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Ensayo Final - Nicolás Arturi - Comunicación y Tecnología

Este documento analiza la relación entre los trabajadores y las plataformas digitales en el contexto del capitalismo de plataformas. En la primera parte, explica que las plataformas digitales sostienen una idea de neutralidad en sus relaciones con los trabajadores, pero en realidad tienen ventajas derivadas de la propiedad de datos y algoritmos. Esto genera una precarización laboral de los trabajadores digitales. Luego, compara esta situación con cambios tecnológicos previos como la revolución industrial, señalando que el objetivo de maxim

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Ensayo Final - Nicolás Arturi - Comunicación y Tecnología

Este documento analiza la relación entre los trabajadores y las plataformas digitales en el contexto del capitalismo de plataformas. En la primera parte, explica que las plataformas digitales sostienen una idea de neutralidad en sus relaciones con los trabajadores, pero en realidad tienen ventajas derivadas de la propiedad de datos y algoritmos. Esto genera una precarización laboral de los trabajadores digitales. Luego, compara esta situación con cambios tecnológicos previos como la revolución industrial, señalando que el objetivo de maxim

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UNIVERSIDAD NACIONAL DE LOMAS DE ZAMORA

MAESTRÍA EN COMUNICACIÓN

Seminario de Comunicación y Tecnología

TRABAJO FINAL

Capitalismo de Plataformas: trabajadores digitalmente precarizados

Nicolás Roberto Arturi

DNI 27.008.675

Docente

Soledad Arreguez Manozzo

Fecha de Entrega: 30/9/2022


INDICE

INTRODUCCIÓN

TRABAJADORES DIGITALMENTE PRECARIZADOS...………....................................................3

PRIMERA PARTE:

CAPITALISMO DE PLATAFORMAS Y TRABAJO……………............................………………....5

SEGUNDA PARTE:

COOPERATIVISMO DE PLATAFORMAS Y OTRAS ALTERNATIVAS DE ORGANIZACIÓN...............11

COMENTARIOS FINALES…………………………………....................................................14

REFERENCIAS………………………………………………................................................16

2
INTRODUCCIÓN. TRABAJADORES DIGITALMENTE PRECARIZADOS

“El capital (y el capitalismo) está en crisis y, como un león encerrado por


fuera de toda racionalidad, busca desesperadamente expropiar todo el
tiempo posible para realizar su plusvalía en el mercado o para aumentar
la explotación en la producción. Vuelve, como en los inicios del
capitalismo (con métodos más modernos, pero la misma pulsión
esclavista) a pretender succionar todo el tiempo de las personas, sobre
todo la de aquellas que no tienen otra opción que la de vender su fuerza
de trabajo para poder sobrevivir (clase trabajadora)”.

Fernando Rosso

El modelo de negocios postulado desde las plataformas digitales de servicios se


recuesta sobre la idea de que los dueños de las plataformas y sus asociados
colaboran para que dicho servicio (comida, ropa, compras y casi cualquier otra cosa)
llegue a los consumidores. Se establece así una idea de neutralidad en la relación
entre quienes manejan el espacio virtual y quienes lo utilizan para su negocio.

Nicholas Carr señala que “tendemos a pensar (de las plataformas) que son
computadoras vastas, desapasionadas, sin rostro (…) fuera del ámbito de la intención
y el control humanos. Esa es una percepción equivocada” (Carr, 2015, p.6). En efecto,
la pretensión de igualdad entre dueños de plataformas y emprendedores oculta, por un
lado, una serie de aspectos que atentan directamente contra los derechos laborales; y
por otro, beneficios para las empresas que exceden el porcentaje que retienen de
cada transacción y que tienen al aprovechamiento de los datos como negocio
principal. Incluso aspectos financieros como las formas de pago, la financiación y las
tasas por esas operaciones están manejados unilateralmente desde las plataformas.

Este trabajo propone indagar en las relaciones económicas que se establecen entre
trabajadores y dueños en el marco del Capitalismo de Plataformas, haciendo foco en
la realidad argentina sin omitir que se trata de un fenómeno global. En este sentido,
entendemos que las nuevas tecnologías permiten potenciar características que el
capitalismo presentó en todas sus etapas: este momento del sistema no es nuevo, ni
local. En efecto, varios autores coinciden en señalar que los objetivos de incrementar
la producción, aumentar la rentabilidad y mantener los costos al mínimo se sostienen,
como se sostiene también una parte importante del soporte ético del sistema.

