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1 - Freud - Sobre La Dinamica de La Transferencia

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é op. Sobre la dinamica Nota introductoria de Ja trasferencia (1912) ! «Zue Dynamik der Ubertraguhgo i : Ecdiciones en alerrén | 1912 Zbl, Prychoanal., 2, n° 4) pégs. 167-73. 1918 SKSN, 4, pégs. 388°98, (1922, 2* ed.) 1924 Technik ‘und Metapsychol,, pags. 53-63. 1925. GS, 6, pigs. 93-63. | 1931 Newrosenlebre und ‘Technik, pigs. 328-40. 1943 GW, 8, pégs. 364-74 , 1975 SA, «Etginzungsband» (Volumen complementatio}, pigs. 157-68. i Traducciones en castellano * 1930 «La dinémica de la trasferéneia». BN (17 vols.), 14, i pigs. 117-28. Treduccién de Luis Lépea Ballesteros i 4943, Tpual too, EA, 14, ples j121-32. El mismo tra. i 1948 Igual titulo. BN (2 vols. 2 ij traductor. : | 1959. Tgoal thal, SR, 14, plgs/99103, El mismo eraduc 1 i | pigs. 321-6. El mismo 1968 Toval tieulo. BN (3 vols.); 2; pégs. 413-8, El mismo traductor. it 1972 Igual thulo. BN (9 vols.) : mo traductor. 1 Pigs. 1648-93, El mi i ese a que Freud inchuys este trabajo (publcado en enero ih de 1912) en la serie sobre técnica, por su naturaleza es mis, i bien un examen te6rico del fendmeno de la trasferencia y it de la forma en que opera en el tratamiento psicoanalitico. | Freud ya habia abordado la cuestiénien algunas breves pun- tualizaciones al final del historial tlinico de «Dora» (1505e + i + (Ch la «Advertencia sobre Ie cia casclaion, supra, pl. | i i wed il | i 8. il | | i Be tie | aa ii i 95 i 1901]), AE,.7, pigs. 101-3; la tratS con. mucho mayor taeetafa e 3 ia 26 de un Conferencias de intro- ducci6n al psicoanélisis (1916-17), AE, 16, pigs. 402-13; y, hacia el fin de su vida, hizo vatios comentetios impor lates al respecto en «Anilisis terminable e interminable» 41937e), James Strachey SICOLOGIA BLIOTECA El tema de la trasfetencian, dificil de agotar, ha sido teatado brevemente en esta publicaciéa' por W. Stekel ws [19114] de manera descriptive. Yo querria afadic aqui? 2 algunas puntualizaciones a fin de que se compreada cémo G ella se produce necesariamente en una cura psicoanalitica y= aleanza su consabido papel durante el tratamiento. ‘Aclarémonos esto: todo ser humano, por efecto conju- gado de sus disposiciones innatas y de los influjos que recibe en su infancia, adquiere una especificidad determi- nada para el cjercicio de su vida amorosa, o sea, para las condiciones de amor que estableceré y les. pulsiones que satisfard, asf como para las metas que’ habri de fijarse.* Exto da por resultado, digamos asl, un clisé (0 también va- Hos) que se repite —es reimpreso— de manera regular aCe Zouollas fr Penile Patten cel de pan scale epi otter Reais a Sse tae ee Nae ee tae de un anderen, Soe ng ace cere fe ow tr eons) gar kale pace lnc ices me cde Sete fea le Se cha a ae ee Sum 2s psn oop al mode cn ue Se rl ft pen So cade SSE aT oi a mu sb lo ces Sp sleue see dele a x onsucns, pe le Sue Rapes dr be squndor ex prigcpo So abla cee saat esibene oe bene ns ae aban ur eau io entre las dos series de factores etioldgicos; mis bien, suponemos Se pe oye ae pee lice SUE Se SSL pi wile cooly de aes pe pec: elo cee, un ser humano; rara vez, quizé nunca, lo hace uno solo de esos pode- ey he po eke cho oer eee cries be gies Labi Sits Eee ee 2 daa hn eee ac en ae bie Sir srerence Kanes dcae ae ee felch ae das a eet ff outa ¢ eee ee ee pclae fn coe esgncla ndlds We ace ” sb Vale decie: disminuye el sector de Ia libido susceptible de conciencia, vuelta hacia la realidad, y en esa misma medida aumenta el sector de ella extrafiada de la realidad objetiva, inconciente, que si bien puede todavia alimentar las fan- tasias de la persona, pertenece a lo inconciente. La libido (en todo o en parte) se ha internado.por el camino de la regresién y reanima las imagos infantiles Y bien, hasta allf Ia sigue 1a cura analitica, que quiere pillecla, volverla de nuevo asequible a la conciencia y, por sltimo, ponerla al servicio de la realidad objetiva. Toda vez que la