Cortina, A La Fórmula Del Pluralismo Moral
Cortina, A La Fórmula Del Pluralismo Moral
En países con una unión política entre Iglesia y Estado, ha existido un código moral único
impuesto por la jerarquía eclesiástica y respaldado por el sector dominante de la sociedad.
En países con regímenes comunistas, ha prevalecido un código moral único basado en una
ideología laicista, con un grupo arrogándose el derecho de juzgar lo bueno y lo malo desde una
perspectiva científica.
Ideas secundarias:
- En los estados confesionales como España y muchos países de América Latina, el código moral
nacionalcatólico ha estado vigente y ha sido impuesto por una parte de la jerarquía eclesiástica y
el sector dominante de la sociedad.
- En los regímenes comunistas, la ideología oficial, como el materialismo histórico, ha
determinado el código moral único, con la vanguardia del partido decidiendo qué es aceptable y
tachando de perversidad burguesa cualquier concepción moral en desacuerdo.
- El advenimiento de la libertad religiosa ha causado confusión moral en todos los países, ya que
los ciudadanos se habían acostumbrado a seguir las directrices oficiales, ya sea aceptándolas,
cuestionándolas críticamente o rechazándolas abiertamente.
Sumillado breve:
En los estados confesionales y regímenes comunistas, se ha impuesto un código moral único por parte de
la Iglesia o el partido político dominante. La libertad religiosa ha generado desconcierto moral al poner
fin a ese código, y los ciudadanos han perdido su punto de referencia moral anterior.
Y es que con el código moral único- sea cristiano, musulmán, judío o laicista- ocurre lo
que con los personajes del teatro moral infles medieval, de los que nos habla Alasdair
MacIntyre. Según él, tanto ese tipo de teatro como en el teatro No japonés aparecen
una serie de personajes que el público reconoce inmediatamente y que marcan el tono
del drama, porque los restantes personajes los toman como referente, sea para
guiarse en su conducta por sus palabras, sea para actuar justamente por reacción a
ellos. Quien no sepa reconocer y comprender a esos personajes tampoco entiende el
conjunto de la obra.
Algo similar ocurre con la trama de las orientaciones morales en países políticamente
comprometidos con una confesión laicista: que los ciudadanos la toman como
referente moral, sea para acomodarse a sus prescripciones, sea para asumirla desde
la crítica interna, sea para rechazarla abiertamente.
Éste ha sido el caso de España durante la época franquista, en la que estuvo vigente
el código nacionalcatólico, es decir, el expresivo de un sector determinado del
catolicismo. Con respecto a él puede decirse que una parte de la ciudadanía lo acepto
como su código moral, otro sector creyente asumió una parte de él, pero criticando
otra parte desde su propia fe, y otro sector lo repudio abiertamente. En todos estos
casos el referente social, el “personaje” era el mismo.
Ideas principales:
- El código moral único, ya sea religioso o laicista, juega un papel similar al de los personajes en
el teatro moral medieval y el teatro No japonés. Estos personajes son reconocidos por el público
y marcan el tono del drama, influyendo en la conducta de los demás personajes.
- En países políticamente comprometidos con una confesión laicista, los ciudadanos toman esas
orientaciones morales como referente, ya sea para seguirlas, cuestionarlas críticamente o
rechazarlas abiertamente.
Ideas secundarias:
- Durante la época franquista en España, estuvo vigente el código moral nacionalcatólico impuesto
por un sector determinado del catolicismo.
- En ese contexto, algunos ciudadanos aceptaron ese código moral, otros lo asumieron de manera
crítica desde su propia fe y otro sector lo rechazó abiertamente.
- A pesar de las diferentes actitudes hacia el código moral, el referente social, el "personaje",
seguía siendo el mismo en todos los casos.
Sumillado breve:
El código moral único, ya sea religioso o laicista, desempeña un papel importante como los personajes en
el teatro moral. En países comprometidos con una confesión laicista, los ciudadanos toman esas
orientaciones morales como referente, adoptándolas, cuestionándolas o rechazándolas. Durante la época
franquista en España, el código moral nacionalcatólico fue el referente social, aunque hubo diferentes
reacciones hacia él.
