencia de las demandas de tutela de derechos, contenidas en sus
precedentes de naturaleza procesal, para rechazar liminarmente los recursos
de agravio que no cumplen con las exigencias allí establecidas(42).

En este contexto, se ha rechazado recursos de agravio por no cumplir,


por ejemplo, con las reglas previstas para la procedencia del “amparo contra
laudo arbitral” conforme al precedente establecido en la STC Nº 00142-
2011-PA (cfr. SSID Exps. Nºs 04612-2014-AA y 03509-2014-AA); con los
requisitos para la procedencia del proceso de cumplimiento fijados
mediante el precedente establecido en la STC Exp. Nº 0168-2005-PC (cfr.
SSID Exps. Nºs 01365-2015-AC y 06236-2015-AC); con adjuntar la
documentación necesaria para acreditar las aportaciones en materia
pensionaria según lo dispuesto en el precedente establecido en la STC Exp.
Nº 04762-2007-PA (cfr. SSID Exps. Nºs 08447-2013-AA, 07719-2013-AA
y 06244-2013-AA), o con presentar un certificado médico emitido por la
Comisión Médica de EsSalud, el Ministerio de Salud o una Entidad
Prestadora de Servicios a efectos de acceder a una pensión de invalidez
conforme el precedente establecido en la STC Exp. N° 02513-2007-PA (cfr.
SID Exp. N° 08004-2013-AA).

Ahora bien, como ha sido destacado, esta causal de rechazo liminar del
recurso de agravio (causal c) puede: (1) propender a que los precedentes
sean aplicados sin tener en cuenta la singularidad de los casos concretos
que, en determinados supuestos, puede exigir más bien un apartamiento de
la regla formulada jurisprudencialmente (distinguishing(43)) y no su
aplicación a rajatabla; asimismo, (2) existe el riesgo a la “congelación” de
los precedentes constitucionales, debido a que su aplicación mecánica
limita que estos puedan ser cuestionados o revisados(44). En este sentido, es
necesario tener especial cuidado al aplicarla, en cuando se plantee un
apartamiento o una revisión de lo contenido en un precedente del Tribunal
Constitucional.

Finalmente, en relación con la “causal d”, referida a la existencia de un


previo caso sustancialmente igual que haya sido desestimado, esta alude
inicialmente a la existencia de una “regla de precedencia” o un “precedente
material” fijado en un caso análogo y, por ende, lo allí resuelto (la regla del
caso, la ratio decidendi) resulta prima facie de aplicación a la nueva
controversia que se plantea.

Ahora bien, al aplicar esta causal el Tribunal Constitucional no ha sido


muy expresivo sobre cuándo un caso puede considerarse como
“sustancialmente igual” y, por ende, en qué medida lo resuelto en cualquier
caso podría utilizarse como regla para desestimar un caso posterior.

No obstante ello, desde la doctrina se ha precisado que, para evitar


echar mano de criterios muy laxos o también demasiado cerrados, podría
tenerse en cuenta tanto la experiencia española (que había previsto una
regulación similar antes de la incorporación del criterio de “especial
trascendencia”) como lo desarrollado en el ámbito del Common Law sobre
el precedente(45). De este modo, buenos criterios a tomar en cuenta serían:
(1) dos de los tres criterios vinculados con la “triple identidad” que se
requiere para saber si existe cosa juzgada, a saber, la igualdad en el petitum
y la igualdad en la causa petendi; (2) la ratio decidendi del caso, que
permite extrapolar lo resuelto en un caso a otros casos similares(46).

O como también fue expresado con precisión por el magistrado Eloy


Espinosa-Saldaña, podría tenerse en cuenta tres elementos para establecer
una “igualdad sustancial” con un caso previamente desestimado: (1)
igualdad en los derechos, (2) igualdad en el acto lesivo e (3) igualdad en las
razones del rechazo (cfr. SSID Exps. N°s 01549-2016-AA, 04769-2015-AA
y 03668-2016-AA).

Según hemos indicado supra, los dos primeros elementos hacen


referencia a que se alegue en ambos casos una afectación equivalente, que
incide en una misma posición iusfundamental (bien visto, estos elementos
están estrechamente vinculados a los pasos del “análisis de relevancia
iusfundamental”), y es el tercer elemento el que más propiamente nos
remite a aquello que fue resuelto en un caso anterior, en sentido
desestimatorio.

Sobre esto último, las razones para el rechazo pueden ser de


procedencia, si el caso anterior fue declarado improcedente, o de fondo, en
el supuesto que se haya declarado infundada la demanda en el caso previo.
Siendo así, conforme a esta causal, tanto si la causa anterior fue rechazada
por improcedente, como si fue declarada infundada la demanda, se
encuentra justificada la emisión de una sentencia interlocutoria en un caso
“sustancialmente igual”.

“[C]onsidero que el reconocimiento de un caso como ‘sustancialmente igual’, a la


luz de lo dispuesto en el literal d) del fundamento 49 del precedente Vásquez
Romero, requiere atender a la ratio decidendi de la causa previa que se toma
como referente, pues será precisamente el razonamiento jurídico que permitió
desestimar el caso anterior lo que permitirá establecer una analogía con el nuevo
caso, al cual correspondería aplicarle una igual consecuencia.

Así, y sin perjuicio de esta pauta general, creo que es posible identificar algunos
criterios que, sin llegar a la igualdad total, faculten a este Tribunal a señalar que
un caso es sustancialmente igual a uno anterior. Estos criterios, a mi entender,
deben presentarse de manera conjunta:

• Igualdad en los derechos invocados: en ambos casos se debe demandar la


afectación/amenaza de los mismos derechos fundamentales

• Igualdad en el acto lesivo: debe tratarse de actos lesivos homologables (por


ejemplo, resoluciones judiciales entre sí, actos administrativos entre sí, actos de
privados, etc.)

• Igualdad en las razones invocadas para el rechazo: sea esta una de las causales
recogidas en el Código, si estamos hablando de improcedencia, o, directamente
las razones de fondo para declarar infundada la demanda.

A mayor abundamiento, y en sentido negativo, podemos afirmar asimismo que, en


principio, no son relevantes los detalles del caso para establecer la analogía. En
este sentido, por ejemplo, es innecesario tomar en cuenta las personas
involucradas en el proceso, el tiempo, el lugar, el género y las cantidades. Estos
elementos, salvo circunstancias especiales, no interesan para establecer si estamos
frente a un caso sustancialmente igual”.

SID Exp. N° 04436-2016-PA, fundamento de voto del magistrado Espinosa-


Saldaña, ff. 3-5

A mayor abundamiento, este último criterio puede verse aplicado en


algunos fundamentos de voto del magistrado Eloy Espinosa-Saldaña (por
ejemplo en las SSID Exps. N°s 05476-2015-AA y 01663-2015-AA), en los
cuales pone en evidencia que en el proyecto de sentencia interlocutoria se
habría hecho un uso impreciso de la causal del precedente Vásquez
Romero.
(1) WIELAND, Joachim. “El Bundesverfassungsgericht en la encrucijada”. En: Teoría y
realidad constitucional. N° 4, segundo semestre, UNED, 1999, p. 127.
(2) Cfr. WAHL, Rainer y WIELAND, Joachim. “La justicia constitucional como bien
escaso: el acceso al Bundesverfassugsgericht”. En: Revista Española de Derecho
Constitucional. Año 17, N° 51, p. 11 y ss. LÓPEZ PIETSCH, Pablo. “Objetivar el
recurso de amparo: las recomendaciones de la comisión Benda y el debate español”.
En: Revista Española de Derecho Constitucional. Año 18, N° 53, mayo-agosto de
1998, pp. 117-122.
(3) En especial, nos referimos a la modificación del § 93 de la Ley del Tribunal
Constitucional Federal (Bundesverfassungsgerichtsgesetz). Ahora bien, con alcanzar
sus objetivos, en Alemania se emprendieron diversas reformas, no solo legislativas,
no obstante lo cual hasta el momento no llega a solucionarse aún el problema; cfr.
HERNÁNDEZ RAMOS, Mario. “El Tribunal Constitucional Federal Alemán aún en
la encrucijada. Balance de medio siglo de reformas del trámite de admisión de la
Verfassungsbeschwerde”. En: Revista Española de Derecho Constitucional. Año 30,
N° 88, enero-abril de 2010, p. 83 y ss.
(4) La referencia es al “recurso de amparo” alemán (Verfassungsbeschwerde), que, a
grandes rasgos, es un recurso de “queja constitucional” que se interpone ante el
propio Tribunal, por afectaciones de derechos fundamentales provenientes de
autoridades públicas, una vez agotados los recursos existentes.
(5) LÓPEZ PIETSCH, Pablo. “Objetivar el recurso de amparo…”. Ob. cit., p. 118. Sobre
esta reforma, RODRÍGUEZ ÁLVAREZ, José Luis. “Seleccionar lo importante. La
reciente reforma del trámite de admisión de la Verfassungsbeschwerde”. En: Revista
Española de Derecho Constitucional. Año 14, N° 41, mayo-agosto de 1994, p. 139 y
ss.
(6) Cfr. LÓPEZ PIETSCH, Pablo. “Objetivar el recurso de amparo…”. Ob. cit., p. 137 y
ss.
(7) Sobre los diversos cambios contenidos en la LO 6/2007, vide REYES Manuel Aragón.
“La reforma de la ley orgánica del Tribunal Constitucional” En: Revista Española de
Derecho Constitucional. Año 29, N° 85, enero-abril de 2009, pp. 11-43.
(8) ORTEGA GUTIÉRREZ, David. “La especial trascendencia constitucional como
concepto jurídico indeterminado. De la reforma de 2007 de la LOTC a la STC
155/2009, de 25 de junio”. En: Teoría y Realidad Constitucional. N° 25, UNED,
2010, p. 497 y ss.; ESQUIVEL ALONSO, Yessica. “El requisito de la especial
trascendencia constitucional: ‘decidir no decidir’”. En: Estudios de Deusto. Vol.
61/2, Bilbao, julio-diciembre 2013, p. 173 y ss.
(9) Evidentemente, no podríamos analizar ni discutir sobre esto aquí y ahora. En todo caso,
en el ámbito constitucional, cfr. FRANKENBERG Günter “Constitutional transfer:
The IKEA theory revisited”. En: International Journal of Constitucional Law. Vol. 8,
Nº 3, Oxford Univerity Press, 2010, 563-579; TUSHNET, Mark. “The possibilities of
comparative constitutional law”. En: The Yale Law Journal, Vol. 108, Issue 6, abril
de 1999, p. 1285 y ss.
(10) La jurisprudencia del Tribunal Constitucional tiene muchos ejemplos de trasplantes
jurídicos realizados sin que se haya sopesado suficientemente los contextos
diferentes y los efectos de tal importación. No obstante, creemos que el balance sobre
las consecuencias de ello, felizmente, ha sido positivo. Sobre varias de estas
instituciones trasplantadas, vide AA. VV. Compendio de instituciones procesales
creadas por la jurisprudencia del Tribunal Constitucional. Gaceta Jurídica, Lima,
2009.
(11) Cfr. CAMPOS, Heber Joel. “El certiorari informal del Tribunal Constitucional”. En:
Gaceta Constitucional y Procesal Constitucional. N° 81; Gaceta Jurídica, Lima,
setiembre de 2014, pp. 45-46; GARCÍA, Domingo. “Entre la Constitución y la ley.
Una delgada línea divisoria que rara vez se aprecia”. En: Revista Peruana de
Derecho Constitucional. Nueva época, N° 7, Centro de Estudios Constitucionales del
Tribunal Constitucional, Lima, 2014, p. 276.
Como se sabe, el writ of certiorari otorga amplia discrecionalidad a la Corte Suprema
estadounidense para decidir rechazar o abocarse a un caso puesto a su consideración
(rechazo que puede hacerse inmotivadamente inclusive). Un resumen informado
sobre esta institución en: ESPINOSA-SALDAÑA. Eloy. “La ‘especial trascendencia
constitucional’ como causal para el rechazo liminar de recursos de agravio en el
Perú”. En: Revista Peruana de Derecho Constitucional. N° 8, Tribunal
Constitucional, Lima, 2015, pp. 49-50, nota 10.
(12) Cfr. ESPINOSA-SALDAÑA. Eloy. “Justificación y alcances del nuevo precedente del
TC”. En: Gaceta Constitucional y Procesal Constitucional. N° 81, Gaceta Jurídica,
setiembre 2014, p. 22; LEDESMA NARVÁEZ, Marianella. “La mejor manera de
defender al ciudadano es privilegiar casos que realmente se requieran proteger”. En:
Actualidad Jurídica. N° 250, Gaceta Jurídica, Lima, setiembre de 2014, p. 15;
BLUME, Ernesto. “La sentencia interlocutoria denegatoria”. En: V Congreso
Nacional de Derecho Procesal Constitucional. A diez años de vigencia del Código
Procesal Constitucional. Adrus, Arequipa, 2014.
(13) Cfr. ABAD YUPANQUI, Samuel. “El acceso al Tribunal Constitucional a través del
recurso de agravio constitucional. Un balance necesario: diez años después”. En: El
debate en torno a los límites al recurso de agravio constitucional. Pedro Grández
Castro (coordinador), Cuadernos sobre jurisprudencia constitucional N° 9, Palestra,
Lima, 2014, p. 35. El profesor Abad considera, luego de atender a lo escrito por los
magistrados Espinosa-Saldaña, Ledesma y Blume en sus trabajos sobre este tema:
“parece evidente que, pese a la inspiración en la reforma a la LOTC española, la
intención de quienes ha introducido este motivo de impugnación no ha sido objetivar
al cien por ciento al proceso de amparo, sino mantener una tutela subjetiva. Es decir,
parecería que se ha acogido una interpretación mixta (objetiva-subjetiva)”.
(14) A ello nos referimos en SOSA, Juan Manuel. “El requisito ‘especial trascendencia
constitucional’ como rechazo in limine exigido por la Constitución”. En: Revista
Peruana de Derecho Constitucional. N° 8, Centro de Estudios Constitucionales del
Tribunal Constitucional, Lima, p. 196.
(15) URVIOLA, Oscar. “Garantías improcedentes generan gasto innecesario al TC” [en
línea]. Diario Correo, 18 de julio de 2014 [consultado el 24 de mayo de 2015].
Disponible en: <http://diariocorreo.pe/ciudad/garantias-improcedentes-generan-
gasto-innece-17953/>.
(16) LEDESMA NARVÁEZ, Marianella. “La mejor manera de defender al ciudadano…”.
Loc. cit. Véase, igualmente, ESPINOSA-SALDAÑA. Eloy. “Notas sobre el
precedente ‘Vásquez Romero’, su finalidad, el contexto de su configuración y sus
alcances”. En: El debate en torno a los límites al recurso de agravio constitucional.
Pedro Grández Castro (coordinador), Cuadernos sobre jurisprudencia constitucional
N° 9, Palestra, Lima, 2014, pp. 106-108; Ídem, “Justificación y alcances del nuevo
precedente del TC”. Ob. cit., pp. 22 y 23
(17) Por lo menos lo dispuesto en el fundamentos jurídico 28. Téngase en cuenta que en
este caso el Tribunal usó la técnica del precedente de manera particularmente
defectuosa, fijando como dándoles calidad de precedente, por ejemplo, a una
descripción superficial de las “experiencias comparadas (básicamente,
estadounidenses, hispanas y germánicas)”, cuyo inclusión tenía como propósito
tomar en cuenta sus principales aportes.
(18) Incluso más: el precedente del caso Sánchez Lagomarcino Ramírez puede
considerarse como un caso excepcional de precedente constitucional que perdía
vigencia por desuetudo.
(19) Como ha explicado ESPINOSA-SALDAÑA. Eloy. “La ‘especial trascendencia
constitucional’ como causal para el rechazo liminar de recursos de agravio en el
Perú”. Ob. cit., p. 48.
(20) Por ejemplo, a través de “listas de materias” que, de pronto, ya no podrían resolverse
en sede constitucional (como se dispuso en los precedentes establecidos en los casos
Anicama Hernández, STC Exp. N° 01417-2005-AA, y Baylón Flores, STC Exp. N°
0206-2005-PA). A esto no hemos referido infra (capítulo 2, acápites 2.2 y 3.2).
(21) Estos interesantes datos han sido preparados por el propio Tribunal Constitucional y
aparecen en el siguiente enlace:
<https://www.tc.gob.pe/tc/public/institucion/estadistica> [consultado el 20 de abril de
2018]
(22) El caso Vásquez Romero se publicó a finales de agosto de 2014. El año 2014
ingresaron al Tribunal Constitucional 6433 expedientes; el 2015 ingresaron 7320, el
2016 ingresaron 5869 y el 2017 llegaron 5205.
(23) La capacidad de atención de casos ha pasado de ser de 71 % el 2015, a 90 % en el año
2016, llegando al 105 % el 2017. Al 19 de junio de 2018 la capacidad de atención el
año 2018 es de 95 %.
(24) Así, por ejemplo, la cantidad de expedientes evacuados no ha mejorado
sustancialmente: el año 2014 se publicaron 5415 resoluciones, el 2015 fueron 5227,
el año 2016 aumentaron a 5303 y el 2017 a 5472. Asimismo, la carga acumulada de
expedientes ha seguido en aumento desde el año 2011. Al 18 de junio de 2018 la
carga procesal es de 10168 expedientes.
(25) Como se puede apreciar en algunos de los textos referidos en supra, Introducción,
nota 1.
(26) Cfr. RTC Exp. N° 03321-2011-AA, f. j. 3; RTC Exp. N° 02039-2010-AA, f. j. 5.
(27) Cfr. PEYRANO, Jorge W. “Control judicial de atendibilidad. Balanceo de lo
disparejo”. En: La Ley. Año LXXIV, N° 156, Buenos Aires, agosto de 2010, pp. 1 y
2; HUNTER AMPUERO, Iván. “El poder del juez para rechazar in limine la
demanda por manifiesta falta de fundamento”. En: Ius et Praxis, vol. 15, núm. 2,
Universidad de Talca, Talca, 2009. Peyrano se refiere a un “juicio de fundabilidad en
abstracto de la demanda” y Hunter a un “juicio prematuro de hipotética acogibilidad
de la pretensión”.
(28) ARIANO DEHO, Eugenia. “¿Nihil sub sole novi? Reflexiones sueltas sobre el primer
‘precedente’ vinculante del ‘neo’ TC”. En: Actualidad Jurídica. N° 250, Gaceta
Jurídica, Lima, setiembre de 2014, p. 18
(29) De hecho, nos parece sumamente atractiva la idea de que el Tribunal Constitucional
pueda conocer solo algunos casos, en especial aquellos trascendentales desde un
punto de vista objetivo. Un buen listado sobre asuntos que tendrían esta importancia
aparece en: ESPINOSA-SALDAÑA. Eloy. “Notas sobre el precedente ‘Vásquez
Romero’…”. Ob .cit., pp. 110-111.
(30) Como ha dado cuenta el magistrado Eloy Espinosa-Saldaña –a través de un necesario
y oportuno muestreo de casos– la causal de rechazo vinculada a la “especial
trascendencia constitucional” alude, precisamente, a las señaladas cuatro causales de
improcedencia (contenido constitucionalmente protegido, vía igualmente
satisfactoria, amparo contra resoluciones judiciales y amparo contra normas legales)
y a estos tres últimos supuestos (sustracción de la materia, actividad probatoria
compleja y prescripción). Cfr. ESPINOSA-SALDAÑA. Eloy. “La ‘especial
trascendencia constitucional’ como causal para el rechazo liminar de recursos de
agravio en el Perú”. Ob. cit., pp. 51-53.
(31) Ahora bien, el Tribunal ha optado por desestimar casos de sustracción por
irreparabilidad del daño alegando más bien que no aluden a asuntos que requieran de
“una tutela de especial urgencia” (y que nosotros solo vinculamos a los supuestos de
prescripción de la demanda), cfr., recientemente, SID Exp. Nº 03368 2014-HC y SID
Exp. Nº 01893-2017-PA. Esto, que inicialmente es cierto, puede generar el doble
efecto perverso de: (1) no brindar ninguna tutela a quién sí ha sufrido una lesión o
amenaza iusfundamental, y (2) constituir un incentivo para que los agresores
iusfundamentales alarguen los procesos, buscando la sustracción.
(32) Recientemente, SID Exp. Nº 00127-2016-PA, f. j. 4 y SID Exp. Nº 06437-2013-AA, f.
j. 9.
(33) Cfr. ALEXY, Robert. “Epílogo a la Teoría de los Derechos Fundamentales”. En:
Teoría de los derechos fundamentales. Segunda edición, Centro de Estudios Políticos
y Constitucionales, Madrid, 2008, p. 518. Cfr. STC Exp. N° 00013-2010-PI, f. j. 2
(34) Con la finalidad de asegurar ello, precisamente, se emitió el precedente constitucional
en el caso Elgo Ríos (STC Exp. N° 02383-2013-PA), al cual ya nos hemos referido
antes.
(35) Como se dispone en el artículo 200, inciso 4 de la Constitución.
(36) STC Exp. N° 04677-2004-PA, f. j. 4.
(37) Cfr. RTC Exp. N° 00615-2011-PA, f. j. 7
(38) El artículo 203 de la Constitución dispone que solo pueden presentar demandas de
inconstitucionalidad el Presidente de la República, el Fiscal de la Nación, el
Defensor del Pueblo, el veinticinco por ciento del número legal de congresistas,
cinco mil ciudadanos (o el 1 % de la población en caso de impugnarse ordenanzas
municipales), los gobernadores regionales o los alcaldes provinciales (en materias de
su competencia) y los colegios profesionales (en materias de su especialidad).
(39) Criterios que sean mejores que lo establecido en la STC Exp. N° 03179-2004-AA,
caso Apolonia Collcca, ya que lo establecido como “canon sobre la intensidad de la
intervención” realmente no permite distinguir entre aquello que sí podría ser
conocido por el juez constitucional, y aquello que no.
(40) Entre muchas otras: SSID Exps. Nºs 02113-2014-HD, 08065-2013-AA, 07742-2013-
AA, 01872-2014-AA, 01037-2014-AA y 00529-2014-AA.
(41) Como es conocido, en la práctica jurisprudencial el “precedente constitucional” no
alude a la ratio decidendi de un caso, sino a una regla jurisprudencial que ha sido
autoritativamente por el Tribunal Constitucional, conforme a una de las
interpretaciones posibles de lo establecido en el artículo VII del Título Preliminar del
Código Procesal Constitucional.
(42) El Tribunal en alguna oportunidad (STC Exp. Nº 05049-2015-AA) rechazó a través de
la “causal c” el recurso de agravio interpuesto “a favor del precedente”, alegando que
a través de la STC Exp. Nº 03908-2007-PA se había dejado sin efecto lo dispuesto en
la STC Exp. Nº 04853-2004-PA (que había establecido la procedencia del “recurso
de agravio constitucional a favor del precedente”). Sin embargo, en dicho supuesto
no se contravenía en realidad ningún precedente (vigente o sin vigor), por lo cual
bastaba con desestimar el recurso porque fue interpuesto contra una sentencia
estimatoria de segundo grado y, a la vez, no se encontraba en ningún supuesto que
habilitara a la interposición de un recurso de agravio “atípico” (lo cual fue objeto de
desarrollo supra, en el capítulo V).
(43) Como ha ocurrido, por ejemplo, en la STC Exp N° 6681-2013-AA, caso “Cruz
Llamos”, en donde el Tribunal estableció precisiones respecto a causas en las cuales
no corresponde aplicar las reglas de rechazo contenidas en la STC Exp. Nº 5057-
2013-PA, caso “Rosalía Huatuco”.
(44) Cfr. LOSTAUNAU, Andrea. “Tomando los precedentes en serio”. En: Gaceta
Constitucional y Procesal Constitucional. N° 81, Gaceta Jurídica, setiembre de 2014.
(45) Vide CRUCES, Alberto. “Precedentes sin precedente: Los casos sustancialmente
iguales como causal de rechazo de los recursos de agravio constitucional”. En:
Thēmis. Nº 71, Lima, 2017, en especial p. 190 y ss.
(46) CRUCES, Alberto, Ob. cit., p. 192.
I.

EVOLUCIÓN DE LA JURISPRUDENCIA SOBRE


LA CAUSAL REFERIDA AL CONTENIDO
CONSTITUCIONALMENTE PROTEGIDO

El contenido constitucionalmente protegido como establecimiento de


una relación jurídica iusfundamental

Exp. N° 01581-2010-PHD/TC
EXP. N° 01581-2010-PHD/TC
LIMA
MARGARITA DEL CAMPO
VEGAS

RESOLUCIÓN DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL


Lima (Arequipa), 11 de octubre de 2010
VISTO

El recurso de agravio constitucional interpuesto por doña Margarita del


Campo Vegas contra la sentencia expedida por la Corte Superior de Justicia
de Lima, que declaró infundada la demanda de autos; y,

ATENDIENDO A

1. Que con fecha 14 de enero de 2008 la recurrente interpone demanda de


hábeas data contra la Fiscal de la Nación solicitando se le entregue
“copia completa debidamente numerada del expediente de
investigación fiscal sobre denuncia pública realizada por el programa
Cuarto Poder de América TV, el domingo 6 de julio del año 2003”. En
dicho programa se denunció que en el Tribunal Constitucional, durante
la Presidencia del Dr. Javier Alva Orlandini, se habría favorecido de
manera irregular el ascenso de su secretaria, señora Gladis Oblitas
Villegas, con quien este habría procreado un hijo producto de una
relación que se denunciaba en dicho programa. La recurrente
manifiesta que dicha información fue solicitada al Ministerio Público,
pero al no recibir respuesta y vencido los plazos de ley, considera que
se está violando su derecho de acceso a la información pública
reconocido en el artículo 2.5 de la Constitución.

2. Que corrido traslado de la demanda a fojas 70 se apersona el


Procurador Público a cargo de los asuntos judiciales del Ministerio
Público y contesta la demanda. Refiere que no es cierta la afirmación
de la recurrente, sobre la supuesta renuencia por parte de la Fiscal de la
Nación a entregar la información solicitada, ya que mediante Oficio Nº
1073-2008-PM se dio respuesta al requerimiento manifestándole que
el expediente solicitado no existe en ninguna instancia del Ministerio
Público, por lo que solicita que la demanda sea declarada
improcedente.

Mediante sentencia de fecha 21 de enero de 2009, el Juez del


Trigésimo Octavo Juzgado Civil de Lima declaró infundada la
demanda, estimando que en autos no se ha acreditado la existencia del
expediente cuya entrega solicita la recurrente. La Sala revisora
confirmó la apelada con idénticos argumentos.

3. Que la demanda tiene por objeto que la Fiscal de la Nación entregue a


la recurrente el expediente de una investigación preliminar que, a decir
de la recurrente, se habría iniciado tras una denuncia periodística del
programa de Canal 4 “Cuarto Poder” ocurrido el día domingo 6 de
julio de 2003.

4. Que el proceso de hábeas data garantiza, en sede jurisdiccional, entre


otros, el derecho de toda persona de solicitar y recibir “sin expresión
de causa” toda información de carácter público que no esté protegida
por alguna reserva, en el plazo legal, con el costo que suponga el
pedido. Se exceptúan las informaciones que afectan la intimidad
personal y las que expresamente se excluyan por ley o por razones de
seguridad nacional (art. 2.5 de la Constitución).

5. Que respecto del derecho de acceso a la información pública el artículo


61.1 del Código Procesal Constitucional detalla que mediante el
proceso de hábeas data cualquier persona puede solicitar el acceso a
información que se encuentre en poder de cualquier entidad pública,
pudiendo tratarse de información que estas “[…] generen, produzcan,
procesen o posean, incluida la que obra en expedientes terminados o
en trámite, estudios, dictámenes, opiniones, datos estadísticos,
informes técnicos y cualquier otro documento que la administración
pública tenga en su poder, cualquiera que sea la forma de expresión, ya
sea gráfica, sonora, visual, electromagnética o que obre en cualquier
otro tipo de soporte material” (subrayado agregado).

6. Que no obstante como sucede con todos los procesos de tutela de


derechos fundamentales, el análisis de la violación del derecho cuya
tutela se solicita pasa siempre por la identificación del acto lesivo
denunciado, lo que a su vez permite establecer la obligación o no por
parte del emplazado con la demanda. Así, en todo proceso
constitucional siempre se trata de establecer una relación entre un
titular de un derecho fundamental, un obligado o emplazado con la
demanda y un objeto de la obligación, que generalmente está
contenido en el petitorio.

La titularidad del derecho supone, desde luego, la invocación válida de


un derecho fundamental, el cual puede ser un derecho explícito de la
Constitución o también un derecho implícito deducible del principio de
dignidad humana o de la cláusula de apertura a que se refiere el
artículo 3 de la Constitución. La titularidad del derecho invocado no
es, como a veces se suele creer, un asunto que debe evaluarse en
abstracto, sino de cara a las circunstancias de cada caso en particular.

La cuestión relativa al objeto de la demanda u obligación de derecho


fundamental que se pretende hace referencia a una situación fáctica. La
obligación general es, desde luego, el respetar o garantizar la efectiva
vigencia de todos los derechos, por tanto aquí no se tata de esta
obligación general sino de la puesta en evidencia de la violación o
amenaza de violación. Se trata por tanto de argumentos referidos a
hechos o situaciones fácticas que permitan establecer de manera
indubitable que tales hechos u omisiones constituyen una violación del
mandato u obligación que impone un derecho fundamental a todos los
poderes públicos y también a los particulares.

Finalmente el obligado es la persona natural o jurídica, institución u


órgano del Estado emplazado y que se encuentra en directa relación
con la obligación contenida en la demanda, el mandato proveniente de
la disposición de derecho fundamental y los actos reclamados por el
recurrente. La condición del obligado es tal solo si es que previamente
se determina: a) que se trata de un derecho fundamental; b) que se trata
del titular de dicho derecho fundamental; c) que se encuentran
acreditados los actos u omisiones; y d) que tales actos u omisiones,
pueden serle atribuidos al emplazado con la demanda.

7. Que en el presente caso la recurrente ha planteado una solicitud de


información amparada en el derecho de acceso a la información
pública del artículo 2.5 de la Constitución. Por su parte la Fiscal de la
Nación, en forma documentada, ha dado respuesta a dicho pedido
expresando que la información solicitada no existe. Así se desprende
tanto del conjunto de la documentación que se adjunta de fojas 61 a
fojas 69, así como de la contestación de la demanda que no ha podido
ser recusada con argumentos válidos por la recurrente.

En efecto, frente a los argumentos de la emplazada que llevaron a


declarar infundada la demanda en las dos instancias judiciales, la
recurrente ha insistido en su recurso de agravio cambiando su
argumentación, esta vez afirmando que ya no se trata de la obligación
de entregar un expediente que no existe, sino que los órganos
judiciales habrían incurrido en “abuso de autoridad y en prevaricato”,
al no haberse percatado que la respuesta del Ministerio Público, frente
a su pedido, se habría producido luego de vencido el plazo legal. De
este modo la recurrente sugiere que al margen de la inexistencia del
expediente el Ministerio Público y en concreto la Fiscal de la Nación
habrían “violado la Constitución” por no haberle respondido dentro del
término de ley.

8. Que siendo esto así este Colegiado concluye que no solo la recurrente
no ha acreditado el acto lesivo sino que el derecho de acceso a la
información cuya titularidad reclama no incluye en su ámbito
constitucionalmente protegido la entrega de datos o información
inexistente en la entidad emplazada, por lo que la demanda resulta
improcedente, de conformidad con el artículo 5.1 del Código Procesal
Constitucional.

RESUELVE

Declarar IMPROCEDENTE la demanda.

Publíquese y notifíquese.

SS. MESÍA RAMÍREZ, BEAUMONT CALLIRGOS, VERGARA GOTELLI,


CALLE HAYEN, ÁLVAREZ MIRANDA, URVIOLA HANI
El contenido constitucionalmente protegido como posición
iusfundamental prima facie protegida

Exp. N° 00665-2007-AA/TC
EXP. N° 665-2007-AA/TC
LIMA
TELEFÓNICA DEL PERÚ S.A.A.

SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

En Lima, a los 12 días del mes de marzo de 2007, el Pleno del


Tribunal Constitucional, integrado por los señores magistrados Landa
Arroyo, presidente; Gonzales Ojeda, vicepresidente; Alva Orlandini,
Bardelli Lartirigoyen, García Toma, Vergara Gotelli y Mesía Ramírez,
pronuncia la siguiente sentencia, con el voto singular adjunto del
magistrado Vergara Gotelli
ASUNTO

Recurso de agravio interpuesto por Telefónica del Perú S.A.A. contra


la resolución de la Sala de Derecho Constitucional y Social de la Corte
Suprema de Justicia, de fojas 103 del segundo cuaderno, su fecha 19 de
octubre de 2006, que declara infundada la demanda de autos.

ANTECEDENTES

Con fecha 12 de octubre de 2005, la empresa recurrente interpone


demanda de amparo contra los vocales de la Sala Mixta Descentralizada de
la Corte Superior de Justicia de Huánuco y Cerro de Pasco, solicitando que
se declare nula la Resolución s/n, de fecha 28 de setiembre de 2005,
expedida en el Incidente N° 036-2005-LB, por considerar que viola sus
derechos constitucionales al debido proceso y a la tutela jurisdiccional, en
su manifestación de derecho a la motivación de las resoluciones judiciales
fundadas en Derecho, y porque constituye una amenaza de violación de su
derecho de propiedad.
La recurrente alega que su derecho constitucional a la motivación de
las resoluciones judiciales ha sido vulnerado por la Sala demandada debido
a que mediante la resolución cuestionada se calculó el interés legal en base
a un criterio no sustentado en Derecho. Manifiesta que los intereses
establecidos en la resolución impugnada ascienden a la suma de S/. 2
´309,545.89 (dos millones trescientos nueve mil quinientos cuarenta y seis
nuevos soles con ochenta y nueve céntimos), y que se derivan de la deuda
de beneficios sociales ascendente a S/. 317,282.36 (trescientos diecisiete
mil doscientos ochenta y dos nuevos soles con treinta y seis céntimos), a
favor de don Berto Ferrer Tello y que fuera determinada por el Segundo
Juzgado Mixto de Pasco mediante la Resolución N° 10, de fecha 23 de
junio de 2004.

Asimismo, sostiene que la Sala calculó el interés legal a partir del 1 de


enero de 1991, en el supuesto de que en dicha fecha se habían estabilizado
las remuneraciones de los trabajadores de las empresas públicas, sin
considerar que la deuda por beneficios sociales había sido actualizada al
mes de diciembre de 2001, sobre la base de la remuneración vigente, a
dicha fecha, de un trabajador de la demandante. Estima que el cálculo de los
intereses debió efectuarse a partir del 1 de enero de 2002, conforme a lo
señalado en el artículo 3 del Decreto Ley Nº 25920.

El litisconsorte facultativo, don Berto Ferrer Tello, contesta la


demanda solicitando que se la declare improcedente, alegando que la
resolución impugnada ha sido emitida en un proceso regular y luego de un
análisis exhaustivo de los peritajes y sus respectivas observaciones,
buscándose una fórmula de equilibrio a fin de no causar perjuicios a su
persona ni a la demandante.

Los magistrados emplazados contestan la demanda manifestando que


la resolución impugnada fue emitida tomando en consideración los
principios que regulan la relación laboral establecidos en el artículo 26,
numeral 2), de la Constitución y sobre la base del artículo 3 del Decreto Ley
N° 25920; así como recurriendo a las Normas de Estabilización Económica
y la Ley Marco para el Crecimiento de la Actividad Privada.
El Procurador Público a cargo de los asuntos judiciales del Poder
Judicial contesta la demanda solicitando que se la declare improcedente por
considerar que con ella se pretende cuestionar la idoneidad de los
demandados, los que han actuado en estricto cumplimiento de sus funciones
y conforme a lo establecido en los artículos 184 y 185 de la Ley Orgánica
del Poder Judicial.

La Sala Mixta Descentralizada de la Corte Superior de Justicia de


Huánuco y Pasco, con fecha 20 de diciembre de 2005, declara fundada la
demanda por considerar que se violaron los derechos constitucionales de la
recurrente por no haberse liquidado los intereses legales con posterioridad a
la actualización de la deuda laboral.

La recurrida, revocando la apelada, declara infundada la demanda


estimando que la empresa recurrente, desnaturalizando el objeto de las
acciones de garantía, alega una supuesta vulneración de sus derechos
constitucionales sin acreditarla.

FUNDAMENTOS
§1. Petitorio

1. El objeto de la demanda es que se deje sin efecto la resolución s/n de


fecha 28 de setiembre de 2005, expedida en el Incidente N° 036-2005-
LB, por la Sala Mixta Descentralizada de la Corte Superior de Justicia
de Huánuco y Pasco, mediante la cual se fija la suma de S/. 2
´309,545.89 por concepto de intereses derivados de la deuda de
beneficios sociales ascendente a S/. 317,282.36, a favor de don Berto
Ferrer Tello. Se alega la vulneración del derecho constitucional a la
motivación de las resoluciones judiciales y que el acto lesivo
constituye una amenaza de violación del derecho de propiedad de la
demandante.

§2. Razones para la resolución del presente proceso

2. En el presente caso se constata que los demandantes no tienen otra vía


para corregir la lesión a sus derechos fundamentales, puesto que nos
encontramos frente al cuestionamiento de una resolución judicial
firme. Por ello tienen expedita la vía del amparo. Asimismo, este
Colegiado comprueba que la urgencia de tutela de sus derechos
fundamentales se justifica por cuanto, de concretarse la violación de
sus derechos y no repararse la lesión, el daño sería irreparable.
§3. Amenaza de violación del derecho a la propiedad

3. Conforme lo ha establecido este Colegiado en la sentencia recaída en


el Exp. Nº 3179-2004-AA/TC, la interpretación del segundo párrafo
del inciso 2) del artículo 200 de la Constitución, bajo los alcances del
principio de unidad de la Constitución, concluye que la competencia
ratione materiae del amparo contra resoluciones judiciales comprende
a todos y cada uno de los derechos fundamentales que puedan ser
violados por alguna resolución judicial firme.

4. Consecuentemente, el Tribunal Constitucional es competente para


verificar si en el presente caso se evidencia una amenaza del derecho a
la propiedad de la empresa demandante.

a) Estructura del análisis de constitucionalidad del acto reclamado

5. El Tribunal debe juzgar si el acto que se reclama constituye una


intervención injustificada en el ámbito constitucionalmente protegido
del derecho a la propiedad. Tal control de constitucionalidad presupone
un análisis del caso a partir de una serie de fases. Estas fases,
independientemente del derecho que se alegue, son las siguientes:

a. Determinación del ámbito normativo del derecho fundamental (en


el caso, la amenaza de violación del derecho a la propiedad). Se
trata, en esta primera fase, de que el Tribunal indague sobre las
posiciones iusfundamentales prima facie garantizadas por el
derecho. Ello presupone dar respuesta a las interrogantes sobre
quién es el sujeto activo o titular del derecho; quién o quiénes son
sus sujetos pasivos o los obligados; y cuáles son las posiciones
iusfundamentales protegidas prima facie por el derecho.
b. La segunda fase consiste en verificar si los actos que se
representan como lesivos suponen una intervención en el ámbito
normativo del derecho fundamental. De una intervención en el
ámbito normativo de un derecho fundamental se habla cuando el
acto reclamado en el amparo supone una injerencia en las
potestades prima facie garantizadas por el derecho. La relevancia
de esta fase del análisis radica en lo siguiente:

(i) Si el Tribunal constata que el acto (o los actos) cuestionado(s) no


constituye(n) una injerencia en el ámbito del derecho prima facie
protegido, el análisis concluye que no se trata de una controversia que
atañe al contenido constitucionalmente protegido del derecho en
cuestión (artículos 5.1 y 38 del Código Procesal Constitucional).

(ii) Si el Tribunal constata que se ha producido una intervención en el


ámbito normativo prima facie garantizado por el derecho, se pasa a la
tercera fase.

c. La última fase de este test de control de constitucionalidad


consiste en determinar si la intervención en el ámbito normativo
del derecho fundamental se encuentra justificada, tanto desde una
perspectiva formal como material. Dado que los derechos
fundamentales, por regla general, no tienen la condición de
derechos absolutos, una intervención en el ámbito prima facie
garantizado por el derecho no puede considerarse como sinónimo
de violación del mismo.

Tal situación jurídico-constitucional solo se producirá si, en relación


con el específico derecho fundamental de que se trate, el Tribunal
observa que no se han respetado las diversas exigencias que la
Constitución establece como criterios de justificación para su
intervención (v.g. principio de legalidad o reserva de ley; reserva de
jurisdicción; irretroactividad de la ley; principio de proporcionalidad,
etc.).
b. Primera fase: Determinación del ámbito normativo del derecho a
la propiedad

3. El artículo 2, inciso 16, de la Constitución reconoce el derecho de


propiedad. Asimismo, su artículo 70 dispone que la propiedad es
inviolable y que el Estado la garantiza.

En la sentencia recaída en el Exp. Nº 3773-2004-AA/TC, este Tribunal


destacó el contenido constitucionalmente protegido del derecho a la
propiedad, en el sentido de garantizar que el poder estatal o
corporativo no invada los ámbitos de la propiedad fuera de lo
permisiblemente aceptado por la Norma Fundamental. (F. J. 3)

Igualmente en la sentencia recaída en el Exp. Nº 0030-2004-AI/TC,


este Colegiado precisó que, desde la perspectiva constitucional, el
derecho fundamental a la propiedad, como los demás derechos, posee
un doble carácter: de derecho subjetivo y, a su vez, de institución
objetiva valorativa y que, dado su doble carácter, el derecho
fundamental a la propiedad no es un derecho absoluto, sino que tiene
limitaciones que se traducen en obligaciones y deberes a cargo del
propietario, las cuales se encuentran previstas legalmente. (F. J. 11)

c. Segunda fase: Determinación de la intervención en el ámbito


prima facie garantizado por el derecho de propiedad

6. El Tribunal observa que, en el presente caso, la recurrente debe pagar


por mandato judicial la suma de S/. 2´309,545.89, por concepto de
intereses derivados de la deuda de beneficios sociales ascendente a S/.
317,282.36, a favor de don Berto Ferrer Tello.

7. Tal resolución constituye una intervención en el ámbito prima facie


garantizado por el derecho a la propiedad, puesto que la empresa
deberá afectar su patrimonio para pagar tales intereses. Por tanto, es
preciso que el Tribunal indague acerca de los criterios de justificación
que puedan existir, o no, en el caso concreto.
d. Tercera fase: Justificación de la intervención en el derecho a la
propiedad

(i) Principios de legalidad y razonabilidad

8. El derecho de propiedad no es un derecho absoluto desde el momento


en que su reconocimiento se realiza en un ordenamiento donde
coexisten otros derechos fundamentales, pero también una serie de
bienes (principios y valores) constitucionalmente protegidos.

9. En algunas oportunidades, esos límites se derivan expresamente de la


Constitución. Así, el artículo 70 de la Ley Fundamental señala que el
derecho de propiedad se ejerce en armonía con el bien común y dentro
de los límites de ley.

10. En otras, tratándose de límites implícitos, corresponde al legislador


establecer dichas restricciones, dejando intacto el contenido esencial
del derecho fundamental de que se trate. En cualquier caso, el
establecimiento de dichos límites debe realizarse conforme a las
garantías normativas que la Constitución pudiera haber previsto en
relación con un determinado derecho fundamental.

11. En el caso del derecho de propiedad, su ejercicio, uso y goce solo


puede ser limitado por ley (artículos 70 de la Constitución y 21.1 de la
Convención Americana de Derechos Humanos). En el presente caso, la
resolución cuestionada no aplicó la legislación vigente para la
liquidación de intereses de deudas laborales, Ley Nº 25920. En efecto,
en la resolución mencionada se señaló que cuando se trate de pagos de
sumas actualizadas (en el caso de autos se actualizaron a diciembre de
2001) no rige de manera estricta dicha norma, sino que debe recurrirse
a un “cierto equilibrio”, y que lo “justo y equitativo” es calcular el
interés legal a partir de la fecha en que las remuneraciones adquirieron
estabilidad a fin de no afectar al trabajador.

12. Este Colegiado estima que el cálculo de intereses legales está


establecido claramente en las leyes de la materia, puesto que tendrán
incidencia en la limitación del derecho de propiedad. Precisamente a
fin de garantizar una justa y razonable indemnización por la mora en el
pago de la deuda, el cálculo de los intereses no puede quedar librado al
arbitrio del acreedor o de quien conforme a ley deba fijarlos.

13. En efecto, el Decreto Ley N° 25920 establece en su artículo 1 que “el


interés que corresponda pagar por adeudos de carácter laboral, es el
interés legal fijado por el Banco Central de Reserva. El referido interés
no es capitalizable”. Asimismo, el artículo 3 de dicha norma establece
que “el interés legal sobre los montos adeudados por el empleador se
devengan a partir del siguiente de aquel en que se produjo el
incumplimiento y hasta el día de su pago efectivo (...)”.

14. Al respecto, este Tribunal debe precisar que el artículo 24 de la


Constitución Política del Perú declara que el pago de la remuneración
y de los beneficios sociales del trabajador tiene prioridad sobre
cualquier otra obligación; y que, además, la Compensación por
Tiempo de Servicios, incluidos sus intereses en caso de mora, tiene la
calidad de beneficio social de previsión de las contingencias que
origine el cese en el trabajo, y su pago debe ser efectuado en forma
directa al trabajador, siendo intangible e inembargable, salvo por
alimentos hasta el cincuenta por ciento, siendo nulo todo pacto en
contrario, conforme lo disponen los artículos 1, 3, 29, 38, 40 y 47 del
Decreto Legislativo N° 650, del 24 de julio de 1991.

15. En el presente caso, el Tribunal Constitucional advierte que en un


primer momento el Juez del Segundo Juzgado Mixto de Pasco liquidó
los intereses por la suma de S/. 4,722,539.34 (1488 % de incremento
en relación con la deuda original) y que la Sala demandada, apelando a
un “cierto equilibrio”, la redujo a S/. 2´309,545.89 (727 % de
incremento en relación con la deuda original). Es evidente que la
legislación sobre intereses legales derivados de deudas laborales
constituye un parámetro cierto y razonable para fijarlos, a fin de evitar
la arbitrariedad y discrecionalidad. Este Colegiado comprueba que la
resolución cuestionada no respetó el principio de legalidad para
imponer límites al ejercicio del derecho de propiedad, esto es, no
respetó los criterios establecidos en la ley para fijar los intereses
legales de deudas laborales. Se advierte una manifiesta arbitrariedad,
desproporción e irrazonabilidad, por parte de los demandados, al
momento de determinar los intereses legales.

Por tanto, para este Colegiado existe una cierta e inminente amenaza
de violación del derecho de propiedad de la demandante, por cuanto de
ejecutarse el acto de amenaza a través de los embargos
correspondientes se afectaría ilegítimamente el patrimonio de la
empresa demandante. En consecuencia, debe estimarse este extremo
de la pretensión.
§4. Sobre la violación del derecho constitucional a la motivación de las resoluciones
judiciales alegada por la empresa demandante

16. La demandante alega que existe una supuesta vulneración del derecho
constitucional a la motivación de las resoluciones judiciales por cuanto
la Sala demandada efectuó un indebido cálculo del interés legal de la
deuda que mantiene con el litisconsorte. Al respecto, este Colegiado
estima que si bien el Juez constitucional no puede subrogarse en las
funciones del juez laboral en materia de liquidación de intereses
legales derivados de una deuda de beneficios sociales, ni convertirse
en una nueva instancia de revisión, toda vez que corresponde a la
justicia ordinaria efectuar los cálculos y determinar el monto exacto de
los intereses, el Tribunal sí es competente cuando se comprueba una
manifiesta vulneración de algún derecho constitucional.

17. A este respecto, conforme ha señalado este Tribunal en la sentencia


recaída en el Exp. Nº 3179-2004-AA/TC, el objeto del proceso de
amparo radica en proteger los derechos constitucionales, y no en
verificar si el juez ordinario, al ejercer su función, ha infringido
normas procedimentales (error in procedendo) o ha interpretado
incorrectamente el derecho material (error in iudicando), a excepción
de aquellos casos en los que dichos errores son constitutivos de la
violación de un derecho fundamental.

18. Siendo que en el presente caso se comprueba una falta de


razonabilidad y legalidad al momento de calcular los intereses de una
deuda laboral, conforme a los fundamentos expuestos supra, este
Tribunal también comprueba una violación de los derechos al debido
proceso y a la tutela jurisdiccional, en su manifestación de derecho a la
motivación de las resoluciones judiciales fundadas en Derecho.

19. Finalmente, y constatándose que la flagrante amenaza de violación del


derecho a la propiedad de la empresa demandante, así como la
violación de las garantías del debido proceso se han generado a
consecuencia del actuar arbitrario de los órganos jurisdiccionales que
han tenido bajo su dirección el proceso en el que fue emitida la
resolución impugnada, y en atención a las denuncias públicas
difundidas en la prensa sobre el actuar cuestionable de los
participantes en dicho proceso, este Colegiado se encuentra en la
obligación de solicitar al Ministerio Público, a la Oficina de Control de
la Magistratura, al Consejo Nacional de la Magistratura a los Colegios
Profesionales respectivos que inicien las investigaciones
correspondientes al Juez del Segundo Juzgado Mixto de Pasco y a los
Vocales de la Sala Mixta Descentralizada de la Corte Superior de
Justicia de Huánuco y Pasco, así como a los peritos y abogados del
litisconsorte intervinientes en el proceso judicial de donde emana la
resolución que se cuestiona.

Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad


que le confiere la Constitución Política del Perú

HA RESUELTO

1. Declarar FUNDADA la demanda de amparo; en consecuencia, NULA


la resolución s/n, de fecha 28 de setiembre de 2005, expedida en el
Incidente N° 036-2005-LB, por la Sala Mixta Descentralizada de la
Corte Superior de Justicia de Huánuco y Pasco, mediante la cual se fija
en la suma de S/. 2´309,545.89 el monto de los intereses devengados.

2. Disponer que la Sala dicte nueva resolución ordenándose una nueva


liquidación de intereses legales conforme a ley y previa información
del Banco Central de Reserva, y

3. Poner en conocimiento del Ministerio Público, de la Oficina de


Control de la Magistratura, del Consejo Nacional de la Magistratura y
del Colegio de Abogados de Huánuco y Pasco la presente sentencia.

Publíquese y notifíquese,

SS. LANDA ARROYO, GONZALES OJEDA, ALVA


ORLANDINI, GARCÍA TOMA, MESÍA RAMÍREZ
El último y más acabado aporte: el “análisis de relevancia
iusfundamental”

Exp. N° 02988-2013-PA/TC
EXP. N° 02988-2013-PA/TC
LIMA
EDMUNDO CÉSAR
GOICOCHEA ALVARADO

SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL


Lima, 23 de junio de 2014
VISTO

El recurso de agravio constitucional interpuesto por don Edmundo


César Goicochea Alvarado contra la resolución de fojas 449, su fecha 16 de
abril de 2013, expedida por la Primera Sala Civil de la Corte Superior de
Justicia de Lima, que declaró infundada la demanda de autos; y,

ATENDIENDO A

4. Que el recurrente interpone demanda de amparo contra la Oficina de


Normalización Previsional (ONP), solicitando que se declare
inaplicable la Resolución Nº 4244-2009-ONP/DPR/DL 19990, de
fecha 28 de octubre de 2009; y que, en consecuencia, se le otorgue
pensión de jubilación según el régimen general del Decreto Ley Nº
19990, reconociéndole previamente 30 años y 11 meses de
aportaciones al Sistema Nacional de Pensiones, de los cuales la ONP
solo le ha reconocido 7 años y 3 meses. Asimismo, solicita el pago de
las pensiones devengadas, los intereses legales y los costos del
proceso.

2. Que de la Resolución Nº 4244-2009-ONP/DPR/DL 19990 (f. 4), y del


cuadro resumen de aportaciones (f. 6), se desprende que la ONP le
denegó al recurrente la pensión solicitada aduciendo que solo acredita
7 años y 3 meses de aportaciones al régimen del Decreto Ley Nº 19990
(1960 a 1963, 1996 a 1999 y 2003 a 2004).

3. Que en el fundamento 26 de la STC Nº 04762-2007-PA/TC, publicada


en el diario oficial El Peruano el 25 de octubre de 2008, así como en su
resolución aclaratoria, este Colegiado ha sentado precedente
vinculante y establecido las reglas para acreditar periodos de
aportaciones en el proceso de amparo, detallando los documentos
idóneos para tal fin.

4. Que a efectos de reconocer aportaciones adicionales, se han revisado


los documentos obrantes en autos, así como el expediente
administrativo 12300290905 presentado en copia fedateada por la
ONP, advirtiéndose lo siguiente:

a. Certificado de trabajo emitido por Textile Engineering S.A. (f.


338), en el que se deja constancia de que el recurrente ha laborado
en los siguientes periodos: desde el 02/01/1996 hasta el
28/02/1998; 01/06/1998 hasta el 30/11/1998; desde el 02/01/1999
hasta el 30/06/1999 y desde el 01/03/2003 hasta el 30/11/2004,
periodos que según Cuadro Resumen de Aportaciones (f. 6) ya
han sido reconocidos por la emplazada.

b. Boletas de Pago (f. 289, 247), que corresponden a la primera


quincena de noviembre de 1978, segunda quincena de febrero de
1979 y 2 de julio de 1960, las que no revisten la formalidad
prevista para su validación pues no contienen la firma del
empleador ni del recurrente.

c. Declaraciones juradas (f. 287, 288, 271, 241, 235, 214, 215),
documentos que carecen de valor probatorio, por ser
declaraciones unilaterales efectuadas por el propio demandante.

d. Cédulas de Inscripción a la Caja Nacional del Seguro Social


Obrero - Perú y Seguro Social del Empleado (f. 269, 270, 248,
249, 211, 210, 191, 163, 164, 136, 114, 115 y 63), documentos
que, por sí mismos, tampoco servirían para acreditar aportaciones
por no estar acompañados de otros documentos que evidencien
fehacientemente el periodo de inicio y término de la relación
laboral del demandante.

e. Boletas de pago que corresponden a los meses de marzo, abril y


junio de 2003 (f. 238 a 240), periodos que, según el Cuadro
Resumen de Aportaciones (f. 6), ya han sido reconocidos por la
emplazada.

f. Certificado de denuncia ante la Comisaría de Chacra Colorada (f.


245, 213, 159), en el que luego de la constatación de despido
denunciado, la esposa del gerente manifiesta que el recurrente fue
despedido por cierre y liquidación de su personal, documento que
no es idóneo para generar convicción de la acreditación de
aportes de acuerdo con el fundamento 26 de la STC Nº 04762-
2007-PA/TC.

g. Carta notarial, de fecha 13 de abril de 1984 (f. 242), mediante la


cual se le comunica al recurrente que se ha rescindido su contrato
de trabajo, documento que no es idóneo para generar convicción
de la acreditación de aportes de acuerdo con el fundamento 26 de
la STC Nº 04762-2007-PA/TC.

h. Liquidación de Beneficios Sociales, de fecha 17 de abril de 1984


(f. 236), en la que se consigna que ingresó el 01/04/1967 y cesó el
16/04/1984, sin embargo, no genera convicción por no contener
los datos mínimos de identificación y firma del empleador, por lo
que carece de mérito probatorio en la vía del amparo para la
acreditación de aportaciones.

i. Indemnización por tiempo de servicios, de fecha 23 de diciembre


de 1965 (f. 237), mediante la cual pretende acreditar sus labores
de diciembre de 1959 al 15 de agosto de 1963. Sin embargo, no
genera convicción para acreditar aportes al no advertirse el
nombre de quien la suscribe.

j. Libreta de cotizaciones –departamento de afiliados– control año


1963, de la Caja Nacional de Seguro Social del Perú (f. 246), con
la que se acredita que las cotizaciones realizadas por el
demandante, según cuadro resumen de aportaciones de fojas 6, ya
fueron reconocidas por la ONP.

5. Que, en el presente caso, de los autos se aprecia que lo pretendido en


la demanda no está referido al contenido constitucionalmente
protegido de un derecho fundamental. Al respecto, tanto el artículo 5,
inciso 1 como el artículo 38 del Código Procesal Constitucional
prescriben la improcedencia de la demanda de amparo si esta no se
encuentra dirigida a la defensa de ámbitos protegidos por derechos
constitucionales. En otras palabras, a partir de esta causal de
improcedencia, a los jueces constitucionales se les exige hacer un
análisis sobre la relevancia constitucional del caso para admitir a
trámite las demandas de amparo (y en general, de tutela de derechos).

6. Que, la determinación del contenido constitucionalmente protegido de


un derecho requiere, básicamente(1):

(1) Verificar que existe una norma de derecho constitucional


pertinente para el caso (es decir, una interpretación válida de
disposiciones que reconocen derechos constitucionales). Esto exige
encontrar, primero, una disposición (enunciado normativo) que
reconozca el derecho fundamental invocado, que puede ubicarse tanto
en la Constitución, como en los tratados de derechos humanos, en la
jurisprudencia del Tribunal Constitucional o en la jurisprudencia
supranacional vinculante para el Estado peruano. Seguidamente, será
necesario establecer las normas (interpretaciones, significados) que se
desprendan válidamente de las disposiciones que reconocen derechos,
de tal forma que pueda reconocerse qué protege realmente el derecho
invocado.

Ahora bien, esto de ninguna forma descarta la posibilidad de que se


tutelen derechos constitucionales no reconocidos de modo expreso
(derechos implícitos o no enumerados); sin embargo, en tal caso será
necesario vincular interpretativamente el derecho invocado en la
demanda con lo dispuesto en la cláusula constitucional que reconoce
los derechos fundamentales no enumerados (artículo 3 de la
Constitución(2)).

Asimismo, de lo anterior no se desprende que los derechos


constitucionales de desarrollo legal queden desprotegidos; al respecto,
debe tenerse en cuenta que, en general, los derechos constitucionales
siempre son desarrollados, concretados o actualizados por los jueces y
el poder político (legislativo y administrativo), sin que ello contradiga
o disminuya su naturaleza iusfundamental. Solo en caso que la
legislación de desarrollo rebalse el ámbito constitucionalmente
protegido de un derecho, que se trate de derechos de origen legal, o si
el contenido del derecho merece protección en otra vía (lo que
corresponderá ser analizado a partir de otra causal de improcedencia)
se declarará improcedente la demanda(3).

(2) Constatar que el demandante se beneficie de la posición jurídica


amparada por la norma iusfundamental encontrada. Es decir, luego de
analizado el ámbito protegido del derecho, debe determinarse si lo
alegado en la demanda (en la pretensión, en los hechos descritos)
resulta subsumible en el ámbito normativo del derecho invocado,
describiéndose a estos efectos quién es el titular de dicho derecho
(sujeto activo), el obligado (sujeto pasivo) y la concreta obligación
iusfundamental. En otras palabras, es necesario acreditar la titularidad
del derecho, más aún, la existencia de una “relación jurídica de
derecho fundamental”(4).

(3) Finalmente, debe verificarse que la afectación o restricción


cuestionada incida en el ámbito protegido por el derecho invocado,
cuando menos de modo preliminar o prima facie, es decir, sin
necesidad de ingresar a analizar el fondo del caso. En efecto, a través
de esta causal de improcedencia no se trata de demostrar la existencia
de una intervención justificada o ilegítima (lo que solo se conocerá con
certeza al finalizar el proceso constitucional), sino de descartar que
estemos ante un caso de “afectación aparente”, en la medida que la
lesión o amenaza, si bien perturba de alguna forma intereses del actor,
finalmente no incide en ningún contenido constitucionalmente
relevante.

7. Que en algunos casos excepcionales, este análisis de pertinencia


iusfundamental puede ser insuficiente. Ello puede ocurrir, por ejemplo:
cuando la Constitución prevé excepciones al ejercicio del referido
derecho; cuando la interpretación que se hace de la disposición que
reconoce el derecho es irrazonable o absurda; cuando la demanda
reivindica un contenido manifiestamente ilícito y tal ilicitud no es
puesta en duda; cuando la titularidad del derecho requiere, de modo
necesario, condiciones adicionales de aplicación; cuando se busca
tutelar un ámbito aparentemente protegido, pero que el Tribunal
Constitucional ha excluido expresamente en su jurisprudencia de
observancia obligatoria, entre situaciones que casuísticamente puedan
presentarse. En este supuesto, atendiendo al caso concreto, será
necesario tener en cuenta consideraciones adicionales al examen de
tres pasos señalado supra, para determinar si lo alegado hace referencia
al contenido constitucionalmente protegido del derecho invocado, y
con ello resolver la procedencia de la demanda.

8. Que, en el presente caso, la pretensión contenida en la demanda no


superó el análisis de relevancia constitucional, pues no se refiere en
forma directa al contenido constitucionalmente protegido del derecho
invocado. En efecto, como ha quedado evidenciado con lo señalado en
el fundamento jurídico 4, no fueron acreditadas las aportaciones para
acceder a una pensión y, por ende, el recurrente no demostró que se
encontrara en una posición iusfundamental constitucionalmente
protegida.

9. Que, en consecuencia, la demanda incurre en la causal de


improcedencia establecida en el artículo 5, inciso 1 del Código
Procesal Constitucional, por lo que debe ser desestimada; pudiendo ser
dilucidada, si fuera el caso, en un proceso que cuente con etapa
probatoria, atendiendo a lo previsto por el artículo 9 del Código
Procesal Constitucional.

Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad que le confiere la


Constitución Política del Perú

RESUELVE

Declarar IMPROCEDENTE la demanda.

Publíquese y notifíquese.

SS. MIRANDA CANALES, SARDÓN DE TABOADA, ESPINOSA-SALDAÑA


BARRERA
II.

EVOLUCIÓN DE LA JURISPRUDENCIA SOBRE


LA CAUSAL VÍA ESPECÍFICA IGUALMENTE
SATISFACTORIA

La existencia de una vía judicial ordinaria “específica”

Exp. N° 04968-2014-PHC/TC
EXP. Nº 04968-2014-PHC/TC
LIMA
LUCIANO LÓPEZ FLORES A FAVOR DE
ALEJANDRO TOLEDO MANRIQUE Y OTRA

SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

En Lima, a los 4 días del mes de noviembre 2015, el Pleno del


Tribunal Constitucional, integrado por los magistrados Urviola Hani,
Miranda Canales, Ramos Núñez, Sardón de Taboada, Ledesma Narváez y
Espinosa-Saldaña Barrera, pronuncia la siguiente sentencia, con los
fundamentos de voto de los magistrados Urviola Hani, Sardón de Taboada y
Espinosa-Saldaña Barrera, que se agregan, y la abstención del magistrado
Blume Fortini aprobada por el Pleno el 5 de mayo de 2015.

ASUNTO

Recurso de agravio constitucional interpuesto por don Luciano López


Flores, a favor de don Alejandro Toledo Manrique y doña Eliane Chantal
Karp Fernenbug de Toledo, contra la resolución de fojas 774, de fecha 1 de
agosto de 2014, expedida por la Cuarta Sala Especializada en lo Penal para
Procesos con Reos en Cárcel de la Corte Superior de Justicia de Lima, que
confirmando la apelada declaró improcedente la demanda de hábeas corpus
de autos.

ANTECEDENTES

Con fecha 11 de noviembre de 2013, don Luciano López Flores


interpone demanda de hábeas corpus a favor de don Alejandro Toledo
Manrique y doña Eliane Chantal Karp Fernenbug de Toledo contra la
Comisión de Fiscalización y Contraloría del Congreso de la República, con
la finalidad de que se declare la nulidad de la Moción de Orden del Día Nº
7009 que le otorga a dicha Comisión facultades para investigar las
presuntas irregularidades en la adquisición de inmuebles por parte del
expresidente de la República Alejandro Toledo y otras personas vinculadas
a él, así como investigar el origen de los fondos para la adquisición de una
residencia, tres estacionamientos vehiculares y un depósito. Asimismo, se
pretende la declaración de nulidad de todos los actos procesales
desarrollados durante la referida investigación, y que una vez superados los
aludidos vicios de nulidad se ordene a la Comisión –de ser el caso– la
realización de una nueva investigación acorde con las exigencias del debido
proceso.

Se alega la vulneración de derechos fundamentales a la debida


motivación y a la observancia de la razonabilidad en el uso de la causal de
interés público; a la defensa técnica y la asistencia letrada; a no ser
compelido a declarar o reconocer culpabilidad contra uno mismo; a un
procedimiento preestablecido por la ley; a la comunicación previa y
detallada de los cargos en sede parlamentaria; a ser oído; a la concesión del
tiempo y los medios adecuados para preparar la defensa; a intervenir, en
igualdad de condiciones, en la actividad probatoria; a una investigación
parlamentaria independiente e imparcial; a la defensa y debida motivación
en el levantamiento del secreto bancario; dando lugar a una amenaza
potencial de la libertad individual.

Refiere que la Moción de Orden del Día Nº 7009 vulnera el derecho


fundamental a la debida motivación y el principio de razonabilidad al no
justificar las razones de interés público que sustentan el uso de la facultad
discrecional de investigación en sede parlamentaria. Indica que de acuerdo
a una correcta interpretación del artículo 88 del Reglamento del Congreso
los procedimientos de investigación sobre asuntos de interés público son
siempre relativos a la actuación de los funcionarios públicos y no de
particulares, salvo que estos tengan algún nivel de relación con el aparato
estatal. Asimismo, refiere que en la moción no se especifican las razones de
hecho y de Derecho que en su conjunto justifiquen que la indagación sobre
el origen de los fondos para la adquisición de propiedades inmuebles tiene
alguna vinculación con el funcionamiento del aparato público en la
actualidad, ni las razones que sustenten que la decisión de investigar resulte
acorde con los principios de razonabilidad y proporcionalidad.

Sostiene que se ha afectado el derecho fundamental a la defensa


técnica y la asistencia letrada, puesto que el Presidente de la Comisión, el
congresista Vicente Zeballos Salinas, mediante Oficio Nº 235/2/2013-20
14/CFC-CR rechazó por insuficiente el apersonamiento procesal de la
defensa del expresidente Alejandro Toledo recaída en el abogado Luis
Lamas Puccio, debido a un aparente error formal en la rúbrica del
expresidente Alejandro Toledo, con el objetivo de poner trabas a la
designación de dicho letrado y no dar trámite a los actos de ejercicio de la
defensa técnica. Afirma que el supuesto error es en todo caso irrelevante
porque en modo alguno vicia la voluntad del beneficiario de designar a un
abogado de su elección, la cual era de conocimiento público. De otra parte,
señala que en las sesiones en las que se realizaron preguntas a los
beneficiarios de la presente demanda, se limitó y entorpeció la labor de la
defensa técnica y las objeciones de su abogado relativas a su indebida
formulación, objeciones que dada su reiteración y no concreción no fueron
tomadas en cuenta.

Alega que en las mismas sesiones ambos beneficiarios fueron


compelidos e inducidos a reconocer culpabilidad por los hechos materia de
investigación, formulándose preguntas sobre si “mintió”, sobre “si es
cierto” o “no cierto”, o aconsejándoles que se acojan a la confesión sincera.
Sostiene que los congresistas han ejercido su autoridad para obligar a los
favorecidos a que respondan, formulándolas reiteradamente a pesar de que
ya habían sido contestadas. Indica que los congresistas sostuvieron
expresamente un supuesto derecho a reiterar las preguntas cuantas veces
juzguen pertinente.

Considera que se ha violado el derecho fundamental al procedimiento


preestablecido por la ley, puesto que los beneficiarios de la demanda han
sido sometidos a un procedimiento de investigación que no cuenta con
reglas preestablecidas conforme a lo previsto en la STC Nº 00156-2012-
PHC, FF. JJ. 25 y 74. Afirma que recién en la segunda sesión ordinaria de la
Comisión se aprueba su Reglamento Interno 2013-2014, en cuyo artículo 42
se regula de una manera general el trámite de las investigaciones, a pesar de
que en la primera sesión se había aprobado levantar el secreto bancario de
varias personas, entre las cuales se encontraba el expresidente Alejandro
Toledo.

Aduce que se ha lesionado el derecho fundamental a una


comunicación previa y detallada de los cargos en sede parlamentaria, puesto
que las citaciones de los beneficiarios no contienen la causa de la
imputación, es decir, las acciones u omisiones que se imputan, su
caracterización legal, ni tampoco los fundamentos probatorios que
conducen a ella.

Refiere que ha sido afectado el derecho fundamental a ser oído en sede


parlamentaria, puesto que el 16 de setiembre de 2014, mediante un escrito
el expresidente Alejandro Toledo solicitó a la Comisión que se le permita
asistir voluntariamente el 17 de setiembre para que en 20 minutos pueda
compartir con los miembros de la Comisión sus reflexiones y datos sobre
los hechos materia de investigación, además de solicitar que sea respetado
el debido proceso. Sostiene que dicho escrito debía ser entendido como un
pedido estrictamente ajustado al contenido esencial de su derecho
fundamental a ser oído. Sin embargo, la Comisión dio trámite a su pedido
bajo la figura de someterse a una estación de preguntas sobre los hechos
materia de imputación. Por ello, afirma, si bien el beneficiario se presentó,
lo hizo para solicitar que se reprograme la cita, pues no había preparado su
defensa.

Considera que se ha violado su derecho fundamental a la concesión del


tiempo y los medios adecuados para preparar la defensa, en razón de que ni
el Reglamento del Congreso, ni el Reglamento Interno de la Comisión han
previsto un plazo razonable para formular los descargos; a lo que se agrega
que el pedido del abogado de acceder al expediente y a concreta y detallada
información de diversas acusaciones de la investigación ha sido denegado
al negarse su personamiento y su libre designación.

Alega que se ha afectado el derecho a intervenir en igualdad de


condiciones en la actividad probatoria, puesto que los abogados de los
investigados no pueden intervenir en el interrogatorio de los testigos que
rinden su manifestación en las sesiones de la Comisión. Señala que la
Comisión ha venido citando a declarar a diversos testigos e investigados sin
que previamente se informe de ello al expresidente Alejandro Toledo, que
tiene derecho a que su defensa técnica también interrogue a los testigos e
investigados.

Aduce que se ha atentado contra el derecho fundamental a una


investigación parlamentaria independiente e imparcial, puesto que diversos
miembros de la Comisión han adelantado opinión y prejuzgado la supuesta
responsabilidad del beneficiario.

Indica que se ha vulnerado el derecho fundamental a la defensa y a la


debida motivación en el levantamiento del secreto bancario, puesto que al
beneficiario se le levantó el secreto bancario sin motivación alguna y sin
cumplir previamente con la comunicación detallada de los cargos.

Refiere, finalmente, que hay una amenaza potencial al derecho a la


libertad individual, puesto que el beneficiario corre el riesgo de verse
afectado con un pedido de arraigo en nuestro país o de detención
internacional, hecho en coordinación con la Fiscalía de la Nación, pues
algunos congresistas han formulado dicha petición. Así, considera que hay
indicios razonables de presión política que pueden viabilizar la afectación a
la libertad individual.

El Procurador Público del Poder Legislativo contesta la demanda,


solicitando que sea declarada improcedente, por considerar que no se ha
precisado de qué manera se ha visto afectado o amenazado de manera,
cierta e inminente, el derecho fundamental a la libertad individual; tampoco
se ha fundamentado cómo la supuesta violación de los derechos invocados
guarda relación con una supuesta afectación de la libertad individual.

Señala que de acuerdo a la Moción de Orden del Día Nº 7009 lo que se


pretende investigar no solo es la compra de unos inmuebles, sino el origen
de los fondos para su adquisición, el cual podría remontarse a actos
ilegítimos llevados a cabo durante de la gestión presidencial de Alejandro
Toledo, motivo por el cual es claro el interés público subyacente a la
investigación.

Afirma que se alude a determinados derechos reconocidos en la


Constitución sin fundamentar debidamente el sustento jurídico de su
pretensión. Así, no se demuestra que haya existido afectación del derecho
de defensa, puesto que el Presidente de la Comisión Investigadora hizo
saber públicamente que se le permitiría al abogado de los beneficiarios el
acceso a la documentación de la investigación. En ningún momento los
miembros de la Comisión han pretendido compeler al reconocimiento de
culpabilidad, pretendiendo solamente esclarecer los asuntos que son materia
de investigación. Sostiene que los beneficiarios tienen pleno conocimiento
de los hechos que son materia de investigación, sobre todo si se tiene en
cuenta que en el seno de la Comisión han formulado argumentos y
presentado medios de prueba. El Reglamento del Congreso prevé que sean
los propios congresistas que conforman la Comisión Investigadora los que
tengan la responsabilidad de calificar y emitir un pronunciamiento sobre los
hechos que se investigan, para que luego sea el Pleno del Congreso el que
apruebe o no las conclusiones, por lo que no resulta dable señalar que existe
una violación a ser juzgado por un órgano independiente e imparcial.
El Tercer Juzgado Penal de Lima, mediante resolución de fecha 7 de
enero de 2014, de fojas 534, declaró improcedente la demanda por
considerar que los hechos y fundamentos de la demanda no se encuentran
referidos directamente al contenido constitucionalmente protegido del
derecho fundamental a la libertad personal. Señala que la amenaza al
derecho fundamental a la libertad personal alegada es incierta, pues los
planteamientos de la demanda se basan en suposiciones, conjeturas o
apreciaciones subjetivas y que las conclusiones de una Comisión
investigadora del Congreso, incluso si son aprobadas por el Pleno, no
obligan a los órganos jurisdiccionales, siendo que en ningún caso el informe
aprobado puede ordenar la restricción de derechos. Se concluye que no se
ha afectado el derecho de defensa puesto que ambos beneficiarios acudieron
a rendir su manifestación ante la Comisión asistidos por su abogado, quien
pudo intervenir en la diligencia.

La Cuarta Sala Especializada en lo Penal para Procesos con Reos en


Cárcel de la Corte Superior de Justicia de Lima confirmó la apelada, por
considerar que no existe vulneración ni amenaza cierta e inminente al
derecho fundamental a la libertad individual, y que con relación a las demás
afectaciones alegadas relativas a otros derechos fundamentales no se
advierte conexidad con el derecho fundamental a la libertad individual.
Asimismo, se sostiene que no corresponde la conversión del proceso por no
advertirse riesgo de irreparabilidad del daño a ningún derecho fundamental.

FUNDAMENTOS

§1. Delimitación del petitorio

1. La demanda tiene por objeto que se declare la nulidad de la Moción de


Orden del Día Nº 7009 que le otorga a la Comisión de Fiscalización y
Contraloría del Congreso de la República facultades para investigar
presuntas irregularidades en la adquisición de inmuebles por parte del
expresidente de la República Alejandro Toledo Manrique y otras
personas vinculadas a él, así como investigar el origen de los fondos
para la adquisición de una residencia, tres estacionamientos
vehiculares y un depósito. Asimismo, se pretende la declaración de
nulidad de todos los actos procesales desarrollados durante la referida
investigación.

Se sostiene que en el desarrollo de dicho procedimiento de


investigación se han vulnerado los derechos fundamentales a la debida
motivación y a la observancia de la razonabilidad en el uso de la causal
de interés público para iniciar una investigación parlamentaria; a la
defensa técnica y la asistencia letrada; a no ser compelido a declarar o
reconocer culpabilidad contra uno mismo; a un procedimiento
preestablecido por la ley; a la comunicación previa y detallada de los
cargos en sede parlamentaria; a ser oído; a la concesión del tiempo y
los medios adecuados para preparar la defensa; a intervenir en
igualdad de condiciones en la actividad probatoria; a una investigación
parlamentaria independiente e imparcial; a la defensa y debida
motivación en el levantamiento del secreto bancario; dando lugar a una
amenaza potencial de la libertad individual.

§2. Proceso constitucional de hábeas corpus y protección de la libertad individual

2. El artículo 200, inciso 1, de la Constitución establece que el proceso


constitucional de hábeas corpus, “procede ante el hecho u omisión, por
parte de cualquier autoridad, funcionario o persona, que vulnera o
amenaza la libertad individual o los derechos constitucionales
conexos”. De ahí que si la violación o amenaza alegada no se
encuentra referida al contenido protegido del derecho fundamental a la
libertad individual o a una lesión iusfundamental conexa con este
derecho, la demanda de hábeas corpus resulta improcedente.

En virtud del principio de supremacía jurídica de la Constitución


(artículo 51), la regulación de estas condiciones que realiza el Código
Procesal Constitucional (CPCons.), debe ser asumida como una
concretización del citado precepto constitucional, no como su
desvirtuación.
3. En la demanda se sustenta la supuesta procedencia de la vía del hábeas
corpus bajo dos planteamientos. En primer lugar, se sostiene que existe
amenaza al derecho fundamental a la libertad individual toda vez que
un grupo de congresistas han formulado al Fiscal de la Nación “un
pedido de arraigo en el país o de ‘detención internacional’”(5) (sic),
agregando que “el hecho que articulen pedidos de esta naturaleza da
lugar a (...) sospechas y razonable preocupación de que exista un
atentado contra la libertad individual de [los beneficiarios de la
demanda]”(6). Precisa la demanda, así, que su objetivo es “dotar de
apariencia a la amenaza potencial del derecho a la libertad individual”)
(7)
.

4. No obstante, tal como establece el artículo 3 del CPCons., “[c]uando


se invoque la amenaza de violación, esta debe ser cierta y de inminente
realización”. Es decir, para la procedencia de un proceso constitucional
de tutela de derechos contra una amenaza, aunque el acto que se
considera que resultará lesivo del derecho fundamental aún no se ha
verificado, deben brindarse argumentos para asumir con suficiente
objetividad que, en efecto, se producirá (amenaza cierta). Pero no solo
ello. Deben además acreditarse razones que permitan sostener que se
producirá de manera muy próxima en el tiempo (amenaza inminente).

Por ello, este Tribunal, en jurisprudencia reiterada y uniforme, ha


sostenido que la alegada amenaza no puede encontrarse respaldada en
conjeturas, presunciones o simples sospechas (SSTC Nºs 2358-2007-
PHC, F. J. 5; 4290-2008-PHC, F. J. 3; 3006-2009-PA, F. J. 3; 6117-
2009-PHC, F. J. 3; 2170-2011-PHC, F. J. 3; 2170-2011-PHC, F. J. 3;
3556-2012-PHC, F. J. 3.2, entre otras).

5. Así, sucede que no solo no se ha acreditado en forma alguna que el


mencionado pedido de arraigo o detención se haya efectivamente
solicitado al Ministerio Público, sino que incluso si ello en efecto se
hubiese dado, dicho órgano carece de la atribución legal para dictar
aquella clase de restricción o limitación de la libertad. Y aún en la
hipótesis descartada de que pudiera, su condición de órgano
constitucional independiente y autónomo impide asumir que la sola
solicitud de limitación de libertad conlleve la certeza e inminencia de
que se adoptará una decisión en ese sentido.

