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Tarea 2 LA SOCIEDAD ANÓNIMA

El documento describe los orígenes de las sociedades anónimas en el siglo XVII como un instrumento para organizar viajes comerciales marítimos a larga distancia. Estas sociedades surgieron debido a las grandes necesidades de capital requeridas para dichos viajes, que no podían ser satisfechas por unos pocos inversores individuales. Las compañías de las Indias Orientales holandesa e inglesa fueron las primeras en adoptar la forma de sociedad anónima para organizar el comercio transoceánico de forma permanente a través de la invers
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Tarea 2 LA SOCIEDAD ANÓNIMA

El documento describe los orígenes de las sociedades anónimas en el siglo XVII como un instrumento para organizar viajes comerciales marítimos a larga distancia. Estas sociedades surgieron debido a las grandes necesidades de capital requeridas para dichos viajes, que no podían ser satisfechas por unos pocos inversores individuales. Las compañías de las Indias Orientales holandesa e inglesa fueron las primeras en adoptar la forma de sociedad anónima para organizar el comercio transoceánico de forma permanente a través de la invers
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LA SOCIEDAD ANÓNIMA

1. Antecedentes:

Los orígenes de la “sociedad anónima” y las nuevas necesidades de


capital
“A los ojos del moderno legislador, las sociedades anónimas se han transformado
en agencias de robo y de estafa. Su historia secreta descubre más bajeza, infamia
y truhanería de la que hay en un presidio; solo que aquí los ladrones, los
estafadores, los truhanes viven entre rejas, allí nadan en la opulencia”
Ihering, 1877

Las sociedades anónimas surgen en el siglo XVII como un instrumento para


organizar viajes comerciales por mar a larga distancia. Hasta entonces,
típicamente, varios comerciantes se ponían de acuerdo y fletaban el barco (en
realidad, constituían un condominio sobre el buque) que habría de hacer el viaje
transportando sus mercancías al otro lado del Mediterráneo.

Las formas societarias conocidas en el comercio marítimo (variaciones de


la commenda) no eran adecuadas para el comercio a larga distancia porque los
socios no podían estar distribuidos por todo el recorrido de semejantes viajes y,
dadas las necesidades financieras, el número de socios que serían necesarios
para aportar los fondos suficientes habría de ser muy elevado y el riesgo de
disolución por voluntad de cualquiera de ellos impediría el desarrollo de proyectos
de inversión de largo plazo.

No obstante, en Europa continental, la sociedad comanditaria, una heredera más


de la commenda, con un elevado número de socios que actuaban como
inversores pasivos, proporcionó una forma organizativa para los viajes
trasatlánticos. La aparición de la sociedad anónima marca la principal diferencia
entre el Derecho europeo y el Derecho musulmán y la decadencia relativa de
éste, pero parece razonable entender que el comercio trasatlántico fue la causa
y la aparición de la sociedad anónima el efecto más que al revés, de modo que
fue la oportunidad de este comercio lo que aceleró, comparativamente, el
desarrollo económico de las potencias del occidente europeo (España, Portugal,
Holanda e Inglaterra).

Eran originalmente compañías de un solo viaje tras el cual los socios se


repartían los beneficios, si el viaje había salido bien, y disolvían la compañía. Pero
en 1602 se constituye la Compañía de las Indias Orientales holandesa (VOC). En
principio, por tiempo determinado – 10 años – pero sin limitarse a un viaje
concreto. Los inversores podían vender sus acciones en lugar de reclamar la
disolución. Cuando se acercaba el término de 10 años, los comerciantes
holandeses que la administraban lograron una modificación de la Ley que la creó y
convirtieron la compañía en una de duración indefinida acordando, al tiempo, un
enorme dividendo para contentar a los accionistas.

La responsabilidad de los gestores, en principio ilimitada, deviene limitada con la


nueva Ley. El modelo holandés fue anticipado por Gran Bretaña con la creación
en 1600 de la Compañía Inglesa de las Indias Orientales, menos exitoso ya
que sus acciones sólo devinieron libremente transmisibles en 1654. Lo que
distingue a estas dos compañías de las precedentes es que, como se ha
adelantado, la actividad comercial la realiza la propia compañía y no los
comerciantes individualmente.

Los viajes trasatlánticos constituían una empresa completamente distinta a los


viajes intraeuropeos desde el punto de vista de las necesidades de capital.
Desde Gran Bretaña, un viaje con destino al Extremo Oriente tenía una duración
de dos o tres años, mientras que un viaje a España o al Báltico no duraba más de
unas cuantas semanas. En los viajes largos, los barcos tenían que ser mucho más
resistentes, dotados de armamento y de mayor tamaño para transportar un
volumen óptimo de mercancías y no había un mercado de seguros ni un mercado
de buques disponibles para su fletamento (“Durante los años pioneros de 1595 a
1601, más del 20% de los barcos enviados a Asia se perdieron”).

Así pues, la compañía debía financiar la construcción de sus buques. El coste


de la tripulación para viajes tan largos era también relativamente muy superior.
Sobre todo, la compañía necesitaba invertir en la adquisición de los bienes que
iban a ser vendidos en Asia, con la esperanza de recuperar la inversión al vender
en Europa la mercancía traída de Asia. Además, se hacía comercio entre los
distintos puertos de Asia y la Compañía había de establecer “factorías” o
puertos a lo largo del trayecto. Dice Fleckner que los costes de construir
fortificaciones eran, probablemente, la parte del león de los mayores costes del
comercio trasatlántico.

Por otro lado, la financiación de estos viajes no podía hacerse con deuda por la
enorme incertidumbre respecto de los resultados de la inversión y los límites que
la prohibición de la usura imponían a los intereses que pudieran pactarse. En
efecto, si no puede medirse con cierta precisión el riesgo asumido por los
prestamistas, no puede calcularse un tipo de interés adecuado para el nivel de
riesgo asumido ni puede conjurarse el riesgo moral del prestatario que, sabedor de
que cualquier ganancia extraordinaria quedará para él mientras que las pérdidas
las soportará el prestamista, tiene incentivos para incrementar el nivel de riesgo de
la inversión. Era necesario, pues, satisfacer estas necesidades de financiación con
capital y no con deuda, capital que no podía ser aportado – por límites de riqueza
y de diversificación – por unos pocos inversores.

Se pone de manifiesto así la íntima conexión entre la forma sociedad anónima y


las grandes inversiones necesarias para la explotación de un derecho
monopolístico. El comercio trasatlántico tenía rasgos de un monopolio natural
porque otorgar un monopolio era la única forma de inducir las inversiones.
Inversiones en seguridad, en primer lugar. Si diversas sociedades de
comerciantes competían en la misma ruta, ninguno de ellos tendría incentivos
suficientes para armar buques de guerra que protegieran a las naves que hacían
esa ruta si las compañías competidoras se habían de aprovechar de la seguridad
proporcionada.

E inversiones en infraestructuras (puertos, almacenes) a lo largo de la ruta.


Inversiones en capital fijo de muy difícil liquidación. Las ventajas del comercio
trasatlántico no podían obtenerse dejándolas al mercado y la competencia. El
“fallo de mercado” era inmenso. Había que resolver la tragedia de los comunes. El
comercio trasatlántico no podía funcionar en régimen de “libre acceso”. Había de
organizarse generando formas de propiedad colectiva sobre él.

De ahí que el comercio trasatlántico “se convirtieran en todas partes en un


monopolio público o en un monopolio privado otorgado por el rey«. El
monopolio privado se otorga, naturalmente, a un grupo de personas, no a un
individuo. Es decir, se crea una propiedad colectiva sobre el comercio
transoceánico cuya organización más perfecta consistirá en la creación de una
persona jurídica. La erección de la corporación a la que se atribuye la titularidad
del activo – el comercio transoceánico – es la forma en la que el Estado
transforma un bien nullius en un bien de propiedad colectiva. En España y
Portugal, la propiedad del comercio transoceánico se reserva a la propia Corona. 
Pero, mientras en Portugal, el comercio era gestionado por el rey, en el caso de
España, lo era por los comerciantes particulares encargándose la Corona de
asegurar el pago de los impuestos y la seguridad de los viajes. Adam
Smith criticará acerbamente a las Compañías de Indias por los efectos negativos
del monopolio sobre los consumidores y de la organización sobre los territorios
dominados por las compañías.

Es decir, no existía un auténtico régimen de libertad de entrada a los mercados en


el sentido actual. El desarrollo de cualquier actividad económica se organizaba
mediante una concesión por parte del Estado y la autorización real implicaba, de
una forma u otra, la concesión a la compañía de derechos
monopolísticos (comercio con determinadas colonias, tráfico de esclavos,
construcción y explotación de infraestructuras…). Al tiempo, si estos viajes se
convierten en una actividad permanente, se hace necesario erigir un sujeto de
derecho que centralice las relaciones entre todos los interesados lo que explica,
como hemos avanzado, la estrecha conexión entre privilegio y erección de una
corporación como sujeto de Derecho y el paso de la ausencia de propiedad a la
creación de una propiedad colectiva.

Se explica así que las compañías de indias holandesa y británica fueran lo más
parecido a una administración colonial y a una marina de guerra que uno
pueda imaginarse. Habían de organizarse para poder excluir a cualquier tercero
(sobre todo a los comerciantes de países extranjeros) del disfrute y explotación
de los activos. Su influencia en la política internacional de los siglos XVII a XIX se
refleja bien en lo ocurrido con la homónima francesa y con el intento de los
Habsburgo de crear una compañía semejante para disputar el comercio con las
Indias a través de la Compañía de Ostende o el hecho de que el Tratado de
Utrecht impusiera a España el deber de mantener el sistema de flotas para el
comercio con América y, sobre todo, las guerras que mantuvieron los europeos en
Asia durante los siglos XVI (portugueses-españoles contra holandeses), XVII
(holandeses contra ingleses y franceses) y XVIII (Inglaterra se apodera de la
India).

En el caso de la Compañía Inglesa, aunque su duración indefinida se logró en


1609, el monopolio del comercio con las Indias se concedió inicialmente por
quince años, pero acabó durando 233. Al igual que sucedió con la holandesa, una
vez concedido, se creó un grupo interesado en prolongarlo: los accionistas de la
sociedad que, además, estaban dispuestos a compartir las rentas monopolísticas
con los que tenían el poder para prolongarlo (la Corona primero y el Parlamento,
después).  
Como organización, ambas compañías sufrían elevadísimos costes de agencia,
esto es, los que gestionaban la compañía (los capitanes de los barcos y los
administradores) tenían los incentivos y la posibilidad de apoderarse de buena
parte de los beneficios, a través del llamado comercio particular (private trade) que
desarrollaban utilizando los medios de la Compañía entre los distintos puertos de
Asia. Algunos de estos capitanes y administradores desplazados a las «colonias»
se convertirían en los más ricos de su época pero muchos murieron en el intento.

El conflicto se planteaba también entre los inversores. El control de la compañía


holandesa estaba reservado a los accionistas llamados “gobernadores”
(bewindhebbers) que transmitían su posición en la compañía a sus herederos y
que elegían – y podían ser elegidos – al Consejo de los Diecisiete que dirigía la
compañía. Los inversores externos o “participantes” (partizipanten) no tenían ni
derechos de voto ni derecho de información, lo que sugiere que la compañía
holandesa se organizó sobre la base del modelo de las comanditarias por
acciones.

Estos gobernadores no solo controlaban la gestión sino que suministraban a la


compañía las mercancías que habrían de venderse en Asia y compraban a ésta
las mercancías que llegaban de Asia. Al igual que en la Compañía Inglesa, los
costes de agencia soportados por los participantes eran muy elevados.
Básicamente porque los gobernadores tenían los incentivos y la posibilidad de
comprar los productos de la compañía a bajo precio y venderle los propios para su
exportación a precio muy elevado.

