UNA RADIOGRAFÍA DE LA INSEGURIDAD EN EL PERÚ
Para conocer el desenvolvimiento de las dinámicas delictivas durante estos tiempos de
pandemia, en la presente sección utilizaremos tres indicadores que nos permitan aproximarnos
a esta problemática. El primero aborda la percepción de inseguridad de la población. El
segundo, la tasa de victimización por delito. Y el tercero, la evolución de las denuncias por
delito y los tipos de delitos cometidos. Debido a la persistencia de la emergencia sanitaria, la
que ha causado cambios en el proceso, hemos buscado comparar estos indicadores con los
datos recogidos años atrás para medir su impacto.
La percepción de inseguridad: ¿qué tan seguros nos sentimos?
Denimos a la percepción de inseguridad como el temor por parte de las personas a ser víctima
de un hecho delictivo o violento. Esta percepción está basada en hechos objetivos (la situación
de inseguridad y la probabilidad real de ser víctima) y subjetivos (sentimientos de
vulnerabilidad que han podido ser ocasionados por experiencias propias o ajenas). Es de
importancia recogerla para comprender el sentimiento de vulnerabilidad o desprotección que
tiene la población. En el cuadro 1.1, se puede observar cuál ha sido su evolución en los últimos
años.
Según este cuadro, aproximadamente 8 de cada 10 peruanos tienen temor de ser víctimas de
algún hecho delictivo. Este es un problema no solo subjetivo, sino que afecta el día a día real y
cotidiano de nuestra ciudadanía. Es un temor que, por ejemplo, se presenta cuando salimos a
la calle y nos sentimos expuestos en ciertos lugares que, en el imaginario, se considera que
están tomados por la criminalidad. Una observación interesante es que la pandemia hizo
retroceder un poco la percepción de inseguridad, que se encontraba muy alta años atrás. Sin
embargo, conforme una nueva normalidad está asentándose, el miedo al delito también
recupera terreno rápidamente. A comparación del año pasado, la sensación de desprotección
ha vuelto a crecer. Atrás quedaron los tiempos de menos ujo de movilidad y observar un mayor
despliegue policial en las calles, lo que produjo una relativa sensación de protección. En el
cuadro 1.2, se observa al detalle sobre qué tipos de hechos delictivos temen ser víctimas la
ciudadanía en los últimos años.
Entre los delitos que más temor tienen las personas se encuentran el robo de dinero, cartera y
celular (que se dan mayormente en espacios públicos), seguido del robo a la vivienda. Ahora
veremos en qué proporción estos delitos han sido cometidos efectivamente contra los
ciudadanos.
Victimización: ¿cuántos hemos sido víctimas de la delincuencia?
Otro indicador importante para comprender cómo se desenvuelven las dinámicas de
inseguridad en nuestro país es la victimización. Entendemos por victimización a un porcentaje
determinado de personas que arman haber sido víctimas de algún delito o intento de delito
durante un período. Este indicador nos permite aproximarnos a la dimensión real del impacto
del delito y poder interpretarlo en su distribución, frecuencia, tipos de casos, entre otras
características. En el cuadro 1.3, se puede apreciar su evolución durante los últimos tres años
Como se observa en este último cuadro, 1 de cada 5 peruanos ha sido víctima de un hecho
delictivo durante el 2021. No obstante, vale decir que en este último año el porcentaje de
victimización ha continuado bajo, siendo 3.4 % menor en comparación del 2020, aunque con
una ligera alza en el segundo semestre. Como se armó en el apartado anterior, las dinámicas
del delito han sufrido también las repercusiones de la propia pandemia y las medidas
restrictivas que el Gobierno ha tomado para detenerla. Con la normalización de la vida social,
se espera que continúen recuperando el paso, como efectivamente viene ocurriendo en los
últimos meses. En el cuadro 1.4 se presentan los tipos de delitos más frecuentes de los que son
víctimas nuestra ciudadanía. Vemos que delitos como robo o intento de robo, estafa, robo de
vehículo, amenaza e intimidación, entre otros, todavía se encuentran en niveles bajos, si los
comparamos con los años precedentes. Pero como se ha armado en diversas ocasiones desde
el IDL, la percepción de inseguridad y el propio discurso alarmista de la prensa nos da otra
sensación sobre la realidad del delito.
¿Existe otra forma de comprobar que el delito ha sido afectado por la crisis sanitaria? En
efecto, lo comprobaremos a continuación.
