Legalismo religioso o fariseismo moderno
“A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta
parábola: Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo,
puesto en pie oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los
otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aún como éste publicano; Ayuno dos veces a la
semana, doy diezmos de todo lo que gano. Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aún alzar
los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. Os digo
que este descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será
humillado; y el que se humilla será exaltado.” Lucas 18:9-14
Los fariseos eran legalistas religiosos que habían logrado desarrollar un método de interpretación
de los libros de la ley, la cual requería prácticas minuciosas y detallistas para llegar a la santidad.
Los fariseos confiaban en su conocimiento meramente intelectual, en su interpretacion tradicional
de las leyes de Dios y se consideraban a sí mismos justos, exáltandose por creerse más buenos, o
más santos o más religiosos o más sabios que los demás.
Jesús les llamó hipócritas porque “aparentaban” ser justos, pero su corazón estaba lleno de
maldad. Los legalistas creen que poseen la verdad, y atacan a todo aquel que disienta de sus
interpretaciones, o defienden su verdad a capa y espada. Nosotros sabemos que la Palabra de
Dios no necesita que nadie la defienda, la Palabra de Dios se defiende sola. La Biblia es un libro
que esta vivo y que habla a cada cual según sus necesidades personales, y habla además a
diferentes grupos de personas, gentiles, cristianos, y judíos en lo general. La Biblia va mucho más
alla de interpretaciones religiosas. No se puede encajonar, porque la verdad no se puede encerrar.
La Palabra de Dios va hasta donde Dios quiere y hace lo que Dios quiere que haga, sin tomar en
cuenta nuestra volición.
“Cuando vió esto el fariseo que le habia convidado, dijo para sí: Este, si fuera profeta, conocería
quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora... Y a ella [Jesús] le dijo, tus pecados
te son perdoandos. Y los que estaban juntamente sentados a la mesa [fariseos], comenzaron a
decir entre sí: ¿Quién es éste que también perdona pecados? ” Lucas 7:39 y 49
Los fariseos se caracterizan por criticar y después juzgar todo lo que los rodea, creyendo que son
mejores que los demás. Ven la paja en el ojo ajeno, pero no ven la viga en el propio. Murmuran
entre sí e inyectan dudas a los que los rodean respecto a determinada persona, por lo general
alguien que no es fariseo como ellos. Pueden perjudicar grandemente a una persona creyendo
firmemente que estan sriviendo a Dios, creen que los motiva la justicia, cuando en realidad Satanás
está detrás de cada una de sus murmuraciones, contiendas y dudas. Los fariseos son como "aves
de mal agüero", su presencia presagia peligro.
“Pero algunos de ellos decían: Por beelzebú, príncipe de los demonios, echa fuera los demonios.
Otros para tentarle, le pedían señal del cielo.” Lucas 11:15-16
Aparte de creer que saben todo, que son justos, sabios y santos, los fariseos no son capaces de
reconocer cuándo Dios está actuando con poder en la vida de alguien, sino que, sin empacho
alguno, emiten su juicio: Está endemoniado. También y por la misma naturaleza corrupta de sus
corazones son personas que pueden ser usadas por el diablo para tratar de tentar a los hijos de
Dios. El legalista trabaja sutilmente, sabe usar las palabras con los acentos adecuados para
provocar las reacciones deseadas, y actúa creyendo sinceramente que lo que hace lo hace para
servir a Dios. También autojustifican diciendo que son buenos porque nunca han matado a nadie,
porque van a la iglesia, ayunan, oran, pero no se dan cuenta que sus lenguas se mueven con la
velocidad de la serpiente, para fluminar a otros. Los fariseos levantan el dedo acusador para
desviar la atención de los demás, para que nadie se de cuenta de sus propios pecados, de la triste
condición de su pobre corazón entenebrecido.
“Ahora bien, vosotros los fariseos, limpian lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estan
llenos de rapacidad y de maldad. Necios, el que hizo lo de afuera, no hizo también lo de adentro?