De este modo, la compañía veía reducidas sus ganancias y, con ello, las de los
participantes. Las protestas de los participantes, sin embargo, lograron, en 1623
que se modificaran los estatutos, se limitaran las posibilidades de contratación con
la compañía por parte de los gobernadores y se modificó su remuneración y los
participantes con mayor número de acciones recibieron derecho de voto e
información, creándose un nuevo órgano social – el “Comité de los nueve” – con
voto en el nombramiento de los gobernadores (este es el origen de los sistemas
«duales» de administración de las sociedades anónimas en el centro y el norte de
Europa).

El conflicto se planteaba de forma semejante en la East Indian Company inglesa


aunque, la falta de mercados de capitales donde los inversores pudieran liquidar
su inversión obligó a la compañía a ofrecer más información y más derechos a
éstos para inducirles a financiar los sucesivos viajes. Y, del mismo modo que en
Holanda, los inversores externos recibían acciones que determinaban sus
derechos económicos pero obtuvieron, desde el principio, derecho de voto por
cabezas hasta 1609 cuando, para inducir a los accionistas a reinvertir, se atribuye
un voto por cada 500 libras de inversión lo que privó de voto a los pequeños
inversores, aunque se limitaban las posibilidades de control ya que las inversiones
individuales rara vez superaban las 1500 libras (Harris). Esta forma de obtener
capital se reproducía para cada viaje. Es decir, la corporación no se disolvía tras la
finalización del viaje, pero se liquidaba a los inversores transfiriéndose a la cuenta
del siguiente viaje los bienes que no se hubieran disipado (p. ej., un barco).

La innovación consistió, pues, en separar la gestión de la financiación atribuyendo


la primera, no a individuos (los socios colectivos en la sociedad comanditaria) sino
a una corporación. A la vez, se creó un mercado interno para las posiciones de
socio que se intercambiaban, con la aquiescencia de la compañía con ocasión de
las reuniones de los socios – anuales -. Lo más particular de este mercado es que
los socios que habían invertido en un viaje y no deseaban hacerlo en el siguiente
podían transferir este derecho (y retener el derecho a la liquidación del viaje que
estaba en marcha). Este mecanismo generó un efecto deseable: los insiders no
conseguirían financiación para el siguiente viaje si habían engañado a
los outsiders en el viaje previo. Simplemente, éstos no invertirían o los derechos
para hacerlo cotizarían a muy bajo precio.
Así, la financiación del 2º viaje fracasó y solo se pudo organizar cuando los barcos
del primer viaje regresaron. A partir de entonces, los insiders pudieron obtener
capital para financiar los siguientes viajes sin esperar a la liquidación del previo y
organizarse varios viajes sucesivos simultáneamente.

En cuanto a la limitación de responsabilidad, el Derecho marítimo


proporcionaba la institución del “abandono” (art. 789 ss C de c) y el préstamo a la
gruesa y la estructura de la sociedad comanditaria permitían limitar la
responsabilidad de los socios pasivos. La responsabilidad de los administradores,
sin embargo, era ilimitada. Cuando la deuda de la Compañía Holandesa alcanzó
volúmenes inusitados, los administradores modificaron unilateralmente los títulos
de deuda declarando su irresponsabilidad, modificación que fue considerada lícita
por los tribunales holandeses.

El predominio holandés sobre Gran Bretaña (que se mantendría hasta el siglo


XVIII) fue evidente precisamente por el compromiso de los inversores holandeses
en el largo plazo que proporcionaba el carácter indefinido de la Compañía
Holandesa (más estructurada en el sentido de la permanencia que la Inglesa que,
como hemos visto, debía “ampliar” capital para cada viaje y no tendría acciones
perpetuas hasta 1657), modificación que fue posible por el control de la república
holandesa por parte de los comerciantes sin la competencia de la Corona por los
beneficios del comercio colonial, (que era lo que, probablemente, hacía reacios a
los inversores ingleses a comprometer capital a largo plazo, el temor a la
expropiación por parte del rey) conflicto que en Gran Bretaña no se resolvió hasta
la Revolución Gloriosa (1688).

Inglaterra logró el dominio en el comercio con Asia como consecuencia de la


decadencia del comercio de especias (el monopolizado por los holandeses a
través de su control de la actual Indonesia) y el auge del comercio de textiles y,
más tarde, del té (producidos, sobre todo, en la India, cuyo control logró la
Compañía Inglesa en el siglo XVIII convirtiéndose, a finales de dicho siglo en
soberana de la India). Aún así, a finales del siglo XVII, solo seis compañías
representaban 2/3 del capital de todas las sociedades por acciones existentes en
Inglaterra. Las que aparecieron en la década de 1690 quebraron rápidamente y,
con ello, los mercados de acciones casi desaparecieron.

Para el caso holandés, la transmisibilidad de las acciones fue una necesidad


imperiosa una vez que la duración de las compañías se extendía a más de dos o
tres años. Nadie estaba dispuesto a invertir a plazos de 10 ó 20 años pero la
existencia de mercados de deuda en Amsterdam desde el siglo XVI permitió
proporcionar liquidez a las acciones de la Compañía y que Holanda se adelantara
en un siglo a Inglaterra en sus respectivas “revoluciones financieras”. La
responsabilidad limitada no era una cuestión relevante puesto que la compañía no
se financiaba con deuda y la exposición a potenciales reclamaciones de
acreedores extracontractuales era despreciable.

La conclusión es que las ganancias que podían obtenerse del comercio con Asia
eran tan enormes que cubrían en exceso los riesgos e incertidumbres, los
enormes costes derivados de la muy ineficiente organización y los costes de
agencia entre todos los participantes.

El comercio trasatlántico de España


En España, a diferencia de Holanda o Inglaterra, la realización de estas
actividades se reservó a la Corona, porque las expediciones habían sido
financiadas por el Rey. Por eso no existieron compañías españolas o portuguesas
de las indias occidentales u orientales: la titularidad residual del comercio con
América y Asia correspondía al Monarca que organizó las relaciones con los
particulares que participaban en dicho comercio recurriendo -diríamos hoy- al
Derecho Público.
Lo que existió es la Casa de Contratación de Sevilla aunque, como se apreciará
inmediatamente, la constitución del Consulado de mercaderes de Sevilla en 1543
hace mucho más semejante la gestión del comercio trasatlántico del Imperio
español al que desarrollarían, en el siglo XVII y XVIII Holanda e Inglaterra a través
de las sociedades anónimas. 

El modelo español era, probablemente, más eficiente en la época, puesto que la


inversión privada no podía florecer si el riesgo de expropiación por parte del rey
era elevado, como lo fue especialmente en el caso de Carlos I y Felipe II que se
apropiaron sistemáticamente de buena parte de la plata americana para financiar
sus continuas guerras en Europa.

Pero es que, además, el sistema hispánico de flotas y la organización de


la Carrera de las Indias garantizó la seguridad de los viajes con gran éxito. Si se
tiene en cuenta que la carga de los galeones eran metales preciosos, se entiende
perfectamente que la seguridad se pusiera por delante de la maximización de los
intercambios en la organización del comercio entre la Península y América (v.,
Enrique Martínez Ruiz, Las flotas de indias, Madrid 2022)

La Casa de Contratación se fundó en el seno del Consejo de Castilla en 1503, a


imitación de la institución portuguesa semejante, con el objetivo de centralizar el
comercio trasatlántico pero, con el paso del tiempo, dejo de explotar el monopolio
y se redujo a la supervisión de las personas que participaban y las mercancías
que se enviaban y recibían en ejercicio de dicho comercio, asegurando a la
Corona la percepción de los ingresos fiscales correspondientes. La Casa de
Contratación refleja perfectamente cómo las mismas necesidades – el comercio
trasatlántico – se cubren a través de modelos organizativos distintos. En el caso
de la Corona española, también se separan las actividades comerciales de todas
las relacionadas con la “infraestructura” técnica y jurídica de los viajes. 
La Corona organizó el comercio con los territorios colonizados a través de lo que
se conoció como la “carrera de Indias”, o ruta marítima que unía los territorios de
la Monarquía hispana a ambos lados del Atlántico y Asia a través de Filipinas (‘el
galeón de Manila’). Se transportaban mercancías europeas y se traían, sobre todo,
metales preciosos (la plata era el principal producto de “importación” hasta finales
del siglo XVIII).

Los comerciantes autorizados a participar en dicho comercio – los cargadores de


Indias – eran grandes comerciantes, necesitaban una autorización real y debían
estar asentados en Sevilla, como el principal puerto castellano y, por tanto, de la
Corona de Castilla que, en los primeros siglos, monopolizó el comercio con
América sin participación de Aragón. Inicialmente, y sobre la base de las
capitulaciones o acuerdo entre Colón e Isabel, el comercio se organizó a través de
una Casa de Aduanas que debía registrar los productos que “pasaban a Indias” y
respecto de los cuales el Rey recibía el 10 % de los beneficios y un 10 % de la
carga. Los barcos se registraban en Cádiz.

A partir de 1501 se redujeron los impuestos pero se exigió licencia expresa para
viajar a América. La Casa de Contratación se funda en 1503 como órgano
administrativo encargado de la gestión del comercio: selección de tripulaciones,
registro de mercancías y personas, cobro de impuestos…En su entorno, y siempre
con carácter público, nace un Juzgado de Indias que resuelve conflictos,
especialmente, entre Sevilla y otros puertos que lograrán permisos para que se
pudiera partir de ellos – especialmente Cádiz – hacia América. 

Los comerciantes se organizan en un Consulado que alcanzará rápidamente el


protagonismo. En todo caso, a finales del siglo XVI, las instituciones peculiares de
la Casa de Contratación se integran plenamente en las generales. Por ejemplo, la
Sala de justicia creada en 1583 se equipara a una Audiencia en 1596.
En América, el comercio se centralizaba en los Consulados de México y Lima, que
controlaban las ferias de Veracruz y Portobello, es decir, las de los puertos por los
que se podía meter y sacar mercancía. La influencia de los comerciantes crecerá
con el tiempo, se creará un consulado – esto es, el equivalente a una autoridad
judicial mercantil y un registro de comerciantes – y los puestos administrativos
relacionados con el comercio trasatlántico acabarán siendo vendidos por la
Corona como tantos otros.

El régimen terminará en el siglo XVIII. La Casa de Contratación pasaría de Sevilla


a Cádiz en 1717 y fue clausurada en 1791.

Para garantizar la seguridad de los viajes, éstos se organizaban en régimen de


flotas de entre media docena y una docena de barcos mercantes acompañados
de otros tantos navíos de guerra (a  veces muchos más). Dos veces al año, el
galeón de indias viajaba de América a Europa y al revés (a veces con una
periodicidad mucho menos asidua y regular). La seguridad era tan costosa – por
las guerras y los piratas – que se costeaba con una “avería” que podía alcanzar el
75 % del valor de la mercancía. Para la regulación de estos viajes se dictaron
sucesivas Ordenanzas a lo largo del siglo XVI. El sistema de flotas decayó a
mediados del siglo XVIII. Con Carlos III, el comercio entre la península ibérica y
las posesiones españolas en América se liberaliza y todos los puertos españoles
comienzan a comerciar directamente terminándose el monopolio de Cádiz.