También en los países comunistas se vivió, como hemos dicho, una situación de
código moral único, en este caso comunista y laicista, pero además acompañado de la
imposibilidad de ejercer la crítica en unos países privados totalmente de libertad de
opinión, expresión y reunión, en los que la sociedad civil se había sido abolida. El
individuo se encontró absolutamente inerme frente a un Estado omnipotente, una vez
disuelto ese tejido social, esa red de asociaciones mediadoras entre el individuo y el
Estado, que componen la voz crítica de una sociedad. Sin una sociedad. Sin una
sociedad civil potente- está es una de las lecciones que hemos aprendido del
colectivismo de los Países del Este- peligran los derechos de los individuos y de los
grupos que no se adhieren incondicionalmente al sistema. Por eso hoy en día
pensadores como André Gorz, Jurguen Haberman, Michale Walzar, John Keane y,
entre nosotros Victor Perez Diaz, desde posiciones diversas, invitan a reconstruir y
fortalecer la sociedad civil tanto en los antiguos países comunistas como en las
democracias liberales, con el fin de evitar, entre otras cosas, que el poder estatal
acabe engullendo a los individuos.
Ideas principales:
Ideas secundarias:
Sumillado breve:
En los países comunistas, el código moral único y la falta de libertad de crítica fueron acompañados por la
abolición de la sociedad civil, lo que dejó a los individuos indefensos ante un Estado omnipotente. Para
evitar que el poder estatal engulla a los individuos, se hace necesario reconstruir y fortalecer la sociedad
civil en los países comunistas y democracias liberales.
1. El fortalecimiento de la sociedad civil requiere una ética compartida por todos los miembros de la
sociedad.
2. La falta de una ética compartida en países con un único código moral ha llevado a la pasividad moral
de los ciudadanos.
3. Los ciudadanos tienden a depender de legisladores designados para orientar sus decisiones morales.
4. Es fundamental comprender que los ciudadanos son responsables de construir el mundo moral y
reflexionar sobre la justicia.
Ideas secundarias:
- Es necesario darse cuenta de que los ciudadanos son los responsables de la construcción del mundo
moral y reflexionar sobre la justicia.
Sumillado breve:
El autor sostiene que el fortalecimiento de la sociedad civil requiere una ética compartida, ya que la falta
de valores morales compartidos en países con un único código moral ha llevado a la pasividad moral de
los ciudadanos. Es importante comprender que los ciudadanos son responsables de construir el mundo
moral y reflexionar sobre la justicia, aunque puedan buscar la ayuda de asesores y el apoyo de personas
en quienes confíen.
Ciertamente, no resulta fácil a una población habituada a un código moral único tomar
conciencia de que ella es la protagonista, por eso en España, por ejemplo, el
reconocimiento real de la libertad religiosa en la Constitución de 1978 produjo una
situación de auténtico desconcierto: ¿el fin del reinado del código moral único
significaba el advenimiento de otro rey o la instauración de una época de interregno?
¿Al monismo moral sucedían el vacío (es decir el interregno), el politeísmo (es decir, la
anarquía total), un nuevo monismo solapado o el celebérrimo pluralismo?
Ideas principales:
Ideas secundarias:
Sumillado breve:
El texto destaca que a una población acostumbrada a un código moral único le resulta difícil reconocerse
como protagonista moral. En el contexto español, el reconocimiento de la libertad religiosa generó
confusión sobre las consecuencias del fin del código moral único, planteando interrogantes sobre el
surgimiento de un nuevo orden moral, el vacío, el politeísmo, un nuevo monismo o el pluralismo.
Ideas principales:
Ideas secundarias:
- Parte de la población española consideraba que sin una fundamentación religiosa, no tenía
sentido hablar de moral.
- Se percibía una división entre creyentes y no creyentes, con los primeros orientados por una
moral religiosa y los segundos considerados carentes de moral.
- Otra postura sostenía que lo moral es subjetivo y que no se puede alcanzar una intersubjetividad
o acuerdos universales en cuestiones morales.
- Algunos consideraban esta postura como un "sano pluralismo moral" y un signo de progresismo.
- Se creía que lo moral carecía de fundamentación, tanto en la religión como en la razón común.
Sumillado breve:
Como dice Jesús Conill en El enigma del animal fantástico, la postmodernidad puede
entenderse como un modo de interpretar la libertad, tras las huellas de Nietzsche y
Heidegger. Si ya la ética kantiana supuso la defensa de la libertad, más que la del
deber, las propuestas de Nietzsche y Heidegger intentarían liberarnos, no sólo de
mandatos y deberes, sino también de todo fundamento racional que venga a
representar algún tipo de exigencia normativa" "Las convicciones son prisiones" -decía
Nietzsche- y reconocer que en la razón de todo hombre hay fundamento suficiente
para comportarse moralmente, y además en un sentido determinado, por abiertos que
sean los trazos del camino, obliga en realidad a seguir las directrices raciona- les a
cualquiera que desee vivir racionalmente.