Lucas 11:39
En este pasaje de la escritura, los fariseos se alarmaron porque Jesús no se lavó las manos antes
de comer. ¡Hasta en eso se fijaban! Los legalistas buscan los más mínimos defectos en los siervos
de Dios, los juzgan, levantan contienda y division en contra de ellos, hasta despedazarlos. Lo
hiceron con Jesus, al cual asesinaron por no sopartar que fuera diferente, que predicara la
LIBERTAD de alabar a Dios por sus maravillas, porque predicó a los pecadores y se sentaba a
comer y beber con ellos. ¡Los fariseos no pueden sentarse a comer y beber con pecadores, porque
los juzgarán por sus pecados!
“Más ¡ay de ustedes, fariseos! Que diezmas la menta, y la ruda, y toda hortaliza, y pasan por alto la
justicia y el amor de Dios. Esto os era necesario hacer sin dejar de hacer aquello.” Lucas 11:42
Los legalistas cuidan mucho las apariencias, pero se olvidan facilimente del amor y la justicia de
Dios. Si Dios fuera legalista, desde cuando todos nosotros estuviéramos muertos. Pues la palabra
de Dios dice que POR CUANTO TODOS pecaron están destituidos de la gracia de Dios. Y que
aquél que se dice libre de pecado, aparte de estar mintiendo, hace a Dios mentiroso. Ese es el
primer paso para NO SER legalista. Tener compasión por los pecadores, y reconocer que nosotros
estamos o estuvimos ahí, y por LA GRACIA DE DIOS, y no por nuestras obras, fuimos salvos. Y si
Dios lo hizo conmigo, y contigo, lo puede hacer con todos los pecadores que se arrepientan. Por lo
tanto, tenemos que amarlos como Cristo amó a su iglesia, y dio su vida por ella. Nosotros debemos
predicar arrepentimiento en amor, y la justicia debemos dejársela a Dios.
¡Ay de ustedes, fariseos! Que aman las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las
plazas! ¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócristas! Que son como sepulcros que no se ven, y
los hombres que andan encima no lo saben. Lucas 11: 43-44
Desgraciadamente, los fariseos están activos y vivos en la iglesia de hoy, como lo estuvieron hace
mas de dos mil años cuando crucificaron a mi Señor. Se esconden, espían, levantan sus oídos
para oír pláticas ajenas, y luego esparcen rumores falsos. Dejan que los incautos confien en ellos y
en cuanto éstos se equivocan, abren sus fauces para acusarles y luego devorarles. Confrontar a un
legalista es participar de legalismo. Lo primero que dirán es, perdóname, no lo volveré a hacer,
pero inmediatamente después toman ofensa, y actúan en consecuencia, preparan planes de
destruccion, y los ejecutan. Solo la gracia y el Poder y la proteccion sobrenatural de Dios pueden
librarnos de sus maquinaciones. Pero sabemos que lo hicieron con mi Señor, y lo siguen haciendo
con los siervos y siervas de mi Señor, hoy en día. ¡Que el mismo Señor les reprenda!
¡Ay de ustedes también, intérpretes de la ley! Porque cargas a los hombres con cargas que no
pueden llevar, pero ustedes ni aún con un dedo las tocas! Lucas 11:46
¡Ay de ustedes, intérpretes de la ley! Porque habeís quitado la llave de la ciencia; vosotros mismos
no entrastes, y a los que entraban se los impedistes! Diciendoles él estas cosas, los escribas y los
fariseos comenzaron a estrecharle en gran manera, y a provocarle a que hablase de muchas
cosas; acechándole y procurando cazar alguna palabra de su boca para acusarle. Lucas 11:52-53
¿Te es Familiar? A mí si. Los fariseos legalistas te critican como haces tu servicio al Señor, pero no
son capaces de comprometerse ellos mismos en ningun servicio al Señor. Envidian el ministerio
que tienes, pero no le piden a Dios que los use en Su servicio. Imponen cargas que uno apenas
puede llevar mientras ellos de lejos miran sin intentar ayudar. Si alguno se atreve a crecer en el
Señor, de inmediato lo bajan. Ponen trampas y esperan con la paciencia de cazadores a que los
incautos o simples caigan en ella, para luego acusarles a gran voz. Los fariseos odiaban a Jesus
porque Él era libre, y hablaba con libertad y denuedo la VERDAD. Porque no se sometía a la
religion ni vino a imponer una religion nueva, SINO QUE VINO A MOSTRARNOS EL CAMINO AL
CIELO por Gracia, no por obras, por eso lo mataron. ¡Demonio tiene, dijeron!
