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Las Griegas

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(génos gynaikéa).* Cuenta el mito que Prometeo le robé el fuego a Zeus y este, para vengarse, envi6 alos mortales un mal: Pandora. Modelada por Hefesto a partir de una mezcla de tierra y agua, Pan- dora era artefacto, attficio y también simulacro porque habia sido creada como una imagen que se asemejaba a las diosas inmortales. Afrodita la hizo hermosa, Atenea le ensefié a tejer y Hermes la dot6 de “mentiras, palabras astutas y un cardcter engafiador”.™ Pandora firmé la sentencia del sufrimiento de ta humanidad cuando abrié la tapa de la jarra de la que salieron todos los males y enfermedades que sufrimos desde entonces. En el discurso de Aspasia, se dice que los atenienses muertos son nobles porque nacieron de antepasados nobles: La nobleza de su nacimiento residia ante todo en el origen de sus antepasados, que no eran extranjeros ni convertian a sus descendientes en metecos en la tierra a la que habian egado de otra parte, sino que eran autéctonos, habitaban y vivian en su verdadera patria, y fueron criados no por una madrastra, como otros lo son, sino por la madre, que es la tierra que habitaban.'© Lanobleza de los antepasados viene dada por el origen. Estos no eran extranjeros, sino autéctonos que nacieron de una sola y misma madre: |a tierra. En el mito que Plat6n pone en boca de Aspasia, los atenienses no nacen de las madres de la ciudad, sino de la tierra, Se nigga asi la maternidad de las mujeres y se la reduce a una mera imi- tacién. El argumento es el siguiente: todo lo que da a la luz tiene el ~alimento necesario para la cria que da a luz. Como la tierra alimenta 145 Hesiod, Teegonia 590. 146 Hesiodo, Trahays y dies 78-79. LA7 Plaréa, Monnens 237b-c. Ver el tert0 70 de a seleciso. 3 los hombres con lo que ella misma produce —el trigo, a cebada y el aceite, la tierra los dio a luz. Esto vale también para las madres, En efecto, poseer la fuente de alimento es lo que permite diferenciat a una madre que ha dado a luz de una madre que ha adoptado. ya ‘que aquella puede amamantar, pero esta no. Sin embargo, Sécrates ‘mismo se ocupa de aclarar que este argumento es en favor de la tie- Fra, no de la mujer. La razén: “no ha imitado la tierra ala mujer en ta Bestacién y la generacién, sino la mujer a la tierra” Esta sentencia que Platén pone en boca de Sécrates y Sécrates en boca de Aspasia refleja de modo ejemplar el vaciamiento de la funcién de la maternidad. Parir se transforma en una metafora que es usurpada para explicar la capacidad de creacién de todos y to- do menos de las mujeres. En los mitos clasicos, este vaciamiento ‘Se Expresa de dos maneras. La primera consiste en suprimir a la madre y atribuir al padre la capacidad de gestar y parir, como se ve en-tos dos partos de Zeus. Cuando Metis estaba embarazada de Atenea, Zeus se la trago para evitar que el hijo que diera a luz des- pues de-ella lo destronara, como Gea y Urano le habian advertido. Cuando llegé el momento del parto, Zeus le ordené a Hefesto que le diera un hachazo en la cabeza, sitio de donde salié Atenea ar- mada. Cuando Sémele, una mujer mortal que era amante de Zeus, qued6 embarazada de Dioniso, Hera, movida por los celos, la per- suadi6 de que le pidiera a Zeus que se mostrara ante ella en to- do su esplendor. Cuando esto ocurrié, Sémele, por ser mortal, no resistié la visién de los rayos y murié fulminada. Zeus tomé el fe- to de su vientre y lo cosié en su muslo, donde lo terminé de ges- tacy lo alumbré. La fantasia del parto masculino se alimenta de la concepcién tradicional sobre la reproduccién que adjudica a la mujer el rol de mera incubadora. Para defender a Orestes del crimen de su madre, 148. Plato, Menéxene 238% ns tra parte, madre de una descendencia meteca que contamina el linaje puro ateniense que se