inves- tigecién analitica tropieza con la libido retirada en sus os condrijos, no puede menos que estallar un combate; todas las fueraas que causaron la regresién’de Ia libido se eleva- rin como unas «resistencias» al trabajo, para conservar ese nuevo estado. En efecto, si la introversiGn o regresién de Ia libido no se hubiera justificado por una.determinada re- lacién con'el mundo exterior (en los términos més univer- sales: por Ia frustracién de la satisfaccidn),? més aia, si no hhubiera sido acorde al fin en ese instante, no habria podi- do producirse en modo alguno. Empero, les resistencias de este origen no son las tnicas, ni siquiera las mas poderasas La libido disponible para la personalidad habia estado siem- pre bajo la atracci6n de los complejos inconcientes (mejor dicho: de las partes de esos complejos que pertenect inconciente) y cayé'en la regresién por haberse relajado la atraccién de la realidad. Para liberarla es preciso ahora ven- 38); mez ex probable gu eta utes dp Freud apunte a our obra de ‘el tratamiento» Feud rara vez empleé‘al vocabiod) : ‘Mis eSoodo aera ded que ella ha reiavestido los acomplejo» infants Pero sera incoreta; icant se justiara st se enum ‘dar elas pares tnconclentis de sos compejor»-— Lo extiotdinais ‘nent lauineado dal tema que agul se testa tiga a uno a intenarse tals considercda de cero aumero de problemss contguos cups selaracio, en verdad, srla previa para poder dscurce con palabras inequtvocis sobre los proces pguicos due es preciso devribc aqut. ‘Tals problemas son, entelouos: a recfpoco dalinde de incoversin y egrerén, a iereiéa de la doctina de los complejos ea la totls 4c a ibid, los wincaos del fantaseo con fo conciente y fo incoacient, ‘como con a realidad, No hace fata disclparse por haber resists ‘auels teuaciéa en este fuser. — (Sabre el termigo sipagon, exe pleado aqul y supra, pig. BB, véee tal comentario en sel problems Erondmico dl masoguismge (1924), AB, 19, pig. 173, m. 23.) [Se halard un examen complet’ de co en wobec los tpos de conunecia de nearois (9120, ile, pss. 239 y see) { 100 cer esa atraccién de lo inconciente, vale decir, cancelar la represién (esfuerzo de desalojo) de las-pulsiones incon- cientes y de sus producciones, represién constituida desde entonces en el interior del individuo. Esto da por resultado Ja parte con mucho més grandiosa de la resistencia, que hartas veces hace subsistir la enfermedad aunque el extra- fiamiento respecto de Ja realidad haya vuelto a perder su temporario fundamento. El anélisis tiene que librar com- bate con las resistencias de ambas fuentes. La resistencia scompafia todos los pasos del tratamiento; cada ocurrencia singular, cada acto del paciente, tiene que tomar en cuenta Ia resistencia, se constituye como un compromiso entre las fuerzas cuya ‘meta es la salud y aquellas, ya mencionadas, ‘que las contrarian. ‘Pues bien: si se persigue un complejo patégeno desde su subrogacién en Jo conciente (llamativa como sintoma, 0 bien totalmente inadvertida) hasta-su raiz.en lo inconcien- te, enseguida se entraré en una regién donde Ja resistencia se hace vler con tanta nitider que Ja ocrrencia siguiente no puede menos que der razdn de ella y aparecer como un compromiso entre sus requerimientos y los del trabajo de investigeciGn. En este punto, segin lo atestigua le expe- Fiencay sobreviene la tesferencias Si algo del material del complejo (0 sea, de su contenido) es spropiado para ser trasferido sobre 1a persona del médico, esta trasferencia se produce, da por resultado la ocurrencia inmediata y se anun- mediante los indicios de una resistencia —p. ej, me- ante una detenciéa de las ocurrencias—. De esta expe- riencia inferimos que la idea trasferencial ha ircumpido hasta la conciencia a expenses de todas las otras posibilida- des de ocurrencia porgue presta acatamiento también a la resistencia. Un proceso asf se repite innumerables veces en Ja trayectoria de un andlisis, Siempre que uno se aproxima un complejo patégeno, primero se adelanta hasta la con: ciencia la parte del complejo susceptible de ser trasferida, y es defendida con la méxima tenacidad.