Referecias PR
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LECCION 1(a)
EXPOSICION GENERAL DEL CURSO DE LA ESCUELA DEL SERVICIO DE
PRECURSOR
LUNES
LECCION 1 (b)
FORTALECE TU RELACION CON JEHOVA
ERA el mes de mayo o junio —según el calendario moderno—, y los dorados campos de trigo
estaban listos para la siega. Había comenzado la temporada seca. Samuel, un hombre fiel que
llevaba décadas sirviendo como profeta y juez, había convocado a la nación de Israel en la ciudad
de Guilgal. Observando los rostros de la muchedumbre, que ya se había aquietado, se preguntaba
cómo lograría sensibilizar sus corazones.
El pueblo no se daba cuenta de la gravedad de su situación. Se empeñaban en tener un rey
humano. No entendían que esta petición suponía una descarada falta de respeto a su Dios,
Jehová, y al profeta que él les había enviado. Estaban rechazando a Jehová como su rey. ¿Podría
Samuel convencerlos de que se arrepintieran?
Al dirigirse a la multitud, el profeta dijo: “He envejecido y encanecido”. Su cabello blanco sin
duda infundía respeto y daba peso a sus palabras. A continuación añadió: “Yo he andado delante
de ustedes desde mi juventud hasta este día” (1 Samuel 11:14, 15; 12:2). Aunque habían pasado
muchos años, sus días de juventud estaban frescos en su memoria. Gracias a las decisiones que
tomó mientras todavía era un muchacho, llegó a ser un hombre de fe, un fiel siervo de Dios.
Samuel tuvo que fortalecer y proteger su fe constantemente, pues vivía rodeado de personas
impías y desleales. Puesto que nosotros vivimos en un mundo de gente infiel y corrupta, también
nos resulta difícil cultivar la fe. Veamos lo que podemos aprender del ejemplo de Samuel,
comenzando por su infancia.
“Ministrando delante de Jehová, como muchacho”
Samuel tuvo una infancia fuera de lo común. Poco después de ser destetado, como a los cuatro
años de edad, comenzó a servir en el tabernáculo de Jehová, en Siló, a más de 30 kilómetros
(20 millas) de Ramá, su ciudad natal. Los padres de Samuel, Ana y Elqaná, lo habían apartado
para un servicio especial a Jehová: sería nazareo de por vida. ¿Por qué lo hicieron? ¿Acaso no lo
querían?
En lo absoluto. Ellos sabían que su hijo estaría bien atendido en Siló. Elí, el sumo sacerdote, sin
duda supervisó su cuidado, pues Samuel trabajaba con él. Y en el tabernáculo contaban con la
colaboración de algunas mujeres que servían allí de forma organizada (Éxodo 38:8).
Lo que es más, Ana y Elqaná nunca se olvidaron de su querido hijo, el primero que les había
nacido. Él fue la respuesta a una oración en la que Ana le pidió a Dios un hijo varón y le prometió
entregárselo para el servicio sagrado. Todos los años, cuando lo visitaban, Ana le llevaba una
vestidura sin mangas que ella misma había confeccionado para que la usara en el tabernáculo.
De seguro el muchacho esperaba con anhelo las visitas de sus padres, quienes le daban consejos
y ánimo, a la vez que lo ayudaban a valorar el gran privilegio que tenía de servir a Jehová en aquel
lugar tan especial.
He aquí una lección para quienes tienen hijos. Muchos padres suelen preocuparse más por las
necesidades materiales de sus hijos que por su salud espiritual. No obstante, Ana y Elqaná dieron
prioridad a las necesidades espirituales de Samuel, lo cual determinó en buena medida la clase de
persona que llegó a ser (Proverbios 22:6).
Es muy probable que, mientras iba creciendo, el pequeño Samuel explorara las colinas
aledañas a Siló. Desde lo alto podía divisar el pueblo y el valle que más abajo se extendía, y sin
duda se llenaba de orgullo y satisfacción cada vez que fijaba la vista en el tabernáculo de Jehová.
Este sagrado lugar, que había sido construido unos cuatrocientos años antes bajo la dirección del
propio Moisés, era el único centro de adoración a Jehová en todo el mundo.
El joven Samuel llegó a amar su servicio en el tabernáculo. En el relato que escribió luego dice
que “estaba ministrando delante de Jehová, como muchacho, y tenía ceñido un efod de lino”
(1 Samuel 2:18). El hecho de que Samuel llevara un efod —una prenda de vestir simple y sin
mangas— indica que ayudaba a los sacerdotes. Aunque no pertenecía a la clase sacerdotal,
estaba a cargo de ciertas tareas, entre ellas, abrir las puertas del patio por las mañanas y asistir al
envejecido Elí. Samuel disfrutaba mucho de sus privilegios, pero algo malo que estaba pasando en
la casa de Jehová comenzó a perturbar el buen corazón de este muchacho.
Conserva la pureza en un ambiente inmoral
Desde muy joven, Samuel tuvo que presenciar terribles actos de maldad y corrupción. En el
libro de Samuel leemos que los dos hijos de Elí —Hofní y Finehás— “eran hombres que no servían
para nada; [que] no reconocían a Jehová” (1 Samuel 2:12). Estas dos ideas van de la mano. Hofní
y Finehás eran “hombres que no servían para nada” (literalmente, “hijos de la inutilidad”) porque
“no reconocían”, o respetaban, a Jehová. Su desprecio por las justas normas de Dios los llevó a
cometer graves pecados.
La Ley de Dios regulaba las tareas de los sacerdotes y la manera en que debían ofrecerse los
sacrificios. Y con razón: aquellos sacrificios representaban los medios que Dios dispuso para
perdonar los pecados de las personas a fin de que estuvieran limpias ante él y pudieran recibir su
guía y bendición. El mal ejemplo de Hofní y Finehás hizo que otros sacerdotes trataran con falta de
respeto las ofrendas del pueblo.
Imaginemos lo conmocionado que debió de sentirse el joven Samuel al ver que en el
tabernáculo ocurrían tales abusos sin que nadie hiciera nada. ¡A cuántas personas habrá visto salir
de allí desmoralizadas y humilladas! Entre ellas se contaba gente pobre, humilde y oprimida que
había ido en busca de alivio y fortaleza espiritual. Y para colmo, más tarde se enteró de que Hofní
y Finehás se burlaban de las leyes divinas sobre la moralidad sexual teniendo relaciones con las
mujeres que servían a la entrada del tabernáculo (1 Samuel 2:22). ¿Cómo cree que se sintió
entonces? Tal vez esperaba que Elí hiciera algo al respecto.
De hecho, Elí era la persona indicada para atender este problema, que iba de mal en peor.
Como sumo sacerdote, era responsable por lo que sucedía en el tabernáculo. Y como padre, tenía
la obligación de corregir a sus hijos. Después de todo, no solo se estaban perjudicando a sí
mismos, sino también a un sinnúmero de habitantes del país. Pero Elí fracasó como sumo
sacerdote y como padre, pues se limitó a darles una leve reprimenda a sus hijos (1 Samuel 2:23-
25). Ellos necesitaban una disciplina mucho más severa. Por sus pecados, se merecían la muerte.
Tanto se agravó la situación que Jehová envió a “un hombre de Dios”, un profeta cuyo nombre
no se menciona, para transmitir a Elí una fuerte condena. Primero, Jehová le dijo a Elí: “Sigues
honrando a tus hijos más que a mí”. Luego le informó que sus perversos hijos morirían en un
mismo día y que su familia sufriría intensamente y hasta perdería su privilegiada posición en la
clase sacerdotal. ¿Tuvo algún efecto este contundente aviso? El relato muestra que no (1 Samuel
2:27–3:1).
Y Samuel, ¿se dejaría corromper? De ninguna manera. En esta sombría historia nos
encontramos de vez en cuando con alegres destellos de luz: comentarios positivos sobre el
desarrollo de Samuel. Recordemos que, en medio de todo esto, él siguió “ministrando delante de
Jehová, como muchacho” (1 Samuel 2:18). Desde muy pequeño se concentró en su servicio a
Jehová. Más adelante, el relato nos dice algo todavía mejor: “El muchacho Samuel continuó
creciendo con Jehová” (1 Samuel 2:21). En efecto, el paso de los años no hizo más que estrechar
su relación con Dios. ¡Y qué mejor antídoto puede haber contra la corrupción moral que una
estrecha amistad con Jehová!
Para Samuel habría sido muy fácil pensar: “Si hasta el sumo sacerdote y sus hijos pecan contra
Jehová, yo puedo hacer lo que se me antoje”. Pero los errores ajenos, aun los de personas con
autoridad, no nos dan permiso para pecar. Actualmente, muchos jóvenes cristianos imitan a
Samuel y continúan “creciendo con Jehová” a pesar de que haya gente a su alrededor que les dé
un mal ejemplo.
¿Y qué recompensa obtuvo Samuel? La Biblia dice: “Mientras tanto, el muchacho Samuel iba
creciendo y haciéndose más agradable, tanto desde el punto de vista de Jehová como del de los
hombres” (1 Samuel 2:26). Así que este joven fiel se labró una buena reputación, al menos a los
ojos de quienes realmente importaba. De hecho, Jehová mismo llegó a tenerle cariño. Y Samuel
albergaba la esperanza de que Dios eliminaría la maldad de Siló. Ahora bien, tal vez se preguntaba
cuándo lo haría.
“Habla, porque tu siervo está escuchando”
Cierta noche se disiparon sus dudas. Era de madrugada y todavía estaba oscuro.
La temblorosa llama de la lámpara del tabernáculo aún seguía encendida. En el silencio, Samuel
escuchó una voz que lo llamaba y pensó que Elí, quien ya era muy viejo y se había quedado
prácticamente ciego, precisaba ayuda. Samuel se levantó y “fue corriendo” donde él. Imaginemos
al muchachito descalzo yendo a toda prisa hasta donde dormía su amo. ¡Qué escena tan bonita!
Samuel trataba a Elí con mucha consideración y respeto. Después de todo, Elí seguía siendo el
sumo sacerdote de Jehová (1 Samuel 3:2-5).
Samuel despertó a Elí con estas palabras: “Aquí estoy, pues me llamaste”. Elí le contestó que él
no lo había llamado y lo mandó a dormir. Esto sucedió dos veces más. Pero a la tercera, Elí se dio
cuenta de lo que estaba pasando. En aquel tiempo, Jehová no solía comunicarse con su pueblo
por visiones o mensajes proféticos, y las razones eran obvias. No obstante, Elí comprendió que
Jehová deseaba hacerse oír mediante este muchachito. Por tanto, le ordenó que regresara a su
cama y le indicó lo que debía responder. Pronto la voz se volvió a escuchar: “¡Samuel, Samuel!”.
Y él, siguiendo las instrucciones de Elí, respondió: “Habla, porque tu siervo está escuchando”
(1 Samuel 3:1, 5-10).
Por fin había alguien en Siló que le prestara atención a Dios. A partir de ese momento, Jehová
le hablaba a Samuel, y este siempre lo escuchaba. ¿Lo hacemos nosotros? Para escuchar a
Jehová, no hace falta que una voz sobrenatural nos hable durante la noche. Él siempre nos habla
mediante su Palabra escrita, la Biblia. Mientras más escuchemos a Dios y lo obedezcamos, mayor
será nuestra fe. Eso fue precisamente lo que le sucedió a Samuel.
Aquella noche le cambió la vida a Samuel. Desde entonces llegó a conocer a Jehová de una
manera especial, pues se convirtió en su profeta y vocero. Ahora le tocaba transmitir a Elí un aviso
final: el cumplimiento de la profecía contra su familia era inminente. Al principio, Samuel se retrajo,
pero luego se armó de valor. Cuando por fin habló, Elí se resignó humildemente a la voluntad
divina. Con el tiempo se cumplió todo lo que Jehová predijo. Los israelitas emprendieron una
guerra contra los filisteos, y en un mismo día cayeron Hofní y Finehás. El propio Elí murió tras
enterarse de que el arca de Jehová había sido tomada (1 Samuel 3:10-18; 4:1-18).
Mientras tanto, la fama de Samuel como profeta fiel fue consolidándose. La Biblia dice que
“Jehová mismo resultó estar con él” y nunca dejó que fallaran sus predicciones (1 Samuel 3:19).
“Samuel clamó a Jehová”
¿Quiere decir entonces que Israel siguió la dirección de Samuel y se convirtió en un pueblo fiel
y espiritual? Para nada. Llegó el momento en el que la nación no se conformó con que un simple
profeta los dirigiera. Querían un rey como las demás naciones. Samuel accedió a su solicitud por
mandato divino. Sin embargo, tenía que advertirles de la gravedad de aquel pecado. No estaban
rechazando a un simple hombre, sino a Jehová mismo. Así que convocó al pueblo en Guilgal.
Allí se respiraba un ambiente tenso. El envejecido Samuel repasó su historial de fe e integridad
con el pueblo. Entonces “clamó a Jehová” y le pidió que enviara una tormenta (1 Samuel
12:17, 18).
¿Una tormenta en la temporada seca? ¡Aquello era algo inconcebible! Pero cualquier indicio de
incredulidad o ánimo de burla pronto desaparecería. De repente, oscuras nubes cubrieron el cielo y
un fuerte viento doblegó el trigo de los campos. Retumbaron truenos ensordecedores y finalmente
comenzó a llover. ¿Cómo reaccionó el pueblo? “Tuvo gran temor de Jehová y de Samuel.” Por fin
se daban cuenta de la gravedad de su pecado (1 Samuel 12:18, 19).
Fue Jehová, no Samuel, quien logró sensibilizar el corazón de aquel pueblo rebelde. Desde la
infancia hasta la vejez, Samuel ejerció fe en su Dios y fue bendecido por ello. Jehová no ha
cambiado: podemos estar seguros de que si cultivamos una fe como la de Samuel, contaremos
con su apoyo.
[Notas]
El voto de nazareato incluía, entre otras cosas, no tomar ninguna bebida embriagante ni cortarse el
cabello. Por lo general, se hacía por un tiempo limitado, pero Samuel, al igual que Sansón y
Juan el Bautista, fue nazareo de por vida.
En esencia, el santuario era una amplia tienda rectangular con estructura de madera. Sin embargo,
estaba hecho con materiales de la más alta calidad: pieles de foca, hermosas telas bordadas y
maderas nobles laminadas con oro y plata. Se encontraba en un patio rectangular en el que
también había un precioso altar para los sacrificios. Todo parece indicar que con el tiempo se
erigieron cámaras para uso de los sacerdotes, seguramente a los lados del tabernáculo.
Es probable que Samuel durmiera en una de esas cámaras.
El relato nos proporciona dos ejemplos. Por un lado, la Ley dejaba claro cuáles eran las porciones
del sacrificio que le correspondían al sacerdote (Deuteronomio 18:3). Pero los sacerdotes
corruptos instituyeron una práctica muy diferente: hacían que sus servidores metieran un
tenedor grande en la olla hirviendo y tomaran cualquier porción de carne que saliera. Por otro
lado, cuando la gente llevaba sus ofrendas, los servidores —siguiendo las órdenes de los
sacerdotes— exigían que se les entregara la carne cruda, incluso antes de que la grasa se
ofreciera a Jehová sobre el altar (Levítico 3:3-5; 1 Samuel 2:13-17).
[Ilustración de la página 17]
Samuel se armó de valor para transmitir con fe el juicio divino contra Elí
[Ilustración de la página 18]
Samuel pidió con fe que Jehová enviara una tormenta, y su oración obtuvo respuesta
“Después de partir los panes, [Jesús] los distribuyó a los discípulos, y los discípulos a
su vez a las muchedumbres.” (MAT. 14:19)
¿QUÉ RESPONDERÍA?
¿Qué patrón siguió Jesús al alimentar a las multitudes?
¿Cómo se valió Jesús de los apóstoles y los ancianos de Jerusalén?
¿Cuándo llegó el momento de que Cristo nombrara un conducto organizado para
proveer alimento espiritual?
IMAGINE la escena (lea Mateo 14:14-21). Justo antes de la Pascua del año 32, una
muchedumbre de unos cinco mil hombres, además de mujeres y niños, ha seguido a Jesús y sus
discípulos a un lugar solitario cerca de Betsaida, población situada en la orilla norte del mar de
Galilea.
2
Al ver a todas aquellas personas, Jesús se compadece de ellas, así que les enseña muchas
cosas sobre el Reino de Dios y cura a las que están enfermas. Cuando se hace tarde, los
discípulos le dicen que despida a la gente para que pueda ir a los pueblos vecinos y comprarse
algo de comida. Pero él les responde: “Ustedes denles de comer”. Seguramente, estas palabras
los confunden, pues las provisiones que tienen a mano son insignificantes: tan solo cinco panes y
dos pescados pequeños.
3
La compasión que Jesús siente lo impulsa a realizar un milagro, el único del que dejaron
constancia los cuatro evangelistas (Mar. 6:35-44; Luc. 9:10-17; Juan 6:1-13). Tras ordenar a los
discípulos que les pidan a todos que se recuesten en la hierba en grupos de 50 y 100, eleva una
oración a Dios y empieza a partir el pan y los peces en trozos. Luego, en vez de darles la comida él
mismo, se la distribuye “a los discípulos, y los discípulos a su vez a las muchedumbres”.
Milagrosamente, todos tienen más que suficiente para comer. Fíjese en este hecho: Jesús ha
alimentado a miles por medio de sus discípulos, que solo son unos pocos.
4
Pero lo que más le preocupaba a Jesús era proporcionar a sus seguidores alimento espiritual.
Sabía que alimentarse espiritualmente, es decir, con las verdades de la Palabra de Dios, lleva a la
vida eterna (Juan 6:26, 27; 17:3). Impulsado por la misma compasión que lo motivó a saciar a la
multitud con el pan y los peces, pasó muchas horas enseñándoles a sus discípulos (Mar. 6:34).
Ahora bien, él sabía que iba a estar poco tiempo en la Tierra y que tendría que regresar al cielo
(Mat. 16:21; Juan 14:12). Una vez allí, ¿cómo los mantendría bien nutridos espiritualmente?
Seguiría un patrón similar: alimentaría a muchos por medio de unos pocos. ¿Quiénes serían esos
pocos? Examinemos cómo empleó a unos pocos para alimentar a los numerosos cristianos
ungidos del siglo primero. Después, en el artículo siguiente, analizaremos una pregunta de vital
importancia para todos nosotros: ¿cómo podemos identificar a los pocos que Cristo utiliza para
alimentarnos hoy en día?
JESÚS SELECCIONA A LOS POCOS
5
Todo buen cabeza de familia se encarga de que los suyos no pasen necesidad si él fallece.
De igual modo, Jesús, quien llegaría a ser Cabeza de la congregación cristiana, se encargó de que
sus seguidores estuvieran bien alimentados espiritualmente cuando él ya no estuviera en la Tierra
(Efes. 1:22). Por ejemplo, unos dos años antes de morir, tomó una decisión importante. Seleccionó
a los primeros de aquellos pocos mediante los cuales alimentaría más tarde a los muchos. Veamos
lo que ocurrió.
6
Después de orar toda la noche, reunió a sus discípulos y eligió 12 apóstoles de entre ellos
(Luc. 6:12-16). Por los siguientes dos años se apegó de un modo especial a los apóstoles,
enseñándoles con sus palabras y su ejemplo. Sabía que tenían mucho que aprender; de hecho, se
les siguió llamando “discípulos” (Mat. 11:1; 20:17). Les dio valiosos consejos y una buena
preparación para el ministerio (Mat. 10:1-42; 20:20-23; Luc. 8:1; 9:52-55). Obviamente, los estaba
capacitando para desempeñar un papel clave cuando él muriera y regresara al cielo.
7
¿Qué papel cumplirían los apóstoles? A medida que se acercaba el Pentecostés del año 33,
se hizo evidente que ocuparían un “puesto de superintendencia” (Hech. 1:20). Sin embargo, ¿cuál
sería su principal interés? Jesús, ya resucitado, lo dio a entender en una conversación con el
apóstol Pedro (lea Juan 21:1, 2, 15-17). En presencia de otros apóstoles le dijo: “Apacienta mis
ovejitas”. Así indicó que sus apóstoles estarían entre los pocos mediante quienes él alimentaría
espiritualmente a los muchos. ¡Qué prueba tan conmovedora del cariño que siente Jesús por sus
“ovejitas”!
SE ALIMENTA A LOS MUCHOS DESDE EL PENTECOSTÉS EN ADELANTE
8
A partir del Pentecostés del año 33, Cristo resucitado utilizó a sus apóstoles como conducto
para alimentar al resto de sus discípulos ungidos (lea Hechos 2:41, 42). Los judíos y prosélitos
que ese día llegaron a ser cristianos ungidos por espíritu reconocieron ese conducto con total
claridad. Plenamente convencidos, “continuaron dedicándose a la enseñanza de los apóstoles”.
Según cierto erudito, el verbo griego que se traduce “continuaron dedicándose” denota “una
permanencia persistente y absoluta, una adhesión total de un grupo orientado hacia un fin común”.
Los nuevos creyentes tenían hambre de alimento espiritual y sabían exactamente dónde obtenerlo.
Con completa lealtad, escuchaban a los apóstoles mientras estos explicaban lo que Jesús había
dicho y hecho y esclarecían el significado de pasajes de las Escrituras relacionados con él (Hech.
2:22-36).
9
Los apóstoles tuvieron siempre muy presente su responsabilidad de alimentar a las ovejas de
Jesús. Observe, por ejemplo, cómo se encargaron de un incidente que podría haber causado
divisiones en la recién formada congregación. Curiosamente, el problema tenía que ver con
alimento, en este caso alimento físico. A diferencia de las viudas de habla hebrea, las de habla
griega no eran tenidas en cuenta al repartir diariamente la comida. ¿Cómo resolvieron los
apóstoles esta delicada cuestión? “Los doce” nombraron a siete hombres capacitados para
supervisar aquel “asunto necesario”, la distribución de la comida. Los apóstoles —la mayoría de los
cuales sin duda participaron en repartir la comida a las multitudes a las que Cristo alimentó—
vieron que era más importante concentrarse en alimentar a los hermanos espiritualmente. Por ese
motivo, se dedicaron “al ministerio de la palabra” (Hech. 6:1-6).
10
Ya para el año 49, otros ancianos capacitados se habían unido a los apóstoles que quedaban
(lea Hechos 15:1, 2). “Los apóstoles y ancianos en Jerusalén” formaban una junta directiva, o
cuerpo que gobernaba la congregación cristiana. Como Cabeza de la congregación, Cristo se valió
de este pequeño grupo de hombres para aclarar cuestiones doctrinales, así como para supervisar
y dirigir la tarea de predicar y enseñar las buenas nuevas del Reino (Hech. 15:6-29; 21:17-19; Col.
1:18).
11
¿Bendijo Jehová el sistema que su Hijo empleó para alimentar a las congregaciones del siglo
primero? No cabe la menor duda. El libro de Hechos informa: “A medida que [el apóstol Pablo y
sus acompañantes] iban viajando por las ciudades entregaban a los de allí, para que los
observaran, los decretos sobre los cuales habían tomado decisión los apóstoles y ancianos que
estaban en Jerusalén. Por lo tanto, en realidad, las congregaciones continuaron haciéndose firmes
en la fe y aumentando en número de día en día” (Hech. 16:4, 5). Note que aquellas
congregaciones florecieron por cooperar lealmente con el pequeño grupo de hombres que dirigía la
obra desde Jerusalén. ¿Acaso no prueba eso que Jehová bendijo el conducto mediante el que su
Hijo alimentaba a las congregaciones? Claro que sí, pues la prosperidad espiritual solo es posible
con la bendición divina (Prov. 10:22; 1 Cor. 3:6, 7).
12
Hasta ahora hemos visto que Jesús siguió un patrón al alimentar a sus seguidores: alimentó a
muchos por medio de unos pocos. El conducto que empleó para nutrir espiritualmente a sus
discípulos era fácil de reconocer. Al fin y al cabo, los apóstoles —que fueron los primeros
miembros de aquella junta directiva de Jerusalén— podían aportar pruebas visibles de que
contaban con el apoyo de Dios. Hechos 5:12 señala: “Mediante las manos de los apóstoles
continuaron efectuándose muchas señales y portentos presagiosos entre el pueblo”. Por
consiguiente, no había ninguna razón para que quienes se hicieran cristianos se preguntaran:
“¿A través de quiénes alimenta Cristo a sus ovejas?”. Pero a finales del siglo primero, la situación
cambió.
MUCHA MALA HIERBA Y POCO TRIGO
13
Jesús predijo que la congregación cristiana sería blanco de ataques. Recuerde que, en una
ilustración profética, advirtió que en un campo recién sembrado de trigo (los cristianos ungidos) se
sembraría después mala hierba (los cristianos falsos). Entonces indicó que se dejaría que ambos
grupos crecieran juntos hasta la siega, la cual vendría en “una conclusión de un sistema de cosas”
(Mat. 13:24-30, 36-43). No tuvo que pasar mucho tiempo para que sus palabras se cumplieran.
14
En el siglo primero hubo algunos brotes de apostasía, pero los fieles apóstoles de Jesús
actuaron de “restricción” y mantuvieron a raya la contaminación e influencia de las doctrinas falsas
(2 Tes. 2:3, 6, 7). Sin embargo, cuando murió el último de los apóstoles la apostasía echó raíces y
se propagó durante un período de crecimiento que abarcó muchos siglos. En ese tiempo, la mala
hierba se hizo mucha pero el trigo fue escaso. No existía ningún conducto organizado que
proporcionara alimento espiritual de manera constante. Llegaría el momento en que eso cambiaría.
Pero ¿cuándo?
¿QUIÉN ALIMENTARÍA A LAS OVEJAS DURANTE LA ÉPOCA DE LA SIEGA?
15
Según se acercaba el fin de la temporada de crecimiento, surgieron vigorosos brotes de
interés por la verdad bíblica. En la década de 1870, un pequeño grupo de personas que buscaban
la verdad formaron clases de estudio de la Biblia separadas de la mala hierba, esto es, de los
cristianos falsos afiliados a las iglesias y sectas de la cristiandad. Con un corazón humilde y una
mente abierta, los Estudiantes de la Biblia —como a sí mismos se llamaban— examinaron las
Escrituras con devoción y esmero (Mat. 11:25).
16
Su estudio concienzudo produjo mucho fruto. Aquellas personas sinceras pusieron al
descubierto doctrinas falsas y difundieron verdades espirituales editando y distribuyendo
ampliamente publicaciones bíblicas. Su labor iluminó el corazón y la mente de muchos que tenían
hambre y sed de la verdad. Por eso surge esta interesante pregunta: ¿fueron los leales
Estudiantes de la Biblia de aquellas décadas anteriores a 1914 el conducto nombrado por Cristo
para alimentar a sus ovejas? La respuesta es no. Todavía se hallaban en la temporada de
crecimiento, y el sistema que iba a utilizarse para proporcionar alimento espiritual aún estaba
cobrando forma. No había llegado el momento de que los cristianos falsos semejantes a mala
hierba fueran separados de los verdaderos, representados por el trigo.
17
Como aprendimos en el artículo anterior, la época de la cosecha empezó en 1914. Ese año
marcó el inicio de una serie de sucesos importantes. Jesús fue coronado Rey y comenzaron los
últimos días (Rev. 11:15). Desde 1914 hasta principios de 1919, Cristo acompañó a su Padre al
templo espiritual para realizar una obra muy necesaria de inspección y limpieza (Mal. 3:1-4).
A continuación, a partir de 1919, se empezaría a recoger el trigo. ¿Había llegado por fin el
momento de que Cristo nombrara un conducto organizado para proveer alimento espiritual? ¡Ahora
sí!
18
En su profecía sobre el tiempo del fin, Jesús predijo que nombraría un conducto para dar
“alimento al tiempo apropiado” (Mat. 24:45-47). ¿Qué conducto sería ese? Siguiendo el patrón que
él mismo estableció en el siglo primero, volvería a alimentar a muchos por medio de unos pocos.
Por eso, apenas comenzaron los últimos días, la pregunta clave era quiénes serían esos pocos.
En el siguiente artículo veremos la respuesta a esta y otras cuestiones relacionadas con la profecía
de Jesús.
NOTAS FINALES: (Deben leerse como notas a pie de página en los párrafos
correspondientes.)
[Notas]
Párrafo 3: En una ocasión posterior en la que Jesús alimentó milagrosamente a cuatro mil
hombres, además de mujeres y niños, también distribuyó la comida “a los discípulos, y los
discípulos a su vez a las muchedumbres” (Mat. 15:32-38).
Párrafo 7: Durante la vida de Pedro, todas las “ovejitas” que debían ser alimentadas abrigaban la
esperanza celestial.
Párrafo 8: El hecho de que los nuevos creyentes “continuaron dedicándose a la enseñanza de los
apóstoles” implica que los apóstoles les enseñaban con regularidad. Algunas de sus
enseñanzas quedaron registradas en los libros inspirados que ahora forman parte de las
Escrituras Griegas.
Párrafo 12: Aunque aparte de los apóstoles hubo otros discípulos que recibieron dones milagrosos
del espíritu, parece que en la mayoría de los casos tales dones se transmitían en presencia de
alguno de los apóstoles o directamente mediante ellos (Hech. 8:14-18; 10:44, 45).
Párrafo 13: Las palabras del apóstol Pablo que se hallan en Hechos 20:29, 30 muestran que la
congregación sería atacada desde dos ángulos. En primer lugar, cristianos falsos (“mala
hierba”) “entrar[ían]” entre los verdaderos. Y en segundo lugar, algunos “de entre” los cristianos
verdaderos se harían apóstatas y hablarían “cosas aviesas”, o torcidas.
Párrafo 17: Vea el artículo “Estoy con ustedes todos los días” en esta misma revista, página 11,
párrafo 6.
PAG. 8 REFERENCIA w 13 1/AGOS PAG. 11
ACÉRQUESE A DIOS
“Las cualidades invisibles de él se ven claramente”
¿Cree usted que Dios existe? Si así es, ¿podría demostrarlo? A nuestro alrededor hay infinidad
de pruebas de que existe un Creador sabio, poderoso y lleno de amor. ¿A qué pruebas nos
referimos? ¿Son confiables? Para encontrar la respuesta, analicemos lo que el apóstol Pablo
escribió a los cristianos de Roma.
Él dijo: “Las cualidades invisibles de [Dios] se ven claramente desde la creación del mundo en
adelante, porque se perciben por las cosas hechas, hasta su poder [eterno] y Divinidad, de modo
que ellos son inexcusables” (Romanos 1:20). Tal como señala Pablo, la creación lleva la firma de
su Creador. Analicemos un poco más estas palabras.
Pablo escribió que las cualidades de Dios pueden verse “desde la creación del mundo”. En este
caso, la palabra griega que se traduce “mundo” se refiere a la humanidad, no al planeta Tierra.
Lo que Pablo estaba diciendo es que desde el momento en que fue creada, la humanidad ha
podido percibir las cualidades de Dios en la creación.
Las pruebas no están ocultas; “se ven claramente” a nuestro alrededor. Las creaciones —desde
la más grande hasta la más pequeña— revelan la existencia de un Creador que posee cualidades
maravillosas. Pensemos, por ejemplo, en el inteligente diseño de la naturaleza. ¿Acaso
no demuestra lo sabio que es Dios? ¿Y los cielos estrellados? ¿Y las fuertes olas del mar?
¿No dan prueba de su poder? ¿Qué hay de la variedad de sabores que deleitan nuestro paladar, o
de la belleza de los amaneceres y las puestas de sol? ¿Verdad que dejan ver el amor que Dios
siente por la humanidad? (Salmo 104:24; Isaías 40:26.)
Son tan claras las pruebas que quienes no las ven y se niegan a creer en Dios “son
inexcusables”. Un erudito lo explica de la siguiente manera. Imagine que un conductor ve una
señal de tránsito que dice: “Desvío. Gire a la izquierda”, pero no le hace caso. Cuando un policía lo
detiene para darle una multa, el conductor le dice que no vio la señal. La excusa no convence al
policía porque la señal está a plena vista y el conductor no tiene problemas de visión. Además,
este tiene la responsabilidad de fijarse en todas las señales y obedecerlas. Del mismo modo, las
pruebas de la existencia de Dios que hay en la naturaleza están a plena vista. Y nosotros, que
somos seres racionales, podemos verlas. No tenemos motivos para ignorarlas.
En efecto, la creación revela mucho acerca de nuestro Creador. Pero hay un libro que revela
aún más sobre él, la Biblia. En sus páginas se responde esta importante pregunta: ¿cuál es el
propósito de Dios para la Tierra y la humanidad? Saber la respuesta nos ayudará a tener una
buena relación con Dios, cuyas “cualidades invisibles [...] se ven claramente” en el mundo que nos
rodea.
[Nota]
La Biblia también dice que el “mundo” es culpable de pecado y que necesita un salvador, lo cual
demuestra que, en estos casos, el término se refiere a la humanidad y no a la Tierra (Juan 1:29;
4:42; 12:47).
[Comentario de la página 11]
La creación lleva la firma de su Creador
LUNES
LECCION 2(a)
LA TRADUCCION DEL NUEVO MUNDO (PARTE 1)
PUESTO que la Biblia fue escrita originalmente en hebreo, arameo y griego, la mayoría de las
personas que desean leerla dependen de una traducción.
La Biblia es hoy por hoy el libro más traducido de la historia, pues puede leerse entera o en
parte en más de dos mil cuatrocientos idiomas. Y en algunos de estos no hay una sola traducción,
sino muchas. Si en su idioma usted tiene la posibilidad de elegir, sin lugar a dudas querrá emplear
la mejor traducción existente.
A fin de tomar una buena decisión, primero debe dar respuesta a las siguientes preguntas:
¿Qué tipos de traducciones existen? ¿Qué ventajas e inconvenientes presentan? Y ¿por qué
debemos tener cautela al leer algunas traducciones bíblicas?
De un extremo al otro
Aunque las traducciones de la Biblia abarcan una amplia variedad de estilos, todas pertenecen
a una de tres categorías básicas. En un extremo de la escala se hallan las versiones interlineales,
que contienen el texto en la lengua original junto con una traducción palabra por palabra a la
lengua de destino.
En el otro extremo están las paráfrasis. Los traductores de estas versiones frasean libremente
el mensaje bíblico tal como lo entienden, y lo presentan de un modo que, en su opinión, será más
atrayente a los lectores.
Por último, en la tercera categoría están las traducciones que se esfuerzan por hallar un
equilibrio entre estos dos extremos. Tales versiones bíblicas intentan transmitir el sabor y el
significado de las expresiones del idioma original, pero, al mismo tiempo, procuran que el texto sea
fácil de leer.
¿Son mejores las traducciones palabra por palabra?
Traducir estrictamente una palabra por otra no suele ser la mejor manera de expresar el
significado de un pasaje bíblico. ¿Por qué no? Aunque hay varias razones, analicemos dos de
ellas:
1. No hay dos idiomas que tengan exactamente la misma gramática, vocabulario y forma de
expresar las ideas. El profesor de hebreo S. R. Driver señala que las lenguas “no solo
difieren en su gramática y vocabulario, sino también [...] en la manera de construir las frases
para expresar las ideas”. Las personas que hablan un idioma no piensan igual que las que
hablan otro. “Por consiguiente —añade el profesor Driver—, las formas que adoptan las
frases no son las mismas.”
Puesto que ningún idioma refleja exactamente el vocabulario y la gramática del hebreo y el
griego bíblicos, una traducción palabra por palabra sería poco clara y hasta podría transmitir un
significado erróneo. Veámoslo en los siguientes ejemplos.
En su carta a los Efesios, el apóstol Pablo utilizó una expresión que literalmente se traduce “en
el juego de dados de los hombres” (Efesios 4:14, Jünemann, nota). Esta expresión alude a la
práctica de hacer trampas en los dados. Sin embargo, en la mayoría de los idiomas, una traducción
literal no tendría ningún sentido. Por lo tanto, una manera más clara de transmitir el significado de
esta expresión es traduciéndola “las tretas de los hombres”.
Al escribir a los romanos, Pablo empleó una expresión griega que significa literalmente “en el
espíritu, hirvientes” (Romanos 12:11, Bover-Cantera). ¿Le suena a usted natural esta expresión?
En realidad, la frase original transmite la idea de estar radiantes, o fulgurantes, con el espíritu.
Observe este otro ejemplo. En uno de sus más famosos discursos, Jesús empleó una expresión
que a menudo se traduce así: “Bienaventurados los pobres de espíritu” (Mateo 5:3). En numerosos
idiomas, una traducción literal como esta oscurecería el significado original. De hecho, en algunos
casos incluso implicaría que “los pobres de espíritu” son personas que sufren un desequilibrio
mental o que carecen de vitalidad y determinación. Sin embargo, Jesús usó esa expresión para
enseñar a la gente que su felicidad no dependía de satisfacer sus necesidades físicas, sino de
reconocer que necesitaban la guía divina (Lucas 6:20). De modo que traducciones como “los que
tienen conciencia de su necesidad espiritual” o “los que reconocen su necesidad espiritual”
comunican con mayor exactitud el verdadero significado (Mateo 5:3; Versión Popular, también
conocida como Dios habla hoy).
2. El significado de una palabra o expresión puede variar dependiendo del contexto en que
se use. Tomemos por caso la expresión hebrea que normalmente alude a la mano. Tal
expresión puede adoptar una amplia variedad de significados, dependiendo del contexto.
Puede, por ejemplo, traducirse por “control”, “a mano abierta” o “poder” (2 Samuel 8:3;
1 Reyes 10:13; Proverbios 18:21). De hecho, este término en particular se vierte de más de
cuarenta maneras distintas en la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras en
inglés.
Puesto que el contexto puede influir en el significado de una palabra, la Traducción del Nuevo
Mundo en inglés emplea cerca de 16.000 expresiones para traducir unos 5.500 vocablos griegos,
así como más de 27.000 expresiones para traducir unas 8.500 palabras hebreas. ¿A qué se debe
esa variedad en la traducción de las palabras? El comité de traducción consideró que transmitir su
sentido más exacto de acuerdo con el contexto era más importante que producir una versión
estrictamente literal. Aun así, la Traducción del Nuevo Mundo en inglés emplea, siempre que es
posible, las mismas palabras al traducir los términos hebreos y griegos.
Pero está claro que no basta con traducir de la misma manera un término del idioma bíblico
original cada vez que aparezca. Por eso, los traductores deben seleccionar con buen criterio las
palabras que comuniquen las ideas con exactitud y claridad. Además, han de combinar las
palabras y frases según las reglas gramaticales del idioma al que traducen.
¿Qué hay de las traducciones libres?
Los traductores de las comúnmente llamadas paráfrasis de la Biblia se toman la libertad de
alterar en alguna medida lo que dicen los textos originales. ¿De qué manera? O bien insertando
expresiones que reflejan su opinión sobre el posible significado del texto original, o bien omitiendo
alguna información. Las paráfrasis pueden resultar atractivas porque son fáciles de leer. Sin
embargo, a veces, su estilo libre oscurece o cambia el significado del texto original.
Veamos, por ejemplo, la forma en que una traducción libre vierte la famosa oración modelo de
Jesús: “Padre nuestro que estás en el cielo: Que todos reconozcan que tú eres el verdadero Dios”
(Mateo 6:9, Traducción en lenguaje actual [TLA], también conocida como Biblia en Lenguaje
Sencillo). Pero una traducción más exacta sería esta: “Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre”. Observemos también de qué manera se vierte Juan 17:26 en algunas
Biblias. Según la traducción libre ya citada, Jesús dirigió estas palabras a su Padre la noche que
fue arrestado: “Les he dicho quién eres” (TLA). Sin embargo, una traducción más fiel es la
siguiente: “Les he dado a conocer tu nombre”. ¿Se da usted cuenta de cómo algunos traductores
en realidad ocultan el hecho de que Dios tiene un nombre que debemos usar y honrar?
¿Por qué hay que tener cautela?
Algunas traducciones libres oscurecen las normas morales expresadas en el texto original. Por
ejemplo, cierta versión dice en 1 Corintios 6:9, 10: “¿No comprenden que esa no es forma de vivir?
Los injustos que no se preocupan por Dios no tendrán parte en su reino. Quienes son culpables de
uso y abuso del prójimo, uso y abuso del sexo, uso y abuso de la tierra y de todo lo que hay en
ella, no pueden ser ciudadanos en el reino de Dios” (The Message: The Bible in Contemporary
Language).
Compare esas palabras con la versión más exacta que presenta la Traducción del Nuevo
Mundo: “¿No saben que los injustos no heredarán el reino de Dios? No se extravíen.
Ni fornicadores, ni idólatras, ni adúlteros, ni hombres que se tienen para propósitos
contranaturales, ni hombres que se acuestan con hombres, ni ladrones, ni personas dominadas por
la avidez, ni borrachos, ni injuriadores, ni los que practican extorsión heredarán el reino de Dios”.
Note que la traducción libre ni siquiera menciona las conductas específicas que Pablo nos dice que
debemos evitar.
Las convicciones doctrinales del traductor también pueden condicionar su labor. Por ejemplo,
según la Versión Nueva Vida, Jesús dijo a sus discípulos: “Entren por la puerta angosta, porque la
puerta y el camino que llevan al infierno son anchos y grandes; mucha gente pasa por esa puerta”
(Mateo 7:13). Los traductores insertaron el término “infierno” a pesar de que el relato de Mateo dice
claramente “destrucción”. ¿Por qué lo hicieron? Probablemente porque querían promover la idea
de que los malvados serán atormentados eternamente, no destruidos.
Cómo hallar la mejor traducción
La Biblia fue escrita en el lenguaje cotidiano de personas comunes y corrientes, como
agricultores, pastores y pescadores (Nehemías 8:8, 12; Hechos 4:13). Por lo tanto, una buena
traducción de la Biblia es la que pone su mensaje al alcance de personas sinceras de todo nivel
social. He aquí otros requisitos:
◗ Transmitir con exactitud el mensaje original que fue inspirado por Dios (2 Timoteo 3:16).
◗ Traducir literalmente el significado de las palabras siempre y cuando la redacción y la estructura
del texto original se puedan reproducir en la lengua a la que se traduce.
◗ Comunicar el sentido correcto de una palabra o frase cuando una traducción literal distorsionaría
u oscurecería el significado.
◗ Emplear un lenguaje sencillo que invite a la lectura.
¿Existe una traducción que cumpla con todos estos requisitos? Millones de lectores de esta
revista prefieren la Traducción del Nuevo Mundo. ¿Por qué? Porque comparten los puntos de vista
de su comité de traducción, expresados en el prólogo de la primera edición en inglés:
“No ofrecemos una paráfrasis de las Escrituras. Desde el principio hasta el fin nos hemos
esforzado por recurrir a la traducción más literal posible, siempre que lo permita el modismo
moderno inglés y que la traducción literal no oculte las ideas”.
La Traducción del Nuevo Mundo se ha impreso entera o en parte en más de 60 idiomas, con
una tirada total que supera los 145 millones. Si está disponible en su idioma, ¿por qué no les pide
un ejemplar a los testigos de Jehová y comprueba por sí mismo las ventajas de esta traducción
exacta?
Los estudiantes sinceros de la Biblia desean comprender el mensaje que Dios inspiró y obrar en
consecuencia con él. Si usted es una de tales personas, necesita una traducción de la Biblia que
sea exacta. En realidad, no debería conformarse con menos.
[Notas]
Este tipo de lecturas es habitual en las versiones interlineales, que presentan una traducción literal
de cada palabra junto con el texto en el idioma original.
Cabe mencionar que algunas traducciones bíblicas en inglés emplean una cantidad mucho mayor
de equivalentes que la Traducción del Nuevo Mundo, por lo que su uniformidad y coherencia es
menor.
La Biblia enseña que el alma muere y que, al morir, regresamos al polvo y dejamos de pensar y
sentir (Génesis 3:19; Eclesiastés 9:5, 6; Ezequiel 18:4). En ninguna parte se dice que las almas
de los malvados sufren un tormento eterno en el infierno.
[Comentario de la página 21]
Las paráfrasis pueden resultar atractivas porque son fáciles de leer. Sin embargo, a veces, su
estilo libre oscurece o cambia el significado del texto original
[Comentario de la página 22]
La Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras se ha impreso entera o en parte en más
de 60 idiomas, con una tirada total que supera los 145 millones
[Ilustración y recuadro de la página 20]
UNA ANTIGUA PARÁFRASIS
Las paráfrasis, o traducciones libres, de la Biblia no son nuevas. En la antigüedad, el pueblo judío
compiló lo que hoy se conoce como los tárgumes arameos, que son una paráfrasis de las
Escrituras. Aunque no constituyen traducciones exactas, sí revelan cómo entendían los judíos
algunos textos y ayudan a los traductores a determinar el significado de ciertos pasajes difíciles.
Por ejemplo, explican que la expresión “hijos de Dios” que se halla en Job 38:7 significa “catervas
[o grupos] de ángeles”. Los tárgumes también indican que la preposición hebrea con que se
describe a Nemrod en Génesis 10:9 conlleva el significado hostil de “contra” o “en oposición a”,
más bien que un simple y neutro “delante de”. Estas paráfrasis acompañan al texto bíblico, pero
nunca con la intención de sustituir a la propia Biblia.
[Ilustración]
SECCIÓN DE LA POLÍGLOTA DE LONDRES (CONCLUIDA EN 1657), JOB 38:1-15
Texto bíblico hebreo (con su traducción interlineal al latín)
Texto correspondiente del Tárgum arameo
[Ilustración de la página 19]
SECCIÓN DE THE KINGDOM INTERLINEAR TRANSLATION OF THE GREEK SCRIPTURES,
EFESIOS 4:14
Columna izquierda: traducción palabra por palabra; columna derecha: traducción basada en el
significado
[Reconocimiento de la página 18]
Fondo: Shrine of the Book, Museo de Israel (Jerusalén)
Antes del descubrimiento de los Rollos del mar Muerto, los manuscritos más antiguos
de las Escrituras Hebreas databan de los siglos IX y X E.C. Dado que el texto de las
Escrituras Hebreas se había terminado más de mil años antes, ¿se podía confiar en
que esos manuscritos transmitieran fielmente la Palabra de Dios? El profesor Julio
Trebolle Barrera, del equipo internacional de editores de los Rollos del mar Muerto,
declaró: “El Rollo de Isaías [de Qumrán] ofrecía la prueba irrefutable de que la
transmisión del texto bíblico a lo largo de más de mil años a manos de los copistas
judíos había sido sumamente fiel y cuidada”.
EL ROLLO al que se refiere el profesor Barrera contiene el libro completo de Isaías. Hasta la
fecha, entre los más de doscientos manuscritos bíblicos hallados en Qumrán se han identificado
porciones de todos los libros de las Escrituras Hebreas a excepción de Ester. Pero salvo el rollo de
Isaías, la mayoría son solo fragmentos que contienen menos de una décima parte de cada libro.
Los escritos bíblicos más populares en Qumrán eran los Salmos (36 copias), Deuteronomio (29
copias) e Isaías (21 copias), que son también los citados con mayor frecuencia en las Escrituras
Griegas Cristianas.
Aunque los rollos demuestran que la Biblia no ha sufrido alteraciones sustanciales, también
revelan que, hasta cierto grado, los judíos de la época del segundo templo empleaban distintas
versiones de los textos hebreos de la Biblia, cada una con sus propias variaciones. No todos los
rollos son idénticos al texto masorético en redacción y ortografía, algunos se aproximan más a la
Septuaginta griega. Anteriormente, los eruditos pensaban que las diferencias de la Septuaginta tal
vez se debían a errores o hasta invenciones deliberadas del traductor. Ahora, los rollos revelan que
muchas de esas discrepancias en realidad fueron provocadas por modificaciones en el texto
hebreo, lo cual quizá explique algunos casos en los que los cristianos primitivos citaron textos de
las Escrituras Hebreas sin usar las mismas palabras del texto masorético (Éxodo 1:5; Hechos
7:14).
Por tanto, este tesoro escondido de rollos y fragmentos bíblicos suministra una excelente base
para estudiar la transmisión del texto hebreo de la Biblia. Los Rollos del mar Muerto han
confirmado el valor para la comparación textual tanto de la Septuaginta como del Pentateuco
samaritano. Proporcionan una fuente adicional para que los traductores de la Biblia estudien
posibles enmiendas del texto masorético. En muchos casos, confirman la decisión adoptada por el
Comité de Traducción del Nuevo Mundo de volver a poner el nombre Jehová en los lugares donde
había sido suprimido del texto masorético.
Los rollos que exponen las reglas y creencias de la secta de Qumrán dejan muy claro que
no había una única forma de judaísmo en el tiempo de Jesús. Dicha secta tenía tradiciones que
diferían de las de los fariseos y saduceos, unas discrepancias que con toda probabilidad resultaron
en que sus miembros se retiraran al desierto. Estos creían erróneamente que en ellos se cumplía
Isaías 40:3, que habla sobre una voz en el desierto que hacía recto el camino de Jehová. Unos
cuantos fragmentos de los rollos se refieren al Mesías, cuya venida los autores consideraban
inminente. Este hecho es de particular interés debido al comentario de Lucas de que ‘el pueblo
estaba en expectación’ de la aparición del Mesías (Lucas 3:15).
Los Rollos del mar Muerto nos ayudan hasta cierto grado a entender el contexto de la vida de
Jesús durante el tiempo en que predicó. Suministran información comparativa para el estudio del
hebreo antiguo y el texto de la Biblia. No obstante, el contenido de muchos de ellos todavía
requiere un análisis más profundo, por lo que tal vez se comprendan aún mucho mejor en el futuro.
En efecto, el mayor hallazgo arqueológico del siglo XX sigue entusiasmando tanto a eruditos como
a estudiantes de la Biblia al adentrarnos en el siglo XXI.
Traducción
El segundo factor decisivo para que la Biblia llegara a ser el libro más conocido de todos es su
existencia en innumerables idiomas. Esto concuerda con el propósito de Dios de que todas las
naciones y lenguas lo conozcan y lo adoren “con espíritu y con verdad” (Juan 4:23, 24; Miqueas
4:2).
La primera traducción conocida de la Biblia hebrea fue la versión griega de los Setenta, o
Septuaginta. Realizada por judíos de lengua griega que vivían fuera de Palestina, quedó terminada
unos dos siglos antes del ministerio terrenal de Jesús. La Biblia entera, en especial las Escrituras
Griegas Cristianas, se vertió a muchos idiomas pocos siglos después de completada. Pero luego
surgieron reyes y hasta sacerdotes que en lugar de hacer todo lo que estuviera en su poder para
ponerla al alcance de la gente —como era su deber—, hicieron justo lo contrario: procuraron
mantener a sus rebaños sumidos en la oscuridad espiritual impidiendo la traducción de la Palabra
de Dios a las lenguas vulgares.
Desafiando a la Iglesia y el Estado, hombres valientes arriesgaron su vida para traducir la Biblia
en la lengua del pueblo. Por ejemplo, William Tyndale, un inglés formado en Oxford, produjo
en 1530 una edición del Pentateuco (los cinco primeros libros de las Escrituras Hebreas). Pese a la
enconada oposición de sus adversarios, fue el primero en verter la Biblia del hebreo directamente
al inglés y el primer traductor inglés en usar el nombre de Jehová. Digno de mención es también el
erudito español Casiodoro de Reina, quien vivió constantemente amenazado de muerte por sus
perseguidores católicos mientras preparaba una de las primeras Biblias en castellano. Para llevar a
cabo su obra, tuvo que viajar a Inglaterra, Francia, Holanda y Suiza.
La Biblia sigue traduciéndose a cada vez más idiomas, y aún se imprimen millones de
ejemplares. El hecho de que haya sobrevivido hasta convertirse en el libro de mayor circulación en
el mundo demuestra lo ciertas que son estas palabras inspiradas del apóstol Pedro: “La hierba se
marchita, y la flor se cae, pero el dicho de Jehová dura para siempre” (1 Pedro 1:24, 25).
[Nota]
La versión de Reina vio la luz en 1569 y fue revisada por Cipriano de Valera en 1602.
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LA Biblia es el libro más difundido de la historia. De hecho, se calcula que se han producido
unos 4.800 millones de ejemplares. Para hacer una comparación, en el 2007 se editaron
64.600.000 biblias en todo el mundo, mientras que la novela más vendida ese año en Estados
Unidos tuvo una tirada inicial de 12.000.000 de ejemplares.
Con todo, a lo largo de los siglos, la Biblia se ha visto amenazada en numerosas ocasiones.
Sus enemigos la convirtieron en un libro prohibido, quemaron sus páginas en la hoguera y
persiguieron a muerte a quienes se arriesgaron a traducirla. No obstante, una de sus mayores
amenazas no fueron las agresiones directas, sino el lento pero inexorable proceso de
descomposición. ¿A qué nos referimos? Veamos.
Las Sagradas Escrituras son, en realidad, una colección de 66 libros. Los más antiguos fueron
escritos y recopilados hace más de tres mil años por diversos miembros del pueblo de Israel. Tanto
los escritores originales como las personas que luego copiaron el mensaje divino utilizaron
materiales perecederos, como el papiro y la piel de animales. Hasta ahora no se ha encontrado
ningún manuscrito bíblico original. Sin embargo, sí existen miles de antiquísimos documentos que
reproducen secciones más o menos extensas de los libros de la Biblia. Uno de esos documentos,
que contiene un fragmento del Evangelio de Juan, fue realizado solo un par de décadas después
de que el propio apóstol redactara el original.
Ahora bien, ¿por qué es tan destacable que las copias de la Biblia hayan sobrevivido hasta
nuestros días? ¿Y cómo sabemos que las Biblias modernas mantienen intacto el mensaje de los
escritos originales? Analicemos estas cuestiones.
Qué les ocurrió a otros documentos antiguos
Cuando analizamos lo que les ha sucedido a los escritos de otras naciones de la misma época,
resulta aún más extraordinario que la Biblia haya sobrevivido al paso del tiempo. Tomemos por
caso a los fenicios, una nación de marineros y comerciantes que vivieron cerca de los israelitas en
el primer milenio antes de nuestra era. Este pueblo, conocido por difundir su alfabeto en la zona
mediterránea, mantuvo un importante y lucrativo comercio de papiro con Egipto y el mundo griego.
Con respecto a los escritos fenicios, la revista National Geographic en Español hizo el siguiente
comentario: “Su escritura, plasmada principalmente en frágil papiro, se desintegró, por lo que ahora
conocemos a los fenicios en gran medida gracias a los tendenciosos informes de sus enemigos.
Aunque se sabe que los fenicios tenían una literatura floreciente, ésta se perdió totalmente [con el]
paso de los siglos”.
¿Y qué hay del antiguo Egipto? Casi todo el mundo ha oído que los egipcios grababan o
pintaban sus jeroglíficos en los muros de los templos y en muchos otros lugares. Pero también se
destacaron por utilizar el papiro como material de escritura; de hecho, fueron los primeros en
emplearlo. Ahora bien, ¿qué ha sucedido con estos escritos? El egiptólogo K. A. Kitchen informa:
“Se calcula que se ha perdido el 99% de los papiros realizados desde cerca del año 3000 hasta la
época grecorromana”.
Hablemos ahora de los documentos escritos en papiro por los romanos. Según cierta obra,
parece ser que los soldados romanos recibían tres pagas al año, y estas quedaban registradas en
unos comprobantes hechos de papiro (Roman Military Records on Papyrus [Registros militares
romanos en papiro]). Pues bien, se calcula que en los trescientos años que transcurrieron desde el
ascenso del emperador Augusto (año 27 antes de nuestra era) hasta el fin del mandato de
Diocleciano (año 305 de nuestra era) se extendieron unos 225 millones de estos comprobantes de
pago. ¿Y cuántos se han encontrado que sean legibles? ¡Solo dos!
Pero ¿por qué han sobrevivido tan pocos documentos de estas antiguas civilizaciones? Porque
materiales como el papiro y el cuero son perecederos y soportan muy mal la humedad. Cierto
diccionario bíblico explica: “Debido al clima, para que un documento en papiro de este período [el
primer milenio antes de nuestra era] pudiera sobrevivir, tendría que encontrarse en un desierto,
dentro de una cueva o un refugio” (The Anchor Bible Dictionary).
Por qué sobrevivieron los manuscritos bíblicos
Los libros bíblicos originales fueron escritos en materiales tan frágiles como los que usaban los
fenicios, los egipcios y los romanos. Entonces, ¿cómo es posible que el mensaje divino haya
sobrevivido hasta nuestros días? Una de las razones es que los escritos originales fueron
reproducidos una y otra vez. Como indica el profesor James L. Kugel, “se copiaron muchísimas
veces, incluso durante el mismo período en que se escribió la Biblia”.
Ahora bien, ¿podemos confiar en que las traducciones modernas de la Biblia transmiten
fielmente el mensaje original? El profesor Julio Trebolle Barrera, miembro del equipo de expertos
que ha estudiado y publicado los Rollos del mar Muerto, señala: “La transmisión del texto de la
Biblia hebrea es de un rigor extraordinario, sin parangón en la literatura clásica grecorromana”. Por
su parte, el prestigioso biblista Frederick F. Bruce indica: “La evidencia existente de los escritos del
Nuevo Testamento es [...] mayor que la que existe de muchos autores clásicos, la autenticidad de
quienes nadie sueña en poner en tela de juicio”. Y añade: “Si el Nuevo Testamento fuera una
colección de escritos seculares, su autenticidad sería aceptada generalmente sin sombras de
dudas de ninguna especie”. Como hemos visto, la Biblia es un libro fuera de lo común. ¿Verdad
que vale la pena esforzarse por leerla todos los días? (1 Pedro 1:24, 25.)
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Rbi8 PAG. 6
Introducción
LA Santa Biblia es una revelación escrita que el Señor Soberano Jehová ha provisto para toda
la gente de esta tierra. El interés en este libro inspirado es universal, por las buenas noticias que
contiene respecto a un Reino Mesiánico que es obra de Dios y que establecerá paz y justicia para
siempre en una tierra unida, en condiciones paradisíacas. Este libro muestra que Dios
amorosamente ha suministrado una provisión legal para redimir de la muerte al mundo de la
humanidad caída: el sacrificio de rescate de su Hijo Jesucristo. (Juan 3:16.)
Como es propio, a la Biblia completa se le ha llamado la Biblioteca Divina (lat.: Bibliotheca
Divina), pues la componen 66 libros oficialmente catalogados (canónicos) que se aceptan como la
guía inspirada que sirve para determinar la verdad. Aunque muchos dividen las dos secciones
principales de la Biblia en “El Antiguo Testamento” y “El Nuevo Testamento”, nosotros
denominamos las Escrituras Hebreas a los primeros 39 libros, y las Escrituras Griegas Cristianas a
los restantes 27, basando nuestra decisión en las lenguas originales más bien que en una
supuesta división en “Testamentos (Pactos)”. (Véase “Toda Escritura es inspirada de Dios y
provechosa” [si-S], páginas 298-303, y Ap. [Apéndice] 7E.)
Esta edición revisada de 1987 de la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras
(traducida de la edición de 1984 en inglés) amplía abundantemente el conocimiento exacto de la
Biblia mediante varias características que la distinguen: las referencias (remisiones) marginales, un
extenso aparato de notas, una concordancia (Índice de palabras bíblicas) y un apéndice. La
computadorización moderna ha contribuido en gran manera a la preparación de estas
características.
LENGUAS DE LA BIBLIOTECA DIVINA
La Biblia fue escrita originalmente en hebreo, arameo (lengua afín al hebreo) y griego común
(koi·né). Puesto que hoy día relativamente pocas personas entienden esos idiomas, se ha hecho
necesario traducir la Santa Biblia a idiomas modernos para presentar su mensaje dador de vida a
la gente de todas las naciones.
TEXTO HEBREO: El texto hebreo masorético que se empleó para preparar el texto en inglés de la
porción de las Escrituras Hebreas de la Traducción del Nuevo Mundo fue el Códice de Leningrado
A
B 19 (de U.R.S.S.), según se presenta en la Biblia Hebraica de R. Kittel (BHK), ediciones séptima,
octava y novena (1951-1955). Se empleó una actualización de esta obra, conocida por el nombre
de Biblia Hebraica Stuttgartensia (BHS), edición de 1977, para preparar el aparato de notas de la
edición de 1984 en inglés. Las palabras en cursiva con la designación “heb.” se han transliterado
de BHS.
Ciertas porciones de la Biblia Hebrea realmente están en lengua aramea, pero escritas en
caracteres hebreos. Las transliteraciones de estas porciones están precedidas por el símbolo
“aram”. Se han indicado otras versiones arameas por sus respectivos símbolos.
TEXTO GRIEGO: El texto griego básico que se empleó en la preparación del texto en inglés de la
porción de las Escrituras Griegas Cristianas de la Traducción del Nuevo Mundo fue The New
Testament in the Original Greek, de Westcott y Hort (publicado originalmente en 1881). También se
tomaron en cuenta los textos griegos de Bover, Merk, UBS, Nestle-Aland y otros. Las
transliteraciones del griego que aparecen en la porción de las Escrituras Griegas Cristianas de la
Biblia, identificadas con la abreviatura “gr.”, se basan en el texto de Westcott y Hort, según se ha
reproducido en The Kingdom Interlinear Translation of the Greek Scriptures (1985). En las
Escrituras Hebreas “gr.” se refiere a transliteraciones de la Septuaginta griega (LXX), de A. Rahlfs,
Deutsche Bibelgesellschaft, Stuttgart, 1935. Otras fuentes griegas están indicadas por sus
respectivos símbolos.
TEXTO SIRÍACO: “Sir.” indica palabras transliteradas de la Peshitta siríaca (Sy), S. Lee, edición de
1826, reimpresa por United Bible Societies, 1979. Otras versiones siríacas se indican por sus
respectivos símbolos.
TEXTO LATINO: La edición de la Vulgata latina (Vg) que se ha usado es la Biblia Sacra, Iuxta
Vulgatam Versionem, Württembergische Bibelanstalt, Stuttgart, 1975. Con “lat.” se señalan las
palabras procedentes de ese texto. Se indican otras versiones latinas por sus respectivos
símbolos.
Introducción
LA Santa Biblia es una revelación escrita que el Señor Soberano Jehová ha provisto para toda
la gente de esta tierra. El interés en este libro inspirado es universal, por las buenas noticias que
contiene respecto a un Reino Mesiánico que es obra de Dios y que establecerá paz y justicia para
siempre en una tierra unida, en condiciones paradisíacas. Este libro muestra que Dios
amorosamente ha suministrado una provisión legal para redimir de la muerte al mundo de la
humanidad caída: el sacrificio de rescate de su Hijo Jesucristo. (Juan 3:16.)
Como es propio, a la Biblia completa se le ha llamado la Biblioteca Divina (lat.: Bibliotheca
Divina), pues la componen 66 libros oficialmente catalogados (canónicos) que se aceptan como la
guía inspirada que sirve para determinar la verdad. Aunque muchos dividen las dos secciones
principales de la Biblia en “El Antiguo Testamento” y “El Nuevo Testamento”, nosotros
denominamos las Escrituras Hebreas a los primeros 39 libros, y las Escrituras Griegas Cristianas a
los restantes 27, basando nuestra decisión en las lenguas originales más bien que en una
supuesta división en “Testamentos (Pactos)”. (Véase “Toda Escritura es inspirada de Dios y
provechosa” [si-S], páginas 298-303, y Ap. [Apéndice] 7E.)
Esta edición revisada de 1987 de la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras
(traducida de la edición de 1984 en inglés) amplía abundantemente el conocimiento exacto de la
Biblia mediante varias características que la distinguen: las referencias (remisiones) marginales, un
extenso aparato de notas, una concordancia (Índice de palabras bíblicas) y un apéndice. La
computadorización moderna ha contribuido en gran manera a la preparación de estas
características.
LENGUAS DE LA BIBLIOTECA DIVINA
La Biblia fue escrita originalmente en hebreo, arameo (lengua afín al hebreo) y griego común
(koi·né). Puesto que hoy día relativamente pocas personas entienden esos idiomas, se ha hecho
necesario traducir la Santa Biblia a idiomas modernos para presentar su mensaje dador de vida a
la gente de todas las naciones.
TEXTO HEBREO: El texto hebreo masorético que se empleó para preparar el texto en inglés de la
porción de las Escrituras Hebreas de la Traducción del Nuevo Mundo fue el Códice de Leningrado
A
B 19 (de U.R.S.S.), según se presenta en la Biblia Hebraica de R. Kittel (BHK), ediciones séptima,
octava y novena (1951-1955). Se empleó una actualización de esta obra, conocida por el nombre
de Biblia Hebraica Stuttgartensia (BHS), edición de 1977, para preparar el aparato de notas de la
edición de 1984 en inglés. Las palabras en cursiva con la designación “heb.” se han transliterado
de BHS.
Ciertas porciones de la Biblia Hebrea realmente están en lengua aramea, pero escritas en
caracteres hebreos. Las transliteraciones de estas porciones están precedidas por el símbolo
“aram”. Se han indicado otras versiones arameas por sus respectivos símbolos.
TEXTO GRIEGO: El texto griego básico que se empleó en la preparación del texto en inglés de la
porción de las Escrituras Griegas Cristianas de la Traducción del Nuevo Mundo fue The New
Testament in the Original Greek, de Westcott y Hort (publicado originalmente en 1881). También se
tomaron en cuenta los textos griegos de Bover, Merk, UBS, Nestle-Aland y otros. Las
transliteraciones del griego que aparecen en la porción de las Escrituras Griegas Cristianas de la
Biblia, identificadas con la abreviatura “gr.”, se basan en el texto de Westcott y Hort, según se ha
reproducido en The Kingdom Interlinear Translation of the Greek Scriptures (1985). En las
Escrituras Hebreas “gr.” se refiere a transliteraciones de la Septuaginta griega (LXX), de A. Rahlfs,
Deutsche Bibelgesellschaft, Stuttgart, 1935. Otras fuentes griegas están indicadas por sus
respectivos símbolos.
TEXTO SIRÍACO: “Sir.” indica palabras transliteradas de la Peshitta siríaca (Sy), S. Lee, edición de
1826, reimpresa por United Bible Societies, 1979. Otras versiones siríacas se indican por sus
respectivos símbolos.
TEXTO LATINO: La edición de la Vulgata latina (Vg) que se ha usado es la Biblia Sacra, Iuxta
Vulgatam Versionem, Württembergische Bibelanstalt, Stuttgart, 1975. Con “lat.” se señalan las
palabras procedentes de ese texto. Se indican otras versiones latinas por sus respectivos
símbolos.
Fue Jehová mismo quien hizo que los escritores bíblicos usaran su nombre. Por ejemplo, hizo que
el profeta Joel escribiera: “Todo el que invoque el nombre de Jehová escapará salvo”, y que un
salmista dijera: “Que la gente sepa que tú, cuyo nombre es Jehová, tú solo eres el Altísimo sobre
toda la tierra” (Joel 2:32; Salmo 83:18). Es más, su nombre aparece unas 700 veces en los
Salmos, un libro con canciones y poemas que sus siervos cantaban o recitaban. Entonces, ¿por
qué muchas versiones de la Biblia no tienen este nombre? Y ¿por qué emplea la Traducción del
Nuevo Mundo la forma Jehová? ¿Qué significa dicho nombre?
Fue Jehová mismo quien hizo que los escritores bíblicos usaran su nombre. Por ejemplo, hizo que
el profeta Joel escribiera: “Todo el que
invoque el nombre de Jehová escapará salvo”, y que un salmista dijera: “Que la gente sepa que tú,
cuyo nombre es Jehová, tú solo eres el
Altísimo sobre toda la tierra” (Joel 2:32; Salmo 83:18). Es más, su nombre aparece unas 700 veces
en los Salmos, un libro con canciones y
poemas que sus siervos cantaban o recitaban. Entonces, ¿por qué muchas versiones de la Biblia
no tienen este nombre? Y ¿por qué
emplea la Traducción del Nuevo Mundo la forma Jehová? ¿Qué significa dicho nombre?
¿Por qué muchas versiones de la Biblia no tienen el nombre de Dios? Por varias razones. 1) Hay
quienes piensan que el
Todopoderoso no necesita un nombre exclusivo. 2) Otros por lo visto se han dejado influir por la
tradición judía de no usar el nombre de Dios,
quizás por miedo a profanarlo. 3) Y otros creen que como no tenemos manera de saber cómo se
pronunciaba exactamente, es mejor usar
solo títulos como Señor o Dios. Pero ninguna de estas razones es válida. Veamos por qué.
• Primero, quienes afirman que Dios no necesita un nombre exclusivo no toman en cuenta que se
han hallado manuscritos antiguos de las
Escrituras —algunos anteriores a Cristo— que contienen el nombre de Dios. Como indicamos
antes, fue Dios mismo quien hizo que su
nombre se incluyera unas 7.000 veces en su Palabra. Así que está claro que él quiere que
conozcamos su nombre y lo usemos.
• Segundo, los traductores de la Biblia que eliminan el nombre de Dios por influencia de la tradición
judía no toman en cuenta un factor clave.
Aunque algunos copistas judíos se negaban a pronunciar el nombre, sí lo incluían al hacer copias
de la Biblia. Cerca del mar Muerto, en
Qumrán, se han hallado rollos muy antiguos que contienen el nombre de Dios en muchos pasajes.
Algunos traductores que lo eliminaron lo
han sustituido por el título SEÑOR con mayúsculas para indicar en qué lugares aparecía en el texto
original. Pero si saben que el nombre de
Dios aparece miles de veces en la Biblia, ¿por qué lo cambian o eliminan? ¿Quién creen que les
ha dado autoridad para tomarse esa
libertad?
• Y tercero, los que afirman que no hay que usar el nombre de Dios porque se desconoce su
pronunciación exacta sí usan el nombre de
Jesús. Pero en realidad, hoy casi nadie pronuncia el nombre de Jesús como en el siglo primero.
Los cristianos de habla hebrea
probablemente decían “Yeshúa”. Y el título Cristo (o Mesías) era “Maschíaj”. Los cristianos de
habla griega lo llamaban “Iēsóus Kjristós”, y
los de habla latina, “Iesus Christus”. Por inspiración divina, los escritores de la Biblia usaron su
nombre traducido al griego. No intentaron
mantener la pronunciación original hebrea, sino que emplearon la forma del nombre que la gente
usaba comúnmente en su idioma. Algo
similar pasa con el nombre de Dios: el Comité de Traducción de la Biblia del Nuevo Mundo ha visto
razonable usar la forma Jehová aunque
ese no sea exactamente el modo como se decía en hebreo antiguo.
¿Por qué emplea la Traducción del Nuevo Mundo la forma Jehová? En español, las cuatro letras
del Tetragrámaton ( ) הוהיse
corresponden con las consonantes YHWH (también pueden ser YHVH o JHVH). ¿Y por qué no hay
vocales? Porque en hebreo antiguo solo
se escribían las consonantes. Entonces, ¿cómo sabía la gente qué vocales usar al leer las
palabras? Sabían cómo leerlas porque las
usaban en la vida diaria.
Unos mil años después de que se terminaron las Escrituras Hebreoarameas, los expertos judíos
crearon un sistema para ayudar a leer las palabras en hebreo. Este sistema consistía en añadir
unos puntos, o signos, para indicar qué vocales usar en cada palabra. Sin embargo, en esa época
muchos judíos se dejaban llevar por la creencia supersticiosa de que pronunciar el nombre de Dios
estaba mal, y por eso lo sustituían con otras expresiones. Al parecer, cuando copiaban el
Tetragrámaton, le ponían las vocales de esas otras expresiones a las cuatro consonantes del
nombre divino. Así que los manuscritos que contienen esos puntos no sirven para saber cómo se
pronunciaba originalmente el nombre de Dios en hebreo. Hay quienes opinan que se pronunciaba
“Yahweh” (o “Yahvé”), mientras que otros sugieren otras posibilidades. En los Rollos del mar
Muerto hay un fragmento de Levítico en griego en el que aparece el nombre de Dios transliterado
“Iao”. Otros escritores griegos de tiempos antiguos también proponen las pronunciaciones “Iaé”,
“Iabé” o “Iaoué”. En definitiva, no sabemos cómo se pronunciaba en tiempos bíblicos el nombre de
Dios en hebreo, así que no podemos ser tajantes (Génesis 13:4; Éxodo 3:15). Lo que sísabemos
es que Dios lo usó muchas veces al dirigirse a sus siervos y que ellos lo usaban al orarle y al
hablar con otras personas (Éxodo
6:2; 1 Reyes 8:23; Salmo 99:9).
Entonces, ¿por qué emplea la Traducción del Nuevo Mundo la forma Jehová? Como veremos a
continuación, porque esta forma lleva siglos usándose en español.
La primera traducción bíblica al español que contiene el nombre de Dios es la de los Salmos de
Juan de Valdés, de alrededor de 1537. Lo usa en la forma Iehova. A medida que el idioma fue
cambiando, también fue cambiando la forma de escribir el nombre de Dios. Porejemplo, la
traducción de los Salmos de Bernardino de Rebolledo, de 1661, usa la forma Jehova. La Biblia de
Scío de San Miguel, de 1791, usa la forma Iehováh en las notas. La versión Torres Amat de 1824
usa la forma Jehovah, y la Reina-Valera de 1862, la forma Jehová. En otros idiomas también se
han empleado durante siglos formas similares del nombre de Dios. Por ejemplo, la traducción del
Pentateuco de William Tyndale, de 1530, usa la forma Iehouah. Esta es la primera Biblia en inglés
que contiene una traducción del nombre de Dios.