construye a través del mito. Aspasia no nacié en el suelo del que habla su dis- curso, ni fue educada por Atenas, ni forma parte de la democracia que elogia. Encarna las caracterfsticas opuestas al ideal de ciuda- danfa que presenta su discurso. Esta operacién discur poner en boca de Aspasia, una mujer que supo ganarse la palab palabras que no dijo ni podria decir. Sécrates dice que, en la gene- raci6n y el parto, la tierra no ha imitado a la mujer, sino la mujer a la tierra. {¥en otros émbitos? ¢Qué ocurre con el discurso? {A quié- nes deberfan imi mujeres que se ocuparon de parir palabras? En el Menéxeno, Plat6n sugiere’ una respuesta: a los varones, los, verdaderos duefios del (6gos. Solo deberfan hablar las mujeres que pueden decir lo que se debe decir, que no es otra cosa que lo que estos quieren escuchar. Asf como se niega la maternidad de las mu- jeres en favor de la maternidad indiferenciada de la tierra, se niega también a Aspasia como madre de sus propias palabras en favor de la maternidad indiferenciada de la matriz discursiva androcéntrica. sino una mujer venida dé 120 VIII. La palabra publica y la educacién: Hiparquia de Maronea 1. Las perras no son inferiores a los perros En el templo de Apolo que se encuentra en una de las laderas del monte Parnaso, una pitonisa en estado de trance y bajo la influencia del dios comunicaba mensajes proféticos a través de sonidos que los sacerdotes del templo interpretaban con el fin de ofrecer una respuesta a quienes consultaban el ordculo. La Pitia no siempre de- Que se esperaba escuchar. Sus palabras torcieron el destino de algunos filésofos. En una pportunidad, el oréculo le dijo a Que- refonte que nadie era mas sabio que Socrates.” Al recibir el men- , este Se propuso refutarlo. Sin embargo, cuando comenzé a in- terrogar a otros ciudadanos para mostrar que era el més ignorante, descubrié que en realidad era el mas sabio porque no sabfa y reco- antes, crefan con obstinacién conocer. El mismo ordcul Didgenes de Sinope, sefialado por la tradicién como un Sécrates en- loquecido, que debfa falsificar los némisma..% En griego, ndmisma se traduce como “moneda” y también como “costumbre”, Didgenes modificé ambas. Por all sofo con vocacién de cuestionarlo todo. 157 Phatén, Apologta de Séerater 216-22. 158 Diégenes Laercio, V1 20-21 (SSRV B 2) ‘Apolo afirma que quien engendrd al hijo no es la madre, sino el pa- dre, ya que esta es solo una nodriza que cuida la semilla del var6n que la fecunda, como “una extrafia que protege el germen de un ex: trafio™!® Desde esta perspectiva, la funcién de la mujer es impor- tante, pero inferior. Incluso, muchos desean que fuera prescindible, como expresan las palabras que Jasén dirige a su esposa Medea en \a tragedia de Eurfpides: Es necesario que los mortales engendren hijos de alguna otra manera y que no exista el género femenin. ‘Asi ningiin mal existirfa entre los hombres." La fantasfa de la reproduccién mascutina se utiliza como met- fora del poder de produccién simbética del varén cuya alma pre- ‘hada atraviesa un parto intelectual. En el Teeteto, Sécrates compa- ra su método de indagacién con la tarea de las parteras, entre las que se cuenta su propia madre, Fenareta. Este se presenta a sf mis- mo como una partera estéril en sabidurfa que ayuda a los jovenes a que sus almas den a luz y examina si sus véstagos son conocimien- tos verdaderos o creencias falsas. Una metafora similar se emplea en el Banquete. Alli se establece que éros consiste en generar y pa- rir en la belleza. Esta actividad, que se puede realizar por medio del ‘cuerpo o el alma, asegura la inmortalidad. ya que lo generado tras- ciende a quien lo genera, y permite asf extender y perpetuar su exis: tencia. Los varones que son fecundos de cuerpo se unen con las mu- jeres y alcanzan la inmortalidad a través de la procreacién de hijos. Los que son fecundos de alma, en cambio, dan a luz otro tipo de vas tagos: los poetas, como Homero y Hesfodo, alumbran poemas; los legistadores, como Licurgo y Solén, leyes; los fil6sofos, tras entrar 149 Exquil, Buménides 660-661. 