100% encontró este documento útil (2 votos)
3K vistas8 páginas

Resumen de La Metamorfosis de Franz Kafka PDF

El documento resume la novela La Metamorfosis de Franz Kafka. Cuenta la historia de Gregorio Samsa, quien se despierta transformado en un monstruoso insecto. A pesar de sus intentos por comunicarse con su familia y mantener su trabajo, son incapaces de entenderlo. Su familia se aleja de él y comienza a verlo como una carga. Gregorio encuentra consuelo explorando las paredes de su habitación, pero su presencia continúa perturbando a los demás.

Cargado por

Min niniluv
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
100% encontró este documento útil (2 votos)
3K vistas8 páginas

Resumen de La Metamorfosis de Franz Kafka PDF

El documento resume la novela La Metamorfosis de Franz Kafka. Cuenta la historia de Gregorio Samsa, quien se despierta transformado en un monstruoso insecto. A pesar de sus intentos por comunicarse con su familia y mantener su trabajo, son incapaces de entenderlo. Su familia se aleja de él y comienza a verlo como una carga. Gregorio encuentra consuelo explorando las paredes de su habitación, pero su presencia continúa perturbando a los demás.

Cargado por

Min niniluv
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 8

Resumen de La metamorfosis

de Franz Kafka
La metamorfosis (algunas traducciones prefieren llamarle «La
transformación», título que parece ser el más fiel al original en
alemán) continúa el tema recurrente en Kafka: el ser humano vive
en un mundo absurdo, sin sentido, donde sólo es una víctima del
destino y de las obligaciones. Es más: el ser humano no es valioso
en sí (es decir, como persona), sino que es valioso en tanto es útil,
en tanto se acomoda a las necesidades de la sociedad y cumple con
su deber así deba sacrificarse para realizarlo. Solo así podemos
considerar que un ser humano es valioso.
En la Metamorfosis se cuenta la historia de Gegorio Samsa,
dependiente de una fábrica textil, que viaja todos los días para
cumplir con su trabajo. Su vida es muy dura: debe levantarse a las 4
de la mañana todos los días, debe mantener a su familia, debe
pagar la deuda del padre (que tiene para cinco años más) y sueña
con que su hermana Grete pueda ir al conservatorio a seguir clases
de violín. Por si esto fuera poco, lleva tantos años en su trabajo que
su familia cree que tiene un gran puesto, pero en realidad, Gregorio
sabe que con cualquier pretexto lo pueden despedir y su familia
quedaría en la calle, y ahí está su mayor temor.
A continuación, el resumen del libro.