En la obra en inglés Studies in the Psalms (Estudios de los Salmos), publicada en 1911, el
respetado biblista Joseph Bryant Rotherham empleó la forma inglesa Jehovah en lugar de Yahweh
porque la consideraba una “forma del nombre más familiar —y al mismo tiempo perfectamente
aceptable— para los lectores de la Biblia en general”. Además, en 1930, el experto en hebreo
Alexander Kirkpatrick dio una explicación parecida respecto al uso de la forma inglesa Jehovah:
“Muchos gramáticos de la actualidad sostienen que debería leerse ‘Yahveh’ o ‘Yahaveh’; pero
parece que JEHOVAH está firmemente arraigado en la lengua inglesa, y lo que realmente importa
no es la pronunciación exacta, sino reconocer que es un Nombre Propio, y no un simple título
apelativo, como Señor”. En español, el Diccionario Manual Bíblico da una idea similar al explicar
que “Jehová es la forma que ha quedado consagrada por el uso” en algunas de las Biblias más
reconocidas.
¿Qué significa el nombre Jehová? En hebreo, el nombre Jehová proviene de un verbo que significa
“llegar a ser”. Algunos expertos opinan
que en este caso el verbo está en forma causativa. Esto normalmente significa que el sujeto hace
que algo o alguien realice la acción del
verbo. Por eso, el Comité de Traducción de la Biblia del Nuevo Mundo considera que el nombre de
Dios significa “Él Hace que Llegue a Ser”.
Los expertos sostienen distintas posturas, así que no podemos ser categóricos sobre este
significado. No obstante, esta definición encaja
con el hecho de que Jehová creó todas las cosas y de que cumple todo lo que se propone. ¿Por
qué? Porque él no solo hizo que el universo
y todos los seres inteligentes llegaran a existir, sino que pase lo que pase, siempre hace que su
voluntad y propósito llegue a ser una
realidad.
¿Y qué hay de la expresión que aparece en Éxodo 3:14? Ahí Dios se refiere a sí mismo de esta
manera: “Yo resultaré ser lo que resultaré
ser” (o, según la nota, “Yo Llegaré a Ser lo que yo quiera”). Dicha expresión emplea un verbo
hebreo relacionado con el verbo del que
proviene el nombre de Dios. Pero estas palabras no definen por completo el nombre de Dios. En
realidad revelan solo una parte de su
personalidad: que él llega a ser lo que haga falta en cada circunstancia para así lograr que se
cumpla lo que se propone. Ahora bien, el
nombre de Dios no solo significa que él mismo llega a ser lo que sea necesario para cumplir su
propósito. También significa que él hace que
su creación haga o llegue a ser lo que sea necesario para cumplirlo.
¿Qué significa el nombre Jehová? En hebreo, el nombre Jehová proviene de un verbo que significa
“llegar a ser”. Algunos expertos opinan
que en este caso el verbo está en forma causativa. Esto normalmente significa que el sujeto hace
que algo o alguien realice la acción del
verbo. Por eso, el Comité de Traducción de la Biblia del Nuevo Mundo considera que el nombre de
Dios significa “Él Hace que Llegue a Ser”.
Los expertos sostienen distintas posturas, así que no podemos ser categóricos sobre este
significado. No obstante, esta definición encaja
con el hecho de que Jehová creó todas las cosas y de que cumple todo lo que se propone. ¿Por
qué? Porque él no solo hizo que el universo
y todos los seres inteligentes llegaran a existir, sino que pase lo que pase, siempre hace que su
voluntad y propósito llegue a ser una
realidad.
¿Y qué hay de la expresión que aparece en Éxodo 3:14? Ahí Dios se refiere a sí mismo de esta
manera: “Yo resultaré ser lo que resultaré
ser” (o, según la nota, “Yo Llegaré a Ser lo que yo quiera”). Dicha expresión emplea un verbo
hebreo relacionado con el verbo del que
proviene el nombre de Dios. Pero estas palabras no definen por completo el nombre de Dios. En
realidad revelan solo una parte de su
personalidad: que él llega a ser lo que haga falta en cada circunstancia para así lograr que se
cumpla lo que se propone. Ahora bien, el
nombre de Dios no solo significa que él mismo llega a ser lo que sea necesario para cumplir su
propósito. También significa que él hace que
su creación haga o llegue a ser lo que sea necesario para cumplirlo.
¿Qué significa el nombre Jehová? En hebreo, el nombre Jehová proviene de un verbo que significa
“llegar a ser”. Algunos expertos opinan que en este caso el verbo está en forma causativa. Esto
normalmente significa que el sujeto hace que algo o alguien realice la acción del verbo. Por eso, el
Comité de Traducción de la Biblia del Nuevo Mundo considera que el nombre de Dios significa “Él
Hace que Llegue a Ser”. Los expertos sostienen distintas posturas, así que no podemos ser
categóricos sobre este significado. No obstante, esta definición encaja con el hecho de que Jehová
creó todas las cosas y de que cumple todo lo que se propone. ¿Por qué? Porque él no solo hizo
que el universo y todos los seres inteligentes llegaran a existir, sino que pase lo que pase, siempre
hace que su voluntad y propósito llegue a ser una realidad.
¿Y qué hay de la expresión que aparece en Éxodo 3:14? Ahí Dios se refiere a sí mismo de esta
manera: “Yo resultaré ser lo que resultaré ser” (o, según la nota, “Yo Llegaré a Ser lo que yo
quiera”). Dicha expresión emplea un verbo hebreo relacionado con el verbo del que
proviene el nombre de Dios. Pero estas palabras no definen por completo el nombre de Dios. En
realidad revelan solo una parte de su personalidad: que él llega a ser lo que haga falta en cada
circunstancia para así lograr que se cumpla lo que se propone. Ahora bien, el nombre de Dios no
solo significa que él mismo llega a ser lo que sea necesario para cumplir su propósito. También
significa que él hace que su creación haga o llegue a ser lo que sea necesario para cumplirlo.
Los expertos reconocen que el nombre de Dios aparece casi 7.000 veces representado con las
cuatro letras del Tetragrámaton ( ) הוהיen eltexto original de las Escrituras Hebreoarameas
(también conocidas como Antiguo Testamento). Sin embargo, muchos dicen que no aparecía
en el texto original de las Escrituras Griegas Cristianas (llamadas también Nuevo Testamento). Por
eso, la mayoría de las versiones bíblicas actuales no incluyen el nombre Jehová en esa sección de
la Biblia. Incluso cuando el Nuevo Testamento contiene alguna cita del Antiguo Testamento en la
que está el Tetragrámaton, la mayoría de los traductores usan el título Señor en lugar del nombre
de Dios.
No obstante, la Traducción del Nuevo Mundo no hace eso. En total, emplea 237 veces el nombre
Jehová en las Escrituras Griegas Cristianas. ¿En qué se basaron los traductores? En estos dos
hechos: 1) Los manuscritos griegos con los que contamos hoy no son los originales. De las miles
de copias que existen, la mayoría se hicieron como mínimo doscientos años después que los
originales. 2) Para esa época, los copistas cambiaban el Tetragrámaton por el término Kýrios —
que en griego significa “Señor”— o hacían copias de manuscritos donde ya se había hecho ese
cambio.
El Comité de Traducción de la Biblia del Nuevo Mundo consideró que había pruebas sólidas de
que el Tetragrámaton aparecía en los manuscritos griegos originales. A continuación se detallan
esas pruebas:
• En los días de Jesús y sus apóstoles, los manuscritos de las Escrituras Hebreoarameas
contenían el Tetragrámaton en todos los lugares donde aparecía originalmente. Este hecho, que ya
en el pasado casi nadie cuestionaba, quedó totalmente confirmado cuando en la región de Qumrán
se encontraron manuscritos de las Escrituras Hebreoarameas que datan del primer siglo.
• En los días de Jesús y sus apóstoles, las traducciones al griego de las Escrituras Hebreoarameas
también contenían el Tetragrámaton. Durante siglos, los expertos pensaron que el Tetragrámaton
no aparecía en los manuscritos de la Septuaginta, una traducción al griego del Antiguo
Testamento. Pero a mediados del siglo XX se descubrieron unos fragmentos muy antiguos de la
Septuaginta que existía en los días de Jesús. Dichos fragmentos contienen el nombre de Dios en
letras hebreas. Eso demostró que en la época de Jesús sí aparecía el nombre divino en las
traducciones al griego de las Escrituras. Ahora bien, los principales manuscritos de la Septuaginta
— como el Códice Vaticano o el Códice Sinaítico—, que son del siglo cuarto, no incluyen el
nombre de Dios en los libros bíblicos de Génesis a Malaquías (donde sí aparecía en manuscritos
anteriores). Por eso, no es de extrañar que en los manuscritos de esa época el nombre de
Dios tampoco aparezca en el Nuevo Testamento, es decir, la parte de la Biblia que se escribió
originalmente en griego.
• Las mismas Escrituras Griegas Cristianas revelan que a menudo Jesús hizo referencia al nombre
de Dios y que lo dio a conocer. Jesús dijo en una oración a su Padre: “He puesto tu nombre de
manifiesto a los hombres que me diste del mundo”. Y añadió: “Les he dado a conocer tu nombre, y
lo daré a conocer” (Juan 17:6, 11, 12, 26).
• En vista de que las Escrituras Griegas Cristianas son una continuación inspirada por Dios de las
Escrituras Hebreoarameas, no parece lógico que de pronto desaparezca su nombre del texto. A
mediados del primer siglo, el discípulo Santiago les dijo a los ancianos de Jerusalén: “Symeón ha
contado cabalmente cómo Dios por primera vez dirigió su atención a las naciones para sacar de
entre ellas un pueblo para su nombre” (Hechos 15:14). Si en el siglo primero nadie conocía o
usaba el nombre de Dios, ¿qué sentido habría tenido que Santiago hiciera esta afirmación?
• En las Escrituras Griegas Cristianas aparece la forma abreviada del nombre de Dios. El nombre
de Dios está presente en la palabra aleluya, que aparece en muchas Biblias en Revelación
(Apocalipsis) 19:1, 3, 4, 6. Esta palabra procede de una expresión hebrea que literalmente significa
“alaben a Jah”. Pues bien, “Jah” es la contracción del nombre Jehová. Además, muchos nombres
que aparecen en las Escrituras Griegas Cristianas se derivan del nombre de Dios. De hecho,
según explican diversas obras, el nombre de Jesús significa “Jehová Es Salvación”.
• Existen antiguas obras judías que muestran que los cristianos de origen judío usaban el nombre
de Dios en sus escritos. La Tosefta —una colección escrita de leyes orales realizada en torno al
año 300— les daba a los judíos las siguientes instrucciones sobre qué hacer con los escritos
cristianos si había un incendio en día de sábado: “[Los Evangelios] y los libros de los sectarios
[probablemente judeocristianos] no deben salvarse de las llamas; se dejan [para] que se quemen
en su sitio, ellos y el nombre de Dios que contengan”. Según la misma obra, el rabí Iosí el Galileo,
de principios del siglo segundo, explicó qué hacer con los escritos cristianos si ocurría un incendio
en cualquier otro día de la semana: “Se recortan los nombres de Dios que contengan y se
sepultan, quemándose el resto”.
• Algunos biblistas reconocen que es probable que el nombre de Dios apareciera en los pasajes de
las Escrituras Griegas Cristianas que contienen citas de las Escrituras Hebreoarameas. La obra
The Anchor Bible Dictionary, bajo el encabezamiento “El Tetragrámaton en el Nuevo Testamento”,
hace este interesante comentario: “Hay indicaciones de que el Nuevo Testamento incluía
originalmente el Tetragrámaton —el Nombre Divino, Yahweh— en algunas o en todas las citas que
hacía del Antiguo Testamento”. Y el erudito George Howard indica: “Puesto que el Tetragrámaton
todavía se escribía en las copias de la Biblia en griego [la Septuaginta], que constituía las
Escrituras de los cristianos en el siglo primero, es razonable creer que los escritores del Nuevo
Testamento, al citar de la Escritura, conservaran el Tetragrámaton en el texto bíblico”.
• Reconocidos traductores de la Biblia han usado el nombre de Dios en sus traducciones de las
Escrituras Griegas Cristianas. Veamos varios ejemplos de esos traductores, algunos de los cuales
publicaron sus obras mucho antes de que la Traducción del Nuevo Mundo existiera: en alemán,
Dominikus von Brentano (Die heilige Schrift des neuen Testaments, 1791); en francés, André
Chouraqui (Bible de Chouraqui, 1985); en inglés, Benjamin Wilson (The Emphatic Diaglott, 1864), y
en portugués, Manuel Fernandes de Santanna (O Evangelho Segundo S. Mattheus, 1909). En
español, Pablo Besson usó el nombre Jehová en Lucas 2:15 y en Judas 14 (El Nuevo
Testamento, 1919). También lo incluyó en unas cien notas para indicar dónde probablemente
aparecía en el texto original. Además, existen al menos seis versiones posteriores de las Escrituras
Griegas Cristianas que emplean el nombre de Dios en las formas Yahvé, Yahweh y
YHWH. Entre ellas están Evangelio: mensaje de felicidad (1969) y Los Hechos, las Cartas y el
Apocalipsis (1973), ambas de Hermenegildo Zanuso, y la Biblia Peshitta en Español (2006), del
Instituto Cultural Álef y Tau.
• Existen traducciones de la Biblia en más de 100 lenguas que contienen el nombre de Dios en las
Escrituras Griegas Cristianas. Muchos idiomas de África, América, Asia, Europa y las islas del
Pacífico emplean el nombre de Dios con frecuencia (vea la lista de las páginas 12 y 13). Quienes
tradujeron las Escrituras Griegas Cristianas a esos idiomas decidieron incluir el nombre de Dios por
razones similares a las explicadas anteriormente. ¿En qué idiomas se ha hecho esto? Por ejemplo,
en 1999 se publicó la Biblia en rotumano, que usa 51 veces la forma Jihova en 48 versículos. Y en
1989 se publicó en una lengua de Indonesia llamada batako toba una versión que emplea 110
veces la forma Jahowa.
Queda claro que existen razones de peso para restituir el nombre de Dios, Jehová, en las
Escrituras Griegas Cristianas. Y eso es justo lo que han hecho los traductores de la Traducción del
Nuevo Mundo. Todos ellos sienten un profundo respeto por el nombre de Dios y un sano
temor a eliminar cualquier cosa que estuviera presente en el texto original (Revelación 22:18, 19).
PAG. 14 nwt-E PAG. 1736; sgd PAG. 6
sgd PAG. 6
Los expertos reconocen que el nombre de Dios aparece casi 7.000 veces representado con las
cuatro letras del Tetragrámaton ( ) הוהיen eltexto original de las Escrituras Hebreoarameas
(también conocidas como Antiguo Testamento). Sin embargo, muchos dicen que no aparecía
en el texto original de las Escrituras Griegas Cristianas (llamadas también Nuevo Testamento). Por
eso, la mayoría de las versiones bíblicas actuales no incluyen el nombre Jehová en esa sección de
la Biblia. Incluso cuando el Nuevo Testamento contiene alguna cita del Antiguo Testamento en la
que está el Tetragrámaton, la mayoría de los traductores usan el título Señor en lugar del nombre
de Dios.
No obstante, la Traducción del Nuevo Mundo no hace eso. En total, emplea 237 veces el nombre
Jehová en las Escrituras Griegas Cristianas. ¿En qué se basaron los traductores? En estos dos
hechos: 1) Los manuscritos griegos con los que contamos hoy no son los originales. De las miles
de copias que existen, la mayoría se hicieron como mínimo doscientos años después que los
originales. 2) Para esa época, los copistas cambiaban el Tetragrámaton por el término Kýrios —
que en griego significa “Señor”— o hacían copias de manuscritos donde ya se había hecho ese
cambio.
El Comité de Traducción de la Biblia del Nuevo Mundo consideró que había pruebas sólidas de
que el Tetragrámaton aparecía en los manuscritos griegos originales. A continuación se detallan
esas pruebas:
• En los días de Jesús y sus apóstoles, los manuscritos de las Escrituras Hebreoarameas
contenían el Tetragrámaton en todos los lugares donde aparecía originalmente. Este hecho, que ya
en el pasado casi nadie cuestionaba, quedó totalmente confirmado cuando en la región de Qumrán
se encontraron manuscritos de las Escrituras Hebreoarameas que datan del primer siglo.
• En los días de Jesús y sus apóstoles, las traducciones al griego de las Escrituras Hebreoarameas
también contenían el Tetragrámaton. Durante siglos, los expertos pensaron que el Tetragrámaton
no aparecía en los manuscritos de la Septuaginta, una traducción al griego del Antiguo
Testamento. Pero a mediados del siglo XX se descubrieron unos fragmentos muy antiguos de la
Septuaginta que existía en los días de Jesús. Dichos fragmentos contienen el nombre de Dios en
letras hebreas. Eso demostró que en la época de Jesús sí aparecía el nombre divino en las
traducciones al griego de las Escrituras. Ahora bien, los principales manuscritos de la Septuaginta
— como el Códice Vaticano o el Códice Sinaítico—, que son del siglo cuarto, no incluyen el
nombre de Dios en los libros bíblicos de Génesis a Malaquías (donde sí aparecía en manuscritos
anteriores). Por eso, no es de extrañar que en los manuscritos de esa época el nombre de
Dios tampoco aparezca en el Nuevo Testamento, es decir, la parte de la Biblia que se escribió
originalmente en griego.
• Las mismas Escrituras Griegas Cristianas revelan que a menudo Jesús hizo referencia al nombre
de Dios y que lo dio a conocer. Jesús dijo en una oración a su Padre: “He puesto tu nombre de
manifiesto a los hombres que me diste del mundo”. Y añadió: “Les he dado a conocer tu nombre, y
lo daré a conocer” (Juan 17:6, 11, 12, 26).
• En vista de que las Escrituras Griegas Cristianas son una continuación inspirada por Dios de las
Escrituras Hebreoarameas, no parece lógico que de pronto desaparezca su nombre del texto. A
mediados del primer siglo, el discípulo Santiago les dijo a los ancianos de Jerusalén: “Symeón ha
contado cabalmente cómo Dios por primera vez dirigió su atención a las naciones para sacar de
entre ellas un pueblo para su nombre” (Hechos 15:14). Si en el siglo primero nadie conocía o
usaba el nombre de Dios, ¿qué sentido habría tenido que Santiago hiciera esta afirmación?
• En las Escrituras Griegas Cristianas aparece la forma abreviada del nombre de Dios. El nombre
de Dios está presente en la palabra aleluya, que aparece en muchas Biblias en Revelación
(Apocalipsis) 19:1, 3, 4, 6. Esta palabra procede de una expresión hebrea que literalmente significa
“alaben a Jah”. Pues bien, “Jah” es la contracción del nombre Jehová. Además, muchos nombres
que aparecen en las Escrituras Griegas Cristianas se derivan del nombre de Dios. De hecho,
según explican diversas obras, el nombre de Jesús significa “Jehová Es Salvación”.
• Existen antiguas obras judías que muestran que los cristianos de origen judío usaban el nombre
de Dios en sus escritos. La Tosefta —una colección escrita de leyes orales realizada en torno al
año 300— les daba a los judíos las siguientes instrucciones sobre qué hacer con los escritos
cristianos si había un incendio en día de sábado: “[Los Evangelios] y los libros de los sectarios
[probablemente judeocristianos] no deben salvarse de las llamas; se dejan [para] que se quemen
en su sitio, ellos y el nombre de Dios que contengan”. Según la misma obra, el rabí Iosí el Galileo,
de principios del siglo segundo, explicó qué hacer con los escritos cristianos si ocurría un incendio
en cualquier otro día de la semana: “Se recortan los nombres de Dios que contengan y se
sepultan, quemándose el resto”.
• Algunos biblistas reconocen que es probable que el nombre de Dios apareciera en los pasajes de
las Escrituras Griegas Cristianas que contienen citas de las Escrituras Hebreoarameas. La obra
The Anchor Bible Dictionary, bajo el encabezamiento “El Tetragrámaton en el Nuevo Testamento”,
hace este interesante comentario: “Hay indicaciones de que el Nuevo Testamento incluía
originalmente el Tetragrámaton —el Nombre Divino, Yahweh— en algunas o en todas las citas que
hacía del Antiguo Testamento”. Y el erudito George Howard indica: “Puesto que el Tetragrámaton
todavía se escribía en las copias de la Biblia en griego [la Septuaginta], que constituía las
Escrituras de los cristianos en el siglo primero, es razonable creer que los escritores del Nuevo
Testamento, al citar de la Escritura, conservaran el Tetragrámaton en el texto bíblico”.
• Reconocidos traductores de la Biblia han usado el nombre de Dios en sus traducciones de las
Escrituras Griegas Cristianas. Veamos varios ejemplos de esos traductores, algunos de los cuales
publicaron sus obras mucho antes de que la Traducción del Nuevo Mundo existiera: en alemán,
Dominikus von Brentano (Die heilige Schrift des neuen Testaments, 1791); en francés, André
Chouraqui (Bible de Chouraqui, 1985); en inglés, Benjamin Wilson (The Emphatic Diaglott, 1864), y
en portugués, Manuel Fernandes de Santanna (O Evangelho Segundo S. Mattheus, 1909). En
español, Pablo Besson usó el nombre Jehová en Lucas 2:15 y en Judas 14 (El Nuevo
Testamento, 1919). También lo incluyó en unas cien notas para indicar dónde probablemente
aparecía en el texto original. Además, existen al menos seis versiones posteriores de las Escrituras
Griegas Cristianas que emplean el nombre de Dios en las formas Yahvé, Yahweh y
YHWH. Entre ellas están Evangelio: mensaje de felicidad (1969) y Los Hechos, las Cartas y el
Apocalipsis (1973), ambas de Hermenegildo Zanuso, y la Biblia Peshitta en Español (2006), del
Instituto Cultural Álef y Tau.
• Existen traducciones de la Biblia en más de 100 lenguas que contienen el nombre de Dios en las
Escrituras Griegas Cristianas. Muchos idiomas de África, América, Asia, Europa y las islas del
Pacífico emplean el nombre de Dios con frecuencia (vea la lista de las páginas 12 y 13). Quienes
tradujeron las Escrituras Griegas Cristianas a esos idiomas decidieron incluir el nombre de Dios por
razones similares a las explicadas anteriormente. ¿En qué idiomas se ha hecho esto? Por ejemplo,
en 1999 se publicó la Biblia en rotumano, que usa 51 veces la forma Jihova en 48 versículos. Y en
1989 se publicó en una lengua de Indonesia llamada batako toba una versión que emplea 110
veces la forma Jahowa.
Queda claro que existen razones de peso para restituir el nombre de Dios, Jehová, en las
Escrituras Griegas Cristianas. Y eso es justo lo que han hecho los traductores de la Traducción del
Nuevo Mundo. Todos ellos sienten un profundo respeto por el nombre de Dios y un sano
temor a eliminar cualquier cosa que estuviera presente en el texto original (Revelación 22:18, 19).
Los expertos reconocen que el nombre de Dios aparece casi 7.000 veces representado con las
cuatro letras del Tetragrámaton ( ) הוהיen eltexto original de las Escrituras Hebreoarameas
(también conocidas como Antiguo Testamento). Sin embargo, muchos dicen que no aparecía
en el texto original de las Escrituras Griegas Cristianas (llamadas también Nuevo Testamento). Por
eso, la mayoría de las versiones bíblicas actuales no incluyen el nombre Jehová en esa sección de
la Biblia. Incluso cuando el Nuevo Testamento contiene alguna cita del Antiguo Testamento en la
que está el Tetragrámaton, la mayoría de los traductores usan el título Señor en lugar del nombre
de Dios.
No obstante, la Traducción del Nuevo Mundo no hace eso. En total, emplea 237 veces el nombre
Jehová en las Escrituras Griegas Cristianas. ¿En qué se basaron los traductores? En estos dos
hechos: 1) Los manuscritos griegos con los que contamos hoy no son los originales. De las miles
de copias que existen, la mayoría se hicieron como mínimo doscientos años después que los
originales. 2) Para esa época, los copistas cambiaban el Tetragrámaton por el término Kýrios —
que en griego significa “Señor”— o hacían copias de manuscritos donde ya se había hecho ese
cambio.
El Comité de Traducción de la Biblia del Nuevo Mundo consideró que había pruebas sólidas de
que el Tetragrámaton aparecía en los manuscritos griegos originales. A continuación se detallan
esas pruebas:
• En los días de Jesús y sus apóstoles, los manuscritos de las Escrituras Hebreoarameas
contenían el Tetragrámaton en todos los lugares donde aparecía originalmente. Este hecho, que ya
en el pasado casi nadie cuestionaba, quedó totalmente confirmado cuando en la región de Qumrán
se encontraron manuscritos de las Escrituras Hebreoarameas que datan del primer siglo.
• En los días de Jesús y sus apóstoles, las traducciones al griego de las Escrituras Hebreoarameas
también contenían el Tetragrámaton. Durante siglos, los expertos pensaron que el Tetragrámaton
no aparecía en los manuscritos de la Septuaginta, una traducción al griego del Antiguo
Testamento. Pero a mediados del siglo XX se descubrieron unos fragmentos muy antiguos de la
Septuaginta que existía en los días de Jesús. Dichos fragmentos contienen el nombre de Dios en
letras hebreas. Eso demostró que en la época de Jesús sí aparecía el nombre divino en las
traducciones al griego de las Escrituras. Ahora bien, los principales manuscritos de la Septuaginta
— como el Códice Vaticano o el Códice Sinaítico—, que son del siglo cuarto, no incluyen el
nombre de Dios en los libros bíblicos de Génesis a Malaquías (donde sí aparecía en manuscritos
anteriores). Por eso, no es de extrañar que en los manuscritos de esa época el nombre de
Dios tampoco aparezca en el Nuevo Testamento, es decir, la parte de la Biblia que se escribió
originalmente en griego.
• Las mismas Escrituras Griegas Cristianas revelan que a menudo Jesús hizo referencia al nombre
de Dios y que lo dio a conocer. Jesús dijo en una oración a su Padre: “He puesto tu nombre de
manifiesto a los hombres que me diste del mundo”. Y añadió: “Les he dado a conocer tu nombre, y
lo daré a conocer” (Juan 17:6, 11, 12, 26).
• En vista de que las Escrituras Griegas Cristianas son una continuación inspirada por Dios de las
Escrituras Hebreoarameas, no parece lógico que de pronto desaparezca su nombre del texto. A
mediados del primer siglo, el discípulo Santiago les dijo a los ancianos de Jerusalén: “Symeón ha
contado cabalmente cómo Dios por primera vez dirigió su atención a las naciones para sacar de
entre ellas un pueblo para su nombre” (Hechos 15:14). Si en el siglo primero nadie conocía o
usaba el nombre de Dios, ¿qué sentido habría tenido que Santiago hiciera esta afirmación?
• En las Escrituras Griegas Cristianas aparece la forma abreviada del nombre de Dios. El nombre
de Dios está presente en la palabra aleluya, que aparece en muchas Biblias en Revelación
(Apocalipsis) 19:1, 3, 4, 6. Esta palabra procede de una expresión hebrea que literalmente significa
“alaben a Jah”. Pues bien, “Jah” es la contracción del nombre Jehová. Además, muchos nombres
que aparecen en las Escrituras Griegas Cristianas se derivan del nombre de Dios. De hecho,
según explican diversas obras, el nombre de Jesús significa “Jehová Es Salvación”.
• Existen antiguas obras judías que muestran que los cristianos de origen judío usaban el nombre
de Dios en sus escritos. La Tosefta —una colección escrita de leyes orales realizada en torno al
año 300— les daba a los judíos las siguientes instrucciones sobre qué hacer con los escritos
cristianos si había un incendio en día de sábado: “[Los Evangelios] y los libros de los sectarios
[probablemente judeocristianos] no deben salvarse de las llamas; se dejan [para] que se quemen
en su sitio, ellos y el nombre de Dios que contengan”. Según la misma obra, el rabí Iosí el Galileo,
de principios del siglo segundo, explicó qué hacer con los escritos cristianos si ocurría un incendio
en cualquier otro día de la semana: “Se recortan los nombres de Dios que contengan y se
sepultan, quemándose el resto”.
• Algunos biblistas reconocen que es probable que el nombre de Dios apareciera en los pasajes de
las Escrituras Griegas Cristianas que contienen citas de las Escrituras Hebreoarameas. La obra
The Anchor Bible Dictionary, bajo el encabezamiento “El Tetragrámaton en el Nuevo Testamento”,
hace este interesante comentario: “Hay indicaciones de que el Nuevo Testamento incluía
originalmente el Tetragrámaton —el Nombre Divino, Yahweh— en algunas o en todas las citas que
hacía del Antiguo Testamento”. Y el erudito George Howard indica: “Puesto que el Tetragrámaton
todavía se escribía en las copias de la Biblia en griego [la Septuaginta], que constituía las
Escrituras de los cristianos en el siglo primero, es razonable creer que los escritores del Nuevo
Testamento, al citar de la Escritura, conservaran el Tetragrámaton en el texto bíblico”.
• Reconocidos traductores de la Biblia han usado el nombre de Dios en sus traducciones de las
Escrituras Griegas Cristianas. Veamos varios ejemplos de esos traductores, algunos de los cuales
publicaron sus obras mucho antes de que la Traducción del Nuevo Mundo existiera: en alemán,
Dominikus von Brentano (Die heilige Schrift des neuen Testaments, 1791); en francés, André
Chouraqui (Bible de Chouraqui, 1985); en inglés, Benjamin Wilson (The Emphatic Diaglott, 1864), y
en portugués, Manuel Fernandes de Santanna (O Evangelho Segundo S. Mattheus, 1909). En
español, Pablo Besson usó el nombre Jehová en Lucas 2:15 y en Judas 14 (El Nuevo
Testamento, 1919). También lo incluyó en unas cien notas para indicar dónde probablemente
aparecía en el texto original. Además, existen al menos seis versiones posteriores de las Escrituras
Griegas Cristianas que emplean el nombre de Dios en las formas Yahvé, Yahweh y
YHWH. Entre ellas están Evangelio: mensaje de felicidad (1969) y Los Hechos, las Cartas y el
Apocalipsis (1973), ambas de Hermenegildo Zanuso, y la Biblia Peshitta en Español (2006), del
Instituto Cultural Álef y Tau.
• Existen traducciones de la Biblia en más de 100 lenguas que contienen el nombre de Dios en las
Escrituras Griegas Cristianas. Muchos idiomas de África, América, Asia, Europa y las islas del
Pacífico emplean el nombre de Dios con frecuencia (vea la lista de las páginas 12 y 13). Quienes
tradujeron las Escrituras Griegas Cristianas a esos idiomas decidieron incluir el nombre de Dios por
razones similares a las explicadas anteriormente. ¿En qué idiomas se ha hecho esto? Por ejemplo,
en 1999 se publicó la Biblia en rotumano, que usa 51 veces la forma Jihova en 48 versículos. Y en
1989 se publicó en una lengua de Indonesia llamada batako toba una versión que emplea 110
veces la forma Jahowa.
Queda claro que existen razones de peso para restituir el nombre de Dios, Jehová, en las
Escrituras Griegas Cristianas. Y eso es justo lo que han hecho los traductores de la Traducción del
Nuevo Mundo. Todos ellos sienten un profundo respeto por el nombre de Dios y un sano
temor a eliminar cualquier cosa que estuviera presente en el texto original (Revelación 22:18, 19).
Los expertos reconocen que el nombre de Dios aparece casi 7.000 veces representado con las
cuatro letras del Tetragrámaton ( ) הוהיen eltexto original de las Escrituras Hebreoarameas
(también conocidas como Antiguo Testamento). Sin embargo, muchos dicen que no aparecía
en el texto original de las Escrituras Griegas Cristianas (llamadas también Nuevo Testamento). Por
eso, la mayoría de las versiones bíblicas actuales no incluyen el nombre Jehová en esa sección de
la Biblia. Incluso cuando el Nuevo Testamento contiene alguna cita del Antiguo Testamento en la
que está el Tetragrámaton, la mayoría de los traductores usan el título Señor en lugar del nombre
de Dios.
No obstante, la Traducción del Nuevo Mundo no hace eso. En total, emplea 237 veces el nombre
Jehová en las Escrituras Griegas Cristianas. ¿En qué se basaron los traductores? En estos dos
hechos: 1) Los manuscritos griegos con los que contamos hoy no son los originales. De las miles
de copias que existen, la mayoría se hicieron como mínimo doscientos años después que los
originales. 2) Para esa época, los copistas cambiaban el Tetragrámaton por el término Kýrios —
que en griego significa “Señor”— o hacían copias de manuscritos donde ya se había hecho ese
cambio.
El Comité de Traducción de la Biblia del Nuevo Mundo consideró que había pruebas sólidas de
que el Tetragrámaton aparecía en los manuscritos griegos originales. A continuación se detallan
esas pruebas:
• En los días de Jesús y sus apóstoles, los manuscritos de las Escrituras Hebreoarameas
contenían el Tetragrámaton en todos los lugares donde aparecía originalmente. Este hecho, que ya
en el pasado casi nadie cuestionaba, quedó totalmente confirmado cuando en la región de Qumrán
se encontraron manuscritos de las Escrituras Hebreoarameas que datan del primer siglo.
• En los días de Jesús y sus apóstoles, las traducciones al griego de las Escrituras Hebreoarameas
también contenían el Tetragrámaton. Durante siglos, los expertos pensaron que el Tetragrámaton
no aparecía en los manuscritos de la Septuaginta, una traducción al griego del Antiguo
Testamento. Pero a mediados del siglo XX se descubrieron unos fragmentos muy antiguos de la
Septuaginta que existía en los días de Jesús. Dichos fragmentos contienen el nombre de Dios en
letras hebreas. Eso demostró que en la época de Jesús sí aparecía el nombre divino en las
traducciones al griego de las Escrituras. Ahora bien, los principales manuscritos de la Septuaginta
— como el Códice Vaticano o el Códice Sinaítico—, que son del siglo cuarto, no incluyen el
nombre de Dios en los libros bíblicos de Génesis a Malaquías (donde sí aparecía en manuscritos
anteriores). Por eso, no es de extrañar que en los manuscritos de esa época el nombre de
Dios tampoco aparezca en el Nuevo Testamento, es decir, la parte de la Biblia que se escribió
originalmente en griego.
• Las mismas Escrituras Griegas Cristianas revelan que a menudo Jesús hizo referencia al nombre
de Dios y que lo dio a conocer. Jesús dijo en una oración a su Padre: “He puesto tu nombre de
manifiesto a los hombres que me diste del mundo”. Y añadió: “Les he dado a conocer tu nombre, y
lo daré a conocer” (Juan 17:6, 11, 12, 26).
• En vista de que las Escrituras Griegas Cristianas son una continuación inspirada por Dios de las
Escrituras Hebreoarameas, no parece lógico que de pronto desaparezca su nombre del texto. A
mediados del primer siglo, el discípulo Santiago les dijo a los ancianos de Jerusalén: “Symeón ha
contado cabalmente cómo Dios por primera vez dirigió su atención a las naciones para sacar de
entre ellas un pueblo para su nombre” (Hechos 15:14). Si en el siglo primero nadie conocía o
usaba el nombre de Dios, ¿qué sentido habría tenido que Santiago hiciera esta afirmación?
• En las Escrituras Griegas Cristianas aparece la forma abreviada del nombre de Dios. El nombre
de Dios está presente en la palabra aleluya, que aparece en muchas Biblias en Revelación
(Apocalipsis) 19:1, 3, 4, 6. Esta palabra procede de una expresión hebrea que literalmente significa
“alaben a Jah”. Pues bien, “Jah” es la contracción del nombre Jehová. Además, muchos nombres
que aparecen en las Escrituras Griegas Cristianas se derivan del nombre de Dios. De hecho,
según explican diversas obras, el nombre de Jesús significa “Jehová Es Salvación”.
• Existen antiguas obras judías que muestran que los cristianos de origen judío usaban el nombre
de Dios en sus escritos. La Tosefta —una colección escrita de leyes orales realizada en torno al
año 300— les daba a los judíos las siguientes instrucciones sobre qué hacer con los escritos
cristianos si había un incendio en día de sábado: “[Los Evangelios] y los libros de los sectarios
[probablemente judeocristianos] no deben salvarse de las llamas; se dejan [para] que se quemen
en su sitio, ellos y el nombre de Dios que contengan”. Según la misma obra, el rabí Iosí el Galileo,
de principios del siglo segundo, explicó qué hacer con los escritos cristianos si ocurría un incendio
en cualquier otro día de la semana: “Se recortan los nombres de Dios que contengan y se
sepultan, quemándose el resto”.
• Algunos biblistas reconocen que es probable que el nombre de Dios apareciera en los pasajes de
las Escrituras Griegas Cristianas que contienen citas de las Escrituras Hebreoarameas. La obra
The Anchor Bible Dictionary, bajo el encabezamiento “El Tetragrámaton en el Nuevo Testamento”,
hace este interesante comentario: “Hay indicaciones de que el Nuevo Testamento incluía
originalmente el Tetragrámaton —el Nombre Divino, Yahweh— en algunas o en todas las citas que
hacía del Antiguo Testamento”. Y el erudito George Howard indica: “Puesto que el Tetragrámaton
todavía se escribía en las copias de la Biblia en griego [la Septuaginta], que constituía las
Escrituras de los cristianos en el siglo primero, es razonable creer que los escritores del Nuevo
Testamento, al citar de la Escritura, conservaran el Tetragrámaton en el texto bíblico”.
• Reconocidos traductores de la Biblia han usado el nombre de Dios en sus traducciones de las
Escrituras Griegas Cristianas. Veamos varios ejemplos de esos traductores, algunos de los cuales
publicaron sus obras mucho antes de que la Traducción del Nuevo Mundo existiera: en alemán,
Dominikus von Brentano (Die heilige Schrift des neuen Testaments, 1791); en francés, André
Chouraqui (Bible de Chouraqui, 1985); en inglés, Benjamin Wilson (The Emphatic Diaglott, 1864), y
en portugués, Manuel Fernandes de Santanna (O Evangelho Segundo S. Mattheus, 1909). En
español, Pablo Besson usó el nombre Jehová en Lucas 2:15 y en Judas 14 (El Nuevo
Testamento, 1919). También lo incluyó en unas cien notas para indicar dónde probablemente
aparecía en el texto original. Además, existen al menos seis versiones posteriores de las Escrituras
Griegas Cristianas que emplean el nombre de Dios en las formas Yahvé, Yahweh y
YHWH. Entre ellas están Evangelio: mensaje de felicidad (1969) y Los Hechos, las Cartas y el
Apocalipsis (1973), ambas de Hermenegildo Zanuso, y la Biblia Peshitta en Español (2006), del
Instituto Cultural Álef y Tau.
• Existen traducciones de la Biblia en más de 100 lenguas que contienen el nombre de Dios en las
Escrituras Griegas Cristianas. Muchos idiomas de África, América, Asia, Europa y las islas del
Pacífico emplean el nombre de Dios con frecuencia (vea la lista de las páginas 12 y 13). Quienes
tradujeron las Escrituras Griegas Cristianas a esos idiomas decidieron incluir el nombre de Dios por
razones similares a las explicadas anteriormente. ¿En qué idiomas se ha hecho esto? Por ejemplo,
en 1999 se publicó la Biblia en rotumano, que usa 51 veces la forma Jihova en 48 versículos. Y en
1989 se publicó en una lengua de Indonesia llamada batako toba una versión que emplea 110
veces la forma Jahowa.
Queda claro que existen razones de peso para restituir el nombre de Dios, Jehová, en las
Escrituras Griegas Cristianas. Y eso es justo lo que han hecho los traductores de la Traducción del
Nuevo Mundo. Todos ellos sienten un profundo respeto por el nombre de Dios y un sano
temor a eliminar cualquier cosa que estuviera presente en el texto original (Revelación 22:18, 19).
LUNES
LECCION 2(b)
LA TRADUCCION DEL NUEVO MUNDO (PARTE 2)
PAG. 16 Rbi8 PAG. 8
^ ***Rbi8 pág. 8 Introducción***
REFERENCIAS MARGINALES: Hay más de 125.000 referencias (remisiones) marginales en esta
edición. Estas demuestran que hay por lo menos un segundo testimonio para casi todo asunto
bíblico. Una comparación cuidadosa de las referencias marginales y un examen de las notas
acompañantes revelarán la armonía interna que entrelaza a los 66 libros de la Biblia, lo cual
demuestra que componen un solo libro, inspirado por Dios.
La columna central contiene las referencias (remisiones) marginales a los libros de la Biblia,
representados por abreviaturas. Las letras voladas que se hallan en el texto dirigen al lector a las
referencias respectivas. Cuando en la columna de referencias no caben todas las citas, las
restantes se acomodan al pie de la columna derecha de la página. En la lista de referencias se
indica el cambio de capítulo.
Cuando una referencia va seguida del símbolo “LXX”, eso indica que se trata de una cita de la
Septuaginta (LXX), y se puede hallar más información en la nota sobre el versículo citado. Por
ejemplo, Romanos 9:17 remite a Éxodo 9:16, LXX.
Se dan las referencias con el propósito de indicar ideas, acontecimientos y relatos paralelos;
información biográfica; información geográfica; citas sobre profecías bíblicas cuyo cumplimiento ha
quedado registrado en la Biblia misma; citas directas de frases, expresiones y
versículos enteros de otras partes de la Biblia, y la relación que existe entre modelos del pacto de
la Ley y su cumplimiento según se relata en las Escrituras Griegas Cristianas. Todo esto confiere
un caudal de conocimiento bíblico.
Aunque el texto mismo es generalmente literal, muchas notas contienen otras traducciones literales
valiosas. Estas pueden presentar: 1) el significado lingüístico básico de ciertos términos, 2) la
etimología de algunas palabras o 3) definiciones lexicológicas aceptadas de la palabra o frase
original. En el caso de las Escrituras Griegas Cristianas se pueden comparar las traducciones
literales adicionales con la traducción interlineal que se halla en The Kingdom Interlinear
Translation of the Greek Scriptures. De esta manera, hemos dotado la traducción de un aparato
crítico más bien que de un comentario sobre las Escrituras. Sin embargo, también se presenta
información útil que no es de naturaleza técnica.
Se arroja luz sobre asuntos básicos de la Biblia tales como: “alma”, “Seol”, “rescate”,
“resurrección”, “expiación”, “Dios”, “Cristo”, “Reino” y “Milenio”. Se presentan variaciones entre las
lecturas hebrea, griega y latina, entre ellas diferencias en la numeración de los versículos,
variaciones lingüísticas, palabras tomadas de idiomas ajenos al hebreo y notas textuales
significativas que se han tomado de los márgenes de los manuscritos.
En las notas también se incluyen otras lecturas valiosas, información sobre el significado literal y
razones por las cuales se han preferido variantes al texto básico hebreo o griego. Se provee
información respecto al significado de los nombres de los libros de la Biblia y de personas y lugares
mencionados en ella, así como datos geográficos. El dinero, los pesos, las medidas y las fechas
del calendario se dan en su equivalente moderno. (Véanse Ap. 8A, 8B.)
Con el aparato de notas se respalda plenamente la restitución del nombre divino a los lugares
correspondientes. Los títulos y términos descriptivos que aplican a Jehová Dios reciben debida
atención. En las notas se aportan datos que apoyan la exactitud científica de la Biblia, y puntos que
aclaran supuestas contradicciones. Se puede hallar información útil sobre importantes datos de la
cronología bíblica. Otros datos ayudan a aclarar términos bíblicos relacionados con la conducta
moral, el servicio sagrado, la predicación y la organización. Las notas también contribuyen a
mantener clara la diferencia entre ‘el Señor Jehová’ y ‘el Señor Jesús’.
En las notas se ofrece información breve sobre estilo de composición, figuras retóricas, juego de
palabras, modismos, metáforas y eufemismos con el fin de transmitir el sabor de las lenguas
originales de la Biblia. Los datos gramaticales respecto a género, número, casos y formas verbales
se dan con referencia a las lenguas originales y no a la traducción en español.
Por lo general los paréntesis de las notas encierran palabras o expresiones que se ofrecen como
alternativa de la palabra o frase precedente. Generalmente las palabras o frases entre corchetes
tienen que ver con información suplementaria o explicativa.
Cada nota está indicada por uno de una serie de símbolos colocado después de la palabra o frase
anotada. La nota, que se halla a pie de columna de texto bíblico, va antecedida del número del
versículo en letra negrita y el mismo símbolo. Cuando hay varias notas sobre el mismo versículo,
estas se diferencian entre sí mediante los siguientes símbolos: *, #, *, *, *, *.
^ ***sgd págs. 14-15 3-A Los profetas y los reyes de Judá e Israel (Parte 1)*** >>
3-A
Los profetas y los reyes de Judá e Israel (Parte 1)
Los reyes del reino de Judá, formado por las dos tribus del sur
997 a.e.c.
Rehoboam: 17 años
980
Abías (Abiyam): 3 años
978
Asá: 41 años
937
Jehosafat: 25 años
913
Jehoram: 8 años
c. 906
Ocozías: 1 año
c. 905
Reina Atalía: 6 años
898
Jehoás: 40 años
858
Amasías: 29 años
829
Uzías (Azarías): 52 años
Los reyes del reino de Israel, formado por las diez tribus del norte
997 a.e.c.
Jeroboán: 22 años
c. 976
Nadab: 2 años
c. 975
Baasá: 24 años
c. 952
Elah: 2 años
Zimrí: 7 días (c. 951)
c. 947
Omrí y Tibní: 4 años
Omrí (solo): 8 años
c. 940
Acab: 22 años
c. 920
Ocozías: 2 años
c. 917
Jehoram: 12 años
c. 905
Jehú: 28 años
876
Jehoacaz: 14 años
c. 862
Jehoacaz y Jehoás: 3 años
c. 859
Jehoás (solo): 16 años
c. 844
Jeroboán II: 41 años
Lista de profetas
Joel
Elías
Eliseo
Jonás
Amós
3-B
Los profetas y los reyes de Judá e Israel (Parte 2)
Reyes del reino del sur (Continuación)
777 a.e.c.
Jotán: 16 años
762
Acaz: 16 años
746
Ezequías: 29 años
716
Manasés: 55 años
661
Amón: 2 años
659
Josías: 31 años
628
Jehoacaz: 3 meses
Jehoiaquim: 11 años
618
Joaquín: 3 meses y 10 días
617
Sedequías: 11 años
607
El ejército de Babilonia, comandado por Nabucodonosor, destruye Jerusalén y su templo. Se quita
del trono a Sedequías, el último rey
terrestre descendiente de David
Reyes del reino del norte (Continuación)
c. 803 a.e.c.
Zacarías: 6 meses, oficialmente
Zacarías empieza a reinar en cierto sentido, pero parece que su reinado no se confirma por
completo sino hasta c. 792
c. 791
Salum: 1 mes
c. 780
Menahem: 10 años
Peqahías: 2 años
c. 778
Péqah: 20 años
c. 758
Hosea: 9 años desde c. 748
c. 748
Parece que alrededor del año 748 Hosea es reconocido plenamente como rey o quizá consigue el
apoyo del monarca asirio Tiglat-piléser III
740
Asiria conquista Samaria y somete a Israel; el reino del norte llega a su fin
Lista de profetas
Isaías
Miqueas
Sofonías
Jeremías
Nahúm
Habacuc
Daniel
Ezequiel
Abdías
Oseas
^ ***sgd págs. 18-19 4-A La vida de Jesús en la Tierra: Sucesos anteriores al ministerio de
Jesús*** >>
4-A
La vida de Jesús en la Tierra: Sucesos anteriores al ministerio de Jesús
Los cuatro Evangelios en orden cronológico
Las siguientes tablas van acompañadas de mapas que muestran los viajes de predicación de
Jesús. Las flechas de los mapas no indican las rutas exactas que siguió, sino la dirección en la que
fue.
Sucesos anteriores al ministerio de Jesús
CUÁNDO
DÓNDE
SUCESO
MATEO
MARCOS
LUCAS
JUAN
Año 3 a.e.c.
Templo de Jerusalén
El ángel Gabriel predice a Zacarías el nacimiento de Juan el Bautista
—
—
1:5-25
—
c. 2 a.e.c.
Nazaret; Judea
El ángel Gabriel predice a María el nacimiento de Jesús; ella visita a Elisabet, pariente suya
—
—
1:26-56
—
2 a.e.c.
Región montañosa de Judea
Juan el Bautista nace y recibe su nombre; Zacarías profetiza; Juan en el desierto
—
—
1:57-80
—
c. 1 de oct. del 2 a.e.c.
Belén
Nace Jesús; “la Palabra vino a ser carne”
1:1-25
—
2:1-7
1:1-5, 9-14
Cerca de Belén; Belén
Un ángel anuncia buenas nuevas a unos pastores; ángeles alaban a Dios; los pastores visitan al
bebé
—
—
2:8-20
—
Belén; Jerusalén
Jesús es circuncidado al 8.o día; sus padres lo llevan al templo (40 días después de nacer)
—
—
2:21-38
—
1 a.e.c. o 1 e.c.
Jerusalén; Belén; Egipto; Nazaret
Visita de los astrólogos; la familia huye a Egipto; Herodes manda matar niños; la familia vuelve de
Egipto y se establece en Nazaret
2:1-23
—
2:39, 40
—
Pascua del 12 e.c.
Jerusalén
Jesús, de 12 años, hace preguntas a los maestros del templo
—
—
2:41-50
—
—
Nazaret
Jesús vuelve a Nazaret; continúa en sujeción a sus padres; aprende carpintería; María tiene otros
cuatro hijos, así como hijas (Mt 13:55, 56;
Mr 6:3)
—
—
2:51, 52
—
c. abril del 29
Desierto, río Jordán
Juan el Bautista comienza su ministerio
3:1-12
1:1-8
3:1-18
1:6-8, 15-28
[Mapa de la página 19]
Mapa 1
Lugares del mapa
Mte. Hermón
GALILEA
Mar de Galilea
Nazaret
DECÁPOLIS
Betania “al otro lado del Jordán” (?)
SAMARIA
Río Jordán
PEREA
JUDEA
Ramá
Jerusalén
Belén
Desierto de Judea
Mar Salado
Datos del mapa
Desde y hacia Egipto
Símbolos de los mapas
Punto de partida
Ubicación bastante segura
Ubicación menos segura
(?) Se desconoce la ubicación exacta
^ ***sgd págs. 20-21 4-B La vida de Jesús en la Tierra: El principio del ministerio de
Jesús*** << >>
4-B
La vida de Jesús en la Tierra: El principio del ministerio de Jesús
CUÁNDO
DÓNDE
SUCESO
MATEO
MARCOS
LUCAS
JUAN
c. octubre del 29
Río Jordán, quizá en Betania “al otro lado del Jordán”, o cerca
Bautismo y unción de Jesús; Jehová lo reconoce como su Hijo y le da su aprobación
3:13-17
1:9-11
3:21-38
1:32-34
Desierto de Judea
El Diablo tienta a Jesús
4:1-11
1:12, 13
4:1-13
—
Betania “al otro lado del Jordán”
Juan el Bautista dice que Jesús es el Cordero de Dios; primeros discípulos de Jesús
—
—
—
1:15, 29-51
Caná de Galilea; Capernaum
1.er milagro: en una boda, convierte agua en vino; va a Capernaum
—
—
—
2:1-12
Pascua del 30
Jerusalén
Jesús limpia el templo
—
—
—
2:13-25
Conversa con Nicodemo
—
—
—
3:1-21
Judea; Enón
Entra en “el país de Judea”, sus discípulos bautizan; Juan testifica por última vez sobre Jesús
—
—
—
3:22-36
Tiberíades; Judea
Juan es encarcelado; Jesús parte para Galilea
4:12; 14:3-5
6:17-20
3:19, 20
4:1-3
Sicar (Samaria)
De camino a Galilea, enseña a los samaritanos
—
—
—
4:4-43
[Ilustración de las páginas 20 y 21]
Desierto de Judea
[Mapa de la página 21]
Mapa 2
Lugares del mapa
Mte. Hermón
GALILEA
Capernaum
Betsaida
Caná
Mar de Galilea
Tiberíades
Nazaret
DECÁPOLIS
Betania “al otro lado del Jordán” (?)
Salim
Enón
Río Jordán
SAMARIA
Sicar
Fuente de Jacob
PEREA
JUDEA
Jerusalén
Desierto de Judea
Mar Salado
^ ***sgd págs. 22-23 4-C La vida de Jesús en la Tierra: El gran ministerio de Jesús en
Galilea (Parte 1)*** << >>
4-C
La vida de Jesús en la Tierra: El gran ministerio de Jesús en Galilea (Parte 1)
CUÁNDO
DÓNDE
SUCESO
MATEO
MARCOS
LUCAS
JUAN
Año 30
Galilea
Anuncia por primera vez que “el reino de los cielos se ha acercado”
4:17
1:14, 15
4:14, 15
4:44, 45
Caná; Nazaret; Capernaum
Cura al hijo de un servidor del rey; lee del rollo de Isaías; es rechazado; va a Capernaum
4:13-16
—
4:16-31
4:46-54
Mar de Galilea, cerca de Capernaum
Llama a cuatro discípulos: Simón, Andrés, Santiago y Juan
4:18-22
1:16-20
5:1-11
—
Capernaum
Cura a la suegra de Simón y a otras personas
8:14-17
1:21-34
4:31-41
—
Galilea
1.a gira por Galilea, con los cuatro
4:23-25
1:35-39
4:42, 43
—
Cura a un leproso; muchos lo siguen
8:1-4
1:40-45
5:12-16
—
Capernaum
Cura a un paralítico
9:1-8
2:1-12
5:17-26
—
Llama a Mateo; recaudadores comen con él; interrogado sobre el ayuno
9:9-17
2:13-22
5:27-39
—
Judea
Predica en las sinagogas
—
—
4:44
—
Pascua del 31
Jerusalén
Cura a un enfermo en Betzata; judíos quieren matar a Jesús
—
—
—
5:1-47
Al volver de Jerusalén (?)
Sus discípulos arrancan espigas en sábado; él se llama a sí mismo “Señor del sábado”
12:1-8
2:23-28
6:1-5
—
Galilea; mar de Galilea
Cura a un hombre en sábado; muchos lo siguen; más curaciones
12:9-21
3:1-12
6:6-11
—
Cerca de Capernaum
Elige a los 12 apóstoles en un monte
—
3:13-19
6:12-16
—
Cerca de Capernaum
Pronuncia el Sermón del Monte
5:1–7:29
—
6:17-49
—
Capernaum
Cura al siervo de un oficial
8:5-13
—
7:1-10
—
Naín
Resucita al hijo de una viuda
—
—
7:11-17
—
Tiberíades; Galilea (Naín, o cerca)
Juan, preso, envía a sus discípulos a Jesús; Jesús lo elogia
11:2-19
—
7:18-35
—
Galilea (Naín, o cerca)
Una pecadora le vierte aceite en los pies; parábola de los deudores
—
—
7:36-50
—
Galilea
2.a gira por Galilea, con los 12
—
—
8:1-3
—
Expulsa demonios; gran pecado
12:22-37
3:19-30
—
—
Da solo la señal de Jonás
12:38-45
—
—
—
Lo visitan su madre y sus hermanos; dice que sus discípulos son su familia
12:46-50
3:31-35
8:19-21
—
[Mapa de la página 23]
Mapa 3A
Lugares del mapa
Sidón
Sarepta
Mte. Hermón
Tiro
GALILEA
Capernaum
Caná
Mar de Galilea
Tiberíades
Nazaret
Naín
DECÁPOLIS
Río Jordán
SAMARIA
PEREA
JUDEA
Jerusalén
IDUMEA
Desierto de Judea
Mar Salado
^ ***sgd pags. 24-25 4-D La vida de Jesus en la Tierra: El gran ministerio de Jesus en
Galilea (Parte 2)*** << >>
4-D
La vida de Jesus en la Tierra: El gran ministerio de Jesus en Galilea (Parte 2)
CUANDO
DONDE
SUCESO
MATEO
MARCOS
LUCAS
JUAN
Ano 31 o 32
Capernaum
Jesus da parabolas del Reino
13:1-53
4:1-34
8:4-18
—
Mar de Galilea
Calma una tempestad desde la barca
8:18, 23-27
4:35-41
8:22-25
—
Region de Gadara
Manda demonios a grupo de cerdos
8:28-34
5:1-20
8:26-39
—
Probablemente Capernaum
Cura a una mujer con flujo de sangre; resucita a la hija de Jairo
9:18-26
5:21-43
8:40-56
—
Capernaum (?)
Cura a dos ciegos y a un mudo
9:27-34
—
—
—
Nazaret
Lo rechazan de nuevo en su ciudad
13:54-58
6:1-5
—
—
Galilea
3.a gira por Galilea; envia a los 12 para dar mayor difusion al mensaje
9:35–11:1
6:6-13
9:1-6
—
Tiberiades
Herodes decapita a Juan el Bautista; teme a causa de Jesus
14:1-12
6:14-29
9:7-9
—
Cerca de la Pascua del 32 (Jn 6:4)
Capernaum (?); mar de Galilea, lado NE
Vuelve de su gira de predicacion con los 12; alimenta a 5.000 hombres
14:13-21
6:30-44
9:10-17
6:1-13
Mar de Galilea, lado NE; Genesaret
La gente intenta hacerlo rey; el camina sobre el mar; cura a muchos
14:22-36
6:45-56
—
6:14-21
Capernaum
Dice que es “el pan de la vida”; muchos se ofenden y se van
—
—
—
6:22-71
Despues de la Pascua del 32
Probablemente Capernaum
Denuncia tradiciones humanas
15:1-20
7:1-23
—
7:1
Fenicia; Decapolis
Cura a la hija de una sirofenicia; alimenta a 4.000 hombres
15:21-38
7:24–8:9
—
—
Magadan
Da solo la senal de Jonas
15:39–16:4
8:10-12
—
—
[Mapa de las paginas 24 y 25]
Lugares del mapa
País de los gerasenos
GADARA
Betsaida
Capernaum
Corazin
Llanura de Genesaret
Magadan
Mar de Galilea
Tiberiades
Sucesos en torno al mar de Galilea
(llamado tambien lago de Genesaret y mar de Tiberiades)
1 Calma una tempestad desde una barca
2 Envia a unos demonios a entrar en unos cerdos
3 Alimenta a 5.000 hombres
4 Camina sobre el mar
5 Alimenta a 4.000 hombres
6 Pronuncia el Sermon del Monte
[Mapa de la pagina 25]
Mapa 3B
Lugares del mapa
Sidon
FENICIA
Mte. Hermón
Tiro
GALILEA
Capernaum
Betsaida
Magadan
Tiberiades
Nazaret
GADARA
Gadara
DECAPOLIS
Río Jordán
Hacia Jerusalen (para la Pascua)
^ ***sgd pags. 26-27 4-E La vida de Jesus en la Tierra: El gran ministerio de Jesus en
Galilea (Parte 3) y en Judea*** << >>
4-E
La vida de Jesus en la Tierra: El gran ministerio de Jesus en Galilea (Parte 3) y en Judea
CUANDO
DONDE
SUCESO
MATEO
MARCOS
LUCAS
JUAN
Despues de la Pascua del 32
Mar de Galilea; Betsaida
En barco a Betsaida, Jesus advierte contra la levadura de los fariseos; cura a un ciego
16:5-12
8:13-26
—
—
Por Cesarea de Filipo
Llaves del Reino; Jesus predice su muerte y resurreccion
16:13-28
8:27–9:1
9:18-27
—
Probablemente monte Hermon
Transfiguracion; Jehova habla
17:1-13
9:2-13
9:28-36
—
Por Cesarea de Filipo
Cura a un muchacho endemoniado
17:14-20
9:14-29
9:37-43
—
Galilea
Vuelve a predecir su muerte
17:22, 23
9:30-32
9:43-45
—
Capernaum
Usa moneda sacada de un pez
17:24-27
—
—
—
Mayor en el Reino; parabolas de la oveja perdida y del esclavo cruel
18:1-35
9:33-50
9:46-50
—
Galilea y Samaria
Yendo a Jerusalen, les dice a unos discipulos que dejen todo por el Reino
8:19-22
—
9:51-62
7:2-10
El ministerio posterior de Jesus en Judea
CUANDO
DONDE
SUCESO
MATEO
MARCOS
LUCAS
JUAN
Fiesta de los Tabernaculos del 32
Jerusalen
Ensena durante la fiesta; oficiales enviados a arrestarlo
—
—
—
7:11-52
Dice: “Soy la luz del mundo”; cura a un ciego de nacimiento
—
—
—
8:12–9:41
Probablemente Judea
Envia a los 70; regresan felices
—
—
10:1-24
—
Judea; Betania
Parabola del buen samaritano; va a casa de Marta y Maria
—
—
10:25-42
—
Probablemente Judea
Vuelve a ensenar la oracion modelo; parabola del amigo persistente
—
—
11:1-13
—
Expulsa demonios por el dedo de Dios; de nuevo da la senal de Jonas
—
—
11:14-36
—
Come con un fariseo; condena la hipocresia de los fariseos
—
—
11:37-54
—
Parabolas del rico irrazonable y del mayordomo fiel
—
—
12:1-59
—
Cura a una mujer invalida en sabado; parabolas del grano de mostaza y de la levadura
—
—
13:1-21
—
Fiesta de la Dedicacion del 32
Jerusalen
Su parabola del Pastor excelente y el redil; judios le tiran piedras; se va de Betania por el rio
Jordan
—
—
—
10:1-39
[Mapa de la pagina 27]
Mapa 4
Lugares del mapa
Sidon
Mte. Hermón
Tiro
Cesarea de Filipo
GALILEA
Corazin
Capernaum
Magadan
Betsaida
Mar de Galilea
DECAPOLIS
Betania “al otro lado del Jordan” (?)
Río Jordán
SAMARIA
PEREA
JUDEA
Jerico
Jerusalen
Betania
Mar Salado
^ ***sgd pags. 28-29 4-F La vida de Jesus en la Tierra: El ministerio posterior de Jesus al
este del Jordan*** << >>
4-F
La vida de Jesus en la Tierra: El ministerio posterior de Jesus al este del Jordan
CUANDO
DONDE
SUCESO
MATEO
MARCOS
LUCAS
JUAN
Despues de la fiesta de la Dedicacion del 32
Betania “al otro lado del Jordan”
Va al lugar donde Juan bautizaba; muchos empiezan a creer en Jesus
—
—
—
10:40-42
Perea
Ensena en ciudades y pueblos mientras viaja hacia Jerusalen
—
—
13:22
—
Anima a entrar por la puerta angosta; se lamenta por Jerusalen
—
—
13:23-35
—
Probablemente Perea
Ensena a ser humilde y a no buscar el lugar mas prominente; parabola de invitados que ponen
excusas
—
—
14:1-24
—
Calcular el costo de seguir a Jesus
—
—
14:25-35
—
Tres parabolas: la oveja perdida, la moneda perdida y el hijo prodigo
—
—
15:1-32
—
Parabolas del mayordomo injusto, y del hombre rico y Lazaro
—
—
16:1-31
—
Ensena a no hacer tropezar, a perdonar y a tener fe
—
—
17:1-10
—
Betania
Lazaro muere y Jesus lo resucita
—
—
—
11:1-46
Jerusalen; Efrain
Traman matar a Jesus; el se va
—
—
—
11:47-54
Samaria; Galilea
Cura a 10 leprosos; dice como vendra el Reino de Dios
—
—
17:11-37
—
Samaria o Galilea
Parabolas de la viuda persistente, y del fariseo y el recaudador
—
—
18:1-14
—
Perea
Habla del matrimonio y del divorcio
19:1-12
10:1-12
—
—
Bendice a los ninos
19:13-15
10:13-16
18:15-17
—
Pregunta del hombre rico; parabola de los obreros de la vina que reciben la misma paga
19:16–20:16
10:17-31
18:18-30
—
Probablemente Perea
Predice su muerte por 3.a vez
20:17-19
10:32-34
18:31-34
—
Santiago y Juan buscan un puesto importante en el Reino
20:20-28
10:35-45
—
—
Jerico
Al pasar por la ciudad, cura a dos ciegos; visita a Zaqueo; cuenta la parabola de las 10 minas
20:29-34
10:46-52
18:35–19:28
—
[Mapa de la pagina 29]
Mapa 5
Lugares del mapa
Mte. Hermón
GALILEA
Mar de Galilea
DECAPOLIS
Betania “al otro lado del Jordan” (?)
Río Jordán
SAMARIA
PEREA
Efrain
JUDEA
Jerusalen
Jerico
Betania
Desierto de Judea
Mar Salado
^ ***sgd pags. 30-31 4-G La vida de Jesus en la Tierra: El ministerio final de Jesus en
Jerusalen (Parte 1)*** << >>
4-G
La vida de Jesus en la Tierra: El ministerio final de Jesus en Jerusalen (Parte 1)
CUANDO
DONDE
SUCESO
MATEO
MARCOS
LUCAS
JUAN
8 de nisan del 33
Betania
Jesus llega seis dias antes de la Pascua
—
—
—
11:55–12:1
9 de nisan
Betania
Maria le vierte a Jesus aceite sobre la cabeza y los pies
26:6-13
14:3-9
—
12:2-11
Betania, Betfague y Jerusalen
Entra triunfalmente en Jerusalen montado en un asno
21:1-11, 14-17
11:1-11
19:29-44
12:12-19
10 de nisan
Betania y Jerusalen
Maldice una higuera; limpia otra vez el templo
21:18, 19; 21:12, 13
11:12-17
19:45, 46
—
Jerusalen
Los sacerdotes principales y los escribas traman matarlo
—
11:18, 19
19:47, 48
—
Jehova habla; Jesus predice su muerte; se cumple la profecia de Isaias sobre la falta de fe de los
judios
—
—
—
12:20-50
11 de nisan
Betania y Jerusalen
Leccion de la higuera marchita
21:19-22
11:20-25
—
—
Templo de Jerusalen
Se cuestiona la autoridad de Jesus; parabola de los dos hijos
21:23-32
11:27-33
20:1-8
—
Parabolas de los cultivadores asesinos y del banquete de bodas
21:33–22:14
12:1-12
20:9-19
—
Jesus responde preguntas sobre Dios y Cesar, sobre la resurreccion y sobre el mayor
mandamiento
22:15-40
12:13-34
20:20-40
—
Pregunta si Cristo es hijo de David
22:41-46
12:35-37
20:41-44
—
Denuncia a los escribas y fariseos
23:1-39
12:38-40
20:45-47
—
Se fija en la contribucion de la viuda
—
12:41-44
21:1-4
—
Monte de los Olivos
Da la senal de su futura presencia
24:1-51
13:1-37
21:5-38
—
Parabolas de las 10 virgenes, de los talentos, y de las ovejas y cabras
25:1-46
—
—
—
12 de nisan
Jerusalen
Lideres judios planean matar a Jesus
26:1-5
14:1, 2
22:1, 2
—
Judas prepara su traicion
26:14-16
14:10, 11
22:3-6
—
13 de nisan (jueves por la tarde)
Jerusalen y alrededores
Jesus manda hacer los preparativos para la ultima Pascua
26:17-19
14:12-16
22:7-13
—
14 de nisan
Jerusalen
Celebra la Pascua con los apostoles
26:20, 21
14:17, 18
22:14-18
—
Les lava los pies a los 12
—
—
—
13:1-20
[Mapa de la pagina 31]
Mapa 6
Lugares del mapa
Mte. Hermón
GALILEA
Mar de Galilea
Jerusalen
Monte de los Olivos
Betfague
Valle de Cedrón
Betania
JUDEA
Jerico
Emaus
Jerusalen
Betfague
Betania
Mar Salado
^ ***sgd pags. 32-33 4-H La vida de Jesus en la Tierra: El ministerio final de Jesus en
Jerusalen (Parte 2)*** <<
4-H
La vida de Jesus en la Tierra: El ministerio final de Jesus en Jerusalen (Parte 2)
CUANDO
DONDE
SUCESO
MATEO
MARCOS
LUCAS
JUAN
14 de nisan
Jerusalen
Jesus identifica a su traidor, Judas, y lo despide
26:21-25
14:18-21
22:21-23
13:21-30
Instituye la Cena del Senor (1Co 11:23-25)
26:26-29
14:22-25
22:19, 20, 24-30
—
Predice que Pedro negaria conocerlo y que los apostoles se dispersarian
26:31-35
14:27-31
22:31-38
13:31-38
Promete un ayudante; parabola de la vid verdadera; mandato de amar; la ultima oracion con sus
apostoles
—
—
—
14:1–17:26
Getsemani
Agonia en el jardin; Jesus es traicionado y arrestado
26:30, 36-56
14:26, 32-52
22:39-53
18:1-12
Jerusalen
Anas lo interroga; juicio de Caifas, Sanedrin; Pedro niega conocerlo
26:57–27:1
14:53–15:1
22:54-71
18:13-27
Despues de traicionar a Jesus, Judas se ahorca (Hch 1:18, 19)
27:3-10
—
—
—
Ante Pilato, luego ante Herodes, y de nuevo ante Pilato
27:2, 11-14
15:1-5
23:1-12
18:28-38
Pilato ofrece liberar a Jesus; los judios prefieren a Barrabas; Jesus es sentenciado a muerte en un
madero
27:15-30
15:6-19
23:13-25
18:39–19:16
Viernes (c. 3:00 de la tarde)
Golgota
Muere en un madero de tormento
27:31-56
15:20-41
23:26-49
19:16-30
Jerusalen
Quitan su cuerpo del madero y lo llevan a una tumba
27:57-61
15:42-47
23:50-56
19:31-42
15 de nisan
Jerusalen
Los sacerdotes y fariseos mandan vigilar la tumba y la sellan
27:62-66
—
—
—
16 de nisan
Jerusalen y alrededores; Emaus
Jesus es resucitado; se les aparece cinco veces a los discipulos
28:1-15
16:1-8
24:1-49
20:1-25
Despues del 16 de nisan
Jerusalen; Galilea
Se les aparece mas veces a los discipulos (1Co 15:5-7; Hch 1:3-8); les da instrucciones; les manda
hacer discipulos
28:16-20
—
—
20:26–21:25
25 de iyar
Monte de los Olivos, cerca de Betania
Jesus sube al cielo cuarenta dias despues de su resurreccion (Hch 1:9-12)
—
—
24:50-53
—
[Ilustracion de la pagina 33]
Jehova tiene el derecho de gobernar. Su forma de gobernar es la mejor. Tiene un proposito para la
Tierra y la humanidad, y lo cumplira sin falta.
Despues del año 4026 a.e.c.
La “serpiente” pone en duda el derecho que tiene Jehova de gobernar y su manera de hacerlo.
Jehova promete que una “descendencia”,
o “simiente”, llegaria a aplastar a la serpiente, Satanas (Genesis 3:1-5, 15; nota). Pero por un
tiempo permite que los seres humanos
se gobiernen a si mismos bajo la influencia de Satanas.
Jehova le garantiza a Abrahan que uno de sus descendientes sera la “descendencia” prometida
(Genesis 22:18).
Jehova le asegura al rey David, y luego a su hijo Salomon, que la “descendencia” prometida saldra
de su familia (2 Samuel 7:12, 16; 1 Reyes
9:3-5; Isaias 9:6, 7).
Año 29 e.c.
Jehova revela que Jesus es la “descendencia” prometida y el heredero del trono de David (Galatas
3:16; Lucas 1:31-33; 3:21, 22).
Año 33 e.c.
Satanas, la “serpiente”, hace que asesinen a Jesus, y asi le causa una herida temporal a la
“descendencia” prometida. Jehova resucita a
Jesus, lo devuelve a los cielos y acepta el valor de su vida perfecta. Con esto ultimo sienta las
bases para perdonar los pecados y para que
los descendientes de Adan puedan vivir eternamente (Genesis 3:15; Hechos 2:32-36; 1 Corintios
15:21, 22).
Futuro
Jesus encierra por mil años a Satanas y finalmente lo destruye. Asi es como le aplasta
simbolicamente la cabeza. Entonces se cumple el
proposito original de Jehova para la Tierra y la humanidad. El nombre de Dios por fin queda limpio
de toda acusacion, y tambien queda
demostrado que su forma de gobernar es la mejor (Revelacion 20:1-3, 10; 21:3, 4).
LUNES
LECCION 3(a)
MANTENTE AL DIA CON LA ILUMINACION ESPIRITUAL
LA FORMA en que Jehová da a conocer sus propósitos a sus siervos demuestra gran
consideración. En vez de revelar toda la verdad de una vez, en un destello de luz cegador, nos
ilumina de manera progresiva. Nuestra andadura por el camino de la vida puede compararse con la
caminata de un excursionista por un largo sendero. Cuando este parte por la mañana temprano, ve
poco. Pero el Sol se eleva lentamente sobre el horizonte y el caminante empieza a distinguir
algunos perfiles. Lo demás son aún contornos nebulosos. Ahora bien, con la ascensión paulatina
del Sol, cada vez ve más lejos en la distancia. Así sucede con la luz espiritual que Dios provee. Él
nos permite entender las ideas una tras otra. El Hijo de Dios, Jesucristo, suministró el conocimiento
espiritual de manera similar. Veamos cómo Jehová iluminó a su pueblo en tiempos antiguos y
cómo lo hace hoy.