150. Euripides, Medes 573-575. 6 en contacto con distintas manifestaciones de la belleza y finalmen- te con la Forma de lo Bello en sf, procrean acciones justas y magni- ficos razonamientos.'* El segundo mado de expresar el vaciamiento de la maternidad consiste en menospreciar a la madre al compararla con la tierra, co mo se ve en el mito de autoctonfa que se presenta en el Menéxeno. La capacidad de gestar que se adjudica primordialmente a la tierra permite la construccién de un linaje amatrida que hace a los ciu- dadanos hijos de una misma madre y, por lo tanto, hermanos entre sie iguales. ;¥ las mujeres? Las mujeres no nacen de Ia tierra, si- 1no que descienden de un artificio, Pandora. La autoctonfa es un to que apuntala con la solidez del sfmbolo la fundacién de la polis y establece los limites de la ciudadanta. Que no haya mujeres aut6c- {nas sirve para justificar su exclusi6n del cuerpo politico de la ciu- dad. Ast, en el mito del Menéxeno, las mujeres son doblemente ne- gadas: se las niega como madres al ocultarlas detrés de la tierra y se las niega como ciudadanas cuando se las priva de la autoctonta, que es el fundamento ct6nico de la ciudadanta. Esta segunda nega- ci6n se explica a través del relato mitico sobre la competencia en- tre Atenea y Poseidén por Atenas, a la que se hace referencia en el ‘Menéxeno cuando se menciona “la disputa y el juicio de los dioses ‘que se enfrentaron por ella” Para ganar la ciudad, cada uno ofre- Ci6 un regalo. Poseidén golped el suelo con su tridente e hizo bro- tar una fuente de agua salada; Atenea, en cambio, plant6 un olive. Cécrope, quien por entonces gobernaba la regién, convocé a todos sus habitantes a una votacién. Los varones votaron por Poseidén y las mujeres, por Atenea. Como habfa una mujer mas, estas ganaron ylla ciudad pas6 a llamarse Atenas. Poseidén, enojado, inundé ta re- gi6n, En la versién del mito transmitida por Agustin de Hipona, se 151. Platbn, Teteto 1506-151 152 Placén, Mendseno 237¢. Bangucte 2060-2122. ny Cuando responde afirmativamente, le vuelve a preguntar sino pre- ferirfa a la esposa de su vecina, en caso de que fuera mejor que la suya. Como Jenofonte también se queda callado, Aspasia concluye que, dado que ambos quieren tener el mejor esposo y la mejor es- osa, no deben buscar a alguien diferente, sino que deben ocupar- se de volverse a si mismos mejores, de modo de transformarse en el mejor esposo que busca la esposa y en la mejor esposa que bus- cael esposo. 3. Huérfanas de la tierra Aspasia también aparece en el Menéxeno de Plat6n. No participa directamente de la conversacién, sino que es mencionada por S6- crates, como ocurre también en el didlogo de Esquines. Al inicio de la obra, Menéxeno le pregunta a Sécrates si serfa capaz de pronun- ciar un discurso fanebre o epitafio en el funeral piblico de ta ciu- dad, en caso de que el Consejo lo eligiera para hacerlo. Tras realizar una critica al género del epitafio, Sécrates responde afirmativamen- te y, para dar muestra de su habilidad retérica, en lugar de pronun- ciar un discurso propio, recita de memoria el que escuché de su maestra Aspasia. Esta compuso su discurso a través de una técnica combinada: una parte fue resultado de la improvisacién; la otra es- taba compuesta por retazos del célebre epitafio que, segiin Platén, compuso para Pericles y que conocemos gracias a Tucfdides. Es im- posible saber si Aspasia fue en verdad la autora del discurso de Pe- ricles y el discurso que Sécrates dice haber escuchado de ella. Aquf no se trata de averiguar cOmo sucedieron las cosas realmente, si- no de interpretar qué nos puede decir el Menéxeno sobre Aspasia al convertirla en la