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La Responsabilidad Social Empresarial en América Latina

Este documento describe la evolución de la responsabilidad social empresarial (RSE) en América Latina desde la filantropía tradicional hasta convertirse en parte integral de la estrategia empresarial. Explica que la RSE en Latinoamérica se centra en temas laborales y de inclusión debido a altos niveles de desigualdad. También destaca las dificultades para implementar la RSE en la región como marcos regulatorios débiles, gobernanza corporativa limitada y escala menor de negocios.

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La Responsabilidad Social Empresarial en América Latina

Este documento describe la evolución de la responsabilidad social empresarial (RSE) en América Latina desde la filantropía tradicional hasta convertirse en parte integral de la estrategia empresarial. Explica que la RSE en Latinoamérica se centra en temas laborales y de inclusión debido a altos niveles de desigualdad. También destaca las dificultades para implementar la RSE en la región como marcos regulatorios débiles, gobernanza corporativa limitada y escala menor de negocios.

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La Responsabilidad Social

Empresarial en América
Latina
Al examinar la situación de la responsabilidad social y ambiental de las
empresas en Latinoamérica es difícil generalizar por diversos motivos. En
primer lugar existen grandes diferencias económicas, sociales y culturales entre
las diferentes subregiones. México, Centroamérica, El Caribe,
la región Andina y el Cono Sur comparten muchas cosas pero las separan
muchas otras. Del mismo modo ocurre entre los países que las forman y a esto
se le une la variedad de los temas que trata la RSE, los distintos enfoques que
se pueden tener hacia ellos y la complejidad de los problemas sociales y
ambientales a los que se enfrenta Latinoamérica.
Este artículo trata, en primer lugar, de la evolución de las prácticas sociales y
ambientales de las empresas, desde la filantropía empresarial más tradicional
pasando por la ciudadanía corporativa hasta llegar a los comportamientos
responsables como parte de la estrategia empresarial desde la óptica de
América Latina. También se abordan algunas de las peculiaridades de la RSE en
Latinoamérica en cuanto a temas, instrumentos y asuntos relevantes, incluidas
las que la distinguen de otras regiones, especialmente de Europa.

La evolución de la RSE
Latinoamérica parte de una tradición filantrópica corporativa que ha ido poco a
poco evolucionando hacia una responsabilidad social más activa, tanto hacia
dentro como hacia fuera de la empresa. Históricamente, gran parte de la acción
social del sector privado en Latinoamérica
ha estado basada en creencias religiosas y ético-morales de carácter individual.
Eso se debe principalmente al gran peso de las empresas familiares donde
propiedad y gestión van unidas.
Las actividades empresariales de carácter filantrópico se caracterizan por ser
prácticas que no están vinculadas a la actividad central de la empresa y no
requieren una gran inversión.
La empresa no aporta más que recursos financieros que en su mayoría apuntan
a favorecer a algunas de las partes interesadas (stakeholders), pero que no son
necesariamente las que tienen mayor incidencia en el negocio. Las
consecuencias de estas actividades, por lo general, no repercuten más allá de
adquirir cierta buena reputación e imagen, y siempre y cuando se logren
comunicar convenientemente.

A. Filantropía, ciudadanía corporativa y RSE.


Las actividades empresariales filantrópicas tienen su lado bueno y su lado malo.
Lógicamente, desde el punto de vista social, el colectivo que recibe una
donación o una aportación en especie se ve beneficiado a corto plazo. En
algunos casos se trata simplemente de una ayuda para dar el necesario primer
paso. De esta manera, no se construyen las capacidades necesarias para la
autosuficiencia, además de que, desde el punto de vista social, esto puede no
ser sostenible e incluso se pueden crear relaciones de dependencia nada
recomendables. Éste sería el caso, por ejemplo, de las comunidades remotas
donde se establece una empresa extractiva. Por lo general se llevan a cabo
actividades con la comunidad y, en menor medida, con los recursos humanos.
Esto sucede por la naturaleza y la ubicación típica del negocio. En ocasiones,
cuando no existe un plan que tenga en cuenta, entre otras cosas, la
sostenibilidad en el tiempo de las actividades que se apoyan (sin los recursos
de la empresa); o estrategias de salida, para cuando la empresa deje de operar
en la zona, las comunidades pueden llegar a depender en exceso de la empresa
y esto puede llegar a ser un elemento de crítica para la propia empresa. Así
planteado, lo que pretendía ser una ayuda se convierte luego en un problema
para todos.

Las empresas y empresarios han contribuido con sus recursos a las causas más
variadas. No obstante, esto es sólo un comienzo, porque en general es una
donación desarticulada y sin relación con la estrategia de la empresa, que
puede no ser sostenible desde el punto de vista económico. Para las empresas
son también un arma de doble filo, porque al igual que pueden ayudar a
mejorar su imagen pueden destruirla si no están respaldadas por buenas
conductas empresariales. Las empresas se exponen a ser acusadas de llevar a
cabo ciertas actividades con el único fin de lavar su imagen. En definitiva, las
actividades filantrópicas se caracterizan por la posibilidad de crear valor social y
por su limitación para crear valor económico tanto en la empresa como fuera de
ella.
Precisamente es la necesidad de llevar a cabo una buena conducta empresarial
lo que nos lleva a la ciudadanía corporativa. Se trata de ser un buen vecino o,
por lo menos, un vecino que no moleste.
Este término es el primer paso hacia la RSE. Se trata de minimizar el impacto
negativo en la sociedad y el medioambiente. La empresa, particularmente en
países con economías emergentes como es el caso de la mayor parte de
Latinoamérica, se desenvuelve en un entorno donde ejerce una gran influencia.
Las comunidades donde operan buscan en las empresas el liderazgo para la
solución de muchos de sus problemas. Sin pretender que el sector privado
substituya el papel del Estado, o que se convierta en la fuente de todas las
soluciones, la ciudadanía corporativa supone llevar a cabo las operaciones
respetando al resto de los actores en la sociedad, comportándose como una
buena ciudadana y, de esta manera, contribuyendo a mejorar, o al menos a no
empeorar, la calidad de vida de la población y del medio ambiente cuyos
recursos consume para poder llevar a cabo su actividad.