VIVIMOS en una era en la que grandes sectores de la humanidad han descartado las normas
morales que habían sido respetadas por mucho tiempo. La mayoría de las religiones de la
cristiandad han hecho lo mismo, ya sea en nombre de la tolerancia o arguyendo que los tiempos
han cambiado y que ya no tienen vigencia los tabúes de generaciones pasadas. En cuanto al
resultado de esto, Samuel Miller, un deán del Colegio Teológico de la Universidad de Harvard, dijo:
‘Lo que pasa es que la Iglesia ya no lleva la delantera. Ha aceptado y absorbido la cultura de
nuestro tiempo’. El efecto de esto en la vida de los que buscaban guía en esas iglesias ha sido
devastador.
En cambio, con referencia a los testigos de Jehová L’Eglise de Montréal (La Iglesia de
Montreal), boletín semanal de la archidiócesis de Montreal (Canadá), dijo: “Tienen extraordinarios
valores morales”. Muchos maestros, patronos y funcionarios gubernamentales concuerdan en esto.
¿Qué da cuenta de esta reputación?
Ser testigo de Jehová implica mucho más que sencillamente adoptar cierto conjunto de
creencias doctrinales y testificar a otros acerca de ellas. El cristianismo primitivo era conocido
como el “Camino”, y los testigos de Jehová reconocen que hoy la religión verdadera debe ser un
modo de vivir. (Hech. 9:2.) Sin embargo, como sucedió con respecto a otras cuestiones, a los
Testigos modernos les tomó algún tiempo llegar a tener una comprensión equilibrada de lo que
esto implica.
“Carácter o pacto, ¿cuál?”
Aunque comenzaron con consejo bíblico bien fundado sobre la necesidad de imitar a Cristo, el
énfasis que pusieron algunos de los primeros Estudiantes de la Biblia en lo que llamaban
“desarrollo del carácter” tendió a minimizar ciertos aspectos del cristianismo verdadero. Parece que
algunos opinaban que el ser de disposición gentil —presentar siempre la apariencia de ser
amables y buenos, hablar con dulzura, evitar todo despliegue de ira, leer las Escrituras
diariamente— les garantizaría la entrada al cielo. Pero perdían de vista el hecho de que Cristo
había comisionado a sus discípulos para efectuar una obra.
Este problema se trató con seriedad en el artículo “Carácter o pacto, ¿cuál?” de la revista The
Watch Tower del 1 de mayo de 1926. El artículo mostraba que el intento de los Estudiantes de la
Biblia por alcanzar un “carácter perfecto” mientras estaban en la carne hacía que algunos se
desanimaran y se dieran por vencidos, pero a la misma vez llevaba a otros a una actitud
santurrona que resultaba en que perdieran de vista el mérito del sacrificio de Cristo. Después de
recalcar la importancia de tener fe en la sangre derramada de Cristo, el artículo destacó que era
fundamental ‘hacer cosas’ en el servicio divino como prueba de que se seguía un camino que
agradaba a Dios. (2 Ped. 1:5-10.) En aquel tiempo, cuando gran parte de la cristiandad aún
pretendía apegarse a las normas morales de la Biblia, lo que intensificó el contraste entre los
testigos de Jehová y la cristiandad fue el énfasis que estos dieron a la importancia de actuar. El
contraste se notó aún más a medida que todo el que decía ser cristiano tuvo que enfrentarse con
cuestiones de moralidad que iban haciéndose comunes.
‘Absténganse de la fornicación’
La norma cristiana relacionada con la moralidad sexual se expuso con claridad hace mucho
tiempo en la Biblia. “Esto es la voluntad de Dios: la santificación de ustedes, que se abstengan de
la fornicación [...]. Porque Dios nos llamó, no con permiso para inmundicia, sino con relación a
santificación. Así, pues, el hombre que muestra desatención, no está desatendiendo a hombre,
sino a Dios.” (1 Tes. 4:3-8.) “Que el matrimonio sea honorable entre todos, y el lecho conyugal sea
sin contaminación, porque Dios juzgará a los fornicadores y a los adúlteros.” (Heb. 13:4.) “¿No
saben que los injustos no heredarán el reino de Dios? No se extravíen. Ni fornicadores, [...] ni
adúlteros, ni hombres que se tienen para propósitos contranaturales, ni hombres que se acuestan
con hombres, [...] heredarán el reino de Dios.” (1 Cor. 6:9, 10.)
Ya para noviembre de 1879 la Watch Tower había señalado esta norma a los cristianos
verdaderos. Sin embargo, no se trató con frecuencia ni extensamente como si fuera un problema
grave entre los primeros Estudiantes de la Biblia. No obstante, a medida que la actitud del mundo
se hacía más permisiva, hubo que dar más atención a este requisito, especialmente para el tiempo
de la II Guerra Mundial. Esto se hizo necesario debido a que algunos testigos de Jehová estaban
empezando a creer que, con tal de ocuparse en dar testimonio, cualquier tipo de laxitud en
cuestiones relacionadas con la moralidad sexual era solo asunto personal. Es cierto que en agosto
de 1935 La Torre del Vigía había dicho con claridad que el participar en el ministerio del campo no
autorizaba la conducta inmoral. Pero no todos tomaron a pecho lo que se dijo. De modo que en el
número de septiembre de 1941 La Atalaya analizó de nuevo el asunto con bastante detenimiento
en el artículo “El día de Noé”. Este señaló que el libertinaje sexual de los días de Noé fue una de
las razones que llevaron a Dios a destruir al mundo de entonces, y mostró que lo que Dios hizo en
aquella ocasión fijó un patrón para lo que haría en nuestro tiempo. Con franqueza advirtió que un
siervo íntegro de Dios no podía dedicar parte de su día a hacer la voluntad del Señor y luego, el
resto del tiempo, entregarse a “las obras de la carne”. (Gál. 5:17-21.) A este siguió, en La Atalaya
de octubre de 1942, otro artículo que condenaba la conducta que no armonizara con las normas
morales que la Biblia da a personas solteras y casadas. Nadie debería pensar que su participación
en la predicación pública del mensaje del Reino como testigo de Jehová le daba permiso para
llevar un estilo de vida relajado. (1 Cor. 9:27.) Con el tiempo se tomarían medidas aún más
estrictas para proteger la limpieza moral de la organización.
Algunos de los que entonces expresaban el deseo de ser testigos de Jehová se habían criado
en lugares donde se permitía el matrimonio de prueba, se toleraban las relaciones sexuales entre
personas comprometidas, o se veía como algo normal una relación consensual entre gente que no
estaba casada legalmente. Algunos matrimonios procuraban abstenerse de las relaciones íntimas.
Otras personas, aunque no se habían divorciado, habían dado un paso imprudente al separarse de
sus cónyuges. Con el fin de proveer la dirección necesaria, durante los años cincuenta La Atalaya
trató todas estas situaciones, analizó las responsabilidades maritales, enfatizó la prohibición bíblica
de la fornicación y, para evitar malentendidos, explicó en qué consistía. (Hech. 15:19, 20; 1 Cor.
6:18.)
Este asunto recibió atención especial en lugares donde los que empezaban a asociarse con la
organización de Jehová no tomaban en serio las normas morales de la Biblia. Así, cuando
N. H. Knorr, tercer presidente de la Sociedad Watch Tower, visitó Costa Rica en 1945, dijo en un
discurso sobre la moralidad cristiana: “Voy a darles un consejo a todos los que están aquí esta
noche y viven con una mujer sin haber legalizado su matrimonio. Vayan a la Iglesia Católica e
inscríbanse en ella, porque allí pueden seguir con esa práctica. Pero esta es la organización de
Dios, y aquí eso no se permite”.
A partir de los años sesenta, cuando los homosexuales comenzaron a manifestar abiertamente
sus prácticas, muchas iglesias decidieron aceptarlos en su seno después de debatir el asunto. En
la actualidad, ciertas iglesias ordenan incluso clérigos que son homosexuales. Las publicaciones
de los testigos de Jehová también trataron estas cuestiones con el fin de ayudar a la gente sincera
que tenía preguntas al respecto. Pero los Testigos nunca tuvieron dudas en cuanto a cómo ver la
homosexualidad. ¿Por qué no? Porque para ellos los requisitos bíblicos no son simples opiniones
de hombres de otra época. (1 Tes. 2:13.) Con gusto dan lecciones bíblicas a homosexuales para
que aprendan los requisitos de Jehová; y esas personas pueden asistir a las reuniones de los
Testigos para escuchar; sin embargo, nadie que siga practicando la homosexualidad puede ser
testigo de Jehová. (1 Cor. 6:9-11; Judas 7.)
En los últimos años se ha hecho común en el mundo el que jóvenes no casados se entreguen a
la satisfacción de sus deseos sexuales. El mundo ejerció presión sobre los jóvenes de familias de
los testigos de Jehová para inducirles a seguir ese proceder, y algunos de ellos comenzaron a
adoptarlo. ¿Qué hizo la organización al respecto? En La Atalaya y ¡Despertad! se publicaron
artículos para ayudar a los padres y a sus hijos a tener el punto de vista bíblico. En las asambleas
se presentaron dramas de la vida real con el fin de ayudar a todos a darse cuenta de lo que sucede
cuando se rechazan las normas morales de la Biblia y de los beneficios que resultan al obedecer
los mandamientos de Dios. Uno de los primeros dramas, presentado en 1969, fue “Espinas y
trampas hay en el camino del independiente”. Se prepararon libros especiales que ayudaban a la
juventud a apreciar la sabiduría del consejo bíblico. Entre estos estuvieron Tu juventud...
aprovechándola de la mejor manera (publicado en 1976) y Lo que los jóvenes preguntan.—
Respuestas prácticas (publicado en 1989). Los ancianos locales dieron consejo espiritual a
individuos y familias. También se protegió a las congregaciones de los testigos de Jehová
expulsando de ellas a los pecadores que no se arrepentían.
El derrumbe moral del mundo no ha hecho que los testigos de Jehová adopten una actitud
permisiva. Antes bien, el Cuerpo Gobernante de los Testigos de Jehová ha recalcado aún más lo
imprescindible de evitar no solo los actos sexuales ilícitos, sino también las influencias y
situaciones que socavan los valores morales. Durante las tres últimas décadas ha provisto
instrucción para fortalecer contra “faltas secretas” como la masturbación, y ha advertido del peligro
de la pornografía, las telenovelas y la música que degrada. Así, aunque en el mundo la moralidad
ha ido en decadencia, entre los testigos de Jehová ha subido.
¿Puede un cristiano llegar tan bajo en el vicio de ver pornografía que termine siendo
expulsado de la congregación?
▪ La respuesta es sí. Esto subraya la importancia de rechazar de plano cualquier clase de
pornografía, ya sea en forma de texto o de imágenes en revistas, películas, videos o Internet.
La pornografía ha llegado hasta el último rincón de este mundo. Internet la ha puesto al alcance
de la gente como nunca antes, y personas de todas las edades se han visto infectadas por esta
terrible plaga. Hay quienes se han topado con páginas pornográficas sin pretenderlo. Otros, sin
embargo, han accedido a ellas a propósito, tal vez en el hogar o la oficina, donde les resulta más
fácil leer o ver pornografía en secreto. Este es un asunto que los cristianos debemos tomar muy en
serio. ¿Por qué?
Jesús indicó una de las principales razones cuando advirtió: “Todo el que sigue mirando a una
mujer a fin de tener una pasión por ella ya ha cometido adulterio con ella en su corazón” (Mat.
5:28). Por supuesto, las relaciones sexuales normales no tienen nada de malo cuando sirven como
fuente de placer dentro del matrimonio (Pro. 5:15-19; 1 Cor. 7:2-5). Pero la pornografía muestra
relaciones inmorales que estimulan los malos pensamientos condenados por Jesús. Dicho sin
rodeos, quien lee o ve pornografía viola este mandato divino: “Amortigüen [o “den muerte a”] [...]
los miembros de su cuerpo que están sobre la tierra en cuanto a fornicación, inmundicia, apetito
sexual, deseo perjudicial y codicia, que es idolatría” (Col. 3:5; Traducción en lenguaje actual).
¿Qué hay si un cristiano ha mirado pornografía en una o dos ocasiones? En cierto sentido, se
encuentra en una situación tan peligrosa como la de Asaf, quien admitió: “En cuanto a mí, mis pies
casi se habían desviado, casi se había hecho que mis pasos resbalaran”. Si ha estado viendo
imágenes pornográficas de hombres o mujeres desnudos o de una pareja teniendo relaciones,
no puede tener la conciencia tranquila ni estar en paz con Dios. Más bien, se sentirá como Asaf:
“Llegué a ser plagado todo el día, y la corrección mía es cada mañana” (Sal. 73:2, 14).
Si un cristiano ha caído en este pecado, es vital que abra los ojos y comprenda que necesita
ayuda espiritual. La Biblia indica que puede conseguirla en la congregación: “Aunque un hombre
dé algún paso en falso antes que se dé cuenta de ello, ustedes los que tienen las debidas
cualidades espirituales traten de reajustar a tal hombre con espíritu de apacibilidad, vigilándote a ti
mismo” (Gál. 6:1). En efecto, uno o dos ancianos pueden prestarle asistencia, lo que incluye orar
con él teniendo fe en que Jehová “sanará” al enfermo espiritual y “le perdonará” (Sant. 5:13-15).
Quienes han buscado ayuda para romper con el vicio de la pornografía se sienten hoy como Asaf,
quien afirmó: “Acercarme a Dios es bueno para mí” (Sal. 73:28).
No obstante, el apóstol Pablo explicó que algunos no se arrepintieron “de su inmundicia y
fornicación y conducta relajada [o desvergonzada]” (2 Cor. 12:21). Según explica el lexicógrafo
Marvin R. Vincent, el término griego traducido “inmundicia” en este caso “se refiere a la impureza
en su sentido más sucio”. La triste realidad es que ciertos tipos de pornografía son mucho peores
que unos cuantos desnudos o escenas de un hombre y una mujer cometiendo fornicación.
En algunos casos se presentan actos tan sucios y repugnantes como relaciones homosexuales,
sexo en grupo, contacto sexual con animales, pornografía infantil, violaciones en grupo, maltrato de
mujeres y diversos tipos de sadomasoquismo. Según indicó Pablo, algunos que estaban
“mentalmente [...] en oscuridad” fueron “más allá de todo sentido moral, [y] se entregaron a la
conducta relajada para obrar toda clase de inmundicia con avidez” (Efe. 4:18, 19).
Pablo también mencionó la “inmundicia” en Gálatas 5:19. Un teólogo británico señala: “En este
caso, el término puede referirse más especialmente a todos los deseos antinaturales”. Sin duda,
ningún cristiano puede negar que los actos anteriormente citados son “deseos antinaturales”
sucios, repugnantes y depravados. En Gálatas 5:19-21, el apóstol dejó claro que “los que
practican” este tipo de inmundicia “no heredarán el reino de Dios”. Por lo tanto, ¿qué sucedería si
un cristiano llevara cierto tiempo —tal vez un período considerable— viendo pornografía
repugnante y sexualmente degradante? Si no se arrepintiera y dejara ese vicio, tendría que ser
expulsado para conservar la pureza y el buen espíritu de la congregación cristiana (1 Cor. 5:5, 11).
Es bueno saber que algunos que han estado viendo estos tipos repugnantes de pornografía
han pedido ayuda a los ancianos y han hecho cambios drásticos. Jesús advirtió a ciertos cristianos
de la antigua Sardis: “Fortalece las cosas restantes que estaban a punto de morir, [...] continúa
teniendo presente cómo has recibido y cómo oíste, y sigue guardándolo, y arrepiéntete.
Ciertamente, a menos que despiertes [...,] no sabrás de ningún modo a qué hora vendré sobre ti”
(Rev. 3:2, 3). No hay duda de que es posible arrepentirse y escapar del “fuego” de la pornografía
(Jud. 22, 23).
No obstante, será mucho mejor si cada uno de nosotros toma la firme resolución de no correr el
más mínimo riesgo en este campo. Por lo tanto, ¡mantengámonos lo más lejos posible de cualquier
tipo de pornografía!
[Nota]
Las diferencias entre inmundicia, fornicación y conducta relajada se explican en La Atalaya del 15
de julio de 2006, páginas 29 a 31.
[Comentario de la página 30]
Si un cristiano cae en un pecado, es vital que abra los ojos y comprenda que necesita ayuda
espiritual
w 06 15/JUL 30,31
¿Puede alguien ser expulsado de la congregación cristiana por ser culpable de inmundicia,
tal como puede ocurrir si es culpable de fornicación o conducta relajada?
La respuesta es sí. La persona puede ser expulsada de la congregación si practica fornicación,
conducta relajada o algunas clases de inmundicia, y no se arrepiente. El apóstol Pablo menciona
estos tres pecados junto con otros males que pueden llevar a la expulsión, al escribir: “Las obras
de la carne son manifiestas, y son: fornicación, inmundicia, conducta relajada [...;] les aviso de
antemano [...] que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios” (Gálatas 5:19-21).
El término fornicación (en griego por·néi·a) abarca toda relación sexual ilícita fuera del
matrimonio, lo que incluye el adulterio, la prostitución y las relaciones sexuales entre personas
no casadas, así como el sexo oral y anal y la manipulación sexual de los órganos genitales de una
persona que no sea su cónyuge. Quienes practican fornicación y no se arrepienten no pueden
permanecer en la congregación cristiana.
La expresión conducta relajada (en griego a·sél·guei·a) denota “desenfreno [...], vida licenciosa,
depravación”. El Léxico Griego-Español del Nuevo Testamento, de Alfred E. Tuggy, la define así:
“descaro, grosería, desvergüenza, libertinaje, insolencia”. Otro léxico la define como una forma de
“conducta que traspasa todos los límites socialmente aceptables”.
Como indican estas definiciones, en la “conducta relajada” se dan dos elementos: 1) la
conducta en cuestión constituye una violación grave de las leyes de Dios, y 2) la actitud del
pecador es irrespetuosa e insolente.
Por lo tanto, la expresión “conducta relajada” no se refiere a mala conducta de poca
importancia, sino a actos que constituyen graves violaciones de las leyes de Dios y que reflejan
una actitud descarada o un atrevimiento irreverente, es decir, una actitud que revela falta de
respeto o hasta desprecio por las leyes, normas y autoridad. Pablo también relaciona la conducta
relajada con el coito ilícito (Romanos 13:13, 14). Puesto que en Gálatas 5:19-21 se incluye la
conducta relajada entre algunas de las prácticas pecaminosas que impedirían que se heredara el
Reino de Dios, esta es motivo suficiente para que una persona sea censurada y hasta expulsada
de la congregación cristiana.
La palabra inmundicia (en griego a·ka·thar·sí·a) es, de los tres términos que se traducen
“fornicación”, “inmundicia” y “conducta relajada”, el que tiene el sentido más amplio. Abarca
cualquier clase de impureza, sea en asuntos sexuales, en el habla, en la conducta o en las
relaciones espirituales. “Inmundicia” incluye una amplia variedad de pecados graves.
En 2 Corintios 12:21, Pablo alude a los que ‘pecaron antes, pero que no se han arrepentido de
la inmundicia y fornicación y conducta relajada que han practicado’. Puesto que la “inmundicia”
aparece junto con la “fornicación” y la “conducta relajada”, es evidente que algunas clases de
inmundicia son motivo para formar un comité judicial. Claro está, el término “inmundicia” es amplio
y abarca asuntos que no ameritan la formación de un comité judicial. Tal como una casa puede
estar un poco sucia o sumamente asquerosa, también hay diversos grados de inmundicia.
En Efesios 4:19, Pablo habla de algunas personas que habían “llegado a estar más allá de todo
sentido moral” y que “se entregaron a la conducta relajada para obrar toda clase de inmundicia con
avidez”. Así pues, Pablo sitúa la “inmundicia con avidez” en la misma categoría que la conducta
relajada. Si un cristiano bautizado practica “inmundicia con avidez” y no se arrepiente, puede ser
expulsado de la congregación por ser culpable de inmundicia grave.
Supongamos que una pareja de novios se acariciara apasionadamente en numerosas
ocasiones. Podría ser que los ancianos determinaran que, aunque la pareja no manifestó una
actitud de descaro —característica de la conducta relajada—, sí hubo cierta avidez en su conducta.
Por lo tanto, los ancianos formarían un comité judicial, pues se produjo inmundicia grave. Si
alguien mantuviera repetidas conversaciones telefónicas de índole sexual con otra persona,
también se podría tratar el caso sobre la base de la inmundicia grave, sobre todo si se le había
aconsejado anteriormente.
Los ancianos deben ser discernidores al atender casos como estos. Tienen que analizar con
cuidado lo que ha sucedido y el grado al que se llegó. No es cuestión de concluir que alguien es
culpable de conducta relajada porque no aceptó el consejo bíblico. Tampoco se trata de establecer
de manera sistemática el número de veces que puede cometerse un pecado antes de que se
forme un comité judicial. Los ancianos deben pedir la ayuda de Jehová y pesar cuidadosamente
cada situación; también han de averiguar lo que ocurrió, la frecuencia, la naturaleza y el grado del
mal comportamiento, así como las intenciones y los motivos del pecador.
La inmundicia grave no solo se manifiesta en pecados sexuales. Por ejemplo, imagínese a un
jovencito bautizado que se fuma unos cuantos cigarrillos en un corto espacio de tiempo.
Él confiesa el pecado a sus padres y está decidido a no volver a hacerlo. Se trata de un caso de
inmundicia en el que no ha llegado a haber “inmundicia con avidez”. Bastaría con que el joven
recibiera los consejos bíblicos de uno o dos ancianos y el apoyo de sus padres. Ahora bien, ¿y si el
joven fumara habitualmente? Esto constituiría una contaminación deliberada de la carne, y se
formaría un comité judicial para que atendiera el asunto sobre la base de inmundicia grave
(2 Corintios 7:1). Si el muchacho no se arrepintiera, habría que expulsarlo.
Algunos cristianos han comenzado a ver pornografía. Aunque esto ofende a Dios, y es normal
que los ancianos se sorprendan si se enteran de que un hermano en la fe ha estado viendo
pornografía, no siempre es necesario formar un comité judicial. Por ejemplo, supongamos que un
hermano ha visto pornografía “blanda” en varias ocasiones. Como se siente avergonzado, lo
confiesa a un anciano, resuelto a no repetir este pecado. El anciano bien podría llegar a la
conclusión de que su conducta no ha llegado al punto de ser “inmundicia con avidez”. El hermano
tampoco mostró una actitud descarada, y por lo tanto no constituiría conducta relajada. Aunque
no sea necesario emprender ninguna acción judicial, este tipo de inmundicia exigirá sólidos
consejos bíblicos y, quizás, la ayuda continuada de los ancianos.
Ahora bien, supongamos que, durante años, un cristiano ha visto en secreto pornografía
repugnante y sexualmente degradante, y ha hecho todo lo posible por ocultar este pecado. Dicho
material pornográfico pudiera abarcar violaciones en grupo, sadomasoquismo, tortura sádica,
maltrato de mujeres o hasta pornografía infantil. Cuando su conducta sale a la luz, se siente
profundamente avergonzado. Aunque no tenga una actitud descarada, los ancianos tal vez
determinen que ‘se ha entregado’ a un vicio repugnante y que ha practicado “inmundicia con
avidez”, es decir, inmundicia grave. En ese caso, se formaría un comité judicial porque su conducta
implica inmundicia grave. El pecador sería expulsado si no demostrara que está sinceramente
arrepentido y que ha tomado la determinación de nunca más volver a ver pornografía. Si hubiera
invitado a alguien a ver pornografía en su casa —lo que equivaldría a promoverla—, sería prueba
de que tal persona tenía una actitud descarada, característica de la conducta relajada.
El término bíblico “conducta relajada” siempre se refiere a un pecado grave, normalmente de
índole sexual. Para ver si se trata de conducta relajada, los ancianos deben analizar si hay
descaro, desenfreno, grosería y desvergüenza, y si se atentó contra la decencia pública. Por otro
lado, las transgresiones graves de la ley de Jehová que comete una persona que no manifiesta
una actitud de descaro pudieran implicar “avidez”. Tales casos tienen que ver con inmundicia
grave, y deben tratarse sobre esa base.
Es una seria responsabilidad tener que determinar si alguien ha llegado al punto de hacerse
culpable de inmundicia grave o de conducta relajada, pues hay vidas en juego. Por eso, quienes
tengan que juzgar estos casos deben pedir a Jehová espíritu santo, discernimiento y
entendimiento. Los ancianos han de mantener la pureza de la congregación, y sus decisiones
deben basarse en la Palabra de Dios y en las instrucciones del “esclavo fiel y discreto” (Mateo
18:18; 24:45). Más que nunca, en estos días malvados, los ancianos querrán tener presentes las
siguientes palabras: “Vean lo que hacen, porque no es para el hombre que ustedes juzgan, sino
que es para Jehová” (2 Crónicas 19:6).
EL PROBLEMA
Puede que haya escuchado que el sexteo (o sexting) es muy común entre los jóvenes, y tal vez
se pregunte si su hijo o su hija sería capaz de hacer algo así.
¿Cómo puede abordar el asunto? Antes de responder la pregunta, veamos por qué sextean
algunos jóvenes y por qué debería preocuparle.
LAS CAUSAS
• Algunos adolescentes envían mensajes sexuales para coquetear con la persona que les gusta.
• Hay chicas que envían fotos de ellas desnudas debido a que se sienten presionadas por un
muchacho.
• Puede que un chico reenvíe una foto explícita de una chica para entretener a sus amigos o para
vengarse de ella por terminar con él.
En cualquier caso, un teléfono en manos de un adolescente es como un arma que podría meterlo
en muchos problemas. “Basta con oprimir un botón para arruinarle la vida a alguien”, comenta el
libro CyberSafe (Ciberseguros).
Pocos saben que cuando ponen una foto en línea no pueden controlar la manera en que otros la
usarán. En un informe, el FBI dijo que una joven de 18 años “se suicidó después de que una foto
en la que aparecía desnuda y que le había enviado a su novio terminó en manos de cientos de
compañeros de escuela. Al parecer, los estudiantes siguieron reenviando la foto y la estaban
acosando”.
El sexteo también tiene consecuencias legales. En algunos lugares, por ejemplo, los menores que
han enviado imágenes sexuales a otros menores han sido acusados de producir y transmitir
pornografía infantil y han sido registrados como delincuentes sexuales. Además, usted puede
verse en aprietos si el teléfono del cual se envía el mensaje está a su nombre o si no hace nada
para que su hijo deje de sextear.
LO QUE PUEDE HACER
Póngale reglas claras. Es cierto que no podrá controlar totalmente lo que su hijo o hija hace con
el teléfono, pero sí podrá ponerle reglas y explicarle las consecuencias de romperlas. Recuerde
también que como padre tiene derecho a supervisar el uso que le da a su teléfono. (Principio
bíblico: Efesios 6:1.)
Ayúdelo a entender la gravedad del problema. Puede decirle: “La gente dice muchas cosas
acerca del sexteo. ¿Para ti qué es eso?”. “¿Qué tipos de fotos dirías que son inapropiadas?” “En
algunos lugares, la ley castiga a los menores que envían fotos sexuales a otros menores. ¿Crees
que están exagerando?” “¿Crees que el sexteo es inmoral?” Escuche sus opiniones y ayúdelo a
pensar en las consecuencias. (Principio bíblico: Hebreos 5:14.)
Preséntele situaciones imaginarias. Si tiene una hija, podría decirle algo como: “Imagínate que
un chico está presionando a una chica para que le envíe una foto de ella desnuda. ¿Qué debería
hacer ella? ¿Hacerle caso para no perder su amistad? ¿No hacer lo que dice, pero seguir
coqueteando con él? ¿Terminar la relación? ¿Hablar con un adulto?”. Ayúdela a reflexionar en el
asunto. Si tiene un hijo, podría preguntarle algo parecido (Principio bíblico: Gálatas 6:7.)
Apele a su sentido del bien y del mal. Pregúntele: “¿Es importante tener una buena reputación?
¿Por cuáles cosas quieres ser conocido? ¿Cómo te sentirías si humillas a alguien enviando alguna
foto inapropiada de él? ¿Cómo te sentirías si haces lo correcto?”. Ayude a su hijo o hija a “ten[er]
una buena conciencia” (1 Pedro 3:16).
Ponga el ejemplo. La Biblia dice que la sabiduría de Dios es “casta, [...] sin ser hipócrita”
(Santiago 3:17). ¿Practica usted lo que enseña? El libro CyberSafe comenta: “[Los padres]
tenemos que poner el ejemplo y evitar las imágenes y los sitios de Internet inmorales o ilegales”.
[Nota]
El sexteo es la práctica de enviar mensajes, fotos o videos íntimos o de claro contenido sexual a
través del teléfono. Si desea más información, visite www.jw.org/es, haga clic en ENSEÑANZAS
BÍBLICAS > JÓVENES y lea el artículo “Los jóvenes preguntan: ¿Tiene algo de malo el
sexteo?”.
Ayúdelo a pensar en las consecuencias
[Recuadro de la página 5]
TEXTOS CLAVE
“Hijos, sean obedientes a sus padres.” (Efesios 6:1)
“[Las] personas maduras [...] tienen sus facultades perceptivas entrenadas para distinguir tanto lo
correcto como lo incorrecto.” (Hebreos 5:14)
“Cualquier cosa que el hombre esté sembrando, esto también segará.” (Gálatas 6:7)
[Recuadro de la página 5]
SUGERENCIA
Si se le hace incómodo hablar con su hijo del sexteo, intente esto:
Pregúntele qué cosas hacen los muchachos en la escuela. Entonces diga: “He oído mucho
acerca del sexteo. ¿Está de moda?”.
Trate de averiguar su opinión al respecto. Podría preguntarle: “¿Crees que los muchachos se dan
cuenta de que sextear tiene consecuencias?”.
Pregúntele qué haría si le sextearan, y luego explíquele lo que debería hacer.
Un consejo: Utilizar una noticia le ayudará a iniciar la conversación. Por ejemplo, podría decir:
“Leí que las fotos que una chica se tomó desnuda terminaron en manos de todos sus compañeros
de clase. ¿Ha pasado eso en tu escuela?”.
JEHOVÁ es un Dios santo. En tiempos antiguos él era el “Santo de Israel”, y como tal, exigía
que Israel fuera limpio, inmaculado. (Salmo 89:18.) Dijo a su pueblo escogido: “Tienen que resultar
santos, porque yo soy santo”. (Levítico 11:45.) Cualquiera que deseara “ascender a la montaña de
Jehová” debía ser “inocente de manos y limpio de corazón”. (Salmo 24:3, 4.) Estas palabras
implicaban más que evitar los pecados. Querían decir “odiar lo malo”. (Proverbios 8:13.)
En muestra de su amor, Jehová promulgó leyes detalladas para que la nación de Israel pudiera
reconocer y evitar la maldad. (Romanos 7:7, 12.) Estas leyes incluían directrices estrictas sobre
moralidad. El adulterio, las prácticas homosexuales, las relaciones incestuosas y la bestialidad se
señalaron como contaminantes inmundos de la espiritualidad. (Levítico 18:23; 20:10-17.) A las
personas culpables de esos actos degradados se las cortaba de la nación de Israel.
Cuando la congregación de cristianos ungidos llegó a ser “el Israel de Dios”, se promulgaron
para ellos estas mismas normas morales. (Gálatas 6:16.) Los cristianos también tenían que
‘aborrecer lo que es inicuo’. (Romanos 12:9.) Lo que Jehová le dijo a Israel les aplicaba asimismo a
ellos: “Tienen que ser santos, porque yo soy santo”. (1 Pedro 1:15, 16.) Las prácticas inmundas,
como la fornicación, el adulterio, la homosexualidad, la bestialidad y el incesto, no debían
corromper la congregación cristiana. Los que no quisieran abandonarlas serían excluidos del Reino
de Dios. (Romanos 1:26, 27; 2:22; 1 Corintios 6:9, 10; Hebreos 13:4.) Las “otras ovejas” deben
cumplir las mismas normas en estos “últimos días”. (2 Timoteo 3:1; Juan 10:16.) Por consiguiente,
los cristianos ungidos y las otras ovejas componen un pueblo limpio y sano, en condición de llevar
el nombre de su Dios como testigos de Jehová. (Isaías 43:10.)
Se mantiene limpia la congregación
En cambio, el mundo aprueba todo tipo de inmoralidad. Aunque los cristianos verdaderos son
distintos, no deben olvidar que muchos de los que ahora sirven a Jehová estuvieron alguna vez en
el mundo. Hay gran cantidad de personas que antes de conocer a nuestro santo Dios, no veían
ninguna razón para no satisfacer los deseos y las fantasías de su carne caída, y se revolcaban en
un “bajo sumidero de disolución”. (1 Pedro 4:4.) Después de hablar de las prácticas repugnantes
de la gente degradada de las naciones, el apóstol Pablo dijo: “Eso era lo que algunos de ustedes
eran”. No obstante, siguió diciendo: “Pero ustedes han sido lavados, pero ustedes han sido
santificados, pero ustedes han sido declarados justos en el nombre de nuestro Señor Jesucristo y
con el espíritu de nuestro Dios”. (1 Corintios 6:11.)
Palabras reconfortantes, sin duda. No importa lo que alguien haya hecho en el pasado, esa
persona cambia cuando las gloriosas buenas nuevas acerca del Cristo tocan su corazón. Entonces
ejerce fe y se dedica a Jehová Dios. De ese momento en adelante vive una vida pura moralmente,
limpia a los ojos de Dios. (Hebreos 9:14.) Los pecados que cometió anteriormente le son
perdonados, y puede ‘extenderse hacia adelante a las cosas más allá’. (Filipenses 3:13, 14;
Romanos 4:7, 8.)
Jehová perdonó a David, arrepentido, su asesinato y adulterio, y perdonó a Manasés, también
arrepentido, su idolatría inmoral y su mucho derramamiento de sangre. (2 Samuel 12:9, 13;
2 Crónicas 33:2-6, 10-13.) Podemos estar verdaderamente agradecidos de que él esté dispuesto a
perdonarnos a nosotros también si nos arrepentimos y nos acercamos a él con sinceridad y
humildad. Ahora bien, aunque Jehová perdonó a David y Manasés, estos dos hombres, y todo
Israel, tuvieron que sufrir las consecuencias de sus pecados. (2 Samuel 12:11, 12; Jeremías 15:3-
5.) Del mismo modo, aun cuando Jehová perdona a los pecadores que se arrepienten, tal vez haya
consecuencias de sus acciones que estos no puedan eludir.
Consecuencias inevitables
Por ejemplo, puede ocurrir que un hombre que lleva una vida desenfrenada moralmente y
contrae el sida, acepte la verdad y cambie hasta el punto de dedicarse y bautizarse. A partir de
entonces es un cristiano limpio espiritualmente que tiene una relación con Dios y una maravillosa
esperanza para el futuro; pero sigue estando enfermo de sida. Puede que con el tiempo muera de
esa enfermedad, una consecuencia triste, aunque ineludible, de su conducta pasada. En el caso
de algunos cristianos, los efectos de la grave inmoralidad de su vida pasada tal vez persistan de
otras maneras. Puede que años después de su bautismo, quizá durante el resto de su vida en este
sistema de cosas, tengan que seguir luchando contra los impulsos carnales por volver a su anterior
modo de vida inmoral. Muchos han logrado resistir gracias a la ayuda del espíritu de Jehová. Pero
tienen que pelear una batalla constante. (Gálatas 5:16, 17.)
Tales personas no pecan siempre y cuando controlen sus impulsos. Pero, si se trata de
varones, tal vez decidan sabiamente no ‘procurar’ una responsabilidad en la congregación mientras
tengan que luchar contra los fuertes impulsos carnales. (1 Timoteo 3:1.) ¿Por qué? Porque son
conscientes de la confianza que la congregación deposita en los ancianos. (Isaías 32:1, 2; Hebreos
13:17.) Se dan cuenta de que a estos se les consultan muchos asuntos íntimos y de que tienen
que tratar casos delicados. No sería ni amoroso ni sabio ni razonable que la persona que tiene una
lucha constante contra los deseos carnales inmundos, procure alcanzar tal posición de
responsabilidad. (Proverbios 14:16; Juan 15:12, 13; Romanos 12:1.)
En el caso de un hombre que haya sido corruptor de menores antes de bautizarse, tal vez haya
otra consecuencia. Cuando aprende la verdad, se arrepiente y se vuelve, de modo que
no introduce ese horrible pecado en la congregación. Quizá después progrese bien, venza
completamente sus malos impulsos y quiera ‘alcanzar’ un puesto de responsabilidad en la
congregación. ¿Qué ocurre, sin embargo, si la comunidad todavía no ha olvidado la mala
reputación que se ganó cuando abusó sexualmente de menores? ¿Sería “irreprensible”? ¿Tendría
un ‘excelente testimonio de los de afuera y estaría libre de acusación’? (1 Timoteo 3:1-7, 10; Tito
1:7.) No, en absoluto. Por lo tanto, no llenaría los requisitos para tener privilegios en la
congregación.
Cuando peca un cristiano dedicado
Jehová comprende que somos débiles y que podemos caer en el pecado incluso después del
bautismo. El apóstol Juan escribió a los cristianos de su día: “Les escribo estas cosas para que
no cometan un pecado. Y no obstante, si alguno comete un pecado, tenemos un ayudante para
con el Padre, a Jesucristo, uno que es justo. Y él es un sacrificio propiciatorio por nuestros
pecados, pero no solo por los nuestros, sino también por los de todo el mundo”. (1 Juan 2:1, 2.) En
efecto, sobre la base del sacrificio de Jesús, Jehová perdonará a los cristianos bautizados que
caigan en el pecado, siempre y cuando se arrepientan de verdad y abandonen su mal proceder.
Vemos un ejemplo de lo susodicho en lo ocurrido en la congregación de Corinto del siglo
primero. Cuando llegó a oídos del apóstol Pablo que había en la joven congregación un caso de
fornicación, dio instrucciones de que se expulsara al culpable. Tiempo después, el pecador se
arrepintió, y Pablo exhortó a la congregación a que lo restableciera. (1 Corintios 5:1, 13; 2 Corintios
2:5-9.) Así, gracias al poder sanador de la bondad amorosa de Jehová y al gran valor del sacrificio
de rescate de Jesús, se limpió a ese hombre de su pecado. Hoy pudiera ocurrir lo mismo. Por otra
parte, sin embargo, aunque la persona bautizada que ha cometido un pecado serio se haya
arrepentido y Jehová la haya perdonado, tal vez aún tenga que afrontar las consecuencias de su
pecado. (Proverbios 10:16, 17; Gálatas 6:7.)
Pongamos por caso el de una joven dedicada que ha cometido fornicación; quizá sienta
profundamente haberlo hecho y con el tiempo recobre la salud espiritual con la ayuda de la
congregación. Ahora bien, ¿qué pasa si está embarazada como consecuencia de su acto inmoral?
En ese caso, lo que hizo cambia inevitablemente toda su vida. Un hombre que haya cometido
adulterio pudiera arrepentirse y no ser expulsado, pero el cónyuge inocente tendría fundamento
para divorciarse de él, y tal vez decidiera hacerlo. (Mateo 19:9.) Si este fuera el caso, ese hombre,
aunque Jehová lo hubiera perdonado, viviría el resto de su vida con esta grave consecuencia de su
pecado. (1 Juan 1:9.)
¿Qué ocurre en el caso del hombre cuya falta de amor lo lleva a divorciarse de su esposa para
casarse con otra mujer? Quizá con el tiempo se arrepienta y sea restablecido a la congregación.
Puede que con el paso de los años, progrese y ‘pase adelante a la madurez’. (Hebreos 6:1.) Pero
mientras su primera esposa no se case de nuevo, él no llenará los requisitos para servir en una
posición de responsabilidad en la congregación. No es “esposo de una sola mujer” porque se
divorció de la primera sin base bíblica. (1 Timoteo 3:2, 12.)
¿No son estas razones poderosas para que un cristiano aborrezca lo que es inicuo?
¿Qué ocurre con los que abusan de menores?
¿Qué pasa si un cristiano adulto bautizado abusa sexualmente de un niño? ¿Es el pecador tan
malvado que Jehová no lo perdonará nunca? No necesariamente. Jesús dijo que ‘la blasfemia
contra el espíritu santo’ era imperdonable. Y Pablo dijo que no queda sacrificio por los pecados del
que practica voluntariosamente el pecado a pesar de conocer la verdad. (Lucas 12:10; Hebreos
10:26, 27.) Pero la Biblia no dice en ningún lugar que no pueda perdonarse a un cristiano adulto
que abuse sexualmente de un niño, se trate de incesto o no. En efecto, se pueden lavar sus
pecados si se arrepiente con sinceridad desde el corazón y cambia su conducta, si bien tal vez
tenga que seguir peleando contra los impulsos carnales impropios que fomentó. (Efesios 1:7.) Y
quizá haya consecuencias que no pueda evitar.
Dependiendo de la ley del país donde viva, es probable que lo encarcelen o que el Estado le
imponga otras sanciones. La congregación no lo protegerá de estas consecuencias. Además, ese
hombre ha demostrado una seria debilidad que en lo sucesivo tendrá que tomarse en cuenta. Si
parece estar arrepentido, se le animará a progresar espiritualmente, a salir al servicio del campo e
incluso a participar en la Escuela del Ministerio Teocrático y tener asignaciones que no impliquen
enseñanza en la Reunión de Servicio. Eso no quiere decir, sin embargo, que llenará los requisitos
para ocupar una posición de responsabilidad en la congregación. ¿Cuáles son las razones bíblicas
para ello?
Por una parte, los ancianos deben tener “autodominio”. (Tito 1:8.) Es cierto que nadie tiene un
autodominio perfecto. (Romanos 7:21-25.) Pero un cristiano adulto dedicado que cae en el pecado
de abusar sexualmente de un menor demuestra una debilidad carnal anormal. La experiencia
muestra que esos adultos probablemente abusen de otros niños. Es cierto que no todos los que
abusan de un menor vuelven a cometer ese pecado, pero muchos lo hacen. Y la congregación
no puede leer el corazón para decir quién probablemente abusará de un niño de nuevo y quién no.
(Jeremías 17:9.) Por lo tanto, el consejo de Pablo a Timoteo es aplicable con especial fuerza en el
caso de los adultos bautizados que hayan abusado de menores: “Nunca impongas las manos
apresuradamente a ningún hombre; ni seas partícipe de los pecados ajenos”. (1 Timoteo 5:22.)
Para la protección de nuestros hijos, un hombre que haya abusado de menores no llena los
requisitos para ocupar una posición de responsabilidad en la congregación. Además, no puede ser
precursor ni participar en ningún otro aspecto del servicio especial de tiempo completo.
(Compárese con el principio de Éxodo 21:28, 29.)
Puede que alguien pregunte: ‘¿No ha habido casos en que quienes cometieron otros tipos de
pecado y parecieron arrepentirse, volvieron a cometer el mismo pecado más tarde?’. Sí, eso ha
ocurrido, pero hay otros factores que analizar. Si, por ejemplo, un individuo se acerca a otro adulto
con intenciones inmorales, este puede oponer resistencia. A los niños es más fácil engañarlos,
confundirlos o aterrorizarlos. La Biblia habla de su falta de sabiduría. (Proverbios 22:15; 1 Corintios
13:11.) Jesús utilizó a los niños como un ejemplo de inocencia y humildad. (Mateo 18:4; Lucas
18:16, 17.) Su inocencia implica una total falta de experiencia. La mayoría de los niños son
abiertos, están deseosos de agradar, y por ello son más vulnerables a que abuse de ellos un
adulto malintencionado a quien conocen y en quien confían. Por lo tanto, la congregación tiene
ante Jehová la responsabilidad de proteger a los niños.
Los niños bien educados aprenden a obedecer y honrar a sus padres, a los ancianos y a otros
adultos. (Efesios 6:1, 2; 1 Timoteo 5:1, 2; Hebreos 13:7.) Sería una horrible perversión que una de
estas personas con autoridad se aprovechara de la confianza inocente de un niño para seducirle o
forzarle a someterse a actos sexuales. Los que han pasado por esta experiencia con frecuencia
luchan durante años para superar el consiguiente trauma emocional. Por tanto, quien abusa de un
niño tiene que afrontar disciplina severa de parte de la congregación y algunas restricciones. Lo
que debe importar no es su posición como persona con autoridad, sino la pureza sin tacha de la
congregación. (1 Corintios 5:6; 2 Pedro 3:14.)
Si una persona que ha abusado de un menor se arrepiente sinceramente, reconocerá la
sabiduría de aplicar los principios bíblicos. Si en verdad aprende a aborrecer lo que es inicuo,
rechazará el pecado cometido y luchará por no repetirlo. (Proverbios 8:13; Romanos 12:9.)
Además, seguramente agradecerá a Jehová la grandeza de Su amor, gracias al cual un pecador
arrepentido, como él, puede seguir adorando a nuestro Dios santo y tener la esperanza de ser uno
de “los rectos” que residirán en la Tierra para siempre. (Proverbios 2:21.)
[Nota]
Véase la sección “Preguntas de los lectores” de La Atalaya del 1 de mayo de 1996.
[Comentario de la página 28]
Aun cuando Jehová perdona a los pecadores que se arrepienten, tal vez haya consecuencias de
sus acciones que estos no puedan eludir
PAG. 22 w 06 15/2 PAGS. 26-28 PARRS. 1-12; w 95 15/5 PAG. 22 PARRS. 6-8
w 06 15/2 PAGS. 26-28 PARRS. 1-12
“La senda de los justos es como la luz brillante que va haciéndose más y más clara
hasta que el día queda firmemente establecido.” (PROVERBIOS 4:18.)
¿QUIÉN mejor que la propia Fuente de la luz, Jehová Dios, para describir el efecto que la salida
del Sol produce en la oscuridad de la noche? (Salmo 36:9.) Cuando el alba “se [ase] de las
extremidades de la tierra”, dice él, esta “se transforma como barro bajo un sello, y las cosas toman
su puesto como en la ropa” (Job 38:12-14). Según aumenta la luz del día, los objetos terrestres van
adquiriendo forma y se hacen reconocibles, tal como la blanda arcilla se transforma cuando se
estampa en su superficie el emblema de un sello.
2
Jehová es también la Fuente de la iluminación espiritual (Salmo 43:3). Mientras el mundo
permanece sumido en densas tinieblas, el Dios verdadero continúa arrojando luz sobre su pueblo.
¿Con qué resultados? La Biblia responde: “La senda de los justos es como la luz brillante que va
haciéndose más y más clara hasta que el día queda firmemente establecido” (Proverbios 4:18).
Mediante su luz cada vez más brillante, Jehová sigue iluminando la senda de su pueblo y
refinándolo en lo relativo a la organización, la doctrina y la moralidad.
Iluminación que lleva al refinamiento de la organización
3
Jehová anunció por medio del profeta Isaías: “En vez del cobre traeré oro, y en vez del hierro
traeré plata, y en vez de la madera, cobre, y en vez de las piedras, hierro” (Isaías 60:17). Tal como
reemplazar un material de calidad inferior por uno de mayor calidad supone una mejora, así los
testigos de Jehová han experimentado mejoras en su organización durante “la conclusión del
sistema de cosas”, o “los últimos días” (Mateo 24:3; 2 Timoteo 3:1).
4
Al comienzo de los últimos días se elegía democráticamente a los ancianos y los diáconos de
las congregaciones de los Estudiantes de la Biblia (como se conocía entonces a los testigos de
Jehová). Sin embargo, había ancianos que carecían del verdadero espíritu evangelizador; otros
no solo eran reacios a predicar, sino que intentaban disuadir a los demás de que lo hicieran. Por lo
tanto, en 1919 se creó una nueva función en las congregaciones: la de director de servicio. En vez
de ser elegido por la congregación, el director de servicio era nombrado de manera teocrática por
la sucursal de los siervos de Dios. Entre sus deberes figuraban organizar la predicación, asignar
territorios y fomentar la participación en el ministerio del campo. Dicho cambio dio a la obra de
evangelizar un extraordinario impulso en los años siguientes.
5
Los miembros de las congregaciones cobraron nuevos bríos en 1922, cuando, en la asamblea
de los Estudiantes de la Biblia celebrada en Cedar Point (Ohio, EE.UU.), se les exhortó: “Anuncien,
anuncien, anuncien al Rey y su reino”. Para 1927 se había organizado hasta tal punto el servicio
del campo, que se designó el domingo como el día más conveniente para predicar de casa en
casa. ¿Por qué el domingo? Porque para la mayor parte de la gente era su día de descanso. En la
actualidad, los testigos de Jehová demostramos el mismo espíritu al visitar a las personas en los
momentos en que es más probable que estén en casa, como los fines de semana y al anochecer.
6
La predicación del Reino recibió gran ímpetu la tarde del domingo 26 de julio de 1931 al
adoptarse una resolución, primero en una asamblea realizada en Columbus (Ohio, EE.UU.), y
luego en todo el mundo. La resolución decía en parte: “Somos siervos de Jehová Dios
comisionados a hacer una obra en su nombre, y, en obediencia a su mandamiento, a entregar el
testimonio de Jesucristo, y dar a conocer a la gente que Jehová es el verdadero y Omnipotente
Dios; por lo tanto gozosamente aceptamos el nombre que la boca de Jehová Dios ha pronunciado,
y deseamos ser conocidos como y llamados por el nombre de testigos de Jehová” (Isaías 43:10).
¡Con cuánta claridad definió el nuevo nombre cuál era la principal actividad de sus portadores! En
efecto, Jehová tenía mucho trabajo para todos sus siervos, y la respuesta general fue muy
entusiasta.
7
Aun cuando muchos ancianos se dedicaron humildemente a predicar, hubo algunos que
opusieron bastante resistencia a la idea de que todos los miembros de la congregación debían
participar en el ministerio público. Pero aún vendrían otras mejoras. Mediante la revista La Torre
del Vigía, las congregaciones recibieron en 1932 la directriz de que cesaran de elegir a los
ancianos y los diáconos, y que, en su lugar, eligieran un comité de servicio formado por hombres
espirituales que predicaran públicamente. De este modo, la superintendencia quedó a cargo de
quienes participaban activamente en el ministerio, y la obra siguió adelantando.
La luz más clara trae nuevas mejoras
8
La luz iba “haciéndose más y más clara”. En 1938 se eliminaron por completo las votaciones.
Todos los siervos de la congregación serían nombrados de manera teocrática bajo la supervisión
del “esclavo fiel y discreto” (Mateo 24:45-47). Prácticamente todas las congregaciones de los
testigos de Jehová aceptaron el cambio de buena gana, y la obra de dar testimonio continuó
produciendo fruto.
9
A partir del 1 de octubre de 1972 rigió un nuevo cambio en la supervisión de las
congregaciones de los testigos de Jehová por todo el mundo: se sustituyó al siervo, o
superintendente, de congregación por un cuerpo de ancianos. Dicho sistema se ha convertido en
un poderoso incentivo para que hermanos maduros reúnan las condiciones necesarias para dirigir
a la congregación (1 Timoteo 3:1-7). En consecuencia, cada vez más hermanos adquieren
experiencia en atender las obligaciones de la congregación. ¡Cuánto valoramos su contribución en
el pastoreo de la multitud de personas nuevas que han aceptado la verdad bíblica!
10
El Cuerpo Gobernante fue organizado en seis comités, los cuales asumieron desde el 1 de
enero de 1976 la supervisión de todas las actividades de la organización y de las congregaciones
del mundo. ¿Acaso no ha sido sumamente beneficioso contar con una “multitud de consejeros” que
dirija todo aspecto de la obra del Reino? (Proverbios 15:22; 24:6.)
11
El año 1992 fue testigo de otro refinamiento, uno comparable a lo que ocurrió después de que
los israelitas y otras personas regresaron del exilio en Babilonia. Como hacían falta levitas que
sirvieran en el templo en ese entonces, se asignaron más tareas a los netineos, que no eran
israelitas. De manera parecida, en 1992 se dieron mayores responsabilidades de servicio a
algunos miembros de las “otras ovejas” para que colaboraran con la clase del esclavo fiel y discreto
en el cuidado de los intereses terrestres, que van en aumento. Se les nombró ayudantes de los
comités del Cuerpo Gobernante (Juan 10:16).
12
¿Qué efecto ha producido todo lo anterior? “Nombraré la paz como tus superintendentes, y la
justicia como los que te asignan tus tareas”, dice Jehová (Isaías 60:17). Hoy día reina “la paz” entre
los siervos de Jehová, y el amor a “la justicia” ha llegado a ser ‘el que les asigna sus tareas’, es
decir, la fuerza que los impulsa a servir a Dios. Están muy bien organizados para realizar la obra de
predicar el Reino y hacer discípulos (Mateo 24:14; 28:19, 20).
Jesús nos encomendó la tarea de predicar las buenas nuevas del Reino “en toda la tierra
habitada para testimonio a todas las naciones” (Mat. 24:14). Y a fin de efectuar nuestro ministerio
más plenamente, se ha creado un nuevo sitio jw.org que reúne el contenido de watchtower.org, jw-
media.org y del antiguo jw.org (2 Tim. 4:5).
“Toda la tierra habitada.” Casi una tercera parte de la población mundial utiliza Internet. Para
muchos, sobretodo para los jóvenes, se ha convertido en la principal fuente de información.
Nuestro sitio le ofrece al público en general respuestas confiables a preguntas bíblicas. Mediante él
podrán conocer la organización de Jehová y solicitar fácilmente un curso bíblico gratuito. Esto
contribuirá a que las buenas nuevas lleguen a personas que viven en partes de la Tierra donde es
poco probable que escuchen el mensaje.
“Todas las naciones.” Para poder dar testimonio a gente de “todas las naciones”, los testigos
de Jehová tenemos que presentar la verdad bíblica en muchos idiomas. Por eso, en nuestro sitio
hemos puesto al alcance de todo el mundo información en unos cuatrocientos idiomas, como
ninguna otra página de Internet.
Sáquele provecho. El nuevo sitio jw.org no solo está diseñado para dar testimonio al público
en general. También se ha creado pensando en los testigos de Jehová. Si usted tiene acceso a
Internet, le invitamos a explorar cada rincón del sitio jw.org. A continuación se dan algunas
sugerencias para sacarle provecho a esta útil herramienta.
[Ilustración de la página 3]
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Lea las revistas más recientes en línea. En el sitio encontrará las revistas La Atalaya y
¡Despertad! varias semanas antes de que lleguen a su congregación. También hallará la grabación
en audio. (Vaya a “Publicaciones/Revistas”.)
Vea los artículos que solo están en Internet. Algunos artículos se publicarán únicamente en
nuestro sitio de Internet. Entre estos figuran “El rincón del joven”, “Mis primeras lecciones de la
Biblia”, “Actividades para la familia” y “Los jóvenes preguntan”. Analice algunos de estos artículos
en su estudio personal o en su adoración en familia. (Vaya a “Enseñanzas bíblicas/Niños” o a
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Entérese de las últimas noticias. Benefíciese de alentadores informes y experiencias, y
disfrute de videoclips que muestran el progreso de la obra en distintas partes del mundo. Las
noticias sobre desastres naturales o casos de persecución contribuirán a que sus oraciones a favor
de la hermandad sean más específicas (Sant. 5:16). (Vaya a “Noticias”.)
Utilice la herramienta Biblioteca en línea. Si esta herramienta está disponible en su idioma,
utilícela para leer el texto diario o buscar información en publicaciones recientes desde su
computadora o dispositivo móvil. (Vaya a “Publicaciones/Biblioteca en línea” o escriba la dirección
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NI LOS israelitas ni los egipcios habían visto nunca nada semejante. Cuando el pueblo de Dios
abandonó Egipto, comenzó a acompañarlos una columna de nube que por la noche se volvía de
fuego. ¡Qué impresionante! Pero ¿de dónde salió? ¿Qué finalidad tenía? Y hoy, tres mil quinientos
años más tarde, ¿qué aprendemos de la manera en que Israel veía “la columna de fuego y nube”?
(Éxo. 14:24.)
La Biblia revela el origen y el propósito de este milagro: “Jehová iba delante de ellos durante el
día en una columna de nube para guiarlos por el camino, y durante la noche en una columna de
fuego para darles luz, para ir de día y de noche” (Éxo. 13:21, 22). Como vemos, desde que los
israelitas salieron de Egipto, la columna fue el medio que Dios usó para guiarlos por el desierto.
Siempre tenían que estar listos para seguirla tan pronto se movía. Jehová también la utilizó para
protegerlos colocándola entre ellos y el ejército del faraón cuando este se preparaba para atacarlos
(Éxo. 14:19, 20). Aunque la columna no les indicó el camino más corto, la única forma que tenían
de llegar a la Tierra Prometida era dejándose dirigir por ella.
La columna era una garantía de que Dios estaba con los israelitas. Representaba a Jehová,
quien a veces les hablaba desde ella (Núm. 14:14; Sal. 99:7). Además, fue el medio que identificó
a Moisés como el caudillo elegido por Jehová (Éxo. 33:9). De igual modo, sirvió para confirmar el
nombramiento de Josué como sucesor de Moisés, tal como indica el último pasaje donde se la
menciona (Deu. 31:14, 15). Ciertamente, el éxito de los israelitas durante el éxodo dependía de
que reconocieran el medio visible que Dios estaba usando para dirigirlos y siguieran su guía.
Perdieron de vista el propósito de la columna
Cuando los israelitas vieron por primera vez aquella señal milagrosa, debieron de quedar
maravillados. Lamentablemente, su presencia constante no bastó para infundirles confianza plena
en Jehová. De hecho, llegaron a cuestionar la guía divina en varias ocasiones. Por ejemplo,
cuando los egipcios salieron tras ellos, no creyeron que Dios pudiera salvarlos. Más bien, acusaron
a su representante, Moisés, de haberlos metido en una trampa mortal (Éxo. 14:10-12). Después de
atravesar el mar Rojo, lo criticaron a él, a Aarón y al propio Jehová porque pensaron que
no tendrían comida ni agua (Éxo. 15:22-24; 16:1-3; 17:1-3, 7). Y unas semanas más tarde,
presionaron a Aarón para que les fabricara un becerro de oro. Imagínese la situación. En un sector
del campamento se alcanzaba a ver la columna de fuego y nube, la majestuosa prueba de que
estaba con ellos su Libertador, Jehová. Pero al mismo tiempo, no lejos de allí, los israelitas
estaban adorando a un ídolo sin vida mientras decían: “Este es tu Dios, oh Israel, que te hizo subir
de la tierra de Egipto”. ¡Qué “actos de falta de respeto” tan horribles! (Éxo. 32:4; Neh. 9:18.)
Con su rebeldía, los israelitas estaban demostrando desprecio por la guía de Jehová. Tenían un
problema de visión, pero no era físico, sino espiritual. Contemplaban la columna, pero ya
no significaba nada para ellos. Sus acciones le “causaban dolor [...] al Santo de Israel”, pero aun
así, él fue misericordioso y continuó dirigiéndolos mediante la columna hasta que llegaron a la
Tierra Prometida (Sal. 78:40-42, 52-54; Neh. 9:19).
Reconozcamos el medio que Dios usa para guiarnos hoy
En la actualidad, Jehová sigue guiando a su pueblo. Tal como no esperaba que los israelitas
trazaran su propia ruta en el desierto, tampoco nos pide a nosotros que nos las arreglemos solos
para alcanzar el prometido nuevo mundo. Ha nombrado Cabeza de la congregación a Jesucristo
(Mat. 23:10; Efe. 5:23). Este ha delegado parte de su autoridad en el esclavo fiel, el grupo de
cristianos ungidos de nuestros días. Y ellos, a su vez, nombran superintendentes para cuidar de
las congregaciones (Mat. 24:45-47; Tito 1:5-9).
¿Cómo podemos estar seguros de que hemos logrado identificar al esclavo, o mayordomo, fiel?
Jesús mismo dio la clave al decir: “¿Quién es verdaderamente el mayordomo fiel, el discreto, a
quien su amo nombrará sobre su servidumbre para que siga dándoles su medida de víveres a su
debido tiempo? ¡Feliz es aquel esclavo, si al llegar su amo lo halla haciéndolo así!” (Luc.
12:42, 43).
Para empezar, el grupo de cristianos ungidos es fiel. Siempre ha sido leal a Jehová, a Jesús, al
pueblo de Dios y a la Biblia. También es discreto, como lo demuestra la prudencia y buen juicio con
que dirige la importantísima obra de predicar las “buenas nuevas del reino” y hacer “discípulos de
gente de todas las naciones” (Mat. 24:14; 28:19, 20). Además, distribuye obedientemente alimento
espiritual saludable y nutritivo “a su debido tiempo”. Está claro que cuenta con la bendición divina.
¿Cómo lo sabemos? Para empezar, porque Jehová está haciendo crecer a la congregación.
Además, porque brinda a su pueblo la sabiduría que necesita para tomar decisiones importantes y
una comprensión cada vez más clara de las verdades bíblicas. Y también porque impide que sus
enemigos lo destruyan y lo colma de paz y tranquilidad (Isa. 54:17; Fili. 4:7).
Agradezcamos la guía divina
¿Cómo podemos demostrar gratitud por la guía de Dios? El apóstol Pablo nos da la respuesta:
“Sean obedientes a los que llevan la delantera entre ustedes, y sean sumisos” (Heb. 13:17). Claro,
esto no siempre es fácil. Para ilustrarlo, imagínese que usted es un israelita de la época de Moisés.
Lleva días caminando por el desierto detrás de la columna. De repente, esta se detiene. “¿Por
cuánto tiempo se quedará aquí? —piensa—. ¿Un día? ¿Una semana? ¿Varios meses?” Entonces
se pregunta si valdrá la pena deshacer el equipaje. Por si acaso, saca solo lo imprescindible. Sin
embargo, pasan varios días y se harta de estar buscando entre los bultos, de modo que decide
sacar el resto. Pero cuando está acabando, la columna se levanta, ¡y usted tiene que volver a
guardarlo todo! ¡Qué fastidio! Sin embargo, no le queda otra opción que partir “inmediatamente
después”, igual que el resto del pueblo (Núm. 9:17-22).
¿Cómo reaccionamos hoy cuando Dios nos da su guía? ¿La seguimos “inmediatamente
después” de recibirla, o continuamos haciendo las cosas como siempre? ¿Estamos al día con las
últimas instrucciones, como por ejemplo, las relacionadas con los estudios bíblicos, la predicación
a extranjeros, la adoración en familia, la conducta durante las asambleas y la colaboración con los
Comités de Enlace con los Hospitales? Otra manera de agradecer la dirección divina es aceptando
los consejos que se nos den. Por eso, al tomar decisiones importantes, no confiamos en nuestro
propio criterio, sino que acudimos a Jehová y su organización. Y tal como un niño corre a sus
padres cuando azota una tormenta, buscamos la seguridad que ofrece la congregación cuando
azotan los problemas de este mundo.
Por supuesto, ninguno de los cristianos que están al frente de la parte terrestre de la
organización es perfecto. Moisés tampoco lo era, y, sin embargo, la columna de nube y fuego era
una indicación constante de que había sido nombrado por Jehová y contaba con su aprobación.
Además, cabe notar que los israelitas solo levantaban el campamento “por orden de Jehová,
mediante Moisés”; nadie decidía por su cuenta cuándo trasladarse (Núm. 9:23). Por lo visto,
Moisés, el intermediario entre Dios y la nación, era quien daba la voz de partida.
Hoy día, el mayordomo fiel nos da una señal clara cada vez que es necesario emprender la
marcha, por decirlo así. Se vale de La Atalaya y Nuestro Ministerio del Reino, así como de
publicaciones nuevas y discursos en las asambleas. También nos hace llegar instrucciones
mediante los superintendentes viajantes, o mediante cartas y cursos de capacitación para los
siervos nombrados.
¿Reconocemos el medio por el cual nos dirige Dios durante los últimos días? Él usa su
organización para guiarnos a través de este mundo, que es como un peligroso desierto. Gracias a
ello disfrutamos de protección, amor y unidad.
Cuando los israelitas ya estaban asentados en la Tierra Prometida, Josué afirmó: “Ustedes bien
saben con todo su corazón y con toda su alma que ni una sola palabra de todas las buenas
palabras que Jehová su Dios les ha hablado ha fallado. Todas se han realizado para ustedes” (Jos.
23:14). El pueblo de Dios de tiempos modernos también llegará sin falta al prometido nuevo
mundo. Pero la supervivencia de cada uno de nosotros dependerá en buena medida de que
aceptemos humildemente la dirección de Jehová. Esforcémonos, pues, por reconocer el medio que
él usa para guiarnos.
[Ilustraciones de la página 5]
Hoy nos guía la organización de Jehová
Nuevas publicaciones
Escuelas teocráticas
Capacitación en las reuniones para el servicio del campo
LUNES
LECCION 3(b)
REPASO DE LA ESCUELA DEL SERVICIO DE PRECURSOR
DIA 1
Dominio; dignidad del gobernante, rey, emperador u otra persona que ejerce o posee la
autoridad suprema del poder público; fundamento del poder de una persona o grupo en los que se
halla depositada la máxima autoridad de un Estado.
En las Escrituras Hebreas aparece con frecuencia la palabra ʼAdho·nái, y 285 veces la
expresión ʼAdho·nái Yehwíh. ʼAdho·nái es una forma plural de ʼa·dhóhn: “señor; amo”. Otra forma
plural, ʼadho·ním, puede aplicarse a hombres simplemente como pluralidad: “señores” o “amos”.
Pero el término ʼAdho·nái sin sufijo siempre se utiliza en las Escrituras con referencia a Dios,
indicando el plural excelencia o majestad. Los traductores lo suelen traducir por “Señor”. Cuando
acompaña al nombre de Dios (ʼAdho·nái Yehwíh), como, por ejemplo, en el Salmo 73:28, la
expresión se traduce “DIOS el Señor” (BAS), “Señor Dios” (DK, PIB), “Jehová el Señor” (Mod, Val),
“Señor Jehovah” (Val, 1989), “ʼǍdonay Yahveh” (CI), “Señor Yavé” (NC), “Yahweh Dios” (BR),
“Señor Soberano Jehová” (NM). Aunque la Versión Valera de 1960 utiliza la palabra “soberano” en
Job 31:28 y Ezequiel 38:2 y 39:1, no lo hace como traducción de ʼAdho·nái.
La palabra griega de·spó·tēs designa a la persona que posee la autoridad suprema o tiene la
posesión absoluta y el poder sin control alguno. (Véase el Diccionario Expositivo de Palabras del
Nuevo Testamento, de W. E. Vine, vol. 1, 1984, pág. 93; vol. 4, 1987, págs. 44, 73.) Se traduce
“señor”, “amo” y “dueño”. Cuando se utiliza para dirigirse directamente a Dios, se traduce “Señor”
(NC, CI y otras), “Soberano” (Besson), “Soberano Señor” (ENP, VHA) y “Señor Soberano” (NM) en
Lucas 2:29, Hechos 4:24 y Revelación 6:10. Otras versiones la traducen en este último texto
“Soberano” (Mod, NBE, SA, Sd, VP), “Soberano Señor” (HAR; NVI; Val, 1989), “Dominador” (RH),
“Dueño” (BJ, JT, NTI) y “(el) Amo” (AFEBE, CEBIHA, CJ).
Por tanto, aunque los textos hebreos y griegos no tienen una palabra específica para
“soberano”, las palabras ʼAdho·nái y de·spó·tēs comunican esta idea cuando las Escrituras hacen
referencia a Jehová Dios, indicando la excelencia de su señorío.
La soberanía de Jehová. Jehová Dios es el Soberano del universo (“Señor del universo”; Lu
2:29, Sd) debido a que es el Creador y a su Divinidad y supremacía como el Omnipotente. (Gé
17:1; Éx 6:3; Rev 16:14.) Es el Dueño de todas las cosas y la Fuente de toda autoridad y poder, el
Gobernante Supremo de todos los gobiernos (Sl 24:1; Isa 40:21-23; Rev 4:11; 11:15); de Él dijo el
salmista: “Jehová mismo ha establecido firmemente su trono en los cielos mismos; y sobre toda
cosa su propia gobernación real ha tenido la dominación”. (Sl 103:19; 145:13.) Los discípulos de
Jesús oraron dirigiéndose a Dios: “Señor Soberano, tú eres Aquel que hizo el cielo y la tierra”. (Hch
4:24, NM; véanse también CEBIHA; HAR; NTI; NVI; Val.) Para la nación de Israel, Dios mismo
constituía los tres poderes del gobierno: el judicial, el legislativo y el ejecutivo. El profeta Isaías dijo:
“Jehová es nuestro Juez, Jehová es nuestro Dador de Estatutos, Jehová es nuestro Rey; él mismo
nos salvará”. (Isa 33:22.) Moisés da una notable descripción de Dios como Soberano en
Deuteronomio 10:17.
Por ser Jehová el Soberano, tiene el derecho y la autoridad de delegar responsabilidades
gubernativas. Hizo a David rey de Israel, y aunque las Escrituras hablan del ‘reino de David’, este
rey reconoció a Jehová como el Gran Gobernante Soberano al decir: “Tuya, oh Jehová, es la
grandeza y el poderío y la hermosura y la excelencia y la dignidad; porque todo lo que hay en los
cielos y en la tierra es tuyo. Tuyo es el reino, oh Jehová, Aquel que también te alzas como cabeza
sobre todo”. (1Cr 29:11.)
Gobernantes terrestres. Los gobernantes de las naciones ejercen su limitada gobernación por
tolerancia o permiso del Señor Soberano Jehová. Los gobiernos políticos no reciben su autoridad
de Dios, es decir, no desempeñan su cargo debido a que Dios les haya concedido autoridad o
poder, como se muestra en Revelación 13:1, 2, donde se dice que la bestia salvaje de siete
cabezas y diez cuernos consigue “su poder y su trono y gran autoridad” del dragón, Satanás el
Diablo. (Rev 12:9; véase BESTIAS SIMBÓLICAS.)
De modo que aunque Dios ha permitido que se sucedan los gobiernos humanos, uno de sus
reyes poderosos tuvo que reconocer por experiencia propia: “Su gobernación es una gobernación
hasta tiempo indefinido, y su reino es para generación tras generación. Y a todos los habitantes de
la tierra se está considerando como meramente nada, y él está haciendo conforme a su propia
voluntad entre el ejército de los cielos y los habitantes de la tierra. Y no existe nadie que pueda
detener su mano o que pueda decirle: ‘¿Qué estás haciendo?’”. (Da 4:34, 35.)
Por ello, mientras Dios permita la existencia de los gobiernos humanos, aplicará la admonición
del apóstol Pablo a los cristianos: “Toda alma esté en sujeción a las autoridades superiores,
porque no hay autoridad a no ser por Dios; las autoridades que existen están colocadas por Dios
en sus posiciones relativas”. Luego el apóstol explica que cuando estos gobiernos actúan para
castigar al que hace el mal, la ‘autoridad superior’ o gobernante (aunque no sea un fiel adorador de
Dios) actúa indirectamente como ministro de Dios en esta misión particular, al expresar ira sobre
los malhechores. (Ro 13:1-6.)
En cuanto a que estas autoridades están “colocadas por Dios en sus posiciones relativas”, las
Escrituras indican que esto no significa que Dios haya constituido estos gobiernos ni que los
apoye. Más bien, los ha utilizado para realizar su buen propósito en relación con su voluntad para
sus siervos terrestres. Moisés dijo: “Cuando el Altísimo dio a las naciones una herencia, cuando
separó a los hijos de Adán unos de otros, procedió a fijar el límite de los pueblos con consideración
para el número de los hijos de Israel”. (Dt 32:8.)
El hijo de Dios como Rey. Después de que se destronó al último rey que se sentó en el “trono
de Jehová” en Jerusalén (1Cr 29:23), el profeta Daniel recibió una visión en la que contempló el
nombramiento futuro del propio Hijo de Dios para ser Rey. La posición de Jehová sobresale
claramente cuando Él, el Anciano de Días, concede la gobernación a su Hijo. El relato dice: “Seguí
contemplando en las visiones de la noche, y, ¡pues vea!, con las nubes de los cielos sucedía que
venía alguien como un hijo del hombre; y al Anciano de Días obtuvo acceso, y lo presentaron
cerca, aun delante, de Aquel. Y a él fueron dados gobernación y dignidad y reino, para que los
pueblos, grupos nacionales y lenguajes todos le sirvieran aun a él. Su gobernación es una
gobernación de duración indefinida que no pasará, y su reino uno que no será reducido a ruinas”.
(Da 7:13, 14.) Cuando se compara este texto con Mateo 26:63, 64, no queda ninguna duda de que
el “hijo del hombre” mencionado en la visión de Daniel es Jesucristo. Él obtiene acceso a la
presencia de Jehová y recibe autoridad para gobernar. (Compárese con Sl 2:8, 9; Mt 28:18.)
Se desafía la soberanía de Jehová. La iniquidad ha existido durante la práctica totalidad de la
existencia de la raza humana en la Tierra. La humanidad ha ido muriendo, y los pecados y las
transgresiones contra Dios se han multiplicado. (Ro 5:12, 15, 16.) Como la Biblia indica que Dios
dio al hombre un comienzo perfecto, han surgido las siguientes preguntas: ¿cómo empezaron el
pecado, la imperfección y la iniquidad?, y ¿por qué ha permitido el Dios Todopoderoso que estas
cosas continúen por siglos? Las respuestas tienen que ver con un desafío a la soberanía de Dios
que planteó una cuestión suprema relacionada con la humanidad.