autora de ambos epitafios. mm Tradicionalmente, el discurso fanebre reunia varias dimensio- la de la exhortacién y la del consuelo. El objetivo del epitafio era elogiar a la ciudad a través del encomio de las va- lientes hazatias de quienes habfan muerto y, al mismo tiempo, pa ra consolar a los vivos, exhortarlos a honrar e imitar las acciones de sus muertos. Teniendo esto en cuenta, el discurso de Aspasia se puede dividir en tres partes: el exordio, el elogio de los muertos y la exhortacién a los vivos. Elelogio de los muertos consiste en un encomio de la nobleza de su nacimiento, su educacién y sus acciones. Para justificar la noble- za de nacimiento de los atenienses, el discurso de Aspasia presenta una versi6n del mito de la autoctonfa. De acuerdo con este mito, las personas provienen de la tierra. Esto puede ocurrir de dos maneras: fo bien brotan de la tierra, al igual que las plantas: 0 bien estan he- chas de tierra por algin dios artesano. En el primer caso, la tierra es madre y lo humano, producto del nacimiento; en el segundo caso, la tierra es materia y lo humano, producto de la fabricacién.' El nacimiento a partir de la tierra explica el origen de atenien- ses y tebanos. Segiin el mito, los atenienses descendian de Ericto- rio, quien nacié de a tierra fecundada por el semen de Hefesto que ‘Atenea se limpié de la pierna tras defenderse del ataque del dios. Los tebanos descendian de los llamados spartof, los hombres sem- brados, que nacieron de los dientes del drag6n que Cadmo sembré ena tierra tras haberlo matado. La fabricacin a partir de la tierra cexplica, en cambio, el nacimiento de la primera mujer que es tam- bién la madre de lo que Hesfodo llamé “el género de las mujeres” 143. Aguf nos ocuparemos solamente del exordi, ques extiende dente 236d 1257, de a primera parte del elogio de los muertos, que se extiende desde 237b a 239%. Ver los textos 69-70 de la seeccibn, 144) Para otras versiones platénicas de este mito, ver Republica Il A1Ab-41 5d; Pbitice 2704-27le. ns conservamos numerosos fragmentos. Entre los titulos que se le atri- buyen figuran Milciades, Colias, Rinén, Axfoco, Telauges y Alcibiades, ademés de Aspasia. En algunos testimonios, se lo acusa de plagio y se dice que sus didlogos eran, en realidad, escritos de Sécrates {que Jantipa le habfa entregado y que él habia hecho circular bajo su nombre. Como Sécrates se negé a escribir, la acusacion puede desestimarse. Probablemente se trataba de una estrategia para des- prestigiar a Esquines como escritor. En su Aspasia, la milesia era presentada como una maestra de virtud, experta también en asuntos eréticos, lo que la convierte en la contracara de Diotima de Mantinea, la mujer que, segin cuen- ta Platon en el Banguete, transmitié a Sécrates sus conocimientos sobre éros. Se ha pensado incluso que este didlogo de Platén po- dria haber sido una respuesta al Aspasio de Esquines. A partir de los fragmentos que conservamos, sabemos que al comienzo de la obra Calias le pedia a Sécrates que le recomendara un maestro pa- ra su hijo. Este le advertia que no todos los jévenes podian estudiar con la misma persona, ya que habfa un maestro adecuado para ca- da disciplina y para cada alumno. Para su hijo, la mejor maestra de virtud era Aspasia, Se cree que la recomendacién era irénica, da- da la reputaci6n de Aspasia. Calias era una persona adinerada que habja gastado una fortuna en tas ensefianzas de los sofistas. Socra- tes le recomendaba como maestra a una mujer que tenia la reputa- ci6n de ser una hetera por la que también se pagaba mucho dinero. Se cree que Calias se negaba y que en el transcurso de la obra S6- crates intentaba justificar su posiciOn a través de tres argumentos. En primer lugar, comparaba a Aspasia con Targelia y con Rodogi- nee, una reina persa reconocida y temida por su valentfa en la lucha. La anécdota que se transmite