3
Sin embargo, sí es novedoso el aporte de las plataformas en particular y la
digitalización de datos en general, particularmente la enorme cantidad de datos que
pueden almacenarse, procesarse y utilizarse a bajo costo.

La importancia del fenómeno analizado radica en que, si bien en la Argentina las


plataformas son relativamente recientes, han tenido un crecimiento enorme, en
consonancia con la tendencia a nivel global. De este modo, la emergencia de las
plataformas constituye una de las mayores transformaciones del mundo laboral.

Esta transformación podría asemejarse a otras etapas del desarrollo del capitalismo.
En efecto, siguiendo los trabajos de Manuel Castells, así como el industrialismo,
surgido a partir de la revolución industrial, posibilitó el surgimiento de nuevas formas
de producción, consumo y organización social (Castells, 2002), del mismo modo se
fueron propiciando conquistas en el campo laboral, como la jornada de 8 horas, la
sindicalización y demás derechos adquiridos. El advenimiento de un nuevo paradigma,
llamado informacionalismo, sustituye paulatinamente al industrial porque las nuevas
formas sociales emergentes absorben a aquellas que las precedieron y empiezan a
ser más efectivas en la generación de riqueza. Como en otros momentos de
revolución tecnológica, se generan nuevos interrogantes que, a su vez, comienzan a
reclamar sus respectivas soluciones.

A los efectos del presente ensayo, analizaremos los problemas que surgen en cuanto
a las relaciones laborales precarizadas en el actual contexto de las tecnologías
digitales. La idea de trabajadores digitalmente precarizados, que pertenece a Scassera
(2019) refiere a esta nueva etapa. En primer lugar, describiremos algunos conceptos
fundamentales para comprender lo que se describe como una relación imparcial en la
que las plataformas proporcionan una estructura de conexión para un mercado
determinado, ya sea de productos o de servicios. Varios autores señalan que esa
equidistancia no es tal y que en el manejo de la relación laboral tienen preeminencia
los dueños de las plataformas. La raíz de esta posición ventajosa tiene que ver con la
propiedad de los datos, con el manejo de los algoritmos que procesan esos datos, y
con la propiedad de software y hardware que sostienen a las plataformas.

Luego mencionaremos una serie de alternativas a esta precarización digital, entre las
que se encuentran algunos avances en materia de legislación, así como la idea del
cooperativismo de plataformas, una alternativa que puede superar muchos de los
problemas acarreados por esta tendencia flexibilizadora, permitiendo aprovechar al
mismo tiempo las ventajas de la economía en red. Finalmente, compartiremos algunas
conclusiones e ideas preliminares.

4
PRIMERA PARTE: CAPITALISMO DE PLATAFORMAS Y TRABAJO

Scott Lash (2005) señala que el trabajo es el corazón de la economía. Es decir que al
intentar analizar cualquier fenómeno de orden económico, una de las aristas
indudablemente será la relación entre la producción de valor y quienes se
desempeñan en ese ámbito productivo. Por su parte, Castells (2002) ubica a la
tecnología como dimensión fundamental del cambio social. Es necesario observar
entonces la relación entre producción de valor y tecnología. Muchas civilizaciones a lo
largo de la historia de la humanidad han dependido de la tecnología para producir
valor. “El Imperio Romano no puede comprenderse sin la tecnología de la ingeniería
necesaria para las vastas obras públicas y los sistemas de comunicación que llevó a
cabo; sin la codificación lógica de las actividades gubernamentales y económicas en el
Derecho romano; y sin el procesamiento de la información y la comunicación gracias a
la existencia del latín como lengua desarrollada” (Castells, 2002, p.112). Sin embargo,
el momento actual, que combina la crisis del sistema capitalista con un crecimiento sin
precedentes de la tecnología digital, incorpora nuevas circunstancias que ameritan un
análisis que, en la academia actual, es incipiente.

