100% encontró este documento útil (1 voto)
139 vistas51 páginas

El Sacramento de La Penitencia y de La Unción Folleto 2022

Este documento presenta el manual del mes del rosario de la Diócesis de Atlacomulco para octubre de 2022. El lema es "Discípulos Misioneros que, en la debilidad y la enfermedad, construyen en la esperanza el Reino de los cielos". El manual incluye una introducción del obispo, una jaculatoria, lecturas bíblicas y una introducción que habla sobre la enfermedad, el pecado y la curación y el perdón a través de Jesucristo.
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
100% encontró este documento útil (1 voto)
139 vistas51 páginas

El Sacramento de La Penitencia y de La Unción Folleto 2022

Este documento presenta el manual del mes del rosario de la Diócesis de Atlacomulco para octubre de 2022. El lema es "Discípulos Misioneros que, en la debilidad y la enfermedad, construyen en la esperanza el Reino de los cielos". El manual incluye una introducción del obispo, una jaculatoria, lecturas bíblicas y una introducción que habla sobre la enfermedad, el pecado y la curación y el perdón a través de Jesucristo.
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 51

DIÓCESIS DE ATLACOMULCO

MANUAL DEL MES DEL ROSARIO

OCTUBRE 2022

COMISIÓN PARA LA PASTORAL PROFÉTICA

LEMA 2022

Discípulos Misioneros que, en la debilidad y


la enfermedad, construyen en la esperanza
el Reino de los cielos.

JACULATORIA

“MARÍA SALUD DE LOS ENFERMOS Y REFUGIO DE


PECADORES, RUEGA POR NOSOTROS”

1
“EL HA SIDO HERIDO POR
NUESTRAS REBELDIAS,
MOLIDO POR NUESTRAS
CULPAS. EL SOPORTÓ EL
CASTIGO QUE NOS TRAE LA
PAZ, Y POR SUS HERIDAS
FUIMOS CURADOS”
Is 53,5

2
PRESENTACIÓN.

Discípulos misioneros, que en la debilidad y la enfermedad construyen en la


esperanza el Reino de los Cielos.

Nuestra Iglesia diocesana, en este mes se reúne en torno a María, como ella lo hizo
con los discípulos en torno a Jesús. María fue testigo de que su hijo siempre estuvo al
pendiente de los enfermos a quienes curaba (Mc 1,32-34) y convivio con los pecadores
a quienes les manifestó su perdón y aceptación (Mt 9,11-13). Así las familias de nuestro
Diócesis han de reunirse, para la oración y para reflexionar en torno a nuestra realidad
de enfermedad y pecado que hay en nuestra persona, en nuestras familias y en nuestra
comunidad eclesial. Para que así reafirmemos nuestro ser discípulos misioneros.

El perdón de los pecados es una dimensión fundamental en la misión de Jesucristo.


Junto al anuncio del amor misericordioso del Padre, de la revelación de su amor por
cada hombre y mujer, hace visible el perdón que sólo Dios lo puede dar. La máxima
expresión de este perdón lo encontramos en el Calvario: en la Pascua del Señor, el
grano de trigo que cae en tierra y da mucho fruto (Jn 12,23-24).

El perdón tiene como fruto la reconciliación; pone paz allí donde había discordia; crea
amistad allí donde se había ofendido; renueva y hace germinar la vida allí donde había
vacío y aridez; y en especial, el perdón es fruto del verdadero amor, del Amor que es
más fuerte que el pecado. El perdón da fuerzas, pone alegría, da paz, impulsa el
caminar, renueva a quien lo recibe. El perdón es fruto del encuentro con Dios, que ama
y tiene un proyecto de salvación para los hombres. Por esto el perdón es lugar de
encuentro con Jesucristo. Este encuentro se vuelve necesario para todo discípulo, en
todo momento y circunstancia (Mt 9,2-7)

La oración se vuelve signo: de la primacía de la gracia en la vida del discípulo. La


oración, al ejemplo de Jesucristo es diálogo: del Hijo con el Padre. La oración lleva a
interiorizar la relación personal con el Padre a través de Jesucristo, lleva a amar a su
voluntad y a realizarla en la vida de cada uno. La oración es lugar de encuentro personal
o comunitario: donde dos o tres se reúnen en mi Nombre, allí estoy en medio de ellos
(Mt 18,19-20)

Invito a todos a que vivamos este tiempo de fe, teniendo en cuenta nuestra condición
de discípulos misioneros, a quien aqueja la enfermedad en el cuerpo y en el espíritu y
quienes con Pablo reconocen que son pecadores y necesitan de la gracia de Dios (1Tm
1,12-16) para superados todos nuestros miedos y temores, ante esta nueva realidad
que nos ha tocado vivir, hagamos vida, en nosotros, en nuestras familias y

3
comunidades el Evangelio de Cristo. Es en la aplicación del Plan Diocesano de
Pastoral, donde nuestra Iglesia Particular de Atlacomulco, va renovando su
compromiso bautismal, comprometiéndose en hacer de cada una de nuestras
parroquias, el espacio donde a través de la conversión personal y comunitaria,
caminemos por las sendas del Evangelio, en la fe, la esperanza y manifestando al
mundo la alegría de haber sido perdonados de nuestros pecados y reconciliados por
nuestro Señor Jesucristo (Jn 3,16-17) para responder así a los retos actuales.

Que a ejemplo de María la mujer inmaculada, que se dejó fecundar por la acción del
Espíritu Santo, nuestra Iglesia diocesana, se renueve y en su vida diaria, vaya haciendo
realidad el proyecto del Reino, confirmando su ser de discípula misionera.

Que María la Madre de Cristo en quien hemos sido curados y perdonados nos siga
animando para que, seamos testigos de su perdón y de su amor. “Ten por cierto que
Cristo murió por los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Y si encontré
misericordia fue para que en mi primeramente manifestara Jesucristo toda su paciencia
y sirviera de ejemplo a los que habían de creer en él para obtener la vida eterna” (1Tm
1,15-16).

+ Juan O. Martínez García

Obispo de Atlacomulco

Atlacomulco Méx., a 1 de septiembre de 2022.

4
INTRODUCCIÓN

… y por sus llagas hemos sido curados.

“¡Y con todo eran nuestras dolencias las que él llevaba y nuestros dolores los que soportaba!
Nosotros le tuvimos por azotado, herido de Dios y humillado. Él ha sido herido por nuestras
rebeldías, molido por nuestras culpas. Él soporto el castigo que nos trae la paz, y por sus llagas
hemos sido curados.” (Is 53,4-5).

La enfermedad siempre ha acompañado a los seres humanos, en ella el hombre experimenta


su impotencia, sus límites y su finitud. La enfermedad también hace entrever la muerte.

La enfermedad puede conducir a la angustia, incluso a la desesperación y a la rebelión contra


Dios. Puede también hacer a la persona más madura, ayudarla a discernir en su vida lo que
no es esencial para volverse hacia lo que sí es. Con mucha frecuencia, la enfermedad empuja
a una búsqueda de Dios, un retorno a Él.

La compasión de Cristo hacia los enfermos y sus numerosas curaciones (cf Mt 4,24) son un
signo maravilloso de que “Dios ha visitado a su pueblo” (Lc 7,16) y de que el Reino de Dios
está muy cerca. Jesús no tiene solamente poder para curar, sino también de perdonar los
pecados (cf Mc 2,5-12): vino a curar al hombre entero, alma y cuerpo; es el médico que los
enfermos necesitan (Mc 2,17). Su compasión hacia todos los que sufren llega hasta
identificarse con ellos: “Estuve enfermo y me visitaron” (Mt 25,36).

A menudo Jesús pide a los enfermos que crean (cf Mc 5,34.36; 9,23). Se sirve de signos para
curar: saliva e imposición de manos (cf Mc 7,32-36; 8, 22-25), barro y ablución (cf Jn 9,6s). Los
enfermos tratan de tocarlo (cf Mc 1,41; 3,10; 6,56) “pues salía de él una fuerza que los curaba
a todos” (Lc 6,19). Así, en los sacramentos, Cristo continúa “tocándonos” para sanarnos.

Ahora bien, la llamada de Cristo a la conversión sigue resonando en la vida de los cristianos.
Esta segunda conversión es una tarea ininterrumpida para toda la Iglesia que “recibe en su
propio seno a los pecadores” y que siendo “santa al mismo tiempo que necesitada de
purificación constante, busca sin cesar la penitencia y la renovación” (LG 8). Este esfuerzo de
conversión no es sólo una obra humana. Es el movimiento del “corazón contrito” (Sal 51,19),
atraído y movido por la gracia (cf Jn 6,44; 12,32) a responder al amor misericordioso de Dios
que nos ha amado primero (cf 1 Jn 4,10).

De ello da testimonio la conversión de san Pedro tras la triple negación de su Maestro. La


mirada de infinita misericordia de Jesús provoca las lágrimas del arrepentimiento (Lc 22,61) y,
tras la resurrección del Señor, la triple afirmación de su amor hacia él (cf Jn 21,15-17). La
segunda conversión tiene también una dimensión comunitaria. Esto aparece en la llamada del
Señor a toda la Iglesia: “¡Arrepiéntete!” (Ap 2,5.16).

Hoy más que nunca la Iglesia está llamada a ser sacramento del amor de Dios ante el enfermo
y el pecador. Pues tanto el pecado como la enfermedad son dos realidades que aquejan al ser
humano y que lo hacen apartarse de Dios y sentirse solo y desamparado. Cuando Jesús nos
ha dado testimonio que es en estas dos realidades limite donde se manifiesta la gracia, el amor
y el perdón de Dios. “Pero donde abundo el pecado, sobreabundo la gracia; así, lo mismo que
5
el pecado reino en la muerte, así también reinara la gracia en virtud de la justicia para vida
eterna en Jesucristo nuestro Señor.” (Rm 5,20-21).

Espero que este material ayude a toda nuestra Iglesia diocesana, para madurar en la
concepción cristiana de la enfermedad y de la muerte, sobre todo en este tiempo donde la
pandemia de covid 19, nos ha hecho tambalear en la fe y renegar contra Dios. Que este trabajo
de varios de los presbíteros de nuestra Diócesis nos renueve en la fe y la esperanza en este
Dios Padre misericordioso, que en Cristo Jesús nuestra salud no ha curado y en él, el
primogénito de los muertos nos ha abierto las puertas de la eternidad.

Pbro. Lic. Enrique Dávila Jacinto.

Coordinador de la Comisión de Pastoral Profética.

6
LA PALABRA DE DIOS ES FUENTE DE TODA VIDA ECLESIAL.

(Entronización de la Biblia)

(Solo se usará si no se ha entronizado antes la Sagrada Escritura o si es una casa


nueva o una nueva familia, si no, no se hace y se pasa directamente al Rosario)

INSTRUCCIÓN: Preparamos un lugar destacado donde se colocará la Biblia abierta


en el pasaje que se va a leer. La vamos a ubicar en una mesa que cubrimos con un
mantel o una tela adecuada, la idea es que la Biblia esté al centro de la reunión. A
los lados pondremos una o dos velas encendidas.

Guía: Al reunirnos hoy para escuchar y meditar la Palabra de Dios, hemos querido
en este encuentro dar gracias a Dios y reconocer en ella el instrumento privilegiado
para el encuentro con Dios, que nos renueva cada día. Gracias, Señor, por tu
Palabra: luz y sentido en nuestra existencia, posibilidad inagotable de encuentro
contigo. Gracias por habernos dado esta oportunidad de entrar en este hogar para
escucharte y alabarte juntos mediante el don de tu Palabra.

Instrucción: Estando ya todos reunidos, en silencio y dispuestos a comenzar el


encuentro, uno de los integrantes del grupo entra en el lugar de reunión con la Biblia
en sus manos sosteniéndola en alto. Mientras los demás la esperan de pie,
cantando.

Canto: Lámpara es tu Palabra para mis pasos. Cf. Sal. 118.

LÁMPARA ES TU PALABRA PARA MIS PASOS, LUZ EN MI SENDERO.

Yo guardaré tus justos mandamientos.


Señor, dame vida, según tu promesa.
Mi vida, Señor, está siempre en peligro,
Pero no olvido tu voluntad.
Inclino mi corazón a cumplir tus leyes,
Se tú la alegría de mi corazón.

Instrucción: Se coloca la Biblia en el lugar de preferencia preparado para ella.


Todos toman asiento.

Guía: Rezamos juntos para que el Espíritu Santo nos guíe para encontrar en la
Biblia reflexiones que nos remitan a nuestra propia existencia, y nos permitan
encontrarnos con el Señor y ser sus verdaderos discípulos.

