Dios te dice hoy: "Me rodearé con mi protección y te salvaré con mi gran poder.
Yo soy Tu Dios, quien alumbró Tu vida e iluminó Tu oscuridad.
Con mi ayuda vencerás al enemigo y conquistarás.
Mis enseñanzas son perfectas y mi palabra no tiene defectos.
Si buscan mi refugio, te protegeré como es debido.
Yo soy Tu Dios y solamente Yo puedo protegerte.
Te llené de valor y te guío por buen camino.
Te doy las fuerzas para correr con la velocidad de un venado.
Cuando andes por las montañas, no te dejaré caer.
Te enseñaré a enfrentarte a tus enemigos y te daré el poder para vencerlos.
Me rodearé con mi protección y te salvaré con mi gran poder.
Te concederé la victoria y te despejaré el camino para que no tengas tropiezos."
(Salmos 18:30-36)
Al empezar cada día, podemos sentirnos inseguros
y temerosos acerca de lo que sucederá,
pues somos conscientes de que estamos expuestos
a enfrentar situaciones desafiantes que pueden hacernos temblar.
Pero, si buscamos el refugio de Dios,
Él nos rodeará con su protección y nos salvará con su gran poder.
Desestabilizar y poner en riesgo diferentes áreas de nuestra vida,
podemos en estos momentos sentirnos inseguros al salir de nuestra casa
y ser víctimas de un robo, sentir inseguridad acerca
de lo que sucederá en este nuevo día de trabajo,
si continuaremos o perderemos nuestro empleo,
o también acerca de nuestras relaciones interpersonales
y otras tantas inseguridades que hoy en día pueden estar robándonos el privilegio
de disfrutar a plenitud nuestra vida. A raíz de todo esto, nuestro corazón se llena
de temor e incertidumbre.
Entonces parece como si estuviésemos viviendo la vida escondidos y sin dar paso de
fe que nos permitan avanzar.
El llamado temor se alimenta día a día de nuestros pensamientos negativos,
los cuales son sembrados por nuestro enemigo, cuyo fin
y única intención es alejarnos del propósito que Dios tiene para nuestra vida.
Sin embargo, vivir una vida llena de temor,
angustia e inseguridad nos impide ver lo que realmente Dios quiere hacer por
nosotros y a través de nosotros.
Pero en este momento, Dios quiere traernos paz y luz a nuestro ser,
recordándonos lo que Él es para nosotros
y lo que Él ha prometido que hará por nosotros. Una de las más maravillosas
promesas
que encontramos en Su Palabra nos recuerda: "Ninguna arma forjada contra nosotros
prosperará,
y condenaremos toda lengua que se levante contra nosotros en juicio.
Esta es la herencia de los siervos de Jehová, y Su salvación de mí vendrá", dijo
Jehová.
Por lo tanto, es necesario que empecemos a dejar a un lado todo miedo infundado
y comencemos a abrazar la verdad de Dios,
pues no estamos solos en ningún momento y bajo ninguna circunstancia.
Nuestro amado Padre Celestial está siempre ahí
para escondernos bajo la sombra de Sus alas y darnos siempre seguridad y
protección.
Él siempre está atento a nuestro clamor
y viene pronto a nuestra ayuda en tiempos en los que no podemos ver con claridad y
nos invade la confusión.
Él está ahí para tomar nuestra mano y guiarnos, mostrándonos el camino mediante la
luz de Su Palabra.
Él nos guardará como a la niña de Sus ojos.
Él es nuestro defensor, nuestra justicia y nuestro aliento en medio de la angustia.
En nuestro Dios todopoderoso, podremos poner toda nuestra confianza, sabiendo que
jamás seremos defraudados. En este día, despojémonos delante de Su presencia de
todo sentimiento de soledad, abandono e incredulidad. Quitemos nuestra mirada de
las circunstancias y pongámosla en el lugar correcto: pongamos nuestra mirada en
Jesús, el Autor y Consumador de la fe. Al mirarlo a Él, seremos fortalecidos y nos
convenceremos de que a Su lado está nuestra victoria.
Dios no es un Dios lejano. Él mismo, al hacerse hombre y pasar por momentos
desafiantes, entiende cómo nos sentimos. El mismo enfrentó incontables momentos de
aflicción y dolor, y por momentos también se sintió solo y desprotegido. Una de
estas escenas la podemos recordar en la Cruz del Calvario, en donde exclamó: "¡Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?"