El sistema no era, exactamente, de un monopolio público, sino de restricción


mercantilista de la oferta por razones de seguridad y fiscales. El comercio estuvo
restringido respecto de su potencial porque las rutas eran limitadas (Sevilla-La
Habana donde se dividía la flota para dirigirse a Veracruz y Portobello y al revés),
de manera que los incentivos para el contrabando eran inmensos (fingir una
presa), especialmente, en el siglo XVII, con el comercio con Filipinas desde
Acapulco (“el galeón de Manila”). El galeón de Manila llevó a Asia, sobre todo,
plata. 
A lo largo de los siglos siguientes, el peso de plata mexicano se convirtió en la
divisa de más utilización en  toda Asia, predominio que duró hasta el siglo XX y
que demuestra la enorme importancia de las relaciones económicas entre Mexico
y Asia. 

Las restricciones debieron de ser especialmente dañinas para el comercio entre


las colonias (entre Perú y Mexico, por ejemplo), comercio que no se liberalizará
hasta finales del siglo XVIII. Por supuesto, el comercio estuvo reservado a los
súbditos de la Corona de Castilla y concentrado a través del Consulado de Sevilla.
Pero las exportaciones hacia América estaban compuestas por productos
procedentes de otros países europeos.

La gran diferencia con las experiencias holandesa e inglesa es que la financiación


de las flotas se hizo, por los comerciantes, recurriendo al préstamo ‘a riesgo’, de
acuerdo con el cual, el comerciante recibe el préstamo y solo ha de devolverlo,
con elevados intereses, si el viaje tiene éxito y está exento de hacerlo si la flota
naufraga o no llega a puerto. Los comerciantes utilizan la sociedad colectiva y no
la anónima para organizarse. Esta estructura financiera, unida al carácter
espasmódico del comercio con las Indias, multiplicó las quiebras. Pero, obsérvese,
hacía innecesario levantar grandes capitales para organizar las expediciones ya
que el riesgo de las mismas era asumido por la Corona.

Como consecuencia, la aparición de sociedades anónimas al estilo de la


holandesa o inglesa se retrasará en España hasta el siglo XVIII con la puesta en
marcha de las llamadas Compañías privilegiadas de comercio, puesta en
marcha que vino dificultada, por un lado, por el Tratado de Utrecht que, en
beneficio de Gran Bretaña, obligaba a España a mantener el sistema de flotas y
galeones; por otro, en la desconfianza de los particulares hacia el poder real y la
expropiación regia de los beneficios de los comerciantes.
Los reyes hispánicos no necesitaron reconocer privilegios a corporaciones
privadas. Como dice M.E. Rodríguez: “los privilegios que poseían las compañías
privilegiadas en Holanda o Inglaterra… requerían potestades que, además de ser
consideradas tradicionalmente atributos de la soberanía real, resultaban
innecesarias en las Indias Occidentales, gobernadas por la Corona hispana” (los
reyes de Inglaterra u Holanda no extendían sus dominios a los territorios asiáticos
en ningún sentido parecido al domino de los reyes españoles sobre América).

Además, lo tardío de la incorporación de la figura al ordenamiento español condujo


a que las Compañías Privilegiadas que se crearon en España no tuvieran
derechos monopolísticos (los Consulados, aunque en franca decadencia, se
opusieron a ambos lados del Atlántico) sobre el comercio de productos o regiones
de América sino únicamente ventajas fiscales y protección derivada de que el
comercio estaba vedado a los extranjeros. De hecho, ni la Real Compañía de la
Habana (1740) ni la Real Compañía de Barcelona (1755-1756) disfrutaron de un
régimen de monopolio.

La Compañía Guipuzcoana de Caracas (1728) no obtuvo monopolio (cacao)


alguno sino permiso para enviar dos navíos cada año (cargados de mercancías
europeas importadas a través de San Sebastián) y, al retornar, debían pasar
obligatoriamente por Cádiz pero podía reservarse una parte de la carga y
destinarla a los puertos del norte de España aunque, años después, logró la
autorización real para que los barcos retornasen directamente a Pasajes.

A cambio, asumió la obligación de vigilar las costas del Caribe para reducir el
contrabando y la actividad de los comerciantes extranjeros, lo que dotó a la
Compañía de ciertas características militares. El capital de esta Compañía no fue
demasiado grande y no se hicieron aumentos de capital, sino capitalización de los
beneficios en forma de reparto de acciones nuevas a sus accionistas. La
Compañía de la Habana se creó sobre la base del comercio del tabaco y el
aprovisionamiento de mercaderías europeas a los habitantes de Cuba. La
Compañía de Barcelona (1755) obtuvo – de nuevo, ningún monopolio – derechos
para comerciar con Puerto Rico y Santo Domingo con ventajas fiscales a cambio
de contribuir a la construcción de barcos y a cierto compromiso de que las
mercancías exportadas desde España fueran de fabricación nacional.

El objetivo, en todo caso, era permitir la acumulación de capitales y la


preservación de éstos con independencia de lo que aconteciera a los
comerciantes. La frecuente quiebra de éstos en el Consulado de Sevilla y el
abandono de la actividad mercantil por parte de hijos y nietos había impedido la
continuidad en el comercio indiano. Las dificultades para levantar capital en el
Siglo XVIII fueron generales y las compañías tuvieron que recurrir igualmente al
préstamo y al adelanto de la mercancía por parte de los proveedores para
financiarse.

En definitiva, cuando comienzan a extenderse las compañías anónimas en


España, bien entrado el siglo XIX, ya no son “compañías de las Indias” (expresión
del mercantilismo) sino “compañías de comercio y fábrica” más propias de la
extensión del derecho a realizar actividades económicas que caracterizaría a los
regímenes de libre comercio.

2. De la Sociedad Anónima:

a. Función económica y protagonismo de la sociedad anónima en la


construción del Derecho de Sociedades
Las sociedades anónimas fueron posibles gracias a la combinación de las figuras
societarias que se utilizaban para articular la cooperación entre comerciantes en el
ámbito del comercio marítimo con la figura de la corporación, reconocida por el
Derecho Romano y base de organización de la sociedad medieval como
consecuencia de la descomposición que siguió a la caída del imperio romano.
Constituir una sociedad anónima en el siglo XVII era erigir una corporación.

Su creación era singular y sobre la base de un acto del rey lo que las equipara a
las corporaciones medievales, únicos sujetos de Derecho existentes en la época al
margen de los individuos. Se les atribuye un monopolio sobre una actividad del
mismo modo que la creación de la corporación de los médicos o de los profesores
de una Universidad daba licencia a sus miembros para practicar la cirugía o la
enseñanza o se otorgaba el monopolio para imprimir y publicar libros al gremio de
impresores y libreros.

En el aspecto patrimonial (tan importante como el aspecto contractual), la


aparición de las sociedades anónimas implica que la actividad comercial se
realiza por la propia corporación (a diferencia de las corporaciones mercantiles
medievales – los gremios o consulados de comerciantes pero también
las  regulated companies inglesas – en las que el comercio se
ejerce individualmente por cada comerciante miembro de la corporación).

Por eso se denominan «joint-stock companies», porque las mercancías que se


transportaban de Europa a Asia y de Asia a Europa eran «de» la compañía, no de
ningún comerciante individual; éstos quedaban transformados en «miembros» de
la compañía, esto es, de la corporación. Pero es que los barcos en los que se
transportan esas mercancías tampoco serán ya copropiedad (condominio naval)
de los comerciantes. Serán barcos «de» la compañía.

Las compañías anónimas nacieron para financiar la explotación del comercio


trasatlántico, una oportunidad de negocio surgida con los descubrimientos de
portugueses y españoles en el siglo XV y XVI: el nacimiento del comercio entre
Europa y Asia por mar, a partir, por un lado, de las rutas marítimas “creadas” por
los portugueses bordeando África y, por otro, del comercio con América y de
América con Asia a partir de la conquista española del continente americano.
Como se verá, España y Portugal utilizaron las instituciones medievales. Como
hizo Inglaterra en su colonización americana.

Posteriormente, en el siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, las sociedades


anónimas sirven a la construcción de infraestructuras (canales, ferrocarriles…), a
la constitución de bancos, compañías de seguro y a la explotación de minas. Es
decir, nuevamente, a la explotación de negocios que requerían mucho capital. La
sociedad anónima deja de ser una criatura del Estado y se privatiza cuando deja
de ser la única forma disponible de acumular capitales y, en sentido contrario, se
extiende su utilización para servir de vehículo jurídico de cualquier empresa
manufacturera.

Sólo cuando, a finales del siglo XIX se formulan las teorías sobre la personalidad
jurídica de las sociedades de estructura corporativa (anónimas, corporations), se
intenta proporcionar a las sociedades de personas y a las corporaciones una base
teórica contractual común (las personas jurídicas simples o de estructura
corporativa nacen, todas ellas, de un contrato entre los socios que las constituyen)
y se critica el origen público de la atribución de personalidad jurídica plena o
corporativa a un grupo de personas. Esta unificación se logra reconociendo
personalidad jurídica, también a las sociedades de personas de modo que la
personalidad jurídica deja de diferenciar a sociedades de personas y sociedades
anónimas. La responsabilidad limitada fue una pieza añadida en este debate que
no predeterminaba la naturaleza jurídica de unas u otras formas societarias.

Este distinto origen de las sociedades anónimas y las sociedades de personas


explica muchas de las resistencias que aún hoy existen a la generalización de
las instituciones del Derecho de sociedades a todos los tipos
societarios. Así, por ejemplo, la extensión a las sociedades de personas de todas
las reglas de la corporación relativas a la personalidad jurídica independiente
(extensión del poder de representación, doctrina ultra vires, las acciones de los
socios para defender el “interés de la corporación” y sus propios intereses como
miembros) solo fue posible una vez que se generaliza la libre constitución de
sociedades anónimas y se deshace la relación entre las reglas de organización del
grupo y la titularidad colectiva de una actividad que se desarrolla, en régimen de
monopolio, por el grupo que se unifica bajo la personalidad jurídica de la
corporación.

En sentido contrario, la regulación de las relaciones entre socios en el seno de una


sociedad anónima o el reconocimiento de derechos a los socios para oponerse a
las decisiones de la corporación adoptadas por mayoría y, en general, la
resistencia a admitir un amplio juego a la libertad contractual – de pactos – en una
sociedad anónima se explican por este distanciado origen de ambos tipos
societarios.
Las diferencias que restan se explican por los diferentes rasgos “secundarios” de
las sociedades de personas y de las sociedades de estructura corporativa, sobre
todo, las que tienen que ver con la regla mayoritaria, la circulabilidad de las
acciones como “cosas” y no como posiciones contractuales y la teoría de los
órganos sociales.

Una vez que se atiende a los orígenes de la sociedad anónima, que expondremos
a continuación, pueden refutarse los intentos actuales de mantener la distinción –
en cuanto a sus rasgos “primarios” – de la sociedad anónima y la limitada sobre la
base, ahora, de afirmar que la primera es la forma jurídica de la “gran empresa” lo
que justificaría calificarla como “una organización pluralista de intereses… y (cuya)
actividad… repercute no sólo en los intereses de (los socios) los aportantes de
capital de riesgo” (Gaudencio Esteban, Responsabilidad social corporativa:
delimitación, relevancia jurídica e incidencia en el Derecho de Sociedades y en el
gobierno corporativo, en García de Enterría, Javier (coord.), Liber Amicorum Juan
Luis Iglesias Prada, Madrid 2014, pp 271 ss, pp 286-287).

Estos intentos son, a nuestro juicio, inútiles porque, tras la liberalización de la


sociedad anónima en el siglo XIX (libre constitución) y el reconocimiento legislativo
de la personalidad jurídica de las sociedades de personas, desaparece cualquier
relación necesaria entre la forma – sociedad anónima – y una posición específica
en la vida económica, relación que existía en sus orígenes por el carácter
privilegiado de las compañías anónimas tanto en lo que a su creación se refería
como a su actividad económica fundada en un monopolio. En la actualidad, ni
todas las sociedades anónimas son grandes empresas ni todas las grandes
empresas son sociedades anónimas y el tamaño de la empresa no permite
formular regla jurídica alguna relativa a su financiación y gobierno que deba
considerarse específica del tipo social.