En definitiva, no se verifica en la causa una amenaza que cumpla con


las características exigidas por el CPCons. para la viabilidad de un
proceso constitucional de tutela de derechos.

6. En segundo término, no escapa a la consideración de este Colegiado


que a juicio de la parte demandante, un elemento determinante para
considerar que el proceso de hábeas corpus procede para proteger
ciertas manifestaciones del derecho fundamental al debido proceso,
con prescindencia de si resulta por conexión violada la libertad física,
es lo sostenido en el F. J. 22 de la STC Nº 00156-2012-PHC. En dicho
fundamento se señala lo siguiente:

“En la siempre constante labor de optimización de los derechos


fundamentales, la doctrina, la judicatura y el Código Procesal
Constitucional, han ampliado los efectos protectores del proceso
constitucional de hábeas corpus. Este procede para amparar ‘el
derecho a que se observe el trámite correspondiente cuando se trate del
procedimiento o detención de las personas, a que se refiere el artículo
99 de la Constitución’ [artículo 25 inciso [15] del Código Procesal
Constitucional] . Y no cabe duda que ‘la observancia del trámite
correspondiente’ hace referencia no a cualquier trámite, sino a aquel
que tiene lugar con las garantías del debido proceso”.

7. El Tribunal Constitucional se ratifica en tal criterio. En efecto, merced


al enfoque de nuestro ordenamiento jurídico, el proceso de hábeas
corpus no se encuentra orientado estricta y exclusivamente a la
merituación de la eventual violación del contenido protegido de la
libertad individual. Su ámbito tuitivo se ha extendido a la posibilidad
de enjuiciar supuestas afectaciones a otros derechos fundamentales, en
especial, aquellos que conforman el complejo espectro del debido
proceso y la tutela jurisdiccional efectiva.
Sin embargo, como ya ha quedado dicho, ello es así solo en la medida
que, atendiendo a las particularidades de cada causa, la protección del
derecho fundamental al debido proceso apareje la tutela de la libertad
individual. Y es que un razonamiento distinto sería ajeno al texto y al
telos del artículo 200, inciso 1, de la Constitución.

En otras palabras, lo sostenido en el F. J. 22 de la STC Nº 00156-2012-


PHC no debe ser apreciado como un nuevo posicionamiento del
Tribunal Constitucional sobre este tópico, sino como un criterio
encuadrado en la ya consolidada jurisprudencia que hace del contenido
protegido de la libertad personal el elemento sine qua non en la
valoración material que tiene lugar en el proceso de hábeas corpus.
Confirma lo señalado el hecho de que en la causa que dio lugar a la
STC Nº 00156-2012-PHC, como colofón a una serie de
acontecimientos que tenían en su origen una investigación
parlamentaria, un juez había dictado una orden de captura contra el
demandante, cosa que, ciertamente, no ha tenido lugar en el marco de
los sucesos que dan mérito a la demanda de autos.

8. Así las cosas, dado que la parte demandante no ha acreditado que las
supuestas afectaciones al debido proceso que plantea guarden
conexidad alguna con una vulneración al derecho fundamental a la
libertad individual, resulta improcedente pretender encausar la
demanda en la vía del hábeas corpus.

§3. Sobre las condiciones de conversión de un proceso de hábeas corpus en un proceso


de amparo

9. Ahora bien, bajo el umbral del principio procesal de elasticidad en


virtud del cual los jueces constitucionales deben adecuar las exigencias
de las formalidades previstas en el CPCons. al logro de los fines de los
procesos constitucionales, y del principio de economía procesal que
ordena tratar de obtener la maximización de los resultados materiales
del proceso con el mínimo empleo necesario de actividad procesal
(ambos establecidos en el artículo III del Título Preliminar del
CPCons.), el Tribunal Constitucional ha establecido una suma de
reglas cuyo cumplimiento permite la conversión de un proceso de
hábeas corpus en un proceso de amparo (SSTC Nºs 5761-2009-PHC,
F. J. 27; 0126-2011-PHC, F. J. 9).

10. Tales reglas son las siguientes: a) la conversión no es obligatoria para


los jueces constitucionales de primera instancia, mas sí para los de
segunda y última instancia; b) la conversión deberá observar que el
plazo de prescripción de la demanda no haya vencido, c) la conversión
deberá verificar la legitimidad para obrar del demandante; d) la
conversión en ningún caso podrá dar lugar a la variación del petitorio
ni la fundamentación fáctica de la demanda; e) ha de existir riesgo de
irreparabilidad del derecho; f) la conversión deberá preservar el
derecho de defensa del demandado. A continuación se procederá al
análisis acerca de si en la presente causa se cumplen estas condiciones.

11. En la demanda se alega la inconstitucionalidad de más de un acto en el


marco de la investigación parlamentaria sobre una serie de hechos
relacionados con el expresidente Alejandro Toledo Manrique y su
esposa doña Eliane Chantal Karp Fernenbug de Toledo, motivo por el
cual resulta pertinente revisar si todos ellos se encuentran dentro del
plazo de prescripción de 60 días hábiles contemplado en el artículo 44
del CPCons.

La parte demandante afirma que la Moción de Censura Nº 7009 por


vía de la cual se otorgó facultades de investigación sobre los referidos
hechos a la Comisión de Fiscalización y Contraloría del Congreso de
la República, resulta inconstitucional por encontrarse indebidamente
motivada. Tal como queda acreditado con el Informe Nº 001-2014-
2015-ATD-DRRA, obrante a fojas 783 de autos, la referida Moción
fue aprobada por el Pleno del Congreso de la República el 17 de julio
de 2013. No obstante, el expresidente Alejandro Toledo es notificado
de ello a través de la comunicación (Oficio Nº 114/06/2013-
2014/CFR-CR) que le fuera remitida notarialmente el 6 de setiembre
de 2013 (obrante a fojas 337 de autos). Los demás actos cuestionados
tienen como punto inicial la misma comunicación notarial.

Siendo ello así y dado que la demanda fue interpuesta el 11 de


noviembre de 2013, en la presente causa no ha operado el plazo de
prescripción con relación a ninguno de los actos cuestionados.

12. De otro lado, la demanda ha sido interpuesta por don Luciano López
Flores, a favor de don Alejandro Toledo Manrique y doña Eliane
Chantal Karp Fernenbug de Toledo. No obstante, ninguno de los
favorecidos firma la demanda ni tampoco han comparecido de modo
sobreviniente en el proceso.

El acceso al proceso de hábeas corpus está regido por la legitimación


activa vicaria o flexible. En efecto, el artículo 26 del CPCons., en lo
que ahora resulta pertinente, establece que “ [l]a demanda puede ser
interpuesta por la persona perjudicada o por cualquier otra en su favor,
sin necesidad de tener su representación ( ... )”. No es ese el caso del
proceso de amparo, en el cual es la persona que se considera lesionada
en sus derechos la legitimada para interponer la demanda (artículo 39
del CPCons.), pudiendo en todo caso comparecer por medio de
representante procesal, sin que sea necesaria la inscripción de la
representación otorgada (artículo 40 del CPCons.).

Sobre el particular, en el escrito de apelación se afirma lo siguiente:


“quienes interpusimos la demanda no solo somos los abogados
patrocinantes de los favorecidos, sino que contamos con poder
suficiente como para interponer todo tipo de demandas a su favor,
conforme consta en la Escritura Pública cuya copia certificada
remitimos”(8).

Empero, del análisis de la referida escritura pública, obrante a fojas


617 de autos, deriva que el poderdante es exclusivamente don
Alejandro Toledo Manrique, mas no doña Eliane Chantal Karp
Fernenbug de Toledo, quien, sin embargo, como quedó dicho, aparece
como beneficiaria de la demanda de hábeas corpus interpuesta. Por
consiguiente, operada la conversión del proceso en uno de amparo,
debe asumirse que este ha sido interpuesto solamente en
representación del ex Presidente de la República Alejandro Toledo
Manrique.

13. Tal como se ha mencionado, otro de los requisitos para que opere la
conversión de un proceso de hábeas corpus en uno de amparo es que
ha de existir riesgo de irreparabilidad del derecho. Esta regla tiene
sustento en lo previsto en el artículo 5, inciso 2, del CPCons., en virtud
del cual no procede el proceso de amparo cuando “ [e]xistan vías
procedimentales específicas, igualmente satisfactorias, para la
protección del derecho constitucional amenazado o vulnerado”.

En la STC Nº 2383-2013-PA, FF. JJ. 12 a 15 se instituyeron como


precedente constitucional vinculante unos criterios para la
determinación de cuándo se está ante una vía procesal “ igualmente
satisfactoria” al proceso de amparo. Del análisis de tales criterios
deriva que el riesgo de irreparabilidad del daño es un criterio medular,
pero no el único que permite valorar la existencia o no de una vía
igualmente satisfactoria.

14. Pero adicionalmente a ello, es preciso tener en cuenta de manera


estricta que según lo previsto en el referido artículo 5, inciso 2, del
CPCons., antes de ingresar en un juicio comparativo entre la vía
procesal ordinaria y el amparo, aquella debe ser “específica”. Como es
lógico, la inexistencia de esta determina la imposibilidad de ingresar
en una comparación de vías.

Que deba tratarse de una vía procesal específica significa, cuando


menos, que de su sola regulación legal derive con claridad que se
encuentra orientada a controlar específicamente el acto que también
puede ser controlado por el amparo y alcanzar la misma finalidad de
este. Así, por ejemplo, si el acto que se reputa como vulnerador del
derecho es una resolución judicial firme, no resultará de aplicación el
artículo 5, inciso 2, del CPCons., pero no porque no exista una vía
igualmente satisfactoria al amparo, sino porque de manera previa ni
siquiera se ha podido detectar la existencia normativa de una vía
específica que pueda controlar dicho acto bajo la misma concreta
finalidad perseguida por el amparo.

15. Pues bien, resulta que los actos que tienen lugar en el marco de una
investigación de una Comisión del Congreso de la República, no son
susceptibles de ser controlados a través de ninguna específica vía
procesal ordinaria. El artículo 1 de la Ley Nº 27564 –Ley que regula el
Proceso Contencioso Administrativo–, es claro en disponer que dicho
proceso –constitucionalizado por vía del artículo 148 de la Norma
Fundamental– tiene por finalidad “el control jurídico por el Poder
Judicial de las actuaciones de la administración pública sujetas al
derecho administrativo y la efectiva tutela de los derechos e intereses
de los administrados”.

Es decir, la posibilidad de entablar una demanda contencioso


administrativa contra un acto proveniente del seno del Parlamento, está
condicionada a que dicho acto se encuentre encuadrado dentro del
genérico accionar de este órgano en tanto perteneciente al aparato
estatal en sentido lato (v.g. reglas de contratación de personal, de
gestión patrimonial, entre otras). No obstante, dicha vía resulta
improcedente cuando los miembros del Congreso de la República
actúan en el marco de las competencias y atribuciones previstas en la
Constitución y su Reglamento.

Nada de lo dicho debe ser interpretado en el sentido de que este


Tribunal se adhiera a la ortodoxa tesis de los interna corporis acta,
conforme a la cual los actos del Congreso de la República que carecen
de incidencia externa, es decir, que agotan su virtualidad dentro de la
propia esfera del Parlamento, no son susceptibles de control
jurisdiccional. Con prescindencia de si un acto parlamentario
trasciende o no más allá de la esfera subjetiva de los propios miembros
del Congreso de la República, dicho acto es pasible de control por
parte de la jurisdicción constitucional, en la medida de que resulte
violatorio de los derechos fundamentales. Así lo exige el principio de
supremacía constitucional, el cual en razón de su fuerza jurídica,
somete y desvirtúa el principio político de soberanía parlamentaria.

Se trata tan solo de asumir que ante la inexistencia de una vía procesal
específica para el control jurisdiccional de un acto parlamentario
regido por la Constitución, el Reglamento o la costumbre
parlamentaria, no cabe la aplicación del artículo 5, inciso 2, del
CPCons., resultando procedente entablar contra dicho acto un proceso
de amparo en tanto y en cuanto se le juzgue violatorio de algún
derecho fundamental.

Por estas razones y además por el interés público que supone la


impugnada investigación respecto de un expresidente de la República,
existe mérito para valorar en el ámbito de un proceso de amparo la
constitucionalidad de los actos derivados de la investigación
parlamentaria seguida sobre el beneficiario de esta causa.

16. A lo expuesto se suma que la conversión del presente proceso de


hábeas corpus en uno de amparo no conllevará en ninguna medida la
variación del petitorio ni de la fundamentación fáctica de la demanda,
ni tampoco implicará una afectación del derecho de defensa de la parte
demandada, puesto que en la contestación de la demanda, obrante a
fojas 508 y siguientes, se han planteado los argumentos de forma y de
fondo en virtud de los cuales se considera que la pretensión debe ser
desestimada.

17. Así las cosas, cumplidos los presupuestos procesales correspondientes,


entiéndase convertido el presente proceso en uno de amparo,
interpuesto exclusivamente a favor del expresidente de la República
Alejandro Toledo Manrique.

§4. Sobre el interés público como causa para la formación de una Comisión de
Investigación en el Congreso de la República

18. La parte demandante sostiene que la Moción de Orden del Día Nº 7009
que le otorga a la Comisión de Fiscalización y Contraloría del
Congreso de la República facultades para investigar presuntas
irregularidades en una suma de hechos vinculados al expresidente de la
República Alejandro Toledo no cumple con el deber de motivar las
razones de interés público que justifican la investigación, y por ende,
incurre en una violación del derecho fundamental a la debida
motivación.

Justifica su planteamiento afirmando que “ [e]1 control político


parlamentario instrumentalizado a través de los procedimientos de
investigación se orienta, exclusivamente, a indagar el comportamiento,
la conducta de los órganos de gobierno del aparato público estatal. No
están en ese espacio público los particulares, los privados, salvo que
estos guarden algún nivel de relación con la actuación estatal”(9). Y a
pesar de ello, a su juicio, en la Moción “ [n]o se identifica ni la
actuación de determinado órgano del aparato público que se pretende
investigar ni algún funcionario público, en ejercicio del cargo,
relacionado con el origen de los fondos para la adquisición de
propiedades inmuebles por parte de la suegra del ex Presidente
Alejandro Toledo Manrique”(10).

19. El artículo 97 de la Constitución, en lo que ahora resulta pertinente,


establece lo siguiente: “El Congreso puede iniciar investigaciones
sobre cualquier asunto de interés público. Es obligatorio comparecer,
por requerimiento, ante las comisiones encargadas de tales
investigaciones, bajo los mismos apremios que se observan en el
procedimiento judicial ( ... )”.

Por su parte, el artículo 88 del Reglamento del Congreso, ab initio,


dispone lo siguiente: “El Congreso puede iniciar investigaciones sobre
cualquier asunto de interés público, promoviendo un procedimiento de
investigación que garantice el esclarecimiento de los hechos y la
formulación de conclusiones y recomendaciones orientadas a corregir
normas y políticas y/o sancionar la conducta de quienes resulten
responsables, de acuerdo con las siguientes reglas”.
20. Como se aprecia, ninguno de los preceptos determina cuáles son las
condiciones que debe ostentar el “asunto” para que pueda ser
calificado de “interés público”. Empero, el aludido artículo 88 brinda
elementos que permiten una primera delimitación. En efecto, si las
conclusiones y recomendaciones de la Comisión de Investigación
deben estar “orientadas a corregir normas y políticas y/o sancionar la
conducta de quienes resulten responsables”, resulta que el asunto debe
encontrarse vinculado con el resguardo de la denominada ética
pública, esto es, con la eventual afectación de la ética reconocida en
las normas establecidas por el ordenamiento jurídico, cuyo respeto es
imprescindible para la convivencia pacífica y el respeto por los
derechos fundamentales como condición necesaria para la efectiva
vigencia del principio-derecho de dignidad humana.

Pero no puede tratarse de asuntos relacionados con la ética privada, es


decir, con asuntos relativos a los variados modelos de virtud con los
que los ciudadanos despliegan válidamente su libertad y construyen su
proyecto de vida, aún cuando pueda una importante mayoría social
discrepar con tales perspectivas de pensamiento y de acción.

No puede, pues, confundirse el sentido axiológico o prescriptivo del


“interés público”, con el sentido sociológico o descriptivo del “interés
del público”. En un Estado Constitucional, no todo asunto que de facto
interesa a la ciudadanía, justifica jurídicamente que los poderes
públicos lo aborden para desencadenar consecuencias de iure. Si aquel
fuese el factor determinante para considerar que un asunto reviste
interés público, la dignidad humana se encontraría en serio peligro.

21. A su vez, el artículo 5 del Reglamento del Congreso establece que la


función de control político comprende, entre otras cuestiones, “la
realización de actos e investigaciones y la aprobación de acuerdos
sobre la conducta política del Gobierno, los actos de la administración
y de las autoridades del Estado”. Es decir, hay una asociación entre las
investigaciones congresales y el propósito de velar por el regular
tratamiento de la cosa pública.
Así, bajo una interpretación sistemática, puede agregarse que, en
general, los asuntos relacionados con el resguardo de la debida
gestión estatal son de interés público, y por tanto, pueden ser objeto
de investigación por el Congreso de la República.

22. Ahora bien, ello no significa, como se afirma en la demanda, que “la
responsabilidad que resulte fruto de las investigaciones tendría que
recaer, siempre, en los funcionarios públicos sujetos o no al antejuicio
político”(11). Mientras el asunto revista interés público en los términos
antes señalados, la investigación puede recaer sobre hechos vinculados
también con particulares.

La parte demandante alega que su conclusión deriva “de la lectura de


los incisos g), h), i) y j) del ( ... ) artículo 88 del [Reglamento del
Congreso]”(12). Empero, se pierde de vista que el literal b) del mismo
precepto señala que “[l]as autoridades, los funcionarios y servidores
públicos y cualquier persona, están en la obligación de comparecer
ante las Comisiones de Investigación y proporcionar a estas las
informaciones testimoniales y documentarias que requieran” (énfasis
agregado).

De hecho el propio literal g) al que alude la demanda refiere que


“[c]uando de las investigaciones que realizan las Comisiones de
Investigación aparezca la presunción de la comisión de delito, el
informe de la Comisión establece hechos y consideraciones de
derecho, con indicación de las normas de la legislación penal que
tipifiquen los delitos que se imputan al investigado o a los
investigados, concluyendo con la formulación de denuncia contra los
presuntos responsables” (énfasis agregado), sin que en modo alguno
exprese que tal investigado o investigados deban ser funcionarios
públicos.

Es incorrecto afirmar, por lo demás, como se hace en la demanda, que


“los incisos i) y j) del artículo 88 del Reglamento del Parlamento
distingan el procedimiento a seguir tratándose del hallazgo de delitos
cometidos por funcionarios públicos no sujetos al beneficio de
antejuicio político de aquellos que sí tienen tal beneficio”(13),
pretendiendo sostener que la investigación , en cualquier caso, debe
recaer sobre funcionarios públicos.

Los referidos incisos establecen lo siguiente:

i) Si el informe es aprobado, el Congreso lo envía al Fiscal de la


Nación, acompañado de todos los actuados, a fin de que proceda a
iniciar las acciones que correspondan, tratándose de personas no
pasibles de acusación constitucional. Las conclusiones aprobadas por
el Congreso no obligan al Poder Judicial , ni afectan el curso de los
procesos judiciales.

j) Si del informe se derivan denuncias contra funcionarios sujetos a


antejuicio, deberán distinguirse las relacionadas con delitos cometidos
en el ejercicio de función las que se tramitarán conforme a lo previsto
en los Artículos 99 y 100 de la Constitución Política y las normas
reglamentarias que regulan la materia. Las demás, seguirán el
procedimiento establecido en el inciso i) de este artículo de ser el
caso” (énfasis agregado).

Así, pues, los incisos no distinguen entre el procedimiento aplicable a


funcionarios públicos pasibles de acusación constitucional y el
aplicable a funcionarios públicos no pasibles de tal acusación, sino
entre el procedimiento aplicable a personas no pasibles de acusación
constitucional, sean funcionarios públicos o no, y el aplicable a las
personas pasibles de tal acusación, las cuales obviamente solo pueden
ser funcionarios públicos, concretamente, los enumerados en el
artículo 99 de la Constitución.

Abunda en la conclusión de que un asunto puede ser de interés público


aun cuando los hechos investigados no se relacionen directamente con
funcionarios públicos, constatar que el artículo 102, inciso 2, de la
Constitución, establece que es atribución del Congreso, “[v]elar por el
respeto de la Constitución y de las leyes, y disponer lo conveniente
para hacer efectiva la responsabilidad de los infractores”, sin
establecer que estos deban ser necesariamente funcionarios públicos.

23. En la demanda se aduce, sin embargo, que “la única excepción” que
permite en el marco de una investigación parlamentaria investigar a
privados, “consiste en la exposición de razones que justifiquen que las
relaciones entre privados tienen, a su vez, alguna vinculación con la
actuación de los órganos estatales”, las cuales además deben ser
respetuosas de los principios de razonabilidad y proporcionalidad(14).

Con prescindencia de si se trata de la única excepción o no, el Tribunal


Constitucional coincide con el criterio de que una comisión de
investigación parlamentaria puede investigar hechos concernientes a
personas que no son funcionarios públicos si ellos guardan una
estrecha vinculación con la regular actuación o no de los órganos del
Estado. De ser así, el asunto reviste interés público.

Por ello, corresponde valorar si dicha vinculación se encuentra


suficientemente justificada en la Moción de Orden del Día, obrante a
fojas 115 y siguiente de autos, que le otorga a dicha Comisión
facultades para investigar presuntas irregularidades en la adquisición
de determinados inmuebles por parte de la señora Eva Fernenbug,
suegra del expresidente Alejandro Toledo Manrique.

24. En dicho documento se señala que la señora Eva Fernenbug, suegra


del expresidente Alejandro Toledo Manrique habría participado en la
compra de una oficina, tres estacionamientos vehiculares y un depósito
por un valor aproximado de 900 mil dólares. Se indica que ello sucedió
poco tiempo después de haber adquirido una residencia en la
urbanización Las Casuarinas del distrito de Santiago de Surco por un
monto ascendente de 4 millones de dólares, lo cual, según un reporte
migratorio, sucedió en una fecha coincidente con un viaje a Lima del
expresidente Toledo (5 de setiembre de 2012). Se menciona también
que con relación a tales hechos, originalmente, la notaría que participó
en las transacciones dejó constancia de que no se había acreditado
medio de pago, es decir, que no se conocía la procedencia del dinero,
para luego emitir una escritura en la que aclaraba la original. Que los
hechos descritos ya habían dado lugar al inicio de una investigación
por parte del Ministerio Público en coordinación con la Procuraduría
Pública de Lavado de Activos, para determinar la legalidad o no de las
operaciones inmobiliarias. Que en virtud de todo ello resulta
imprescindible investigar el origen de los fondos para las adquisiciones
descritas y analizar presuntas irregularidades que podrían comprometer
la participación del expresidente Alejandro Toledo Manrique.

25. Sobre el particular, la parte demandante aduce que “[n]o se especifican


cuáles son las razones de hecho y de derecho que en conjunto
justifiquen que la indagación sobre el origen de los fondos para la
adquisición de propiedades inmuebles por parte de la suegra del
expresidente Alejandro Toledo Manrique –que a todas luces son
operaciones comerciales de orden privado y no público– tienen alguna
vinculación con el funcionamiento del aparato público en la
actualidad, de tal forma que permita ser catalogada dicha investigación
como un ‘asunto de interés público”(15).

26. El Tribunal Constitucional discrepa de este criterio. A menos que la


muy alta capacidad adquisitiva de un ciudadano sea de sencilla
verificación, el desembolso de casi 5 millones de dólares en un lapso
corto de tiempo justifica en primer lugar un estudio más profundo
sobre dicha capacidad, lo que supone una investigación sobre si tales
fondos legítimamente pueden ser atribuidos a la titularidad del
adquirente. En la eventualidad de que esta hipótesis resulte descartada,
y dicho ciudadano sea pariente de quien es o fue funcionario público,
puede fundadamente dirigirse la investigación también hacia este.

Este razonamiento, bastante elemental por cierto, desencadena


claramente el vínculo del asunto con la cosa pública, haciéndolo de
interés público. De hecho, ha sido esta simple correlación de premisas
la que ha llevado al Ministerio Público a ocuparse también del asunto.
Y nada de lo dicho puede ser interpretado como la asignación
anticipada de algún grado de responsabilidad en la violación del orden
jurídico. Se trata tan solo del diagnóstico de una suma de hechos que
claramente justifican una formal investigación.

27. Pues bien, el ciudadano Alejandro Toledo Manrique no es, pero ha


sido funcionario público, por lo demás, el de “la más alta jerarquía al
servicio de la Nación” (artículo 39 de la Constitución). Por
consiguiente, de las razones fácticas consignadas en la Moción de
Orden del Día deriva la justificación para la intervención de una
Comisión de Investigación del Congreso. Y con relación a la supuesta
ausencia de las razones de Derecho que autorizan tal intervención,
pues evidentemente ellas derivan del artículo 97 de la Constitución y
del artículo 88 del Reglamento del Congreso, los cuales están
plasmados en la referida Moción.

28. Como se mencionó, refiere la demanda también que las razones


esbozadas para sustentar el interés público de una investigación
parlamentaria, deben ser respetuosas de los principios de razonabilidad
y proporcionalidad.

29. Tal como ha sostenido este Tribunal Constitucional “ [e]1 principio de


razonabilidad implica encontrar justificación lógica en los hechos,
conductas y circunstancias que motivan todo acto discrecional de los
poderes públicos”. Se trata, pues, de analizar si la medida adoptada
guarda adecuación con una finalidad constitucionalmente válida y ha
sido adoptada por el órgano competente.

30. Como ha quedado establecido, el objetivo esencial de la investigación


es explorar el origen eventualmente ilegal de los fondos para la
adquisición de una serie de inmuebles, hechos en los que podría
encontrarse comprometido un expresidente de la República. La
finalidad no solo es constitucionalmente válida, sino que la decisión
formal de investigar es prima facie una medida adecuada para
alcanzarla, habiendo sido adoptada además por el órgano competente.
No se advierte, pues, en la Moción violación alguna al principio de
razonabilidad.

31. Ahora bien, en la demanda se solicita además analizar el asunto a la


luz del principio de proporcionalidad. El esencial argumento para
solicitarlo es la siguiente afirmación del Tribunal Constitucional:

“ ... el control de constitucionalidad de los actos dictados al amparo de


una facultad discrecional no debe ni puede limitarse a constatar que el
acto administrativo tenga una motivación más o menos explícita, pues
constituye, además, una exigencia constitucional evaluar si la decisión
finalmente adoptada observa los principios de razonabilidad y
proporcionalidad con relación a la motivación de hechos, ya que una
incoherencia sustancial entre lo considerado relevante para que se
adopte la medida y la decisión tomada, convierte a esta última también
en una manifestación de arbitrariedad” (STC Nº 0090-2004-PA, F. J.
36).

32. Olvida la parte demandante, sin embargo, que tal criterio fue planteado
en una causa en la que se evaluaba la constitucionalidad de la medida
de pase a retiro de oficiales de las Fuerzas Armadas y de la Policía
Nacional. Es decir, se trataba de una medida que incidía de modo
definitivo sobre la esfera subjetiva de la persona humana. En tales
circunstancias, existe eventual mérito para analizar si resulta
respetuosa del principio de proporcionalidad, puesto que existe prima
facie un conflicto entre bienes protegidos por el derecho, a saber, aquel
que se busca optimizar o proteger con la medida, y aquel que se
restringe a través de ella.

33. La decisión del Pleno del Congreso de instituir una Comisión de


Investigación para el análisis de un asunto de interés público no es
per se restrictiva de ningún bien constitucional. Ergo, no existe una
estructura que permita analizar dicha medida a la luz del principio de
proporcionalidad.
34. En definitiva, la Moción de Orden del Día Nº 7009 resulta conforme
con la Constitución.

§5. Sobre la supuesta violación del derecho fundamental a la defensa técnica y a la


asistencia letrada

35. De otro lado, en la demanda se alega que en el marco de la


investigación parlamentaria seguida contra el expresidente Alejandro
Toledo se ha violado el derecho fundamental a la defensa técnica y a la
asistencia letrada. Sustenta el planteamiento, en primer término, en el
hecho de que con fecha 24 de setiembre de 2013 se presentó un escrito
a la Comisión de Fiscalización y Contraloría del Congreso de la
República (obrante a fojas 121 de autos) en el que Alejandro Toledo
nombraba como su abogado defensor en la investigación al abogado
Luis Lamas Puccio.

No obstante, mediante Oficio Nº 235/2/2013-20 14/CFC-CR, de fecha


2 de octubre de 2013, obrante a fojas 160 de autos, se decidió rechazar
por insuficiente dicho apersonamiento procesal, por considerar que la
firma de don Alejandro Toledo, que figuraba en el escrito “scaneada o
fotocopiada” y no se correspondía con la firma que el mismo
ciudadano había consignado en previos escritos ni tampoco con la que
consta en la base del Registro Nacional Identificación y Estado Civil,
motivos por los cuales se abría “la posibilidad de una manipulación
irregular de los documentos presentados a [la] Comisión”(16).

A juicio de la parte demandante este rechazo tuvo como objetivo


“poner trabas a la designación de dicho letrado y no dar trámite a los
actos de legítimo ejercicio de la defensa técnica”(17), en particular, si se
toma en cuenta que a la luz de lo que ya se ventilaba para entonces en
los medios de comunicación era público y notorio que Alejandro
Toledo había adoptado la decisión de nombrar como su abogado
defensor a Lamas Puccio.

36. El Tribunal Constitucional, tempranamente, en criterio que se ha


consolidado en el tiempo, ha destacado dos dimensiones del derecho
de defensa, reconocido en el artículo 139, inciso 14, de la
Constitución, “una material, referida al derecho del imputado o
demandado de ejercer su propia defensa desde el mismo instante en
que toma conocimiento de que se le atribuye la comisión de
determinado hecho delictivo, y otra formal, que supone el derecho a
una defensa técnica, esto es, al asesoramiento y patrocinio de un
abogado defensor durante todo el tiempo que dure el proceso” (STC
Nº 2028-2004-PHC, F. J. 3; RTC 4558-2013-PHC, F. J. 3; 7536-2013-
PH, F. J. 5, entre otras).

37. Ahora bien, desde una perspectiva alterna, este Tribunal ha destacado
también otra manera de abordar la formalidad o materialidad de la
indefensión. Desde este otro enfoque, se entiende por indefensión
formal a aquella irregularidad que queda en el llano incumplimiento,
constitucionalmente intrascendente, de una regla formalmente
vinculada con el derecho de defensa. Se entiende, en cambio, por
indefensión material, aquella situación en la que de modo real, efectivo
y concreto la persona ha quedado privada de las garantías necesarias
que permiten afirmar que el derecho de defensa ha sido
constitucionalmente respetado (STC Nº 6712-2005-PHC, F. J. 32).

Esta línea argumentativa la ha planteado este Colegiado por compartir


el criterio de su homólogo español que de modo reiterado ha
considerado que para que las irregularidades relacionadas con el
derecho de defensa resulten constitucionalmente relevantes “la
indefensión ( ... ) ha de ser algo real, efectivo y actual, nunca potencial
o abstracto, por colocar a su víctima en una situación concreta que le
produzca un perjuicio, sin que le sea equiparable cualquier expectativa
de un peligro o riesgo. Por ello hemos hablado siempre de una
indefensión ‘material’ y no formal para la cual resulta necesaria pero
no suficiente la mera transgresión de los requisitos configurados como
garantía, siendo inexcusable la falta de esta, cuando se produce de
hecho y como consecuencia de aquella. No basta, pues, la existencia
de un defecto procesal si no conlleva la privación o limitación,
menoscabo o negación, del derecho a la defensa” (STC español
181/1991, de 20 de junio; criterio reiterado en muy diversas
oportunidades).

38. Aplicado este criterio a la presente causa y de la revisión de autos, no


se evidencia en modo alguno cómo el impasse vinculado a la firma del
expresidente Alejandro Toledo pueda haberle de modo efectivo
vulnerado su derecho a la defensa técnica, puesto que, por el contrario,
según deriva de lo narrado en la demanda, al abogado se le ha
permitido materialmente asistir a su defendido en todo momento,
acompañándolo y asesorándolo en las ocasiones en que tuvo que
comparecer ante la Comisión de Investigación. Siendo así, al no
haberse acreditado la vulneración, debe declararse infundada la
demanda en este extremo.

39. Por lo demás, una cuestión que llama la atención de este Tribunal, es
que a la demanda acompaña un escrito fechado el 2 de octubre de 2013
(obrante a fojas 158 de autos), es decir, el mismo día en que se evacuó
el Oficio Nº 235/2/2013-2014/CFC-CR, en el que se supera la supuesta
irregularidad de la firma en la que se había incurrido en el escrito
presentado con fecha 24 de septiembre. No obstante, con relación al
escrito del 2 de octubre la demanda se limita a señalar que
“próximamente será puesto en conocimiento de la [comisión de
investigación]”(18). Evidentemente, la interrogante es la siguiente: si
desde el 2 de octubre se contaba con un escrito que superaba toda
supuesta irregularidad formal vinculada a la defensa, ¿por qué hasta la
fecha de interposición de la demanda (13 de noviembre de 2013) no se
presentó ante la Comisión de Investigación? Desde luego, tal omisión
es solo atribuible a la responsabilidad del propio beneficiario de esta
demanda, con lo que termina de quedar desvirtuada toda supuesta
afectación del derecho de defensa en la que pudiera haber incurrido el
Oficio Nº 235/2/2013-2014/CFC-CR.

40. Por otra parte, en la demanda se aduce una violación al derecho de


defensa del beneficiario de la acción durante la sesión de fecha 25 de
octubre de 2013, en la que compareció ante la Comisión para rendir su
declaración indagatoria. En ella, se afirma, se incurrió en “la
limitación, el entorpecimiento y desconocimiento de la defensa técnica
letrada”(19). Para sustentar la afirmación, en la demanda se hace una
extensa transcripción de diversas intervenciones que tuvieron lugar
durante dicha sesión.

41. No obstante, del análisis de dichas intervenciones no deriva en modo


alguno que se haya limitado o entorpecido la labor del abogado
defensor. Se advierte tan solo que sus objeciones relacionadas a la
metodología, forma y contenido de las intervenciones y preguntas de
determinados miembros de la Comisión no fueron acogidas.

42. Al respecto, es cierto que forma parte del contenido


constitucionalmente protegido del derecho fundamental a la asistencia
letrada que el abogado defensor pueda plantear, dentro de los cauces
legales, todas las objeciones materiales y formales que juzgue
necesarias durante todas las etapas de investigación y juzgamiento,
para que sean debidamente valoradas. Ahora bien, este contenido no
puede considerarse transgredido si, pese a poder plantearlas, tales
objeciones no son finalmente acogidas.

Ciertamente, el contenido de una pregunta, su manera de formulación


o su contexto puede denotar, eventualmente, la afectación de otros
derechos fundamentales, tales como el derecho a no ser obligado a
declarar contra uno mismo o el derecho a ser juzgado por un juez
independiente e imparcial, pero no per se el derecho de defensa. De
hecho, antes bien, que se haya permitido plantear las objeciones
evidencia que el derecho a la asistencia técnica ha sido efectivamente
ejercido.

43. Por consiguiente, corresponde desestimar este extremo de la


pretensión.

§6. Sobre la supuesta violación del derecho fundamental a no ser compelido a


declarar o reconocer culpabilidad contra sí mismo
44. Por otro lado, en la demanda se alega que en la misma sesión del 25 de
octubre se violó el derecho del expresidente Alejandro Toledo a no ser
compelido a declarar o reconocer culpabilidad contra sí mismo. Así, se
plantea lo siguiente: “que un funcionario de la alta jerarquía estatal
formule preguntas sobre si el favorecido ‘mintió’ o ‘si es cierto’ o ‘no
cierto’, constituye una clara muestra (...) de compeler a que reconozca
culpabilidad sobre los hechos investigados”(20). También se juzga como
violatoria de este derecho, la intervención de uno de los miembros de
la comisión en la que se solicita al beneficiario que se acoja a la
confesión sincera. Y, finalmente, se considera vulnerado el derecho al
constatarse “la inducción a que los favorecidos respondan,
permanentemente, las mismas preguntas que ya fueron contestadas”(21).

45. El Tribunal Constitucional no comparte el criterio de la parte


demandante. En efecto, el no ser compelido a declarar o reconocer
culpabilidad contra sí mismo, es un derecho fundamental implícito en
la Norma Fundamental, y expresamente reconocido como tal en el
artículo 25, inciso 2, del CPCons. Su contenido constitucionalmente
protegido resulta resguardado, en primer lugar, garantizando a la
persona el conocimiento cierto de que le asiste el derecho a guardar
silencio “en el correcto supuesto de que debe ser la parte acusatoria la
encargada de desvanecer la inocencia presunta” (STC Nº 0376-2003-
PHC, F. J. 9), aspecto que resulta tutelado cuando se le permite a la
persona de modo efectivo ser asistida técnicamente por un abogado
defensor, cuestión que, como quedó dicho, ha sido respetada en el caso
de autos.

En segundo término, se protege el derecho asegurando la inexistencia


de todo elemento que razonable y objetivamente lleve a sostener que la
persona está siendo forzada, amenazada o condicionada para que
reconozca una culpabilidad que, de no haber mediado tal elemento, no
habría reconocido.

Así, pues, ni la formulación de preguntas utilizando palabras como


‘mintió’ o ‘si es cierto’ o ‘no cierto’, ni una solicitud de confesión
sincera, ni la reiteración de interrogantes, pueden ser razonable y
objetivamente entendidos como factores que en sí mismos obliguen a
nadie a confesarse culpable. Esta conclusión no varía por el hecho de
que la pregunta sea formulada por una autoridad, menos aún si la
persona se encuentra en dicho momento efectivamente asistida por un
abogado defensor de su libre elección.

Siendo así, no se verifica la lesión iusfundamental alegada y debe


desestimarse también este extremo de la pretensión.
§7. Sobre la supuesta violación del derecho fundamental a no ser sometido a
procedimiento distinto a los previamente establecidos

46. Se alega, a su vez, violación del derecho fundamental a no ser


sometido a procedimiento distinto a los previamente establecidos. Para
sustentar esta supuesta afectación, la parte demandante recuerda lo
estipulado por este Tribunal en el F. J. 25 de la STC N º 00156-2012-
PHC. En dicho fundamento se señala lo siguiente:

El Tribunal Constitucional reitera su exhortación al Congreso de la


República (STC N° 006-2003-AI/TC), para que éste cumpla con
establecer en su Reglamento ‘un procedimiento de acusación
constitucional para los casos de juicio político’ y para los que tienen
lugar en las comisiones investigadoras, ya que resulta necesario fijar
plazos de actuación, principios procesales, criterios para la
ponderación de pruebas, requisitos para el levantamiento del secreto
bancario, de las comunicaciones y de los documentos privados, medios
de impugnación, tachas, recusaciones, impedimentos, etc.

Dado que la Comisión que investigó hechos vinculados al beneficiario


no ha contado con un Reglamento que fije anticipadamente un
procedimiento con las características descritas, en la demanda se
concluye lo siguiente: “ ... la ausencia de esta Reglamentación
determina, per se, que en el caso concreto de nuestro patrocinado, este
se encuentre sometido a un procedimiento de investigación que no
cuenta con reglas preestablecidas ajustadas al debido proceso legal”(22).
47. El Tribunal Constitucional ha sostenido que el derecho fundamental a
no ser sometido a procedimiento distinto a los previamente
establecidos, reconocido en el artículo 139, inciso 3, de la Constitución
“no garantiza que se respeten todas y cada una de las disposiciones
legales que regulan el procedimiento, sea este administrativo o
jurisdiccional, sino que las normas con las que se inició un
determinado procedimiento, no sean alteradas o modificadas con
posterioridad por otra” (STC Nº 1593-2003-PHC, F. J. 12).

48. El procedimiento de las comisiones de investigación se encuentra


regulado en el artículo 88 del Reglamento del Congreso. La parte
demandante no acusa la modificación del procedimiento previamente
establecido; tampoco la inexistencia previa de dicho procedimiento.
Acusa, como quedó dicho, que el “procedimiento de investigación (...)
no cuenta con reglas preestablecidas ajustadas al debido proceso
legal”. No existe, pues, violación al derecho fundamental a no ser
sometido a procedimiento distinto al previamente establecido.

49. Ahora bien, la exhortación realizada por este Tribunal en el F. J. 25 de


la STC Nº 00156-2012-PHC tampoco puede ser interpretada en el
sentido de que mientras el Parlamento no la acoja todo acto que realice
una Comisión de Investigación del Congreso resulta contrario al
derecho fundamental al debido proceso.

La exhortación del Tribunal Constitucional tiene, entre otros objetivos,


optimizar el contenido protegido de los derechos fundamentales que
conforman el debido proceso, aminorando los riesgos de su violación.
Pero no siempre puede ser interpretada en el sentido de que haya
venido justificada por la detección de una omisión per se
inconstitucional. Si así fuera, los principios de supremacía y de fuerza
normativa de la Constitución hubiesen exigido que el camino a
adoptarse sea en el de la cobertura de la laguna inconstitucional vía
integración del Derecho o, cuando ello no resulte posible, la inclusión
en el fallo de la orden dirigida al órgano competente para su respectiva
superación, entre otros.
Si ninguna de ellas fue la vía utilizada prima facie, no puede
interpretarse que este Colegiado haya constatado la existencia de un
vicio de inconstitucionalidad, sino, antes bien, la oportunidad para que
el Congreso de la República, en el marco de sus competencias y
atribuciones, aminore los riesgos de su eventual surgimiento.
§8. Sobre la supuesta violación del derecho fundamental a la comunicación previa y
detallada de los cargos a cualquier persona investigada

50. En la demanda se aduce la afectación del derecho fundamental a la


comunicación previa y detallada de los cargos a cualquier persona
investigada como manifestación del derecho de defensa. La razón
esencial de tal vulneración, se afirma, reside en que no se cumplen los
requisitos previstos en el F. J. 17 de la STC Nº 00156-2012-PHC.

51. En dicho fundamento, se señala lo siguiente:

De conformidad con el artículo 8.2.b) de la Convención Americana,


una vez que se formula una acusación, esta debe ser comunicada de
manera ‘previa y detallada’ al inculpado. En sentido similar, el Título
Preliminar del Código Procesal Penal en su artículo IX reconoce que
toda persona tiene derecho ‘a que se le comunique de inmediato y
detalladamente la imputación formulada en su contra’.

Al respecto, conviene precisar que en la sentencia del Caso Barreta


Leiva vs. Venezuela, de fecha 17 de noviembre de 2009, la Corte
Interamericana ha precisado que el ejercicio de este derecho se
satisface cuando:

a. Se le informa al interesado no solamente de la causa de la


acusación, esto es, las acciones u omisiones que se le imputan
(tiempo, lugar y circunstancias), sino también las razones que
llevan al Estado a formular la imputación, los fundamentos
probatorios de esta y la caracterización legal que se da a esos
hechos.
b. La información es expresa, clara, integral y suficientemente
detallada para permitir que el acusado ejerza plenamente su
derecho a la defensa y muestre al juez su versión de los hechos.
Esto quiere decir que la acusación no puede ser ambigua o
genérica.

52. No obstante, la parte demandante incurre en un error al sostener que el


contenido de este fundamento, en toda su dimensión, constituye
parámetro de constitucionalidad para determinar la validez de una
comunicación dirigida a una persona investigada en el marco de una
comisión de investigación del Parlamento.

Tal como se desprende de la STC Nº 00156-2012-PHC, lo expuesto en


su F. J. 17 se sostiene cabalmente en lo estipulado, a su vez, en el
párrafo 28 de la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos
Humanos (Corte IDH) recaída en el Caso Barreto Leiva vs. Venezuela,
de fecha 17 de noviembre de 2009. Siendo ello así, resulta medular
tener en cuenta que en esta misma sentencia la Corte IDH se encarga
de precisar expresamente lo siguiente:

Evidentemente, el contenido de la notificación variará de acuerdo al


avance de las investigaciones, llegando a su punto máximo, expuesto
en el párrafo 28 supra, cuando se produce la presentación formal y
definitiva de cargos. Antes de ello y como mínimo el investigado
deberá conocer con el mayor detalle posible los hechos que se le
atribuyen (párrafo 31).

53. Así las cosas, encontrándose una investigación por parte de una
comisión del Congreso en su etapa más embrionaria y recordando,
además, que no es en modo alguno condición sine qua non para
ninguna futura imputación y que, de conformidad con el artículo 97 de
la Constitución, sus conclusiones no obligan a los órganos
jurisdiccionales, ni en estricto –agrega este Tribunal– a ningún órgano
del Estado, el parámetro de constitucionalidad para determinar la
validez de la comunicación dirigida a una persona vinculada con los
hechos investigados no es ni lo sostenido en el F. J. 17 de la STC Nº
00156-2012-PHC ni lo sostenido en el párrafo 28 de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) recaída en el Caso
Barreto Leiva vs. Venezuela, sino el que permita al notificado “conocer
con el mayor detalle posible los hechos que se le atribuyen”, tal como
se señala en el párrafo 31 de la referida sentencia internacional.

54. Por lo demás, es exactamente eso lo sostenido en el F. J. 18 de la STC


Nº 00156- 2012-PHC:

A decir de la Corte Interamericana, este derecho ‘rige incluso antes de


que se formule una acusación en sentido estricto’. Para que se satisfaga
los fines que le son inherentes, es ‘necesario que la notificación ocurra
previamente a que el inculpado rinda su primera declaración ante
cualquier autoridad pública’. Evidentemente, el ‘contenido de la
notificación variará de acuerdo al avance de las investigaciones,
llegando a su punto máximo (...) cuando se produce la presentación
formal y definitiva de cargos. Antes de ello y como mínimo el
investigado deberá conocer con el mayor detalle posible los hechos
que se le atribuyen’.

55. Corresponde precisar que lo expuesto no resulta matizado o enervado


por lo afirmado en el F. J. 23 de la misma sentencia constitucional. En
él se señala lo siguiente:

El derecho a la comunicación previa y detallada de la acusación,


supone en primer lugar que las comisiones investigadoras deben dar a
conocer con claridad bajo qué cargos y por qué circunstancias se cita a
una persona a declarar. Impone asimismo al Congreso la obligación de
legislar con claridad los distintos procedimientos sancionatorios,
especialmente para garantizar los derechos que le asisten a quienes son
investigados y citados.

Sobre el particular, es bastante obvio, en primer lugar, que cuando este


Colegiado refiere que el Congreso tiene “la obligación de legislar con
claridad los distintos procedimientos sancionatorios, especialmente
para garantizar los derechos que les asisten a quienes son investigados
y citados”, no se refiere a los procedimientos de las comisiones de
investigación del Parlamento, por el sencillo motivo de que estos no
son “procedimientos sancionatorios”.

En segundo término, cuando en el fundamento se alude a la


“acusación”, se hace en sentido lato, y no a la “acusación” en sentido
estricto, puesto que los procedimientos de las comisiones de
investigación del Congreso no son procedimientos acusatorios.

Y, en tercer lugar, cuando se alude al deber de “dar a conocer con


claridad bajo qué cargos y por qué circunstancias se cita a una persona
a declarar”, ello se hace bajo el umbral del parámetro constitucional
sine qua non para una comisión de investigación que, como ya se dijo,
cual es permitir al notificado “conocer con el mayor detalle posible los
hechos que se le atribuyen”, tal como se señala en el párrafo 31 de la
sentencia de la Corte IDH recaída en el Caso Barreto Leiva vs.
Venezuela y en el F. J. 18 de la STC Nº 00156-2012-PHC. De ahí que
el deber de dar a conocer los “cargos” respectivos dependerá del
ámbito y del estado en el que se encuentre la respectiva investigación,
no siendo una obligación que pueda imponerse con prescindencia del
análisis de cada caso en particular.

56. Es bajo esta premisa que corresponde analizar la comunicación del 30


se setiembre de 2013 (obrante a fojas 339 de autos) cursada por la
comisión de investigación al expresidente Alejandro Toledo Manrique,
mediante Oficio Nº 203/062013-2014/CFC-CR.

En ella el Presidente de la Comisión de Fiscalización y Contraloría le


comunica al beneficiario de esta causa que “en su condición de
investigado” es citado para que preste declaración sobre los siguientes
asuntos:

a. Su participación en la conformación de la Empresa Ecoteva


Consulting Group S.A.

b. Su participación en la adquisición del Inmueble ubicado en la Av.


Cascajal N° 709, Urbanización Panedia, Casuarinas de Santiago
de Surco y la adquisición de una oficina, tres estacionamientos y
un depósito ubicados en el edificio de Oficinas “Omega” ubicado
en la Ave. Manuel Olguín N° 215-217, esquina con Jr. Cruz del
Sur, en el distrito de Surco.

c. El financiamiento y pago de las hipotecas de los inmuebles


ubicados en el Lote 2, Mz. F, Km. 1190 de la Carretera
Panamericana Norte, en el Condominio Punta Sal - Tumbes; y el
localizado en la calle Los Olivos N° 185-183 de la Urbanización
Camacho Distrito de La Molina.

d. El origen de los fondos con los actuales se hizo las adquisiciones


mencionadas, el saneamiento de bienes inmuebles de propiedad
del Sr. Toledo y otras inversiones financiadas por parte de
Ecoteva Consulting Group S.A.

57. Así, a juicio del Tribunal Constitucional, la comunicación no solo ha


sido previa al comparecimiento ante la comisión, sino que,
considerando la etapa embrionaria en la que se encontraba la
investigación en la fecha en que fue formulada, cumple, a todas luces,
con el deber de haber dado a conocer al investigado, con el mayor
detalle posible, los hechos materia de investigación que justifican su
citación. Por tal motivo, este extremo de la pretensión debe
desestimarse.
§9. Sobre la supuesta violación del derecho fundamental a ser oído

58. Por otro lado, se alega la violación del derecho fundamental a ser oído
por parte de los miembros de la comisión investigadora parlamentaria.
Se afirma que mediante comunicación de fecha 16 de setiembre de
2013, don Alejandro Toledo se dirigió al Presidente de la Comisión
para solicitarle que se le permita acudir el 17 de setiembre de 2013
para que, por un espacio de 20 minutos, compartiera sus reflexiones y
datos sobre los hechos materia de investigación. Se indica que, sin
embargo, se desnaturalizó su pedido al pretender compelerlo a
declarar, motivo por el cual la congresista Carmen Omonte solicitó la
reprogramación de la cita, puesto que el expresidente Toledo no había
preparado su defensa.

59. El Tribunal Constitucional considera que de la revisión de autos no se


evidencia la vulneración del derecho fundamental a ser oído, esto es,
como el derecho a ejercer la propia defensa (dimensión material), sin
perjuicio de la defensa técnica (dimensión formal).

60. Tal como se reconoce en la propia demanda, dicha sesión, en efecto,


fue reprogramada, y, finalmente, el expresidente Toledo asistió el 25
de octubre de 2013 a la Comisión. En dicha sesión, si bien fue
interrogado en compañía de su abogado defensor, también ejerció
plenamente su derecho a ser oído, motivo por el cual no se aprecia
vulneración alguna de este derecho fundamental.
§10. Sobre la supuesta violación del derecho fundamental a la concesión del tiempo y
de los medios adecuados para preparar la defensa

61. En la demanda se sostiene que la Comisión de Investigación ha


violado el derecho fundamental a la concesión del tiempo y de los
medios adecuados para preparar la defensa.

62. Son dos los motivos alegados para concluir tal inconstitucionalidad,
uno atinente al tiempo y el segundo atinente a la falta de medios. El
primero consiste en afirmar que en ningún Reglamento se ha previsto
el plazo razonable para formular los descargos. Ello a pesar de lo
señalado en el F. J. 28 de la STC Nº 00156-2012-PHC, el cual señala
lo siguiente:

El Tribunal Constitucional advierte que en el Reglamento del


Congreso de la República no se ha establecido un plazo para ofrecer
descargos frente a las acusaciones formales que pueden entablar las
comisiones investigadoras y de fiscalización, lo que pone en riesgo el
derecho de defensa. (...) Sería recomendable, por consiguiente, que el
Congreso adecue sus procedimientos (...) a fin de establecer un plazo
razonable que tenga en cuenta la complejidad de los casos a investigar.

Se trata nuevamente de recomendación o exhortación de este Tribunal


en aras de reducir el riesgo de afectación al debido proceso. No puede
ser entendida como la verificación de una inconstitucionalidad por
omisión cuya no cobertura desencadena por sí misma el actuar
inconstitucional de las comisiones de investigación del Congreso.

63. Así, más allá de que aún no se proceda a la previsión de dicho plazo,
la violación del derecho fundamental a la concesión del tiempo para
preparar la defensa resultará efectivamente constatado si, a la luz de
las circunstancias del caso concreto, se aprecia que no se brindó al
investigado un plazo razonable para articular su defensa.

Sin embargo, en este caso concreto, entre la fecha en que se le notifica


al expresidente Alejandro Toledo su condición de investigado y se le
cita a rendir su manifestación (30 de setiembre de 2013) y la fecha de
la sesión en que se efectiza su derecho a ser oído y rinde su
declaración indagatoria (25 de octubre de 2013), transcurrieron 25 días
naturales, tiempo suficiente para preparar debidamente su defensa.

64. La segunda razón por la que se considera vulnerado el derecho a la


concesión del tiempo y de los medios adecuados para preparar la
defensa consiste en alegar que el pedido del abogado Lamas Puccio de
acceder al expediente y a determinada y concreta información de
diversas actuaciones de la investigación ha sido denegado. Se indica
que, mediante carta de fecha 26 de setiembre de 2013 (obrante a fojas
356 de autos) el abogado Lamas Puccio solicitó al Presidente de la
Comisión diversa información vinculada con la investigación y acceso
al expediente.

65. Sin embargo, la parte demandante no acredita en modo alguno que


dicha solicitud haya sido denegada. Ocurre que para entonces el
expresidente Toledo aún no había acreditado formalmente a Luis
Lamas como su abogado ante la Comisión. Tal como se analizó supra,
el Oficio Nº 235/2/2013-2014/CFC-CR, de fecha 2 de octubre de 2013,
obrante a fojas 160 de autos, no deniega ninguna solicitud, se limita a
rechazar por insuficiente el personamiento procesal del abogado por
una aparente irregularidad en la firma del expresidente. Irregularidad
que pudo subsanarse en cualquier momento.

De hecho, tal como se ha mencionado, también en el expediente obra


un escrito fechado el 2 de octubre de 2013 (obrante a fojas 158 de
autos), en el que se supera la supuesta irregularidad de la firma.
Empero, con relación a este escrito, la demanda se limita a señalar que
“próximamente será puesto en conocimiento de la [comisión de
investigación]”(23). Este Tribunal no encuentra motivo valedero
aparente para que no haya sido presentado de inmediato a la Comisión,
siendo dicha omisión solo atribuible a la responsabilidad del propio
beneficiario de esta demanda.

En todo caso, lo cierto es que, con posterioridad a dicho evento, ha


quedado acreditado que el abogado Lamas Puccio de modo efectivo
ejerció la defensa de don Alejandro Toledo, sin que se haya probado
que se le haya impedido el acceso a la documentación relacionada con
la investigación.

§11. Sobre la supuesta violación del derecho de intervenir, en igualdad de condiciones,


la actividad probatoria

66. Se considera, de otra parte, que se ha vulnerado el derecho de


intervenir, en igualdad de condiciones, en la actividad probatoria.
Concretamente, afirma que esta violación es resultado de que no se
permita la intervención de los abogados de los investigados en las
sesiones en que los testigos rinden declaraciones ante la Comisión.

67. Sobre el particular, corresponde recordar que, a diferencia de otros


procedimientos que pueden activarse en sede parlamentaria, el de las
comisiones de investigación no es un procedimiento acusatorio, ni
tampoco sancionatorio; sus conclusiones no siempre culminan en una
recomendación de acusación; y, aunque así fuere, ellas no vinculan a
ningún poder público. No es, pues, un ámbito en el que, a criterio de
este Tribunal, opere el derecho fundamental a interrogar testigos como
parte del derecho fundamental a la defensa.
§12. Sobre la supuesta violación del derecho fundamental a una investigación
parlamentaria independiente e imparcial

68. Se alega la violación del derecho fundamental a una investigación


parlamentaria independiente e imparcial, puesto que distintos
miembros del Congreso de la República han adelantado opinión y han
prejuzgado la supuesta responsabilidad del beneficiario de la acción.

69. El derecho a ser juzgado por un juez o tribunal independiente e


imparcial es una garantía fundamental del debido proceso. El derecho
a la independencia en el ejercicio de la función jurisdiccional se
encuentra reconocido en el artículo 139, inciso 2, de la Constitución.
Ambos derechos, no obstante, se encuentran reconocidos en el artículo
8.1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos.

70. Si bien la independencia y la imparcialidad están relacionadas, ambas


tienen un contenido jurídico propio. La independencia tiene una íntima
relación con el principio de separación de poderes, previsto en el
artículo 43 de la Norma Fundamental, y tiene una manifestación en
esencia estructural e institucional. Su contenido protegido apunta a que
la configuración del sistema jurídico e institucional garantice que el
órgano que ejerce jurisdicción solo se encuentre vinculado por el
ordenamiento jurídico, mas no por las decisión de otro poder público.
Y, desde luego, esto que se predica del órgano jurisdiccional en
términos más generales debe poder también predicarse del juez en
términos más específicos.

71. La imparcialidad, en cambio, no apunta a la relación del órgano con el


sistema, sino a la relación del órgano con la cuestión litigiosa. Existe
imparcialidad cuando no hay razones suficientes para sostener que el
órgano decisor tiene un interés subjetivo con el asunto que está
llamado a heterocomponer o resolver, o que no guarda equidistancia
respecto de las partes en oposición.

72. Tal como se ha sostenido en la STC Nº 00156-20 12-PHC, F. J. 52, los


derechos a la independencia e imparcialidad también son extensibles a
las etapas de investigación y de acusación. Así, por ejemplo, de
acuerdo con el artículo 158 de la Constitución el Ministerio Público es
autónomo, y el artículo 61, inciso 1, del Nuevo Código Procesal Penal
señala que el Fiscal actúa en el proceso penal con independencia de
criterio; adecua sus actos a un criterio objetivo, rigiéndose únicamente
por la Constitución y la Ley, sin perjuicio de las directivas o
instrucciones de carácter general que emita la Fiscalía de la Nación.

73. No es esa, pues, una cuestión a poner en duda. Sí lo es en cambio la


intensidad y el sentido concreto con los que estos derechos operan en
el ámbito de la investigación. A juicio del Tribunal Constitucional, en
la medida en que el Ministerio Público no juzga, sino que es el titular
de la acción penal (artículo 159, inciso 5, de la Constitución), sin
perjuicio de que también deba actuar con imparcialidad, el alcance de
ella no es exigible en el mismo nivel ni con el mismo sentido con que
actúa en el espacio de la jurisdicción, la cual, merced a su rol de
heterocomposición, debe guardar equidistancia entre las partes y no
pre-juzgar la cuestión litigiosa.

74. En la medida en que el Fiscal cumple una función de investigación y


de acusación, es inevitable que articule un pre-juicio sobre el asunto
investigado, cuando menos si por ello entendemos la propuesta de una
hipótesis incriminatoria previa al acto de juzgar formalmente. Bien
entendidas las cosas, la construcción de dicho juicio previo no solo no
es ajena al rol del Ministerio Público, sino que, en importante medida,
le es consubstancial.

75. Es por ello que bajo esta premisa la imparcialidad en el ámbito del
Ministerio Público es entendida como deber de objetividad, es decir, el
deber de hacer del asunto investigado un objeto de conocimiento en el
que no pueden ser determinantes intuiciones subjetivas, sino elementos
de valoración lo más objetivos posible sobre si existe mérito o no para
atribuir a una persona responsabilidad sobre determinado hecho. Es así
que el artículo IV, inciso 2, del Título Preliminar del Nuevo Código
Procesal Penal establece lo siguiente: “El Ministerio Público está
obligado a actuar con objetividad, indagando los hechos constitutivos
de delito, los que determinen y acrediten la responsabilidad o
inocencia del imputado (...)”.

76. Ahora, si bien la imparcialidad así entendida no es incompatible con la


progresiva formación de convicción institucional respecto de la
responsabilidad individual en la comisión de un delito, es medular
asociar el cierre de esta convicción institucional con el mérito
suficiente para imputar, pero no para sentenciar, pues, siendo este un
acto exclusivamente jurisdiccional, la confusión de los planos puede
representar un serio peligro para la efectiva vigencia del derecho
fundamental a la presunción de inocencia, reconocido en el artículo 2,
inciso 24, literal e), de la Constitución. Por consiguiente, en la etapa de
investigación, la imparcialidad en su dimensión objetiva debe ser
interpretada bajo estos alcances.

77. Sin embargo, la imparcialidad tiene también una dimensión subjetiva


que exige no tener interés personal, directo o indirecto, en el resultado
del asunto que se encuentra bajo conocimiento. Esta es exigible con el
mismo contenido tanto a quien juzga, como a quien investiga o acusa.
Por ello, el Nuevo Código Procesal Penal ha hecho bien al estipular en
su artículo 61, inciso 4, que las causales de inhibición de los fiscales,
son las mismas que se encuentran previstas para los jueces en el
artículo 53 del mismo Código. Dicho precepto, en su primer inciso,
establece lo siguiente:

Los Jueces se inhibirán por las siguientes causales:


a. Cuando directa o indirectamente tuviesen interés en el proceso o
lo tuviere su cónyuge, sus parientes dentro del cuarto grado de
consanguinidad o segundo de afinidad, o sus parientes por
adopción o relación de convivencia con alguno de los demás
sujetos procesales. En el caso del cónyuge y del parentesco que
de ese vínculo se deriven, subsistirá esta causal incluso luego de
la anulación, disolución o cesación de los efectos civiles del
matrimonio. De igual manera se tratará, en lo pertinente, cuando
se produce una ruptura defi nitiva del vínculo convivencial.

b. Cuando tenga amistad notoria, enemistad manifiesta o un vínculo


de compadrazgo con el imputado, la víctima, o contra sus
representantes.

c. Cuando fueren acreedores o deudores del imputado, víctima o


tercero civil.

d. Cuando hubieren intervenido anteriormente como Juez o Fiscal


en el proceso, o como perito, testigo o abogado de alguna de las
partes o de la víctima.

e. Cuando exista cualquier otra causa, fundada en motivos graves,


que afecte su imparcialidad.

78. Pues bien, el Tribunal Constitucional ya ha referido que los derechos


fundamentales a la independencia e imparcialidad de juzgador son
extrapolables al ámbito de la sede parlamentaria cuando ella actúa
mutatis mutandis ejerciendo competencias decisorias sobre la esfera
subjetiva de las personas. Por antonomasia, cuando deba adoptar la
decisión correspondiente sobre la suerte de un funcionario público
enumerado en el artículo 99 de la Constitución, previo procedimiento
de acusación constitucional (STC Nº 00156-20 12-PHC, FF. JJ. 54-55).

79. Sin embargo, atendiendo a lo planteado en la demanda, lo que ahora


corresponde dilucidar es si el derecho fundamental a la imparcialidad
es exigible a los miembros de una Comisión de Investigación del
Congreso de la República. A juicio del Tribunal Constitucional, la
respuesta es claramente afirmativa, puesto que, en estricto, el atributo
de la imparcialidad, por ser condición sine qua non para la interdicción
de la arbitrariedad, debe ser predicable del accionar de todo poder
público.

80. Empero, siendo un ámbito orientado a la investigación de hechos y no


a la toma de decisiones que de modo inequívoco, por su sola adopción,
inciden sobre la esfera subjetiva de las personas, el contenido de la
imparcialidad aquí exigible, con los matices que quepa establecer, está
mucho más cercano al que cabe oponer al Ministerio Público que al
que impregna la labor de la jurisdicción.

81. Por ello, resulta que no solo no es reprochable, sino que es inherente a
una comisión de investigación que sus miembros, a medida que suman
elementos de valoración, desarrollen una hipótesis del caso vinculada a
los hechos que conocen, la cual, ciertamente, puede inclinarse
progresivamente a la atribución de responsabilidades a determinadas
personas hasta que ella sea verosímil o definitivamente quede
configurada una vez adoptadas sus conclusiones. Es por ello que el
artículo 88 del Reglamento del Congreso establece que dichas
comisiones pueden emitir recomendaciones orientadas a sancionar la
conducta de quienes consideren responsables.

Carece de sentido, pues, acusar a una comisión de investigación de


pre-juzgamiento, cuando menos, como se decía, si por ello se entiende
la construcción paulatina de una hipótesis previa al acto formal de
juzgar. Es esa justamente su tarea.

82. Lo que sí resulta claramente exigible a los miembros de una comisión


de investigación es el respeto por la imparcialidad desde un punto de
vista subjetivo. De ahí que ningún miembro de la comisión pueda tener
un interés personal directo o indirecto en el resultado de la
investigación. De ahí que, en lo que resulte pertinente, por analogía,
son aplicables a los miembros de una comisión las causales de
inhibición previstas en el artículo 53, inciso 1, del Nuevo Código
Procesal Penal.

Para tales efectos debe interpretarse que la “enemistad manifiesta” a la


que alude el literal b), evidentemente, no puede ser entendida como las
divergencias de posición institucionales que son el resultado de la
distinta correlación de las fuerzas políticas en un Parlamento. La
confrontación de posiciones que puedan surgir entre congresistas, en
tanto congresistas, o entre ellos y miembros afines de fuerzas políticas
contrarias, es el resultado de la democrática pluralidad de partidos o
movimientos políticos en el Congreso. No se trata de la enemistad
personal, que es aquella a la que, debe entenderse, se refiere el artículo
53, inciso 1, literal e), del Nuevo Código Procesal Penal.

83. De esta manera, mientras exista respeto por el honor y la buena


reputación de las personas (artículo 7 de la Constitución) y no se
realice una imputación directa de responsabilidad penal que resulte
reñida con la presunción de inocencia (artículo 2, inciso 24, literal e,
de la Constitución), no resulta inconstitucional que los miembros de
una comisión de investigación en sus intervenciones deslicen abrigar
una hipótesis sobre el caso, una vez analizados los actuados
respectivos. Por lo demás, sostener la tesis de que se encuentran
jurídicamente impedidos de hacerlo es incompatible con la naturaleza
eminentemente política del Parlamento.

Asunto distinto es el análisis de si resulta prudente o no que lo hagan.


Pero evidentemente adoptar una posición sobre dicha cuestión escapa a
las competencias de este Colegiado.

84. En la demanda no se alega que las intervenciones de los miembros de


la Comisión de Investigación hayan vulnerado el honor o la buena
reputación del investigado. Tampoco que se le haya atribuido
directamente responsabilidad penal antes de la adopción de sus
conclusiones. Se alega que en su formulación subyace la posibilidad de
la formación de una hipótesis acerca de la eventual responsabilidad del
expresidente Alejandro Toledo relacionada con los hechos que son
materia de investigación. En virtud de cuanto se ha señalado, a juicio
del Tribunal Constitucional, ello no viola el deber de imparcialidad de
los miembros de una Comisión de Investigación.
§13. Sobre la supuesta violación del derecho fundamental a la defensa y a la debida
motivación en el levantamiento del secreto bancario

85. Finalmente, se aduce la violación del derecho de defensa y a la debida


motivación en el levantamiento del secreto bancario, por considerar
que al aprobar dicho levantamiento en el caso del beneficiario, no se
respetó lo señalado en el F. J. 74 de la STC Nº 00156-2012-PHC, ya
que al hacerlo no se le había comunicado previamente que tenía la
calidad de investigado ni los respectivos cargos, a lo que se agrega que
ello se hizo de manera inmotivada.

86. El artículo 2, inciso 5, y el artículo 97 de la Constitución establecen


que el secreto bancario puede levantarse, entre otros, a pedido “de una
comisión investigadora del Congreso con arreglo a ley y siempre que
se refiera al caso investigado”. Como una concretización de esta
disposición constitucional puede considerarse el artículo 143, inciso 4,
de la Ley Nº 26702, Ley General del Sistema Financiero y Sistema de
Seguros, según el cual el secreto bancario no rige cuando se solicita el
acceso al mismo a solicitud del “Presidente de una Comisión
Investigadora del Poder Legislativo, con acuerdo de la Comisión de
que se trate y en relación con hechos que comprometan el interés
público”.

87. El artículo 143, inciso 4, de la Ley Nº 26702 no exige que para el


acceso al secreto bancario por parte de una comisión parlamentaria de
investigación, el titular del secreto bancario debe dar su
consentimiento o conocer previamente, si bien quienes accedan a la
información protegida por el secreto bancario en virtud de lo dispuesto
en el artículo mencionado, “están obligados a mantenerla con dicho
carácter en tanto esta no resulte incompatible con el interés público”.

88. En el F. J. 74 de la STC Nº 00156-2012-PHC, en lo que ahora resulta


pertinente, se sostiene lo siguiente:

a. Las Comisiones Investigadoras están facultadas para solicitar el


levantamiento del secreto bancario solo de los investigados. Para
que esto suceda previamente debe conformarse la Comisión
Investigadora y comunicársele al alto funcionario los hechos por
los cuales va a ser investigado, es decir, debe respetarse el
derecho a la comunicación previa y detallada de la acusación.

b. La solicitud de la Comisión Investigadora debe motivar por qué


es necesario, indispensable y pertinente el levantamiento del
secreto bancario, en qué medida va a contribuir en el
esclarecimiento del caso investigado y qué indicios o medios
probatorios justifican el levantamiento del secreto bancario. La
solicitud no puede ser inmotivada.

89. Cierto es que cuando el literal a) señala que para solicitar el


levantamiento del secreto bancario “previamente debe conformarse la
Comisión investigadora y comunicársele al alto funcionario los hechos
por los cuales va a ser investigado”, se incurre en un exceso que
termina desvirtuando la finalidad de investigación de dicha solicitud de
levantamiento del secreto bancario.

90. En tal sentido, es oportunidad para que este Tribunal rectifique dicho
criterio y precise que el suceso que debe necesariamente verificarse
antes de solicitar el levantamiento del secreto bancario es la
conformación de la Comisión, mas no la comunicación al investigado
de los hechos por los cuales se va a investigar. Ello por el sencillo
motivo de que esta última no es una condición previa que deba
verificarse ni siquiera en el ámbito jurisdiccional, tal como deriva del
artículo 235, inciso 1), del Nuevo Código Procesal Penal, el cual
dispone lo siguiente:
El Juez de la Investigación Preparatoria, a solicitud del Fiscal, podrá
ordenar, reservadamente y sin trámite alguno, el levantamiento del
secreto bancario, cuando sea necesario y pertinente para el
esclarecimiento del caso investigado.

En efecto, en determinadas circunstancias, el éxito del objetivo que


subyace tras una solicitud de levantamiento del secreto bancario se
encuentra, justamente, en que la decisión jurisdiccional se adopte sin
conocimiento aún de que existe una investigación de por medio, sin
perjuicio de lo cual con posterioridad debe conocerse el sentido de la
resolución para tener la posibilidad de controlar que esta se encuentre
debidamente motivada.

91. Así las cosas, el hecho de que se haya aprobado solicitar el


levantamiento del secreto bancario del expresidente Alejandro Toledo,
antes que de que este sea comunicado formalmente de su condición de
investigado, no resulta inconstitucional.

92. Y con relación a la supuesta falta de motivación de la solicitud de


levantamiento del secreto bancario, dado que la parte demandante no
la ha incorporado al proceso para su respectiva valoración, ello es un
asunto que en modo alguno podría entenderse como acreditado.
§14. Precedente vinculante

93. Por lo antes señalado, este Tribunal considera pertinente establecer, de


acuerdo con el artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal
Constitucional, como precedente vinculante los criterios establecidos
en los fundamentos 21 (segundo párrafo), 23 (segundo párrafo), 33, 42
(párrafo final), 45 (tercer párrafo), 49 (segundo párrafo), 55 (párrafo
final), 63 (primer párrafo), 67, 82 (primer párrafo), 83 (primer párrafo)
y 90 (primer párrafo), incluso para los procedimientos y procesos en
trámite.

Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad


que le confiere la Constitución Política del Perú
HA RESUELTO

1. Declarar INFUNDADA la demanda con respecto al expresidente de la


República Alejandro Toledo Manrique.

2. Declarar IMPROCEDENTE la demanda con respecto a doña Eliane


Chantal Karp Fernenbug de Toledo, de acuerdo con los fundamentos
14 y 19 de la presente sentencia.

3. Establecer como PRECEDENTE VINCULANTE, conforme al


artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional,
las reglas contenidas en los fundamentos 21 (segundo párrafo), 23
(segundo párrafo), 33, 42 (párrafo final), 45 (tercer párrafo), 49
(segundo párrafo), 55 (párrafo final), 63 (primer párrafo), 67, 82
(primer párrafo), 83 (primer párrafo) y 90 (primer párrafo), incluso
para los procedimientos y procesos en trámite.

Publíquese y notifíquese.

SS. URVIOLA HANI, MIRANDA CANALES, RAMOS NÚÑEZ,


SARDÓN DE TABOADA, LEDESMA NARVÁEZ, ESPINOSA-
SALDAÑA BARRERA
El “análisis de pertinencia de la vía constitucional” establecido en el
precedente del caso Elgo Ríos

STC Exp. N° 02383-2013-PA/TC


EXP. N° 02383-2013-PA/TC
JUNÍN
ELGO RÍOS NÚÑEZ

SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

En Lima, a los 12 días del mes de mayo de 2015, el Pleno del Tribunal
Constitucional, integrado por los señores magistrados Urviola Hani,
Miranda Canales, Blume Fortini, Ramos Nuñez, Sardón de Taboada,
Ledesma Narváez y Espinosa-Saldaña Barrera pronuncia la siguiente
sentencia, con el voto singular del magistrado Sardón de Taboada, el
fundamento de voto del magistrado Blume Fortini y el fundamento de del
magistrado Urviola Hani, que se agregan.

ASUNTO

Recurso de agravio constitucional interpuesto por don Elgo Ríos


Nuñez contra la resolución expedida por la Primera Sala Mixta
Descentralizada de La Merced - Chanchamayo de la Corte Superior de
Justicia de Junín, de fojas 769, con fecha 13 de marzo de 2013, que declaró
improcedente la demanda de autos.

ANTECEDENTES

Con fecha 22 de julio de 2009, el recurrente interpone demanda de


amparo contra el Proyecto Especial Pichis Palcazú (PEPP), solicitando que
se le restituya en el cargo de responsable de tesorería que venía ocupando.
Manifiesta que ingresó a laborar para la entidad emplazada el 15 de
noviembre de 2006, y que desde esa fecha no fue objeto de llamadas de
atención o de suspensiones, hasta que, mediante la Resolución Directoral
N° 104-2009-AG-PEPP-CD/DE, de fecha 16 de marzo de 2009, se le
sancionó con seis meses de suspensión; y luego, a través de la Resolución
Directoral N° 149-2009-AG-PEPP-CD/DE, de fecha 11 de mayo de 2009,
fue suspendido por tres meses, pese a que los hechos que sustentan las
supuestas faltas que se le imputaron habían ocurrido en el año 2008, por lo
que se ha trasgredido el principio de inmediatez.

Por otro lado, el actor sostiene que las sanciones que se le impusieron
fueron una represalia por su afiliación al Sindicato Único de Trabajadores
del Proyecto Especial Pichis Palcazú, en el mes de enero de 2009, fecha
desde la cual se iniciaron en su contra actos de hostilización y amenazas de
ser despedido por la comisión de faltas graves si no renunciaba al sindicato.
Ese ultimátum se concretaría en diciembre de 2009, momento en el cual
vencen las suspensiones de las que fue objeto y, además, coincide con el
vencimiento del plazo de duración de su contrato de trabajo para servicio
específico, lo que configuraría un despido fraudulento.

Asimismo, refiere el recurrente que sus contratos de trabajo a plazo


fijo se desnaturalizaron, debido a que en el desempeño de los cargos de
especialista en abastecimientos, tesorero y Jefe de la Oficina de
Administración que ejerció, realizó labores de carácter permanente. Por
ello, en aplicación del principio de primacía de la realidad era un trabajador
a plazo indeterminado.

Afirma el demandante que el accionar fraudulento de la entidad


demandada vulnera sus derechos al trabajo, a la tutela procesal efectiva, a la
igualdad, a la libertad sindical, al honor y a la rectificación de información,
así como el principio de inmediatez.

El Director Ejecutivo del Proyecto demandado propone las


excepciones de litispendencia, falta de agotamiento de la vía administrativa
y de prescripción; y contesta la demanda en la que señala que no existió
despido, sino la suspensión perfecta de las labores del actor por habérsele
impuesto una sanción disciplinaria, por lo que su vínculo laboral
permanecía vigente. Refiere que las sanciones impuestas al actor fueron
resultado de un proceso investigatorio llevado a cabo conforme a ley.

El Juzgado Civil Transitorio de La Merced, con fecha 17 de enero de


2012, declara infundadas las excepciones propuestas; y con fecha 12 de
setiembre de 2012, declara infundada la demanda, por considerar que los
procedimientos investigatorios y las sanciones impuestas al actor se
efectuaron conforme al Manual de Procesos Investigatorios de la Sede
Central de Proyectos Especiales y Programas de Inversión del INADE,
porque no se ha comprobado que las sanciones impuestas sean
consecuencia de su afiliación sindical, y porque el supuesto despido
fraudulento no puede ser ventilado en el proceso de amparo, por existir
hechos controvertidos que requieren contar con una etapa probatoria.

La Sala revisora, revocando la apelada, declara improcedente la


demanda, por estimar que el cuestionamiento de las resoluciones
administrativas que sancionaron al actor debe ser dilucidado en la vía del
proceso contencioso administrativo, pues estas dispusieron la suspensión
del trabajador en sus labores y no su despido; precisando, además, que no se
ha acreditado que las sanciones tengan relación con las actividades
sindicales del demandante.

FUNDAMENTOS

§1. Delimitación del petitorio

1. El objeto de la demanda es que se restituya al recurrente como


trabajador a plazo indeterminado en el cargo de responsable de
tesorería que estuvo ocupando, por haber sido víctima de un accionar
fraudulento que finalmente ocasionaría su despido. Alega que se han
vulnerado sus derechos constitucionales al trabajo, al debido proceso, a
la tutela procesal efectiva, a la igualdad, a la libertad sindical, al honor
y a la rectificación de información y al principio de inmediatez.
§2. Consideraciones previas
2. En atención a los criterios jurisprudenciales establecidos por este
Tribunal, en el presente caso corresponde evaluar si el demandante ha
sido despedido arbitrariamente. Asimismo, resulta pertinente precisar
que, si bien el actor ha alegado la vulneración de varios derechos
constitucionales, a criterio de este Tribunal sólo resultan pertinentes
para dirimir la litis, y, por lo tanto, serán materia de análisis los
derechos a la libertad sindical, al trabajo y al debido proceso, así como
el principio de inmediatez.