Claro que siempre queda la salida de renunciar a la razón, pero no parece ésta una
solución muy digna, habida cuenta de que una "razón sentiente" -por decirlo con la
tradición zubiriana es la facultad que nos permite entendernos. Por eso el presunto
postmoderno opta más bien por rebajar las posibles exigencias racionales, diciendo
sencillamente que no hay fundamento alguno para lo moral en la razón, y que quien
otra cosa defienda, es un cavernícola, un poco más modernito que el monista
religioso, pero cavernícola al fin y a la postre.
Estar à la page exige entonces renegar de cualquier intento de fundamentación,
tachándolo de "pensamiento fuerte", que es algo que suena como a hitleriano, y
pasarse con armas y bagaje a las filas del "pensamiento débil", tan tolerante y
democrático él, al menos en apariencia.
No suele recordar el "pensador débil" que fue precisa- mente en el pensamiento
heideggeriano, raíz del actual pensamiento débil, en el que pareció encontrarse más a
sus anchas el nazismo hitleriano. Podía haber optado en principio por Kant, por
aquello de que también era alemán, y además una gloria nacional, y, sin embargo, no
debió gustar- le mucho al nazismo aquel intento kantiano de fundamentar en la razón
que toda persona es fin en sí misma y no un simple medio, que todo ser racional
posee un valor absoluto y no se le puede utilizar para satisfacer preferencias
individuales y grupales. Hay que admitir que tales principios están entrañados ya en la
razón de cualquier ser humano supone reconocer implícitamente que quien no los
respete se comporta como un animal, y no les debió gustar a los arios, al- tos y rubios,
la idea de verse relegados a la categoría de animales por su modo de tratar a judíos,
marxistas y cristianos. Resultaba obviamente mucho más confortable un pensamiento,
como el heideggeriano, que se niega a fundamentar racionalmente y aconseja quedar
a la espera del ser.
No entro, por supuesto, en la tan traída y llevada polémica acerca de si en el
heideggeriano Ser y tiempo estaba ya larvado el nazismo, sino en algo mucho más
sencillo: que, fuera ésta o no la intención de Heidegger, lo bien cierto es que un pensar
que se limita a esperar el advenimiento del ser y no busca razones compartidas para
la moralidad, está concediendo en realidad patente de corso a los poderosos para que
hagan cuanto quieran, con total impunidad racional y, por tanto, moral: desde mangas
y capirotes, a practicar sistemáticamente un genocidio inmisericorde con
aprovechamiento lucrativo incluido.
Por eso no apuesta este libro por pensamientos débiles ni fuertes, porque semejante
clasificación le parece bastante estúpida, sino que le importa averiguar si en una
sociedad pluralista, que ha superado la etapa del código moral único, existen unos
valores morales compartidos entre los ciudadanos que les permiten trabajar juntos, y si
esos valores tienen algún fundamento, base, o como decirse quiera, en una razón
humana que, como tal, sólo puede ser una razón sentiente
Ideas principales:
Ideas secundarias:
- La ética kantiana defendía la libertad sobre el deber y la idea de que toda persona es fin en sí
misma.
- Se critica la postura de renunciar a la razón y se considera más apropiado buscar fundamentos
racionales para la moralidad.
- Se cuestiona la clasificación entre pensamientos débiles y fuertes como estúpida.
- Se plantea la necesidad de valores morales compartidos en una sociedad pluralista y se busca su
fundamento en la razón humana como "razón sentiente".
Sumillado breve:
- En el contexto de España en 1978 y otros países, se plantea una disyuntiva entre monismo
troglodita y pluralismo subjetivista en el panorama moral.
- Se aclara que el subjetivismo moral implica que cada persona opina como quiere y que los
acuerdos son contingentes, basados en coincidencias casuales, lo cual se considera politeísmo en
lugar de pluralismo.
- Se argumenta que la comprensión de lo que es el pluralismo moral es deficiente y se necesita
más que coincidencias casuales para construir conjuntamente.
- Se destaca que para construir conjuntamente se requiere una voluntad común que nazca desde el
interior de las personas, aunque se limite a mínimos elementos compartidos.