La RSE se encuentra un paso más allá; es una versión más elaborada que
forma parte de las actividades empresariales y tiene en cuenta las
consecuencias sobre las distintas partes interesadas.
Se incorporan asuntos sociales y ambientales en la estrategia empresarial de
forma integrada.
A través de estas prácticas responsables, llevadas a cabo como un elemento
más de gestión de la empresa, se pueden conseguir mejoras competitivas que
dan lugar a mayores beneficios. Al mismo tiempo, se contribuye a influir sobre
las condiciones del entorno (al contribuir a una sociedad mejor y mayor
estabilidad) que a su vez repercute positivamente en las operaciones.

B. ¿Qué ocurre en Latinoamérica?


Existen asuntos que son comunes a todo el mundo como el medioambiente,
derechos humanos, trabajo infantil y forzado y condiciones laborales mínimas.
Sin embargo, una vez abordados estos temas, las prioridades de América
Latina son diferentes a las de Europa o Estados Unidos. Los asuntos laborales
en esta región no están suficientemente tratados por la mayoría de las
legislaciones nacionales (comparados con Europa) por lo que se convierten en
un tema prioritario.
El alto nivel de desigualdad en el ingreso hace que las prácticas de negocios de
inclusión sean también urgentes para llegar hasta los más pobres y vulnerables
de forma práctica y efectiva (no paternalista). Hay países en los que ciertos
sectores dominan la esfera económica, y lógicamente de la RSE, como es el
caso de la minería en Chile y Perú, o donde un conflicto social y la necesidad de
afrontarlo con la ayuda del sector privado dominan fuertemente, como sucede
en Colombia.
El avance de la RSE requiere que se den ciertas condiciones. Estas condiciones
son básicamente las mismas que hacen que exista un buen clima de negocios:
un marco regulatorio y fiscal óptimo
y mercados financieros e instituciones que funcionen, entre otros. Es evidente
que aún existen muchas dificultades que hacen que la RSE evolucione más
lentamente que en otros lugares del mundo, como son una menor capacidad
institucional, una gobernabilidad corporativa más débil, un clima de negocios
menos favorable y una escala de negocios menor. Algunos mercados de
capitales están relativamente poco desarrollados con lo cual asuntos como el
gobierno corporativo no surgen como prioridad. A pesar de ello también existen
iniciativas como las de Novo
Mercado en BOVESPA (Bolsa de Valores de Brasil) que requiere cumplir una
serie de condiciones de gobernabilidad que también da cabida a algunos temas
de sostenibilidad en la gestión.

En cuanto al marco regulatorio, como se mencionó anteriormente al hacer


referencia a las dificultades en Latinoamérica, en algunos casos existe
legislación en temas como la conservación ambiental, prácticas laborales,
protección de los derechos del consumidor, gobernabilidad corporativa
y ética en los negocios, pero, sin embargo, es difícil forzar su cumplimiento y,
además, muchas veces su alcance es muy limitado. Algunos de los países que
han realizado reformas legales relacionadas con la gobernabilidad corporativa y
el mercado de valores son Brasil, Chile,
México y Argentina.
Desde el punto de vista de gestión no se han desarrollado completamente
herramientas e índices de desempeño en RSE que muestren el argumento
empresarial en su totalidad. Es indiscutible que se producen beneficios
empresariales pero la relación de causalidad completa todavía es difícil de
establecer y, por tanto, de convencer a todos. La idea errónea de que este tipo
de prácticas es un gasto y no una inversión que ofrece retornos en el corto,
mediano o largo plazo, ha llevado a muchos empresarios a subestimar la RSE.
Sin embargo, han empezado a surgir en algunos países de la región
metodologías adaptadas a las realidades nacionales que reflejan mejor la
situación empresarial y social local para convencer. Este es el caso de algunos
instrumentos desarrollados por algunas de las instituciones destacadas como
los indicadores del
Instituto Ethos de Brasil, una versión de los indicadores del Instituto Ethos
traducidos a español y adaptados por IARSE, indicadores para Centroamérica,
el manual de indicadores de RSE de la
Asociación de Empresarios para el Desarrollo (AED) en Costa Rica, así como
modelos de gestión de RSE para Pymes como el desarrollado por la red Foro
Empresa o Deres en Uruguay. Sin embargo,
la aplicación práctica es todavía limitada.