Propuestas a tomar en cuenta por las nuevas autoridades a cargo de la Seguridad
Ciudadana
Consideramos que este proceso de transformación debe empezar con ideas
muy claras y efectivas sobre la seguridad ciudadana a nivel nacional. Por ello,
ponemos a disposición de quien asuma en el nuevo gobierno esta tarea los
puntos fundamentales comprendido en el análisis desarrollado en el Informe
Anual de Seguridad Ciudadana 2020.
Recomendaciones:
– El fortalecimiento de las instituciones políticas, los poderes del Estado y
entidades autónomas es imprescindible para construir confianza en la
ciudadanía. En un país que no puede sostener la gobernabilidad en mínimos
imprescindibles, se pueden producir vacíos de autoridad aprovechados por
quienes transgreden la ley. Por ello, es importante establecer una conexión
entre la estabilidad política y la transparencia del Estado con los problemas de
la seguridad ciudadana. También es importante mejorar los canales de
comunicación y la imagen del Estado y sus organismos de seguridad pública.
Esto solo es posible mediante un acercamiento a la ciudadanía más
comprometido y menos represivo.
– Resulta imprescindible potenciar la lucha contra los delitos que vienen
teniendo alta incidencia en tiempos de pandemia, a pesar de que ha habido un
relativo retroceso de la delincuencia por la inmovilización social. Por ello,
resulta necesario diseñar nuevas estrategias para combatir las nuevas
modalidades del ciberdelito, la estafa, la usurpación, etcétera. La migración
delictiva de la criminalidad exige que la Policía tenga mayores recursos,
sumado a una mayor capacidad de comunicación con la ciudadanía para
prevenir el delito.
– El incremento de la violencia contra las mujeres se ha hecho evidente en
tiempos de pandemia. El subregistro de casos denunciados puede resultar
preocupante si se le compara con otros canales de denuncia. Por ello, resulta
imprescindible un acercamiento a la ciudadanía, desde una estrategia de
prevención, así como la disuasión de estos delitos. Es importante incidir en un
trabajo de campo promovido por comisarios, policías comunitarios y los propios
CEM, triangulando esfuerzos con la población y sus organizaciones de base
(como las juntas vecinales), que son las que conocen sus barrios.
El nuevo gobierno debe tomar posición en torno al Plan Mariano Santos 2030 y
las Bases para el Fortalecimiento y la Modernización de la Policía Nacional del
Perú que fueron elaboradas durante el gobierno del presidente Sagasti,como
consecuencia de las irregularidades cometidas por las fuerzas policiales
durante las marchas de noviembre de 2020. Nuestra recomendación es que el
nuevo gobierno asuma la implementación de estas bases y fortalezca los
componentes vinculados a la relación entre la Policía y la comunidad.
Fortalecer y garantizar la sostenibilidad de los programas emblemáticos del
sector Interior y de la Policía: la Estrategia Multisectorial Barrio Seguro (EMBS)
del MININTER y la Estrategia Institucional Vecindario Seguro de la PNP.
Ambos programas han presentado resultados variados en los últimos años,
pero tienen bastante potencial y espacio para optimizar su impacto.
Fortalecer y expandir el Programa de Cárceles Productivas (Decreto Supremo
N.º 025-2017-JUS). Asimismo, se deben considerar mejoras a la política
penitenciaria del país que permitan reducir el hacinamiento extremo que existe
en el sistema a través de alternativas como la masificación de grilletes
electrónicos para personas sin condena y con imputaciones por delitos leves.
Prevención contra la delincuencia y el papel de las organizaciones
comunitarias
1.- La prevención del delito y la participación de la población son puntos muy
importantes que debemos tener en cuenta para poder hacerle frente a la
inseguridad y la violencia que se vive en las calles.
La “mano dura” y la represión son propuestas inconclusas o vacíos que no
alcanzarían a sostenerse en el tiempo. En ese sentido, creemos importante
tener en consideración algunos puntos sobre la participación de la ciudadanía y
la prevención del delito.
La prevención debe enfocarse en tres niveles:
a) Combatir las causas garantizando condiciones básicas de vida a través de la
educación, el trabajo y el bienestar social, así como la prevención temprana de
la violencia familiar.
b) Evitar la reproducción de prácticas delictivas y violentas de grupos de riesgo
a través de programas de atención a jóvenes en riesgo, atención de niños y
niñas en situación de abandono, programas de empleo, programas lúdicos y
deportivos, formación de grupos de seguridad y la recuperación e incentivación
del uso de espacios públicos.
c) Fortalecer las políticas de seguridad que deben ser integrales. Se debe
trabajar estrategias orientadas a la prevención, reinserción y resocialización de
personas que hayan cometido delitos para evitar su reincidencia y
discriminación social.