- Se afirma que estos mínimos elementos compartidos son indispensables para hablar de
pluralismo y que no existen en una sociedad donde prevalezca el politeísmo axiológico.
Ideas secundarias:
Sumillado breve:
El texto aborda la disyuntiva entre monismo y subjetivismo en el panorama moral y cuestiona la creencia
de que esta disyuntiva es insuperable. Se argumenta que el pluralismo moral requiere más que
coincidencias casuales y que se necesita una voluntad común basada en mínimos elementos compartidos.
Se destaca que el politeísmo axiológico no proporciona estos mínimos elementos compartidos necesarios
para el pluralismo.
3. No politeísmo, si no pluralismo
La expresión "politeísmo axiológico" fue acuñada por Max Weber para describir uno de
los resultados sociales a los que condujo el célebre proceso de modernización, sufrido
por los países occidentales desde los albores de la Modernidad. Según la conocida
descripción de Weber, tendría este proceso un doble rostro: consistiría, por una parte,
en un progreso en la racionalización de las estructuras sociales y formas de pensar y,
como consecuencia de ese progreso, en un retroceso de aquellas formas de
pensamiento religiosas y morales, que mantenían cohesionadas las sociedades.
El proceso de modernización occidental tendría entonces por componentes un
progreso en la racionalización y un retroceso de las imágenes del mundo religiosas y
mora- les compartidas; retroceso al que se ha denominado "desencantamiento" del
mundo, porque aquellas creencias religiosas y morales que mantenían el mundo
"encantado", "hechizado", van diluyéndose frente al avance inexorable de la
racionalización. ¿Es que las imágenes religiosas son irracionales y por eso retroceden
necesariamente cuando prospera la razón? Obviamente para responder a una
pregunta como ésta es necesario aclarar primero qué entendemos por racionalización,
porque en su comprensión radica la clave del enigma.
- Max Weber acuñó la expresión "politeísmo axiológico" para describir uno de los resultados
sociales de la modernización occidental.
- El proceso de modernización implica un progreso en la racionalización y un retroceso de las
creencias religiosas y morales compartidas.
- El retroceso de las imágenes religiosas y morales se conoce como el "desencantamiento" del
mundo debido al avance de la racionalización.
- El progreso en la racionalización se basa en el uso de una razón instrumental que se ocupa de los
medios para alcanzar fines, pero no valora los fines últimos.
- Los valores y fines últimos tradicionalmente justificados por las imágenes religiosas se
consideran irracionales en el contexto de la racionalidad instrumental, lo que lleva al politeísmo
axiológico.
Ideas secundarias:
Sumillado breve:
Encontrar ejemplos de este tipo de debates no sería difícil, sino todo lo contrario:
bastaría con enchufar el aparato de televisión. Lo complicado sería más bien encontrar
contraejemplos. Y si no, atiendan a un programa sobre eutanasia, sin ir más lejos. Sin
duda habrá un representante de Pro-Vida y otro de Derecho a Morir Dignamente, se
enzarzarán en una pelea más o menos desagradable, en la que mutua- mente
vendrán a tacharse de inmorales y, después de haberse echado los trastos a la
cabeza, regresarán a sus casas sin haber modificado un ápice su punto de vista.
Sin duda aducirán en su descargo los organizadores de tales debates que esos
movimientos son justamente los que socialmente se preocupan del tema y, por lo
tanto, que una discusión que pretenda reflejar el pluralismo del sentir social no cumple
su cometido si no cuenta con ese tipo de grupos.
Añadirán también que escuchar voces discrepantes es lo que ayuda, tanto a formar el
propio juicio, como a cultivar la tole- rancia, factores ambos sin los que es imposible un
sano pluralismo. Y en parte tendrán razón, pero sólo en parte.
Porque si es verdad que nuestros debates no pueden ser si- no discusiones, más o
menos agrias, entre interlocutores que parten del desacuerdo y ni remotamente
pretenden ponerse de acuerdo, entre otras razones, porque les parece imposible
alcanzarlo, entonces no hay pluralismo alguno, sino politeísmo craso. No puede haber
pluralismo entre ciudadanos con perspectivas tan absolutamente diferentes como
pueda haberlas entre un marciano y un selenita, si es que tales seres existen, porque
el pluralismo exige -como hemos dicho- al menos un mínimo de coincidencia, surgida
desde dentro,
Ideas principales:
- El politeísmo axiológico implica creer que las cuestiones de valores son subjetivas y que cada
persona elige su jerarquía de valores por fe o corazonada, sin poder proporcionar argumentos
convincentes.