C. El sector privado responsable


A pesar de estas dificultades en Latinoamérica, parte del sector empresarial se
está dando cuenta de la necesidad de un sector privado responsable. En la
región se dan tres condiciones que favorecen el desarrollo de un sector privado
responsable. En primer lugar las empresas y líderes empresariales. La
presencia de multinacionales preocupadas por la sostenibilidad financiera, social
y ambiental que mantienen los estándares de su casa matriz. En este caso se
adaptan modelos importados y en ocasiones se exportan, como es el caso de
las prácticas responsables con los recursos humanos de Danisco en Brasil.
Algunos líderes empresariales, que con tesón han apostado por la RSE y la
necesidad de tener en cuenta a las partes interesadas a la hora de tomar
decisiones empresariales, son elementos definitivos para el avance de la RSE.
En segundo lugar, empresas que por sus comportamientos irresponsables han
sufrido consecuencias muy negativas y se han dado cuenta de la necesidad de
ser responsables tras sufrir una situación delicada (boicots, litigios, desastres
ambientales, etc.). En tercer lugar, un gran esfuerzo de promoción por parte de
la sociedad civil, organizaciones empresariales y multilaterales. La existencia de
instituciones de promoción de la RSE que, con esfuerzo, y con el apoyo de
algunos líderes visionarios, continúan con la labor de diseminación de la RSE.
Estas tres condiciones descritas (empresas y empresarios responsables,
empresas irresponsables e instituciones de promoción) siguen siendo
insuficientes y las empresas latinoamericanas tienen todavía mucho margen
para mejorar en cuanto a actividades sociales y ambientales responsables.

Unido a este último punto, desde finales de los ‘90 han surgido numerosas
organizaciones que están avanzando en la promoción de la RSE. Confluyen
organizaciones de carácter global como la World Business Council for
Sustainable Development, con capítulos nacionales en casi todos los países de
América Latina, o la Business for Social Responsibility[5] (BSR), centrado en
Estados
Unidos y uno de los impulsores de la creación de la organización paraguas en
las Américas llamada Foro Empresa, formada por 19 organizaciones que
representan a Argentina, Bolivia,
Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Honduras,
México, Nicaragua,
Panamá, Paraguay, Perú, Puerto Rico, Estado Unidos, Uruguay y Venezuela.
Una de las organizaciones más reconocida en la región es el Instituto Ethos en
Brasil (www.ethos.
org.br) fundada en 1998 y con más de 1.300 compañías miembro que
representan aproximadamente
el 35% del PIB de Brasil. Durante estos años ha liderado la investigación
produciendo materiales de gestión e indicadores y motivando al sector privado
a ser más responsable. Ha tenido un éxito considerable sobre todo entre las
empresas más grandes. Otro de los actores que inició pronto sus actividades,
en este caso en México, fue el Centro Mexicano para la Filantropía
(CEMEFI) (www.cemefi.org), también creado en 1988, que cuenta con más de
700 organizaciones miembro y que ha evolucionado desde un enfoque
puramente filantrópico a abordar el concepto desde la responsabilidad de las
empresas hacia todas sus partes interesadas. Además de éstas, existen otras
muchas organizaciones. Entre las más conocidas están IARSE en Argentina
(www.iarse.org), AccionRSE (www.accionrse.cl) en Chile, Perú 2021
(www.peru2021.org) en Perú, CentraRSE (www.centrarse.org) en Guatemala y
Fundemas en El Salvador (www.fundemas.org).
Esta última es otra de las organizaciones pioneras en la región que ha liderado
los esfuerzos de indicadores comunes de RSE para Centroamérica.

Algunas de estas instituciones se han visto apoyadas por algunos esfuerzos


multilaterales por parte del Banco Mundial, Organización de Estados
Americanos (OEA) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que a través
de su Fondo Multilateral de Inversiones (FOMIN) ha promovido las prácticas
responsables a través de investigaciones, publicaciones y apoyo financiero para
el fortalecimiento institucional y la implementación de prácticas responsables,
sobretodo en
Pymes. En el caso del BID destacan las actividades de promoción como las
Conferencias Interamericanas sobre RSE que se celebran anualmente desde
2002 y las investigaciones y publicaciones sobre la situación de la RSE en las
Pymes y microempresas latinoamericanas, casos empresariales en
Latinoamérica y la contribución de las empresas al desarrollo económico
equitativo.

El BID/FOMIN ha financiado unos quince proyectos de fortalecimiento


institucional y construcción de capacidad local así como de implementación de
RSE en Pymes en Argentina, Brasil, Chile,
Colombia, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Paraguay y
Uruguay.
Además, se unen iniciativas globales como el Pacto Mundial de Naciones Unidas
(UNGC-United Nations Global Compact), los Principios del Ecuador (Equator
Principles) y Global Reporting Initiative
(GRI)[11] con relativamente bastante éxito entre el sector empresarial
interesado en el tema.
Estas iniciativas tienen ciertas limitaciones como instrumentos por su
naturaleza no vinculante, ser de adopción voluntaria y no conllevar una
verificación efectiva. Sin embargo se ha demostrado su eficacia como
instrumentos de promoción para poner el tema de la RSE y la contribución del
sector privado al desarrollo equitativo sobre la mesa. Todas estas
organizaciones e iniciativas tienen dos objetivos que son, por un lado, buscar el
impacto positivo en la competitividad empresarial y, por el otro, la construcción
de sociedades más equitativas.