La sociedad limitada ocupa una posición intermedia en estos debates porque su


origen es diferente en unos y otros ordenamientos. Así, en Europa Continental, no
es más que una sociedad colectiva a la que se añade la responsabilidad limitada.
En algunos países, aparece como una “privatización” de la sociedad anónima.
Este diverso punto de partida explica que su régimen jurídico sea más o menos
próximo al de las sociedades de personas o al de la sociedad anónima.

En fin, una vez generalizada la sociedad anónima, los ordenamientos divergen en


punto a las relaciones entre el Derecho de Sociedades y el Derecho de los
mercados de capitales. Cuando el legislador utiliza el Derecho de Sociedades
para asegurar la protección de los inversores – objeto del Derecho de los
mercados de capitales – crecen las normas imperativas en el régimen de
sociedades anónimas como sucedió, singularmente, en Alemania, con efectos no
pretendidos ya que, en los EE.UU y en Gran Bretaña, las sociedades anónimas
cerradas derogaban sistemáticamente las normas imperativas aplicables a través
de pactos parasociales para incrementar la protección de los accionistas
minoritarios incluyendo en éstos muchas de las previsiones típicamente presentes
en  una sociedad de personas en la que las decisiones se adoptaran por
mayoría lo que condujo, finalmente, a que todo el derecho de sociedades
anónimas deviniera supletorio y dispositivo en los países anglosajones.

b. Generalidades de la Sociedad Anónima:

La Sociedad Anónima, o también conocida como empresa anónima o por sus


siglas S.A., es un tipo de Sociedad Mercantil Capitalista nacida para las grandes
acumulaciones de capital. La Sociedad Anónima (S.A), es un tipo de Sociedad
Mercantil Capitalista nacida para las grandes acumulaciones de capital.

¿Cómo se define una Sociedad Anónima?

En palabras del Diccionario Panhispánico del Español Jurídico, una Sociedad


Anónima se define como sociedad mercantil de capital, en la que éste se divide en
partes alícuotas denominadas acciones y en la que los socios no responden
personalmente de las deudas sociales. 

¿Cuál es el objetivo de una Sociedad Anónima?

El objetivo principal de dicha sociedad será, generalmente, reunir dinero


procedente de numerosos inversores para acometer grandes proyectos, que de
otra manera no se podrían realizar. Para cumplimentar esta misión, se divide el
capital en acciones, que se reparten entre los socios inversores a raíz de la
cantidad de dinero aportada por cada uno. De esta manera, cuantas más acciones
tenga un socio, mayor será su peso en la compañía. Destacar que el régimen
jurídico de estas sociedades es sumamente complejo, por lo que no se adapta a
pequeñas empresas, debido a las características que justamente vamos a ver a
continuación.
3. Constitución de la Sociedad Anónima

a. Generalidades de constitución

Lily Martínez de Aguilar, al referirse a la sociedad mercantil, manifiesta que es


“Unión de personas y bienes o industrias para la explotación de un negocio, cuya
gestión produce con respecto de aquellas, una responsabilidad directa frente a
terceros, y la producción de ganancias a su favor”. Al referirse a la sociedad
anónima, expone: “Es la que tiene el capital dividido o representado por acciones.
La responsabilidad de cada accionista está limitada al pago de las acciones que
hubiere suscrito”.

“La sociedad anónima se identifica con una denominación, la que podrá formarse
libremente con el agregado obligatorio de la leyenda: Sociedad Anónima, que
podrá abreviarse S. A. La denominación podrá contener el nombre de un socio
fundador o los apellidos de dos o más de ellos, pero en este caso deberá
igualmente incluirse la designación del objeto principal de la sociedad”. (Artículo
87 del Código de Comercio).

b. Definir paso a paso y de manera clara la forma de constitución de la


Sociedad creada.

b.1 Pasos para abrir una sociedad anónima en Guatemala

Abrir una empresa en Guatemala es relativamente fácil y existe un marco


legal establecido que le permite hacer negocios con reglas y beneficios
similares a los de una compañía de responsabilidad limitada conocida de
común en los Estados Unidos de Norte América, la sociedad anónima por
sus siglas S.A. es muy parecida a la denomina “Inc” de los Estados Unidos
la sociedad anónima es muy popular en Guatemala muchos extranjeros
también utilizan una sociedad anónima para comprar bienes raíces en
Guatemala.

b.2 El capital autorizado de una sociedad anónima en Guatemala

El capital autorizado de una sociedad anónima es la suma máxima que la


sociedad puede emitir en acciones, sin necesidad de formalizar un aumento
de capital. El capital autorizado podrá estar total o parcialmente suscrito al
constituirse la sociedad y debe expresarse en la escritura constitutiva de la
misma. La suscripción de acciones debe cubrir por lo menos el veinticinco
por ciento de su valor nominal, siendo el capital pagado inicial de cinco mil
quetzales.

No puede enunciarse el capital autorizado, sin indicar al mismo tiempo el


capital pagado. Es válida la aportación en especie, constituyéndose ésta en
aportación no dineraria, en este caso el socio o los socios pueden aportar
bienes consistentes en patentes de invención, estudios de prefactibilidad y
factibilidad, costos de preparación para la creación de empresas, así como
la estimación de la promoción y fundación de la misma. Conforme al
Artículo 27 del Código de Comercio, se consideran como aportaciones no
dinerarias, los bienes que no consistan en dinero, aportados por los socios,
los cuales pasan al dominio de la sociedad, sin necesidad de tradición y se
detallarán y justipreciarán en la escritura constitutiva o en el inventario
previamente aceptado por los socios, el que deberá protocolizarse.

Si por culpa o dolo se fijare un avalúo mayor del verdadero, los socios
responderán solidariamente a favor de terceros y de la sociedad, por el
exceso del valor que se hubiere asignado y por los daños y perjuicios que
resulten, quedando asimismo obligados a responder por el faltante.
Son admisibles como aportaciones de bienes muebles o inmuebles, las
patentes de invención, los estudios de prefactiblidad y factibilidad, los
gastos de organización para la creación de empresas, así como la
estimación de la promoción de la misma, siempre que fueren aceptados en
su justipreciación. No es válida como aportación la simple responsabilidad
por un socio. Los socios quedan obligados al saneamiento de lo que
aporten a la sociedad. La participación concedida a los fundadores en las
utilidades netas anuales no excederá del diez por ciento, ni podrá abarcar
un período de más de diez años a partir de la constitución de la sociedad.

Esta participación no podrá cubrirse, sino después de haber pagado a los


accionistas un dividendo del cinco por ciento, por lo menos, sobre el valor
nominal de sus acciones. Para acreditar la participación de los socios
fundadores se expedirán títulos especiales denominados bonos o
certificados de fundador, sujetos a las siguientes disposiciones:

 Los bonos o certificados de fundador, no se computarán en el capital


social, no autorizarán a sus tenedores para participar en él a la
disolución de la sociedad ni intervenir en la administración. Sólo
confieren el derecho de percibir la participación en las utilidades que
el bono o certificado exprese y por el tiempo que en el mismo se
indique.
 Los bonos o certificados de fundador, podrán ser nominativos o al
portador y deberán contener:
 La expresión: Bono o certificado de fundador, con caracteres visibles.
 La denominación, domicilio, duración, capital de la sociedad y fecha
de constitución.
 El número ordinal del bono y la indicación del número total de los
bonos emitidos.
 La participación que corresponde al bono en la utilidad y el tiempo
durante el cual deba ser pagada.
 Firma de los administradores.

c. Las acciones

Las acciones podrán pagarse en todo o en parte mediante aportaciones ya sea


dinerarias o en especie las aportaciones en efectivo deberán depositarse en un
banco a nombre de la cuenta de la sociedad y en la escritura constitutiva el notario
deberá certificar ese extremo. Las acciones no son más que el total del capital
autorizado divido de acuerdo al valor de cada acción otorgada y dispuesto en
asamblea general.

d. Los socios

El Artículo 1733 del Código Civil estipula que no pueden los socios hacer pacto
alguno reservado, ni oponer contra el contenido de la escritura de sociedad ningún
documento privado ni prueba testimonial. El socio que contrate en nombre de la
sociedad antes de que ésta pueda actuar como persona jurídica, queda
directamente responsable por los efectos del contrato celebrado. Los cónyuges no
pueden celebrar entre sí contrato de sociedad que implique la formación de una
persona jurídica, salvo que figuren como consocios terceras personas. Se
exceptúa también el caso de la sustitución legal. Tampoco pueden celebrar
contrato de sociedad los declarados en quiebra mientras no hayan sido
rehabilitados.

Los socios deben poner en la masa común dentro del plazo convenido, sus
respectivos capitales; y contra el moroso puede la sociedad proceder
ejecutivamente hasta que se verifique la entrega o rescindir el contrato en cuanto
a dicho socio. Cada socio está obligado a entregar y sanear a la sociedad la cosa
que prometió.

El socio que retarde la entrega de su capital, cualquiera que sea la causa, debe
abonar a la sociedad el interés legal del dinero que no entregó a su debido tiempo.
Los socios que ponen su industria en común darán cuenta a la sociedad de las
utilidades que hayan obtenido del ejercicio de esa industria. Todos los socios
tienen derecho de examinar el estado de la administración, y de hacer las
reclamaciones convenientes al interés común, con arreglo a lo pactado en la
escritura de sociedad.

El pago hecho a uno de los socios administradores por un deudor particular suyo,
que lo es también de la sociedad, se imputará proporcionalmente a ambos
créditos, aunque el socio lo hubiere aplicado íntegramente en la carta de pago a
su crédito particular; pero si se aplicó al crédito de la sociedad, se cumplirá esta
disposición. Con respecto al socio, puede rescindirse parcialmente el contrato de
sociedad por las siguientes razones:

 Si un socio para sus negocios propios usa el nombre de las garantías o del
patrimonio perteneciente a la sociedad;
 Si ejerce funciones administrativas el socio a quien no corresponde
desempeñarlas, según el contrato de la sociedad;
 Si el socio administrador comete fraude en la administración o cuentas de la
sociedad;
 Si cualquiera de los socios se ocupa de sus negocios privados, cuando está
obligado por el contrato a ocuparse en provecho de la sociedad;
 Si alguno de los socios incurre en no poner en la masa común dentro del
plazo convenido, sus respectivos capitales; o causar daño o perjuicio a los
intereses de la sociedad por dolo, abuso de facultades o negligencia grave.
 Si se ha ausentado el socio que tiene obligación de prestar servicios
personales a la sociedad; y requerido para regresar no lo verifica, o
manifiesta que está impedido de hacerlo.

e. Solemnidades y requisitos

Conforme el Artículo 1729 del Código Civil, la sociedad debe celebrarse en


escritura pública e inscribirse en el Registro respectivo para que pueda actuar
como persona jurídica. La escritura de sociedad deberá expresar lo siguiente:

 Objeto de la sociedad;
 Razón social;
 Domicilio de la sociedad;
 Duración de la sociedad;
 Capital y la parte que aporta cada socio;
 Parte de utilidades o pérdidas que se asigne a cada socio, fecha y forma de
su distribución;
 Casos en que procederá la disolución de la sociedad antes de su
vencimiento; y las bases que en todo caso de disolución deberán
observarse para la liquidación y división del haber social;
 Cantidad que puede tomar periódicamente cada socio para sus gastos
personales;
 Modo de resolver las diferencias que surjan entre los socios; y,
 La forma de administración de la sociedad, y los demás pactos que
acuerden los socios.