- En las sociedades con democracia liberal, se tiende a tolerar las opiniones morales de los demás
y se considera que el pluralismo consiste en aceptar diferentes opciones sin buscar un acuerdo
racional.
- Los debates en los medios de comunicación suelen invitar a representantes de posturas
enfrentadas, buscando confrontaciones y polémicas en lugar de llegar a acuerdos.
- Estos debates se centran en generar interés y espectáculo, sin importar si se llega a la verdad o se
busca un acuerdo.
- Aunque se argumente que escuchar voces discrepantes fomenta la formación de juicio propio y
la tolerancia, en realidad, si los debates no buscan el acuerdo y parten del desacuerdo absoluto,
se trata de un politeísmo craso en lugar de un pluralismo.
Ideas secundarias:
Sumillado breve:
El politeísmo axiológico implica creer que las cuestiones de valores son subjetivas y cada persona elige
su jerarquía de valores por fe o corazonada, sin argumentos convincentes. En los debates mediáticos, se
busca confrontación y polémica en lugar de llegar a acuerdos. Aunque se argumente que escuchar voces
discrepantes fomenta la formación de juicio propio y la tolerancia, si los debates no buscan el acuerdo, se
trata de un politeísmo craso en lugar de un verdadero pluralismo.
Conviene, pues, aclarar que defender el subjetivismo moral es alistarse en las filas del
politeísmo axiológico, y no en las de un sano pluralismo: el pluralismo, por su parte, es
totalmente incompatible con el subjetivismo moral.
Y sucede que en las sociedades con democracia liberal es precisamente el pluralismo
el que las hace posibles, porque el pluralismo consiste en compartir unos mínimos
morales desde los que es posible construir juntos una sociedad más justa, y en
respetar, precisamente desde esos mínimos compartidos, que cada uno defienda y
persiga sus ideales de felicidad. Ideales que, a mi modo de ver, configuran ya unos
"máximos éticos" en los que no tienen por qué estar de acuerdo todos los ciudadanos
para convivir -no sólo para coexistir-, desde el mutuo respeto y aprecio.
Trataremos brevemente sobre qué sea eso de los mínimos y los máximos, un tema
que hoy es ineludible para construir una moral cívica, una ética de la sociedad civil.
Ideas principales:
- Defender el subjetivismo moral es adherirse al politeísmo axiológico y no al sano pluralismo.
- El pluralismo es compatible con las sociedades democráticas liberales y se basa en compartir
unos mínimos morales desde los cuales es posible construir una sociedad justa.
- El pluralismo respeta el derecho de cada individuo a perseguir sus ideales de felicidad, siempre y
cuando se respeten esos mínimos compartidos.
- Los ideales de felicidad representan los "máximos éticos" que no necesitan ser compartidos por
todos los ciudadanos para convivir en una sociedad, siempre y cuando exista mutuo respeto y
aprecio.
Ideas secundarias:
Sumillado breve:
Si "politeísmo axiológico" significa que los ciudadanos de una sociedad que ha sufrido
el proceso de modernización "creen" en distintas jerarquías de valores y no pueden
superar ese subjetivismo, es decir, que no pueden hacerlas intersubjetivas
racionalmente, porque no hay argumentos que lo hagan posible, "pluralismo moral"
significa, por el contrario, que los ciudadanos de esa sociedad que ha sufrido el
proceso de modernización, comparten unos mínimos morales, aunque no compartan
la misma concepción completa de vida buena.
Ideas principales:
Ideas secundarias:
Sumillado breve:
- Tanto desde el liberalismo político como desde el "socialismo dialógico", se plantea la pregunta
de cómo es posible mantener una sociedad pluralista donde convivan ciudadanos con diferentes
concepciones de felicidad.
- Este desafío se vuelve aún más complejo en sociedades multiculturalistas, donde las diferencias
no se limitan a grupos dentro de una misma cultura, sino que involucran a distintas culturas.
Ideas secundarias:
- John Rawls, desde el liberalismo político, y Karl Otto Apel, Jürgen Habermas y defensores de la
ética dialógica, han abordado esta cuestión.
- El objetivo es lograr la convivencia en sociedades plurales, donde las diferencias no impliquen
conflictos irreconciliables.