D. Códigos de conducta, lineamientos para un comportamiento


empresarial responsable e informes de sostenibilidad.
Además de las iniciativas mencionadas en el párrafo anterior, existen algunos
códigos de conducta que sí son certificables como el SA8000, emitido por Social
Accountability International
(SAI)  o AA1000, emitido por AccountAbility. En el caso del SA8000, fue
desarrollado por
Société Générale de Surveillance (SGS) en colaboración con Council for
Economic Priorities (CEP) y lanzado en 1998 como una certificación social global
auditada que permite a las empresas gestionar y certificar sus actividades con
un énfasis en responsabilidad social pero centrado únicamente en condiciones
laborales de los centros de trabajo (plantas y otras instalaciones). En el caso
del AA1000AS, se trata de un marco de principios, estándares y lineamientos
que además incluye una cualificación profesional para la auditoría de procesos y
reportes que tienen que ver con una gestión sostenible.
Global Reporting Initiave (GRI) es un conjunto de principios para elaborar
memorias de sostenibilidad que tienen como finalidad definir el contenido de
esas memorias y garantizar la calidad de la información divulgada. También
incluye los denominados “Contenidos básicos”, que están formados por los
indicadores de desempeño y otros apartados, así como una serie de pautas
sobre aspectos técnicos relacionados con la elaboración de memorias. Se trata
de un buen modelo de referencia aunque requiere un grado de sofisticación en
la información a reportar que resulta difícil de seguir para la mayoría.
En cuanto a la implementación de códigos de conducta certificables como el
SA8000, o empresas que elaboran informes anuales de sostenibilidad utilizando
los indicadores de GRI, Latinoamérica no se encuentra precisamente a la
cabeza. En ambos casos destaca muy por encima
Brasil. Según datos de SAI, en septiembre de 2009, 124 plantas en
Latinoamérica estaban certificadas
SA8000, de un total mundial de 2.093. Brasil destaca con 102 plantas
certificadas, seguido muy de lejos por Argentina con 4 y de Bolivia y Perú con
3.

El caso de las organizaciones que reportan bajo GRI es similar. En 2009, de un


total mundial de
1.285, 166 fueron las organizaciones de Latinoamérica que realizaron informes
de sostenibilidad utilizando en mayor o menor grado los lineamientos facilitados
por GRI. De estas 166, tienen su sede central en Brasil 67 organizaciones,
seguidas de 36 en Chile y 17 en Colombia. Según datos de GRI, en
Latinoamérica reportaron un 45% más de organizaciones que en 2008 (114 en
2009) y cabe destacar el gran incremento experimentado por Chile, que duplicó
el número de organizaciones reportando bajo GRI (en 2008 reportaron 17), y
Colombia, que casi triplicó esta cifra (en 2008 reportaron 6 organizaciones).

Existe una tendencia en otras regiones del mundo, como Europa, hacia la
verificación de los informes de sostenibilidad donde el 30 % de la información
que se publica cuenta con una verificación externa. Sin embargo, esta
tendencia no es tan clara en el caso para Latinoamérica.
Aunque el crecimiento anual de los reportes que se verifican es de un 22%,
Latinoamérica se encuentra, junto con Norteamérica y África, con solamente
unos 30 reportes anuales en 2007 que fueron verificados externamente. Esto
equivale a un 20% del total de reportes publicados en la región.[16]. No quiere
decir que no se publiquen informes de sostenibilidad en las Américas sino que
simplemente no se comprueba externamente que la información divulgada sea
veraz.
En cualquier caso, Brasil destaca como abanderado también en la verificación
de reportes.
Si miramos los sectores que verifican reportes en Latinoamérica, el sector
papelero y forestal ha emitido en el período 1997-2007 un total acumulado de
45 informes de sostenibilidad de los cuales se han verificado un 33% (por
encima de la media mundial del sector que se encuentra en 20%). Esta misma
tendencia sigue el sector de telecomunicaciones latinoamericano, con un
acumulado de 37 reportes de los cuales el 30% ha sido verificado
externamente frente al 29% de la media del sector global. La otra cara de la
moneda la encontramos en los sectores minero y metales que, aunque acumula
93 reportes en estos diez años, solamente el 5% de ellos fue verificado frente
al 18% de la verificación que el sector tiene globalmente; o el sector de
petróleo y gas que, con 35 reportes, solo ha verificado un 17% de ellos, frente
al 35% del sector en el mundo.

El caso de la popularidad del Pacto Mundial de Naciones Unidas en la región es


sorprendente.
El Pacto Mundial consiste en diez principios que deben regir el comportamiento
empresarial de aquellos que se adhieren a él sobre protección de los derechos
humanos, estándares laborales, medioambiente, transparencia y
anticorrupción. Estos principios están basados en convenciones y declaraciones
de seis agencias de la ONU.
Si tuviéramos que medir la popularidad de la RSE en Latinoamérica según el
número de organizaciones que pertenecen al Pacto Mundial, sin duda alguna
diríamos que es una región con un sector empresarial muy responsable con la
sociedad y el medioambiente. Sin embargo, sabemos que esto no es del todo
cierto. Un análisis más profundo revela que la distribución entre los países se
concentra en unos pocos con 224 empresas miembro en México, seguida de de
212 en Brasil y 141 en Argentina. Estas cifras son consistentes con el tamaño y
dinamismo del sector privado en estos países, sin embargo Chile ocupa el
séptimo lugar entre estos 13 países, después de, por ejemplo, República
Dominicana y Panamá. Si observamos las cifras de España, Estados Unidos y
Canadá vemos que el 9% de las empresas firmantes son españolas,
comparadas con el 4.23% y el 0.03% de empresas estadounidenses y de
Canadá. Definitivamente las cifras no terminan de ser coherentes. La
explicación se podría encontrar en varios aspectos. Primero, debe señalarse que
en algunos países ha habido fuertes campañas que han resultado todo un éxito
y, en segundo lugar, debe tenerse en cuenta un aspecto un tanto
contradictorio: en algunos países las empresas se unen al Pacto porque, en
principio, es algo relativamente fácil y no es vinculante para realizar ninguna
acción específica. En Estados Unidos, por ejemplo, parece que las empresas, a
pesar de la naturaleza voluntaria y no-vinculante, temen las implicaciones que
podría tener la adherencia en cuanto a litigios, demandas, etc., fruto
posiblemente de un Estado de Derecho que funciona a la perfección para
algunas cosas.
Si además analizamos cuántas de las empresas adheridas están al día desde el
punto de vista de comunicar sus actividades observamos que del total de ellas ,
en Latinoamérica un 32% se encuentra bajo la categoría de “No Comunicador”,
es decir, no han enviado en el plazo estipulado
la Comunicación de Progreso (COP del inglés Communicating of Progress) que
debe ser presentada por primera vez durante los dos años posteriores a la
adherencia al Pacto, y una vez al año después de esta primera comunicación.
Un 18% de las empresas en Latinoamérica han sido declaradas como
“Inactivas” al seguir sin entregar ésta información después de tres años de
adherirse al Pacto o de un año desde la última comunicación. A priori no
parecen porcentajes muy negativos pero si comparamos con el total mundial
resulta que de las empresas que pertenecen al Pacto Mundial que han sido
declaradas “Inactivas” en el mundo el 35% se encuentran en Latinoamérica,
cuando su participación no llega al 20%. Es decir que las empresas de la región
firman pero luego no cumplen lo pactado en un porcentaje mayor al de otras
regiones. Las cifras son similares para las declaradas “No Comunicador”.