f. De los pasos a seguir ante el RM y SAT e impuestos:

Cumpliendo con toda la formalidad de establecer una Sociedad Anónima, desde el


madurar la idea hasta tener la prestación de servicios de un Notario, entonces, es
necesario proseguir con la inscripción en las entidades designadas para dichos
eventos:

 Para constituir sociedad anónima en Guatemala dos personas como


mínimo comparecen ante un notario para firmar la escritura de constitución
en ese momento debe depositarse en uno de los bancos del sistema, como
mínimo la cantidad de dos mil quetzales o su equivalente en dólares
norteamericanos, cada accionista posee al menos una acción.
 La empresa puede estar dirigida por un administrador único o varios
administradores designados para puestos como presidente y vicepresidente
entre otros.
 No importa si es extranjero pues la ley vigente establece que puede
constituir empresa en Guatemala
 Una vez firmado los documentos legales ante notario este inscribir a la
empresa en el registro mercantil general de la república a través de los
formularios que corresponden y los cuales ahora de manera electrónica se
encuentran colgados en el portal de registro mercantil.
 El registro mercantil puede demorar hasta tres meses en autorizar la
inscripción de la sociedad las acciones respectivamente se emiten
oficialmente a los accionistas de la empresa y se otorgan las credenciales
respectivamente de cada una de las funciones de los que integrarán todo lo
componente dentro de la organización empresarial el siguiente paso es la
elección de un régimen de impuestos en Guatemala
 Es importante que se conozca primeramente las opciones de impuestos
que existen para optimizar de manera mejor el capital y con ello obtener el
rendimiento monetario en el transcurso y ejercicio comercial de la sociedad
anónima. Las pequeñas empresas no pueden ni deben evitar pagar
impuestos el pago de impuestos refleja la lealtad al estado o al gobierno sin
embargo esto no significa que la empresa deba pagar más de lo que
debería por eso existen estrategias que puede dejar de lado para que la
empresa pueda utilizar los impuestos al ya tener muy claro el régimen de
impuestos al que debe de someterse y
 Llenar los formularios electrónicos y las casillas con suma atención para
evitar errores y demora en el proceso. Los formularios del registro mercantil
ahora son vinculantes con los registros electrónicos de la Superintendencia
de Administración para que también sea reconocible la S.A. y entonces se
le otorgue registro provisional donde se le da a conocer que cuenta con un
Número de Identificación Tributaria y para completar y finalizar el proceso el
representante legal debe culminar en cualquier oficina o agencia tributaria
la gestión y completar toda la funcionalidad del NIT.

g. De los registros y libros contables


el artículo 368 del código de comercio de Guatemala establece que los
comerciantes tienen la obligación de llevar contabilidad completa asimismo en
el artículo dos del mismo código define qué comerciantes son todos aquellos
que ejercen en nombre propio y con fines de lucro cualquier actividad a que se
refiera a:

 La industria producción o transformación de bienes y prestación de


servicios
 La intermediación en la circulación de bienes y prestación de servicios
tres la banca, seguros y fianzas y
 las auxiliares de las anteriores

4. Acciones
a. Definición
Una acción en el mercado financiero es un título emitido por una Sociedad
Anónima o Sociedad comanditaria por acciones que representa el valor de una de
las fracciones iguales en que se divide su capital social.

b. Generalidades:
La sociedad anónima es el prototipo de la sociedad de estructura corporativa de
capitales. Esta calificación implica que se trata de una sociedad externa, dotada
de personalidad jurídica. Implica igualmente que es una sociedad estatutaria, lo
que permite independizar la sociedad de las vicisitudes y peculiaridades de las
personas que, en cada momento, sean sus socios. La circulación sencilla de las
acciones en las que está dividido su capital permite a cada socio desinvertir si así
lo desea, sin necesidad de retirar fondos del patrimonio social transmitiendo sus
acciones a un tercero.

Las decisiones de gestión se toman centralizadamente ya que corresponden, en


general, al órgano de administración, que ostenta el monopolio de la
representación de la sociedad y, por tanto, el poder para vincular el patrimonio
social con terceros lo que significa, prácticamente, que los accionistas carecen de
facultades para usar y disponer de los activos sociales.

Los accionistas no pueden retirar los activos adquiridos con sus aportaciones


ni solicitar la disolución de la compañía, de manera que, a diferencia de las
sociedades de personas, se logra una especial protección del patrimonio social
frente a la liquidación a voluntad de cualquiera de los socios, lo que es
especialmente valioso cuando – como era probablemente el caso típico de las
empresas que explotaban infraestructuras, las manufactureras y comerciales – el
valor de la empresa en funcionamiento es mayor que el valor en liquidación de sus
activos.

Así pues, la función económica de la sociedad anónima es, originalmente,


financiera: servir de “bomba de capitales”, transformando el capital a corto plazo
proporcionado por los ahorros de un número elevado de personas en inversiones
vinculadas a una empresa a largo plazo.

Naturalmente, los inversores no estarían dispuestos a realizar la inversión si no se


les garantiza liquidez, lo que se resuelve, al comienzo, limitando temporalmente la
duración de la empresa (ligando su liquidación a la realización de un «viaje» o,
definitivamente, a través de la creación de mercados de capitales donde se
negocian – se compran y venden – las acciones cuyo rescate no pueden exigir los
accionistas que lo son de una compañía de duración indefinida. 

Al repartir acciones entre cientos o miles de inversores, se logra diversificar el


riesgo empresarial pero surgen los problemas de coordinación de la conducta de
un grupo tan numeroso. Los inversores se convirtieron en accionistas porque los
mercados de deuda no estaban suficientemente desarrollados para permitir la
financiación de actividades muy arriesgadas mediante deuda.

Al mismo tiempo, la separación patrimonial permite evitar que el patrimonio


social sea atacado por los acreedores de los socios. De este modo, se
completa la protección frente a la liquidación: el patrimonio social no podrá ser
liquidado ni por voluntad de cualquiera de los socios, ni por voluntad de cualquiera
de los acreedores de los socios y se permite la separación entre las funciones de
financiación de la empresa y la del control de sus activos. La gestión de la
sociedad está encargada a un órgano específico – normalmente, el Consejo de
Administración – que está diferenciado de los accionistas que participan en los
asuntos sociales igualmente a través de un órgano – la Junta de Accionistas –.

Es, por último, una sociedad mercantil por razón de la forma, de manera que al
contrato de sociedad anónima se le aplican las normas mercantiles (mercantilidad
objetiva) y la persona jurídica que surge de su constitución tiene la condición de
comerciante (mercantilidad subjetiva) con independencia de cuál sea el objeto
social al que se dedique la sociedad. En este sentido, la sociedad anónima es un
tipo general, es decir, puede utilizarse para desarrollar cualquier tipo de actividad y
no sólo para desarrollar actividades empresariales o económicas en general.

Estas características determinan que los temas relevantes en la sociedad anónima


sean los de protección de los acreedores y el de los costes de agencia en la
relación entre los que gestionan la sociedad – los administradores o accionistas
mayoritarios – y los accionistas (minoritarios). La protección de los acreedores se
asigna, inicialmente, además de al Derecho de los Contratos que se aplica a las
relaciones entre los acreedores y la compañía, al Derecho de Sociedades pero, en
el siglo XX, se traslada claramente al Derecho Concursal y a la imposición de
obligaciones de publicidad y de llevanza de la contabilidad.

c. Formalidades en las sociedades por acciones


Con arreglo a lo dispuesto “en las obligaciones por acciones, el contrato social o la
asamblea general extraordinaria fijarán los aumentos del capital y la forma y
términos en que deban hacerse las correspondientes emisiones de acciones”.
Esto significa:
 Que, en todos los casos, corresponde a los accionistas decretar los
aumentos del capital variable, ya sea al constituir la sociedad o en la época
de adopción de la modalidad de capital variable o posteriormente, y
 Que tal facultad no es delegable ni en la asamblea ordinaria, ni en los
administradores.

La indelegabilidad de la facultad perteneciente a los accionistas fundadores de la


sociedad y la asamblea extraordinaria de decretar los aumentos del capital
variable es generalmente aceptada por la doctrina mexicana, por que es
inequívoca la declaración legal de que compete a los socios determinar la forma y
términos en que deban hacerse las correspondientes emisiones de acciones.

Barrera Graf y Macedo Hernández consideran que “Es lícito estipular en el


contrato social que los aumentos del capital variable sean acordados por la
asamblea ordinaria y aun por el consejo de administración; sin embargo, debe
advertirse que este criterio contraviene lo expresamente dispuesto por la ley”.

En este mismo orden de ideas, Iturbe Galindo, refiriéndose a las acciones de


tesorería, sostiene que: “El producir o crear estos títulos o valores, solamente
podrá hacerse, o bien por el contrato social o por la asamblea extraordinaria de
acciones, y que en cambio, la expedición o puesta en circulación”, de estos
valores podrá ser efectuada por el órgano de administración o por una asamblea
ordinaria, argumento con el cual el hecho propone que estos dos últimos órganos
puedan decretar aumentos del capital, habida cuenta de que las acciones de
tesorería no forman parte del capital social y de que, consecuentemente, su
puesta en circulación equivale al aumento.

A mayor abundamiento, si la intención del legislador hubiere sido la de que la


facultad de decretar los aumentos del capital variable fuera delegable en la
asamblea ordinaria o en los administradores, para las sociedades por acciones,
pues como ya se ha visto, conforme al primer párrafo de este precepto, sí es
posible tal delegación en las sociedades sin acciones. Por consiguiente, parece
que la única facultad que se puede delegar en los administradores es la de
elaborar y entregar, o sea expedir, las acciones de tesorería a medida que vaya
realizándose su suscripción en la forma y términos estipulados por el contrato
social o acordados por la asamblea extraordinaria que decrete el aumento.

Después de la larga disgresión que se ha hecho para demostrar que corresponde


a los accionistas fundadores o a la asamblea extraordinaria la facultad de decretar
los aumentos del capital variable, solo queda por decir que para que sea válido el
acuerdo de aumento, en el último caso deben observarse todas las formalidades
establecidas por la ley para modificar el capital fijo de las anónimas y comanditas
por acciones ordinarias; esto es, que se requiere el acuerdo de la asamblea
extraordinaria legalmente reunida y convocada y la protocolización del acta. Para
concluir, también se estima que para que el acuerdo de aumento sea eficaz frente
a los accionistas es necesario realizar la publicación correspondiente, a fin de que
ejerciten el derecho de preferencia que éste les concede.

d. Creación, emisión y expedición de acciones:


La ley previene que corresponde a los accionistas fundadores o a la asamblea
extraordinaria la facultad de fijar los aumentos del capital variable y de establecer
la forma y término en que deban hacerse las correspondientes emisiones de
acciones.

e. Formas de emisión
Las formas de emitir las acciones son dos: una, que consiste en crear y en poner
en circulación las acciones en cada caso de aumento del capital variable y, la otra,
que consiste en crear acciones no suscritas que conservarán en poder de la
sociedad para ser puestas en circulación y entregarse (expedirse) a los
suscriptores a medida que vaya realizándose la suscripción del capital variable.