§3. Análisis del caso concreto


§3.1. Sobre la afectación del derecho al trabajo
§3.1.1. Argumentos del demandante

3. El actor sostiene que se ha vulnerado su derecho al trabajo, porque


considera que las sanciones de suspensión de sus labores que se le
impusieron tuvieron como objetivo finalizar fraudulentamente su
vínculo laboral. Ello por cuanto el término de dichas sanciones
coincidía con la fecha en que vencía su último contrato de trabajo para
servicio específico.

§3.1.2. Argumentos de la demandada

4. La parte demandada argumenta que las sanciones impuestas no


implicaban la ruptura del vínculo laboral, sino la suspensión perfecta
de labores, conforme al artículo 11 del Decreto Supremo N° 003-97-
TR.
§3.1.3. Consideraciones del Tribunal Constitucional

5. En relación a la invocada afectación del derecho al trabajo, y la


consiguiente reposición laboral solicitada por el demandante, cabría
preguntarse, si a la luz de la causal de improcedencia establecida en el
inciso 2 del artículo 5 del Código Procesal Constitucional dicha
pretensión debe ser resuelta por la vía del amparo o si, por el contrario,
debe ventilarse en la vía del proceso laboral.
6. Al respecto, es necesario tener en cuenta que si el Tribunal
Constitucional tiene enunciado un precedente constitucional referido a
la procedencia de los amparos en materia laboral (STC Exp. N° 00206-
2005-PA/TC), procederá a revisar su contenido, atendiendo
básicamente a dos cuestiones de la primera importancia: (1) que, en
aras a la seguridad jurídica y la igual aplicación del Derecho, debe
existir regularidad y predictibilidad en la aplicación de la causal de
procedencia prevista en el artículo 5, inciso 2 del Código Procesal
Constitucional, esto es, con respecto al análisis de cuándo existe una
“vía igualmente satisfactoria”; y (2) que actualmente es necesario tener
en cuenta lo regulado por la Nueva Ley Procesal del Trabajo, Ley N°
29497, al analizarse lo que puede conocerse en la vía constitucional o
en la vía ordinaria; norma que aun no formaba parte del ordenamiento
al emitirse el mencionado precedente.
§3.1.4. Criterios para determinar cuando existe una vía ordinaria igualmente
satisfactoria

7. Del inciso 2 del artículo 5 del Código Procesal Constitucional se


desprende que procede acudir a la vía especial y urgente del amparo
para solicitar la protección de derechos fundamentales si no existe una
vía ordinaria (específica) que sirva de igual o mejor modo para la
tutela de los mismos derechos: es decir, si no existe una “vía
igualmente satisfactoria”.

8. El examen de esta causal de improcedencia no supone verificar,


simplemente, si existen “otras vías judiciales” mediante las cuales
también se tutelen derechos constitucionales, sino que debe analizarse
si tales vías ordinarias serían igual o más efectivas, idóneas o útiles
que el proceso de amparo para lograr la protección requerida.

9. Esta afirmación es particularmente importante en nuestro medio,


donde todos y cada uno de los jueces tienen el deber de asegurar la
supremacía de la Constitución y la vigencia de los derechos
fundamentales, constituyendo el primer escalón de tutela.
10. En este orden de ideas, por ejemplo, la Corte Suprema de Justicia de la
República, mediante la Resolución Administrativa de la Sala Plena N°
252-2007-P-PJ, de fecha 30 de octubre de 2007, acordó «[r]ecomendar
a los distintos órganos jurisdiccionales del territorio de la República en
cuyo conocimiento se ponga una demanda de Amparo, tener en cuenta
los siguientes criterios establecidos a nivel doctrinario y
jurisprudencia’ para la determinación de si se está ante una vía
“Igualmente satisfactoria”:

- Irreparabilidad del daño al derecho invocado si se recurre a los


medios ordinarios de protección;

- Probanza que no existen vías ordinarias idóneas para tutelar un


derecho (acreditando para ello evaluaciones sobre la rapidez,
celeridad, inmediatez y prevención en la tutela del derecho
invocado);

- Análisis del trámite previsto a cada medio procesal, así como


sobre la prontitud de esa tramitación; y

- Evaluación acerca de la inminencia del peligro sobre el derecho


invocado, la adopción de medidas o procuración de los medios
para evitar la irreversibilidad del daño alegado o acerca de la
anticipación con la cual toma conocimiento de una causa».

11. Estando, entonces, a la insuficiencia y falta de claridad de las reglas


orientadas a determinar cuándo una vía ordinaria resulta igualmente
satisfactoria para la protección de un derecho fundamental,
corresponde a este órgano colegiado precisar este aspecto con detalle,
estableciendo a estos efectos un precedente constitucional que
estandarice el análisis sobre la pertinencia de la vía constitucional que
exige el artículo 5, inciso 2 del Código Procesal Constitucional.

12. Sistematizando la jurisprudencia vigente de este Tribunal, puede


afirmarse que existen dos perspectivas para entender cuándo una vía
puede ser considerada “igualmente satisfactoria”: una objetiva,
vinculada al análisis de la vía propiamente dicha (vía específica
idónea); y otra subjetiva, relacionada con el examen de la afectación al
derecho invocado (urgencia iusfundamental).

13. Desde la perspectiva objetiva, el análisis de la vía específica idónea


puede aludir tanto: (1) a la estructura del proceso, atendiendo a si la
regulación objetiva del procedimiento permite afirmar que estamos
ante una vía célere y eficaz (estructura idónea)(24), o (2) a la idoneidad
de la protección que podría recibirse en la vía ordinaria, debiendo
analizarse si la vía ordinaria podrá resolver debidamente el caso
iusfundamental que se ponga a su consideración (tutela idónea)(25).
Este análisis objetivo, claro está, es independiente a si estamos ante un
asunto que merece tutela urgente.

14. De otra parte, desde una perspectiva subjetiva, una vía ordinaria puede
ser considerada igualmente satisfactoria si: (1) transitarla no pone en
grave riesgo al derecho afectado, siendo necesario evaluar si transitar
la vía ordinaria puede tornar irreparable la afectación alegada
(urgencia como amenaza de irreparabilidad)(26); situación también
predicable cuando existe un proceso ordinario considerado como “vía
igualmente satisfactoria” desde una perspectiva objetiva; (2) se
evidencia que no es necesaria una tutela urgente, atendiendo a la
relevancia del derecho involucrado o a la gravedad del daño que podría
ocurrir (urgencia por la magnitud del bien involucrado o del claño)(27).

15. Queda claro, entonces, que la vía ordinaria será “igualmente


satisfactoria” a la vía del proceso constitucional de amparo, si en un
caso concreto se demuestra, de manera copulativa, el cumplimiento de
estos elementos:

- Que la estructura del proceso es idónea para la tutela del derecho;

- Que la resolución que se fuera a emitir podría brindar tutela


adecuada;
- Que no existe riesgo de que se produzca la irreparabilidad; y

- Que no existe necesidad de una tutela urgente derivada de la


relevancia del derecho o de la gravedad de las consecuencias.

En sentido inverso, la ausencia de cualquiera de estos presupuestos


revela que no existe una vía idónea alternativa al amparo, por lo que la
vía constitucional quedará habilitada para la emisión de un
pronunciamiento de fondo (salvo que se incurra en alguna otra causal
de improcedencia).

16. Esta evaluación debe ser realizada por el juez o por las partes respecto
de las circunstancias y derechos involucrados en relación con los
procesos ordinarios. Es decir, los operadores deben determinar si la vía
es idónea (en cuanto permite la tutela del derecho, desde el punto de
vista estructural, y es susceptible de brindar adecuada protección) y,
simultáneamente, si resulta igualmente satisfactoria (en tanto no exista
riesgo inminente de que la agresión resulte irreparable ni exista
necesidad de una tutela de urgencia).

17. Las reglas para determinar cuándo una vía ordinaria alterna resulta
igualmente satisfactoria son las establecidas en esta sentencia, y
conforme a ellas se interpretará el inciso 2 del artículo 5, resultando
aplicables a todos los procesos de amparo, independientemente de su
materia.

18. Ahora bien, debe aclararse que en todos aquellos procesos de amparo a
los que resulte aplicables las reglas aquí señaladas, hasta la fecha de
publicación de la presente sentencia, deberá habilitarse el respectivo
plazo para que en la vía ordinaria el justiciable pueda demandar, si así
lo estima pertinente, el reclamo de sus derechos.

19. De igual manera, esta habilitación de plazo debe ser de aplicación a


todos aquellos procesos de amparo en los que antes de la fecha de
publicación del caso de autos, se hubieran aplicado las nuevas reglas
de determinación sobre cuándo una vía ordinaria resulta igualmente
satisfactoria, las mismas que si bien se incluyen en los fundamentos
precedentes, también han sido utilizadas, idénticamente, en otros
procesos ya publicados como aquellos autos de los Expedientes Nºs
02677-2013-PA/TC (publicado el 26 de agosto de 2014), 03070-2013-
PA/TC (publicada el 11 de setiembre de 2014), entre otros.

20. En dichos casos, así como en todos los cuales ya se hubiesen aplicado
las nuevas reglas del artículo 5 inciso 2 del Código Procesal
Constitucional (perspectiva objetiva: estructura idónea y tutela idónea,
y perspectiva subjetiva: urgencia como amenaza de irreparabilidad y
urgencia por la magnitud del bien involucrado o del daño), y en los que
no se ha realizado expresamente dicha habilitación de plazo que si
establece en el precedente de autos, por razones de equidad (al existir
supuestos idénticos), debe aplicársele la misma consecuencia jurídica
(habilitación del plazo para que en la vía ordinaria el respectivo
justiciable pueda demandar, si así lo estima pertinente, el reclamo de
sus derechos), atribuida por este Tribunal Constitucional a los casos
mencionados en el fundamento 18 de la presente sentencia.
§3.1.5. La revisión del precedente contenido en la STC Exp. N° 00206-2005-AA/TC

21. En los fundamentos jurídicos 7 a 25 de la STC Exp. N° 00206-2005-


PA/TC este Tribunal Constitucional estableció, con carácter de
precedente vinculante, un conjunto de reglas que orientaban el
conocimiento de controversias derivadas de materia laboral individual,
sean privadas o públicas. Allí se fijaron, primordialmente, criterios
materiales en torno a la procedencia del amparo en materia laboral, y
también se brindó un tratamiento, que aquí se juzga como insuficiente,
de la causal de improcedencia recogida en el inciso 2 del artículo 5 del
Código Procesal Constitucional.

22. Al respecto se sostuvo que:

- “[E]n caso de que en la vía judicial ordinaria no sea posible


obtener la reposición o la restitución del derecho vulnerado, el
amparo será la vía idónea para obtener la protección adecuada de
los trabajadores del régimen laboral privado, incluida la
reposición cuando el despido se funde en los supuestos
mencionados” (fundamento jurídico 7); y que:

- “[C]onforme al artículo 5, inciso 2 del Código Procesal


Constitucional, las demandas de amparo que soliciten la
reposición de los despidos producidos bajo el régimen de la
legislación laboral pública y de las materias mencionadas en el
párrafo precedente deberán ser declaradas improcedentes, puesto
que la vía igualmente satisfactoria para ventilar este tipo de
pretensiones es la contencioso administrativa” (fundamento
jurídico 24).

23. Como puede apreciarse, las reglas que establecidas como precedente
parecen orientadas a determinar los supuestos que en materia laboral
serían susceptibles de debate por la vía del amparo (v. gr.: el tipo de
despido, el carácter público o privado del régimen laboral) y no a
determinar, en realidad, cuándo la vía ordinaria resulta igualmente
satisfactoria para la protección del derecho constitucional amenazado o
vulnerado.

24. Sin embargo, esto no implica que con el análisis fijado supra para
determinar cuando existe una vía ordinaria igualmente satisfactoria
varíe radicalmente los criterios sobre la procedencia de los amparos
laborales, pues en esencia se mantiene los principales criterios
preexistentes, si bien contemporizados a la luz de las reglas procesales
laborales hoy vigentes. Efectivamente, este Tribunal no puede obviar
que actualmente en gran parte del país se encuentra en vigor una
Nueva Ley Procesal del Trabajo, Ley N° 29497, que cuenta con
procesos céleres y medidas cautelares garantistas, regulación que exige
a los jueces constitucionales evaluar, a la luz de los casos concretos y
de los criterios establecidos en los fundamentos 12 al 15 de esta
sentencia, la procedencia o el rechazo de la demanda de amparo.
25. Al respecto, este Tribunal señala que, a pesar de la existencia de
referida norma procesal, en sustancia mantiene los criterios materiales
referidos a la procedencia del amparo laboral. Así, como antes, en caso
que la vía laboral no permita la reposición satisfactoria o eficaz del
trabajador (supuesto de estructura idónea, previsto en el fundamento
13, supra), o cuando el demandante persiga la tutela urgente de sus
derechos constitucionales frente a despidos nulos, en caso no vaya a
obtener tutela satisfactoria en la vía laboral (supuesto de tutela idónea
y urgencia iusfundamental, previstos en los fundamentos 13 y 14,
supra), deberá admitirse a trámite la demanda de amparo. Igualmente,
para los casos que no se encuentran regidos por la Ley N° 29497,
Nueva Ley Procesal del Trabajo, resulta de aplicación el análisis sobre
la pertinencia de la vía constitucional fijados en esta sentencia como
precedente, que son compatibles con los precedentes que fueron
establecidos en la STC Exp. N° 00206-2005-PA/TC.

26. En este orden de ideas, si el demandante cuenta con una vía laboral en
la que podrá obtener de manera célere –tanto o más que a través del
amparo– la reposición que solicita, deberá acudir a esa vía y no al
proceso constitucional de amparo, salvo que estemos ante situaciones
que objetivamente demanden una tutela urgente que solamente puede
canalizarse mediante un medio procesal como el amparo.

27. A modo de ejemplo, tenemos que una vía ordinaria especialmente


protectora regulada por la Nueva Ley Procesal del Trabajo es la del
proceso abreviado laboral, cuya estructura permite brindar tutela
idónea en aquellos casos en los que se solicite la reposición laboral
como única pretensión. Nos encontramos entonces ante una vía
procesal igualmente satisfactoria, siendo competente para resolver la
referida pretensión única el juzgado especializado de trabajo. Sin
embargo, si el demandante persigue la reposición en el trabajo junto
con otra pretensión también pasible de ser tutelada vía amparo, la
pretensión podrá ser discutida legítimamente en este proceso
constitucional, pues el proceso ordinario previsto para ello es el
“proceso ordinario laboral”, el cual –con salvedades propias del caso
concreto– no sería suficientemente garantista en comparación con el
amparo.

28. En sentido complementario, si estamos en un caso en que se solicita


reposición como pretensión única, pero por razón de competencia
territorial o temporal no resulta aplicable la Nueva Ley Procesal del
Trabajo, la vía más protectora es el proceso constitucional de amparo.

§3.1.6. La resolución de este extremo de la demanda

29. En concreto, el actor alega que habría sido despedido como


consecuencia del accionar engañoso de su empleador, hecho que
vulnera su derecho constitucional al trabajo. Dicho con otras palabras,
cuando estamos frente al denominado despido fraudulento. En
consecuencia, este Tribunal procederá a determinar si, en el caso
concreto, existe una vía igualmente satisfactoria para la tutela de su
derecho al trabajo, a la luz de los criterios establecidos en los
fundamentos 12 a 15, supra.

30. Con relación a la necesidad de que la estructura del proceso sea idónea
para la tutela del derecho invocado, se debe tener en consideración que
en el I Pleno Jurisdiccional Supremo en materia laboral, las Salas de
Derecho Constitucional y Social Permanente y Transitoria de la Corte
Suprema de Justicia de la República, llevado a cabo los días 4 y 14 de
mayo de 2012, acordaron, de un lado, que “[l]os jueces de trabajo en
los procesos laborales ordinarios regulados por la Ley Procesal del
Trabajo, Ley N° 26636, están facultados para conocer los procesos de
impugnación o nulidad de despido incausado o despido fraudulento,
que de ser fundado tengan como consecuencia la reposición del
trabajador al centro de trabajo”; y, por otro, que, con relación a la vía
laboral regulada por la Ley N° 29497, Nueva Ley Procesal del
Trabajo, “[l]os jueces de trabajo están facultados para conocer de la
pretensión de reposición en casos de despido incausado o despido
fraudulento, en el proceso abreviado laboral, siempre que la reposición
sea planteada como pretensión principal única”.

31. La Corte Suprema, en el pronunciamiento glosado en el fundamento


anterior, se limita a uniformizar su jurisprudencia en relación con ta
reposición del trabajador en los despidos fraudulentos e incausados
(tomando en cuenta el precedente vinculante establecido por este
Tribunal Constitucional en la STC Exp. N° 00206-2005-PA/TC y la
jurisprudencia que surge de la STC Exp. N° 00976-2001-AA/TC, así
como los criterios con los que se venían resolviendo dichas materias a
nivel de juzgados y salas), pero a la luz de las sucesivas leyes
procesales del trabajo.

32. En caso de autos, se advierte que la demanda fue interpuesta el 22 de


julio de 2009, antes de la publicación en el diario oficial El Peruano de
la Ley N° 29497, Nueva Ley Procesal de Trabajo, efectuada el 15 de
enero de 2010. Esa Ley, de acuerdo al cronograma de implementación
contemplado por la Resolución Administrativa N° 149-2011-CE-PJ, de
fecha 25 de mayo de 2011, emitida por el Consejo Ejecutivo del Poder
Judicial, entraría en vigencia en el Distrito Judicial de Junín recién a
partir del 19 de julio de 2011.

33. 33. En consecuencia, en el caso en concreto era de aplicación la Ley


Procesal del Trabajo N° 26636, tomando en consideración que en la
vía judicial ordinaria, desde antes del I Pleno Jurisdiccional Supremo
en materia laboral, ya se venía asumiendo, en casos concretos,
competencia para conocer de las impugnaciones de despidos
incausados o fraudulentos, en las cuales el trabajador solicita
reposición, conforme se advierte del Informe del referido Pleno,
específicamente en el literal a), sobre la procedencia de la pretensión
de reposición por despido incausado y despido fraudulento en la vía
laboral regulada por la Ley Procesal del Trabajo (Ley N° 26636), del
Tema 01: Procedencia de la pretensión de reposición por despido
incausado y despido fraudulento en la vía ordinaria laboral (pág. 37)
(28)
.
34. Siendo ello así, corresponde determinar si la vía del proceso laboral
ordinario resultaba idónea para la tutela del derecho al trabajo del
demandante. Al respecto, este Colegiado considera necesario tomar en
cuenta que en la referida vía predominaba el elemento escrito, y, en la
práctica, casi todos los actos procesales debían ser consignados en
actas. Además, en ella el juez contaba con un margen de acción más
limitado, presentando finalmente ese proceso una desconcentración de
actos y audiencias, lo que genera que el proceso ordinario tenga una
duración excesiva.

35. Dicha situación no se condice con la urgencia en la tutela de los


derechos laborales, por lo que se puede concluir que la referida vía
laboral ordinaria, regulada por la Ley N° 26636, no cumple con el
requisito de ser idónea para la tutela del derecho invocado en este caso
concreto. En ese escenario, al momento de plantearse la demanda, la
vía del proceso laboral no era igualmente satisfactoria y, por ende,
debe resolverse el fondo por la vía del amparo.

36. Estando a lo expuesto, este Tribunal queda expedito para pronunciarse


sobre la afectación del derecho al trabajo del demandante, analizando
si este fue despedido; y, de ser el caso, si dicha medida resulta
arbitraria.

37. Ahora bien, en cuanto al derecho al trabajo, el artículo 22 de la


Constitución Política del Perú establece que: “El trabajo es un deber y
un derecho. Es base del bienestar social y medio de realización de una
persona”. En tal sentido, cabe resaltar que el derecho al trabajo implica
dos aspectos: El de acceder a un puesto de trabajo, por una parte; y, de
otra, el derecho a conservar el empleo. En el primer caso, el derecho al
trabajo supone la adopción por parte del Estado de una política
orientada a que la población acceda a un puesto de trabajo; si bien hay
que precisar que la satisfacción de este aspecto implica un desarrollo
progresivo y según las posibilidades económicas del Estado. El
segundo aspecto trata del derecho al trabajo, entendido como
proscripción de ser despedido, salvo por causa justa.
38. De autos se advierte que el demandante pretende que se deje sin efecto
el supuesto despido del que fue objeto como consecuencia de la
emisión de las Resoluciones Directorales Nos 104-2009-AG-PEPP-
CD/DE, de fecha 16 de marzo de 2009, y 149-2009-AG-PEPP-
CD/DE, de fecha 11 de mayo de 2009, que dispusieron la suspensión
de sus labores durante seis y tres meses respectivamente (fojas 97 y
84), toda vez que el plazo de dichas suspensiones coincidía con el de la
vigencia del último contrato de trabajo para servicio específico que
habían suscrito las partes (foja 85).

39. Al respecto, este Colegiado advierte que, mediante las cuestionadas


resoluciones, la entidad emplazada impone al demandante sanciones
de cese temporal. Dicha acción disciplinaria está considerada por el
inciso g) del artículo 12 del Decreto Supremo N° 003-97-TR como una
causal de suspensión del contrato de trabajo, motivo por el cual las
referidas resoluciones directorales no pueden ser consideradas como
los instrumentos mediante los cuales despidió al actor. Es más, a lo
largo del desarrollo del presente proceso, el actor no ha acreditado la
existencia del acto lesivo de su derecho constitucional al trabajo.

40. Por lo expuesto, este Tribunal procede a declarar infundada la


demanda en el extremo que se alega la vulneración del derecho al
trabajo, por no haberse acreditado en autos el despido arbitrario
alegado por el actor.
§3.2. Sobre la afectación del derecho a la libertad sindical
§3.2.1. Argumentos del sindicato demandante

41. El demandante sostiene que desde que se afilió al Sindicato Único de


Trabajadores del Proyecto Especial Pichis Palcazú en enero de 2009, la
emplazada inició en su contra actos que afectaban el derecho a la
libertad sindical, llegando incluso a amenazarlo con que sería
despedido mediante la imputación de una falta grave si es que no se
desafiliaba.
§3.2.2. Argumentos de la parte demandada
42. De otro lado, la parte emplazada sostiene que no ha vulnerado el
derecho a la libertad sindical, puesto que las sanciones que le fueron
impuestas al demandante estaban debidamente justificadas, ya que se
comprobó que el actor incurrió en faltas.

§3.2.3. Consideraciones del Tribunal Constitucional

43. Conforme a lo señalado en el fundamento 13, supra, y siendo


solamente materia de debate y cambio a partir de este caso la
especificación del criterio sobre cuando existe una vía igualmente
satisfactoria, este Tribunal sostiene la efectividad y vigencia de lo
establecido en la STC Exp. N° 00206-2005-AA/TC, en torno a la
procedencia de los amparos en materia laboral privada para los casos
de despidos incausados, fraudulentos y nulos, por lo que considera que
en el presente caso procede evaluar si se ha vulnerado el derecho a la
libertad sindical del demandante.

44. El derecho a la libertad sindical está reconocido en el artículo 28,


inciso 1) de la Constitución. Este derecho tiene un doble contenido: un
aspecto orgánico y un aspecto funcional. El primero consiste en la
facultad de toda persona de constituir organizaciones con el propósito
de defender sus intereses gremiales. El segundo se encuentra dirigido a
la facultad de afiliarse o no a este tipo de organizaciones. Igualmente
el derecho a la libertad sindical tiene como contenido el poder del
trabajador para que por razones de su afiliación o actividad sindical no
sufra ningún menoscabo en sus derechos fundamentales.

45. Adicionalmente, en el fundamento jurídico 5 de la STC Exp. N°


08330-2006-PA/TC, conforme a lo señalado por el Comité de Libertad
Sindical de la OIT con relación a la libertad sindical, se ha dicho que:

“Uno de los principios fundamentales de la libertad sindical es que los


trabajadores gocen de protección adecuada contra los actos de
discriminación antisindical en relación con su empleo –tales como
despido, descenso de grado, traslado y otras medidas perjudiciales– y
que dicha protección es particularmente necesaria tratándose de
delegados sindicales, porque para poder cumplir sus funciones
sindicales con plena independencia deben tener la garantía de que no
serán perjudicados en razón del mandato que detentan en el sindicato.
El Comité ha estimado que tal garantía, en el caso de dirigentes
sindicales, es también necesaria para dar cumplimiento al principio
fundamental de que las organizaciones de trabajadores han de contar
con el derecho de escoger a sus representantes con plena libertad (...)”.

46. En ese mismo sentido, el Decreto Supremo N° 010-2003-TR, en su


artículo 4, establece que: “El Estado, los empleadores y los
representantes de uno y otros deberán abstenerse de toda clase de actos
que tiendan a coactar, restringir o menoscabar, en cualquier forma, el
derecho de sindicalización de los trabajadores, y de intervenir en modo
alguno en la creación, administración o sostenimiento de las
organizaciones sindicales que estos constituyen”.

47. Al respecto, este Colegiado considera que no se ha demostrado en


autos que el empleador haya realizado actos en contra del demandante
que tengan relación con su afiliación al Sindicato Único de
Trabajadores del Proyecto Especial Pichis Palcazú (SITRAPEPP), o
con su actividad sindical, toda vez que los documentos presentados
solo acreditan diversas solicitudes, reclamos y denuncias presentadas
por el referido sindicato, como son los siguientes:

- La constancia expedida por el Gobernador del Distrito de San


Ramón, con fecha 31 de diciembre de 2008, mediante la cual da
cuenta que los funcionarios del Ministerio de Trabajo se negaron
a recibir los contratos de trabajo de dos trabajadores (fojas 30);

- El oficio N° 005-2008-PCD-“PEPP”, de fecha 23 de diciembre de


2008, mediante el cual el Presidente del Consejo Directivo del
Proyecto Especial Pichis Palcazú informa al Ministerio de
Trabajo y Promoción del Empleo que deberán abstenerse de
firmar y renovar contratos del personal del referido Proyecto, sin
antes coordinar con su Consejo Ejecutivo (fojas 31);

- La copia del acta de la asamblea del mencionado Sindicato, de


fecha 3 de enero de 2009, en la que se toman diversos acuerdos,
como el incorporar a nuevos trabajadores como miembros del
SITRAPEPP, fijar el aporte sindical, adoptar acciones legales para
que los funcionarios del Ministerio de Trabajo respeten sus
derechos laborales, así como contratar a un abogado para que
asesore al ente sindical (fojas 121);

- La copia del Auto Directoral N° 002-2009/DRTPEJ-DPSC, de


fecha 16 de febrero de 2009, por el cual se declara la nulidad del
acto administrativo de registro sindical del Sindicato Único de
Trabajadores del Proyecto Especial Pichis Palcazú (fojas 308);

- El Oficio N° 003-2009-SITRAPEPP, de fecha 9 de enero de 2009,


por medio del cual el SITRAPEPP solicita al Director Ejecutivo
del Proyecto demandado una audiencia para tratar temas
vinculados a los derechos laborales de sus agremiados (fojas
383);

- El Oficio N° 009-2009-SITRAPEPP, del 9 de marzo de 2009,


mediante el cual el SITRAPEPP solicita al Director Ejecutivo del
Proyecto emplazado información pública y el cese de actos de
hostilización, pues el personal de vigilancia venía revisando las
prendas al personal, a la salida de la jornada laboral (fojas 384); y

- La denuncia penal por abuso de autoridad, formulada por el


mencionado Sindicato en contra del Jefe de la Zonal de Trabajo y
Promoción Social, adscrito al Ministerio de Trabajo, por haberse
negado a recibir los contratos de trabajo de los trabajadores del
Proyecto demandado (fojas 393).

48. Estos, así como otros instrumentos obrantes en autos, no están


relacionados con actos realizados por la entidad demandada en contra
del accionante, como consecuencia de su condición de trabajador
sindicalizado. Tampoco el recurrente ha presentado documento alguno
para acreditar que su empleador amenazó con despedirlo, mediante la
imputación de una falta grave, si es que no se desafiliaba.

49. En consecuencia, al no haberse acreditado la vulneración del derecho a


la libertad sindical alegada por el demandante, la demanda debe ser
desestimada en dicho extremo.
§3.3. Sobre la afectación del derecho al debido proceso y al principio de inmediatez
§3.3.1. Argumentos del demandante

50. El actor sostiene que con las Resoluciones Directorales Nºs 104-2009-
AG-PEPP-CD/DE y 149-2009-AG-PEPP-CD/DE se ha vulnerado su
derecho al debido proceso y el principio de inmediatez, por cuanto
considera que los hechos que dieron origen a las sanciones impuestas
en su contra datan del año 2008, mientras que las sanciones de
suspensión de sus labores por un periodo de seis y tres meses fueron
dispuestas en el año 2009. Solicita que se deje sin efecto las
resoluciones administrativas que lo sancionaron.
§3.3.2. Argumentos de la demandada

51. La parte demandada argumenta que el actor fue sancionado luego de


seguírsele un debido procedimiento investigatorio.

§3.3.3. Consideraciones del Tribunal Constitucional

52. Este Tribunal procederá a determinar si, conforme a las reglas de


procedencia establecidas en los fundamentos 12 al 15, supra, es
competente para conocer la pretensión del demandante.

53. Al respecto, conforme se ha señalado en el fundamento 33 de esta


sentencia, las pretensiones de orden laboral del accionante, de ser el
caso, debían ser tramitadas con las reglas procesales establecidas por la
Ley Procesal del Trabajo N° 26636.
54. En ese sentido, se puede determinar que, al momento de la
interposición de la demanda (esto es, al 22 de julio de 2009), existía un
proceso distinto al proceso constitucional de amparo con una
estructura idónea para la tutela del derecho invocado, pues la
impugnación de las sanciones disciplinarias impuestas por el
empleador durante la relación laboral se tramitaban por la vía del
proceso regulado en los artículos 70 y siguientes de la Ley Nº 26636,
que resultaba sumarísimo.

55. En dicho proceso se podía igualmente obtener una adecuada tutela del
derecho afectado mediante un pronunciamiento judicial que declarara
la nulidad de los actos administrativos cuestionados, los cuales
consisten en sanciones impuestas al recurrente, que ya se estaban
ejecutando al momento de la interposición de la demanda.

56. Finalmente, el actor no ha acreditado en autos la necesidad de una


tutela de urgencia vinculada al derecho supuestamente afectado, ni la
gravedad del daño que se ocasionaría al transitar su pretensión en la
vía laboral.

57. Por lo expuesto, este Tribunal Constitucional considera que la


pretensión del demandante podía ser resuelta en la vía del proceso
sumarísimo laboral, por constituir una vía “igualmente satisfactoria”,
motivo por el cual este extremo de la demanda resulta aplicable lo
dispuesto en el artículo 5, inciso 2 del Código Procesal Constitucional.

Por estas consideraciones, el Tribunal Constitucional, con la autoridad


que le confiere la Constitución Política del Perú

HA RESUELTO

1. Declarar INFUNDADA la demanda respecto a la supuesta vulneración


de los derechos al trabajo y a la libertad de sindicación.

2. Declarar IMPROCEDENTE la demanda respecto a que se deje sin


efecto la Resolución Directoral N° 104-2009-AG-PEPP-CD/DE y la
Resolución Directoral N° 149-2009-AG-PEPP-CD/DE.

3. Establecer como PRECEDENTE, conforme al artículo VII del Título


Preliminar del Código Procesal Constitucional, las reglas contenidas
en los fundamentos 12 al 15 y 17 de esta sentencia.

4. Establecer que, en lógica de favorecimiento del proceso, en todos


aquellos procesos de amparo a los que resulte aplicables las reglas
contenidas en el precedente de autos, hasta la fecha de publicación de
la presente sentencia, deberá habilitarse el respectivo plazo para que en
la vía ordinaria el justiciable pueda demandar, si así lo estima
pertinente, el reclamo de sus derechos, conforme los fundamentos 18,
19 y 20 de la presente sentencia.

Publíquese y notifíquese.

SS.

URVIOLA HANI, MIRANDA CANALES, BLUME FORTINI,


RAMOS NÚÑEZ LEDESMA NARVÁEZ, ESPINOSA-SALDAÑA
BARRERA
III.

EVOLUCIÓN JURISPRUDENCIAL SOBRE EL


AMPARO CONTRA RESOLUCIONES JUDICIALES

La fórmula de la “cuarta instancia”

RTC Exp. N° 00759-2005-PA/TC


EXP. N° 0759-2005-PA/TC
LIMA
JUAN CARLOS
HURTADO MILLER

RESOLUCIÓN DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL


Lima, 28 de octubre de 2005

VISTO

El recurso extraordinario interpuesto por don Juan Carlos Hurtado


Miller contra la resolución de la Sala de Derecho Constitucional y Social de
la Corte Suprema de Justicia de la República, de fojas 129, del segundo
cuaderno, su fecha 10 de agosto de 2004, que confirmando la apelada
declaró improcedente, in limine, la demanda de amparo de autos; y,

ATENDIENDO A

1. Que el 1 de octubre de 2003, el recurrente interpone demanda de


amparo contra la Resolución Nº 694, de fecha 29 de noviembre de
2002, expedida por la Sala Penal Especial de la Corte Superior de
Justicia de Lima, así como contra la Resolución, de fecha 21 de junio
de 2002, expedida por la Juez del Primer Juzgado Penal Especial, por
considerar que violan sus derechos constitucionales relativos al debido
proceso y a la tutela jurisdiccional. En concreto, sostiene que se ha
lesionado dichos derechos puesto que se ha declarado infundada su
excepción de naturaleza de acción, empleándose un argumento “no (...)
ajustado a derecho” (f. j. 218), ya que se ha considerado que ejercía
funciones públicas sin que haya tenido tal condición. Asimismo,
sostiene que en la calificación del delito por el que se le juzga se ha
considerado que éste “exige el apoderamiento para su consumación”,
cuando “el verbo rector del delito de peculado (...) señalado en el
artículo 387 del Código Penal es el verbo APROPIACIÓN”. Por
último, sostiene que se ha infringido su derecho a la igualdad ante la
ley, pues, frente a hechos semejantes, como los denunciados contra
Martha Chávez Cossio y Agustín Mantilla, se han realizado
tipificaciones delictivas distintas.

2. Que este Tribunal tiene dicho que el amparo contra resoluciones


judiciales tiene por objeto controlar que las resoluciones que se hayan
podido expedir dentro de un proceso judicial, lo hayan sido con
respeto del contenido constitucionalmente protegido del derecho a la
tutela procesal, en los términos del artículo 4 del Código Procesal
Constitucional. Asimismo, tenemos expresado como precedente
constitucional que en el seno del amparo no se puede cuestionar el
criterio expuesto por un juez o tribunal de justicia al resolver un tema
que es de su competencia, pues ni el amparo es un recurso de casación,
ni este abre las puertas de la justicia constitucional para que esta
termine constituyéndose en una instancia judicial más, a modo de
prolongación de las que existen en la jurisdicción ordinaria.

El Tribunal Constitucional no puede pues revisar las sentencias


dictadas por los jueces ordinarios que actúen en la esfera de su
competencia respetando debidamente los derechos fundamentales de
orden procesal. En ese sentido, mutatis mutandis, es aplicable la
doctrina establecida por la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos en torno a la “fórmula de la cuarta instancia”, según la cual
el Juez de Amparo “(...) no puede hacer las veces de un tribunal de
alzada para examinar supuestos errores de derecho o de hecho que
puedan haber cometido los tribunales (...) que hayan actuado dentro de
los límites de su competencia” (INFORME Nº 39/96, CASO 11.673,
Santiago Marzioti c/. Argentina, párrafo 51).

3. Que como se puede apreciar de los hechos expuestos en la demanda,


tras la agresión que se denuncia sobre los derechos constitucionales al
debido proceso y a la tutela jurisdiccional, en realidad se esconde un
cuestionamiento de los criterios expuestos por los jueces emplazados.
En efecto, si bien se ha sostenido (f. j. 255) que estas adolecen de
motivación “por no adecuar el hecho concreto a la descripción legal
formulada en abstracto por la ley”, lo cierto es que no es la ausencia de
motivación lo cuestionado sino el criterio del juez penal al considerar
que una conducta determinada se encuentra o no subsumida en el tipo
penal por el cual se le viene juzgando. Y, como antes se ha dicho, tal
cuestionamiento se encuentra fuera de la competencia ratione
materiae del proceso constitucional de amparo, por lo que la demanda
debe desestimarse en este extremo.

4. Que con respecto a la violación del derecho a la igualdad ante ley, este
Tribunal considera que el tertium comparationis ofrecido no es idóneo,
pues como lo tenemos dicho, en estos casos no sólo es preciso que se
ofrezca un término de comparación y que de este se derive un
tratamiento diferenciado en la aplicación de una norma frente a un
mismo (o análogo) caso, sino, además, que este sea atribuible a un
mismo órgano judicial, puesto que la arbitrariedad judicial en la
aplicación de la ley solo puede resultar de comparar a un órgano
judicial en relación consigo mismo.

5. Que en el caso de autos, como se desprende de lo expuesto en la


demanda a folios 240 a 254, el eventual tratamiento diferenciado que
se alega es la resultante de comparar lo resuelto por órganos judiciales
distintos a los que decidieron las resoluciones impugnadas.

Mientras que en el caso del recurrente los órganos judiciales que


expidieron las resoluciones impugnadas fueron el Juez del Primer
Juzgado Penal Especial y, en segunda instancia, la Sala Penal Especial
de la Corte Superior de Justicia de Lima –emplazados con la demanda
de amparo–, uno de los ofrecidos como tertium comparationis, en
concreto, el relacionado con Martha Chávez Cossio, fue resuelto, en
primera instancia, por un Vocal Instructor de la Corte Suprema de
Justicia de la República y, en segunda instancia, por la Sala
Permanente de la misma Corte Suprema de Justicia de la República.

Entre tanto, en relación con lo dictaminado contra Agustín Mantilla


Campos, el tertium comparationis ofrecido no es una resolución
emanada de un órgano judicial, sino la denuncia constitucional
presentada por la Fiscal de la Nación, doña Nelly Calderón Navarro.

6. Que, por tanto, no encontrándose los hechos y el petitorio de la


demanda referidos al contenido constitucionalmente protegido de los
derechos constitucionales invocados, es de aplicación el inciso 1) del
artículo 5 del Código Procesal Constitucional, por lo que la demanda
debe desestimarse.

Por las consideraciones expuestas, el Tribunal Constitucional, con la


autoridad que le confiere la Constitución Política del Perú

RESUELVE

Declarar IMPROCEDENTE la demanda de amparo de autos

Publíquese y notifíquese.

SS.

ALVA ORLANDINI, BARDELLI LARTIRIGOYEN, GONZALES


OJEDA, GARCÍA TOMA, VERGARA GOTELLI, LANDA
ARROYO
La fórmula de la “lista de materias”

Exp. N° 01871-2008-PA/TC
EXP. Nº 01871-2008-PA/TC
LIMA
ESMILDA JULCA GARCÍA

RESOLUCIÓN DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL


Lima, 23 de setiembre de 2009

VISTO

El recurso de agravio constitucional interpuesto por Esmilda Julca


García, contra la resolución de la Sala de Derecho Constitucional y Social
Permanente de la Corte Suprema de Justicia de la República, de fojas 37 del
segundo cuadernillo, su fecha 4 de marzo de 2008 que, confirmando la
apelada, declaró improcedente la demanda de amparo de autos; y,

ATENDIENDO A

1. Que con fecha 1 de agosto de 2007, la recurrente interpone demanda


de amparo contra el Juez Mixto del Distrito de Villa El Salvador,
solicitando que reponiendo las cosas al estado anterior a la violación
constitucional, se declare Nula y sin efecto legal la resolución judicial
Nº 05, expedida en segundo grado, recaída en el Expediente Nº 335-
2006, que revoca la recurrida y reformándola disminuye la pensión
alimenticia otorgada. Aduce afectación al debido proceso, a la tutela
procesal efectiva (derechos de acceso a la justicia, a probar,
motivación resolutoria) así como el derecho a la salud, atributos que la
Constitución garantiza.

Refiere la demandante haber obtenido sentencia favorable de primer


grado, que declaró fundada su demanda de aumento de pensión
alimenticia, ordenando que el demandado –Juan Carlos Aragón
Velasco– le acuda con la suma ascendente a S/. 500.00 (Quinientos y
00/100 Nuevos Soles). Añade que al no encontrarse conforme con el
incremento, recurrió el fallo, toda vez, que considera, de una parte que
no se valoró los medios probatorios ofrecidos que acreditan el
incremento de las posibilidades económicas del obligado, y de otra,
sus necesidades de alimentista, siendo que la disminución del monto a
la suma de S/. 450.00 (Cuatrocientos cincuenta y 00/100 Nuevos
Soles), le perjudica por que es persona delicada de salud, tanto mas, si
no exponen las razones de tal reducción.

2. Que, las instancias judiciales precedentes rechazaron liminarmente la


demanda, al considerar que los procesos constitucionales no
constituyen instancia revisora de los procesos ordinarios, (sentencia de
primer grado). La recurrida confirmó la apelada por similares
fundamentos, añadiendo que lo que en puridad se pretende es la
reevaluación de las pruebas actuadas en el proceso ordinario.

3. Que a juicio del Tribunal Constitucional la demanda debe


desestimarse, pues vía amparo se pretende que el juez constitucional se
pronuncie sobre competencias propias del juez ordinario, como lo es la
interpretación de los diversos institutos del Código Civil
específicamente, los referidos al Amparo Familiar –alimentos,
aumento, incremento y reducción de estos– y la valoración y actuación
de las pruebas de cargo y de descargo ofrecidas por las partes; no
siendo de competencia ratione materiae de los procesos
constitucionales evaluarlas, salvo que estas y sus efectos superen el
nivel de razonabilidad y proporcionalidad que toda decisión debe
suponer, afectando –con ello– de modo manifiesto y grave cualquier
derecho fundamental, lo que no ha ocurrido en el presente caso.

4. Que en el presente caso, el Tribunal observa que la recurrente


cuestiona la respuesta jurisdiccional del órgano emplazado respecto a
su petición de incremento de pensión de alimentos, que considera en
su agravio. En concreto, cuestiona la decisión de la judicatura de
reducir el monto asignado, en primer grado, en base a determinados
criterios de interpretación de diversos artículos del Código Civil y
Procesal Civil, pretensión que, como antes se ha expuesto, no forma
parte del contenido constitucionalmente protegido de ninguno de los
derechos que integran el debido proceso y la tutela jurisdiccional
efectiva, por lo que es de aplicación el inciso 1) del artículo 5 del
Código Procesal Constitucional.

5. Que finalmente, consideramos oportuno subrayar –una vez más– que


el amparo contra resoluciones judiciales no es un medio para
replantearse una controversia que es de competencia, ratione materiae,
de los órganos de la jurisdicción ordinaria. Tampoco el amparo hace
las veces de un recurso de casación ni de medio impugnatorio, puesto
que la jurisdicción constitucional no constituye una instancia
superpuesta a las existentes en el Poder Judicial en materias ajenas a la
constitucional. En ese sentido, hemos destacado que “La
estructuración del proceso, la determinación y valoración de los
elementos de hecho, la interpretación del derecho ordinario y su
aplicación a los casos individuales son asuntos de los tribunales
competentes para tal efecto, y se encuentran sustraídos de la revisión
posterior por parte del Tribunal Constitucional (...); solo en caso de la
violación de un derecho constitucional específico por parte de un
tribunal, puede el Tribunal Constitucional (...) entrar a conocer el
asunto (...). [L]os procesos de subsunción normales dentro del derecho
ordinario se encuentran sustraídos del examen posterior del Tribunal
Constitucional (...), siempre y cuando no se aprecien errores de
interpretación relacionados fundamentalmente con una percepción
incorrecta del significado de un derecho fundamental, especialmente
en lo que respecta a la extensión de su ámbito de protección, y cuando
su significado material también sea de alguna importancia para el caso
legal concreto” [STC Nº 09746-2005-PHC/TC, Fund. Jur. 6; STC Nº
00571-2006-PA/TC; Fund. Jur. 3; STC Nº 00575-2006-PA/TC, Fund.
Jur. 4, etc.].

Por estas consideraciones, el Tribunal Constitucional, con la autoridad


que le confiere la Constitución Política del Perú, con los votos
singulares de los magistrados Mesía Ramírez y Eto Cruz, que se
agregan

RESUELVE

Declarar IMPROCEDENTE la demanda de amparo.

Publíquese y notifíquese.

SS.

LANDA ARROYO, BEAUMONT CALLIRGOS, CALLE HAYEN,


ÁLVAREZ MIRANDA
VOTO SINGULAR DE LOS MAGISTRADOS MESÍA RAMÍREZ Y
ETO CRUZ

Sin perjuicio del respeto que merecen las opiniones de nuestros demás
colegas y al no compartir la parte resolutiva de la sentencia emitida,
por mayoría por el Pleno del Tribunal Constitucional, emitimos el
siguiente voto singular:

1. La recurrente solicita que se tutelen sus derechos al debido proceso y


la motivación de las resoluciones jurisdiccionales, los que han
resultado lesionados por el Juez Mixto de Villa El Salvador al expedir
la Resolución Nº 5, que en segundo grado revoca la apelada y
reformándola disminuye la pensión alimenticia otorgada en primera
instancia.

2. A juicio de la recurrente la resolución cuestionada lesiona los derechos


fundamentales invocados por que “[n]o se valoró los medios
probatorios ofrecidos que acreditan el incremento de las posibilidades
económicas del obligado, y de otra, sus necesidades de alimentista,
siendo que la disminución del monto a la suma de S/. 450.00
(cuatrocientos cincuenta y 00/100 nuevos soles), le perjudica por que
es persona delicada de salud, tanto mas, si no exponen las razones de
tal reducción”.

En definitiva la lesión consistiría en haberse interpretado y aplicado


indebidamente diversos institutos del Código Civil específicamente,
los referidos al Amparo Familiar (alimentos, aumento, incremento y
reducción de estos) razon por la cual se solicita que se deje sin efecto
la reducción de la pensión dispuesta en segunda instancia.

3. Consideramos que la pretensión debe desestimarse, toda vez, que este


Colegiado tiene dicho que el amparo contra resoluciones judiciales no
tiene por objeto el de constituirse en una instancia de prolongación del
debate judicial realizado en el ámbito de la jurisdicción ordinaria.
Dentro de sus límites ratione materiae en efecto tenemos afirmado que
el Tribunal

( ... ) no puede ... revisar las sentencias dictada por los jueces
ordinarios que actúen en la esfera de su competencia respetando
debidamente los derechos fundamentales de orden procesal. (...) [RTC
Nº 0759-2005-PA/TC Fundamento 2].

La misma doctrina se volvió a recordar en la STC Nº 2298-2005-


PA/TC, donde el Tribunal expresó que

( ... ) conforme a nuestra reiterada y uniforme jurisprudencia, (...) la


determinación de cuál sea la norma aplicable para resolver una
controversia suscitada en el ámbito de la jurisdicción ordinaria, es un
tema que no está dentro de la competencia ratione materiae del
proceso constitucional de amparo. Tenemos dicho, en efecto, que el
amparo contra resoluciones judiciales no es un instrumento procesal
que (...) mediante su utilización el Juez Constitucional pueda evaluar si
la aplicación de una norma legal se ha efectuado correctamente (o no)
al resolverse un caso [Fundamento 4].

4. En efecto, al Tribunal no le es ajeno que en la aplicación del derecho


ordinario se puedan afectar los derechos fundamentales. Por ello
aplicando la denominada “fórmula Heck”, empleada por el Tribunal
Constitucional Federal alemán o la denominada “fórmula de la cuarta
instancia” utilizada por la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos, hemos sostenido que

La estructuración del proceso, la determinación y valoración de los


elementos de hecho, la interpretación del derecho ordinario y su
aplicación a los casos individuales son asuntos de los tribunales
competentes para tal efecto, y se encuentran sustraídos de la revisión
posterior por parte del Tribunal Constitucional (...); solo en caso de la
violación de un derecho constitucional específico por parte de un
tribunal, puede el Tribunal Constitucional (...) entrar a conocer el
asunto (...). [L]os procesos de subsunción normales dentro del derecho
ordinario se encuentran sustraídos del examen posterior del Tribunal
Constitucional Federal, siempre y cuando no se aprecien errores de
interpretación relacionados fundamentalmente con una percepción
incorrecta del significado de un derecho fundamental, especialmente
en lo que respecta a la extensión de su ámbito de protección, y cuando
su significado material también sea de alguna importancia para el caso
legal concreto (BverfGE 18, 85 –sentencia del 10 de junio de 1964–)
[STC Nº 09746-2005-PHC/TC, Fund. Jur. 4].

5. En el presente caso, advertimos que la alegada indebida interpretación


y aplicación de una norma de naturaleza legal, con la finalidad de
resolver un asunto que es propio de la jurisdicción ordinaria, no está
vinculado con la protección del contenido constitucional directamente
afectado de los derechos demandados que se han invocado, por lo que
es de aplicación el artículo 38 del Código Procesal Constitucional.

Por las razones expuestas, nuestro voto es porque se declare


INFUNDADA la demanda de amparo propuesta por el recurrente

SS.

MESÍA RAMÍREZ, ETO CRUZ


La fórmula del “derecho fundamental específico” o fórmula “Heck”

RTC Exp. N° 00623-2007-PA/TC


EXP. N° 00623-2007-PA/TC
LIMA
GENERAL SPARE S.A.

RESOLUCIÓN DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL


Lima, 26 de noviembre de 2007

VISTO

El recurso de agravio constitucional interpuesto por


General Spare S.A. contra la resolución de la Sala de Derecho
Constitucional y Social de la Corte Suprema de Justicia de la República, de
fojas 46 del segundo cuaderno, su fecha 19 de octubre de 2006, que declara
improcedente la demanda interpuesta; y,

ATENDIENDO A

1. Que con fecha 23 de noviembre de 2005 la recurrente interpone


demanda de amparo contra el Titular del Cuadragésimo Juzgado Civil
de Lima y contra los vocales integrantes de la Primera Sala Comercial
de la Corte Superior de Justicia de Lima, solicitando se declare la
nulidad de las Resoluciones Nº 33 de fecha 14 de abril de 2005 y Nº 2
de fecha 5 de octubre de 2005, expedidas por los emplazados dentro de
un proceso de ejecución de garantías reales en el que la demandante
era parte. Sostiene que se han violado sus derechos a la tutela procesal
efectiva, al debido proceso y de propiedad.

Refiere que se le ha aplicado indebidamente el artículo 742 del Código


Procesal Civil modificado, el que no le era aplicable por razón de
tiempo, impidiéndole adjudicarse un inmueble.
2. Que con fecha 17 de marzo de 2006 la Sexta Sala Civil de la Corte
Superior de Justicia de Lima declara improcedente la demanda por
considerar que el proceso cuestionado ha sido tramitado de manera
regular. Además considera que la real pretensión del demandante es
cuestionar el criterio jurisdiccional asumido por los emplazados al
calificar su recurso de nulidad.

3. Que este Tribunal ha establecido en reiterada jurisprudencia que el


amparo contra resoluciones judiciales no es un instrumento procesal
mediante el cual el juez constitucional pueda evaluar la interpretación
y aplicación de una norma legal al resolver el juez una controversia
suscitada en la jurisdicción ordinaria (Cfr. Exp. Nº 5194-2005-PA). En
esta lógica siguiendo la doctrina de su homólogo alemán (la
fórmula Heck), este Colegiado ha establecido en lo referente a la
posibilidad de cuestionamiento de la interpretación del derecho
ordinario que: “La estructuración del proceso, la determinación y
valoración de los elementos de hecho, la interpretación del derecho
ordinario y su aplicación a los casos individuales son asuntos de los
tribunales competentes para tal efecto, y se encuentran sustraídos de la
revisión posterior por parte del Tribunal Constitucional (...); solo en
caso de la violación de un derecho constitucional específico por parte
de un tribunal, puede el Tribunal Constitucional (...) entrar a conocer el
asunto (...). [L]os procesos de subsunción normales dentro del derecho
ordinario se encuentran sustraídos del examen posterior del Tribunal
Constitucional (...), siempre y cuando no se aprecien errores de
interpretación relacionados fundamentalmente con una percepción
incorrecta del significado de un derecho fundamental, especialmente
en lo que respecta a la extensión de su ámbito de protección, y cuando
su significado material también sea de alguna importancia para el caso
legal concreto (BverfGE 18, 85 –sentencia del 10 de junio de 1964–)”.

4. Que en el caso de autos se advierte que los jueces demandados han


expuesto en las resoluciones cuestionadas las razones por las cuales
consideran que la norma procesal (artículo 742 del Código Procesal
Civil) era aplicable al caso. Adicionalmente este Colegiado advierte
que el artículo 742 modificado por Ley Nº 27740 publicada en el
diario oficial El Peruano el 29 de mayo de 2002 no impedía a la
recurrente adjudicarse el inmueble, claro está si actuaba diligentemente
dentro del plazo previsto por la norma adjetiva. En consecuencia la
demanda debe ser declarada improcedente en aplicación del artículo 5
inciso 1) del Código Procesal Constitucional, toda vez que la materia
controvertida no tiene incidencia directa con el contenido
constitucionalmente protegido del derecho invocado.

Por las consideraciones expuestas, el Tribunal Constitucional, con la


autoridad que le confiere la Constitución Política del Perú y con el
fundamento de voto del magistrado Vergara Gotelli, que se adjunta

RESUELVE

Declarar IMPROCEDENTE la demanda.

Publíquese y notifíquese.

SS.

LANDA ARROYO, VERGARA GOTELLI, BAUMONT


CALLIRGOS, CALLE HAYEN, ETO CRUZ, ÁLVAREZ MIRANDA
La fórmula “Schneider” o de los “déficits iusfundamentales”

Exp. N° 02784-2013-PA/TC
EXP. Nº 02784-2013-PA/TC
LIMA
EMPRESA COMERCIALIZADORA DE
PETRÓLEO S.A.C. - EMCOPESAC

AUTO DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL


Lima, 3 de noviembre de 2015

VISTO

El recurso de agravio constitucional interpuesto por Eleodoro Elera


Castro, en representación de la Empresa Comercializadora de Petróleo
S.A.C. (EMCOPESAC), contra la resolución expedida por la Sexta Sala
Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima, de fojas 204, de fecha 4 de
abril de 2013, que declaró improcedente la demanda de autos; y,

ATENDIENDO A QUE

1. Con fecha 5 de octubre de 2011, Eleodoro Elera Castro interpone


demanda de amparo en representación de EMCOPESAC contra la Sala
Civil Transitoria de la Corte Suprema de Justicia de la República y el
procurador público del Poder Judicial, solicitando que se disponga la
nulidad de la resolución de fecha 13 de enero de 2011 (f. 80, vuelta), a
través de la cual la Sala demandada declara nulo el concesorio del
recurso de apelación interpuesto contra la resolución expedida por la
Primera Sala Especializada en lo Contencioso Administrativo de la
Corte Superior de Justicia de Lima que concedía la medida cautelar
solicitada por EMCOPESAC, por no haber contado con los tres votos
conformes, disponiendo que dicha Sala Superior dé trámite a la
discordia producida, en los seguidos por EMCOPESAC contra el
Consejo Superior de Contrataciones y Adquisiciones del Estado
(Consucode) sobre medida cautelar.

Sostiene que la resolución cuestionada viola su derecho a la tutela


jurisdiccional efectiva, los derechos al debido proceso, a la obtención
de una resolución fundada en Derecho, a no ser desviado de la
jurisdicción predeterminada ni sometido a procedimientos distintos de
los previstos por la ley y a la motivación, al haber entendido de manera
inadecuada los alcances de las normas procesales que regulan la
materia respecto a los votos en las resoluciones y medidas cautelares,
inobservando, además, las normas específicas del Código Procesal
Civil.

2. El Décimo Juzgado Constitucional de Lima, con fecha 17 de octubre


de 2011 (f. 140), declara improcedente la demanda por considerar que
no existe agravio manifiesto a los derechos invocados, pretendiéndose
en realidad cuestionar a través del amparo lo resuelto en el proceso
cautelar; y que habría prescrito la acción, pues, desde que se notificó la
resolución que se cuestiona, el 25 de marzo de 2011, hasta la fecha en
que se interpuso la demanda, el 5 de octubre de 2011, transcurrió con
exceso el plazo de 30 días hábiles que contempla el artículo 44 del
Código Procesal Constitucional.

3. A su turno, la Sexta Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima


confirma la apelada por similares consideraciones.

4. Como se sabe, el amparo constitucional no es un proceso dentro del


cual pueda prolongarse la controversia que acontece en el ámbito del
proceso ordinario. En tal sentido, la estructuración del proceso, la
determinación y valoración de los elementos de hecho, la
interpretación del derecho ordinario y su aplicación a los casos
individuales son, por principio, asuntos propios de la jurisdicción
ordinaria y, como tales, ajenos a la competencia de este Tribunal. La
única posibilidad de que lo allí resuelto pueda ser revisado en el
ámbito de la justicia constitucional es que, al ejercer las funciones que
les son inherentes, los actos u omisiones de los órganos de la
jurisdicción ordinaria adolezcan de déficits en materia de derechos
fundamentales. Déficits que van desde no haber considerado la
aplicación de un derecho fundamental al resolver una cuestión
regulada por el derecho ordinario; haber comprendido (o dejado de
comprender) posiciones iusfundamentales que forman parte del
contenido constitucionalmente protegido de un derecho fundamental o,
en fin, cuando la resolución del caso legal concreto adolece de
deficiencias en la aplicación del principio de proporcionalidad, o de la
ponderación, según sea el caso.

5. A juicio del Tribunal, en ninguno de esos supuestos se encuentra la


reclamación que contiene la demanda. Lo concerniente con el número
de votos conformes con que debe resolverse el concesorio de una
medida cautelar es un problema que tiene que ver con la corrección (o
no) de la interpretación y aplicación de las normas del Código Procesal
Civil y de la Ley Orgánica del Poder judicial, que no corresponde
decidir a este Tribunal por ser ratione materiae ajeno a la competencia
del amparo constitucional. Por tanto, en aplicación del inciso 1 del
artículo 5 del Código Procesal Constitucional, la demanda debe
desestimarse.

Por estas consideraciones, el Tribunal Constitucional, con la autoridad


que le confiere la Constitución Política del Perú, con el fundamento de
voto del magistrado Sardón de Taboada que se agrega,

RESUELVE, sin la intervención del magistrado Espinosa-Saldaña


Barrera por en contrarse con licencia el día de la audiencia pública,

Declarar IMPROCEDENTE la demanda.

Publíquese y notifíquese

SS.
URVIOLA HANI, MIRANDA CANALES, BLUME FORTINI,
RAMOS NUÑEZ, SARDÓN DE TABOADA, LEDESMA
NARVÁEZ
El test de intensidad o “canon para el control constitucional de las
resoluciones judiciales”

Exp. N° 03179-2004-AA/TC
EXP. N° 3179-2004-AA/TC
HUAMANGA
APOLONIA CCOLLCCA
PONCE

SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

En Lima, a los 18 días del mes de febrero de 2005, el pleno del


Tribunal Constitucional, con la asistencia de los señores magistrados Alva
Orlandini, presidente; Bardelli Lartirigoyen, vicepresidente; Gonzales
Ojeda, García Toma, Vergara Gotelli y Landa Arroyo, pronuncia la
siguiente sentencia, con el fundamento de voto, adjunto del magistrado
Vergara Gotelli

ASUNTO

Recurso de agravio constitucional interpuesto por doña Apolonia


Ccollcca Ponce contra la resolución de la Sala de Derecho Constitucional y
Social de la Corte Suprema de Justicia de la República, de fojas 37 del
segundo cuaderno, su fecha 14 de mayo de 2004, que declaró improcedente
la demanda de autos.

ANTECEDENTES

Con fecha 11 de julio de 2003, la recurrente interpone demanda de


amparo contra el titular del Primer Juzgado Mixto de Huamanga, aduciendo
la violación de su derecho de propiedad. Sostiene que su vehículo se
encuentra incautado indebidamente a consecuencia del proceso penal por
delito de tráfico ilícito de drogas que se siguiera contra don Marcelino
Guillén Miguel, pese a que ella no fue procesada ni tampoco intervino, en
forma directa o indirecta, en la comisión de dicho delito. Refiere que, pese a
haber solicitado la nulidad del acta de incautación, esta se ha declarado
improcedente y ha sido confirmada por la Sala Civil de la Corte Superior de
Justicia de Ayacucho, mediante resolución de fecha 16 de mayo de 2003.

El juez suplente del Primer Juzgado Mixto de Huamanga, Vladimiro


Olarte Arteaga, contesta la demanda solicitando que se la declare
improcedente o, en su caso, infundada, tras considerar que la pretensión de
la recurrente ya fue resuelta en dos oportunidades, que el Juzgado no tiene
facultades para disponer la nulidad de un acto policial, como el acta de
incautación del vehículo, y que el amparo no procede contra resoluciones
judiciales emanadas de procedimiento regular. En ese sentido, considera
que si bien el derecho de propiedad está “establecido” en la Constitución
(sic), “ sus efectos no son de aplicación inmediata como otros derechos, el
de detención, sino que requieren de una serie de normas que la hagan viable
(...).”

Mediante resolución de fecha 24 de setiembre de 2003, la Segunda


Sala Mixta de la Corte Superior de Justicia de Ayacucho declara
improcedente la demanda, por considerar que la resolución judicial que se
cuestiona ha sido expedida dentro de un proceso regular, en el que se han
respetado los derechos constitucionales de la recurrente. Con similar
criterio, la recurrida confirma la apelada.

FUNDAMENTOS

1. Conforme se desprende del petitorio de la demanda, el objeto de esta


es que se ordene la devolución del vehículo de placa de rodaje WS
2959, marca Nissan, año 1990, modelo cóndor, clase camión, que, a
juicio de la recurrente, se mantendría indebidamente incautado por
orden judicial decretada en el proceso penal que se siguió contra don
Marcelino Guillén Miguel por la comisión del delito de tráfico ilícito
de drogas en agravio del Estado.

2. La demanda fue desestimada por las instancias judiciales precedentes


alegándose que la resolución cuestionada emanó de un proceso regular,
en el que se respetaron los derechos constitucionales de orden procesal
de la recurrente. En los términos de la resolución recurrida mediante el
recurso de agravio constitucional:

(...) debe de concluirse que las resoluciones impugnadas por la actora


han sido expedidas por las instancias judiciales correspondientes con
sujeción a las normas procesales penales, no evidenciándose que el
proceso del cual derivan se haya tornado en irregular, toda vez que
como se ha manifestado esta parte, hizo ejercicio de los medios de
defensa que el ordenamiento procesal le franquea (...)(29).

3. El Tribunal Constitucional considera que los motivos en los cuales se


ha sustentado el pronunciamiento desestimatorio de la demanda, en el
mejor de los casos, es impertinente. Sucede, en efecto, que la
recurrente no ha cuestionado que con las resoluciones judiciales
impugnadas mediante el presente amparo, se haya violado uno (o
alguno) de los derechos que, a su vez, forman parte del debido
proceso. Por el contrario, desde la presentación de la demanda y, por
último, en el recurso de agravio constitucional, esta ha precisado que el
derecho cuya tutela solicita no es otro que el derecho de propiedad,
derecho sobre el cual, por cierto, ninguna de las instancias de la
jurisdicción ordinaria se ha pronunciado.

4. Aunque no constituya justificación alguna, tal vez la inexistencia de un


pronunciamiento sobre la lesión (o no) del derecho de propiedad se
deba a la existencia de una tendencia jurisprudencial consolidada en
torno a los alcances del amparo contra resoluciones judiciales, según la
cual en éste el único derecho susceptible de protección es el derecho a
la tutela jurisdiccional o, como ahora la denomina el Código Procesal
Constitucional, el derecho a la tutela procesal.

Desde esta perspectiva jurisprudencial, si el único derecho tutelado por


el amparo contra resoluciones judiciales estaría constituido por el
derecho a la tutela procesal, ante un supuesto en el que se impugne un
pronunciamiento jurisdiccional, el Juez de los derechos fundamentales
sólo debería atenerse a evaluar si, al resolverse la cuestión
controvertida en el proceso (o incidente) judicial, se ha respetado el
contenido constitucionalmente declarado de los derechos que
conforman la tutela procesal, encontrándose prohibido de realizar
cualquier otra evaluación de la cuestión en términos de derechos
fundamentales ajenos a aquel.

El amparo contra resoluciones judiciales y el derecho a la tutela


procesal

5. En concreto, la respuesta (doctrinal y) jurisprudencial que se ha dado


al tema en cuestión normalmente se ha intentado a partir de una
interpretación de la limitación contenida en el segundo párrafo del
inciso 2) del artículo 200 de la Constitución, cuyo texto reproduce con
algunas variantes lo que en su momento preveía el inciso 3) del
artículo 6 de la Ley Nº 23506, ahora derogado, según el cual el amparo

(...) no procede contra (...) resoluciones judiciales emanadas de


procedimiento regular.

Descartada una lectura de dicho precepto constitucional en el sentido


de que no cabía la interposición de un amparo contra resoluciones
judiciales, existe consenso en admitirse que, más que una prohibición,
en realidad, dicho precepto contiene una limitación, cuyo ámbito de
actuación opera en aquellos casos en los que la resolución judicial
emana de un proceso “regular”, pero no en aquellos otros donde esta se
expide en el seno de un proceso “irregular”.

Así fijado el sentido de este precepto constitucional, tras una


interpretación literal, el paso siguiente fue dar respuesta a la
interrogante ¿cuándo un proceso judicial puede considerarse
“regular”? o, dicho en términos negativos, ¿cuando una resolución
judicial emana de un proceso “irregular”?
La absolución de tal interrogante, a su vez, fue: Una resolución judicial
emana de un proceso regular si esta se expide con respeto de los
derechos que integran el debido proceso y la tutela jurisdiccional
efectiva, ambos reconocidos en el inciso 3) del artículo 139 de la
Constitución. Lo que venía a significar que mediante el amparo sólo se
podía cuestionar resoluciones judiciales si es que en el momento de
expedirse, la irregularidad se materializaba en la afectación de
derechos que forman parte de aquel.

6. Con ello, por un lado, se ratificaba la tesis de que el amparo contra


resoluciones judiciales no podía constituir un instrumento procesal que
se superpusiera a los medios impugnatorios existentes en la legislación
procesal y, tampoco, en la habilitación de una vía en la que se pudiera
reproducir una controversia formulada ante las instancias de la
jurisdicción ordinaria.

7. Pero, al mismo tiempo, se venía a institucionalizar una doctrina


jurisprudencial, según la cual los jueces ordinarios, en el ejercicio de
sus funciones, sólo se encontraban vinculados a un número
determinado de derechos fundamentales. En concreto, sólo en relación
con aquellos de naturaleza procesal (tutela procesal y todos los
derechos que lo integran).

En cierta forma, tal tendencia se ha concretado en el Código Procesal


Constitucional, cuyo artículo 4 establece:

El amparo procede respecto de resoluciones judiciales firmes dictadas


con manifiesto agravio a la tutela procesal efectiva, que comprende el
acceso a la justicia y el debido proceso (...).

En definitiva, ya sea por vía jurisprudencial o por vía legislativa, la


concreción sobre el ámbito de protección del amparo contra
resoluciones judiciales se ha circunscrito solo a la protección de los
derechos fundamentales de orden procesal, quedando fuera de su
ámbito todos los otros derechos igualmente fundamentales (o
constitucionales).

7. ¿Hay razones jurídico-constitucionales para que el ámbito de derechos


protegidos mediante esta variante del amparo tenga que ser
replanteado? El Tribunal Constitucional considera que la respuesta es
afirmativa, desde un doble punto de vista. Por un lado, a partir del
diseño constitucional del ámbito de protección de este proceso; y, por
otro, a partir de la eficacia vertical de los derechos fundamentales en el
Estado constitucional de derecho.

Constitución y ámbito de protección del proceso de amparo

8. En el Estado constitucional de derecho, la Constitución no solo es una


norma que se limita a reconocer los derechos fundamentales, sino
también a crear o instaurar los procesos destinados a su defensa.
Mediante el establecimiento ope constitutione de los procesos
constitucionales, la Ley Fundamental pone a buen recaudo de las
mayorías coyunturales los instrumentos procesales creados para su
defensa. En ese sentido, como ha puesto de relieve Gomes Canotilho,
los procesos constitucionales no solo constituyen instrumentos
procesales destinados a que en su seno se resuelva problemas
vinculados con el principio de supremacía normativa y la tutela de los
derechos fundamentales, sino también, en un sentido más amplio, lo
que bien puede denominarse garantías de la Constitución, en tanto que

medios e institutos destinados a asegurar la observancia, aplicación,


estabilidad y conservación de la Ley Fundamental. Como se trata de
garantías de la existencia de la propia constitución (...), se suele decir
que ellas son ‘la constitución de la propia Constitución’(30).

9. Sin embargo, la instauración de los procesos constitucionales no sólo


tiene el propósito de recordar que ni el legislador ni ningún otro poder
constituido tienen la capacidad jurídica para disponer de ellos, en
cuanto instrumentos procesales de conservación y actualización de la
Ley Fundamental, sino que tampoco pueden alterar lo que bien podría
denominarse el diseño constitucional de los procesos constitucionales,
es decir, los rasgos esenciales con que la Ley Fundamental los ha
creado y diseñado.

En efecto, a la limitación de los poderes públicos para no suprimir o


desnaturalizar los procesos constitucionales, le sigue la obligación
(particularmente del Poder Legislativo) de regular su desarrollo y
procedimiento conforme al “modelo” constitucional de cada uno de
dichos procesos, es decir, conforme a las características que
textualmente se hayan establecido en la Ley Fundamental, pero
también que implícitamente se deriven de su finalidad
constitucionalmente declarada.

10. En lo que hace al modelo constitucional del proceso de amparo, la Ley


Fundamental contiene ciertas pautas específicas, como puede ser el
ámbito de derechos protegidos (art. 200.2); extensión y límites del
control de los actos restrictivos de derechos durante los regímenes de
excepción (art. 200 in fine) o la regulación parcialmente delimitada de
las instancias competentes para conocerla (art. 202), etc.

11. Por lo que aquí interesa, es decir, con relación al ámbito de derechos
protegidos en el proceso de amparo, el inciso 2) del artículo 200 de la
Constitución precisa cuál es su competencia, ratione materiae, al
establecer que:

Son garantías constitucionales:

2) La Acción de Amparo, que procede contra el hecho u omisión, por


parte de cualquier autoridad, funcionario o persona, que vulnera o
amenaza los demás derechos reconocidos por la Constitución, con
excepción de los señalados en el inciso siguiente.

En él, pues, se han de tutelar todos aquellos atributos subjetivos


reconocidos en la Constitución, con excepción de los que, a su vez, son
protegidos por el proceso de hábeas data; es decir, el derecho de acceso
a la información pública, reconocido en el inciso 5) del artículo 2 de la
Constitución; y el derecho a la autodeterminación informativa,
reconocido a su vez en el inciso 6) del mismo artículo 2 de la Norma
Fundamental.

12. Sin embargo, la determinación de la competencia ratione materiae del


proceso de amparo no solo puede realizarse a partir de la dicción literal
de la disposición que lo crea y de la remisión que esta pueda hacer
hacia otra disposición constitucional. Una interpretación sistemática
con el inciso 1) del artículo 200, por exigencias del principio de unidad
de la Constitución, necesariamente tiene que terminar con excluir
también a los derechos protegidos por el proceso de hábeas corpus; es
decir, a la libertad individual y a los derechos conexos a él
(enunciados, por otra parte, en el artículo 25 del Código Procesal
Constitucional).

De modo, pues, que el diseño constitucional de los derechos


protegidos por el proceso de amparo, bien puede caracterizarse por
tener un carácter totalizador, esto es, comprender residualmente la
protección de todos los derechos constitucionales no protegidos por los
otros procesos de tutela de los derechos fundamentales (hábeas corpus
y hábeas data).

13. Así las cosas, cabe que nos cuestionemos acerca de las razones
jurídico-constitucionales que puedan existir para limitar el ámbito de
derechos protegidos por el amparo contra resoluciones judiciales sólo a
la protección de los derechos que integran la tutela procesal.

Como ya se ha indicado, una primera respuesta a esta cuestión se ha


efectuado interpretándose los alcances del segundo párrafo del inciso
2) del artículo 200 de la Constitución que, como se sabe, establece que
el amparo

No procede contra normas legales ni contra resoluciones judiciales


emanadas de procedimiento regular.
Esta última parte del precepto constitucional antes recordado, no se ha
entendido en el sentido de que por su virtud se prohíba la procedencia
del amparo contra resoluciones judiciales, sino sólo que él no prospere
si lo que se busca es cuestionar mediante este proceso constitucional
una resolución judicial emanada de un proceso “regular”. Por el
contrario, si la resolución judicial emanaba de un proceso “irregular”,
sí cabía que se abriera las puertas de procedencia del amparo.

De esta manera la viabilidad del amparo contra resoluciones judiciales


quedaba librada a lo que se pudiera entender por el término “regular”.
Lo que, a su vez, se resolvió en el sentido de entender que un proceso
judicial era regular siempre que se haya expedido con respeto del
derecho a la tutela procesal. En tanto que devenía irregular si la
resolución judicial se había expedido en un proceso judicial donde se
hubiera lesionado el mismo derecho, o cualquiera de los derechos
procesales que forman parte de él.

14. El Tribunal Constitucional considera que una respuesta como la


brindada no concilia con el diseño constitucional del ámbito de
derechos protegidos por el proceso de amparo.

a. En primer lugar, pues como se ha expuesto en el fundamento 12


de esta sentencia, los únicos derechos exceptuados del control
mediante este proceso son los protegidos, a su vez, por el hábeas
corpus y el hábeas data.

b. En segundo lugar, es inadmisible desde un punto de vista


constitucional que se pueda sostener que una resolución judicial
devenga de un proceso “irregular” solo cuando afecte el derecho a
la tutela procesal, y que tal “irregularidad” no acontezca cuando
esta afecta otros derechos fundamentales. A juicio del Tribunal, la
irregularidad de una resolución judicial, con relevancia
constitucional, se produce cada vez que esta se expida con
violación de cualquier derecho fundamental, y no sólo en relación
con los contemplados en el artículo 4 del Código Procesal
Constitucional.

En definitiva, a partir del diseño constitucional del ámbito de derechos


protegidos por el amparo, el Tribunal considera que es
constitucionalmente inadmisible sostener que del referido segundo
párrafo del inciso 2) del artículo 200 de la Constitución se pueda
inferir una limitación de la competencia ratione materiae del amparo
contra resoluciones judiciales, más allá de los derechos garantizados
por el hábeas corpus y el hábeas data.

Constitución y eficacia vertical de los derechos fundamentales. Sus


consecuencias en el ámbito de los derechos protegidos por el amparo
contra resoluciones judiciales

15. A la misma conclusión hemos de arribar si ahora el análisis se efectúa


a partir de la eficacia de los derechos fundamentales reconocidos en la
Constitución de 1993.

Tenemos expresado en nuestra jurisprudencia que todo derecho


constitucional –expreso o implícitamente reconocido– tiene un ámbito
protegido, un bien jurídico identificable, que es distinto de aquellos
garantizados por otros derechos, en tanto que constituye una
manifestación concreta del principio-derecho de dignidad.

Ese ámbito de la realidad, deducible válidamente de una norma y


disposición de derecho fundamental, es lo que en la STC Nº 1417-
2005-AA/TC hemos venido en denominar posición iusfundamental:

Las posiciones de derecho fundamental son los derechos


fundamentales en sentido estricto, pues son los concretos atributos que
la persona humana ostenta al amparo de las normas (sentidos
interpretativos) válidas derivadas directamente de las disposiciones
contenidas en la Constitución que reconocen derechos(31).

El objeto de una posición iusfundamental es siempre una conducta, de


acción o de omisión –dependiendo del derecho de que se trate–, que un
tercero (sujeto pasivo) debe realizar a favor de quien titulariza el
derecho (sujeto activo). De ahí que los elementos de todo derecho
fundamental sean: a) el sujeto que lo titulariza; b) el sujeto que se
encuentra obligado con aquel, y c) el haz de posiciones subjetivas y
objetivas efectivamente garantizadas por el derecho.

16. Por lo general, el asunto relativo a la titularidad de los derechos


fundamentales no ofrece mayores dificultades en su determinación.
Prima facie, el titular por antonomasia de los derechos fundamentales
es siempre la persona humana, en tanto que, como se ha expuesto,
dichos derechos no son sino la concretización específica de
particulares exigencias del principio de dignidad (artículo 1 de la
Constitución), no obstante que la titularidad de algunos derechos
fundamentales esté sujeta a la satisfacción de ciertas exigencias, como
sucede con los derechos políticos y determinados derechos sociales y
económicos.

A su vez, el objeto de la relación, esto es, el haz de posiciones


subjetivas y objetivas garantizados y, por tanto, exigibles en su
realización a los sujetos obligados, depende de una serie de variables
recabables en función de cada derecho reconocido en la Constitución.
Como en la tantas veces citada STC Nº 1417-2005-AA/TC hemos
sostenido, el contenido constitucionalmente protegido de cada uno de
los derechos no puede determinarse en abstracto, sino a “a la luz de
cada caso concreto”, identificando su finalidad, naturaleza y el ámbito
de la realidad que se ha pretendido garantizar en cada uno de ellos.

Por lo que se refiere a los sujetos obligados con el objeto de la


relación, no cabe duda de que el primer obligado con ellos es, sin
excepción alguna, el Estado. Como se recordó en la STC Nº 0976-
2001-AA/TC, históricamente, los derechos fundamentales surgieron
como derechos de defensa oponibles al Estado.

Esto es, atributos subjetivos que protegen un ámbito de autonomía


individual contra acciones arbitrarias de cualquiera de los poderes
públicos.

17. La vinculación de los derechos hacia cualesquiera de los poderes y, en


general, órganos públicos, es lo que hemos venido en denominar
eficacia vertical de los derechos fundamentales. Tal eficacia no es sino
consecuencia de la naturaleza preestatal de los derechos fundamentales
y, por tanto, del carácter servicial del Estado para con ellos, en tanto
que la persona humana se proyecta en él como el fin supremo (art. 1 de
la Constitución).