Además de los códigos de conducta, las certificaciones y las iniciativas globales


existen también iniciativas sectoriales. En el sector financiero destacan los
Principios del Ecuador, que plantean un marco de actuación para las
instituciones financieras firmantes sobre políticas internas, procedimientos y
estándares en temas sociales y ambientales relacionados con operaciones de
financiamiento de grandes proyectos (project finance). Se aplican a todas las
operaciones por encima de 10 millones de dólares y el prestatario debe cumplir
con estas políticas que están basadas en los estándares de desempeño en
sostenibilidad social y ambiental de la Corporación
Financiera Internacional (IFC por sus siglas en inglés). Entre las instituciones
financieras firmantes
(67 al 16 de abril de 2009) se encuentran Banco Bradesco, Banco de la
República Oriental del Uruguay, Banco do Brasil, Banco Galicia, Banco Itaú,
Bancolombia, Corpbanca o Unibanco, así como también BBVA, que tiene una
fuerte presencia en la región. En el caso de los Principios del
Ecuador, a diferencia de otras iniciativas como el Pacto Mundial o GRI, que
solamente suponen no aparecer en la lista de firmantes/usuarios, cada
institución financiera contempla un sistema de seguimiento propio. El desafío se
encuentra en encontrar la forma de poder incluir también aspectos ambientales
y sociales en su análisis de riesgo en créditos comerciales y operaciones más
pequeñas y reforzar otros aspectos de transparencia y gobernabilidad
(causantes en parte de la situación económica global).

E. Asuntos relevantes para la región.


Las prioridades para las empresas y las expectativas de las partes interesadas
en Latinoamérica son similares a las de los países desarrollados pero no
exactamente las mismas. Existen temas universales como el medioambiente,
los derechos humanos, condiciones laborales y trabajo forzado que cobran
mayor importancia, si cabe, en países en desarrollo. El tema medioambiental y
cambio climático cobra una relevancia especial en el caso de economías
emergentes como
las de Latinoamérica, puesto que se da un crecimiento paulatino de la actividad
económica y
productiva (en condiciones normales) que no se ve acompañada con una
legislación medioambiental
que crezca al mismo ritmo, y al mayor uso de recursos naturales.

1. Medioambiente
En el caso del impacto ambiental, algunas grandes empresas han tomado
iniciativas para reducir
las emisiones dañinas o el consumo de recursos energéticos e hídricos. Este es
el caso de CEMEX, aunque se trata más de una excepción que de la norma
general. Como empresa multilatina productora
y distribuidora de materiales de construcción y cemento (que opera en más de
50 países en las Américas, Europa, Asia y Oriente Próximo) sus operaciones
tienen un impacto medioambiental muy significativo en emisiones de CO2, uso
intensivo de energía, impacto de las canteras, transporte y otros procesos. La
compañía ha desarrollado un sistema de gestión de la sostenibilidad que incluye
usar materiales sustitutivos que necesiten de menos energía en su proceso,
apelar a energías alternativas (biomasa, reutilización de residuos como aceites,
disolventes y neumáticos)
y renovables (eólica) y búsqueda de métodos que ahorren el consumo de
energía.
En el mismo campo medioambiental, un tema relevante para países como
Brasil y Colombia es la pérdida de biodiversidad. Natura en Brasil es una
compañía de cosméticos e higiene personal (con un sistema de venta directa a
través de vendedores en más de 5.000 ciudades de Argentina,
Chile, Perú, México, Venezuela, Colombia y Francia). La empresa busca
contribuir al desarrollo sostenible enfocándose en la conservación ambiental y
la biodiversidad. Una de sus características
es el uso de productos naturales, comprando parte de sus inputs en condiciones
de comercio justo y de origen orgánico, pagando una prima de 15 % como
media.