Lo que Dios quiere de los que le sirven. Durante el transcurso de los siglos, Jehová Dios ha
probado mediante sus palabras y acciones que es un Dios de amor y bondad inmerecida, que
ejerce justicia y juicio perfectos, y que extiende misericordia a los que intentan servirle. (Éx 34:6, 7;
Sl 89:14; véanse JUSTICIA; MISERICORDIA.) Ha expresado su bondad hasta a los
desagradecidos e inicuos. (Mt 5:45; Lu 6:35; Ro 5:8.) Se deleita en el hecho de que su soberanía
se administra con amor. (Jer 9:24.)
Por ello desea que en su universo haya exclusivamente personas que le sirvan por amor a Él y
a sus excelentes cualidades, que le amen primero a Él y después a su prójimo (Mt 22:37-39); que
amen, deseen y antepongan Su soberanía a cualquier otra (Sl 84:10), y que, aunque puedan
independizarse, escojan Su soberanía porque saben que Su gobernación es mucho más sabia,
más justa y mejor que cualquier otra. (Isa 55:8-11; Jer 10:23; Ro 7:18.) Tales personas no sirven a
Dios simplemente por temor a su omnipotencia ni por razones egoístas, sino por amor a Su justicia,
derecho y sabiduría y debido a que conocen la grandeza y la bondad amorosa de Jehová. (Sl
97:10; 119:104, 128, 163.) Exclaman junto con el apóstol Pablo: “¡Oh la profundidad de las
riquezas y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán inescrutables son sus juicios e
ininvestigables sus caminos! Porque ‘¿quién ha llegado a conocer la mente de Jehová, o quién se
ha hecho su consejero?’. O, ‘¿Quién le ha dado primero, para que tenga que pagársele?’. Porque
procedentes de él y por él y para él son todas las cosas. A él sea la gloria para siempre. Amén”.
(Ro 11:33-36.)
Tales personas llegan a conocer a Dios, y en realidad conocerle implica amarle y apegarse a su
soberanía. El apóstol Juan escribe: “Todo el que permanece en unión con él no practica el pecado;
nadie que practica el pecado lo ha visto ni ha llegado a conocerlo”. Y: “El que no ama no ha llegado
a conocer a Dios, porque Dios es amor”. (1Jn 3:6; 4:8.) Jesús, quien conocía a su Padre mejor que
ningún otro, dijo: “Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre, y nadie conoce
plenamente al Hijo sino el Padre, ni conoce nadie plenamente al Padre sino el Hijo, y cualquiera a
quien el Hijo quiera revelarlo”. (Mt 11:27.)
Dominio; dignidad del gobernante, rey, emperador u otra persona que ejerce o posee la
autoridad suprema del poder público; fundamento del poder de una persona o grupo en los que se
halla depositada la máxima autoridad de un Estado.
En las Escrituras Hebreas aparece con frecuencia la palabra ʼAdho·nái, y 285 veces la
expresión ʼAdho·nái Yehwíh. ʼAdho·nái es una forma plural de ʼa·dhóhn: “señor; amo”. Otra forma
plural, ʼadho·ním, puede aplicarse a hombres simplemente como pluralidad: “señores” o “amos”.
Pero el término ʼAdho·nái sin sufijo siempre se utiliza en las Escrituras con referencia a Dios,
indicando el plural excelencia o majestad. Los traductores lo suelen traducir por “Señor”. Cuando
acompaña al nombre de Dios (ʼAdho·nái Yehwíh), como, por ejemplo, en el Salmo 73:28, la
expresión se traduce “DIOS el Señor” (BAS), “Señor Dios” (DK, PIB), “Jehová el Señor” (Mod, Val),
“Señor Jehovah” (Val, 1989), “ʼǍdonay Yahveh” (CI), “Señor Yavé” (NC), “Yahweh Dios” (BR),
“Señor Soberano Jehová” (NM). Aunque la Versión Valera de 1960 utiliza la palabra “soberano” en
Job 31:28 y Ezequiel 38:2 y 39:1, no lo hace como traducción de ʼAdho·nái.
La palabra griega de·spó·tēs designa a la persona que posee la autoridad suprema o tiene la
posesión absoluta y el poder sin control alguno. (Véase el Diccionario Expositivo de Palabras del
Nuevo Testamento, de W. E. Vine, vol. 1, 1984, pág. 93; vol. 4, 1987, págs. 44, 73.) Se traduce
“señor”, “amo” y “dueño”. Cuando se utiliza para dirigirse directamente a Dios, se traduce “Señor”
(NC, CI y otras), “Soberano” (Besson), “Soberano Señor” (ENP, VHA) y “Señor Soberano” (NM) en
Lucas 2:29, Hechos 4:24 y Revelación 6:10. Otras versiones la traducen en este último texto
“Soberano” (Mod, NBE, SA, Sd, VP), “Soberano Señor” (HAR; NVI; Val, 1989), “Dominador” (RH),
“Dueño” (BJ, JT, NTI) y “(el) Amo” (AFEBE, CEBIHA, CJ).
Por tanto, aunque los textos hebreos y griegos no tienen una palabra específica para
“soberano”, las palabras ʼAdho·nái y de·spó·tēs comunican esta idea cuando las Escrituras hacen
referencia a Jehová Dios, indicando la excelencia de su señorío.
PAG. 31 it-2 PAG. 1044
SOBERANÍA
Dominio; dignidad del gobernante, rey, emperador u otra persona que ejerce o posee la
autoridad suprema del poder público; fundamento del poder de una persona o grupo en los que se
halla depositada la máxima autoridad de un Estado.
En las Escrituras Hebreas aparece con frecuencia la palabra ʼAdho·nái, y 285 veces la
expresión ʼAdho·nái Yehwíh. ʼAdho·nái es una forma plural de ʼa·dhóhn: “señor; amo”. Otra forma
plural, ʼadho·ním, puede aplicarse a hombres simplemente como pluralidad: “señores” o “amos”.
Pero el término ʼAdho·nái sin sufijo siempre se utiliza en las Escrituras con referencia a Dios,
indicando el plural excelencia o majestad. Los traductores lo suelen traducir por “Señor”. Cuando
acompaña al nombre de Dios (ʼAdho·nái Yehwíh), como, por ejemplo, en el Salmo 73:28, la
expresión se traduce “DIOS el Señor” (BAS), “Señor Dios” (DK, PIB), “Jehová el Señor” (Mod, Val),
“Señor Jehovah” (Val, 1989), “ʼǍdonay Yahveh” (CI), “Señor Yavé” (NC), “Yahweh Dios” (BR),
“Señor Soberano Jehová” (NM). Aunque la Versión Valera de 1960 utiliza la palabra “soberano” en
Job 31:28 y Ezequiel 38:2 y 39:1, no lo hace como traducción de ʼAdho·nái.
La palabra griega de·spó·tēs designa a la persona que posee la autoridad suprema o tiene la
posesión absoluta y el poder sin control alguno. (Véase el Diccionario Expositivo de Palabras del
Nuevo Testamento, de W. E. Vine, vol. 1, 1984, pág. 93; vol. 4, 1987, págs. 44, 73.) Se traduce
“señor”, “amo” y “dueño”. Cuando se utiliza para dirigirse directamente a Dios, se traduce “Señor”
(NC, CI y otras), “Soberano” (Besson), “Soberano Señor” (ENP, VHA) y “Señor Soberano” (NM) en
Lucas 2:29, Hechos 4:24 y Revelación 6:10. Otras versiones la traducen en este último texto
“Soberano” (Mod, NBE, SA, Sd, VP), “Soberano Señor” (HAR; NVI; Val, 1989), “Dominador” (RH),
“Dueño” (BJ, JT, NTI) y “(el) Amo” (AFEBE, CEBIHA, CJ).
Por tanto, aunque los textos hebreos y griegos no tienen una palabra específica para
“soberano”, las palabras ʼAdho·nái y de·spó·tēs comunican esta idea cuando las Escrituras hacen
referencia a Jehová Dios, indicando la excelencia de su señorío.
La soberanía de Jehová. Jehová Dios es el Soberano del universo (“Señor del universo”; Lu
2:29, Sd) debido a que es el Creador y a su Divinidad y supremacía como el Omnipotente. (Gé
17:1; Éx 6:3; Rev 16:14.) Es el Dueño de todas las cosas y la Fuente de toda autoridad y poder, el
Gobernante Supremo de todos los gobiernos (Sl 24:1; Isa 40:21-23; Rev 4:11; 11:15); de Él dijo el
salmista: “Jehová mismo ha establecido firmemente su trono en los cielos mismos; y sobre toda
cosa su propia gobernación real ha tenido la dominación”. (Sl 103:19; 145:13.) Los discípulos de
Jesús oraron dirigiéndose a Dios: “Señor Soberano, tú eres Aquel que hizo el cielo y la tierra”. (Hch
4:24, NM; véanse también CEBIHA; HAR; NTI; NVI; Val.) Para la nación de Israel, Dios mismo
constituía los tres poderes del gobierno: el judicial, el legislativo y el ejecutivo. El profeta Isaías dijo:
“Jehová es nuestro Juez, Jehová es nuestro Dador de Estatutos, Jehová es nuestro Rey; él mismo
nos salvará”. (Isa 33:22.) Moisés da una notable descripción de Dios como Soberano en
Deuteronomio 10:17.
Por ser Jehová el Soberano, tiene el derecho y la autoridad de delegar responsabilidades
gubernativas. Hizo a David rey de Israel, y aunque las Escrituras hablan del ‘reino de David’, este
rey reconoció a Jehová como el Gran Gobernante Soberano al decir: “Tuya, oh Jehová, es la
grandeza y el poderío y la hermosura y la excelencia y la dignidad; porque todo lo que hay en los
cielos y en la tierra es tuyo. Tuyo es el reino, oh Jehová, Aquel que también te alzas como cabeza
sobre todo”. (1Cr 29:11.)
En las Escrituras Hebreas el adjetivo ja·sídh se utiliza con relación a alguien “leal” o “de bondad
amorosa”. (Sl 18:25, nota.) El sustantivo jé·sedh se refiere a la bondad, pero aunque comprende la
tierna consideración o bondad que se deriva del amor, va más allá. Es la bondad que se adhiere
amorosamente a un objeto hasta que su propósito con relación a ese objeto se ha realizado. Esta
es la clase de bondad que Dios muestra a sus siervos y que ellos le muestran a Él. Por lo tanto,
entra en el campo de la lealtad, una lealtad justa, devota y santa, por lo que se traduce “bondad
amorosa” y “amor leal”. (Gé 20:13; 21:23; véase BONDAD.)
En las Escrituras Griegas el sustantivo ho·si·ó·tēs y el adjetivo hó·si·os conllevan la idea de
santidad, justicia, reverencia, devoción o piedad, la observancia cuidadosa de todos los deberes
para con Dios. Supone una buena relación con Dios.
No parece que haya ninguna palabra española que exprese exacta y plenamente el significado
de los términos correspondientes en hebreo y en griego, pero como “lealtad” implica devoción y
fidelidad cuando se usa con relación a Dios y su servicio, sirve para transmitir una idea parecida.
La mejor manera de determinar el significado pleno de los términos bíblicos en cuestión es
examinar su uso en la Biblia.
La lealtad de Jehová. Como Jehová Dios, el Santísimo, es justo, muestra incesante bondad a
sus siervos e incluso trata con justicia y de modo coherente a sus enemigos, es confiable en grado
sumo. De Él se declara: “Grandes y maravillosas son tus obras, Jehová Dios, el Todopoderoso.
Justos y verdaderos son tus caminos, Rey de la eternidad. ¿Quién no te temerá verdaderamente,
Jehová, y glorificará tu nombre, porque solo tú eres leal?”. (Rev 15:3, 4.) La lealtad de Dios a la
justicia y al derecho, así como el amor que le tiene a su pueblo, le mueven a dictar sentencia. Por
ello, un ángel se sintió impulsado a decir: “Tú, Aquel que eres y que eras, el Leal, eres justo porque
has dictado estas decisiones”. (Rev 16:5; compárese con Sl 145:17.)
Jehová es leal a sus pactos. (Dt 7:9.) Por causa del pacto con su amigo Abrahán, durante siglos
tuvo gran paciencia con la nación de Israel y le mostró misericordia. (2Re 13:23) Por ello, mediante
su profeta Jeremías hizo este llamamiento a Israel: “‘De veras vuélvete, oh renegada Israel’, es la
expresión de Jehová. ‘No haré caer mi rostro airadamente sobre ustedes, porque soy leal’”. (Jer
3:12.) Los que son leales a Jehová pueden confiar plenamente en Él. David pidió la ayuda de Dios
en oración y dijo: “Con alguien leal tú actuarás en lealtad; con el poderoso, exento de falta, tratarás
de un modo exento de falta”. (2Sa 22:26.) David hizo un llamamiento al pueblo y le pidió que se
volviera del mal a fin de practicar el bien, “porque Jehová es amador de la justicia, y no dejará a los
que le son leales. Hasta tiempo indefinido ciertamente serán guardados”. (Sl 37:27, 28.)
Los que son leales a Jehová pueden confiar en que Él está cerca y los ayudará hasta el mismo
final de su proceder fiel, y pueden tener la plena seguridad de que los recordará en cualquier
situación. Él guarda su camino (Pr 2:8) y sus vidas o almas. (Sl 97:10.)
Jesucristo. Cuando Jesucristo estuvo en la Tierra, le fortaleció saber que Dios había predicho
de él, Su principal “leal”, que no dejaría su alma en el Seol. (Sl 16:10.) En el día del Pentecostés de
33 E.C. el apóstol Pedro aplicó esta profecía a Jesús, diciendo: “[David] vio de antemano y habló
respecto a la resurrección del Cristo, que ni fue abandonado en el Hades ni su carne vio
corrupción. A este Jesús lo resucitó Dios, del cual hecho todos nosotros somos testigos”. (Hch
2:25-28, 31, 32; compárese con Hch 13:32-37.) En un comentario sobre Hechos 2:27, The
Expositor’s Greek Testament dice que la palabra hebrea ja·sídh (usada en Sl 16:10) “no solo aplica
a alguien piadoso y devoto, sino también al que es objeto de la bondad de Jehová” (edición de
W. R. Nicoll, 1967, vol. 2).
Dios requiere lealtad. Jehová exige lealtad de sus siervos, que han de imitarle. (Ef 5:1.) El
apóstol Pablo dice a los cristianos que “deben vestirse de la nueva personalidad que fue creada
conforme a la voluntad de Dios en verdadera justicia y lealtad”. (Ef 4:24.) Cuando Pablo
recomienda la oración a la congregación, dice: “Por lo tanto, deseo que en todo lugar los hombres
se ocupen en orar, alzando manos leales, libres de ira y debates”. (1Ti 2:8.) La lealtad es una
cualidad esencial que capacita a un varón para un puesto de superintendencia en la congregación
de Dios. (Tit 1:8.)
EN CIERTA ocasión, un médico que no era testigo de Jehová asistió a la graduación de su hija
de la Escuela Bíblica de Galaad de la Watch Tower, donde había recibido preparación misional. Le
impresionó tanto la alegre multitud que pensó que debía haber muy pocos enfermos entre ellos.
¿Por qué estaban tan contentas aquellas personas? A propósito, ¿qué hace que todas las
reuniones del pueblo de Jehová, tanto en las congregaciones como en las asambleas de circuito y
de distrito, sean ocasiones felices? ¿No es el cariño fraternal que se muestran unos a otros?
No cabe duda de que el cariño fraternal es una de las razones de que se haya dicho que ningún
otro grupo religioso deriva más placer, felicidad y satisfacción de la religión que los testigos de
Jehová.
2
Sería lógico que esperáramos encontrar este cariño fraternal en vista de lo que dice el apóstol
Pedro en 1 Pedro 1:22: “Ahora que ustedes han purificado sus almas por su obediencia a la verdad
con el cariño fraternal sin hipocresía como resultado, ámense unos a otros intensamente desde el
corazón”. Uno de los elementos básicos de la palabra griega que se traduce “cariño fraternal” es
fi·lí·a (afecto). Su significado está relacionado estrechamente con a·gá·pe, que por lo general se
traduce “amor”. (1 Juan 4:8.) Aunque el cariño fraternal y el amor suelen utilizarse indistintamente,
cada uno tiene aspectos característicos. No debemos confundirlos, como hacen muchos
traductores de la Biblia. (En este artículo y en el siguiente examinaremos cada uno de estos
términos.)
3
Respecto a la diferencia entre estas dos palabras griegas, un helenista comentó que fi·lí·a
“fundamentalmente denotaba calidez, intimidad y afecto”. Por otra parte, a·gá·pe tiene que ver más
con la mente. Por eso, aunque se nos dice que amemos (a·gá·pe) a nuestros enemigos,
no sentimos cariño por ellos. ¿Por qué no? Porque “las malas compañías echan a perder los
hábitos útiles”. (1 Corintios 15:33.) Lo que Pedro pasa a decir también indica que hay una
diferencia entre estas palabras: “Suministren a su [...] cariño fraternal, amor”. (2 Pedro 1:5-7;
compárese con Juan 21:15-17.)
Ejemplos de cariño fraternal muy especial
4
La Palabra de Dios da algunos buenos ejemplos de cariño fraternal muy especial. Este cariño
especial no es el resultado de un capricho, sino que se basa en el aprecio que uno siente por las
cualidades sobresalientes de alguien. El ejemplo más notable es ciertamente el cariño que
Jesucristo tuvo al apóstol Juan. No cabe duda de que Jesús sintió cariño fraternal por todos sus
apóstoles fieles, y no le faltaban razones. (Lucas 22:28.) Una manera de demostrarlo fue
lavándoles los pies, y así les dio una lección de humildad. (Juan 13:3-16.) Pero Jesús sintió un
cariño especial por Juan, como este mencionó en varias ocasiones. (Juan 13:23; 19:26; 20:2.) Si
Jesús tenía razones para sentir cariño por sus discípulos y apóstoles, es muy probable que Juan le
hubiera dado motivos para que le tuviera cariño especial a él, pues Juan sintió un aprecio más
profundo por Jesús. Así se desprende de sus escritos, tanto de su Evangelio como de sus cartas
inspiradas. ¡Cuántas veces menciona el amor! El mayor aprecio que Juan sentía por las cualidades
espirituales de Jesús se observa en lo que escribió en los capítulos 1 y 13 al 17 de Juan, así como
en las referencias que hace en varias ocasiones a la existencia prehumana de Jesús. (Juan 1:1-3;
3:13; 6:38, 42, 58; 17:5; 18:37.)
5
Tampoco queremos pasar por alto el cariño fraternal muy especial que existió entre el apóstol
Pablo y su compañero cristiano Timoteo, un cariño que ciertamente se basaba en la estima que
cada uno tenía por las cualidades del otro. Los escritos de Pablo contienen excelentes comentarios
acerca de Timoteo, tales como: “No tengo a ningún otro de disposición como la de él, que
genuinamente cuide de las cosas que tienen que ver con ustedes. [...] Ustedes saben la prueba
que él dio de sí mismo, que, cual hijo con su padre, sirvió como esclavo conmigo en el adelanto de
las buenas nuevas”. (Filipenses 2:20-22.) En sus cartas a Timoteo, Pablo le habla muchas veces
de una manera que revela el mucho cariño que le tenía. Por ejemplo, 1 Timoteo 6:20 dice: “Oh
Timoteo, guarda lo que ha sido depositado a tu cuidado”. (Véase también 1 Timoteo 4:12-16; 5:23;
2 Timoteo 1:5; 3:14, 15.) El cariño especial que Pablo sentía por el joven Timoteo se destaca sobre
todo cuando comparamos las cartas que le escribió a él con la que escribió a Tito. Timoteo debe
haber sentido lo mismo con respecto a su amistad con Pablo, como se ve por las palabras de
Pablo en 2 Timoteo 1:3, 4: “Nunca ceso de acordarme de ti en mis ruegos [...], anhelo verte —pues
recuerdo tus lágrimas— para llenarme de gozo”.
6
En las Escrituras Hebreas también hallamos excelentes ejemplos, como el de David y
Jonatán. Leemos que después que David mató a Goliat, “la misma alma de Jonatán se ligó con el
alma de David, y Jonatán empezó a amarlo como a su propia alma”. (1 Samuel 18:1.) El aprecio
por el celo que David mostró por el nombre de Jehová y su intrepidez al salir al encuentro del
gigante Goliat, debió producir en Jonatán un cariño especial por David.
7
Jonatán sentía tanto cariño por David que arriesgó su propia vida para defenderlo del rey Saúl.
Nunca se resintió por el hecho de que Jehová hubiera escogido a David para que fuera el siguiente
rey de Israel. (1 Samuel 23:17.) David también sentía profundo cariño por Jonatán, como lo
muestra lo que dijo al lamentar su muerte: “Estoy angustiado por ti, hermano mío, Jonatán, muy
agradable me fuiste. Más maravilloso me fue tu amor que el amor procedente de mujeres”.
Ciertamente un verdadero aprecio mutuo caracterizó su relación. (2 Samuel 1:26.)
8
Otro buen ejemplo de cariño especial en las Escrituras Hebreas es el de dos mujeres: Noemí y
su nuera Rut, que había enviudado. Recuerde lo que Rut le dijo a Noemí: “No me instes con
ruegos a que te abandone, a que me vuelva de acompañarte; porque a donde tú vayas yo iré, y
donde tú pases la noche yo pasaré la noche. Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios mi Dios”. (Rut
1:16.) ¿No debemos concluir que la conducta de Noemí y lo que decía de Jehová contribuyeron a
que Rut manifestara tal aprecio? (Compárese con Lucas 6:40.)
El ejemplo del apóstol Pablo
9
Como hemos visto, el cariño fraternal que el apóstol Pablo sentía por Timoteo era muy
especial. Pero Pablo también dio un ejemplo maravilloso al mostrar mucho cariño fraternal a sus
hermanos en general. Dijo a los ancianos de Éfeso que ‘por tres años, noche y día, no había
cesado de amonestar a cada uno con lágrimas’. ¿No era esto una muestra de cariño fraternal? Sin
lugar a dudas. Y ellos sentían lo mismo por Pablo. Al enterarse de que no lo verían más,
“prorrumpió gran llanto entre todos ellos, y se echaron sobre el cuello de Pablo y lo besaron
tiernamente”. (Hechos 20:31, 37.) ¿Cariño fraternal basado en el aprecio? Claro que sí. Pablo
también manifiesta su cariño fraternal al decir en 2 Corintios 6:11-13: “Nuestra boca se ha abierto
para ustedes, corintios, nuestro corazón se ha ensanchado. Ustedes no se hallan apretados y
escasos de lugar en nosotros, pero sí se hallan apretados y escasos de lugar en sus propios
tiernos cariños. Así es que, como recompensa, en cambio —hablo como a hijos—, ustedes,
también, ensánchense”.
10
Es obvio que muchos de los corintios no tenían suficiente cariño fraternal y estima por el
apóstol Pablo. Algunos se quejaron: “Sus cartas son de peso y enérgicas, pero su presencia en
persona es débil, y su habla desdeñable”. (2 Corintios 10:10.) Por tal razón, el apóstol Pablo hizo
referencia a sus “apóstoles superfinos” y se vio en la necesidad de relatar las pruebas que había
aguantado, como aparece en 2 Corintios 11:5, 22-33.
11
El cariño que Pablo sentía por aquellos a quienes ministraba queda muy claro por lo que dijo
en 1 Tesalonicenses 2:8: “Teniéndoles tierno cariño, nos fue de mucho agrado impartirles, no solo
las buenas nuevas de Dios, sino también nuestras propias almas, porque ustedes llegaron a
sernos amados”. De hecho, tanto cariño tenía a estos nuevos, que no pudo esperar más —tan
deseoso estaba de saber cómo les iba con la persecución— y les envió a Timoteo, quien luego dio
un buen informe que alentó mucho a Pablo. (1 Tesalonicenses 3:1, 2, 6, 7.) Bien lo dice la obra
Perspicacia para comprender las Escrituras: “Se forjó una estrecha relación de cariño fraternal
entre Pablo y aquellos a quienes ministraba”.
El aprecio: la clave del cariño fraternal
12
Sin duda, el aprecio es la clave del cariño fraternal. ¿No tienen todos los siervos dedicados
de Jehová cualidades que apreciamos, que hacen que sintamos mucho cariño por ellos? Todos
buscamos primero el Reino de Dios y su justicia. Todos luchamos con valor contra nuestros tres
enemigos comunes: Satanás y sus demonios, el mundo inicuo bajo el control de Satanás y las
tendencias egoístas de la carne pecaminosa que hemos heredado. ¿No deberíamos pensar
siempre que nuestros hermanos lo hacen lo mejor que pueden en vista de las circunstancias?
Toda persona está o de parte de Jehová o de parte de Satanás. Nuestros hermanos dedicados
están de parte de Jehová, sí, son de los nuestros, y, por lo tanto, merecen nuestro cariño fraternal.
13
¿Qué podemos decir del aprecio que tenemos a nuestros ancianos? ¿No deberían ocupar un
lugar especial en nuestro corazón por su ardua labor a favor de los intereses de la congregación?
Ellos, como nosotros, han de mantenerse a sí mismos y a su familia. También tienen las mismas
obligaciones que nosotros: estudiar personalmente, asistir a las reuniones de congregación y
participar en el ministerio del campo. Además, es su obligación preparar partes en el programa de
las reuniones, pronunciar discursos públicos y atender problemas que surjan en la congregación, lo
que a veces les supone pasar muchas horas en audiencias judiciales. Ciertamente queremos
“[seguir] teniendo aprecio a hombres de esa clase”. (Filipenses 2:29.)
Mostremos cariño fraternal
14
Para agradar a Jehová, tenemos que demostrar el afectuoso sentimiento de cariño fraternal a
nuestros compañeros de creencia, como lo hicieron Jesucristo y Pablo. Leemos: “En [cariño
fraternal] ténganse tierno cariño unos a otros”. (Romanos 12:10, Kingdom Interlinear.) “Respecto al
[cariño fraternal], ustedes no tienen necesidad de que les escribamos, porque ustedes mismos son
enseñados por Dios a amarse unos a otros.” (1 Tesalonicenses 4:9, Int.) “Que su [cariño fraternal]
continúe.” (Hebreos 13:1, Int.) No cabe duda de que a nuestro Padre celestial le agrada cuando
mostramos cariño fraternal a sus hijos terrestres.
15
En tiempos apostólicos, los cristianos acostumbraban saludarse con un “beso santo” o un
“beso de amor”. (Romanos 16:16; 1 Pedro 5:14.) Esta era una verdadera muestra de cariño
fraternal. Hoy día, en la mayoría de los lugares de la Tierra, una manera más apropiada de hacerlo
sería mediante una sonrisa amigable y un fuerte apretón de manos. En los países
latinoamericanos, como México, las personas suelen saludarse con un abrazo, que es una
verdadera muestra de cariño. Es posible que el cariño intenso de estos hermanos sea en parte la
razón del gran aumento de publicadores que se produce en esos países.
16
Cuando entramos en el Salón del Reino, ¿hacemos un esfuerzo especial por demostrar
cariño fraternal? Si así es, nos sentiremos impulsados a decir algo animador a nuestros hermanos,
sobre todo a los que parecen estar deprimidos. Se nos manda que “[hablemos] confortadoramente
a las almas abatidas”. (1 Tesalonicenses 5:14.) Esta es una buena manera de comunicar lo cálido
del cariño fraternal. Otra excelente manera de hacerlo es agradeciendo un buen discurso público,
una asignación bien presentada en el programa de la reunión, lo bien que se ha esforzado un
estudiante en la Escuela del Ministerio Teocrático y así por el estilo.
17
¿Pudiéramos invitar a algunos hermanos a nuestro hogar para disfrutar de una comida o tal
vez de un refresco después de una reunión, si no es muy tarde? ¿No deberíamos regirnos por el
consejo de Jesús anotado en Lucas 14:12-14? Un ex misionero fue nombrado superintendente
presidente de una congregación en la que todos los demás hermanos eran de otra raza. Percibió la
falta de cariño fraternal, de modo que se propuso remediar la situación. ¿Cómo? Todos los
domingos invitaba a una familia diferente a comer. Al cabo de un año, toda la congregación le tenía
mucho cariño fraternal.
18
Cuando un hermano está enfermo, sea en su casa o en el hospital, el cariño fraternal nos
impulsará a dejarle saber que nos interesamos por él. ¿Y qué se puede decir de los que viven en
un asilo de ancianos? ¿Por qué no visitarlos, telefonearles o enviarles una tarjeta que exprese
nuestro afecto?
19
Al dar muestras de cariño fraternal, preguntémonos: ‘¿Soy parcial? ¿Me dejo influir por el
color de la piel, la educación o las posesiones materiales de las personas? ¿Necesito ensanchar
mi cariño fraternal, como instó el apóstol Pablo a los cristianos de Corinto?’. El cariño fraternal hará
que veamos a nuestros hermanos de manera positiva y que los apreciemos por sus buenas
cualidades. También nos ayudará a alegrarnos por el progreso de nuestro hermano en vez de
envidiarlo.
20
El cariño fraternal también nos impulsará a estar al tanto de ayudar a nuestros hermanos en
el ministerio. Así obraremos en conformidad con lo que dice el cántico 92:
“Al que está débil hay que ayudar;
darle denuedo para el hablar.
A los niñitos no hay que olvidar,
sino librarlos de su vacilar”.
21
Por lo tanto, no olvidemos que, al mostrar cariño fraternal, es aplicable el principio que Jesús
enunció en su Sermón del Monte: “Practiquen el dar, y se les dará. Derramarán en sus regazos
una medida excelente, apretada, remecida y rebosante. Porque con la medida con que ustedes
miden, se les medirá en cambio”. (Lucas 6:38.) Nos beneficiamos personalmente cuando
mostramos cariño fraternal, estimando a aquellos que sirven a Jehová como nosotros. ¡En verdad,
felices son los que se deleitan en manifestar cariño fraternal!
MARTES
LECCION 4(b)
INTERESATE SINCERAMENTE POR LOS DEMAS
Usamos este formulario siempre que encontremos a una persona interesada que no vive en el
territorio o que habla otro idioma. Aunque antes llenábamos un formulario cuando encontrábamos
a alguien que hablaba otro idioma sin importar si tenía interés o no, ahora solo lo usamos si la
persona demuestra interés. La única excepción es si la persona es sorda. En este caso, debemos
llenar un formulario S-43 siempre.
¿Qué hacemos con el formulario una vez completado? Entregárselo al secretario de la
congregación. Si él sabe a qué congregación corresponde, sencillamente lo envía a los ancianos
de esa congregación para que se atienda el interés. Cuando el secretario no encuentra cuál es la
congregación, lo envía a la sucursal.
Si la persona interesada habla otro idioma pero vive en nuestro territorio, podemos seguir
cultivando su interés hasta que la visite un publicador de la congregación de su idioma (véase
Nuestro Ministerio del Reino de noviembre de 2009, página 4).
¿Qué implica?
Utilizar las preguntas para obtener un resultado en particular. Quizá se espere una
contestación verbal o, más bien, que los oyentes respondan mentalmente. La eficacia
de las preguntas depende de su contenido y del modo como se formulan.
¿POR QUÉ ES IMPORTANTE?
Ayuda a los oyentes a interesarse en el asunto que se está tratando. Por otra parte, el
maestro puede obtener información valiosa sobre sus estudiantes si les plantea
preguntas bien pensadas.
COMO las preguntas exigen una respuesta —sea verbal o mental—, contribuyen a que los
oyentes centren la atención en lo que usted les dice. Puede valerse de ellas para entablar
conversaciones y disfrutar de un estimulante intercambio de ideas. Tanto en su función de orador
como de maestro, empléelas para despertar el interés, ayudar a razonar sobre un tema o hacer
hincapié en ciertos puntos. Si las utiliza bien, animará a otras personas a reflexionar en vez de
limitarse a escuchar. Póngase un objetivo y formule las preguntas de forma tal que lo alcance.
Para entablar conversaciones. Cuando participe en el ministerio del campo, procure invitar a
las personas a expresarse, si así lo desean.
Muchos Testigos comienzan diálogos interesantes con solo decir: “¿Se ha preguntado alguna
vez...?”. Si el asunto al que se refieren preocupa a mucha gente, está casi garantizado que
disfrutarán de su predicación. Aun en el caso de que la persona no haya pensado nunca en la
cuestión, tal vez se despierte su curiosidad. Con expresiones como “¿Qué piensa sobre...?”, “¿Qué
le parece...?” y “¿Cree usted que...?”, se puede plantear gran variedad de temas.
Cuando el evangelizador Felipe abordó a un funcionario etíope que leía en voz alta una profecía
de Isaías, se limitó a preguntarle: “¿Verdaderamente sabes [es decir, entiendes] lo que estás
leyendo?” (Hech. 8:30). El interrogante preparó el terreno para que Felipe le explicara las verdades
acerca de Jesucristo. Con preguntas similares, algunos Testigos de la actualidad han encontrado
personas ansiosas de entender con claridad la verdad bíblica.
Mucha gente está más dispuesta a escuchar si antes se le da la oportunidad de expresar su
parecer. Por tanto, cuando haga una pregunta, escuche atentamente la contestación de su
interlocutor. Responda a su comentario con amabilidad, y no con crítica. Siempre que sea posible,
encómielo de manera sincera. En cierta ocasión, un escriba “contest[ó] inteligentemente” a Jesús, y
este lo elogió con las palabras: “No estás lejos del reino de Dios” (Mar. 12:34). Aunque no esté de
acuerdo con la persona, puede darle las gracias por haber expresado su opinión. Quizá lo que le
ha dicho revele una actitud que usted deba tener en cuenta al hablarle de la verdad bíblica.
Para dar paso a ideas importantes. Cuando hable en público o converse con alguien, procure
servirse de las preguntas para dirigir la atención a puntos importantes. Asegúrese de que estas
aludan a asuntos de verdadero interés para sus oyentes. También puede emplear preguntas que
intriguen por no tener respuesta obvia. Si tras formularlas hace una pausa breve, su auditorio
probablemente escuchará lo que sigue con mayor interés.
En cierta ocasión, el profeta Miqueas planteó una serie de interrogantes. Para empezar, inquirió
qué pide Dios de quienes lo adoran y, a continuación, formuló cuatro preguntas más que sugieren
posibles contestaciones. Todas esas preguntas preparan al lector para la sabia respuesta con que
concluye el razonamiento (Miq. 6:6-8). ¿Por qué no prueba usted a hacer algo parecido cuando
enseñe?
Para razonar sobre un tema. También pueden emplearse preguntas para ayudar a los oyentes
a seguir la lógica de una argumentación. Jehová se valió de este recurso al dirigir una seria
declaración formal contra los israelitas, como muestra Malaquías 1:2-10. En primer lugar les dijo:
“Los he amado”. Puesto que ellos no reconocieron su amor, les preguntó: “¿No fue Esaú el
hermano de Jacob?”. Entonces Jehová señaló a la desolación de Edom como prueba de que, a
causa de la maldad de esta nación, él no la amó. A continuación utilizó varias ilustraciones
intercaladas con interrogantes que ponían de relieve que Israel no respondía debidamente a Su
amor. Algunas de tales preguntas se ponen en boca de los sacerdotes infieles, mientras que otras
se las plantea Jehová a ellos. El emocionante diálogo nos cautiva con su lógica irrefutable y su
impactante mensaje.
Algunos oradores usan con eficacia las preguntas de un modo parecido. Aunque no esperen
recibir una contestación verbal, logran que los oyentes respondan mentalmente a lo que les dice,
como si de un diálogo se tratara.
Cuando dirigimos estudios bíblicos, empleamos un método que requiere la participación oral del
estudiante. Si este se limita a repetir la respuesta impresa, es obvio que no se beneficiará
plenamente. Así pues, con un tono afable, hágale preguntas auxiliares que le ayuden a razonar.
En las ideas clave anímelo a basar su respuesta en la Biblia. También pudiera preguntarle: “¿Qué
relación hay entre este punto y [otra cuestión que ya hayan estudiado]? ¿Por qué es importante?
¿Qué efecto debería tener en nuestra vida?”. Con este método obtendrá mejores resultados que
expresando sus propias convicciones o dando explicaciones detalladas, pues ayudará al
estudiante a utilizar su “facultad de raciocinio” para adorar a Dios (Rom. 12:1).
Si el estudiante no capta una idea, sea paciente. Quizás esté comparando lo que usted le dice
con lo que él ha creído por muchos años. Trate de enfocar el asunto desde un ángulo diferente.
A veces, sin embargo, hay que recurrir a razonamientos muy elementales. Utilice las Escrituras con
frecuencia. Emplee ilustraciones acompañadas de preguntas sencillas que induzcan a razonar
sobre la base de las pruebas.
Para que la persona exprese lo que realmente opina. Las respuestas de la gente a las
preguntas no siempre revelan su verdadera opinión. Tal vez nuestro interlocutor dé la contestación
que piensa que esperamos oír. Por tanto, debemos tener discernimiento (Pro. 20:5). Pudiéramos
imitar a Jesús y preguntarle: “¿Crees tú esto?” (Juan 11:26).
Cuando muchos discípulos de Jesús se ofendieron por lo que les dijo y lo abandonaron, él invitó
a sus apóstoles a expresar su parecer. Les preguntó: “Ustedes no quieren irse también, ¿verdad?”.
Pedro reveló el sentir de todos ellos al responder: “Señor, ¿a quién nos iremos? Tú tienes dichos
de vida eterna; y nosotros hemos creído y llegado a conocer que tú eres el Santo de Dios” (Juan
6:67-69). En otra ocasión, Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres que es el
Hijo del hombre?”. Entonces les formuló otra pregunta para que expresaran su opinión sincera:
“Pero ustedes, ¿quién dicen que soy?”. Pedro contestó: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo”
(Mat. 16:13-16).
En los estudios bíblicos posiblemente obtenga buenos resultados empleando un enfoque
parecido en ciertos temas. Pudiera preguntar: “¿Qué piensan tus compañeros de clase (o de
trabajo) de este asunto?”. Entonces añada: “¿Y qué piensas tú?”. Al saber lo que de verdad cree
su estudiante, estará en situación de ofrecerle la mejor ayuda.
Para dar énfasis. También puede utilizar preguntas para dar énfasis a ciertas ideas. Así lo hizo
el apóstol Pablo, como muestra Romanos 8:31, 32: “Si Dios está por nosotros, ¿quién estará
contra nosotros? El que ni aun a su propio Hijo perdonó, sino que lo entregó por todos nosotros,
¿por qué no nos dará bondadosamente también con él todas las demás cosas?”. Note que las dos
preguntas de estos versículos amplían la idea expresada en la frase que las antecede.
Tras dejar constancia escrita de la sentencia divina contra el rey de Babilonia, el profeta Isaías
añadió con total convicción: “Jehová de los ejércitos mismo ha aconsejado, y ¿quién puede
desbaratarlo? Y su mano es la que está extendida, y ¿quién puede volverla atrás?” (Isa. 14:27).
Tales preguntas llevan implícito que nadie puede hacerlo. No necesitan respuesta.
Para poner de manifiesto ideas incorrectas. Las preguntas bien pensadas son también muy
útiles para sacar a la luz ideas incorrectas. Antes de sanar a cierto hombre, Jesús preguntó a los
fariseos y a algunos entendidos en la Ley: “¿Es lícito curar en sábado, o no?”. Tras curar al
enfermo, agregó: “¿Quién de ustedes, si su hijo o su toro cae en un pozo, no lo saca
inmediatamente en día de sábado?” (Luc. 14:1-6). No hubo respuesta, aunque tampoco Jesús la
esperaba. Las preguntas pusieron de manifiesto la forma de pensar errónea de aquellos hombres.
A veces, hasta los cristianos verdaderos tienen ideas equivocadas. Algunos corintios del siglo
primero llevaron a sus hermanos a los tribunales para resolver problemas que deberían haber
zanjado entre ellos. ¿Cómo trató el apóstol Pablo la cuestión? Planteó una serie de preguntas
directas destinadas a corregir su manera de pensar (1 Cor. 6:1-8).
Con la práctica aprenderá a usar eficazmente las preguntas. No obstante, esfuércese por ser
respetuoso, sobre todo al dirigirse a gente mayor, a personas con las que no tenga confianza y a
quienes ocupen puestos de autoridad. Utilice preguntas para exponer la verdad bíblica de forma
atractiva.
CÓMO LOGRARLO
Para entablar conversaciones, utilice preguntas que aludan a asuntos de verdadero
interés para su interlocutor.
Antes de mencionar una idea importante, pruebe a plantear un interrogante que
despierte expectación.
Emplee preguntas para mostrar la base de sus afirmaciones, la lógica de las verdades
que expone y los buenos efectos que estas pueden tener en la vida de sus oyentes.
Válgase de preguntas para que el estudiante, en vez de repetir datos, exprese
su opinión sobre lo que ha aprendido.
EJERCICIOS: 1) Teniendo presente la zona en la que predica, prepare varias preguntas que
pueda utilizar para entablar conversaciones significativas. 2) Lea el capítulo 3 de Romanos y
fíjese en el uso que Pablo hace de las preguntas para razonar sobre la posición que judíos y
gentiles tienen ante Dios.
“NUESTRA capacidad para comunicarnos con los seres queridos está menguando de manera
alarmante”, informa el diario polaco Polityka. En Estados Unidos se calcula que los cónyuges solo
dedican seis minutos al día a conversar de forma constructiva. Algunos entendidos creen que la
mitad de las separaciones y los divorcios son el resultado de esta tendencia.
¿Y las conversaciones entre padres e hijos? En la mayoría de los casos “parecen más un
interrogatorio que una conversación: ‘¿Cómo te fue en la escuela? ¿Qué tal los amigos?’”, señala
el informe arriba mencionado, y después pregunta: “¿Cómo van a aprender así los hijos a
establecer vínculos emocionales?”.
Puesto que las dotes comunicativas no surgen de la nada, ¿hay algún modo de mejorar nuestra
habilidad para conversar? El discípulo cristiano Santiago nos dio un valioso consejo: “Todo hombre
tiene que ser presto en cuanto a oír, lento en cuanto a hablar, lento en cuanto a ira” (Santiago
1:19). En efecto, si queremos mantener una conversación constructiva, tenemos que prestar
cuidadosa atención y no interrumpir con impaciencia ni precipitarnos a sacar conclusiones.
Tampoco debemos caer en la crítica, pues puede asfixiar fácilmente la conversación. Es cierto que
Jesús hizo preguntas, pero con mucho tacto y no con el objetivo de interrogar, sino para sacar lo
que había en el corazón de quienes lo escuchaban y fortalecer su relación con ellos (Proverbios
20:5; Mateo 16:13-17; 17:24-27).
Por tanto, tome la iniciativa de conversar y comunicarse con sus seres queridos y ponga en
práctica los útiles principios que se hallan en la Biblia. Es posible que esto derive en una relación
estrecha y preciada que dure muchos años, tal vez toda la vida.
¿Qué implica?
Mirar por unos instantes a los ojos de quienes le están escuchando, si lo permiten las
costumbres de la comunidad. Ver personas, no simplemente un grupo.
¿POR QUÉ ES IMPORTANTE?
En muchas culturas se considera el contacto visual una señal de interés en
el interlocutor, así como una prueba de que se está convencido de lo que se dice.
LOS ojos comunican actitudes y sentimientos. Pueden indicar sorpresa o temor, transmitir
compasión o amor y, a veces, revelar incertidumbre o dolor. Un señor mayor dijo respecto a la
gente de su nacionalidad, que había sufrido mucho: “Hablamos con los ojos”.
Los demás pueden sacar conclusiones sobre nosotros y lo que decimos basándose en dónde
fijamos la vista. En muchas culturas se tiende a confiar en quienes miran a los ojos con expresión
amistosa, pero se duda de la sinceridad o competencia de quienes miran al suelo o algún objeto en
vez de a su interlocutor. En otras culturas, la mirada fija y sostenida revela una actitud descarada,
agresiva o desafiante, sobre todo ante alguien del otro sexo, un jefe u otra persona de rango
superior. Y en algunas zonas se considera una falta de respeto que un joven mire directamente a
los ojos de un adulto al dirigirle la palabra.
No obstante, en los lugares donde no es ofensivo, el que se mire a los ojos cuando se hace una
afirmación importante subraya lo que se dice y se interpreta como señal de convicción. Note la
respuesta de Jesús cuando sus discípulos, muy sorprendidos, le preguntaron: “¿Quién, realmente,
puede ser salvo?”. La Biblia indica: “Mirándolos al rostro, Jesús les dijo: ‘Para los hombres esto es
imposible, pero para Dios todas las cosas son posibles’” (Mat. 19:25, 26). Las Escrituras también
muestran que el apóstol Pablo observaba con atención las reacciones de la gente. En una ocasión
se encontraba entre su auditorio un hombre cojo de nacimiento. Hechos 14:9, 10 relata: “Este
estaba escuchando hablar a Pablo, el cual, mirándolo fijamente, y viendo que tenía fe para recibir
la salud, dijo con voz fuerte: ‘Levántate erguido sobre tus pies’”.
Sugerencias para el ministerio del campo. Cuando se dirija a la gente en el servicio del
campo, sea amigable y afectuoso. Si es oportuno, haga preguntas que inviten a la reflexión para
iniciar un diálogo sobre un tema que pueda ser de interés mutuo. Procure establecer contacto
visual desde el principio, o al menos mire a su interlocutor a la cara de forma respetuosa y cordial.
Una sonrisa cálida, acompañada de una mirada que irradia gozo, resulta muy atractiva. Tal
expresión facial le dice mucho al amo de casa sobre el tipo de persona que es usted y contribuye a
que se relaje mientras le escucha.
Donde sea apropiado, observe la expresión de los ojos de la persona, pues pudiera indicarle
cómo tratar la situación. Posiblemente capte si el amo de casa está enojado, no tiene interés o
no le comprende. También notará si se está impacientando o, por el contrario, si sigue sus
palabras con vivo interés. De la expresión de sus ojos puede deducir que debe hablar más
despacio o más deprisa, tratar de que intervenga en la conversación, concluir esta o proseguir con
una demostración de cómo estudiar la Biblia.
Sea que esté dando testimonio público o dirigiendo un estudio bíblico, esfuércese por mantener
contacto visual con su interlocutor de manera respetuosa. No clave la vista en él, pues hará que se
sienta incómodo (2 Rey. 8:11). Más bien, mírele a menudo a la cara con naturalidad y simpatía, lo
cual en muchos países denota interés sincero. Por supuesto, si está leyendo la Biblia u otra
publicación, tendrá la vista fija en la página impresa, pero cuando desee hacer hincapié en una
idea, puede mirar a la persona, aunque brevemente. Al levantar la vista alguna que otra vez,
también le será posible observar su reacción a lo que le está leyendo.
Si al principio por su timidez le resulta difícil mirar a los ojos, no se rinda. Con la práctica logrará
hacerlo de forma natural, lo cual le ayudará a comunicarse con mayor eficacia.
MARTES
LECCION 5(a)
LA PREDICACION DE CASA EN CASA: EL METODO DE EVAGELIZACION MAS
IMPORTANTE
El carpintero. El que hacía milagros. El que sanaba a la gente. Jesús fue todo eso y mucho
más; sin embargo, la gente no lo conocía por tales obras. Más bien, lo llamaban Maestro.
En efecto, la obra primordial en su vida era ‘enseñar y predicar las buenas nuevas’ (Mateo 4:23).
Los discípulos de Jesús tenemos que realizar esa misma obra. En esta sección estudiaremos su
ejemplo, que nos muestra cómo llevarla a cabo.
Capítulo 8
“Para esto fui enviado”
JESÚS y los apóstoles llevan horas caminando. Van de Judea a Galilea, en dirección norte.
El camino más corto —que se puede recorrer en unos tres días— atraviesa Samaria. Cerca del
mediodía llegan a un pueblo llamado Sicar, donde hacen un alto para reponer fuerzas.
2
Mientras los apóstoles van a comprar alimentos, Jesús se queda descansando junto a un pozo
en las afueras del pueblo. En eso ve que se acerca una mujer a sacar agua. Puesto que está
“cansado del viaje”, podría decidir no prestarle atención (Juan 4:6). Sería comprensible que
sencillamente cerrara los ojos, sin fijarse en lo que ella hace. Según lo que vimos en el capítulo 4,
es muy probable que la samaritana crea que Jesús, como cualquier otro judío, la va a tratar de
manera desdeñosa. Sin embargo, Jesús entabla conversación con ella.
3
Inicia el diálogo valiéndose de una comparación extraída de las tareas diarias de la mujer, o
mejor dicho, de la tarea que está a punto de realizar. Ella ha venido a buscar agua, y Jesús le
habla de un agua que da vida y que apagará su sed espiritual. A lo largo de la conversación, la
mujer hace varias declaraciones polémicas. Sin embargo, Jesús evita con delicadeza entrar en
discusiones y, sin desviarse del tema, se centra en los asuntos espirituales, a saber, la adoración
pura y Jehová Dios. Sus palabras tienen gran repercusión, pues cuando la samaritana les cuenta a
los hombres del pueblo lo que él le ha dicho, ellos también quieren oír a Jesús (Juan 4:3-42).
4
¿Cómo reaccionan los apóstoles cuando llegan y ven el asombroso testimonio que Jesús está
dando? No muestran el menor entusiasmo. Les sorprende encontrar a Jesús hablando con aquella
mujer, y al parecer no cruzan ni una palabra con ella. Una vez que esta se marcha, le ruegan a
Jesús que coma de lo que han traído. “Yo tengo alimento para comer del cual ustedes no saben”,
responde él. Extrañados, al principio toman sus palabras al pie de la letra, pero él les explica: “Mi
alimento es hacer la voluntad del que me envió y terminar su obra” (Juan 4:32, 34). De este modo,
Jesús les enseña que la obra que debe realizar en su vida es mucho más importante que el
alimento físico, y quiere contagiarles ese sentimiento. Ahora bien, ¿cuál es esta obra?
5
En cierta ocasión, Jesús dijo: “Tengo que declarar las buenas nuevas del reino de Dios,
porque para esto fui enviado” (Lucas 4:43). Así es, Jesús fue enviado a predicar y enseñar las
buenas nuevas del Reino de Dios. Hoy sus discípulos hemos recibido el mismo encargo. Por eso
es tan importante que examinemos las razones por las que él predicó, el mensaje que declaró y la
actitud con que cumplió su comisión.
¿Por qué predicó Jesús?
6
Empezaremos por examinar lo que Jesús sentía por las verdades que enseñaba, para pasar
luego a la actitud que mostraba hacia la gente a quien instruía. Mediante un gráfico ejemplo, Jesús
reveló cuánto valoraba la oportunidad de dar a conocer las verdades que había aprendido de su
Padre. Dijo: “Todo instructor público, cuando ha sido enseñado respecto al reino de los cielos, es
semejante a un hombre, un amo de casa, que saca de su tesoro cosas nuevas y viejas” (Mateo
13:52). ¿Por qué saca cosas de su tesoro este dueño de casa?
7
No es simplemente para presumir de sus posesiones, como hizo el antiguo rey Ezequías, una
acción que a la larga le salió muy cara (2 Reyes 20:13-20). Entonces, ¿cuál es el motivo? Pues
bien, pongamos un ejemplo. Suponga que usted va a visitar a un profesor suyo a quien aprecia
mucho, y este le muestra dos cartas que guarda en su escritorio. Una está amarillenta por el paso
de los años, y la otra es más reciente. Son cartas de su padre. La primera la recibió hace décadas,
cuando no era más que un niño, mientras que la segunda le llegó hace poco. Los ojos le brillan de
felicidad al hablar del gran cariño que les tiene, de cómo sus consejos le han cambiado la vida y de
cómo pueden serle útiles a usted también. Está claro que estas cartas significan mucho para su
profesor y ocupan un lugar especial en su corazón (Lucas 6:45). Si se las ha mostrado, no es por
vanidad ni para obtener algún provecho económico, sino para que usted se beneficie de ellas y
pueda comprender el valor que tienen.
8
El Gran Maestro, Jesús, enseñaba a la gente las verdades de Dios por motivos semejantes.
Estas eran para él un tesoro inestimable: las amaba, ansiaba mostrarlas a otros y quería que todo
discípulo suyo —“todo instructor público”— sintiera lo mismo que él. ¿Es eso lo que usted siente?
Hay buenas razones para amar todas y cada una de las verdades que aprendemos de la Palabra
de Dios. Para nosotros, las gemas de la verdad son inmensamente valiosas, ya sean enseñanzas
que aprendimos hace mucho tiempo o algunas explicaciones más recientes. Como Jesús,
transmitiremos ese amor si hablamos con entusiasmo de las cosas que Jehová nos ha enseñado y
si no perdemos el aprecio que sentimos por ellas.
9
Jesús también amaba a aquellos a quienes instruía, como veremos con más detalle en la
sección 3. Las Escrituras habían predicho que el Mesías “le [tendría] lástima al de condición
humilde y al pobre” (Salmo 72:13). Jesús se interesaba de verdad por la gente. Se preocupó por
conocer las ideas y las actitudes que los movían a actuar, y por entender las cargas que los
oprimían y los obstáculos que les impedían captar la verdad (Mateo 11:28; 16:13; 23:13, 15).
Recordemos el caso de la samaritana. Sin duda, a ella debió de causarle una impresión muy
honda el interés que él le mostró. Al ver la capacidad que Jesús tenía para comprender aspectos
de su vida personal, no pudo menos que reconocerlo como profeta, y se puso a hablar a otros
acerca de él (Juan 4:16-19, 39). Nosotros, por supuesto, somos incapaces de leer el corazón de
aquellos a quienes predicamos; pero, como Jesús, sí podemos interesarnos por ellos, demostrarles
que nos importan y adaptar lo que decimos a sus intereses, problemas y necesidades.
MARTES
LECCION 5(b)
TALLER 1
LA PREDICACION DE CASA EN CASA: EL METODO DE EVANGELIZACION MAS
IMPORTANTE
MARTES
LECCION 6(a)
MUJERES QUE ALEGRAN A JEHOVA
“Que Jehová recompense tu manera de obrar, y que llegue a haber para ti un salario
perfecto procedente de Jehová.” (RUT 2:12.)
EL TEMOR a Dios impulsó a dos mujeres a desobedecer a un faraón. La fe hizo que una
prostituta arriesgara su vida para proteger a dos espías israelitas. La sensatez y la humildad de
una mujer en una situación crítica salvaron muchas vidas e impidieron que el ungido de Jehová
incurriera en culpa de sangre. La fe en Jehová Dios, aunada a la hospitalidad, motivó a una madre
viuda a dar al profeta de Dios la última comida que le quedaba. Estos son solo algunos de los
numerosos ejemplos bíblicos de mujeres que regocijaron el corazón de Jehová.
2
La forma en que Jehová consideró a estas mujeres y las bendiciones que les otorgó
demuestran que lo que más le agrada de una persona, sin importar si es hombre o mujer, son sus
cualidades espirituales. En el mundo de hoy, obsesionado con lo material, dar prioridad a la
espiritualidad no es nada fácil. Pero tampoco es algo imposible, como demuestran millones de
mujeres temerosas de Dios que constituyen gran parte del pueblo de Dios en la actualidad. Dichas
cristianas imitan la fe, discreción, hospitalidad y demás virtudes que caracterizaron a las mujeres
temerosas de Dios mencionadas en la Biblia. Por supuesto, los varones cristianos también deben
imitar las cualidades de aquellas mujeres ejemplares de tiempos antiguos. Para ver cómo hacerlo
más plenamente, examinemos con detalle los relatos bíblicos de las mujeres a las que se aludió al
comienzo (Romanos 15:4; Santiago 4:8).
Desobedecieron al Faraón
3
En los juicios de Nuremberg que tuvieron lugar en Alemania al término de la segunda guerra
mundial, muchos acusados de genocidio trataron de excusar sus crímenes aduciendo que
simplemente habían obedecido órdenes. Pues bien, comparemos a estas personas con dos
parteras israelitas, Sifrá y Puá, que vivieron en el antiguo Egipto durante el reinado de un faraón
tiránico a quien no se identifica. Temiendo que la población hebrea creciera, el Faraón ordenó a las
parteras que dieran muerte a todo varón hebreo recién nacido. ¿Qué hicieron ellas ante una orden
tan horrible? “No hacían como les había hablado el rey de Egipto, sino que conservaban vivos a los
varoncitos.” ¿Por qué no sucumbieron estas mujeres al temor al hombre? Porque “temían al Dios
verdadero” (Éxodo 1:15, 17; Génesis 9:6).
4
Así es, aquellas parteras se refugiaron en Jehová, y él fue un “escudo” para ellas,
protegiéndolas de la ira del Faraón (2 Samuel 22:31; Éxodo 1:18-20). Pero Jehová no solo las
bendijo de esta forma. También recompensó a Sifrá y Puá concediéndoles tener su propia familia,
e incluso las honró haciendo que sus nombres y hechos quedaran recogidos en su Palabra
inspirada para generaciones futuras, mientras que el nombre de aquel Faraón se ha perdido en las
arenas del tiempo (Éxodo 1:21; 1 Samuel 2:30b; Proverbios 10:7).
5
¿Hay en la actualidad mujeres como Sifrá y Puá? Desde luego que sí. Año tras año, miles de
mujeres predican sin temor el mensaje bíblico de salvación en países donde lo prohíbe “la orden
del rey”, arriesgando así su libertad e incluso su misma vida (Hebreos 11:23; Hechos 5:28, 29).
Motivadas por el amor a Dios y al prójimo, estas valientes mujeres no permiten que nadie les
impida llevar las buenas nuevas del Reino de Dios, por lo que muchas de ellas afrontan oposición y
persecución (Marcos 12:30, 31; 13:9-13). Al igual que en el caso de Sifrá y Puá, Jehová está muy
al tanto de los hechos de estas intrépidas y excelentes mujeres, y les demostrará su amor
conservando sus nombres en “el libro de la vida” si aguantan fielmente hasta el fin (Filipenses 4:3;
Mateo 24:13).
Una ex prostituta alegra el corazón de Jehová
6
En el año 1473 a.E.C. vivía en la ciudad cananea de Jericó una prostituta llamada Rahab. Por
lo visto, era una mujer bien informada. Cuando dos espías israelitas fueron a ocultarse en su casa,
ella les relató detalles específicos del éxodo milagroso de Israel de Egipto, aunque había tenido
lugar cuarenta años antes. También estaba al tanto de las recientes victorias de Israel sobre los
reyes amorreos Sehón y Og. Llama la atención el efecto que tuvo en ella conocer aquellos
sucesos. Dijo a los espías: “Yo de veras sé que Jehová ciertamente les dará el país, [...] porque
Jehová su Dios es Dios en los cielos arriba y en la tierra abajo” (Josué 2:1, 9-11). Así es, lo que
Rahab aprendió de Jehová y de sus hechos por Israel hizo que su corazón respondiera
favorablemente y que pusiera fe en él (Romanos 10:10).
7
La fe de Rahab la impulsó a actuar. Recibió “de manera pacífica” a los espías israelitas y
obedeció sus instrucciones para salvarse cuando Israel atacó Jericó (Hebreos 11:31; Josué 2:18-
21). No hay duda de que las obras de fe de Rahab alegraron el corazón de Jehová, pues Él inspiró
al discípulo cristiano Santiago a poner su nombre junto al de Abrahán, el amigo de Dios, como
ejemplo para los cristianos. Santiago escribió: “De la misma manera, también, Rahab la ramera,
¿no fue declarada justa por obras, después que hubo recibido hospitalariamente a los mensajeros
y los hubo enviado por otro camino?” (Santiago 2:25).
8
Jehová recompensó a Rahab de varias maneras. Por un lado, les salvó milagrosamente la
vida tanto a ella como a los que se refugiaron en su casa, a saber, “la casa de su padre y [...] todos
los que le pertenecían”. Después permitió que moraran “en medio de Israel”, donde se les trató
como naturales del país (Josué 2:13; 6:22-25; Levítico 19:33, 34). Pero eso no es todo. Jehová
también concedió a Rahab el honor de ser antepasada de Jesucristo. ¡Qué impresionante
demostración de bondad amorosa a una mujer de origen cananeo que había dado culto a ídolos!
(Salmo 130:3, 4.)
9
Desde el siglo primero hasta nuestros días ha habido cristianas que, al igual que Rahab, han
dejado una vida inmoral a fin de agradar a Dios (1 Corintios 6:9-11). Algunas se han criado en
ambientes comparables al de la antigua tierra de Canaán, donde predominaba la inmoralidad y
hasta se consideraba normal. Sin embargo, cambiaron de vida impulsadas por una fe basada en el
conocimiento exacto de las Escrituras (Romanos 10:17). Por lo tanto, de tales mujeres pudiera
decirse también que “Dios no se avergüenza de ell[a]s, de ser invocado como su Dios” (Hebreos
11:16). ¡Qué gran honor!
Bendecida por su sensatez
10
Muchas mujeres fieles de la antigüedad fueron ejemplos excepcionales de sensatez, lo que
les confirió un gran valor ante el pueblo de Jehová. Un caso es el de Abigail, la esposa de un
acaudalado terrateniente israelita llamado Nabal. La sensatez de esta mujer salvó muchas vidas y
evitó que David, el futuro rey de Israel, se hiciera culpable de derramamiento de sangre. Podemos
leer acerca de Abigail en el capítulo 25 de 1 Samuel.
11
El relato comienza con David y sus hombres acampados cerca de los rebaños de Nabal, a los
que protegen día y noche en un acto de bondad para con su hermano israelita, sin cobrarle nada.
Pero las provisiones comienzan a escasear, de modo que David envía a diez jóvenes para que
pidan alimento a Nabal, lo que le ofrece a este la oportunidad de demostrar su agradecimiento a
David y de honrarlo como el ungido de Jehová. Pero Nabal hace lo contrario. En un arrebato de
furia, insulta a David y despide a los jóvenes con las manos vacías. Cuando este suceso llega a
oídos de David, reúne a 400 hombres armados y sale a buscar venganza. Abigail se entera de la
áspera reacción de su esposo y actúa con rapidez y prudencia para apaciguar a David enviándole
un generoso cargamento de provisiones. Luego sale personalmente a su encuentro (versículos 2-
20).
12
Cuando Abigail se encuentra con David, su humilde súplica por misericordia revela el
profundo respeto que siente por el ungido de Jehová. Dice: “Jehová sin falta le hará a mi señor una
casa duradera, porque las guerras de Jehová son lo que mi señor está peleando”, y expresa su
convicción de que Jehová comisionará a David para que sea caudillo de Israel (versículos 28-30).
Al mismo tiempo, Abigail hace acopio de mucho valor al decirle a David que si no controla su sed
de venganza, terminará haciéndose culpable de sangre (versículos 26, 31). La humildad, el
profundo respeto y la lucidez de Abigail hacen que David recobre el juicio y responda: “¡Bendito
sea Jehová el Dios de Israel, que te ha enviado este día a mi encuentro! Y bendita sea tu sensatez,
y bendita seas tú que me has restringido este día de entrar en culpa de sangre” (versículos 32, 33).
13
Al regresar a casa, Abigail decide con valentía notificar a su esposo del regalo que le ha
hecho a David. No obstante, lo encuentra “borracho a más no poder”, así que espera a que esté
sobrio para contárselo. ¿Cómo reacciona Nabal? Se queda completamente anonadado y le
sobreviene lo que pudiera ser una forma de parálisis. Diez días después Dios le da muerte.
Cuando David se entera, le propone matrimonio a Abigail, a quien sin duda admira y respeta
profundamente, y ella acepta (versículos 34-42).
¿Podemos ser como Abigail?
14
¿Observamos virtudes en Abigail que, seamos hombres o mujeres, desearíamos cultivar a
mayor grado? Tal vez queramos actuar con más prudencia y sensatez ante los problemas, o hablar
de manera calmada y razonable cuando se exaltan las emociones de quienes nos rodean. Si así
es, expongámoslo a Jehová en oración. Él promete dar sabiduría, discernimiento y capacidad de
pensar a todos los que siguen “pidiendo con fe” (Santiago 1:5, 6; Proverbios 2:1-6, 10, 11).
15
Estas magníficas cualidades son especialmente importantes en el caso de las mujeres cuyos
esposos no creyentes prestan poca o ninguna atención a los principios bíblicos. Quizás algunos
beban demasiado. Pero puede ser que cambien, como ha sucedido en muchos casos, al ver la
apacibilidad, el profundo respeto y la conducta casta de sus esposas (1 Pedro 3:1, 2, 4).
16
Sin importar los problemas que una cristiana tenga que soportar en su hogar, conviene
recordar que Jehová siempre está dispuesto a prestarle ayuda (1 Pedro 3:12). Por esa razón, es
imperioso fortalecerse espiritualmente, orar pidiendo sabiduría y un corazón calmado. Es necesario
acercarse a Jehová mediante el estudio regular de la Biblia, la oración, la meditación y la compañía
de los hermanos en la fe. El amor de Abigail a Dios y el modo de ver a su siervo ungido no se
vieron afectados por la óptica carnal de su esposo; ella se guió por los principios justos. Aun en un
hogar donde el esposo es un siervo de Dios ejemplar, la cristiana debe esforzarse por fortalecer y
conservar su propia espiritualidad. Es cierto que las Escrituras imponen al esposo la obligación de
cuidar de su esposa espiritual y físicamente, pero en definitiva es ella quien debe obrar “su propia
salvación con temor y temblor” (Filipenses 2:12; 1 Timoteo 5:8).
Recibió “galardón de profeta”
17
La forma en que Jehová cuidó de una viuda pobre en tiempos del profeta Elías evidencia que
él aprecia profundamente a quienes dan de sí mismos y de sus recursos para apoyar la adoración
verdadera. A consecuencia de una larga sequía en tiempos de Elías, el hambre comenzó a afectar
a muchas personas, entre las que se contaban una viuda y su joven hijo que vivían en Sarepta.
Justo cuando solo les quedaba alimento para una comida más, les llegó un visitante: el profeta
Elías. Este hizo una petición algo extraña. Aunque era consciente de la situación de la mujer, le
pidió “una pequeña torta redonda”, para lo cual ella tendría que usar todo el aceite y la harina que
le quedaban. Pero el profeta añadió: “Porque esto es lo que ha dicho Jehová el Dios de Israel: ‘El
jarro grande de harina mismo no se agotará, y el jarro pequeño de aceite mismo no fallará hasta el
día en que Jehová dé un aguacero sobre la superficie del suelo’” (1 Reyes 17:8-14).
18
¿Cómo habríamos respondido a aquella extraordinaria petición? La viuda de Sarepta,
reconociendo por lo visto que Elías era el profeta de Jehová, “hizo conforme a la palabra de Elías”.
¿De qué manera respondió Jehová a su hospitalaria acción? Proporcionando milagrosamente
alimento para ella, su hijo y Elías durante la sequía (1 Reyes 17:15, 16). Así es, Jehová otorgó a
aquella mujer un “galardón de profeta”, aunque no era israelita (Mateo 10:41). El Hijo de Dios
también honró a esta viuda cuando la puso como ejemplo para la gente sin fe de Nazaret, la ciudad
donde él se crió (Lucas 4:24-26).
19
Hoy día, infinidad de cristianas manifiestan el mismo espíritu que la viuda de Sarepta. Por
ejemplo, todas las semanas, mujeres altruistas, muchas de las cuales son pobres y tienen familias
que atender, reciben con hospitalidad a los superintendentes viajantes y a sus esposas. Otras
invitan a comer a los ministros de tiempo completo de su localidad, ayudan a los necesitados o dan
de sí mismas o de lo que tienen en otros ámbitos a fin de apoyar la obra del Reino (Lucas 21:4).
¿Se fija Jehová en tales sacrificios? Por supuesto que sí. “Dios no es injusto para olvidar la obra de
ustedes y el amor que mostraron para con su nombre, por el hecho de que han servido a los
santos y continúan sirviendo.” (Hebreos 6:10.)
20
En el siglo primero, un buen número de mujeres temerosas de Dios tuvieron el privilegio de
servir a Jesús y a los apóstoles. El próximo artículo explica cómo regocijaron el corazón de Jehová
y analiza el ejemplo de mujeres del presente que sirven a Jehová de todo corazón, incluso en
circunstancias difíciles.
[Nota]
La genealogía de Jesús que presenta Mateo menciona por nombre a cuatro mujeres: Tamar,
Rahab, Rut y María. A todas ellas se les tiene en alta estima en la Palabra de Dios (Mateo 1:3,
5, 16).
¿DENIGRA a la mujer la expresión bíblica “vaso más débil”? Estas palabras aparecen en
1 Pedro 3:7, que dice: “Ustedes, esposos, continúen morando con ellas de igual manera, de
acuerdo con conocimiento, asignándoles honra como a un vaso más débil, el femenino, puesto que
ustedes también son herederos con ellas del favor inmerecido de la vida, a fin de que sus
oraciones no sean estorbadas”.
Cuando Pedro escribió a sus compañeros cristianos, las mujeres tenían muy pocos derechos
tanto en el mundo pagano como en la comunidad judía apóstata. ¿Suscribían Pedro y los
cristianos primitivos la opinión de la mayoría con respecto a la mujer?
¿Vasos inferiores?
¿Cómo entenderían los lectores del siglo primero la expresión “vaso más débil”? El vocablo
griego traducido vaso (skéu·os) se utiliza varias veces en las Escrituras Griegas para designar
diversos recipientes, herramientas y utensilios. Al llamar a la mujer un “vaso más débil”, Pedro
no la estaba rebajando, pues sus palabras implican que el esposo también es un vaso débil o
frágil. Otros pasajes bíblicos aluden a ambos sexos con metáforas parecidas, como “vasos de
barro” (2 Corintios 4:7) y “vasos de misericordia” (Romanos 9:23). Es cierto que el apóstol se
refiere al sexo femenino como el “más débil”, pero Romanos 5:6 aplica el término ‘débil’ a todos los
seres humanos, hombres y mujeres por igual. Así pues, los primeros cristianos no considerarían
peyorativa la expresión “vaso más débil”.
Entenderían, más bien, que dichas palabras elevaban la condición social de la mujer. En los
días de Pedro apenas se respetaba a las mujeres. Tal como había predicho Dios mucho tiempo
antes, los esposos por lo general dominaban a sus esposas y abusaban de ellas física, sexual y
emocionalmente. (Génesis 3:16.) De manera que el consejo de Pedro a los maridos cristianos en
realidad daba a entender que no abusaran del poder que la sociedad mundana había otorgado a
los hombres.
Examinemos con más detalle la expresión “más débil”. Pedro no se refería en este versículo en
particular a las características emocionales, sino a la constitución física. Los hombres son vasos
débiles, y las mujeres son, en comparación, vasos más débiles. ¿En qué sentido? Por su
estructura ósea y muscular, el hombre normalmente está dotado de más fuerza física que la mujer.
Sin embargo, no hay ninguna indicación de que Pedro estuviera comparando la fuerza moral,
espiritual o mental de ambos. En lo tocante a las reacciones emocionales, lo más acertado es decir
que la mujer es diferente del hombre, no necesariamente más débil ni más fuerte. La Biblia habla
de la fortaleza de carácter, el aguante y la perspicacia de mujeres que siguieron los caminos de
Dios, como Sara, Débora, Rut y Ester, entre otras. A los hombres humildes no les supone ninguna
dificultad reconocer que las mujeres pueden ser más inteligentes que ellos.
Pese a todo, algunos creen que el comparativo “más débil” implica que las mujeres son seres
de rango inferior. Pero imagínese, por ejemplo, que una persona tiene dos recipientes útiles, uno
de los cuales es más fuerte que el otro. ¿Valorará menos el segundo por no ser tan resistente
como el primero? La realidad es que normalmente se trata con más cuidado y delicadeza el más
frágil. Por lo tanto, ¿es menos valiosa la mujer por no poseer la misma fuerza física que el hombre?
Es obvio que no. Con la expresión “vaso más débil”, Pedro no pretende que se menosprecie a la
mujer, sino que se la respete.
“De igual manera [...] de acuerdo con conocimiento”
El apóstol exhortó a los esposos a ‘continuar morando con sus esposas de igual manera, de
acuerdo con conocimiento’. ¿“De igual manera” que quién? En versículos anteriores habla del
cariño con que Cristo cuida de sus discípulos, y manda a los esposos tratar a sus esposas “de
igual manera”. (1 Pedro 2:21-25; 3:7.) Cristo siempre antepuso los intereses de sus discípulos a
sus deseos personales. Se preocupó por su bienestar espiritual y físico, y tuvo en cuenta sus
limitaciones. Los esposos deben imitar el ejemplo de amor de Cristo comportándose con sus
esposas “de igual manera”.
Un matrimonio no funciona bien por simple casualidad. Ambos cónyuges han de saber cómo
contribuir al éxito de su unión. Por eso Pedro aconseja a los esposos que continúen morando con
sus esposas “de acuerdo con conocimiento”. Deben aprender cómo trataron a las mujeres Jehová
y su Hijo, Jesucristo. Tienen que saber cómo quiere Dios que ellos se porten con sus esposas.
Los esposos también han de conocer bien los sentimientos, las fuerzas, las limitaciones y los
gustos de sus esposas. Necesitan saber cómo respetar su inteligencia, experiencia y dignidad. La
Biblia dice: “Esposos, continúen amando a sus esposas, tal como el Cristo también amó a la
congregación y se entregó por ella. [...] De esta manera los esposos deben estar amando a sus
esposas como a sus propios cuerpos. El que ama a su esposa, a sí mismo se ama, porque nadie
jamás ha odiado a su propia carne; antes bien, la alimenta y la acaricia”. (Efesios 5:25, 28, 29.)