“Guardaos de la levadura de los fariseos que es la hipocresía. Porque nada hay encubierto, que no
haya de descubrirse; ni oculto, que no haya de saberse. Por tanto, todo lo que habeís dicho en
tinieblas, a la luz se oirá; y lo que habeís hablado al oído en los aposentos, se proclamará en las
azoteas.” Lucas 12:1ª-3
Ponerse al tu por tu con una persona que vive bajo el yugo del legalismo, además de ser peligroso,
es desgastante y futil. Nosotros no somos el espíritu Santo para convencer a nadie de sus
pecados. Pero sí podemos pedir al Espíritu Santo en nosotros que les convenza. Debemos orar
cada día pidiéndole a Dios que toda obra oculta dentro de la iglesia se manifieste, y que todo lo que
se hable en tinieblas se proclame en las azoteas. El cuerpo de Cristo no puede cargar con el peso
de los fariseos a cuestas, los fariseos tienen que ser expuestos y removidos, por el propio peso de
sus hipocresías, por la justicia de Dios, y porque Él lo prometió. Si tu has sido víctima de estas
aves rapaces dentro de tu iglesia, lo primero que debes hacer es PERDONARLOS porque no
saben lo que hacen, nunca lo han sabido, y si Jesús perdonó a los fariseos de su tiempo que a
gritos proclamaban ¡Crucificadle! Nosotros tenemos que perdonarles para que LA SALVACION
verdadera llegue a ellos. Tenemos que liberarlos de la ofensa y entregarlos en las manos de Dios.
Nosotros sabemos, porque la Biblia dice que ¡Terrible cosa es caer en las manos del Dios vivo! Por
lo tanto, y por amor a Cristo, ora pidiéndole a Dios que esos fariseos puedan ver el amor de Cristo
en ti, y se arrepientan y se conviertan a Él. Si tu has participado de legalismo en contra de mis
hermanos en Cristo, y tienes el espíritu de fariseo en ti, arrepiéntete de tu pecado pues el Señor
Jesucristo viene pronto, y separará la cizaña del trigo, pónte a cuentas con todos aquellos que
hayas ofendido, y pídeles perdón por haber hablado contra ellos. Dios te perdonará y cambiará tu
vida, si tu reconoces que habia orgullo, legalismo e hipocresía en ti. Y Satanás no se enseñoreará
de ti, no más. Te lo digo en el nombre de Jesús, mi Señor y Salvador. Así sea, amén
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3 tipos de legalismo
¿Alguna vez, como cristiano, has sido acusado de legalista? Esta palabra a menudo es usada
incorrectamente en la subcultura cristiana. Por ejemplo, algunas personas podrían llamar legalista
a Juan porque lo ven como alguien con una mentalidad cerrada. Pero el término legalismo no está
relacionado con mentalidades cerradas. En realidad, el legalismo se manifiesta de muchas
maneras sutiles.
Básicamente, el legalismo implica sacar la ley de Dios de su contexto original. Algunas personas se
preocupan por seguir una vida cristiana basada en obediencia a reglas y regulaciones, y ven el
cristianismo como una serie de “haz esto” y “no hagas aquello”, es decir, una serie de principios
morales fríos y mortales. Esa es una forma de legalismo, donde uno meramente se preocupa por
mantener la ley de Dios como si fuera ese el único fin.
Ahora, Dios ciertamente se preocupa por nuestra obediencia a sus mandamientos. Sin embargo,
hay más cosas que no debemos olvidar. Dios dio las leyes, como los diez mandamientos, en el
contexto de un pacto. Primero, Dios fue bondadoso. Él redimió a su pueblo sacándolo de la
esclavitud en Egipto, y entró a una relación de amor y dependencia con Israel. Solo después de
que se estableciera esa relación basada en su gracia, Dios comenzó a definir leyes específicas que
le complacieran. Tuve un profesor en mi programa de maestría quien dijo: “La esencia de la
teología cristiana es la gracia, y la esencia de la ética cristiana es la gratitud”. El legalismo toma la
ley y la aísla de Dios, quien dio la ley. El legalismo no busca obedecer a Dios ni honrar a Cristo,
sino que obedece reglas que carecen de cualquier relación personal.