2. Oportunidades económicas para los excluidos


Otra área de trabajo (empujada por la necesidad de encontrar soluciones a la
pobreza y la exclusión que sufre la mayoría de la población en Latinoamérica)
es la inclusión de las poblaciones pobres y vulnerables en las cadenas de valor
de empresas de mayor tamaño. Se trata de encontrar una solución basada en
la creación de oportunidades económicas para grupos que, con cierto apoyo,
pueden suministrar bienes y servicios a las empresas. Por su parte, las
empresas apoyan a estos grupos y mejoran aspectos empresariales como el
abastecimiento desde lugares cercanos, mejora de la calidad de los productos y
servicios; y la periodicidad más estable del suministro.
Con los grupos pobres y vulnerables, que no tienen acceso a servicios básicos
como agua, energía, educación, salud y recursos financieros, existen también
oportunidades comerciales, puesto que las infraestructuras son muy deficitarias
y el Estado no alcanza a proveerlas. En este caso es conveniente enfatizar el
enfoque de inclusión y el desarrollo de modelos en aquellos productos
y servicios que sean estratégicos para contribuir a mejorar la vida de estas
personas, y no tanto en buscar simplemente el potencial del mercado en la
base de la pirámide per se (que puede llevar a un mayor endeudamiento de la
población, por ejemplo, o a un consumo innecesario).

Como ejemplo, GrupoNueva destaca por un enfoque completo hacia la


sostenibilidad, muy vinculada al desarrollo de negocios con la base de la
pirámide para luchar contra la pobreza y la exclusión. Destacan, por ejemplo,
las iniciativas de Masisa, empresa del grupo que con ayuda del
Fondo Multilateral de Inversiones (FOMIN) del BID apoya la capacitación para la
construcción y ensamblaje de muebles especialmente diseñados para hogares
de muy bajos recursos, que además generan empleo entre los mismos grupos a
través de la fabricación y el montaje.
Otro ejemplo es el Grupo Bimbo que ha desarrollados junto a otras empresas
soluciones para mejorar el acceso a finanzas de millones de personas
colaborando con su red de distribución (mas de 45 mil puntos de venta) a
facilitar el trabajo e información de los oficiales de crédito de FinComún en
México. Esto ha supuesto no sólo el acceso a recursos para muchas familias
sino el acceso a salud, educación y mejoras en sus hogares, contribuyendo a
mejorar su nivel de vida.

3. Condiciones laborales
La legislación laboral en muchos países de Latinoamérica puede resultar
insuficiente por lo que la gestión responsable de los recursos humanos y
asegurar condiciones de trabajo, seguridad y salarios dignos cobran especial
importancia. Algunos casos de trabajos forzados y en régimen de casi
esclavitud, empleo de mano de obra infantil o condiciones laborales extremas
en algunos sectores muy intensivos en mano de obra han puesto encima de la
mesa la necesidad de prácticas justas y responsables con los trabajadores. No
solo por la repercusión en la imagen de las empresas, los sectores y los países,
sino también por razones de productividad. Además, la falta de provisión de
algunos servicios básicos por parte del Estado, como puede ser educación y
salud, hace que en algunos casos las empresas necesiten ampliar sus funciones
por su propio bien si quiere tener recursos humanos disponibles que estén
sanos y formados. Volkswagen en Brasil creo clínicas de atención primaria en
salud en sus plantas, lo que redujo considerablemente el absentismo laboral.
Ingenios Pantaleón mejoró las condiciones laborales y facilitó el alojamiento
para los trabajadores temporales, la mayoría desplazados en la temporada de
zafra. En este asunto se han dado mejoras pero sin duda alguna es uno de los
aspectos que permitiría mayores mejoras y posiblemente tendrían el mayor
impacto y efecto multiplicador en el bienestar de la población de Latinoamérica.

4. Las Pymes
Las Pequeñas y Medianas Empresas (Pymes) que participan en las economías
de la región son, a pesar de las dificultades a las que se enfrentan en
Latinoamérica, socialmente responsables, quizás de una forma diferente a las
empresas de mayor tamaño. No las llaman RSE pero realizan prácticas
responsables dentro y fuera de las empresas. Son activas principalmente con
las comunidades y los recursos humanos y en menor medida en actividades
que tienen que ver con el medioambiente, con alguna excepción de ahorro de
consumo de recursos (agua y energía)
Según una investigación del BID, casi el 60% de las empresas medianas (entre
50 y 250 empleados) y el 40% de las pequeñas (entre 1 y 50 empleados)
declararon un alto nivel de participación (según un índice sintético elaborado)
en iniciativas internas, relacionadas con los recursos humanos y los
proveedores. Las actividades más comunes giran en torno a horarios de trabajo
y facilitar tiempo para capacitación y, en menor medida, a temas relacionados
con las políticas de transparencia y gobierno corporativo y supervisión/apoyo a
proveedores. La motivación parte de la necesidad de mejorar los beneficios vía
una mejor satisfacción laboral, seguida por creencias religiosas y cumplimiento
de normas legales.

Entre las Pymes también se pueden observar casos interesantes en estas


áreas.Valle del Maipo
Chilean Fruit es un consorcio chileno del sector agrícola dedicado a la
exportación de frutas. En
2006 facturaba casi cuatro millones de dólares y exportó más del 20% de su
producción. Como parte del programa la empresa decidió trabajar sobre tres
ámbitos: gobierno corporativo, calidad de vida laboral y comunicación
organizacional. Como resultado, pudo afianzar sus mercados en Europa e
identificar nuevos nichos, mejoró la productividad y calidad de algunos frutales;
redujo costos de producción y laborales (por menor rotación por mejora de las
condiciones y disminución de accidentes) y mejoró la relación con los
proveedores.