* Vencida aquella ‘parte, los ‘otros ingredientes del com- plejo ofrecen ya pocas dificultades. Mientras més se pro- * De lo cul, emper, no es lst infers en general una pattie sini patgeas Gel lees espe prs reatdacl a ‘Spc Sc Uy de um tan opr ear Sana pos Ipc ic cats gaia ode amu ela gsi he supdcs assists sx ta tetert naonl fg a cae tsconda a ca de eit. Hl valor de os ables pucdé ter mete tents tec, y pede leet vgsoi ars tas tila la aria resend afte fae table See le ‘Sanlonte’bise) es bog BOT 101 en Ia trayectoria de Ja vida, en Ja medida en que lo con- Sientan las circunstancias exteriores y 1a naturaleza de los ‘objetos de amor asequibles, aunque no se mantiene del too nib ne pesos rents Aor hie, Sepun To que hemos averigoado. pot nuestas experiencas, Sélo un sector de esas mociones determinentes de la vids ‘amorosa ha recottido el pleno desarrollo psiquico; ese sec- tor est vuelto hacia Ja realidad obje |, disponible para Ja personalidad conciente, y constituye una pieza de esta cl- tima, Otra parte de esas mociones libidinosas ha sido de- morada en el desarrollo, esté apattada de la personalidad conciente asi como de Ja realidad objetiva, y sdlo tuvo per- mmitido desplegarse en la fantasia o bien ha permanecido por entero en lo inconciente, siendo' entonces no consabida para la conciencia de la personalidad. Y si la necesidad de ioe dagen o enhanc, de mepera exist por la realidad, él se verd precisado a volcarse con unas Fepéesentaciones-expectativa ibidinosas hacia cada nueva persona que aparezca, y es muy probable que las dos por- Ciones de su libido, la susceptible de conciencia y Ia incon: ciente, participen de tal acomodamiento. Es entonces del todo normal ¢ inteligible que la inves- tiduta libidinal sprontada en la expectativa de alguien que esté parcialmente insatisfecho se vuelva hacia el médico. ‘De acuerdo con nuestra premisa, esa investidura se atendré a modelos, se anudard a uno de los clisés preexistentes en la persona en cuestién 0, como también podemos decirlo, itsertard al mécico en una de las series» piquicas que el paciente ha formado hasta ese momento. Responde a los vinculos reales con el médico que para semejante seriaciér se vuelva decisiva la «imago paternae —segin una feliz expresién de Jung (1911-12, pég. 164)—. Empero, la trasfe- rencia no est4 atada a ese modelo; también puede produ- Girse siguiendo Ia imago.materna o de un hermano vatén. Las particularidades de Ja trasferencia sobre el médico, en tanto y en cuanto desborden la medida y la modalidad de lo que s¢ justificaria en términos positivos y acordes a la ratio, ie vuclven intligbles st se rellexiona en que no sélo las ‘representaciones-expectativa.‘concientes, sino también las tezagadas o inconcientes, han producido esa trasferencia.. No corresponderia decir ni cavilar mds sobre esta con- ducta de Ja trasferencia si no quedaran ahf sin esclarecer dos puntos que poseen especial interés para el psicoanalis- ta. En primer lugar, no, comprendemos que la trasferencia resulte tanto mds intensa en personas neuréticas bajo and- fics que en offe, no. analzades; y en segundo lugar, sigue constituyendo un enigma por qué ch el andlisis Ia trasféren- ia nos sale al paso como la més fuerte resistencia al trata miento, siendo que, fuera del andlisis, debe ser reconocida como portadora dei efecto salutffero, como condicién: del &xito, En este sentido, hay una experiencia que uno puede corroborar cuantas veces quiera: cuando las asociaciones li bres de un paciente se deniegan,? en todos los caso! es posible climinar esa "parilisis aseveréndole que ahora él esté bajo el imperio de una ocurrencia relativa a la persona del médico 2 algo perteneciente & él. En el acto de im- ps se escurecimiento, uno elimina la parlsis o muda la situacién: las ocurrencias ya no se deniegan; en todo’ ca- $0, se las silencia, A primera vista, parece una gigantesca desventaja me- tédica del psicoanlisis que en él Ja trasferencia, de