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La Rebeldía Femenina Disfrazada de Locura y La Salud Mental en El Tapiz Amarillo

Después de leer el texto El tapiz amarillo de Charlotte Perkins Gilman se propone un análisis sobre los primeros diagnósticos de enfermedades mentales en las mujeres que disfrazaban el encierro de las mismas en una sociedad patriarcal.
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La Rebeldía Femenina Disfrazada de Locura y La Salud Mental en El Tapiz Amarillo

Después de leer el texto El tapiz amarillo de Charlotte Perkins Gilman se propone un análisis sobre los primeros diagnósticos de enfermedades mentales en las mujeres que disfrazaban el encierro de las mismas en una sociedad patriarcal.
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UNIVERSIDAD DE GUANAJUATO

LIC. EN LETRAS ESPAÑOLAS

UDA: CRÍTICA LITERARIA II

OTERO OTERO DANIELA NAZARETH

LA REBELDÍA FEMENINA DISFRAZADA DE LOCURA Y LA SALUD


MENTAL EN EL TAPIZ AMARILLO

Aún son memorables esos tiempos donde se tenía que hablar de terapia en voz baja como si de
un secreto se tratase, la atención sicológica y la salud mental carga/ban/n un estigma negativo
por demás pesado, afortunadamente las nuevas generaciones estamos tratando de normalizar el
buscar ayuda profesional. Quizá eventos como la pandemia actual trajeron a colación aquello
que se ignoraba desde hacía décadas: el malestar, el dolor y el sufrimiento no pueden
exclusivamente ser físicos, también se sufre en la mente.

Según el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) se afirma un aumento en la demanda de
servicios médicos en el área de sicología y siquiatría “[…] en la emergencia sanitaria los
trastornos mentales que más se han presentado son los de ansiedad, en particular de tipo
generalizada (la persona está preocupada todo el tiempo), trastorno de pánico y fobias
sociales; se han incrementado los trastornos afectivos y los relacionados con situaciones
estresantes, en particular estrés postraumático y de tipo agudo” (Instituto Mexicano del Seguro
Social, 2021). Al menos en esto coincidíamos la mayoría de las personas, no se puede vivir
tranquilamente si las 24 horas del día existe una angustia por saber si nos infectaremos o no.
El control de nuestras vidas nos fue arrebatado y la incertidumbre se mudó a nuestros hogares
a inicios del confinamiento y amenaza con quedarse un tiempo más.

Con el tema puesto sobre la mesa, lecturas como El tapiz amarillo de la intelectual
estadounidense Charlotte Perkins, son por demás fructíferas, ya que sirven para ahondar en el
tema y alejarlo del tabú. Es un texto crítico y punzante por la fecha en la que se publicó y por
el sector al que critica: los médicos.

El cuento es publicado en 1892 por una mujer, lo cual ya es transgresor, pero una mujer
cuestionando los métodos científicos de la medicina era una llamarada entre un pastizal seco.
De hecho, es probable que por ello en sus primeros años y en un contexto de literatura gótica
no haya sido tan leído, pues fue hasta los años ochenta del siglo pasado que los movimientos
feministas lo retomaron y lo revivieron.

La autora también se destacó, aparte de por su genial escritura, por ser una defensora de los
derechos civiles de las mujeres entre finales de 1890 y mediados de 1920. En su obra El país
de las mujeres, Gilman nos propone una utopía en donde no existen las injusticias, tiranías,
degradaciones y abusos, esto a raíz de una enfermedad que acaba con los hombres, tiempo
después las mujeres sobrevivientes comienzan a reproducirse sin necesidad de ser fecundadas
por un varón, es decir, los siguientes alumbramientos se derivan de la partenogénesis.

Aquello que doblegaba a la mujer en el pasado, la maternidad, se transforma en amor perfecto y en la


mayor forma de sororidad. El deseo sexual femenino, innecesario para procrear, ha desaparecido. El
lesbianismo ni siquiera se insinúa. Y aquí es donde está la gran limitación de esta pensadora, donde la
realidad se impone constriñendo la imaginación de lo posible: la felicidad y el progreso de la mujer sólo
se puede conseguir extirpando su deseo y por medio de un milagro en el que el hombre no participa.
(Portela, 2019)

La historia que nos ocupa es la que narra la degradación anímica y mental de la protagonista a
través del tiempo que pasa con su esposo en una casa de veraniego, esta puede ser analizada
desde varias aristas de la protesta feminista: el encierro y aislamiento femenino por la figura
de poder masculina, el impedimento de ejercer labores provechosas, de ejercitarse, de escribir
y de hablar de lo que siente y piensa, la infantilización de la mujer, la maternidad, entre
muchos otros igualmente de importantes y trascendentes.