Asignarles honra
Cuando Pedro llamó a las mujeres el “vaso más débil”, también indicó que los esposos deben
‘asignarles honra’. Este último término traduce el sustantivo griego ti·mé, que transmite la idea de
honra, estima, valía, preciosidad. Dicho de otro modo, al asignarles honra, no se les está haciendo
un favor, sino que se les otorga el reconocimiento que merecen. Pablo dio a todos los cristianos,
hombres y mujeres, las siguientes instrucciones: “En amor fraternal ténganse tierno cariño unos a
otros. En cuanto a mostrarse honra unos a otros, lleven la delantera”. (Romanos 12:10.)
Jehová Dios no considera a las mujeres meros objetos de valor. La legislación que Dios dio a
Israel se aplicaba por igual a los hombres y a las mujeres culpables de adulterio, incesto,
bestialidad y otros delitos. (Levítico 18:6-17, 23, 29; 20:10-12.) Las mujeres podían beneficiarse de
los sábados, las normas que regían el nazareato, las fiestas y muchas otras provisiones de la Ley.
(Éxodo 20:10; Números 6:2; Deuteronomio 12:18; 16:11, 14.) Los hijos tenían el deber de honrar y
de obedecer a la madre lo mismo que al padre. (Levítico 19:3; 20:9; Deuteronomio 5:16; 27:16;
Proverbios 1:8.)
Los versículos 10 a 31 del capítulo 31 de Proverbios honran a la “esposa capaz” por atender
sus numerosas obligaciones con fidelidad, laboriosidad y buen juicio. Se le da el debido
reconocimiento por su administración de los bienes familiares y su participación en otros asuntos
económicos. ¡Qué diferente de la actitud de algunos hombres, que ven a las mujeres como simples
objetos decorativos! Posteriormente, en la congregación cristiana primitiva, se facultó a las mujeres
mediante espíritu santo para ser testigos de Cristo. (Hechos 1:14, 15; 2:3, 4; compárese con Joel
2:28, 29.) En consecuencia, algunas mujeres están llamadas a ser jueces celestiales de hombres,
mujeres e incluso ángeles. (1 Corintios 6:2, 3.) Si bien es verdad que las cristianas no podían
enseñar en las reuniones de congregación, había situaciones en las que podían orar o profetizar.
Se las designaba maestras de las jóvenes, los niños y las personas ajenas a la congregación.
(Mateo 24:14; 1 Corintios 11:3-6; Tito 2:3-5; compárese con Salmo 68:11.)
Otro buen indicativo de lo que Pedro quiso decir al ordenar que se asignara honra a la mujer se
encuentra en 2 Pedro 1:17. Allí leemos que Jehová honró a Jesús al aprobarlo ante otros en estos
términos: “Este es mi hijo, mi amado”. De igual modo, el esposo debe mostrar que asigna honra a
su esposa mediante sus hechos, tanto en público como en privado.
Herederas de la vida
A lo largo de la historia, los hombres generalmente han tributado poca honra y respeto a la
mujer; la han considerado una esclava o un instrumento para su gratificación personal. El concepto
cristiano de asignar honra a la mujer la sitúa en un nivel más elevado de respetabilidad. El libro
Barnes’ Notes on the New Testament señala que el consejo de Pedro “contiene una verdad
fundamental referente al sexo femenino. En todo sistema religioso, exceptuando el cristiano, se ha
juzgado a la mujer inferior al hombre en todos los sentidos. El cristianismo enseña que [...] ella
tiene derecho a la totalidad de las esperanzas y promesas que ofrece la religión. [...] Esta verdad
por sí sola sacaría al sexo femenino de la condición denigrada en que se halla a nivel mundial y
acabaría de inmediato con la mitad de los males sociales de la humanidad”.
En vista de que Cristo es el dueño tanto de los hombres como de las mujeres, los esposos
deben cuidar a sus esposas recordando que ellas son propiedad de Cristo. Inmediatamente
después de referirse a la mujer como el “vaso más débil”, Pedro añadió: “Puesto que ustedes
también son herederos con ellas del favor inmerecido de la vida, a fin de que sus oraciones
no sean estorbadas”. (1 Pedro 3:7b.) El apóstol indicó que el hombre que maltratara a su esposa
dañaría su relación con Dios, pues dejaría sin efecto sus oraciones.
La expresión “vaso más débil” no pretende en modo alguno insultar a las mujeres. Aunque
Jehová determinó que el esposo sería el cabeza de la casa, no autoriza a este a maltratar a la
mujer. Por el contrario, le manda que, conociéndola, la cuide y le dé honra.
La Biblia exige a los hombres, casados o solteros, que asignen honra a las mujeres y no las
traten como a seres inferiores. Los hombres y las mujeres que adoran a Dios con sinceridad y se
tratan con dignidad recibirán abundantes bendiciones de la mano de Dios. (Compárese con
1 Corintios 7:16.)
La enseñanza en la congregación
No obstante, en la Biblia no hallaremos ninguna indicación de que las mujeres puedan enseñar
frente a la congregación. Es más, el apóstol Pablo dio la siguiente instrucción: “No se debe permitir
que las mujeres hablen en las reuniones”. ¿Por qué razón? Entre otras cosas, para que todo se
hiciera “de manera correcta y ordenada” (1 Corintios 14:34, 40, Nuevo Testamento en Lenguaje
Sencillo, 2000). A fin de que los asuntos de la congregación fluyan sin complicaciones, Dios ha
encargado a un grupo compuesto por varones la tarea de enseñar. Ahora bien, para formar parte
de ese grupo no basta con ser hombre, hay que estar capacitado para presidir y llenar ciertos
requisitos (1 Timoteo 3:1-7; Tito 1:5-9).
Está claro que el papel que Dios ha dado a la mujer no es degradante. Como hemos visto,
Jehová les ha confiado una encomienda muy especial: dar testimonio acerca de él (Salmo 68:11).
Los testigos de Jehová, hombres y mujeres, son ministros que han ayudado a millones de
personas a alcanzar el arrepentimiento y tener la oportunidad de ser salvos (Hechos 2:21; 2 Pedro
3:9). ¿No le parece esto un logro extraordinario?
El orden que Dios ha establecido en la congregación confiere honra tanto al hombre como a la
mujer y promueve la paz. Así pues, tal como los ojos y los oídos se complementan en sus
funciones para que un peatón cruce una calle transitada, los hombres y las mujeres cristianos
cumplen con la voluntad divina según las funciones que les corresponden. Dios, en consecuencia,
bendice con paz a la congregación (1 Corintios 14:33; Filipenses 4:9).
[Notas]
Cabe señalar que la autoridad en la congregación tiene límites. Quienes ocupan puestos de
responsabilidad deben mantenerse sujetos a Cristo y obrar en conformidad con los principios
bíblicos (1 Corintios 11:3). Además, es imprescindible que “estén en sujeción los unos a los
otros”, sean humildes y estén dispuestos a cooperar (Efesios 5:21).
Además, cuando las cristianas respetan el papel que Dios ha otorgado a los hombres en la
congregación, les dan un buen ejemplo a los ángeles (1 Corintios 11:10).
PAG. 50 w 02 15/7 PAG. 26 PARR. 2; lv PAG. 209 PARR. 3
Quizás haya situaciones en la vida del matrimonio que requieran que la cristiana se cubra. Por
ejemplo, cuando la familia se junta para estudiar la Biblia o para comer, es el esposo quien
habitualmente dirige la enseñanza y representa a todos al orar a Dios. Ahora bien, si el marido
no fuera creyente, esta responsabilidad podría recaer en la esposa. Por consiguiente, cuando ore
en voz alta en nombre de ella y de otras personas, o cuando dirija un curso bíblico con sus hijos en
presencia de su cónyuge, la hermana ha de cubrirse. Sin embargo, no es necesario que lo haga si
este no está presente, pues Dios la autoriza a enseñar a sus hijos (Proverbios 1:8; 6:20).
Los ámbitos. El apóstol alude a dos ámbitos: la familia y la congregación. Él escribe: “La cabeza de
la mujer es el varón; [...] toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta avergüenza su
cabeza” (versículos 3, 5). En la familia, Jehová ha nombrado al esposo cabeza de la mujer. Por
eso, ¿qué sucede si ella asume funciones que Jehová reserva para el cabeza? Que, a menos que
demuestre el debido reconocimiento a la autoridad de su esposo, lo avergonzará. Veamos varios
ejemplos. Una cristiana está con su esposo presente y tiene que dar lecciones bíblicas a alguien.
Por respeto a la autoridad del marido, debe cubrirse. Y da igual que él esté o no bautizado, pues es
cabeza de la familia. ¿Y si una cristiana tiene que orar o enseñar en presencia de un hijo menor
bautizado? Aunque él no es cabeza de la familia, la madre también se cubrirá. ¿Por qué? Porque
respeta la autoridad que han recibido los varones bautizados de la congregación.
Los ámbitos. El apóstol alude a dos ámbitos: la familia y la congregación. Él escribe: “La cabeza de
la mujer es el varón; [...] toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta avergüenza su
cabeza” (versículos 3, 5). En la familia, Jehová ha nombrado al esposo cabeza de la mujer. Por
eso, ¿qué sucede si ella asume funciones que Jehová reserva para el cabeza? Que, a menos que
demuestre el debido reconocimiento a la autoridad de su esposo, lo avergonzará. Veamos varios
ejemplos. Una cristiana está con su esposo presente y tiene que dar lecciones bíblicas a alguien.
Por respeto a la autoridad del marido, debe cubrirse. Y da igual que él esté o no bautizado, pues es
cabeza de la familia. ¿Y si una cristiana tiene que orar o enseñar en presencia de un hijo menor
bautizado? Aunque él no es cabeza de la familia, la madre también se cubrirá. ¿Por qué? Porque
respeta la autoridad que han recibido los varones bautizados de la congregación.
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Puede que las cristianas tengan que cubrirse cuando realizan algunas actividades en la
congregación. Por ejemplo, a mediados de semana tal vez se celebre una reunión para el servicio
del campo donde no haya varones bautizados, sino solo hermanas. Es posible que también surjan
otras situaciones en las que no esté presente ningún varón bautizado en alguna reunión de la
congregación. Las hermanas deberán cubrirse siempre que tengan que encargarse de funciones
que normalmente desempeñaría un hermano, tanto en una reunión de la congregación como en
una reunión para el servicio del campo.
Pablo se refiere al segundo ámbito, la congregación, al escribir: “Si algún hombre parece disputar
en pro de otra costumbre, nosotros no tenemos otra, ni tampoco las congregaciones de Dios”
(versículo 16). Al frente de la congregación, Jehová ha puesto a hombres bautizados (1 Timoteo
2:11-14; Hebreos 13:17). Así, solo permite que se nombre a varones para que cuiden Su rebaño
como ancianos y siervos ministeriales (Hechos 20:28). Pero a veces es preciso que una cristiana
atienda tareas que normalmente corresponden a un varón bautizado y competente. Por ejemplo,
quizás tenga que dirigir una reunión para el servicio del campo porque no haya ningún hermano
capaz. Esta reunión es en realidad una extensión del programa de enseñanza de la congregación,
y debería dirigirla un hermano. Y lo mismo sucede si una cristiana tiene que dirigir, en presencia de
un varón bautizado, un estudio bíblico establecido. Por eso, ella deberá cubrirse en reconocimiento
de que realiza una función propia de un hombre.
¿Es necesario que se cubran la cabeza las hermanas que interpretan en lenguaje de señas
discursos bíblicos durante las reuniones o asambleas cristianas?
En general, toda cristiana debe cubrirse la cabeza cuando atiende responsabilidades que
normalmente le corresponderían a su esposo o a algún hermano de la congregación. Dicha norma
está en armonía con el siguiente principio expuesto por el apóstol Pablo: “Toda mujer que ora o
profetiza con la cabeza descubierta avergüenza su cabeza”. ¿Por qué? Porque “la cabeza de la
mujer es el varón” (1 Cor. 11:3-10). En efecto, la mujer que lleva una prenda modesta y adecuada
sobre la cabeza en esas situaciones muestra que se somete a la autoridad teocrática establecida
en la congregación cristiana (1 Tim. 2:11, 12).
¿Es aplicable este principio a los casos en los que una hermana interpreta un discurso que está
pronunciando un hermano en otro idioma? Pues bien, como la hermana solo transmite lo que dice
el orador, no es ella la que está enseñando. Esto resulta obvio en el caso de los idiomas hablados,
pues el auditorio puede concentrarse en el orador y a la vez escuchar a la intérprete. Por ello, las
hermanas que interpretan no se convierten en el centro de atención. De hecho, a veces tienen la
opción de situarse mirando al conferenciante en vez de al auditorio o incluso de permanecer
sentadas. En vista de todo lo anterior, no sería necesario que se cubrieran la cabeza. Ahora bien,
la interpretación en lenguaje de señas es muy distinta.
En el caso del lenguaje de señas, los avances tecnológicos han hecho que el intérprete se
convierta a menudo en el centro de atención, pues su imagen suele aparecer en una pantalla
grande, mientras que al orador tal vez ni siquiera se le vea. Por lo tanto, parece necesario que las
hermanas que interpretan en lenguaje de señas se cubran la cabeza, indicando así que reconocen
el papel secundario que desempeñan.
¿Qué efecto debe tener este ajuste en la interpretación en lenguaje de señas de asignaciones
de la Escuela del Ministerio Teocrático, de demostraciones y de comentarios ofrecidos durante el
Estudio Bíblico de la Congregación, la Reunión de Servicio o el Estudio de La Atalaya? ¿También
debería cubrirse una cristiana que sirve de intérprete en tales ocasiones? Hay algunas
circunstancias en las que no sería necesario, pues todos los presentes podrán darse cuenta de
que ella no está dirigiendo la reunión. Ese sería el caso, por ejemplo, cuando interpretara
comentarios del auditorio, asignaciones de hermanas o demostraciones. No obstante, sí deberá
cubrirse cuando sirva de intérprete a hermanos que pronuncien discursos en esas reuniones o
dirijan el Estudio de La Atalaya o el Estudio Bíblico de la Congregación, o cuando interprete
cánticos. Es posible que en el transcurso de la reunión tenga que servir de intérprete a hermanos,
hermanas, niños y superintendentes. En vista de este hecho, tal vez le resulte práctico llevar la
cabeza cubierta durante toda la reunión.
[Nota]
Para un examen detallado de este tema, véanse las páginas 209 a 212 del libro “Manténganse en
el amor de Dios”.
No obstante, la cristiana no tiene que llevar cubierta la cabeza para otras muchas facetas de la
adoración. Por ejemplo, para comentar en las reuniones, predicar de casa en casa (aunque vaya
con su esposo u otro varón bautizado) y orar o estudiar con sus hijos no bautizados. Ahora bien,
¿qué puede hacer si le surgen dudas en un caso específico? En primer lugar, analizar el asunto
con más detenimiento. Pero si la duda persiste, y se lo dicta la conciencia, no hay nada de malo en
que se cubra.
Los ámbitos. El apóstol alude a dos ámbitos: la familia y la congregación. Él escribe: “La cabeza de
la mujer es el varón; [...] toda mujer que ora o profetiza con la cabeza descubierta avergüenza su
cabeza” (versículos 3, 5). En la familia, Jehová ha nombrado al esposo cabeza de la mujer. Por
eso, ¿qué sucede si ella asume funciones que Jehová reserva para el cabeza? Que, a menos que
demuestre el debido reconocimiento a la autoridad de su esposo, lo avergonzará. Veamos varios
ejemplos. Una cristiana está con su esposo presente y tiene que dar lecciones bíblicas a alguien.
Por respeto a la autoridad del marido, debe cubrirse. Y da igual que él esté o no bautizado, pues es
cabeza de la familia. ¿Y si una cristiana tiene que orar o enseñar en presencia de un hijo menor
bautizado? Aunque él no es cabeza de la familia, la madre también se cubrirá. ¿Por qué? Porque
respeta la autoridad que han recibido los varones bautizados de la congregación.
16 .Indica esto que Abigail no respetaba la autoridad de su esposo como cabeza de familia? De
ninguna manera. Recordemos que la vida de muchos hombres inocentes esta en juego porque
Nabal trato con falta de respeto al hombre que Dios habia elegido para ser rey. Si ella se quedara
de brazos cruzados, .no estaria compartiendo hasta cierto grado la culpa de Nabal? Abigail
reconoce que, ahora mas que nunca, le debe obediencia y lealtad a Dios antes que a su esposo.
“ME INDIGNA que en la Iglesia nada haya cambiado para nosotras; es increíble que una mujer
todavía no pueda ser sacerdote”, escribió una católica al diario USA Today. Como ella, muchas
personas piensan que no hay nada malo en ordenar ministras. De hecho, en algunas religiones ya
hay mujeres sacerdotes, así como obispas, pastoras y rabinas.
Las religiones que están a ambos lados de la controversia —las que no creen que las mujeres
deban ser ministras y las que les permiten predicar desde el púlpito— afirman basarse en las
Escrituras. Sin embargo, la Biblia no apoya ninguna de estas posturas. Entonces, ¿qué es lo que
enseña? Para saber la respuesta, primero hay que entender el uso bíblico de la palabra ministro.
Ministras del primer siglo
¿En qué piensa cuando escucha la palabra ministro? A muchos les viene a la mente la imagen
de un líder religioso —hombre o mujer— que encabeza el culto en una iglesia. Pero la Biblia utiliza
dicho término (en griego diákonos) en un sentido más amplio. Veamos el caso de Febe, a quien el
apóstol Pablo describió como “nuestra hermana, que es ministra [o diaconisa] de la congregación
que está en Cencreas” (Romanos 16:1).
¿Dirigiría Febe los servicios religiosos de la congregación de Cencreas? ¿En qué consistía
realmente su ministerio? En la carta a los Filipenses, Pablo dice lo siguiente de ciertas cristianas:
“Trabajaron mucho a mi lado para dar a conocer a otros la Buena Noticia”, es decir, el mensaje del
Reino (cursivas nuestras; Filipenses 4:2, 3, Nueva Traducción Viviente).
La principal manera en que los primeros cristianos daban a conocer las buenas nuevas era
predicando “públicamente y de casa en casa” (Hechos 20:20). Cualquiera que participara en esta
obra era, en efecto, un ministro, incluso si se trataba de una mujer. Pongamos por caso a Priscila.
La Biblia dice que ella y su esposo “expusieron con mayor exactitud el camino de Dios” a un
hombre devoto que aún no se había bautizado como cristiano (Hechos 18:25, 26). Sin duda, Febe
y Priscila, así como muchas otras mujeres, eran ministras eficaces de las buenas nuevas.
Una tarea digna
¿Era el ministerio público y de casa en casa algo de poca importancia? ¿Sería una tarea
secundaria que se les dejaba a las mujeres, mientras que a los hombres se les concedía el
privilegio de dirigir la congregación? Para nada. En primer lugar, la Biblia señala que todos los
cristianos predicaban las buenas nuevas, incluso los hombres con responsabilidades de peso
(Lucas 9:1, 2). Y en segundo lugar, el ministerio público era —al igual que hoy— el principal medio
por el que hombres y mujeres cumplían el siguiente mandato de Jesús: “Hagan discípulos de gente
de todas las naciones, [...] enseñándoles” (Mateo 28:19, 20).
Además, hay cristianas a quienes se les ha encomendado otra importante labor. Pablo escribió:
“Que las mujeres de edad sean [...] maestras de lo que es bueno; para que hagan recobrar el juicio
a las mujeres jóvenes para que estas amen a sus esposos, amen a sus hijos” (Tito 2:3, 4). Así que
las mujeres con mayor experiencia en la congregación tienen el privilegio de ayudar a las más
jóvenes a adquirir madurez. Esta también es una tarea digna y muy valiosa.
La enseñanza en la congregación
No obstante, en la Biblia no hallaremos ninguna indicación de que las mujeres puedan enseñar
frente a la congregación. Es más, el apóstol Pablo dio la siguiente instrucción: “No se debe permitir
que las mujeres hablen en las reuniones”. ¿Por qué razón? Entre otras cosas, para que todo se
hiciera “de manera correcta y ordenada” (1 Corintios 14:34, 40, Nuevo Testamento en Lenguaje
Sencillo, 2000). A fin de que los asuntos de la congregación fluyan sin complicaciones, Dios ha
encargado a un grupo compuesto por varones la tarea de enseñar. Ahora bien, para formar parte
de ese grupo no basta con ser hombre, hay que estar capacitado para presidir y llenar ciertos
requisitos (1 Timoteo 3:1-7; Tito 1:5-9).
Está claro que el papel que Dios ha dado a la mujer no es degradante. Como hemos visto,
Jehová les ha confiado una encomienda muy especial: dar testimonio acerca de él (Salmo 68:11).
Los testigos de Jehová, hombres y mujeres, son ministros que han ayudado a millones de
personas a alcanzar el arrepentimiento y tener la oportunidad de ser salvos (Hechos 2:21; 2 Pedro
3:9). ¿No le parece esto un logro extraordinario?
El orden que Dios ha establecido en la congregación confiere honra tanto al hombre como a la
mujer y promueve la paz. Así pues, tal como los ojos y los oídos se complementan en sus
funciones para que un peatón cruce una calle transitada, los hombres y las mujeres cristianos
cumplen con la voluntad divina según las funciones que les corresponden. Dios, en consecuencia,
bendice con paz a la congregación (1 Corintios 14:33; Filipenses 4:9).
[Notas]
Cabe señalar que la autoridad en la congregación tiene límites. Quienes ocupan puestos de
responsabilidad deben mantenerse sujetos a Cristo y obrar en conformidad con los principios
bíblicos (1 Corintios 11:3). Además, es imprescindible que “estén en sujeción los unos a los
otros”, sean humildes y estén dispuestos a cooperar (Efesios 5:21).
Además, cuando las cristianas respetan el papel que Dios ha otorgado a los hombres en la
congregación, les dan un buen ejemplo a los ángeles (1 Corintios 11:10).
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Sección de preguntas
▪ ¿Qué información debe tratarse en las reuniones para el servicio del campo?
El propósito de tales reuniones es ayudarnos a centrarnos en la actividad que realizaremos a
continuación: el ministerio. Por lo tanto, el conductor tiene que prepararse bien e impartir
información animadora, específica y práctica. Se puede leer y analizar de manera breve el texto del
día si trata directamente de la predicación. Sin embargo, debería hacerse más hincapié en la obra
que se está por llevar a cabo y así ayudar a los hermanos a ir mejor preparados al ministerio
(2 Tim. 4:5).
También es adecuado examinar algunos puntos pertinentes de Nuestro Ministerio del Reino a
fin de que todos sepan cuál es la publicación que se ofrecerá y cómo hacerlo. Si es un día de
revistas, se puede demostrar una presentación tomada de “Cómo presentar las revistas”. Si se está
ofreciendo otra publicación, se pueden señalar una o dos introducciones del libro Razonamiento
que sean apropiadas para el territorio local. Se podría analizar o demostrar algún aspecto del
ministerio; por ejemplo, cómo utilizar la Biblia en la predicación, contestar una objeción, ofrecer un
estudio bíblico o cultivar el interés.
La reunión ha de durar de diez a quince minutos como máximo, lo que incluye la organización
de los grupos, la asignación del territorio y la oración. Antes de irse, todos tienen que saber adónde
van y con quién predicarán, y luego se dirigirán al territorio sin demora. Como la reunión es breve,
hay que llegar a tiempo. Debe ser más breve aún si tiene lugar después de una reunión de
congregación, como el Estudio de La Atalaya, en cuyo caso no hay necesidad de leer y comentar
el texto diario, puesto que ya se ha analizado un tema bíblico.
Se designará con antelación a los hermanos bautizados cualificados que dirigirán cada reunión
para el servicio del campo. Si hay un día específico en que a ninguno le es posible hacerlo, los
ancianos nombrarán a las hermanas bautizadas que se encargarán de ello cuando surja la
necesidad. Sentada y con la cabeza cubierta, la hermana analizará con comentarios breves el
texto diario u otros puntos relativos a la predicación.
Las reuniones para el servicio del campo son excelentes ocasiones de animarnos y equiparnos
para el ministerio. Cuanto mejor se prepare el conductor, más se beneficiarán todos.
MARTES
LECCION 6(b)
REPASO DE LA ESCUELA DEL SERVICIO DE PRECURSOR
DIA 2
MIERCOLES
LECCION 7(a)
COMO SACAR PROVECHO DE LAS DIRECTRICES Y LOS CONSEJOS
“GRACIAS por preocuparse tanto por nosotros. Sus sonrisas, su afecto y su interés son
auténticos. Siempre están allí para escucharnos con atención y compartir con nosotros palabras de
la Biblia que nos elevan el ánimo. Pido a Dios que yo nunca dé por sentada su ayuda.” Estas
fueron las palabras que escribió una hermana cristiana a los ancianos de su congregación. Es
evidente que el amor de estos pastores cristianos la había conmovido (1 Pedro 5:2, 3).
2
Los ancianos son una provisión de Jehová para cuidar de Sus ovejas (Lucas 12:32; Juan
10:16). Jehová ama a sus ovejas, las ama tanto que las compró con la sangre preciosa de Jesús.
No es de extrañar, entonces, que a Jehová le complazca que los ancianos traten con ternura a Su
rebaño (Hechos 20:28, 29). Veamos cómo se describe proféticamente a estos ancianos o
“príncipes”: “Cada uno tiene que resultar ser como escondite contra el viento y escondrijo contra la
tempestad de lluvia, como corrientes de agua en país árido, como la sombra de un peñasco
pesado en una tierra agotada” (Isaías 32:1, 2). Sí, tienen que proteger, refrescar y consolar a Sus
ovejas. Los ancianos que pastorean el rebaño con compasión procuran hacer lo que Dios espera
de ellos.
3
La Biblia se refiere a estos ancianos como “dádivas en hombres” (Efesios 4:8). Cuando
pensamos en una dádiva, pensamos en algo que se da para satisfacer una necesidad o para hacer
feliz a quien la recibe. Se puede considerar que el anciano es una dádiva cuando emplea sus
aptitudes para ayudar al rebaño y contribuir a su felicidad. ¿Cómo puede lograrlo? La respuesta,
recogida en las palabras de Pablo de Efesios 4:7-16, magnifica el interés amoroso de Jehová por
sus ovejas.
¿De dónde proceden las “dádivas en hombres”?
4
Cuando Pablo utilizó la expresión “dádivas en hombres”, citaba del rey David, que había dicho
de Jehová: “Has ascendido a lo alto; te has llevado cautivos; has tomado dones en la forma de
hombres” (Salmo 68:18). Cuando los israelitas llevaban ya años en la Tierra Prometida, Jehová
‘ascendió’ de manera figurativa al monte Sión e hizo de Jerusalén la capital del reino de Israel, y de
David, su rey. Pero ¿quiénes eran los “dones en la forma de hombres”? Fueron los hombres
tomados cautivos durante la conquista de la tierra. Algunos de estos se pusieron más tarde a
disposición de los levitas para ayudarles en los trabajos del tabernáculo (Esdras 8:20).
5
En su carta a los Efesios, Pablo indica que las palabras del salmista tienen un cumplimiento
mayor en la congregación cristiana. Pablo parafrasea Salmo 68:18 y escribe: “A cada uno de
nosotros se le dio bondad inmerecida según la manera como el Cristo dio por medida la dádiva
gratuita. Por lo cual él dice: ‘Cuando ascendió a lo alto se llevó cautivos; dio dádivas en hombres’”
(Efesios 4:7, 8). En este pasaje Pablo aplica el salmo a Jesús como representante de Dios. Jesús
‘venció al mundo’ con su fiel proceder (Juan 16:33). También triunfó sobre la muerte y sobre
Satanás cuando fue resucitado por Dios de entre los muertos (Hechos 2:24; Hebreos 2:14). En el
año 33, Jesús resucitó y luego ascendió “muy por encima de todos los cielos”, es decir, por encima
de toda otra criatura celestial (Efesios 4:9, 10; Filipenses 2:9-11). Como vencedor, Jesús tomó
“cautivos” de las fuerzas enemigas. ¿De qué manera?
6
Cuando estuvo en la Tierra, Jesús demostró su poder sobre Satanás al liberar a los que
estaban esclavizados a los demonios. Fue como si invadiera la casa de este, lo atara y le
arrebatara sus bienes (Mateo 12:22-29). ¡Imagínese cuánto podía saquear Jesús ahora que había
sido resucitado y había recibido ‘toda autoridad en el cielo y en la Tierra’! (Mateo 28:18.) A partir
del Pentecostés del año 33, Jesús ya ascendido al cielo, estuvo en condición de despojar la casa
de Satanás como representante de Dios, ‘llevándose cautivos’ a hombres que habían estado por
mucho tiempo esclavizados al pecado y a la muerte, y bajo el control de Satanás. Estos “cautivos”
se convirtieron por voluntad propia en “esclavos de Cristo, haciendo de toda alma la voluntad de
Dios” (Efesios 6:6). Es como si Jesús los hubiera liberado del control de Satanás y, en nombre de
Jehová, los hubiese entregado a la congregación como “dádivas en hombres”. Es fácil imaginar la
ira y el sentimiento de impotencia de Satanás al ver cómo le eran arrebatados en sus propias
narices.
7
¿Encontramos en la congregación actual tales “dádivas en hombres”? Por supuesto. Los
hallamos sirviendo de ancianos, laborando arduamente como ‘evangelizadores, pastores y
maestros’ en las más de ochenta y siete mil congregaciones del pueblo de Dios por toda la Tierra
(Efesios 4:11). A Satanás le encantaría que estos maltrataran al rebaño. Pero Dios no los ha dado
mediante Cristo con este propósito, sino para el bienestar de la congregación, y tienen que rendirle
cuentas por las ovejas que les ha confiado (Hebreos 13:17). Si somos ancianos, Jehová nos ha
dado la maravillosa oportunidad de demostrar que somos dádivas o bendiciones para nuestros
hermanos. Lo seremos si cumplimos cuatro importantes responsabilidades.
Cuando hay necesidad de ‘reajustar’
8
En primer lugar, a las “dádivas en hombres” se las ha provisto “con miras al reajuste de los
santos”, dice Pablo (Efesios 4:12). El sustantivo griego que se traduce por “reajuste” se refiere a la
acción de “poner en debida alineación”. Como seres humanos imperfectos, todos necesitamos que
se nos reajuste de vez en cuando, es decir, que se ponga nuestro modo de pensar, nuestras
actitudes o nuestra conducta “en debida alineación” con el modo de pensar y la voluntad de Dios.
Jehová ha provisto amorosamente las “dádivas en hombres” para ayudarnos a efectuar los
cambios necesarios. ¿Cómo lo hacen?
9
A veces se pide a un anciano que ayude a una oveja que se ha desviado, que quizá ha ‘dado
un paso en falso antes de darse cuenta de ello’. ¿Cómo puede ayudar el anciano? “[Tratando] de
reajustar a tal hombre con espíritu de apacibilidad”, dice Gálatas 6:1. Por lo tanto, el anciano
no regaña ni utiliza palabras severas cuando aconseja al que ha errado. El consejo debe animar,
no ‘aterrorizar’, al que lo recibe (2 Corintios 10:9; compárese con Job 33:7). Es posible que la
persona ya se sienta avergonzada, de modo que el pastor amoroso procura no aplastar su espíritu.
Cuando es evidente que el consejo, e incluso la censura firme, están motivados por el amor y se
dan con amor, probablemente reajusten el modo de pensar o la conducta del que ha errado, y
logren restaurarlo (2 Timoteo 4:2).
10
Jehová ha provisto las “dádivas en hombres” que nos reajustan con el propósito de que sean
refrescantes espiritualmente y dignas de que Su pueblo las imite (1 Corintios 16:17, 18; Filipenses
3:17). Reajustar a los hermanos no solo implica corregir a los que adoptan un mal proceder, sino
también ayudar a los fieles a seguir en el buen camino. Con tantos problemas que causan
desánimo, muchos necesitan estímulo para seguir adelante. Es posible que algunos requieran
ayuda tierna para alinear su modo de pensar con el de Dios. Por ejemplo, algunos cristianos fieles
luchan con sentimientos de ineptitud o inutilidad. Estas “almas abatidas” quizá piensen que Jehová
nunca podrá amarlas, ni siquiera aceptar sus mejores esfuerzos por servirle (1 Tesalonicenses
5:14). Pero este modo de pensar no está de acuerdo con lo que Dios verdaderamente siente por
sus adoradores.
11
Ancianos, ¿qué pueden hacer para ayudar a estos hermanos? Compartan bondadosamente
con ellos textos bíblicos que prueban que Jehová se interesa por cada uno de sus siervos, y
recuérdenles que estos textos les son aplicables personalmente (Lucas 12:6, 7, 24). Ayúdenles a
ver que Jehová los ‘ha atraído’ para que le sirvan, de modo que tiene que considerarlos de valor
(Juan 6:44). Háganles ver que no son los únicos que se sienten así, que muchos siervos fieles de
Jehová tuvieron sentimientos similares. En una ocasión el profeta Elías se sintió tan
profundamente deprimido que quería morir (1 Reyes 19:1-4). Algunos cristianos ungidos del siglo
primero pensaban que su corazón ‘los condenaba’ (1 Juan 3:20). Consuela saber que los siervos
fieles de Dios de tiempos bíblicos tuvieron “sentimientos semejantes a los nuestros” (Santiago
5:17). También pueden repasar artículos animadores de La Atalaya y ¡Despertad! con los que
están descorazonados. Su ayuda amorosa para que estos hermanos recuperen la confianza
no pasará inadvertida al Dios que los ha dado como “dádivas en hombres” (Hebreos 6:10).
La “edificación” del rebaño
12
En segundo lugar, se ha suministrado a las “dádivas en hombres” con miras a “la edificación
del cuerpo del Cristo” (Efesios 4:12). Pablo utiliza en este pasaje una figura retórica. El término
“edificación” nos recuerda una construcción, y el ‘cuerpo de Cristo’ se refiere a personas, a los
miembros de la congregación cristiana ungida (1 Corintios 12:27; Efesios 5:23, 29, 30). Los
ancianos tienen que ayudar a sus hermanos a hacerse fuertes en sentido espiritual. Su objetivo es
‘edificar’ al rebaño, no ‘demolerlo’ (2 Corintios 10:8). La clave para edificar al rebaño es el amor,
dado que “el amor edifica” (1 Corintios 8:1).
13
Una faceta del amor que ayuda a los ancianos a edificar al rebaño es la empatía. Tener
empatía significa ponerse en el lugar de los demás, identificarse con sus pensamientos y
sentimientos, y tener en cuenta sus limitaciones (1 Pedro 3:8). ¿Por qué es importante que los
ancianos tengan empatía? Sobre todo porque Jehová, el que ha provisto las “dádivas en hombres”,
es un Dios de empatía. Cuando sus siervos sufren, se pone en su lugar (Éxodo 3:7; Isaías 63:9).
Tiene en cuenta sus limitaciones (Salmo 103:14). ¿Cómo, entonces, pueden demostrar empatía los
ancianos?
14
Cuando alguien desanimado acude a ellos, lo escuchan y toman en cuenta sus sentimientos.
Procuran comprender los antecedentes, la personalidad y las circunstancias de los hermanos. De
ese modo, cuando los ancianos dan ayuda bíblica edificante, a las ovejas se les hace fácil
aceptarla porque procede de pastores que verdaderamente las entienden y se interesan por ellas
(Proverbios 16:23). La empatía también motiva a los ancianos a tener presentes las limitaciones
ajenas y los sentimientos que estas pueden ocasionar. Por ejemplo, tal vez algunos cristianos
concienzudos se sientan culpables porque no pueden hacer más en el servicio de Dios debido a la
vejez o la mala salud. Por otra parte, es posible que otros necesiten que se les anime a mejorar su
ministerio (Hebreos 5:12; 6:1). La empatía hace que los ancianos hallen “palabras deleitables” y
edificantes (Eclesiastés 12:10). Cuando se edifica y motiva a las ovejas de Jehová, su amor a Dios
las impulsa a hacer todo lo que pueden en Su servicio.
Hombres que promueven la unidad
15
En tercer lugar, se ha proporcionado a las “dádivas en hombres” para que “todos logremos
alcanzar la unidad en la fe y en el conocimiento exacto del Hijo de Dios” (Efesios 4:13). La
expresión “unidad en la fe” no solo significa unidad de creencias, sino también de creyentes. Esta
es otra razón por la que Dios nos ha dado las “dádivas en hombres”: para promover la unidad en
Su pueblo. ¿Cómo lo logran?
16
Para empezar, deben mantener la unidad entre ellos. Si los pastores están divididos, es
posible que descuiden a las ovejas. Quizá dediquen innecesariamente tiempo valioso, que podrían
emplear en pastorear al rebaño, a largas reuniones y debates sobre asuntos de importancia
secundaria (1 Timoteo 2:8). Los ancianos tal vez no concuerden automáticamente en todos los
asuntos que tratan, pues pueden ser hombres con personalidades muy diferentes. La unidad
no significa que no puedan tener opiniones distintas o incluso expresarlas de manera equilibrada
durante una conversación imparcial. Estos mantienen la unidad escuchándose con respeto unos a
otros sin prejuicios. Y mientras no se viole ningún principio bíblico, todos deben ser flexibles y
apoyar la decisión final del cuerpo de ancianos. Su flexibilidad demuestra que están dirigidos por la
“sabiduría de arriba”, que es “pacífica, razonable” (Santiago 3:17, 18).
17
Los ancianos también se esfuerzan por promover la unidad en la congregación. Cuando las
influencias divisivas, como el chisme, la tendencia a imputar malos motivos o las actitudes
contenciosas amenazan la paz, ofrecen con presteza consejo útil (Filipenses 2:2, 3). Por ejemplo,
tal vez los ancianos vean que algunos hermanos son demasiado críticos o entremetidos en los
asuntos ajenos (1 Timoteo 5:13; 1 Pedro 4:15). Los ancianos intentan ayudar a estos a reconocer
que su proceder es contrario a lo que Dios nos ha enseñado y que cada uno debe “[llevar] su
propia carga” (Gálatas 6:5, 7; 1 Tesalonicenses 4:9-12). Les explican con las Escrituras que
Jehová deja muchas cosas a la conciencia individual, y nadie debe juzgar a otros por estos
asuntos (Mateo 7:1, 2; Santiago 4:10-12). Para servir juntos en unidad debe existir un ambiente de
confianza y respeto en la congregación. Estas “dádivas en hombres” nos ayudan a mantener la paz
y la unidad ofreciendo consejo bíblico cuando es necesario (Romanos 14:19).
Protección del rebaño
18
En cuarto lugar, Jehová suministra a las “dádivas en hombres” para protegernos contra la
influencia de “todo viento de enseñanza por medio de las tretas de los hombres, por medio de
astucia en tramar el error” (Efesios 4:14). La palabra original que se traduce por “tretas” significa
“juego engañoso de dados” o “habilidad para manipular los dados”. ¿No nos recuerda eso la
astucia con la que actúan los apóstatas? Mediante hábiles argumentos manipulan las Escrituras
para desviar de la fe a los verdaderos cristianos. Los ancianos deben tener cuidado con esos
“lobos opresivos” (Hechos 20:29, 30).
19
Las ovejas de Jehová necesitan además protección de otros peligros. En tiempos antiguos, el
pastor David también protegió de los depredadores a los rebaños de su padre (1 Samuel 17:34-
36). Hoy pueden surgir, asimismo, ocasiones en las que los pastores cristianos necesiten valor
para proteger al rebaño de todo aquel que pueda maltratar u oprimir a las ovejas de Jehová,
particularmente a las más vulnerables. Los ancianos deben echar con prontitud de la congregación
a los pecadores voluntarios que deliberadamente se valgan de tretas, engaño e intrigas para
perpetrar la maldad (1 Corintios 5:9-13; compárese con Salmo 101:7).
20
¡Cuánto agradecemos estas “dádivas en hombres”! Podemos sentirnos seguros gracias a su
cuidado amoroso, pues nos reajustan con ternura, nos edifican con amor, mantienen la unidad de
buena gana y nos protegen con valor. Pero ¿cómo deben ver su papel en la congregación estas
“dádivas en hombres”? Y ¿cómo podemos demostrar que las valoramos? Estas preguntas se
contestarán en el próximo artículo.
[Notas]
Este mismo verbo que se traduce por “reajustar” se utilizó en la Septuaginta griega en Salmo
17[16]:5, donde el fiel David pidió en oración que sus pasos se asieran de los senderos de
Jehová.
Por ejemplo, véase “Preguntas de los lectores” de La Atalaya del 15 de febrero de 1980,
págs. 29, 30, y “Aborrezcamos lo que es inicuo”, del número del 1 de enero de 1997, págs. 26-
29.
¿Estaría usted dispuesto a dejar su familia y su país para llevar las buenas nuevas al extranjero?
Miles de testigos de Jehová lo han hecho diciendo, en efecto: “¡Aquí estoy yo! Envíame a mí”
(Isaías 6:8). Así han imitado al mayor misionero que haya habido jamás: Jesucristo (Juan 7:29).
Es una manera de seguir los pasos de Jesús. Jesús fue enviado por Dios desde el cielo a la
Tierra, donde vivió entre seres humanos pecaminosos. Aunque era consciente de las injusticias
que se cometían, no pretendió reformar a la sociedad; más bien, se concentró en su misión de
“declarar las buenas nuevas del reino de Dios”, la única solución a los problemas del hombre
(Lucas 4:43). Los verdaderos misioneros cristianos siguen su ejemplo.
Es una vida de total entrega. El misionero debe ser capaz de adaptarse a un nivel de vida, una
cultura, un clima y una dieta totalmente diferentes a aquellos a los que ha estado acostumbrado.
A menudo le toca aprender un nuevo idioma para comunicarse con la población local. Quizás
tenga que utilizar medios de transporte primitivos para llegar a zonas remotas. Solo podrá hacer
tales sacrificios si ama de verdad a las personas a quienes sirve.
Exige una buena preparación. Muchos Testigos que entran en el servicio misionero toman un
curso de cinco meses en la Escuela Bíblica de Galaad de la Watchtower. El plan de estudios
refuerza su confianza en Jehová, su Palabra y su organización (Proverbios 3:5, 6). Les ayuda a
desarrollar cualidades espirituales necesarias para la vida misional y los capacita para ser mejores
maestros de la Biblia. Así están más preparados para predicar “hasta la parte más distante de la
tierra” (Hechos 1:8).
▪ ¿Qué se requiere de un misionero?
▪ ¿Qué preparación especial reciben nuestros misioneros?
[Recuadro de la página 17]
LA ESCUELA DE GALAAD HA DEJADO HUELLA
Galaad quiere decir en hebreo “montículo de piedras que sirve de testimonio”. Desde 1943, más de
ocho mil misioneros preparados en Galaad han sido enviados a levantar, por decirlo así, un
montículo de testimonio en unos doscientos países y territorios, y su labor ha sido coronada por el
éxito. Basten dos ejemplos. Cuando los primeros misioneros llegaron a Perú, no había ni una
congregación; ahora hay 1.255. Cuando llegaron a Japón, había menos de diez Testigos; hoy la
cifra sobrepasa los doscientos mil.
PAG. 60 km 8/86 PAG. 1 PARR. 4
ACTITUD MENTAL Y PREPARACIÓN APROPIADAS
4
Primero, deberíamos ‘fortificar la mente para actividad’. (1 Ped. 1:13.) Para hacer eso, es
necesario tener el punto de vista correcto tocante a la visita y hacer planes específicos a fin de
tener una participación más amplia en el ministerio. ¿Puede usted ser precursor auxiliar durante el
mes de la visita del superintendente de circuito? ¿Podría ajustar su rutina diaria para trabajar en el
servicio del campo durante la semana? ¿Podría hacer arreglos para hacer revisitas o conducir un
estudio bíblico por la tarde un día de la semana? El superintendente de circuito gustosamente le
acompañaría y hasta conduciría el estudio, si usted así lo desea.
MIERCOLES
LECCION 7(b)
RECHAZA EL ESPIRITU DEL MUNDO
La palabra griega por·néi·a tiene un significado amplio. Bajo la palabra por·néi·a, Bauer, p. 693,
dice que significa “prostitución, falta de castidad, fornicación, de toda clase de relaciones sexuales
ilegitimas”.
Al comentar acerca de las palabras de Jesus en Mt 5:32 y Mt 19:9, TDNT, tomo VI, p. 592, dice
que “πορνεία [por·néi·a] se refiere a relaciones sexuales extramaritales”. Por lo tanto, las Escrituras
usan el termino por·néi·a con relacion a personas casadas. El mismo diccionario, en la p. 594, con
relacion a Ef 5:3, 5, dice que Pablo “se da cuenta de que no toda persona tiene el don de la
continencia, 1 Cor. 7:7. Como proteccion contra el mal de la fornicacion, el hombre [soltero] que no
tiene [continencia] debe tomar el camino prescrito divinamente del matrimonio legitimo, 1 Cor. 7:2”.
Por consiguiente, las Escrituras usan el termino por·néi·a tambien con relacion a personas
no casadas que participan en relaciones y practicas sexuales ilegitimas. (Vease 1Co 6:9.)
B. F. Westcott, coparticipe en la preparacion del texto griego de Westcott y Hort, en su obra Saint
Paul’s Epistle to the Ephesians, Londres y Nueva York, 1906, p. 76, comenta sobre los varios
significados de por·néi·a en las Escrituras en una nota sobre Ef 5:3, y dice: “Este es un
termino general para toda relacion sexual ilegitima, I) adulterio: Os. ii. 2, 4 (LXX.); Mat. V. 32; XiX.
9; 2) matrimonio ilegitimo, I Cor. V. I 1Co 5:1; 3) fornicacion, el sentido corriente, como aqui [Ef
5:3]”. Por “el sentido corriente” obviamente se hace referencia al sentido moderno, limitado, que
tiene que ver solo con personas no casadas.
Ademas de este significado literal, en ciertos lugares de las Escrituras Griegas Cristianas por·néi·a
tiene un significado simbolico. Acerca de este significado, ZorellGr, col. 1106, dice bajo por·néi·a:
“apostasía de la fe verdadera, cometida o enteramente o en parte, desertar del único
Dios verdadero Jahvé a dioses extranjeros [4Re 2Re 9:22; Jer 3:2, 9; Os 6:10, etc.; porque la union
de Dios con su pueblo se consideraba como cierta clase de matrimonio espiritual]: Rev 14:8; 17:2,
4; 18:3; 19:2”. (Los corchetes y letras cursivas son de el; 4Re en LXX corresponde con 2Re en M.)
En el texto griego, por·néi·a aparece en los siguientes 25 lugares: Mt 5:32; 15:19; 19:9; Mr 7:21; Jn
8:41; Hch 15:20, 29; 21:25; 1Co 5:1, 1; 6:13, 18; 7:2; 2Co 12:21; Gal 5:19; Ef 5:3; Col 3:5; 1Te 4:3;
Rev 2:21; 9:21; 14:8; 17:2, 4; 18:3; 19:2.
El verbo relacionado ek·por·néu·o, vertido en NM “cometer fornicacion con exceso”, aparece una
sola vez, en Judas 7. (Comparese con Jue 2:17, n.)
¿Puede un cristiano llegar tan bajo en el vicio de ver pornografía que termine siendo
expulsado de la congregación?
▪ La respuesta es sí. Esto subraya la importancia de rechazar de plano cualquier clase de
pornografía, ya sea en forma de texto o de imágenes en revistas, películas, videos o Internet.
La pornografía ha llegado hasta el último rincón de este mundo. Internet la ha puesto al alcance
de la gente como nunca antes, y personas de todas las edades se han visto infectadas por esta
terrible plaga. Hay quienes se han topado con páginas pornográficas sin pretenderlo. Otros, sin
embargo, han accedido a ellas a propósito, tal vez en el hogar o la oficina, donde les resulta más
fácil leer o ver pornografía en secreto. Este es un asunto que los cristianos debemos tomar muy en
serio. ¿Por qué?
Jesús indicó una de las principales razones cuando advirtió: “Todo el que sigue mirando a una
mujer a fin de tener una pasión por ella ya ha cometido adulterio con ella en su corazón” (Mat.
5:28). Por supuesto, las relaciones sexuales normales no tienen nada de malo cuando sirven como
fuente de placer dentro del matrimonio (Pro. 5:15-19; 1 Cor. 7:2-5). Pero la pornografía muestra
relaciones inmorales que estimulan los malos pensamientos condenados por Jesús. Dicho sin
rodeos, quien lee o ve pornografía viola este mandato divino: “Amortigüen [o “den muerte a”] [...]
los miembros de su cuerpo que están sobre la tierra en cuanto a fornicación, inmundicia, apetito
sexual, deseo perjudicial y codicia, que es idolatría” (Col. 3:5; Traducción en lenguaje actual).
¿Qué hay si un cristiano ha mirado pornografía en una o dos ocasiones? En cierto sentido, se
encuentra en una situación tan peligrosa como la de Asaf, quien admitió: “En cuanto a mí, mis pies
casi se habían desviado, casi se había hecho que mis pasos resbalaran”. Si ha estado viendo
imágenes pornográficas de hombres o mujeres desnudos o de una pareja teniendo relaciones,
no puede tener la conciencia tranquila ni estar en paz con Dios. Más bien, se sentirá como Asaf:
“Llegué a ser plagado todo el día, y la corrección mía es cada mañana” (Sal. 73:2, 14).
Si un cristiano ha caído en este pecado, es vital que abra los ojos y comprenda que necesita
ayuda espiritual. La Biblia indica que puede conseguirla en la congregación: “Aunque un hombre
dé algún paso en falso antes que se dé cuenta de ello, ustedes los que tienen las debidas
cualidades espirituales traten de reajustar a tal hombre con espíritu de apacibilidad, vigilándote a ti
mismo” (Gál. 6:1). En efecto, uno o dos ancianos pueden prestarle asistencia, lo que incluye orar
con él teniendo fe en que Jehová “sanará” al enfermo espiritual y “le perdonará” (Sant. 5:13-15).
Quienes han buscado ayuda para romper con el vicio de la pornografía se sienten hoy como Asaf,
quien afirmó: “Acercarme a Dios es bueno para mí” (Sal. 73:28).
No obstante, el apóstol Pablo explicó que algunos no se arrepintieron “de su inmundicia y
fornicación y conducta relajada [o desvergonzada]” (2 Cor. 12:21). Según explica el lexicógrafo
Marvin R. Vincent, el término griego traducido “inmundicia” en este caso “se refiere a la impureza
en su sentido más sucio”. La triste realidad es que ciertos tipos de pornografía son mucho peores
que unos cuantos desnudos o escenas de un hombre y una mujer cometiendo fornicación.
En algunos casos se presentan actos tan sucios y repugnantes como relaciones homosexuales,
sexo en grupo, contacto sexual con animales, pornografía infantil, violaciones en grupo, maltrato de
mujeres y diversos tipos de sadomasoquismo. Según indicó Pablo, algunos que estaban
“mentalmente [...] en oscuridad” fueron “más allá de todo sentido moral, [y] se entregaron a la
conducta relajada para obrar toda clase de inmundicia con avidez” (Efe. 4:18, 19).
Pablo también mencionó la “inmundicia” en Gálatas 5:19. Un teólogo británico señala: “En este
caso, el término puede referirse más especialmente a todos los deseos antinaturales”. Sin duda,
ningún cristiano puede negar que los actos anteriormente citados son “deseos antinaturales”
sucios, repugnantes y depravados. En Gálatas 5:19-21, el apóstol dejó claro que “los que
practican” este tipo de inmundicia “no heredarán el reino de Dios”. Por lo tanto, ¿qué sucedería si
un cristiano llevara cierto tiempo —tal vez un período considerable— viendo pornografía
repugnante y sexualmente degradante? Si no se arrepintiera y dejara ese vicio, tendría que ser
expulsado para conservar la pureza y el buen espíritu de la congregación cristiana (1 Cor. 5:5, 11).
Es bueno saber que algunos que han estado viendo estos tipos repugnantes de pornografía
han pedido ayuda a los ancianos y han hecho cambios drásticos. Jesús advirtió a ciertos cristianos
de la antigua Sardis: “Fortalece las cosas restantes que estaban a punto de morir, [...] continúa
teniendo presente cómo has recibido y cómo oíste, y sigue guardándolo, y arrepiéntete.
Ciertamente, a menos que despiertes [...,] no sabrás de ningún modo a qué hora vendré sobre ti”
(Rev. 3:2, 3). No hay duda de que es posible arrepentirse y escapar del “fuego” de la pornografía
(Jud. 22, 23).
No obstante, será mucho mejor si cada uno de nosotros toma la firme resolución de no correr el
más mínimo riesgo en este campo. Por lo tanto, ¡mantengámonos lo más lejos posible de cualquier
tipo de pornografía!
[Nota]
Las diferencias entre inmundicia, fornicación y conducta relajada se explican en La Atalaya del 15
de julio de 2006, páginas 29 a 31.
[Comentario de la página 30]
Si un cristiano cae en un pecado, es vital que abra los ojos y comprenda que necesita ayuda
espiritual
MIERCOLES
LECCION 8(a)
SIGUE LA SENDA DE LA INTEGRIDAD
“Hasta la década 170-80 después de Jesucristo no hay prueba alguna de cristianos dentro del
ejército. [...] Parece más probable que la Iglesia impidiera a sus miembros hacer el servicio militar
que el permitirles servir sin reproche o penalidad algunos.” (Actitudes cristianas ante la guerra y la
paz, de Ronald H. Bainton, Madrid, 1963, pág. 64.) “Es evidente que la posibilidad de que haya
habido un solo soldado cristiano entre los años 60 y alrededor de 165 d. de J.C. es muy
escasa; [...] al menos hasta el reinado de Marco Aurelio, ningún cristiano se hizo soldado después
de su bautismo.” (The Early Church and the World, de C. J. Cadoux, 1955, págs. 275, 276.) “Hasta
finales del siglo II [...] los cristianos condenaron y se resistieron a dicho servicio militar.” (Historia de
la Iglesia primitiva, de Norbert Brox, Barcelona, 1986, pág. 58.) El comportamiento de los cristianos
era muy diferente del de los romanos [...]. Puesto que Cristo había predicado la paz, ellos
rehusaban hacerse soldados.” (Our World Through the Ages, de N. Platt y M. J. Drummond, 1961,
pág. 125.) “Los primeros cristianos creían que era incorrecto pelear, y se negaban a servir en el
ejército aun cuando el Imperio necesitaba soldados.” (The New World’s Foundations in the Old, de
R. y W. M. West, 1929, pág. 131.) “Los cristianos [...] rechazaban los puestos públicos y el servicio
militar.” (“Persecution of the Christians in Gaul, A.D. 177”, de F. P. G. Guizot, de The Great Events
by Famous Historians, edición de Rossiter Johnson, 1905, vol. 3, pág. 246.) “Al paso que [los
cristianos] estaban vertiendo máximas de rendida obediencia, se desentendían de terciar en la
administración y en la defensa militar del imperio [...]; mas no cabía que los cristianos, sin
quebrantar otra obligación más sagrada, viniesen a revestirse del carácter de militares,
magistrados o príncipes.” (Historia de la decadencia y ruina del imperio romano, de Edward
Gibbon, vol. 2, cap. XV, pág. 75 [ortografía actualizada].)
MIERCOLES
LECCION 8(b)
PARTICIPA EN LAS DIVERSAS MODALIDADES DEL MINISTERIO
km 2/01 PAG. 1
km 6/96 PAG. 7
km 2/91 PAG. 8
CUANDO estuvo en Atenas, el apóstol Pablo iba a diario a la plaza del mercado para predicar
las buenas nuevas sobre Jesús (Hech. 17:17). Escogió ese lugar porque siempre estaba lleno de
gente.
Casi dos mil años después, el pueblo de Jehová sigue difundiendo el mensaje del Reino de
Dios en lugares donde puede hallarse a muchas personas. Por ejemplo, algunos Testigos van a los
mercados o a los centros comerciales. Tras obtener el permiso de la administración, instalan un
mostrador o un pequeño puesto para exponer allí sus publicaciones bíblicas.
Por ejemplo, en un centro comercial de Nueva Jersey (Estados Unidos) se preparó una
atractiva exposición de publicaciones sobre el tema “Cómo preservar los valores familiares”.
¿Cuáles fueron los resultados? En un solo día se distribuyeron 153 libros en seis idiomas.
Una mujer que se acercó al puesto de publicaciones escuchó atentamente la explicación que
dio una de las hermanas. La mujer reconoció que es importante tomar en cuenta a Dios tanto en la
vida personal como en la vida familiar, y obtuvo las siguientes publicaciones: Aprendamos del Gran
Maestro, El secreto de la felicidad familiar y Lo que los jóvenes preguntan. Respuestas prácticas.
A primera hora de la tarde, un señor que se dirigía a la tienda que estaba junto al puesto de
publicaciones se quedó mirando el libro Los jóvenes preguntan. La hermana que estaba en el
puesto notó su curiosidad y le preguntó: “¿Le interesa alguno de estos libros?”. Él dijo que sí y
señaló el libro Los jóvenes preguntan. Ella le entregó un ejemplar. El hombre dijo que tenía tres
hijos —dos de ellos adolescentes— y mencionó que una vez a la semana se sentaba a conversar
con ellos. Mientras hojeaba el libro, dijo que le podría servir de guía durante algunas de estas
conversaciones familiares. La publicadora también dirigió su atención a El secreto de la felicidad
familiar, asegurándole que él y su esposa encontrarían en esta publicación consejos muy útiles
sobre cómo tomar decisiones familiares. El hombre agradeció la sugerencia, hizo una donación y
aceptó que alguien lo visitara en su hogar.
¿Cómo se sintieron los Testigos tras su día de predicación en el centro comercial? “Disfruté
mucho de esta forma de predicar —mencionó una hermana—. ¡Fue una experiencia muy bonita!”
Otra hermana señaló: “Jehová promete que las buenas nuevas se predicarán hasta la parte más
distante de la Tierra. Hoy, en Paramus (Nueva Jersey), estas buenas nuevas han tocado el
corazón de personas que hablan diferentes idiomas. Fue maravilloso predicar de esta manera.
Todo el que participó se sintió feliz. Nadie quería irse al acabar el día”.
Nuestro método principal de predicación es ir de casa en casa (Hech. 20:20). Sin embargo, hay
otras formas de dar a conocer las buenas nuevas. ¿Le gustaría intentar alguna de ellas? Quizá
usted también pueda predicar en la plaza del mercado o en el centro comercial.
km 9/96 PAG. 5 PARRS. 18-20
18
Demos testimonio informal en los centros comerciales: Aunque en algunos lugares no se
puede predicar formalmente de tienda en tienda en los centros comerciales por ciertas
restricciones locales a dichas actividades, algunos publicadores han creado oportunidades para
dar testimonio informal. Se sientan en un banco y entablan conversaciones amigables con las
personas que se detienen para descansar. Cuando perciben interés, ofrecen discretamente un
tratado o una revista y procuran hacer planes para volver a hablar con la persona. Después de dar
testimonio durante unos minutos en cierta sección del centro comercial, pasan a otra y empiezan a
dialogar con otra persona. Claro está, deben procurar no atraer demasiada atención mientras dan
testimonio de esta forma.
19
Cuando saludemos a la persona, empecemos la conversación con un tono amable. Si
responde, hagámosle una pregunta y escuchemos atentamente su respuesta. Interesémonos en lo
que dice. Mostremos que valoramos su opinión. Concordemos con ella cuando sea posible.
20
Una hermana inició una conversación muy agradable con una anciana sobre lo alto que está
el costo de la vida. La anciana concordó enseguida, y resultó en una conversación animada. La
hermana logró obtener el nombre y la dirección de la señora y fue a visitarla esa misma semana.
PAG. 77 km 1/10 PAGS. 4-6; km 8/93 PAGS. 3,4; yb 06 PAG. 52 PARR. 1- PAG. 53 PARR. 4
Ayuda para predicar por teléfono
▪ América
Países: 56
Habitantes: 879.073.403
Publicadores: 3.199.841
Estudios bíblicos: 3.022.264
Venezuela. A una familia de Testigos le instalaron recientemente una línea telefónica y le
dieron un nuevo número de teléfono. Debido a un problema técnico comenzaron a recibir llamadas
de gente que quería contactar con un canal local de televisión para hablar con una astróloga.
La familia decidió sacar partido a la situación. Valiéndose del libro Razonamiento, prepararon
algunos temas y unos cuantos textos bíblicos para hablar con quienes llamaran. Graciela, la
madre, se volvió una experta. Cierto día, alguien llamó y dijo: “Hola. ¿Es usted la diosa de los
astros?”.
—Hola. Me llamo Graciela —contestó la hermana— ¿y usted?
—Carmen.
—Y dígame, Carmen, ¿por qué desea hablar con la diosa de los astros? ¿Necesita algún tipo
de ayuda o consejo?
Carmen pasó a contarle a nuestra hermana un problema personal. Con amabilidad, Graciela le
explicó dónde podemos obtener los mejores consejos y le leyó varios textos de la Biblia. Luego le
preguntó: “¿No cree que, si queremos tener guía confiable ahora y en el futuro, deberíamos acudir
a nuestro Creador?”. Carmen reconoció haber estudiado la Biblia con los testigos de Jehová en el
pasado, así que se tomaron medidas para que se reanudara el estudio. Con el tiempo, la familia de
Graciela ha podido dar un buen testimonio a otras personas que llamaban buscando ayuda,
animarlas a escuchar a los Testigos cuando vayan a su puerta e invitarlas al Salón del Reino local.
Colombia. En marzo de 2005 le robaron el automóvil a una hermana de Cali. A los pocos días
lo encontraron, así que ella y su esposo incrédulo esperaron junto al vehículo a que llegara la
policía, pero como esta se retrasaba, decidieron llevárselo. No obstante, el auto había sido
utilizado para cometer un delito, por lo que la policía los paró, los arrestó y los mandó a prisión.
Apenas ingresó en la cárcel, la hermana empezó a predicar, y al poco tiempo ya tenía varios
estudios bíblicos. Cuando pusieron en libertad a una de sus estudiantes, esta no solo pidió seguir
estudiando con la hermana tan pronto la liberaran, sino que también le dijo al hombre con el que
vivía que debían casarse para agradar a Dios.
Aunque poco antes la hermana había pedido en oración poder dedicar más tiempo a la
predicación, nunca se imaginó que sería en la cárcel. Le dieron la oportunidad de salir antes en
libertad, pero como se sentía protegida por Jehová y disfrutaba predicando, rechazó la oferta. Tras
cuarenta y cinco días encarcelados, los liberaron a ella y a su esposo. La hermana reconoció que
la experiencia había fortalecido su fe. Además, durante el encarcelamiento, los hermanos habían
visitado y ayudado a su esposo, quien después de dos décadas de apatía espiritual, comenzó a
asistir a las reuniones y quiso estudiar la Biblia. Ahora la hermana acude con regularidad a la
prisión para visitar a cuatro presas que estudian con ella. Agradece mucho que Jehová haya
respondido sus oraciones y que la haya bendecido tanto.
Brasil. Hasta hace dos años era común ver a un ciego llamado Renildo mendigando en los
mercados de su ciudad y otras localidades cercanas. Aunque lo hacía para complementar su
pensión de invalidez, la mendicidad se convirtió en una rentable fuente de ingresos que le permitía
disponer de un automóvil propio y una casa bien amueblada. Además, podía comprar una cantidad
de comida poco habitual en un área tan pobre. Gracias a su estudio de la Biblia con los testigos de
Jehová fue adquiriendo una perspectiva espiritual de las cosas que lo impulsó a tomar una valiente
decisión. Tras analizar con su esposa y sus tres hijos qué cambios podían hacer para vivir con
menos medios, Renildo dejó de mendigar. Él y su familia progresaron en sentido espiritual y, al
poco tiempo, se bautizaron en una asamblea de distrito. A Renildo no se le conoce ahora por
mendigar, sino por ser un celoso proclamador de las buenas nuevas que pasa un promedio de
cuarenta horas mensuales en el servicio del campo.
El Ecuador. Un precursor solía dejar las revistas en chino al dueño de un restaurante.
El propietario de otro restaurante que era amigo suyo vio las revistas durante una visita, y las leyó.
Tanto le gustaron que escribió a la sucursal de Hong Kong para solicitar más revistas, una Biblia y
el libro Acerquémonos a Jehová. También pidió un estudio bíblico. Esta sucursal se puso en
contacto con la del Ecuador y, al poco tiempo, una pareja de precursores le llevó a casa las
publicaciones que había solicitado. A los cuatro días regresaron. ¿Las habría leído? El señor les
dijo: “Comencé a leer desde Génesis y voy por Ezequiel, pero tengo algunas preguntas. ¿Por qué
es Jehová tan bueno con nosotros los seres humanos? Todo le pertenece, así que, ¿por qué se
toma tantas molestias para ayudar a la humanidad? ¿Qué saca él?”. Se inició un estudio de la
Biblia, y el hombre empezó a ir a las reuniones de inmediato. Dejó de fumar y de frecuentar los
casinos. Incluso cierra el restaurante para asistir a las reuniones. En la actualidad está a punto de
ser publicador no bautizado y enseña chino a los hermanos locales que quieren predicar a otros
compatriotas suyos que residen en el país.
Honduras. En Guatemala un día de enero de 2005, una hermana llamada Flor predicó
informalmente a Sebastián, un chico de 15 años que trabaja de payaso en un circo. Aunque él
demostró cierto interés, estaba siempre muy ocupado. Cierto día se cayó de la parte superior de la
carpa, lo escayolaron y le mandaron guardar reposo. Ahora tenía mucho tiempo para meditar sobre
cuestiones espirituales, así que Flor lo visitaba a diario y respondía sus numerosas preguntas.
Pronto su madre, una equilibrista de nombre Doris, también manifestó interés y empezó a estudiar
la Biblia con Flor. Luego se les unieron Dalila —una trapecista—, Sofía —una bailarina que ya
había estudiado con los Testigos— y sus respectivas hijas; un total de siete personas. Durante dos
meses, Flor se reunía de cinco a siete veces por semana con este grupo para estudiar la Biblia.
Cuando el circo se iba a marchar a Honduras, Flor los animó a buscar a los Testigos en las
ciudades que visitaran para seguir estudiando y asistir a las reuniones. Después que llegaron a la
población de Copán, el grupo reanudó sus clases con un matrimonio de precursores especiales.
Luego se trasladaron a la localidad de Gracias, donde estudiaron con otro precursor especial.
Y cuando les tocó mudarse a Santa Rosa de Copán, una pareja de misioneros recibió una llamada
en la que les pedían que dirigieran el estudio durante las siguientes tres semanas.
Se trata de un estudio muy particular, pues se reúnen de siete a diez personas bajo la carpa del
circo. Ellos celebran el estudio dos veces a la semana y se preparan bien, incluido el miembro más
joven del grupo: una niña trapecista de nueve años llamada Julietta. Cuando van a las reuniones, a
menudo tienen que marcharse corriendo en cuanto estas acaban para vestirse y estar listos para el
espectáculo. Pero hacen el esfuerzo con gusto.
MIERCOLES
LECCION 9(a)
TALLER 2
PARTICIPA EN LAS DIVERSAS MODALIDADES DEL MINISTERIO
MIERCOLES
LECCION 9(b)
JUEVES
LECCION 10(a)
VALORA EL PAPEL DE JESÚS
Nombre y título del Hijo de Dios desde que fue ungido en la Tierra.
El nombre Jesús (gr. I·ē·sóus) corresponde al nombre hebreo Jesúa (o Jehosúa, su forma
completa), que significa “Jehová Es Salvación”. Era un nombre bastante común en aquel tiempo.
Por eso, con frecuencia se precisaba especificar diciendo “Jesús el Nazareno”. (Mr 10:47; Hch
2:22.) El título Cristo viene del griego Kjri·stós, cuyo equivalente en hebreo es Ma·schí·aj (Mesías),
que significa “Ungido”. Aunque el término “ungido” se aplicó apropiadamente a otros hombres
anteriores a Jesús, como Moisés, Aarón y David (Heb 11:24-26; Le 4:3; 8:12; 2Sa 22:51), el
puesto, cargo o servicio para el que se les ungió solo prefiguró o tipificó el puesto, cargo y servicio
superiores de Cristo Jesús. Por consiguiente, Jesús es por excelencia y de modo singular “el
Cristo, el Hijo del Dios vivo”. (Mt 16:16; véanse CRISTO; MESÍAS.)
Existencia prehumana. La persona que llegó a ser conocida como Jesucristo no empezó su
vida aquí en la Tierra. Él mismo habló de su existencia celestial prehumana. (Jn 3:13; 6:38, 62;
8:23, 42, 58.) En Juan 1:1, 2 se da el nombre celestial del que llegó a ser Jesús, al decir: “En el
principio la Palabra [gr. Ló·gos] era, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era un dios [“era
divina”, Sd; compárese con An American Translation, Moffat (ambas en inglés); o: “de esencia
divina”, Böhmer; Stage (ambas en alemán)]. Este estaba en el principio con Dios”. Dado que
Jehová es eterno y no tuvo principio (Sl 90:2; Rev 15:3), el que la Palabra estuviera con Dios
desde el “principio” debe referirse al principio de las obras creativas de Jehová. Esta conclusión la
confirman otros textos que identifican a Jesús como “el primogénito de toda la creación”, “el
principio de la creación por Dios”. (Col 1:15; Rev 1:1; 3:14.) De modo que las Escrituras identifican
a la Palabra (Jesús en su existencia prehumana) como la primera creación de Dios, su Hijo
primogénito.
Las mismas declaraciones de Jesús prueban que Jehová era verdaderamente el Padre o Aquel
que dio vida a este Hijo primogénito, de modo que este Hijo era en realidad una creación de Dios.
Él señaló a Dios como la Fuente de su vida, cuando dijo: “Yo vivo a causa del Padre”. Según el
contexto, eso significaba que su vida procedía de su Padre o había sido causada por Él, de la
misma manera que los hombres encaminados a la muerte podrían conseguir vida si ejercían fe en
el sacrificio de rescate de Jesús. (Jn 6:56, 57.)
Si los cálculos de los científicos modernos sobre la edad del universo material se aproximan a la
realidad, la existencia de Jesús como criatura celestial empezó miles de millones de años antes de
la creación del primer ser humano. (Compárese con Miq 5:2.) El Padre se valió de su Hijo
primogénito celestial para crear todas las demás cosas (Jn 1:3; Col 1:16, 17), entre ellas los
millones de otros hijos de la familia celestial de Jehová Dios (Da 7:9, 10; Rev 5:11), así como el
universo material y las criaturas que al principio se colocaron en él. Lógicamente, Jehová se dirigía
a este Hijo primogénito cuando dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, según nuestra
semejanza”. (Gé 1:26.) Todas estas otras cosas no solo fueron creadas “mediante él”, sino también
“para él”, como el Primogénito de Dios y el “heredero de todas las cosas”. (Col 1:16; Heb 1:2.)
No fue un cocreador. No obstante, la participación del Hijo en las obras creativas no lo hicieron
un cocreador de su Padre. El poder para la creación procedía de Dios mediante su espíritu santo o
fuerza activa. (Gé 1:2; Sl 33:6.) Y como Jehová es la Fuente de toda la vida, toda la creación
animada, visible e invisible, le debe la vida a Él. (Sl 36:9.) Más que un cocreador, fue el agente o
instrumento por medio del que Jehová, el Creador, realizó sus obras. Jesús mismo atribuyó la
creación a Dios, como lo hacen todas las Escrituras. (Mt 19:4-6; véase CREACIÓN.)
PAG. 85 w 08 15/12 PAGS. 12,13 PARRS. 6,7; w 98 15/6 PAG. 23 PARRS. 1-4
“La Palabra”
6
(Léase Juan 1:14.) ¿Por qué se le da a Jesús el título de “la Palabra” o el Logos? Por la
función que ha desempeñado desde que fueron creados los demás seres inteligentes. Jehová usó
a su Hijo para dar información e instrucciones a los demás hijos espirituales, así como para
transmitir su mensaje a los seres humanos. El hecho de que Jesús es la Palabra, o Vocero de
Dios, queda claro en lo que les dijo a un grupo de judíos: “Lo que yo enseño no es mío, sino que
pertenece al que me ha enviado. Si alguien desea hacer la voluntad de Él, conocerá respecto a la
enseñanza si es de Dios o si hablo por mí mismo” (Juan 7:16, 17). Jesús siguió llevando el título de
“La Palabra de Dios” aun después de haber regresado a la gloria celestial (Rev. 19:11, 13, 16).
7
Pensemos por un momento en lo que implica ese título. Aunque Jesús es la criatura más
sabia que existe, no confía en su propia sabiduría y por eso solo transmite lo que su Padre le
comunica. Tampoco dirige la atención a sí mismo, sino a su Padre (Juan 12:50). ¡Qué magnífico
ejemplo! A nosotros también se nos ha encomendado el maravilloso privilegio de declarar “buenas
nuevas de cosas buenas” (Rom. 10:15). El ejemplo de humildad de Jesús debería impulsarnos a
tener cuidado con lo que decimos. Cuando se trata de comunicar el mensaje salvador de las
Escrituras, no vamos “más allá de las cosas que están escritas” (1 Cor. 4:6).
Acción de volver a la concordia, de atraer y acordar los ánimos desunidos. Las palabras griegas
relacionadas con el término reconciliación se derivan del verbo al·lás·sō, que significa básicamente
“cambiar; alterar”. (Hch 6:14; Gál 4:20, Int.)