Puede establecerse un paralelo entre la revolución industrial, que constituyó el


paradigma industrialista, y el momento actual, que algunos autores llaman cuarta
revolución industrial, que está imponiendo paulatinamente lo que Castells (2002)
denomina el paradigma del informacionalismo. Según este paradigma, las fuerzas que
dieron impulso a la globalización pudieron desencadenarse apalancadas en la
capacidad de conexión de red global que proporcionan las tecnologías digitales de
comunicación (2009). Estas características proporcionan la base para lo que Castells
denomina sociedad red, que consiste en “una estructura social compuesta de redes
activadas por las tecnologías digitales de la comunicación y la información basadas en
la microelectrónica” (2009, p.50). De este modo, el informacionalismo empieza a
imponerse, puesto que su rendimiento es superior en cuanto a acumulación de riqueza
y poder (Castells, 2002). Se produce lo que algunos autores señalan constituye un
reemplazo del capital físico al capital digital (García, 2021). La lógica de la red
empieza a ser sustento de la nueva economía.

Paralelamente, Himanen (2002) se basa en el ensayo La ética protestante y el espíritu


del capitalismo de Max Weber y sostiene que los conceptos vertidos en dicho trabajo
continúan vigentes. “No es sorprendente este continuado predominio de la ética
protestante pues, si bien nuestra sociedad red difiere en gran medida de su
antecesora, la sociedad industrial, su ‘nueva economía’ no comporta una ruptura

5
completa con el capitalismo” (Himanen, 2022, p.19). En el mismo sentido, Srnicek
(2018) refuerza la idea de que las empresas de tecnología son actores económicos
dentro de un modo capitalista de producción.

Lo dicho hasta aquí permite pensar que lo distintivo de la actual coyuntura no es ni el


sistema económico predominante, ni los objetivos generales que persigue. En el
análisis de los autores mencionados existe la idea de que la búsqueda del capital de
maximizar sus dividendos no cambia, sino que incorpora herramientas nuevas. El
capitalismo de plataformas encuentra una nueva materia prima, que son los datos, e
incorpora un nuevo modelo de negocios: el control, el análisis y la explotación de esos
datos (Srnicek, 2018)

La idea de flexibilización laboral no es del todo nueva. Ya hacia 1970 comenzó una
crisis global que tendría como una de las respuestas el ataque a los sindicatos, los
intentos de tercerización y subcontratación, y otras estrategias para revivir la
rentabilidad empresarial que en la Argentina remiten a diversas propuestas políticas
que pueden rastrearse desde fines de la década de 1970 y que continúan vigentes en
este siglo (Srnicek, 2018). La crisis estructural del capital a partir de los años ‘70
erosionó la idea de una ciudadanía salarial con estabilidad laboral y derechos sociales
(Dos Santos, Feldman, 2022). Estos autores llaman desocialización autofágica a “la
dinámica de corrosión del tejido social producida por la convergencia entre la erosión
del mundo del trabajo y la degradación de los servicios públicos estatales” (Dos
Santos, Feldman, 2022, p.36) En definitiva, “no podemos entablar una conversación
acerca del capitalismo de plataformas sin reconocer primero que dependen de vidas
humanas explotadas a lo largo de sus cadenas globales de suministro” (Scholz, 2016,
p.9).

Sin embargo, sí existen una serie de elementos que son diferentes en esta iteración
del capitalismo. No sólo son diferentes; constituyen un cambio cualitativo de primera
magnitud, una revolución de la tecnología (Castells, 2002). Esa revolución empuja al
capitalismo a buscar nuevos modos de explotación, nuevos tipos de trabajo y nuevos
mercados (Srnicek, 2018).

La nueva materia prima a explotar son los datos ¿Cuál es la importancia de los datos?
La explicación de Srnicek es clara: “educan y dan ventaja competitiva a los algoritmos;
habilitan la coordinación y deslocalización de los trabajadores; permiten la
optimización y la flexibilidad de los procesos productivos; hacen posible la
transformación de productos de bajo margen en servicios de alto margen, y el análisis

6
de datos es en sí mismo generador de datos, es un círculo virtuoso” (Srnicek, 2018,
p.44)

Si bien en estadios previos del capitalismo algunos esquemas los incorporaban, los
viejos modelos de negocios del industrialismo no eran muy eficientes a la hora de
almacenar datos (Srnicek, 2018). En el SXXI, en cambio, la tecnología que implica
grabar, recopilar y guardar datos se volvió cada vez más barata y sencilla. Esto lleva
además a que hoy los datos se extraigan no solamente de actividades productivas,
sino también de espacios de relaciones personales y actividades de ocio, entre otras.