Las acciones no suscritas generalmente son llamadas acciones de tesorería,


aunque algunos autores prefieren denominar de cartera. En virtud de no estar
suscritas, las acciones de tesorería no forman parte de las acciones impropias, al
lado de las de goce y de trabajo.

f. Términos de emisión
En lo que concierne al término de emisión, es evidente que el legislador no utilizó
la palabra “término” en su acepción vulgar, que significa “plazo”, sino en su
connotación correcta que significa “final, límite del plazo”. Esto quiere decir que las
acciones de tesorería deben ponerse en circulación precisamente al concluir el
plazo o plazos previamente acordados por los accionistas fundadores o por la
asamblea extraordinaria y que, en consecuencia, los otros órganos de la sociedad
solo podrán estar facultados para expedir los títulos y para hacer las
publicaciones, pero no para emitir acciones porque ello equivaldría a decretar
aumentos de capital.

g. Emisión de obligaciones convertibles en acciones


La creación de acciones de tesorería es un requisito necesario en el caso de
emisión de obligaciones convertibles en acciones y operaciones de crédito. Ahora
bien, no podrán emitirse nuevas acciones, sino hasta que las precedentes hayan
sido íntegramente pagadas, la emisión de obligaciones convertibles en acciones y
su correspondiente creación de acciones de tesorería plantea dos cuestiones que
se tratarán de despejar en su orden:

 Primera cuestión. Una vez creada las acciones de tesorería ¿es lícito
aumentar el capital social mediante la emisión de otras acciones antes de la
convención total o parcial de las obligaciones? Esta primera cuestión debe
contestarse afirmativamente porque la hipótesis es la de que se encuentran
en circulación acciones pagadoras, supuesto que no se aplica a las
acciones de tesorería por la sencilla razón de que, precisamente por no
estar suscritas, no están en circulación ni pueden ser pagadoras.

 Segunda cuestión. Si hay en circulación acciones pagadoras ¿es lícito


crear acciones de tesorería para la futura conversión de obligación?

A esta cuestión varios juristas responden negativamente porque, en su


concepto, el mecanismo peculiar de la corvención de obligaciones en
acciones demanda que quedan definidos por anticipados los elementos
técnicos que van a entrar en juego en un momento posterior y el
condicionar la entrega de las acciones de tesorería al requisito de que, al
momento de canje, las acciones pagadoras estuvieran íntegramente
exhibidas sería introducir un factor aleatorio y de incertidumbre en la
emisión de las obligaciones.

Este criterio parece fundarse en la idea muy difundida, del estudio, que no
exige un plazo legal máximo para el pago de los llamados dividendos
pasivos y de que, por ello, pueden emitirse acciones pagadoras a plazo
indeterminado.
Sobre este particular se notará que es cierto que la legislación no exige que
se establezca un plazo máximo para que la sociedad reclame el pago de
los dividendos pasivos; pero asimismo se advierte que es necesario y
conveniente, establecer uno o varios términos, más o menos breves para
exigir las exhibiciones, habida cuenta de que impone la obligación de
estipular en el contrato social la forma y términos en que deba pagarse la
parte insoluta de las acciones y, por el otro, constituye una grave limitante a
la transmisión de las acciones pagadoras el imponer a su adquirente las
responsabilidades previstas.

h. Forma del registro de las acciones:

Un área a la que no se presta mayor atención es la relacionada con la emisión de


títulos de acciones y el control del registro de accionistas.

¿Qué es el libro de accionistas? El objetivo de este libro es llevar un control de


las acciones emitidas, suscritas y pagadas en forma individualizada; ya que la
sociedad considerará como accionista al inscrito como tal en el “Registro de
Accionistas”. El libro tiene como propósito llevar un historial de los traslados y
emisiones de nuevos títulos, identificando a los beneficiarios. Artículo 119 del
Decreto 2-70 del Congreso de la República de Guatemala, Código de Comercio de
Guatemala.

Multa por no tener este libro: La falta de autorización, habilitación y actualización


genera una multa de Q.5,000.00, cada vez que se fiscalice por parte de la
Administración Tributaria (esto implica que si un auditor pasa requiriendo este
requisito dos días seguidos, y no se ha cumplido con lo establecido, podría
imponer dos veces la misma multa). Artículo 94 numeral 4 y 5 del Decreto 6-91 del
Congreso de la República de Guatemala, Código Tributario.
i. Tipo de acciones
Las sociedades anónimas son entidades que tienen su capital dividido y
representado por acciones comunes, la responsabilidad de cada accionista está
limitada al pago de las acciones que hubiere suscrito. El capital autorizado de una
sociedad anónima es el valor máximo que la sociedad puede emitir en acciones,
sin necesidad de formalizar un aumento de capital. La acción confiere a su titular
(dueño) la condición de accionista y le atribuye, como mínimo, los siguientes
derechos:

 El de participar en el reparto de utilidades y del patrimonio resultante de la


liquidación de la sociedad;
 El derecho preferente de suscripción en la emisión de nuevas acciones;
 El de votar en las asambleas generales.

También existen las acciones preferentes, las cuales tienen las siguientes
características:
 El voto es limitado;
 Perciben un dividendo preferente que no puede ser menor del seis por
ciento (acumulativo o no) el cual debe liquidarse antes que el dividendo de
las acciones comunes, estas circunstancias deberán constar en el título de
tales acciones;
 Tienen voto únicamente en las asambleas extraordinarias.
 Tienen los derechos que el Código de Comercio de Guatemala confiere a
las minorías respecto de oposición a decisiones sociales y conocimiento de
balances de la sociedad.
 Al momento de hacer la liquidación de la sociedad, las acciones de voto
limitado se reembolsarán antes que las comunes.
Base legal: Artículos 34, 86, 88, 101, 108, 131 y 135 del Decreto 2-70 del
Congreso de la República de Guatemala, Código de Comercio de
Guatemala.
j. Traslado de acciones al portador a acciones nominativas
A través de la emisión de la Ley de Extinción de Dominio Decreto 55-2010, se
incluyeron modificaciones al Código de Comercio, entre las cuales se estableció
un plazo de dos años, contados a partir de la vigencia de dicha ley para que las
sociedades anónimas y las sociedades en comandita por acciones que hayan
emitido acciones al portador antes del inicio de la vigencia de la Ley de Extinción
de Dominio, procedan a efectuar la respectiva conversión por acciones
nominativas. Este plazo venció en junio de 2013. El no haber realizado dicha
conversión de Acciones al Portador a Acciones Nominativas, implica que
jurídicamente el propietario de las mismas pierde sus derechos como socio de la
empresa.

Base legal: artículos 71, 72, 73 y 74 del Decreto 55-2010 del Congreso de la
República de Guatemala, Ley de Extinción de Dominio, que modifico los artículos
108, 195, y 204 del Decreto 2-70 del Congreso de la República de Guatemala,
Código de Comercio de Guatemala.

5. La Administración de la Sociedad
a. Organización de la sociedad anónima
Noción general: Al ser la Sociedad Anónima una persona jurídica necesita de
ciertos órganos para poder manifestar su función vital, y para cumplirla necesita de
un órgano soberano, un órgano ejecutivo y de un órgano fiscalizador; cada uno de
ellos para el fiel cumplimiento de su régimen legal. Para tales funciones existen las
asambleas, los administradores y la fiscalización en cuanto al rol que cada uno de
ellos cumple dentro de la sociedad, cuya función esencial se manifiesta en velar
por el cumplimiento de lo estipulado en el contrato social o bien de las decisiones
que para el efecto acuerden los socios.

b. Definición
El autor Edmundo Vásquez Martínez, en cuanto al órgano social, aunque de
manera imprecisa, pero nos aporta la definición del mismo exponiendo que “la
organización de la sociedad anónima se encuentra atribuida específicamente a las
figuras cuyos nombres responden a órganos sociales.”

c. Tipos
En la Sociedad Anónima se distinguen tres órganos sociales, éstos son: Órgano
de Soberanía, Órgano de Fiscalización y Órgano de Administración.

5.1 Órgano de soberanía:


Noción general: Es el órgano de mayor jerarquía, es decir la Asamblea General
formada por todos los socios legalmente convocados. A su competencia se
encuentran subordinados los demás órganos sociales, confirmando así que cuenta
con la potestad de tomar decisiones en relación a asuntos expresamente
determinados por la ley, o por la escritura social. Las decisiones se toman siempre
por mayoría, salvo aquellos casos en los cuales la ley o la escritura social
establezcan una mayoría calificada.

Para celebrar una asamblea es indispensable la convocatoria previa, excepto en el


caso de la asamblea Totalitaria, la cual se lleva a cabo si todos los socios se
encuentran reunidos o debidamente representados y deciden celebrarla y
aprueban por unanimidad la agenda. Extremos que se encuentran regulados en
los Artículos 138 y 156 del Código de Comercio de Guatemala, Decreto Legislativo
Número 2-70.

Definición legal: Al respecto el Artículo 132 del Código de Comercio de


Guatemala, Decreto Legislativo Número 2-70 establece “La asamblea general
formada por los accionistas legalmente convocados y reunidos, es el órgano
supremo de la sociedad y expresa la voluntad social en las materias de su
competencia”.
a. Clases:
Doctrinariamente tenemos dos clases de asambleas: las Generales y las
Especiales. Las asambleas generales a su vez pueden ser: Ordinarias y
Extraordinarias, ambas pueden tener la modalidad de Totalitarias. Mientras que
nuestra legislación mercantil específicamente en el Artículo 133 del Código de
Comercio de Guatemala, Decreto Legislativo Número 2-70, establece que las
asambleas generales de accionistas son ordinarias y extraordinarias. Pero regula
también a las especiales.

5.2 Órgano de fiscalización


Noción general: La actividad de la sociedad se encuentra sujeta a control, por ese
motivo se origina y existe la posibilidad de fiscalizar en este caso los actos del
órgano de administración, que son los que tienen permanentemente a su cargo la
realización de las actividades sociales. En la Sociedad Anónima la fiscalización se
encuentra a cargo de los propios accionistas, b) por uno o varios contadores o
auditores, o c) por uno o varios comisarios. Ello depende de las disposiciones que
para el efecto establezca la escritura social o la propia ley. Lo anterior se
encuentra regulado en el Artículo 184 del Código de Comercio de Guatemala,
Decreto Legislativo Número 2-70.

De lo expuesto se puede concluir que la fiscalización dentro de la Sociedad


Anónima puede ser individual o colectiva, dependiendo si la escritura social
establece que el órgano de fiscalización se ejerza por más de uno de los sistemas
antes indicados. Los contadores, auditores o comisarios que ejerzan la
fiscalización sobre la Sociedad Anónima deben ser designados por la asamblea
general ordinaria anual que debe celebrarse según la ley mercantil, así como
también a los suplentes de los mismos, según lo establecido en el Artículo 185 del
Código de Comercio de Guatemala, Decreto Legislativo Número 2-70.

Es necesario indicar que el órgano de fiscalización se encuentra subordinado al


órgano de soberanía de la Sociedad Anónima. Sus funciones dependen
exclusivamente de la asamblea, y es a ella a quien deben rendirle informes,
aunque la ley mercantil menciona algunas atribuciones que poseen, según lo
establecido en el Artículo 188 del Código de Comercio de Guatemala, Decreto
Legislativo Número 2-70

Definición: La ley de la materia no regula ninguna definición legal respecto al


órgano de fiscalización. Para lo cual se hace necesaria una definición doctrinaria.
Según el Doctor René Arturo Villegas Lara define el mismo como “el encargado de
establecer el correcto funcionamiento de la sociedad, de acuerdo con la ley y el
contrato”

5.3 Órgano de administración:


a. Noción general:
La misión principal del órgano de administración es ejecutar la gestión social en
base al contrato social o las resoluciones tomadas en asamblea, ciñendo en todo
caso sus funciones a lo establecido en los Artículos 162 al 183 del Código de
Comercio de Guatemala, Decreto Legislativo Número 2-70. En la Sociedad
Anónima la administración se encuentra a cargo de uno o varios administradores,
en el primer caso estamos en presencia de una administración única o
unipersonal, y en el segundo de una administración colectiva o colegiada. A este
último nuestra legislación mercantil le denomina Consejo de Administración.

