2. La esencia del argumento
contra el control judicial
de constitucionalidad
eLos jueces deberian tener la facultad de derogar leyes cuando
estén convencidos de que violan derechos individuales? En varios paises la
tienen. El ejemplo mis conocido es el de los Estados Unidos. En noviem-
bre de 2003, la Corte Suprema de Massachusetts determin6 que las leyes
estatales sobre licencias matrimoniales violaban los derechos constitucio-
nales al debido proceso ya la igual proteccién al restringir implicitamente
el matrimonio a Ja uni6n entre un hombre y una mujer.' Esta decision
alent6 a muchas personas que sintieron que sus derechos no habian sido
reconocidos y que, en cuanto hombres y mujeres homosexuals, habian
sido tratados como ciudadanos de segunda clase bajo la ley marital existen-
te? Incluso si con el tiempo la decisién fuera anulada por una enmien-
da a la Constitucién del estado de Massachusetts, los demandantes y sus
partidarios pueden sentir que la cuestién de sus derechos al menos se ha
puesto sobre el tapete de modo directo.
Muchas personas piensan que una buena decisién y un proceso que
considera las reivindicaciones de los derechos de manera firme y seria,®
son buenas razones para apoyar la institucién del control judicial sobre
Ia legislacion. Reconocen que el control judicial en ocasiones puede
conducir a malas decisiones ~como el rechazo de ciento setenta leyes
laborales por parte de tribunales estatales y federales durante la época
“Lochner”—' ¢ igualmente reconocen que padece de alguna especie de
déficit democratico. Pero ~afirman- es frecuente que estos costos se exa-
geren o se caractericen erréneamente. E] proceso democratico rara vez
1 “Goodridge c. Dept. of Pub. Health”, 789 N. E. 2d 941 (Mass. 2003).
2 Véase Boston Herald, “Landmark Ruling: The Victors”, 19 de noviembre
de 2003, p. 5.
8 Esto adapta una expresi6n de Dworkin (1985: 9-82).
4 “Lochner c. New York", 198 U. S. 45 (1905). El calculo del mimero total de
casos en que se derogé la legislaci6n federal o estatal sobre las relaciones y
condiciones laborales durante el periodo de 1880-1935 se basa en las listas.
presentadas por Forbath (1991: apéndices A y ©, pp. 177-192 y 199-203).56 CONTRA EL GOBIERNO DE
)S JUECES.
es perfecto y, en todo caso, la objecién democritica resulta en si misma
problematica cuando lo que esta en juego es Ia tiranfa de la mayorfa. Las
personas que piensan de este modo sostienen que de vez en cuando po-
demos soportar un resultado erréneo como precio de una practica que
nos ha legado decisiones como “Lawrence”, “Roe” y “Brown”,’ que sus-
tentan el compromiso de nuestra sociedad con los derechos individuales
frente a mayorias prejuiciosas.
Esto es casi lo ultimo positivo que diré sobre el control judicial de la
legislacin. (Queria reconocer en principio el valor de muchas de las
decisiones que nos ha legado y la complejidad de los asuntos procedi-
mentales.) En este capitulo argumentaré que el control judicial de la
legislacién es inapropiado como iltima instancia dentro del proceso de
toma de decisiones en una sociedad libre y democratica.
Con antelacién, y a menudo, se han escuchado argumentos similares,
puesto que surgen naturalmente ante una practica de este tipo. En la teo-
ria politica liberal la supremacfa legislativa suele asociarse con el autogo-
bierno® popular y los ideales democraticos estén destinados a mantener
una relacion dificil con cualquier practica que establezca que los legisla-
dores electos operaran sélo bajo la tolerancia de jueces que no han sido
electos de manera democratica. Alexander Bickel resumié este asunto en.
su conocida expresiGn: “dificultad contramayoritaria’.’ Podemos tratar
de mitigar esta dificultad, sostiene Bickel, si mostramos que los procedi-
mientos legislativos existentes no representan a la perfecci6n la voluntad
popular o mayoritaria. Pero ~contintia—
nada en Jas complejidades y confusiones adicionales del sistema
—que la ciencia politica moderna ha explorado con laboriosi-
dad admirable e ingeniosa, y algunas de las cuales ha tendido a
multiplicar con una fecundidad que supera el simple entusias-
mo de quien las descubre- puede cambiar Ia realidad esencial
de que el control judicial es una institucién anormal en la de-
mocracia estadounidense (Bickel, 1986: 17-18).
5 “Lawrence c. Texas”, 589 U. 8. 558 (2003); “Roe c. Wade”, 410 U. S. 118
(1973), y “Brown c. Board of Education”, 347 U. S. 483 (1954).
