LOS MAESTROS Y EL JUEGO ESPONTÁNEO EN EL JARDÍN MATERNAL
Ana María Porstein
Estas propuestas están orientadas a ofrecer una mirada alternativa sobre las prácticas
docentes referidas al desarrollo motor global de los niños en las salas de los jardines
maternales. En especial: el juego motor espontáneo.
Juego espontáneo de cambio de posiciones: juego motor que reúne las siguientes
características: es automotivado, voluntario, surgido de la propia intención del niño,
está centrado en el placer por el descubrimiento de diferentes formas de
posicionarse en el espacio.
Se debe desarrollar según las indicaciones de la doctora Emmi Pikler en un espacio
amplio, seguro y desafiante, previamente preparado por el docente que acompaña al
bebé sin interferir.
Emmi Pikler:- se especializó en Pediatría y prevención de la salud. Para ella, la salud y
la interacción del individuo con su entorno, se integran indisociablemente desde el
comienzo; la salud comprende los aspectos somáticos y psíquicos. Es así que se
considera de vital importancia los aspectos que hacían al cuidado de los niños desde la
alimentación infantil, los cuidados rutinarios, la manera de brindarlos para que el niño
sienta placer y contención, el uso de la vestimenta que permitiera mayor libertad de
movimientos hasta la interacción de los niños en espacios amplios y diferentes.
Habla del “no intervencionismo” no participativo del adulto en el juego del niño, que
implica continencia afectiva y seguimiento, a pesar de no incluirse personal y
directamente en el juego.
Las investigaciones realizadas se basaron en observaciones longitudinales sistemáticas
de los movimientos y de los juegos de cambios posicionales, que permitieron registrar la
sucesiva aparición natural de las posturas más conocidas y valoradas socialmente.
Se agrupan en diez estadios.
1- Pasaje de decúbito dorsal a estar acostado de costado.
2- Pasaje de decúbito dorsal a decúbito ventral
3- Pasaje de decúbito ventral a decúbito dorsal.
4- Arrastrarse, avanzar deslizándose
5- Desplazarse en cuadrupedia.
6- Sentarse.
7- Arrodillarse
8- Pararse.
9- Realizar sólo, por sí mismo, los primeros pasos.
10- Caminar en forma segura.
Cada uno de estos diez estadios está reflejado en gráficas que muestran variaciones de
una misma posición.
Las gráficas denominadas “Esquemas” por el equipo de E.Pikler son conjuntos de dibujos
de bebés, que surgieron de los protocolos de observación utilizados durante las
investigaciones.
Según los seguimientos del equipo de la doctora Pikler, estos estadios se perjudican en
su sucesión y calidad de producción si el niño ayudado y es apurado por el adulto.
Los pequeños juegan permanentemente a cambiar de posiciones y movimientos a través
de apoyos y acomodamientos, propulsiones y rolidos. Estos cambios experimentados por
sí mismos con placer hacen que los niños se sientan más competentes y autónomos.
Para Pikler el estilo de participación del docente se traduciría en una serie de
estrategias indirectas, no invasoras, basadas en observar, dejar al niño construir el
juego y acompañarlos desde una actitud interesada, la palabra y la mirada continente.
La observación, a partir del conocimiento de la evolución del niño es una de las
estrategias docentes más adecuadas para acompañar el juego espontáneo del pequeño.
Por otro lado se destaca la importancia de la regularidad en el armado del espacio del
juego, así como en la selección de materiales. Esto no excluye la posibilidad de ir
agregando, poco a poco, nuevos objetos y desafíos.
La regularidad también es importante en relación con la continuidad de la presencia y
permanencia de los docentes a cargo.
El tiempo diario destinado al juego espontáneo del niño y la actividad planeada por la
docente pueden potenciarse entre sí. Ambas enriquecen al desarrollo psicomotor del niño,
favorece sus posibilidades de aprendizaje y dejan un sentimiento de satisfacción
profesional en los docentes.