7
Oración. (JUNTOS)

Dios nuestro, Padre bondadoso que nos amas,


envíanos tu Espíritu Santo, para que nos ayude
a leer la Biblia desde el corazón.
Sabemos que en las Sagradas Escrituras
resuena la voz de Jesús, tu Hijo Amado y hermano nuestro.
Crea en nosotros el silencio para escuchar su voz:
para que también nosotros seamos sus discípulos y misioneros,
para que podamos testimoniar a las demás familias
que Jesús está vivo y presente en medio de nosotros
como fuente de amor, de esperanza y de paz.
Que en esta familia resuene siempre tu Palabra.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Guía: Escuchemos la Lectura de la carta de San Pablo a los Romanos: 12,1-2. 9-


16 21.

Les exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcan sus cuerpos
como una víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será su culto espiritual. Y no se
acomoden al mundo presente, antes bien transfórmense mediante la renovación de
su mente, de forma que puedan distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo
agradable, lo perfecto. Su caridad sea sin fingimiento; detestando el mal,
adhiriéndonos al bien; amándose cordialmente los unos a los otros; estimando en
más cada uno a los otros; con un celo sin negligencia; con espíritu fervoroso;
sirviendo al Señor; con la alegría de la esperanza; constantes en la tribulación;
perseverantes en la oración; compartiendo las necesidades de los santos;
practicando la hospitalidad. Bendigan a los que los persiguen, no maldigan.
Alégrense con los que se alegran; lloren con los que lloran. Tengan un mismo sentir
los unos para con los otros; sin complacerse en la altivez; atraídos más bien por lo
humilde; no se complazcan en su propia sabiduría. No te dejes vencer por el mal;
antes bien, vence al mal con el bien. Palabra de Dios.

Reflexión: Es interesante que Pablo no nos pida ponerle flores o velas al Señor,
para agradarle. ¡Nos pide que le entreguemos nuestra vida! Nuestro cuerpo, nuestra
persona, nuestras inquietudes, deseos, preocupaciones. ¡Todo lo que vivimos debe
ser entregado al Señor! Pero, ya que somos tan frágiles y con frecuencia nos
equivocamos, necesitamos una continua renovación interior, para distinguir lo malo
de aquello que le agrada al Señor.

Pablo continúa invitándonos a vivir el amor cristiano: no sólo en apariencia, sino en


profundidad, en verdad. (Se lee nuevamente los versículos 9-16 y se invita a los
presentes a comentarlo, aplicándolo a la propia familia).

El Señor Jesús nos ha dejado como “mandamiento” que nos amemos, que nos
queramos de corazón, como él lo ha hecho al dar su vida por nosotros. Para

8
alimentarnos en el camino de la fe y del amor, nos regala su Palabra, como luz en
el camino y maestra en el viaje de la vida.

Guía: Ha sido bonito colocar la Biblia como reina en el trono de nuestro hogar. Ha
sido bonito comentar un pequeño pasaje de la carta a los Romanos. Pero no basta,
es preciso que nos comprometamos a alimentarnos de la Palabra del Señor con
frecuencia. Le pedimos:

• Para que la Palabra de Dios sea el “Pan de cada día” que nos alimenta en el
camino de la fe y del amor. Roguemos al Señor.
• Para que la Biblia no sea sólo adorno en esta casa, sino luz, maestra de vida,
a quien escuchamos con frecuencia. Roguemos al Señor.
• Para que el Señor bendiga nuestro hogar con el amor y el perdón de cada
día. Que en eso se note que somos una familia cristiana: discípulos de Jesús.
Roguemos al Señor.
• Por las familias que están perdiendo la fe, que están desunidas, que ya no
se quieren, para que el Señor los aliente y les ayude a encontrar los caminos
del diálogo y el amor. Roguemos al Señor.
• Pidamos en silencio unos por otros. Roguemos al Señor.
• Que María, madre de Jesús Eucaristía y madre nuestra, primera discípula y
misionera del Evangelio, nos eduque en la escucha de la Palabra de Dios.
Roguemos al Señor.

Guía: Como signo de que queremos que en esta familia reine el amor cristiano, nos
damos un abrazo/saludo de paz.

Guía: Rezamos juntos...

Señor, Padre de Jesús y Padre Nuestro,


mira con bondad esta familia reunida en tu nombre,
que desea acercarse a ti, escuchando tu voz en la Biblia.
Enséñanos, Padre, con tu Palabra.
Queremos ser discípulos, caminar junto a Jesús,
aprender a vivir como verdaderos hijos tuyos.
Danos fuerza, Señor y anima nuestro caminar.
Tu Palabra es la fuente viva, acércanos a ella,
danos el gusto de leerla y orarte con ella.
Señor, queremos que esta familia sea un templo
Donde resuene tu Palabra,
Y nuestros corazones sean el lugar donde ella germina,
Porque la llevamos a la vida y la expresamos
En el amor que nos tenemos y que donamos a todos.
Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

9
GUÍA PARA EL REZO DEL SANTO ROSARIO.

Comenzamos diciendo:

+ Por la señal de la Santa Cruz, + de nuestros enemigos + líbranos, Señor, Dios


nuestro. + En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

V. Señor, abre mis labios:


R. Y mi boca proclamará tu alabanza.
V. Ven ¡oh, Dios!, en mi ayuda.
R. Apresúrate, Señor en Socorrerme.
Gloria al Padre…

Posteriormente se rezan cada uno de los misterios que tocan en ese día, bajo el
siguiente esquema:

- Se anuncia el misterio.
- Un Padre nuestro.
- Diez Ave María.
- Un Gloria al Padre.

PADRE NUESTRO. AVE MARÍA.

Padre nuestro, que estás en el cielo, Alégrate, María; llena eres de


santificado sea tu Nombre; venga a gracia; el Señor es contigo;
nosotros tu reino; hágase tu voluntad, bendita Tú eres entre todas las
en la tierra como en el cielo. mujeres, y bendito es el fruto de
Danos hoy nuestro pan de cada día; tu vientre, Jesús.
perdona nuestras ofensas, como Santa María, Madre de Dios,
también nosotros perdonamos a los que ruega por nosotros pecadores,
nos ofenden; no nos dejes caer en la ahora y en la hora de nuestra
tentación y líbranos del mal. Amén. muerte. Amén.

GLORIA.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo. Como era en el principio, ahora
y siempre, y por los siglos de los
siglos. Amén.

10
ROSARIO POR LOS DIFUNTOS

La Tradición constante de la Iglesia, que se remonta a los primeros años del


cristianismo, confirma la fe en el Purgatorio y la conveniencia de orar por nuestros
difuntos. San Agustín, por ejemplo, decía: «Una lágrima se evapora, una rosa se
marchita, sólo la oración llega hasta Dios». Además, el mismo Jesús dice que
«aquel que peca contra el Espíritu Santo, no alcanzará el perdón de su pecado ni
en este mundo ni en el otro» (Mt. 12, 32). Eso revela claramente que alguna
expiación del pecado tiene que haber después de la muerte y eso es lo que
llamamos el Purgatorio. En consecuencia, después de la muerte hay Purgatorio y
hay purificación de los pecados veniales.

El Apóstol Pablo dice, además, que en el día del juicio la obra de cada hombre será
probada. Esta prueba ocurrirá después de la muerte: «El fuego probará la obra de
cada cual. Si su obra resiste al fuego, será premiado, pero si esta obra se convierte
en cenizas, él mismo tendrá que pagar. Él se salvará, pero como quien pasa por el
fuego» (1 Cor. 3, 15). La frase: «tendrá que pagar» no se puede referir a la condena
del Infierno, ya que de ahí nadie puede salir. Tampoco puede significar el Cielo, ya
que allá no hay ningún sufrimiento. Sólo la doctrina y la creencia en el Purgatorio
explican y aclaran este pasaje. Pero, además, en la Biblia se demuestra que ya en
el Antiguo Testamento, Israel oró por los difuntos. Así lo explica el Libro II de los
Macabeos (12, 42-46), donde se dice que Judas Macabeo, después del combate
oró por los combatientes muertos en la batalla para que fueran liberados de sus
pecados. Dice así: «Y rezaron al Señor para que perdonara totalmente de sus
pecados a los compañeros muertos». Y también en 2 Timoteo 1,1-18, San Pablo
dice refiriéndose a Onesíforo: «El Señor le conceda que alcance misericordia en
aquel día».

Resumiendo, entonces, digamos que con nuestras oraciones podemos ayudar a los
que están en el Purgatorio para que pronto puedan verse libres de sus sufrimientos
y ver a Dios.

No obstante, como que, en la práctica, cuando muere una persona, no sabemos si


se salva o se condena, debemos orar siempre por los difuntos, porque podrían
necesitar de nuestra oración. Y si ellos no la necesitan, les servirá a otras personas,
ya que en virtud de la Comunión de los Santos existe una comunicación de bienes
espirituales entre vivos y difuntos. Esto explica aquella costumbre popular de orar
«por el alma más necesitada del Purgatorio».

11
ROSARIO.

Guía: Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor Dios
nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

ORACIÓN DE INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO:

Lector: Ven Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles.


Todos: Y enciende en ellos el fuego de tu amor.
Lector: Envía, Señor, tu Espíritu
Todos: Y se renovará la faz de la tierra.

Oremos la Oración al Espíritu Santo:


¡Oh Dios, que has instruido los corazones de tus fieles
con la luz del Espíritu Santo!,
concédenos que sintamos rectamente
con el mismo Espíritu
y gocemos siempre de su divino consuelo.
Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Guía: Señor mío Jesucristo.

Todos: Dios y hombre verdadero, me pesa de todo corazón de haber pecado,


porque he merecido el infierno y perdido el cielo, y, sobre todo, porque te ofendí a
ti, que eres bondad infinita, a quien amo sobre todas las cosas. Propongo
firmemente, con tu gracia, enmendarme y alejarme de las ocasiones de pecar,
confesarme y cumplir la penitencia. Confío me perdonarás por tu infinita
misericordia. Amén.

Guía: Abre, Señor, mis labios.


Todos: Para alabar tu nombre, y el de tu Santa Madre.
Guía: Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Todos: Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.
Guía: Ave María purísima.
Todos: Sin pecado concebida.

(El guía anuncia el misterio correspondiente.)

12
MISTERIOS MISTERIOS MISTERIOS MISTERIOS
GOZOSOS DOLOROSOS GLORIOSOS LUMINOSOS
(lunes y sábados) (martes y viernes) (miércoles y (jueves)
domingos)

1º La Encarnación. 1º Jesús en el 1º La resurrección 1º El bautismo de


(Lc 1,30-31.38) huerto de los de Jesús. Jesús.
2º La Visitación. Olivos. (Mt 28,26) (Mt 3,13-17)
(Lc 1,41-43) (Lc 22,39-47) 2º La ascensión de 2º Las Bodas de
3º El nacimiento de 2º La flagelación de Jesús al cielo. Caná.
Jesús. Jesús. (Lc 24,50-52) (Jn 2,1-11)
(Lc 2,6-7) (Jn 18,38-19,1) 3º La venida del 3º El anuncio del
4º La presentación 3º Jesús es Espíritu Santo. Reino de Dios.
en el templo. coronado de (Hch 2,1-4) (Mc 1,14-15)
(Lc 2,22-24) espinas. 4º La asunción de 4º La
5º Jesús perdido y (Mt 27,27-29) María al cielo. Transfiguración de
hallado en el 4º Jesús carga con (Is 61,10) Jesús.
templo. la cruz. 5º La coronación de (Lc 9,28-35)
(Lc 2, 42-43.46) (Jn 19,15-18) María. 5º La institución de
5º La crucifixión y (Ap 11,19-12,1) la Eucaristía.
muerte de Jesús. (Mc 14,22-24)
(Jn 19,18; 25-27,30)

JACULATORIAS: (Se puede utilizar alguna de las siguientes jaculatorias, no


necesariamente deben decirse todas)

Guía: María salud de los enfermos y refugio de pecadores.


Todos: Ruega por nosotros y por nuestros difuntos.

Guía: Si por Tu sangre preciosa, Señor, los has redimido.


Todos: Que los perdones, te pido, por Tu Pasión dolorosa.

Guía: Dales Señor el descanso eterno.


Todos: Y luzca para ellos la luz perpetua. Así sea.

Guía: Oh Jesús mío, perdónanos a nosotros y a nuestros difuntos, líbranos del


fuego del infierno,
Todos: Y lleva a todas las almas al cielo, especialmente a las más necesitadas de
tu divina misericordia, Amén.

(Terminados los cinco misterios se reza lo siguiente)

13
Guía: Oh Soberano Santuario, Sagrario del Verbo Eterno.
Todos: Libra, Virgen, del infierno a los que rezan tu Rosario.
Guía: Emperatriz poderosa de los mortales consuelo.
Todos: Ábrenos, Virgen, el cielo con una muerte dichosa.
Guía: Padre nuestro…
Todos: Danos hoy nuestro pan…
Guía: Alégrate, María Santísima, hija de Dios Padre, Virgen purísima y castísima
antes del parto, en tus manos encomiendo mi fe para que la alumbres, llena eres de
gracia…
Todos: Santa María…
Guía: Alégrate, María, Madre de Dios Hijo, Virgen purísima y castísima en el parto,
en tus manos encomiendo mi esperanza para que la alientes, llena eres de gracia…
Todos: Santa María…
Guía: Alégrate, María, esposa de Dios Espíritu Santo, Virgen purísima y castísima
después del parto, en tus manos encomiendo mi caridad para que la inflames, llena
eres de gracia…
Todos: Santa María…
Guía: Alégrate, María, templo, trono y sagrario de la Santísima Trinidad, Virgen
concebida sin culpa original, Dios te salve.
Todos: Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, …

LETANIAS.