Sin embargo, el interés de estas líneas se centrará en la rebeldía de nuestra protagonista y de


cómo a lo largo del texto de Perkins se le trata de convencer que sus problemas mentales son
mínimos e insignificantes. Comenzando así con la ecuación prototípica de una buena familia a
finales del s. XIX en Estados Unidos, tenemos a un matrimonio joven acomodado con un hijo
en una casa de veraniego a las afueras de la ciudad, en el cual el marido lleva las riendas de la
relación y la mujer solo se encarga de dejarse llevar por lo establecido.

La locación no es gratuita, de hecho, es posible proponer a la casa vacacional como un


personaje más al cual se le describe como “¡Qué maravilla de finca! Es bastante solitaria,
apartada de la carretera, a sus buenos cinco kilómetros del pueblo. Me recuerda esas casas
inglesas que salen en los libros, porque tiene setos, muros y verjas que se cierran con candado,
y muchas casitas desperdigadas para los jardineros y la gente” (p. 3). Pareciera muy inocente
la tranquilidad que se siente alrededor de la casa hasta que se analiza como una táctica de
aislamiento de la esposa, ya que su ubicación es inaccesible y alejada del contacto social. De
hecho, desde los primeros renglones la mujer expresa su sentimiento de rareza para con la
casa, cuestión que su marido decide ignorar.

Continuando con la casa como personaje, de forma más específica, el espacio que absorbe
nuestra atención es la habitación donde la protagonista se queda, pues es un lugar fuera de su
agrado, más adelante cuando se realiza la descripción del sitio no pareciera que se habla de un
dormitorio, sino de una cárcel por sus barrotes en las ventanas, anillas en las paredes y una
cama atornillada a la pared, cerca de la cual el tapiz que choca con la cabecera está desgarrado.

Conforme avanza la historia nos vamos dando cuenta del posible Síndrome de Estocolmo
Doméstico que ha desarrollado la esposa, el cual consiste en “un conjunto de mecanismos
sicológicos que determinan la formación de un vínculo afectivo incongruente de dependencia”
(Montero, 1999, p. 3), el mismo que el patriarcado vende como agradecimiento y amor por el
marido controlador. Nuestra protagonista desarrolla una sensación de desagradecimiento ante
“las atenciones” de su cónyuge, las cuales consisten en tener horarios y tareas rigurosas a las
que ella debe dedicar su tiempo.

Aparte de las cosas que se le obligan a hacer, hay cosas que tiene prohibido hacer; escribir es
una de ellas. La mujer sin nombre retrata pánico cada que su pareja o cuñada se acercan a la
habitación mientras ella dedica trazos de caligrafía al desahogo, “Viene John. Tengo que
esconder esto. Le irrita que escriba” (p.5).

El conocimiento es un arma en manos femeninas como menciona un dicho popular “mujer que
sabe latín ni tiene marido, ni tiene buen fin”, esta arma está ejemplificada como escritura en el
relato, ya que es una actividad que la ayuda a expresarse, a sentir que tiene voz, aunque no
tenga nombre.

Uno de los elementos más representativos del estado mental que atraviesa la prisionera es el
color amarillo del tapiz de la habitación, ya que esta pigmentación se relaciona con la
enfermedad, cuando una persona sufre algún padecimiento comúnmente su piel se torna
amarillenta, en el cuento se especifica que el tapiz no es de cualquier amarillo, no es el que
representa un sol brillante o un girasol en primavera, “El color es repelente, casi repugnante:
un amarillo chillón y sucio, desteñido de manera rara por la luz del sol, que se desplaza
lentamente” (p.6).

La actitud que mantiene John ante los padecimientos mentales de su compañera es pasivo-
agresiva, ya que de formas muy sutiles le siembra dudas e inseguridades, él llega a afirmar
cosas por ella: “Tú sabes que este sitio te sienta bien” (p.6), y le hace creer que tiene una
imaginación muy descontrolada. La crítica que deja entrever el relato es para la minimización
del padecimiento sicológico, ya que tanto John como su hermano médico no toman en cuenta
un sufrimiento que no provenga de lo físico y corporal, acusándolos así de ser seres
insensibles y rigurosos que solo atienden a lo tangible y comparable.