- La pregunta se refiere a cómo conciliar los valores y concepciones de felicidad divergentes en
una sociedad y cómo garantizar la convivencia pacífica y justa.
Sumillado breve:
Tanto desde el liberalismo político como desde la ética dialógica, se plantea el desafío de lograr la
convivencia en sociedades plurales con diferentes concepciones de felicidad, especialmente en contextos
multiculturalistas. Se busca encontrar formas de conciliar estas diferencias y garantizar una convivencia
pacífica y justa.
- Para lograr la convivencia en sociedades plurales, es necesario que las personas compartan unos
mínimos morales y respeten los ideales de vida de los demás, siempre y cuando se adhieran a
esos mínimos compartidos.
- La importancia de establecer esos mínimos morales tiene sus raíces en las guerras de religión de
finales de la Edad Media y principios de la Edad Moderna, que demostraron los peligros de la
intolerancia y la necesidad de encontrar formas pacíficas de coexistencia.
- La convivencia pacífica se basa en la convicción de que todos los seres humanos merecen igual
respeto y consideración, y que tienen el derecho legítimo de desarrollar sus planes de vida,
siempre y cuando permitan a los demás hacer lo mismo.
Ideas secundarias:
- La experiencia histórica de las guerras de religión mostró los terribles sufrimientos causados por
la intolerancia y la falta de respeto por las diferencias.
- Aunque el enunciado de la convivencia pacífica puede parecer obvio, su puesta en práctica ha
sido un desafío que ha requerido tiempo y aprendizaje.
- La intolerancia persiste en la vida cotidiana y ha llevado a guerras y conflictos basados en
diferencias religiosas o ideológicas.
- Sin embargo, es posible y necesario superar la intolerancia para construir una sociedad más justa
y pacífica.
Sumillado breve:
Para lograr la convivencia en sociedades plurales, es fundamental establecer unos mínimos morales
compartidos y respetar los ideales de vida de los demás. La experiencia histórica de las guerras de
religión ha mostrado la importancia de superar la intolerancia y promover el respeto mutuo. Aunque la
intolerancia persiste, es posible y necesario superarla para construir una sociedad pacífica y justa.
Ideas secundarias:
- El pluralismo implica respetar las diferencias y aceptar que los ideales de felicidad pueden variar
entre las personas.
- Compartir unos mínimos morales de justicia es fundamental para construir una sociedad
pluralista.
- El respeto mutuo y el reconocimiento de la autonomía individual son elementos clave en el
pluralismo.
- Los mínimos morales se refieren a principios éticos básicos que todos deben aceptar, mientras
que los máximos de felicidad son las diferentes concepciones individuales de una vida plena.
Sumillado breve:
El camino para superar la intolerancia y construir una sociedad pluralista implica respetar unos mínimos
morales compartidos en términos de justicia, aunque existan diferencias en las concepciones individuales
de la felicidad. Esto implica reconocer la autonomía individual y promover el respeto mutuo en una
convivencia pacífica.
Ideas secundarias:
Sumillado breve:
La distinción entre "lo justo" y "lo bueno" en el fenómeno moral es útil para desarrollar una sociedad
pluralista. El análisis de la justicia y la felicidad, así como la conexión entre ambos conceptos, es esencial
para comprender y abordar las cuestiones morales en la construcción de una sociedad justa y satisfactoria.
Sin embargo, también es verdad que quienes tenemos por necesario distinguir entre lo
justo y lo bueno no estamos pensando en ninguna separación tajante, porque
sabemos que en la vida cotidiana nos planteamos las exigencias de justicia como
aquellos bienes básicos, mínimos, de los que creemos que toda persona debería
disponer para realizar sus aspiraciones a la felicidad. Para entender a qué nos
referimos, sería bueno que practicáramos algunos experimentos mentales, como los
siguientes.
Ideas principales:
Ideas secundarias:
Sumillado breve:
En la vida cotidiana, es necesario distinguir entre lo justo y lo bueno. La justicia implica garantizar los
bienes básicos para que las personas puedan perseguir la felicidad. No se busca una separación total entre
ambos conceptos, sino comprender cómo la justicia contribuye a una vida buena y satisfactoria.