Señor, ten piedad, Señor, ten piedad de Ellos.


Cristo, ten piedad, Cristo, ten piedad de Ellos.
Señor, ten piedad, Señor, ten piedad de Ellos.
Cristo, óyenos. Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos. Cristo, escúchanos.

Dios, Padre celestial, Ten piedad de Ellos.


Dios, Hijo, Redentor del mundo, Ten piedad de Ellos.
Dios, Espíritu Santo, Ten piedad de Ellos.
Santísima Trinidad, que eres un solo Dios, Ten piedad de Ellos.

Santa María, Ruega por Ellos.


Santa Madre de Dios, Ruega por Ellos.
Santa Virgen de las Vírgenes, Ruega por Ellos.
Madre de Cristo, Ruega por Ellos.
Madre de la Iglesia, Ruega por Ellos.
Madre de la Misericordia, Ruega por Ellos.
Madre de la divina gracia, Ruega por Ellos.
Madre de la Esperanza, Ruega por Ellos.
Madre purísima, Ruega por Ellos.
Madre castísima, Ruega por Ellos.
Madre siempre virgen, Ruega por Ellos.
Madre inmaculada, Ruega por Ellos.

14
Madre amable, Ruega por Ellos.
Madre admirable, Ruega por Ellos.
Madre del buen consejo, Ruega por Ellos.
Madre del Creador, Ruega por Ellos.
Madre del Salvador, Ruega por Ellos.
Madre de misericordia, Ruega por Ellos.
Virgen prudentísima, Ruega por Ellos.
Virgen digna de veneración, Ruega por Ellos.
Virgen digna de alabanza, Ruega por Ellos.
Virgen poderosa, Ruega por Ellos.
Virgen clemente, Ruega por Ellos.
Virgen fiel, Ruega por Ellos.
Espejo de justicia, Ruega por Ellos.
Trono de la sabiduría, Ruega por Ellos.
Causa de nuestra alegría, Ruega por Ellos.
Vaso espiritual, Ruega por Ellos.
Vaso digno de honor, Ruega por Ellos.
Vaso de insigne devoción, Ruega por Ellos.
Rosa mística, Ruega por Ellos.
Torre de David, Ruega por Ellos.
Torre de marfil, Ruega por Ellos.
Casa de oro, Ruega por Ellos.
Arca de la Alianza, Ruega por Ellos.
Puerta del cielo, Ruega por Ellos.
Estrella de la mañana, Ruega por Ellos.
Salud de los enfermos, Ruega por Ellos.
Refugio de los pecadores, Ruega por Ellos.
Consuelo de los migrantes, Ruega por Ellos.
Consoladora de los afligidos, Ruega por Ellos.
Auxilio de los cristianos, Ruega por Ellos.
Reina de los Ángeles, Ruega por Ellos.
Reina de los Patriarcas, Ruega por Ellos.
Reina de los Profetas, Ruega por Ellos.
Reina de los Apóstoles, Ruega por Ellos.
Reina de los Mártires, Ruega por Ellos.
Reina de los Confesores, Ruega por Ellos.
Reina de las Vírgenes, Ruega por Ellos.
Reina de todos los Santos, Ruega por Ellos.
Reina concebida sin pecado original, Ruega por Ellos.
Reina asunta a los Cielos, Ruega por Ellos.
Reina del Santísimo Rosario, Ruega por Ellos.
Reina de la familia, Ruega por Ellos.
Reina de la paz. Ruega por Ellos.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo. Perdónanos, Señor.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo. Escúchanos, Señor.
Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo. Ten piedad y misericordia de
nosotros.
15
Guía: Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios, no desprecies las
súplicas que te dirigimos en nuestras necesidades, antes bien, líbranos de todos los
peligros, oh, Virgen gloriosa y bendita. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios.
Todos: Para que seamos dignos de alcanzar las promesas y gracias de nuestro
Señor Jesucristo.
Guía: Señor, concede a tus hijos gozar siempre de completa salud de alma y
cuerpo; y por la intercesión de la gloriosa siempre Virgen María, líbranos de las
tristezas de esta vida y concédenos disfrutar de las alegrías eternas. Por Jesucristo
nuestro Señor. Amén
Todos: Amén.

ORACIÓN por los difuntos:

Dios, tú eres el único dueño de la vida.


Nos concedes el regalo de nacer con un propósito
y de la misma forma cuando ya lo hemos cumplido
nos llamas a tu reino de paz,
cuando tú consideres que nuestra misión en este mundo ya está cumplida.
Ni antes, ni después…
Hoy nos presentamos ante ti con profunda humildad
Seguros de que nuestra petición será escuchada.
Hoy queremos implorar por el alma de nuestros difuntos
a quienes has llamado para descansar a tu lado.
Elevamos esta oración, para ti Señor,
porque incluso en las peores tempestades Tú eres infinita paz.
Padre eterno, concédeles el descanso en el paraíso a quien ya ha abandonado
este plano terrenal.
Tú eres un Dios de amor y perdón, perdona las fallas
y pecados de estas almas que ahora están a tu lado
y concédeles la vida eterna.
También, te pedimos Padre, por todos a los que les ha tocado
llorar la partida de algún ser querido,
ábreles tu corazón y abrázalos con tu amor.
Otórgales sabiduría y fe, para que así logren entender que está pasando.
Dales paz para que puedan estar calmados en momentos difíciles.
Dales osadía para que logren superar la tristeza.
Gracias, Señor, por escuchar nuestra oración
que con devoción elevamos hacia ti,
para que, en misericordia y paz,
brindes tranquilidad a quienes en este momento no la tienen.
Guía los pasos de quienes ahora
se encuentran desconsolados y
hazlos disfrutar la dicha de la vida.
Por Cristo nuestro Señor. Amén.

16
Dulce Madre, no te alejes, tu vista de mí no apartes; ven conmigo a todas partes y
solos nunca nos dejes. Ya que nos proteges tanto como verdadera madre, cúbrenos
con tu manto y haz que nos bendiga el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Amén.

CONCLUSIÓN:

Guía: Reina del Santísimo Rosario.


Todos: Ruega por nosotros.
Guía: Viva la gracia.
Todos: Muera el pecado.
Guía: Ave María purísima.
Todos: Sin pecado concebida.

Por la señal de la Santa Cruz…

17
CATEQUESIS

SOBRE

EL SACRAMENTO

DE LA RECONCILIACIÓN

LA UNCIÓN

18
TEMA I. EL NOMBRE DEL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA

INTRODUCCIÓN.

Siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia. Es fuente


de alegría, de serenidad y de paz. Es condición para nuestra salvación. Misericordia:
es el Atributo que, en el amor de Dios por nosotros, lo hace el Dios con nosotros.
Mediante él viene a nuestro encuentro. Misericordia: es la ley fundamental que
habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano
que encuentra en el camino de la vida. Misericordia: es la vía que une a Dios y el
hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados para siempre no
obstante el límite de nuestro pecado. Por eso una de las grandes expresiones de la
Misericordia divina es el Sacramento de la Reconciliación, que nos llama a unirnos
a Él a nosotros, pecadores.

Oración de inicio:

De pie: En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Leer: Lc 15, 11-32

Todos:

Señor, Dios, que nos llamas de las tinieblas a la luz,


de la mentira a la verdad,
de la muerte a la vida:
infunde en nosotros tu Espíritu Santo,
que abra nuestros oídos
y fortalezca nuestros corazones,
para que percibamos nuestra vocación cristiana
y avancemos decididamente por el camino
que nos conduce a la verdadera vida.
Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

VER:

San Ambrosio emplea una expresión original que apunta a la misericordia de Dios
como sustancia de toda la obra creadora: “tras haber creado al hombre, Dios al fin
descansó teniendo a quien perdonar sus pecados”. Estas palabras nos ayudan a
entender que el hombre fue creado como un ser para el perdón. En Dios, el perdón
es como la corona de su amor. Este amor que perdona es el rasgo divino de la
economía salvífica, aquel donde influyen todos los demás.

19
La Iglesia para ayudarnos a entender la misericordia de Dios, en el año de 1975
publicó el nuevo Ritual de la Penitencia que fue fruto de la renovación conciliar de
Vaticano II. Ya en aquel momento, unos lo acogieron con entusiasmo, otros con
escepticismo. Durante todo este tiempo un buen número de sacerdotes y fieles han
intentado poner en práctica el nuevo ritual. Sin duda han mejorado en muchos casos
algunos aspectos en la comprensión y en la práctica del sacramento, tales como su
carácter celebrativo, su dimensión comunitaria, su unión con la reconciliación de la
vida, la importancia dada a la Palabra.

Pero hay otros aspectos oscuros para los fieles tales como el sentido del pecado, la
obligatoriedad de una confesión íntegra, la necesidad de confesarse antes de
comulgar.

Por lo que podemos decir que el sacramento de la penitencia es un sacramento


todavía no conocido suficientemente o plenamente renovado en su práctica, al que
le afecta una verdadera crisis: muchos han abandonado la confesión, o incluso la
celebración de cualquier forma del sacramento; otros comulgan fácilmente, aunque
sus pecados sean serios; otros han perdido la conciencia de pecado, el temor del
castigo, el sentido de necesidad del ministro (para que confesarme con alguien que
es incluso más pecador que yo). El problema no lo constituye tanto la pregunta
sobre el “cómo” y el “cuándo” celebrar la penitencia, sino la pregunta de si es
necesario celebrarla todavía. Ante esta crisis, surgen dudas sobre este sacramento
y los sacerdotes muchas veces escuchan frases parecidas a éstas:

“Padre, necesito hablar con usted... Estoy muy angustiado” “He pecado mucho y
creo que Dios me está castigando” “Estoy perdiendo la fe y no sé qué hacer”
“Engañé a mi esposo y no sé si tengo que decírselo... ¿Podrá perdonarme?” “Para
mí la reconciliación ya no tiene sentido... Pero quisiera comulgar” “Estoy saliendo
con un muchacho y tengo relaciones con él, pero no lo siento como pecado” “No
queremos tener más hijos, pero no confiamos en los métodos de control que permite
la Iglesia” “¿Puedo comulgar si estoy divorciada y vuelta a casar?” “Hace cinco años
que no me confieso, pero no sé qué pecados puedo tener si no hago mal a nadie”

“Me siento cristiano, pero no acepto ciertos criterios de la Iglesia y la critico” “Amo a
mi esposa e hijos, pero mantengo relaciones con otra persona y no la pienso dejar”.

Ante tales dudas, conozcamos los nombres de este sacramento, para poder
acercarnos a experimentar el amor de Dios y no acercarnos solo por compromiso.

ANALIZAR:

Los nombres que damos a las diversas realidades expresan su identidad. Para
referirse al sacramento de la Penitencia, la Tradición ofrece, al menos, tres nombres
todos ellos relativos al Bautismo:

20
“Penitencia segunda” “segunda tabla de salvación tras el naufragio” (Tertuliano), y
“baño de lágrimas” (Ambrosio). Estos nombres se dan porque Jesús habla de su
Pasión “como un bautismo” (cf. Mc 10, 38; 14, 16); de este modo significa que sus
sufrimientos habían de ser causa de una gran purificación para todo el mundo.

El Catecismo de la Iglesia Católica en sus números 1423 y 1424 nos propone 5


nombres para este sacramento. Cada uno de estos nombres remite a una
determinada connotación de entre las diversas dimensiones presentes en el signo
sagrado de la Penitencia, vemos cuales son:

1. Sacramento de conversión: porque realiza sacramentalmente la llamada de


Jesús a la conversión (Mc 1, 15), la vuelta al Padre (Lc, 15, 18) del que el hombre
se había alejado por el pecado. Al acercarnos a este sacramento debemos entender
que la conversión es la condición necesaria para poder superar el pecado. La
conversión es una reorientación radical de nuestras vidas, un retorno a Dios con
todo nuestro corazón. Al mismo tiempo comprende el deseo y la resolución de
cambiar de vida con la esperanza puesta en la misericordia divina y la confianza en
la ayuda de su gracia. La conversión va acompañada de dolor y tristeza saludables
que los Padres de la Iglesia llamaron animi cruciatus (aflicción de espíritu),
compunctio cordis (arrepentimiento del corazón) y requiere de: la escucha de la
Palabra, la sinceridad, el esfuerzo, la voluntad de cambio y la esperanza en el
perdón. La conversión siempre supone un proceso más o menos largo.