En ese sentido, tenemos dicho que dentro de estos sujetos obligados


para con el respeto y protección de los derechos fundamentales se
encuentran todos los poderes públicos, es decir, los entes que forman
parte del Estado, independientemente de su condición de órgano
constitucional, legal o administrativo, y los grados e intensidad de
autonomía que para con ellos el ordenamiento haya podido prever.

Qué duda cabe de que dentro de esos poderes públicos vinculados con
los derechos fundamentales se encuentra también el Poder Judicial y,
con él, todas sus instancias jurisdiccionales, al mismo tiempo que sus
órganos administrativos. La cuestión de qué derechos lo vinculan; bien
cuando ejerce funciones jurisdiccionales; bien cuando ejerza las
funciones administrativas propias a sus actividades de gestión, no
puede sino responderse en los mismos términos que habitualmente se
efectúa en relación con los demás poderes públicos. Todos los
derechos fundamentales vinculan a todos los poderes públicos. De
modo que todos los derechos fundamentales (y no solo los que
conforman la tutela procesal) vinculan al Poder Judicial y, en ese
sentido, demandan acciones u omisiones destinadas a garantizar el
ámbito de la realidad que cada uno de ellos persigue tutelar.

No hay (no puede haber) un solo derecho fundamental que no pueda


vincular a los órganos de la jurisdicción ordinaria. Ello es
consecuencia de su condición de poder constituido y, al mismo tiempo,
del carácter servicial para con el ejercicio efectivo de los derechos de
la persona humana, pues, al fin y al cabo, la tutela jurisdiccional que
prestan “(...) emana del pueblo”, conforme lo recuerda el artículo 138
de la Ley Fundamental.

18. La tesis según la cual el amparo contra resoluciones judiciales procede


únicamente por violación del derecho al debido proceso o a la tutela
jurisdiccional, confirma la vinculatoriedad de dichos derechos en
relación con los órganos que forman parte del Poder Judicial. Pero
constituye una negación inaceptable en el marco de un Estado
constitucional de derecho, sobre la vinculariedad de los “otros”
derechos fundamentales que no tengan la naturaleza de derechos
fundamentales procesales, así como la exigencia de respeto, tutela y
promoción ínsitos en cada uno de ellos.

En efecto, en el ejercicio de la función jurisdiccional, los jueces del


Poder Judicial no sólo tienen la obligación de cuidar porque se hayan
respetado los derechos fundamentales en las relaciones jurídicas cuya
controversia se haya sometido a su conocimiento, sino también la
obligación –ellos mismos– de respetar y proteger todos los derechos
fundamentales al dirimir tales conflictos y controversias.

Como se afirma en el artículo 38 de la Constitución:

Todos los peruanos tienen el deber de honrar al Perú y de proteger los


intereses nacionales, así como de respetar, cumplir y defender la
Constitución y el ordenamiento jurídico de la Nación.

Entre tanto, el artículo 138 de la Norma Fundamental recuerda que

La potestad de administrar justicia emana del pueblo y se ejerce por el


Poder Judicial a través de sus órganos jerárquicos con arreglo a la
Constitución y a las leyes.

19. Similar criterio es posible deducir si el mismo asunto se aborda a partir


del artículo 25.1 de la Convención Americana de Derechos Humanos,
según el cual:

Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier


otro recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la
ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales
reconocidos por la Constitución, la ley o la presente Convención, aun
cuando tal violación sea cometida por personas que actúen en ejercicio
de sus funciones oficiales.

En efecto, con la referencia al recurso sencillo, rápido y efectivo para


la tutela de los derechos que pudieran resultar lesionados por actos
emanados incluso de “personas que actúen en ejercicio de sus
funciones oficiales”, quiere expresarse la idea de que para la
Convención Americana de Derechos no existe actuación estatal alguna
que quede (o pueda quedar) exenta de control en nombre de los
derechos fundamentales. Al extremo que, de acuerdo con los artículos
1.1 y 1.2 de la misma Convención, producida una lesión de los
derechos esenciales del hombre, el Estado está en la obligación de
establecer un proceso que sirva para proteger, asegurar o hacer valer la
titularidad o el ejercicio de un derecho; es decir, tiene el deber de
proteger y asegurar su ejercicio a través de las respectivas garantías,
ale decir, de los medios idóneos para que los derechos y libertades sean
efectivos en toda circunstancia(32).

A juicio de la misma Corte Interamericana, el artículo 25.1 de la


Convención

(...) recoge la institución procesal del amparo, entendido como el


procedimiento judicial sencillo y breve que tiene por objeto la tutela de
todos los derechos reconocidos por las constituciones y leyes de los
Estados partes y por la Convención(33).

Establece este artículo, igualmente, en términos amplios, la obligación


a cargo de los Estados de ofrecer, a todas las personas sometidas a su
jurisdicción, un recurso judicial efectivo contra actos violatorios de sus
derechos fundamentales(34).

20. En definitiva, una interpretación del segundo párrafo del inciso 2) del
artículo 200 de la Constitución bajo los alcances del principio de
unidad de la Constitución, no puede concluir sino con la afirmación de
que la competencia ratione materiae del amparo contra resoluciones
judiciales comprende a todos y cada uno de los derechos
fundamentales que se puedan encontrar reconocidos, expresa o
implícitamente, por la Norma Suprema. En su seno, los jueces
constitucionales juzgan si las actuaciones jurisdiccionales de los
órganos del Poder Judicial se encuentran conformes con la totalidad de
los derechos fundamentales reconocidos en la Constitución. De modo
que la calificación de regular o irregular de una resolución judicial,
desde una perspectiva constitucional, depende de que estas se
encuentren en armonía con el contenido constitucionalmente protegido
de todos los derechos fundamentales.

21. La variación de una jurisprudencia consolidada durante un poco más


de cuatro lustros y, correlativamente, el establecimiento de un
precedente de esta naturaleza, tras las observaciones precedentemente
planteadas, no tiene por efecto inmediato la variación de algunos
criterios consolidados jurisprudencialmente en torno a los alcances del
control constitucional de las resoluciones judiciales. Particularmente,
de aquellos en los que se afirmó:

a. Que el objeto de este proceso constitucional es la protección de


derechos constitucionales y no el de constituir un remedio
procesal que se superponga o sustituya al recurso de casación. En
efecto, los procesos constitucionales de tutela de derechos no
tienen por propósito, prima facie, verificar si los jueces, en el
ejercicio de la potestad jurisdiccional, infringieron normas
procedimentales que no incidan en el contenido
constitucionalmente protegido del derecho a la tutela procesal
(error in procedendo), o, acaso, que no hayan interpretado
adecuadamente el derecho material (error in iudicando). Pero el
juez constitucional sí tiene competencia para examinar dichos
errores cuando los mismos son constitutivos de la violación de un
derecho fundamental.

b. Que se utilice como un mecanismo donde pueda volverse a


reproducir una controversia resuelta por las instancias de la
jurisdicción ordinaria. El amparo contra resoluciones judiciales
no tiene el efecto de convertir al juez constitucional en una
instancia más de la jurisdicción ordinaria, pues la resolución de
controversias surgidas de la interpretación y aplicación de la ley
es de competencia del Poder Judicial; siempre, claro está, que esa
interpretación y aplicación de la ley se realice conforme a la
Constitución y no vulnere derechos fundamentales. En efecto, en
el seno del amparo contra resoluciones judiciales solo puede
plantearse como pretensión que una determinada actuación
judicial haya violado (o no) un derecho constitucional,
descartándose todos aquellos pronunciamientos que no incidan
sobre el contenido protegido de estos.
Canon para el control constitucional de las resoluciones judiciales

22. Los cambios jurisprudenciales a que se ha hecho referencia supra,


implica también la necesidad de que el Tribunal Constitucional defina
el canon bajo el cual realizará el control constitucional de las
resoluciones judiciales.

La intensidad del control constitucional de las resoluciones judiciales a


través del proceso de amparo depende de la interpretación que se haga
de la configuración constitucional del mencionado proceso. Así, desde
una interpretación estricta del amparo, los jueces constitucionales
examinan la constitucionalidad de la resolución judicial en base al
expediente judicial ordinario, otorgando mérito constitucional
suficiente a los actuados judiciales. En esta perspectiva, el juez
constitucional asume lo resuelto por el juez ordinario iure et de iure.
Luego de ello y con estos actuados indiscutibles se pasa a realizar un
examen de la motivación y relevancia constitucional de la resolución
judicial en función del derecho fundamental invocado.

De otro lado, se parte de una interpretación flexible del amparo cuando


el Juez constitucional adquiere plena jurisdicción sobre el fondo y la
forma del proceso ordinario, realizando un examen constitucional de la
motivación del fallo y de la relevancia de lo actuado judicialmente.
Desde esta posición, el Juez constitucional asume competencia para
examinar el juicio ordinario bajo un canon constitucional propio del
supremo intérprete de la Constitución. Lo que significa la posibilidad
de revisar todo el proceso que va desde el examen del acto lesivo, la
validez o no de una norma legal, hasta el valor probatorio de las
pruebas; es decir, revisando y reformando constitucionalmente la
actuación judicial concreta que sea necesaria para determinar la
constitucionalidad de la resolución judicial cuestionada.

23. No obstante, esta segunda perspectiva del proceso de amparo precisa


que el Tribunal Constitucional establezca el canon interpretativo bajo
el cual realizará el control constitucional de las resoluciones judiciales,
sin que ello suponga convertir al Tribunal Constitucional en una cuarta
instancia judicial y sí, más bien, a fin de reconocer que al Tribunal le
corresponde, en el proceso de amparo, resolver, ponderadamente,
sobre el fondo y la forma de los procesos judiciales ordinarios cuando
estos hayan violado los derechos fundamentales tutelados por el
proceso constitucional de amparo.

Dicho canon interpretativo que le permite al Tribunal Constitucional


realizar, legítimamente, el control constitucional de las resoluciones
judiciales ordinarias, está compuesto, en primer lugar, por un examen
de razonabilidad; en segundo lugar, por el examen de coherencia; y,
finalmente, por el examen de suficiencia.

a. Examen de razonabilidad.- Por el examen de razonabilidad, el


Tribunal Constitucional debe evaluar si la revisión de todo el
proceso judicial ordinario es relevante para determinar si la
resolución judicial que se cuestiona vulnera el derecho
fundamental que está siendo demandado.

b. Examen de coherencia.- El examen de coherencia exige que el


Tribunal Constitucional precise si el acto lesivo del caso concreto
se vincula directamente con el proceso o la decisión judicial que
se impugna; de lo contrario no estaría plenamente justificado el
hecho de que el Tribunal efectúe una revisión total del proceso
ordinario, si tal revisión no guarda relación alguna con el acto
vulneratorio.

c. Examen de suficiencia.- Mediante el examen de suficiencia, el


Tribunal Constitucional debe determinar la intensidad del control
constitucional que sea necesaria para llegar a precisar el límite de
la revisión del proceso judicial ordinario, a fin de cautelar el
derecho fundamental demandado.

24. Por todo ello, y en mérito de lo expuesto, habiéndose alegado la


violación del derecho de propiedad, el Tribunal Constitucional tiene
competencia, ratione materiae, para ingresar a analizar las cuestiones
de fondo que entraña el recurso de agravio constitucional.

Alegación de violación del derecho de propiedad mediante una


resolución judicial

25. En el caso, la recurrente ha alegado la violación de su derecho de


propiedad. A su juicio, tal lesión se habría producido por la omisión de
las autoridades judiciales de no liberar el vehículo de su propiedad,
que fuera incautado a consecuencia de aprehenderse a don Marcelino
Guillén Miguel en circunstancias en que éste transportaba ilícitamente
drogas conduciendo dicho vehículo.

Conforme se observa de fojas 77 a 84, la recurrente solicitó, ante las


autoridades judiciales competentes, que se levantara la orden de
incautación que pesaba contra el vehículo de la que alega ser
propietaria. Aunque inicialmente dicha petición le fuera concedida,
con posterioridad la resolución que así lo ordenaba fue revocada,
exponiéndose una diversidad de razones por las que, a juicio de los
jueces penales, dicha solicitud no debía ser acogida.

En efecto, mediante la resolución de fecha 19 de febrero de 2002, la


Primera Sala Mixta de Ayacucho revocó la resolución que, a su vez,
había dejado sin efecto el acta de incautación del referido vehículo,
sosteniendo que el contrato presentado por la recurrente no merecía
“mérito probatorio por ser un instrumento simple sin siquiera
legalización notarial o intervención de testigos y que muy bien pudo
haberse faccionado para sorprender burdamente a la justicia”; a lo que
añadiría que la copia de la tarjeta de propiedad, título con el cual
solicitó la anulación de la referida acta de incautación, fue expedida
con fecha posterior a la comisión del delito.

Posteriormente, al resolverse una nueva solicitud de nulidad


presentada por la misma recurrente, el titular del Primer Juzgado
Mixto de Huamanga expidió la resolución de fecha 29 de enero de
2003, en la que, después de destacar que la incautación fue efectuada a
nivel policial, sostuvo que dicha incautación no contaba con algún
defecto o grave irregularidad, agregando que dado que ya existía
condena firme, el “presente trámite ya concluyó”, por lo que la
recurrente debía hacer valer su derecho conforme a ley.

Por último, mediante resolución de fecha 16 de mayo de 2003, la


Primera Sala Mixta de Ayacucho confirmó la resolución supra citada,
indicando que el acta de incautación no adolecía de ninguno de los
supuestos contemplados en el artículo 298 del Código de
Procedimientos Penales, de modo que no cabía declararse su nulidad.

26. Conforme se observa de autos, la incautación cuestionada se efectuó al


amparo del tercer párrafo del artículo 66 del Decreto Ley Nº 22095,
modificado por el artículo 5 del Decreto Ley N° 22926, según el cual:
Serán decomisados las drogas, insumos, fábricas, laboratorios,
alambiques, implementos y enseres empleados en la producción y
fabricación ilícita de drogas.

(...) Igualmente, serán incautados los terrenos de cultivo y afectados a


la Dirección General de Reforma Agraria y Asentamiento Rural, para
su posterior adjudicación a los campesinos sin tierra; también serán
incautados los inmuebles utilizados como fábricas, depósitos o lugares
de expendio, así como los vehículos en que se hubiere efectuado la
distribución o transporte de las drogas, siempre que pertenezcan a los
autores, cómplices o encubridores del delito o a quienes teniendo
conocimiento del mismo no lo hubieran denunciado de inmediato
(énfasis nuestro).

Dicha disposición legislativa, como se observa, dispone que la


incautación de los vehículos donde se hubiese efectuado la distribución
o transporte de drogas puede efectuarse en dos supuestos: (i) cuando
estos pertenecen a los autores, cómplices o encubridores, y (ii) cuando
no teniéndose aquel estatus, el propietario haya tenido conocimiento
de su perpetración y no lo hubiese denunciado.

Dado que en el proceso penal quedó demostrado que el vehículo en el


cual transportaba drogas el condenado Marcelino Guillén Miguel no
era de su propiedad, la mantención de la incautación prevista contra
dicho vehículo solo se justificaba en las siguientes razones:

a. Porque su real propietario, es decir, quien tenía la condición de tal


al momento de producirse los hechos juzgados, era cómplice o
encubridor, o

b. Porque no teniendo esa cualidad, conocía que el vehículo del cual


era propietario era utilizado para la comisión del delito de tráfico
ilícito de drogas.

27. Del propio proceso penal, y concretamente de la resolución de fecha 9


de octubre de 2001, se desprende que quien solicitó se declarara la
nulidad del acta de incautación (esto es, la recurrente) no estuvo
comprendida en cualquiera de las dos hipótesis antes descritas. Esto es,
que fuera cómplice o encubridora o, a su turno, que haya conocido que
el chofer que manejaba el vehículo de su propiedad lo haya utilizado
para transportar drogas y, pese a ello, no lo denun- ciase.

Si tales fueran los hechos que sustentan la alegación de violación del


derecho de propiedad, este Tribunal no podría menos que estimar la
pretensión. En efecto, no habiéndose demostrado que la propietaria
estuviese comprendida en cualquiera de las causales que autoriza la ley
para incautar un vehículo que se haya utilizado para la comisión de un
delito tan grave, como lo es el tráfico ilícito de drogas, el
mantenimiento de la orden de incautación se presenta como una
medida eminentemente confiscatoria, que afecta el poder de uso,
disfrute y disposición de su titular.

Y poco importa, a estos efectos, que el acta de incautación haya sido


levantada a nivel policial o, en su caso, como en determinado
momento se alegó, que el acta misma no adolezca de algunos de los
requisitos formales que la ley procesal penal contemple para declarar
su nulidad. El instituto de la nulidad de los actos (procesales o
administrativos) no se puede entender o justificar, como parece ser la
creencia de los jueces que han conocido de este proceso, en un simple
interés de la ley. A la vieja concepción de la nulidad por la simple
nulidad, el Estado constitucional de derecho antepone la necesidad de
que ésta se tenga que declarar, aun ante el silencio de la ley, si tras la
expedición o mantenimiento del acto (procesal o administrativo)
subyace una violación de algún derecho fundamental.

Como en la STC Nº 0976-2001-AA/TC este Tribunal recordó, si en el


Estado legal de derecho los derechos fundamentales valían en el
ámbito de la ley, hoy, en el Estado constitucional, las leyes valen en el
ámbito de los derechos fundamentales. De modo que es una obligación
judicial observar porque tal exigencia sea real y efectiva, y no una
simple proclama retórica, desprovista de consecuencias jurídicas.

28. No obstante, y pese a lo que se acaba de exponer, este Tribunal no se


considera autorizado a expedir una sentencia de fondo en el presente
caso, puesto que, según se desprende del escrito presentado por la
recurrente al Juez Mixto de Huamanga, cuando se cometió el delito de
tráfico ilícito de drogas, el vehículo cuya incautación se cuestiona tenía
registrado a un tercero como propietario, el cual, entre tanto se
realizaba el proceso penal, a su vez, transfirió a favor de la recurrente
la propiedad del vehículo(35).

Este hecho y, particularmente, la inexistencia de una resolución


judicial en la que se dilucide si el anterior propietario se encontraba (o
no) comprendido en cualesquiera de los supuestos contemplados en el
artículo 66 del Decreto Ley Nº 22095, modificado por el artículo 6 del
Decreto Ley Nº 22926, impide que este Tribunal Constitucional pueda
juzgar si la resolución cuestionada mediante el presente amparo afectó
el contenido constitucionalmente declarado del derecho de propiedad,
motivo por el cual, al desestimarse la pretensión, debe dejarse a salvo
el derecho de la recurrente para que lo haga valer conforme a ley.

Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad


que la Constitución Política del Perú le confiere

HA RESUELTO

Declarar IMPROCEDENTE la demanda de amparo.

Publíquese y notifíquese.

SS.

ALVA ORLANDINI, BARDELLI LARTIRIGOYEN, GONZALES


OJEDA, GARCÍA TOMA, VERGARA GOTELLI, LANDA
ARROYO
El “análisis del manifiesto agravio de la tutela procesal efectiva”: vicios
de proceso y procedimiento, vicios de motivación, vicios de
interpretación iusfundamental

Exp. N° 00506-2016-PA/TC
EXP. N° 00506-2016-PA/TC
LAMBAYEQUE
ALCIRA EUSEBIA FARÍAS DE THOMAS

SENTENCIA INTERLOCUTORIA DEL TRIBUNAL


CONSTITUCIONAL
Lima, 4 de julio de 2017

ASUNTO

Recurso de agravio constitucional interpuesto por José Alberto


Asunción Reyes, abogado de Alcira Eusebia Farías de Thomas, contra la
resolución de fojas 185, de fecha 16 de noviembre de 2015, expedida por la
Primera Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lambayeque, que,
confirmando la apelada, declaró improcedente la demanda de autos.

FUNDAMENTOS

1. En la sentencia emitida en el Expediente Nº 00987-2014-PA/TC,


publicada en el diario oficial El Peruano el 29 de agosto de 2014, este
Tribunal estableció en el fundamento 49, con carácter de precedente,
que se expedirá sentencia interlocutoria denegatoria, dictada sin más
trámite, cuando concurra alguno de los siguientes supuestos, que
igualmente están contenidos en el artículo 11 del Reglamento
Normativo del Tribunal Constitucional, los cuales se presentan
cuando:

a. Carezca de fundamentación la supuesta vulneración que se


invoque.
b. La cuestión de Derecho contenida en el recurso no sea de especial
trascendencia constitucional.

c. La cuestión de Derecho invocada contradiga un precedente del


Tribunal Constitucional.

d. Se haya decidido de manera desestimatoria en casos


sustancialmente iguales.

2. En el presente caso, se evidencia que el recurso de agravio no está


referido a una cuestión de Derecho de especial trascendencia
constitucional. Al respecto, un recurso carece de esta cualidad cuando
no está relacionado con el contenido constitucionalmente protegido de
un derecho fundamental; cuando versa sobre un asunto materialmente
excluido del proceso de tutela de que se trata; o, finalmente, cuando lo
pretendido no alude a un asunto que requiere una tutela de especial
urgencia.

3. Expresado de otro modo, y teniendo en cuenta lo precisado en el


fundamento 50 de la sentencia emitida en el Expediente Nº 00987-
2014-PA/TC, una cuestión no reviste especial trascendencia
constitucional en los siguientes casos: (1) si una futura resolución del
Tribunal Constitucional no soluciona algún conflicto de relevancia
constitucional, pues no existe lesión que comprometa el derecho
fundamental involucrado o se trata de un asunto que no corresponde
resolver en la vía constitucional; o, (2) si no existe necesidad de tutelar
de manera urgente el derecho constitucional invocado y no median
razones subjetivas u objetivas que habiliten a este órgano colegiado
para emitir un pronunciamiento de fondo.

4. La demandante pretende la nulidad de la Resolución 6, de fecha 16 de


diciembre de 2014 (f. 77), que, confirmando la apelada, rechazó la
medida cautelar innovativa propuesta para que se ordene otorgarle
provisionalmente una pensión de jubilación (Expediente Nº 4516-
2013). Manifiesta que la cuestionada resolución vulnera sus derechos
al debido proceso y a la tutela jurisdiccional efectiva, porque los
magistrados emplazados debieron tener en cuenta el principio pro
actione, al interpretar los artículos 58 y 68 de la Ley Orgánica del
Poder Judicial, y continuar con el proceso.

5. Al respecto, el Tribunal ha establecido que no es labor de la judicatura


constitucional subrogar al juez ordinario en la interpretación y
aplicación de los dispositivos legales. Por el contrario, y siempre
conforme a la jurisprudencia de este órgano colegiado, solo cabe
revisar las decisiones emitidas por la judicatura ordinaria si se ha
producido: (1) vicios de proceso y procedimiento, es decir, supuestos
de (1.1) afectación de derechos que conforman la tutela procesal
efectiva, y (1.2) defectos de trámite que inciden en los derechos del
debido proceso; (2) vicios de motivación o razonamiento, que puede
referirse a (2.1) deficiencias en la motivación interna o a externa y a
supuestos de (2.2) motivación inexistente, aparente, insuficiente o
fraudulenta, etc.; y (3) errores de interpretación iusfundamental (o de
motivación constitucionalmente deficitaria), los cuales pueden ser
(3.1) errores de exclusión de derecho fundamental, (3.2) errores en la
delimitación del derecho fundamental y (3.3) errores en la aplicación
del principio de proporcionalidad.

6. En consecuencia, y de lo expuesto en los fundamentos 2 a 5 supra, se


verifica que el presente recurso de agravio ha incurrido en la causal de
rechazo prevista en el acápite b) del fundamento 49 de la sentencia
emitida en el Expediente Nº 00987-2014-PA/TC y en el inciso b) del
artículo 11 del Reglamento Normativo del Tribunal Constitucional. Por
esta razón, corresponde declarar, sin más trámite, improcedente el
recurso de agravio constitucional.

Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad


que le confiere la Constitución Política del Perú,

RESUELVE, con el fundamento de voto del magistrado Urviola Hani,


que se agrega,
Declarar IMPROCEDENTE el recurso de agravio constitucional,
porque la cuestión de Derecho contenida en el recurso carece de
especial trascendencia constitucional.

Publíquese y notifíquese.

SS.

URVIOLA HANI, RAMOS NÚÑEZ, ESPINOSA-SALDAÑA


BARRERA
El “análisis del manifiesto agravio de la tutela procesal efectiva” y los
alcances del derecho a la motivación

Exp. N° 01747-2013-PA/TC
EXP. N° 01747-2013-PA/TC
LIMA
MARÍA ANTONIETA ESCOBAR
VELÁSQUEZ

SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

En Lima, al primer día del mes de julio de 2016 el Pleno del Tribunal
Constitucional, integrado por los magistrados Miranda Canales, Ledesma
Narváez, Urviola Hani, Blume Fortini, Ramos Núñez, Sardón de Taboada, y
Espinosa-Saldaña Barrera, pronuncia la siguiente sentencia, con el
fundamento voto del magistrado Ramos Núñez y el voto singular del
magistrado Sardón de Taboada que se agregan.

ASUNTO

Recurso de agravio constitucional interpuesto por María Antonieta


Escobar Velásquez contra la resolución expedida por la Sala de Derecho
Constitucional y Social Permanente de la Corte Suprema de Justicia de la
República, de fojas 83 (cuadernillo de segunda instancia), de fecha 4 de
octubre de 2012, que declaró improcedente la demanda de autos.

ANTECEDENTES

Con fecha 16 de enero de 2012 la recurrente interpone demanda de


amparo contra la Sala de Derecho Constitucional y Social Transitoria de la
Corte Suprema de Justicia de la República y solicita la nulidad de la
sentencia de Casación N° 5905-2007, de fecha 3 de julio de 2008, expedida
por la Sala emplazada. Alega la vulneración de sus derechos a la debida
motivación de las resoluciones, a la tutela procesal efectiva, a la
interpretación favorable al trabajador en caso de duda insalvable, al
principio de jerarquía normativa, a la igualdad ante la ley y a la cultura de
paz.

Sostiene que su empleadora Empresa Promotora Interamericana de


Servicios Sociedad Anónima (en adelante, Pisersa) la despidió por efectuar
reclamos y recurrir a un centro de conciliación, por lo que demandó la
nulidad del despido conforme al artículo 29.c del Decreto Supremo N° 003-
97-TR, disposición en la que se señala que es nulo el despido del trabajador
sustentado en que este haya presentado queja o participado en un proceso
contra su empleador ante las autoridades competentes. Agrega que la
demanda fue declarada fundada en dos instancias, pero que su empleador
interpuso recurso de casación alegando la interpretación errónea de la
precitada norma, y que la Sala Suprema emplazada finalmente resolvió que
un despido motivado por el hecho de que el trabajador reclame y cite a su
empleador ante un centro de conciliación sí es válido.

El Procurador Público adjunto ad hoc en procesos constitucionales a


cargo de la Procuraduría Pública del Poder Judicial contesta la demanda
(fojas 104) y solicita que sea declarada improcedente. Estima que la Sala
emplazada se pronunció de manera razonada, motivada y cumpliendo con la
observancia del debido proceso. En ese sentido, sostiene que la resolución
cuestionada no es más que el reflejo de la actividad jurisdiccional que el
órgano jurisdiccional ha desplegado y que lo que pretende la demandante es
usar el proceso de amparo para volver a discutir un asunto que ya fue
resuelto por la judicatura ordinaria.

La Tercera Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima,


mediante resolución de fecha 6 de octubre de 2011 (fojas 234), declaró
improcedente la demanda por considerar que la recurrente pretende que se
revise la decisión adoptada en el proceso de nulidad de despido, invocando
consideraciones aparentemente vinculadas con el contenido
constitucionalmente protegido de los derechos y principios constitucionales
que se consideran vulnerados, pero que en el fondo suponen el
cuestionamiento del criterio que formó la decisión de los jueces ordinarios.
La Sala de Derecho Constitucional y Social Permanente de la Corte
Suprema de Justicia de la República (fojas 82 del cuadernillo de segunda
instancia), confirmó la resolución. Consideró que la recurrente tuvo
oportunidad para hacer valer su derecho de defensa, al ofrecimiento de
medios de prueba y a la instancia plural, y que la resolución cuestionada se
encuentra debidamente motivada.

FUNDAMENTOS

1. Mediante la demanda de autos la recurrente pretende que se revise la


constitucionalidad de la sentencia de Casación N° 5905-2007, de fecha
3 de julio de 2008, expedida por la Sala emplazada. Señala que ella
vulnera sus derechos fundamentales, en particular los derechos a la
debida motivación de las resoluciones, a la tutela procesal efectiva, a la
interpretación favorable al trabajador en caso de duda insalvable y a la
igualdad ante la ley. Dicha resolución suprema fue expedida en el
proceso de nulidad de despido seguido entre la recurrente y su
exempleadora, Pisersa, y en ella se determinó que el despido del que
fue objeto la recurrente era válido.

2. A fojas 4 corre copia de la sentencia expedida por la Sala emplazada


que, en contra de los intereses de la recurrente, declara fundado el
recurso de casación interpuesto por su exempleadora, quien alegó la
causal de interpretación errónea del artículo 29 del Decreto Supremo
N° 003-97-TR. En dicha resolución se señala que:

• El artículo 29 del Decreto Supremo N° 003-97-TR dispone que es


nulo el despido que tenga por motivo que el trabajador haya
presentado una queja o participado en un proceso contra el
empleador ante las autoridades competentes, salvo que se haya
configurado la falta grave contemplada en el artículo 25.f. Este
artículo 29 ha sido reglamentado por el artículo 47 del Decreto
Supremo N° 001-96-TR, el cual señala que se configura esta
causal de despido si la queja o reclamo fue planteado contra el
empleador ante las autoridades administrativas o judiciales
competentes, o si se acredita que está precedido de actitudes o
conductas del empleador que evidencian el propósito de impedir
arbitrariamente el reclamo de sus trabajadores; siendo así, el
artículo 29.c debe ser interpretado en concordancia con esta
última norma.

• Un centro de conciliación es una institución independiente donde


los invitados acuden de manera voluntaria a resolver sus
conflictos de intereses; por lo tanto, no es un órgano rector o
supervisor de actividades laborales para recabar y resolver quejas,
y por ello su función no se equipara a la desarrollada por la
autoridad administrativa. Siendo así, la causal de despido nulo
invocada por la demandante carece de base real, por lo que su
demanda resulta infundada.

• El despido de la actora se encuentra dentro del marco establecido


en el artículo 24 del Decreto Supremo N° 003-97-TR (causa justa
de despido relacionada con la conducta del trabajador, comisión
de falta grave), como –según señala la Sala– consecuencia de su
actitud rebelde, dada su desobediencia constante y reiterada en
acatar las órdenes impartidas por su empleadora.

3. En el caso de autos, la discusión consiste en determinar si la referida


resolución suprema se encontraba debidamente motivada o no, al
establecer que el despido del que fue objeto la recurrente no fue nulo,
sino válido. A estos efectos, será necesario retomar los principales
estándares que este Tribunal ha elaborado en materia de motivación de
resoluciones judiciales.

4. Así, con respecto a la debida motivación de las resoluciones judiciales,


este órgano colegiado ha señalado que solo le compete controlar vicios
de motivación o de razonamiento, mediante el proceso de amparo
contra resoluciones judiciales, en caso de:

(1) Defectos en la motivación; que pueden ser problemas de


motivación interna, es decir, cuando la solución del caso no se deduce
de las premisas normativas o fácticas aludidas en la resolución, o
cuando la resolución analizada tiene un contenido incoherente; o de
motivación externa, esto es, cuando se han utilizado indebida o
injustificadamente premisas normativas (por ejemplo, se aplican
normas que no se encuentran vigentes) o fácticas (por ejemplo, la
resolución se sustenta en hechos no probados o en pruebas prohibidas)
(vide STC Exp. N° 00728-2008-HC, f. j. 7, b y c).

(2) Insuficiencia en la motivación (motivación inexistente, aparente,


insuficiente, incongruente o fraudulenta); que puede referirse, por
ejemplo, a supuestos en los que las resoluciones analizadas carecen de
una fundamentación mínima y solo se pretende cumplir formalmente
con el deber de motivar; cuando se presenta una justificación que tiene
apariencia de correcta o suficiente, pero que incurre en vicios de
razonamiento; cuando esta carece de una argumentación suficiente
para justificar lo que resuelve; o cuando incurre en graves defectos o
irregularidades contrarios al Derecho, entre otros supuestos (cfr. STC
Exp. N° 00728-2008-HC, f. j. 7, a, d, e y f; STC Exp. N° 0009-2008-
PA, entre algunas).

(3) Motivación constitucionalmente deficitaria; que puede referirse a


errores en la justificación de una decisión debido a la exclusión de un
derecho fundamental (no se tuvo en cuenta un derecho que debió
considerarse), a una mala delimitación de su contenido protegido (al
derecho se le atribuyó un contenido mayor o menor al que
constitucionalmente le correspondía) o a que la judicatura ordinaria
realizó una mala ponderación al evaluar la intervención en un derecho
fundamental (cfr. RTC Exp. N° 00649-2013-AA, RTC N° 02126-
2013-AA, entre otras).

5. En el presente caso, este Tribunal detecta que existen algunos vicios de


argumentación, y más específicamente, considera que la Sala
emplazada incurre, primero, en una motivación insuficiente y aparente,
y segundo, en una motivación constitucionalmente deficitaria.
Efectivamente:

• La Sala Suprema se aboca a resolver el recurso de casación


interpuesto por la contraparte de la recurrente en el ámbito
laboral, por la causal de interpretación errónea del artículo 29 del
Decreto Supremo N° 003-97-TR. Así visto, el objeto de la
controversia jurídica es la correcta interpretación de la
mencionada disposición.

• La Sala señala que el artículo 29.c del Decreto Supremo N° 003-


97-TR (TUO del Decreto Legislativo N° 728, Ley de
Productividad y Competitividad Laboral) establece que es nulo el
despido que tenga por motivo “Presentar una queja o participar en
un proceso contra el empleador ante las autoridades
competentes”, con la única siguiente salvedad: “salvo que
configure la falta grave contemplada en el inciso f) del Artículo
25”. Este Tribunal constata que esta última disposición se refiere
a la comisión de “actos de violencia, grave indisciplina, injuria y
faltamiento de palabra verbal o escrita en agravio del empleador,
de sus representantes, del personal jerárquico o de otros
trabajadores, sea que se cometan dentro del centro de trabajo o
fuera de él cuando los hechos se deriven directamente de la
relación laboral. Los actos de extrema violencia tales como toma
de rehenes o de locales podrán adicionalmente ser denunciados
ante la autoridad judicial competente”. De esta forma, a menos
que el trabajador haya incurrido en este tipo de faltas gravísimas,
no podrá ser despedido por presentar una queja o por participar en
un proceso contra su empleador.

• Seguidamente, la Sala justifica que es válido el despido de la


recurrente. Sostiene que el hecho de que haya llevado a su
empleador a un procedimiento de conciliación no se encuentra
bajo los supuestos regulados por el artículo 29.c del Decreto
Supremo N° 003-97-TR, pues “un centro de conciliación no es un
órgano que resuelva quejas laborales y su función no se equipara
a la desarrollada por una actividad administrativa”.

• Además, señala que el despido de la actora se encontraba “dentro


del marco legal establecido en el inciso a) del artículo 24 del
Decreto Supremo N° 003-97-TR –causa justa de despido
relacionada con la conducta del trabajador, comisión de falta
grave– en razón de que ha sido consecuencia de la actitud rebelde
de la actora, dada la desobediencia constante y reiterada a acatar
las órdenes impartidas por su empleadora (...)”. Estas
afirmaciones, por cierto, no han podido ser verificadas en autos,
al no haber sido aportados elementos de prueba sobre ello ni por
la recurrente ni por los demandados.

6. Sobre la base de lo anotado, este Tribunal verifica lo siguiente: (1) que


el objeto de discusión era la correcta interpretación del artículo 29.c
del Decreto Supremo N° 003-97-TR; (2) que esta norma considera
nulo todo despido que sea consecuencia de presentar una queja o
participar en un proceso contra el empleador ante las autoridades
competentes; (3) que la única excepción prevista en esa disposición
para que este despido sea considerado nulo es que el trabajador haya
incurrido en falta grave contemplada en el inciso f del artículo 25 del
propio del Decreto Supremo N° 003-97-TR; (4) que la Sala Suprema
considera que la actora no se encuentra en el supuesto de haber
presentado una queja o participado en un proceso contra el empleador
ante las autoridades competentes, al haber llevado su reclamo a un
centro de conciliación, y (5) que la recurrente habría sido despedida
por causa justa, en atención a lo dispuesto por el inciso a del artículo
24 del Decreto Supremo N° 003-97-TR.

7. Al respecto, este órgano colegiado considera que la motivación


referida a los puntos (4) y (5), contenidas en la resolución cuestionada
es, por una parte, insuficiente y por otra aparente. En el caso del punto
(4), no se justifica suficientemente cómo es que el procedimiento de
conciliación no puede considerarse como una forma que queja o
proceso iniciado contra el empleador ante autoridad competente. Al
respecto, es necesario tener en cuenta que la razón justificatoria que
con claridad subyace al artículo 29 del Decreto Supremo N° 003-97-
TR es establecer en qué condiciones o circunstancias un despido puede
ser considerado nulo, a fin de evitar represalias encubiertas por parte
de los empleadores; asimismo, este Tribunal –precisamente en la
sentencia a través de la cual admitió a trámite la presente causa, STC
Exp. N° 02762-2010-PA– ha señalado que, teniendo en cuenta lo
dispuesto en el artículo 47 del Decreto Supremo N° 001-96-TR (que se
refiere a que la queja o reclamo deba ser presentado ante autoridad
“administrativa” o “judicial”), el reclamo planteado ante el centro de
conciliación podría ser considerado “como un paso previo para un
futuro reclamo judicial”, asunto que no ha tenido en cuenta la Sala
demandada. Es más, como se explicará luego, este Tribunal considera
que una interpretación constitucionalmente conforme del artículo 29.c
del Decreto Supremo N° 003-97-TR permitiría incluir al iniciar un
procedimiento de conciliación como un supuesto protegido por la
referida disposición, que no puede dar lugar a un despido válido.

8. Por otra parte, este órgano colegiado considera que la referencia


contenida en el punto (5), con respecto a que la recurrente fue
despedida por justa causa en aplicación del inciso a del artículo 24 del
Decreto Supremo N° 003-97-TR, constituye una motivación aparente,
pues la referencia a esta disposición tuvo como objeto justificar la
validez del despido de la recurrente. Sin embargo, y sobre la base de lo
ya expresado, el despido solo podía realizarse (sin que corresponda ser
calificado como nulo) si la trabajadora hubiera incurrido en alguno de
los supuestos gravísimos establecidos en el inciso f del artículo 25 del
Decreto Supremo N° 003-97-TR, lo cual no ha ocurrido en el presente
caso.

9. Finalmente, la resolución de la Sala emplazada, tal como está


redactada, no solo incurre en los defectos de motivación señalados,
sino que también es contraria al contenido constitucionalmente
protegido por el derecho al trabajo y, más específicamente, a la
garantía de una adecuada protección contra el despido arbitrario,
establecida en el artículo 27 de la Constitución. Efectivamente, la Sala
Suprema ha incurrido en un déficit en el contenido atribuido a la
garantía de este derecho, pues mediante su interpretación le ha dotado
de un contenido menor al que constitucionalmente le corresponde,
desprotegiendo al trabajador que busca hacer valer la nulidad de su
despido conforme a ley, por la sola razón de haber iniciado su queja o
procedimiento ante un centro de conciliación. Ello es, como ya se
indicó, contrario a las razones que subyacen a lo dispuesto por el
artículo 29 del Decreto Supremo N° 003-97-TR, así como contrario a
los valores constitucionales que deben respetarse en toda relación
laboral.

10. Evidentemente, lo anotado revela que la resolución cuestionada tuvo


una motivación insuficiente, por lo que debe disponerse que la Sala
demandada emita una nueva resolución conforme a los criterios
expuestos en la presente sentencia.

Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad


que le confiere la Constitución Política del Perú,

HA RESUELTO

1. Declarar FUNDADA la demanda; en consecuencia, NULA la


sentencia de Casación N° 5905-2007 de fecha 3 de julio de 2008,
expedida por la Sala de Derecho Constitucional y Social Transitoria de
la Corte Suprema de Justicia de la República.

2. ORDENA que la Sala de Derecho Constitucional y Social Transitoria


de la Corte Suprema de Justicia de la República expida nueva
resolución con arreglo a la presente sentencia.

Publíquese y notifíquese.

SS.
MIRANDA CANALES, LEDESMA NARVÁEZ, URVIOLA HANI,
BLUME FORTINI, RAMOS NÚÑEZ, ESPINOSA-SALDAÑA
BARRERA
IV.

EVOLUCIÓN JURISPRUDENCIAL SOBRE EL


AMPARO CONTRA NORMAS

La procedencia del amparo contra normas y clasificación de las normas


autoaplicativas

Exp. N° 04677-2004-PA/TC
EXP. N° 04677-2004-PA/TC
LIMA
CONFEDERACIÓN GENERAL DE TRABAJADORES DEL PERÚ

SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

En Lima, a los 7 días del mes de diciembre de 2005, la Primera Sala


del Tribunal Constitucional, integrada por los magistrados Alva Orlandini,
Presidente; Gonzales Ojeda y Landa Arroyo, pronuncia la siguiente
sentencia

ASUNTO

Recurso de agravio constitucional interpuesto por la Confederación


General de Trabajadores del Perú (CGTP) contra la sentencia de la Sexta
Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima, de fojas 137, su fecha
26 de abril de 2004, que declaró infundada la demanda de amparo de autos.

ANTECEDENTES

La recurrente, con fecha 14 de febrero de 2003, interpone demanda de


amparo contra la Municipalidad Metropolitana de Lima, solicitando que se
declare inaplicable el Decreto de Alcaldía Nº 060-2003, que declara zona
rígida para cualquier tipo de concentración pública el sector de máxima
protección dentro del centro histórico de Lima, delimitado por el río Rímac,
las avenidas Tacna, Nicolás de Piérola y Abancay, sin incluir estas, pues
considera que vulnera sus derechos fundamentales de reunión y de
participación política.

La emplazada contesta la demanda manifestando que la cuestionada


norma ha sido expedida en cumplimiento del artículo 3 de la Ley Nº 23853
–Ley Orgánica de Municipalidades– (a la fecha derogada), que obliga a la
municipalidad a fomentar el bienestar de los vecinos; el inciso 4) del
artículo 11 de la misma ley que establece la competencia del gobierno local
para pronunciarse sobre asuntos relacionados con turismo y conservación
de monumentos arqueológicos e históricos; el inciso 13) de su artículo 65,
que le exige procurar, conservar y administrar, en su caso, los bienes de
dominio público, como caminos, puentes, plazas, avenidas, paseos, jardines,
edificios públicos y otros análogos; y los incisos 11) y 12) de su artículo 67
que le otorgan competencia, respectivamente, para promover y asegurar la
conservación y custodia del patrimonio cultural local y la defensa y
conservación de los monumentos arqueológicos, históricos y artísticos; y
para fomentar el turismo, restaurar el patrimonio histórico local y cuidar de
su conservación.

Sostiene que el centro histórico ha sido declarado Patrimonio Cultural


de la Humanidad por la UNESCO y que, por ende, debe ser protegido de
conformidad con lo establecido por el artículo 21 de la Constitución. Alega
que la norma cuestionada tiene carácter preventivo y declarativo, pues la
Municipalidad no puede desconocer las competencias que corresponden a la
Prefectura, encargada de autorizar las reuniones en lugares públicos.

Aduce que el derecho de reunión no es un derecho absoluto e


ilimitado, y que las manifestaciones violentas en las que incurre la
demandante, vulneran el derecho de propiedad, el libre tránsito, la
integridad personal, el derecho al trabajo y la seguridad personal.
Manifiesta que existen otras zonas de Lima en las que la recurrente puede
ejercer su derecho de reunión.
El Décimo Cuarto Juzgado Civil de Lima, con fecha 28 de abril de
2003, declaró infundada la demanda, por considerar que la norma
cuestionada se sustenta en el literal f) del artículo 132 de la Ordenanza 062,
del 18 de agosto de 1994, que prohibe las concentraciones masivas de
personas que cierren las vías públicas en el centro histórico de la ciudad de
Lima, y en el literal b) del artículo 1 de la misma Ordenanza, que establece
que el centro histórico merece un tratamiento especial con el fin de reducir
drásticamente la presión del tránsito automotor, el comercio en la vía
pública y los usos incompatibles y la concentración de actividades que
ocasionalmente causen su deterioro.

La recurrida confirma la apelada, por los mismos fundamentos,


agregando que la UNESCO ha declarado al centro histórico de Lima como
Patrimonio Cultural de la Humanidad, haciendo necesario el dictado de
normas que permitan su conservación, de conformidad con el artículo 21 de
la Constitución.

FUNDAMENTOS

§1. Delimitación del petitorio

1. La recurrente solicita que se declare inaplicable el Decreto de Alcaldía


Nº 060-2003, que declara zona rígida para cualquier tipo de
concentración pública el sector de máxima protección dentro del
centro histórico de Lima, delimitado por el río Rímac, las avenidas
Tacna, Nicolás de Piérola y Abancay, sin incluir estas, pues considera
que vulnera sus derechos fundamentales de reunión y de participación
política.

Se trata de una demanda de amparo interpuesta directamente contra


una norma, motivo por el cual, tomando en cuenta lo establecido por el
artículo 200º 2 de la Constitución (“No procede [la demanda de
amparo] contra normas legales”), es preciso que este Tribunal se
pronuncie con relación a si dicho precepto exige la declaración de
improcedencia de la demanda, sin posibilidad de ingresar a evaluar el
fondo del asunto planteado.
§2. Imposibilidad de ejercer un control de constitucionalidad concentrado de las
normas en los procesos de amparo

2. Una lectura literal de la parte pertinente del artículo 200º 2 de la


Constitución, permitiría sostener que no resulta aplicable al caso de
autos. Y es que mientras la referida disposición constitucional alude a
la imposibilidad de plantear amparos contra “normas legales”, la
disposición cuestionada en el presente caso no es una norma legal o de
rango legal, sino reglamentaria y, consecuentemente, infralegal. En
efecto, tal como lo dispone el artículo 42 de la Ley Nº 27972 –Ley
Orgánica de Municipalidades (LOM)–:

3. “Los decretos de Alcaldía establecen normas reglamentarias y de


aplicación de las ordenanzas, sancionan los procedimientos necesarios
para la correcta y eficiente administración municipal y resuelven o
regulan asuntos de orden general y de interés para el vecindario, que
no sean de competencia del concejo municipal”.

4. Sin embargo, este Colegiado aprecia, tras una interpretación


teleológica del aludido artículo 200º 2 de la Carta Fundamental, que
esta disposición tiene por propósito evitar que el proceso
constitucional de amparo se convierta en una vía en la que pueda
enjuiciarse, en abstracto, la validez constitucional de la generalidad de
las normas (no solo las legales), con el propósito de, determinada su
inconstitucionalidad, expulsarlas del ordenamiento jurídico, pues dicho
cometido ha sido reservado constitucionalmente al proceso de
inconstitucionalidad (artículo 200º 4) –en lo que a las normas de rango
legal respecta–, y al proceso de acción popular (artículo 200º 5) –en lo
que a las normas de rango infralegal se refiere–(36).

Así las cosas, siendo el presente un proceso de amparo, no es posible


evaluar la constitucionalidad del decreto de alcaldía cuestionado desde
una perspectiva abstracta.
§3. Procedencia del amparo contra normas autoaplicativas

3. Empero, tal como tiene establecido este Tribunal en uniforme y


reiterada jurisprudencia(37), la improcedencia del denominado “amparo
contra normas”, se encuentra circunscrita a los supuestos en los que la
norma cuya inconstitucionalidad se acusa sea heteroaplicativa, es
decir, aquella cuya aplicabilidad no es dependiente de su sola vigencia,
sino de la verificación de un posterior evento, sin cuya existencia, la
norma carecerá, indefectiblemente, de eficacia, esto es, de capacidad
de subsumir, por sí misma, algún supuesto fáctico en su supuesto
normativo.

Es evidente que en tales casos no podrá alegarse la existencia de una


amenaza cierta e inminente de afectación a los derechos
fundamentales, tal como lo exige el artículo 2 del Código Procesal
Constitucional (CPConst.), ni menos aún la existencia actual de un
acto lesivo de tales derechos. De ahí que, en dichos supuestos, la
demanda de amparo resulte improcedente.

4. Distinto es el caso de las denominadas normas autoaplicativas, es


decir, aquellas cuya aplicabilidad, una vez que han entrado en
vigencia, resulta inmediata e incondicionada. En este supuesto, cabe
distinguir entre aquellas normas cuyo supuesto normativo en sí mismo
genera una incidencia directa sobre la esfera subjetiva de los
individuos (v.g. el artículo 1 del derogado Decreto Ley Nº
25446: “Cesar, a partir de la fecha, a los Vocales de las Cortes
Superiores de los Distritos Judiciales de Lima y Callao que se indican,
cancelándose los Títulos correspondientes: (...)”), y aquellas otras que
determinan que dicha incidencia se producirá como consecuencia de su
aplicación obligatoria e incondicionada (v.g. el artículo 2 del Decreto
Ley Nº 25454: “No procede la Acción de Amparo dirigida a impugnar
directa o indirectamente los efectos de la aplicación del Decretos
Leyes Nºs. 25423, 25442 y 25446”). En el primer caso, el amparo
contra la norma procederá por constituir ella misma un acto
(normativo) contrario a los derechos fundamentales. En el segundo, la
procedencia del amparo es consecuencia de la amenaza cierta e
inminente a los derechos fundamentales que representa el contenido
dispositivo inconstitucional de una norma inmediatamente aplicable.

Ambos casos se encuentran previstos en el artículo 3 del CPConst.,


que dispone:

“Cuando se invoque la amenaza o violación de actos que tienen como


sustento la aplicación de una norma incompatible con la Constitución,
la sentencia que declare fundada la demanda dispondrá, además, la
inaplicabilidad de la citada norma” (subrayado agregado).

En tal sentido, sea por la amenaza cierta e inminente, o por la


vulneración concreta a los derechos fundamentales que la entrada en
vigencia que una norma autoaplicativa representa, la demanda de
amparo interpuesta contra esta deberá ser estimada, previo ejercicio
del control difuso de constitucionalidad contra ella, y determinándose
su consecuente inaplicación.

5. En suma, tratándose de una disposición que establece restricciones al


derecho fundamental de acceso a la justicia, como manifestación de la
tutela jurisdiccional efectiva (artículo 139º 3 de la Constitución), el
impedimento para plantear una demanda de amparo contra normas,
previsto en el artículo 200º 2 de la Constitución, debe ser interpretado
bajo un criterio pro actione, de manera tal que, en ningún caso, la
persona afectada o amenazada en sus derechos fundamentales por una
norma autoaplicativa, se encuentre inerme e indefensa frente a ella.

6. Así las cosas, corresponde evaluar qué clase de norma, desde el punto
de vista de su eficacia, es el decreto de alcaldía impugnado, pues sólo
en caso de que se trate de una norma autoaplicativa, este Colegiado
podrá ingresar a merituar el fondo del asunto.
§4. El Decreto de Alcaldía Nº 060-2003 como norma autoaplicativa

7. El Decreto de Alcaldía Nº 060-2003 es una norma autoaplicativa, pues


no sólo resulta –tal como quedó dicho en el Fundamento 2, supra– que
se trata de una norma reglamentaria (prima facie, ejecutiva), sino que,
dentro de esta categoría, se trata de un reglamento secundum legem. Y
tal como tiene expuesto este Colegiado,

“los llamados reglamentos secundum legem, de ejecución, o


reglamentos ejecutivos de las leyes, (...) están llamados a
complementar y desarrollar la ley que los justifica y a la que se
deben”(38),

generando, por lógica consecuencia, una incidencia directa sobre la


esfera subjetiva de las personas a las que haya de extenderse su ámbito
normativo.

En efecto, de una simple lectura de los cuatro artículos del decreto de


alcaldía, se aprecia que su objetivo consiste en reglamentar la
Ordenanza Municipal Nº 062-MML, expedida por la Municipalidad
Metropolitana de Lima (MML), el 18 de agosto de 1994, en lo que
respecta a la regulación de las concentraciones masivas en el Centro
Histórico de Lima:

“Artículo Primero.- Precisar que es de competencia de la


Municipalidad Metropolitana de Lima, la autorización a que se refiere
el inciso f) del artículo 132 de la Ordenanza Nº 062-MML,
Reglamento de la Administración del Centro Histórico de Lima.

8. Artículo Segundo.- Declarar Zona rígida para cualquier tipo de


concentración pública el sector de máxima protección reconocido
como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO dentro
del Centro Histórico de Lima, delimitado por el río Rímac, las
avenidas Tacna, Nicolás de Piérola y Abancay, sin incluir estas, de
acuerdo al plano adjunto que forma parte del presente Decreto y
dentro de los alcances de la Ordenanza Nº 062-MML, Reglamento de
la Administración del Centro Histórico de Lima y la Ley de Amparo al
Patrimonio Cultural de la Nación Nº 24047.
9. Artículo Tercero.- Encargar el cumplimiento de la presente
disposición a PROLIMA en coordinación con las Direcciones
Municipales de Desarrollo Urbano, Educación y Cultura, Seguridad
Ciudadana, Comercialización y Defensa al Consumidor, Fiscalización
y Control, Servicios a la Ciudad y el Comité de Defensa Judicial de la
Municipalidad Metropolitana de Lima.

10
. Artículo Cuarto.- Invocar a las autoridades del Ministerio Público,
Policía Nacional y Prefectura de Lima, para que dentro de su
competencia, presten el apoyo necesario para el cumplimiento del
presente Decreto de Alcaldía”(39).

8. En consecuencia, el hecho de que los demandantes no hayan


cuestionado un acto concreto de aplicación del referido decreto, no es
óbice para que el Tribunal Constitucional ingrese en la evaluación de
su constitucionalidad, puesto que su naturaleza autoaplicativa, es decir,
su potencial aplicabilidad inmediata e incondicionada, da lugar a la
amenaza cierta e inminente de que dicha aplicación se verifique,
pudiendo dar lugar a la afectación de los derechos fundamentales de
los miembros de la recurrente, en caso de que, tras ingresar a evaluar
su contenido normativo, se colija su incompatibilidad con el contenido
constitucionalmente protegido de alguno(s) de aquellos.

§5. Competencia para evaluar la constitucionalidad del inciso f) del artículo 132 de la
Ordenanza Municipal Nº 062-MML

9. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que no siempre la reglamentación


de una ley o norma con rango de ley, implica la naturaleza
heteroaplicativa de esta, puesto que el reglamento puede simplemente
haber incidido, ejecutivamente, en la precisión o complementación de
algún supuesto normativo que, no obstante, en sí mismo, resultaba ya
autoaplicativo.

10. Tal es el caso del inciso f) del artículo 132 de la Ordenanza Municipal
Nº 062-MML en su relación con el Decreto de Alcaldía Nº 060-2003.
En efecto, el inciso f) del artículo 132 de la Ordenanza Municipal Nº
062-MML, establece:

11. “Artículo 132.- Para regular el tránsito y garantizar la seguridad vial,


se deben tomar en cuenta las siguientes medidas: (...) f) No se
permiten, las concentraciones masivas de personas o equipos que
cierren las vías públicas en el Centro Histórico, salvo cuando se trate
de eventos tradicionales debidamente autorizados. En tal caso se
propondrán vías alternativas”.

Como se observa, el decreto de alcaldía no constituye la vía


normativo-ejecutiva de una norma heteroaplicativa, sino la precisión o
complementación de su supuesto normativo autoaplicativo, señalando
que la proscripción relativa de permitir concentraciones públicas en las
vías del Centro Histórico (pues el artículo 132 admite una excepción
en caso de eventos tradicionales), se convierte en absoluta en el sector
delimitado por el río Rímac, las avenidas Tacna, Nicolás de Piérola y
Abancay, sin incluir estas, según reza el artículo 2 del Decreto de
Alcaldía Nº 060-2003.

11. En consecuencia, dada la inmediata vinculación (conexidad) entre


ambas normas (el inciso f del artículo 132 de la Ordenanza Municipal
Nº 062-MML y el Decreto de Alcaldía Nº 060-2003) y su naturaleza
autoaplicativa, este Tribunal es competente para ingresar a evaluar la
constitucionalidad de ambas.

§6. Presupuestos para la consolidación y estabilidad de una sociedad democrática

12. En reiteradas ocasiones, este Tribunal ha destacado que, tal como se


desprende del artículo 43 de la Constitución, el Estado peruano es un
Estado social y democrático de derecho.

El principio democrático, inherente al Estado Constitucional, alude no


solo al reconocimiento de que toda competencia, atribución o facultad
de los poderes constituidos emana del pueblo (principio político de
soberanía popular) y de su voluntad plasmada en la Norma
Fundamental del Estado (principio jurídico de supremacía
constitucional), sino también a la necesidad de que dicho
reconocimiento originario se proyecte como una realidad constante en
la vida social del Estado, de manera tal que, a partir de la
institucionalización de los cauces respectivos, cada persona, individual
o colectivamente considerada, goce plenamente de la capacidad de
participar de manera activa “en la vida política, económica, social y
cultural de la Nación”, según reconoce y exige el artículo 2º 17 de la
Constitución.

La democracia se fundamenta pues en la aceptación de que la persona


humana y su dignidad son el inicio y el fin del Estado (artículo 1 de la
Constitución), por lo que su participación en la formación de la
voluntad político-estatal, es presupuesto indispensable para garantizar
el máximo respeto a la totalidad de sus derechos constitucionales.

Desde luego, consustancial a tal cometido es el reconocimiento de un


gobierno representativo y del principio de separación de
poderes (artículo 43 de la Constitución), de mecanismos de
democracia directa (artículo 31 de la Constitución), de instituciones
políticas (artículo 35 de la Constitución), del principio de alternancia
en el poder y de tolerancia(40); así como de una serie de derechos
fundamentales cuya vinculación directa con la consolidación y
estabilidad de una sociedad democrática, hace de ellos, a su vez,
garantías institucionales de esta. Entre estos se encuentran los
denominados derechos políticos, enumerados en los artículos 2º 17 y
30 a 35, los derechos a las libertades de información, opinión e
información (artículo 2º 4), de acceso a la información pública
(artículo 2º 5), de asociación (artículo 2º 13) y de reunión, previsto en
el artículo 2º 12º de la Carta Fundamental.

Una sociedad en la que no se encuentren plenamente garantizados


estos derechos, sencillamente, o no es una comunidad democrática, o
su democracia, por incipiente y debilitada, se encuentra “herida de
muerte”.
§7. Definición del derecho fundamental de reunión

13. Concretamente, la recurrente ha alegado la afectación del derecho


fundamental de reunión. Dicho derecho se encuentra reconocido en el
artículo 2º 12 de la Constitución, conforme al cual

“Artículo 2.- Toda persona tiene derecho: (...) 12) A reunirse


pacíficamente sin armas. Las reuniones en locales privados o abiertos
al público no requieren aviso previo. Las que se convoquen en plazas o
vías públicas exigen anuncio anticipado a la autoridad, la que puede
prohibirlas solamente por motivos probados de seguridad o de sanidad
públicas”.

14. El derecho de reunión puede ser definido como la facultad de toda


persona de congregarse junto a otras, en un lugar determinado,
temporal y pacíficamente, y sin necesidad de autorización previa, con
el propósito compartido de exponer y/o intercambiar libremente ideas
u opiniones, defender sus intereses o acordar acciones comunes.

En tal sentido, aunque (como luego podrá observarse con nitidez) los
elementos que configuran el derecho de reunión, determinan, sin lugar
a dudas, que la libertad de expresión y la libertad de reunión, strictu
sensu, gocen de un contenido constitucionalmente distinto(41), la
estrecha relación reunión-manifestación, genera una singular
vinculación entre ambos, al extremo de que el Tribunal Europeo de
Derechos Humanos (TEDH), ha destacado una instrumentalidad
mutua, por así decirlo, “de ida y vuelta”. En efecto, en el caso
Rekvényi, el referido Tribunal sostuvo que

“la libertad de expresión constituye uno de los medios principales que


permite asegurar el disfrute efectivo del derecho a la libertad de
reunión y de asociación”(42).

Para luego señalar, en el caso Stankov, que

“la protección de las opiniones y de la libertad de expresarlas


constituye uno de los objetivos de la libertad de reunión”(43).

§8. Contenido constitucionalmente protegido del derecho fundamental del reunión

15. El contenido constitucionalmente protegido del derecho viene


configurado por la conjunción de una serie de elementos:

a. Subjetivo: Se trata de un derecho individualmente titularizado,


pero solo susceptible de ejercitarse de manera colectiva. Lo
ejercita una agrupación de personas con fines o propósitos, en
esencia, comunes. La identidad básica de la intención de quienes
se congregan, es decir, el factor volitivo común de los agrupados,
es el que permite distinguir la reunión constitucionalmente
protegida por el artículo 2º 12 de la Constitución, de aquellas
meras aglomeraciones casuales de individuos a quienes no asiste
tal identidad. Por ello, buenos ejemplos del ejercicio del derecho
de reunión son el encuentro de los miembros sindicalizados para
protestar por un hacer o no hacer de su empleador o empleadores,
las marchas de los colectivos a quienes une el sentimiento de
repudio frente a una medida adoptada por un poder público, las
procesiones organizadas por los miembros de un determinado
credo, los mítines coordinados por las agrupaciones políticas, etc.

b. Temporal: Una de las características del derecho de reunión es la


manifestación temporal o efímera de su ejercicio, incluso en los
supuestos en los que tal manifestación sea periódica. Tal
característica es uno de los principales factores que permite
distinguirlo del derecho de asociación, reconocido en el artículo
2º 13 de la Constitución, al que inspira un ánimo de permanencia
o, cuando menos, una determinada continuidad en el tiempo. De
otra parte, a diferencia de lo que ocurre con el derecho de
reunión, el ejercicio del derecho de asociación, y el consecuente
pacto asociativo, da lugar a la aparición de una entidad jurídica,
distinta de las personas que la conforman.
c. Finalista: Es requisito fundamental para el válido ejercicio del
derecho de reunión que su finalidad sea lícita. Dicha licitud no
solo debe ser predicable del propósito último de la reunión, sino
de los medios cómo este pretende ser alcanzado. Y es que cuando
el artículo 2º 12 de la Constitución alude a que el modus de la
reunión se materializa “pacíficamente sin armas”, hace referencia
a un requisito que atañe al contenido esencial del derecho, de
manera tal que, desde el mismo instante en el que se manifiesta
algún elemento objetivo que permita apreciar la intencionalidad o
concreta actividad violenta durante la congregación, el o los
individuos involucrados en el evento, dejan de encontrarse
inmersos en el ámbito protegido del derecho, pudiendo ser
reprimidos de forma inmediata, mediante medidas razonables y
proporcionales, por la autoridad pública. De esta manera, resulta
manifiesto que el mínimo daño intencionalmente provocado a los
bienes o personas, no forma parte del ejercicio válido del derecho.

d. Real o espacial: El derecho de reunión se ejerce en un lugar de


celebración concreto. Así, el artículo 2º 12 de la Constitución
establece que estos lugares pueden ser locales privados, locales
abiertos al público, así como plazas o vías públicas. La selección
del lugar en el que se lleve a cabo la congregación es vital para el
libre ejercicio del derecho, puesto que muchas veces este solo
puede alcanzar su propósito en atención a la proximidad física de
los reunidos con aquellas personas o entidades destinatarios de las
ideas, reclamos, pedidos, loas, etc. En otras ocasiones, el lugar
escogido es representativo de la expresión o manifestación misma
a la que la reunión sirve de instrumento. Resulta claro, sin
embargo, que la elección del lugar no siempre puede quedar a
discreción de la voluntad del celebrante, pues, en ocasiones, es el
lugar escogido el que determina, ante el objetivo riesgo de
afectación de determinados bienes constitucionalmente
protegidos, la aparición de una causa objetiva y suficiente para
restringir o prohibir la reunión.
e. Eficacia inmediata: El hecho de que, a diferencia de las
reuniones en locales privados o abiertos al público, el artículo 2º
12 de la Constitución exija un anuncio previo a la autoridad para
realizar reuniones en plazas y vías públicas, puede llevar a la
errónea impresión de que para el ejercicio de este último tipo de
reuniones es imprescindible la autorización previa de algún
representante gubernativo, siendo, en consecuencia, un derecho
mediatizado en su manifestación a la anticipada aquiescencia
expresa de la autoridad pública.

Pues nada escapa de manera más evidente a la constitucional


configuración del derecho sub examine. En efecto, el derecho de
reunión es de eficacia inmediata y directa, de manera tal que no
requiere de ningún tipo de autorización previa para su ejercicio.

Lo que ocurre es que, en el caso específico de las reuniones


convocadas en plazas o vías públicas, el constituyente ha establecido
un instrumento expreso de armonización entre su ejercicio y las
eventuales restricciones a otros derechos que este represente, de
manera tal que ordena que la autoridad tome noticia del evento con
antelación suficiente a efectos de que tome las providencias necesarias
para que el derecho al libre tránsito (artículo 2º 11 de la Constitución)
no se vea limitado más allá de lo estrictamente necesario, habilitando
vías alternas de circulación, además de adoptar las medidas necesarias
para proteger a los manifestantes y asumir una conducta vigilante y, de
ser el caso, proporcionalmente represiva, frente a las eventuales
afectaciones a la integridad personal de terceros o de los bienes
públicos o privados.

Así las cosas, no cabe confundir la exigencia de aviso previo, con un


supuesto sometimiento del derecho de reunión a la necesidad de una
autorización previa de la autoridad administrativa, la cual, de ser
exigida, resultará manifiestamente inconstitucional(44).

§9. Límites y restricciones al derecho fundamental de reunión


16. El derecho de reunión, sin embargo, como todo derecho fundamental,
no es un derecho absoluto o ilimitado. Así lo tiene expuesto el propio
artículo 2º 12 de la Constitución, cuando permite a la autoridad
prohibir su materialización “por motivos probados de seguridad o de
sanidad públicas”. Desde luego, cuáles sean esos concretos “motivos
probados” o los alcances específicos de lo que deba entenderse por
“seguridad pública” o “sanidad pública”, deberá ser evaluado a la luz
de cada caso concreto. Empero, ello no es óbice para que este Tribunal
pueda desarrollar algunas pautas sobre los límites del derecho de
reunión.
9.1 Los límites del derecho de reunión a la luz de la Convención Americana de
Derechos Humanos

17. En primer término, dado que toda disposición constitucional que


reconozca un derecho fundamental debe ser interpretada a luz de los
tratados internacionales sobre derechos humanos (Cuarta Disposición
Final y Transitoria de la Constitución), debe tenerse en cuenta, de
modo particular, el artículo 15 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos(45), que establece:

“Se reconoce el derecho de reunión pacífica y sin armas. El ejercicio


de tal derecho sólo puede estar sujeto a las restricciones previstas por
la ley, que sean necesarias en una sociedad democrática, en interés de
la seguridad nacional, de la seguridad o del orden públicos, o para
proteger la salud o la moral públicas o los derechos o libertades de los
demás”.

Cabe, por tanto, concluir que la “seguridad pública” prevista en el


artículo 2º 12 de la Constitución como límite del derecho de reunión,
no sólo queda referida a la seguridad ciudadana, sino también, en los
términos de la Convención, a la seguridad nacional. Asimismo, en el
ámbito de la sanidad pública a la que hace alusión la Constitución,
debe incorporarse la protección de la salud pública, en los concretos
alcances que vengan justificados por las circunstancias específicas de
cada caso. Y, finalmente, a partir de una interpretación sistemática de
los preceptos internos e internacionales sobre la materia, queda claro
que los límites susceptibles de oponerse al derecho de reunión
alcanzan a las razones de orden público y al respeto de los derechos y
libertades fundamentales de terceros; como, por lo demás, viene
impuesto a partir de una interpretación unitaria de la propia Carta
Fundamental (principio de unidad de la Constitución).

9.2. La exigencia de prohibir o restringir el derecho de reunión por “motivos probados”

18. En todo caso, tal como lo establece el artículo 2º 12 de la Constitución,


los motivos que se aleguen para prohibir o restringir el derecho de
reunión, deben ser “probados”. No deben tratarse, en consecuencia, de
simples sospechas, peligros inciertos, ni menos aún de argumentos
insuficientes, antojadizos o arbitrarios; sino de razones objetivas,
suficientes y debidamente fundadas. Y es que, como ha señalado
correctamente nuestro homólogo español,

“si existieran dudas sobre si tal ejercicio en un caso determinado puede


producir los efectos negativos contra el orden público con peligro para
personas y bienes u otros derechos y valores dignos de protección
constitucional, aquellas tendrían que resolverse con la aplicación del
principio o criterio de favorecimiento del derecho de reunión (favor
libertatis), sin que baste para justificar su modulación o prohibición la
mera sospecha o la simple posibilidad de que se produzcan dichos
resultados”(46).

En tal sentido, debe tenerse presente que la prohibición debe ser la


última ratio a la que puede apelar la autoridad administrativa para
limitar el derecho, debiendo optar, de ser posible, por medidas
simplemente restrictivas, tales como proponer la modificación del
lugar, fecha, hora, duración o itinerario previsto.

Se trata, en suma, de que la prohibición o establecimiento de


restricciones al ejercicio del derecho de reunión se encuentren
debidamente motivadas por la autoridad competente, caso por caso, de
manera tal que el derecho solo se vea restringido por causas válidas,
objetivas y razonables (principio de razonabilidad), y, en modo alguno,
más allá de lo que resulte estrictamente necesario (principio de
proporcionalidad).
9.3 El derecho de reunión en tiempos de elecciones.

19. El Tribunal Constitucional considera que un factor de indiscutible


relevancia al momento de que la autoridad administrativa meritúe los
avisos previos de celebración de una reunión en una plaza o vía
pública, es el contexto socio-político en el que esta pretenda ser
llevada a cabo. En efecto, tal como ha señalado la Defensoría del
Pueblo,

“la vigencia del derecho de reunión y manifestación es esencial para la


existencia de un Estado democrático, pues permite a las personas la
libre expresión de sus ideas y opiniones, en especial de naturaleza
política(47)”.

De ahí que los alcances de los límites a este derecho fundamental,


deberán resultar particularmente restringidos en tiempos de elecciones,
pues son épocas en las que la necesidad de la expresión e intercambio
de ideas, tanto de las agrupaciones políticas, en particular, como de la
ciudadanía, en general, alcanza su punto más elevado. Las primeras
(agrupaciones políticas), actúan en procura de materializar su legítimo
derecho pasivo de elección y dar lugar a la alternancia en el poder, y la
segunda (ciudadanía), con el ánimo –imprescindible por cierto en una
sociedad democrática– de apoyar a su alternativa eleccionaria o, en su
caso, de transmitir su disconformidad, parcial o total, con la gestión
del gobierno saliente, exponiendo, de esta manera, los cambios que
juzga prudentes.

No en vano han sido las leyes orgánicas de elecciones las que se han
ocupado expresamente del derecho de reunión. Tal es el caso, por
ejemplo, de los artículos 358 y 359 de la Ley Nº 26859 –Ley Orgánica
de Elecciones–:

“Artículo 358.- El derecho de reunión se ejercita de manera pacífica y


sin armas, conforme a las siguientes normas:

a. En locales cerrados, sin aviso alguno a la autoridad.

b. En lugares de uso público, mediante aviso dado por escrito con


cuarenta y ocho horas de anticipación a la autoridad pública
respectiva, indicando el lugar, el recorrido, la hora y el objeto de
la reunión o del desfile, en su caso, para el mantenimiento de las
garantías inherentes al orden público.

(...)

Artículo 359.- Está prohibido realizar, simultáneamente, más de una


manifestación en lugares públicos de una misma ciudad, salvo que se
realicen en sectores separados, por más de un kilómetro de distancia.
La decisión corresponde a la autoridad política respectiva, la que
establece la preferencia de acuerdo con el orden en que se hayan
recibido los avisos”.

Se trata de medidas que, por razonables y proporcionales, este


Colegiado juzga constitucionales.

21. Es sobre la base de estas premisas que el Tribunal Constitucional


ingresa a evaluar la constitucionalidad o inconstitucionalidad del
inciso f) del artículo 132 de la Ordenanza Nº 062-MML y del Decreto
de Alcaldía Nº 060-2003.

§10. Análisis de constitucionalidad del inciso f) del artículo 132 de la Ordenanza


Municipal Nº 062-MML

22. Como quedó dicho, el inciso f) del artículo 132 de la Ordenanza Nº


062-MML, establece:
“No se permiten las concentraciones masivas de personas o equipos
que cierren las vías públicas en el Centro Histórico, salvo cuando se
trate de eventos tradicionales debidamente autorizados. En tal caso se
propondrán vías alternativas”.

El área comprendida por el denominado Centro Histórico se encuentra


descrita en el artículo 25 de la Ordenanza Nº 062-MML.
10.1 Principios de razonabilidad y proporcionalidad como parámetros para
determinar la validez de los límites a los derechos fundamentales

23. La razón fundamental alegada por la MML para justificar la


proscripción de cualquier tipo de congregación de personas en el
Centro Histórico de Lima (con la excepción prevista en el artículo 25:
“salvo cuando se trate de eventos tradicionales debidamente
autorizados” [sic]), es su declaración como patrimonio cultural de la
humanidad (UNESCO: 12 de diciembre de 1991). En tal medida,
sostiene que la disposición se encuentra amparada por el artículo 21 de
la Constitución(48).

Este Tribunal ha tenido ocasión de resaltar la vital importancia de la


Constitución cultural, de los derechos culturales y del patrimonio
cultural(49). En efecto, se ha destacado que el artículo 21 de la
Constitución, junto con su artículo 1 (que reconoce el respeto por la
dignidad humana como el fin supremo de la sociedad y del Estado) y
2º 19 (que reconoce el derecho fundamental a la identidad étnica y
cultural),

“constituyen la dimensión principal del contenido cultural de nuestra


Constitución, es decir, el conjunto de rasgos distintivos espirituales y
materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o
a un grupo social; el cual abarca, además de las artes y las letras, los
modos de vida, las maneras de vivir juntos, los sistemas de valores, las
tradiciones y creencias”(50).

En atención a ello, no puede caber la menor duda de la necesidad de


brindar a nuestro patrimonio cultural (material e inmaterial) la máxima
protección necesaria, a efectos de que quede garantizado no sólo su
valor histórico, sino también el valor intrínseco que, en comunión con
otros factores, dota de identidad y unidad a nuestra nación.

25. Sin embargo, como no podría ser otro modo, con el mismo énfasis,
este Colegiado ha sostenido que la obligación de respetar, reafirmar y
promover las manifestaciones culturales (incluyendo, desde luego, el
patrimonio cultural), debe desarrollarse siempre “dentro del marco de
respeto a los derechos fundamentales, los principios constitucionales y
los valores superiores que la Constitución incorpora”(51).

En tal sentido, no puede permitirse que so pretexto de relevar ámbitos


protegidos por nuestra Carta Fundamental, se sacrifique el contenido
constitucionalmente protegido de algún derecho fundamental. Hacerlo,
implicaría generar un desequilibrio repudiado por la configuración
unitaria de nuestro orden constitucional, que reclama la consecución
de todo fin constitucional bajo el máximo respeto del principio
interpretativo de concordancia práctica(52).

Esto, que es exigible a la generalidad de las personas (artículo 38 de la


Constitución(53)), lo es, sin duda, en mayor grado, a quienes ejercen el
poder que emana del pueblo (artículo 45 de la Constitución(54)).

26. Así las cosas, no se encuentra en tela de juicio el poder-deber de la


MML de adoptar todas las medidas necesarias para preservar el Centro
Histórico de Lima como Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Ocurre, sin embargo, que si dichas medidas restringen
desproporcionadamente los derechos fundamentales, deberán ser
declaradas inconstitucionales.

Los principios de razonabilidad y proporcionalidad, previstos en el


último párrafo del artículo 200 de la Constitución son pues el
parámetro de determinación de validez de los actos (normativos y no
normativos) que establezcan límites a los derechos fundamentales.
10.2 Aplicación del test de proporcionalidad a la norma
27. Siendo una norma de alcance general, cuando el inciso f) del artículo
132 de la Ordenanza Nº 062-MML, establece que “[n]o se permiten,
las concentraciones masivas de personas o equipos que cierren las vías
públicas en el Centro Histórico, salvo cuando se trate de eventos
tradicionales debidamente autorizadas”, parte de la idea, per se, de que
toda reunión en el Centro Histórico, con excepción de los eventos
tradicionales, constituyen una amenaza cierta a su integridad
monumental, y consecuentemente, a la regla de orden público
representada en la necesidad de preservar los bienes públicos, máxime
si constituyen patrimonio cultural material, cuyo respeto conlleva, a su
vez, el respeto al derecho fundamental a la cultura en su faz subjetiva y
objetiva (artículo 2º 8 de la Constitución).

¿Puede llegarse a esa conclusión sin tener en cuenta los antecedentes y


capacidad organizativa de las personas o entidad celebrante, las
garantías que ofrece, la cantidad aproximada de personas que
participarán, el itinerario o lugar específico en el que se llevará a cabo,
la fecha y hora de celebración, su objeto, etc.?

El Tribunal Constitucional considera que la respuesta es negativa. Y es


que resulta evidente que la norma no supera el test de
proporcionalidad(55), puesto que si bien persigue un fin
constitucionalmente válido (proteger el Centro Histórico como
patrimonio cultural) y utiliza un medio idóneo para ello (prohibir las
reuniones en el área que lo configura), sin embargo, al proscribir en
abstracto toda reunión en el Centro Histórico de Lima (con la salvedad
hecha de los eventos tradicionales), incurre en una medida
absolutamente innecesaria, puesto que el mismo objetivo podría
alcanzarse evaluando, caso por caso, las razones objetivas, suficientes
y fundadas que puedan justificar la adopción de medidas restrictivas
del ejercicio del derecho de reunión, siendo la prohibición la
última ratio a la que debe acudir la autoridad administrativa.

28. Este Colegiado comparte la preocupación de la MML de proteger el


Centro Histórico, y comprende que la prohibición general de permitir
reuniones en dicha área sea quizá, junto con otros factores, una de las
medidas más sencillas para lograr tal cometido. Sucede, sin embargo,
que es tan sencilla como inválida. Pues su adopción olvida que todo
límite a los derechos fundamentales, por tratarse de tales, no debe
superar, por así llamarlo, el “límite de los límites”, es decir, los
principios de razonablidad y proporcionalidad, manteniendo incólume,
en todo caso, el contenido esencial de dichos derechos. Olvida el deber
especial de protección de los derechos fundamentales que orienta la
actuación de todo poder (público o privado)(56). Olvida, en fin, que fue
el derecho de reunión ejercido, justamente, en el Centro Histórico de
Lima, por quienes conocen la manifestación pacífica que le es
inherente, el que, de la mano del resurgimiento de otros valores
constitucionales, permitió derrocar las dictaduras, incluyendo la de la
década pasada.