Capítulo 1
Una mañana, después de un sueño intranquilo, Gregorio Samsa se
despertó transformado en un monstruoso insecto. Tenía muchas
patitas que se movían sin que él pueda controlarlas, y todo
indicaba que no se trataba de un sueño: el reloj indicaba las seis y
media, y el tren salía a las cinco. No podía comprender cómo pudo
quedarse dormido si el despertador sonaba todos los días a las
cuatro de la mañana, y tan fuerte que hasta hacía vibrar los
muebles. Pero no era momento de lamentarse, debía levantarse o
perdería su trabajo. Si bien había perdido el tren de las cinco podía
alcanzar el de las siete si se daba prisa. Pero no era posible salir de
la cama, se balanceaba sobre su enorme caparazón, pero no
lograba llegar ni al borde. Su mamá llamó a la puerta:
— Gregorio —dijo ella— van a ser las siete, ¿te pasa algo malo?
También llamó su padre y hasta escuchó la voz de su hermana,
pero el los calmó diciéndoles que no pasaba nada y que enseguida
se levantaría. Pero no podía levantarse aunque lo intentaba. Quiso
rendirse, decir que estaba enfermo y descansar un día. Pero no era
tan fácil, vendría su jefe a buscarlo, traería a un médico (el que se
daría cuenta que Gregorio no estaba enfermo) y lo botarían de su
empleo por perezoso. Y Gregorio no podía perder su trabajo, por lo
menos ahora no, en cinco años podía ser, cuando termine de pagar
la deuda de su padre, pero ahora no, su familia lo necesitaba.
Miró una vez más el reloj: eran las siete, había perdido el segundo
tren, definitivamente estaba en problemas. En ese momento oyó
que tocaban a la puerta y que alguien decía:
— Buenos días, ¿está Gregorio en casa?
Era la voz del gerente, ya no era tiempo de estar jugando o perdería
su trabajo. Giró con todas sus fuerzas y cayó de la cama a la
alfombra. Sus patas se acomodaron perfectamente al piso y se
acercó a la puerta. Tocaron a la puerta, el gerente le increpó su
actitud:
—No lo puedo creer, señor Samsa, yo había confiado en usted y
usted ni siquiera quiere ir a trabajar. Además, es muy sospechoso
que ayer usted tenía que hacer unas cobranzas y hoy, en vez de
llevar el dinero, se queda en casa. Muy sospechoso, señor Samsa,
muy sospechoso.
Gregorio estaba disgustado, ¿por qué lo trataba así? Él sería
incapaz de robarle a sus patrones, además tenía años de un trabajo
impecable, pero ni eso valoraba el gerente.
—Un momento por favor, —dijo Gregorio— ya me levanto, me he
sentido mal por la mañana pero ya estoy bien y voy a trabajar, así
que no se preocupen.
Al otro lado de la puerta, el gerente y la familia de Gregorio no
habían escuchado palabras, sino sonidos monstruosos, silbidos,
gruñidos y resoplidos. Grete fue a buscar a un médico y la criada
corrió a buscar a un cerrajero para forzar la puerta y saber que le
pasaba a Gregorio. Pero Gregorio logró abrir la puerta antes. Usó
su mandíbula sin dientes y se hizo daño, pero giró la manija de la
puerta.
—¡Al fin!
Exclamó el gerente y entró antes que los demás a la habitación.
Cuando vio al insecto se quedó estático y mudo, la madre cayó
desmayada y el padre amenazó a Gregorio con el puño para que no
se acerque. El único que mantuvo la calma fue Gregorio.
—No se preocupen —dijo Gregorio— cualquiera tiene una
indisposición, pero ya estoy bien, en un minuto me cambio y voy a
trabajar. Además, voy a trabajar el doble para compensar mi
tardanza, pero no piensen que soy un perezoso.
Nuevamente lo que oyeron todos no fueron palabras sino
balbuceos monstruosos. El gerente huyó casi a la carrera, Gregorio
fue tras él pues temía perder su trabajo y como estaba apoyado en
la puerta pudo pasar su ancho caparazón de lado. Pero cuando
quiso regresar a su habitación, no podía pasar por la estrecha
puerta. Su padre había salido a detenerlo pensando que atacaría al
gerente, y con la rabia que sentía no se fijó que Gregorio tenía el
caparazón incrustado en el marco de la puerta y de un empujón lo
envió al fondo del cuarto. El caparazón de Gregorio se hirió y de las
llagas salía un líquido verdoso.