2. Sacramento de la Penitencia: porque consagra un proceso personal y


eclesial de conversión, de arrepentimiento y de reparación por parte del cristiano
pecador. Los que se acercan al sacramento de la penitencia obtienen el perdón de
la ofensa hecha a Dios por la misericordia de éste y al mismo tiempo se reconcilian
con la Iglesia, a la que, pecando, ofendieron, la cual, con caridad, con ejemplos y
con oraciones, les ayuda en su conversión. Finalmente, también en la Iglesia el
pequeño acto penitencial impuesto a cada uno en el sacramento, se hace participe
de forma especial de la infinita expiación de Cristo, al paso que, por una disposición
general de la Iglesia, el penitente puede íntimamente unir a la satisfacción
sacramental todas sus demás acciones, padecimientos y sufrimientos.

3. Sacramento de la confesión: porque la declaración o manifestación, la


confesión de los pecados (penitente) ante el sacerdote (confesor), es un elemento
esencial de este sacramento. La confesión es sinceridad, confesión de fe, expresión
de confianza en Dios misericordioso, alabanza y ofrenda humilde y grandiosa, que
nos libera y pacifica interiormente. Por la confesión reconocemos nuestras heridas
o enfermedades, y nos disponemos a aceptar y aplicar la medicina del consuelo, la
misericordia y la gracia perdonadora de Dios que nos sana.

4. Sacramento del perdón: porque, por la absolución sacramental del sacerdote,


Dios concede al penitente “el perdón y la paz” (ritual de la penitencia, 46,55). Al
pecador que manifiesta su conversión al ministro de la Iglesia, Dios le concede el
perdón mediante el signo de la absolución, ya que Dios ha querido mediante signos
visibles, concedernos la salvación y renovar la alianza quebrantada una vez más.
21
5. Sacramento de reconciliación: porque otorga al pecador el amor de Dios que
reconcilia: “dejaos reconciliar con Dios” (2Cor 5,20). La reconciliación significa en sí
el acto de un mediador que restaura los lazos de amistad o de amor entre dos
personas en el caso de este sacramento se trata de una reconciliación sin
proporción, asimétrica, pues NO es Dios el que necesita reconciliarse con el
hombre, sino el hombre con Dios. Dios nos concede la reconciliación
perdonándonos, acogiéndonos, devolviéndonos su amistad y su amor. Entendamos
que la reconciliación es una necesidad humana, un elemento constitutivo de nuestro
existir con los demás. Por la reconciliación recuperamos la relación justa, la amistad
perdida, el amor debido, junto con la alegría de estar bien y de sentirse bien en la
paz interna y externa. El odio y la injusticia enferman, la reconciliación y el perdón
sanan. La reconciliación consigo mismo y con Dios reclama la reconciliación con los
demás.

ACTUAR:

Es evidente que el sacramento de la penitencia no puede considerarse como algo


fuera de la vida, ajeno a nuestras angustias y esperanzas, extraño a nuestras
situaciones vitales. Al contrario, la conversión y la penitencia deben considerarse
como propio del cristiano, es decir, como algo que hay que vivir si se quiere ser
cristiano en verdad. ¿Por qué? Sencillamente, porque sólo es cristiano el que cree,
y sólo cree el que se convierte, y sólo se convierte el que constantemente reconoce
su limitación y se esfuerza por llegar al ideal. Por eso en el Evangelio se une tan
estrechamente el “conviértanse y crean” (cf Mc 1, 15).

Para la Iglesia lo que es importante tiene su origen en Cristo, pertenece a la


Tradición y está fundada en la naturaleza del objeto de que se trata, por eso se te
invita a:

• Tomar conciencia del pecado: sin conciencia y reconocimiento del pecado no


puede haber penitencia.
• Tener una conversión sincera: la conversión es el mismo centro de la
penitencia. Sin conversión no puede haber perdón.
• Manifestar exteriormente la conversión: debemos expresar nuestra
conversión ante los hermanos de nuestra comunidad a los que ofendimos
con nuestro pecado.
• Hacer un compromiso o propósito: a través de éste, mostrar a los demás que
nuestra conversión continúa.

22
Oración:

Señor, Jesús,
Tú que devolviste la vista a los ciegos,
sanaste a los enfermos,
perdonaste a la mujer pecadora,
y confirmaste a Pedro en tu amor
después de su caída,
recibe ahora mi súplica:
perdona todos mis pecados,
renuévame en tu amor,
concédeme vivir en fraterna unión con mis hermanos,
para que pueda anunciar tú salvación a todos los hombres.

Pbro. Carlos León Urbina.

23
TEMA II. POR QUÉ UN SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN
DESPUÉS DEL BAUTISMO

Hay momentos en los que de un modo mucho más intenso estamos llamados a
tener la mirada fija en la misericordia para poder ser también nosotros mismos
signos eficaces del obrar del Padre. Pues somos carne, debilidad y vamos en
camino, por lo que siempre surge la tentación y en ocasiones se cae en el pecado,
es por eso por lo que el cristiano necesita de la misericordia de Dios que lo levanta
para seguir adelante.

OBJETIVO: Comprender que nuestra vida se encuentra entre luces y sombras,


entre resbaladas, caídas y levantadas; y esto nos hace comprender que mientras
nos encontremos en este mundo estaremos en un camino de conversión continua
que nos muestra la misericordia de Dios.

AMBIENTACIÓN: Disponer un lugar donde se coloquen las sillas de manera


circular y al centro se colocará la mesa en la que pondremos una caja cuyos lados
tengan las siguientes imágenes: la imagen del hijo prodigo, la del buen pastor, la
mujer adúltera y Zaqueo. En la parte superior de la caja se pondrá un cristo
crucificado; en la parte inferior de la caja se colocarán suficientes tiras de estambre
o listón cuantos sean los participantes, asegúrate que el listón este ajustado a la
caja sea lo suficientemente largo de la caja al participante.

CANTO: Renuévame https://www.youtube.com/watch?v=DPstX__RPbI

ORACIÓN.

¡Oh mi Señor, rey de reyes, luz de Tu calor fraterno y entrega


infinita bondad!, incondicional,
Postrado ante tus pies y sin poder Sé que puedo contar con tu perdón,
mirarte, Siento mi alma librar,
Pues la vergüenza que hoy tengo, De tan grande carga,
Por culpa de mi pecado, De tan dura travesía,
Por todas las ofensas que te he De todo lo que me atrapaba,
ocasionado, Solo pensando en las cosas del
Por faltarle a mis hermanos, mundo.
Por olvidarme de orar y de ¡Oh mi Dios, oh mi Salvador!,
agradecerte, Mi plegaria va dirigida a ti,
Vengo ante ti Padre Santo, En este momento,
A pedirte me perdones. Donde solo me hace falta recibir tu
Tu misericordia es infinita y eterna, perdón y tu bendición,
Tu amor siempre presente esta,

24
Quiero sentir mi corazón lleno de Y mi proceder es tu designio,
gozo, En tus manos me entrego mi Señor,
Quiero sentir tu presencia santa, Rogándote una vez más,
Quiero cantar y cantar, Me concedas el perdón,
De alegría, De todo lo mal que yo he hecho,
Porque tú me has perdonado, Y que pueda alabarte y proclamar a
Porque mi fe crece, viva voz,
Porque no dudo en seguirte, Sabiendo que estoy en ti,
Porque puedo mirar a mi hermano Que me amas,
con compasión, Y que me arrullas. Amén.
Mis sentimientos son buenos,

ILUMINACIÓN: Lee uno de los siguientes textos: Mc 2,1-12; Mt 18,21-35; Lc 7,36-


50; 18,9-14; 19, 1-10; Jn 8,1-11.

VER:

Nuestra humanidad carga con muchas debilidades y tentaciones (cf. 2Cor 12,7-10),
sabemos que estamos en la casa del jabonero en donde el que no cae, resbala. En
fin, nadie está libre de pecado. Por lo cual somos conscientes que todos los días
vivimos una batalla con aquello que nos trata de seducir y hacernos caer
apartándonos del amor de Dios, del prójimo y de uno mismo (cf. Rm 8,5-8).

Cuando a Jesús le llevan a la mujer que fue sorprendida en adulterio, le conmina a


la gente que está en su entorno, el que esté sin pecado que tire la primera piedra
(cf. Jn 8,1-11); con esto, pone en claro que todos los hombre y mujeres necesitamos
una y otra vez ser auxiliados y sanados por la misericordia de Dios; así también,
nuestro Señor Jesucristo nos da la posibilidad de arrepentirnos, convertirnos y
perdonarnos unos con otros, cuantas veces sea necesario (cf Mt 18, 21-22).

Sin embargo, a pesar de que somos débiles, frágiles y pecadores encontramos


muchos elementos que no permiten que busquemos la misericordia de Dios y nos
limitemos tan solo a aceptarnos con limitaciones y errores sin buscar el perdón de
Dios, el perdón a nosotros mismo y el perdón de nuestro prójimo.

• Hoy encontramos un crecimiento en la perdida de la conciencia del pecado,


en donde muchos creyentes han dejado de confesarse y algunos que se
confiesan de sus pecados no los sienten como pecados y, por tanto, no hay
un propósito de conversión. En otros casos ya no se busca la confesión
porque se alude que de qué sirve confesarse si se vuelve a caer en el mismo
error.

25
• Descubrimos interpretaciones inadecuadas del pecado, incluso dentro de
algunos miembros de la misma Iglesia: que la idea de pecado es algo
superado o simplemente minimizado al dejarlo como algo muy normal en
nuestra humanidad; olvidando que el pecado daña la relación con Dios y con
nuestro prójimo.
• El poco valor que se le da a la Iglesia como mediadora para nuestra
reconciliación con Dios, acentuando una conciencia subjetivista e
individualista que conducen a un esoterismo con aquellas palabras que se
suelen escuchar: “yo me confieso con Dios directamente”, rechazando la
presentación formal e individual del pecado y sobredimensionando la
responsabilidad personal.
• Otro elemento que ha hecho difícil la mediación de la Iglesia, es que la figura
del sacerdote ha perdido importancia en el entorno social; y el ver algunos
sacerdotes ya muy mundanizados se suscitan tantas preguntas como: ¿para
qué confesarme con alguien que quizá es más pecador que yo? ¿los
sacerdotes son más pecadores que yo?
• Nuestra sociedad actual es mucho más permisiva, han aparecido nuevas
espiritualidades e idearios con motivos más psicológicos que espirituales,
dando origen a mesclas confusas o apertura al crecimiento del ateísmo e
indiferencia religiosa, secularización, cultura individualista y egoísta.
• Como católicos muchas veces no nos da tiempo para revisar nuestros actos,
nos equivocamos y decimos: ni modo me equivoqué, siempre caigo en el
mismo error, disculpa no soy perfecto; frases que decimos a diario de manera
mecánica abusando de la misericordia de Dios sin un deseo de conversión
serio o un examen consciente de lo que hemos realizado.

ANALIZAR:

San Pablo al ver el desorden y los conflictos de la comunidad de Corinto, les


recuerda a sus habitantes que muchos que eran parte de un mundo de pecado
fueron purificados, consagrados y justificados en nombre de Jesucristo, nuestro
Señor, y en el Espíritu Santo (1Cor 6,11); con tales palabras es posible ver la
grandeza del don de Dios que se nos da en los sacramentos de iniciación cristiana
para comprender hasta qué punto el pecado es algo que no debe tener cabida en
aquellos que se han revestido de Cristo (Gal 3,27).

La conversión a Cristo, el Bautismo, el don del Espíritu Santo, el Cuerpo y la Sangre


de Cristo recibidos como alimento, nos han hecho “santos e inmaculados ante Él”
(Ef 1,4); como la Iglesia misma, esposa de Cristo, es “santa e inmaculada ante Él”
(Ef 5,27). Sin embargo, el nuevo nacimiento o la nueva vida recibida en el Bautismo
no suprimió la fragilidad y la debilidad de la naturaleza humana, ni la inclinación al
pecado o concupiscencia, que permanece en los bautizados a fin de que sirva de
prueba en ellos en el combate de la vida cristiana, ayudados por la gracia de Dios.

26
Esta lucha es la de la conversión con miras a la santidad y la vida eterna a la que el
Señor no cesa de llamarnos (LG 40).

Jesús al iniciar su ministerio llamaba a la conversión: “El tiempo se ha cumplido y el


reino de Dios está cerca; conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc 1,15), invitación
que se dirige a toda persona, primeramente, a los que no conocen todavía a Cristo
y su Evangelio. Así el Bautismo es el lugar principal de la conversión primera y
fundamental. Por la fe en el Evangelio y por el bautismo se renuncia al mal y se
alcanza la salvación, es decir, el perdón de todos los pecados y el don de la vida
nueva (cf. Hch 2,38).