ordi- nario la més poderosa palanca del éxito, se mide en el medio més potente de la resistencia. Pero, si se lo contem- pla més de cerca, se remueve al menos cl primero de:los dos problemas enunciados. No es correcto que durante el psicoandlisis la trasferencia se presesite més intensa y desen- frenada que fuera de él, En institutos donde los enfermos nerviosos no son tratados analiticdmente se observan las ‘maximas intensidades y las format més indignas de uns trasferencia que llega hasta el sometimiento, y aun la més inequivoce coloracidn erética de ella. Una sutil observadora como Gabriele Reuter Io ha pintado en-un mazavilloso li bro, para un tiempo en que apenas existfa psicoandlisi¢ al- guno; en esc libro ‘se traslucen las mejores intelecciones o- bre la esencia y la génesis de las neurosis. Asf, no correspon de anotar en Ia cuenta del psicoandlisis aquellos caracteres de Ia trasferencia, sino atribuirselos'a la neurosis. _En cuanto al segundo problema —por qué la trasferen- cia nos sale al paso como resistencia en el psicoandlisie~, ain no Jo hemos tocado. Abora, pues, debemos acercatnos a él. Evoquemos la situacin psicolégica del trstamiento: Una condicién previa regular e indispensable de tode con- traccién de una psiconeurosis es el proceso que Jung acer- tadamente ha designado como cintrbversién» de Ia libido” | 3 Me refieto al caso en que realmente! faltan, ¥' no, por ejemplo, ‘vando sn sleniadas por la conseqvencia den tiv sentient de denice, “fut uier Fail, Berin, 895. | (1 Andon nanltioncs dé Hg pzcen sina gue vio en esta inttoverin algo crectesistico dea dementiepreeox' Que fx ots neurons no entra en cucnts de igual modo, (Parece set Ste Af primera oportinidad en que Freud empl el temioo cintoversne cn"upn de Bor obra publindes Fue scanads por long (l010E, pase 99 tencia contra la curacién, no pot cierto expulsando del insti tuto a los enfermos —al contrario, los retiene ahi—, sino manteniéndolos alejados de Ia vida. En efecto, para la cura- cién poco importa que el enfermo venza dentro del sanatorio esta 0 estotra angustiajo inhibicién; lo que interesa es que también en la realidad gbjetiva de su vida se libre de ellas. La trasferencia negativa mereceria un estudio en profun- didad, que no puede dedicérscle en el marco de estas eluci- dacioces, En Jes formps curables de priconeurosis se en- cuentra junto a la trasferencia tierns, a menudo dirigida de manera simultinea sobie la misma persona, Para este estado de cosas Bleuler ha acufiado Ia scertada expresién de «ambi- valencia».® Una ambivglencia as{ de los sentimientos parece set normal hasta cierto punto, pero un grado més alto de ella es sin duda una mazca particular de las personas neuré- ticas. El temprano «divorcio de los pares de opuestos» parece ser caracteristicd de Ia vida pulsfonal en la neurosis obsesiva, y constituir una de sus condiciones consticuciona- les, La ambivalenca de las orientaiones del sentimiento es lo que mejor nos explica la aptitud de los neuréticos para ponet sus asferencias al servicio dela resistencia. Donde capacidad de trasferie se ha vuelto en lo esencial negativa, como es el caso de los paranoicos, cesa también la posibili- dad de influir y de curse. Con todas las consideracionés que levamos hechas s6lo hhemos apreciado una parte del fenémeno trasferencial. De- bbemos prestar atenciéa a otro aspecto del mismo asunto. Quien haya recogido 14 impresién correcta sobre Smo el analizado es expulsado de sus vinculos objetivos (real) con ‘el médico tan pronto cae bajo el imperio de una vasta tesis- tencia trasferencial; oSmo luego se arroga la libertad de descuidar 1a regla fundamental del psicoanilisis,™ segin la 8 Ber (191, pg, 4 y 3084). — Vet louin sb a nO a ah hae a SE Hosr in ar Byfloaloe ale esi bie ne Re er re ea ewe Tine exe Heed memos i its Staines Se, ears oe ne Bae alae yp ccaai mend Gh Sabo me ae Ge. Veet toa lee TAs bia pales (ES, We, teste oe 38 | we) tbat aaa lak ples en ues de opus fe se adap ek enya al (S08 9 ls BT fmt rd Pion 7 Sn pe LAE Jas be