Capítulo 2
El resto de ese día Gregorio lo pasó durmiendo. Cuando despertó
encontró una bandeja con su alimento preferido: leche, y en ella
nadaban pedacitos de pan. Al instante Gregorio supo que su
hermana había puesto ahí la comida. Se acercó emocionado a
comer pero al primer sorbo sintió asco y se sorprendió pues nunca
la leche le había causado esa sensación. Intentó de nuevo, pero era
imposible, asqueroso. Así que se arrinconó debajo del sofá y pasó
durmiendo y con hambre la primera noche de insecto.
En la mañana su hermana entró al cuarto, y al ver que Gregorio no
había comido, como adivinando sus pensamientos, sacó el plato
con leche y a cambio le trajo varios alimentos descompuestos:
vegetales, restos de comida, un queso mohoso; y dejó solo a
Gregorio que sólo entonces pudo comer y esta vez también se
sorprendió pues lo que antes habría sido repulsivo para él, ahora
era delicioso. Terminó y volvió a esconderse bajo el sofá. Más tarde,
Grete limpió todo mientras Gregorio estaba escondido, pero la
muchacha podía ver el bulto tenebroso debajo del mueble y
aunque evitaba mirarlo, sentía su presencia y eso incomodaba a
ambos. Y aunque la única que se encargaba de cuidar a Gregorio
era su hermana, la situación se hizo cada vez más tensa: ella abría
de par en par las ventanas de la habitación cada vez que entraba
en ella para que escape el hedor del insecto, pero eso mortificaba a
Gregorio que habría preferido que las ventanas no solo estén
cerradas sino que también estén corridas las cortinas.
Una noche, Gregorio escuchó la conversación de su familia (la
puerta de su cuarto daba al comedor). Las conversaciones en casa
ya no eran alegres ni joviales, casi no se hablaban, todo había
entrado en un estado de petrificación. La criada se había ido y
habían contratado otra bastante mayor. Y aunque la hermana era
la única que se encargaba de Gregorio, continuamente su madre
declaraba su intención de ver a su hijo y conocer su estado; pero su
padre y Grete se lo impedían. Gregorio estaba de acuerdo con
ellos, no quería que su madre, ni su hermana (ni nadie) pase malos
momentos por su culpa. Así que, aunque demoró cuatro horas,
arrastró la sábana de su cama y la llevó bajo el sofá, donde se tapó
con ella y evitaba que su hermana se aterrorice cada vez que
entraba a limpiar la habitación.
Por ese entonces, Gregorio había encontrado un pasatiempo: había
descubierto que sus patas viscosas se adherían a las paredes y que
podía caminar por ellas, incluso podía pasear por el techo. Su
hermana había notado eso pues quedaban las huellas de sus patas.
Se le ocurrió entonces que si su hermano quería pasear por las
paredes y por el techo, lo más sensato sería quitarle todos los
obstáculos que pueda encontrar: los muebles, el escritorio, la
cama. En ese momento no tenía quién la ayude en la labor, y como
la única en casa era la madre, tuvo que pedírselo a ella. Gregorio se
escondió bajo la sábana y las dos mujeres comenzaron la labor. Sin
embargo Gregorio no quería que desalojen sus cosas, no quería
sentirse un animal, no quería que le quiten lo último que le deba
una apariencia humana a su habitación. «Es ahora o nunca», pensó,
y salió de debajo de la sábana y se apoyó sobre un cuadro pegando
su vientre viscoso al cristal del retrato.
Cuando volvió la madre al cuarto, vio al insecto pegado al vidrio y
se desmayó por el espanto. Grete intentó auxiliarla y le desabrochó
la blusa, mientras amenazaba a Gregorio con la mirada. Gregorio,
asustado, se despegó como pudo del vidrio y huyó hacia el
comedor y trepó por las paredes y el techo. Pero su nerviosismo lo
traicionó: se despegó del techo y cayó pesadamente sobre la mesa.
En ese momento llegó el padre del trabajo. Cuando vio la expresión
de Grete, lo adivinó todo.
—Gregorio se ha escapado —dijo ella abrazándose al pecho del
padre—, mi mamá lo ha visto y se desmayó, pero ya está bien.
El padre no quiso escuchar más, tiró la gorra sobre el sofá y
empezó a perseguir al insecto. Gregorio huía, pero pronto se dio
cuenta que era preferible no huir y dirigirse al cuarto para que su
padre vea que él tenía la intensión de encerrarse por sí mismo.
Pero el padre no entendió y empezó a arrojarle manzanas, una de
las cuales se encajó en el caparazón de Gregorio, quien se cruzó
con su madre que corría espantada para detener a su esposo y
pedirle llorando que por favor no mate a su hijo.