Por lo tanto, aunque la forma compuesta ka·tal·lás·sō significa esencialmente “cambiar” o
“canjear”, adquirió el significado de “reconciliar”. (Ro 5:10.) Pablo empleó este verbo al hablar de la
mujer separada que debía ‘reconciliarse’ con su esposo. (1Co 7:11.) En las instrucciones de Jesús
registradas en Mateo 5:24 en cuanto a que se deberían ‘hacer primero las paces’ con el hermano
antes de presentar una ofrenda sobre el altar, aparece un término de la misma familia:
di·al·lás·so·mai.
Reconciliación con Dios. Pablo utiliza los términos ka·tal·lás·sō y a·po·ka·tal·lás·sō (una
forma intensificada) en la carta a los Romanos y en otras varias, al tratar el tema de la
reconciliación del hombre con Dios por medio del sacrificio de Cristo Jesús.
La reconciliación con Dios es necesaria porque ha existido un alejamiento, una separación, una
falta de armonía y de relaciones amistosas, más que eso, enemistad. Esta mala relación se produjo
como consecuencia del pecado del primer hombre, Adán, y la consiguiente pecaminosidad e
imperfección que heredaron todos sus descendientes. (Ro 5:12; compárese con Isa 43:27.) Por
esa razón el apóstol podía decir que “el tener la mente puesta en la carne significa enemistad con
Dios, porque esta no está sujeta a la ley de Dios, ni, de hecho, lo puede estar [debido a la
naturaleza imperfecta y pecaminosa que ha heredado]. Por eso los que están en armonía con la
carne no pueden agradar a Dios”. (Ro 8:7, 8.) Existe enemistad porque las normas perfectas de
Dios no permiten que Él apruebe o tolere el mal. (Sl 5:4; 89:14.) En cuanto a su Hijo, quien reflejó
las cualidades perfectas de su Padre, está escrito: “Amaste la justicia, y odiaste el desafuero”. (Heb
1:9.) Por consiguiente, aunque “Dios es amor” y “tanto amó [...] al mundo [de la humanidad] que dio
a su Hijo unigénito” a favor de él, el hecho es que toda la humanidad ha estado enemistada con
Dios, y Él ha manifestado al mundo de los hombres el amor que se tiene a los enemigos, el amor
que está fundado sobre los principios (gr. a·gá·pē) más bien que sobre el afecto o la amistad (gr.
fi·lí·a). (1Jn 4:16; Jn 3:16; compárese con Snt 4:4.)
Como la norma de justicia de Dios es perfecta, no puede tolerar ni aprobar el pecado, pues este
consiste en la violación de su voluntad expresa. Él es “benévolo y misericordioso”, y “rico en
misericordia” (Sl 145:8, 9; Ef 2:4); pero no antepone la misericordia a la justicia. Como se observa
correctamente en la Cyclopædia, de M’Clintock y Strong (1894, vol. 8, pág. 958), la relación entre
Dios y el hombre pecaminoso es por ello una relación “legal, como la de un soberano en calidad de
juez y un delincuente que ha infringido sus leyes y se ha alzado contra su autoridad, y al que por
tanto se trata como enemigo”. Esta era la situación en la que quedó la humanidad como
consecuencia del pecado heredado de su primer padre, Adán.
La base para la reconciliación. Únicamente puede haber una reconciliación completa con
Dios por medio del sacrificio de rescate de Cristo Jesús; él es “el camino” y nadie va al Padre sino
por él. (Jn 14:6.) Su muerte sirvió de “sacrificio propiciatorio [gr. hi·la·smón] por nuestros pecados”.
(1Jn 2:2; 4:10.) La palabra hi·la·smós significa “medio de apaciguamiento; expiación”. Está claro
que el sacrificio de Jesucristo no era un “medio de apaciguamiento” en el sentido de que calmara
los sentimientos heridos que Dios pudiera tener o le aplacara, pues es patente que la muerte de su
amado Hijo no produciría tal efecto. Más bien, ese sacrificio apaciguó o satisfizo las exigencias de
la justicia perfecta de Dios al sentar la base recta y justa para el perdón del pecado, a fin de que
Dios “sea justo hasta al declarar justo al hombre [pecaminoso por herencia] que tiene fe en Jesús”.
(Ro 3:24-26.) Al suministrar el medio para la expiación o compensación completa de los pecados y
acciones ilícitas humanas, el sacrificio de Cristo creó una situación propicia para que a partir de
ese momento el hombre procurara y consiguiera restablecer una buena relación con el Dios
Soberano. (Ef 1:7; Heb 2:17; véase RESCATE.)
Así que, por medio de Cristo, Dios ha abierto el camino que le permite “reconciliar de nuevo
consigo mismo todas las otras cosas, haciendo la paz mediante la sangre que [Jesús] derramó en
el madero de tormento”. Como resultado, los que en un tiempo estaban “alejados y eran enemigos”
debido a que tenían la mente fija en la maldad podían beneficiarse de la reconciliación, que se
logra “por medio del cuerpo carnal de [Jesús] mediante su muerte”, lo que permite que se les
presente “santos y sin tacha y no expuestos a ninguna acusación delante de él”. (Col 1:19-22.) A
partir de ese momento, Jehová Dios podía ‘declarar justos’ a los que seleccionase para ser sus
hijos espirituales, quienes no estarían bajo ninguna acusación, pues ya estaban completamente
reconciliados con Dios y en paz con Él. (Compárese con Hch 13:38, 39; Ro 5:9, 10; 8:33.)
¿Qué podemos decir entonces de hombres que sirvieron a Dios antes de la muerte de Cristo?
Por ejemplo: Abel, de quien se dijo que “se le dio testimonio de que era justo, pues Dios dio
testimonio respecto a sus dádivas”; Enoc, quien “tuvo el testimonio de haber sido del buen agrado
de Dios”; Abrahán, quien “vino a ser llamado ‘amigo de Jehová’”; Moisés, Josué, Samuel, David,
Daniel, Juan el Bautista y los discípulos de Cristo, a quienes Jesús dijo antes de su muerte: “El
Padre mismo les tiene cariño”. (Heb 11:4, 5; Snt 2:23; Da 9:23; Jn 16:27.) Jehová mantuvo una
relación con todos ellos y los bendijo. Por tanto, ¿cómo es que tales personas necesitarían una
reconciliación por medio de la muerte de Cristo?
Estas personas obviamente se reconciliaron hasta cierto grado con Dios. No obstante, al igual
que el resto del mundo de la humanidad, todavía eran pecadores por herencia, como de hecho lo
reconocían al ofrecer los sacrificios de animales. (Ro 3:9, 22, 23; Heb 10:1, 2.) Es verdad que
algunos hombres han pecado de manera más abierta o grave que otros, y hasta se han vuelto
manifiestamente rebeldes; pero el pecado sigue siendo pecado, sin importar su grado o alcance.
Por lo tanto, como todos son pecadores, todos los descendientes de Adán, sin excepción,
necesitan la reconciliación con Dios que el sacrificio de su Hijo ha hecho posible.
La relativa amistad de Dios con hombres como los mencionados antes se basaba en la fe que
ellos mostraron, fe que abarcaba la creencia de que Dios proveería al debido tiempo el medio para
librarlos por completo de su condición pecaminosa. (Compárese con Heb 11:1, 2, 39, 40; Jn 1:29;
8:56; Hch 2:29-31.) Por consiguiente, la relativa reconciliación de la que disfrutaron estaba
supeditada al rescate que Dios proveería en el futuro. Como se muestra en el artículo DECLARAR
JUSTO, Dios ‘contó’, ‘imputó’ o abonó en cuenta su fe como justicia, y, sobre esa base, teniendo
en mira la absoluta certeza de que proveería un rescate, podía considerarlos provisionalmente sus
amigos sin violar sus normas de justicia perfecta. (Ro 4:3, 9, 10; NM, Besson; compárese también
con 3:25, 26; 4:17.) Sin embargo, las exigencias propias de su justicia con el tiempo tendrían que
satisfacerse, de manera que se saldarían con el pago real del precio de rescate requerido. Todo
esto exalta la importancia del papel de Cristo en el propósito de Dios, y demuestra que, aparte de
Cristo Jesús, no hay ningún hombre que pueda alcanzar una posición de justo ante Dios por
méritos propios. (Compárese con Isa 64:6; Ro 7:18, 21-25; 1Co 1:30, 31; 1Jn 1:8-10.)
Pasos necesarios para conseguir la reconciliación. Dado que Dios es el ofendido y es su ley
la que se ha infringido vez tras vez, el hombre es quien debe reconciliarse con Dios y no Dios con
el hombre. (Sl 51:1-4.) El hombre no está en un plano de igualdad con Dios, y la norma de la
justicia divina no está sujeta a cambios, enmiendas o modificaciones. (Isa 55:6-11; Mal 3:6;
compárese con Snt 1:17.) Por lo tanto, sus condiciones para la reconciliación no son negociables,
no están sujetas a juicio o componenda. (Compárese con Job 40:1, 2, 6-8; Isa 40:13, 14.) Aunque
muchas versiones traducen Isaías 1:18: “El Señor dice: Vengan, vamos a discutir este asunto”
(VP), o emplean expresiones parecidas (BJ, SA, Str), una traducción más adecuada y coherente
es: “Vengan, pues, y enderecemos los asuntos entre nosotros [“Vengan, para que arreglemos
cuentas”, RH; véanse también CB, CI, EMN] —dice Jehová—”. La culpa de esta falta de armonía
con Dios la tiene exclusivamente el hombre, no Dios. (Compárese con Eze 18:25, 29-32.)
Este hecho no impide que Dios demuestre su misericordia tomando la iniciativa de abrir el
camino para la reconciliación por medio de su Hijo. El apóstol escribe: “Porque, de hecho, Cristo,
mientras todavía éramos débiles, murió por impíos al tiempo señalado. Porque apenas muere
alguien por un hombre justo; en realidad, por el hombre bueno, quizás, alguien hasta se atreva a
morir. Pero Dios recomienda su propio amor [a·gá·pēn] a nosotros en que, mientras todavía
éramos pecadores, Cristo murió por nosotros. Mucho más, pues, dado que hemos sido declarados
justos ahora por su sangre, seremos salvados mediante él de la ira. Porque si, cuando éramos
enemigos, fuimos reconciliados con Dios mediante la muerte de su Hijo, mucho más, ahora que
estamos reconciliados, seremos salvados por su vida. Y no solo eso, sino que también nos
alborozamos en Dios mediante nuestro Señor Jesucristo, mediante quien ahora hemos recibido la
reconciliación”. (Ro 5:6-11.) Jesús, quien “no conoció pecado”, fue hecho “pecado por nosotros” y
murió como ofrenda humana a fin de librar a las personas de la acusación y la pena del pecado.
Librados de tal acusación, tienen la oportunidad de parecer justos a los ojos de Dios, y, por lo
tanto, de “[llegar] a ser justicia de Dios por medio de él [Jesús]”. (2Co 5:18, 21.)
Además, Dios demuestra su misericordia y amor enviando embajadores a la humanidad
pecaminosa. En la antigüedad se enviaban embajadores principalmente en tiempos de hostilidad
(compárese con Lu 19:14), no de paz, y su misión solía consistir en ver si podía evitarse la guerra o
en fijar las condiciones que propiciaran la paz cuando existía un estado de guerra. (Isa 33:7; Lu
14:31, 32; véase EMBAJADOR.) Dios envía a sus embajadores cristianos a los hombres para que
puedan aprender sus condiciones de reconciliación y para que se valgan de ellas. El apóstol
escribe: “Somos, por lo tanto, embajadores en sustitución de Cristo, como si Dios estuviera
suplicando mediante nosotros. Como sustitutos por Cristo rogamos: ‘Reconcíliense con Dios’”.
(2Co 5:20.) Esta súplica no significa que se debilite la posición de Dios o su oposición al mal; es
una invitación misericordiosa a los ofensores para que busquen la paz y escapen de las inevitables
consecuencias de la justa ira divina, que sobrevendrá a los que persistan en oponerse a Su santa
voluntad y que supondrá su segura destrucción. (Compárese con Eze 33:11.) Incluso los cristianos
tienen que cuidarse de ‘no aceptar la bondad inmerecida de Dios y dejar de cumplir su propósito’,
es decir, no buscar continuamente el favor y la buena voluntad de Dios durante el “tiempo acepto”
y el “día de salvación” que Él provee misericordiosamente, como muestran las siguientes palabras
de Pablo. (2Co 6:1, 2.)
Al reconocer la necesidad de reconciliarse y aceptar la provisión de Dios para ello, a saber, el
sacrificio de su Hijo, la persona debe arrepentirse de su proceder de pecado y convertirse o
volverse de seguir el camino del mundo pecaminoso de la humanidad. Apelando a Dios sobre la
base del rescate de Cristo, puede obtener perdón de pecados y reconciliación, y como resultado,
“tiempos de refrigerio [...] de la persona de Jehová” (Hch 3:18, 19), así como paz mental y de
corazón. (Flp 4:6, 7.) Como ha dejado de ser un enemigo con quien Dios está encolerizado, puede
decirse que en realidad ha “pasado de la muerte a la vida”. (Jn 3:16; 5:24.) Después, a fin de
mantener la buena voluntad de Dios, ha de ‘invocarle en apego a la verdad’, ‘continuar en la fe y
no dejarse mover de la esperanza de las buenas nuevas’. (Sl 145:18; Flp 4:9; Col 1:22, 23.)
PAG. 86 it-2 PAG. 87 PARR. 4; PAG. 93 PARRS. 2-6; PAG. 723 PARR. 1
Su posición fundamental en el propósito de Dios. Jehová Dios tuvo a bien hacer que su Hijo
primogénito fuese la figura central o clave en el cumplimiento de todos sus propósitos (Jn 1:14-18;
Col 1:18-20; 2:8, 9), la persona en la que convergería la luz de todas las profecías y desde la que
se irradiaría esta luz (1Pe 1:10-12; Rev 19:10; Jn 1:3-9), la solución a todos los problemas que
había ocasionado la rebelión de Satanás (Heb 2:5-9, 14, 15; 1Jn 3:8) y el fundamento sobre el que
Dios edificaría todos sus preparativos futuros para el bien eterno de su familia universal en el cielo
y en la Tierra. (Ef 1:8-10; 2:20; 1Pe 2:4-8.) Debido a la función vital que desempeña en el propósito
de Dios, Jesús pudo decir apropiadamente y sin exageración: “Yo soy el camino y la verdad y la
vida. Nadie viene al Padre sino por mí”. (Jn 14:6.)
‘Dar testimonio acerca de la verdad.’ A la pregunta de Pilato: “Bueno, pues, ¿eres tú rey?”,
Jesús contestó: “Tú mismo dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al
mundo, para dar testimonio acerca de la verdad. Todo el que está de parte de la verdad escucha
mi voz”. (Jn 18:37; véase CAUSA JUDICIAL [El juicio de Jesús].) Como muestran las Escrituras, la
verdad acerca de la que dio testimonio no era solo la verdad en general, sino que se trataba de la
verdad de máxima importancia en cuanto a lo que eran y lo que son los propósitos de Dios. Esta
verdad estaba basada en el hecho fundamental de la voluntad soberana de Dios y su aptitud para
cumplir dicha voluntad. Jesús reveló mediante su ministerio que esa verdad, contenida en el
“secreto sagrado”, era el reino de Dios con él mismo, el “Hijo de David”, sentado como Rey
Sacerdote en el trono. Este fue también, en esencia, el mensaje que proclamaron los ángeles
antes de su nacimiento y una vez que este se produjo en Belén de Judea, la ciudad de David. (Lu
1:32, 33; 2:10-14; 3:31.)
Para que Jesús cumpliera en su ministerio con la comisión de dar testimonio acerca de la
verdad, era necesario que no se limitase a hablar, predicar y enseñar. Además de abandonar su
gloria celestial para nacer como humano, tuvo que cumplir todo lo que estaba profetizado acerca
de él, entre lo que se contaban las sombras o modelos contenidos en el pacto de la Ley. (Col
2:16, 17; Heb 10:1.) A fin de sostener la verdad de la palabra y las promesas proféticas de su
Padre, Jesús tuvo que vivir de tal modo que esa verdad se hiciera realidad, cumplirla de hecho y
de palabra, tanto por su modelo de vida como por su muerte. Tenía que ser la verdad, de hecho, la
personificación de la verdad, como él mismo dijo que era. (Jn 14:6.)
Por esta razón, el apóstol Juan pudo escribir que Jesús “estaba lleno de bondad inmerecida y
verdad”, y que aunque “la Ley fue dada por medio de Moisés, la bondad inmerecida y la verdad
vinieron a ser por medio de Jesucristo”. (Jn 1:14, 17.) La verdad de Dios ‘vino a ser’, es decir, llegó
a su realización, por medio de estos hechos históricos: el nacimiento humano de Jesús, la
presentación de sí mismo a Dios mediante bautismo en agua, sus tres años y medio de servicio
público a favor del reino de Dios, su muerte en fidelidad y su resurrección al cielo. (Compárese con
Jn 1:18; Col 2:17.) Por lo tanto, toda la vida terrestre de Jesucristo consistió en “dar testimonio
acerca de la verdad”, acerca de lo que Dios había jurado. De modo que Jesús no fue la sombra de
un Mesías o Cristo, sino el verdadero Mesías que se había prometido. No fue la sombra de un rey
sacerdote, sino, en esencia y de hecho, el verdadero Rey Sacerdote que se había prefigurado. (Ro
15:8-12; compárese con Sl 18:49; 117:1; Dt 32:43; Isa 11:10.)
Esta verdad sería la que ‘libraría a los hombres’ que demostrasen que estaban “de parte de la
verdad” al aceptar el papel de Jesús en el propósito de Dios. (Jn 8:32-36; 18:37.) Quien no haga
caso del propósito de Dios concerniente a su Hijo, edifique esperanzas sobre cualquier otro
fundamento y oriente su vida a partir de cualquier otra base, se engañará a sí mismo, creerá una
mentira y seguirá la dirección del padre de la mentira, el adversario de Dios (Mt 7:24-27; Jn 8:42-
47), lo que significará que ‘morirá en sus pecados’. (Jn 8:23, 24.) Por eso Jesucristo no se retuvo
de declarar su lugar en el propósito de Dios.
Es verdad que dio orden rigurosa a sus discípulos de que no declararan a nadie su condición de
Mesías (Mt 16:20; Mr 8:29, 30) y que en muy pocas ocasiones se refirió a sí mismo directamente
como el Cristo, excepto cuando estaba en privado con ellos. (Mr 9:33, 38, 41; Lu 9:20, 21; Jn 17:3.)
Pero con denuedo y regularidad hizo notar que tanto las profecías como sus obras probaban que
era el Cristo. (Mt 22:41-46; Jn 5:31-39, 45-47; 7:25-31.) Cuando Jesús, “cansado del viaje”, habló
con una mujer samaritana al lado de un pozo, se identificó como el Cristo, quizás a fin de despertar
la curiosidad de los ciudadanos y hacer que salieran de la ciudad para verle, como por fin sucedió.
(Jn 4:6, 25-30.) El mero hecho de que alegara ser el Mesías no significaría nada si no lo
respaldaba con pruebas. De todos modos, se requería fe de los que lo vieran y oyeran para
aceptar la conclusión a la que esas pruebas señalaban inequívocamente. (Lu 22:66-71; Jn 4:39-42;
10:24-27; 12:34-36.)
JUEVES
LECCION 10(b)
DEJATE GUIAR POR LOS PRINCIPIOS BIBLICOS
A LOS científicos que tratan de desentrañar los secretos del universo les asombra la tremenda
cantidad de energía que hay en el cosmos. El Sol, una estrella de tamaño mediano, produce tanta
energía como la que liberarían “100.000 millones de bombas de hidrógeno que explotaran cada
segundo”. El Creador controla y dirige esos enormes cuerpos celestes mediante su ilimitado poder
(Job 38:32; Isaías 40:26). ¿Qué podemos decir de los seres humanos, dotados de libre albedrío,
facultad moral, raciocinio y capacidad para la espiritualidad? ¿De qué formas ha visto oportuno
dirigirnos nuestro Hacedor? Nos guía con amor mediante sus leyes perfectas y sus elevados
principios, en combinación con nuestra conciencia bien educada (2 Samuel 22:31; Romanos
2:14, 15).
2
A Dios le complace que las criaturas inteligentes decidan obedecerlo (Proverbios 27:11).
En vez de programarnos para que nos sometamos ciegamente, como si fuéramos robots sin
voluntad, Jehová nos dotó de libre albedrío a fin de que decidamos con conocimiento de causa y
hagamos lo bueno (Hebreos 5:14).
3
Jesús, que reflejó a la perfección a su Padre, dijo a sus discípulos: “Ustedes son mis amigos si
hacen lo que les mando. Ya no los llamo esclavos” (Juan 15:14, 15). En tiempos antiguos, a los
esclavos no les quedaba más remedio que obedecer a su amo. Por otro lado, las amistades se
forjan manifestando cualidades que llegan al corazón. Nosotros podemos ser amigos de Jehová
(Santiago 2:23). El amor mutuo fortalece dicha amistad. Jesús enlazó la obediencia a Dios con el
amor cuando dijo: “Si alguien me ama, observará mi palabra, y mi Padre lo amará” (Juan 14:23).
Con ese fin, y también para guiarnos bien, Jehová nos invita a vivir según sus principios.
Principios piadosos
4
¿Qué son los principios? Se define principio como “regla de conducta. Verdad o idea que sirve
de fundamento a otras o a un razonamiento” (Diccionario de uso del español, de María Moliner).
Un estudio detenido de la Biblia revela que nuestro Padre celestial suministra directrices esenciales
que abarcan diversas situaciones y aspectos de la vida, y lo hace teniendo presente nuestro
beneficio eterno. Esto armoniza con lo que escribió el sabio rey Salomón: “Oye, hijo mío, y acepta
mis dichos. Entonces para ti los años de vida llegarán a ser muchos. Yo ciertamente te instruiré
aun en el camino de la sabiduría; ciertamente haré que pises en los senderos trillados de la
rectitud” (Proverbios 4:10, 11). Los principios fundamentales que suministra Jehová influyen en
nuestra relación con él y con nuestros semejantes, en nuestra adoración y en nuestra vida diaria
(Salmo 1:1). Analicemos algunos de dichos principios esenciales.
5
Jesús dijo respecto a nuestra relación con Jehová: “Tienes que amar a Jehová tu Dios con
todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu mente” (Mateo 22:37). Además, Dios da principios
que tienen que ver con el modo de tratar al semejante, como la Regla Áurea: “Todas las cosas que
quieren que los hombres les hagan, también ustedes de igual manera tienen que hacérselas a
ellos” (Mateo 7:12; Gálatas 6:10; Tito 3:2). Se nos da este consejo tocante a la adoración que
rendimos: “Considerémonos unos a otros para incitarnos al amor y a las obras excelentes, sin
abandonar el reunirnos” (Hebreos 10:24, 25). En lo que se refiere a los aspectos de la vida
cotidiana, el apóstol Pablo dice: “Sea que estén comiendo, o bebiendo, o haciendo cualquier otra
cosa, hagan todas las cosas para la gloria de Dios” (1 Corintios 10:31). En la Palabra de Dios hay
una innumerable cantidad de otros principios.
6
Los principios son verdades vigentes y esenciales, y los cristianos sabios aprenden a amarlos.
Jehová inspiró a Salomón a escribir lo siguiente: “De veras presta atención a mis palabras. A mis
dichos inclina tu oído. No se escapen de tus ojos. Guárdalos en medio de tu corazón. Porque son
vida a los que los hallan y salud a toda su carne” (Proverbios 4:20-22). ¿En qué difieren los
principios de las leyes? Los principios constituyen el fundamento de las leyes. Las reglas, que
suelen ser específicas, tal vez sean pertinentes para cierto tiempo o situación, mientras que los
principios son eternos (Salmo 119:111). Los principios divinos no se vuelven anticuados ni pierden
vigencia. Las palabras inspiradas del profeta Isaías resultan veraces: “La hierba verde se ha
secado, la flor se ha marchitado; pero en cuanto a la palabra de nuestro Dios, durará hasta tiempo
indefinido” (Isaías 40:8).
Basemos nuestros pensamientos y acciones en los principios
7
“La palabra de nuestro Dios” nos anima una y otra vez a basar nuestros pensamientos y
acciones en los principios. Cuando se pidió a Jesús que resumiera la Ley, hizo dos declaraciones
concisas: una de ellas recalcaba el amor a Jehová, y la otra, el amor al prójimo (Mateo 22:37-40).
De esta manera, citó parte de un breve resumen de los principios básicos de la Ley mosaica
anotado en Deuteronomio 6:4, 5: “Jehová nuestro Dios es un solo Jehová. Y tienes que amar a
Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza vital”. Al parecer, Jesús
también tenía presente la directriz divina que se encuentra en Levítico 19:18. En la clara, sucinta e
impactante conclusión del libro de Eclesiastés, el rey Salomón resume una gran cantidad de leyes
divinas: “La conclusión del asunto, habiéndose oído todo, es: Teme al Dios verdadero y guarda sus
mandamientos. Porque este es todo el deber del hombre. Porque el Dios verdadero mismo traerá
toda clase de obra a juicio con relación a toda cosa escondida, en cuanto a si es buena o es mala”
(Eclesiastés 12:13, 14; Miqueas 6:8).
8
Tener una comprensión cabal de esos principios fundamentales nos ayuda a entender y
aplicar pautas más específicas. Además, si no comprendemos perfectamente ni obedecemos tales
principios básicos, no podremos tomar decisiones prudentes, y nuestra fe se debilitará (Efesios
4:14). Por el contrario, si grabamos esas pautas en la mente y el corazón, estaremos preparados
para usarlas al tomar decisiones. Cuando las ponemos en práctica con entendimiento, obtenemos
buenos resultados (Josué 1:8; Proverbios 4:1-9).
9
Entender y aplicar los principios bíblicos no es tan sencillo como seguir un código legal. Los
seres humanos imperfectos tal vez rehuyamos el esfuerzo que exige razonar partiendo de
principios, y prefiramos la comodidad de seguir una regla al tomar decisiones o vernos ante una
disyuntiva. Es posible que en ocasiones busquemos la dirección de un cristiano maduro —por
ejemplo, un anciano de congregación— con la esperanza de que nos dé una regla específica
pertinente para el caso. Sin embargo, puede ser que ni la Biblia ni las publicaciones que en ella se
basan suministren una regla categórica, y aun si se nos proporciona una, no nos servirá en todo
momento ni en toda circunstancia. Quizá recordemos que cierto hombre hizo esta petición a Jesús:
“Maestro, di a mi hermano que divida conmigo la herencia”. En lugar de apresurarse a dictar una
norma para resolver las disputas entre hermanos carnales, Jesús enunció un principio más
general: “Mantengan abiertos los ojos y guárdense de toda suerte de codicia”. De ese modo
suministró una pauta que fue útil entonces y sigue siéndolo hoy día (Lucas 12:13-15).
10
Es probable que hayamos conocido a personas que tienden a obedecer las leyes a
regañadientes, por temor al castigo. Pues bien, el respeto a los principios impide que tengamos
esa actitud. La misma naturaleza de los principios mueve a quienes están gobernados por ellos a
responder desde el corazón. De hecho, la mayoría de los principios no llevan consigo un castigo
inmediato para quienes no se sujetan a ellos, lo cual nos da la oportunidad de revelar por qué
obedecemos a Jehová, cuáles son los motivos de nuestro corazón. Encontramos un ejemplo en
José, que rechazó las proposiciones inmorales de la esposa de Potifar. Aunque Jehová no había
dado todavía una ley escrita que condenara el adulterio y no había prescrito un castigo por tener
relaciones con la esposa de otro hombre, José estaba al tanto de cuáles eran los principios divinos
sobre la fidelidad marital (Génesis 2:24; 12:18-20). Su respuesta pone de relieve que tales pautas
le influyeron sobremanera: “¿Cómo podría yo cometer esta gran maldad y realmente pecar contra
Dios?” (Génesis 39:9).
11
Los cristianos de la actualidad se dejan guiar por los principios de Jehová en sus asuntos
personales, como son la elección de las compañías, las diversiones, la música y la lectura
(1 Corintios 15:33; Filipenses 4:8). Al aumentar el conocimiento, entendimiento y aprecio de
Jehová y sus normas, nuestra conciencia, es decir, nuestro sentido moral, nos ayudará a poner en
práctica los principios divinos en cualquier circunstancia, incluso en cuestiones muy personales.
Puesto que nos guiamos por los principios bíblicos, no buscamos lagunas en las leyes de Dios
ni imitamos a los que tratan de ver hasta dónde pueden llegar sin quebrantar una determinada
regla. Comprendemos que tal modo de pensar es contraproducente y perjudicial (Santiago 1:22-
25).
12
Los cristianos maduros reconocen que para seguir los principios divinos, es esencial que
deseemos saber lo que piensa Jehová sobre los asuntos. “Oh amadores de Jehová —es la
exhortación del salmista—, odien lo que es malo.” (Salmo 97:10.) En Proverbios 6:16-19 se
enumeran algunas cosas que Dios considera malas: “Hay seis cosas que Jehová de veras odia; sí,
siete son cosas detestables a su alma: ojos altaneros, una lengua falsa, y manos que derraman
sangre inocente, un corazón que fabrica proyectos perjudiciales, pies que se apresuran a correr a
la maldad, un testigo falso que lanza mentiras, y cualquiera que envía contiendas entre hermanos”.
Cuando el deseo de reflejar el sentir de Jehová sobre tales cuestiones fundamentales rige nuestra
existencia, vivir en conformidad con los principios se convierte en algo habitual para nosotros
(Jeremías 22:16).
Hace falta un buen motivo
13
Conocer y aplicar los principios también nos protege de la trampa de adorar a Dios de una
manera formal, vacía. No es lo mismo regirse por principios que obedecer reglas de manera
estricta. Jesús indicó claramente este punto en el Sermón del Monte (Mateo 5:17-48). Conviene
recordar que su auditorio estaba compuesto de judíos, cuya conducta debía estar regulada por la
Ley mosaica. La realidad era, sin embargo, que tenían una idea deformada de la Ley. Hacían
hincapié en la letra, en vez de hacerlo en el espíritu. Y daban mucha importancia a sus tradiciones,
las cuales anteponían a las enseñanzas de Dios (Mateo 12:9-12; 15:1-9). Como consecuencia, a la
generalidad de las personas no se les enseñaba a pensar en función de los principios.
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En cambio, en el Sermón del Monte, Jesús incluyó principios en cinco campos de la
moralidad: la cólera; el matrimonio y el divorcio; las promesas; la venganza, y el amor y el odio.
En cada caso señaló el beneficio de seguir un principio. De ese modo elevó la norma moral de sus
seguidores. Veamos un ejemplo: tocante al adulterio enunció un principio que no solo protege
nuestras acciones, sino también nuestros pensamientos y deseos: “Todo el que sigue mirando a
una mujer a fin de tener una pasión por ella ya ha cometido adulterio con ella en su corazón”
(Mateo 5:28).
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Este ejemplo ilustra que jamás debemos perder de vista el propósito y el espíritu de los
principios de Jehová. Desde luego, no debemos tratar de ganar el favor de Dios mediante el
formalismo moral. Jesús puso al descubierto lo engañosa que es tal actitud destacando la
misericordia y el amor de Dios (Mateo 12:7; Lucas 6:1-11). Si seguimos los principios bíblicos,
no intentaremos regir nuestra vida por un conjunto inflexible de normas que van más allá de lo que
enseña la Biblia, ni lo exigiremos de los demás. Estaremos más interesados en los principios de
amor y obediencia a Dios que en la apariencia externa de nuestra adoración (Lucas 11:42).
Resultados felices
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Al esforzarnos por obedecer a Jehová, es importante que tengamos presente que sus leyes
se basan en principios fundamentales. Por ejemplo, los cristianos han de huir de la idolatría, la
inmoralidad sexual y el uso impropio de la sangre (Hechos 15:28, 29). ¿Qué hay detrás de la
posición cristiana respecto a estos asuntos? Que Dios merece devoción exclusiva, que debemos
ser fieles a nuestro cónyuge y que Jehová es el Dador de la vida (Génesis 2:24; Éxodo 20:5;
Salmo 36:9). Comprender estos principios subyacentes facilita el que obedezcamos las leyes
relacionadas.
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Al percibir los principios subyacentes y ponerlos en práctica, nos damos cuenta de que son
para nuestro bien. Las bendiciones espirituales de que disfruta el pueblo de Dios suelen ir
acompañadas de beneficios tangibles. Así, quienes no fuman, llevan una vida moral intachable y
respetan la santidad de la sangre no sufren determinadas enfermedades. Del mismo modo, vivir en
conformidad con la verdad divina puede favorecernos en sentido económico, en las relaciones
sociales y en la vida familiar. Todos esos beneficios concretos demuestran el valor de las normas
de Jehová, que son realmente prácticas. Ahora bien, obtener ese provecho no es en sí el motivo
principal por el que aplicamos los principios divinos. Los cristianos verdaderos obedecen a Jehová
porque lo aman, porque él merece que lo adoren y porque eso es lo que debe hacerse (Revelación
4:11).
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Dejar que los principios bíblicos nos rijan resulta en tener un modo de vida superior, que
puede atraer a otras personas al camino de Dios. Lo más importante es que nuestra vida honra a
Jehová. Nos damos cuenta de que es en realidad un Dios amoroso que desea lo mejor para
nosotros. Cuando tomamos decisiones que están en conformidad con los principios bíblicos y
observamos que Jehová nos bendice, nos sentimos aún más cerca de él. En efecto, forjamos una
relación más estrecha con nuestro Padre celestial.
TODOS sabemos que los animales siguen su instinto, y que hay máquinas programadas para
ejecutar determinadas funciones. Pero el ser humano fue creado para que se guiara por principios.
¿Cómo podemos estar seguros de ello? Pues bien, Jehová, quien ha dado origen a todo principio
correcto, dijo lo siguiente cuando hizo a los primeros seres humanos: “Hagamos al hombre a
nuestra imagen, según nuestra semejanza”. El Creador es un espíritu; no posee un cuerpo físico
como nosotros. Por tanto, estamos hechos a su “imagen” en el sentido de que podemos reflejar su
personalidad, manifestando a cierto grado sus buenas cualidades. Tenemos la facultad de regirnos
por principios, es decir, obrar conforme a lo que creemos que es un código de buena conducta.
Jehová se encargó de que se pusieran por escrito muchos de ellos en su Palabra (Génesis 1:26;
Juan 4:24; 17:17).
“Pero la Biblia contiene cientos de principios —tal vez diga alguien—. Me es imposible
aprenderlos todos.” Y es verdad. Sin embargo, pensemos en esto: aunque todos los principios
divinos son buenos, algunos tienen mayor importancia. Sirva de botón de muestra Mateo 22:37-39,
donde Jesús indicó que entre los mandamientos y principios correspondientes de la Ley de Moisés,
unos eran de más peso que otros.
¿Cuáles son estos? Los principios bíblicos clave son los que ejercen una influencia directa en
nuestra relación con Jehová. Si los obedecemos, el Creador resulta ser la fuerza dominante de
nuestra brújula moral. Además, existen principios que influyen en las relaciones con los demás. Si
los ponemos en práctica, nos ayudarán a resistir el yoísmo, o como sea que lo llamemos.
Analicemos una de las verdades bíblicas esenciales. ¿Cuál es y cómo nos concierne?
“El Altísimo sobre toda la tierra”
Las Santas Escrituras dejan claro que Jehová es nuestro Magnífico Creador, el Dios
todopoderoso. Nadie puede igualarlo o suplantarlo. Esta verdad bíblica es clave (Génesis 17:1;
Eclesiastés 12:1).
Uno de los escritores del libro de Salmos dijo de Jehová: “Tú solo eres el Altísimo sobre toda la
tierra”. El rey David de la antigüedad afirmó: “Tuyo es el reino, oh Jehová, Aquel que también te
alzas como cabeza sobre todo”. Y el renombrado profeta Jeremías se sintió impelido a consignar:
“De ninguna manera hay alguien semejante a ti, oh Jehová. Tú eres grande, y tu nombre es grande
en poderío” (Salmo 83:18; 1 Crónicas 29:11; Jeremías 10:6).
¿Cómo debemos aplicar tales verdades acerca de Dios en nuestra vida cotidiana?
Es obvio que el Creador y Dador de vida debe ocupar un lugar preeminente en nuestra
existencia. ¿No sería apropiado, pues, resistir toda tendencia a llamar la atención a nosotros
mismos, tendencia que puede ser mayor en unos que en otros? Un sabio principio rector es
“ha[cer] todas las cosas para la gloria de Dios” (1 Corintios 10:31). El profeta Daniel fue un buen
ejemplo de ello.
La Biblia nos cuenta que un sueño perturbó al rey Nabucodonosor de Babilonia, y que él pidió
que se le explicara su significado . A pesar del desconcierto general, Daniel informó con exactitud
al rey lo que deseaba saber. ¿Se atribuyó por ello el mérito? No, sino que glorificó al “Dios en los
cielos que es un Revelador de secretos”. Y añadió: “No por ninguna sabiduría que exista en mí
más que en cualesquiera otros que estén vivos me es revelado este secreto”. Daniel era un
hombre de principios. No sorprende que en el libro que lleva su nombre, se le califique de “muy
deseable” a la vista de Dios (Daniel 2:28, 30; 9:23; 10:11, 19).
Imitar a Daniel nos beneficiará. Para seguir su modelo, el factor clave es la motivación. ¿Quién
debe recibir la honra por lo que hacemos? Sin importar nuestra situación, tenemos la capacidad
para actuar en armonía con este principio bíblico de vital importancia: Jehová es el Señor
Soberano. Si así lo hacemos, seremos “muy deseable[s]” a sus ojos.
Analicemos ahora dos principios básicos que nos sirven de guía en el campo de las relaciones
humanas, ámbito de la vida especialmente difícil ante el énfasis generalizado en el yo.
“Con humildad mental”
Los egoístas rara vez se sienten satisfechos. La mayoría anhela una vida cada vez mejor y la
quiere en el acto. La modestia, para ellos, es señal de debilidad. Creen que solo los demás deben
tener paciencia y que, con tal de triunfar, todo vale. ¿Hemos de comportarnos como ellos, o
contamos con alguna otra opción?
Los siervos de Dios se enfrentan a esa actitud a diario, pero no debería influir en ellos. Los
cristianos maduros aceptan el principio de que “no el que a sí mismo se recomienda es aprobado,
sino el hombre a quien Jehová recomienda” (2 Corintios 10:18).
Aplicar la norma de Filipenses 2:3, 4 nos ayudará, pues ese texto nos anima a no hacer “nada
movidos por espíritu de contradicción ni por egotismo, sino [a considerar] con humildad mental que
los demás son superiores a [nosotros]”. Así no estaremos “vigilando con interés personal solo
[nuestros] propios asuntos, sino también con interés personal los de los demás”.
Un hombre que mantuvo una actitud equilibrada de sí mismo y de su valía fue Gedeón, juez de
los antiguos hebreos. Él no trató de ser caudillo de Israel, y aun cuando se le designó para el
cargo, dijo que no se lo merecía. “El millar mío es el más pequeño de Manasés, y yo soy el más
chico de la casa de mi padre”, argumentó (Jueces 6:12-16).
Por otra parte, tras la victoria que Jehová le dio, los hombres de Efraín trataron de pelear con él.
¿Cómo reaccionó Gedeón? ¿Se había engreído por el triunfo? No. Evitó un desastre con una
respuesta suave, a saber: “¿Pues qué he hecho yo en comparación con ustedes?”. Gedeón tenía
humildad mental (Jueces 8:1-3).
Claro está, aquellos incidentes ocurrieron mucho tiempo atrás, pero, aun así, es útil analizar el
relato. Se observa que la actitud de Gedeón era muy diferente de la que predomina hoy en día, y
que le reportó beneficios regirse por ella.
La actitud actual, centrada en el yo, puede distorsionar el concepto que tenemos de nosotros
mismos. Los principios bíblicos corrigen tal distorsión y nos enseñan cuál es nuestra auténtica valía
con respecto al Creador y al prójimo.
Cuando nos regimos por ellos, vencemos el yoísmo. Ya no nos dominan los sentimientos o
nuestras inclinaciones personales. Cuanto más aprendemos de los principios justos, mejor
conocemos a Aquel que les dio origen. En efecto, vale la pena prestar especial atención a los
principios divinos siempre que leamos la Biblia (véase el recuadro).
Jehová hizo al hombre superior a los animales, los cuales siguen principalmente su instinto.
Hacer la voluntad de Dios supone vivir según sus principios. Así, mantendremos en óptimas
condiciones nuestra brújula moral para que nos guíe hasta el nuevo mundo de Dios. La Biblia nos
da razón para esperar el cercano establecimiento de un nuevo sistema de cosas en el que “la
justicia habrá de morar” por toda la Tierra (2 Pedro 3:13).
[Ilustración y recuadro de la página 6]
Principios bíblicos útiles
En el círculo familiar.
“Que cada uno siga buscando, no su propia ventaja, sino la de la otra persona.” (1 Corintios 10:24.)
“El amor [...] no busca sus propios intereses.” (1 Corintios 13:4, 5.)
“Que cada uno de ustedes individualmente ame a su esposa tal como se ama a sí mismo.” (Efesios
5:33.)
“Esposas, estén en sujeción a sus esposos.” (Colosenses 3:18.)
“Escucha a tu padre, que causó tu nacimiento, y no desprecies a tu madre simplemente porque ha
envejecido.” (Proverbios 23:22.)
En la escuela, el empleo o los negocios.
“Una balanza defraudadora es cosa detestable [...]. El inicuo obtiene salario falso.” (Proverbios
11:1, 18.)
“El que hurta, ya no hurte más, sino, más bien, que haga trabajo duro.” (Efesios 4:28.)
“Si alguien no quiere trabajar, que tampoco coma.” (2 Tesalonicenses 3:10.)
“Cualquier cosa que estén haciendo, trabajen en ello de toda alma como para Jehová.”
(Colosenses 3:23.)
“Deseamos comportarnos honradamente en todas las cosas.” (Hebreos 13:18.)
En la actitud hacia el dinero.
“El que se apresura a ganar riquezas no permanecerá inocente.” (Proverbios 28:20.)
“Un simple amador de la plata no estará satisfecho con plata.” (Eclesiastés 5:10.)
Al determinar nuestra valía personal.
“El que la gente ande buscando su propia gloria, ¿es eso gloria?” (Proverbios 25:27.)
“Alábete un extraño, y no tu propia boca.” (Proverbios 27:2.)
“Digo a cada uno que está allí entre ustedes que no piense más de sí mismo de lo que sea
necesario pensar.” (Romanos 12:3.)
“Si alguien piensa que es algo, no siendo nada, está engañando su propia mente.” (Gálatas 6:3.)
PAG. 89 w 06 15/6 PAGS. 21,22; w 02 15/4 PAG. 22 PARRS. 16; it-2 PAG. 930
5
Veamos cómo pueden fortalecernos tres aspectos de la Ley de Moisés: la ley del sábado, la
ley de la rebusca y el mandamiento contra la codicia. En todos los casos notaremos que es
importantísimo comprender los principios que hay tras estas leyes, pues así podremos hacer frente
a las dificultades de nuestros tiempos.
Cómo satisfacer nuestra necesidad espiritual
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El ser humano fue creado con varias necesidades. Por ejemplo: para gozar de salud física es
imprescindible tener alimento, bebida y cobijo. Sin embargo, también hay que saciar la “necesidad
espiritual”, ya que de lo contrario no se alcanza la verdadera felicidad (Mateo 5:3). Jehová dio tanta
importancia a satisfacer esta necesidad innata que mandó a su pueblo que interrumpiera sus
actividades normales un día a la semana para dedicarlo por completo a los asuntos espirituales.
7
La ley del sábado subrayaba el valor de cultivar la espiritualidad. La primera vez que aparece
la palabra sábado en la Biblia es con relación a la dádiva del maná provista en el desierto.
Se mandó a los israelitas recoger aquel pan milagroso durante seis días. En la última jornada
tenían que acumular “el pan de dos días”, pues no habría maná el séptimo día. Este sería “un
sábado santo a Jehová”, durante el cual cada uno habría de quedarse ‘sentado en su lugar’ (Éxodo
16:13-30). Uno de los Diez Mandamientos establecía, bajo pena de muerte, que no se realizara
ningún tipo de trabajo el sábado, pues era un día sagrado (Éxodo 20:8-11; Números 15:32-36).
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La ley del sábado reflejaba el interés de Jehová por el bienestar físico y espiritual de su
pueblo. “El sábado vino a existir por causa del hombre”, dijo Jesús (Marcos 2:27). Esta disposición
no solo permitía descansar a los israelitas, sino que también les daba la oportunidad de acercarse
a su Creador y demostrarle que lo amaban (Deuteronomio 5:12). Era un día dedicado
exclusivamente a los asuntos espirituales, en el que la familia podía adorar a Dios, orarle y meditar
sobre su Ley. El sábado sirvió para evitar que los israelitas emplearan todo su tiempo y energías
en ir tras intereses materiales, pues les recordaba que su relación con Jehová era lo más
importante en la vida. Jesús reiteró este principio inmutable al decir: “Está escrito: ‘No de pan
solamente debe vivir el hombre, sino de toda expresión que sale de la boca de Jehová’” (Mateo
4:4).
9
El pueblo de Dios ya no tiene que guardar un descanso sabático literal de veinticuatro horas;
con todo, tal disposición no es simplemente una curiosidad histórica (Colosenses 2:16). ¿No es
verdad que también nos recuerda a nosotros que debemos dar prioridad a las actividades
espirituales? No podemos permitir que los intereses espirituales queden eclipsados por las
preocupaciones económicas o por las diversiones (Hebreos 4:9, 10). De modo que cabría
preguntarse: “¿Qué ocupa el primer lugar en mi vida? ¿Doy prioridad a estudiar, orar, asistir a las
reuniones cristianas y predicar las buenas nuevas del Reino? ¿O los dejo de lado por otros
intereses?”. Si ponemos los asuntos espirituales en primer lugar en nuestra vida, Jehová nos
asegura que tendremos cubiertas las necesidades básicas (Mateo 6:24-33).
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Algo que nos ayudará a acercarnos a Jehová es dedicar tiempo a estudiar la Biblia y las
publicaciones basadas en ella, y reflexionar sobre su mensaje (Santiago 4:8). Susan, quien
empezó a estudiar regularmente la Biblia hace unos cuarenta años, reconoce que al principio
no disfrutaba, sino que se aburría. Sin embargo, le fue gustando cada vez más a medida que leía.
Ahora echa de menos su estudio personal si por alguna razón tiene que suspenderlo. “El estudio
me ha ayudado a conocer a Jehová y a verlo como un Padre —dice—. Puedo confiar en él,
apoyarme en él y orarle con toda libertad. Es impresionante ver lo mucho que Jehová ama a sus
siervos, cómo me cuida personalmente y lo que ha hecho por mí.” ¿Verdad que nos sentimos
felices cuando satisfacemos nuestra necesidad espiritual?
La ley divina de la rebusca
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Un segundo aspecto de la Ley mosaica que reflejaba el interés de Dios por el bienestar de su
pueblo fue la rebusca. Jehová mandó a los agricultores israelitas que permitieran a los pobres
recolectar el producto de los campos que se quedara atrás. Los agricultores no debían segar
completamente las orillas de los sembrados, ni repasar las viñas o los olivos, ni tampoco recoger
las gavillas olvidadas. La rebusca era una medida amorosa en favor de los pobres, los inmigrantes,
los huérfanos y las viudas. Claro está, exigía trabajo arduo de parte de estos, pero gracias a ella,
no tenían que mendigar (Levítico 19:9, 10; Deuteronomio 24:19-22; Salmo 37:25).
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La ley de la rebusca no estipulaba cuánto había de dejarse para los menos favorecidos: los
márgenes sin segar podían ser anchos o estrechos; se trataba de una decisión personal. Así, esta
ley enseñaba generosidad. Además, ofrecía a los agricultores la oportunidad de demostrar su
agradecimiento al Proveedor de la cosecha, ya que “el que muestra favor al pobre [...] glorifica [a
su Hacedor]” (Proverbios 14:31). Boaz fue un ejemplo al respecto, pues se aseguró
bondadosamente de que Rut, una viuda que espigaba en sus campos, recogiera una buena
cantidad de grano. Jehová recompensó con creces su generosidad (Rut 2:15, 16; 4:21, 22;
Proverbios 19:17).
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El principio en que se basa la ley de la rebusca aún permanece: Jehová espera que sus
siervos sean generosos, en particular con los necesitados. Cuanto más generosos seamos,
mayores serán nuestras bendiciones. De hecho, Jesús afirmó: “Practiquen el dar, y se les dará.
Derramarán en sus regazos una medida excelente, apretada, remecida y rebosante. Porque con la
medida con que ustedes miden, se les medirá en cambio” (Lucas 6:38).
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El apóstol Pablo exhortó: “Obremos lo que es bueno para con todos, pero especialmente para
con los que están relacionados con nosotros en la fe” (Gálatas 6:10). Por ello, tenemos que
preocuparnos de que nuestros hermanos reciban apoyo espiritual siempre que se enfrenten a
pruebas de fe. Pero ¿necesitan quizás ayuda práctica, por ejemplo para acudir al Salón del Reino
o para hacer compras? ¿Hay algún hermano de edad o alguien que esté enfermo o recluido en su
casa que agradecería una visita animadora o que se le ayudara en algo? Si nos esforzamos por
estar pendientes de tales necesidades, Jehová podrá utilizarnos para responder las oraciones de
los necesitados. Aunque cuidar de nuestros hermanos es un deber cristiano, la persona que da la
ayuda también sale beneficiada. Demostrar amor verdadero nos reportará gran gozo y profunda
satisfacción, además de granjearnos la sonrisa de aprobación de Jehová (Proverbios 15:29).
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Otra importante forma de manifestar una actitud generosa es usando nuestro tiempo y
energías para hablar del propósito de Dios (Mateo 28:19, 20). Todo el que haya tenido la dicha de
contribuir a que otra persona llegue a dedicar su vida a Jehová sabe lo ciertas que son estas
palabras de Jesús: “Hay más felicidad en dar que en recibir” (Hechos 20:35).
SANGRE
Fluido maravilloso que circula por el sistema vascular de los seres humanos y de la mayoría de
los animales pluricelulares; en hebreo es dam, y en griego, hái·ma. La sangre suministra nutrientes
y oxígeno a todas las partes del cuerpo, se lleva los desechos y desempeña un papel fundamental
en proteger al cuerpo de las infecciones. Su composición química es tan sumamente compleja que
los científicos aún desconocen mucho sobre la sangre.
La sangre está tan enlazada con los procesos de la vida que en la Biblia se dice que el alma
está en la sangre: “Porque el alma de la carne está en la sangre, y yo mismo la he puesto sobre el
altar para ustedes para hacer expiación por sus almas, porque la sangre es lo que hace expiación
en virtud del alma en ella”. (Le 17:11.) La Biblia relaciona aún de modo más directo la vida con la
sangre al decir: “El alma de toda clase de carne es su sangre”. (Le 17:14.) Está claro que la
Palabra de Dios trata la vida y la sangre como algo sagrado.
Quitar la vida. Jehová es la fuente de la vida. (Sl 36:9.) El hombre no puede devolver una vida
que haya quitado. “Todas las almas... a mí me pertenecen”, dice Jehová. (Eze 18:4.) Por lo tanto,
quitar una vida es quitar la propiedad de Jehová. Todo ser vivo tiene un propósito y un lugar en la
creación de Dios. Ningún hombre tiene el derecho de quitar una vida excepto cuando Dios lo
permite y según la manera como Él dice.
Después del Diluvio, se ordenó a Noé y sus hijos, los progenitores de toda la raza humana, que
respetaran la vida, la sangre, de sus semejantes. (Gé 9:1, 5, 6.) Por otra parte, Dios tuvo la bondad
de permitirles añadir la carne animal a su dieta. Sin embargo, tenían que reconocer que la vida de
todo animal que mataran para comer pertenecía a Dios, y debían demostrarlo derramando la
sangre en el suelo como agua. Este era un modo de devolverla a Dios y no utilizarla para
propósitos personales. (Dt 12:15, 16.)
El hombre tenía el derecho de disfrutar de la vida que Dios le había concedido, y cualquiera que
le privara de esa vida sería responsable ante Dios. Esto se mostró cuando Dios dijo al asesino
Caín: “La sangre de tu hermano está clamando a mí desde el suelo”. (Gé 4:10.) Incluso si alguien
odiaba a su hermano hasta el grado de desear verlo muerto, o lo calumniaba o daba un falso
testimonio contra él con el objeto de poner en peligro su vida, se hacía culpable de la sangre de su
prójimo. (Le 19:16; Dt 19:18-21; 1Jn 3:15.)
Debido al punto de vista de Dios sobre el valor de la sangre, se decía que la sangre de una
persona asesinada contaminaba la tierra, una contaminación que solo podía expiarse si se
derramaba la sangre del homicida. Tomando esto como base, la Biblia autorizaba la pena capital
para el asesino, la cual se ejecutaba mediante la autoridad debidamente constituida. (Nú 35:33; Gé
9:5, 6.) En el Israel antiguo no estaba permitido aceptar ningún rescate para librar de la pena de
muerte a un asesino deliberado. (Nú 35:19-21, 31.)
En los casos en que no se podía descubrir al homicida a pesar de las investigaciones, se
consideraba culpable de derramamiento de sangre a la ciudad más cercana al lugar donde se
había encontrado el cadáver. Para eliminar dicha culpabilidad, los ancianos de esa ciudad tenían
que efectuar el procedimiento requerido por Dios, negar rotundamente cualquier culpa o
conocimiento del asesinato y orar a Dios por su misericordia. (Dt 21:1-9.) Si un homicida
involuntario no estaba seriamente preocupado por haber quitado una vida y no seguía el
procedimiento fijado por Dios para protegerse huyendo a la ciudad de refugio y permaneciendo allí,
el pariente más cercano del muerto, como vengador autorizado, estaba obligado a matarle para
eliminar del país la culpa de sangre. (Nú 35:26, 27; véase VENGADOR DE LA SANGRE.)
LAS malas compañías echan a perder los hábitos útiles. Se siega lo que se siembra.
(1 Corintios 15:33; Gálatas 6:7.) Cada una de estas declaraciones, en sentido físico o espiritual, es
un ejemplo de una verdad fundamental —un principio—, y de cada una de ellas pueden derivarse
leyes. El carácter de las leyes suele ser temporal y específico. Los principios, por el contrario, son
amplios y pueden durar para siempre. Así, la Palabra de Dios nos anima a pensar, de ser posible,
en función de principios.
El Diccionario de uso del español define “principio” como “verdad o idea que sirve de
fundamento a otras o a un razonamiento”. Y el Diccionario Esencial Santillana de la lengua
española incluye la siguiente acepción: “Causa primitiva o primera de una cosa o aquello de lo que
procede algo”. Por ejemplo, a un niño se le puede dar la ley “no toques la cocina”. Pero para un
adulto la advertencia “la cocina está caliente” sería suficiente. Observe que la última es una
declaración más amplia. Puesto que va a influir en la actuación —como cocinar, hornear o apagar
el fuego— en cierto sentido se convierte en un principio.
Los principios más importantes de la vida son, por supuesto, de naturaleza espiritual; rigen la
adoración que damos a Dios y nuestra felicidad. Algunas personas, sin embargo, prefieren evitar el
esfuerzo que requiere razonar basándose en principios. Prefieren la comodidad de una regla
cuando tienen que tomar una decisión. Este no es el proceder de la sabiduría, y contrasta con el
ejemplo que dieron los hombres fieles de tiempos bíblicos. (Romanos 15:4.)
Hombres de principios piadosos
Entre los hombres imperfectos, podría llamarse a Abel el primer hombre de principios piadosos.
Posiblemente pensó mucho en la promesa sobre la “descendencia” y se dio cuenta de que la
redención del pecado implicaría un sacrificio cruento. (Génesis 3:15.) Por ello ofreció a Dios
“algunos primogénitos de su rebaño”. La frase “aun sus trozos grasos” muestra que Abel dio a
Jehová lo mejor que tenía. Sin embargo, no fue hasta más de dos mil años después de la muerte
de Abel que Dios explicó con detalle sus requisitos sobre los sacrificios. A diferencia de Abel,
hombre de principios y temeroso de Dios, su hermano Caín presentó una ofrenda de sacrificio por
pura formalidad. Pero su actitud dejaba mucho que desear; algo en su ofrenda indicaba que tenía
un corazón falto de principios. (Génesis 4:3-5.)
Noé también fue un hombre de principios piadosos. Aunque el relato bíblico dice que Dios le
mandó específicamente construir un arca, no leemos que le mandara predicar a sus coetáneos. De
todos modos, a Noé se le llama “predicador de justicia”. (2 Pedro 2:5.) Aunque es probable que
Dios le indicara a Noé que debía predicar, sin duda su sentido de los principios y su amor al
prójimo lo indujeron a hacerlo. Puesto que vivimos en tiempos parecidos a los de Noé, imitemos su
excelente actitud y ejemplo.
A diferencia de los líderes religiosos de su día, Jesús enseñó a la gente a pensar en función de
principios. Su Sermón del Monte es un ejemplo de ello. Todo él apela a los principios. (Mateo,
capítulos 5-7.) Jesús enseñó de este modo porque conocía bien a Dios, como también lo
conocieron Abel y Noé antes que él. Aun de muchacho, respetó la verdad fundamental: “No solo de
pan [...], sino que de toda expresión de la boca de Jehová vive el hombre”. (Deuteronomio 8:3;
Lucas 2:41-47.) Sí, la clave para ser una persona de principios piadosos es conocer
verdaderamente a Jehová: sus gustos, sus aversiones y sus propósitos. Cuando estas ideas
fundamentales en cuanto a Dios dirigen nuestra vida, se convierten, de hecho, en principios vivos.
(Jeremías 22:16; Hebreos 4:12.)
Los principios y el corazón
Es posible obedecer una ley a regañadientes, quizá debido al miedo del castigo que conlleva
desobedecerla. Sin embargo, actuar en consecuencia con un principio excluye tal actitud, pues, por
la misma naturaleza de este, el corazón de la persona es lo que la motiva a observarlo. Piense en
el caso de José, quien, como Abel y Noé, vivió antes del establecimiento del pacto de la Ley
mosaica. Cuando la esposa de Potifar intentó seducirlo, este respondió: “¿Cómo podría yo cometer
esta gran maldad y realmente pecar contra Dios?”. En efecto, José conocía el principio de que el
esposo y la esposa son “una sola carne”. (Génesis 2:24; 39:9.)
Hoy el mundo está falto de principios justos. Se alimenta con glotonería de violencia e
inmoralidad. El cristiano corre el peligro de querer mordisquear, quizá en secreto, el mismo
alimento basura: películas, vídeos o libros. Qué loable es, pues, que, como José, rechacemos el
mal por principio, recordando que Dios conservará con vida a través de la venidera “gran
tribulación” solo a aquellos que son leales. (Mateo 24:21.) Sí, es fundamentalmente lo que
hacemos en privado, no en público, lo que revela lo que en verdad somos en nuestro interior.
(Salmo 11:4; Proverbios 15:3.)
En consecuencia, si nos guiamos por los principios bíblicos, no buscaremos supuestas lagunas
en las leyes de Dios ni intentaremos ver cuánto podemos apartarnos de ellas sin violarlas. Este
modo de pensar es contraproducente; a la larga nos perjudica.
Mire más allá de la ley
Por supuesto, las leyes desempeñan un papel esencial en la vida cristiana. Son como
centinelas que nos ayudan a protegernos, y encierran muchos principios importantes. Si
no percibimos estos principios, el amor que le tenemos a una determinada ley puede enfriarse. La
antigua nación de Israel demostró este hecho.
Dios dio a Israel los Diez Mandamientos, el primero de los cuales prohibía la adoración a
cualquier otro dios que no fuera Jehová. Una verdad fundamental tras esta ley es que Jehová creó
todas las cosas. (Éxodo 20:3-5.) Pero ¿vivió la nación en armonía con este principio? Jehová
mismo contesta: “‘Tú eres mi padre [decían los israelitas]’, y a una piedra [clamaban]: ‘Tú me has
dado la vida’. Ellos me dan la espalda, no la cara”. (Jeremías 2:27, Biblia de América.) ¡Qué
estupidez más insensible y falta de principios! ¡Y cómo hirió el corazón de Jehová! (Salmo
78:40, 41; Isaías 63:9, 10.)
JUEVES
LECCION 11(a)
EVALÚA TU PROGRESO ESPIRITUAL
PAG. 93 w 07 1/8 PAGS. 4,5
La verdadera espiritualidad: ¿cómo cultivarla?
EL APÓSTOL Pablo escribió: “La mente carnal es muerte, mas la espiritual, vida y paz”
(Romanos 8:6, Versión Hispano-Americana). Con estas palabras, el apóstol dio a entender que ser
una persona de inclinación espiritual no es simplemente una cuestión de sentimiento o elección
propia. En realidad, es un asunto de vida o muerte. ¿Por qué puede decirse que la persona
espiritual recibe “vida y paz”? Porque, según la Biblia, en el presente disfruta de paz consigo
misma y con Dios, y en el futuro será bendecida con vida eterna (Romanos 6:23; Filipenses 4:7).
Con razón Jesús afirmó: “Felices son los que tienen conciencia de su necesidad espiritual” (Mateo
5:3).
El hecho de que usted se encuentre leyendo esta revista demuestra que se interesa por la
espiritualidad, y eso es digno de elogio. Sin embargo, las opiniones sobre este asunto son tan
diversas que tal vez se pregunte: “¿Qué es la espiritualidad realmente, y cómo se cultiva?”.
“La mente de Cristo”
Además de señalar la importancia y los beneficios de tener inclinaciones espirituales, el apóstol
Pablo habló extensamente sobre lo que es la verdadera espiritualidad. Él explicó a los cristianos de
la antigua ciudad de Corinto la diferencia entre el hombre físico —que se deja llevar por los
impulsos carnales— y el hombre espiritual —que valora las cosas espirituales—. Pablo afirmó: “El
hombre físico no recibe las cosas del espíritu de Dios, porque para él son necedad”. Por otra parte,
aclaró que las personas de inclinación espiritual se caracterizan por tener “la mente de Cristo”
(1 Corintios 2:14-16).
Básicamente, tener “la mente de Cristo” significa manifestar “la misma actitud mental que tuvo
Cristo Jesús” (Romanos 15:5; Filipenses 2:5). En otras palabras, un hombre espiritual es aquel que
piensa como Jesús y sigue sus pasos (1 Pedro 2:21; 4:1). Cuanto más se parece la mente de
alguien a la de Cristo, más profunda es su espiritualidad y más cerca está de obtener “vida y paz”
(Romanos 13:14).
Cómo conocer “la mente de Cristo”
Sin embargo, para tener la mente de Cristo, primero hay que conocerla. De modo que el primer
paso para cultivar espiritualidad es familiarizarse con la forma de pensar de Jesucristo. Pero
¿cómo es posible conocer la mente de alguien que vivió en la Tierra hace dos mil años?
Pongamos un ejemplo: ¿cómo aprendió usted las hazañas de los personajes históricos de su país?
Probablemente, leyendo sobre ellos. De igual modo, una de las claves para conocer la mente de
Cristo es leer la historia de su vida (Juan 17:3).
Existen cuatro relatos históricos muy gráficos sobre la vida de Jesús: los Evangelios, que fueron
escritos por Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Si los lee con atención, percibirá la manera de pensar
de Jesús, la profundidad de sus sentimientos y los motivos que impulsaron sus actos. Al reflexionar
en lo que lea sobre él, se hará una clara imagen mental de la clase de persona que era. Incluso si
considera que ya está siguiendo a Cristo, leer estos relatos y meditar en ellos le ayudará a ‘seguir
creciendo en la bondad inmerecida y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo’
(2 Pedro 3:18).
Con esto presente, analicemos algunos pasajes de los Evangelios para ver por qué era Jesús
una persona tan espiritual. Luego veamos cómo podemos imitar su ejemplo (Juan 13:15).
La espiritualidad y “el fruto del espíritu”
El Evangelio de Lucas indica que Jesús recibió el espíritu santo de Dios cuando fue bautizado y
que era un hombre “lleno de espíritu santo” (Lucas 3:21, 22; 4:1). Jesús, a su vez, inculcó en sus
seguidores la importancia de dejarse guiar por el espíritu santo, o “fuerza activa”, de Dios (Génesis
1:2; Lucas 11:9-13). ¿Por qué es eso tan importante? Porque el espíritu de Dios tiene el poder de
transformar la mente de las personas para que se vaya asemejando a la de Cristo (Romanos
12:1, 2). El espíritu santo produce cualidades como “amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad,
bondad, fe, apacibilidad, autodominio”. Estas virtudes, que la Biblia llama “el fruto del espíritu”,
permiten identificar a los hombres y mujeres que son verdaderamente espirituales (Gálatas
5:22, 23). Dicho de otra manera, la persona de inclinación espiritual es la que se deja guiar por el
espíritu de Dios.
Jesús manifestó el fruto del espíritu a lo largo de su ministerio. Por ejemplo, al tratar con los
miembros de las clases más bajas de la sociedad, demostró cualidades como el amor y la bondad
(Mateo 9:36). Esto lo notamos en un suceso que registró el apóstol Juan: “Al ir pasando, [Jesús]
vio a un hombre ciego de nacimiento”. Sus discípulos también se fijaron en él, pero lo vieron como
un pecador. Así que preguntaron: “¿Quién pecó: este hombre, o sus padres[?]”. Por otra parte,
para sus vecinos, aquel hombre no era más que un mendigo, pues dijeron: “Este es el hombre que
estaba sentado y mendigaba, ¿no es así?”. Sin embargo, lo que Jesús vio en este ciego fue a una
persona que necesitaba ayuda. Por eso, habló con él y lo curó (Juan 9:1-8).
¿Qué nos enseña este relato sobre la manera de pensar de Cristo? En primer lugar, que él
no pasaba por alto a los más humildes, sino que los trataba con ternura y compasión. En segundo
lugar, que tomaba la iniciativa para ayudar al prójimo. ¿Qué hay de nosotros? ¿Seguimos el
modelo que puso Jesús? ¿Vemos a las personas como él las veía? ¿Las ayudamos a mejorar su
vida actual y les brindamos la esperanza de un futuro maravilloso? ¿O más bien tendemos a
favorecer a los que son prominentes, pasando por alto a los demás? Si usted siente por la gente lo
mismo que Jesús sintió, entonces puede afirmarse que está siguiendo su ejemplo (Salmo 72:12-
14).
“Yo les he puesto el modelo, que, así como yo hice con ustedes, ustedes también
deben hacerlo.” (JUAN 13:15)
¿QUÉ RESPONDERÍA?
¿Cómo demostró el Hijo de Dios que ya era humilde antes de venir a la Tierra?
¿Cómo manifestó Jesús humildad durante su vida humana?
¿Cuáles han sido los beneficios de la humildad de Jesús?
JESÚS está pasando la última noche de su vida en la Tierra con sus apóstoles en el piso
superior de una casa en Jerusalén. Durante la cena, Jesús se levanta, pone a un lado sus prendas
de vestir exteriores y se ata una toalla a la cintura. Entonces vierte agua en un recipiente y
empieza a lavarles los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla. Finalmente, se pone sus
prendas exteriores. ¿Por qué realizó esta acción tan humilde? (Juan 13:3-5.)
2
Él mismo explicó: “¿Saben lo que les he hecho? [...] Por eso, si yo, aunque soy Señor y
Maestro, les he lavado los pies a ustedes, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros.
Porque yo les he puesto el modelo, que, así como yo hice con ustedes, ustedes también deben
hacerlo” (Juan 13:12-15). Al estar dispuesto a llevar a cabo un trabajo tan servil, les dio a sus
apóstoles una lección magistral que nunca olvidarían y que los impulsaría a ser humildes por el
resto de sus vidas.
3
Aquella no fue la primera vez que Jesús les enseñó a sus apóstoles la importancia de ser
humildes. Anteriormente, cuando vio que algunos de ellos manifestaban un espíritu competitivo,
puso a un niño a su lado y les dijo: “Cualquiera que reciba a este niñito sobre la base de mi
nombre, a mí me recibe también, y cualquiera que me recibe a mí, recibe también al que me envió.
Porque el que se porta como uno de los menores entre todos ustedes es el que es grande” (Luc.
9:46-48). Consciente de las ansias de grandeza de los fariseos, dijo tiempo después: “Todo el que
se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado” (Luc. 14:11). Sin duda, Jesús desea
que todos sus seguidores cultivemos humildad, es decir, una actitud opuesta al orgullo, la vanidad
y la arrogancia. A fin de imitarle, examinemos su ejemplo de humildad y veamos cómo beneficia
esta cualidad tanto a quien la muestra como a otras personas.
“NO ME VOLVÍ EN LA DIRECCIÓN OPUESTA”
4
El Hijo unigénito de Dios ya demostró que era humilde durante los millones de años que pasó
en el cielo con su Padre antes de venir a la Tierra. Hablando sobre la estrecha relación que tenía
con él, el libro bíblico de Isaías explica: “El Señor Soberano Jehová mismo me ha dado la lengua
de los enseñados, para que sepa responder al cansado con una palabra. Él despierta mañana a
mañana; me despierta el oído para que oiga como los enseñados. El Señor Soberano Jehová
mismo me ha abierto el oído, y yo, por mi parte, no fui rebelde. No me volví en la dirección
opuesta” (Is. 50:4, 5). Ansioso de aprender, Jesús escuchó con humildad lo que el Dios verdadero
le enseñaba. Y, sin duda, prestó mucha atención al ejemplo de humildad que Jehová dio al
mostrarle misericordia a la humanidad pecadora.
5
Pero no todos los seres celestiales tuvieron esa misma humildad. Hubo un ángel que, en lugar
de dejarse enseñar, permitió que lo dominaran el orgullo y la vanidad. Tanto es así que se rebeló
contra Jehová y se convirtió en Satanás, el Diablo. Jesús, en cambio, nunca se sintió insatisfecho
con su posición en los cielos ni tentado a abusar de su poder. “Cuando Miguel el arcángel [es
decir, Jesús] tuvo una diferencia con el Diablo y disputaba acerca del cuerpo de Moisés”, no se
excedió en su autoridad, sino que fue humilde y modesto. Con gusto esperó a que Jehová, el Juez
Supremo del universo, se encargara del asunto a su debido tiempo y manera (léase Judas 9).
6
Sin duda, entre las cosas que Jesús aprendió en el cielo estuvieron las profecías sobre su vida
humana. Por lo tanto, es muy probable que antes de venir a la Tierra a vivir y morir como el Mesías
prometido ya supiera las desagradables experiencias que le aguardaban. Aun así, el Hijo unigénito
de Dios aceptó la misión. ¿Por qué? Porque era humilde. El apóstol Pablo destacó este hecho
cuando escribió: “Aunque existía en la forma de Dios, no dio consideración a una usurpación, a
saber, que debiera ser igual a Dios. No; antes bien, se despojó a sí mismo y tomó la forma de un
esclavo y llegó a estar en la semejanza de los hombres” (Filip. 2:6, 7).
“SE HUMILLÓ” DURANTE SU VIDA HUMANA
7
Pablo señaló que, durante su vida humana, Jesús “se humilló y se hizo obediente hasta la
muerte, sí, muerte en un madero de tormento” (Filip. 2:8). Ya desde niño fue un modelo de
humildad. Aunque lo criaron José y María, que eran imperfectos, “continuó sujeto a ellos” (Luc.
2:51). Los jóvenes pueden aprender mucho de él. Si imitan su buen ejemplo y son obedientes a
sus padres, tendrán la bendición de Jehová.
8
De adulto, Jesús demostró su humildad anteponiendo la voluntad de Jehová a la suya (Juan
4:34). Durante su ministerio empleó el nombre divino y ayudó a las personas de buen corazón a
conocer con exactitud las cualidades de Jehová y su propósito para la humanidad. Además, vivió
de acuerdo con lo que enseñaba sobre Dios. Por ejemplo, comenzó la oración modelo diciendo:
“Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre” (Mat. 6:9). De ese modo
subrayó que lo principal es la santificación del nombre de Jehová. Y él mismo predicó con el
ejemplo. Por eso, hacia el final de su ministerio pudo decirle a su Padre celestial: “Yo les he dado a
conocer tu nombre [a los apóstoles], y lo daré a conocer” (Juan 17:26). Además, siempre le dio a
Jehová el mérito por todo lo que logró en la Tierra (Juan 5:19).
9
Zacarías profetizó sobre el Mesías: “Ponte muy gozosa, oh hija de Sión. Grita en triunfo, oh
hija de Jerusalén. ¡Mira! Tu rey mismo viene a ti. Es justo, sí, salvado; humilde, y cabalga sobre un
asno, aun sobre un animal plenamente desarrollado, hijo de un asna” (Zac. 9:9). Estas palabras se
cumplieron en el año 33, cuando Jesús entró en Jerusalén antes de la fiesta de la Pascua.
La muchedumbre lo recibió tendiendo sobre el camino prendas de vestir exteriores y ramas de
palmera, y la ciudad entera se alborotó por su llegada. Pero Jesús no perdió la humildad ni siquiera
cuando fue aclamado como Rey (Mat. 21:4-11).