Res ef pacts sete eae Gt Mellie ace Bs Maas A, 5 7 Fe eed on ein 104! cual uno debe comunicar sin previa erftica todo cuanto Je venga a la mente; cémo olvida los siesignios con los que centr6 en el tratamiento, y e6mo ahora le resultan indiferen- tes unos nexos J6gicos y razonamientos que poco antes le hhabrian hecho la roayor impresién; esa persona, decimos, sentiré la necesidad de explicarse aquella impresién por otros factores ademés de los ya consignados, y de hecho e30s otros factores no son remotos: resultan, también ellos, de la situa- cién psicol6gica en que la cura ha puesto al analizado. En la pesquisa de la libido exteaviada de lo conciente, uno ha penettado en el Ambito de lo inconciente, ¥ las reacciones que uno obtiene hacen salir a la luz muchos caracteres de los procesos inconcientes, tal como de ellos tenemos noticia por el estudio de los suefios. Las mociones inconcientes no Quieren ser recordadas, como la cura lo deseé, sino que aspi- ran a reproducirse en consonancia con la stemporalidad y In ‘capacidad de alucinacién de lo inconciente.* Al igual que en el suefo, el enfermo atribuye condicién presente y reali- dad objetiva a los resultados del despertar de sus mociones inconcientes; quiere actuar (agieren} sus pasiones sin aten- der a la situacién objetiva (real). El médico quiere constre- fielo a insertar esas mociones de sentimiento en la trama del tcatamiento y en Ie de su biografia, subordinarlas al abordaje cognitivo y discernitlas por su valor psiquico. Esta lucha ‘entee médica y paciente, entre intelecto y vide pulsional, centre discernic y querer «actuars, se desenvuelve casi exclu sivamente en torno de los fenémenos trasferencisles, Es en este campo donde debe obtenerse la victoria cuya expresién seré sanar duraderamente de le neurosis. Es innegable que domefar los fendmenos de la trasferencia depata al psico- analista las mayores dificultades, pero no se debe olvidar que justamente ellos nos brindan el inapreciable servicio de vol- ver actuales y manifiestas les mociones de amor escondidas y olvidadas de los pacientes; pues, en definitiva, nadie puede sex ajusticiado ix absentia 0 in effigie.® aparecido ya en la tercera de las Cinco conferncas sobre prcoonisis {iSive), AB In, pig. 26. Desde luego, ta iden es de antigua data; se Ta expres, verbigtel, en La inlerprelacién de lor suefos (19002), ‘AE, 4, pgs, 1012, 9, en términes biseamenteidéatco, ea «Sobte ised del tatatents (1913), if pig 1335, donde Freud ‘ramina a cuestion en une lagu nota al per Vease también «El m& tg pacoalce de Freade (190), AB, 1, le, 224 "2 [Esto ae eslareee en un trabajo posterior, «Record, rete redone (ii, ie, plas 13 J a) uy "5 (Hay una puatualizaign semcjant en «Recordar, repetry reels orate, tidy pose 194) * may 105 Tongue una cura analftica y con més nitidez haya discernido el enfermo que unas meras desfiguraciones del material pa- tégeno no protegen a este de ser puesto en descubierto, tanto mds consecuente se mostrar en valerse de una modalidad de desfiguracién que, manifiestamente, le ofrece las méxi mas ventajas: la desfiguracién por trasferencia, Estas cons- telaciones se van encaminando hecia una situacién en que todos los conflictos tienen que librarse en definitiva en cl terreno de Ia trasferencia, ‘Ast, en la cura analitica la trasferencia se nos aparece siempre, en un primer momento, s6lo como el arma més poderosa de Ia resistenc que Ia intensidad y tenacidad de aquella son un efecto y tuna expresin de esta. El mecanismo de Ia trasferencia se averigua, sin duda, reconduciéndolo al apronte de Ia libido que ha permanecido en posesién de imagos infantiles; pero el esclatecimiento de su papel en la cura, sélo si uno pe- netea en sus vinculos con la resistencia. 