La unidad de negocios ideal para explotar esos datos es la plataforma. Las


plataformas son “infraestructuras digitales que permiten que dos o más grupos
interactúen” (Srnicek, 2018, p.45). Esa intermediación fue avanzando en tanto
comenzaron a digitalizarse más relaciones sociales: a medida que la web 2.0
maduraba los usuarios fueron incorporando más actividades cotidianas a entornos on
line” (Van Dijck, 2016). Las relaciones comerciales y laborales no fueron la excepción.

Esa intermediación se pretende inocua, una simple infraestructura que facilita el


intercambio. Sin embargo, es falaz creer que las plataformas sólo facilitan las
actividades en red (Van Dijck, 2016). Las reglas de uso de las plataformas están
controladas por los dueños de dichas plataformas, algo en lo que diversos autores
coinciden. Es cierto que, en su interacción con los usuarios, esas reglas pueden
negociarse hasta un punto; también, que la aceptación de las reglas no
necesariamente implica desconocimiento o ingenuidad por parte de quienes las
utilizan; sin embargo, es innegable que “una plataforma es, antes que un intermediario,
un mediador: moldea la performance de los actos sociales, no sólo los facilita” (Van
Dijck, 2016, p.34). Además, ese espacio es un lugar ideal para tener acceso
privilegiado a datos de los usuarios, sus transacciones, actividades y demás. A esto se
suma otro elemento a considerar: las empresas son propietarias del software y del
hardware que lo sostiene. En definitiva, esta posición de mediación permite a las
plataformas tener acceso y control de datos, y gobierno sobre las reglas del juego.
(Srnicek, 2018).

Srnicek clasifica a las plataformas en cinco tipos: publicitarias, como Facebook, que
venden espacio publicitario personalizado; de la Nube, como Amazon Web Services,
que alquila la infraestructura y los servicios digitales a otras empresas; industriales,
como Siemmens, que incorpora a los productos industriales básicos procesos
conectados a internet mediante la instalación de sensores y chips; de productos, como
Spotify, servicios on demand de bienes otrora tradicionales; y austeras, que reducen al

7
mínimo sus activos y sus costos y se presentan como simple espacio de
intermediación.

Si bien los cinco tipos de plataformas facilitan la flexibilización de las relaciones


laborales, es especialmente en el caso de las austeras cuando las condiciones de
trabajo se vuelven más precarias. Como dijimos, la flexibilización del trabajo no es un
objetivo de las plataformas, sino del capitalismo. Sin embargo, las plataformas
austeras “operan a través de un modelo hipertercerizado en el que los trabajadores
están deslocalizados, el capital fijo, los costos de mantenimiento y el training están
deslocalizados” (Srnicek, 2018, p.72). A pesar de esto, hay una serie de condiciones
que son comunes. Las plataformas no construyen su propio mercado, sino que se
incorporan a un intercambio existente. Al combinar esta ubicación con el análisis y la
puesta en valor de los datos recabados, se ubican en una posición ventajosa. A
medida que esa ventaja se hace más clara, más negocios se ven obligados a
incorporarse al sistema. Esta agregación hace que las plataformas sean más valiosas
cuantos más usuarios tengan, lo que favorece la monopolización. Finalmente, como
dijimos anteriormente, las plataformas recorren un equilibrio entre mantenerse
atractivas para diferentes tipos de usuarios y retener el control sobre las reglas de
operación.

Ahora bien, el modelo de plataformas tiene ciertas ventajas. Inicialmente, puede


entenderse el servicio que prestan como una especie de gran tercerización. Comercios
que antes no podían encarar la puesta en marcha de un servicio de entregas, por
ejemplo, pueden en cambio incorporarse a la plataforma. Esto les provee además con
publicidad, visibilidad y volumen de negocio sin necesidad de afrontar inversiones,
costos de capital, entre otras cosas (López Mourelo, 2020). En tal sentido, la misma
condición de flexibilidad permite acceder al trabajo de forma sencilla.