2. Promover la participación ciudadana como una política pública es una
alternativa viable, legítima y oportuna que permitirá a la ciudadanía contribuir
decididamente a mejorar la seguridad a la que aspiran todos los ciudadanos.
Deben participar en la identificación, planificación, prevención, solución y
fiscalización de la inseguridad ciudadana.
Los representantes de las juntas vecinales y las rondas campesinas deberían
ser miembros del Concejo Nacional de Seguridad Ciudadana y de cualquier
tipo de planes y proyectos que vinculen sus funciones de seguridad. Además,
se les debería tomar en cuenta para fiscalizar las funciones de la policía y los
gobiernos locales en las tareas de seguridad ciudadana.
Se debe contar con escuelas de formación y fortalecimiento de capacidades
para las juntas vecinales, rondas campesinas y colectivos ciudadanos, que
sirvan como elementos para mejorar sus liderazgos y emprendimientos, así
como capacitarlos en temas de democracia, derechos humanos, participación
ciudadana, políticas públicas, programas sociales, prevención del delito,
igualdad de género, factores de riesgo, espacios públicos e inteligencia vecinal.
3.- La prevención de delito debe combatirse de manera intersectorial y sin
duplicar esfuerzos, por medio del trabajo conjunto de alcaldes, comisarios con
vocación comunitaria y la participación activa de agentes sociales, así como la
participación del Ministerio de Justicia, Ministerio Publico, Educación, de la
Mujer, Salud, Cultura y el IPD. Estas disposiciones deben ser propuestas
mediante lineamientos de políticas públicas dirigidas por el Ejecutivo, pero
contemplando las dinámicas territoriales y la capacidad de los agentes de
cambio locales.
A problemas locales soluciones locales: las municipalidades deben generar
programas de rehabilitación y recuperación urbana de carácter inclusivo para
que la ciudadanía tome el control de los espacios públicos y eliminen a los
factores e individuos que generan inseguridad. Así mismo debe promoverse
políticas de incentivos como el descuento en el pago del impuesto predial y
arbitrios para los vecinos que participen de manera activa en estas tareas.
Contar con una policía más cercana al ciudadano (policía comunitario),
especializada en la investigación y, sobre todo, en la prevención de la violencia
y el delito. Además, que esté dispuesta a rendir cuentas a la ciudadanía.
Reforzar las Oficinas de Participación Ciudadana con policías comunitarios,
entre ellos mujeres, fortalecer programas y talleres preventivos enfocados a
niños, niñas, adolescentes y mujeres en riesgo de violencia.
La principal estrategia que deben contener las políticas públicas de seguridad
ciudadana que se diseñen y ejecuten durante los próximos años deben
considerar la ciudadanía como agente de cambio, ya que es ella quien conoce
su problemática y es la más interesada en que se les dé solución.
El gran reto de cualquier gobierno que quiera construir un país seguro es
integrar de manera funcional y estratégica las experiencias y conocimientos
que han brindado las juntas vecinales, las rondas campesinas, colectivos
ciudadanos y voluntarios que apuestan por el país.
Mejorar la distribución del presupuesto para la seguridad ciudadana a fin de
aminorar las desigualdades sociales entre regiones y a nivel distrital, tomando
en cuenta los indicadores de inseguridad. Igualmente, capacitar a las
autoridades correspondientes para hacer efectivo su manejo de gasto y no
retornen elevados porcentajes de su presupuesto anual.
Exigir a las autoridades municipales que empleen estrategias de prevención
del delito y la delincuencia a través de programas integrados que promuevan la
cultura, el deporte y la recreación en espacio públicos a través de la
coordinación de sus diversas gerencias y en coordinación con los ministerios
correspondientes y la Policía Nacional del Perú.
Exigir la capacitación de policías y serenos para mejorar la interacción con la
ciudadanía en casos de infracciones, no a través de la violencia directa y el
trato jerárquico, sino mediante acciones que reconozcan los derechos civiles y
el respeto que se merece toda persona. Para ello debe implementarse
capacitaciones obligatorias e incentivos que motiven a policías y serenos.
Crear un sistema único de videovigilancia que pueda estar interconectado a
nivel local, distrital, nacional con la finalidad de que tanto la policía con
serenazgo pueda trabajar de manera conjunta para combatir y prevenir los
actos delictivos.