10.3 Las vías públicas como sede constitucionalmente reconocida para el ejercicio del
derecho de reunión y la inconstitucionalidad del requisito de autorización previa

29. Al expedir el inciso f) del artículo 132 de la Ordenanza Municipal Nº


062-MML no se ha tenido en cuenta que la declaración como
patrimonio cultural del Centro Histórico no ha relevado a sus calles y
avenidas de la condición de vías públicas, expresamente reconocidas
por el constituyente como lugares habilitados para el válido ejercicio
del derecho de reunión.

30. Sobre el particular, no escapa a la consideración de este Colegiado que


las vías públicas, son también, por antonomasia, áreas destinadas al
ejercido de otro derecho fundamental: el de libre tránsito (artículo 2º
11 de la Constitución). Empero, la inevitable restricción a este que una
congregación llevada a cabo en una vía pública generará, en ningún
caso, por sí sola, podrá considerarse causa suficiente para prohibir el
ejercicio del derecho de reunión. Y es que, tal como tiene expuesto el
Tribunal Constitucional español, en criterio que este Colegiado
comparte,
“En una sociedad democrática, el espacio urbano no es sólo un ámbito
de circulación, sino también un espacio de participación”(57).

31. Adicionalmente, no es posible soslayar que incluso al supuesto


exceptuado de la prohibición absoluta de reuniones en el Centro
Histórico (los eventos tradicionales), se le ha sometido al requisito de
autorización previa, a pesar de que, tal como se ha sostenido en el
Fundamento 15 e), supra, el derecho de reunión es de eficacia
inmediata y, por consiguiente, no está supeditado a la autorización
antelada de ninguna autoridad, sin perjuicio de la posibilidad de
prohibir su ejercicio por razones constitucionalmente justificadas.

32. Por todos estos motivos, el Tribunal Constitucional considera


inconstitucional el inciso f) del artículo 132 de la Ordenanza
Municipal Nº 062-MML, motivo por el cual, en ejercicio del control
difuso de constitucionalidad de las normas, previsto en el artículo 138
de la Constitución, lo declara inaplicable.
§11. Análisis de constitucionalidad del Decreto de Alcaldía Nº 060-2003

33. El artículo 1 del Decreto de Alcaldía Nº 060-2003, establece:

“Precisar que es de competencia de la Municipalidad Metropolitana de


Lima, la autorización a que se refiere el inciso f) del artículo 132 de la
Ordenanza Nº 062-MML, Reglamento de la Administración del Centro
Histórico de Lima”.

Por su parte, la MML en la contestación de la demanda, ha sostenido:

“No resulta ser función de la Municipalidad Metropolitana de Lima


autorizar o garantizar las reuniones públicas, dado que ello
corresponde a la Prefectura de Lima, de acuerdo al numeral 4) del
artículo 17 del Reglamento de Organización y Funciones de las
Autoridades Políticas, aprobado por Decreto Supremo Nº 004-91-
IN”(sic).
Se trata, como resulta evidente, de dos afirmaciones manifiestamente
contrapuestas.

34. Empero, más allá de esta incomprensible contradicción, aquí el


problema constitucional es otro. Y es que el referido artículo 1 se
ampara en una disposición que, como quedó dicho, resulta
manifiestamente inconstitucional, entre otros motivos, por someter a
un requisito de autorización previa el derecho fundamental de reunión.
En tal sentido, desde luego, el vicio de inconstitucionalidad del inciso
f) del artículo 132 de la Ordenanza Municipal Nº 062-MML, se
extiende al artículo 1 del Decreto de Alcaldía Nº 060-2003, por lo que
corresponde su inaplicación.

35. Por otra parte, de conformidad con los artículos 2 y 3 de la Decreto


Legislativo Nº 370 –Ley del Ministerio del Interior–, dicho Ministerio
es el Organismo Público Rector, entre otras, de las actividades de
gobierno interno y de seguridad interna. Entre las autoridades políticas
de la Dirección General de Gobierno Interior (órgano ejecutivo del
Ministerio del Interior), encargadas de representar al Poder Ejecutivo
en el ámbito de su jurisdicción, cumplir y hacer cumplir la
Constitución y las leyes, y velar por el orden interno, con el apoyo de
las Fuerzas Policiales (artículo 24 del Decreto Legislativo Nº 370), se
encuentran los Prefectos, quienes tal como lo dispone el inciso 4) del
artículo 17 del Decreto Supremo Nº 004-91-IN –Reglamento de
Organización y Funciones de las Autoridades Políticas–, tienen por
función:

“Autorizar la realización de concentraciones públicas”.

Tal como se aprecia, esta norma (el inciso 4 del artículo 17 del Decreto
Supremo Nº 004-91-IN), incurre también en un vicio de
inconstitucionalidad al pretender que el derecho de reunión sea
sometido a un requisito de autorización previa, razón por la cual este
Tribunal se encuentra facultado para declarar también su inaplicación.
Empero, se abstiene de hacerlo a efectos de evitar la ausencia de una
autoridad competente para conocer los avisos previos de celebración
de reuniones en plazas o vías públicas.

Sin embargo, este Colegiado ordena al Ministerio del Interior la


inmediata reforma de dicha disposición, la cual, entretanto, deberá ser
interpretada, de conformidad con la Constitución, esto es, en el sentido
de que es competencia de la Prefectura restringir o prohibir el derecho
de reunión, solo cuando existan causas objetivas, suficientes y
fundadas que lo justifiquen, de conformidad con los lineamientos de
esta sentencia.

36. El artículo 2 del Decreto de Alcaldía Nº 060-2003, dispone:

“Declarar zona rígida para cualquier tipo de concentración pública el


sector de máxima protección reconocido como Patrimonio Cultural de
la Humanidad por la UNESCO dentro del Centro Histórico de Lima,
delimitado por el río Rímac, las avenidas Tacna, Nicolás de Piérola y
Abancay, sin incluir estas (...)”.

Pretende, en consecuencia, la prohibición absoluta de ejercer el


derecho de reunión en las vías públicas (únicas a las que puede hacer
referencia el término técnico “zona rígida”) del área perteneciente al
Centro Histórico de Lima, delimitada por el río Rímac, las avenidas
Tacna, Nicolás de Piérola y Abancay, sin incluir estas. Se advierte,
pues, una prohibición al ejercicio del derecho de reunión carente de
toda proporcionalidad, pues lejos de permitir analizar las concretas
circunstancias de cada caso para determinar si, a la luz de ellas, dicha
prohibición se justifica o no, pretende proyectar dicha prohibición con
efectos generales, sin causa objetiva, suficiente y fundada que la
ampare.

Así las cosas, no cabe más que aplicar, mutatis mutandis, idéntico
razonamiento al que fue expuesto en los Fundamentos 27 a 30, supra,
con relación al inciso f) del artículo 132 de la Ordenanza Municipal Nº
032-MML, y declarar inaplicable, por inconstitucional, el artículo 2
del Decreto de Alcaldía Nº 060-2003; así como sus artículos 3 y 4, por
conexión.
§12. Posibilidad de prohibir o restringir el ejercicio del derecho de reunión en el
Centro Histórico de Lima evaluando las circunstancias concretas de cada caso

37. Lo expuesto, desde luego, no significa que atendiendo a las


particulares circunstancias de cada caso, el derecho de reunión en el
Centro Histórico, no pueda ser restringido o, en su caso, prohibido,
máxime teniendo en cuenta su condición de Patrimonio Cultural de la
Humanidad. Estas medidas preventivas, por ejemplo, podrían tener
lugar si existen objetivas pruebas (no meras sospechas) de la tendencia
violentista de las personas o dirigentes de la entidad organizadora(58); si
existe otra reunión programada en un lugar próximo en la misma
fecha(59); si distintas reuniones son convocadas reiteradamente en un
mismo lugar, comprometiendo, objetivamente, su preservación y su
ornato; si la cantidad de gente convocada, con certeza, superará la
capacidad del lugar o de las vías propuestas como itinerario; entre
otros.

38. Por otra parte, tomando en cuenta la estrechez de diversas calles


pertenecientes al área del Centro Histórico, la congestión vehicular
que, en determinadas horas, le es característica, y los diversos locales
comerciales que en él existen, resultaría plenamente constitucional que
la autoridad administrativa restrinja los horarios específicos en los que
el derecho de reunión pueda ser ejercido en el referido Centro, de
manera tal que en aras de optimizar la protección de este derecho no se
culmine por afectar desproporcionadamente otros derechos
fundamentales, como la libertad de tránsito, la de empresa, entre otros.

39. Asimismo, la Policía Nacional puede adoptar las medidas represivas


estrictamente necesarias, frente a aquellas reuniones en plazas o vías
públicas en las que los celebrantes no hayan cumplido con el requisito
de avisar previamente a la autoridad competente el objeto, lugar o
recorrido, fecha u hora de la misma. Pues no puede olvidarse que
dicho aviso es el requisito imprescindible para que las autoridades
asuman todas las medidas necesarias, desplegando su máximo
esfuerzo, para prevenir y, de ser el caso reprimir, razonable y
proporcionalmente, la afectación de bienes públicos o privados o la
afectación de los derechos fundamentales de terceros o de los propios
celebrantes.

40. También cabría restringirse la reunión si esta afecta, manifiestamente,


las normas administrativas encargadas de regular los niveles máximos
permitidos de incidencia acústica(60), con la consecuente afectación del
derecho fundamental a la tranquilidad y a gozar de un medio adecuado
al desarrollo de la vida (artículo 2º 22 de la Constitución).

41. Por otra parte, deberá procederse a la inmediata detención de toda


persona que atenta contra la integridad física de las personas y/o
mediante violencia causa grave daño a la propiedad pública o privada
(artículo 315 del Código Penal); la que, públicamente, hace la apología
de un delito o de la persona que haya sido condenada como su autor o
partícipe (artículo 316 del Código Penal); la que atenta contra el
transporte público (artículo 280 del Código Penal); la que impide,
estorba o entorpece el normal funcionamiento de los transportes en una
vía pública ajena al lugar o recorrido programado para la reunión
(artículo 283 del Código Penal); y, en fin, la que incurra en cualquier
atentado contra el orden público, los bienes o las persones, que se
encuentre tipificado como delito.

En el caso específico del Centro Histórico, al haber sido declarado


Patrimonio Cultural de la Humanidad, debe tenerse en cuenta que el
artículo 230 del Código Penal establece:

“El que destruye, altera, extrae del país o comercializa, sin


autorización, bienes culturales previamente declarados como tales,
distintos a los de la época prehispánica, o no los retorna al país de
conformidad con la autorización que le fue concedida, será reprimido
con pena privativa de libertad no menor de dos ni mayor de cinco años
y con noventa a ciento ochenta días-multa”.

42. Finalmente, no debe olvidarse tampoco que el artículo 166 del Código
Penal establece una pena privativa de libertad no mayor de un año y
con sesenta días-multa a quien, con violencia o amenaza, impide o
perturba una reunión pública lícita; que el artículo 167 dispone que el
funcionario público que abusando de su cargo no autoriza, no
garantiza, prohibe o impide una reunión pública, lícitamente
convocada, será reprimido con pena privativa de libertad no menor de
dos ni mayor de cuatro años e inhabilitación de uno a dos años
conforme el artículo 36, incisos 1, 2 y 3 del Código Penal; y que el
artículo 3 de la Ley Nº 27686, estipula –como, por lo demás, se
desprende del propio artículo 166 de la Constitución–, que la Policía
Nacional está obligada a garantizar el ejercicio del derecho
constitucional de reunión, así como de impedir la perturbación del
orden público o restablecerlo, respetando plenamente los derechos
humanos y las leyes de la República.

43. Las leyes penales, por tanto, asumen un equilibrio entre los bienes
constitucionales comprometidos, del que se aleja el inciso f) del
artículo 132 de la Ordenanza Municipal Nº 062-MML y el Decreto de
Alcaldía Nº 060-2003.

44. Sin perjuicio de lo expuesto, es necesario que se expida, en breve


plazo, una ley encargada de regular el ejercicio del derecho de reunión,
la autoridad competente para conocer los avisos previos en los
supuestos de reuniones celebradas en plazas y vías públicas, los plazos
para notificar las causas fundadas para restringir o prohibir la
celebración del evento, sus límites, etc.; motivo por el cual, de
conformidad con lo establecido en el artículo 107 de la Constitución,
este Tribunal propone al Congreso de República dictar la ley
respectiva, teniendo en cuenta los fundamentos de esta sentencia.

Mientras ello no ocurra, sin perjuicio de tener presentes los criterios


expuestos en esta sentencia, este Colegiado considera que cabe una
interpretación contextualmente extensiva de los artículos 358 y 359 de
la Ley N° 26859 –Ley Orgánica de Elecciones–(61), y considerar que no
sólo resultan aplicables en el período electoral, sino, incluso, en épocas
no electorales.

Por los fundamentos expuestos, el Tribunal Constitucional, con la


autoridad que le confiere la Constitución Política del Perú,

HA RESUELTO

1. De conformidad con los Fundamentos 22 a 36, supra, en aplicación del


control difuso de constitucionalidad de las normas, previsto en el
artículo 138 de la Constitución, declarar inaplicables, por
inconstitucionales, el inciso f) del artículo 132 de la Ordenanza
Municipal Nº 062-MML y el Decreto de Alcaldía Nº 060-2003.

2. Declarar FUNDADA la demanda, y, en consecuencia, ordena a la


emplazada y a las autoridades administrativas que resulten
competentes, abstenerse de aplicar el inciso f) del artículo 132 de la
Ordenanza Municipal Nº 062-MML y el Decreto de Alcaldía Nº 060-
2003, pudiendo restringir o prohibir el ejercicio del derecho de
reunión, solo si, de conformidad con los fundamentos de esta
sentencia, en atención a las circunstancias concretas de cada caso,
existen razones objetivas, suficientes y fundadas para ello.

3. Declarar que, de conformidad con el artículo VII del Título Preliminar


del CPConst., constituye precedente vinculante el criterio conforme al
cual, en ningún caso el ejercicio del derecho de reunión, previsto en el
artículo 2º 12 de la Constitución, puede ser sometido al requisito de
autorización previa por parte de la autoridad administrativa
(Fundamentos 15 e. y 18), la cual solo podrá restringirlo o prohibirlo
atendiendo a las concretas circunstancias de cada caso y solo por
razones objetivas, suficientes y fundadas, según ha quedado expuesto
en los fundamentos de esta sentencia.
4. De conformidad con el Fundamento 35, supra, se ordena al Ministerio
del Interior la inmediata reforma del inciso 4) del artículo 17 del
Decreto Supremo Nº 004-91-IN, el cual, entretanto, deberá ser
interpretado de conformidad con la Constitución; esto es, en el sentido
de que es competencia de la Prefectura restringir o prohibir el derecho
de reunión, solo cuando existan causas objetivas, suficientes y
fundadas que lo justifiquen, en atención a los lineamientos de esta
sentencia.

5. En observancia del artículo 107 de la Constitución, y tal como ha


quedado dicho en el Fundamento 44, supra, este Tribunal propone al
Congreso de República expedir una ley encargada de regular el
ejercicio del derecho de reunión, la autoridad competente para conocer
los avisos previos en los supuestos de reuniones celebradas en plazas y
vías públicas, los plazos para notificar las causas fundadas para
restringir o prohibir la celebración del evento, sus límites, etc.,
teniendo en cuenta los fundamentos de esta sentencia.

Publíquese y notifíquese.

SS.

ALVA ORLANDINI, GONZALES OJEDA, LANDA ARROYO


Pautas iniciales sobre el “análisis del carácter autoejecutivo de la
norma legal”

Exp. N° 01547-2014-PA/TC
EXP. N° 01547-2014-PA/TC
PIURA
INGRID ISABEL BAYONA TELLO

AUTO DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL


Lima, 22 de marzo de 2016
VISTO

El recurso de agravio constitucional interpuesto por doña Ingrid Isabel


Bayona Tello contra resolución su fecha 12 de febrero de 2014, de fojas 69,
expedida por la Sala Superior Civil y Laboral de Emergencia de la Corte
Superior de Justicia de Piura, que declaró improcedente in limine la
demanda de autos; y,

ATENDIENDO A QUE

1. Con fecha 2 de octubre de 2013, la recurrente interpone demanda de


amparo contra el Congreso de la República y otros, a fin de que se
declare inaplicable a su persona la Ley Nº 30057, del Servicio Civil, y
que, en consecuencia, se repongan las cosas al estado anterior a la
violación de sus derechos constitucionales. Solicita que se le restituya
el goce pleno de sus derechos reconocidos por la Constitución Política
del Perú y adquiridos con la entrada en vigor del Decreto Legislativo
Nº 728, Ley de Productividad y Competitividad Laboral, y de su
Reglamento, el Decreto Supremo Nº 003-97-TR, más el pago de los
costos del proceso.

2. Manifiesta que labora como secretaria judicial en el Juzgado de Paz


Letrado de Aguas Verdes - Corte Superior de Justicia de Tumbes bajo
el régimen laboral del Decreto Legislativo Nº 728, y que la Ley Nº
30057 es una norma autoaplicativa e incompatible con la Constitución,
que viola de forma directa y concreta el pleno ejercicio de sus
derechos fundamentales de la persona humana, al trabajo, a la
modalidad de trabajo, a la relación laboral y a la protección contra el
despido arbitrario, estipulados en los artículos 1, 2, incisos 2 y 15, 22,
23, 26 y 27 de la Constitución Política del Perú. Señala, asimismo, que
la norma contraviene el artículo 103 de la Constitución, sobre
retroactividad benigna, leyes especiales y derogación de las leyes.

3. Refiere que solo los trabajadores que pertenecen al régimen de los


Decretos Legislativos Nºs 276 y 728 de las entidades señaladas en el
artículo 1 de la Disposición General de la Ley del Servicio Civil
tendrán que trasladarse de régimen, renunciar a su régimen laboral y
someterse a constantes evaluaciones. Anota que dichos trabajadores
serán despedidos si no aprueban las evaluaciones en una segunda
oportunidad. De esa forma se atentará contra sus derechos laborales.

4. En cambio, lo recientemente señalado no se aplicará a los trabajadores


indicados en la Primera Disposición Complementaria Final, porque no
serán sometidos a dichas situaciones; se mantendrán en su régimen
laboral y gozarán de todos los beneficios que brinde el régimen de los
Decretos Legislativos Nºs 276 o 728.

5. A entender de la recurrente, la situación descrita hace prever una


flagrante violación al derecho constitucional de igualdad frente a la ley
y a no ser discriminado por algún motivo, dado que la Ley Nº 30057
no menciona la razón por la cual excluye de su alcance algunas
entidades públicas, denotando con ello falta de generalidad y de
equidad.

6. Finalmente, alega que la Ley Nº 30057 establece una nueva condición


de relación laboral entre el Estado y el trabajador, en cuanto a la
condición de estabilidad laboral adquirida en virtud del régimen del
Decreto Legislativo Nº 728, al cual pertenece, y que, al ser impuesta
en forma retroactiva y arbitraria, generará perjuicio a sus derechos
constitucionales de trabajar libremente con sujeción a la ley.

7. El Primer Juzgado Especializado Civil de Piura, con fecha 3 de


octubre de 2013, declaró improcedente in limine la demanda porque, a
su criterio, la norma cuya inaplicación pretende la demandante no es
autoaplicativa, sino que requiere necesariamente de alguna actividad
por parte de la autoridad, lo cual no se ha producido. Añade que
tampoco se aprecia una amenaza cierta y de inminente realización, que
sea vulneratoria de los derechos constitucionales que invoca la actora,
más aún si la ley cuestionada está sujeta a una reglamentación
legislativa.

8. La Sala superior revisora confirmó la apelada. Estimó que la Ley Nº


30057 no es de carácter autoaplicativo, pues la Primera Disposición
Complementaria y Final, el artículo 1 del Título Preliminar, la Cuarta
Disposición Complementaria Transitoria, y los artículos 26, 39, 49, 22
y 81 de dicha norma entrarán en vigor en distintos momentos.
Asimismo, no resultaba amparable la demanda debido a que la eficacia
de la ley estaba sujeta a la realización de una posterior reglamentación
legislativa. En consecuencia, concluye la Sala, la posible afectación de
los derechos fundamentales requeriría de un acto concreto de
aplicación de la ley en mención, a fin de que proceda el amparo y se
pueda evaluar su constitucionalidad.

9. Conforme ya fue indicado, la presente demanda tiene por objeto que se


declare inaplicable a la accionante los alcances de la Ley Nº 30057,
Ley del Servicio Civil, por considerar que contiene normas
autoaplicativas que vulneran de manera directa y concreta sus derechos
fundamentales (ff. 15-16).

10. Al respecto, conforme prescribe la Constitución, en principio la vía


procesal pertinente para analizar la constitucionalidad de normas de
rango legal es el proceso de inconstitucionalidad. Concurrentemente,
la Carta Fundamental señala además que a través del proceso de acción
popular puede revisarse la constitucionalidad y la legalidad de las
normas de rango infralegal.

11. Ahora bien, no obstante lo indicado, esto ha sido matizado tanto por el
Código Procesal Constitucional (artículo 3) como por la jurisprudencia
de este Tribunal, brindando siempre fundamentos constitucionales para
ello.

12. Al respecto, es necesario tener en cuenta que si bien las normas legales
suelen tener un contenido general, cuya efectividad requiere de un
posterior desarrollo normativo y actos de aplicación, existen algunos
supuestos en los que las normas de rango legal pueden comportarse
como auténticos actos (normas-acto), que pueden lesionar derechos
constitucionales de modo directo y concreto. En tales casos, sería
contraria a la vocación protectora de la persona declarada en el artículo
1 de la Constitución, así como a los fines de los procesos
constitucionales (garantizar la primacía de la Constitución y la
vigencia efectiva de los derechos constitucionales), exigir que ante una
“norma-acto” las personas deban acudir a un proceso de
inconstitucionalidad para salvaguardar sus derechos, pues demandar a
través de dicha vía requiere una legitimación especialísima (artículo
203 de la Constitución), lo cual obviamente haría impracticable la
defensa idónea y oportuna de los derechos amenazados o vulnerados.

13. En este sentido, este Tribunal Constitucional ha sostenido que una


interpretación que impida definitivamente la procedencia del amparo
contra normas estaría “en absoluta contradicción con la filosofía
personalista con la que se encuentra impregnado todo nuestro
ordenamiento constitucional, y en el que se legitima fundamentalmente
la propia existencia de este tipo especial de procesos de la libertad”
(STC Exp. N° 01152-1997-AA/TC, f. j. 2.b).

Y es que, bien entendida, la referida limitación del proceso de amparo


prevista en la Constitución tiene como única finalidad evitar que a
través de este se impugne “en abstracto, la validez constitucional de las
leyes”, pues ese es el objeto del proceso de inconstitucionalidad (STC
Exp. N° 830-2000-AA/TC, f. j. 3.a). No se encuentra, entonces,
totalmente prohibida la interposición de demandas de amparos contra
normas que lesionen derechos fundamentales. El Tribunal
Constitucional ha explicado que se trata de una mera restricción o
limitación:

“[E]l inciso 2 del artículo 200 de la Constitución no contiene una


prohibición de cuestionarse mediante el amparo normas legales que
puedan ser lesivas en sí mismas de derechos fundamentales, sino una
simple limitación que pretende impedir que a través de un proceso
cuyo objeto de protección son los derechos constitucionales se
pretenda impugnar en abstracto la validez constitucional de las normas
con rango de ley” (RTC Exp. N° 00615-2011-AA/TC, f. j. 3, resaltado
agregado).

15. De esta forma, el Tribunal ha interpretado el inciso 2 del artículo 200


de la Constitución admitiendo ciertos supuestos de amparo contra
normas, al considerar que lo contrario (declarar siempre y sin matices
la improcedencia de los amparos contra normas) podría generar
situaciones de desprotección de los derechos fundamentales en
aquellos casos en que las normas legales transgredan directamente
derechos constitucionales (como si se tratasen de auténticos actos).

16. Lo anterior, desde luego, ha requerido que este Tribunal precise en qué
casos es posible cuestionar una norma legal a través de un proceso de
amparo. Así, hemos indicado que:

“Ha procedencia de este instrumento procesal [el amparo contra


normas] está supeditada a que la norma legal a la cual se le imputa el
agravio sobre un derecho fundamental se trate de una norma
autoaplicativa, operativa o denominada también de eficacia inmediata,
esto es, aquella cuya aplicabilidad no se encuentre sujeta a la
realización de algún acto posterior o a una eventual reglamentación
legislativa, en la medida que adquiere su eficacia plena en el mismo
momento que entra en vigencia.

[E]I tal caso y siempre que estas normas afecten directamente derechos
subjetivos constitucionales, el amparo sí podrá prosperar, no sólo
porque de optarse por una interpretación literal del inciso 2 del artículo
200 de la Constitución Política del Estado se dejaría en absoluta
indefensión al particular afectado por un acto legislativo arbitrario;
sino además porque tratándose de una limitación del derecho de acceso
a la justicia constitucional, este no puede interpretarse en forma
extensiva, sino con una orientación estrictamente restrictiva, esto es,
en el sentido más favorable a la plena efectividad del derecho a
obtener una decisión judicial que se pronuncie respecto de la
pretensión” (RTC Exp. N° 00615-201 l-PA/TC, f. j. 6-7, resaltado
nuestro).

17. Como consecuencia de lo expuesto, este Tribunal precisa que lo que


corresponde analizar a los jueces constitucionales cuando se
encuentren frente una demanda de amparo contra normas es si la
disposición legal cuestionada es autoaplicativa (es decir, si se trata de
una “norma-acto”) y, una vez determinado ello, si la lesión o amenaza
alegada incide en el contenido constitucionalmente protegido del
derecho invocado.

18. En otras palabras, exige a los jueces constitucionales realizar un


análisis del carácter autoejecutivo de la norma legal y, una vez
determinado ello, se deberá continuar con el análisis de relevancia
iusfundamental que exige el artículo 5, inciso 1, del Código Procesal
Constitucional, para establecer si ha existido alguna intervención
prima facie en los derechos que invoca.

19. Ahora bien, podría generarse alguna duda sobre si, luego de lo
anterior, los jueces constitucionales deber realizar el análisis sobre la
pertinencia de la vía constitucional requerido por el artículo 5, inciso
2, del mismo Código (cfr. STC Exp. N° 02383-2013-PA). En otras
palabras, si corresponde evaluar si existen vías jurisdiccionales
ordinarias en las que pueda obtenerse una protección equivalente a la
solicitada a través del amparo contra normas autoejecutivas. Si estas
existieran, lo que correspondería es que se declarare la improcedencia
de la demanda, en aplicación de la causal de improcedencia prevista en
el artículo 5, inciso 2, del Código Procesal Constitucional.

20. Al respecto, es claro que las vías ordinarias pueden brindar cierta
tutela frente a afectaciones iusfundamentales producidas con ocasión
de la aplicación de normas legales, y que revertir los efectos de tales
actos podría ser coincidente, en gran medida, con lo que se pretende al
demandar la inaplicación de normas inconstitucionales mediante el
“amparo contra normas”.

21. Sin embargo, tal sería una conclusión apresurada. Al respecto, es


necesario distinguir (como lo ha hecho este Tribunal en su
jurisprudencia) entre “amparos contra actos basados en aplicación de
normas” y “amparos contra normas autoaplicativas” (cfr., por todas,
RTC Exp. N° 2308-2004-PA/TC, f. j. 7 y ss.), que son supuestos
distintos: en el primero el acto de aplicación es el que se reputa como
lesivo o amenazante (el cual también puede discutirse en la vía
ordinaria); en el otro se evalúa los efectos perniciosos de una norma
autoaplicativa o de eficacia inmediata.

22. Con respecto de este último supuesto, en realidad no existe una vía
igualmente satisfactoria, y menos aún específica, en la cual pueda
analizarse la constitucionalidad de una norma legal autoejecutiva o
autoaplicativa y, por ello, no puede declararse la improcedencia de una
demanda contra norma autoaplicativa con el pretexto de que existe una
vía alternativa igualmente idónea, en la que pueda obtenerse tutela
iusfundamental. Como tiene decidido el Tribunal Constitucional: “es
evidente que tratándose de la impugnación de una norma
autoaplicativa, para este Tribunal queda claro que no existe otra vía
procedimental específica igualmente satisfactoria” (RTC Exp. N°
08310-2005-PA/TC, f. j. 6).
23. Ahora bien, no obstante lo indicado, todavía es necesario precisar de
mejor modo cuándo una norma debe ser considerada autoejecutiva,
tomando en cuenta la jurisprudencia emitida previamente por este
órgano colegiado.

24. Como se ha indicado supra, este Tribunal considera que únicamente


procede el amparo contra aquellas normas consideradas
“autoaplicativas”, pues si la norma impugnada no tuviera esta
característica, la vía pertinente para discutir su constitucionalidad sería
a través de un proceso abstracto, como el de inconstitucionalidad (para
el caso de las normas legales) o el de acción popular (para el caso de
las normas infralegales).

25. En este marco, este órgano colegiado ha diferenciado entre normas


heteroaplicativas y normas autoaplicativas (cfr. STC Exp. N° 4677-
2004-PA/TC, ff. jj. 3 y 4) de la siguiente forma:

Norma heteroaplicativa: es aquella cuya aplicabilidad no depende de


su sola vigencia, sino de la verificación de un evento posterior, sin
cuya existencia la norma carecerá indefectiblemente de eficacia. Son
normas de eficacia condicionada, bien sujeta a la realización de algún
acto posterior de aplicación o una eventual regulación legislativa.

Norma autoaplicativa (también autoejecutiva, operativa o de eficacia


inmediata): es aquella cuya aplicación resulta inmediata e
incondicionada una vez que han entrado en vigencia. Expresado de
otro modo, son normas que no requieren actos de desarrollo o
ejecución para desplegar sus efectos.

26. Con otras palabras, puede decirse que las normas heteroaplicativas
carecen de eficacia directa frente a las personas o las entidades que se
encuentran sometidas a su regulación, pues requieren necesariamente
contar con reglamentación y/o actos de implementación o aplicación.
Por su parte, las normas autoaplicativas en la práctica funcionan como
actos: es decir, son “normas creadoras de situaciones jurídicas
inmediatas, sin la necesidad de actos concretos de aplicación” (STC
Exp. N° 01473-2009-PA/TC, f. j. 2), que afectan “directamente
derechos subjetivos constitucionales” (STC Exp. N° 01535-2006-
PA/TC, f. j. 34)

27. Adicionalmente, este Tribunal ha explicitado dos supuestos en los que


procede el “amparo contra normas” (STC Exp. N° 04363-2009-PA/TC,
f. j. 3):

1. Cuando la norma constituye en sí misma un acto (normativo)


lesivo de derechos fundamentales.

2. También cuando el contenido inconstitucional de una norma


inmediatamente aplicable representa una amenaza cierta e
inminente a los derechos fundamentales.

28. En este último caso, valga precisar, no se pone en duda el carácter


autoaplicativo o autoejecutivo de la norma, sino la forma en la que se
produce o producirá la afectación. En efecto, en este supuesto no se
evidencia una afectación concreta, sino una afectación en ciernes; es
decir, una amenaza cierta y de inminente ocurrencia (próxima,
inexorable), que el paso del tiempo o actos futuros concretarían.

29. En este último caso, los jueces solo podrán admitir a trámite demandas
de amparos contra normas legales que constituyan una amenaza, si
tienen certeza respecto a la existencia de un futuro daño que se deba al
carácter autoejecutivo de la norma cuestionada, daño que se producirá
de manera cercana, efectiva e ineludible.

30. Con lo anotado, en lo que concierne a la demanda de la presente causa,


se tiene que la Ley Nº 30057, Ley del Servicio Civil, no puede ser
considerada una norma autoaplicativa a autoejecutiva. Ello, por cuanto
la Ley en cuestión, para empezar a regir, debe ser materia de
desarrollo a través de reglamentación específica, tal como se señala en
el literal c) de la Novena Disposición Complementaria Final, en la
Décima Disposición Complementaria Final y en la Tercera Disposición
Complementaria Transitoria.

31. Al respecto, si bien la mencionada reglamentación ya fue emitida al


momento de resolverse la presente causa, ello no cambia, sino ratifica
el hecho de que la Ley del Servicio Civil no puede ser considerada
como una norma autoaplicativa, tal como sostuvo la demandante.
Siendo así, no es esta norma, sino los necesarios actos de
implementación los cuales, si fuere el caso, podrán ser objeto de
cuestionamiento a través del proceso constitucional de amparo.

32. Asimismo, la Ley Nº 30057, Ley del Servicio Civil, tampoco puede ser
considerada como de eficacia inmediata en los términos cuestionados
por la recurrente, pues ella se encuentra sujeta a dos condiciones: (1)
que los servidores públicos bajo los regímenes de los Decretos
Legislativos Nºs 276, 728 y 1057 expresen su voluntad de traslado al
régimen del servicio civil, y que medie previamente (2) un concurso
público de méritos. El que los efectos de esta Ley, que la actora
considera perniciosos, se encuentren ineludiblemente sujetos al
cumplimiento de requisitos o actuaciones posteriores son un claro
indicador de que la norma cuestionada no es autoaplicativa.

33. Por último, este Tribunal considera que la Ley de Servicio Civil
tampoco es una norma con eficacia inmediata debido a que la norma
prevé expresamente su aplicación e implementación progresiva y
diferida en el tiempo. En efecto, la Primera Disposición
Complementaria Transitoria señala que la implementación del régimen
regulado por la Ley Nº 30057 “se realiza progresivamente y concluye
en un plazo máximo de 6 años”, a través de las reglas procesos y
metodologías que deben incluir, entre otros, un análisis situacional de
la entidad, una propuesta de reorganización y una valorización de los
puestos en coordinación con otras entidades, tal como dispone la
Tercera Disposición Complementaria Transitoria. Asimismo, la Ley
prevé la vigencia diferida de gran parte de su contenido, al establecer
que su reglamentación, requisito sine qua non para que gran parte de
su articulado entre en vigor, podía efectuarse hasta en un plazo de 180
días, conforme al literal c) de la Novena Disposición Complementaria
Final y a la Décima Disposición Complementaria Final, por lo que la
aplicación de la Ley tampoco puede considerarse como inmediata.

34. En suma, la Ley cuestionada a través del presente amparo no puede ser
considerada operativa o de eficacia inmediata, por lo que no se supera
el análisis del carácter autoejecutivo de la norma legal. A mayor
abundamiento, al no serle aplicable a la recurrente la norma que
cuestiona, ella no ha podido tampoco acreditar que la norma incida
realmente en el contenido constitucionalmente protegido de los
derechos que invoca, corno exige el análisis de relevancia
iusfundamental previsto en el artículo 5, inciso I, del Código Procesal
Constitucional.

Por estas consideraciones, el Tribunal Constitucional, con la autoridad


que le confiere la Constitución Política del Perú, dejándose constancia
que la magistrada Ledesma Narváez votará en fecha posterior,

RESUELVE

Declarar IMPROCEDENTE la demanda.

Publíquese y notifíquese.

SS.

MIRANDA CANALES, URVIOLA HANI, BLUME FORTINI,


RAMOS NÚÑEZ, SARDÓN DE TABOABA, ESPINOSA-
SALDAÑA BARRERA
V.

EL RECURSO DE AGRAVIO CONSTITUCIONAL Y


NUEVOS SUPUESTOS DE ACCESO AL TRIBUNAL
CONSTITUCIONAL

El recurso de agravio constitucional a favor de la ejecución de


sentencias del Tribunal Constitucional

Exp. N° 00168-2007-Q/TC
EXP. Nº 00168-2007-Q/TC
LIMA
BANCO CONTINENTAL

RESOLUCIÓN DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL


Lima, 2 de octubre de 2007

VISTO

El recurso de queja presentado por don Miguel Eduardo Bueno


Olazábal, apoderado del Banco Continental; y,

ATENDIENDO A

1. Que el Tribunal Constitucional conoce en última y definitiva instancia


las resoluciones denegatorias de las acciones de garantía, de
conformidad con el artículo 202 inciso 2) de la Constitución Política
del Perú.

Cabe señalar, que este Colegiado en STC Nº 2877-2005-PHC,


publicada en el diario oficial El Peruano el día 20 de julio de 2006, ha
establecido que para la procedencia del referido recurso se requiere,
además de los requisitos previstos en el artículo 18 del Código
Procesal Constitucional (CPConst.): que esté directamente relacionado
con el ámbito constitucionalmente protegido de un derecho
fundamental, que no sea manifiestamente infundado y que no esté
inmerso en una causal de negativa de tutela claramente establecida por
el Tribunal Constitucional.

Asimismo, mediante STC Nº 4853-2004-PA, publicada en el diario


oficial El Peruano, el día 13 de setiembre de 2007, ha precisado, con
carácter vinculante, reglas procesales de carácter excepcional para la
procedencia del recurso de agravio constitucional a favor del
precedente constitucional.

2. Que, a su vez, las nuevas reglas procesales contenidas en los


precedentes antes citados son de aplicación inmediata, inclusive a los
procesos en trámite al momento de su publicación en el diario oficial,
de conformidad con la Segunda Disposición Final del CPConst.

3. Que según lo previsto en el artículo 19 del CPConst., y lo establecido


en los artículos 54 a 56 del Reglamento Normativo del Tribunal
Constitucional, este Colegiado también conoce del recurso de queja
interpuesto contra resoluciones denegatorias del recurso de agravio
constitucional, siendo su objeto examinar que la denegatoria de este
último sea acorde al marco constitucional y legal vigente.

4. Que asimismo, al conocerse el recurso de queja, este Colegiado solo


está facultado para revisar las posibles irregularidades que pudieran
conocerse al expedir el auto sobre la procedencia del recurso de
agravio constitucional, no siendo prima facie de su competencia,
dentro del mismo recurso, examinar las resoluciones emitidas en
etapas previas ni posteriores a las antes señalada.

Sin embargo, si bien el artículo 19 del CPConst., establece de manera


restrictiva el alcance de este medio impugnatorio, considera este
Colegiado que una interpretación literal de dicha disposición puede
generar en el actual contexto de desarrollo jurisprudencial de la justicia
constitucional algunas distorsiones en la interpretación y defensa de
los derechos constitucionales que corresponden a la etapa de ejecución
de sentencia, y que en última instancia, debe tutelar el Tribunal
Constitucional conforme al artículo 201 de la Constitución y al artículo
1 de su propia Ley Orgánica (Ley Nº 28301).

5. Que, tal como ya ha sido establecido en reiterada jurisprudencia de


este Colegiado (STC Nº 4119-2005-AA, de fecha 9 de noviembre de
2006), el problema de la ejecución no solo comporta un debate
doctrinal, sino también y sobre todo, un problema práctico; esto es, la
capacidad de este Tribunal para poder llevar al terreno de los hechos la
decisión expuesta en términos concretos en su fallo. Por ello, el
proceso de ejecución –a cargo del juez de la demanda (art. 22 y 59 del
CPConst.), y por el Tribunal Constitucional en cuanto al
incumplimiento de sus sentencias por las instancias judiciales (artículo
50 del Reglamento Normativo)–, no puede ser comprendido ni
analizado exclusivamente desde las perspectivas desarrolladas por la
teoría general del proceso, ni desde las teorías que estudian los efectos
de las sentencias a partir de la perspectiva civil o penal; más aún, si el
Tribunal Constitucional ha reconocido expresamente la autonomía y
particularidad del Derecho Procesal Constitucional(62).

La sentencia constitucional requiere(63), pues, de una teoría material


constitucional que la fundamente, dotándola de nuevas herramientas de
actuación que abandonen la idea clásica de clasificación entre actos de
declaración del derecho y actos de ejecución. Ello en atención a que la
sentencia que interpreta con la máxima fuerza jurídica las
disposiciones constitucionales ocupa una posición de primer orden
entre los actos públicos en el marco del Estado Social y Democrático
de Derecho; verificada además, la especial naturaleza de las
pretensiones sobre las que se pronuncia (cosa juzgada
constitucional(64)); por el valor y la fuerza que le otorga el sistema
jurídico a sus interpretaciones (IV Disposición Final de la
Constitución, artículos 1 de su propia Ley Orgánica, VI y VII del
CPConst.); y, por el poder extrapartes (efectos erga omnes).

6. Que por todo ello, el valor de la sentencia constitucional se encuentra


no solo en la ponderación objetiva de su función en el marco del
ordenamiento constitucional, sino por los efectos derivados de la vis
subjetiva de la decisión judicial estimatoria que deviene en ejecutada
en sus propios términos; es decir, como componente esencial del
derecho a la tutela judicial efectiva (artículo 139 inciso 3 de la
Constitución)(65) y como la principal forma restitutiva de los derechos
fundamentales lesionados en la relación jurídica material que es
llevada a proceso, permitiendo que las situaciones inconstitucionales
se modifiquen o reviertan.

7. Que este Colegiado no puede permanecer indiferente ante los


supuestos de incumplimiento de lo dispuesto en sus sentencias o de su
ejecución defectuosa, que termina virtualmente modificando la
decisión; frente a estas situaciones debería habilitarse la procedencia
del recurso de agravio constitucional. Esto porque la invocación de
tales vulneraciones requieren siempre de una verificación por el
Tribunal donde puedan acreditarse los alegatos escuchando al órgano
judicial emplazado y permitiendo, al propio tiempo, una afirmación de
su decisión por parte del Tribunal Constitucional.

Por todo ello, resulta oportuno realizar un redimensionamiento del


recurso de agravio constitucional, y con ello la reevaluación del
criterio precedente de este Colegiado aplicable a casos como el
presente, de forma que pueda optimizarse la legislación sobre los
procesos constitucionales y los fines que la informan.

8. Que, a partir de lo desarrollado supra, es posible precisar algunos


principios interpretativos aplicables para el trámite del nuevo supuesto
establecido a través de esta resolución de procedencia del recurso de
agravio, tratándose de un supuesto de incumplimiento de los fallos del
Tribunal Constitucional en los procesos de ejecución de sentencias, los
mismos que encuentran su fundamento en los principios de economía
procesal e informalismo, consagrados en el artículo III del Título
Preliminar del CPConst.

Primero. El recurso de agravio a favor del cumplimiento de las


sentencias del Tribunal Constitucional tiene como finalidad restablecer
el orden jurídico constitucional, el mismo que ha sido preservado
mediante sentencia estimatoria del Tribunal en el trámite de un proceso
constitucional.

Segundo. El Tribunal resolvería así en instancia final para el


restablecimiento del orden constitucional que resultó violado con la
decisión del juez de ejecución, devolviendo lo actuado para que la
instancia correspondiente dé estricto cumplimiento a lo declarado por
el Tribunal Constitucional, en lo que se refiere al alcance y el sentido
del principio de la eficaz ejecución de sus sentencias en sus propios
términos.

Tercero. El órgano judicial correspondiente se limitará a admitir el


recurso de agravio constitucional, y corresponderá a este Colegiado
dentro del mismo proceso constitucional, valorar el grado de
incumplimiento de sus sentencias, cuando son desvirtuadas o alteradas
de manera manifiesta en su fase de ejecución. En cualquier caso, el
Tribunal tiene habilitada su competencia, ante la negativa del órgano
judicial, a través del recurso de queja a que se refiere el artículo 19 del
CPConst.

9. Que los principios desarrollados en la presente resolución constituyen


jurisprudencia vinculante, conforme al artículo VI del Título
Preliminar del CPConst.

10. Que en el presente caso, se aprecia que la Resolución Nº 3 de fecha 5


de octubre de 2006 de la Sexta Sala Civil de la Corte Superior de
Lima, relativa al inicio del cómputo de los intereses, conlleva un
desconocimiento y una modificación de lo dispuesto en la STC Nº
1020-200-AC, de fecha 25 de abril de 2003, pues esta ha señalado
expresamente en su fundamento 3.f que “la obligación económica a la
que se refiere el decreto supremo objeto de reclamo [Decreto Supremo
Nº 007-99-EF, del 25 de enero de 1999], tampoco nació con dicha
norma, sino que se retrotrae al Decreto Supremo Nº 088-92-TC, de
fecha 19 de febrero de 1992, y a diversas normas posteriores, que lo
único que demuestran es que el Estado, en todo momento, ha venido
prorrogando sucesivamente el cumplimiento de dicha obligación, y
que la creación del requisito del acuerdo previo constituye, dentro de
dicho contexto, una nueva forma de un cumplimiento de una
obligación principal y prioritaria”. Así, la decisión de la Sala Superior,
al ser contraria al propio sentido literal de la sentencia del Tribunal
Constitucional impide que la ejecución de la misma se realice
conforme a sus propios términos, tal como consagra el artículo 22 del
CPConst.

Por todo ello, verificado que el recurso de agravio constitucional reúne


los requisitos previstos en el artículo 18 del CPConst. y los
establecidos mediante la presente resolución; el presente recurso de
queja debe ser estimado.

Por estas consideraciones, el Tribunal Constitucional, en uso de las


facultades conferidas por la Constitución Política del Perú y su Ley
Orgánica;

RESUELVE

Declarar FUNDADO el recurso de queja; en consecuencia, dispone


notificar a las partes y oficiar a la Sala de origen para que proceda
conforme a la presente resolución.

SS.

LANDA ARROYO, MESÍA RAMÍREZ, BEAUMONT CALLIRGOS


El recurso de agravio constitucional a favor de la ejecución de
sentencias del Poder Judicial

RTC Exp. N° 00201-2007-Q/TC


EXP. Nº 00201-2007-Q/TC
LIMA

ASOCIACIÓN PRO VIVIENDA VECINOS DE LA


URBANIZACIÓN NEPTUNO

RESOLUCIÓN DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL


Lima, 14 de octubre de 2008

VISTO

El recurso de queja presentado por la Asociación Pro Vivienda Vecinos


de la Urbanización Neptuno; y,
ATENDIENDO A

1. Que conforme lo dispone el inciso 2) del artículo 202 de la


Constitución Política, el artículo 18 del Código Procesal
Constitucional (CPConst.) y la STC Nº 4853-2004-PA/TC,
corresponde al Tribunal Constitucional conocer en última y definitiva
instancia las resoluciones denegatorias [infundadas o improcedentes]
de los procesos de hábeas corpus, amparo, hábeas data y
cumplimiento; así como resoluciones estimatorias de segundo grado
que son dictadas sin tomar en cuenta un precedente constitucional
vinculante emitido por este Tribunal.

2. Que según lo previsto en el artículo 19 del CPConst., y lo establecido


en los artículos 54 a 56 del Reglamento Normativo del Tribunal
Constitucional, este Colegiado también conoce del recurso de queja
interpuesto contra resoluciones denegatorias del recurso de agravio
constitucional, siendo su objeto cxaminar que la denegatoria de este
último sea acorde al marco constitucional y legal vigente.

3. Que asimismo, al conocer el recurso de queja, este Colegiado solo está


facultado para revisar las posibles irregularidades que pudieran
cometerse al expedir el auto sobre la procedencia del recurso de
agravio constitucional, no siendo, prima facie, de su competencia,
dentro del mismo recurso, examinar las resoluciones emitidas en
etapas previas ni posteriores a las antes señalada.

4. Sin embargo, este Colegiado ha establecido en la RTC Nº 0168-2007-


Q/TC, de fecha 3 de octubre de 2007, nuevas reglas interpretativas de
carácter excepcional para la procedencia del RAC a favor del
cumplimiento de las sentencias del Tribunal Constitucional.

5. Que en el referido pronunciamiento ha sostenido el Tribunal que no


puede permanecer indiferente ante los supuestos de incumplimiento de
lo dispuesto en sus sentencias o de su ejecución defectuosa, hecho que
termina virtualmente modificando la decisión (F. J. 7). Asimismo, ha
precisado que el problema de la ejecución de las sentencias no solo es
un debate doctrinal, sino, sobre todo, un problema práctico, ya que se
trata de evaluar la capacidad de este Tribunal para materializar en los
hechos lo decidido en el fallo. (F. J. 5)

6. Que, dentro de la citada línea jurisprudencial, cabe preguntarse si el


mismo razonamiento debe ser empleado ante los supuestos de
ejecución defectuosa de las sentencias estimatorias expedidas por el
Poder Judicial, dictadas dentro de la tramitación de un proceso
constitucional.

7. Que, en efecto, dado que ante tal supuesto no cabría la posibilidad de


interponer el RAC –por no encontrarse entre los supuestos de
procedencia establecidos mediante la RTC Nº 0168-2007-Q/TC–, la
ejecución defectuosa de los fallos de segunda instancia no podrían ser,
eventualmente, examinadas por el Tribunal, produciéndose una nueva
alteración del orden constitucional, la cual fuera reestablecida con el
dictado de la sentencia de segundo grado.

8. Que la situación descrita en el considerando precedente resultaría


igualmente gravosa para el demandante, en su búsqueda de restitución
de sus derechos vulnerados, como aquellos supuestos en los que se
produce el desconocimiento de las sentencias del Tribunal, con la
agravante que sería el propio órgano jurisdiccional que ha repuesto el
orden constitucional –Poder Judicial–, mediante la decisión estimatoria
quien desvirtúa la ejecución de sus propios pronunciamientos.

9. Que de no ser competente el Tribunal Constitucional para conocer


dicho supuesto podría suscitarse una insólita situación: La protección
de un derecho fundamental mediante un pronunciamiento estimatorio
formal, expedido en segunda instancia, y, en la praxis, en la fase de
ejecución, la no concreción de la restitución de los derechos invocados
en la demanda.

10. Que es por ello que se hace necesaria una interpretación acorde con la
protección de los derechos fundamentales, de acuerdo con el marco
constitucional y legal vigente, que garantice la correcta ejecución de
las sentencias estimatorias recaídas dentro de los procesos
constitucionales, expedidas por el Poder Judicial.

11. Que de lo expuesto y sobre la base de lo desarrollado en la RTC Nº


0168-2007-Q/TC, este Colegiado considera que de manera
excepcional puede aceptarse la procedencia del RAC cuando se trata
de proteger la ejecución en sus propios términos de sentencias
estimatorias emitidas en procesos constitucionales, tanto para quienes
han obtenido una sentencia estimatoria por parte de este Colegiado,
como para quienes lo han obtenido mediante una sentencia expedida
por el Poder Judicial.

12. La procedencia excepcional del RAC en este supuesto tiene por


finalidad restablecer el orden jurídico constitucional, correspondiendo
al Tribunal valorar el grado de incumplimiento de las sentencias
estimatorias expedidas por el Poder Judicial cuando este no cumple
dicha función, devolviendo lo actuado para que la instancia
correspondiente dé estricto cumplimiento a lo declarado por el
Tribunal. Asimismo, los órganos jurisdiccionales correspondientes se
limitarán a admitir el recurso de agravio constitucional, teniendo
habilitada su competencia este Colegiado, ante la negativa del órgano
judicial, a través del recurso de queja a que se refiere el artículo 19 del
CPConst.

13. Que en el presente caso, la Asociación recurrente sostiene que la


resolución Nº 2, de fecha 6 de julio de 2007, expedida por la Quinta
Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima –relativa al pedido
de nulidad de las resoluciones expedidas por la Superintendencia de
Bienes Nacionales (SBN), Nºs 202-2002/SBN-GO-JAR y 004-
2003/SBN-GOI, la Partida Registral Nº 49006651 del Registro de
Propiedad Inmueble de Lima–, conlleva un desconocimiento de la
sentencia que declaró fundada la demanda, ya que de no declararse la
nulidad de las aludidas resoluciones de la SBN, así como las partidas
registrales, no podrá restituirse los derechos invocados en su demanda,
incumpliéndose con ello la finalidad de los procesos constitucionales.

Por todo ello, verificado que el recurso de agravio constitucional reúne


los requisitos previstos en el artículo 18 del CPConst. y los
establecidos mediante la presente resolución; el presente recurso de
queja merece ser estimado.

Por estas consideraciones, el Tribunal Constitucional, en uso de las


facultades conferidas por la Constitución Política del Perú y su Ley
Orgánica;

RESUELVE

Declarar FUNDADO el recurso de queja; en consecuencia, dispone


notificar a las partes y oficiar a la Sala de origen para que proceda conforme
a la presente resolución.

SS.

MESÍA RAMÍREZ, BEAUMONT CALLIRGOS, ÁLVAREZ


MIRANDA
El recurso de agravio constitucional verificador de la homogeneidad
del acto lesivo

Exp. N° 05496-2011-PA/TC
EXP. Nº 05496-2011-PA/TC
LIMA NORTE
AGUSTÍN LLANTOY PALOMINO

RAZÓN DE RELATORÍA

La presente sentencia solo es suscrita por los señores magistrados


Urviola Hani, Vergara Gotelli, Mesía Ramírez, Calle Hayen, Eto Cruz y
Álvarez Miranda, pero no por el señor magistrado Beaumont Callirgos
debido a que, aun cuando estuvo presente en la vista de la causa, mediante
Resolución Administrativa Nº 66-2013-P/TC de fecha 3 de mayo de 2013,
publicada en el diario oficial El Peruano el 6 de mayo de 2013, se ha
declarado la vacancia de dicho magistrado por la causal establecida en el
artículo 16, inciso 4, de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional. Los
votos emitidos alcanzan la mayoría suficiente para formar resolución,
conforme al artículo 5 (primer párrafo) de la Ley Orgánica del Tribunal
Constitucional y al artículo 48 del Reglamento Normativo del Tribunal
Constitucional.

Lima, 22 de mayo de 2013

SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

En Lima, a los 22 días del mes de mayo de 2013, el Tribunal


Constitucional en sesión de Pleno Jurisdiccional, con la asistencia de los
magistrados Urviola Hani, Vergara Gotelli, Mesía Rarnírez, Calle Hayen,
Eto Cruz y Álvarez Miranda, pronuncia la siguiente sentencia

ASUNTO
Recurso de agravio constitucional interpuesto por don Agustín Llantoy
Palomino contra la resolución expedida por la Segunda Sala Civil de la
Corte Superior de Justicia del Cono Norte de Lima, de fojas 661, su fecha 4
de noviembre de 2009, que declaró improcedente la demanda de autos.

ANTECEDENTES

El recurrente con fecha 21 de enero de 2005 interpuso demanda de


amparo contra el Director de la Unidad de Gestión Educativa Local Nº 4 del
Ministerio de Educación, a fin de que se declare la inaplicabilidad de la
Resolución Directoral Nº 005280-2004, de fecha 2 de setiembre de 2004,
así como la Resolución Directoral Nº 004713-DRELM-2004, de fecha 30
de diciembre de 2004, por haber sido despedido en forma arbitraria. Este
proceso fue estimado mediante la Resolución Nº 165, de fecha 23 de mayo
de 2006, la cual declaró fundada la demanda de amparo y dispuso se
reponga al actor en la mencionada entidad. Sin embargo con fecha 3 de
enero de 2007 el actor fue nuevamente despedido, lo que le llevó a
interponer solicitud por represión de actos homogéneos que fue estimada
mediante Resolución Nº 215, de fecha 10 de setiembre de 2007, que
dispuso nuevamente su reposición en la entidad demandada. Culminado el
año 2007 nuevamente fue despedido por la emplazada aduciendo que su
contrato había concluido, lo que motivó que el actor volviera a denunciar a
la emplazada por actos homogéneos, siendo estimada su nueva solicitud por
el Quinto Juzgado Civil de Lima Norte, el cual mediante Resolución Nº 42,
de fecha 5 de junio de 2008, resolvió declarar la homogeneidad del acto
lesivo y dispuso la reincorporación del demandante en su centro laboral y
en el cargo que desempeñaba. Finalmente a partir de enero del año 2009
nuevamente la emplazada lo despidió aduciendo que al haber estado
contratado hasta el mes de diciembre de 2008 su contrato culminó. Refiere
el actor que de conformidad con la Ley Nº 24041, al haber laborado por
más de un año de servicios como servidor público por contrato por servicios
personales, no podía ser objeto de despido sino por la comisión de falta
grave disciplinaria y previo proceso administrativo, lo que no ha ocurrido
en el presente caso.
El Director de la Unidad de Gestión Educativa Local Nº 4 se opone a
la solicitud, aduciendo que la entidad que representa ha venido emitiendo
las correspondientes resoluciones directorales de contrato de servicios
personales en los años 2006, 2007 y 2008 a favor del demandante, bajo el
cargo de oficinista en la sede de la UGEL Nº 4; que, sin embargo mediante
Memorándum Múltiple Nº 408-2008/DUGEL.04, de fecha 29 de diciembre
de 2008, se da por concluida la contratación y/o destaque del personal de la
sede y entre los comprendidos en este comunicado se encontraba el actor.
Agrega que posteriormente se sometió a evaluación los expedientes de los
postulantes para acceder a la contratación de personal administrativo bajo la
modalidad de servicios personales para el año fiscal 2009, y que bajo estas
consideraciones se presentó el actor sometiéndose voluntariamente al
concurso público para la obtención de un contrato como personal
administrativo, mas no se ajustaba al perfil requerido conforme a las actas
celebradas por la comisión evaluadora.

El Quinto Juzgado Especializado Civil de Lima Norte, con fecha 23 de


marzo de 2009, declara improcedente la solicitud de represión de actos
homogéneos formulada por el recurrente por considerar que el demandante
se sometió a un concurso público y que luego de la evaluación esta le fue
adversa, al quedar fuera del cuadro de méritos, por lo que tales actos y
procedimientos administrativos constituyen nuevos elementos de
justificación o causal de despido; hechos estos diferentes a los que fueron
materia de la presente demanda.

La Segunda Sala Civil de la Corte Superior de Justicia del Cono Norte


de Lima, con fecha 4 de noviembre de 2009, confirmó la apelada por
similar fundamento.

FUNDAMENTOS

Sentencia del Poder Judicial

1. Mediante sentencia de fecha 23 de mayo de 2006 (f. 190) la Segunda


Sala Civil de la Corte Superior de Justicia del Cono Norte de Lima
declaró fundada la demanda de amparo por haberse acreditado el
despido arbitrario por parte de la Unidad de Gestión Gestión Educativa
Local Nº 04 en contra de don Agustín Llantoy Palomino, que venía
laborando desde el 25 de febrero de 2002 hasta el 31 de agosto de
2004, ordenándose su reposición a su centro de trabajo, por lo que sólo
podía ser despedido por causa relacionada a su conducta o capacidad
laboral, lo que no ha sucedido en el caso concreto puesto que el cese se
ha producido alegándose el término de contrato por no haber aprobado
el concurso público de méritos.

Solicitudes de represión de actos lesivos homogéneos

2. Con fechas 5 de enero de 2007 y 24 de enero de 2008 el recurrente


presentó solicitudes de represión de actos homogéneos, las cuales
merecieron resoluciones judiciales favorables estimándose su
pretensión al acreditarse la vulneración de sus derechos laborales
constituyéndose en actos evidentemente homogéneos. Sin embargo
con fecha 7 de enero de 2009, mediante copia certificada del cuaderno
de constataciones policiales, se comprobó que el actor nuevamente fue
despedido aduciendo la emplazada que el recurrente se encontraba
contratado hasta el mes de diciembre del año 2008.

3. El Director de la Unidad de Gestión Educativa N° 4 contesta la


solicitud aduciendo que la entidad que representa ha venido emitiendo
las correspondientes resoluciones directorales de contrato de servicios
personales en los años 2006, 2007 y 2008 a favor del demandante, bajo
el cargo de oficinista en la sede de la UGEL Nº 4; que sin embargo
mediante el Memorándum Múltiple Nº 408-2008/DUGEL.04, de fecha
29 de diciembre de 2008, se dio por concluida la contratación y/o
destaque del personal de la sede y entre los comprendidos en este
comunicado se encontraba el actor; posteriormente el recurrente se
sometió a la evaluación de los expedientes de los postulantes para
acceder a la contratación de personal administrativo bajo la modalidad
de servicios personales para el año fiscal 2009; y que bajo estas
consideraciones se presentó el actor sometiéndose voluntariamente al
concurso público para la obtención de un contrato como personal
administrativo, pero no cumplía el perfil requerido conforme a las
actas celebradas por la comisión evaluadora.

Resolución de primera y segunda instancia

4. Tanto en primera como en segunda instancia se ha declarado


improcedente la solicitud de represión de actos lesivos homogéneos
considerando que el nuevo acto no es sustancialmente homogéneo al
que fue denunciado inicialmente por el actor y que fuera estimado por
el Poder Judicial, bajo el argumento de que el demandante se sometió a
un concurso público y que, luego de la evaluación esta le fue adversa
al quedar fuera del cuadro de méritos, concluyéndose que tales actos y
procedimientos administrativos constituyen nuevos elementos de
justificación o causal de despido, hechos diferentes a los que fueron
materia de la inicial demanda.

Criterios desarrollados por el Tribunal Constitucional en relación al


pedido de represión de actos homogéneos

5. En la STC Nº 04878-2008-PA/TC este Colegiado señaló que “la


represión de actos lesivos homogéneos es un mecanismo de protección
judicial de derecho fundamentales frente a actos que presentan
características similares a aquellos que han sido considerados en una
sentencia previa como contrarios a tales derechos. En este sentido, lo
resuelto en un proceso constitucional de tutela de derechos
fundamentales no agota sus efectos con el cumplimiento de lo
dispuesto en la sentencia respectiva, sino que se extiende hacia el
futuro, en la perspectiva de garantizar que no se vuelva a cometer una
afectación similar del mismo derecho”.

6. Posteriormente, en la STC Nº 05287-2008-PA/TC este mismo


Colegiado expresó que el carácter homogéneo del nuevo acto lesivo
debe ser manifiesto, es decir, no deben existir dudas sobre las
esenciales iguales características entre el acto anterior y el nuevo. Y
que para la determinación de esta identidad en cada caso concreto, el
juez constitucional deberá recurrir a un juicio de comparación entre los
términos comprendidos.

7. De otro lado, en relación a la competencia para el control de las


resoluciones judiciales que resolvían las solicitudes de represión de
actos lesivos homogéneos, el Colegiado consideró que solo si existe
una sentencia previa, en la que se ha establecido claramente el derecho
afectado y el acto lesivo, y que ha adquirido la calidad de firme, podrá
evaluarse si la acción u omisión que se produzca con posterioridad
resulta homogénea. Así, si se declara improcedente o infundada una
demanda de tutela de derechos fundamentales, no puede solicitarse con
posterioridad la represión de actos lesivos homogéneos. La sentencia
previa mediante la cual se declara fundada la demanda puede ser una
expedida por el Poder Judicial o por el Tribunal Constitucional (STC
Nº 04878-2008-PA/TC, fundamento 19).

8. Ya en lo que constituye competencia específica y propia de este


Colegiado, inicialmente se consideró que si él no intervino en el
proceso constitucional primigenio, entonces carecía de competencia
para conocer el pedido de regresión de actos lesivos homogéneos, por
cuanto su contenido se relacionaba con una sentencia estimatoria del
Poder Judicial, que no llegó a conocimiento del Tribunal
Constitucional (STC Nº 03301-2009-PC/TC, STC Nº 0924-2010-
AA/TC).

Posteriormente, tal criterio competencial fue ampliado a través de la


STC Nº 04197-2010-PA/TC, de fecha 12 de setiembre de 2011, en la
que e1 Colegiado estableció que dentro de un incidente de represión de
actos lesivos homogéneos la sentencia previa mediante la cual se
declara fundada la demanda puede ser del Poder Judicial o del
Tribunal Constitucional, máxime cuando por medio del recurso de
queja en etapa de ejecución eran elevados los autos para conocimiento
de este Colegiado (RTC Nº 00035-2011-Q/TC, RTC Nº 00183-2011-
Q/TC).
Doctrina jurisprudencial sobre la represión de actos lesivos homogéneos

9. A nivel normativo, la institución de la represión de los actos lesivos


homogéneos ha sido recogida en el artículo 60 del Código Procesal
Constitucional. El texto de este artículo, ubicado en el capítulo
correspondiente al proceso de amparo, dispone que.

“Si sobreviniera un acto sustancialmente homogéneo al declarado


lesivo en un proceso de amparo, podrá ser denunciado por la parte
mteresada ante el juez de ejecución. Efectuado el reclamo, el Juez
resolverá este con previo traslado a la otra parte por el plazo de tres
días. La resolución es apelable sin efecto suspensivo. La decisión que
declara la homogeneidad amplía el ámbito de protección del amparo,
incorporando y ordenando la represión del acto represivo
sobreviniente’’.

Por lo demás, la represión de actos lesivos homogéneos encuentra su


sustento en la necesidad de garantizar la obligatoriedad de las
sentencias estimativas firmes y evitar el inicio de un nuevo proceso
constitucional frente a actos que de forma previa han sido analizados y
calificados como lesivos de derechos fundamentales.

Para conocer un pedido de actos lesivos homogéneos deben concurrir


presupuestos procesales cuya ausencia implicaría la declaratoria de
improcedencia de lo solicitado:

a. Existencia de una sentencia firme a favor de la parte demandante


en un proceso constitucional de tutela de derechos fundamentales

b. Cumplimiento de lo ordenado en la sentencia de condena.

c. Solo si existe una sentencia previa, en la que se ha establecido


claramente el derecho afectado y el acto lesivo, y que ha
adquirido la calidad de firme, podrá evaluarse si la acción u
omisión que se produzca con posterioridad resulta homogénea.
Así, si se declara improcedente o infundada una demanda de
tutela de derechos fundamentales, no puede solicitarse con
posterioridad la represión de actos homogéneos.

d. La sentencia previa mediante la cual se declara fundada la


demanda puede ser del Poder Judicial o del Tribunal
Consitucional.

10. Por las consideraciones antes expuestas, y en mérito de lo dispuesto en


el artículo VI Título Preliminar del Código Procesal Constitucional, el
Tribunal Constitucional reitera su competencia para el conocimiento
de los incidentes que generen las solicitudes de represión de actos
lesivos homogéneos presentadas ante el juez de ejecución luego de
cumplida o ejecutada la sentencia constitucional, correspondiendo en
este caso al Poder Judicial conceder el recurso de agravio
constitucional, el que para estos efectos habrá de denominarse recurso
de agravio constitucional verificador de la homogeneidad del acto
lesivo, según se trate de una sentencia emitida por el Poder Judicial o
de una emitida por el Tribunal Constitucional. Asimismo, y de
denegarse el recurso antes referido, el recurrente tendrá expedito su
derecho a interponer recurso de queja conforme a lo establecido en el
artículo 19 del Código Procesal Constitucional.

Análisis de la controversia

11. Mediante sentencia de fecha 23 de mayo de 2006 (f. 190), la Segunda


Sala Civil de la Corte Superior de Justicia del Cono Norte de Lima
declaró fundada la demanda de amparo por haberse acreditado el
despido arbitrario dispuesto por la Unidad de Gestión Educativa Local
Nº 4 contra don Agustín Llantoy Palomino, que venía laborando desde
el 25 de febrero de 2002 hasta el 31 de agosto de 2004, ordenándose su
reposición a su centro de trabajo, por lo que solo podía ser despedido
por causa relacionada a su conducta o capacidad laboral. Sin embargo,
a fojas 509 de autos se advierte que el recurrente fue nuevamente
despedido por haber concluido su contrato, siendo que su sola
participación en el proceso de contratación de personal no desvirtúa en
nada el mandato judicial de reposición contenido en la sentencia
primigenia.

12. Consecuentemente, se aprecia que el acto denunciado en el presente


caso constituye un acto lesivo sustancialmente homogéneo al
declarado inconstitucional en la sentencia emitida por la Segunda Sala
Civil de la Corte Superior del Cono Norte de Lima, por lo que debe
estimarse el presente recurso de agravio constitucional.

Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad


que le confiere la Constitución Política del Perú

HA RESUELTO

1. Declarar FUNDADO el recurso de agravio constitucional.

2. Declarar la EXISTENCIA de acto lesivo homogéneo; y como


consecuencia de ello AMPLIAR el ámbito de protección del proceso
de amparo al despido producido en fecha 7 de enero de 2009 como
resultado de la conclusión del contrato de don Agustín Llantoy
Palomino.

3. ORDENAR al Director de la Unidad de Gestión Educativa Local Nº 4


del Ministerio de Educación se abstenga de llevar nuevamente a cabo
dicho acto.

4. ESTABLECER como doctrina constitucional vinculante lo


establecido en los fundamentos 9 y 10 de la presente sentencia, de
confonnidad con el artículo VI del Título Preliminar del Código
Procesal Constitucional.

Publíquese y notifíquese.

SS.

URVIOLA HANI, VERGARA GOTELLI, MESÍA RAMÍREZ,


CALLE HAYEN, ETO CRUZ, ÁLVAREZ MIRANDA
El recurso de agravio constitucional a favor de la ejecución de
sentencias de la Corte IDH

Exp. N° 01245-2014-PA/TC
EXP. N° 01245-2014-PA/TC
LIMA
JORGE LUIS PACHECO MUNAYCO Y OTROS

AUTO DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL


Lima, 3 de mayo de 2017

VISTOS

Los recursos de agravio constitucional interpuesto por doña Neida


Eleonor Vizcarra Zorrila y otros contra la resolución de fojas 1053, de fecha
21 de agosto de 2013, expedida por la Quinta Sala Civil de la Corte
Superior de Justicia de Lima, que resolvió aclarar que el cambio y
adecuación del régimen laboral de la actividad privada regulado por el
Decreto Legislativo Nº 728, deberá regir a partir del acto de reposición de
cada uno de los trabajadores, salvo que hayan expresado o expresen su
disconformidad con dicho cambio de régimen; y, ordena el cumplimiento de
la sentencia materia de ejecución bajo el apercibimiento contenido en los
artículos 22 y 59 del Código Procesal Constitucional.
ATENDIENDO A QUE

1. Con fecha 24 de noviembre de 2006, la Corte Interamericana de


Derechos Humanos expidió sentencia en el “Caso Trabajadores
Cesados del Congreso (Aguado Alfaro y otros) vs. Perú”, declarando,
por unanimidad, que el Estado violó, en perjuicio de los recurrentes,
los derechos reconocidos en los artículos 8.1 y 25 de la Convención
Americana de Derechos Humanos, en relación con las obligaciones de
respetar y garantizar los derechos y el deber de adoptar disposiciones
de derecho interno, especificadas en los artículos 1.1 y 2 de la referida
Convención. Igualmente, declaró que la sentencia en cuestión
constituía, por sí misma, una forma de reparación, por lo que dispuso
que el Estado garantice a las víctimas el acceso a un recurso sencillo,
rápido y efectivo, para lo cual debía constituir a la mayor brevedad, un
órgano independiente e imparcial que cuente con facultades para
decidir, en forma vinculante y definitiva, si esas personas fueron
cesadas regular y justificadamente por parte del Congreso de la
República o, en caso contrario, fije las consecuencias jurídicas
correspondientes, inclusive, las compensaciones debidas en función de
las circunstancias específicas de cada una de esas personas, en los
términos de los párrafos 148, 149 y 155 de la sentencia. Precisó que las
decisiones finales del órgano que se cree para dichos efectos deberán
adoptarse dentro del plazo de un año, contado a partir de la
notificación de dicha sentencia.

2. En la misma sentencia, la Corte Interamericana estableció que el


Estado debe pagar, dentro del plazo de un año, contado a partir de la
notificación de la Sentencia, la cantidad fijada en el párrafo 151 a
favor de las 257 víctimas, por concepto de daño inmaterial, en los
términos de los párrafos 156 y 158 a 161 del fallo. Y, finalmente,
precisó la obligación del Estado de pagar, dentro del mismo plazo, las
cantidades fijadas en el párrafo 154, por concepto de costas, en los
términos de los párrafos 157 a 161 de la Sentencia.

3. En ejecución de la sentencia de la Corte Interamericana de Derechos


Humanos, el Vigésimo Quinto Juzgado Civil de Lima, mediante
resolución de fecha 11 de enero de 2013, resolvió la solicitud de
aclaración relacionada con la resolución 379, de fecha 6 de agosto de
2012, decidiendo: (i) otorgar al Poder Legislativo un plazo final y
perentorio de 10 días a fin de que cumpla con adecuar de manera
efectiva el régimen laboral de los ejecutantes de la sentencia dentro de
los alcances del Decreto Legislativo Nº 728, bajo apercibimiento de
proceder a denunciarse penalmente en caso de incumplimiento, sin
perjuicio de aplicarse las medidas coercitivas que establecen los
artículos 22 y 59 del Código Procesal Constitucional; y, (ii) aclarar que
“el cambio y adecuación del régimen laboral al de la actividad privada
regulado por el Decreto Legislativo Nº 728, deberá regir a partir del
acto de reposición de cada uno de los trabajadores, salvo que hayan
expresado o expresen su disconformidad con dicho cambio de
régimen”.

4. La Sala revisora, con fecha 21 de agosto de 2013 confirmó el extremo


que aclaró el cambio y el momento a partir del cual debía entenderse la
adecuación al régimen laboral del Decreto Legislativo Nº 728.

5. En el recurso de agravio constitucional, se argumentó que: i) el


carácter irrenunciable del derecho de los trabajadores; ii) la
interpretación pro operario; iii) que la sentencia de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos ordenó la reposición de los
trabajadores y la cancelación de sus beneficios sociales, de acuerdo a
ley; y, iv) que la decisión es contraria a la resolución 13
correspondiente al Expediente Nº 26604-2008-549, en la que se indicó
que si “en años pasados los derechos de los recurrentes jamás hubieran
sido afectados, estos hubieran continuando laborando en la institución,
Congreso de la República, por lo que actualmente sus regímenes
laborales se ajustarían al de la Actividad Privada, regulada por el
Decreto Legislativo Nº 728 [...]” (sic).

Competencia del Tribunal Constitucional

6. En las RRTC Nºs 00168-2007-Q/TC y 00201-2007-Q/TC, el Tribunal


esclareció los alcances del artículo 19 del Código Procesal
Constitucional, admitiendo su procedencia para evaluar el
cumplimiento de las sentencias estimatorias, dictadas por los órganos
competentes en la impartición de la justicia constitucional de las
libertades. La finalidad de admitir el recurso de agravio constitucional,
en esos casos, decíamos, era restablecer el orden jurídico
constitucional, correspondiendo al Tribunal valorar el grado de
incumplimiento de las sentencias estimatorias, dictando las medidas
correctivas que correspondan.

7. En el presente caso, el Tribunal hace notar que la cuestión suscitada


con la interposición del recurso de agravio constitucional no tiene su
origen en una sentencia estimatoria dictada por el Poder Judicial o por
este Tribunal, en el marco de un proceso de tutela de derechos
fundamentales, sino en una emitida por la Corte Interamericana de
Derechos Humanos. Tal circunstancia, sin embargo, no es ningún
impedimento para afirmar la procedencia del recurso de agravio
constitucional y también la competencia de este Tribunal. A tal efecto,
el Tribunal estima que se encuentra en la obligación de recordar que
fuimos los órganos de la justicia constitucional ante quienes se agotó la
jurisdicción interna y, por ello, de conformidad con el artículo 2 de la
Ley Nº 27775, que regula el procedimiento de ejecución de sentencias
emitidas por Tribunales Supranacionales, hemos reasumido la
competencia para ejecutar lo dispuesto por la sentencia de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos.

Análisis del caso

8. El cumplimiento estricto de las sentencias dictadas por los tribunales


de justicia es una de las exigencias primarias y básicas de toda
decisión que ha adquirido la calidad de cosa juzgada. Tras el
acatamiento de lo decidido por un tribunal de justicia no solo depende
la efectividad de la justicia impartida en la solución de un caso
concreto, sino también, se mide el grado de sumisión al derecho de
todos los poderes formales y fácticos, pues, tras la decisión que
subyace a ella existe una enérgica pretensión de restablecer el orden
jurídico —constitucional y convencional– afectado. De ahí que este
Tribunal haya destacado que el respeto y ejecución de las sentencias
constituye uno de los elementos identificatorios básicos de todo Estado
democrático de derecho, y su no observancia, una patología que
compromete seriamente su existencia misma. La importancia del
cumplimiento de una sentencia que ha adquirido la calidad de cosa
juzgada no está asociada al nivel funcional que tenga el juez o tribunal
que la expida; tampoco tiene que ver, en última instancia, con su
corrección desde el punto de vista del derecho. Su infalibilidad deriva
de que lo decidido no puede ser ulteriormente revisado. Por ello, es
que tiene que cumplirse en sus propios términos.

9. En el presente caso, se advierte que el cuestionamiento a la resolución


expedida por la Quinta Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de
Lima, de fecha 21 de agosto de 2013, solo tiene que ver con el extremo
que confirmó la apelada, en cuanto declaró –en vía de aclaración
solicitada– que el cambio y adecuación del régimen laboral de la
actividad privada regulado por el Decreto Legislativo Nº 728 deberá
regir a partir del acto de reposición de cada uno de los
trabajadores, salvo que estos hayan expresado o expresen su
disconformidad con dicho cambio de régimen. Los impugnantes
sostienen que dicho cambio y adecuación debería producirse desde el
18 de febrero de 1993, en que se expidió la Resolución Nº 010-93-
CD/CCD que implementa el régimen laboral de la actividad privada
por el Congreso de la República, hasta la efectiva reposición.

10. El Tribunal hace notar que el cuestionamiento respecto a la aclaración


realizada por los órganos de la jurisdicción ordinaria no se sustenta en
ningún aspecto resolutivo que contenga la sentencia de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos, ni en el Informe Final de fecha
14 de diciembre de 2010 de la Comisión Especial para la ejecución de
la Sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el
caso “Trabajadores del Congreso”, constituido en virtud del mandato
que contiene la sentencia del último guardián de los derechos humanos
en el Continente.

11. Debe tenerse presente que, de conformidad con el punto resolutivo 4


de la sentencia de la CIDH:

El Estado debe garantizar a las 257 víctimas enunciadas en el Anexo


de la presente Sentencia el acceso a un recurso sencillo, rápido y
efectivo, para lo cual deberá de constituir a la mayor brevedad un
órgano independiente e imparcial que cuente con facultades para
decidir en forma vinculante y definitiva si esas personas fueron
cesadas regular y justificadamente del Congreso de la República o, en
caso contrario, que así lo determine y fije las consecuencias jurídicas
correspondientes, inclusive, en su caso, las compensaciones debidas en
función de las circunstancias específicas de cada una de esas personas,
en los términos de los párrafos 148, 149 y 155 de esta Sentencia. Las
decisiones finales del órgano que se cree para dichos efectos deberán
adoptarse dentro del plazo de un año, contado a partir de la
notificación de la presente Sentencia.