Después del Bautismo no es posible obtener el perdón de los pecados mortales sin
la confesión, esto nos lo recuerda el apóstol Pablo cuando les dice a los corintios:
“En nombre de Cristo les rogamos: reconcíliense con Dios” (2Cor 5,20).

Así pues, la llamada a la conversión, no solo se dirige a los que aún no le conocen,
sino a todos los fieles cristianos que también deben convertirse y avivar su fe. Esta
segunda conversión es una tarea ininterrumpida para toda la Iglesia (CIC 1428). La
confesión de los pecados al igual que ofrecer el perdón de ellos se encuentra desde
los mismos tiempos de Jesús. En el dar o pedir perdón, prevalece el amor de Dios
que sabe poner su corazón en la miseria humana.

Si las primeras palabras de Jesús son una invitación a la conversión es porque


conoce que el ser humano se encuentra en un mundo donde el demonio, el mundo
y las pasiones lo ponen en cada momento en peligro de pecar. Esto nos hace
recordar las palabras del apóstol Juan que dice: “si decimos, no tenemos pecado,
nos engañamos y la verdad no está en nosotros” (1Jn 1,8).

Esta vivencia de una conversión permanente no se limita a obras exteriores como


se mencionan en el Antiguo Testamento por medio del sayal y la ceniza, los ayunos
y mortificaciones que pueden ser estériles y engañosas si no se tiene la conversión,
el retorno a Dios; se necesita, por tanto, una conversión de corazón, es decir desde
el interior que impulsa a la expresión de esta actitud por medio de signos visibles,
gestos y obras de penitencia (cf Jl 2,12-12; Is 1,16-17; Mt 6,1-6.16-18).

La penitencia interior o una conversión de corazón es una reorientación radical de


toda la vida, un retorno, una conversión a Dios con todo nuestro corazón, una
ruptura con el pecado, una aversión del mal, con repugnancia hacia las malas
acciones que hemos cometido. Al mismo tiempo comprende el deseo y la resolución
de cambiar de vida con la esperanza de la misericordia divina y la confianza en la
ayuda de su gracia (CIC 1432). Esta conversión del corazón va acompañada de
dolor y tristeza saludables que los padres llamaron “animi cruciatus” (aflicción del
espíritu), “compunctio cordis” (arrepentimiento del corazón”).

El proceso de la conversión y de la penitencia fue descrito maravillosamente por


Jesús en la parábola llamada “del hijo pródigo”, cuyo centro es “el padre
misericordioso” (Lc 15,11-24): la fascinación de una libertad ilusoria, el abandono
27
de la casa paterna; la miseria extrema en que el hijo se encuentra tras haber
despilfarrado su fortuna; la humillación profunda de verse obligado a cuidar cerdos,
y peor aún, la de desear alimentarse de las bellotas que comían los cerdos; la
reflexión sobre los bienes perdidos; el arrepentimiento y la decisión de declararse
culpable ante su padre, el camino del retorno; la acogida generosa del padre; la
alegría del padre: todos estos son rasgos propios del proceso de conversión. El
mejor vestido, el anillo y el banquete de fiesta son símbolos de esta vida nueva,
pura, digna, llena de alegría que es la vida del hombre que vuelve a Dios y al seno
de su familia, que es la Iglesia. Sólo el corazón de Cristo, que conoce las
profundidades del amor de su Padre, pudo revelarnos el abismo de su misericordia
de una manera tan llena de simplicidad y de belleza.

La necesidad de confesarnos después de que hemos sido bautizados se debe a


que todos los días tomamos decisiones entre vivir de acuerdo a la voluntad de Dios
o seguir las propuestas que nos apartan de Dios y manchan la gracia que recibimos
en nuestro bautismo, ejemplos de esta necesidad de buscar la misericordia, el
perdón de nuestros pecados los encontramos en algunos ejemplos, como: En la
oración del Padre Nuestro rezamos: “Perdona nuestras ofensas, como también
nosotros perdonamos a los que nos ofenden”; con estas palabras reconocemos que
a pesar de que en el bautismo se nos borran todos los pecados, no significa que
nuestra vida esté exenta de caer en el pecado, al contrario, todos los días luchamos
y a pesar de ello muchas veces caemos en el pecado. En dicha oración, suplicamos
que Dios nos mire con misericordia, como nosotros misericordiosamente miramos
a nuestros hermanos; es decir, reconocemos cada vez que oramos con el Padre
Nuestro, que el perdón se ofrece cada vez que lo necesitamos, ya sea otorgándolo
o solicitándolo.

ACTUAR:

Hacer un buen examen de conciencia y, para que en el momento de la confesión


se me puedan olvidar los pecados, hago una lista de ellos y al confesarme los leeré
y destruiré el escrito una vez que termine.

Investigar los horarios de confesión de mi parroquia o de la parroquia cercana a


donde me encuentro y buscaré un tiempo para recibir la misericordia de Dios.

Descubrir que el sacramento de la reconciliación no es una obra exclusivamente


humana que consistiría en tan solo el ir a confesar los pecados y ya, sino más bien
es un proceso, una obra de la gracia de Dios que hace volver a él nuestros
corazones: “Conviértenos, Señor, y nos convertiremos” (Lam 5,21). Dios es el que
nos da la fuerza para comenzar de nuevo (CIC 1432). Por eso, acercarnos al
sacramento nos ayuda a dar el paso de descubrir en qué hemos fallado y generar
un compromiso que me permita enmendar aquellas fallas que me lastiman y
lastiman a los demás, pidiéndole a Dios me conceda la fuerza de su Espíritu para
evitar volver a caer en el pecado.
28
Tener una clara conciencia que como seres humanos cometemos errores y que el
pedir perdón nos ayuda a identificarnos más como cristianos que reconocemos
nuestros errores; que con humildad podemos acercarnos a nuestros hermanos para
pedir perdón y enmendar nuestros actos que nos separaron de Dios y de la
comunidad, es la manera cómo podemos crecer en un amor misericordioso: “En eso
conocerán todos que son mis discípulos, en el amor que se tengan unos con otros”
(Jn 13,34).

Recuperar las obras que nos permiten expresar nuestro deseo de conversión con
uno mismo, con Dios y con los demás que nos permiten rectificar el desorden del
pecado (cf. Mt 6,1-18; CIC 1434. 1438):

• Ayuno: No solo significa la renuncia a los alimentos, sino todo lo que supone
que exige el cuerpo y no darle gusto, con el fin de dedicarnos a lo que Dios
nos pide.
• Oración: Elevar nuestra mente a Dios, es volver a Dios para reforzar nuestra
fe y nuestra vida cristiana.
• Limosna: No solo es dar dinero u otras cosas materiales a los necesitados,
sino otro tipo de donación. Tal como tu tiempo, cuidar a los enfermos, corregir
a alguien, dar un consejo, perdonar a quien te ofendió, consolar…

Amar y recibir la Eucaristía: la conversión y la penitencia encuentran su fuente y su


alimento en la Eucaristía, pues en ella se hace presente el sacrificio de Cristo que
nos reconcilió con Dios; por la Eucaristía son alimentados y fortificados los que viven
de la vida de Cristo; “es el antídoto que nos libera de nuestras faltas cotidianas y
nos preserva de pecados mortales” (Concilio de Trento DS 1638).

DINAMICA:

Material: la caja con sus listones como se describe en la ambientación, tijeras.

Realización: una vez que termine el tema, cada participante tomará su listón y el
moderador indicará que todos por el bautismo estamos unidos a Cristo, el cual está
manifestado en la cruz y en nuestro listón que están unidos. Luego, quien modere
la reunión, con las tijeras cortará los listones y les indicará que cada vez que
pecamos rompemos la alianza con Dios; posteriormente cada uno volverá a unir el
listón con un nudo, el cual representa que cada vez que pecamos, pero buscamos
la reconciliación con Dios, volvemos a estar unidos a él; podemos cortar y unir las
veces que se considere necesario; al final, debemos descubrir que a pesar de las
veces que hemos roto la relación con Dios, con la reconciliación, el listón se hacía
más corto y esto nos ha de llevarnos a encontramos más cerca de Jesús si es que
esto no lo tomamos como un jugar con Dios, sino que volvemos a Él realmente
arrepentidos y con el propósito de no volver a ofenderlo porque al que mucho ama,

29
mucho se le perdona (cf Lc 7,47). Podemos dejar que los participantes compartan
su experiencia de la dinámica en forma de oración.

ORACIÓN FINAL.

Padre,
envía tu Espíritu de amor y perdona mis pecados, purifícame, sáname,
restáurame, renuévame con la Sangre Redentora de tu Hijo; ayúdame a tener un
corazón como el Suyo, un corazón humilde y generoso capaz de perdonar,
arranca de mí el corazón de piedra y dame un corazón de carne. Amén.

Pbro. Lic. Luis Enrique Hernández Alcántara.

30
TEMA 3.- EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA Y DE LA
RECONCILIACIÓN

INTRODUCCIÓN.

No se puede negar que, en nuestra vida de fe, nos enfrentamos siempre con la
tentación, que nos invita a caer en el pecado. Por eso al hacernos carne Dios nos
hizo debilidad, y, por lo tanto, posibilidad, no necesidad de pecado. San Pablo
consciente de esa debilidad hacia ver que no podía uno gloriarse sino de sus propias
debilidades (1Cor 12,5). Ante la posibilidad de caer uno en el pecado, San Juan, en
su primera carta, nos invita a reconocer nuestro pecado y a acercarnos a la gracia
de nuestro Señor Jesucristo. “Pero si caminamos en la luz, como Él mismo está en
la luz, estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos
purifica de todo pecado. Si decimos: «No tenemos pecado», nos engañamos y la
verdad no está en nosotros. Si reconocemos nuestros pecados, fiel y justo es Él
para perdonarnos los pecados y purificarnos de toda injusticia. Si decimos: «No
hemos pecado», le hacemos mentiroso y su Palabra no está en nosotros” (1Jn
1,710)

En este tema veremos la importancia del Sacramento de Penitencia y la


Reconciliación, para fortalecernos en la gracia, resistir la tentación y evitar el
pecado.

VER:

El Sacramento de la Reconciliación o de la Confesión, por el amor de Dios a sus


hijos, nos restituye la Gracia que el pecado nos arrebata. Nuestro Padre Dios está
siempre dispuesto a perdonar nuestros pecados, pero es necesario el
reconocimiento de ellos, el arrepentimiento por haberlos cometido y confesarlos al
Sacerdote. Sin embargo, este sacramento del amor de Dios, está cayendo en una
práctica meramente circunstancial, es decir, muchas de las personas que se
acercan a confesar sólo lo hacen, por ejemplo: por “el compromiso” de ser padrinos;
otros más se acercan de manera espontánea, sin un buen examen de conciencia u
omitiendo confesar algunos pecados que, en la mayoría de los casos, son graves.
Otros más tienen la idea de que el sacramento de la Reconciliación es la
oportunidad para acusar a los demás de los pecados que, a juicio suyo, han
cometido o están cometiendo. Hay quienes en lugar de confesar sus pecados se
quejan ante el sacerdote de sus dolencias físicas.

Pero también del lado del Sacerdote existen deficiencias ante el sacramento del
perdón divino. Sacerdotes que “no tienen tiempo” o que “sólo confiesan en el horario
establecido”. Hay Sacerdotes que piensan que el estar en el confesionario es la

31
oportunidad para reprender a los feligreses de una manera personal; así lo refleja
la expresión de muchos de nosotros; “no me confieso porque el Padre me va a
regañar” o “con ese Padre no me confieso porque es bien regañón”. O sacerdotes
que confiesan de una manera “rapidita” sin realmente escuchar al penitente.

Por diferentes circunstancias se ha perdido el uso y la dignidad del lugar de la


Reconciliación con Dios, el confesionario. Este lugar ha dejado de ser el lugar del
encuentro y la reconciliación del penitente con Dios, donde Dios, que es Amor puro
e infinito, levanta del polvo y devuelve la dignidad a su hijo arrepentido. Ahora los
confesionarios se han convertido en “bodegas” o “reliquias” de algo que ha caído en
desuso.

ANALIZAR:

“Cristo instituyó el sacramento de la Penitencia en favor de todos los miembros


pecadores de su iglesia, ante todo para los que, después del Bautismo, hayan caído
en pecado grave y así hayan perdido la gracia. El sacramento de la Penitencia
ofrece a los pecadores una nueva posibilidad de convertirse y de recuperar la
gracia” (Catecismo de la Iglesia Católica CEC 1446) .

Durante su vida pública, Jesús no sólo perdonó los pecados, también manifestó el
efecto de este perdón: a los pecadores que son perdonados los vuelve a integrar a
la comunidad del pueblo de Dios, de donde el pecado los había alejado. Un signo
manifiesto de ello es el hecho de que Jesús admite a los pecadores a su mesa, más
aún, él mismo se sienta a su mesa, gesto que expresa de manera conmovedora, a
la vez, el perdón de Dios y el retorno al seno del pueblo de Dios” (CEC 1443)

“Puesto que Cristo confío a sus apóstoles el ministerio de la Reconciliación, los


Obispos, sus sucesores, y los sacerdotes, colaboradores de los obispos, continúan
ejerciendo este ministerio. En efecto, los Obispos y los Presbíteros, en virtud del
sacramento del Orden, tienen el poder de perdonar todos los pecados “en el nombre
del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (CEC 1461).