Sin embargo, estas ventajas iniciales solapan enormes problemas para los
trabajadores, y también permiten a los dueños de las plataformas contar con una
posición dominante, tanto en relación con los trabajadores como con los Estados.
Inicialmente, como señala Castells (2002), bajo las condiciones de la economía en red,
el trabajo se individualiza. “La inmensa mayoría de los trabajadores del planeta y la
mayoría en los países avanzados siguen constituyendo mano de obra desechable”
(Castells, 2009, p.58). Aquí otra vez señalamos que la idea de la división del trabajo en
función de lo que se valora y no del proceso productivo no es nueva. Tampoco lo es la
deslocalización. Ya en la década del ’90 varias empresas empezaron a reubicar varios
puestos de trabajo en países en desarrollo, aprovechando ventajas impositivas y

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costos salariales y laborales más bajos. La crisis de las hipotecas subprime de 2008
reforzó esta tendencia de mantener a trabajadores poco calificados (genéricos, dirá
Castells) deslocalizados y un núcleo de trabajadores autoprogramables o calificados
bien pagos. Lo que incorpora la economía en red es volcar esos trabajos al entorno on
line y agregar una capa de vigilancia (Srnicek, 2018).

Ejemplificaremos brevemente estos problemas enmarcados en la situación de las


plataformas de servicios en la Argentina. En 2018, 160.000 personas habían generado
ingresos al menos una vez en plataformas digitales, sin contar Mercado Libre
(Kasparian, 2022). A nivel global, de acuerdo con datos de la OIT (2021), entre 2010 y
2020 la cantidad de plataformas digitales basadas en la web se quintuplicaron. En el
caso de Argentina, esta tendencia se intensificó con la desregulación del movimiento
de capitales puesto en rigor a partir del año 2015, lo que facilitó el ingreso de
plataformas extranjeras (Kasparian, 2022). A comienzos de 2016, solamente 5
plataformas operaban en el país, todas de origen nacional. Según datos de la OIT, ese
número aumentó a 22 en 2018 (López Mourelo, 2020).

Ciertas prácticas habituales en las plataformas no son nuevas. Tercerización,


subcontratación y demás estrategias existen desde hace décadas. Algunas
preocupaciones, sin embargo, sí son generadas por la introducción de la tecnología.
Los trabajadores son normalmente considerados trabajadores independientes, por lo
que deben inscribirse en un régimen denominado monotributo, es decir, un régimen
simplificado para pequeños contribuyentes. Éste proporciona prestaciones muy
básicas que no incluyen seguro de desempleo, licencia por enfermedad, vacaciones,
Aseguradora de Riesgos de Trabajo (ART), entre otros. Vehículo y gastos asociados,
material de trabajo, seguro y demás elementos necesarios para desempeñar la tarea
corren por cuenta del asociado, así como un dispositivo móvil compatible y un servicio
de conexión a internet apropiado (López Mourelo, 2020). Por otro lado, la relación
entre plataforma y asociado se establece mediante una simple adhesión a los términos
y condiciones de uso.

En este punto es importante señalar la importancia de los algoritmos. Se trata de


“series de operaciones que permiten analizar un conjunto de datos para obtener
información precisa y tomar decisiones sobre una cuestión en particular” (Kasparian et
al, 2021: p.36). Los algoritmos tienen una pátina de imparcialidad y asepsia que
supone que las decisiones que toman están basadas exclusivamente en datos. Sin
embargo, como señala Scassera (2018), estos algoritmos están determinados por
seres humanos. Esto implica que prejuicios, criterios, creencias y demás

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condicionantes se imprimen en dicha secuencia de operaciones, que luego se
reproduce con esas características. Resultado de esto, están bien documentados
problemas de discriminación, exclusión y desigualdad.