12. En el artículo segundo, numeral 2, de la parte resolutiva, del Informe


Final de la referida Comisión Especial, de fecha 14 de diciembre de
2010, citada expresamente en el fundamento cuarto de la impugnada
resolución de fecha 21 de agosto de 2013 (fojas 1055), se menciona lo
siguiente:

13. Artículo Segundo: medidas de reparación integral

(...) 2. Abone a las víctimas las remuneraciones devengadas o dejadas


de percibir desde el momento de su cese hasta su efectiva reposición
en sus empleos o en los que ocupen, de ser el caso, en entidades
públicas distintas al Congreso de la República. Dichas remuneraciones
deberán ser calculadas con base en la remuneración mensual total que
percibía la víctima en el momento del cese irregular de que fue objeto,
de acuerdo a su posición en el Escalafón Salarial del Congreso,
incluyendo las gratificaciones, bonificaciones, asignaciones o
cualquier otra clase de remuneración adicional o complementaria que
les hubiera correspondido de haber permanecido en sus empleos (...).

14. Asimismo, conviene mencionar que la impugnada resolución de fecha


21 de agosto de 2013, estableció lo siguiente:

Sexto: (...) es imprescindible destacar que en ninguno de los


pronunciamientos materia de ejecución se ha podido advertir como
mandato, el acto que ordena el cálculo de los devengados de las
remuneraciones dejadas de percibir conforme al régimen laboral de la
actividad privada del Decreto Legislativo Nº 728, contrariamente, tales
pronunciamientos se ven limitados a consignar expresamente que:
“Dichas remuneraciones deberán ser calculadas con base a la
remuneración mensual total que percibía la víctima al momento del
cese irregular de que fue objeto”; y conforme se desprende del
fundamento 89.13 de la sentencia Supranacional materia de ejecución,
los demandados fueron cesados en forma irregular mediante las
Resoluciones Administrativas N° 1303-A-92-CACL y N° 1303-B-92-
CACL, ambas de fecha 31 de diciembre de 1992, es decir, cuando
mantenían el vínculo laboral con su empleador bajo el Régimen
Laboral del Decreto Legislativo N° 276, no habiéndose implementado
el régimen laboral de la actividad privada para los demandantes, ya
que conforme a lo indicado por ellos mismos, en sus respectivos
escritos de apelación, el régimen laboral de la actividad privada fue
implementado en el Congreso de la República con la Resolución
Administrativa N° 010-93-CD/CCD de fecha 18 de febrero de 1993,
por lo que podemos concluir que al momento de producida la
vulneración del derecho constitucional al trabajo, los demandantes se
encontraban en el régimen laboral de la actividad pública instaurada
por el Decreto Legislativo N° 276.

15. Sobre el particular, cabe precisar, en primer término, que conforme al


punto resolutivo 4 de la aludida sentencia de la Corte Interamericana
de Derechos Humanos, quien decide en forma vinculante y definitiva,
entre otras cosas, lo relacionado con las consecuencias jurídicas del
cese irregular e injustificado del que fueron objeto los trabajadores, así
como las compensaciones debidas, no es ningún órgano judicial sino la
referida Comisión Especial, como órgano independiente e imparcial
creado por mandato de la sentencia de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos.

16. En segundo lugar, de lo expuesto por dicha Comisión Especial, no se


aprecia que esta haya dispuesto, en algún extremo, que el cambio y
adecuación de régimen laboral de los impugnantes debería producirse
desde el 18 de febrero de 1993 (en que se expidió la Resolución Nº
010-93-CD/CCD que implementa el régimen laboral de la actividad
laboral por el Congreso de la República), hasta la efectiva reposición.
Lo que tan solo termina decidiendo la Comisión Especial es que se
“Abone a las víctimas las remuneraciones devengadas o dejadas de
percibir desde el momento de su cese hasta su efectiva reposición
(...)”.

17. Por tanto, no se evidencia que la impugnada resolución de fecha 21 de


agosto de 2013 vulnere los derechos fundamentales de los recurrentes,
debiendo desestimarse los recursos de agravio constitucional de autos.

Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad


que le confiere la Constitución Política del Perú, con los fundamentos de
voto de los magistrados Sardón de Taboada y Espinosa-Saldaña Barrera, y
el voto singular del magistrado Blume Fortini que se agregan, además de la
abstención del magistrado Miranda Canales aprobada en la sesión del Pleno
del 19 de abril de 2017.

RESUELVE

Declarar INFUNDADOS los recursos de agravio constitucional de


autos, relacionados con la ejecución de la sentencia de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos.

Publíquese y notifíquese.

SS.

LEDESMA NARVÁEZ, URVIOLA HANI, RAMOS NÚÑEZ,


SARDÓN DE TABOADA, ESPINOSA-SALDAÑA BARRERA
El recurso de apelación por salto a favor de la ejecución de una
sentencia del Tribunal Constitucional

Exp. N° 00004-2009-PA/TC
EXP. N° 00004-2009-PA/TC
LIMA
ROBERTO ALLCCA ATACHAHUA

SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

En Lima, a los 26 días del mes de octubre de 2010, el Tribunal


Constitucional en sesión de Pleno Jurisdiccional, con la asistencia de los
magistrados Mesía Ramírez, Beaumont Callirgos, Vergara Gotelli, Calle
Hayen, Eto Cruz, Álvarez Miranda y Urviola Hani, pronuncia la siguiente
sentencia, con el fundamento de voto del magistrado Vergara Gotelli, que se
agrega.

ASUNTO

Recurso de agravio constitucional interpuesto por don Roberto Allcca


Atachahua contra la resolución expedida por la Sala de Derecho
Constitucional y Social de la Corte Suprema de Justicia de la República, de
fojas 70 del cuaderno de apelación, su fecha 23 de octubre de 2008, que
declaró improcedente la demanda de autos.

ANTECEDENTES

Con fecha 10 de octubre de 2006 el recurrente interpone demanda de


amparo contra el Juzgado Civil del Cono Este de Lima y la Quinta Sala
Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima, solicitando que cese la
vulneración de su derecho al debido proceso; y que, en consecuencia,
se ordene a los órganos judiciales emplazados que ejecuten en sus propios
términos la sentencia constitucional emitida en el Exp. Nº 00839-2004-
AA/TC, en un anterior proceso de amparo que le inició a la Municipalidad
Distrital de Ate. Refiere que mediante la sentencia mencionada el Tribunal
Constitucional ordenó su reincorporación como trabajador en la
Municipalidad Distrital de Ate; y que sin embargo los órganos judiciales
emplazados mediante las resoluciones de fecha 18 de abril y 23 de agosto
de 2006, han ordenado que sea repuesto como locador de servicios no
personales.

La Primera Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima, con


fecha 8 de mayo de 2008, declaró liminarmente improcedente la demanda
por considerar que la sentencia emitida en el Exp. Nº 00839-2004-AA/TC
ha sido ejecutada en sus propios términos por la Municipalidad Distrital de
Ate mediante la Resolución de Alcaldía Nº 0880, de fecha 30 de junio de
2005.

La Sala revisora confirma la apelada por estimar que el demandante no


ha probado la vulneración de los derechos alegados.
FUNDAMENTOS
§. Delimitación del petitorio y procedencia de la demanda

1. Conforme aparece del petitorio de la demanda, el objeto del presente


proceso es que se declare la nulidad de la Resolución Nº 15, de fecha
23 de agosto de 2006, emitida por el Juzgado Civil del Cono Este de
Lima, así como de la Resolución Nº 2, de fecha 18 de abril de 2006,
emitida por la Quinta Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de
Lima.

2. Se alega que las resoluciones judiciales cuestionadas contravienen lo


resuelto y ordenado por la sentencia constitucional emitida en el Exp.
Nº 00839-2004-AA/TC, pues en vez de ejecutarla en sus propios
términos y reponer al demandante como trabajador, mediante tales
resoluciones los órganos judiciales emplazados han dispuesto que
reingrese a la Municipalidad Distrital de Ate como locador de
servicios no personales.

3. Teniendo presente la pretensión demandada y el alegato de violación,


este Tribunal estima que tanto en primera como en segunda instancia
se ha producido un rechazo liminar de la demanda notoriamente
indebido, habida cuenta que este pretende sustentarse en situaciones
totalmente ajenas a las previsiones expresamente contempladas en el
artículo 5 del Código Procesal Constitucional. En tales circunstancias
el camino normal a seguirse debería ser el de anular todo lo actuado
con la finalidad de que se emita un nuevo pronunciamiento, sin
embargo en atención a los principios de celeridad y economía procesal,
pero por sobre todo, a la urgencia de un reclamo sustentado en la
legitimidad que confiere la existencia de una sentencia constitucional
estimatoria presumiblemente incumplida, este Tribunal considera
pertinente no hacer uso de la mencionada facultad, optando por
pronunciarse de inmediato sobre la pretensión planteada.

4. De otra parte, también resulta importante destacar que en la medida


que la presente demanda tiene por finalidad controlar la eficaz
ejecución de la sentencia emitida por este Tribunal en el Exp. Nº
00839-2004-AA/TC, pues a decir del demandante no ha sido ejecutada
en sus propios términos, resulta innecesario el agotamiento de la vía
judicial contra la Resolución Nº 15, de fecha 23 de agosto de 2006,
emitida por el Juzgado Civil del Cono Este de Lima, pues a la luz de lo
que aparece textualmente en la Resolución Nº 2, de fecha 18 de abril
del 2006, emitida por la Quinta Sala Civil de Lima (que declara nula
una anterior resolución del mismo juzgado) resulta posible inferir un
eventual pronunciamiento denegatorio.

5. Por último y sobre la controversia planteada en la presente demanda,


también resulta oportuno precisar que aunque en la actualidad existe el
recurso de agravio constitucional como una fórmula procesal destinada
a garantizar la eficaz ejecución de una sentencia constitucional
expedida por este Tribunal (RTC Nº 00168-2007-Q/TC), dicho
mecanismo procesal no resulta exigible en el caso de autos, pues la
presente demanda fue interpuesta antes de que se emitiera la RTC Nº
00168-2007-Q/TC, por lo que resulta correcto que el demandante haya
optado por utilizar el amparo contra amparo.

6. Así las cosas, este Tribunal ha de volver a recordar que de acuerdo a lo


señalado en la sentencia recaída en el Exp. N° 04853-2004-PA/TC y
bajo el marco de lo establecido por el CPConst., así como de su
posterior desarrollo jurisprudencial, el proceso de amparo contra
amparo es un régimen procesal de naturaleza atípica o excepcional
cuya procedencia se encuentra sujeta a determinados supuestos o
criterios. De acuerdo con estos últimos: a) solo procede cuando la
vulneración constitucional resulte evidente o manifiesta. Incluso,
tratándose de amparo contra amparo en materia laboral, dicha
procedencia supone el cumplimiento previo o efectivo de la sentencia
emitida en el primer proceso amparo (Cfr. STC Nº 04650-2007-
PA/TC, fundamento 5); b) su habilitación solo opera por una sola y
única oportunidad, siempre que las partes procesales del primer y
segundo amparo sean las mismas; c) resulta pertinente tanto contra
resoluciones judiciales desestimatorias como contra las estimatorias,
sin perjuicio del recurso de agravio especial habilitado específicamente
contra sentencias estimatorias recaídas en procesos constitucionales
relacionados con el delito de tráfico ilícito de drogas y/o lavado de
activos en los que se haya producido vulneración del orden
constitucional y en particular del artículo 8 de la Constitución (Cfr.
SSTC Nºs 02663-2009-PHC/TC, fundamento 9 y 02748-2010-
PHC/TC, fundamento 15); d) su habilitación se condiciona a la
vulneración de cualquier derecho constitucional; e) procede en defensa
de la doctrina jurisprudencial vinculante establecida por este
Tribunal; f) se habilita en defensa de los terceros que no han
participado en el proceso constitucional cuestionado y cuyos derechos
han sido vulnerados, así como respecto del recurrente que por razones
extraordinarias, debidamente acreditadas, no pudo acceder al recurso
agravio constitucional; g) resulta pertinente como mecanismo de
defensa de los precedentes vinculantes establecidos por este Tribunal
(STC Nº 03908-2007-PA/TC, fundamento 8); y h) no procede en
contra de las decisiones emanadas por este Tribunal.

7. Debe asimismo reiterarse que conforme se ha establecido desde la


sentencia recaída en el Exp. N° 04063-2007-PA/TC, aun cuando las
citadas reglas del amparo contra amparo han sido configuradas bajo la
lógica de que lo que se cuestiona en sede constitucional es una
sentencia emitida en un anterior proceso constitucional, nada impide
invocarlas cuando, como ocurre en el caso de autos, el proceso se torna
inconstitucional en cualquiera de sus otras fases o etapas, incluso en la
de ejecución de sentencia. En dicho contexto, mal podría exigírsele al
recurrente promover un recurso de agravio constitucional cuando,
como se aprecia, ha optado libremente por una vía procesal alterna
permitida y desarrollada en el ámbito de la jurisprudencia de este
Tribunal, a los efectos de lograr el mismo propósito u objetivo (la
ejecución efectiva de una sentencia constitucional).
§. Análisis de la controversia
8. A los efectos de resolver la controversia planteada, resulta preciso
examinar qué es lo que evaluó, determinó y ordenó este Tribunal en
la sentencia emitida en el Exp. Nº 00839-2004-AA/TC, pues solo así
podrá analizarse si la sentencia mencionada ha sido ejecutada, o no, en
sus propios términos por los órganos judiciales emplazados.

9. En tal sentido corresponde precisar que en el fundamento 4 de


la sentencia emitida en el Exp. Nº 00839-2004-AA/TC, este Tribunal
determinó que “el accionante había adquirido la protección del artículo
1 de la Ley N° 24041”. Ello porque en el proceso de amparo referido
se demostró que el demandante, al margen de lo consignado en sus
contratos civiles, en los hechos era un trabajador y no un locador de
servicios.

Dicha conclusión se desprende claramente del fundamento 3 de la


sentencia emitida en el Exp. Nº 00839-2004-AA/TC, que textualmente
señala que “resulta evidente que las labores del recurrente en calidad
de obrero, al margen del texto de los contratos respectivos, han tenido
las características de subordinación, dependencia y permanencia, de
modo que es claro que la relación laboral no tuvo carácter eventual o
accidental”.

En buena cuenta, en la etapa de ejecución de la sentencia emitida en el


Exp. Nº 00839-2004-AA/TC el demandante solo podía ser repuesto
como trabajador y no como locador de servicios, ya que ello
contraviene en forma expresa los fundamentos y la parte resolutiva de
la sentencia mencionada.

Por esta razón, cualquier decisión judicial que disponga o permita lo


contrario, es decir, que el demandante no sea repuesto en la
Municipalidad Provincial de Ate como trabajador, deviene en nula por
contravenir la sentencia emitida en el Exp. Nº 00839-2004-AA/TC.

10. Pues bien, habiéndose determinado en forma indubitable el mandato


concreto que contiene la sentencia emitida en el Exp. Nº 00839-2004-
AA/TC, este Tribunal considera que las resoluciones judiciales
cuestionadas están avalando que la sentencia mencionada no sea
ejecutada en sus propios términos, por cuanto están permitiendo que el
demandante sea reincorporado en la Municipalidad Provincial de
Ate como locador de servicios no personales y no como trabajador.

La conclusión aquí descrita se desprende de la parte considerativa de


las resoluciones judiciales cuestionadas. Así, en el tercer considerando
de la Resolución Nº 15, de fecha 23 de agosto de 2006, obrante a fojas
30, se señala que “en cumplimiento de lo ordenado por el Supremo
Intérprete de la Constitución (sentencia Nº 839-2004-AA/TC), la
Municipalidad demandada expidió la Resolución (…) mediante la cual
se dispuso la contratación del accionante bajo la modalidad de
servicios no personales”.

En sentido similar, en el tercer considerando de la Resolución Nº 2, de


fecha 18 de abril de 2006, obrante a fojas 31, se considera que la
Municipalidad Distrital de Ate, al haber contratado al demandante
como locador de servicios no personales, ha repuesto las cosas al
estado anterior a la violación de sus derechos.

11. De acuerdo con los hechos señalados, resulta evidente que las
resoluciones judiciales mencionadas contravienen lo resuelto y
ordenado por este Tribunal en la sentencia emitida en el Exp. Nº
00839-2004-AA/TC, pues están permitiendo que el demandante sea
reincorporado en la Municipalidad Distrital de Ate como locador de
servicios, cuando la sentencia mencionada dispone todo lo contrario,
que el demandante sea repuesto como trabajador.

Por esta razón la demanda resulta estimable, pues las resoluciones


judiciales mencionadas no solo contravienen en forma manifiesta lo
ordenado por este Tribunal en la sentencia emitida en el Exp. Nº
00839-2004-AA/TC, sino que también afectan los derechos a la
efectividad de las resoluciones judiciales y al trabajo del demandante.
En tal sentido, debe disponerse que dichas resoluciones judiciales sean
declaradas nulas y que se mantenga subsistente la Resolución Nº 12,
de fecha 19 de setiembre de 2005, debido a que constituye un real acto
de ejecución de la sentencia emitida en el Exp. Nº 00839-2004-
AA/TC.

En consonancia con ello, también resulta evidente que la actuación de


los órganos judiciales emplazados contraviene el derecho del
demandante a que su demanda sea resuelta y ejecutada en un plazo
razonable, pues desde el 3 de febrero de 2003 hasta la fecha, han
transcurrido más de 7 años y el demandante no puede ser repuesto
como trabajador, por la sencilla razón de que los órganos judiciales
han permitido y consentido que la sentencia emitida en el Exp. Nº
00839-2004-AA/TC no sea ejecutada en sus propios términos en forma
inmediata.

§. Precisiones en torno a los criterios desarrollados en la RTC Nº 00168-2007-Q/TC

12. Independientemente de la utilidad que pueda prestar el amparo contra


amparo para controlar violaciones producidas en la etapa de ejecución
de la sentencia constitucional emitida por el Tribunal Constitucional, la
constatación de hechos como los que se han ventilado en el presente
caso conllevan a que se precise el contenido y los efectos de la RTC Nº
00168-2007-Q/TC con la específica finalidad de que las sentencias de
este Tribunal sean ejecutadas de manera inmediata y en sus propios
términos, pues la praxis judicial ha demostrado que su ejecución en
muchos procesos no es inmediata o oportuna, ni en sus propios
términos. Como muestra de ello, además del presente proceso, puede
citarse los siguientes casos:

a. La sentencia recaída en los Exps. Acums N° 01255-2003-AA/TC


y otros fue publicada en la página web el 22 de abril de 2005. En
dicha sentencia se ordenó a la Superintendencia Nacional de
Administración Tributaria que, en ejecución de la cobranza del
Impuesto Extraordinario a los Activos Netos, se abstenga de
considerar el monto de los intereses moratorios de todas las
órdenes de pago contra las que se hubiera interpuesto recursos
administrativos.

En la etapa de ejecución la sentencia no fue actuada en sus propios


términos, lo que originó que la parte demandante con fecha 2 de
diciembre de 2005 le solicitara al juez de ejecución que cumpla con la
orden de este Tribunal. La tramitación de dicho pedido de ejecución en
primera y segunda instancia concluyó el 23 de setiembre de 2008,
pues al día siguiente el expediente ingresó a este Tribunal.

El pedido de ejecución de la sentencia recaída en los Exps. Acums N°


01255-2003-AA/TC y otros fue resuelto por este Tribunal mediante la
sentencia recaída en el Exp. Nº 04878-2008-PA/TC, que declaró
fundado el recurso de agravio constitucional por haberse incumplido la
sentencia mencionada, toda vez que la Superintendencia Nacional de
Administración Tributaria, en ejecución de la cobranza, no se abstuvo
de considerar el monto de los intereses moratorios de todas las órdenes
de pago cuestionadas en el proceso de amparo.

El caso referido pone en evidencia que a nivel judicial la etapa de


ejecución de la sentencia recaída en los Exps. Acums N° 01255-2003-
AA/TC y otros se inició el 2 de diciembre de 2005 y concluyó el 23 de
octubre 2009, es decir que duró más de 2 años y 9 meses, sin que haya
sido posible que el mandato de la sentencia mencionada sea
estrictamente cumplido en sus propios términos, pues finalmente el
pedido de ejecución fue resuelto por este Tribunal.

b. La sentencia recaída en el Exp. Nº 02579-2003-HD/TC fue


publicada en la página web el 16 de abril de 2004. En dicha
sentencia se ordenó al Consejo Nacional de la Magistratura que le
entregue a la demandante “a) copia del Informe de la Comisión
Permanente de Evaluación y Ratificación, referente a su conducta
e idoneidad en el cargo que ejercía como Vocal Superior de la
Corte Superior de Justicia de Lambayeque; b) copia del acta de la
entrevista personal y copia del vídeo de la referida entrevista
personal; y c) copia de la parte pertinente del acta de sesión del
Pleno del Consejo Nacional de la Magistratura que contiene la
decisión de no ratificarla en su condición de Magistrada del Poder
Judicial”.

En la etapa de ejecución, en vez de que los órganos judiciales


cumplieran con actuar la sentencia en sus propios términos, emitieron
resoluciones que la contravenían. Ello originó que la demandante
interponga una demanda de amparo contra las resoluciones judiciales
emitidas en el proceso de ejecución de la sentencia recaída en el Exp.
Nº 02579-2003-HD/TC, pues en dicha fecha no existía el recurso de
agravio constitucional interpuesto a favor de la ejecución de una
sentencia de este Tribunal.

La demanda de amparo se presentó el 11 de agosto de agosto de 2009


y luego de haber obtenido pronunciamientos desfavorables en primera
y segunda instancia fue estimada por este Tribunal mediante la
sentencia recaída en el Exp. N° 02813-2007-PA/TC, que en su tercer
punto resolutivo ordenó “al juez ejecutor de sentencia proceda a emitir
nueva resolución en consideración a lo expresamente ordenado por
este Tribunal por medio de la sentencia recaída de expediente Nº 2579-
2003-HD/TC, bajo apercibimiento de aplicarse las medidas previstas
en el artículo 22 del Código Procesal Constitucional”.

Desde la fecha de emisión de la sentencia recaída en el Exp. Nº 02579-


2003-HD/TC, esto es, el 16 de abril de 2004, hasta la fecha de ingreso
del Exp. N° 02813-2007-PA/TC, esto es, el 24 de mayo de 2007,
transcurrieron más de 3 años para que este Tribunal tomara
conocimiento de que el mandato de su sentencia no había sido
cumplido en sus propios términos.

13. Como puede advertirse, la duración del trámite de los expedientes


anteriormente descritos pone en evidencia que, en los hechos, la etapa
de ejecución de las sentencias de este Tribunal termina convirtiéndose
en muchos casos en un segundo proceso, pues a pesar de que existe
una orden precisa y concreta de la conducta a cumplir con el fin de
hacer efectiva la sentencia, esta por la inercia del juez de ejecución o
por la conducta obstruccionista de la parte emplazada, no termina
ejecutándose en forma inmediata y en sus propios términos.

14. Frente a este problema de dilaciones indebidas para ejecutar las


sentencias emitidas por este Tribunal, corresponde dar una solución
que tenga como fundamento garantizar y concretizar los fines de los
procesos constitucionales, el principio de dignidad de la persona
humana, el principio constitucional de la cosa juzgada, el derecho a ser
juzgado dentro de un plazo razonable y el derecho a la ejecución de las
resoluciones judiciales.

La solución a los problemas de la falta de ejecución de sentencias


constitucionales y al de su ejecución defectuosa o desnaturalización
debe partir, a juicio de este Tribunal, por exonerar a las Salas
Superiores del Poder Judicial de conocer el recurso de apelación
interpuesto contra la resolución del juez de ejecución que declara
actuado, ejecutado o cumplido el mandato de la sentencia de este
Tribunal, o que declara fundada la contradicción u observación
propuesta por el obligado. Ello se justifica en la optimización del
derecho a la efectiva ejecución de lo resuelto, específicamente, por el
Tribunal Constitucional, y porque el trámite en las salas superiores, en
vez de contribuir con la realización efectiva del mandato de las
sentencias de este Tribunal, genera dilaciones indebidas y resoluciones
denegatorias que, en la mayoría de casos, terminan siendo controladas
y corregidas por este Colegiado.

Por esta razón, teniendo presente los derechos fundamentales afectados


por la inejecución, ejecución defectuosa o desnaturalización de una
sentencia constitucional y atendiendo a lo dispuesto por el artículo III
del Título Preliminar del CPConst., según el cual el Tribunal
Constitucional tienen el deber de adecuar la exigencia de las
formalidades para el cumplimiento de los fines de los procesos
constitucionales, el recurso de apelación interpuesto contra las
resoluciones del juez de ejecución será conocido por el Tribunal
Constitucional. En efecto, este recurso será conocido por salto, lo cual
origina que la denominación propuesta en la RTC Nº 00168-2007-
Q/TC sea variada por la de “recurso de apelación por salto a favor de
la ejecución de una sentencia del Tribunal Constitucional”.
Igualmente, debe precisarse que contra la resolución que deniega la
concesión del recurso mencionado procede el recurso de queja previsto
en el artículo 401 del Código Procesal Civil.

Finalmente, debe precisarse que el recurso de apelación por salto a


favor de la ejecución de una sentencia del Tribunal Constitucional no
procede cuando: a) el cumplimiento de la sentencia comporte un
debate sobre la cuantificación del monto de la pensión de cesantía o
jubilación, o de los devengados, o de los reintegros, o de los intereses,
o de las costas o de los costos; b) el mandato de la sentencia
constitucional cuya ejecución se pretende establece en forma clara y
expresa que es de cumplimiento progresivo; y c) cuando el propio
recurrente decide que la correcta ejecución del mandato de la sentencia
constitucional se controle a través del amparo contra amparo. En estos
casos el proceso de ejecución de la sentencia constitucional sigue su
trámite en las dos instancias del Poder Judicial y contra la resolución
denegatoria de segundo grado procede el recurso de agravio
constitucional interpuesto a favor de la ejecución de una sentencia del
Tribunal Constitucional previsto en la RTC Nº 00168-2007-Q/TC,
salvo en el supuesto b), supra.

15. De otra parte, debe precisarse que la absolución del recurso de


apelación por salto o del recurso de queja por denegatoria del recurso
de apelación por salto, se realizará sin trámite alguno, es decir, que no
existe la obligación de que se convoque a una audiencia para la vista
de la causa, por la sencilla razón de que no se está debatiendo una
controversia o litis constitucional, ya que esta se encuentra resuelta en
forma definitiva por la sentencia del Tribunal Constitucional, sino que
se va a verificar el estricto cumplimiento, o no, del mandato contenido
en la sentencia.

En este contexto y a los efectos de lograr que los mandatos de las


sentencias del Tribunal Constitucional sean ejecutados en forma
inmediata y en sus propios términos, debe requerirse a todas las salas
superiores del Poder Judicial que remitan los expedientes que estén
conociendo y que tengan por finalidad verificar el estricto
cumplimiento de las sentencias del Tribunal Constitucional.

Por estas fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad


que le confiere la Constitución Política del Perú,

HA RESUELTO

1. Declarar FUNDADA la demanda, porque se ha acreditado la


vulneración de los derechos a la efectividad de las resoluciones
judiciales, al trabajo y al plazo razonable; en consecuencia, NULAS
las Resoluciones Nos 2 y 15, de fechas 18 de abril y 23 de agosto de
2006, emitidas en el Exp. Nº 5282-05, quedando subsistente la
Resolución Nº 12, de fecha 19 de setiembre de 2005.

2. Ordenar al juez de ejecución que actúe en forma inmediata y en sus


propios términos la sentencia emitida en el Exp. Nº 00839-2004-
AA/TC; en consecuencia, que reponga al demandante como trabajador
a plazo indeterminado, que declare la nulidad de cualquier acto
contrario a la sentencia mencionada y que en caso de resistencia
aplique las medidas coercitivas previstas en los artículos 22 y 59 del
CPConst.

3. De conformidad con el tercer párrafo del artículo VI del Título


Preliminar del CPConst., se precisa el contenido y efectos de la RTC
Nº 00168-2007-Q/TC, que son los siguientes:

a. El recurso de agravio constitucional interpuesto a favor de la


ejecución de una sentencia del Tribunal Constitucional será
denominado recurso de apelación por salto a favor de la ejecución
de una sentencia del Tribunal Constitucional.

b. El recurso de apelación por salto a favor de la ejecución de una


sentencia del Tribunal Constitucional se interpone contra la
resolución del juez de ejecución que declara actuado, ejecutado o
cumplido el mandato de una sentencia del Tribunal
Constitucional, o que declara fundada la contradicción u
observación propuesta por el obligado. Contra la resolución que
deniega el recurso de apelación por salto cabe el recurso de queja
previsto en el artículo 401 del Código Procesal Civil.

La resolución del recurso de apelación por salto a favor de la ejecución


de una sentencia del Tribunal Constitucional o del recurso de queja por
denegatoria del recurso referido se realizará sin trámite alguno.

c. El recurso de apelación por salto a favor de la ejecución de una


sentencia del Tribunal Constitucional no procede cuando: a) el
cumplimiento de la sentencia conlleve un debate sobre la
cuantificación del monto de la pensión de cesantía o jubilación, o
de los devengados, o de los reintegros, o de los intereses, o de las
costas o de los costos; b) el mandato de la sentencia
constitucional cuya ejecución se pretende establecer en forma
clara y expresa que es de cumplimiento progresivo; y c) cuando el
propio recurrente decide que la correcta ejecución del mandato de
la sentencia constitucional se controle a través del amparo contra
amparo.

En estos casos, el proceso de ejecución de la sentencia constitucional


sigue su trámite en las dos instancias del Poder Judicial y contra la
resolución denegatoria de segundo grado procede el recurso de agravio
constitucional interpuesto a favor de la ejecución de una sentencia del
Tribunal Constitucional previsto en la RTC Nº 00168-2007-Q/TC,
salvo en el supuesto b), supra.
4. Disponer que todas las Salas Superiores del Poder Judicial remitan los
expedientes que estén conociendo por apelación y que tengan por
finalidad verificar el estricto cumplimiento de las sentencias del
Tribunal Constitucional.

5. Notificar la presente sentencia, a través de la Secretaría General de


este Tribunal, a las Presidencias de las Cortes Superiores de Justicia
del Poder Judicial, a efectos de que la pongan en conocimiento de los
órganos judiciales que conforman sus respectivos distritos judiciales.

Publíquese y notifíquese.

SS.

MESÍA RAMÍREZ, BEAUMONT CALLIRGOS, VERGARA


GOTELLI, CALLE HAYEN, ETO CRUZ, ÁLVAREZ MIRANDA,
URVIOLA HANI
VI.

EL RECURSO DE AGRAVIO CONSTITUCIONAL A


FAVOR DEL ORDENAMIENTO
CONSTITUCIONAL

El recurso de agravio constitucional a favor de la lucha contra el tráfico


ilícito de drogas y/o lavado de activos

Exp. N° 02748-2010-PHC/TC
EXP. N° 02748-2010-PHC/TC
LIMA
ALEXANDER MOSQUERA
IZQUIERDO

SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

En Lima, a los 11 días del mes de agosto de 2010, el Tribunal


Constitucional en sesión de Pleno Jurisdiccional, con la asistencia de los
magistrados Mesía Ramírez, Presidente; Beaumont Callirgos,
Vicepresidente; Vergara Gotelli, Calle Hayen, Eto Cruz, Álvarez Miranda y
Urviola Hani, pronuncia la siguiente sentencia.

ASUNTO

Recurso de agravio constitucional interpuesto por


don Macjhoner Lezama Gutarra, a favor de don Alexander Mosquera
Izquierdo, contra la sentencia expedida por la Segunda Sala Penal para
Procesos con Reos en Cárcel de la Corte Superior de Justicia de Lima, de
fojas 95, su fecha 2 de junio de 2010, que confirmando la apelada,
declaró infundada la demanda de autos.

ANTECEDENTES
Con fecha 3 de mayo de 2010, don Alexander Mosquera Izquierdo
interpone demanda de hábeas corpus contra el juez del Quincuagésimo
Segundo Juzgado Penal de Lima, don Omar Abraham Ahomed Chávez, a
fin que se ordene su inmediata libertad, por considerar que se ha vulnerado
su derecho a la libertad individual más concretamente, el derecho a que la
prisión preventiva no exceda el plazo legal.

Refiere el actor que a la fecha ha cumplido 18 meses de prisión


preventiva en el proceso penal que se le sigue por la presunta comisión del
delito de tráfico ilícito de drogas (Exp. N° 51019-2008), habiendo
cumplido el plazo legal que señala el artículo 137, primer párrafo, del
Código Procesal Penal de 1991; no obstante ello, señala que el juez
emplazado no ha ordenado su inmediata libertad, lo cual, vulnera el derecho
invocado.

El Trigésimo Juzgado Penal de Lima, con fecha 12 de mayo de 2010,


declaró infundada la demanda, por considerar que no se ha vulnerado el
derecho invocado, toda vez que tratándose de delitos de tráfico ilícito de
drogas el plazo inicial se duplica de manera automática (36 meses),
encontrándose dentro de dicho plazo.

La Segunda Sala Penal para Procesos con Reos en Cárcel de la Corte


Superior de Justicia de Lima, con fecha 2 de junio de 2010, confirmó la
apelada por similares fundamentos.

FUNDAMENTOS

Delimitación del petitorio

1. El objeto de la demanda es que se disponga la inmediata excarcelación


del actor, toda vez que, según refiere, viene cumpliendo mandato de
prisión preventiva, por un plazo superior a los 18 meses, sin que exista
sentencia condenatoria en primera instancia (plazo que para los
procesos penales ordinarios establece el artículo 137, primer párrafo,
del Código Procesal Penal), lo cual, vulnera su derecho a la libertad
personal, más concretamente, el derecho a que la prisión preventiva no
exceda el plazo legal.

Cuestión previa

2. Previo a evaluar la pretensión que se postula en la demanda de autos,


este Tribunal, consciente de la problemática del país y de la política de
interés nacional de lucha contra el tráfico ilícito de drogas y la
criminalidad organizada, considera pertinente, en el presente caso,
efectuar algunas precisiones sobre el control constitucional de la
duración de la investigación preliminar en este tipo de delitos a cargo
del Ministerio Público.

El control constitucional de las actuaciones del Ministerio Público

3. El artículo 159 de la Constitución ha asignado al Ministerio Público


una serie de funciones constitucionales, entre las que destacan la
facultad de conducir o dirigir desde su inicio la investigación de
delito, así como la de ejercitar la acción penal ya sea de oficio o a
pedido de parte. Si bien se trata de facultades discrecionales que, de
modo expreso, el poder constituyente le ha reconocido al Ministerio
Público, sin embargo, no pueden ser ejercidas, de manera irrazonable,
con desconocimiento de los principios y valores constitucionales, ni
tampoco al margen del respeto de los derechos fundamentales, antes
bien, en tanto que el Ministerio Público es un órgano constitucional
constituido y por ende sometido a la Constitución, tales facultades
deben ser ejercidas en estricta observancia y pleno respeto de los
mismos.

4. En ese sentido, la posibilidad que la justicia constitucional realice un


control de las actuaciones del Ministerio Público tiene su sustento,
entre otros supuestos, en la garantía y el pleno respeto del derecho
fundamental al debido proceso y sus diversas manifestaciones. Y es
que, hoy por hoy, no existe duda que este derecho despliega también
su eficacia jurídica en el ámbito de la etapa prejurisdiccional de los
procesos penales; es decir, ahí en la fase del proceso penal en la que al
Ministerio Público le corresponde concretizar el mandato previsto en
el artículo ١٥٩ de la Constitución. Claro está, que las garantías
previstas en la referida disposición constitucional serán aplicables a la
investigación fiscal siempre que sean compatibles con su naturaleza y
fines de las actuaciones del Ministerio Público.

El derecho constitucional al plazo razonable de la investigación


preliminar

5. El derecho al plazo razonable de la investigación preliminar (policial o


fiscal) en tanto manifestación del derecho al debido proceso alude a un
lapso de tiempo suficiente para el esclarecimiento de los hechos objeto
de investigación y la emisión de la decisión respectiva. Si bien es
cierto que toda persona es susceptible de ser investigada, no lo es
menos que para que ello ocurra, debe existir la concurrencia de
una causa probable y la búsqueda de la comisión de un ilícito penal en
un plazo que sea razonable. De ahí que resulte irrazonable el hecho
que una persona esté sometida a un estado permanente de
investigación policial o fiscal. Sobre el particular, este Tribunal en la
sentencia del Exp. Nº 5228-2006-PHC/TC, Gleiser Katz, ha precisado
con carácter de doctrina jurisprudencial (artículo VI del Título
Preliminar del CPConst.) que para determinar la razonabilidad del
plazo de la investigación preliminar, se debe acudir cuando menos a
dos criterios: Uno subjetivo que está referido a la actuación del
investigado y a la actuación del fiscal, y otro objetivo que está referido
a la naturaleza de los hechos objeto de investigación.

6. Dentro del criterio subjetivo, en cuanto se refiere a la actuación del


investigado, es de señalar que la actitud obstruccionista de este puede
manifestarse en: 1) la no concurrencia, injustificada, a las citaciones
que le realice el fiscal a cargo de la investigación, 2) el ocultamiento o
negativa, injustificada, a entregar información que sea relevante para el
desarrollo de la investigación, 3) la recurrencia, de mala fe, a
determinados procesos constitucionales u ordinarios con el fin de
dilatar o paralizar la investigación prejurisdiccional, y 4) en general,
todas aquellas conductas que realice con el fin de desviar o evitar que
los actos de investigación conduzcan a la formalización de la denuncia
penal.

7. En cuanto a la actividad del fiscal, los criterios a considerar son la


capacidad de dirección de la investigación y la diligencia con la que
ejerce las facultades especiales que la Constitución le reconoce. Si bien
se parte de la presunción de constitucionalidad y legalidad de los actos
de investigación del Ministerio Público, esta es una
presunción iuris tantum, en la medida que ella puede ser desvirtuada.
Ahora bien, para la determinación de si en una
investigación prejurisdiccional hubo o no diligencia por parte del fiscal
a cargo de la investigación deberá considerarse, la realización o no de
aquellos actos que sean conducentes o idóneos para el esclarecimiento
de los hechos y la formalización de la denuncia respectiva u otra
decisión que corresponda.

8. Dentro del criterio objetivo, a juicio del Tribunal Constitucional, cabe


comprender la naturaleza de los hechos objeto de investigación; es
decir, la complejidad del objeto a investigar. Al respecto, es del caso
señalar que la complejidad puede venir determinada no solo por los
hechos mismos objeto de esclarecimiento, sino también por el número
de investigados más aún si se trata de organizaciones criminales
nacionales y/o internacionales, la particular dificultad de realizar
determinadas pericias o exámenes especiales que se requieran, así
como la complejidad de las actuaciones que se requieran para
investigar los tipos de delitos que se imputan al investigado, como por
ejemplo, los delitos de lesa humanidad, terrorismo, tráfico ilícito de
drogas, lavado de activos, etc. También debe considerarse el grado de
colaboración de las demás entidades estatales cuando así lo requiera el
Ministerio Público.

9. Sobre lo anterior, cabe precisar que, la razonabilidad del plazo de la


investigación preliminar no puede ser advertida por el simple
transcurso cronológico del tiempo, como si se tratase de una actividad
mecánica, sino que más bien se trata de una actividad compleja que
requiere del uso de un baremo de análisis especial que permita
verificar las específicas circunstancias presentes en cada investigación
(actuación del investigado, actuación del fiscal y la naturaleza de los
hechos objeto de la investigación). Asimismo, este Tribunal considera
que el plazo razonable de la investigación preliminar no tiene ni puede
tener en abstracto un único plazo para todos los casos, traducido en un
número fijo de días, semanas, meses o años, sino que tal razonabilidad,
inevitablemente debe ser establecida según las circunstancias concretas
de cada caso. En ese sentido, esta especial evaluación debe ser
realizada en principio por el propio Fiscal a cargo de la investigación
(de oficio o a pedido de parte), mediante una decisión debidamente
motivada o, por el juez constitucional cuando conozca de procesos
constitucionales en que se alegue la afectación de este derecho
constitucional.

10. Por otro lado, si bien el Nuevo Código Procesal Penal de 2004 aún no
está vigente en todo el país no cabe duda que este cuerpo legal
contiene diversos dispositivos que contribuyen al perfeccionamiento
del derecho procesal peruano que se erige como el programa procesal
penal de la Constitución, y que por tanto, pueden servir de parámetro
interpretativo para la solución de otros casos en que sean aplicables.
En ese sentido, en aras de optimizar la tutela del derecho al plazo
razonable de la investigación, este Tribunal considera que en las
investigaciones preliminares que se inicien bajo la vigencia y
aplicación de los alcances del Código de Procedimientos Penales y el
Código Procesal Penal de ١٩٩١, el Fiscal conforme a dichas normas,
debe fijar un plazo razonable de la investigación preliminar según las
características, complejidad y circunstancias de los hechos objeto de la
investigación, y de ser el caso, justificar las razones por las cuales
debería continuarse con la realización de la investigación.

11. No obstante ello, se advierte que el plazo de investigación preparatoria


previsto en el artículo 342.2 del Nuevo Código Procesal Penal de
2004, no se condice con la realidad social, ni con la capacidad de
actuación del Ministerio Público, pues es de conocimiento público que
existen investigaciones preliminares o preparatorias sobre tráfico
ilícito de drogas y/o lavado de activos que por la complejidad del
asunto exceden los ocho meses, que pueden ser prorrogados por igual
plazo.

Por esta razón, este Tribunal estima que el plazo previsto en el artículo
referido debe ser modificado con la finalidad de que no queden
impunes los delitos de tráfico ilícito de drogas y/o lavado de activos,
pues vencido el plazo (8 o 16 meses) se puede ordenar la conclusión de
la investigación preparatoria. De ahí que, se le exhorte al Congreso
de la República a que modifique el plazo del artículo mencionado
(investigación preparatoria en casos complejos) de acuerdo a la
capacidad de actuación del Ministerio Público, sin que ello suponga la
afectación del derecho al plazo razonable.

La tutela del derecho al plazo razonable de la investigación


preliminar

12. Llegado hasta aquí, este Tribunal considera que la tutela del derecho al
plazo razonable de la investigación preliminar no supone la exclusión
del demandante de la investigación, sino que actuando dentro del
marco constitucional y democrático del proceso penal en su fase
preliminar, lo que, corresponde es la reparación in natura por parte del
Ministerio Público que consiste en emitir en el plazo más breve posible
el pronunciamiento sobre el fondo del asunto que suponga la
conclusión de la investigación prejurisdiccional, bajo responsabilidad.
Ahora bien, como es obvio, dicho pronunciamiento atendiendo a las
facultades constitucionales y legales del Ministerio Público puede
materializarse sea en la formalización de la denuncia o, sea en el
archivo definitivo de la investigación, etc.

13. No obstante lo anterior, este Tribunal precisa que el plazo para el


pronunciamiento sobre el fondo del asunto, debe ser fijado por el juez
constitucional, en cada caso concreto, teniendo en cuenta el estado
actual de la investigación, la importancia de los bienes jurídicos
tutelados, la incidencia en los valores e instituciones básicas de todo
Estado Constitucional de Derecho y el cumplimiento de los deberes y
obligaciones constitucionales, así como procurando que dicho plazo no
sea un imposible para unos casos y/o un exceso para otros.

14. De otro lado, surge la interrogante sobre la consecuencia jurídica


aplicable en los casos en que ya se ha formalizado la denuncia penal.
Sobre el particular, este Tribunal considera que al encontrarse
ya judicializados los hechos materia de la persecución penal,
corresponde al juez de la causa, efectuar el respectivo examen
constitucional, a fin de verificar la violación o no del derecho al plazo
razonable de la investigación preliminar. En este orden de cosas, la
eventual determinación y/o verificación de la vulneración del derecho
no supone como es obvio, el archivo o la conclusión de la
investigación judicial, sino que el juez de la causa deberá poner en
conocimiento de esta circunstancia a las instancias correspondientes
para las responsabilidades a que hubiere lugar (Oficina de Control
de la Magistratura, Consejo Nacional de la Magistratura, Procuraduría
del Poder Judicial o del Ministerio Público, etc.).

15. Finalmente, cabe recordar que los delitos de tráfico ilícito de drogas y
lavado de activos, constituyen ilícitos de carácter pluriofensivo, en la
medida que ponen en estado de alarma y peligro a las bases sociales y
amenazan la propia existencia del Estado. Es por ello, que la
obligación constitucional del Estado peruano, prevista en el artículo 8
de la Constitución, de prevenir y sancionar este tipo de ilícitos “no
debe agotarse en la mera descripción típica de las conductas delictivas
en el Código Penal y en las leyes especiales, criminalizando el delito
de tráfico ilícito de drogas [y sus derivaciones], con penas severas
proporcionales a los bienes constitucionalmente protegidos que se
afligen, sino que además para llegar a tal cometido debe procurarse el
establecimiento de procedimientos de investigación eficientes, es decir,
que objetivamente demuestren resultados cada vez más eficaces; lo
contrario, significaría incurrir en una infracción constitucional por
parte de las autoridades competentes para ello” (Exp. Nº 04750-2007-
PHC/TC). En ese sentido, a fin de concretizar esta obligación
constitucional de prevenir y sancionar eficazmente el tráfico ilícito de
drogas y sus derivaciones, y estando a lo dispuesto por el artículo III
del Título Preliminar del CPConst., este Tribunal considera que en
los procesos constitucionales en que se haya dictado sentencia
estimatoria de segundo grado relacionados con el delito de tráfico
ilícito de drogas y/o lavado de activos, excepcionalmente, la
Procuraduría del Estado correspondiente se encuentra habilitada –
independientemente del plazo– para la interposición de un recurso de
agravio constitucional especial, el mismo que deberá ser concedido por
las instancias judiciales.

16. La presente postura jurisprudencial se sustenta no solamente en la


obligación constitucional impuesta por el artículo 8 de la Constitución,
sino también en las obligaciones internacionales asumidas por el
Estado. En tal sentido, resulta importante destacar que en virtud
de la Convención Única de 1961 sobre Estupefacientes, enmendada
por el Protocolo de 1972, el Estado asumió la obligación de considerar
como delito todas aquellas actividades vinculadas al cultivo,
producción y distribución de estupefacientes para usos no admitidos
por la Convención, enfatizando que a los infractores se les debe
castigar con penas privativas de la libertad.

De manera similar, en virtud del Convenio sobre Sustancias


Psicotrópicas de 1971, el Estado se comprometió a realizar acciones
preventivas y represivas contra el tráfico ilícito de sustancias
psicotrópicas contenidas en las listas anexas a dicho convenio.
Asimismo, por imperio de la Convención de las Naciones Unidas
contra el Tráfico Ilícito de Estupefacientes y Sustancias Psicotrópicas
de 1988, el Estado se obligó a tipificar como delitos la producción,
distribución y comercialización de la adormidera o amapola, la hoja de
coca, el cannabis y cualquier otro estupefaciente. Cabe resaltar que
esta última convención también atribuye carácter delictivo a la
organización, gestión o financiación de las actividades antes
mencionadas, así como a la conversión o transferencia de bienes con el
objeto de ocultar o encubrir su origen ilícito.

Por último, se encuentra la Convención Internacional para la represión


del financiamiento del terrorismo, que reconoce como delito la acción
de proveer o recolectar fondos con la intención de que se utilicen, o a
sabiendas de que serán utilizados, para cometer en otro Estado un acto
de terrorismo o cualquier otro acto destinado a causar la muerte o
lesiones corporales graves a un civil o a cualquier persona que no
participe en las hostilidades en una situación de conflicto armado y que
dispone la obligación de cada Estado parte de sancionar estos delitos
con penas adecuadas en las que se tenga en cuenta su carácter grave.

Como puede apreciarse, el tráfico ilícito de drogas es un flagelo social


que entraña un peligro para la vida digna y pacífica de la humanidad,
pues no solo afecta la salud física, psicológica y moral de las personas,
sino que también afecta a la sociedad y al Estado en su conjunto, ya
que incrementa los niveles de violencia y delincuencia, implantando
una cultura de miedo, inseguridad y zozobra; así como fomentando la
corrupción, el debilitamiento de las instituciones y generando
desaliento en la inversión privada. Por estas razones, este Tribunal
estima que es adecuado y racional habilitar excepcionalmente el
recurso de agravio constitucional contra sentencias estimatorias de
segundo grado, pues no puede permitirse ni avalarse que los delitos de
tráfico ilícito de drogas y/o lavado de activos queden impunes.

Análisis del caso materia de controversia constitucional

17. Sobre el plazo de la prisión preventiva, el artículo 137, primer párrafo,


del Código Procesal Penal de 1991 establece que su duración para los
procesos ordinarios es de 18 meses. A su vez, prescribe que
“Tratándose de procedimientos por delitos de tráfico ilícito de drogas,
terrorismo, espionaje y otros de naturaleza compleja seguidos contra
más de diez imputados, en agravio de igual número de personas, o del
Estado, el plazo límite de detención se duplicará”. Asimismo, este
Tribunal en la sentencia del Exp. N° 0330-2002-HC/TC, Ben Okoli y
otro ha precisado que vencido el plazo límite de detención sin haberse
dictado sentencia en primer grado, la dúplica procede
automáticamente, es decir, se extiende hasta 36 meses.

18. En el caso de autos, a fojas 55 obra la resolución de fecha 30 de abril


de 2010, que señala que dado que los inculpados vienen siendo
procesados por la presunta comisión del delito de tráfico ilícito de
drogas, el plazo máximo inicial de la prisión preventiva de 18 meses se
duplica de manera automática por el plazo máximo de 36 meses, el
mismo que a la fecha no ha vencido; por lo que este Tribunal
entiende que la detención judicial que cumple el actor, a la fecha, no
ha excedido plazo legal, pues, conforme al criterio jurisprudencial
precisado por este Tribunal para este tipo de delitos, la dúplica procede
de manera automática. En consecuencia, la demanda debe ser
desestimada al no haberse acreditado la vulneración del derecho a que
la prisión preventiva no exceda el plazo legal.

Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad


que le confiere la Constitución Política del Perú,

HA RESUELTO

1. Declarar INFUNDADA la demanda de hábeas corpus al no haberse


producido la violación del derecho a la libertad personal, más
concretamente, el derecho a que la prisión preventiva no exceda el
plazo legal.

2. Establecer que los fundamentos 5 a 10 y 12 a 15 de la presente


sentencia constituyen doctrina jurisprudencial, por lo que debe ser
observada, respetada y aplicada de manera inmediata por todos los
jueces de la República, conforme al artículo VI del Título Preliminar
del Código Procesal Constitucional.

3. Disponer que de conformidad con lo establecido en los artículo 8 de la


Constitución y III del Título Preliminar del Código Procesal
Constitucional, en los procesos constitucionales relacionados con el
delito de tráfico ilícito de drogas y/o lavado de activos en los que se
haya dictado sentencia estimatoria de segundo grado, la
Procuraduría del Estado correspondiente se encuentra
excepcionalmente habilitada –independientemente del plazo– para la
interposición del recurso de agravio constitucional, el mismo que debe
ser concedido por las instancias judiciales.

4. Exhortar al Congreso de la República para que modifique el plazo de


la investigación preparatoria previsto en el artículo 342.2 del Nuevo
Código Procesal Penal de 2004, conforme se señala en el fundamento
11, supra.

Publíquese y notifíquese.

SS.

MESÍA RAMÍREZ, BEAUMONT CALLIRGOS, VERGARA


GOTELLI, CALLE HAYEN, ETO CRUZ, ÁLVAREZ MIRANDA,
URVIOLA HANI
El recurso de agravio constitucional a favor de la lucha contra el tráfico
ilícito de drogas y/o lavado de activos

Exp. N° 01711-2014-PHC/TC
EXP. N° 01711-2014-PHC/TC
LIMA
VÍCTOR POLAY CAMPOS
Y OTROS

SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

En Lima, a los 8 días del mes de abril de 2014, el Pleno del Tribunal
Constitucional, integrado por los señores magistrados Urviola Hani, Vergara
Gotelli, Mesía Ramírez, Eto Cruz y Álvarez Miranda, pronuncia la
siguiente sentencia, con los votos singulares de los
magistrados Mesía Ramírez y Álvarez Miranda, y el fundamento de voto
del magistrado Eto Cruz, que se agregan.

ASUNTO

Recurso de agravio constitucional interpuesto por el Procurador


Público del Instituto Nacional Penitenciario contra la sentencia de la Quinta
Sala Penal para Procesos con Reos Libres de la Corte Superior de Justicia
de Lima, de fojas 458, su fecha 17 de enero del 2014, que declaró fundada
la demanda de autos.

ANTECEDENTES

Con fecha 20 de junio de 2013 los señores Víctor Polay Campos, Peter
Cárdenas Schulte, Óscar Ramírez Durand y Miguel Rincón Rincón,
internos del Centro de Reclusión de la Base Naval (CEREC) interponen
demanda de hábeas corpus y la dirigen contra el Presidente del Instituto
Nacional Penitenciario. Alegan que a los internos del CEREC se les sigue
aplicando el Decreto Ley Nº 25744 de forma discriminatoria e
inconstitucional y que el Decreto Supremo Nº 024-2001-JUS viene
prevaleciendo sobre la Constitución y el Código de Ejecución Penal.
También señalan que si bien el Código de Ejecución Penal prevé que el
tratamiento penitenciario se realiza sobre la base de un sistema progresivo,
ello no ha sido considerado por el Reglamento del CEREC. Alegan también
que no existe un Director del CEREC sino un Jefe con voz pero sin voto en
el Comité Técnico, cuando el Código de Ejecución Penal señala que en todo
establecimiento penal debe haber un director que ha de ser la máxima
autoridad y responsable de la seguridad y de la Administración, así como
del cumplimiento del Código de Ejecución Penal y su reglamento.

También cuestionan que las visitas familiares están restringidas solo a


los familiares directos hasta el segundo grado de consanguinidad, cuando el
Código de Ejecución Penal prevé en su régimen más restrictivo que los
internos tienen derecho de visitas de familiares hasta el cuarto grado. Alega
que ello atenta contra la protección de la Constitución a la familia y su
medio familiar. De otro lado, sostienen que se vulnera el derecho a la
educación por cuanto en el CEREC no hay condiciones para que los
internos estudien cursos a distancia, ni tampoco se ha aceptado que estudien
cursos de educación técnica.

Realizada la investigación sumaria, la juez a cargo del 25º Juzgado


Penal de Lima tomó las declaraciones indagatorias de los demandantes
quienes a fojas 11, 13, 16 y 20 ratifican los términos de la demanda. Por su
parte, el Presidente del Instituto Nacional Penitenciario, José Luis Pérez
Guadalupe, a fojas 33, señala que el Decreto Ley Nº 25744 –que los
demandantes alegan que se les viene aplicando– no se les aplica ni forma
parte del ordenamiento jurídico nacional por cuanto el Tribunal
Constitucional la expulsó del ordenamiento a través de la STC Nº 010-
2002-AI. Asimismo, refiere que de acuerdo al régimen excepcional que rige
en el CEREC, regulado por Decreto Supremo Nº 024-2001-JUS, no les
alcanza el tratamiento progresivo establecido para los regímenes cerrado
ordinario y cerrado especial. Finalmente, refiere que de acuerdo al artículo
14 del referido reglamento del CEREC “los internos podrán acceder a
actividades culturales y educativas, para lo cual contarán con material de
lectura en los servicios de la biblioteca y hemeroteca del CEREC (…)” por
lo que no se contempla la posibilidad de educación técnica a distancia que
invocan los accionantes.

Con fecha 23 de agosto de 2013, el 25º Juzgado Penal de Lima declara


infundada la demanda por considerar que no se verifica que los internos del
Centro de Reclusión de Máxima Seguridad de la Base Naval del Callao se
encuentren en una situación de discriminación en comparación con los
demás presos del país debido a que la normativa que rige la vida carcelaria
en un penal común es diferente a la prevista para el régimen del referido
centro de reclusión, donde están ubicados internos que han cometido delitos
con un mayor reproche penal. Además, señala que el centro penitenciario
no resulta violatorio de los derechos de los internos puesto que les permite a
estos que puedan desarrollarse y realizar actividades dentro del penal,
tienen visitas, se les entrega material de lectura y que si bien los internos
cuestionan la demora en la entrega de dicho material, ello se debe a que
deben ser revisados por cuanto se trata de un centro de reclusión de máxima
seguridad, en el que los internos están encarcelados por delito de terrorismo
lo que justifica esta clase de medidas.

Con fecha 17 de enero de 2014, la Quinta Sala Penal para Procesos


con Reos Libres de la Corte Superior de Justicia de Lima por unanimidad
resolvió revocar la sentencia recurrida, y reformándola la declaró fundada
por considerar que se habrían violado los derechos fundamentales de los
demandantes referidos a sus condiciones carcelarias. En este sentido, la sala
sostuvo que siendo el objeto de la pena la rehabilitación y reincorporación
del penado en la sociedad, resulta un contrasentido el imponer a los internos
limitaciones al sostenimiento de los vínculos familiares y amicales porque
al hacerlo le genera situaciones de estrés que lo deshumanizan y degradan.
Asimismo, respecto de la posibilidad de acceder a estudios superiores o de
formación técnica, se trata de derechos que no le pueden ser negados a
ningún preso. Señala también que el criterio adoptado por el Tribunal
Constitucional en la sentencia Nº 2700-2006-PHC/TC es errado, puesto que
la presunta participación de la Defensoría del Pueblo en el comité técnico
penitenciario no es tal, toda vez que desde el año 2004 dicha institución ha
dado por concluida su participación en el Comité Técnico de dicho
establecimiento penitenciario.

A su vez, dos de los tres magistrados decidieron ordenar al Instituto


Nacional Penitenciario reubicar a los demandantes en un establecimiento
penitenciario de máxima seguridad que a su vez les garantice el acceso a la
salud (física y mental) al trabajo, y a la educación, y que ello se debe dar en
el plazo máximo de treinta días. Por su parte, el juez superior
León Sagástegui era de la opinión de que lo que se debe ordenar es que el
Instituto Nacional Penitenciario en el plazo de treinta días, adopte las
medidas correctivas pertinentes.

El recurso de agravio constitucional interpuesto por el Procurador del


INPE, alega que se viola la seguridad jurídica por cuanto el fallo en
mención desconoce otros fallos ya emitidos por el Poder Judicial y
ratificados por el Tribunal Constitucional en los que se determinó que el
CEREC no es una prisión militar sino un penal civil, y que se declaró
improcedente el traslado del referido penal.

FUNDAMENTOS

I. Del recurso de agravio constitucional

1. A fojas 657, la Quinta Sala Penal para Procesos con Reos Libres de la
Corte Superior de Justicia de Lima concedió el recurso de agravio
constitucional interpuesto por el Procurador del Instituto Nacional
Penitenciario. La sala consideró que siendo el terrorismo un delito de
carácter pluriofensivo (que atenta contra la vida, la libertad y la
seguridad personal, que mantiene a la sociedad en un estado de alarma
o temor, amenazando las bases sociales y la propia existencia del
Estado) y asimismo, atendiendo a los deberes primordiales del Estado
de defender la soberanía nacional, proteger la vigencia de los derechos
humanos y a la población frente a las amenazas contra su seguridad
(artículo 44 de la Constitución), era preciso extender los alcances de la
doctrina jurisprudencial establecida por este Tribunal Constitucional a
través de las sentencias Nº 2748-2010-HC/TC y 2663-2009-HC/TC,
criterio, según el cual, de manera excepcional los procesos
constitucionales que el Poder Judicial haya declarado fundados en
segunda instancia y estén relacionados con el tráfico ilícito de drogas o
lavado de activos pueden ser objeto de control a través del recurso de
agravio constitucional.

2. Al respecto, este Tribunal debe recordar que, en efecto, a través de las


referidas sentencias, y de conformidad con el artículo VI del Título
Preliminar del Código Procesal Constitucional, se fijó una doctrina
jurisprudencial que habilita la procedencia del recurso de agravio
constitucional para la revisión de las sentencias recaídas en procesos
constitucionales relacionados con el tráfico ilícito de drogas y lavado
de activos que resulten estimatorias. Ello en virtud del deber estatal de
combatir el tráfico ilícito de drogas (artículo 8 de la Constitución) así
como las obligaciones internacionales asumidas por el Estado a través
de tratados internacionales como la Convención Única de 1961 sobre
Estupefacientes, Convenio sobre Sustancias Psicotrópicas de 1971 y
la Convención Internacional para la represión del financiamiento
del terrorismo (que reconoce como delito la acción de proveer o
recolectar fondos con la intención de que se utilicen, o a sabiendas de
que serán utilizados, para cometer en otro Estado un acto de
terrorismo). Cfr. Exp. Nº 2748-2010-HC/TC, fundamento 16.

3. En virtud de tales consideraciones, este Tribunal reconoció la


necesidad de proveer mecanismos procesales que permitan el control
de decisiones erradas que bajo el pretexto de proteger derechos
fundamentales terminen atentando contra otros bienes
constitucionales:

“Si corresponde al Tribunal Constitucional la protección del orden


constitucional, este debe estar provisto de las herramientas e
instrumentos procesales idóneos para tal efecto, para evitar que por
“defecto”, se terminen constitucionalizando situaciones que, aunque
aparecen revestidas de un manto de “constitucionalidad”, en la práctica
contienen un uso fraudulento de la Constitución o bajo el manto
protector de los derechos fundamentales, se pretenda convalidar la
vulneración de aquellos o una situación en la que se ha configurado un
abuso de derecho” (Exp. Nº 2663-2009-HC/TC, fundamento 6).

4. Dado este criterio jurisprudencial que permite controlar decisiones en


materia de tráfico ilícito de drogas y lavado de activos, con mayor
razón se justifica su adopción para el caso de los delitos de terrorismo,
que como ya lo ha señalado el Tribunal Constitucional, no solo crean
un peligro efectivo para la vida y la integridad de las personas, sino
también para la subsistencia del orden democrático constitucional
(Exp. Nº 0010-2002-AI). Ello ha llevado al Perú a suscribir una serie
de compromisos internacionales como la Convención Americana
contra el Terrorismo, la que en su preámbulo reconoce que:

“(...) el terrorismo constituye un grave fenómeno delictivo, que (…)


atenta contra la democracia, impide el goce de los derechos humanos y
las libertades fundamentales, amenaza la seguridad de los Estados,
desestabilizando y socavando las bases de toda la sociedad, y afecta
seriamente el desarrollo económico y social de los Estados de la
región”.

5. Adicionalmente, debe tenerse presente que si la adopción del Recurso


de Agravio Constitucional para casos vinculados al Tráfico Ilícito de
Drogas y lavado de activos se basó en instrumentos internacionales
tales como la Convención Internacional para la represión del
financiamiento del terrorismo, resulta a todas luces atendible que
habiéndose ampliado el RAC para el delito fuente, deberá también
ampliarse para el delito fin que constituye el terrorismo.

6. Finalmente, cabe señalar que los casos que el Tribunal Constitucional


ha tenido la oportunidad de revisar en aplicación de esta doctrina
jurisprudencial le han permitido anular resoluciones del Poder Judicial
que de manera irregular ordenaban el archivamiento de investigaciones
fiscales (Exps. Nºs 03245-2010-PHC/TC, y 03987-2010-PHC/TC) o
que dejan sin efecto un auto de apertura de instrucción (Exp. Nº 0569-
2011-PHC/TC) o mandatos de detención (Exp. Nº 2488-2011-
PHC/TC) indebidamente concedidos, todos ellos con la finalidad de
evitar la impunidad y menoscabar la obligación constitucional de
luchar contra el tráfico ilícito de drogas (artículo ٨ de la Constitución).
Algo similar sucede en el presente caso puesto que si bien los
demandantes ya se encuentran condenados y la decisión materia de
Recurso de Agravio Constitucional no anula sus condenas, es también
importante a la luz del deber estatal de proteger a la población de las
amenazas contra su seguridad (artículo ٤٤ de la Constitución), ejercer
un control de las condiciones carcelarias de los internos en materia de
terrorismo no solo para cautelar sus derechos fundamentales sino
también para evitar que los internos puedan continuar con la actividad
ilícita al interior de la prisión así como evitar eventuales fugas.

7. Por lo expuesto, este Colegiado, atendiendo a la importancia para el


mantenimiento del régimen constitucional y democrático que implica
el combate contra el terrorismo, considera necesario complementar la
regla jurisprudencial establecida a través de las sentencias Nºs 2663-
2009-HC/TC y 2748-2010-HC/TC, y en tal sentido entender que, más
allá de los supuestos establecidos en el artículo 202 de la Constitución,
este Tribunal es competente para revisar, vía Recurso de Agravio
Constitucional, las sentencias estimatorias expedidas en procesos
constitucionales relativos al delito de terrorismo que en segunda
instancia hayan declarado fundada la demanda.

II. Delimitación del petitorio

8. La presente demanda fue interpuesta con la finalidad de cuestionar las


condiciones de reclusión a que están sujetos los demandantes, quienes
son internos del Centro de Reclusión de Máxima Seguridad de la Base
Naval del Callao (CEREC). Al respecto cuestionan 1) que no se les
viene aplicando un sistema progresivo 2) La restricción en cuanto a
las visitas que reciben, que consideran excesiva y 3) que no tienen
acceso a la educación.

III. Cuestiones previas

9. Antes de entrar a resolver el fondo del asunto, este Tribunal considera


necesario reiterar que el objeto de la Justicia Constitucional es el de
hacer prevalecer la supremacía constitucional y los derechos
fundamentales. Es por ello que este Tribunal Constitucional es
competente únicamente para resolver asuntos de relevancia
constitucional, y no resultan procedentes en esta vía las discusiones
sobre la presunta contravención de normas legales sin referencia a
disposiciones de orden constitucional.

10. En este sentido, si bien es materia del habeas corpus correctivo el “(…)
derecho del detenido o recluso a no ser objeto de un tratamiento
carente de razonabilidad y proporcionalidad, respecto de la forma y
condiciones en que cumple el mandato de detención o la pena”
(artículo 25,17 del CPConst), ello no faculta a cuestionar ante la
justicia constitucional toda controversia sobre la aplicación de normas
legales o reglamentarias en el régimen penitenciario, sino solo aquellas
que tengan relevancia constitucional.

11. Así, respecto del extremo en el que el demandante alega que no existe
un director en el Penal, y que ello contraviene lo previsto en el Código
de Ejecución Penal, este Tribunal entiende que se trata de una
alegación desprovista de todo viso constitucional, únicamente basada
en el alegado incumplimiento de la norma legal, por lo que carece de
contenido constitucional y debe serle de aplicación el artículo 5 inciso
1 del Código Procesal Constitucional.

12. De otro lado, en uno de los extremos de la demanda se señala que las
Fuerzas Armadas no tienen competencias constitucionales para hacerse
cargo de la Administración Penitenciaria. Ello nos lleva a citar lo ya
resuelto por el Tribunal Constitucional en la STC Nº 2700-2006-
HC/TC (fundamento 6), precisando que si bien es cierto que la
custodia de los procesados y sentenciados que están en el CEREC está
a cargo de efectivos de la Marina de Guerra del Perú, ello no convierte
necesariamente a dicho establecimiento penitenciario en uno de
carácter militar, por cuanto según el artículo 41 del Reglamento de
dicho centro penitenciario (Decreto Supremo Nº 024-2001-JUS), es el
comité técnico, presidido por el titular del INPE, el que asume la
responsabilidad de supervisar el cumplimiento del Reglamento del
CEREC.

13. Llama la atención lo afirmado por la sala que resolvió el presente


hábeas corpus en segunda instancia, que consideró que el Tribunal
Constitucional había errado en considerar al CEREC como un penal de
carácter civil en virtud de que se señalaba que la Defensoría del Pueblo
participaba de dicho Comité Técnico cuando ello no es así desde el
año 2004. Al respecto, este Tribunal ratifica su criterio jurisprudencial
y señala que según lo afirmado en el referido fundamento 6 de la STC
Nº 2700-2006-PHC/TC, lo que hace al CEREC un Establecimiento
Penal Común –no militar– es que está a cargo de un Comité Técnico
(liderado por el Presidente del INPE) y no de la Marina de Guerra del
Perú. La mención a los integrantes es a titulo ejemplificativo, y si bien
en cuanto a la conformación actual del Comité Técnico (modificación
del artículo 41 del Reglamento del CEREC operada mediante Decreto
Supremo Nº 010-2012-JUS) el referido Comité ya no es conformado
por un representante de la Defensoría del Pueblo, ello no varía el
sentido de lo decidido por el Tribunal Constitucional, puesto que el
referido centro penitenciario está bajo la supervisión de un Comité
presidido por el Jefe del INPE (y no la Marina de Guerra del Perú).

14. Por consiguiente, este extremo de la demanda en el que se alega la


falta de competencia de las Fuerzas Armadas para llevar a cabo la
Administración Penitenciaria resulta improcedente por haber
adquirido la calidad de cosa juzgada de conformidad con el artículo 6
del Código Procesal Constitucional.

15. Finalmente, en cuanto a lo señalado en el sentido de que se le viene


aplicando el Decreto Ley Nº 25744 y que el D.S. Nº 024-2001-JUS
viene siendo aplicado por encima de la Constitución y el Código de
Ejecución Penal, es preciso apuntar que conforme al artículo 27 del
Código Procesal Constitucional es deber del demandante en el proceso
de hábeas corpus el suministrar una sucinta relación de los hechos. Es
así que no pueden ser atendidas, a través del proceso de hábeas
corpus, alegaciones tales como que se está aplicando determinada ley
sin mención específica a los hechos violatorios. No obstante, este
Tribunal entiende que en el presente caso la invocación de una
pretendida aplicación de los referidos decreto ley y reglamento ha sido
utilizada como argumento para reforzar las alegaciones sobre
concretos cuestionamientos al régimen penitenciario, las mismas que
serán materia de pronunciamiento por parte de este Tribunal.

IV. La progresividad en el tratamiento penitenciario

Argumentos de los demandantes

16. Los demandantes afirman que en el CEREC no se les viene aplicando


un régimen penitenciario progresivo, por lo que tienen el mismo
régimen desde hace doce años. Ello según afirman contraviene el
Código de Ejecución Penal.

Argumentos de los Demandados

17. El presidente del Instituto Nacional Penitenciario en su declaración


vertida en el marco de la investigación sumaria ha señalado que el
régimen penitenciario aplicable a los internos del CEREC es el
previsto en el Decreto Supremo Nº 024-2001-JUS, el cual no
contempla un sistema progresivo.

Consideraciones del Tribunal Constitucional


18. Como se señaló anteriormente, siendo el objeto de los procesos
constitucionales el efectuar un control de constitucionalidad, no
constituye un argumento suficiente para sustentar una demanda en el
marco de un proceso constitucional el señalar que el pretendido acto
lesivo se ha dado en contravención de una norma legal. En este
sentido, no resulta relevante la alegación consistente en que el Código
de Ejecución Penal prevé que el régimen penitenciario debe ser
progresivo. Tampoco, desde luego, son de recibo las réplicas
consistentes en que sobre la base de la aplicación de la norma
reglamentaria vigente la alegación no tiene asidero. Antes bien, de lo
que se trata es de determinar si la alegación cuenta con sustento
constitucional.

19. La instauración de un sistema progresivo, a través de los estímulos y


apremios que implican el progresar o regresionar en el tratamiento
según la conducta mostrada por el interno, sin duda coadyuva a
cumplir el mandato resocializador previsto en el artículo ١٣٩,٢٢ de la
Constitución. No obstante cabe señalar que el hecho de que coadyuve
a lograr dicho fin previsto en la norma constitucional, no conlleva que
la instauración de este tipo de sistema constituya una consecuencia
necesaria e ineludible del mandato resocializador.

20. De modo análogo, para referirse a los beneficios penitenciarios, este


Tribunal Constitucional ha tenido la oportunidad de señalar que el
artículo 139, inciso 22 de la Constitución es claramente una norma de
fin, esto es, que impone a los poderes públicos, y principalmente al
legislador, la creación de un régimen orientado al cumplimiento de una
finalidad, sin especificar cuáles son las acciones concretas que deben
ejecutarse para su consecución. Ello significa que existe la obligación
constitucional de proveer los medios para cumplir dicho fin, pero la
Constitución no impone los medios que se deberán adoptar para
lograrlo (Cfr. Exp. Nº 012-2010-PI, fundamentos 69-70).

21. Es en este sentido que este Tribunal ha señalado que si bien los
beneficios penitenciarios son medidas que el legislador o la autoridad
administrativa adopta en procura de alcanzar la readaptación social del
penado, no es posible exigir al legislador la previsión de un concreto
tipo de beneficios. Es decir, no existe un derecho fundamental a un
concreto tipo de beneficios penitenciarios (Cfr. Exp. Nº 012-2010-
PI/TC fundamento 72).

22. Lo mismo sucede con el sistema progresivo, que constituye un


mecanismo que el legislador ha considerado conveniente, dentro de lo
constitucionalmente posible, para lograr la finalidad adoptada, pero en
modo alguno se trata de la única forma de ejecución de un mandato
constitucional, por lo que el no haberlo previsto para el régimen
excepcional del Centro de Reclusión de la Base Naval no genera un
vicio de inconstitucionalidad, por lo que este extremo de la demanda
debe ser desestimado.

V. Visitas en el penal

Argumentos de los demandantes

23. Alegan que el régimen implantado en el CEREC es sumamente


restrictivo puesto que solo puede recibir la visita de familiares de hasta
el segundo grado de consanguinidad.

Argumentos de la parte demandada

24. El Procurador del INPE señaló que conforme lo prevé el reglamento


del CEREC, los internos no solo tienen acceso a las visitas familiares
hasta el segundo grado de consanguinidad sino de otras personas lo
que se denomina “visita especial”.

Argumentos del Tribunal Constitucional

25. Este Tribunal ha señalado a través de su jurisprudencia que el afectar


desproporcionadamente el derecho a la visita familiar de los reclusos
podría atentar contra la finalidad resocializadora y reeducadora de la
pena, enunciada en el artículo 139, inciso 22), de la Norma
Fundamental (Exp. Nº 1429-2002-HC, fundamento 11).

26. Ello desde luego no implica que no se puedan llevar a cabo


restricciones a las visitas, las mismas que pueden justificarse en
razones de seguridad penitenciaria o prevención de comisión de
nuevos delitos.

27. Así por ejemplo este Tribunal en anterior ocasión, ha desestimado el


hábeas corpus que fuera interpuesto por uno de los demandantes
(Víctor Polay) en el que se cuestionaba la colocación de locutorios en
el CEREC (Exp. Nº 774-2005-PHC/TC). Al respecto, dicha restricción
del derecho a las visitas fue en su momento validada por este Tribunal
Constitucional (Cfr Exp. Nº 774-2005-HC).

28. En el presente caso, los demandantes alegan que el régimen


penitenciario que se les viene aplicando resulta excesivamente
restrictivo puesto que solo se permite recibir visitas de hasta el
segundo grado de consanguinidad. Al respecto, cabe señalar que si
bien el artículo 16 del Reglamento del CEREC establece que en las
fechas de visita familiar pueden acudir hasta tres parientes de hasta el
segundo grado de consanguinidad por cada interno, ello no representa
todo el universo de visitas a que tienen derecho los internos, puesto
que los artículos 22 y 23 del mismo reglamento posibilita la visita de
otras personas que no sea familiares, lo que se denomina “visita
especial”.

29. Conforme a lo expuesto, se advierte que el régimen de visitas que se


viene aplicando a los internos del CEREC no anula este derecho,
puesto que sí permite la visita de familiares y amigos, siempre que, en
caso de no tratarse de parientes de hasta el segundo grado de
consanguinidad, ello sea aprobado por las autoridades penitenciarias.

30. Esta restricción para los que no son parientes cercanos resulta
plenamente justificada en virtud del carácter de cabecilla que tienen
los internos del referido penal, y en la necesidad de evitar que puedan,
desde el centro de reclusión, emitir directivas.

31. A su vez, es necesario reiterar lo ya considerado en la STC Nº 774-


2005-PHC/TC, relativa a las restricciones del derecho a las visitas de
procesados por terrorismo que:

“(…)se ha visto que en muchas oportunidades han sido los familiares y


las amistades de las personas privadas de libertad las que han
colaborado con estas para la consecución de acciones delictivas
estando en las cárceles o para una posible fuga. Con relación de la
CEREC, la peligrosidad de los internos amerita una intervención de
mayor cuidado que con otras personas que se hallan en la misma
situación, dada su actuación como líderes de organizaciones terroristas
como Sendero Luminoso o el Movimiento Revolucionario Túpac
Amaru, entre otras” (774-2005-HC fundamento 17).

32. Conforme a lo expuesto, este Tribunal Constitucional entiende que el


régimen vigente en el Centro de Reclusión ubicado en la Base Naval
relativo a las visitas no constituye una restricción ilegítima ni
irrazonable del derecho a las visitas, por lo que este extremo de la
demanda debe ser desestimado.

VI. La educación en el ámbito penitenciario

Argumentos de los demandantes:

33. Señalan que dentro del CEREC no se les permite acceder a ninguna
clase de educación técnica.

Argumentos de los demandados:

34. Según la declaración del Jefe del INPE, vertida en el marco de la


investigación sumaria, el reglamento del INPE solo contempla el uso
de la biblioteca, por lo que no le es aplicable la educación técnica que
reclaman.
Argumentos del Tribunal Constitucional

35. Respecto del derecho a la educación en el marco del tratamiento


penitenciario, cabe señalar, en primer lugar, que las personas privadas
de libertad solo se ven restringidas en aquellos derechos que así se
declare en la sentencia, es decir, los relativos a la libertad personal,
además de aquellos que se sean restringidos por disposiciones
expresas, como por ejemplo los derechos políticos por mandato del
artículo 33 de la Constitución. Siendo así, no puede concebirse que la
pena privativa de libertad constituya un espacio en el que el derecho a
la educación se vea per se suprimido.

36. Debe tenerse presente, al respecto, que las “Reglas Mínimas para el
tratamiento de los reclusos” de la ONU recomiendan que “(…) se
deberá recurrir, en particular, a la asistencia religiosa, en los países
en que esto sea posible, a la instrucción, a la orientación y la
formación profesionales, a los métodos de asistencia social
individual, al asesoramiento relativo al empleo, al desarrollo físico y a
la educación del carácter moral, en conformidad con las necesidades
individuales de cada recluso”.

37. Asimismo, este Tribunal Constitucional ha señalado que durante el


tiempo que las personas condenadas tengan que estar recluidas en un
establecimiento penitenciario para cumplir la sanción penal que se les
ha impuesto tienen derecho a que se les imparta educación, puedan
realizar actividades que supongan su desempeño laboral y a ejercer
actividades recreativas e incluso culturales. (Cfr. Exp. Nº 05954-2007-
PHC/TC, fundamento 8.ii).