El espacio lúdico: una estrategia privilegiada
Para que los niños puedan desplegar su actividad y sus juegos espontáneos de cambios
de posiciones, es necesario que los docentes armen un espacio lúdico seguro,
estimulante y amplio. Esta superficie debe ser continente, sin ningún tipo de peligro,
pero, a la vez atractiva y desafiante.
La horizontalidad y la verticalidad son fundamentales para la exploración y el juego
espontáneo de cambio posicionales de los pequeños, sobre todo para aquellos que
comienzan a arrodillarse y pararse. Más adelante, los desafíos se configuran a través de
elementos que se van colocando dentro del espacio. Debe haber objetos livianos,
prensibles, blandos, y chupables, como pañuelos de algodón, muñequitos de goma y
recipientes de plástico livianos, sin filos.
Más adelante, cuando los bebés ya se deslizan, ruedan sobre su eje y reptan, se puede ir
agregando objetos como pelotas medianas de goma semidesinfladas, aros pequeños,
bandejitas de plástico transparente. Es necesario que los bebés que se encuentren
durante un período con los mismos objetos, para permitirles repetir algunos
descubrimientos y avanzar desde la primera exploración a la experimentación. Cuando
comienzan a dejar de llevarse todo a la boca como primera actividad exploratoria, es
adecuado incluir aquellos muñequitos de peluche que ya conocen desde que estaban
sujetos en el barral de la cuna.
Se deberían armar “aparatos más grandes”, como desniveles con puntas redondeadas
de madera, goma-espuma dura o telgopor, cajas grandes forradas para poder meterse
adentro, cubiertas y planos inclinados. Con todos ellos se pueden configurar distintos
dispositivos que habiliten a los niños experimentar posibilidades como apoyarse,
deslizarse, bajar y subir reptando, meterse y salir, etc.
Es importante que haya un equilibrio entre los objetos estructurados, comprados en algún
negocio y los objetos caseros, no estructurados que pueda construir la docente.
Las estrategias que pueden ser obstaculizadoras o favorecedoras
Algunas de las estrategias obstaculizadoras son las relacionadas con “hacerle hacer
movimientos” o “hacer por el niño”, más que con “dejarle hacer” al niño.
Otro ejemplo es cuando la docente cambia los objetos con los que suele jugar el niño a
cada rato, hiperestimula con una cantidad desmedida de objetos para jugar, o con
sugerencias distintas; ofrecer al niño solamente juguetes didácticos, bien estructurados,
del tipo de los que permiten una sola respuesta; habla, pregunta, sugiere, comenta
situaciones al niño continuamente interfiriendo su propia “habla interior”.
La posibilidad de que el docente reconozca indicios lúdicos es una estrategia favorable.
Los mismos están referidos a cualquier juego de cambio de posiciones o de manipulación
de objetos, que sean observables y signifiquen cambios significativos dentro de un mismo
estadio de grandes movimientos o el pasaje de un estadio a otro, dentro del desarrollo
motor autónomo.
Otra estrategia favorecedora se observa cuando el docente se acerca al niño pocos, pero
adecuados objetos, previamente seleccionados de acuerdo con la observación de sus
necesidades e intereses. También es favorecedor cuando la docente valora la “repetición”
de un juego espontáneo por parte del niño, ya que la no-interferencia en esta repetición
habilitará la búsqueda de un “formato” de juego que lo reasegure y que le permita más
adelante construir nuevos modos de jugar a ese u otro juego. El docente puede retomar
alguno de estos juegos creados por el niño e incluirse, para construir con el niño un
diálogo lúdico en el que interviene desde la inclusión corporal directa sólo en casos de
peligro evidente o requerimiento del niño por alguna necesidad.
La actitud del docente que acompaña el juego del niño debe ser disponible y confiable, a
través de una mirada atenta, una adecuada cercanía, palabras de apoyo ante algún
inconveniente y comentarios estimulantes acerca de algún éxito del niño.
Las estrategias deben propiciar el respeto por el juego espontáneo del niño, de tal manera
que se garanticen su autonomía.