En El Salvador, DISA es una empresa constructora establecida en 1984,


dedicada al mantenimiento de carreteras, construcción de viviendas y contratos
generales, que en 2007 facturó
5,3 millones de dólares y contaba con 107 empleados fijos. La empresa trabaja
con clientes públicos y privados localizados en todo el territorio salvadoreño
tales como la Asociación Nacional de Acueductos y Alcantarillados (ANDA), el
Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), la Comisión Ejecutiva
Hidroeléctrica del Río Lempa (CEL) y FOVIAL. DISA implantó un enfoque
integral de gestión de RSE con especial énfasis en la seguridad laboral y los
recursos humanos.
Estas prácticas responsables internas han tenido un impacto positivo sobre la
capacidad de la empresa para generar nuevos negocios y aumentar sus
ingresos, así como sobre su capacidad para disminuir sus costos operativos y
financieros. De esta manera ha forjado una reputación que se ha traducido en
un aumento del 60% del volumen de invitaciones recibidas para participar en
licitaciones privadas; un aumento del 100% del volumen de ventas y un
aumento de la realización de obras de mayor valor añadido. Ha logrado una
reducción de costos operativos y de gestión de riesgos al aumentar la
prevención de riesgos laborales y el cumplimiento normativo que ha supuesto
una disminución del número de multas por incumplimiento de la normativa
laboral.

En el caso de las actividades externas, alrededor del 22% de las medianas y el


11% de las pequeñas empresas también declararon niveles altos de acción. Se
entiende como externas principalmente las iniciativas con los clientes y las
comunidades. El caso de Confecciones Clabeck es un ejemplo de colaboración
cercana con el cliente. Se trata de una empresa mexicana del sector textil y
confección dedicada a la fabricación de camisetas estampadas que facturó
como promedio 4,4 millones de dólares y contó con 144 empleados en plantilla
en 2007. La empresa sirve a clientes nacionales, entre otros, Wal-Mart, Coca-
Cola/FEMSA y Grupo Modelo y exporta entre un 3 y 5% del total de sus ventas
a grandes marcas como Nike, Adidas, Guess, Tommy Hilfiger, Old Navy,
Nautica, Polo Jeans, Calvin Klein o Reebok. Su relación de negocio con una de
sus clientes clave, Coca-Cola, se centra en el aprovisionamiento de camisetas y
otros productos textiles. El proyecto de implementación de un modelo de
gestión de RSE en Confecciones Clabeck ha generado un impacto que redundó
en beneficios tangibles, al permitirle, a partir de diferentes prácticas, aumentar
el volumen de ingresos y reducir sus costos operativos y financieros.
Vemos que el sector privado responsable se puede encontrar en empresas
grandes y, en pequeñas; en el sector servicios, manufacturero y agrícola; en
países de renta media y países de renta menor. En definitiva, es aplicable y
rentable de muchas formas, sólo hay que encontrar el modelo oportuno de
implementación en cada caso.

F. La RSE. ¿Es igual en Europa?


Pues no, en realidad no es igual ni dentro de un mismo país, pero, si
comparamos con Europa, las diferencias son notables. En primer lugar, el nivel
de desarrollo del mercado en general (instituciones, incentivos, marco legal,
etc.). En particular la legislación es un factor a tener en cuenta, ya que lo que
en América Latina puede ser considerado una práctica modelo de RSE en temas
laborales, es el mínimo legal en otros países más desarrollados. En general la
existencia del Estado de bienestar, instituciones fuertes y supranacionales de
peso (Unión Europea) cambian el panorama y las circunstancias de manera
sustancial.
Las circunstancias sociales y ambientales derivadas de un desarrollo económico
desigual también influyen. En Europa, las empresas, la sociedad civil y el
Estado pueden cumplir con sus responsabilidades más fácilmente, mientras que
en América Latina el sector privado tiene que hacerse cargo de algunos asuntos
que quizá no le corresponde asumir pero que no puede evitar para poder tener
un entorno favorable (formación, educación, sanidad, acceso a servicios
básicos).

Otro asunto es la presión que pueden realizar las partes interesadas, que por lo
general va muy unida al grado de desarrollo y el activismo legítimo de las
partes interesadas. En Europa, además de existir una tradición de economía
social donde las empresas, el gobierno, la sociedad civil y los sindicatos tienen
cada uno su espacio reservado y participan activamente de la mayoría de los
procesos de toma de decisión, todos estos actores son más fuertes que en
Latinoamérica.
Las instituciones en general son más fuertes, la sociedad civil puede actuar
como portavoz de los ciudadanos (o de algunos colectivos) y existen
mecanismos de control. Sin embargo, precisamente por esto, en países menos
desarrollados las expectativas que se tienen sobre las empresas son mayores.
Se espera que las empresas solucionen algunos asuntos que por definición no
les corresponde (acceso a servicios básicos, educación, seguridad, etc.) y éstas
no tienen más opción, para poder seguir operando, que ser creativas y poner
en marcha iniciativas que solucionen fallas del mercado o, mejor dicho, fallas
del Estado.