2A qué debe a trasferencia el servir tan excelentemente como medio de Ia resistencia? Se crcerfa que no es dificil la respuesta, Es claro que se vuelve muy dificil confesar tuna mocién de deseo prohibida ante la misma persona sobre quien esa mocién recae. Este constrefiimiento da lugar 3 si- tuaciones que parecen casi inviables en la realidad. Ahora bien, esa es la meta que quiere alcanzat el analizado cuando hace coincidir el objeto de sus mociones de sentimiento ¢on el méic, Sin embargo, una reflexion més cede mues tra que esa aparente ganancia no puede proporcionarnos la tolucién del problems. Es que, por otra parte, un vincalo de-apego tierno, devoto, puede salvar todas Iss dificultades de ‘la confesién, En circunstancias reales andlogas suele decirse: «Ante tino me avergtienzo, puedo decirtelo todon. Entonces, la trasferencia sobre el médico podela igualmente servir pata facilitar la confesién, y uno no comprende por qué la obstaculiza. La respuesta a esta pregunta, planteada aguf repetidas veces, no sé obtendré mediante ulterior reflexiéa, sino que cs dada por la experiencia que uno hace en la cura a rafz de Ia indagacién de las particulares resistencias trasferenciales. Al fin uno caeen'la, cuenta de que no puede comprender el empleo de la trasferencia como resistencia mientras pien- se en una etrasferenciay a secas. Es preciso decidirse a se- arar una trasferencia «positivay de una enegativan, Ia tras- Eerencia de sentimicntos ternos de la de sentimientos hos tiles, y tratar por separado ambas variedades de trasferencia sobre el médico. ¥ Ia positiva, a su vez, se descompone en 102 y tenemos derecho a concluir~ la de sentimientos amistosos o tierngs que son susceptibles de conciencia, y la de sus prosecucionds en lo inconciente. De estos tltimos, el andlisis demuestra que de manera regular se remontan a fuentes eréticas, de suefte que se nos impone esta inteleccidn: todos nuestros vidculos de sentimiento, simpatia, amistad, confianza y similares, que valorizamos en Ia vida, se enlazan, genéticamente|con la sexualidad y.se hhan_desarrollado por debilitamientd de Ia meta sexual a pattit.d€"tirios apetitos puramente sdxuales, por més puros, Yio sensuales que se presenten ellos ante. nuestra uto- percepcién conciente. En.el origen slo tuvimos noticia de objetos sexuales; y el psicoandlisis ngs muestra que las per- sonas de nuestra vealided objetiva rheramente estimadas 0 admiradas pueden ‘seguir Siendo objetos sexuales para Jo inconciente en. nosotros. | La solucidn del enigma es, entonges, que la trasferencia sobre el médico s6lo resulta aprogiada como resistencia dentro de la cura cuando’es una-thasferencia negativa, 0 una positiva de mociones eréticas reptimidas. Cuando nos- otros «cancelamos» Ia trasferenciahaciéndola conciente, sélo hacemos desasirse de Ia persons del médico esos dos componentes del acto de sentimiento; en cuanto al otto componente susceptible de concienc{a y no chocante, sub- siste y es en el psicoandlisis, al igual que en los otros mé- todos de tratamiento, el portador del éxito, En esa medida confesamos sin embages que los resultados del psicoandisis se basaron en una sugestién; sélo que por sugestién es pre iso comprender lo. que con Ferencei (1909) hemos des. cubierto ahi: el influjo sobre un serhumano por medio de Tos fenémenos trsferenicles posibles con él, Velamos por Ja autonomia tltima del enfermo aprbvechando la sugesti6n para hacerle cimplir un trabsjo psighico que tiene por con- secuencia necesaria una. mejorfa dujadere de su situaciGn palguica. Puede preguntarse sin, Bor qué los fenémenos de resis- tencia trasferencial salen’a Ja luz sélb en el psicoandlisis, y ‘ho en un tratamiento indiferente, por ejemplo en institutas de internacin, Le respuesta rez; tbien alll se mucstran, s6lo que es preciso apreciarlos como'tales. Y el estallido de Ja trasferencia. negativa es inchiso hdrto frecuente en ellos. El enfermo abandona el sanatotio steers ‘cambios (© aun desmejorado tan pronto cie [bajo el imperio de la tresferencia negative. Y sien los institutos 1a trasferencia exética no es tan inhibitoria, se debt a que en ellos, como en la vida ordinatia, se la esconde dn lugar de ponerla en descubierto; pero se exterioriza con toda nitider como resis 103 4 1 | J

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