“El Papa emérito Benedicto XVI nos recuerda que: “el amor a la Eucaristía nos debe
llevar a apreciar, cada vez más, el sacramento de la Reconciliación”. Vivimos en
una cultura marcada por el relativismo (es decir que las personas hacen un juicio de
sus acciones a partir de principios morales propios y no a partir de las enseñanzas
de la iglesia) y una pérdida del sentido del pecado que nos lleva a olvidar la
necesidad del sacramento de la Reconciliación para acercarnos dignamente a
recibir la Eucaristía”. Apa 177 (Leer en la Biblia la siguiente cita: 1 Cor 11, 29).

“El sacramento de la Reconciliación es el “lugar” donde el pecador experimenta, de


manera singular, el encuentro con Jesucristo, quien se compadece de nosotros y
nos da el don (regalo) de su perdón misericordioso, nos hace sentir que el amor es

32
más fuerte que el pecado cometido, y nos devuelve la alegría y el entusiasmo de
anunciarlo a los demás con corazón abierto y generoso” (Apa 254.).

“Pero hay que añadir que tal reconciliación con Dios tiene como consecuencia, por
así decir, otras reconciliaciones que reparan las rupturas causadas por el pecado:
el penitente perdonado se reconcilia consigo mismo en el fondo más íntimo de su
propio ser; se reconcilia con los hermanos, agredidos y lesionados por él de algún
modo; se reconcilia con la Iglesia, se reconcilia con toda la creación” (Juan Pablo II.
Exhort. ap. Reconciliatio et paenitentia 31).

ACTUAR:

Sin duda que existen muchos documentos que la Iglesia nos brinda para que
podamos comprender y valorar el sacramento de la Reconciliación, pero lo más
importante es que nosotros nos acerquemos, buscando la reconciliación con Dios y
con los hermanos, de una manera digna a vivir este sacramento. Por lo tanto,
tengamos en cuenta los siguientes puntos:

1. Tener en cuenta los pasos necesarios para hacer una buena confesión, no
solo basta con saberlos, hay que vivirlos:
1. Hacer un buen examen de conciencia. (analizar tu vida a la luz de los
mandamientos de la ley de Dios y de la santa madre Iglesia). Es el
momento de ser sinceros con uno mismo y con Dios.
2. Sentir dolor por los pecados y hacer el propósito de no volver a pecar.
3. Confesar los pecados al Sacerdote de una manera clara sin omitir o callar
algún pecado por vergüenza.
4. Cumplir la penitencia que te ponga el Sacerdote.
2. La gracia que la confesión nos da no tiene una fecha de caducidad, pues en
ocasiones hay quien pregunta: “¿Cada cuánto me debo de confesar?”. Es
necesario confesarse antes de comulgar si se tiene conciencia de tener un
pecado grave (mortal). Lo importante es conservar la gracia evitando el
pecado.
3. Como una medida de salud, a causa de la pandemia, es necesario que
cuando vayas a confesarte hagas uso correcto del cubrebocas en todo
momento. El Sacerdote dispondrá espacios sanitizados y guardará la
distancia que se recomienda.

Demos gracias a nuestro Padre Misericordioso por el don de su amor que nos
manifiesta a través del Sacramento de la Confesión; meditemos el siguiente Salmo
y busquemos reconciliarnos con Él y con el prójimo:

33
SALMO 50

Misericordia, Dios mío, por tu bondad; lávame: quedaré más blanco que la
por tu inmensa compasión borra mi nieve.
culpa;
lava del todo mi delito, Hazme oír el gozo y la alegría;
limpia mi pecado. que se alegren los huesos
quebrantados.
Pues yo reconozco mi culpa, Aparta de mi pecado tu vista,
tengo siempre presente mi pecado: borra en mí toda culpa.
contra t´, contra ti sólo pequé,
cometí la maldad que aborreces. ¡Oh Dios!, crea en mí un corazón
puro,
En la sentencia tendrás razón, renuévame por dentro con un espíritu
en el juicio brillará tu rectitud. firme;
Mira, que en la culpa nací, no me arrojes lejos de tu rostro,
pecador me concibió mi madre. no me quites tu santo espíritu.

Te gusta un corazón sincero, Devuélveme la alegría de tu


y en mi interior me inculcas sabiduría. salvación,
Rocíame con el hisopo: quedaré afiánzame con espíritu generoso:
limpio; enseñaré a los malvados tus caminos
los pecadores volverán a ti.

Pbro. Eugenio Bernabé Ayala Carrillo.

34
TEMA 4.- LOS ACTOS DEL PENITENTE Y EL MINISTRO DEL
SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN

INTRODUCCIÓN.

La gran mayoría de los hermanos que se confiesan es por compromiso, porque van
a recibir algún sacramento, porque algunos de sus hijos recibirán un sacramento o
porque van a ser padrinos y muy pocos lo hacen porque hay un verdadero
arrepentimiento y dolor de haber cometido pecado y entonces buscar la gracia del
perdón. De ahí la importancia fundamental del arrepentimiento y la contrición del
penitente.

Otro de los problemas es que muchos hermanos de la Iglesia, se dejan influenciar


por los grupos protestantes y les cuesta mucho aceptar la idea que es necesario
confesarle los propios pecados personalmente al presbítero para que se los perdone
en nombre de nuestro Señor Jesucristo.

VER:

En este mundo es raro encontrar alguna persona que no se preocupe por su salud
corporal, al contrario, estamos muy solícitos por la salud ya que si nos enfermamos
buscamos inmediatamente los remedios y medicinas para curarnos. Pero,
lamentablemente, no pensamos ni actuamos igual, cuando se trata de las
enfermedades del alma. A pesar de que el remedio de estas enfermedades es
mucho más fácil y seguro. Muchas veces pensamos que la violencia es la única
manera de vencer, que el poderoso es el que tiene todas las de ganar. Por eso, en
la vida ordinaria de la familia o de los vecinos, somos violentos y nos comportamos
con agresividad.

Los medios de comunicación nos convencen y nos hacen creer que siempre es así,
por ello tantos comportamientos agresivos y vengativos. Pero recordemos que hay
un poder mayor, el poder del perdón, derrota a los mayores enemigos, nos cuesta
creerlo y, por eso, lo buscamos muy poco. El rencor deja malestar, resentimiento,
enojo, amargura. El rencor nos quita la paz y nos ahoga en el odio, el rencor nos
lleva a la muerte. La reconciliación, por el contrario, deja alegría, paz y satisfacción
en el espíritu. La reconciliación deja el corazón en armonía y en paz, siempre lleva
a la vida.

Fallar es de humanos, nadie está libre de caer en el error y en la equivocación.


Nadie puede decir: “yo nunca fallaré” tener debilidades es de humanos, cometer

35
errores y hacer maldades, somos humanos, pero sí de humanos es fallar, también
es de humanos reconocer el error y arrepentirse.

Existe la debilidad del error, pero existe la nobleza del arrepentimiento, el


reconocimiento del error y el arrepentimiento personal son la manera de madurar,
de crecer y de cambiar.

ANALIZAR:

MINISTRO DEL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN.

Jesús entregó a sus Apóstoles el poder de perdonar; les transmitió el Espíritu Santo,
para que perdonaran a sus hermanos todos sus pecados. “A quienes les perdonen
los pecados, le quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen les quedarán
sin perdonar Juan 20,23”. Sus Apóstoles perdonan los pecados de sus hermanos
con el poder del Espíritu Santo, lo hace en su nombre, no lo hacen porque sean
hombres puros y perfectos, el poder de perdonar pecados no es asunto humano,
sino de Dios.

El sacramento de la reconciliación se realiza entre la persona que pide el perdón y


el ministro ordenado, obispos sucesores de Cristo, presbíteros colaboradores de los
obispos, solo ellos, en virtud del sacramento del Orden tienen el poder de perdonar
todos los pecados “en el del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (CEC 1461).

Cuando el sacerdote celebra el sacramento de la Reconciliación, desempeña el


ministerio del Buen Pastor que busca la oveja perdida, el buen samaritano que cura
las heridas, el del Padre que espera al hijo pródigo y lo acoge a su vuelta, el del
Justo Juez, cuyo juicio es justo y misericordioso. En una palabra, el sacerdote es el
signo y el instrumento del amor misericordioso de Dios con el pecador (CEC 1465).

El confesor no es dueño, sino el servidor del perdón de la caridad de Cristo, debe


tener un conocimiento probado del comportamiento cristiano, experiencia de las
cosas humanas, respeto y delicadeza con el que ha caído; amar la verdad, ser fiel
al Magisterio de la Iglesia y conducir al penitente con paciencia hacia su curación y
su plena madurez. Debe orar y hacer penitencia por él confiándolo a la misericordia
del Señor (CEC 1466).

LOS EFECTOS DEL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN.

Acercarse al sacramento de la Reconciliación se traduce en confianza en un Dios


amoroso, cercano y misericordioso que nos acompaña en todo tiempo y lugar. Nos
reconcilia con Él, con la Iglesia, con los hermanos y con la creación.

36
El Dios que nos muestra Jesús es un Dios que siempre permite volver a comenzar.
No nos destruye por haber pecado, sino que vuelve a ponernos en pie. Aunque
nosotros nos condenemos, Dios no nos condena. “Si alguna vez nuestra conciencia
nos acusa, Dios está por encima de nuestra conciencia y lo sabe todo 1Jn. 3,20”.

En el sacramento de la reconciliación nos encontramos con Dios que nos libera de


nuestras culpas y sentimientos de culpabilidad, que nos permite experimentar su
amor misericordioso.

A. RECONCILIACION CON DIOS:

Toda la virtud de la penitencia reside en que nos restituye a la gracia de Dios y nos
une con El con profunda amistad. Si recibimos el sacramento con humilde
arrepentimiento y disposición para aceptar la gracia y el perdón de Dios, entonces
experimentaremos una paz profunda del corazón, tranquilidad de conciencia y
consuelo espiritual. Produce una verdadera resurrección espiritual, una restitución
de la dignidad y de los bienes de la vida de los hijos de Dios, el más precioso de los
cuales es la amistad de Dios “Pero tenemos que alegrarnos y hacer fiesta, porque
este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido
encontrado Lc 15,32” (CEC 1468).

B. RECONCILIACION CON LA IGLESIA:

Cuando cometemos pecado, no sólo ofendemos a Dios sino a toda la Iglesia, por
ser parte del cuerpo, comunidad de bautizados. El pecado es, ante todo, ofensa a
Dios, ruptura de la comunión con Él. Al mismo tiempo, atenta contra la comunión
con la Iglesia. Por eso la conversión implica a la vez el perdón de Dios y la
reconciliación con la Iglesia, que es lo que expresa y realiza litúrgicamente el
sacramento de la Penitencia (CEC 1440).

El pecado menoscaba o rompe la comunión fraterna, el sacramento de la Penitencia


la repara o la restaura, en este sentido, no cura solamente al que se reintegra en la
comunión eclesial, tiene también un efecto vivificante sobre la vida de la Iglesia que
ha sufrido por el pecado de uno de sus miembros (CEC 1469).

C. RECONCILIACION CONSIGO MISMO, CON LOS HERMANOS Y LA


CREACION:

La reconciliación y la paz que brota del sacramento tiene un efecto que se expande
en muchas direcciones, que reparan las rupturas causadas por el pecado. Por eso
la persona reconciliada puede establecer nuevas relaciones consigo mismo, con los
hermanos y con la creación entera. El penitente perdonado, se reconcilia consigo
mismo en el fondo más íntimo de su propio ser, donde recupera su propia verdad
interior; se reconcilia con los hermanos agredidos y lesionados por él de algún
modo; se reconcilia con la Iglesia, se reconcilia con toda la creación (CEC 1469).

37
ACTUAR:

• Tómate el tiempo suficiente para hacer un buen examen de conciencia.


• Pide a Dios la gracia de recibir el sacramento de la reconciliación lo más
pronto posible.
• Evita el pecado y ocasiones de pecar.
• Recita uno de los siguientes salmos:

▪ 51 (50)
▪ 32 (31)

CONCLUSION.

Es importante que nos demos cuenta que necesitamos tomar conciencia de la


responsabilidad que tenemos al caer en el pecado y pedirle a Dios que nos de la fe
necesaria para lograr un verdadero arrepentimiento y con humildad y confianza en
el gran amor de Dios nos acerquemos a la fuente de la gracia, confesando nuestros
pecados al ministro ordenado.

Pbro. Arturo Pérez González.