Según unos datos no publicados del BID las partes interesadas se perciben
todavía como débiles a la hora de ejercer presión a las empresas para que sean
más responsables. Solamente un
13% de las empresas encuestadas no sienten presión de sus clientes,
financiadores o la sociedad civil para actuar de forma responsable. El desglose
por tamaño es del 20% de empresas grandes, el 15% de empresas medianas y
el 10% de empresas pequeñas
Es curioso pero en el caso de las Pymes, las diferencias no son tan grandes si
comparamos a las
Pymes del sur de Europa (España, Portugal, Italia y Francia) con las de
Latinoamérica. Sin entrar en más detalles puesto que este tema será cubierto
en otros artículos, las diferencias radican fundamentalmente en las situaciones
sociales tan diferentes a las que se enfrentan. Las Pymes en Latinoamérica
apoyan iniciativas de educación y a poblaciones pobres y vulnerables mientras
que las
Pymes europeas se centran más en actividades culturales y deportivas porque
los demás asuntos (educación, salud, pobreza, etc.) están relativamente bien
cubiertos por el Estado de bienestar.

G. Políticas públicas.
Las políticas públicas específicas sobre RSE en Latinoamérica son prácticamente
inexistentes.
Sin embargo, las políticas que serían más necesarias deberían ir encaminadas a
la promoción y a la creación de incentivos para que las empresas tengan un
comportamiento social y ambientalmente responsable. Se debería conservar el
carácter voluntario de la RSE, sin olvidar que hay asuntos de base que
solucionar: derechos humanos, trabajo infantil, polución, mercados financieros
que funcionen, etc.
Básicamente el papel del sector público debería ser, por un lado, poner en
marcha las medidas necesarias para agilizar el clima de negocios, y, una vez
que esto suceda, crear o facilitar los incentivos para un comportamiento
responsable, que sea el propio mercado el que exija a las empresas (a través
de los consumidores, los financiadores, los empleados y la sociedad civil) ser
responsables.
Sin duda un asunto a resolver en Latinoamérica es el fortalecimiento de la
sociedad civil y la creación, con el apoyo del Estado, de oportunidades de
diálogo entre las partes. De este modo se podría contribuir también a mejorar
la imagen del sector privado en muchos países (a veces con razón, otras sin
ella).

H. Cómo promover la RSE en la región.


Es posible que existan diferentes enfoques a la hora de promover la RSE en
Latinoamérica y el
Caribe pero si se trata de convencer a los empresarios o gerentes de empresas
nada mejor que utilizar el argumento empresarial. En otros artículos se trata el
tema en detalle pero en una línea podemos apuntar que un comportamiento
empresarial responsable tiene un impacto positivo en la cuenta de resultados.
La RSE no es sólo rentable, es necesaria para mejorar la competitividad de las
empresas y contribuir a mejorar la vida de muchas personas. En situaciones
económicas desfavorables aparece una oportunidad única para pensar qué
provocó la situación por lo que Latinoamérica no puede ignorar los temas de
transparencia y gobernabilidad corporativa. Asimismo, se debe utilizar la RSE
como un instrumento para mejorar la competitividad empresarial a la vez que
se alivia el impacto que la crisis haya podido tener en la sociedad (o la
contribución del sector privado al desarrollo equitativo). Desde el sector
privado, las asociaciones empresariales gozan de una posición privilegiada para
impulsar los comportamientos empresariales responsables desarrollando
ejemplos y a través de actividades de promoción y formación de personal clave
en las empresas. Las empresas, por su parte, además de apoyar las iniciativas
de las asociaciones empresariales a las que pertenezcan, pueden ejercer un rol
de liderazgo, mostrando al resto que la RSE “funciona” además de exigir
compartimientos responsables a sus proveedores, distribuidores y otras
empresas que se encuentren en su cadena de valor.

Latinoamérica se enfrenta a una serie de obstáculos que impiden un mayor


desarrollo de la RSE.
Esas dificultades son básicamente las mismas barreras que existen para el
desarrollo del sector privado (instituciones débiles y clima de negocios). A esto
se agrega una legislación que no acompaña y la falta de convencimiento o
escepticismo sobre los beneficios empresariales de las prácticas responsables.
Con la finalidad de superar la barrera del escepticismo es necesario transmitir
convenientemente el mensaje del argumento empresarial, posiblemente más
que en otros lugares. Primero, porque a pesar de los tratados de libre comercio
que hay o los esfuerzos de integración todavía no existe una integración
económica fuerte ni instituciones o sistemas centralizados integrados que
ayuden a promover las ventajas desde el punto de vista empresarial de la RSE
en el ámbito regional. Segundo, por el gran peso de la tradición filantrópica y
los motivos éticos y religiosos, que todavía predominan, especialmente en
Pymes. Numerosos ejemplos muestran que no importa el sector, el tamaño o la
problemática social. Las empresas deben encontrar su propio modelo de
implementación de la RSE para que sea rentable. Inevitablemente la RSE en
América
Latina es diferente a la de Europa, igual que es diferente entre los países
latinoamericanos porque se enfrentan a realidades muy distintas.
El tejido empresarial de Latinoamérica no puede ignorar los problemas que
suponen la falta de infraestructura, la debilidad de las instituciones y un clima
de negocios no del todo conducente.
Produciendo bienes y servicios de forma responsable se puede contribuir a
aliviar alguna de estas deficiencias, o al menos contribuir a cierta estabilidad
social que influya en estos elementos de fondo.
Es indudable que estos conceptos cobran cada día más fuerza pero todavía
queda mucho por hacer en todos los ámbitos: promoción, implementación,
seguimiento y medición en las empresas, en el sector público y en el sector
social. En economías emergentes, como lo son la mayor parte de las de los
países de Latinoamérica, el sector privado (con el empuje y el apoyo del sector
público y el sector social) tiene en sus manos capacidades y herramientas que
debe utilizar para generar riqueza y a la vez contribuir al desarrollo equitativo.
Un sector privado responsable es la mejor garantía de progreso para la región.

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