6 El locus classicus de este concepto se encuentra en Locke (1988a: 265, 366-
367).
°7 [EJ] control judicial de Ia legislaci6n es una fuerza contramayoritaria en
nuestro sistema [...]. [C]uando la Corte Suprema declara inconstitucional
‘un acto de legislacién [...] frustra la voluntad de los representantes del pue-
blo de aqui y ahora” (Bickel, 1986: 16-17)LA ESENCIA DEL ARGUMENTO CONTRA FL CONTROL JUDICIAL... 57
En paises que no permiten que la legislaci6n se invalide de esta forma, el
pueblo por si mismo puede decidir finalmente, mediante procedimien-
tos legislativos ordinarios, si desea permitir el aborto, la discriminacién
positiva, cierto tipo de admisiones escolares © el matrimonio homo-
sexual. Pueden decidir entre ellos si tendran leyes que castiguen la ex-
presi6n piiblica del odio racial o que restrinjan el gasto de los candidatos
en periodo de elecciones. Si discrepan respecto de estos asuntos pueden
elegir representantes para que deliberen y resuelvan la cuestién con su
voto en el drgano legislativo. Esto es lo que sucedié en Gran Bretafia
durante la década de 1960 cuando el Parlamento debatié la liberaliza-
ci6n de la ley de aborto, la legalizacién de la conducta homosexual con-
sentida entre adultos y la abolicién de la pena capital. En ambos casos,
hubo una amplia deliberacién priblica que se reflejé en el debate en la
Camara de los Comunes. La calidad de estos debates (y otros similares
en Canada, Australia, Nueva Zelanda y otras partes) muestra lo absurdo
de afirmar que los legisladores son incapaces de tratar estos temas con
responsabilidad, asi como los resultados liberales de estos procedimien-
tos despiertan dudas respecto del conocido postulado que seiiala que las
mayorias populares no respetarian los derechos de las minorias.
En cambio, en los Estados Unidos, el pueblo o sus representantes en las
legislaturas estatales y federales pueden tratar estas cuestiones si quieren,
pero sin tener la certeza de que su decision prevalecer. Si alguien que
discrepa con la decisi6n legislativa decide Hevar el caso ante un tribunal,
la perspectiva que prevalecera en tltima instancia es la judicial. Como
ilustra Ronald Dworkin —defensor del control judicial de la legislacién-,
en las “indescifrables, controvertidas y profundas cuestiones de morali-
dad politica que los fildsofos, estadistas y ciudadanos han debatido por
siglos”, el pueblo y sus representantes simplemente tienen que “aceptar
los pronunciamientos de una mayorfa de los jueces, cuya percepcién en
estos casos no es espectacularmente especial” (Dworkin, 1996: 74).
En afios recientes se han publicado varios libros que atacan al control
judicial de Ja legislacién en los Estados Unidos (véanse, por ejemplo,
Kramer, 2004 y Tushnet, 2000). Esta practica fue apoyada durante aiios
por los liberales, mientras que los conservadores se oponian a los dere-
chos reconocidos por los tribunales liberales. Sin embargo, en los tiltimos
aiios la oposicién liberal al control judicial de Ia legislacién aumen-
8 Abortion Act, 1967, cap. 87; Sexual Offences Act, 1967, cap. 60; Murder
(Abolition of Death Penalty) Act, 1965, cap. 71.58 CONTRA EL GOBIERNO DE LOS JUECES
16 de manera notable cuando la Corte Rehnquist? derogé algunos im-
portantes logros de la politica legislativa liberal. Pero también prolifera-
ron las apasionadas defensas del control judicial (véanse, por ejemplo,
Dworkin, 1996; Eisgruber, 2001, y Sager, 2004). El aniversario doscientos
de “Marbury c. Madison” suscité numerosas discusiones sobre sus orige-
nes y su legitimidad original, mientras que los cincuenta afios de “Brown
c. Board of Education” fueron un oportuno recuerdo del servicio que
prestaron los tribunales de la nacién, a mediados del siglo XX, al enca-
bezar el ataque contra la segregacién y otras leyes racistas.
De manera que las lineas de batalla estan trazadas, las maniobras son
conocidas y las posturas de ambos lados bien comprendidas. ¢Cudl es
entonces el sentido de esta intervenci6n? Por mi parte, ya he escrito bas-
tante al respecto (véanse, por ejemplo, Waldron, 1999¢: 10-17, 211-312;
1999b: 210; 2002b: 181, y 1993).
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