En el caso de que los administradores fuesen dos, y en la escritura social no se


establezcan las facultades y atribuciones de cada uno, tendrán que proceder de
manera conjunta en sus funciones, y en consecuencia si surge oposición de uno
de ellos impide la realización de los actos o contratos realizados por el otro. Al
contrario, si los administradores conjuntos fuesen tres o más, las decisiones se
tomarán con el voto favorable de la mayoría en caso de desacuerdo. Lo anterior
se deduce de lo regulado en los Artículos 162, 163 y 167 del Código de Comercio
de Guatemala, Decreto Legislativo Número 2-70.
Los administradores pueden o no ser socios. Son electos generalmente en
asamblea ordinaria, por un período de tres años, aunque pueden ser reelectos. El
administrador puede ser sustituido de su cargo si así se considera necesario. El
órgano de administración de la Sociedad Anónima, ostenta la representación legal
de la sociedad en juicio y fuera de él además del uso de la razón social. Lo
anterior se encuentra regulado en la parte conducente del Artículo 164 del Código
de Comercio de Guatemala, Decreto Legislativo Número 2.70.

Regularmente se confunde al administrador con el Gerente, y se cree que son dos


formas de nominar a un mismo funcionario. Pero legal y doctrinariamente, son
categorías diferentes. El gerente puede tener las mismas facultades que un
administrador, pero técnicamente es un sub administrador. En una Sociedad
existe la administración y a la vez la gerencia con muchas variantes. El gerente
puede tener atribuciones de gestión y de administración, pero no es el órgano de
la sociedad competente, como lo es la administración. Al gerente lo nombra la
asamblea o la administración si tiene facultades para ello. Es un cargo personal
indelegable y sus atribuciones deben fijarse en la escritura o en el acuerdo de
nombramiento. En caso contrario, tiene las facultades de un auxiliar del
comerciante

b. Definición
El Código de Comercio de Guatemala, Decreto Legislativo Número 2-70 en su
Artículo 162 en su parte conducente establece “un administrador único o varios
administradores, actuando conjuntamente constituidos en consejo de
administración, serán el órgano de administración de la sociedad y tendrán a su
cargo la dirección de los negocios de la misma.”

c. Clases
Como ya se indicó, la administración puede ser: a) Única o Unipersonal: cuando
solo un administrador se encarga de cumplir esa función, o bien b) Colectiva o
Colegiada: cuando se nombra a un Consejo de Administración, el cual está
integrado por varios administradores actuando conjuntamente. En ambos casos se
deben de cumplir la o las decisiones tomadas en asamblea o las funciones que se
indiquen en el contrato de constitución de la Sociedad Anónima. El órgano de
administración posee las facultades establecidas en la escritura social o en su
caso lo indicado en el Artículo 47 del Código de Comercio de Guatemala, Decreto
Legislativo Número 2-70.

6. La vigilancia de la sociedad Anónima


En una Sociedad Anónima, existen socios que participan en la gestión o
administración de la sociedad y otros que no participan, por diferentes razones. 
Una de ellas es, porque heredaron las acciones o porque en su momento
decidieron ya no participar activamente en la sociedad.  O incluso existen socios,
en las sociedades públicas o en fondos privados de inversión, que aportaron
capital y no tienen interés en participar en la gestión de la misma.

No importa la causa, pero el hecho es que existen socios llamados coloquialmente


“socios pasivos” que no están enterados de forma directa de la situación de la
empresa y que desde luego necesitan de alguien que les de tranquilidad, de que
su inversión está bien resguardada.

El Comisario es una figura que existe en las sociedades anónimas, que


regularmente no es bien valorada, normalmente por desconocimiento.  El
comisario, tiene como función principal la de vigilar la actuación del Consejo de
Administración o del Administrador General Único.

El órgano de vigilancia de la sociedad anónima está integrado por el comisario o


comisarios, cuya función principal es vigilar los actos que realicen los
administradores para que no se beneficien a costa de los socios. El cargo de
comisario pueden desempeñarlo los accionistas o personas ajenas a la sociedad.

Entre las facultades y obligaciones están:

a. Cerciorarse de la constitución y subsistencia de la garantía que por acuerdo de


asamblea pudiesen estar obligados a otorgar, los administradores, comisarios
y gerentes de la sociedad.
b. Exigir información mensual a los administradores de un balance y un estado de
resultados de la sociedad.
c. Realizar un examen de las operaciones, documentación, registros y demás
evidencias, para efectuar la vigilancia de las operaciones y preparar su informe
anual.
d. Rendir anualmente a la Asamblea General Ordinaria de Accionistas un informe
respecto de la veracidad, suficiencia y razonabilidad de la información
presentada por los administradores a la Asamblea.  Debiendo incluir, por lo
menos:

 La opinión del Comisario sobre si las políticas y criterios contables y de


información seguidos por la sociedad son adecuados y suficientes
tomando en consideración las circunstancias particulares de la
sociedad.
 La opinión del Comisario sobre si esas políticas y criterios han sido
aplicados consistentemente en la información presentada por los
administradores.
 La opinión del comisario sobre si, como consecuencia de lo anterior, la
información presentada por los administradores refleja en forma veraz y
suficiente la situación financiera y los resultados de la sociedad.”

e. Hacer que se agreguen en la orden del día de las sesiones de Consejo de


Administración y de las Asambleas, los puntos que crean pertinentes.
f. Convocar a Asambleas ordinarias y extraordinarias de accionistas, en caso de
omisión de los Administradores y en cualquier otro caso en que lo juzguen
conveniente.
g. Asistir, con voz, pero sin voto, a todas la sesiones del Consejo de
Administración, a las cuales deberán ser citados;
h. Asistir, con voz pero sin voto, a las Asambleas de Accionistas, y
i. En general, vigilar la gestión, conducción y ejecución de los negocios de la
sociedad.

Como vemos, el Comisario tiene obligaciones y facultades muy extensas y es una


labor que de realizarse con la debida diligencia, garantiza la vigilancia de la
actuación de los administradores.  Esto, para quienes no están enterados de la
gestión de la sociedad, resulta una herramienta importantísima, al darles
tranquilidad en cuanto a la transparencia en el manejo de recursos.

7. La información financiera (Generalidades)

7.1 Aspectos Contables


Para construir los estados financieros de las empresas se necesita de la
contabilidad. “La contabilidad es una técnica que se utiliza para registrar las
operaciones que afectan económicamente a una entidad y que produce
sistemática y estructuradamente información financiera. Las operaciones que
afectan económicamente a una entidad incluyen las transacciones,
transformaciones internas y otros eventos”.“La importancia de las NIF (Normas de
Información Financiera) radica en que estructuran la teoría contable, estableciendo
los límites y condiciones de operación del sistema de información contable. Sirven
de marco regulador para emitir los estados financieros, hacen más eficiente el
proceso de elaboración y presentación de la información financiera”.
7.2 Postulados Básicos

Son fundamentos que rigen el ambiente en el que debe operar el sistema de


información contable y:

a. Surgen como generalizaciones o abstracciones del entorno económico en


el que se desenvuelve el sistema de información contable;
b. Se derivan de la experiencia, las formas de pensamiento y políticas o
criterios impuestos por la práctica de los negocios, en el sentido amplio;
c. Se aplican en congruencia con los objetivos de la información financiera y
sus características cualitativas.

Los postulados básicos:

a. Vinculan al sistema de información contable con el entorno en el que opera,


permitiendo al emisor la normatividad contable; mientras que al preparador
y usuario de la información financiera, una mejor comprensión del ambiente
en el que se desenvuelve la práctica contable; y
b. Guían la acción normativa junto con el resto de los conceptos básicos que
integran el marco conceptual, dado que debe emplearse como fundamento
para elaborar normas particulares de información financiera.

Los postulados básicos dan pauta para explicar en qué momento y cómo deben
reconocerse los efectos derivados de las transacciones, transformaciones internas
y otros eventos que afectan económicamente a una entidad.

a. Sustancia económica.
b. Entidad económica.
c. Negocio en marcha.
d. Devengación contable.
e. Asociación de costos y gastos con ingresos.
f. Valuación.
g. Dualidad económica.
h. Consistencia.

7.3 Sustancia Económica

La sustancia económica debe delimitar y operar el sistema de información


contable, así como en el reconocimiento contable de las transacciones,
transformaciones internas y otros eventos, que afectan económicamente a una
entidad. Explicación del postulado básico La sustancia económica debe
prevalecer. El sistema de información contable debe delimitarse de manera que
pueda captar la esencia económica del ente emisor de información financiera.

El reflejo de la sustancia económica debe prevalecer en el reconocimiento


contable con el fin de incorporar los efectos derivados de las transacciones,
transformaciones internas y otros eventos que afectan económicamente a una
entidad, de acuerdo con su realidad económica y no solo en atención a su forma
jurídica, cuando una y otra no coincidan. Debe otorgarse, en consecuencia,
prioridad al fondo o sustancia económica sobre la forma legal.

Lo anterior se debe a que la forma legal de una operación puede tener una
apariencia diferente al auténtico fondo económico de la misma y, en
consecuencia, no reflejar de manera adecuada su incidencia en la situación
económico-financiera. Por tanto, las formalidades jurídicas deben analizarse en un
contexto adecuado, a la luz de la sustancia económica, a fin de que no la
tergiversen y con ello distorsionen el reconocimiento contable. Un ejemplo de la
aplicación de este postulado se tiene cuando una entidad económica vende un
activo a un tercero de manera que la documentación que se genere en la
operación indicará que la propiedad le ha sido transferida; sin embargo, pueden
existir acuerdos entre las partes que aseguren a la entidad disfrutar de los
beneficios económicos del activo en cuestión; en tales circunstancias el hecho de
presentar información sobre la existencia de una venta solo con un enfoque
jurídico, podría no representar la transacción efectuada.

7.4 Entidad Económica

La entidad económica es la unidad identificable que realiza actividades


económicas, está constituida por combinaciones de recursos humanos, materiales
y financieros, el último está constituido por un conjunto de actividades económicas
y recursos; estas combinaciones son conducidas y administradas por un único
centro de control que toma decisiones encaminadas al cumplimiento de fines
específicos; la personalidad de la entidad económica es independiente de la de
sus accionistas, propietarios o patrocinadores.

7.5 Periodo contable

Los efectos derivados de las transacciones y transformaciones internas que lleva a


cabo una entidad, así como los otros eventos que la afectan económicamente,
deben identificarse con un periodo convencionalmente determinado (periodo
contable), a fin de conocer de manera periódica la situación financiera y el
resultado de las operaciones de la entidad. La necesidad de circunscribir la
información financiera a una fecha o periodo determinado nace de las exigencias
del ambiente de negocios, el cual requiere evaluaciones periódicas del
desempeño económico de las entidades, dado que los usuarios de la información
financiera no pueden esperar hasta el término de la entidad para conocerlo.

El concepto de periodo contable asume que la actividad económica de la entidad,


misma que tiene una existencia continua puede ser dividida en periodos
convencionales, los cuales varían en extensión para presentar la situación
financiera, resultados de operación, cambios en el capital o patrimonio contable y
en su situación financiera incluyendo operaciones que si bien no han concluido
totalmente, ya han afectado económicamente a la entidad. Para este fin, se
establece que el periodo contable sea equivalente a un ciclo normal de
operaciones de la entidad, cuando sea igual o mayor a un año; cuando el ciclo sea
menor a un año o no pueda identificarse, debe considerarse como un periodo
contable el ejercicio social de la entidad.