Este fue quizás uno de los momentos más difíciles que enfrentó Jesús, pero aún así
Dios mismo lo exaltó y lo recibió en Sus brazos. Tantas son las promesas de
protección que nos han sido dadas, por las cuales podemos estar confiados en el
presente y en el futuro. Somos hijos amados y cuidados, y ninguna arma forjada en
nuestra contra prosperará si hacemos de nuestro Padre Celestial nuestro refugio. Él
nos guardará bajo la sombra de Sus alas y nos protegerá como un escudo. Por tal
motivo, tomemos este momento para reconocer que necesitamos la protección de Dios
en todas las áreas de nuestra vida, y permitamos que sea Él mismo obrando a nuestro
favor sobre nuestras batallas y nuestros temores. Pues sólo en Él nuestra victoria
está asegurada. Hagamos nuestra la siguiente oración:
Lleno de fe y confianza en que nuestro Dios nunca nos desamparará y Su protección
para nosotros, Sus hijos, permanece para siempre, oremos:
Padre bueno, me acerco ante Tu presencia confiado de que Tú escuchas mis oraciones,
sabiendo que eres Tú quien me alienta y me fortalece en todo tiempo. Necesito que
me rodeen con Tu presencia y me cubras bajo la sombra de Tus alas, para que en Ti
pueda siempre yo permanecer seguro.
Gracias, mi amado Rey, porque en Ti encuentro refugio seguro.
Gracias por Tu inmensa fidelidad con la que día a día me cuidas.
Gracias por ser mi escudo y mi torre fuerte.
Te pido, con todo mi corazón, que me guardes como a la niña de Tus ojos en todo
tiempo.
No dudaré en poner en Ti siempre mi esperanza,
aun cuando vengan las pruebas y me sienta solo o abandonado.
En Ti se refugiará mi alma, rodéame con Tu preciosa presencia,
porque sé que en Ti siempre podré permanecer a salvo.
Señor, Tú me conoces como nadie y sabes cómo me siento.
Sabes que mi mente y mi corazón se han inundado de angustia
y temor frente a los enemigos que a diario debo enfrentar.
Muchas veces me lleno de ansiedad y desesperación al oír malas noticias que,
sin darme cuenta, terminan minando mi fe e impidiéndome descansar confiadamente en
el cuidado que Tú me has prometido.
Sin embargo, en este día y gracias a las palabras
que me has regalado por medio de este mensaje,
he podido comprender que Tu deseo es que yo viva una vida en plenitud,
aún en medio de los desafíos,
porque mi vida entera no depende de lo que sucede,
sino de lo que Tú has prometido para mí.
Y Tu promesa para mi vida es siempre guardarse y ser mi escudo protector frente a
las amenazas del enemigo.
Es por esto que decido dejar a un lado todos mis temores, mis preocupaciones,
angustias e inseguridades,
y decido llenarme siempre de Tu verdad y de la certeza de Tu poder y de Tu
protección a mi favor.
Entrego por completo todas mis cargas, porque sé que Tú cuidas de mí.
Te entrego mi temor al futuro, mi temor a la pérdida,
mi temor a la crisis y todo temor que me esté impidiendo vivir la vida a plenitud.
Te entrego el control de mis pensamientos y de mi corazón
para que seas tú quien desarraigue todo sentimiento de abandono y vulnerabilidad,
toda frustración y ansiedad.
Y te pido que llenes todo mi ser de esa paz perfecta que sobrepasa todo
entendimiento.
Descanso en Tu bondad sabiendo que nada me separará de Tu amor ni impedirá que
hagas Tu obra en mí.
Estoy completamente seguro de que, si Tú, mi Dios, eres por mí, ¿quién contra mí?
Pues, si Tú no escatimaste a Tu propio Hijo,
también me darás todo lo necesario para salir victorioso de cada prueba.
Nada, Señor, me separará de Ti;
ni tribulación, ni angustia, ni persecución, ni hambre, ni desnudez, ni peligro, ni
espada.
Porque, en todo, Tú me has hecho más que un vencedor.
Seguro estoy de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni
potestades,
ni lo presente, ni lo porvenir, ni lo alto, ni lo profundo,
ni ninguna otra cosa creada me podrá separar de Tu amor, Señor.
En el nombre de Jesús, ¡Amén! Y Amén.