38. Ello incluso ha sido recogido por el Código de Ejecución Penal que en
su artículo 69 prevé que:

“En cada Establecimiento Penitenciario se promueve la educación del


interno para su formación profesional o capacitación ocupacional. Los
programas que se ejecutan están sujetos a la legislación vigente en
materia de educación”.

39. Conforme a lo expuesto, este extremo de la demanda resulta una


pretensión legítima que no ha sido respondida por la entidad
emplazada de manera satisfactoria. En efecto, si bien en la vista de
causa el Procurador en materia de terrorismo que participó en calidad
de litsiconsorte señaló que le habían dicho que uno de los demandantes
se encuentra actualmente haciendo estudios universitarios a distancia,
dicha afirmación no se condice con lo señalado por el Presidente del
INPE en el marco de la investigación sumaria en el sentido de que
conforme al Reglamento del Centro de Reclusión de la Base naval no
corresponde que se implemente ningún programa formativo. En efecto
el Reglamento del CEREC no contempla ningún programa formativo,
lo que resulta contrario al derecho a la educación, por lo que este
extremo de la demanda debe ser declarado fundado.

40. No obstante la estimatoria de este extremo, el Tribunal es consciente


de las competencias de la Administración Penitenciaria y del Poder
Ejecutivo. En este sentido, siendo el caso que las condiciones
carcelarias del CEREC resultan violatorias del derecho a la educación,
debe ordenarse al Poder Ejecutivo para que, en el marco de sus
competencias, modifique el Reglamento del referido establecimiento
penal (Decreto Supremo Nº 024-2001-JUS) de manera que se permita,
de un modo acorde con las condiciones de máxima seguridad que
permita estudiar a los internos al interior del establecimiento penal.

VII. Efectos de la sentencia

41. En cuanto a la estimatoria del extremo de la demanda relativo a la


violación del derecho a la educación de los internos, este Tribunal debe
resaltar que solo se ordena al Poder Ejecutivo que, en el marco de sus
competencias, modifique el reglamento del Centro de Reclusión de la
Base Naval (Decreto Supremo Nº 024-2001-JUS) para que se
contemple la posibilidad de que los internos puedan estudiar al interior
del Penal en el que se encuentran purgando condena, lo que no implica
en modo alguno el traslado de los internos a otro penal.

Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad


que le confiere la Constitución Política del Perú

HA RESUELTO

1. Declarar FUNDADO en parte el recurso de agravio constitucional


interpuesto por el procurador del Instituto Nacional Penitenciario y en
consecuencia:

a. Declarar IMPROCEDENTE la demanda en los extremos que


cuestiona la pretendida contravención al Código de Ejecución
Penal por no existir un director del Penal; así como el extremo en
el que se alega que el CEREC indebidamente le otorga la
administración del centro penitenciario a las Fuerzas Armadas sin
que tengan competencia para ello.

b. Declarar INFUNDADA la demanda en los extremos referidos al


régimen de visitas y progresividad en el tratamiento penitenciario.

c. Declarar FUNDADA la demanda en el extremo referido a la


educación y en tal sentido ordenar al Poder Ejecutivo para que
modifique el Reglamento del Centro de Reclusión de Máxima
Seguridad de la Base Naval CEREC (Decreto Supremo Nº
٢٠٠١-٠٢٤-JUS) a fin de que se permita estudiar a los internos
dentro del referido establecimiento penal.

2. Declarar, conforme a lo señalado en el fundamento Nº ٤١ de la


presente sentencia, que la estimatoria parcial de la misma no implica
en modo alguno el traslado de los internos a otro centro penitenciario.

3. Establecer como doctrina jurisprudencial conforme al artículo VI del


Título Preliminar del Código Procesal Constitucional, en los procesos
constitucionales relacionados con el delito de terrorismo en los que se
haya dictado sentencia estimatoria de segundo grado, la Procuraduría
del Estado correspondiente se encuentra excepcionalmente habilitada
para la interposición del recurso de agravio constitucional, el mismo
que debe ser concedido por las instancias judiciales, conforme a lo
señalado en el fundamento Nº 7 de la presente sentencia.

Publíquese y notifíquese.

SS.

URVIOLA HANI, VERGARA GOTELLI, ETO CRUZ


Precisiones sobre la procedencia del recurso de agravio constitucional
en tres supuestos: tráfico ilícito de drogas, lavado de activos y
terrorismo

Exp. N° 05811-2015-PHC/TC
EXP. Nº 05811-2015-PHC/TC
LIMA
NADINE HEREDIA ALARCÓN

SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

En Lima, a los 20 días del mes de octubre de 2015, el Pleno del


Tribunal Constitucional, integrado por los magistrados Urviola Hani,
Presidente; Blume Fortini, Ramos Núñez, Sardón de Taboada, Ledesma
Narváez y Espinosa-Saldaña Barrera, pronuncia la siguiente sentencia, con
los fundamentos de voto de los magistrados Ramos Núñez, Sardón de
Taboada, Ledesma Narváez y Espinosa-Saldaña Barrera, que se agregan.

ASUNTO

Recursos de agravio constitucional interpuestos por el procurador


público a cargo de la defensa jurídica del Ministerio Público y el Fiscal
Provincial de la Primera Fiscalía Supraprovincial Corporativa Especializada
en delito de lavado de activos y pérdida de dominio, contra la sentencia de
fojas 1407, de fecha 14 de agosto de 2015, emitida por la Sexta Sala Penal
para procesos con reos libres de la Corte Superior de Justicia de Lima, que
declaró fundada la demanda de hábeas corpus de autos.

ANTECEDENTES

Con fecha 16 de febrero de 2015, doña Nadine Heredia Alarcón


interpuso demanda de hábeas corpus contra el Fiscal Titular de la Primera
Fiscalía Supraprovincial Corporativa especializada en delitos de lavado de
activos y pérdida de dominio del Ministerio Público, solicitando que se
declare nula y sin efecto legal la Resolución Nº 1 del 29 de enero de ese
año, emitida en la carpeta de investigación fiscal 480-2014, y como
consecuencia de ello, se disponga la nulidad de todo tipo de resolución
fiscal o judicial emitida en la carpeta de investigación fiscal 480-2014, y el
archivamiento de dicha investigación preliminar.

Se alega que a través de la resolución cuestionada, el Ministerio


Público reabre, en su opinión, de manera irracional y arbitraria una nueva
investigación penal en su contra por la presunta comisión del delito de
lavado de activos, sobre hechos que ya han sido materia de investigación en
la carpeta fiscal 122-2009, por la Segunda Fiscalía Provincial Especializada
en Criminalidad Organizada, razón por la cual solicita se tutele su derecho a
la tutela procesal efectiva. Sostiene que el contenido principal de la
presunción de inocencia comprende la interdicción constitucional de la
sospecha permanente. De ahí que resulte irrazonable que una persona se
halle en un estado permanente de investigación fiscal o judicial. Sin
embargo, refiere que si bien es cierto que toda persona es susceptible de ser
investigada, ello debe ser en concurrencia con la existencia de una causa
probable y la búsqueda razonable de la comisión de un ilícito penal.

De otro lado, asegura que se ha vulnerado el principio del ne bis in


ídem y el derecho a la cosa decidida en sede fiscal, pues considera que las
resoluciones que declaran no ha lugar a formalizar denuncia penal
adquieren un estatus inamovible o cosa decidida, quedando abierta la
posibilidad de reabrir la investigación solo si se presentan dos supuestos
que se sustentan en el principio de seguridad jurídica: a) cuando existan
nuevos elementos probatorios no conocidos con anterioridad por el
Ministerio Público, o, b) cuando la investigación ha sido deficientemente
realizada.

Agrega la demandante que a través de la carpeta fiscal 122-2009, el


Ministerio Público la investigó a profundidad por los mismos hechos por
los que hoy, nuevamente, se pretende investigarla a través de la carpeta
fiscal 480-2014, pese a que en la primera investigación, luego de once
meses y de la realización de todas las diligencias necesarias para el
esclarecimiento del delito investigado, se dispuso su archivamiento por
parte del Fiscal Superior competente, más aún cuando, en dicha
oportunidad, la procuraduría pública no solicitó ningún tipo de acto de
investigación u ofrecimiento de pruebas adicionales. Asimismo, refiere que
en la carpeta fiscal 122-2009, sí se llegó a analizar el delito de lavado de
activos, procediéndose a desestimar su existencia como tal. Y que en la
carpeta fiscal 480-2014, no se evidencia la existencia de un hecho nuevo
que amerite una nueva investigación penal.

El procurador público a cargo de la Defensa Jurídica del Ministerio


Público contestó la demanda y solicitó que sea declarada improcedente, por
estimar que la pretensión demandada carece de contenido
constitucionalmente protegido, y que no existe ni afectación ni amenaza al
derecho a la libertad individual en la medida en que los actuados aún se
encuentran en sede fiscal. Asimismo, sostiene que la demandante pretende
evitar que se le investigue por la presunta comisión del delito de lavado de
activos. Refiere que no existe inminencia de lesión de su derecho a la
libertad individual, ni certeza del acto vulnerador de su derecho invocado,
pues la demandante solo presume que el fiscal demandado, al instaurar
investigación preliminar en su contra, la va a encontrar responsable de la
comisión del delito de lavado de activos, sacando conclusiones por
adelantado sin que hayan culminado las investigaciones al respecto.

Señala que la investigación preliminar en la carpeta fiscal 480-2014


nace a partir de la denuncia de parte del 24 de noviembre de 2014,
efectuada por el ciudadano Carlos Huerta Escale, tomando en cuenta los
hechos nuevos puestos a conocimiento del despacho del fiscal emplazado,
razón por la cual era necesario determinar o desvirtuar la existencia de
incremento patrimonial injustificado de la demandante y su entorno
familiar. Finalmente, manifiesta que la demanda ha sido planteada a fin de
que se tutele el derecho al debido proceso de la recurrente, sin que exista
conexidad de dicho derecho con la libertad personal, y que la decisión
adoptada en la carpeta fiscal 122-2009 no constituye cosa decidida, dado
que fue deficientemente desarrollada, pues no se efectuó una pericia
contable que permitiese verificar si existía o no un desbalance patrimonial
en los sujetos sometidos a investigación; ni se efectuó una investigación que
abarque el origen de los fondos con los que se habrían efectuado los
depósitos en las cuentas bancarias de Nadine Heredia Alarcón.

El Cuadragésimo Tercer Juzgado Penal de Lima, mediante sentencia


de fecha 8 de junio de 2015, declaró fundada en parte la demanda por
afectación del derecho al debido proceso (ne bis in idem) en el extremo
referido al inicio de investigación preliminar contra la demandante con el
propósito de determinar la procedencia y destino de los ingresos analizados
en la investigación 122-2009; en consecuencia, nula la Resolución Nº 1 del
29 de enero de 2015, emitida en la carpeta fiscal 480-2014, y nulos todos
los actos posteriores que se deriven de la referida investigación fiscal. Por
otro lado, ordenó al Ministerio Público que se abstenga de continuar
investigando sobre los hechos que ya han merecido investigación en la
carpeta fiscal 122-2009, entre el periodo del 20 de octubre de 2005 al 5 de
marzo de 2009; y declaró infundada la demanda en lo demás que contiene.
A consideración del juez constitucional de primer grado, la investigación
llevada a cabo a través de la carpeta fiscal 122-2009 y su resultado ostentan
la condición de cosa decidida, dado que fue revisada en dos instancias que
llegaron a la misma conclusión de declarar no ha lugar a formular denuncia
penal en contra de la demandante; y que existe triple identidad entre las
investigaciones realizadas en las carpetas fiscales 122-2009 y 480-2014.
Argumenta que no resulta aplicable al caso el criterio establecido en la STC
Exp. Nº 02725-2008-PHC/TC, dado que este solo es permitido cuando las
resoluciones fiscales no se pronuncien sobre la ilicitud de los hechos
denunciados, puesto que a través de la carpeta fiscal 122-2009 se archivó la
investigación por haberse acreditado el origen lícito de las transferencias de
dinero hacia doña Nadine Heredia Alarcón entre el 20 de octubre de 2005 y
el 5 de marzo de 2009.

La Sala superior competente confirmó la apelada en el extremo


referido a la inviabilidad de la prosecución de indagaciones efectuadas en la
carpeta fiscal 122-2009, la revocó en el extremo que declaró infundada la
demanda, y, reformándola, declaró fundada la pretensión accesoria. En
consecuencia, declararon nula la Resolución Nº 1 del 29 de enero de 2015,
emitida en la carpeta fiscal 480-2014, e insubsistente todo lo actuado en
sede fiscal, ordenando el archivo definitivo de dicha carpeta fiscal para
todos sus efectos. El ad quem sostiene que, aunque resulta cierto que no hay
un escrupuloso examen de algunas vertientes argumentativas expresadas
por la fiscalía en la carpeta fiscal 122-2009, ello es irrelevante, toda vez que
el grueso de los yerros en la reapertura de la investigación y la propia
carpeta 480-2014 afectarían el derecho de defensa y resultarían irregulares,
dado que la investigación efectuada por el fiscal emplazado no indica a qué
delito se encontrarían vinculados los fondos considerados ilícitos, además
de carecer de indicios concurrentes como lo exige el Decreto Legislativo Nº
986.

Mediante resolución de fecha 4 de setiembre de 2015, la Sala superior


aclara la sentencia de vista en el extremo resolutivo, en el sentido de que el
archivo definitivo de la carpeta fiscal 480-2014 comprende tanto a doña
Nadine Heredia Alarcón como a los demás investigados en dicha carpeta.

El procurador público a cargo de la defensa jurídica del Ministerio


Público y el Fiscal emplazado interponen por separado recursos de agravio
constitucional, invocando el supuesto excepcional de procedencia regulado
por la STC Exp. Nº 02748-2010-PHC/TC, a fin de que se revoque la
sentencia de vista en todos sus extremos.

FUNDAMENTOS

Sobre la procedencia del recurso de agravio constitucional


excepcional por vulneración del orden constitucional

1. A través de las SSTC Exps. Nºs 02748-2010-PHC/TC y 01711-2014-


PHC/TC, el Tribunal Constitucional estableció como doctrina
jurisprudencial vinculante la procedencia del recurso de agravio
constitucional a fin de que esta instancia revise, en forma excepcional,
la sentencia estimatoria emitida en un proceso constitucional destinado
a la revisión judicial de procesos penales sobre lavado de activos, entre
otros casos.

2. Sobre el particular, cabe mencionar que la responsabilidad principal de


un Tribunal Constitucional es asegurar una interpretación del
ordenamiento jurídico conforme a la Constitución. Lo previsto en la
Constitución y lo que se desprende razonablemente de ella es, sin duda
alguna, el punto de partida y, a la vez, el parámetro a la labor de todo
intérprete vinculante de la Constitución.

3. Ahora bien, lo señalado implica tener presente varios aspectos, entre


ellos que la Constitución contiene un conjunto de disposiciones que no
pueden ser comprendidas de manera aislada entre sí. Por lo mismo, las
diferentes disposiciones constitucionales deben ser leídas de manera
sistemática, ya sea con otras disposiciones constitucionales o con
disposiciones recogidas en tratados de los cuales el Perú es parte.

4. En este sentido, conviene tener presente lo señalado en la Cuarta


Disposición Final y Transitoria de la Constitución, la cual obliga a
desarrollar una comprensión de esta misma Constitución y del
ordenamiento jurídico peruano de acuerdo con lo establecido en los
tratados sobre derechos humanos de los cuales el Perú es parte. A ello
debe añadirse como también cuenta en esta interpretación la
jurisprudencia emitida por los organismos con interpretación
vinculante de esos tratados, tal como bien lo señala el artículo V del
Título Preliminar del Código Procesal Constitucional.

5. En esa misma línea de pensamiento, existen pronunciamientos del


Tribunal Constitucional donde incluso se ha dicho que una
interpretación literal y aislada de una disposición constitucional puede
más bien ser una alternativa inconstitucional. En ese tener lo resuelto
en la STC Exp. Nº 005854-2005-PA/TC, caso Lizana Puelles. En esa
sentencia, este Tribunal Constitucional procede a realizar una
interpretación sistemática de lo previsto en varias disposiciones
constitucionales y de lo recogido a nivel convencional, para luego así
habilitar una interpretación donde no se deja exenta de control de
constitucionalidad la actuación del Jurado Nacional de Elecciones en
materia electoral.

6. Precisamente, cuando este Tribunal afirmó (STC Exp. Nº 02663-2009-


PHC/TC, f. j. 9) que “en aplicación del artículo 201 de la Constitución,
más allá de los supuestos establecidos en el artículo 202 de la misma,
es competente para revisar, vía RAC, las sentencias estimatorias que
bajo el pretexto de proteger ciertos derechos fundamentales,
convaliden la vulneración real de los mismos o constitucionalicen
situaciones en las que se ha producido un abuso de derecho o la
aplicación fraudulenta de la Constitución; todo ello, en abierta
contravención de los dispositivos, principios y valores materiales de la
Constitución”, realizó una interpretación del inciso 2 del artículo 202
según el principio de unidad de la Constitución.

7. De otro lado, no debe descartarse ab initio que una sentencia


estimatoria de segundo grado pueda ser lesiva de otros bienes
constitucionales. Su calidad de estimatoria no implica necesariamente
que sea conforme a la Constitución. Su verificación está por tanto
abierta al control por parte del Tribunal Constitucional a través del
recurso de agravio constitucional; más aún, cuando se trata de
preservar el orden constitucional. De acuerdo con la jurisprudencia de
este Tribunal, dicho recurso procede también, inclusive cuando se trate
de sentencias estimatorias de segundo grado, de manera excepcional,
en los siguientes casos: a) tráfico ilícito de drogas, b) lavado de
activos, c) terrorismo (STC Exp. Nº 01711-2014-PHC/TC, f. j. 4).

8. Al respecto, en la STC Exp. Nº 02748-2010-HC/TC (f. j. 15) se ha


afirmado que:

“Los delitos de tráfico ilícito de drogas y lavado de activos,


constituyen ilícitos de carácter pluriofensivo, en la medida que ponen
en estado de alarma y peligro a las bases sociales y amenazan la propia
existencia del Estado. Es por ello, que la obligación constitucional del
Estado peruano, (...) ‘no debe agotarse en la mera descripción típica de
las conductas delictivas en el Código Penal y en las leyes especiales,
criminalizando el delito de tráfico ilícito de drogas [y sus
derivaciones], con penas severas proporcionales a los bienes
constitucionalmente protegidos que se afligen, sino que además para
llegar a tal cometido debe procurarse el establecimiento de
procedimientos de investigación eficientes, es decir, que objetivamente
demuestren resultados cada vez más eficaces; lo contrario, significaría
incurrir en una infracción constitucional por parte de las autoridades
competentes para ello’ (...). En ese sentido, (...) en los procesos
constitucionales en que se haya dictado sentencia estimatoria de
segundo grado relacionados con el delito de tráfico ilícito de drogas
y/o lavado de activos, excepcionalmente, la Procuraduría del Estado
correspondiente se encuentra habilitada –independientemente del
plazo– para la interposición de un recurso de agravio constitucional
especial, el mismo que deberá ser concedido por las instancias
judiciales”.

9. Esta doctrina jurisprudencial establecida en aplicación del artículo VI


del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional se refiere no
solo a casos de tráfico ilícito de drogas, sino también al delito de
lavado de activos en tanto delito autónomo. Ello puede apreciarse en
las consideraciones vertidas en los fundamentos 2, 8, 11, 15, 16, así
como en los puntos 2 y 3 de la parte resolutiva de la sentencia citada.
De tales argumentos se desprende que el Tribunal Constitucional ha
considerado al delito de lavado de activos también como un delito
autónomo. Por ello, en la sentencia se alude al “tráfico ilícito de drogas
y/o lavado de activos”, y lo hizo “consciente de la problemática del
país y de la política de interés nacional de lucha contra el tráfico ilícito
de drogas y la criminalidad organizada”. Es decir, por su gravedad no
solo para el orden jurídico, sino también para la sociedad.

10. En el caso concreto se trata de un proceso de hábeas corpus


relacionado con una investigación fiscal por la presunta comisión del
delito de lavado de activos. La comisión de este delito ha sido
considerada por el Tribunal Constitucional como pluriofensivo, dado
que afecta diferentes y específicos bienes constitucionales como los
siguientes:

- La credibilidad y transparencia del sistema financiero (artículo


84 de la Constitución): los capitales financieros se colocan ahí
donde el sistema mismo es fiable y transparente, y no en aquellos
donde existe inseguridad y sospecha sobre la procedencia de los
activos que ingresan al sistema económico a través de los
instrumentos financieros legales.

- La libre competencia (artículo 61 de la Constitución): ningún


agente económico del sistema financiero que obtiene sus activos
de manera legal y leal, puede competir en igualdad de
condiciones con aquellos agentes que cuentan con activos
originados en ilícitos.

- La estabilidad y seguridad del Estado (artículo 44 de la


Constitución): la sofisticación cada vez más creciente de las
formas de legalizar dinero proveniente de actividades ilícitas de
un particular o de organizaciones criminales nacionales o
internacionales, desestabiliza y genera inseguridad en el Estados y
en la sociedad.

- El sistema democrático (artículo 43 de la Constitución): toda


democracia se asienta no solo en la libertad, igualdad y
propiedad, sino también en la estimulación permanente de
creación de riqueza como señala el artículo 59 de la Constitución;
sin embargo, la creación de riqueza a la que se alude es aquella
que se genera mediante instrumentos y actividades permitidas
legalmente, mas no aquellas que provienen de actividades ilícitas.

- La administración de justicia (artículo 139 de la Constitución),


por cuanto el delito de lavado de activos dificulta y obstaculiza
ostensiblemente el proceso de investigación llevado a cabo por las
autoridades competentes.

11. Por ello, este Tribunal considera que, en aplicación del artículo 201, de
una interpretación sistemática del artículo 202 de la Constitución y
conforme a lo expuesto en los párrafos precedentes, es competente
para revisar, vía recurso de agravio constitucional, específicas
sentencias estimatorias en los siguientes casos: a) tráfico ilícito de
drogas, b) lavado de activos; y, c) terrorismo.

12. De otro lado, la investigación de lavado de activos iniciada contra la


demandante debe dilucidar si se ha afectado el artículo 35 de la
Constitución, que establece como bien tutelado, en lo que le resulte
aplicable, “la transparencia en cuanto al origen de (los) recursos
económicos (de las organizaciones políticas)”; disposición
constitucional que es desarrollada por la Ley Nº 28094, Ley de
Partidos Políticos.

13. Por ello, este Tribunal considera que, en aplicación del artículo 201, de
una interpretación sistemática del artículo 202 de la Constitución y
conforme a lo expuesto en los párrafos precedentes, es competente
para revisar, vía recurso de agravio constitucional, específicas
sentencias estimatorias en los siguientes casos: a) tráfico ilícito de
drogas, b) lavado de activos; y, c) terrorismo.

Delimitación de la pretensión materia de los recursos de agravio


constitucional interpuestos contra la sentencia de segunda
instancia

14. El procurador público a cargo de la defensa jurídica del Ministerio


Público sostiene que la sentencia de vista:

- Contiene una motivación aparente al haber expresado


erróneamente que la investigación recaída en la carpeta fiscal
480-2014, vulnera el contenido constitucionalmente protegido del
derecho a la libertad personal.

- No ha tomado en consideración que las actuaciones del Ministerio


Público son postulatorias y en ningún caso decisorias, por lo que
no existe amenaza o violación del derecho a la libertad personal.

- No motiva las razones por las que estima la demanda de hábeas


corpus.

- Desconoce la legislación y doctrina nacional, así como las


sentencias del Tribunal Constitucional sobre la flexibilidad del
principio de imputación necesaria en la investigación o
diligencias preliminares en el delito de lavado de activos y la
autonomía del delito previo en relación con este delito.

- Desconoce las excepciones establecidas por el Tribunal


Constitucional sobre la institución de la cosa decidida.

15. Por su parte, el fiscal emplazado sostiene, entre otros argumentos, que
la sentencia de vista no hace un adecuado análisis para verificar la
existencia o no de los tres elementos que constituyen la cosa decidida
y el ne bis in idem, pues: a) no se distingue ni diferencian los hechos
investigados en cada carpeta fiscal; b) en la carpeta 122-2009 no
existen pericias contables que permitan sostener que ha existido una
investigación seria y objetiva de todas las transacciones económicas de
la demandante; c) no se distingue la temporalidad concreta de los
hechos entre las dos investigaciones fiscales seguidas contra doña
Nadine Heredia Alarcón; y, d) no se ha considerado que las personas
comprendidas en ambas investigaciones no son exactamente las
mismas.

16. Teniendo en cuenta los argumentos presentados en los recursos de


agravio constitucional, se aprecia que la pretensión de la parte
emplazada está destinada a que se revise la sentencia de vista y se
verifique si se encuentra o no debidamente motivada, conforme a la
Constitución, la ley y la jurisprudencia.

Análisis de la controversia

Sobre la procedencia de la demanda

17. De los argumentos planteados en los recursos de agravio


constitucional, se aprecia que son varias las objeciones que se alegan
con relación a la regularidad de la emisión de la sentencia de segundo
grado, principalmente vinculadas con la justificación brindada para
estimar la demanda de hábeas corpus.

18. Por ello, es importante recalcar la línea jurisprudencial de larga data


que este Tribunal Constitucional tiene con relación a la procedibilidad
del hábeas corpus, como proceso constitucional de tutela del derecho a
la libertad individual y que se desprende del propio Texto
Constitucional. Así,

“[E]l artículo 200, inciso 1, de la Constitución establece expresamente


que el hábeas corpus procede cuando se vulnera o amenaza la libertad
personal o los derechos constitucionales conexos a ella. No obstante,
no cualquier reclamo formulado por una presunta afectación del
derecho a la libertad individual o de sus derechos conexos puede dar
lugar al análisis del fondo de la materia cuestionada mediante el
hábeas corpus, pues para que ello ocurra el hecho denunciado
necesariamente debe redundar en un agravio del contenido
constitucionalmente protegido del derecho fundamental a la libertad
personal. Por ello, el artículo 5, inciso 1, del Código Procesal
Constitucional prevé que ‘no proceden los procesos constitucionales
cuando: (...) los hechos y el petitorio de la demanda no están referidos
en forma directa al contenido constitucionalmente protegido del
derecho invocado’.

Que respecto a la procedencia del hábeas corpus, este Tribunal, en


reiterada jurisprudencia, ha precisado que si bien el juez constitucional
puede pronunciarse sobre la eventual violación o amenaza de violación
a los derechos constitucionales conexos, tales corno los derechos al
debido proceso, de defensa, a la tutela procesal efectiva, etc., ello ha de
ser posible siempre que exista conexión entre estos derechos y el
derecho a la libertad personal, de modo que la amenaza o violación al
derecho constitucional conexo incida también, en cada caso, en una
afectación directa y concreta en el derecho a la libertad individual”
(ATC Exp. Nº 02293-2014-PHC/TC, este criterio ha sido también
ampliamente recogido en otros pronunciamientos: Cfr. SSTC Exps.
Nºs 00520-2014-PHC/TC, 01524-2014-PHC/TC y 01608-2013-
PHC/TC, AATC Exps. Nºs 07716-2013-PHC/TC y 03034-2013-
PHC/TC, y RRTC Exps. Nºs 00339-2014-PHC/TC, 00498-2014-
PHC/TC, 05323-2011-PHC/TC, 04929-2011-PHC/TC, 05309-2011-
PHC/TC, 03288-2012-PHC/TC, 00001-2014-PHC/TC, 00226-2014-
PHC/TC, etc.).

19. En tal sentido, para este Tribunal queda claro que la revisión de los
procesos de hábeas corpus, necesariamente debe involucrar una
amenaza o afectación del derecho a la libertad individual o de algún
derecho que presente conexidad directa con este derecho, cuyo
perjuicio recaiga en el beneficiario de dicho proceso.

20. En ese orden de ideas, cabe precisar que la sentencia de segundo grado
emitida en los presentes autos ha justificado la procedencia de la
demanda de la recurrente con la siguiente argumentación:

“[L]a pretensión encuadra dentro de los alcances del inciso 13 de[l


artículo 25 del Código Procesal Constitucional], pues se funda en la
arbitrariedad del ente persecutor, si bien la norma específicamente se
refiere a actos policiales, ello no excluye a cualquier ente persecutor
que, tenga como fin, la apertura de una investigación penal, toda vez
que la protección de la noma, entendemos, se sustenta en el artículo 1
de la Constitución en concordancia con el inciso 1 del artículo 2, en
cuanto garantizan la dignidad, la integridad moral, física, como el
bienestar de toda persona residente, nacional o no, en el país” (...) (sic,
f. 1408).

21. Como es de verse, la justificación aludida aparenta razonabilidad en


términos jurídicos, dado que la Sala Penal para procesos con reos
libres de la Corte Superior de Justicia de Lima efectúa una
interpretación extensiva del supuesto contenido en el inciso 13 del
artículo 25 del Código Procesal Constitucional, con relación a la tutela
que se pudiese brindar a través del proceso de hábeas corpus,
entendiendo que dicho supuesto incluye al Ministerio Público en su
calidad de titular de la acción penal, persecutor del crimen. Sin
embargo, es importante recordar que la procedibilidad de una demanda
constitucional no se encuentra sujeta solo al ejercicio del derecho de
acción, pues su especial naturaleza tuitiva requiere de la exposición y
meridiana acreditación de hechos cuya presunta amenaza o lesión
recaiga directamente en el contenido constitucionalmente protegido del
derecho invocado, cuya tutela resulte urgente. Por ello,

“Este Tribunal en reiterada jurisprudencia ha precisado que si bien la


actividad del Ministerio Público en la investigación preliminar del
delito, al abrir investigación y emitir dictámenes se encuentra
vinculadas al principio de interdicción de la arbitrariedad y al debido
proceso, tales actos no configuran un agravio directo y concreto del
derecho materia de tutela de hábeas corpus. Las actuaciones del
Ministerio Público (...) son postulatorias y en ningún caso decisorias
sobre lo que la judicatura resuelva” (STC Exp. Nº 00270-2013-
PHC/TC, f. j. 2).

22. En tal sentido, aun cuando la interpretación efectuada por la Sala


revisora pareciera razonable en términos jurídicos, ello no termina por
justificar la procedibilidad de la demanda de hábeas corpus de autos,
pues su finalidad es cuestionar la ampliación de investigaciones
dispuestas por un fiscal en el ejercicio de sus funciones
constitucionales y legales, sin justificar, suficientemente, la existencia
de alguna amenaza o afectación de su derecho a la libertad individual,
o algún derecho conexo con ella que, en términos reales, incida en tal
derecho. Ocurre todo lo contrario: la propia recurrente admite a fojas
14 de la demanda que la actuación fiscal que denuncia no incide de
manera negativa en su libertad personal; hecho que a todas luces
demuestra que su pretensión no se encuentra referida en forma directa
al contenido constitucionalmente protegido de su derecho a la libertad
individual y/o sus derechos conexos.

23. Lo expuesto constituiría razón suficiente para declarar la


improcedencia de la demanda de hábeas corpus. Sin embargo, pese a
cuán discutible resulta que la accionante, al interponer la demanda de
hábeas corpus, en lugar de un amparo, conviene verificar, dada la
naturaleza del presente caso, si se presentan los presupuestos para
reconvertir el proceso en uno de amparo y así emitir pronunciamiento
de fondo sobre si se ha afectado o no el principio ne bis in idem en
agravio de la demandante.

24. Al respecto, cabe mencionar que algunos de los principios que


sustentan la excepcional figura de la reconversión son los de suplencia
de queja deficiente o el de adecuación de las formalidades al logro de
los fines de los procesos constitucionales. En concreto, la suplencia de
queja es la facultad de los jueces constitucionales para adecuar las
pretensiones de los quejosos cuando se advierta un error o una omisión
en el petitorio de su demanda y se sustenta en el artículo III del Título
Preliminar del Código Procesal Constitucional, que exige al juez
constitucional la relativización de las formalidades, presupuestos y
requisitos cuando así lo justifique el cumplimiento de los fines de los
procesos constitucionales.

25. En este sentido, conviene observar que, en principio, más que hacer
frente a una amenaza cierta e inminente al derecho a la libertad
personal, nos encontramos ante la alegación de la vulneración del
principio-derecho ne bis in idem a través de la apertura de una segunda
investigación fiscal por lavado de activos a doña Nadine Heredia
Alarcón. Siendo ese el derecho invocado y la investigación el supuesto
acto lesivo, estamos, pues, ante una pretensión que en puridad debería
abordarse mediante el proceso de amparo, siempre y cuando cumpla
con las reglas establecidas por mismo Tribunal para la reconversión de
procesos.

26. Conforme a la jurisprudencia del Tribunal Constitucional, la


reconversión debe guiarse por las siguientes reglas: i) no es obligatoria
para los jueces constitucionales de primera instancia, mas sí para los
de segunda y última instancia; ii) deberá observar que el plazo de
prescripción de la demanda no haya vencido; iii) deberá verificar la
legitimidad para obrar del demandante; iv)en ningún caso se podrá
variar el petitorio ni la fundamentación fáctica de la demanda; y) ha de
existir riesgo de irreparabilidad del derecho; vi) solo si existe una
necesidad apremiante de evitar la ocurrencia de un daño irreparable en
los derechos fundamentales involucrados; y, vii) deberá preservar el
derecho de defensa del demandado.

27. En el caso que se analiza, el proceso se encuentra en sede del Tribunal


Constitucional. A su vez, la demanda de hábeas corpus se interpuso el
16 de febrero de 2015 contra la Resolución Nº 1 del 29 de enero de
2015, en la que se abre una nueva investigación fiscal contra la
accionante. En el amparo contra resoluciones judiciales, el plazo para
interponer una demanda es de 30 días hábiles (artículo 44 del Código
Procesal Constitucional), de modo que la demandante también habría
cumplido con el requisito de presentar su demanda dentro del plazo
fijado para interponer la demanda de amparo. De otro lado, en la
medida en que el hábeas corpus ha sido interpuesto por la propia
accionante, tampoco existe cuestionamiento respecto de su legitimidad
para obrar.

28. De igual modo, no existe variación del petitorio o fundamentación


fáctica del caso. En cuanto a la irreparabilidad del derecho y/o a la
urgencia del caso, cabe precisar que la definición respecto del
cuestionamiento de una doble apertura de investigación fiscal a la
demandante (ne bis in ídem en el ámbito fiscal), así como el interés
público que supone dicha investigación, dado el presunto
enriquecimiento patrimonial aparentemente producto de lavado de
activos, justifica la mayor celeridad y el examen urgente del Tribunal
Constitucional. Finalmente, cabe destacar que los emplazados se han
apersonado al proceso y ejercido plenamente su derecho de defensa.
En consecuencia, habiéndose cumplido los requisitos para proceder a
la reconversión del presente proceso, toca ahora examinar si en el
presente caso se ha vulnerado o no el principio ne bis in idem en
perjuicio de la accionante.

Análisis extraordinario de la pretensión: principio ne bis in idem y las


investigaciones fiscales materia de cuestionamiento

29. El análisis que corresponde efectuar sobre los actuados se centra en


determinar si es legítimo en términos constitucionales investigar por
segunda vez a la demandante respecto a los hechos vinculados a
presuntos depósitos dinerarios que ha venido recibiendo en sus cuentas
bancarias, dado que, según ha sostenido a lo largo del presente
proceso, estos hechos ya han investigados a través de la carpeta fiscal
122-2009, en la que luego de once meses y de la realización de todas
las diligencias necesarias para el esclarecimiento del delito
investigado, se dispuso su archivamiento por parte del Fiscal Superior
competente, sin que en dicha oportunidad la procuraduría pública
solicitara algún acto de investigación u ofrecimiento de pruebas
adicionales.

30. Al respecto, cabe precisar que este Tribunal ha establecido que la


decisión fiscal de no ha lugar a formalizar denuncia penal genera un
estatus inamovible, por dos razones:

a. La posición constitucional del Ministerio Público, lo encumbra


como el único órgano persecutor autorizado a promover el
ejercicio público de la acción penal, es decir, ostenta el
monopolio acusatorio que le asigna el artículo 159 de la
Constitución Política, en otras palabras, es el fiscal quien decide
qué persona debe ser llevada ante los tribunales por la presunta
comisión de un delito; b) Si bien las resoluciones de archivo del
Ministerio Público no están revestidas de la calidad de la cosa
juzgada, sin embargo, tienen la naturaleza de cosa decidida que
las hace plausibles de seguridad jurídica. Este Tribunal ha
señalado en precedente sentencia (STC Exp. Nº 00413-2000-
AA/TC, f. j. 3, caso Ingrid del Rosario Peña Alvarado), que el
principio de cosa decidida forma parte del derecho fundamental
al debido proceso en sede administrativa, por lo que, frente a su
transgresión o amenaza, necesariamente se impone el
otorgamiento de la tutela constitucional correspondiente. Es
necesario acotar que, el fiscal no es una simple autoridad
administrativa, pues su actividad se orienta a la legalidad y no a
los intereses administrativos o de los administrados.

Se trata, entonces, de una decisión discrecional que implica una


valoración de hechos e interpretación de disposiciones en mérito de la
cual se decide si se está técnicamente en condiciones de ejercer la
acción penal y cuál es el modo más adecuado de hacerlo, pero sin
soslayar que, los actos del Ministerio Público, no se legitiman, ‘desde
la perspectiva constitucional, en sí misma, sino a partir del respeto
pleno del conjunto de valores, principios constitucionales y de los
derechos fundamentales de la persona, de conformidad con el artículo
1 de la Constitución’’’ (STC Exp. Nº 02725-2008-PHC/TC, ff. jj. 16 y
17).

31. Sin embargo, dicho estatus se adquiere únicamente si la investigación


fiscal ha cumplido, en términos razonables, con agotar la actividad
necesaria para definir la atipicidad del hecho investigado. Por ello, es
posible afirmar que resulta constitucionalmente legítimo el ejercicio de
las facultades de investigación del Ministerio Público, pese a existir un
archivamiento primigenio, en dos supuestos:

a. Cuando existan elementos probatorios nuevos no conocidos con


anterioridad por la autoridad. [La justificación de una nueva
investigación del Ministerio Público debe sustentarse en la
existencia de nuevos medios probatorios cuya falta de
conocimiento en la primera investigación, hubieran permitido
variar el sentido de la primera decisión]. De este modo, una
segunda investigación, proceso o procedimiento solo puede estar
justificada si existen elementos probatorios nuevos no conocidos
con anterioridad por la autoridad y que hagan posible o que
revelen la necesidad de una nueva investigación de la conducta
ilícita. Por tanto, la nueva investigación, proceso o procedimiento
no puede estar sustentada en los mismos elementos de prueba que
dieron lugar a la primera decisión y que tiene la calidad de cosa
juzgada o cosa decidida (…)

b. Cuando se aprecia de manera objetiva que la primera


investigación, proceso o procedimiento ha sido deficientemente
realizado. [Una segunda investigación encuentra] su justificación
en la necesidad de que la primera decisión sea obtenida en el
marco de una investigación, proceso o procedimiento
jurídicamente válido. Es decir, corresponde verificar de manera
objetiva sí la primera investigación, proceso o procedimiento ha
sido realizado observando los derechos y principios
constitucionales, los procedimientos establecidos y las diligencias
y actuaciones necesarias y relevantes para el esclarecimiento de la
[presunta] conducta ilícita, a fin de que la decisión definida y
definitiva válidamente produzca la calidad de cosa juzgada o cosa
decidida. Por tanto, una primera decisión obtenida en el marco de
una investigación, proceso o procedimiento objetiva y
razonablemente deficiente queda claro que no puede ser
considerado como jurídicamente válido (…)” (Cfr. STC Exp. Nº
02493-2012-PA/TC, f. j. 6).

32. En el presente caso, corresponde evaluar cuáles fueron los términos del
archivamiento de la investigación desarrollada en la carpeta fiscal 122-
2009, a fin de verificar si existe o no lesión al principio ne bis in idem
y, por lo tanto, si es o no posible una segunda investigación por parte
del Ministerio Público.

33. Cabe recordar que en reiterada jurisprudencia, este Tribunal ha


manifestado que

“[E]l ne bis in idem es un principio que informa la potestad


sancionadora del Estado, el cual impide, que una persona sea
sancionada o procesada dos veces por una misma infracción pese a la
existencia de identidad de sujeto, hecho y fundamento. Con ello se
impide, por un lado, la dualidad de sanciones como de procedimientos
cuando concurra la referida triple identidad entre ambos procesos”
(Cfr. SSTC Exps. Nºs 10192-2006-PHC/TC y 01604-2013-PHC/TC).

34. En el caso de autos, el Fiscal Provincial de la Segunda Fiscalía


Especializada en Criminalidad Organizada, don Eduardo Octavio
Castañeda Garay, mediante Disposición Fiscal de fecha 22 de abril de
2010, declaró no ha lugar a la formalización de denuncia penal contra
doña Nadine Heredia Alarcón, por considerar que las diversas
operaciones bancarias efectuadas a su favor, entre el 20 de octubre de
2005 y el 5 de marzo del 2009, se encontraban debidamente
justificadas con los contratos, recibos por honorarios, declaraciones
juradas anuales de impuesto a la renta presentadas durante la
investigación y las declaraciones de los investigados (Cfr.
considerando segundo, f. 1078 y 1079). Asimismo, el referido fiscal,
pese a verificar la existencia de antecedentes judiciales de los
investigados Ilan Paul Heredia Alarcón (investigación archivada por
lavado de activos) y Arturo José Belaunde Guzmán (denuncias por
delitos de estafa y falsedad genérica, falsificación documentaria,
falsedad ideológica, fe pública y receptación), consideró lo siguiente:

“[P]recisando la Ley Nº 27765 –Ley de Lavado de Activos– que el


origen ilícito referido debe guardar correspondencia con los delitos
tráfico ilícito de drogas, terrorismo, delitos contra la administración
pública, secuestro, extorsión, proxenetismo, trata de personas, tráfico
ilícito de migrantes, defraudación tributaria, contra el patrimonio en su
forma agravada, delitos aduaneros u otros similares que generen
ganancias ilegales –siendo los criterios de similitud la complejidad de
las conductas ilícitas y la forma organizada de criminalidad– no se
encuentra en la información analizada en el presente caso, respecto del
investigado Belaunde Guzmán, vinculación ninguna con los ilícitos a
los que se refiere la norma acotada a efectos de considerarse como
delito precedente de Lavado de Activos, por lo que, en atención al
principio de legalidad establecido en nuestra Constitución Política, las
conductas desarrolladas por este resultan atípicas, Cuarto: Por las
consideraciones antes expuestas, resulta acreditado el origen licito de
las transferencias de dinero que, por su modalidad, motivaron la
presente investigación siendo que las actividades desarrolladas por los
investigados no se encuadran en las formas típicas de conversión,
transferencia, adquisición, utilización, guarda, custodia, recepción,
ocultamiento o tenencia de dinero, bienes, efectos y ganancias de
origen ilícito propias del delito de Lavado de Activos; en consecuencia
esta Fiscalía Especializada, en uso de sus atribuciones conferidas en el
Decreto Legislativo Nº 052 –Ley Orgánica del Ministerio Público–”.

35. Contra dicha decisión, la Procuradora Pública Especializada en Delitos


de Lavado de Activos y Procesos de Pérdida de Dominio, doña Amelia
Julia Príncipe Trujillo, promovió una queja de Derecho, la cual fue
resuelta por el Fiscal Superior Penal de Lima, don Mateo G. Castañeda
Segovia, mediante Disposición Fiscal de fecha 5 de julio de 2010, que
confirmó la decisión del Fiscal Provincial, por las siguientes
consideraciones:

“En cuanto a que ‘no se ha efectuado una adecuada investigación de


los hechos’ y a que ‘si bien es cierto la investigada ha presentado
supuestos contratos y recibos por honorarios profesionales, ello no
significa que esté actuando necesariamente dentro del marco de
legalidad’, esta Fiscalía Superior considera que la investigación
preliminar en el presente caso ha cumplido con los estándares y
estrategias del FECOR en la investigación de delitos lavado de activos,
investigaciones delicadas en las cuales resulta muy importante
determinar cuál es el delito precedente o delito fuente y asimismo
precisar durante la investigación y especialmente al final de ella cual
es la conducta concreta del lavado de activos cometidos dentro del
amplio repertorio de conductas previstas en la Ley.

En lo referente a que ‘no se ha realizado una pericia contable a fin de


verificar si estos dineros han salido o no de las empresas para las que
supuestamente prestó servicios profesionales la investigada, pudiendo
tratarse de empresas fachada’, esta Fiscalía Superior considera que el
Fiscal Provincial decide su estrategia de la investigación y dentro de
ella y de acuerdo a sus avances puede disponer la realización de
pericias contables decidiendo también el objeto de ellas, es él quien
debe decidirlo; no se deciden pericias de fórmula o de ritual
investigativo, sino cuando resulta necesario y útil al éxito de la
investigación, en el presente caso, no existe delito precedente ni la
precisión de una imputación concreta en tomo a alguna conducta de
lavado de activos (…) es absolutamente prescindible la pericia
reclamada por la Procuraduría Pública del Estado.

En cuanto al extremo [de no haberse solicitado vía carta rogatoria las


declaraciones de los representantes de las empresas a las que prestó
servicios la investigada], tenernos que en los actuados existe reiterada
actividad por parte del Fiscal provincial mediante cartas rogatorias
solicitando información y recibir la declaración de los representantes
de las empresas aludidas, sin embargo en el caso de Venezuela existen
serios problemas con la cooperación judicial internacional y no
contestan ninguno de los pedidos realizados. Esta situación no puede
mantenerse en forma indefinida y habiendo transcurrido un tiempo
suficientemente razonables el Fiscal Provincial debía resolver la
investigación, como así lo hizo.

[Respecto de las denuncias en contra de Arturo Belaunde Guzmán por


delitos de estafa, falsedad genérica, falsificación de documentos,
falsedad ideológica y fe pública] constituirían delito precedente que
exige el delito de lavado de activos debido a que el tipo penal indica
como delitos precedentes a ‘otros similares que generen ganancias’.
Esta interpretación no es de recibo, pues [cuando el artículo 6 de la
Ley Nº 27765] se refiere a otros delitos similares se debe interpretar
similares en gravedad y además que generen ganancias patrimoniales
ilícitas. Por esta razón se excluyen los delitos que pretende la quejosa
sean considerados corno delitos precedente (…). En los actuados de la
investigación preliminar no encontramos elementos ni información de
delitos precedentes o delitos fuente del delito de lavado de activos.

SEXTO: Finalmente, en cuanto al argumento que no se habría ‘tenido


en cuenta su escrito presentado el 28 de abril de 2010, donde solicitó
ahondar las investigaciones respecto de lo publicado el 5 de abril en el
diario el Correo bajo el título Cónyuge de Ollanta Humala recibió
dinero desde una firma venezolana fantasma’, (…) esta Fiscalía
Superior considera que resulta sorprendente que se presenten escritos
cuando las investigaciones ya concluyeron e incluso existía resolución
y además resulta extraño que se presente una publicación periodística
luego de 23 días de conocida; sin embargo, entramos a merituarlo, se
trata de un recorte periodístico se escribe que ‘Nadine Heredia recibió
en su cuenta bancaria 7,962 dólares de parte de VENEVAL el 30 de
marzo de 2007, seis años después de la cancelación formal de las
operaciones de esta compañía’, esta información periodística no afecta
la investigación realizada ni sus resultados, es una situación que en
todo caso debe ser aclarada por The Daily Journal, pero por si sola
carece de mérito suficiente para significar la comisión del delito de
lavado de activos por parte de Nadine Heredia Alarcón.

SÉTIMO: Que del estudio de los actuados del presente recurso de


queja y contrastados sus argumentos con los actuados y los
fundamentos de la resolución impugnada de la 2ª Fiscalía Provincial
FECOR, se llega a la conclusión que el recurso debe desestimarse; que
no encontramos indicio ni evidencia objetiva concreta que sirva para
formalizar la correspondiente acción penal –ni causa probable para
continuar la investigación preliminar– no habiéndose llegado a
evidenciar con medios probatorios idóneos que los investigados hayan
materializado en algún momento las conductas prohibidas de
conversión, transferencia, adquisición, utilización, guarda, custodia,
recepción, ocultamiento o tenencia de dinero, bienes, efectos y
ganancias provenientes de actividades ilícitas como el Tráfico Ilícito
de Drogas u otro delito precedente taxativamente indicado en la Ley
Nº 27765 vigente” (sic, f. 490).

36. Como es de verse, la conclusión a la que llegaron el Fiscal Provincial y


el Fiscal Superior a cargo de las investigaciones de la carpeta fiscal
122-2009 evidencia dos razones importantes por las que, luego de once
meses, se declaró no ha lugar a formalizar denuncia penal en contra
de la hoy demandante y los otros investigados: la falta de material
probatorio que le permitiese determinar con claridad la ilicitud de los
hechos investigados y la falta de investigación de un hecho que podría
haber coadyuvado a esclarecer definitivamente los presuntos hechos
ilícitos materia de dicha primera investigación. Al respecto, si bien
resulta cierto que el Fiscal Provincial opinó a favor de no formular
denuncia en contra de doña Nadine Heredia Alarcón y los otros
ciudadanos investigados, no se evidencia que ello sea consecuencia
clara y directa de haber determinado la licitud de los movimientos
financieros de la investigada, pues su decisión se justifica únicamente
en vincular el delito de lavado de activos a conductas típicas que
podrían evidenciar la existencia de delitos fuente como lo son los
“delitos tráfico ilícito de drogas, terrorismo, delitos contra la
administración pública, secuestro, extorsión, proxenetismo, trata de
personas, tráfico ilícito de migrantes, defraudación tributaria, contra el
patrimonio en su forma agravada, delitos aduaneros u otros similares
que generen ganancias ilegales”, lo que no termina por identificar la
regularidad y licitud de las transferencias dinerarias a favor de doña
Nadine Heredia Alarcón, más aún cuando la procuraduría solicitó una
pericia contable, a fin de aclarar sus ingresos económicos, que no llegó
a ser realizada.
37. Asimismo, se aprecia que la conclusión a la que arribó el Fiscal
Superior evidencia, por un lado, una la falta de identificación de un
delito fuente en la investigación, y por otro lado, no justifica las
razones por las que no evalúa el pedido de la procuraduría respecto de
investigar un depósito bancario efectuado a favor de doña Nadine
Heredia Alarcón por una empresa venezolana que presuntamente, para
el 30 de marzo de 2007, ya no operaba; motivación que a todas luces
evitó aclarar la licitud o ilicitud de los ingresos de la demandante.

38. En tal sentido, se aprecia que la investigación desarrollada en la


carpeta fiscal 122-2009 fue deficiente y, por lo tanto, no pudo adquirir
la calidad de inamovible, pues se decidió su archivamiento sin
ponderar, entre otros elementos, la complejidad que implica este tipo
de indagaciones, el número de investigados y la necesidad de
esclarecer la licitud o ilicitud de transferencias bancarias que vienen
ingresando al sistema financiero a favor de la hoy demandante; hechos
que necesariamente requieren de una investigación exhaustiva, pues es
necesario determinar el origen de dicho ingreso económico, a fin de
cumplir con nuestras obligaciones internacionales devenidas de la
Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia Organizada
Transnacional(66), la Convención Interamericana contra la Corrupción,
las Reglas y Prácticas de Control de las Operaciones Bancarias,
elaboradas por el Comité de Basilea, y las recomendaciones del Grupo
de Acción Financiera Internacional para Sudamérica, en cuanto sean
aplicables, que exigen de los países firmantes el establecimiento de
medidas para combatir el blanqueo de dinero.

39. Por ello, este Tribunal considera que la segunda investigación


desarrollada en la carpeta fiscal 480-2014 no afecta el principio ne bis
in idem, dado que el Fiscal emplazado dispuso la ampliación de la
investigación, identificando nuevos hechos y material probatorio que
no fueron materia de investigación en la carpeta fiscal 122-2009
(Reporte UIF 025-2015-DAO-UIF-SBS y otras transferencias
bancarias), y ha identificado también otros sujetos. Así, la Carpeta
Fiscal 122-2009: Nadine Heredia Alarcón, Ilan Paúl Heredia Alarcón,
Antonia Alarcón Cubas de Heredia, Lino Gregorio Bejarano Miranda,
Arturo José Belaunde Guzmán, Eladio Mego Guevara, Maria Esther
Zúñiga Loayza, Rocío del Carmen Calderón Vinatea y Victoria del
Rosario Morales Erroch. Y la Carpeta Fiscal 480-2014: Nadine
Heredia Alarcón, Ilan Paúl Heredia Alarcón, Antonia Alarcón Cubas
de Heredia, Lino Gregorio Bejarano Miranda, Giuliana del Carmen
Belaunde Lossio, Arturo José Belaunde Guzmán, Eladio Mego
Guevara, María Esther Zúñiga Loayza, Rocío del Carmen Calderón
Vinatea, Victoria del Rosario Morales Erroch, Susana Lourdes Vinatea
Milla Vda. de Calderón, Santiago Gastañadui Ramírez, Maribel
Amelita Vela Arévalo, Todo Grapf S.A.C., Instituto para la promoción
de la identidad y el desarrollo nacional, Carlos Gabriel Arenas Gómez
Sánchez, Martín Antonio Belaunde Lossio y Jorge Chang Soto.

40. En suma, este Tribunal advierte que la segunda investigación,


desarrollada en la carpeta fiscal 480-2014, no lesiona el principio ne
bis in idem, ni otro derecho fundamental, dada la existencia de nuevos
hechos y nuevos sujetos que, independientemente de cierta identidad
de fundamento, permite justificar reabrir la investigación fiscal en
contra de la demandante, razón por cual corresponde desestimar la
demanda.

Sobre el ejercicio de las facultades de investigación del Ministerio


Público

41. De acuerdo con el artículo 159 de la Constitución, corresponde al


Ministerio Público conducir desde su inicio la investigación del delito,
así como ejercitar la acción penal de oficio o a petición de parte. El
contenido normativo de esta disposición en el marco del Estado
Constitucional alude a la existencia de una verdadera obligación
constitucional de los representantes del Ministerio Público de asumir
desde el inicio la conducción y/o dirección de la investigación del
delito, y ejercitar la acción penal pública de oficio o a petición de
parte. Esta exigencia constitucional debe ser realizada, como es
evidente, con la debida diligencia y responsabilidad, a fin de que las
conductas ilícitas no queden impunes. En efecto, siendo el Ministerio
Público el que por mandato constitucional posee la prerrogativa de la
investigación, le corresponde practicar o hacer practicar todas las
diligencias y actuaciones que sean necesarias para el esclarecimiento
de los hechos delictivos, es decir, le corresponde reunir y examinar los
elementos de juicio que revelen la existencia del delito y la vinculación
de los imputados con los hechos delictivos, y esta actividad termina
cuando la causa está tan aclarada que el fiscal puede decidir si debe o
no formalizar la denuncia o la investigación preparatoria. Lo aquí
señalado permite además cumplir con la disposición constitucional que
exige la protección de los bienes jurídicos de los ciudadanos y de la
sociedad (artículo 44 de la Constitución), en los plazos señalados por
ley.

42. Sin embargo, el Ministerio Público no goza de discrecionalidad


absoluta o ilimitada en el cumplimiento de su obligación
constitucional, sino que le es exigible que despliegue sus actividades
dentro de los mandatos normativos (expresos e implícitos) contenidos
en la Constitución y en el marco de los principios de razonabilidad e
interdicción de la arbitrariedad que informan todo proceso,
procedimiento o investigación, tanto respecto del imputado cuanto
también en beneficio de la parte agraviada. Por ello, los representantes
del Ministerio Público en sus actuaciones y/o decisiones deben
observar atentamente el contenido de los derechos y principios
constitucionales. Esta obligación de todos los poderes públicos (que
incluye al Ministerio Público) viene a ser la denominada eficacia
vertical de los derechos fundamentales.

“Tal eficacia no es sino consecuencia de la naturaleza preestatal de los


derechos fundamentales y, por tanto, del carácter servicial del Estado
para con ellos, en tanto que la persona humana se proyecta en él como
el fin supremo (art. 1 de la Constitución).

En ese sentido, tenemos dicho que dentro de estos sujetos obligados


para con el respeto y protección de los derechos fundamentales se
encuentran todos los poderes públicos, es decir, los entes que forman
parte del Estado, independientemente de su condición de órgano
constitucional, legal o administrativo, y los grados e intensidad de
autonomía que para con ellos el ordenamiento haya podido prever
(…)” (STC Exp. Nº 03179-2004-PA/TC, f. j. 17).

43. Teniendo en cuenta lo anterior, es pertinente recalcar que el ejercicio


de las funciones del Ministerio Público no puede ni debe validar la
existencia de investigaciones permanentes en el tiempo, pues ello
implicaría un uso excesivo de sus funciones y el sometimiento
constante de la persona investigada a sospecha, producto de una
ineficiente o inconclusa investigación. Por ello, es necesario que una
investigación fiscal cumpla con márgenes razonables que permitan
eliminar la presunción de ilicitud de un hecho investigado, con el
objeto de dar por finalizado el ejercicio constitucional de este tipo de
facultades. Así, por ejemplo, una investigación de lavado de activos
requiere del fiscal a cargo, de un especial celo y particular ejercicio de
sus funciones, que puede partir del prolijo acopio de indicios
razonables que identifiquen un irregular ingreso de dinero al sistema
financiero sin justificación aparente; sin que ello signifique que toda la
prueba se circunscriba a indicios, pues es necesaria la recolección de
mayores elementos de prueba que permitan dilucidar la licitud o
ilicitud de dicho patrimonio; siendo esta parte de la investigación una
etapa importante para que con el pleno respeto de los derechos
fundamentales y de los principios constitucionales, se indague con
profundidad y se reúnan los elementos indiciarios y probatorios
respectivos, pues es menester que la investigación de delitos complejos
determine con claridad si existe o no un hecho punible.

44. Así, aun cuando en el presente caso el ejercicio de las funciones del
fiscal emplazado no lesione el derecho y principio invocado, ello no
impide verificar que una segunda investigación por la presunta
existencia de hechos ilícitos pudo haberse evitado si en la carpeta
fiscal 122-2009 se hubiera llegado, mediante la pericia contable, a
determinar con certeza la procedencia (lícita o ilícita) del dinero
depositado a favor de doña Nadine Heredia Alarcón, lo cual hubiera
permitido definir su situación jurídica. Por ello, a juicio de este
Tribunal, es necesario notificar al Órgano de Control Interno del
Ministerio Público con la presente sentencia a fin de que realice una
investigación sobre la conducta funcional de los fiscales que tuvieron a
su cargo la carpeta fiscal 122-2009 y determine si existió o no omisión
de funciones al encarar dicha investigación.

Los efectos colectivos de la sentencia del hábeas corpus

45. Finalmente, un punto importante a tratar también viene a ser el alcance


de los efectos de una sentencia constitucional, a propósito de la
resolución aclaratoria de fecha 4 de setiembre de 2015, emitida por la
Sexta Sala Penal para procesos con reos libres de la Corte Superior de
Justicia de Lima, que dispuso el archivo definitivo de la carpeta fiscal
480-2014, comprendiendo tanto a doña Nadine Heredia Alarcón como
a los demás investigados en ella.

46. Cabe formularse la pregunta de si los efectos de una sentencia que


declara fundada una demanda de hábeas corpus pueden ser extendidos
a otras personas que no han demandado en el proceso.

47. En principio, las sentencias judiciales en general, característica que


comparten los procesos constitucionales de la libertad, tienen efectos
inter partes. Bajo esta idea es que el Tribunal Constitucional, en alguna
ocasión, ha denegado un pedido para que se extiendan los efectos de
una sentencia constitucional.

48. No obstante, podemos afirmar que dicha regla general admite


supuestos de excepción, en los que determinado acto afecte de manera
homogénea a otros sujetos distintos del demandante. Al respecto,
podemos utilizar como referencia la sentencia del caso Arellano
Serquén (STC Exp. Nº 02579-2003-HD/TC) en la cual este Tribunal
Constitucional introdujo en la justicia constitucional peruana el
concepto de “Estado de cosas inconstitucionales”, el cual había sido
anteriormente adoptado por la justicia constitucional colombiana.
Según este concepto, existen circunstancias estructurales que
constituyen una violación de un número plural y significativo de
personas, de modo tal que el acto lesivo materia de demanda no solo
viola los derechos de quienes fueron demandantes, sino de otras
muchas personas que se encuentran en las mismas circunstancias que
el actor(67).

49. El Tribunal Constitucional decretó en la referida sentencia que al


declararse el “estado de cosas inconstitucionales” se debe efectuar un
requerimiento específico o genérico a un (o unos) órgano(s) público(s),
a fin de que realicen o dejen de realizar una acción u omisión, per se,
violatoria de derechos fundamentales que repercuta en la esfera
subjetiva de personas ajenas al proceso constitucional en el cual se
origina la declaración. De este modo, se extienden los alcances inter
partes de las sentencias a todos aquellos casos en los que de la
realización de un acto u omisión se hubiese derivado o generado una
violación generalizada de derechos fundamentales de distintas
personas (Cfr. STC Exp. Nº 02579-2003-HD/TC, f. j. 19).

50. En el caso que motivó la adopción del estado de cosas


inconstitucionales, el Tribunal Constitucional identificó como acto
violatorio de los derechos de la recurrente (y de otras personas situadas
en la misma situación), la negativa del Consejo Nacional de la
Magistratura de entregar a los jueces que se encontraban sujetos a
proceso de ratificación ante el citado órgano copia del Informe de la
Comisión Permanente de Evaluación y Ratificación, referente a su
conducta e idoneidad en el cargo, copia del acta de la entrevista
personal y copia del video de la referida entrevista personal, lo que
derivaba de la aplicación de un reglamento inconstitucional.

51. En el caso descrito, la situación calificada como inconstitucional por el


TC afectaba no solo a la demandante, sino a todos los que se
encontraban en la misma situación. Conforme al criterio reseñado, el
Tribunal Constitucional podría extender los efectos de sus sentencias
constitucionales siempre que se trate de un determinado acto que
resulte igualmente inconstitucional para otros sujetos aunque estos no
hayan sido parte en el proceso. Así, por ejemplo, si en la sentencia de
un hábeas corpus correctivo se establece que las condiciones de
reclusión de un determinado establecimiento penitenciario no cumplen
los estándares mínimos, la sentencia podrá ser extensiva para todos los
demás internos de dicho penal.

52. En el caso de procesos constitucionales incoados contra procesos


judiciales o investigaciones fiscales podría ser aplicado este criterio
siempre que se trate de una violación constitucional que afecte por
igual a todos los coprocesados. Así, por ejemplo, si en la sentencia de
hábeas corpus se determina que el órgano jurisdiccional atenta contra
el propio del juez predeterminado por ley, resulta evidente que ello no
solo afectará al demandante, sino a todas las partes de dicho proceso
judicial. Hay muchos otros supuestos, en cambio, en los que la
violación al derecho constitucional de un procesado no significa
necesariamente que los demás procesados se encuentren en la misma
situación. Por ejemplo, si se determina que ha habido una violación del
plazo razonable del proceso, esta difícilmente podría ser extendida a
los demás procesados, en tanto la determinación de la presunta
violación de este derecho exige evaluar la conducta de cada procesado.

53. En el caso de autos se aprecia que ante un pedido de aclaración de la


sentencia de segundo grado del Procurador Público a cargo de la
defensa jurídica del Ministerio Público, el ad quem decide expedir la
Resolución de fecha 4 de setiembre de 2015 (f. 1481), precisando lo
siguiente:

Segundo: que, ante tal pedido, resulta pertinente precisar que, si bien la
demanda fue planteada solo por la favorecida Nadine Heredia Alarcón,
no es menos cierto que, este Colegiado, al emitir la sentencia de fecha
14 de agosto del presente año, ha tenido en cuenta no solo los
perjuicios denunciados por la favorecida, sino también, la validez de la
citada carpeta fiscal, ya que, desde una perspectiva constitucional, está
afectada de nulidad insalvable; Tercero: Que por ende, el archivo
definitivo de la Carpeta Fiscal Nº 480-2014, inevitablemente,
comprende tanto a la demandante Nadine Heredia Alarcón como a los
demás investigados en la misma, pudiendo ello desprenderse del
extremo resolutivo de la Resolución Nº 1097, en cuanto ordena: “(...)
archivar, definitivamente y para todos sus efectos, la carpeta fiscal
480-14 en donde corresponda...”, y así también de las consideraciones
expuestas a continuación por los señores jueces superiores Sumar
Calmet y Vigo Zevallos; por ende, a fin de evitar confusiones
posteriores, de conformidad con lo dispuesto en el artículo 406 del
Código Procesal Civil, aplicable supletoriamente al caso de autos:
ACLARARON que el archivo definitivo de la Carpeta Fiscal N° 480-
2014 comprende tanto a la demandante Nadine Heredia Alarcón como
a los demás investigados en ella (…)” (sic) (el resaltado es nuestro).

54. Como es de verse, el ad quem procede a ampliar los efectos de la


sentencia constitucional que emitió con fecha 14 de agosto de 2015 a
favor de los otros investigados en la carpeta fiscal 480-2014,
justificando su decisión en la existencia de un vicio de nulidad
insalvable en dicha investigación, la cual supuestamente se encontraría
sustentada en la sentencia que emitió; sin embargo, se aprecia que la
motivación que expuso se encuentra destinada a restar validez a las
investigaciones desarrolladas por el fiscal emplazado en la carpeta
fiscal 480-2014, pues, según sostiene,

“[Q]ue el D. L. Nº 1106 le da autonomía al llamado delito de ‘Lavado


de Activos’, empero consideramos que ello solo meramente
declarativo toda vez que la autonomía (que se le reconoce) no se
condice con lo que origina el delito de Lavado de activos: otro delito, y
consecuentemente en no tener claro el delito fuente (o de origen) torna
la investigación en inocua o vacía, ya que la propia Ley da un catálogo
definido de los delitos que se pueden relacionar con los capitales
ilícitos que se insertan en la economía regular y lícita (sic. f. 1410).

[L]a información proporcionada por el ciudadano [denunciante]: es


solo una noticia, no una investigación periodística y,
consecuentemente, no reporta elementos, indicios o datos de mínima
consistencia como para aperturar investigación alguna; en ese sentido
el proceder serio de un autoridad es, recibida una notitia criminis
indagar sobre la sostenibilidad de la imputación (en este caso)
periodística, y si se trata de una investigación periodística la que se
recoge: verificar la sostenibilidad de la imputación, cosa que no ha
efectuado el Fiscal encargado del caso;

Recibido el reclamo de la hoy beneficiaria [el fiscal emplazado]


procede a analizar las decisiones de su superior, respecto al
archivamiento de tal proceso (carpeta fiscal 122-09), califica los
argumentos de este y, siguiendo los criterios según su parecer, de
sentencia del Tribunal Constitucional (respecto al tema de la llamada
‘cosa decidida fiscal’): amplía la investigación a partir de lo que se
aprecia como indicios de la comisión de evento criminoso;

Por aplicación del artículo 5 de la Ley Orgánica del Ministerio


Público, el Sr. Fiscal Provincial: está impedido de revisar la decisión
de un superior, en consecuencia ampliar o hacer investigación a partir
de considerar impropio, por diversas razones, una conclusión de su
superior jerárquico: violenta el estado de derecho, toda vez que le está
vedado tal conducta por ministerio de la ley (por más que se afinque en
sentencia del Tribunal Constitucional), si a ello se adiciona lo endeble
de los medios en que se sustenta su decisión de investigar, aun cuando
aparatoso y mediático resulten su afirmaciones; este Colegiado debe
agregar que la decisión del Sr. Fiscal: no precisa ni establece cual es el
delito fuente, no hay referencias sobre los indicios concurrentes que
existirían entre los actos de movimiento dinerario descubierto, con
alguno de los delitos del catálogo establecido por el artículo 10 del D.
L. Nº 1106, ni de su vinculación con los ciudadanos que implica es
decir no señala, y menos da razones, respecto a si investigará a partir
del delito de narcotráfico, terrorismo o cualquier proveniente del
catálogo fijado por la ley (…)” (sic, f. 1411 revés y 1412).

55. Como es de verse, los argumentos principales para invalidar la


investigación de la carpeta fiscal 480-2014 no contienen razones
jurídicas objetivas sobre la labor del fiscal emplazado. Todo lo
contrario, inician con una justificación subjetiva respecto de la
autonomía del delito de lavado de activos, para luego restar validez a
la investigación, pues, a su juicio, no resulta suficiente el acopio de
información periodística, sino que necesariamente el fiscal debería
determinar el delito fuente o delito previo.

56. Al respecto, este Tribunal considera oportuno precisar que, si bien es


cierto que la carpeta fiscal 480-2014 se inició como consecuencia de
una denuncia de parte y luego de tomar conocimiento de diversas
noticias periodísticas, ello no resta la legitimidad a la apertura de la
referida investigación fiscal, ni mucho menos vicia dicho
procedimiento, pues conocida una notitia criminis por parte de un
representante del Ministerio Público, este está obligado a promover el
inicio de una investigación a fin de dilucidar si existe o no sospecha de
haberse cometido un delito, en cumplimiento de sus funciones
constitucionales y del principio de legalidad, más aún cuando, luego de
efectuar diversas indagaciones al respecto, consideró pertinente
disponer la ampliación de la investigación dada la existencia de
indicios y hechos nuevos.

57. En el caso de doña Nadine Heredia Alarcón, la presunta violación del


ne bis in idem, que en su momento la Sexta Sala Penal de Lima declaró
a su favor, no constituye un asunto que pueda ser extendido de manera
automática a todos los demás coprocesados, puesto que en cada caso
deberá evaluarse si han sido también objeto de una segunda
investigación, y además, si concurren los elementos conformantes del
ne bis in idem: sujeto, hecho y fundamento. En tal sentido, no se
aprecia que la justificación expuesta por el ad quem permita evidenciar
razonabilidad alguna para disponer la ampliación de los efectos de la
sentencia de hábeas corpus respecto de los otros investigados, razón
por la cual corresponde también declarar su nulidad.

Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad


que le confiere la Constitución Política del Perú.

HA RESUELTO

1. REVOCAR la sentencia del 14 de agosto de 2015 y su resolución


aclaratoria del 4 de setiembre de 2015, emitida por la Sexta Sala Penal
para procesos con reos libres de la Corte Superior de Justicia de Lima,
así como la sentencia del 8 de junio de 2015, emitida por el
Cuadragésimo Tercer Juzgado Penal de Lima, y, en consecuencia,
DECLARAR INFUNDADA la demanda promovida por doña Nadine
Heredia Alarcón, que debe ser entendida como una de amparo.

2. Notificar al Órgano de Control Interno del Ministerio Público con la


presente sentencia a fin de que realice una investigación sobre la
conducta funcional de los fiscales que tuvieron a su cargo la carpeta
fiscal 122-2009, y determine si existió o no omisión de funciones en el
desarrollo de dicha investigación.

Publíquese y notifíquese.

SS. URVIOLA HANI; BLUME FORTINI; RAMOS NÚÑEZ;


SARDÓN DE TABOADA; LEDESMA NARVÁEZ; ESPINOSA-
SALDAÑA BARRERA
VII.

RECHAZO DEL RECURSO DE AGRAVIO


CONSTITUCIONAL A TRAVÉS DE SENTENCIA
INTERLOCUTORIA

Supuestos para el rechazo liminar del recurso de agravio constitucional


establecidos en el precedente “Vásquez Romero”

Exp. N° 00987-2014-PA/TC
EXP. N° 00987-2014-PA/TC
SANTA
FRANCISCA LILIA
VÁSQUEZ ROMERO

SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL

En Lima, a los 6 días del mes de agosto de 2014, el Pleno del Tribunal
Constitucional, integrado por los señores magistrados Urviola Hani,
Miranda Canales, Blume Fortini, Ramos Núñez, Sardón de Taboada,
Ledesma Narváez y Espinosa-Saldaña Barrera pronuncia la siguiente
sentencia:

ASUNTO

Recurso de agravio constitucional interpuesto por doña Francisca Lilia


Vásquez Romero contra la resolución de fojas 278, de fecha 14 de
noviembre de 2013, expedida por la Primera Sala Civil de la Corte Superior
de Justicia del Santa, que declaró improcedente la demanda de autos

ANTECEDENTES
Con fecha 12 de marzo de 2013, la recurrente interpone demanda de
amparo contra los integrantes de la Segunda Sala Civil de la Corte Superior
de Justicia del Santa, de la Sala Civil Permanente de la Corte Suprema de
Justicia de la República y de la Sala de Derecho Constitucional y Social
Permanente de la Corte Suprema de Justicia de la República, así como
contra el Presidente y el Procurador Público del Poder Judicial, solicitando
que se declare la nulidad de todo lo actuado en el proceso de tercería
preferente de pago correspondiente al Exp. N° 1460-2006 desde la
Resolución N° 38, de fecha 4 de diciembre de 2009 hasta el Decreto N° 5,
de fecha 25 de enero de 2013, por haberse vulnerado sus derechos “al
debido proceso, de petición, de defensa, de libre acceso al órgano
jurisdiccional y a la tutela procesal efectiva”.

Refiere que en el proceso de ejecución de garantías seguido en su


contra por el Banco Wiese Sudameris (ahora Scotiabank), hasta la fecha no
se le ha notificado la ejecutoria suprema que resolvió su recurso de
casación, ni el Decreto N° 40, de fecha 19 de octubre de 2011. Sostiene,
igualmente, que la Sala Civil Suprema emplazada ha actuado en forma
ilegal porque el proceso de tercería preferente de pago que es civil lo
transformó en constitucional y, “cambiando de jurisdicción”, lo remitió a la
Sala Constitucional Suprema emplazada; y que los jueces del Cuarto
Juzgado Civil de Chimbote y los vocales de la Sala Superior emplazada han
tramitado con fraude el Exp. N° 1460-2006.

El Tercer Juzgado Civil de Chimbote, con fecha 26 de marzo de 2013,


declaró improcedente la demanda, por considerar que los hechos y el
petitorio de la demanda no están referidos en forma directa al contenido
constitucionalmente protegido de los derechos invocados, porque la
recurrente pretende replantear la controversia pese a que ha sido
debidamente resuelta por los órganos jurisdiccionales emplazados; y en
razón a que ha vencido el plazo de prescripción para interponer la demanda,
por cuanto la Resolución N° 40 le fue notificada el 26 de octubre de 2011.

La Sala revisora confirmó la apelada, por estimar que entre la fecha de


notificación de la Resolución N° 40 y la de interposición de la demanda ha
transcurrido en exceso el plazo de prescripción.

FUNDAMENTOS
§ Procedencia de la demanda

1. Antes de dilucidar la controversia, el Tribunal Constitucional estima


necesario pronunciarse respecto a la declaración de improcedencia
liminar de la demanda.

2. El Tercer Juzgado Civil de Chimbote declaró improcedente la


demanda, por considerar que los hechos y el petitorio no estaban
referidos en forma directa al contenido constitucionalmente protegido
de los derechos invocados, toda vez que la actora pretende replantear
una controversia debidamente resuelta por los órganos jurisdiccionales
emplazados. En consecuencia, se estimó de aplicación el inciso 1) del
artículo 5 del Código Procesal Constitucional. Considera, además, que
ha vencido el plazo de prescripción para interponer la demanda, lo cual
supone –aunque no haya sido expresamente citada– la aplicación de la
causal de improcedencia prevista en el inciso 10) del numeral 5 del
mismo cuerpo legal.

3. Por su parte, la Primera Sala Civil de la Corte Superior de Justicia del


Santa confirmó dicho pronunciamiento por considerar que el plazo de
prescripción transcurrió en exceso, siendo de aplicación el inciso 10)
del artículo 5 del Código Procesal Constitucional.

4. Debe tenerse presente que solo cabe acudir al rechazo liminar de la


demanda de amparo cuando no exista margen de duda respecto de su
improcedencia. Dicho con otras palabras, cuando de una manera
manifiesta se configure una causal de improcedencia específicamente
prevista en el Código Procesal Constitucional.

5. En ese sentido, corresponde analizar ambos pronunciamientos a


efectos de verificar si la demanda se subsume, o no, en alguno de los
supuestos de improcedencia previstos en el artículo 5 del Código
Procesal Constitucional, conforme lo dispone, además, el numeral 47
del mismo.

6. Respecto a la configuración de la causal de improcedencia prevista en


el inciso 1) del artículo 5 del Código Procesal Constitucional, debe
precisarse que la demandante ha alegado que no se le han notificado
resoluciones y que se alteró el trámite procesal de su pretensión ante la
Corte Suprema; supuestas vulneraciones que pueden ser interpretadas
como conexas con el contenido del derecho al debido proceso.

7. En cuanto al cómputo del plazo de prescripción, conviene tener


presente que el inciso 5) del artículo 44 del Código Procesal
Constitucional, prescribe que “Si el agravio consiste en una omisión, el
plazo no transcurrirá mientras ella subsista”.

8. Al respecto, la demandante aduce que hasta la fecha no se le ha


notificado la ejecutoria suprema que resolvió su recurso de casación, ni
el Decreto N° 40, de fecha 19 de octubre de 2011, de modo tal que el
agravio invocado consistiría en una omisión, razón por la cual no
habría transcurrido el plazo de prescripción para interponer la demanda
y por ello no cabría aplicar la causal de improcedencia prevista en el
inciso 10) del artículo 5 del Código Procesal Constitucional.

9. El Tribunal Constitucional entiende que esta alegación de hechos se


encuadra, prima facie, dentro del contenido constitucionalmente
protegido del derecho al debido proceso.

10. Sin embargo, conviene enfatizar que el análisis propuesto respecto de


si las cuestionadas resoluciones afectan o no los derechos invocados
supone un pronunciamiento sobre el fondo de la controversia y debe
realizarse luego de trabada la litis.
§ El Recurso de Agravio Constitucional planteado en autos

11. Establecido lo anterior, cabe decidir si en todos los casos en los que la
demanda ha sido declarada improcedente in limine, y el Tribunal
Constitucional entiende que debe emitirse un pronunciamiento
sustantivo, corresponde ordenar que el Juez del Proceso la admita a
trámite.

12. El inciso 2 del artículo 202 de la Constitución establece que


corresponde al Tribunal Constitucional:

“… 2. Conocer, en última y definitiva instancia, las resoluciones


denegatorias de hábeas corpus, amparo, hábeas data, y acción de
cumplimiento”.

13. Por ende, la competencia de este Tribunal se habilita frente a aquellos


casos en los que se haya declarado improcedente o infundada la
demanda.