El ciclo normal de operaciones de una entidad es el tiempo comprendido entre la


adquisición de activos para su procesamiento y la realización de los mismos
derivada de su enajenación. La necesidad de efectuar cortes convencionales en la
vida de la entidad facilita, entre otras cosas, que:

a. se delimite la información financiera reconociendo en el periodo que


corresponde, las operaciones devengadas aun cuando se vayan a realizar
en futuros periodos contables;
b. se refleje oportunamente y se asocien con el periodo en el que ocurren las
operaciones que son susceptibles a ser cuantificadas;

7.6 Información financiera de las sociedades anónimas

Establece que las sociedades anónimas, bajo la responsabilidad de sus


administradores presentarán a la asamblea general de accionistas, anualmente,
un informe que incluya por lo menos:

a. Un informe de los administradores sobre la marcha de la sociedad en el


ejercicio, así como sobre las políticas seguidas por los administradores y,
en su caso, sobre los principales proyectos existentes;
b. Un informe en que se declaren y expliquen las principales políticas y
criterios contables y de información seguidos en la preparación de la
información financiera;
c. Un estado que muestre la situación financiera de la sociedad a la fecha de
cierre del ejercicio;
d. Un estado que muestre, debidamente explicados y clasificados, los
resultados de la sociedad durante el ejercicio;
e. Un estado que muestre los cambios en la situación financiera durante el
ejercicio;
f. Un estado que muestre los cambios en las partidas que integran el
patrimonio social, acaecidos durante el ejercicio;
g. Las notas que sean necesarias para completar o aclarar la información que
suministren los estados anteriores. A esta información se agregará el
informe de los comisarios.

El informe a que se refiere el párrafo anterior, incluido el informe de los comisarios,


deberá quedar terminado y ponerse a disposición de los accionistas antes de la
fecha de la asamblea general que haya de discutirlo. Los accionistas tendrán
derecho a que se les entregue una copia del informe correspondiente

La falta de presentación oportuna del informe mencionado, será motivo para que
la asamblea general de accionistas acuerde la remoción del administrador o
consejo de administración, o de los comisarios, sin perjuicio de que se les exijan
las responsabilidades en que respectivamente hubieren incurrido.

8. Asambleas

Asambleas generales La asamblea general formada por los accionistas


legalmente convocados y reunidos, es el órgano supremo de la sociedad y
expresa la voluntad social en las materias de su competencia. La asamblea
general podrá designar ejecutores especiales de sus acuerdos. Los derechos de
terceros y los derechos de crédito de los accionistas frente a la sociedad, no
pueden ser afectados por los acuerdos de la asamblea general. Será nula toda
cláusula o pacto que suprima o disminuya los derechos atribuidos a las minorías
por la ley. También serán nulas, salvo en los casos que la ley determine lo
contrario, los acuerdos o cláusulas que supriman derechos atribuidos por la ley a
cada accionista.

La asamblea general
deberá convocarse mediante avisos publicados por lo menos dos veces en el
Diario Oficial y en otro de los de mayor circulación en el país, con lo menor de
quince días de anticipación a la fecha de su celebración. Los avisos deberán
contener:

 El nombre de la sociedad en caracteres tipográficos notorios.


 El lugar, fecha y hora de la reunión.
 La indicación de si se trata de asamblea ordinaria, extraordinaria o especial.
 Los requisitos que se necesiten para poder participar en ella.

Si se tratare de una asamblea extraordinaria o especial, los avisos de convocatoria


deberán señalar los asuntos a tratar. Todo accionista tiene derecho de pedir que la
asamblea general ordinaria anual resuelva sobre la distribución de las utilidades.

La convocatoria para las asambleas deberá hacerse por los administradores o por
el órgano de fiscalización, si lo hubiere. Si coincidieren las convocatorias, se dará
preferencia a las hechas por los administradores y se fusionarán las respectivas
agendas. Los accionistas que representen por lo menos el veinticinco por ciento
de las acciones con derecho a voto, podrán pedir por escrito a los
administradores, en cualquier tiempo, la convocatoria de una asamblea general de
accionistas, para tratar de los asuntos que indiquen en su petición.

Si los administradores rehusaren hacer la convocatoria o no la hicieren dentro de


los quince días siguientes a aquel en que haya recibido la solicitud, los accionistas
podrán promover judicialmente ante el juez de primera instancia donde tenga su
domicilio la sociedad, la convocatoria a junta general o asamblea general anual de
la sociedad, si pasada la época en que debe celebrarse según el contrato o
transcurrido más de un año desde la última junta o asamblea general, los
administradores no la hubieren hecho.
El juez resolverá el asunto en incidente, con audiencia de los administradores.
Además de lo señalado anteriormente, cualquier accionista podrá promover
judicialmente la convocatoria de la asamblea general, cuando la asamblea no
haya sido convocada o si habiéndose celebrado no se hubiese ocupado de los
asuntos que indica el Artículo 134 del Código de Comercio.

Las asambleas generales se reunirán en la sede de la sociedad, salvo que la


escritura social permita su reunión en otro lugar. La agenda deberá contener la
relación de los asuntos que serán sometidos a la discusión y aprobación de la
asamblea general y será formulada por quien haga la convocatoria. Quienes tenga
derecho a pedir la convocatoria de la asamblea general, lo tiene también para
pedir que figuren determinados puntos en la agenda.

Durante los quince días anteriores a la asamblea ordinaria anual, estarán a


disposición de los accionistas, en las oficinas de la sociedad y durante las horas
laborales de los días hábiles:

 El balance general del ejercicio social y su correspondiente estado de


pérdidas y ganancias.
 El proyecto de distribución de utilidades.
 El informe detallado sobre las remuneraciones y otros beneficios de
cualquier orden que hayan recibido los administradores.
 La memoria razonada de labores de los administradores sobre el estado de
los negocios y actividades de la sociedad durante el período precedentes.
 El libro de actas de las asambleas generales.
 Los libros que se refieren a la emisión y registro de acciones o de
obligaciones.
 El informe del órgano de fiscalización, si lo hubiere.
 Cualquier otro documento o dato necesario para la debida comprensión e
inteligencia de cualquier asunto incluido en la agenda.
Cuando se trate de asambleas generales que no sean las anuales, los accionistas
gozarán de igual derecho, en cuanto a los documentos señalados en los incisos
sexto, séptimo y octavo, señalados anteriormente. En caso de asambleas
extraordinarias o especiales, deberá además circular con la misma anticipación,
un informe circunstanciado sobre cuanto concierna a la necesidad de adoptar la
resolución de carácter extraordinario.

Podrán asistir a la asamblea los titulares de acciones nominativas que aparezcan


inscritos en el libro de registro, cinco días antes de la fecha en que haya de
celebrarse la asamblea y los tenedores de acciones al portador que con la misma
antelación hayan efectuado el depósito de sus acciones en la forma prevista por la
escritura social, y en su defecto, la sociedad considerará como accionista al
inscrito como tal en el Registro de Accionistas, si las acciones son nominativas y al
tenedor de éstas, si son al portador. Salvo pacto en contrario de la escritura social,
las asambleas ordinarias o extraordinarias serán presididas por el administrador
único o por el presidente del Consejo de Administración, y a falta de ellos, por el
que fuere designado por los accionistas presentes. Actuará como secretario de la
Asamblea, el del Consejo de Administración o un notario.

Para que una asamblea ordinaria se considere reunida, deberán estar


representadas, por lo menos, la mitad de las acciones que tengan derecho a voto.
Las resoluciones sólo serán válidas cuando se tomen, por lo menos, por la
mayoría de votos presentes. Salvo que en la escritura social se fije una mayoría
más elevada, en las asambleas extraordinarias deberán estar representadas para
que se consideren legalmente reunidas, un mínimo de sesenta por ciento de las
acciones que tengan derecho a voto.

Las resoluciones se tomarán con más del cincuenta por ciento de las acciones con
derecho a voto, emitidas por la sociedad. Si la escritura permitiera la reunión de la
asamblea ordinaria o extraordinaria por segunda convocatoria, se estará en
cuanto al mínimo de acciones presentes con derecho a votar necesarias para su
constitución y a la mayoría requerida para tomar acuerdo a los que dicha escritura
determine.

La desintegración del quórum de presencia no será obstáculo para que la


asamblea continúe y pueda adoptar acuerdos, si son votados por las mayorías
legalmente requeridas, las que en las asambleas ordinarias se establecerán con el
quórum inicial. Las actas de las asambleas generales de accionistas se asentarán
en el libro respectivo y deberán ser firmadas por el presidente y por el secretario
de la asamblea.

Cuando por cualquier circunstancia no pudiere asentarse el acta de una asamblea


en el libro respectivo, se levantará ante notario. Dentro de los quince días
siguientes a cada asamblea extraordinaria, los administradores deberán enviar al
Registro Mercantil, una copia certificada de las resoluciones que hayan tomado
acerca del Artículo 135 del Código de Comercio. Del cumplimiento de estas
obligaciones responde solidariamente el presidente de la asamblea y la
administración. Las resoluciones legalmente adoptadas por las asambleas de
accionistas son obligatorias aun para los socios que estuvieren presentes o que
votaren en contra, salvo los derechos de impugnación o anulación y retiro en los
casos que la ley señala.

En caso de que existan diversas categorías de accionistas, toda proposición que


pueda perjudicar los derechos de una de ellas, deberá ser aprobada por la
categoría afectada, reunida en asamblea especial. En las asambleas especiales
se aplicarán las reglas de las ordinarias y serán presididas por el accionista que
designen los socios presentes. Los acuerdos de las asambleas podrán
impugnarse o anularse cuando se hayan tomado con la infracción de las
disposiciones de la ley o de la escritura social. Estas acciones, salvo pacto en
contrario se ventilarán en juicio ordinario.

Las acciones de impugnación o de nulidad se regirán por las disposiciones del


derecho común, pero caducarán en el término de seis meses contados desde la
fecha en que tuvo lugar la asamblea. Las asambleas ordinarias de accionistas
pueden ser: Ordinarias; y extraordinarias.

Asambleas ordinarias

La Asamblea Ordinaria se reunirá por lo menos una vez al año, dentro de los
cuatro meses que sigan al cierre del ejercicio social y también en cualquier tiempo
en que sea convocada. Deberá ocuparse además de los asuntos incluidos en la
agenda, de los siguientes: •

 Discutir, aprobar o improbar el estado de pérdidas y ganancias, el balance


general y el informe de la administración, y en su caso, del órgano de
fiscalización, si lo hubiere, y tomar las medidas que juzgue oportunas.
 Nombrar y remover a los administradores, al órgano de fiscalización, si lo
hubiere, y determinar sus respectivos emolumentos.
 Conocer y resolver acerca del proyecto de distribución de utilidades que los
administradores deben someter a su consideración.
 Conocer y resolver de los asuntos que concretamente le señale la escritura
social.

Asambleas extraordinarias
Son asambleas en las que los socios se reúnen para tratar cualquiera de los
siguientes asuntos: •

 Toda modificación de la escritura social, incluyendo el aumento o reducción


de capital o prórroga del plazo.
 Creación de acciones de voto limitado o preferente y la emisión de
obligaciones o bonos cuando no esté previsto en la escritura social.
 La adquisición de acciones de la misma sociedad y la disposición de ellas.
 Aumentar o disminuir el valor nominal de las acciones.
 Los demás que exija la ley o la escritura social.
 Cualquier otro asunto para el que sea convocada, aun cuando sea de la
competencia de las asambleas ordinarias.

Estas asambleas podrán reunirse en cualquier tiempo.

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