10
Con su muerte en el madero, Jesús culminó su trayectoria de humildad y obediencia en
la Tierra. Así demostró más allá de toda duda que los seres humanos pueden ser leales a Jehová
aunque sean probados hasta el límite. Además, desmintió la afirmación de Satanás de que los
seres humanos solo sirven a Dios por interés (Job 1:9-11; 2:4). Su perfecto historial de integridad
sirvió para defender la legitimidad y la justicia de la soberanía universal de Jehová, quien
ciertamente se regocijó por la lealtad inquebrantable de su humilde Hijo (léase Proverbios 27:11).
11
La muerte de Jesús también sirvió para pagar el rescate de la humanidad (Mat. 20:28).
De este modo, Jehová puede perdonar a los seres humanos pecadores sin pasar por alto las
normas divinas de justicia y darles la oportunidad de vivir para siempre. Pablo escribió: “Mediante
un solo acto de justificación el resultado a toda clase de hombres es el declararlos justos para vida”
(Rom. 5:18). El sacrificio de Cristo les dio a los cristianos ungidos por espíritu la esperanza de ir al
cielo y recibir la inmortalidad, y a las “otras ovejas”, la esperanza de disfrutar de vida eterna en la
Tierra (Juan 10:16; Rom. 8:16, 17).
“HUMILDE DE CORAZÓN”
12
Jesús invitó a “todos los que se afanan y están cargados” a acudir a él. “Tomen sobre sí mi
yugo y aprendan de mí —dijo—, porque soy de genio apacible y humilde de corazón, y hallarán
refrigerio para sus almas.” (Mat. 11:28, 29.) Como era humilde y apacible, trató a los seres
humanos imperfectos con bondad e imparcialidad. No les pidió a sus discípulos más de lo que
podían dar, sino que los elogió y animó. No los hizo sentir inútiles ni indignos. Y, desde luego,
no fue duro ni opresivo con ellos. Al contrario, les garantizó que si se acercaban a él y seguían sus
enseñanzas, se sentirían reconfortados, pues su yugo era suave y su carga, ligera. Las personas
se sentían cómodas a su lado sin importar su edad o sexo (Mat. 11:30).
13
Jesús se compadeció al ver la triste situación de la gente común de Israel y atendió con amor
sus necesidades. Cerca de Jericó se encontró con dos mendigos ciegos, uno de ellos llamado
Bartimeo, quienes le pidieron ayuda con insistencia. Pero la multitud los regañó y los mandó callar.
Para Jesús habría sido muy fácil ignorar las súplicas de aquellos ciegos. Sin embargo, pidió que se
los trajeran y, llevado por la compasión, les devolvió la vista. Como vemos, Jesús imitó a su Padre,
Jehová, siendo humilde y compasivo con los más desfavorecidos (Mat. 20:29-34; Mar. 10:46-52).
“EL QUE SE HUMILLE SERÁ ENSALZADO”
14
La humildad que Jesucristo ha manifestado durante toda su vida es una fuente de gozo y de
grandes beneficios. Jehová se regocijó al ver a su amado Hijo someterse de buena gana a su
voluntad. Los apóstoles y discípulos se sintieron revitalizados por la personalidad llana y apacible
de Jesús. Su ejemplo, sus enseñanzas y sus afectuosos elogios los impulsaron a progresar
espiritualmente. La gente común se beneficiaba de su humildad porque él les prestaba ayuda, les
enseñaba y los animaba. Y todos los seres humanos obedientes recibirán bendiciones eternas
gracias a su sacrificio redentor.
15
¿Y Jesús? ¿Se benefició de su propia humildad? Desde luego que sí. Él les dijo a sus
discípulos: “El que se humille será ensalzado” (Mat. 23:12). Sus palabras se cumplieron en él
mismo, pues Pablo señaló: “Dios lo ensalzó a un puesto superior y bondadosamente le dio el
nombre que está por encima de todo otro nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda
rodilla de los que están en el cielo y de los que están sobre la tierra y de los que están debajo del
suelo, y reconozca abiertamente toda lengua que Jesucristo es Señor para la gloria de Dios el
Padre”. Debido a que fue fiel y humilde durante su vida humana, Jehová lo ensalzó —es decir, lo
elevó a un puesto superior— al concederle autoridad sobre todas sus criaturas celestiales y
terrenales (Filip. 2:9-11).
JESÚS CABALGARÁ “EN LA CAUSA DE LA VERDAD Y LA HUMILDAD”
16
En el futuro, el Hijo de Dios seguirá siendo humilde. El salmista predijo cómo actuará Jesús
contra sus enemigos desde su elevado puesto en los cielos: “En tu esplendor sigue adelante al
éxito; cabalga en la causa de la verdad y la humildad y la justicia” (Sal. 45:4). En Armagedón,
Jesucristo cabalgará en defensa de la verdad y de la justicia, pero también de la humildad. ¿Y qué
sucederá al final del Reinado de Mil Años cuando el Rey Mesiánico “haya reducido a nada todo
gobierno y toda autoridad y poder”? Con su característica humildad, le entregará “el reino a su Dios
y Padre” (léase 1 Corintios 15:24-28).
17
¿Qué hay de nosotros? ¿Seguiremos el ejemplo de humildad de nuestro Modelo? ¿Cómo
nos irá cuando el Rey Jesucristo venga a ejecutar la sentencia divina en Armagedón? La causa por
la que cabalga exige que solo se salven quienes sean justos y demuestren humildad. Por lo tanto,
esta cualidad es esencial para sobrevivir. Además, tal y como la humildad de Jesucristo le
benefició a él y a otras personas, la nuestra puede producir diversos beneficios.
18
¿Qué puede ayudarnos a imitar el modelo de humildad de Jesús? ¿Cómo podemos
esforzarnos por ser humildes a pesar de los obstáculos? Estas preguntas se responderán en el
siguiente artículo.
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En vez de pensar en cuántos aspectos de la oratoria ha abarcado o qué tipo de intervenciones
se le han asignado, reflexione en cómo han mejorado sus sacrificios de alabanza a causa de la
formación recibida. Puesto que la escuela nos capacita para que seamos más eficaces en el
ministerio, pregúntese: “¿Preparo lo que voy a decir en el servicio del campo? ¿He aprendido a
mostrar interés en las personas a las que predico? ¿Siento la base para visitas posteriores dejando
pendiente una pregunta? ¿Procuro mejorar mi aptitud docente de modo que llegue al corazón de
quienes estudian la Biblia conmigo?”.
No evalúe sus logros tan solo por los privilegios de servicio que se le conceden. El progreso
no depende del tipo de asignación que recibe, sino de cómo la desempeña. Tras una intervención
que le haya exigido enseñar, pregúntese: “¿Realmente he sido un buen maestro? ¿He presentado
la información de tal modo que influya de manera significativa en los oyentes?”.
La exhortación a utilizar sus dones implica que tome la iniciativa. ¿Invita a otros hermanos a
trabajar con usted en el ministerio del campo? ¿Piensa en la manera de ayudar a los nuevos, los
jóvenes o los enfermos de la congregación? ¿Se ofrece para limpiar el Salón del Reino o colaborar
de diversas formas en las asambleas? ¿Podría ser precursor auxiliar periódicamente? ¿Le sería
posible emprender el precursorado regular o quizá servir en una congregación más necesitada de
ayuda? Si es usted un hermano, ¿procura reunir los requisitos bíblicos para ser siervo ministerial o
anciano? Su disposición para ofrecerse y aceptar responsabilidades es otro indicador de su
progreso (Sal. 110:3).
¿Qué implica?
Vestir con pulcritud y modestia. Ir bien peinado. Adoptar una postura que refleje
interés.
¿POR QUÉ ES IMPORTANTE?
Nuestro aspecto puede influir en la opinión que otras personas se formen de nuestras
creencias cristianas y del modo de vida que recomendamos.
SU APARIENCIA dice mucho de usted. Mientras que Jehová ve lo que hay en el corazón, los
seres humanos normalmente basan sus juicios en “lo que aparece a los ojos” (1 Sam. 16:7). Si su
apariencia es pulcra, los demás quizá concluyan que es una persona con amor propio y se
muestren más dispuestos a escucharlo. La indumentaria apropiada también habla bien de la
organización a la que representa, y repercute de manera positiva en la opinión que tengan sus
oyentes del Dios al que adora.
Pautas que seguir. Las Escrituras no dictan muchas normas en cuanto a la apariencia, pero
contienen principios equilibrados que nos ayudan a tomar buenas decisiones. Para ello, es
fundamental que “[hagamos] todas las cosas para la gloria de Dios” (1 Cor. 10:31). ¿Qué principios
son aplicables a este respecto?
En primer lugar, la Biblia nos anima a que tanto nuestro cuerpo como nuestra ropa estén
limpios. En la Ley que Jehová dio al antiguo Israel, se estipulaban ciertas pautas de higiene. Por
ejemplo, los sacerdotes que estaban de servicio debían bañarse y lavar sus prendas de vestir en
determinadas ocasiones (Lev. 16:4, 24, 26, 28). Los cristianos no estamos bajo la Ley mosaica,
pero los principios que de ella se desprenden siguen vigentes (Juan 13:10; Rev. 19:8). De modo
que debemos tener el cuerpo y la ropa limpios y evitar el mal aliento, sobre todo cuando vamos a
las reuniones o participamos en el ministerio del campo, a fin de que nuestra presencia no resulte
desagradable. Quienes pronuncian discursos o presentan demostraciones ante la congregación
han de ser ejemplares en este aspecto. Cuidar la apariencia es una muestra de respeto a Jehová y
su organización.
En segundo lugar, la Biblia nos exhorta a cultivar la modestia y el buen juicio. El apóstol Pablo
instó a las cristianas a adornarse “con modestia y buen juicio, no con estilos de cabellos trenzados
y oro o perlas o traje muy costoso, sino como es propio de mujeres que profesan reverenciar a
Dios” (1 Tim. 2:9, 10). Los hombres también deben reflejar modestia y buen juicio al vestirse y
arreglarse.
La persona modesta no desea ofender innecesariamente a nadie ni llamar demasiado la
atención. El buen juicio nos hace discretos y sensatos. Si cultivamos estas cualidades y
obedecemos las normas divinas, seremos equilibrados. Esto no significa que tengamos que
vestirnos de forma poco atractiva; más bien, subraya la necesidad de elegir nuestro atuendo con
prudencia y evitar las modas extravagantes (1 Juan 2:16). Debemos poner en práctica estos
principios, sea que estemos en las reuniones, participando en el ministerio del campo o realizando
cualquier otra actividad. La modestia y el buen juicio son importantes incluso cuando llevamos ropa
informal. En la escuela y en el trabajo surgirán oportunidades de predicar; por tanto, aunque
no vayamos vestidos como cuando asistimos a las reuniones y asambleas, nuestra indumentaria
debe ser modesta y estar limpia y cuidada.
Claro, ni todos vestimos igual ni se espera que lo hagamos, pues es natural que los gustos
difieran. Sin embargo, siempre hemos de obedecer las pautas bíblicas.
El apóstol Pedro indicó que aún más importante que el peinado o la ropa es “la persona secreta
del corazón” (1 Ped. 3:3, 4). Cuando nuestro corazón rebosa de amor, gozo, paz, bondad y una fe
bien fundada, estas cualidades constituyen una vestimenta espiritual que verdaderamente honra a
Dios.
En tercer lugar, la Biblia nos insta a ir bien arreglados. En 1 Timoteo 2:9 se hace mención del
“vestido bien arreglado”. Aunque el apóstol Pablo se refería al atuendo femenino, este principio es
aplicable al de los hombres, quienes también han de vestir con pulcritud. Sin importar cuánto
poseamos en sentido económico, podemos tener una buena apariencia.
Uno de los rasgos físicos que primero llaman la atención es el cabello, por lo que debe llevarse
limpio y bien peinado. Tanto las costumbres locales como los factores hereditarios guardan
estrecha relación con nuestro estilo de peinado, aspectos que Pablo tuvo presentes al dar el
consejo recogido en 1 Corintios 11:14, 15. Sin embargo, un peinado que cause la impresión de que
quien lo luce intenta parecerse al sexo opuesto está en conflicto con los principios bíblicos (Deu.
22:5).
En el caso de los hombres, la buena apariencia incluye que vayan afeitados y con el bigote bien
recortado, en las regiones donde llevarlo esté bien visto.
En cuarto lugar, nuestra apariencia no ha de reflejar amor a este mundo y sus caminos.
El apóstol Juan advirtió: “No estén amando ni al mundo ni las cosas que están en el mundo”
(1 Juan 2:15-17). El sistema actual se caracteriza por un sinnúmero de deseos pecaminosos. Entre
ellos Juan menciona el deseo de la carne y la exhibición ostentosa de las posesiones. Las
Escrituras también hacen referencia al espíritu de rebelión y de desobediencia a la autoridad (Pro.
17:11; Efe. 2:2). Dichos deseos y actitudes a menudo se evidencian en la forma de vestir y
arreglarse de algunas personas, cuya apariencia es inmodesta, sensual, de mal gusto o
desaliñada. Puesto que somos siervos de Jehová, evitaremos las modas que no reflejen la
personalidad cristiana.
En vez de imitar al mundo, sigamos el buen ejemplo de los hombres y mujeres maduros en
sentido espiritual de la congregación. Los jóvenes que en un futuro deseen pronunciar discursos
públicos hacen bien en observar cómo visten quienes ya desempeñan esa responsabilidad. Todos
podemos aprender de los que llevan muchos años participando lealmente en el ministerio público
(1 Tim. 4:12; 1 Ped. 5:2, 3).
En quinto lugar, al decidir qué es apropiado, hemos de tener en cuenta que “hasta el Cristo
no se agradó a sí mismo” (Rom. 15:3). El interés principal de Jesús era cumplir la voluntad de Dios.
También antepuso la ayuda a los demás a su conveniencia personal. ¿Qué haremos si
determinado tipo de atuendo o arreglo personal supone una barrera entre nosotros y la gente del
lugar donde ahora servimos? Tomaremos una decisión sabia si imitamos la humildad de Jesús.
El apóstol Pablo hizo constar el siguiente principio: “De ninguna manera estamos dando causa
alguna para tropiezo” (2 Cor. 6:3). Por esa razón no luciremos un peinado o una vestimenta que
despierte el prejuicio de las personas a quienes deseamos predicar.
EN EL año 58 E.C., el gobernador romano Porcio Festo recibió en Cesarea a sus invitados el
rey Herodes Agripa II y Berenice, la hermana de este, quienes llegaron “con mucha pompa, y
entraron en la audiencia junto con comandantes militares así como varones de eminencia de la
ciudad”. Cuando Festo dio la orden, trajeron ante ellos al apóstol cristiano Pablo. ¿Cómo es que
este seguidor de Jesucristo llegó a estar de pie ante el gobernador Festo para ser juzgado?
(Hechos 25:13-23.)
2
Hallamos la respuesta en lo que Festo dijo a sus visitantes: “Rey Agripa, y todos ustedes los
varones que están presentes con nosotros, ustedes contemplan a este hombre respecto de quien
toda la multitud de los judíos junta ha recurrido a mí, tanto en Jerusalén como aquí, diciendo a
voces que no debe seguir viviendo. Pero yo percibí que él no había cometido nada que mereciera
la muerte. Por eso, cuando este hombre mismo apeló al Augusto, decidí enviarlo. Mas respecto a
él no tengo ninguna cosa segura que escribir a mi Señor. Por eso lo traje ante ustedes, y
especialmente ante ti, rey Agripa, a fin de que, habiéndose efectuado el examen judicial, consiga
yo algo que escribir. Porque me parece irrazonable enviar a un preso y no significar también los
cargos contra él” (Hechos 25:24-27).
3
De las palabras de Festo se desprende que sobre Pablo pesaban cargos de sedición, delito
castigado con la muerte (Hechos 25:11). Pero Pablo era inocente. Aquellas acusaciones se debían
a los celos de los guías religiosos de Jerusalén, quienes se oponían a la obra de proclamar el
Reino que Pablo efectuaba y le habían cobrado profundo rencor por ayudar a otras personas a
hacerse discípulos de Jesucristo. Fuertemente custodiado, el apóstol fue trasladado de Jerusalén a
la ciudad portuaria de Cesarea, donde apeló a César. Desde allí fue conducido a Roma.
4
Imagine a Pablo en el palacio del gobernador ante un grupo en el que figura una persona que
tiene a su mando una importante sección del Imperio romano. El rey Agripa se dirige a Pablo y le
dice: “Se te permite hablar”. Cuando el apóstol lo hace, algo extraordinario ocurre. Sus palabras
comienzan a hacer mella en el rey, hasta el punto de que este le dice: “En poco tiempo me
persuadirías a hacerme cristiano” (Hechos 26:1-28).
5
¡Figúrese! Con su hábil defensa, Pablo logró que el penetrante poder de la Palabra de Dios
influyera en un gobernante (Hebreos 4:12). ¿Por qué fue tan eficaz su exposición? ¿Y qué
podemos aprender del apóstol que nos ayude en nuestra labor de hacer discípulos? Cuando
analizamos sus palabras, dos elementos sobresalen claramente: 1) fue persuasivo y 2) empleó con
habilidad su conocimiento de la Palabra de Dios, como el artesano que maneja con destreza una
herramienta.
Cultivemos el arte de la persuasión
6
En el libro de Hechos repetidamente se emplean en conexión con Pablo las palabras griegas
que transmiten la idea de persuasión. ¿Qué relación tiene esto con nuestra labor de hacer
discípulos?
7
En el idioma original de las Escrituras Griegas Cristianas, “persuadir” significa “prevalecer
sobre o ganarse a”, inducir “un cambio de manera de pensar mediante la influencia de la razón o
de consideraciones morales”, explica el Diccionario Expositivo de Palabras del Nuevo Testamento,
de Vine. Aún más esclarecedor es un examen de su significado básico, el cual transmite la idea de
confianza. Por consiguiente, si persuadimos a alguien de que acepte una enseñanza bíblica, nos
hemos ganado su confianza, de modo que pone fe en la veracidad de esa enseñanza.
Obviamente, para que crea y actúe en consecuencia no basta con decirle lo que la Biblia enseña.
La persona debe convencerse de que nuestras palabras son ciertas, ya se trate de un niño, un
vecino, un pariente o un compañero de trabajo o de estudios (2 Timoteo 3:14, 15).
8
¿Cómo puede usted convencer a alguien de que lo que proclama de la Palabra de Dios es la
verdad? Pablo se esforzó por inducir un cambio en la manera de pensar de las personas a las que
hablaba, y para ello se valió de razonamientos lógicos, argumentos sólidos y súplicas sinceras. Por
tanto, en vez de limitarse a afirmar que algo es cierto, usted debe aportar pruebas convincentes de
ello. ¿Cómo puede hacerlo? Pues bien, asegúrese de que sus palabras se basen por completo en
la Palabra de Dios, no en opiniones personales. A continuación, aporte las pruebas que respalden
sus declaraciones sinceras y basadas en la Biblia (Proverbios 16:23). Por ejemplo, si señala el
hecho de que la humanidad obediente disfrutará de la vida en un paraíso terrestre, apoye tal
enseñanza con un texto bíblico como Lucas 23:43 o Isaías 65:21-25. ¿Cómo puede presentar
pruebas que confirmen dicha verdad bíblica? Quizá recurriendo a ejemplos que le resulten
familiares al oyente. Podría recordarle el placer sencillo y sin costo que nos produce la belleza de
una puesta de sol, la fragancia de una flor, el delicioso sabor de una fruta o la contemplación de un
ave que alimenta a sus polluelos. Ayúdele a ver que tales placeres son prueba de que el Creador
desea que disfrutemos de la vida en la Tierra (Eclesiastés 3:11, 12).
9
Al tratar de persuadir de cierta enseñanza bíblica a una persona, tenga cuidado de que su
entusiasmo no lo haga parecer irrazonable o dogmático, pues eso cerraría la mente y el corazón
del oyente. El libro Benefíciese da esta advertencia: “Aunque recitemos una larga lista de textos
bíblicos, no es fácil que alguien reciba con agrado una declaración directa de la verdad en la que
expongamos la falsedad de una creencia que le sea muy preciada. Por ejemplo, si nos limitamos a
condenar las celebraciones populares por su origen pagano, es probable que no cambiemos el
sentir de nuestros oyentes. Un enfoque que apele a la razón suele ser más provechoso”. ¿Por qué
debemos hacer un esfuerzo consciente por razonar con la persona? El mismo libro responde: “Un
planteamiento que apela a la razón, además de ser muy persuasivo, estimula el análisis imparcial,
promueve la posterior reflexión de quien escucha y abre la puerta a futuras conversaciones”
(Colosenses 4:6).
La persuasión que motiva el corazón
10
Veamos ahora con más detenimiento la defensa de Pablo recogida en el capítulo 26 de
Hechos. Fíjese en cómo inició su discurso. A pesar de que el rey Agripa mantenía una relación
escandalosa con su hermana Berenice, Pablo encontró una base justificada para encomiarlo y la
usó como introducción: “Acerca de todas las cosas de que soy acusado por judíos, rey Agripa, me
considero feliz de que sea ante ti ante quien haya de presentar mi defensa este día, especialmente
por cuanto eres perito en todas las costumbres así como también en las controversias entre los
judíos. Por eso te ruego que me oigas con paciencia” (Hechos 26:2, 3).
11
¿Ha observado que Pablo usó el título de rey para dirigirse a Agripa, reconociendo el puesto
encumbrado de aquel personaje? Así le demostró respeto y, con su acertada selección de
palabras, le otorgó la honra debida (1 Pedro 2:17). El apóstol lo reconoció como un experto en las
complejas costumbres y leyes de sus súbditos judíos, y dijo que se consideraba feliz de presentar
su defensa ante un mandatario tan bien informado. El que Pablo fuera cristiano no hizo que se
comportara como si se sintiera superior a Agripa (Filipenses 2:3). Más bien, rogó al rey que lo
escuchara con paciencia, creando de ese modo un clima propicio para que tanto Agripa como los
demás oyentes aceptaran lo que iba a decirles. De este modo colocó un fundamento, un terreno
común sobre el cual levantar sus argumentos.
12
Al presentar el mensaje del Reino, trate de motivar el corazón de la persona desde el
principio, como hizo Pablo ante Agripa. Lo logrará si le muestra respeto sincero y se interesa por
sus circunstancias particulares y modo de pensar (1 Corintios 9:20-23).
Usemos hábilmente la Palabra de Dios
13
Pablo deseaba motivar a sus oyentes a actuar en armonía con las buenas nuevas
(1 Tesalonicenses 1:5-7). Para ello trató de llegar a su corazón figurado, el asiento de los motivos.
Volvamos a su defensa ante Agripa y observe cómo ‘manejó la palabra de Dios correctamente’ al
citar a Moisés y los profetas (2 Timoteo 2:15).
14
Pablo sabía que, aunque fuera de nombre, Agripa era judío. Apelando a los conocimientos
que el monarca tenía del judaísmo, explicó que con su predicación realmente no estaba “diciendo
ninguna cosa salvo las que los Profetas así como Moisés declararon que habían de efectuarse” en
cuanto a la muerte y resurrección del Mesías (Hechos 26:22, 23). Entonces le preguntó
directamente: “¿Crees tú, rey Agripa, a los Profetas?”. Agripa se enfrentaba a un dilema. Si decía
que rechazaba a los profetas, su reputación de judío creyente se derrumbaría. Pero si concordaba
con el razonamiento del apóstol, se pondría en una posición de público acuerdo con él y se
arriesgaría a que lo llamaran cristiano. Pablo respondió con habilidad a su propia pregunta
diciéndole: “Yo sé que crees”. ¿Qué respuesta salió del corazón de Agripa? “En poco tiempo me
persuadirías a hacerme cristiano.” (Hechos 26:27, 28.) Aunque aquel rey no se convirtió al
cristianismo, parece que el mensaje de Pablo hizo alguna mella en su corazón (Hebreos 4:12).
15
¿Se ha dado cuenta de que Pablo no solo proclamó las buenas nuevas, sino que también
recurrió a la persuasión? Debido a que de esa forma ‘manejaba la palabra de Dios correctamente’,
algunos de sus oyentes dejaron de ser simples espectadores y se hicieron creyentes. Así sucedió
en la sinagoga de Tesalónica, donde el apóstol buscó a judíos y gentiles temerosos de Dios.
Hechos 17:2-4 relata: “Según tenía por costumbre Pablo, pasó adentro a donde ellos, y por tres
sábados razonó con ellos a partir de las Escrituras, explicando y probando por referencias que era
necesario que el Cristo sufriera y se levantara de entre los muertos [...]. Como resultado, algunos
de ellos se hicieron creyentes”. Pablo era persuasivo. Hacía razonar, explicaba y probaba con las
Escrituras que Jesús era el Mesías que tanto habían esperado. Gracias a ello, se estableció una
congregación de creyentes.
16
¿Puede usted hacerse más diestro en el arte de la persuasión cuando explica la Palabra de
Dios? En tal caso, hallará más disfrute y satisfacción personal en la obra de predicar el Reino de
Dios y enseñar las verdades relacionadas con él. Esa ha sido la experiencia de los publicadores de
las buenas nuevas que han puesto en práctica las sugerencias ofrecidas para utilizar más la Biblia
en la predicación.
17
Por ejemplo, un superintendente viajante de los testigos de Jehová escribió: “Bastantes
hermanos llevan ahora la Biblia en la mano cuando van de puerta en puerta, lo que les ha
permitido leer un texto bíblico a muchas de las personas que han encontrado. Esto ha ayudado
tanto al amo de casa como al publicador a asociar la Biblia, y no solo revistas y libros, con nuestro
ministerio”. Claro está, el hecho de que llevemos la Biblia en un lugar visible cuando predicamos
dependerá de diversos factores, como las costumbres locales. Sin embargo, deseamos adquirir la
reputación de usar hábilmente la Palabra de Dios para persuadir a nuestro prójimo de modo que
acepte el mensaje del Reino.
Veamos el ministerio como Dios lo ve
18
Otra forma de llegar al corazón de quienes nos escuchan consiste en ver el ministerio desde
el punto de vista de Dios y ser pacientes. La voluntad divina es que hombres de toda clase “lleguen
a un conocimiento exacto de la verdad” (1 Timoteo 2:3, 4). ¿Acaso no deseamos nosotros lo
mismo? Además, Jehová es paciente, y esta cualidad les da a muchos la oportunidad de alcanzar
el arrepentimiento (2 Pedro 3:9). Por consiguiente, cuando encontramos a alguien que está
dispuesto a prestar atención al mensaje del Reino, quizá sea necesario visitarlo una y otra vez para
cultivar su interés. Ver crecer las semillas de la verdad exige tiempo y paciencia (1 Corintios 3:6).
El recuadro titulado “Cómo obtener buenos resultados al hacer revisitas” ofrece sugerencias al
respecto. Hay que recordar que las vidas de las personas —sus problemas y circunstancias—
cambian continuamente. Tal vez las encontremos en casa solo después de muchos intentos, pero
el esfuerzo vale la pena, pues queremos darles la oportunidad de oír el mensaje divino de
salvación. Por tanto, pidamos a Jehová Dios la sabiduría necesaria para desarrollar las aptitudes
de persuasión al ayudar al prójimo a aceptar el mensaje del Reino.
19
Una vez que hallamos a alguien que desea adquirir mayor conocimiento sobre el mensaje del
Reino, ¿qué más podemos hacer como trabajadores cristianos? Veremos la respuesta en el
siguiente artículo.
PAG. 101 km 7/08 PAG. 4; km 4/98 PAGS. 3,4 PARRS. 6-8; km 3/97 PAG. 3 PARRS.
1-9
JUEVES
LECCION 12(b)
REPASO DE LA ESCUELA DEL SERVICIO DE PRECURSOR
DIA 4
VIERNES
LECCION 13(a)
APRENDE DEL AMO
PAG. 112 it-2 PAG. 1001, PARR. 5
Además de sus discípulos, otras personas llamaron “Señor” a Jesús cuando estuvo en la Tierra.
(Mt 8:2; Jn 4:11.) En estos casos la denominación era principalmente un título de respeto o
cortesía. Sin embargo, él mostró a sus apóstoles que el llamarle “Señor” envolvía más. Dijo:
“Ustedes me llaman: ‘Maestro’, y, ‘Señor’, y hablan correctamente, porque lo soy”. (Jn 13:13.)
Como discípulos, estos apóstoles eran sus aprendices o alumnos. Por lo tanto, él era su Señor o
Maestro.
JESÚS siempre hizo la voluntad de su Padre celestial. La idea de desobedecer a Dios era
absolutamente inconcebible para él (Juan 4:34; Heb. 7:26). Pero debido a las circunstancias que
enfrentó en la Tierra, no le fue fácil ser obediente. Desde el principio de su ministerio, sus
enemigos, entre quienes se contaba Satanás mismo, intentaron convencerlo, presionarlo y
entramparlo para que fuera desleal (Mat. 4:1-11; Luc. 20:20-25). Todos ellos le causaron mucho
dolor, tanto físico como emocional, y finalmente lo mataron clavándolo a un madero de tormento
(Mat. 26:37, 38; Luc. 22:44; Juan 19:1, 17, 18). Sin embargo, a pesar del terrible sufrimiento que
experimentó, Jesús fue “obediente hasta la muerte” (léase Filipenses 2:8).
2
Las experiencias que Jesús vivió en la Tierra le enseñaron cosas nuevas acerca de la
obediencia a Dios (Heb. 5:8). Pero ¿qué más podía aprender sobre este tema que no supiera ya?
Después de todo, había pasado millones de años al lado de su Padre y había colaborado
estrechamente con él como su “obrero maestro” durante la creación (Pro. 8:30). Sin embargo, el
sufrimiento que padeció como ser humano lo puso a prueba, y al resistir fielmente demostró que su
obediencia y su integridad eran absolutas. Todo esto ayudó al Hijo de Dios a crecer aún más en
sentido espiritual. ¿Qué nos enseña su ejemplo?
3
Aunque Jesús era perfecto, sabía que no lograría obedecer a la perfección por sus propias
fuerzas. Por eso le pidió ayuda a Jehová (léase Hebreos 5:7). Nosotros también necesitamos ser
humildes y pedir siempre la ayuda de Dios para no desobedecer. El apóstol Pablo exhortó así a los
cristianos: “Mantengan en ustedes esta actitud mental que también hubo en Cristo Jesús, quien [...]
se humilló y se hizo obediente hasta la muerte” (Fili. 2:5-8). El ejemplo de Jesús demostró que es
posible ser obediente a pesar de vivir en un mundo malvado. Pero ¿cómo podemos nosotros ser
obedientes si, a diferencia de Jesús, somos imperfectos?
Obedientes a pesar de la imperfección
4
Adán y Eva eran criaturas inteligentes dotadas de libre albedrío. También sus descendientes
poseemos esa capacidad. ¿Qué implica esto? Que tenemos la libertad de elegir entre lo bueno y lo
malo, entre obedecer a Dios y desobedecerle. Pero esa libertad que él nos da conlleva
responsabilidades y trae consecuencias. Así es, las decisiones que tomamos pueden afectar a
quienes nos rodean e incluso podrían significar vida o muerte para nosotros mismos.
5
Los seres humanos imperfectos no somos obedientes por naturaleza, por lo que a menudo
nos resulta difícil seguir las normas de Dios. El propio apóstol Pablo tuvo una lucha interna, como
él mismo reconoció: “Contemplo en mis miembros otra ley que guerrea contra la ley de mi mente y
que me conduce cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros” (Rom. 7:23). Por supuesto,
es relativamente fácil obedecer cuando no hay que hacer sacrificios ni soportar inconvenientes.
Pero ¿qué hacemos cuando “el deseo de la carne y el deseo de los ojos” crean un conflicto en
nuestro interior? Esos deseos, que surgen debido a nuestra imperfección y al “espíritu del mundo”,
son muy intensos (1 Juan 2:16; 1 Cor. 2:12). De modo que para vencerlos tenemos que preparar el
corazón, es decir: antes de que surja una prueba o tentación debemos resolvernos a obedecer a
Jehová pase lo que pase (Sal. 78:8). La Biblia contiene muchos ejemplos de siervos de Dios que
fueron fieles porque hicieron precisamente eso (Esd. 7:10; Dan. 1:8).
6
Una manera de preparar el corazón es estudiando con diligencia la Biblia y las publicaciones
cristianas. Imagínese en la siguiente situación. Usted está llevando a cabo su estudio personal en
la noche que ha fijado para ello. Le ha pedido a Jehová que le dé su espíritu y que le ayude a
poner en práctica lo que aprenda en su Palabra. Suponga que al día siguiente van a pasar en la
televisión una película que quiere ver. Pero aunque las críticas son muy buenas, se ha enterado de
que tiene algunas escenas violentas e inmorales.
7
Entonces reflexiona en el consejo del apóstol Pablo que se halla en Efesios 5:3: “Que la
fornicación y la inmundicia de toda clase, o la avidez, ni siquiera se mencionen entre ustedes, tal
como es propio de personas santas”. También recuerda la exhortación que dio el apóstol en
Filipenses 4:8 (léase). Y se pregunta: “Si expusiera mi mente y mi corazón a películas como la que
planeo ver mañana, ¿estaría siguiendo el ejemplo de obediencia absoluta de Jesús?”. ¿Qué haría
usted si se encontrara en esta situación? ¿Vería la película a pesar de todo?
8
Sería un error rebajar nuestras normas morales y espirituales pensando que somos lo
suficientemente fuertes como para resistir los efectos de las malas compañías, aunque esas
compañías sean los personajes de películas y programas violentos e inmorales. Tenemos que
protegernos a nosotros y a nuestros hijos de las dañinas influencias satánicas. Mucha gente hace
todo lo posible por que su computadora no se infecte con virus informáticos que pueden destruir
información, provocar fallos en el sistema o incluso adueñarse de este para atacar otras
computadoras. ¿Deberíamos hacer menos por protegernos de “las artimañas del Diablo”? (Efe.
6:11, nota.)
9
Todos los días tenemos que decidir de una forma u otra si haremos las cosas a la manera de
Jehová. Si queremos obtener la salvación, debemos obedecerle y respetar sus justos principios.
Para demostrar que nuestra fe es real, hemos de seguir el ejemplo de Jesús y ser obedientes
“hasta la muerte”, si es necesario. Jehová recompensará nuestra fidelidad. Jesús prometió: “El que
haya aguantado hasta el fin es el que será salvo” (Mat. 24:13). Claro, la obediencia exige valor,
valor como el de Jesús (Sal. 31:24).
Jesús, el ejemplo de valor por excelencia
10
En vista de que estamos rodeados por un mundo corrupto, debemos ser valientes para
no contaminarnos con sus actitudes y conductas. Enfrentamos muchas presiones sociales,
morales, económicas y religiosas que podrían alejarnos de Jehová. Numerosos cristianos sufren la
oposición de sus familiares. En muchos países, las instituciones educativas promueven con gran
insistencia la teoría de la evolución, y el ateísmo gana cada día más adeptos. Si queremos
protegernos y resistir la presión, no podemos quedarnos con los brazos cruzados: debemos actuar.
El ejemplo de Jesús nos enseña cómo podemos vencer.
11
Jesús les dijo a sus discípulos: “En el mundo están experimentando tribulación, pero ¡cobren
ánimo!, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Él nunca se dejó influir por el sistema de cosas.
Nunca permitió que este le impidiera cumplir su comisión de predicar o lo hiciera rebajar sus
normas morales y espirituales. Tampoco nosotros podemos permitirlo. Al orar a Dios, Jesús dijo de
sus discípulos: “Ellos no son parte del mundo, así como yo no soy parte del mundo” (Juan 17:16).
Si estudiamos el ejemplo de Jesús y meditamos en él, tendremos el valor necesario para
mantenernos separados de este mundo.
Imitemos la valentía de Jesús
12
A lo largo de su ministerio, Jesús demostró que era un hombre muy valiente. Con la autoridad
que le daba el hecho de ser el Hijo de Dios, “entró en el templo y echó fuera a todos los que
vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas y los bancos de los que
vendían palomas” (Mat. 21:12). La noche antes de morir, cuando un grupo de soldados vino a
arrestarlo, se interpuso entre ellos y sus discípulos y dijo: “Si es a mí a quien buscan, dejen ir a
estos” (Juan 18:8). Y momentos después, cuando Pedro sacó su espada, le dijo que la guardara,
demostrando así que no confiaba en el poder de las armas, sino en el de Jehová (Juan 18:11).
13
Jesús denunció sin temor la maldad y las mentiras de los maestros religiosos. Les dijo: “¡Ay
de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas!, porque cierran el reino de los cielos delante de los
hombres”. Y agregó: “Han desatendido los asuntos de más peso de la Ley, a saber: la justicia y la
misericordia y la fidelidad [...;] limpian el exterior de la copa y del plato, pero por dentro están llenos
de saqueo e inmoderación” (Mat. 23:13, 23, 25). Los discípulos de Jesús necesitarían tener ese
mismo valor, pues en el futuro los líderes religiosos los perseguirían e incluso matarían a algunos
de ellos (Mat. 23:34; 24:9).
14
Ni siquiera los demonios hicieron que Jesús se acobardara. En cierta ocasión vino a su
encuentro un hombre endemoniado tan fuerte que nadie podía mantenerlo atado, ni siquiera con
cadenas. Sin embargo, Jesús no se dejó intimidar y expulsó a los muchos demonios que tenían
dominado al hombre (Mar. 5:1-13). Hoy día, Dios no nos ha dado el poder de realizar ese tipo de
milagros. No obstante, al predicar y enseñar a la gente, estamos librando una lucha espiritual
contra Satanás, quien “ha cegado las mentes de los incrédulos” (2 Cor. 4:4). Tal como en el caso
de Jesús, nuestras armas “no son carnales, sino poderosas por Dios para derrumbar cosas
fuertemente atrincheradas”, es decir, creencias falsas muy arraigadas (2 Cor. 10:4). ¿Cómo
podemos usar esas armas espirituales? Veamos cómo lo hizo Jesús.
15
La valentía de Jesús era real, no simple bravuconería. Nacía de su fe en Dios. Y así debe ser
también en nuestro caso (Mar. 4:40). ¿Cómo podemos tener verdadera fe? De nuevo, Jesús fija el
modelo a seguir. Él conocía a fondo los escritos sagrados y tenía plena confianza en su contenido.
Su arma no era una espada literal, sino la espada del espíritu, la Palabra de Dios. Vez tras vez
hacía referencia a ella para apoyar sus enseñanzas. De hecho, a menudo iniciaba sus
declaraciones con la expresión “está escrito” y pasaba a citar de las Escrituras.
16
Para que nuestra fe pueda resistir las pruebas que inevitablemente le sobrevienen a todo
cristiano, tenemos que leer y estudiar la Palabra de Dios todos los días y asistir a las reuniones.
Así se nos quedarán grabadas en la mente las verdades que sustentan nuestra fe (Rom. 10:17).
Además, debemos reflexionar profundamente a fin de que esas verdades echen raíces en el
corazón. Solo una fe viva nos dará el valor que necesitamos para actuar (Sant. 2:17). Finalmente,
debemos pedirle a Dios su espíritu santo, pues la fe es parte del fruto de ese espíritu (Gál. 5:22).
17
Una joven cristiana llamada Kitty sabe por experiencia propia que la fe verdadera da valor.
Desde pequeña, ella sabía que no debía “aver[gonzarse] de las buenas nuevas” en la escuela;
además, realmente quería predicarles a sus compañeros (Rom. 1:16). Año tras año intentaba
hablarles de la verdad, pero le faltaba el valor para hacerlo. Ya siendo adolescente, tuvo que irse a
estudiar a otro lugar y pensó: “Esta vez voy a recuperar todo el tiempo que he perdido”. Kitty le
pidió a Jehová que le diera valor y prudencia, y que se le presentara una buena oportunidad.
18
Llegó el primer día de clase, y los estudiantes tuvieron que presentarse ante sus compañeros.
Algunos dijeron que tenían una religión, pero aclararon que en realidad no la practicaban. Entonces
Kitty se dio cuenta de que esa era la oportunidad que había estado esperando. Cuando le llegó su
turno, dijo con toda claridad: “Soy testigo de Jehová y siempre trato de actuar tal como manda la
Biblia”. A medida que siguió hablando, algunos de sus compañeros empezaron a poner cara de
fastidio, pero hubo otros que prestaron atención y más tarde le hicieron preguntas. El profesor puso
a Kitty de ejemplo por defender sus creencias, y ella se sintió muy contenta de haber imitado el
valor de Jesús.
Sigamos el ejemplo de fe y valor que dio Jesús
19
Los apóstoles se dieron cuenta de que para ser valientes necesitaban fe; por eso le rogaron a
Jesús: “Danos más fe” (léase Lucas 17:5, 6). La fe verdadera implica más que creer que Dios
existe. Implica confiar plenamente en él, cultivar una relación con él como la que tiene un niñito con
su querido padre. Salomón escribió por inspiración: “Hijo mío, si tu corazón se ha hecho sabio, se
regocijará mi corazón, sí, el mío. Y mis riñones se alborozarán cuando tus labios hablen rectitud”
(Pro. 23:15, 16). De igual modo, Jehová se alegra cuando defendemos con valentía sus justos
principios, y saber esto nos da más valor aún. Imitemos, pues, el ejemplo de Jesús y defendamos
con valor la justicia.
El amor de Cristo nos impulsa a amar
“Jesús, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin.”
(JUAN 13:1)
JESÚS es el ejemplo perfecto de amor. Por todo lo que hizo, dijo y enseñó, así como por el
sacrificio que realizó al morir por nosotros, demostró la profundidad de su amor. Hasta el fin de su
vida en la Tierra trató con cariño a todos, y en especial a sus discípulos.
2
Los cristianos tenemos en Jesús un magnífico modelo que seguir, un modelo que nos impulsa
a tratar con amor a nuestros hermanos y a toda otra persona. En este artículo veremos cómo
pueden los superintendentes imitar a Jesús y tratar con bondad a los hermanos que han cometido
una falta, sea grave o no. También veremos cómo nos impulsa el amor de Jesús a ayudar a los
hermanos que se enfrentan a dificultades, enfermedades e incluso desastres naturales.
3
La noche antes de que Jesús muriera, Pedro, su propio apóstol, lo negó en tres ocasiones
(Mar. 14:66-72). Pero Jesús había predicho que Pedro se arrepentiría. Y cuando el apóstol así lo
hizo, lo perdonó, y más tarde le confió serias responsabilidades (Luc. 22:32; Hech. 2:14; 8:14-17;
10:44, 45). ¿Qué nos enseña esto? ¿Qué aprendemos al observar la manera en que Jesús
reaccionaba cuando alguien cometía una falta grave?
Tengamos la misma actitud que Jesús hacia quienes cometen un pecado
4
Hay muchas situaciones en las que es necesario tener la misma actitud que Jesús, pero una
de las más difíciles y dolorosas es cuando alguien de nuestra familia o de la congregación comete
un pecado grave. Lamentablemente, cuanto más nos acercamos al fin de este sistema satánico,
más daño causa el espíritu del mundo. Los cristianos, sean jóvenes o mayores, pueden
contagiarse de la indiferencia y rebeldía de la gente hacia las normas morales, y eso podría
debilitar su determinación de seguir en el camino estrecho que lleva a la vida. En el siglo primero,
algunos cristianos tuvieron que ser expulsados de la congregación, y otros fueron censurados.
Lo mismo sucede hoy (1 Cor. 5:11-13; 1 Tim. 5:20). Pero si los ancianos tratan con amor al
hermano que ha pecado, pueden llegar a su corazón.
5
Al igual que Jesús, los ancianos deben defender las justas normas divinas en todo momento.
Pero al hacerlo, deben reflejar la apacibilidad, bondad y amor de Jehová. Cuando los cristianos
que pecan se sienten “quebrantados de corazón” y “aplastados en espíritu”, es decir, están
sinceramente arrepentidos, a los ancianos no les resulta muy difícil “reajustar[los] [...] con espíritu
de apacibilidad” (Sal. 34:18; Gál. 6:1). Pero ¿qué ocurre si el pecador tiene una actitud rebelde o
muestra poco o ningún arrepentimiento?
6
Cuando un pecador rechaza los consejos bíblicos o trata de echarles a los demás la culpa, los
ancianos y otros miembros de la congregación tal vez se sientan indignados. Como saben el daño
que dicha persona ha causado y ven su actitud, quizá se sientan tentados a expresar su
indignación. Sin embargo, enojarse no hace ningún bien ni refleja “la mente de Cristo” (1 Cor. 2:16;
léase Santiago 1:19, 20). Hubo ocasiones en las que Jesús reprendió enérgicamente a algunas
personas, pero nunca dijo nada movido por el odio ni con la intención de herir a nadie (1 Ped.
2:23). Al contrario, siempre dejó claro que los pecadores pueden arrepentirse y recobrar el favor de
Jehová. De hecho, una de las razones por las que Jesús vino a la Tierra fue para “salvar a
pecadores” (1 Tim. 1:15).
7
¿Cómo debería influir el ejemplo de Jesús en nuestra manera de ver a quienes reciben
disciplina en la congregación? Para empezar, debe ayudarnos a recordar que las medidas
disciplinarias tienen el propósito de proteger al rebaño y motivar al pecador a arrepentirse (2 Cor.
2:6-8). Aunque es muy triste ver que algunos son expulsados por su falta de arrepentimiento, es
reconfortante saber que muchos de ellos terminan regresando a Jehová. Si los ancianos se han
esforzado por tener la actitud de Cristo al tratar con el pecador, con el tiempo este quizá recapacite
y decida volver a la congregación. Tal vez no recuerde todos los consejos bíblicos que le dieron,
pero lo que seguramente no olvidará es el amor y la dignidad con que lo trataron.
8
Incluso en las circunstancias más difíciles, los ancianos deben manifestar “el fruto del espíritu”,
sobre todo el amor (Gál. 5:22, 23). Jamás deben apresurarse a expulsar a quien ha cometido un
pecado. Más bien, deben mostrar que su deseo sincero es ayudarlo. Así, cuando el pecador se
arrepienta —como sucede en muchos casos—, de seguro se sentirá profundamente agradecido a
Jehová y a los ancianos, las “dádivas en [forma de] hombres” que le hicieron más fácil recuperarse
(Efe. 4:8, 11, 12).
El amor cristiano en el tiempo del fin
9
En el Evangelio de Lucas vemos una de las muchas muestras de amor de Jesús. Él sabía que
en el futuro el ejército romano sitiaría Jerusalén, una ciudad condenada por Dios, y que sus
habitantes no podrían huir. De modo que dio esta advertencia a sus discípulos: “Cuando vean a
Jerusalén cercada de ejércitos acampados, entonces sepan que la desolación de ella se ha
acercado”. ¿Qué debían hacer cuando llegara ese momento? Las instrucciones de Jesús fueron
muy claras: “Los que estén en Judea echen a huir a las montañas, y los que estén en medio de
Jerusalén retírense, y los que estén en los lugares rurales no entren en ella; porque estos son días
para hacer justicia, para que se cumplan todas las cosas que están escritas” (Luc. 21:20-22).
El ejército romano sitió Jerusalén en el año 66, pero levantó el sitio, y los discípulos fieles siguieron
las instrucciones de su Maestro.
10
Mientras huían de Jerusalén, los cristianos tuvieron que mostrarse amor unos a otros, tal
como había hecho Cristo con ellos, y compartir las provisiones que tenían. Ahora bien, la profecía
de Jesús tendría un cumplimiento mucho mayor en el futuro. Él predijo: “Habrá gran tribulación
como la cual no ha sucedido una desde el principio del mundo hasta ahora, no, ni volverá a
suceder” (Mat. 24:17, 18, 21). Antes de la “gran tribulación” y durante esta, es posible que nosotros
también pasemos por graves dificultades y privaciones. Adoptar la actitud mental de Cristo nos
ayudará en esos momentos tan críticos.
11
Cuando eso ocurra, tendremos que seguir el ejemplo de Jesús y velar con amor por el bien
de los demás. Pablo dio este consejo: “Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es
bueno para la edificación de este. Porque hasta el Cristo no se agradó a sí mismo [...]. Ahora, que
el Dios que suministra aguante y consuelo les conceda tener entre sí la misma actitud mental que
tuvo Cristo Jesús” (Rom. 15:2, 3, 5).
12
Pedro, que fue objeto del amor de Jesús, también exhortó a sus hermanos a actuar con
“obediencia a la verdad” y a tenerse “cariño fraternal sin hipocresía”. Así es, tenían que amarse los
“unos a [los] otros intensamente desde el corazón” (1 Ped. 1:22). Hoy más que nunca necesitamos
desarrollar esas cualidades cristianas, pues las presiones que sufre el pueblo de Dios ya están
aumentando. No podemos confiar en ningún elemento de este sistema moribundo, como bien lo
demuestra la grave crisis financiera que está viviendo el mundo (léase 1 Juan 2:15-17). Puesto que
el fin está tan cerca, debemos acercarnos aún más a Jehová. Y también debemos acercarnos a
nuestros hermanos y estrechar nuestros lazos de amistad con ellos. Pablo dijo: “En amor fraternal
ténganse tierno cariño unos a otros. En cuanto a mostrarse honra unos a otros, lleven la delantera”
(Rom. 12:10). Pedro, por su parte, enfatizó este punto con las siguientes palabras: “Ante todo,
tengan amor intenso unos para con otros, porque el amor cubre una multitud de pecados” (1 Ped.
4:8).
13
En todo el mundo se conoce a los testigos de Jehová por demostrar su amor con obras. Por
ejemplo, en 2005, muchos de ellos participaron en las tareas de socorro que se llevaron a cabo
después de los terribles huracanes que devastaron amplias zonas del sur de Estados Unidos.
Inspirados en el ejemplo de Jesús, más de veinte mil Testigos se ofrecieron como voluntarios.
Muchos incluso dejaron sus hogares y empleos para ayudar a sus hermanos necesitados.
14
En cierto lugar de la costa, un huracán provocó olas de 10 metros (30 pies) de altura, y las
inundaciones llegaron 80 kilómetros (50 millas) tierra adentro. Un tercio de las construcciones que
estaban en la ruta del huracán quedaron totalmente destruidas. Vinieron voluntarios de diversos
países con herramientas y material de construcción para ayudar en lo que hiciera falta. Dos
hermanas carnales que son viudas hicieron las maletas y recorrieron 3.000 kilómetros
(2.000 millas) en camioneta hasta la zona del desastre. Una de ellas se quedó a vivir allí, donde
sirve de precursora regular y sigue colaborando con el comité de socorro.
15
Ya se han reconstruido o reparado más de cinco mil seiscientas viviendas de hermanos y de
otras personas de la zona. ¿Cómo se sienten los hermanos por toda la ayuda que han recibido?
Una cristiana que perdió su vivienda tuvo que irse a una pequeña casa remolque que tenía goteras
y una cocina (estufa) que no funcionaba. Cuando los hermanos le entregaron la modesta pero
acogedora casa que habían levantado, ella no pudo contener las lágrimas. ¡Qué agradecida se
sentía a Jehová y a sus hermanos por su nuevo hogar! En muchos casos, los Testigos
desplazados permanecieron en alojamientos temporales pese a que sus casas llevaban más de un
año reconstruidas. ¿Por qué no se mudaron? Para que los voluntarios tuvieran un sitio donde
quedarse hasta que terminaran las labores de socorro. No cabe duda de que estos hermanos han
demostrado la actitud mental de Cristo.
Tengamos la misma actitud que Jesús hacia los enfermos
16
Aunque relativamente pocos de nosotros hemos sufrido los efectos de un desastre natural,
casi todos tenemos problemas de salud o familiares enfermos. La actitud que Jesús tuvo hacia los
enfermos también puede servirnos de ejemplo. Cuando le trajeron a quienes sufrían
padecimientos, su amor lo hizo compadecerse de ellos y curar “a todos los que se sentían mal”
(Mat. 8:16; 14:14).
17
Hoy día no podemos curar a los enfermos de manera milagrosa, como hizo Jesús, pero sí
podemos tratarlos con la misma compasión que él. Por ejemplo, los ancianos imitan la actitud de
Jesús al organizar y supervisar programas de ayuda para los hermanos enfermos de la
congregación, siguiendo el principio que se expone en Mateo 25:39, 40 (léase).
18
Claro, no hace falta ser anciano para hacer el bien a los demás. Veamos el caso de Charlene,
una hermana de 44 años que padecía cáncer y a la que los médicos le dieron tan solo diez días de
vida. Viendo lo agotador que era para su esposo cuidar de ella, Sharon y Nicolette, dos hermanas
de la congregación, se ofrecieron para atenderla día y noche durante sus últimos días. Sin
embargo, esos diez días se convirtieron en seis semanas. Aun así, las dos mostraron su amor
hasta el final. “Fue muy duro saber que Charlene no se iba a recuperar —comenta Sharon—, pero
Jehová nos ayudó a ser fuertes. Lo que vivimos nos acercó más a él y estrechó los lazos entre
nosotras.” El esposo de Charlene dice: “Nunca olvidaré la bondad y el apoyo de estas dos fieles
hermanas. Sus esfuerzos sinceros y su actitud positiva le hicieron más llevaderos sus últimos días
a mi querida Charlene y me dieron el alivio físico y emocional que tanto necesitaba. Les estaré
siempre agradecido. Su abnegación fortaleció mi fe en Jehová y mi amor por toda la hermandad”.
19
En esta serie de tres artículos hemos analizado cinco cualidades de Jesús, así como diversas
maneras de imitar su forma de pensar y de actuar. Como él, seamos “de genio apacible y
humilde[s] de corazón” (Mat. 11:29). Esforcémonos también por tratar a todos con bondad, a pesar
de sus imperfecciones. Y obedezcamos con valor las normas de Jehová aun ante las dificultades.
20
Además, amemos a nuestros hermanos como los amó Cristo: “hasta el fin”. Eso es lo que nos
identifica a los verdaderos cristianos (Juan 13:1, 34, 35). Por lo tanto, hagamos “que [nuestro] amor
fraternal continúe” y actuemos con decisión: usemos nuestra vida para alabar a Dios y para ayudar
a los demás (Heb. 13:1). Jehová bendecirá todos nuestros esfuerzos.
Jesús fue para sus discípulos un ejemplo de hombre trabajador. Se levantaba temprano y
trabajaba hasta bien entrada la noche. (Lu 21:37, 38; Mr 11:20; 1:32-34; Jn 3:2; 5:17.) Más de una
vez pasó la noche orando, como la noche anterior a que pronunciara su Sermón del Monte. (Mt
14:23-25; Lu 6:12–7:10.) En una ocasión, después de haber ayudado a otros hasta entrada la
noche, se levantó mientras todavía estaba oscuro y se fue a un lugar solitario para orar. (Mr
1:32, 35.) Aunque las muchedumbres a menudo interrumpían su intimidad, ‘los recibía con
amabilidad y les hablaba del reino de Dios’. (Lu 9:10, 11; Mr 6:31-34; 7:24-30.) Experimentó
cansancio, sed y hambre, y a veces hasta se privaba de comer debido al trabajo que tenía que
hacer. (Mt 21:18; Jn 4:6, 7, 31-34; compárese con Mt 4:2-4;
Punto de vista equilibrado de las cosas materiales. Sin embargo, no era un asceta que
practicaba la austeridad a un grado extremo, sino que más bien obraba en consonancia con cada
situación. (Lu 7:33, 34.) Aceptó muchas invitaciones a comidas, e incluso a banquetes, y visitó las
casas de personas de cierto nivel económico. (Lu 5:29; 7:36; 14:1; 19:1-6.) Contribuyó al disfrute
de una boda al convertir agua en buen vino. (Jn 2:1-10.) También apreció las cosas buenas que se
hacían por él. Cuando Judas se indignó porque María, la hermana de Lázaro, usó una libra de
aceite perfumado (cuyo valor era de más de 220 dólares [E.U.A.], aproximadamente el salario de
un año de un trabajador) para ungir los pies de Jesús, y fingió preocupación por los pobres que
podían haberse beneficiado de la venta de ese aceite, Jesús dijo: “Déjala, para que guarde esta
observancia en vista del día de mi entierro. Porque a los pobres siempre los tienen con ustedes,
pero a mí no me tendrán siempre”. (Jn 12:2-8; Mr 14:6-9.) La prenda interior de vestir que llevaba
cuando lo detuvieron, “tejida desde arriba toda ella”, debió ser una prenda de calidad. (Jn
19:23, 24.) No obstante, siempre puso en primer lugar lo espiritual; nunca se preocupó en demasía
por lo material, como aconsejó a otros que hicieran. (Mt 6:24-34; 8:20; Lu 10:38-42; compárese con
Flp 4:10-12.)
VIERNES
LECCION 13(b)
DIRIGE ESTUDIOS BIBLICOS QUE PROGRESEN
(PARTE 1)
Persona que transmite información o enseña un trabajo de palabra o por el ejemplo. Un buen
maestro fundamenta lo que dice con explicaciones, pruebas o por el empleo de otros métodos, a
fin de ayudar al que le escucha a aceptar y recordar lo que oye.
Jehová Dios, el Creador, es el Magnífico Instructor o Maestro de sus siervos. (1Re 8:36; Sl
27:11; 86:11; 119:102; Isa 30:20; 54:13.) Las mismas obras creativas enseñan que existe un Dios
Omnisapiente y son en sí mismas un campo para investigación y aprendizaje que solo se ha
aprovechado de manera parcial. (Job 12:7-9.) Además, Jehová Dios ha enseñado a los humanos
su nombre, sus propósitos y sus leyes por medio de revelaciones. (Compárese con Éx 4:12, 15;
24:12; 34:5-7.) Tales revelaciones se hallan en la Palabra de Dios, la Biblia, y sirven de base para
enseñar a otros cuál es Su voluntad. (Ro 15:4; 2Ti 3:14-17.) El espíritu de Dios también ejerce la
función de maestro. (Jn 14:26.)
La enseñanza entre los israelitas. Dios dio a los padres israelitas la responsabilidad de
enseñar a sus hijos. (Dt 4:9; 6:7, 20, 21; 11:19-21; Sl 78:1-4.) No obstante, los profetas, los levitas,
en especial los sacerdotes, y otros sabios, servían de maestros de la entera nación. (Compárese
con 2Cr 35:3; Jer 18:18; véase EDUCACIÓN.)
Profetas. Los profetas enseñaban al pueblo los atributos y propósitos de Jehová, denunciaban
la mala conducta de los israelitas y señalaban el camino correcto que debían seguir. Su enseñanza
solía ponerse por escrito. (Compárese con 1Sa 12:23-25; Isa 7:3, 4; 22:15, 16; Jer 2:2.) Entre sus
métodos de enseñanza estaban: las preguntas (Jer 18:13, 14; Am 3:3-8; Ag 2:11-14), las
ilustraciones (2Sa 12:1-7; Isa 10:15; Jer 18:3-10), los enigmas (Eze 17:2) y las representaciones
simbólicas. (1Re 11:30-32; Jer 13:4-11; 19:1-12; 27:2; 28:10-14; Eze 4:1–5:4.)
Sacerdotes y levitas. Los sacerdotes y los levitas tenían la responsabilidad de enseñar la ley
de Dios a la nación de Israel (Le 10:11; 14:57; 2Cr 15:3; 35:3), una tarea que desempeñaban de
diversas maneras. Todos los años sabáticos, se leía toda la Ley al pueblo entero: hombres,
mujeres, niños y residentes forasteros, durante la fiesta de las cabañas. (Dt 31:9-13.) A veces los
levitas se valían de las respuestas audibles del pueblo para inculcar las leyes divinas en los
oyentes. (Compárese con Dt 27:14-26.) Aparte de leer la Ley al pueblo, los sacerdotes y los levitas
también explicaban su significado. (Compárese con Ne 8:8.) Sus decisiones judiciales enseñaban
al pueblo los principios de la justicia divina. (Dt 17:8-13; 1Cr 26:29; 2Cr 19:8-11.)
Escribas. En los días de Jesús, los escribas eran maestros prominentes de la Ley. Pero no se
preocuparon nunca por los verdaderos problemas y necesidades del pueblo. Al igual que los
fariseos, los escribas daban más importancia a las reglas y tradiciones que a la misericordia, la
justicia y la fidelidad. Convirtieron la Ley en una carga para el pueblo. (Mt 23:2-4, 23, 24; Lu
11:45, 46.) Debido a su actitud de superioridad hacia las personas comunes, no fueron un ejemplo
digno de imitar, por lo que su enseñanza no tuvo el efecto que pudo haber tenido. (Compárese con
Mt 23:3, 6, 7; Jn 7:48, 49; véase ESCRIBA, ESCRIBANO.)
¿Qué hizo que la enseñanza de Jesús fuera tan eficaz?
Aunque los líderes religiosos del judaísmo no eran sinceros cuando se dirigían a Jesucristo
como “Maestro [gr. Di·dá·ska·los]”, él tuvo el reconocimiento tanto de los creyentes como de los
no creyentes. (Mt 8:19; 9:11; 12:38; 19:16; 22:16, 24, 36; Jn 3:2.) Los oficiales que fueron a
detenerle quedaron tan impresionados por su enseñanza que regresaron con las manos vacías y
dijeron: “Jamás ha hablado otro hombre así”. (Jn 7:46.) Jesús enseñó “como persona que tiene
autoridad, y no como [los] escribas”. (Mt 7:29.) Dios era la Fuente de su enseñanza (Jn 7:16; 8:28),
y Jesús la transmitió con sencillez, lógica irrefutable, preguntas penetrantes, metáforas llamativas e
ilustraciones significativas basadas en cosas conocidas. (Mt 6:25-30; 7:3-5; 24-27; véase
ILUSTRACIONES.) También empleó lecciones prácticas: lavó los pies a sus discípulos con el fin
de enseñarles que deberían servirse los unos a los otros. (Jn 13:2-16.)
VIERNES
LECCION 14(a)
DIRIGE ESTUDIOS BIBLICOS QUE PROGRESEN
(PARTE 2)
PAG. 122 be PAG. 259 PARRS. 1,2
Con preguntas bien pensadas, le será posible averiguar lo que hay en el corazón de quien le
escucha. Podría preguntarle: “¿Cómo se siente respecto a...? ¿Qué le convenció de que...? ¿Qué
haría si...?”. Sin embargo, tenga cuidado para que no se sienta acosado. Discretamente podría
comenzar diciendo: “¿Podría hacerle una pregunta?”. Descubrir lo que se alberga en el corazón es
una tarea laboriosa que no se logra de la noche a la mañana. Antes de que la persona esté
dispuesta a revelar sus sentimientos más íntimos, casi siempre será preciso que se gane su
confianza, y eso requiere tiempo. Incluso entonces tendrá usted que ser prudente, para que el
estudiante no piense que está invadiendo su intimidad (1 Ped. 4:15).
También hace falta discernimiento para controlar sus reacciones ante lo que oye. Recuerde que
su objetivo es comprender a las personas a fin de determinar qué información bíblica posiblemente
las conmueva. Reprima de inmediato todo impulso de refutar sus puntos de vista equivocados.
Más bien, esté atento a los sentimientos que se esconden tras las palabras. Así sabrá qué
responder, y será más probable que el estudiante, sintiéndose comprendido, piense con seriedad
en lo que usted le diga (Pro. 16:23).
Tras llamar a sus discípulos “la luz del mundo”, Jesús agregó unos comentarios sobre la utilidad de
una lámpara y la responsabilidad que tal uso suponía en el caso de ellos (Mat. 5:15, 16). Así
mismo, concluyó la ilustración de la oveja perdida mencionando el gozo que se produce en el cielo
cuando un pecador se arrepiente (Luc. 15:7). Y después de contar a un hombre la parábola del
buen samaritano, le hizo una pregunta pertinente seguida de un consejo directo (Luc. 10:36, 37).
En contraste, las ilustraciones sobre los distintos tipos de terreno y sobre la mala hierba del campo
solo se las explicó a quienes fueron lo suficientemente humildes como para preguntarle su
significado, y no a las muchedumbres (Mat. 13:1-30, 36-43). Tres días antes de morir, Jesús relató
una historia sobre unos viñadores homicidas, y no añadió explicación alguna, pues no era
necesario hacerlo. “Los sacerdotes principales y los fariseos [...] se dieron cuenta de que hablaba
de ellos.” (Mat. 21:33-45.) De modo que la actitud de los oyentes, la naturaleza de la ilustración y el
objetivo al presentarla determinan si es preciso explicarla y, en caso afirmativo, hasta qué punto.
LAS ilustraciones son poderosos recursos didácticos, pues captan la atención con gran eficacia y
estimulan el pensamiento. También despiertan sentimientos, con lo cual tocan la conciencia y el
corazón. A veces sirven para vencer prejuicios, y son muy útiles para grabar las ideas en la
memoria. ¿Las emplea cuando enseña?
¿Qué implica?
Utilizar figuras retóricas o ejemplos, sean ficticios o reales, de tal forma que le
permitan alcanzar sus objetivos al enseñar.
¿POR QUÉ SON IMPORTANTES?
Bien utilizadas, las ilustraciones enriquecen la exposición, influyen en la vida de los
oyentes y graban las enseñanzas en su mente. Pero mal empleadas, desvían la
atención de los aspectos importantes.
LAS ilustraciones son poderosos recursos didácticos, pues captan la atención con gran eficacia
y estimulan el pensamiento. También despiertan sentimientos, con lo cual tocan la conciencia y el
corazón. A veces sirven para vencer prejuicios, y son muy útiles para grabar las ideas en la
memoria. ¿Las emplea cuando enseña?
Uno de los medios de ilustrar enseñanzas son las figuras retóricas, que, aunque normalmente
constan de solo unas cuantas palabras, pueden crear vívidas imágenes mentales. Cuando están
bien pensadas, su significado es, en su mayor parte, obvio. No obstante, añadiéndoles una breve
explicación se refuerza su valor. La Biblia contiene muchos ejemplos de figuras retóricas de los
que podemos aprender.
Empiece con comparaciones y metáforas. Las comparaciones, o símiles, son las figuras
retóricas más sencillas. Si quiere aprender a usar ilustraciones, tal vez le convenga concentrarse
primero en estas. Por lo general, comienzan con un “como”, un “igual que” o una expresión
parecida. Las comparaciones destacan un aspecto que tienen en común dos cosas muy diferentes.
La Biblia las utiliza en muchas ocasiones, recurriendo para ello a las creaciones divinas —plantas,
animales y cuerpos celestes— y a la experiencia humana. En Salmo 1:3 leemos que la persona
que lee asiduamente la Palabra de Dios es “como un árbol plantado al lado de corrientes de agua”,
el cual produce fruto y no se marchita. Del inicuo se dice que es “como un león” al acecho (Sal.
10:9). Jehová le prometió a Abrahán que su descendencia llegaría a ser tan numerosa “como las
estrellas de los cielos y como los granos de arena que hay en la orilla del mar” (Gén. 22:17).
Y tocante a la relación estrecha que forjó con la nación de Israel, Dios dijo: “Tal como un cinto se
adhiere a las caderas de un hombre, así hice que [...] Israel y [...] Judá se adhirieran aun a mí” (Jer.
13:11).
La metáfora también pone de manifiesto cierta semejanza entre dos elementos muy distintos,
pero con más fuerza que la comparación. Consiste en hablar de una cosa como si realmente fuera
otra, atribuyendo así una característica de la segunda a la primera. Por ejemplo, Jesús indicó a sus
seguidores: “Ustedes son la luz del mundo” (Mat. 5:14). Con relación al daño que puede causar el
habla irreflexiva, el discípulo Santiago escribió: “La lengua es un fuego” (Sant. 3:6). Y David cantó
a Jehová: “Tú eres mi peñasco y mi fortaleza” (Sal. 31:3). Por regla general, la metáfora bien
escogida necesita poca o ninguna explicación; su brevedad la hace aún más eficaz. Posiblemente
su auditorio recuerde mejor un punto con una metáfora que con la simple exposición de un hecho.
La hipérbole es una exageración, por lo que debe usarse con discreción para que no se
malinterprete. Jesús recurrió a esta figura retórica cuando, a fin de crear una imborrable imagen
mental, preguntó: “¿Por qué miras la paja que hay en el ojo de tu hermano, pero no tomas en
cuenta la viga que hay en tu propio ojo?” (Mat. 7:3). Sin embargo, antes de emplear este recurso
estilístico u otros, aprenda a hacer buen uso de las comparaciones y las metáforas.
Utilice ejemplos. En vez de figuras retóricas, tal vez prefiera utilizar en su enseñanza ejemplos,
sean historias ficticias o experiencias de la vida real. Ahora bien, puesto que es fácil excederse en
su elaboración y frecuencia de uso, se requiere prudencia. Solo deben emplearse para apoyar
puntos de verdadera importancia, y han de presentarse de manera que el auditorio recuerde la
enseñanza, no simplemente el relato.
Aunque no todos los ejemplos tienen que ser casos verídicos, deben reflejar actitudes y
situaciones de la vida real. Así, cuando Jesús quiso enseñar cómo hay que considerar a los
pecadores arrepentidos, lo ilustró con una narración sobre un hombre que se regocijó al encontrar
a su oveja perdida (Luc. 15:1-7). En respuesta a un judío que no captaba el verdadero alcance del
mandato de la Ley relativo a amar al prójimo, Jesús contó la parábola de un samaritano que auxilió
a un herido después de que un sacerdote y un levita se negaran a hacerlo (Luc. 10:30-37).
Si aprende a observar con atención las actitudes y acciones de la gente, podrá utilizar con eficacia
este recurso didáctico.
Cuando el profeta Natán le contó una historia imaginaria al rey David con el fin de censurarlo,
obtuvo buenos resultados porque evitó provocar una situación que pudiera haber llevado al rey a
justificarse. Los personajes del relato eran un hombre rico que tenía muchas ovejas y otro pobre
que solo poseía una cordera, a la cual criaba con ternura. Por haber sido pastor, David entendía
los sentimientos de este último, de modo que reaccionó con justa indignación contra el hombre rico
que le había arrebatado al de escasos recursos su preciada cordera. Entonces Natán le dijo a
David sin rodeos: “¡Tú mismo eres el hombre!”. El mensaje le tocó el corazón, y se arrepintió
sinceramente (2 Sam. 12:1-14). Con la práctica, usted también aprenderá a tratar de forma
atrayente cuestiones delicadas.
De los sucesos recogidos en la Biblia pueden tomarse muchos ejemplos útiles en la enseñanza.
Así lo hizo Jesús cuando dijo de manera concisa: “Acuérdense de la esposa de Lot” (Luc. 17:32).
De igual modo, al describir la señal de su presencia, se refirió a “los días de Noé” (Mat. 24:37-39).
Y en el capítulo 11 de Hebreos, el apóstol Pablo mencionó por nombre a dieciséis hombres y
mujeres, señalándolos como ejemplos de fe. A medida que usted vaya conociendo mejor la Biblia,
irá aumentando su capacidad de extraer ejemplos impactantes de las personas y los sucesos
citados en sus páginas (Rom. 15:4; 1 Cor. 10:11).
A veces le parecerá oportuno reforzar cierta enseñanza con una experiencia de nuestros días.
No obstante, tenga cuidado de escoger únicamente experiencias confirmadas y evitar las que
incomodarían innecesariamente a alguno de los presentes o desviarían la atención hacia un tema
polémico ajeno a lo que está tratando. Recuerde, además, que las experiencias deben relatarse
con un propósito. No incluya detalles superfluos, pues por lo general distraen del objetivo de la
exposición.
¿Se entenderá? Sin importar la figura retórica o el ejemplo que utilice, debería lograr con ellos
un objetivo definido. ¿Lo conseguirá si no explica su relación con el tema del que está hablando?
Tras llamar a sus discípulos “la luz del mundo”, Jesús agregó unos comentarios sobre la utilidad
de una lámpara y la responsabilidad que tal uso suponía en el caso de ellos (Mat. 5:15, 16). Así
mismo, concluyó la ilustración de la oveja perdida mencionando el gozo que se produce en el cielo
cuando un pecador se arrepiente (Luc. 15:7). Y después de contar a un hombre la parábola del
buen samaritano, le hizo una pregunta pertinente seguida de un consejo directo (Luc. 10:36, 37).
En contraste, las ilustraciones sobre los distintos tipos de terreno y sobre la mala hierba del campo
solo se las explicó a quienes fueron lo suficientemente humildes como para preguntarle su
significado, y no a las muchedumbres (Mat. 13:1-30, 36-43). Tres días antes de morir, Jesús relató
una historia sobre unos viñadores homicidas, y no añadió explicación alguna, pues no era
necesario hacerlo. “Los sacerdotes principales y los fariseos [...] se dieron cuenta de que hablaba
de ellos.” (Mat. 21:33-45.) De modo que la actitud de los oyentes, la naturaleza de la ilustración y el
objetivo al presentarla determinan si es preciso explicarla y, en caso afirmativo, hasta qué punto.
Aunque toma tiempo desarrollar la habilidad de emplear ejemplos y otras ilustraciones con
eficacia, merece la pena. Las ilustraciones bien pensadas combinan el atractivo intelectual con el
impacto emocional. El resultado es que se transmite el mensaje con una fuerza que pocas veces
se alcanza con la simple exposición de los hechos.
CÓMO OBTENER ILUSTRACIONES ADECUADAS
Lea la Biblia con regularidad; fíjese en las ilustraciones que contiene; medite en el
valor de sus ejemplos.
Observe lo que sucede a su alrededor y asocie las actitudes y acciones ajenas con
los temas sobre los que vaya a hablar.
Anote ejemplos y figuras retóricas instructivos que extraiga de publicaciones, de
discursos o de sus propias observaciones. Guárdelos para cuando los necesite.
EJERCICIO: Analice las ilustraciones que aparecen en los siguientes textos bíblicos: Isaías 44:9-
20; Mateo 13:44; Mateo 18:21-35. ¿Qué aprende de cada una de ellas? ¿Por qué son eficaces?