sobre ella cuenta que, mientras se 140 Ateneo, Bangucte de lor sabi XIII 612b; Didgenes Lacrcio, 1 60-61 (SSR VI A22,27). estaba trenzando el cabello, recibié la noticia de la rebelidn de los armenios y dej6 lo que estaba haciendo para irse inmediatamente luchar. Por eso, se le dedicé una escultura en la que aparecia con la mitad del cabello trenzado y la otra mitad no. La comparacién de Aspasia con estas mujeres servirfa para probar que ella era capaz de realizar acciones virtuosas, como defender la ciudad, y que tenia tun fuerte poder de seduccién que utilizaba como arma para alcan- ar fines politicos. En segundo lugar, Sécrates mostraba que Aspa- sia era capaz de ensefar la virtud politica. La prueba de ello es que habfa convertido a sus dos esposos. Pericles y Lisicles, en destaca- dos oradores. Como tercer argumento, Sécrates relataba una con- versaci6n entre Aspasia, Jenofonte y su esposa que mostraba que aquella podia ser maestra de virtud de cualquier persona, sin que mediara una relacién erdtica, como ocurrfa con Pericles y Lisicles. En esta conversacién ficticia, Aspasia examina las opiniones de Jenofonte y su esposa a través de preguntas que, de algin modo, ‘nos recuerdan a Sécrates.™ De hecho, el intercambio ma de una induccién (en griego epagogé, en latin inductio) y esta era, en opinion de Aristételes, una estrategia argumentativa tipica del examen socrético.'® Cicerén define la induccién como un proce- dimiento que, a través de premisas que no despiertan ninguna du- da, lleva al interlocutor a afirmar una conclusién de la que no esté seguro. Aspasia le pregunta a la esposa de Jenofonte si no preferi falas joyas de oro y los vestidos de su vecina, en caso de que fue- an mejores que los suyos. Al responder afirmativamente, Aspasia vuelve a preguntarle si no preferiria al esposo de su vecina, en caso de que fuera mejor que el suyo. Como la mujer se ruboriza y no res- ne la for- VAL Cicerén, Sobre la invenctin 151 (SSR'VI.A 70). Ver el texto 68 de la secon. 142. Aristétcles, Metafisica XIN 1078625-30. 2. Aspasia, la ficcién No conservamos ningin escrito de Aspa que se refieren a ella, tampoco se menciona el En los testimonios ‘no creer en los dioses en los que crefa la ciudad, y el de corrupcién de jovenes. Luego de su muerte, la mayoria de sus discipulos debie: se porque sus vidas corrfan peligro. Unos afos después, jesaron a Atenas, tuvieron que enfrentarse a Policrates, ci6n contra Sécrates que ratificabsa la antigua sentencia y reivindi- caba los motivos de la condena. €| llamado “panfleto de Policrates” hacia especial énfasis en el cargo de corrupcién de j6venes y en la relacién que Sécrates tenia con Alcibiades y Critias, los dos expo- 105 que los demécratas sefialaban como los responsa- bles de la debacle provocada por la derrota ateniense en la gui del Peloponeso. Como respuesta, los socraticos se dedicaran a es- cribir didlogos que, poniendo a Sécrates como personaje central, aportaban una nueva mirada sobre el valor de sus ensefianzas, su cardcter profundamente religioso y su compromiso con la ciudad. Se estima que durante los primeros veinticinco afos del siglo IV e.¢. se escribieron mas de doscientos cincuenta dislogos soc cos, fendmeno que Constituye, salvando el anacronismo, un verda- contexto dramatico recreado en estos d gos era el del ambiente intelectual del siglo V a. e. c. Por es a Sécrates, en estos textos aparectan importantes figuras de ese pt rfodo, como los sofistas y Aspasia, enes como Esquines escribieron dislogos que lleva lo Aspasia. Antistenes fue uno de los discipulos preferidos de Sécrates. Aunque nacié en Atenas cerca del afto 446 a. €.c., noera tun ciudadano legitimo, sino un meteco, pues era hijo de un padre ate- niense y una madre tracia, Su nombre qued6 asociado con los nes del cinismo y defendié algunas posiciones flos6ficas que motiva- ron grandes polémicas.