38
TEMA 5.- FUNDAMENTOS EN LA ECONOMÍA DE LA
SALVACIÓN (SACRAMENTO DE LA UNCIÓN)

INTRODUCCION.

En el AT se tenía la idea de que la enfermedad era producto del pecado y por lo


tanto la salud era producto del perdón de Dios. En el NT con las curaciones que
realiza Jesús y muchas de ellas expresando explícitamente que esta perdonado los
pecados del enfermo, la enfermedad tiene una nueva dimensión como lo hace ver
San Pablo en la Carta a los Colosenses: “Ahora me alegro por los padecimientos
que soporto por vosotros, y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de
Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia” (Col 1,24).

VER:

La enfermedad y el sufrimiento es una realidad de nuestra vida. Hemos sido testigos


de lo difícil que es vivir en este tiempo de pandemia. Muchos seres queridos o gente
cercana a nosotros se han ido por la enfermedad del COVID 19. Otros han
sobrevivido a esta enfermedad y algunos experimentan aún las secuelas que les ha
dejado después de recuperarse. Hoy más que nunca vivimos en la angustia y en
ocasiones en el miedo de tener que enfrentar este tipo de enfermedad que en
ocasiones puede ser letal. En la enfermedad el hombre experimenta su impotencia
sus límites y su finitud. Toda enfermedad puede hacernos entrever la muerte. (CEC
1500)

Hay dos formas de enfrentar la enfermedad. Primero la enfermedad puede conducir


a la angustia, al repliegue sobre sí mismo, a veces incluso a la desesperación y a la
rebelión contra Dios. Por otro lado, puede también hacer a la persona más madura,
ayudarla a discernir en su vida lo que no es esencial para volverse hacia lo que es.
Con mucha frecuencia la enfermedad empuja a una búsqueda de Dios, un retorno
a Él.

Pregunta:

¿Frente a la enfermedad que es lo que tú has experimentado en tu vida?

39
ANALIZAR:

El Catecismo de la Iglesia católica nos dará una iluminación adecuada de lo que


son los fundamentos en la economía de la salvación en el sacramento de la Unción
de los enfermos.

CRISTO, MEDICO (Catecismo de la Iglesia Católica 1503,1504, 1505)

La compasión de Cristo hacia los enfermos y sus numerosas curaciones de


dolientes de toda clase son un signo maravilloso de que Dios ha visitado a su pueblo
y de que el reino de Dios está cerca.

1. Jesús no tiene solamente poder para curar, sino también de perdonar los
pecados (Mc 2, 5-12)
2. Vino a curar al hombre entero, alma y cuerpo: es el médico que los enfermos
necesitan. (Mc 2,17)
3. Su compasión hacia todos los que sufren llega hasta identificarse con ellos:
Estuve enfermo y me visitaste (Mt 25,36)
4. A menudo Jesús pide a los enfermos que crean (Mc 5,34.36; 9,23)
5. Se sirve de signos para curar: saliva e imposición de las manos (Mc 7, 32-
36; 8, 22-25), barro y ablución (Jn 9, 6s)
6. Los enfermos tratan de tocarlo pues salía de Él una fuerza que los curaba a
todos (Lc 6,19).
7. Así en los sacramentos, Cristo continúa “tocándonos” para sanarnos.
8. Cristo se conmueve por tantos sufrimientos. Cristo no solo se deja tocar por
los enfermos, sino que hace suyas sus miserias (Mt 8,17)
9. Sus curaciones eran signo de la venida del Reino de Dios. Anunciaban una
curación más radical; la victoria sobre el pecado y la muerte por su Pascua.
En la Cruz Cristo tomó sobre sí todo el peso del mal (Is 53,4-6) y quitó todo
el pecado del mundo (Jn 1,29)
10. Cristo dio un sentido nuevo al sufrimiento: desde entonces, éste nos
configura con El y nos une a su pasión redentora.

“SANAD A LOS ENFERMOS…” (Catecismo de la Iglesia Católica 1506 -1510)

a. Jesús asocia a su vida pobre y humilde a la enfermedad y a los


enfermos y nos invita a tomar la Cruz de cada día (Mt 10,38)
b. Les hace participar de su ministerio y compasión (Mc 6,12-13)
c. El Señor resucitado manda a sus apóstoles a imponer las manos a los
enfermos (Mc 16,17-18)
d. Estos signos manifiestan de una manera especial que Jesús es
verdaderamente “Dios que salva” (Mt 1,21, Hech.4,12)
e. El Espíritu Santo da a algunos un carisma especial de curación (1 Cor
12.9) para manifestar la fuerza de la gracia del Resucitado.

40
f. Pero recordando siempre que nos basta su gracia (2 Cor 12,9) y que
como dice San Pablo “Que los sufrimientos que tengo que padecer
tienen como sentido lo siguiente: “completo en mi carne lo que falta a
las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo que es la Iglesia
(Col. 1,24)
g. ¡Sanad a los enfermos! (Mt 10,8) La Iglesia ha recibido esta tarea del
Señor e intenta realizarla tanto mediante los cuidados que proporciona
a los enfermos como por la oración de intercesión con la que los
acompaña.
h. La Iglesia cree en la presencia vivificante de Cristo médico de las
almas y de los cuerpos.
i. Esta presencia actúa a través de los sacramentos y de manera
especial en la Eucaristía habiendo una conexión con la salud corporal
como dice San Pablo (1 Cor 11,30).
j. Desde sus inicios la Iglesia Apostólica tuvo un rito propio en favor de
los enfermos atestiguado por Santiago: “Está enfermo alguno de
vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia que oren sobre él y le
unjan con óleo en el nombre del Señor. Y la oración de la fe salvará al
enfermo, y el Señor hará que se levante, y si hubiera cometido
pecados, le serán perdonados (St 5,14-15).
k. La Tradición ha reconocido en este rito uno de los siete sacramentos
de la Iglesia (DS 216; 1324-1325).

SACRAMENTO DE LOS ENFERMOS (Catecismo de la Iglesia Católica 1511 -


1513)

I. La Iglesia cree y confiesa que, entre los siete sacramentos, existe un


sacramento especialmente destinado a reconfortar a los atribulados por la
enfermedad: la Unción de los enfermos.
II. Esta unción santa de los enfermos fue instituida por Cristo Nuestro Señor
como un sacramento del Nuevo Testamento insinuado por el evangelista
Marcos. (Mc 6,13) y recomendado a los fieles por el Apóstol Santiago (St
5,14-15) (Concilio de Trento DS 1695).
III. Desde la antigüedad tanto en Oriente y Occidente hay testimonios de
unciones de enfermos practicadas con aceite bendito.
IV. En el transcurso de los siglos, la Unción de los Enfermos fue conferida, cada
vez más exclusivamente a los que estaban a punto de morir. Por eso recibía
el nombre de “Extremaunción”. Pero a pesar de esto la Iglesia nunca dejo de
orar por la salud de los enfermos.
V. La Constitución apostólica “Sacram Unctionem Infirmorum” del 30 de
noviembre de 1972, de conformidad con el Concilio Vaticano II (SC 73)
estableció que, en adelante, en el rito romano se observara lo que sigue:
• El Sacramento de la Unción de los Enfermos se administra a los gravemente
enfermos ungiéndolos en la frente y en las manos con aceite de oliva
debidamente bendecido y pronunciando una sola vez estas palabras: “Por
41
esta Santa Unción, y por su bondadosa misericordia te ayude el Señor con
la gracia del Espíritu Santo, para que libre de tus pecados, te conceda la
salvación y te conforte en tu enfermedad.”

ACTUAR:

La Unción de los Enfermos es para los católicos que están enfermos o enfrentan
situaciones que amenazan la vida (como una cirugía mayor o una emergencia
médica grave), así como para aquellos que pueden estar enfrentando una muerte
inminente. Debido a la idea de que llamar al sacerdote para este sacramento puede
significar renunciar a un ser querido moribundo, muchos católicos esperan hasta
que sea demasiado tarde para llamar al sacerdote. Hacer esto corre el riesgo de
dejar a la persona moribunda sin las gracias importantes de este sacramento.

La gracia principal es fortalecer la virtud de la esperanza para ayudar a la persona


enferma a no desesperarse y fortalecerla contra cualquier temor a la muerte.
También les ayuda a soportar cualquier sufrimiento causado por su enfermedad o
lesiones y los une al Cristo sufriente que se acerca a ellos y les brinda consuelo
espiritual.

Por eso como buenos samaritanos estemos atentos en el cuidado de los enfermos,
pero principalmente que ellos reciban el Sacramento de la Unción de los Enfermos,
este es un acto de misericordia para con nuestros hermanos que sufren por la
enfermedad.

¿Cómo puedo yo ayudar a los enfermos a tener un encuentro con Cristo a través
del Sacramento de la Unción de los Enfermos? ¿Cuáles serían las acciones que
como laico(a) tendría que realizar para que un hermano(a) enfermo(a) pueda
acercarse al sacramento de la Unción de los enfermos?

CONCLUSION.

Debemos tomar conciencia de la importancia del Sacramento de la Unción de los


enfermos, para que no los llevemos o llamemos al presbítero cuando ya se está
muriendo. Recordemos que es Sacramento de enfermos, no sólo de moribundos.

Pbro. Jesús Guadarrama Molina.

42
TEMA 6.- QUIÉN RECIBE Y QUIÉN ADMINISTRA ESTE
SACRAMENTO (SACRAMENTO DE LA UNCIÓN)

INTRODUCCIÓN.

El hombre debe enfrentar dos realidades que debilitan su vida: el pecado y la


enfermedad; y puesto que no puede solo, entonces, recurre a su Salvador para que,
como San Pablo, pueda descubrir: “te basta mi gracia, pues mi poder se perfecciona
en la realidad” (2Co 12,9).

Hemos sido testigos de tantos hermanos que luchan todos los días contra estas
realidades, desgraciadamente, lo hacen solos, sin Dios, sin el auxilio de la gracia
Divina, o, por el contrario, han buscado puertas falsas que lo único que han
provocado es experimentar más debilidad en su vida.

Meditamos ya, el significado del Sacramento de la Unción de los Enfermos, en este


tema, meditaremos sobre quién puede administrar el sacramento y quién debería
recibirlo.

VER:

Doña Mari es una viejecita de 75 años de edad, es una mujer muy fuerte, asiste a
misa todos los Domingos, se confiesa y comulga; un día en una conversación con
una catequista le ofreció asistir a la Misa para enfermos que el señor cura estaba
organizando con su vicario, la catequista le explicó que ella podía recibir la Unción
de los Enfermos.

Catequista: Doña Mari la invito a la Misa para enfermos que están organizando los
padres.

Doña Mari: No gracias, yo no estoy enferma, pero ¿qué harán en esa misa?

Catequista: Pues los padres van a confesar a los enfermos, y después van a
celebrar la misa y ponerles los santos óleos a todos.

Doña Mari: ¿Tú me quieres matar verdad?, los santos óleos se ponen cuando ya se
va a morir uno, yo no quiero gracias y no me insistas porque ya sé cómo eres. Nos
vemos mañana en la misa.

Catequista: Pero Doña Mari…

Doña Mari: que no… yo todavía no me quiero morir.

43
Pasado el tiempo Doña Mari enfermó y le mandó un recado a la catequista que
decía:

Ahora si ya me siento muy mal, estoy muy enferma me gustaría que me pusieran
los santos óleos, dile a alguno de los padres que vengan o que te presten los óleos
para que tú me los pongas.

Se abre el diálogo con las siguientes preguntas:

¿Qué opinas de la actitud de la catequista que invitó a Doña Mari a la Misa de


enfermos? ¿Por qué?

¿Qué opinas de la actitud de Doña Mari y por qué?

¿Qué errores encuentras en la historia?

ANALIZAR:

Para aclarar las cuestiones anteriores nos ayudaremos de la Sagrada Escritura,


vamos a leer la carta del apóstol Santiago en el capítulo cinco, versículos del catorce
al quince (Stgo 5, 14-15):

“¿Está enfermo alguno entre ustedes? Que llame a los presbíteros de la Iglesia,
para que oren por él y lo unjan con óleo en el nombre del Señor. La oración hecha
con fe salvará al enfermo, y el Señor hará que se levante; y si hubiera cometido
pecados le serán perdonados”.

Como vemos la unción de los enfermos no es un sacramento para aquellas


personas que están a punto de morir. Por eso, se considera oportuno para recibirlo,
cuando el fiel empieza a estar en peligro de muerte por enfermedad o por vejez
(CaIC 1514).