Las plataformas utilizan un sistema algorítmico para asignar trabajos, optimizar


funcionamiento, y evaluar el desempeño de los trabajadores. Este sistema permite que
tanto el comerciante usuario del servicio como quien recibe el producto pueda calificar
la tarea del trabajador, pero no al revés. Una mejor calificación en algunas plataformas
permitirá acceder, por ejemplo, a ciertas clases de pedidos con mayores márgenes de
ganancia o a que el repartidor pueda establecer su horario preferido para hacer las
entregas. Por el contrario, malas calificaciones pueden llevar a bloqueos de la
aplicación por un lapso determinado, e incluso la desactivación definitiva, sin lugar a
reclamos. El trabajo en plataformas tampoco permite la sindicalización ni la
negociación colectiva.

La OIT define cinco características de la gestión algorítmica: “i) el seguimiento


continuo del comportamiento de los trabajadores; ii) su constante evaluación mediante
la valoración de los clientes; iii) la aparente toma e implementación de decisiones sin
intervención humana; iv) la interacción de los trabajadores a través de la aplicación, lo
que les dificulta la posibilidad de comunicarse y apelar ciertas decisiones de modo
personal; v) cierta falta de transparencia en cómo funciona el algoritmo, tanto por
prácticas comerciales competitivas como por la propia adaptabilidad del algoritmo”
(López Mourelo, 2020: p.17)

Esta falta de transparencia alude a la capa de vigilancia mencionada anteriormente.


Se trata de una herramienta que permite el disciplinamiento de los trabajadores, que
en algunos mercados se extiende incluso al punto de sancionar a quienes asisten a
manifestaciones, por ejemplo.

Lo expuesto hasta aquí sugiere que considerar a los trabajadores de plataformas


como emprendedores, asociados o colaboradores constituye simplemente un
eufemismo. El desequilibrio entre ambas partes del contrato señala la existencia de
una relación de dependencia encubierta en donde las empresas imponen condiciones
tanto en lo relativo a forma y tiempo de pago, tarifas, entregas y normas de calidad
(Scassera, 2018). Del mismo modo, y aunque no es el foco central de este trabajo, las
plataformas tampoco responden impositivamente al Estado ni a Defensa al
Consumidor, en muchos casos.

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Como señala Carr, “porque los algoritmos nos imponen intereses y sesgos de otros,
tenemos la obligación de examinar cuidadosamente y, cuando sea apropiado, regular
juiciosamente dichos algoritmos” (Carr, 2015, p.6).

SEGUNDA PARTE: COOPERATIVISMO DE PLATAFORMAS Y OTRAS ALTERNATIVAS DE


ORGANIZACIÓN

Así como el Capitalismo de Plataformas arrastra ciertas características vigentes en


anteriores etapas del sistema, una de las primeras definiciones que creemos necesario
adoptar para atender a estas problemáticas es la de empleo. El hecho de que un
trabajador ofrezca sus servicios en el mercado laboral no lo transforma en un
empresario (Scassera, 2019).

Como mencionamos en la primera parte, las plataformas prestan un servicio de modo


más eficiente y accesible para muchos comercios y empresas. Esa eficiencia se
sostiene en parte debido a la participación de los asociados. Como ejemplo, una
aplicación de envíos puede seleccionar al repartidor más cercano, con mayor
disponibilidad y mejores calificaciones para realizar un trabajo. Esto sería mucho más
eficiente y económico que poseer una flota propia de vehículos con choferes. Lo que
sucede es que, de hecho, es la plataforma la que organiza esa flota, sin las
responsabilidades civiles ni laborales que implicaría contratarla directamente. De
hecho, mientras que un colaborador recibe un trabajo, hay muchos otros que se
mantienen a la espera, de hecho, trabajando, aunque sin que el algoritmo les asigne
ninguna tarea y, por lo tanto, sin recibir dinero. Más allá de este ejemplo existen una
serie de indicadores de existencia de relación laboral, de acuerdo a lo analizado por la
OIT. Entre otros pueden mencionarse:

i. Que el modelo de negocios depende prioritariamente de la plataforma, que es


el medio principal de producción.
ii. La gestión de cobranzas y pagos se realiza por medio de la plataforma.
iii. Las tarifas son establecidas unilateralmente.
iv. El repartidor carece de una estructura empresarial propia.
v. El control de la prestación queda sujeto a la gestión algorítmica y al sistema de
calificaciones.
vi. La continuidad laboral es decidida por las plataformas, sin posibilidad de
apelación y queja.