La locura y lo femenino se encuentran asociados desde la antigüedad con lo oscuro y lo irracional. Las
mujeres son construidas socialmente como criaturas asociadas a la histeria y débiles emocionalmente,
propensas a la locura y a la neurosis. Esta caracterización es reafirmada por la socialización genérica
estereotípica de los espacios excluyentes y antitéticos, en función de la construcción sexo-género, de la
antigüedad: espacio privado femenino, espacio público masculino. (Espinoza, 2016)

A estas alturas de la lectura ya tenemos a una mujer que se le ha despojado de denominación,


la cual bajo el mandato de su esposo se encuentra aislada y encerrada en una casa que le da
mala espina, todas estas actitudes no violentas explícitamente, pero sí agresivas, son
respaldadas por la hermana de este. Se sugiere una infantilización de la mujer en donde se le
quitan capacidades, ni siquiera se puede hacer cargo de su hijo, en esta situación el hombre
debe de adaptar una postura paternal de cuidados sobreprotectores que derivan en el constante
cuestionamiento de sus facultades, ella menciona que él la llama niña como si de un cariño se
tratase: “Dijo que yo era la niña de sus ojos” (p. 12).

Entre los dos, esposo y cuñada, se encargan de que la mujer no escriba y que constantemente
sienta pánico por ser descubierta infringiendo las reglas, todo este cúmulo de tensiones y
malos tratos degradan la salud de la protagonista a tal grado que comienza a tener una
conexión con el tapiz de su mazmorra-habitación, en el cual antes había encontrado la silueta
de una mujer que se arrastraba. Para el final de las líneas se nos dice que esa mujer en el tapiz
es ella y que ha logrado salir, el papel está tan desgarrado que ya no la podrán encerrar de
nuevo.

Yo he seguido andando a gatas como si nada, pero le he mirado por encima del hombro.

—Al final he salido —he dicho—, aunque no quisieras ni tú ni Jane. ¡Y he arrancado casi todo el papel,
para que no puedan volver a meterme!

¿Por qué se habrá desmayado? El caso es que lo ha hecho, y justo al lado de la pared, en mitad de mi
camino. ¡O sea que he tenido que pasar por encima de él a cada vuelta! (p.22)

Comenzamos leyendo una narración íntima parecida a un diario y terminamos leyendo un


cuento de terror. El devastador escenario se cierra ante nosotros al terminar la página final, sin
embargo, no se puede afirmar que algo así solo es fantasía, ya que la presión sistémica
patriarcal, a la que se ha sometido a la mitad de la población históricamente, es tan real como
el aire que respiramos. Por ello es importante germinar la semilla de la salud mental en las
nuevas generaciones, ya que no se trata solo de no “crear víctimas” si no de dejar de respaldar
a “victimarios” que se alimenten de la fragilidad emocional y mental a la que son sometidas
las mujeres a lo largo de su vida.

El cromosoma repetido en nuestra anatomía no determina nuestros miedos, debilidades y


padecimientos, es la sociedad que alienta un contexto agotador en donde nos tenemos que
esforzar el doble para tener lo que tienen los hombres, nuestra realidad es una que nos cansa y
debilita para servirle de títeres al titiritero, es por ello que empoderarnos y recuperar nuestra
fortaleza es imprescindible para tener un presente y futuro más justo. Escribamos para que
más mujeres protagonistas tengan nombre, para que no haya compañeras encarceladas en
nombre del amor, para no tener que rescatar mujeres detrás de los tapices amarillos que el
sistema patriarcal sigue colocando en nuestras habitaciones.

REFERENCIAS:

Los problemas de salud mental a consecuencia de la pandemia son atendidos por el


IMSS, julio 2021, https://www.imss.gob.mx/prensa/archivo/202107/301

Perkins Gilman, Charlotte, El tapiz amarillo, FeeEditorial, pp. 2-22.


https://freeditorial.com/es/books/el-tapiz-amarillo/readonline

Portela, Edurne, El país de las mujeres, Ideas. El País, 26 de marzo de 2019,


https://elpais.com/elpais/2019/03/25/ideas/1553527963_087375.html

Cuadrado Rodríguez, Víctor Manuel y Macías Herrera Norma Marlene, PERFIL


PSICOLÓGICO DE VÍCTIMAS DE SÍNDROME DE ESTOCOLMO DOMÉSTICO - CASO
AMBATO, Pontificia Universidad Católica del Ecuador Sede Ambato,
https://repositorio.pucesa.edu.ec/bitstream/123456789/2693/1/Perfil%20psicol%c3%b3gico
%20v%c3%adctimas%20s%c3%adndrome.pdf

Álvarez Espinoza, Nazira, “El papel de pared amarillo” y la ansiedad por la autoría,
Revista de Lenguas Modernas, N. 24, 2016,
https://revistas.ucr.ac.cr/index.php/rlm/article/view/24594/25249

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