Capítulo 3
A partir de entonces, la relación con Gregorio cambió
drásticamente. Todos en casa debieron buscar un empleo: el padre
era mensajero, la madre costurera y la hermana encontró trabajo
en una tienda. Además tuvieron que despedir a la criada y
contrataron una asistenta que venía por unas horas para limpiar la
casa. Grete atendía a Gregorio con desdén: le arrojaba la comida y
ya no limpiaba su cuarto, pronto abandonó el cuidado de su
hermano y se lo encargaron a la asistenta, quien, a diferencia de
todos, no le tenía temor: lo insultaba, le picaba el caparazón con la
escoba y ponía todas las cosas de sobra en su cuarto. En poco
tiempo Gregorio tenía un estado deplorable: estaba cubierto de
polvo, viviendo entre los desechos, con restos de basura y comida
adherida a su cuerpo, sin nadie que lo atienda de verdad.
Por esos días los padres decidieron recibir inquilinos en casa para
tener un ingreso adicional. Acogieron a tres amigos a los que
trataban con demasiada sumisión (ni siquiera se sentaban en su
sofá si los inquilinos estaban cerca) pues nunca habían tenido
huéspedes en casa y querían tratarlos bien para que no se vayan.
Una noche, mientras cenaban, Grete tocó el violín en la cocina; los
inquilinos se sintieron conmovidos por la música y le pidieron que
toque para ellos y que a cambio le darían una propina. Grete lo
hizo, el padre colocó el pentagrama y la muchacha empezó a tocar.
Cuando Gregorio oyó la música, se sintió conmovido. Recordó que
soñaba con enviar a su hermana al conservatorio y pensó que la
música habría enternecido a todos tanto como a él así que se
atrevió a salir del cuarto y asomarse al comedor (la asistenta había
olvidado cerrar la puerta). Uno de los inquilinos vio al insecto pero
mantuvo la calma.
—Señor Samsa —dijo uno de los inquilinos—, ¿qué es eso? —y
señaló a Gregorio.
El padre, espantado por el suceso, en lugar de meter a Gregorio en
su cuarto, empujó frenéticamente a los huéspedes al suyo sin
darles una explicación. Grete soltó el violín y corrió al cuarto de los
huéspedes donde arregló las camas antes que ellos ingresen.
Entonces, cansados de tantos empujones los inquilinos se
detuvieron en seco.
—Señor Samsa, debo decirle que me siento ofendido por el trato
que se nos ha dado —dijo uno de ellos—. Así que nos vamos de su
casa sin pagarle ni un centavo, al contrario creo que les voy a pedir
una indemnización.
Los dos compañeros de este, asintieron con la cabeza y se
encerraron en su cuarto.
El padre se dejó caer en el sillón, la madre y la hermana lloraban y
Gregorio, por la falta de fuerzas que le ocasionaba el hambre, no
podía moverse de regreso a su cuarto. No lograba entender como
su buena intención se había convertido en una maldición para los
demás.
—Debemos deshacernos de él —gritó la hermana—. Yo ya no
aguanto más. Esa cosa nos va a matar a todos. Nuestro error ha
sido creer que eso es Gregorio, y no lo es. Echémoslo de casa,
suficiente tortura es que todos nosotros trabajemos y que aparte
debamos encargarnos de ese insecto. ¡Papá! —dijo con un débil
chillido y corrió a esconderse detrás de él— ahí viene.
Pero Gregorio no iba hacia ella, sino que daba la vuelta para
regresar a su encierro. Estaba tan débil que demoró mucho en
llegar, pero cuando cruzó el umbral, Grete cerró la puerta
violentamente y la aseguró con llave. Toda esa noche Gregorio la
pasó despierto, convencido (aún más que su hermana) de que
debía morir. Cuando el reloj de la iglesia dio las tres de la
madrugada, Gregorio encogió su cabeza y murió.
A la mañana siguiente fue la asistenta la que notó la muerte de
Gregorio. «Al fin estiró la pata», le dijo a la familia que no le prestó
atención, intentó explicarles lo que tenía planeado para el cadáver
pero tampoco fue tomada en cuenta, hasta que ella misma arrastro
el cadáver con la escoba para que lo vean.
—Demos gracias a Dios —dijo el padre.
En ese momento salieron los inquilinos, quienes pidieron el
desayuno y fueron sorprendidos por la asistenta que les mostró el
insecto muerto. El padre, enojado, se paró frente a ellos y los botó
duramente de su casa. También la criada salió muy enojada pues
nadie le tomaba atención a sus planes sobre qué hacer con el
insecto.
La familia se tomó el día libre de sus trabajos, sacaron sus cuentas
y vieron que lo que ganaban entre los tres les alcanzaba para vivir y
hasta sobraba un poco para ahorrarlo, así que sintieron un alivio
por la carga que se les quitaba con la muerte de Gregorio.
Decidieron salir, pasear, como hace meses no lo hacían; y, mientras
viajaban en el tranvía, los padres notaron la belleza de Grete, que
ya estaba en condiciones de tomar un buen marido.

También podría gustarte