™ Decfa que preferia volverse loco antes que sentir placer y que, si pudiera, mataria a Afrodita por haber destrui- do a muchas mujeres bellas. Afirmaba que no era posible mentir, ya que “quien dic n dice algo, dice lo que es: y quien dice lo que es, dice la verdad." Fue conocido por las peleas que mantuvo con Platén. Se burlaba de su teor‘a de las Formas diciéndo- le “veo el caballo, pero no la caballeidad” y, en una ocasion en la que pero no tu vanidad™™ En su Aspasia, An- 1a Jantipo y Paralo, los dos hijos del pri- porque tenian amigos que se dedicaban idades deshonrosas."% Aunque se ha creido que en esta obra Antistenes también arremetia contra Aspasia, es posible pensar que la critica a tos dos pr jos de Pericles podria haber estado acompafiada de una opinién pc yo que este tuvo con Aspasia y quizas también sobre Aspasia misma, Esquines fue otro de los discipulos de Sécrates. Nacid cerca del 430 a. ec. en Atenas. Escribié didlogos socraticos de los que 139 Ateneo, Remguete de bn sabi V 220M (SSR A142). Ver eno 67 de Ma = lexis, establecida por Pericles, se consideraba ciudadanos a los varones mayores de dieciocho afos que fueran hijos de padre y madre ate-. rnienses, Sin importar cual fuera su origen ni su condicién social, to dos ellos tenfan el derecho a participar de la Asamblea (ekklesfa) y acceder por sorteo a los cargos pablicos en el Consejo (boulé) y los Tribunates (dikastéria).™ El fundamento de la democracia descansaba en la igualdad: la {igualdad ante la ley (isonomia) y la igualdad de palabra (isegor'a), que consistfa en la posibilidad de hablar en la Asamblea. Esta igual- dad estaba construida artificialmente sobre la base de la exclusién del cuerpo ciudadano de las mujeres atenienses y también de ni ‘has y nifos, esclavas y esclavos, extranjeras y extranjeros. Como las atenienses no eran consideradas ciudadanas, no podtan participar de la politica y por este motivo no tenfan derecho a hablar en pi- ico. Paradéjicamente, la democracia de Atenas, que era purs'pa- labra, descansaba en una maciza trama de silencio. Aquel cuerpo politico charlatén tenfa el semblante de Jano: mientras una cara ha- blaba, la otra se guardaba las palabras. Por eso, no es sorprenden- te que no conozcamos el nombre de ninguna mujer que se haya de- dicado a la politica 0 a la retérica en Atenas, salvo por una notable excepci6n: Aspasia. ‘Aspasia era una mujer fuera de lugar, estaba donde no tenta que es- tar. Era milesia, pero vivia en Atenas. Era mujer, pero en vez de perma- rnecer dentro de la casa, fue protagonista —la Gnica protagonista— de 125. Tia as reformaspoliticas de lerte de Ffaltes ocutrida cen el 461 a. ¢.c, la Assmbles te convirtié en el érgano poltico soberano de Atenas EL Consejo estaba formado por quinientos ciudadanos (cincuenta ciudadanos de ca- dda una de las diez eribus atenlenses) que eerclan su cargo durante un ao, Sus fu clones eran prepara las leyes que iba a dscutr la Asumblea, controlar que la cludad percibiera sus ingresosy enjuiciar alos dos que malgastaran fondos pdbicos. Loe Tabunales se encargaban de juzga delitos clviles y penales, Anuslmente, se des ‘aban por sorte sis miljuces ecleclentos de cada tlbu) para cumplie esa funcién. 102 la escena intelectual y politica de la ciudad. El precio que pag6 por saltar los muros detrds de los cuales deberfa haberse quedado conf- nada fue alto: qued6 atrapada en la prisién simbélica que construye- ron en torno suyo los juicios condenatorios de poetas, historiadores y filbsofos que, ya desde la Antigedad, se ocuparon de desprestigiar sus logros, convirtiéndola en un nombre margi- icae intelectual ateniense. Ensu discurso fanebre, Pericles dice que alcanzard la gloria to- da mujer de la que no se hable. En contraste con esta opini6n, Aspasia fu una mujer que dio mucho que hablar. Gracias a esto, contamos con numerosas fuentes antiguas que nos