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Es cierto que en el análisis pormenorizado existen también ciertas características que
podrían sugerir independencia laboral, como la no exclusividad, el manejo de los
tiempos de trabajo, el hecho de que esta actividad puede no ser la principal fuente de
ingresos y que el asociado es propietario del vehículo y otros medios de producción.
Pero en realidad, varias de estas características se ven opacadas a la hora de su
análisis efectivo, ya que, por ejemplo, reducir horas de trabajo reduce calificaciones, lo
que a su vez recorta acceso a beneficios monetarios. A esto hay que sumar que, como
señalamos en la primera parte, las calificaciones, asignaciones de trabajos y otras
características gobernadas por los algoritmos suelen traer aparejadas situaciones de
discriminación. Asimismo, los perjuicios se extienden a la cobertura de salud, que en el
caso de la inscripción al monotributo es muy básica; la falta de aguinaldo, vacaciones
pagas, seguro por accidentes de trabajo, indemnización y otros derechos adquiridos.
“El éxito o fracaso dependerá pura y exclusivamente del tiempo que el trabajador
dedique y del nivel de concordancia que tenga con las políticas de la plataforma, es
decir, con su algoritmo”, resume Scassera (2019).

Castells (2009) señala lo prescindible de la mayoría de los trabajadores, y resalta que


solo pueden evitar esa condición a través de la acción colectiva (Castells, 2009).
Precisamente, una de las preguntas que busca respuesta en esta coyuntura es la de la
representación gremial. En ese sentido, la OIT señala que en la Argentina existe la
Asociación Sindical de Motociclistas Mensajeros y Servicios (ASIMM), que tiene
personería gremial desde 2009. Sin embargo, esta personería está “limitada al ámbito
de la Ciudad de Buenos Aires, y sólo respecto a trabajadores en relación de
dependencia que prestan servicios para empleadores cuya actividad principal es
‘mensajería’” (López Mourelo, 2020: p.84). Además, hacia fines de 2018 se formó una
agrupación gremial denominada Asociación del Personal de Plataformas (APP), cuya
inscripción gremial se encuentra en trámite. Más allá de algunos obstáculos que
enfrentan estas organizaciones, lo cierto es que la tendencia a la organización
colectiva en la Argentina es alta (López Mourelo, 2020). En otros países se llevaron
adelante diversas negociaciones entre Uber y organizaciones sindicales, con
resultados disímiles. En 2021 la Corte Suprema de Justicia en Inglaterra reconoció que
los trabajadores de Uber son empleados y no autónomos (Kasparian et al, 2021). Algo
similar sucedió, por ejemplo, en España. Sin embargo, en la Argentina, la ciudad de
Buenos Aires aprobó una ley que regula el reparto mediante apps que, según
miembros de APP, legitima la explotación. Según la agencia Télam, la Ley “incorpora
la figura de ‘operador de plataforma digital de oferta y demanda por terceros del

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servicio de mensajería urbana y/o reparto a domicilio de sustancias alimenticias’”
(Télam, 2020), lo que refuerza la idea de intermediación sin influencia.

Una estrategia que complementa el desarrollo de tácticas de sindicalización y de


protección legal es lo que algunos autores denominan cooperativismo de plataformas
(Scholz, 2016). Este concepto tiene tres partes. En primer lugar, se trata de clonar el
corazón tecnológico de las plataformas, pero ponerlo a trabajar en un modelo de
propiedad más democrático. En segundo lugar, se trata de la solidaridad, tristemente
ausente en esta etapa del capitalismo. Finalmente, consiste en resignificar conceptos
como innovación y eficiencia incorporando la idea de beneficios para todos y no
acumulación de ganancias para pocos (Scholz, 2016). Cabe aclarar que esto no
implica que se trate exclusivamente de cooperativas en el sentido legal, sino que se
refiere a su identidad (Kasparian, 2022)