Imaginemos que pasamos una de las mil encuestas que en este país se pasan
diariamente, preguntando a los encuestados qué tienen por bueno, qué les hace
felices, y unos contestan que cifrapon su felicidad en adquirir profundos
conocimientos, otros en disfrutar del cariño de personas amigas, otros, en tratar de
conseguir el bienestar de los menos afortunados. Y, supongamos que a continuación
pasamos otra encuesta preguntando esta vez en qué razones se apoyan para tener
esos ideales por buenos, por felicitan- tes. Las respuestas podrían ser asimismo de lo
más variado: desde apelar a la propia experiencia de lo gratificante que les ha
resultado en ocasiones disfrutar de esos bienes, hasta recurrir a la autoridad de
algunas ciencias, o también de personas que les merecen crédito, o a creencias
religiosas.
Por continuar el experimento, imaginemos ahora que nosotros mismos tenemos una
concepción diferente de qué tipo de vida proporciona felicidad, como también una
forma de fundamento diferente, ¿nos asistiría algún derecho para recriminar a
cualquiera de las personas encuestadas por su forma de entender la felicidad y por su
modo de fundamentarla? ¿Podríamos esgrimir razones para exigirles que cambiaran
de ideal de felicidad, o bien tendríamos que conformarnos con hablarles del nuestro y
comentarles cómo desde nuestra propia experiencia o desde nuestra propia
convicción nos ha resultado gratificante?
Es evidente que en este caso no estamos experimentando con las convicciones que el
público pueda tener acerca de la felicidad, acerca de cómo organizar el conjunto de
bienes que puede perseguirse para llevar una vida en plenitud. Estamos
preguntándonos, cómo juzgar acerca de cuestiones de justicia, y tendremos que hacer
grandes esfuerzos por recordar que sólo oficiamos de sociólogos, para no entablar
una agria discusión con aquellos de los que discrepemos. Porque ¿es verdad que
quien defienda el derecho de toda persona a vivir y a los medios necesarios para
hacerlo digna- mente, puede contemplar con respetuosa tolerancia a quien niega tales
derechos a algunas personas? ¿No hemos de re- conocer más bien que en cuestiones
de justicia no cabe sólo narrar experiencias personales, sino que "nace de dentro"
exigir que tales exigencias se satisfagan?
La verdad es que no hacen falta grandes experimentos mentales, sino que, con sólo
escuchar y leer las noticias diariamente, sobra material para percatarse de que en
cuestiones de justicia un ciudadano adulto es intransigente, mientras que, en lo que se
refiere a proyectos de felicidad, un ciudadano adulto es tolerante, aunque pueda estar
convencido del profundo valor del suyo.
Ideas principales:
- Existen diferentes concepciones de lo que es bueno y lo que trae felicidad en la vida de las
personas.
- Las razones y fundamentos para considerar algo como bueno y felicitante varían entre las
personas, desde la experiencia personal hasta la autoridad de ciencias, personas de confianza o
creencias religiosas.
- No tenemos derecho a recriminar a los demás por sus ideales de felicidad o fundamentos, sino
que podemos compartir nuestras propias experiencias y convicciones sin imponerlos.
Ideas secundarias:
Sumillado breve:
Las concepciones de lo que es bueno y trae felicidad varían entre las personas, y sus fundamentos
también son diversos. No tenemos derecho a recriminar a los demás por sus ideales de felicidad, pero en
cuestiones de justicia se espera una postura más exigente. Aunque en la sociedad se observa tolerancia
hacia los proyectos de felicidad individuales, se reconoce la importancia de la justicia.
Y aquí radica otra de las diferencias entre felicidad y justicia: que mientras en una
sociedad pluralista los ideales de felicidad pueden ser distintos, y resultaría irracional
la conducta de quienes se empeñaran en exigir a todos sus conciudadanos que se
atengan al que ellos tienen por adecuado, no sucede lo mismo con las convicciones de
justicia. Cuando tenemos algo por justo, nos sentimos impelidos a intersubjetivarlo, a
exigir que los demás también lo tengan por justo, porque ciertamente existe una gran
diferencia entre los juicios "esto es justo" y "esto me conviene", pero también entre los
juicios "esto es justo" y "esto da la felicidad".
Decir que "esto hace feliz" es, por contra, bastante más arriesgado, porque ¿quién se
atreverá a decir que esto es lo que hace felices a todos los seres humanos, aunque
parte de ellos se niegue a aceptarlo?
Y esta doble faceta de la moral es la que provoca grandes confusiones en una
sociedad que ha pasado de tener un código moral único a proclamar el pluralismo.