Lección 46
Ilustraciones basadas en situaciones conocidas
¿Qué implica?
Emplear ilustraciones que remitan a actividades que el auditorio realice o a asuntos
con los que esté familiarizado.
¿POR QUÉ ES IMPORTANTE?
Las ilustraciones basadas en situaciones conocidas llegarán al corazón de
los oyentes.
NO HAY duda de que es fundamental que las ilustraciones se adapten al tema que se está
tratando. Sin embargo, para que sean más eficaces, es igualmente importante que sean
adecuadas al auditorio.
¿Qué efecto debe tener en sus ilustraciones el tipo de público al que se dirija? ¿Qué hizo
Jesucristo? Tanto si enseñaba a las muchedumbres como a sus discípulos, no habló de culturas
diferentes a la israelita, pues ello les habría resultado extraño a sus oyentes. Por ejemplo, no se
refirió a la vida en la corte de Egipto o a las prácticas religiosas de la India. Más bien, basó sus
ilustraciones en actividades comunes a todos los pueblos, tales como remendar ropa, hacer
negocios, perder un objeto valioso y asistir a banquetes de boda. Sabía cómo reaccionaban las
personas en distintas circunstancias y aplicó ese conocimiento (Mar. 2:21; Luc. 14:7-11; 15:8, 9;
19:15-23). Puesto que su predicación pública se dirigía en particular al pueblo de Israel,
generalmente aludía a artículos y tareas que eran parte de la vida diaria de la gente. Se refirió, por
tanto, a las labores del campo, a la respuesta de las ovejas al pastor y a los odres de cuero en que
se guardaba el vino (Mar. 2:22; 4:2-9; Juan 10:1-5). También recurrió a episodios históricos
conocidos, como el de la creación de la primera pareja humana, el Diluvio de los días de Noé, la
destrucción de Sodoma y Gomorra, y la muerte de la esposa de Lot, entre otros (Mat. 10:15; 19:4-
6; 24:37-39; Luc. 17:32). Al seleccionar las ilustraciones, ¿tiene usted presentes, de la misma
manera, las actividades con las que sus oyentes están familiarizados, así como sus antecedentes
culturales?
Ahora bien, ¿qué hacer si no se dirige a un público numeroso, sino a un grupo reducido, o
incluso a una sola persona? Ponga todo su empeño en encontrar una ilustración que sea
adecuada para tales oyentes. Jesús, al predicarle a una samaritana junto a un pozo cercano a
Sicar, le habló de “agua viva”, de que ‘no le daría sed jamás’ y de la ‘fuente de agua que brotaría
para impartir vida eterna’, utilizando así figuras retóricas estrechamente relacionadas con las tareas
de aquella mujer (Juan 4:7-15). Cuando conversó con unos pescadores que habían estado lavando
las redes, eligió una ilustración vinculada a ese oficio (Luc. 5:2-11). En ambas circunstancias,
podría haber hecho referencia a las labores del campo, ya que vivían en una zona agrícola y
ganadera; sin embargo, al aludir a las tareas que les eran propias, la imagen mental que evocó en
sus oyentes adquirió mayor realismo y eficacia. ¿Se esfuerza usted por imitarlo?
A diferencia de Jesús, que centró su atención en “las ovejas perdidas de la casa de Israel”, el
apóstol Pablo recibió la comisión de ir, no solo a Israel, sino también a las naciones de origen gentil
(Mat. 15:24; Hech. 9:15). ¿Significó esto un cambio en la manera en que Pablo predicó? Claro que
sí. Al escribir a los cristianos de Corinto, mencionó las carreras pedestres, la costumbre de comer
en los templos de los ídolos y las procesiones triunfales, actividades con las que aquellos gentiles
estaban familiarizados (1 Cor. 8:1-10; 9:24, 25; 2 Cor. 2:14-16).
¿Elige usted con el mismo esmero que Jesús y Pablo los ejemplos y demás ilustraciones que
utiliza? ¿Tiene en cuenta los antecedentes y los quehaceres cotidianos de sus oyentes? De más
está decir que el mundo ha cambiado desde el siglo primero. Innumerables personas se informan
de las noticias mundiales por la televisión y a menudo están enteradas de acontecimientos de
tierras lejanas. Si es así donde usted vive, está claro que no hay ningún inconveniente en extraer
de tales noticias las ilustraciones. No obstante, lo que más suele atraer a la gente es aquello que
atañe a su vida misma: su hogar, su familia, su trabajo, los alimentos que come o el clima del lugar.
Si una ilustración le exige dar demasiadas explicaciones, probablemente usted se esté
refiriendo a algo que no les resulta conocido a sus oyentes, lo cual puede eclipsar con facilidad lo
que pretende enseñar. Como resultado, el auditorio tal vez recuerde la ilustración, pero no la
verdad bíblica que deseaba transmitirle.
En lugar de intrincadas comparaciones, Jesús planteaba asuntos simples, cotidianos. Se valía
de las cosas pequeñas para explicar las grandes, y de lo sencillo para esclarecer lo complicado.
Conectaba las verdades espirituales que enseñaba con sucesos del diario vivir, haciéndolas así
más fáciles de captar y recordar. Sin duda, nos dejó un magnífico ejemplo.
Emplear los términos adecuados también le permite comunicar las ideas sin ser verboso. Mientras
que la verbosidad oscurece las ideas, la sencillez facilita la comprensión y retención de los hechos
importantes. Ayuda a transmitir conocimiento exacto. La enseñanza de Jesucristo sobresalió por su
lenguaje sencillo; aprenda de él (véanse los ejemplos de Mateo 5:3-12 y Marcos 10:17-21).
Practique para expresarse con concisión valiéndose de un vocabulario preciso.
DURANTE doce años siempre siguió la misma ruta desde el trabajo a su casa, situada en un
barrio periférico de Atenas, hasta que se mudó al otro extremo de la ciudad. Un día se dirigió a su
hogar tras la jornada laboral, pero fue al verse en medio de su antiguo vecindario cuando se
percató de que había tomado la dirección equivocada. La fuerza de la costumbre lo había llevado a
su anterior domicilio.
Con razón, pues, un refrán dice que la costumbre es una segunda naturaleza, una poderosa
influencia en la vida. En este sentido, las costumbres, o hábitos, pueden asemejarse al fuego. Este
calienta la comida y nos da luz y calor, pero también puede convertirse en un feroz enemigo que
destruye vidas y posesiones. Lo mismo es cierto de las costumbres: bien cultivadas son de gran
beneficio, de lo contrario, pueden ser destructivas.
En el caso del señor mencionado al principio del artículo, la fuerza de la costumbre tan solo le
hizo perder algo de tiempo en el tránsito. En asuntos de mayor importancia, las costumbres
pueden reportarnos éxito o llevarnos a la ruina. Veamos en la Biblia algunos ejemplos de historias
reales que revelan cómo los hábitos facilitan o dificultan nuestra relación con Dios y el servicio que
le rendimos.
Ejemplos bíblicos de buenas y malas costumbres
A Noé, Job y Daniel se les favoreció con una relación personal con Dios. La Biblia los ensalza
“por su justicia” (Ezequiel 14:14). Es significativo que la trayectoria de los tres puso de manifiesto
sus buenos hábitos.
A Noé se le ordenó construir un arca, una embarcación más larga que un campo de fútbol y
más alta que un edificio de cinco pisos. Aquella formidable obra de ingeniería hubiera abrumado a
cualquier constructor naval de la antigüedad. Noé, junto con los siete miembros de su familia,
construyó el arca sin herramientas modernas y, además, predicó sin cesar a sus contemporáneos.
Y no dudamos de que también atendió el bienestar físico y espiritual de su familia (2 Pedro 2:5).
A fin de cumplir con todas estas tareas, precisó buenos hábitos de trabajo. El relato bíblico dice
sobre él: “Andaba con el Dios verdadero. [...] Noé procedió a hacer conforme a todo lo que le había
mandado Jehová” (Génesis 6:9, 22; 7:5). Puesto que, según las Escrituras, fue “exento de falta”,
con toda seguridad siguió andando con Dios tras el Diluvio y durante la rebelión contra Jehová que
estalló en Babel, hasta su muerte, a los 950 años de edad (Génesis 9:29).
Los buenos hábitos de Job lo hicieron un hombre “sin culpa y recto” (Job 1:1, 8; 2:3). Solía
oficiar de sacerdote para su familia y ofrecer sacrificios a favor de sus hijos después de los
banquetes de estos, por si habían “‘pecado y [...] maldecido a Dios en su corazón’. Así hacía Job
siempre” (Job 1:5). Sin lugar a dudas, las costumbres centradas en la adoración de Jehová
ocupaban en aquella familia un lugar importante.
Daniel sirvió a Jehová “con constancia” durante toda su dilatada vida (Daniel 6:16, 20). ¿Qué
buenos hábitos espirituales tenía? Por un lado, oraba con asiduidad. Pese al decreto real que
prohibió tal práctica, “tres veces al día se hincaba de rodillas y oraba y ofrecía alabanza delante de
su Dios, como había estado haciendo regularmente” (Daniel 6:10). No podía renunciar a la
costumbre de hablar con Dios, aunque supusiera una amenaza para su vida. Sin duda, la oración
lo fortaleció durante su excepcional trayectoria de integridad a Dios. Parece ser que este profeta
también tenía el buen hábito de estudiar las emocionantes promesas de Dios y meditar
profundamente sobre ellas (Jeremías 25:11, 12; Daniel 9:2). Sus buenas costumbres contribuyeron
en gran manera a que permaneciera fiel hasta el mismo final de su carrera.
El caso contrario es el de Dina. Un mal hábito le costó caro: “Solía salir [...] para ver a las hijas
del país”, quienes no servían a Jehová (Génesis 34:1). Aunque era algo aparentemente inofensivo,
la llevó al desastre. Primero, la violó Siquem, a quien se consideraba “el más honorable de toda la
casa de su padre”. Luego, la reacción vengativa de dos hermanos suyos culminó con el asesinato
de todos los varones de una ciudad. ¡Qué horrible resultado! (Génesis 34:19, 25-29.)
¿Cómo asegurarnos de que nuestros hábitos no nos perjudiquen, sino que nos beneficien?
Pongamos las costumbres a nuestro servicio
“Los hábitos son el destino”, escribió un filósofo. Pero no tienen por qué serlo, pues la Biblia
indica con total claridad que podemos optar por dejar los malos hábitos y adoptar los que sean
buenos.
Las buenas costumbres hacen más fácil mantener el ritmo que impone el estilo de vida
cristiano, que además se hace más productivo. “El hábito de ceñirme a un horario a fin de cumplir
diversas tareas me ahorra un tiempo valioso”, observa un cristiano griego llamado Alex. Teófilo, un
anciano de congregación, comenta que la planificación le permite ser eficaz. “Estoy absolutamente
convencido —dice— de que no lograría encargarme de mis deberes cristianos si no tuviera la
costumbre de planificarlo todo con cuidado.”
A los seguidores de Cristo se nos exhorta a que “sigamos andando ordenadamente en esta
misma rutina” (Filipenses 3:16). Este texto transmite la idea de una acción habitual que sigue un
procedimiento establecido. Los buenos hábitos son ventajosos porque no tenemos que pausar y
meditar para decidir cada paso, pues ya hemos fijado un proceder que seguimos por costumbre.
Los hábitos arraigados se convierten casi en un acto reflejo. Tal como los buenos hábitos de un
conductor prudente lo llevan a tomar decisiones en décimas de segundo para eludir los peligros de
la carretera y proteger su vida, las buenas costumbres nos permiten tomar con prontitud decisiones
adecuadas en nuestra carrera cristiana.
El escritor inglés Jeremy Taylor lo expresó así: “Las costumbres son las hijas de la acción”. Si
poseemos buenos hábitos, no nos costará mucho realizar buenas obras. Por ejemplo, para quien
suele predicar regularmente es más fácil y placentero salir al servicio del campo. Leemos que los
apóstoles, “todos los días en el templo, y de casa en casa, continuaban sin cesar enseñando y
declarando las buenas nuevas acerca del Cristo, Jesús” (Hechos 5:42; 17:2). En cambio, aquel
cuya presencia en el ministerio es solo ocasional tal vez se ponga nervioso y necesite más tiempo
hasta adquirir confianza en esta vital obra cristiana.
Lo mismo puede decirse de otras actividades cristianas. Los buenos hábitos nos ayudarán a ser
constantes en ‘leer la Palabra de Dios día y noche’ (Josué 1:8; Salmo 1:2). Cierto cristiano tiene la
costumbre de leer las Escrituras durante veinte o treinta minutos antes de acostarse. Incluso
cuando está muy cansado, no puede dormirse sin hacerlo. Ha de levantarse y satisfacer esa
necesidad espiritual, una buena costumbre gracias a la cual lleva varios años leyendo toda la Biblia
una vez cada doce meses.
Nuestro Modelo, Jesucristo, solía asistir a reuniones en las que se analizaba la Biblia. “Según
su costumbre en día de sábado, entró en la sinagoga, y se puso de pie para leer.” (Lucas 4:16.) A
Joe, un anciano con una familia numerosa y una extensa jornada laboral, la fuerza de la costumbre
le hace necesitar y desear las reuniones regularmente. “Este buen hábito me incita a asistir —
afirma—, lo que me da la fortaleza espiritual que tanto necesito para superar desafíos y
problemas.” (Hebreos 10:24, 25.)
Tales hábitos son indispensables en la carrera cristiana por la vida. Un informe de un país
donde se ha perseguido al pueblo de Jehová reseñó: “Quienes poseen buenos hábitos espirituales
y un profundo aprecio por la verdad no tienen dificultad en permanecer firmes cuando llegan las
pruebas. En cambio, los que ‘en tiempo favorable’ faltan a las reuniones, son irregulares en el
servicio del campo y transigen en asuntos pequeños no soportan las pruebas ‘ardientes’”
(2 Timoteo 4:2).
Huyamos de las malas costumbres, vayamos tras las buenas
Se ha dicho que ‘un hombre debe adquirir solo los hábitos que desea que rijan su vida’. Los
malos hábitos son, en realidad, un amo opresivo. Con todo, se pueden vencer.
Durante un tiempo, Estela fue teleadicta. “Detrás de cada mal hábito al que he sucumbido —
admite—, con frecuencia se esconde una razón ‘inocente’.” Eso es precisamente lo que ocurrió con
su vicio de ver televisión en exceso. Se decía a sí misma que solo quería “relajarse un poco” o
“romper el ritmo”, pero se le fue de las manos, y acababa pegada al televisor durante horas. “Como
mínimo, esta mala costumbre demoró mi progreso espiritual”, afirma. Con resolución, finalmente
redujo el tiempo que dedicaba a ver televisión y se hizo más selectiva. “Siempre procuro recordar
por qué quise abandonar ese vicio —dice Estela—, y confío en Jehová para apegarme a mi
decisión.”
Un cristiano llamado Caralampio revela un mal hábito que entorpecía su progreso espiritual:
dejar las cosas para más tarde. “Una vez que me di cuenta de que la costumbre de aplazar las
tareas era perjudicial —explica—, procuré dar un giro a mi vida. Al fijarme metas, planeaba
específicamente cuándo y cómo iba a materializarlas. El antídoto fue ser constante en poner en
práctica las decisiones y los planes, una buena costumbre que mantengo hasta la fecha.” De
hecho, las buenas costumbres son el mejor sustitutivo de las malas.
Las amistades también pueden pegarnos buenos o malos hábitos, pues unos y otros son
contagiosos. Tal como “las malas compañías echan a perder los hábitos útiles”, las buenas nos
ponen el ejemplo de sanas costumbres que imitar (1 Corintios 15:33). Lo más importante es que
los hábitos pueden fortalecer o debilitar nuestra relación con Dios. Estela dice: “Las buenas
costumbres facilitan nuestro servicio a Jehová. Las que no lo son lo entorpecen”.
Adquiramos buenas costumbres y dejemos que nos guíen; serán una fuerza poderosa y
beneficiosa en la vida.
[Ilustración de la página 19]
Como el fuego, los hábitos pueden ser beneficiosos o destructivos
[Ilustración de la página 21]
Jesús solía acudir a la sinagoga en día de sábado para leer la Palabra de Dios
[Ilustraciones de la página 22]
Los buenos hábitos espirituales fortalecen nuestra relación con Dios
VIERNES
LECCION 14(b)
TALLER 4
DIRIGE ESTUDIOS BIBLICOS QUE PROGRESEN
VIERNES
LECCION 15(a)
AYÚDALOS A ALCANZAR LA MADUREZ
km 2/02 PAG. 5
16
¿Hay otros que puedan predicar? Jehová sigue bendiciendo a su pueblo al incorporar a él
“las cosas deseables de todas las naciones” (Ageo 2:7). Todos los años, miles de personas llegan
a ser publicadores no bautizados. ¿Quiénes son estos? Tanto hijos de testigos de Jehová como
estudiantes de la Biblia que están progresando bien. ¿Cómo saber si ya pueden ser publicadores
de las buenas nuevas?
17
Hijos de testigos de Jehová. Hay muchos niños que llevan varios años acompañando a sus
padres en el ministerio de casa en casa, pero todavía no son publicadores no bautizados. Marzo
sería un buen mes para que lo fueran. ¿Cuándo reúne un niño los requisitos? En la página 99 del
libro Organizados para efectuar nuestro ministerio se indica que los llena cuando “es ejemplar en
su conducta y puede dar expresión personal de su fe al hablar a otras personas acerca de las
buenas nuevas, porque se siente impulsado desde el corazón a hacer eso”. Si creemos que
nuestro hijo cumple tales condiciones, hablemos con uno de los ancianos que componen el Comité
de Servicio de Congregación.
18
Estudiantes de la Biblia. Una vez que los estudiantes de la Biblia adquieren conocimiento y
asisten durante algún tiempo a las reuniones, es posible que deseen ser publicadores del Reino. Si
estudiamos la Biblia con alguien así, preguntémonos: “¿Está progresando bien para su edad y
aptitudes? ¿Ha comenzado a hablar de su fe informalmente? ¿Se está vistiendo de ‘la nueva
personalidad’? (Col. 3:10.) ¿Satisface los requisitos para los publicadores no bautizados, tal como
se exponen en las páginas 97 a 99 del libro Nuestro Ministerio?”. En tal caso, se informará de ello
al Comité de Servicio de Congregación para que dos ancianos se reúnan con quien imparte el
curso bíblico y con el estudiante. Si este cumple los requisitos, los dos ancianos le comunicarán
que ya puede participar en el ministerio público.
PAG. 129 (libro amor de dios) lv PAG. 57 PARR. 14; km 6/96 PAG. 5 PARR. 19
14
Cuando participamos en el ministerio o asistimos a las reuniones cristianas, es aún más
necesario que vayamos limpios y bien arreglados. Por eso, deberíamos preguntarnos: “¿Llamo la
atención por mi apariencia o mi falta de higiene? ¿Se avergüenzan los demás de mí? ¿A qué le
doy más importancia: al derecho a arreglarme como yo quiera, o a reunir los requisitos para recibir
algún privilegio de servicio en la congregación?” (Salmo 68:6; Filipenses 4:5; 1 Pedro 5:6)
PAG. 129 w 96 15/1 PAG. 16 PARR. 8; km 6/05 PAG. 1; km 7/05 PAG. 1; km 8/05
PAG. 1
8
Si se quiere ser eficiente en el ministerio, es indispensable prepararse bien y con antelación. Por
ello, los dos publicadores pueden reunirse primero para ensayar las presentaciones que se
sugieren en los números mensuales de Nuestro Ministerio del Reino. Al comenzar el ministerio del
campo, el más veterano podría hablar en una puerta o dos. Tras presentarse amigablemente,
ambos pueden participar en dar el testimonio. Después de trabajar juntos en el ministerio algunas
semanas, a lo mejor consiguen buenas revisitas y hasta quizás un estudio bíblico con el libro
Conocimiento. El publicador más experimentado puede dirigir el estudio un tiempo y luego cederlo
al nuevo proclamador del Reino. ¡Qué felices se sentirán los dos si el estudiante manifiesta aprecio
por el conocimiento divino!
km 6/05 PAG. 1
a
Dirijamos estudios bíblicos progresivos (10. parte)
Cómo preparar al estudiante para la predicación de casa en casa
1
Cuando los ancianos determinan que un estudiante de la Biblia reúne los requisitos para ser
publicador no bautizado, este puede participar con la congregación en la predicación pública
(véase Organizados para hacer la voluntad de Jehová, págs. 79-81). ¿Cómo podemos ayudarlo a
afrontar el reto de predicar de casa en casa?
2
Prepárense juntos. No hay nada que sustituya la buena preparación. Muestre al estudiante
dónde puede hallar presentaciones en Nuestro Ministerio del Reino y en el libro Razonamiento, y
ayúdelo a seleccionar una que sea sencilla y práctica para el territorio. Anímelo desde el principio a
emplear la Biblia en el ministerio (2 Tim. 4:2).
3
Las sesiones de práctica son muy provechosas para el nuevo publicador. A medida que el
estudiante ensaye la presentación, enséñele cómo responder con tacto a las objeciones que sean
frecuentes en el territorio (Col. 4:6). Tranquilícelo diciéndole que los ministros cristianos no tienen
por qué saber la respuesta a todas las preguntas que alguien pueda plantear. A menudo, lo más
conveniente es ofrecerse a investigar el tema y a regresar para seguir hablando de él (Pro. 15:28).
4
Prediquen juntos. La primera vez que el estudiante participe en el ministerio de casa en
casa, comience predicando usted para que él observe cómo utilizar la presentación que han
preparado juntos, y luego deje que lo haga él. En algunos casos pudiera ser mejor que el
estudiante empezara interviniendo brevemente en la presentación, tal vez leyendo y comentando
un texto bíblico. Tome en consideración su personalidad y aptitudes (Fili. 4:5). Encómielo con
frecuencia mientras lo prepara en las distintas facetas de la predicación.
5
Es importante ayudar al nuevo publicador a fijarse un horario regular de predicación, a fin de
que participe en el ministerio todas las semanas si es posible (Fili. 3:16). Haga planes concretos
para salir con él al servicio del campo, y anímelo a predicar también con otros publicadores
celosos. El ejemplo y la compañía de estos hermanos contribuirán a que adquiera más destreza y
a que disfrute de la predicación de casa en casa.
km 7/05 PAG. 1
a
Dirijamos estudios bíblicos progresivos (11. parte)
Cómo enseñar al estudiante a hacer revisitas
1
Cuando el estudiante de la Biblia empiece a predicar, sin duda encontrará personas
interesadas en las buenas nuevas. ¿Cómo podemos ayudar al nuevo publicador a hacer revisitas
eficaces y a cultivar el interés demostrado?
2
La preparación para la revisita comienza en la visita inicial. Anime al estudiante a mostrar
interés sincero por aquellos con quienes hable (Fili. 2:4). Enséñele poco a poco a dejar que las
personas se expresen, a escuchar lo que dicen y a percibir lo que les preocupa. Cuando alguien
parezca interesado, haga que el nuevo publicador tome nota de los datos pertinentes y empléelos
luego para ayudarle a preparar conversaciones futuras.
3
Preparación de la revisita. Tras repasar las notas sobre la primera visita, enseñe al
estudiante a escoger un aspecto del mensaje del Reino que pueda atraer a la persona (1 Cor.
9:19-23). Preparen juntos una breve presentación que incluya la lectura de un texto bíblico y de un
párrafo de la publicación con la que quieran empezar el estudio. Busquen también una pregunta
que se pueda plantear al final de la conversación y que siente las bases para la siguiente visita.
Muestre al nuevo publicador cómo aportar en cada visita algo que aumente el conocimiento que la
persona ya tiene de la Palabra de Dios.
4
Asimismo conviene enseñar al estudiante una introducción sencilla. Por ejemplo, después de
saludar a la persona, podría decirle: “Disfruté mucho de nuestra conversación anterior y he vuelto
para mostrarle más información bíblica acerca de [mencione el tema escogido]”. Explíquele
también qué hacer si sale alguien diferente a la puerta.
5
Enséñele a ser diligente. Anime al estudiante a ser ejemplar volviendo a visitar cuanto antes
a todos los que se hayan mostrado interesados. Tal vez tenga que ser muy persistente para
encontrarlos de nuevo en sus hogares. Enséñele cómo acordar con la persona interesada un día y
una hora para volver, y ayúdele a comprender la importancia de cumplir con la cita (Mat. 5:37).
Prepare al nuevo publicador para que sea amable, considerado y respetuoso mientras busca a los
de condición de oveja y cultiva su interés (Tito 3:2).
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a
Dirijamos estudios bíblicos progresivos (12. parte)
Cómo ayudar al estudiante a comenzar y dirigir estudios de la Biblia
1
Es posible que cuando nuestros estudiantes empiecen a predicar les asuste la idea de
comenzar y dirigir sus propios estudios de la Biblia. ¿Cómo podemos ayudarlos a ganar confianza
en este aspecto fundamental de nuestro ministerio? (Mat. 24:14; 28:19, 20.)
2
El estudiante que cumple los requisitos para ser publicador no bautizado probablemente ya
lleva algún tiempo matriculado en la Escuela del Ministerio Teocrático. La instrucción que en ella
recibe para preparar y presentar asignaciones estudiantiles le permitirá desarrollar las habilidades
docentes necesarias para ser un “trabajador que no tiene de qué avergonzarse, que maneja la
palabra de la verdad correctamente” (2 Tim. 2:15).
3
Enséñele con el ejemplo. Jesús preparó a sus discípulos dándoles instrucciones claras y
poniéndoles un buen ejemplo. “Todo el que esté perfectamente instruido será como su maestro”,
dijo (Luc. 6:40). En nuestro caso también es vital que imitemos a Jesús y seamos ejemplares en la
predicación. El estudiante deberá comprender, al observarnos en el ministerio, que el objetivo de
hacer revisitas es comenzar estudios de la Biblia.
4
Explíquele que, al ofrecer un estudio, por lo general no es necesario entrar en muchos detalles
sobre las clases bíblicas. Con frecuencia basta con demostrar cómo se realizan utilizando uno o
dos párrafos de la publicación con la que se quiere estudiar. Encontrará buenas sugerencias al
respecto en la página 8 de este número y en la página 6 de Nuestro Ministerio del Reino de enero
de 2002.
5
Cuando sea apropiado, anime al estudiante a que lo acompañe a usted o a otro publicador
experimentado a un estudio bíblico y a que participe comentando un párrafo o un texto clave.
Observándonos, el estudiante aprenderá mucho sobre cómo dirigir estudios progresivos (Pro.
27:17; 2 Tim. 2:2). Encómielo y dígale cómo puede mejorar.
6
Enseñar a los publicadores nuevos a ser maestros de la Palabra de Dios los preparará para la
“buena obra” de iniciar y dirigir sus propios estudios (2 Tim. 3:17). En verdad produce mucha
satisfacción proclamar junto a ellos la siguiente invitación amorosa: “Cualquiera que desee, tome
gratis el agua de la vida” (Rev. 22:17).
¿Cuántos testigos de Jehová conoce? Tal vez algunos de nosotros seamos vecinos suyos, o
compañeros de trabajo o de escuela; quizás hayamos conversado con usted sobre la Biblia.
¿Quiénes somos realmente, y por qué hablamos con la gente acerca de nuestras creencias?
Somos personas comunes y corrientes. Entre nosotros hay hombres y mujeres de todos los
orígenes y estratos sociales. Algunos teníamos una religión, otros no creíamos en Dios; sin
embargo, antes de llegar a ser testigos de Jehová, todos nos tomamos el tiempo para analizar
detenidamente las doctrinas bíblicas (Hechos 17:11). Aceptamos lo que aprendimos y luego
tomamos una decisión personal: adorar a Jehová Dios.
Le sacamos provecho al estudio de la Biblia. Como todo el mundo, tenemos problemas y
debilidades; pero gracias a que nos esforzamos por poner en práctica los principios bíblicos en el
diario vivir, nuestra calidad de vida ha mejorado muchísimo (Salmo 128:1, 2). Esa es una de las
razones por las cuales hablamos a la gente de las cosas buenas que hemos aprendido en la Biblia.
Nos regimos por valores divinos. Estos valores, que se enseñan en la Biblia, producen en
nosotros una sensación de bienestar. Además, nos motivan a respetar al prójimo y a ser honrados
y bondadosos. Nos ayudan a ser miembros sanos y productivos de la sociedad, y promueven la
unidad familiar y la moralidad. Estamos convencidos de que “Dios no es parcial”. Por eso, nuestra
hermandad es verdaderamente internacional, libre de barreras raciales y políticas. Aunque somos
personas comunes, formamos un pueblo único en su género (Hechos 4:13; 10:34, 35).
Lección 2
¿Por qué adoptamos el nombre de testigos de Jehová?
Muchas personas creen que los testigos de Jehová somos una religión nueva. Sin embargo, hace
más de dos mil setecientos años, a los siervos del único Dios verdadero se los llamó “testigos”
suyos (Isaías 43:10-12). Antes de 1931 se nos conocía como Estudiantes de la Biblia. ¿Por qué
decidimos entonces adoptar el nombre de testigos de Jehová?
Porque da a saber quién es nuestro Dios. El nombre de Dios, Jehová, aparece miles de veces
en la Biblia, como lo demuestran diversos manuscritos antiguos. En muchas traducciones, este
nombre ha sido sustituido por títulos como Señor o Dios. Pero el Dios verdadero se presentó a sí
mismo ante Moisés como Jehová y le dijo: “Este es mi nombre hasta tiempo indefinido” (Éxodo
3:15). Así se distinguió de los dioses falsos. A nosotros nos enorgullece portar el santo nombre de
Dios.
Porque subraya nuestra misión. Comenzando con el justo Abel, una larga sucesión de personas
dieron testimonio de su fe en Jehová. A lo largo de los siglos, otros, como Noé, Abrahán, Sara,
Moisés y David, se sumaron a esta gran “nube de testigos” (Hebreos 11:4–12:1). Tal como un
individuo atestigua a favor de una persona inocente en un tribunal, así nosotros estamos decididos
a dar a conocer la verdad acerca de nuestro Dios.
Porque imitamos a Jesús. La Biblia llama a Jesús “el testigo fiel y verdadero” (Revelación
[Apocalipsis] 3:14). Él mismo dijo que había dado a conocer el nombre de su Padre y que había
venido a dar “testimonio acerca de la verdad” sobre Dios (Juan 17:26; 18:37). Por eso,
sus verdaderos discípulos deben portar el nombre de Jehová y proclamarlo. Eso es lo que los
testigos de Jehová nos esforzamos por hacer.
Lección 5
¿Qué experimentará en nuestras reuniones cristianas?
Muchas personas han dejado de asistir a sus servicios religiosos porque no les brindan guía
espiritual ni consuelo. Entonces, ¿por qué debería usted asistir a las reuniones de los testigos de
Jehová? ¿Qué tienen que ofrecerle?
El placer de estar en compañía de personas afectuosas y bondadosas. En el siglo primero, los
cristianos estaban organizados en congregaciones y se juntaban para adorar a Dios, estudiar las
Escrituras y animarse mutuamente (Hebreos 10:24, 25). Reunidos con sus hermanos espirituales
en un clima de amor, se sentían entre amigos verdaderos (2 Tesalonicenses 1:3; 3 Juan 14).
Nosotros seguimos el mismo modelo y experimentamos la misma alegría.
El beneficio de aprender a aplicar los principios de la Biblia. Siguiendo la costumbre de
tiempos bíblicos, hombres, mujeres y niños nos reunimos para escuchar a maestros capacitados
que nos ayudan a entender cómo aplicar los principios de la Biblia en el diario vivir (Deuteronomio
31:12; Nehemías 8:8). Todos los asistentes pueden intervenir en las sesiones de preguntas y
respuestas y cantar los cánticos, lo que permite que cada cual exprese su esperanza cristiana
(Hebreos 10:23).
La bendita oportunidad de fortalecer la fe en Dios. El apóstol Pablo escribió a una de las
congregaciones de su día: “Anhelo verlos [...] para que haya un intercambio de estímulo entre
ustedes, por cada uno mediante la fe del otro, tanto la de ustedes como la mía” (Romanos
1:11, 12). El contacto con los hermanos en las reuniones fortalece nuestra fe y nuestra
determinación de vivir una vida cristiana.
¿Por qué no asiste a la próxima reunión y lo comprueba usted mismo? Le daremos una cálida
bienvenida. Las reuniones son gratuitas y no se hacen colectas.
Lección 6
¿Cómo nos beneficia relacionarnos con nuestros hermanos cristianos?
Aun si tenemos que caminar por una espesa jungla o hacerle frente al mal tiempo, los testigos de
Jehová no dejamos de asistir a nuestras reuniones. ¿Por qué ponemos tanto empeño en reunirnos
con nuestros hermanos a pesar de las dificultades de la vida y el cansancio de un día de trabajo?
Contribuye a nuestro bienestar. Hablando de la necesidad de asistir a las reuniones, el apóstol
Pablo dijo: “Considerémonos unos a otros” (Hebreos 10:24). Considerar quiere decir “examinar con
atención una cosa”. En otras palabras, el apóstol nos anima a conocernos mutuamente, a
preocuparnos por los demás. Cuando conocemos a otros miembros de la congregación,
descubrimos que algunos han superado dificultades parecidas a las nuestras y que
pueden ayudarnos a salir también adelante.
Fomenta amistades duraderas. En las reuniones estamos rodeados, no de simples conocidos,
sino de amigos íntimos. Además, hay otras ocasiones en que nos juntamos para participar en
actividades recreativas sanas. ¿Qué influencia ejerce en nosotros esta convivencia? Nos enseña a
valorarnos más, lo cual afianza el vínculo de amor que nos une. Y cuando nuestros compañeros se
enfrentan a problemas, acudimos de inmediato en su ayuda porque hemos cimentado una amistad
sólida (Proverbios 17:17). Al relacionarnos con todos en la congregación, demostramos que nos
preocupamos “los unos [por] los otros” (1 Corintios 12:25, 26).
Lo animamos a elegir como amigos a personas que estén haciendo la voluntad de Dios.
Encontrará ese tipo de amigos entre los testigos de Jehová. No permita que nada le impida
reunirse con nosotros.
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Para guardar
Dirijamos estudios bíblicos progresivos
Este suplemento recopila las ideas clave de la serie de artículos sobre cómo dirigir
estudios bíblicos progresivos que han aparecido en Nuestro Ministerio del Reino.
Se nos invita a guardarlo y consultarlo cuando dirijamos estudios bíblicos. También
puede utilizarse para repasar algunas de las sugerencias en las reuniones para el
servicio del campo, y a los superintendentes de servicio podría servirles de base para
los discursos que dan cuando visitan los grupos de estudio de libro.
CUANDO el joven Eric anunció que ya no quería ser testigo de Jehová, sus padres quedaron
destrozados. La noticia los tomó por sorpresa. Desde niño, Eric había participado en el estudio
bíblico de familia, había asistido a las reuniones cristianas y había predicado con la congregación.
Parecía que, por decirlo así, estaba en la verdad. Pero ahora que se había ido de casa, los padres
se dieron cuenta de que no había hecho suyas las verdades bíblicas. Este descubrimiento no solo
fue una sorpresa, sino también una decepción para ellos.
Otros han experimentado sentimientos de pérdida parecidos cuando un estudiante de la Biblia
inesperadamente deja de estudiar. En estas ocasiones suelen preguntarse: “¿Por qué no percibí
que esto iba a ocurrir?”. Ahora bien, ¿es posible determinar si la verdad está dando fruto en
aquellos a quienes enseñamos y de este modo evitar un desastre espiritual? En realidad, ¿cómo
podemos asegurarnos de que la verdad está influyendo en nosotros, así como en nuestros
estudiantes? En su conocida parábola del sembrador, Jesús dio una clave que nos ayuda a
contestar estas preguntas.
La verdad tiene que llegar al corazón
“La semilla es la palabra de Dios —dijo Jesús—. En cuanto a lo que está [sembrado] en la tierra
excelente, estos son los que, después de oír la palabra con un corazón excelente y bueno, la
retienen y llevan fruto con aguante.” (Lucas 8:11, 15.) Por tanto, antes de que la verdad del Reino
pueda producir resultados en nuestros estudiantes, tiene que echar raíces en su corazón figurado.
Jesús nos asegura que tal como sucede con la buena semilla en la tierra excelente, cuando la
verdad divina llega a un buen corazón, inmediatamente surte efecto y da fruto. ¿Qué debemos
buscar?
Hay que observar las cualidades del corazón, no solo las apariencias. El hecho de que una
persona mantenga una rutina de actividades espirituales no siempre revela lo que realmente hay
en su corazón (Jeremías 17:9, 10; Mateo 15:7-9). Por eso, tenemos que mirar más allá de la pura
apariencia. Debe haber cambios concretos en sus deseos, motivos y prioridades. La persona debe
estar cultivando la nueva personalidad que se conforma a la voluntad de Dios (Efesios 4:20-24).
Ilustrémoslo. Cuando los tesalonicenses oyeron las buenas nuevas, Pablo dijo que las aceptaron
enseguida como la palabra de Dios. Pero fue el aguante, la fidelidad y el amor que luego
demostraron lo que le confirmó a él que la verdad “también est[aba] obrando en [ellos]”
(1 Tesalonicenses 2:13, 14; 3:6).
Claro está, lo que el estudiante tenga en el corazón se revelará tarde o temprano en su
comportamiento, como lo ilustra el ejemplo de Eric (Marcos 7:21, 22; Santiago 1:14, 15).
Lamentablemente, para cuando se manifiesten ciertos rasgos dañinos, pudiera ser demasiado
tarde. Por eso, el desafío es tratar de identificar las debilidades específicas antes de que se
conviertan en escollos espirituales: necesitamos saber cómo ver el corazón figurado. ¿Cómo
podemos lograrlo?
Aprendamos de Jesús
Jesús, claro está, era capaz de leer los corazones sin equivocarse (Mateo 12:25). Ninguno de
nosotros puede hacer eso. Sin embargo, él mostró que nosotros también podemos percibir los
deseos, motivos y prioridades de otra persona. Tal como un buen médico utiliza diversas técnicas
de diagnóstico para identificar cualquier problema que tenga el corazón físico de un paciente,
Jesús utilizó la Palabra de Dios para ‘sacar’ y exponer los “pensamientos e intenciones del
corazón”, incluso cuando aún yacían ocultos a la vista de los demás (Proverbios 20:5; Hebreos
4:12).
Por ejemplo, en cierta ocasión Jesús ayudó a Pedro a ser consciente de una debilidad que más
tarde se convirtió en piedra de tropiezo. Jesús sabía que Pedro lo amaba. De hecho, le acababa de
encomendar al apóstol “las llaves del reino” (Mateo 16:13-19). Sin embargo, Jesús también sabía
que los apóstoles eran un blanco especial de Satanás y que pronto se les presionaría
intensamente para que transigieran. Debió de percibir que algunos de sus discípulos tenían
debilidades en la fe que exigían atención, por lo que no tuvo reparos en señalárselas. Veamos
cómo lo hizo.
Mateo 16:21 dice: “Desde ese tiempo en adelante Jesucristo comenzó a mostrar a sus
discípulos que él tenía que [...] sufrir [...] y ser muerto”. Observe que Jesús les mostró, y no solo les
dijo, lo que le ocurriría a él. Es muy probable que utilizara pasajes bíblicos como Salmo 22:14-18 o
Isaías 53:10-12, que indican que el Mesías tendría que sufrir y morir. En cualquier caso, al leer o
citar directamente de las Escrituras, Jesús les dio a Pedro y a los demás la oportunidad de
expresar lo que había en su corazón. ¿Cómo reaccionarían ante la perspectiva de tal persecución?
Aunque Pedro había demostrado ser intrépido y celoso, su impulsiva forma de reaccionar en
esta ocasión reveló una falta grave en su modo de pensar. “Sé bondadoso contigo mismo, Señor
—dijo él—; tú absolutamente no tendrás este destino.” Pedro tenía un punto de vista erróneo, pues
como Jesús le señaló, no pensaba “los pensamientos de Dios, sino los de los hombres”. Tal óptica
constituía un error grave que podría tener tristes consecuencias. ¿Qué hizo Jesús? Tras reprender
a Pedro, les dijo a él y a los demás discípulos: “Si alguien quiere venir en pos de mí, repúdiese a sí
mismo y tome su madero de tormento y sígame de continuo”. Valiéndose de pasajes como Salmo
49:8 y 62:12, les recordó bondadosamente que sus perspectivas de vivir para siempre dependían,
no de los hombres, que no pueden dar la salvación, sino de Dios (Mateo 16:22-28).
Aunque más tarde Pedro sucumbió temporalmente al temor y negó tres veces a Jesús, esta y
otras conversaciones con el Maestro sin duda lo prepararon para recuperarse con rapidez en
sentido espiritual (Juan 21:15-19). Tan solo cincuenta días después, Pedro se puso de pie
denodadamente ante las muchedumbres reunidas en Jerusalén para dar testimonio de la
resurrección de Jesús. En las semanas, meses y años siguientes hizo frente con valor a continuos
arrestos y palizas y al encarcelamiento, poniendo así un sobresaliente ejemplo de valerosa
integridad (Hechos 2:14-36; 4:18-21; 5:29-32, 40-42; 12:3-5).
¿Qué aprendemos de esto? ¿Notó lo que Jesús hizo para sacar y exponer lo que había en el
corazón de Pedro? Primero seleccionó pasajes bíblicos apropiados para que Pedro enfocara la
atención en un asunto específico. Luego le dio la oportunidad de responder de corazón.
Finalmente, le brindó más consejo de las Escrituras para ayudarlo a modificar su modo de pensar y
sus sentimientos. Quizás le parezca que esta forma de enseñar está más allá de sus habilidades,
pero analicemos dos experiencias que ilustran cómo la preparación y la confianza en Jehová
pueden ayudarnos a todos a seguir el ejemplo de Jesús.
Saquemos lo que hay en el corazón
Cuando un padre cristiano supo que sus dos hijos de seis y siete años tomaron dulces del
escritorio de su maestra, se sentó y razonó con ellos. Él comenta lo que hizo en vez de pasar por
alto el incidente como una simple travesura infantil inofensiva: “Traté de averiguar qué había en su
corazón que los había motivado a cometer ese mal acto”.
El padre les pidió que recordaran lo que le había ocurrido a Acán, según se relata en el capítulo
7 de Josué. Los niños enseguida captaron el punto y admitieron su error. Ya les había estado
molestando la conciencia. De modo que el padre los hizo leer Efesios 4:28, que dice: “El que hurta,
ya no hurte más, sino, más bien, que haga trabajo duro [...] para que tenga algo que distribuir a
alguien que tenga necesidad”. Él reafirmó el consejo bíblico al hacer que los niños pagaran su falta
comprando dulces y llevándoselos a la maestra.
“Razonando con ellos —dice el padre—, tratábamos de desarraigar los motivos impropios que
percibíamos y reemplazarlos con motivos buenos y puros.” Con el tiempo, estos padres tuvieron
buenos resultados porque imitaron a Jesús al enseñar a sus hijos. Posteriormente, ambos hijos
fueron invitados a servir en Betel, en las oficinas centrales de Brooklyn, y veinticinco años después,
uno de ellos aún sirve allí.
Observe cómo otra cristiana ayudó a su estudiante de la Biblia. La estudiante asistía a las
reuniones, participaba en el ministerio y ya había expresado el deseo de bautizarse. Sin embargo,
parecía que confiaba demasiado en ella misma y no tanto en Jehová. “Como soltera, se había
hecho más independiente de lo que se imaginaba —recuerda la Testigo—. Me temía que fuera a
sufrir una crisis nerviosa o una caída espiritual.”
De modo que la Testigo tomó la iniciativa en razonar con ella sobre lo que dice Mateo 6:33,
animándola a ajustar sus prioridades, poner el Reino en primer lugar y confiar en que Jehová se
encargará de los asuntos para nuestro bien. Le preguntó sin rodeos: “¿Será que vivir sola te
dificulta a veces confiar en los demás, incluso en Jehová?”. La estudiante admitió que casi había
dejado de orar. La publicadora entonces la animó a seguir el consejo de Salmo 55:22 y a arrojar su
carga sobre Jehová porque, como nos asegura 1 Pedro 5:7, “él se interesa” por sus siervos. Esas
palabras la conmovieron. La Testigo cuenta: “Fue una de las pocas veces que la he visto llorar”.
Que la verdad siga obrando en usted
Nos da mucho gozo ver a nuestros estudiantes responder a las verdades bíblicas. No obstante,
para lograr estos buenos resultados, nosotros mismos tenemos que poner un buen ejemplo
(Judas 22, 23). Todos debemos “[seguir] obrando [nuestra] propia salvación con temor y temblor”
(Filipenses 2:12). Eso incluye dejar que la luz de las Escrituras alumbre nuestro corazón
regularmente a fin de buscar actitudes, deseos y sentimientos que tal vez tengamos que corregir
(2 Pedro 1:19).
Por ejemplo, ¿ha disminuido últimamente su celo por las actividades cristianas? Si así es, ¿por
qué? Tal vez usted está confiando demasiado en sí mismo. ¿Cómo puede saberlo? Lea Ageo 1:2-
11 y reflexione con sinceridad sobre la línea de razonamiento que empleó Jehová con los judíos
repatriados. Luego pregúntese: “¿Estoy demasiado preocupado por mi seguridad económica y mis
comodidades materiales? ¿Confío de verdad en que Jehová cuidará de mi familia si doy prioridad a
los asuntos espirituales? ¿O pienso que tengo que cuidar de mí mismo primero?”. Si debe realizar
cambios en sus pensamientos y sentimientos, no vacile en hacerlo. Los consejos bíblicos, como los
que se encuentran en Mateo 6:25-33, Lucas 12:13-21 y 1 Timoteo 6:6-12, suministran la base para
tener el punto de vista equilibrado sobre las necesidades y los bienes materiales, lo que garantiza
la bendición continua de Jehová (Malaquías 3:10).
Esta clase de autoexamen sincero puede darnos en qué pensar. Admitir las debilidades
específicas que tenemos cuando alguien nos las señala puede afectarnos emocionalmente. Sin
embargo, cuando usted toma la iniciativa para brindar corrección amorosa a su hijo, a su
estudiante de la Biblia o incluso a sí mismo —prescindiendo de lo personal o delicado que sea un
asunto—, bien pudiera estar dando el primer paso hacia la salvación de ellos o de usted mismo
(Gálatas 6:1).
Ahora bien, ¿qué hacer si sus esfuerzos no parecen surtir efecto? No se dé por vencido
enseguida. Cambiar un corazón imperfecto puede ser una tarea delicada que consume tiempo y a
veces es frustrante. Pero también puede ser una tarea muy satisfactoria.
El joven Eric, mencionado al principio, con el tiempo recobró el juicio y volvió a “anda[r] en la
verdad” (2 Juan 4). “Regresé a Jehová cuando me di cuenta de lo que había perdido”, dice él. Con
la ayuda de sus padres, Eric ahora sirve fielmente a Dios. Aunque antes le molestaba que sus
padres lo instaran repetidas veces a examinar su corazón, ahora agradece mucho lo que hicieron
por él. “Mis padres son muy especiales —dice—. Nunca dejaron de amarme.”
Iluminar con la luz de la Palabra de Dios el corazón de aquellos a quienes enseñamos es una
expresión de bondad amorosa (Salmo 141:5). Siga examinando el corazón de sus hijos y de sus
estudiantes de la Biblia para asegurarse de que la nueva personalidad cristiana realmente está
echando raíces en ellos. Procure que la verdad siga influyendo en otros y en usted al “maneja[r] la
palabra de la verdad correctamente” (2 Timoteo 2:15).
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¿Por qué hay que dedicarse a Jehová?
“Esta noche estuvo de pie cerca de mí un ángel del Dios a quien yo pertenezco.”
(HECH. 27:23)
“EN VIRTUD del sacrificio de Jesucristo, ¿se ha arrepentido de sus pecados y se ha dedicado a
Jehová para hacer Su voluntad?” Esta es una de las dos preguntas que se formulan al final del
discurso dirigido a los candidatos al bautismo. Ahora bien, ¿por qué deben dedicarse a Jehová los
cristianos? ¿Qué beneficios obtienen al hacerlo? ¿Por qué es imprescindible que den este paso a
fin de que Dios acepte su servicio? Para encontrar la respuesta a estas preguntas, primero
debemos comprender qué es la dedicación.
2
¿En qué consiste la dedicación? Algo que nos ayudará a encontrar la respuesta es un
comentario que hizo Pablo a bordo de un barco que estaba a punto de naufragar. El apóstol llamó
a Jehová “[el] Dios a quien yo pertenezco”, con lo cual mostró que se consideraba posesión suya
(léase Hechos 27:22-24). En efecto, mientras que el mundo está “en el poder del inicuo”, los
cristianos hemos llegado a pertenecer a Jehová (1 Juan 5:19). ¿Cómo lo hemos logrado?
Haciendo una dedicación válida a Jehová —es decir, realizando un voto, o promesa solemne, en
una oración— y luego, bautizándonos.
3
Jesús fijó el modelo el día de su bautismo, cuando hizo pública su decisión de efectuar la
voluntad de su Padre. Claro, como él había nacido en Israel, una nación que ya estaba dedicada a
Dios, no tenía por qué volver a dedicarse. Tampoco estaba satisfaciendo alguna exigencia de la
Ley. Estaba haciendo algo más. Según indica la Biblia, le dijo a Jehová: “¡Mira! He venido [...] para
hacer tu voluntad” (Heb. 10:7; Luc. 3:21). Así es, con su bautismo, se estaba presentando ante su
Padre para cumplir sus deseos. Hoy, los cristianos seguimos su modelo al bautizarnos, aunque en
nuestro caso sí estamos declarando públicamente que nos hemos dedicado en oración a Dios.
Los beneficios de la dedicación
4
La dedicación cristiana no es una promesa cualquiera. Es un asunto muy serio. Ahora bien,
¿qué beneficios ofrece? Algo que nos ayudará a entenderlo es examinar lo provechoso que es el
sentido de compromiso en las relaciones humanas. Comencemos por la amistad. Para tener
amigos, hay que ser amigo primero. Es necesario que haya un sentido de compromiso, que se
asuma la responsabilidad moral de cuidar de la otra persona. Una de las amistades más hermosas
de tiempos bíblicos fue la de David y Jonatán, quienes estaban tan unidos que hicieron un pacto
entre ellos (léanse 1 Samuel 17:57 y 18:1, 3). Hoy día no hay muchas relaciones tan leales como
aquella. Pero, al igual que ayer, las buenas amistades tienen en común el sentido de fidelidad y
compromiso mutuo (Pro. 17:17; 18:24).
5
En Israel había otra relación que requería un sentido de compromiso: el convenio permanente
que podía establecer un esclavo con su amo. La Ley decía: “Si el esclavo dice insistentemente:
‘Realmente amo a mi señor, a mi esposa y a mis hijos; no quiero salir como persona puesta en
libertad’, entonces su amo tiene que acercarlo al Dios verdadero y tiene que ponerlo contra la
puerta o la jamba de la puerta; y su amo tiene que agujerearle la oreja con un punzón, y él tiene
que ser esclavo suyo hasta tiempo indefinido” (Éxo. 21:5, 6). Como vemos, el esclavo podía seguir
disfrutando de la seguridad de pertenecer a un amo compasivo si hacía con él un pacto en el que
renunciaba a su libertad.
6
Otra relación donde debe existir un elevado sentido de compromiso es el matrimonio. Claro, el
compromiso es con una persona, y no meramente con un contrato. Dos personas que viven juntas
sin casarse jamás podrán ofrecer a su pareja y a sus hijos el mismo grado de seguridad que
proporciona el matrimonio cristiano honorable. Tampoco tendrán el mismo aliciente para aceptar
sus responsabilidades y esforzarse por resolver con amor las dificultades (Mat. 19:5, 6; 1 Cor.
13:7, 8; Heb. 13:4).
7
Veamos por último las relaciones laborales. Desde tiempos bíblicos, los contratos han
resultado muy útiles (Mat. 20:1, 2, 8). Así, al iniciar un negocio o al comenzar a trabajar para
alguien, firmar un contrato protege a las partes involucradas. Como hemos visto, las relaciones
humanas —trátese de amistades, matrimonios o acuerdos de negocios— se fortalecen con el
sentido de compromiso. Pero en el caso de nuestra relación con Jehová contamos con un vínculo
muy superior: la dedicación, por la cual le entregamos incondicionalmente nuestra vida.
A continuación hablaremos de los beneficios que reportaba en tiempos bíblicos la dedicación, y
veremos por qué era mucho más que un compromiso.
La dedicación benefició a Israel
8
Los israelitas en su conjunto se dedicaron a Jehová al hacerle un voto. Él los había reunido
frente al monte Sinaí y les había dicho: “Si ustedes obedecen estrictamente mi voz y
verdaderamente guardan mi pacto, entonces ciertamente llegarán a ser mi propiedad especial de
entre todos los demás pueblos”. Ante esto, el pueblo juró unánimemente: “Todo lo que Jehová ha
hablado estamos dispuestos a hacerlo” (Éxo. 19:4-8). Aquella dedicación era mucho más que un
compromiso. Era la señal de que le pertenecían a Jehová, quien a su vez les aseguró que los
trataría como su “propiedad especial”.
9
Pertenecer a Jehová les trajo muchos beneficios a los israelitas. Él fue leal y tierno con ellos y
los trató como a hijos. De hecho, les dijo: “¿Puede una esposa olvidarse de su niño de pecho, de
modo que no tenga piedad al hijo de su vientre? Hasta estas mujeres pueden olvidar; no obstante,
yo mismo no me olvidaré de ti” (Isa. 49:15). Dios guió a su pueblo mediante la Ley, lo fortaleció
enviándole profetas y lo protegió con sus ángeles. El salmista reconoció: “[Jehová] está
anunciando su palabra a Jacob, sus disposiciones reglamentarias y sus decisiones judiciales a
Israel. No ha hecho así a ninguna otra nación” (Sal. 147:19, 20; léanse Salmo 34:7, 19 y 48:14).
Al igual que cuidó de Israel, la nación que le pertenecía, hoy cuida de todos los cristianos que
están dedicados a él.
¿Por qué debemos dedicarnos a Dios?
10
Hay quienes piensan: “¿Por qué tengo que dedicarme y bautizarme para poder servir a
Jehová?”. Entenderemos la razón si recordamos en qué situación nos encontramos ante él. Debido
al pecado de Adán, todos hemos nacido fuera de la familia universal de Dios (Rom. 3:23; 5:12).
Y la única manera de ser aceptados en ella es dedicándonos. Veamos por qué.
11
Ninguno de nosotros ha tenido un padre capaz de transmitirnos vida en el pleno sentido de la
palabra: vida perfecta (1 Tim. 6:19). Como la primera pareja pecó, nacimos alejados de nuestro
bondadoso Padre y Creador, y no podíamos ser considerados hijos suyos (compárese con
Deuteronomio 32:5). Desde aquel momento, la humanidad ha vivido fuera de la familia universal de
Jehová y apartada de él.
12
Aun así, cada uno de nosotros puede pedirle a Jehová que lo acepte en la familia de siervos
suyos. Pero ¿cómo podemos gozar de su favor si somos pecadores? Porque, como indicó Pablo,
“cuando éramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios mediante la muerte de su Hijo” (Rom.
5:10). Ahora bien, para que él nos reciba, tenemos que solicitarle una buena conciencia, y la forma
de hacerlo es bautizándonos (1 Ped. 3:21). No obstante, hay otros pasos que debemos dar antes.
Primero debemos conocer bien a Jehová y aprender a confiar en él; luego hemos de arrepentirnos
y cambiar el curso de nuestra vida (Juan 17:3; Hech. 3:19; Heb. 11:6). ¿Qué debemos hacer
después?
13
Para ser parte de la familia de adoradores de Dios, hay que hacer una promesa solemne.
¿Por qué? Ilustrémoslo. Un padre de familia muy respetado por la comunidad conoce a un
muchacho huérfano, se encariña con él y decide adoptarlo. Pero le pone una condición: “Quiero
que me prometas que me verás como tu padre y que me amarás y respetarás siempre”. A menos
que el joven le haga esa promesa solemne, no lo aceptará como hijo. Sin duda, no es una
exigencia irrazonable. En el caso de Jehová ocurre igual: solo aceptará en su familia a quienes
estén dispuestos a hacer un voto de dedicación. Así lo indica la Biblia al decir: “Entreguen todo su
ser como sacrificio vivo a Dios. Esa ofrenda que es su vida debe estar dedicada solamente a Dios
para poder agradarle” (Rom. 12:1, La Palabra de Dios para Todos, 2008).
Un acto de amor y fe
14
La dedicación es una prueba de nuestro amor por Dios. En cierto sentido es similar al voto
matrimonial. El día de la boda, el cristiano demuestra que ama a su novia prometiéndole
solemnemente que estará a su lado en las buenas y en las malas. No solo está comprometiéndose
a formar una unión matrimonial; está jurándole lealtad a una persona. Además, sabe que
no podrán emprender una vida juntos a menos que haga ese voto. Del mismo modo, no es posible
disfrutar de todos los beneficios de ser parte de la familia de Jehová sin hacer el voto de
dedicación. Como vemos, la razón por la que nos dedicamos a Dios es porque deseamos
pertenecerle y porque, dentro de nuestra imperfección, queremos serle leales pase lo que pase
(Mat. 22:37).
15
La dedicación también es un acto de fe. Así es: nos dedicamos porque creemos en Jehová y
confiamos en que su amistad es lo mejor para nosotros (Sal. 73:28). Sabemos que no siempre será
fácil servirle, pues vivimos “en medio de una generación torcida”. Sin embargo, estamos seguros
de que Dios cumplirá su promesa de bendecir nuestros esfuerzos (Fili. 2:15; 4:13). No nos cabe la
menor duda de que él será misericordioso cuando, por culpa de la imperfección, cometamos
errores (léanse Salmo 103:13, 14 y Romanos 7:21-25). Y tenemos la certeza de que recompensará
nuestra lucha por ser íntegros (Job 27:5).
La dedicación a Dios es el camino a la felicidad
16
La dedicación es causa de felicidad, pues implica entregarle a Jehová nuestra vida, y como
dijo Jesús: “Hay más felicidad en dar que en recibir” (Hech. 20:35). Durante su ministerio en la
Tierra, el Hijo de Dios vivió de acuerdo con ese principio fundamental y experimentó la alegría de
ser generoso. Cuando hacía falta, sacrificaba el descanso, la comida y su comodidad personal
para enseñar a la gente el camino a la vida (Juan 4:34). Y nada le producía tanta satisfacción como
complacer a su Padre. Por eso dijo: “Yo siempre hago las cosas que le agradan” (Juan 8:29; Pro.
27:11).
17
Jesús les mostró a sus discípulos la forma de vivir que da más alegrías: “Si alguien quiere
venir en pos de mí, repúdiese a sí mismo” (Mat. 16:24). Cuando nos repudiamos —es decir,
cuando renunciamos al control sobre nuestra vida—, nos acercamos al Dios de amor. ¿Podríamos
estar en mejores manos?
18
Quienes se dedican a Jehová y viven conforme a su voluntad son más felices que quienes
consagran su vida al servicio de algún ser humano o al logro de un objetivo, como el de hacerse
ricos. A diferencia de ellos, los cristianos viven realmente satisfechos (Mat. 6:24). Es cierto que su
felicidad se debe en parte a que tienen el honor de ser “colaboradores de Dios” en su obra, pero
no olvidan que su voto de dedicación no lo hicieron a una obra, sino a un Dios que los tiene en alta
estima (1 Cor. 3:9). Nadie podría valorar más que él su lealtad y sus sacrificios. Incluso les
devolverá la juventud para que vivan bajo su cuidado por siempre (Job 33:25; léase Hebreos 6:10).
19
La Biblia contiene esta invitación: “Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes” (Sant. 4:8;
Sal. 25:14). En efecto, quienes se dediquen a Jehová gozarán de una relación estrecha con él.
En el siguiente artículo, veremos por qué podemos tomar con confianza la decisión de dedicarnos
a Jehová para llegar a ser posesión suya.
▪ ¿Por cuánto tiempo se espera que le demos clases a alguien que progresa?
Cuando una persona progresa, es mejor seguir dirigiendo el estudio hasta terminar dos
publicaciones: ¿Qué enseña realmente la Biblia? y “Manténganse en el amor de Dios”. Hay que
hacerlo aunque el estudiante se bautice antes de terminar cualquiera de los dos libros. Claro, se
puede seguir contando el tiempo, las revisitas y el estudio aun después de su bautismo. Y si otro
publicador nos acompaña y participa en el estudio, también él puede contar el tiempo (véase
Nuestro Ministerio del Reino de marzo de 2009, página 2).
Es importante que los nuevos tengan buenos cimientos en la verdad antes de dejarlos caminar
solos. Tienen que estar “arraigados” en Cristo y “estabilizados en la fe” para ser capaces de
soportar las dificultades que de seguro afrontarán (Col. 2:6, 7; 2 Tim. 3:12; 1 Ped. 5:8, 9). Además,
deben contar con “un conocimiento exacto de la verdad” a fin de poder enseñar bien a otros (1 Tim.
2:4). Al completar dos libros con los estudiantes, los estamos ayudando a andar con paso seguro
en “el camino que conduce a la vida” (Mat. 7:14).
Antes de aprobar el bautismo de una persona, los ancianos deben comprobar que entienda con
claridad las enseñanzas básicas de la Biblia y que esté viviendo de acuerdo con ellas. Deben ser
especialmente cuidadosos con un estudiante que todavía no haya terminado el primer libro.
Si alguien no está listo para el bautismo, los ancianos verán que reciba la ayuda personal
necesaria para que llene los requisitos en el futuro (véase Organizados para hacer la voluntad de
Jehová, páginas 216 a 218).
VIERNES
LECCION 15(b)
REPASO DE LA ESCUELA DEL SERVICIO DE PRECURSOR
DIA 5
SABADO
LECCION 16(a)
EL GOZO DE JEHOVÁ ES TU PLAZA FUERTE
Sentimiento de alegría o placer que se experimenta al poseer o esperar algún bien; felicidad;
júbilo. Las palabras hebreas y griegas que se usan en la Biblia para referirse a gozo, júbilo,
regocijo y alegría, expresan diversos matices y grados de gozo. Los verbos empleados denotan
tanto los sentimientos internos como la manifestación externa de gozo, y pueden tener gran
variedad de significados, como “estar gozoso; regocijarse; gritar de alegría; saltar de alegría”, entre
otros.
SABADO
LECCION 16(b)
JEHOVÁ BENDICE A LOS QUE CONFÍAN EN ÉL
SABADO
LECCION 17(a)
PERSEVERA EN LA ORACIÓN
LA ORACIÓN es un privilegio singular que se cuenta entre las provisiones amorosas de Jehová
Dios. Los opositores pueden confiscarle la Biblia o impedirle que se reúna con sus compañeros
cristianos, pero nadie puede privarle de la oración. Es imposible exagerar el valor de esta. Por ello,
es muy importante que cada uno de nosotros valore este privilegio y se aproveche plenamente de
él. ¿Qué puede ayudarle a enriquecer sus oraciones?
La Biblia no es un devocionario. Sin embargo, puede decirse que es el mejor libro de texto
sobre la oración que posee el hombre. Tan solo las Escrituras Hebreas contienen más de ciento
cincuenta oraciones. Algunas son cortas; otras, largas. Las pronunciaron reyes y cautivos, en
privado y en público, en triunfo y en tribulación. Como cantó David en Salmo 65:2, “gente de toda
carne” acude a Jehová, el “Oidor de la oración”. ¿Por qué inspiró Dios a los escritores de la Biblia a
transmitir tantas diferentes oraciones?
Para contestar esta pregunta, leamos 2 Timoteo 3:16. Dice: “Toda Escritura es inspirada de
Dios y provechosa”. Por lo tanto, las oraciones bíblicas se escribieron para guiarnos, como la
profecía, la historia y los principios bíblicos. ¿De qué manera pueden beneficiarnos estas
oraciones?
Si examinamos con detenimiento las oraciones bíblicas, encontraremos aquellas que se
pronunciaron en situaciones similares a las nuestras. Aprenderemos cómo varían las oraciones en
lo que respecta a su propósito y sus circunstancias. Por otra parte, descubriremos nuevas
expresiones de alabanza y acción de gracias y hallaremos palabras distintas para nuestras
peticiones y súplicas. En resumen, las oraciones bíblicas pueden ayudarnos a enriquecer las
nuestras.
María, la madre de Jesús, fue una persona que al parecer se benefició de las expresiones
utilizadas en una oración escrita en la Biblia. Cuando visitó a su parienta Elisabet después de
concebir ambas un hijo con la ayuda divina, María alabó a Dios y le dio gracias. Algunas de las
palabras que utilizó en esta ocasión son notablemente similares a las que se hallan en una oración
de las Escrituras Hebreas. Es probable que María conociera la oración que pronunció Ana, la
madre del profeta Samuel. Ana también había concebido un hijo con la ayuda de Dios, más de mil
años antes. ¿Meditaría María en esa oración debido a que reflejaba sus propios sentimientos?
(1 Samuel 2:1-10; Lucas 1:46-55.)
¿Qué se puede decir de usted? ¿Recuerda alguna oración bíblica que se pronunciara en
circunstancias similares a las suyas? Si halla estas oraciones, las lee y las medita, enriquecerá su
propia comunicación con Dios. En el próximo artículo le invitamos a examinar tres oraciones de las
Santas Escrituras. Se pronunciaron en circunstancias diferentes que pueden coincidir con las
suyas.
UNA mujer ansiosa, un rey y el propio Hijo de Dios pronunciaron las oraciones que
examinaremos a continuación. Cada una de las oraciones fue motivada por un diferente conjunto
de circunstancias. Estas circunstancias pueden ser similares a las nuestras hoy en día. ¿Qué
podemos aprender de estos ejemplos?
“Si miras sin falta la aflicción de tu esclava”
¿Está usted luchando para vencer un problema persistente? ¿Le abruma la ansiedad? En tal
caso tiene mucho en común con Ana antes de que diera a luz a su primer hijo, Samuel. Ana
no tenía hijos y otra mujer se mofaba de ella. De hecho, su situación la preocupaba e irritaba tanto
que ni siquiera comía. (1 Samuel 1:2-8, 15, 16.) Esta mujer dirigió la siguiente súplica a Jehová:
“Oh Jehová de los ejércitos, si miras sin falta la aflicción de tu esclava y realmente te acuerdas
de mí, y no te olvidas de tu esclava y realmente das a tu esclava prole varón, yo ciertamente lo
daré a Jehová todos los días de su vida, y no vendrá navaja sobre su cabeza.” (1 Samuel 1:11.)
Observe que Ana no habló generalidades. Se dirigió a Jehová con una petición específica (un
hijo varón) y con una resolución definida (ponerlo a disposición de Dios). ¿Qué nos enseña esta
oración?
Cuando se enfrente a la adversidad, sea específico en la oración. Sin importar cuál sea su
problema —situación doméstica, soledad, mala salud— mencióneselo a Jehová en oración.
Explíquele la naturaleza exacta de su dificultad y cómo se siente. “Todas las noches le comunico a
Jehová mis problemas —dice una viuda llamada Louise—. A veces son bastantes, pero le
menciono claramente cada uno de ellos.”
Hablar a Jehová en términos exactos es beneficioso, pues nos ayuda a definir nuestro problema
y posiblemente a verlo en sus debidas proporciones. Las oraciones específicas nos ayudan a
aliviar la ansiedad. Aun antes de que se contestara su oración, Ana se sintió confortada y “su rostro
no volvió a mostrar preocupación”. (1 Samuel 1:18.) Además, orar por cosas específicas nos
ayudará a identificar la respuesta a nuestra oración. “Cuanto más específicas son mis oraciones —
dice Bernhard, un cristiano alemán— más claras son las respuestas.”
LOS siervos de Jehová son sus Testigos, que le sirven con fe y “gozo de corazón”.
(Deuteronomio 28:47; Isaías 43:10.) Lo hacen aunque los asedien las pruebas. Pese a las
dificultades, los consuela la siguiente exhortación: “Considérenlo todo gozo, mis hermanos, cuando
se encuentren en diversas pruebas, puesto que ustedes saben que esta cualidad probada de su fe
obra aguante”. (Santiago 1:2, 3.)
2
Estas palabras las escribió el discípulo Santiago, medio hermano de Jesucristo, cerca del
año 62. (Marcos 6:3.) Santiago era un anciano de la congregación de Jerusalén. De hecho, él,
Cefas (Pedro) y Juan parecían “ser columnas”, es decir, sólidos pilares de la congregación.
(Gálatas 2:9.) Cuando la cuestión de la circuncisión llegó a “los apóstoles y los ancianos”,
alrededor del año 49, Santiago presentó una propuesta basada en las Escrituras, que el cuerpo
gobernante del siglo primero aceptó. (Hechos 15:6-29.)
3
Santiago, pastor espiritual concienzudo, ‘conocía la apariencia del rebaño’. (Proverbios 27:23.)
Sabía que los cristianos de su día afrontaban pruebas severas. Algunos de ellos tenían que
modificar su modo de pensar, pues favorecían a los pudientes. Para muchos la adoración era un
puro formulismo. Otros hacían daño con su lengua ingobernable. Se dejaba sentir el espíritu
perjudicial del mundo, y muchos no tenían paciencia ni se ocupaban en la oración. Es más, ciertos
cristianos estaban espiritualmente enfermos. La carta de Santiago trata estas cuestiones de
manera constructiva, y su consejo es tan práctico hoy como lo fue en el siglo primero. Nos será de
mucho beneficio analizar esta carta como si se hubiera escrito para nosotros personalmente.
Cuando afrontamos pruebas
4
Santiago nos indica cómo debemos considerar las pruebas. (Santiago 1:1-4.) Sin aludir a su
parentesco con el Hijo de Dios, humildemente se llama “esclavo de Dios y del Señor Jesucristo”.
Santiago escribe a “las doce tribus” del Israel espiritual, “esparcidas” en un principio debido a la
persecución. (Hechos 8:1; 11:19; Gálatas 6:16; 1 Pedro 1:1.) A nosotros también se nos persigue
como cristianos y nos ‘encontramos en diversas pruebas’. Pero si recordamos que nuestra fe se
fortalece al aguantar las pruebas, lo ‘consideraremos todo gozo’ cuando estas nos sobrevengan.
La lealtad a Dios durante las pruebas redundará en felicidad perdurable.
5
Algunas pruebas tienen que ver con adversidades comunes a la humanidad. Por ejemplo, es
posible que tengamos mala salud. Dios no realiza en este tiempo curas milagrosas, pero contesta
las oraciones en las que le pedimos la sabiduría y la fortaleza necesarias para sobrellevar la
enfermedad. (Salmo 41:1-3.) Asimismo, sufrimos por causa de la justicia cuando se nos persigue
por el hecho de ser testigos de Jehová. (2 Timoteo 3:12; 1 Pedro 3:14.) Aguantar estas
tribulaciones prueba nuestra fe, y le confiere por tanto una “cualidad probada”. Y luego, el triunfo
de la fe “obra aguante”. Por otra parte, la fe, fortalecida por las tribulaciones, nos ayudará a superar
futuras pruebas.
6
“Pero —dice Santiago— que el aguante tenga completa su obra.” Si permitimos que la prueba
siga su curso y no intentamos ponerle fin prematuramente por medios contrarios a las Escrituras, el
aguante efectuará la “obra” de convertirnos en cristianos completos, no carentes de fe. Por
supuesto, si la prueba pone de manifiesto alguna debilidad, debemos buscar la ayuda de Jehová
para superarla. ¿Y si la prueba es una tentación para que cometamos un acto inmoral? Oremos
acerca de este problema y luego actuemos en armonía con nuestras peticiones. Es posible que
tengamos que cambiar de empleo o tomar otras medidas para mantenernos leales a Dios.
(Génesis 39:7-9; 1 Corintios 10:13.)
La búsqueda de la sabiduría
7
Santiago nos indica qué debemos hacer si no sabemos cómo afrontar cierta prueba. (Santiago
1:5-8.) Jehová no nos va a reprochar el hecho de que nos falte sabiduría y se la pidamos en
oración con fe. Él nos ayudará a ver la prueba en su justa perspectiva y a aguantarla. Es posible
que se nos llame la atención a algún texto bíblico mediante los compañeros de creencia o el
estudio personal de la Biblia. La providencia divina puede maniobrar los acontecimientos de modo
que percibamos lo que debemos hacer, y el espíritu de Dios puede guiarnos. (Lucas 11:13.) Por
supuesto, para disfrutar de esos beneficios tenemos que mantenernos cerca de Dios y de su
pueblo. (Proverbios 18:1.)
8
Jehová nos da la sabiduría para enfrentarnos a las pruebas si seguimos “pidiendo con fe, sin
dudar nada”. El que duda “es semejante a una ola del mar impelida por el viento y aventada de una
parte a otra” de forma impredecible. Si somos así de inestables en sentido espiritual, no debemos
‘figurarnos que vamos a recibir cosa alguna de Jehová’. No seamos ‘indecisos’ ni ‘inconstantes’ en
la oración ni de otras maneras. Por el contrario, tengamos fe en Jehová, la Fuente de la sabiduría.
(Proverbios 3:5, 6.)
SABADO
LECCION 18
COMENTARIOS DE LOS ESTUDIANTES Y DISCURSOS DE
CONCLUSIÓN