Precisamente esta autora analiza la llegada de Coopcycle a la Argentina y señala ocho


factores relevantes para su incorporación. De estos, señalamos algunos que son
comunes a otras experiencias posibles del cooperativismo de plataformas. Los
recursos heredados de la experiencia europea, y especialmente la disponibilidad de un
software con código abierto son fundamentales. El marco legal no parece ser un
inconveniente, mientras que el movimiento cooperativo en la Argentina tiene una
trayectoria y una solidez que permiten incorporar nacientes cooperativas en el sector.
Es importante también establecer redes con otros actores de la economía social y
solidaria, que en la Argentina tiene además gran capilaridad en los territorios. La
autora señala tres elementos que es necesario tener en cuenta: primero, la actividad
del Estado es central. Segundo, el poder social de las estrategias de transformación es
clave, y funciona en tándem con el apoyo estatal. Tercero, el análisis de factibilidad no
puede realizarse en clave local (Kasparian, 2022). En ese sentido, cabe recordar la
idea que incorpora Castells (2009) de la reconfiguración de la sociedad red como un
fenómeno que es a la vez local, regional y global.

Los autores analizados coinciden en señalar que tanto la defensa de derechos


laborales como la incorporación del cooperativismo no apuntan a las bases del
sistema capitalista. García (2021) plantea la idea del no rechazo al desarrollo
tecnológico capitalista, sino su apropiación, a fin de reorientarlo en favor de valores
cooperativos. Srnicek, por su parte, sostiene que el peso de las plataformas
existentes, de sus recursos financieros y de los datos que manejan hacen muy difícil la
competencia para un eventual nuevo jugador cooperativo, incluso si dichas
plataformas pasaran a ser de fuente abierta (Srnicek, 2018). Aboga en cambio por la

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intervención estatal, no solo para intervenir y regular las plataformas privadas, sino
para crear plataformas propiedad del pueblo y controladas por él. En ese sentido
Kasparian (2022) resalta la estrategia federada que platea Coopcycle, que puede
superar problemas de escala como los mencionados arriba. En todo caso, al margen
del debate de fondo, es atinado decir que ambas estrategias funcionan en planos
paralelos.

COMENTARIOS FINALES

El objetivo de este trabajo fue recorrer ciertas características principales de la relación


entre trabajo y producción de valor en el capitalismo de plataformas, sin pretensiones
de exhaustividad, sino con la idea de que, en el marco del paradigma
informacionalista, las nuevas tecnologías digitales atraviesan y potencian las
diferentes estructuras que hoy conforman la sociedad red. Estas estructuras involucran
desde actividades de ocio hasta espacios productivos, pero se sostienen a partir de su
ubicación privilegiada como moderadoras de las relaciones sociales, como propietarias
del software y el hardware que sostiene a las plataformas, y como analistas, a través
de algoritmos, de una enorme cantidad de datos.

En el caso específico de las relaciones laborales, la pretensión de ecuanimidad de las


plataformas es un objetivo de las empresas controlantes, reforzado desde ciertos
mensajes que reivindican el emprendedurismo e impulsan a trabajadores a ser
empresarios de sí mismos. Los autores referidos en este trabajo señalan que se trata
de eufemismos que esconden una relación de dependencia encubierta, que permite a
las empresas eludir responsabilidades relacionadas con la seguridad social, los
derechos laborales, la posibilidad de organizar expresiones sindicales y demás
conquistas.

Se establece así un paralelo entre otras etapas del capitalismo y la actual. Elegimos el
industrialismo, paradigma que hoy está siendo reemplazado, y notamos que en aquél
momento también se dieron reivindicaciones y se consagraron derechos que hoy
parecen naturales, pero no siempre lo fueron. Del mismo modo, esta elusión de
responsabilidades que mencionamos genera en la actualidad reclamos y protestas que
empiezan a tener espacio en la política, la justicia y la opinión pública.

Las respuestas son incipientes, como en todo momento de cambio. El cooperativismo


de plataformas y la ampliación de derechos laborales desde el marco legal apuntan a
modificar el sistema de plataformas, volverlo más democrático, con mayores controles

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y menos arbitrariedad y secretismo. Por otro lado, desde otros sectores se aboga por
una modificación más sistemática, que intervenga y regule a las plataformas privadas,
que de otro modo serán demasiado grandes para que cualquier desarrollo cooperativo
compita con ellas.

Sucesivos desarrollos podrán dar cuenta del éxito (o fracaso) de iniciativas


cooperativas, así como el avance de legislación de seguridad social y la intervención
de organismos regulatorios en aquellas plataformas privadas ya establecidas.

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REFERENCIAS

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