14. En el contexto de este diseño normativo, cabría preguntarse cómo


proceder cuando se trata de pretensiones carentes por completo de
fundamento, como la que sostiene que los jueces demandados
incurrieron con su resolución en delito de lesa humanidad.

15. En el Recurso de Agravio Constitucional se afirma que:

a. “… advirtiendo que es una falsedad y un fraude, el Auto Nº 38


del 4-12-2009 expedido por los vocales Walter Ramos Herrera,
Angela Graciela Cárdenas Salcedo y Jesus Sebastián Murillo
Domínguez para hacer cobrar a Scotiabank Perú SAA la falsa
deuda de los 3 pagarés que no están firmados por los recurrentes”
(Fojas 300 de autos).

b. “… resolviendo una cosa por otra y como litigantes y juez y parte


contra la agraviada, sin desvirtuar la infracción a mis derechos
humanos y sin precisar la ley que les faculte hacer a Scotiabank
que cobre deuda falsa” (Fojas 301 de autos); y

c. “… Agravio Moral: Se ha causado y sigue causando una inmensa


tortura moral y psicológica que consume la intimidad de la
agraviada al producir preocupaciones, pena, estrés, depresión,
insomnios, melancolía y otros sufrimientos” (Fojas 314 de autos).

16. Si bien la demanda se refería, prima facie, al debido proceso, como se


ha señalado, los planteos de la demandante carecen por completo de
fundamentación constitucional. Sin embargo, el Tribunal
Constitucional entiende que en casos como este, podría emitirse,
extraordinariamente, un pronunciamiento sustantivo.

17. Tal posición se sustenta en diferentes principios relacionados con la


naturaleza y fines de los procesos constitucionales y, particularmente,
para efectos del presente caso, en los de economía e informalidad.
[Cfr. STC Nº 04587-2004-PA/TC, fundamentos 16 a 19].

18. Por lo que hace al principio de economía procesal, este Tribunal ha


establecido que si de los actuados existen los suficientes elementos de
juicio como para emitir un pronunciamiento sobre el fondo pese al
rechazo liminar de la demanda, resulta innecesario obligar a las partes
a reiniciar el proceso, no obstante todo el tiempo transcurrido. Con
ello, no solo se posterga la resolución del conflicto innecesariamente,
sino que, a la par, se sobrecarga innecesariamente la labor de las
instancias jurisdiccionales competentes.

19. En cuanto al principio de informalidad, este Tribunal ha precisado que


si en el caso concreto existen todos los elementos como para emitir un
pronunciamiento sobre el fondo de la controversia, este se expedirá
respetándose el derecho de las partes a ser oídas por un juez o tribunal,
de manera que una declaración de nulidad de todo lo actuado, por el
solo hecho de servir a la ley, y no porque se justifique en la protección
de algún bien constitucionalmente relevante, devendría en un exceso
de ritualismo procesal incompatible con el “(...) logro de los fines de
los procesos constitucionales”, como ahora establece el tercer párrafo
del artículo III del Título Preliminar del Código Procesal
Constitucional.
§ Justificación del pronunciamiento sobre el fondo en el presente
caso

20. Un pronunciamiento sustantivo en el presente caso no afectará el


derecho de defensa de todas las partes emplazadas, como así lo
demuestran las instrumentales que obran en autos y lo confirma la
línea jurisprudencial asumida por este Tribunal ante supuestos
análogos. En efecto, y en lo que se refiere a los órganos judiciales
demandados, conviene recordar que el Tribunal Constitucional
peruano, tratándose de supuestos de amparo contra resoluciones
judiciales, como ocurre en el caso de autos, ha considerado que, ante
afectaciones al debido proceso, es posible condicionar la intervención
de las partes, no requiriéndose la participación de los órganos
judiciales demandados, al tratarse de cuestiones de puro derecho [Cfr.
Sentencia recaída en el Expediente Nº 05580-2009-PA/TC,
fundamento 4].

21. En el caso concreto, la pretensión incoada se circunscribe a cuestionar


determinadas resoluciones judiciales, razón por la cual, para este
Tribunal, la falta de participación de los órganos judiciales emplazados
en el presente proceso no constituye razón suficiente para declarar la
nulidad de todo lo actuado. Este Tribunal Constitucional entiende que
en autos existen suficientes elementos de juicio como para emitir un
pronunciamiento de fondo, resultando innecesario condenar a las
partes a transitar nuevamente por la vía judicial para llegar a un
destino que ahora puede dilucidarse.

22. En todo caso, de autos se verifica que los emplazados han sido
notificados en diversas oportunidades con cada uno de los diferentes
actos procesales posteriores al concesorio del recurso de apelación,
conforme consta a fojas 168, 169, 170, 171, 172, 173, 174, 175, 176,
177, 178, 179, 180, 181, 182, 183, 184, 185, 186, 187, 188, 189, 190,
191, 192, 194, 195, 196, 197, 198, 199, 200, 203, 204, 205, 206, 207,
208, 209, 210, 212, 233, 234, 235, 236, 239, 241, 243, 251, 253, 255,
262, 263, 264, 266, 268, 270, 272, 273, 275, 277, 282, 283, 285, 287,
289, 290, 292, 294, 296, 317, 318, 319, 320, 322, 324, 326, 328, 330 y
332, con lo cual su derecho de defensa no se ha visto afectado en tanto
han tenido conocimiento oportuno de la existencia del presente
proceso. Por lo expuesto, para este Tribunal queda claro que el derecho
de defensa de los emplazados ha quedado plenamente garantizado en
la presente causa, toda vez que tuvieron la oportunidad de hacer
ejercicio de él.

23. En consecuencia, el Tribunal Constitucional estima que si bien es


cierto la demanda de amparo de autos no se admitió a trámite, sin
embargo, una evaluación de los actuados evidencia:

a. En atención al principio de economía procesal, que en autos


existen suficientes recaudos y elementos de juicio como para
emitir un pronunciamiento sobre el fondo de la controversia; y,

b. Por lo que hace al principio de informalidad, que el rechazo


liminar de la demanda no ha afectado el derecho de defensa del
emplazado Poder Judicial, quien fue debidamente notificado a
partir del concesorio del recurso de apelación.

24. Por lo mismo, el Tribunal Constitucional considera que es competente


para resolver el fondo de la controversia.

§ Petitorio de la demanda y argumentos de la demandante

25. Conforme consta en los antecedentes de la presente sentencia,


mediante la demanda de amparo de autos la recurrente persigue que se
declare la nulidad de todo lo actuado en el proceso de tercería
preferente de pago correspondiente al Expediente N° 1460-2006 desde
la Resolución N° 38, de fecha 4 de diciembre de 2009, hasta el Decreto
N° 5, de fecha 25 de enero de 2013, por haberse vulnerado, según
alega, sus derechos al debido proceso, de petición, de defensa, de libre
acceso al órgano jurisdiccional y a la tutela procesal efectiva.
26. La actora manifiesta que en el proceso de ejecución de garantías
seguido en su contra por el Banco Wiese Sudameris (ahora
Scotiabank), hasta la fecha no se le ha notificado la ejecutoria suprema
que resolvió su recurso de casación, ni el Decreto N° 40, de fecha 19
de octubre de 2011. Agrega, asimismo, que la Sala Civil Suprema
emplazada ha actuado en forma ilegal porque el proceso de tercería
preferente de pago, que es de naturaleza civil, lo “transformó” en
constitucional y, “cambiando de jurisdicción”, lo remitió a la Sala
Constitucional Suprema emplazada. Añade, por último, que los jueces
del Cuarto Juzgado Civil de Chimbote y los vocales de la Sala
Superior emplazada han tramitado con fraude el Expediente N° 1460-
2006.

27. En el momento de examinar el fondo de la cuestión, se advierte que la


demanda se sustenta en afirmaciones como las que se indican a
continuación:

a. “(…) los jueces del 4º Juzgado Civil de la Corte Superior de


Justicia del Santa - Chimbote en posta jurisdiccional indebida e
ilegal, en complicidad con los auxiliares judiciales y
evidentemente en acuerdo con los vocales supremos y los vocales
de la Sala Civil de Chimbote tramitan con fraude el Expediente
Nº 1460-2006” (fojas 70, énfasis agregado).

b. “(…) los magistrados demandados en confabulación han violado


el texto expreso y claro del artículo 1 de la Ley Nº 27682, la
Constitución, las leyes, el debido proceso y en cadena a todos los
demás derechos humanos de la recurrente, es claro que los
trasgresores agresores con esa conducta disfuncional y con fraude
y con ensañamiento, crueldad, crimen y delitos de lesa humanidad
imprescriptibles han hecho víctima de cruel injusticia a la
recurrente que tiene que ser corregida” (fojas 72, énfasis
agregado).

c. “(…) la fraudulenta demanda cambiada al número 1460-2006,


está expresado y precisado hasta la saciedad que esa demanda
está interpuesta, admitida y tramitada violada reiteradamente el
debido proceso. Y siendo que el Poder Judicial con sus
magistrados como juez y parte en su interés litigando en lugar del
Banco y rehusándose escuchar, oír y entender el reclamo de la
recurrente” (fojas 97, énfasis agregado).

§ Análisis de la controversia

28. La recurrente alega que se han vulnerado sus derechos al debido


proceso, de petición, de defensa, de libre acceso al órgano
jurisdiccional y a la tutela procesal efectiva, porque los jueces del
Cuarto Juzgado Civil de Chimbote, los jueces de la Sala Superior
emplazada y los jueces de las Salas Supremas emplazadas se habrían
confabulado para litigar en su contra y tramitar con fraude el proceso
de tercería preferente de pago recaído en el Expediente N° 1460-2006
y favorecer al Banco Wiese Sudameris (hoy Scotiabank).

29. Sin embargo, de la revisión de los actuados este Tribunal advierte que
no obra medio probatorio alguno que acredite tales alegatos. En efecto,
de los actos procesales aportados no se evidencia la confabulación
alegada, ni el fraude imputado, y también cabe enfatizar que ninguno
de ellos prueba que a la recurrente se le haya imposibilitado o negado
el libre acceso al órgano jurisdiccional.

30. En consecuencia, y respecto de este primer extremo, el Tribunal


Constitucional estima que no se ha acreditado la violación de los
derechos invocados supra.

31. De otro lado, la recurrente también alega que no se le ha notificado la


ejecutoria suprema que resolvió su recurso de casación, ni el Decreto
N° 40, de fecha 19 de octubre de 2011.

32. Sobre el particular, de la lectura del escrito de demanda se infiere que


la recurrente conoce el contenido de los referidos actos procesales,
toda vez que ha transcrito la parte considerativa del Decreto N° 40, lo
cual permite presumir a este Tribunal que estos sí le fueron
notificados, máxime cuando en autos no obran suficientes elementos
de prueba que permitan arribar a la convicción de que lo manifestado
sea cierto. En consecuencia, y respecto de este extremo, este Tribunal
estima que no se encuentra probada la violación alegada.

33. En cuanto a la alegada violación del derecho a no ser sometido a


procedimientos distintos de los previstos por ley, que en puridad se
refiere al derecho a la jurisdicción predeterminada por ley, debe
tenerse en cuenta que este Tribunal consideró que, eventualmente,
dicho derecho podría haberse visto afectado en el presente caso (Cfr.
Fundamento 9, supra). Al respecto conviene recordar que su contenido
plantea dos exigencias muy concretas: en primer lugar, que quien
juzgue sea un juez u órgano con potestad jurisdiccional,
garantizándose así la interdicción de ser enjuiciado por un juez
excepcional o por una comisión especial creada ex profesamente para
desarrollar funciones jurisdiccionales, o que dicho juzgamiento pueda
realizarse por comisión o delegación, o que cualquiera de los poderes
públicos pueda avocarse al conocimiento de un asunto que debe ser
ventilado ante un órgano jurisdiccional. Y, en segundo término, que la
jurisdicción y competencia del juez sean predeterminadas por la ley
[Cfr. Sentencia recaída en el Expediente Nº 0290-2002-HC/TC].

34. Al respecto, cabe precisar que de la Resolución S/N, de fecha 9 de


julio de 2010, emitida por la Sala Civil Suprema emplazada, y que
corre a fojas 57 de autos, se desprende que la causa le fue remitida a la
Sala Constitucional Suprema emplazada porque se solicitó “la tercería
preferente de pago ante una posible ejecución de un predio rústico,
constituido por la parcela de terreno Nº 11283”. Tal es la justificación
expresada por la Sala Civil Suprema emplazada para remitir la causa a
la Sala Constitucional Suprema emplazada, la cual es conforme con el
inciso 4) del artículo 35 del Decreto Supremo Nº 017-93-JUS, que
prescribe que la Sala de Derecho Constitucional y Social conoce “De
los recursos de casación en materia de Derecho Laboral y Agrario
cuando la ley expresamente lo señala”.

35. En consonancia con esta disposición, la Resolución Administrativa de


Presidencia Nº 006-2001-P-CS, de fecha 30 de abril de 2001, dispone
en su artículo 1 que la referida Sala es la competente para conocer “de
los recursos de nulidad y casaciones agrarias pares e impares (…)”.

36. En tal sentido, debe tenerse presente que la demandante no ha negado


ni contradicho que la mencionada parcela de terreno sea un predio
rústico, de manera que resulta claro que la Sala Constitucional
Suprema emplazada se constituyó en el órgano jurisdiccional
competente para conocer y resolver su recurso de casación, por cuanto
la materia versó sobre un asunto de derecho agrario, como lo es la
posible ejecución de un predio rústico. Por lo mismo, este Colegiado
puede concluir que tampoco se ha lesionado el derecho a no ser
sometido a procedimientos distintos de los previstos por ley.

37. Estando a lo expuesto y al no haberse acreditado los hechos que


sustentan la pretensión, el Tribunal Constitucional estima que la
presente demanda debe ser declarada infundada.

38. Al respecto, enfatiza que demandas de esta naturaleza mediante las


cuales se invocan derechos fundamentales pero sin demostrar en modo
alguno de qué modo habría ocurrido la vulneración o qué contenido
específico del mismo fue ilegítimamente intervenido, obstaculizan el
normal desenvolvimiento de la justicia constitucional.

§ Del examen del Recurso de Agravio Constitucional

39. Con fecha 9 de diciembre de 2013, la recurrente interpuso el recurso


de agravio constitucional solicitando que este Tribunal Constitucional
corrija, según afirma, “… el grave error y causales de nulidad del
prevaricador, fraudulento, incongruente y nulo auto Nº 13 con el cual
los eternos prevaricadores y fraudulentos encubiertos por la OCMA y
el CNM rechazaron la demanda”.

40. El artículo 18 del Código Procesal Constitucional ha delineado la


procedencia del Recurso de Agravio Constitucional, estableciendo que
tal recurso debe ser interpuesto contra la resolución de segundo grado
que declare infundada o improcedente la demanda y presentado en el
plazo de diez días contados desde el día siguiente de notificada la
resolución.

41. Una lectura descontextualizada de dicha disposición podría conducir a


creer que bastaría para que se conceda el recurso con la desestimación
de la demanda y el cumplimiento del plazo para la interposición del
recurso, pero este Tribunal Constitucional ya ha señalado, en la STC
Nº 02877-2005-HC/TC, que “a partir de la jurisprudencia y las
disposiciones del Código Procesal Constitucional mencionadas, puede
inferirse que el contenido constitucionalmente protegido de los
derechos es un requisito de procedencia de la demanda, pero también
del RAC” (Fundamento Jurídico 27).

42. Aún más, en dicho expediente, y con carácter de precedente, se dejó


sentado que:

“Aparte de los requisitos formales para su interposición, se requerirá


que el RAC planteado esté directamente relacionado con el ámbito
constitucionalmente protegido de un derecho fundamental; que no sea
manifiestamente infundado; y que no esté inmerso en una causal de
negativa de tutela claramente establecida por el TC” (Fundamento
Jurídico 31).

43. Lamentablemente, y a pesar de la claridad del precedente y su


obligatoriedad general, se repiten casos como el presente en el que se
interpone un Recurso de Agravio Constitucional manifiestamente
infundado, que se limita a invocar formalmente derechos reconocidos
por la Constitución, pero con una completa carencia de fundamento.
44. La atención de estos casos produce demoras que impiden atender
oportuna y adecuadamente aquellos otros en los cuales
verdaderamente existen vulneraciones que exigen una tutela urgente.

45. El Reglamento Normativo de este Tribunal Constitucional, que


actualmente se encuentra vigente, aborda este problema en su artículo
11:

“Una de las Salas se encargará de calificar la procedencia de las causas


que lleguen al Tribunal. La Sala determinará si, tras la presentación de
los recursos de agravio constitucional, se debe ingresar a resolver
sobre el fondo. Para realizar tal análisis, aparte de los criterios
establecidos en el artículo 18 del Código Procesal Constitucional, la
Sala declarará su improcedencia, a través de un Auto, en los siguientes
supuestos: si el recurso no se refiere a la protección del contenido
esencial del ámbito constitucionalmente protegido de un derecho
fundamental; si el objeto del recurso, o de la demanda, es
manifiestamente infundado, por ser fútil o inconsistente; o, si ya se ha
decidido de manera desestimatoria en casos sustancialmente idénticos,
pudiendo acumularse”.

46. Queda claro que el precedente y el Reglamento normativo se orientan


en el mismo sentido, por lo que no deberían prosperar recursos que
contengan pretensiones manifiestamente improcedentes o que resulten
irrelevantes.

47. Este Colegiado ha sostenido que “resulta claro que la tutela


jurisdiccional que no es efectiva no es tutela” (STC Nº 04119-2005-
AA, Fundamento jurídico 64, entre muchos otros) y por lo tanto debe
concentrar sus recursos en la atención de reales vulneraciones que
requieren tutela urgente.

48. A fin de optimizar adecuadamente el derecho a la tutela procesal


efectiva, el Tribunal considera indispensable en esta ocasión explicitar
los supuestos en que, sin más trámite, emitirá sentencia interlocutoria
denegatoria, estableciendo el precedente vinculante que se desarrolla
en el siguiente fundamento 49.

§ De la sentencia interlocutoria denegatoria

49. El Tribunal Constitucional emitirá sentencia interlocutoria denegatoria


cuando:

a. Carezca de fundamentación la supuesta vulneración que se


invoque;

b. La cuestión de derecho contenida en el recurso no sea de especial


trascendencia constitucional;

c. La cuestión de Derecho invocada contradiga un precedente


vinculante del Tribunal Constitucional;

d. Se haya decidido de manera desestimatoria en casos


sustancialmente iguales.

La citada sentencia se dictará sin más trámite.

50. Existe una cuestión de especial trascendencia constitucional cuando la


resolución resulta indispensable para solucionar un conflicto de
relevancia o cuando se presente la urgencia de una revisión sobre el
contenido de un derecho fundamental.

51. De este modo, el Tribunal Constitucional, a la luz de su jurisprudencia,


cumplirá adecuada y oportunamente con su obligación de garantizar la
supremacía de la Constitución y el efectivo respeto de los derechos
fundamentales. Preservará, así, la autoridad que le ha confiado el
pueblo a través del Congreso de la República.

Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional

HA RESUELTO
1. Declarar INFUNDADA la demanda al no acreditarse la vulneración de
derecho constitucional alguno de la recurrente.

2. Establecer como PRECEDENTE VINCULANTE, conforme al


artículo VII del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional,
la regla contenida en el fundamento 49 de esta sentencia.

Publíquese y notifíquese.

SS.

URVIOLA HANI, MIRANDA CANALES, BLUME FORTINI,


RAMOS NUÑEZ, SARDÓN DE TABOADA, LEDESMA
NARVÁEZ, ESPINOSA-SALDAÑA BARRERA

Caso modelo de rechazo liminar del recurso de agravio por la “causal


a” del precedente “Vásquez Romero”

Exp. N° 04170-2015-PA/TC
EXP. N° 4170-2015-PA/TC
LIMA
FELICITAS SOLDEVILLA HERRERA DE HUAMÁN

SENTENCIA INTERLOCUTORIA DEL TRIBUNAL


CONSTITUCIONAL

Lima, 3 de enero de 2017

ASUNTO

Recurso de agravio constitucional interpuesto por doña Felícitas


Soldevilla Herrera de Huamán contra la resolución de fojas 88, de fecha 29
de abril de 2015, expedida por la Tercera Sala Civil (ex-Sexta Sala Civil) de
la Corte Superior de Justicia de Lima, que declaró improcedente la
demanda.
FUNDAMENTOS

1. En la sentencia emitida en el Expediente 00987-2014-PA/TC,


publicada en el diario oficial El Peruano el 29 de agosto de 2014, este
Tribunal estableció, en el fundamento 49, con carácter de precedente,
que se expedirá sentencia interlocutoria denegatoria, dictada sin más
trámite, cuando se presente alguno de los siguientes supuestos, que
igualmente están contenidos en el artículo 11 del Reglamento
Normativo del Tribunal Constitucional, los cuales se presentan
cuando:

a. Carezca de fundamentación la supuesta vulneración que se


invoque.

b. La cuestión de Derecho contenida en el recurso no sea de especial


trascendencia constitucional.

c. La cuestión de Derecho invocada contradiga un precedente del


Tribunal Constitucional.

d. Se haya decidido de manera desestimatoria en casos


sustancialmente iguales.

2. El recurso de agravio constitucional debe ser desestimado cuando


carezca por completo de fundamentación, cuando la fundamentación
que se esgrima no sea coherente con aquello que se cuestione o cuando
el demandante se limite a reiterar los argumentos expuestos en su
demanda sin esgrimir fundamentación relacionada con la
desestimatoria dispuesta en la instancia judicial.

3. En el presente caso, se advierte que el recurso de agravio


constitucional interpuesto carece de fundamentación puesto que no
tiene por objeto que se estime la demanda; sino, por el contrario, que
se “corte el proceso” (sic) al haber acaecido la sustracción de la
materia. Según él, la improcedencia de la misma declarada por el ad
quem por no haber agotado la vía previa, le agravia por cuanto viola
“principios constitucionales” y “la propia ley de amparo” (sic).

4. No obstante ello, esta Sala del Tribunal Constitucional advierte que la


ausencia de fundamentación es manifiesta, en tanto no tiene por
finalidad que se estime su pretensión. En realidad, estamos ante una
impugnación sin sentido que lo único que ocasiona es posponer la
solución de otras causas. Siendo así, no corresponde la emisión de un
pronunciamiento de fondo.

5. En consecuencia, y de lo expuesto en los fundamentos 2 a 4 supra, se


verifica que el presente recurso de agravio ha incurrido en la causal de
rechazo prevista en el acápite a) del fundamento 49 de la sentencia
emitida en el Expediente 00987-2014-PA/TC y en el inciso a) del
artículo 11 del Reglamento Normativo del Tribunal Constitucional. Por
esta razón, corresponde declarar, sin más trámite, improcedente el
recurso de agravio constitucional.

Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad


que le confiere la Constitución Política del Perú, y la participación del
magistrado Espinosa-Saldaña Barrera, llamado a dirimir ante el voto
singular adjunto del magistrado Blume Fortini,

RESUELVE

Declarar IMPROCEDENTE el recurso de agravio constitucional.

Publíquese y notifíquese.

SS.

LEDESMA NARVÁEZ, SARDÓN DE TABOADA, ESPINOSA-


SALDAÑA BARRERA

VOTO SINGULAR DEL MAGISTRADO BLUME FORTINI


Discrepo, muy respetuosamente, de la decisión contenida en la
resolución de mayoría. Considero que si se opta por dictar en el presente
proceso una sentencia interlocutoria denegatoria, invocando el precedente
vinculante contenido en la STC N° 00987-2014-PA/TC (conocido como
precedente Vásquez Romero) y este fuera aplicable, no corresponde
declarar improcedente el recurso de agravio constitucional, sino entrar al
fondo del asunto y evaluar la pretensión contenida en la demanda, a los
efectos de determinar si la misma se encuentra dentro de los supuestos
consagrados en dicho precedente.

Las razones que sustentan mi posición son las siguientes:

Marco constitucional y legal para acceder al Tribunal Constitucional


como última y definitiva instancia constitucional en la jurisdicción nacional

1. La Constitución Política del Perú ha consagrado, en el inciso 2) de su


artículo 202, que el Tribunal Constitucional conoce, en última y
definitiva instancia, las resoluciones denegatorias dictadas por el Poder
Judicial en los procesos de hábeas corpus, amparo, hábeas data y
cumplimiento; habilitando de tal forma al demandante a acceder al
máximo órgano de la justicia constitucional, sin más condición que
este se halle ante una resolución denegatoria de segundo grado.

2. Complementando tal propósito habilitador de acceso al Tribunal


Constitucional, el Código Procesal Constitucional en su artículo 18
reguló el recurso de agravio constitucional a favor del demandante,
como el instrumento procedimental idóneo para impugnar la
resolución denegatoria a su pretensión dictada en segundo grado por el
Poder Judicial, sea que este haya declarado improcedente la demanda o
que haya declarado infundada la demanda, sin más requisito para su
concesión y procedencia que se trate de una resolución denegatoria y
que se interponga dentro del plazo de diez días de notificada.

3. Ratificando esa línea habilitadora de acceso al Tribunal Constitucional,


el mismo código adjetivo constitucional introdujo en su artículo 19 el
recurso de queja por denegatoria de recurso de agravio constitucional,
el cual permite al demandante cuestionar ante el propio Tribunal
Constitucional aquella resolución dictada por el Poder Judicial que
haya denegado o rechazado tal medio impugnatorio, a fin que el
Tribunal Constitucional haga una revisión de la declaración de
improcedencia cuestionada, en la línea de brindar una mayor garantía
al justiciable y, eventualmente, rectificar la decisión a favor del
demandante, si se detecta que la denegatoria careció de fundamento.

4. Por tanto, dentro de la lógica de la justicia finalista, amparista y


antiformalista que informa el acceso al Tribunal Constitucional, así
como las instituciones procesales reguladas por el Código Procesal
Constitucional, no cabe establecer requisitos de procedencia
adicionales a los dos señalados y, menos aún, sostener que al Tribunal
Constitucional le compete determinar la procedencia del recurso de
agravio constitucional, salvo el caso de su intervención residual vía
queja por denegatoria del mismo para procurar su concesión.

5. Es decir, la concesión y, por tanto la calificación de la procedencia del


recurso de agravio constitucional, es una competencia del Poder
Judicial, ejercida a través de las Salas de sus Cortes Superiores
encargadas de conocer en segundo grado los procesos que nos ocupan,
cuando hayan dictado resoluciones denegatorias a la pretensión del
demandante, por ser improcedente o infundada la demanda, según el
caso, que permite acceder al Tribunal Constitucional, a los efectos que,
como última y definitiva instancia (como instancia de grado) defina la
controversia.

6. Por tanto, una vez abierta la puerta de acceso al Tribunal


Constitucional vía la concesión del recurso de agravio constitucional,
lo cual significa acceder a una instancia de grado, que, además, es
última y definitiva en la jurisdicción nacional, no cabe que el Tribunal
Constitucional califique la procedencia o improcedencia del citado
recurso, por cuanto aquel viene ya calificado y concedido por la
segunda instancia judicial; el Tribunal Constitucional no tiene
competencia para entrar a dicha calificación y, si lo hiciera, estaría
volviendo a calificar en perjuicio del justiciable demandante un
recurso ya calificado y concedido; a contracorriente de la lógica
finalista, amparista y antiformalista antes referida, y violando su
derecho de acceso a la justicia constitucional especializada en instancia
final y definitiva en la jurisdicción interna. Más aún, si la expedición
de la sentencia interlocutoria denegatoria se produce sin vista de la
causa.

Descargar sin desamparar, desguarnecer ni abdicar. La correcta


interpretación del precedente Vásquez Romero

7. En armonía con lo dicho hasta aquí, cualquier intento de descarga que


asuma el Tribunal Constitucional si observa que existen causas
manifiestamente improcedentes o infundadas, que debieron merecer
una descalificación desde un inicio, por no darse los supuestos
elementales que habilitan la generación de un proceso constitucional,
no pasa por descalificar el recurso de agravio constitucional ya
concedido, sino por emitir un pronunciamiento desestimatorio, que
indique con toda precisión la razón que lleva a tal decisión; máxime si
los supuestos a los que se refiere el fundamento 49 de la STC N° 0987-
2014-PA/TC, no son, dentro del contexto descrito, instrumentos de
rechazo de plano del recurso de agravio constitucional, que, como
tales, justifiquen su improcedencia, sino situaciones que, de
presentarse, originan una sentencia interlocutoria denegatoria por
carecer de sustento la pretensión contenida en la demanda, lo cual
implica necesariamente entrar al examen del fondo del asunto.

8. Además, cualquier intento de descarga procesal no debe olvidar que


cada caso es peculiar y merece un análisis propio, prolijo y detenido,
para arribar a una decisión debidamente motivada y justa, ajena a
facilismos y apresuramientos. Es una exigencia de cumplimiento
ineludible en la excelsa función de administrar la justicia
constitucional que tiene el Tribunal Constitucional, como garante final
de la vigencia efectiva de los derechos fundamentales y de la primacía
normativa de la Constitución, y como última y definitiva instancia en
los procesos de la llamada jurisdicción de la libertad. Lo contrario
colisiona con el principio de interdicción de la arbitrariedad.

9. Por lo demás, considero pertinente precisar que las causales de rechazo


que contempla el precedente contenido en la STC N° 00987-2014-
PA/TC(*) solo deben ser entendidas con un criterio eminentemente
restrictivo. Esto es, como referidas única y exclusivamente a los cuatro
supuestos que allí se consignan y siempre que aparezcan en forma
indiscutible e indubitable. No así con un criterio de aplicación
extensiva y, menos aún, a otros supuestos de desestimación de la
pretensión.

El exceso incurrido y mi apartamiento de la forma de aplicación y


extensión del precedente Vásquez Romero

10. En este contexto, resulta un notable exceso pretender, como ya viene


ocurriendo en una buena cantidad de casos, que la totalidad de
causales de improcedencia de los procesos constitucionales previstas
en el Código Procesal Constitucional (Cfr. artículos 4, 5 y 70, entre
otros), sean subsumidas dentro de los supuestos establecidos en el
citado precedente, pues éste último, lo enfatizo, fue concebido para
casos muy excepcionales en los que no hubiese duda alguna sobre su
encuadramiento en tales supuestos: para casos de notoria, indudable y
grotesca improcedencia, que habilitaban la desestimación de la
pretensión sin más trámite, de manera excepcional. No fue concebido
con una finalidad laxa, amplia y genérica, ni habilitadora de otras
situaciones; máxime si la decisión se emitiría sin más trámite. Se trató
de una figura de aplicación excepcional. No de aplicación general. Y,
lo aclaro, ese fue el motivo por el que acompañé la propuesta, que
lamentablemente viene siendo desnaturalizada, como lo he explicado
precedentemente.

11. Las consideraciones descritas me llevan a sostener que,


adicionalmente a mi discrepancia por el uso equivocado que se viene
haciendo de la llamada sentencia interlocutoria denegatoria, tampoco
puedo asumir como razonable y conforme a Derecho su aplicación
indiscriminada, extensiva y generalizada a toda causal de
improcedencia o de rechazo contemplada en el Código Procesal
Constitucional, omitiendo el trámite de vista de la causa y sin oír a las
partes. Ello lesiona el derecho de defensa, el derecho al debido proceso
y el derecho a la tutela procesal efectiva, entre otros, que están
reconocidos en el artículo 139, incisos 14, 3 y 3 de la Constitución,
respectivamente, en los artículos 1 y 8 de la Convención Americana de
Derechos Humanos y en el artículo 4 del mismo Código Procesal
Constitucional; derechos que el Tribunal Constitucional ha
desarrollado con amplitud en numerosas sentencias dictadas antes del
precedente Vásquez Romero, como el derecho a la debida motivación
de las resoluciones judiciales y sus parámetros de medición.

12. Frente a estas dos situaciones, la desnaturalización de la aplicación del


precedente Vásquez Romero y su indebida extensión a todas las
causales de improcedencia previstas en el Código Procesal
Constitucional, he llegado a la firme convicción que debo dejar
constancia de mi apartamiento de tales formas de entender y aplicar
dicho precedente.

El sentido de mi voto

Voto a favor de que el Tribunal Constitucional dé trámite regular a la


causa, convoque a audiencia para la vista de la misma, oiga a las partes en
caso soliciten informar y admita nuevas pruebas si estas se presentan, así
como conozca y amerite las argumentaciones que esgriman en defensa de
sus derechos, en un marco de respeto irrestricto a su derecho de defensa,
como última y definitiva instancia que agota la jurisdicción interna, dejando
aclarado que al no haberse emitido pronunciamiento sobre la pretensión, no
puedo opinar por ahora sobre el fondo de la controversia, ya que la
resolución de mayoría, lesionando los antes aludidos derechos de la parte
demandante, se limita a declarar improcedente el recurso de agravio
constitucional.
S.

BLUME FORTINI

Caso modelo de rechazo liminar del recurso de agravio por la “causal


b” del precedente “Vásquez Romero”

Exp. N° 03139-2017-PA/TC
EXP. N° 03139-2017-PA/TC
AYACUCHO
JESÚS JUVENAL CASAYCO NAVARRO

SENTENCIA INTERLOCUTORIA DEL TRIBUNAL


CONSTITUCIONAL

Lima, 14 de setiembre de 2017

ASUNTO

Recurso de agravio constitucional interpuesto por don Jesús Juvenal


Casayco Navarro contra la resolución de fojas 53, de fecha 10 de abril de
2017, expedida por la Sala Especializada en lo Civil de Huamanga de la
Corte Superior de Justicia de Ayacucho, que declaró improcedente la
demanda de autos.

FUNDAMENTOS

1. En la sentencia emitida en el Expediente 00987-2014-PA/TC,


publicada en el diario oficial El Peruano el 29 de agosto de 2014, este
Tribunal estableció, en el fundamento 49, con carácter de precedente,
que se expedirá sentencia interlocutoria denegatoria, dictada sin más
trámite, cuando concurra alguno de los siguientes supuestos, que
igualmente están contenidos en el artículo 11 del Reglamento
Normativo del Tribunal Constitucional, los cuales se presentan
cuando:
a. Carezca de fundamentación la supuesta vulneración que se
invoque.

b. La cuestión de Derecho contenida en el recurso no sea de especial


trascendencia constitucional.

c. La cuestión de Derecho invocada contradiga un precedente del


Tribunal Constitucional.

d. Se haya decidido de manera desestimatoria en casos


sustancialmente iguales.

2. En el presente caso, se evidencia que el recurso de agravio no está


referido a una cuestión de Derecho de especial trascendencia
constitucional. Al respecto, un recurso carece de esta cualidad cuando
no está relacionado con el contenido constitucionalmente protegido de
un derecho fundamental; cuando versa sobre un asunto materialmente
excluido del proceso de tutela de que se trata; o, finalmente, cuando lo
pretendido no alude a un asunto que requiere una tutela de especial
urgencia.

3. Expresado de otro modo, y teniendo en cuenta lo precisado en el


fundamento 50 de la sentencia emitida en el Expediente 00987-2014-
PA/TC, una cuestión no reviste especial trascendencia constitucional
en los siguientes casos: (1) si una futura resolución del Tribunal
Constitucional no soluciona algún conflicto de relevancia
constitucional, pues no existe lesión que comprometa el derecho
fundamental involucrado o se trata de un asunto que no corresponde
resolver en la vía constitucional; o (2) si no existe necesidad de tutelar
de manera urgente el derecho constitucional invocado y no median
razones subjetivas u objetivas que habiliten a este órgano colegiado
para emitir un pronunciamiento de fondo.

4. Para esta Sala del Tribunal Constitucional, el recurso de agravio


constitucional carece de especial trascendencia constitucional, porque
la Opinión Legal 205-2016-MPH-SGAJ, de fecha 15 de julio de 2016,
emitida por la Subgerencia de Asesoría Jurídica de la Municipalidad
Provincial de Huanta, cuestionada mediante el presente proceso de
amparo, solo contiene una serie de recomendaciones y sugerencias
dirigidas a la Gerencia Municipal de la mencionada comuna. Ahora
bien, dado que dicha opinión, en sí misma, no incide negativamente en
el recurrente, no corresponde emitir un pronunciamiento de fondo.

5. En consecuencia, y de lo expuesto en los fundamentos 2 a 4 supra, se


verifica que el presente recurso de agravio ha incurrido en la causal de
rechazo prevista en el acápite b) del fundamento 49 de la sentencia
emitida en el Expediente 00987-2014-PA/TC y en el inciso b) del
artículo 11 del Reglamento Normativo del Tribunal Constitucional. Por
esta razón, corresponde declarar, sin más trámite, improcedente el
recurso de agravio constitucional.

Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad


que le confiere la Constitución Política del Perú, con la participación del
magistrado Sardón de Taboada, cuyo fundamento de voto se agrega,
convocado a dirimir ante el voto singular adjunto del magistrado Ferrero
Costa, y el fundamento de voto del magistrado Espinosa-Saldaña Barrera
que se agrega,

RESUELVE

Declarar IMPROCEDENTE el recurso de agravio constitucional,


porque la cuestión de Derecho contenida en el recurso carece de
especial trascendencia constitucional.

Publíquese y notifíquese.

SS.

RAMOS NÚÑEZ SARDÓN DE TABOADA ESPINOSA-SALDAÑA


BARRERA
Caso modelo de rechazo liminar del recurso de agravio por la “causal
c” del precedente “Vásquez Romero”

Exp. N° 06236-2015-PC/TC
EXP. N° 06236-2015-PC/TC
SAN MARTÍN
MARIBEL PINCHI TAFUR Y OTROS
REPRESENTADO POR EUDORO
MARTÍN SEVILLANO SILVA

SENTENCIA INTERLOCUTORIA DEL TRIBUNAL


CONSTITUCIONAL

Lima, 2 de agosto de 2016

ASUNTO

Recurso de agravio constitucional interpuesto por doña Maribel Pinchi


Tafur y otros, representado por don Eudoro Martín Sevillano Silva, contra
la resolución de fojas 169, de fecha 30 de julio de 2015, expedida por la
Sala Mixta Descentralizada de Liquidación y Apelaciones de Mariscal
Cáceres, Juanjuí, de la Corte Superior de Justicia de San Martín, que
declaró improcedente la demanda de autos.
FUNDAMENTOS

1. En la sentencia recaída en el Expediente 00987-2014-PA/TC,


publicada en el diario oficial El Peruano el 29 de agosto de 2014, este
Tribunal estableció, en el fundamento 49, con carácter de precedente,
que se expedirá sentencia interlocutoria denegatoria, dictada sin más
trámite, cuando concurra alguno de los siguientes supuestos, que
igualmente están contenidos en el artículo 11 del Reglamento
Normativo del Tribunal Constitucional, los cuales se presentan
cuando:
a. Carezca de fundamentación la supuesta vulneración que se
invoque.

b. La cuestión de Derecho contenida en el recurso no sea de especial


trascendencia constitucional.

c. La cuestión de Derecho invocada contradiga un precedente del


Tribunal Constitucional.

d. Se haya decidido de manera desestimatoria en casos


sustancialmente iguales.

2. En la sentencia emitida en el Expediente 00168-2005-PC/TC,


publicada en el diario oficial El Peruano el 7 de octubre de 2005, este
Tribunal, en el marco de su función de ordenación, precisó, con
carácter vinculante, los requisitos mínimos comunes que debe cumplir
el mandato contenido en una norma legal y en un acto administrativo
para que sea exigible a través del proceso constitucional de
cumplimiento.

3. En los fundamentos 14 al 16 de la sentencia precitada, que constituye


precedente, conforme a lo previsto por el artículo VII del Título
Preliminar del Código Procesal Constitucional, este Tribunal
estableció que para que el cumplimiento de una norma legal o la
ejecución de un acto administrativo sean exigibles a través de este
proceso constitucional, es preciso que, además de la renuencia del
funcionario o autoridad pública, el mandato previsto en la ley o en un
acto administrativo reúna los siguientes requisitos: a) ser un mandato
vigente; b) ser un mandato cierto y claro, es decir, debe inferirse
indubitablemente de la norma legal; c) no estar sujeto a controversia
compleja ni a interpretaciones dispares; d) ser de ineludible y
obligatorio cumplimiento, y e) ser incondicional. Excepcionalmente,
podrá tratarse de un mandato condicional, siempre y cuando su
satisfacción no sea compleja y no requiera de actuación probatoria.
Adicionalmente, para el caso del cumplimiento de los actos
administrativos, además de los requisitos mínimos comunes
mencionados, se deberá: o reconocer un derecho incuestionable del
reclamante, y g) permitir individualizar al beneficiario.

4. En el presente caso, la parte demandante pretende que se ordene el


cumplimiento del artículo 184 de la Ley Nº 25303, que dispone el
otorgamiento al personal, funcionarios y servidores de la salud pública
que laboren en zonas rurales y urbano-marginales de una bonificación
diferencial mensual y equivalente al 30 % de la remuneración total
como compensación por condiciones excepcionales de trabajo de
conformidad con el artículo 53, inciso b), del Decreto Legislativo Nº
276, con las deducciones que correspondan por los pagos diminutos
percibidos, a partir del 1 de enero de 1991. Dicha pretensión no puede
ser atendida en esta sede constitucional porque el mandato cuyo
cumplimiento se solicita está sujeto a controversia compleja, pues si
bien los demandantes han precisado que en realidad solicitan el
recálculo de la bonificación demandada, en otras vías se deberá
determinar el derecho y el monto que les correspondería en caso de
que se estime su pedido (Sentencias 04065-2012-PC/TC, 05075-2011-
PC/TC, 05024-2011-PC/TC, 05057-2011-PC/TC, 00314-2008-PC/TC
y 01201-2006-PC/TC, entre otras). Dicho de otro modo, la norma
cuyocumplimiento solicita la parte demandante contradice los
supuestos de procedencia establecidos en la Sentencia 00168-2005-
PC/TC.

5. En consecuencia, y de lo expuesto en los fundamentos 2 a 4 supra,


queda claro que se incurre en la causal de rechazo prevista en el
acápite c) del fundamento 49 de la sentencia recaída en el Expediente
00987-2014-PA/TC y en el inciso c) del artículo 11 del Reglamento
Normativo del Tribunal Constitucional. Por esta razón, corresponde
declarar, sin más trámite, improcedente el recurso de agravio
constitucional.

Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad


que le confiere la Constitución Política del Perú,

RESUELVE

Declarar IMPROCEDENTE el recurso de agravio constitucional.

Publíquese y notifíquese.

SS.

URVIOLA HANI, RAMOS NÚÑEZ, ESPINOSA-SALDAÑA


BARRERA
Caso modelo de rechazo liminar del recurso de agravio por la “causal
d” del precedente “Vásquez Romero”

Exp. N° 05476-2015-PC/TC
EXP. N° 05476-2015-PA/TC
LIMA
ELISA TARAZONA GONZALES

SENTENCIA INTERLOCUTORIA DEL TRIBUNAL


CONSTITUCIONAL

Lima, 24 de enero de 2017

ASUNTO

Recurso de agravio constitucional interpuesto por doña Elisa Tarazona


Gonzales contra la resolución de fojas 188, de fecha 18 de junio de 2015,
emitida por la Cuarta Sala Civil de la Corte Superior de Justicia de Lima,
que confirmó la improcedencia de la demanda de autos.

FUNDAMENTOS

1. En la sentencia emitida en el Expediente 00987-2014-PA/TC,


publicada en el diario oficial El Peruano el 29 de agosto de 2014, este
Tribunal estableció, en el fundamento 49, con carácter de precedente,
que se expedirá sentencia interlocutoria denegatoria, dictada sin más
trámite, cuando concurra alguno de los siguientes supuestos, que
igualmente están contenidos en el artículo 11 del Reglamento
Normativo del Tribunal Constitucional, los cuales se presentan
cuando:

a. Carezca de fundamentación la supuesta vulneración que se


invoque.

b. La cuestión de Derecho contenida en el recurso no sea de especial


trascendencia constitucional.

c. La cuestión de Derecho invocada contradiga un precedente del


Tribunal Constitucional.

d. Se haya decidido de manera desestimatoria en casos


sustancialmente iguales.

2. Como lo ha establecido el Tribunal Constitucional en la sentencia


recaída en el Expediente 03538-2013-PA/TC y en el auto dictado en el
Expediente 01213-2013-PA/TC, publicados el 8 de enero de 2015 y el
19 de enero de 2015, respectivamente, en el portal web institucional,
tratándose del cuestionamiento de una resolución judicial, conforme a
lo previsto en el artículo 44 del Código Procesal Constitucional, el
plazo para interponer la demanda de amparo vence a los 30 días de
notificada la resolución que se cuestiona o a los 30 días de notificada
la resolución que ordena “se cumpla lo decidido”, cuando corresponda
expedir esta resolución.

3. La recurrente cuestiona la sentencia de fecha 31 de agosto de 2011 (f.


53), que declara infundada su demanda de prescripción adquisitiva de
dominio, su confimatoria superior de fecha 22 de junio de 2012 (f. 65)
y la ejecutoria suprema de fecha 9 de abril de 2013 (f. 79), que
desestima su recurso de casación. Al respecto, cabe señalar que la
sentencia suprema era firme desde su expedición, toda vez que no
comporta un mandato de cumplimiento y/o ejecución, pues al
desestimar el recurso de casación no impone al juez o a las partes una
actuación específica cuya realización les deba ser requerida por otra
resolución subsiguiente. De ahí que el plazo de los 30 días hábiles para
interponer el amparo debe computarse a partir del día siguiente de la
notificación de esta resolución suprema. Así, el plazo transcurrido
desde el 30 de septiembre de 2013, fecha de notificación de la
casatoria, según el cargo de fojas 78, hasta el 3 de diciembre de 2013,
fecha de presentación de la demanda de amparo, excede el previsto en
el artículo 44 del Código Procesal Constitucional. Por lo tanto, la
demanda ha sido promovida en forma extemporánea y por ello deviene
improcedente.

4. En consecuencia, y de lo expuesto en los fundamentos 2 y 3 supra, se


verifica que el presente recurso de agravio ha incurrido en la causal de
rechazo prevista en el acápite d) del fundamento 49 de la sentencia
emitida en el Expediente 00987-2014-PA/TC y en el inciso d) del
artículo 11 del Reglamento Normativo del Tribunal Constitucional. Por
esta razón, corresponde declarar, sin más trámite, improcedente el
recurso de agravio constitucional.

Por estos fundamentos, el Tribunal Constitucional, con la autoridad


que le confiere la Constitución Política del Perú,

RESUELVE, con el fundamento de voto del magistrado Espinosa-


Saldaña Barrera, que se agrega,

Declarar IMPROCEDENTE el recurso de agravio constitucional.

Publíquese y notifíquese.

SS.

URVIOLA HANI, RAMOS NÚÑEZ, ESPINOSA-SALDAÑA


BARRERA
FUNDAMENTO DE VOTO DEL MAGISTRADO ESPINOSA-
SALDAÑA BARRERA

Coincido con el sentido de lo resuelto por mis colegas, pero considero


que los casos citados en el proyecto de sentencia interlocutoria no
constituyen casos sustancialmente iguales al presente.

1. La identificación de lo que supone un “caso sustancialmente igual” es


un aspecto vital no solo para la resolución de casos concretos, sino
también como pauta para la predictibilidad de las decisiones emitidas
por este Tribunal. Y es que contar con una causal como esta, implica
una serie de cargas tanto para los jueces como para los justiciables.
Así, las partes deben presentar sus argumentos atendiendo a la
jurisprudencia del Tribunal, de modo que sus alegatos permitan
establecer claramente la discusión iusfundamental planteada. Por parte
de los jueces, más bien implica un deber de guardar deferencia a la
línea jurisprudencial imperante para los diversos temas.

2. Lo señalado, lejos de apuntar a una petrificación de la jurisprudencia,


busca más bien que esta sea estable y salvaguardar así el principio de
igualdad en la impartición de justicia. Queda claro que el apartamiento
de determinada línea jurisprudencial es posible, más ello debe
realizarse, naturalmente, de forma razonada y motivada.

3. Frente a lo dicho, se requiere entonces que los criterios para aplicar la


causal d), sean razonables. En ese sentido, no pueden ser criterios
demasiado amplios al punto que no haya conexidad entre los casos que
permita extrapolar sus consecuencias jurídicas; y, por el contrario,
tampoco pueden ser criterios que limiten los casos de tal forma que no
pueda utilizarse la causal.

4. Por lo señalado, considero que como pauta general, el reconocimiento


de un caso referente para el caso discutido, se sitúa principalmente en
la ratio decidendi del mismo, pues es precisamente la igualdad en el
razonamiento jurídico lo que permite establecer la analogía que
habilita al Tribunal a dotar al caso discutido de la misma consecuencia
aplicada al referente. Así, creo que es posible identificar algunos
criterios que, sin llegar a la igualdad total, faculten a este Tribunal a
señalar que un caso es sustancialmente igual a uno anterior. Estos
criterios, a mi entender, deben darse en conjunto:

a. Igualdad en los derechos invocados; en ambos casos se debe


demandar la afectación/amenaza de los mismos derechos
fundamentales

b. Igualdad en el acto lesivo; debe tratarse de actos lesivos


homologables (por ejemplo, resoluciones judiciales entre sí, actos
administrativos entre sí, actos de privados, etc.).

c. Igualdad en las razones invocadas para el rechazo; sea esta una de


las causales recogidas en el Código, si estamos hablando de
improcedencia, o, directamente las razones de fondo para declarar
infundada la demanda.

5. Conforme con lo expuesto, encuentro que en el proyecto de sentencia


interlocutoria, se presentan como sustancialmente iguales los casos
resueltos en los expedientes 03538-2013-PA/TC y 01213-2013-PA/TC.
Sin embargo, de la revisión de los mismos, verifico que no constituyen
casos sustancialmente iguales al presente, por lo que no cabe
invocarlos para aplicar aquí la misma consecuencia jurídica que en
aquellos.

6. Así, respecto del expediente 03538-2013-PA/TC, encuentro que a


diferencia del caso bajo análisis, la razón por la cual se desestima el
recurso es debido a que la resolución impugnada no era firme. En
cambio aquí, lo planteado se sustenta en que la demanda de amparo ha
sido interpuesta fuera del plazo previsto en el artículo 44 del Código
Procesal Constitucional.
7. Por otra parte, en el expediente 01213-2013-PA/TC, la controversia
está referida a la presunta vulneración del derecho a no ser sometido a
un procedimiento distinto al establecido por ley y a la debida
motivación de las resoluciones judiciales, y se considera como acto
lesivo el hecho que el órgano jurisdiccional no solicitó la opinión del
Tribunal de Justicia de la Comunidad Andina. En cambio, en el
presente caso, además de alegar el derecho al debido proceso, se
invoca también el derecho a la propiedad, y se considera como acto
lesivo el hecho de que, según la recurrente, no se le notificó con la
resolución Nº 44 expedida en un proceso sobre prescripción
adquisitiva.

8. Ahora bien, sí considero que en este caso en particular, se ha incurrido


en la causal b) prevista en el fundamento 49 del precedente Vásquez
Romero. Ello porque la demandante ha iniciado el proceso de amparo
fuera del plazo de 30 días establecido en el artículo 44 del Código
Procesal Constitucional. En efecto, encuentro que la desestimación de
su recurso de casación le fue notificado el 30 de setiembre de 2013.
Sin embargo, recién interpone su demandan de amparo el 3 de
diciembre de 2013. Por tanto, el recurso planteado carece de especial
trascendencia constitucional, razón por la cual debe ser declarado
IMPROCEDENTE.

S.

ESPINOSA-SALDAÑA BARRERA

(1) Con matices, cfr. STC Exp. N° 00665-2007-PA/TC, f. j. 5.a y b, STC Exp. N° 06218-
2007-HC/TC, f. j. 10.
(2) Constitución Política del Perú
“Artículo 3.- La enumeración de los derechos establecidos en este capítulo no excluye los
demás que la Constitución garantiza, ni otros de naturaleza análoga o que se fundan
en la dignidad del hombre, o en los principios de soberanía del pueblo, del Estado
democrático de derecho y de la forma republicana de gobierno”.
(3) Cfr. STC Exp. N° 03227-2007-PA/TC, f. j. 3; RTC Exp. N° 9096-2006-PA/TC, f. j. 2.
(4) Cfr., mutatis mutandis, RTC Exp. N° 01581-2010-PHD/TC, f. j. 6.
(5) Cfr. Escrito de demanda, p. 101, a fojas 101.
(6) Cfr. Escrito de demanda, p. 103, a fojas 103.
(7) Cfr. Escrito de demanda, p. 101, a fojas 101.
(8) Cfr. Escrito de apelación, p. 12, a fojas 586.
(9) Cfr. Escrito de demanda, p. 17, a fojas 18.
(10) Cfr. Escrito de demanda, p. 25, a fojas 26.
(11) Cfr. Escrito de demanda, p. 15, a fojas 16.
(12) Cfr. Escrito de demanda, p. 15, a fojas 16.
(13) Cfr. Escrito de demanda, p. 16, a fojas 17.
(14) Cfr. Escrito de demanda, p. 21, a fojas 22.
(15) Cfr. Escrito de demanda, p. 25, a fojas 26.
(16) Cfr. Oficio Nº 235/2/2013-2014/CFC-CR, de fecha 2 de octubre de 2013, a fojas 161.
(17) Cfr. Escrito de demanda, p. 35, a fojas 36.
(18) Cfr. Escrito de demanda, p. 41, a fojas 43.
(19) Cfr. Escrito de demanda, p. 58, a fojas 60.
(20) Cfr. Escrito de demanda, p. 62, a fojas 64.
(21) Cfr. Escrito de demanda, p. 66, a fojas 68.
(22) Cfr. Escrito de demanda, p. 71, a fojas 73.
(23) Cfr. Escrito de demanda, p. 41, a fojas 43.
(24) Cfr. RTC Exp. N° 00465-2011-AA/TC, f. j. 4; STC Exp. Nº 02997-2009-AA/TC, f. j.
5.
(25) Cfr. RTC Exp. N° 00906-2009-AA/TC, f. j. 9; RTC Exp. N° 01399-2011-AA/TC, f. j.
6.
(26) Cfr. STC Exp. N° 01387-2009-PA/TC, f. j. 3; RTC Exp. Nº 00906-2009-AA/TC, f. j.
9.
(27) Cfr. RTC Exp. N° 09387-2006-AA/TC, f. j. 3; STC Exp. N° 00303-2012-AA/TC, f. j.
7.
(28)
http://www.pj.gob.pe/wps/wcm/connect/1797b50041274631be03bf7bf7c8760a/1+Pl
eno+ Jurisdiccional+Supremo+en+materia+Laboral.pdf?MOD=AJPERES [fecha de
consulta: 29 de octubre de 2014].
(29) Sala de Derecho Constitucional y Social de la Corte Suprema de Justicia de la
República, Resolución de fecha 14 de mayo de 2004, Fund. Jur. 5, a folios 38.
(30) J.J. Gomes Canotilho. Direito Constitucional e Teoría da Constituiçao. Almedina,
Coimbra 2000, pp. 859-860.
(31) STC Nº 1417-2005-AA/TC, Fund. Jur. 25.
(32) Corte Interamericana de Derechos Humanos, Opinión Consultiva 8/87, párrafo 25.
(33) Corte Interamericana de Derechos Humanos, Opinión Consultiva 8/87, párrafo 26.
(34) Corte Interamericana de Derechos Humanos, Opinión Consultiva 9/87, párrafo 23.
(35) Cf. documento obrante a fojas 10.
(36) Cfr. STC Nº 0830-2000-AA, Fundamento 2; STC Nº 1311-2000-AA, Fundamento 1;
RTC Nº 2308-2004-AA, Fundamentos 4 y 5; entre otras.
(37) Además de las citadas precedentemente, Cfr. STC Nº 0504-2000-AA, Fundamento 2;
STC Nº 0300-2002- AA y otros (acumulados), Fundamento 1; STC Nº 2670-2002-
AA, Fundamento 2; STC Nº 0487-2003-AA, Fundamento 2; STC Nº 2302-2003-AA,
Fundamento 7; entre otras.
(38) Vid. STC Nº 0001-2003-AI / 0003-2003-AI (acumulados), Fundamento 15.
(39) Decreto del Alcaldía Nº 060, publicado en el diario oficial El Peruano el 23 de enero
de 2003.
(40) La tolerancia ha sido reconocida por este Tribunal como “valor superior y principio
rector de un sistema democrático” (STC 0042-2004-AI, Fundamento 3), en la medida
que “el poder ejercido por la mayoría debe distinguirse de todo otro en que no sólo
presupone lógicamente una oposición, sino que la reconoce como legítima desde el
punto de vista político, e incluso la protege, creando instituciones que garantizan un
mínimo de posibilidades de existencia y acción a distintos grupos religiosos,
nacionales o económicos, aun cuando solo estén constituidos por una minoría de
personas; o, en realidad, precisamente por constituir grupos minoritarios. La
democracia necesita de esta continuada tensión entre mayoría y minoría, entre
gobierno y oposición, de la que dimana el procedimiento dialéctico al que recurre
esta forma estatal en la elaboración de la voluntad política. Se ha dicho,
acertadamente, que la democracia es discusión. Por eso el resultado del proceso
formativo de la voluntad política es siempre la transacción, el compromiso. La
democracia prefiere este procedimiento a la imposición violenta de su voluntad al
adversario, ya que de ese modo se garantiza la paz interna” (Kelsen, Hans. Esencia y
valor de la democracia. Barcelona: Editorial Labor, 1977. p. 141).
(41) El contenido constitucionalmente protegido del derecho a la libertad de expresión ha
sido desarrollado por este Tribunal, fundamentalmente, en la STC Nº 0905-2001-AA.
(42) Sentencia del TEDH, caso Rekvényi, del 20 de mayo de 1999, párrafo 58.
(43) Sentencia del TEDH, caso Stankov, del 13 de febrero de 2003, párrafo 85.
(44) Sobre el particular, debe recordarse cómo –tal como lo exhortara la Defensoría del
Pueblo es su Resolución Defensorial Nº 039-DP-2000, que aprobó el informe
defensorial sobre el derecho de reunión y manifestación en forma pacífica, con
antelación a la realización de la denominada “Marcha de los cuatro suyos”, realizada
el 28 de julio de 2000–, mediante Resolución Ministerial Nº 0180-2001-IN-0102, de
fecha 10 de febrero de 2002, se modificó el ítem 5 del Texto Único de
Procedimientos Administrativos del Ministerio del Interior en lo relativo a la
Dirección General de Gobierno Interior (Sede Central, Prefecturas, Subprefecturas y
Gobernaciones), aprobado por Decreto Supremo Nº 001-2000-IN, que,
inconstitucionalmente, sometía a una previa autorización el ejercicio del derecho de
reunión.
(45) Sin que por ello deban desatenderse los artículos de los otros tratados internacionales
sobre derechos humanos que se ocupan del derecho in comento; a saber: el artículo
20 de la Declaración Universal de Derechos Humanos; el artículo 27 de la
Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre y el artículo 21 del
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
(46) Sentencia del Tribunal Constitucional español. Nº 195/2003, Fundamento 7.
(47) Resolución Defensorial Nº 039-DP-2000, Considerando Primero.
(48) Artículo 21 de la Constitución.- “Los yacimientos y restos arqueológicos,
construcciones, monumentos, lugares, documentos bibliográficos y de archivo,
objetos artísticos y testimonios de valor histórico, expresamente declarados bienes
culturales, y provisionalmente los que se presumen como tales, son patrimonio
cultural de la Nación, independientemente de su condición de propiedad privada o
pública. Están protegidos por el Estado.
La ley garantiza la propiedad de dicho patrimonio.
Fomenta conforme a ley, la participación privada en la conservación, restauración,
exhibición y difusión del mismo, así como su restitución al país cuando hubiere sido
ilegalmente trasladado fuera del territorio nacional”.
(49) Cfr. STC Nº 0042-2004-AI, Fundamentos 1 a 5; y STC Nº 0020-2005-AI / 0021-2005-
AI (acumulados), Fundamentos 81 a 111.
(50) Vid. STC Nº 0042-2004-AI, Fundamento 1.
(51) Idem, Fundamento 2.
(52) Vid. STC Nº 1797-2002-HD, Fundamento 11; STC Nº 2209-2002-AA, Fundamento
25; STC Nº 0001-2003-AI /0003-2003-AI, Fundamento 10; STC Nº 0008-2003-AI,
Fundamento 5; STC Nº 1013-2003-HC, Fundamento 6; Nº 1076-2003-HC,
Fundamento 7; STC Nº 1219-2003-HD, Fundamento 6; STC Nº 2579-2003-HD,
Fundamento 6; STC Nº 0029-2004-AI, Fundamento 15; STC Nº 5854-2005-AA,
Fundamento, 12.
(53) Artículo 38 de la Constitución.- “Todos los peruanos tienen el deber de (...) respetar,
cumplir y defender la Constitución (...)”.
(54) Artículo 45 de la Constitución.- “El poder del Estado emana del pueblo. Quienes lo
ejercen lo hacen con las limitaciones y responsabilidades que la Constitución y las
leyes establecen (...)”.
(55) Vid. STC Nº 0016-2002-AI, Fundamentos 6 a 10; STC Nº 0001-2003-AI / 0003-2003-
AI (acumulados), Fundamento 4; STC Nº 0008-2003-AA, Fundamentos 51 a 55;
STC Nº 0017-2004-AI, Fundamentos 6 a 8; STC Nº 0019-2005-AI, Fundamentos 43
a 50; STC Nº 0708-2005-AI, Fundamentos 9 a 11; entre otras.
(56) Vid. STC Nº 0858-2003-AA, Fundamento 5 y ss.; STC Nº 1219-2003-HD,
Fundamento 11 y ss.; entre otros.
(57) Sentencias del Tribunal Constitucional español Nºs 66/1995, Fundamento 3;
195/2003, Fundamento 9.
(58) Para tales efectos debe tenerse en cuenta la Ley Nº 27686, en su artículo 4, establece
que “[l]os registros fotográficos y/o fílmicos auténticos de manifestaciones públicas
en las que puede individualizarse a los autores de actos de violencia, lesiones o daño
a la propiedad privada y/o pública, constituyen elemento probatorio”.
(59) Vid. el artículo 359 de la Ley Nº 26859: “Está prohibido realizar, simultáneamente,
más de una manifestación en lugares públicos de una misma ciudad, salvo que se
realicen en sectores separados por más de un kilómetro de distancia. La decisión
corresponde a la autoridad política respectiva, la que establece la preferencia de
acuerdo con el orden en que se hayan recibido los avisos”.
(60) Vid., entre otras normas, el Decreto Supremo Nº 085-2003-PCM, que aprueba el
reglamento de estándares nacionales de calidad ambiental para ruido.
(61) Cfr. Fundamento 20, supra.
(62) Resolución Exp. Nº 0025-2005-PI/TC y 0026-2005-PI/TC (acumulados), de fecha 28
de noviembre de 2005, C PROFA (fundamento 15).
(63) En tanto resultado del proceso constitucional, a cuya naturaleza y fines de especial
relevancia ha hecho referencia este Tribunal a través de su jurisprudencia: STC Nº
0266-2002-AA, de fecha 10 de enero de 2005, C C T M L
(fundamentos 5 al 7); y, Resolución Exp. Nº 0020-2005-PI/TC, de fecha 8
de agosto de 2005, C H C .
(64) STC Nº 0006-2006-PCC, de fecha 22 de marzo de 2007, C C
(fundamento 40).
(65) El Tribunal Constitucional se ha pronunciado estableciendo que “el proceso de
ejecución de sentencias en sus propios términos forma parte del derecho fundamental
a la tutela efectiva, cuestión de esencial importancia para dar efectividad al Estado
democrático de derecho, que implica, entre otras manifestaciones, la sujeción de los
ciudadanos y de la Administración Pública al ordenamiento jurídico y a las
decisiones que adopta la jurisdicción, no solo juzgando sino también ejecutando lo
juzgado” [STC Nº 0161-2001-AA, de fecha 10 de diciembre de 2002, C J
Z Q N O (fundamento 6)].
(66) Ratificado por el Perú mediante Resolución Legislativa Nº 27527, del 8 de octubre de
2001. La Convención y sus protocolos adicionales entraron en vigencia el 29 de
setiembre de 2003.
(67) Así lo consideró el Tribunal Constitucional en la sentencia recaída en el expediente Nº
01969-2011-PHC/TC, que corresponde a un hábeas corpus interpuesto contra el auto
de apertura de instrucción que se dictó para el procesamiento penal de los hechos
relacionados con los sucesos del penal de la isla El Frontón ocurridos en 1986. El
recurrente solicitaba que se aplique de manera automática a todos los coprocesados
lo resuelto en favor de otro procesado (Teodorico Bernabé Montoya) en otro proceso
de hábeas corpus, en el que el Poder Judicial a través de sentencia fundada de
segunda instancia dispuso el archivamiento de la causa en su favor.
Cfr. BOTERO MARINO, Catalina. La acción de tutela en el ordenamiento constitucional
colombiano. Escuela Judicial Rodrigo Lara Bonilla, Bogotá, 2006, p. 175.
Índice de contenido
1. Prefacio
2. Introducción
3. Un libro sobre justicia constitucional
4. Capítulo I
5. El contenido constitucionalmente protegido y el “análisis sobre
la relevancia constitucional del caso”
1. Introducción
1. 1.¿Qué se quiso lograr al introducir esta noción en el
Código Procesal Constitucional?
2. 2.El “contenido constitucionalmente protegido” como
causal de improcedencia y el acceso a la justicia en
materia de derechos fundamentales
3. 3.La noción de “contenido constitucionalmeNte
protegido” no equivale a la de “contenido esencial”
4. 4.El “contenido constitucionalmente prote-gido” como
contenido inicialmente protegido por un derecho
fundamental
5. 5.El “sustento constitucional directo” de los derechos
invocados
6. 6.El “contenido constitucionalmente prote- gido” en la
jurisprudencia del Tribunal Constitucional
1. 6.1.La jurisprudencia previa al Código que aludía
al contenido constitucionalmente protegido
2. 6.2.El contenido constitucionalmente protegido
como “contenido esencial”
3. 6.3.El contenido constitucionalmente protegido
como establecimiento de una relación jurídica
iusfundamental
4. 6.4.El contenido constitucionalmente protegido
como posición iusfundamental prima facie
protegida
5. 6.5.El sustento constitucional del derecho
invocado: las nociones de “fundamentabilidad” y
“relevancia constitucional”
6. 6.6.¿Un contenido no protegido que luego, en el
análisis de fondo, puede volverse protegido?
7. 6.7.El último y más acabado aporte: el “análisis de
relevancia iusfundamental”
7. 7.Pautas para determinar el contenido
constitucionalmente protegido del derecho
6. Capítulo II
7. La vía específica igualmente satisfactoria y el “análisis sobre la
pertinencia de la vía constitucional”
1. Introducción
1. 1.Justificación constitucional de esta causal de
improcedencia
2. 2.Exigencias que se derivan de esta causal de
improcedencia
1. 2.1.Exigencias para el justiciable
2. 2.2.Exigencias para el juez
3. 3.¿Cuándo existe una vía específica e igualmente
satisfactoria?
1. 3.3.Presupuesto del precedente: el juez ordinario
como juez constitucional
2. 3.4.Diagnóstico previo al precedente: insuficiencia
del criterio basado en el “listado de materias”
3. 3.3.La existencia de una vía judicial ordinaria
“específica”
4. 3.4.El “análisis de pertinencia de la vía
constitucional” establecido en el precedente del
caso Elgo Ríos
1. 3.4.1.¿Qué es una vía igualmente
satisfactoria?: perspectiva objetiva
2. 3.4.2.¿Qué es una vía igualmente
satisfactoria?: perspectiva subjetiva
3. 3.4.3.Consideraciones finales sobre el
“análisis de pertinencia de la vía
constitucional”
4. 3.4.4.Excurso. Relaciones entre el “análisis
sobre la relevancia constitucional del caso” y
el “análisis de pertinencia de la vía
constitucional”
8. Capítulo III
9. El amparo contra resoluciones judiciales y el “análisis de
manifiesto agravio a la tutela procesal efectiva”
1. Introducción
1. 1.Los jueces ordinarios como jueces constitucionales y
el poder corrector de la justicia constitucional
2. 2.El régimen constitucional, legal y juriSprudencial del
amparo contra resoluciones judiciales
1. 2.1.El régimen constitucional del amparo contra
resoluciones judiciales: limitación inicial
2. 2.2.El régimen legal del amparo contra
resoluciones judiciales: perspectiva admisoria
moderada
3. 2.3.El régimen jurisprudencial del amparo contra
resoluciones judiciales: perspectiva admisoria
amplia
1. 2.3.1.La fórmula “de la cuarta instancia”
2. 2.3.2.La fórmula de la “exclusión expresa de
materias ordinarias”
3. 2.3.3.La fórmula (o fórmulas) del “derecho
fundamental específico”
4. 2.3.4.La “fórmula Schneider” o de los “déficits
iusfundamentales”
5. 2.3.5.La fórmula de la “pendiente inclinada” o
“tanto más, cuanto más” (llamada por el
Tribunal Constitucional “canon para el control
constitucional de las resoluciones judiciales” o
“test de intensidad”)
3. 3.El debido proceso amparizable y EL “análisis de
manifiesto agravio de la tutela procesal efectiva”
1. 3.1.La tutela procesal efectiva (o, más llanamente,
el debido proceso)
2. 3.2.¿Toda afectación al debido proceso es
amparizable?
3. 3.3.El “análisis de manifiesto agravio de la tutela
procesal”
10. Capítulo IV
11. El amparo contra normas legales y el “análisis del carácter
autoejecutivo de la norma”
1. Introducción
1. 1.Control constitucional de normas legales y el amparo
contra normas
2. 2.Régimen constitucional, legal y jurisprudencial del
amparo contra normas legales
3. 3.Sobre la noción de norma autoaplicativa: repaso a la
jurisprudencia y síntesis
4. 4.El “análisis del carácter autoejecutivo de la norma
legal”
1. 4.1.Vigente (o cuya entrada en vigor sea cierta e
inminente para el caso de las amenazas).
2. 4.2.De eficacia inmediata (o cuya eficacia sea
cierta e inminente para el caso de las amenazas).
3. 4.3.Autosuficiente. Debe constatarse que la norma
no requiere de una reglamentación posterior para
adquirir eficacia, pues tal cual está regulada ya
tiene –o podría tener– efectos perniciosos sobre
los derechos invocados.
4. 4.4.Autoejecutiva. Que alude a la “autoaplicación”
de la norma en dos sentidos:
5. 5.Amparo contra normas y otras causales de
improcedencia
12. Capítulo V
13. El recurso de agravio constitucional y nuevos supuestos de
acceso al Tribunal
1. Introducción
1. 1.Importancia del recurso de agravio constitucional en
la tutela de derechos y en el diseño institucional de los
procesos constitucionales
2. 2.El supuesto “clásico” de recurso de agravio
constitucional (diseño legislativo original)
3. 3.Nuevos supuestos de procedencia del recurso de
agravio constitucional (diseño “redimensionado” a
partir de la jurisprudencia)
1. 3.1.Recurso de agravio a favor de la ejecución de
sentencias del Tribunal Constitucional
2. 3.2.Recurso de agravio a favor de la ejecución de
sentencias del Poder Judicial
3. 3.3.El “recurso de apelación por salto” a favor de
la resolución de una sentencia del Tribunal
Constitucional
4. 3.4.Recurso de agravio verificador de la
homogeneidad del acto lesivo
5. 3.5.Recurso de agravio constitucional a favor de la
ejecución de sentencias de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos
6. 3.6.Recurso de agravio a favor del ordenamiento
constitucional
4. 4.Procedencia del recurso de agravio constitucional y
rechazo in lImine a través de sentencia interlocutoria
14. Capítulo VI
15. La improcedencia del recurso de agravio constitucional y el
requisito de “especial trascendencia constitucional”
1. Introducción
1. 1.Acceso del Tribunal Constitucional a través del
recurso de agravio constitucional y contexto del
precedente establecido en el caso Vásquez Romero
2. 2.El rechazo liminar a través de sentencia
interlocutoria desestimatoria
3. 3.La “especial trascendencia constitucional”
1. 3.1.“Especial trascendencia constitucional” y
contenido constitucionalmente protegido
2. 3.2.“Especial trascendencia constitucional” y
existencia de una vía igualmente satisfactoria
3. 3.3.“Especial trascendencia constitucional” y
amparo contra normas legales
4. 3.4.“Especial trascendencia constitucional” y
amparo contra resoluciones judiciales
4. 4.Las otras causales de rechazo liminar del recurso de
agravio constitucional
16. I.
17. Evolución de la jurisprudencia sobre la causal referida al
contenido constitucionalmente protegido
1. El contenido constitucionalmente protegido como
establecimiento de una relación jurídica iusfundamental
2. RESOLUCIÓN DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
3. El contenido constitucionalmente protegido como posición
iusfundamental prima facie protegida
4. Exp. N° 00665-2007-AA/TC
5. SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
6. El último y más acabado aporte: el “análisis de relevancia
iusfundamental”
7. Exp. N° 02988-2013-PA/TC
8. SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
18. II.
19. Evolución de la jurisprudencia sobre la causal VÍA ESPECÍFICA
IGUALMENTE SATISFACTORIA
1. La existencia de una vía judicial ordinaria “específica”
2. Exp. N° 04968-2014-PHC/TC
3. SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
4. El “análisis de pertinencia de la vía constitucional”
establecido en el precedente del caso Elgo Ríos
5. STC Exp. N° 02383-2013-PA/TC
6. SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
20. III.
21. Evolución jurisprudenciaL sobre EL AMPARO CONTRA
RESOLUCIONES JUDICIALES
1. La fórmula de la “cuarta instancia”
2. RTC Exp. N° 00759-2005-PA/TC
3. RESOLUCIÓN DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
4. La fórmula de la “lista de materias”
5. Exp. N° 01871-2008-PA/TC
6. RESOLUCIÓN DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
7. VOTO SINGULAR DE LOS MAGISTRADOS MESÍA
RAMÍREZ Y ETO CRUZ
8. La fórmula del “derecho fundamental específico” o fórmula
“Heck”
9. RTC Exp. N° 00623-2007-PA/TC
10. RESOLUCIÓN DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
11. La fórmula “Schneider” o de los “déficits iusfundamentales”
12. Exp. N° 02784-2013-PA/TC
13. AUTO DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
14. El test de intensidad o “canon para el control constitucional
de las resoluciones judiciales”
15. Exp. N° 03179-2004-AA/TC
16. SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
17. El “análisis del manifiesto agravio de la tutela procesal
efectiva”: vicios de proceso y procedimiento, vicios de
motivación, vicios de interpretación iusfundamental
18. Exp. N° 00506-2016-PA/TC
19. SENTENCIA INTERLOCUTORIA DEL TRIBUNAL
CONSTITUCIONAL
20. El “análisis del manifiesto agravio de la tutela procesal
efectiva” y los alcances del derecho a la motivación
21. Exp. N° 01747-2013-PA/TC
22. SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
22. IV.
23. Evolución jurisprudenciaL sobre EL AMPARO CONTRA
NORMAS
1. La procedencia del amparo contra normas y clasificación
de las normas autoaplicativas
2. Exp. N° 04677-2004-PA/TC
3. SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
4. §7. Definición del derecho fundamental de reunión
5. Pautas iniciales sobre el “análisis del carácter autoejecutivo
de la norma legal”
6. Exp. N° 01547-2014-PA/TC
7. AUTO DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
24. V.
25. EL RECURSO DE AGRAVIO CONSTITUCIONAL Y NUEVOS
SUPUESTOS DE ACCESO AL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
1. El recurso de agravio constitucional a favor de la ejecución
de sentencias del Tribunal Constitucional
2. Exp. N° 00168-2007-Q/TC
3. RESOLUCIÓN DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
4. El recurso de agravio constitucional a favor de la ejecución
de sentencias del Poder Judicial
5. RTC Exp. N° 00201-2007-Q/TC
6. RESOLUCIÓN DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
7. El recurso de agravio constitucional verificador de la
homogeneidad del acto lesivo
8. Exp. N° 05496-2011-PA/TC
9. RAZÓN DE RELATORÍA
10. SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
11. El recurso de agravio constitucional a favor de la ejecución
de sentencias de la Corte IDH
12. Exp. N° 01245-2014-PA/TC
13. AUTO DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
14. El recurso de apelación por salto a favor de la ejecución de
una sentencia del Tribunal Constitucional
15. Exp. N° 00004-2009-PA/TC
16. SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
26. VI.
27. El recurso de agravio constitucional a favor del ordenamiento
constitucional
1. El recurso de agravio constitucional a favor de la lucha
contra el tráfico ilícito de drogas y/o lavado de activos
2. Exp. N° 02748-2010-PHC/TC
3. SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
4. El recurso de agravio constitucional a favor de la lucha
contra el tráfico ilícito de drogas y/o lavado de activos
5. Exp. N° 01711-2014-PHC/TC
6. SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
7. Precisiones sobre la procedencia del recurso de agravio
constitucional en tres supuestos: tráfico ilícito de drogas,
lavado de activos y terrorismo
8. Exp. N° 05811-2015-PHC/TC
9. SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
28. VII.
29. RECHAZO DEL RECURSO DE AGRAVIO CONSTITUCIONAL
A TRAVÉS DE SENTENCIA INTERLOCUTORIA
1. Supuestos para el rechazo liminar del recurso de agravio
constitucional establecidos en el precedente “Vásquez
Romero”
2. Exp. N° 00987-2014-PA/TC
3. SENTENCIA DEL TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
4. Caso modelo de rechazo liminar del recurso de agravio por
la “causal a” del precedente “Vásquez Romero”
5. Exp. N° 04170-2015-PA/TC
6. SENTENCIA INTERLOCUTORIA DEL TRIBUNAL
CONSTITUCIONAL
7. VOTO SINGULAR DEL MAGISTRADO BLUME FORTINI
8. Caso modelo de rechazo liminar del recurso de agravio por
la “causal b” del precedente “Vásquez Romero”
9. Exp. N° 03139-2017-PA/TC
10. SENTENCIA INTERLOCUTORIA DEL TRIBUNAL
CONSTITUCIONAL
11. Caso modelo de rechazo liminar del recurso de agravio por
la “causal c” del precedente “Vásquez Romero”
12. Exp. N° 06236-2015-PC/TC
13. SENTENCIA INTERLOCUTORIA DEL TRIBUNAL
CONSTITUCIONAL
14. Caso modelo de rechazo liminar del recurso de agravio por
la “causal d” del precedente “Vásquez Romero”
15. Exp. N° 05476-2015-PC/TC
16. SENTENCIA INTERLOCUTORIA DEL TRIBUNAL
CONSTITUCIONAL
17. FUNDAMENTO DE VOTO DEL MAGISTRADO
ESPINOSA-SALDAÑA BARRERA

Landmarks
1. Cover

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