No hay amor, gozo, vida, o pasión. Es una rutina, un tipo de mecanismo para mantener la ley al
que llamamos externalismo. El legalismo se enfoca en obedecer simples reglas, destruyendo el
contexto en el que Dios dio su ley: su amor y redención.
Para entender el segundo tipo de legalismo, tenemos que recordar que el Nuevo Testamento hace
distinción entre la letra de la ley (su forma externa) y el espíritu de la ley. El segundo tipo de
legalismo hace una separación entre la letra de la ley y el espíritu de la ley. Obedece la letra pero
violenta el espíritu. Existe una sutil distinción entre este tipo de legalismo y el mencionado
previamente.
¿Cómo puede uno obedecer la letra de la ley y violentar el espíritu de ella? Supongamos que un
hombre conduce su auto a la velocidad mínima requerida, sin importar las condiciones bajo las que
maneja. Si está en una carretera principal y la velocidad mínima es sesenta kilómetros por hora,
conduce a esa velocidad, ni un kilómetro menos. Lo hace inclusive durante lluvias torrenciales,
cuando conducir a esa velocidad mínima en realidad pone en peligro a otras personas, ya que ellas
tienen el buen sentido de reducir la velocidad a unos treinta kilómetros por hora, para así no patinar
en el asfalto mojado. El hombre que insiste en ir a sesenta kilómetros por hora en esas
condiciones, conduce su carro así para complacerse a sí mismo. Aunque parece que observa y
obedece minuciosamente sus deberes cívicos, su obediencia es solo externa, a él no le importa de
lo que en sí trata ley. El segundo tipo de legalismo obedece externamente, mientras que su
corazón está alejado de cualquier deseo de honrar a Dios, la intención de su ley, o a Cristo.
El segundo tipo de legalismo es ilustrado por los fariseos, quienes confrontaron a Jesús por sanar a
alguien en el día de reposo (Mt. 12:9-14). Su preocupación se concentraba en lo escrito en la ley,
evadiendo cualquier cosa que pudiera parecerles trabajo. Estos maestros olvidaron el espíritu de la
ley, el cual estaba dirigido en contra de trabajos ordinarios que no eran necesarios para mantener
la vida, y no en contra de sanar enfermos.
El tercer tipo de legalismo agrega nuestras propias reglas a la ley de Dios y las trata como divinas.
Este es el tipo de legalismo más común y fatal. Jesús reprendió a los fariseos en este mismo punto,
diciendo: “Ustedes enseñan tradiciones humanas como si fueran la palabra de Dios”. No tenemos
derecho a crear restricciones en lo que Él no ha restringido.
Cada iglesia tiene el derecho a crear sus propias políticas en ciertas áreas. Por ejemplo, la Biblia
no dice nada de las bebidas gaseosas en el compañerismo de la iglesia, pero cada iglesia tiene
derecho a regular ese tipo de cosas. Pero cuando utilizamos políticas humanas para de alguna
manera atar las conciencias y hacer que esas políticas determinen la salvación de alguien, nos
aventuramos peligrosamente a entrar en el territorio que solo le pertenece a Dios.
Muchas personas creen que la esencia del cristianismo es seguir al pie de la letra las reglas
correctas, incluso reglas extrabíblicas. Por ejemplo, la Biblia no dice que no podemos jugar cartas o
beber una copa de vino al cenar. No podemos hacer de estos asuntos la prueba externa de un
cristianismo auténtico. Esa sería una fatal violación del evangelio porque eso sustituiría los frutos
reales del Espíritu por costumbres humanas. Nos acercamos peligrosamente a blasfemar al
malinterpretar a Cristo en esta forma. Donde Dios ha dado libertad, no debemos esclavizar a las
personas con reglas hechas por humanos. Tenemos que prestar atención y cuidado, y luchar
contra este tipo de legalismo.
El evangelio llama a los seres humanos al arrepentimiento, santidad, y devoción. Por esto, el
mundo ve el evangelio como algo ofensivo. Pero ay de nosotros si añadimos innecesariamente a lo
que es ofensivo, distorsionando la verdadera naturaleza de la cristiandad al combinarla con
legalismo. Ya que el cristianismo tiene que ver con moralidad, rectitud, y ética, podemos fácilmente
hacer un movimiento sutil a partir de una preocupación apasionada por una moralidad piadosa, y
caer en un tipo legalismo.
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