- En la vida cotidiana, la justicia y la felicidad están relacionadas, pero las cuestiones de justicia
son exigibles, mientras que los ideales de felicidad son personales y no se pueden imponer.
- Existe una diferencia entre los juicios de justicia, que buscan una objetividad intersubjetiva, y los
juicios de conveniencia personal o grupal.
- El pluralismo no implica que todo sea tolerado y que cualquier opinión sea igualmente
respetable, sino que se deben respetar los mínimos de justicia y los proyectos de felicidad de los
demás.
- La sociedad debe rechazar la corrupción, la violación de los derechos humanos y la injusticia, ya
que no merecen respeto.
Ideas secundarias:
- La moral tiene una doble faceta de justicia y felicidad, lo que puede causar confusión en una
sociedad pluralista.
- El pluralismo no significa que todo esté permitido, sino que se deben respetar los proyectos de
felicidad y los mínimos de justicia.
- La sociedad debe distinguir entre las opiniones respetables que respetan los mínimos de justicia
y aquellas que no merecen respeto.
Sumillado breve:
En una sociedad pluralista, los proyectos de felicidad son individuales, pero deben respetar los mínimos
de justicia. No todas las opiniones son igualmente respetables, ya que aquellas que no respetan los
mínimos de justicia no merecen ser toleradas. La sociedad debe rechazar la corrupción, la violación de los
derechos humanos y la injusticia.
Como conclusión de este apartado podemos decir, pues, que el fenómeno moral tiene
sobre todo dos facetas, que son la justicia y la felicidad.
En el terreno de la felicidad tiene sentido dar consejos, asesorar, sugerir a otra
persona cómo podría alcanzarla, bien desde la propia experiencia, bien desde la
confianza que otros nos merecen y que indican que ese es un buen camino. Decíamos
que son éticas de máximos las que aconsejan qué caminos seguir para alcanzar la
felicidad, cómo organizar las distintas metas que una persona se puede proponer, los
distintos bienes que puede perseguir para lograr ser feliz. Aquí no tiene sentido exigir
lo que se debe hacer: aquí no tiene sentido culpar a alguien de que no experimente la
felicidad como yo la experimento.
En el terreno de la justicia, en cambio, es en el que tiene pleno sentido exigir a alguien
que se atenga a los mínimos que ella pide, y considerarle inmoral si no los alcanza.
Por eso éste no es el ámbito de los consejos, sino de las normas; no es el campo de la
prudencia, si no de una razón práctica que exige intersubjetivamente atenerse a esas
normas.
Si quisiéramos establecer una comparación entre las éticas de la justicia y las de la
felicidad, la resultante sería la siguiente:
Éticas de mínimos
Ética de la Justicia Éticas de máximos
Ética de la Felicidad Normas
Lo justo Consejos
Lo bueno Exigencia
Razón práctica Invitación
Exigencia
Ideas principales:
- En el terreno de la felicidad, tiene sentido dar consejos y sugerencias, pero no se puede exigir a
alguien que experimente la felicidad de la misma manera.
- En el terreno de la justicia, es válido exigir a alguien que cumpla con los mínimos establecidos y
se considera inmoral si no lo hace.
- Las éticas de la justicia se basan en normas y tienen una exigencia práctica, mientras que las
éticas de la felicidad ofrecen consejos y son una invitación a seguir determinados caminos.
Ideas secundarias:
Sumillado breve:
En el ámbito de la felicidad, se pueden dar consejos, pero no se puede exigir su logro, mientras que en el
ámbito de la justicia se establecen normas y se exige su cumplimiento. Las éticas de la justicia se enfocan
en los mínimos morales, mientras que las éticas de la felicidad ofrecen consejos para alcanzarla.
Ideas secundarias:
- La ética de la sociedad civil se enfoca en establecer mínimos morales que todos los miembros de
una sociedad pluralista deben respetar.
- Las éticas ligadas a las religiones suelen establecer ideales más elevados y aspiran a una
moralidad más completa.
- Los desafíos de la ética de la sociedad civil incluyen cuestiones de legitimidad, autoridad y
articulación con las éticas de máximos.
Sumillado breve:
La ética de la sociedad civil se centra en establecer mínimos morales en una sociedad pluralista, mientras
que las éticas religiosas suelen establecer ideales más elevados. Los desafíos principales de la ética de la
sociedad civil son determinar quién decide qué es moralmente correcto, quiénes son los agentes de
moralización y cómo se relaciona con las éticas de máximos.