permiten acer- carnos a ella, Se trata en todos los casos de testimonios indirec- tos que miran a Aspasia de forma sesgada, con sospechosa admi- racién, profundo recelo o abierto desprecio. Los mas importantes aparecen en la comedia antigua —en especial, en versos de Arist6- fanes y Cratino—, en algunos didlogos socraticos —el Menéxeno, de Platén, y los dos Aspasia, de Antistenes y Esquines— y en la Vida de Pericles, de Plutarco. Aspasia nacié en torno al 470 a.e. c. en Mileto, una ciudad j6- nica ubicada en la peninsula de Anatolia, Mileto es el lugar don- de naci6 la filosofta europea, si le creemos a Aristoteles, quien di- ce que Tales fue uno de los primeros que filosof6. De esta ciudad eran oriundos Tales, Anaximandro y Anaximenes, quienes se dedi- caron a buscar el principio (orkhé) a partir del cual se generan to- das las cosas. En esta cuna de sabios, naci6, crecié y se educé As- asia, quiefi seguramente desde muy temprano tuvo contacto con estas ideas filos6ficas. Aspasia se trastadé a Atenas cerca del 450 a. e. c. Se cree que iba acompafiada de su hermana. Esta se habfa casado con Alcibfa- des el Viejo, quien se habta instalado en Mileto al sufrir ostracismo 126 Sob cate tema, ver la seecia T 103, Como segundo paso, Aisara muestra que las partes del alma no se organizan azarosamente, sino de acuerdo con un principio que establece una proporcién inteligente entre ellas. La raz6n, que es concebida como la mejor parte, debe ser proporcionalmente ma- yor a las otras dos y dominarlas. El apetito debe ser gobernado y el impulso cumple una funcién intermedia, Aunque no se describe en profundidad de qué modo el impulso se articula con las otras partes del alma, se podrfa pensar que es intermedio porque debe gober- nar sobre el apetito al mismo tiempo que es gobernado por la raz6n. Si, como dijimos, existe una relacion de paralelismo estructural entre el alma, la casa y la ciudad, :quiénes desempefian en el hogar y a comunidad politica un rol andlogo al de la raz6n? {Los varones 0 también las mujeres? Aisara no ofrece una respuesta a esta pregun- ta. Sin embargo, a partir de las observaciones presentes en el trata- do de Perictione, podrfamos pensar que dentro de la casa el varon representa la raz6n que domina. En ese caso, cel rol de la mujer que obedece a su esposo y también a sus padres serfa analogo al del im- pulso o al del apetito? z¥ qué ocurre con aquellas mujeres que, co- mo seftalan Perictfone y Fintis, llegan a gobernar o se dedican a la filosoffa? gEllas podrfan cumplir un rol anélogo al de la raz6n? Vil. La palabra publica y la politica: Aspasia de Mileto 1, Una mujer fuera de lugar Arist6teles defiende que el hombre es por naturaleza un animal ‘politico por ser el Gnico que tiene palabra ((6gos).""* La palabra es, ‘SeBOIT Ia definicién de Gorgias, “un poderoso soberano que con un cuerpo muy pequefio e imperceptible realiza las obras mas divi- nas’ Con el advenimiento de la democracia a fines del siglo VI a. e. cla palabra se transform6 en un instrumento de poder de la po- Iitica y esta, a.su vez, en un ejercicio del lenguaje. Esto explica la aparicién de maestros de la palabra, los sofistas, y el surgimiento progresivo de una técnica para componer discursos que se consol d6 en lo que a partir del siglo IV a. e.c. se conacié como “retérica” En La condici6n humana, Hannah Arendt llama a la polis demo- crética, de la que Atenas fue la mayor y mejor expresion, “el mas charlatén de todos los cuerpos politicos” La voz de este cuerpo ‘no brotaba de ta garganta de todos los habitantes de la ciudad, si- no solo de la de los ciudadanos. Ahora bien, ciudadanos no eran to- dos ni mucho menos todas. Segiin la ley de ciudadanta ateniense 122 Aristels, Plvica 1125342-10. 123. Gorgias, Encomio de Helena §8 (DK 82 B 11). 124 Arendt (2009 {1958}: 40). wo

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