El filósofo alemán denomina a este cambio giro o viraje (Kehre), donde la analítica del ser-ahí o
Dasein pierde protagonismo y se pone el acento en la instalación en el despliegue y la verdad del
ser (
El lenguaje es uno de los ejes fundamentales de la filosofía heideggeriana posterior a la Kehre.
Heidegger lo aborda desde una perspectiva ontológica y fenomenológica que busca acceder a su
esencia de una manera directa a partir de la experiencia de su propio acontecer. De esta manera
puede ir más allá de las perspectivas que reducen el fenómeno lingüístico a un simple
instrumento al servicio del hombre, y plantear el carácter ontológico del mismo, al considerarlo
como condición originaria de la apertura y la apropiación de mundo.
Con el propósito de hallar desde la reflexión filosófica lo propio del lenguaje, Heidegger se
distancia de las investigaciones científicas8 y acude, por lo general, al análisis de poemas de
Hölderlin, Rilke, Trakl, George, Goethe, Hebel, entre otros9. El camino emprendido es recorrido
fenomenológicamente, es decir, haciendo camino en el mismo caminar. Es por esta razón que la
experiencia adquiere un gran valor, pues expresa claramente la forma viviente (lebendig) de
abordar el fenómeno lingüístico. El fruto de la meditación será la caracterización del lenguaje
como horizonte posibilitador de la presencia de los entes en el mundo, como ámbito desde el cual
éstos son convocados a la significación.
En la conferencia “La esencia del lenguaje”, se propone una experiencia con el lenguaje con el
propósito de que “en lo venidero nuestra relación con el lenguaje venga a ser lo digno de pensar”
(Cfr. Heidegger, 1990: 191-194). Este texto reúne tres conferencias cuyo eje radica en la búsqueda
de alcanzar la esencia del lenguaje desde el lenguaje mismo. En la búsqueda de esta experiencia,
aparece nuevamente la figura del poeta. Es el poeta, en este caso Stefan George, el que logra
establecer un contacto profundo con el darse del lenguaje. Es allí donde se manifiesta la relación
configurativa entre “palabra y cosa” que nos interesa profundizar en relación al silencio. En el
poema de George titulado “La palabra”, Heidegger observa el último de sus versos: Así aprendí
triste la renuncia: Ninguna cosa sea donde falta la palabra. (Cit. ibid., 1990: 146) Que “ninguna
cosa sea donde falta la palabra” implica que el autor experimenta ya en su poetizar no solo la
experiencia estética que pudiera ser propia de todo artista, sino que logra captar la esencia misma
del lenguaje en su misma operatividad. Este poema trabaja justamente en relación con la tarea
misma de la poesía. Transita e intuye la función inaugural de la palabra como donación, en tanto
que ésta lleva “el lenguaje mismo a su hablar y dice algo acerca de la relación entre palabra y cosa”
(Ibid., 1990: 146), lo que implica un cambio radical de posición respecto del lenguaje, de “la
opinión que tenía hasta ahora de la relación entre cosa y palabra” (Ibid., 1990: 146-150). Conlleva
el abandono de una tesis meramente designativa, que entendía que el lenguaje nombraba objetos
independientes de la palabra. La renuncia tiene aquí un valor positivo como “disponibilidad para
otra relación”, una relación que comprende que “solamente la palabra” “mantiene y sostiene una
cosa en su ser” (Ibid., 1990: 151).