El ritual para el cuidado pastoral de los enfermos, enseña sobre quiénes pueden
recibir la Unción de los enfermos, a saber:

a) Las personas enfermas, cuya salud este realmente comprometida.


b) El sacramento se pude repetir cuando la persona ungida se recupera y vuelve
a recaer, o si durante la enfermedad se empeora.
c) Se puede ungir a una persona antes de una intervención quirúrgica.
d) Se puede ungir a las personas ancianas, aun cuando no existe ninguna
enfermedad.
e) También a los niños enfermos se les administra cuando ya han llegado al uso
de razón (El Derecho canónico en el c. 97 &2 dice que se presume el uso de

44
razón al cumplir los siete años). Si hay duda si ha alcanzado el uso de razón,
se ha de conferir el sacramento.
f) Se administra a los enfermos que hayan perdido la conciencia o el uso de
razón, y que consientes seguramente lo habrían pedido.
g) No se administra a los difuntos ni a las personas que hayan perseverado
obstinadamente en pecado grave (Cf. Cuidado Pastoral de los enfermos nn.
8-15)

Resuelta la cuestión sobre quiénes pueden recibir el Sacramento de la Unción,


podemos pasar al ministro que lo administra.

Pudimos leer en la cita bíblica tomada de la carta del apóstol Santiago que quienes
administran este sacramento son los presbíteros de la Iglesia. El catecismo de la
Iglesia Católica y el Ritual del cuidado pastoral de los enfermos nos dice que los
sacerdotes son los únicos que pueden administrar este sacramento, por lo tanto,
podemos decir que corresponde a los obispos y presbíteros este ministerio, los
diáconos no pueden adminístralo y tampoco un laico (Cf CaIC 1516 y Ritual del
cuidado pastoral de los enfermos nn. 16-19).

ACTUAR:

Ahora que tenemos la información anterior, vamos juntos a intentar digerir las
siguientes oraciones, vamos a decir si es falso o verdadero.

• Los niños de 3 años pueden recibir la unción de los enfermos.


______________
• Doña Mari pudo recibir la unción por el hecho de ser una persona anciana.
__________________
• Una persona que tiene dolor estomacal puede recibir la unción de los
enfermos. _____________________
• Una persona que recibirá el tratamiento contra el cáncer no puede recibir la
unción. _______________________
• Los niños con Síndrome de Down pueden recibir la unción.
_________________________
• Una persona que vive en estado vegetal puede recibir la unción.
_________________________
• Una persona que vive en amasiato no puede recibir la unción.
_________________________
• En peligro de muerte cualquier católico de buena fe puede administrar el
sacramento de la unción. _____________________________
• Los diáconos al recibir su ordenación ya pueden administrar la unción de los
enfermos. _____________________________

45
• Una persona que acaba de fallecer y aún están “calientita” puede recibir la
unción. ___________________________

CONCLUSIÓN.

Después de meditar el tema podríamos hacer dos conclusiones:

• Las personas que pueden recibir el sacramento de la Unción de los


Enfermos, son los bautizados que alcanzado el uso de razón y enfrenten
grave enfermedad, o ya sean mayores de 60 años.
• El ministro de la Unción de los enfermos es exclusivamente el sacerdote, a
saber: el Presbítero y el Obispo.

Pbro. Carlos Erick Rodríguez Miranda.

46
TEMA 7.- EFECTOS DE LA CELEBRACIÓN DE ESTE
SACRAMENTO. (SACRAMENTO DE LA UNCIÓN)

INTRODUCCION.

En nuestra Iglesia es muy común, que muchos hermanos que no se han formado lo
suficiente en los temas de la fe. No confíen en la misericordia divina y en la ciencia
de la medicina, de manera que prefieran confiar en los brujos y otros charlatanes
que solo los engañan y les quitan su dinero.

No se puede olvidar que la gracia sacramental y la oración hecha con fe, hará que
el enfermo obtenga la salud, por eso es necesario que conozcamos cuales son los
efectos del Sacramento de la Unción de los enfermos y, sobre, todo su eficacia.

VER:

Dios que es Amor, también es Misericordia.

Él nos ha llamado a la vida, y desde esta vida a nuestra plenitud eterna en Él:
“Quiero que donde yo esté estén también Ustedes” (Jn 14, 13); y es consciente de
nuestra fragilidad, que muchas veces nos lleva por caminos que nos alejan de Él.
(Gen 9, 21); pero jamás ha dejado de amarnos, pues Él no es primero un sí y luego
un no (2Cor 1, 19)

A veces quisiéramos achacarle la culpa a Dios de todo lo malo que nos sucede en
la vida. Sin embargo, desde el principio se nos dice: “Si obraras bien llevarías bien
alta tu cabeza; pero si obras mal, el pecado acecha a tu puerta y te acosa, aunque
tú puedes dominarlo (Gen 4, 6b – 7). Y Santiago Apóstol nos dice: “Ninguno, al ser
tentado diga: ‘Es Dios quien me está tentando’ pues Dios no puede ser tentado por
el mal ni tampoco Él tienta a nadie. Cada uno es tentado a pecar por su propia
pasión que lo arrastra y lo seduce. Después la pasión concibe y da a luz al pecado,
y el pecado, una vez consumado, engendra la muerte” (Stgo 1, 13 -15)

Y entendamos: La muerte no es sólo el momento de salir definitivamente de este


mundo. La muerte también se manifiesta en los diversos grados de enfermedad.
Enfermedad que no aceptamos en nuestra vida, pues siempre quisiéramos estar
sanos. Sin embargo, nuestro organismo, de por sí frágil, muchas veces es presa de
los males que de una u otra forma nos aquejan, a veces por nuestros excesos; a
veces por nuestras imprudencias.

Y comenzamos a buscar el remedio a nuestros males; a nuestras enfermedades.

47
Muchos buscan la salud en chamanes; en brujas; en curanderos; en lectura de
cartas, de café, de la mano. O consultan espiritistas, o la Ouija; buscan exorcistas,
sin estar poseídos, sino solo angustiados por la enfermedad a la que no le
encuentran una verdadera solución

Cuánto mal, enfermedad y desequilibrio mental ha afectado a muchos durante esta


pandemia que parece no tener fin, a pesar de las vacunas que, como una luz en el
camino, ya se están aplicando.

Cuántos, a causa de ese virus han quedado reducidos en sus capacidades físicas
y se sienten señalados y marginados, junto con sus familias, por los demás.

A muchos enfermos, o a sus familias, se les aconseja que inviten a un Sacerdote


Católico para que, tanto los confiese, como administre el Sacramento de la Unción
de los enfermos. Pero muchos le tienen miedo a ese Sacramento al que se le llamó:
“Extremaunción,” pues se había puesto la atención en administrarlo cuando ya fuese
inminente la muerte del enfermo. Incluso, después de administrarlo se hacía la
recomendación del alma y se le daba la orden perentoria de abandonar este mundo
e ir al encuentro del Juicio Divino.

Sin embargo, las personas que buscan sanarse cuando escuchan que habrá Misa
de Sanación, corren a la Iglesia; y si hay unción de enfermos son los primeros en
acercarse a recibirla, aunque no cumplan con los requisitos que al respecto marca
la Iglesia y que se vieron en el tema anterior.

ANALIZAR:

No nos hace daño volver a escuchar al Apóstol Santiago, que nos habló en otro
tema y nos dice: “¿Está enfermo alguno de Ustedes? Que llame a los presbíteros
de la Iglesia para que oren sobre él y lo unjan con óleo en el nombre del Señor. La
oración hecha con fe salvará al enfermo; el Señor lo restablecerá, y le serán
perdonados los pecados que hubiera cometido” (Stgo. 5, 14 – 15).

Con esto el Señor nos hace conciencia de que no hemos de buscar en primer lugar
nuestra curación sino nuestra salvación. Y esto nos debe llevar a pedir la curación
de nuestro interior mediante el perdón de nuestros pecados; y, si está en la voluntad
de Dios y tenemos fe firme en lograrlo, también alcanzaremos nuestro
restablecimiento corporal.

Estos deben ser los primeros efectos que busquemos y logremos al recibir este
Sacramento, que dejó de llamarse “Extremaunción” y que ahora se llama: “Unción
de los Enfermos”.

48
El mismo Cristo nos lo advierte cuando, al curar a los enfermos primero les pide la
confesión de su fe; les perdona sus pecados y termina diciendo “Tu fe te ha
salvado”, no sólo curado; pues no vino como taumaturgo (= Curandero), sino como
Mesías Salvador.

Leyendo el Catecismo de la Iglesia Católica encontramos enumerados también los


siguientes efectos, que expongo al pie de la letra, pues se explayan con toda
claridad.

Efectos de la celebración de este sacramento:

• Un don particular del Espíritu Santo. La gracia primera de este sacramento


es una gracia de consuelo, de paz y de ánimo para vencer las dificultades
propias del estado de enfermedad grave o de la fragilidad de la vejez. Esta
gracia es un don del Espíritu Santo que renueva la confianza y la fe en Dios
y fortalece contra las tentaciones del maligno, especialmente tentación de
desaliento y de angustia ante la muerte (cf. Hb 2,15). Esta asistencia del
Señor por la fuerza de su Espíritu quiere conducir al enfermo a la curación
del alma, pero también a la del cuerpo, si tal es la voluntad de Dios (cf
Concilio de Florencia: DS 1325). Además, “si hubiera cometido pecados, le
serán perdonados” (St 5,15; cf Concilio de Trento: DS 1717).
• La unión a la Pasión de Cristo. Por la gracia de este sacramento, el enfermo
recibe la fuerza y el don de unirse más íntimamente a la Pasión de Cristo: en
cierta manera es consagrado para dar fruto por su configuración con la
Pasión redentora del Salvador. El sufrimiento, secuela del pecado original,
recibe un sentido nuevo, viene a ser participación en la obra salvífica de
Jesús.
• Una gracia eclesial. Los enfermos que reciben este sacramento, “uniéndose
libremente a la pasión y muerte de Cristo, contribuyen al bien del Pueblo de
Dios” (LG 11). Cuando celebra este sacramento, la Iglesia, en la comunión
de los santos, intercede por el bien del enfermo. Y el enfermo, a su vez, por
la gracia de este sacramento, contribuye a la santificación de la Iglesia y al
bien de todos los hombres por los que la Iglesia sufre y se ofrece, por Cristo,
a Dios Padre.
• Una preparación para el último tránsito. Si el sacramento de la unción de
los enfermos es concedido a todos los que sufren enfermedades y dolencias
graves, lo es con mayor razón “a los que están a punto de salir de esta vida”
(in exitu viae constituti; Concilio de Trento: DS 1698), de manera que se le
llama también sacramentum exeuntium (“sacramento de los que parten”;
ibid.) La Unción de los enfermos acaba de conformarnos con la muerte y
resurrección de Cristo, como el Bautismo había comenzado a hacerlo. Es la
última de las sagradas unciones que jalonan toda la vida cristiana; la del
Bautismo había sellado en nosotros la vida nueva; la de la Confirmación nos
había fortalecido para el combate de esta vida. Esta última unción ofrece al
término de nuestra vida terrena un escudo para defenderse en los últimos
combates antes entrar en la Casa del Padre (cf ibid.: DS 1694).

49
ACTUAR:

Hagámosle caso al Señor que nos dice: ¿Está enfermos alguno de Ustedes? Llame
a los Presbíteros de la Iglesia para que lo unjan.

No tengamos miedo en buscar a tiempo este Sacramento cuando, en nuestra


enfermedad, aún estemos conscientes y podamos recibirlo con todo provecho.

Tratemos de no buscar el remedio a nuestros males en otras cosas, que en lugar


de ayudarnos nos puedan dañar más; o que en lugar de acercarnos nos alejarían
del Señor; y al final querer encomendarnos a Dios pues ya no hay más, pues eso
estaría manifestando que nuestra fe en el amor que Dios nos tiene y que en todo
momento quiere nuestro bien, sería demasiado frágil.

Busca al Señor y Él actuará; el Señor quiere salvarte, no condenarte, pues Dios no


envió a su Hijo a condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

Pero busca al Señor. Búscalo a Él primero y no sus cosas; y ámalo con todo tu
corazón con toda tu alma, con toda tu mente y con todo tu ser. Porque si buscas al
Señor y su Justicia todo lo demás vendrá a ti por añadidura.

Que los Ministros Extraordinarios de la Sagrada Comunión y del Cuidado Pastoral


de los enfermos se hagan cercanos a sus enfermos. Que no lleguen a ellos con
prisas. Que ayuden a la familia a descubrir el sentido de la enfermedad y, si aún es
posible, que catequicen al enfermo para que confíe plenamente en el amor
misericordioso de Dios; que no tenga miedo de confesar sus pecados, pues el
Presbítero no llegará a él o ella como juez que lo recrimine y lo haga sufrir aún más,
sino como un signo real del amor Misericordioso del Padre Dios, que nos recibe con
los brazos amorosamente abiertos hacia nosotros

CONCLUSION.

De ahora en adelante debemos confiar más en la eficacia del Sacramento de la


Unción, de manera que llevemos al enfermo a ungir o en dado caso que el presbítero
venga a nuestra casa a ungirlo. Nunca dejemos este sacramento para cuando ya
este agonizando el enfermo.

Pbro. Rodrigo Guadarrama Rosas.

50

También podría gustarte